ice_827_17-24__01b50204ebac368ab094ad82c24909f8
TRANSCRIPT
Juan José Toribio Dávila*
LAS INSTITUCIONESDE BRETTON WOODS:60 AÑOS DE CAMBIOSSesenta años después de la celebración de la Conferencia de Bretton Woods, de la quenacieron el Fondo Monetario y el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo(hoy Grupo Banco Mundial), los diversos acontecimientos económicos han obligado auna adaptación de las funciones de estas instituciones para responder a la nuevaconfiguración de los mercados financieros internacionales y las necesidades de suspaíses miembros. Este trabajo analiza la evolución de ambas instituciones, revisando losacontecimientos que han precipitado los principales cambios e identificando los retospendientes para el futuro.
Palabras clave: sistema financiero internacional, sistema monetario internacional, instituciones financieras
multilaterales, Banco Mundial, FMI.
Clasificación JEL: F33.
1. Introducción
Bajo la perspectiva de una inminente victoria en la Se-
gunda Guerra Mundial, se celebró en un apartado hotel
de Bretton Woods, N.H., del 1 al 22 de julio de 1944, la
denominada «Conferencia Monetaria y Financiera de
Naciones Unidas». Participaron en ella 44 países, y otro
(Dinamarca) envió una simple representación de menor
nivel. Una cumbre tan limitada, y sin la presencia de nin-
gún Jefe de Estado o presidente de gobierno, sería hoy
considerada un happening político de menor nivel, pero
el ambiente de esperanza y novedad en que entonces
se vivía bastó para convertir el encuentro en el punto de
partida de un nuevo orden económico internacional.
De la Conferencia se derivó la decisión de crear tres
instituciones básicas. En primer lugar, el Fondo Moneta-
rio Internacional, cuyo convenio constitutivo fue firmado
ya finalizada la guerra (27 de diciembre de 1945). Su
primera Asamblea de Gobernadores, es decir, de minis-
tros de finanzas y presidentes de bancos centrales, tuvo
lugar en Savannah, Georgia, sólo unas semanas des-
pués (8 de marzo de 1946), aunque el comienzo efecti-
vo de sus operaciones financieras se retrasó hasta el 1
de marzo del año siguiente.
La segunda institución fue el llamado Banco Interna-
cional de Reconstrucción y Desarrollo, cuya propia de-
nominación indica un claro afán de reparación por la
gran destrucción generada en la guerra, aunque su pro-
pio éxito en materia de reconstrucción le llevó pronto a
centrarse en la financiación de proyectos en países
60 ANIVERSARIO DE LAS INSTITUCIONES DE BRETTON WOODSDiciembre 2005. N.º 827 17ICE
* Profesor del IESE.
atrasados que, de hecho, no habían participado en el
conflicto. Pasó, pues, a ser más identificado con la mar-
ca «Banco Mundial», cobertura actual de las diversas
entidades en las que ha quedado configurado su grupo
financiero.
Por fin, la Conferencia de Bretton Woods previó la
creación de un tercer organismo, desde el principio de-
nominado Organización Mundial de Comercio que, no
obstante —y por razones largas de explicar—, no adqui-
rió carta de naturaleza ni entró en funcionamiento hasta
casi 50 años después, aunque bien es cierto que alguna
de sus previsibles funciones fueron asumidas por un
acuerdo general (el GATT) suscrito en 1947. Dado que
casi nadie identifica hoy a la OMC con la conferencia de
Bretton Woods, los párrafos que siguen limitan su análi-
sis a sólo las dos primeras instituciones: FMI y BM.
2. La trayectoria del FMI
El Convenio Constitutivo del Fondo asignó a la insti-
tución una serie de objetivos y funciones que, traduci-
dos desde su peculiar lenguaje técnico (el «fundés»,
según la irónica expresión que con frecuencia emplea
el staff) al idioma de nuestros días, pueden enumerar-
se como:
a) Fomentar la cooperación monetaria internacio-
nal, la estabilidad cambiaria y los regímenes de cambio
ordenados.
b) Posibilitar un crecimiento «equilibrado» del co-
mercio internacional, como contribución a altos niveles
de empleo y prosperidad.
c) Promover la «convertibilidad» de todas las mone-
das, es decir, la eliminación de restricciones cambiarias
que tanto dificultaban la expansión del comercio.
d) Facilitar el ajuste de las balanzas de pagos.
e) Finalmente, «infundir confianza a los países
miembros, poniendo a su disposición temporalmente los
recursos generales del Fondo (procedentes de cuotas),
dándoles así la oportunidad de equilibrar sus cuentas
exteriores sin recurrir a medidas perniciosas para la
prosperidad nacional e internacional».
Nadie ha procedido a una revisión general de esos fi-
nes, por lo que siguen siendo teóricamente la razón de
ser de la institución. El sistema monetario y la propia
economía internacional han experimentado, sin embar-
go, cambios tan sustanciales, que ponen en tela de jui-
cio la misión del Fondo o, al menos, parecen reclamar
una reflexión profunda sobre la «hoja de ruta» que pue-
da orientar la trayectoria de la entidad en el mundo ac-
tual. Algunos de esos cambios respondieron a shocks
perfectamente identificables como puntos de ruptura, o
como hitos básicos de alteración en la evolución del sis-
tema monetario internacional. Otros (quizá los más pro-
fundos) fueron graduales y continuos, por lo que no re-
sultaba fácil valorarlos en el acontecer diario.
Entre los primeros (cambios asociados a auténticos
shocks económicos o políticos), los futuros tratados de
Historia Económica no dejarán de registrar la reunión
que el presidente Richard Nixon mantuvo con altos fun-
cionarios de su gobierno en la residencia de Camp Da-
vid el 15 de agosto de 1971, ocasión en la que se deci-
dió que los Estados Unidos interrumpirían la paridad fija
del dólar respecto al oro (piedra angular del esquema di-
señado en Bretton Woods). Como era previsible, tal
acuerdo provocó, casi inmediatamente, un abandono
generalizado de los compromisos cambiarios respecto
al dólar por parte de las restantes monedas. Todo el sis-
tema se derrumbó y vanos resultaron los intentos de re-
cuperar nuevas paridades de equilibrio que permitieran
retornar a un esquema general de tipos de cambio fijo.
Tras el colapso del esquema cambiario de Bretton
Woods, la volatilidad de paridades pasaría a formar par-
te de un escenario en el que el Fondo Monetario Inter-
nacional parecía haber perdido su rumbo e, incluso, su
razón de ser, en forma tal, que no han faltado desde en-
tonces voces y escritos que ponen en duda la propia
existencia de la institución.
En 1972, la Junta de Gobernadores del Fondo decidió
crear una comisión (grupo de los veinte) para la reforma
del esquema, pero el estallido de la primera crisis del
petróleo (diciembre de 1973) interrumpió sus trabajos.
Dos años después, se constituyó el llamado «Comité
18 60 ANIVERSARIO DE LAS INSTITUCIONES DE BRETTON WOODSDiciembre 2005. N.º 827
JUAN JOSÉ TORIBIO DÁVILA
ICE
Interino», cuyos esfuerzos habrían de dirigirse a la refor-
ma del FMI y aun del propio sistema cambiario. Su «in-
terinidad» se prolongó, sin embargo, durante 27 años, al
término de los cuales, tampoco aparecía suficientemen-
te claro el rumbo a seguir.
Y es que, mientras tanto, se habían producido nuevos
e inquietantes shocks en el esquema monetario interna-
cional. Una segunda crisis energética, declarada en
1980, vino a absorber la atención de todos los actores
del sistema, planteando la necesidad de arbitrar cauces
en orden al llamado «reciclaje de petrodólares», es de-
cir, a la tarea de corregir, vía movimientos de capital, los
profundos desequilibrios financieros originados por las
fuertes transferencias de fondos hacia los países pro-
ductores de petróleo. El FMI realizó aportaciones sus-
tanciales a la solución del problema, y jugó un papel de-
cisivo, arbitrando nuevas facilidades de crédito o pres-
tando asistencia técnica en cuanto le fuera requerido.
Apenas iniciado el restablecimiento de la normalidad,
volvieron a encenderse las señales de alarma (otoño de
1982) cuando México y otros países latinoamericanos
declararon la imposibilidad de hacer frente a los pagos
derivados de la gran deuda externa que habían acumu-
lado en ejercicios inmediatamente anteriores. Fue la de-
nominada «crisis de la deuda externa», y en ella tam-
bién el FMI desempeñó un destacado papel, contribu-
yendo a su superación como catalizador de nuevas
fórmulas financieras, eventualmente arbitradas por la
comunidad bancaria internacional, con el respaldo y ga-
rantía de la Administración norteamericana y de los go-
biernos de algunos países europeos. Nada de esto, lógi-
camente, podía haber sido previsto 40 años antes por
los participantes en la conferencia de Bretton Woods. Si
embargo, el FMI mostró una notable adaptabilidad a cir-
cunstancias tan variadas y difíciles, lo que volvió a revi-
talizar su imagen.
La arquitectura del sistema monetario internacional
aún había de verse sometida a nuevas y duras pruebas
en la década siguiente. Sucesivas crisis financieras se
desataron en México (con la secuela del llamado «efec-
to Tequila»), Tailandia, Corea, Indonesia, Brasil y, final-
mente, Argentina, cuyos ecos todavía reverberan en la
memoria de quienes a ellas se vieron sometidas. Una
vez más, las miradas de todos los protagonistas del sis-
tema se volvieron al Fondo Monetario Internacional, en
busca de soluciones financieras efectivas y, de nuevo, el
FMI se vio obligado a un serio ejercicio de reflexión so-
bre sus responsabilidades, su misión, sus objetivos, sus
recursos y sus procesos de toma de decisiones, un pro-
ceso que todavía perdura.
Pero con todo, los cambios más profundos no fueron
quizá los sobrevenidos a consecuencia de shocks con-
cretos, como los hasta aquí enumerados. Más importan-
tes resultaron, en última instancia, otras transformacio-
nes graduales, silenciosas y continuas, que vinieron a
configurar un universo monetario, muy distinto al que se
contemplaba en 1944. Tras esos cambios, los paráme-
tros e inquietudes de la conferencia de Bretton Woods
se nos antojan hoy casi irreconocibles.
En efecto, del artículo 1. del Convenio Constitutivo se
desprende que los founding fathers del FMI tenían sólo in
mente los flujos comerciales, así como los desequilibrios
externos que de ellos pudieran derivarse, y las fórmulas
cambiarias que pudieran corregirlos antes de que dege-
neraran en crisis abiertas. Lo auténticamente «sistémi-
co» era, para ellos, el comercio exterior. En modo alguno
pudieron prever que los movimientos internacionales de
capital —bien por inversión directa, bien por créditos de
diversa configuración— pudieran crecer exponencial-
mente, hasta superar con mucho el volumen de las tran-
sacciones comerciales. No pasaron por su imaginación
fenómenos tan decisivos como la globalización financie-
ra, el volumen del mercado de divisas, la intensidad de su
contratación continua en tiempo real, la difusión universal
de la información, la amplitud de los mercados de valo-
res, el protagonismo del ahorro institucional, la inflación
de activos, o la rápida incorporación de nuevas potencias
económicas al sistema globalizado.
Como consecuencia de todos esos cambios decisi-
vos, el mundo de hoy, a diferencia del de la posguerra,
viene caracterizado por rasgos del siguiente tenor (Bui-
ra, 2005):
LAS INSTITUCIONES DE BRETTON WOODS: 60 AÑOS DE CAMBIOS
60 ANIVERSARIO DE LAS INSTITUCIONES DE BRETTON WOODSDiciembre 2005. N.º 827 19ICE
a) Los Estados Unidos, que al término de la Segunda
Guerra Mundial eran prácticamente la única fuente de fi-
nanciación internacional, son hoy un país fuertemente
importador de capitales, con un volumen de pasivos fi-
nancieros claramente superior al de sus activos externos.
b) El escenario europeo ha cambiado radicalmente.
Varias monedas importantes (como las antiguas de la
Eurozona) han desaparecido del sistema y los países
emisores han arbitrado una nueva moneda común. Las
transacciones entre estas economías resultan, en esen-
cia, operaciones intrapaís, por lo que, en sentido estric-
to, no puede hablarse de «desequilibrios exteriores» de
unos con otros, ni pretender que necesitan las mismas
fórmulas de ajuste que en el pasado. Se necesita un
nuevo esquema de análisis, porque, en lo político, el tér-
mino «país de la eurozona» quizá continúe teniendo al-
guna vigencia pero, en lo económico, ha quedado supe-
rado. Extrañamente, cada uno de esos «países» con-
serva su cuota y su poder de voto independiente en los
órganos de gobierno del FMI, con un peso conjunto su-
perior en un 70 por 100 al de los propios Estados Uni-
dos, aunque su PIB consolidado sea claramente inferior.
La cuestión podía no tener mayor importancia cuando
se trataba de economías independientes, pero que ha
cobrado una nueva perspectiva desde el momento en
que todas ellas decidieron constituirse en una unidad de
decisión monetaria.
c) Por otro lado, los países del G-7 continúan man-
teniendo el control de las instituciones de Bretton
Woods. Sin embargo, hoy no representan más del 14
por 100 de la población del mundo y el 44 por 100 del
PIB global. Las naciones «emergentes» y las econo-
mías «en transición» reúnen, por su parte, al 84 por 100
de la población global y, en términos de poder de com-
pra, disponen de un PIB similar al de los siete grandes.
En esa porción mayoritaria del mundo existen, pues, du-
das razonables sobre la legitimidad democrática del go-
bierno del FMI y sobre la oportunidad de las decisiones
por él adoptadas.
d) Finalmente, las reservas de divisas en poder de
los países emergentes (incluyendo China y los demás
«dragones asiáticos») han pasado de 33.000 millones
de dólares en 1970 a más de 1,4 billones en los momen-
tos actuales. Superan, así, con mucho (de hecho, casi
duplican) el volumen de las correspondientes a las eco-
nomías avanzadas quienes, no obstante, continúan to-
mando decisiones como si nada hubiera cambiado y
fueran todavía ellas las titulares de las reservas interna-
cionales.
En el mundo nuevo, así configurado, el FMI parece
obligado a afrontar retos muy distintos a los del pasado
y, en consecuencia, a adaptar su estructura, sus recur-
sos y sus prioridades a las peculiares circunstancias del
momento actual.
Piénsese, por ejemplo, en la nueva dimensión adqui-
rida por el problema de la corrección de desequilibrios
internacionales. En el pasado, tales desequilibrios pro-
cedían —como antes hemos dicho— de operaciones
simplemente comerciales, se generaban sobre todo en
los países en vías de desarrollo y eran corregidos me-
diante una combinación, bien estructurada, de alteracio-
nes cambiarias, créditos del Fondo, y políticas de ajuste
(fiscal y/o monetario) asociadas a la llamada «condicio-
nalidad» del FMI. Éste proporcionaba además la asis-
tencia técnica necesaria y la supervisión imprescindible
para llevar a buen término el proceso.
Hoy, los principales desequilibrios internacionales
aparecen en la balanza exterior de los Estados Unidos y
no está claro qué podría hacer el FMI, salvo continuar
con sus informes del Artículo IV y pedir políticas de ajus-
te a unas autoridades como las norteamericanas, esca-
samente proclives a seguir las recomendaciones de un
organismo multilateral y, desde luego, no necesitadas
de créditos preferenciales, asistencia técnica o proce-
sos de supervisión.
El otro lado del problema viene constituido por Japón
y, sobre todo, por la República Popular China. Para re-
solverlo, sus autoridades monetarias habrían de alterar
la paridad del yuan o, mejor aún, modificar el régimen
cambiario que ha permitido una subvaloración tan evi-
dente de esta moneda. Poco puede hacer, sin embargo,
el Fondo Monetario Internacional, salvo —de nuevo—
20 60 ANIVERSARIO DE LAS INSTITUCIONES DE BRETTON WOODSDiciembre 2005. N.º 827
JUAN JOSÉ TORIBIO DÁVILA
ICE
incluir en su informe periódico del artículo IV una mera
recomendación para que las autoridades chinas lleven a
cabo tales cambios, sin garantía alguna de que ello
vaya a materializarse en la práctica y, desde luego, sin
ningún elemento de presión. ¿Qué podría ofrecer, o exi-
gir, el FMI a un país como China, cuyo nivel de reservas
de divisas excede, con mucho, de los recursos financie-
ros de la propia institución? China mantiene además un
agravio permanente frente al Fondo, por la baja cuota y
el escaso poder de voto que el país tiene asignados,
aun cuando disponga de una silla permanente en el Di-
rectorio Ejecutivo.
Si del problema del ajuste pasáramos al de la «contri-
bución a altos niveles de empleo y bienestar» (otro de
los objetivos iniciales del FMI), cabría preguntarse qué
puede hacer hoy la institución, por ejemplo, para asegu-
rar que los países de la Eurozona, sumidos en un hori-
zonte de estancamiento, procedan a acometer las refor-
mas estructurales necesarias, tanto en el mercado de
trabajo como en los de bienes y servicios, o reduzcan la
pesada carga fiscal que sus ciudadanos soportan. O
bien, cómo lograr que reaparezca en Europa la confian-
za de consumidores e inversores para atenuar, entre
otros procesos, el de «deslocalización» industrial, pro-
vocado por aquellas rigideces y por la pérdida de com-
petitividad que de ellas se deriva. De nuevo, más allá de
las simples recomendaciones en el informe del artícu-
lo IV, el Fondo aparece inerme para afrontar problemas
tan sustanciales de la economía contemporánea o
coadyuvar a su solución.
En cuanto a las crisis financieras internacionales
—otro de los problemas del mundo actual— la experien-
cia ha mostrado una evidente necesidad de que el FMI
sea dotado de suficientes instrumentos, tanto para la
prevención como para la solución de los desequilibrios,
una vez declarados. Para lo primero, el Fondo debería
disponer de más y mejores recursos, junto a más y me-
jores políticas, y más o mayores elementos de transpa-
rencia. Se ha sugerido, por ejemplo (Camdessus, 2005)
que las conclusiones preliminares de las misiones del
Fondo, incluso las del artículo IV, sean abiertas a debate
público en el país afectado, antes de elevarse a la consi-
deración del Directorio Ejecutivo en Washington. Tales
debates deberían involucrar a fuerzas políticas, organi-
zaciones de la sociedad civil, círculos académicos, etcé-
tera, para proporcionar al propio Fondo mejores ele-
mentos de juicio y para incrementar la atención de las
autoridades económicas del país hacia las conclusiones
del FMI.
Para lo segundo (gestión de las crisis, una vez decla-
radas), continúa siendo necesario para el FMI disponer
no sólo de un volumen muy superior de recursos, sino
de nuevos instrumentos legales. Hace ya tres años que
el llamado Comité Monetario y Financiero del FMI seña-
ló la conveniencia de dos reformas básicas en este te-
rreno: a) En primer lugar, la inclusión (quizá obligatoria)
de las llamadas «cláusulas de acción colectiva» en las
futuras emisiones de deuda soberana, de forma que se
establecieran desde el principio los procedimientos a
seguir en caso de impago. b) En segundo término, la
creación del denominado «Mecanismo de Reestructura-
ción de la Deuda Soberana» (SDRM), mediante el que
se implementaría a nivel internacional, un procedimien-
to de suspensión de pagos para las deudas de los go-
biernos. Sin duda, ambas reformas podrían contribuir a
una más ordenada solución de los defaults y las crisis
internacionales por ellos provocadas.
Todos esos retos, más la necesidad de adaptar las
cuotas, el poder de voto y, en definitiva, los órganos de
gobierno del FMI al nuevo equilibrio de fuerzas en el
ámbito económico internacional, aseguran que no habrá
de faltarles tarea a los responsables políticos de la enti-
dad, 60 años después de su creación.
3. La evolución del Banco Mundial
Si la trayectoria histórica del FMI ha venido dominada
por la fuerza de los cambios sociales y económicos, la
del BIRD no ofrece dosis menores de complejidad. De
hecho, el Banco ha sido impactado no sólo por los cam-
bios globales que afectaron al Fondo, sino por otros es-
pecíficos, propios de su actividad.
LAS INSTITUCIONES DE BRETTON WOODS: 60 AÑOS DE CAMBIOS
60 ANIVERSARIO DE LAS INSTITUCIONES DE BRETTON WOODSDiciembre 2005. N.º 827 21ICE
El Banco Mundial comenzó sus operaciones en
1947, con un crédito de 250 millones de dólares, otor-
gado ¡al gobierno francés! para proyectos relativos a la
reconstrucción de infraestructuras. Bastaría, pues,
confrontar —en su naturaleza y su volumen— ese cré-
dito a uno de los países que hoy pertenecen al G-7
(Francia) con los que ahora se otorgan a las econo-
mías más pobres del mundo, bajo el esquema de los
Objetivos de Desarrollo del Milenio, para comprender
la importancia de los cambios experimentados en la
operativa del Banco Mundial.
Ya en los años cincuenta, la actividad del Banco se
alejó del objetivo de reconstrucción posbélica, para
abordar la financiación de proyectos concretos de desa-
rrollo en lo que entonces empezó a denominarse «Ter-
cer Mundo». El problema era cómo podrían otorgarse
créditos muy por debajo de las condiciones de mercado
(únicos que los países subdesarrollados podían asumir)
sin poner en peligro la solvencia del propio Banco, cuya
principal fuente de financiación habría de consistir en
emisiones abiertas de bonos y en una apelación gene-
ralizada al mercado internacional de capitales. Aunque
el objetivo básico del Banco no fuera la maximización de
beneficios, era obvio que los costes de funcionamiento y
el propio crecimiento de la institución debían ser cubier-
tos mediante un margen aceptable en sus operaciones
financieras.
Para resolver el dilema se creó, en 1960, la Asocia-
ción Internacional de Fomento, como «ventanilla blan-
da» del Banco Mundial, capaz de conceder créditos
concesionales, de bajos tipos de interés, a las econo-
mías más pobres del mundo. Los créditos de AIF (o IDA
en su acrónimo inglés) pasarían a financiarse con apor-
taciones voluntarias de países relativamente desarrolla-
dos (en la actualidad, una treintena) otorgados cada tres
años mediante las llamadas «reposiciones de fondos»,
que se han materializado ya en trece ocasiones. La pro-
pia IDA señala quiénes son los países «elegibles» (hoy
más de 80) para la obtención de sus créditos concesio-
nales, en función de las circunstancias económicas de
cada uno de ellos.
Cuatro años antes (1956), y dentro de los mismos ob-
jetivos de ayuda al «Tercer Mundo», se había constitui-
do la Corporación Financiera Internacional, mediante la
que se pretendió promover inversiones privadas en los
países en vías de desarrollo, facilitando asistencia técni-
ca y participando en la financiación de iniciativas de in-
versión, sin necesidad de aval gubernamental. Se iba,
así, configurando el Grupo Banco Mundial, como res-
puesta a los sucesivos retos que su misión inicial iba
planteando, con el afán de movilizar en paralelo recur-
sos públicos y fondos privados1.
Hasta el final de los años sesenta, es decir, en los pri-
meros cinco lustros de su existencia, la financiación del
Banco Mundial se dirigió básicamente a los campos de la
energía, infraestructuras de transporte y apoyo a la indus-
tria básica, como forma de «cebar la bomba», bajo la es-
peranza de que ello generase suficiente ahorro e inversión
doméstica como para facilitar el despegue de los países
atrasados. Basta repasar los textos de la época sobre
Economía del Desarrollo para constatar que ésos eran los
términos en los que el problema se planteaba cuando se
organizaban seminarios y discusiones académicas.
A partir de los años setenta, empezó a agotarse el es-
píritu de optimismo propio de la posguerra, y a consta-
tarse que el desarrollo económico resultaba un empeño
mucho más arduo y complejo de lo que inicialmente se
había pensado. A pesar de los esfuerzos aplicados, era
obvio que persistía la pobreza, a veces extrema, en di-
versas partes del mundo y que probablemente no po-
dría evitarse convivir con ella durante mucho tiempo,
aunque —eso sí— diseñando métodos para reducirla y
aliviarla en lo posible. La «lucha contra la pobreza»
tomó el relevo de aquellos viejos eslóganes relativos a
la «promoción del desarrollo» y en el Banco Mundial,
bajo la presidencia de Robert Mc Namara, ese nuevo
espíritu de realismo propició la financiación de proyec-
22 60 ANIVERSARIO DE LAS INSTITUCIONES DE BRETTON WOODSDiciembre 2005. N.º 827
JUAN JOSÉ TORIBIO DÁVILA
ICE
1 El grupo Banco Mundial se completó con la creación del «CentroInternacional para el Arbitraje de Diferencias relativas a Inversiones(CIADI)» en 1966 y del «Organismo Multilateral de Garantía deInversiones (OMGI)» en 1988.
tos agrícolas, educativos, sanitarios, etcétera, destina-
dos a satisfacer necesidades básicas de la población,
más que a apoyar el take off de las economías subdesa-
rrolladas.
En la década de los ochenta se produjo un despegue
efectivo de las economías del sudeste asiático, arran-
cando de la pobreza a masas enteras de población, bajo
un esquema de atracción de inversiones privadas hacia
esa zona del mundo, para la que se elaboró la expresión
«economías emergentes». Comenzó a tomar cuerpo la
idea de que los capitales privados tenían un potencial
muy superior al de las meras transferencias concesio-
nales, tanto para el crecimiento económico como para la
lucha contra la pobreza. El Banco Mundial, y las demás
instituciones multilaterales, deberían —se dijo— asumir
un nuevo papel, como catalizadores y estimuladores de
inversiones directas procedentes del sector privado ha-
cia las economías en vías de desarrollo. Éstas, por su
parte, deberían reducir sus desequilibrios endémicos y,
sobre todo, ajustar sus estructuras legales e institucio-
nales para facilitar el proceso, hasta convertirse en ám-
bitos favorables a la inversión privada. El Banco podía
contribuir sustancialmente a esos procesos de ajuste.
Las ideologías todavía predominantes en los años
ochenta podían difícilmente aceptar esos planteamien-
tos, por lo que las voces críticas no tardaron en apare-
cer. En un informe de 1987, UNICEF consagró la expre-
sión «ajuste con rostro humano», tomándola prestada
de la que los reformadores checoeslovacos habían apli-
cado al neocomunismo por ellos sugerido antes de que
la invasión soviética de 1969 cerrara el paso a cualquier
posibilidad de apertura. El «rostro humano» propuesto
por UNICEF, e inmediatamente aceptado por otros or-
ganismos, planteaba una fuerte crítica sobre los efectos
—en su opinión negativos— que, los programas de
ajuste estructural podrían tener sobre los más débiles.
Sin embargo, la experiencia continuada de los países
del sudeste asiático y de algunos latinoamericanos (Chi-
le) parecía contradecir tales críticas. La caída del muro
de Berlín vino a confirmar la posición de los partidarios
de fortalecer el flujo de capitales privados y de revisar el
papel del Banco Mundial. Se elaboró, así, el llamado
«Consenso de Washington».
Cuando, a finales de los noventa, las economías
emergentes experimentaron una cadena de crisis finan-
cieras, su valor como modelo resultó deteriorado, a pe-
sar de la rapidez con que superaron sus dificultades. De
nuevo, pasaron a subrayarse los aspectos más directa-
mente asistenciales del Banco, centrados ahora en es-
quemas como el de alivio a la deuda externa (iniciativa
HIPC). La reducción del endeudamiento exterior ven-
dría vinculada a sendas estrategias de lucha contra la
pobreza por parte de los países concesionarios, para
asegurar que la condonación de los créditos tuviera un
«impacto real en la vida de los pobres». Así, los gobier-
nos afectados pasaron a elaborar documentos denomi-
nados Poverty Reduction Strategy Papers (PRSP) con
amplia participación de la sociedad civil y los acreedo-
res bilaterales. El Banco Mundial proporcionaría (junto
con el FMI) asistencia técnica para la elaboración de
esos programas estratégicos, que habrían de incluir ob-
jetivos claros, con indicadores medibles y calendarios
precisos.
¿Dónde nos encontramos ahora? En el panorama ac-
tual parece imponerse un período de reflexión tras se-
senta años de experiencia y a la luz de la Declaración
del Milenio, adoptada por Naciones Unidas en septiem-
bre de 2000 y de los Millenium Development Goals, pro-
clamados meses después. De acuerdo con los datos del
propio Banco Mundial, en las décadas recientes se han
conseguido mejoras importantes en las condiciones de
vida de los países pobres. El número de personas que
viven con menos de un dólar al día se ha visto reducido
en 400 millones durante los últimos 25 años. La espe-
ranza de vida en los países en vías de desarrollo se ha
incrementado en 15 años, a lo largo del mismo período
de tiempo, mientras la proporción de analfabetos que, al
principio del período, suponía el 50 por 100 de la pobla-
ción, se ha reducido a la mitad, con progresos especial-
mente visibles en Asia y América Latina (Wolfowitz,
2005). Sin embargo, las condiciones de vida para am-
plias capas de población en el África Subsahariana y
LAS INSTITUCIONES DE BRETTON WOODS: 60 AÑOS DE CAMBIOS
60 ANIVERSARIO DE LAS INSTITUCIONES DE BRETTON WOODSDiciembre 2005. N.º 827 23ICE
otros rincones del planeta continúan siendo inacepta-
bles y reclamando soluciones específicas, a las que el
Grupo Banco Mundial no puede ser ajeno.
En palabras de su actual presidente, el Banco Mun-
dial debe, además, profundizar en la comprensión y el
impulso a cuatro drivers fundamentales del desarrollo
económico:
a) La generación de liderazgo con responsabilidad,
así como la lucha contra la corrupción.
b) El desarrollo de la sociedad civil, especialmente
en cuanto se refiere al respeto y promoción de los dere-
chos de las mujeres.
c) La potenciación del sector privado en los ámbitos
productivos.
d) El imperio de la ley, en especial para aquellos as-
pectos que se refieren a la igualdad ante las normas le-
gales y la potenciación de los derechos de los más po-
bres.
Continúa teniendo pleno sentido la financiación del
Banco Mundial a proyectos de Sanidad, Educación,
Infraestructuras, Energía y Agricultura, así como los es-
fuerzos específicos de reducción de la deuda externa y
de alivio a las capas más pobres de la población mun-
dial. La estrategia actual del Banco, como la de otros or-
ganismos multilaterales, podría, sin embargo, centrarse
más en situar tales políticas en un contexto institucional
y de «buen gobierno», sin el cual, las contribuciones
asistenciales parecen perder una gran parte de su senti-
do, su valor, y su eficacia.
Se trata, sin duda, de retos difíciles que habrán de
condicionar toda la estrategia de ayuda al desarrollo en
las próximas décadas.
Referencias bibliográficas
[1] BUIRA, A. (Ed) (2005): The IMF and the World Bank atSixty, Anthem Press, Londres.
[2] CAMDESSUS, M. (1994): El FMI a los cincuenta años:retos y perspectivas, Madrid.
[3] CAMDESSUS, M. (2005): International Financial Institu-tions: Dealing with New Global Challenges, Per JacobsonFoundation lecture, Washington.
[4] DE RATO, R. (2005): Address to the Board of Gover-nors, Washington DC.
[5] TORIBIO, J. J. (1999): Hacia un nuevo Sistema Moneta-rio Internacional, Congreso Nacional de Economía, Alicante.
[6] WOLFOWITZ, P. (2005): Address to the Board of Go-vernors of the World Bank Group, at the Joint Annual Discus-sion, Washington DC.
24 60 ANIVERSARIO DE LAS INSTITUCIONES DE BRETTON WOODSDiciembre 2005. N.º 827
JUAN JOSÉ TORIBIO DÁVILA
ICE