incorrección pedagógica (i)

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http://compartirpalabramaestra.org/columnas/incorreccion-pedagogica-i 31 de julio de 2015 Incorrección pedagógica (I) Félix Antonio Gómez Hernández Profesor asistente de la Facultad de Educación Pontificia Universidad Javeriana Se requiere con urgencia cuestionar una serie de creencias y de actuaciones consideradas como “pedagógicamente correctas”, pero que se han convertido en obstáculo para el desarrollo educativo del país. Los llamados a realizar esta tarea son esencialmente los maestros que con responsabilidad y dedicación adelantan su labor, y no los “expertos educativos de escritorio” Hace poco finalizó el estudio Rutas de Emergencia del Talento Docente [1] , en el cual participé como integrante del equipo investigador. Al igual que en todo aquello en que invertimos nuestro tiempo, energía y anhelos, los resultados alcanzados no pueden dejarnos apáticos. O bien nos llenan de satisfacción, o bien nos dejan inconformes. Haber llevado a buen puerto el proyecto, no significa que hayamos dejado de ver los errores cometidos o lo que se pudo haber realizado mejor; significa, por el contrario, que, no obstante los yerros, se cumplieron los propósitos buscados y que, además, por el camino se obtuvieron inestimables aprendizajes que no estaban previstos. Y es precisamente de estos últimos que deseo hablar.

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31 de julio de 2015

Incorrección pedagógica (I)

Félix Antonio Gómez Hernández

Profesor asistente de la Facultad de Educación

Pontificia Universidad Javeriana

Se requiere con urgencia cuestionar una serie de creencias y de actuaciones

consideradas como “pedagógicamente correctas”, pero que se han convertido en

obstáculo para el desarrollo educativo del país. Los llamados a realizar esta tarea son

esencialmente los maestros que con responsabilidad y dedicación adelantan su labor, y

no los “expertos educativos de escritorio”

Hace poco finalizó el estudio Rutas de Emergencia del Talento Docente[1], en el cual

participé como integrante del equipo investigador. Al igual que en todo aquello en que

invertimos nuestro tiempo, energía y anhelos, los resultados alcanzados no pueden

dejarnos apáticos. O bien nos llenan de satisfacción, o bien nos dejan inconformes.

Haber llevado a buen puerto el proyecto, no significa que hayamos dejado de ver los

errores cometidos o lo que se pudo haber realizado mejor; significa, por el contrario, que,

no obstante los yerros, se cumplieron los propósitos buscados y que, además, por el

camino se obtuvieron inestimables aprendizajes que no estaban previstos. Y es

precisamente de estos últimos que deseo hablar.

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De un buen tiempo para acá, ha venido haciendo carrera en el ámbito educativo

nacional un fenómeno que denominaré como «lo pedagógicamente correcto» o «la

corrección pedagógica». Al igual que su pariente cercano, «lo políticamente correcto», la

corrección pedagógica busca no lastimar sensibilidades, no poner en duda verdades

aceptadas acríticamente, no realizar comentarios o cuestionamientos salidos de tono, etc.

El mayor problema que acarrea la corrección pedagógica es que termina convirtiéndose

en bastión de cierta ortodoxia académica que impide que los procesos educativos puedan

responder a las exigencias del mundo actual.

Pues bien, fueron esos aprendizajes obtenidos de manera no intencional en la

investigación, los que me hicieron reflexionar sobre lo pedagógicamente correcto de

ciertas ideas que circulan dentro y fuera del ámbito educativo. En principio las

mencionaré en conjunto, para luego examinarlas con más detenimiento: a) el tema de la

formación docente, en particular, quiénes deben ser aquellos que eduquen a los nuevos

educadores; b) lo mucho que se puede aprender de aquellos que realizan bien su labor,

solo a condición de que se les escuche con verdadero interés; y, c) la necesidad urgente de

buscar nuevas estrategias pedagógicas y políticas que den la voz al docente y le permitan

ser partícipe de las decisiones que atañen a su labor. En este artículo abordaré el primer

tema y los otros dos en un próximo texto.

Durante la investigación llamó mi atención el caudal de conocimientos que poseían

algunos maestros, y, por encima de eso, la manera como articulaban sus saberes sobre una

o varias disciplinas, con el empleo educativo de las TIC y su conocimiento de cómo

aprendían sus alumnos. Caí en la cuenta de que estos docentes sobresalientes deberían, en

algún momento de su carrera, ser formadores de las nuevas generaciones de educadores.

Recordé cómo en mi propia formación había tenido maestros que nunca habían ejercido la

enseñanza más allá de las aulas universitarias, no obstante, pontificaban sobre cómo

enseñar determinada área del conocimiento, a niños o a adolescentes, sin conocer sus

comportamientos y necesidades de forma directa, sino tan solo por medio de teorías o

investigaciones en las que ellos participaban, siempre desde la distancia. Qué contraste

más grande entre estos últimos y los profesores que iba conociendo a través del estudio.

Una cosa es ser un «experto» de escritorio y otra cosa muy diferente es jugársela a

diario en un aula, en oportunidades, en condiciones económicas y sociales complejas,

colaborando en la construcción de un mejor futuro para los niños y jóvenes que, por lo

general, no la tienen nada fácil.

En este punto quiero señalar esa perjudicial práctica, que se tiene como

pedagógicamente correcta, de que nuestros futuros educadores sean formados por

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personas que pueden conocer muy bien diversas disciplinas, pero que no han ejercido la

docencia en contextos diferentes al universitario.

Creo escuchar las voces de esos «expertos educativos de escritorio» defendiendo su

quehacer: ¿acaso la formación de educadores no requiere de entendidos en diferentes

campos, que no son necesariamente los ligados a la pedagogía?, ¿acaso los futuros

profesores no necesitan del conocimiento que pueden proporcionarles los investigadores

por profesión? La respuesta a estas preguntas es claramente afirmativa, nadie podría negar

lo que retóricamente quieren mostrar. Empero, lo que estoy señalando es que la mayoría

del cuerpo profesoral que debe formar a los futuros educadores, debería estar conformada

por maestros sobresalientes que, junto con su dominio disciplinar, posean un

conocimiento de primera mano de cómo aprende el estudiantado en los escenarios más

diversos.

Debería ser exigencia, para ser docente de una licenciatura o un posgrado en el área

educativa, el haber ejercido de manera ejemplar la enseñanza durante un número

determinado de años en niveles diferentes al universitario. Con esto se ganaría, en primer

lugar, que los estudiantes que desean desempeñarse como educadores sean formados por

aquellos que conocen de buena tinta el quehacer pedagógico; en segundo lugar, se

aseguraría la calidad de los programas de formación docente; y, por último, no se perdería

ese importante acervo de conocimientos y habilidades que van obteniendo con su práctica

los docentes sobresalientes.

Para sintetizar, existe cierta tendencia de corrección pedagógica que está causando

perjuicios sin que sean fácilmente identificables; entre estos, se han señalado tres, de los

cuales nos hemos ocupado del primero de ellos que gira alrededor del tema de quién debe

prioritariamente formar a los docentes. Esta tarea debe estar en manos de auténticos

maestros, de aquellos que han crecido en las aulas junto con sus alumnos, que han

conocido los sinsabores de desempeñar su labor en condiciones no siempre favorables y

que saben poner el acento más en cómo se aprende que en recetas de cómo se enseña,

puesto que comprenden las necesidades de los estudiantes de diversas edades y distintas

condiciones socioculturales. En otras palabras, en los programas de formación de

educadores, se requieren más maestros y menos «expertos» de escritorio e investigadores

por profesión.

En un próximo artículo abordaré los otros dos temas que se indicaron más arriba

y que pasan también por pedagógicamente correctos.

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[1] Para conocer los avances de la investigación, puede consultar: García-Cepero, M.C., Gómez-

Hernández, F.A., Barrios-Martínez, D.M., Santamaría, A., Sánchez, A. y Castro, L. (2015). Reporte

preliminar de resultados de la investigación - Rutas de emergencia del talento docente: estudio de casos en

maestros con un uso sobresaliente de las TIC. Documento de trabajo. Bogotá: Pontificia Universidad

Javeriana, Fundación Compartir y Fundación Telefónica.

Félix Antonio Gómez Hernández

Profesor Asistente del Departamento de formación de la Facultad de Educación de la Pontificia

Universidad Javeriana desde 2005. Se ha desempeñado como docente en los diversos niveles educativos.

Magister en Educación en la Línea de Cognición y Creatividad de la Pontificia Universidad Javeriana.

Especialista en Ciencias de la Educación con énfasis en Psicolingüística de la Universidad Distrital

Francisco José de Caldas. Licenciado en Lingüística y Literatura, de la misma universidad.

[email protected]