instrucciÓn memoriale domini, inmensa caritatis (1)

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INSTRUCCIÓN MEMORIALE DOMINI Instrucción de la Sagrada Congregación para Culto divino 29 de Mayo de 1969 Sobre el modo de administrar la comunión (La comunión en la mano) Introducción Parece sumamente conveniente que también los MEC estén enterados sobre la disciplina de la comunión en la mano que deberán poner en práctica en su ministerio. Así mismo, conviene que conozcan cómo se aplica esta disciplina en su propia diócesis. 1. Se ha establecido de nuevo la comunión bajo las dos especies de pan y vino Al celebrar el memorial del Señor, la Iglesia atestigua por el mismo rito la fe y la adoración de Cristo, que está presente en el sacrificio y se da como alimento a los que participan de la mesa eucarística. Por eso da mucha importancia a que la Eucaristía sea celebrada y participada de modo más digno y fructuoso, guardando enteramente la tradición que, mediante cierto desarrollo, llega hasta nosotros y cuyas riquezas han sido infundidas en el uso y en la vida de la Iglesia. Pues los documentos históricos demuestran que el modo de celebrar y de sumir la sagrada Eucaristía ha sido multiforme. También en nuestros tiempos se han introducido en la celebración de la Eucaristía, no pocas ni leves modificaciones, en cuanto al rito, para que se acomodase mejor a las necesidades espirituales y psicológicas de los hombres actuales. Y en la misma disciplina que regula el modo con que los fueles participan en el divino Sacramento se ha establecido de nuevo, en ciertas circunstancias, la comunión bajo las dos especies de pan y vino, que en otros tiempos fue común también el rito latino y poco a poco fue cayendo en desuso. Situación que se hizo general en tiempos del Concilio de Trento, el cual la aprobó con doctrina dogmática y la defendió como apropiada a las condiciones de aquella época. 2. La comunión en la mano para una participación más plena de la celebración eucarística Con las reformas indicadas se han hecho más vivos y transparentes el signo del convite eucarístico y el cumplimiento omnímodo al mandato de Cristo. Pero, al mismo tiempo, la participación más plena de la celebración eucarística, significada por la comunión sacramental, ha suscitado en algunas partes, durante los últimos años, el deseo de volver al uso de depositar el pan eucarístico en la mano de los fieles, para que ellos mismos, comulgando, lo introduzcan en su boca. Más aún, en algunas comunidades y lugares se ha practicado este rito, sin haber pedido antes la aprobación de la Sede Apostólica, y a veces de manera que les ha faltado a los fieles la oportuna preparación. 3. La costumbre antigua Es verdad que, según el uso antiguo en otros tiempos, se permitió a los fieles tomar en la mano este divino alimento y llevarlo a la boca por sí mismos, y también, en tiempo antiquísimo, llevar consigo el Santísimo desde el lugar en que se celebraba el sacrifico, principalmente con el fin de aprovecharse de él como

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INSTRUCCIÓN MEMORIALE DOMINIInstrucción de la Sagrada Congregación para Culto divino

29 de Mayo de 1969

Sobre el modo de administrar la comunión(La comunión en la mano)

IntroducciónParece sumamente conveniente que también los MEC estén enterados sobre la disciplina de la comunión en la mano que deberán poner en práctica en su ministerio. Así mismo, conviene que conozcan cómo se aplica esta disciplina en su propia diócesis.

1. Se ha establecido de nuevo la comunión bajo las dos especies de pan y vino

Al celebrar el memorial del Señor, la Iglesia atestigua por el mismo rito la fe y la adoración de Cristo, que está presente en el sacrificio y se da como alimento a los que participan de la mesa eucarística.

Por eso da mucha importancia a que la Eucaristía sea celebrada y participada de modo más digno y fructuoso, guardando enteramente la tradición que, mediante cierto desarrollo, llega hasta nosotros y cuyas riquezas han sido infundidas en el uso y en la vida de la Iglesia. Pues los documentos históricos demuestran que el modo de celebrar y de sumir la sagrada Eucaristía ha sido multiforme. También en nuestros tiempos se han introducido en la celebración de la Eucaristía, no pocas ni leves modificaciones, en cuanto al rito, para que se acomodase mejor a las necesidades espirituales y psicológicas de los hombres actuales. Y en la misma disciplina que regula el modo con que los fueles participan en el divino Sacramento se ha establecido de nuevo, en ciertas circunstancias, la comunión bajo las dos especies de pan y vino, que en otros tiempos fue común también el rito latino y poco a poco fue cayendo en desuso. Situación que se hizo general en tiempos del Concilio de Trento, el cual la aprobó con doctrina dogmática y la defendió como apropiada a las condiciones de aquella época.

2. La comunión en la mano para una participación más plena de la celebración eucarísticaCon las reformas indicadas se han hecho más vivos y transparentes el signo del convite eucarístico y el cumplimiento omnímodo al mandato de Cristo. Pero, al mismo tiempo, la participación más plena de la celebración eucarística, significada por la comunión sacramental, ha suscitado en algunas partes, durante los últimos años, el deseo de volver al uso de depositar el pan eucarístico en la mano de los fieles, para que ellos mismos, comulgando, lo introduzcan en su boca.

Más aún, en algunas comunidades y lugares se ha practicado este rito, sin haber pedido antes la aprobación de la Sede Apostólica, y a veces de manera que les ha faltado a los fieles la oportuna preparación.

3. La costumbre antigua

Es verdad que, según el uso antiguo en otros tiempos, se permitió a los fieles tomar en la mano este divino alimento y llevarlo a la boca por sí mismos, y también, en tiempo antiquísimo, llevar consigo el Santísimo desde el lugar en que se celebraba el sacrifico, principalmente con el fin de aprovecharse de él como Viático en el caso de tener que luchar por la confesión de fe.

4. La máxima reverencia y prudencia en distribución de la Eucaristía.Sin embargo, las normas de la Iglesia y los documentos de los Padres, manifiestan con abundancia la máxima reverencia y la prudencia suma con que se trataba a la sagrada Eucaristía. Porque “nadie… como aquella carne sin adorarla antes”, y, al asumirla, se amonesta a todos: “…tómala, y estate atento para que no se te pierda nada”. “Porque es el Cuerpo de Cristo”

5. El cuidado de la Eucaristía encomendaba a ministros sagrados o varones designadosAdemás, el cuidado y el ministerio del Cuerpo y la Sangre del Señor, se encomendaban de modo verdaderamente peculiar a ministros sagrados u hombres designados para eso: “Después que el presidente terminó las preces y todo el pueblo hizo la aclamación, los que entre nosotros se llaman diáconos, distribuyen a cada uno de los presentes para que participen de ellos, el pan y el vino con agua, sobre los que se dieron gracias, y los llevan a los ausentes”.

6. Se introdujo después el modo de la comunión en la lenguaPor eso, el oficio de llevar la Eucaristía a los ausentes fue luego confiado exclusivamente a los ministros sagrados, para asegurar mejor la reverencia debida al Cuerpo de Cristo y servir al mismo tiempo a la necesidad de los fieles. Andando el tiempo, después de estudiar más a fondo la verdad del misterio eucarístico, su eficacia y la presencia de Cristo en el mismo, bajo el impulso ya de la reverencia hacia este santísimo sacramento, ya de la humildad con que debe ser recibido, se introdujo la costumbre de que el ministro por sí mismo depositase en la lengua de los que recibían la comunión una partícula del pan consagrado. 

7. No menoscaba la dignidad de los que reciben la comunión

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Este modo de distribuir a la santa comunión, considerando en su conjunto el estado actual de la Iglesia, debe ser conservado no solamente porque se apoya en un uso tradicional de muchos siglos, sino principalmente, porque significa la reverencia de los fieles cristianos hacia la Eucaristía. Este uso no quita nada a la dignidad personal de los que se acercan a tan gran Sacramento, y es parte de aquella preparación que re requiere para recibir el Cuerpo del Señor del modo más fructuoso. Esta reverencia significa la comunión no de “pan y bebida común” sino del Cuerpo y la Sangre del Señor, por la cual “el pueblo de Dios participa en los bienes del sacrificio pascual, renueve la alianza entre Dios y los hombres sellada de una vez para siempre con la sangre de Cristo, y prefigura y anticipa en la fe y la esperanza el banquete escatológico en el reino del Padre”.

Por lo demás, con este modo de obrar, que se ha de considerar ya común, se garantiza, con mayor eficacia, la distribución de la sagrada comunión con la reverencia, el decoro y la dignidad que convienen, para alejar todo peligro de profanación de las especies eucarísticas, en las que “de modo singular el Cristo total e íntegro, Dios y hombre, se halla presente sustancial y permanentemente”, y para tener, finalmente, con los mismos fragmentos del pan consagrado el cuidado diligente que la Iglesia ha recomendado siempre: “Porque si dejas caer algo, piensa que es como si lo perdieses de tus propios miembros”.

8. Sigue en vigor el uso de administrar la comunión en la lenguaPor todo lo cual, habiendo pedido algunas Conferencias Episcopales y algunos Obispos en particular que se permitiese en sus territorios el uso de poner en las manos de los fieles el pan consagrado, el Sumo Pontífice mandó que se preguntase a todos y cada uno de los Obispos de la Iglesia latina su parecer sobre la oportunidad de introducir el rito mencionado. Pues una mutación en cosa de tanta importancia, que se asienta en una tradición antiquísima y venerable, además de tocar a la disciplina, también puede traer consigo peligro, que se teme podrían surgir del nuevo modo de administrar la sagrada comunión, a saber: el que se llegue a una menor reverencia hacia el augusto Sacramento del altar o a la profanación del mismo Sacramento o a la adulteración de la recta doctrina.

9. Consulta a los ObisposPor consiguiente, fueron propuestas a los Obispos tres cuestiones, a las que, hasta el día 12 del mes de marzo último, respondieron del modo siguiente:1. ¿Se ha de acoger el deseo de que, además del modo tradicional, se permita también el rito de recibir la sagrada comunión en la mano? Placet: 567; Non placet: 1.233; Placet iuxta modum: 315; Votos inválidos: 20.2. ¿Place que se hagan antes experimentos de este nuevo rito en pequeñas comunidades, con el consentimiento del Ordinario del lugar? Placet: 751; Non placet: 1.215; Votos inválidos: 70.

3. ¿Piensa que los fieles, después de una preparación catequética bien ordenada, han de recibir de buen grado este nuevo rito? Placet: 835; Non placet: 1.185; Votos inválidos: 128.

Por las respuestas dadas se ve que la mayor parte de los Obispos estiman que no se debe cambiar la disciplina vigente; más aún, que el cambio sería dañoso tanto para la sensibilidad como para el culto espiritual de los mismos Obispos y de muchos fieles.

10. No se cambia el modo, hace mucho tiempo recibido, de administrar la comuniónAsí, pues, teniendo en cuenta las observaciones y parecer de aquellos a q quienes “el Espíritu Santo ha encargado guardar el rebaño, como pastores de la Iglesia de Dios”, de acuerdo con la gravedad del asunto y con el valor de los argumentos aducidos, el Sumo Pontífice ha decidido no cambiar el modo, hace mucho tiempo recibido, de administrar a los fieles la sagrada comunión.En consecuencia, la Sede Apostólica exhorta calurosamente a los Obispos, sacerdotes y fieles que se conformen diligentemente a la ley vigente y nuevamente confirmada, tomando en consideración el juicio dado por la mayor parte del Episcopado católico, la forma empleada por el rito actual de la sagrada liturgia y también el bien común de la misma Iglesia.

Pero si el uso contrario, es decir, el de poner la santa comunión en las manos, hubiera arraigado ya en algún lugar, la misma Sede Apostólica, con el fin de ayudar a las conferencias episcopales a cumplir el oficio pastoral, que con frecuencia se hace más difícil en las condiciones actuales, confía a las mismas Conferencias el encargo y el deber de examinar las circunstancias peculiares, si existen, pero con la condición de prevenir todo peligro de que penetren en los espíritus la falta de reverencia o falsas opiniones sobre la santísima Eucaristía, como también de suprimir con todo cuidado otros inconvenientes.

11. Autorización de las Conferencias Episcopales de la comunión en la mano.Ahora bien, en tales casos, para la debida ordenación del mencionado uso, las Conferencias Episcopales, previo un prudente estudio, tomarán los oportunos acuerdos, en votación secreta y por dos tercios de los votos; acuerdos que luego han de presentar a la Santa Sede para su necesaria confirmación, remitiendo anexa una exposición precisa de los motivos que han llevado a tales acuerdos. La Santa Sede ponderará cuidadosamente cada caso, teniendo en cuenta la unión de las varias Iglesias locales entre sí y la de cada uno con la Iglesia universal, para promover el bien común y la común edificación, y para el aumento de la fe y de la piedad, que brota del ejemplo mutuo.

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Esta instrucción, compuesta por mandato especial del Sumo Pontífice Pablo VI, ha sido debidamente aprobada por él mismo, en virtud de su apostólica autoridad, el día 28 del mes de mayo del año 1969. Él dispuso también que se notificase a los prelados por medio de los presidentes de las Conferencias Episcopales.

CARTA ANEXA A LA INSTRUCCIÓN«MEMORIALE DOMINI»

Respondiendo a la petición presentada por su Conferencia Episcopal sobre el permiso de distribuir la comunión depositando la hostia en la mano de los fieles, os transmito el siguiente comunicado:

Recordando lo que en este punto dijo la Instrucción del 29 de mayo de 1969, sobre el mantenimiento en vigor del uso tradicional, el Santo Padre ha tomado en consideración los motivos invocados en vuestra petición y los resultados de la votación hecha con este objeto. Está de acuerdo en que en el territorio de vuestra Conferencia Episcopal, cada Obispo, según su prudencia y su conciencia, pueda autorizar en su diócesis la introducción del nuevo rito para distribuirla comunión, a condición de que se evite toda ocasión de escándalo por parte de los fieles y el peligro de irreverencia hacia la Eucaristía.

Para ello se tendrán en cuenta las normas siguientes:

1. La nueva manera de comulgar no deberá ser impuesta de modo que excluya el uso tradicional. Lo importante es que cada fiel tenga la posibilidad de recibir la comunión sobre la lengua, al modo tradicional, y al mismo tiempo otras personas puedan recibir la hostia en la mano. En efecto, las dos maneras de comulgar pueden coexistir sin dificultad en la misma acción litúrgica. Así nadie encontrará en el nuevo rito una causa de turbación a su propia sensibilidad espiritual hacia la Eucaristía, y también este Sacramento, que por su naturaleza es fuente y cauce de unidad, no se convertirá en ocasión de división entre los fieles.

2. El rito de la comunión dada en la mano del fiel no deberá ser aplicado sin discreción. En efecto, puesto que se trata de una actitud humana, está ligada a la

sensibilidad y a la preparación del que la toma. Conviene, pues, introducirlo gradualmente, comenzando por unos grupos más preparados. Es necesario, sobre todo, hacer preceder esta preparación de una catequesis adecuada para que los fieles comprendan exactamente el significado del gesto y lo realicen con el respeto debido al Sacramento. El resultado de esta catequesis debe de excluir cualquier apariencia de cesión en la conciencia de la Iglesia sobre la fe en la presencia eucarística, y también cualquier riesgo a que sea un peligro de profanación.

3. La posibilidad que se da al fiel de recibir en la mano y de llevar a la boca el pan eucarístico no le debe ofrecer la ocasión de considerarlo como un pan ordinario o una cosa sagrada cualquiera; debe, al contrario, aumentar en él el sentido de su dignidad de miembro del Cuerpo místico de Cristo, en el cual está insertado por el bautismo y por la gracia de la Eucaristía, y también acrecentar su fe en la gran realidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor, que él toca con sus manos. Su actitud de respeto será proporcionada a lo que él comprenda.

Respecto a la manera de hacerlo se podrán seguir las indicaciones de la tradición antigua, que ponía en relieve la función ministerial del sacerdote y del diácono, que depositaba la hostia en la mano del comulgante. En todo caso, los fieles deberán consumir la hostia antes de volver a su sitio y la intervención del ministro será subrayada con la fórmula habitual: “El Cuerpo de Cristo” a la cual el fiel responderá: “Amén”.

5. Cualquiera que sea la forma adoptada, póngase atención en no dejar caer ni dispersar los fragmentos del pan eucarístico, así como tener una actitud conveniente del gesto en las manos según el uso de los diversos pueblos.

6. En el caso de la comunión bajo las dos especies, distribuida por intinción, no está permitido depositar en la mano del fiel la hostia mojada en la Sangre del Señor.

7. Los Obispos que hayan permitido la introducción del nuevo modo de comulgar deben enviar a esta Sagrada

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Congregación, en el plazo de seis meses, una relación sobre el resultado de esta concesión.

Sagrada Congregación para la disciplina de los sacramentos

«INSTRUCCIÓN INMENSAE CARITATIS»PARA FACILITAR LA COMUNIÓNSACRAMENTAL EN ALGUNASCIRCUNSTANCIAS

El testamento de infinita caridad que Jesucristo Nuestro Señor dejó a su esposa, la Iglesia, es decir, el don inefable de la Eucaristía, el mayor de todos, exige un conocimiento cada día más profundo de tan gran misterio y una participación más plena de su eficacia salvadora. A este fin la Iglesia, movida por su celo y solicitud pastorales, para fomentar la devoción a la Eucaristía, cumbre y centro del culto cristiano, ha promulgado en más de una ocasión normas oportunas e instrucciones apropiadas. Con todo, las circunstancias de nuestro tiempo parecen aconsejar que, dejando a salvo el máximo respeto debido a tan gran sacramento

1se den mayores facilidades para acercarse a la sagrada Comunión, con el fin de que los fieles, participando más a menudo y con mayor plenitud en los frutos del sacrificio de la Misa, se entreguen con mayor generosidad y celo al servicio de Dios y al bien de la Iglesia y de los hombres. En primer lugar hay que procurar que, debido a la escasez de ministros, no resulte imposible ni demasiado difícil recibir la sagrada Comunión. En segundo lugar, que los enfermos no se vean privados del gran consuelo espiritual de la sagrada Comunión, por no poder observar la ley del ayuno eucarístico, aunque ya bastante mitigada. Finalmente, parece conveniente que en algunas circunstancias se permita, a los fieles que lo pidan lícitamente, la Comunión sacramental dos veces en el mismo día. Por tanto, acogiendo favorablemente los deseos manifestados por algunas Conferencias Episcopales, se establecen las siguientes normas, relativas a los puntos siguientes: 1. Los ministros extraordinarios de la sagrada Comunión.2. Facultades más amplias para recibir la sagrada Comunión dos veces al día.3. La mitigación del ayuno eucarístico en favor de los enfermos y de las personas de edad avanzada.4. La devoción y reverencia debidas al Santísimo Sacramento, cuando el Pan Eucarístico se deposita en las manos de los fieles.

1MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA SAGRADA COMUNIÓN Las circunstancias en que puede ser insuficiente el número de ministros ordinarios para administrar la sagrada Comunión son varias:— Durante la celebración de la Misa, cuando es muy grande la asistencia de fieles, o el celebrante se encuentra impedido por alguna dificultad especial.— Fuera de la Misa, cuando las distancias hacen difícil llevar las sagradas especies Sobre todo en forma de viático, a los enfermos en peligro de muerte, y también cuando es tan grande el número de enfermos, sobre todo en hospitales o instituciones similares, que hacen falta bastantes ministros para la distribución de la Comunión. Por tanto, para que no queden sin la ayuda y el consuelo de este Sacramento, los fieles que, en estado de gracia y con recta y piadosa intención, desean tomar parte en el banquete eucarístico, el Sumo Pontífice ha considerado oportuno instituir ministros extraordinarios, que puedan administrar la sagrada Comunión tanto a sí mismos como a los demás fieles, con las siguientes condiciones precisas: I. Los ordinarios del lugar tienen facultad para permitir a personas idóneas, elegidas individualmente como ministros extraordinarios, en casos concretos o también por un período de tiempo determinado, o en caso de necesidad, de modo permanente, que se administren a sí mismas el pan eucarístico, lo distribuyan a los demás fieles y lo lleven a los enfermos en sus casas. Esto se permite cuando: a) Falten el sacerdote, el diácono o el acólito.

b) Los mismos se hallen impedidos para distribuir la sagrada Comunión a causa de otro ministerio pastoral, por enfermedad o por motivo de su edad avanzada.

c) El número de fieles que desean acercarse a la sagrada Comunión sea tan grande que se prolongaría demasiado la duración de la Misa o la distribución de la Comunión fuera de la Misa.

II. Los mismos ordinarios de lugar tienen facultad para permitir que los sacerdotes dedicados al sagrado ministerio puedan designar una persona idónea que, en caso de verdadera necesidad, distribuya la sagrada Comunión «ad actum»

III. Los ordinarios de lugar podrán delegar esta facultad en sus obispos auxiliares, vicarios episcopales y delegados episcopales.

IV. La designación de la persona idónea, de que se habla en los números I y II, se hará teniendo presente el

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siguiente orden, que puede ser cambiado, sin embargo, según el prudente parecer del ordinario del lugar: lector, alumno de Seminario Mayor, religioso, religiosa, catequista, fiel varón o mujer.

V. En los oratorios de comunidades religiosas de ambos sexos, el encargo de distribuirla sagrada Comunión en las circunstancias enumeradas en el número 1 puede confiarse obviamente al superior que carezca del Orden Sagrado, o a la superiora, o a sus respectivos vicarios.

VI. Si se dispone de tiempo suficiente, conviene que la persona idónea escogida individualmente por el ordinario de lugar para la distribución de la sagrada Comunión, y la persona elegida para el mismo fin por el sacerdote que tenga facultad, conforme a lo dicho en el número II, reciban el mandato de acuerdo con el rito anexo a esta Instrucción, y que distribuyan la sagrada Comunión ateniéndose a las normas litúrgicas.Como estas facultades han sido concedidas únicamente para el bien espiritual de los fieles y pensando en casos de verdadera necesidad, tengan presente los sacerdotes que tales facultades no les dispensan del deber de distribuir la Eucaristía a los fieles que legítimamente la pidan, y en modo particular de llevarla y darla a los enfermos. El fiel designado ministro extraordinario de la sagrada Comunión y debidamente preparado deberá distinguirse por su vida cristiana, por su fe y sus buenas costumbres. Se esforzará por ser digno de este nobilísimo encargo, cultivará la devoción a la sagrada Eucaristía y dará ejemplo a los demás fieles de respeto al Santísimo Sacramento del Altar. No será elegido para tal oficio uno cuya designación pueda causar sorpresa a losfieles.

2 AMPLIACIÓN DE LA FACULTAD PARA COMULGAR DOS VECES EN EL MISMO DÍA

Según la disciplina vigente, los fieles pueden acercarse a la sagrada Comunión porsegunda vez en el mismo día:—

El sábado por la tarde o la víspera de un día de precepto, si se quiere cumplir con la obligación de oír misa, aunque hayan comulgado ya el mismo día por la mañana.

2 En la segunda misa del día de Pascua, o en una de las misas que se celebran el día de Navidad, aunque hayan comulgado en la misa de la Vigilia Pascual y en la misa de medianoche de Navidad, respectivamente.

3 Igualmente en la misa vespertina «in Coena Domini» del día de Jueves Santo, aunque hayan comulgado también en la «Misa Crismal»

.

4 Pero como, además de las circunstancias enumeradas, pueden presentarse otras similares, que inviten a comulgar por segunda vez, se hace necesario determinar ahora con mayor precisión las razones de la nueva facultad que se concede. La norma, que por tradición secular adoptó la Iglesia, madre providentísima, e introdujo en la legislación canónica, en virtud de la cual los fieles pueden acercarse a la sagrada Mesa una sola vez al día, se mantiene en toda su integridad y no se permite abandonarla por motivos de sola devoción. A un simple deseo de recibir otra vez la Comunión se debe contraponer la razón de que tanto mayor será la eficacia del sacramento para alimentar, corroborar y expresar la fe, la caridad y las demás virtudes, cuanto más devotamente se acerque el fiel a la sagrada Mesa.

5 Por tanto, es necesario que después de la celebración litúrgica, los fieles se dediquen a las obras de caridad, piedad y apostolado para «demostrar con su conducta y su vida lo que han recibido por la fe y el sacramento».

6 Pueden presentarse, sin embargo, circunstancias especiales en las que los fieles, tanto los que ya recibieron ese mismo día la sagrada Comunión como los mismos sacerdotes que han celebrado ya la Misa, participen después en una celebración comunitaria. A todos ellos les será permitido recibir por segunda vez la sagrada Comunión en los casos siguientes: 1. En las Misas «rituales» en las que se administran los sacramentos del Bautismo, Confirmación, Unción de los enfermos, Orden, Matrimonio, y en la misa en la que se dé la Primera Comunión. 2. En las Misas celebradas para la consagración de una iglesia o de un altar, para la profesión religiosa y para la colación de una «misión canónica». 3. En las siguientes Misas de difuntos: Misa de exequias, Misa celebrada al «recibirla noticia de la muerte», Misa celebrada el día del entierro y del primer aniversario. 4. Durante la Misa principal celebrada en la iglesia catedral o parroquial el día del «Corpus Christi» y el de la visita pastoral; en la Misa celebrada por el superior mayor religioso con ocasión de la visita canónica, de encuentros especiales o de reunión deCapítulos.5. Durante la Misa principal de un congreso eucarístico o mariano, ya seainternacional o nacional, regional o diocesano.6. Durante la Misa principal de una

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reunión, de una peregrinación o depredicaciones populares.7. Con ocasión de la administración del Viático, durante la cual se puede dar lacomunión a los familiares y amigos del enfermo que se hallen presentes.8. Además de los casos mencionados, los ordinarios de lugar pueden conceder «ad actum» la facultad de recibir la sagrada Comunión dos veces en el mismo día cuando por circunstancias verdaderamente especiales lo crean plenamente justificado, según las normas de esta Institución.

3 MITIGACION DEL AYUNO EUCARISTICO EN FAVOR DE LOS ENFERMOS Y ANCIANOS

Ante todo sigue firme y estable la norma según la cual el fiel a quien se administra el Viático en peligro de muerte no está obligado a ninguna ley sobre el ayuno.

8 Asimismo, continúa en vigor la facultad concedida por Pío XII, en virtud de la cual «los enfermos, aunque no guarden cama, pueden tomar sin límite de tiempo bebidas no alcohólicas y también medicinas, líquidas o sólidas, antes de la celebración de la Misa o de recibir la Eucaristía

9. En cuanto a los alimentos y bebidas, tomados a modo de nutrición, existe la tradición venerable según la cual la Eucaristía, como dice Tertuliano, se ha de recibir «antes de cualquier otro alimento

10 para poner de relieve la excelencia del alimento sacramental. Antes de recibir la sagrada Eucaristía es aconsejable recogerse por algún tiempo en silencio y meditación, reconociendo así la dignidad del sacramento y fomentando el gozo por la venida del Señor. Y por lo que se refiere a los enfermos, será señal suficiente de su devoción y respeto dedicar unos minutos a preparar su alma a tan profundo misterio. El tiempo para guardar el ayuno eucarístico, es decir, para abstenerse de alimentos o de bebidas alcohólicas, queda reducido a un cuarto de hora, poco más o menos, en favor de:1. Los enfermos que estén internados en centros sanitarios o en sus propias casas, aunque no guarden cama. 2. Los fieles de edad avanzada, tanto los que se ven obligados a permanecer dentro de casa por razón de su vejez como los que están internados en asilos.3. Los sacerdotes enfermos, aunque no guarden cama, o los sacerdotes de edad avanzada que van a celebrar Misa o recibir la sagrada Comunión. 4. Las personas que cuidan a los enfermos o ancianos y los familiares de éstos que deseen recibir, junto con ellos, la sagrada Eucaristía, cuando no

puedan guardar el ayuno de una hora sin una cierta dificultad.

4 DEVOCIÓN Y RESPETO DEBIDOS AL SANTÍSIMOSACRAMENTO CUANDO EL PAN EUCARÍSTICO SE DISTRIBUYE A LOS FIELES EN LA MANO

Desde la publicación de la Instrucción «Memoriale Domini, hace tres años, algunas Conferencias Episcopales han pedido a la Santa Sede que permita a los ministros de la sagrada Comunión depositar las Especies Eucarísticas, al distribuirlas, en las manos de los fieles. Como recuerda la misma Instrucción, «las normas de la Iglesia y los documentos Patrísticos ofrecen abundantes testimonios sobre el máximo respeto y la suma prudencia con que la Sagrada Eucaristía ha sido tratada y debe seguir siéndolo.

11 Por tanto, sobre todo en esta forma de recibir la sagrada Comunión, se han de tener bien presentes algunas cosas que la misma experiencia aconseja. Cuando la Sagrada Especie se deposita en las manos del comulgante, tanto el ministro como el fiel pongan sumo cuidado y atención a las partículas que pueden desprenderse de las manos de los fieles, debe ir acompañada, necesariamente, de la oportuna instrucción o catequesis sobre la doctrina católica acerca de la presencia real y permanente de Jesucristo bajo las especies eucarísticas y del respeto debido al Sacramento.

12 Hay que enseñar a los fieles que Jesucristo es el Señor y el Salvador, y que a él, presente bajo las especies sacramentales, se le debe el mismo culto de latría o de adoración que se da a Dios. Se advierte también a los fieles que, después del banquete eucarístico, no descuiden una sincera y oportuna acción de gracias que corresponde a la capacidad, estado y ocupación de cada uno.

13 Finalmente, para que la participación en esta mesa celeste sea plenamente digna y fructífera, se deben explicar a los fieles los bienes y los frutos que se derivan de ellas para los individuos y para la sociedad, de modo que la habitual familiaridad con el Sacramento demuestre respeto, alimente el íntimo amor al Padre de familia que nos procura «el pan de cada día»

14 y conduzca a una viva unión con Cristo, de cuya Carne y Sangre participamos.

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15 El Sumo Pontífice Pablo VI se ha dignado aprobar y confirmar con su propia autoridad la presente Instrucción y ha mandado publicarla estableciendo que entre en vigor el día mismo de su publicación. Roma, 29 de enero de 1973.

Ordenación de las lecturas de la misaOrdo Lectionum MissaeSegunda Edición TípicaPRENOTANDOS

PROEMIO

CAPITULO I PRINCIPIOS GENERALES PARA LA CELEBRACION LITURGICA DE LA PALABRA DE DIOS

1. Algunas premisas a) Importancia de la palabra de Dios en la celebración litúrgica 1 El Concilio Vaticano II,1 el magisterio de los Sumos Pontífices2 y varios documentos promulgados después del mismo Concilio por diversas congregaciones de la Santa Sede3 han dicho muchas cosas interesantes sobre la importancia de la palabra de Dios y sobre la restauración del uso de la Sagrada Escritura en toda celebración litúrgica Además, en los Prenotandos de la Ordenación de las Lecturas de la Misa publicada en 1969, se propusieron con oportunidad y se ilustraron brevemente algunos principios de especial importancia.4 Pero ahora, con ocasión de esta nueva edición de la Ordenación de las Lecturas de la Misa, ya que de diferentes partes se pedía que se redactaran con más precisión dichos principios, se han elaborado estos Prenotandos en una forma más amplia y adecuada; en ellos, después de una afirmación genérica sobre la conexión entre la palabra de Dios y la acción litúrgica,5 se tratará primero de la palabra de Dios en la celebración de la Misa y después se presentará la estructura detallada de la Ordenación de las Lecturas. b) Términos que se utilizan para designar la palabra de Dios 2. Aunque en esta materia parece justamente necesaria una delineación de los términos para mayor claridad del sentido, sin embargo, en estos Prenotandos utilizaremos las mismas palabras que se usan en los documentos conciliares o postconciliares, y llamaremos indistintamente Sagrada Escritura o palabra de Dios a los

libros inspirados por el Espíritu Santo, pero evitando toda confusión de nombres y cosas.6 c) Valor litúrgico de la palabra de Dios 3. En las distintas celebraciones y en las diversas asambleas de fieles que participan en ellas, se expresan de modo admirable los múltiples los tesoros de la única palabra de Dios, ya sea en el transcurso del año litúrgico, en el que se recuerda el misterio de Cristo en su desarrollo, ya en la celebración de los sacramentos y sacramentales de la Iglesia, y en la respuesta de cada fiel a la acción interna del Espíritu Santo.7 De este modo, la misma celebración litúrgica, que se sostiene y se apoya principalmente en la palabra de Dios, se convierte en un acontecimiento nuevo y enriquece a la palabra con una nueva interpretación y eficacia. Por eso, la Iglesia sigue fielmente en la Liturgia el mismo sistema que usó Cristo en la lectura e interpretación de las Sagradas Escrituras, puesto que él exhorta a profundizar el conjunto de las Escrituras partiendo del “hoy” de su acontecimiento personal.8 2. Celebración litúrgica de la palabra de Dios a) Característica propia de la palabra de Dios en la acción litúrgica 4. En la celebración litúrgica la palabra de Dios no es expresada siempre del mismo modo,9 ni penetra siempre en los corazones de los fieles con la misma eficacia; pero Cristo está siempre presente en su palabra10 y, realizando el misterio de la salvación, santifica a los hombres y tributa al Padre el culto perfecto.11 Más aún, la economía de la salvación, que la palabra de Dios no cesa de recordar y prolongar, alcanza su más pleno significado en la acción litúrgica, de modo que la celebración litúrgica se convierte en una continua, plena y eficaz presentación de esta palabra de Dios. Así la palabra de Dios, propuesta continuamente en la Liturgia, es siempre viva y eficaz12 por el poder del Espíritu Santo, y manifiesta el amor activo del Padre, que nunca deja de tener eficacia para con los hombres. b) La palabra de Dios en la economía de la salvación 5. La Iglesia anuncia el mismo y único misterio de Cristo cuando proclama en la celebración litúrgica el Antiguo y el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento está latente el Nuevo, y en el Nuevo se hace patente el Antiguo.13 El centro y la plenitud de toda la Escritura y de toda celebración litúrgica es Cristo.14 Por eso deberán beber de su fuente todos los que buscan la salvación y la vida. Cuanto más profundamente se comprende la celebración litúrgica, más profundamente también se estima la importancia de la palabra de Dios; y lo que se dice de una se puede

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afirmar también de la otra, puesto que ambas recuerdan el misterio de Cristo y lo perpetúan cada una a su manera. c) La palabra de Dios en la participación litúrgica de los fieles 6. En la acción litúrgica, la Iglesia responde fielmente el mismo “Amén” que Cristo, mediador entre Dios y los hombres, pronunció de una vez para siempre al derramar su sangre, a fin de sellar, con la fuerza de Dios, la nueva alianza en el Espíritu Santo. 15 Pues cuando Dios comunica su palabra, siempre espera una respuesta, que consiste en escuchar y adorar “en el Espíritu y en la verdad” (Jn 4, 23). El Espíritu Santo, en efecto, es quien hace que esa respuesta sea eficaz, para que se manifieste en la vida lo que se escucha en la acción litúrgica, según aquellas palabras: “No se conformen con escuchar la palabra, sino pónganla por obra” (Sant 1, 22). Las actitudes corporales, los gestos y palabras con los que se expresa la acción litúrgica y se manifiesta la participación de los fieles, no reciben su significado únicamente de la experiencia humana, de donde se toman, sino también de la palabra de Dios y de la economía de la salvación, a la que se refieren. Por eso, los fieles tanto más participan de la acción litúrgica, cuanto más se esfuerzan, al escuchar la palabra de Dios en ella proclamada, por adherirse íntimamente a la palabra de Dios en persona, Cristo encarnado, de modo que procuren que aquello que celebran en la Liturgia sea una realidad en su vida y costumbres, y a la inversa, que lo que hagan en su vida se refleje en la Liturgia.16 3. La palabra de Dios en la vida del pueblo de la Alianza a) La palabra de Dios en la vida de la Iglesia7. La Iglesia crece y se construye al escuchar la palabra de Dios, y los prodigios que en muchas formas Dios realizó en la historia de la salvación se hacen presentes de nuevo en los signos de la celebración litúrgica de un modo misterioso, pero real; Dios, a su vez, se vale de la comunidad de fieles que celebra la Liturgia, para que su palabra se propague y sea conocida y su nombre sea alabado por todas las naciones.17 Por tanto, siempre que la Iglesia, congregada por el Espíritu Santo en la celebración litúrgica,18 anuncia y proclama la palabra de Dios, se reconoce a sí misma corno el nuevo pueblo, en el que la alianza antiguamente pactada, llega ahora a su plenitud y perfección. Todos los cristianos, que por el bautismo y la confirmación en el Espíritu se han convertido en mensajeros de la palabra de Dios, después de recibir la gracia de escuchar la palabra, la deben anunciar en la Iglesia y en el mundo,

por lo menos con el testimonio de su vida. Esta palabra de Dios, que es proclamada en la celebración de los divinos misterios, no solo atañe a las circunstancias actuales, sino que mira también al pasado y penetra el futuro, y nos hace ver cuán deseables son aquellas cosas que esperamos, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmemente puestos donde está el gozo verdadero.19 b) La palabra de Dios en la explicación que de ella hace la Iglesia 8. Por voluntad de Cristo, el nuevo pueblo de Dios está formado por una admirable variedad de miembros; por esta razón, son también varios los oficios y funciones que corresponden a cada uno, en lo que atañe a la palabra de Dios. Los fieles la escuchan y la meditan, pero solamente la explican aquellos a quienes, por la sagrada ordenación corresponde la función del magisterio, o aquellos a quienes se les ha encomendado este ministerio. Así, en su doctrina, vida y culto la Iglesia perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es y todo lo que ella cree, en tal forma que, a lo largo de los siglos, va caminando continuamente hacia la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella misma se realice completamente la palabra de Dios.20 c) Relación necesaria entre la palabra de Dios proclamada y la acción del Espíritu Santo 9. Para que la palabra de Dios realmente produzca en los corazones aquello que se escucha con los oídos, se requiere la acción del Espíritu Santo, por cuya inspiración y ayuda, la palabra de Dios se convierte en el fundamento de la acción litúrgica y en norma y ayuda de toda la vida. Así pues, la actuación del Espíritu Santo no sólo precede, acompaña y sigue a toda la acción litúrgica, sino que también sugiere21 al corazón de cada uno todo aquello que, en la proclamación de la palabra de Dios, ha sido dicho para toda la comunidad de los fieles; y al mismo tiempo que consolida la unidad de todos, fomenta también la diversidad de carismas y la multiplicidad de actuaciones. d) Intima relación de la palabra de Dios con el misterio eucarístico 10. La palabra de Dios y el misterio eucarístico han sido honrados por la Iglesia con una misma veneración, aunque con diferente culto. La Iglesia siempre quiso y determinó que así fuera, porque, impulsada por el ejemplo de su fundador, nunca ha dejado de celebrar el misterio pascual de Cristo, reuniéndose para leer “todos los pasajes de la Escritura que se refieren a él” (Lc 24, 27) y realizando la obra de la salvación por medio del memorial del Señor y de los sacramentos. En efecto, “la

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predicación de la palabra se requiere para el ministerio mismo de los sacramentos, puesto que son sacramentos de la fe, la cual nace de la palabra y de ella se alimenta”.22 Espiritualmente alimentada en estas dos mesas,23 la Iglesia, en una, se instruye más, y en la otra, se santifica más plenamente; pues en la palabra de Dios se anuncia la alianza divina, y en la Eucaristía se renueva esa misma alianza nueva y eterna. En una, la historia de la salvación se recuerda con palabras; en la otra, la misma historia se expresa por medio de los signos sacramentales de la Liturgia. Por tanto, conviene recordar siempre que la palabra divina que lee y anuncia la Iglesia en la Liturgia conduce, como a su propio fin, al sacrificio de la alianza y al banquete de la gracia, es decir, a la Eucaristía. Así pues, la celebración de la Misa, en la que se escucha la palabra y se ofrece y se recibe la Eucaristía, constituye un solo acto de culto divino,24 con el cual se ofrece a Dios el sacrificio de alabanza y se realiza plenamente la redención del hombre.