identidad nacional: una critica de lo que se entiende y ... · el t^rmino "europa" como...

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IDENTIDAD NACIONAL: Una critica de lo que se entiende y malentiende sobre este concepto* Philip Schlesinger Intro ducci6n En este ensayo presentamos algunzis reflexiones criticas sobre el eisunto de la identidad nacional. Al principiar a escribirlo, comeuce con una meta extremadamente limitada, que era la de cuestionar algunos de los estudios recientes sobre comunicacion y cultura para ver si habfa algc de sustancia en lo que se habla y se dice acerca de la "identidad cultural", el "espacio audiovisual" y la "defensa de la cultura nacional". Mi enfoque ha sido analitico y conceptual y he decidido evitar cuestiones de polftic£is. Desde mi punto de vista, el interes del asunto esta en los t^rminos del debate y en saber si se ha empleado reflexi6n conceptual seria en esta multitud de frases y etiquetas. Mi conc.usi6n es que ha sido poca o ninguna: "identidad cultural", "espacio audiovisual", "cultura nacional" y otras, funcionan como "agarradereis" de cierta utiliiad, ya que ofrecen respetabilidad e identificaci6n para una diversidad de proyectos politico-econ6micos que rivalizan entre sf en el dominio de la cultura. Sin embargo, una vez que se empieza a examinar estas cuesiiiones, es imposible evitar discusiones de orden tedrico que yacen bajo la confusion aparente en la superficie. *Traducci6n de Javier C. Bravo Magaiia 39

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IDENTIDADNACIONAL:

Una critica de lo quese entiende y

malentiende sobreeste concepto*

Philip Schlesinger

Intro ducci6n

En este ensayo presentamos algunzis reflexionescriticas sobre el eisunto de la identidad nacional.Al principiar a escribirlo, comeuce con una metaextremadamente limitada, que era la de cuestionaralgunos de los estudios recientes sobre comunicaciony cultura para ver si habfa algc de sustancia enlo que se habla y se dice acerca de la "identidadcultural", el "espacio audiovisual" y la "defensa dela cultura nacional". Mi enfoque ha sido analitico yconceptual y he decidido evitar cuestiones de polftic£is.Desde mi punto de vista, el interes del asunto estaen los t^rminos del debate y en saber si se haempleado reflexi6n conceptual seria en esta multitudde frases y etiquetas. Mi conc.usi6n es que hasido poca o ninguna: "identidad cultural", "espacioaudiovisual", "cultura nacional" y otras, funcionancomo "agarradereis" de cierta utiliiad, ya que ofrecenrespetabilidad e identificaci6n para una diversidad deproyectos politico-econ6micos que rivalizan entre sf enel dominio de la cultura. Sin embargo, una vez quese empieza a examinar estas cuesiiiones, es imposibleevitar discusiones de orden tedrico que yacen bajo laconfusion aparente en la superficie.

*Traducci6n de Javier C. Bravo Magaiia

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Por lo tanto, despuds de examinar el discurso de losmedi61ogos y disenadores de polftica cultural, debemosseguir adelante. Como se muestra en la priinera partede este escrito, en ese discurso hay poco que pudierainteresarnos en relaci6n con el eisunto de la identidadnacional o el papel que los procesos culturales jueganen su construcci6n. En consecuencia, en la segundaparte nos ocupamos de un grupo mds importante deescritos que los primeros medi61ogos harfan bien enleer y ponderar. Crfticamente, he considerado algunasnotables y, en su mayoria, recientes contribuciones a lateorfa social y la historiografia que ya han comenzado aproporcionarnos alguna ventaja en nuestro tratamientode los profundos y trascendentes problemas implicadosen la discusi6n de la "identidad nacional". Parami sorpresa, hasta hoy no he encontrado ningunateorizaci6n explicita sobre ese t^rmino. Tampocointento hacerla yo mismo, pero en la conclusi6nhe tratado de bosquejar algunos procedimientos quepudieran seguirse en el futuro trabajo sobre estacuesti6n. Lo que a continuaci6n se presenta no es mdsque un primer y muy provisional reconocimiento de loque promete ser un campo en expansi6n.

I. Estudios de los medios e ideutidad culturalEuro-Angst, Euro-Kultur-als-Losung

El t^rmino "identidad nacional" se ha convertidoen un comodfn situado en el centro de las discusio-nes contempor^neas sobre las relaciones entre la pro-ducci6n y el consumo de cultura y la constitucidn dela naci6n-estado o CEE (Comunidad Econ6niica Euro-pea). Los contextos en los que se habla de esta preo-cupaci6n son variados, y lo son tambi^n los supuestosque les dan forma.

Dentro de la CEE hay campanadas de alarmacultural. Una sintomdtica tonada viene del recientedocumento de la Comisi6ii Europea (CE) llamadoTelevision sin fronteras:

"La informacion es un factor decisivo, quiza elmas decisivo de la uniRciicion europea...La uniRcacioneuropea solo se lograra si los europeos la desean. Loseuropeos solo la desearan si existe lo que podemosllamar identidad europea. Una identidad europeasolo se desarroUara si los europeos tienen informacion_

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adecuada. En este momento, la informacidn que se daen los medios masivos se controla a nivel nacional..."(1984a: 2)

De manera que, se trata de abrir las fronteras ydejar que florezcan un millar de programas. Lo que meinteresa de esta cita (cuya importancia es clara, puesaparece dos veces en el informe, en las pdginas 2 y 28)son su ret6rica y sus supuestos. La unidad es la meta,y la ''informaci6n'' (que puede ser entendida como unzispecto de la "cultura" en un sentido antropol6gicolato) es el medio por excelencia para lograrla. Se diceque la unidad europea es el resultado de un acto devoluntad que depende de una condici6n: la existenciade una "identidad europea". Pero dsta a su vez dependede otra cosa: "la informaci6n".

Se considera, por lo tanto, que la informaci6n (=cultura) actua como un homogeneizador o articuladorde la voluntad, pero 6sta es una percepci6n comple-tamente idealista y voluntarista de la construcci6n delorden social deseado, y adem^, una explicaci6n bas-tante improbable.

Serfa exagerado presentar demasiados ejemplosadicionales de esta (literalmente) enganosa manerade pensar. Sin embargo, una cita mis refuerza elargumento y cabe hacerla. La he tomado del panfletoComunidad Europea y Cultura:

"El hecho de que exista una comunidad de culturaen Europa ya es innegable. Debajo de la aparentediversidad de lenguas, gustos y estilos artisticos, hayun parecido, un parentesco, una dimensi6n europea oidentidad basada en una herencia cultural comiin. Lascontribuciones de diferentes individuoa^ ideas, estilosy valores al correr de los siglos, han creado nuestracivilizacion comun". (Comisi6n de las ComunidadesEuropeas, 1985: 3)

Una vez mds, laa mismas cuentzis entran en juego.Hay una cultura comiin; la diversidad es meramenteaparente o epifenomenol6gica. De hecho, la culturacomun ya imparte una identidad a los europeos. Seve claramente que ^sta es una versi6n mis afirmativade la misma historia, en la que hay una f6rmula queresuelve el dificil problema de la variaci6n cultural dela realidad, a saber, la unidad en la diversidad.

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Pero ic6mo hemos de imaginarnos este patrimonioeuropeo? "La unidad en la diversidad" es una detantas f6rmulas. Siempre ha habido ambiguedad enel t^rmino "Europa" como categorfa. En este respecto,hay un bonito e instructivo libro llamado The EuropeanInheritance (La Herencia Europea) que fue concebido,durante las ultimas etapas de la segunda guerramundial, como una historia "objetiva" de la civilizaci6neuropea (Cfr. Barker et al., 1954) La iniciativa fue dela Comisi6n de Historia del Comity de Libros formadopor el Congreso de los Ministros Aliados de Educaci6n,en febrero de 1943. Destinado para el mejoramientode los j6venes, la intenci6n del libro era la de construiruna versi6n positiva de la historia europea en la queel episodio nazi quedara atrds, y la de evaluar lasdivisiones de la posguerra con frialdad. En la resefia yepflogo, el eminente historiador Sir Ernest Baker hizo ladistinci6n entre una concepci6n austral de Europa, "unmar, con las play as que lo rodean, y la tierra firme",cuyo origen se remonta a los antiguos griegos, y el puntode vista "boreal o moderno" de "una larga penfnsulahorizontal que se extiende de occidente a oriente (o deoriente a occidente, como se prefiera), que ffsicamentees un anexo o afloramiento de la veista masa terrenade Asia" (1954: 296). Es obvio, pero vale la penadeclarar que todas las f6rmulas de identidad culturalson artefactos que presuponen un punto de vistaacerca de un largo y complicado proceso hist6rico. Lamisma vaguedad de las euro-formulas contempordneases una muestra de la dificultad de dar cuenta de esahistoria, especialmente de la guerra y de la rivalidadinternacional. En una frase que encontraremos raz6npara discutir mas adelante, los euro-ideologos debencrear una "comunidad marginada," a partir de unespacio geogrdfico:

"La Gran Europa de los geogrsifos -la Europa quese extiende desde la costa occidental de Irlanda hastalos Urales, y del Cabo Norte a la costa austral deSicilia- siempre ha sido una unidad espacial mas bienque historica." (Barker et al., 1954: 346).

Volviendo al documento de la CEE ya mencionado,encontramos que la supuesta unidad todavia estd enproceso de lograrse. A la televisi6n -especialmente

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a los programas europeos- se les adjudica un papelimportante en el "desarrollo y cuidado de la tomade conciencia de la rica variedad de la herenciacultural y nacional comiin a los europeos" y en lapromoci6n del reconocimiento de un "destino comiin"(1984a: 28). Sin embargo, el documento, alegre ycontradictoriamente (si imponemos la condici6n deun euro-discurso congruente), toma la pvostura deque la "creaci6n de una industria cinematogrdficay televisiva europea fuerte"..."gcnerard empleos yayudara a Europa a proteger su identidad cultural ysus esperanzeis de expansi6n econ^mica en vista de laexpansi6n estadounidense y japonesa" (CEC, 1984a:4; el subrayado le ha sido agregado. P.S.). Segiinesta cita, la identidad aparentemr:nte ya existe: hayuna cultura supranacional que debe ser defendida enla cual se concibe a Europa como un sujeto o agenteya constituido (Cfr. Towards a European TelevisionPolicy, CEC, 1984b: 8-9). Para coronar la ret6rica,tenemos un mensaje ritual de Jean Monnet, uno delos padres de la Comunidad, ya hace mucho tiempodesaparecido:

"Si tuvieramos que volver a crear la ComunidadEuropea otra vez, deberiamos comenzar con sucultura" (citado en Towards a European TelevisionPolicy, 1984b: 10).

Un mandato "sagrado" de esta iiaturaleza legitimala aparente inversi6n del ^nfeisis acostumbrado, elcambio de la preeminencia de la economfa a la dela cultura. Sin embargo, la "cultura" estd aqufcon el claro prop6sito de servir intereses econ6micos:funciona como un discreto sin6nimo de "protecci6n dela capacidad productiva domestica y del empleo".

Antes de examinar otras frases ret6ricas relaciona-das, con toda seguridad vale la pena hacer un comen-tario acerca de la visi6n de la historia europea que sos-tiene la versi6n oficial. La supuesta cultura comiin hasido producida por medio de "las contribuciones de dis-tintos individuos, ideas, estilos y valores" al paso de lossiglos; pero una allternativa a esta manera de percibirlas cosas por lo menos insistirfa sobre la deveistaci6ncausada por siglos de guerra en el Viejo Continente,y de expansi6n imperialista a escala mundial. ^No es

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esto lo que ha producido lo que ahora tenemos? El si-lencio es sintomdtico, pues la cultura comiln muy bienpuede tomarse como imaginaria y como basada en lanecesidad de olvidar el horrible p&sado. La Europacontempor&nea de una "cultura comun" es producto,sobre todo, de las depredaciones de la segunda guerramundial y del orden mundial transformado que la su-cedi6. Pero esto es algo que no puede decirse sin ofensa,una premisa inadmisible y suprimida en la euro-ret6ricacontempordnea. Dicho de otra manera, el presente pro-yecto de "unidad en la diversidad" causa tal distorsi6nque impliea reescribir la historia y recodificar la me-moria social. Estas son importantes caracterfsticas dela construcci6n de ima identidad colectiva que serdnconsideradas con mayor amplitud a continuacidn.

La imagen como defensa de la cultura

Los problemas de los eurocr£tas se han convertidovia via en preocupaci6n de acad^micos y asesores.Un caso ejemplar es el del llamado "Proyecto deValores Culturales Europeos" (cuyo titulo presume loque apenas se intenta descubrir) cuya base estd enel European Institute for the media at ManchesterUniversity. En un reciente estudio llamado "Televisionin Europe", Anthony Pragnell (1985) aborda elproblema de lo que hay que hacer "para fomentar unamayor europeizaci6n de nuestros servicios televisivos".Este proyecto se emprendi6 "bajo la sugerencia delos representantes de las organizaciones difusoras delos mds pequenos pafses de Europa occidental, queeetdn preocup&dos por el efecto que la exhibicionde programas extranjeros, muy especialmente de losEstados Unidos, tiene sobre la cultura y los valoreseuropeos". (Pragnell, 1985: 1; con ^nfasis agregado.P.S.). Le deB americain, otra vez. E}sto no esnuevo, ni tampoco trivial. Sin embargo, lo que aqufmuy daramente se da por sentado, es la existenciade una "cultura europea" y de "valores europeos".Adem£s, tambien se presupone que podemos hablarinteligiblemente de "efectos" sobre un "objeto" biendefinido.

Me preocupan menos los descubrimientos empfricos_

Identidad nacional...

de Pragnell que lo que se piensa son el problema y suposible soluci6n. El habla de temorcs europeos en tornoal ver programas de otros pafses (particularmente delos Estados Unidos, con su fuerte cultura o variedad deculturas) podrfa, con el tiempo, erosionar la cultura,valores y correcto orguUo de los pafses de Europa porsus propias tradiciones. Tambi^n hay el temor de queel uso indebido del material estadounidense tendrfa unefecto similar sobre el sentido comiin de identidad enEuropa occidental, considerada como un todo que yaexiste en un grado significativo y cuyo fomento debe serla meta de las instituciones europezis. (Pragnell, 1985:5).

Esta manera de percibir las cosas no parece ser muydistinta en espfritu de la tesis del imperialismo culturalque en los ultimos veinte anos han adoptado HerbertSchiller, dentro de un marco marxista de referencia,y Anthony Smith (1980), dentro de un marco liberal.En una reciente exposici6n, Schiller otra vez arguyeque las companfas transnacionales contempordneas hantenido ^xito en su campana para "romper entidadesnacionales de difusi6n y telecomunicacion" ya quecuentan con "acceso casi total a los sistemas nacionalesde informaci6n y estdn cerca de convertirse en la fuerzadominante en la situaci6n nacional al saturar el espaciocultural de cada nacion". Debido a la capacidad que las"6rdenes de las corporaciones transnacionales" tienende eludir la autoridad nacional, la ''protecci6n de lacultura nacional" hoy d(a es conceptualmente inutil.(Schiller, 1985: 18; 6nfasis agregado. P.S.)- Lanoci6n "espacio cultural" funciona en esta cita igualque "identidad europea". La diferencia clave para eldiagn6stico estd en el fatalismo de Schiller acerca de la"defensa de la cultura" y en la ineludible necesidad dePragnell de hacer sugerencijis sensateis acerca de c6modebe lograrse.

La cita de Pragnell que hemos hecho anteriormentecontiene numerosos desbarramientos. Habla de lacultura de Europa, pero tambien de sus variastradiciones. El supuesto, ciertamente implfcito peroreal, es que ^stas son de alguna manera objetos

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estdticos bajo asalto. Pero icuales son las relacionesentre "culturas" y "tradiciones"? Una vez mds,como en los euro-documentos ya citados, se sostieneque hay un "sentido comun de identidad en Europaoccidental" cuya existencia es significativa, Pero qu6 esy c6mo podemos conocerlo no es problema a consideraren la documentaci6n oficial. "Europa" y "Europaoccidental" se intercambian indiscriminadamente, perolos limites territoriales de esa drea se dejan sinespecificar, y esto claramente necesita hacerse porquecon cada llegada a la "Comunidad Europa" se cambiaen cierta medida la identidad propuesta.

El texto de Pragnell tiene la virtud de intentardefiniciones clarzis:

"La cultura debe verse como la amalgama deelementos que distinguen las comunidades entre si(cualquiera 'jue sea su tamano). Estos elementosidentifican, por ejemplo, lo que las divierte, entristeceo exalta; y gobierna la formacion del caracter en elhogar, y lo que se ensena (y como se ensena) enleis escuelas y otros establecimicntos educativos. Losvalores nacionales se ven como parte de la culturae infiuiran sobre la manera en que ias comunidadestiendan a enfocar (no necesariamente con resultadosuniformes) cuestiones morales, eticas, politicas y de sucomportamiento". (1985: 8).

Siendo de un hombre sensato, p)ero lego en la mate-ria, esta definici6n tiene mucho de recomendable. Lasculturas moldean los "caracteres nacionales", y se con-sidera que las entidades nacionales portadoras de cul-tura producen efectos homog^neos en sus ciudadanosy que son actores colectivos con una sola identidad.Esta definici6n toma "cultura" conio producto termi-nado, y a la naci6n como "un algo estable, concedidode antemano". En cbnsecuencia, esta visi6n de un lego,tambien es ejemplo perfecto de un punto de vista ofi-cial, dado de arriba hacia abajo, d« lo que una culturapodria ser: integral, integradora (! integrada. Al decirque es "oficial" no implicamos que necesariamente seaelitista -y Pragnell correctamente sefiala el cardcter li-mitado de un punto de vista estrecho y de alta cultura.

Pragnell en verdad reconoce las contradiccionesculturales de las naciones-estado contemporaneas, pero

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las hace a un lado:"No necesita haber conRicto entre la idea de

culturas nacionales o regionales y la de una mas amplia(aun cuando menos obvia y desarroUada) culturaeuropea. Dentro de las naciones habra variaciones, aveces muy marcadas, entre diferentes grupos regionaleso etnicos (y en nuestros dias, entre generaciones).Sin embargo, las culturas separadas seran templadas,y unificadas en diferentes grados, por una cuituranacional comiin. De la misma manera, dentro dela Europa occidental hay element^s visibles de unacultura comiin que en algunos campos ya existe y enotros esta emergiendo." (1985: 9)

Sin embargo, en esta versi6ii de las cosas, elmodelo nacional de cultura que sobreviene no debeser demasiado impermeable ya que necesita absorberelementos de la "cultura comiin" europea (que en laliteratura oficial es un espacio descriptivo en bianco)de la que se ha hecho profesi6n. Pragnell, queinvestiga prdcticamente dentro de la euro-emisi6n, muyclaramente ha hecho un trabajo elaborado de la f6rmulade la "unidad en la diversidad"; pero es obvio que decirlo que la "eurocultura" realmente es, representa unobstdculo insalvable.

El empuje prdctico de su argumento estd deacuerdo con el documento de la CE ya mencionado quees, a saber, el de acentuar la necesidad de salvaguardarla producci6n dom6stica. La base de este argumento,como hemos visto, es que las importaciones son danineisen potencia, tanto cultural como industrialmente. Sinembargo, Pragnell desea distanciarse de \as teorfzis del"imperialismb cultural" al estilo Schiller, que para 61implica "una polftica concertada y coherente de partede las varias y aparentemente dispares agencias deproducci6n, para difundir tan ampliamente como seaposible una imagen favorable, pero inexacta en granmedida, del estilo de vida en los Estados Unidos."(1985: 12).

Como rechazo de un modelo de conspiraci6n, ^stees incuestionable -aunque, como veremos, ese modeloya estd bajo el ataque de un iiuevo revisionismo.El siguiente paso quizd sea mds cuestionable, pues,basdndose en recientes investigaciones de Elihu Katz

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y Tamar Liebes (1985) sobre los modos complejosen los que prdgramas como Dallas son interpretados,Pragnell (1985: 13) arguye, en efecto, contra laproposici6n de que la importaci6n de cultura tengaefectos fuertes y definidos. Claramente, esto debilitauno de sus puntos iniciales fundamentaies. Esto secontradice una vez m ^ un poco despu^s, cuando seda por sentado que un sistema televisivo que funcionacomo servicio pilblico nacional, va a actuar comofuerza integrativa con el efecto homogeneizador deproducir "una comunidad informada...consciente desu historia, cultura y tradiciones" (1985: 15). Estemodelo cultural/nacional se proyecta enseguida al niveleuropeo como si una idea televisiva a l'anglaise pudieracontribuir significativamente a una uni6n m ^ cercanasin mucho m&a ruido.

He dedicado algdn tiempo a cuestionar Ios presu-puestos de Pragnell porque ofrecen un caso muy defi-nido de c6mo un trabajo de euro-invest] gaci6n se "des-envuelve". Claraniente, hay muchos artfculos de fe:que las culturas nacionales son supuestos dados, en sumayor parte no problemdticos, que ya existe una iden-tidad europea (pero que no puede ser descrita), que sepueden identiBcar con bastante claridad algunos efec-tos culturales adversos -un supuesto que le da a todala empresa un m6vil. Sin el supuesto del dano cultural,no tendrfa caso la defensa de la cultura.

"Espacio audiovisual": una metdfora polfticaa

La ret6rica de la defensa de la cultura pOedeemplear numerostis terminologfas. Otra variantedistintiva es la que se deriva de Ios recientes debatesen la UNESCO acerca de la identidad cultural.

Durante el Congreso Mundial de la UNESCO sobrePolfticas Culturales, realizado en la ciudad de Mexicoen 1982, el t^rmino "identidad cultural" se convirti6 enpalabra clave tanto en el sumario del Secretario Generalcomo en los informes y declaraciones publicadosdespu6s del evento. En este contexto, y comolas siguientes citas indican, se hicieron considerablesesfuerzos definitorios:

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"La cuitura pertenece al hombre, a todos los hom-bres. La cultura fue universal, pero no unica...El con-greso fue unanime en su reconocimiento y convencida yvigorosa reafirmacion de la igualdad en dignidad de to-das las culturas, y en su rechazo de cualquier jerarquiaen esa area...Por lo tanto, reafirm6 el deber de todosde respetar todas las culturas. Pudo verse con daridadque la aBrmacion de la identidad cultural se ha con-vertido en un requerimiento petmanente tanto para losindividuos como para los grupos y naciones...La iden-tidad cultural fue la defensa de las tradiciones, de lahistoria, y de los valores morales, espirituales y eticostransmitidos por las pasadas generaciones." (1982: 8)

Obviamente, esperar que los borradores redacta-dos por comit^s tengan coherencia intelectual es exigirdemasiado. Sin embargo, las confusiones y contradic-ciones son importantes, e interesantes, especiaimenteen vista de la extensa aceptaci6n del muy el^stico con-cepto central. Las declaraciones de la UNESCO mon-tan el mismo corcel de la "unidad en la diversidad",pero en un nivel diferente. Todos los hombres (y lascultureis) son iguales, as{ que resp^tense los unos a losotros. Pero es claro que ellos no respetan este mandatoy, por lo tanto, en el siguiente pdrrafo debe reconocerseque en el mundo moderno leis cultureis pertenecen avarios grupos, los m ^ importantes de ellos las nacio-nes -y de ahl la legitimidad de la defensa de la culturanacional y

"ia importancia que se le da...a la promocionde lenguas nacionales y locales...Muchos delegadosopinaron que no se podia hablar de identidad culturalsin reafirmar los conceptos fundamentales de soberanianacional e independencia territorial...Sin embargo,algunos insistieron en que la identidad cultural nopodia ser deRnida solamente en terminos de identidadnacional...Como no era posible concebir una identidadcultural que no tuviera contacto con otras, tampocopodia verse como una forma de introversion, como unaentidad hermeticamente sellada, condenada, tarde otemprano, a desplomarse sobre si misma." (UNESCO,1982: 22-23).

Cabalgar en la montura de la "unidad en ladiversidad" a nivel mundial aporrea mas dentro de los

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confines de "Europa". Es claro que si la lengua estan importante para la identidad cultural, la identidadcultural no puede ser equivalente a la identidadnacional ya que puede ser que varios grupos lingufsticoshabiten la misma naci6n-estado, o que esten ligados dealguna otra manera m ^ all6 de sus confines. Una visi6ncultural autonomista se contrapone a la visi6n nacionalintegracionista, como puede verse en el espacio de unascuantas oraciones. Se mantiene que las identidadesculturales no pueden sostenerse por sf mismas, perouna vez que esto se concede, la jerarquizacidn deculturas se admite implfcitamente si se reconoce quelos poderes cognoscitivo, politico y econ6niico noestdn uniformemente distribuidos en el mundo, Losproblemas de la dominacidn y de la desigualdad nopueden ser desterrados con puras palabras. Lasambiguedades del discurso de la UNESCO, pues, son^stas: la tendencia pluralizante que dice que todaslas culturas son iguales necesita el rechazo de laidentificaci6n de la identidad cultural con la identidadnacional, de la cultura confinada dentro de la naci6n-estado. Pero se amenaza el derecho a ser distinto, elderecho a la autonomfa absoluta, en cuanto se admiteuna "dial^ctica entre lo interno y lo externo" (UNESCO1982: 23). De donde, la I6gica de la defensa de lacultura nacional no puede eliminarse.

Las preocupaciones de la UNESCO en el campo dela cultura y el flujo de la informaci6n (como se pre-sentan en el informe de MacBride, 1980) han tomadouna inflexi6n particular en la reciente investigaci6n dela posibilidad de un "Espacio Audiovisual Latino". Enel informe de Armand Mattelart al gobierno socialistade Francia (Mattelart et al., 1983; hay traducci6n alingles), el argumento de la "unidad en la diversidad"se transforma en el de la defensa de la cultura para undrea particular de culturas.

Mattelart y sus colaboradores, al tratar de estable-cer un "espacio audiovisual latino" observan desde elprincipio que la expresi6n es lingufsticamente ambiguaya que "cubre un drea geogr^fica en donde la situaci6noficial de una lengua 'latina' varfa de oficial a nacional,de minoritaria a mayoritaria"; lo que es m^s, en algu-nos pafses, (especialmente americanos), la "latinidad"

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fue impuesta (Mattelart et al., 1984: IX). Esto podrfaconsiderarse suficiente para viciar el proyecto, pero no:

"En una epoca en la que 7a organizacion poiitica,industrial y financiera del mundo ae estd redeRniendo,un nuevo 'espacio' s61o puede emerger por medio dela recoleccidn de experiencieis y la convetgencia de he-rencias historicas, culturales y economicas diferentes".(1984: X).

Es claro que esta concepci6n de "espacio" conun nuevo contenido que todavfa ha de producirse,funciona de manera mucho muy parecida a la de laaspiraci6n hacia una "identidad europea". En ultimainstancia, se mantiene que existe una afinidad culturaly que 6sta es una fuerza suficientemente poderosa comopara legitimar la reorganizaci6n de lfmites geogrdfico-culturales. Este proyecto obviamente corta de lado alado la euro-concepci6n ya que ofrece un diferente -enverdad opuesto- principio de integraci6n.

Una vez mds, lo que me interesa del libro deMattelart no es tanto su contenido empfrico (que seha vuelto obsoleto con gran rapidez -un problemaque hostiga a este campo) cuanto su estructuraconceptual y objetivos. En ultima instancia, porsupuesto, es un argumento para la reorganizaci6n delsistema cultural del mundo, con ^nfasis especial en\as industrias audiovisuales. La ret6rica de crear unespacio concuerda con las ambiguedades inherentes alas industrials culturales (Cfr. Mattelart y Piemme,1982): lo "audiovisual" es, al mismo tiempo, una arenasimb61ica y una econ6mica. Esa ambigiledad permiteargumentos que son culturales y econ6micos al mismotiempo. La intenci6n fundamental es la de reforzary extender \aa basses productiviis de aquellos que alpresente se encuentran en desventaja en el mercadoaudiovisual mundial. Es claro que publicamente seapela al sentimiento de que la producci6n nacionaio latina es esencial para el mantenimiento de ciertasclzises particulares de identidad que, de otra manera,se verfan amenazadas.

Sin embargo, este punto no estd exento deambiguedad. Los conceptos de "identidad cultural"y de la defensa de la cultura nacional, de hecho.

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aunque son claramente la raiz de la idea de crear unnuevo "espacio audiovisual", se manejan como si fueranobjetos profundamente sospechosos:

"Una de las paradojas de ^os proyectos ligados anuevas formas de resistencia es que a su genuino deseode cambio puede serle injertado el nacionallsmo masordinario, o aun el racismo. La identidad cultural esuno de los canales mas notables para esta ambiguedady facilmente resbala bacia la afirmacion nacionalista dela superioridad de un grupo sobre otros." (Mattelart etal., 1984: 110).

Aunque en ninguna parte se define "identidadcultural", se la caracteriza negativamente al indicarcuatro maneras en las que "sirve para ocultar larealidad": puede causar proteccionismo sin una polfticaproductiva concomitante; puede ser confundida "conla defensa de un pasado fijo"; puede ser reducidaa "una etiqueta nacional para lo que esencialmentees una copia transnacional" lo que da por resultadoel "folklore pintoresco"; finalmente, se denuncia suuso como "abanderada de una alternativa cultural-imperialista -y aquf se critica la invenci6n de AmericaLatina por Napole6n III (1984: 17-18). Es obvio que eltermino "identidad cultural latina" no va a servir, asique tiene que encontrarse una alternativa que eliminelas connotaciones negativas en potencia: ^"espacioaudiovisual latino"?

Ha ocurrido,en efecto, un desplazamiento y susti-tuci6n conceptual en el que un termino tefiido, "iden-tidad cultural", ha sido reemplazado por el mas gran-dioso e incontaminado de "espacio". Esto tiene la claravirtud de esquivar las ambiguedades inherentes en eldiscurso de la UNESCO con su imf)ortante, invalidante(e intencional) confusi6n de la relaci6n entire naciona-lidad y cultura. La intenci6n es que "espacio" ofrezcauna salida a estos problemas mediante su atractiva va-guedad. Pero esto no puede hacerlo porque necesitaalgiin adjetivo calificativo. Con "latinidad" (aun en lalinea de una variedad clareada y fraternal) volvemosdirectamente a la problemdtica de la dominaci6n y ladefensa de la cultura -quizd no entre los "latinos" mis-mos, pero ciertamonte entre ellos y el resto, especial-mente los p^rfidos anglosajones. Las culturas no son

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todas iguales; los "espacios" son inclusivos tanto comoexclusivos y, en consecueneia, son campos de fuerza.

Sin embargo, una de las rarezas de este esfuerzoes que en ningun lugar se reflexiona sobre el nuevoconcepto sustituto, es decir, "espacio". Y es que sise hiciera eso, se traicionarfa la intenci6n del juego.Para encontrar un intento de hacer esa reflexi6n,se tiene que buscar en otro lado, en el trabajo delge6grafo Torsten Hagerstrand, quien de una maneraque estimula a la reflexi6n (y haista donde uno puedesaberlo, bastante independientemente de los debatesactuales en el campo de la cultura) eslabona imaconcepci6n de espacio audiovisual con problemas dela identidad. Son exactamente estas fundamentalscuestiones las que no reciben tratamiento sistemdticoen el trabajo de Mattelart, porque ese eslabonamientoles es conceptualmente negado.

Hagerstrand (1986: 8), tomando el caso de Suecia,distingue dos formas de integraci6n social: "Integraci6nterritorial" se refiere a formas de comunicaci6n socialcara a cara en las que "la proximidad es la categorfasuprema y, en consecueneia, el pensamiento, la lealtady la acci6n se ven estrechamente ligados al espacio".La evidencia de la necesidad de esta identificaci6n conel domicilio local es fuerte, dice Hagerstrand. Encontraposici6n, estd la "integraci6n funcional" dentrode la contempordnea "sociedad de sistemas" en laque los mensajes circulan globalmente. La dudaque Hagerstrand (1986: 13) se plantea es si aceisola difusi6n puede coadyuvar al deseo de adquirirm ^ espacio para el modo territorial de organizaci6nque del que actualmente dispone. Hagerstrand diceque las estructuras difusorzis de la sociedad suecacontemporAnea se mueven en dos direcciones: la radioy la televisi6n tienden a enfatizar los ruveles nacionalese internacionales, mientras que la prensa local tiende areforzar la integraci6n territorial:

"los medios televisivos tienen una tendencia in-herente a promover lazos jerarquicos y centriilizadosgue tienen como resultado el alejamiento de la gentede la comunicacion cara a cara. Pero estas limitacio-nes no circunscriben totalmente el "espacio de posibi-lidad''...para la mayoria de la gente, la localidad y la

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regidn donde viven es m&s que espacio social, por lomenos subconscientemente. La existencia tambien seenlaza a un paisi^je tangible que es un recurso basicoy una entidad gue hay que entender y cuidar. La di-fusi6n podrfa contribuir grandemente al incremento deia conciencia de espacio en este aspecto tambien." (Ha-gerstrand, 1986: 20,25).

El punto central es que, de acuerdo con este puntode vista, el manejo del espacio audiovisual tiene conse-cuencias importantes para la construcci6n de la iden-tidad social. Hagerstrand argumenta en favor del usode Ios medios para despertar y reforzar un sentido dehistoria local, de tiempo y lugar. Es en este contextoque utiliza el t^rmino "espacio deposibilidad". Clararmente, la implicaci6n es que la "tendencia inherente"en los medios de ''nacionalizar" el espacio social, puedeser conscientemente contrarrestado, y que su potencialpara el reforz£uniento de las identidades de estilo an-tiguo, basadas territorialmente, estd lejos de agotarse.Un punto que vale la pena notar es que el "espacioaudiovisual" y la identidad (socio cultural) no necesi-tan ser consideradas como t^rminos opuestos o susti-tuibles, sino m ^ bien, pueden ser usados en conjunci6ny plausiblemente en im marco analftico como el de Ha-gerstrand. Otra implicaci6n adicional es la de que elconcepto de espacio puede manejarse de diversas marneras. En el grandioso diseno de Mattelart, el princi-pal movimiento es hacia afuera, hacia la creaci6n de unirea de "latinidad", que por no poder ser definida per-manece vacfa, pero rellenable en potencia En el casode Hagerstrand, el movimiento que se sugiere es haciaadentro (el espacio nacional se da por sentado), haciael reforzamiento de lo local, de lo que ya es conocido.Cualquier desarrollo adicional de la refiexidn acerca dela relaci6n entre el espacio social, los medios y la^ for-maa de identidad cultural, necesita tomar en cuentaambos movimientos, hacia afuera y hacia adentro, yeso, como diremos enseguida, requiere que se le d^ unam ^ cercana atenci6n a los m&B amplios procesos de laconstituci6n de identidades.

El nuevo reviaionismo

El enfoque de Mattelart marca una retirada del de

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Identidad nacional...

Schiller, pues implica una nocion pluricentral de pro-ducci6n de cultura, la que difiere de la visi6n mono-central de este ultimo. Pero no todos los centros soniguales, y Mattelart busca expandir el espacio culturalde los relativamente desfavorecidos "latinos" a expen-sas de los sobre-expandidos anglosajones Sin embargo,cada vez mas se nos ofrece totalmence otra imagen queimplica una retirada total de estos estructuralismos glo-bales y que enfrenta la peligrosa alternativa de sufrirun colapso hacia el subjetivismo. Cada vez mayor pro-minencia tiene el modelo hermeneutico de consumo delos medios. Hace pocos anos, Fred Fejes (1981) senal6una debilidad crucial en la tesis del imperialismo delos medios, a saber, que aunque en t^rminos genera-les pueda decirse mucho acerca del flujo de productosculturales, tdcniceis y formeis de organizaci6n, personal,valores y capacitaci6n de los centros de poder culturaldel Norte hacia el Sur, leis implicaciones de estos flujospara aqu^llos que los consumen permanecen oscureis ensu mayor parte. Fejes abog6 para que se investigue alpviblico usuario de los medios con cl objeto de comple-mentar y engrandecer la teorfa existente.

El cumplimiento de esta demanda en t^rminos denueva investigaci6n parece estarse cumpliendo y, dehecho, algo de este trabajo precedio a la demanda deFejes. Buena parte del nuevo revisionismo proviene delculturalismo marxista de Stuart Hall (Cfr.v.g. Hall,1977). En un trabajo importante (muy influido porla semi6tica) sobre la "codificacidn" y "decodificaci6n''de los discursos de los medios a principios de la d^cadade 1970, Hall (1980) abre una linea de investigaci6nque despu^s David Morley (1980) toma para su trabajoempfrico. En esta investigaci6n del piiblico, Morleyhizo el intento de relacionar a varias "decodificaciones"de las posiciones sociales de los intdrpretes. Paraesto emple6 una concepci6n activista, el publico comoconstructor de significado, distancidndose de los efectospositivistas y de los enfoques de''usos y gratificaciones".Subsecuentemente, Morley ha extendido su trabajopara explicar las maneras como las relaciones socialesintra-familiares afectan los usos e interpretaciones dela televisi6n en el hogar (Morley, 1986). De manera

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bastante parecida, este enfoque ha sido tomado ymodificado despues por otros como Ien Ang, PeterDahlgren, Elihu Katz y Tamar Liebes, y Justin Lewis(Cfr. sus artfculos en Drummond y Paterson (eds),1985).

Vale la pena detenernos unos momentos paraver c6mo esta corriente revisionista ha manejado lacuesti6n del imperialismo cultural. Porque ha sidomuy mencionado, y porque se le ha investigado enalguna medida, un buen foco para ello es la serietelevisiva de fama mundial, Dallas. Para Mattelart ysus colaboradores, esta serie figura como "el simboloperfecto de odio, la pobreza cultural...contra la queuno lucha" (1984: 90). Dentro de la corrienterevisionista, su significado es recodificado. Katzy Liebes (1985), usando grupos de discusi6n detelevidentes de variados antecedentes ^tnicos paraproducir "datos ecno-semiol6gicos'', han subrayado lagran variaci6n de respuesta de la gente de diferentesculturas. Su argumento es qiie no hay un solo mensajede la cultura estadounidense que sea uniformementepercibido, sino que "la interpretacion de un programaes un proceso de negociaci6n entre la historia que sepresenta en la pantalla y la cultura de los espectadores"(1985: 187). La cultura, sin embargo, se reduce enalcance y parece estar muy afuera de cualesquierarelaciones de poder o dominaci6n en lo absoluto.

Ien Ang (1985) tambien estudia las complejidadesde las respuestas de los espectadores de la serie Dallasbasdndose en una muestra de cartas voluntarias delos espectadores. Su tesis central es que la gente veDallas por divertirse, y que los exponentes intelectualesde lo que ella llama "la ideologfa de la culturade masa" no lo reconocen asf. Desde su puntode vista, los altruistas defensores de lEis"identidadesculturales nacionales" en Europa occidental, hanenfocado erroneamente el nivel cuando lamentan elimperialismo cultural estadounidense y estan ciegos alas multiples maneras como la gente comun y corrientese involucra con la estructura melodramatica de latrama y sus personajes. Aqui otra vez, el nuevorevisionismo fuerza a un rompimiento entre argumentos

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Identidad nscioiiai...

polftico-econ6micos acerca de la producci6n de culturay las maneras en que ^sta se consume e interpreta. Sinembargo, aunque no debe menospreciarse, el placer deltexto no debe desplazar totalmente un interns en elpoder.

Este cambio de orientaci6n ha sido tomado en losultimos dfas por Michael Tracey (1985) que ha abogadopor un programa de investigaci6n que siga lineas m ^cualitativeis y etnogrdficeis, y por un desplazamiento dela problemdtica del imperialismo cultural. En lugar deello, se nos invita a comenzar desde abajo y avanzarhacia arriba, a considerar que el dato fundamentaldebe ser la "experiencia real" del consumo de mediospor el espectador (1985: 36). Tambien sugiere quelo que la investigaci6n realmente debe sacar a luz sonlas respuestas universales de la "humanidad comun ycorriente" (1985: 41-43). Es claro que este recurso ala esencia que acecha dentro de todos nosotros va m ^alld de la m ^ plausible propuesta de Morley de unamicrosociologfa diferenciada de Ion gustos.

No se niega que los nuevos revisionistas tienen unacierto legftimo en su insistencia en la importanciadel problema de los modos de interpretaci6n de losproductos culturales. Sin embargo, su acentuaci6n dela micropolftica del espectador puede acarrear consigouna tentaci6n subjetivista que cieitamente debe serevitada. Es justa la crftica de que los que teorizansobre el imperialismo de los medios tienen la tendenciaal reduccionismo politico-econ6mico; sin embargo, loque no pierden de vista es el problema que tiende unpuente entre c6mo puede ejercerse poder cultural tantoa niveles mundiales como nacionales y las manerziscomo 6stos se interrelacionan. Mientreis que losnuevos revisionistas han identificado una debilidad en elenfoque estructural, su micronivel de andlisis no ofreceun punto de observaci6n especialmente ventajoso parael estudio de la manera en que grandes colectividadesculturales constituyen sus identidades.

La necesidad de conceptualizaci6n expllcita

La discusi6n anterior ha demostrado la importan-

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Philip Schlesinger

cia de frases como "identidad cultural", "identidad na-cional" (y tambien, en verdad, "identidad trans na-cional") en el discurso contemporineo sobre cultura ycomunicaci6n. Sin embargo, a pesar de su prominen-cia, no es nada claro lo que estos terminos realmentesignifican o, todavia mds importante, no esta claro queninguno de los escritores citados tenga una visi6n co-herente de la manera en que tales formas de identidadcolectiva se construyen.

Por debajo de los varios argumentos en favor dela defensa de la cultura, hay uno (que quizd seamejor caracterizado como creencia extendida), a saber:que la excesiva importaci6n de productos culturalesextranjeros, en este caso programas de televisi6n, puededanar y aun destruir identidades. Este punto de vista,que es negado por el nuevo revisionismo, naturalmentepresupone que sabemos mucho acerca de los efectos delconsumo de la cultura. Lo que es mas, elremedio -consumir mds de lo propio, o mas de lo quese piense que es bueno para uno- depende exactamentede la misma premisa.

Por debajo de todo esto, hay supuestos inexplora-dos acerca de las culturas, y de c6mo se constituyen,reproducen y modifican sus fronteras. Es obvio que eldebate no puede avanzar mds, a no ser que comencemosa conceptualizar estos procesos explicitamente. Sin esteesfuerzo intelectual, posiblemente seremos incapaces dedecir ninguna cosa litil acerca de las identidades colecti-vas y su relaci6n con los procesos culturales. Pero parahacer esto, tendremos que leer otras bibliografieis, puesen la investigacion sobre la comunicaci6n, la identidadcolectiva funciona como categorfa marginal. En otraspalabras, lo que necesitamos es voltear los terminosdel argumento convencional y no comenzar con la co-municacion y sus supuestos efectos sobre identidad ycultura nacional, sino por la proposicion del problemade la identidad nacional misma y preguntarnos comopuede ser analizada y qu^ importancia pudieran tenerlas practicas comunicativas para su constituci6n.

Es ahl en donde los expertos en comunicacionenmudecen, donde otros hablan. En lo que sigue, mimeta es examinar algunas posiciones teoricas que se

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Identidsid iiacionai...

relacionan con la cuesti6n de la identidad colectiva asfcomo considerar algunos trabajos einpfricos que incidensobre la conceptualizaci6n de los procesos de formaci6ny reproducci6n de la identidad colectiva.

II. La Identidad colectiva comoProblema de la ciencia social

El problema de la identidad ha sido tornadointermitentemente en leis corrientes principales de lasociologfa y la ciencia polftica, pero es diffcil encontruacuerdo acerca de la manera en que el problemadebe ser conceptualizado. No tengo intencidn derevisar de manera amplia el material que ya ha sidocompetentemente revisado en otro lugar (Cfr. Sciolla,1983). Baste decir que la mayor parte de los escritostrata principalmente de las relaciones entre el individuoy la sociedad, y continila con las preocupaciones dediferentes lenguajes conceptuales con la formaci6n del"cardcter" y "personalidad" individuales.

Ese no es el mejor nivel al que esta discusi6npudiera apuntar. Algunos tienen la opini6n de quela categorfa "identidad" solo es apHcable a individuos,no a colectividades. Esta es la posici6n adoptadapor Berger y Luckmann (1966), por ejemplo, en suenfoque fenomenol6gico del eisunto. La principal cargadel argumento contra la posibilidad de hablar deidentidades colectivas parecerfa ser que eso involucrarfauna inadmisible hipostatizacidn o reificaci6n. ComoSciolla (1983: 14) senala, esto da por sentado quela identidad colectiva debe ser vista como totalmenteexterna y opresiva del individuo, lo que es imaconcepci6n muy restrictiva. En lugar de eso, Sciolladice que:

"Tambidn bay la posibilidad de concebir la iden-tidad colectiva como resultado de procesos complejos,o sea, como constituida por una formacidn autdnomade fronteras y construccidn de sfmbolos que, sin em-bargo, interactua con las expectativaa o proyeccionesde individuos dados y con las gue tambi4n podria en-trar en conHicto, en una especie de equilibrio precariocuyos resultados podrian ser, o bien la modiScaciSn de

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la identidad individual (en el caso extremo, abandonarel grupo), o la modiRcacidn de la identidad del grupomisaio (en el caso extremo, la disolucion de su identi-dad colectiva)."

Tambien M. Oriol y P. Igonet-Fastinger (1984) hantomado ese punto de vista en sus recientes refiexionessobre la categorfa de identidad. Tambien ellosargumentan que ese concepto implica la teorizaci6nde las dimensiones subjetivas de la pertenencia aun grupo en relaci6n con los factores objetivos quecondicionan la pertenencia a ^1. Para ellos, elt^rmino "identidad" mismo "se convierte en serialde la m&B urgente invitaci6n a una dial^ctica, la desiempre situarnos "nosotros" en relaci6n con "ellos", laexperiencia vivida en relaci6n con la institucionalizada,el presente en relaci6n a la historia, y todas esteisprescripciones inmediatamente evocando un esfuerzorecfproco" (1984: 157).

En afios recientes, el problema de la identidadcolectiva ha sido una preocupaci6n notable de laliteratura sobre etnicidad y movimientos sociales.Como han senalado tanto Paolo Pistoi (1983: 82)como J.W. LaPierre (1984: 197-198), el asunto de laetnicidad Ileg6 sustancialmente a la agenda poUtica enmuchos estados occidentales en las d^cadas de 1960 y1970 y necesitd una explicaci6n en su propio derecho.El andlisis del surgimiento de la conciencia dtnica yacci6n correspondiente fue acompanado de un internsen la identidad ^tnica.

Para LaPierre, esto ha convertido la identidadcolectiva en un nuevo objeto y problema de lasciencias sociales. Siguiendo el trabajo de MauriceHfilbwachs, dice que "la identidad colectiva est^ enrelaci6n con una memoria colectiva por medio de la cualel grupo contempordneo se reconoce a sf mismo a travesde un pasado y remembranzeis, conmemoraciones,interpretaciones y reinterpretaciones comimes" (1984:196). LaPierre distingue entre momentos defensivos ycontraofensivos en la identidad colectiva. Argumentaque hay una paradoja en el hecho de que losgrupos cambian y, sin embargo, insisten en que hanpermanecido iguales. Tambien senala la selectividadde la memoria, sea individual o colectiva, y le asigna

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Identidad nacional...

un papel crucial a los intelectuales en la "interpretticidnselectiva de la historia" (1984: 203-204).

Pistoi subraya la importancia seiiera del argumentode Fredrick Barth (1969) en el sentido de queel contenido de la identidad ^tnica no puede serconcebido estdticamente, sino que "la categorfa deetnicidad es una forma de organizaci6n social, unvehfculo de organizaci6n que puede adoptar diferentescontenidos en diferentes ^pocas y en variados sistemassocioculturales...En consecuencia, el factor orftico parala definici6n del grupo ^tnico es la frontera socialque define al grupo con respecto a otros grupos delmismo orden, no la realidad cultural dentro de esasfronteras" (Pistoi, 1983: 83). Esta extremadamenteutil conceptualizaci6n de la capacidad de los grupos^tnicos para recomponer sus fronteras y seleccionardiferentes criterios en diferentes ^pocas nos ofrece,obviamente, una visi6n dinamica de la identidad.Como veremos, otros, de varias manertis, se hanacercado al problema en t^rminos semejantes.

La 16gica de la identidad colectiva

En esta secci6n quiero abogar por la idea de que la"identidad nacional" se entiende mejor como una formaespecffica de identidad colectiva. Para desarrollareste argumento, revisar^ una cantidad de literaturapertinente al caso, especialmente de escritos en elcampo del nacionalismo. Muy poco del material arevisar ha sido escrito con un prop6sito especffico, loque en sf es digno de m^rito, ya que sugiere que en losliltimos tiempos no ha sido mucha la reflexi6n directaque se le ha dado al problema sociol6gico general dela definici6n de la identidad colectiva y de la manerac6mo 6sta es constituida.

Sin embargo, uno de los mds interesantes y con-tinuados esfuerzos para la consideraci6n del problemase encuentra en el reciente trabajo de Alberto Melucci(1982) que usar6 como punto de partida.

El trabajo de Melucci se ocupa principalmentede la interpretaci6n de los movimientos sociales queflorecieron particularmente en las decadas de 1960 y

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1970. Muy en la vena de otros escritores como Tourainey Pizzorno (Cfr. ScioUa (ed), 1983), Melucci argumentaque los conflictos de esos anos pueden ser interpretadoscomo parte de la lucha por la identidad. Dentro delcontexto de una critica que hace de autores importantespara la explicaci6n de la acci6n colectiva como CharlesTilly y Mancur Olson, Melucci desarrolla un argumentoacerca de c6mo debe enfocarse el problema de laidentidad colectiva. Ese es el aspecto de su trabajoque me propongo evaluar.

Segiin Melucci, a medida que la^ sociedades occi-dentales se alejan de un modelo industrial capitalistaba^ado en las clases, el concepto de identidad ha adqui-rido creciente importancia para una teoria de la acci6nque explica la formaci6n y actividades de varios grupos.Se conceptualiza la "identidad" como algo que "involu-cra sobre todo la noci6n de permanencia de un sujetou objeto a trav^s del tiempo". Melucci tambi6n senala"la noci6n de unidad, que establece los limites de unsujeto u objeto y que le permite ser distinguido de otrocualquiera". Finalmente, sugiere que el concepto deidentidad envuelve "una relaci6n entre dos elementosque pueden ser reconocidos como identicos'" (Melucci,1982: 62; el 6nfasis es original).

Criterios formales como ^stos pueden aplicarsetanto a formeis de identidad individual como colecti-vas, y las primeras dos en particular huelen a longe-vas discusiones sobre la identidad personal en el campode la filosoffa de la mente. El tercer criterio le es departicular importancia a Melucci, que desea acentuarque tod£is las identidades se const^ituyen dentro de unsistema de relaciones sociales y requieren el reconoci-miento recfproco con otras. La identidad, dice, no debeconsiderarse como "cosa", sino como "un sistema derelaciones y representaciones". Ademds, agrega, la dis-tinci6n entre niveles de identidad individual y colectivano conlleva ninguna implicaci6n para el concepto deidentidad mismo; mds bien, lo que cambia es el sistemade relaciones al que el actor toma como punto de refe-renda y con respecto al cual su reconocimiento llega"(1982: 68).

El concepto de identidad estd ligado al de acci6n.Melucci subraya que los actores deben tener capacidad

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Identidad nacional...

para reflexion&r sobre sf mismos, percepcion desu pertenencia y continuidad en el tiempo. Lapreservaci6n de la identidad de un agente es percibidacomo un continuo proceso de recomposici6n mds bienque como dato dado, un proceso en el cual lasdos dimensiones constitutivas, la autoidentificaci6ny la afirmaci6n de diferenciaci6n, estdn en Iigaz6ncontinua. Una "crisis de identidad" en la sociedadcontempordnea se define como "la imposibilidad demantener una configuraci6n dada a traves del tiempoy el espacio" (1982: 72), En tales contextos, losmovimientos sociales se interpretan como naturalesporque le "ofrecen a los individuos la posibilidadcolectiva de afirmarse a sf mismos como actores y deencontrar un equilibrio entre el autoreconocimiento yel reconocimiento de otros" (1982: 72).

Despues de esta,s consideracionea generates, muchodel argumento de Melucci tiene que ver con los"nuevos movimientos antag6nicos", segiln su punto devista, del post-capitalismo. Este andlisis s6Io interesatangencialmente al presente trabajo y s61o mencionar^algunos puntos.

Primero, el interns principal de Melucci, sobretodo, es la construcci6n de la identidad colectiva anivel sub nacional: la naci6n-estado como contextose da por sentada. En mi opini6n ^sta es unaseria debilidad porque tiende a excluir la "identidadnacionaP por considerarla como un problema ques61o muy inciertamente se deriva de un internsintrasocial. Yo propongo que simplemente extendamosel acercamiento general de Melucci a ese nivel deandlisis.

Segundo, dado que su enfoque rechaza el reduccio-nismo a clases y la idea de que a los sujetos hist6ricos seles asignen papeles definidos, Melucci puede preguntarpor que un actor social dado apaiece en la escena enun momento dado. Dicho de otra manera, la identidadse interpreta como un aspecto dindmico, emergente, dela acci6n colectiva. Este me parece un principio que esutil seguir.

Tercero, se le da considerable acento a la dimensi6nsimbolica de la identidad:

"Podriamos deRnir la identidad como la capacidad

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reflexjva de producir una toma de conciencia de laaccidn (o sea, una representacion simbolica de ella) masalii, de cualquier contenido especiRco. La identidadse convierte en reflexividad formal, en capacidadaimbdlica pura, en el reconocimiento de la produccionde un aentido de accion, dentro de los limites impuestosen un momento dado por el medio ambiente y laestructura bioldgica." (1982: 88).

Una vez m ^ , dados nuestros intereses, el enfoquesobre el nivel cultural es valioso en lo general,aunque no se da ninguna indicaci6n acerca de lamanera c6mo se logra esa reflexividad, o acerca de siciertos agentes especfficos dentro de una colectividad("los intelectuales") jueguen un papel particularmenteimportante.

El acercamiento bdsico al problema de la identidad,como hemos visto, acentila una concepci6n activista,de construcci6n de significado; ademds, se dice que losprincipios para el andlisis de la identidad permaneceninvariables independientemente del nivel al cual sele proyecte. Contra dstas, sus propizis premisais,Melucci hace un movimiento algo dudoso. Alega quelas sociedades post-industriales contempordneas sondistinguibles de la siguiente manera:

"La identidad ya no se presenta como 'dada' porla naturaleza, ni como el simple contenido de unatradicidn con la que los individuos se identi5can.Ya no se basa exclusivamente en la pertenenciaa 'tusociaciones reguladas normativamente' (estados,partidos, organizaciones). Los individuos y los gruposparticipan, por medio de su accidn, en la formacionde la identidad, que es el resultado de decisiones yproyectos mis bien que de condicionamientos y deligaduras." (1982: 89).

Lo que este pasaje dice, en efecto, es que elactivismo de los movimientos soci&les contempordneosentrana una concepci6n muy especiRca de la identidadcolectiva -una concepci6n apropiada exclusivamentepara ellos. En contreiste, las mds estables entidadesque confieren identidad son consideradas inertes.Seguramente ^ste es un contraste err6neo dentro delos propios t^rminos de Melucci y descansa sobreel supuesto de que la identidad de los movimientos

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sociales merece un analisis completamente distintivo.Pero, si su argumento general tiene alguna fuerza (y yocreo que sf), la construcci6n de la identidad dentro deentidades mis estables debe ser analizada precisamenteen los mismos t^rminos formales. Retomaremos estepunto mds adelante cuando discutamos el enfoque de la"invenci6n de la tradici6n''. Baste decir por el momentoque su alusi6n a las tradiciones Ie3 da ese valor sincuestionarlas, es decir, las considcra "tradicionales"m£s bien que sujetas a continua mutaci6n. Ademds,al imputarles identidades estiticas a los "estados",tambidn limita sin necesidad la capacidad de sumodelo para tratar el problema de la identidadnacional. Esta extrafia falta de imaginaci6n seve elaramente en su enfoque a la "etnicidad", quese interpreta meisivamente desde el punto de vista

de la emergencia de nuevas formjis de solidaridaddentro de naciones-estado establecidas. El internscentral es el de considerar por qu^ grupos sub-nacionales se ven compelidos a "redescubrir" y emplearla identidad ^tnica como recurso polftico-econ6mico.Pero, precisamente, esto es dejnr fuera una muyinteresante e importante cuesti6n, la de saber c6modebe ser analizada la identidad nacional al nivel mdsamplio de la naci6n-estado. No hay ninguna baserazonable para poder excluir esa cuesti6n de la misma16gica activista de la identidad colectiva, aunque sea aun nivel m&s "remoto".

La naci6n como eomunidad comunicativa

Una lfnea potencialmente productiva en la inves-tigaci6n de la manera c6mo las naciones podrfan sercaracterizadas, es la que considera que el papel de lacomunicaci6n {en el sentido m&s amplio) es el de ser elprincipio integrativo dentro de un determinado grupo.Este enfoque tiene algunos exponentes distinguidos enla historia de lo que se ha escrito sobre el naciona-lismo. Sin embargo, estd marcac'o por una ceguerarecfproca de la que marca los estudios contempordneossobre comunicaci6n: allf, no se conceptualiza la naci6n-estado suficientemente, mientras que on los escritos so-

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bre nacionalismo generalmente no se teoriza sobre losmedios masivos. Necesitamos salir de este doble ca-Ilej6n cerrado. Mayoritariamente, no se conceptualizala naci6n en t^rminos de "identidad colectiva"; sin em-bargo, hay ocasiones en las que este tema es tratadoexpUcitamente. En uno de los mds recientes trabajosde este g6nero, por ejemplo, W.J.M. MacKenzie (1978)cuestiona la noci6n "identidad polftica colectiva" usadaen ciencia polftica. Dice que este t^rmino fue popula-rizado originalmente por medio del trabajo de LucianPye sobre el desarrollo politico. MacKenzie sugiere quePye tom6 la idea de una "crisis de identidad" del tra-bajo de Erik Erikson en el que el foco de interns era elnivel del desarrollo psfquico individual: "identidad estodav(a...la identidad que un individuo puede encon-trar por medio de una colectividad; no la metdfora dePye, de que una colectividad puedo, como persona, te-ner identidad y crisis de identidad' (1978: 39). Por elcontrario, MacKenzie alega que la analogfa de la identi-dad colectiva no puede construirse correctamente sobrela del individuo. Ademds, decir como Pye que lais na-ciones emergentes estdn en busqueda de sus identidadescolectivas es dar por hecho aquello que uno se proponedemostrar.

Para MacKenzie, el problema de la identidadpolftica no puede ser tratado adecuadamente dentrode la ciencia polftica convencional. En lugar de darpor sentada la existencia de identidades, debemosconsiderar bajo qu^ condiciones "es posible realizar'un prop<Ssito comun' " (1978: 109). En opini6n deMacKenzie, un concepto de identidad colectiva s6Io esaceptable en el contexto de una concepci6n extendidade lengua:

"La comunidad de comunicadores, vaga como es,es sin embargo mis precisa que la de comunidad deintereses y contiguidad de espacio. Los conceptostradicionales de nuestro mundo moderno -nacion, raza,religidn, dase- retienen sus posicioces de poder. Perocada uno puede ser generalizado mis efectivamenteen terminos de un intercambio de, o participacion en,satisfeu:ciones simbdlicas." (1978: 165).

En este an^isis, pues, MacKenzie se ocupa en rede-

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finir el contexto en el que el problema de la identidad(aquf "polftica") colectiva puede ser conceptualizado.La "identidad colectiva" y su constituci6n es un pro-blema, no algo cuya existencia podamos presumir comocondicion anterior de actividad polftica. En su 6nfasissobre la constituci6n activa de agentes polfticos, Mac-Kenzie converge en parte con el andlisis del movimientosocial de Melucci.

MacKenzie se da cuenta del problema de establecercuales son las "fronteras naturales" de los gruposcomunicativos y alega que, en principio, esto puederesolverse por medio de la generalizacion del conceptode "encuentro". Estos encuentros deben ponerse "bajola rubrica de la comunicaci6n social que incluye elcontacto personal por carta y tel^fono, el enlace deespecialisteis por medios de comunicaci6n especiales,y el de comunidades de manera selectiva, por mediosmasivos de comunicaci6n'' (1978: 132).

Se considera que aquellos que interactiaan en esteisredes ocupan el mismo "espacio social", y MacKenziesugiere que los que comparten una red, comparten unaidentidad. En sus terminos, "la identidad nacional"es s61o uno de cuatro tipos principales de "identidadcultural" que es un legado del siglo XIX (los otros tiposson raza, religi6n y clase).

Bajo este tipo de argumento se encuentra laindetermlnacion en ultima instancia de las fronterasde identidad grupal. Si este enfoque fuera aaplicarse provechosamente, digamos a la Europaoccidental de nuestros dfeis, las comunicaciones (o,en diferente registro, la cultura) tendrfan que serlocalizadas institucionalmente. El punto principal dereferencia obvio serfa la naci6n-estado y su papelen el establecimiento y mantenimiento de fronteras.Esto pone una restricci6n de cardcter empfrico sobrela cuesti6n de la indeterminaci6n. De otra manera,el argumento que por un lado reproblematiza lacuesti6n de la conceptualizacion de la identidadcolectiva, por el otro lo hace de tal manera que suaplicaci6n analftica es imposible. Reconsideraremoseste punto cuando discutamos el trabajo de Giddensmis adelante. La referencia de MacKenzie a la

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"comunicacidn social" se basa en la noci6n centraldel trabajo sobre nacionalismo de Karl Deutsch (1953;2a. ed. 1966). Este trabajo presenta una mezclaconceptual de antropologfa cultural y teorfa de lacomunicaci6n. La tesis central de Deutsch es lasiguiente:

"El aspecto esenciaJ de la unidad de un pueblo,..esla complementariedad o eficiencia relativa de lacomunicacidn entre individuos -algo que en ciertasmaneras es similar a la simpatia mutua, pero en masgrande esca/a". (1966: 188).

En consecuencia, se considera que una naci6nes una entidad cultural con principios de coherenciallamados "complementariedad" y "eficiencia relativa".Para Deutsch, "los procesos comunicativos son la hasede la coherencia de las sociedades, culturas y aun delas personalidades individuales" (1966: 87). De hecho,se define nacionalidad segun esos principios:

"En breve, lo que aqu/ proponemos es unadefinicidn funcional de nacionalidad. La pertenenciaa un puebJo consiste en la amplia complementariedadde la comunicacidn social, Consiste en la habilidadpara comunicarse, en una variedad mis grande deasuntos, mis eRdentemente con los miembros de ungrupo grande que con extranos a ese grupo." (1966:97).

Esto es contrapuesto muy explfcitamente a las "de-finiciones acostumbradeis de pueblo en tdrminos de unacomunidzid de lenguiis, o cardcter, o memorias o his-toria pasada." (1966: 79). Complementariedad y efi-ciencia en la comunicaci6n son el cemento social. Sinembargo, estos principios son escurridizos cuando se lesinterroga porque no ofrecen ningiln criterio para marcarfronteras -precisamente la misma debilidad que encon-tramos en la posici6n de MacKenzie. De esta manera, elconcepto de complementariedad "podrfa ser extendidoheista hacerlo incluir la eficiencia comunicativa real oprobable de los individuos en una variedad de diferen-tes arreglos sociales" (1966: 110). En otras palabras,es suficientemente indefinido como para referirse sea auna villa o a ima naci6n. La Vinica condici6n limitanteque se menciona es la de que, a niveles m ^ altos decomplementariedad, "los pueblos se separan unos de los

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Identjdad nacional...

otros por barreras comunicativas, por 'brechas marca-dfis' en la eficiencia de la comunicacidn. Estas brechasson relativas" (1966: 100). Pero esto solamente esquivael problema: iqu^ tan relativo es lo relativo? De he-cho, complementariedad y eficiencia no tienen Kniitesen principio, de manera que, en las condiciones adecua-das, podrfamos Uegar a la llamada 'villa global": unagran naci6n; una lengua ampliamente extendida; el finde Babel. Al Uegar a este punto, ya es muy cuestio-nable la utilidad de la teorfa de la comunicaci6n socialcomo explicaci6n de la nacionalidad.

Otro punto mds es que la concepci6n funcionalistaque Deutsch emplea, aunque entrana diferendasnacionales, no se ocupa de la interaccidn entrecomunidades comunicativas (naciones) -y esto, comohemos visto, es un asunto de interns central parael debate actual sobre comunicaciones. No puedeespecificar c6mo se mantienen las frontersis; mds bien,solamente identifica a un pueblo dado como en posesi6nde complementariedad, y por lo tanto, ipso facto,lo identifica como nacicSn. Sin embargo, una delas principales ventajas es que ese enfoque no espresa de concepciones esencialistas de nacionalidad.Ademds, aunque necesitamos localizar competencisiscomunicativas limitadeis nacionalmente en un marcoinstitucional con mucho mayor cuidado, es importanteno ignorar el papel de la comunicaci6n social en laconstrucci6n de identidades naciontiles. El problemaes como localizarlo y en gue marco analftico, para quesu importancia en el contexto de mds amplios procesosde formaci6n de identidad colectiva pueda ser valorada.

Un techo polftico para la cultura

Otra teorfa influyente en la que las dimensionesculturales de la nacionalidad son de importanciacentral, es la que se encuentra en el trabajo deErnest Gellner. La primera vez que se formul6fue en un capftulo de Thught &nd Ch&nge (1964)y ha sido subsecuentemente elaborada en Nationsand Nationalism (1983). El principal objetivo deGellner es el de explicar los orfgenes del nacionalismo.Hablando a nivel general, Gellner argumenta que la

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formaci6n de naciones-estado es resultado inevitable deprocesos de centralizacion puestos en marcha por lasdemandas de la industrializacion y su concomitante,la compleja divisi6n del trabajo. Dice que el impactode las formas industrials de produccion resulta enla reorganizaci6n de anteriores formas de organizacionsocial (agrarias). Una demanda central, iniciadapor las relaciones sociales emergentes, es la de la"capacitacidn gen^rica": la habilidad, en principio,de hacer cualquier cosa. Esto a su vez, requiereun sistema universal, estandarizado, de educacion,que usara un medio lingufstico tambien estandarizado.Gellner dice que este proceso produce un "profundoe inevitable ajuste de la relacidn entre polftica ycultura", es decir, el "nacionalismo". La nuevaformacion entrana "la organizacion de contingenteshumanos en grandes grupos centralistamente educadosy culturalmente homog^neos" (1983: 35), con laconsecuencia de que el " hombre moderno no s61o esleal a un monarca, o pais o fe, independientemente delo que el diga, sino a una cultura". Segiin esta versi6n,ahora " estado y cultura deben estar ligados" (1983:36).

Vale la pena anotar una calificaci6n con respectoal modelo de educaci6n nacional que Gellner emplea.Lo que este modelo bdsicamente da por sentado esque las tendencias centralisteis y homogeneizantes delsistema son el resultado de los requerimientos de laindustrializaci6n y la divisi6n del trabajo. Esto necesitaser mejor aiinado dando lugar a conflictos por lacre{ici6n de sistemas nacionales de educaci6n que seantransmisores de uniformidad cultural. Gomo Abrahamde Swaan (1985) ha senalado, tales transformacioneshan sufrido una tendencia a la resistencia de "Elitesmediadoras" (notablemente los terratenientes y elclero) que resienten el debilitamiento de sus posicionesde privilegio entre el estado y la Iocalidad. Sinembargo, esto no es una objeci6n decisiva al argumento,ya que, tanto Gellner como de Swaan, estarfande acuerdo en que la educaci6n nacional constituye"el intento mds significative para abrir laa redescomunicativas locales con el objeto de lograr un gransistema nacional de intercambio" (de Swaan, 1985:

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Ideatidad nacionstl...

125).No obstante, hay desacuerdo sobre la manera

en que el enfoque de Gellner debe ser, interpretado.Anthony Giddens (1985: 214) lo asimila a una teoriade la comunicacion al estilo de la de Deutsch que,me parece, pierde el ^nfasis sobre el papel de lacomunicacidn que estd en el corazon mismo de lateorfa. Por su parte, Anthony D. Smith (1973:72) clasifica la teorfa de Gellner como una teorfalingufstica del nacionalismo en la que "La lengua esel elemento decisivo de cualquier cultura, lo que m ^claramente expresa la personalidad colectiva del grupo.Se concluye que el nacionalismo es primordialmenteun movimiento lingufstico, y que las diferencizis deese orden, bajo ciertas condiciones, causardn conflictoy divisiones nacionales". Sin embargo, como Smithmismo (1973: 74) concede, en realidad a medias, estasituaci6n se entiende mejor como una teorfa cultural delos lazos sociales en la sociedad industrial, teorfa parala cual la lengua es de importancia central. O, paradecirlo a mi manera, una teorfa cultural de identidadnacional en la que Ia naturaleza de la cultura tieneprecondiciones definidas de desarrollo industrial.

Segiin Gellner, el tdrmino "cultura" debe usarseen sentido "antropologico, no normativo", para quesignifique " el estilo distintivo de conducta y comu-nicacidn de una comunidad dada" (1983: 92). El su-puesto basico es que la forma modal de la sociedad con-tempordnea es la de una naci6n-estado que actua como"techo polftico" (legitimizador y defensor) de su propiaalta cutura -enti^ndaise ilustraci6n en alguna lengua,sostenida, en particular, por un sistema de educaci6nnacional. Para los habitantes de la nacion-estado mo-dal, las fronteras de su mundo conceptual estin marca-das en gran medida por la cultura nacional, entendidaen un sentido mas amplio que el de solamente la lengua:

"La cultura ya no es solamente el adorno, conRr-macion y legitimacion de un orden social que tanibienfue sostenido por constricciones mas duras y coerciti-vas; la cultura hoy en dfa es el medio necesario compar-tido, la sangre vital, o quiza, la atmosfera minima com-partida, dentro y solo dentro de J.i cual los miembrosde la sociedad pueden respirar, sobrevivir y producir.

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Philip Schlesinger

Para una sociedad dada, debe ser un medio en el cualtodos puedan respirar, hablar y producir; de donde,deba ser la misma cultura. Ademas, ahora debe seruna alta cultura (ilustrada, mantenida por medio dela educacion) y ya no puede ser una pequena, culturao tradicion, iletrada, diversiRcada, o localista". (1983:37-38).

Aceptemos por plausible el argumento de que elmundo tiende hacia naciones-estado monoculturales, yque los "limites de la cultura" ahora se convierten enla "frontera poUtica nacional". En esta f6rmula, n6tesebien, "cultura" de hecho equivale a versidn oRcial decultura nacional. Una importante perspectiva que seolvida, es la que se ocupa de una visi6n de culturacomo lugar de desafio; en otras palabras, una visionque problematiza la "cultura nacional" y cuestiona lasestrategias y mecanismos por los que se mantiene, y supropio papel en el aseguramiento de la dominacion degrupos dados en una sociedad.

Un segundo punto se refiere a la perspectiva deGellner que considera la cultura como producto social.Dado el interns de la teorfa en la transici6n delEstado "agro-letrado" a la nacion estado, por vfa dela industrializaci6n, la tendencia es considerar el logrode una cultura nacional como tarea de un solo trabajo.Una vez que se ha realizado la iritegraci6n y que elsistema de educaci6n nacional difusor de la lengua estden funci6n, la reproduccion continuada de las fronterasculturales parece asegurada.

Sin embargo, me gustaria sugerir que necesitamosdistinguir entre la creacion inicia' de culturas queimpartcn identidad, y el problema de su persistenciaa trav6s del tiempo. Para Gellner, la agencia clave queasegura la reproduccion virtualmerite automatica es elsistema educativo nacional, productor de empleados deoficina y difusor de ilustraci6n. Sin embargo, este puntode vista tiende a menguar la importancia de fuentesemergentes de diferenciaci6n dentro de las culturasindustrials y la creacion nueva de varias identidadescolectivas que pueden ser opuestas a la cultura nacionaloficial. Casi no admite disputa el hecho de que lacultura nacional constituye un punto de referencia

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Identidad nacional...

ineludible, pero no resuelve todos los problemas de laidentidad colectiva. Lo que sf hace es constituir lasfronteras de distintas versiones de identidad nacional.

Gellner no reconoce esta dificultad para su modelode "Una naci6n, una cultura" cuando se ocupa delproblema de las diferencizis sociales culturalmentereconocidas. No es el caso de que todeLS las sociedadesen todeis partes puedan lograr un appianajnentouniversal. Llama "resistencia a la entropfa" al hechode que algunas distinciones no se borren:

"Una clasiBcacion es resistente a la entropia ai estabasada en un atributo que tenga una tendencia mar-cada a no dispersarse uniformemente en toda la socie-dad aun con elpaso del tiempo desde su establecimientoinicial como sociedad industrial." (1983: 65).

Estas caracteristicas resistentes a la entropia(Gellner se concentra sobre todo en una hipot^ticaminorfa "azul") conllevan considerables implicacionespara la explicaci6n de c6mo, segun esta teorfa, puedenestablecerse identidades colectivas en naciones-estadodados. La caracterfstica "azul", si funciona de maneraprofundamente opuesta a la entropia, significa que unasecci6n de la poblaci6n residente en un estado ser^, sinembargo, excluida por la mayoria de una membresfareconocida en la comunidad nacional. Esto hace de losprocesos internos de manejo de fronteras ideol6gicas unproblema de considerable interns.

En un pasaje de su trabajo, Gellner se ocupaexpresamente del papel de la comunicaci6n en susentido ipstitucionalmente especfficc en relaci6n con losmedios masivos. (Uno podrfa considerar que eso esdarle a este t6pico im peso inadccuado en una teorfaque tanto acentiia la cultura y la i:omunicaci6n). Contoda raz6n critica la idea de que sin los medios masivosninguna idea nacionalista serfa dieeminada. Esta ideaes obviamente tonta -emparentada con el supuesto deque sin la cobertura informativa de la violencia nohabria di§turbios, terrorismo ni guerras- y Gellner hacebien en dejarla de lado. Sin embargo, su manerade presentar el papel de los medios, en una culturanacional dada en nuestros dlas es riucho mds dudosa:

"Los medios no transmiten una idea que simple-mente se les haya inyectado. Lo que se les haya inyec-

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tado importa muy poco: es la ubicuidad e importanciade la comunicacion abstracta, centralizada y de unohacia los mucbos, es decir, son los medios mismos losque automaticamente engendran la idea central de na-cionalismo, muy independientemente de lo que se esteponiendo en particuleir en cada uno de los mensajestrafismitidos. El mensaje mas impcrtante y persistentees generado por los medios mismos, por el papel quetales medios han adquirido en la vida moderna. Elmensaje central es que la lengua y el estilo de la trans-mision es importante...lo que se diga en concreto im-porta poco." (1983: 127).

En una frase que le hace eco a la de McLuhan,Gellner est^ diciendo que los medios son el mensaje. Laf6rmula es ligeramente modificada para dar cuenta decuestiones de lengua y estilo, y de la forma en que talesc6digos invitan a los espectadores a verse a sf mismoscomo miembros de la comunidad n:oral. En lo general,este argumento converge con la concepci6n de BenedictAnderson de la nacion como "comunidad imaginada",que serd discutida en breve. Sin embargo, "lenguay estilo" no pueden ser tan fdcilmente separados delcontenido de la comunicaci6n como Gellner querrfa quesupusieramos.

Sigamos ese argumento hasta su conclusi6n 16gica.Imaginemos una Corporacion Nacional de Emisi6n,que importara del extranjero cincuenta por ciento desus programas, con el resultado de tener una mezclade telenovelas de los Estados Unidos, comedias decostumbres y valiosos diarios de viajes britdnicos,telenovelas brasilenas y caricaturets japonesas. Todaesta mezcla, claro esta, es cuidadosamente dobladaa la lengua nacional (como son dobladas las muchaspeliculas que se exhiben, principalmente de los EstadosUnidos). Pero aun asf, hay prominentes intelectuales ypoliticos que se preocupan por el imperialismo culturaly lanzan discursos fulminantes ac;erca de la defensade la cultura nacional. El otro cincuenta por cientode la programaci6n esta fuertemer te influido en estiloy estructura por las importaciones extranjerzis, perose produce nacionalmente. El ultimo, formidableoponente de la originalidad nacicnal es el programade Noticias Nacionales que pasa todas las noches, y

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Identidad nacional...

que se dedica en primera instancia a las* hazanas defiguras politicas nacionales a la manera etnocentristauniversalmente aceptada.

^Puede decirse verdaderamente que el contenido detal comunicaci6n es irrelevante para los espectadores?Tomar este punto de vista comprometerfa a Gellner conlas mds extremas versiones del nuevo revisionismo enlos estudios sobre la comunicaci6n antes bosquejados.Pero en realidad, su argumento ea diferente, a saber,que los medios funcionan como una especie de sistemaoculto de categorfas (de manera muy similar, muchoshan argumentado que lo que imporca acerca de laeducaci6n formal es su "curriculum oculto"). En suopini6n, la invitaci6n a identificarse con la culturanacional de los medios es inevitable. Sin embargo,mi ejempio cuestiona el por que, despu6s de un ciertopunto, afirmarfamos que esa cultura de los medios esnacionai. Supongamos que las importaciones (por serbaratas y atractivas) ;se incrementaran hzista el noventapor ciento y que las medidzis del gobierno nacional parala privatizaci6n de la economia obligaran al programade Noticias Nacionales a convertirse esencialmente enuna estaci6n repetidora de las agendas informativasinternacionales. ^Podrfa en ese caso sostenerse ques61o los medios importan y el niensaje no? Enteorfa, no. El modelo de Gellnei mientras que estden lo correcto al arguir que la existencia mismade los medios nacionales es importante {>ara eldemarcamiento de fronteras, por otro lado permaneceinsensible a la posibilidad de que tal demarcaci6npudiera no estar firmemente en su lugar, sino sersobornada por las tendencias internacionalizantes dela producci6n cultural capitalista. (Son precisamenteestzis preocupaciones las que estdn detrds del debatesobre el imperialismo cultural -aunque, como hemovisto, se necesita ser cuidadoso en la manera c6mo sehan de formuleir los problemas). Si Gellner se apegaa su propia teorfa, el medio no puede ser el mensaje;mds bien, los medios tienen que involucrarse en ungrado considerable con la preservaci6n de fronterascomunicativzis por medio de su provisi6n de contenidostanto como estilos nacionales. Pero eso todavia deja

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abierto el papel de las comunicaciones masivas en lareproducci6n de la cultura e identidad nacionales.

Comunidades marginales

En la teorfa de Gellner, la "identidad nacional'emerge como producto secundario de la formaci6n dela naci6n-estado, que a su vez es el resultado de unatendencia global impulsada por la "industriaRzaci6n".Por eso no es sorprendente que la teorfa no contengauna explicaci6n de la construcci6n activa de laidentidad colectiva: de hecho, claramente el argumentoes que aunque en ciertos sectores se le atribuya alos intelectuales nacionalistas la invenci6n y difusi6ndel nacionalismo, es la historia (bajo la forma deindustrializaci6n) lo que funciona a sus espaldas comoel verdadero transformador del mundo. Esto esexagerar un punto importante, creo, como veremos alexaminar el enfoque de la "invenci6n de la tradici6n".

La reciente contribuci6n de Benedict Anderson(1983) se ocupa del problema de la identidad nacionalmis directamente, aunque, otra vez, sin usar esost^rminos en concreto:

"En un espiritu antropol6gico...mepropongo seguirla siguiente definicion de nacion: es una comunidadpolitica imaginada -y tanto inhcrentemente limitadacuanto soberana. Es imaginada porque aun losmiembros de la mas pequena nacion nunca conoceran

ni verdn, ni siquiera oirdn hablar de la mayoria de susconciudadanos, y sin embargo, en la mente de cadauno de ellos vive la imagen de su comuni6n...La nacionse imagina limitada porque incluso la mas grande deellas, aun cuando contenga un billon de seres, tienefronteras finitas aunque elasticas, mas alia de las cualesse encuentran las otras naciones. Se imagina soberanaporque este concepto nacio en una epoca en la quela Ilustracion y la Revolucion estaban destruyendo lalegitimidad del reino ordenado divinamente, jerarquicoy dindstico. Finalmente, se imagina como comunidadporque sin importar la desigualdad y explotacion realesque puedan prevalecer en cada una de ellas, la nacionsiempre se concibe como una camaxaderia horizontal

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Identidad nacionsd...

profunda". (1983: 15,16).Los contornos de esta definici6n claramente inten-

tan transmitir, con los m ^ grandes rasgos, el sentidode nacionalidad visto como quien mira desde adentrohax:ia afuera. La posici6n, entonces, estd bien centradaalrededor del problema de la constituci6n de la nacio-nalidad. Anderson (1983: 15) conscientemente distin-gue entre su posici6n y la de Gellner, a quien describe"tan preocupado de mostrar que cl nacionalismo sedisfraza bajo falszis apariencieis que asimila 'invencidn'con 'mentira' y 'falsificaci6n' m ^ bien que con 'imagi-naci6n' y 'creaci6n'". Esto me parece una base demarsiado trivial para el desacuerdo ya que el concepto "in-vencidn" no tiene esta necesaria connotaci6n, tal comolo veremos, ni tampoco eso representa la posici6n deGellner.

Lo que quizd sea m&s importante es el papel quecada teorfa le asigna a la lengua. En el modelo deGellner, se considera que la lengua nsxional transmitidapor medio del sistema educativo es de importanciacentral para la formaci6n de la unidad nacional.En la de Anderson, la extensiva consideraci6n decaminos no europeos hacia la niMrionalidad agregauna complicaci6n, pues, como il aenalA, las frontertisadministrativas de las ex-colonia3 se convierten enfronteras nacionales. En muchos cfLSOs, la lenguanacional no es un problema ni un objetivo por el cualluchar porque ya es, en su lugar, p<urte de la herenciacolonial. El andlisis que hace de la formaci6n denaciones-estado latinoamericanas es ejemplar en estesentido.

Mientras que Gellner se ocupa principalmente de latransici6n de las sociedades agrarias a las industriales,Anderson se propone trazar varios ctuninos distintoshacia la "comunidad imaginada*". En lo que dicerespecto a Europa, sugiere que:

"Lo que, en un sentido positivo, hizo imaginablesa ias nuevas naciones fue una interaccidn medio acci-dental pero explosiva entre un sistema de producciony reiacjones productivas (capitalismo), una tecnologiacomunicativa (la imprenta), y la fatalidad de la diver-sidad linguSstica del hombre." (1983: 46).

Aunque el papel de la educaci6n como constructora

PhiUp Schlesinger

de la naci6n aparece en varios casos, Anderson no leasigna la misma centralidad que en la teoria de Gellner.Mds bien, la tesis central de Anderson es que "Lalengua impresa es lo que inventa el nacionalismo, nouna lengua en particular en sP (1983̂ : 122). Asf,un elemento que hay que subrayar en su enfoquees la importancia que le asigna a varios medios decomunicaci6n en la construcci6n, dadeis las condicionesmateriales apropiadas, de la comunidad imaginada.

En Europa, dice Anderson, "el capitalismo deimprenta" tom6 las lenguas verndculeis, las estandariz6y las disemin6 en el mercado. Este proceso sent6las bases necesarias para la creacion de la concienciade nacionalidad. Siguiendo a Walter Benjamin ya Lucien Febvre, Anderson arguye que las lenguasimpresas, mecdnicamente reproducidas, unifican loscampos de intercambio lingufstico, "fijan" lenguas, ycrean nuevas lenguas de poder para reemplazar a laslenguas sagradzis universalistas.

Anderson sefiala la "novela nacionalista" (con sutrama realizada en un espacio comun reconocido) juntocon el peri6dico (con su "conciencia calenddrica")como principio de organizaci6n, como dos de losvehfculos m ^ importantes para la formaci6n de unaconciencia de nacionalidad. Al combinar tiempo yespacio en circunstancias previas a la formaci6n deIa naci6n-estado, estos dos factores pueden dirigirsea una comunidad nacional imaginada previamente asu formaci6n. El peri6dico, lefdo como si fuera unaespecie de libro al instante, "implica la refracci6nde 'eventos mundiales' hacia un mundo especfficode lectores verndculos", de manera que "a esacomunidad imaginada le es importante la idea de unasimultaneidad estable y s6Iida al paso del tiempo"(1983: 63).

La teorfa de Anderson nos ofrece un punto decontacto directo con las preocupaciones de la teorfa delos medios. Debe notarse en particular su analogfa conel acto de tomar la comuni6n -los confines de la nacionestdn ineludiblemente implfcitos en las categorizacionesmismas usadeis por los medios de comunicaci6n. Aquf,como se ha dicho antes, hay un punto de convergencia

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Identidad nacionai...

con Gellner. Esto se relaciona con un supuestofundamental mencionado con anterioridad, a saber, queindependientemente de leis divisiones reales, "la naci6nse concibe siempre como una camaraderia horizontalprofunda".

Hay un punto mds, concerniente a la cuesti6n de latemporalidad. Para Anderson, la concepci6n modernadel tiempo implica un rompimiento con el tiemposagrado mesidnico, y su reemplazo con (segiin la frasede Walter Benjamin) "un tiempo homog^neo y vacfo",medido por medio de reloj y calendario. Aquf, sugiere,el concepto de "un organismo socioldgico que se muevecalenddricamente a travds de un tiempo homogdneo yvacfo es una analogfa precisa de la idea de nacidn"(1983: 31).

En algunos aspectos, el de Anderson es unavariante del enfoque de la comunicaci6n social; sinembargo, se encuentra con una importante objeci6ncuando le asigna Kmites a la "comunidad imaginada"de comunicadores al localizarla dentro del espacio socialde la naci6n estado en vez de intentar definir la! naci6npor medio de criterios generates y,en ultima instancia,vacfos, como los de eiiciencia y complementariedad.Dada la reconocida importancia de la comunicaci6nimpresa, es excesivamente extrano que Anderson noextienda mds su argumento para dar cuenta de latecnologfa de los medios posterior a Gutenberg y paratratar de examinar sus implicaciones para la concienciade nacionalidad. En t^rminos de la discusi6n conla que iniciamos este ensayo, un ejempio primordial,serfa ocuparse de las lenguas audiovisuales y laaimplicaciones de su facilidad para cruzar fronter£isnacionales.

Esto nos lleva a otro punto que es bastante obvio(aunque fdcil de ser olvidado por muchos soci61ogos dealta cultura). Se singulariza el peri6dico porque colocala "comunidad imaginada" en un modo simultdneode comunicaci6n. Pero ese ha sido, durante muchotiempo, el efecto de la radio y, en los ultimos tiempos,de la televisi6n. Sin embargo, Anderson mencionala radio y la televisi6n, cuando lo hace, s61o depanada y para ha^er notar que "La difusi6n multilinguepuede causar la evocaci6n de la comunidad imaginada

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a analfabetos y a poblaciones de diferentes lenguasmaternas" (1983: 123). Posiblemente. Otros dirfan,por ejemplo tomando como base la experiencia de^Canadd, que la difusi6n competitiva multilingiie dentrode los confines de un solo Estado puede, bajo ciertascircunstancias, reforzar las tendencias separatisteis masbien que solidificar la identificacidn con una entidad dealcance nacional (Cfr. Raboy, 1985; Desaulniers, 1985).Hacer esta observaci6n equivale a decir meramente queel enfoque general de Anderson es capaz, en principio,de acomodar estas restricciones. Sin embargo, enprimer lugar es necesario darle mucha atenci6n alandlisis especffico de los distintos medios; y, ensegundo lugar, la sobrecargada metdfora cat61ica dela comuni6n general en leis representaciones colectivas,necesita ser contrarrestada por una bienhechora yesc^ptica atenci6n a las fuentes de divisidn socialmentelocalizadas, y al lugar que le corresponde a los puntosde vista en conflicto acerca de lo que propiamenteconstituye el campo de la imaginaci6n nacional.

Dicho de otra manera, la noci6n de comunidadcomunicativa de Anderson es dudosa. La habilidadde la imaginaci6n nacional de limitar es una cosa;la homogeneidad dentro de esos Hmites es otra muydistinta. En los t^rminos que ya hemos indicado,serfa preferible considerar un proceso de reconstruccioncontinua que un hecho terminado. Gavin Kitching(1985) alega que el enfoque de Anderson explica mejorel nacionalismo como pasi6n que el de Gellner. Quizes.Pero decididamente evita la cuesti6n de la distribucidnsocial de la pasi6n. De hecho, yo sugerirfa que(aunque es mis rico en la atenci6n que le da a lasprdcticas comunicativas), comparte una de las i&llas delmodelo de Gellner: el punto estructural acerca de c6mouna forma nacional de'comunicaci6n es constituida(en primer lugar por la educaci6n en un caso; delcapitalismo de imprenta, en el otro) se confunde encada caso con el problema analfticamente separadode c6mo una cultura nacional est& en continuo re-desarrollo, y los contornos de la identidad niicional sonconstantamente re-trazados.

''Tiempo-espacio" y la naci6n-estadoEn otra reciente contribuci6n digna de ser notada,

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Men tidad n adonal...

Anthony Giddens ha desarroUado una posici6n sobrela nacidn-estado y el nacionalismo en los primeros dosvoliimenes de su A Contemporary Critique ofH^toricalMateriedism (1981; 1985). Giddens pone considerable^nfasis en el papel de los conceptos de tiempo yespacio en la teorfa social, y los desarroUa muchomds plenamente que Benedict Anderson. La posici6ngeneral de Giddens informa su discusi6n de la naci6n-estado y del nacionalismo. Un punto central que quieroenfatizar es el que aunque su esquema conceptualle permite, en principio, teorizar sobre "identidadnacional", en la realidad no lo hace y no hace unaimportante distinci6n entre ella y "nacionalismo".

Primeramente har6 un bosquejo de los supuestosgenerates de Giddens acerca de las "relaciones tiempo-espacio". Estas relaciones, dice Giddens, deben ser"representadas como caracterfsticas constitutivas delos sistema,s sociales, implicadas tan profundamenteen las mis estables formeis de vida social como enaquellas sujetas a los mis extremos o radicales modosde cambio" (1981: 30). Su enfoque se basa en unaconcepci6n relacional de tiempo y espacio:

"El concepto de presencia-disponibilidad liga lamemoria (almacenamiento) con la diatribucion espacialen la constitucidn en el tiempo-espacio de loa sistemassociales. Todas las colectividades han deRnido localesde operacidn, es decir, escenarios fisicos asociadoscon las 'interacciones tfpicas' que estabiecen esascolectividades como sistemas sociales...Los locales deesas colectividades estdn integralmente involucradoscon la constitucion estructural de los sistemas sociales,dado que la conciencia comiin de las propiedadesdel escenario de la interaccion en un elemento vitalinvolucrado en el mantenimiento de la comunicacionsigniBcativa entre dos actores..." (1981: 39).

Esta caracterizaci6n tan abstracta del papel deltiempo y el espacio en la constituci6n de sistemassociales dados, le permite a Giddens hablar de "locales"tan diversos como oficinas e imperios; un "local" estdconstituido por interacciones en el tiempo y el espacio.Claramente, dentro de este esquema abstracto haylugar para la "nacidn-estado" como local dado, con sus

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propias "regiones" subordinadas. Enseguida, Giddenscaracteriza, en t^rminos igualmeiite abstractos, una"sociedad" o "totalidad social". Aquf, Giddens llamala atenci6n hacia cuatro caracteristlcas separadas: unsistema social en relaci6n con un "espacio social"o "territorio de ocupaci6n"; una serie legitimizadade prerrogativas sobre el espacio social ocupado;el agrupamiento institucional de ciertas prdcticasentre los participantes (que, dice, es especialmenteimportante); y, finalmente:

"una toma de conciencia total, discursiva ypractica, de pertenencia a una comunidad inclusivaque tiene una cierta 'identidad'. Primeramente, esnecesaria una cierta acentuacion del t4rmino 'inclusiva'.Una 'identidad social' tiende a ser un 'limite exterior'a la aSliacidn con otros, que, con frecuencia, puede sermis amplio, aunque no necesariamente se sienta masfuerte que otras aRliadones grupales mas restringidas.Segundo, una vex m&s tenemos que evitar la necesariapresuncidn de un consenso: la conciencia de que unacolectividad tiene una cierta identidad, y de que unoes miembro de esa colectividad, no es lo mismo queconferirle aprohacidn normativa". (1981: 45-46).

Otra vez, dsta es una caracterizaci6n muy generalsobre c6mo concebir una "identidad social". Es unt^rmino vacfo en principio, que emplea la metdfora"espacio" que le permite variados niveles de inclusidny exclusi6n. La toma de conciencia de esta identidadpuede ser discursiva (reflexiva) o prdctica (de lavida cotidiana). Sin embargo, Giddens no indicac6mo precisamente se dan esos .cambios ni lo queimplican para la articulaci6n de la identidad. Ensu versi6n (distinto a como sucede en la de Melucci)la identidad colectiva estA ligada con una concepci6nde sentimientos que se estima pueden variar de unamanera en illtima instancia impredecible. Esto abrela problemdtica de la movilizacidn de loa sentimientos,aunque Giddens no lo indica precisamente de esamanera. Finalmente, hay una litil distinci6n entre,por un lado, una toma de conciencia de la identidadcolectiva, y por el otro, la creaci6n de un consenso sobreacciones colectivas.

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Identidad nacional...

Este largo niimero de condiciones preliminaresha sido necesario porque Giddens es un definidorconceptual par excellence y los puntos especfficos quehemos comentado en relaci6n con la naci6n-estadoejemplifican el m&a amplio esquema empleado por ^I.El punto inicial de la discusi6n de Giddens es que "laemergencia de la na£i6n-estado estuvo integralmenteligada con la expansi6n del capitalismo" (1985: 12) yque la naci6n-estado debe ser distinguida del estadoabsolutista porque es un fen6meno moderno, tfpico delos dos siglos inmediatamente anteriores al nuestro.En sus dos textos tambien hace la distinci6n entre la"naci6n-estado", la "naci6n" y el "nacionalismo":

"Lo que hace que la 'nacion' sea un elementonecesario de la 'nacidn-estado'...no es la existenciade sentimientos de nacionalismo (sin importar cuanfuertes estos puedan ser), sino la unificacidn de unaparato administrativo cuyo poder se extiende sobrefronteras territoriales definidas con precisidn. Encontraste, el 'nacionalismo', puede entenderse comosimbolos o creencias que le atribuyen una comunidad deexperiencia a los miembros de una categoria particularregional, etnica o lingiiistica -que puede converger ono con la demarcacion de la nacidn-estado." (1981: 13;

Cfr. 1985: 116).Los lfmites espaciales o fronteras de la nacidn-

estado le dan forma a la naci6n. El nacionalismo seinterpreta como un fen6meno cultural y psicologico.Sobre este ultimo tema, se considera que los sentimien-tos involucrados "se alimentan de la falta de rafces dela vida cotidiana en la que -lo que Geertz Ueima los sen-timientos primordiales de la reproducci6n social, plan-tados en la tradici6n- se han desintegrado sustfincial-mente" (1981: 13). Giddens tambien hace notar laimportancia de la identificaci6n de la masa con lide-razgos, que es una capacidad inheretitemente ambigua,al estilo de las dos caras de Janus, para alternar entreposturas benignas y agresivas (Cfr. 1985: 215,218).

El tema de la identidad (aunque nunca explfci-tamente Ilamada identidad nacionai, sino, en efecto,tratado como las caracterfsticas de identidad delnacionalismo), es desarrollado con mayor extensi6n en

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el segundo de sus dos volumenes. ICl nacionalismo esmoderno si se le.contrasta con "foi:mas de identidadgrupal anteriores", y depende significativamente de laforniaci6n de una esfera publica nacional basada enla imprenta que tambien permita "la invenci6n de lahistoria de una manera o de otra" (1985: 212). GiddeAssugiere que un marco de referencia satisfactorionecesita tomar en cuenta el car^cter politico de lanaci6n-estado, las caracterfsticas ideol6gicas asociadascon la dominaci6n de las clases, la dindmica psicol6gicay el contenido simb61ico. El enfoque general de Giddenspone ^nfasis en el papel de la producci6n de ideascomo elemento constitutivo de la reproducci6n social,y es congruente con ese enfoque Li importancia quele da a intelectuales nacionalistas al estilo de Herder(1985: 216). El contenido de la creencia nacionalistaes caracterizado de la siguiente manera:

"El nacionalismo es la sensibilidad cultural de lasoberania, el concomitante de la coordinacion del po-der administrativo dentro de la nacion-estado limitada.Con la Ilegada de la nacion-estado, los estados tie-nen una unidad administrativa y territorialmente orde-nada que anfces no poseian. Sin embargo, esta unidadno puede permanecer siendo puraniente administrativaporque la coordinacion misma de ias actividades invo-lucradas supone la existencia de elementos de homege-neidad cultural. La extension de la comunicacion nopuede darse sin la participacion 'conceptual' de la co-munidad total como ciudadania enterada. Una nacion-estado es una comunidad conceptual de una manera enque los estados tradicionales no lo eran." (1985: 219).

Este pasaje llena de un contenido "nacionalista"especifico la discusi6n mds formal sobre "identidad so-cial" que citamos anteriormente. La "sensibilidad cul-tural" de la comunidad nacional estd administrativa-mente limitada por el estado soberano. Un componentecultural o "conceptual" asf, es interpretado como unaforma ineludible de "imaginarse la siociedad" (para usarla frase de Benedict Anderson cuya concepci6n es tanasombrosamente similar) y como algo que conRere uni-dad: "Como 'componentes morales' de la soberania,los sfmbolos nacionalistas proporcionan un nilcleo dediscurso politico que le da forma Hignificativamente a

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IdentidsLd nacionai...

la ret6rica tanto de la solidaridad nacionai como dela oposicidn" (1985: 221). En esta versi6n, qui^raseo no, las representaciones colectivas de la naci6n sonineludibles. Las fronteras polfticeis establecideis resuel-ven el problema de la identidad nacionai, por lo menoscircunstancialmente, al ofrecer un punto de referenciairreductible en un mundo en el que los actores cambian.

Uno de los puntos raros en esta versi6n es que enninguna parte Giddens hace una distinci6n explfcitaentre nacionalismo e identidad nEu:ional, sino que mdsbien leis considera como unidad, y mi intenci6n esabogar por la importancia de esa distinci6n. Uno puedeestar de acuerdo en que el nacionalismo es un tipo dedoctrina, pero el t^rmino tiende hacia el significadode comunidad movilizada (por lo menos en parte)en persecuci6n de un interns colectivo. La identidadnacionai puede ser invocada como punto de referenciasin que por eso sea necesariamente nacionalista.Hay periodos indudablemente hist6ricos cuando laconstrucci6n de una nacionalidad puede ser parte deun programa nacionalista y, por lo tanto, involucraruna buena porci6n de trabajo intelectual. Sin embargo,una vez que las fronteras politicas de la naci6n-estadose han logrado, una identidad nacionai, con todo elaparato mftico-cultural que la acompafia, puede tomarel lugar que le corresponde y no ser necesariamenteid^ntica con el nacionalismo como tal. Es extrano queGiddens no reconozca la variabilidad en potencia de loque 1̂ mismo identifica como la "sensibilidad cultural"del nacionalismo en t^rminos como ^stos o parecidos.Hacerlo asf, serfa totalmente congruente con la maneraen que describe la ambivalencia de la identificaci6ncon el liderazgo. Ademds, como ya senalamos, lamovilizaci6n de los sentimientos tambien es parte, porlo menos iniplicitaniente, de su problemdtica. Sinembargo, la sola categorla "nacionalismo" es demzisiadogrande para hacerle justicia a la gran gama de variaci6nde sentimientos colectivos dentro de los confines dela naci6n-estado, y, por lo menos en el contextocontempordneo, "identidad nacionai" es un terminoanalftico de utilidad posible.

Escuelas de invenci6nUno de los procesos a los que debemos darle

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atenci6n explicita es el de la continua definici6ny redefinici6n de la "identidad nacional". Noes sorprendente que gran parte del trabajo mdsesclarecedor sobre este jisunto haya sido realizado porhistoriadores y, hasta cierto punto, por antrop6Iogostambien. En esta secci6n, me gustarfa examinaralgunos ejemplos y sus implicaciones.

Una manera de acercarnos al problema es la decontraponer parte de la evidencia de la manipulaci6nconsciente de los rasgos de la identidad al siguienteargumento de Ernest Gellner:

"Las naciones, como modo natural, divino, declasiRcacidn de loa hombres, como destino politicoinherente, aunque muy tardo en llegar, son un mito;el nacionalismo, que algunas veces toma culturasajiteriores y las convierte en naciones, tambien a veceslas inventa, y con frecuencia las borra: esa es unarealidad, buena o mala. Los que son sus agenteshistoricos saben lo que estan baciendo, pero ese es otroasunto." (1983: 48-49).

Como ataque sobre el esenciab'smo, la posici6n nopodfa haberse declarado mejor. Pero al final, con todaseguridad, hay una exageracion. En lo que se refierea la construcci6n (o invencion, como Gellner dirfa) denuevas identidades nacionales y la manipulaci6n de lasexistentes, existe amplia evidencia de que los agenteshist6ricos saben perfectamente bien lo que hacen.Pudieran no haber inventado el nacionalismo, peroeso es distinto a inventar discurso:: sobre la identidadnacional. El ataque de Gellner a la teorfa intelectualistasobre los orfgenes del nacionalismo, adoptada por ElieKedourie (1960), se ha pasado de Ia raya y necesitacorrecci6n.

Una productiva Ifnea de ataque al problema hasalido recientemente del trabajo de Eric Hobsbawm yTerence Ranger y sus colaboradores en The Invention ofTradition (1983). Esta colecci6n de ensayos hist6ricosempfricos se deriva del descubrimiento del hecho deque mientras que las "tradiciones" pueden tener unavenerable antiguedad, tambien pueden emerger "dentrode un periodo breve y de fecha conocida...y establecersecon gran, rapidez" (1983: 1), Es de interns mis

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Identidad nacional...

que pasajero notar que Hobsbawm, el historiadormarxista, comparte esta percepci6n con EJdward Shils,un soci61ogo conservador, que, hsuce bastantes afios,senal6 el mismo fen6meno (aunque no lo explor6 hastael detalle empfrico). La creencia tradicional, dijoShils, no es s61o aqudlla que "se transmite" o s61o la"recepcion pasiva de lo transmitido":

"Hay en la creencia tradicional una relacion masactiva, de biisqueda, que motiva la recomendacion yla recepcion por lo menos en parte y que tambienreaparece en forma mas independiente. Las tradicionesson algo que se busca...Los 'renacimientos'son la formacaracteri'stica de esta tradicion rehabilitada..." (Shils,1975: 192-93).

Hobsbawm tambien llama la atenci6n hacia lamanera en que la historiograffa puede contribuir "ala creacion, desmantelamiento y reestructuraci6n deimdgenes del pzisado que pertenecen no s61o al mundodel especialista sino a la esfera pilblica del hombrecomo ser politico" (1983: 13). Esto parece ser algomas que imaginaciones inspiradtis por una deformationprofessionnelle como podemos brevemente demostrarpor medio de una o dos ilustraciones. Cuando sela ve desde el punto de vista de la producci6n deinterpretaciones de la nacionalidad para difusi6n mdsamplia y futuro consumo colectivo, la historiograffaes una forma de prdctica cultural entre muchas queelaboran y sostienen concepciones de identidad:

"El elemento de invencion es particularmente claroaqui, dado que, lo que ha sido preservado en realidad enla memoria popular no es la historia que se hizo partedel fondo de conocimiento o de la ideologia de la nacion-estado o movimiento, sino lo que se ha seleccionado,escrito, descrito, popularizado e inatitucionalizado poraqu411os que tienen la funcion de hacerlo." (1983: 13).

Esto claramente provoca un cuestionamiento sobreel papel especializado de los intelectuales en elproceso de imaginar la comunidad nacional -papelque Giddens y Anderson, por ejemplo, considerarfande importancia crucial. Tambien es importantereconocer la distinci6n que hay entre "memoriapopular" y tradici6n oficial codificada, ya que hay enella considerables implicaciones para la investigaci6n de

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los procesos culturales involucrados. Esta distinci6n dalugar a la cuesti6n de las otras versiones de l̂a identidadnacional, y las motivaciones, estrategias y prdcticas devarios grupos al producirlas. Como David Gross hareconocido, la naci6n-estado moderna es la institucionpar excellence que determina nuestras representacionesdel pasado, y a fortiori de la identidad colectivanacional, Provee un marco temporal unificado ysecular que transcurre dentro de un espacio (territorial)unificado. TTna "interpretaci6n polftica del tiempo"es inherente a la organizaci6n misma del estado, puesredama "responsabilidad prioritaiia la recordaci6n einterpretaci6n del largo periodo de tiempo transcurridodesde el pasado distante hasta el presente" y ejercitael poder por medio de "la manipulaci6n de simbolos,valores y marcos referenciales de significado" (Gross,1985: 65). Es contra estos contornos determinfsticosque el juego Je "alternativas" y "resistencias" debejugarse hasta el final.

Sin embargo, antes del establecimiento de talesmarcos espacio-temporales, hay lugar para una mdsgrande medida de reto definicional y contradefinicional.En un brillante ensayo, "L'italiano" (1983), GiulioBollati ha explorado la construccion de la identidadnacional italiana; lo ha hecho trazaiido la produccion deimdgenes alternativas en el examen de la historiograffadel siglo XIX.

Bollati acepta el punto de vista de Levi-Straussde que los grupos sociales necesitan clasificarse y deque esto se hace poniendo enfasis en la diferenciay por medio de evaluaciones negativas y positivas.Esta estructura de categorias funciona no solamente enrelacion con los extranjeros ("ellos"), sino que tambiensenala quien debe ser considerado uno de "nosotros".Bollati ilustra un proceso definicional crucial enla Italia del siglo XIX durante el cambio de unahistoriograffa anterior a una posterior a la unificaci6n:hay un movimiento de la membresfa limitada de "lositalianos" a una membresfa mas amplia. Pero laampliacion de este margen necesito la construcci6n deuna imagen particular y dominame de "la nacion",asf como tambien entrano un movimiento de unacategoria cultural a una politica, la de pertenecer a

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Una "comunidad 6tnica con una personalidad polfticaaut6noma'' (Bollati, 1983: 43).

Lo que tenfa que vencerse para crear una imagenunitaria era la percepci6n de "dos razas" o "dospueblos" (y uno podrfa preguntarse cudl fue elresultado final). Al principio del siglo XIX, la italianitacaracterizaba a los del cfrculo int>;rior; italianitudineera la etiqueta del residuo de los excluidos. Elargumento de Bollati es que al final del siglo,aquellos que abogaban por un Risorgimento moderadoreconocieron la necesidad de que los "italianos"combatieran contra los "franceses". La defensa de lapatria era una manera de expandir la naci6n dentrode un marco esencialmente conservador en lo social;las clases bajeis "tendrfan una identidad y su propiocaricter, en la medida en que aprendieran de susamos" (1983: 59). Este enfoque claramente abre laproblematica gramsciana de la dominaci6n cultural eideoI6gica en la articulaci6n del discurso o discursos dela nacionalidad, que estdn curiosamente ausentes en un.neomarxista declarado como Anderson.

Tenia que hac^rsele lugar a los nuevamente "inclui-dos", dice Bollati, y varios prominentes intelectuales ysus seguldores se dieron a la tarea de construir unaversi6n aceptable de "fibra moral" nacional. Despu^sde que se habfa logrado la unidad nacional, el fococambio mucho mds a una preocupaci6n por la ima-gen de los italianos en comparaci6n con la de otrasnaciones, especialmente aquellas con industrias pode-rosas. Aquf, Bollati toca las fuentes de una culturaanti-utilitaria, institucionalmente conservadora y anti-industrial en Italia. Su argumento es que la exaltaci6ndel campesino se convirti6 en justificaci6n del aventu-rerismo colonial en Africa, la apelaci6n nacional paraconseguir came de can6n para la primera guerra mun-dial, y el anti-obrerismo fascista.

El ensayo de Bollati sugiere algunas interrogacio-nes. La primera es que pone firmemente en la discusi6nla agencia consciente de los intelectuales que actuancomo miembros de fracciones de clases con intereses de-finidos. Relacionado con esta primera cuesti6n, estd elasunto de la lucha definicional entre los grupos definido-res de la naci6n. No queda claro en el trabajo de Bollati

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por que ciertos puntos de vista prevalecieron o predomi-naron; sin embargo, el punto crucial es que se interpretala producci6n de versiones rivales de identidad nacionalcomo si sucedieran en un terreno de desafio. Ademds, elenfoque de BoUati claramente tiene un lugar analiticopara los medios de comunicaci6n. En un ensayo relacio-nado, "II modo di vedere italiano" (1983), Bollati muyexplicitamente dirige nuestra atenci6n a la recepci6n yusos de la fotograffa en Italia, y cuestiona la manerac6mo los 6nfasis de la cultura hu^sped predispuso a losfot6grafos italianos a ciertas prdctic£is. De esta forma,toca la manera c6mo la fotograffa italiana se convirtioen un archivo de lo pintoresco y de las formas en lasque represent6 las instituciones sociales centrales (es-pecialmente la monarquia). En Hnca con la inspiraciongramsciana de su trabajo, hay un marco culturalistapara el analisis de la construcci6n de la identidad nacio-nal que podrfa ser desarrollado con utilidad y aplicadoen otros contextos.

La misma clase de problemas, esta vez acerca dela construccion de la identidad nacional en los EstadosUnidos, han sido tratados por Michael Kammen (1978).Para el, la cuesti6n es "la carencia relativa de intereshist6rico compartido en los Estados Unidos, o ladebilidad con la que la tradici6n nadonai -en contrastecon tradiciones 6tnicas particulares, o religioszis oregionales- ha sido sentida, percibida y perpetuada"(1978: 3). Kammen sugiere que las "nociones colectivasde nacionalidad" podrian ser exploradas con utilidadpor medio de una historia de la cultura que pusieraespecial atencion a la construcci6n de tradicionesnacionales en la cultura popular. Su argumentocentral es la tesis de que la Revoluci6n Americanayace en el coraz6n del sentimiento pior la tradicion enlos Estados Unidos ya que es un momento hist6ricoque -al contrario de la Guerra Civil, por ejemplo-nunca ha sido repudiado por un sector importantede la poblaci6n; por lo tanto, provee "una referenciabdsica de identidad colectiva", segiin la frase de S.N.Eisenstadt. Para estudiar este tema, Kammen haestudiado "historias romanticas de segunda, y novelasde tercera categorfa" del periodo postrevolucionario.

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asl como historiograffa, memorias y autobiograffas.Por su Enfasis sobre "simbolismo e imaginacidn", suenfoque converge con el de Benedict Anderson.

De este estudio del trabajo hist6rico reciente, surgela cuestI6n de c6mo analizar "tradiciones". Kammenda una buena respuesta cuemdo dice que, en parte, nosvemos forzados a tratar las tradiciones en t^rminos dela "impermanencia y usos cambiantes de la memoriasocial". Esto podemos reformulzirlo como el andlisisde los mecanismos selectorea que operan en el procesode la reproducci6n cultural y que hacen posible que sereproduzcaii versiones dad£is de "memoria nacional" y,por lo tanto, de identidad nacional.

Reflexiones finales

Por lo menos en cierta medida, este ensayo hasido una busqueda de un concepto de "identidadnacional". Disgustado por lo inadecuado de laliteratura sobre comunicaci6n, he tenido oue consultarla teorfa sociol6gica, muy particularmente en eldrea del nacionalismo. Extranamente, dentro delespacio de obras revisadais, no se ha encontradoninguna conceptualizaci6n explfcita, llamada asi sinambigiiedad, de "identidad nacional".

Este ensayo ha sido crftico en espfritu, pero,espero, no s61o negativamente crftico. Hay muchoque aprender en el trabajo de otros, y a continuaci6nhare algunas sugerencias sistemdticas acerca de c6mopodri'amos acercarnos en el futuro a la cuesti6nde la identidad nacional. Sin duda, el estudiocontempordneo de los medios, tanto el patrocinadooficial como acaddmicamente, ha tenido tremendascarencias. Aunque tad estudio habla de "identidadnacional", "identidad cultural", "espacio audiovisual"etc., no contiene conceptualizaciones claras de lost^rminos clave de su discurso. Todo el trabajoparece tener un cardcter empolvado en el que lost^rminos funcionan como senates de proyectos politico-econ6micos en competencia, y no ofrecen adquisici6nanaUtica de Ios desarrollos mds recicntes y sus causas.Apenas puecie ponerse en duda que hay una demanda

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presente de politica simb61ica de esa clase, ya seapara legitimar euro-proyectos, latin-proyectos, o lascontradicciones del "unescofsmo". El andlisis de laprimera parte demuestra que ha estado fluyendo unaoferta de trabajo correspondiente y que la confusi6n noes desventaja seria para la investigaci6n empresarial.Entre la dependencia de un modelo de efectos delos medios, pasado de moda y desacreditado; y elsubjetivismo de moda, el estudio contempor£neo de losmedios no tiene mucha luz con que iluminar el asuntode la constituci6n de la identidad colectiva en general,y de la identidad nacional en particular.

El problema, como se le entiende convencional-mente, necesita ser puesto de cabeza. Hasta ahora,el trabajo y la argumentaci6n acerca de los procesoscomunicativos y culturales, toma supuestos injustifi-cados acerca de la naci6n-estado, la cultura nacionaly la identidad aacional. Todos son tomados como sino fueran problemdticos, y como la comunicaci6n es lapreocupaci6n central, se les trata como categorfais re-siduales o marginales. Yo propongo que los t^rminosdel argumento sean invertidos: comencemos con el pro-blema de c6mo es constituida la identidad nacional ycoloquemos la comunicaci6n y la cultura dentro de esaproblematica.

En la discusi6n precedente, se han tomado depasada algunas posiciones muy generates. A manerade conclusion las conjuntar^ resumidamente. Es claroque necesitaran elaboraci6n sistemdtica en un futuro.

Teorfa

Ciertos desarrollos recientes, sea "reavivamientosetnicos" o nuevos movimientos sociales, han causado lademanda de una explicaci6n teorica de la cuesti6n de la^dentidad colectiva. La critica de la literatura recientesobre comunicaci6n refuerza esa demanda, si no otracosa. Se han producido trabajos importantes; sinembargo, en su mayor parte, no han conceptualizadoidentidad nacional diferencidndola de las identidadesde colectividades emergentes dentro de naciones-estadoestablccidas. Los pardmetros de la naci6n-estado sedan por sentado.

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Identidad nacional...

Identidad nacional

Esta debe entenderse como una clase particularde identidad colectiva. En otr£is palabreis, es unaidentidad constituida en un nivel estrat^gico dadode una sociedad. En t^rminos formales, hablar deidentidad nacional requiere que analicemos procesos deinclusi6n y de exclusi6n. Tambien estamos obligadosa considerar la dialdctica entre definici6n interior yexterior. Se ha sugerido que el concepto de identidadnacional se distinga del de nacionalismo para poderabrir una entrada m ^ discriminativa hacia los procesosde movilizaci6n del sentimiento colectivo en el contextonacional. Esto nos permite darle cabida a una granvariaci6n que de otra manera es oscurecida por un soloconcepto.

Espacio

La identidad nacional se construye dentro de unespacio social definido. En el presente contexto de unsistema mundial de naciones-estado, las fronteras rele-vantes para la reproducci6n de la identidad nacional,son premisas territoriales y jurfdico-polfticas. (Claroestd que podemos complicar la situaci6n si considera-mos las identidades nacionales emergentes, lo que nece-sita un retrazamiento de las fronteras nacionales exis-tentes). El espacio social ocupado por la naci6n-estadono resuelve el problema de c6mo se construye la identi-dad nacional; meramente le pone Ifmite a sus posibleselaboraciones. Dentro del espacio social, el espacio cul-tural es donde toma lugar la elaboraci6n de variadasidentidades culturales.

Gultura nacional

Cultura nacional es otra frase para espacio cultu-ral nacional. En principio, la cultura nacional estd li-mitada por las fronteraj3 territoriales de una neici6n-estado dada. Sin embargo, las caracterfsticeis "nacio-nales" no son dadas. Las culturas nacionales no sonsimples depositos de sfmbolos compartidos con los que

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la poblaci6n entera se encuentra en una id^ntica re-Iaci6n. Antes bicn, deben ser consideradas como lu-gares de desafi'o en los que se desarrolla una compe-tencia por la dcflnicidn. Necesitarnos distinguir entrefases hist6ricas en las que las culturas nacionales sonestablecidas por vez primera, y aqu^Uas en las que losproblemas de mantenimiento son preeminentes. La cul-tura nacional es un repositorio inter alia de sistem£isde clasificaci6n. Permite que "nosotros" nos podamosdefinir en contraste con "ellos", los que se encuentranmds alld de los confines de la naci6n. Tambi^n puedereproducir distinciones entre *nosotros" y "ellos" a ni-vel intra-nacional, en lfnea con la estructura interna delas divisiones sociales y las relticiones de poder y domi-naci6n.

El tiempo

La elaboraci6n de la identidad nacional es un pro-ceso conslanDo. Dc considerable importancia es la re-lacidn que exisLc entre el presente de una colectividadnzicional y su pasado. Debemos entender que esa re-Iaci6n es, por lo incnos en parte, imaginaria y mediadapor la continua y selectiva reconstituci6n de "tradi-ciones" y ''memoria social". Estas categorfas dirigennuestra atencion hacia el papel de las instituciones ypriLcticas culturales por medio de las cuales se forjala cadena de identidad entre el pasado y el presente.Tambi^n requiere que consideremos el papel especialde los productores de cultura como constructores acti-vos de identidad nacional.

Estos varios puntos y orientaciones para la defi-nici6n han sido conscientemente expuestos de una ma-nera abstracta y general. El interns de un pr6ximoartfculo serd el de demostrar su utilidad.

M

Notas y referencias bibliograficas

AgradecimientoB:

Agradezco a muchos amigos ycolegas por su ayuda y suscrfticas.

Sin la continua motivaci6n deJean Padioleau dudo que hu-biera podido moverme en estas-peira mi- nuevas dlrecciones.

He recibido amplios comenta-rios criticos sucesivamente deBob Jessop, Klaus Grets-chmann, Mark Cousins y Mar-tin van Gelderen. Si hu-biera aplicado todos los ex-tremadcimente valiosos puntosque me plantearon a este en-sayo, diffcilmente hubiera so-brevivido a todos. Pero enla medida en que el trabajocontiniia, tendri que trabajarcon sus objeciones y sugeren-cias plenamente, asf que puedenesperao' que la discusi6n conti-nuard.

Me beneficii enormemente delas conversaciones con Abra-ham de Swaan, Hannes Siegrist,Ephraim Nimmi y Nira Yuval-Davis, todos ellos por razonesde nacionedidad son especial-mente sensibles a los problemasaqui planteados.

Este artfculo fue presentadotambien en la reunidn del Socialand Political Sciences Comi-tee, en Cambridge (octubre de1986) donde Anthony Ciddensy John Thompson plantearoncuestiones pertinentes de lasque intentar^ ocuparme en otraocasidn.

Finalmente, gracias a Cale -Strom por su esfuerzo con elmanuscrito y especialmente aBeatrijs de Hartogh y Philipvan Meurs por salvarlo dellimbo.

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