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IMMANUEL KANT Kant es un filósofo alemán del siglo XVIII, lo que significa que desarrolla su pensamiento en el contexto de la Ilustración, del racionalismo y del empirismo. 1. La Ilustración Podemos esclarecer el significado de este movimiento cultural con los siguientes rasgos o características: 1º. Dos hechos nos ayudan a situar cronológicamente el inicio y el final de la época ilustrada: la revolución liberal inglesa de 1688 y el surgimiento del prerromanticismo alemán (el Sturm und Drang) a finales del siglo XVIII. En este período se inicia la revolución industrial, en la que la maquinización del trabajo produce una sensación de poderío sobre la naturaleza y de progreso en la sociedad, pero, al mismo tiempo, trae consigo la aparición de una gran masa de población que queda excluida de este avance y que expresa el lado oscuro del progreso. 2º. Geográficamente, la Ilustración se desarrolla principalmente en tres países: Inglaterra, Francia y Alemania. En cada uno de ellos adopta formas diferentes, aunque puede considerarse que la Ilustración “con mayúsculas” es básicamente un producto francés. . El Enlightenment inglés insiste en la libertad política y la tolerancia religiosa. Es un movimiento moderado, de talante liberal, y tiene como trasfondo el empirismo de Locke y Hume. . Las Lumières francesas adoptan un tono más crítico y radical, que se traduce en un estilo satírico y mordaz en los escritos. Recogen del empirismo el desdén por la especulación teórica y la metafísica, pero también son herederas del rigor racionalista de Descartes. La crítica religiosa y política va unida a una gran confianza en la razón y en el hombre, excepto en autores más pesimistas y sensibles a la realidad del mal como Voltaire y Rousseau. . La Aufklärung alemana es minoritaria y pone sus ojos en París. Poco radical en política, cree necesaria una previa revolución ética, y sus reflexiones se centran en discusiones teóricas sobre la libertad y la igualdad. También tiene una sensibilidad especial por los temas estéticos (que anuncia ya el romanticismo), así como un mayor respeto por la tradición religiosa. En ella domina la especulación positiva sobre la crítica. Es más bien tardía y, sobre todo, breve: la corriente filosófica en ella predominante es el racionalismo (que llega de la mano del sistema leibniziano-wolffista), y el tránsito de éste al Sturm und Drang es muy rápido, de modo que no existen ilustrados “puros”, sino autores que, como Lessing, anticipan ya elementos del romanticismo. El máximo exponente de la Aufklärung es, sin duda, Kant, pero su pensamiento desborda los límites de la Ilustración. . Por lo que respecta a España, difícilmente puede hablarse de Ilustración: la sociedad española del siglo XVIII no ha entrado aún plenamente en la historia moderna, y el pensamiento 1

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IMMANUEL KANT

Kant es un filósofo alemán del siglo XVIII, lo que significa que desarrolla su pensamiento en

el contexto de la Ilustración, del racionalismo y del empirismo.

1. La Ilustración

Podemos esclarecer el significado de este movimiento cultural con los siguientes rasgos o

características:

1º. Dos hechos nos ayudan a situar cronológicamente el inicio y el final de la época ilustrada:

la revolución liberal inglesa de 1688 y el surgimiento del prerromanticismo alemán (el Sturm und

Drang) a finales del siglo XVIII. En este período se inicia la revolución industrial, en la que la

maquinización del trabajo produce una sensación de poderío sobre la naturaleza y de progreso

en la sociedad, pero, al mismo tiempo, trae consigo la aparición de una gran masa de población

que queda excluida de este avance y que expresa el lado oscuro del progreso.

2º. Geográficamente, la Ilustración se desarrolla principalmente en tres países: Inglaterra,

Francia y Alemania. En cada uno de ellos adopta formas diferentes, aunque puede considerarse

que la Ilustración “con mayúsculas” es básicamente un producto francés.

. El Enlightenment inglés insiste en la libertad política y la tolerancia religiosa. Es un

movimiento moderado, de talante liberal, y tiene como trasfondo el empirismo de Locke y Hume.

. Las Lumières francesas adoptan un tono más crítico y radical, que se traduce en un estilo

satírico y mordaz en los escritos. Recogen del empirismo el desdén por la especulación teórica

y la metafísica, pero también son herederas del rigor racionalista de Descartes. La crítica religiosa

y política va unida a una gran confianza en la razón y en el hombre, excepto en autores más

pesimistas y sensibles a la realidad del mal como Voltaire y Rousseau.

. La Aufklärung alemana es minoritaria y pone sus ojos en París. Poco radical en política, cree

necesaria una previa revolución ética, y sus reflexiones se centran en discusiones teóricas sobre

la libertad y la igualdad. También tiene una sensibilidad especial por los temas estéticos (que

anuncia ya el romanticismo), así como un mayor respeto por la tradición religiosa. En ella

domina la especulación positiva sobre la crítica. Es más bien tardía y, sobre todo, breve: la

corriente filosófica en ella predominante es el racionalismo (que llega de la mano del sistema

leibniziano-wolffista), y el tránsito de éste al Sturm und Drang es muy rápido, de modo que no

existen ilustrados “puros”, sino autores que, como Lessing, anticipan ya elementos del

romanticismo. El máximo exponente de la Aufklärung es, sin duda, Kant, pero su pensamiento

desborda los límites de la Ilustración.

. Por lo que respecta a España, difícilmente puede hablarse de Ilustración: la sociedad

española del siglo XVIII no ha entrado aún plenamente en la historia moderna, y el pensamiento

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permanece anclado por un contexto social y cultural desfavorable. Los escasos ilustrados

españoles (Feijoo, Jovellanos y, en el siglo XIX, Larra) desempeñan una función más polémica

que teórica: su trabajo se centra más en la crítica de los prejuicios y en el deseo de modernizar

la sociedad que en la reflexión filosófica estricta.

3º. Los ilustrados tienen una gran confianza en el poder de la razón para cambiar radicalmente

el hombre y la sociedad. De ahí que, como Sócrates, defiendan un intelectualismo moral: si en

el hombre hay maldad, es porque es ignorante; suprimiendo la ignorancia, aflorará la bondad

natural del individuo; el acceso de la población a la cultura hará que la sociedad sea justa, ya que

todos sus miembros actuarán siempre racionalmente.

4º. Para los ilustrados, la razón es esencialmente luz , claridad, con la que se trata de disipar1

las tinieblas del oscurantismo medieval, plagado de prejuicios y supersticiones; con la que se

trata de desenmascarar la ignorancia popular, la creencia ciega en la tradición y en los sistemas

políticos caducos. Así pues, la razón tiene una función crítica y desocultadora, pero también

iluminadora y normativa. Los ilustrados aspiran a la consecución de una sociedad libre y feliz

mediante la aplicación de la razón a la moral, a la religión y a la política.

5º. Se contempla la historia con un cierto optimismo, se cree en el progreso de la misma,

como consecuencia de la mejora de las condiciones de vida (que provoca un fuerte descenso de

la tasa de mortalidad en Europa) y los avances técnicos: la historia es un proceso lineal regido

por unas leyes naturales; por tanto, camina, y lo hace hacia lo mejor. Algunos autores ven en esta

creencia en el progreso (que reaparece posteriormente en el socialismo utópico y en el marxismo)

una secularización de la escatología cristiana: el progreso histórico se correspondería con la

realización progresiva del Reino de Dios, y la meta del progreso (una sociedad libre, justa y feliz)

sería el sustituto del Paraíso.

6º. En el ámbito de la política, con la aparición de los primeros sistemas parlamentarios y el

ocaso del Antiguo Régimen, se empieza a reflexionar sobre cuáles deben ser los principios que

fundamenten el Estado. En este aspecto, la Ilustración es antimaquiavélica: el Estado debe

basarse en principios morales, y tiene como función la educación (en sentido amplio) de los

ciudadanos. El gobernante no gobierna “por la gracia de Dios”, sino por el común acuerdo de los

ciudadanos (“contrato social”); esto implica que cualquier gobierno es revocable, si así lo deciden

los ciudadanos, e implica también la igualdad entre todos los individuos que integran la sociedad.

La libertad (religiosa, de pensamientos, etc.) es inalienable.

7º. Los cambios políticos provocan un gran auge en el mundo del Derecho: se dictan las

primeras Constituciones modernas, se plantean las bases del Derecho internacional y se

promulga, en 1789, la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, antecesora de

los Derechos humanos actuales (1948). Así pues, la idea de que todo hombre es poseedor de unos

derechos inalienables se remonta al siglo de las Luces.

Por eso la época ilustrada ha recibido el nombre de “siglo de las Luces”.1

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8º. A pesar de su vocación antiespeculativa, la Ilustración elabora su propia metafísica

mediante los conceptos clave de naturaleza y razón: la razón es capaz de conocer

exhaustivamente el orden del mundo, porque la realidad está ordenada racionalmente. El mundo,

en el que cada cosa ocupa su lugar, es armónico: hay armonía en la naturaleza, regida por leyes

inmutables; armonía entre hombre y naturaleza, puesto que ambos son racionales; armonía entre

individuo y sociedad, ya que bajo la unidad de la razón desaparecen las diferencias individuales.

Los jardines de Versalles son todo un símbolo del armónico universo ilustrado: proporción,

regularidad, mesura, orden.

9º. El arte ilustrado es la expresión del orden racional del mundo: en él domina la claridad,

la forma acabada, la disolución de lo particular en lo universal. El artista ilustrado

(contrariamente al romántico) no es creador, sino imitador del orden natural.

10º. La religión aparece para los ilustrados como la antítesis de sus ideales, como el máximo

exponente del viejo orden de cosas que es necesario destruir. La comprensión racional e

inmanente de la realidad que tienen los ilustrados choca frontalmente con la trascendencia del

teocentrismo cristiano: frente al más allá predicado por el cristianismo, los filósofos ilustrados

reivindican el aquí concreto de la existencia humana; frente a la insistencia en la maldad del

hombre (pecado original), acentúan la bondad intrínseca del individuo; frente a una religión

basada en el culto y plagada de supersticiones, hacen de la moralidad y la razón el centro de la

religiosidad. “Antes humanos que cristianos”, se afirma en la Enciclopedia.

A pesar de la radicalidad de la crítica religiosa ilustrada, el ateísmo (D´Holbach, el último

Voltaire) es minoritario; la postura mayoritaria es el deísmo, que admite la existencia de Dios

como creador y ordenador del mundo, pero niega la revelación y los milagros: habría, pues, una

única religión (la “religión natural”, en oposición a las “religiones positivas”), consistente en usar

la propia razón y obrar moralmente; con lo que la religión quedaría reducida a la moral, y la

autoridad de Dios sustituida por la autoridad de la razón.

11º. Las ciencias también intentan reconstruir el orden racional de la naturaleza a través de

clasificaciones, como las realizadas por Buffon y Linneo en el campo de la biología. Pero el

principal exponente del afán ilustrado de sistematización es la Enciclopedia, dirigida por Diderot

y D´Alembert a partir de 1747, y que pretende poner al alcance del gran público una exposición

ordenada (según criterios históricos y racionales) y exhaustiva del saber universal.

12º. Con la Ilustración nace la Historia como saber científico: ésta deja de ser una mera

cronología o fábula más o menos fantástica, para convertirse en una exposición del curso racional

de los acontecimientos; se toma conciencia de que no es una colección de hechos curiosos y

gestas heroicas, sino la descripción de un proceso lineal regido por unas leyes inmanentes y

naturales.

2. Kant: vida, obras, etapas del pensamiento y concepción de la filosofía

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2.1. Immanuel Kant (1724-1804), que, junto con Hume, es el más importante filósofo del

siglo XVIII, nació, vivió y murió en la ciudad prusiana de Königsberg. Fue educado en el rigor

protestante de la secta pietista y en el racionalismo filosófico de Leibniz, Wolff y Crusius;

estudió la carrera de teología con la intención de llegar a ser clérigo y, después, tras nueve años

de preceptor privado, ejerció como profesor de matemáticas, física, lógica, metafísica, derecho

natural, moral, estética, teología natural, geografía física y antropología en la Universidad de su

ciudad natal desde 1755 hasta 1797.

Sus lecturas favoritas fueron las de la Física de Newton, las de los racionalistas Leibniz y

Wolff, las de los empiristas (dice que Hume le despertó del “sueño dogmático” de la razón en

1762) y las de los filósofos de la Ilustración (especialmente Rousseau).

Aunque toda su vida estuvo consagrada al estudio y a la docencia, también se apasionó por

la política de su tiempo: era un gran entusiasta del rey Federico el Grande, de la independencia

de los Estados Unidos y de la Revolución francesa.

2.2. Las obras de Kant (que no fueron sólo de carácter metafísico o epistemológico, sino

también de carácter moral, religioso, jurídico, político...) pueden distribuirse en tres períodos, que

corresponden a tres modos diferentes de hacer filosofía.

1º. Período precrítico (o racionalista). Abarca los escritos anteriores a 1770, año en que Kant

se incorpora a la cátedra de Lógica y Metafisica de la Universidad.

- Entre 1747, fecha de la primera publicación (Pensamientos sobre el verdadero valor de las

fuerzas vivas), y 1760, Kant tiene un interés predominante por la física: se ocupa de cuestiones

científico-naturales; escribe sobre el fuego, los volcanes, geografía física, los vientos, el

terremoto de Lisboa... Los fundamentos de sus intuiciones están constituidos por la física de

Newton, en la que lo introdujo su profesor universitario Knutzen y que siempre permaneció para

él como un modelo de conocimiento científico-natural exacto. A este respecto debe destacarse

la obra titulada Historia natural universal y teoría del cielo (1755), que expone una teoría del

origen del universo y del movimiento de los planetas.

- Entre 1760 y 1770, año en que publica la Disertación, Kant sigue el racionalismo de

Leibniz-Wolff -Crusius, y tiene un interés predominante por la metafísica: al principio escribe2

como un metafísico convencido, que discute todos los problemas que preocupaban a los filósofos

de su época, pero que lentamente va evolucionando hacia una postura “crítica”. Muestra de esta

evolución es su escrito: Sueños de un visionario aclarados con los sueños de la metafísica

(1765), en el que, tras haber leído a Hume y a Rousseaau, Kant compara la metafísica de Wolff

y Crusius con las visiones del místico sueco Swedenborg.

Concebía la filosofia como ciencia deductiva que sigue en todo el método geométrico (identificacion metodológica2

de metafísica y matemáticas). Estaba convencido de que “se puede demostrar todo” a partir de los primeros

principios (innatos), en concreto, a partir del principio lógico de contradicción, sin ayuda de la experiencia.

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2º. Período crítico. Abarca desde 1770 hasta 1790. Desarrolla la posición filosófica propia de

Kant: el “idealismo trascendental” , que expone sobre todo en las tres famosas “Críticas” :3 4

a) Crítica de la razón pura (Crpu), preparada durante once años, editada en 1781 y reeditada,

con modificaciones, en 1787. Constituye la obra fundamental de Kant, en la que éste somete a

juicio la razón, expone su teoría del conocimiento, su metafísica, entendida en el nuevo sentido

de ciencia de los límites de la razón teórica, sujeto de las ciencias de la naturaleza. Por tanto,

investiga la posibilidad de un conocimiento científico de la naturaleza, y llega a la conclusión de

que es imposible la metafísica en el viejo sentido de ciencia de lo suprasensible, ciencia de lo

trascendente .5

En 1783 el mismo Kant hizo un resumen general de esta obra con el título: Prolegómenos a

toda metafísica futura que quiera presentarse como ciencia. A este período crítico también

pertenecen dos pequeñas obras doctrinales publicadas en 1784: Respuesta a la pregunta: ¿Qué

es Ilustración? , e Idea de una historia universal con propósito cosmopolita.

b) Crítica de la razón práctica (Crpr), aparecida en 1788, y precedida en 1785 por otra obra

de contenido parecido, aunque menos técnica: Fundamentación de la metafísica de las

costumbres.

En la Crpr, Kant se ocupa del uso práctico de la razón, que consiste en la “determinación de

la voluntad”: partiendo del hecho de la ley moral en la conciencia , investiga la posibilidad de6

tal ley, orientadora de la libertad: investiga las condiciones que tienen que cumplir las máximas

de la conciencia para convertirse en leyes morales o imperativos categóricos. Por tanto, trata de

fundamentar en la razón pura la ley moral, el deber; ley moral esta que lleva a “postular” la

existencia de las realidades suprasensibles de la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia

de Dios, a las que no pudo acceder antes la razón pura teórica.

c) Crítica del Juicio (CJu), aparecida en 1790. Hace un análisis trascendental de la tercera

facultad del espíritu: el Juicio o facultad de juzgar, que se desarrolla como aprehensión de la

belleza (juicio estético) y como aprehensión de la finalidad de la naturaleza orgánica(juicio

teleológico) : trata de fundamentar tales juicios (“reflexionantes”) en el principio a priori de7

“Trascendental” no debe confundirse con “trascendente”. Trascendental significa “que precede y subyace a toda3

experiencia, que la hace posible”. Kant llama trascendental “a todo conocimiento que no se ocupa tanto de los

objetos como de nuestro modo de conocerlos, en cuanto éste deber ser posible a priori”. En cambio, trascendente

significa “más allá de la experiencia”, “algo que queda por encima de toda experiencia”.

“Crítica” no significa, como hoy, “criticar” en el sentido de juzgar, sino esclarecer, examinar, determinar los4

límites.

Así pues, con esta obra, Kant hace en el siglo XVIII la crítica de la “razón pura”, sujeto de las ciencias de la5

naturaleza. Crítica esta que después será completada: en el siglo XIX, por Dilthey, que hará la crítica de la “razón

histórica”, sujeto de las ciencias del espíritu; y en el siglo XX, por Jaspers, que hará la crítica de la “razón

existencial”, sujeto de la filosofía. Ciencias de la naturaleza, ciencias del espíritu y filosofía son tres ámbitos

epistemológicos que tratan de fundamentar estos tres autores con sus respectivas críticas de la razón.

“Dos cosas hay en el mundo que me asombran...: el cielo estrellado fuera de mí y la ley moral dentro de mí”. (Crpr,6

conclusión).

Investiga, pues, la posibilidad del juicio estético en el ámbito de la belleza (¿cómo son posibles los juicios estéticos7

con valor universal?) y la posibilidad del juicio teleológico en el ámbito de la naturaleza orgánica.

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finalidad, más en concreto, en el principio apriórico universal de la “adecuación a fines” de los

organismos.

Así, el Juicio es el eslabón unificador entre la razón teórica y la razón práctica, entre el reino

de la naturaleza y el de la libertad: cierra el abismo entre estos dos mundos, y nos da un concepto

de la unidad del ser humano como ser racional.

3º. Período postcrítico. Abarca desde 1790 hasta la muerte de Kant (1804). A él pertenecen

una serie de escritos que constituyen la “parte doctrinal” o exposición sistemática de todo lo que

puede decirse con seguridad sobre Dios, el hombre y el mundo, dentro de los límites de la razón

trazados anteriormente en la “parte crítica”, que sólo fue un trabajo de limpieza y cimentación

previo y necesario. El plan postcrítico de Kant, que quedó inconcluso, incluía trabajos sobre la

religión, la moral, el derecho, la historia, la educación. Algunos de los escritos más importantes

de este período son: La religión dentro de los límites de la mera razón (1793), Sobre la paz

perpetua (1795), Metafísica de las costumbres (1797), El conflicto de las facultades (1798),

Antropología desde el punto de vista pragmático (1798), Lógica (1800), y otros que constituyen

el opus postumum.

2.3. En cuanto a la concepción de la filosofía, Kant entiende esta disciplina en su Lógica

como respuesta a cuatro preguntas fundamentales, que se reducen a una:

1ª. ¿Qué puedo conocer? A esta pregunta responde la Metafísica (en el nuevo sentido de

epistemología o ciencia de los límites de la razón humana), tal y como se presenta en la Crpu.

2ª. ¿Qué debo hacer? A esta pregunta responde la Moral, tal y como se presenta en la Crpr.

3ª. ¿Qué me cabe esperar?, si me he comportado como debía, si me he hecho digno de la

felicidad. A esta pregunta responde la religión, tal y como se presenta en La religión dentro de

los límites de la mera razón, Crpr, CJu, Idea de una historia universal con propósito

cosmopolita, La paz perpetua,etc.

4ª. ¿Qué es el hombre? A esta pregunta responde la Antropología, tal y como se presenta en

Antropología desde el punto de vista pragmático.

3. Los usos de la razón

3.1. En el Prólogo a la 2ª edición de la Crpu, Kant distingue dos usos o funciones de la razón:

el “uso especulativo” o teórico y el “uso práctico” o “moral”.

El uso teórico de la razón consiste en conocer la realidad, la realidad natural, la naturaleza.

Por consiguiente, la razón teórica es el sujeto del conocimiento científico, la facultad humana que

elabora la ciencia (la ciencia físico-matemática), cuyas condiciones de posibilidad Kant va a

analizar sobre todo en su Crpu.

En cambio, el uso práctico de la razón consiste en orientar la libertad, el comportamiento

humano. Por consiguiente, la razón práctica es el sujeto de la moral, cuyas condiciones de

posibilidad Kant analiza sobre todo en su Crpr.

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Esta diferenciación de ambos usos de la razón suele expresarse diciendo que la razón teórica,

sujeto de la ciencia, se ocupa del ser (de las cosas), mientras que la razón práctica, sujeto de la

moral, se ocupa del deber ser (de la conducta humana). Y, según Kant, semejante diferencia entre

estas actividades racionales se manifiesta en el modo en que una y otra expresan sus principios

o leyes: la razón teórica formula juicios (“el calor dilata los cuerpos”, etc.), mientras que la razón

práctica formula imperativos o mandamientos (“no debes matar”, etc.).

3.2. En el escrito titulado Respuesta a la pregunta: ¿Qué es Ilustración?, Kant distingue entre

el “uso público” y el “uso privado” de la razón. Por uso público entiende la discusión pública de

todos los problemas que puedan afectar a los individuos con vistas a encontrar fórmulas mejores

para resolverlos. En este uso la razón ha de ser totalmente libre, no debe tener ningún límite. Por

uso privado entiende el uso que de la razón se ve obligada a hacer una persona en tanto que

profesional. En este uso la razón debe ceñirse a ciertos límites. Así, un ciudadano puede criticar

públicamente el sistema de impuestos vigente en su Estado y ofrecer otras alternativas mejores

para su distribución, recaudación, etc. Pero esto no lo puede hacer un funcionario de Hacienda

en tanto que profesional que ocupa tal cargo.

4. El idealismo trascendental de Kant como síntesis superadora del racionalismo y del

empirismo

Kant se encuentra con dos tradiciones filosóficas (epistemológicas) importantes: el

racionalismo y el empirismo.

a) El racionalismo sostiene que la razón, autosuficiente y al margen de la experiencia,

contiene en sí (innatismo) aquellos principios evidentes a partir de los cuales, deductivamente,

podemos adquirir nuestro conocimiento de toda la realidad. La razón filosófica adopta el método

matemático , método deductivo, formulado por Euclides.8

. Kant fue al principio un filósofo racionalista, influenciado por Leibniz y Wolff. Pero, luego,

se dio cuenta de que el racionalismo degenera en dogmatismo (Wolff y su escuela), al que Kant

define como “la pretensión de avanzar con puros conocimientos conceptuales...sin haber

examinado el modo ni el derecho con que la razón llega a ellos”.

b) El empirismo, en cambio, sostiene que la razón se nutre de los contenidos que le llegan

de la experiencia, la cual constituye el origen y el límite de todo conocimiento científico. Nuestro

conocimiento no puede llegar más allá de lo que nos proporciona la experiencia; por tanto, toda

afirmación que trascienda los límites de la experiencia es una afirmación puramente gratuita. El

modelo de funcionamiento de la razón empirista es el método inductivo, el método de la Física

de Newton.

El entendimiento puede conocer la realidad construyendo un sistema a patir de ideas innatas (“substancia”, “causa”,8

“necesidad”, “existencia”, etc.), sin necesidad de recurrir a la experiencia. P.e., a partir del concepto de substancia,

mediante un razonamiento deductivo, Spinoza llega a afirmar la existencia de Dios.

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. Kant, impresionado por la filosofía de Hume (que lo despertó del “sueño dogmático” en que

estaba sumido), terminó por abandonar el racionalismo, y, bajo la influencia del filósofo escocés,

llegó a la conclusión de que nuestro conocimiento no puede pretender extenderse más allá de la

experiencia. Pero el racionalismo de Hume degeneraba en escepticismo: según él, no existe nada

más allá de los fenómenos, e.d., más allá de las percepciones, porque no lo podemos conocer;

el empirismo negaba la capacidad de la razón para conocer la “substancia” y la “conexión

necesaria “ entre una causa y un efecto, con lo que para Hume no sólo es imposible la metafísica,

sino que incluso las leyes físicas son leyes sólo probables (no necesarias) , lo que Kant no podía9

aceptar de ninguna manera.

c) A Kant no le convence ni el solo racionalismo ni el solo empirismo, ni el dogmatismo del

primero ni el escepticismo del segundo, y busca una vía intermedia, un nuevo camino: el del

idealismo trascendental o método crítico, que consiste en hacer una crítica o análisis de la

razón para averiguar cuáles son sus posibilidades y sus límites.

De este análisis de la razón Kant concluye lo siguiente: existen en el entendimiento conceptos

que no proceden de la experiencia, conceptos que el entendimiento produce espontáneamente,

como el de “substancia”, “causa”, “necesidad”, etc. (contra el empirismo y a favor del

racionalismo), pero tales conceptos sólo son válidos o legítimos en tanto que aplicables en el

ámbito de la experiencia (contra el racionalismo) .10

Por tanto, bajo la influencia de Hume, Kant llegó a las siguientes conclusiones acerca de los

conceptos que el entendimiento posee sin haberlos derivado de la experiencia: 1ª)que el

entendimiento los utiliza para conocer los objetos dados por los sentidos, para ordenarlos y

unificarlos; y 2ª)que no pueden ser legítimamente utilizados para referirse a algo de lo cual no

tengamos experiencia sensible. P.e., el concepto de “substancia”, que nos es imprescindible para

unificar un conjunto de cualidades sensibles (colores, olores, figuras, etc.), no tiene sentido

aplicado, p.e., a Dios (“Dios es eterno”), del que no tenemos experiencia sensible .11

Según Hume, las “leyes naturales” sólo existen en nuestra mente: nos hemos acostumbrado a contemplar ciertos9

acontecimientos de forma regular, y esperamos que se sigan repitiendo del mismo modo; pero no podemos estar

seguros de que en la realidad exista conexión necesaria entre dichos acontecimientos.

Así, p.e., según Kant, la “substancia” es un concepto del entendimiento, un concepto que el entendimiento posee10

a priori y utiliza para unificar datos sensibles, cualidades de los objetos (contrariamente a Locke, que concebía la

substancia como algo real extramental, como el sustrato o soporte objetivo de las cualidades sensibles, aunque

incognoscible): si no poseyéramos el concepto de “substancia” y no lo aplicáramos al conjunto de sensaciones (de

figura, color, olor, etc.), no podríamos formular proposiciones como “la rosa es roja” o “la rosa es olorosa”, etc.,

ya que en todas estas afirmaciones concebimos la rosa como substancia, y el color, olor, etc., como propiedades

suyas.

Si prescindimos del concepto de “substancia”, no podemos hablar acerca de las cosas, ya que siempre que

formulamos un juicio con un sujeto y un predicado (“los gatos son mamíferos”, “los cuerpos son pesados”, etc.)

concebimos el sujeto como substancia y los predicados como propiedades o accidentes de aquélla.

Por lo demás, hay que observar la diferencia radical existente entre Kant y los empiristas: la tesis básica del11

empirismo es que todos nuestros conceptos provienen de los sentidos; Kant no comparte esta afirmación ya que, a

su juicio, el entendimiento posee conceptos que no provienen de la experiencia, aunque sólo tengan aplicación válida

dentro de ésta.

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Así pues, la postura epistemológica de Kant (la del idealismo trascendental) constituye un

término medio entre el racionalismo y el empirismo. Kant trata de conciliar ambas posiciones

extremas, de sintetizarlas para superarlas: en nuestro conocimiento hay una parte puesta por la

mente (formas a priori: racionalismo) y otra recibida de fuera, de la experiencia extramental

(intuiciones sensibles o sensaciones: empirismo); el conocimiento se da en el juicio, que es una

síntesis de formas a priori y de intuiciones sensibles , de forma y de materia (en terminología12

de Aristóteles, aunque con sentido diferente), siendo la “forma” el elemento determinante de la

“materia”, e.d., lo que unifica, ordena, elabora la “materia” bruta y caótica de las sensaciones.

El objeto que conocemos resulta de la elaboración del material empírico que nos proporcionan

los sentidos mediante las “formas” o estructuras cognoscitivas del sujeto. De este modo, Kant

supera el llamado “realismo ingenuo” (del cual participaban los empiristas): lo que conocemos

no es una “copia de la realidad” producida en nosotros gracias a las impresiones sensoriales, sino

que sufre una notable reelaboración (de la que normalmente no somos conscientes) por parte del

sujeto.

Debido a este protagonismo concedido al sujeto en el proceso de conocimiento (frente a la

pasividad tradicional del sujeto), Kant afirma que realizó una “revolución copernicana” en

gnoseología: lo mismo que Copérnico consiguió explicar el sistema del mundo haciendo que, en

vez de girar el Sol en torno a la Tierra, fuese ésta la que girase en torno a aquél, Kant consiguió

explicar el proceso del conocimiento haciendo que sea el objeto el que se rija por las leyes del

sujeto cognoscente, en vez de que sea el sujeto cognoscente el que se rija por el objeto.

5. La Crítica de la razón pura como análisis del uso teórico de la razón

Partiendo del hecho de que las matemáticas y la física ya son ciencias desde Tales y desde

Galileo-Newton, respectivamente, y de que, en cambio, la metafísica no parece haberlo

conseguido, la Crpu se propone como tarea principal el averiguar si es posible la metafísica

como ciencia. Pero la realización de esta tarea exige aclarar antes la cuestión de cómo es posible

la ciencia.

- La ciencia es un conjunto de proposiciones o juicios (encadenados entre sí formando

razonamientos), por lo que puede decirse que el conocimiento científico acontece en el juicio:

en el “juicio sintético a priori”. Además de admitir que hay juicios analíticos (que no amplían

nuestro conocimiento, pero son siempre a priori, e.d., independientes de la experiencia y

estrictamente universales) y juicios sintéticos a posteriori (que amplían nuestro conocimiento,

P.e., cuando decimos que “el frío congela el agua” estamos formulando un juicio (que nos proporciona12

conocimiento) que se basa en la experiencia; pero, si analizamos bien esta frase, encontraremos en ella elementos

que no proceden de la experiencia, sino que tienen su origen en la misma mente. Así, la frase presupone los

conceptos puros (que Kant llama “categorías”) de “causa” y “efecto”, de “realidad”, de “substancia” (el agua), etc.

La comparación con el ordenador puede ayudar a entenderlo: mediante el teclado llegan los “datos” (=la

experiencia), pero el ordenador debe poseer previamente un “programa” (=lo a priori) para procesar esos datos; el

resultado de la conjunción de datos y programa sale en la “pantalla” (el juicio, el objeto en tanto que conocido).

9

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pero son dependientes de la experiencia y, por tanto, contingentes y no estrictamente

universales) , Kant, contrariamente a Hume, también admite que existen juicios sintéticos a13

priori, los cuales amplían nuestro conocimiento (por ser sintéticos), y son universales y

necesarios (por ser a priori) .14

- En la Crpu se suelen distinguir tres partes, que Kant denomina, con su terminología

peculiar, “estética trascendental”, “analítica trascendental” y “dialéctica trascendental”,

respectivamente. Estas tres partes corresponden a tres facultades que Kant distingue en el ser

humano: sensibilidad, entendimiento y razón; y a los tres tipos de conocimiento cuyo estudio

interesa particularmente a Kant: el matemático, el físico y el metafísico.

. En la estética trascendental, Kant estudia la sensibilidad (facultad de las intuiciones

sensibles) y muestra las condiciones que hacen posible que en las matemáticas (geometría y

aritmética) existan juicios sintéticos a priori: trata de la posibilidad de las matemáticas como

ciencia. Como condiciones sensibles del conocimiento Kant señala dos intuiciones puras: el

espacio y el tiempo.

. En la analítica trascendental, Kant estudia el entendimiento (facultad de los conceptos y

juicios) y las condiciones que hacen posible que haya juicios sintéticos a priori en la física: trata

de la posibilidad de la física como ciencia. Como condiciones intelectuales del conocimiento

Kant señala doce conceptos puros o categorías, producidas espontáneamente por el

entendimiento, y ordenadas en grupos de tres: a)unidad, pluralidad y totalidad, b)relación,

negación y limitación, c)substancia-accidente, causa-efecto y reciprocidad, d)posibilidad,

existencia y necesidad. Estas categorías no pueden aplicarse válidamente a realidades que estén

más allá de la experiencia.

. En la dialéctica trascendental, Kant estudia la razón (facultad de las ideas y de los

razonamientos), e intenta averiguar si son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica:

trata de la imposibilidad de la metafísica como ciencia. La razón produce a priori las ideas de

alma, mundo y Dios, con las que pretende unificar y explicar respectivamente el conjunto de los

fenómenos psíquicos, el conjunto de los fenómenos físicos y el conjunto de ambos fenómenos.

Pero las aplica fuera de la experiencia, a las “cosas en sí”, lo cual es lógicamente ilegítimo, por

lo que da lugar a errores e ilusiones, lo que hace que la metafísica sea imposible como ciencia.

Hume hubiera admitido esta distinción de los juicios formulada por Kant, considerándola coincidente con la suya 13

de conocimiento de “relaciones entre ideas” y de conocimiento de “cuestiones de hecho”.

En cambio, según Hume (y la opinión general de los filósofos), los principios fundamentales de las matemáticas14

son todos juicios analíticos (las matemáticas son un saber formal), y los de la física son todos juicios sintéticos, pero

a posteriori, con lo que dicha ciencia es un saber sólo probable (las leyes físicas son sólo probables, no son

necesarias). Por otra parte, Kant admite que no todas las proposiciones científicas son a priori: admite que hay

proposiciones científicas que contienen elementos empíricos y que se establecen empíricamente. Por eso Kant se

refiere únicamente a lo que él llama “matemáticas puras” y “física pura” (parte más teórica de la física experimental).

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6. La Crítica de la razón práctica como análisis del uso práctico de la razón

Existe un gran paralelismo entre el planteamiento de la Crpu y el de la Crpr: lo mismo que

la primera, partiendo del hecho de las ciencias físico-matemáticas, se preguntaba por las

condiciones que lo hacen posible (¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori teóricos, o

científicos?), la segunda, partiendo del hecho de la obligación moral en nuestra conciencia, se

pregunta cómo es posible dicha obligación (¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori

prácticos, o morales?). Por tanto, la Crpr trata de averiguar cuál es la forma que debe tener un

precepto para que sea reconocido como ley moral.

- Para que un precepto sea reconocido como ley moral tiene que tener la forma de

imperativo categórico, que es una ley universal que vale incondicionalmente, e.d., que manda

actuar de un modo absoluto a todas las personas y en cualquier circunstancia: una ley que impone

una acción a la voluntad, no como medio para otro fin, sino como absolutamente necesaria en

sí misma . No está limitado por ninguna condición.15

Por otra parte, el imperativo categórico es una ley producida por la misma razón (autonomía),

y no impuesta al sujeto desde fuera (heteronomía). Además, se formula como principio de respeto

a la dignidad de la persona: debe tratar al ser humano como fin en sí mismo, y no como medio

o instrumento al servicio de otro fin, pues el ser humano tiene valor absoluto.

- El hecho de la ley moral en la conciencia exige unas condiciones indispensables para el

cumplimiento de la misma; y estas condiciones son los “postulados”: los postulados de la

libertad, de la inmortalidad del alma y de la existencia de Dios. a)Para que exista la ley moral

tiene que existir la libertad: no tendría sentido la obligación de la ley moral sin la libertad, e.d.,

sin la posibilidad de incumplirla, en un sujeto con la conducta mecánica y necesariamente

predeterminada en una dirección. b)Como la conciencia nos ordena aspirar a la virtud suprema

(concordancia perfecta de nuestra voluntad con la ley moral), y ésta no es alcanzable en una

existencia limitada, se requiere la inmortalidad del alma. c)Para recompensar con la felicidad a

quien se haya hecho merecedor de ella mediante el esfuerzo de la virtud se necesita la existencia

de Dios.

7. La Crítica del Juicio como análisis de la unión entre el uso teórico y práctico de la razón

Las dos primeras Críticas tratan de dos ámbitos de la razón pura: el ámbito teórico, el de la

ciencia, que se refiere exclusivamente a los objetos sensibles que constituyen la naturaleza (o

ámbito de la causalidad necesaria); y el ámbito práctico, el de la ética, que se refiere

exclusivamente a nuestra acción moral, que postula (entre otras) la realidad suprasensible de la

libertad (o ámbito de la causalidad libre). Naturaleza y libertad son, pues, dos conceptos que se

oponen contradictoriamente: hay un “abismo” entre la esfera fenoménica de la naturaleza y la

Ejemplo: “nunca se deben hacer falsas promesas”. Esta regla determina a priori, y sin poner ninguna condición,15

el querer de la voluntad.

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esfera nouménica de la libertad. Pero, según Kant, ha de existir un lazo de unión entre estos dos

ámbitos en el sujeto humano; dicho lazo lo constituye la “facultad de juzgar” o Juicio, que se

refiere al arte (síntesis de naturaleza y libertad) , y cuyo análisis es tarea de la Crítica del Juicio16

(CJu).

Así pues, Kant descubre en el sujeto humano, además de la razón (teórica : sensibilidad,17

entendimiento y razón en sentido estricto; y práctica ), la facultad de juzgar o Juicio. Y la18

actividad de esta facultad se desarrolla de dos modos: 1)como aprehensión de la belleza (juicio

estético); 2)como aprehensión de la finalidad en la naturaleza (juicio teleológico). De ahí las dos

partes en que se divide la Crítica del Juicio.

7.1. La estética

- En la primera parte de la CJu, Kant se propone investigar la facultad del gusto y su objeto,

la belleza. Siguiendo en la línea de la “filosofía trascendental” de sus dos Críticas anteriores, se

pregunta: ¿cómo es posible la belleza? o más concretamente: ¿cómo son posibles los juicios

estéticos con valor universal? Por tanto, trata de averiguar cuál es la forma característica de lo

bello, de los juicios estéticos; y señala los siguientes rasgos distintivos:

1º. La belleza no es una propiedad física que se encuentre en el objeto, sino algo que el sujeto

le confiere al objeto porque la percepción de éste le ha producido a aquél una determinada

impresión sentimental. Por tanto, el fundamento del juicio estético no es la percepción de una

cosa (física, real) en el objeto, sino el hallazgo en el sujeto de una emoción especial de agrado

o placer: el juicio estético no se refiere, pues, a la existencia en el objeto de una determinada

propiedad, sino a la presencia en el sujeto de un determinado sentimiento de placer.

Así pues, el juicio estético o de gusto es sentimental. Se diferencia del juicio lógico o

científico, que pretende expresar un conocimiento de las propiedades físicas, naturales, del

objeto. He aquí una estatua: esta estatua es de mármol, pesa tanto, tiene tal volumen, tal forma;

representa o imita a tal persona; la hizo tal escultor, en tal día, con estos o aquellos instrumentos;

necesitó tanto tiempo, etc. Ninguno de estos juicios es estético o de gusto; todos ellos se refieren

al trozo de mármol que tengo delante, y lo consideran como un objeto de la naturaleza; todos

ellos son juicios lógicos. Pero si yo digo que la estatua es bella, ¿qué significa esto? La belleza

de la estatua, ¿es una propiedad física de la estatua? Al decir que la estatua es bella , no digo de

ella nada que físicamente quite o ponga al objeto mismo. En realidad, la belleza la confiero yo

a la estatua no porque halla encontrado esa propiedad física en ella, sino porque la visión de la

Kant considera el arte como producto de la libre actividad (de la imaginación) del genio, que consiste en16

introducir formas en la materia de la naturaleza. Y la naturaleza viene a ser arte por el soplo humano que le infunde

el espectador al contemplarla (la naturaleza, el paisaje p. e., al ser contemplado con ojos ansiosos de belleza, se

anima, adquiere significación y expresión, por así decirlo).

Sujeto del conocimiento de la naturaleza.17

Orientadora de la libertad mediante las leyes morales.18

12

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estatua me ha producido una determinada impresión sentimental. Y el fundamento de mi juicio

estético es el hallazgo en mi ánimo de una emoción especial de agrado o placer.

2º. La belleza produce en el sujeto un placer desinteresado, e.d., un placer meramente

contemplativo, sin referencia al deseo o a la apetencia, por tanto, tranquilo, sereno: ante un objeto

bello, yo soy “libre”, no estoy movido por ningún deseo subjetivo de apropiación de dicho objeto,

me conformo con percibirlo y deleitarme con su percepción, el placer que me produce no me

induce a adquirirlo y consumirlo, ni a confundirme con él... Por tanto, el juicio estético es

desinteresado. En este sentido, también se diferencia del juicio moral, en el que sí hay un interés

fundamental por la existencia de lo que se juzga o considera bueno: cuando conozco algo como

(moralmente) bueno, lo conozco como algo que debe ser, que debe existir, que quiero que exista

y deseo poseer.

Así pues, contrariamente a los antiguos, que confundían lo bello con lo bueno, y a los

modernos (Baumgarten, Winckelmann, Mendelssohn, Herder) anteriores a Kant, que confundían

y mezclaban la estética con la lógica o con la moral, Kant muestra la esfera de la belleza como

un ámbito específicamente distinto del de lo verdadero y del de lo bueno, por tanto, como una

región autónoma de la cultura humana.

Por otra parte, Kant distingue entre lo bello y lo agradable : lo agradable es lo que place a los19

sentidos en la sensación, y despierta en el sujeto el interés por la existencia y apropiación del

mismo; en cambio, lo bello es lo que place al espíritu, y no despierta en el sujeto ninguna

tendencia a la posesión del mismo. Por tanto, mientras que lo agradable produce deleite sensual

o sensible, lo bello produce deleite estético. El deleite sensual es operativo: implica que los

sentidos funcionan con el propósito y el interés de que su funcionamiento mismo sea el origen

del agrado; lo consigue todo animal, en la satisfacción de sus necesidades fisiológicas, en el mero

funcionamiento normal de sus órganos; por consiguiente, se trata de un placer corporal, material.

El deleite estético es contemplativo: en él los sentidos funcionan como meros vehículos; no les

atribuimos la causa del placer que sentimos; nos sirven sólo como condición indispensable para

representarnos el objeto bello y placentero. Así pues, en el deleite estético hay un olvido casi total

de los sentidos; en él interviene la capacidad interior de representar; es un goce que, habiendo

de pasar por los sentidos, viene, sin embargo, a cuajar en el espíritu mismo: es un placer

espiritual, de seres que tienen conciencia, de los seres humanos.

3º. A diferencia del juicio lógico (que sitúa el objeto dado en una ley física universal, como

un caso de esa ley) y del juicio moral (que compara una acción humana con una ley moral

universal, con un tipo ideal de perfección ética), el juicio estético no refiere el objeto dado a

ninguna ley universal, sino que lo considera como una individualidad única, incomparable, y lo

califica de bello sólo porque ha producido en el ánimo una emoción específica.

4º. La belleza (a pesar de lo dicho en el punto anterior) es algo que place necesariamente, que

impone placer al sujeto que la percibe. Por tanto, el juicio estético, aunque basado

Decir: “esto es bello” no es lo mismo que decir: “esto me gusta”. Un helado de fresa suele ser muy agradable, pero19

no es necesariamente bello.

13

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exclusivamente en el sentimiento personal, tiene un cierto grado de necesidad y universalidad,

e.d., de objetividad, en cuanto que supera la mera sensación individual y los demás sujetos deben

coincidir con nuestro juicio: cuando hacemos apreciaciones estéticas pretendemos que cualquier

otra persona las comparta y las apruebe. En nuestro juicio estético ponemos todos una cierta

objetividad; todos distinguimos el deleite sensual del estético, en que no nos creemos autorizados

a exigir a todo el mundo que sienta agrado con un mismo manjar, mientras que en cambio

exigimos a todo el mundo que declare, como nosotros, bello lo que nos parece serlo. Si el placer

estético, ante una misma obra de arte, no es de hecho universal y necesario, parécenos, sin

embargo, que debería serlo, que efectivamente lo sería, si todos los hombres hubieran alcanzado

el mismo grado de educación artística. Decimos de quien se complace ante lo que nos parece feo

y vulgar, que tiene mal gusto, que no tiene formado y educado el gusto. Los juicios estéticos, si

bien no son universales, como los juicios de conocimiento, encierran, sin embargo, una

aspiración a la universalidad. Si yo digo: esta estatua es de mármol, la universalidad de mi juicio

es total. Mas si digo: esta estatua es bella, la universalidad de mi juicio, aunque no es total,

aspira, sin embargo, a serlo. Sé que puede haber quien la declare fea; pero ese tal me aparece

como persona de mal gusto, de escasa formación artística. En el fondo es lo mismo que cuando,

ante la expresión de una verdad cierta, oigo que alguien no la admite; ese alguien me parecerá

o un tonto o un ignorante, que por defecto de conocimiento no puede comprender aquella verdad.

5º. La belleza es algo conocido sin conceptos: es un “no sé qué”, algo indefinible,

inexplicable. Esto significa que no se puede demostrar que una cosa sea bella ni explicar por qué

lo es .20

6º. La belleza es la forma de la “finalidad sin fin” de un objeto. El objeto bello, p.e., un

ramillete de flores recién cortadas, tiene algo de inútil, de superfluo y, sin embargo, lleno de

sentido; no sirve para nada, no es un útil, un medio o instrumento del que nos sirvamos para

alcanzar una meta: es fin en sí mismo.

- La belleza no lo es todo: también existe lo sublime en la naturaleza y en el arte. Kant define

lo sublime como “lo que es absolutamente grande”, o también como “aquello en comparación

con lo cual toda otra cosa es pequeña”. La belleza se relaciona con la forma de un objeto, y la

forma implica limitación, finitud. En cambio, lo sublime tiene que ver con la ausencia de forma,

con lo informe, y, por tanto, con lo ilimitado, infinito. Frente a la mesura de lo bello, lo sublime

aparece más bien como des-mesura, como e-normidad. Por eso Kant vincula la belleza al

entendimiento y lo sublime a la razón, la facultad de lo ilimitado.

Kant distingue entre lo sublime matemático (o de la cantidad) y lo sublime dinámico (o de la

fuerza), según que suscite un sentimiento de grandeza desmesurada o de desmesurada potencia.

La bóveda estrellada del cielo es un ejemplo de sublime matemático; los saltos de agua de un río

caudaloso, el estallido de una tormenta, o un volcán en erupción lo son de sublime dinámico.

Kant nota, sin embargo, que la sublimidad es más propia del espíritu que la siente que de los

Esta característica de la belleza la expresan muy bien los siguientes versos de Juan Ramón Jiménez: “No la toques20

ya más / que así es la rosa...”

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objetos de la naturaleza que la producen: los fenómenos grandiosos y majestuosos de la

naturaleza producen una impresión de pequeñez, insuficiencia o temor que se transforma en la

conciencia del poder ilimitado del sujeto humano, de la independencia de su destino, de la

superioridad de su valor moral. El sentimiento de lo sublime es así ocasión para que el hombre

sienta la grandeza de su propio espíriu.

7.2. La teleología

Si la primera parte de la CJu trata del problema estético (del arte, de la belleza), la segunda

trata del problema biológico, e.d., de la ciencia de los organismos: de la biología.

- El hecho de que Kant reúna en una misma obra ambas cuestiones se debe a que ve una gran

semejanza entre la obra de arte y el ser vivo.

La obra de arte, la belleza, es una transformación de la naturaleza. En manos del artista, la

naturaleza inerte cambia su forma esencial para adoptar los caracteres de la naturaleza viva: el

trozo de mármol que se convierte en estatua va poco a poco perdiendo sus propiedades físicas

y adquiriendo nuevas propiedades, que son las de los seres vivos: el mármol convertido en

estatua habla, ríe, llora, se enoja, se exalta, ruega, ataca, duerme, sueña..., como si fuera hombre;

en suma, el mármol, que era un objeto, una cosa, e.d., algo que sólo podía ser conocido y

definido como caso de una ley general, pasa a ser un individuo, un sujeto, algo singularísimo,

único, y, por tanto, que no puede ser conocido por inclusión en un concepto más amplio, sino que

ha de ser percibido y sentido en su estricta individualidad.

Pero este carácter nuevo que el arte introduce en un trozo de materia, también es el específico

y peculiar de todo un grupo de cosas naturales: el de los seres vivos. Los seres vivos son

organismos, esto es, individuos que por sí mismos constituyen un todo, y que no pueden ser

considerados como secciones o trozos inertes de un conglomerado mayor. No aumentan por

adición, ni disminuyen por sustracción, como la materia inerte. Sus partes no son pedazos

homogéneos de un conjunto, que a su vez es idéntico, por su forma, a cualquiera de sus partes.

En los seres vivos, la materia no está simplemente aglomerada, sino además organizada. Hay,

pues, en la naturaleza todo un reino de seres que se distinguen esencialmente de las cosas

materiales en que, además de los principios mecánicos, rigen en ellos principios orgánicos.

¿Cuáles son estos principios? La biología hace uso de un principio que repudia el sistema

mecánico de la naturaleza: el principio de finalidad.

- En los seres vivos rige el principio de finalidad. Kant distingue entre causalidad mecánica

y causalidad final: entre mecanicismo y finalismo. La causalidad mecánica expresa la ley natural

de que siempre que se dé el fenómeno A (causa) surgirá en seguida el fenómeno B (efecto). En

ella sólo puede descenderse de la causa al efecto: la causa produce el efecto, el cual a su vez es

causa de otro efecto; pero no puede ascenderse del efecto a la causa: el efecto no produce la

causa. La causalidad final expresa la relación entre fenómenos como una relación de medio a

fin tal que, al establecerse la causa (o medio), hay ya una previa representación en nuestra mente

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del efecto (o fin): en ella interviene una inteligencia conocedora de la relación y una voluntad

determinadora del fin. Lo característico del enlace final entre fenómenos es que la representación

del efecto en la mente es la causa que produce realmente ese efecto: si digo que el fenómeno A

es el medio para que se produzca el fenómeno B, ello implica que la representación anticipada

de B es la que ha hecho necesaria la presencia de A, la cual permite obtener la presencia real de

B, apetecida por la voluntad: así, p.e., la casa es causa de la renta que produce; pero la

representación previa de la renta es la causa de la construcción de la casa. Por tanto, en la

causalidad final se puede descender de la causa al efecto y ascender del efecto a la causa (en ella

se mezclan el mecanicismo y el finalismo): la causa produce el efecto mecánicamente; pero el

efecto, la representación anticipada del efecto en la mente, es la causa final de la causa misma.

Kant propone que al nexo mecánico se le llame nexo real (porque en él hay mero mecanismo

natural), y al nexo final se le llame nexo ideal (porque en él hay intervención de la inteligencia

humana, la cual prevé los efectos y así los transforma en fines).

. Los organismos son unos trozos de realidad constituidos de tal suerte que, en ellos, se da lo

que Kant llama una finalidad interna. Una cosa posee finalidad interna cuando es ella misma

causa y efecto de sí misma: en una encina que engendra otra encina igual, la misma realidad

específica (la encina) es causa de sí misma y efecto de sí misma (la encina se engendra a sí

misma); pero también, en una encina que resulta del desarrollo de una semilla, la misma realidad

individual (la encina concreta) es causa de sí misma y efecto de sí misma, pues la encina se

desarrolla por fuerza interna (no acoge, como adición, los elementos materiales, sino que se nutre

de ellos, los transforma totalmente, los incorpora a su forma, los asimila) . En el ser vivo, la21

conservación del todo depende de la conservación y del funcionamiento de las partes, y éstas a

su vez de la conservación del todo.

Las partes de un ser vivo son, pues, órganos, lo que significa que no son indiferentes al todo,

sino que han de constituirse en su forma y función según la idea del todo. Pero no basta esto.

Cualquier objeto de la técnica humana (un reloj, p.e.) también es un conjunto en donde la idea

del todo determina la constitución y la forma de las partes. Mas no por eso decimos que el reloj

posea finalidad interna. Para que una cosa posea finalidad interna, e.d., sea un organismo, es

preciso, además, que el todo resulte a su vez de la forma y función de las partes. Así pues, por

un lado, el organismo, en tanto que totalidad, determina los órganos particulares y su función;

por otro, son los órganos y sus funciones los que engendran y conservan el organismo: la vida

es una finalidad interna, un sistema de formas en el que cada parte es determinada y a la vez

determinante, en el que cada parte engendra el todo y a la vez es engendrada según la idea del

En el primer caso hay una relación del árbol generante al engendrado, y de éste al generante. En el segundo, una21

relación de las partes al todo, y del todo a las partes. Pero estas relaciones causales son distintas: la causalidad del

generante respecto del engendrado y de las partes respecto del todo es eficiente; la causalidad del engendrado

respecto del generante y del todo respecto de las partes es final. En este segundo modo de causalidad, la causa obra

antes de existir, e.d., en tanto que idea: el todo está presente como idea que las partes deben realizar; lo engendrado

también está presente como idea a la que tiende el generante.

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todo: el organismo es un ser organizado que se organiza a sí mismo (el reloj, en cambio, es un

ser organizado por otro).

Así pues, los seres vivos aparecen a nuestra observación como sistemas internos de medios

y fines: la vida se nos presenta como una finalidad interna.

- Dada la semejanza entre el organismo y la obra de arte, Kant se ha servido de la idea de

finalidad para definir la belleza: una obra de arte, una producción bella, es un conjunto en el

que, como en los seres vivos, la idea del todo condiciona y determina las partes, que a su vez

producen el todo; es, pues, una causa, que es al mismo tiempo efecto, una causa de sí misma, una

finalidad interna.

Mas la obra de arte es un organismo sólo aparentemente vivo: es vivo en mi sensación, pero

no objetivamente; tiene vida para mí, que lo contemplo y tengo un espíritu capaz de sentir esa

vida ficticia. Un perro que tropieza con una estatua la percibe como es en realidad, como un

pedazo de piedra. La vida de la estatua se la pongo yo; introdúcela en ella mi sentimiento

humano: la finalidad de la estatua no pertenece, pues, a ella; es una finalidad subjetiva, irreal o,

como dice Kant, es la forma pura de la finalidad, es la finalidad sin fin.

Objeto bello es, pues, aquel cuya percepción suscita en mí la idea de una finalidad interna, la

idea de la vida; pero sólo la idea (la idea sin correlato real). Ante el objeto bello, se ponen en

movimiento las facultades espirituales del sujeto, que, por no tener ningún concepto con correlato

real, funcionan en balde, por el solo gusto de funcionar, y tal es el carácter del placer estético. En

el placer estético hay de subjetivo el hecho de que se da inmediatamente en mí cuando contemplo

la obra de arte. Pero hay de objetivo el que consiste precisamente en que las facultades

espirituales funcionan como si todo cuanto siento e imagino (la vida, la finalidad interna)

perteneciese realmente a la obra de arte. Por eso en el juicio estético hay una exigencia o

aspiración de universalidad: exigimos que todo sujeto humano sienta esta belleza, y achacamos

su insensibilidad a falta de desarrollo de sus facultades espirituales.

- Con la noción de “finalidad sin fin” que define a la belleza, se enlaza la del juego, ya que

éste es precisamente una finalidad que carece de fin, una ficción de la vida, un funcionamiento

baldío, por el solo placer de funcionar, de los órganos corporales y de las facultades espirituales.

Cuando jugamos realizamos unos actos que tienen un fin u objetivo: no son actos absurdos,

sino pensados y predispuestos según una idea; mas esa idea, ese fin de los actos de juego, es el

juego mismo. La ganancia no es fin del juego; jugar para ganar no es jugar, sino luchar. El adulto

que no sabe jugar necesita el acicate de la ganancia; pero el niño juega por jugar, sin esperar

ganancia ni temer pérdida; el juego del niño es un conjunto de actos acomodados a fines, pero

esos fines no trascienden a los actos mismos: son actos finales sin fin; o, dicho de otro modo: el

fin de esos actos es el ser actos finales y que el sujeto se recree en su ejecución y contemplación:

la misma acción de jugar es el fin del sujeto que juega.

En la misma actividad técnica y utilitaria del adulto (del artesano, p.e.), hay momentos en que

la acción de trabajar embarga por sí misma todo el ánimo del trabajador; éste se olvida de que

su trabajo conduce a un fin, la producción y la ganancia; se olvida de que su labor es un simple

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medio, y se anega todo entero en ella. Entonces desaparece toda idea de utilidad, toda

representación de fin: el trabajador se complace y deleita en su propio trabajo, mas entonces ya

no es trabajo, ya es juego, ya anuncia el arte.

- Estas teorías del juego y de la finalidad sin fin en el arte conducen a Kant a una interesante

definición del genio: el genio es “la disposición nativa del espíritu mediante la cual la naturaleza

da la regla al arte”. La obra de arte, por ser una finalidad sin fin, es una finalidad sin concepto,

irreductible a leyes lógicas universales, imposible de fijar en preceptos que se transmitan por

enseñanza. Las reglas a que el artista de genio obedece no son reglas lógicas objetivas, sino

normas que surgen espontáneamente de lo profundo de su alma, sin que él mismo pueda

formularlas con toda exactitud. El genio, pues, no recibe de fuera reglas para su arte, sino que él

mismo se las crea: él mismo es naturaleza creadora.

Con esta definición del genio se zanjan todas las discusiones sobre naturalismo e idealismo

en el arte: ni el genio imita a la naturaleza ni la corrige; el genio es él mismo naturaleza creadora,

y, por tanto, el arte es una creación tan natural como los productos de la naturaleza. Lo que hay

que preguntar no es si un artista copia bien, ni si inventa bien, sino si es creador, si sus obras son

organismos vivos, si sus engendros tienen hálito espiritual.

Por otra parte, el genio nace de la unión proporcionada de entendimiento e imaginación, unión

por la cual el entendimiento pone orden y disciplina en la libertad sin freno de la imaginación.

Con lo cual Kant considera el arte como la libre actividad del individuo genial que colma el

abismo entre necesidad (o naturaleza) y libertad.

8. Filosofía de la historia

Como hemos visto anteriormente, la finalidad interna es el carácter específico de la obra de

arte y de los seres vivos (o naturaleza organizada). El ser humano, además de ser vivo (y, por

tanto, con finalidad interna), es un ser libre que actúa conforma a fines. Y en cuanto tal pertenece

al ámbito de la historia.

La ley moral ordena al hombre alcanzar el bien supremo, la felicidad: le impone la tarea de

hacerse digno de este premio mediante el cumplimiento del deber. Por tanto, como la vida del

hombre se desarrolla en la sociedad, la historia de la humanidad tiene que dar muestras de que

el progreso moral es una realidad.

- La historia de la humanidad presenta ante nosotros el espectáculo de guerras y desastres

múltiples; el egoísmo y la lucha desesperada de unos contra otros parecen ser las notas que

durante siglos han presidido la vida de los hombres y de los pueblos. Sin embargo, el filósofo ha

de interpretar el sentido de esos datos históricos (aparentemente nada alentadores) con el ánimo

de descubrir, tras esa apariencia irracional, la huella de la razón que trabaja callada a favor de la

moralización progresiva del hombre.

La hipótesis kantiana es que la historia se despliega según un plan de la naturaleza que

favorece el desarrollo pleno de las disposiciones naturales del hombre con vistas al

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establecimiento de una sociedad civil perfecta, en la que no habrá ya lugar para el caos y la

injusticia, porque todos los hombres actuarían según la ley moral.

Kant se sirve de la idea de la insociable-sociabilidad del hombre para descubrir ese plan de

la naturaleza; idea esta que expresa el antagonismo entre el deseo individualista, el egoísmo del

hombre que quiere satisfacer sus propias necesidades, y la tendencia a vivir en sociedad, porque

sólo en el seno de ésta puede lograr la plenitud.

Por tanto, la insociable-sociabilidad del hombre es el mecanismo que mueve la historia: el

progreso hacia la libertad, el desarrollo de la moralidad, la actualización de todas las

disposiciones naturales del hombre, se logra como resultado del conflicto entre el individuo y la

sociedad, siendo la tendencia antisocial la que paradójicamente garantizará el progreso de la

sociedad.

El progreso de los hombres y de los pueblos (idea tan querida en el siglo XVIII) sólo puede

hacerse realidad en la vida social. Con lo que Kant no comparte la idea rousseauniana de que esto

únicamente es posible en la vuelta al estado de naturaleza, a la inocencia primitiva del hombre.

- El mismo principio que Kant aplicó a los individuos para explicar el surgimiento de la

sociedad civil, le servirá para explicar el surgimiento de la sociedad cosmopolita: las guerras

entre unos Estados y otros preparan el camino para el advenimiento de un orden jurídico justo

que comprenda a toda la humanidad. El sujeto de todo este proceso no será el individuo, sino la

especie humana, porque el hombre, en su corta vida, no puede llevar a cabo el desarrollo de todas

sus disposiciones naturales.

El devenir histórico nos lleva, pues, hacia una sociedad perfecta, cosmopolita, que habrá de

estar regida por una Constitución civil perfecta, integrada por normas que ordenan las

actuaciones del hombre en la sociedad y que a la vez son conformes a la ley moral. En definitiva,

una Constitución interior y exterior perfecta que haga posible que la legalidad-conformidad a

las leyes de una sociedad, y la moralidad (o respeto a la ley moral) coincidan definitivamente.

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9. Respuesta a la pregunta: ¿Qué es Ilustración?

1.- Kant: 1)da una definición (negativa) de ilustración mediante los conceptos de “minoría de

edad” y “culpabilidad”; 2)da una definición de “minoría de edad” mediante el concepto de

“entendimiento”; 3)indica la causa de la “culpabilidad” de la minoría de edad: la falta de

“decisión y valor” para servirse del entendimiento propio “sin la guía de otro”, de un tutor;

4)termina formulando el lema de la Ilustración: ¡sapere aude! ¡atrévete a saber! ¡ten el coraje de

pensar por ti mismo!

2.- Se indican las causas de la permanencia de gran parte de las personas en la minoría de

edad: la pereza, la cobardía, la comodidad, el no tener que esforzarse...; lo que las convierte en

criaturas mansas, “pacíficas”. El tener que pensar uno mismo requiere esfuerzo, por lo que es una

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tarea molesta, enojosa..., de ahí que tendamos a encomendarla a otros, a nuestros tutores: a los

intelectuales (ámbito científico-filosófico), a los sacerdotes (ámbito moral), a los médicos, etc.

Además, a estos tutores les conviene desempeñar esta tarea (porque se les paga por ello y, en

consecuencia, viven de ello), por lo que se cuidan muy bien de que tales personas permanezcan

en la minoría de edad (encerradas en un “camino rodado”), lo que tratan de conseguir

intimidándolas: presentándoles la alternativa contraria, la mayoría de edad (el “ir solas”), como

un camino, además de “molesto”, sobre todo “peligroso” para la mayoría de los varones

(“hombres”) y para todas las mujeres (“el bello sexo”), distinción esta que implica la actitud

machista de concebir a la mujer como ser inferior y mas débil que el hombre. Peligro este que,

sin embargo, Kant reconoce que no es tan grande, pues los errores, las caídas, enseñan a caminar

en solitario, a pensar por uno mismo: para aprender hay que practicar, y arriesgarse a

equivocarse, a caer...

3.- Alude a la dificultad de la salida de la minoría de edad, debido a que tal situación se ha

convertido en algo inamovible (“naturaleza”), a que el individuo se siente agusto e incapaz de

servirse de su propio entendimiento porque nunca se le ha dejado intentarlo. Kant cita los

estatutos y fórmulas establecidas por los tutores como instrumentos (mecánicos) que mantienen

al individuo atado (“grilletes”) a la minoría de edad.

4.- Se refiere a la posibilidad de la salida de la minoría de edad: posibilidad (o, incluso,

inevitabilidad) de llegar a la ilustración, si se deja en libertad a las personas. Siempre habrá

personas (incluso “tutores”) dispuestas a desprenderse del yugo de la minoría de edad, a pensar

por sí mismas y a difundir a su alrededor la idea del valor de cada hombre y de su vocación de

pensar por sí mismo. Por tanto, aunque es difícil salir de la minoría de edad,es posible; y, aunque

es posible, dicha salida de la minoría de edad y caminar hacia la ilustración es lenta, debido al

peso de los viejos prejuicios inculcados por los tutores y de otros nuevos, que frenan (“sirven de

riendas”) el paso hacia la meta de la ilustración o mayoría de edad. De ahí que, como mucho,

puede conseguirse un derrocamiento de la opresión dominante mediante una revolución, pero

nunca “una verdadera reforma del modo de pensar”.

5.- Da una definición positiva de ilustración: la ilustración es libertad, en el sentido de “hacer

uso público en todas partes de su razón”. Por tanto, no se trata de la libertad de la voluntad , sino22

de la libertad de pensamiento . Libertad esta que ya está limitada por doquier, pues por todas23

partes se oye decir: “¡No razonéis!” (Kant cita tres instituciones de la época en las que se limita

el uso público de la razón: el ejército, el Estado y la Iglesia); y limitación esta que puede

obstaculizar o fomentar la ilustración.

6.- Distingue entre entre “uso público” y “uso privado” de la razón, y considera la limitación

del primero como un obstáculo para la ilustración. Define el “uso público” como el que puede

hacer un individuo en tanto que persona docta, culta, ante el público entero que es el mundo de

lectores; y el “uso privado” como el que le está permitido hacer a un individuo en tanto que

Capacidad para decidir entre distintas posibilidades (libertad moral o metafísica).22

Capacidad para pensar por uno mismo y expresar públicamente ese pensamiento a los demás (libertad intelectual).23

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persona que desempeña un cargo en una institución (Kant se refiere, en concreto, a la institución

de la Iglesia). En el primero, el individuo goza de una libertad ilimitada para servirse de su

propia razón y hablar. Sin embargo, en el segundo, el individuo no es libre a la hora de servirse

de su propia razón, porque administra un mandato ajeno, porque ha sido designado para hablar

en nombre de otro: lo que dice y enseña está limitado por o subordinado a los “fines públicos”

de la institución en la que ocupa un puesto, está encaminado a obtener la máxima “utilidad

práctica” para dicha institución; pero, en el caso de que lo que tiene que enseñar en nombre de

la institución contradiga sus convicciones personales, no podría, en consecuencia, desempeñar

su función, y debería dimitir.

7.- Partiendo de la base del “progreso” (hacia la ilustración) de la naturaleza humana como

algo esencial a ésta, o, lo que es lo mismo, partiendo de la importante idea ilustrada de la

inevitable “marcha de la humanidad hacia su mejoramiento” (contraria a la idea romántica del

regreso o degradación en el curso de la historia), trata de la imposibilidad e ilicitud de que la

Iglesia imponga al resto de la sociedad una doctrina inmodificable, perdurable, para así instaurar

una “continua y suprema tutela” sobre cada uno de sus miembros, pues semejante imposición,

que dejaría “cerrada para siempre toda ulterior ilustración del género humano”, no permitiría a

los hombres razonar y los obligaría a obedecer: según Kant, sería un crimen contra la naturaleza

humana (cuya esencia es progresar hacia lo mejor) el que una determinada época de la historia

tomase un acuerdo tal, que impidiese a la siguiente extender sus conocimientos, depurarlos de

errores y, en general, avanzar hacia la ilustración; el renunciar a la ilustración significaría, pues,

“vulnerar y pisotear los derechos sagrados de la humanidad”.

Por el contrario, Kant vuelve a afirmar que los miembros de la institucion de la Iglesia (lo

mismo que los de otras dos importantes instituciones: el ejército y el Estado), en la medida en

que constituyen una parte de la sociedad nacional (“república”) o internacional (“sociedad

cosmopolita”), e.d., en tanto que “doctos”, pueden “razonar”, “razonar en voz alta”, “dudar en

público”, criticar...: tienen plena libertad, e incluso la vocación, para exponer públicamente todos

sus pensamientos u opiniones sobre los defectos, errores o inconveniencia de dicha institución,

así como las propuestas para mejorarla; actividad esta de crítica que no deben llevar a cabo en

tanto que miembros pasivos de la institución a la que pertenecen y en la que se les encomendó

una función.

A este respecto, Kant destaca la autonomía de cada sociedad o pueblo: a un pueblo sólo se le

puede imponer la ley que él mismo esté dispuesto a imponerse a sí mismo. Ni siquiera el

gobernante (“monarca”) puede decidir contra la voluntad del pueblo, porque la voluntad de aquél

debe coincidir con la de éste. Así pues, el gobernante ha de dejar que sus súbditos hagan lo que

consideren necesario para conseguir el bien común (“salvación de su alma”, “promoción”), e

impedir que unos entorpezcan a otros al trabajar para alcanzar dicha meta. No debe entrometerse

en las opiniones de sus súbditos, tratando de controlarlos (porque ello lesionaría su majestad),

tanto si considera la suya como superior a las de aquéllos como si favorece las de unos pocos

contra las del resto de sus súbditos.

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8.- Distingue entre “época ilustrada” y “época de ilustración”, considerando a esta última

como el camino que conduce a la meta que es aquélla. Y afirma que la época actual de la historia

es la segunda, pues, aunque la libertad va en aumento y “son cada vez menos” los obstáculos para

la salida del hombre de su culpable minoría de edad, los hombres tomados en su conjunto aún

no son capaces de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro: la soberanía de la razón

humana aún es un objetivo a conseguir, de ahí que la función de la razón sea básicamente crítica

y emancipadora, comprometida en un proceso general de liberación humana. Kant considera al

rey prusiano Federico II el grande (1712-1786), amigo de Voltaire, como encarnación del espíritu

de la Ilustración, de la libertad, por eso le llama a esta época “el siglo de Federico”.

9.- Se sigue refiriendo (aunque sin nombrarlo) a Federico II de Prusia, al que considera como

modelo de príncipe ilustrado por haber sido el primero en decidir terminar (al menos desde el

gobierno) con la “minoría de edad” del génro humano, e.d., en dejar libres a todos los ciudadanos

para servirse de su propia razón (al menos en lo que es asunto de la conciencia: en materia de

religión). Con él, los clérigos, en tanto que doctos, y los que no están limitados por ninguna

misión, pueden exponer y criticar libremente las diversas consideraciones sobre la religión.

Actitud esta por la que dicho príncipe se hace merecedor de alabanza.

10.- Recalca y especifica que la ilustración es la salida de la culpable minoría de edad

“principalmente en asuntos religiosos”, ya que la minoría de edad en estos asuntos es “la más

funesta e infame”.

Distingue entre el ámbito de la religión, por una parte, y el de las artes y las ciencias, por otro,

afirmando que en el segundo los señores no tienen interés en ejercer la tutela sobre sus súbditos.

Vuelve a referirse (sin nombrarlo) a Federico II de Prusia como primer ejemplo de jefe de

Estado favorecedor de la ilustración, que no sólo dejó plena libertad a sus súbditos en materia

de religión, sino también en lo referente a la legislación, pues permitió que aquéllos criticaran

las leyes existentes y expusieran públicamente sus pensamientos sobre una mejor legislación.

11.- Señala la diferencia entre la “libertad civil” (libertad de actuar) y la “libertad del espíritu”

(libertad de pensamiento), entre las que se da una ralación de influencia recíproca: la primera

favorece la segunda (aunque también le pone unos límites); y la segunda reobra poco a poco

sobre la primera (haciéndole crecer cada vez más), y sobre los principios del gobierno, al que le

conviene tratar al hombre como un sujeto que tiene dignidad (no como una máquina u objeto).

Por lo que parece extraño y resulta “paradójico” permitir la libertad de pensamiento pero a la vez

exigir obediencia, e.d., suprimir la libertad civil, la libertad de actuar.

10. Idea de una historia universal con propósito cosmopolita (filosofía de la historia,

antropología y política)

10.0. Introducción

En los tres primeros párrafos de la obra, que constituyen la introducción de la misma,

Kant equipara el ámbito de la historia al de la naturaleza, al afirmar que las acciones humanas

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(fenómenos de la libertad de la voluntad) están determiadas por “leyes generales” como cualquier

otro acontecimiento natural (1). La historia, en tanto que narración de las acciones humanas a lo

largo del tiempo, descubre en éstas una “marcha regular”, descubre en la especie humana un

“desarrollo en marcha constante, aunque lenta, de sus disposiciones originales”. Así, p.e., aunque

los matrimonios, nacimientos y muertes de un país parecen no estar sometidos a regla alguna que

permita prever el número de los mismos, sin embargo las tablas anuales de los grandes países nos

muestran que suceden según leyes naturales estables, igual que los climas, que mantienen en una

marcha uniforme diversos sucesos naturales (1).

Así pues, los hombres, aunque no proceden de una manera meramente instintiva, como los

animales, ni tampoco según un plan prefijado propio, sí actúan según un plan determinado de la

naturaleza. Por eso, el filósofo, lo mismo que hicieron los físicos Kepler y Newton en el ámbito

de la naturaleza, debe tratar de descubrir las leyes que gobiernan las acciones humanas en el

ámbito de la historia: debe tratar de descubrir el propósito de la naturaleza como hilo conductor

de la contradictoria marcha de las acciones humanas que integran la historia (2-3).

Desde estos supuestos, Kant explica el desarrollo de la historia en nueve proposiciones o

frases.

10.1. Primera frase

Hace referencia al carácter teleológico de la naturaleza: a la naturaleza como entidad en

potencia que tiende a actualizarse o desarrollarse completamente hacia un fin o meta. Así, se

concibe la naturaleza (orgánica) como “naturaleza legal”, como un todo regido por la ley de la

finalidad: como un conjunto de criaturas con unas “disposiciones” o capacidades (órganos)

tendentes a desarrollarse alguna vez de manera completa. De otro modo, no estaríamos ante una

regularidad natural, sino ante un juego arbitrario.

10.2. Segunda frase

Se refiere en concreto al hombre como única criatura racional, en el que la facultad o

disposición natural de la razón (“semilla”) sólo se desarrolla completamente en la especie y no

en el individuo. Kant contrapone la razón al instinto, concibe a aquélla como una facultad que

intenta dominar a éste, y que se desarrolla paulatina, gradual e ilimitadamente mediante el

ejercicio. Ahora bien, como la vida del individuo es temporalmente limitada, la razón no puede

desarrollarse completamente en él, sino sólo en la especie, en la serie ilimitada de generaciones

que se suceden y transmiten unas a otras sus logros.

10.3. Tercera frase

Presenta al hombre como un ser al que la naturaleza dotó de razón y libertad como

medios para procurarse él mismo el bienestar y la felicidad. De este modo, el hombre no es una

realidad ya acabada, sino una posibilidad que tiene que irse realizando a sí mismo con el propio

esfuerzo: su bienestar y felicidad no es un regalo de la naturaleza, sino una meta a conquistar con

su trabajo. A partir de una mínima “existencia incipiente” donada por la naturaleza, el hombre

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debe sacarlo todo de sí mismo (los víveres, el cobijo, la seguridad, el recreo, la bondad...), lo que

equivale a decir que debe “ser obra suya”, que es el arquitecto de sí mismo. Pero como esta tarea

de la autoconstrucción humana está llena de penalidades, quiere decirse que lo más importante

no es la meta del bienestar, sino el hacerse digno y merecedor de ella mediante el esfuerzo; sólo

así se puede comprender el hecho de que las viejas generaciones trabajen penosamente para

preparar a las siguientes una existencia más dichosa.

10.4. Cuarta frase

Se refiere al antagonismo entre las disposiciones naturales de los hombres como medio

del que se sirve la naturaleza para lograr el desarrollo de las mismas. A este antagonismo o

discordia lo denomina “insociable sociabilidad” del hombre, lo que significa que éste, por una

parte, tiende a formar sociedad, porque en tal situación desarrolla mejor sus disposiciones

naturales; y, por otra, tiende aún más a aislarse, a querer disponer egoístamente de todo a su

antojo: tiene una ilimitada ansia de honor, de poder, de bienes; es vanidoso, envidioso... Y este

egoísmo aislacionista hace que el hombre encuentre resistencia por todas partes y la ofrezca él

mismo a los demás. Resistencia esta que estimula sus disposiciones naturales y así hace que se

desarrollen: le lleva a superar su inclinación a la pereza, a procurarse un rango entre sus

congéneres, a dar los primeros pasos de la rudeza a la cultura, a pensar, a formar el gusto, a

formular principios morales concretos diferenciadores entre el bien y el mal, a construir una

sociedad moral. Por tanto, sin la insociabilidad connatural al hombre y la consiguiente

resistencia, todos los talentos de éste permanecerían siempre dormidos, en un estado potencial

o embrionario, como semillas que nunca llegan a germinar. Y semejante insociabilidad, por

promover un mejor desarrollo de las disposiciones naturales al ocasionar tanto mal, es muestra

de la existencia, no de un espíritu maligno, sino de un creador sabio.

Esta concepción kantiana del hombre como “insociable sociabilidad” es una síntesis de la idea

aristotélica del hombre como ser social por naturaleza y de la idea hobbesiana del hombre como

ser insociable por naturaleza (y social por convención). Y se opone a la rousseauniana del “buen

salvaje”, del hombre como ser bueno por naturaleza, pero al que la sociedad hace malo.

10.5. Quinta frase

Se refiere a la instauración de la “sociedad civil” o Estado como suprema tarea a realizar

por la especie humana, impulsada por la imposibilidad de continuar en la situación de libertad

salvaje. Tal sociedad se define como un “estado de coacción”, pues está constituida por un

conjunto de leyes (“derecho”, “constitución civil”) que limitan la libertad de cada individuo para

que pueda coexistir con la de los demás. Sólo en esta sociedad es posible lograr el más alto

propósito de la especie humana: el desarrollo de todas sus disposiciones; sólo en una situación

en la que la insociabilidad connatural del hombre es obligada a someterse a la disciplina de las

leyes, se produce como resultado la cultura, el arte, el orden social.

10.6. Sexta frase

Partiendo del hecho de que el hombre, cuando convive con otros de su especie, necesita

un señor que limite su propia voluntad y la obligue a obedecer a la voluntad general, se plantea

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el muy difícil problema de encontrar un jefe supremo (individual o colectivo) de la justicia

pública que sea él mismo justo, pues todos los jefes abusan de su libertad mientras no tengan

sobre sí a nadie (que ejerza su poder según leyes). Kant afirma que la completa solución del

mismo es imposible, pues el hombre es por naturaleza un ser muy retorcido, el cual, en

consecuencia, nunca podrá convertirse en algo completamente recto, justo, sino sólo aproximarse

a ello.

10.7. Séptima frase

Trata de la “unión de pueblos” o del “Estado cosmopolita” como meta a la que conduce

el desarrollo de la humanidad. Según Kant, lo que impulsa a la constitución de tal Estado

cosmopolita (internacional, mundial) es lo mismo que impulsó a la constitución de la sociedad

civil (“república” o Estado nacional): el antagonismo, la incompatibilidad de los hombres, la

insociabilidad, la “libertad salvaje” (“bárbara”, “brutal”, “sin ataduras”), la guerra; lo mismo que

la libertad salvaje de los individuos (y los consiguientes males que deparó) forzó a éstos a la

instauración de una sociedad civil (constituida por unas leyes que limitan aquella libertad), la

libertad salvaje de los distintos Estados nacionales (de las sociedades civiles particulares o

repúblicas), la guerra entre ellos, con la consiguiente devastación que acarrea, los impulsa a la

instauración de un Estado cosmopolita, constituido por unas leyes que limitan la libertad salvaje

de cada Estado nacional. Por tanto, la naturaleza (que es sabia, que actúa con un “propósito” o

intención) se sirve de las guerras entre los Estados como medio para empujar a éstos a constituir

un Estado internacional. Y tal Estado es la garantía y condición de la tranquilidad, seguridad,

derecho y bienestar de cada Estado nacional: la perfección de éste depende de la existencia de

aquél.

Por otra parte, la formación del Estado cosmopolita a la que tiende el desarrollo de la especie

humana no es resultado del azar (no se produce “de modo accidental”), sino de la marcha regular

y paulatina de la naturaleza que lleva a nuestra especie desde el grado inferior de la animalidad

hasta el grado supremo de la humanidad. Y en este grado supremo que representa el Estado

cosmopolita, los ciudadanos no sólo estarán “cultivados” y “civilizados” (como lo están en los

distintos Estados particulares), sino también “moralizados”: no sólo tendrán conocimientos

científicos y técnicos, y unas costumbres refinadas, sino que también habrán convertido las

normas jurídicas (que son exteriores) en normas morales (que son interiores): se regirán por las

normas de la conciencia. Por tanto, en él, la moral sustituirá al derecho.

10.8. Octava frase

Se refiere al propósito o plan secreto que tiene la naturaleza de alcanzar la meta (“fin”)

de un Estado perfecto, en el interior (Estado nacional) y en el exterior (Estado internacional o

cosmopolita). En efecto, Kant considera la historia de la especie humana en su conjunto como

la ejecución de un plan secreto de la naturaleza que consiste en establecer un Estado cosmopolita,

en cuyo seno puedan desarrollarse todas las disposiciones naturales de la especie humana. A

continuación se pregunta si se observa actualmente la realización del “propósito de la naturaleza”

consistente en llegar al Estado cosmopolita en una época más lejana; e indica como señales del

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mismo la cultura interior de los Estados (cultura esta que es un medio de poder e influencia), el

aumento de la libertad civil y religiosa, el surgimiento paulatino de la ilustración (racionalidad,

autonomía) en los ciudadanos y gobernantes, la creación de establecimientos públicos de

enseñanza, la percepción de la guerra como una empresa artificial, de muy inseguro resultado y

que acarrea grandes deudas. Todos estos elementos constituyen “un tosco esbozo” del futuro

Estado cosmopolita hacia el que camina la humanidad siguiendo el plan secreto de la naturaleza.

10.9. Novena frase

Se refiere a que es posible elaborar una teoría filosófica que explique la historia universal

como realización del plan que tiene la naturaleza de llegar al Estado cosmopolita. Tal teoría se

serviría de la idea del plan o propósito de la naturaleza como hilo conductor para representarnos

el conjunto de las acciones humanas como un “sistema”, no como un “agregado” sin plan; teoría

esta que deberá confirmar la historia empírica. Así, si observamos el pueblo griego, su influencia

en el romano, la influencia de éste en los pueblos bárbaros, y la de éstos en otros hasta nuestra

época, descubriremos una marcha regular de mejoramiento de la constitución del Estado.

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