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ÍndiceSinopsis

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Epílogo

Sobre la Autora

Créditos

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Él era el indicado, el destinado, pero, ¿era apropiado para ella?

El fin del mundo. El día del juicio final. La batalla final.

En el último capítulo de la serie My Merlín, es un momento de gran conflicto

para que Arriane (mejor conocida como Ryan) y Merlín (mejor conocido como

Matt) frenen la avalancha de destrucción desatada sobre el mundo. Su única

esperanza descansa en el objeto que puede restaurar a su mejor aliado: la Copa de

la Curación.

Con cada trozo de vida pendiendo de un hilo, Ryan debe convencer tanto a

amigos como enemigos que la clave para la supervivencia se basa en los planes de

una chica portadora de la espada de tan sólo dieciocho años. Ella debe conciliar

una rivalidad de mil quinientos años entre dos hermanos, y ser lo suficientemente

despiadada para romper un corazón ―y una vida― en el proceso. Y en algún

momento, realmente necesita ponerse con lo del baile de graduación.

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Traducido por Apolineah17 Corregido por Nanis

yudé a mi hermano a subir por las escaleras de nuestra pequeña casa

de campo. Estábamos jugando en el bosque. Él me seguía a todas

partes, pero no me importaba. Tenía pequeñas manos; las mías eran

grandes. Era el hermano mayor. Siempre cuidaría de él.

Giré la manija que cerraba con pestillo la puerta trasera. Detrás de mí, mi

hermano tropezó en las escaleras. Me di la vuelta y lo atrapé antes de que pudiera

caerse. La puerta se abrió un poco. Ayudé a mi hermano a subir las escaleras

conduciéndolo dentro de un pequeño almacén. Al otro lado de la habitación con

piso de tierra, otros tres escalones conducían hasta la casa de campo.

La Dama sentada en una mesa redonda pelaba y picaba una papa. No sé

cómo se las arreglaba para aferrarse a la valiosa poca comida. A las cosechas les

gustaba crecer para ella. Había escuchado a más de un aldeano desesperado

susurrar sobre nuestra generosidad, sin embargo, nunca nadie trató de robarnos o

arrebatárnoslo.

Quizás no sabía por qué. Una vez tomé un par de pedazos sobrantes de

comida y traté de cambiarlos por una espada. Nunca la vi tan enojada. Sus

brillantes ojos verdes le quitaron el aliento a mi cuerpo. No fue hasta que vi

manchas oscuras en mi visión que sus ojos de pronto regresaron a la normalidad y

mi respiración se precipitó de nuevo a mis pulmones. Sabía que casi me encontré

con la muerte ese día, pero al final, simplemente fui amonestado por posiblemente

exponernos ante los forasteros.

Estaba a punto de tirar de la puerta para abrirla cuando la voz de un hombre

me detuvo. Nunca tuvimos un hombre en nuestra casa de campo antes. Nunca

tuvimos ninguna visita en nuestra casa antes. La Dama era‖nuestra‖tutora‖―no me

atrevía a llamarla madre―‖desde hace tanto tiempo como podía recordar. Tenía

pocos recuerdos de cualquier persona antes de ella. Sólo nosotros tres, la Dama, mi

pequeño hermano y yo.

―¿Est{n‖aquí?‖―preguntó el hombre.

―No, hijo.‖Est{n‖afuera‖en‖el‖bosque.‖―La‖Dama cortó otro trozo de papa.

A

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Di unos pasos hacia la fresca oscuridad del almacén. Podía verla por encima

de mí. Mi hermano empezó a hacer un sonido de gorgoteo. Puse un dedo sobre

mis labios para decirle que se callara. Él asintió y repitió el movimiento.

―El mayor‖cuida‖bien‖de‖su‖hermano‖―dijo ella.

El hombre gigante se sentó en una silla en la mesa frente a ella. Llevaba el

uniforme de un soldado romano, un peto de un inusual metal brillante, una falda

de cuero y una armadura en la pierna. Su capa era de un púrpura imperial. En un

brazo desnudo y musculoso llevaba un brazalete de oro en forma de pez. Sandalias

cubrían sus pies. Una corona de oro asentada en lo alto de su oscuro cabello rubio

con una parpadeante piedra preciosa de color verde.

―¿Escuché censura en tu tono, madre?

―Una observación, Poseidón ―dijo.

―Ya nadie me llama por ese nombre, madre. ―El hombre hizo una pausa―.

Nuestro momento se acerca. No puedes retrasarlo mucho más. Ya nos hemos

demorado demasiado tiempo. Nuestro padre ha exigido nuestra partida y está en

lo correcto. Tenemos otros lugares en los que estar.

La Dama siguió cortando la papa plácidamente.

―Sin embargo, no he terminado. Los chicos me necesitan.

―Padre‖no‖est{‖contento‖contigo.‖Lo‖que‖has‖hecho…

―He salvado este mundo.

―¿A qué costo? Has traído una plaga sobre esta tierra. La pandemia tomará

la‖mitad‖de‖sus‖vidas‖a‖cambio…

La Dama dijo con dureza:

―Mejor que cada vida individual. Siempre hay un precio qué pagar cuando

engañas al tiempo. Además, no voy a dejarlos completamente indefensos. Tengo

un plan.

―Oh, sí. ―El hombre se echó a reír―. La espada.

―El mundo verá una época oscura, pero nuestro jardín florecerá de nuevo, a

pesar de nuestro abandono.

―No va a ser abandonado. Padre se da cuenta de que nuestro tiempo aquí ha

terminado. El mundo ha crecido, y en un tiempo, ellos ganarán su propio poder.

De todos modos, no fue elección de él. Estaba escrito en las estrellas. Tú solamente

lo has retrasado. El universo no descansará hasta que encuentre un equilibrio. La

furia de Cronos se recuperará.

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―No voy a renunciar sin una pelea. ―Corte. Cortó la papa en dos pulcras

mitades.

En el almacén, me estremecí ante el fuerte sonido, aunque mi corazón se

hinchó. La Dama nos protegería a mi hermano y a mí, sin importar el costo.

―Ellos se pueden salvar a sí mismos, madre ―dijo el hombre.

Él no me gustaba.

Ella le respondió.

―Tu padre no lo entiende. A veces, cuando ves demasiado lejos, puedes

olvidar mirar lo que está más cerca. Se le debe echar una mano al destino, mi hijo.

Debemos asegurarnos de que los muchachos están protegidos. Ellos serán

necesarios.

―Un chico, madre. Estaba destinado a ser solamente uno ―respondió el

hombre―. No sé cómo esos hechiceros idiotas de alguna manera se las arreglaron

para ocasionar la concepción de dos.

En la fría oscuridad, mi agarre se cerró sobre mi hermano. Realmente no me

gustaba este hombre.

―Sólo puedes dejarle el regalo a uno, madre ―continuó―. No tenemos la

fuerza para más. ¿A quién vas a elegir?

―Ya he elegido. ―La‖ Dama se trasladó a una nueva papa. Con un corte

limpio, la abrió―. Sin embargo, los dos están vinculados tan estrechamente. Esto

ser{‖difícil‖para‖ellos…

―Arreglaste su concepción para este propósito. ―El tono del hombre se

endureció. Sus ojos verdes brillaban casi como los había visto en la Dama―. Mis

hermanos y yo también fuimos cercanos una vez. Debes hacer lo que es correcto

como nosotros lo hicimos.

―Soy muy consciente de lo que está en juego. ―La‖Dama hizo una pausa en

su corte y dejó el cuchillo―. Debemos hacer lo que sea necesario, pero eso no

significa que deberíamos olvidarnos de nuestros corazones. ¿Están tus hermanos y

tú dispuestos a hacer su parte?

El hombre miró a la Dama, su madre. Ya no estaba seguro de lo que estaban

hablando. Sabía que este momento podría cambiar todo. La Dama miró fijamente a

su hijo. Finalmente, él suspiró.

―Sabes que haría cualquier cosa por ti. También lo haré con Júpiter.

La Dama sonrió y tomó el cuchillo de nuevo.

―¿Y Hades?

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El hombre negó.

―Plutón no está de acuerdo, pero está demasiado ocupado para ser un

problema. Júpiter ha ido a ver a padre, pero sabes tan bien como yo que padre no

se separará de las manzanas.

―No es más que una trampa ―dijo‖la‖Dama―. Tu padre no sabe nada de los

que envíe a Hércules para robar.

El hombre hizo una pausa.

―¿Estás absolutamente segura de que quieres hacer esto? Padre tiene reglas

estrictas en contra de jugar con dos mundos.

―En algún momento hay que romper las reglas para salvar lo que es más

importante.

―Y‖de‖la‖otra‖forma…

―Es demasiado arriesgado ―dijo desdeñosamente, con un movimiento del

cuchillo.

El hombre suspiró.

―Espero que estés en lo correcto sobre este chico, madre. Mucho depende de

ello. Voy a ir a mi isla después de que te vayas. Debo darles las instrucciones

finales.

―¿No vas a lamentar en lo más mínimo abandonar a tu hijo?

El rostro del hombre se puso pálido.

―Siempre supimos que este día llegaría. Tritón es de este mundo. Él

pertenece aquí.

Ella bajó la mirada a las rodajas de papa.

―Va a ser tan difícil para ti dejar ir a este chico como lo fue para mí dejarte ir.

―Sobreviví.

―Vivane también me recuerda en buena parte a ti, excepto que él es más

vulnerable. Él es de este mundo. Te tiene en él, pero no es nuestro. Recuerda eso.

Enséñalo a ser un guerrero, pero no lo rompas. Debes regresarlo en siete años. La

formación de Merlín también estará completa para ese entonces.

―Tritón sabe lo que debe hacer ―dijo el hombre.

En el hueco del almacén, me quedé congelado en el lugar. Hice un esfuerzo

para respirar. Ella estaba renunciando a mí. Estaba conservando a mi hermano,

pero estaba renunciando a mí.

Mi hermano estaría solo.

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Una espada dentada de ira surgió desde el interior de un pozo profundo

hacia una madre que apenas podía recordar, hacia un padre que nunca había

estado allí, y hacia la Dama. Recordé el día en que la Dama vino a nuestra cabaña.

Mi madre lloró cuando me dijo que fuera fuerte. Me dijo que siempre vigilara a mi

hermano. Entonces, tomó una bolsa de monedas de oro de la Dama y me dejó ir. El

único que se preocupaba por mí era mi hermano. Lo sabía. Y si me preocupaba

tanto por él, sabía lo que tenía que hacer.

Mis manos se cerraron en puños, una reacción física a la determinación.

Apretaron los pequeños dedos yaciendo inocentemente en los míos.

―Vee ―protestó Merlín.

El día que temía, finalmente había llegado. Bajé la mirada hacia él, su cara

redonda de bebé y sus grandes ojos. La Dama lo quería. Sabía que no tenía

elección. Nunca tuvimos una elección. Ninguno de los dos.

Habíamos sido traicionados.

Con un profundo suspiro solté su mano. Dando pisadas fuertes lejos de él,

subí las escaleras. Como de costumbre, Merlín corrió detrás de mí. Sus pequeñas

piernas tropezaron con el primer escalón. Resistí la tentación de ayudarlo. Seguí

subiendo.

Los brillantes ojos verdes de la Dama se abrieron cuando me vio en el umbral.

―¿Vivane?

Detrás de mí, escuché a Merlín caer. Un golpe sordo se escuchó mientras su

espalda golpeaba el piso de tierra. Un gemido enojado llenó el aire. No me di la

vuelta. Tenía que hacerlo por su cuenta ahora. Tenía que ser fuerte. Tenía que

aprender a dejar de contar conmigo.

La Dama se levantó a toda prisa.

―¡Vivane, es tu hermano!

Mi nombre no era Vivane. No lo necesitaba como un hermano mayor.

La‖ miré…‖ miré‖ al‖ hombre.‖ Él‖ me‖ observó‖ con‖ los‖ ojos‖ verdes‖ fijos, de

exactamente el mismo tono que la Dama.

Declaré:

―Soy Vane.

Y estaba solo.

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Traducido por Fanny Corregido por Jut

ara siempre. Me dolía el para siempre. Me dolía en lugares que ni

siquiera tenían nombres. Lo quería. Lo quería para mis amigos. Lo

quería para mi familia. El mundo. Como cualquiera, imaginé algún

tipo de para siempre para mí misma, malo o bueno, luego, me fue arrebatado.

El fantasmal rostro de siete mil millones de personas brillaba en una pared de

agua que se estiraba desde la Tierra hasta los cielos. Mientras me enfrentaba a la

enorme ola, pedí un deseo. Deseé cambiar mi destino. Deseé vivir.

¿Cómo había llegado aquí?

Una palabra, tsunami. Ola tras ola de un turbulento océano devastaron las

costas de todo el mundo. Nueva Zelanda. Australia. Hawái. California. Indonesia.

India. Cinco volcanes comenzaron todo. Hicieron erupción simultáneamente,

lanzaron al mundo entero en un escenario de pesadilla. Los organismos de ayuda

que estaban lidiando con un punto, lucharon para cubrir cinco. Sin embargo, no

fue sólo el punto que se vio afectado. Los efectos llevaron a un radio de puro caos.

En Hawái, el Consejo de Hechiceros convocó a los hechiceros que vivían ahí,

un número sorprendentemente alto, para quedarse en los acantilados rocosos y

hacer retroceder las embestidas de agua. A medida que el volcán bajo agua, Loihi,

se puso fuera de control, dio a luz una nueva isla, un nacimiento que no se supone

que debía de pasar hasta en otros cien mil años. El vasallo del Sacudidor de la

Tierra se había despertado. El rey Pescador y yo lo habíamos despertado.

Estaba a mitad de camino en todo el mundo desde Hawái. Mis piernas

estaban arraigadas en una superficie plana, sobre las azoteas de hormigón, en la

parte superior de un edificio blanco y cuadrado, en una fila de edificios idénticos.

Otros hechiceros estaban alineados a mi lado, separados equitativamente sobre

P

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cincuenta o más techos. Estaba de cara al océano, lo cual, sólo hace unos días, había

sido un cielo de tranquilidad y paz para la ciudad detrás de nosotros.

Ya no podía ver la playa. No había playa. Ola tras ola asaltaron la línea de la

costa, invadiendo la extensión de arena que se estiraba de los edificios hasta el

borde del agua.

Acero y edificios de concreto, sólo dos pisos de altura, fueron la última

barricada mientras el agua intentó sin descanso inundar la concurrida metrópolis

de Chennai, India.

Las vibrantes y ruidosas calles de la ciudad, por lo general llenas de triciclos,

bicicletas y coches, estaban abandonadas y en silencio. Millones de personas, un

brillante y colorido arcoíris de algodón y especias, tuvo que ser evacuado de sus

hogares a raíz de la alerta de tsunami. El estruendo de las sirenas sonaba sin cesar.

En algún lugar detrás de mí, una voz cargada de estática de un anunciador de

radio describía el pánico y caos causado por el éxodo máximo.

En la azotea, Matt tomó mi mano.

Miré sus cansados ojos color ámbar, en algún lugar en el interior, un alma con

cicatrices de batalla, sus profundidades brillantes resaltadas con débil poder. La

tortura de Lelex aún persistía y ahora, estaba pidiendo más. Mis dedos se

entrelazaron con los suyos. Él inclinó su cabeza en un apoyo tácito, rizos castaños y

revoltoso rozando su frente.

Grey tomó mi derecha. Después de él, Gia estaba de pie agarrada de manos

con Blake. Los cuatro, unidos por nuestro vínculo común como los Candidatos

para sacar a Excalibur de la piedra, enfrentando un horror del cual sólo la espada

podría salvarnos. En mi mano libre, la agarré. Fue la espalda del rey Arturo una

vez, hace mucho tiempo. Ahora, era mía. Su poder zumbaba en mi mano, y el

sudor llenó mi mano. La espada estaba lista. Pero, ¿lo estaba yo?

Esta mañana, Matt, la pandilla y yo dejamos Grecia para volar a Indonesia.

Tres volcanes habían explotado, escupiendo humo, ceniza y lava a través de la

cadena de islas. En la región norte de Sumatra, la caldera Toba era el lugar de un

súper volcán. La erupción había causado un gran cambio climático hace acerca de

ochenta mil años. Hace solo doscientos años, en 1815, la erupción del Monte

Tabora, un volcán cercano, instigó un invierno volcánico, dando lugar a una

hambruna mundial que alcanzó a América del Norte.

No importaba qué escenario enfrentábamos ahora, no era bueno.

Sin embargo, en nuestro camino, fuimos descarrilados. Matt y yo tuvimos

una visión de un gran terremoto submarino más allá del norte en el Océano Indico.

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Este ocurrió cerca de las Islas Andaman, mandando ondas de choque a través de la

Bahía de Bengala a la costa este de India.

Una llamada de Matt a la cabeza del Consejo de Hechicería, el Primer

Miembro, y un avión privado que nos llevaba cambió de rumbo, haciendo un

aterrizaje de emergencia en el Aeropuerto Internacional de Chennai. Varias

camionetas Mitsubishi negras nos llevaron desde el aeropuerto hacia las playas.

Colin, tres gárgolas, tres hechiceros y, por supuesto, Matt y yo. Miré a mis amigos.

Se habían convertido en mi familia. Después de lo que habíamos pasado en Grecia,

no los habría culpado si se hubieran quedado fuera. Se rehusaron a dejarme.

Las palabras de Blake habían sido memorablemente británicas.

―No es probable que vayas a dejarnos fuera de la aventura.

Aventura, esto no era una aventura.

Las sirenas comenzaron a sonar a través de la ciudad a medio camino

mientras que el sistema de alerta del Océano Indico finalmente entendió lo que

nosotros ya sabíamos. Esquivamos peatones asustados, patinadores, y

ocasionalmente una vaca vagando al azar a través de las calles polvorientas. El

líder del continente bajo tierra de hechiceros, un sorprendente joven de veinte años

llamado Hari, conducía por las calles llenas de gente con una expresión sombría.

Media hora después, empujamos a través de la estampida de evacuados para

llegar a las playas al borde de la ciudad.

Hari se detuvo frente una fila de edificios blancos. Podía oler el océano detrás

de ellos, y escuchar el torrente de las olas. Evocó recuerdos de gaviotas gaznando,

lindos días soleados, mantas de playa y helado dulce. Sin embargo, esta no era esa

playa. No hoy.

Más allá del edificio, pasando la soledad de la playa, la inminente ira se cocía

a fuego lento en la oscuridad. Me quedé mirando las malhumorada y grises nubes

mientras salíamos de la camioneta. Los residentes nos pasaban con maletas

abultadas, tan enfocados en su propio escape que ni siquiera nos dieron una

mirada curiosa.

Con Matt a mi lado, Hari nos condujo dentro del edificio y por una escalera

estrecha de concreto. Hari le dijo:

―Le he pedido a todos que se reúnan en los otros edificios. Esta casa está al

centro, por lo que será mejor para usted, Master-ji.

―Buen trabajo ―respondió Matt.

Hari sonrió ante la simple alabanza, dándole a Matt la expresión aterrorizada

de que todos los hechiceros inevitablemente parecían rodearlo. Emergimos de una

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pequeña puerta. Mire a través de lo que parecía un mar interminable de azoteas.

En cualquier dirección desde nosotros, hombres y mujeres se esparcían en lo que

debió de haber sido una línea de un kilómetro. Aquellos cercanos a nosotros

observaron el tranquilo océano con expresiones petrificadas.

Pregunté:

―¿Cómo reuniste tantos hechiceros tan rápido?

Hari me dio una mirada curiosa.

―La magia Keltoi se originó aquí, por supuesto. Muchos viven cerca de esta

región.

Por supuesto. Sabía prácticamente nada sobre el origen de la magia, o los

Keltoi, como los hechiceros‖ se‖ llamaban.‖ Como‖ una‖ “Regular”‖ sólo‖ se‖me‖ había‖

enseñado lo suficiente para sobrevivir.

―Cada ciudad junto a la costa ha sido alistada por las órdenes del Consejo.

Hemos formado una línea de defensa de aquí hasta Kelkotta. Estamos listos para

hacer lo que sea necesario.

―Dudo que alguno de nosotros esté realmente listo ―dijo Matt.

Lo codeé. Desafortunadamente, no estaba siendo dramático. Ya sea si

teníamos éxito o fallábamos, no tenía ilusiones de que detener un tsunami no era

una tarea a la que sobreviviríamos. Saqué un cuchillo de mi bolsillo y lo sostuve

hacia él.

―Aayat ―dijo Matt.

En un débil susurro de luz azul, el cuchillo se alargó en una espada. La hoja

brillaba en la penumbra, su poder palpitando para que todos lo vieran. A través de

las azoteas, todos los ojos se giraron en mi dirección.

Una delgada chica con trenzas se apresuró hacia Hari. Sus ojos se trabaron en

Excalibur.

―La trajiste. Estamos salvados.

Traté de no encogerme por la expresión en sus ojos. Inconscientemente, me

acerqué a Matt. Mis dedos se curvaron alrededor de la famosa espada. Tenía que

creer que podía hacer esto.

Hari puso un brazo alrededor de los hombros de la chica.

―Merlín nos ha traído esperanza, Sangeetha. Él no dejará que esto nos

derrote.

Sangeetha puso su cabeza en el hombro de Hari. Su joven rostro se iluminó,

le dijo:

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―Tú tampoco, esposo.

Hari sonrió y envolvió sus brazos alrededor de sus hombros. La tierna

mirada que le dio me golpeó como un puñetazo. Una repentina visión de la sonrisa

de Vane (arrogante con un toque de reacia dulzura) pasó por mi mente, y tuve que

alejar la mirada. Todo estaba muy fresco.

Caminé al borde de la azotea, levantando a Excalibur en el aire, mis palmas

resbaladizas por el sudor. Gia, Blake y Matt se desplegaron a ambos lados. Grey y

las gárgolas se reunieron justo atrás. Otra línea de hechiceros se extendió a ambos

lados de mí, todos mirando hacia Excalibur. Recé para que no estuvieran

decepcionados.

―Está llegando ―dijo Hari.

El oleaje en la playa retrocedió. Más lejos en el océano, una pared de agua, el

tsunami, se elevó como la mano gigante de un antiguo Dios.

Luego, estaba sobre nosotros.

Se abalanzó hacia las azoteas. Por un momento, su majestuosidad colosal me

congeló y mi mundo se convirtió en una pecera gigante. A mi derecha, Matt

murmuró‖ “Sphara”,‖ y‖ magia‖ azul‖ fluía‖ de‖ él.‖ Los‖ otros‖ hechiceros‖ siguieron‖ su‖

ejemplo y cantaron junto a él.

Levanté a Excalibur en alto frente a mí. La magia fluyó a ella de los

hechiceros. Podía sentir la espada absorbiendo y magnificándose. El peso de la

magia me presiono hacia abajo y luché para permanecer de pie ante la embestida.

Un velo mágico salió de la espada y se solidificó para formar un escudo, una pared

invisible, entre la ola colosal y nosotros.

El agua bombardeo mi escudo como un huracán cayendo sobre un sólo

paraguas. Los hechiceros seguían cantando su magia, tratando de reforzar el

paraguas. El tsunami era incesante.

Clavé mis talones y me preparé contra el poder del agua que amenazaba con

llevarme hacia atrás a un olvido acuoso. Mi mano, ahora apretando más fuerte de

lo‖que‖alguna‖vez‖pensé‖posible,‖agarró‖la‖espada‖y‖la‖sostuve‖por…‖un‖segundo…‖

un‖minuto…‖una‖hora…‖por‖siempre.

Finalmente, un tiempo indefinido después, Gia cayó de rodillas con un grito

de derrota. Blake la puso de pie de nuevo, soportando su peso. Uno por uno, los

hechiceros comenzaron a colapsar. El escudo se estaba debilitando. Por el rabillo

de mi ojo, vi el borde de la azotea. Hari y cerca de la mitad de los hechiceros

luchaban para resistir.

Mis manos, agarrando a Excalibur, palpitaban y traté de no dejarla caer.

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Grey caminó detrás de mí, agarrando la empuñadura de un lado. Pestañeé

mientras el peso de la espada disminuía. En el otro lado, Matt se quedó de pie

completamente quieto.

Sus ojos estaban completamente cerrados.

―Resiste, Ryan.

―No te dejaremos caer. ―Blake se movió a un lugar vació a la derecha de

Matt.

El escudo se sostuvo con renovada fuerza. Casi podía ver el poder drenarse

de ellos yendo hacia el escudo azul. Del frío peso del Ojo de Dragón alrededor de

mi cuello, sentí sus almas vaciándose. Él y los hechiceros que quedaban iban a

extinguirse; y cuando eso pasaba, no quedaría nada vivo en el caparazón de sus

cuerpos. Dejar de arder era la peor pesadilla de cada hechicero, utilizar tu fuerza

vital para fortalecer tu magia. No podía dejar que eso pasara. Pero no estaba

segura de cómo detenerlo.

Sostuve a Excalibur incluso mientras mis brazos temblaban y mis músculos

ardían por descanso. La ola continuó golpeándonos en un torrente interminable. El

débil escudo comenzó a romperse, y el agua comenzó a filtrarse. Podía escuchar

gritos viviendo de las azoteas cercanas. El agua se tragó varias azoteas en su

implacable avance.

Mordí el interior de mi mejilla hasta que probé mi propia sangre. El dolor

ayudó a mi mente a concentrarse. Tenía que hacer algo. Cerrando mis ojos, di todo

de mí. Una mano invisible llegó dentro de mi cuerpo y tomó mis entrañas. Mi

fuerza vital enriqueció la flameante magia, con un precio. Pude sentir una

debilidad ahuecando mis huesos.

No. Una voz ronca retumbó en mi cabeza.

Vane. Él me habló a través del amuleto, el Ojo de Dragón. Un disparó de

intenso anhelo se apresuró a través de mis venas. Al menos lo conocería una

última vez, antes de no saber nada en absoluto.

Todavía no, DuLac. Todavía tengo usos para ti. De algún lugar del mundo, no

tenía idea de dónde, abrió una puerta entre nosotros.

Poder fluyó hacía mí a través del amuleto. Vane conectó a través de su

hermano quien se conectó conmigo. Una oleada de magia me llenó, verde y espesa,

hambrienta y fuerte.

Y enojo. Tan enojada.

Mis ojos se abrieron de golpe. La nueva magia me hizo a un lado para

alimentar a Excalibur, salvando mi fuerza vital. El azul del escudo se convirtió en

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un verde fangoso y se endureció con poder. Un débil zumbido llenó el aire. Tomé

una probada del océano, no las cálidas aguas del Océano Indico, sino las salubres

del Atlántico.

Las grietas en el escudo desaparecieron, y la avalancha de agua se removió.

Lo central del tsunami ahora golpeaba contra la pared invisible como el suave

rocío de una lluvia de verano. Otros pocos minutos pasaron y todo estaba

terminado. El tsunami se calmó; el escudo se apagó. La magia regresó a los

hechiceros. Su potente ola, una reacción violenta, se estrelló contra nosotros.

Caí contra el duro concreto. Me tomo varios minutos escuchar la sangre

correr contra mis tímpanos de nuevo. Empujando con mis palmas, me levanté. El

mundo a mi alrededor se puso sobrenaturalmente tranquilo. Detrás de mí, Grey y

las tres gárgolas gruñeron mientras se estiraban sobre el piso. Me atreví a mirar a

mi alrededor.

Esparcidos por los tejados, donde los hechiceros habían estado parados, sus

cuerpos‖estaban‖desplomados…‖sin‖moverse. Las náuseas se arremolinaron en mi

garganta.

Grey se levantó y miró a su alrededor. Conmocionado, dijo:

―¿Est{n‖todos…?‖―No terminó la oración. No necesitaba hacerlo.

Buscando a Matt, vi su quieta forma, yaciendo sobre el concreto, plano sobre

su espalda. Una sensación de pánico me abrumó. Cuando vi la escasa subida y

bajada de su pecho, exhalé una respiración entrecortada. Mis palmas rasparon

contra el duro y frío concretos mientras me empujaba en una posición sentada. Le

dije a Grey:

―Tenemos que revisarlos a todos. Tal vez sigan vivos.

Aparte de mí, sólo Grey y las gárgolas despertaron de inmediato. Grey fue

hacia Blake. Blake se sentó y le dio un codazo a Gia. Ella le sonrió débilmente. Con

una sonrisa temblorosa, Blake la jaló a un abrazo protector. Mi pecho se infló con

felicidad al verlos, un rayo de luz en medio de la oscura tormenta. Hari fue el

siguiente en despertar. Aproximadamente uno de cada cuatro hechiceros indios,

los más fuertes, despertaron. El resto, no.

Las gárgolas allanaron varios pisos en el edificio y encontraron sábanas para

cubrir‖a‖los‖que‖no‖despertaron…‖los‖que‖nunca‖iban‖a‖despertar.

Una hora después, Blake se balanceó sobre una estrecha cornisa, mirando

sobre el arcoíris de sábanas con una sombría expresión.

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―¡Blake, bájate! ―Gia se dirigió hacia él. Lo jaló hacia ella, su cuerpo

temblando con ira. Después de golpearlo en el pecho, preguntó―. ¿Qué estás

haciendo?

Blake pasó sus dos manos a través de su cabello:

―No…‖no‖lo‖sé.‖Nunca‖imaginé‖que‖esto‖sería‖así.

―Lo sé ―susurró ella. Blake la jaló cerca y envolvió sus manos alrededor de

su cintura.

Fui a un catre en la esquina de la azotea. Grey acostaba a Matt encima del

catre. Hari caminó hacia mí y preguntó:

―¿Est{…?

Toqué el cuello de Matt, más que nada, para asegurarme.

―Su pulso es débil, pero está vivo. No sé por qué no despierta.

Llevé una mano al Ojo de Dragón, el amuleto que él me había dado.

Matt. Dentro de mi cabeza, lo llamé, pero no obtuve respuesta. Antes, su

presencia se quedaba conmigo, conectándonos siempre que lo usara. Ahora, no

había nada, solo un gran vació cuando lo llamaba.

―Esto no es bueno ―dijo Hari.

Lo miré.

―¿Qué sabes del resto de la costa?

Hari se alisó la tela de su camisa de mangas cortas. Había un leve temblor en

sus manos. Sangeetha y otro hechicero, una versión joven de Hari, llegaron a

nosotros. Sangeetha puso una mano sobre la espalda de Hari. La tensión en sus

hombros se alivió un poco.

Dijo:

―Nuestros amigos en Kolkotta sufrieron mucho peor que nosotros. Sólo un

terció sobrevivió. Más de quinientos extinguirse.

Me senté en el catre de yute. Mis dedos se cerraron sobre las gruesas fibras

kakis que se doblaban apretadamente alrededor del marco de madera. El duro

material se clavó dolorosamente en mi piel. Tomé una bocanada de aire y miré

hacia el inquietamente tranquilo océano.

Hari continuó.

―Eso no es lo peor de todo. He estado en contacto con el RTPS, los asesores

Regionales de los Tsunamis del Pacífico del Sur, predicen un terremoto dentro de

una hora. Piensan que este sucederá más lejos del sur. El Centro de Precaución de

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Tsunamis del Pacifico dice lo mismo. Esta vez, esperan que golpee cada ciudad en

las Bahías de Bengala. Sri Lanka, Chennai, Kolkotta. Todo hacia Bangladesh e

incluso Tailandia, las Islas Andaman, e Indonesia, Banda Aceh, recibirán lo peor.

En 2004, el tsunami que golpeó la ciudad Banda Aceh de Indonesia y las islas

que la rodeaban, cobró la vida de un estimado de ciento treinta mil personas.

Cuarenta mil más desaparecidas. Sabía esto porque leí las estadísticas durante

nuestro vuelo a la cuidad de la isla. Mis ojos miraron hacia las filas de cuerpos

cubiertos a través de las azoteas. Incluso con toda nuestra fuerza, no pudimos

combatir un terremoto tan fuerte.

Miré a Matt. Nuestra mayor esperanza.

―Lo necesitamos ―dijo Hari, leyendo mi expresión―. Sin él, no tienes

suficiente magia, portadora de la espada.

―Sigue débil por nuestra pelea con las sirenas. ―Me senté al lado de Matt―.

¿Podemos evacuar?

Hari sacudió la cabeza en una manera que podría ser “sí”‖o‖“no”.‖Dijo:

―Chennai es mayormente plano, pero tal vez.

―Entonces váyanse ahora ―dije―. Intenta.

―Entonces, ¿no hay esperanza? ―El juvenil rostro de Hari se blanqueó.

―Siempre hay esperanza. ―Tenía que creer eso.

―Muy americano de ti decir eso ―comentó Sangeetha―. Por suerte, sólo

somos optimistas.

Hari se iluminó con una sonrisa temeraria que pareció aligerar sus cansados

rasgos.

―He hecho mi paz. Si hay alguna oportunidad, entonces debo estar aquí para

hacer lo que sea necesario. Hay más de cuatro millones de personas solas en

Chennai. No hay manera de que todos puedan evacuar. Si hay la mínima

esperanza…‖me‖quedaré.‖―Se volteó hacia Sangeetha y tomó su mano―. Pero tú

te irás ―ordenó. Puso la mano de Sangeetha en la mano de otro hechicero―. Raj,

sácala de aquí.

En el viento, sus trenzas negras se balanceaban con una calma hipnótica.

Sangeetha alejó sus manos de Raj. Se puso frente a Hari.

―No tomó órdenes, Maestro Hari. Hicimos un voto y yo, por mi parte, lo

tomo con seriedad. Voy a donde tú vas. Me quedó donde tú te quedes.

Raj protestó.

―Pero,‖Sangeetha,‖él‖tiene‖razón.‖No‖es‖seguro…

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―No es seguro para nadie ―afirmó ella―. Y no trates de obligarme. Nunca

habías estado de acuerdo con él antes. Ahora no es el momento para comenzar.

Con una mirada penetrante a los dos hermanos, se alejó.

―Sabías que era terca cuando te casaste con ella ―le dijo Raj a Hari.

Hari observó a su esposa alejarse con el ceño fruncido.

―Debería hechizarla.

―Sí lo haces, comerás gobi1 en cada comida por el resto de tu vida ―dijo Raj.

Él y Hari sonrieron al mismo tiempo e intercambiaron una sonrisa exasperada.

Simpatizaba con Sangeetha. Los dos hermanos me recordaban bastante a los

dos que recientemente habían tomado mi vida.

Sobre nosotros, el cielo se oscureció como el acero gris. El fuerte olor a mar

impregnaba el aire, llenando mi nariz. Sabía que los asesores tenían razón. No

habíamos visto la última ola, ni habíamos visto la ola más fuerte, aún. Miré a mi

alrededor. Blake y Gia se abrazan con fuerza mientras miraban hacia el océano.

Grey se arrodilló sobre una rodilla, la tela de su camiseta aferrándose a él, para

poner una sábana de algodón alrededor de un hechicero caído. Muy pocos de

nosotros quedaban. Miré a Matt.

El viento alborotó su cabello ligeramente largo. Sus rizos castaños se movían

bajo la suave brisa, enmarcando su rostro. Era el único movimiento de su cuerpo.

Tomé sus helados dedos, envolviéndolos en los míos.

Recordé el día que lo conocí. Pareció hace mucho tiempo, incluso aunque fue

solo hace cinco meses. El comienzo del año escolar. Ahora, estábamos en la

primavera. Casi abril. Casi el baile. Casi la graduación. Sin embargo, con toda la

escuela que me había perdido el mes pasado, dudaba que pudiera graduarme. El

pensamiento era para reírse porque era poco probable que sobreviviera hoy.

Un soplo de viento golpeó mi rostro, dándome escalofríos. Como una boa

constrictora mi esperanza menguante amenazó con sacar la vida de mí. Miré al

rostro quieto de Matt y apreté sus dedos tan duro como pude.

―Vamos, Matt, despierta. No puedo hacer esto sin ti.

Cerrando mis ojos, agarré el amuleto. El amuleto que él había hecho. La gema

rubí se calentó mientras me deslicé en la mente de Matt, buscándolo. Su nombre

era Matt. Su nombre era Merlín.

* * *

1 Gobi: especie de curry seco usado en la cocina india.

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Lo noté enseguida. No, no fue su delgado y duro rostro. O las ondas oscuras

de brillante cabello que colgaban un poco sobre su frente. No fue la delgada

chaqueta sin cuello de motociclista que llevaba, colgando de sus delgados

hombros. Fue la manera en la que se paraba. La manera confiada en la que

esperaba en la línea de la cafetería para conseguir una rebanada de pizza. No se

paseaba. No deambulaba. Se paraba en el centro, y dejaba a la otra gente zumbar a

su alrededor. Su postura era recta y confiada.

Él podría haber gobernado el mundo.

Me lo mostró en mi clase de historia esa mañana. Fue su primera semana.

Nuevo año escolar. Nuestro último año. Después de lo que pasó, fue difícil para mí

creer que había llegado tan lejos. Difícil creer que estaba sentada en la escuela

como una persona normal y no en una celda acolchonada. Pestañeé y me recordé

que estaba bien. Había sido rescatada, en un sentido. Había comenzado una nueva

vida, y ahora todo lo que tenía que hacer era atravesar un año de preparatoria.

Fácil, ¿verdad?

Tal vez me hubiera aventurado a salir de mi zona de confort y hablarle al

chico.

Como si pudiera ver mis ojos sobre él, el chico nuevo me miró. Ojos color

ámbar enfocados en mí, mirando mi alma como si supiera exactamente lo que

estaba pensando. Dios, esperaba que no. Sonrió con dientes rectos.

El gris opaco de mi tarde se levantó. Mi respiración se trabó.

Casi me atraganté con un pedazo de apio a medio comer.

Tosiendo, mis mejillas se calentaron con vergüenza. Abrí mi embobada boca

a la grande y fría bebida que vino en forma de un chico de casi dos metros de

altura usando una chaqueta de motociclista.

Su nombre era Matt. Matt Emrys.

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Traducido por Aяia Corregido por Jut

att Emrys. Incluso el nombre evocaba misterio. Suspiré.

Otras chicas, una mezcla de estudiantes de cursos superiores

e inferiores, estaban sentados en la simple y plana mesa conmigo,

dándome miradas curiosas. La amplia cafetería de la Escuela Secundaria Acton-

Concord estaba llena con la habitual multitud del almuerzo. Los juniors no tenían

permitido salir del campus, y aunque yo era una sénior, varias chicas del equipo

de lacrosse no lo eran; así que aquí estaba, con mi bolsa marrón del almuerzo con

un sándwich de pepino hecho apresuradamente y palitos de apio.

―Arriane Morganne Brittany DuLac ―dijo Alexa, su perfecto rostro de

modelo reflejando las líneas de una aguda estratega―. ¿Siquiera estás escuchando?

Sólo estamos intentando decidir tu futuro.

Desde el otro lado de la mesa, le di una mirada. Ella puso sus ojos azul cielo

en blanco. A Alexa le encantaba usar mi nombre completo para molestarme.

Honestamente, ¿en qué estaba pensando mi madre al endosarme con ese nombre

imposiblemente largo? Era muy pretencioso, un nombre para una princesa. Tan

poco yo.

Alex golpeó un dedo bien cuidado sobre la mesa. Sólo seis meses más joven

que yo, encajó bastante rápido y fácil en el rol de hermana pequeña. Mi molestia se

derritió‖ un‖poco‖ ante‖ las‖ palabras‖ “hermana‖pequeña”.‖Nunca‖ había‖ tenido‖ una‖

hermana, hermano, o algo hasta este año. Ahora tenía ambos. Era el único destello

brillante en el oscuro agujero en el que me encontraba.

Se hicieron nudos en mi estómago y empujé los intranquilos recuerdos a su

sitio. A veces echaba tanto de menos a mi madre que quería morder mis propios

nudillos‖hasta‖que‖sangraran…‖sólo‖para‖sentir‖el‖dolor‖en‖otro‖sitio.

M

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―Creo que todos estamos de acuerdo con que el baile fue completamente

horrible el año pasado. No sé cómo la clase fue a quiebra el año pasado, pero Ryan

no va a dejar que nos suceda eso ―continuó Alexa. Se volvió con un brillo fanático

en sus ojos―. Ahora que Ryan ha sido elegida presidente de los estudiantes, lo

arreglará.

Me senté recta al escuchar esto.

―¿Qué?

―Este va a ser el mejor baile de la historia de la Secundaria Acton-Concord

―declaró Alexa.

Hice una mueca. Nunca me apunté a arreglar el baile. En realidad, ni siquiera

quería ser presidente de los estudiantes pero de alguna forma fui nominada

después de pasar un año coordinando todas las campañas benéficas y actividades

de voluntariado de la escuela. Siendo la chica nueva el año pasado, pensé que

lanzarme a varios programas de la escuela me ayudaría a hacer amigos. Funcionó

un poco demasiado bien. Sin mencionar que cuando alguien pedía ayuda, no

podía‖decir‖que‖“no”.‖Con‖cada‖“sí”‖me‖seguían‖pidiendo‖que‖hiciera‖m{s,‖y‖con‖

cada‖“sí”‖encontraba‖m{s‖difícil‖decir‖“no”.

Entonces, mi agresiva directora de campaña (Alexa) se hizo cargo, y poco

después, me encontré en el trono de la ganadora tras una victoria aplastante. Si ser

presidente fuera un concurso de popularidad, habría ganado por Alexa.

Ella siguió hablando:

―Organizaremos recaudaciones de fondos. Hay bastantes padres a los que

les podemos remorder la conciencia para que gasten un poco más de dinero.

Patrocinios. No me importa si tenemos logos corporativos como centros de mesa,

podemos hacerlo con gusto al lado‖de‖jarrones‖con‖rosas‖blancas…

―Siempre he pensado que los lirios blancos serían mejores para el baile

―gritó una chica del equipo de lacrosse. Las otras chicas de la mesa la miraron con

sorpresa y respeto. Era difícil de detener a una apisonadora como Alexa después

de que empezase.

Alexa le sonrió a la chica.

―Buena idea, Christine. Las rosas blancas están pasadas de moda.

Christine con la cara roja brillo ante la alabanza.

Mordí mi palito de apio.

―Eres una junior, Alexa. ¿Por qué te preocupas por el baile?

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―¿Con quién vas a ir, Ryan? ―preguntó Ramanajan, una chica esbelta con el

cabello negro trenzado sentada al lado de Alexa―. ¿Grey?

―Ew ―respondí―. Ahora es mi hermano.

―Bien ―dijo Ramanajan con satisfacción.

Alexa me miró, poniendo los ojos en blanco. Suprimí una risa.

―Pero, Ryan, ¿apenas le conoces y vas a ser adoptada, no? Sin relación de

sangre. ―Christine suspiró―. Grey es adorable. Me tropecé en el pasillo una vez y

él me llevó la mochila hasta clase.

Alexa bufó con disgusto.

―Nunca digas eso delante de él. Su ego es lo suficientemente grande.

Pero no se distraería. Sus ojos malvados fijados en mí con determinación.

―Ramanajan tiene razón. Tenemos que encontrar una cita para Ryan. Ni

siquiera mira nunca a ninguno de los chicos que jadean por ella. ¿Qué tal uno de

los amigos de Grey? Brian cree que eres muy caliente.

Mi estómago se retorció. Estaba bien mirar a los chicos desde la distancia,

pero realmente no quería a uno en mi vida. Me imaginé a un chico en el suelo en

mi‖ casa‖ de‖ Texas…‖ su‖ chaqueta de cuero manchada de sangre, con la cabeza

arrancada de su cuerpo, el empalagoso olor de hierro y carne. Fue asesinado junto

a mi madre. De alguna manera, yo sobreviví. La culpa me pesaba.

Los oscuros recuerdos debieron de colorear mi expresión porque Alexa me

alcanzó con su mano, una presencia calmante, y sostuvo mis blancos nudillos.

Le di una sonrisa tensa.

―Sin chaquetas de cuero.

―Está bien. ―Ella suspiró con un sonido exagerado. Con un pequeño

apretón, dejó ir mi mano―. Pero has limitado la piscina severamente.

―Tal vez tienes que dar otro vistazo a la piscina ―dije.

―¿En serio? ―Una ceja perfectamente arqueada de color marrón arenoso se

elevó. Alexa ronroneó―. Creo que la chica ya tiene a un Príncipe Azul a la vista.

¿Ahora quién podría persuadir a Ricitos de Oro para que siquiera piense en la

pelota?

―Eres asombrosamente mala con los cuentos de hadas, Lexa ―murmuré―.

Ricitos de Oro robó gachas de la casa de los tres osos. A ella no le podría importar

menos el Príncipe Azul.

Las chicas en la mesa se rieron.

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Alexa dio un gran trago a la limonada que estaba bebiendo.

―Bueno, este oso puede decirte que estás escondiendo algo, hermana. No

tengas‖miedo,‖lo‖averiguaré.‖No‖puedes‖ocultarme‖ningún‖secreto…‖―Una sombra

cruzó el rostro de Alexa durante un segundo fugaz antes de enmascararlo con una

sonrisa―. Sé cosas.

Los pelos de mi nuca se levantaron. Volví mi cabeza para encontrar a Matt

mirándonos directamente desde la cola de la comida al otro lado de la sala.

Siguiendo mi mirada a Matt, Alexa hizo un sonido.

―Ooh, ¿es el nuevo? Y mucho mejor que el Príncipe Azul.

―Deja de intentar esquivar la pregunta ―dije rápidamente―. ¿Por qué estás

interesada en el baile?

Alexa sorbió por la nariz y se echó el cabello hacia atrás.

―Si quieres saberlo, el amigo de Grey, Joey, me pidió ir con él.

―¿Joey? ―Ramanajan se rió―. Tal vez deberías conducir tú, Lexa.

Alexa le codeó.

―No sea tan snob.

Otra chica se rió.

―Ayer, arrancó su coche y lo juro, salió tanto humo que pensé que había

explotado un volcán.

―No fue tan malo ―murmuré. Aunque, lo fue. Alexa estaba hablando con

Joey cuando pasó. Ambas estábamos sentadas en su auto. Casi me atraganté antes

de que Alexa subiera apresuradamente las ventanas.

―No me importaría que el chico nuevo me llevara. Una amiga mía le ha visto

rugir en el estacionamiento esta mañana con su moto completamente caliente ―me

susurró Christine. Seguí su mirada directamente a Matt, quien estaba en la cabeza

de la cola del almuerzo. Estuve de acuerdo. Tampoco me importaría que él me

llevara, y no estaba hablando de una moto.

―Nunca llegarías al pueblo en esa cosa, Alexa ―continuó Ramanajan.

Vivíamos en Concord, Massachusetts, una pequeña ciudad periférica a cuarenta

minutos del corazón de Boston.

Los ojos de Alexa se entrecerraron mientras abría sus labios de cereza para

replicar. Nunca tuvo la oportunidad.

―Hola, hermana ―dijo Grey Ragnar cuando se acercó a nosotras. Lideraba

un grupo de sus colegas de fútbol. Ramanajan sonrió a Grey. Sus ojos vagaron por

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el grupo de chicos, todos resplandecientes con sus chaquetas de cuero azul y

amarillo del equipo. Grey jugó con una botella de Yoo-hoo de chocolate entre sus

manos―. Necesito tus llaves de casa, Alexa. He olvidado las mías. Voy a llegar

tarde hoy. El entrenador nos va a hacer quedarnos porque cree que vale la pena

ver a algún chico nuevo.

―Hola, señoritas. ―Joey, alto y desgarbado, se precipitó adelante. Sus ojos se

pegaron a Alexa, se chocó con Grey. La botella con la que estaba jugando Grey

voló de sus manos. La tapa debía de estar suelta porque empezó a estallar en el

aire. La mayor parte del líquido empezó a caer directamente sobre mí.

Entonces, de alguna forma, mi silla fue quitada, y me tambaleé en el suelo.

Una mano me atrapó alrededor de la cintura. La botella de plástico aterrizó en la

mesa con un ruido sordo. Las chicas de lacrosse aullaron y se levantaron de la

mesa. Empalagosa leche con chocolate goteaba sobre los lados del suelo a mi lado.

Por lo menos no estaba sobre mí.

Encontrándome agachada hacia atrás, apoyada en su brazo, levanté la mirada

a los ojos de mi rescatador. Por un segundo, creí ver un débil resplandor azul en la

mano antes de que parpadeara y el brillo azul se desvaneciera. Levanté la mirada.

Matt Emrys.

Ojos color ámbar me sonreían. Ofreció una mano en una pregunta silenciosa.

Con cautela, puse la mía en la suya, y su cálida mano se cerró alrededor de la mía.

Un chisporroteo como una descarga eléctrica me recorrió. Un indicio de azul brilló

en sus ojos oscuros. Me pedía que lo alcanzara y abrazara su interminable

expansión, que permitiese que se envolviera a mi alrededor como un manto

seguro.

Durante un largo segundo, todo se quedó quieto. Alrededor de nosotros, la

cafetería se silenció a susurros mientras escuchaba la sangre bombeando y latiendo

por su corazón junto con mi pulso acelerado. En aquel momento, volé como el

viento feroz en la parte superior de un acantilado empinado. Tan llena de vida que

estallé con la necesidad de palabras, y me caí del acantilado a las rocas de abajo.

―¡Grey, discúlpate! ―Alexa palmeó su camisa donde unas pocas gotas

habían caído.

Parpadeé y la cacofonía de la cafetería volvió a enfocarse irregularmente. El

azul de sus ojos menguó, devolviéndolos a un azul cómodo. Mi corazón suspiró

mientras observaba el marrón convertirse en un precioso ámbar. Me pregunté

brevemente si estar cerca de Matt Emrys estaba convirtiendo mi mente en papilla.

Su mano se apretó, y me dio un tirón hacia arriba.

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―Gr-gracias ―dije, haciendo una mueca. ¿Por qué he sonado tan

vergonzosamente sin aliento?

―De nada. ―Sus palabras salieron en una caricia de tonos rodando. Tenía un

fuerte acento que sonaba extrañamente como una mezcla del sur de Estados

Unidos y británico.

Todo lo que mi cerebro aturdido podía hacer era darle una sonrisa tonta. Está

bien, así que no era realmente una situación de vida o muerte el ser salvada de una

salpicadura de batido de chocolate, pero mis nervios se mantuvieron a flor de piel

por la descarga de adrenalina.

―Ry ―empezó Grey. Estiró la mano mientras daba un paso hacia mí, pero de

alguna forma, se resbaló en el lío de chocolate del suelo. Matt le agarró por su

chaqueta. Grey le dio a Matt una mirada molesta y se deshizo de su mano. Grey se

puso recto.

―Qué ágil ―dijo Matt, su tono cortante―. Al menos podrías disculparte con

ella. ―La molestia de Grey se convirtió en una mirada totalmente emplumada.

Luego, Matt cavó su agujero aún más profundo―. Si tú eres un ejemplo de

agilidad aquí, creo que voy a disfrutar con este entrenamiento.

―¿Tú eres el nuevo recluta? ―dijo Grey.

Matt levantó una ceja en un arco perfecto.

―¿Has averiguado eso tú solito?

La expresión de Grey bordeó lo furioso. Dio un paso hacia Matt, echando su

puño hacia atrás en un gancho. Matt no se movió ni parpadeó.

―¡Grey Ragnar! ―siseó Alexa―. ¿Quieres que te suspendan otra vez?

Grey fue expulsado el año pasado por pelear. Su madre no estuvo feliz con

ello, y Grey terminó en un caro programa de terapia para controlar la ira. Creo que

la tortura de tener que ir hacía más por él que el programa en sí. Grey se controló.

―Tienes muchas palabras, Emrys. Veamos lo bueno que eres en el campo.

Grey se dio la vuelta y se fue. Los otros chicos del fútbol se encogieron de

hombros los unos a los otros antes de seguirle.

Joey miró a Alexa, murmurando:

―Lo siento. ―Mientras se apresuraba a unirse a ellos.

Matt miró al grupo con una expresión estratégicamente especulativa. Se

volvió hacia mí, y sus ojos se aclararon.

―Así que ese es Grey Ragnar. Más bien volátil, ¿no es así? Espero que no te

moleste otra vez.

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Suprimí una sonrisa al chico nuevo.

―Grey es mi hermano.

Las cejas de Matt se levantaron.

―Supongo que entonces será complicado.

―¿Complicado?

Labios sensuales se curvaron en una media sonrisa. Ojos que lo sabían todo

se encontraron con los míos y me sostuvieron la mirada.

―Conocerte.

Mis labios se curvaron en respuesta.

Una sombra cruzó la cafetería.

La sonrisa de Matt se congeló. Toda la cafetería, y todos dentro de ella, se

congelaron.

El sonido se detuvo, como si alguien hubiera silenciado la escena con un

mando de televisión.

Las luces fluorescentes de oscurecieron.

Un aplauso resonó en toda la habitación inquietantemente tranquila. Me puse

recta y me alejé del Matt congelado. Al otro lado de la cafetería había una figura

junto a las puertas. Mi corazón dio un vuelco. Me miraba con fría diversión. Su

forma musculosa, vestido con un conjunto elegante de camisa roja ajustada y

pantalón negro, se apoyó contra la pared en una pose de rebelde sin causa. Pero

este no era ningún rebelde. Nunca se conformaría con nada menos que ser

emperador.

Ojos verdes vibrantes ardieron. Verdes como los de un Dios. Vane.

Parpadeé ante la repentina aparición de mi ex novio. Nunca tuve demasiada

suerte con novios.

―Qué adorable ―dijo arrastrando las palabras―. ¿Así es cómo se convirtió

en tu héroe? Tienes bajos estándares, DuLac.

¿Qué está pasando? Estiré la mano para tocar a Matt. Mi mano pasó

directamente a través de su hombro. Me volví para mirar a Alexa. Su rostro se

había detenido frunciendo el ceño. A su lado, las otras chicas del equipo de

lacrosse estaban completamente inmóviles. Caminé hacia ella, pasé por el medio de

la mesa del almuerzo de madera maciza.

O bien yo era un fantasma o la mesa lo era.

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―Sí, DuLac, resuélvelo ―dijo Vane―. Estamos en tu mente. Esta es una

manifestación que estamos viendo a través del Ojo del Dragón. Estás en el tejado en

India.

Chasqueó los dedos. Todos en la cafetería desaparecieron. Las mesas estaban

vacías, y las sillas estaban metidas ordenadamente en sus sitios. Las luces en toda

la sala fueron apagándose hasta que Vane se quedó bajo un solitario foco, debajo

de una alta ventana. Fuera, el sol se desvaneció. Los últimos restos de luz revelaron

las líneas inclinadas de los pómulos duros de Vane y mantuvieron el manto de

sombras‖que‖se‖cernía‖detr{s‖de‖él‖en‖la‖bahía…‖durante‖un fugaz momento más.

Me tomó un segundo recentrarme. Recordar que ya no era esa chica en la

cafetería, la que no sabía nada de hechiceros y espadas. La que no sufría por el

retorcido ser que estaba frente a mí.

Mientras me mantenía a una distancia segura de él, mi corazón sonaba

nerviosamente en mi pecho. Mis músculos picaban con el impulso de saltar a sus

brazos. El hielo que envolvían esos ojos verdes de sirena me detenían. El Vane que

conocía quemaba caliente. Esos ojos podrían congelar un volcán en erupción. Mi

estómago se apretó, y por un breve momento, me pregunté si realmente le había

perdido. Me deshice del pensamiento. Me negaba a creerlo. Pero tampoco intenté

moverme más cerca de él.

Demandé:

―¿Por qué estás aquí?

Vane levantó una ceja.

―No has encontrado a Merlín todavía. Sólo has encontrado un recuerdo.

―¿Qué has hecho con él?

―No vas a encontrarle en viajes nostálgicos al pasado. Merlín no está aquí.

Sólo estoy yo, y deberías estar contenta. ―Vane se puso recto alejándose de la

pared, pero no se movió más―. Porque estoy aquí para responder a tus plegarias,

no él. Sólo yo puedo salvarte de este desastre.

Tsunami. La palabra me trajo abruptamente al presente. Estiré la mano para

tocar el Ojo del Dragón en mi cuello. Fuera, me imaginé a Grey, Gia y Blake en el

tejado, mirando a las ominosamente tranquilas olas, esperando a que se volvieran

a ellos.

―¿Qué estás diciendo? ¿Cómo puedes detener un tsunami?

―Soy el rey Pescador, un vasallo del Agitador de la Tierra y todo eso. ―Sus

labios se curvaron en una sonrisa. No del tipo que invitaba a jugar. Sólo prometía

dolor.

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Sospecho que te gusta un poco de dolor, dijo arrogantemente.

El amuleto le permitía leer mis pensamientos superficiales. Repliqué:

Sal, Vane.

Nunca.

―¿Cuál es el precio? ―pregunté en alto―. Por tu ayuda.

Levantó una ceja.

―¿Por qué debería molestarme en hacer el esfuerzo?

―Porque me necesitas. Si muero aquí hoy, Excalibur estar{‖perdida…

Su cabello oscuro brilló en la tenue luz cuando inclinó su cabeza.

―Tienes razón. Sí te necesito para rescatar‖ a…‖ Excalibur.‖ Alguien‖ debe,‖

supongo, ya que tú pareces tener la extraña habilidad de invitar al peligro.

Me quedé mirando su expresión suave. Era demasiado fácil. Una de las cosas

que siempre me habían molestado sobre Vane era lo complejos que podían ser sus

juegos. Ahora, poseía un poco de Poseidón en el interior de su cuerpo. Un destino

que le quitó a Matt.

Analicé sus palabras con cuidado hasta que encontré el fallo en ellos.

―¿Puedes salvar a todos? ―añadí con cuidado―: No sólo a mí. A todos

nosotros. Sri Lanka hasta la costa de Chennai. Kolkotta. Alrededor de Tailandia e

Indonesia. Toda esta zona.

Los labios de Vane se curvaron en una fría sonrisa.

―Más bien esperaba que lo preguntases. Por desgracia, para hacer eso, se

requiere un gran gasto de magia, incluso para el Agitador de la Tierra. Tendría que

aliviar la presión en las líneas de la falla de dos grandes placas tectónicas. Me estás

pidiendo mover una montaña de roca.

―¿Puedes hacerlo? ―repetí.

―Si lo hago, puedes descansar segura, toda esta región estaría a salvo.

Miré por encima del abismo que nos separaba, sólo un par de metros en este

pasillo imaginario, pero un gran cañón de segundas intenciones.

―¿A cambio de qué, Vane?

El hambre dio forma a su sonrisa.

―Me conoces demasiado bien.

Le sonrisa puso mis dientes al borde, incluso mientras tiraba de una cuerda

ya muy tensa dentro de mí.

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―Merlín ―dijo―, quiero su magia. Toda ella.

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Traducido por Fanny, Hadasa Youngbloa y Jessy

Corregido por Nanis

res increíble!

Él se encogió de hombros.

Luché para calmarme. Fallé.

―Es imposible.

―Siempre lo pensé, pero ahora que tengo la visión del Agitador de la Tierra,

la respuesta es tan simple. Imagina a la magia como la capa de una cebolla dorada.

Nos rodea. Tengo la habilidad de despojarlo de esa capa y ponerla sobre mí.

―¿Quieres pelarlo?

―No lo matará ―dijo Vane

Sacudí la cabeza.

―No‖puedo‖tomar‖esa‖decisión.‖Matt…

Vane se movió tan rápido que solo tuve tiempo de parpadear antes de que

estuviera parado directamente frente a mí. Atrapó mi muñeca y me jaló hasta que

estuvimos con los pies pegados.

―Merlín ya no es tu muleta. Esta es tu decisión, portadora de la espada.

¿Tienes lo que se necesita para hacerlo? ¿Quieres detener este tsunami? ¿O

permitirás que millones mueran porque no puedes hacer un movimiento sin que

Merlín sostenga tu mano?

Escupió las palabras y cayeron sobre mí como golpes. Sus dedos apretaron la

parte vulnerable de mi brazo, dedos que, hasta hace poco, me sostuvieron con

cuidado. Ahora, los dedos alrededor de mí, se sentían como esposas de acero.

—¡E

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Estos dedos podrían fácilmente romper mis huesos y también arreglarlos. La

verdad era que, no sabía. Mientras dependía de Matt, siempre pensé que tomaba

mis propias decisiones. Después de Vane, no estaba segura. ¿Había escuchado

mucho a Matt?

Lo miré fijamente.

―No confío en ti.

Vane soltó mi mano como si le quemara. Deje salir un respiro, de alivio y

tristeza. Lo extrañaba tanto que incluso su toque dolía. Mirándome, sus ojos

brillaron por un segundo. Entonces, el tono verde sirena de sus ojos los cubrió de

nuevo y su expresión se quedó en blanco.

―No deberías confiar en mí. De todas maneras, no lo mataré. Tomar su

magia no me dará el conocimiento de Merlín, así que todavía lo necesito vivo. ―Se

retiró, poniendo algo de distancia entre nosotros―. Estamos en el mismo lado por

el momento. Tus amigos no tienen mucho tiempo, DuLac. Necesito tu respuesta

ahora.

Mentalmente, me alejé de él y me concentré en lo que estaba pasando.

―¿Por qué quieres la magia de Matt? Ya tienes suficiente poder. ―No

esperaba que respondiera. Ideas retumbaron en mi cabeza hasta que una

sobresalió―. Necesitas su habilidad. La Dama dijo que el poder del Agitador de la

Tierra nos mostraría lo que está por venir. Se refería a visiones. Pero ella tenía la

intención de que Merlín tomara el poder de Poseidón. Que lo mejorara. Solo

Merlín tiene visiones. No tú. Cuando lo tomaste, Poseidón no te concedió nada

nuevo, solo mejoró lo que ya tenías. Por ende, nunca serás capaz de tener visiones.

Tienes el máximo poder, pero no la habilidad de usarlo como lo necesitamos. ―Mi

cabeza subió para encontrar su mirada oscurecida―. Es eso, ¿no?

Vane dijo:

―Diez puntos para mi estudiante estrella.

―Ya no eres mi maestro, Vane. Estoy segura que has sido despedido para

ahora ―repliqué. Vane era el maestro de Historia Europea en la secundaría Acton-

Concord. Habíamos estado ausentes de la escuela por casi un mes. Probablemente

fui expulsada para ahora―. Ni siquiera tú podrías conjurar algo para cubrir una

ausencia tan larga.

―¿Me estás retando? ―Rió con una risa vacía.

Mi barbilla sobresalió, pero no respondí. Él era un depredador, listo para

atacar en cualquier momento. ¿Podría un depredador mantener su palabra?

Sus ojos se estrecharon.

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―Veo que necesitas que te convenza de que soy lo suficientemente poderoso.

Si eso es lo que requieres, lo tendrás. ―Se acercó de nuevo―. El Agitador de la

Tierra aumentó mi magia al extremo. Toda mi magia, pero especialmente en la que

soy más poderoso, la persuasión.

Antes de que pudiera parpadear, tomó mi mano de mi lado. Su mano cerró la

mía, nuestras palmas tocándose. Tan pronto como lo hizo, un chisporroteo de

electricidad se disparó por mi brazo, directo a mi pecho, apurándose a mi corazón,

y más allá de mi abdomen hasta que curvó mis pies. Me dejó adolorida, sin aire, y

deseosa.

―Por favor ―susurré. Hubiera hecho lo que sea para estar cerca de él.

―Lo ves, ya ni siquiera tengo que hablar ―dijo en un tono sedoso.

El amuleto del Ojo de Dragón estalló contra mi piel. Él lo empujó. El amuleto

se enfrió y me di cuenta de que no tenía defensa contra él. Paralizada, miré sus ojos

y todo lo que vi fue un profundo abismo. Su agarre se apretó, un pulgar

presionado en el dorso de mi mano con una dura presión. Me llenó con una

necesidad abrumadora. No quería nada más que estar de acuerdo con lo que sea

que pidiera.

Inclínate ante mí, susurró su voz en mi cabeza, una suave sugerencia que se

quedó dentro de mis oídos hasta que no escuché o pensé en nada más que él.

Me estaba ahogando.

Todo lo que tenía que hacer era decir que estaba bien y él me salvaría. Abrí

mi boca para hacer justo eso. Si me pidiera que me arrodillara y rogara, lo haría.

Vane me dejó ir. De repente, liberada, me estremecí con un negro vació que

me dejó expuesta. Lo necesitaba para llenarlo. Sacudí la cabeza y retrocedí. A pesar

de que me soltó, el deseo de complacerlo se mantuvo fuerte. Tragué saliva,

tratando de tragarme el anhelo

―¿Ya estás convencida? ¿O necesitas más? ―Tomó un paso hacia mí.

Sostuve mi mano en alto para detenerlo. No quería que me tocara. No quería

estar tan fuera de control. Reuniendo mi magullado orgullo, le fruncí el ceño.

―Hiciste tu punto.

―Bien. ―El depredador me observó―. Se nos está acabando el tiempo. ¿Qué

dices, Ryan? ¿Escogerás a Merlín y permitirás que tus amigos mueran? ¿O me

darás lo que quiero?

Lo miré.

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En la realidad, mi cuerpo estaba en una azotea y el tsunami estaba por llegar.

Dentro de mi mente, a través del Ojo de Dragón, enfrentaba al tsunami que ya

estaba sobre mí. Vane.

Mordí mi labio, debatiendo.

Sabía que él podía arreglar esto. Pero, ¿cómo podría pagar su precio? Pagarlo

con algo que no era mío para ofrecerlo. Darle a Matt cuando no podía estar segura

de que no saldría lastimado. Tomé una lenta respiración.

―Incluso si accedo, no importaría. Vine aquí buscando a Matt y él no está.

La mirada de Vane cayó a mi amuleto. Lo observo subir y bajar contra mi

pecho

―No tengas miedo, DuLac. Puedo arreglar eso también.

Apreté los dientes. Había usado el amuleto para leer mis pensamientos de

nuevo.

Me imaginé golpeándolo en el rostro.

Sombras profundizaron las líneas inclinadas de los pómulos de Vane

mientras me miraba de nuevo con unos fríos e inexpresivos ojos. Mis entrañas se

retorcieron. La idea de que quisiera hacerle esto a Matt, su hermano, me recordó

que él no era el Vane que conocía, el que se aferraba a la vida con ambas manos.

Este Vane quería destruir la vida. Se había convertido en un monstruo, uno que yo

ayudé a crear. Tomé una profunda respiración.

―Haré lo que quieras si los salvas.

―Harás todo lo que yo quiera.

―Veamos si primero lo encuentras.

Las cejas de Vane se elevaron.

―¿Estás de acuerdo con mis términos?

―Como si tuviera otra opción.

―Esa es mi chica. Siempre deseosa de sacrificarse. ―Su acento enfatizó el

borde sarcástico de las palabras.

Me aparté y puse más distancia entre nosotros.

―En serio podría odiarte.

Vane no parpadeó.

―Hazlo. Solo te uniría más a mí.

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Apreté mis dientes más fuerte. Otra cosa que siempre me molestó sobre Vane

es que parecía que no podía ganar ni una sola discusión con él.

Vane se dirigió hacia la salida de la cafetería. Sosteniendo la puerta abierta,

dobló su dedo hacia mí ordenando.

―¿DuLac, lo harás?

Deseando tener algo para arrojar a su cabeza, me arrastré detrás de él.

Cruzamos un patio vacío hacía el más grande de los edificios rectangulares a la

vista, el edificio principal de la escuela. Parecía saber exactamente a dónde estaba

yendo. Me tomó unos minutos descubrirlo. Fuimos por un pasillo ensombrecido, a

ambos lados alineados armarios de metal y altos.

Giramos en una esquina. Vane fue directamente hacia unas puertas dobles

pesadas y de metal gris, y las estiró abriéndolas. Lo seguí y me detuve un poco

más allá del umbral. Una bocanada del olor a humedad de los libros del interior e

inmediatamente supe que Vane nos trajo al lugar correcto.

La biblioteca de la escuela abría sus puertas a una zona de vestíbulo con diez

mesas bajas. Estanterías apoyadas que rodeaban el vestíbulo central y formaban los

tres lados de un cuadrado. El cuarto lado, justo a la derecha de la entrada, era una

barra alta que cerraba el área de la caja de la bibliotecaria. Detrás del vestíbulo en

la parte de atrás de la habitación, hilera tras hilera de estanterías se dispersaban,

llenando el espacio. Las estanterías se extendían desde el suelo al techo. Ventanas

de vidrio se estiraban hasta la pared del fondo y dejaban que un poco de luz a

partir de una de las paredes diera vida a las pilas de papel polvoriento, madera, y

otros mundos secretos.

Mientras que el resto de la escuela era un grupo de edificios de tipo almacén,

la biblioteca conservaba la esencia de Boston, el lugar de origen de la revolución

americana. Historia y sangre vivían dentro de sus tomos cerrados. Su marca en

este mundo tan profundo, que escapaba de los confines de la página e impregnaba

el aire. Era la única habitación en toda la escuela en la que Matt se sentía más

seguro. Su hermano lo conocía bien.

―Sí, lo conozco bien. ―Vane me jaló más en la habitación. Me detuve en una

de las mesas bajas.

Pasamos horas aquí estudiando antes del día que cambió todo en mi vida.

Suspiré.

―No tenemos tiempo para sentimentalismos ―dijo Vane, sus ojos

deambulando por el laberinto de estanterías―. Cuanto más tiempo estemos aquí,

más se acerca el tsunami.

―No necesitas recordármelo ―dije.

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―Esto está tomando demasiado tiempo ―murmuró Vane, ignorándome.

Extendió una mano y apuntó a una de las mesas. Formando un puño, la mesa

estalló con una fuerte explosión. Estalló en millones de pedazos, enviando una

pequeña onda de choque que arrojó sus seis sillas a través de la habitación. Una

silla voló directamente hacia mí. Evité por poco ser aplastada. Al salir de su

camino en el último segundo, mi cuerpo se estrelló contra Vane.

Me atrapó. Brazos rígidos alrededor de mi cintura e impidieron que ambos

nos cayéramos. Su cálido aliento resbaló sobre mi cara.

Un fuerte gruñido llenó la habitación. Giré en los brazos de Vane para

enfrentar el centro de nuevo. De la nada, un león saltó de los estantes de la

biblioteca y cayó encima de una mesa a pocos metros delante de nosotros. En lugar

de aterrorizarnos, el delgado león lucía una melena de color castaño rojiza

desigual. Su estado desequilibrado le daba un aspecto de desesperación… y

hambriento.

Gemí.

―No de nuevo.

Antes, una vez lo vi en su forma de león, después de que Lelex, el ex rey de

Sirena, lo torturó. Tuvo que retirarse a esa forma para protegerse.

Las manos de Vane agarraron mis caderas, manteniéndome delante de él

como un escudo. Me empujó hacia adelante.

―DuLac, estás arriba.

Me quedé donde estaba. El león nos observaba con ojos cansados.

―¿Qué se supone que debo hacer? ―le susurré a Vane.

―Acércate a él. Eres la única a quién se lo permitirá. Busca algo que no

debería estar allí. Algún tipo de decoloración. Cuando Lelex se lo llevó, colocó una

enfermedad dentro de su mente que le ha estado infectado y creciendo. Como un

virus, sigue reproduciéndose y debilitándolo. No lo vi antes, hasta que rompí a

través del bloque sobre tu amuleto. Es por eso que nunca se recuperó de la dura

experiencia, a pesar de su fuerza.

Fruncí el ceño, pero mantuve mis ojos fijos en Matt.

―¿Está enfermo? ¿Quieres ayudarle?

―Quiero su poder ―dijo Vane severamente detrás de mí―. Salvándolo

conseguiré eso.

Quería mirar a Vane, pero no me atreví. Con mi corazón tintineando en mi

pecho, di un paso hacia el león hambriento.

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―¿Matt? Soy yo, Ryan.

Movía su enorme quijada y hacía un sonido bajo en su garganta. Sin

embargo, una chispa iluminó su mirada. Me miró directamente con ojos

desenfocados. Mi corazón se estrujó dentro de mi pecho y me pregunté si estaba

ciego. Di otro paso. Las orejas del león se sacudieron. Se tensó. Sospecha coloreaba

sus ojos marrones, pero se mantuvo en su lugar.

―Matt, no voy a hacerte daño. ―Con otra respiración lenta, di un último

paso hasta que me paré directamente delante de la bestia.

Por un segundo, pensé que iba a golpearme fuerte con una pata enorme y

cortarme en trizas como si no fuera más que carne fresca. Sopló su cálido aliento en

mi cara y hasta la mitad de mi cuerpo. Traté de no vomitar. Tan

sorprendentemente limpio como el león se veía ―un pequeño hecho que me dijo

que era Matt y no un verdadero león― su aliento aún apestaba. Sus dientes

sobresalían desde el pelaje amarillo y áspero a los costados de su boca. Mi brazo

izquierdo todavía punzaba ante la vista de ellos. Una vez antes, llegue a tocarlos

cuando estaba en forma de león y el resultado no había sido hermoso. Tenía

cicatrices arriba y abajo de mi brazo para probarlo.

Miré hacia abajo a lo largo del cuerpo de león de Matt. Podía ver la mayor

parte de su espalda y los costados desde donde estaba, pero no había decoloración.

―Ryan, apresúrate ―ordenó Vane.

―Vane, deja de molestar ―murmuré. No es como si él estuviera a menos de

un pelo de distancia de ser comido. Aunque esto estaba ocurriendo estrictamente

en nuestras cabezas, las cosas que tomaban lugar aquí afectarían nuestros cuerpos

en el mundo real. En otras palabras, si me matan aquí, estaría muy muerta en

realidad. El león sintió mi agitación y sus pelos se pusieron de puntas. Se puso de

pie y dejó escapar un muy grande rugido. Tropecé hacia atrás, cayendo sobre mi

trasero.

En su parte inferior, vi la decoloración. Vane estaba en lo cierto. Lelex había

infectado a Matt. Una red negra de venas era visible a lo largo del vientre del león.

―Ahí está ―dije en voz alta.

―¿Dónde? ―preguntó Vane.

―Desde‖ su‖ corazón‖hacia‖ abajo…‖―No tuve la oportunidad de decir nada

más.

Vane se movió tan rápido que apenas tuve oportunidad de parpadear antes

de que alcanzara al león. El león rugió y levantando su enorme cuello, expuso su

vientre. Con un poderoso empuje, Vane hundió una mano brillante y verde

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directamente en el pecho del león. La piel se desgarró abriéndose. La sangre salía a

borbotones. Vane rompió la barrera frágil de su caja torácica y rasgó al león

sorprendido.

Matt gritó y comenzó a agitarse.

―Zyayat ―ordeno Vane. Magia verde se desprendió de su mano hacia

Matt―. Quédate quieto o harás esto peor.

El león se congeló en su lugar.

―¡Dijiste que no lo lastimarías! ―Me levanté de un salto desde el suelo,

saliendo de mi propia parálisis aturdida. No tenía ni idea de cómo ayudar a Matt,

pero no iba a quedarme sin hacer nada. Más que nada, deseaba tener a Excalibur.

Tenía que matar al monstruo delante de mí… y no estaba hablando del león. De la

nada, la espada apareció. La hoja de plata cayó al suelo entre Vane y yo. Parpadeé.

Por supuesto, todo esto estaba en mi cabeza. Tome a Excalibur y sostuve la espada

delante de mí.

Tenía tanto poder aquí como Vane.

Vane giró sus ojos verdes y fríos hacia mí.

―No precisamente tanto poder. Zyayat ―ordenó de nuevo. Un viento

familiar zumbo contra mis oídos mientras su magia me envolvía y aseguraba en el

lugar. Traté de moverme y me encontré con que no podía. Me había congelado,

también―. Te dije que no lo iba a matar. Detén el pánico ―dijo calmadamente.

Matt rugió, pero bajo el hechizo de congelación, salió como un maullido

desesperado bajo. La mano de Vane se metió más profundo en el pecho del león. El

hedor metálico de hierro en su sangre me dio ganas de vomitar. Sin embargo, lo

único que podía hacer era observar. Desde debajo de la coronilla de la melena

áspera, la enorme cabeza del león giró lentamente hacia mí. Ojos marrón ámbar

enormes ―los ojos de Matt― fijos en mí por un momento. Estaban diciendo adiós.

Vane arrancó el corazón del león. Con un gruñido de satisfacción, dio un paso

hacia atrás y el león cayó en un pesado montón sobre el suelo. Sin otra mirada a la

bestia caída, Vane giró hacia mí. Sostuvo el músculo latiendo sobre su mano. La

sangre goteando, Vane giró el corazón de Matt sobre su mano. Miró el órgano

morir con ojos desapasionados.

Aún congelada en mi lugar, solo pude dejar escapar un grito reprimido. Cerré

mis ojos, me imaginé a mí misma no congelada. Los abrí de nuevo y traté de

moverme. Nada. Incluso en mi cabeza, no podía romper el agarre de Vane.

Vane levantó el corazón. Venas negras cruzaban la carne roja en una red

apretada, estrangulando el músculo vulnerable.

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―La infección está aquí. Nadie pensaría arrancarlo. Lelex fue inteligente.

Lelex, el rey sirena mantuvo a Matt cautivo durante quince días. Quince días,

los cuales pasaron tan lentamente como quince años. Días que nunca olvidaríamos.

―Nadie se preocuparía de que a Matt se lo arrancaran ―logré decir a pesar

del hechizo de congelación.

―Tenemos poco tiempo para preocuparnos. Le tomara veinte segundos

morir si no tiene corazón. ―Vane me miró fijamente, sus iris hielo espeluznantes.

Apretó el corazón con su palma. Fuego verde estalló en su mano y rodeó al órgano.

Vane abrió su mano. Las venas negras desaparecían del corazón ensangrentado. Se

dirigió hacia el león y se arrodilló en el suelo. Llegando profundamente en el pecho

mutilado del león, colocó el corazón en su lugar. Fuego fluía de los dedos de Vane

y reconectó órganos y tejidos como si fuera una escultura de barro rota, no sangre

y hueso. Trabajó exteriormente, y en segundos, las costillas y pecho de Matt

estaban cosidas juntas. Sin embargo, permaneció una marca del trauma. Una

cicatriz con forma de rayo serpenteaba en el pecho del león.

Mi garganta seca por el miedo, ansiaba ir hacia él. Casi me caí sobre mi rostro

cuando el hechizo destelló terminándose con un abrupto chasquido. Corrí

acercándome y me arrodillé justo encima de la cabeza reclinada del león. Pasé mis

dedos por su áspera melena enmarañada. El león todavía estaba quieto.

Demasiado todavía.

Murmuré:

―Vamos Matt.

Vane colocó una mano sobre el pecho ya cicatrizado de Matt. Me miró.

―Es tu turno.

Tragué saliva.

―¿Qué hago?

―Nada. ―Se paró y chasqueó sus dedos. El tridente del rey Pescador

apareció en su mano―. No hagas nada. No lucharás de vuelta.

Mis dedos se cerraron en la espesa melena de Matt. Los extremos se clavaban

en mi palma. La duda llenándome de nuevo.

―¿De acuerdo, campeona? ―se burló Vane.

Mi palma picaba por conectar con su rostro. Tomé un aliento fortalecedor, y

dije:

―No haré nada. No voy a pelear.

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Los hostiles ojos verdes de Vane brillaron satisfechos. No era suficiente que se

saliera con la suya. Quería desalentarme al mismo tiempo. Apuntó el tridente hacia

Matt.

―Adhikaram karoti.

Salté un poco cuando una corriente de fuego verde explotó, golpeando a Matt

directamente en el pecho. El cuerpo del león se estremeció bajo el ataque. Se formó

una capa de color azul alrededor de Matt. El azul era el color de la magia de Matt.

Mi mano en la melena de Matt ardía con el calor intenso que tuve que dar un tirón

de golpe alejándola. El fuego que salía del tridente se intensificó. También lo hizo

el azul. La sala vibraba mientras los dos hechiceros luchaban, uno consciente y el

otro inconsciente. Matt todavía tenía suficiente magia en él para luchar contra

Vane, aunque debilitado, me llenó de esperanza. Entonces, Vane giró el tridente

hacia mí.

Grité:

―¿Qué estás haciendo?

―Es hora ―gritó una vez más―: Adhikaram karoti

Fuego verde me atacó. Un escudo azul destelló a mi alrededor antes de que

pudiera hacer contacto. Aun así, sentí el ataque como un golpe en el estómago.

Miré al león. Sus ojos estaban abiertos. ¡Los ojos de Matt estaban abiertos!

Con esfuerzo, el león caído gastó la poca fuerza que tenía para darse la vuelta, así

yacía sobre su vientre. Su enorme cabeza se levantó del suelo. La magia azul fluía

de él a mí. Matt estaba tratando de protegerme. Todo lo que tenía que hacer era

aferrarme a la magia de Matt.

Vane dijo:

―Ryan, la vida de todo el mundo, el destino de todo este territorio, descansa

en tus manos.

Mi cuerpo temblaba bajo el ataque del tridente. Mis ojos se clavaron en los de

Matt, y sabía lo que Vane quería de mí. Mi corazón adolorido con la decisión.

Lo siento, pensé hacia Matt, y en lugar de sostenerlo, lo dejé ir. Tan pronto

como lo hice, el león dejó escapar un rugido. Magia verde codiciosamente tragó la

azul. Se desprendió de mí y se reabsorbió de vuelta en sí misma… de vuelta a su

dueño mientras Vane despojaba a Matt de su magia. Matt soltó otro rugido dolido,

pero Vane no se detuvo.

Segundos estirados en largos momentos de tiempo infinito. Cuando Vane

terminó, mi cuerpo se estremeció. Mis palmas y rodillas se clavaron en las fibras

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ásperas de la alfombra. Incluso así, me esforcé por no colapsar completamente.

Matt dejó escapar un gemido. Bajó su cabeza hasta el suelo. Me arrastré hacia él.

Con un esfuerzo extremo, me empujé en una posición sentada y acuné la

cabeza del león en mi regazo. Sus ojos estaban cerrados de nuevo. Se quedó

inmóvil. Coloqué una mano temblorosa sobre sus mejillas amarillas y rugosas y

para mi alivio, sentí una respiración caliente y constante. Seguía viviendo.

―Te dije que viviría ―dijo Vane, leyendo mi mente.

Parpadeé alejando la capa de lágrimas que oscurecía mi vista. Levanté mi

mirada hacia él. El rey Pescador se mantuvo de pie. El tridente, el cual sostenía

como un báculo, descansaba confiadamente en su mano.

―¿Conseguiste finalmente lo que querías? ―escupí hacia él.

Vane cruzó hacia mí. Por primera vez, el hielo en sus ojos se redujo.

Alrededor de mi cuello, el Ojo de Dragón ardía. Ignorando la cabeza de Matt en mi

regazo, Vane se arrodilló sobre una rodilla. Agarró mi nuca con una mano, sus

dedos se enredaron en los mechones rubio oscuro, estirando y tensando los

folículos de mi cuero cabelludo.

Sus labios se retorcieron en una pequeña sonrisa.

―No lo he conseguido todo. Estoy trabajando en esa parte.

Estiró mi cabeza de manera que mi cara se inclinaba hacia él. Me dio un

fuerte beso, uno que no prometía placer, solo posesión. Uno mezclado con helado

control, excepto que provocó calor ahí donde me tocaba. Mi cuerpo anhelaba que

se presionase más cerca. No importaba que no hubiera respeto en el acto. No

importaba que me hubiera hecho traicionar a alguien que debería haber protegido.

Solo ansiaba su toque. El conocimiento me sorprendió, me avergonzó, y

rápidamente se convirtió en ira.

Mordí su labio. Vane se apartó. Sangre fresca goteaba de su labio inferior.

Tuve que detenerme de colocar una mano sobre el corte.

―No eres mi dueño.

Sus ojos brillaron. Limpió la sangre con un pulgar. Agachándose, agarró la

piedra preciosa del Ojo de Dragón y froto la sangre a través de la gema. Luego, con

su arrogancia casual, dijo:

―Es solo cuestión de tiempo.

Lo miré fijamente.

―Tenemos un acuerdo. Ahora es tu turno. Sálvalos.

Sonrió.

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―Como desees.

Con esas palabras, Vane desapareció. Me senté en la biblioteca sola con Matt.

Cerré mis ojos. Alrededor de mi cuello, la gema de rubíes del Ojo de Dragón

brillaba con la magia verde. Me di cuenta con una sensación de mi corazón

encogiéndose que el amuleto aún estaba vinculado a la magia de Matt, y ahora que

Vane poseía la magia de Matt, me vinculaba a él sin ningún tipo de barrera. Desde

algún lugar en la distancia, oí la risa oscura de Vane.

Dorothy, preocúpate más tarde, dijo. Ahora mismo, necesitas despertar.

Abriendo los ojos, me encontré de nuevo en la azotea. Estaba justo en el

medio del campo de batalla con una repentina sacudida palpitante.

―Portadora de la espada ―me grito Hari―. ¡Ya viene!

Hari, Gia, Blake, Grey y los aproximadamente cincuenta hechiceros restantes

corrieron hacia la cornisa de los tejados. El aire cambió una vez más. Otro manto

fantasmal cayó sobre la playa. El agua se retiró rápidamente anticipándose a la

colosal ola. La mano de un poder superior recogió el agua y se volvió sereno una

vez más para enseñarnos una lección de humildad. Salté del catre.

―Ryan ―dijo Matt débilmente detrás de mí.

Me volví hacia él.

―¿Estás bien?

Él lucho por levantarse. Me moví para ayudarlo. Toque sus hombros. Se

encogió de dolor. Luego, con un movimiento de su cabeza, se arrastró hacia arriba.

Pregunto:

―¿Qué está sucediendo?

―Otro tsunami ―dije.

Él miro hacia el océano. Su cuerpo se movió lentamente, como alguien que

acaba de despertar de un largo sueño o de un coma. Las líneas en su rostro se

habían profundizado, haciéndolo parecer más viejo de lo que era. Sus hombros

cayeron solo un poco por el peso del mundo que todavía parecía descansar sobre

ellos.

―¡Merlín! ―exclamó Blake. Él, Gia, y Grey se volvieron hacia nosotros. Gia

dio un grito feliz ante la vista de Matt en pie. Blake corrió hacia nosotros. Me sentí

un poco desanimada cuando Matt se movió rápidamente para inclinarse en Blake

en busca de apoyo.

Hari le sonrió a Matt.

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―Nuestras plegarias son contestadas. Maestro Merlín, ¿qué deberíamos

hacer?

―Aguantar ―respondí―. Aguantaremos durante tanto tiempo como

podamos. Es lo único que podemos hacer. Aguantamos y esperamos por un

milagro.

Hari miró a Matt para su confirmación. Matt asintió. Hari saltó y grito a los

tejados colindantes a los demás hechiceros

―El maestro Merlín dice que aguantemos.

Ellos lo comunicaron, y el delgado arcoíris de camisetas de algodón brillantes

y rostros bronceados se volvieron con resolución hacia la condenación inminente

del océano. Comenzaron a alinearse nuevamente a lo largo de las cornisas de cada

azotea.

Matt le dijo a Blake:

―Llévame a la cornisa. Nos alinearemos otra vez para realizar el escudo.

Tenemos que esperar que Vane trabaje rápido.

Estaba enfadado. Tomé una bocanada de aire.

―Recuerdas.

Los labios de Matt se apretaron en una expresión infeliz. No miró hacia mí.

―Recuerdo todo. Hablaremos de ello más tarde.

Instó a Blake a llevarlo adelante.

Observe a Matt cojear junto al lado de su fiel compañero. Algo que ya no me

podía llamar a mí misma. Cerré los ojos. Mi mano se apretó en torno a Excalibur.

Por primera vez desde perder a Vane, estaba completamente sola. Pero no había

tiempo de afligirse por el sentimiento. Si Vane no lo conseguía, dudaba que

siquiera sobreviviera el tiempo suficiente para sentirme culpable por el duro golpe

que le había dado a Matt.

Tomó otro minuto antes de que estuviéramos todos en la misma posición a lo

largo de la azotea que habíamos estado antes de la última ola devastadora. Sostuve

a Excalibur en frente de mí y esperé.

No tuve que esperar mucho tiempo. En un instante, el aire se volvió siniestro;

el gris en el cielo se oscureció y se volvió de color negro. El fuerte olor de las algas

combinado con los gritos silenciosos de las criaturas submarinas que no pudieron

escapar. La ola se precipito hacia nosotros con ferocidad. Unánimemente, todos

dimos un paso atrás. No pudimos evitarlo.

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Esta ola se veía dos veces mayor que la anterior. Mientras la última tocaba el

cielo, esta lo penetraba. Raspaba la parte inferior de las nubes como si se lanzará en

contra de nosotros.

―Sphara ―gritaron los hechiceros. Con las manos unidas, el látigo mágico

arremetió a través de mí y hacia Excalibur. Un escudo de magia verde se elevó

para bloquear la enorme ola que se aproximaba.

Mis ojos se ampliaron ante el color. Le eché un vistazo a Matt. Él tenía los

ojos cerrados, y el sudor le perlaba la frente. Entonces, no tuve más tiempo para

pensar. La magia se intensifico y tuve que aferrarme a Excalibur de nuevo con

todas mis fuerzas. Mis dientes se sentían como si fueran a ser molidos hasta el

polvo bajo la presión. Un ariete gigante de agua golpeó el escudo. Sentí a Excalibur

tambalearse.

Espera, sonaba la débil voz de Matt en mi cabeza. Solo…

¡Suficiente!, la voz de Vane excluyo la de Matt. ¿Eres una campeona o no,

DuLac? Esto no es difícil.

Intensifique mi agarre en Excalibur, gastando cada fibra de mi ser en

mantener la pesada hoja en posición vertical, a sabiendas de que cualquier desliz

era igual al sufrimiento de un millón de almas. Era la única forma de brindar

protección a toda la ciudad y luché para equilibrarla.

Date prisa, le dije.

Estoy bajo al agua ahora, DuLac, contestó Vane. ¿Necesito recordarte que tú fuiste

quien insistió en que me moviera por todo este miserable océano? Estoy trabajando tan

rápido como puedo.

Demasiado para ser el rey de los Peces, dije malhumorada. ¿Qué… estas moviendo

piedra por piedra?

Excalibur se tambaleó en mi mano una vez más. Mi agarre se aflojó. El escudo

se bamboleó y la tenaz agua nos daba alcance hasta que la pared de agua estaba

rozando nuestras narices.

DuLac, ponte en forma, volvió a gritar Vane. Si tengo que ir a rescatarte, nuestro

trato se acaba y el resto de estas infelices almas se ahogará. Mantén la línea.

Tomando una respiración inestable, me puse más erguida. El escudo se

reforzó y empujó hacia atrás el agua solo una fracción. Le rogué a Vane:

De prisa.

Cerré mis ojos. Una imagen de él relampagueó en mi mente. Estaba nadando

bajo el agua, con el tridente en la mano. Me sentí ir bajo el agua, casi como si

estuviera a su lado, a pesar de que sabía que no lo estaba. Dos lados del fondo del

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mar, las líneas de las fallas de dos placas, se juntaban poco a poco y se deslizaban

una sobre otra. Para aliviar la tensión, la tierra retumbó. Vane utilizó el tridente y

magia para suprimir el estruendo. Apunto el tridente hacia dos partes del fondo

del océano que se movieron para rozarse entre sí. Luego, emitiendo una especie de

canción gorgojeante, extendió su mano y desencadeno una corriente de magia

verde, la que se las arregló para mover la roca, apilándola en alto. La nueva

formación rocosa era el principio de una nueva cadena de montañas.

Estoy dirigiéndolo hacia el sur, me dijo. Fuera hacia el océano Indico, en lugar de en

las costas.

Lo observe dinamitar con el tridente conmocionada.

Es como si de verdad fueras Poseidón. El pensamiento se filtró antes de que

pudiera detenerlo.

Vane se rió.

¿Cómo crees que vamos a sobrevivir a lo que se aproxima si no es con el poder de un

Dios? Ahora, vete, DuLac. Me estás distrayendo.

Explotó otra extensión de roca con el tridente y al mismo tiempo me apartó.

Abrí los ojos y me encontré de vuelta en el tejado, con Excalibur tambaleante en mi

mano. La ola gigante presionó sobre nosotros. Por un momento, el agua se

presionó tan cerca que, un simple soplo de viento habría traído a la violenta fuerza

a derrumbarse sobre nosotros. Luego, tan repentinamente como llego, la ola

gigante se echó hacia atrás. Todos dimos un traspié hacia adelante con alivio

cuando el peso disminuyó contra el escudo. El escudo se apagó con un parpadeo.

Me puse de pie, jadeando, con mis brazos cargados con el peso de Excalibur.

La bajé lentamente. Mi cuerpo habría dejado caer fácilmente la carga, pero después

de toda la energía mental que invertí para mantenerla en posición vertical, le tomó

un tiempo a mi mente dejarla ir.

Cuando los primeros y audaces rayos de sol se asomaron entre las nubes,

eché un vistazo hacia mi izquierda a través de la línea de tejados. Para mi alivio, la

mayoría de los hechiceros que quedaban estaban, ya sea de rodillas o de pie. Miré

hacia mi derecha. Le dije a Matt:

―Vane lo hizo. Lo detuvo.

Su expresión era inescrutable mientras se levantaba.

―Hari. Llama. Vamos a ver si los tsunamis se han disipado efectivamente.

Hari se sentaba en el otro extremo de la azotea, sosteniendo a una aturdida

Sangeetha en sus brazos. Al otro lado de Hari, Raj sacaba su teléfono del bolsillo y

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se lo pasaba a su hermano. La expresión exhausta de Hari se aclaró. Pasó un dedo

por la pantalla táctil.

―Kolkotta informa que el tsunami ha amainado. Revisaré el resto de los

centros de desastres.

El viento revoloteaba y agitaba las puntas onduladas de su muy largo cabello.

Se quedó mirando a los tejados ante el largo arcoíris de difuminadas y coloridas

sábanas que todavía cubrían a los hechiceros que se sacrificaron en la defensa de su

ciudad.

Hari tecleaba rápidamente en el teléfono.

―Los demás centros están informando lo mismo. La alerta de tsunami se

mantendrá, pero no hay alertas activas. Están viendo solo pequeños temblores, no

terremotos peores a los 3.0.

―Vane mantuvo su palabra ―murmuré.

―¿A qué costo? ―dijo Matt.

Di un paso hacia él.

―Matt…

Él no me miró. Sus ojos fijos en los hechiceros que perdieron sus vidas para

salvar la ciudad.

―Hari, tendremos que dejarlos.

Hari asintió.

―Informaré a sus familias. Estoy seguro que querrán reclamarlos. Los

medios de comunicación no dudaran en especular que fue algún tipo de pacto

suicida.

A mi lado, Gia se levantó.

―Eso no me parece bien.

―Estoy de acuerdo. ―Blake se puso de pie y la acercó―. No podemos dejar

que sus familias piensen eso de ellos. Dieron sus vidas por nosotros. ―Ojos feroces

se asomaron por encima de marcos de color negro con‖estilo―.‖La gente debería

saber la verdad. Deberían saber quién murió protegiéndolos.

Matt sacudió la cabeza.

―Ahora no es el momento. No tenemos los recursos para manejar tal tarea y

no podemos involucrarnos en el espectáculo. Tenemos cosas más importantes que

hacer.

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―El maestro Merlín tiene razón. ―Hari se alzó―. El final se aproxima.

Debemos pedirles que se concentren en eso, o nada de esto importará de todos

modos. Debemos prepararnos.

Grey resopló.

―¿Prepararse para qué? ¿Creen que si algo como esto se aproximara,

podríamos hacer algo al respecto?

Miré hacia el océano. Sus olas eran tenues y tranquilas nuevamente,

disfrazando el peligro que yacía bajo ellas, fuera de la vista y de la mente. Mi mano

se tensó sobre Excalibur.

―Podemos hacer algo al respecto, Grey. Es por eso que nos dieron la espada.

Es por‖eso‖que‖Vane‖hizo‖lo‖que‖hizo…

―Estás siendo ciega, Ryan ―espetó Gia mientras se levantaba―. Vane quería

poder. Ahora lo tiene. Si de verdad quisiera ayudar, debería haber permitido que

Merlín lo tomara en su lugar.

―Lo que está hecho, está hecho ―suspiró Matt, frotándose la frente. Se

volvió hacia la puerta de acceso de la azotea, una escalera de hormigón que

ocupaba el medio de la azotea―. Ha sido un largo día. Ahora mismo, tenemos que

llegar a un lugar seguro. Luego, podemos averiguar qué hacer a continuación.

Vane está demasiado cerca de aquí…‖

―¿Qué quieres decir con cerca? ―preguntó Grey.

―Él hizo retroceder el tsunami ―le dije―. Estaba en el medio del océano.

―Sí, pero él comenzó aquí en Chennai, apostaría ―dijo Matt―. No habría

sido capaz de hablar contigo de otra manera.

Grey frunció el ceño.

―¿Hablar con ella? ¿Cómo?

El amuleto del Ojo de Dragón se sentía pesado alrededor de mi cuello. Nadie

además de Vane y Matt sabían que el pequeño encanto vinculaba nuestras mentes.

Vane y Matt querían mantenerlo en secreto, considerándolo demasiado peligroso

para que alguien más supiera que estábamos conectados de este modo. Aunque,

ahora que Vane se había convertido… también se estaba convirtiendo rápidamente

en nuestra mayor debilidad. Aun así, el tiempo de los secretos había pasado. Abrí

la boca para decírselo a Grey, pero nunca tuve la oportunidad.

―Mi novia y yo tenemos una conexión especial ―dijo una voz arrastrando

las palabras desde la dirección general del océano detrás de nosotros. Mi cabeza

dio la vuelta rápidamente.

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―Dudo que puedas llamarme así ya ―dije.

―Puedo simplemente llamarte mía ―desafió Vane.

A mi lado, Matt rechinó los dientes.

Vane sonrió. Estaba de pie perfectamente balanceado en la cornisa de la

azotea. La camiseta roja que lo había visto usar antes, dentro de mi mente,

moldeaba los duros músculos de su pecho. Era un exterior elegante que escondía el

animal debajo. En la vida real, la vista de él se sentía más eléctrica y mi cuerpo

reaccionó con la misma rapidez. Todos los nervios se me erizaron. No

necesariamente de un buen modo. Por primera vez desde que nos habíamos

conocido, una astilla de verdadero miedo se deslizo por mis venas. Miedo por mí

y por todo el mundo a mi alrededor.

El verde ardía en sus ojos. Palabras sonaron en mi cabeza.

No tendrías que estar asustada, amor, si solo me hubieras escuchado. Solamente estoy

haciendo lo que es mejor para todos nosotros.

Una imagen de él arrancando el corazón de Matt se deslizo en mi mente.

Contesté: No va a pasar.

En las profundidades de sus iris de hielo, el minotauro se agitó. Vane sonrió.

Más bien esperaba que dijeras eso. Lo tomo como un desafío.

Flotó fuera de la cornisa y aterrizó a unos pasos en frente de nosotros.

―¿Perdiste tu capa de superhéroe Vane? ―dijo Gray con una pequeña y

cínica carcajada.

La mano de Vane salió disparada. Un destello de magia verde voló hacia

Grey. Con sonido ahogado, Grey cayó de rodillas. Cuatro gárgolas se apresuraron

a ponerse delante de él. Vane les arqueó una ceja divertido antes de mover

rápidamente la mano. Las gárgolas volaron por el techo, golpeando sus cabezas

fuertemente contra la cornisa. Pude oír sus cráneos crujir.

Grey se levantó con una expresión furiosa. Matt le advirtió:

―No. Las gárgolas sanarán.

Gia se apartó del lado de Blake con un rugido furioso.

―¿Por qué no te metes de nuevo bajo la roca de la cual saliste?

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Matt dio un paso adelante, y Blake, siempre fiel a Merlín, corrió a su lado.

Hari y los hechiceros en las otras azoteas comenzaron a reunirse. Los más alejados

empezaron a saltar por la parte superior de los edificios y se acercaban a nosotros.

Matt sonrió.

―Eres superado en número, Vane.

―¿Lo estoy? ―dijo Vane.

Vane alzó la mano. Una burbuja verde se formó en torno a nuestra azotea.

Un hechicero, saltando de un tejado adyacente al nuestro, golpeó la burbuja y fue

repelido hacia atrás. Hice una mueca cuando cayó sobre el concreto con un duro

ruido sordo.

La puerta de acceso se abrió de golpe. Giré la cabeza para ver una línea de

hombres armados saliendo a través de la madera astillada. Reconocí de forma

inmediata a su líder. Leónidas. Mi mano se tensó en un agarre de muerte en

Excalibur. Ignoré las ganas de lanzar la espada hacia él. Ya habíamos pasado la

mayor parte de un mes despedazándonos mutuamente. Se aseguró brutalmente de

que sufriera durante ese tiempo. Ahora no podía mirarlo sin querer hacerlo

pedazos.

Las sirenas nos rodearon rápidamente. En la isla de Aegae, usaban uniformes

que solo había visto en imágenes de los antiguos espartanos, petos metálicos,

faldas de piel rojas, y cascos con plumas rojas. Ahora vestían pantalones cargo de

color negro estilo militar y camisetas negras. Pero no podían esconder su piel

teñida de verde. En la leve luz, adquiría una palidez misteriosa y fantasmal.

Branquias de color verde oscuro recortaban sus gargantas. La garganta de Vane

también tenía branquias, estableciéndolo firmemente como uno de ellos.

Levanté a Excalibur y la sostuve en frente de mí. A mi lado, las gárgolas

cambiaron para mostrar sus bestias, sus frentes se extendieron y los colmillos

sobresalían por los lados de sus bocas. Todos compartíamos el mismo sentimiento.

Con las implacables miradas de las sirenas salvajes encarcelándonos, sabíamos que

estábamos claramente atrapados.

Me di vuelta para hacer frente a su rey.

―¿Qué quieres, Vane?

―Lo que siempre quiero…‖más. ―Miró a Matt―. Dame la serpiente, Merlín.

La serpiente de Medusa. La serpiente metálica contenía la sangre derramada

por Medusa en su muerte, sangre de quinientos años de antigüedad. Matt le

dirigió una larga mirada.

―Está atada al pasado. No te mostrará el futuro.

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―Perdóname si no creo lo que dices. Una vez más, te has perdido lo obvio, la

Dama te guío hacia ello. Funcionó antes, ahora que tengo tu poder, esto funcionará

para mí también ―dijo Vane―. ¿Dónde está, Merlín? ¿O tengo que destruir todo a

mi paso para conseguirla?

―Has hecho bastante de ello hoy, ¿verdad, hermano? ―dijo Matt con una

voz mezclada con amargura.

Vane me miró con una sonrisa. Resistí la urgencia de estremecerme.

―Sí, pero hay poco tiempo para que te revuelques. Aceptaras lo que ha

sucedido con el tiempo. No hay otra opción. ―Levantó el tridente―. Dame la

serpiente, Merlín. No preguntaré de nuevo.

Matt cruzo los brazos sobre su pecho.

―No. La. Tengo.

―Es una pena. ―Un escudo de hielo cubrió los ojos de Vane. Tuve un

momento de hondo presentimiento antes de que Vane abriera fuego contra Matt.

―¡Vane! ―Me moví para bloquear la explosión.

Matt, de forma instintiva, levantó una mano para protegerse, pero la magia

no salió. Blake llegó a Matt primero. Levantó un débil escudo. Debido a la cantidad

de energía que los hechiceros ya habían utilizado para proteger la ciudad del

tsunami, sabía que no podría sostenerse contra el poder de Vane. Salté y tomé la

explosión con el filo de la hoja de Excalibur justo antes de que golpeara el escudo.

La explosión golpeó contra el inusual metal de Excalibur. Me arrojó hacia atrás al

suelo y rebotó hacia Vane. Vane extendió la mano y capturó el flujo de pura

energía en su mano. De alguna forma, la comprimió de manera que formó un bola

apretada de color verde y la hizo rebotar ociosamente es su mano.

Con mis huesos sacudidos por el duro concreto, me obligué a ponerme de pie

nuevamente y grité:

―¿Qué estás haciendo, Vane?

Ojos pensativos se volvieron hacia mí.

―Pareciera como si de verdad hubiera despojado de su magia a Merlín.

―¡Sabías eso! ―dije, en plena ebullición―. Prometiste no hacerle daño.

―Lo prometí antes. Esto es más tarde. ―Con el hielo oscureciendo

firmemente cualquier emoción en sus ojos, Vane alzó el tridente otra vez hacia

Matt―. Necesito esa serpiente, Merlín. Nuestros destinos dependen de ella.

Caminé largos pasos hacia adelante, colocándome entre Matt y él,

mofándome.

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―Tienes que pasar a través de mí y sé que no lo harás. Todavía necesitas a

Excalibur.

―¿Estás tan segura?

Lo dijo tan tranquilamente que sentí un hilillo de inquietud bajar por mi

espina. Levanté mi barbilla. No había cedido ante él cuando estaba siendo un

idiota antes y no estaba‖a‖punto‖de‖hacerlo‖ahora… incluso si este era un modo de

idiota más aterrador.

Otra figura apareció en la puerta. Ésta me hizo un nudo en el estómago. Él

también sostenía un espada. Era el hijo traidor del rey gárgola, Oliver, quien una

vez había sido mi amigo. Había esperado nunca volverlo a ver otra vez. No tenía

tanta suerte.

Oliver se burló.

―¿Llego tarde?

Se alineó con Leónidas y las sirenas. La incredulidad me llenó. Había perdido

la cuenta de cuántas veces la gárgola había intentado matarme. Me volví hacia

Vane.

―¿Estás trabajando con él?

Vane dijo con firmeza:

―Necesitaba un respaldo.

Me enfermas, pensé hacia él.

El Minotauro en su interior se agitó y despertó. Los ojos verdes se

intensificaron. Oliver me sonrió.

―Tomaré encantado la espada.

Escupí:

―Inténtalo.

Oliver dio un paso adelante. Una barrera de magia bloqueó su camino. Vane

dijo:

―No estamos aquí para eso hoy. Vamos a darte una elección, amor. Merlín o

tu amigo. ¿A cuál vas a defender? ―dijo la voz de Vane, salvo que sonaba

extrañamente hueca.

Una corriente de magia envió a Gia volando hacia atrás a través del techo.

Aterrizó en una cornisa. Su cabeza y espalda colisionaron con la pared con un

fuerte “¡crack!”. Su cabeza cayó hacia atrás cuando se desmayó en una posición

sentada. Instintivamente, di un paso hacia ella.

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Vane arqueó una ceja.

―¿Cuál vas a elegir?

Vacilé.

Vane ladró.

―Leónidas, toma a la bruja pelirroja.

Con la espada en mano, Leónidas salto hacia Gia con un ruido salvaje. Grey

corrió hacia Gia para interceptarlo. Todo paso rápidamente después de eso.

Demasiado rápido.

―¡No! ―gritó Blake―. ¡Aayat!

Un cuchillo se extendió en una espada en las manos de Grey. Blake logró

conjurar una débil bola de fuego, la que lanzó hacia Leónidas. Él y Grey cargaron

hacia el príncipe sirena con una espada. Oliver entró en su contra. Cerca de la

cornisa de la azotea, los dos colisionaron. Conocía a Leónidas demasiado bien.

Blake y Grey no tenían ninguna posibilidad.

Corrí por el techo para ayudarlos. Matt corrió a mi lado.

Por el rabillo de mi ojo, por la larga longitud de la azotea, vi a Hari, Raj, y

aproximadamente otros diez hechiceros rodear a Vane y las sirenas restantes.

Sostenían espadas y bolas de fuego en sus manos, con las que bombardearon a

Vane. Las pequeñas y explosivas bolas, aunque mágicas, carecían de fuerza. Vane

desvió las bolas fácilmente, luego las impregnaba con más fuerza mientras las

enviaba rebotando de regreso. Una rápida bola de fuego ardiente voló

directamente hacia Hari, golpeándolo de lleno en el pecho. Con apenas un grito, el

joven hechicero voló hacia atrás. Su cuerpo colapso en la azotea. La espada, ahora

inservible en su mano, cayó al suelo a su lado.

―¡No! ―Sangeetha, con sus trenzas negras volando tras ella, corrió hacia su

marido.

Matt se detuvo a mitad de camino hacia Grey. Hari, el joven hechicero, quien

estaba tan lleno de vida hace tan solo unos minutos, ahora yacía tan inmóvil como

una estatua de mármol. Sangeetha cayó de rodillas, dejando salir fuertes y

estridentes sollozos. Raj fue hacia ella y puso un brazo alrededor de los

temblorosos hombros de la chica.

―Retírense ―gritó Raj.

Los otros hechiceros se alejaron de Vane. Él los dejó ir. Leónidas tomó a

Grey. Golpeó su cabeza contra la cornisa. Me volví para ir hacia él.

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A unos pocos metros de distancia, Blake, con salvaje cabello negro y tieso al

soplo del viento, se abalanzó contra Oliver. Oliver atacó de vuelta.

―¡Blake! ―grité.

La gruesa hoja conectó con el cuello de Blake con una fuerza mortal. Blake

nunca tuvo la oportunidad de hacer otro sonido. Su cabeza cayó al suelo.

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Traducido por Apolineah17, Fanny, flochi

Corregido por Nanis

o!‖―el grito de Matt sonó con aflicción.

Me detuve a medio paso, con la zancada

detenida y me congelé en el lugar. El resto del mundo

zumbaba alrededor de mí, aun así era un sonido indescifrable. Todo lo que podía

oír era el detenimiento y arranque de mi corazón latiendo contra mis tímpanos.

Oliver no se detuvo. Con la facilidad de un candidato entrenado, se dio la

vuelta y corrió hacia mí. Levanté a Excalibur a cambio.

―Basta ―rugió Vane.

En un destello de luz verde (la magia de Vane), Oliver salió volando hacia

atrás. Pero Vane no nos miró. Su mirada permaneció fija en la grave figura de

Blake. Hubo un revuelo de emoción verdadera. Por primera vez desde que lo había

visto asumir el manto del monstruo, retrocedió. El verde se agrietó y un destello de

los iris color avellana de Vane miraron a través de él. Entonces, Leonidas se acercó

a su lado. Los escudos cayeron sobre la expresión de Vane y toda emoción fue

sepultada. La máscara de indiferencia se deslizó firmemente en su lugar.

Oliver se levantó rápidamente.

―No puedo hacerla caer.

―No ―ordenó Vane.

Oliver se lanzó hacia mí.

Vane lo golpeó a unos pocos metros de distancia.

―¡N

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―No toleraré la desobediencia. ―Se paró al otro lado del techo―. Me temo

que esta asociación no va a funcionar después de todo. Leonidas, toma al traidor

gárgola prisionero.

La cabeza de Blake me miró desde el suelo.

Mis dedos se cerraron sobre Excalibur.

―No, él no se va a librar tan fácilmente.

Leonidas me bloqueó el camino. El príncipe sirena me miró sin levantar su

espada. Me moví para atacarlo. Más magia verde voló hacia mí, tirándome hacia

atrás. Concreto duro chocó con mi coxis. Vane también atacó a Oliver. Él se

desplomó sobre el suelo, derribado por un hechizo de sueño. Leonidas agarró a

Oliver y lo arrojó hacia las otras sirenas.

Me levanté de un saltó y le grité a Vane:

―¿Alguna vez te preocupaste por alguien? ¿Cómo puedes protegerlo?

―Podría necesitarlo ―respondió.

Mientras su expresión no era pesarosa, el mero hecho de que se molestara en

explicar me sorprendió. Lo miré a través de la bruma de lágrimas. No me moví.

Matt se arrodilló junto a Blake. Levantó la cabeza de Blake y la puso contra su

cuerpo. Dos jóvenes hechiceros dejaron el lado de Sangeetha y Raj y corrieron

hacia nosotros. En un resplandor de color amarillo, los jóvenes hechiceros sellaron

la cabeza de Blake de nuevo a su cuerpo y cerraron los ojos ciegos y sin vida. Ellos

hicieron una reverencia con sus cabezas.

Los hechiceros en los otros tejados se reunieron a las afueras de la burbuja

verde que nos mantenía cautivos. Sus ojos fijos en el cuerpo de su líder caído,

observaban, pero no podían hacer nada para ayudar. Ignorando el dolor en mis

músculos agotados, tropecé sobre Grey. Un corte sangraba en la línea del cabello

en la frente de Grey y puse mis dedos en su cuello. Su pulso era fuerte.

―Él va a estar bien ―dijo Vane―. Su sangre de gárgola lo curará.

Lo ignoré. Limpiando mi cara húmeda, revisé después a Gia. Ella estaba

tendida al otro lado de Grey. Ante mi insistencia se sentó lentamente. Me vio y

frunció el ceño. Por mi cara, ella sabía que algo andaba mal. Miró por encima de mí

y vio a Blake. Mientras la compresión la golpeaba, sentí su ferocidad estallar de

nuevo. Gia hizo un sonido chillón de horror que atravesó el aire. Ruidosos sollozos

sacudían su cuerpo. Traté de abrazarla, pero me apartó y se arrastró hacia Blake.

Levantó su débil mano y comenzó a llorar.

Mis entrañas se retorcieron ante el sonido de su dolor. Hizo eco en el mío.

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Matt se levantó y caminó hacia mí. Dijo con dureza:

―Esto no debería haber pasado.

Extendí la mano hacia él, necesitando su toque, pero la dejé caer a mitad del

camino cuando esos ojos color ámbar-marrón se quedaron fijos en los míos. Algo

profundo parpadeó en esas profundidades. Algo duro.

Vane se apoyó en el tridente y observó la escena desde una distancia segura.

Leonidas estaba parado a su derecha. A una señal de Vane, su rey, las demás

sirenas se movieron de manera protectora, rodeándolo. Grey se removió y se sentó.

Las gárgolas se trasladaron para unirse a su lado. Más allá de la burbuja, los

hechiceros sobre los otros tejados también se reunieron. Todos los ojos estaban fijos

en los cuerpos de sus hermanos caídos, pero no había nada que pudieran hacer

para ayudar.

Vane jugaba con su tridente.

―Dime, Merlín, ¿a cuántos más estás dispuesto a sacrificar hoy antes de

darme lo que quiero?

―Nadie más va a morir hoy, Vane. ―Matt se puso de pie. Para mi sorpresa,

tomó a Excalibur de mi mano. Levantando el cuchillo con una lanza hacia Vane,

gritó―: ¡Zikara!

―¡Zikara! ―gritaron‖los otros hechiceros en nuestro tejado al unísono.

Excalibur voló recta y precisa a través de la azotea.

―¡Zikara! ―Los hechiceros en los otros tejados hicieron eco. Uno por uno, el

grito se extendió como una ola.

Golpeó a Vane justo por encima de su corazón. Con un grito, se deslizó hacia

atrás mientras la cuchilla se empalaba en su hombro.

En un arcoíris de magia multicolor, una niebla, propagándose rápidamente

desde el océano detrás de nosotros, atacó la burbuja de Vane. Con Vane ahora en el

suelo, la burbuja se disipó sin mucha resistencia. La neblina rociada se solidificó en

niebla mientras se apoderaba de la azotea. Apenas podía ver el cielo o el océano

delante de mí. Bajo su grueso manto, Vane yacía inmóvil en el suelo.

―¡Vane! ―dijo Leonidas. Se arrodilló al lado de Vane justo antes de que la

niebla oscureciera mi vista.

No pude evitarlo. Di un paso hacia él. Matt me agarró del brazo y me detuvo.

―Tenemos que irnos ―dijo Matt en mi oído.

―No. ―Negué con la cabeza―. Vane. Excalibur.

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―No quiero dejar Excalibur con él, tampoco, pero no tenemos otra opción.

Excalibur no lo inmovilizara por mucho tiempo. Él es demasiado poderoso. Fue

sorprendido esta vez, pero no podemos ganar contra él en este momento. Si no nos

vamos, no conseguiremos salir en absoluto.

―Él tiene razón, Ryan. Tenemos que irnos mientras podamos. ―Grey

apareció a la vista a través de la gruesa capa de niebla. Sostenía a Blake. Gia lo

seguía detrás. La mano de él se extendió para emitir una pequeña burbuja de luz

amarilla. Ésta apartó la niebla unos pocos metros de nosotros. Dos hechiceros

cargaban el cuerpo de Hari. Miré de nuevo hacia la nada gris que se había

apoderado de la azotea. Era una muy mala idea dejar Excalibur con Vane.

Una inquietante aria a capela llenó la azotea mientras la niebla comenzaba a

elevarse. Vi a las sirenas rodear a Vane. Sus bocas estaban abiertas mientras

emitían una inquietante melodía. El cuerpo de Vane se levantó en el aire. El velo de

la niebla comenzó a levantarse con él.

―Están luchando contra la niebla ―dijo Matt―. ¡Vámonos ahora mismo!

Nos apresuramos hacia la puerta de acceso rota, los restos pasados de la

madera todavía se unían débilmente a las bisagras. Subiendo por las puestas que

colgaban abiertas, como ebrios resignados a la derrota, salimos.

* * *

¿Esta era mi vida ahora?, me pregunté un par de horas después mientras estaba

de pie en un claro aislado un poco más allá de las afueras de la ciudad. Una vez

dejada la calle principal, el área se volvió rural rápidamente. El cielo oscurecido

tronó debajo de las nubes cargadas y los relámpagos destellaron a través de los

pequeños huecos. La primera tormenta de la temporada de los monzones

amenazaba con empaparnos. No es que importara. Ya nos estábamos ahogando en

nuestro propio dolor.

Aquellas familias que quisieran decirle adiós a su hechicero a su manera, se

quedaron en el techo. Colocados sobre un montón de madera doblada y rota, la de

Hari fue una de las seis piras funerarias frente a mí. Sangeetha se situó

estoicamente junto a la pira, vestida con un sari blanco. Observó mientras su

marido se desvanecía en cenizas. Sólo habían estado casados durante seis meses.

Raj, el hermano de Hari y aparentemente el segundo al mando, cargó la

antorcha, poniendo las seis piras funerarias en llamas. Sus ojos estaban enrojecidos

por las lágrimas contenidas. Salimos de nuevo mientras él les decía su último adiós

a los hechiceros muertos, sus amigos y su hermano.

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Seis. No era un buen número y no tuve que sorprenderme ante el diseño de la

vida, que extraía almas tan caprichosamente. Mi madre. Alexa. Blake.

Blake no fue incluido en la pira. Matt contactó con el Primer Miembro del

Consejo de Hechiceros y el cuerpo de Blake iba a ser trasladado a toda prisa de

regreso a Inglaterra por un acuerdo especial. Ayudó tener conexiones en el

gobierno británico.

Lágrimas caían de mis ojos por todos ellos. No tenía energía para limpiar las

gotas. Muchos habían muerto hoy, máximos sacrificios por aquellos que dejaron

atrás. Me imaginé los ojos amables de Blake y la forma en que solía juguetear con

sus negros y nerds lentes siempre que estaba nervioso. Él como siempre había

estado allí para mí. Encarnaba todo lo que significaba ser un caballero.

Mis manos se apretaron sobre la correa de la bolsa de tela que estaba

sosteniendo.

No olvidaría este día.

El fuerte viento sopló polvo en mi rostro. Le eché un vistazo al perfil

silencioso de Matt a mi lado. Él estaba mirando, con la cara de piedra, al glorioso

resplandor subiendo por el cielo. La luz danzaba por sus altos pómulos,

sombreándolos, de una manera remarcablemente similar a su hermano. A pesar de

que Vane era un poco mayor, ellos podrían haber pasado casi por gemelos.

Excepto por los ojos. Los de Matt por lo general eran melancólicos. Hoy

simplemente parecían sombríos.

Él no me devolvió la mirada. En su lugar, se quedó mirando el gran incendio.

Me volví hacia el funeral. Un hechicero, vestido con blancos sarongs envueltos que

llevaban los sacerdotes en la India, dio un paso hacia adelante, murmurando una

larga frase. Lanzó un puñado de arroz blanco en el fuego como parte de los

últimos ritos de la ceremonia. Casi un centenar de hechiceros estaban de pie en el

claro, una multitud sombría ataviada de trajes de funeral blancos. Tomé una

profunda respiración, inhalando calor y humo. Eso quemó mis fosas nasales y

chamuscó los vellos un poco. Su fuerte olor fue directo a mi cerebro, dejándome un

poco mareada; y aunque me hizo sentir de alguna manera más viva, no hizo nada

para aliviar el frío y duro peso presionando mi pecho.

Me di la vuelta y empecé a alejarme. Mis piernas nerviosas se negaron a

sostenerme más. Grey, que estaba parado justo detrás de mí, atrapó mi manga. Me

dio una mirada inquisitiva. La palidez de su piel parecía ceniza y Gia se aferraba a

él para mantenerse erguida. La herida en su cabeza estaba sanada, pero todavía no

estaba bien. Ella no me miró. O a nadie. En vez de eso, se quedó mirando a un

punto en el espacio, lágrimas silenciosas caían por sus mejillas mientras buscaba

por algo que ahora no hubiera desaparecido.

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No podía respirar. Me tambaleé en mi lugar. El agarre de Grey se apretó. Me

liberé de su apoyo y me enderecé. Deslizándome fuera de su agarre, seguí

adelante. Crucé el borde del claro y bajé por el camino de tierra hasta una casa de

concreto blanco, situada en lo profundo de los bosques. El cielo se oscureció sobre

la casa rectangular. Dos pisos de altura, tenía una enorme terraza en la parte del

frente. Las camionetas que habíamos estado conduciendo se apretujaban al lado de

la casa. También noté un Jeep y varios sedanes. El lugar era una especie de casa de

seguridad para los hechiceros.

Subí un corto tramo de las escaleras y me apresuré a pasar las mecedoras

vacías que te invitaban a disfrutar de la calma de una tarde sofocante. Vi una

puerta que daba directamente a la parte principal de la casa. Tropecé con el tronco

de un árbol tan largo como un sillón y me senté. En el interior, los asientos al aire

libre dispuestos alrededor de un patio cuadrado revelaban más cielo azul. Diáfanas

cortinas blancas enmarcaban la pared abierta de la zona de estar. Tan funcionales

como decorativas, encerrarían el cuarto tan pronto como la noche cayera, para

protegerse de los mosquitos.

Al igual que muchas casas tradicionales de la India, fue construida alrededor

de un patio cuadrado central. En su centro, un árbol grueso de mango mostraba

una pequeña fruta verde comenzando a emerger de las densas ramas. Crucé la

zona de estar y fui a la siguiente sección de la casa, donde dos largas mesas de

madera ocupaban la mayor parte de la cocina. En vez de sillas, bancas habían sido

puestas en su lugar para sentarse. Una tabla mostraba imágenes enmarcadas de

grupos de personas con guirnaldas alrededor de ellos. Me senté en una banca en la

otra mesa y me quité la bolsa del hombro. Miré a través del abismo de las caras

sonrientes en las fotos. La mayoría de esos hechiceros ya habían desaparecido por

ahora.

Me toqué el cuello. Ya no llevaba el amuleto. Matt insistió en que me lo

quitara y lo cediera. Tomé la bolsa de tela y la desabroché, sacando un pañuelo

arrugado. Matt había envuelto cuidadosamente el Ojo de Dragón después de que

habíamos dejado la azotea. Puse el paño sobre la mesa. Quité la tela, teniendo

cuidado de no tocar la cadena o la piedra preciosa. Un simple toque me conectaría

de nuevo a Vane.

Me sorprendió que pudiera quitarme el collar. Afortunadamente, Matt le

había quitado el hechizo que lo cerró sobre mí mientras estábamos en Atenas.

Mordiéndome el interior de mi mejilla, debatí sobre lo que estaba a punto de hacer.

Tomé una respiración. No tenía idea de dónde estaba. Era tan seguro que lo iba a

conseguir. Tomé el collar y me lo puse. Mi cuerpo suspiró con satisfacción tan

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pronto como la piedra preciosa tocó mi piel. Algo acerca de eso envió un suspiro

visceral a través de mí.

Inmediatamente, la piedra preciosa se calentó. Di un grito ahogado ante la

intensidad de la quemadura y apreté mi frente. Imágenes destellaban por mi

mente.

Estaba de pie en una estrecha saliente, rodeada de verdes colinas y rocas de color

marrón. A mi lado, una cascada caía desde una roca saliente. La cascada bajaba más allá de

la cornisa y caía a una pequeña piscina metro y medio más abajo. Desde mi posición

estratégica, la piscina no se veía lo suficientemente profunda para bucear. Matt entró a la

cascada. Con sus palmas, sintió la tierra húmeda de la colina. De repente, una ráfaga de

agua salió de la roca, como un géiser horizontal. Lo lanzó al aire y directamente hacia la

cornisa. Me zambullí detrás de él, pero era demasiado tarde. Matt cayó sobre un lado de la

saliente.

Jadeando, mis ojos se abrieron de golpe. Vane estaba viendo una visión.

Sí, DuLac, ¿te das cuenta de eso por ti misma?, la voz de Vane golpeó en mi

cabeza. Sonaba sin aliento y cansado. Te dije que funcionaría.

Blake se ha ido, Vane.

Sí.

¡Él era tu amigo!

Emerson siempre quiso ser el héroe, DuLac. Ya no tenemos el lujo de ser héroes. Las

palabras eran despiadadas, pero sentí un rastro de arrepentimiento en su tono. Sus

siguientes palabras lo confirmaron. No fue algo planeado, Ryan.

En la cocina, tomé un suspiro de alivio ante el pequeño indicio del verdadero

Vane, esperando que eso significara que luchaba contra el monstruo. Presioné por

más.

¿Cómo puedes estar trabajando con Oliver?

Estoy de acuerdo con que fue algo mal concebido de mi parte.

Mal concebido. Qué enorme eufemismo. Pero también fue una concesión. No

era suficiente. No podía dejar que descartara a Blake como si no significara anda.

Vane…

Vane interrumpió:

Emerson…‖Blake, eso es. Él…

Vane se detuvo como si realmente no pudiera verbalizar sus pensamientos.

Sin embargo, podía sentir el caos de las emociones arremolinándose en su interior.

En la cocina, mis dedos se tensaron sobre el amuleto y me atreví a tener esperanza.

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Vane leyó el pensamiento. Su voz se endureció:

Emerson fue uno de los primeros, Ryan y no será el último, a menos que dejes de

resistirte a mí.

Una áspera carcajada se me escapó.

¿Así que esto fue mi culpa?

No. Hubo una pausa. Esto no es más que simplemente una muestra de lo que está

por venir. Tenemos que averiguar qué es eso.

¿Es así como justificas tu ataque?

Vane hizo un ruido de impaciencia.

No estoy justificándome. Estoy explicando.

Me imaginé los ojos verdes del monstruo. Hasta el momento, me había

sostenido firmemente la creencia de que podía derrotarlo. Después de hoy, mi fe

había sido sacudida.

¿Así es como va a ser?

Nosotros no tenemos que estar en lados diferentes.

No puedes tener las dos cosas, Vane. No voy a dejar que hagas esto otra vez.

No vas a ser capaz de detenerme.

Cerré los ojos.

Voy a encontrar un camino.

Suspiró.

Entonces destruirás este mundo. Mi hermano fue muy listo para usar Excalibur

contra mí, pero sólo el portador de la espada puede blandirla adecuadamente. Vas a tener

que hacerlo mejor, si quieres vencerme.

No quería derrotarlo. Quería que el verdadero Vane regresara.

Él se ha ido.

Gracias por el consejo, murmuré.

Hizo una pausa.

¿Por qué todavía te importa?

La pregunta idiota no se merecía una respuesta. No es que le daría una.

Acabaría usándola en mi contra. Sólo esperaba que la fugaz visión en la que había

visto al real Vane quería decir algo bueno. Me froté la frente.

Me voy a quitar el amuleto, Vane.

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¿Quieres decirme dónde estás?

Matt hizo que uno de los hechiceros me pusiera a dormir, así que no lo sé, una

salvaguardia contra Vane.

Él se quejó:

Él es demasiado inteligente. Y hace las cosas demasiado difíciles.

¿Qué fue esa visión?

¿Cómo voy a saberlo? Esta es la primera que he tenido.

Gran idea, entonces, para que las robes, respondí.

Olvídate de la visión. No nos dice nada en este momento, replicó Vane. Necesito

beber la sangre de Medusa.

La serpiente Medusa. Ahora entendía por qué seguía hablando conmigo. ¿Por

qué estás tan empeñado en esto?

El tiempo se está acabando. Todavía no tenemos ni idea de lo que va a pasar, Ryan.

¿Qué hay de bueno en tener el poder de un Dios si no sabes su propósito?

―Otra cosa que podrías haber considerado previamente. Estoy sintiendo un

patrón‖―dije‖en‖voz‖alta:‖

―¿Qué patrón? ―Matt entró a la casa.

Mi mano fue directamente a mi cuello. Con una mueca culpable, me quité el

amuleto. La piedra preciosa se enfrió y supe que Vane se había ido.

Matt se dirigió hacia mí, un ceño fruncido estropeando su rostro por demás

sumamente estético.

―Estás hablando con él.

Respondí uniformemente:

―Sí.

Matt señaló de nuevo en dirección al funeral.

―¿Todavía quieres salvarlo? ¿Incluso después de todo lo que hizo? ¡Después

de Blake! ¿Puedes realmente decirme que estás contenta de cómo resultó todo

esto?

Parpadeé para contener las lágrimas. El cabello negro alborotado de Blake y

sus sinceros ojos emergieron delante de mí.

―¡Por supuesto que no estoy feliz!

Matt dio una risa baja.

―Él se ha llevado todo.

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No podía estar en desacuerdo. Aun así traté de explicarlo.

―Vi lo que Lelex dejó dentro de ti. Se extendía como un virus. Él te salvó.

Matt vociferó:

―Él me salvo para que pudiera tomar mi poder. Las visiones eran nuestra

única ventaja. Ahora las hemos perdido por completo.

Apreté los dientes.

―¿Qué se supone que debería haber hecho? Vane no me dio elección.

―Si tuviera mis poderes, tal vez podría haber cambiado lo que ocurrió en la

azotea ―bramó―. Quizás no habríamos perdido Excalibur. Tal vez no habríamos

perdido…‖―Matt se pasó una mano temblorosa por el cabello―. A tantos.

Mis ojos se cerraron, me obligué a abrirlos.

―No veía otra manera.

Matt me miró impasible.

―Deberías haber encontrado una.

―¿En serio? ¿Cómo? ―Tomé una larga respiración―. Mira, estás molesto. Lo

entiendo. Yo también lo estoy. No quería esto. ―Mi voz se redujo y dije con voz

ronca―: Esto me está matando, lo que tuve que hacer, pero no puedo cambiarlo.

Tomé la decisión correcta para salvar a tantos como pude.

―La‖mejor‖opción‖hoy‖en‖día,‖sin‖pensar‖en‖el‖costo…

Me puse de pie, temblando.

―¡Soy muy consciente del costo!

Un duro destello brilló en los ojos ámbar de Matt.

―Así que no fue sin pensar. Fue con arrogancia.

Farfullé.

―¿A-arrogancia?

―Sí, Ryan. Todo lo que haces tiene consecuencias.

―¿Es eso? Entonces, ¿por qué está bien para ti tomar decisiones unilaterales y

para mí no? No recuerdo que hayas pedido permiso antes de tomar Excalibur.

―Crucé el piso hacia Matt y le di un golpecito en el pecho con el dedo―. Dijiste

que querías que progresara. Bueno, lo hice. Tome una decisión. Yo. Yo misma. Yo.

―Si no hubiera usado Excalibur, no habríamos conseguido salir de ese tejado.

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―Deberías haber encontrado otra manera. ―Le escupí las palabras de

regreso―. Podrías haber negociado con la serpiente Medusa. Esta batalla entre

ustedes dos tiene que parar. Nosotros queremos‖las‖mismas‖cosas…

―¡No! ―Cruzando la corta distancia entre nosotros, Matt me agarró de los

hombros. Sus ojos se clavaron en los míos y miró dentro de ellos como si pudiera

imprimir sus creencias sobre mí por la fuerza―. No había otra manera, Ryan. Sólo

hay suficiente sangre guardada para una visión más. Nunca me habría rendido

ante él.

Mi mandíbula sobresalió. Dije sus palabras de nuevo:

―¿A qué costo?

Él no respondió.

―Suéltame, Matt ―dije de manera uniforme.

―Ya la has oído, Emrys. Retrocede. ―Grey entró a la cocina. Su brazo estaba

envuelto en los hombros de Gia, ofreciéndole su apoyo―. Ha sido un día largo.

Gia rió. No era un sonido agradable.

―Sí, así es.

Ignorándolos, Matt me soltó.

―Entiende esto claramente, Ryan. Vane no es de fiar. Él hará lo que sea

necesario para salvarse a sí mismo. Siempre lo ha hecho. Si eso pasa a ser lo que

tenemos que hacer, entonces todo está bien. Si no es así, vamos a ser los que

queden pagando el precio de todo lo que haga. ―Señaló hacia la puerta, en

dirección a la pira funeraria―. La destrucción lo sigue como una plaga.

Cualesquiera que sus elecciones puedan ser, te aseguro que no van a ser las

correctas.

―Como las tuyas lo serían. Estoy contenta de que estés aquí para salvarnos

de nosotras mismos. ―Retrocediendo unos pocos pasos, me alejé de él―. Podrías

estar molesto porque sacrifiqué tus poderes, pero eso no es lo que te tiene enojado.

Estás furioso porque no tienes idea de lo que viene a continuación. Por primera vez

en tu vida, vas a tener que aprender a vivir sin una red de seguridad.

Matt suspiró.

―Esto no se trata de mí, Ryan. Esto es sobre ti. Tienes que hacerlo mejor.

Gia añadió en voz baja:

―Estoy de acuerdo con Merlín.

Me tambaleé hacia atrás por sus palabras como si me hubiera abofeteado.

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―No deberías haber sacrificado su magia. Perdimos mucho hoy. ―Sus ojos

enrojecidos me miraron, pero no podía encontrarme con ellos. Mis piernas, de

repente débiles y gomosas, me obligaron a sentarme.

Grey frunció el ceño.

―Lo de Blake no fue su culpa.

―No, Grey ―dije―. Ellos tienen razón. Es mi culpa.

Sin mirar a nadie, agarré la bolsa sobre la mesa y me levanté. Sintiéndome

casi de cien años, caminé lentamente hacia el patio. Afuera, el cielo estaba

coloreado en ominosos tonos gris oscuro y purpuras. Podría haber admirado su

majestuosidad, pero todo en lo que podía enfocarme era en lo contenta que debería

sentirme‖de‖ incluso‖ver‖ las‖ nubes…‖emocionada‖por‖ ver‖otro‖día…‖por‖Vane.‖Y‖

aun‖así…‖lo‖que‖había‖hecho…‖Él‖era‖la‖destrucción‖personificada.

Metí mi puño en mi boca y mordí. La duda, una fea enfermedad, se lanzó a

mí. Cada inseguridad que tenía sobre ser la portadora de la espada regresó. ¿Quién

era yo para tomar alguna decisión? Pero a decir verdad, no había nadie más.

Cuando Matt y Vane se enfrentaban, no podían ver más allá de ellos.

Tomé una respiración entrecortada. Tenía que aferrarme a la única verdad

que sabía.

Yo era la portadora de la espada. La carga me pertenecía.

Mi mano se presionó en la bolsa de tela colgada sobre mi pecho. Dentro

estaba la serpiente de la cabeza de Medusa, un delgado artefacto de bronce de

cerca de treinta centímetros de largo. Sin yo saberlo, Matt lo puso en la bolsa

cuando Hari nos recogió del aeropuerto. La serpiente de Medusa había estado en

el coche todo el tiempo que estuvimos en la azotea.

Medusa era un Gorgon, quien fue o seducida o violada por Poseidón, el

mismo Dios del cual Vane poseía su poder. Atenea, la Diosa del conocimiento, los

atrapó en el acto dentro de su templo y maldijo a la pobre doncella. Más tarde,

después de ser decapitada por Perseus, la sangre de Medusa fue salvada y

embotellada. Miles de años después, encontramos la sangre en Atenas. La sangre

sostenía propiedades místicas y nos llevó a las sirenas. Las sirenas, uno de los

muchos secretos que el océano guardaba. Miré las feas y oscuras cicatrices en mi

brazo. Las obtuve durante mi último encuentro con la serpiente, y las tendría por

siempre.

Mordiendo mi labio, saqué de la bolsa el ondulado metal de bronce.

Matt corrió los dos pequeños escalones para llegar al patio.

―Ryan, ¿qué estás haciendo?

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Probablemente otra tonta decisión. Tomando la parte de arriba de la serpiente, vi

que él tenía razón, solo unas pocas gotas quedaban dentro.

Matt corrió hacia mí.

―¡Ryan!

No fue lo suficientemente rápido. Puse la serpiente de metal en mis labios y

tomé un trago. Las últimas gotas del espeso líquido quemaron mientras

descendían por mi garganta. Mis ojos se llenaron de agua. Apenas sentí a Matt

arrebatando la serpiente de mis manos. Agarré mi garganta mientras me ahogaba

y tosía. La sangre cayó como carne podrida y agusanada. Atragantándome, lo

escupí. Y luego, escupí más.

Perdí seriamente el respeto por todas esas películas donde los vampiros

bebían la cosa como un dulce néctar. ¿Ambrosia? No lo era. Matt palmeó mi

espalda.

Tosí de nuevo.

―Esa es la cosa más horrible que he probado.

Grey se apresuró desde la casa hacia nosotros. Una expresión furiosa

contorneaba su rostro mientras ladraba.

―¿Te has vuelto loca? ¡La última vez casi mueres!

Le fruncí el ceño.

―Tenía que tratar.

Matt dijo.

―No funcionó.

―Las últimas dos veces que lo teníamos, tú bebiste ―dije.

―¿Incluso en el calabozo?

Me encogí de hombros al pensar en la espantosa celda donde el rey de las

sirenas mantuvo a Matt por semanas. Esperaba que nunca experimentara ese

horror de nuevo.

―No lo recuerdas, pero Vane lo vertió en tu garganta.

Matt miró a la serpiente vacía.

―Ya que Vane tiene mi poder, solo él podría beberlo.

―Ahora nadie puede ―dije, esperando ser castigada. No llegó. Los labios de

Matt se curvaron hacía abajo, su expresión demostrando partes iguales de ira y

desolación. Era mucho peor que cualquier reprimenda. Mi manó se estiró para

tocarlo, pero la deje caer a medio camino―. ¿Qué hacemos ahora?

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Matt suspiró.

―Arreglamos este desastre.

Tu desastre. Escuché el sentimiento en su tono incluso aunque ya no podía

escuchar sus pensamientos. ¿Alguna vez haría algo bien ante sus ojos? Me hubiera

gustado que no me importara. La desesperación apuñaló mi ya disminuido

espíritu, y traté de no dejarlo convertirse en resentimiento. Tomó un gran esfuerzo

levantar la barbilla.

―¿Qué brillante plan tienes bajo la manga?

―Nada brillante ―dijo Matt con una mirada lejana―. Todo este tiempo he

tenido la intención de encontrar la Copa de Sanación.

―¿La Copa de Sanación? ¿Crees que en verdad existe? ―preguntó Grey, su

voz llena de esperanza―. Pensábamos que ya habían encontrado el precioso objeto

una vez.

Matt asintió.

―Lelex‖ nos‖ dijo‖ que‖ el‖ rey Pescador llegó a él. No había manera de que

pudiera sobrevivir a la herida que Vane le hizo sin su ayuda. Creo absolutamente

que existe.

―No le queda mucho tiempo a Rourke ―dijo Grey―. Podríamos tardarnos

una eternidad tratando de descubrir dónde está.

Mis ojos se estrecharon sobre Matt.

―Crees saber dónde está, ¿verdad? ―Matt inclinó su cabeza―. Pero no vas a

decirnos ―añadí.

Su expresión se endureció, tomo la ahora vacía serpiente de metal de mi

mano.

―He descubierto que las cosas funcionan mejor de esa manera.

Gia bajó los escalones del patio, su largo cabello rojo rodeando su rostro.

―Cierto, Merlín. Buen intento. Entonces, ¿dónde está?

―Ya hemos pasado por esto ―dije―. Estos nos concierne a todos. Soy la

portadora‖de‖la‖espada…

―Quien ya no tiene una espada ―señaló.

―Y tú ya no tienes magia ―regresé antes de que pudiera detenerme.

La expresión de Matt se congeló, dejándonos fuera. La luz se atenuó sobre

nosotros mientras la noche cerraba el cielo. Movimiento sonó dentro de la casa, y

los hechiceros salieron. Observé la multitud de gente, sus rostros tristes, mientras

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se reclinaban unos contra los otros. Sin embargo, bajo el inmenso cielo, Matt y yo

nos quedamos solos. Aparte.

El vacío hizo mi estómago hueco. Traté de nuevo.

―Matt…

―Como tú señalaste, estoy seguro que aprenderé a prescindir de la magia.

―Girando sobre sus talones, comenzó a alejarse―. Ha sido un largo día, sugiero

que descansen. Tienen un vuelo mañana temprano. Los coches se van al amanecer.

En unos cuantos pasos cortos, cruzó el patio y entró a la casa, mientras el

resto de nosotros solo podía mirar detrás de él.

―En verdad quiero saber a dónde vamos ―murmuró Grey.

―Estoy bastante segura de que Marilynn hizo los arreglos para él ―dijo Gia.

Ella y yo hicimos una mueca al mismo tiempo. A Marilynn no le gustaba

ninguno de nosotros y adoraba a Matt. No obtendríamos ninguna ayuda de ella.

Por un breve segundo, me encontré con la mirada de Gia y su ablandado

comportamiento. Fue fugaz, y una máscara de piedra cayó sobre su rostro,

dejándome fuera.

Grey chasqueó sus dedos.

―Lo tengo. Él no tiene ninguna magia. Gia puede hechizarlo.

―¿Puedo hechizar al más grande hechicero del mundo? ―murmuró ella.

Solté una pequeña carcajada, bordeada ligeramente con histeria.

―Puedes hacerlo hoy.

―Voy a regresar adentro ―dije, una hora más tarde.

Grey asintió.

La luz de la luna se proyectaba sobre la casa oscura. No había energía. Una

ocurrencia de todas las noche en esta parte de India, nos dijeron. El cielo seguía

gruñendo y retumbando, intentando decidirse acerca de la tormenta. En la burbuja

de la momentánea paz, nos sentamos en el jardín delantero, junto a los otros

hechiceros. Construyeron una pequeña hoguera en un hoyo en el frente de la casa

y nos sentamos a su alrededor, intercambiando historias. Grey, Gia, las gárgolas, y

yo nos sentamos con ellos.

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Sentada en un tronco junto a Grey, Gia continuaba mirando fijamente las

llamas doradas del fuego ardiendo ante nosotros. En el misterio de la noche, en

una cierta inclinación de la luz del fuego, casi pude ver el fantasma de Blake, una

forma borrosa, sentada del otro lado de Gia. Respiré con fuerza. Tenía que haber

algo que pudiera hacer. Arreglar este desastre, como Matt declaró.

Escuché a los hechiceros contando algunos cuentos exagerados y otros no

tanto acerca de sus amigos difuntos. En realidad, fue dulce. Matt no se unió a

nosotros. Me puso nerviosa. Más allá de la terraza abierta, una pequeña lámpara

emitía un brillo amarillo en la habitación que había tomado. Pero no había visto su

perfil en bastante tiempo. Me dio piel de gallina en la nuca. Siguiendo mis

instintos, dejé la fogata y subí los pocos peldaños a la galería.

―Portadora de la espada ―dijo una voz desde las sombras.

Me detuve junto delante de la puerta delantera. Sangeetha se acercó a mí, una

figura fantasmal en un sari blanco y suelto. Lágrimas cubrían sus mejillas. Abrí la

boca. Ella negó con la cabeza.

―No, no tienes que decir nada. No creo que pueda soportar más

condolencias.

Cerré la boca. Luego de un segundo, pregunté:

―¿Puedo hacer algo?

―Raj me dice que quien asesinó a Hari fue el hermano de Merlín.

Mis entrañas se retorcieron.

―Sí.

―Es un hecho terrible. Un hermano un salvador, el otro un asesino. ―Tragó

saliva―. Sé lo que viene, pero Hari me dijo que Merlín creía que los terremotos

eran sólo el principio. Debes ayudarlo, portadora de la espada. ―Me tomó de las

manos entre las suyas heladas―. Veo la manera en que te mira. Merlín te ama.

―Ya no más. ―Las palabras se me escaparon.

―Te ama. No debes permitirle que te aparte. Hari no me eligió al principio,

tampoco. Dijo que éramos muy jóvenes, pero persistí. Ahora, mi único

arrepentimiento es que esperé más tiempo del que quise. Merlín tendrá que luchar

contra su hermano. Será difícil, pero contigo a su lado, puede triunfar.

―Vane no es él mismo ―dije―. Todavía podemos salvarlo.

Los dedos de Sangeetha se tensaron.

―Tienes sentimientos por el monstruo.

Bajé mi mirada.

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―Vi la frialdad en sus ojos. Lo que sea que fuera antes, ya no es más. Si

escoges estar de su lado, nos condenarás a todos. ―Sangeetha bajó mis manos, su

voz se tornó dura―. Mi esposo murió para salvarnos, portadora de la espada. No

permitas que sea en vano. ―En un susurro de blanco, pareció deslizarse fuera de la

galería, como una aparición regresando a las sombras. Una última advertencia

flotó en mi dirección a través de la oscuridad. Susurró―: Él no fue hecho para ti.

Las palabras resonaron en mi cabeza. Con esfuerzo, obligué a mis huesos a

caminar. ¿Me estaba engañando respecto a Vane?

No quería creer que realmente lo había perdido. No podía creerlo. Como no

podía explicar la oscuridad sangrando en mi calma ante el mero pensamiento de

ello. Sus ojos avellana mientras sonreían arrogantemente. Su fría respiración contra

mi piel cuando me había abrazado, prometiendo que nada me tocaría.

Crucé el umbral de la casa y empecé a dirigirme hacia arriba. Un murmullo

desde el patio me compelió a detenerme. Me aventuré afuera en el patio iluminado

por la luna. Más murmullos vinieron de una pequeña puerta en el extremo

opuesto.

Silenciosamente, la abrí y me asomé dentro. La puerta se abrió a un costado

de la casa y a una fila de autos estacionados. En el frente había un Jeep 4x4 estilo

safari. El Jeep era el primero en una línea de coches. Raj y los otros hechiceros

usaban camisas de algodón blanco que brillaban bajo el resplandor de una linterna

de alta potencia. Estaban de pie al lado de Matt, con Raj sosteniendo las llaves en

sus manos. Matt le habló al que sostenía la lámpara.

―Tendrás que darles la información de sus vuelos. Estarán molestos, pero no

les des opción. Golpéalos si es necesario. No anticiparán que uses magia en ellos.

Asegúrate de que no sepan que‖voy…‖

En la oscuridad, mi mandíbula cayó abierta. Tenía un bolso a su lado.

Nos estaba dejando.

Di un paso para confrontarlo, pero me detuve. No tenía duda de que sería

inmovilizada con un hechizo antes de que pudiera tener la oportunidad de

defender mi posición. Sin el Ojo de Dragón, era completamente vulnerable a la

magia. Comprobé el Jeep. No tenía ninguna cubierta. Matt metió su bolso encima

de una lona negra, la cual pensé que era la cubierta faltante. Teniendo cuidado de

no hacer ruido, me deslicé en las sombras al lado de la pared.

―¿Todo está en su lugar? ¿Cuál es la mejor ruta desde aquí? ―preguntó

Matt. Él, Raj, y el que sostenía la lámpara se juntaron, estudiando un mapa. Raj

sostenía su mano sobre el mapa y lo hechizó para mostrar una vista en tres

dimensiones del terreno.

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Me resistí a poner mis ojos en blanco. Pudieron haber hecho lo mismo en un

iPad, sin ningún hechizo extravagante. Usé su distracción para saltar de la pared y

agacharme entre un par de sedanes. Casi golpeé un radio viejo que fue dejado

sobre el capó del segundo sedán. Se tambaleó, pero lo atrapé antes de que se

estrellara en el suelo. Poniéndolo de vuelta sobre el capó, rodeé el costado y me

escabullí en el lado opuesto del Jeep de Matt y los hechiceros.

―No‖ te‖preocupes…‖ el‖ Primer‖Miembro‖ suministró‖ todo‖ lo‖ que‖ solicitaste.‖

Sólo tienes que darles las coordenadas. Me encargaré de todo aquello que surja

―dijo Raj.

―Bien ―dijo Matt. El hechicero de la lámpara dio un paso hacia mí. Me

agaché aún más, junto al neumático trasero del Jeep y busqué frenéticamente una

manera de distraerlos. Agarrando una piedrita, le apunté al sedán con el radio. La

piedra‖golpeó‖su‖objetivo,‖ tal‖y‖como‖esperaba.‖Como‖una‖“hija‖de‖Apolo”,‖ tenía‖

un sentido vudú de la puntería que generalmente tendía a asustarme, pero que

también resultaba útil en raras ocasiones.

La radio cayó del capó y se estrelló contra el suelo.

―¿Qué fue eso? ―Matt y los otros hechiceros se volvieron hacia el sonido.

Subí a la parte trasera del Jeep y me deslicé bajo la lona que cubría la cajuela.

Raj vio primero el desorden.

―Sala ―maldijo―. Alguien dejó una radio sobre el coche. Se debe haber

caído.

Matt dobló el mapa.

―Vamos.

―Cuida de todos ellos ―dijo Raj al hechicero de la lámpara.

Él y Raj regresaron al Jeep. Tiré de la lona más firmemente sobre mí cuando

los escuché caminar hacia mí y contuve la respiración. Mi nariz se arrugó ante el

aroma terroso de Matt. Gruñó, poniendo las manos sobre la cajuela. Raj y él

empujaron el pesado Jeep más allá de la parte trasera de la casa. Lo rodaron por

unos cuantos minutos. Después, deteniéndose, los escuché rodear el frente y

subirse a sus asientos. Me asomé por debajo de la lona y vi que habíamos

alcanzado la línea de los árboles que marcaban el límite con el bosque.

El hechicero sosteniendo la lámpara se volvió de regreso a la casa. Cerró la

puerta. Raj encendió el Jeep. El motor retumbó ruidosamente. Bajo un manto opaco

de estrellas y árboles meciéndose, las brisas tropicales transportaban el dulce

aroma de los mangos y otras frutas silvestres mientras conducíamos

introduciéndonos en la oscuridad.

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Grey iba a estar tan enojado conmigo.

Me desperté con un sobresalto. Mi cabeza golpeó fuerte contra el costado de

un implacable baúl metálico cuando hicimos una parada repentina. Me froté la

zona adolorida. Tenía la sensación de que mi cabeza debió haberse golpeado un

par de veces antes de que finalmente despertara. El Jeep se sacudía a lo largo de un

camino extremadamente accidentado. Sólo las calles principales en las ciudades

eran suaves. Una vez que ibas más allá de ellas, los baches estaban por todas

partes. La lluvia repiqueteaba sobre la lona.

Escuché a Matt y a Raj descendiendo.

Aparté una esquina de la lona y asomé la cabeza. Luces halógenas de baja

energía a los lados de los enormes edificios curvos iluminaban un campo de

aviación. A una distancia lejana, reconocí las enormes terminales del Aeropuerto

Internacional de Chennai. Habíamos llegado por una entrada remota, en una

sección con varios hangares. Raj detuvo el Jeep junto a un delgado avión privado.

La puerta de la cubierta del avión estaba abierta con su escalera de aire abajo. Matt

debió haber alquilado un vuelo.

Las gotas de lluvia sonaban a través del metal. Matt y Raj se acercaron al ala y

estaban hablando con un grupo de hombres. Dos vestían uniformes y otros cinco

llevaban monos. Los pilotos y la tripulación aérea, supongo.

―¿Va a estar listo? ―dijo Raj en voz alta.

―Sin duda alguna. La conexión es fija, pero debemos comprobar todos los

sistemas. Sólo tomará otra media hora, señor ―le aseguró un mecánico.

Raj protestó:

―Estamos‖con‖un‖horario‖apretado…

Matt interrumpió:

―No pasa nada. Preferiría no tomar más riesgos de los que ya estoy

tomando, incluso por conseguir entrar a este abejorro de acero.

Contuve una sonrisa. Matt odiaba volar.

―No habrá problemas, maestro Merlín ―dijo uno de los pilotos―.

Despegaremos tan pronto como los sistemas estén comprobados. A pesar de la

poca antelación de su reservación, tenemos todo en su lugar. Vamos a ganarle a la

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tormenta. Mientras tanto, debemos esperar por el último de nuestro equipo, su

asistente de vuelo. Él estará aquí en quince minutos.

Bajo la lona, suspiré de alivio. Con su desvío de atención, no sería difícil

colarme a bordo. Un par de minutos y varios movimientos de James Bond después,

estaba segura dentro del avión. El interior era nada menos que espectacular. El

frente contenía la cabina y la estación de servicio. El resto consistía en tres largas

secciones, una frontal área de estar, un comedor, con mesas incorporadas ya

instaladas con manteles blancos y una zona de diván con puertas seccionadas que

parecían cerradas para mayor privacidad. Miré el espacio debajo de la mesa del

comedor. La larga cortina de tela blanca la hacía un escondite decente, pero elegí el

diván en su lugar. Abrí un pequeño compartimiento bajo el diván y saqué una

manta de lana.

Reposicioné la pared divisoria, separando la sección del comedor, haciéndola

ligeramente cerrada y me tumbé en el banquillo. Ya tenía casi decidido desfilar

hasta Matt y despotricar contra él por sus acciones. No pensé que funcionaría. Así

que elegí el camino pasivo-agresivo y decidí esperar hasta que estuviéramos

realmente en el aire.

Con un suspiro, tiré la manta oscura sobre mí. Estaba media dormida cuando,

exactamente media hora después, el avión rodó por la pista y rápidamente estuvo

en el aire. Tan pronto como estuvimos volando seguros, me asomé por debajo de la

manta. El pulcramente vestido asistente de vuelo se desabrochó el cinturón y salió

de la cabina para ofrecerle a Matt otra cerveza. Él la tomó y le entregó al asistente

su bolsa de mareo usada a cambio.

Aparté la manta completamente fuera de mi rostro, pero no me moví para

levantarme. Bostezando, yacía en el lado izquierdo del avión, a sólo unos metros

más allá de Matt. A diferencia de los aviones comerciales, el avión privado no tenía

filas y filas de asientos. En el lado derecho del avión, un grupo de cuatro asientos

estaban dispuestos frente a sí con una pequeña tabla de café incorporada entre

ellos. Raj se sentó cerca de la ventana, en diagonal frente a Matt.

No podía ver mucho de Raj, pero tenía una vista decente del perfil de Matt

mientras él tomaba de su bebida. Lo miré y me pregunté qué estaba haciendo.

¿Cu{ndo‖me‖ creí‖ completamente‖ el‖misterio‖del‖ “hechicero‖m{s‖grande‖del‖

mundo”?

Seguí‖ tratando‖de‖probarme‖a‖mí‖misma…‖para‖ser‖ la‖gran‖portadora‖de‖ la‖

espada…‖para ser lo suficientemente buena. Para él. ¿Fue por eso que todo había

salido mal? Levanté la vista hacia el techo estéril, sus curvas y baches, y pensé en

Blake. Vane no podría haber querido que esto ocurriera, pero pasó de todos

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modos. Otra ola debilitante de desesperación me golpeó. Con un esfuerzo agotado,

la empujé hacia atrás.

¿Podría Vane ser salvado? ¿Necesitaba ser salvado? Puede que haya fallado

al detenerlo, pero él había elegido convertirse en el rey Pescador. Había elegido

estar solo. En el fondo de mi mente, nunca había sido capaz de dejar de lado la

idea de que sólo fui un juego para él.

El Ojo de Dragón presionó mi piel, penetrando a través de la fina tela de mi

pantalón de lino. Su peso oprimió mi alma incluso mientras la fría piedra buscaba

seducir mi cuerpo. Antes de que pudiera pensar en la idiotez de mi acción, metí la

mano en el bolsillo y toqué la atrayente piedra preciosa. Instantáneamente, se

calentó.

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Traducido por Fanny Corregido por veroonoel

enía que llegar a casa. Tenía que llegar a él. El pequeño rostro que

mantenía escondido en la parte de atrás de mi mente. El pequeño

rostro que Tritón no pudo sacarme. Tritón. Los recuerdos de la isla

comenzaron a desvanecerse en cuanto había pensado en ellos. En poco tiempo,

olvidaría a esos bastardos sirenas. Me olvidaría del hijo de puta del rey. Tritón

pasó años moldeándome en su idea de un perfecto guerrero. Pensó que podía

romperme. Tomó cada gramo de mi resistencia no dejar que lo hiciera.

Pasé diez años en los campamentos militares con cientos de otros chicos.

Llevaba un collar de un cristal amarillo que unía mi magia. Así que aprendí a

vencer chicos más grandes y mayores por ropa y zapatos, y celosamente defendí

mi lugar para dormir en los arbustos. Los entrenadores solo daban suficiente

comida como para la mitad, así que tuve que convertirme en un buen ladrón y

evitar ser atrapado, lo que significaba palizas despiadadas y noches en el pozo.

Tener éxito en los campamentos significaba perfeccionar nuestras habilidades de

caza mediante el sacrificio de esclavos. Como si eso no fuera suficiente, también fui

seleccionado para un entrenamiento especial. De vez en cuando, Tritón borraba mi

memoria, hasta el punto en que lo único que podía recordar era un nombre, el

nombre de mi hermano. Merlín.

Luché para recordar mi nombre.

Vivane. Vane. Lo repetí una y otra vez en mi mente mientras alejaba la carne y

los huesos con mi espada. Estaba en un campo de batalla. Sangre salpicada en mi

T

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rostro, algo de la sangre cayendo en mi lengua. La escupí. Grité una orden y los

soldados detrás de mí avanzaron unos pasos para atacar un ejército de Vándalos.

La espantosa batalla a mi alrededor rugía. Después de mi último año en los

campamentos de Tritón, fui liberado de la isla de la sirena para ir a tierra firme.

Mis recuerdos fueron tomados una última vez antes de ser abandonado en

Constantinopla. Ahí, el último de los romanos, el emperador Justiniano de

Bizancio, trató de revivir la sangrienta gloria de Roma. Escapar de la esclavitud fue

la prueba final de Tritón para mí. Fui comprado por un comandante romano quien

servía al comandante más respetado de Justiniano: Flavio Belisario. El comandante

había cementado recientemente su fervor con el emperador acallando una revuelta

con el gobernante. Más tarde masacró a treinta mil manifestantes en un baño de

sangre dentro del hipódromo, el estadio de carreras de la ciudad.

Hoy, estábamos en la ciudad africana de Cartago, controlados por los mismos

bárbaros que saquearon Roma, los Vándalos. La refugiada tribu germánica derribó

el frente occidental del Imperio Romano y lo controló desde su fortaleza en

Cartago por casi cien años. En este día de otoño, nos encontramos con las fuerzas

del rey Gelimer en el décimo hito, justo al sur de la ciudad. Nuestra caballería de

cinco mil hombres vigilaba el frente y la parte de atrás de la columna. Empujaron

con éxito la ligera caballería de los Vándalos. Me paré en el frente de la línea de

infantería bajo mi comandante, Septimus, a quien hubiera matado con gusto, si me

daban media oportunidad, pero tenía que sobrevivir a esta batalla. Tenía que

volver a comprar mi libertad a la serpiente.

Septimus miró al musculoso chico de quince años usando nada más que un

simple taparrabos blanco y un barato collar de cristal amarillo, y pagó por mí en el

acto. Me había ahorrado la humillación del mercado de esclavos solo para

encontrarme a merced de un hombre que era capaz de hacer cosas mucho peores.

También era el único hombre que podía remover el collar enlazando mis poderes.

Un ejército de diez mil debería habernos dado una ventaja sobre la tropa de

siete mil soldados Vándalos, pero debido a la desorganización de nuestros

comandantes, nuestras filas tambalearon mientras las de ellos marchaban

profundo en nuestras líneas. Septimus guió nuestra legión. Con nada más que un

escudo, una espada, y una oración, me puse la capa carmesí de un romano, el

estandarte de una civilización desvaneciéndose, y luché para mantener nuestra

línea. Crudos rostros adornados de piel café y gris, una gran cantidad de bárbaros

Vándalos me sonrieron con dientes rotos incluso mientras su sangre era derramada

bajo mi espada.

Cortar. Rebanar. Empujar. Bloquear. Cortar. Los bárbaros eran más grandes

que yo, pero no tan bien entrenados. No recuerdo a cuántos maté, pero nunca fui

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de los que llevaba la cuenta. El tiempo pasaba solo con el bajo zumbido

ensordecedor de la batalla en mis oídos. En un punto, me volteé y no vi a nadie a

mi espalda. Nuestros números dispersos y un espantoso final parecía inevitable.

Entonces, la marea cambió. Los Vándalos, que estaban ganando, fallaron en

aprovechar su ventaja. De repente, sus líneas comenzaron a mostrar grandes

huecos, mientras que en frente de nosotros, un faro del rojo romano surcaba el

cielo. No era otro que el propio Belisario quien puso a nuestras líneas juntas de

nuevo. Los Vándalos se retiraron, cayendo en completo desorden. Se corrió la voz

de un soldado de la caballería Hun, un mercenario bajo Belisario, derribó al

príncipe Vándalo. Mientras sufrían, era tiempo de que nosotros empujáramos.

El hedor a batalla finalmente disminuyó esa noche. Los cuerpos destrozados

de hombres y caballos yacían a través de un campo polvoriento. Incluso

desprovisto de arbustos o árboles, la tierra generalmente árida se fue empapando.

Sangre alimentó su tierra seca. En la mañana, tomamos la ciudad.

Sus ciudadanos abrieron las puertas sin protestar. Belisario inteligentemente

declaró al pueblo de Cartago ciudadanos romanos oprimidos, lo que significaba

que estarían a salvo y no se convertirían en botín de guerra. Septimus, como

muchos de los otros comandantes bajo Belisario que esperaban hacer su fortuna en

las consecuencias, no estaba exactamente emocionado con el edicto. Por otro lado,

cualquier Vándalo y su propiedad, lo que incluía su familia, podrían ser tomados

sin censura. Rumores de un gran tesoro, tomado durante el saqueo de Roma y

supuestamente escondido por el rey Vándalo llevó a los soldados a un frenesí

mientras saqueaban sin piedad la ciudad.

Unos cuantos ciudadanos protestaron. Belisario atravesó la cabeza de un

terrateniente de tal riqueza frente a la gente de la ciudad y las protestas se

calmaron de inmediato. Saqué un tesoro de una casa abandonada antes de buscar a

Septimus. Con mi correa agarrada apretadamente en su mano, no tenía ningún

miedo de que tratara de escapar.

No me tomó mucho tiempo encontrarlo. Un grupo de sus soldados estaban

saqueando la casa de un rico Vándalo cerca de la casa del rey. La noble casa

aguantó varias historias. Tan pronto como entré, supe que había encontrado el

lugar correcto. Apreté la correa de cuero del tahalí sobre mi pecho. El oro, que

arrebaté a otro soldado, pesaba en el interior de la bolsa. Una cohorte de soldados,

cerca de sesenta, saqueó la espaciosa casa. En el cuarto de enfrente, unos cuantos se

dieron un festín de fruta fresca sin mirar hacia el cuerpo de una vieja mujer,

posiblemente una niñera, yaciendo sobre el piso. Estaba desnuda, sus piernas

abiertas, y su estómago estaba mutilado por las repetidas puñaladas de una

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espada. Inclinándome, junté su destrozada ropa, logrando cubrir solo un poco de

ella.

―¿Es‖ de‖ tu‖ gusto,‖ Vane?‖ ―dijo un musculoso soldado, Sergius, desde el

interior del pasillo. Sus ojos no mostraban ninguna emoción mientras me miraba.

Ayudaba no tener ninguna en estos momentos. Sostenía un tarro de cerveza en

una mano y un hacha en la otra.

Dije lo obvio:

―Está muerta.

Se encogió de hombros.

―Todavía está caliente.

Escondí mi disgusto, poniéndome de pie.

―¿Dónde está?

El labio de Sergius se curvó hacia arriba. No era una buena señal.

―Los Vándalos han estado viviendo como cerdos gordos. Encontró mucho

más arriba.

Sin querer gastar más tiempo con el lacayo, y a veces amante, de Septimus,

me dirigí a las escaleras. Sergius puso una mano sobre mi pecho y me detuvo antes

de que pudiera pasarlo.

―Él te protege, joven centurión. Eres propiedad y por lo tanto eres valioso,

pero si de repente no lo eres, mis hombres y yo disfrutaríamos domando a alguien

tan salvaje como tú.

Antes de que pudiera parpadear, tenía mi espada en su garganta. Tal vez

haya sido un chico frágil en comparación a él, pero todos sabían que nunca había

perdido una pelea. A pesar que tenía la garganta en carne viva, dije con fuerza:

―Cuídate, Sergius. Sabes que no permitirá que nadie más que él me toque.

Te comparte a ti. No a mí.

Sus duros ojos brillaron con celos, revelando los profundos sentimientos que

tenía por Septimus. Solo sospechaba de sus citas, dentro de mí, canté. Ahora tenía

el sartén por el mango. Mis labios se curvaron en una mueca de desprecio. No se

resistió cuando sacudí su mano de mí. Añadí con voz sedosa:

―Adem{s,‖dudó‖que‖tendrías‖la…‖resistencia‖para‖sostenerme.

Sorpresa y una chispa de lujuria iluminaron los ojos de Sergius.

Sonreí. Había aprendido rápidamente a jugar con el enemigo. Algunas veces

hasta lo disfrutaba.

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La ira de Sergius se dio a conocer mientras escupía:

―Se cansará de ti pronto, una vez que estés todo usado.

Cuidadoso de mantener mi espada hacia arriba, di un paso para moverme

lejos de él.

―O tú lo estés.

―Nos entendemos. ―Sergius sonrió―. Esperaría unos minutos antes de

interrumpirlo. Está ocupado.

Un nudo se retorció en mi estómago con sus palabras mientras me apuraba a

través de la casa. Sirvientes golpeados, los afortunados, escondidos en varios

rincones de la casa, tratando de esconderse de los soldados glotones. Encontré a

Septimus en el último dormitorio. Se había quitado su casco con penacho blanco,

revelando un lindo rostro coronado con cabello negro, salpicado con mechones

grises. Un dorado protector de pectorales sobre una túnica blanca protegía su

ancho pecho. Rodilleras y una armadura cubrían unas piernas sorprendentemente

fuertes, incluyendo las rodillas. Su espada estaba metida en su cinturón. La hoja

estaba sucia con sangre. En su mano, sostenía casualmente un cuchillo curvado.

Septimus estaba de pie sobre una cama con dosel. Contra mi mejor juicio,

entré al cuarto. Una mujer en finas ropas se sentaba en la cama. Estaba amarrada y

amordazada. La parte superior de su vestido había sido arrancado para revelar

una delgada figura y brazos desnudos. Barras cubrían la longitud de ellos.

Septimus todavía no la había tomado, lo haría, pero por ahora, simplemente estaba

jugando.

Su mirada se giró hacia mí. Tuve que detenerme de retroceder. Había

torturado a otra esclava hasta la muerte hace unas semanas y tenía la misma

expresión de lujuria enloquecida. Chico o chica, no importaba para Septimus. Solo

importaba el dolor.

Los labios de Septimus se curvaron hacía arriba.

―Ah, Vane, ahí estás. Conoce a mi novia, lady Aldith. Es un poco ruidosa,

pero he estado rectificando eso placenteramente.

―Hay ruido por todas partes ―comenté.

―Bien. Los hombres se están divirtiendo, como deberían. ―Ojos estrechados

me observaron―. ¿Lo hiciste tú?

Regresé una mirada dolorosa.

―Prefiero‖las‖cosas…‖un‖poco‖m{s‖limpias.

Para mi alivio, rió.

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―Los bárbaros sí que huelen como cerdos, ¿verdad?

Crucé la longitud del cuarto, mirando a la mujer. Llevaba una expresión

resignada. Al menos no estaba muerta. Sin embargo, tal vez sería mejor para ella si

lo estuviera.

Confinado como estaba en ese momento, no había ayudado a aquella esclava

y no sabía cómo ayudar a esta. Septimus me hizo escuchar el horror de la esclava.

Me haría ver la corrupción de esta. No quería pensar en lo que me forzaría a

hacer…‖todo‖porque‖no‖era‖ lo‖suficientemente‖fuerte‖para‖ liberarme‖por‖mí‖solo.‖

La frustración me atormentó. Mis dedos se apretaron en mi espada, a pesar de que

sabía que era inútil.

Por un segundo, me imaginé cortando su cabeza con la hoja de la espada. Lo

haría lento. Quería escuchar el satisfactorio sonido cuando su cuello se rompiera.

Parpadeé y la imagen retrocedió. Por supuesto, nunca me acercaría lo suficiente. El

lazo que usaba para controlarme era resistente al acero.

Septimus, su rostro romano grabado con arrogancia, me sonrió como si

supiera mis pensamientos. Probablemente lo hacía. No es que le importara. Solo

excitaba al retorcido bastardo.

Un gemido atrajo mi atención al otro lado de la cama. Un chico delicado,

unos años más joven que yo, estaba acurrucado en el suelo con las rodillas arriba.

Algo sobre sus ojos demasiado viejos me recordó a mi hermano. Miré a Septimus.

Siguió mi mirada y ahora usaba una sonrisa torcida, sin duda disfrutando el terror

del chico tanto como el de la madre. La ira me ahogó, pero hacía tiempo me había

entrenado para no mostrar ningún signo de ello.

Volteándome hacia Septimus con una expresión de indiferencia, dije:

―Estás buscando algo.

Septimus sonrió con aprobación. Tragué mis náuseas. Puso una mano sobre

el poste de la cama.

―El tesoro de los Vándalos. Se rumora que un gran botín fue tomado cuando

los bárbaros saquearon Roma. Oro y joyas de todas partes de mundo que se

remontan al tiempo de Alejandro de Macedonia. Tal tesoro haría mucho por mis

cofres.

―¿Cómo sabes que está aquí?

Septimus rió.

―Una parte de él está aquí. Lady Aldith tiene ancestros aristócratas. Está

relacionada con la realeza a través de Hildrec, el primo de Gelimer. Fue el rey

depuesto que rozó codos con el mismísimo Justiniano. Aunque no tengo duda de

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que la mayor parte del tesoro fue tomado por Gelimer cuando tomó el trono, estos

nobles encontraron maneras de mantener su cuota justa. Dicha cuota está

escondida en esta casa. He recibido mucho de lady Aldith. No está bien entrenada

en las habilidades del engaño.

Me quité el tahalí y lo tiré a los pies de Septimus. Las monedas tintinearon

pesadamente sobre el piso de piedra.

―Puedes añadir esto a tus cofres. Creo que cubrirá lo que gastaste en mí.

Como esperaba, Septimus agarró rápidamente el tahalí. Abrió la bolsa y sacó

un puñado codicioso de monedas de oro.

―Bien hecho, Vane. ¿Dónde lo encontraste?

―La casa de un noble. A unas cuantas puertas de aquí.

―De solo una casa. Confirma que sus tesoros son abundantes. ―Septimus

me miró―. Aun así, centurión, eres mucho más valioso que una mera bolsa de

monedas.

La caricia en su tono cuando me llamó por el título que escogió para mí hizo

que se me pusiera la piel de gallina.

Septimus sonrió, las suaves líneas de su rostro disfrazando el monstruo que

acechaba en el interior.

―Si‖encontr{ramos‖un‖gran‖tesoro,‖su‖valor‖sería‖incalculable…

Un señuelo. Aun así, ¿qué opción tenía? Cada soldado en esta casa le debía

lealtad a Septimus. Incluso si uno se atrevía a enfrentarse a él, sería ensartado por

sus actos heroicos por su gran ejército. Toqué el collar enroscado en mi garganta.

―Permítame hablar con ella.

―Sí, permítaselo ―dijo Sergius desde la puerta. Entró pisando en la

habitación. Su forma descomunal se detuvo detrás de mí. Puso el hacha en la parte

de atrás de mi cabeza―. Me ocuparé de él si se porta mal.

―Por supuesto. ―Septimus rió. Contuve la respiración mientras alcanzaba

su collar para quitárselo. Sacó un pequeño cristal verde, la ruina de mi existencia,

la llave de mi jaula. Ansiaba llegar a él y quitárselo de sus viscosos dedos. Debí

haberme traicionado porque la boca de Septimus se curvó hacia arriba. Dejó caer el

collar sobre su pecho de nuevo con una sonrisa oscura. Ojos azules encontraron los

míos. Brillaron con el conocimiento del poder que sostenía sobre mí. Se

regodearon. Dijo con picardía―: No, sería muy fácil. Todavía no he visto a nadie

resistir a Silvertongue por más de unos pocos segundos.

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Quería golpear mi puño en su presumido rostro. Quería golpearlo contra el

piso hasta que no quedara nada más que carne y hueso roto. Tomé una afilada

respiración. Sonrió como si supiera lo que estaba pensando. Probablemente lo

sabía. Probablemente el bastardo lo disfrutaba. El sol mañanero se elevó en el cielo.

Tiñó el cielo de rojo, un reflejo de lo que supervisó en el campo de batalla. Sin

embargo, las verdaderas consecuencias de la batalla sucedieron en estas pequeñas

habitaciones oscuras y húmedas que amortiguaban los gritos de horror desde

dentro. Miré a Septimus.

―¿Qué quiere que haga?

Los ojos de Septimus brillaron.

―Pregúntale amablemente.

No dañes algo que podría ser visto. Saqué un cuchillo de mi cinturón. Caminé

hacia la cama. Mis manos, ya sucias con los crímenes del día, estaban a punto de

ponerse más sucias. Alcanzando la cama, puse una rodilla sobre ella. La

aterrorizada mujer se movió hacia atrás, tratando de alejarse de mí tanto como

fuera posible. Cabello castaño brillante, abundante y fluido, marcaba la mayoría de

su rostro. Deseoso de obtener una buena vista, Sergius se movió para ponerse justo

debajo de los pies de la cama. Agarré el tobillo de la esclava. Se resistió. A pesar de

mi delgado cuerpo, ella no era competencia para mí. La jalé hacia adelante

fácilmente. Con el cuchillo, corté la delgada membrana de su mordaza.

Enormes ojos se trabaron en los míos. No hizo ningún sonido.

Si mis dedos temblaron, los ignoré. Con Septimus en mi mente, calculé un

vertiginoso número de escenarios, pero ninguno funcionaría ya que no tenía nada

de magia. Ira cruzó a través de mí y silenciosamente pedí ayuda. Cualquier tipo de

ayuda. Con mis ojos sobre la mujer, le di un giro agudo a su tobillo. Los huesos

crujieron. Gritó.

El chico sobre el piso se paró de un brinco. Sostenía un cuchillo en su mano

temblorosa. Antes de que pudiera arremeter contra mí, Sergius lo atrapó por el

pescuezo. Rió.

―Creo que tal vez tomaré a este, si no le importa, comandante.

Tiré el tobillo fracturado de la señorita y arremetí contra Sergius, golpeando

al chico a un lado. Pateé a Sergius en la entrepierna tan duro como pude. Dejando

salir un grito de dolor, Sergius se dobló. La siguiente cosa que supe fue que estaba

volando a través del cuarto. Mi espalda golpeó duro la pared. Sin tocarme,

Septimus me jaló por el áspero piso de piedra hasta que aterricé en algún lugar

cerca de sus pies. En el piso sobre mi lado, mi cuerpo se hizo un ovillo y se sacudió

con dolor. Septimus agarró el cristal verde, mi cadena. Brilló con cruel poder.

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Se acercó y me golpeó con un pie con sandalias, moviéndome sobre mi

espalda.

―Estoy decepcionado, Vane. Olvidaste a quién perteneces.

Mi cuerpo se estaba estremeciendo bajo la presión de miles de uñas

enterrándose en mi piel, pero me las arreglé para alcanzar su pie. Me aferré a él.

―P-perdóna-m-me.

Los labios de Septimus se curvaron en una sonrisa satisfecha.

Detrás de la pared, cerca del lugar donde me estrellé, escuché un sonido

sordo.

Septimus también lo oyó. Soltó el collar y se giró sobre sus talones. El cristal

verde se apagó y mi dolor también. Suspiré con alivio.

Septimus dijo:

―Hay algo detrás de esta pared.

Solo un adorno, un tapiz de un brillante color rojo cubría toda la pared.

Representaba a una mujer, posiblemente una deidad, con la cabeza de un león. La

mujer llevaba un arco a través de su pecho y sostenía una copa en una mano. Sobre

la frente del león, una blanca luna creciente estaba cosida.

Me puse de pie y me forcé a caminar sin tambalear hasta que alcancé el papel

tapiz. Lo arranqué de la pared. Los irregulares bloques de piedra de la pared no

revelaban nada. Pasé mis manos sobre la rugosa superficie.

―No veo nada ―murmuró Septimus.

Entonces, lo vi. Una inconsistencia. Una capa de polvo cubría la mayor parte

de la pared excepto un pequeño bloque en la parte de abajo, que parecía

inusualmente limpio. Inclinándome hacia abajo, empujé el bloque con fuerza. Se

hundió en la pared mientras una línea en la puerta se abrió. Una flecha voló desde

el oscuro abismo de la escondida apertura. Si no hubiera estado acuclillado, la

flecha me hubiera atravesado. En vez de eso, se hundió con infalible precisión en el

cuello de Septimus.

Para mi sorpresa, la flecha penetró. No tenía rastro de magia.

Septimus no tuvo oportunidad de gritar. Sus cuerdas vocales fueron cortadas

al instante, y solo pudo manejar un débil murmullo antes de caer al piso.

―¡No! ―gritó Sergius.

El chico que sostenía tomó ventaja del momento para zafarse del agarre del

soldado. La madre del chico saltó de la cama y fue hacia su hijo. Fue un error. Otra

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flecha voló del cuarto escondido. Sergius se agachó para evadirla. Su hacha giró y

golpeó a la madre en el pecho. Cayó en la cama.

Agarré el cristal verde colgando en la destrozada garganta de Septimus. Lo

puse contra la pequeña y brillante pieza de metal sobre mi collar. El metal no se

movió. Noté que el cristal verde se había roto en la caída de Septimus. Con una

maldición en voz alta, estrellé mi mano contra el frío piso de piedra.

Mi cuerpo se sacudió, ira batallando con desesperación. Tan cerca, estaba tan

cerca de la libertad que podía probarla. Sin embargo, no podía alimentarme de ella.

Otra flecha voló con precisión mortal a mi cabeza.

―¡Sphara! ―grité. Para mi decepción, nada sucedió. Nada de magia.

Permanecía atado. A centímetros de mí, aparté la flecha con mi espada. Dejando a

un lado la derrota, me puse de pie y concentré mi mente. La llave de Septimus

debería funcionar. Debería liberarme. El arruinado cristal aprisionando mi magia

debería salir. De nuevo, empujé el cristal en mi cuello. No se movió. Luego, no

tuve más tiempo para pensar.

―Estás muerto, centurión ―gruñó Sergius detrás de mí. Arremetió contra

mí, moviendo su hacha hacia mí. Lo pateé en la entrepierna de nuevo. Mientras se

doblaba, levanté mi espada. Fácilmente podría cortar su garganta. Un movimiento

en el lado de la cama atrapó mi atención. El chico, su inocente rostro, mirándome

con los ojos muy abiertos, y dudé por un momento. Un momento. Luego atravesé

el corazón de Sergius con la espada. Hizo sonidos de gorgoteo mientras lo

empujaba con un pie para sacar la espada de él. El soldado muerto cayó al piso en

una piscina de su propia sangre.

Me volteé hacia el chico.

―Todo‖est{‖bi…

El chico agarró un cuchillo del suelo y se abalanzó sobre mí. Flexioné mis

dedos y dije:

―Zyayti. ―Nada sucedió. Podría haber gritado. En vez de eso, me incliné

fríamente al chico. Cayó al suelo. Lo atrapé antes de que golpeara el piso y lo puse

sobre la cama. Reuniendo mi energía, tomé una vela y fui al cuarto escondido.

La luz iluminó un cuarto con brillantes monedas apiladas prolijamente y

artefactos de joyería. La cantidad de oro me tenía tragando mi propia lengua. Sin

embargo, el verdadero tesoro estaba parado enfrente, resguardando el botín.

Destellos de la bola de fuego destacaron los rubios cabellos de una niña pequeña,

aproximadamente de cuatro años. Vestida con un fino vestido púrpura, su

pequeño y picante rostro sostenía un arco con una flecha. Mi salvadora.

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Murmuré:

―Rescatado por una niña pequeña. Nunca pensé caer tan bajo.

La punta de la flecha me seguía mientras me aproximaba. Era su última

flecha, sin embargo, sus grandes ojos cafés, idénticos a los de lady Aldith, me

observaron con desafío despreocupado. Su nariz se arrugó, me dedicó una mueca

verdaderamente adorable.

―No soy una niña, romano ―me escupió―. Soy una princesa.

Levanté una ceja.

―Tampoco soy un romano, princesa. Soy británico.

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Traducido por Apolineah17 y Aяia Corregido por veroonoel

n violento cambio descendiente del viento hizo que el avión se

tambaleara por la turbulencia. En el interior de su cabina bien

ventilada, mis ojos se abrieron de golpe.

Dorothy, gruñó Vane en mi cabeza. Es suficiente. Nunca quise que vieras eso.

Mis dedos se abrieron de golpe y el amuleto cayó de mi mano de regreso a la

seguridad de mi bolsillo. Mi cuerpo se estremeció, pero no fue por el frío y estéril

aire saliendo de las rejillas de ventilación por encima de mí. Clavé las uñas

profundamente en la dura banca del diván. Nunca me había imaginado semejante

brutalidad vívida en un sueño; no, un recuerdo. Era un recuerdo. Del mismo modo

en que había visto a Matt cuando compartimos un vínculo, tenía que estar viendo

los recuerdos de Vane. Las escenas recubrieron mi lengua, dejando un sabor fuerte

y amargo. Sus impresiones en mi mente eran profundas, pero tuve la sensación de

que solo arañaban la superficie de un horror impactante. ¿Cómo sobrevivió a ello?

¿Cómo conservó la cordura?

Bueno, ciertamente, caminaba cerca de la línea. Hasta el tridente, sin

embargo, tenía el control. Ahora, no tenía idea de lo que él era.

Maldita sea. No debería haber dejado que me sobresaltara para dejar caer el

amuleto.‖ Quería‖ saber‖ m{s…‖ mucho‖ m{s.‖ Aunque,‖ no‖ estaba‖ segura‖ de‖ que‖

pudiera manejar el saberlo.

El avión bajó y comenzó a descender. Teníamos que estar cerca de nuestro

destino. Abrí la persiana de plástico de una ventana cercana solo un poco.

Oscuridad con un toque ligero del color del cielo en el exterior mientras el

U

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amanecer se acercaba. Fue un vuelo corto. Bajo nosotros, el agua azul se extendía y

me pregunté dónde estábamos.

Raj hizo la pregunta por mí. Caminó por el pasillo, habiendo descendido de

una visita a la cabina del piloto y se detuvo frente a Matt.

―El piloto dice que serán otros veinte minutos. ¿Me dirás a dónde vamos?

¿O debería leer las señales en el aeropuerto?

Matt dio una pequeña risa.

―Tus amigos me dijeron que lo conoces bien. Aterrizaremos en Colombo y

tomaremos una camioneta a Ella.

―Ella. Colombo ―repitió Raj―. Estamos en Sri Lanka.

La cabeza de Matt se balanceó de arriba a abajo.

Raj continuó:

―Esta semana es el festival Vesak Poya. El Día de Buda.

―Bastante oportuno, ¿no te parece? Es el momento perfecto para visitar las

cuevas ocultas.

―¿Ahí es dónde piensas que está la Copa de la Curación?

―Es mi mejor suposición ―respondió Matt.

―Es lo suficientemente bueno para mí, maestro Merlín. ―Raj levantó la

mano, que brillaba con la magia roja―. Te haré saber cómo resulta.

―¿Qué? ―dijo Matt.

Aparté la manta y me levanté de un salto.

―¡Matt!

La atención de Raj fue hacia mí, los ojos muy abiertos por la sorpresa.

―Portadora de la espada. Esto es una sorpresa. No se suponía que dañara a

Merlín, pero tu muerte sería de mucho valor. ―Extendió su mano, con la palma

hacia adelante y envió una corriente de magia hacia mí―. ¡Mrayati!

Matt se lanzó delante de él. Absorbió la explosión. Rebotó en él. Matt aventó

lo que parecía un vial de vidrio hacia Raj. Una nube de polvo rojo explotó en el

rostro de Raj. Raj gritó y se agarró la garganta antes de caer al suelo.

Corrí por el estrecho pasillo hacia Matt. Agarrándolo del hombro, lo bajé un

poco y me paré de puntitas para mirar por encima de él.

―¿Está muerto? ¿Estás bien? ―Tiré de Matt hacia mí y empecé a palpar su

pecho. La explosión de Raj lo había golpeado a muerte. Demandé―: ¿Qué fue eso?

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Matt tomó mis manos y las mantuvo quietas. Una cadena colgaba de su

cuello. La piedra preciosa de topacio en su interior estaba hecha añicos.

―Solo porque no tengo magia, Ryan, no significa que no soy un hechicero.

Me relajé.

―Un encantamiento.

―Mejor que una armadura, pero únicamente es buena para un solo uso.

―Matt se quitó la cadena con una mano y la tiró a un lado.

―Lo mataste ―dijo una medio voz detrás de Matt.

Nos dio un tirón hacia los costados. El asistente de vuelo, un hombre delgado

con el cabello muy corto y la nariz aguileña, se arrodilló junto a Raj. Vistiendo un

sencillo traje azul marino y una camisa blanca de vestir, sostenía una pistola con

un agarre casual.

Los dedos de Matt se apretaron en mi brazo.

―¿Quién eres?

―SSI. Servicio Secreto de Inteligencia ―dijo nariz aguileña―. Fui asignado

para observarte.

―¿Asignado por quién? La reina…‖―empecé a decir.

―No le digas nada, Ryan. ―Me detuvo Matt. Parpadeé cuando alzó otro vial

que pareció salir de la nada. Demandó―: ¿Qué sabes de nosotros, Regular?

―Sé que tienes cerca de medio millón de libras de valor de amuletos mágicos

y pociones en ese bolso. ―Nariz aguileña señaló el bolso negro de lona metido

debajo del asiento de Matt.

―Medio millón ―repetí. Sabía que vender magia era lucrativo. La familia de

Grey se había enriquecido de esa mercancía durante siglos. Sin embargo, nunca

habiendo comprado esas cosas, no sabía cuánto. Fruncí el ceño―. ¿La compraste

aquí? ¿Cómo Raj no lo sabía?

―Los hechiceros locales no tienen suficiente. La magia se podría haber

originado aquí, pero la población de hechiceros aún es muy baja. Cada onza se

vende tan pronto como pueden hacerla. No quería tomar sus suministros. Tomé

esto de Sylvia en Grecia como respaldo.

Sylvia. La mamá de Grey. Mi madre adoptiva. Murmuré:

―La trajiste todo el camino hasta aquí sin decirnos. ¿Más secretos, Merlín?

―A veces la discreción es necesaria. ―Nariz aguileña se puso de pie―. Creo

que las presentaciones son necesarias. Mi nombre es Robin Chaucer. Trabajo de

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dependiente de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Su majestad ha contactado al

primer ministro. El Parlamente ha sido convocado debido a la amenaza que ahora

enfrentamos.

―Es James Bond ―le susurré a Matt.

―¿Quién? No importa ―respondió Matt―. Es un Regular. No podemos

confiar en él.

Puse los ojos en blanco.

―Suenas como Vane. Soy una Regular. De todos modos, simplemente llama

al Primer Miembro y podemos confirmar todo.

Robin dijo:

―Podrías, pero antes de hacerlo, deberías considerar a Raj, un hechicero de

posición en esta región, difícil de corromper, pero aun así fue corrompido. La

pregunta sigue siendo, ¿por quién? ¿En quién confías, Merlín?

Matt le lanzó un frasco de color rojo a la cara.

―En ti no.

Los ojos de Robin se abrieron con una mirada de sorpresa justo antes de que

el vial explotara en su rostro. Polvo rojo sofocó el aire. Se desplomó al lado de Raj.

Miré boquiabierta a Matt.

―¿Qué demonios, Merlín?

―No están muertos, solo dormidos ―dijo Matt.

Con el ceño fruncido, me acerqué a Robin y me incliné para tomarle el pulso.

Golpeaba fuertemente contra su cuello. Comprobé a Raj. Su piel, aunque todavía

caliente, se sentía diferente. Revisé su cuello. No podía encontrar el pulso.

―Solo es una pócima para dormir. Le lancé un poco más a Raj. ―Matt movió

los dedos directamente sobre el pecho de Raj y presionó profundamente. Debajo de

la piel, la vida tamborileaba.

Suspiré aliviada y me senté nuevamente sobre mis cuclillas.

―¿Por qué te atacaría Raj?

―Vane…

―No todo se remonta a él ―exclamé.

―Convenció a los hechiceros de seguirlo una vez antes.

Me le quedé mirando.

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―¿Por qué estás tan empeñado en odiarlo? ¿Sabes lo que le pasó después de

que fue obligado a dejarte?

―No fue obligado. Él se fue ―replicó. Entonces, sus ojos se entrecerraron―.

Estás viendo sus recuerdos.

Asentí.

―Son‖bastante‖horribles.‖Luchó‖en‖Cartago…

―No puedes permitir que el pasado te afecte. Tuvo una infancia difícil. Eso

sucede. Igual yo. Es lo que ha elegido hacer lo que me aterroriza. Está empecinado

con el poder, Ryan. Siempre lo estará. Su pasado lo ha hecho así, pero sus acciones

actuales no pueden ser excusadas debido a ello.

―Sé‖ eso…‖―Tropecé cuando el avión descendió, comenzando su descenso

final.

―Deberíamos ponernos el cinturón de seguridad. ―Matt me agarró por el

brazo y me arrastró al asiento más cercano. Se arrojó en el asiento de enfrente. Su

rostro estaba tenso con un matiz enfermizo en él. Tomó una bolsa de mareo del

bolsillo lateral integrado en el asiento y se aferró a la bolsa de papel como un

salvavidas―. No deberías haberte ocultado tanto.

―No deberías haber intentado escabullirte. ―Mechones de cabello colgaban

sobre mis ojos. Los soplé―. Estamos en esto juntos. No importa lo molesto que

estés conmigo.

―Pensé que estábamos juntos en esto ―replicó Matt―. Eres incapaz de

escuchar, ¿no es así? ¿Es realmente tan difícil de entender por qué no te quiero

para esto? Estás vinculada a Vane. No quiero que sepa lo que estoy haciendo.

―Buen plan, Merlín. ―Levanté un pulgar hacia los postrados Robin y Raj―.

Parece que todo el asunto de mantener la cosa encubierta funcionó realmente bien.

La expresión de Matt se volvió malhumorada.

―Los secretos nunca parecen funcionar bien en este siglo.

―Podrías considerar actualizar tu filosofía.

Los ojos ámbar de Matt brillaron.

―Gracias a ti, es todo lo que me queda.

Sus palabras me golpearon en algún lugar bajo.

―No todo.

Matt no respondió. Después de que aterrizamos en una aislada pista en

Colombo, Sri Lanka, Matt arrojó más pócimas para dormir a los dos pilotos en el

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aterrizaje. Empujamos la puerta trasera para abrirla y extendimos las escaleras

aéreas portátiles. Se deslizaron hacia adelante sobre los riles y se despegaron hacia

el exterior. Evitamos al equipo técnico en espera con bastante facilidad. Después de

un rápido intercambio de tarjetas de inmigración y de formularios previamente

completados (por la fecha en que Matt había llenado el formulario, me di cuenta de

que había estado planeando este viaje desde Grecia), salimos del aeropuerto.

Sombrías nubes se cernían sobre el horizonte, aunque la visión de ellas finalmente

alivió la tensión en mis hombros. Con un poco de incentivo mágico, los hombres

con uniformes blancos inspeccionaron los cuestionables artículos en su bolso. No

estaba dispuesta a ser detenida en un país donde una convicción singular del

contrabando resultaba en la horca.

Matt me empujó hacia la línea de espera de taxis. Vi a un hombre en un traje

de negocios negociar la tarifa con el taxi antes de aceptar el viaje e hice lo mismo.

Hice que Matt se apretujara en el estrecho asiento trasero de un tuk tuk amarillo

con negro de tres ruedas, apenas lo suficientemente grande para los dos. Puede

que no haya sido la mejor opción elegir un vehículo de tres ruedas en el polvo y

smog de la ciudad, pero siempre había querido montar uno. En la parte delantera,

donde el conductor estaba sentado en un asiento que parecía más un taburete, no

había puertas. En el asiento trasero, las ventanas no tenían ningún cristal. Un

contador de kilometraje sin usar se estremecía en el viento mientras el taxi volaba

hacia una autopista.

Pasamos aceleradamente playas de arena blancas. Duras pizcas de lluvia

salada nos acribillaban como balas minúsculas. El profundo mar azul y un

abundante destello de vegetación se extendía hasta donde alcanzaba la vista a un

lado del taxi (mi lado). Las oscilantes palmeras confirmaban el hecho de que

estábamos viajando a las afueras de una enorme isla. En el otro lado (el lado de

Matt), los gases de escape y las nubes de smog que iban mano a mano con la

emergente industrialización eran su única vista. Pasamos hoteles frente al mar.

Muchos parecían recientemente renovados, aún con marcas del tsunami del 2004

que devastó la región. Las personas fluían por las calles. Los vendedores

ambulantes reabrían sus tiendas cerradas mientras la última amenaza de un

tsunami disminuía.

El tuk tuk de tres ruedas se desvió hacia el centro de la ciudad y cruzó un

pequeño lago en el medio. Hombres en botes de pedales remaban casualmente a lo

largo de él. Enormes estatuas budistas abrazaban los puentes. Sin embargo, los

tranquilizantes sonidos del océano rápidamente desaparecieron bajo una capa de

humo inducida por el diesel y vallas publicitarias con escritura garabateada. Las

fortalezas coloniales renovadas se entremezclaban con edificios de cristal de gran

altura. En una cacofonía de bocinas y lugareños hablando rápido, el vehículo de

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tres ruedas se apretujó en una calle estrecha y atravesó el corazón de un bazar.

Tiendas y grandes almacenes anunciaban diversas prendas de ropa y artesanías

con precios en rupias. Entonces, el olor del arroz y el colorido curry golpeó mi

nariz.

Mi estómago gruñó. Fuerte.

―Matt…

Gimió.

―Podríamos perder el tren.

―Conseguiremos otro. ―Bajé la voz―. De todos modos, necesito conseguir

suministros…

―Los conseguiremos después.

Levanté una ceja.

―¿En medio de la nada? ¿De verdad quieres verme lavar mi ropa interior

cada día?

El rostro de Matt se puso rojo. Casi me reí, no me sorprendida porque fuera

del tipo que cualquier mención de los innombrables lo haría titubear. Me frunció el

ceño como si dijera que sabía lo que estaba haciendo, pero a pesar del aguacero,

tocó el hombro del conductor.

―Deténgase aquí.

Un almuerzo de verduras amarillas con curry y con un toque de coco, arroz

blanco‖y‖un‖batido‖de‖mango‖(llamado‖un‖“lassie”‖por‖el‖mesero)‖después,‖hice‖un‖

rápido trabajo reuniendo algunos suministros. La mayoría. Cuando una tienda

llena de magníficos sarongs, ondeando en el viento como banderas, me hizo señas

para que me acercara, Matt hábilmente me empujó hacia una tienda de equipaje

que inducía bostezos en su lugar. Tomé una mochila; un morral, como él lo

llamaba; para llevarla conmigo.

Una hora después de nuestra parada improvisada, Matt me metió de nuevo

en otro vehículo de tres ruedas. Fue un paseo corto bajo un cielo gris y una lluvia

industrial a la estación de tren Colombo Fort. La sacudida repentina del bicitaxi,

para evitar a un despreocupado peatón, me sobresaltó. Estaba agarrando una vara

de metal en la partición que separaba al conductor de los pasajeros, pero mi mano

se resbaló y Matt me atrapó mientras volaba de regreso hacia él. No había

cinturones de seguridad. El brazo de Matt fue alrededor de mi cintura para

sostenerme firmemente. Su aliento sopló cálidamente contra mi nuca. Agarré el

extremo que enmarcaba la ventana y me alejé de él, moviéndome a lo largo del

desgarrado asiento de piel artificial. Él me soltó.

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Pero entonces, él siempre me estaba dejando ir.

Dentro de la estación, Matt se las arregló para conseguir los boletos en un

tren de diesel de salida para una cabina de segunda clase (solo un número limitado

de trenes tenía cabinas de primera clase), lo que significaba que no habría aire

acondicionado durante el viaje. Dentro de la estación de trenes, hermosas

barandillas pintadas de blanco y pasillos de madera cruzaban las estériles

plataformas de concreto debajo. Al igual que el resto de la ciudad, la antigua

arquitectura colonial brillaba en medio del acero industrializado moderno.

Un guardia uniformado de color caqui con un rifle largo caminó delante de

mí. Por un transitorio conocimiento, sabía que el país recientemente había

terminado una guerra civil de treinta años. Los Tigres de Tamil, un grupo

separatista de liberación en el noroeste de Sri Lanka, que continuamente utilizaba

bombas suicidas para atacar a los civiles, hasta su derrota por el gobierno en el

2009. Me alegré que nos dirigiéramos hacia el centro del país y no hacia el norte.

El tren de diesel se empujó hacia adelante en la plataforma: una larga

serpiente de metal con rayas de rojo oxidado y blanco manchado. Arañazos y

abolladuras estropeaban sus costados, indicando la edad de la bestia de carga del

motor. Matt y yo subimos por las empinadas escaleras en el carro de ferrocarril.

Dos filas de asientos a cada lado constituían el interior. En unos pocos minutos,

cada asiento se llenó y, para ese momento, el tren se puso en marcha. Un grupo de

chicos con camisas de algodón similares a cuadros y pantalones oscuros se situó en

los extremos del compartimiento justo en las salidas, presumiblemente preparados

para saltar fuera si el conductor les preguntaba por sus boletos.

Una vez que salimos de la ciudad, el verdadero viaje comenzó. Casi de

inmediato, las vistas se volvieron rurales. Lo único constante era el continuo

aguacero. Las penetrantes cenizas apelmazadas en mi nariz se desvanecieron, solo

para ser reemplazadas por el olor de la exuberante vegetación. La campiña

mostraba vistas absolutamente impresionantes de campos verdes, flores coloridas

y laderas inclinadas y húmedas. Me imaginé tomando un viaje en tren por el Jardín

del Edén.

Pasamos granjas tras granjas, y colinas con escalones tallados en ellas. Había

pequeñas aldeas marcadas por templos blancos con cúpulas. Las vías del

ferrocarril nos llevaron a través de los altos puentes romanos con columnas

arqueadas sobre las aguas azules y claras. Los locales en una mezcla de vestimenta

occidental (camisas y pantalones color caqui) y tradicional (sarongs y saris)

charlaban con los turistas. Los comerciantes pasaban por el tren ofreciendo

aperitivos (muy populares) y té (incluso más popular).

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Mientras me quedaba boquiabierta ante el paisaje, Matt estudiaba la guía

turística. La compró en el bazar en Colombo. Eso capturaba completamente su

interés. Una niña con coletas trenzadas y atadas en los extremos con lazos rojo

brillante, se cernía sobre el asiento frente a nosotros. Miró a Matt con sus enormes

ojos. Le sonreí y ella se rió. Matt la miró brevemente, luego volvió a la lectura de su

libro. Los labios de la niña sobresalieron en un decepcionante puchero antes de que

se enderezara y se hundiera de nuevo en su asiento.

Me pude imaginar a Vane riéndose con ella. Tenía una debilidad por los

niños. Los jóvenes hermanos de los otros jugadores de lacrosse2 de regreso a casa

habían amado al entrenador Vane. (Siempre encontraba pequeños trabajos en el

campo para que ellos hicieran. Funcionaba incluso mejor que el helado).

Sacudiendo la cabeza ante la inesperada punzada que el recuerdo había

ocasionado, tiré de la manga de Matt.

―Te estás perdiendo todo.

―No estoy aquí para disfrutar del paisaje, Ryan ―respondió Matt sin

levantar la vista de la guía que también debía de contener los secretos del universo.

―Vive un poco. ―Pasamos otra cascada altísima situada en las grietas de

una colina.

Matt se encogió de hombros.

―Prefiero asegurarme de que no vayamos a estar muertos todos.

Lo que, al parecer, era mi preferencia. Apreté los dientes.

―¿Hasta cuándo vas a estar molesto conmigo?

―No estoy molesto.

Sí, claro. Le pregunté:

―¿Entonces qué?

Se quedó mirando la guía fijamente.

―Mi poder en manos de Vane es más que simplemente no bueno. Es

catastrófico. Lo usará para poner las probabilidades a su favor.

―Mantener las probabilidades a nuestro favor ―argumenté.

―Si tan solo pudiera creer eso.

2 Lacrosse: Es un juego rápido entre dos equipos de diez jugadores cada uno que usan un palo con

una red en la parte superior para pasar y recibir una pelota de goma con el objetivo de meter goles

embocando la pelota en la red del equipo contrario.

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Suspiré. No era una discusión que iba a ganar, porque todo lo que había visto

en los recuerdos de Vane hasta ahora me habían llevado a pensar que Matt tenía

razón. Vane solo se escuchaba a sí mismo. A diferencia de Matt, sin embargo,

estaba teniendo el presentimiento de que los dos objetivos finales eran uno y el

mismo. Entonces, vi la las líneas apretadas en las comisuras de los labios de Matt.

Estaba ocultando algo. No me sorprendió, pero de nuevo, dolía y estaba cansada

de sentirme herida.

El tren cruzó un pequeño pueblo. En su centro se alzaba un templo con una

estatua gigante de un mono con las mejillas regordetas. La cabeza de Matt se

levantó de golpe para estudiar la estatua que pasábamos.

―Eso es Hanuman. ―Matt hojeó las páginas de la guía―. Aquí dice, que en

el épico Ramayana3, el dios mono ayudó a rescatar a la princesa Seetha. El rey

Rawana la secuestró y llevó a su hogar en la antigua Lanka. Esperaba cortejarla

para que se convirtiera en una de sus esposas. El príncipe Rama fue a rescatarla

después de que Hanuman la encontrara. Los ejércitos de Rama y Rawana

combatieron a lo largo de toda la isla hasta que Rama finalmente derrotó al rey en

la batallas.

―¿Por qué me importa? ―Me recosté contra el duro plástico del asiento. Una

ráfaga de viento frío que atravesó la ventana hizo danzar mi cabello. Lo domé lo

mejor que pude. La temperatura bajó mientras el sol se hundía más abajo en el

horizonte.

―Se decía que el rey Rawana era un maestro de la astrología. Supuestamente,

el dios creador, Brahma, le dio el néctar de la inmortalidad como un regalo

celestial.

―Crees‖que‖él‖tenía‖la‖Copa‖de‖la‖Curación…

Matt puso una mano sobre mi boca y miró alrededor del tren. La gente

continuaba charlando sin prestarnos ninguna atención.

―Cálmate, Merlín ―aparté su mano.

―No quiero toparme con otro Robin Chaucer.

―¿Cómo sabes que Robin no nos habría ayudado? Fue Raj quien nos atacó.

―Él es un Regular. Solo se interpondría en el camino.

Fue una declaración arrogante. Vane definitivamente la habría hecho, y sin

embargo, viniendo de Matt, me dejó momentáneamente sin habla.

3 Ramayana: Es un texto épico escrito por Valmiki, forma parte de los textos sagrados smriti del

hinduismo.

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―Yo soy una Regular.

―Por supuesto que lo eres ―dijo Matt en un tono tranquilizador. Bajó la

voz―. Escucha, no estoy seguro de cómo todo está conectado, salvo que cada

instinto me dice que las respuestas que buscamos se encuentran aquí. Nuestros

orígenes‖se‖remontan‖a‖esta‖región…

―¿Qué quieres decir con orígenes? ¿Cómo es eso?

―El Consejo tiene la teoría de que el Keltoi surgió por primera vez en las

civilizaciones del Valle Hindú más o menos en el año 3000 A.C.

Los hechiceros se llamaban a sí mismos Keltoi. Era una especie de nombre

antiguo.

Matt continuó:

―Sectas de pueblos hindús migraron a través de Mesopotamia, Grecia y

hasta Europa Occidental. Entre ellos, nosotros. Si sigues la derivación de las

lenguas habladas en la región actualmente, puedes seguir la migración de los

hech…‖―Con otra mirada furtiva por encima de su hombro, bajó la voz―. De

nuestro pueblo.

Pasó una mano por el despeinado cabello marrón.

―Pero más que eso, tengo la sensación que se supone que estemos aquí. Que

no‖terminamos‖en‖este‖lugar…‖en‖este‖momento…‖por‖casualidad.

―¿Qué quieres decir?

―La Dama sabía lo que pasaría una vez que el rey Pescador despertó. Sabía

que vendríamos a esta región para evitar el desastre.

Cuanto más aprendía de la Dama, menos me agradaba. Ahora, ella también

conseguía el crédito por mis decisiones.

―Yo nos hice venir aquí. Tú querías regresar a Inglaterra, ¿recuerdas? De

todos modos, Bran de Pellam llevó la Copa de la Curación a Aegae.

―No estoy tan seguro. Por lo que pude averiguar de Lelex, las sirenas

decapitaron a Bran en Aegae. Una versión de la historia del rey Pescador dice

como mucho, que la cabeza del rey regresó y fue sepultada y su magia protegió la

Isla de Gran Bretaña de los merodeadores desde entonces.

Puse los ojos en blanco. Chico, habían estado equivocados en eso. Los vikingos

saquearon Gran Bretaña por cien años más o menos después de Arturo.

Matt continuó:

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―El punto es, que las sirenas nunca tuvieron la Copa. Galahad y Perceval

debieron haberla encontrado. En las leyendas, no está claro quién obtuvo la copa.

Se suponía que iban a llevarla de regreso a Britannia, pero Galahad nunca volvió.

Parpadeé.

―Pensé que enviaste a Galahad detrás de la Copa. ¿Quién es Perceval?

―En realidad, envié un grupo de tres tras el rey Pescador. Perceval, Galahad

y Bors. No lo mencioné antes porque era irrelevante. Por lo que he podido

averiguar, solo uno de ellos parecía haber obtenido en verdad la Copa. Además,

Vane y Perceval eran cercanos. Eso sucedió hace mucho tiempo, pero no quería

recordarle a Vane a él.

Me quedé mirándolo. Acababa de hacer una pequeña admisión de que

realmente se preocupaba lo suficiente para prestar atención a los sentimientos de

su hermano. ¿Alguna vez iba a entender a estos dos? Me aclaré la garganta.

―¿Vane y Perceval?

―Vane trajo a Perceval a Camelot con él. Perceval era el hijo menor de un

noble. Era huérfano y Vane lo entrenó. A su vez, Perceval adoraba a Vane. ―Matt

murmuró―: Parece que tiene algo por los huérfanos.

Esa indirecta iba dirigida a mí. La ignoré ya que escuché un borde subyacente

en su tono. Había estado celoso. Wow, Merlín celoso. Mi cabeza dio vueltas con el

conocimiento. A continuación, hizo clic.

―¿Perceval era de Cartago?

―Sí, ahí es donde Vane lo encontró. ¿Lo has visto en los recuerdos de Vane?

Asentí.

―Como dije, eran cercanos. ―Continuó leyendo la guía turística.

Mis ojos recorrieron el perfil de Matt. La línea recta de su mandíbula era tan

similar a la de Vane. Y aun así, nunca podía entender bien quién era, Matt o

Merlín. Matt, podía confiar en él. Merlín, nunca lo había hecho. Matt salvaría a su

hermano. ¿Lo haría Merlín? Después de lo que había visto en los recuerdos de

Vane, su animosidad no tenía sentido. ¿Dónde habían ido las cosas tan mal? Al

menos los hermanos se habían sentido muy unidos una vez, me daba esperanza de

que lo volvieran a hacer.

También hizo que me preguntara si hice una distinción en mi cabeza que no

estaba ahí. Matt o Merlín. De cualquier forma, ya si fuera Matt y Ryan o Merlín y

Ryan, estábamos en un punto muerto.

Di el primer paso.

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―Matt, tengo que contarte algo. Vane tuvo una visión sobre ti.

Nos detuvimos en la estación del tren cuando el tren chirrió hasta detenerse.

Más lluvia caía sobre el techo de acero de una plataforma de hormigón. Un cartel

declaraba que la parada era la ciudad de Kandy. Luces parpadeantes decorativas y

brillantes faroles estaban colgados en toda la plataforma. En su centro, una

pancarta celebraba el próximo festival Vesak Poya. Estábamos a medio camino de

Ella.

Casi cuatro horas después, estaba sentada, molesta, en el tren. Demasiado por

dar el primer paso, también podría no haber dicho nada. Junto a mí, Matt ojeaba la

guía. Ya la había leído dos veces. Consideré seriamente tirarla por la ventana. Su

reacción a la visión de Vane habían sido dos frases decepcionantes:

―No cambia mis planes. Créeme, sé lo que estoy haciendo. ―Luego, volvió a

la guía y enterró su nariz en las páginas sin decir otra palabra.

Chicos, maldije.

El tren nos acercó más a las montañas en el centro de la isla y hacia arriba por

las colinas y a mayor altura. Fuera, el denso follaje se asemejaba a una jungla.

Pasamos por un túnel corto, cavado en la roca, y el campo abierto se abría al cielo.

Filas ordenadas de arbustos de té formaban capas en la ladera de una montaña en

una gran plantación de té. En su centro, vi una señorial casa blanca colonial.

Matt cerró la guía y miró por la ventana en silencio.

―No ―estallé―. Me niego a creer que esa sea toda tu reacción a la visión.

Hay más en ello. Lo sé. Y tú también. ¿Así que qué es lo que no quieres decir? ¿Qué

te estás guardando esta vez, Merlín?

Suavemente dijo:

―Ya confié en ti una vez, Ryan.

Y me traicionaste. Las palabras no dichas resonaron en mi cabeza, cortando

profundamente mi corazón. Respiré y exhalé.

―No puedo cambiar lo que hice.

―No, no puedes.

Me estaba volviendo loca. Suspiré.

―¿Puedes, por un minuto, dejar de sentir lástima por ti mismo?

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―Podría si te molestases en ayudarme a arreglar lo que has roto en lugar de

perder el tiempo admirando el paisaje.

Lo fulminé con la mirada.

―¿Por qué crees que estoy aquí?

―¿Por qué lo estás? Puede que trate con verdades a medias, pero al menos no

he estado mintiéndome a mí mismo.

―¿Qué significa eso?

Matt dejó caer la guía a mi regazo.

―Significa que no puedes tener las dos cosas, Ryan. No puedes creer en Vane

y en mí a la vez. Solo uno de nosotros tiene razón.

No creía que estuviera hablando de creer.

El tren se detuvo en una larga plataforma de otro pequeño pueblo. Un cartel

declaraba‖ que‖ era‖ “Nanu‖ Oya”.‖ M{s‖ l{mparas‖ de‖ aceite‖ anticuadas‖ estaban‖

alineadas en el techo de la plataforma. Cestas coloridas colgantes con orquídeas se

balanceaban en la fría brisa del oscurecido cielo. El tren se detuvo con un chirrido.

Miré mientras aquellos a nuestro alrededor se levantaban y empezaban a tomar

bolsas de los estantes de metal de arriba que se alineaban a ambos lados del

compartimento.

Matt se levantó y tomó la bolsa del estante de arriba. Su acción me

proporcionó una buena extensión de piel desnuda. Se volvió para alejarse.

Me levanté de un salto.

―Matt, esta conversación no ha terminado.

Unos pocos turistas nos observaban con ojos ávidos mientras agarraban sus

bolsas y medio se arrastraban lejos del drama que se estaba desarrollando. Me

ruboricé bajo el calor de su escrutinio.

Matt tomó mi mochila y me la entregó.

―Estamos aquí. Esta es nuestra parada.

Parpadeé.

―Es…‖esta‖no‖es‖la‖parada‖de‖Ella.

―Me doy cuenta de eso.

La comprensión me golpeó también. Le fruncí el ceño.

―Le mentiste a Raj.

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―Por supuesto que lo hice ―dijo Matt sin remordimientos―. ¿No me digas

que realmente estás sorprendida?

Media hora después, me pregunté cuál era el castigo en Sri Lanka por

estrangular a alguien. Caminé cuesta arriba, siguiendo la pesadilla de mi actual

existencia por un sendero fangoso que aplastaba una sustancia pegajosa a mis

recién compradas Vans. Los zapatos deportivos habían logrado sobrevivir a las

calles fangosas de Chennai solo para ser destruidos en una estación de colina, llena

de caminos adoquinados súper limpios. El pueblo contaba con bungalós de estilo

colonial con jardines bien cuidados, una réplica de cualquier pequeño pueblo de

Inglaterra. Ninguno de los cuales, sin embargo, estaban en el sendero que Matt

sabiamente había elegido para nosotros… por ninguna otra razón que el perverso

deseo de torturarme.

―Nuwara Eliya. Apodo: Pequeña Inglaterra ―leí de la guía y caminé

penosamente detrás de Matt. Pasé la página―. En las altas tierras centrales de

Ceilán, como se llamaba Sri Lanka durante la ocupación británica, el refugio de

campo en la colina se convirtió en un santuario privado para los colonos, sirvientes

civiles, y los plantadores de té donde se dedicaban a sus pasatiempos favoritos; la

caza, polo, golf y cricket.

Cerré la guía de un golpe.

―Por lo menos no está lloviendo.

El valle mostraba otra hermosa cascada, que corría por entre las grietas de

una colina verde alfombrada, la cual estaba alineada con setos perfectamente

podados de arbustos de té.

―¿A dónde vamos? ―pregunté.

―Al hotel ―respondió Matt mientras continuaba hacia arriba por una colina

mayormente de barro.

Di unos cuantos pasos rápidos hacia delante.

―¿Por qué no tomamos un taxi?

―Tenemos que ahorrar el dinero ―dijo hacia atrás.

―Entonces, ¿por qué vamos a alojarnos en un hotel?

―Ya está pagado, y ya que hice los arreglos yo mismo, dudo que seamos

encontrados.

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―¿Lo dudas o estás seguro?

―¿Quieres una ducha?

Me‖callé…‖durante‖como‖un‖segundo.

―¿Estás seguro de que vamos por el camino correcto? No hay carteles en este

camino.

―Es un atajo.

El cielo retumbó riéndose. Regueros de lluvia salpicaron, haciendo un baile

feliz en mi cabeza. Puse mi poncho de lluvia a mi alrededor, que no hizo nada con

el frío, mientras debatía si tirar o no la guía a la parte posterior de la cabeza de

Matt.

―Tengo hambre.

Matt se detuvo. Esperó a que lo alcanzara y me quitó la guía. La metió en su

mochila protectoramente. Hice una mueca. La salvaría de mojarse, pero a mí no.

Con un pequeño gruñido interior, seguí adelante. Llegamos a la cima unos

pocos minutos más tarde. La tierra se niveló y pasamos por una barrera de árboles.

Casi lloré ante la vista frente a mí. La suave lluvia besaba el tejado inclinado de

una hermosa casa blanca de plantación con un porche. Barandillas pintadas

enmarcaban pequeños balcones en el segundo piso, y bombillas halógenas

enfocaban a un jardín con un estanque tranquilo. En medio de una isla de jungla,

me las arreglé para encontrar un trozo del cielo de Georgia.

―El Hotel St. Elizabeth ―anunció Matt.

―Servicio de habitaciones ―dije felizmente. A pesar de los músculos

doloridos y un camino fangoso inestable, prácticamente corrí a la acera de piedra

del hotel. Me quité mis zapatos arruinados antes de apresurarme al vestíbulo.

Un empleado en uniforme blanco rígido y bigote fino me miró con recelo,

pero sonrió a Matt.

―Usted estará en la segunda planta. Ha tenido suerte, maestro Northe, por el

festival hemos estado completamente reservados durante meses. ―La sonrisa del

empleado se oscureció cuando se volvió a mí. Su nariz se inclinó hacia abajo ante la

vista de mi pantalón caqui con suciedad apelmazada y los pies descalzos―. Si

Memsahib lo desea, también tenemos una lavandería con servicio completo

disponible.

Resistí poner los ojos en blanco.

―A memsahib le gustaría un poco de té. ¿Puede llevarlo a mi habitación? Oh,

y un menú para la cena.

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El empleado se animó.

―Servimos una merienda-cena en las noches con una gran variedad de

guisos, pasteles de carne, y una torta de leche deliciosa de postre. Por supuesto,

nuestro restaurante cuenta con algunos platos locales maravillosos preparados por

el chef para la cena.

Yo también me animé.

―¿En serio? ¿Qué tipo de platos?

―Una mezcla de indio y colonia…

―Té suena perfecto. ―Matt tomó mi codo y me dirigió―. Envíelo a nuestra

habitación. Comeremos ahí.

―¿Qué prisa tiene, maestro Northe? ―Aparté mi brazo de Matt. Cruzamos el

pequeño vestíbulo y dejamos de lado un ascensor estrecho para subir unas

escaleras de madera tapizadas. Bajé la voz y le pregunté―: ¿Qué es una memsahib?

―Creo‖que‖su‖traducción‖es‖“rica‖mujer‖europea‖casada”.

―No soy europea ―me quejé―. Y ahora mismo, estoy completamente en la

ruina.

―Tampoco‖est{s‖casada…

―Si me dices que no soy una mujer, voy a pegarte ―repliqué.

―No he dicho nada ―dijo con una extraña expresión.

No le creía para nada. Mesas de madera rústica y paisajes de óleo se

alineaban a lo largo del pasillo del segundo piso. El color oscuro de la madera

hacía que el espacio pareciera más pequeño, y de repente fui muy consciente de

que Matt y yo estábamos esencialmente solos. Para romper el silencio le pregunté:

―¿Por qué estamos usando el nombre de Vane?

―Tengo una tarjeta de crédito a su nombre de la que él no sabe.

―¿Qué? ¿Cómo?

Matt se encogió de hombros.

―Solo porque no me guste usar la tecnología no significa que no pueda.

Entrecerré los ojos.

―Grey te ayudó, ¿no?

―No revelo mis fuentes ―dijo inexpresivo, deteniéndose tan de repente que

casi me choqué con él―. ¿Te molesta, Sra. Northe?

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Lo hacía. Peor, me hacía pedazos. Un golpe desgarrador en el rostro de lo que

podría haber sido. Y aquí estaba yo, de pie en medio de un país extraño con

alguien que se parecía tanto a Vane. Dije en voz baja:

―¿Te gustaría ser llamado con el apellido de tu ex novia?

―Tú eres mi única ex novia ―respondió.

El largo pasillo se había quedado sin espacio.

―Salimos en dos citas, Matt. No creo que cuente.

Conmovedores ojos ámbares de clavaron e mí.

―Cuenta para mí.

―¡Me mandaste un mensaje para romper!

―Te mandé un mensaje para decir que necesitaba tiempo.

Me moví para entrar pasándole.

―No importa.

Atrapó mi codo y me detuvo.

―Me disculpo si mi habla de la escuela secundaria está mal.

―No habrías hecho nada de forma diferente. ―Le enfrenté―. Aun así

habrías elegido las visiones.

―Ya hemos pasado por esto. El futuro, nuestro futuro, depende de ellas.

―Ya no.

No me sorprendió cuando Matt no respondió, aunque parte de mí

secretamente esperaba que lo hiciera. La parte de mí que secretamente se alegraba

de tener este tiempo con Matt. A pesar del final del mundo cerniéndose en el

horizonte, o tal vez por él, quería averiguar dónde estábamos.

Empezó a andar. Llegamos a nuestra habitación en unos pocos pasos. Matt

usó una llave; una verdadera llave de hierro, no una tarjeta; para abrir la puerta.

Caminé pasándole por la puerta. Lo mejor en la gran habitación era una cama

tamaño King con dosel en el centro de la misma. Una mosquitera blanca cubría los

lados de la cama de dosel de tela verde. Gruesas cortinas de primavera verde

vestían los lados de las ventanas de cristal. En frente de la cama, ricos cojines rojos

adornaban un corto sillón diván. Varias almohadas tartán se añadían a la

decoración colonial amaderada. Una palmera se balanceaba justo fuera.

Matt cerró las cortinas.

―Deberíamos dormir pronto. Tenemos que levantarnos en cuatro horas.

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Tiré mi mochila a una mesa baja de madera.

―¿Huh?

―Vamos a subir hasta el Pico de Adam. Va a tomarnos una hora en auto

llegar ahí. La guía dice para ver la salida del sol, lo cual es la mejor parte del

ascenso, deberíamos empezar a la una de la mañana.

―¿Vamos a hacer turismo?

―No, vamos a ver un santuario en la cima de la montaña mientras todos los

demás están distraídos.

La miga de información fue toda la explicación que conseguí antes de que

Matt tomara el teléfono y pidiera un auto en recepción. Con un suspiro, me dirigí

al cuarto de baño para una ducha muy necesitada. El cuarto de baño no tenía

cerrojo y una cortina transparente en la ducha. Me estremecí, pero decidí que

quería demasiado ducharme como para estar excesivamente preocupada. Una

mirada al espejo me hizo estremecer aún más. Rayas de suciedad cubrían mi rostro

y mi cabello, bueno, vamos a decir que las ventanas abiertas del tren realmente

ofendieron a los dioses del cabello, y me encontraba con un gigante puf de cabello

que realmente podría haber triunfado en cualquier competición de las

“animadoras‖Dallas‖Cowboy‖de‖los‖80”.‖

Dos minutos después de que me metiera en la ducha, Matt tocó la puerta.

―La comida está aquí.

Cerré la mayormente fría ducha; los resorts tropicales no creen en el agua

caliente; y me apresuré a vestirme. Me puse la parte de abajo de un pijama largo;

esta parte de Asia no tenía ningún concepto de pantalones cortos (alguien podría

ver mis tobillos y ofenderse, mientras que abdómenes descubiertos en saris

producían bostezos); y una camiseta de mangas largas con un top. Compré el top

por separado, un artículo demasiado impactante para ser vendido junto con el set

del pijama. Está bien, sonaba malcriada, incluso para mí. Me pasé los dedos por el

cabello enredado y mojado con una mueca, mientras tiraba de los folículos.

Solo era eso; echaba de menos mi casa.

Abrí la puerta para encontrarme a Matt de pie fuera, con una mano levantada

en el aire, a mitad de tocar la puerta. Su delgada camiseta se estiraba sobre su largo

y esbelto pecho. Un suave murmullo de deseo brilló en sus ojos. Debí haber mirado

fijamente mucho tiempo porque dejó caer el brazo, murmurando:

―Vamos a comer.

Lo miré por detrás, mis nervios tintineando. Para mi sorpresa, una pequeña

mesa de comer estaba ya preparada, la comida dividida en dos platos, y había

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humeantes tazas de té caliente. Matt se sentó. Me eché el cabello hacia atrás e hice

lo mismo. Vane siempre esperaba a que yo me sentara primero. Sin mirarme, Matt

sacó la misma guía azul del tren y empezó a leer mientras comía. La conversación

no estaba en el menú, por lo que parecía.

Estaba demasiado hambrienta como para que me importase. Sobre todo pulí

mi plato y té mientras Matt tomaba pequeños bocados del suyo mientras leía. Casi

saciada, me detuve para masticar.

―Si tenemos que despertarnos pronto, ¿debería poner la alarma?

Matt no levantó la vista de la guía.

Sacudí una mano delante de su rostro.

―Matt, ¿arreglaste una llamada para despertarnos?

―Hmm…‖―Pasó una página en la guía, dando un bocado.

Dejé mi tenedor con un fuerte ruido.

―¿Estás siendo molesto a propósito? Porque está funcionando.

Matt cerró el libro y levantó la cabeza para parpadear hacia mí. Miró hacia mi

plato terminado.

―La caminata por la montaña es larga. Deberías dormir un poco. Pediré una

llamada para despertarnos.

Era el peor compañero de viajes. De todos los tiempos.

Apreté los dientes.

―¿Vas a intentar deshacerte de mí otra vez mientras duermo?

―Lo haría ―respondió francamente―. Si no pensara que te meterías en más

problemas tú sola.

―Gracias. Me alegro mucho que me tengas en tal alta estima. ―Me limpié la

boca con una servilleta y lo tiré a la mesa antes de irme enfadada a la cama―. El

sofá es todo tuyo.

Matt gimió.

―Soy una cabeza más alto que tú.

―No te olvides de encender el repelente ―dije con dulzura, señalando un

pequeño quemador de plástico sobre la mesa con un paquete de gel de hierba de

limón―. Los insectos pueden volverse molestos.

―No son los únicos ―murmuró.

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Subí a la enorme cama, cerrando la mosquitera. Me quité la parte superior del

pijama que picaba para dormir con el top. Tumbándome, dejé escapar un bostezo.

Un objeto duro pinchó mi costado. Metí la mano en el bolsillo de mi pijama y

saqué el Ojo de Dragón todavía envuelto en su pañuelo.

Matt abrió de golpe la mosquitera, su expresión furiosa. Intentó agarrar el

collar, pero me las arreglé para aferrarme a él.

―No vas a hablar con él ―dijo con los ojos salvajes―. Hay demasiado en

juego.

Estaba trastornado, me decidí.

―Estaba dejando el collar a un lado para poder dormir.

Hizo una pausa, nuestras manos permaneciendo atadas en la lucha. Todavía

con sospechas sus ojos viajaron por mí, como si pudiera encontrar alguna mentira

en mi declaración. Entonces, sus iris marrones vagaron sobre mi top.

Mi respiración se detuvo.

Un rubor subió hasta el nacimiento de su cabello.

―Te dejaré dormir.

Cerró la mosquitera blanca. Caí hacia atrás en la almohada.

La mosquitera se abrió otra vez. Cabello marrón enmarañado le caía sobre la

frente.

―Dime una cosa. ¿Por qué lo hiciste?

Incliné la cabeza en la suave almohada y pregunté:

―¿Hacer qué?

―¿Por qué me sacrificaste a Vane con tanta facilidad?

Cada hebra de cabello de mis brazos se levantó ante la intensidad de sus ojos.

Agarraba la mosquitera con tanta fuerza que pensé que podría romperla. Me hundí

más en las sábanas blancas prístinas de la cama.

―¿Qué quieres que diga que no haya dicho ya, Matt?

―Di que te arrepientes. Di que lo sientes. Di que sientes algo. Cualquier cosa.

Di un respingo.

―Dime que no te has enamorado de él.

El aliento salió de mí. Así que era eso.

Me senté. Saqué las piernas de la cama caliente al frío suelo de madera. Me

levanté. El deseo exudaba de su cuerpo, pero no podía tocarlo. El vacío hizo que

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mis huesos fueran quebradizos. Permanecimos a unos pocos centímetros de

distancia, sin tocarnos. Le dije:

―¿Lo haría más fácil si lo estuviera?

―No lo sé ―respondió con voz ronca.

La atmosfera a nuestro alrededor pareció electrificarse. Dos manos se

deslizaron a cada lado de mi rostro, acunándolo. Sus dedos se entrelazaron en mi

cabello mientras los cruzaba en la base de mi nuca. Ejerciendo presión, volvió mi

rostro hacia arriba. En la tenue luz de la habitación, las sombras bailaban sobre su

rostro, oscureciendo su expresión. Su aliento besó mi piel.

Se inclinó más cerca y me susurró al oído:

―¿Sabes lo único bueno de no tener visiones?

―No había pensado en ello ―respondí.

No había pensado en ello, pero lo sabía. Mi estatus de hija de Apolo detuvo

sus visiones. Nos había mantenido alejados durante mucho tiempo, pero ahora las

visiones se habían ido. Flexioné mis dedos. En este momento, todo podría

cambiar…‖si‖él‖lo‖quería…‖si‖yo‖lo‖quería.

Su expresión se puso melancólica; sus labios rozaron los míos.

Puse una mano contra su pecho plano. Con la palma hacia abajo, los dedos

extendidos contra la sorprendentemente fresca tela de la suave camiseta de

algodón. Los esbeltos y cálidos músculos se contrajeron abajo. Caliente y frío como

él. Una parte de mí quería enroscar los dedos en la invitación que su cuerpo

ofrecía. Una parte de mí se aferraba a la cordura.

―Matt, ¿qué vamos a hacer cuando recuperes tus poderes?

Por primera vez desde el funeral, su expresión tenía un rastro de

incertidumbre.

―¿Sí?

Respiré lentamente. Era una pregunta. Como en, “¿sí, debería importarme?”.

Mis uñas se clavaron en su camiseta. Estaba en el precipicio. Nuestros labios a

menos de un centímetro, todo lo que tenía que hacer era inclinarme hacia delante

una pequeña fracción de espacio. Los extremos de la mosquitera blanca susurraban

en la brisa. Mis ojos se posaron en la cama. La piedra preciosa de rubí del Ojo de

Dragón brillaba contra la colcha.

Matt siguió mi mirada. Su expresión se endureció.

―Él no está aquí.

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Me encontré con sus ojos y le sostuve la mirada.

―No respondiste, ¿qué hacemos si recuperas tus poderes?

Matt parpadeó.

―Ahora mismo no importa.

Un hueco de aire, la misma brisa insidiosa que me llamó la atención sobre el

amuleto, me heló la piel caliente. La derrota me llenó. La respuesta estaba allí. No

había querido verla, pero no lo podía negar por más tiempo. ¿Estaba pidiendo

demasiado?

Me abracé.

―A mí me importa, Matt.

Sus labios se estrecharon con irritación.

―No significa que no me importe.

―¿En serio? ―Forcé a apartar la vista de la dura curva de sus labios. Con mi

corazón rompiéndose un poco, pregunté―: ¿Cuándo fue la última vez que me

sonreíste realmente? ¿Una sonrisa real?

Dejó escapar el aliento.

―Ryan…

―Piensa en ello, Matt ―dije suavemente―. Y luego, dime si todavía te

importa.

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Traducido por Apolineah17 y Fanny

Corregido por Nanis

l Pico de Adán. Doscientos cincuenta escalones después. Tres horas de

escalada cuesta arriba para llegar a la cima. Nos tomó cuatro. No

porque nos detuviéramos a disfrutar de una de las numerosas

panaderías o tiendas de té que bordeaban el camino para saborear una comida no

compartida, sino porque se necesita de dos personas hablándose realmente entre sí

para saber si el otro se ha extraviado.

A pesar de que la cama era cómoda, no conseguí dormir. Siempre creí que

cuando mi corazón se fijara en alguien habría una sensación de plenitud en lugar

de sólo complicación. El sólo pensamiento de Vane dolía. Con Matt, seguía viendo

la acusación en su mirada.

Los escalones planos estaban abarrotados, incluso en medio de la noche y

especialmente durante la temporada Vesak Poya. Los turistas y los peregrinos se

congregaban en la escalera de la montaña. En medio de la jungla, las luces

eléctricas iluminaban nuestro camino y los cánticos resonaban desde los altavoces,

creando una atmósfera de otro mundo que también estaba demasiado cargada de

incienso.

Matt retrocedió demasiado en el sendero para mantenerme a la vista mientras

disfrutábamos del espectáculo: aldeas de bolsillo, un par de perros amistosos,

estatuas de Buda y Ganesha, junto con pequeñas banderas colgadas en cuerdas

sobre el camino. Gasté la mayor parte del poco efectivo que traía con los niños

E

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vendiendo recuerdos baratos. Pronto tuve una colección de botones, pequeñas

banderas y pegatinas decorando mi mochila.

La mirada impaciente de Matt e incluso el insistente rocío de lluvia cayendo

me hizo apresurarme. No es como si estuviera tratando de irritarlo a propósito,

pero tampoco sentía la necesidad de atender sus deseos. Al acercarnos a la cima, la

lluvia empeoró y me agarré de las verjas para mantener el equilibrio sobre los

húmedos y resbaladizos escalones de piedra. Matt sacó dos ponchos4 de plástico de

su bolso de trucos. Puse uno sobre mi abrigo de lana color naranja quemado. Las

botas verdes tipo cargo que llevaba no eran completamente impermeables, por lo

que mi mayor esperanza era que se secaran rápidamente. El atuendo de Matt

parecía estar más preparado. Llevaba una chaqueta arrugada de color naranja

quemado y pantalón de senderismo verde. Aunque no fue planeado, nuestros

colores coincidían. Por lo menos nos complementábamos entre sí en algún

pequeño nivel.

Unos cuantos pasos más arriba, el paisaje cambió de selva a bosque nublado

mientras la niebla reflejaba varias formas diáfanas en el aire. Grafitis marcaban las

rocas con nombres y países de origen de los antiguos viajeros que habían venido

antes de nosotros. Justo antes de que llegáramos a la cima, tiritando por las ráfagas

de viento, Matt escogió algunas flores de loto de un vendedor ambulante. Por un

segundo, pensé que me las había comprado a mí. Cuando las metió en su bolso, me

dije que no había punzada de decepción.

Decenas de personas se congregaban en los últimos escalones en la brumosa

lluvia. Casi en el pico, un mirlo cantando voló sobre nosotros mientras nos

apretábamos en dos edificios estrechos. Los edificios se elevaban a ambos lados de

los escalones, empaquetándonos como sardinas en una lata.

Apenas podía percibir el contorno de la azotea escalonada en el templo

budista aferrándose al pico de la montaña. El techo triangular fue hecho para

coincidir con el triángulo perfecto de la sombra de la montaña. Me agarré de la

mano de Matt para no caerme.

Pasando la multitud de cuerpos tiritando, finalmente emergimos sobre los

estrechos escalones de la terraza plana de piedra blanca. Un montón de edificios se

extendían en los dos niveles de la cima. En la planta baja estaban los cuartos de los

huéspedes para pasar la noche. En el segundo nivel, justo por encima de la

escalera, había un campanario. Un peregrino podría sonar una campana de estaño

por cada vez que él o ella subían la montaña.

4 Poncho: Prenda típica de Sudamérica. Se trata de un abrigo de diseño sencillo, consistente en un

trozo rectangular de tela pesada y gruesa, en cuyo centro se ha practicado un tajo para pasar la

cabeza.

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Nos quitamos los zapatos por respeto a la tierra santa. A lo largo de los dos

niveles encerrados en plataformas de concreto, las personas hacían fila para

contemplar los brumosos paisajes de Sri Lanka. En una esquina, una preciosa vista

mostraba una cascada de agua fluyendo hacia abajo en un débil plateado,

acentuando la densa vegetación verde en algún lugar lejos de la isla.

Matt tiró de mí hacia el centro de la terraza. Una enorme roca marcaba el

punto más alto de la cima. Sobre la roca, un pasaje de concreto soportaba una

ermita y un pequeño templo. La pequeña ermita contenía la huella sagrada o Sri

Pada.

Matt me dio una de las flores de loto que había comprado.

―Para la suerte ―dijo y señaló la cima de la roca a los pies de la ermita.

Conmovida por el dulce gesto, la coloqué allí. Muchas otras flores de loto

adornaban la roca. Personas estaban amontonadas en la barandilla, de pie en la

parte superior de las pequeñas plataformas, ocupando la mayor parte del espacio

libre frente al templo. Gruesas gotas de lluvia serpenteaban hacia abajo desde el

tormentoso cielo. Miré los rostros empapados de la muchedumbre. Dudaba si

veríamos algún tipo de amanecer. Al ver sus expresiones adustas, supe que habían

llegado a la misma conclusión sobre el amanecer.

Matt maldijo en voz baja y se apretó de regreso por el espacio estrecho entre

los cuerpos empapados hasta que llegó a una de las esquinas de la terraza. Sacó un

amuleto de su bolso mágico y lo puso sobre su cuello, gritando:

―Kanvas.

Las personas más cercanas a nosotros observaban con curiosidad, pero

gracias a la diversidad de culturas y gente, nadie hizo ningún comentario. Las

oscuras nubes de lluvia comenzaron a despejarse. Las personas murmuraron

primero y después aplaudieron. Se movieron hacia los bordes exteriores de la

terraza. Mientras tanto, Matt nos llevó de prisa en dirección opuesta, de regreso

hacia la ermita de la huella sagrada. Se detuvo al pie de las escaleras que

conducían a la ermita, entre varios cientos de personas.

Matt se acercó a mi oído:

―Prepárate. Tan pronto como el sol salga, los sacerdotes comenzarán su

oración de procesión y la montaña caerá en la sombra durante veinte minutos.

Dos minutos después, los inicios del amanecer más hermoso jamás concebido

estallaron sobre el pico mientras las nubes se disipaban. Un Apolo invisible

montaba su carroza por los cielos, abriendo paso al cielo azul. Las franjas amarillas

y rojas del amanecer cayeron y el fuego iluminó la oscura isla. A un lado de la isla,

majestuosas montañas y exuberante flora verde, serpenteadas con hilos plateados

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de cascadas, brotaban de la tierra fértil. Al otro lado, las líneas azules y púrpuras

evidenciaban el lejano mar.

Junto a nosotros, la procesión de oración matutina comenzó a bajar las

escaleras del templo en un golpeteo de tambores. En un desfile de batas color

amarillo-anaranjado azafrán, los monjes salieron del templo y todos a nuestro lado

se giraron a mirar. Aquellos que estaban dentro de la ermita salieron para ponerse

de pie en los escalones. Observaron a los músicos en muselina blanca. Algunos

golpeaban tambores, algunos soplaban trompetas y otros cantaban. Al lado de

nosotros, los peregrinos sostenían bandejas de comida y arroz.

Matt y yo nos colamos por las escaleras y entramos al pasaje vacío. Cortinas

de plástico mantenían la lluvia fuera, protegiendo la ermita del tamaño de un

armario de metro y medio de ancho. La ermita en sí tenía dos lados abiertos, pero

una pared a espaldas de la gente cerraba el pasaje. En el interior de la estrecha

ermita, una media puerta dorada colgaba abierta encima de la plataforma. Cortinas

de tela blanca y amarilla cubrían la apertura de la plataforma. Dentro del área tipo

cubículo yacía la huella grabada.

Matt sacó un frasco de su bolso y lo lanzó encima de nosotros. Una burbuja

de magia azul nos rodeó antes de que desapareciera. Sin dirigirme una palabra,

tiró otro frasco hacia la roca. La roca se hizo pedazos y con un golpe ensordecedor,

fragmentos volaron hacia mí.

―¿Qué estás haciendo? ―grité, consciente de la gente rodeándonos. Ellos

permanecieron de espaldas a nosotros, sus comportamientos imperturbables.

―Nadie puede oír fuera de la burbuja ―dijo Matt con calma.

―Odio esto de la búsqueda del tesoro contigo. ―Miré a la gente

nerviosamente, pero ninguna multitud se giró hacia nosotros―. Por favor, dime

por qué destruiste una reliquia sagrada.

Matt hizo a un lado la roca rota. Justo debajo de la huella apareció otra.

―Esta es la verdadera reliquia. La parte superior sólo es una réplica de yeso.

En el exterior, el amanecer abrazó completamente el cielo. La gente comenzó

a salir de su trance.

Me quedé mirando la huella. Más pequeña y más dura que la de yeso, parecía

que podía pertenecer a un gigante de diez metros de altura o a un dios. Las pisadas

de Buda o Shiva mientras pisaba la Tierra, o la huella de Adán después de su exilio

del Jardín del Edén.

―No veo la Copa de la Curación.

Matt frunció el ceño.

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―Pensé que habría algún tipo de símbolo o algo así.

―Estás loco, Merlín ―siseé―. Pensé que sabías lo que estabas haciendo.

―Este es el lugar. El Pico de Adán. Todas las diferentes leyendas convergen

aquí. Los budistas dicen que la Triple Joya, su santísima trinidad, se manifiesta

cuando la sombra cae sobre la montaña durante el amanecer. Alejando Magno

pensaba lo mismo.

―¿De qué estás hablando? ―dije.

Matt me ignoró y siguió murmurando:

―Él vino aquí. Tenía que estar en lo cierto. Este lugar está marcado por las

leyendas de los dioses. Si ellos escondieron un secreto, sería aquí. No dejarían una

marca como esta sin ninguna razón.

―¿Ellos quiénes? ―Desde los lados abiertos de la ermita, una explosión de

luz solar se derramó sobre la roca. Me acerqué a la huella expuesta y la roca

comenzó a zumbar. Por instinto, puse mi mano sobre la huella. Una ráfaga de

electricidad desde la roca golpeó mi mano. Alejé mi mano y la sacudí―. Guau,

¿qué fue eso?

El rostro de Matt se iluminó.

―Un pequeño portal.

―¿Cómo el de los Siete Tejados?

Matt asintió.

―Eso no fue divertido. ―Muerte acuosa rodeaba ese portal. Matt sacó otro

frasco del bolso. Agarré su muñeca―. No vas a profanar una reliquia sagrada.

Matt sonrió.

―Sólo es tu sangre.

Chillé.

―¿Cómo tienes mi sangre?

―Las donaciones de sangre. Después de que te convertiste en la portadora de

la espada, el Primer Miembro recuperó todos los depósitos que hiciste.

―Eso es simplemente espeluznante.

Él levantó una ceja.

―Vane los localizó todos.

―Realmente espeluznante ―repetí.

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Eso reafirmó mi creencia de que sólo era una mercancía más para el Consejo

de Hechiceros. Cerca de nosotros, las personas gimieron. Nubes grises de lluvia

comenzaron a oscurecer el horizonte una vez más.

―De prisa ―insté.

Matt sacó otra flor de loto y la tiró al suelo. Vertió la sangre sobre la huella, en

el talón, en el mismo lugar donde la luz solar la tocó. De inmediato, la roca

retumbó. Un pequeño vórtice de viento se arremolinó alrededor de la habitación.

Un solo rayo de luz dorada brilló hacia arriba. En el interior del haz de luz brillaba

una cruz de metal cuadrada. Era de alrededor de medio metro de largo con

símbolos grabados en un extremo, los estípites5. Una gema roja estaba ubicada en

el centro de la cruz como un antiguo ojo.

―Es una cruz griega ―dijo Matt.

―¿Cómo lo sabes?

―La he visto antes. La Dama llevaba esto en una cadena. ―Matt se acercó

para tomarla.

Lo detuve.

―No, déjame a mí. Fue mi sangre la que la abrió.

Matt asintió. Agarré la pequeña estatua. Se solidificó en mi mano y luego la

ermita comenzó a temblar. Líneas agrietaron el piso alrededor de la huella sagrada.

Comenzaron a expandirse hacia el exterior. Toda la roca cayó por la grieta.

―Oh, mierda ―dije―. ¿Por qué estas cosas siempre tienen trampas?

Las personas se dieron la vuelta para mirar la conmoción. Jadeos de horror le

siguieron.

Matt agarró mi mano mientras se empujaba hacia la multitud.

―Porque en realidad no se supone que encuentres una reliquia a menos que

puedas demostrar que eres digno.

―Utilizamos mi sangre para llegar a ella en primer lugar. ¿Cómo no soy

digna?

―No tienes a Excalibur ―señaló Matt.

Metí la cruz en mi bolsillo. Nadie nos detuvo entretanto nos apretábamos

entre la multitud. Todo el mundo también quería bajar por el pasaje. Detrás de

nosotros, la ermita se estremeció. Debía haber habido más de mil personas en la

5 Estípites: columna o pilastra troncopiramidal invertida que a veces tiene funciones de soporte.

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terraza que comenzaron a entrar en pánico. Bajo el ruido de la lluvia desde arriba,

los edificios en la cima se estremecieron y toda la montaña tembló.

―¿Es el Temblor General de nuevo? ―gritó un turista en pánico.

Bajamos los escalones de la ermita. Las personas salían corriendo de los

niveles superiores hacia las salidas. El campanario se rasgó. La campana del

peregrino cayó al suelo con un fuerte sonido metálico. Los chillidos histéricos se

hicieron más fuertes. Enormes bloques de piedra cayeron de la ermita y el templo.

Aterrizaron como granadas en la terraza.

El amuleto alrededor del cuello de Matt resplandeció, y de alguna manera, un

pequeño espacio se abrió para nosotros entre la multitud de humanidad

enloquecida. Llegamos a una de las dos estrechas salidas, con sus empinados

escalones que conducían hacia abajo de la montaña. Varias personas gritaban bajo

el ataque violento de pedazos de roca de la colapsada ermita. El río de humanidad

rodeándonos se apretujó mientras la gente empujaba y luchaba por llegar a las

salidas.

Matt me llevaba a través de ella. Miré detrás de mí. Toda la ermita había

caído en la brecha abierta por el portal. Por un segundo, pensé que lo peor había

pasado. Entonces, la montaña retumbó una vez más. Una sola grieta se extendió

desde el lugar donde la ermita había estado hasta las chozas en las que vivían los

sacerdotes. Todo el pico iba a colapsar.

Los que estaban físicamente capacitados bajaban corriendo por la montaña

tan rápido como podían. Varios peregrinos ancianos se agrupaban juntos, sus

bocas moviéndose en una oración silenciosa.

―Matt, no hay manera de que estas personas vayan a salir ―grité sobre el

ruido, tirando de él hacia el rincón más pequeño y oculto bajo una saliente rocosa.

―¡No hay nada que podamos hacer! ―gritó Matt―. Incluso si uso cada

encantamiento que tengo, no hay magia suficiente para detener esto.

Tomé su barbilla y la giré para que pudiera ver el pico derrumbándose. El

hoyo se amplió. Más personas gritaban mientras se empujaban hacia adelante. Los

monjes estaban reunidos al lado de los ancianos, tratando de ayudarlos a unirse a

los visitantes que huían.

―Nosotros‖hicimos‖esto,‖Matt.‖Tenemos‖que‖ayudar…

Matt se apartó.

―No hay nada que pueda hacer.

―No‖ tú,‖ pero…‖ ―Saqué el Ojo del Dragón de mi bolsillo y empecé a

desenvolver el pañuelo alrededor de él.

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Matt me agarró la muñeca.

―¡No!

Con un rápido y contundente giro de muñeca, me liberé.

―¿Tienes un mejor plan? Porque no voy a dejar que una sola persona muera

aquí arriba debido a nosotros, eso no es lo suficientemente bueno para mí.

Matt maldijo. Lo vi trabajar sobre las posibilidades antes de llegar a la misma

conclusión. Me quitó el amuleto.

―Tú no vas a hacer esto, lo haré yo.

Lo vi desenvolver el amuleto. Tocó su cadena y comenzó a brillar. Palmeé mi

mano sobre la suya.

―Ryan…‖―siseó Matt.

Lo ignoré. Llamando con urgencia:

Vane.

Cerrando los ojos, en mi mente, vi una puerta cerrada de madera. Matt

apareció a mi lado en una nube gris. Llevaba su habitual mirada gruñona.

Alrededor de nosotros, no existía nada más que un limbo brumoso.

Por debajo, nos paramos encima de una nube sorprendentemente sólida. Matt

levantó una cerradura de aspecto medieval. La puerta de madera se abrió hacia

nosotros.

Vane estaba apoyado contra el grueso marco de la puerta al otro lado.

―Ambos. Deben estar desesperados.

―Una montaña se está derrumbando ―dije, tratando de no reprimir una

oleada visceral de placer ante la mera visión de él.

―Interesante. ―Sonrió como si pudiera leer mis pensamientos, lo cual

podía―. ¿Y cómo hicieron eso?

―No importa ―dijo Matt rápidamente―. ¿Puedes detenerlo?

Vane hizo una pausa.

―El Pico de Adán.

A mi lado, Matt apretó los dientes.

―Sí.

―Ahora, ¿qué podrían haber estado haciendo allí?

―¿Qué quieres a cambio, Vane? ―estalló Matt.

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―Ah, me conoces tan bien, hermano. ―Sonrió Vane―. La serpiente, por

supuesto.

Matt frunció el ceño. Me miró. Levanté las cejas. Como si él no supiera mi

respuesta.

―De acuerdo ―se quejó Matt―. Vamos a dejarla en algún lugar para que la

puedas recoger.

Los profundo ojos verdes de Vane parpadearon.

―O podrías tomar un trago ahora.

Negué.

―Eso no funciona en mí.

―¿Lo has intentado? ¿Después de que te lo pedí? ―Sonrió

devastadoramente.

El verde en sus ojos se desvaneció. Ignoré a mi corazón cuando dio un vuelco.

―No deberías haberlo hecho ―dijo Matt furiosamente―. Podría haberla

matado.

Las nubes se desplazaron debajo de Matt y de mí, un estruendo de angustia

recordándonos el colapso de la montaña. Tropecé. Matt me atrapó y me sujetó.

―Deja de ser un bastardo ―dijo Matt―. Accedimos a tus demandas. ¿Vas a

ayudar o no?

Verde brilló en sus ojos. El monstruo se movió. Sus ojos se trabaron en los

brazos de Matt alrededor de mi cintura. Vane chasqueó los dedos. Matt

desapareció.

―¿Qué? ―empecé, tambaleando porque mi soporte se había ido. Atrapé el

marco de la puerta con mi mano. Me llevó incómodamente cerca de Vane.

Vane se inclinó hacia mí.

―Se estaba poniendo pesado.

Me quedé en mi lugar.

―¿Vas a ayudar o no, Vane?

Miró sus cutículas con una expresión aburrida.

―Hay un precio.

―¿Siempre tienes un precio?

―Siempre ―prometió. Enderezándose en la puerta, sacudió sus dedos hacía

mí―. ¿Por qué no me dijiste que la sangre de Medusa ya no estaba?

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Matt había estado de acuerdo fácilmente, y Vane había visto a través de ello.

Tragué.

―¿Qué quieres, Vane?

Se inclinó más cerca. Sus labios se cernieron sobre los míos. Los ojos color

avellana de Vane solo con un tenue aro de verde alrededor de sus iris.

―Te‖tomaste‖la‖sangre‖―dijo.

Estaba fascinada.

―Sí‖―susurré.

Sus labios presionaron duro, aplastando carne suave contra los inflexibles

dientes. Como si fueran rayos en una botella, la electricidad partió mis labios. El

suelo cambió y no podría importarme menos, perdida en el éxtasis del beso. Las

sensaciones se dispararon, amenazando con abrumarme. Luego, empujó más

fuerte. Sus dedos se enredaron en mi cabello.

Eres mía, portadora de la espada, susurró el monstruo.

Empujé el pecho de Vane y me jalé hacia atrás, arreglándomelas para añadir

unos pocos centímetros entre nosotros.

―No pertenezco a nadie.

Verde duro cubrió sus iris como un escudo.

―¿Todavía lo besas?

―¿Por qué te importa?

Los labios de Vane se torcieron en una sonrisa helada.

―Eres la portadora de la espada. El destino de este mundo está en quien sea

que te controle.

Di un grito ahogado. No pude evitarlo. Las crueles palabras arrancaron el

centro de todos mis miedos. Mi mano salió disparada para abofetearlo. La atrapó

antes de que pudiera conectar con su mejilla. Su otra mano se apretó en los

mechones de mi cabello, provocándome una mueca de dolor.

Gruñó, repitiendo:

―¿Lo. Besaste?

―No. Te. Incumbe.

―Bien ―respondió, pareciendo satisfecho.

Fruncí el ceño.

El verde se alejó de sus ojos y me soltó.

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―Ponte el collar. No estoy cerca de ti y no tienes a Excalibur. Canalizar mi

poder no va a ser fácil.

―¿Cuándo es fácil contigo? ―murmuré.

Un dedo se deslizó por la línea de mi mandíbula.

―Podría haberlo sido.

Chasqueó sus dedos de nuevo y el limbo comenzó a cambiar. Pedazos

esponjosos de una blanca nube se elevaron a mi alrededor y se endurecieron en las

coberturas verde bosque. El mundo se oscureció y nos pusimos de pie, una vez

más, en el laberinto de Aegae. Miré a Vane. Las palabras que dijimos, la decisión

que hice cuando no lo escogí, palpitaban dentro de los confines de las comisuras.

Sombras silenciosas perseguían el aire, tristes formas aprensivas que amenazaban

con tragarme, succionando la vida de mis huesos.

Vane sonrió. Me estaba torturando y lo sabía.

Inclinándose, susurró en mi oído:

―¿Todavía te arrepientes de esto?

Lágrimas picaron en mis ojos, las cuales retuve. Para callarlo. Luché para

seguir sosteniéndolas. Para sobrevivir a esto. Para sobrevivir a él.

Abrí mis ojos y descubrí que estaba de vuelta en la montaña.

Matt estaba de pie frente a mí. La montaña se sacudió. La gente corrió. No

podía escuchar ningún sonido más allá del latido de mi corazón. Silenciosamente

me entregó el collar. Por la rara expresión en su rostro, me pregunté qué tanto

había visto a pesar de ser desvanecido por Vane. No tuve el coraje para preguntar

y tan pronto como tomé el collar, no tuve la fuerza. La magia de Vane flotó a través

del collar con imprudente abandono.

Lo tiré al suelo con un grito ahogado. Mis manos tocaron la herida en la

superficie de la montaña. Me estremecí ante la embestida del desconocido poder.

Magia pura, cruda y enojada amenazó con destrozarme. Sobre nosotros, las nubes

centellaron. Rayos pasaron entre ellas y pesada lluvia comenzó a caer en ráfagas.

La gente gritó con mayor consternación temiendo que un dragón vomitara fuego

más allá de la montaña.

Ayúdala, Merlín, ordenó Vane en mi cabeza.

Apenas noté a Matt caer de rodillas detrás de mí. Sus brazos se envolvieron

alrededor de mi cuerpo y Matt tomó el control. De alguna manera, direccionó la

magia al suelo, y la tierra se la tragó como lo hizo con la lluvia.

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Me las arreglé para mantenerme fuerte por unos poco segundos hasta que la

montaña se calmó.

―Vane, ensarté a un venado. Está en el bosque. Cincuenta pasos en esa

dirección. ―La pequeña princesa se paró en la entrada de la cueva, señalando

hacia afuera.

Una fría brisa sopló. Bajo un cálido abrigo de piel, apenas sentí el frío. Nunca

había usado algo tan cálido en mi vida. Podría acostumbrarme. Miré a la diminuta

niña, su cabello oro marrón torpemente trenzado y atado para alejarlo del camino.

Lo trencé por ella después de un poco de persuasión. Con un suspiro, arrojé leña al

fuego que acababa de iniciar.

―¿Por qué no lo trajiste? Espero que no lo hayas dejado vivo.

Arrugo su impertinente nariz.

―Est{ muerto, pero no voy a tocarlo. Tú me obligaste a matarlo. Es tuyo.

Me levanté, la espada agarrada casualmente en una mano, y caminé hacia

ella. Me cerní sobre ella.

―Te obligué porque no tenemos otra cosa que comer.

―Me observó.‖Triste‖y‖no…‖―Su picante rostro miró el suelo―. Fue un tiro

fácil. Caminó frente a la flecha. ―Levantando su cabeza para mirarme, repitió―:

Tú limpia.

Suprimí un suspiro.

―Como desee, princesa. Prepara los petates. Nos levantamos temprano.

―Lo sé ―murmuró mientas se iba. La punta del arco que colgaba alrededor

de su hombro golpeaba la parte de atrás de sus piernas. Hecho para alguien más

grande que ella, el curvado arco tenía un diseño elegante, pero al mismo tiempo

era muy simple. Considerando la cantidad de oro en el cuarto escondido, no tenía

duda de que fue hecho especialmente para ella.

Salí de la cueva.

―Estás dejando que caminé sobre ti ―dijo un delgado chico. Sostenía una

pequeña espada en su mano mientras se paraba en guardia. Caminé hacia él y

silenciosamente corregí su postura. Cumplió con entusiasmo. La preocupación

todavía nublaba sus ojos, pero también tenían un poco de esperanza. Estábamos

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lejos de su destruido hogar, y cada día se volvía más fuerte y el agarre de su

espada más adepto.

Pregunté:

―¿Algo que reportar?

―Nada.

Asentí. Me las arreglé para agarrar unos puños de oro y algunos otros

artículos en mi salida de Cartago. A través de la suerte, evadí a otros soldados y

escapé de la ciudad sin llamar la atención. Además de los suministros, también

adquirí dos cargas adicionales. Me llamé loco dos veces por ceder a sus patéticas

miradas de conejito y permitir que los dos niños me acompañaran. Sabía mejor

como para dejar que dos pares de inocentes ojos me afectaran. Sin embargo, había

algo sobre la pequeña princesa que me jaló. Como si estuviera destinado a

conocerla…‖ sacudí‖mi‖ cabeza,‖ disgustado‖ conmigo mismo por incluso tener tan

inútil pensamiento.

Casi un mes después, estábamos acampando en medio del bosque en Gaul.

No habría llegado tan lejos ni tan rápido sin la ayuda de una niñita con delicadas

manos y descendencia real. La cueva, nuestra parada para descansar en la noche,

estaba en lo alto. Estábamos tratando de permanecer lo más lejos posible del más

grande depredador que vagaba por el bosque, el hombre.

Septimus. Las profundidades de la depravación del hombre, las

profundidades en las que me había visto obligado a hundirme con él, lo llevaría en

mi alma por siempre. Hubiera querido tener el poder de sanarlo, así podría

destripar de nuevo al bastardo. Me maldije por incluso pensar en él. El collar de

cristal pesaba alrededor de mi cuello. Tenía a su hermano, pero nada de lo que

traté funcionó. El cristal sostenía la unión de mi magia sin misericordia. Yo

permanecía sin poderes.

Un arroyo fluía cerca de la entrada de la cueva y agua caía sobre las rocas de

abajo. Un puñado de rocas hacía que el arroyo fuera fácil de cruzar. Rayos rojos del

sol desvaneciéndose bailaron sobre las suaves rocas y hojas flotando

armoniosamente mientras caían de los árboles cercanos.

No tenía idea de qué hacer a continuación. Primero, debemos sobrevivir hoy.

Saqué un cuchillo de mi cinturón.

―Quédate‖alerta,‖lord Perseus. Regresaré en un momento.

Hizo una cara.

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―Te pedí que no me llamaras así. Nuestro reino está perdido. Mi padre

muerto.‖Mi‖madre…‖―El chico miró el sol poniéndose, lágrimas brillaron en las

esquinas de sus ojos―. No tengo nada.

La observación golpeo incómodamente cerca del hueso, pero yo tenía algo

que el chico no, un hermano, alguien que esperaba por mí para regresar a casa.

Pregunté:

―¿Entonces cómo debería llamarte?

―Viajamos hacia Britania. Debería tener un nuevo nombre para un nuevo

hogar. ―Luego, mordió su labio. La incertidumbre cayó sobre su joven rostro que

no pudo haber visto más de diez estaciones―. No lo sé. Debería pensarlo.

―Mantén un ojo en tu hermana ―dije, caminando dentro del bosque.

―Como si alguien pudiera ―se quejó el chico―. Solo le ha hecho caso a

nuestra madre.

Tenía que estar de acuerdo. La princesa bebé, con sus grandes e inocentes

ojos, era un verdadero demonio. Justo como dijo, encontré un pequeño antílope

clavado a un árbol, colgando de su flecha. Hizo un disparo limpio a través de un

lado. No sufrió. La princesa golpeó el lugar correcto para causar el mínimo dolor.

Levantando mi cuchillo, lo clavé en la dura piel del venado. Tenía que trabajar.

Unas horas más tarde, con mi estómago lleno de venado, bostecé.

Solo pequeñas brazas quedaron en el fuego.

―Asana agni ―traté. Nada sucedió.

Con una mueca, coloqué más ramas secas para mantener ardiendo el fuego

durante la noche. Un murmulló escapó de la princesa durmiente a mi lado. Tan

pronto como se acostó, cayó en un profundo sueño. Una mano estaba metida bajo

su barbilla y la otra descansaba confiadamente al lado de mi muslo. El sonido del

agua me relajó. Incluso en la isla de Triton, siempre era el océano el que me

arrullaba para dormir. Miré a la niña de nuevo y me pregunté brevemente si yo

sería capaz de dormir tan bien. Lo dudaba. La vida nunca sería lo suficiente segura

para mí.

Tembló bajo la fría brisa de la noche y el chico jaló su manta alrededor de ella.

Se movió para ponerse a lado de su hermana.

―¿El rey Vándalo era su padre? ―le pregunté al chico.

Asintió y bostezó.

―No sé mucho al respecto. Por los chismes, sé que el incidente los sorprendió

a todos. Mi padre decidió ignorar el coqueteo de mi madre. ¿Qué más podía hacer?

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Miré a la pequeña niña.

―¿Cómo trataba a tu hermana?

―No lo hacía. La mayoría de las veces la ignoraba.

No la quería. Piqué el fuego. Conocía el sentimiento demasiado bien.

―¿Y el arco? Tiene una habilidad excepcional.

El chico bostezó.

―Siempre la ha tenido. Mi madre hizo que le hicieran el arco. Dijo que tuvo

un sueño y que debería hacerlo.

―¿Un sueño?

El chico asintió.

―Dijo que el padre de mi hermana le habló en el sueño.

―¿El rey Vándalo?

―No lo sé. Fue un sueño.

―Un sueño ―murmuré. Mi tiempo con Merlín me había enseñado a no dejar

pasar tan fácil tales cosas. ¿Pero qué propósito yacía detrás del don de la princesa?

Me acosté y miré las rocas desiguales sobre el techo de la cueva. ¿Quién sabía lo

que el destino tenía reservado para mí? Fui tomado de mi hogar. Mis dedos se

curvaron en una apretada bola. Cualquiera que fuera mi destino, me estaba

cansando de él. Miré a los dos. ¿En verdad fue una coincidencia que me tropezara

con ellos? ¿En qué juego estaba envuelto ahora?

―Perceval ―dije.

El chico me miró con ojos legañosos.

―¿Hmm?

―Tu nuevo nombre ―expliqué.

El chico sonrió, la luminosa sonrisa de un alma intacta. Por un momento, tuve

que retener la respiración por su pureza. Me recordaba mucho a mi hermano

pequeño. Casi podía ver su rostro en el brillo del fuego. Tuve que aplacar los

dolores del arrepentimiento. Tomo cada gramo de mi voluntad alejarme de ellos.

No podía permitirme involucrarme con estos dos. No necesitaba amigos. Tal

debilidad seguramente me la habían quitado a golpes hace mucho tiempo. Solo

necesitaba sobrevivir. El chico había tomado un artículo particularmente valioso.

―Perceval ―dije―. ¿Dónde has escondido la manzana que tomaste de la

bóveda?

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Traducido por Jessy y flochi Corregido por Nanis

ui sacada bruscamente del recuerdo de Vane cuando Matt me retiró del

suelo. La montaña se detuvo retumbante. La gente en el camino parecía

moverse a un ritmo menos frenético. Luego, otro crujido de un trueno

los apuró. Algunos persistieron, deteniéndose para mirar la destrucción. En lugar

de un santuario, solo había un pozo profundo, rodeado de bloques casuales de

concreto desmoronado. Abajo, en el segundo nivel, los edificios mal construidos

yacían en ruinas. Sin embargo, a pesar de acabar de perder sus hogares, los monjes

continuaban ayudando a los heridos con expresiones estoicas.

―Se puede reconstruir ―dijo Matt, leyendo correctamente mis

pensamientos. Agarró mi muñeca y tiró―. Hemos hecho todo lo que podemos.

Me lo quede mirando.

―Dijiste que la trampa explosiva es para las personas que no pueden probar

que son dignos. ¿Eso quiere decir que sabías que esto podía pasar?

El rostro de Matt palideció.

―Estamos perturbando secretos que han utilizado protecciones desde hace

miles de años.

Apreté los dientes.

―Tomaré eso como una afirmación. ¿Por qué no pensaste en tener algún tipo

de plan si lo hacía?

―No tenía tiempo para elaborar un plan.

F

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―Quieres decir que no querías correr el riesgo de dejar que alguien más

revelara‖ un‖ plan… digamos alguien que podría haber bloqueado esta montaña

para nosotros.

―No, no lo hice. No podía arriesgarlo ―dijo sin remordimiento.

―Eres increíble.

―Soy realista. No tenemos tiempo para pasar por las vías adecuadas.

―Habla por ti.

―Nadie murió, Ryan. ―A diferencia de en tu supervisión.

Las palabras me golpearon en algún lugar bajo y profundo. El rostro de Blake

destelló entre nosotros. Se me llenaron los ojos de lágrimas, y respiré hondo.

Matt pasó una mano por su cabello.

―Deberíamos irnos antes de que alguien empiece a hacer preguntas.

Controlé el dolor.

―No querríamos eso.

―Este es solo el principio ―dijo Matt, haciendo eco de las palabras de Vane,

sin saberlo.

El chasquido de un relámpago salió disparado sobre nosotros. La lluvia cayó

con más fuerza cuando comenzamos nuestro descenso de la montaña. Una señal

nos dijo que estábamos en Ratnapura, la ciudad de las gemas. Aproximadamente

un centenar de metros hacia abajo, las escaleras se volvieron muy empinadas y nos

agarramos de los pasamanos por miedo a caer sobre el borde de la montaña.

Sábanas de lluvia hacían el paso aún más traicionero. Me aferré a una serie de

cadenas grandes remachadas a la roca.

Matt tocó las cadenas.

―Estas cadenas fueron supuestamente colocadas aquí por Alexander.

Podrían ser de más de mil años de antigüedad.

―Tan encantada de saberlo ―le grité. Normalmente, me encantaban las

curiosidades históricas, pero no en este momento. No cuando dependía de las

cadenas de miles de años de antigüedad con mi vida. Murmuré―: Tan pronto

como sobrevivamos a esta montaña, recuérdame golpearte con esa cruz.

Matt suspiró.

―No te pedí que vinieras.

Me resbalé en una piedra mojada. Matt tomó mi brazo para estabilizarme. No

le hice caso y me agarré del pasamano con más fuerza. Tomo tres horas de arduos

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puntos de apoyo conseguir bajar la montaña. Un templo de cúpula blanca, la luz

de la esperanza, enclavado en un valle de niebla escondido entre las montañas y

encortinado por crujiente y verde vegetación apareció a la vista. No obstante, no

reduje la velocidad para admirar la vista. Con cada paso, mi ira hacia Matt crecía.

No podía creer su descaro. Él nunca confiaría en alguien lo suficiente, pero yo era

la única equivocada.

Dejé caer mi mochila empapada y colapsé bajo una acera un poco cubierta.

Finalmente habíamos llegado a la parte inferior del sendero y a un pequeño

pasillo. El camino iniciaba los pasos hacia un montón disperso de tiendas y casas,

la última parada para conseguir souvenirs. Incluso vi una camiseta declarando

“Llegué‖a‖ la‖cima”,‖ la‖cual‖hubiera‖sido‖graciosa‖ si‖no‖estuviera‖ tan‖mojada‖para‖

sonreír.

Finalmente, pregunté:

―¿Ahora qué?

―Volvemos al tren y averiguamos lo que abre la cruz. ―Matt se quitó el

poncho para la lluvia. Cabello mojado colgaba sobre su frente y el cuello de su

abrigo. Su camiseta estaba empapada contra su musculoso pecho, aferrándose a

cada duro musculo.

Me dije que no estaba impresionada.

―¿Abre algo?

Matt sacó discretamente el artefacto de metal y trazó las curvas de la cruz.

―Se ve como una llave para mí.

―Estamos buscando una puerta. ¿Me estás diciendo la verdad está vez?

Matt frunció el ceño.

―¿Vas a dejar de utilizarme como sustituto de un saco de boxeo?

Quedé boquiabierta.

―¡No lo estoy haciendo!

―Vane es bueno presionando en cada debilidad y tú lo estas dejando

presionar todas las tuyas.

Mi ira se desinfló como un globo pinchado. Miré fijamente mis zapatos de

tenis. Los cordones y revestimiento de goma previamente blancos estaban

manchados de un feo color marrón con barro.

Matt se sentó junto a mí.

―Eres más fuerte que él.

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―¿Lo soy? Nunca lo hubiera pensado.

El hombro de Matt rozó el mío.

―Quizás deberías empezar.

Levanté una ceja.

―Quizás tú deberías empezar diciéndome por qué estás siguiendo a

Alexander Magno alrededor de esta isla.

Matt sonrió.

―Quizás deberías confiar en mí.

Parpadeé, con la mirada atrapada por sus entintados ojos color ámbar.

―Sonreíste.

Su expresión se volvió cohibida.

―Sí, supongo que lo hice. Ryan, ten paciencia conmigo un poco más de

tiempo.

Tomando mi mano helada, la apretó, y en el medio de la selva de Sri Lanka,

rodeada por los olores de rollos de huevos y chai caliente en las carreteras, las

nubes se movieron lo suficiente para permitir que un solo rayo de sol brillara sobre

nosotros. Tal vez las cosas no eran tan malas después de todo. No apreté su mano

en respuesta, pero no intenté tirar de ella tampoco.

―¿Dónde vamos luego, oh sabio Merlín?

La expresión de Matt se volvió tímida.

―Ella.

Nunca regresamos al hotel. No es que importara; todo lo que tenía estaba en

la pequeña mochila que llevé a la montaña. El tren desde Nuwara Eliya hacia Ella

presentaba colinas y follajes coloridos con bastante silvestre en ellas para extender

la tierra en interesantes patrones. A los dos minutos de quedarme mirando las

vistas escénicas, me quedé dormida de completo cansancio.

Desperté con la cabeza en el pecho de Matt. Un poco de baba derramada

desde el lado de mi boca, manchando su abrigo. Me sacudí con brusquedad y la

parte de atrás de mi cabeza chocó con la parte metálica del tren. Hice una mueca y

limpié mi boca al mismo tiempo. Mi asiento estaba al lado de la ventana y Matt se

sentaba al lado del pasillo. Murmuré:

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―Podrías haberme empujado a un lado.

―No hay problema. ―Cerró la guía, su constante compañera, o el bastón,

mientras comenzaba a pensar en ello―.‖No‖roncas… tanto.

―Muy divertido ―dije, a pesar del sonrojo extendiéndose por mi rostro.

Golpeé a medias su hombro―. Pensaba que eras el hermano agradable.

Matt alzó una ceja.

―¿Desde cuándo?

―B-bueno, en comparación ―tartamudeé.

―¿Es por eso que no me elegiste?

Esta vez, mi cuerpo entero se sonrojo.

―¿Q-que?

―¿Por qué Vane?

―Uh…

―¿Te‖gusta‖eso‖de‖“creo‖que‖soy‖tan‖caliente‖cuando‖le‖estoy‖gritando‖a‖los‖

de tu tipo”?

Bueno, Vane era…‖caliente, eso es. Y gritaba un montón.

―No necesitas responder. ―Matt volvió a hundirse en su asiento―. Veo la

respuesta en tu rostro.

―Él no miente tampoco.

Esta vez Matt se sonrojo.

―Estoy intentando mantenernos vivos.

―¿No es eso lo que siempre dices?

El tren chirrió en una parada. Alguien gritó:

―Ella

Sin una palabra hacia mí, Matt se levantó. Se colgó su bolso de lona sobre el

hombro con movimientos bruscos y salió del tren. Me apresuré tras él. La estación

de tren de Ella era un gran edificio victoriano con una pequeña plataforma. Más

decoraciones rojas y amarillas estaban ensartadas a lo largo del techo de la

plataforma. Matt se dirigió directamente hacia una línea de espera de conductores

de tuk tuk. Nos subimos al vehículo de tres ruedas.

Matt gritó:

―Ella Caves. ―Y el tuk tuk se encaminó.

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En un raro poco de clima despejado, pasamos por el centro de la ciudad. El

conductor apuntó una tienda grande, llena de gente. Durante el festival, el arroz y

el curry jaca se ofrecían gratis a cualquier transeúnte. Mi estómago rugió.

―Olvídalo. ―Matt me entrego una barra de cereal de su bolso―. Vane sabe

dónde estamos ahora. Tenemos que movernos rápido.

Rechacé con un gesto de la mano la barra (odiaba la de bayas mixtas)

mientras nos movíamos rápidamente de la ciudad montaña de una carretera. El

camino estaba bastante bien pavimentado, pero un poco espeluznante. El tuk tuk

remontaba las empinadas laderas de la montaña. Debimos haber avanzado al

menos treinta o cuarenta kilómetros (eso es una caminata rápida de veintiocho a

treinta y ocho kilómetros por hora), sin embargo, estaba agarrando el costado del

coche sin puerta y dependiendo de ello por mi vida. Mi nariz cosquilleo con los

olores de aire húmedo y la descuidada y frondosa vegetación. Era perfectamente

adecuado para mi nueva ocupación de exploradora intrépida en busca de tesoros

antiguos,‖y‖con‖el‖“salvar‖el‖mundo”‖clavado‖en‖mí‖podía‖ignorar‖toda‖esa‖molesta‖

preocupación sobre la preservación de culturas y habitantes de la cual se

preocupan los arqueólogos modernos…

La justificación casi aliviaba mi culpable conciencia.

―¿Por qué? ―Me aparte del fascinante paisaje hacia Matt. Estaba sentado

con rigidez contra el lado opuesto del tuk tuk, tratando de mantener la mayor

distancia posible entre nosotros. El pequeño interior y desvencijado camino hacían

esto bastante difícil.

―¿Por qué, qué? ―se quejó.

―¿Por qué quieres salvar el mundo? Ni siquiera te gusta la gente. ―Moví

rápidamente un dedo en la guía metida en el bolsillo delantero de su bolso―. Todo

lo que te importa son los libros y cosas así.

―Me importan más siete mil millones de personas ―dijo secamente―.

¿Todavía sigues molesta por el templo? Si te hace sentir mejor, puedo conseguir

una donación para un proyecto de restauración. Apoyaría la economía local por

décadas.

―No puedes comprar tu salida de todo.

―¿Cómo Vane lo intenta? ―dijo él.

Le fruncí el ceño.

―Así no es Vane.

Matt resopló.

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―Tienes razón. A él no le importa el dinero. Le importa el poder. Así es como

es… del tipo que te gusta.

Puse los ojos en blanco.

―¿Es posible que encuentres una cualidad redentora en tu hermano?

Los labios de Matt se apretaron.

―Lo he intentado por años. En contra de mi mejor juicio, lo intenté. Lo invité

a Camelot y lo destruyó. ―Se quedó mirando hacia algún lado sobre mi hombro―.

Vane fue llevado a entrenar para ser un guerrero cuando yo era muy joven. No sé

la edad exacta. Después de que regreso a Gran Bretaña con Perceval, nunca

respondió mis preguntas acerca de lo que le sucedió y nunca pude aliviar la

tensión entre nosotros. Siempre me pregunté si habíamos sido tan cercanos antes

de que se fuera.

Mi‖pecho‖se‖apretó‖por‖ellos.‖Por‖los‖dos‖hermanos… habían sido tan jóvenes

y tan indefensos. Pero algo no encajaba bien.

―Perceval‖y‖su‖hermana‖pequeña‖―dije.

―¿Qué?

―Él regresó con Perceval y su hermana menor de Cartago hacia Gran

Bretaña.

La expresión de Matt se volvió la pensativa de Merlín.

―¿Lo viste en otro recuerdo?

Asentí

―Perceval nunca dijo una palabra acerca de una hermana pequeña.

―Ella estaba ahí ―insistí―. Si ella nunca llegó a Camelot, ¿qué le sucedió?

Matt suspiró.

―No lo sé.

―¡Era solo una niña!

Matt sacudió la cabeza.

―Sucedió hace mucho tiempo, sin embargo, viene a demostrar lo que he

estado diciendo todo el tiempo, el pasado de Vane se vuelve más cuestionable con

cada revelación. Tal vez deberías pensar en eso.

El tuk tuk se detuvo ante una señal con una mezcla de serpenteante escritura

e inglés‖ enunciando‖ “Templo‖ antiguo‖ y‖ Cueva‖ Rawanaella”.‖ La señal mostraba

una imagen de escaleras que conducían a una cueva de la selva directamente

sacado de Indiana Jones. Un poco más arriba, un pequeño templo cuadrado se

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situaba a la derecha de la vía. Tenía una terraza elevada y parecía estar cerca de un

cuarto de profundidad. Matt le pagó al conductor, pero no fuimos al templo.

Un chico delgado, de unos seis años, corrió hacia nosotros. Su rostro se

iluminó con una sonrisa con dientes. Dijo en mal inglés:

―Puedo ayudar a guiarlo hacia arriba, señor. Puedo hacerlo rápido.

―No… ―comenzó a decir Matt.

Le di un codazo y le dije al chico:

―Nos encantaría algo de ayuda.

El niño sonrió y corrió hacia las escaleras, haciéndonos gestos.

―Aquí.

―¿Qué paso con la discreción? ―me siseó Matt en el oído.

―¿Qué paso con ayudar a la economía local? ―le espeté de vuelta.

Suspiró.

―Con lo que me queda, tendremos suerte si podemos permitirnos nuestra

próxima comida.

Nos dirigimos por el camino empinado. Escalones de piedra fueron tallados

en la ladera de la montaña. El lado de roca del camino estaba cubierto de

enredaderas y diversos helechos. En el otro lado, una brusca caída que no tenía

barandas que te impedía caer hacia el abismo de vida silvestre. Debido al almuerzo

gratuito ofrecido en la cuidad (me imaginé), éramos los único en el sitio. De esa

manera, si nos zambullíamos a nuestras muertes, lo haríamos sin ningún testigo.

Nuestro pequeño guía fue rápidamente por las escaleras. Matt subía

constantemente tras de él. Yo era menos constante. Mis zapatos no estaban

diseñados para escalar. Me pregunté si Indiana Jones pensaba en conseguir

mejores zapatos para la chica que arrastraba con él. Luego, recordé la serpiente

arrastrándose por los tacones altos en un película, y decidí que todos los chicos

eran más o menos lo mismo de despistados. Después de un traspié aterrador, me

tragué mi orgullo y agarré el bolso de Matt para algún tipo de apoyo.

―No voy a dar otro paso hasta que me digas por qué estamos siguiendo a

Alejandro Magno alrededor de esta isla.

Matt miró a nuestro guía. El chico nos dejó atrás varios pasos. Dio un paso

lento hacia adelante.

―Al-sikandar. Sikander. Iskander es como fue conocido aquí. Conquisto cada

trozo de tierra desde Macedonia hasta la franja de Gaza. En Egipto, encontró el

santuario del oráculo de Ammon-Ra, el dios del sol. Lo griegos creían que

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Ammon-Ra era el dios, Zeus. Ahora, los reyes de Macedonia mantienen que son

descendientes de Hércules, también un hijo mortal de Zeus. La madre de

Alexander creía que Alexander fue concebido por el mismo dios, disfrazado en la

forma mortal de su marido. Alexander obtuvo la confirmación de su condición de

semi-dios por el oráculo, y de ese modo lo declaró a su reino.

Di unos pasos tambaleantes por la escalera.

―Déjame adivinar, utilizo su estatus divino para reunir las tropas para

conquistar el resto del mundo.

―Correcto ―dijo Matt―. Conquistó más allá del Medio Oriente e India. El

caballo de Alexander, Bucephalus, su más preciada posesión, fue asesinado en la

batalla en lo que hoy se conoce como Pakistán. Se dice que este caballo fue un

regalo de Poseidón. Perder a su caballo tuvo un gran efecto en Alexander. Los

oráculos en Delphi predijeron que quienquiera que montara a la bestia gobernaría

el mundo. Sacudió su imagen de inmortalidad. Después de la muerte de

Bucephalus, Alexander llegó a través de la India y la antigua Lanka en busca de

una cosa. Creo que empleó un hechicero para ayudarlo a subir el pico de Adam, un

lugar que se dice está protegido por numerosas deidades por este motivo.

―¿El cuál es?

―La leyenda dice que la huella de Adam fue una vez incrustada con gemas

de un gran túnel.

―¿Al igual que la joya en la cruz?

Matt asintió.

―Un túnel de gemas en las montañas mantienen el agua de la vida.

―¿El Agua de la vida? ¿O la Copa de la Curación?

―Eso‖creo… otro nombre para ello puede ser el Santo Grial. Las tres leyendas

tienen una cosa en común, prometen la inmortalidad. Sin embargo, Alexander no

llegó más lejos que la cumbre de Adam. No encontró la cruz.

―Pero tú has descubierto lo que él no.

Me resbalé sobre una piedra mojada. Los brazos de Matt sujetaron los míos.

Ojos entrecerrados color ámbar atraparon los míos. Me aparté.

―¿Se detiene? ―dijo alegremente nuestro pequeño guía―. Estamos cerca,

Memsahib.

―Lo escuchaste, memsahib. Sin paradas ―dijo Matt.

―Eso no es lo que dijo ―gruñí y me froté lo muslos, ya tensos por subir el

pico de Adam, y latían adoloridos.

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Matt me jaló hacia adelante.

―Si quieres que te cuente más, vendrás.

Agarré su bolso una vez más con un ejem.

―Mejor que sea trascendental.

―Le dejaré eso a mi hermano ―retrucó Matt. Reanudó la subida―.

Alexander debió haberse detenido para escuchar las leyendas locales un poco más.

En la Ramayana épica, el rey Rawana de Lanka secuestró a la novia del príncipe

Rama, Seetha. Las diez cabezas del rey Rawana significaban su conocimiento de las

Vedas como también de la magia y eventos celestiales. Debido a esto, le fue dado el

néctar de la inmortalidad por el dios de la creación, Brahma. Cuando Hanuman, el

dios mono y agente de Rama, descubrió a Seetha en Ashok Vatica, el gran palacio

de Rawana cerca de nuestro hotel en Nuwara Eliya, Rawana tuvo que escapar con

la princesa. Rawana voló con Seetha en un carro alado hacia aquellas cuevas

secretas. Las cuevas sirven como extremos de un túnel artificial construido por el

hombre dentro de estas montañas.

―¿Construido por Rawana?

―Nadie lo sabe. Los túneles se dice que contienen muchos secretos,

incluyendo la tumba de Rawana.

―Rawana. Maestro de eventos celestiales y poseedor del néctar de la

inmortalidad yace en estas cuevas.

―Se pone mejor ―dijo Matt―. El lord Shiva, el dios de la destrucción, le dio

a Rawana una espada divina como Excalibur. El príncipe Rama, el avatar del lord

Vishnu, el dios sostén, usó un arco y flechas para quitar el néctar. Creo que la

tumba de Rawana no está aquí pero su cuerpo fue traído aquí y enviado a otra

parte. Envié a Bors, Perceval, y Galahad tras Bran de Pellam. Sabemos que Pellam

murió en la isla de la sirena. Las historias dicen que mientras Bors y Perceval

regresaron a Camelot, Galahad encontró la Copa y se volvió deseoso de dejar este

mundo. Los ángeles transportaron su cuerpo hacia las puertas del paraíso. El lugar

donde la Copa de la Curación se originó. Creo que el cuerpo de Rawana fue

llevado al mismo sitio.

Alcanzamos el final de los peldaños. En la cima, permanecía sólo un camino

lodoso.

―¿Los espero? ―preguntó nuestro guía.

Matt negó y le pagó. El niño guardó rápidamente los billetes. Del mismo

bolsillo, sacó una flor roja aplastada, entregándomela.

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―Para usted, memsahib…‖ la‖ flor‖ de‖ Seetha‖ para‖ alguien‖ tan‖ bonita‖ como‖

Seetha misma.

Sonreí y me agaché para tomar el ofrecimiento. El chico sonriente susurró

fuerte en mi oído.

―Si el sahib de labios delgados no te quiere, yo te tomaré. ―Aplastó los

labios, imitando con precisión la expresión amargada de Matt.

Solté una carcajada sorprendida y le entregué una generosa propina.

Mientras Matt fruncía el ceño, el chico se fue corriendo con un saludo de su mano.

―¿Podemos ir a alguna parte sin tus encantadores lugareños? ―se quejó

Matt.

―Sólo estás celoso, Labios Delgados.

―Considerando que estamos a punto de entrar en una cueva infame por la

supuesta seducción de Seetha, podrías querer reconsiderar antes de que me sienta

desafiado a defender mis labios delgados.

―Estoy segura de que preferirías besar las puertas del paraíso ―dije

secamente―. ¿Quieres decirme qué tiene esta cueva que ver con ellos?

Matt subió la colina hasta la entrada de la cueva.

―Ha habido muchos nombres relacionados a las puertas del paraíso. Una es

la Isla de los Blest.

―¿Isla de los Blest? ―chillé―. Prácticamente es requerido que algo con un

nombre‖como‖la‖“Isla‖de‖los‖Blest”‖tenga‖una trampa.

Matt suspiró.

―Tiene otros nombres. Los griegos lo llamaron Campos Eliseos, un santuario

de sanación, paz y tranquilidad. Localizado más allá del río Lethe, el arroyo del

olvido y de la vida inmortal, es el lugar de descanso final de todos los héroes. En

otra leyenda, un héroe fue traído a la isla por la Dama del Lago.

―¿El rey Arturo?

―No estoy seguro de creer esa, pero sí, luego de su muerte en el Monte

Camlan. ―Con una sonrisa, Matt me hizo un gesto hacia la boca abierta de la

cueva―. Arriane DuLac, creo que la Copa de la Curación yace en Avalon y la

puerta hacia allí se encuentra en estas cuevas.

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Dos horas después, me senté sobre una losa de roca estéril.

―No, nada de héroes muertos, demonios espeluznantes, o portales

sobrenaturales a la vista. Es sólo otra cueva ordinaria.

―No pareces muy emocionada ―comentó Matt.

El interior de la cueva Rawana Ella tenía un ordinario suelo de tierra, interior

estéril, e interminables pendientes de roca. Sin escrituras, sin tesoros, sin la Copa

de la Curación. Decentemente espaciosa, el frente de la cueva se expandía a unos

cuatrocientos cincuenta metros de longitud. Otras aberturas, del tamaño de

habitaciones pequeñas, podían ser encontradas por aquí y allá como ramificaciones

de la cámara principal.

Un túnel abierto en el fondo de la cueva. Matt usó gotas de líquido mágico

para marcar nuestro camino y un orbe flotante para iluminarlo. No sabía para qué

necesitábamos magia para esto. Una cuerda habría funcionado (Teseo usó una

simple cuerda para salir del laberinto cuando fue tras el minotauro), y yo habría

estado más cómoda usando sombreros con antorchas por encima de la cabeza.

El túnel no se extendía mucho. Con el tiempo, las rocas cambiaron hasta

bloquear el pasaje interconectado. Alcé la mirada hacia el techo inclinado e inhalé

musgo húmedo y tierra. Me pregunté por mi propio Minotauro. ¿Vane

verdaderamente nos estaba persiguiendo como pensaba Matt?

Matt lanzó un frasco de una poción verde contra una de las paredes. La

cámara hueca se estremeció mientras hacía estallar un agujero pequeño.

Fragmentos de roca cayeron desde el techo y me golpearon en la cabeza.

―¡Merlín! ―Me cepillé los pedacitos de roca de la cabeza―. ¿Estás

intentando matarnos?

―La humedad tiene que venir de alguna parte, pero la cueva decrece aquí.

―Resopló con frustración y sacó una guía―. Todas las cuevas alrededor de la

montaña se supone que están interconectadas en algún punto.

―¿Tienes un mapa? ¿Como uno que nos diga a dónde ir?

―Quería conseguir uno del gobierno, pero luego de Robin, no quiero

contactar‖ a‖ nadie.‖ Sorprendentemente,‖ ninguno‖ tiene‖ marcado‖ una‖ “X”‖ para‖

Avalon.

Me acerqué a él.

―Eres un terrible pirata.

Pasó de hoja en la guía.

―Soy‖mejor‖en‖la‖magia…‖si‖la‖tuviera.

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―Pobrecito ―espeté―. Obligado a emplear el ingenio en vez del botón fácil.

¿Por qué no me dices exactamente por qué nos trajiste a este túnel? ¿O sigue siendo

un gran secreto?

―Los‖túneles‖conducen‖a‖varias‖partes‖del‖ reino…‖o‖ todas‖ llevan‖al‖mismo‖

lugar. Hay varias aperturas. Estamos en la Cueva Rawana Ella. Luego, está la

Cueva‖Isthripur‖en‖Welimada,‖la‖Cueva‖Senapitiya‖en‖Halagala,‖Rambida…

―Entonces, ¿por qué esta? ―lo interrumpí.

―Rawana vino aquí por primera vez con Seetha luego de Ashok Vatica.

Tiene sentido que la llevaría al lugar que considerara más seguro. ―Murmuró algo

en voz baja―. Y esta era la más cerca al pico de Adam.

Agarré la guía de su mano. Las páginas estaban abiertas en una sección

marcada‖ “Explorando‖ el‖ Viaje‖ Épico‖ del‖ Ramayana.‖ Ojeé‖ por‖ encima‖ el‖ pasaje‖

detallando el escondite de Rawana de la princesa secuestrada Seetha en los

jardines de la montaña de Ashok Vatica. Después de que Hanuman, el dios mono,

la descubrió en los jardines, Rawana la llevó en su carruaje volador a las cuevas en

las que estamos. Las cuevas que atraviesan Lanka están conectadas a la misma red

de túneles. Di vuelta la página.

Las Cuevas Rawana fueron construidas dentro de la Roca Rawana Ella. Del

otro lado yace un estanque donde la princesa se bañó bajo una cascada

maravillosa. La imagen de las Cataratas Ella Rawana causó que mi corazón se

detuviera.

―¿Cuándo vas a darte cuenta que no puedes hacer esto solo? ―Le devolví el

libro a Matt, mi pulgar en la imagen de las cascadas―. Estamos en el lado

equivocado, oh sabio. He visto esto antes en la visión que Vane tuvo.

Dos horas después, estábamos parados en un camino que llevaba

directamente frente a las cataratas. Apreté mi chaqueta con más fuerza a mi

alrededor. Las nubes cubrían el cielo de última hora de la tarde, enfriando el aire.

Nos tomó un tiempo regresar a la cueva serpenteante y bajar a través de los

jardines escalonados para llegar a las cataratas. Apoyé los codos en las barandillas

de acero a lo largo del camino.

―Durante la temporada de lluvias ―leyó Matt de la guía―, la catarata es

una de las más amplias del país. Se asemeja a una flor de areca invertida con

pétales‖caídos…

―A mí me parece al árbol de una palmera. ―Mi ojo agarró uno de los

muchos broches de mi bolso de Buddha, poniéndolo en la cima de una flor de loto.

Señalé hacia ello―. O a esto.

Matt me fulminó con la mirada.

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―Si vas a seguir discutiendo conmigo, nunca vamos a atravesar esto.

―Estoy discutiendo porque sé qué vas a pedirme que haga. ―La catarata,

ubicada en una grieta en forma de V en el cerro, caía en cascada de un

afloramiento rocoso por encima y caía unos buenos trescientos metros sobre

peñascos escalonados. Helechos verdes, arbustos, y árboles se alineaban más allá

del perímetro de roca caliza. El agua caía en un estanque en la base de las cataratas

y fluía sobre más roca. Debajo del camino en el que estábamos, se convertía en un

riachuelo de musgo.

A pesar de las amenazantes nubes grises y el viento frío borrascoso, la gente

se sumergía hasta las rodillas en el legendario estanque donde Seetha se supone

que se bañaba. Contra una roca, al nivel del camino, tubos de metal habían sido

instalados por encima del estanque para facilitar que el agua fluyera e hiciera una

buena ducha para bañarse. Unas cuantas mujeres con sarongs húmedos sostenían

cubos de lata.

Mientras el viento que soplaba cambiaba completamente a un aullido, todos

se apresuraron a salir de las cataratas.

Me puse a jugar con la cremallera de mi chaqueta.

―En la visión de Vane, estábamos en uno de los bordes del estanque. Ahí es

donde caíste y te sumergiste a tu muerte. ¿Has notado que tus visiones tienen la

mala costumbre de volverse realidad?

―Tenía. ―Matt me tomó de la mano para detener mi inquietud―. Ya no las

tengo.

Me resistí a rodar los ojos.

―¿Y si vas por encima de uno de los bordes? ¿Luego qué?

―Puedes rescatarme. ―Su mano se apretó brevemente antes de liberar la

mía―. Si te importa hacerlo.

Si te importa hacerlo. En ese acento suyo, sonó incluso más condescendiente.

Apreté los dientes.

―¿Qué tal si te estrangulo y me ahorro el problema?

―Siempre ha sido tu elección. ―Matt se acercó a la apertura que llevaba a la

base de la catarata.

Tú elección. Las mismas palabras que Vane me había dicho. Me mordí el labio

hasta que sentí un agudo dolor. Por un segundo, el borde balanceado de mi control

perdió el equilibrio. No duró mucho.

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Obligué a mis hombros caídos a enderezarse. El chorro de agua calmó los

bordes irregulares dentro de un alma frágil. Abracé el sonido profundamente en

mi interior.

Los monos se abrazaban a la barandilla justo antes de que ésta terminara en

una zona herbosa e inclinada que subía al costado derecho de la cascada. El

estanque estaba a varios metros por encima del nivel del camino. Compré algunas

piedras de cuarzo a uno de los vendedores ambulantes que atravesaban el campo.

Para cuando alcancé a Matt, estaba parado junto al estanque. Alcé la mirada. En

uno de los costados de las cascadas de donde estábamos, cantos rodados se

apilaban cuesta‖arriba‖como‖escalones‖para‖un‖gigante…‖o‖un‖dios‖mono‖que‖una‖

vez se alzó en la cima de esta roca y registró el reino de Rawana en busca de una

princesa perdida.

―¿Terminaste de hacer compras? ―Ató una cuerda alrededor de mi cintura

y apretó el otro extremo alrededor de su estómago. Me apuntó hacia una apertura

que mostraba un duro camino hacia arriba a las rocas y comencé a dirigirme hacia

allí. Subimos lentamente, sujetando los sorprendentemente ásperos bordes de

rocas húmedas. Varios minutos después, hice una pausa para tomarme un respiro.

―Estas personas son pobres. Las estoy ayudando ―dije.

―Estás ayudando a crear una demanda que no puede ser sostenida. ¿Qué

pasará si el turismo se estanca, y dejan de cultivar para vender sus baratijas y

volverse guías? ¿Quién los alimentará entonces?

―Quizás el turismo no se detendrá. ¿Qué hay de malo con un poco de

progreso? Es un mundo nuevo, Merlín. Abrázalo.

―La tecnología no cambia las necesidades básicas de las personas o sus

naturalezas ―murmuró. Alcanzamos un nivel escalonado por encima del

estanque. Matt siguió avanzando.

―Eres un pesimista ―le dije a su espalda.

―Realista ―respondió―. Las personas de esta era tienen una cierta

expectativa de la vida que no existía en la mía.

―¿Acabas de llamarme consentida? No puedes decirme que preferirías

regresar a la Edad Media. Inanición. La plaga. Sin cañerías ―dije―. ¿Exactamente

qué es esta cierta previsión?

Llegamos a un segundo escalón. Caminamos sobre un delgado borde hasta

una roca cercana a la catarata y probamos un pequeño hueco. Tiré de la cuerda

alrededor de nuestras cinturas. Dio un tirón contra su estómago. Se quedó quieto.

―En cierto sentido, la vida por allá entonces era más fácil.

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La vida sin ti era más fácil.

Crucé la cornisa para enfrentarlo.

―Si soy tan consentida, ¿entonces por qué siquiera me molesto?

Sombras oscurecieron su rostro a la vez que la tarde se iba deslizando en la

noche.

―Sacaste la espada, Ryan. Eres capaz de más.

Me puse rígida.

―Sólo puedo hacer lo que puedo. No voy a cambiar por ti.

―No te lo estoy pidiendo. ―Matt se acercó un paso. Nuestros cuerpos se

encontraban apartados por unos meros centímetros. Alargó una mano, la cual se

cernió por debajo de mi barbilla pero no hizo contacto―. Te estoy pidiendo que

tomes decisiones, Ryan. ―Ojos color ámbar, conmovedores capturaron los míos y

se negaron a dejarme ir. Dijo con voz ronca―: Te he dicho muchas veces cómo me

siento. Nunca has contestado.

Por un segundo, me olvidé de respirar. Me olvidé de todo, menos de

nosotros. En este lugar. En este momento. El agua rugiendo chocando contra las

rocas con la misma intensidad de mi propio pulso contra mis tímpanos.

―Quizá nunca te he creído ―susurré.

Matt dejó escapar una pequeña y sorprendida carcajada.

―¿No me crees o crees en mí?

―Podría decir lo mismo ―repliqué.

Agachó la cabeza.

―¿Qué más necesito para convencerte?

Una brasa ardiente yacía amontonada, esperando a que la abanique, para

darle permiso para arder. Miré en esos ojos entrecerrados y supe que él tenía

razón. Tenía que tomar una decisión.

El‖problema‖era…‖si‖la‖tomaba,‖¿podría‖vivir‖con‖eso?

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Traducido por Fanny, Isa229 y Apolineah17

Corregido por Nanis

rité por la sorpresa.

Un chorro de agua surgió de la cima de las cataratas y nos

empapó con cubos de agua fría. La cascada fluía en una red de

pequeños regueros sobre el filo, revelando una pequeña curvatura cóncava a la

roca debajo. Me quedé boquiabierta por la extensión despejada. No la había visto

antes por la fluidez del agua, pero conocía este lugar.

―Aquí‖es.‖Este‖es‖el‖borde‖que‖vi‖en‖la‖visión.

Matt asintió. Sacó la cruz de la bolsa y dio un paso hacia las cataratas.

Atrapé su mano.

―¿Estás seguro? ¿Y si el agua comienza a bajar de nuevo?

―Por eso necesito ir rápido. ―Desenredando sus dedos de los míos, se abrió

paso a través de la cornisa hacia el centro de las cataratas. En el cielo, unas cuantas

estrellas brillaron mientras el día buscaba su fin. En una escena déja vu de la

visión, observé a Matt pasar su mano junto a la pared. Se detuvo―. Hay un

grabado aquí ―gritó por encima del rugido del agua―. Un ciervo con cuernos

bajo un árbol. Rawana usó un venado para atraer a la princesa a él. El árbol es del

mismo tamaño que la cruz. Voy a intentarlo.

La visión. Grité:

―¡Matt, no lo hagas!

Lo hizo de todas maneras.

―Confía en mí ―dijo.

G

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No lo hice. Agarré el tallo de una planta creciendo entre las rocas. Tan pronto

como puso la cruz contra la roca, una entrada apareció en la roca y el agua estalló.

Matt se hizo a un lado instantáneamente, lo que lo salvó de la explosión directa del

geiser, pero aun así se las arregló para atraparlo y Matt voló hacia atrás. Amarré la

cuerda alrededor de mi cintura y me preparé con la planta. Por suerte, la planta

aguantó. Debajo de mí, Matt se balanceó hacia el borde y se arrastró hacia arriba.

El géiser se hizo más lento y finalmente se detuvo. Matt miró dentro del

hoyo.

―¿Qué hay ahí?

―Una cueva. ―Jaló la cuerda para animarme a seguir.

Me moví cerca de la cornisa. Matt se deslizó dentro del hoyo. Por encima de

nosotros, la cascada comenzó a brotar de nuevo.

Sacó su cabeza.

―¡Apresúrate! Te atraparé si te resbalas.

No, en verdad no quería apresurarme. Miré hacia la larga extensión de la

cascada y cerré brevemente los ojos. Abriéndolos, corrí por el resbaladizo borde.

Matt me jaló dentro del hoyo. Un estallido gigante de agua se estrelló como una

cortina cerrándose detrás de mí. Mi corazón, yendo a mil kilómetros por hora, era

todo lo que podía sentir, y me tomó un minuto recuperar el aliento y darme cuenta

de que Matt me estaba sosteniendo en sus brazos en la vacía oscuridad.

―¿Tenemos luz? ―dije, mi voz entrecortada. Duros muslos me aseguraron,

mi espalda contra la mojada pared de roca de la cueva. No podía verlo, pero lo

sentía moverse contra mí en la oscuridad.

Sus labios rozaron mis oídos.

―¿Necesitamos una?

Me estremecí y puse mi palma contras su mojado y duro pecho. Su sutil

aroma de madera se mezcló con la cálida humedad de la cueva. Un hilo de frío

líquido goteó sobre mi cabeza y se deslizó por mi espalda. A mi izquierda, un

silbido sonó de algún lado y debajo de nosotros. Gotas de agua se dispararon en

un estallido como si estuviéramos parados al lado de un aspersor.

Me sobresalté.

Los brazos de Matt se apretaron alrededor de mi cintura.

―No te muevas.

En la oscuridad, lo escuché buscar en su bolsa. Una luz se encendió. Jadeé y

clavé mis uñas en los hombros de Matt. Llevaba un orbe en su mano. Mostró el

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borde de una bajada directamente a nuestra derecha. Un tranquilo arroyo pasaba a

lo largo del borde de la cueva y terminaba en un hoyo negro. De repente, la

presión del agua incrementó. Detrás de nosotros, el agua brotó, cerrando el hoyo

que nos llevaba fuera.

Dije:

―Va a ser complicado salir de aquí.

―Primero veamos qué hay aquí dentro. ―Matt dejó ir el orbe y flotó en el

aire. A nuestra derecha había un enorme cuarto. En sintonía con Matt, el orbe

flotaba unos metros por delante de él mientras caminaba junto al arroyo y lo siguió

más dentro de la cueva.

La tenebrosa cueva no me preocupó hasta que pisé sobre mi primer

esqueleto. Crunch.

El orbe flotó frente a nosotros y tuve que evitar hacer arcadas. Esqueletos

Myriad yacían esparcidos a largo del interior de la cueva. Varias partes humanas

marcaban un camino a través de la habitación. Matt se arrodilló y levantó un

fragmento roto de un fémur. Se deshizo en su mano.

―Estos han estado aquí por mucho tiempo.

―Yupi, vamos a ser víctimas frescas ―dije con un estremecimiento.

No vimos nada más hasta que llegamos al otro lado de la habitación. En la

pared, diez cabezas de tamaño humano estaban talladas en la roca. En el centro de

las cabezas, sobre la quinta cabeza, dos piedras verticales a los lados y una losa

sobre la parte de encima enmarcaban una puerta con puertas rojas cerradas.

―Diez cabezas Rawana ―murmuró Matt―. O diez cabezas de los cuatro

Vedar y seis Upanishads, componen todo el conocimiento de magia y eventos

celestiales.

Tomé una respiración.

―Las puertas rojas son justo como las de Aegae.

―El marco es un triliton. Dos lados verticales y uno en la parte de arriba

como los del limbo. En Aegae, la losa superior era triangular. ―Matt señaló un

emblema dorado sobre las puertas en forma de una flor de loto. La flor de loto

tenía un círculo con un ojo dentro.

Mis cejas se arrugaron.

―El limbo‖tiene‖grabados‖del‖tridente…

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―Y la media luna y el ojo ―dijo Matt―. Creo que podemos decir que se trata

de los símbolos del Agitador de la Tierra. Éstos son diferentes. Tal vez otro de los

guías.

―Se trata de las diez cabezas de Rawana. ¿Era él un guía? Eso no presagia

nada bueno. ¿No fue él llamado el rey demonio?

―Por el lado ganador. En Lanka, fue un gran rey antes de que sucumbiera a

su propio deseo por una princesa casada.

Lujuria y política. Había‖oído‖eso‖antes…‖cada‖vez‖que‖encendía‖la‖noticia, al

parecer. Matt me miró como si él simpatizara con el rey.

Le puse mala cara. Aun así, ¿había empeorado yo las cosas entre ellos? ¿O era

sólo el último juguete por el que luchaban dos niños mimados? Cuando estuve con

Vane, había tenido miedo de hacer la pregunta. Ahora, honestamente quería la

respuesta.

―¿La hubieras secuestrado?

―No ―respondió Matt―. No si ella hubiera elegido. Vane lo haría.

No me cabe duda. Por eso me gustaba. Me preguntaba lo qué decía eso de mí.

Matt leyó la respuesta en mi cara.

―Él habría estado mal.

―Alguien tiene que tomar el riesgo.

―Mientras que otra persona paga el precio ―murmuró Matt.

―Él conoce la línea. ―Por lo menos, solía saberlo.

Matt me fulminó.

―Su línea está siempre más allá de donde debe ser.

―Más allá de donde tú crees que debería ser ―murmuré. Matt era como un

pilar de piedra. Él no cedería, no en esto, y yo no podía entenderlo. Vane era su

familia. Yo habría hecho lo que sea por la mía―. Él‖no‖es‖perfecto,‖Matt,‖pero‖es…

―¡Sé lo que es! ―explotó Matt―. ¿No puedes ver que tú eres otra de su línea

de conquistas?

Inhalé con fuerza.

―Tal vez lo soy, ¿pero por qué no tú? Tú eres su hermano. Deberías amarlo.

Matt no respondió. Mis manos temblaban, me volví hacia las puertas. Eran

más fáciles. Las guías eran antiguos dioses guardianes que habían existido al

menos desde los griegos, alrededor de 1200 A.C., incluso más atrás, si estaban

involucrados con Rawana. La pregunta de si las guías misteriosas causaron que de

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alguna manera Excalibur cayera otra vez en nuestras vidas quedaba sin respuesta.

A los dioses griegos no les importó interferir en los asuntos de los mortales.

Toqué el loto dorado.

―Si la Dama del lago era Rhea, madre de Zeus, Poseidón y Hades, y el

Agitador de la Tierra es Poseidón, ¿podría ser esto uno de los otros tres?

Matt luchó visiblemente con alguna emoción fuerte, pero cuando me

contestó, su voz era calmada.

―El ojo apunta al futuro o visiones. El loto significa nacimiento o renovación.

No estoy seguro de lo que significa el círculo.

De repente, una idea apareció en mi cabeza.

―El sol.

Matt ponderó el emblema.

―O la luna. En cualquier caso, al igual que el emblema del toro en las puertas

del mar Egeo era una cerradura, la flor de loto debe ser una también. ―Sacó la

cruz desde donde la había deslizado en el bolsillo‖delantero‖de‖ su‖mochila―.‖El

círculo parece ser del mismo tamaño.

Lo puso contra el círculo. Nada pasó.

―¿Ahora qué? ―le pregunté.

―Paciencia, portadora de la espada. ―Matt sacó el vial con la mitad de mi

sangre.

―Me sentiría mejor si tuviera a Excalibur ahora ―murmuré.

―Me sentiría mejor si tuviera mi magia ― dijo Matt.

Suspiré. Él vertió mi sangre en la cerradura. Inmediatamente, la puerta se

abrió con un chirrido, revelando un túnel, y toda la cámara tembló. Con un fuerte

silbido, un vacío de aire nos succionó hacia adelante.

Matt tomó el borde del marco triliton con una mano y me agarró con la otra.

Más allá de la puerta, en un estallido de luz naranja, todo el túnel explotó con el

fuego. Si hubiéramos ingresado, habríamos sido barbacoa. La roca del techo cayó

como granadas en la cámara detrás de nosotros. Retirarse se volvió imposible.

Trozos perdidos de roca de metralla amenazaban con golpearnos en el túnel, la

boca del infierno.

Asintiendo, Matt me dejó ir mientras él intentaba buscar en su mochila con

una mano. Otra roca chocó contra el suelo al lado del triliton. Una pieza rota se

lanzó en la mochila, causando que Matt perdiera su agarre. Se las arregló para

agarrar la muy importante guía, pero el resto de la mochila voló hacia el túnel y

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explotó. El fuego diezmó los frascos mágicos en un bonito arcoíris de color. Él

maldijo.

―No podremos pasar. Tendremos que volver.

Más rocas cayeron desde el techo y se estrellaron en el suelo. Aplastó un

esqueleto humano en pedazos. Al parecer, Matt quería que muriera virgen. No me

moví del triliton.

―Seremos‖pulverizados‖―grité.

―¿Qué otra opción tenemos?

El agua se agrupó a mis pies, casi instándome a avanzar. Miré hacia abajo. El

arroyo desapareció en las rocas bajo el triliton. Canalizaba en una minúscula

abertura que funcionaba bajo el túnel. Sin embargo de alguna manera, parte de ella

ahora nadó dentro del triliton para sumergir mis pies. Como una serpiente se

deslizó hacia el túnel de fuego. El vapor chisporroteó donde el agua cayó.

―¿Las historias no dicen algo de Sitha pasando por el fuego? ―dije‖

lentamente.

―Después de su rescate de Rawana, tuvo que demostrar su virtud a su

príncipe caminando a través del fuego.

―¿Cuán virtuoso te sientes? ―le pregunté.

Matt sacó la cruz de su bolsillo. Sujetándola con una mano, metió la otra

mano en el fuego. Su chaqueta comenzó a arder. Lo eliminó, usando la cruz.

Él murmuró:

―Al parecer, mi virtud ha sido declarada cuestionable.

Más agua subía por mis pies. Se derramaba sin cesar dentro del túnel.

―Si mi sangre abrió esta puerta, esta es la clave para atravesar el túnel.

Tenemos que demostrar que somos caballeros. Tenemos que meternos

completamente.

―Está bien, si eso es lo que eliges.

Parpadeé ante su rápido consentimiento.

―Así que si morimos aquí, Merlín, si nunca salvamos al mundo debido a lo

que elijo, ¿estarás de acuerdo con eso?

―Estabas destinada a estar aquí, portadora de la espada. Nos has traído

hasta aquí.

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Sí, nos había llevado tan lejos, y él tuvo que escoger una cueva en medio de la

nada en Sri Lanka, a sólo unos minutos de una muerte segura, para decirme esas

cosas. Chicos.

Le tendí la mano a Matt. Él la tomó.

Entramos al ardiente fuego. Las llamas me hacían cosquillas como suaves

plumas, pero no quemaban. Pasamos a través de ellas rápidamente y salimos a una

cámara más pequeña. Me tomó un minuto asimilar que todavía estábamos vivos.

No pude evitarlo, me reí.

―Estaba en lo cierto.

―Lo podrías decir con un poco menos de sorpresa en tu tono ―dijo Matt

secamente. Sostuvo la cruz en el aire. El metal brillaba de un tenue azul en la

oscuridad.

Volví a mirar el túnel en llamas.

―¿Crees que fue la cruz?

―No lo sé.

El agua burbujeaba fuertemente a nuestros pies.

Matt sacó otra esfera de su chaqueta y la metió dentro de la cruz. Centellando

de magia, la esfera flotó en lo alto. Luz brilló tenuemente en una pequeña cascada

que caía de una abertura en las rocas que había por encima. Sólo podía suponer

que la corriente de la primera cámara de alguna manera llegaba desde la cima

hasta aquí. El agua desembocaba en un pequeño estanque delante de nosotros.

Tres túneles a su derecha nos invitaban a explorar. Matt envío la luz al primero. La

esfera iluminó el largo túnel.

Reconocimiento quemó a través de mí ante la curvatura familiar de la roca.

Mi pecho se contrajo. Luché por respirar. Matt tomó mi mano para estabilizarme.

Un silbido de viento voló por el túnel y escuché la risa del Minotauro haciendo eco

a lo largo de éste. Mis uñas se clavaron en la palma de Matt.

―Este túnel. Lo reconozco. Es idéntico a los de Aegae. Los túneles del

Minotauro.

―Bien ―dijo Matt.

―¿B-bien? ¿Estás loco? ―Él no había visto la enorme forma del Minotauro.

Mi corazón latía con fuerza ante la memoria del esculpido cuerpo humano de la

bestia, su monstruosa cabeza y la cola de un toro con cuernos, sus ojos verdes

brillantes y tan fríos como el mar. Me había perseguido y recordaba mi corazón

latiendo en la oscuridad como un faro llamando a su hambre. Susurré―: Nada

sobre el Minotauro es bueno.

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Matt me miró.

―Quiero decir que eso nos dice que estamos en el lugar correcto. ¿Por

dónde?

Cerré los ojos. Mi corazón palpitaba con la ansiedad de enfrentar al monstruo

en su casa. Lo imaginé persiguiéndome a través de los túneles. Entonces, yo lo

estaba persiguiendo a él. Me imaginé la lujuria en sus ojos cuando levantaba la

vista después de que lo interrumpiera mientras estaba alimentándose del cuerpo

destrozado de un animal. Me estremecí tanto de ansiedad como de una ráfaga

inquietante de deseo. Vane.

Una ráfaga de aire caliente con olor almizclado, recordando la respiración del

monstruo, se deslizó por mi nuca. Mis ojos se abrieron de golpe y estaba a salvo.

―No‖sé‖―dije.

Matt señaló el primer túnel.

―Vamos a probar ése.

Horas o minutos después, se volvió obvio que íbamos en círculos. Volvimos

sobre nuestros pasos y probamos todos los túneles. Nos llevaron aquí y allá, pero

todos los caminos principales regresaban a la cascada. No había marcas. No había

señales. Podíamos vagar por aquí durante años y nunca encontrar nada.

Me senté en una roca mientras Matt se paseaba de un lado a otro frente al

agua. Lo observé durante varios minutos antes de reunir el coraje para decir:

―Tenemos que hablar de Vane.

Matt continuó caminando de un lado a otro.

―No voy a correr el riesgo de poner a Avalon en sus manos.

Él me estaba volviendo loca.

―¿No puedes ver que los dos quieren las mismas cosas? Tal vez en Avalon

podemos averiguar qué es‖exactamente‖lo‖que‖se‖supone‖que‖hagamos…‖lo‖que‖se‖

supone que todos debemos hacer. ¿No estás un poco preocupado por toda la cosa

del fin del mundo?

―No seas ridícula. Por supuesto, es por eso que estamos aquí, pero lo que sea

que averigüemos, tenemos que tener cuidado. La información no puede caer en las

manos equivocadas.

―Ugh. ¿Nunca vas a aprender? Estamos en este lío debido a tu necesidad

patológica de acumular conocimiento. Enfréntalo, no eres diferente de Vane.

Quieres ser el poderoso. El héroe. Al menos él es honesto al respecto.

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―¿Eso es lo que piensas? ¿Estaba equivocado al no querer desatar los

tsunamis en el mundo? ¿Cuántos murieron en Chennai, Ryan? ―Matt se detuvo

frente a mí―. Por culpa de Vane.

―No hay elecciones fáciles, Merlín. ―Tomé el Ojo de Dragón de mi bolsillo.

Matt me lo arrebató y lo metió en el suyo.

―Tienes razón. No hay elecciones fáciles.

Crucé los brazos sobre mi pecho.

―Estoy un poco cansada de ti dándome órdenes. No me voy a morir aquí.

―Pateé el suelo de tierra―. Y tengo hambre.

Matt se inclinó, su rostro rozando mi muslo mientras metía la mano en el

bolsillo de mi pantalón tipo cargo.

―¿Qué estás haciendo?

Sacó la arrugada barra que había rechazado antes. Se sentó en la roca junto a

mí y abrió el paquete, dándome la mitad de la barra. Sabía como soya mezclada

con aserrín de baya, pero la devoré en tres bocados.

Bostecé.

―¿Cuál es tu plan, Merlín?

―¿Crees que puedes dejar de llamarme Merlín? ―explotó.

Lo miré con curiosidad. La esfera se balanceaba por encima de nosotros.

Una luz tenue se distorsionaba sobre sus delgados pómulos, un rostro de

príncipe. En las fantasías oscuras de la cueva, lo veía montando al lado del rey

Arturo, la figura sombría detrás del guerrero. El león detrás de la corona. A pesar

de los avances de mil quinientos años, él no había cambiado mucho. Los

hechiceros todavía se reunían alrededor de él como si caminara sobre el agua. Ellos

no eran los únicos. Incluso mis profesores en la escuela lo habían hecho. Yo lo

había hecho.

¿Qué lugar en su vida Merlín tenía para una ligeramente descuidada y

mayoritariamente ordinaria chica de secundaria? Esa era la parte que no podía ver.

Sin embargo, algo dentro de mí buscaba por lo que había debajo. Matt. El que

pensaba que veía, pero contra el que aún luchaba.

La cascada se extendía delante de mí. Me levanté y me acerqué a ella. Matt

me siguió. Atrapándome, me giró hasta que estuve frente a él. Sus dos manos se

deslizaron a lo largo de los costados de mi mandíbula. Contuve la respiración.

¿Finalmente se dejaría llevar y se permitiría simplemente ser? Levantó mi

mandíbula y me hizo retroceder hasta que quedamos justo afuera del rocío de la

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cascada. Al igual que el repiqueteo de la suave lluvia, el agua besó mi piel. Matt se

inclinó para rozar sus labios a lo largo de los míos. La cascada cayó a borbotones

hacia adelante, mojándome por completo.

Matt dio un paso fuera del camino.

―¿Qué demonios, Matt? ―grité.

El agua menguó y me quedé empapada en la cueva. Crucé los brazos sobre

mi pecho y me abracé. Miré a Matt quien permanecía completamente seco.

―Lo sabía. ―Señaló el agua―. Es Vane.

Con el corazón latiendo fuertemente, me giré alrededor. No vi nada más que

agua.

―Has estado aquí demasiado tiempo. Estas teniendo delirios.

Matt me agarró del codo.

―Él tiene los poderes de Poseidón, Ryan. Está en el agua. Las Cascadas de

Ella deben conducir de nuevo a un río que desemboca en el océano.

Tiré de mi codo, lejos de él.

―No es de extrañar, ya que estamos en una isla.

―Sabía que él reaccionaría si trataba de besarte.

―¿Me besaste para molestar a Vane?

―Yo…‖―Matt sonrió tímidamente―. ¿Lo siento?

Le di a su espalda un fuerte empujó. Con un gruñido, él cayó en el estanque.

Tiritando, se sacudió en el agua. Sonreí en señal de triunfo.

―¿Todavía lo sientes?

Matt se hundió en el agua. Después de que no salió en un par de minutos, me

acerqué a mirar el agua.

La cabeza de Matt salió inesperadamente. Estaba pisoteando el agua.

―Está profundo aquí.

Suspiré.

―¿Un pasaje?

―Vamos a averiguarlo. ―Se zambulló debajo.

Murmurando mierda salté.

La esfera se disparó dentro del agua. Me hundí en el estanque. No era

particularmente una nadadora fuerte, pero una corriente, como una aleta dorsal en

el agua, me atrapó y me movió a toda velocidad. La mano de Vane, sospechaba.

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Dentro de un manto de calidez, la corriente se envolvió alrededor de mí y me

envío girando y girando hasta que me lanzó hacia arriba y hacia afuera en el otro

extremo. Aterricé suavemente en otra caverna rocosa, emocionada por el paseo

salvaje en torbellino y decepcionada porque se hubiera terminado. La esfera flotó

hacia arriba y salió del estanque justo antes de que el agua lanzara a Matt a mi

lado.

Quedó boca abajo sobre su estómago, vomitando agua.

―Ese b-bastardo.

Golpeé su espalda y la encontré helada al tacto. Tuve que reprimir una

sonrisa. Vane debió haberlo torturado, al parecer. Por el momento, no me estaba

sintiendo demasiado simpática.

Matt agarró mi mano. Rodando sobre su espalda, me tiró encima de él. Cada

centímetro de mi cuerpo se presionaba contra el suyo. Las capas finas y húmedas

de ropa no hacían nada para ocultar que encajábamos a la perfección. Dijo con voz

ronca:

―Estás caliente.

Detrás de nosotros el agua gruñó. Los ojos de Matt fueron al estanque.

Me alejé de él y me senté a su lado.

―No soy el peón entre ustedes dos.

Matt se sentó, todavía temblando.

―Todo lo que tienes que hacer es elegir un lado.

Me puse de pie.

―¿Y si no quiero?

―Entonces todos podemos perder ―dijo en voz baja.

―Dame el Ojo de Dragón.

―¿Por qué?

―Para secarnos. De lo contrario, atraparas una pulmonía aquí abajo. ―Le

tomé la mano y entrelacé mis dedos―. Él ya sabe que estamos aquí.

―No necesitas seguir yendo a él para rescatarnos ―rechinó Matt. Sacó el

pañuelo con el amuleto. Sin embargo, en lugar de entregármelo, tomó mi mano

extendida en la suya mientras sostenía el collar él mismo―. Zusyati.

Magia verde flotó alrededor de nosotros. Estuvimos secos en cuestión de

segundos.

Le arqueé una ceja a Matt.

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Él se encogió de hombros.

―De esta manera no tengo que hablar con él.

Problemas con P mayúscula. Un mal presentimiento me atravesó. Tenía que

parar esto. Tenía que encontrar una manera de evitar que se destrozaran entre sí y

llevaran al resto de nosotros con ellos. Pregunté:

―¿Eso significa que puedes ser una sanguijuela con él para hacer magia?

―Sí y no. Un hechizo de secado requiere poca energía. No puedo hacer nada

más grande sin su ayuda.

La esfera pasó zumbando delante de mí mientras me movía para ponerme de

pie en la oscuridad. La caverna curvada en la parte superior, salpicada de

estalactitas apuntando hacia abajo, hacia nosotros, como colmillos afilados. Al

nivel del suelo, hileras de estalactitas dirigiéndose hasta otro acantilado. La esfera

bailó sobre el borde. La luz brillaba sobre un valle de nada más que roca, como una

miniatura del Gran Cañón.

―¡No hay nada aquí! ―dije.

―¿Estás segura? ―Matt sacó la guía de su bolsillo. La tiró hacia abajo en el

cañón. En vez de caer como una piedra, el libro zigzagueó en el aire como un

cometa, descendiendo lentamente hacia el valle.

Bajé la mirada hacia ella.

―¿Quieres bajar?

Matt fue al borde del acantilado.

―Estas pruebas fueron dadas a los caballeros para demostrar que eran

dignos. La primera prueba era demostrar virtud y la segunda prueba era fe.

Levanté una mano.

―No voy a hacer paracaidismo sin un paracaídas.

En ese mismo momento, el estanque brotó en una erupción detrás de

nosotros. Una serpiente de agua similar al gel se levantó y fluyó hacia el borde del

acantilado. Alcanzándonos, la parte frontal de esta se convirtió en un bote de agua-

gel con unas alas extendidas. Debajo de la proa del bote, el mascarón de un ciervo

con cuernos tomó forma. Luego, toda la estructura de gel se solidificó en hielo.

―Un reno tirando un trineo ―murmuré―. Lindo, Vane.

Matt puso un pie dentro del trineo de hielo para probar su solidez. Resistió.

Él frunció el ceño:

―Al parecer, tu carroza aguarda.

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―No te ves feliz por ello ―dije secamente. La mano tipo serpiente de agua

garabateó en el aire. Cedí a su demanda y caminé a lo largo del borde del

acantilado hacia el bote.

Matt salió del bote.

―Lidiar con él siempre tiene un precio, Ryan.

Antes que pudiera hacer algo más que soltar un chillido, me derribó y nos

envió sobre el borde del acantilado. Grité mientras caía por un millar de escalones

de aire comprimido. Cada ráfaga de aire me golpeaba con la fuerza de un martillo.

Finalmente, llegué al fondo. El aire se detuvo a unos cuatro metros de altura y me

estrellé contra las rocas debajo.

Afortunadamente, supe como encogerme y rodar, pero la superficie irregular

del valle hizo imposible que cayera con cuidado. Matt cayó con incluso menos

gracia que yo, aterrizando de bruces en las rocas afiladas. Gimió y se levantó,

luciendo bien en su mayoría. Me puse de pie con esfuerzo. Moretones tatuaban mis

brazos y, a juzgar por la forma en que el resto de mi cuerpo dolía, no tenía duda de

que había más. Le escupí:

―¿Estás loco?

―No necesitábamos el trineo. ―Se quitó la sangre de un pequeño corte en la

frente y caminó hacia la isla desconocida. La esfera se balanceaba felizmente detrás

de él.

No, al parecer, teníamos que comer tierra en su lugar. Grité a sus espaldas:

―Será mejor que tengas un plan para que podamos salir de aquí.

Nueve columnas de piedra sostenían el tendal de piedra que cubría la

pequeña isla. Las columnas se elevaban de una fosa, uniformemente espaciadas a

lo largo de la circunferencia de la isla. Nos metimos al agua hasta la cintura en la

fosa sobre las rocas negras.

Me arrodillé para tocar el granito de aspecto extraño.

―Matt, esta piedra es la misma que la que contenía a Excalibur.

―No me sorprende. ―Señaló una columna detrás de nosotros. En la parte

posterior de ella, una figura de una mujer en una toga estaba tallada en la roca. Sus

brazos, como ramas de un árbol de piedra, se levantaban y conectaban al tendal de

arriba. Agua fluía de su boca y caía nuevamente a la fosa. Un centinela, ella

protegía la isla. Matt hizo flotar la esfera alrededor de la isla, frente a las otras

columnas―. Todas son mujeres. Nueve mujeres. Tienen que ser las Nueve

Morganas.

―¿Nueve Morganas?

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―En la leyenda, Morgana Le Fay y sus hermanas protegían la entrada a

Avalon. ―Matt hizo flotar la esfera hacia el centro. En una enorme tarima

rectangular yacía un gran sarcófago de piedra.

―Esta no es una isla; es una tumba ―susurré.

Matt se acercó al ataúd. Lo seguí. Una extraña imagen había sido grabada en

la parte superior del ataúd de piedra. En la rugosa forma de una sombrilla, un

cuerpo tipo rama soportaba una línea curva de diez cabezas de Rawana. Matt sacó

la cruz de su bolsillo y la sostuvo sobre el grabado. Un silbido de viento revoloteó

en la oscuridad. Me quedé mirando el ataúd.

―El cuerpo podría ser el tallo de la cruz y el centro de la cabeza superior.

Matt intentó encajar la cruz en el centro de la cabeza, pero los círculos no

coincidían.

―No lo entiendo. Esta debería ser la llave.

Otro susurró de viento silbó junto a mí, haciéndome cosquillas en los oídos.

Un recuerdo intangible, difuso y poco claro en mi mente, me agobió:

―Hay algo realmente‖familiar‖en‖esto…

Detrás de mí, Matt murmuró:

―Rawana conservaba el néctar de la inmortalidad dentro de su ombligo. Me

pregunto si esa es la respuesta.

Me di la vuelta justo a tiempo para ver a Matt presionar la cruz verticalmente

sobre el centro de la cabeza.

―Espera,‖Matt.‖No‖toques…

La piedra se presionó dentro de la losa y se tragó la cruz. Matt me miró con

aire de suficiencia:

―Funcionó.

La isla tembló. Alrededor de nosotros, las estalactitas se movían. No en el

buen sentido. Empezaron a hundirse en el agua. El tendal comenzó a bajar. Íbamos

a ser aplastados.

Matt maldijo y saltó sobre el ataúd, deslizándose hacia mí.

―¡Corre!

Corrimos a toda velocidad hacia el borde de la isla. Ni siquiera estábamos

cerca de bajar de la roca. Una fila de estalactitas cayó del tendal directamente hacia

abajo en la fosa para formar una barrera infranqueable. Estábamos atrapados en el

interior de unas apretadas mandíbulas de muerte.

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―Matt…

―Estoy en ello. ―Sacó el Ojo de Dragón y desenvolvió el pañuelo alrededor

de él. El amuleto de zafiro brillaba débilmente bajo la luz artificial de la esfera.

Matt frunció el ceño―. No siento ningún tipo de magia.

Encima de nosotros, el tendal se deslizó unos centímetros más. Más

estalactitas cayeron a nuestro alrededor. Matt me entregó el amuleto. Lo tomé,

pero la piedra preciosa nunca se había sentido tan fría y muerta.

―No está funcionando ―grité.

―La roca debe estar interfiriendo de alguna manera. ―Como si no pudiera

evitarlo, añadió sarcásticamente―: Por una vez, no serás capaz de correr hacia él

para ser rescatada.

El comentario terminó con el último hilo de mi compostura ya maltratada. En

movimientos bruscos, metí el insensible amuleto dentro del bolsillo de mi pantalón

y me giré hacia él con venganza.

―¿Has perdido completamente la cabeza? Sé que no confías en él, pero desde

que perdiste tu poder, actúas como si lo odiaras. Dices que te preocupas por mí,

pero en todo este viaje, todo lo que has hecho es decirme una y otra vez lo mucho

que he metido la pata. Si realmente te preocupara, podrías al menos ser

indulgente. Estar contigo no debería tener que ser tan doloroso. ―De la nada,

lágrimas brotaron de mis ojos. Molesta conmigo misma, las limpié―. Pensé que te

conocía, pero estoy llegando a ver que no lo hago en absoluto.

Matt frunció el ceño, pero sin una pizca de remordimiento.

―Ryan…

―Olvídalo, Matt. Si voy a morir aquí y ahora, quiero hacerlo sola. ―Eché a

andar por la roca. El amuleto tintineó fuertemente en mi bolsillo. Lo saqué. La

piedra preciosa parpadeó débilmente. La quietud en el caos, se asentó sin vida.

Vane no podía ayudarme, pero aun así desabroché el broche y me deslicé la cadena

de plata. Realmente no quería morir sola.

Una sensación de calma me llenó tan pronto como la piedra preciosa de color

rojo se asentó sobre mi piel, justo encima de la hendidura que revestía mi corazón.

Un arpón de piedra se estrelló desde arriba justo frente a mí. El impacto me lanzó

hacia atrás y aterricé duramente sobre mi coxis. La piedra estalagmita bajó unos

centímetros más. El rostro de piedra de la Morgana observaba la destrucción de la

isla impasiblemente, pero desde este ángulo, me di cuenta de un detalle que

anteriormente me había perdido.

Matt se acercó.

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―Ryan,‖escucha,‖por‖favor…

Me giré hacia él, señalando con entusiasmo hacia la Morgana.

―Matt, mira su rostro. Tiene orejas puntiagudas. ―Me toqué las orejas. Gia y

yo tuvimos orejas puntiagudas cuando nos transformamos temporalmente en

sirenas.

Matt la miró, luego a la siguiente más cercana a Morgana.

―Parece que todas ellas son sirenas. En Grecia, las nueve ninfas del agua, las

Musas, hijas de Hespérides, protegían la isla de la inmortalidad.

―Mira sus bocas ―dije. Todas las bocas de Las Morganas formaban una

pequeña O―. Están cantando. Las ninfas de agua utilizan las canciones para atraer

a los hombres hacia sus muertes. En la azotea, lo escuché de Leonidas. El poder de

las sirenas está en su canto. Necesitamos que cante una sirena.

Mis hombros cayeron. El Ojo de Dragón se asentaba frío sobre mi piel. No

había sirena para ayudarnos. No había Vane.

De repente, Matt se rió y sacó un frasco de plástico del bolsillo de su

chaqueta.

―Podríamos no tener una sirena, pero sí tenemos viento. El sonido del viento

será suficiente. Sólo necesitamos la llave, no magia verdadera de sirena.

Me animé.

―¿Qué más tienes ahí?

―Sigo tratando de mostrártelo ―dijo con aire de superioridad, lanzando el

frasco en el aire.

Explotó. Un torbellino de aire chirrió alrededor de la isla, amenazando con

enviarme volando. Matt me agarró la mano y me tiró más cerca de él. Sombríos

ojos ámbar enmarcados por unas espesas pestañas sostuvieron mi mirada. Dedos

cálidos alejaron remolinos de cabello de mi rostro.

―Ryan…

―Después ―grité.

Los dedos de Matt se apretaron sobre mí.

―Podría‖no‖haber‖un‖después…

Más rocas chocaban al lado de nosotros. El viento levantó enormes pedazos

que volaron alrededor como bolas saltarinas. Grité:

―Tenemos que llegar al ataúd. Es nuestra mejor apuesta.

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Las‖ piedras‖ jugaban‖ un‖ juego‖ mortal‖ de‖ “golpea‖ al‖ topo”‖ con‖ nosotros‖

mientras nos balanceábamos y ondeábamos a través de ellas. Cuando llegamos al

ataúd una conmovedora aria llenó la caverna. Las Morganas cantaban una melodía

conmovedora. A pesar de mi estatus de no-hechicera, me balanceé en mi lugar

cuando olas de magia nos inundaron. A mi lado, Matt cayó de rodillas. Me

mantuve de pie por pura voluntad. Todos los huesos en mi interior se sentían

como si se estuvieran volviendo líquidos.

En una neblina, vi diez cabezas girando en círculos. Entonces, la hundida

cabeza central, la que Matt empujó, brilló con luz dorada. Rayos se propagaban

sobre las cabezas en círculo, conectándolas hasta que se iluminaron, una por una.

El aria de las Morganas fue aún más alto. Matt se desmayó y cayó hacia adelante

en el suelo.

Quería inclinarme para atraparlo, pero no pude. La gravedad parecía haber

aumentado, haciendo a todo mi cuerpo más pesado. Los costados del ataúd se

levantaron y abrieron la parte superior del mismo. La piedra siguió subiendo hasta

que llegaron más allá de mi cabeza. Era el contorno de una puerta, dos losas

verticales con la tapa del ataúd balanceándose horizontalmente en la parte

superior. Un triliton, me di cuenta. Luz dorada brillaba dentro de la puerta. Un

portal abierto.

Vi niebla al otro lado.

Luego, el viento se calmó. El aria se detuvo.

Me sacudí hacia adelante, casi cayendo sobre mi cara mientras de repente me

volvía libre una vez más.

Me arrodillé junto a Matt. Las Morganas comenzaron a hundirse rápidamente

en el agua. Más rocas chocaban a nuestro alrededor. Un fragmento afilado cayó

directamente hacia abajo para partir mi cráneo. Salté hacia un lado en el último

minuto, pero se hundió profundamente en mi hombro. El tendal empezó a

deslizarse hacia abajo. Tenía que salir antes de que Matt y yo nos convirtiéramos

en poco más que panqueques. Con un grito, arranqué la maldita pieza de mi

hombro. Sangre caía por mi pecho. Metí las manos debajo de las axilas de Matt. Mi

hombro ardía de dolor, levanté sus hombros del suelo. De alguna manera, lo

arrastré dentro de la niebla.

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Traducido por Apolineah17 y flochi

Corregido por Nanis

aí, hundiéndome directamente entre las orillas de un río estrecho. Me

hundí profundamente en el agua y tragué varios tragos antes de que

me empujara de nuevo hacia arriba. Tosiendo, miré alrededor de la

superficie del agua. Matt no estaba por ningún lado. Me sumergí en el agua de

nuevo, pero no podía ver nada en la oscuridad. Hice varias inmersiones antes de

que mi cuerpo me obligara a tomar un descanso.

Encima de mí, el cielo oscuro mostraba un descolorido sol y una emergente

luna. Un contorno familiar de estrellas brillaba desde una manta saludable de cielo

azul. En las orillas de los ríos, los árboles se mecían bajo la dirección de la suave

brisa. Me acerqué a la orilla. Tal vez Matt logró llegar a tierra.

―Uno no puede entrar a Elysium6 con tanta facilidad, pequeña.

Miré en dirección a la voz. Arriba en una larga roca inclinada junto a la orilla

del río, un hombre moreno con el torso desnudo estaba sentado vistiendo un

vaporoso pantalón estilo árabe. Desde el centro de su ancha frente, un tercer ojo

me guiñó. Dos brazaletes de oro decoraban sus musculosos brazos. Tatuajes de

cabezas, cinco en cada brazo, elaboradamente entintaban sus miembros superiores.

Una larga lengua salía de la boca en cada cara tatuada.

El hombre gigante estaba casualmente sentado sobre una piedra lisa. Los

pómulos afilados en su hermoso rostro le daban un aspecto austero. La forma

majestuosa con la que se sostenía me recordó un poco a Lelex, el rey Sirena, lo cual

no era algo bueno. Él me escudriñó.

6 Elysium: Se refiere a los Campos Elíseos, una sección del inframundo de la mitología griega.

C

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―¿Quién eres? Espero al portador de la espada. ¿Cómo llegaste aquí,

pequeña?

Nadé más cerca de la orilla.

―Yo soy la portadora de la espada.

Rawana soltó una carcajada.

―No lo creo. No puedes ser el gran hechicero-guerrero que padre dijo que la

Dama se atrevería a enviar. Eres tan delicada. Flacucha.

Le devolví la mirada.

―¿Cómo es que todavía estás vivo, rey Rawana?

―No lo estoy, en un sentido mortal ―respondió―. Has encontrado una

pieza de mi espíritu, que quedó guardado en este lugar. Rindo penitencia por mis

fechorías. ―Rawana se puso de pie. Contuve la respiración, previamente

escondido por su gran cuerpo, divisé un león negro. Su melena y su cuerpo

brillaban con piel oscura. Enormes ojos ámbar me miraron en silencio, sin

embargo, el león permaneció congelado en su lugar.

Matt.

Demandé:

―¿Qué le has hecho?

Rawana dejó escapar un rugido disgustado. Desenvainó una guadaña desde

detrás de su espalda, puso su pie sobre la cabeza del león.

―Ándate con mucho cuidado, guerrera. ―Hizo hincapié en la última palabra

con una mueca―. No soy de los que se toman a la ligera.

―Eso ya lo sé ―murmuré.

Secuestró a Seetha en venganza por un insulto a su hermana.

Dientes afilados brillaron sobre mí mientras Rawana sonreía.

―Tu amante ha sido cambiado para revelar su verdadera forma.

¿Verdadera forma? El león de Matt nunca había sido negro. Mi estómago se

revolvió. ¿Yo le había hecho esto?

―No estamos aquí para luchar contigo. Estamos buscando el agua de la vida.

―¿No sabes dónde estás? ―Rió Rawana―. El río Leteo, el río del olvido y la

vida mortal. Este es el lugar que sana.

Me agité en el agua.

―Esto no puede ser. ¡Hay mucho de él!

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Rawana ladeó la cabeza.

―Si te bañas en el río, serás purificado de tu sufrimiento mortal.

Miré hacia mi hombro. No podía creer que no hubiera notado que ya no

gritaba de dolor. La herida estaba completamente curada, y bajo el agua, la piel

fresca brillaba en su lugar. Nadé más cerca de la roca.

Una larga y delgada roca, con la forma de la punta de una flecha, se

encontraba en el borde de la orilla.

Rawana bajó la mirada hacia mí, bloqueando el camino al tranquilo bosque

detrás de él.

―Más allá de aquí está el lugar de descanso para los héroes, pero tú no eres

uno. Tampoco lo es el león. Éste está marcado. Él ha tomado un alma de Elysium

sin permiso. Es por eso que permanece congelado donde tus heridas han sido

sanadas. ―Tiró de la cabeza del león para exponer su yugular y empuñar la

guadaña contra el punto vulnerable―. Es hora de dar otra alma a cambio.

―¡Detente! Toma la mía en su lugar. ―Agarré la parte inferior de la roca y

me arrastré hacia arriba. Deslicé la punta de la flecha dentro de mi pantalón tipo

cargo y me levanté, escurriendo de pies a cabeza.

Rawana se quedó quieto. Los rostros tatuados en sus brazos se retorcieron. El

tercer ojo me miró. Dijo sorprendido:

―¿Harías eso?

Di un paso más cerca del musculoso rey.

―Me ofrecería a mí misma al rey demonio.

Rawana dejó escapar un bramido de risa.

―Rey‖demonio…

Lancé la roca de punta de flecha hacia el ombligo expuesto de Rawana. Un

destello verde brotó del Ojo de Dragón. El comienzo de la punta de la flecha, golpeó

a Rawana con una precisión mortal en el estómago. Una manzana dorada cayó

desde debajo del ombligo de Rawana y se desplomó a mis pies. Rawana parpadeó.

La guadaña cayó de su mano, aterrizando en el suelo delante de Matt.

Dejé escapar un suspiro de alivio.

Rawana agarró su ombligo, balanceándose en su lugar. Luego, sus piernas se

doblaron y cayó de espaldas a la roca. Por encima de nosotros, el cielo retumbó con

un trueno. Nubes oscuras se movieron rápidamente para cubrir el cielo azul. Corrí

hacia el rey caído. Recogiendo la guadaña, me arrodillé a su lado.

Sus tres ojos se quedaron fijos en el Ojo de Dragón.

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―Posees un poder sorprendente.

Inconscientemente, toqué el Ojo de Dragón. Vane. El pensamiento de que él

podría estar aquí alivió un nudo de tensión dentro de mí.

Desde el suelo, Rawana preguntó:

―¿Cómo supiste dónde apuntar?

―Conozco tu historia.

Una expresión melancólica apareció en su rostro.

―Entonces, vivo en el reino de los mortales. Estoy satisfecho. ―Su tercer ojo

se cerró―. No te ves como una guerrera, pequeña, pero has demostrado ser digna.

Me has derrotado. La manzana es tuya.

Miré la pequeña manzana dorada.

―¿Qué es?

―Después de que perdiera el néctar de mi inmortalidad, fui enviado aquí. Se

me pidió que protegiera esto por el padre. Fue robada de él pero no fue capaz de

recuperarla. Me advirtió que la gran Dama enviaría a alguien a recogerla, pero no

podía dejar que ellos la tuvieran.

La gran Dama. La Dama del Lago. Rhea. Todas eran la misma. La emoción se

disparó a través de mí. Mis dedos se cerraron fuertemente sobre la guadaña.

Rawana miró la cuchilla.

―¿Vas a acabar conmigo ahora?

Bajé el arma.

―¿Necesito hacerlo?

Rawana me dio una sonrisa torcida.

―Mi espíritu está ligado a la manzana. Ahora que la has desunido de mí, no

voy a durar mucho.

El río detrás de mí se elevaba más alto. Agua salpicaba la roca mientras el

paisaje se volvía más violento. Le tendí la manzana a Rawana.

―Entonces, no la tomaré. No vine aquí a matar a nadie.

Él me dio una débil sonrisa de sorpresa.

―Eres muy amable, guerrera. Me recuerdas a la que habría hecho mi reina.

Me sonrojé.

―No soy una reina.

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―El título no puede mantener a un reino, mientras que la falta de él no puede

hacerte perder uno. Yo perdí el mío porque tomé lo que no me pertenecía.

―Rawana parpadeó. Empujó la manzana de nuevo hacia mí―. La manzana es

legítimamente tuya.

―¿Qué hace?

―No lo sé. Por mi mala conducta me ha sido negada la visión aunque tengo

los ojos del padre. El Ojo de Cronos. ―Rawana golpeteó su tercer ojo―. La

culminación de mi conocimiento de las estrellas reside aquí. La gran Dama

también vino una vez aquí. Ella esperaba ver. Esperaba engañar al destino, pero el

momento no era el correcto. El evento estaba demasiado lejos. Ahora, has venido.

El momento es el adecuado.

―La Dama lo llamó el día del juicio final. ―Miré el ojo―. ¿Puede decirnos lo

que está por venir? Si es el momento adecuado, ¿puedo ver lo que ella no pudo?

Rawana parpadeó.

―Tienes un toque de lo divino, hechicera-guerrera. Es posible, pero debes

darte prisa. Mi fuerza se desvanece rápidamente.

Levanté la mirada hacia la parte superior de la roca inclinada. El león negro

observaba, pero no emitió ningún sonido.

―Él debería ver esto, no yo. ¿Puedes liberarlo?

―Su esencia se ha reducido. Su interior está hueco. Sólo con gran

determinación continuará respirando. No tengo energía para restaurarlo y cumplir

con mi tarea. ―Rawana atrapó mi mano, la que sostenía la guadaña. Se quedó

mirando la cuchilla curvada―. Incluso si lo hiciera, el Ojo de Cronos no se

inclinaría hacia él. Su alma está rota.

―¿Rota? ―¿Tomar su magia le arrancaba el alma? Miré el río detrás de mí―.

El río‖de‖la‖vida…

―No lo va a sanar. Él ha contaminado Elysium. Ha traído un alma de regreso

desde‖la‖muerte…

Me mordí el labio. Grey. Matt había traído a Grey de regreso de la muerte.

―El padre no perdona tan fácilmente.

Toqué el Ojo de Dragón. Rawana puso su mano sobre la mía. El tercer ojo se

quedó fijo en el amuleto y se volvió de un gris inquietante. Rawana entonó:

―Uno para salvar al mundo. Uno para destruirlo. Sólo uno estaba destinado

a ser. ¿Cuál?

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El tercer ojo parpadeó y el gris se aclaró. La expresión de Rawana volvió a la

normalidad.

―¿Qué significa eso? ―pregunté.

El rey soltó mi mano. Sus ojos perforaron más allá de mi piel y le echaron un

vistazo a mi corazón.

―Estás rota, guerrera, pero en el fondo, ya conoces la respuesta. Siempre la

has sabido. Obligué a mi princesa a tomar una decisión similar una vez. El destino

de mi mundo descansaba en ella. El destino de tu mundo descansa en ti.

Me dije que las palabras eran tonterías demasiado dramáticas, a pesar de ser

tonterías incómodamente acertadas. Más truenos estallaron insistentemente en las

nubes grises. Un destello de un rayo cayó en el río. Detrás de nosotros, el agua se

agitaba con más urgencia.

La respiración de Rawana se volvió superficial.

―Mi tiempo se reduce. Has sido muy amable, guerrera, y en memoria de la

princesa‖ que‖ dañé,‖ te‖ daré‖ una‖ bendición…‖ ―Con esfuerzo, giró la cabeza. El

tercer ojo se quedó fijo en Matt―. Puedo restaurar su alma o puedo compartir mis

conocimientos. Sólo tengo fuerza para hacer uno. Será tu elección. Elige

sabiamente.

El pecho del león se elevaba y bajaba a un ritmo constante. Grandes ojos me

miraban sin darme una pista sobre la dirección de sus pensamientos.

Rawana tosió.

―Tu‖elección,‖guerrera…‖antes‖de‖que‖sea demasiado tarde.

Con un suspiro tembloroso, me alejé de Matt. Lejos de la traición que había

elegido una vez y que ahora elegía de nuevo. Lejos de la culpa. Me giré hacia

Rawana y toqué el tercer ojo.

―Muéstrame.

―Como dije, lo haces como una buena reina. ―Volvió a toser―. Toma la

manzana. Sostén el corazón de una estrella en tu mano. Será tu guía. Recuerda eso.

―Miró la guadaña―. Ahora, toma la guadaña y corta mi tercer ojo. Date prisa,

debes hacerlo antes de que me desvanezca.

Retrocedí, mirando la afilada y curvada cuchilla.

―¿Quieres que te masacre?

―Si el ojo está dentro de mí, no serás capaz de utilizarlo. Debes tomar el ojo

tú misma y mojarlo en el río Leteo.

Solté un suspiro.

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―¿Y entonces qué?

―Mételo en tu boca.

―¿Quieres que me lo coma? ―¿Comer un baboso y carnoso globo ocular?

Asqueroso.

Encima de mí, el cielo tembló. El viento feroz rociaba agua del río hacia la

orilla. El cuerpo de Rawana se estremeció. Rugió:

―¿Eres una guerrera o no? No falles ahora. Una vez que tomes el ojo, no

tendrás más que simples momentos. Esta vía al Elysium está ligada a mí. Una vez

que me vaya, colapsará. Si todavía sigues aquí, morirás.

Mierda. Agarré la guadaña. Él todavía estaba vivo, pero no tenía elección. Con

furiosos cortes, comencé a sacar a la fuerza el delicado ojo. La sangre fluía por mis

manos. Casi vomité. El ojo estaba obstinadamente unido y el corte de sangre y

hueso no era tan fácil como suena. Rawana rugió debajo de la operación brutal,

pero se mantuvo muy quieto. Sus otros dos ojos parpadeaban rápidamente con

dolor. Finalmente, sostuve el órgano viscoso en mi mano.

Él tomó mi mano y la sostuvo.

―El Ojo de Cronos te enseñará mucho, pero recuerda, nada viene sin un

precio. Nuestros caminos no están trazados; son hechos.

―Espera. ¿Este es el Ojo de Cronos? ―pregunté.

Ya era demasiado tarde. Los tres ojos de Rawana se cerraron por última vez.

En sus brazos, los tatuajes desaparecieron. Por fin, su espíritu voló libre.

El león negro se levantó, también liberado. Matt brincó hacia mí. Tomó la

manzana con el hocico. Dejé caer la guadaña manchada de rojo. Él corrió junto a mí

al borde de la roca. Metí el ojo en el río. Tan pronto como tocó el agua, el órgano se

redujo y se endureció en una especie de cristal. Apreté la pelota redonda. No cedió.

El Ojo de Cronos.

Matt dejó caer la manzana en mi mano. El león negro me dio un codazo. Usé

su melena para subirme encima de él. El viento soplaba furiosamente a nuestro

alrededor. Fuertes olas nos rociaban. Por encima de nosotros, el cielo se oscureció.

Nos habíamos quedado sin tiempo.

Entonces, traté de no vomitar mientras ponía el ojo dentro de mi boca y lo

tragaba.

El cristal golpeó mi estómago. La oscuridad me envolvió.

Flotaba en un mar de nada. Mi cuerpo no tenía peso. Más precisamente, no

tenía cuerpo. Sólo mi alma me anclaba a las brillantes estrellas que salpicaban el

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espacio de otro modo negro. Bolas brillantes de gas y polvo giraban alrededor de

las estrellas. En la cuna del espacio había un punto brillante, un sol amarillo,

descansando en el centro de sus hijos, uno de los cuales era un pequeño planeta

azul.

Casa.

Por lo que pareció una eternidad de tiempo, observé nuestro sistema solar

girar. Ofrecía una tranquila serenidad que calmaba hasta el alma más

problemática. Me senté en un lugar muy lejano, un lugar en lo alto de las ramas de

un árbol celestial. La manzana dorada se balanceaba alegremente frente a mí como

una guía.

No veía a Matt o al león por ningún lado.

Una fuerte luz en la distancia atrajo mi atención. Contra los lienzos del

espacio, brillantes puntos de luz delineaban una forma en las estrellas, un cazador

con un arco y flecha. Por encima de su hombro, una estrella roja se iba haciendo

cada vez más tenue en sus últimos momentos de vida. Después, en una brillante

muerte, explotó en una furia de fuego y azufre.

Un tsunami invisible se extendió de la supernova, sacudiendo las ramas del

árbol celestial que enraizaba la galaxia con su tremendo poder. La mano oscura de

la ola me envió dando vueltas junto a ella. Conseguí arrancar la manzana de oro de

su lugar antes de ser arrastrada. La ola arrasó sobre su vecino más cercano, el cielo

amarillo.

Bajo presión, el sol constante desnudó sus dientes por el momento más breve

de tiempo. Tentáculos de fuego estallaron mientras giraba. Apenas evité los

tentáculos cuando golpearon sin intención su ira. Un tentáculo, uno simple y

silenciosamente, envió un latigazo volador hacia su hijo más frágil. La llamarada

penetró las delgadas barreras del planeta, encontrando poca resistencia.

Debajo de mí, en el planeta azul, la fruta de la vida, mi vida, ardía en llamas.

Caí en el apocalipsis que engulló a mi hogar. Las llamas consumieron la tierra

oscura, evaporando los océanos y derritiendo toda la civilización. Sin embargo, no

vi ningún poblado. El mundo se erguía vacío y hueco como si no existieran en este

plano. Sólo podía imaginar el terror silencioso de billones de personas en el fin de

la existencia. El día del juicio final.

Seguí cayendo más allá de las nubes y el aire libre. El hedor de azufre y

muerte quemó mi nariz y garganta. De la noche negra, caí en picada en una gran

isla y sobre un círculo de nueve piedras.

La tierra se extendía a medida que me acercaba al suelo. En el medio de los

escombros yacía la espada dentro de la piedra. El metal de Excalibur permanecía

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inmune al calor ardiente. Su gloria intocable clara para mí en tanto caía con

extrema fuerza sobre ella. Grité.

Pero nunca encontré la muerte.

Colgué suspendida en el aire, la empuñadura de la espada raspando la

porción desprotegida de mi estómago. El planeta continuó ardiendo a mi

alrededor. Extendí la mano y toqué Excalibur. Al instante en que lo hice, un rayo

de electricidad atravesó mi cuerpo y bajé al suelo. Caí raspando mi hombro contra

el borde afilado de la hoja de Excalibur. La sangre corrió de una herida en mi

brazo.

La manzana de oro cayó delante de mí.

Por encima de mí, el cielo ardía con un arcoíris de fuego.

Alargué la mano para tomar la manzana. La sangre corrió por mi mano

bajando por mis dedos.

De la noche, dos figuras encapuchadas montaban en lados opuestos del

círculo ardiente de nueve piedras. Encima de los caballos ensillados, se acercaron

justo delante de mí y bloquearon el camino a la manzana. Uno montaba un caballo

blanco. El otro un caballo negro. Ambos llevaban túnicas marrones, velos

envueltos.

Reconocí a los animales, los mismos del limbo. Hace una eternidad atrás,

pareció.

El jinete blanco empezó a brillar. De nuestro alrededor, un aria llenó el aire.

Las piedras enterradas del círculo se elevaron de la tierra y se reunieron. El jinete

blanco hizo una estructura. Dos bloques verticales y uno horizontal, fusionados

para hacer un triliton.

Luego se dio la vuelta. Extendió su mano. Di un paso tentativo hacia él. El

otro caballo resopló en protesta, soplando un aliento caliente almizclado en el aire.

Su jinete trotó hacia delante con el caballo negro. Bajó de un salto y recogió la

manzana. Nada sucedió. Se acercó a mí. Me tendió la manzana.

La tomé.

La sangre corrió por encima de la piel dorada de la manzana. La manzana se

alzó en el aire. Chispas de brillante luz, diminutas estrellas, relucieron dentro de su

interior oscuro. Explotaron con emoción, volviéndose cargadas. A mi lado,

Excalibur se estremeció. El jinete negro me hizo un gesto para tocar la hoja. Puse

mi mano tentativamente sobre Excalibur. Otro disparo de electricidad me atravesó.

Grité e intenté apartarme, pero el jinete negro me agarró y sostuvo mi mano sobre

la ardiente espada.

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La espada absorbió la energía de la manzana y emitió un haz de luz cegadora

a cambio, un faro domando el caos de las llamas a mi alrededor. Golpeó el triliton

delante de mí y la estructura se iluminó. Una luz blanca brilló y una puerta

rectangular se abrió.

Dentro de la puerta, vi un puente de madera curvado sobre un pequeño río

azul.

A mi lado, el jinete negro extendió la mano, pero no para ofrecérmela.

Alcanzó la manzana. Escapé. Tambaleándome hacia atrás, caí contra Excalibur.

Saqué la hoja y salió fácilmente de la piedra. La sostuve en una postura de batalla

frente a mí. El jinete apartó su capucha. Era Matt. El jinete negro era Matt.

El jinete blanco se reveló a sí mismo. Vane.

Vane saltó del caballo. En un movimiento, saltó hacia abajo. La empuñadura

de una espada brilló por encima del cinturón atado contra su cadera izquierda.

Extendió una mano. Para mí o por la manzana, no sabría decirlo.

Había sólo una cosa por hacer. Acerqué la manzana a mí en un agarre de

fútbol americano y salí corriendo más allá de Matt. Le lancé Excalibur a Vane. Él

instintivamente se extendió para alcanzarla y usé la distracción para saltar en el

portal abierto del triliton.

Corrí hacia la niebla.

Me caí, aterrizando boca abajo en un campo de hierba recién cortada. Tierra

suave besó mis labios. Levanté la cabeza. En la distancia, un puente familiar entró

en foco. El mundo se encontraba extrañamente oscuro. La luz de la luna se

reflejaba en el agua. Rodeada por oscuridad, árboles sombríos, el río poco

profundo corría bajo una estructura de madera curvada. El Viejo Puente del Norte.

Una farola sin encenderse sobre el puente, un faro caído en la oscuridad,

yacía silencioso y sin nada de poder. En la distancia, enclavado entre dos troncos

de árboles, bajo otro parte de luz de luna, la estatua de bronce de un Minute Man

marcaba el lugar de la primera batalla de la Revolución americana. Concord,

Massachusetts. Vistiendo un chaleco ribeteado y sosteniendo un fusil en su

costado, el soldado silencioso me dio la bienvenida a casa.

Me empujé sobre mis rodillas. La manzana cayó de mis manos al llano del

claro. Frente a mí, Matt yacía sobre su espalda en el suelo. Empecé a gatear hacia

él, pero un dolor agudo hizo a mi estómago dar un espasmo. Aferrándome el

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estómago, retumbó como si una guerra rabiara dentro. El sabor de afilado metal

recubría mi lengua y manchaba mi saliva. Tomando respiraciones superficiales,

rodé sobre mi espalda e intenté no desmayarme. El cielo se oscureció en la noche

mientras este lado de la tierra giraba lejos de la mirada brillante del sol. Las

estrellas guiñaban desde un cielo tranquilo.

El Ojo de Dragón entibiaba mi cuello.

¿Dónde has estado? La voz de Vane golpeó mi cabeza.

Sus palabras martillaron en mi cerebro, un latido golpeando contra mis

sienes. No pude reunir la fuerza para presionarme las manos en ese punto. Dije

con voz ronca:

Ay… údame.

Vane gritó:

¡Aguanta, DuLac!

¿Dónde estás?

Sri Lanka.

Casi me eché a reír. Matt tenía razón. Vane nos siguió. Volví a pensar.

Entonces, pasará un largo rato antes de que nos encuentres.

Tienes cosas llamadas teléfonos, dijo. La ayuda está en camino. Quédate conmigo.

Otro espasmo sacudió a través de mí. Apreté los dientes ante el dolor. Mi

mente empezó a cerrarse en defensa. Le dije a Vane:

No creo que pueda.

Sí, lo harás, campeona, declaró, pero no le creí. No podía esconder la aspereza

en su voz.

Cerré los ojos. El Ojo de Dragón se calentó.

En mi mente, los árboles desaparecieron.

Me arrastré a lo largo de los pisos de linóleo de un pasillo gris en la

preparatoria Acton-Concord. Solté un gemido mental. Mis últimos momentos de

vida iban a ser en una preparatoria que me había, muy probablemente, expulsado

ya. Cualquier fuerza divina observándome tenía un terrible sentido del humor.

El pasillo en forma de T, y los otros corredores que se extendían a la derecha

y a la izquierda, insegura de en cuál dirección ir. En la pared color crema delante

de‖mí,‖un‖cartel‖anunciaba‖boletos‖para‖el‖baile‖“Bajo‖el‖Mar”.‖Luces‖fluorescentes‖

por encima se apagaban y prendían, como si el generador de energía estuviera

muriendo. La extraña iluminación hizo que mi piel se tornara en una pálida,

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traslúcida apariencia, como la piel de un fantasma. Al final del corredor a mi

derecha, apareció Matt súbitamente. Se me quedó mirando, pareciendo

confundido.

Otro estallido de dolor explotó dentro de mi estómago. Caí de rodillas. El

sudor empapó mi piel. Succioné aire en mis pulmones, pero no parecía tener

suficiente. En el corredor de la izquierda, Vane parpadeó a la existencia. Corrió

pasillo abajo y se arrodilló a mi lado.

―Debería haber sabido que vendrías aquí. ―Miró hacia el cartel del baile―.

¿Tanto extrañabas este lugar?

―No me gusta dejar las cosas sin terminar.

Vane me atrajo a sus brazos y me apretó.

―Tienes mucho que explicar.

El dolor sacudió mi cuerpo. Respiré jadeante. Expresé el único pensamiento

que pudo contener mi cerebro.

―Vane, cuida de mi familia.

―Cuídalos tú, DuLac ―contestó con dureza.

El mundo empezó a volverse azul y negro. Me quedé flácida entre sus brazos.

Vane maldijo en mi oído, pero las palabras parecían llegar de muy lejos. Matt

corrió apresurado por el corredor. Se arrodilló detrás de mí.

―Se tragó el Ojo de Cronos. La está matando.

―¿Qué ojo? ―gritó Vane.

―Es‖un‖cristal…

―No importa ―interrumpió Vane―. No importa. Vamos a sacarlo.

La luz brilló encima de mí. El corredor empezó a volverse confuso y mi

campo de visión se redujo. Apenas me encontraba consiente cuando me bajó en el

linóleo blanco. Alzó mi camiseta para exponer mi estómago dilatado.

Matt puso su palma sobre mi ombligo.

―Puedo sentirlo aquí, pero no puedo hacer magia.

―¡Upari! ―Nada sucedió.

Vane exclamó varios improperios.

―No está funcionando. La magia es inútil. Ni siquiera puedo crear una

espada y cortarlo.

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―Esto no puede estar pasando. Es su mundo, y se está desvaneciendo ―dijo

Matt.

―Piensa, Merlín ―dijo Vane―. Siempre tienes la respuesta.

El dolor en mi estómago se intensificó. Alguna especie de baba espumosa

escurriéndose de mi boca. Empecé a respirar más débilmente. El latido de mi

corazón fue más lento.

―¡No! ―gritó Vane. Un fuerte puñetazo golpeó mi pecho. Golpeó sin éxito

contra un latido que se desvanecía. Vane se inclinó sobre mi cara. Le sonreí, la paz

empezando a caer sobre mí.

―Podemos intentar alimentarla de poder ―dijo Matt.

―El Ojo de Dragón. ―Vane agarró el amuleto de donde yacía contra mi

pecho.

Sus dedos se curvaron alrededor de la gema, pero el rubí permaneció frío.

Vane golpeó la piedra contra el suelo. El suelo tembló.

―Hay poder dentro de él. Sólo necesitamos saber cómo usarlo ―murmuró

Vane.

Vane estrelló el amuleto otra vez. Todo el pasillo se sacudió.

A mi otro lado, Matt soltó un grito, agarrándose la cabeza. Sangre goteaba de

su nariz.

―Vane, ¿qué estás haciendo?

―Lo siento ―susurró. Una mano se apretó sobre mí―. No te dejaré ir. No me

importa lo que requiera.

Estrelló el amuleto con tanta fuerza como pudo. El amuleto se quebró. Los

azulejos del techo se rasgaron y cayeron. Vane envió un disparo de poder lacerante

en la gema rubí del amuleto. Después, soltó un grito agudo y se desplomó encima

de mí. Su cuerpo se transformó. En vez de humano, el Minotauro se alzó en su

lugar.

La fisura en la gema se sanó. Matt se arrastró para intentar cubrirme con su

cuerpo. El Minotauro lo golpeó con una explosión de magia verde. Matt salió

volando y chocó contra los casilleros. Se deslizó hasta el suelo, completamente

inconsciente.

Has sido atrapada, habló el Minotauro en mi mente. La frialdad de la voz

impregnó mi mente, despertándome un poco. Era la voz de Vane, pero tampoco lo

era. Era una versión más profunda, más inhumana. Los ojos verdes hambrientos

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del Minotauro inspeccionaron mi cuerpo caído. ¿Sabes lo que hago con aquellos que

atrapo, mi cazadora caída?

Una de las inhumanas manos del Minotauro se deslizó hacia arriba por mi

muslo. La otra empujó hacia abajo mi hombro como para sujetarme en el lugar. Me

quedé mirando el implacable rostro del toro. De acuerdo al mito del Minotauro,

muchos entraban a su guarida, pero ninguno salía. Todos eran devorados.

Leyendo mis pensamientos, el Minotauro sonrió, una sonrisa voraz. El toro

desnudó dientes afilados y blancos. Sin decir otra palabra, se agachó. Enormes

mandíbulas se sujetaron del duro bulto bajo la piel blanda.

Grité.

Los dientes empalaron el saco de mi estómago y sacaron piel y carne de un

bocado rápido. Volví a gritar. El toro levantó la cabeza. Mucosa verde grisácea y

carne rosa se entremezclaba con sangre en su boca. El Ojo de Cronos cayó fuera de

mi estómago.

El órgano cristalizado tintineó mientras caía en el duro linóleo.

El Minotauro me miró. Todavía había sangre cubriendo su boca. Como si no

pudiera evitarlo, el Minotauro emitió un pequeño gemido mientras se lamía su

propia boca. Un frenesí se alzó en sus ojos verdes. Su lengua colgó fuera de su

boca, se metió en mi estómago destrozado nuevamente. Una lengua invadió mi

estómago desgarrado, lamiendo sangre y piel rasgada.

Grité.

―¡Detente! ―Matt apareció sobre mi costado derecho. El Minotauro levantó

su cabeza y rugió. Abofeteó a Matt. Matt se agachó y agarró el Ojo de Dragón. Lo

lanzó a la boca de la bestia―. Upaviz.

Un destello de magia azul hizo implosión dentro del Minotauro, y esta vez,

fue arrojado contra los casilleros. El Minotauro se volvió a transformar en Vane. Su

rostro y boca cubiertos con sangre y restos de piel. Mi sangre y piel. Silenciosas

lágrimas ardientes se filtraron de mis ojos, quemando mis mejillas y goteando en el

suelo liso.

Matt puso una mano temblorosa sobre mi frente, sus ojos reflejando el horror

de la escena. Susurró:

―Dios, Ryan, ¿qué te hizo?

No respondí. Por suerte, me desmayé.

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Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ, Selene y MaEx

Corregido por Nanis

e desperté con un sobresalto, mi visión borrosa. Luces halógenas

cegadoras brillaban de focos en el techo. En trance onírico, observé

los detalles que me rodeaban. Estaba en una enorme cámara que

parecía estar dentro de un palacio. En la parte delantera de la sala, un tapiz

gigantesco representaba una escena de bestias místicas sentadas en una mesa

redonda.

Mis codos rozaban frío acero. Estaba sentada en una silla de ruedas. Cerca de

la cabecera de una larga mesa rectangular, me pusieron detrás de la reina de

Inglaterra, el primer miembro del Consejo de Hechiceros.

Grey se arrodillaba a mi lado, llevaba un traje a medida. El corte del traje le

daba un aspecto surrealistamente mayor, rompiendo el cuadro del hermano

pequeño en el que mentalmente lo mantuve encajonado.

―Está bien, Ryan. Estás bajo medicamentos pesados. Trata de no hablar. Van

a hacerte unas preguntas cuando llegue el momento. Te lo haré saber.

¿Ellos quiénes? Abrí mi boca para hablar, pero ningún sonido salió. Una

punzada de dolor latía en mis sienes. Me tambaleé en la silla de ruedas y Grey me

enderezó. Toda la habitación nadó en círculos durante un largo minuto antes de

que pudiera enfocar de nuevo. Cuando lo hice, me encontré con Matt arrodillado

junto a mí con una expresión de preocupación. Estaba limpio, vestido con pantalón

de color caqui, una camisa de botones, y para mi sorpresa, una corbata a rayas.

―Si esto le hace daño, voy a mutilarte, Emrys ―siseó Grey.

M

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Matt tomó mi mano en la suya, calentando mi piel helada.

―Estará bien. Ella es fuerte.

No me sentía particularmente fuerte en ese momento, pero sus ojos ámbar me

tranquilizaron. Con voz áspera dije:

―¿Qué…?

Los dedos de Matt apretaron los míos.

―Sólo espera un rato.

No tenía idea de lo que estaba hablando, pero no pude resistir un bostezo.

Se levantó y fue a hablar con la reina. Grey intercambiaba miradas de

preocupación con Colin. El guardián del rey Gárgola en silencio flanqueaba un

costado de Grey, cimentando su lealtad a Grey. Otros adultos que nunca había

visto antes ocupaban el resto de la mesa. Por el distinguido gris en su cabello y el

conjunto sombrío de sus caras, supuse que debían ser de mediana edad o mayores.

Dos hombres con uniformes militares con una línea de estrellas de oro abajo de sus

hombros parecían eternamente aburridos. Todos los demás, incluyendo a varias

mujeres, llevaban los mismos trajes caros oscuros similares.

Alrededor del rectángulo, todo el mundo sostenía su pluma suspendida sobre

papeles blancos. Inquietos en su lugar, esperando. Me sentía como si estuviéramos

esperando a que una reunión comenzara. Volví la cabeza y luché contra más

mareos. Matt se movió para colocarse en un extremo de la mesa. Tiró de la corbata

como si le estrangulara. Detrás de él, una larga mesa oval estaba construida en un

nivel por encima de la rectangular. Otras personas se sentaban detrás de la mesa

con micrófonos y miraban a nosotros, como jueces de observación de un juicio.

Más allá de la mesa superior, a través de una abertura en el círculo, elevados

asientos tipo estadio de tela de color roja se establecían en una sección de espera.

Miré el imposiblemente alto techo. En la parte superior de la sala, palcos

privados no iluminados con frentes de cristal ofrecían vistas de ojo de águila al

procedimiento de abajo. Me recordó a estar en el foso de gladiadores en la isla de

sirenas. En lugar de espadas, sin embargo, me imaginé las batallas libradas aquí

basadas en palabras. Sin embargo, no vi ninguna forma o movimiento dentro de

las cajas privadas y la mayoría de los asientos del estadio también estaban vacíos.

Deduje que era una reunión secreta.

Un hombre sentado a la derecha de la reina se acercó a ella, susurrando:

―¿Estás segura de esto?

La reina dio un pequeño suspiro.

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―Hemos estado esperando esto desde que te dije las causas de los tsunamis.

No estaría aquí si no estuvieses de acuerdo, primer ministro.

El hombre asintió a regañadientes. Un hombre con bigote en el otro extremo

de la mesa se aclaró la garganta.

Entonó:

―La sesión de emergencia del Consejo de Seguridad ahora iniciará.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, me di cuenta. La mesa se

calmó.

―Dejen que los minutos lo demuestren, los participantes en este día son los

siguientes… ―El hombre del bigote comenzó a hacer presentaciones.

Me desconecté cuando otra ola de mareos me golpeó, por lo que agarré los

brazos de la silla de ruedas con fuerza. Se dieron a conocer los nombres de varios

países. Yo sólo capté las palabras "la presidenta de los Estados Unidos" e

instintivamente me volví para mirarla. Ella se sentó fuera de mi campo de visión,

así que tuve que estirar el cuello para verla. Ese poco de esfuerzo me cobró factura,

y tuve que luchar contra una oleada de náuseas mirando abatida el color beige

aburrido del piso alfombrado.

Debo de haberme dormido un poco, porque cuando levanté la vista, la mesa

ya no tenía asistentes aburridos. Los líderes mundiales estaban hablando con Matt,

Grey, y Colin. Colin estaba en su forma de bestia. Su frente sobresalía como un

hombre de Cro-Magnon y los incisivos alargados se asomaban de sus labios. La

tensión gritaba desde el conjunto apretado de sus hombros. Sin embargo, los otros

alrededor de la mesa parecían indiferentes a que una gárgola vagara en medio de

ellos.

Uno de los hombres en los uniformes militares se puso de pie.

―Entendemos que esta persona, Vane, se ha convertido en una amenaza,

pero seguramente, con su poder, le podemos detener.

Matt añadió:

―Él ha tomado mi poder.

―Esto es grave. ¿Cómo se supone que debemos defendernos de un ser que es

capaz de tanta destrucción sin sentido? Si se enterasen que los tsunamis están

siendo causados por hechiceros sobrenaturales…‖ que‖ tú‖ existes, el caos sería

inimaginable ―dijo la presidenta de E.U...

―Estoy más preocupado por lo que está sucediendo ahora ―dijo un hombre

en un traje gris al lado de la presidenta―. Usted dijo que Merlín tenía inteligencia

crítica sobre el apagón global.

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La presidenta añadió:

―De hecho, te puedo decir, es que ha sido un verdadero infierno tratar de

mantener a la gente tranquila. Si podemos darles respuestas,‖es‖Vane…

―No ―respondió la reina ―: Vane no causó el apagón. Lo que pasará en el

próximo mes va a ser mucho peor que unos pocos días sin energía y los satélites

desconectados. Merlín le explicará los detalles.

La reina asintió a Matt. Él hizo una recapitulación de los acontecimientos en

Grecia, el descubrimiento del tridente de Poseidón y las sirenas, y traté de enfocar

mi cabeza en torno a sus palabras. Sabían de gárgolas y hechiceros. Sabían de

Merlín. Y Vane.

Matt tomó una cajita de terciopelo de su bolsillo.

―Fue después de leer acerca de la búsqueda de Alexander por el agua de la

vida que nos hizo descubrir esto.

Se puso los guantes y abrió la tapa de la caja. El Ojo de Cronos estaba dentro.

Utilizó su mano enguantada para sacar el cristal. La fuente de dolor

inconmensurable se veía tan inocente asentada tranquilamente en su palma.

La reina ordenó:

―Atibha.

Un poco de magia azul se encendió. Matt levantó el pequeño cristal orbe en el

aire.

El Ojo de Cronos se iluminó. Al igual que una película en 3D, un holograma a

todo color rodó la secuencia que había presenciado previamente en persona. Una

estrella se convirtió en supernova, haciendo que su vecino más joven, nuestro sol,

se volviera loco y comenzará a emitir enormes llamaradas solares. Mostraba a un

planeta azul. Tierra. El sol disparó una llamarada particularmente grande. El

bombardeo de radiación atravesó la delgada barrera de la defensa de la Tierra, el

ozono, y atacó las entrañas de la frágil bola. En cuestión de segundos, las llamas

cocinaron la superficie del planeta Tierra. Ciudades de acero fundidas en silencio

sobrecogedor.

El holograma se apagó.

Matt se acercó a mí y puso su mano en mi hombro. Preguntó la reina:

―¿Puedes confirmar, portadora de la espada, esto es lo que viste?

Con esfuerzo, me centré en ella:

―Sí.

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Un hombre sentado cerca de la reina, el primer ministro (de Gran Bretaña,

supuse), se puso de pie:

―Absolutamente fantástico, ¿no? Sin embargo, también es muy real. Me he

tomado la libertad de reunir a nuestros principales astrofísicos para revisar la

visión. ―Hizo un gesto hacia el Hombre Bigote, que comenzó a pasar un grueso

conjunto de documentos―. Usted tendrá que revisar sus informes con sus propios

asesores.

―Páginas y páginas de cálculos. ―El traje gris al lado de la presidenta de

E.U. se paseaba a través del informe―. ¿Qué dice en inglés real?

―Los detalles son para los científicos, secretario de Defensa.

Interesante. El hombre de rostro contraído en el traje gris era nuestro

secretario de Defensa.

El primer ministro continuó:

―En el informe se resume en dos palabras, nuestro sol. Permitiré al Dr.

Latimer, quien dirigió el informe, que explique.

El Dr. Latimer, un hombre de cabello blanco con un traje demasiado caro, se

aclaró la garganta:

―La estrella identificada en la… El Ojo de Cronos… fue pensado para ser un

púlsar no observado, una estrella que ya ha pasado por una supernova. En los

informes se verá marcado como MPH2 o Phaethon. La supernova habría sido

observable hace mil quinientos años. Se encuentra más lejos, a unos mil quinientos

años luz, más allá del hombro de Orión.

Mil quinientos años atrás. Me senté recta en mi asiento.

El Dr. Latimer continuó:

―Hemos estado observando a su hermano durante años. Aproximadamente

quinientos setenta años luz de distancia, la gigante roja, Betelgeuse, es la estrella

alfa en el hombro de Orión. Ha sido de gran interés para nosotros, ya que será la

supernova más cercana a la Tierra conocida en nuestra historia.

―¿Hay dos estrellas supernova? ―preguntó un militar más abajo en la mesa.

―Estrellas gemelas, creemos ―dijo el doctor Latimer.

―Una se ha vuelto supernova y la otra pronto lo hará ―dijo el militar.

Estrellas gemelas. La primera ocurrió hace mil quinientos años ya. Me moví en la

silla de ruedas. Todo sonaba inquietantemente familiar. Recuerdos de Vane

volvieron a mí, y un escalofrío me recorrió. ¿Era por esto que él y Merlín habían

esperado en una tumba congelada durante mil quinientos años?

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El Dr. Latimer aclaró:

―Técnicamente, ambos han sucedido. Lleva años luz que los fenómenos

recorran la distancia en el espacio y sean observables. Hasta entonces, para

nosotros,‖no‖ha‖sucedido…

El secretario de Defensa, frunció el ceño.

―Olvídate de lo observable. Vamos a concentrarnos en los efectos físicos.

El Dr. Latimer asintió con entusiasmo.

―Sí, bueno, como iba diciendo, la supernova Phaethon, en nuestros términos,

ocurrió hace mil quinientos años a partir de las aproximaciones de modelado que

hemos hecho. Ahora, Betelgeuse nos afectará en el futuro no muy lejano. ―Abrió

una laptop para mostrar un modelado del sistema de Orión―. En los últimos años,

la comunidad científica se ha dado cuenta que se ha reducido sin perder nada de

su luminosidad. No ha habido conclusiones firmes en cuanto a cuál es la causa. De

acuerdo con el Ojo de Cronos, es porque se está acercando a una explosión

supernova. O debería decir, hace quinientos cincuenta años fue perdiendo su

luminosidad‖y‖sólo‖lo‖estamos‖observando‖ahora…

El primer ministro aclaró la garganta:

―Sí, doctor, pero para todos los intentos y propósitos para nosotros esto está

sucediendo hoy en día.

―Sí. Sí ―agregó el Dr. Latimer con auto-importancia―, pero quiero

asegurarme de que entienden los hechos.

El secretario de Defensa interrumpió:

―Por lo que sé, no se puede confirmar la versión de los hechos que el Ojo de

Cronos predice con datos externos.

―No ―dijo el doctor Latimer―. Sin embargo, lo hicimos funcionar en el

modelado y la posibilidad existe. Una vez que la supernova sucede hará que

nuestro sol comience a realizar fluctuaciones durante un período de tiempo.

El secretario de Defensa dijo:

―¿Qué quieren decir fluctuaciones?

―El aumento de las eyecciones de masa coronal de la sufusión de energía de

la explosión de la supernova.

―Una súper llamarada solar ―declaró el primer ministro.

―¿Tenemos evidencia que corrobora el Ojo de Cronos? ―preguntó la

presidenta de E.U.

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―Tenemos evidencia previa de que las eyecciones de masa coronal pueden

llegar a la Tierra a un ritmo asombrosamente rápido. En 1859, en lo que se llamó el

"Evento Carrington", una importante erupción solar de nuestro sol llegó a nosotros

en cuestión de diecisiete horas reteniendo de este modo gran parte de su energía.

En ese momento, se dio gracias a que resultó en una pantalla aurora benigna. ―El

Dr. Latimer se volvió hacia su laptop y se centró en el sistema de Orión―. En

segundo lugar, es en sí misma Phaethon. El simple hecho de su existencia da

crédito al Ojo de Cronos. Antes las capas de polvo anidadas oscurecieron nuestra

vista alrededor de Betelgeuse. Ahora, sabemos dónde buscar. En tercer lugar,

estamos viendo el aumento de la actividad solar en todos los ámbitos. El apagón

mundial fue la primera ola. Nadie espera que una estrella vecina se vuelva

supernova al mismo tiempo que un sol enérgico.

La presidenta de E. U. cerró su informe.

―¿Qué significaría la supernova para nosotros, doctor Latimer?

―La supernova en sí sería más que interesante, un segundo sol será visible

en el cielo durante semanas, aproximadamente. Es el aumento de la actividad de

nuestro sol del que tenemos que preocuparnos. La súper llamarada solar llegará a

nuestra‖ya‖debilitada‖capa‖de‖ozono…

Un militar interrumpió.

―Pensé que el agujero sobre la Antártida se estaba cerrando.

―Lo ha estado haciendo. Sin embargo, hemos estado viendo tormentas

severas en todo el mundo este verano, posiblemente debido a la turbulencia en los

océanos causados por los terremotos. Se ha debilitado la capa en grandes áreas.

―El Dr. Latimer continuó―: Imagina nuestra capa de ozono, nuestra única

protección, como una vela enorme, con varios parches delgados que está a punto

de enfrentar un huracán. Erupciones leves causan disrupción satelital y tormentas

magnéticas que interfieren con las comunicaciones de todo el mundo. Una

llamarada media causó el apagón global. Erupciones más fuertes agotaran la capa

de ozono que nos dejara expuestos a la radiación‖y‖los‖vientos‖solares…

Se produjo una pausa. Todo el mundo en la mesa hojeó su folleto, no porque

en realidad lo estuvieran leyendo, sino debido a que necesitaban algo que hacer.

El secretario de Defensa dijo:

―Vamos a hacer planes para evacuar bajo tierra.

El primer ministro negó.

―La súper llamarada solar será como un millón de megatones de bombas de

hidrógeno lanzándose en nosotros todas a la vez. Nada va a sobrevivir a eso.

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El Dr. Latimer, con su reluciente cabello blanco en la penumbra, se quedó

mirando la mesa.

―El universo está en equilibrio delicado, caballeros. La llamarada no sólo

destruirá la superficie de la Tierra, sino también sobrecalentará el núcleo del

planeta. No pasará mucho tiempo para que los sitios supervolcánicos ya inestables,

como Yellowstone, entren en erupción. Esto es realmente una buena cosa para el

planeta. Las erupciones volcánicas desgarran la tierra y liberaran partículas

atmosféricas atrapadas en el suelo. Eso reconstruirá la capa de ozono y, en

definitiva, adelantará el enfriamiento global. El Jardín del Edén florecerá de nuevo

y el planeta se va a reconstruir. ―Sonrió con gravedad―. Sin embargo, no vamos a

sobrevivir a la reacción en cadena próxima. La vida va a ser erradicada. Somos los

dinosaurios.

―La Furia de Cronos ―murmuró Matt a mi lado―. La hora de la verdad.

Nadie en la mesa rectangular lo escuchó. La presidenta de E. U. golpeó su

pluma en el voluminoso informe.

―Si es inevitable, como usted dice, ¿qué esperanza tenemos alguno de

nosotros?

Matt interrumpió:

―Podemos hacer esto con las herramientas que nos han dado. Excalibur fue

enviada a nosotros por una razón.

La reina habló:

―Sí, desde el Temblor General, hemos sabido que algo se avecinaba.

Tenemos que creer.

Con más diplomacia, la presidenta de E. U. agregó:

―Sentarse y no hacer nada no es mi camino.

El secretario de Defensa, se burló:

―¿Cómo puede alguna espada mágica salvar un planeta entero de una súper

llamarada solar? ¿Va a ir a la parte superior de la cordillera del Himalaya y abatir

la llamarada del cielo? ―Me miró y se burló―. ¿Debemos llevarte en helicóptero

hasta allá preciosa portadora de la espada?

Yo dije con voz áspera:

―Hay más.

Nadie me escuchó.

Matt se enfrentó al secretario de Defensa, con los puños cerrados.

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―¡Ella es la campeona!

Con esfuerzo, agarré la parte posterior de la camisa de Matt. Repetí:

―Hay más.

La aguda mirada de la reina se centró en mí.

―¿Qué has dicho, portadora de la espada?

Con esfuerzo, me enderecé en la silla de ruedas. Dije con voz ronca:

―Más de la‖vi…‖visión.‖

La reina se volvió hacia Matt.

―¿Merlín?

Los ojos ámbar de Matt se voltearon hacia mí.

―¿Ryan, qué viste?

Puntos negros bailaban en mi visión. Parpadeé.

―Yo…‖yo…

―Debemos utilizar una piedra de memoria para extraerlo de ella. La pobre

chica no está en condiciones de hablar. ―La reina sacó una piedra lisa de su

bolsillo. Lanzó la piedra vidente a Matt―. Esta es una de las mejores.

Matt tomó la piedra del aire.

―Ryan, ¿estás segura? Esto no será fácil.

Grey tomó su brazo.

―Olvídalo, Emrys. Ya no te dejaré ponerla en peligro.

Matt le regresó:

―No haría esto si pensara que le haría daño. Ya hemos perdido demasiado

tiempo con el Ojo de Cronos. Solamente queda un mes hasta el solsticio. De ahora

en adelante, cada día cuenta. Sabes eso igual que yo.

―Grey ―susurré―. Está bien.

Grey volvió a mirarme con vacilación.

Matt lo rodeó.

―¿Estás segura?

Un dolor agudo centró mi atención en mi estómago. La sangre fresca empapó

la tela suelta y oscura de mi camiseta. Con la esperanza de que nadie se diera

cuenta, asentí.

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En su cara, vi sus dudas. ¿Debería creer en mí? ¿Era necesario que me arriesgara?

Pero ambos sabíamos que esta reunión era muy importante. Esta reunión podría

definir la reacción del mundo frente a lo que se avecinaba. Esta crisis nos

pertenecía a todos. Era más grande que él. Más grande que yo. Así que

comprendía por qué él me había traído. Necesitaba que viera a lo que nos

enfrentamos y cómo me afectaría, no una situación hipotética de‖ “a‖ todo‖ el‖

mundo”,‖vi‖los‖ojos‖de‖varios‖billones‖de‖personas‖que‖se‖asomaban‖detr{s‖de‖las‖

caras encantadas de los líderes que ellos había elegido para representarlos.

Antes de que llegaran a tomar una decisión, él saco el Ojo de Dragón y me

tendió la piedra vidente. Puse una mano temblorosa sobre ella. Él ordenó:

―Atibha.

Una fuerte presión me empujó hacia abajo. Empecé a jadear, de pronto era

incapaz de respirar. Una burbuja de verde me rodeo y aspire con avidez. Me di

cuenta que era la magia de Vane.

Como lo había hecho en las cuevas de Ella, Matt estaba desviando la magia

de Vane.

La sala de reuniones desapareció, pero la mesa seguía estando llena de gente.

La mesa circular también estaba sobre mí, pero el fondo había cambiado como si

de repente hubiera sido arrojada dentro de una película. Todavía sentada en la silla

de ruedas, me vi caer sobre las nueve piedras. Lejos de nosotros los jinetes

aparecieron en escena con el triliton y la manzana dorada.

A mi lado, Matt observaba todo con avidez. Con su mano vinculo la piedra a

mí.

―Esto es todo. Las puertas son la respuesta.

―O la manzana. ―Bostecé―. O ambas.

La imagen comenzó a parpadear a medida que mi fuerza se desvanecía. Matt

movió su mano y la sala de reuniones volvió a entrar en foco.

―¿Ese es el plan? ―La reina miro a Matt.

A nuestro alrededor, la mesa llena de los líderes sentados estaban en aturdido

silencio.

La reina se aclaró la garganta.

―Merlín,‖tal‖vez‖deberías‖explicar…

Matt empezó a decir algo. Pero no lo oí. La presión sobre mí fue reemplazada

por un fuerte zumbido en mis oídos. La puerta se abrió de golpe.

Matt voló hacia atrás cruzando la habitación. La piedra cayó a mis pies.

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―¿Qué has hecho, Merlín? ―La voz de Vane retumbo a través de la

habitación.

Un militar se levantó. Muchos otros en la mesa circular sobre nosotros

también se levantaron.

―¿Quién es él? ―dijo alguien.

―Vane. ―La reina se puso de pie.

―¿Este es Vane? ―dijo la presidenta de los E.U.

―¿Cómo pasaste al personal de seguridad? ―preguntó el secretario de

Defensa.

Unos hombres con trajes negros y con armas de fuego corrían detrás de él,

pero Vane los envió volando por el aire. Volvió sus ojos brillantes hacia la reina.

―No tengo tiempo para esto. Deténgalos o los voy a matar a todos.

Los ojos de Vane recorrieron la habitación. Delante de mí, Grey recogió la

piedra al ver que había caído delante de la silla de ruedas. Detrás de Vane, las

sirenas rodeaban a Vane en una postura protectora.

―¿Por qué estás aquí? ―le exigió la reina.

Los otros líderes permanecieron sentados en silencio, petrificados. Recordé

que tuve la misma reacción el día que conocí a las sirenas. No había sido un buen

día. Mire fijamente a Vane, una vez más recordé que él era uno de ellos, su rey.

Vane se dirigió directamente hacia nosotros. Otra ola de mareo se apoderó de

mí. La habitación giraba mientras luchaba por permanecer consciente.

El secretario de Defensa le grito a los hombres de negro.

―Deténganlo.

―¡Envíen más seguridad ahora! ―el secretario de Defensa gruñó en un

teléfono. Se inclinó y tomó una pistola de uno de los guardias caídos.

Los hombres de negro intentaron detenerlo. Uno de ellos disparó a la espalda

de Vane.

El resplandor de un escudo verde apareció alrededor de Vane. La bala rebotó

en el escudo de Vane directamente hacia el objetivo más cercano, el secretario de

Defensa. Impactando en su pecho, el político cayó sobre la mesa.

Todos estamos asombrados mientras veíamos un rastro de sangre filtrarse a

través de las carpetas sobre la mesa. En el suelo, Matt se levantó lentamente y

corrió hacia el hombre caído. Los hombres de negro apretaron sus puños en sus

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armas. Vane miró al secretario sin expresión y envió una ola de magia verde que

sorprendió a los hombres de negro. Ellos se congelaron en su lugar.

―¿Alguien más que quiera ponerme a prueba? ―les gruñó.

Una sombra negra me envolvió. Me alcance a sostener con la punta de mis

dedos, pero no fue suficiente. La presión en mis pulmones aumento. Deje escapar

un par de aspiraciones silenciosas, tratando de aspirar el aire.

Vane se volvió hacia Grey. Los dedos de Grey se apretaron sobre la piedra

vidente. Colin se puso delante de Grey.

―Ella se está muriendo, idiotas ―les gritó Vane.

Grey palideció.

―¿Qué?

Le inyecté tanta vitalidad como me fue posible a mi declaración, y con más

fuerza de la que en realidad poseía, gruñí detrás de Grey:

―Yo… yo estoy bien.

Sus ojos se detuvieron en mí.

―No lo creo.

Vane lo empujó a un lado para alcanzarme. Un monstruoso verde llenaba sus

iris. No podía dejar de estremecerme. Vane no dejó pasar por alto mi reacción. El

verde retrocedió para dejar solo su marrón avellana. Dijo en voz baja:

―La bestia esta enjaulada, Ryan. Solo soy yo.

La bestia podría estar enjaulada, pero su puerta no tenía guardia. Sin

embargo, me alegré de verlo, estaba ridículamente feliz. Vane puso su mano sobre

mi estómago. Magia verde fluyó sobre la tela, pero no pasó nada.

―Merlín, ¿por qué no está funcionando?

―Es lo mismo que en el pasillo. El Ojo de Cronos parece estar bloqueando

cualquier curación mágica.

Lanzando una mirada a su hermano, le ordenó:

―Ragnar, llama a una ambulancia.

Parpadeé tratando de mantenerme despierta mientras Grey buscaba su

teléfono.

Vane agarró mi mano. Un miedo tangible inundo su rostro.

―Si cierras los ojos, DuLac, me obligaras a destripar a mi propio hermano.

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Casi le sonreí. Definitivamente no era un príncipe azul. Entonces, mi pecho se

constriñó. Sacudió mi brazo mientras me sostenía. Sus ojos preocupados, sus

pupilas marrones rodeadas por un anillo de color verde, fueron lo último que vi

antes de que mi corazón dejara de funcionar.

Me desperté y me encontré en una habitación estéril y blanca.

Me dolía todo. Incluso mis parpados estaban doloridos. Cuando tomé una

respiración, mi cara se disparó con dolor. Mis costillas estaban magulladas. Mi

esternón dolía como si hubiera sido golpeado sin descanso, lo que podría haber

ocurrido. Recordé algunos momentos borrosos en la ambulancia. Más allá de eso,

me quede inmovilizada en la cama. Miré hacia arriba. En el techo había tubos

fluorescentes brillantes que iluminaban la habitación con una claridad nítida. Una

ventana polarizada de negro dejaba pasar la luz atenuándola, creo que la luz

natural habría sido demasiado para mí. La ventana mostraba que estaba a varios

pisos de altura en un edificio de ladrillo rojo, un letrero lo identificaba como

“Thoreau‖General”.

Extendí mi mano, haciendo una mueca porque algo tiraba de mi piel. Tubos

delgados se deslizaban bajo mi piel conectándome a una vía intravenosa marcada

como‖“salina”.‖Un‖monitor‖de‖ritmo‖del‖corazón‖estaba‖conectado‖alrededor‖de‖mi‖

dedo índice de mi mano derecha. Máquinas sonaban constantemente detrás de mi

cabeza. Me empujé hacia arriba con los codos en el colchón inclinado de la cama de

hospital y tomé un vaso de plástico lleno de agua. Tenía la fuerza suficiente de

cualquier borracho.

La puerta se abrió.

―Buenos días, Bella Durmiente. ―Grey entro en la habitación cargando un

ramo de lirios blancos.

Arqueé una ceja, la única acción que no me causaba un dolor punzante.

―¿Me trajiste flores? Debes haber estado muy preocupado.

―Mamá lo empezó. ―Él cruzo la habitación y me dio en un fuerte abrazo. Lo

apreté débilmente. La debilidad hizo que mis huesos se sintieran como líquido.

Traté de dejarme caer contra las almohadas. Pero Grey me sostuvo con más

fuerza―. Te ves mejor. Mucho mejor. No hagas eso otra vez.

Con esfuerzo, puse una mano en su espalda.

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―Sé que debería haber encontrado una manera de llamar desde Sri Lanka,

pero‖fue‖solo‖por‖unos‖pocos‖días…

Grey me miró con una expresión extraña.

―Ya han pasado dos meses desde India, Ryan. Te encontré en el puente viejo

hace cuatro días.

Mi mandíbula se abrió.

―¿Qué…?

Una mujer de mediana edad de uniforme azul entro en la habitación, su cara

era redonda y amigable.

―¡Estás despierta! Tenía la esperanza ya que tu ritmo cardiaco había estado

fluctuando. ―Con una sonrisa radiante, se acercó a comprobar el pitido de la

maquina detrás de mi cabeza. Le dio una mirada impaciente a Grey que

rápidamente se salió de su camino y fue al otro lado de la cama.

La miré.

―¿Qué me paso?

La enfermera se quedó quieta, dándole una extraña mirada a Grey.

―Tenemos un consejero. Ella estará encantada de venir a hablar contigo.

¿Consejero? Eso no sonaba bien. ¿Qué historia le contaron al hospital? Me

toqué el estómago. Bajo la bata azul de algodón, vendas gruesas rodeaban mi

estómago. Los dientes afilados del Minotauro destellaron en mi mente. Todo era

confuso, por suerte, pero recordaba algunas cosas con más claridad de lo que

pensaba. Recordé el dolor.

De repente, me quería arrancar la bata y examinar el horror que me esperaba

bajo las vendas.

Grey se inclinó sobre mí, metiendo un mechón de cabello detrás de mi oreja.

―Vas a estar bien. Mamá trajo el mejor cirujano plástico de la región. Solo

necesitas tiempo para sanar.

¿Cirujano plástico? ¿Desde cuándo necesito un cirujano cuando tengo un montón de

hechiceros rodeándome? Me froté la frente. Los recuerdos parecían confusos. Recordé

el pasillo y el monstruo. Me acordé de un extraño, pero increíblemente real sueño

sobre una reunión en la ONU. Me acordé del puño de Vane golpeando mi pecho,

luchando por mí. ¿O era el monstruo contra el que luché? No lo sabía.

Mientras la enfermera afanosamente comprobaba mi pulso, Grey fue a una

mesa larga junto a la cama y reemplazó algunas margaritas muertas dentro de un

jarrón de cristal azul.

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Me quedé mirando los pétalos marrones marchitos.

―¿Cuánto tiempo he estado aquí?

―Casi cuatro días ―contestó la enfermera alegremente.

Empecé a toser. La enfermera me entregó el vaso de plástico de agua y

esperó. Levanté el vaso con las manos temblorosas hasta mi boca y logré tomar un

pequeño sorbo. Me dolía el cuerpo como si hubiera sido atropellada por un

camión. Cuatro días en el hospital. Dos meses perdidos. Mi mente luchaba por

procesar los números. Me acordé de algunos momentos brumosos del hospital. Me

desperté varias veces en una habitación a oscuras, probablemente aquí.

La enfermera continúo mirándome con un ojo crítico. Esperó hasta que acabé

de beber antes de decir con fuerza:

―Excelente. Vas a tener hambre pronto. Voy a pedir algo de comida. Tengo

que‖ avisar‖ a‖ tu‖ médico‖ y… a los otros… ―Señaló a un cable colgando de la

cama―. Si necesitas algo, presiona ese botón. ―En un torbellino de eficiencia, se

dio la vuelta para salir más rápido de lo que entró. Se detuvo en la puerta y por

extraño que parezca, volvió a mirar a Grey―. ¿Estás segura de que no quieres que

me quede, cariño?

Tomé la mano de Grey y la apreté para mostrarle.

―Voy a estar bien con mi hermano.

La enfermera asintió, pero la mirada de preocupación no abandonó sus ojos.

Esta vez, cuando se abrió la puerta, me di cuenta de que dos hombres de traje de

negro estaban justo afuera de mi habitación.

En cuanto volvió a cerrar la puerta, solté la mano de Grey.

―¿Por qué estoy en un hospital? ¿Y por qué la enfermera te mira como si

fueras un asesino o un violador? ¿Qué está pasando?

―Er, han pasado muchas cosas, Ry. ―Hizo una pausa, dándome una mirada

de ciervo abandonado, me gustaría tener la fuerza necesaria para tirarle el vaso de

agua―. ¿Estás segura de que estás dispuesta a escuchar todo?

Me levanté.

―Comienza por el principio.

―Llegué al Viejo Puente del Norte, al mismo tiempo que los paramédicos.

Realmente estabas herida y… Dios, la sangre. ―Sus ojos parecían recordar algo

lejano―. No creo que pueda volver a ese parque de nuevo.

El corazón me dio un vuelco. Alexa. La perdimos en el puente. Tomé su mano

y la apreté.

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Grey sacudió el recuerdo.

―De todos modos, nos inventamos un cuento de ser atacados. La policía

quería saber cómo sabía que estabas allí, así que dejé un celular cerca de ti. A

excepción de unas pocas horas, has estado aquí desde que te encontré con el

estómago desgarrado, sangrando hasta morir en el parque. Es comprensible que

las enfermeras hayan sido protectoras contigo. Dijeron que nunca habían visto algo

tan horrible. Casi parecía el ataque de un animal, pero encontraron algunos

moretones que provenían de dedos humanos.

Toqué mi estómago, presionando los vendajes y las lágrimas de dolor

inundaron mis ojos. El Minotauro destelló en mi cabeza. Me estremecí. A pesar de

que prácticamente me había abierto para salvarme, creo que nunca olvidaré esos

dientes.

―¿Y Matt?

―Estaba inconsciente cuando llego la policía. Ellos piensan que fue atacado

primero. Que lo dejo‖de‖atacar‖para‖ir‖hacia‖ti,‖por‖desgracia…

Levanté una mano.

―¿Como que por desgracia? ¿Está bien?

―Estoy bien ―respondió Matt por sí mismo.

Por primera vez desde que lo había conocido, mi corazón no respondió de

inmediato saltando hacia mi garganta ante solo la visión de él. Podría haber sido

porque todo dolía demasiado. Su desordenado cabello castaño caía sobre su frente

mientras cruzaba la habitación hacia mí. Oh, todavía se veía apetecible en su

apretada camiseta marrón, y con sus vaqueros rasgados, pero su mirada lejana,

fuera de foco que me solía intrigar tanto, hoy solo me molestaba.

Grey se movió tan rápido que casi no lo vi. Miró a Matt a la cara, gruñendo,

―¿Cómo conseguiste pasar más allá de mis gárgolas? Te lo dije, Emrys, no

eres bienvenido aquí.

Matt retrocedió ante el ataque sorpresa.

Una voz con acento recortado dijo:

―Sr. Ragnar, un paso atrás. Las gárgolas están bien. Es solo un hechizo de

congelación menor.

―¿Hechizo de congelación? ―murmuró el otro, como si no lo pudiera creer.

Dos hombres entraron en la habitación.

Reconocí al primero de inmediato.

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―James Bond.

―Robin ―corrigió el espía británico de Sri Lanka.

Estudié al otro hombre de negro vestido como un prototipo de Boston:

camiseta negra, jeans oscuros y un gorro de béisbol de los Medias Rojas. Todo el

conjunto era perfecto. Un poco demasiado perfecto. Sin embargo, era

definitivamente americano. Le dije:

―¿Es tu amigo, Felix?

―Prefiero Frank ―confirmó el agente de la CIA con una sonrisa cálida, su

sonrisa decía: debes confiar en mí.

Pero no me lo trago.

―¿Qué está pasando, Grey?

―¡Señor! ―Colin y cinco gárgolas entraron apiñadas en la pequeña

habitación. Robin y Frank reaccionaron inmediatamente posicionándose entre Matt

y las gárgolas. Los espías sacaron sus pistolas con silenciadores debajo de sus

camisas.

Colin se burló de los dos.

―Como si eso nos hiciera daño, Regulares.

―No, pero lo hará perder el tiempo suficiente para cortarle la cabeza

―replico Robin.

Dos de las gárgolas detrás de Colin gruñeron.

Miré boquiabierta a todos. Nada en la bizarra escena tenía sentido. Supuse

que Matt y los dos espías estaban aliados, y Grey estaba enojado con Matt. Esto

último no era tan extraño, después de todo. Grey arremetió contra Matt de nuevo.

―¡Grey, detente! ―le dije.

Colin lo atrapó. Grey escupió:

―Estuvo a punto de matarte.

―No estaba tratando de matarla ―dijo Matt, frotándose la mandíbula―.

Estoy tratando de salvarla. Para protegernos a todos. Estuvo de acuerdo con

utilizar la piedra vidente.

Grey soltó un bufido de incredulidad.

―Nunca debiste haberla llevado a Nueva York. Tuvo un paro cardiaco.

Prácticamente chillé:

―¿La reunión de la ONU fue real?

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Había aterrizado en el bosque y me había imaginado estar de vuelta en AC

High. Me toqué el vendaje de nuevo. El pasillo pudo haber existido en mi mente

solamente, pero el monstruo había sido muy real. Me había salvado. ¿Entonces,

Matt me había llevado a la reunión de la ONU?

Me froté la cabeza, haciendo que el dolor de cabeza aumentara.

―¿Puede alguien decirme qué está pasando? ¿Por qué estoy en un hospital?

¿Por qué he perdido dos meses? ¿Por qué estos espías están aquí?

Matt respondió a mis preguntas.

―El fundador me pidió que trabajara con Robin. Estuvimos en el reino

Rawana por un poco más de siete semanas. El Ojo de Cronos te enveneno y estás

en el hospital porque la curación mágica no ha funcionado. El veneno parece ser

inmune a él.

―¿La Dama escondió las respuestas en una cosa que envenena a su propio

campeón? ―comenté―. Brillante.

Matt frunció el ceño ante mi afirmación.

―Es el camino hacia las respuestas. Ella no tenía las respuestas, solo los

instrumento para conseguirlas, y dudo que tuviera la intención de hacerte daño.

Rawana dijo que esperaba un hechicero-guerrero. Tú eres la mitad de esa

vinculación. La Dama debió esperar que estuviera allí contigo. Excepto que no

tenía mi magia.

―En realidad, no tenías un alma pura ―le corregí.

Grey soltó un bufido de risa.

―Gracias a ti, Ragnar ―le espeto Matt ―. Porque te aparté de la muerte

después de la prueba.

―Recuerdo cuando morí, Emrys ―replicó Grey.

Matt se pasó una mano por su cabello castaño, arruinando su estilo

descuidado y explicó:

―Ahora‖que‖sabemos‖a‖lo‖que‖nos‖enfrentamos‖y…

―¿Lo hacemos? ―interrumpí.

Matt me dio su sufrida mirada Merlín.

―Tú rompiste la prueba, Ryan. Esto no es una conjetura más de nuestra

parte. Los líderes del mundo tienen que conocer el peligro al que nos estamos

enfrentando y necesitamos su ayuda. Les he‖dado‖la‖manzana‖para‖ser‖estudiada…

Mi boca se abrió.

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―¡Les diste la manzana!

―Bien, parece que llegué justo a tiempo. ―La voz burlona de Vane llenó un

espacio ya saturado.

Con un rápido movimiento de muñeca, envió a ambos grupos, las gárgolas y

los dos espías, volando a través de la habitación, dividiendo el camino para su

entrada.

Vane dijo sedosamente:

―Me encuentro muy interesado en esta manzana.

Él debería estarlo. Había estado en su memoria. Perceval había tomado una

manzana de la bóveda en Cartago.

Las gárgolas y los espías se levantaron, enarbolando espadas y armas. Se

tensaron por la batalla como si el Grim Reaper hubiera aparecido de repente. Vane

se burló y se adentró en la pequeña habitación.

―La manzana está siendo estudiada por los físicos más eminentes del mundo

en un seguro laboratorio que incluso tú no puedes encontrar ―añadió Robin.

Vane miró con ojos fríos hacia él.

―¿Quieres apostar?

Frank casi dio un paso atrás antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo

y se detuvo. Robin le dio una palmadita de simpatía.

Vane se volvió hacia mí.

―¿Olvidaste a tus secuaces, quiero decir, sirenas? ―dije ligeramente.

―Están ocupados ―respondió con una enigmática sonrisa. No se molestó en

mirar a nadie más mientras cruzaba hacia la cabecera. Una mirada crítica se

precipitó sobre mí, deteniéndose en mi corazón, causando que doliera un poco.

Dijo en voz baja―: Podrías hacerlo mejor que este vestido.

Jugué con el material parecido al papel verde cubriéndome, poniendo mi

nariz en el aire.

―Funciona bastante bien.

―Bastante bien no es suficiente para tu nivel ―dijo con voz ronca.

Un aguijón de lágrimas ―felices, infelices, no lo sabía― brotaron de mis ojos.

Matt dio un paso más cerca de mí. La mirada de Vane chasqueó a él. En un

abrir y cerrar de ojos, Vane tomó a su hermano por el cuello y puso su cara en el

colchón a los pies de la cama.

―¡Vane! ―chillé.

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Matt se sacudió mientras Vane lo asfixiaba. Duros dedos apretaron la

garganta de Matt. Vane lo empujó más profundo contra las sábanas blancas. Tiró

del Ojo de Dragón del bolsillo de los vaqueros de Matt y lo lanzó en la cama con

disgusto. Criticó a su hermano:

―Has caído en lo más bajo, Merlín. No puedes controlar algo tan poderoso

como la piedra vidente con un poco de magia que estás logrando robar. No creas

que no te había notado obteniendo magia de mí. Podrías haberla matado.

Obligué a mi atención a desvanecerse de la escena. Verde abarcó a Vane.

Aunque no llevara el Ojo de Dragón, vi la silueta del monstruo montándolo. Un

toque de afilados dientes brilló en su boca gruñendo, y por un minuto, realmente

creí que podría dañar a su hermano.

―¡Vane, déjalo ir! ―dije―. Confío en Matt. Así que hazlo tú.

―No, no lo hago ―dijo.

Agarré el Ojo de Dragón. Cerrando los ojos, mentalmente abrí la puerta entre

nosotros. El monstruo se puso de espaldas a mí, solo en el incoloro mundo gris del

limbo. Me acerqué a su descomunal forma. Tirando de mi valor, puse una

temblorosa mano en su espalda. Bajo mi toque, duros músculos se tensaron, como

si debatiera mi sinceridad. Como si quisiera liberarlo pero estaba asustado de

hacerlo.

―Vane ―dije.

Con un gruñido, el monstruo se alejó. Se volvió hacia mí, su cara furiosa.

Sopló aliento caliente sobre mí. Los dientes brillaban con saliva. La herida en mi

estómago dio una punzada en respuesta, pero por primera vez desde el laberinto,

me mantuve firme.

Me encontré de vuelta en la habitación del hospital.

―Déjalo ir, Vane ―dije con voz entrecortada.

Sus dedos se alejaron una fracción de Matt. Entonces, una fracción más. Dejó

ir a Matt.

Matt se levantó, tragando grandes bocanadas de aire.

Grey miró a Matt con una ligera sonrisa satisfecha. Dijo ociosamente:

―¿Cómo la encontraste? He usado nombres falsos y todo.

Vane arqueó una arrogante ceja. Señaló una cámara oculta en la esquina de la

habitación.

―Sabía que no la llevarías demasiado lejos. Pirateé la fuente de alimentación

de seguridad del hospital.

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Grey hizo un sonido molesto.

Matt gruñó.

―¿Por qué no puedes dejarla sola, Vane? Necesita tiempo para recuperarse.

Grey dijo bruscamente:

―Como si te importara, Emrys.

―Creo que has hecho un enemigo del perro, hermano ―dijo Vane con

diversión.

Me quejé ante la cantidad de testosterona en la habitación.

Vane miró a su hermano.

―No encontraste la Copa de la Curación.

Grey dejó salir un fuerte respiro. Rourke, el rey Gárgola, estaba muriendo.

Necesitaba desesperadamente la Copa de la Curación. Matt miró a Vane pétreo.

―No importa, ya he encontrado una simulación de la Furia de Cronos.

Conozco el final del juego. ―Vane se encogió de hombros―. ¿Cuál es el siguiente

paso?

―Como si fuera a confiar en ti ―replicó Matt.

Los ojos de Vane parpadearon hacia mí.

―Nunca‖has aprendido a confiar en nadie.

Rodé los ojos. Como si él fuera mucho mejor.

Vane frunció el ceño y se acercó a mí.

Matt dijo rápidamente:

―La necesito para mantener revisando la visión en el Ojo de Cronos. Las

respuestas están en la visión. El portador de la espada y yo tenemos que trabajar

juntos para ver todos los matices.

Cada condescendiente palabra rayó peor que la anterior. Yo era la que estaba

acostada en una cama de hospital y él tuvo el descaro de desecharme como "el

portador de la espada".

Mis fosas nasales llamearon. Le espeté:

―Bien.

―Te‖necesito…‖

―He dicho, bien ―repetí, interrumpiéndolo.

Matt parpadeó.

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―¿Estás enojada conmigo?

―¡No estoy molesta! ―Por supuesto, estaba enfadada. Él era un idiota. Me

obligué a mirar al chico con el que había estado obsesionada durante lo que

pareció una eternidad. El chico que parecía que no podía dejar ir. Sin embargo, él

ciertamente no tenía ningún problema en alejarse de mí. Dije en un tono

deliberado―: ¿Exactamente cuándo no me doblé hacia atrás para ayudarte?

―Y-yo…‖―Matt vaciló.

―Aparentemente, ella no está enfadada ―dijo Vane secamente.

―¿Cuánto tiempo tenemos para averiguar todo esto del fin-del-mundo?

―preguntó Grey―. Me perdí esa parte de la reunión.

―Yo también. ―La mirada de Vane parpadeó sobre mí. Contestó a Grey―:

Recordemos, si quieres, en Aegae, la Dama dijo que el día más largo del sol.

Tenemos hasta el solsticio de verano.

Matt miró a su hermano con consternación.

―¿Tú calculaste eso?

Los labios de Vane se curvaron.

―¿Asustado?

Grey sacó su teléfono móvil y pulsó la pantalla.

―Es otro mes hasta el solsticio. Una semana y media después del final del

colegio.

Toqué mis vendajes. ¿Estaría preparada?

Vane tomó mi expediente del hospital, hojeándolo.

―Tus signos vitales están bien. Los médicos dicen que te estás recuperando

bien. Serás capaz de caminar con una muleta en unos pocos días, supongo.

Le miré.

―¿Puedes leer un expediente de hospital?

Él arqueó una ceja.

―Soy un genio y tengo poderes divinos.

―Poderes divinos robados ―murmuró Matt.

Vane lo ignoró.

―La última parte sobre la muleta se encuentra en las notas de la enfermera

en su computadora. Estarás lista, si quieres estarlo.

―Tengo que estarlo ―contesté rotundamente.

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Afuera, el sol brillaba con serenidad. El dador de vida, era una cosa que se da

por sentado. Pronto, sin embargo, se convertiría en el tomador de la vida, una cosa

de la que estar asustado. Me tumbé en la cama mientras un ataque de cansancio

me alcanzó. Miré el variopinto grupo.

―Ahora, si has conseguido lo que querías, ¿puedes salir y dejarme en paz?

―No lo he hecho ―dijo Vane. Los pelos de mi nuca se elevaron ante el borde

en su voz, pero él no estaba mirándome―. Devuélvele el amuleto, Merlín.

Por reflejo apreté mi mano. No me había dado cuenta que lo había dejado

caer. Y lo perdí.

―Lo tienes en ti. Lo siento. Si lo prefieres, puedo tomarlo ―dijo Vane.

Con una mueca, Matt sacó un pañuelo de su bolsillo. Desenvolvió los lados

del pañuelo para revelar el Ojo de Dragón. Por primera vez, tuve una buena vista

del collar. Vane le había hecho algo en el pasillo. Una fisura corría la piedra

preciosa. La fisura era de un verde irregular. Vane le arrebató el collar. Me lo

ofreció.

―Póntelo.

Retrocedí ante la orden de mano dura. Mis vendas parecían apretarse

alrededor de mí ante la idea de estar atada al Minotauro.

Matt leyó mi resistencia fácilmente. Él dijo con satisfacción:

―Ella no lo quiere.

―Déjala‖en‖paz,‖Vane…‖―empezó a decir Grey.

Verde destelló en la habitación. Todo el mundo, excepto Vane y yo, se

desplomó en el suelo.

Me quedé boquiabierta ante los cuerpos dormidos.

―¿Qué estás haciendo?

Con una aterciopelada voz encerrada en hielo, Vane dijo:

―¿Sabes lo fácil que sería matar a todos en esta habitación? ¿Todo el mundo

en este hospital, si no cooperas?

―Y te odiaría. ¿Eso es lo que quieres? Estoy tan harta de que tú y Matt me

ordenen. Métetelo en la cabeza. No. Puedes. Forzarme.

Sus dedos se apretaron en el collar.

―Entonces, póntelo porque te lo estoy pidiendo.

Su voz, dulce como la miel, arrulló mi lengua formando la palabra "sí". Me

resistí a la tentación.

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―¿Por qué?

―Esto es lo que te salva, Ryan. Te salvó en ese infierno con Rawana. Te salvó

del Ojo de Cronos. Hiciste bien en no quitártelo en Grecia cuando te lo pedí ―dijo

vacilante―. Ahora, te estoy pidiendo lo contrario: sólo póntelo.

Fue un error confiar en él, sin embargo, no podía apartar la mirada. Era el

pájaro capturado. Ambos sabíamos que no me estaba dando realmente una opción.

Tomé un respiro.

―¿Sin juegos?

―Sin juegos. ―Extendió el collar.

Presioné.

―Si lo tomo, ¿te irías?

Suspiró.

―Por ahora.

Lo tomé y manoseé el cierre durante varios segundos, hasta que finalmente la

cadena chasqueó en su lugar. Vane me miró con paciencia. Tan pronto como el

amuleto se posó en mi piel, tocó la cadena. Una pequeña brisa sopló alrededor de

mi cuello. La preciosa piedra verde brillaba mientras él ordenaba:

―Arudh.

―¿Qué hiciste? ―chillé, tratando de alcanzar el cierre. Se corrió.

―La cerré. ―Vane se inclinó a mi oído. Mi cuerpo destelló caliente, luego

frío, mientras sus labios rozaron el borde sensible de mi lóbulo. Dijo en voz baja―:

No más juegos, Ryan. Te dejé echarme lejos una vez. Esta vez, voy a mantener lo

que es mío.

Un toque de dientes se mostró entre sus desnudos labios. Sus ojos se

encontraron con los míos. La fiera intensidad en ellos me hizo tomar aliento, pero

no vi ningún atisbo de verde. Este no era el Minotauro hablando, este era Vane, y

no tenía duda de que no estaba jugando. La furiosa intensidad en su mirada, de

una enferma manera, me encendía.

―Viniste a encontrarme en la reunión de la ONU ―dije.

―Siempre vendré. ―Entonces, como si admitiera demasiado, dio un paso

atrás. Poniendo distancia entre nosotros, añadió―: Portadora de la espada.

Lo dejé pasar. Por el momento, no tenía la fuerza para luchar contra él. Se

arrodilló junto a Matt y empezó a revisar los bolsillos. Me tomó un poco de tiempo

averiguar lo que estaba haciendo.

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―No has visto la piedra vidente.

―Estaba un poco ocupado salvando tu vida. ―Al no encontrar la piedra

vidente en Matt, se puso de pie. Sus labios se levantaron en una pequeña sonrisa―.

Lo haré, sin embargo.

Lo miré con curiosidad.

―Yo podría decirte.

Él se quedó quieto.

―¿Lo harías?

Dudé, mirando a los cuerpos inertes en el suelo, mirando a Matt.

Vane leyó mi expresión. La suya se hizo más severa.

―Todavía no puedes hacer un movimiento sin Merlín.

―Podrías tomarlo de mí.

Sus ojos parpadearon sobre mi amuleto.

―Sí, podría.

Toqué la escondida joya.

―¿Qué te detiene?

―No eres lo suficientemente fuerte. Todavía.

Por un segundo, me quedé mirándolo muda.

Continuó:

―Serías inútil si te hago un vegetal.

Levanté una ceja y azucé al monstruo.

―O no eres capaz de tomarlo.

Pupilas verdes heladas se endurecieron. Internamente, hice una mueca de

dolor. ¿Por qué estaba agitando una bandera roja delante del toro? En mi cuello, el

Ojo de Dragón se calentó. Una presión se construyó dentro de mi cabeza. El

monstruo llegó dentro de mi mente. Cavó su mano en el negro lío de mis

recuerdos. Dejé escapar un pequeño grito. Cerré la puerta en su reluciente cara.

Para mi sorpresa, la puerta se mantuvo. La joya se volvió fría bajo mi orden. Miré a

Vane en estado de shock.

―Puedo dejarte fuera.

―De nada por la lección ―dijo secamente―. No te acostumbres a ello. Estoy

siendo amable.

Mordí mi labio.

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―Lo sé.

Miró a Matt.

―De todos modos, lo sabré lo suficientemente pronto.

―Vas a usarme para espiarlo.

―Trabaja mejor cuando piensa que no está con una correa. ―Se encogió de

hombros―. Ese es el beneficio secundario.

―¿Cuál es el principal beneficio? ―repliqué. ¿Por qué estaba haciendo una

pregunta que sabía que no me iba a gustar su respuesta?

Sus labios se torcieron en una sonrisa ahogada.

―Tú trabajas mejor con una correa.

―¿Eso es lo que soy para ti? ¿Trabajo?

Emoción brilló en sus ojos. Empuñó su mano derecha.

―Eso es lo que elegiste ser. Consigue algún descanso, Dorothy. Lo vas a

necesitar para hacer frente a la malvada bruja.

Mis ojos examinaron los suyos teñidos de verde.

Tú eres la malvada bruja.

Vane arqueó una ceja.

En una versión alternativa, la bruja verde era la única buena tratando de salvar a Oz,

y Dorothy fue engañada para matarla.

¿Eso es lo que crees que eres? ¿La bruja buena?

Una hambrienta sonrisa curvó sus labios.

Puedo ser flexible.

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Traducido por Shilo y HeythereDelilah1007 Corregido por Nanis

ué es lo que hace una cuando el mundo está a punto de

acabarse? Volví a la escuela secundaria. Un fin de semana en

casa me convenció.

Dejé el hospital el viernes y me sentí casi viva para el domingo. Vane tenía

razón acerca de las muletas. Mi fuerza regresó rápido, pero entonces, era la

portadora de la espada. Vane también dijo que las sirenas estaban ocupadas y no

estaba bromeando. Mientras Matt y yo estuvimos recorriendo Sri Lanka, cosas

interesantes estaban pasando en la preparatoria Avalon.

Vane se hizo cargo de la escuela entera y la mayoría del Consejo. Los

hechiceros estaban divididos. Permanecieron aquellos leales a Vane. Aquellos que

no estaban de acuerdo, se fueron. Algunos se fueron a casa, pero la mayoría se fue

a donde pensaron que Merlín podría estar, la Mansión Ragnar. En el pasado mes,

la elegante, gótica mansión se había transformado de ser mi hogar a un lugar de

paso para hechiceros, candidatos, e incluso gárgolas. Luego, seguía esperando

toparme con un profesor calvo en silla de ruedas en los corredores.

Filas de simples catres se alineaban en el gimnasio de Grey. Él me informó

que eran removidos durante el día para el entrenamiento. ¿Qué tipo de

entrenamiento? Grey no me dijo. Por lo que le pregunté a Colin. Y no me gustó la

respuesta. Mientras estuve fuera, regresaron al plan de encontrar reemplazos para

mí. Desde que ya no tenían a Vane como entrenador, Grey fue elegido. No dudaba

que Vane tuviera una búsqueda de reemplazos similar ocurriendo en la

preparatoria Avalon. Me irritaba, pero no me devastaba. Demasiado. Si tan solo

pudiera perder el título de portadora‖de‖la‖espada‖tan‖f{cilmente…

¿Q

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La mansión también se convirtió en una fortaleza de alta seguridad. Pensé

que era serio cuando Vane tenía a unos cuantos hechiceros patrullando el bosque

en camionetas oscuras. Ahora, aproximadamente unas cien gárgolas, hechiceros y

militares musculosos contratados protegían el perímetro de la parcela de cinco

acres que rodeaba la mansión.

Lo más extraño, sin embargo, era darme cuenta que no había sido expulsada

de la escuela. De hecho, probablemente iba a estar en el salón de los estudiantes

presidentes (no, no había algo así) por haber dado un baile de graduación tan

asombroso.

Grey me llevó a la escuela el lunes en la mañana. Sacó el Land Rover de un

garaje para tres autos anexado al lado de la mansión en algún momento durante

este siglo. El agua se desbordaba de las torretas y las esquinas redondeadas de la

Mansión Ragnar. Ordinariamente, no me hubiera dado cuenta de la cantidad

inusual de lluvia, pero después de la discusión en la ONU, estaba agudamente

consciente del clima turbulento.

Una rotonda contenía una fuente rota, una que no sería reparada. Situada en

un claro, rodeada por altos pinos, la mansión tenía un camino visible a los bosques.

El otro lado estaba bien escondido. Grey dobló a una calle de un carril después de

un buzón rojo, que señalaba el largo camino a casa. Las calles angostas de Concord

menguaban y fluían como suaves olas.

Detrás de nosotros, Tommy, el conductor del bus escolar, avanzaba en el

autobús, grande y amarillo. Cerca de la mitad de los chicos del bus escolar lo

tomaban en la Mansión Ragnar. Era uno de un puñado de vehículos todavía

permitidos en la nueva seguridad de la mansión. La secundaria Acton-Concord

había recibido una gran infusión de estudiantes los pasados meses. Desearía poder

haberlos vistos ese primer día. Un grupo de chicos hechiceros de Inglaterra yendo

a la escuela regular. Me reí disimuladamente de la imagen de ellos haciendo fila en

la cafetería, en lugar del comedor en la preparatoria Avalon.

―¿Qué es tan gracioso?

Me reí.

―No‖hay‖clase‖de‖pociones‖en‖la‖secundaria AC.

Dejando salir un gruñido, Grey dijo.

―Es culpa de Marilynn. Transfirió todos sus archivos para que pudiera ir.

Quería mantenerlos ocupados. Deberías verlos en matemáticas. Es patético. Sus

pequeños cerebros de hechiceros apenas puedan manejar dos más dos

―murmuró―–, al menos las gárgolas son más o menos normales.

―¿De verdad acabas de decir eso?

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Grey se sonrojó.

―¿Estás segura que de verdad quieres ir a la escuela?

Miré fijamente por la ventana, sin ver.

―Quiero mi vida de vuelta.

―No vamos a tener‖nuestras‖vidas‖de‖regreso,‖Ry‖―dijo,‖de‖manera‖realista.

―Entonces, me estoy sosteniendo de cualquier cosa que pueda tener.

Grey hizo una mueca.

―Sabes que el Consejo ordenó a Marilynn‖llevar…

―Ella no‖quiere‖hablar‖de‖eso,‖Grey‖―dijo Gia.

Gia se sentó en el asiento trasero. Yo estaba en el asiento del acompañante. En

los meses en los que no había estado, ella se había cortado el cabello muy corto de

nuevo. Enmarcaba su rostro con ásperas líneas rojas. Volviéndome, le sonreí. No

sonrió completamente, pero sus labios se curvaron un poco. La pequeña distensión

me dejó más feliz de lo que creía posible. Me hundí de vuelta en el asiento

acolchado del Land Rover.

Marilynn. Ugh. No había planeado ir a la escuela esta mañana. Después del

pequeño discurso de Matt acerca de necesitar toda mi atención, planeaba pasar el

día revisando el Ojo de Cronos. Luego, había ido a desayunar a la cocina.

Seis de la mañana. Mis ojos se abrieron con brusquedad bajo la orden de mi

reloj interno. Me tomó un minuto darme cuenta que realmente estaba en mi cama,

en mi cuarto, en mi casa. Me estiré e hice una mueca de dolor. Me quité la camiseta

con la que había dormido. Moretones negros y azules cubrían mis costillas. El más

oscuro‖estaba‖justo‖encima‖de‖mi‖corazón…‖donde‖Vane‖me‖había‖dado‖RCP.‖Grey‖

me dijo que él lo había hecho en la reunión de la ONU antes de que llegaran los

paramédicos. Me había mantenido con vida.

Toqué mi pecho. El conocimiento me había dejado en un lugar extraño. Según

mis cuentas, esta era más o menos la décima vez que me rescataba. Gracioso,

porque yo estaba esperando rescatarlo a él.

Mi mano se deslizó sobre el grueso vendaje en mi abdomen bajo. Podía

asimilar comidas sólidas desde el viernes, mi último día en el hospital. Los

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doctores se negaban a darme el alta hasta que evacuara mis intestinos, la mejor

indicación que mi interior estaba sanando. Me estremecí con el recuerdo de esa

experiencia. Aunque me hayan tratado bien, esperé que nunca tuviera que poner

un pie dentro de un hospital de nuevo. Con esfuerzo, balanceé mis piernas fuera

de la cama y me puse de pie.

Demasiado rápido, me caí de golpe. La puerta se abrió rápidamente.

―¿Est{s‖bien?‖―Gia dio pasos fuertes hacia mí.

―Bien.‖ ―Una corriente de aire de deslizó por mi espalda desnuda. Me

levanté sobre mis codos―. Um, ¿puedes cerrar la puerta?

―Claro‖―murmuró. Largos flequillos caían sobre sus ojos. Evitó mirarme

directamente. No me había perdonado. No la culpaba. Si me dejaba a mí misma

pensar mucho en Blake, me hubiera paralizado.

Me levanté sobre mis hombros.

―Es temprano. ¿Por qué estás levantada?

Los ojos de Gia se ensancharon por la extensión de mis heridas.

―No podía dormir. Grey ronca.

―¿De verdad?

Se sonrojó.

―Sí,‖bueno…

―No te preocupes, no preguntaré por detalles.‖―Levanté la muleta de acero

tendida por la cama. Zigzagueaba hasta su parte superior y se enganchaba a mi

brazo en una forma innovadora.

―¡Mi cuarto es el que está a la par del de él!

―Claro‖―dije ligeramente. Grey le había dado la vieja habitación de Alexa,

algo que dudaba que hubiera hecho si ella no le importara mucho. Aunque ella no

estuviera lista para admitirlo, estaba feliz que ella y Grey se estuvieran apoyando

el uno al otro.

Cojeé hasta mi armario. Me puse un sostén y una blusa con bastante facilidad.

La vestimenta debajo de la cintura era una cuestión diferente. Los miré fijamente,

tratando de descifrar cómo estirarme sin provocarme mucho dolor. Gia se acercó a

mí en silencio y tomó la ropa interior y una falda. Con mínima ayuda de mi parte,

me deslizó en ellos.

―Te‖ves‖terrible‖―murmuró.

―Es mi regalo especial.

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―¿Qué? ¿Causar dolor?‖Ahí‖estamos‖de‖acuerdo‖―espetó, caminando hacia

la puerta―.‖Tengo que alistarme para ir la escuela.

Lunes, cierto. La llamé:

―Gia.

Se detuvo, su mano en el pomo de la puerta, pero no se dio la vuelta. Quería

decir un millón de cosas. Acerca de cuánto lo sentía por Blake. Acerca de lo mucho

que esto apestaba. Noté lo blancos que estaban los nudillos de su mano por cómo

aferraba el pomo y dije una sola palabra:

―Gracias.

Su mano aferrada se soltó del pomo.

―Espero que esto se termine pronto.

Salió del cuarto antes de que pudiera responder.

―Yo‖también‖―le dije a la puerta cerrada.

Me moví lentamente por el pasillo, tratando de evitar que la suela de goma

de la muleta patinara en los suelos resbaladizos de madera dura de la mansión.

Colin salió de un cuarto cercano al final del pasillo. A través de una puerta

abierta, vislumbré a Rourke, tendido quieto en una gran cama de cuatro postes. La

cama de Sylvia. A pesar de estar en medio verano, un grueso edredón cubría la

mayor parte de su cuerpo. En un sillón, a su lado, usando una camiseta y pantalón

de yoga, Sylvia dormía. Por lo que había entendido, raramente dejaba su lado.

Colin cerró la puerta con un chasquido silencioso.

―No esperaba verte despierta, portadora de la espada.

―He‖dormido‖suficiente‖―le dije.

Colin asintió. Permaneció detrás de mí mientras bajaba las escaleras. Nos

separamos en el pasillo. Se dirigió al gimnasio, mientras yo trastabillaba a la

cocina. Abrí su puerta silenciosa. Tan pronto como lo hice, deseé nunca haber

salido de la cama.

Gotas de lluvia surcaban la ventana de pared a pared en la ventilada cocina.

El olor de huevos revueltos recién hechos y tostadas llenaba el aire. En el medio,

junto al desayunador, dos personas comían su desayuno y compartían una risa.

Matt y una chica.

Era tan normal.

Viajamos alrededor del mundo y no podía recordar verlo tan relajado

conmigo. El tono gris de la cocina hacía que el cabello café oscuro de Matt brillara.

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A su lado estaba una chica delicadamente enmarcada. Era media cabeza más

pequeña que él, llegando apenas más allá de su hombro. Desde este ángulo, vi su

perfil, pómulos altos, nariz fina y mandíbula angulosa.

Tenía dientes molestamente blancos. Giraba un mechón de cabello rubio

oscuro alrededor de sus dedos. El colmo fue cuando golpeó ligeramente el hombro

de Matt cuando hizo otro comentario. Ella sonrió, mostrando más dientes blancos,

y quise golpearla.

Me estaría golpeando a mí misma. A través de la puerta abierta de la cocina,

me vi a mí misma.

Un doppelganger7 de mí.

La miré de soslayo. Bueno, no tan doppelganger.

Había pequeñas diferencias. Parecía completamente igual, pero también no.

A diferencia de mí, no tenía heridas y estaba completa. Sin cicatrices negras en una

mano. Sin vendajes. Sin muleta.

Caminé hacia la cocina y dije ligeramente:

―Puedo ver que he sido extrañada aquí.

Matt se alejó del doppelganger como si hubiera sido atrapado con la mano

debajo de su falda.

El doppelganger se volvió para mirarme. Sus labios se curvaron en una

pequeña y tensa sonrisa.

―He estado guardando las apariencias por ti porque eres muy importante.

―De detrás del desayunador tomó un duplicado de la muleta. Miró a Matt―.‖No

te preocupes, continuaré sirviendo como sea necesario.

¿Sirviendo a quién como sea necesario?, me tragué la retórica mezquina. En

lugar, dije:

―Bueno, puedes dejar de robar mi identidad. Estoy de vuelta.

Matt suspiró.

―Marilynn, por favor quítate el encantamiento.

El doppelganger cambió a su forma real, una chica universitaria con una

figura esbelta, con cabello negro lacio y largas piernas. Marilynn. La

administradora de la escuela de hechiceros. La que ha estado atraída por Matt

desde que la conocí.

7 Doppelgänger: es el vocablo alemán para definir el doble fantasmagórico de una persona viva. La

palabra proviene de doppel, que significa "doble", y gänger, traducida como "andante".

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―¿Por‖qué‖el‖clon?‖―exigí.

Matt contestó.

―Es un señuelo. Para protegerte.

Claro.

―¿Exactamente cómo me estaba protegiendo cuando no estaba ahí?

―Levanté‖ una‖mano―. ¿Sabes qué? No me importa. No hay necesidad de este

acto ya. Te puedes ir.

Sus ojos se endurecieron.

―No tengo otro lugar donde ir. Tu novio se encargó de eso.

Mis ojos vacilaron sobre Matt. Murmuré:

―Como si Vane fuera la razón por la que estás en la Mansión Ragnor.

Se acercó con paso majestuoso, hacia mí y la puerta.

―Debería alistarme para ir a la escuela.

La bloqueé con una muleta.

―Ryan DuLac irá a la escuela hoy. La verdadera.

Marilynn me miró por encima del hombro.

―Se supone que tendrás una reunión de dos horas después de la escuela para

finalizar todo lo del Baile de Graduación. ¿Crees que puedas manejarla?

Ella sabía que no podía. No tenía idea qué había estado haciendo por dos

meses, pero no me iba a hundir.

―Lo resolveré.

Sonrió‖satisfecha‖y‖me‖dio‖una‖mirada‖de‖“sólo‖trata”.

Una vez que la puerta se cerró detrás de ella, Matt se precipitó.

―Necesito que trabajes en el Ojo de Cronos conmigo esta mañana.

Rechiné mis dientes. De pie enfrente de él, apoyada en una muleta, viéndome

terriblemente mal y no se podía molestar en preguntar cómo estaba. Dios,

necesitaba un respiro. Dije simplemente:

―No.

―¿Por qué?

Con mi apetito ido, me di la vuelta para regresar a mi habitación.

―Porque necesito recordar por qué debería ayudarte. Necesito recordar qué

está en juego.

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Y necesito recordarlo lejos de ti.

El Land Rover se desvió al estacionamiento estudiantil, casi chocando con un

sedán más pequeño. Rápidamente, fui lanzada de vuelta a la realidad. Grité:

―¡Grey!

―Perdón, estaba‖pensando‖en‖algo‖―murmuró.

―Yo también.‖―Sacudí el desagradable encuentro de la mañana con Matt.

Últimamente, era un encuentro desagradable tras otro con él.

Grey se estacionó en la cuneta. Me deslicé fuera de la camioneta. Gia emergió

de la parte trasera. Pesadas gotas de lluvia nos golpearon. Grey me entregó la

muleta y se alejó para estacionar el coche. Gia y yo nos apuramos a llegar bajo

techo. Bueno, Gia se apuró. Yo fui más despacio para evitar estirar los músculos y

romper los puntos. Al menos mis costillas magulladas estaban sanando rápido.

Durante el primer período, vi una práctica bajo techo de lacrosse desde la

banca. El nuevo entrenador no estaba muy emocionado con mis recientes heridas.

El equipo no iba muy bien. El desempeño del co-capitán (mi desempeño), se había

desplomado después de las vacaciones de invierno, casi como si ella jugara como

otra persona, y tenían a un nuevo entrenador. El anterior (Vane) había sido echado

del país por problemas con su visa.

Dos chicas, una grunge y la otra porrista, me sonrieron con demasiados

dientes cuando cojeé a la clase de historia más tarde en esa mañana. Filas

ordenadas de escritorios y sillas se sucedían del frente a la parte de atrás. Tomé

asiento atrás de la clase para apoyar la muleta en la pared. Con mi mano contra los

vendajes en mi estómago, maniobré hasta sentarme en un asiento. Las chicas me

veían con los ojos muy abiertos y susurraban entre ellas. Estaba bastante segura

que nunca se habían hablado antes de hoy, pero todos sabían del ataque. Las

noticias locales habían sido rápidas en mencionarlo.

Ramanajan, la capitana del equipo de lacrosse, entró a la clase, de manera

relajada. Se detuvo cuando me vio. Dándome una pequeña y forzada sonrisa, tomó

asiento rápidamente al frente, alejada de mí. Otra chica del equipo, Christine, entró

y se sentó en la fila a mi lado. Inclinó sus voluminosos hombros contra el respaldo

de acero de la silla.

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―Tienes la peor suerte. Primero, un esguince de tobillo en las vacaciones de

invierno‖y‖ahora,‖atacada…‖―Se sonrojó e inclinó su cabeza, sus ojos llenándose de

lágrimas―. Perdona, eso fue tonto. ¿Estás bien? Espero que atrapen al psicópata.

Una imagen de Vane pasó por mi cabeza. ¿Cuántas veces había sido llamado

psicópata? Por lo menos una o dos veces por mí. Aunque sus métodos daban

resultados, la etiqueta todavía parecía encajar.

Todos en la escuela sabían del ataque. Concord podía estar en la periferia de

Boston, pero no era una gran ciudad. Comunidades en los suburbios se mantenían

aisladas y no se suponía que las apuñaladas maniáticas ocurrieran aquí. Puse una

mano sobre el brazo de Christine y apreté.

―Oye, está bien. Estoy bien. Los médicos dicen que dejaré la muleta en

menos de una semana.

Mientras decía las palabras, en realidad se sintieron reales, lo que era un poco

depresivo por sí mismo. Significaba que me estaba acostumbrando a la vida como

portadora de la espada. Irónico, desde que el final se vislumbraba cada vez más

cerca.

Christine sonrió con alegría.

―Justo a tiempo para el baile. Has trabajado tan duro en eso. Revisé el Hotel

Park durante el receso. Llevamos a algunos familiares a la ciudad. Mis primas

estaban tan celosas. Es como tener un baile en un castillo, el enorme salón de baile,

los balcones de arriba, y la vista de la ciudad. No puedo creer que hayas

conseguido suficiente dinero para reservarlo.

―Nosotras‖lo‖hicimos‖―le recordé. Christine era parte del comité del baile.

Asintió feliz.

―Oh, no puedo esperar.

Sonreí.

―¿Con quién vas a ir?

Se sonrojó. Sus ojos buscaron un chico con lentes oscuros y cabello

decolorado, descansando en su asiento al frente de la clase.

―Taylor me lo pidió la semana pasada.

Como si sintiera su mirada, se volvió para mirarnos, regalándole a ella una

sonrisa tímida. Sonrió de regreso. Su felicidad me golpeó como un ladrillo.

Me forcé a sonreír ampliamente.

―Eso es genial. Estoy emocionada por ti.

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Y lo estaba. Sin embargo, estaba abrumada. Así era como imaginé mi vida.

Intercambios tímidos. Primer amor. El baile. Graduación feliz para siempre. En

lugar de eso, dejé que este cuento de hadas se escapara y con el tiempo agotándose

rápidamente, tenía pocas esperanza de recuperarlo.

Los estudiantes fluyeron a la clase y tomaron asiento unos segundos antes de

la campana. Grey se deslizó a un asiento a mi lado. Nuestra profesora de historia

se apuró a llegar a su escritorio. De regreso de su licencia por maternidad, no

parecía que tuviera más que unas pocas horas de sueño. Un último estudiante

entró.

Matt Emrys.

Su súbita aparición instigó una nueva ola de susurros a través de la clase.

―¿Lo‖dejaron‖salir?‖―siseó‖alguien a mi lado.

―Escuché que tuvo bastante terapia ―replicó otra chica.

Alguien rió.

―¿Todavía cree que es Merlín?

Ramanajan suspiró.

―Me pregunto si eso quiere decir que el entrenador Vane está de vuelta

también.

Observé a Matt moverse con gracia controlada al escritorio de la profesora.

―¿Matt? Estás de vuelta‖―dijo la Sra. Bedevere felizmente.

Le entregó a la Sra. Bedevere una hoja de papel. Su acento marcado se

apoderó de la habitación.

―Sólo regresé.

―Eso‖es‖maravilloso‖―dijo la Sra. Bedevere, toda sonrisas―.‖Te‖ves‖tan…‖en‖

forma.

Usando sus jeans y camiseta usuales, los modelaba como motociclista y

profesor hippie. En lugar de su usual cabello enmarañado, arregló los rizos

marrones de manera que enfatizaran la inclinación de sus altos pómulos. Su

mandíbula se veía recién afeitada. No se veía tan pulcro en la reunión de la ONU.

Un chico frente a Grey comentó:

―Esas habitaciones blancas y acolchadas son agradables escapadas.

Grey pateó su silla.

―Deberías saberlo, Joey.

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La mirada de Matt se ajustó en mí. Caminó a un asiento vacío al lado de

Christine. Al frente de la clase, la Sra. Bedevere fue hacia la pizarra y empezó a

escribir. Mi bolsillo vibró mientras recibía un mensaje de texto en el celular. Era

uno nuevo de Sylvia. Por lo que sabía, sólo ella y Grey tenían el número. Miré

furtivamente la pantalla. El mensaje era de un número privado.

Deberías estar descansando.

Miré a Matt. Efectivamente, había sacado su teléfono y estaba escribiendo.

Vibró un segundo mensaje. Te ves muy guapa.

Me pregunté brevemente si le habían robado su cuerpo. Miré fijamente las

palabras, incapaz de tomarle sentido a la oración. ¿Guapa? Ni siquiera sabía que la

palabra existía en el vocabulario de Matt.

Le respondí: ¿Que estás haciendo aquí?

Su respuesta zumbó de vuelta: No podía dejarte sola en tu cumpleaños.

Mi cabeza se sacudió hasta arriba. Un calendario junto a la pizarra me

confirmó lo que había olvidado. Dieciocho. Feliz cumpleaños a mí. Le lancé a Matt

otra mirada disimulada mientras jugaba con su celular. Lo había recordado.

Como si pudiera sentir mi mirada, su cabeza se volteó y sus ojos atraparon

los míos. Había cierto brillo en ellos que hizo que mi garganta se secara. Guardé

mi teléfono de vuelta en mi bolsillo con dedos inestables, aunque seguía sintiendo

su peso en mi costado.

―La Segunda Guerra Mundial. La semana pasada empezamos con la última

parte de lo que vamos a ver antes de que se termine el año. El día de hoy, me

gustaría comenzar con una‖cita‖de‖una‖de‖sus‖lecturas.‖―Tenía un libro abierto en

su mano mientras señalaba las palabras que había escrito en el tablero―. No, este

no es el final, no es siquiera el principio del final. Puede ser, más bien, el final del principio.

Noviembre 1942. ¿Quién sabe quién dijo esto? ¿Matt?

Matt no respondió, en vez de eso siguió toqueteando su celular.

La señorita Bedevere le hizo señas con la mano para llamar su atención.

―¿Matt, sabes de quien es esta cita?

Matt se concentró en ella con obvio esfuerzo.

―Ah,‖¿qué?

La sonrisa de la señorita Bedevere disminuyó.

―No hay problema Matt. Probablemente necesitas algunos días para ponerte

al día.

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La mirada de Matt aterrizó en el tablero.

―Winston‖Churchill.

La señorita Bedevere sonrió con alegría tras la reaparición de su estudiante

estrella. Luego de eso, empezó la clase. El resto de la hora pasó rápidamente,

principalmente porque seguí observando a Matt cada vez que pude. Él se pasó la

mayor parte del tiempo jugueteando con su teléfono. La señorita Bedevere se dio

cuenta de sus acciones encubiertas dos veces, y lo reprendió en ambas ocasiones. Y

ambas veces él arremetió contra ella con tal encanto, que se puso nerviosa y

empezó a evitar mirar en su dirección.

Tan pronto como la campana sonó todos los estudiantes se apresuraron a

salir de clase. Matt no me esperó. Me las arreglé como pude para alcanzarlo en el

pasillo. Afortunadamente, como su atención seguía puesta en su teléfono no

caminaba demasiado rápido. Me le acerqué por detrás y utilice mi muleta para

bloquearle el paso.

Se tropezó, agarrándose de mí para recuperar el equilibrio. La acción causó

un tirón en mi estómago que me hizo soltar un grito ahogado de dolor. Me soltó

rápidamente. Me tambaleé y dejé caer una muleta. Él la levantó pero no me la

devolvió. En lugar de eso deslizó un brazo alrededor de mis hombros para

estabilizarme. El toque, sorprendentemente concienzudo, hizo que mi pulso

saltara.

Guardó el teléfono en su bolsillo.

―Estoy empezando a pensar que te gusta el dolor.

―No, pero no me molestan las cosas un poco fuertes.‖―Mi rodilla desnuda

rozó su pierna.

Deseo se disparó a través de sus ojos. Murmuró:

―Ryan.

Ryan. Miré hacia unos bonitos ojos color ámbar llenos de confusión. Estaba

segura de que el hombre parado enfrente de mí no era Matt, pero Vane nunca me

llamó Ryan. Me incliné más cerca, debatiéndome entre lanzarle una mirada

penetrante, o entre frotar mi mejilla contra su suave camisa tipo jersey, que se le

pegaba al cuerpo. Una chispa de deseo iluminó sus ojos, haciendo que mis rodillas

se doblaran hasta quedar juntas.

Está bien, olvídate de la intimidación. La seducción es mucho mejor. Dije con voz

ronca:

―Pensé que estarías atascado todo el día en la casa grande haciendo

investigación.

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―Recordé algo durante nuestra última estadía en la biblioteca. Vine a verlo.

―¿Por qué fuiste a la clase de historia, entonces?

Se encogió de hombros.

―No‖lo‖sé.

Mordí el interior de mi mejilla para reprimir una sonrisa.

―¿Extrañas‖la‖preparatoria?

―Solamente quería recordar lo que se siente estar en un lugar donde tienes

todas tus posibilidades frente a ti.

―Ahaa.‖―No le creía nada. Se estaba divirtiendo aquí. Podía notarlo por su

voz.

Hizo un ruidito de irritación y agarró mi muleta. El brazo que tenía alrededor

de mis hombros me impulsó hacia adelante. Subimos por un corto tramo de

escaleras y seguimos otro pasillo que conducía a la parte delantera del edificio. Las

decoraciones y los símbolos brillantes anunciaban varios clubes y actividades. Una

de las pancartas gritó hacia mí. Era la misma que había visto en mi cabeza cuando

salí de Elysium. La mismo en la que me enfoqué cuando el Minotauro estaba

atacando…‖―corrección:‖salvando―…‖me. “¡Boletos para el Baile‖a‖la‖venta‖ya!”.

Alguien había escrito debajo,‖ ‖ con‖un‖marcador‖ negro:‖ “¡Todavía disponible! ¡El

mejor Baile‖del‖ACH‖de‖la‖historia!”.

Debí haberme quedado mirando la pancarta por demasiado tiempo, porque

el doppelganger de Matt sacudió una de sus manos en frente de mi rostro.

Me preguntó frívolamente:

―¿Soñando con un baile de vestidos elegantes y danzas coquetas?

Mantuve la cara seria.

―Más bien con vestidos diminutos y bailes sucios.

Las mejillas del doppelganger de Matt se alzaron. Se detuvo en la mitad del

pasillo y bajó la vista para mirarme.

―¿Es por eso que estás usando esa falda minúscula?

¿Minúscula? Miré abajo, hacia mi falda, aunque el borde de la misma caía

justo por encima de mi rodilla, lo suficientemente cerca de la altura reglamentaria.

Tal vez no era una gran idea usar una falda mientras tuviera que andar por ahí

apoyándome en una muleta, pero después de Sri Lanka, no tenía ganas de usar

cargos por un tiempo considerable. Además, mayo era uno de los pocos meses en

donde, estando en Boston, podía usar algo que no tuviera siete capas de grosor.

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El doppelganger de Matt sonrió satisfecho ante mi actuación auto-consciente.

Dejé de luchar con la falda y decidí meterme en el juego. Poniendo mi mano en su

cintura para estabilizarme, sacudí mis pestañas.

―Tal vez la estoy usando para conseguir una cita. ¿Conoces a alguien que

quisiera…‖bailar‖conmigo?

Sus ojos se estrecharon. Sonó la campana. Estudiantes se apresuraban a sus

clases a nuestro alrededor.

Me empujé lejos de él y alcancé mi muleta.

―Hora‖de‖irse.

―No lo creo.‖―Atrapó mi muñeca. Sus cejas puestas en una fuerte V que

atravesaba su frente. Antes de que pudiera hacer algo más que chillar, me levantó

en el aire, mientras la muleta se balanceaba salvajemente―. ¿Q-qué estás

haciendo? ―farfullé.

―Demostrar que fanfarroneas.‖ ―El doppelganger de Matt me cargó unos

cuantos pasos hasta una puerta cerrada en el pasillo junto a nosotros. Una placa

sobre la puerta señalaba que era la tienda estudiantil. Apoyó mi espalda contra la

puerta mientras giraba la perilla. Abrió. Estaba bastante segura de que usó magia,

pero no vi la chispa de verde delatora para terminar de confirmarlo como Vane.

Tan pronto como cruzamos el umbral encendió las luces y me bajó. Bajo el

amarillo tenue de una bombilla sobre su cabeza me miró fijamente. La tienda

estudiantil era realmente un armario convertido. Me incliné pesadamente sobre mi

muleta y escuché el fuerte sonido de mi respiración dificultosa en el espacio

cerrado.

Los ojos del doppelganger de Matt brillaban con algún tipo de emoción

inmencionable. Por la forma en la que su pecho subía y bajaba rápidamente no

pude saber si estaba enojado o mucho más allá del simple enojo. Aunque no es

como si tuviera una razón válida para estarlo.

Dijo sedosamente:

―Entonces,‖¿quieres bailar sucio con Merlín?

Merlín. Casi me reí. Sus ojos podrían haber sido ámbar, pero el tono verde de

la envidia no podía esconderse. Metafórica, y literalmente. Ante tal pensamiento,

más risa nerviosa empezó a bullir dentro de mí. Traté de sofocarla, pero mis labios

se doblaron.

―¿Te estás riendo de mí? ―El doppelganger de Matt frunció el ceño.

Solté una risita.

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―Un‖poco…

Nunca completé el pensamiento. Me levantó de un tirón hacia él. Boté la

muleta. Su boca se abalanzó sobre la mía. El beso, marcado con hambre, medio me

castigaba y medio me suplicaba. Saboreé la rabia de un océano turbulento. A

diferencia de la esencia fresca a jabón de Matt, Vane usaba colonia. Madera oscura

mezclada con esencia de puros, era inequívocamente Vane. Envolví mis brazos

alrededor de su cuello y me sostuve allí. Aunque le estuviera respondiendo, el

beso no era gentil. Se movió lejos de la puerta. Sin romper de modo alguno el

contacto, acomodó mis piernas para que se envolvieran alrededor de su cintura, y

me cargó hasta el puesto de la caja registradora.

Mi pulso se sacudía al ritmo del golpeteo de la mezcla de un DJ. Le respondí

con la lengua con cada gramo de mi ser. Cuando se separó y levantó la cabeza, me

lamenté en señal de protesta.

Sus labios rozaron los latidos de mi pulso sobre mi cuello. Sus dientes

mordieron el punto ligeramente.

―¿Tienes idea de lo mucho que te deseo?

Se inclinó lejos para alcanzar debajo de la caja registradora, sacando un

condón. Mis ojos pasaron de la envoltura brillante a la estantería detrás de su

cabeza. Junto a la gran variedad de dulces, papel blanco de cuaderno, y gorras de

basquetbol,‖un‖babero‖para‖bebés‖colgaba‖de‖un‖gancho.‖Las‖palabras‖“AC‖High”‖

habían sido bordadas encima de la linda tela de toalla blanca.

La bruma de hormonas que envolvía mi cerebro se evaporó, y todo se volvió

demasiado real.

El cabello estilizado del doppelganger de Matt se había transformado en un

revoltijo bajo los cuidados de mis dedos desesperados. Ondas cafés caían sobre su

rostro. Seguía siendo la cara de Matt. Ojos color ámbar, Los ojos color ámbar de

Matt, miraban fijamente hacia los míos. Pero yo no quería a Matt.

El doppelganger de Matt empujó el cabello lejos de mi rostro. Trazó la línea

de mi mentón. Nuestros labios volvieron a encontrarse con una presión suave. No

satisfecho con eso, su boca devoró la mía. Con un jadeo silencioso, cerré mis ojos y

me imaginé a Vane. Su lengua exploraba mi boca mandando pequeñas sacudidas

eléctricas a través de mi cuerpo. Calor se acumuló entre mis piernas. Mi pecho se

estrechó contra el suyo, brazos fuertes envueltos a mi alrededor, arqueándome

contra él.

Por la forma en la que mi cuerpo estaba desesperado, estuve tentada a

permitir que la farsa continuara. Tan perturbante como sonara, hubiese sido

mucho más fácil dejarlo fingir. Tratar con Vane, el Monstruo, era complicado. De

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esta forma, podríamos ignorar los problemas entre nosotros. Podríamos ser

simplemente un chico y una chica.

Mis uñas se clavaron hondo entre sus hombros. La tentación era fuerte.

Si lo dejaba hacer esto, solo duraría por este fugaz momento en el tiempo. No

que fuera algo malo, necesariamente. El fin del mundo estaba cerca. Realmente no

quería morir sin haber sido amada. Sin embargo, al mismo tiempo, sabía que si

hacíamos esto, mientras él pretendía ser Matt, nunca nos recuperaríamos. Este

juego retorcido no era justo para nosotros. No era justo para Matt.

Y muy en el fondo, todavía creía que habría más.

Mis uñas aflojaron su agarre de su espalda. Mis piernas dejaron ir su cintura.

Moví mi boca lejos.

El doppelganger de Matt parpadeó al verse libre.

Barreras defensivas se alzaron en su expresión y su boca se curvó en una

mueca de desprecio.

―Estabas‖fanfarroneando.

Incluso si lo hubiese hecho, no estaba lista para rendirme.

“Tic-Tac”,‖repicaron‖las manecillas de un reloj en la esquina de la habitación.

Decidí apostarlo todo, haciendo mi última jugada. Puse mi mano sobre su pecho,

encima del fuerte latido de su corazón.

―No estoy fanfarroneando, simplemente no te voy a dejar seguir con esto tan

f{cilmente.‖Debería‖tener‖al‖menos‖una‖cena‖y‖rosas‖antes‖de‖mi‖“desfloración”.

Dejé que absorbiera las palabras. Sorprendido, se echó para atrás. Pasó una

mano por su cabello castaño y sonrió tímidamente.

―Lo olvidé. ¿Qué te parece ese baile, en su lugar?

Arqueé una ceja.

―¿Me‖estas‖invitando‖al‖baile?

Se erizó.

―Es en una semana. Dudo mucho‖que‖recibas‖una‖mejor‖oferta…

―¿Podrías callarte, por favor? ―Suspiré―.‖Mi‖respuesta‖es‖sí.

Se quedó quieto.

―Bien.

―Bien. Vas a recogerme. Quiero‖una‖limusina.‖―Honestamente, la limusina

no podría importarme menos, pero disfrutaba dándole órdenes.

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―Está bien ―dijo con un tono ronco―.‖ Incluso te llevaré un ramillete, si

llevas la falda.

Traducción: lleva el sexo.

Para hacer una demostración, sacó algunos condones de más de debajo de la

caja registradora.

Me sonrojé con la vista de más envoltorios de platico.

―¿Cómo‖supiste‖que‖estaban ahí?

Los embutió en sus bolsillos.

―Los‖niños‖hablan.

―No hablan conmigo ―murmuré.

Me bombardeó con su risa ronca.

―Tu‖reputación‖est{‖muy‖limpia.

―¿Y‖la‖tuya‖no?

―Nunca he dicho lo contrario. ―Miró hacia arriba. Un pequeño espejo que

colgaba del techo (para poder echarles un ojo a ladrones potenciales) reflejaba su

cara. La cara de Matt. Su expresión se oscureció tras vislumbrar su apariencia.

Suspiré mentalmente. Oh, los juegos que jugamos.

Se separó completamente de mí, y fue a recoger mi muleta, la cual yacía caída

cerca de la puerta. Bajé del estante y cojeé hacia él. Blandió la muleta plateada

hacia mí.

―Si ya terminaste de distraerme, ¿podemos proceder hacia la biblioteca?

Sin esperar una respuesta se dirigió hacia la puerta. Se peleó con el pomo de

la puerta, murmurando maldiciones entre su aliento bajo. Lo miré, mordiendo mi

labio, pero no dije nada. Finalmente, el cerrojo cedió y abrió la puerta. Se apresuró

a salir por el pasillo.

Lo seguí un par de minutos después. Al final del pasillo, después de un giro,

me encontré frente a las puertas dobles, cerradas, de la biblioteca. Mientras luchaba

con uno de los pesados portones, éste se abrió de golpe. El doppelganger de Matt

lo mantuvo abierto y me jaló hacia adentro con un gesto de exasperación. La

esencia mohosa de los libros me golpeó de inmediato. No había nadie sentado tras

la barra alta que marcaba la zona de revisión. Mirando a mi alrededor, no vi a

nadie dentro de la biblioteca. Una barrera baja de estanterías separaba el área de

estudios de los anaqueles más altos, que iban del piso hasta el techo y llenaban el

resto de la habitación. Ni un alma vagaba por los pasillos.

Page 213: Índice - librosenllamas.weebly.com · Con cada trozo de vida pendiendo de un hilo, Ryan debe convencer tanto a amigos como enemigos que la clave para la supervivencia se basa en

Me pregunté si el doppelganger de Matt había entrado a la fuerza mientras la

biblioteca estaba en algún tipo de receso. Me guió hacia el área de estudio, llena de

mesas perfectamente alineadas. Hice una pausa, imaginándome un león parado

sobre ellas. Mi garganta se secó y tuve que tragar. Los recuerdos de lo que había

pasado se apresuraron en mi mente, y aunque estuviera solo en mi cabeza, y no

físicamente ahí, los detalles de la biblioteca eran tan vividos que mi mente no pudo

evitar revivir la escena.

El doppelganger de Matt se detuvo justo enfrente de una estantería que le

llegaba a la altura de la cintura. Justamente en el centro de la sala. Dejó escapar un

suspiro.

―No‖est{‖aquí.

―¿Tal‖vez‖est{‖m{s‖abajo?

Se arrodilló y pasó un dedo sobre la ordenada pila de libros sobre la mesa de

café. Cuando me apoyé sobre su hombro se puso rígido.

Bostecé.

―Estoy‖un‖poco‖cansada.

Agarrándome por la cintura, me levantó y me sentó sobre la estantería baja.

―No debiste haber venido a la escuela en absoluto.

Le dije en una voz ronca:

―Piensa en toda la diversión que me hubiera perdido.

Sin responder nada, volvió a arrodillarse y observó los libros. Un sonrojo

suave cubría sus mejillas. Mordí mi labio para reprimir una sonrisa. Era tierno.

―Este es.‖―Se detuvo sobre un libro, y lo jaló hacia afuera. Me incliné hacia

adelante, pero no lograba ver el título. Su cuerpo lo cubría efectivamente. Levantó

su camiseta, mostrándome los delgados abdominales de Matt, y metió el libro

entre sus jeans. Alcancé a echarle un vistazo a la cubierta. Una ilustración que no

reconocí, tonos suaves de rojo, crema y azul, antes de que bajara su camisa.

―¿Que hay en el libro? ―pregunté.

El doppelganger de Matt se levantó. Manteniendo el libro fuera de mi vista,

se inclinó más cerca, como si estuviera buscando otro beso. Mi pulso se aceleró.

Sacó mi teléfono de mi bolsillo.

Traté de quitárselo, pero se movió lejos.

―¿Que‖est{s‖haciendo?

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―Mandándole un mensaje a Ragnar.‖―Sus dedos se deslizaron con destreza

sobre la pantalla táctil del teléfono.

Otra razón por la cual el doppelganger de Matt no era el verdadero. El

verdadero Matt habría tocado la pantalla con una lentitud escrutadora. Me

devolvió el teléfono. Miré hacia la pantalla. El mensaje decía:

En la biblioteca. Enferma. Llévame a casa.

―Prepotente, ¿no es así? ―comenté.

―Sí.‖―Me bajó de la estantería. Una mano se cerró detrás de mi cuello, y me

arrastró por un rápido, aunque profundo beso. Mi otra mano se enrolló en su

rizado y suave cabello. Su mano se deslizó por mi pierna desnuda. Lo alcancé

antes de que llegara demasiado arriba. Pellizcando mi muslo, se alejó―. Feliz

cumpleaños Ryan.

Mi boca estaba libre, sin embargo me quedé sin aliento.

Antes de que me las pudiera arreglar para hacer algo distinto a parpadear, él

se había movido la mitad del camino hacia la puerta.

―Usa algo lindo el sábado ―le grité.

―Consigue una falda larga ―me respondió, sin voltearse.

Salió por la puerta abierta. Miré hacia abajo e hice una mueca. Había dejado

mi falda subida. La alisé. Escuché un revoloteo cerca de la puerta. Mi cabeza se

levantó de golpe. Un leve malestar me llenó ante la idea de que alguien nos

hubiera visto.

Matt, el Matt real, de ojos ámbar pensativos y una expresión sobria, entró en

la biblioteca. Marilynn lo seguía. Mi leve malestar se transformó en una ola

arrolladora de vergüenza.

―Era Vane ―dije.

―Lo‖ supuse. ―Matt caminó hacia la estantería. Sus ojos examinaban las

tablas bajas. El recuerdo del león cayó sobre ambos. Matt sostuvo mi mirada―.‖

¿Por qué yo?

¿Por qué besé a Vane cuando lucía como Matt? ¿O por qué Vane escogió su

forma? Cual fuera la respuesta que escogiera, no le gustaría a Matt. Escogí otra,

más segura.

―Se escabulló en la biblioteca para robar algo.

No había engañado a Matt. Sus ojos bajaron a mi boca, labios hinchados que

todavía ardían.

―Ya‖no‖es‖él‖mismo,‖Ryan.

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―No le estás dando una oportunidad justa, Merlín.

―Le he dado muchas, al igual que Blake. No se puede confiar en él.‖―Miró

fijamente a la estantería―.‖Si‖pudiera‖ser…‖¿por qué colarse hasta aquí? ¿Por qué

el disfraz? ¿Qué libro tomó?

Jugué con mi labio superior.

―No quiso dejarme ver.

―Típico ―murmuró Marilynn desde atrás de Matt.

Fui invadida por la necesidad de sacarle la lengua como si tuviera cinco años.

―Vi una imagen en la cubierta de atrás. Puedo buscarla en la base de datos

de la biblioteca.

―Eso nos da algo, por lo menos ―dijo Matt. Su expresión de infelicidad no

cambió. Le hizo un gesto a Marilynn―.‖ Hazte pasar por ella esta tarde, como

planeamos. Ryan ha tenido suficiente tiempo para ser normal.

Me sacudí cansadamente, minando mi fuerza. Terquedad enderezaba mi

espalda.

―Deja de pensar que puedes controlar mi vida, Matt. Estaré en casa después

de la escuela.‖―Le fruncí el ceño a Marilynn―.‖No necesito un doble para encajar.

―Debemos dar seguimiento a esto de inmediato ―replicó‖Matt―.‖Deja‖ de‖

ser tan infantil.

Era la peor cosa que posiblemente pudo haber dicho.

Mis pelos de punta se erizaron aún más.

―Podemos trabajar en ello esta tarde ―le dije a Marilynn con dulzura―.

Puedes cubrirme en la reunión para el baile que hay después de la escuela.

Matt pasó una mano por su cabello con frustración.

―Todo el‖mundo‖depende‖de‖nosotros…

No cedí.

―Puedes esperar unas cuantas horas.

Los labios de Matt se apretaron. Girando sobre sus talones, salió caminando.

Marilynn sacudió la cabeza.

―Eres una idiota DuLac, dice que es por todos, pero él solo tiene ojos para ti.

Está haciendo esto por ti.

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Me quedé mirando detrás de Matt. Si eso fuera cierto, habría sido él quien me

invitara al baile. Hubiese sido él quien recordara mi cumpleaños. Le respondí con

suavidad:

―No, él no está haciendo esto por mí. Simplemente no ha sido capaz de

admitírselo a sí mismo.

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Traducido por Lorena Tucholke, Apolineah17 y Flochi Corregido por Nanis

e fui a casa temprano. Después de cinco horas de estar sentada en

clase, estaba más allá de agotada, así que decidí saltarme el último

período. A. P. Química. Abandoné la idea de que estaría tomando

alguna de las pruebas de colocación avanzada. No es incluso más que una materia.

Tener que sobrevivir al apocalipsis primero quitó toda la motivación de estudiar.

De todos modos, me pasé la mayor parte de mis otras clases navegando por

Internet para obtener información sobre el libro que Vane tomó. La base de datos

de la biblioteca no tenía imágenes. Una o dos veces me vi envuelta, sino una triste

historia de cómo se preocupaba mi madre (Sylvia) después del ataque me dejó

fuera del gancho. Una mañana con Vane, y ya me había vuelto manipuladora. Él

no era una buena influencia.

Empujé la culpa, diciéndome que era para un propósito más elevado. Si tan

sólo la escuela secundaria diera crédito adicional para proyectos de salvar al mundo. Miré

por la ventana. Nubes furiosas escondieron el resplandor del sol. Me pregunté si el

planeta quería luchar. Eso esperaba.

Molesta porque no había encontrado nada, me decidí a hablar con Matt.

Bostezando, me obligué a hacer la larga caminata por el pasillo hacia el

estudio de Sylvia en la parte trasera de la casa. Eran más que un pasillo de entrada,

varias salas de estar y la cocina. Más lluvia fue arrojada a las ventanas de gruesos

paneles. La mansión fue construida en un claro plano, pero la tierra estaba más

baja que el resto de los bosques que la rodeaban. En invierno, el autobús escolar no

podía llegar arriba y abajo del camino. Hoy en día, el clima no parecía mucho

M

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mejor. Centímetros de agua de rosas alrededor de los cimientos de la casa. La casa

se convertiría pronto en una isla si la lluvia no disminuía.

Grey se quedó fuera del estudio. Su mano agarró el pomo de la puerta y

estaba medio abierta, pero en lugar de entrar, de nuevo la cerró. Luego se quedó

mirando el bloque de madera con una expresión atónita. Cuando me vio, las

puntas de las orejas se pusieron rojas.

―Ah, tal vez deberíamos conseguir un aperitivo en primer lugar.

―¿Le‖recordaste‖a‖Marilynn‖que‖tiene‖que‖ir‖a‖la‖escuela‖para‖la‖reunión?

Su brazo estaba a través del marco de la puerta, bloqueándola eficazmente.

―He llamado antes. Iba a llevarte a casa de todas formas después del último

período. Ella dijo que estaría lista. Es todavía un poco pronto.

Bostecé de nuevo.

―Está bien, bueno, tengo que hablar con Matt. ¿Está ahí?

―Uh,‖deberías‖descansar‖un‖poco‖primero.‖Te‖ves‖muy‖cansada‖―dijo―. Yo

le puedo decir lo que necesites.

Fruncí el ceño ante su extraño comportamiento.

―Es complicado. Estoy tratando de averiguar qué libro tomó Vane de la

escuela.

Gia vino detrás de mí.

―¿Qué‖est{‖pasando?‖¿Por‖qué‖est{n‖bloqueando‖la‖puerta?

―Uh.‖―Grey se volvió para responderle.

Aproveché su distracción. En su prisa, Grey no había dejado la puerta

completamente cerrada. La abrí con mi muleta.

―Mierda‖―murmuró Gia.

Mis ojos encontraron inmediatamente lo que Grey quería ocultar. Pasando el

enorme escritorio de caoba cubierto de papeles, libros y dos laptop abiertas, en un

sofá con un solo brazo enmarcado por enormes puertas de cristal, dedos largos y

delgados enredados en el cabello de color marrón brillante, los dedos de una chica

en el cabello de un chico.

A cambio, las manos de Matt se enrollaban alrededor de largas hebras de

cabello rubio oscuro. Mis cabellos. Mientras observaba, le acariciaba las mejillas de

manzana. Mis pómulos. Ella a horcajadas sobre él mientras él se recostó en el

mullido cojín del sofá. Él la agarró por la cintura estrecha para moler sus estrechas

caderas más cerca de ella. Mi cintura. Mis caderas.

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Al menos tenían la ropa puesta. Parcialmente.

Matt estaba sin camisa, mostrando una extensión desnuda de piel y el vello

corto. Vello por el que yo había deslizado mis dedos esta mañana. En Vane.

Por un momento, todo lo que podía hacer era mirar a Matt besarme. Mirarlo

besar a Marilynn… en mi cuerpo. Fue surrealista, más allá de inquietante, y

narcisistamente caliente. No sé por qué no estaba más molesta… tal vez porque

era culpable de los mismos delitos.

Empujé a Grey para pasarlo. Me agarró del codo antes de que pudiera ir

demasiado lejos.

―Grey‖―dijo Gia como advertencia detrás de nosotros.

Los dos en el sofá se apartaron, finalmente dándose cuenta de que tenían

audiencia.

―Ryan.‖ ―Matt‖ se‖ paró. Marilynn casi se cayó del sofá al suelo. Matt se

distanció de ella para ir detrás del enorme escritorio de caoba de Sylvia. Se pasó

una mano por su boca―. Has vuelto temprano.

―Sí.‖―Tonto. Me quedé mirándolos a los dos. Su cabello revuelto y los labios

restregados… pero no pude realmente articular otra respuesta.

Marilynn se puso de pie rápidamente. Dos manchas rojas sonrojaban sus

mejillas. Mis mejillas. Miró a Matt, pero él se quedó mirando el escritorio de Sylvia.

Mordiéndose el labio, ella salió corriendo de la habitación.

Grey se acercó por detrás y puso la mano en mi espalda.

―¿Ryan?

Negué.

―Quiero‖hablar‖con‖Matt‖a‖solas.

Por primera vez desde la azotea, Gia me miró como había hecho antes, como

mi amiga.

―¿Est{s segura?

Intercambiamos una mirada de mujer a mujer.

―Estoy‖bien.‖En serio.

Gia asintió, tirando a Grey fuera de la habitación.

Tan pronto como la puerta se cerró detrás de ellos, dijo Matt:

―No‖fue‖planeado.

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Miré el sofá curvo, los cojines todavía aplastados de su ocupación reciente.

Lluvia oscura continuó pintando el cristal de un conjunto de puertas francesas.

Esbozando la forma de Matt, prestándole un aura suave de melancolía.

―¿Esto‖es‖por‖lo‖de‖esta‖mañana?‖¿La‖biblioteca?

―Quiz{s.‖ ―Los‖ hombros de Matt cayeron y luego se enderezó. Ojos

ambarinos‖perforados‖a‖través‖de‖mí―. No estás molesta.

Caminé más en la habitación.

―No estaba besándote a ti. Estaba besando a Vane.

Él parpadeó.

―No estaba besando a Marilynn. Estaba besándote a ti.

Me tragué una risa semi histérica. Esta era una maldita tragedia

shakesperiana. O comedia. Honestamente, no podría decir cuál. Con más

amargura de lo que quería expresar, dije:

―No‖creo‖que‖sepas‖lo‖que‖quieres.

Tomó su camiseta del suelo y se la puso.

―Todo eso parece ser cierto.

―No‖puedo‖seguir‖haciendo‖esto‖contigo.

―Y no puedo evitar quererte, incluso cuando no debería.

Ojos suaves de color ámbar me miraban en silenciosa pregunta. La mirada de

anhelo me pidió que tomara el lugar de Marilynn en el sofá. Se puso de pie en un

lado de la mesa. Me puse de pie en el otro. La distancia no era mucha, pero el

abismo entre nosotros se había convertido en infinito. A pesar de que me puso

triste, no me devastó. En algún momento, en algún lugar a lo largo de la carretera

circular de vuelta a casa, ¿había aprendido a dejarlo irse?

―No‖deberías‖tener‖que‖evitarlo‖―le dije lentamente―. No debería tener que

ser tan difícil, Matt.

Matt golpeó con sus manos, las palmas hacia abajo, sobre el escritorio y se

apoyó en su madera resistente como si necesitara el apoyo. Un destello duro entró

en sus ojos.

―Sí lo es, es porque tú lo haces así.

Bastardo. ¿Cómo los chicos cambian de agradable a bastardo tan rápidamente? No

dije el pensamiento en voz alta, ya que, si bien picaba, tenía en parte razón. Lo

había hecho complicado o más bien, Vane lo había hecho. Sin embargo, no podía

mentirle como él quería. Eso habría sido peor.

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―No‖sé‖lo‖que‖est{‖pasando‖entre‖Vane‖y‖yo,‖pero‖no‖he‖renunciado‖a‖él.

Todo su cuerpo se puso rígido.

―¿Es‖él‖el mejor partido ahora que es el hechicero más grande en el mundo?

La pregunta me dejó sin habla durante un minuto. Era insultante en muchos

niveles. Calmando mi temperamento, le contesté:

―No tengo que atrapar a nadie, Merlín. Tu magia, o falta de ella, no tenían

nada que ver con esto hasta que tú lo hiciste así.

―Bueno,‖ tengo la‖ intención‖ de‖ recuperarlo.‖ ―Matt abrió un cajón del

escritorio y sacó una pequeña caja de metal. El Ojo de Cronos.

Una onda siniestra de presentimiento subió a mi estómago.

―¿Qué‖haces con eso?

―He‖estado‖estudi{ndolo‖desde‖que Vane te lo quitó. Tenía la esperanza de

usarlo‖para‖salvar‖a‖Rourke.‖―Matt‖sacudió‖el‖cristal―. Es difícil de ver, pero más

allá de su caparazón endurecido, hay agua en el interior. El agua de la vida. Es por

eso que has sido envenenada.

Retrocedí del Ojo.

―Pensé‖que‖no‖podía‖mantenerlo.

Matt cerró el puño alrededor de él.

―Mi‖teoría‖es que la cubierta se hizo porosa cuando estaba en tu estómago.

Es inofensivo hasta entonces.

―¿Reacciona‖al ácido del estómago?

―Sí,‖aunque‖no‖tan‖bien.‖―Se acercó a una consola escondida en las sombras

de la habitación. La tabla delgada en la pared tenía una pequeña configuración

química de vasos de vidrio y equipo de destilación. Matt tomó un frasquito azul

colgando de una abrazadera―. Tuve la oportunidad de extraer unas gotas, pero no

más. He intentado varias variaciones, que aumentan la cantidad de ácido, otros

productos químicos, sin embargo, esto fue todo lo que salió.

―No‖voy‖a‖tragar‖eso‖otra‖vez‖―dije.

―No,‖se‖lo‖he pedido a Rourke. Si se trata de agua de la vida, puede trabajar

de forma diferente que en ti. Ya ha sido envenenado. Esto lo puede curar.

―O‖podría‖matarlo‖m{s‖r{pido.

Matt bajó la cabeza.

―Sí,‖esa‖es‖la‖principal‖objeción.

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―¿De‖quién‖es‖la‖objeción?

Matt se aclaró la garganta.

―Sylvia,‖Deirdre,‖Grey,‖Colin… más o menos todo el mundo menos Rourke.

―¿Quieres‖ decir‖ que‖ la‖ única‖ persona‖ que‖ est{‖ desesperado‖ por‖ cualquier‖

sugerencia de un milagro se lanzará en él? Tu bateo promedio de qué tan cabrón

has llegado a ser, es particularmente alto en estos días.

―Ninguna‖recompensa‖es‖sin‖riesgo.

Arqueé una ceja.

―Suenas‖como‖Vane.

―Tenemos‖ un‖ mes‖ antes‖ de‖ que‖ perdamos‖ varios‖ miles‖ de‖ millones‖ de‖

personas. ¿Tienes alguna opción mejor? Rourke se está muriendo.

La laptop en el escritorio sonó. Una llamada entrante se originó en la pantalla.

Matt miró el nombre de usuario.

―Es‖la‖reina.‖Tengo‖que‖tomar‖esto.

Era una despedida. Yo casi grité.

La reina apareció en la pantalla de la laptop.

―Merlín,‖ estamos‖ haciendo‖ buenos‖ progresos. Si esto sigue así, tendremos

las rocas minadas mucho antes de lo que esperábamos. Tu plan se está

desarrollando perfectamente.

Matt sonrió bajo su alabanza.

―¿Ha‖llegado‖a‖aceptar‖su‖parte‖la‖portadora‖de‖la‖espada?

Fui hasta la laptop y cerré la tapa.

―¿Qué parte?

La puerta se abrió de golpe.

Grey voló dentro con una mirada salvaje.

―Emrys,‖ven‖ahora.

Corrí hacia él.

―Grey,‖¿qué‖es?

―Rourke‖―dijo―. Está teniendo otro ataque.

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Corrimos escaleras arriba. Colin, Deirdre, Sylvia, y otras cinco gárgolas

sostenían el cuerpo todavía temblando de Rourke. Marilynn (sin el glamour) y

algunos otros asistentes murmuraban un canto mientras trataban de sanarlo. Las

fluctuaciones de las auras de luz rebotaban en él. No era un buen indicio.

Rourke dio una sacudida violenta. Las gárgolas retiraron las mantas que lo

cubrían. Todo su cuerpo estaba empapado de sudor. La sangre derramándose de

su nariz. Sus ojos se abrieron de golpe. Los curanderos aumentaron la cantidad de

magia, sus auras cada vez más brillante.

Por último, se calmó y volvió a caer sobre su almohada.

Deirdre, al otro lado de la cama, le puso una mano en la frente.

―Está durmiendo.

―¿Por‖ cu{nto‖ tiempo? ―dijo Grey. Yaciendo a su lado, le temblaban las

manos. Las puso en puños―. Está empeorando mucho más rápidamente de lo que

dijiste. Pensé que teníamos meses.

Fui a Sylvia, que estaba en el lado opuesto de la cama de Deirdre. Mordió sus

uñas, la cara pálida.

―¿Hay‖que‖llamar‖a‖una‖ambulancia?

―Los‖Regulares no tienen‖nada‖que‖ lo‖pueda‖ayudar.‖―Deirdre sacudió la

cabeza. Como si no pudiera evitarlo, miró a Matt.

Él dijo en voz baja:

―Es‖su‖elección.

―Apenas‖lo‖hemos‖salvamos… ―intervino Marilynn.

―No.‖―Agarré el frasco de su mano. Lo levanté y lo sacudí en cada rostro

sombrío en la habitación―. Esto es veneno. No es una cura. Seguimos buscando.

―¿Qué?‖―murmuró.

Le di una mirada mordaz.

―Por‖la‖respuesta‖correcta,‖no‖la‖desesperada.

Nadie me contradijo.

El resto de la noche pasó rápidamente. A pesar de la ventaja en el aire

sombrío, Grey y Sylvia me sorprendieron con un enorme pastel de vainilla de

Baviera decorado con rosas de color púrpura. Los jóvenes asistentes echaron un

pequeño hechizo que hizo que brillara la cocina con luces parpadeantes y niebla

baja para parecerse a las nubes. Caminamos en ello por una noche. Con toda la

gente en la casa, todo el pastel desapareció antes de la cena. El Land Rover se

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convirtió oficialmente en mío. El mejor regalo, sin embargo, era un torpe abrazo de

Gia y un momento para disfrutar simplemente de estar con mi familia.

No vi a Matt.

Desapareció en el gimnasio y me enteré por Colin de que pasó la noche

entrenando con las gárgolas. ("Consiguiendo una paliza", fue la frase exacta de

Colin). Me quedé con el frasco conmigo hasta la hora de acostarme. Cansada hasta

los hueso, pero feliz, me encontré metiéndome en la cama a las ocho en punto.

No sé cuánto tiempo dormí.

Una voz susurró en el borde de mis sueños, haciéndome despertar.

Dorothy.

La puerta en mi mente se abrió. Una sombra se deslizó hasta donde yo

dormía. Una mano me alisó el cabello y trazó la curva de mi oreja. Suspiré contenta

y me acurruqué más en la cama. La mano se deslizó hacia abajo sobre mis

hombros, bajo mi camisón, y se adentró entre mis pechos. Gemí.

La risa se apoderó de mí. El sonido demasiado real que me devolvió a la

conciencia.

Mis ojos se abrieron de golpe y me senté en la cama. Miré a mi alrededor.

Nadie. Sólo sombras bailaban en el cuarto oscuro.

El Ojo de Dragón estaba caliente contra mi piel. La voz de Vane ronroneó en

mi cabeza.

Sabía que eso iba a llamar tu atención.

¿Qué quieres?, le dije con irritación.

Algo está sucediendo.

Fue entonces cuando me di cuenta de la astilla de dura luz amarilla

procedente del pasillo. Mi puerta estaba entreabierta. Sabía que la había cerrado

antes de acostarme. Alguien había estado en mi habitación. Eché un vistazo a mi

tocador y el lugar vacío que no debería haber existido.

Alguien había robado el frasco de veneno. Y sabía quién.

¿Ocurre algo?, dijo Vane, sonando interesado.

Con una maldición, tiré a un lado las sábanas y me puse la ropa que dejé

tendida en el suelo. Agarré la muleta y salí de la habitación. Los puntos de sutura a

través de mi estómago protestaron mientras corría por el pasillo. Como me temía,

la conmoción provenía de la habitación de Sylvia. Un grupo de gárgolas se reunían

alrededor de la puerta, bloqueando el camino a la puerta. Empecé caminar a través

de ellos. Mis puntos protestaron más. A través de una grieta entre dos conjuntos de

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grandes hombros, vi temblar toda la cama cuando el cuerpo de Rourke se

estremeció.

―¡Ayúdalo!‖―Sylvia se aferró a un poste de la cama y trató de atrapar una

de las manos agitándose de Rourke.

Marilynn y seis asistentes estaban de pie a los pies de la cama. Enviaron una

oleada de magia a Rourke. Se hundió en su cuerpo, pero no hizo nada para frenar

los estremecimientos. Empezó a murmurar incoherencias. Marilynn dijo derrotada:

―No sé qué más probar.

Deirdre agarró la mano de su hijo y la sostuvo.

―Merlín,‖haz‖lo‖que‖debes.

―¡No!‖―Empujé más allá de la última línea de gárgolas, ignorando el dolor

punzante a través de mi estómago.

Ya era demasiado tarde. Matt vertió el frasco en la garganta del rey Gárgola.

―¡No!‖―Mi muleta salió volando cuando me lancé a la habitación. Colin me

sostuvo antes de que cayera sobre mi rostro. Me entregó la muleta. La tomé. Le

susurré‖a‖Matt―:‖¿Qué has hecho?

―A‖él‖ya‖no‖le‖queda‖tiempo‖―dijo estoicamente Matt.

Venas azules aparecieron a lo largo de la garganta de Rourke mientras el

agua de la vida entraba a su sistema. Los temblores se detuvieron. Calma reinó

durante varios segundos. Se prolongó a un minuto.

―Est{‖ funcionando‖ ―murmuró‖ Grey.‖ Se‖ puso‖ de‖ pie‖ y‖ se‖ acercó‖ a‖ la‖

cabecera de la cama.

Me mordí el labio, esperando contra toda esperanza que me hubiera

equivocado.

Entonces, tosió, y esa esperanza murió. Más temblores sacudieron su cuerpo.

Sangre goteó por sus ojos. Su rostro se transformó. Su frente se extendió, sus

colmillos se alargaron y la gárgola apareció. Él soltó un tremendo grito. Fue el

último sonido que hizo antes de desplomarse de nuevo en la cama. Esta vez, su

cuerpo se quedó inmóvil.

Sylvia se llevó una mano a la boca. Su fuerte rostro devastado por las

lágrimas, se quedó mirando a Rourke como si no pudiera entender lo que había

sucedido. Y no quería. Grey me soltó para caminar hacia su madre. Ella se volvió

hacia él y comenzó a sollozar.

Deirdre se hundió contra la pared. Sus ojos secos todavía devastados.

Alrededor de nosotros, las gárgolas se transformaron. Todas ellas, incluyendo a

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Colin y a Deirdre. Todos excepto Grey. Dejaron escapar un aullido bestial diferente

a todo lo que había escuchado de un animal. Las ventanas de cristal de la

habitación se agrietaron como si hubieran sido hechas de papel delgado en lugar

de gruesos cristales. Más aullidos sonaron desde el gimnasio. Se propagaron por

los bosques entretanto otros animales retomaban el llamado de luto. Continuó

hasta que el aullido era lo único que podía escucharse bajo la luna menguante.

Vi una estrella fugaz atravesar el cielo.

El rey Gárgola había muerto.

Matt se quedó mirando el cuerpo inmóvil, su mirada ámbar parpadeando con

incertidumbre. Sus hombros estaban caídos. Sabía lo mucho que él había estado

contando con este trabajo para Rourke y para sí mismo. Por un segundo, pensé en

ir hacia él y ofrecerle mi apoyo. Ayer, podría haberlo hecho. Hoy, no pude evitar

preguntarme si lo conocía en absoluto. Se había vuelto tan desesperado en

recuperar su magia que no había dudado en utilizar el destrozado cuerpo de

Rourke como un experimento humano.

Salí de la habitación. Me deslicé entre las gárgolas y encontré a Gia un poco

más allá de ellas en el pasillo. Estaba sentada acurrucada en el suelo contra la

pared. Con la cabeza agachada, los brazos abrazando sus rodillas contra su pecho.

Ignorando el dolor bajo mis vendajes, me senté a su lado, con mi hombro junto al

suyo. Levantó la cabeza para mirarme con los ojos enrojecidos secos. Puse mis

brazos alrededor de sus hombros y nos apiñamos juntas.

Ella dijo:

―No‖puedo‖seguir‖con‖esto.

―Sí,‖sí puedes.

―¿Por‖qué‖debería?‖―Me‖dio‖una‖pequeña‖risa‖histérica―.‖El‖mundo‖se‖va‖a‖

acabar de todos modos.

―Porque‖es‖necesario.‖Porque‖te‖necesitamos.‖Grey‖te‖necesita.‖―Ahora‖m{s‖

que nunca. Hasta la transición de Grey, las gárgolas eran líderes. Era demasiado

pronto para pensar en ello. Rourke. Blake. Sus rostros presionando hacia mí. Incliné

mi‖cabeza‖contra‖la‖de‖Gia―.‖Porque‖habr{‖un‖mañana.

Y mientras lo decía, me pregunté si lo creía o simplemente fingía hacerlo. O si

eso importaba.

Era temprano por la mañana para el momento en que me arrastré de regreso

a la cama. Mi cuerpo dolía ferozmente y no podía dormir. El dolor me dejó

temblando. Debería haber llamado para pedir ayuda. En lugar de eso, toqué el Ojo

de Dragón.

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Abrí la puerta dentro de mi mente y dije: Vane.

Él respondió rápidamente: ¿Qué te has hecho?

Gemí. Todo me duele.

Voy para allá.

Salté en mi cama y volví a caer hacia abajo. ¿Qué? No.

Sé que no soy querido…

¡Ellos van a enloquecer! De todos modos, no hay nada que puedas hacer para arreglar

esto.

Podría haber encontrado una forma. Déjame intentarlo.

Era tentador, pero peligroso. Demasiado peligroso. El monstruo era

impredecible.

Rourke, me interrumpí, no segura de si debería decirle sobre la muerte del rey.

Así que le dije sin convicción: No es un buen momento. A través del vínculo lo sentí

rodar los ojos. Bostecé. Sólo necesito dormir. Cuéntame un cuento.

No sé ningún cuento, refunfuñó. Cierra los ojos.

Dejando la puerta abierta entre nosotros, hice lo que me pidió.

―Hora‖de‖dormir.‖―Até‖el‖nudo‖ final‖de‖una‖pieza‖ flexible de corteza que

había formado en un pequeño círculo. Pisé las pequeñas llamas de nuestra fogata.

Era demasiado peligroso mantenerla encendida por más tiempo de lo

absolutamente necesario.

―Vane,‖ ¿puedes‖ contarme‖ otro‖ cuento?‖ ―Grandes‖ ojos‖ marrones‖

parpadearon adormilados en su delicado rostro.

Negué.

―Ya‖te‖conté‖uno.‖Empezamos‖mañana‖temprano‖de‖nuevo.

Ella hizo un mohín. La ignoré, preparándome contras esos enormes ojos.

Habíamos viajado lejos en unas pocas semanas. Habíamos permanecido bien

alimentados y sin ser detectados a través de las tierras salvajes. Con su arco y su

flecha, ella nos mantuvo con abundantes suministros por este terreno árido. Nunca

había sido tan completamente inútil.

―¿Ya‖llegamos?‖―preguntó‖Perceval.

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Miré hacia una gran extensión de suaves colinas y pequeños arbustos. Por

encima de nosotros, un pequeño árbol se balanceaba con su frondoso y enrojecido

follaje. Casi estábamos en casa. Habíamos cruzado el corto tramo de mar desde

Galia hacia Britania. Sin embargo, los territorios de campos de batalla permanecían

antes de llegar a casa. Lo habíamos logrado a través de los hombres de Kent y

estábamos profundamente en el territorio de los bárbaros sajones. En un par de

días nos llevarían a Domnonia. Territorio de celtas. Merlín.

―Pronto‖―le‖dije.‖Pisé‖lo‖último‖de‖la‖fogata.‖La‖incertidumbre‖me‖llenaba‖a‖

medida que nos acercábamos a casa. Me había aferrado a un sueño durante tanto

tiempo. Me pregunté qué sería de él.

Miré a mis compañeros no deseados. La pequeña princesa se levantó de un

salto. Trenzas torcidas volaron en el aire. Trenzas que había sido obligado a hacer.

―Ten.‖―Empujé‖un‖pequeño‖círculo‖de‖corteza‖que‖le‖había‖hecho‖del‖{rbol‖

de serbal cuando estuvo cerca de mí. Tomándolo, lo miró con curiosidad. Con un

suspiro, deslicé‖la‖banda‖en‖su‖muñeca―.‖Tres‖nudos‖en‖un‖círculo‖hechos‖con‖la‖

corteza de un árbol de serbal. Para protección.

Para mi sorpresa, se arrojó hacia mí. Los pequeños brazos se apretaron

alrededor de mis costados, abrazándome.

―No‖te‖preocupes,‖Vane.‖Nunca‖vas a estar solo otra vez. Me casaré contigo

cuando crezca.

En el otro lado de la muerta fogata, Perceval se echó a reír. Sentí el rojo en mi

rostro.

Tartamudeé:

―B-bueno, ya veremos cuando crezcas.

―Voy‖ a‖ ser‖ muy‖ bonita‖ como‖ mi‖ mam{.‖ ―Los‖ enormes‖ ojos‖ marrones

sonrieron y el oscuro mundo se iluminó por un momento.

Le creí.

Sacándole la lengua a su hermano, saltó en el saco de dormir. Debajo de la

ladera de una colina suavemente ondulada y un solitario árbol de serbal, la

princesa cerró los ojos.

Perceval me miró con lástima.

―Ella‖consigue‖lo‖que‖quiere,‖sabes.

Señalé un palo de corteza en la parte superior de la pendiente.

―Est{s‖de‖guardia‖primero.

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Perceval se rió de nuevo y se levantó. Caminó con dificultad hasta la cima de

la colina.

Un tiempo después, pasos pesados presionaban la tierra blanda, desgarrando

las caídas hojas quebradizas. Me levanté rápidamente de mi saco de dormir, con la

espada en mano lista. Los sonidos apagados de la noche profunda se habían vuelto

extrañamente silenciosos. Las formas redondas de las colinas permanecían en una

tranquilidad‖ engañosa…‖ porque‖ no‖ estaban‖ vacías.‖ El‖ peligro‖ se‖ ocultaba‖

caminando sobre sus laderas. Las espesas hojas del serbal se balanceaban con el

viento. Un viento que llevaba el hedor de humedad de un cuerpo sucio que no

reconocía.

Un intruso.

Un fuerte en la colina permanecía en la distancia. Había evitado ir cerca de él.

Al parecer, no nos había llevado lo suficientemente lejos. Maldije el hecho de que

no tenía ningún tipo de magia y pateé las brasas del fuego. Las había apagado para

escondernos. Ahora, sus sombras escondían al intruso. Algunas llamas se

encendieron. Desde las sombras proyectadas por la pendiente de la colina, un

hombre se abalanzó sobre mí con una espada reluciente.

Apenas tuve tiempo de levantar la hoja y bloquear su golpe. Su respiración

cercana a la mía, reconocí el rostro debajo de la bestia. No era un bárbaro. Casi

irreconocible en ropa campesina marrón, esto era peor.

Lo empujé hacia atrás.

―Sergius.

―¡Vane!‖―La‖pequeña‖princesa‖se revolvió despierta.

Sergius se burló al verla.

―Veo‖que‖mantienes‖unos‖cuanto‖premios.

―¡Corre,‖ ahora!‖ ―le‖ dije.‖ La‖ simple‖ orden‖ demostró‖ ser‖ una‖ distracción.‖

Sergius se acercó lo suficiente para patearme en el estómago. El poder de la patada

me envió volando al otro lado del pequeño campo.

Para crédito de ella, la pequeña princesa actuó con rapidez. En medio

parpadeo, agarró su arco y envió volando una flecha a la cabeza de Sergius. Lo

golpeó directamente. Él gruñó. Su rostro se transformó en uno de una bestia, con la

frente distendida y colmillos relucientes. Se arrancó la flecha de la cabeza como si

no se tratara de nada. La herida empezó a sanar por sí sola.

―Eres‖una‖g{rgola‖―dije‖con‖sorpresa.

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―Desafortunadamente‖ para‖ ti,‖ muchacho. Tomó un poco de tiempo

recuperarme de la herida de corazón. No soy tan rápido sanando como los otros,

pero‖juré‖hacerte‖pagar.‖―Se‖acercó‖acech{ndome―.‖Conseguiste‖alejarte‖mucho.

Debido a ella. Nunca había conocido otra persona como ella.

―¿Has‖estado‖siguiéndonos el rastro desde Cartago?

La princesita disparó otra flecha. Sergius golpeó esa mientras seguía en vuelo,

como aplastar a una mosca zumbando.

―Lidiaré‖contigo‖después,‖pequeña.

―¿Qué‖hiciste‖con‖mi‖hermano?‖―gritó‖ella.

Perceval había estado vigilando justo encima de nosotros sobre la colina. Miré

el lugar donde debería haber estado. Se encontraba vacío.

Sergius sonrió con sus dientes rotos.

―Est{‖un‖poco‖atado8 en este momento.

En mi interior, suspiré de alivio. Al menos no lo había asesinado. Sin duda

guardándolo para un encuentro de prolongado abuso más tarde. Salvo que eso no

sucedería. Ahora sabía cómo matarlo. Mi mano se apretó en la empuñadura de

cuero de mi espada, sonriendo a Sergius.

―Bien.‖Podemos‖terminar‖esto‖sin‖distracciones.

Salté hacia atrás. Él corrió detrás de mí. Nos batimos en duelo con nuestras

pesadas espadas, pero a pesar de su fuerza, no fue rival para mi entrenamiento. Un

empuje bien dirigido envió a su espada volando. Un pisotón en la rodilla lo

derribó. Siguiendo los pasos de una danza mortal, me moví detrás de él. Una

patada lo envió desparramado boca abajo en el suelo. Con un grito, lo corté en el

cuello. La sangre me salpicó. La hoja de mi espada encontró piel y hueso, pero eso

no detuvo su descenso. La cabeza de Sergius fue cortada con un último grito de

batalla.

El crujido de pisadas rompió la quietud de la noche.

―Agatya.‖―Una orden proveniente de arriba.

La espada salió volando de mis manos. Alcé la mirada. Una banda de

soldados sobre caballos se erguía en la cima de la colina. Dos estaban parados

ligeramente en el frente, un chico como de mi edad y uno más joven usando togas

oscuras, como de la edad de Perceval. Una espada estaba cómodamente ubicada en

la cadera derecha del chico. Sostenía un pesado escudo con facilidad. El emblema

de un dragón rojo volando lo cubría. Una daga yacía metida en su cinturón de

8 Juego‖de‖palabras‖que‖podría‖significar‖también‖“ocupado”.

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cuero. Aunque llevaba simple pantalón en vez de la falda de soldado romano, supe

por su postura que había sido entrenado como uno. Conocía las líneas austeras de

su privilegiado rostro y dientes intactos, también era líder de su banda.

La princesita lanzó una flecha de su arco. Casi se clava entre sus ojos. Un

chico de toga negra detrás del soldado soltó una corriente de magia y la flecha

cayó inofensivamente a los pies del soldado. La princesa rápidamente preparó otra

flecha.

―¡Detente!‖―gritó‖Perceval,‖ su‖ cabeza‖ se‖ asomó‖por‖detr{s‖del‖ chico‖de‖ la‖

toga―.‖Me‖desataron.‖No‖nos‖quieren‖hacer‖daño.

Perceval se bajó del caballo negro. El chico que lo llevaba echó hacia atrás la

capucha de su toga. Un solo rayo de luz de luna golpeó los rasgos del chico de la

toga.

Casi se me cayó la espada, algo que un soldado preferiría morir en vez de

hacer, pero mi mano de repente se aflojó y mis dedos lucharon por aferrarse a la

hoja sangrienta. Di unos cuantos pasos inestables hacia la ladera.

―Merlín‖―susurré.

El niño parpadeó, un ceño cayendo sobre de lo contrario un rostro

inexpresivo.

―Merlín,‖soy‖yo‖―dije,‖esta‖vez‖m{s‖alto.‖La‖felicidad‖llenó‖mi‖pecho.‖Pasé‖

una mano por mi cara, limpiando la sangre‖que‖lo‖ensombrecía―.‖Soy‖tu‖hermano,‖

Vivane.

La expresión de Merlín cambió. Fue el más imperceptible movimiento. Si no

lo hubiera estado observando con tanta desesperada intensidad me lo habría

perdido. Su boca se retorció en los extremos. No a una de felicidad como esperaba.

Hizo una mueca. Fue fugaz. Merlín rápidamente la hizo desaparecer. Bajé mi

espada. La esperanza a la que me había estado aferrando, la esperanza de que

entendería por qué lo dejé, se desvaneció. La hoja se hundió en la tierra

inmaculada. Fue todo lo que pude hacer para no hundirme junto a ella.

Había llegado a casa. Tan poco que era.

El chico mayor bajó su escudo de dragón rojo.

―¿Es‖cierto?

Merlín asintió.

―Es‖mi‖hermano,‖mi‖señor.

Una sonrisa desenfada cruzó el rostro enjuto del chico.

―¿Nos‖presentar{s?

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―Vivane…

Lo interrumpí.

―Soy‖Vane.

Merlín asintió.

―Vane.

Para‖ mi‖ sorpresa,‖ dijo‖ el‖ nombre‖ con‖ facilidad…‖ acept{ndolo,‖ y‖ mis‖

esperanzas se desplomaron una vez más.

―Vane‖―repitió‖Merlín―.‖Esta‖es‖su‖alteza,‖el‖príncipe Arturo de Cambria,

Demetia‖y…‖Domnonia‖y…

―Otras‖ tierras‖ circundantes‖ ―interrumpió‖ Arthur―.‖ Hemos‖ estado‖

pensando en escoger un nombre.

Mis ojos parpadearon. El príncipe de Domnonia. El romano que gobernaba

mi hogar. Mi magia podría haber estado bloqueada, pero no sentía nada de sangre

Keltoi en él.

―Has‖estado‖ocupado‖con‖tal‖pequeña‖banda‖de‖hombres‖―dije.

―Nuestro‖campamento‖est{‖en‖otra‖colina.‖―Arthur‖inclinó‖la‖cabeza―.‖Y‖es‖

mi padre quien ha estado ocupado.

Hubo un borde en su tono que atrapó mi interés.

―Busco‖ mantener‖ lo‖ que‖ hemos‖ ganado‖―dijo―.‖ Los‖ sajones‖ han‖ estado‖

presionándonos.

No le creí completamente. La ambición coloreaba el rostro del príncipe. Jugué

con eso.

―Diría‖que‖no‖le‖han asestado un golpe lo bastante grande.

―Quiero decir que ―los ojos claros de Arturo me recorrieron con seriedad

calculada. Permanecieron en la espada manchada de sangre que sostenía

flojamente―,‖estoy‖encantado de conocer a alguien más que entiende tales cosas.

Bajo su escrutinio interesado, relajé mis dedos en la hoja aún más. Nunca les

dejes saber cuánto quieres algo. Arturo instó a su caballo a bajar la pendiente hacia mí.

Merlín montó detrás de él. Contuve una sonrisa. Esperanza renovada me llenó.

Quizás casa tuviera un lugar para mí después de todo. Miré de Merlín a Perceval y

su hermana. Un lugar para todos nosotros. Me volví nuevamente hacia Merlín. Y

una segunda oportunidad.

Una ola de luz brilló en la noche oscura. Nos golpeó con la fuerza de la

caballería de mil hombres. Los hombres de la colina se desplomaron de sus

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monturas. Arthur y Merlín siguieron. Mi cabeza se giró hacia la princesa. La ola la

golpeó primero. Ella cayó sobre el saco de dormir.

No. Mi cabeza gritó. La ola me golpeó. Me aferré a la espada.

Debajo de mi túnica, el cristal del collar, el grillete que ataba mi magia, ardió.

Solté un grito y caí de rodillas. Mis palmas golpearon la tierra, pero conseguí

permanecer despierto. Largos momentos pasaron. Quedé pendiente, mi cuerpo

temblando bajo la presión. Sólo cuando pensé que me quebraría, la ola finalmente

pasó.

El cristal del collar se desabrochó y se deslizó fuera de mi cuello. Estaba

finalmente libre.

Sobre la colina, una sombra apareció. La figura bajó la ladera y entró al

campo. La luz del fuego iluminó su cara. Septimus.

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Traducido por flochi y Jen Cassie Grey

Corregido por Nanis

a semana pasó rápidamente. Marilynn estaba muy contenta de alejarse

de la casa (y de Matt). Ella fue quien cubrió la primera semana

mientras yo dormía la mayor parte del tiempo. Sylvia logró conseguir

a un médico a domicilio, pero no necesitaba uno realmente. Vane me había hecho

algo mientras dormía. No sé qué, pero ayudó. Aunque me sentía cansada, mi

cuerpo parecía estar finalmente curándose.

Logré ir a la escuela el jueves y viernes. Fueron días calmados. Nadie quería

realmente concentrarse. La mayor parte de las charlas se centraban en el baile y

quién había sido aceptado en tal universidad. Bennett, nuestra oradora, consiguió

una admisión temprana en MIT9. Se estaba quedando en las cercanías. Muchos de

los chicos decidieron quedarse cerca. Ramanajan iba a ir a la universidad de

Boston. Casi cien universidades se dispersaban a través de Boston y las áreas

circundantes. Yo no había aplicado aún. Tampoco Grey, pero Harvard tenía un

asiento reservado de la familia para los Ragnars.

Me deprimía un poco el no estar pensando en el futuro. Así que decidí irme a

casa y sacar la pila de folletos yaciendo olvidada en el fondo de mi escritorio.

Había llenado una aplicación online cuando un pensamiento se me vino de golpe.

Busqué‖ las‖ palabras‖ “Rey‖ Arturo”‖ y‖ “Boston”.‖ P{ginas‖ y‖ p{ginas‖ de‖ resultados‖

resultaron para el del Temblor General y rumores sobre el inevitable fin del

mundo. Decidí no leer las columnas de conspiraciones. Me pregunté cuántas de

ellas eran difundidas por los gobiernos.

9 MIT: Instituto Tecnológico de Massachusetts.

L

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El Consejo de Seguridad había decidido no hacerlo público. Primero, no

había una solución inmediata que ofrecer. Segundo, estaban trabajando en un

proyecto secreto con Merlín del que no había sido capaz de conseguir detalles.

(Matt se negaba a decirme en caso de que Vane lo dedujera a través del Ojo de

Dragón). Tercero, se decidió que el caos que provocaría tal anuncio sería la causa

de socavar los esfuerzos que podían hacer para encontrar una salida.

Por impulso, agregué la palabra “ilustración”‖ a‖ la‖ búsqueda.‖ Un‖ solo‖ link‖

inmediatamente se destacó, una serie de murales colgando en la biblioteca pública

de Boston. Hice clic a través de los sitios webs que detallaban los murales. Mi

corazón se aceleró. La serie se titulaba La Búsqueda y el Logro del Santo Grial.

Las puertas de cristal con corrientes de aire de mi habitación mostraban un

claro cielo nocturno. El reloj de mi celular mostraba que era medianoche. No sería

capaz de meterme en la biblioteca esta noche. Miré a la puerta cerrada de mi

cuarto. Si quería hacerlo esta noche, tenía que pedir la ayuda de Matt. Apenas

habíamos hablado desde la muerte de Rourke. Permaneció oculto en su estudio,

haciendo quién sabe qué. No me pidió mi ayuda y no me ofrecí voluntaria.

Nuevamente, me encontré siendo incapaz de cruzar el abismo entre nosotros. Se

estaba volviendo un patrón.

Pero no podía ignorar esto. Bajé las escaleras hacia el estudio de Sylvia,

decidiendo no tomar la muleta. Los pasillos estaban extrañamente vacíos. La casa

había sido vaciada de gárgolas. Grey, Gia, y Sylvia regresarían mañana temprano

del funeral. Al parecer, Rourke tenía un edificio de arenisca en Nueva York o una

finca en Long Island. Nadie quería hablar del heredero al trono, pero noté a

Deirdre y Colin permanecer muy cerca de Grey. En cuanto a Grey, sabía que él no

quería tener nada que ver con eso.

No podía culparlo. Yo no había tocado a Excalibur por meses. No lo

extrañaba.

Está bien, eso era mentira. Intenté no extrañarla.

Pasé junto a la sala de estar. Un grupo de jóvenes hechiceros de veinte más o

menos, estaban reunidos comiendo palomitas de maíz. Marilynn estaba en el sofá

en el centro de todos ellos. Unas pocas chicas suspiraban y señalaban a la pantalla

gigante. Inmediatamente reconocí el último baile de la película (una favorita

personal que sólo admitiría bajo pena de muerte), La chica de rosa.

Una chica con largas trenzas me vio merodeando. Me dio una sonrisa

radiante.

―¿Vas‖a‖ir‖mañana,‖portadora‖de‖la‖espada?

La pregunta me tomó desprevenida. Dudaba que Vane realmente aparecería.

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―Uh,‖no‖creo…

―Merlín‖va‖a‖llevarla‖―dijo‖un‖chico‖a‖su‖lado―.‖Lo‖escuché‖en‖la‖escuela.

La mirada de Marilynn se quedó fija en mí.

―¿Sí?

―No‖me‖lo‖ha‖pedido‖y‖dado‖que‖es‖mañana,‖lo‖dudo.

Marilynn asintió como si no le hubiese dicho nada que ya no supiera. Los

otros hechiceros y hechiceras me dieron miradas de lástima. Rápidamente

pregunté.

―¿Todos‖ustedes‖ir{n?

El grupo entero asintió.

―¿No‖tienen‖bailes‖en‖la preparatoria Avalon?‖―pregunté‖en‖voz alta.

―Um,‖no‖realmente‖―dijo‖la chica de‖trenzas―.‖Solíamos‖tener‖un‖baile de

Navidad, pero lo quitaron luego de que alguien hiciera explotar las decoraciones.

―Estaban‖intentando‖usar‖magia‖para‖que‖bailaran‖―murmuró‖el‖chico‖a‖su‖

lado.

La chica de trenzas le tomó la mano y lo silenció.

―Mañana‖va‖a‖ser‖tan‖divertido, escuché que el salón es más grande que una

casa de ópera parisina.

Lo era. Había visto fotografías del lugar del evento. Marilynn se había

superado. La miré. Ella le estaba sonriendo a la chica. Para alguien que tenía que

tener unos veinte y pico, Marilynn estaba extrañamente obsesionada con el baile.

Gemí internamente y me obligué a hacer las cosas bien.

―Ya‖que‖no‖voy,‖Marilynn, deberías ir. La jefa del comité debería aparecer

por si acaso.

Su cabeza se alzó de golpe para mirarme. Regresé la mirada suspicaz con una

mirada firme.

―Sólo‖por‖si‖acaso‖―acordó‖r{pidamente.

Volvió a bajar la cabeza hacia la pantalla como impidiéndome cambiar de

opinión. Me mordí el labio para contener la sonrisa. El grupo se hizo callar entre sí

cuando el gran baile final empezó en la gran pantalla. Observé por unos minutos y

me fui. El estudio, resulta, se encontraba vacío.

Ningún rastro de Matt a la vista.

Así fue como me encontré en la biblioteca a la tarde siguiente.

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Pasé la mañana en el teléfono lidiando con crisis de última hora sobre el

estacionamiento del baile. Marilynn desapareció en alguna parte (sin celular,

sospechaba que teniendo una emergencia de cabello para el baile). Luego de

resolver dicha crisis, me tomó dos horas conducir hasta Alewife, agarrar el tren

Línea Roja hasta Boston, y cambiar a la línea de metro para llegar a la estación

Copley.

La biblioteca pública de Boston ocupaba dos edificios. Un fuerte sol calentaba

el hormigón que rodeaba el parche de césped llamado Copley Square. El edificio

McKim se asemejaba a un palacio de tres pisos con columnas arqueadas y una

entrada gigante. Desde el primer piso, subí al entrepiso. Debajo de mí, los niños

jugaban en un patio abierto con una fuente. Resistiendo la urgencia de detenerme y

observarlos reír, seguí los carteles hasta el segundo piso. Crucé bibliotecarios

trabajando con investigadores y otras personas y alcancé el centro del edificio. La

enormidad adornada de Bates Hall llamó mi atención. Techos artesonados y

ventanas arqueadas que habían sido diseñadas como una catedral romana. Filas de

mesas bajas con lámparas alineadas a lo largo del pasillo como esperando que una

clase empezara. Estanterías se alineaban a ambos lados pero no se elevaban lo

suficiente como para tocar el techo. Junto a la gran sala se encontraba el Cuarto

Abbey donde los murales de Edward Austin Abbey cubrían las paredes, de piso a

techo. La galería contenía cinco pinturas. Leí en voz alta:

―La‖Visión,‖el‖Juramento‖de‖los‖Caballeros,‖la‖Mesa‖Redonda,‖la‖Partida, y el

Castillo del Grial.

―Ya‖era‖hora‖de‖que‖las‖encontraras.

La voz de Matt me hizo pegar un salto. Salvo que no era Matt. Mi pulso pasó

de normal a una velocidad de cohete en menos de un segundo. El doppelganger de

Matt estaba parado casualmente justo dentro de la galería. Usaba inmaculada ropa

formal negra con sencilla comodidad. El esmoquin a medida encajaba

perfectamente y la frescura del material indicaba que había sido hecho

recientemente. Lo había hecho para mí, me di cuenta. Para hoy.

Un brillante chaleco verde profundo, evocador del mar, encajaba

perfectamente a su pecho esbelto. Una corbata verde a juego se escondía

cuidadosamente debajo del chaleco y unos brillantes zapatos negros completaban

el conjunto. Largo cabello castaño fue domado hasta someterlo, algo que

confirmaba la verdadera identidad del doppelganger de Matt.

―¿Vas‖a‖alguna‖parte?‖―pregunté.

―Tengo‖un‖compromiso.‖―Sus‖ojos‖nadaron‖con‖olas‖tranquilas‖y‖la‖manera‖

que‖me‖observaban…‖me‖pude‖haber‖derretido‖allí‖mismo‖en‖ese‖lugar.

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Una mirada me barrió de la cabeza a los pies.

―Te ves mejor.

―Me‖ siento‖mejor.‖No‖m{s‖ esa‖ fea‖muleta.‖―Levanté‖ y‖ bajé‖mis‖manos―.‖

Ves.

Su mirada permaneció en mi camiseta mientras ésta se estiraba a través de mi

pecho.

―De‖acuerdo.‖No‖fea.

Perdí la lucha por no ruborizarme.

―¿Cómo‖me‖encontraste‖aquí?

―Siempre‖ te‖ encontraré‖ ―contestó‖ con‖ una‖ sonrisa‖ pícara.‖ Levantó‖ la‖

muñeca‖ para‖ echar‖ un‖ vistazo‖ a‖ su‖ pesado‖ reloj‖ de‖ plata―.‖ Es‖ temprano.‖ ¿Te‖

gustaría dar un paseo conmigo?

Extendió el codo vestido con esmoquin. Me encontré aceptándolo. Un

encantador Vane era imposible de rechazar. Caminando en jeans y camiseta con un

chico en ropas de etiqueta nos hizo sorprendentemente llamativos, pero encontré

sencillo ignorar las ocasionales miradas raras de los transeúntes. Me llevó a la

primera pintura de la serie. Leí una placa cerca de la pintura.

―En‖la‖Visión,‖una‖monja‖de‖toga‖blanca‖sostiene‖un‖niño,‖Galahad.‖Un‖{ngel‖

hace una visita. El ángel lleva una paloma, un incensario de oro, y el Grial debajo

de un velo rojo. ¿Qué es un incensario?

―Contiene‖ incienso‖ ardiendo.‖―El‖ brazo‖ que‖ tenía tomado por el codo se

apartó y una palma caliente fue depositada en mi espalda a cambio.

Luché por concentrarme mientras caminamos a la siguiente pintura. Mi voz

tuvo un ligero ondular a medida que leía la siguiente pintura.

―El‖ Juramento.‖ Las‖monjas‖ llevan‖ a‖Galahad‖hacia‖ Sir‖ Lancelot‖ y‖ Sir‖ Bors,‖

quienes abrochan espuelas sobre él.

―Lo‖preparan‖para‖su‖viaje.‖―El‖doppelganger de Matt se acercó.

Demasiado consciente de su proximidad, intenté ignorar la dulce y limpia

brisa de su aliento cuando trazó las curvas de mi oreja. Finalmente, no pude

soportarlo. Me alejé y caminé a la siguiente pintura. Se rió detrás de mí. Me incliné

para leer la siguiente placa.

―En‖la‖Mesa‖Redonda, los líderes del reino de Arturo están sentados en una

mesa llena con un solo asiento vacío cuando el palacio se impregna de luz y

Galahad entra con un anciano para tomar el asiento vacío.

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―El‖ puro‖ de‖ corazón‖ es‖ encontrado‖ ―dijo‖ el‖ doppelganger de Matt con

suavidad.

Puro de corazón. Me detuve en esto. Vane una vez había dicho que solo el

puro de corazón podría sacar Excalibur. También, la pintura parecía familiar. Al

igual que el tapiz en la sala del Consejo de Seguridad de la ONU. Fui a la cuarta

pintura.

―En‖ la‖Partida, los caballeros asisten en masa con Galahad, quien ahora es

un caballero.

El doppelganger de Matt se quedó mirando la pintura.

―Me‖parece‖como‖si‖estuvieran‖esperando‖en‖el‖altar.

―En‖el‖Castillo‖del‖Grial,‖el rey Pescador, el rey del Grial, ha sido herido por

un acto de amor ilícito y se encuentra bajo un hechizo. Aunque el Grial aparece

frente a ellos, no pueden verlo. Hasta que Galahad, el caballero más inocente llega.

Él ve a una doncella con un Plato de oro, dos caballeros con candelabros, un

caballero sosteniendo una Lanza sangrienta, y el portador de la Copa. Galahad

debe preguntar qué indican estas cosas. La primera vez, no lo hace, y el Castillo

sigue sufriendo en silencio. En su segunda visita, muchos años después, hace las

preguntas y finalmente es recompensado.

Tracé la pintura en el aire.

―El‖ plato‖ de‖ oro,‖ ¿no‖ se‖ parece‖ al‖ sol?‖ Es‖ un‖ círculo‖ dorado.‖ La‖ lanza

sangrienta es el tridente del rey‖ Pescador.‖ La‖ Copa…‖ ya‖ sabemos‖ que‖ es‖ la‖

manzana…

―¿Lo‖sabemos?‖―dijo‖el‖doppelganger de Matt.

―Est{‖bajo el velo rojo en la primera pintura. Rojo para manzana.

―¿Y‖los‖candelabros?

Entrecerré los ojos hacia la pintura.

―¿Los‖candelabros‖no‖significan‖luz‖divina?

Calmos ojos de océano se fijaron en mí otra vez.

―Luz‖divina‖o luz‖celestial…‖¿un‖símbolo‖de‖Cronos?

Fruncí el ceño.

―Sin‖embargo,‖¿qué‖nos‖dice‖todo‖esto?‖¿Por‖qué‖estas‖pinturas?

―Las‖pinturas‖no‖son‖el‖objetivo.‖Es‖la‖historia‖que‖est{n‖contando.‖Ha‖sido‖

dicha‖una‖y‖otra‖vez,‖y‖otra…‖por‖alguna‖razón.

Incliné mi cabeza para ver la línea dura de su mandíbula.

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―¿Decirnos‖qué?

―Tenía‖la‖esperanza‖de‖que‖lo‖hubieras descubierto a esta altura.

―He‖estado‖inconsciente‖la‖mayor‖parte‖de‖la‖semana.

―Una‖excusa‖patética‖―dijo‖inexpresivo.

Le saqué la lengua.

―Haz‖tu‖propio‖trabajo-

Antes de saberlo, fui tirada hacia él. Mi lengua capturada por su boca en un

beso salvaje. No duró mucho. Un sonoro ejem de un anciano hizo que lo apartara,

a pesar de ser cegada por mi propio anhelo.

―¿Quieres‖ir‖a‖comer?‖―dijo.

―Uh‖―fue‖todo‖lo‖que‖conseguí‖contestar.

―La‖biblioteca cerrará en cinco minutos, por favor lleven sus selecciones al

escritorio‖de‖recepción‖―entonó‖una‖voz‖por‖encima‖de‖nosotros.

―Es‖m{s‖tarde‖de‖lo‖que‖pensé.‖―Agarró‖mi‖muñeca‖y‖me‖llevó‖fuera‖de‖la‖

galería. Esquivamos a unos cuantos paseantes lentos en las escaleras.

Fue voluntariamente hasta que alcanzamos el nivel del entrepiso.

―Espera,‖¿a‖dónde‖me‖est{s‖llevando?

―Hay‖un‖baile.

Me detuve.

―No‖tengo‖vestido.

Me tiró hacia adelante.

―Est{‖en‖la‖limosina.

Me le quedé mirando.

―Contrataste una limusina.

―Tú‖lo‖pediste.

Me mordí el labio. Esta no parecía la idea más brillante. Bajo su fino traje y

glamour civilizado, un monstruo indómito se escondía.

Nunca tuve oportunidad de negarme. El doppelganger de Matt me llevó a

través de un balcón abierto subiendo las escaleras al primer piso. Me dejé llevar

aún debatiendo la cuestión. Lo hice hasta que alcanzamos el frente del edificio y mi

mente reaccionó. En el patio, un niño se alejó de su familia y se hundió en la marea

de personas. Ellos lo rodearon, separándolo de su familia. Su rostro se arrugó para

dejar escapar un gemido. Me moví para llegar hasta el niño, pero el doppelganger

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de Matt me llevó hacia adelante. Si no hubiera estado tan pendiente de él no

hubiera notado el leve movimiento de su mano. Una brisa sutil partió la multitud

de personas, creando un camino claro entre el chico y sus padres quienes lo

buscaban frenéticos. El padre fue quien lo vio primero y corrió hasta su hijo con un

grito alegre.

―Deja‖ de‖ perder‖ el‖ tiempo ―me‖ dijo‖ el‖ doppelganger de Matt de forma

brusca y me llevó hacia afuera. No dije ni una palabra cuando salimos del edificio.

Incluso no me di la vuelta para irme hacia el subterráneo. Una limusina blanca

daba la vuelta en una curva para encontrarnos, el doppelganger de Matt no esperó

por el conductor. Abriendo la puerta, me metió. En la limo, me tendió un

sándwich envuelto―. Come.

―No‖puedo‖ir‖al‖baile… ―Contigo, Vane.

―No‖te‖preocupes.‖Te‖ves‖bien.‖Tienes‖una‖cita‖en‖el‖salón‖en‖unos‖cuantos‖

minutos.‖ ―Tomando el sándwich de mis manos, lo desenvolvió y puso el pan

debajo de mi nariz―. Es tu favorito.

Lo era. Hummus y pepino en trigo. Mi estómago rugió, recordándome que

me había olvidado de desayunar. El aroma de pepinos frescos me llevó de vuelta a

Sri Lanka por un segundo. Matt me había alimentado solamente bajo protesta.

Tomé una mordida de sándwich, sabía caliente y dulce y recién hecho.

―¿Cómo‖lo‖supiste?

―No‖es‖difícil‖recordar‖un‖s{ndwich‖―dijo‖secamente.

Tomé otra gran mordida.

―¿Tú qué comerás?

Dientes blancos brillaron brevemente.

―Ya‖comí.‖Algo‖m{s‖sustancioso‖que‖la‖comida‖de‖ciervo‖que‖a‖ti‖te‖gusta.‖

―Te‖gusta‖el‖ciervo‖―comenté.‖Afilados‖ojos‖cafés‖se‖posaron‖en‖mí,‖y‖me‖di‖

cuenta que había cometido un desliz. Me pregunté si a Matt no le gustaba el ciervo.

El ciervo estaba en los recuerdos de Vane. Me golpeé mentalmente. Mantener la

farsa era difícil, pero no estaba lista para confróntalo. No aún. Estaba disfrutando

teniendo a Vane sin el peso extra. Ambos necesitábamos que la mentira continuara.

Señalé hacia tres gigantes, cajas blancas que reposaban en el asiento opuesto

de la limo.

―¿Qué‖hay‖dentro‖de‖las‖cajas?

La estrategia funcionó o él dejó que lo hiciera. Respondió:

―Tus‖vestidos.‖

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―¿Vestidos?

―Tres‖de ellos. No sabía qué color preferirías.

Él me consiguió tres vestidos porque no sabía qué color preferiría. Me tomé

un minuto para absorber esto. Terminé el sándwich en unas cuantas mordidas.

―¿Puedo‖ver?

Una mirada escéptica barrió por las migajas que había esparcidas en mi

camiseta. La limosina se detuvo. Ordenó:

―Vamos.‖Puedes‖mirar‖los‖vestidos‖dentro.

El salón estaba escondido en la parte baja de un edificio de ladrillos café.

Dentro, los elegantes pisos de mármol zumbaban con energía mientras la noche del

sábado se acercaba. Tomó cuarenta y cinco minutos hacer el peinado y el

maquillaje. El doppelganger de Matt pasó la mayor parte de su tiempo pulsando la

pantalla de su teléfono.

―¿Qué‖es‖tan‖importante?‖―le‖pregunté.

―El‖fin‖del‖mundo‖―bromeó‖sin‖levantar‖la vista de la pantalla―. He estado

tratando que algunas cosas caigan en su lugar por días y parece que todo se está

uniendo hoy.

―Todo‖ sucede‖ de‖ golpe.‖―Me miré en el espejo mientras la estilista estiró

mis pestañas al doble de su tamaño―. ¿Tienes que irte?

Una parte de mí quería que se fuera. Una gran parte de mí, la parte egoísta,

rogaba por una noche de normalidad. Quería estar con él y me dije que una noche

sería suficiente.

Él no tuvo tiempo de responder. La estilista bajó su cepillo y me giró para

mostrarme.

―Es‖una‖princesa.

La cabeza del doppelganger de Matt se alzó. Sus ojos cafés de tormenta

repararon en mí y se ampliaron.

―Sí,‖lo‖es ―murmuró.

Resistí el impulso de deshacer mi peinado.

―Quiero‖ver‖los‖vestidos.

Él sonrió. La maquillista nos llevó hasta un gran vestidor que se encontraba

detrás del edificio. El doppelganger de Matt me siguió.

―No‖voy‖a‖salir‖corriendo‖por‖la‖puerta‖trasera‖―murmuré.‖Debería de haber

pensado en eso.

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―Necesitar{s‖ ayuda‖ para‖ abotonarlos‖ ―replicó‖ inocentemente―. Aún te

estás recuperando.

―Me‖las‖arreglaré.‖―Cerré la delgada puerta del vestidor en su cara.

Las tres cajas estaban apiladas de forma ordenada sobre un banco. Abrí la

primera. Un coqueto vestido de gasa de un profundo color verde, del mismo color

del chaleco de Vane, estaba esperando dentro. Me lo probé, disfrutando del corto

dobladillo que terminaba justo en las rodillas. La siguiente caja contenía un

igualmente impresionante vestido blanco con top corsé y una ondulante falda de

tafetán. Lo saqué, solo para admirarlo cuando me escuché tarareando

inconscientemente la marcha nupcial.

Alcé la tapa de la última caja y traté de no jadear. Con cuidado, deslicé la

delgada tela sobre mi cabeza. Un bajo escote adornado con oro resaltaba las líneas

de un vestido de cintura alta de color púrpura. La suave seda de satén hacía una

falda recta. El dobladillo, también adornado con hilos de oro, llegaba justo por

encima de los tobillos. Abrí la puerta del vestidor y me encontré con los ojos de

Vane. Se sentó en una silla de metal justo afuera.

Alisé la mano por el frente.

―Es‖hermoso

―Púrpura‖imperial‖con‖un‖ribete‖de‖oro.‖―Guardó su teléfono en su bolsillo

y caminó hacia mí―. ¿Por qué este?

―Me‖ recuerda‖ a‖ ti‖ ―dije‖ simplemente. Al real tú. Aquel de quien he estado

viendo pedazos y piezas de viejos recuerdos. Aquel que me pidió que lo eligiera.

―¿Lo‖hizo?‖―Deseo brilló en sus ojos, pero no me tocó. Sus puños estaban

cerrados como si no se atreviera. Fue cuando me di cuenta que él ya se había

cambiado en un chaleco morado a juego. Fruncí el ceño―. ¿Cómo lo supiste?

Toqué el Ojo de Dragón. ¿Había estado espiando sin que me diera cuenta?

―Tuve‖un‖presentimiento‖―respondió‖enigm{ticamente.

Alcé una ceja.

―¿Así‖que‖me‖estabas‖probando‖con‖los‖dem{s‖colores?

―¿Acaso‖importa?‖Siempre‖aciertas.‖

No lo hice en el laberinto. Con mi garganta seca, dije:

―Este‖vestido‖no‖grita‖“Debajo‖del‖mar”.‖―Sino más como emperatriz romana.

En lugar de responder, el doppelganger de Matt entró al vestidor y regresó

con una máscara de oro con un curvo patrón de escamas por un lado. Reí.

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―¿Y‖la‖tuya?

―Tengo‖una‖similar‖y‖un‖tridente.

Sabía que lo tenías. Tomé la máscara y me la puse. Me miré en otro espejo fuera

del vestidor. La máscara casi oscurecía completamente mi cara. El doppelganger

de Matt se paró detrás de mí y, por un momento, nos quedamos juntos, ambos

perdidos en una imagen que no reflejaba a ninguno de nosotros. Debería haber

sido aleccionador, en lugar solo era libre.

De detrás de su espalda, el doppelganger de Matt sacó unas sandalias con

tiras de oro y me señaló una delgada silla. Me senté y levanté el dobladillo de la

falda. Arrodillándose, sus cálidos dedos rozaron mi piel mientras amarraba las

correas a mis pies. Encajaban perfectamente, por supuesto.

Miré hacia su cabeza agachada. Quería decir algo, pero el momento era

demasiado delicado para las palabras. Entonces, miró arriba hacia mí. Sus manos

aún sostenían uno de mis pies. La falda se soltó de mi mano, y desde lo más

profundo de sus tormentosos ojos brillaban todas las emociones que no podía

enterrar, la luz de su alma que no se podía desvanecer y rogaba por perdón.

Desde ese momento, estuve atrapada. Capturada bajo su hechizo, me

encontré siendo atrapada profundo en la noche. La limo nos llevó más allá de

Fenway Park hasta el histórico Back Bay. La oscuridad descendió sobre la ciudad

para el momento en que nos detuvimos en el hotel Boston Palace. Ubicado a un

lado del hotel, el salón de Baile Imperial daba a un lago en forma de frijol,

enmarcado por sauces llorones. Quinientos o más chicos se encontraban dentro

del salón con una cúpula majestuosa. Un fotógrafo tomaba una foto de nosotros

frente a una pintura de tamaño real de un barco pirata con las velas ondeando.

Luces estroboscópicas azules, verdes y amarillas brillaban frente a las

lámparas de cristal. Dos escaleras curvas llevaban al piso de arriba, donde los

chicos se inclinaban sobre un balcón estilo imperial sobre un segundo piso. Desde

el piso hasta el techo las ventanas mostraban un cielo azul oscuro del otro lado. Del

otro lado, adornos del mar, ninfas marinas y sirenas de grandes ojos negros se

alineaban en la pared. (Después de saber todo de ellos, las imágenes me hicieron

sonreír). Mesas circulares cubiertas con centros de mesa de lino blanco y cristal,

exhibían anemonas de mar de color rosa y púrpura.

La mitad de los chicos traían mascaras. La otra mitad no. En mi aturdimiento,

apenas y noté a la multitud. Sonreí y saludé con la mano, sin tener idea de quién

era quién. Amigos y enemigos, está noche, solo por esta noche, todos estaban

mezclados.

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En un gran escenario por encima de nosotros, la banda de un muy apropiado

nombre, Los Neptunos, tocaban su estridente música, y las letras gritaban que no te

detuvieras hasta que el mundo se parara. Vane me condujo al medio de la pista de

baile. Una risueña Christine y su cita bailaban en las afueras. Pude ver a

Ramanajan con uno de los jóvenes hechiceros que invadieron mi casa. Gia le dio a

Grey una sonrisa insinuante mientras se movían siguiendo el ritmo. Varios amigos

―Regulares, hechiceros y gárgolas―‖ formaban una multitud extraña, pero

ninguno se veía fuera de lugar. Su alegría me rodeaba.

Entonces, como si hubieran dado una orden, la música se hizo más lenta.

Y todo lo que pude ver era a él.

Bajo el parpadeo de una solitaria lámpara de araña, vi la actual cara de Vane

bajo la máscara. Yo había usado una máscara en el festival de música en

Glanstonbury. Nos habíamos besado por primera vez esa noche en un sótano lleno

de humo, rodeados de paredes salpicadas de sangre. Hoy, me sostenía en el medio

de un brillante salón de baile. Aun ahora, podía recordar claramente cómo me

había tomado en sus brazos esa noche llena de terror. Qué tan segura me sentía en

ellos. El hambre de ese primer tentativo beso y las promesas que surgieron.

Alrededor de nosotros, la canción susurraba acerca de dos almas destinadas a

encontrarse. La canción me arrulló en ese momento, suspendida del presente y del

incierto futuro, recosté mi cabeza contra su pecho. Mi mejilla presionaba la fría

seda de su chaleco. Escuché el firme ritmo de los latidos de su corazón. Y fue ahí

cuando entendí por qué el baile de graduación se había convertido en algo tan

importante para nosotros. Era algo acerca del último baile antes del último acto

presagiando el final de todas las cosas y el inicio de las nuevas.

Las palabras de Matt volvieron a mí.

Me inmovilicé en medio del baile. Las palabras sonaban en mi cabeza con

desesperación. Dime que no te has enamorado de él.

Pero lo había hecho.

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Traducido por Rivery y ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

Corregido por Jut

ierda. Me quité la máscara y me quedé mirándome en el espejo del

baño de chicas. Gracias al kohl negro, mis ojos parecían los de un

mapache, abiertos como platos. El brillo de labios extendido

engordaba mis labios, dejando un rosa pastel. Las manos me

temblaban cuando las apoyé en el mármol blanco y tomé respiraciones agitadas.

Dejé la sala de baile por un baño escondido, más cercano al vestíbulo. El ajetreo de

la música hacía vibrar los antiguos muros del histórico hotel, haciendo que cobrase

vida. Demasiada vida.

Lo dejé en el medio de la pista de baile.

Me había enamorado de él. En ese punto, lo admití. Lo que había estado

negando durante meses. Sólo tenía diecisiete años, no, dieciocho. No se suponía

que me enamorara. Amor verdadero. El tipo de amor que te cambia.

Lujuria, definitivamente. Atracción, es lo que pensé que teníamos.

Pero esto… él no. Vane no. Él no era el adecuado.

No quería ser destrozada.

Matt. No lo había creído cuando dijo las palabras. No me había atrevido. No

había estado preparada, y ahora, estaba en el mismo lugar. Dios, era horrible. En el

espejo,‖ mi‖ reflejo‖ hizo‖ una‖ mueca‖ y‖ respondió‖ con‖ una‖ burla‖ silenciosa,‖ “Estás

jodida”.

―Amo a Vane ―dije, esperando que sonase menos doloroso en voz alta.

―¿Tú qué?

M

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Mi cabeza se giró de un tirón hacia la entrada y quise hundirme en el suelo.

Matt entró. Maldije por la falta de una puerta. Sólo un muro curvado impedía la

vista desde el exterior. Vestía un esmoquin idéntico al de Vane, excepto por el

color de su chaleco y corbata. El amarillo Buttercup10 hacía juego con sus ojos

sobrios marrón-ambarinos. No necesitaba el cambio para distinguir quién era. El

león ardía en sus ojos, y aunque también lo amaba, no estaba enamorada. Él no

tenía el mismo poder sobre mí. No sentía como si cada aliento que tomaba era por

él. Él no podía destrozarme.

―Matt ―comencé y me detuve. No sabía qué decir.

Parecía a punto de explotar.

―¿Es cierto?

Me estremecí ante la mordacidad de su tono y murmuré:

―Sí.

―¿Se lo has dicho?

Preferiría comer uñas.

―¿Se. Lo. Has. Dicho? ―gruñó cuando no respondí.

―¡Por supuesto que no! ―espeté. Con un suspiro, me enfrenté a él―. Oye,

Matt, lo siento…

―Deberías decírselo.

Ha perdido la cabeza.

―¿Qué? ―dije.

―Era inevitable ―murmuró para sí.

Inevitable. Me quedé mirándolo. No lo entendía. A menos que…

―Tuviste una visión.

No era posible. Vane se había llevado su magia, pero conocía a Matt. Sus

hombros decaídos con el secreto, el peso del mundo presionando sobre él una vez

más.

Matt murmuró:

―No lo entenderás.

Lo que significa que hay algo que contar.

―¿Cómo?

Lo confirmó al cerrar los ojos. Después de un largo segundo, volvió a abrirlos.

10 Buttercup: Flor amarilla, en español se conoce como ranúnculo.

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―Tuve la visión hace mucho tiempo… poco antes de que Vane regresara de

Cartago. Yo acababa de liberar a Perceval. Pero nunca pensé que se haría realidad.

Nunca pensé que en realidad podría perder mi magia.

―Perder tus poderes era el desencadenante. ―Durante todo este tiempo, ¿ésa

era la verdadera razón por la que estaba tan enfadado conmigo? Porque

desencadené una sucesión de acontecimientos. Me tomó tres pasos llegar a él. Puse

mis manos sobre sus hombros―. ¿Qué has visto sobre Vane?

Matt se puso rígido.

―¿Qué te hace pensar que esto es acerca él?

Le di una mirada sesgada.

―Contigo, todo se reduce a él.

Matt se apartó de mí.

―No es cierto…

Agarré su brazo.

―Por una vez en tu vida, olvídate de trazar estrategias. Se trata de tu

hermano. Sólo dímelo.

―No se trata sólo de Vane. Se trata de todos nosotros. ―Los ojos de Matt se

desenfocaron cuando se quedó con la mirada perdida en algún lugar en el

pasado―. Sucedió después de que llegase de Cartago. La primera vez que lo vi.

Había cambiado tanto. A simple vista, ni siquiera me di cuenta de que era Vane

cuando Arthur localizó su pequeño campamento.

Los recuerdos de Vane se reprodujeron en mi mente.

―¿Y?

Los ojos ambarinos se centraron mí.

―Por eso quería desesperadamente encontrar la Copa de Curación.

Una copa que no existe. Presioné:

―¿Por qué?

―Me vi recuperar mi magia. No entendí esa parte de la visión hasta Chennai.

―Pero eso no es todo.

Tomó un mechón de mi cabello y lo enrolló alrededor de su dedo. Una

mirada de deseo suavizó sus agobiados ojos ambarinos. En voz baja dijo:

―Me vi matar a mi propio hermano, Ryan.

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Di un paso hacia atrás. El cabello se deslizó entre sus dedos. Enfáticamente

dije:

―Tú no harías eso.

―¿No? ¿Y si es la única manera de salvar a todo el mundo?

No tenía una buena respuesta. Él era capaz de hacerlo. Instintivamente, tomé

el Ojo de Dragón.

―¿Está aquí? ―preguntó Matt bruscamente.

―Te dije que podía bloquearlo. ―Creo. Sabiendo que estaba jugando un

juego peligroso, solté la piedra preciosa―. Describe la visión exactamente.

―Estábamos de pie en medio de un círculo. Todo a nuestro alrededor era

brumoso. El cielo parecía estar salpicado de fuego. Brillaba con todo tipo de

diferentes colores. Vane yacía en el suelo. Me arrodillé junto a él. Sus ojos brillaban

de color verde, pero él estaba enfermo. Vi la negrura desgarrando sus entrañas. Se

estaba muriendo. Tenía a Excalibur. Puse mi mano en su pecho, pero en lugar de

sanarlo, lo apuñalé. La magia fluyó dentro de mí más fuerte de lo que nunca la he

sentido y la devolví. A esto.

Matt sacó un móvil del bolsillo del traje e hizo clic en la pantalla táctil.

Mostraba a un círculo de piedras con trilitones de pie.

―¿Stonehenge? ―dije.

Él asintió.

―El Círculo de Cronos. Está destrozado, pero estamos tomando medidas

para reconstruirlo mientras hablamos. Desde tu visión del jinete, me di cuenta de

que la Dama nos estaba dirigiendo a las canteras que contienen el metal utilizado

para construir los trilitones. El gobierno las está explotando. La canción de la

sirena, el aria que escuchaste en Elysium, es lo que construye las puertas.

―Vane controla a las sirenas.

―Puedo replicar su magia usando el tridente del rey Pescador.

Le di una mirada escéptica.

―¿Cómo nos salvará reconstruir Stonehenge?

―Aún no lo sé. La Dama tiene un plan. Tenemos que averiguarlo. Pero esa

no es la parte que implica a Vane. Construir los trilitones no es suficiente.

Necesitamos energía para hacerlos funcionar…

―¿La manzana?

Matt negó. Con los labios apretados, su expresión se volvió sombría.

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―Hubiera pensado eso, de no ser por el jinete en el Ojo de Cronos y mi

visión.

―¿Qué es más poderoso entonces? ―Sabía la respuesta. No podía decirlo.

―Vane.

―¿Vas a reconstruir los trilitones en Stonehenge y luego vas a tomar sus

poderes para abrirlos? ¿Para qué?

―Voy a recuperar mis poderes.

Susurré:

―Vas a matarlo.

La mirada de Matt no vaciló.

―Sí.

―Te extinguirás.

Y yo los perdería los dos. Su expresión plácida me dio ganas de golpearlo.

Él continuó:

―El poder de Poseidón debe ser liberado de nuevo en el Círculo de Cronos.

Por eso fue dejado para que lo encontráramos. El Ojo de Cronos así lo confirmó

cuando el jinete blanco abrió las puertas. Ésa es la razón por la que la Dama quería

el poder para mí. Cuando llegue el momento, Vane no será capaz de hacer lo que

es necesario.

―¿Ser el chivo expiatorio? ―dije, casi gritando―. No sé por qué lo querría de

otro modo. ¿Por qué no buscaron otra manera?

―La Dama me ha estado entrenando desde que era un niño para ser el

hechicero más grande del mundo. Para esto. Así podría hacer esto.

―Tal vez la Dama está equivocada, Merlín. Tú elegiste no tomar el poder de

Poseidón en el laberinto. ¿Puedes por una vez no seguir el camino que crees que

está preparado para ti y hacer tu propio camino?

Él negó.

―¿Crees que no quiero? Pero no puedo correr ese riesgo. No lo haré. No con

tanto en la cuerda floja.

Quería lanzar algo.

―Vane tiene el poder de Poseidón y tu magia y no va ceder cualquiera de

ellos con facilidad. Mientras tanto, tú no tienes ninguno, Merlín, y ya que regalaste

Excalibur, yo tampoco ―declaré con certeza―. No podrías matarlo, aunque

quisieras.

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El frasco de veneno había desaparecido.

―No estaría tan seguro. Tú me diste la respuesta, ¿recuerdas?

Una ola amenazante de ácido se elevó en mi estómago.

―El Ojo de Cronos.

―Tú puedes acercarte a él. El veneno no lo matará, pero lo debilitará. ―Matt

sacó el Ojo de Cronos de su bolsillo y sostuvo el veneno para que lo agarrase―. Si

quieres salvar a todos, a todos tus amigos que están aquí esta noche… si quieres

salvar a tu familia, a las miles de millones de este mundo, vas a tener que hacer

esto.

Retrocedí lejos de él.

―¿Cómo puedes siquiera pensar en hacer esto?

―¡Se suponía que debía ser yo! ―Matt dio un puñetazo en la encimera de

mármol. Hice una mueca cuando el largo lavabo se tambaleó. El sonido retumbó

en el interior del pequeño cuarto de baño―. ¡Sólo yo! Cualquiera que tomara el

poder de Poseidón estaba destinado a morir. ¡Yo estaba destinado a morir!

Únicamente yo. ―Cerró la distancia entre nosotros. Su mano envuelta en mi

cabello―. Tú debías haber sido sólo mía.

Entonces, me besó. Con desesperación. Con rotundidad.

Fue la rotundidad lo que me dejó perpleja por un segundo. No me gustaba la

sensación de rendirme. Mi mente corría. Tenía que haber otra manera. Tenía que

encontrar otra manera. Me aparté de él, pero no lo suficientemente rápido.

―Me parece que he perdido mi cita ―dijo el doppelganger de Matt desde la

entrada.

Marilynn, haciendo de mi doble, nos miró boquiabierta al verdadero Matt y a

mí. Ella llevaba un vestido amarillo buttercup que hacía juego con el chaleco de él.

Morado se vería mejor, pensé. Ella dio al doppelganger de Matt una mirada ceñuda.

―¿Cuál de esos hechiceros te metió en esto? ¿Quién eres tú?

El doppelganger de Matt dijo secamente:

―Al igual que tú, yo soy el extra.

Mirándolo amenazadoramente, volvió su atención hacia mí.

―¿Qué estás haciendo aquí?

La ignoré. No podía apartar los ojos de aquellos ojos teñidos de verdes.

―Vane…

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―¡Vane! ―chilló Marilynn y prácticamente saltó al otro lado del cuarto para

esconderse detrás de Matt.

―Lo sabías ―dijo el doppelganger de Matt con una pequeña sonrisa.

Con el corazón en la garganta, me acerqué a él.

La sonrisa se tensó. Dijo:

―No creo que quieras acercarte a mí en estos momentos.

―Siempre supe que eras tú ―susurré.

La luz brilló en sus ojos.

―Francamente, eso lo hace peor.

Mientras luchaba por encontrar una respuesta, su móvil vibró con fuerza en

el incómodo silencio de la habitación. Lo sacó y se quedó mirando la pantalla

durante un segundo.

―Parece que nuestro tiempo se acabó. ―Sin dedicarme otra mirada, giró

sobre sus talones y salió del cuarto de baño de repente claustrofóbico, pero no

antes de que viera al monstruo que vivía dentro de esos ojos tormentosos.

Mierda. Di un paso para ir tras él.

Matt tomó mi brazo. Empujó el Ojo de Cronos en mi mano.

―Recuerda lo que está en juego, Ryan. No es el momento adecuado…

Con un giro rápido, me separé de él. Le devolví el ofensivo cristal con un

golpe, rechazándolo completamente.

―Si sigues esperando el momento adecuado, puede que nunca suceda. A

veces tienes que aprovechar al máximo el tiempo que tienes.

Me sumergí de nuevo en la fiesta tras un animal enojado, Vane. El pasillo

retumbaba con los fuertes bajos de la música. Desapareció en el salón de baile.

Corrí hacia la multitud y me detuve en el borde de la habitación, el latido de mi

corazón bombeando junto con la música frenética. Recorrí la multitud por su

rastro.

Toqué el Ojo de Dragón de mi cuello. Un chaleco púrpura brilló en las

escaleras bajo el torbellino de luces. Acorté por el medio de la pista de baile.

Zigzagueando y girando a través de la brillante seda y el satén que te invitaba a

dar vueltas salvajemente en la noche. A mi alrededor, la canción instaba a todos a

deshacerse de su ropa junto con sus inhibiciones. Había perdido las mías en el

primer baile.

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Me las arreglé a través de los bailarines hasta las escaleras de caracol. Las

yemas de mis dedos se deslizaron por el mármol frío de una elegante barandilla.

Subí dejando atrás cuerpos que no se apartaban, riendo, bebiendo y tambaleándose

precariamente en los lisos escalones. En el piso de arriba, los balcones curvos como

numerosos palcos de teatro daban a un mirón una vista completa de la

resplandeciente celebración de abajo. Con el Ojo de Dragón para guiarme, seguí los

pasos del monstruo por el largo entresuelo como lo había seguido una vez a través

del laberinto.

Me detuve cerca del centro de la hilera de balcones en uno abandonado. En

las sombras, más allá de una mesa circular con flores marchitas y el mantel

arrugado, sentí al animal al acecho. Caminé más profundamente en la oscuridad.

El balcón daba una vista amplia de la sala de baile de abajo, pero no vi a nadie en

las sombras.

Maldiciendo, me di la vuelta y corrí directamente a la pared del pecho del

doppelganger de Matt. Tomé sus brazos para no tropezar. Sus manos fueron a mi

cintura. Un rayo único de luz brillaba en su rostro, un rostro sólido. El aroma de

océano azul tormentoso me rodeaba y me atrapó en sus olas. La música

estruendosa de abajo se silenció y se hundió al fondo.

―¿Buscando a alguien? ―Se inclinó. Su voz retumbó en mi oído.

Mi cuerpo se volvió caliente y frío. Mis dedos se cerraron sobre él.

―Sólo a ti.

Color verde se alzó en sus ojos y el monstruo rugió.

―Sólo el malo.

Las mismas palabras que me dije. Sonaba más devastador cuando las dijo él,

y fue entonces cuando supe que me había equivocado. Puse mis manos en su cara.

―Sólo tú. Vane.

El monstruo me miró. Se extendió hacia mí.

Me resistí.

―Suelta el glamour, Vane.

Lo hizo. El doppelganger de Matt desapareció y las líneas duras del cuerpo

de Vane tomó su lugar. Mi boca se hizo agua a la vista de él, las líneas duras del

cuerpo de un guerrero. El luchador contra el científico. Sus labios se desplomaron

en los míos. Los dientes se separaron y su lengua se deslizó dentro. Su sabor,

dulce, de clara primavera, me abrumó. Me llevó a las sombras. Mi espalda se

reunió con la columna lisa que separaba a los balcones. Una mano enredada en mi

cabello y la otra a mi costado. El calor de su mano penetró la fina seda del vestido.

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Su lengua se hundió más profundamente en mi boca y él arqueó la espalda,

acercándome más contra él.

Su teléfono vibró con fuerza.

Me quité la ofensiva chaqueta que lo contenía. Cayó al suelo en un lío sin

sentido, el teléfono junto con ella. Mis dedos se apretaron en su cabello mientras

continuaba el beso. No sé cuánto tiempo pasó. Todo lo que oí fue música. Todo lo

que sabía era su aliento mientras nadaba en la marea del momento durante el

tiempo que la canción me lo permitiera. Él me empujó más profundamente en la

fría piedra de la columna. Su pierna se deslizó entre las mías.

Un carraspeo ruidoso finalmente nos trajo de vuelta a la tierra.

―Mi señor. ―Una voz vino desde algún lugar al lado de nosotros.

Vane arrancó su boca de la mía con un gemido.

―Tienes el peor sentido de la oportunidad, Leónidas. ―Se alejó de mí y se

volvió para enfrentarse a Leónidas, que se encontraba en las afueras de la pequeña

terraza circular.

―Usted dijo que le notifique de inmediato. ―Los ojos estoicos de Leónidas se

clavaron en mí. Podía imaginar lo que veía, un vestido arrugado, los labios

amoratados y más…

Nos miramos el uno al otro durante un segundo. Tomando dimensión el uno

al otro con desconfianza mutua. Ninguno de los dos olvidaría el foso de los

gladiadores. Vane tomó su chaqueta y me trasladó de nuevo a la luz. Me apoyé en

la barandilla del balcón y traté de recuperar el aliento.

Mirando más allá del calor de los bailarines, mi mirada recorrió las ventanas

a la fresca serenidad de la laguna exterior. Me calmé cuando vi una cara que no

debería haber estado allí. Bajo la tenue luz de las luces, vi una cara que había

esperado nunca volver a ver. Oliver. Una vez un candidato a Excalibur, ahora sólo

era un hijo que había asesinado a su padre.

Oliver estaba cerca de la laguna. Un grupo de sirenas con espadas en sus

manos le rodeaban. Giré de nuevo a Vane.

―¿Qué está haciendo Oliver aquí?

Un relámpago atravesó sus ojos. Su cabeza se dirigió a las ventanas y vio a las

sirenas afuera. Se acercó a mí en dos pasos. Su mano se deslizó alrededor de mi

cintura, apretando la curva de mi cadera.

―Lo siento, Ryan ―murmuró antes de volverme hacia el salón de baile.

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Magia verde envió una fuerte explosión a través de la sala abovedada. Hubo

un momento de silencio atónito cuando la música fue cortada.

―Grey Ragnar. ―La voz de Vane explotó a través del pasillo de repente

tranquilo. Puso su mano alrededor de la parte de atrás de mi cuello y me llevó

cerca de él en una marca de clara posesión―. Te necesitan en el exterior.

―¿Qué estás haciendo? ―le exigí.

―¿Entrenador Vane? ―Una chica del equipo de lacrosse gritó en

reconocimiento.

En la multitud debajo de nosotros, un joven hechicero apuntó hacia arriba.

―¡Vane!

―Consigan a Merlín ―alguien protestó.

Vane agitó la mano. La música llenaba el espacio de nuevo y ahogaba la

cargada charla. No podría disminuir la tensión repentina en la habitación. Los

estudiantes Regulares murmuraban entre sí en confusión.

Vane se volvió hacia mí.

―Ven conmigo.

Sacudí su mano, una esposa, de mi cuello.

―No lo creo.

Él levantó la mano y volvió la palma hacia arriba. Una pequeña bola de fuego

verde giraba con hambriento afán.

―Se trata de un salón de baile muy concurrido, Ryan.

Entrecerré los ojos.

―¿Me estás amenazando? Porque no lo creo.

Una mano se cerró sobre mi hombro desnudo.

―En realidad, todo el mundo lo hace menos tú. ―Vio al salón de baile. Verde

hielo llenó sus ojos―. Sugiero que lo creas.

Lo hice. La respuesta lo demostró, porque él me agarró del codo y me llevó a

la planta baja. No tomó mucho tiempo cruzar la pista de baile. La multitud se abrió

para nosotros sin ni siquiera darse cuenta, y salió de la habitación imperial hasta el

césped verde oscuro en el exterior.

Vane me dirigió al grupo de sirenas. Vestidos con pantalones y camisetas

negras, podrían haber pasado por un equipo SWAT. Excepto que su piel se teñía

de verde, dos hombres lucían orejas puntiagudas, e intensos tajos rojos, sus

branquias, se asomaban de debajo de sus cuellos. Vane ladró a su líder:

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―¿Lo tienes?

Leónidas, el descomunal príncipe sirena, dijo lentamente:

―Por supuesto. Es como usted pensaba, señor. Él estaba al acecho alrededor

del hotel. A la espera de un momento para estar a solas.

Leónidas levantó Excalibur. Di un grito ahogado. Mi brazo instintivamente

extendió la mano hacia la hoja, también se volvió hacia mí, buscando mi agarre.

Vane dio un paso en el medio y tomó la espada. Se volvió hacia mí con una

expresión impasible. Dejé caer mi brazo.

―¿Cómo Oliver tiene mi espada? ¿Por qué está suelto?

La frente de Vane se arqueó.

―Tu espada fue robada.

Fruncí el ceño.

―¿Lo dejaste robar Excalibur? ¿Lo dejaste escapar?

―Yo no lo dejé. Él lo hizo. Y yo estaba… ocupado en otra cosa. ―Ojos

impersonales viajaron sobre mis hombros desnudos hasta el escote. Mi cuerpo se

tensó por el frío vistazo.

Otras dos sirenas mantenían a Oliver a punta de espada. En el suelo yacían

varias gárgolas muertas. Vane se quedó mirándolos.

―La divergencia entre ellos se está intensificando. Rourke debió haber

declarado su heredero.

―Sabías que no podía ―le dije. Desde que Grey no se había transformado,

sólo Oliver era elegible para tomar el trono. Rourke no estaba a punto de nombrar

al hijo que le había envenenado como su sucesor.

―Es una lástima ―murmuró Vane.

―¡Yo soy el rey! ―gruñó Oliver. Se lanzó más allá de las sirenas hacia mí.

Rápidamente le sometieron. Uno presionó la punta de una espada en su pecho,

rompiéndole la piel.

―Deténganse ―dijo Vane―. Él sigue siendo útil.

No me gustaba el sonido de esa declaración.

―¿Útil cómo?

Oliver se echó a reír.

―Para reemplazarte, portadora de la espada. ¿Para qué más? Si te mato,

puedo reclamar Excalibur.

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―¿Es eso cierto? ―Los ojos verde sirena de Leónidas parpadeaban sobre mí.

Pude ver su percepción cambiar mientras miraba a Excalibur. Él me había

golpeado varias veces en el foso, si sólo no hubiera sobrevivido. Un destello de

magia verde saltó en el príncipe. Cayó de rodillas con un gruñido de dolor. La

espada de Leónidas voló a la mano de Vane. La puso sobre la cabeza inclinada de

Leónidas. La sangre formándose en el borde de la cuchilla.

Sin soltar Excalibur en una mano, Vane presionó la segunda espada en la

parte posterior del cuello del príncipe.

―Acuérdate de tu lugar, sirena.

Leónidas tomó aire pesado.

―Le pido perdón, mi rey.

Vane dejó caer la espada a los pies de Leónidas. Leónidas rápidamente la

agarró y se puso de pie.

Me enfrenté a Vane.

―Es por eso que me llevaste al baile. Para utilizarme como cebo.

Él se encogió de hombros.

―Sabía que él estaba al acecho. Una trampa es lo mejor cuando eres tú quien

la pone.

La había puesto, y yo había caído directo en ella. Mis manos se hicieron

puños a mis costados. La ira me recorrió.

―¿Y venir a la escuela? ¿Qué fue eso?

Sus labios se curvaron en una sonrisa melancólica.

―Un‖pequeño‖truco…

―Ryan.

Grey se acercó hasta la ligera pendiente de la sala de baile. Colin y un enorme

grupo de gárgolas tomaron su izquierda. A su derecha, Gia, con un vestido blanco

fluyendo, un grupo de gárgolas jóvenes, y un sorprendente número de asistentes

vestidos con trajes formales le flanqueaban.

Vane me miró. La hebra fina de un sauce llorón se abrió entre nosotros como

un péndulo. Una luz cruzó ojos salpicados con un verde más hostil. Él declaró:

―Sólo puede haber un rey.

Un rey Gárgola. Me puse fría.

―¿Qué estás haciendo, Vane?

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Mi corazón se hundió cuando el verde de sus ojos se intensificó. Dijo en voz

baja:

―Lo que tengo que hacer.

Hundí mis uñas afiladas en mis propias manos.

―No hay nada que tengas que hacer. Siempre ha sido tu elección.

Él inclinó la cabeza.

―Nunca lo he visto de esa manera.

―Vicarati ―dijo. Una brisa verde me cubrió brevemente. Traté de moverme,

pero encontré mi cuerpo bloqueado en su lugar. Hice una mueca. Al menos podía

mover mi cara. El Ojo de Dragón se calentó en mi cuello cuando empecé a luchar

contra el hechizo.

Vane rió ante mi insistencia. Alzando mi mano, la besó.

―Leónidas, mantén un ojo en ella. ―A pesar de que no me podía mover,

Leónidas me agarró del hombro y puso una espada en frente de mi estómago.

Empujó la mano en el vendaje debajo de la seda púrpura, enviando dolor punzante

hasta mi abdomen. Farfullé, lo único que podía hacer. Leónidas gruñó de

satisfacción por el sonido de mi dolor.

Vane se enfrentó a Grey con Excalibur en la mano.

―Necesito a las gárgolas, Ragnar. Estás en mi camino. El problema es que si

te mato, no estoy seguro de que las gárgolas entrarán en línea. Has hecho algunos

poderosos aliados. ―Sus ojos se posaron sobre Colin. Entonces se desplazó a las

gárgolas muertas junto a Oliver―. Por desgracia, su derecho al trono es más fuerte.

Él es descendiente directo de Rourke. Lo cual me deja una manera de resolver esto.

Vane torció un dedo hacia Oliver. Con un gruñido, Oliver se sacudió las

sirenas que lo sostenían. Caminó hacia adelante, transformándose en su cara de

gárgola, frente sobresaliendo y dientes alargados.

―Un duelo ―dijo Vane a Grey.

―No ―chillamos Gia y yo al mismo tiempo, en lados opuestos del campo.

Vane se enfrentó a las gárgolas.

―Él no ha cambiado. Pensé que lo haría después de que Rourke murió.

Todos pensamos que sí. Igual tú.

Colin y las gárgolas detrás de Grey cambiaron.

Gia protestó:

―No hay tiempo.

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―No, no lo hay. ―Vane apuntó hacia el cielo―. Las gárgolas tienen que

tener un líder. No sé cómo vamos a vivir a través de lo que viene, pero sí sé que las

gárgolas deben permanecer unidas. Ahora no es el momento para nosotros de

disentir. Si caen en una guerra civil, ninguno de ustedes va a sobrevivir.

―Tienes razón ―dijo Grey. Caminó por la ladera. Gia y Colin caminaron con

él.

Colin sacó un cuchillo. Pronunciando un pequeño mando, lo cambió a una

espada. Se lo entregó a Grey.

―Lo seguimos.

―No si yo gano. Entonces cederán ante mí. No tendrán más remedio.

―Oliver se rió junto a Vane. La naturaleza jerárquica de las gárgolas lo exigía.

Dolía físicamente rechazar una orden directa de su rey o incluso su líder del clan.

Era la desventaja de ser una bestia súper fuerte, casi indestructible.

Gia rechinó los dientes.

―Con mucho gusto te voy a matar. Eso resolverá el problema.

―No eres más que un cobarde, Oliver ―se burló Grey.

Vane alzó Excalibur. La cuchilla de la espada de metal reluciente brillaba en

la oscuridad, capturando la luz de la luna. Brillaba con sinuosa energía.

La espada más poderosa del mundo, y Vane se la dio a Oliver.

Oliver la tomó con una sonrisa alegre.

Por un segundo, simplemente no lo podía creer. Él nos había traicionado.

Verdaderamente me traicionó.

Mi estómago se revolvió. En señal de protesta y en negación.

Grey, también, se quedó inmóvil con el desarrollo inesperado.

Le rogué.

―Vane, no.

Vane me ignoró. Luché contra el hechizo de congelación. Desesperada por la

libertad. Desesperada por ayudar a Grey. Furiosa por la prisión forzada sobre mí.

Todo era una mentira. La esperanza que llevaba estaba basada en una creencia,

que él nunca deliberadamente nos hiciera daño. Esa creencia se hizo añicos en un

solo acto. Mentalmente, halé del Ojo de Dragón. Un brazo se liberó de la fortaleza

mágica de Vane. No fue suficiente.

Grité en mi cabeza:

Si él muere, nunca te lo perdonaré.

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La respuesta que volvió fue sucinta y ribeteada con tristeza.

Lo sé.

La tristeza hizo que fuese mucho más escalofriante. Las lágrimas picaban en

mis ojos y se derramaron. Una sinfonía fúnebre viajó desde el salón de baile para

envolverse alrededor de nosotros mientras la danza se apresuró a su fin. Bajo el

grito conmovedor de la luna, sabiendo que no había nada que pudiera hacer para

ayudarlo, vi a mi hermano ir a su muerte.

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Traducido por Apolineah17,

Fanny y Helen1

Corregido por ☽ ♏єl

spadas resonaban y chocaban una con la otra. Excalibur se movía con

una precisión implacable, pero Oliver no parecía descubrir la forma de

manejarla. Grey y Oliver lucharon intensamente, incluso para

habilidosos espadachines que eran. Ambos se atacaban entre sí con desesperada

determinación. Los dos sabían que no habría una segunda oportunidad. En un giro

sorpresivo, Grey golpeó a Oliver con su mano libre.

El poderoso golpe envió a Oliver tambaleándose hacia atrás. Grey golpeó a

Excalibur fuera de sus manos y él se cayó de rodillas. La espada de Grey se

balanceó hacia su cuello.

Oliver jadeó.

―Détente. Tú ganas.

Grey se detuvo justo en su piel.

Vane negó.

―Solo uno puede vivir, Ragnar.

―No‖soy‖un‖asesino.‖―Grey levantó su espada y retrocedió.

Oliver recuperó Excalibur.

―Grey,‖¡cuidado!‖―chillé en advertencia.

Un amuleto brillaba alrededor del cuello de Oliver. Una bola de fuego se

formó en su mano y la lanzó hacia Grey. Gia se lanzó hacia adelante y la bola la

golpeó directamente en el pecho.

E

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―¡Gia!‖―se‖encolerizó Grey mientras la atrapaba.

Los hechiceros entre las gárgolas se adelantaron. Grey empujó a Gia hacia

ellos y agarró la espada caída. Le gruñó a Oliver:

―Estás muerto, Oliver.

Algo cambió en Grey. La furia que lo había visto reprimir varias veces ardió.

La sombra de la bestia se deslizó sobre él mientras empujaba el cuerpo inerte de

Gia hacia Colin. Levantó su espada y se encontró con Oliver. Golpeó a Excalibur

lejos. Su espada se hundió en el estómago de Oliver. La retiró. Oliver cayó hacia

adelante y aterrizó sobre sus rodillas. Grey blandió su espada. Cuando lo hizo, su

rostro cambió. La bestia se hizo cargo. La frente de un cromañón sobresalió sobre

la suya y sus dientes se alargaron mientras se transformaba.

Congelada en mi lugar, observé a mi hermano convertirse en el rey Gárgola.

―Nadie‖ se‖ mueva.‖―Una voz surgió de entre las sombras más allá de la

pendiente.

Un par de segundos después, un contingente de soldados, alrededor de cien,

vestidos con cargos negros rodeó el estanque. Todos ellos sostenían largos rifles

negros. Robin y Frank, los dos espías, salieron de entre las sombras con Matt.

Entremezclados con los soldados normales había varios jóvenes hechiceros en ropa

de gala. Dos hechiceros y Marilynn, aún viéndose como yo, se apresuraron hacia

Gia. El alivio me atravesó cuando empezaron a curarla.

Sus ojos se dirigieron hacia la decapitación de Oliver.

Sin inmutarse por los soldados, Vane miró a Matt a los ojos.

―¿Nuevos amigos?

―Están un poco molestos contigo por matar al secretario de Defensa.

Vane se encogió de hombros.

―Qué conveniente para ti que yo haga todo el trabajo sucio, ¿no, Merlín?

―Porque eres‖tan‖altruista‖―dijo‖Matt―. ¿Qué estás pensando, Vane?

Vane miró la cabeza cortada de Oliver.

―Sabes que necesitábamos decidir esto. Esta noche resultó ser la noche en

que los destinos se deciden.

―No estoy‖hablando‖de‖las‖g{rgolas‖―dijo Matt.

―Lo sé ―contestó Vane.

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Los soldados se acercaron más. Vane los observaba con una mueca burlona

en sus labios. Matt agarró a Excalibur de donde había caído junto al cadáver de

Oliver.

Vane le hizo señas a Leonidas. Las sirenas se giraron hacia el estanque.

―Upari ―ordenó Vane, levantando la mano. Un fuerte viento sopló,

sacudiendo los árboles de sauce. Ráfagas aullaron por el pequeño claro, rodeado

por un alto bosque de edificios de gran altura. El agua en el estanque se agitó

salvajemente. Neblina se elevó mezclada con la magia de Vane para convertirse en

una espesa niebla de musgo verde.

―¿Qué‖est{‖haciendo?‖―gritó Robin.

―Creo que querrás ver el pequeño descubrimiento que he hecho. Tu secreto

ya‖no‖est{‖a‖salvo,‖hermano‖―dijo‖Vane‖a‖la‖ligera―. Lo traje aquí especialmente

para ti esta mañana. Tengo que decir que el accidente de gas para encubrir la

excavación fue jugado bastante bien por los Regulares. No creo que a la gente del

pueblo de Derbyshire le guste la reapertura de sus canteras después de todos esos

años de protestas. Tus amigos no son nada sino demasiado autoritarios.

Matt preguntó:

―¿Cómo lo descubriste?

Vane sacó la piedra vidente de su bolsillo y la sostuvo en alto.

―Convencí‖a‖un‖espía‖por‖mi‖cuenta.‖―Sonrió lobunamente hacia Robin―.

Su lealtad fue muy fácil de comprar. Algo acerca de sobrevivir al fin del mundo.

Con un gruñido, Robin dio un paso hacia él. Los soldados detrás de él

agarraron sus armas y las apuntaron hacia Vane.

―Espera‖―le dijo Matt a Frank, que le hizo señas a los soldados para que

esperaran.

Bajo la cubierta de niebla, un camión cargado de piedra metálica negra de

diferentes formas y tamaños emergió de la laguna. Vane dirigió las rocas con su

mano, sacándolas del agua y dejándolas caer sobre la hierba. Las sirenas

comenzaron a cantar. La conmovedora aria llenó el aire y aumentó el tono. El

sonido se volvió doloroso. Soldados, hechiceros y gárgolas por igual llevaron las

manos a sus oídos. Algunos cayeron de rodillas cuando la presión se volvió

demasiado agonizante.

El aria se elevó aún más. Las ventanas del salón de baile se agitaron y luego

se hicieron completamente añicos en una explosión estruendosa. Gritos y más

gritos siguieron mientras los pedazos de vidrio se desperdigaban. La mayor parte

de la explosión fue hacia afuera, directamente hacia nosotros.

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Mientras las sirenas seguían cantando, los bloques de piedra parecían

cambiar de estado y convertirse en gel. Tomaron la forma de un triliton, dos líneas

verticales gigantes y una losa horizontal. La estructura me recordó el Arco del

Triunfo en París, a una escala mucho más pequeña. Las losas verticales alcanzaban

casi dos pisos de altura, la horizontal era tan ancha como una portería de fútbol. La

canción se detuvo.

Una sirena llevó el tridente del rey Pescador y se lo entregó a Vane. Leonidas

fue por una bolsa de plástico escondida detrás de un sauce. La etiqueta decía

“Librería‖MIT”.‖Leonidas‖sacó‖una‖caja‖de‖metal‖del‖interior‖de‖la‖bolsa,‖la‖abrió‖y‖

levantó la manzana de oro.

Matt caminó hacia él, sosteniendo a Excalibur. Se detuvo cerca de mí.

―Devuélvela‖―le ordenó Matt a Leonidas.

Los soldados se pusieron de pie y dirigieron todas sus armas contra Leonidas.

Con una mirada aburrida, Vane envió una onda verde hacia la multitud. Los

soldados y Matt se quedaron congelados en su lugar. Leonidas le entregó la

manzana a Vane.

En una mano Vane sostenía la manzana y en la otra, el tridente. Golpeó el

báculo del tridente contra el suelo, y retumbó. Una grieta se formó en el suelo y se

extendió a lo largo del verde césped. Un tremor pasó por la zona. Los edificios que

nos rodeaban temblaron y se estremecieron. Todo se estremeció mientras el poder

del Agitador de la Tierra era invocado.

El triliton se estremeció, pero no pasó nada.

Vane golpeó el tridente en el suelo una vez más. La grieta se ensanchó.

Debajo de nosotros, la tierra despertó como un gigante dormido y gruñó. Las luces

de todos los edificios a la vista parpadearon y se apagaron. Con un grito, Vane

cayó de rodillas. El monstruo surgió.

Verde fluyó dentro de Vane, pero por un momento, la forma del toro se

solidificó. A nuestro alrededor, el mini-terremoto que estaba causando debajo de la

tierra se hizo más intenso. Los altos edificios se sacudieron con más fuerza y por

un minuto, tuve miedo de que pudieran derrumbarse. La gente salió corriendo del

salón de baile y del hotel. Se detuvieron para contemplar el imponente triliton y la

enorme grieta en el suelo que parecía extenderse desde él.

Bajo la luz de la luna, Vane brillaba como una batería cargada. El agua

coloreada de verde de la laguna se elevó en el aire y lo empapó. Se dirigió hacia el

triliton y tocó el espacio vacío. Tan pronto como lo hizo, el aire cargado crujió con

un rayo contenido. La puerta se abrió.

El poder de Vane menguó. Aunque agotado, el monstruo permaneció.

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―Ag{rrenlo.‖ ―Vane señaló a dos sirenas hacia Robin―. Leonidas, trae a

Ragnar.

―Vane‖―grité.‖Pensé‖para‖él: ¿Nos vas a dejar congelados?

A través del Ojo de Dragón, en mi mente, busqué a Vane. El monstruo me

envió volando de regreso a la realidad. En el suelo me di cuenta de que podía

moverme. Di un paso tambaleante.

Dos sirenas agarraron a un congelado Robin. Leonidas se llevó a Grey.

Los fríos ojos verdes del monstruo me observaron. Sostenía casualmente la

manzana en su mano.

―Parece que tengo que irme, amor.

―No‖ lo‖ creo.‖ ―Me moví para quitarle Excalibur a Matt, que permaneció

congelado a solo un metro de distancia de mí. Cuando mi piel rozó la suya, Matt

extrajo del Ojo de Dragón.

―Anuzyayati ―murmuró él.

Me tambaleé, aturdida momentáneamente mientras el poder fluía del

amuleto y el hechizo de congelación se rompió a través de la multitud. Dentro de

mi cabeza, el monstruo hizo un sonido infeliz.

Agarré a Excalibur de Matt.

Con ojos sombríos, Matt sacó el Ojo de Cronos. Parpadeé, pero mis manos se

cerraron a su alrededor. Palmeé el pequeño cristal y lo dejé caer en la parte

superior de mi vestido.

Vane y las sirenas estaban a unos pocos pasos de la puerta. Dos sirenas

estaban al frente, sosteniendo a Robin. Corrí hacia ellos. Matt me siguió. Las dos

sirenas fueron hacia adelante. Vane tomó un paso hacia la niebla. Lancé a

Excalibur en su hombro, el lado que sostenía la manzana. Con mi exactitud, la hoja

se hundió en él y la manzana se tambaleó. Dejó caer el tridente para agarrar la

manzana. Vane cayó a través de la puerta. Matt recogió el tridente.

Alcancé a Leonidas, que era el último. Cargaba a Grey sobre su hombro.

Agarré los pies de Grey mientras Leonidas entraba en la niebla. Lo tiré a través de

la puerta. Grey cayó al suelo. Una mano me atrapó y me jaló en su lugar.

Cayendo, me encontré en el otro lado. Aterricé duro en un césped bien

cortado y caí en mi estómago directamente encima de Leonidas. A nuestro lado,

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Vane sacó a Excalibur de su hombro con un gruñido de dolor. Cayó a mi lado.

Rodé fuera de Leonidas para agarrarla.

Pájaros mañaneros piaban mientras Apolo cabalgaba su carroza para traer el

amanecer.

Otro triliton estaba detrás de nosotros. Entre sus columnas ya no había luz.

La puerta se había cerrado.

Instantáneamente reconocí dónde estaba.

Edificios se extendían alrededor de un rectángulo del tamaño de un campo

de fútbol, todos conectados por un muro de piedra gris de tres metros. En un

extremo, había una llanura señorial. En el otro extremo, una larga torre

puntiaguda, hermosas ventanas color rosa y marfil estaban pegadas a una

majestuosa catedral medieval que brillaba suavemente con el rocío de la mañana.

Detrás del triliton, una larga fuente con varias cabezas de león chorreaban agua.

Estaba de vuelta en la preparatoria Avalon. Estaba en la fortaleza de Vane.

Sirenas y hechiceros comenzaron a desplazarse a la plaza por la repentina

aparición de los recién llegados. Leonora salió corriendo de entre ellos y casi

tropezó con su vestido blanco griego. Se detuvo entre Vane y Leonidas. Sus ojos se

agrandaron por la herida de espada de Vane. Se movió para sanarlo, pero él la

despidió con la mano.

Le entregó la manzana y se dirigió hacia mí.

Un verde glacial todavía coloreaba sus ojos y se arrodilló a mi lado.

―¿Ya me extrañabas?

Mi mano se apretó sobre Excalibur. Me lancé hacia él. Los ojos de Vane se

agrandaron antes de que lo tirara y me pusiera a horcajadas arriba de él. Llevé a

Excalibur sobre él. De todos modos, la hoja nunca llegó cerca. Magia verde dobló

mis muñecas hacia atrás y dejé escapar un jadeo de dolor. Su magia esposó mis

manos en el aire en un agarre de acero invisible.

―Est{s‖enojada‖―dijo.

―¿Qué razones podría posiblemente tener? Usaste el baile para seguir a

Oliver.‖ Me‖ usaste‖ para‖ llegar‖ a‖ Grey‖ ―espeté―. Dejaste a Gia yaciendo en el

campo, muriendo.

Había cruzado la línea que jamás creí que cruzaría.

―Le‖diste‖a‖Excalibur‖a‖Oliver‖―gruñí.

―Era‖necesario‖―respondió sin disculparse.

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Mi interior yacía en ruinas mientras se levantaba en frío aislamiento,

completamente inafectado por lo que pasaba con los simples mortales.

Te odio, susurré en mi cabeza.

Lo superarás. Llegó la calmada respuesta.

Dejé caer la espada, con la esperanza de que se enterrara en su pecho. No lo

hizo.

Con la arrogancia de un dios, simplemente me disparó un hechizo de sueño y

tiró a Excalibur a un lado.

Vane se sentó mientras me lanzaba hacia adelante. Puso una mano bajo mis

rodillas y se levantó mientras me seguía sosteniendo. Mi cabeza se dejó caer sobre

su pecho.

Leonidas empujó a Robin hacia adelante.

―¿Qué quieres hacer con él?

―Libéralo‖ ―respondió Vane. Moviéndome, sacó la piedra vidente de su

bolsillo‖y‖ se‖ la‖ lanzó‖a‖Robin―. Regrésala a tus superiores. Diles que perdieron.

Merlín ya no puede ayudarlos. Es tiempo de admitir que el mundo está perdido.

La criptica declaración fue todo lo que escuché antes de que mis ojos se

cerraran.

Soy Vane, me dije y pedí por fuerza.

Mi pesadilla se acercó. La colina parecía temblar con cada paso que él daba.

Me tensé. Ojos amortiguados recorrieron el campamento hasta que encontraron a

Sergius.

Septimus suspiró.

―Me has dado la razón de nuevo. Si quieres que se haga algo bien, debes

hacerlo tú mismo.

Me empujé sobre mis rodillas.

―No voy a ir contigo.

―No estoy‖aquí‖por‖ ti.‖―Septimus sonrió, una sonrisa muy diferente de la

lasciva que usualmente me daba. Esta sonrisa era calmada, ni amistosa ni

antipática, pero en el borde sentí una peligrosa inclinación. La tierra tembló bajo

sus‖pasos.‖Sudor‖nervioso‖bajó‖por‖mi‖espalda…‖algo‖que‖nunca‖había‖ sucedido‖

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con Septimus. Lo que fuera que estuviera de pie frente a mí, me di cuenta, no era

Septimus. Dudaba que fuera un hombre en absoluto.

―¿Quién‖eres‖tú?‖―me atreví a decir.

Los labios de Septimus se curvaron en una sonrisa fría. Sus ojos brillaban con

un verde furioso.

―Estás en lo cierto. El verdadero espíritu de este cuerpo ya ha cruzado

reinos. Simplemente lo tomé prestado. Sin embargo, estoy decepcionado. ¿Ya me

has olvidado, Vane? ¿No te he tratado siempre como a un hijo favorito?

El sudor en mi espalda me heló la piel hasta el hueso. No podía decir el

nombre en voz alta. No me atrevía. Poseidón.

Se dirigió hacia la pequeña princesa y la levantó.

Era la única cosa que podría haber hecho que me hiciera reaccionar.

―¿Qué quieres de ella?

Poseidón me miró con diversión.

―Haces muchas preguntas. Voy a perdonar tu impetuosidad ya que me has

servido bien. Encontraste a la pequeña, pero su destino no reside en este lugar.

Me quedé mirando a la princesa.

―¿Es tuya?

Poseidón se rió.

―No, no es mía. Dejo esas cosas a mi hermano.

Tragué saliva.

―¿Ella es una de ustedes?

Él negó.

―Una simple mortal con solo un toque de lo divino y, por lo tanto,

totalmente vulnerable. Quise que la gárgola la protegiera, pero parece que elegí

mal. Admito que hemos permitido que sus números disminuyeran, pero tal vez

con los tiempos oscuros que vienen, van a tener espacio para florecer de nuevo.

―Los ojos verdes brillantes se fijaron en mí. Su voz trinó con poder reprimido

mientras‖exigía―: Ahora, ¿dónde están las manzanas?

Incapaz de resistir la persuasiva voz, un don que siempre me gustó usar en

los demás y no disfrutaba siendo utilizado en mí, eché un vistazo a nuestros sacos

de dormir. Un latigazo de poder se levantó en el aire. La manzana rasgó a través

de la bolsa de oro escondida que enterramos y flotó ante nosotros. Poseidón la

arrancó desde el aire. Abrió la boca y una canción extraña llenó nuestros oídos.

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Salté cuando la tierra se abrió. Montones de tierra mezclada con piedra se

levantaron. La tierra volvió a caer, dejando solo las piedras. Poseidón las reformó

en una estructura de piedra azul de tres lados. Lo reconocí. Los Domnoni conocían

el círculo de piedra de los gigantes. Caer Sidi. El círculo de Saturno. El dios romano

Saturno, conocido por los griegos como Cronos. El monolito de piedra era uno de

los Círculos del tiempo de Cronos.

Poseidón agarró a la chica dormida y la metió en el hueco de su brazo.

―Es tiempo de que hagas tu viaje, pequeña.

―No‖―le grité en señal de protesta.

Sus ojos verdes se suavizaron.

―Ella no es para ti, Vivane.

Sus ojos hicieron un movimiento. Si yo no hubiera estado observando con

conciencia petrificada, si no hubiera sido entrenado para buscar todas las

debilidades, no me habría dado cuenta del leve movimiento de sus ojos que

buscaba a mi hermano. Merlín. ¿Qué podría mi hermano tener que ver con ella? Se

acababan de conocer.

―Ella tiene otro propósito. Debes dejarla ir. Mi madre ha escogido

―respondió Poseidón a la pregunta que no había formulado.

Sus palabras molestaban mi memoria manchada, pero no podía descifrarlas.

Sin embargo, por la forma en que lo dijo, supe que ya la había perdido.

―No‖te‖preocupes.‖―Poseidón inclinó la cabeza ante los cuerpos dormidos a

través de‖ la‖ colina―. Fuerza limitada permanece en mí, pero me aseguraré que

ninguno de ustedes la recuerde. Todos olvidarán hasta que el tiempo esté cerca.

Olvidarla. Ni siquiera tendría eso. Los trozos escasos de mi vida, sombras

sembradas junto con vínculos débiles y desesperada necesidad, volverían a ser

destrozados. No sabía si lo tenía en mí para soportar más. Dije con voz ronca:

―¿Por qué?

La mirada de Poseidón parpadeaba sobre el príncipe Arturo.

―Debido a que los hilos del destino se mantienen en delicado equilibrio. Solo

podemos interferir suficiente antes de que empiecen a desenredarse.

Él hizo un gesto con la mano hacia Sergius. El sonido desgarrador de hueso

rompiéndose llenó el aire mientras Poseidón desgarraba el cuerpo de Sergius.

Gotas de sangre flotaban en el aire. Levantó la manzana que absorbió la sangre de

la gárgola; el color dorado se puso rojo. Mezcló su propia energía con la sangre y

se dirigió a las piedras azules.

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―Un poco‖del‖monstruo‖y‖lo‖divino‖―murmuró.

Se acercó a las piedras azules y el aire vacío en el interior del monolito

parpadeó con un destello de luz. La luz se calmó y una profunda niebla apareció

en el umbral de piedra. A través del agujero que había abierto en el cosmos, vi el

amanecer de un cielo mañanero en una tierra lejana.

Poseidón se dirigió hacia la niebla.

Yo no lo entendía, pero sabía lo que estaba a punto de hacer.

Envié la magia a toda velocidad hacia él… la magia que sabía sería inútil

contra un dios. Sin embargo, no me importaba. Grité:

―¡Ella no es tuya!

Poseidón levantó una mano.

Fui volando de vuelta a la tierra. Un dolor desgarrador me atravesó con el

impacto y la pérdida. En los brazos de Poseidón, la pequeña princesa murmuró,

haciendo eco de mi grito silencioso, y se agitó. El movimiento hizo que Poseidón

avistara el brazalete serbal que había puesto en su muñeca. Por primera vez, sonrió

de verdad. Parecía aturdido, sin embargo no disgustado.

Él se echó a reír.

―Parece que ella ha elegido. Mi madre pudo haberte subestimado, hijo mío.

¿Quién sabe? Todo puede no estar tan perdido como parece hoy. Como dice mi

padre, las estrellas no están asignadas.

Puso un pie en la niebla. Le pregunté:

―¿Dónde vas a llevarla?

Poseidón observaba la niebla. En el truco de la luz, la expresión de su rostro

inhumano parecía casi nostálgica.

―A su casa. A Camelot.

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Traducido por Rivery, magdys83, Shilo, y Selene

Corregido por veroonoel

e desperté en un sofá dentro de la sala común de la residencia del

profesor.

De un conjunto de cuatro, era el único sofá que quedaba. La

sala común se había convertido en una especie de centro de mando. En lugar de un

piano, solo quedaba un banco. Leonidas estaba sentado en él y comía algo mientras

Leonora se paseaba delante de él. De vez en cuando, ella miraba de reojo a Vane.

Traté de no poner los ojos en blanco. Se había encaprichado con él en Aegae y al

parecer no se había suavizado. Más allá de ellos, dos sirenas practicaban técnicas

de espada en la esquina opuesta que sabía llevaba a los ascensores.

El sofá estaba colocado en el extremo de un rectángulo, junto con una mesita

de café. Más allá, dos filas de mesas largas sostenían las computadoras y se

extendían a lo ancho de la habitación. Varios hechiceros se inclinaban sobre diez

pantallas planas con una intensa concentración. Uno monitoreaba imágenes de las

noticias. Uno se desplazaba por los mapas de las calles de diferentes ciudades.

Algunos vigilaban lo que parecía ser la transmisión de seguridad de diferentes

personas. Vi a Matt en una pantalla.

En el otro extremo del rectángulo, Vane estaba sentado detrás de un enorme

escritorio. Una ventana tintada detrás de él difundía la brillante luz solar. No tenía

ni idea de lo que estaba haciendo y por el momento, no podía encontrar la fuerza

para‖exigir‖la‖respuesta.‖Todo‖dentro‖de‖mí‖estaba‖roto.‖Había‖perdido…‖otra‖vez.

Se había ido. El Vane que amaba se había ido.

Matt tenía razón. No lo había escuchado y había tenido razón.

―Está despierta ―dijo Leonora.

M

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La cabeza de Vane se alzó desde una pantalla de computadora. Dejó el

escritorio y cruzó el centro vacío del rectángulo hacia mí. No me moví. No podía.

Apenas estaba resistiendo. Se sentó en la mesa de café, sus ojos ya no eran verdes,

sino de un castaño normal.

―¿Sintiéndote más tranquila, portadora de la espada?

Portadora de la espada. Interiormente, me encogí más en mí misma.

Exteriormente, me obligué a sentarme. Mi estómago rugió.

―Tienes hambre. Te llevaré al comedor.

Después de desgarrarme en pedazos, ahora quería darme de comer. Quería

llorar, pero no tenía lágrimas.

―Prefiero morir de hambre antes que comer contigo.

Los ojos de Vane brillaron con fastidio.

Eso se está poniendo viejo.

Tienes razón.

Me puse de pie.

―¿Todavía tengo una habitación aquí?

―Siempre ―dijo.

No hice caso a la caricia en su tono. Di un paso hacia los ascensores.

Vane tomó mi mano.

―No te he dado permiso.

Traté de torcer mi mano para liberarla. Vane la sostuvo en un apretón como

unas esposas. Habiéndome enseñado a escapar de tal sujeción, también sabía cómo

no dejarme escapar. Inclinó la cabeza.

―¿Por qué?

Le respondí:

―Porque no quiero verte nunca más.

A su lado, Leonora dio un grito ahogado. Nos observó con una atención

ferviente. Leonidas me dio una mirada aburrida. Los hechiceros en las

computadoras nos miraban boquiabiertos. Vane los miró y rápidamente se

volvieron hacia sus pantallas.

―Porque me odias ―dijo en tono burlón.

Me quedé mirando sus ojos castaños fijamente, simplemente diciendo:

―Porque ya no me importa.

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Sus ojos parpadearon, un verde frío los cubrió de nuevo. Se puso de pie.

―Entonces, no te importará si hago esto. ―Tiró de Leonora y la besó. No fue

un beso suave o un discreto besito. Era un beso intensivo, boca-a-boca y sin tomar

un respiro. El Ojo de Dragón se calentó con su deseo y se apoderó de mí. Abrió la

puerta entre nuestras mentes. Deliberadamente la puso contra mí. Si cerraba los

ojos, nos habría visto de vuelta en el oscuro balcón. En su lugar, lo vi besarla.

El olor a rancio deseo llenó la habitación. Suyo. De ella. Mío.

Me puso enferma.

Leonidas, recuperándose de su shock momentáneo, saltó con un rugido. Se

lanzó hacia Vane. Vane lo golpeó lejos como un mosquito molesto, pero liberó a

Leonora. Ella lo miró con una expresión aturdida, los labios amoratados de la

misma forma en que imaginaba habían estado los míos apenas unas horas antes.

Los acalorados ojos de Vane se volvieron para encontrarse con los míos. Despidió a

Leonora con un gesto casual de la mano, desechándola tan fácilmente como un

pañuelo de papel usado.

La cara de Leonora se arrugó. Lágrimas saltando a sus ojos, corrió de la sala

común. En el piso, Leonidas se sentó con una expresión furiosa. Señalé a Leonidas

para que siguiera su dirección.

―Ve por ella, idiota.

Leonidas le dio a Vane una última mirada de indignación y se apresuró

detrás de ella.

―¿Cómo pudiste hacerle eso a ella? ―reclamé.

Elevó una ceja.

―Creía que ya no te importaba.

―No me preocupo por ti. ―Giré sobre mis talones, con paso airado―. No

vales la pena.

Salí al final del pasillo hacia el pequeño ascensor de la residencia. Apenas di

un paso adentro cuando el doppelganger de Matt se deslizó detrás de mí, una

figura corpulenta desplazándome dentro del pequeño espacio. Golpeó un botón y

la puerta se cerró con una sacudida detrás de él y el ascensor chirrió. Miré hacia la

parte posterior del ascensor y me rehusé a volverme.

Desafortunadamente no sirvió. Revestimiento de espejos alrededor de la caja

del ascensor me rodeaban con la imagen serena de Matt. El espejismo no me

engañó. Debajo de su civilizada expresión, no podía ocultar al monstruo. El Ojo de

Cronos se sentó pesadamente en mi pecho, dentro del vestido.

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El doppelganger de Matt me miró en el espejo.

―¿Merlín vale la pena?

―Sí ―respondí honestamente.

―¿Por qué?

Miré fijamente a su reflejo. El reflejo de Matt.

―No piensa que todo el mundo es una garantía. ―Blake. Gia.

Me escuchó. El doppelganger de Matt dio un puñetazo contra el panel.

Agrietó el espejo. Observé mientras su sangre caía de sus nudillos en el cristal del

espejo hecho añicos. Así era como me sentía.

―Eran una garantía. Y necesaria. Todo lo que he hecho ha sido necesario.

Miré el desastre rojo en el cristal.

―Necesario para ti.

―¡Estoy tratando de salvarte!

―Estás tratando de salvarte a ti mismo.

Rastrilló su mano limpia a través de su cabello.

―Veo que has empezado a creer en mi hermano.

―¿No está en lo correcto? Conseguiste todo lo que querías.

―Conoces la respuesta a eso mejor que nadie. ―Se apoyó en su mano

ensangrentada, excavando más lejos en el cristal quebrado―. ¿Cuándo he

conseguido algo que quería?

―Eso fue hace mucho tiempo. Estoy hablando de ahora.

―Nunca será suficiente. ―Su mano limpia tocó mi nuca. Su palma se aplanó

en la desnuda piel expuesta por el vestido sin mangas y un pulgar trazó a lo largo

de mi espina dorsal―. Porque solo hay una cosa que siempre quise.

Nunca entendería, había líneas que no cruzabas si quieres mantener tu alma.

Pregunté con voz ronca:

―¿Gia está viva?

―Lo está.

Podía oír la verdad en sus palabras. No mentía. Jugaba. Manipulaba, pero en

el fondo tenía integridad que no vacilaba. Sin importar lo que costara. Hacía más

fácil perdonarlo, pero no podía. Aun así, alivio se arrastró a través de mí.

Cerré mis ojos.

―¿Por qué Grey? ¿Por qué esta noche?

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―No elegí esta noche. Lo hizo Oliver. Simplemente anticipé que lo haría.

―Sobre mi hombro, miró hacia su propio reflejo―. En cuanto a por qué, el final

está cerca y vamos a necesitar a las gárgolas para hacer el viaje. Son fuertes. Los

quiero conmigo en el otro lado.

―¿Otro lado?

―Del portal.

―¿Qué‖ significa‖ eso?‖ Lo‖ que‖ le‖dijiste‖ a‖Robin…‖ ‖ ¿por‖ qué‖ est{‖ perdido‖ el‖

mundo?

En el espejo, la imagen de Matt arqueó su ceja.

―¿Merlín no ha revelado su secreto final? ¿Qué crees que significan los

trilitones?

―Dijo que estaba trabajando en eso. Tiene que ver con Stonehenge.

―El Círculo de Cronos es el vínculo principal, pero eso no es todo. No hay

una máquina secreta que nos protegerá de la Furia. Los trilitones son entradas,

como ya sabes. Viste mis recuerdos, Ryan. Merlín no lo ha admitido, pero es

tiempo que todos lo hagamos. No estamos salvando el mundo. Lo estamos

evacuando. ―Agregó el detalle que no quería oír―. No, no todos vamos.

Giré la cara hacia él.

―Explícate.

―Simplemente no hay tiempo suficiente. Solo podemos construir bastantes

trilitones. Portales. Ya que saliste del Ojo de Cronos, hemos estado luchando por

una cosa: el control de quién va. El control de los portales.

El elevador alcanzó la cima. La puerta se abrió. No salí.

―Hechiceros y sirenas ―respondí por él.

―Las gárgolas irán también ―añadió.

―¿Y todos los demás? ―dije

―Nunca iba a haber un todos los demás. ¿Por qué piensas que esto no se ha

hecho público? ¿Por qué crees que Merlín está trabajando con un grupo selecto de

gente? Hay un lista corta de quién está tomando este viaje. Una lista muy corta.

Me imaginé el baile. Cada una de los jóvenes rostros. La esperanza en sus

ojos. El futuro que estaba frente a ellos. Frente a nosotros. El futuro que estaba

siendo arrebatado. El jardín destruido.

La puerta trató de cerrarse. El doppelganger de Matt la mantuvo abierta.

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Pasé junto a él aturdida. Caminé hasta la mitad del pasillo, antes de que el

golpeteo en mis oídos me forzara a detenerme. El doppelganger de Matt salió del

elevador, pero no me siguió.

Me di la vuelta y demandé:

―¿Eso es lo mejor que pueden hacer? Tú y Merlín. Los mejores hechiceros en

el mundo con el poder de dioses que los respaldan. ¿Se supone que este es nuestro

gran destino?

Vane caminó unos cuantos pasos hacia mí. Sacó su teléfono y buscó las

imágenes de las pinturas de la biblioteca de Boston.

―¿Te acuerdas de estas? No tanto las pinturas sino la historia, y la clave es

trabajar hacia atrás. Hay cuatro objetos de importancia. Tres jugadores están en el

corazón de la búsqueda: dos caballeros y una damisela. Un caballero sostiene la

lanza. Otro caballero sostiene la copa. Juntos sostienen la luz divina. El único que

pruebe ser puro de corazón debe colocarse ante el altar. Los otros dos deben

asistirlo. El único atraviesa el altar con la ayuda del creyente y alcanza al ángel en

el otro lado.

―¿Qué hay en el otro lado?

―No importa realmente. El punto es que está lejos de aquí. Debemos cruzar

el altar para encontrarnos con el ángel en el otro lado. ―Señaló a la primera

pintura con la tela roja―. Lo que sea que está debajo de la tela provee sustento

para el viaje. Significa que es la guía. La manzana es la guía. La paloma sobre el

ángel significa dos cosas: la lúgubre llamada de un alma muriendo en la tierra, por

lo que es un símbolo de la Dama. El incensario marca al ángel como uno de los del

apocalipsis. Detrás del ángel, ves otro halo dorado que podría significar el sol. Para

resumirlo, durante el apocalipsis causado por el sol, usa la manzana para morir.

―Entonces eso es todo. ―Sacudí la cabeza con incredulidad―. ¿Tú y Merlín

quieren abandonar este planeta, nuestro hogar, como si fuera una porquería?

―¡Estamos tratando de salvar lo máximo posible! ¿Imaginaste que íbamos a

encontrar un escudo gigante para detener al sol? ¿O tal vez construir varios

millones de sombrillas? Esta es la única opción. Y no es tan segura tampoco

―dijo―. Va a tomar todo lo que tenemos abrir todos los portales que podamos

abrir. Va a tomarnos más para llegar donde la manzana nos llevará. En este punto,

solo sabemos cómo abrir uno. Solo sabemos cómo acercarnos a uno.

―¡Ni siquiera saben hacia dónde van!

El doppelganger de Matt sonrió sombríamente.

―¿No has estado prestando atención? Iremos a Camelot.

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Las conexiones, sus recuerdos, todas se entrelazaron en mi mente. La realidad

de eso me golpeó. Este era el plan de la Dama. No iba a ayudar a salvar el mundo.

Era solo una navegante, una Noé, para guiarlos fuera de un planeta condenado.

No podía respirar. Me senté en el duro piso de piedra.

Alcancé mi vestido y saqué el Ojo de Cronos. Volvió a repetir la escena de la

supernova. La consiguiente llamarada. Volvió a repetir el planeta ardiente, las

ciudades derritiéndose, la muerte y la destrucción. Este era el destino en el que

dejaríamos a todos mientras unos pocos privilegiados proseguían a mejores pastos.

Dios, que tonta era. ¿Por qué no le había hecho estas preguntas a Matt? ¿Por qué

había asumido que encontraría una manera mágica de salvarnos a todos? ¿Por qué

había sido tan ingenua?

Había creído en Merlín. Creído en su plan. Había estado equivocada.

―No ―dije.

―Ryan…

―No. ―Lo miré. Me obligué a ponerme de pie―. Tiene que haber otra

manera.

Un toque de admiración brilló en sus ojos.

―No hay otra manera.

―¡Tiene‖que‖haberla!‖―grité.‖Las‖palabras‖ resonaron‖por‖ el‖pasillo.‖No‖era‖

suficiente. Mis emociones corrían demasiado alto. Golpeé la pared con mi puño

como él había hecho. Dolió. Llorando, acuné mi maltratada mano. Parecía mucho

más fácil cuando lo hizo Vane. La piel sangraba, la resquemazón peor de lo que

creía posible.

El doppelganger de Matt se acercó a mí.

―Déjame‖curarte.

Retrocedí sacudiendo la cabeza.

Se quitó la camiseta. Su expresión era suave mientras limpiaba la sangre.

―No‖ hay otra forma. Necesitas ayudarnos con la forma que hemos

encontrado.

La ironía de esto me golpeo. Vane viéndose como Matt y hablando como

Matt.

Sofoqué una risita histérica.

―Tú eres Merlín.

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Fue algo erróneo para decirle. Cerró la distancia entre nosotros. Fui empujada

contra la pared. Su cuerpo cubrió el mío, pero me negué a mirarlo. La

vulnerabilidad resonó en su voz cuando me pregunto contra mi oído:

―¿Es‖eso‖lo‖que‖quieres?‖¿A quién quieres?

Busqué, aún sin mirarlo, a través del Ojo de Dragón, pero no podía ver a través

de la niebla de sus caóticas emociones.

¿Que importa lo que quiera? Se acabó.

―No‖ha‖terminado.‖No‖es‖lo‖que‖cualquiera‖de‖nosotros‖quisiera,‖pero‖esto‖es‖

lo‖que‖tenemos.‖―Añadió―:‖Lidia‖con‖eso.

Mi cabeza se inclinó hacia delante y me apoyé en su hombro. Mis pulmones

se apretaron con dificultad. Mi propio aliento me ahogaba.

¿Por qué debería?

―Porque‖tenemos‖el‖ahora.‖En‖este‖mismo‖segundo.‖Estamos‖vivos‖y‖vamos‖

a luchar para seguir viviendo. Es lo que hacemos.

Tomé aliento. Mis dientes se clavaron en su hombro desnudo, en su piel, en

algo sólido y vivo. Se estremeció. Entonces tomé otro aliento. Trazó la longitud de

mi hombro desnudo sobre mi vestido. Una fuerte mano se deslizó por mi brazo

hasta el Ojo de Cronos que sostenía en la palma de mi mano.

No me lo quitó.

―¿Has‖venido‖a‖matarme?

Incliné mi cabeza y finalmente me encontré con su mirada.

―Sí.

―¿Todavía‖quieres‖hacerlo?‖―Sus‖labios‖rozaron‖los‖míos.

No me rendí ante ellos.

―¿Por‖qué‖le‖diste‖Excalibur‖a‖Oliver?

―Excalibur‖ es‖ tuya. Es mágica y está atada a ti. Amas a Grey. Siempre y

cuando esos vínculos estén en su lugar, sabía que Excalibur no daría un golpe fatal

por él.

―Oh.‖―Miré‖ al‖doppelganger‖de‖Matt.‖ Le‖dije‖ con‖voz‖ ronca―:‖Quítate‖ el‖

glamour. No eres él.

La necesidad brillaba en sus ojos, alterando mi pulso. Se acercó más,

dejándome sentir su cuerpo contra cada centímetro del mío.

―Puedo‖ser‖quien‖quieras.

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Lo miré a los ojos.

―¿Por‖qué?

―Porque‖es‖a‖quien‖ tú‖quieres.‖―Sus‖manos‖sostuvieron‖ las‖mías‖contra‖ la‖

pared. Sus‖labios‖pasaron‖rozando‖el‖pulso‖de‖mi‖cuello.‖Lo‖chupó―.‖Te‖daría‖lo‖

que quieras. Todo lo que tengo es tuyo. Incluso esto. Lo que sea necesario para

tenerte. Porque no importa más nada que tú, susurró‖en‖mi‖cabeza―.‖Dime‖que‖no‖te‖

arrepientes de bailar conmigo anoche, Ryan.

Me quedé mirando su cabeza inclinada sobre mi piel. No podía ocultar el

fuego bajo la piel de Matt. ¿No se daba cuenta de ello? Nunca los abría confundido.

―Vane…

Sus firmes manos me mantuvieron clavada en mi lugar.

―Dime.

―No‖me‖arrepiento‖―le‖dije‖con‖sinceridad.

―Bien.‖ ―Sus‖ dedos‖ estaban‖ apretados,‖ clav{ndose‖ en‖ mi‖ piel,‖ y‖ por‖ un‖

momento me sostuvo como si quisiera mantenerme allí para siempre. Pero no

quería mentirme a mí misma o a él.

―Vane‖―le‖dije.‖La‖palabra‖salió‖como‖un‖suspiro.

―¿Por‖ qué‖ sigues‖ deteniéndome?‖ ―me‖ pregunto―.‖ Pensé‖ que‖ era‖ por‖

Merlín, pero no lo es, ¿verdad?

―El‖monstruo‖mantiene‖su‖control‖sobre‖ti…

―No,‖ eso‖ no‖ es‖ todo.‖ ―Sus‖ ojos‖ teñidos‖ de‖ verde‖ estaban‖ sobre‖ mí,‖

disecándome hasta el hueso con un bisturí afilado. De repente, era muy consciente

de la solidez de su cuerpo, sus brazos rodeándome, su presencia rodeándome y

dejándome poco espacio para escapar. Podía hacerme daño. Sin embargo, sabía

que no lo haría. Vane leyó mis pensamientos. Inclinándose, tocó su frente con la

mía―.‖DuLac,‖eres‖m{s‖de‖lo‖que‖piensas.‖Siempre‖lo‖has‖sido.‖Es‖lo‖primero‖que‖

veo cuando te miro. Eres la última cosa que quiero ver cuando cierro mis ojos.

Alguien más fuerte de lo que nunca podré ser.

El anhelo en su voz hizo que mis entrañas se derritieran.

―Quítate‖el‖glamour,‖Vane‖―le‖pedí‖de‖nuevo.

Sus hombros cayeron. Cerrando los ojos con una expresión de derrota, el

doppelganger de Matt desapareció. Dejando ir mis manos, Vane dio un paso atrás.

El aire frío lleno el espacio entre nosotros. Demasiado frío.

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Me incliné hacia adelante, a unos cuantos centímetros de distancia de la

pared.

Puse mis manos sobre su estómago plano. Seguí la línea bien definida del

pecho de Vane, su piel desnuda rígida con músculos esculpidos. Las diferencias

entre él y Matt eran pequeñas y sin embargo tan marcadas. Sus ojos se quedaban

claros y enfocados mientras los de Matt guardaban todos sus secretos. Su

propósito, tanto si estaba de acuerdo o no, estaba grabado en las líneas duras de su

cuerpo. Las ondas de su cabello peinado hacia atrás añadían un toque salvaje que

nunca sería completamente domesticado, pero podría ser suavizado. Pasé una

mano por sus hombros, que podían soportar una sorprendente cantidad de peso.

Toqué un plano pezón masculino. Lo pellizqué.

Con una sonrisa ahogada, gimió.

―Ryan…

Le susurré:

―Dime‖que‖me‖amas.

―Sabes‖que‖lo‖hago‖―dijo‖sin‖dudarlo.

Sus ojos avellana parpadearon con verde. El monstruo y el hombre esperaron,

ambos en agonía. Debería haber sentido miedo. Pero no lo tenía. Me había

equivocado. Vane y el monstruo no podían ser separados… pero tal vez no

necesitaban hacerlo. Con el monstruo en su interior, Vane se tambaleaba al borde

del control, pero en el fondo sabía que no se convertiría en uno. Había peleado esa

batalla mil quinientos años atrás. No disfrutaba del dolor y eso hacia toda la

diferencia.

Se inclinó para darme un beso. Lo dejé.

Esperaba que fuera brutal. No lo fue. Suavemente exploró mi boca. Una mano

se arrastró por la longitud de mi mandíbula. Un dedo trazó la longitud de mi

esternón y hacia abajo a lo largo de la piel desnuda de la parte superior de mi

escote, justo por encima del borde del vestido. Murmuró:

―Este‖vestido‖es‖un‖sueño.‖Voy‖a‖disfrutar‖quit{rtelo.

El sueño. La visión. Un pensamiento penetró mi niebla de deseo. Me eché hacia

atrás.

Vane arqueó una ceja.

―Tengo‖un‖condón.

Me mordí el labio.

Tensándose, dijo:

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―No‖preguntaré.‖No‖otra‖vez.

No después del laberinto. Me sonrojé ante el recuerdo. De mí sentándome a

horcajadas sobre él. Pidiéndome que lo eligiera. El calor se derramó dentro de mí,

un dolor rogaba por liberación. Con un esfuerzo tenso, lo sometí. Un mar

turbulento nadaba en la mirada de Vane. Me aparte de él.

―No‖lo‖entiendes.‖Tú‖tienes‖la‖magia‖de‖Matt.‖La‖maldición.‖Vas‖a‖perder‖las

visiones‖si…‖ya‖sabes.

Vane soltó una carcajada, con los ojos centelleantes bajo la luz del pasillo.

―¿Cómo‖es‖esto‖divertido?‖―dije‖con‖exasperación.

Sus manos agarraron mis caderas, tirando de mí contra él.

―Si‖piensas‖que‖voy‖a‖preferir‖las‖visiones‖a tenerte a ti, no me conoces.

Con una sola frase, la inseguridad arañándome que llevaba dentro de mí se

encogió. Finalmente dejé ir lo que me había estado conteniendo y di rienda suelta

al hambre desenfrenada que había despertado durante nuestro primer beso en un

sótano húmedo.

Mis brazos alrededor de su cuello. Mis piernas alrededor de su cintura.

Le dije al oído:

―Te‖conozco‖bastante‖bien.

La respiración de Vane se hizo más profunda. Ásperos dedos me apretaron,

clavando profundamente en mi piel y en mi alma. Me alejó de la pared.

Me llevó a su habitación.

Me arrodillé en el suelo junto a mi hermano. En una mano sostuve el tridente.

El instrumento de Poseidón tenía hambre de hacer retumbar la tierra. Vane yacía

inmóvil en el suelo, con sus ojos verdes cerrados.

―¡Merlín!

Al oír mi nombre, la miré. Estaba sentada al otro lado de Vane. El viento

levantaba sus oscuros rizos rubios alrededor de su cabeza como un halo. Las

lágrimas caían de sus ojos. Se aferraba a su mano.

A nuestro alrededor, las piedras gigantes del Círculo de Cronos observaban

en silencio.

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Stonehenge.

Miré hacia arriba. Rojo cruzaba una parte del cielo donde solo debería haber

estado el amarillo del sol. Una bola redonda de fuego quemaba a través de la

protección de las azules nubes. El mapa celestial, reorganizado, y una bola gigante

de gas, antes oculta, ardían en el hombro del cazador. Orión. Era la muerte de una

estrella. En el cielo, resplandecía como un segundo sol fugaz. Sería nuestra muerte.

Al igual que con cualquier pasaje, provocó una Furia.

El cielo sobre nosotros se volvió turbio y brillante con vetas de color. La Furia

se abalanzó sobre nosotros. A nuestro alrededor, los refugiados esperaban. Los

camiones y helicópteros preparados para acelerar hacia un lugar desconocido.

Estaban preparados para escapar del infierno que se acercaba. El infierno nos

despojaría de todo y todos los que conocían. Solo algunos, unos pocos afortunados,

iban a sobrevivir este terrible día.

Un viento nos golpeaba brutalmente con trozos duros de piedra y suciedad,

la tierra era consciente de la cercanía del infierno. Por encima de nosotros, el cielo

gritó.

―Es‖hora‖―le‖dije.

Su mirada enrojecida se levantó de Vane hacia mí.

―No‖puedo‖―dijo.

―Es‖la‖única‖manera‖―le‖dije.

La piedra preciosa verde del Ojo de Dragón brillaba en su cuello.

Mi hermano tenía que morir. Y yo también.

Y ella sería la que nos mataría a los dos.

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Traducido por Lapaskis y Selene

Corregido por Nanis

odo había cambiado.

Abrí los ojos. La visión había sido a través de los ojos de Matt. No

sé lo que pasó para transferirlo… bueno, en realidad podía adivinarlo.

Enterré más y más mi cara en la esponjosa almohada y aspiré el olor a limpio de la

colonia de Vane. Resistiendo la tentación de volver a dormir, bostecé y me levanté

en mis codos. Los rayos apagados de la puesta de sol entraban por una ventana de

la habitación de Vane. Nunca había estado en ella. Al menos la cama doble era más

grande que la que tenía en su apartamento de Boston. La cual sería mejor describir

como un catre.

Me senté. Sábanas blancas acariciaron mi piel desnuda.

La cama estaba vacía.

Una nota estaba encima de un libro y un iPad. Tomé la nota para descubrir

que era una tarjeta postal. Leí los enérgicos trazos de la letra de Vane.

Giré la tarjeta, esperando encontrar una imagen de una isla tropical. Había

visto una foto de una, en la oficina de Sylvia, de Alexa y Grey, parecían niños sobre

tablas de surf, como telón de fondo un arcoíris sobre las montañas, hoteles de gran

altura, y las impecables arenas de la playa de Waikiki. En cambio, la postal mostró

la casa de Seven Gables con un velero pasado de moda en el puerto. Una bruja de

T

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dibujos, montaba una escoba en la cima. Letras fantasmales decían…‖ Salem,‖ el‖

hogar de las brujas.

Una orden, un desafío, un astuto soborno, y nada más que una única línea.

Oscilaba entre gritar y derretirme al mismo tiempo. Era tan Vane. El iPad

detenido en una aplicación de cuenta atrás, lo que me hizo poner mala cara. El

libro de tapa dura tenía una cubierta de plástico y una etiqueta en el lomo que

ponía: Escuela CA, el que él había robado de la biblioteca. Me abracé al libro y me

aferré a algo tangible de casa.

La puerta se abrió de golpe. Matt entró. Grey le siguió pisándole los talones,

una espada en la mano.

Matt se detuvo al verme en la cama.

―Esta es la suite de Vane.

Casi me muero de vergüenza. Al menos la sábana me cubría. Tiré de ella

apretándola en mi garganta, mientras les miraba con la boca abierta.

―¿Qué estás haciendo aquí?

Grey me sonrió.

―Rescatarte. No es que parezcas necesitarlo.

Le pregunté:

―¿Cómo has entrado aquí?

―Traje a‖todo‖un‖ejército‖―dijo Grey.

―¿Dónde‖est{‖él?‖―exigió Matt.

Gia se acercó. Se detuvo en el umbral cuando me vio.

―Parece que Merlín tenía razón. Estaba buscándote en el lugar equivocado.

―Detrás de ella, se extendía la sala de estar. La suite estaba compuesta por dos

habitaciones idénticas al otro lado del pasillo. La que Gia y yo compartíamos.

―¿Est{s‖bien?‖―le pregunté.

Su voz afilada con rabia, dijo:

―Tu novio no ha logrado matarme todavía.

―Fue Oliver.

―Vane sigue siendo responsable.

Suspiré. Ella tenía razón. Sin embargo, no era del todo justo. No había

respuestas fáciles.

Un mensaje sonó en el teléfono de Grey.

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―¡Colin dice que encontró a Vane en la catedral!

Él, Matt, y Gia salieron corriendo.

Maldije. Me puse una camiseta de Vane y corrí a través del pasillo para tomar

algo de ropa que dejé en la habitación. Bajé corriendo las escaleras (no queriendo

esperar el antiguo ascensor) y salí al patio.

El combate continuaba. Deseé tener a Excalibur. Vane y un contingente de

sirenas y hechiceros enfrentados a Matt, Grey, y su ejército de gárgolas. Bolas de

fuego volaban por el impecable césped verde. Estas rebotaron en la fuente con la

cabeza de león, destruyéndola. La magia azul y verde combatió entre sí. Matt creó

una enorme bola de fuego y se la lanzó a Vane. Sus ojos brillaban con resplandor

azul. Apenas tuve oportunidad de registrar que Merlín tenía su magia de nuevo.

Vane tomó la bola de fuego y la tiró hacia atrás. Tenía a Excalibur escondida

en su cinturón. El suelo tembló cuando Vane caminó, el poder del Agitador de la

Tierra rugiendo en su interior. Leonidas luchaba con Grey. Las sirenas de piel

verde chocaban las espadas con las bestias.

A un lado, permanecía de pie congelada. Tenía amigos en los dos bandos. La

melena marrón de Matt atrapó la luz de un cielo rojo. Rebotó de él a su homólogo.

El rojo destacó los músculos elegantes de Vane mientras se enfrentaba con su

hermano. El león contra el tigre…‖en una lucha donde no habría un ganador.

Sobre nosotros, el cielo retumbó, haciendo eco de mi afligido desconcierto. El

Minotauro se levantó. Vi su sombra sobrepasar a Vane. Verde brillaba en él. Mi

ansiedad aumentó. Azul comenzó a arder en torno a Matt, y la ansiedad se

convirtió en verdadero pánico. Por un momento, me pregunté si todo había

terminado. Íbamos a terminar destruyéndonos antes de que la Furia de Cronos

tuviese la oportunidad.

Tenía que hacer algo o los perdería a ambos. Me abrí paso y corté a través de

la batalla, directamente al centro.

La magia verde me rodeaba. Me encontré con los ojos de Vane. El monstruo

los coloreó. Se sorprendió cuando me vio, pero no podía retirar la magia. Había ido

demasiado lejos, borracho en la lucha. La magia azul chocó contra él. Alrededor de

mi cuello, el Ojo de Dragón soltó un grito. Haciéndose eco del mío.

Me aferré a él. La explosión bombardeó la tierra debajo de mí. Los edificios

impenetrables de piedra del rectángulo se estremecieron. El gran muro de piedra

gris se agrietó y cayó como escombros. El rosetón de la catedral se destrozó con un

estruendo.

Sentí que me caía.

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Entre el polvo, vi a todo el mundo venirse abajo cuando el duelo de magia se

disipó. Me quedé aturdida en el suelo

Sólo Vane y Matt se mantuvieron en posición vertical. Vane de pie, mientras

que Matt estaba de rodillas. Vane me observó sin moverse, con los ojos normales

de nuevo color avellana. Como si no pudiera moverse. Como si no se atreviera.

Matt corrió hacia mí.

Traté de abrir la boca para decir algo, pero ningún sonido salió.

Su rostro cubierto de polvo, sus ojos con matices azules, Matt me levantó. Le

gritó a Vane:

―Esto es culpa tuya.

―Sí ―estuvo de acuerdo Vane.

A su alrededor, las sirenas comenzaron a levantarse. Detrás de Matt, también

lo hicieron las gárgolas. Los hechiceros aún yacían en el suelo. Me dejé caer en los

brazos de Matt. Les dije a mis piernas que se movieran. Se negaron.

Con un movimiento rápido de su muñeca, Vane llamó a Excalibur a él.

―Ella es mía.

Matt negó con la cabeza.

―No voy a dejar que se vaya.

―Podría tomarla.

―Nunca vas a ser el adecuado,‖ Vane‖ ―escupió‖ Matt―. ¿Cuándo vas a

entender eso?

―Cuando‖deje‖de‖respirar‖―contestó Vane.

―Entonces tendr{s‖que‖parar‖mi‖respiración‖―dijo Matt.

El cielo retumbó de nuevo. El choque de la magia se arremolinaba en las

nubes, convirtiéndolas en un confuso lío de colores. Vane lo miró fijamente.

―¿No trabajaremos juntos?

―Tú elegiste tu camino hace mucho tiempo. Nunca coincidió con el mío.

―Entonces,‖me‖iré.‖Por‖ahora‖―dijo‖con‖firmeza―. Cuida de ella, pero no te

acostumbres a ello.

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Me desperté en mi habitación. Grey roncaba en una silla junto a la cama. Me

senté con rigidez y él se despertó sobresaltado. Con un bostezo, se pasó una mano

por el cabello.

―Esto se está convirtiendo en un patrón.

―Las‖ventajas‖de‖ser‖la‖campeona‖―dije débilmente.

―Te has levantado.‖―Matt y Gia caminaron desde la sala de estar.

―¿Vane?‖―pregunté.

―Se‖fue‖―dijo Gia rotundamente.

Me hundí en la cama, deseando poder esconderme, sabiendo que nunca

podría esconderme de mí misma. Miré a Matt.

―Tienes tu magia de nuevo.

―Upari. ―Ojos ámbar se encendieron con el azul brillante de su magia. La

cama‖entera,‖sillas,‖mesa‖de‖noche…‖cada‖pieza‖de‖mobiliario‖en‖la‖sala‖vibró y se

levantó del suelo. Los dejó suspendidos en el aire.

―¿Cómo?

Matt bajó los muebles. La cama aterrizó con un incómodo golpe seco.

―La maldición de Apolo. Mi magia reaccionó a ella, pero en lugar de

desaparecer, volvió de Vane a mí.‖―Me‖miró‖con‖ironía―. No necesité la Copa de

Sanación. Todo lo que necesitaba era que tú durmieras con él.

Me tensé. No de incomodidad, pero si de preocupación.

―¿Y él?

―Como has visto, sigue siendo el rey Pescador.‖―Matt frunció el ceño.

―Tiene a Excalibur.

―Y yo tengo su tridente.

Me enfrenté a él.

―¿Es verdad, Merlín? ¿Todo tu plan es huir?

Él parpadeó.

―Todo mi plan es asegurarme que muchos sobrevivan como sea posible.

―Tomaré eso como un sí.

―¿De‖qué‖est{s‖hablando?‖―Frunció el ceño Grey.

Le expliqué sobre el plan de evacuación…‖ Los‖ portales,‖ los‖ trilitones y la

manzana. Gia se puso verde y se arrugó contra el marco de la puerta. Grey se dejó

caer en una silla junto a la cama.

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―No voy a rendirme. Como yo lo veo, tenemos menos de un mes para

resolver‖‖esto‖―les digo con determinación, insensata o no. Los miré―.‖Preferiría

no hacerlo con un equipo de uno.

Grey se inclinó y puso su mano sobre la mía, la que agarraba la sábana con

un apretón de muerte. Él la oprimió.

―Estoy a favor de la salvación del mundo. Joey me debe dinero por la

limusina que alquilamos.

―Acabo‖de‖llegar‖a‖la‖universidad‖―dijo Gia con una pequeña sonrisa―. Mi

madre solía abofetearme y me llamaba estúpida cuando era niña. No voy a perder

mi oportunidad de dejarla en ridículo.

Abofeteada no era todo lo que había sido. Había visto sus recuerdos cuando

bebía agua del lago. Su madre le había propinado palizas dejándola moratones.

Los ojos de Matt se detuvieron en el Ojo de Dragón.

Habló en mi cabeza.

No eres un equipo de uno, pero tu negativa a elegir un equipo nos perjudica a todos.

―Realmente‖escogí,‖Matt‖―dije en voz baja.

―No escogiste bien.‖―Con estas palabras, salió a grandes zancadas.

El teléfono de Grey zumbó. Lo sacó de su bolsillo.

―Es Deirdre. Debo tomarla. Si me necesitas, estaré en la planta baja.

Caminó hacia fuera.

Gia lo vio alejarse. Cruzando los brazos, se apoyó en el marco de la puerta. El

cabello rojo cayó alrededor de su cara. Sonrió.

―Por‖lo‖tanto,‖campeona,‖¿qué se siente al ser cazada por un idiota?

Le lancé una almohada.

―Un idiota sexy‖―se corrigió.

―¿Por‖ qué‖ es‖ tan‖ difícil?‖ ―pregunté con aire taciturno. Ya lo echaba de

menos.

Su expresión se puso seria.

―Él no va a cambiar, ya lo sabes.

―No quiero eso.‖―Me encontré con su mirada―.‖Sólo necesito que ceda lo

suficiente para aceptar que lo amo.

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Una semana pasó más rápido de lo que hubiera creído posible. Gia y Grey

regresaron a Boston para terminar la escuela. Yo no iba a ir a la graduación. Me

negué a dejar que Marilynn caminara por el escenario en mi lugar y tener un

incompleto para mi último año. Sylvia envió las notificaciones a las universidades

donde‖ fui‖ aceptada.‖ M{s‖ notificaciones‖ de‖ lo‖ que‖ pensaba…‖ rellenó‖ varias‖

solicitudes para mí. Grité cuando me lo dijo… se preocupó bastante. Por extraño

que parezca, en ese momento, sentí que el espíritu de mi madre se cernía sobre mí.

No inexperta con las computadoras, rápidamente encontré el horario de Vane

en su centro de mando. No hacía ningún esfuerzo para ocultar sus planes.

Planeaba viajar por el mundo y construir un triliton en cada ciudad importante.

Cada uno cien veces el tamaño del que construyó en Boston. Con su equipo básico

de sirenas y hechiceros, los cálculos indicaban que podía hacer treinta y un

puertas.

Matt no se lo tomó en serio.

Creyendo que podía construir las puertas con el tridente del rey Pescador,

Matt me llevó a las canteras. Los rescoldos de las canteras se abrieron bajo una

tormenta de protestas ambientales. Los manifestantes, que habían pasado años

viviendo en túneles y casas en los árboles para proteger el parque nacional y el

monumento antiguo de las Nueve Damas, recientemente habían recogido y se

habían marchado, pensando que ganaron su eterna batalla.

Cerca del pueblo de Derbyshire, bajo cielos grises ingleses, Matt me mostró el

círculo de piedra de las nueve. Las rígidas areniscas permanecían en gótico silencio

sobre un claro cubierto de musgo verde en una zona montañosa llamada Stanton

Moor. Una décima piedra, la Piedra de Rey, permanecía fuera del círculo, y

menospreciaba a las Nueve Damas. Me pareció algo espeluznante cómo las piedras

eran idénticas a la visión que había tenido en el Ojo de Cronos. Lo que legitimó el

resto de ella. La estrella que explota. El sol furioso. Un cielo ardiente.

Ningún lugar para correr.

Mientras nos dirigíamos a la cantera, vi a un guardia uniformado luchar con

un manifestante que trataba de asaltar una puerta fuertemente vigilada de uno de

los túneles reabierto. Fuimos más allá de una valla de alambre en frente del túnel.

Encontramos una zona bastante aislada con una pila gigante de piedra extraída.

Matt me entregó el tridente. Pasamos las siguientes horas conmigo tratando de

abrir una puerta con el tridente mientras él usaba la magia para reunir el triliton.

Traducción…‖él‖se‖pasó‖horas‖murmurando,‖andando‖de‖un‖lado‖a‖otro‖y gritando

hocus pocus hechizos en extraños bloques de piedras metálicas.

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Pase horas esperando y aguantando mi hambre en medio de los disparos a

los bloques de piedras metálicas. No me importaba. Más puertas significaban más

gente a salvo.

Sin embargo, las rocas metálicas nunca cambiaban de estado, de roca en

forma de gel regresaban a roca como la canción de la sirena en los bloques en

Boston. El tridente solo rompía la piedra en pequeños pedazos. No listo para

rendirse, Matt nos buscó habitaciones (habitaciones separadas) en un restaurante

local e íbamos a las canteras día tras día.

Mientras tanto, debido a que no tenía muchas opciones después del fallo de

Matt construyendo la puerta, los gobiernos reconsideraron las cosas y negociaron

con Vane. Él consiguió los recursos, historias de cubierta y asientos que quería en

los camiones de evacuación. (Yo no tenía contacto con él. Mis informes vinieron a

través de Matt y Grey. La reina actuó como su intermediario. Ella se negó a darme

su número porque él se lo había pedido y el Ojo de Dragón se mantuvo firmemente

tranquilo. Él me había bloqueado.) El Consejo se reagrupo para ayudar a los

asistentes con los preparativos. Los asistentes se reunieron para volver a las

escuelas de diversas partes del mundo, a sabiendas de que Merlín estaba allí. Vane

se había llevado a Leonora y a Leonidas con él.

Para construir una puerta gigante tomo cerca de un día. Se convirtió en un

juego para mí el averiguar qué historia encubierta utilizarían en qué ciudad. No

quería admitir el patético acecho que estaba haciendo mientras Vane recorría el

mundo, solo veía el iPad cuando pensaba que nadie estaba mirando. Aunque estoy

bastante segura de que Matt sabía de todos modos. Él me había puesto a prueba

por casualidad preguntando qué ciudad era la siguiente de la lista y luego hizo

una mueca cuando le respondí de memoria.

He investigado la manzana dorada frenéticamente.

Algo acerca de los recuerdos de Vane me fastidiaba.

Matt finalmente admitió su derrota en Derbyshire, y volvimos a la

preparatoria de Avalon. Él y yo a menudo trabajábamos en la biblioteca de la

escuela juntos… Ninguno de los dos quería estar solos. Trabajábamos juntos, pero

no hablamos más de lo absolutamente necesario. No sabía qué decirle: Lo siento,

posiblemente tenga que matarte pronto. Lo siento, dormí con tu hermano. (No lo sentía).

Lamento que mi hermano te abandonara después de una noche, me imaginaba su

respuesta. Seguido por un, te lo dije. No lo dijo, pero cuando me miró a los ojos,

supe que había leído mis pensamientos y yo sabía que él estaba de acuerdo con

ellos.

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La ayuda también provenía de otras fuentes. Marilynn tomó imágenes

detalladas de las obras de la biblioteca de Boston y cualquier otra investigación que

pudiera de Boston. Grey intento ayudar, pero fue llamado para organizar a las

gárgolas para la evacuación. Gia fue a ayudarlo. La parte dolorosa para todos‖―los

gobiernos, las gárgolas y hechiceros por igual― estaban reuniéndose y

seleccionando quiénes serían evacuados y quiénes no. Quién viviría y quién

moriría.

Investigué más. Dormí muy poco.

Pero sobre todo extrañaba a Vane. Al mirar los números del reloj de cuenta

atrás hacerse más y más pequeños, mi incertidumbre se hacía más y más grande.

Las viejas inseguridades se arrastraban dentro de mí de nuevo. ¿Era otra más en su

larga fila de conquistas? Como Gia dijo, ¿solo había querido meterse a la bolsa a la

portadora de la espada? ¿Fue esto otra estrategia para obtener el control?

Afuera, el sol brillaba con un calor insoportable mientras la Furia de Cronos

se acercaba.

Hasta las noches eran calientes. La falta de aire en la atmosfera nos ponía a

todos inquietos.

Luego estaba la ansiedad constante de lo que se avecinaba. Mark, el ex de Gia

y uno de los asistentes candidatos de Vane, reclutado para probar suerte tirando

de la espada, me convenció para volver a entrenar. No teníamos un maestro, pero

ayudo a mantener nuestra locura bajo control.

Pasaron dos semanas.

Una tarde, me encontré con Matt viendo un vínculo Web seguro.

―No‖quieres‖ver‖esto‖―dijo.

Por supuesto, la declaración me hizo querer verlo. Hasta el momento lo único

que‖se‖me‖había‖dicho‖sobre‖la‖evacuación‖fue‖“No‖necesitas‖saber”‖‖y‖“concéntrate

en‖ mejorar”.‖ Me‖ senté‖ a‖ su‖ lado.‖ No‖ tarde‖ en‖ averiguar‖ que‖ debería‖ haber‖

escuchado su advertencia. Un grupo de líderes mundiales estaban sentados

alrededor de una mesa rectangular en la sede de las ONU. A partir del número

limitado de personas en la habitación, adiviné que era una sesión secreta, le

pregunté:

―¿Est{ la reina allí?

Matt negó con la cabeza.

―No en esta reunión.

El Hombre del Bigote, ahora reconocido como el presidente de turno del

Consejo de Seguridad, entró en enfoque.

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―¿Merlín, has confirmado el tiempo que las puertas estarán abiertas?

Matt se aclaró la garganta.

―Vamos a construir el mayor número posible hasta el último momento

posible. Desde que hay una sola manzana, debemos abrir todas las puertas a la vez

desde un punto central.

En el video chat, numerosas caras le devolvieron la mirada, esperando por un

número final.

―Utilizando‖ el‖ Ojo Cronos como modelo de referencia y la extrapolación

para el nivel de actividad, el actual modelo de datos establece el tiempo de setenta

y seis segundos. Podemos pasar durante setenta y seis segundos antes de que Furia

nos abrume.

Setenta y seis segundos para evacuar a todo nuestro planeta.

Murmullos estallaron en la sala de reuniones. Las preguntas comenzaron a

llegar a Matt acerca de quién hizo la determinación, la forma en que se hizo.

Escuché, pero me perdí en los nombres de los expertos que se lanzaban alrededor.

Sintonicé de nuevo al Hombre de Bigote dirigiéndose a todos en la reunión.

―…‖vamos a proceder al tema actual de discusión. Hemos llegado a estos

criterios propuestos. El primero es un sistema de lotería. El segundo, las

puntuaciones estandarizadas escolares…

Tomé una respiración áspera, finalmente entendí por qué Matt no quería que

lo viera.

Ellos idearon una forma de elegir a los evacuados. Mientras escuchaba cómo

definían un sistema para designar un rango de número para resumir el valor de

una persona, la culpa abrumadora que había estado manteniendo a raya amenazó

con ahogarme. A la mitad de los argumentos mi mente se rebeló. Encontré el baño

más cercano, y arrojé todo el contenido de mi estómago.

No sé cuánto tiempo permanecí allí, pero por la tenue luz en la ventana,

pensé que ya era tarde. Alternaba entre mecerme hacia adelante y hacia atrás en el

suelo y lanzando ofrendas a los dioses de la porcelana. Por último, mi estómago se

vacío.

Me quedé en el piso frío, demasiado débil para levantarme. Algún tiempo

después, Matt entró. Puso sus brazos a mi alrededor, con mi espalda contra su

pecho. El simple contacto fue suficiente para abrir mis compuertas. Me volví hacia

su pecho y lloré. No ese tipo de llanto suave, sino el tipo del que expulsas grandes

cantidades de moco y lágrimas hasta que su camiseta estaba empapada de líquido.

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Me sostuvo durante lo que pareció una eternidad. Me quedé dormida en sus

brazos.

Me desperté más tarde en mi cama. Él dormía en la cama de Gia a unos

metros de distancia. Abracé una almohada, y lo miré fijamente. Sus ojos se

abrieron y miró hacia mí.

―¿Piensas que podemos ser amigos? ―le‖pregunté.

Él se quedó mirando el techo.

―Probablemente no, pero podemos fingir.

―No quiero fingir ―dije inclinando mi cabeza en la almohada―. ¿Por qué le

dijiste a Vane que no permitirías que me fuera?

―Sabes por qué.

Me mordí el interior de mi mejilla.

―Tu‖magia‖ha regresado.‖―Y la maldición.

―Él es el equivocado.

―Tal vez yo también.

Él se quedó mirando el techo.

―¿Sabes que solía esperarlo? Cuando se fue, me sentaba en el bosque y

esperaba que viniera. Hice un maletín secreto, con el que podría huir. Esperé todos

los días durante dos años. Entonces, un día olvidé salir. Unos meses más tarde, lo

olvidé por dos días seguidos. Eventualmente dejé de hacerlo. Él nunca llegó.

―La Dama le obligó a abandonarte.

―Lo‖ sé,‖ pero‖ esperé.‖ Pensé‖ que‖ él podía hacer cualquier‖ cosa.‖―Volvió la

cabeza sobre la almohada blanca. Su cabello castaño le caía sobre los ojos mientras

me daba una sonrisa cansada―. Cuando cumplí cinco años, empecé a tener

sueños. Eran sueños horribles. De lo que él había hecho… las cosas que le habían

obligado a hacer. Cuántos había matado. Los vi a todos. Luego, volvió y tuve una

visión en donde lo mataba. Deseé que nunca regresara.

Dolía escucharlo. Esto me hacía estar aún más furiosa con la Dama por

separarlos.

―Matt,‖él‖te‖quiere…

―No lo creo.

No podía creer lo que oía. Él no creía que su hermano lo quisiera. No estaba

segura de cómo convencerlo.

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―No importa, Ryan. Tenemos mayores‖preocupaciones.‖―Matt‖volteó‖hacia‖

su‖lado―. ¿No te dije que sería complicado conocerme?

―Una línea digna de desmayo.‖―Sonreí ante el recuerdo de nuestro primer

encuentro―. No me di cuenta que estabas siendo literal.

―Yo tampoco.

Después de eso, traté de no pensar en la evacuación.

Después de eso, las cosas se volvieron menos torpes con Matt.

Tres semanas después de la partida de Vane, mi mente nadaba con los datos

que recogí de la investigación, pero en silencio parecía decidida a mantener todo

en cajas separadas, y no podía hacer las conexiones que desesperadamente

necesitaba. Finalmente, abandoné la biblioteca derrotada y me fui a trabajar afuera.

Tenía la esperanza de que empujar mi cuerpo hasta el agotamiento podría empujar

mi mente a que fluyera.

Entré en la convertida catedral para encontrar a Mark y unos pocos

candidatos. Pase las vidrieras y las paredes de piedra blanca en la planta baja, los

arcos curvos me condujeron hasta una torre con una escalera de caracol. En el

segundo piso, el gran gimnasio tenía relucientes pisos de madera, molduras

intrincadas de madera en sus ventanas y bastidores rústicos de armas a lo largo de

las paredes. Dentro de la sala de entrenamiento medieval, una estera de gel muy

moderna esbozaba un espacio de entrenamiento.

Era difícil estar en la habitación. Cada vez que entraba, lo único que esperaba

era ver a Vane, cada vez que no lo hacía, me sentía un poco rota. Su oficina estaba a

continuación de otra escalera de caracol, a un lado del gimnasio. Di espadazos con

Mark y otras cuatro personas. Dos amigos de Blake y dos candidatos más de Vane.

Tres chicas y tres chicos. Mark y yo terminamos siendo la pareja desigual ya que

empujarnos nosotros mismos era más difícil.

El acuerdo había funcionado muy bien hasta que Mark me golpeó en el

estómago con una espada. Esta no era una espada de práctica. Éramos los últimos

que quedábamos. Los demás se habían ido a cenar. Mark tiró su espada. Me dejé

caer en la lona.

―Mierda,‖ DuLac.‖ ―Se‖ dejó caer a mi lado y trató de curar la herida.

Desafortunadamente, el corte agravó la cicatrización de la herida y él no era lo

suficientemente fuerte como para luchar contra la herida cada vez mayor.

―Trae a Merlín.‖ ―Me recosté sosteniendo mi estómago. Mis manos

rápidamente estaban húmedas con sangre.

Mark corrió hacia su bolsa de lona. Maldijo.

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―Él no está en línea.

―Probablemente está en la biblioteca.

Mark salió corriendo. Cerré los ojos.

Alrededor de mi cuello, el Ojo de Dragón se calentó.

Me recosté en una playa. Suaves olas azules rodaron suavemente en una línea

curva. No había estado allí antes. Esta no era la misma visión de Medusa. Esta

tenía arena amarilla suave. Una montaña verde exuberante con un toque de negro

servía como telón de fondo. Las nubes de lluvia estaban sobre las montañas, pero

en la playa, el sol brillaba con fuerza. No había nubes amenazantes que se

cernieran en el horizonte. Agua de tonos de verde azulado me hizo cosquillas en

mis pies cuando me di cuenta que estaba cerca de la orilla.

Me podría haber quedado aquí para siempre.

Te dejo un rato, Dulac, y terminas con sangre sobre ti. La voz de Vane se apoderó

de mí. Yo parpadeé. La puerta entre nuestras mentes se había abierto.

―Bonito‖ lugar‖para‖descansar‖―dijo. Él salió del océano turbulento, de sus

olas furiosas. Una sirena caminaba en la playa. Su torso endurecido brillaba bajo

los rayos suaves del sol. Tenía el cabello mojado grueso del agua del mar, me

preguntaba si sus labios tendrían un sabor salado también. La pregunta me hizo

enojar.

Vane se arrodilló en la arena junto a mí. En la parte superior de mi estómago,

mis manos se cerraron en puños. El verde rodeaba sus pupilas. Parecía agotado.

Me dije que no me importaba.

No estaba contenta con él.

Me dio una sonrisa nostálgica, como si me leyera, pero no ofreció ninguna

explicación.

―Te‖voy‖a‖poner‖a‖dormir‖―dijo.

―¡De ninguna manera!

―Vas a sangrar hasta la muerte si no te curo.

Me había curado dos veces antes mientras yo dormía. No sabía cómo ni por

qué, solo que funcionaba. Tuve una sensación de no querer saber. Eso era antes.

Antes de que me dejara en pedazos para que Matt los reuniera.

―Entonces‖hazlo.‖―No puede ser peor que lo que ya me había hecho.

―No quieres ver esto. Confía en mí…

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―Tienes razón. No lo hago. Confiar. En ti. Del todo. Porque eres un gran

imbécil egoísta.‖―Miré‖hacia‖el‖cielo‖azul‖y‖esperé.

Después de unos segundos, gruñó:

―Está bien. Eres tan persistente.

El verde se intensifico en sus ojos. Se apoderó de él. El monstruo rugió libre.

Una sombra cayó sobre Vane. En contra de mi voluntad, mis ojos se cerraron.

Tenía ojos rojos y cuernos rizados en su cabeza, y la cara de un toro unida al pecho

esculpido de Vane.

El Minotauro se sentó en la playa. Me acosté como un buffet en la hoguera

delante de él. Tomé aliento en total pánico. El monstruo que me ayudaría a vivir

sería mi fin.

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Traducido por Lorena Tucholke Corregido por Nanis

o te muevas ―ordenó‖ la‖ boca‖ del‖ toro.‖ Sus‖ manos‖

empujaron a un lado la mía para revelar mi estómago.

Bajó su boca. Mis uñas se clavaron en mis palmas. La

agonía del toro rasgando a través de mi estómago seguía fresca en mi mente.

Una lengua gruesa se extendió y me lamió la herida. La saliva recubrió la

herida, mientras que la áspera lengua barrió la sangre en espirales lentas, como el

océano cálido rozándome los dedos del pie. Me quedé inmóvil, extrañada y

completamente contenida.

El monstruo dio una lamida final y comenzó a desvanecerse.

―Espera‖―le‖dije.

El toro me miró con curiosidad. Puse una mano en su mejilla. Se apoyó en mi

palma y resopló aliento caliente que me hacía cosquillas en la piel.

―Tengo‖que‖hacerte‖una‖pregunta.

Sus ojos rojos me miraban con calma y esperaron.

―¿Quién‖soy‖yo?‖―le‖pregunté.

No pensé que iba a responder. Miró hacia el volcán. Una figura oscura se

movió detrás de nosotros que le llamó la atención.

―Hija del sol y el cielo. La Preservadora ―dijo Vane en voz baja, más áspera―.‖

La que yo esperaba… para liberarme.

La que me liberara. No sonaba bien.

―Hércules‖derrotó‖a‖tu‖padre‖en‖Creta.‖¿Conoces‖la‖historia?‖

—N

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Resopló con disgusto.

―Poseidón me resucitó con mis recuerdos.

Mi corazón se aceleró.

―¿Sabes‖cu{ntas‖manzanas‖le‖robó‖Hércules a Elysium?

―Mi madre dijo que tres.

La oscura figura salió a la playa detrás de nosotros. Era Matt.

El toro se desvaneció y en su lugar, Vane se sentó junto a mí una vez más.

Vane me dio una mirada de consideración.

―No‖entraste‖en‖p{nico.

―Tú‖lo‖hiciste.

No estaba hablando de la herida. Él lo sabía.

Él miró a su hermano.

―Merlín‖esta‖en‖lo‖correcto.‖No soy para ti.

―No‖ soy‖ la‖ pequeña‖ princesa de tus recuerdos, Vane. No necesito ser

protegida.

Tomando mi mano, me alzó a una posición sentada.

―Entonces,‖¿por‖qué‖sigo‖teniendo‖que rescatarte?

Me guiñó un ojo, dejándome sola.

―Idiota‖―repetí.

Abrí los ojos a la luz brillante de la catedral. El aroma salado de las olas aún

persistía en mis sentidos.

Matt se sentó en el suelo en lugar de Vane.

―¿Has‖hablado‖con‖el‖monstruo.

Mark flotaba detrás de él. Pensativos ojos ámbar parpadeaban sobre mi piel

que había sanado. Lo toqué con cautela.

―Siempre‖ he‖ tenido‖ miedo,‖ pero‖ esta‖ vez…‖ no‖ lo‖ tuve.‖ ―Lo‖ miré―.‖

Tenemos que ir a Londres. Me di cuenta de cómo salvar a Vane.

―Eso‖va‖a‖ser‖difícil‖―dijo‖Matt.

―¿Por‖qué?

―La‖ historia‖ acaba‖ de‖ romperse.‖ La‖ reina‖ me‖ llamó para formular una

respuesta.‖ ―Matt‖ levantó un iPad. Se detuvo en medio de un clip de noticias

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etiquetado‖“Destapando‖Noticias:‖Fin‖del‖mundo‖mañana”. Un periodista se sentó

con el Dr. Latimer, el físico que había escrito el informe de la supernova a la OUN.

Él dijo con gravedad,

―La Furia de Cronos se ha hecho público.

Deseé poder cerrar los ojos y volver a la playa.

Más tarde esa noche, me paré al lado de la tumba del rey Enrique V dentro de

la grandiosidad gótica de la abadía de Westminster. La sala principal del

monasterio se jactaba en arcos apuntados, ventanas, filigranas de oro rosa. Las

estatuas de caballeros, reyes y monumentos a los famosos y no tan famosos que

han partido en fila en los suelos de piedra, así como las paredes. Metido más allá

de la sala principal, en la tumba, la silla de la coronación de Eduardo el Confesor, y

todos los monarcas británicos posteriores, estaba sobre un pedestal de piedra.

La sencilla silla de madera, con un respaldo alto y remates planos no parecía

tan grandiosa, más acorde con el marco de piedra simple del monasterio que sus

capas de adornos acumulados durante siglos. La silla tenía un asiento simple y

pequeñas patas de madera. En algún momento en el siglo XVI, una base de oro con

cuatro leones dorados que actuaba como sus piernas se adjuntó en la parte inferior

de la silla.

Pasé una mano sobre el pedestal de piedra y me apoderé de la correa de una

bolsa que había recogido en la escuela con la otra.

―Esto‖es‖todo,‖Mark.

―¿Qué‖est{s‖haciendo‖furtivamente‖aquí?‖―me‖preguntó‖una‖voz‖furiosa―.‖

Has activado alrededor de un millón de alarmas de intrusión. Tienen un sistema

de seguridad inalámbrica. Al menos eso lo hizo más fácil.

Salté un metro en el aire. Me volví para ver a Vane, caminando por el

monasterio en silencio. De alguna manera encajaba en las frías paredes de la

iglesia, y, sin embargo, también lo hacía en el traje negro ultra moderno que

llevaba. Mark había roto las puertas de seguridad, pero con fuerza mágica bruta.

Tenía la esperanza de que se haría cargo de cualquier otra alarma en el lugar.

Arqueé una ceja ante Mark.

Regresó una sonrisa tensa.

―Vane‖me‖dijo‖que‖le‖hiciera‖saber‖si‖tratabas‖algo.

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Grandioso. Recluté un espía.

―Regresa‖ a‖ la‖ escuela‖ y‖ cúbrela‖―ladró Vane a Mark. Había tomado una

camioneta del garaje de la preparatoria Avalon, y convencí a Mark de venir

conmigo.

Mark saltó a cumplir las órdenes de Vane.

―Ni‖siquiera‖pienses‖en‖ello.‖―Miré‖a‖Mark.‖Tomaba varias horas en coche

volver a Somerset desde Londres―.‖¿Cómo‖se‖supone‖que‖voy‖a‖volver?

―Yo‖la‖llevaré‖de‖vuelta‖―dijo‖Vane.

Mark se encogió de hombros.

―Necesitabas‖un‖asistente,‖DuLac.‖Vane‖es‖uno‖mejor.

También es un bastardo.

Nunca he dicho lo contrario, las palabras regresaron a mi cerebro.

Mark salió corriendo sin mirar atrás, dejándome sola con la única persona

que no quería estar a solas. Murmuré:

―Tengo‖que‖conseguir‖mejor‖ayuda.

―Las‖habilidades‖de‖Merlín‖para‖hacerse‖cargo‖son‖abominables‖―dijo‖Vane‖

con exasperación.

Miré a mi alrededor. No había secuaces acechando en las sombras. Vane

estaba solo. Por una vez. Le fruncí el ceño.

―La‖agenda‖te‖tiene‖en‖París.

Él inclinó la cabeza.

―¿Memorizaste‖mi‖agenda?

Lo fulminé con la mirada.

Sus ojos verdes tempestuosos se volvieron petulante.

―Terminé‖temprano‖en‖París.‖Otros‖est{n‖trabajando‖aquí.

―¿Y‖tu‖séquito‖habitual?

―Prepar{ndose‖―respondió‖enigm{ticamente.‖Inclinó‖la‖cabeza―.‖¿Por‖qué‖

estás aquí, portadora de la espada?

―Me‖ dijiste‖ que‖ encontrara‖ otra‖ manera.‖ ―Me‖ volví‖ a‖ la‖ silla‖ de‖ la‖

coronación―.‖ ¿Te‖ acuerdas‖ de‖ la‖ abadía‖ de‖ Glastonbury? Durante la época de

Arturo, se consideró una de las iglesias más ricas y bien dotadas en el país. Se dice

que supuestamente albergaba las tumbas de Arturo y Guinevere.

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Glastonbury era el pueblo en las afueras de la preparatoria Avalon, también

conocida‖como‖"la‖tierra‖mística‖de‖Avalon”.

―¿Y?‖―Vane‖se‖acercó‖a‖mí.‖Puso‖una‖mano‖en‖mi‖espalda,‖y‖mi‖camiseta‖

floja de repente se sintió apretada.

Sin embargo, me negué a saltar cuando llamó. Rígida, di un paso lejos de él.

―La‖ leyenda‖ dice‖ que‖ Joseph‖ de‖ Arimatea,‖ uno‖ de‖ los‖ tres‖ hermanos‖ que

fueron a la búsqueda del Grial, lo encontró y se lo llevó con él a la abadía.

―Pensé‖que‖era‖Perceval,‖Bors‖y‖Galahad‖―dijo‖Vane.

Me encogí de hombros.

―Diferentes‖nombres.‖La‖misma‖historia.‖De‖todos‖modos,‖después‖de‖1066,‖

William el Conquistador, encargó el día del juicio final para hacer un censo, pero

todo el mundo sabía que también estaba evaluando la riqueza. Durante ese tiempo,

todo lo verdaderamente valioso fue sacado de la abadía de Glastonbury y llevado a

Westminster para mantenerlo cerca del rey. William fue el primer rey coronado

aquí.

Vane tiró de un mechón de mi cabello.

―¿Qué‖tiene‖que‖ver‖eso‖con‖la‖silla?

―Un‖ panel‖ de‖ debajo‖ del‖ asiento‖ era‖ utilizado‖ para‖ encerrar‖ la‖ Piedra‖ del‖

Destino. Hoy esa piedra se encuentra en un museo en Escocia, pero creo que toda

la‖ “Piedra‖ del‖ Destino‖ "es‖ una‖ historia‖ de‖ cubierta‖ para‖ lo‖ que‖ est{‖ realmente‖

escondido aquí.

Me di la vuelta para mirarlo. Las sombras jugaban sobre las líneas duras de

sus pómulos. En la paz silenciosa de la iglesia, sólo parecía más vivo. Estar cerca de

él envió un rayo de agonía a través de mí. ¿Por qué seguía huyendo?

―¿Qué‖se‖oculta‖aquí?‖―dijo‖con‖voz‖ronca.

Tragué saliva y resistí el impulso de tocarlo. Mis dedos me dolían por

confirmar que era real. Que estaba aquí.

―La‖ Dama‖ envió a Hércules a robar las manzanas de Cronos. Matt y yo

encontramos una manzana en Sri Lanka. En un lugar que ella dirigió a Matt para

que fuera. En sus memorias, tú, Perceval, y la princesa encontraron otra manzana

que Poseidón tomó. Bueno, ¿qué le pasó a la tercera manzana? ¿Por qué tenemos

estas historias del Grial? ¿Qué pasa si la última fue traída a casa? Traída de nuevo

a la abadía de Glastonbury, a Merlín, a Arturo. Durante la Edad Media, las iglesias

eran los únicos lugares de luz. Si un tesoro tan importante tenía que ser mantenido,

sería guardado por ellos.

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Vane se dirigió a la silla de madera de los reyes.

―¿Y‖m{s‖tarde‖William‖el‖Conquistador‖lo‖puso‖en‖la‖silla?

―Durante‖ la‖Edad‖Media,‖ las‖ iglesias‖ eran‖ los‖únicos‖ lugares‖de‖ luz.‖ Si‖ un‖

tesoro tan importante tenía que ser mantenido, sería guardado por ellos.

Vane se dirigió a la silla de madera de los reyes de nuevo.

―¿Y‖crees‖que‖la‖silla‖es‖el‖marcador?

Asentí.

―La‖verdadera‖piedra‖del‖destino.‖Oculta a la vista.

―No‖ del‖ todo‖ claro.‖―Vane‖ agitó su mano y movió la silla hacia delante

junto con el moderno pedestal. Hasta el ataúd de Enrique V. El movimiento en la

habitación ya pequeña me empujó contra Vane.

Él me tomó por la cintura.

―Ryan.

―Te‖fuiste,‖Vane.‖Estoy‖enojada.‖Simplemente‖deja‖que me quede así. Es más

fácil.

―Nunca‖he‖ tenido‖una‖opción‖acerca‖de‖ irme.‖―Desde que era un niño. Sus

brazos se apretaron a mi alrededor―. Alguien tenía que construir las puertas.

―Podrías haberme llevado.

―No‖pensé‖que‖querrías venir.

―No‖me‖lo‖pediste.

―Fuiste herida, portadora de la espada, y tu protector se hizo cargo.

Necesitabas descansar.

Lo rechacé, farfullando:

―¿Y‖debería‖estar‖agradecida?‖Eres‖el‖m{s‖vanidoso… pomposo… idiota…‖

―Me interrumpí para rechinar los dientes―. No te preocupes. La portadora de la

espada hará su parte mañana. No tienes que seducirme.

Vane se quedó mirándome.

―¿Es eso lo que piensas? ¿Qué te quiero por Excalibur?

―¿Qué otra cosa se supone que debo pensar? Tú y Matt ha estado yendo y

viniendo sobre mí desde que nos conocimos; y no es porque soy tan increíble que

no puedes vivir sin mí.

A pesar de que quiero que pienses así.

Vane soltó un bufido de risa.

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―Sí,‖ portadora de la espada, no sé cómo nos las hemos arreglado con un

equipaje molesto como tú.

―C{llate.‖ ―Humillación me hizo ver rojo. Le confesé mi miedo más

profundo y estaba riéndose de mí. Le señalé la habitación―. Sólo tienes que irte,

Vane. Puedo hacer esto por mi cuenta. No te necesito.

―Sé‖ que‖ no‖ lo‖ haces.‖ ―Su expresión se endureció―. Me has alejado

demasiadas veces como para no saberlo.

―¿Así que en lugar solo me empujaras lejos primero?

Verde brilló en sus ojos.

―Hiciste tu elección en el laberinto.

―¡Y tú elegiste el Minotauro!

Vane me tomó por las muñecas y me sostuvo contra el pedestal.

―Lo hice por ti. Para salvarnos.

―Entonces no tienes‖ idea‖de‖ lo‖que‖quiero‖―dije―. Si todo lo que vamos a

salvar es a nosotros, entonces no hemos hecho nada. ¿Por qué molestarte con las

puertas, Vane? ¿Por qué molestarte en salvar a alguien? No me digas que las

sirenas son importantes para ti.

―Los que se preocupan por mí me importan.

―¿Cuándo vas a aprender que no es suficiente proteger a los que son

importantes para ti? Importa la marca que dejarás.

Vane me soltó.

―Si quieres un santurrón, vuelve con Merlín.

―Al menos él tiene un corazón, Vane. Has cortado el tuyo.

Retrocedió como si lo hubiera golpeado.

―Fue cortado.

Por su madre. Por la Dama. Por Merlín. Por mí.

Era la forma en que lo veía. Estaba equivocado.

―Somos humanos. Es lo que hacemos.‖ ―Lastimar a los demás. Después,

restaurarnos de nuevo. Puse mi mano en su pecho―. Puedes hacer crecer otro.

―No‖es‖tan‖f{cil.‖―Vane se apartó. Se quedó mirando el suelo de la iglesia.

Flexionó su mano.

―Khand.

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El suelo explotó. El panel era delgado, como yo había predicho. El escondite

perfecto. Vane se inclinó y buscó con la mano más allá de los escombros y la sacó.

Puse mi mano en su cuello; mis dedos se deslizaron por su cabello.

Él se puso sobre sus rodillas.

―No hay nada aquí. Se ha ido.

―No.‖ ―Me dejé caer y excavé en los escombros. Era un compartimiento

secreto vacío. Agarré mi pecho―.‖No puede ser.

Vane me arropó a su lado.

―Te lo dije, amor, no es tan fácil. Nunca nada lo es.

Vane me llevó afuera. Caminé en silencio como en estado de coma. Había

sido mi último esfuerzo. Había vuelto a fracasar. Caminamos a través de los

edificios estrechos. Todo mi cuerpo se estremeció, era un manojo de nervios. Las

calles estaban extrañamente silenciosas. Londres, una ciudad fantasma. Nunca lo

hubiera imaginado.

Cruzamos las secciones residenciales de la ciudad. Muchas de las ventanas

parecían estar tapiadas. Incluso si la gente no acababa de creer a los alarmistas del

final del mundo, estaban tomando precauciones. No es que eso importara.

Un camión negro avanzó hasta un pequeño edificio.

Vane me sacó de la vista en el callejón.

Una familia se precipitó afuera, una madre, un padre en uniforme militar, y

sus tres hijos. Bajo el manto de la noche, se colaron en la calle, obviamente,

tratando de mantenerse tranquilos. La madre tenía lágrimas corriendo por sus

mejillas. Se aferró al más pequeño de los tres, un niño. Una mochila de superhéroes

colgaba de su brazo. Los otros niños, una adolescente y un niño preadolescente,

llevaban mochilas pesadas. Otro hombre en uniforme negro salió de la camioneta.

―Tom Drust, ¿listo? ―dijo con voz cortante.

Tom, el padre, asintió.

―Estos son los mayores, Maura y Max. Están en la lista.

―¡Mamá! ―gritó la muchacha preadolescente. El padre la tomó en sus

brazos. Ella y el adolescente, que también se puso a llorar, se tropezaron en el

camión. El padre empujó a los dos niños en el interior.

―Tenemos otros que recoger ―apuró‖el militar al padre.

―¿Alguien no se presentó? ―La voz del padre se rompió―. Tenemos a

Mark.

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El militar comprobó un teléfono inteligente que llevaba. Negó. En la calle, la

madre rompió a llorar. Sostuvo el niño apretado en los brazos. La mochila de

superhéroes cayó al suelo.

En el callejón, Vane se apretó contra mi espalda. Sus brazos alrededor de mi

cintura.

Escuché el susurro del padre por la calle tranquila.

―Me han asignado para vigilar la puerta de Londres. El arma está en la caja

fuerte. Dos balas‖ para‖ cuando‖ lo‖ necesites.‖ ―En el rostro del padre corrían las

lágrimas. Las limpió, le dio al chico más joven una palmadita en la mejilla, y se

alejó, con los hombros caídos por el fracaso.

Evacuados. Esto era real. Esto era todo lo que iba a ser. Me llevé la mano a la

boca en el callejón. Náuseas subieron de mi estómago y más allá de mi garganta.

Las tragué de vuelta.

Los brazos de Vane se apretaron alrededor de mí.

―¿Qué vas a darme para salvarlo?

¿El niño pequeño? Parpadeé.

―¿Qué quieres?

―Un favor.

Era una exigencia y una súplica. El último favor en Chennai no había

funcionado tan bien, pero respondí:

―Lo que sea.

En la calle, el teléfono del militar emitió un pitido. Él miró la pantalla con

sorpresa.

―Espera. Me han dado un espacio extra.

El padre se enderezó. La madre no esperó por él. Corrió hasta ellos con el

último niño. Empujó al chico en el camión. Su hija se hizo cargo de él y la mochila

de superhéroes que agarró rápidamente.

―Yo‖me‖encargo‖de‖ellos‖―sollozó‖la adolescente.

La madre puso un puño en la boca y asintió. El padre saltó a la camioneta.

El camión se alejó rugiendo. La madre echó una mirada furtiva a su alrededor

y luego se apresuró a regresar a la casa pequeña.

Me di la vuelta y me enfrenté a Vane. Deliberadamente deslizó su teléfono en

el bolsillo.

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Durante un minuto, quería pegarle. ¿Qué clase de hijo de puta era? Entonces

me di cuenta de que había un poco de nostalgia en sus ojos color avellana de

nuevo. La misma nostalgia con la que lo había atrapado mirándome. Actuando por

impulso, tomé el teléfono de él.

Corrí por la calle, agarrando el teléfono como si fuera un salvavidas. Me

persiguió. Podría haberme derribado con un simple hechizo. No sé por qué no lo

hizo. Mientras corría, toqué la pantalla. Tenía una contraseña. Vivane. Puse los ojos

en blanco ante la tremenda seguridad.

Vane me detuvo. Un grillete estaba alrededor de mi muñeca. Tomó el

teléfono. Tropecé de nuevo contra el lado de un coche. Me tomó y me llevó con él.

Me agarré de sus duros hombros. Los detalles de la aplicación web aparecieron en

el teléfono. Se había añadido un espacio para el niño. La aplicación web registró el

momento de la transacción. Lo había hecho hace unos minutos, antes de que yo

estuviera de acuerdo con el chantaje, probablemente tan pronto como él había

descubierto el nombre del niño.

―¿Por qué? ―le exigí.

Él dijo:

―Siempre hay un precio, ¿verdad?

―Sea cual sea el precio, lo pagaré ―le dije.

―Lo sé. Es lo que me asusta.

Entendí. Y me dolía. Miré hacia arriba. Un cielo despejado desmentía la

tormenta que se avecinaba. Las estrellas del cielo brillaban con demasiada

intensidad. La luna se veía triste y ninguna ayuda estaba en camino. Mis brazos

rodearon el cuello de Vane. Dejé que todo mi peso colgara, mis rodillas demasiado

débiles para sostenerme. Escuché el latido de su corazón, un buen corazón, aunque

él no lo creía. No podía mirarlo mientras le susurré:

―No quiero perderte tampoco, Vane.

Tomó mi barbilla y me obligó a mirarlo a los ojos. Sus labios se curvaron en

una sonrisa arrogante.

―No lo harás. Soy como un dios, ¿recuerdas?

Una boca de incendios se abrió detrás de nosotros. El agua brotó de ella. Se

desplegó alrededor de Vane y disparó directamente hacia el cielo, apuñalando con

determinación. Vi el espectáculo acuático.

Eso es lo que me temía. Él y Matt pensaban que sabían lo que estaban

haciendo.

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Yo no estaba tan segura.

Incluso los dioses no eran infalibles.

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Traducido por magdys83 Corregido por Nanis

urante el viaje de regreso a Glastonbury, seguí mirándolo.

Vane dejó salir un suspiro.

―¿Qué, DuLac? Escúpelo.

No estaba segura de poder hacerlo. Cualquier esperanza que tenía por un

milagro había muerto. Eso me recordó a su memoria. Nunca les dejes saber lo mucho

que quieres algo.

Bueno, lo quería. Ahora estaba pagando por eso.

Me crucé de brazos y me abracé a mí misma.

―¿Qué sucederá mañana?

―Llevo‖a‖Excalibur.‖Merlín lleva la manzana. Una vez que la Furia empiece,

podemos usar a Excalibur para abrir los portales. Voy a utilizar el tridente para

extender la energía de todos los portales desde la central uno hasta el Círculo de

Cronos. Todos nosotros, incluso los evacuados, atravesarán el portal. De paso

tomaremos la manzana. Porque los portales están atados, creo que nos conducirá al

mismo lugar.

―¿Por qué el círculo?

―Poseidón tocó la piedra en el círculo en mi memoria. En el Ojo de Cronos,

la misma piedra apareció con Excalibur en ella. La piedra aún está ahí.

Me quedé sin cosas que decir. El destino inminente me presionó.

Conducimos a lo largo de la carretera.

Finalmente, Vane habló.

D

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―Si él no tiene la maldición, ¿estarás con él?

―Me enamoré primero de él ―le dije honestamente.

Vane dejó salir un siseo.

Agregué tranquilamente:

―Pero me enamoré de ti más fuerte.

El carro dio un volantazo. Vane maldijo.

―No digas cosas como esas cuando estoy conduciendo.

―Entonces no hagas la pregunta.

―Si no fuera tarde, me haría a un lado y te quitaría el pantalón ahora mismo

―murmuró.

Sonreí.

―Tú también me gustas, Vane.

Reducimos la velocidad en el sinuoso camino de un carril de Glastonbury.

Atravesamos una imponente mansión hacienda con una señal declarando su

actualización contemporánea de alojamiento y desayuno. Más cerca del pueblo,

pasamos casas adosadas estilo cabañas y calles angostas intercaladas con árboles

verdes frondosos. La furgoneta paseó debajo de las calles angostas hasta que

llegamos a un área abierta bien conservada.

Vane detuvo el carro en el estacionamiento enfrente de los restos de la Abadía

de Glastonbur. Debido a la hora de la noche, estaba vacío. El parque ya había

cerrado por el día.

Más allá de la valla, los arcos de piedra impresionantes de la abadía en ruinas

se mantenían en pie. Detrás de los arcos en una extensión despejada del jardín

permanecía una capilla romana construida en los años mil cien. Una neblina azul,

el color debido a la piedra local en la colina ondulante, estaba asentada sobre la

abadía, confiriéndole un aire místico. Una figura apareció a mi lado, justo fuera de

la ventana. Dejé salir un pequeño chillido. Por un minuto, pensé que estaba

alucinando. Bajé la ventana.

La cara de Grey me miró hacia abajo. Él, también, usaba un traje formal.

Abrí la puerta y salté afuera. Me tiré en sus brazos.

―¿Qué estás haciendo aquí?

―Este lugar en serio es escalofriante.‖―Gia tironeaba un vestido de tiras rosa.

Vane salió del carro y dio la vuelta al frente. La pequeña furgoneta de la

secundaria Avalon que Mark tomó estaba estacionada a nuestro lado. Varios

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hechiceros salieron. Todos usaban ropa formal. Mark bajó del asiento del

conductor.

―Traje a todos los que ella quería de la escuela.

Fruncí las cejas.

―¿Quién quería?

Vane caminó a la valla. Una brisa sopló a nuestro alrededor. Me entregó una

caja.

―Vas a tener que cambiarte en el Rover.

Abrí la caja. Estaba uno de los tres vestidos de graduación, un vestido

coqueto de una gasa verde oscuro.

―¡Obtuviste‖ el‖ verde!‖ ―Gia hizo una mueca. Se tocó el cabello. Su rojo

brillante desentonaba con el rosa suave de su vestido―. Esto apesta.

Miré hacia Vane. Me di cuenta de que usaba el chaleco del mismo color.

Se inclinó cerca de mí.

―Algún día te voy a poner en uno blanco.

Me sonrojé.

―¿Qué está pasando?

―Vamos a ir a una boda.

―¿De quién?

―Cámbiate y veras. Nos están esperando adentro.

Me llevo cinco minutos. Todos excepto Vane se habían ido para el momento

en que salí del carro. Vane se apoyó contra el capó.

―Estaba pensando acerca de entrar a ayudarte.

―Ayúdame con el cierre.‖ ―Me di la vuelta para mostrarle mi espalda

desnuda. El vestido se abría a lo largo de mi columna vertebral.

Vane hizo un sonido de gruñido y se puso detrás de mí. Sus dedos trazaron

las vértebras de mi columna mientras el cierre lentamente se deslizaba hacia arriba.

―Quiero ver si el asiento trasero del Rover tiene mucho espacio como

anuncian.

Me di la vuelta para enfrentarlo. Tomé sus labios entre mis dientes y mordí

suavemente.

―Tal vez te lo permita si eres realmente bueno.

Sus ojos se calentaron.

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―Soy mejor que bueno. ―Con un movimiento de su cabeza, me tiró hacia el

parque―. Vamos, están esperando.

En lugar de ir a la entrada, Vane se acercó a la valla. Me tiró hacia arriba y

dobló sus rodillas. Saltó conmigo en el aire. No fue lo que había esperado. Chillé y

eché mis brazos alrededor de su cuello. Pasamos sobre los eslabones de hierro al

otro lado. Vane aterrizó en sus pies.

Mi corazón martilló por el vuelo improvisado. Soltó una risita en mi oído.

―¿Sorprendida?

Sorprendida era una palabra leve para su talento. ¿Por qué tenía una manera

de sorprenderme? Enrollé mis dedos en su cabello.

―Guárdalo para después ―dijo.

Como si hubiera un después.

Me bajó. Caminamos a las ruinas de la abadía de piedra. En medio de las

ruinas, una multitud de sirenas, algunos hechiceros, y un pequeño conjunto de

gárgolas de piedra esperaban. Mientras nos acercábamos, Vane sacó una corona de

su chaqueta. La última vez que la vi había sido en la cabeza de Lelex (el padre de

Leonidas) antes de que Vane lo matara. La banda de oro sencillo tenía una

esmeralda grande incrustada en una curva en su centro. El final de la corona

doblado en forma de pez. Vane también sacó dos brazaletes. Se puso uno con

diseño como de serpiente. En su derecha, el brazalete era una sirena sosteniendo

un tridente.

―El rey ―declaró una sirena cerca del frente.

Las sirenas cayeron en sus rodillas.

No había sillas. No era necesario. Flores rosas, blancas y verdes decoraban los

muros en ruinas de la antigua abadía. Dos monumentos de piedra derruidas, el

frente de la cara en ruinas del una vez alto monasterio, hacía la glorieta perfecta.

No había asistentes para la novia y el novio. Una línea de piedras en el pequeño

jardín verde marcaba el pasillo.

Vane me acompañó por el pasillo y me colocó junto a Grey y Gia, quienes

estaban de pie hacia el frente. La feliz pareja ya estaba a la cabeza de la multitud.

Leonidas y Leonora se arrodillaron en el suelo.

Vestían de blanco. El traje etéreo de ella compensaba el kilt como uniforme de

él. Una espada reluciente yacía colgada de su cinturón. El leve matiz de verde de

su cabello brillaba con vida.

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Vane dio un paso por delante de ellos para tomar su lugar en el frente. Me di

cuenta de que el rey oficiaría la boda. Él hizo un gesto y todos se levantaron.

―Antes de que empecemos, tengo una orden‖de‖negocios.‖―Vane se quitó la

corona y se la entregó a un Leonidas estupefacto―. Esta noche, abdico el trono a

Leonidas. Él es el rey legítimo.

Mi mandíbula cayó. Vi pasar una similar expresión aturdida en el resto de la

multitud.

Leonidas encontró su voz.

―No, tú eres un líder. La línea de Lelex no puede sacarnos de este momento

oscuro. Si lo hacemos, será debido a ti.‖―Empujó la corona de regreso a Vane―.

Eres una sirena, Vane. Siempre lo serás. Incluso antes de que fueras el rey

Pescador, ganaste el trono.

Las sirenas vitorearon. Varios levantaron en alto sus espadas. El sonido

metálico en el aire.

Por segunda vez en mi vida, vi a Vane completamente desconcertado. La

primera vez fue en el Palacio de Buckingham cuando le pedí que me besara.

―Ahora,‖si me permite, majestad ―la mirada de Leonidas fija en Leonora―,‖

en verdad me gustaría casarme.

Después de eso, la ceremonia de matrimonio fue breve. Más o menos un

asunto de aceptas/y tú. Dudé que la feliz pareja pudiera decir algo más. El

“acepto” de Leonidas salió entrecortado. En lugar de arroz, arrojamos gotas de

rocío mientras se besaban.

Lloré.

A mi lado, Gia también.

Grey nos apretó cerca.

Y la pequeña esperanza, la que creí apagada, una vez más centelleó.

Él me encontró junto al agua. En los terrenos del parque, pasada una parcela

cuadrada de tierra detrás de la abadía en ruinas marcada como la tumba del rey

Arturo, un pequeño estanque celebraba la vida. El lugar acogió patos, peces y un

follaje de sauces llorones. Me paré bajo un árbol y observé el baile de la luz de luna

sobre las ondas serenas. Una mamá pato guiaba a sus patitos hacia el agua

tranquila.

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Él salió de detrás del árbol. Levantó sus manos y agarró una rama baja. Se

apoyó en ella, y vi el reflejo de su gran torso en el agua, sus músculos bien

definidos perfeccionados por una vida implacable. Me vio.

―Ese fue un giro interesante en la ceremonia.

Arqueó una ceja.

―¿Lo apruebas?

Señalé con mi cabeza.

―¿Te importa?

―Lo hace.‖―Pareció sorprendido―. ¿Crees que puede haber esperanza para

mí después de todo?

Jugué con la rama caída del sauce llorón, trazando sus costillas como si

estuviera trazando las suyas.

―Lo haces difícil, pero lo creo.

Fuego verde iluminó sus ojos.

―Te gusta difícil.

Sonreí.

―¿Me conoces tan bien?

Respondió seriamente:

―Nunca te voy a conocer lo suficiente. Siempre voy a querer más.

Las palabras llenas de deseo derritieron cada duda dentro de mí. Contuve

lágrimas por la intensidad de la emoción. La noche se extendía profunda pero el

amanecer yacía esperando atacar. Miré a través de la rama ondulante entre

nosotros, un velo seductor. Le pregunté suavemente:

―¿Cómo podemos sobrevivir a esto, Vane?

Porque no creo que pueda vivir sin ti.

Ojos vigilantes fijos en los míos, leyeron el pensamiento tácito. Contuvo el

aliento, se quedó completamente inmóvil.

―Hay otra historia que conozco. Esta no tiene ninguna espada o visiones.

Ésta es acerca de un chico que encontró a una chica durante un momento terrible.

―¿Cómo resultó?

―No lo sé, pero lo que sé es que el chico no se arrepiente. Ni por un minuto.

No importa cómo resulte. Porque ha estado esperando por esta chica desde el

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momento en que ella nació, y si se lleva otros mil años para encontrarla de nuevo,

esperaría otra vez. Todo lo que sea necesario.

Lágrimas, que estaban acumuladas, se derramaron por mis ojos.

Finalmente, caminó más cerca, viniendo detrás de mí, y envolvió sus brazos

alrededor de mi pecho. Observó a los patitos flotar en círculos en el agua.

Una visión en la distancia llamó mi atención. Una colina triangular adosada, a

corta distancia del pueblo. La torre encima de la colina se podía ver a ciento

sesenta kilómetros. La iglesia en ruinas parecía ser un faro prometiendo esperanza,

pero sin dar respuestas reales.

―La colina de Glastonbury. Hace dos mil años, el mar lavó las colinas. La

torre en la cima es llamada torre de San Miquel, el santo guerrero que combatió la

oscuridad. Algunos dicen que Avalon está donde el mar se encontró con la tierra y

se convierte en el lugar de reunión de la muerte, el lugar por el que pasamos a otro

nivel de existencia.

Labios rozaron mi oreja.

―Otra manzana puede ayudarnos con la evacuación.

Mordí mi labio. Levantó la vista hacia el cielo sofocante.

No le había dicho a Vane acerca de la visión de Matt, sobre todo porque había

estado en negación. El pensamiento de perderlo era un dolor físico. El pensamiento

del horror que se acercaba…‖y‖tampoco‖sabía‖cómo detenerlo.

Mis manos se apretaron en las suyas. Las llevé a mis labios.

Un celular zumbó en el bolsillo de Vane. Lo ignoró. La segunda vez zumbó

más insistentemente.

―Puede ser importante.

Vane sacó el teléfono.

―Es Leonidas. Dice que vaya al frente.

Lo dejé ir.

―Estaré aquí.

Vane me volteó entre sus brazos. Ojos penetrantes vieron a través de mí. La

necesidad aumentó en ellos.

―Dime‖que‖me‖eliges‖―dijo.

Miré sus ojos. Estaban teñidos de verde, pero no me asustaban. Tal vez

deberían. El monstruo ahora me tenía, pero ya había dejado mis armas.

―Sabes que lo hago ―le dije.

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En la luz de la luna, el monstruo sonrió.

―Bien. Regresaré.

Vane se apuró.

Volví atrás para ver a los patitos por un poco más de tiempo.

Matt salió de las sombras. El león pisó suavemente por la ladera.

Levanté una ceja hacia él.

―¿Introduciéndote en la boda?

―¿Debo suponer que Vane obtuvo la autorización para utilizar el parque?

Me encogí de hombros.

―Una boda nos traerá buena suerte. La necesitamos.

―Supongo que no has encontrado la manzana en Londres.

Negué.

―¿Sabías que me fui?

Los ojos de Matt parpadearon sobre el Ojo de Dragón.

―Le creo. Esperaría para siempre para encontrarte de nuevo.‖―Agregó―: Yo

lo haría.

Un escalofrío inesperado hizo levantar los vellos de mis brazos. Froté mis

brazos. Resignación, escalofriante y despiadado en su inhumanidad, en los ojos

caídos de Matt.

Él preguntó:

―¿Confías en mí?

Di un paso hacia él.

―Por supuesto.

―He encontrado la única cosa contra la que no puede ganar.‖―Los ojos de

Matt destellaron con dolor―. Lo siento, Ryan.

No vi venir el hechizo para dormir hasta que me alcanzó.

Matt me atrapó antes de que cayera en el suelo. Susurró en mi oído:

―Él te ama, Ryan, y eso tal vez nos salve.

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Traducido por Apolineah17

Corregido por ☽♏єl

e desperté a la mitad de la batalla.

El cielo brillaba en tonos tenues de rojo, morado y rosa. Solo

los veía a través de los vidrios polarizados. Con la cabeza

palpitando, me levanté de golpe de donde había caído dormida. En lugar de un

vestido, llevaba una chaqueta delgada y unos cargo negros y me encontré

abarrotada entre un grupo de personas dentro de una camioneta en movimiento.

Todos eran Regulares por lo que podía decir. Hombres, mujeres y niños, pero no

familias completas. El ver sus rostros desgarrados me dejó sin aire una vez más.

Estábamos sentados en una de esas camionetas que transportan prisioneros.

Tenía paredes de metal y un asiento tipo banco. Desde mi posición, los vidrios

polarizados únicamente mostraban el cielo afuera y nada más. Una gruesa pared

de metal separaba la parte de atrás de los conductores. Una mirilla les permitía

observarnos en la parte posterior.

Los cuerpos atestaban cada centímetro del espacio, solo había lugar para estar

de pie. Aire frío nos acribillaba, probablemente para evitar que hiciéramos

disturbios. Dudaba que alguien se atreviera. Después de todo, sabíamos que

éramos los afortunados.

Desorientada y molesta, me puse de pie en el banco y miré hacia afuera.

Hordas y hordas de camionetas negras rugían a lo largo de la carretera. Sobre una

suave colina curvada, Stonehenge apareció a la vista. Al principio, solo vi la

extensa llanura y las piedras solitarias como las había visto infinidad de veces en la

televisión. Había estado alrededor de hechiceros el tiempo suficiente como para

reconocer la magia. Entrecerré los ojos y distinguí una débil barrera de magia

azulada. La magia de Merlín. Un escudo cubría completamente una enorme

M

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sombrilla para que el observador casual no viera el estacionamiento de vehículos

rodeando el círculo de piedra en un amplio radio.

Además de las camionetas negras, había autobuses de dos pisos, todoterrenos

e incluso helicópteros del ejército. Esto había sido planeado para maximizar cada

pequeño pedazo de espacio que la puerta ofrecía. Me giré hacia Stonehenge. Tenía

tres círculos principales. El círculo exterior era de cerca de cien metros de

diámetro. El suelo a su alrededor había sido cortado en una zanja.

Mucho más pequeño que el círculo exterior, el interior contenía dos anillos. El

círculo interior era la famosa vista pintoresca del monumento. El anillo más grande

del círculo interior me recordó a uno de los gigantes juegos de bloques. El anillo de

sarsen y las piedras azules, losas verticales rematadas por las horizontales, aunque

rotas, se erguían como gigantes. Los trilitos oscilaban de entre tres hasta siete

metros de altura. El anillo interior se componía de tres trilitos.

Un altar de inusual piedra arenisca verde estaba asentado en el centro del

monumento. Daba hacia el enorme trilito del anillo interior y alcanzaba los cinco

metros de largo. Fuera de los círculos, un talón de piedra estaba más allá del

externo. La disposición del monumento me recordó a un reloj de bolsillo donde el

talón de piedra sería el tapón en la parte superior.

Las sirenas estaban a horcajadas en un gigante trilito sobre el talón de piedra.

El nuevo trilito parecía una versión cuadrada del enorme Arco del Triunfo. Tendría

capacidad para la embestida organizada de vehículos. Se erigía cerca de un

centenar de veces más grande que la que él había construido en Boston. Un

escalofrío me recorrió. Vane apenas había logrado abrir la pequeña. No tenía idea

de cómo planeaba controlar la Furia.

Extendí la mano hacia el Ojo de Dragón. No estaba.

Matt había roto el bloqueo de Vane. Estaba completamente sola.

Bajé la mirada hacia mi muñeca. Una pequeña cicatriz la marcaba. Matt había

extraído mi sangre. Me drenó como si no fuera nada más que una bolsa sanguínea.

Al parecer, no era necesitada para otra cosa.

No tenía idea de por qué Matt me puso en la camioneta.

¿Él estaba esperando evitar la visión o cumplirla?

Llegamos a la cerca justo a las afueras del famoso monumento. Stonehenge

generalmente estaba aislado del público. Eso lo hacía más fácil para la barricada

que los soldados y hechiceros habían erigido. Autos y personas abarrotaban la

cerca. Vi destellos de magia volar cuando un vehículo no autorizado trató de

embestir contra la barricada. Todo iba bien hasta que la tierra comenzó a retumbar.

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A mi alrededor, todos dejaron escapar un grito de conmoción y empezaron a

señalar hacia la otra ventana. Me abrí paso delante de ellos para observar y vi un

segundo sol, un círculo rojo llameante asomándose por el cielo.

Era la primera señal del fin.

Tenía que salir de la camioneta. Me acerqué a la puerta cerrada y probé la

manija. Como sospechaba, estaba cerrada desde afuera. Él me había escondido

bien. Entre las numerosas camionetas negras, podría estar en cualquiera. Busqué

ayuda.

Encontré a los tres hijos Drust. Me tomó menos de un minuto enlistarlos

(sabiendo sus nombres, los convencí). Ellos, a su vez, convencieron a algunos más

para que me ayudaran a patear la puerta. Nunca subestimes a los Regulares.

Salté desde la parte de atrás de la camioneta en movimiento. La puerta se

cerró detrás de mí mientras los evacuados se volvieron a acomodar adentro.

Empecé a correr. Más chispas volaban por el cielo. Un arcoíris de colores se

arremolinó cuando la primera descarga suave vino del sol.

La Furia estaba llegando.

Un soldado me vio entre las lentas camionetas. Dio un disparo de

advertencia. Me agaché y me di la vuelta. Su rostro sorprendido nunca anticipó mi

golpe. Lo derribé y agarré el arma. Entonces corrí. El soldado no se quedó

tumbado. Lo escuché pedir ayuda por radio, pero no me detuve. Seguí corriendo

hacia los anillos interiores. La regla número uno del libro de entrenamiento de

Vane era que desacelerar equivalía a terminar muerto y desaparecido.

Cuanto más me acercaba, el número de soldados aumentaba.

Afortunadamente, también lo hacía el número de vehículos. Ellos me disparaban,

pero estaban limitados en su alcance. Los soldados fueron cuidadosos sabiendo la

preciosa carga que las camionetas llevaban, varias de ellas con sus propios

miembros de familia, el acuerdo que habían hecho para salvarlos. Con unos pocos

disparos (mi puntería era bastante buena con un arma de fuego), logré esquivar a

los soldados rodando debajo de unas pocas camionetas en movimiento. Tierra,

pasto y raspones me cubrían.

Vi el famoso anillo de Stonehenge. Corrí directamente hacia una pared de

músculo y un arma apuntándome exactamente en la cabeza. Me dejé caer en

derrota. La parte trasera de una camioneta se abrió de golpe. Los ojos del soldado

parpadearon. Golpeé el arma fuera de su alcance. Grey y Colin bajaron de un saltó.

Nunca había estado tan contenta de ver a alguien. Grey cargaba a una débil

Gia sobre sus hombros.

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―Ryan, ¿qué está pasando? ―gritó Grey―. Emrys nos drogó. Acabamos de

despertar.

Más gárgolas bajaron de la camioneta.

―No lo sé. Vamos a averiguarlo. ―Aunque no teníamos armas, fue mucho

más fácil llegar a la parte de adelante utilizando a las gárgolas como escudo.

Gracias a sus habilidades de súper sanación, los disparos no las inmutaban

demasiado. Una vez que Gia despertó, empezó a lanzar hechizos y a despejar el

camino.

Cuando llegamos al círculo interno, le hice señas a Grey para que se acercara

silenciosamente. Tenía una visión clara desde el altar de piedra hasta el enorme

trilito en el talón de piedra. Excalibur yacía incrustada en la piedra arenisca de losa

verde.

Frente a esta, la manzana de oro estaba silenciosamente sobre la piedra.

Sangre la cubría. Mi sangre.

En el centro del caos, dos gigantes se enfrentaban entre sí. Magia verde se

arremolinaba alrededor de Vane. La azul coloreaba a Matt. Era la misma lucha. Mil

quinientos años atrás se enfrentaron por un reino. Hoy, por el mundo.

Las sirenas permanecían en silencio detrás de Vane, con las espadas a sus

pies. Los soldados las rodeaban. Vislumbré a Robin cerca de un militar con un iPad

a modo de sujetapapeles. Matt se paseaba de un lado a otro, mirando la manzana.

Todos observaban la manzana metálica, esperando a que señalara el momento.

Y la evacuación comenzaría. Al final de todas las cosas.

Vane observaba a Matt.

―No voy a abrir nada hasta que sepa que ella está a salvo.

Matt sostenía el Ojo de Dragón delante de Vane.

―Vas a tener que confiar en mi palabra.

―La necesitamos aquí.

Matt hizo un gesto hacia Robin.

―Puedo traerla si lo necesitamos.

―Teníamos un plan ―dijo Vane.

―De esta manera, sé que te apegarás a él. ―Levantó la vista hacia el cielo.

Más luces lo manchaban. El viento se incrementó y lanzó tierra alrededor de la

llanura―. Abre las puertas y todos, incluyéndola a ella, pasarán.

Vane dejó escapar una pequeña risa.

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―¿Todavía no confías en mí, Merlín?

Merlín dejó de moverse de un lado a otro.

―No‖voy‖a‖correr‖el‖riesgo.‖He‖visto…

―No puedes esconderte detrás de las visiones para siempre. Esto siempre ha

sido sobre mí yéndome. No sé por qué no lo vi. Tal vez porque nunca creí que

podría importarte mucho. No tuve elección, Merlín. La Dama eligió mi destino.

―Ella nos separó por una razón ―dijo Matt.

―Porque tú estabas destinado a matarme ―dijo Vane―. Ya no tienes que

mentir, Merlín. Finalmente tiene sentido.

Matt se quedó inmóvil.

―¿Qué quieres decir?

―Sigo teniendo que recordarles a todos que soy un genio ―dijo Vane a la

ligera―. Los informes sobre la manzana tienen la hipótesis de que las partículas

exóticas interiores mantendrán las puertas del agujero de gusano abiertas y serán

lo suficientemente grandes para dar cabida a todos. Con abrirlas al mismo tiempo,

seremos capaces de unir todas las puertas a un puente. Sin embargo, salir del

planeta, como pensamos que la manzana hará, requiere de una gran cantidad de

energía. Debemos usar el poder de la Furia y el monstruo debe aprovecharla.

―La Dama me eligió para esto ―susurró Matt.

Lo eligió para morir.

Detrás de las piedras, levanté la mirada hacia el cielo en llamas. La manzana

se tambaleó.

El momento estaba cerca.

Vane sonrió.

―Ella te eligió, pero no tomó en cuenta una cosa. Nunca dejé de ser tu

hermano. Ryan no me dejaría. Es increíble lo que hacemos por aquellos a quienes

amamos. Lo que sacrificamos.

Los ojos de Matt se endurecieron.

―Es por eso que estoy manteniendo a Ryan en la camioneta. Si quieres

salvarla, tendrás que salvarlos a todos. No importa lo que cueste.

―No estoy hablando de Ryan. No he venido aquí a evacuar, Merlín. Acepté

al monstruo porque sabía que quien lo hiciera moriría hoy. Lo hice yo, así tú no

tendrías que hacerlo. Por ti. Por ella. Ella está destinada para ti.

Matt lo miró boquiabierto.

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―Lo siento, hermano. Vas a tener que estar solo una vez más. ―Vane sacó el

Ojo de Cronos de su bolsillo.

―¡No! ―Hice lo único que podía. Utilicé el arma que había agarrado y

disparé hacia la mano de Vane. La bala le rozó su mano. El Ojo de Cronos rodó por

el suelo.

Matt lo agarró. Le disparó a su hermano con un hechizo.

―Yo también lo siento, Vane.

Vane salió volando hacia atrás. Cayó fácilmente. Tosió sangre sobre el suelo.

Todo dentro de mí se quedó inmóvil. Me quedé inmóvil.

Él estaba muriendo. La sangre estaba atascada en las cámaras de mi corazón,

pero no podía fluir. Mi cuerpo se negaba a bombearla.

―Ryan ―gruñó Vane.

La sangre se abrió camino por mis arterias. Corrí desde mi escondite. Más

soldados trataron de golpearme. Grey y Gia los enfrentaron, pero seguían

viniendo. Los esquivé para llegar a Vane. Me dejé caer a su lado, mis mejillas

húmedas y sucias.

Matt sostenía el Ojo de Cronos en su palma.

―El agua ha sido drenada del cristal.

―La tomé antes. ―Vane rió débilmente―. Una vez que el monstruo reúna la

energía suficiente, lo liberaré. Entonces, puedes tomar al monstruo sin fallar.

En la losa, la manzana se movió.

―Es tiempo, Merlín ―dijo Vane―. Tal y como querías.

Matt se arrodilló del otro lado de su hermano.

―Esto nunca fue lo que quise.

Era la visión. El cielo ardía sobre nosotros, mostrando una magnífica y mortal

aurora. El viento se arremolinaba en el círculo de piedra.

Nos sentamos a los costados de Vane mientras él cerraba los ojos.

La manzana se elevó completamente en el aire.

Matt agarró el tridente de un costado de Vane. Se apoyó en él. Agarré el Ojo

de Dragón que colgaba del bolsillo de Matt.

Vane, sollocé. ¿Por qué no me contaste tu plan?

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Ryan. La palabra, mi nombre, contenía una gran cantidad de anhelo.

Entonces, se agudizó. La voz de Vane reverberó en mi cabeza. Dime que confías en

mí, Ryan.

Sabes que lo hago, dije.

Entonces busca la respuesta. Dentro de Merlín. Mira ahora. Eres la única a la que él

le permitirá entrar. Sus defensas están bajas. No te detendrá. Y recuerda, no importa qué,

puedes soportarlo.

Busqué. Usando el Ojo de Dragón entré a la mente de Matt. No tenía idea de lo

que estaba buscando, solo que lo hacía desesperadamente. Una visión de una

cabaña estaba delante de mí. Era la misma cabaña de la visión de Vane. Solo que

esta vez, la vi a través de los ojos de Matt. Vi a la Dama. Ella tenía los ojos verdes.

Me sonrió. Estaba sentada en la mesa con un cuchillo y una papa.

―¿Qué elegirías, Merlín? ―preguntó ella―. Salvar a tu hermano o salvar a

todo el mundo.

―A mi hermano ―respondió sin dudar.

―Lo sé ―dijo ella en voz baja―. Por eso hice lo que hice. Por eso tuve que

enviarlo lejos. Espero que lo entiendas algún día.

Puso el cuchillo sobre la papa.

―Recuerda esto, Merlín. Entera, puede llenar a uno. Córtala y nos alimentará

a todos un poco. Córtala y el riesgo para ti es grande. Mantenla entera y el riesgo

para todos los demás es grande. De cualquier forma una elección debe tomarse.

La Dama cortó la papa a la mitad. Solo que ya no era una papa.

Una decisión debe tomarse.

Y tenía mi respuesta.

El secreto que la Dama solo había revelado inconscientemente a Merlín. El

que estimaba demasiado riesgo. El que Poseidón había sabido.

Abrí los ojos.

Encima de nosotros, el cielo se volvió rojo. La Furia caería pronto sobre

nosotros.

Matt levantó el tridente. Golpeó el suelo con él mientras yo alcanzaba a

Excalibur.

El suelo se agrietó y retumbó. Una niebla comenzó a formarse alrededor de

las puertas.

Mis manos se cerraron alrededor de Excalibur.

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―Ryan ―gritó Matt―. ¿Qué estás haciendo?

―Voy a encontrar otra manera. ―Saqué a Excalibur de la piedra.

La niebla se desvaneció. Las puertas nunca se abrieron. La manzana cayó.

―¡No! ―Matt se abalanzó sobre mí.

Ya era demasiado tarde. Golpeé Excalibur hacia abajo, sobre la manzana de

oro.

En ese momento, me arriesgué. Porque así es como vivíamos. Arriesgué a

toda la raza humana por una creencia, por la creencia de que unos pocos

sobrevivientes no eran suficientes. Simplemente sobrevivir no era suficiente.

La manzana explotó. Manchas negras y blancas destellaron fuera del centro

hueco de la manzana como luces de colores.

El cielo rugía mientras la Furia se acercaba.

―Matt ―grité.

Él seguía paralizado, mirando hacia la manzana destruida.

El Ojo de Dragón se calentó en mi mano. Llamé al monstruo. Él se elevó.

El cuerpo de Vane se estremeció cuando el monstruo se hizo cargo.

―Es hora ―le dije al monstruo.

Rugió. Las luces de colores flotaban a nuestro alrededor. Las partículas

exóticas de la manzana se propagaban cada vez más lejos en el aire. Le tomó

segundos. Preciosos segundos mientras nadie evacuaba. Las puertas, el pasaje de

salida, permanecieron silenciosas y cerradas. A lo lejos, la energía alcanzó nuestro

sol amarillo, ocasionando que la energía del monstruo se disparara y derramara.

Alrededor de nosotros, las luces de colores cambiaron. El planeta entero quedó

suspendido en el espacio por un momento.

Luego, en el lapso de un parpadeo, la Tierra desapareció.

Como un personaje bidimensional de repente inmerso en un mundo

tridimensional, vi más allá de mí misma. Donde una vez el planeta azul había

estado, solo quedó espacio vacío. Me aferré a Excalibur mientras cambiábamos a

otra fase de existencia, una hecha solo de nuestra conciencia.

En lugar de crear un pasaje conectando dos extremos, la materia exótica de la

manzana creó un agujero en un solo lugar, un agujero lo suficientemente grande

para que cupiera todo un planeta.

La Furia golpeó.

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El sol destelló y sus tentáculos nos acuchillaron. El infierno atravesó

directamente, encontrándose solamente con el espacio vacío donde la Tierra

debería haber estado.

Observamos desde fuera, como hologramas que veían, pero no sentían.

Setenta y seis segundos pasaron. Segundos preciosos. Y en esos segundos

cambiamos el destino de todos y salvamos nuestras almas.

La Furia continuó.

Las luces danzaban con el aumento del resplandor cuando la Furia se

intensificó y tuve que cerrar los ojos ante la ferocidad centellante de las luces. A mi

lado, el cuerpo de Vane se estremeció con más fuerza. El monstruo luchaba por

resistir. No pude hacer nada más que observar como poco a poco el monstruo se

quemaba bajo la embestida del fuego eterno.

La Furia pasó.

Dentro de Vane, el monstruo rugió lúgubremente, siendo una cáscara de

ampollas. Suspiró cuando Vane finalmente lo liberó, su cuerpo completamente

inmóvil.

Ahogué un grito.

Matt puso su mano sobre el pecho inmóvil de Vane. Tomó el monstruo

dentro de sí mismo.

El verde coloreó los ojos ámbar de Matt.

Me aferré a Excalibur, la única atadura de regreso a nuestra existencia física.

Los brazos de Matt me rodearon. Él utilizó Excalibur para concentrarse. El

verde se arremolinó alrededor de nosotros en grandes olas, llamando a las luces de

colores de regreso a la espada. Les ordenó que entraran a las piezas rotas de la

manzana. Se negaron.

Excalibur permanecía caliente en mis manos.

Lancé la espada hacia la puerta. Tan pronto como Excalibur se acercó, el

centro del trilito se iluminó. Niebla estalló dentro de la puerta y Excalibur navegó

por el portal entre los mundos. Las luces de colores, como las abejas al polen, se

movieron detrás de la espada. Mientras las luces de colores retrocedían, a nuestro

alrededor el mundo comenzó a solidificarse.

El planeta reapareció en el espacio, parpadeando de regreso a la existencia

física. Levanté la mirada desde el suelo. Un cielo traslúcido se coloreó con un

espeso manto de azul homogéneo. Pero no había terminado.

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Tan pronto como la última de las luces de colores atravesó y el mundo se

materializó por completo, una explosión sónica estalló sobre nosotros desde la

abertura de la puerta. Un enorme tornado se agitó dentro del vacío repentino. Al

igual que el mítico remolino, Caribdis11, trató de aspirarnos dentro de la puerta.

Las piezas rotas de la manzana volaron por el portal hacia el otro lado.

Matt clavó el tridente en el suelo. Con su brazo todavía alrededor de mí,

resistimos. La forma todavía quieta de Vane pasó volando y lo agarré con una

mano. Matt me ayudó a tirar de él más cerca.

Camionetas y camiones volaron a nuestro alrededor como enormes asteroides

de metal. Algunos atravesaron la puerta y desaparecieron más allá de la niebla.

Otros más cayeron sobre las llanuras en este lado del portal. Sobre el suelo,

muchos otros colgaban en los trilitos. Grey, Gia, Leonidas, todos se aferraban a una

roca áspera. El viento empeoró. Zumbó ruidosamente contra mis oídos.

Matt se aferró a mí.

Rebuscó en su bolsillo y sacó el Ojo de Cronos.

Grité sobre el viento:

―¿Qué estás haciendo?

―Debería haber creído más en él. Creído más en ti. ―Sus ojos ámbar me

sonrieron tristemente―. Los salvaste, Ryan. Sé que puedes salvarlo.

―¡Matt, no! ―Mis manos estaban atadas a Vane, no podía evitar que se lo

tragara.

―Es hora de irme ―dijo con voz ronca―. Cuida de él.

El monstruo gritó por última vez. Matt puso su mano sobre el pecho de Vane.

Verde fluyó desde él hacia su hermano. El verde de los ojos de Matt se apagó. Se

desplomó sobre el tridente. Pero Vane tampoco despertó.

Me aferré a los dos ferozmente.

A través de la niebla, vi la sombra de un reino y su castillo, en lo alto de un

acantilado, sus torres tenían banderas de un serpenteante dragón rojo. Pero

buscaba otro lugar.

Saqué el tridente de la tierra. Matt, Vane y yo volamos dentro de la puerta. En

la niebla, entre el mar y la tierra, el agujero en el cosmos estaba abierto. Vi la

sombra de un reino y su castillo, en lo alto de un acantilado, sus torres contaban

11 Caribdis: En la mitología griega Caribdis es un horrible monstruo marino, hija de Poseidón y

Gea, que tragaba enormes cantidades de agua tres veces al día y las devolvía otras tantas veces,

adoptando así la forma de un remolino que devoraba todo lo que se ponía a su alcance.

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con banderas de un serpenteante dragón rojo. Pero buscaba otro lugar. Me imaginé

a donde quería ir. Sostuve a Matt cerca, el Ojo de Cronos dentro de él, y dije:

―Eliseo.

Aterrizamos a sus orillas. Por encima de mí, el cielo azul destellaba. El poder

del monstruo se estaba desvaneciendo, las puertas cerrándose. No tenía mucho

tiempo.

Utilicé el tridente para hacer un corte irregular sobre el estómago de Matt.

Arranqué el Ojo de Cronos. Luego, arrastré a él y a Vane hasta el borde de la orilla.

Flotaron en las aguas poco profundas.

Por varios instantes, no pasó nada. Las tranquilas olas del río fluían sin

interrupciones. Recordé a Rawana diciéndole a Matt que había profanado el Eliseo.

Me negué a darme por vencida. Grité en el aire:

―¡Han hecho todo lo que les pediste! Les debes una vida.

El viento se llevó mis palabras, examinándolas y arrojándolas a un lado.

Agarré el tridente y lo estrellé hacia abajo en la orilla. Una ola se sacudió en el

río. Estrellé el tridente de nuevo. El río reaccionó con más enojo, más olas se

elevaron. Estrellé el tridente una tercera vez. Ante mí, las olas se elevaron más alto

como una mano hasta que se alzaron sobre mí. La mano acuosa se precipitó hacia

abajo con furiosa velocidad. Se estrelló en la orilla del río.

El agua se estrelló contra mí, amenazando con ahogarme.

Luché por mantenerme a flote. Perdí el rastro de Vane y Matt. Detrás de

nosotros, la puerta del trilito se abrió. El río me llevó hacia ella y tiró de mí hacia la

niebla.

Un susurro salió de la oscuridad. Camelot.

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Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

Corregido por ☽♏єl

l era un conquistador, formado por el mar. Arrogante y despiadado,

pero también contenía la esencia de la vida misma, y nos había

salvado. Suave oleaje hizo cosquillas en mis pies. Reconocí la playa.

Era la misma donde dejé que el monstruo me curara. No sabía muy bien dónde

estábamos, pero sabía que no habíamos ido muy lejos.

Todavía estábamos en la Tierra. Lo sabía por los dos soles flotando en el cielo,

uno amarillo y uno rojo, uno que se quedaría y otro que se desvanecería. La Furia

de Cronos había pasado. Sin embargo, la mancha de sangre de la supernova se

mantendría en el cielo durante meses hasta que como una costra se curara. El

recuerdo de la Furia permanecería labrado en nuestras mentes hasta que, también,

disminuyera. Pero por hoy, el mundo estaba salvado.

Lo habíamos hecho. Y habíamos llegado a casa.

Esperaba que mi familia estuviera bien. Grey. Gia. Matt.

Miré a Vane. Estaba quieto en la playa. Me acosté encima de él. Donde quería

estar. Vi la brisa jugando con su cabello. Observé su pecho subir y bajar y esperé.

Estaba vivo. Estábamos juntos.

Juntos, ¿eso significa que sientes algo por mí?

Casi me estremecí cuando su voz sonó en mi cabeza.

Ojos color avellana se abrieron de golpe. Sonreí. Probablemente una sonrisa

realmente estúpida, pero no pude evitarlo. Mis dedos se clavaron en sus hombros.

Los suyos se deslizaron en mi cabello.

―¿Estoy vivo? ―dijo con voz ronca.

É

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Una ola fría golpeó nuestros pies en respuesta. Me moví para sentarme, mis

rodillas se hundieron en la arena. Vane me regresó para cubrirlo.

No te vayas. Nunca.

¿Cómo me estás hablando?

Vane metió la mano en el bolsillo de mi pantalón. Una mano cosquilleo en un

pequeño agujero en el bolsillo. Me retorcí. Con una sonrisa maliciosa, sacó el Ojo

de Cronos. Su forma extraña se había solidificado en cristal verde. En la mano de

Vane brillaba en un color verde tenue y se redujo aún más.

Lo sostuvo en su palma como una promesa.

―Siempre he querido hacerte un amuleto. Parece que te vendría bien uno

nuevo.

Me toqué el cuello. El viento se había llevado el Ojo de Dragón. Como

Excalibur, yacía en algún lugar entre la niebla y el círculo de piedra. Me moví para

agarrar el Ojo de Cronos. Con una sonrisa seductora, trató de cerrar su mano sobre

él, pero yo fui más rápida. Le di una mirada de triunfo y me dio una petulante en

respuesta.

La vida nunca sería aburrida con él. Suspiré, aunque todo lo que realmente

quería hacer era sonreír aún más idiotamente. Le pregunté:

―¿Cómo hiciste esto? El monstruo…‖―Se ha ido

Vane inclinó la cabeza.

―Un poco de él permanece. No es tangible, pero me siento más fuerte. Dudo

que vaya a ser capaz de mover montañas, pero un poco de Poseidón siempre va a

estar dentro de mí. Después de todo, soy una sirena.

Detrás de mí, una ola se levantó en alto y bailaba como si estuviera de

acuerdo. Se precipitó hacia adelante. Me tensé. La ola se detuvo de repente, como

si golpeara una pared invisible. Se disipó y cayó inofensivamente de nuevo al

océano.

Miré a Vane. Entretenidos ojos color avellana me observaban.

Poderes divinos. Él iba a ser problemas.

―Oh, sí. ―Sus labios sensuales se curvaron―. Te vendrían bien algunos

problemas.

―Matt te devolvió el poder. Para salvarte. ―Una sensación de opresión se

apoderó de mí. Eché un vistazo alrededor de la playa. Estábamos en una ensenada.

Frente a nosotros, una colina rocosa se elevaba en unos bosques. A ambos lados,

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rocas negras de lava formaban acantilados escarpados. No veía ni a una sola

persona.

Vane tiró de mi cabello, llamando mi atención de nuevo a él.

―Él está vivo. Sabría si no lo estuviera.

―Entonces, ¿dónde está? ―Recorrí los acantilados con la vista.

Las sombras donde había estado de pie antes, permanecían a oscuras.

Vane miró los mismos acantilados.

―Está hecho. La historia se acabó. Merlín tiene que encontrar una nueva.

Parece que, después de todo, ésta era para mí.

Bajé la vista hacia él.

―¿Alguna vez lo llamarás Matt?

Los dientes blancos brillaron en una sonrisa impenitente.

―Es uno y el mismo. ―Su sonrisa se volvió melancólica. Preguntó―:

¿Siempre lo amarás?

―Tanto como tú.

Me dio una mirada muy masculina.

―No creo que me guste que me conozcas tan bien. Voy a tener que trabajar

más duro para distraerte.

Reprimí el impulso de derretirme sobre él y en su lugar pasé un dedo a lo

largo de la dura longitud de su mandíbula.

―¿Cómo sabías que la Dama le dijo accidentalmente a Matt acerca de la otra

manera?

―No lo sabía. Recordé lo de Poseidón y me arriesgué. Ella estaba con Merlín

mucho tiempo.

Se arriesgó. Como lo había hecho yo.

―Pero, ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué dejarme tomar el riesgo con la manzana?

Matt no lo haría.

―Fue lo que dijiste en Westminster. Somos humanos. Es lo que hacemos. Y

finalmente me di cuenta que es lo que harías. ―Vane sonrió―. Te dije que iba a

salvarte.

―Yo te salvé.

Sus ojos brillaban con travesura.

―No seas presumida.

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Él había dicho lo mismo la noche de nuestro primer beso en el sótano. No

tenía ninguna intención de escucharlo, ni entonces ni ahora. Arqueé una ceja.

―Entonces no te enamores de mí.

―Demasiado tarde, Dorothy.

Dorothy. El nombre salió de su lengua como la caricia más dulce. Mis labios se

curvaron hacia arriba, me volví para contemplar el océano, un espacio abierto de

agua inacabable.

―¿Dónde crees que estamos?

―En casa. En Camelot. Mientras esté contigo, no me importa. ―Capturando

mi mano, la llevó a sus labios y besó el torso en un gesto a la antigua. Justo cuando

empecé a rendirme, me sorprendió hundiendo sus dientes suavemente en la piel.

Me estremecí y miré hacia el sol amarillo. Nuestro sol. Vane me entendía

bien. Camelot siempre había estado allí. En casa. Una figura se ocultaba en las

sombras. Se echó hacia atrás en las frondas verdes en la base del acantilado y se

dirigió lentamente hacia la playa. Él se acercó más. Grité con alegría. Grey.

Él me saludó. Me moví para levantarme.

Dedos se enrollaron con fuerza en mis rizos. Las piernas de Vane se

enredaron alrededor de las mías, manteniéndome en mi lugar.

―Me perteneces.

―Sí.

Con un tirón, me dio la vuelta. Me hundí en la arena húmeda. Su cuerpo

musculoso envolvió completamente el mío y los labios rozaron a lo largo de mi

cuello. Me mordió un lóbulo de la oreja, haciendo que me revolviera debajo de él.

Demandó:

―Dime que me quieres.

Con mi corazón lleno por el toque de urgencia en su voz, le dije:

―Sabes que lo hago.

Él añadió:

―Vane.

Puse mis manos sobre su mandíbula sin afeitar, deleitándome en la forma en

que las cerdas ásperas erizaban la suave piel de la palma de mi mano. Era real. Él

era real. Le respondí:

―Te amo, Vivane.

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Él sonrió, una sonrisa dulce. Tenía un rastro del niño en la casa de campo, el

que por debajo de todas esas capas manchadas de rojo, aún sobrevivía. Me

presioné más cerca de él.

Él nunca estaría solo de nuevo. Y yo tampoco.

La perdí. Los miraba desde las sombras.

Obtuve a mi hermano a cambio.

Que no me arrepintiera del cambio puede haber sido la razón por la que la

perdí.

Me encogí cuando miró en mi dirección. Debajo de mí, Grey salió de la base

del acantilado y hacia la playa. Él iría hacia ella.

Más allá de él, vi a otros. Una camioneta al revés, sus pasajeros aturdidos,

pero ilesos. Regulares, hechiceros, sirenas y gárgolas vagaban por el bosque.

Sospeché que algunos llevados por el tornado habían cruzado la niebla a otro

mundo, mientras que algunos fueron arrojados aquí. Al igual que los patitos

perdidos, esos pocos errantes buscarían la playa y esperarían ser pastoreados de

regreso. Otros darían vuelta y encontrarían la ciudad en el otro lado. Miré por

encima de las montañas cubiertas por un arcoíris, tablas de surf en la arena y

cuidadas playas de un resort. Reconocí el lugar. Una foto de aquí estaba colgada en

el estudio de Sylvia. Ryan la miraba a veces con ojos melancólicos cuando pensaba

que nadie veía. Yo lo hacía.

Estaba en el acantilado. Por el momento, estaba solo.

Ella tenía a Vane.

Y yo era libre. El peso de mi hermano se fue.

Él me perdonó por la planificación de su muerte. Yo lo perdoné por ser la

fuente de mi culpa. Por mucho que me mataba verlo con ella, tampoco quería que

estuviera con cualquier otra persona. Los dos me llenaban, pero se

complementaban el uno al otro mucho más.

Los extrañaría.

Me gustaría verlos de nuevo. Algún día. Cuando sea el momento adecuado.

Cuando pueda estar con ellos sin estos salvajes celos desgarradores a través de mí.

Vane entendía.

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Vi sus penetrantes ojos fijándose en mí. Él sabía que el tiempo sanaba. Sería

lento. Volviendo sobre mis talones, entré en la selva tropical. Más allá de la franja

de árboles verdes, el contorno de un hotel de gran altura se elevaba sobre el

horizonte.

En el otro lado de la puerta, después de que dejáramos el Eliseo, vislumbré el

reino en la niebla. Más que cualquier cosa, hubiera querido arrojarme hacia ella.

Ryan no habría ido. Su Camelot siempre estaría aquí. En cierto sentido, tenía

razón. Este era el momento. Camelot tenía que ser construido.

Cada día y con cada pelea.

Por mucho que yo hubiera querido, no había cruzado la niebla al otro mundo.

Mi sitio estaba aquí.

Con ella. Con mi hermano. Nuestras vidas finalmente juntas. Miré a los soles

gemelos. Pasaría y la Tierra pronto tendría un sol de nuevo. Salvamos el jardín. La

cuna de la vida.

Viviría, también. Algún día me gustaría volver a respirar.

Hasta entonces habría un montón de preguntas. La reina me necesitaría. No

estaba destinado al olvido. Tenía mucho por hacer.

Un mundo que arreglar.

Y tal vez buscaría la segunda manzana.

Después de todo, mi nombre ha sido siempre Merlín.

Pero ahora, también era Matt.

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Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

Corregido por ☽♏єl

ucho más tarde, le pregunté a Vane qué venía a continuación.

Un brillo perverso brilló en sus ojos.

―Una universidad en Nuevo Haven me sigue pidiendo que acepte una

tenencia. Tiene una inclinación por las sociedades secretas que me intriga. Está

muy cerca de Boston. Estarías cerca de casa. Piensa en la diversión, Ryan. ―Una

mano tocó ligeramente mi espalda. Añadió bajo en mi oído―: Sé manejarme

siendo profesor.

Dejé escapar un pequeño gemido. Universidad con el profesor Vane. Oh,

dioses griegos.

M

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Me encantan los libros de todo tipo, pero

especialmente los más pegajosos que hacen

que la nariz gotee. Mi escritura proviene de

una infancia de jugar demasiado She-Ra y

viendo demasiado Spock y leer mucho,

muchísimos cuentos de hadas, fantasías,

historias de detectives, romances... y la lista

sigue. Empecé escribiendo mi primer libro a

los dieciséis años, escribiendo en cuadernos

largos viajes en tren en la India. Una romántica

empedernida, yo también soy un antigua

miembro de RWA (Romance Writers Of America).

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Jane y Apolineah17

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