ii domingo de navidad. la palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros

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II Domingo de Navidad

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Page 1: II Domingo de Navidad. La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros

II Domingo de Navidad

Page 2: II Domingo de Navidad. La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros

La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros.

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Glorifica al Señor, Jerusalén;alaba a tu Dios, Sión:

que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.

Page 4: II Domingo de Navidad. La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros

La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros.

Page 5: II Domingo de Navidad. La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros

Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina;

él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz.

Page 6: II Domingo de Navidad. La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros

La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros.

Page 7: II Domingo de Navidad. La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros

Anuncia su palabra a Jacob,

sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación

obró así, ni les dio a conocer

sus mandatos.

Page 8: II Domingo de Navidad. La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros

La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros.

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Lectio

Este salmo, en el texto hebreo, es la segunda parte del salmo 146 y continuación del mismo tema: Himno de alabanza a Dios Señor de todo y cuya bondad se manifiesta en toda clase de beneficios.

Se trata de un himno, de la época del posexilio o de la diáspora, a Jerusalén. Al Dios que la restaura, particularmente por medio de la Palabra, de la Ley.

Para los pueblos rurales de otros tiempos, la "ciudad", rodeada de murallas y protegida por sólidas puertas, era el símbolo de la seguridad. Para los pueblos flagelados por el hambre, el pan en abundancia es símbolo de la felicidad y de la vida.

Pero Israel no olvida nunca que el mayor beneficio es el maravilloso don de la Ley, de la alianza de Dios con su pueblo: ningún otro pueblo fue tratado de igual manera, ningún otro pueblo conoció su Voluntad.

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• La liturgia de este II domingo después de Navidad es un canto a la Palabra de Dios en toda su densidad y riqueza. Y el salmo 147 que tenemos como respuesta a la lectura del Eclesiástico es el que nos hace de puente entre la 1ª lectura y el Evangelio, gracias al estribillo que intercalamos entre sus estrofas: “La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.”

• El salmo canta la restauración de Jerusalén por la Palabra, es decir, por la Toráh. Y es esta Toráh con la que se identifica la sabiduría en el capítulo 24 del Eclo. Este capítulo es uno de los puntos culminantes del desarrollo de la reflexión de Israel sobre la Sabiduría de Dios. No sólo la personifica y se le descubre como entidad preexistente junto a Dios desde antes de los siglos, sino que la Sabiduría misma es enviada al pueblo escogido y amado por el Altísimo para enseñar a Israel los decretos y mandatos del Señor.

• Con la revelación de Jesucristo el Evangelio da un paso más: la Palabra, el lógos, la Razón, que existía desde el principio, (se enlaza así con el inicio del Génesis: “en el principio.”) se hace carne y acampa entre nosotros. Se produce así la manifestación plena de Dios al hombre. Mayor cercanía no se podía dar entre la creatura y su Creador, por eso exhortamos a Jerusalén –la Iglesia- a glorificar y a alabar a su Dios.

• Si profundizamos un poco más en la lectura alegórica del salmo podemos entre ver el don de la Eucaristía “te sacia con flor de harina”… La Palabra no sólo es Ley (conocer la Voluntad del Señor en nuestras vidas, que ya es un gran don del Señor) sino que la Palabra se ha hecho carne y ahora se nos hace presente de un modo real pero sacramental en la Eucaristía.

Meditatio

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OratioGracias, Señor, por el don de tu Palabra. Yo también, cual otra

Jerusalén, ansío ser reconstruida por ella.Es tu Palabra la que me muestra el camino de tu Voluntad. La que me

ayuda a discernir en el camino de la vida. La que derrite tantos hielos de mi interior, tanta frialdad de mis sentimientos hacia los que me rodean. Sí, que venga tu Palabra veloz y “domestique” mi frío en calor y amor.

Gracias, Señor, por tu Palabra hecha carne, por tu Hijo, que a pesar de su condición divina, se despojó de su rango y se hizo uno de nosotros para redimirnos y hacernos así hijos adoptivos tuyos para alabanza de tu gloria.

Gracias, Señor, por saciarnos con la flor de harina que es Jesucristo, hecho Pan por nosotros en la Eucaristía.

¡Gracias, Señor!

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Hoy nos acompaña un texto de san Agustín (354-430), uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia latina.

“Bendijo a tus hijos en tu recinto. ¿Quién? El que puso paz en tus fronteras. Ved lo que os digo, hijos del Amado, hijos del Reino, ciudadanos de Jerusalén: que en Jerusalén hay visión de paz; y todos los que aman la paz serán bendecidos en ella, y, entrando ellos, se cerrarán las puertas y se afianzarán los cerrojos. Desead, id en busca de la que al ser nombrada honráis y amáis de esta manera. Amadla en la casa, en las ocupaciones, en las esposas, en los hijos, en los siervos, en los amigos y en los enemigos.”

(SAN AGUSTÍN, Enarraciones sobre los salmos 147, 15. BAC 204, Madrid 1967, 848-849.)

Contemplatio

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Que tu Palabra sea luz para mis pasos, y fuente donde sacie mi sed y la de mis hermanos.

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