imaginación y conversación artífices del punto de vista moral

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Imaginanacion y Conversacion: Artifices Del Punto De Vista Moral En David Hume Angela Calvo de Saavedra Pontificia Universidad Javeriana [email protected] RESUMEN: La investigación moral emprendida por Hume se inscribe en el proyecto de abordar filosóficamente la naturaleza humana-"la capital"-de manera experimental, realizando una geografía mental a partir de la observación atenta y delicada de la vida humana como aparece en sus diarias ocupaciones, interacciones y placeres. Se trata de disponer de manera ordenada las fuerzas y la extensión del entendimiento, las pasiones, el gusto y el sentimiento. El ánimo que lo impulsa es doble: instruir a la humanidad, reduciendo así el poder del dogmatismo y la superstición, y poner en movimiento la sensibilidad favorable a la virtud y condición de la felicidad. "Quienes reducen el sentimiento moral a instintos originales de la mente humana pueden defender la causa de la moral con autoridad suficiente, pero les falta la ventaja que poseen quienes dan

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Page 1: Imaginación y Conversación Artífices Del Punto de Vista Moral

Imaginanacion y Conversacion:Artifices Del Punto De Vista

Moral En David HumeAngela Calvo de Saavedra

Pontificia Universidad [email protected]

RESUMEN: La investigación moral emprendida por Hume se inscribe en el proyecto de abordar filosóficamente la naturaleza humana-"la capital"-de manera experimental, realizando una geografía mental a partir de la observación atenta y delicada de la vida humana como aparece en sus diarias ocupaciones, interacciones y placeres. Se trata de disponer de manera ordenada las fuerzas y la extensión del entendimiento, las pasiones, el gusto y el sentimiento. El ánimo que lo impulsa es doble: instruir a la humanidad, reduciendo así el poder del dogmatismo y la superstición, y poner en movimiento la sensibilidad favorable a la virtud y condición de la felicidad.

"Quienes reducen el sentimiento moral a instintos originales de la mente humana pueden defender la causa de la moral con autoridad suficiente, pero les falta la ventaja que poseen quienes dan razón de este sentimiento por una simpatía extensiva a toda la humanidad." — David Hume

La investigación moral emprendida por David Hume se inscribe en el proyecto de abordar filosóficamente la naturaleza humana -"la capital"-, de manera experimental, realizando una geografía mental a partir de la observación atenta y delicada de la vida humana como aparece en sus diarias ocupaciones, interacciones y placeres. Se trata de disponer de manera ordenada las fuerzas y la extensión del entendimiento, las pasiones, el gusto y el sentimiento. El ánimo que lo impulsa es doble: instruir a la humanidad, reduciendo así el poder del dogmatismo y la superstición, y, poner en movimiento la sensibilidad favorable a la virtud y

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condición de la felicidad.

Seguir la huella del experimento humeano a través del desfile de los tipos de percepciones -œnicos objetos de la mente- y sobre todo de la sutileza y danámica de sus mecanismos de asociación y de las variaciones de la capacidad de afección, simultáneamente describe y propone el conmovedor ejercicio filosófico de poner en juego en el pensamiento y en su forma de expresión toda la maquinaria, el espectro completo de fuerzas que van irrumpiendo en el escenario de la fascinante repœblica mental. Sin duda el personaje que atraviesa con su fuerza suave el ámbito del entendimiento, de las pasiones, del sentimiento y del gusto es la imaginación; ella teje la ficción de la continuidad de la experiencia, así como la cercanía entre las mentes de los hombres en la vida social.

La descripción cuidadosa de las determinaciones de la mente en el pensamiento y el sentimiento esclarece para Hume la futilidad de las pretensiones de los sistemas metafísicos que aspiran a constre–ir a través del rígido intelecto el fluir incesante aunque limitado de las operaciones mentales. Esa es justamente la lección del escepticismo moderado.

Al tener siempre presente la máxima "sé filósofo, pero en medio de toda tu filosofía continœa siendo un hombre", (1) batalla en la escritura para transfundir en el lector esa posición serena y moderada que se alcanza en el refinamiento de las pretensiones y los sentimientos, en la impresión del límite asumido con humor y en el placer inofensivo de la indagación. Su observación de lo comœn se sabe inexacta, pero jamás renuncia a la delicadeza, condición convocante de interlocutores falibilistas, civilizadas y de buenas maneras. Se imagina a sí mismo y al espíritu de la filosofía como la embajada entre las dos comarcas de la porción fina de la humanidad, la de los doctos y la de los conversadores, topos imprescindible para alcanzar la virtud y la belleza en la vida social moderna, plural y diferenciada. (2) Los primeros necesitan los hábitos que hacen civilizada y entretenida la compa–ía de otros y los segundos, el ingenio y los recursos de la repœblica de las letras, para enriquecer

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la materia prima de la experiencia cotidiana. Escribir para instruir y suscitar, implica construir juegos de lenguaje alternativos aunque complementarios; en una de las más sugerentes metáforas narrativas de su experiencia, los nombres como el anatomista y el pintor.

"Las Bellas Letras no son sino un retrato de la vida humana en diversas actitudes y situaciones. Nos inspiran distintos sentimientos de elogio o censura, admiración o ridículo, de acuerdo con las cualidades del objeto que nos presentan. Un artista está mejor calificado para llevar a cabo con éxito una tarea semejante si, además de un gusto delicado y de una rápida aprehensión, posee un conocimiento preciso de la textura interna y de las operaciones del entendimiento, del funcionamiento de las pasiones y de las diversas clases de sentimiento que distinguen vicio y virtud... El anatomista expone los objetos más desagradables y horribles, pero su ciencia es œtil al pintor... La precisión es, en todos los casos, ventajosa para la belleza, tanto como el justo razonamiento para el sentimiento refinado. Vanamente exaltaríamos el uno despreciando el otro". (3)

El paso del Tratado a las Investigaciones y de ellas a los Ensayos, constituye en sí mismo el montaje del escenario de la filosofía moral; su preocupación por hallar el estilo, la forma que invite a la lectura como experimento con la propia mente de cada lector, no es exclusivamente vanidad, es expresión de su creencia en el poder civilizador de la interlocución y más precisamente de la complementariedad entre el cincel de la exactitud y el buril de la creación. Ella teje el entramado de las relaciones sociales en los crículos más estrechos (company) y también en la sociedad ampliada.

En el ámbito de la filosofía moral el escenario de partida es el nosotros, la impresión del yo como tinglado de pasiones y afectado por el reflejo de ellas en las mentes de otros como en un juego de espejos capaz de contaminar y transfundir de manera sutil pero certera. El énfasis está puesto ahora más que en la disección, en la dinámica de la vida emocional -que

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sólo puede ser pintada- en los deslizamientos, en las transiciones, es decir, en los mecanismos asociativos de la imaginación, esa fuerza suave que torna lo semejante igual. Si en el ámbito del entendimiento la obra de la imaginación es conectar percepciones -siempre discretas y discontinuas- mediante la inferencia causal ayudada por las relaciones de semejanza y contigüidad, su papel en el nosotros de la moral y la estética se expande al tener por objeto las pasiones, impresiones simples de reflexión, producidas por la capacidad de la mente de sentir placer o dolor, extremadamente proclives a combinarse, a subsumirse unas en otras pero, sobre todo, a transitar sin restricciones, como ráfagas de fuego de una mente a otra. Ese movimiento hace posible el fenómeno moral indudable de que todos los hombres, en el teatro del mundo en el cual somos a la vez espectadores de otros y espetáculo para ellos, nos vemos determinados a hacer distinciones morales, a aprobar o censurar a partir del placer o dolor, de la satisfacción o el desagrado que sentimos al contemplar un carácter.

De manera análoga a como se produce la idea de necesidad a partir de que la imaginación determina maquínicamente a la mente a pasar de la conjunción constante de dos objetos a la conexión uniforme y regular entre ellos por la inferencia, en la experiencia social cuando los objetos de la mente son otros hombres, la imaginación conecta las acciones -lo œnico percibido- con los motivos, caracteres y circunstancias; si no lo hiciera sería imposible la interacción, ya que la aleatoriedad y el capricho desvirtuarían todo juicio moral. Hume, de manera enfática, niega a los hombres esa libertad de azar: "al juzgar las acciones de los hombres deberemos proceder basándonos en las mismas máximas que cuando razonamos sobre objetos externos. Cuando dos fenómenos se hallan en constante e invariable conjunción mutua, adquieren una conexión tal en la imaginación que esta pasa del uno al otro sin la menor duda ni vacilación... la evidencia moral no es sino una conclusión referente a las acciones de los hombres y derivada de la consideración de sus motivos, carácter y situación". (4)

La pregunta central de la investigación del filósofo

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escocés es por el origen de esas distinciones morales; su respuesta, el sentimiento moral, ya que la razón -competente exclusivamente para relacionar ideas y para hacer juicios de hecho a partir de inferencias causales ficticias (5) - resulta inerte a la hora de motivar la acción. Ahora bien, sin entrar en la reconstrucción anatómica de este aserto central de la moral humeana, me interesa más bien explicitar el carácter de ese "peculiar" placer o dolor que está presente en el punto de vista moral, en el juicio o en el sentimiento, pues "es el sentimiento mismo el que constituye nuestra alabanza o admiración". (6) Precisando esa peculiaridad afirma: "sólo cuando un carácter es considerado en general y sin referencia a nuestro interés particular causa esa sensación o sentimiento en virtud del cual lo consideramos moralmente bueno". (7) Es decir, se produce en perspectiva imparcial e intersubjetiva. Buscando "de qué principios se deriva y a qué debe su aparición en la mente humana", (8)Hume introduce un principio operador, la simpatía, cualidad que nos vincula a otros y en comunicación e interacción moviliza las inclinaciones y pasiones de tal manera que se contaminan y expanden de una mente a otra, aunque inicialmente nos parezcan disímiles y distantes; su obra es posible porque "ninguna pasión, si está bien representada, puede sernos enteramente indiferente, porque no hay una de la cual el hombre no tenga dentro de sí por lo menos sus semillas y primeros principios". (9)

La figura del egoista radical queda excluida a la hora de pintar las motivaciones de las evaluaciones morales, pues no podemos eludir la experiencia de un afecto más pœblico, el hecho de que "a cualquier parte donde vayamos, sobre cualquier cosa que reflexionemos o conversemos, todo se nos presenta también bajo el aspecto de la felicidad o la miseria humanas y excita en nuestro corazón un movimiento simpático de placer o desasosiego". (10) La clave está en que las pasiones se asocian fundamentalmente por semejanza y ello permite un movimiento mucho más ágil de la imaginación, en secuencias insospechadas e inéditas, al margen de la costumbre; se trata de esa habilidad maquínica -de la que por supuesto no nos percatamos sino tras el análisis riguroso del anatomista- de percibir

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una cosa como otra. Naturalmente en este caso, el juego de vecindades se da entre la impresión del yo y la representación que se torna vivaz del otro, de tal manera que no es estrictamente un ponerse en el lugar del otro, sino una contaminación de la pasión que percibo-imagino en un semejante y se hace mía. Así, realmente experimentamos las pasiones en nosotros más por el contacto con los demás que por el propio temperamento: los signos y efectos de ellas -lenguaje y acciones- que observamos en el roce social nos dan, como espectadores, una idea que se aviva a tal punto que produce una emoción idéntica a la original en el otro. Lo notable de la simpatía como cualidad de la naturaleza humana, es que nos inclina al comunicarnos con otros a contagiarnos de sus sentimientos, aœn siendo diferentes y hasta contrarios a los nuestros; inicialmente tenemos una idea de ellos, pero de tal vivacidad que se transforma en impresión. El procedimiento se debe a la imaginación, que en este caso, dado que las afecciones son operaciones internas de la mente sin referencia directa a impresiones de los sentidos, vuela sin restricción, de manera mucho más natural y grácil, causando la simpatía.

Ahora bien, desde el punto de vista de la interacción -escenario en que se construyen el espectador y el espectáculo- nos encontramos con el asombroso fenómeno de que nuestra autopercepción y autoevaluación -el orgullo o la humildad- encuentran una fuente importante en ese vernos reflejados en lo similar, en virtud de que nos vemos determinados a dejar que sus visiones -sus aprobaciones o censuras- expresadas en gestos, palabras y conductas, nos afecten a tal punto que tornan maleables nuestros rasgos de carácter. El mundo social es un mundo vivo, pasional, en el que cada uno va tallando su yo en virtud de su exigencia de ser parte de algo comœn, ser amado y amante, para poder sostener sus placeres y ser confortado en sus dolores; ese poder suave de la imaginación simpatética es tan natural como generoso y benevolente, pues arma la imagen de nosotros, de comunidad moral y así posibilita el punto de vista imparcial e intersubjetivo; de él surgen los sentimientos compartidos.

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Hasta este punto Hume ha respondido parcialmente sus preguntas, pero, si volvemos a la idea sugerida en la conclusión del Tratado que he usado como epígrafe, se está marcando una diferencia fundamental entre la concepción del sentimiento moral como un "instinto original de la mente" y su vinculación con el principio de la simpatía; en otras palabras, si bien la extensión de esta es virtualmente indeterminada, en los contextos concretos de la vida social -œnico ámbito legítimo de generalización- sus cotas las traza la proximidad o la intensidad de la relación con el otro; esto es, el afecto más pœblico no nos remite automáticamente al partido de la humanidad, nuestros juicios son parciales. De manera que se requiere un transformador al interior del sentimiento mismo, este tiene que refinarse, ganar matices, sosegarse, corregirse, procedimiento que Hume caracteriza como el paso de la delicadeza de pasión a la delicadeza de gusto, por efecto de distanciamiento, por la pausa -a mi juicio y ésta constituye la tesis central de mi intervención-, que introduce el uso del lenguaje moral compartido, es decir por el ejercicio de la conversación". (11)

Hume afirma: "diariamente nos encontramos con personas cuya situación es diferente a la nuestra, por lo que nunca podrían relacionarse con nosotros en términos razonables si permaneciéramos constantemente en nuestra peculiar situación y punto de vista. La comunicación de sentimientos cuando conversamos y estamos en compa–ía es lo que nos lleva a formar algœn criterio general e inalterable de aprobación o desaprobación de un carácter".(12) El carácter moral de un sentimiento se gana justamente en ese teatro del mundo que abre la modernidad, como exigencia de civilidad y que ha de entenderse como espacio estético, ya que la conversación es un arte que va dando pulimento a su artífice a través del seguimiento de ciertas reglas -no deberes- de buenas maneras, dise–adas para facilitar el trato mutuo, morigerando la presunción y arrogancia al motivarnos a atender a las inclinaciones de nuestros contertulios; esa deferencia de la sociedad plural del siglo XVIII se expresa y se espera entre quienes conversan.

El ejemplo que pone Hume para describir la obra de las

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reglas de la conversación -solo aparentemente irrelevante para nuestro tiempo- es el de la galantería, pasión típicamente moderna: "Natural en en más alto grado. El arte y la educación... no realizan otra alteración en ella que la que efectœan en todas las otras pasiones laudables. Solamente movilizan la mente más hacia ella; la refinan, le dan brillo y le proporcionan adecuada gracia y expresión. Pero... es tan generosa como natural. Corregir los vicios vulgares que llevan a infringir real da–o a otros es parte de la moral y el objeto de la más comœn educación. Donde no se atiende a esto en algœn grado, ninguna sociedad puede subsistir". (13)

La generosidad que moviliza la conversación -en la que por supuesto se incluyen la lectura y la escritura- lima diferencias en el escenario, focaliza y puntœa la mente y por eso es legítimo hablar de una educación sentimental(14) pero en el ámbito de la producción contingente de cadenas imaginativas de pasiones comunes, recordando que la imginación es fuerza suave pero contundente convocada en un escenario determinado, del cual en la expresión y acción ulteriores de los actores solo se percibirán huellas y ecos, nada ontológico, nada esencial, pues no existe un yo sólido desde el punto de vista humeano. La identificación por simpatía es ráfaga que desconcierta al mismo tiempo que brinda placer en la confrontación con otros, introduce socialmente el punto de vista de lo comœn, abriendo la mente a lo próximo y a la vez extra–o, objeto de profunda ignorancia y rechazo emocional; los espectadores con "buen sentido", entre quienes fluye la conversación, ganan perspectivas œtiles y desarrollan competencias morales de ciudadanía en sentido moderno; construyen al otro como ser sintiente, proyectan y creen ficciones y metáforas generosas en tanto tienden puentes entre las diferencias, los cuales claramente inspiran mejores formas de vida. (15)

Retomando la doble pretensión de la investigación humeana, instuir y suscitar sentimiento que hagan a los hombres más felices, esta confía para ambos efectos más en el poder leve del aprendizaje de un léxico moral en la conversación que en el dogmatismo de normas y

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deberes que convierten la moral en algo fundamentalmente tedioso y al virtuoso en un ser rœstico, sin matices y sin humor. El artificio será la interlocución con los moralistas clásicos -que hablan de una costumbridad- así como las buenas maneras y la delicadeza del gusto que propician una ética de la decencia en la sociedad; les adjudica el poder de "mantener el intercambio de las mentes de manera más fluida y agradable", "preservar en escena la apariencia de sentimientos diferentes de aquellos a que se sienten naturalmente inclinados", "comportarse con deferencia con los otros" (16) evitando así todo efecto desagradable o pernicioso en los espectadores y ganando para sí el sentimiento de orgullo y autoestima. Dicho de otra manera, transforman la percepción de las situaciones, sustituyendo las pasiones violentas por las pasiones calmas, condición de selectividad en los deseos, expectativas y formas de entretenimiento en la vida social. (17) La seducción es a entrar en ese mundo de la conversación que Hume ha abierto experimentalmente, proponiendo otros escenarios, otros pretextos, que expresen en nosotros el punto de vista moral, el de la simpatía refinada.

Notes* Las citas de Hume son tomadas de las ediciones en espa–ol del Tratado de la Naturaleza Humana, Barcelona, Orbis 1981, Investigación sobre el conocimiento humano, Madrid, Alianza 1983, Investigación sobre la Moral, Buenos Aires, Losada 1945, pero citaré de acuerdo a la paginación de la Edición inglesa de L.A. Selby-Bigge, revisada por P.H. Nidditch, Oxford, Clarendon Press, 1978 y 1975 respectivamente. Usaré la sigla SB seguida de la página.

(1) Investigación sobre el conocimiento humano, SB. 9.

(2) "Of Essay Writing" en Hume, David: Essays moral political and literaty, Indianapolis, Liberty fund 1985,

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p. 533/537.

(3) Hume, David. Investigación sobre el conocimiento humano, SB. 10.

(4) Hume, David. Tratado de la Naturaleza Humana. SB. 403-404.

(5) Resulta pertinente aclarar que ficciones no son apreciaciones falsas, sino determinaciones inerciales de la mente, inverificables, pero plausibles como formas de organizar la experiencia, de dotarla de cierta continuidad y regularidad, sobrepasando el haz de percepciones discretas. Cfr. Baier, Annette: A progress of sentiments, Harvard University Press, 1994, pp. 101. ss.

(6) Hume, David. Tratado de la Naturaleza Humana. SB 457/458.

(7) Ibid. SB. 472.

(8) Ibid.

(9) Hume, David. Investigación sobre la moral. SB 180.

(10) Ibid.

(11) En este punto debo a la lectura de la obra de Annette Baier la idea del progreso del sentimiento, pero tomo distancia de la tesis de que el transformador sea la razón ampliada que Hume vislumbraría a lo largo de su investigación.

(12) Hume, David. Tratado de la Naturaleza Humana. SB. 603.

(13) Hume, David. "Of the rise and progress of arts and sciences", en Essays Op. Cit., pp. 131/132. (Traducción mía).

(14) Cfr. Rorty, Richard. Derechos humanos: Racionalidad y sentimentalismo", en Abrham, Badiou, Rorty. Batallas éticas. Buenos Aires, Nueva Visión,

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1995, pp. 59/80.

(15) En este punto el aporte de Martha Nussbaum, especialmente en su obra "Poetic Justice: The literary imagination and pubic life. Boston, Beacon Press, 1995, esclarece el papel benevolente y generoso de la imaginación: "seeing in our fancy, the great charity in the heart, nourishes a generous construal of the world" (p. 38).

(16) Cfr. "Of the rise and progress of arts and sciences", en Essays. Op. Cit.

(17) Cfr. "Of delicacy of taste and passion", en Essays Op. Cit. pp. 3-8.