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Insomnio
El insomnio se define como dificultad para iniciar o mantener el sueño y puede
manifestarse como dificultad para conciliar el sueño (insomnio inicial), despertarse
frecuente durante la noche o despertarse muy temprano por la mañana, antes de lo
planeado (insomnio terminal). 1 Según la duración del problema también puede dividirse
en insomnio agudo si dura menos de 4 semanas, subagudo cuando tiene una duración de
entre 4 semanas y 6 meses, o crónico si dura más de 6 meses.
La queja más frecuente asociada al insomnio es la somnolencia diurna, baja
concentración e incapacidad para sentirse activo durante el día. Puede deberse a muchas
causas, entre ellas insomnio primario, estrés, trastornos psiquiatricos como la ansiedad o
la depresión, insomnio relacionado con alteraciones circadianas y ciertos medicamentos.
En la actualidad, es frecuente la prescripción de fármacos para el tratamiento a corto
plazo del insomnio, sin embargo el tratamiento farmacológico debe evitarse durante
periodos de tiempo prolongados, y es conveniente en ciertos casos de insomnio crónico el
uso de otras técnicas, como la terapia conductual, cognitivo-conductual o la
psiconeuroterapia 2 . Es importante el uso de medidas generales o higiene del sueño, entre
ellas seguir un horario lo más regular posible.3
Prevención
Algunas de las pautas profilácticas más conocidas son las siguientes, sobre todo para
quienes tienen predisposición a las dificultades para conciliar el sueño:
La cafeína es un estimulante del sistema nervioso y se debe interrumpir su
consumo 4-6 horas antes de acostarse (dentro de ese lapso sigue habiendo, en la
sangre, trazas de esta sustancia que, al menos en algunas personas
aparentemente más susceptibles, siguen provocando insomnio, ansiedad,
intranquilidad, nerviosismo). En dosis estándar, como 100 mg por día, el
equivalente a una taza de café, produce dependencia física y psicológica.
La nicotina también es un estimulante del sistema nervioso (y no, como suele
creer quien fuma consuetudinariamente, un tranquilizante) y debe evitarse cerca
de la hora de acostarse y en los despertares nocturnos. Además, provoca adicción
(dependencia física y psicológica).
El alcohol es un depresor del sistema nervioso; si bien puede facilitar el inicio del
sueño, provoca despertares a lo largo de la noche. Además, provoca adicción
(dependencia física).
Una comida ligera puede inducir al sueño, pero una comida copiosa en un
momento demasiado cercano al sueño puede hacer que éste sea menos profundo,
si bien es cierto que no es recomendable irse con hambre a la cama. En otras
palabras, hay que tener una comida ligera.
No hacer ejercicio vigoroso en las 3-4 horas previas a la hora de acostarse, pues
el sistema nervioso se activaría y la sensación de somnolencia se perdería; el
ejercicio regular por las tardes puede hacer que el sueño sea más profundo; sin
embargo, el ejercicio matinal tiene poco o ningún efecto sobre el sueño de esa
noche.
Minimizar el ruido, la luz y las temperaturas extremas (no más de 24 °C ni menos
de 12 °C) durante el periodo de sueño, utilizando tapones para los oídos, ruidos
tenues de fondo como un ventilador, persianas en las ventanas, mantas eléctricas
o aire acondicionado.
Tratar de acostarse y despertarse más o menos a la misma hora todos los días.
Se ha demostrado que cambios constantes en los horarios de sueño aumentan la
probabilidad de que en algunas personas se generen dificultades graves y
crónicas para dormir.
La cama es para dormir, se debe evitar realizar cualquier otra actividad en ella. Es
importante que se asocie ese espacio con el descanso.
Establecer comportamientos rutinarios que se asocien con el sueño, por ejemplo:
preparar la ropa para el día siguiente, tomar un vaso de leche, poner el
despertador, ponerse el pijama,etc.
Acostarse sólo cuando se tenga sueño, en caso de estar en la cama y desvelarse,
volver a levantarse hasta tener sueño.
Evitar las preocupaciones en la cama. Durante el día establecer un tiempo para
preocuparse. Si por la noche surgiera la necesidad de preocuparse, dejarlo para el
día siguiente a la hora establecida.
Tipos de insomnio
Existen diversas clasificaciones del insomnio, según la duración del trastorno, según la
gravedad con la que se presente y según el horario en el que se presente:
Según su duración, se puede distinguir entre el insomnio transitorio o agudo (dura
menos de 4 semanas), el insomnio a corto plazo o subagudo (más de 4 semanas,
pero menos de 3-6 meses) y el insomnio a largo plazo o crónico (más de 3-6
meses).
En función de su severidad, se distingue entre el insomnio leve o ligero, con el que
existe un mínimo deterioro de la calidad de vida; el moderado, que se da cada
noche y en el que empiezan a surgir ciertos signos del deterioro de la calidad de
vida con síntomas como irritabilidad, ansiedad, fatiga, y el severo o grave, en el
que los síntomas se sufren con mayor intensidad y por tanto la calidad de vida se
ve algo más afectada.
Por los horarios, se hace distinción entre el insomnio inicial o de conciliación
(dificultades leves o graves para conciliar el sueño al acostarse), el intermedio o de
mantenimiento del sueño (en vez de dormir toda la noche de continuo, la persona
se despierta varias veces durante la noche) y el terminal o de final de sueño o de
despertar precoz, conocido por los expertos como insomnio matinal (la persona
despierta poco o mucho antes de la hora que tenía planeada hacerlo).
Causas del insomnio
El insomnio puede tener orígenes diversos:
Situaciones generadoras de estrés temporal o crónico, debido a problemas o
preocupaciones laborales, familiares, sexuales, económicas, etc.;
Las condiciones físicas del espacio en el que se descansa;
Hábitos irregulares del sueño, así como cambios frecuentes de horarios a la hora
de irse a dormir o de levantarse;
Malos hábitos alimenticios (cenas copiosas, irse a la cama con hambre);
Consumo de sustancias excitantes del sistema nervioso (té, café, alcohol, bebidas
con cola, tabaco y drogas varias);
Tras intervenciones quirúrgicas (las patologías orgánicas que vienen
acompañadas de dolor suelen ser causantes de dificultades para dormir);
Abstinencia del alcohol o de otras sustancias depresoras del sistema nervioso;
Efectos secundarios de los medicamentos;
Trastorno de estrés post-traumático: después de algún accidente, de un golpe, de
un traumatismo o de alguna otra situación estresante (generalmente intensa y
repentina)es posible que el individuo tenga dificultades leves o graves para
descansar;
Estados de ansiedad excesiva (véase crisis de ansiedad y ataque de ansiedad)
Consecuencias
El descanso es fundamental para el organismo, con una finalidad restauradora: es
esencial para la conservación de la energía y la termorregulación, y en general para que
podamos ser capaces de tener un grado satisfactorio de vigilancia y atención durante el
día. De este modo, la falta o una calidad pobre del mismo puede traer consecuencias
tales como:
depresión
dificultades de concentración
somnolencia diurna
cansancio constante
accidentes de tráfico y laborales
irritabilidad
dificultades de memorización
desorientación existencial
conflictos