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Querido José Miguel... José Miguel Cañabate (1929 - 2004) Esta semblanza biográfica de José Miguel Cañabate está escrita desde la amistad. Nace de un doble cariño. Ante todo del cariño de mi amistad con él. Una de esas amistades fuertes y duraderas que nacen en la vida religiosa, marcadas por el común amor a Cristo, a María, a la Iglesia, a la gran mies que hay que evangelizar. Sólo coincidimos dos años en una misma comunidad, allá en los inicios de nuestra vida apostólica en el Colegio de San Felipe Neri de Cádiz (1948-1950). Dos años tan sólo, pero que nos hermanaron profundamente. Éramos jóvenes, entusiastas, 'inficionados' por el virus misionero, apasionados por la tarea de la educación, sentíamos profundamente en nosotros la necesidad de comunicar el tesoro de nuestra fe cristiana. José Miguel conservó hasta el último momento ese fuego de amor al Señor y a los demás que le consumía. El segundo cariño que me ha impulsado a escribir estas líneas es el amor a la Familia Marianista. Cuando José Miguel escribía su historia de "Los Marianistas en Chile", me decía en una carta su inmenso gozo por lo que iba descubriendo: "¡Cuánto bien oculto y desconocido tenemos! Y ¡qué Hermanos más formidables nos han precedido!" Pienso que él también ha sido uno de esos Hermanos formidables. Por eso quiero dejar este pequeño recuerdo de su vida, aunque sea breve, para gozo de todos los que le han conocido o le conozcan a través de estas líneas. He procurado dejarle la palabra a él. A través de las cartas que se han conservado. Personalmente tengo 53. Escritas con la espontaneidad y la claridad que le caracterizaba. No se andaba con florituras, le gustaba ir al grano. Por eso expresan bien su sentir. Para su publicación aquí en España, he pedido la hospitalidad de "Zaragoza SM", el órgano de comunicación de nuestra Provincia. José Miguel fue antiguo alumno de nuestro Colegio de Santa María de Vitoria. Amó mucho a su colegio y toda su vida se interesó por él. Creo que el Colegio puede estar orgulloso de él. Quiero dedicar sobre todo esta semblanza a toda la Familia Marianista de Chile. Para ello, hago mío este deseo expresado por uno de ellos: "Que el don de su vida, entregada abundantemente, fructifique en vida marianista en este Chile que tanto quiso. Desde el cielo será nuestro promotor vocacional." ¿Un 'acontecimiento insignificante'? En la mañana del 16 de agosto de 1944, siendo yo novicio en Elorrio, me llamó el padre José Asenjo, maestro de novicios: - Esta tarde va a llegar uno de los jóvenes del colegio de Vitoria que van a ingresar en el noviciado. Se llama José Miguel Cañabate... ¿Lo conoce usted? - No. Debe ser más joven y no lo recuerdo.

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Page 1: IMLP - BIOGRAFÍA DEL PADRE JOSÉ MIGUEL CAÑABATE S.M

Querido José Miguel...

José Miguel Cañabate

(1929 - 2004)

Esta semblanza biográfica de José Miguel Cañabate está escrita desde la

amistad. Nace de un doble cariño. Ante todo del cariño de mi amistad con él. Una de

esas amistades fuertes y duraderas que nacen en la vida religiosa, marcadas por el

común amor a Cristo, a María, a la Iglesia, a la gran mies que hay que evangelizar.

Sólo coincidimos dos años en una misma comunidad, allá en los inicios de nuestra

vida apostólica en el Colegio de San Felipe Neri de Cádiz (1948-1950). Dos años tan

sólo, pero que nos hermanaron profundamente. Éramos jóvenes, entusiastas,

'inficionados' por el virus misionero, apasionados por la tarea de la educación,

sentíamos profundamente en nosotros la necesidad de comunicar el tesoro de nuestra

fe cristiana. José Miguel conservó hasta el último momento ese fuego de amor al

Señor y a los demás que le consumía.

El segundo cariño que me ha impulsado a escribir estas líneas es el amor a la

Familia Marianista. Cuando José Miguel escribía su historia de "Los Marianistas en

Chile", me decía en una carta su inmenso gozo por lo que iba descubriendo: "¡Cuánto

bien oculto y desconocido tenemos! Y ¡qué Hermanos más formidables nos han

precedido!" Pienso que él también ha sido uno de esos Hermanos formidables. Por

eso quiero dejar este pequeño recuerdo de su vida, aunque sea breve, para gozo de

todos los que le han conocido o le conozcan a través de estas líneas.

He procurado dejarle la palabra a él. A través de las cartas que se han

conservado. Personalmente tengo 53. Escritas con la espontaneidad y la claridad que

le caracterizaba. No se andaba con florituras, le gustaba ir al grano. Por eso

expresan bien su sentir.

Para su publicación aquí en España, he pedido la hospitalidad de "Zaragoza

SM", el órgano de comunicación de nuestra Provincia. José Miguel fue antiguo

alumno de nuestro Colegio de Santa María de Vitoria. Amó mucho a su colegio y toda

su vida se interesó por él. Creo que el Colegio puede estar orgulloso de él.

Quiero dedicar sobre todo esta semblanza a toda la Familia Marianista de

Chile. Para ello, hago mío este deseo expresado por uno de ellos: "Que el don de su

vida, entregada abundantemente, fructifique en vida marianista en este Chile que

tanto quiso. Desde el cielo será nuestro promotor vocacional."

¿Un 'acontecimiento insignificante'?

En la mañana del 16 de agosto de 1944, siendo yo novicio en Elorrio, me llamó el

padre José Asenjo, maestro de novicios:

- Esta tarde va a llegar uno de los jóvenes del colegio de Vitoria que van a ingresar en

el noviciado. Se llama José Miguel Cañabate... ¿Lo conoce usted?

- No. Debe ser más joven y no lo recuerdo.

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- No importa. Usted se encargará de acompañarle en estos días. Para que se vaya

ambientando...

Así quedé constituido en ángel de la guarda visible de José Miguel. Él lo recordará toda la

vida. A principios de agosto de 1994, me escribía felicitándome por mis "bodas de oro" como

marianista, y me decía:

"Yo me acuerdo de otro acontecimiento más insignificante. Hace cincuenta años, el 16

de agosto hacia las 5 de la tarde, me dabas la bienvenida en el noviciado de Elorrio. Tú me

recibiste. ¿Te acuerdas?"

Lo califica de 'acontecimiento insignificante'. Pero no lo es. Un año antes, exactamente

el mismo día de agosto, había yo desembarcado en el noviciado. Recuerdo haber llorado

mucho la noche anterior. Y recuerdo que por la mañana, reprimiendo la lógica nostalgia y

convencido que era el Señor que me llamaba, me había ido decididamente a tomar el tren para

Elorrio. Algo parecido le pasó a José Miguel. También él venía convencido de que Dios le

llamaba y allí estaba, dispuesto a todo. Ese momento no es un 'acontecimiento insignificante':

la prueba es que, tanto él como yo, lo hemos recordado siempre con claridad meridiana.

¡Cuántos que hubieran podido ser excelentes religiosos no fueron capaces de superar ese

momento del 'salto en el vacío' hacia una nueva vida!

Una foto de familia.

A finales de julio de ese mismo año de 1944 la familia Cañabate Fernández se hizo

una foto 'de estudio', como recuerdo... y despedida. Todos están con sus mejores trajes.

Sentados a cada lado, sus padres. A la derecha su mamá, Juana Fernández, vestida de oscuro,

ligeramente vuelta hacia la izquierda, mirando hacia la cámara. A la izquierda, su padre, Vidal

Cañabate, ligeramente vuelto hacia la derecha. Ellos enmarcan a sus dos hijos, José Miguel y

Enrique, el hermano seis años más joven, vestido de marinero. José Miguel, en pie, con traje

de chaqueta claro y corbata a rayas, parece dominar la escena. Tiene un rostro amable y serio

a la vez. Detrás de sus gafas, que le dan un aire como de más edad de la que tiene, se adivina

una mirada decidida. Efectivamente en la foto sólo tiene catorce años y diez meses (ver foto).

La familia vive en Vitoria, en la calle Postas nº 10. José Miguel había nacido el 29 de

septiembre de 1929. Y bautizado el 6 de octubre siguiente. Por eso cuando llega a Elorrio es

tan joven que no va a poder iniciar oficialmente el noviciado con los demás de su grupo el 12

de septiembre. Le falta poco, pero no tiene todavía los 15 años que exigía el Derecho

canónico de entonces. Tendrá que esperar: hará sus promesas de novicio marianista el 10 de

noviembre.

¿Una edad demasiado tierna para un compromiso que va a abarcar toda la vida entera?

¡Es eso tan relativo! Dios llama cuando quiere y la respuesta fiel no depende de la edad. Es

cierto que el Derecho canónico actual exige los diecisiete años cumplidos para iniciar el

noviciado. Pero dudo mucho que esta norma haya mejorado la perseverancia. Tal vez en

aquellos tiempos teníamos una ventaja: no existía la sociedad de la abundancia; se vivía - ¡qué

remedio!, pero aceptado como normal - austeramente. Por ejemplo, tanto José Miguel como

yo tuvimos que llevar al noviciado nuestra 'cartilla de racionamiento'...

Al llegar al noviciado, José Miguel lo tenía claro. Sabía a qué venía y lo que quería:

ser marianista, sacerdote y misionero en el Japón. Sabía perfectamente que eso implicaba

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renuncias. Sabía que era Cristo quien le llamaba... Y lo sabían sus padres que, lejos de

oponerse, supieron fiarse del Señor y de su hijo.

Aquel 16 de agosto, charlando, José Miguel y yo, ambos vitorianos, nos sentimos

felices al ver que de nuestra ciudad natal y de nuestro Colegio, ingresaban cinco novicios.

Además nos dimos cuenta que teníamos algo en común: el deseo de ser misioneros en el

Japón.

José Miguel conservará siempre un cariño profundo por su colegio de Vitoria. Aquel

colegio gozaba entonces de un admirable espíritu marianista y misionero, bajo la sabia

dirección del padre Francisco Armentia. Allí está la raíz de muchas de las iniciativas que

luego desarrollará y llevará a cabo.

Servir a Dios siendo sacerdote misionero

El año de noviciado, un año en la paz y sosiego de Elorrio, pasa rápido. El padre José

Asenjo, su maestro de novicios, está contento con él: "Serio, concienzudo, ponderado, muy

buena voluntad. Espíritu religioso excelente".

Pero en medio de la paz de España, van llegando los ecos de la guerra mundial que

destroza medio mundo. Una buena noticia: el dos de mayo de 1945, Alemania capitula,

mientras la guerra sigue haciendo furor en Extremo Oriente. En pleno verano, llega desde el

Japón una noticia terrible: el 6 de agosto, una bomba de una potencia increíble arrasa la

ciudad de Hiroshima; unos días después - el 9 - otra bomba del mismo tipo cae sobre

Nagasaki. El mundo marianista - y con él los novicios de Elorrio - se angustia: ¿qué habrá

sido de nuestros hermanos? Por fin se supo: el Colegio Estrella del Mar, de los marianistas

japoneses, se había salvado por su situación geográfica en la bahía de Nagasaki. No así la

Escuela apostólica de Urakami, que resultó borrada del mapa: providencialmente no había

nadie allí aquel día.

Con este telón de fondo, el 14 de septiembre, José Miguel escribe al padre Provincial,

pidiendo comprometerse con los votos:

"Llevado de un santo entusiasmo de entregarme a Jesús y María, le dirijo estas

palabras a fin de que se digne admitirme a la emisión de mis primeros votos en la Compañía

de María.

He meditado atentamente los compromisos que voy a contraer, así como las

dificultades que puedo encontrar en cumplirlos, pues estoy convencido que la vida del

marianista es vida de abnegación y sacrificio; y también las ventajas y consuelos que me

proporciona el estado religioso. Y después de haber pensado esto seriamente me he decidido

sin vacilar a entregarme a Jesús y María en la vida religiosa

Es mi deseo servir a Dios en la Compañía siendo un celoso y abnegado sacerdote

misionero, pues ese es mi deseo desde que empecé a notar en mí la vocación religiosa, y

porque creo que es el mejor medio de pagar al Señor los innumerables beneficios que me ha

hecho.

Pero si Vd. cree que yo puedo ser más útil a la Compañía siendo hermano docente,

estoy dispuesto a serlo, pues mi único anhelo es alcanzar la perfección haciendo siempre la

voluntad de Dios".

Lo que aquí expresa no son meras palabras, fruto de un fervor de novicio. Van a ser

las constantes de su propia vida religiosa: entusiasmo por su vocación; exigencia, abnegación

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y sacrificio; amor a la Compañía de María; intento de superación, deseo de hacer la voluntad

de Dios, aceptación incondicional de la obediencia... y empeño por ser misionero.

El 11 de noviembre de 1945, en la capilla del noviciado de Elorrio, en presencia de sus

padres y de los nuevos novicios que acaban de ingresar, José Miguel "para gloria de la

Santísima Trinidad, honor de María y la salvación de su alma, promete a Dios y hace voto de

guardar por un año la pobreza, la castidad y la obediencia según las Constituciones de la

Compañía de María". Por un año oficialmente, pero en su corazón su consagración a María es

para la vida entera...

"Cada día más entusiasmado..."

Al día siguiente toma el tren de Madrid para juntarse con sus compañeros que habían

profesado en septiembre. Van todos a continuar sus estudios en el Escolasticado de Nuestra

Señora del Pilar de Carabanchel Alto. "Escolasticado": así se llamaba entonces la casa donde

los jóvenes religiosos proseguían sus estudios. En Carabanchel, casi noventa religiosos

jóvenes se preparaban para su futura tarea de educadores. Allí, José Miguel terminará su

bachillerato e iniciará su licenciatura en Filosofía y Letras.

Don Jesús Martínez de San Vicente, director del Centro, juzga así a nuestro José

Miguel:

"Bastante buena inteligencia. Serio y concienzudo. Buena voluntad. Sencillo y dócil.

Se trabaja bien. Servicial. Impulsivo a veces. Muy cumplidor de sus deberes religiosos".

Son rasgos que le van señalando curso tras curso. José Miguel está en pleno desarrollo

físico y espiritual. Al llegar a Elorrio mide 1.63; al final de su Escolasticado llega a 1.73. Y se

nos señala que su salud es buena. Desde el punto de vista espiritual, él mismo se retrata en las

cartas que escribe para la renovación de sus votos. Así en marzo de 1947:

"Cada día estoy más entusiasmado con el sublime ideal marianista... (...) También

renuevo mis sentimientos de entera sumisión a la voluntad de Dios, manifestada por mis

superiores; estoy dispuesto a todo lo que ellos me manden, pues mi único deseo es alcanzar la

santidad cumpliendo siempre la voluntad de Jesús y María..."

En Carabanchel se respira un ambiente misionero. El 14 de marzo de 1946, parte hacia

Argentina un pequeño contingente de religiosos jóvenes que van a proseguir sus estudios en

aquel país. El Japón está presente en la mente y el deseo de todos. Se sigue con atención todas

las noticias que de allí llegan. Era práctica habitual que los escolásticos dieran pequeñas

conferencias a sus compañeros sobre temas de su elección. En mayo de 1947, el que esto

escribe les entretiene con una pequeña charla sobre "María y el Japón".

En agosto de 1947, el Superior General, padre Silvestre José Juergens emprende la

visita a las casas marianistas de Japón. En una larga circular, fechada el 8 de enero de 1948,

da cuenta de sus impresiones; y al final, entre otras recomendaciones, dice:

"Jóvenes religiosos de todas las Provincias, en particular de las de América, serán

bienvenidos en Japón. Deben estar prestos a enfrentarse con un trabajo difícil, exigente, con

mucha paciencia. Pero sus valientes y generosos predecesores franceses en este amplio campo

de apostolado misionero han demostrado que su trabajo será recompensado con frutos

duraderos y excelentes".

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Animado por esta recomendación, en marzo de ese año 1948, en su petición de

renovación de votos, José Miguel, reitera al padre provincial su deseo de ser misionero:

"Cada día estoy más convencido de que, y por mera gracia de Dios y de nuestra

Madre, estoy en la Compañía de María... Pienso que la mejor manera de corresponder a este

don es entregarme totalmente a ellos.

Este año lo estoy pasando francamente bien; he tenido mis dificultades, mis momentos

de cobardía por ponerme triste, pero no han sido más que unos momentos, y lejos de

desalentarme, me han servido para entusiasmarme más por mi vocación y el ideal marianista.

Además estas cosas no las temo, pues sé que tienen que venir y con la ayuda de Dios lo puedo

todo.

Varias veces le he manifestado el deseo de ser misionero. Esta idea cada día la tengo

más enraizada en el corazón; me sirve para animarme y para entusiasmarme..."

Cádiz 1948 - 1953

Principios de septiembre de 1948. En el pequeño salón de actos del Escolasticado de

Carabanchel, los jóvenes profesos de 1945 van a recibir su primera 'obediencia', su primer

destino comunitario. Hay un silencio expectante. '¿Dónde me tocará?', se pregunta

silenciosamente cada uno. Don Jesús San Vicente va entregando a cada uno la papeleta

firmada por el Provincial:

- Don José Miguel Cañabate... ¡a Cádiz, al Colegio de San Felipe Neri de Puerta Tierra!

También aquí me tocó recibir a José Miguel. Yo había sido enviado a esta comunidad

en septiembre de 1947, poco después de la terrible explosión que destrozó el barrio de San

Severino, hizo muchos destrozos en la ciudad y también dañó el Colegio de San Felipe, que

estaba ampliando su internado. El director del Colegio y superior de la comunidad era el

padre Victoriano Pardo. Recuerdo el recibimiento que nos hizo a los cuatro jóvenes que

salimos allí a comunidad aquel año: "¿Qué se cree el provincial? ¡Esto parece la Santa

Infancia!". Y dirigiéndose a mí: "¡Y para colmo me dicen que le ponga a Vd. a dar clase en

los mayores!" En septiembre de 1948 el provincial le volvió a enviar una nueva remesa de

'Santa Infancia', José Miguel entre ellos. Pero este año protestó menos... y en adelante pedirá

que le manden más jóvenes, ¡más Santa Infancia!

Salíamos con un entusiasmo enorme, y disponibles a todo lo que hiciera falta: desde

dar clases, estar con los internos, organizar deportes, llevar los grupos de Congregación

mariana... Y plenamente entregados a lo que hoy día se llama 'pastoral'. El espíritu de la

comunidad era excelente. Nos acogían todos con los brazos abiertos, siempre dispuestos a

ayudar y orientarnos a nosotros, los jóvenes. Allí estaba el veterano don Ciriaco Alzola con su

Peña Excursionista, don Raimundo Urréjola que además de sus clases de ciencias, atendía con

gran cariño a los pobres del barrio; don Amideo Palacios que mantenía siempre el buen

humor con su 'hilaroterapia'; don Agapito Alonso, don Ángel Chomón... por citar tan sólo a

algunos. El capellán, padre José María Ruiz, nos entusiasmaba organizando el Domund, la

Semana de la Vocación, el Día Chaminade, los Ejercicios... y sobre todo el trabajo por las

vocaciones, una labor a la que José Miguel se va a entregar en cuerpo y alma durante toda su

vida. Sí, José Miguel se siente a sus anchas en este ambiente. Al final de su primer año de

educador, escribe:

"Después de algunas dificultades sin importancia ya me he amoldado al nuevo género

de vida. Y el contacto directo con las almas me ha animado más en mi vocación".

Page 6: IMLP - BIOGRAFÍA DEL PADRE JOSÉ MIGUEL CAÑABATE S.M

Los superiores marianistas que visitan el Colegio se muestran más que satisfechos de

su trabajo. Don Antonio Martínez, inspector, resume así sus impresiones:

"Joven religioso, entregado, activo, trabaja con entusiasmo. Tiene autoridad en clase;

sus explicaciones son claras y bien ordenadas. Los niños tienen confianza en él. Su espíritu de

familia y su celo apostólico son grandes".

Los domingos después de la misa colegial en el Oratorio de San Felipe Neri, el de las

Cortes de Cádiz, nos gusta ir los dos a pasear hasta el puerto "a ver barcos". Nos ayuda a

soñar un poco.

El Japón en el corazón

En enero de 1949 pasó por Cádiz el padre Silvestre José Juergens, el superior general

de los Marianistas. José Miguel y yo aprovechamos para hablarle del Japón. Nos pidió

paciencia y discernimiento. Conservo la estampa japonesa que hice firmar al que entonces

llamábamos "Buen Padre".

El año 1950 era un año doblemente "santo": Año Santo para la Iglesia universal y

centenario de la muerte del padre Chaminade para los marianistas. En Cádiz se preparó por

todo lo alto la peregrinación a Zaragoza que, en la semana de Pascua, iba a ser el culmen de

ese Año Chaminade. Cádiz organizó un tren especial para doscientas personas... Una

auténtica proeza en aquellos tiempos en que el tren de Cádiz a Madrid tardaba casi ¡24 horas!

Pero estábamos acostumbrados y lo tomábamos con buen humor.

Entre otras celebraciones, el 12 de abril, un numeroso grupo de jóvenes religiosos

íbamos a hacer la profesión perpetua, nada menos que en la Basílica del Pilar. José Miguel,

con su entusiasmo habitual, quería estar entre ellos. Pero tenía una pega: le faltaban varios

meses para cumplir los 21 años que exigía el Derecho canónico. No se desanima; hasta dos

cartas escribe al Superior General, suplicándole le consiga una dispensa.

"...le pido la gracia de que me permita hacer, en este año doblemente santo, mis votos

perpetuos. (...) Además desde que se despertó en mí la idea de la vocación, tengo el deseo de

ser sacerdote y misionero en el Japón..."

Tendrá que esperar un año más. En julio de 1950, la Provincia marianista de España se

escinde en dos: la provincia de Madrid y la de Zaragoza. En principio cada religioso quedaba

en la comunidad en la que estaba. Varios 'gaditanos' estábamos haciendo los ejercicios

anuales en Madrid. De pronto, el nuevo provincial de Zaragoza, padre Florentino Fernández

me llama: 'Escriba a Cádiz que le manden todas sus cosas aquí. Queda destinado a la

comunidad de San Sebastián'. José Miguel y yo nos dimos un abrazo y prometimos

escribirnos. Durante años fuimos fieles a esa promesa.

En febrero de 1951, llega una triste noticia, que impresiona a todos, pero sobre todo a

José Miguel. Muere en Segovia un joven marianista, Venancio Madinabeitia. Compañero

suyo de clase en el colegio de Vitoria y novicio con él en Elorrio. Un gran consuelo: su vida y

su muerte han sido las de un santo.

Poco después, José Miguel vuelve a la carga para ser admitido a los votos perpetuos:

Escribe al padre Juergens:

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"Es mi deseo ser sacerdote y misionero en el Japón. Tengo esta idea desde pequeño;

ella me animó en los años difíciles de mi adolescencia, ella fue el motivo principal por el que

entré en la vida religiosa y finalmente esta idea es la que me anima en todo momento, en mis

ratos alegres, en mis penas y en mis actividades con los alumnos. Y ahora este ideal que me

entusiasma más que nunca, veo que ya se puede realizar, y por eso con el consejo de mi

confesor, me dirijo a usted para que disponga de mí como le plazca...

... No tome este deseo como una idea descabellada de un joven de 21 años. Me he

pasado muchos ratos ante el Santísimo meditando en esto. Sé perfectamente lo que pido y por

qué lo pido. Sé que me entrego a una vida dura y de continuo sacrificio, en la que están

ausentes todas las alegrías, salvo aquellas que Dios envía a los que han sabido dárselo todo.

Me doy cuenta de lo que tengo que dejar y de lo que tengo que soportar..."

El 26 de agosto de 1951, en su Colegio de Santa María de su Vitoria natal, pronuncia

sus votos perpetuos. En cuanto a lo de ir a misiones, se le dice que después de terminar la

carrera y el seminario.

En las cartas que me escribe me habla "de todo": desde sus deseos de ir al Japón hasta

del trabajo entusiasta que se hace por las vocaciones, que en estos años van saliendo

numerosas de Cádiz. También incluye detalles graciosos pues tiene un fuerte sentido del

humor. Por citar algo, he aquí unas líneas de una larga carta de marzo 1952:

"Yo sigo muy contento y muy animado. Me están entrando ganas de volver a escribir

al Buen Padre. Estoy recibiendo muchas cartas del Japón. Este año estoy recibiendo más

tragos amargos que nunca. Unas veces por causa de los chicos, otras por causa mía, a veces

aunque me arreglo bien con todos me encuentro solo, y desde luego con ninguno me las

entiendo como con usted, pero estos pensamientos duran unos instantes; basta un pensamiento

en nuestra Madre y se arregla todo. También he tenido grandes alegrías sobre todo en la

Semana de la Vocación. Hay ocho que piensan en vocación. Rece para que alguno el año que

viene, D. m., vaya al noviciado... (...) Al perro de don Celestino le pilló un tranvía; ahora hay

otro que vino no sé de dónde; apareció un día en una ducha. Es blanco con manchas de canela

y se llama cocreta".

En Cádiz, animados por el padre José María Ruiz, había una auténtica preocupación

por las vocaciones. Estábamos convencidos que el Señor y María seguían llamando y que

había jóvenes generosos capaces de responder. En las cartas que nos escribimos hay una

'sección' fija: el noticiario vocacional. Allí están los nombres de muchos de los que hoy son

marianistas. Este aspecto será una constante en el apostolado de José Miguel. Los fallos nunca

le desalentarán. Vuelvo a la carta anterior:

La Congregación pita 'cañón'... Juntamente con don Manuel Campo he formado una

Peña ciclista con chicos de Segundo a Cuarto. Va viento en popa...

...Como detalle le diré que el embajador del Japón en Madrid es antiguo alumno y lo

primero que hizo al llegar fue mandar una carta al padre Francisco Armentia, ofreciéndose

incondicionalmente para todo..."

Lleva el Japón en el corazón. Se escribe regularmente con don Santos Montoya y el

padre Leonardo Madinabeitia que es maestro de novicios allí. En el mes de octubre de este

mismo año, me dice:

"De lo mío: se lo volví a repetir al padre Armentia (provincial de Madrid) y me dijo

que, si una vez sacerdote seguía en las mismas ideas, no sería él quien se opondría..."

El 21 de julio de 1953, está en Gredos estudiando duro con otros marianistas jóvenes.

Escribe una carta entusiasta:

Page 8: IMLP - BIOGRAFÍA DEL PADRE JOSÉ MIGUEL CAÑABATE S.M

"Nuestra Provincia va imponente. El padre Armentia está resultando magnífico. El

padre José María Ruiz, nuevo director del Colegio, formidable en todos los aspectos,

idolatrado por comunidad, chicos y familias...

...El 1 de noviembre se va a inaugurar en Cádiz (Círculo Mercantil - Calle Ancha) una

Exposición misional, patrocinada por el Ayuntamiento. La SM va a intervenir y el padre José

María ha dicho que nuestro stand tiene que ser el mejor por encima de todo. Ya estamos

reuniendo cosas. Don Santos y el padre Leonardo me dicen que por medio de un amigo que

viene a ver a su familia, me mandan algo".

No sé si el stand marianista resultó el mejor. Me mandó una foto de él, no muy clara,

que aún conservo. Pero por esas fechas José Miguel ya no estaba en Cádiz, sino en Madrid.

Intermedio madrileño.

El 12 de septiembre de 1953, me escribe desde Gredos una larga carta al seminario de

Friburgo:

"El día 6 aterrizó por aquí el padre Armentia y en la comida repartió 'obediencias'. Yo

voy a Madrid para asistir como oficial a la Uni. Siento salir de Cádiz; después de cinco años se

dejan buenas raíces. Pero voy contento de ir al Pilar, pues me ayudará a terminar fácilmente la

licenciatura (que ya tengo ganas) y poder ir al Seminario con todo terminado. El padre

Armentia ha dicho que no mandará a nadie hasta los 25 años cumplidos. Siento no coincidir

con usted algún curso..."

"Con usted...": en aquellas fechas siempre nos tratábamos de usted. Y a los niños

también. Tres meses después ya se encuentra plenamente integrado en la comunidad, en el

colegio y harto de la universidad. Sigue escribiéndose con alumnos de Cádiz. Anuncia que la

exposición misional ha sido un éxito. Sigue soñando en el Japón y me pregunta si yo lo he

olvidado:

"El padre Leonardo me ha escrito una carta fantástica como todas las suyas. Está

esperando con ansia el día que vayan jóvenes sacerdotes al Japón. Créame que yo cada día

tengo más ganas. ¿A Vd. se le ha volado el santo al cielo?"

De pronto hay algo que va a torcer su trayectoria. En agosto de 1954 me escribe para

felicitarme por mi ordenación sacerdotal. Está feliz porque acabó la licenciatura y está

preocupado por el giro que van tomando las cosas:

"Aquí con eso de que el Nuncio dijo a los superiores de órdenes religiosas que la

misión de España está en América, lo del Japón ni lo tientes..."

Poco tiempo ha permanecido en Madrid, pero ha trabajado mucho, incluso con los

chicos. El padre Armentia, su provincial, que le conoce bien pues fue su director en Vitoria, lo

retrata así en su informe:

"Prototipo del 'fiel israelita'. Es religioso de una pieza. No entiende, o por lo menos no

admite componendas, ni medias tintas. Piadosísimo. Trabajador incansable; muy abnegado;

ansioso de perfeccionamiento propio y de la Compañía de María".

Page 9: IMLP - BIOGRAFÍA DEL PADRE JOSÉ MIGUEL CAÑABATE S.M

Así será hasta el fin de su vida. A principios de septiembre de 1954 me comunica una

gran alegría:

"¿Se acuerda de Paco Gómez del Río, aquel mejicano de mi curso de Vitoria? ¿Qué

quiso ir al noviciado y tuvo unos líos imponentes con su familia? Pues bien: ha terminado la

carrera de clásicas y ha estado todo el curso dando clase aquí, en el Pilar. Hemos charlado

largo y tendido y me ha dicho que en los siete años que han pasado no se le ha quitado la idea

de la vocación. Y que en cuanto termine el doctorado irá al noviciado..."

Efectivamente, Paco será marianista, sacerdote y provincial de Madrid. Por desgracia,

morirá prematuramente. Mientras tanto José Miguel tiene un nuevo destino: Tánger.

Misionando en Tánger.

"Me dijeron en los retiros que me quedaría en Madrid, pero, a última hora, papeleta

que te tienes, y a Tánger de titular de la cartera de filosofía", así me lo comunica en una carta

de noviembre de 1954. Como de costumbre se adapta inmediatamente y se siente feliz...

"...Ya no añoro Madrid. Usted también la gozaría aquí. Es una obra magnífica (...) Es

una obra dura y difícil, que exige mucho sacrificio y ahí te quiero ver escopeta. Usted sabe que

a ambientes frívolos, la relación debe ser frailes fervorosísimos..."

Efectivamente, por su estatuto especial de Zona Internacional, Tánger es una ciudad,

como dice duramente José Miguel, "de ambiente podrido":

"...añada a esto la mezcla entre los chicos de cristianos, moros, indios y judíos. Varios

casos de chicos cristianos peores que sus compañeros paganos. Cinco iglesias y ninguna

facilidad para comulgar y hacer visitas al Santísimo, pues están mal situadas y a los chicos les

pilla lejos... Una auténtica misión. Me he entregado a trabajar con todas mis ganas..."

Filosofía, latín, castellano, religión... y hasta deportes ("porque otro no ha querido

encargarse"). Pero, 'la obra de su corazón' es la Congregación mariana: "Tengo sólo doce

congregantes, pero son estupendos"... Y consigue maravillas: "Aquí en medio de esta cloaca,

me he encontrado con los mejores chicos, que practican su catolicismo por convicción", y me

cita casos concretos que sería largo señalar aquí. No es de extrañar que los superiores

marianistas en el informe de sus visitas se hagan lenguas de él. El padre Francisco Armentia,

su provincial, escribe:

"De extraordinaria bondad y generosidad. Es alma de Dios. Y muy de la familia.

Siempre dispuesto a cooperar en cualquier obra buena. Y si se queda solo, trabaja solo.

Siempre alegre y de buen humor. Inflexible en el cumplimiento de su deber. Se entrega a la

labor apostólica con mucho espíritu sobrenatural y también con un poco de infantil

ingenuidad."

Don Antonio Martínez, inspector, remacha el clavo:

"Joven religioso de hondas convicciones; observante, piadoso, animado de gran celo

apostólico. Como profesor tiene autoridad, trabaja y hace trabajar a los alumnos; prepara las

clases con cuidado y se entrega a sus tareas con abnegación.

Por su conducta seria y ejemplar se ha ganado la confianza de los alumnos que le

estiman en alto grado y le consultan sus problemas. Ejerce entre los alumnos mayores del

Colegio una influencia grande."

Page 10: IMLP - BIOGRAFÍA DEL PADRE JOSÉ MIGUEL CAÑABATE S.M

Pero no ha olvidado su querido Japón: el 7 de enero de 1955 vuelve a la carga y

escribe al Superior general, recordando su disponibilidad. "Si no fuera por el Seminario, me

quedaría un año más aquí..."

Seminarista en Friburgo 1955-1959.

"Ante mi seminario, como es natural, impaciencia y un poco de canguelo por la

grandeza del sacerdocio y las miserias de uno, pero voy optimista". Así me escribe el 5 de

agosto de 1955 ('¡la Virgen Blanca!'), en una simpática carta desde Tánger, en la que se

lamenta de no haber podido hablar conmigo ('¡cinco años sin vernos!'), y que termina como

buen vitoriano: "Me despido a los acordes del Celedón y de un cohete"...

Al Seminario Marianista Internacional de Friburgo de Suiza llega con inmensas ganas.

El padre Alfonso Gil, que será luego su provincial y amigo en América del Sur, lo recuerda:

"El primer año suyo en Friburgo coincidió con el último mío en 1956: Allí lo conocí

en su entusiasmo joven, en su sencillez impulsiva, en su solidez espiritual, en sus sueños, en su

dedicación al estudio y hasta en su osadía de ponerse al frente de la original 'orquesta

hispánica', en su primera presentación, sin apenas conocimientos musicales y menos de

dirección".

Efectivamente, José Miguel no se arredra por nada. Su francés nunca será bueno, pero

se entenderá muy bien con todos, sin ningún complejo; siempre buen compañero, optimista y

servicial. Tengo bastantes cartas suyas, escritas desde el Seminario. Se lanza a vivirlo con

pasión, con deseos de aprender, de ensanchar horizontes, de espiritualidad. Está convencido

que un sacerdote marianista tiene que ser 'sal y luz'. En su convencimiento a veces se pone

nervioso ante los fallos que ve. Por eso el padre Noël Le Mire, el superior del Seminario, dice

de él:

"Vivo, personalidad fuerte, dueño de sí, equilibrado, inspira confianza. Una persona

excelente, que corre el riesgo de ser demasiado cortante. No se da cuenta a veces del efecto de

sus intervenciones, pero pone tanta buena voluntad que se le perdona. Me parece exigente

sobre la vida religiosa para los demás y para sí mismo".

José Miguel se trabaja y el mismo superior señala un año más tarde:

"Ha hecho mucho progresos en lo de su estilo cortante. Se ha hecho más humano y

más generoso. Fundo grandes esperanzas sobre este futuro sacerdote. Ha mostrado muchas

veces que sabe ser compasivo, sin sensiblerías. Y sabe muy bien dar los consejos más

pertinentes."

Además de sus estudios teológicos, procura aprovechar todas las ocasiones para

formarse prácticamente en la pastoral. Conferencias de personalidades de paso. Me escribe,

por ejemplo:

"Un sacerdote francés el padre Boulard nos ha dado tres conferencias sobre sociología

religiosa. Fenomenal. Muchas ideas prácticas para nuestro apostolado. Vivimos en el guindo

en muchas cosas".

Para la revista "Études marianistes" redacta un interesante trabajo de investigación

sobre "Los Hermanos obreros y su puesto en la misión apostólica de la Compañía de María".

Page 11: IMLP - BIOGRAFÍA DEL PADRE JOSÉ MIGUEL CAÑABATE S.M

En su segundo verano, los seminaristas van a otro país de Europa. José Miguel elige

Roma. Me escribe una carta entusiasta con todas sus actividades: estudio, visitas culturales,

visita despaciosa al Museo de Misiones del Vaticano, contacto con el Movimiento del

"Mundo Mejor" del padre Lombardi; asistencia al Congreso Mundial de la JOC... Se siente

feliz, pues

"...en la delegación de Marruecos, venían seis antiguos alumnos, uno de ellos

presidente de la delegación. Vinieron solos, pues el franciscano se puso enfermo. Como sabían

que yo estaba allí, me localizaron y me hicieron 'consiliario extra oficial'. Con ellos estuve

todo el tiempo".

Al principio del curso 1957-58 se entera que he sido nombrado director del Colegio de

Nuestra Señora del Pilar de Valencia. Copio lo que me escribe, pues refleja muy bien su

sentir, y lo practicará más tarde:

"De felicitaciones, creo que 'inter nos', eso no merece la pena. Bien están para las

grandes ocasiones: profesión, ordenación, bodas de oro... pero por lo demás ¡psch!, ante Dios

da lo mismo ser superior o cocinero. Un día se lo dimos todo, y ahora se trata de hacer lo que

Él quiera. Le han encajado eso, así que pecho al agua y a santificarse como 'dire' de Valencia.

No le faltarán la ayuda de Dios y de la Santísima Virgen, y verá cómo no le faltarán consuelos

y dichas..."

Según se va acercando la fecha de la ordenación, está hecho un 'divino impaciente' al

estilo de san Francisco Javier. Escribe varias cartas al padre Pablo José Hoffer, nuevo superior

general y al padre Severiano Ayastuy, su provincial. Son cartas hermosas, reveladoras de una

generosidad sin límites. Imposible transcribirlas enteras. Repite lo que tantas veces les ha

dicho. Al padre Ayastuy:

"A esto tengo que añadir un motivo más íntimo y personal. Cada día me siento más

admirado por la cantidad de gracias que Dios me va concediendo en mi vida. Es mi deseo

corresponder plenamente a ellas, dándole todo de verdad".

Y en la carta (1958) en la que pide al padre Hoffer ser ordenado sacerdote escribe:

"...los años de seminario van pasando normalmente. Ha sido aquí donde sobre todo se

han asentado mis convicciones. Durante mi vida religiosa nunca el ideal se ha visto turbado

por dudas o vacilaciones en la vocación. Mis problemas y vacilaciones han sido de otra índole.

(...) Quisiera recordarle otro asunto: mi deseo de ser misionero. Lo he recordado en

muchas ocasiones por escrito. Renuevo este ofrecimiento. Pero quisiera hacer una pequeña

rectificación: sobre todo después de haber leído su circular sobre América. No limito mi

ofrecimiento al Japón, me ofrezco sencillamente a los superiores para donde sea. No tengo

preferencia".

Como de costumbre entonces, José Miguel fue ordenado sacerdote al tercer año de

teología, en Friburgo el 20 de julio de 1958. Se siente inmensamente feliz. Se ha cumplido

una etapa. Un año más y sabrá su destino definitivo. Por fin, el 29 de abril de 1959, recibe una

carta del padre Pablo José Hoffer:

"(...) He hablado con el padre Provincial. Nos hemos puesto de acuerdo en que este

año se le enviará las misiones. Pero todavía no tenemos claro si será para América del Sur o

para el Japón..."

Page 12: IMLP - BIOGRAFÍA DEL PADRE JOSÉ MIGUEL CAÑABATE S.M

Santiago de Chile.

Siguiendo las nuevas normas tuvo que hacer un año de pastoral en Madrid. Pero ya

sabe dónde va a ir: a Chile. Se prepara concienzudamente. A principios de 1960 ya está en

Santiago. Destinado al Colegio Miguel León Prado, un colegio en la comuna de San Miguel.

Procura enterarse bien de la problemática latinoamericana y chilena de estos años, los peligros

que amenazan, concretamente el comunismo ("tres mil sudamericanos - escribe - irán este

curso con beca a la Universidad de la Amistad de Moscú, de ellos 250 chilenos") y el

protestantismo o las sectas. Han ido a América Latina en estos años, siguiendo el llamado de

Pío XII y de Juan XXIII, muchos sacerdotes, religiosas y religiosos, de España sobre todo.

Está muy contento en el Colegio. Con su entusiasmo habitual enumera los buenos

resultados obtenidos por el equipo marianista que anima el Colegio: en estudios, en deportes y

sobre todo en la Congregación mariana...

En agosto, a mitad de curso escribe al padre Severiano Ayastuy, provincial de Madrid,

que le ha pedido un informe de cómo van las cosas en el aspecto religioso:

"Gracias a Dios las cosas van bien, cada vez mejor. Siguiendo las indicaciones que

usted dejó al marchar, se ha puesto una misa voluntaria a las ocho todos los días. Al principio

no venía casi nadie, hoy vienen ya unos quince (esto es extraordinario por estas latitudes).

Estos son fijos y todos los días se añaden algunos más. Los sábados llegan a treinta... (...)

La Congregación bien. Esta primera parte del curso me he dedicado a los de 6º, pues

quiero tener un grupo que responda bien para poder comenzar el año que viene con los

antiguos. (...) A la dirección espiritual dedico todo el tiempo libre... Ejercicios espirituales

cerrados para chicos. Colaboraron de modo admirable don Gabino, don Teodoro y don

Alfonso..."

Siempre optimista, está feliz en la comunidad, con los chicos, con todo... Al final de

este su primer curso, escribe:

"A ver si pronto conseguimos vocaciones. Pero esto está muy lejano. Contento si la

gente va a misa y trae sus hijos a bautizar: ahora éstas son las dos campañas. Dentro de una

hora iré a la parroquia, pues esta tarde tenemos 180 bautizos del barrio de las latas. Es un

'cacao' de miedo, pero bonito y en medio de todo grandioso. Y también risible, sobre todo al

poner el nombre. Hay quien propone Voltaire, Caupolicán, Lautaro...¡la monda!

El otro día el padre de un chico se pegó un tiro (cosa bastante frecuente) y yo en la

casa arreglando en lo posible todo el jaleo. Los chicos llorando agarrados a mi sotana. No

deseo a nadie esta papeleta... Aquí el mes de María, el mes de las flores, lo tenemos en

noviembre..."

Estas sencillas líneas nos dan el 'tono' de lo que van a ser sus cuarenta y cuatro años

pasados en Chile: generosidad y entrega total en los colegios y en las parroquias, preferencia

por los más pobres, cercanía a todos los que sufren, consejero y consolador...

En septiembre de 1962, el cardenal Raúl Silva, arzobispo de Santiago, había

convocado a todos los superiores mayores religiosos para exponerles el plan, y pedir ayuda,

para la Gran Misión que el episcopado chileno promovía para todo el país entre los años 1963

y 1964. José Miguel formó parte de la Comisión organizadora, en nombre de las

congregaciones de Hermanos.

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El 23 de febrero de 1963, en carta al padre Ayastuy, le habla de la participación

marianista en la Gran Misión:

"Para la misión de la zona rural, fui destinado a la zona de Malloco; de jefe de

misioneros iba un sacerdote chileno extraordinario. La parroquia estaba dividida en cuatro

puestos; el mío estaba en la parroquia misma. El equipo estaba formado por cuatro religiosas,

don Rafael Morales, tres antiguos del Colegio y tres chicas de Acción Católica. El equipo

nuestro armonizó desde el primer momento. Don Rafael con los chicos se dedicó a la

catequesis de los niños y lo hicieron formidable. (...) Yo la predicación, la supervisión de la

catequesis, confesiones. Todo resultó muy bien. Confesiones extraordinarias, muchas

comuniones, se arreglaron 14 matrimonios; más de 400 confirmaciones, a todos se les pasó

examen. Al terminar el pueblo en masa nos despedía y lloraba mucha gente..."

A partir de este año, los marianistas, y José Miguel entre ellos, participarán en las

misiones que a partir de entonces se organizarán en todo Chile para consolidar los resultados

de la Gran Misión.

Linares.

A principios de de 1965 se erige una nueva provincia marianista, titulada de los

Andes, y que comprende las obras y comunidades de Argentina y Chile. José Miguel es

enviado a Linares, a 300 kilómetros al sur de Santiago. Será el superior de la comunidad y

director de las dos obras marianistas de allí: el Instituto Linares y la Escuela San Miguel. Las

dos obras, pertenecientes a la diócesis, con muchas deficiencias en edificios y medios. Sobre

todo la Escuela es pobre entre las pobres. Con su entusiasmo habitual se entrega de lleno a la

tarea. Poco a poco va a conseguir mucho. En abril de 1965 me escribe una carta a Vitoria,

donde he sido nombrado director. Me pide que 'su' colegio de Vitoria, que celebra los 75 años

de su fundación, ayude a estos pobres.

"Ya sabrá que me han nombrado superior de las dos obras que tenemos aquí. Con la

diferencia que para los mismos alumnos tengo la mitad de religiosos. Y lo más probable que

nuestro Colegio es como la peor escuela de allí. Y la escuela nuestra, no la hay en España

igual. Para informes puede preguntarle a mi padre cuando lo vea. En honor a la verdad le diré

que el señor Obispo ha tomado cartas en el asunto y a cámara lenta han comenzado a construir

un nuevo pabellón de clases. En cuatro meses dos obreros han cavado las fosas para los

cimientos.

Quiero acabar con tanta mugre y pobreza. Espero que la nueva escuela esté terminada

para el curso que viene, pero ahora hay que dotarla... Y yo no tengo 'ni cobre'... Me atrevo a

pedir a ese colegio una colecta extraordinaria para poder comprar platos y cucharas para el

comedor (350 bocas). Me dirá ¿dónde comen ahora? ¡En latas! La foto lo atestigua. Así sólo

se puede dar leche en polvo y un pan; y en invierno quiero darles alubias y patatas, que

también las tengo que pedir. Importe total: un millón de pesos, es decir 15.000 pesetas (...)"

El nuevo inspector de la provincia, don Teodoro Martínez, resume así sus impresiones

sobre la labor de José Miguel en Linares:

"Hombre entusiasta y con iniciativas. Muy al tanto de las cosas y de los problemas de

actualidad. A veces vive un poco en su mundo, lo que le hace aparecer como distraído (y a

veces lo es). Tiene cualidades para el trato con la gente, con los alumnos mayores y con los

padres de los alumnos.

Piadoso y bien formado religiosamente. Gusta de la doctrina segura, sin ser amante de

lo novelero. A veces su mucha actividad le hace perder en profundidad.

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Está acertando plenamente en la dirección de la comunidad que se le ha confiado. Hay

un magnífico espíritu y ha llevado a los Hermanos una verdadera preocupación apostólica.

Muy en línea de la renovación litúrgica. Colabora ampliamente con la jerarquía de la

diócesis."

Estamos en plena finalización del Concilio Vaticano II, que José Miguel ha seguido

muy de cerca. En 1966 envía un informe a Roma, al padre Armentia, sobre las posibilidades

apostólicas de Linares, partiendo de nuestras obras como bases apostólicas. Sueña con una

Escuela Normal de Maestros... que se quedará en sueño. A finales de ese año se lleva una gran

alegría: yo he sido enviado a Colombia.

Momentos difíciles

El año 1968 trae cambios. El padre Alfonso Gil es nombrado provincial de los Andes

con sede en Buenos Aires. José Miguel le remplaza al frente del Colegio Miguel León Prado.

Como ya lo hizo en Linares se entrega de lleno a la tarea. En este año 1968 le caen dos nuevas

responsabilidades: va a ser el delegado del provincial en Chile. Y en octubre, el teniente

coronel Carlos Ossandón, que había tenido sus hijos en el Instituto Linares, muy amigo de los

marianistas y ahora subdirector de la Escuela Militar, le pide que dé clases de Ética a los

cadetes. Lo va a hacer con mucho aprovechamiento de muchos de sus alumnos. Por eso en

octubre de este año recibe el nombramiento de "Capellán ad-honorem de la Escuela Militar".

El padre Alfonso Gil, en una de sus visitas, lo describe así:

"Bueno, ponderado, activo, afectuoso bajo una capa de brusquedad, decidido, con gran

preocupación por los demás. (...) Realiza una gran labor en la Compañía. Ha tenido pleno

éxito. Se impone que ponga limitaciones a sus actividades y compromisos a los que está

propenso a prodigarse... Abierto a las necesidades de la Iglesia. Es de los que ponen su mano

en el arado y no mira atrás".

En julio de 1970, José Miguel escribe al padre Alfonso Gil, proponiéndole que "el

padre José María Salaverri venga predicarnos los ejercicios espirituales en febrero de 1971".

Así se acuerda. En septiembre hay elecciones. Los resultados dan a Salvador Allende,

candidato socialista, líder de la Unidad Popular, 32.000 votos más que a su oponente

Alessandri, conservador. En su toma de posesión, el 4 de noviembre, dice que le gustaría

seguir los pasos de Cuba. En la U. P. había también cristianos, así que a pesar de su marxismo

declarado, se mantuvo la libertad de conciencia y de religión. En la Gran Avenida, se levantó

una estatua al Che Guevara... Recuerdo aquellos ejercicios y aquel tiempo en que pudimos

charlar largo y tendido. En julio escribe: "...en las Jornadas Marianistas, nos hemos planteado

con valentía nuestra actitud y futuro en un país que rápidamente va hacia la socialización".

El padre Alfonso Gil, provincial, ha dejado clara la postura que deben tener los

religiosos: "Estamos como religiosos, sacerdotes y educadores cristianos, para llegar hasta el

fondo del hombre, lo cual es común a los de derecha, a los de izquierda o a los de centro... No

demos cariz político alguno a nuestra misión y presencia..."

A principios de 1973, se le nombra párroco de la parroquia de San Miguel, recién

asumida por la Compañía de María. José Miguel, hombre polivalente, se lanza con

entusiasmo a sus nuevas tareas.

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11 de septiembre de 1973: golpe militar"

Una nueva circunstancia le va a causar problemas. La "revolución a la chilena" se

convierte en una pura utopía por una serie de errores y circunstancias que no vienen a cuento

aquí. El hecho es que el 11 de septiembre, un golpe militar derroca el gobierno de Allende.

José Miguel tiene que presentarse inmediatamente en la Escuela Militar. Fue una época muy

difícil para él. Cuenta el padre Miguel Ángel Ferrando:

"Ese día me doy de frente con José Miguel que sale precipitadamente de casa. Me

pregunta dónde voy. Voy a dar clase en el Seminario Pontificio. Muy serio me conmina a que

me quede en casa; hay golpe militar; tiene que presentarse en la Escuela Militar; no sabe

cuándo regresará. Regresa dos días más tarde. José Miguel, capellán militar con grado de

teniente, pasa muchas horas en la Escuela Militar, que se ha convertido en centro de detención

para jerarcas de la Unidad Popular que se han entregado voluntariamente. Tiene una actitud

muy generosa con ellos y lleva noticias a sus familiares. Entre los detenidos, que luego irán a

la isla Dawson, hay un importante dirigente socialista, feligrés de la parroquia, muy conocido.

Tiene sobrinos en nuestro Colegio. Don Tito Palestro tiene una enfermedad crónica y necesita

medicamentos. Su esposa se los lleva a José Miguel que se los hace llegar al destinatario.

Este hecho nos trajo molestias, pues hubo alguien que vio entrar en las oficinas

parroquiales a la esposa de ese feligrés. Fuimos denunciados, curas comunistas, de encubrir a

uno de los jerarcas más buscados de la UP del barrio que no se había entregado a los militares.

Esos curas comunistas, decían, tienen escondida gente importante en un imaginario

subterráneo que une la parroquia con una antigua bodega de vinos que está al otro lado de la

Gran Avenida. Allanamiento por los carabineros. José Miguel los recibe con calma y se

aclaran las cosas."

"Llega gente a la parroquia buscando asilo. Tres o cuatro matrimonios uruguayos con

algunos niños que quieren salir de Chile. Sólo tienen lo puesto. Al menos ellos nos guisan y

vaya si comen. Un marianista, José Pascual, los lleva en la camioneta de la comunidad al lugar

señalado por la embajada de Suecia para hacerlos salir del país... Pasa con nosotros un mes

una pareja; él tiene señales en las muñecas. Nadie pregunta qué ha pasado, ni quien los ha

traído, ni si están casados, ni siquiera su nombre. Es más seguro así..."

"Una de las personas que busca asilo es una mujer de apenas 20 años. Acaba de salir

de un centro de detención, tiene tres hijos y sólo la calle para correr. José Miguel no se lo

piensa dos veces y la acoge en el Hogar parroquial para ancianos que está al otro lado de la

calle. José Miguel se preocupará de que haga cursos, que aprenda; llega ser una competente

jefa del Hogar durante años..."

Todo esto le hace sufrir mucho a José Miguel. El padre Alfonso Gil, su provincial en

aquellos días, amigo y confidente, escribe:

"En todo ese tiempo su acción y su presencia fueron nítidamente sacerdotales. Muchos

chilenos deben a su intervención 'mucho', quizá la posibilidad del exilio y hasta la vida. Recibí

de José Miguel muchas confidencias sobre esta acción de misericordia y también sobre sus

propias tensiones y perplejidades de conciencia..."

Quiso renunciar a la Escuela Militar. El 1 de noviembre de ese año, se desahoga

diciendo: "Me quedo por ahora en la Escuela Militar: el Cardenal me ha pedido que no lo deje

por nada del mundo".

Intermedio.

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Pero tanta tensión y tanto trabajo le agotan. El 20 de julio de 1975 pide un año

sabático en España:

"Me encuentro cansado, psíquicamente más que físicamente. A fines del 73 estuve a

punto de quebrarme por un surmenaje. Desde entonces estoy muy tenso. Los problemas que he

tenido que afrontar: detenidos, familias divididas, cesantes, incluso la problemática parroquial

con casos humanos de todo tipo... Todo esto me hace estar intranquilo, con insomnios. Me doy

cuenta de que me he vuelto agresivo, desconfiado y suspicaz. Lo cual no era habitual a mi

modo de ser...

Hasta el 73 inclusive, tuve la oportunidad de participar en la FIDE; CONFERRE,

Instituto de Pastoral. Esto me permitía estar al corriente de una problemática muy útil. Estos

dos últimos años me he mantenido al margen de todo, por precaución e higiene mental. No he

querido pensar..."

Sí, se sentía cansado. A Dios gracias, pasará el año 1976 en Madrid, haciendo unos

cursos de renovación. Sus padres, ancianos, su hermano con su familia pudieron disfrutar más

ampliamente de su presencia.

A su vuelta de España, muy repuesto, sigue siendo el hombre disponible para todo lo

que haga falta. De 1977 a 1983 seguirá en la parroquia de San Miguel y dando clases en el

Colegio parroquial. Del Noviciado le piden que dé algunos cursos a los novicios. Por cierto

que en el año 1981 le sucede una nueva aventura. Nos la narra Miguel Ángel Ferrando:

"Un grupo de 18 personas, de ellas una abuela con dos nietos, 'se tomó' la iglesia

parroquial para protestar no recuerdo de qué. La iglesia y la casa parroquial estuvieron

rodeadas por la policía y los carabineros varios días, pero no entraron. La vida de la

comunidad siguió relativamente normal y el culto se reanudó aunque los nuevos inquilinos

seguían dentro. Como éramos, según algunos, 'curas comunistas' era evidente para algunos

feligreses que la 'toma' la habíamos organizado nosotros. Suculento manjar para los

periodistas. No hicimos caso. José Miguel era el párroco y manejó bien el asunto, dejándose

aconsejar. No estábamos de acuerdo con la 'toma', pero tampoco podíamos entregar a la

policía a unas personas, algunas de ellas llevadas allí con engaño. Nuestros inquilinos

pudieron salir con cuentagotas y con tal discreción que ninguno fue aprehendido al salir..."

Un profesor muy estimado...

¿Cómo era el José Miguel educador? Cedo la palabra al padre Miguel Ángel Ferrando:

"Era un profesor de Filosofía muy apreciado, un excelente rector de colegio, un estupendo

capellán. Cuando levantaba la ceja temblaba del Colegio. Los primeros días de clase era feroz

con los alumnos, los aterraba; poco a poco iba aflojando y al final de curso era amigo de

todos. Durante unos cuantos años dio clase en el Colegio Parroquial San Miguel, que siempre

ha sido mixto. La misma táctica con las alumnas: feroz al principio, un amigo muy querido al

final. Riéndose me contaba que una vez una mamá vino con su hija a hablar con él, a petición

de la chica enojada porque decía haber sido víctima de una injusticia. Con el susto

correspondiente para la pobre hija, la mamá comenzó sin preámbulos a decir algo así: 'Padre,

yo he sido alumna de usted y estoy segura de que tiene usted toda la razón y que usted ha

hecho muy bien poniendo una mala nota a mi hija."

"José Miguel poseía un alma profunda y comprometidamente pastoral. Se sentía cerca

de la gente y la gente cerca de él. Dio cariño, apoyo, palabra juiciosa, realista y oportuna:

acompañó con la amistad y santificó con los sacramentos. Amaba y era amado, aunque sin

pródigas manifestaciones externas. En la parroquia de San Miguel prodigó hacia todos su

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atención. Siempre hablaba con especial cariño de su Hogar para ancianos". Así nos lo retrata

del padre Alfonso Gil.

Misión en Ancud: toxoplasmosis.

Como cada verano (invierno en Europa), José Miguel se entrega con entusiasmo a las

misiones rurales. Pero al terminar las de 1980, localizadas en Ancud, no se siente nada bien.

Tiene molestias en el hígado, en el riñón y en la vista. ¿Qué ha pasado? Será la oftalmóloga

quien lo descubra: tiene toxoplasmosis, una penosa enfermedad que va a arrastrar como una

pesada cruz el resto de su vida. Le causa perturbaciones molestas; y empalmará con el

cáncer que segó su vida. Se trata de un parásito que se aloja en la sangre cabalgando sobre los

hematíes a los que roba parte del oxígeno que acarrean al organismo.

Durante las misiones, durmió varias noches con su grupo en un galpón donde se

recogen las ovejas en invierno. Allí debió seguramente agarrar esta infección incurable. Tiene

que someterse a medicación y a un régimen severo de comidas. Cuando se descuida y las

defensas bajan, los índices de presencia de los parásitos son altos y causan problemas

fisiológicos y psicológicos. Pero escuchemos al mismo José Miguel en carta de abril de 1980:

"El parásito nunca se va a eliminar totalmente (...). Te mentiría si te dijera que estoy

indiferente, la 'incógnita' me preocupa y a veces me desaliento interiormente o me pongo

nervioso y en consecuencia agresivo. Tengo que descansar, llevar un régimen estricto... Pero

en general estoy bien, es decir alegre, optimista y con buen ánimo. Encuentro mucha

comprensión y ayuda en todos los Hermanos... (...)

Rezo bastante y eso me da mucha paz. En el IMLP de la catequesis del año pasado han

surgido algunas comunidades [del Movimiento Marianista] más. (...) Como tengo bastante

tiempo libre me dedico a recibir gente en la Parroquia, pues no falta gente con problemas y

que vienen a pedir consejo..."

Va a tener que batallar con esta dificultad. A veces deja de controlarse y se descuida

en el régimen. Entonces está de mal genio, brusco... lo que luego le hace sufrir. En esos

momentos la enfermedad acelera también la despoblación de células grises en el cerebro.

Entonces José Miguel exagera o dice cosas un tanto extrañas: "Hasta que nos dimos cuenta

del problema alguno pensaba que José Miguel se había vuelto mentiroso", comenta el padre

Miguel Ángel Ferrando.

Superándose.

Pero poco a poco José Miguel va aprendiendo a convivir con la enfermedad, a

cuidarse, y consigue llevar una vida casi normal. En octubre de 1981 me escribe una carta

aludiendo a mi elección como superior general, y con su chunga habitual me dice:

"Como soy el que más te conoce de los que estamos por acá, aquí me tienes dedicado

a cantar 'las glorias, loores y virtudes' del nuevo Superior General"

¿Hace falta un director para Linares? Allí estará José Miguel para ponerse al frente de

1984 a 1988. Vuelve a ser párroco en Santiago de 1989 a 1994. En 1994 lo destinan al

Noviciado y finalmente en 1999 a Linares.

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Siempre interesado por la Compañía de María en su conjunto, ha seguido de cerca la

labor del Capítulo General y está entusiasmado con la nueva Regla de Vida. Me escribirá con

cierta frecuencia. Me va a hacer partícipe de sus esperanzas, de lo que desea de mí:

"Es lo que esperamos del nuevo superior general - me escribe en mayo del 1984 -: una

persona que con la Regla de Vida en la mano, nos vaya ubicando en nuestro ser marianista en

el momento en que estamos viviendo. Creo que hay que poner un poco de marcha lenta en el

hacer, para fortificar el ser".

En esta misma carta me da cuenta de su nombramiento como director de la comunidad

y Colegio de Linares:

"Estoy feliz. José María Arnaiz me lo propuso en los retiros. Me lo hizo de modo muy

delicado: Se agradece el modo, pero para mí la cosa estaba muy clara: si hice voto de

obediencia no es para que le anden pidiendo a uno este tipo de favores. Acepté

inmediatamente. Dejé después de doce años la Parroquia San Miguel. Ha sido un período muy

lindo de mi vida. Con experiencias muy profundas, aparte del ministerio y trabajo

sacerdotales. El golpe militar con toda la labor de presos, refugiados, escondidos; los cuatro

días encerrado cuando la 'toma'; la incorporación a nuestra tarea marianista del Colegio

Parroquial, etc... Bueno, ya estoy en Linares. He tomado el colegio con ganas y gracias a Dios

creo que he comenzado bien. Los Hermanos muy majos; un buen equipo de profesores

seglares, un Obispo extraordinario..."

Es el José Miguel entusiasta, optimista, lleno de buena voluntad... Lo que no ve muy

clara es la situación del país: "La situación de Chile como país está mal. En cualquier

momento puede saltar la chispa." La experiencia de Ancud no le ha echado atrás. Los veranos

seguirá yendo a misiones de otro modo. En noviembre de 1987 me escribe:

"Estamos terminando el curso y preparando ya los campamentos de los chicos y los

trabajos de misiones. Yo voy a ir tres semanas de enero al Vicariato apostólico de la

Araucanía, para dar un curso de Cristología y Mariología a los catequistas indígenas de los

indios mapuches."

En relación con esto, su sobrina Ana, entonces pequeña, cuenta una anécdota de "su

tío de Chile", como le gusta llamarlo:

"Esperaba especialmente impaciente la llegada de mi tío de Chile, porque ese año le

había pedido un traje de Indio (yo sabía, por las anécdotas e historias que él contaba que iba

entre los indios). ¡Cuál no fue mi desilusión, y supongo que la suya, cuando de su maleta sacó

un poncho precioso de indio! Y yo le dije: 'Esto no lo quiero, ¿dónde están las plumas? Estos

no son indios de verdad'..."

En estos años, José Miguel se mete de lleno a ayudar en el Movimiento Marianista que

surge potente en Chile. Se entusiasma con la figura de Faustino, cuya causa de beatificación

acaba de iniciarse, y procura darlo a conocer en todas partes. Cuando se funda el Movimiento

Faustino lo apoyará con toda su alma. Como de costumbre está también atento a lo que

sucede en el país:

"En Chile estamos cada vez peor. Los militares cada día más prepotentes y los pobres

pagando el pato. Todo el que no sea de ellos o piense como ellos es comunista. A la Iglesia la

atacan y desprestigian siempre que pueden. Acaban de expulsar del país a tres sacerdotes

franceses muy amigos nuestros, de la parroquia colindante con la nuestra de Santa Adriana.

Acusados de propaganda subversiva contra el gobierno (¡!)."

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Para entonces, José Miguel ya había renunciado a la Escuela Militar y hacía tiempo

que había tomado la nacionalidad chilena para estar más cerca de todos.

Un corazón de dimensiones planetarias

Las mil preocupaciones que comporta la vida diaria de un colegio o una parroquia

nunca impidieron a José Miguel una visión mucho más amplia. Le preocupa la vida de la

Iglesia en general y de la Compañía de María en particular. Siempre que hay Capítulo General

se interesa por el temario que va a tratar, por las orientaciones que va a tomar. Nunca fue

delegado a un Capítulo General, pero creo que no hay capítulo al que no haya enviado una

'moción', una sugerencia, alguna carta a alguno de los delegados. Ya en su tiempo de

seminario, envía una moción sobre las Misiones, evidentemente. En mi tiempo de Superior

General, no hay carta en la no me hable de la Compañía en su conjunto. Mi circular sobre "La

pobreza religiosa" (1985) le entusiasma:

"Acabo de leerla por segunda vez. Te la agradezco. Me ha hecho mucho bien. (...) A lo

largo de su lectura he ido reflexionado muchas cosas a nivel personal y otras mirando a la SM.

en la Iglesia. Te las digo, no erigiéndome en juez, sino con la confianza y amistad que sabes

tenemos desde hace tantos años. (...)"

No es del caso copiar aquí sus reflexiones sobre la pobreza o sobre la formación en la

Compañía, o sobre la fidelidad a la vida de oración o sobre la Regla de Vida... Con mucho

gusto le enviaba siempre mis publicaciones. Dice su noticia necrológica:

"Fue un marianista de corazón grande. Amaba mucho a la Compañía. Se mantenía

informado y leía todo lo que se publicaba. Su interés le llevaba a responder ampliamente a

todas las encuestas, enviar mociones a los Capítulos, mantener correspondencia con muchos

religiosos. Impulsor de la Familia Marianista, incentivó la llegada de las Hermanas

Marianistas a Chile y ha colaborado ampliamente con las Comunidades laicas Marianistas.

Siempre preocupado por las vocaciones nativas, manifestaba mucha cercanía y apoyo a los

hermanos chilenos".

"De su personalidad, dice Alfonso Gil, marcaría en primer lugar su sello cristiano de fe

esperanzada e inclinada a la misericordia. José Miguel era profundamente bondadoso y no

anidaban en él rencores duraderos: Tuvo ocasiones en las que dio la nota de magnanimidad.

Sus grandes amores - Cristo, María, la Iglesia, el hombre, la Compañía de María - le

posibilitaron volar alto y no quedar enredado en insignificancias. Hasta pudo volar demasiado

alto alguna vez sobre la realidad que necesitaba ser mejor medida en cantidad y matizada en

calidad".

Un libro: "Los marianistas en Chile"

En 1994 va destinado al noviciado para ayudar en la formación de los novicios. Allí

pone toda su sabiduría marianista al servicio de los futuros marianistas de varios países de

América Latina. Andrés Tocalini, seminarista marianista argentino, evoca aquellas clases en

una 'carta' que escribe, desde Roma, al José Miguel 'del cielo' ante el anuncio de su

fallecimiento:

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"Al pasar por los retratos de los Superiores Generales (paso varias veces al día) no he

podido dejar de recordar las anécdotas de tus clases sobre Historia de la Compañía en el

Noviciado. Historias llenas de pasión por la misión marianista. Las intuiciones del Fundador,

su vida larga y fecunda, sus dificultades y dolores. No había tanta pasión para recordar a

aquellos que le hicieron tanto sufrir o que en los primeros tiempos empezaron a tergiversar el

carisma fundacional. Sí, muchos detalles claros y bien contextualizados. Pero todo tu amor a

la Compañía de María se traducía en generosas descripciones biográficas de aquellos que le

fueron fieles. Allí estaban Teresa de Lamourous, Adela, el rebelde pero fiel Lalanne, el

espiritual Chevaux, los hermanos Rothea y los Meyer, el estratega Simler de la nueva

expansión misionera en los comienzos del siglo XX... y tantos y tantos... Hasta hace no

mucho, en tus viajes de Linares a Santiago para los chequeos médicos, seguías dando tus

clases a los novicios latinoamericanos. No será fácil encontrar reemplazante..."

En junio de 1996 me escribe desde el noviciado una larga carta en la que me habla de

sus ocupaciones y preocupaciones:

"Verás que el Movimiento Faustino va afianzándose. En realidad, yo trabajo poco en

el mismo, pues a mi edad, me cuesta ya un poco conectar con los chicos, pero apoyo todo lo

que puedo."

Y al final, añade:

"Me estoy dedicando de lleno a la elaboración de la Historia de la Compañía en lo que

me compete de América Latina, concretamente en Chile. ¡Cuánto bien oculto y desconocido

tenemos! Y ¡qué Hermanos más formidables nos han precedido! Pero eso es otro tema que

daría para mucho."

El fruto de sus investigaciones y trabajos será un estupendo libro de 251 páginas. Muy

bien escrito, riguroso en sus datos, que se lee muy a gusto. Saldrá publicado en 1999, con el

título: "Los marianistas en Chile (1949 - 1999)". Su éxito será una de sus grandes alegrías.

"Ha tenido una aceptación que yo no esperaba. He recibido muchas cartas (...). Si ello sirve

para conocer mejor a la Compañía y su trabajo y se traduce en nuevas vocaciones, bendito sea

Dios."

"Me dio una ramalazo..."

Desde 1999, está en la comunidad de Linares. El 10 de julio de 2001, estaba

preparando su viaje a España, para visitar a su familia. "Ese día, me escribe, me dio un

ramalazo de la cintura hacia abajo, que me paralizó las piernas y me dejó todo el cuerpo con

unos dolores terribles..." Le llevan en ambulancia a Santiago al Hospital Clínico de la

Universidad Católica. El 14, día crítico, le sube la presión y la temperatura de modo

alarmante...

"Comenzó a entrarme una angustia terrible... Me quedé dormido. Al despertarme no sé

cuándo, vi en torno a mi cama a varios Hermanos y un montón de gente. El padre Miguel

Ángel me había dado la bendición y lloraba; yo también lloré, di a todos las gracias, pedí

oraciones y me quedé dormido. Al despertar estaba más tranquilo; la mayoría de los dolores

habían desaparecido, debido a las medicinas, y comencé a sentir sensibilidad en las piernas.

Pero me volvió la intranquilidad por la película que te pasa por la mente: 'ya estoy inválido,

qué será de mí, quién me cuidará, quién me vestirá, quedaré en la cama, quién me bañará, qué

haré, etc. etc. Un médico me dijo: 'Padre, cuidado con pasarse películas raras; reaccione en

positivo'. En realidad, no sé cómo, me sobrepuse y recé el Padre nuestro y el Acordaos;

invoqué al Fundador y acepté la voluntad de Dios ('Sea hecha, alabada...'). Es más, di las

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gracias por la enfermedad y me puse en sus manos. Lo que sí hice intensamente fue pedir

fuerzas para soportar lo que viniera. Te digo que en ese momento me vino una paz interior y

una calma grandísimas..."

Diagnóstico: mieloma canceroso que afecta a las membranas que están entre las

vértebras lumbares, cuatro de las cuales están quebradas. Durante cuatro meses debe llevar

una como coraza de plástico; quimioterapia, radioterapia... Pudo incluso, con muchas

precauciones, viajar a España: Madrid, Vitoria... Y de nuevo a Linares. Procura ser útil y,

como de costumbre, se mete en mil pequeñas tareas: celebrar la eucaristía, confesar, taller de

filosofía en el Colegio, asesor de tres comunidades del Movimiento Marianista... Me escribe

en junio 2002:

"Como ves, procuro ser útil dentro de mis limitaciones... (...) Estoy contento,

optimista, muy confiado en la bondad de Dios y de la Santísima Virgen. Me siento muy cerca

de ellos, protegido por ellos. Acepto plenamente su voluntad. Pero francamente te digo que

tengo a veces miedo. Miedo a desanimarme, a que me falte la fe y la fortaleza. Por eso te pido

que reces por mí. Más que nada para que no decaiga mi confianza en la voluntad de Dios..."

Cita en el Cielo

En esa misma carta me dice que lo más probable es que nunca más vuelva a España.

Lo presiente: "...por eso es muy probable que tú y yo ya no volvamos a vernos en este mundo. Así

que la próxima cita y conversación será en el cielo. ¿Te imaginas una charla de tú a tú 'per

omnia secula seculorum'?. Con todo espero que tendremos tiempo todavía para escribirnos

alguna carta. Así que espero tus noticias: todo lo de Faustino me interesa..."

Le escribo y le envío noticias. Pero a él le cuesta mucho escribir. Su última carta es

una felicitación de Navidad 2003:

"Aquí me tienes, José María. Me cuesta mucho escribir a mano y más a máquina. El

cáncer de a poco me va minando, pero estoy contento, con mucha paz interior y sobre todo

con mucha confianza en Dios y en la santísima Virgen. ¡¡¡Qué no disminuya mi fe!!! He

podido ser útil todo este año, aparte de rezar más: He dado normalmente clase de Filosofía a

los mayores del Colegio. Asesoro comunidades..."

Efectivamente nos cuenta el padre Ferrando, "en Linares, hasta unos meses antes de

caer para no levantarse más, todavía daba algunas clases de Filosofía a un grupo de alumnos

mayores, porque el profesor se enfermó. Los mismos alumnos se lo habían pedido... Hasta las

11 no está en condiciones de tomar un taxi y acercarse al colegio; a mediodía los padres se lo

pelean para llevarlo de nuevo a casa..."

Durante unos meses José Miguel estuvo yendo y viniendo con frecuencia de Linares a

Santiago para controlar su cáncer, que seguía su avance inexorable. Por fin decidió quedarse

en Santiago, en la comunidad del IMLP. Hace tiempo que anda con bastón, pero a partir de

febrero de 2004 incluso con bastón apenas se puede mover. Hacia el 10 ó el 12 de abril el

padre Miguel Ángel Ferrando le administra la unción de los enfermos. José Miguel ya no se

levanta de la cama ni para decir misa. "Le di sus últimas comuniones". Los religiosos de la

comunidad pensaron que hacía falta una enfermera que lo cuidara de noche. De pronto,

enterada, aquella mujer a la que él escondió en el Asilo de Ancianos durante el golpe militar,

pidió por favor ser ella quien lo cuidara. Fueron unas cinco o seis noches. Ella estaba a su

lado con Amador Rojo, cuando José Miguel expiró el 29 de abril. Los religiosos, que en ese

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momento estaban en la capilla haciendo la meditación de la mañana, acudieron

inmediatamente. "Le cerré materialmente los ojos".

No es de extrañar que su despedida en el funeral fuera multitudinaria. Se despedía a un

amigo, a un hermano, a una persona entrañable.

José Miguel era profundamente humano

Por eso quiero terminar esta semblanza con unas líneas, sacadas del folleto que la

Familia Marianista de Chile le ha dedicado:

"Detrás de la apariencia de hombre serio, incluso hosco, se escondía un corazón lleno

de sensibilidad, de bondad, compasión y ternura, que muchos pudieron experimentar. Sabía

gozar de la vida, dedicar tiempo a cultivar la amistad y el diálogo, a festejar el nacimiento de

un niño, la puesta de argollas de una pareja o el matrimonio de los muchos que acudieron a

él. Sabía amenizar las reuniones con testimonios muy personales y con un peculiar sentido del

humor. Disfrutaba del campo, de la comida chilena, del buen vino, de un buen espectáculo y

de una buena película; de la música clásica y de una buena novela; de revistas serias y de

Condorito, que le ayudaba a ver la vida con humor. Pero también era el hombre que sufría

con el dolor ajeno. Acompañó a muchos en los momentos difíciles de la enfermedad, de la

crisis matrimonial, de dificultades económicas, incluso en la persecución. Son muchos los que

están profundamente agradecidos a este buen religioso y sacerdote José Miguel".

¡Gracias, José Miguel, por tu vida!

José María Salaverri sm

Agradezco a todos los que me han proporcionado materiales para esta

biografía: Miguel Ángel Ferrando, Alfonso Gil, Jesús Gómez, hermanos marianistas y

amigos. También a toda su familia y en especial a su sobrina Ana. Gracias.