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43 | I d Z Marzo Fotomontaje: Juan Atacho Fernando Aiziczon Historiador, docente UNC. El documental Preguntas a un obrero que lee, de Hugo Colombini (2015) comienza con un recitado del famoso poema de Bertolt Bretch, leído en alemán por Osvaldo Bayer, con subti- tulados, pero que al final cambia al español so- bre la frase última, donde se escucha: a tantas historias, tantas preguntas. El poema de Bretch es un manifiesto historiográfico y político que exige una toma de posición sobre el modo de conocimiento del pasado, e invita a formular- se en voz alta los propios interrogantes: ¿quién ordena el mundo?, ¿quién lo dirige?, ¿por qué existen dirigentes y dirigidos?, ¿y por qué los que producen noche y día, los trabajadores, ape- nas si pueden alcanzar a esbozar esas pregun- tas? Tras este comienzo, el documental aterriza al presente sin mediaciones: el director decide entrevistar intempestivamente a los obreros que salen de su turno en la fábrica FIAT Córdoba, un día cualquiera, y los interroga respecto de si conocen algo del “sindicalismo clasista”. Como es de esperar, recibe evasivas del tipo “no co- nozco mucho el tema” o “se me va el ómnibus”. Claro, estamos en Córdoba, a más de 40 años de otra época; quien camine hoy los portones de las fábricas automotrices y charle con sus obreros difícilmente se lleve una imagen alen- tadora, pues son fábricas tumba, disciplinadas y vigiladas celosamente por la patronal y el sin- dicato. Un régimen persecutorio pesa sobre los obreros díscolos; toda oposición política es des- articulada, si es necesario, con la policía al inte- rior de ellas: despidos sin causa, suspensiones, persecución política, patotas sindicales, dirigen- tes millonarios que sobrepasan las 3 décadas de mandato y son también funcionarios del Estado y miembros del partido justicialista: José Pihen (estatales), Walter Grahovac y Carmen Nebreda (docentes), Omar Dragún (SMATA), Adrián Bri- to (canillitas), entre otros. Un panorama similar ocurre si uno camina los alrededores de ciudad universitaria: hoy es una zona vip, apropiada por jóvenes hijos de la córdoba sojera engrosada al calor de la década ganada, y que viven en ca- rísimos departamentos, inaccesibles para el hi- jo de un trabajador. No casualmente el barrio se llama “nueva córdoba”. Barrio Güemes, otro de los epicentros del Cordobazo, cercano a ciudad universitaria, es actualmente una pequeña répli- ca del San Telmo porteño. Misma respuesta se obtendría entonces si uno inquiere a estudian- tes de este barrio respecto de, por ejemplo, el Viborazo: recibiría un simpático “ni idea”. El sindicalismo clasista y su época El tema del documental es el sindicalismo cla- sista en Córdoba entre los años 1970-72, un acercamiento a los míticos sindicatos Sitrac-Si- tram (Sindicato de trabajadores Concord y Sin- dicato de trabajadores Materfer); míticos no solo por los relatos heroicos de sus protagonis- tas, sus ideas y sus acciones, que hicieron del clasismo algo así como el objeto de culto de los historiadores de izquierda y el modelo sindical irrenunciable de la izquierda revolucionaria, si- no también porque en la actualidad el clasis- mo y el Viborazo (1971) siguen siendo temas marginales y sin conmemoraciones al estilo de lo que fue, al menos en Córdoba, el festejo por El clasismo inconcluso »

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Fernando AiziczonHistoriador, docente UNC.

El documental Preguntas a un obrero que lee, de Hugo Colombini (2015) comienza con un recitado del famoso poema de Bertolt Bretch, leído en alemán por Osvaldo Bayer, con subti-tulados, pero que al final cambia al español so-bre la frase última, donde se escucha: a tantas historias, tantas preguntas. El poema de Bretch es un manifiesto historiográfico y político que exige una toma de posición sobre el modo de conocimiento del pasado, e invita a formular-se en voz alta los propios interrogantes: ¿quién ordena el mundo?, ¿quién lo dirige?, ¿por qué existen dirigentes y dirigidos?, ¿y por qué los que producen noche y día, los trabajadores, ape-nas si pueden alcanzar a esbozar esas pregun-tas? Tras este comienzo, el documental aterriza al presente sin mediaciones: el director decide entrevistar intempestivamente a los obreros que salen de su turno en la fábrica FIAT Córdoba, un día cualquiera, y los interroga respecto de si conocen algo del “sindicalismo clasista”. Como es de esperar, recibe evasivas del tipo “no co-nozco mucho el tema” o “se me va el ómnibus”.

Claro, estamos en Córdoba, a más de 40 años de otra época; quien camine hoy los portones de las fábricas automotrices y charle con sus obreros difícilmente se lleve una imagen alen-tadora, pues son fábricas tumba, disciplinadas y vigiladas celosamente por la patronal y el sin-dicato. Un régimen persecutorio pesa sobre los obreros díscolos; toda oposición política es des-articulada, si es necesario, con la policía al inte-rior de ellas: despidos sin causa, suspensiones, persecución política, patotas sindicales, dirigen-tes millonarios que sobrepasan las 3 décadas de mandato y son también funcionarios del Estado y miembros del partido justicialista: José Pihen (estatales), Walter Grahovac y Carmen Nebreda (docentes), Omar Dragún (SMATA), Adrián Bri-to (canillitas), entre otros. Un panorama similar ocurre si uno camina los alrededores de ciudad universitaria: hoy es una zona vip, apropiada por jóvenes hijos de la córdoba sojera engrosada al calor de la década ganada, y que viven en ca-rísimos departamentos, inaccesibles para el hi-jo de un trabajador. No casualmente el barrio se

llama “nueva córdoba”. Barrio Güemes, otro de los epicentros del Cordobazo, cercano a ciudad universitaria, es actualmente una pequeña répli-ca del San Telmo porteño. Misma respuesta se obtendría entonces si uno inquiere a estudian-tes de este barrio respecto de, por ejemplo, el Viborazo: recibiría un simpático “ni idea”.

El sindicalismo clasista y su épocaEl tema del documental es el sindicalismo cla-

sista en Córdoba entre los años 1970-72, un acercamiento a los míticos sindicatos Sitrac-Si-tram (Sindicato de trabajadores Concord y Sin-dicato de trabajadores Materfer); míticos no solo por los relatos heroicos de sus protagonis-tas, sus ideas y sus acciones, que hicieron del clasismo algo así como el objeto de culto de los historiadores de izquierda y el modelo sindical irrenunciable de la izquierda revolucionaria, si-no también porque en la actualidad el clasis-mo y el Viborazo (1971) siguen siendo temas marginales y sin conmemoraciones al estilo de lo que fue, al menos en Córdoba, el festejo por

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los “40 años del Cordobazo”. El Viborazo es un tema incómodo no reivindicable por los sindi-catos dominantes, y el clasismo, una amenaza, lejana pero posible.

Colombini ofrece en este documental una vuelta de tuerca interesante: no se sujeta a las coordenadas de Bretch, es decir, no se trata de “preguntas de un obrero que lee”, sino “pregun-tas a un obrero que lee”, y que además, escribe. Ese obrero es el entrañable Gregorio “Goyo” Flores (1934-2011), dirigente del Sitrac, quien es preguntado a lo largo de casi hora y media, intercalado con otros notables protagonistas del clasismo cordobés. ¿Qué es el clasismo?, o ¿qué fue el clasismo? Con ánimo de abrir la discusión1, clasismo es un conjunto de prácticas sindicales y políticas desarrolladas por sectores de vanguardia del movimiento obrero construi-das a través de la lucha confrontativa contra la patronal y la burocracia sindical, y que median-te la acción directa de sus protagonistas (tomas de fábrica con rehenes, asambleas, movilizacio-nes, etc.) fue elaborando una identidad política incompatible con las clases explotadoras, y que por lo mismo, alcanza a esbozar una conciencia socialista fruto principalmente del vínculo dia-léctico que establece con la izquierda revolucio-naria. El clasismo supera al sindicalismo y va en busca de una instancia que dispute el poder a la burguesía; allí radican sus grandes discusiones: la cuestión de la hegemonía de la clase obre-ra, el tipo de alianzas, su instancia organizativa (Partido). Lógicamente, estas experiencias exis-tieron esparcidas durante casi toda la historia obrera argentina, pero el sentido específico, por su impacto e intensidad, lo da el caso de los sin-dicatos Sitrac-Sitram, al interior del efervescen-te movimiento obrero cordobés, un movimiento que desarrolló vertientes como el sindicalismo de liberación liderado por Tosco, o que entabló una alianza de hierro con el movimiento estu-diantil. ¿El clima de época?, las imágenes del documental son elocuentes: el mayo francés, protestas en Europa, protestas contra la guerra de Vietnam, generalización de las asambleas de fábrica, barricadas estudiantiles, enfrentamien-tos con la policía, auge del debate político y es-tratégico, la experiencia del Chile de Allende, la revolución cubana, y en Córdoba… el Cordo-bazo. Mientras el “Goyo” aparece intermiten-temente, el documental aborda en paralelo otra entrevista jugosa con otra protagonista central del período y responsable de la conservación de los archivos sindicales de Sitrac-Sitram, Susana Fiorito (18.000 páginas microfilmadas)2. En una escena muy lograda el director aparece con Fio-rito viendo imágenes mudas de la época, hasta

que en un momento Fiorito señala y comenta “ahí está Flores, serio, pensando frente a Tosco”, y luego afirma: “¡Ésta!” identificándose a ella misma. Es un momento impactante. También se muestran valiosos fragmentos de una ronda de conversación con dirigentes clasistas como Santos Torres (secretario de Organización del Sitrac-Sitram), Enrique Villa (secretario gene-ral de Perkins), Carlos Massera (secretario ge-neral Sitrac-Sitram) que permiten al espectador acercarse a esa cultura popular cordobesa tan particular que combina la tonada de vocales es-tiradas con permanentes elementos humorísti-cos, una cultura que cuando se lo propone logra desafiar las jerarquías dominantes mediante una combinación única de humor y acción.

La burocraciaEntre fragmentos de entrevistas aparece Ig-

nacio Rucci (entonces secretario general CGT) negando la existencia de una crisis en la con-ducción de la CGT, o el dirigente local Ale-jo Simó (UOM); escuchándolos el espectador puede contextualizar la compleja trama esta-blecida entre burocracia sindical, política em-presarial y gobiernos militares evidenciada en la firma de convenios entre la patronal FIAT y el gobernador de Córdoba, donaciones de FIAT para el plan de acción cívico-militar que impul-sa López Aufranc. Por caso se muestra un no-table discurso de éste último (comandante del III cuerpo de ejército de Córdoba) donde ex-plica la situación argentina echando mano a la archiconocida idea de un país amenazado por la “acción disolvente” de “ideologías importa-das”, palabras clave usadas por estos 3 actores para legitimar la represión al clasismo. Como explica Fiorito, 3 líneas dominaban el arco sin-dical cordobés: los peronistas clásicos enrola-dos bajo el liderazgo de Atilio López (UTA), los acaudillados por Tosco (Luz y Fuerza), y los clasistas. Estos últimos, comenta el “Goyo”, se aferraban a las bases, pero no para tomarles el pulso y acomodarse a ellas, sino para explicar-les con rudimentos sencillos “cómo es el siste-ma de explotación”. En Sitrac- Sitram no todos eran clasistas, pero el común denominador fue el sentimiento antiburocrático, antipatronal, y fundamentalmente antidictadura. El elemento dictatorial rebasaba el sistema político yendo y viniendo a las prácticas sindicales, de allí el famoso cántico: “se va acabar/se va acabar/ la burocracia sindical”, según Flores, el canto más popular de la época.

Para ilustrar el accionar clasista se muestran reportajes a sus dirigentes más notables como el legendario “petiso” Páez, gran aliado y amigo

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de Flores, o el abogado del sindicato, el memo-rable “Coqui” Curutchet, a quien puede apre-ciarse la claridad de su exposición y su voluntad de dar la palabra a los propios obreros para que expliquen sus reclamos. Otra práctica clasista fue la sólida relación obrero estudiantil (“obre-ros y estudiantes unidos adelante”). Tal como relata “Goyo”, los estudiantes aportaron cono-cimientos y solían ir mucho a las puertas de fá-brica, donde se hacían asambleas con gente de todos los partidos políticos. Esto era visto co-mo positivo ya que acercaban visiones alter-nativas desde afuera de la fábrica. En especial recuerdan 2 huelgas fuertes, con toma de fábri-ca y rehenes. Con total naturalidad se describe el armado de la defensa de la fábrica, usando barriles con nafta y bombas molotov. Un be-llo fragmento de reportaje periodístico deja ver a Massera respondiendo sobre qué cree que va a ocurrir tras la toma, a lo que él responde que “eso no se puede prever porque todo lo deciden las asambleas de base”. Las discusiones políticas de la época implicaban llegar a conclusiones ta-jantes: “nos dimos cuenta de que generábamos riqueza y de que lo reivindicativo sólo no sir-ve y teníamos que participar en política” relata Villa, dirigente de Perkins. Para Fiorito, el pro-ceso de politización era como un eco: se es-cuchaba y se refutaba, había una construcción viva de conocimiento al calor de la lucha, pe-ro no una construcción desde la nada: “lo que esta época tiene es una mención permanente a la clase obrera, a los obreros como clase”. En ese proceso “Goyo” llega a conclusiones simples y terminantes: ellos (los peronistas) decían que había 2 peronismos, y se decían la columna ver-tebral, pero la columna no piensa, “¡la cabeza piensa!”. Frases simples que atacan la metáfora constitutiva del sindicalismo peronista al tiempo que provocan la discusión en torno al horizonte de cada corriente: el regreso de Perón o el so-cialismo. Y al mismo tiempo “Goyo” practica la autocrítica: “no aprovechamos el prestigio que teníamos para meter la idea que teníamos que armar nuestro propio Partido”. O también: “la función principal del dirigente clasista es en-tender los fenómenos y ayudar a que los otros también entiendan, pero si no hay un Parti-do que lo explique es muy difícil que oriente a los trabajadores sobre todo en la función del Estado que tiene un carácter de clase, y es un organismo coercitivo, para la opresión de los trabajadores”.

El obrero que escribeFlores aparece en casi todo el documental ro-

deado de libros. Los cita, los toca, los muestra,

los hojea, a veces se confunde, pero no impor-ta. En una casa en las sierras de Córdoba coci-na, bromea todo el tiempo. Imágenes y diálogos simples revelan a un ser humano transparen-te. Goyo muestra sus manuscritos. Ha escrito ya 3 libros imprescindibles para comprender su época3. Dice que comenzó a leer cuando se dio cuenta de que era “un bruto é mierda”. “Enten-día que sólo se podía hacer sindicalismo en la fábrica”. El primer libro que lo deja impacta-do es “El hombre mediocre”, que le abre otras lecturas y otras tantas preguntas típicas de esa agitada época: “¿qué mierda será un ideal?”, pregunta. El “Goyo” lucha y estudia hasta que llega el Viborazo o segundo Cordobazo, punto máximo de confrontación en las calles de este período; al respecto dice Massera que al inte-rior del movimiento obrero se trató también de una disputa por su dirección, donde “el PC real-mente nos combatía” e influía a Tosco para que éste imponga su línea de tomar las fábricas; pe-ro los clasistas se oponían porque tomando las fábricas esta vez quedaban aislados. Más en el fondo: “él (Tosco) tenía una línea política de alianza con el peronismo que nosotros no acep-tábamos”. Flores no quiere hablar de Tosco y su rol en el Viborazo porque dice que toda la gen-te se enoja, y arroja una piedra que todavía no termina de caer en sectores más amplios de la izquierda inclinada más a un culto a su perso-nalidad que al debate estratégico: “el estalinis-mo (en alusión a Tosco) es una cosa muy jodida, muy peligrosa”, allí detrás había “una alianza con el enemigo, con la burguesía no directa-mente…sino con sus representantes”, en alu-sión al PJ y la UCR. Es que Tosco estaba a favor de la estrategia de tipo Frente Popular, por eso apoyará la fórmula para gobernador que consa-grará a Obregón Cano y Atilio López, es decir, el sindicalismo de liberación en alianza con el peronismo: “andá a decir en una asamblea que Tosco estaba a favor de la conciliación de cla-ses…te acogotan!”, ríe el “Goyo”.

Las consecuencias del Viborazo son conoci-das: bombas en el sindicato, quita de persone-ría, persecución, encarcelamientos, despidos, eliminación del sindicato por fábrica (el origen de Sitrac-Sitram), unificación de la burocracia sindical, y ahí aparece nuevamente el testimo-nio de Rucci, implacable en su función de des-terrar al clasismo: Sitrac-Sitram “no respondía ni en su espíritu ni en su contenido a la ley de asociaciones profesionales que teníamos los pe-ronistas”. Es el comienzo de las negociaciones para el retorno de Perón. El comienzo del fin. El peronismo revolucionario impidió la expansión del clasismo, dice Flores, y la burocracia mató el

sentimiento de solidaridad. El clasismo quiere cambiar la sociedad, “pero desde nuestra clase”, “¿fuimos disueltos por nuestros errores?” No, dice Massera, por nuestros aciertos.

El documental es un torbellino de debates pendientes. Quien desee profundizar en ellos deberá llevarse la dulce imagen del Goyo pa-ra contrapesar el amargo presente sindical. O podrá rastrear los hilos de continuidad. ¿Hay legatarios? El cierre es el comienzo: nuevamen-te preguntas en el portón de una fábrica, esta vez en Neuquén, en Zanon: allí Raúl Godoy, un obrero clasista contemporáneo recoge el guante de la historia y reabre el debate: “el clasismo es una tarea inconclusa”, dice. Sin embargo, ¿có-mo llegó el clasismo hasta allí?

Flores muere en Córdoba a los 77 años. La ra-zón del documental quedará huérfana de actor. Un detalle menor si se cuenta que el “Goyo”, a pesar de haber estado preso entre 1971/72, nunca fue reconocido como preso político por el Estado argentino, ese Estado que tan claro te-nía en su rol de clase, en su función de opresor; así como las efemérides nunca se ocupan de “reconocer” al Viborazo. Señal de que el clasis-mo no es un hecho del pasado a rescatar del ol-vido, sino un proyecto presente, inconcluso.

1. Una definición de época fue elaborada por el co-lectivo de la revista Pasado y Presente y se puede leer en el libro El obrerismo de Pasado y presente (2009): “La aparición del sindicalismo clasista en Córdoba se inscribe en un estado de movilización ininterrum-pida que sacude a la provincia desde mayo de 1969. Pensamos que Sitrac Sitram expresan no solamente la particular evolución de los trabajadores de Fiat si-no que son el emergente de una profunda crisis que afecta a todo el movimiento obrero cordobés. Crisis de las instituciones obreras y movilización de los tra-bajadores de las grandes empresas monopolistas son dos aspectos interrelacionados que contribuyen a la definición de un nuevo conflicto social. Así como el sentido del Cordobazo no se agota en el proyec-to político de los dirigentes que lo desencadenaron, la lucha obrera que lo continúa tiende a replantear la actividad sindical”.

2. También autora bajo el seudónimo de Natalia Du-val del libro Los sindicatos clasistas (1970-1971), Buenos Aires, Ediciones RyR, 2014.

3. Se consiguen Sitrac Sitram. La lucha del clasismo contra la burocracia sindical (2004), editorial Espar-taco, y Lecciones de batalla (2006), Ediciones RyR.