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11 I I I 11 NÚM. 34 -- ---- MADRID .. 1947 M. MAR T1 BO LA OS MINISTERIO DE AGRICULTURA SOBRE ENSAYO DE 1 VESTIGACIÓN INDIRECTA ORIGEN, DESARROLLO Y PRODUCCIONES DEL MONTE A.LTO INSTITUTO FORE STAL DE. INVESTIGACIONES Y EXPE.RIENCIAS A O XVIlI

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11I

II11

NÚM. 34

-- ----

MADRID .. 1947

M. MART 1 BO LA O S

MINISTERIO DE AGRICULTURA

SOBRE

ENSAYO DE 1 VESTIGACIÓN

INDIRECTA

O R I G E N , DESARROLLOY PRODUCCIONES DEL

MONTE A.LTO

INSTITUTO FORESTAL DE. INVESTIGACIONES Y EXPE.RIENCIAS

A O XVIlI

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ENSA.YO DE INVESTIGACION

INDIRECT ASOBRE

ORIGEN, DESARROLLOY PRODUCCIONES DEL

MONTE ALTO

POR

MANUEL MARTíN BOLAji'fOSINC;¡EJUERO DE NONTES

"l'¿

MINISTERIO DE AGRICULTURAINSTITUTO FORESTAL DE INVESTIGACIONES Y EXPERIENCIAS

MADRID '* 1947A~O XVIII NÚM. 34

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Hay hechos importantes que perma­necen ignorados. El espíritu siente natu­ral tendencia a rechazar 10 que no entreen el marco de las creencias científicaso filosóficas de nuestro tiempo. Al finyal cabo, los estudiosos no son más quehombres, y están saturados de losprejuicios del ambiente y de la época.

ALEXIS CARREL

(La inc6gnita del hombre.)

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Un libro parecido a éste debió imprimirse con mi llegada al mundo,hace cincuenta años, o sea, cuando la existencia del Cuerpo de Ingenierosde Montes cumplía esa edad. Estampo la afirmación, porque las ideasbásicas llevadas a la imprenta ahora no son nuevas; yo las aprendímuy joven de otros, a quienes enseñaron los mayores con ejemplosconocidos y admirados por mí todavía. Como se ve, tengo razones parapensar que, a fines del pasado siglo, algunos de mis compañeros conocíanla materia, y encuentro sensible no nos hayan legado de la mismasiquiera un esbozo, porque sólo con la tranquilidad del espíritu enaquellos días para aislarse en el trabajo, ganaban mucho para mejorarmi escritura.

Faltó la decisión, la guía, y la masa de forestales ha seguidoeducándose como si, desde los tiempos de Hartig a Gayer, se hubieraapurado el estudio fundamental de la ciencia de montes. Tal vez poreso, casi toda nuestra labor colectiva se encierra en la puesta en ordende viejos principios, más o menos modificados, y en coronarlos conaplicaciones de otras materias. No se explica de otro modo que ennuestra Escuela, único centro de enseñanza oficialmente titulada, sesiga estudiando, como antaño, un curso de selvicultura propiamentedicha, mientras se dedican dos, e incluso tres, a disciplinas, que, pronun­ciadas a secas, nada tienen de común con las funciones que nos atribuyeel hombre de cultura media.

No quisiera haber sido yo, todavía, quien haya dado este paso; yno por modestia, sino porque tan complicado me pareció siempre eltema, que reconozco me queda mucho por aprender en regiones novisitadas o mal conocidas. Pero los años corren, y en el ser humanoaumenta cada día el ansia de escribir; temo que, al igual de lo sucedidoen otras ciencias naturales, sea un extraño quien arroje la primera

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piedra, posiblemente con honda, para hacernos morder el polvo delos errores.

Disculpo en los demás el silencio, pero no en mi. Sirvo en un centrooficial de estudio, y aunque me duela, no puedo rehusar la divulgaciónde un conjunto de hechos con enorme trascendencia para nuestraeconomía forestal. Aporto razones y pruebas en favor de los mismos,pero cuento de antemano con opiniones adversas. A quienes discrepen,pido tolerancia i mis páginas no han sido escritas con el soplo de lainspiración, sino después de muchos años de trabajo. A los quecoincidan conmigo, ruego dominen entusiasmos y procedan con re­flexión, porque en materia de árboles se pagan caras las prisas.

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Se conoce mejor la vida de la rana que la del cocodrilo; para elinvestigador, como para el hombre de la calle, es más cómodoagenciarse y martirizar al inofensivo batracio que al temible saurio.Pero existe otra razón en perjuicio de los animales pequeños a nuestroalcance: La labor científica es por esencia lenta y costosa, y hay queaprovechar el tiempo caminando a trancos por los atajos, antes quese nos termine la vida y el dinero en la investigación directa. Por eso,aunque en sí el animal no 10 merezca ni sea el más apropiado, loslaboratorios de fisiología destruyen más ratones que los gatos. Materiaexperimental hay, corno la herencia, donde la fecundidad del inquietoroedor es insuficiente, y se echa mano de curiosos animalitos, comola mosca de la fruta.

En genética, para mejorar las especies en el sentido que interesa,tan insensato parece manejar los cromosomas del elefante como losdel tejo. El lento desarrollo de algunos seres, impone la necesidad deresolver los problemas en otros donde la existencia camine másdeprisa. Un paso acertado en la avena loca, gramínea anual queperjudica la siembra de cereales, puede extenderse a las plantasútiles. Análogamente, del resultado de una técnica en el cobaya,pasamos al ensayo en la vaca de leche.

Si en el agro se busca y obtiene ventaja con estos estudios, enselvicultura se cuentan los iniciados con los dedos de la mano. Elárbol maderable, se ha debido de pensar, hay que estudiarlo comoes; el bosque y sus evoluciones son obra de siglos, y siglos habrá deinvertirse observándolo.

Cierto es el principio en la mayoría de los casos. Pero el hombreviene generalizando el cultivo de especies de crecimiento rápido,utiliza maderas de menos edad que antaño en múltiples aplicaciones,y comercia con productos que, no siempre por razón económica, sedenominan secundarios, en tal grado, que imponen tratamientos espe­ciales. De otro lado, la diferencia de precio entre el árbol en pie, porreferirnos únicamente al material leñoso, y su madera en fábrica, seha hecho proporcionalmente menor, y seguirá disminuyendo, a conse­cuencia de la evolución en los transportes; ley que lleva aparejados el

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aumento en valor útil de la propiedad forestal y la conveniencia deaplicar la mano del hombre a operaciones selvícolas insospechadas pornuestra generación precedente.

Hay ejemplos en el país que bien lo demuestran: En el pinar,la reja tirada por una caballería, sorteando tocones, después de unaclara intensa; en la cepa de castaño, las tres o cuatro selecciones debrotes, hasta dejar, en el octavo o décimo año, exactamente igualesy bien repartidos, los que constituirán el vuelo definitivo hasta aca­bar el turno; en el chopo, las grandes obras de riego y costosos dreneseliminadoras de aguas estancadas; con los eucaliptos, una seriede operaciones para criar la planta, de labores en el suelo y deotros cuidados, que únicamente tienen imitadores en arboriculturafrutal. Paralelamente a esos hechos locales de iniciativa particular,los grandes proyectos para cubrir de árboles la nación, que desdeprincipios de siglo figuran en los programas de política española, seacualquiera su matiz, no se habrían incubado en nuestros hombres degobierno, y menos, llegarían a ejecutarse, de no estar apoyados en laconsideración económica señalada. No ya el monte espeso, sino latierra desnuda que promete variar a poco esfuerzo que se la dedique,ha aumentado en valor relativo. Hasta el pensamiento y léxicoforestal, antes circunscritos a profesionales y a la mente visionariade un puñado de románticos, se han hecho vulgares porque se palpanen dinero. La consecuencia es, que al selvicultor moderno le hanmetido prisa; incorporado al dinamismo de los tiempos, no puedeseguir andando por el monte con aire contemplativo.

En dendrología, el resultado cierto de la generalidad de los trabajosno se muestra en muchos años. Quien los emprenda, si tiene constancia,suele terminar sus días sin haber logrado la evidencia de la"obra y, me­nos, el honor que le pertenece. Los continuadores, si cabe la suerte dehaberlos, pueden alterar el espíritu del fundador o utilizar 10conseguidopara otro objeto, que entonces se muestra más interesante. El lugarde ensayo, total o parcialmente, no es raro se destruya por las llamas,con un cataclismo humano o desaparezca en abandono. Pero 10 mástriste que puede ocurrir, es la escasa importancia y hasta inutilidadabsoluta de la prueba: la finalidad conseguida llega demasiado tarde,no interesa.

Por eso se equivocan quienes piensan que nuestra ciencia no escomo las demás y necesita el amparo de un Matusalén. Llaman ilusoal hombre que especula con una centena de años, sin reparar encuantos desprecian los siglos ante los fósiles o miden la duración de

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los hechos en años de luz. Poco sabe todavía el forestal, pero másignorantes son el geólogo y el docto en astronomía. No obstante,ambos rinden servicios a la humanidad y progresan en conocimientos,sin que sepamos hasta ahora de nadie que se lamente de que no tenganvidas tan prolongadas como algunos varones bíblicos.

Guardando el respeto debido a los criterios generales hasta ahoraempleados en materia investigadora, el autor de estas páginas ensayauna forma indirecta de experimentación, que, en pocos años de trabajo,bosqueja ya, con aceptable exactitud, conclusiones de importancia.Los primeros elementos de juicio han sido los numerosos y variadosmontes con árboles o desnudos que, con finalidades distintas, havisto y analizado durante muchos años. Vienen luego las repoblacionesnaturales y artificiales y la comparación de los resultados, desposeídos,cuando fué posible, de apreciación personal, que se sustituye pornúmeros de conteos y medidas. Por último, e interpretando cuantode común existe entre la biología de los matorrales y de las masasarbóreas, que a veces se confunden, hasta impedir asegurar 10 que esmata y 10 que nos parece árbol, hemos seleccionado los tipos mássencillos, mejor conocidos y de mayor área, y con el mismo objeto queel mecánico o el constructor junto al modelo, o el fisiólogo ante la estre­lla marina, se emprende una técnica hasta hoy prometedora. No senos escapa que, una a una, cualquiera de esas individualidades quellamamos bosque, pimpollada o maleza, podría resultar insuficiente yhasta conducir a inexactitudes con la generalización de sus propiedades;pero otro es el caso si, prescindiendo de individuos, observamos losconjuntos, y, tras seleccionar 10 que realmente importa, comprobamosse repite con continuidad en las tres modalidades citadas de plantasleñosas.

Aunque nuestro propósito no es de ahora, sino incubado en muchosaños de perplejidades y tanteos, buscando las causas más que losefectos, hasta enero de 1944 no se midió un pino ni se pesó una jara,como principio de una investigación en orden. Como se ve, si no escasala diligencia al servicio de estas ideas que, como en toda empresanueva, ha de llevarse personalmente con detalle, evitando erroresde interpretación, poco ha avanzado el tiempo para ofrecer una laborcompleta y sin incorrecciones, a pesar del continuo deseo y de noregatear esfuerzos por evitarlos.

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Los forestales obligados a desplazamientos incómodos - alforjaen el mulo o morral sobre espalda -, saben que el selvicultor no es,como a primera vista se cree, producto refinado de la civilización mo­derna. Resultan inexplicables sin él, las maravillosas reliquias vegetalesesparcidas por el territorio nacional, quién sabe desde cuándo, yconservadas luego entre ruinas al calor de oasis de recreo de caprichosospotentados o de la cultura de anónimas personas recluídas en vidamonástica. Tampoco en nuestros días se ha perdido del todo eseespíritu en las comarcas montaraces, y no es difícil tropezar conhombres cultos o rústicos conocedores de la materia forestal delpaís, ante quienes llevadas las discusiones con buena fe, no tengamosque echar mano del tecnicismo para escapar del atasco con aire devencedores.

Para desgracia nuestra, eruditos y propagandistas han descuidadoesos manantiales de información, y la selvicultura, como ciencia quedifunde las observaciones del monte y pretende conservarlo, naceen el centro de Europa con el carácter de los pueblos interiores,obligados a buscar la máxima producción en sus territorios. Por esola mayoría de las obras clásicas están escritas en alemán, y de eseidioma importamos, casi literalmente, palabras y conceptos necesarioshace un siglo, que la experiencia recogida en el paso de años criba ytamiza, descubriendo al lado de 10 exacto y al parecer inmutable,cuanto de erróneo tienen para las aplicaciones modernas en el medioy con las especies españolas.

La selvicultura hubo de sintetizarse así, con criterio demasiadosimplista para nuestro país, en la expresión cortar reproduciendoy aprovechar conservando, que se interpreta como trabajar sólo conel hacha, dejando a la naturaleza la carga de todo 10 demás, inclusode la parte antinatural, que equivocadamente pudo encomendarle elhachero. La idea de producir el máximo de cantidad y calidad en elmínimo de tiempo, el mantenimiento de rentas elevadas con ladisminución posible en el capital-vuelo, acortar el período de repro­ducción y ampliar el área vegetativa de las especies de mayor interés,todo ello a fuerza de horas de estudio y de laboratorio, secundadas

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con experiencias y prácticas de campo, quedaron a veces suplidascon vaguedades o se omitían en las publicaciones del especialista.Animados por la afición al turismo de montaña, cada día más crecienteporque la vida humana tiende a la uniformidad, disponemos de unoscuantos sitios protegidos desde hace unos años. Pero eso es poco ycaro. Valía más que, imitando el espíritu de controversias naturalistasanimado en Francia por R. Ducamp, hubiéramos dejado en losmontes un número considerable de pequeños recintos dedicados a laobservación, en donde no tocara la mano del hombre; y metidos en elideal de encontrar hechas las cosas sin merma económica de quienlas hizo, hubiera sido deseable que, antes de poner alambrada a lazona de estudio, se arrasara o incendiase la mitad de la misma, paraobservar así, con los mayores contrastes iniciales, la marcha de laevolución natural. Con no más de una hectárea de esta clase en cadauno de los montes ordenados, dispondríamos hoy de medio siglo deenseñanzas capaces de colocarnos a la cabeza del mundo científico (1).

En contraste con nuestra pretensión de inmutable respeto haciaunos estatutos importados y arcaicos, son precisamente esos paísescentro-nórdicos, con la sencillez de la germinación asegurada, los queya empiezan a dar ejemplo sobre la elasticidad que hubo de imponersea las ordenaciones, para adaptar las normas se1vícolas a los conoci­mientos y exigencias del día. Con respecto a la Europa Central, nuestrosmontes, considerando tipos semejantes y hasta superiores a los extran­jeros, ofrecen rentas volumétricas unas diez veces menores, disparidadtan grande que, aun pesando en más de 10 justo las diferenciasestacionales, no aciertan a explicarse sin la complicidad defectuosadel orden administrativo.

Extendiendo a toda España 10 que sólo es carácter de regiones,se pregona abusivamente que la razón de esta anomalía nace con lapoca adaptación de los árboles al medio, cuando la verdad es que,gracias a nuestro clima, hemos extendido el área de los cultivosagrícolas, dejando al monte 10 que no servía para otra cosa. Ciertoes también que la expansión cerealista quedó detenida cuando losbeneficios no compensaron gastos y esfuerzos de cultivo, límite impre­ciso al andar de los tiempos, como el negocio de transporte en lasvías malas que, no obstante, por desenvolverse con exclusiva, puede

(r) L. LAURENT: Esquisse de géographie botanique du massij de la Sainte-Baume,Marsella, 1924.

A. F!.AUGÉRE, P. MARCELIN, G. KUHNHOI,Tz-LORDAT y A. ]OUBERT: L'enseignementde la joret de Valbonne. Montpellier, 1932.

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continuar el reparto de dividendos. Abierta la competencia hoy, esdecir, pesados los beneficios materiales del monte, aun sin valorarlos indirectos, la economía bien dirigida habría frenado la labormucho antes.

Sin embargo, pese a cuanto se desprestigia al suelo español ensu posibilidad maderable, podemos afirmar que en la mayor partede los terrenos de monte, incluso los poblados exclusivamente dematas y arbustos, entre lo consumido por el hacha, el fuego y elganado, pueden producirse holgadamente al año 1.000 kilos de ma­teria leñosa por hectárea, siendo frecuente, en siembras o planta­ciones bien logradas y no mal atendidas, que a los treinta o cuarentaaños nos den 5 m3 de renta, sin asombramos, como rareza, crecimientosmedios superiores a 10 ma antes de las edades indicadas; finalmente,con árboles exóticos, si bien ya generalizados e incorporados a nuestraflora, rebosantes de vitalidad yen óptima espesura, con suelo y climaapropiados, se pasa de los 30 ms, sin que por la edad y número delugares de ensayo organizados para estos estudios, se prevea todavíael máximo en la vertiginosa carrera de las producciones. Fuera deesos extremos, las cantidades de 5 a 8 m s se acusan con marcadageneralidad en llanuras y montañas, sobre tierras que la agriculturajamás ambicionó y enclavadas en el seno de montes seculares, queadmiramos y tenemos por buenos, cuando se garantizó el disfrute yconservación indefinida, cortando al año 1 m3 por cada una de susunidades de cabida.

* * *

Ante la gran cifra de especies extranjeras susceptibles de cultivoen España, 10 primero que se piensa es en la reducción del númeroa las que parecen ofrecer considerable ventaja sobre nuestra floraautóctona. Dentro del complicado tema que abordamos, en las siguienteslíneas se limita la preferencia a la cantidad de madera, cualesquierasean calidades y dimensiones, que puede en cierto tiempo producirsesobre determinada superficie. Consideremos, pues, para mayorprecisión.Ja cifra representativa del crecimiento medio, o sea, supuestoscoetáneos los árboles, el cociente de dividir la suma de los volúmenescontenidos en una hectárea por la edad expresada en años.

Las exóticas más difundidas entre particulares, chopos, eucaliptos,pino insigne, cipreses, acacias, etc., suministran tan elevadascantidades de madera, que los rendimientos de los árboles naturales

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en los montes sometidos a tutela del Estado parecen ridículos. Escorriente, en efecto, aquí, la cifra de 1/4 a 1/2 m? por año y hectárea;los tenemos por buenos cuando rinden 1 m a, y son excepcionales losque pasan tal límite; a su lado, los 20 m a de un eucaliptal bienestablecido, o los 15 m a de cualquier rodal de pino insigne, parecenfantasías. Por eso, de no frenarse optimismos con otras razones, en lapolítica forestal de nuestro tiempo nos zumbaría el oído con la músicaguerrera contra los árboles indígenas.

Para situarnos en la realidad presente y en el estado de nuestrainvestigación personal, detengamos la vista exclusivamente sobre lospinares. Cerca de 90 especies se admiten en el mundo, sin contarvariedades y razas; posiblemente, todas podrían cultivarse en España.Tras ensayos cuidadosos, es probable que, por cualquier motivo, paremosla atención en algunas, con simpatía análoga a la que viene prestándoseal insigne en las provincias del Norte. Pues bien: para hacer compara­ciones y deducir consecuencias positivas o negativas, es preciso asentarlas especies en estaciones idénticas o agruparlas en paralelismo conlos temperamentos individuales en los países de origen, sometiéndolasa los mismos cuidados. Transcurrido así un período, que no debe bajarde los cuarenta años, aun cuando nosotros, por impaciencia, en losprimeros tanteos 10 hayamos reducido hasta veinticinco para loscasos que se alcanzan mínimas dimensiones comerciales, se precisanmuchos inventarios antes de formular comparativamente los rendi­mientos en volumen y deducir el crecimiento medio. Es entonces, ysólo entonces, a la vista de gran cantidad de números paridos por lanaturaleza sin aplicación de fórceps, cuando podremos medir yasegu­rar el valor de una especie sobre otra en producción bruta de materialeñosa. Los datos publicados por nuestro Instituto (1) dan luz respectoal pino insigne en el litoral cantábrico, donde tenazmente se laboraasimismo para otras especies, y, en particular, sobre el pináster. Mascon ser importantes las deducciones, la omisión de la mayoría de losárboles que en el resto de España cubren grandes áreas, motiva quepara nuestros fines hayamos recogido información directa en cuantasrepoblaciones coetáneas de pinos se han podido visitar con la atencióny tiempo necesario.

El origen del arbolado en estudio no debe pasarse en silencio. Lohay cuidadosamente establecido y sujeto a la continua e inteligente

(1) 1. ECHItVERIÚA YS. DE PEDRO: El Pinus insignis en el norte de España (segundaedición). Madrid, 1944.

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mirada del propietario; otro, arranca en unas semillas lanzadas sobrerastrojo de avena o centeno que, abandonado primero, vino a serobjeto de largo pleito hasta nuestros días, sin aprovechamiento nicuidado; en tal monte, muy aislado, interpretando órdenes llegadaspor correo, abrió un peón de dos en dos pasos unas filas de hoyos, ycolocó en cada uno de 20 a 50 plantas, que originaron un cañaveral;otras veces, 10 que pudo constituir maravilla abandonado a sí mismo,fué objeto de estúpida limpia, hasta formar con los tres únicos vertí­cilos dejados a los raros supervivientes un paisaje de ridículas escobasinvertidas. Anotemos también como hecho muy digno para lasconclusiones que, en terrenos particulares, es norma la ejecución desiembras o plantaciones en sitios donde se esperan buenos crecimientos,mientras en los montes públicos, soslayando el valor del mañana,casi siempre ha presidido el criterio de colmar los rasos que lanaturaleza se niega a poblar o 10 va haciendo a regañadientes. Entretan diversas técnicas, que la más ambiciosa y consciente pretensiónno pudo imaginar que se colocarían a nuestro paso, hemos de felici­tarnos, por las enseñanzas tan cómodamente recogidas con el examende 10 bueno junto a los malo y del hallazgo del acierto prolongado enel absurdo.

En los tres años transcurridos desde la iniciación de este trabajo,que se desenvuelve con los recursos modestos asignados a nuestrafunción y el mínimo abandono de otras obligaciones, hemos logradoreunir 250 inventarios. Se investigan únicamente repoblacionescoetáneas y de edades conocidas, cualesquiera sean propiedad, exten­sión, cuidado y desarrollo, siempre que no se hayan cortado piesdominantes; de esta forma, la masa podrá revestir los más variadosaspectos, pero habrá de estar lograda, es decir, sin agrupación defallos o marras en superficies continuas. En el intento de sustraernosde cuanto pudiera ser apreciación subjetiva, no se establecen calidades;indicados en los resúmenes todos los valores de importancia relacio­nados con la producción, el lector dispone de cuantos elementos precisepara conocer el valor del emplazamiento que le interese.

Para facilidad de exposición, seleccionamos ahora, bueno y malo,lo más destacado de dichos resúmenes, a los que reservamos extensiónadecuada en otro capítulo.

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PIRoNERO

IA B I e I 0- r-~=~

--------

Edad 55 30 28 25 I 25

Arbol medio:

Altura. 12.50 8,67 11,17 16,00 4,06Diámetro.

:10.244 0. 165 0,237 0,

183 I 0, r 27Circunferencia 0.7 67 0,5 20 0,744 0,573 0,4 01Secci-'ln 0,04 67 o,02r6 o,o44r 0,0263 I 0,0128Volumen 0.350 o.r r a 0,246 0,210 1 0,03 1ICrecimiento medio en altura. 0,23 0.29 0,39 0,64 0,16Idem íd. del diámetro en mm 4.4 5,5 8,5 7,3 5,r

Por hectárea:

Número de árboles. r·300 1.275 1.400 2.200I

1.600Distancia media entre ejes 2.7 6 2,80 2,67 2,13 ~,50

Volumen 455 r43 344 462 50Crecimiento medio. 8.27 2 4,7 60 12,3 00 r8,480 r,984-Relación de espaciamiento II,3 16,9 11,3 I II,6 19,7Área basimétríca 60,70 26,77 61,60 57,80 1,20,.j.8- ..

A. - Finca particular en Almonte.

B. - Monte público de Almonte. Representa el tipo general hallado dentro de losmontes ordenados de las provincias de Sevilla y Huelva.

C. - Dunas de Barbate. Máximos valores encontrados sobre la arena litoralconquistada recientemente, si bien en Isla Cristina los hallamos poco menores.

O. - Finca particular en Gibraleón. Es el inventario con cifras más altas que hemoscalculado; se repitió cuatro veces en el mismo pinar. obteniéndose cantidades análogas.

E. - Finca particular en Nerva. Reúne los valores más bajos de los 106 inventarioscalculados para esta especie.

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SILVESTRE

--

I_~'_BI I_E_e o

Edad 50 38 34 28 I 27

IArbol medio: I

IAltura. 15.00 16.00 14.00 10.55 I 8.00

Diámetro. 0.25 1 0.211 0.134 0.146 I 0.137Circunferencia 0.7 89 0.630 0.4 22 0.458 0.434Sección 0.0496

1

0.03 17 0,0142 I 0. 0 167 0.0154

Volumen. 0,372 I 0.253 0,199 0,088 0.060

Crecimiento medio en altura. 0,3 0 i 0.4 2 0.4 1 0.38 0.29Idem Id. del diámetro en mm 5,0 I 5.6 5.5 ! 5. 2 5. 1

!!iPor hectárea: I II

Número de árboles. , 1.900 i 2.600 2·455 2.590 2.145Distancia media entre ejes I 2.29 ! 1.96 2,01 1,96 2.15Volumen. ·1 7°7 i 658 49 1 228 129

Crecimiento medio. '1 14. 140 I 17.316 14.444 8.143 4.767

Relación de espaciamiento . 9.1I 9.3

10.8 I 13.5 14.9Área basimétríca .1 94•24 82.42 68.80 43.95 32•17

A. - Uno de los cinco inventarios obtenidos en la localidad. con valores análogosen plantaciones de la misma época conservadas intactas. Lozoya (Madrid)

B. - Máximo de crecimiento medio registrado en la especie sobre plantacionesconservadas intactas. Canencia (Madrid).

C. - Máximo de crecimiento medio obtenido sobre plantaciones en la provinciade Cuenca.

D. - Valores que con más generalidad se repiten en los 62 inventarios practicados.

E. - Mínimos obtenidos en plantaciones limpias.

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LARICIO

I A B I e I D

IEdad·1 50 33 32 31

A rbo; medio:

IAltura. 18,00 11,50 10,00 5.7 0

Diámetro. 0,235 0, 165 0.159 0.110

Circunferencia 0,737 0,517 0,500 0.345Sección 0,0433 0.0212 0,0206 0.0095Volumen. 0,348 0,122 0, 103 0. 027

Crecimiento medio en altura 0,36 0,35 0,31 0.18Idem íd. del diámetro en mm. 4.7 5,0 5,0

I3.6

Por hectárea:

Número de árboles. 1.3 25

I2.890 2.425 3.300

Distancia media entre ejes 2,74 1,85 2,03 1.74I

89Volumen. '1 461 I 35325 0

Crecimiento medio. .1 9,222 10, 684 7,811 2,871

Relación de espaciamiento '1 11,61

11' 2

12,61

15,8Area hasimétrica ,1

156,9 7 61,21 49,99 . 31,55

- e - - - - _.---- --

A. ~ Notable resultado de un inventario en Sierra Segura, en el óptimo de la especie,comprobado con otra determinación en las inmediaciones El origen del arbolado,parece ser de repoblación natural tras corta a hecho.

B y C. ~ Datos tomados en la provincia de Cuenca, que pueden servir de ejemploscomo cifras más frecuentes en la región,

D. -- Cifras procedentes de Sierra Cazorla, obtenidas en una plantación situadaen el borde del área natural de este pino. Contienen los valores más bajos obtenidosen 18 inventarios.

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-- 22 .-

CARRASCO

Edad

I_A'~E·1 36 35 I 32

D

22

A "bol medio:

Altura.Diámetro.CircunferenciaSecciónVolumen.Crecimiento medio en altura.Idem id. del diámetro en mm.

10,00

0,181

0,569

0,0 2 580,129

0,28

5,0

6,80

0,138

0,433

0, 0 148

0,060

0,19

3.9

16,00

0,259

0,812

0,0526

0,336

0,50

8,1

6,00

0,175

0,55 1

0,0243

0,0730,27].9

800

305355

2,63 6

1.150

2,94

387

12,094

11,4

1 59 ,80

1·3252,74

17 1

4,75 0

15,1

3·P9

Por 1uclá,ea:

Número de árboles.Distancia media entre ejesVolumen.Crecimiento medio.Relación de espaciamientoArea basimétrica

2.100

2,18126

3,600

I15,8

_ 3 1,68

===================d=

Los valores B provienen de Peñarrubia (Málaga). Los restantes, se obtuvieron enla provincia de Valencia.

En algunas plantaciones nuevas, tanteadas, pero no inventariadas por su pocaedad, como son las del Guadalmedina (Málaga), es probable que hacia 1960 se repitanlos crecimientos medios comprobados en C.

A. - Cifras registradas en Albaida, que se muestran corrientes en la región valen­ciana, dentro del área natural de la especie.

C. -- Datos recogidos en J arafuel, con los valores máximos hallados hasta hoyRepetidos los inventarios en las proximídades, se obtu vieron cifras muy próximas:

D. - Datos de Jarafuel, que encierran las producciones mínimas después de 21 in­ventarios. En la provincia de Alicante se ha llegado a cifras todavfa más bajas; perotales repoblaciones. ni tienen ni tendrán valor maderable y sólo han de permitiraprovechamientos de combustible.

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PINASTER

-------- --- - - ..

I I_C.. IA B D E

Edad 42 3S 34 33 25

Arbol medio:

Altura. 13,00 14,50 14,00 13,00 7,56Diámetro. 0,255 0,213 0,25 8 0,279 0,188Circunferencia 0,801 0,679 0,809 0.877 0,589

cción 0.05 12 0,03 67 0,°514 0,0613 0,0268Volumen. 0.3°0 0,266 0.288 0,398 0,101

ecimiento medio en altura. 0.3 1 0,4 1 0."1 0.39 0,3°dem íd. del diámetro en mm . 6.1 6.1 705 8.5 7.5

Por hectdrea:

Número de árboles. 1·300 600 1.3 25 1.5°0 1.700Distancia media entre ejes 2,77 ",09 2.7" 2.58 2.29Volumen. 39° 160 382 597 172

ecimiento medio. 9.286 4,571 11,235 18.099 6,880Relación de espaciamiento 10.9 , 18,7 10,8 9.2 12,2Área basimétrtca 66.5 6 22,02 68,10 91,95 45.5 6

Cr

Se

Cr1

A. - Plantación en Alpedrete (Guadalajara},

B. - Datos de una siembra en finca particular de Almonaster (Huelva). Un afioantes se cortaron el 30 por lOO de las existencias en volumen. englobadas en el 40 por 100de los pies de menos cubicación. De haberse anticipado el inventario. el cálculo delcrecimiento medio habría dado cifra próxima a 7 m B•

C. - Resultados procedentes de los montes públicos de Cortes (Málaga).

D. - Cifras obtenidas en una plantación de Miraflores (Madrid). que representanel máximo valor hallado para el crecimiento medio en los 26 inventarios realizadoshasta la fecha.

E. - Siembra en las dunas de Barbate (Cádiz). Contiene las cifras que más se nospresentan entre las edades de 25 a 30 años en las repoblaciones estudiadas.

Todas las localidades citadas están fuera del área natural de este pino. que sólovegeta bien mientras es joven. Con excepción de la masa E, que ya, por caracteresexteriores. manifiesta contrariedades, en los demás casos, o se ha detenido el crecí­miento, o los árboles desaparecen a velocidad alarmante.

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Como se ve, en los pinos rodenos, silvestres y laricios, sembradoso plantados en estación conveniente y no exentos de algún cuidado,el crecimiento medio por hectárea hacia los treinta años, en que yatienen venta las maderas, se aproxima a los 8 m '. Esta edad, porsupuesto, no es constante y está influida por múltiples factores, entrelos que destaca la calidad del emplazamiento; digamos, sin embargo,que, en líneas generales, se adelanta en el rodeno y sufre retraso enellaricio. Los 8 m' constituyen sensiblemente valores diez veces supe­riores a las posibilidades deducidas de los proyectos de ordenaciónen los montes investigados. Cualquiera de las especies citadas, sobregran parte de nuestro extenso laberinto de montañas, en tierrasde valor escaso, aunque, evidentemente, no sobre la roca pelada decumbres y canchales, bajo climas duros e insconstantes, rinden de lamitad a las dos terceras partes del cacareado pino insigne, de inferiorcalidad por supuesto, que no desborda una modesta parte del mapaespañol, exige terrenos caros o al menos de aprecio para otros usos, ysólo prospera en límites estrechos de humedad y temperatura, si porfortuna lo respetan las plagas conocidas y las que el futuro reserve.

Respecto al piñonero, y refiriéndonos a las provincias meridionalesen donde reviste mayor importancia, la cifra de 5 m a para el creci­miento medio a los treinta años, se juzga prudente dada la frecuenciacon que se nos repite en muchas y grandes superficies que no rindenen la actualidad arriba de la décima parte. Si relacionamos este pinocon los eucaliptos que le ayudan a caracterizar el paisaje local, y enlos que por término medio se obtienen unos 8 m a de productos anua­les (1), la proporción da quebraderos de cabeza, si nos atenemos, porun lado, al precio de las maderas, y, de otro, al valor de la tierra ydesembolso necesario de su preparación, apertura de hoyos, coste dela planta y de su manejo, aporcado, binas y reposición de marras. Laventaja, indudablemente, se conserva a favor de las especies austra­lianas, pero en orden económico y sobre terrenos de escasa fertilidad,no suele llegarse al nivel que a primera vista se juzga.

La conclusión no puede ser tan definitiva en el pino carrasco,dado que su mayor empleo fué como recurso para los sitios donde se

(1) La cifra indicada, como se dice, se refiere únicamente a la cantidad que secorta, y de ninguna manera, a la que podría y deberla cortarse, que es mucho mayor.

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suponía no prosperaba otro árbol. Mejor conocida hoy la especie ensus condiciones selvícolas y tecnológicas, se la emplea sin desmereci­miento, e incluso con ventaja, sobre las otras, siendo lamentable quetales obras de repoblación sean todavía jóvenes para traer los resul­tados a este lugar. Refiriéndonos. pues, únicamente a la región valen­ciana, haremos notar que las cifras próximas a 4 m a, las halladascon más frecuencia, son también ahora unas diez veces superiores alos aprovechamientos en los montes cercanos.

Lo expuesto se refiere a edades prematuras, aunque no tanto queimpidan adivinar con suficiente aproximación el desarrollo, buenoo malo, hasta final del turno. Para mayor garantía de este punto,hubiéramos deseado llevar la investigación a árboles de mayoresdimensiones; pero con excepción de algunos inventarios, la mayoríade 10 examinado acusa intervención humana en la mezcla de edadeso corta de individuos precoces, y ha habido que desecharlo por apar­tarse de las condiciones rígidas de uniformidad impuestas para nuestroanálisis.

Interesa ver ahora, con un ejemplo, 10 que a esas mismas edadessucede en otros países. Nada más elocuente que echar mano de losvalores calculados por Schwapach, en Alemania, para el pino silvestre,que tanto han influído en la cultura forestal con qne se ha formado lageneración presente. Cinco son las calidades establecidas por esteautor en sus tablas de producciones; prescindiendo de la primera, porel excesivo desarrollo de los árboles en altura, ligeramente mayorque nuestros correspondientes valores medios, nos detendremos enel examen de las cifras que integran la tabla de calidad segunda.A efectos comparativos, únicos que nos. interesan de momento, seprescinde de las edades superiores a setenta años, y variando el or­den de exposición, para uniformarlo con el nuestro, completamos losdatos originales con valores deducidos para circunferencias, seccionesnormales, volúmenes de árboles medios, distancia media entre ejesy relaciones de espaciamiento.

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PINO SILVESTRE EN ALEMANIA

E DAD11 I ,.~-

20 25 3° 35 40 45 50 55 60 65 70

Arbol medio:

Altura. 7.6 I 9. 1 I ll,l I 12,8 I 14,3 I 15.7 I 17,0 I 18,2 I 19,3 I 20.3 I 21,2

Diámetro. 0.074 I 0, 089 I 0, 105 I 0.1l9 I 0,135 I 0,15 1 I 0, 167 I 0, 183 I 0,198 I 0.214 I 0.229

Circunferencia . 0.232 I 0,279 I 0.330 I 0,314 I 0,424 I 0,474 I 0,5 24 I 0.576 I 0,622 I 0.684 I 0.7 19

0,0043 I 0,0062 I 0.0087 I O,OIll I 0, 0143 I 0,0179 I 0,0219 I 0,0263 I 0,°308 I 0,0360 I O,O,P2Sección

Volumen. 0,027 0,°35 0, 064 0.091 0,..122 0.160 0,206 0,257 0.3 2S 0,382 0,456 ~

Crecimiento medio en altura 0,35 0.36 0,37 0.37 0,3 6 0,35 0.34 0,33 0,32 0.3 1 0.3 0

POf' hectá1'ea:

Número de árboles

Distancia media entre ejes.

Volumen.

4·574

1,48

125

3·74-+

1,63

162

3.084

1,80

197

2.546

1.98

23°

2.126

2.17

260

1792

2,3 6

28 7

1.5 25

2.55

314

1.3 13

2.76

338

1.143

2,96

361

1.005

3. 15

384

8go

3.35

406

Crecimiento medio. 6.250 6,480 6.566 6,555 6,5 00 6,377 6.280 6,145 6.016 5.910 5.800

14.6

36,7

14·7

36,035,2

14.7IS,1

34,3

15,2

33,2

15. 6

31,9

16,1

3°.4

16,5

28,726,5

17. 1

23,5

18,3

19,5:11 20,0

Relación de espaciamiento .

Área basimétrica

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Como se ve, el crecimiento medio llega a 6,5 m 3, y tiene el máximoentre los treinta y cuarenta años, en tanto que el hallado con mayorfrecuencia por nosotros, que representamos en la columna D delcuadro de la página 20, pasa de los 8 m 3. Precisando más, hagamos lacomparación entre las edades con volúmenes análogos al representadoen el inventario D, ya que no dispongamos de otros matemáticamenteiguales.

[CUENCAI ALEMANIA

Edad. 28 35 4°Altura. 10,55 12,80 14.30

Diámetro 0,14 6 0.1I9 0.135Volumen por hectárea 228 230 260Crecimiento medio en altura 0.3 8 0.37 0.3 6Crecimiento medio del diámetro en mm. 5.2 3.4 3.4Crecimiento medio en volumen 8.143 6.555 6,500Distancia media entre ejes . 1,96 1.98 2.17Relación de espaciamiento. 13.5 16,5 16,1Área basimétrica . 43,95 28.7 3°,4

Las consecuencias a nuestro favor, como fácilmente puede verse,son importantísimas y se resumen de esta manera: Los pinares espa­ñoles y alemanes que se comparan, tienen volúmenes análogos cuandolas edades respectivas guardan relación aproximada de 4 a 5, o loque es 10 mismo, de 80 a 100 años (maderas de 30 cm.) y de IIZ a 140

años (maderas de 38 cm.). El crecimiento medio nos resulta igualmentefavorable en el 20 por 100.

Es probable que a la extrañeza causada en el ánimo del lector conestas afirmaciones, responda en algunos casos el sentimiento de des­confianza, juzgándolas atrevidas e irreverentes. Nuestro pecado, siasí se piensa, no va más lejos de la pretensión generalizadora dededucciones recogidas con máxima garantía. Sin embargo, para elproblema con que nos enfrentamos seríamos los primeros en considerarinsuficientes los datos hallados en conteos y medidas, de no figurarla compañía, numéricamente muy superior, del recuerdo de 10 vistoy examinado con otros objetivos, que la labor de estos años ratificasin una sola excepción. Por si no fuera bastante, en cuantas ocasionesse mostraron propicias, y en forma más o menos directa, se han re­cogido opiniones en muchas fincas por mediación de propietarios y

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encargados, técnicos, operarios y profesionales en los negocios demaderas, que, valoradas en conjunto, van a parar a nuestras deduc­ciones cuantitativas. Creemos por eso que euanto hagamos en 10sucesivo tendrá valor regional, y servirá en ordenaciones y aprecioscomo norma de orientación frente a los errores, incertidumbres yvaguedades que se nos han legado. Pero nos afirmamos en que porgrande que pudiera ser el número de repoblaciones inventariadas, lascifras más constantes de los resúmenes, no dejarán en mal lugar nues­tras palabras de hoy.

Quienes, meditando estos números, hayan seguido atentamentenuestra exposición, sentirán impaciencia por saber 10 que reserva elpaso de los años. Repetimos que el material conservado en huenascondiciones para el estudio es escaso, en cuanto se pasa de los treintay casi nulo más allá de los cuarenta. Durante algún tiempo la selvamantendrá oculto su secreto, tanto más interesante al prolongarsela vida, porque con ello se acusarán más y más las influencias estacio­nales y de tratamiento.

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Hay razones suficientes para explicar por qué los pinares españolesquedan tan lejos de las producciones indicadas, que incluso en suelosno más fértiles y con idénticas especies, hemos visto no constituyensorpresa en otros países. Las causas frecuentes suelen ser bien conoci­das; pero no podemos despreciar otras, menos aparentes, que tienenorigen biológico. A unas y otras pasaremos revista.

En primer lugar, en la demarcación de los montes públicos abundanconsiderables superficies sin arbolado. Cimas rocosas y laderas muypendientes, descarnadas; vallejos pantanosos, hondonadas duras comoel cemento en tiempo seco, donde no corre el agua en invierno; antiguasroturaciones, más o menos reconocidas y toleradas; pasos de ganadosy pastizales, que en cierta época se pueblan como hormigueros, hastaque el diente 10 devora todo. Sigue luego la tierra cubierta de matas,porque, sin ayuda humana, edáficamente es inadecuada para engendraragrupaciones arbóreas; el tipo intermedio de pies sueltos, achaparrados,inmaderables, soportando abusos de ganados y labriegos, y mantenidoestable en medio de la indiferencia fatalista de técnicos y guardas;la tierra sin material leñoso, pero que pertenece al dominio de lospinos, aunque hoy no los tenga, según indicaciones geobotánicas, yque algún viejo aldeano recuerda haber oído se conoció poblada,susceptible de volver a su natural estado con no más que un poco delógica, buena dosis de autoridad y algo de dinero. Vienen por últimoen el orden de relación, aunque no en importancia, áreas considerablesformadas por extensiones discontinuas de monte, en que los árboles,escasos y en corto número, parece que se limitan a vivir; no se apreciancrecimientos terminales, y en las secciones, semiconfundidos losanillos, regístranse edades mucho mayores que las supuestas; los in­dividuos, de poca talla, vestidos de ramas desde abajo, con troncogrueso y provisto de ritidoma de mucho espesor, duro y adheridofuertemente en sus capas externas, aparecen aquí y allá entre arbustosy matas muy xerófilas; el repoblado, casi nulo, maltratado y envejecidoprematuramente, suele mostrar cicatrices del fuego. Es monte quepersiste en la mayoría de los casos por la mala calidad de sus productos,extensión en que se distribuyen y pésimas condiciones de saca, factores

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que, reunidos, frenaron la codicia en los tiempos faltos de vigilancia;en la conservación influye no pocas veces el escrúpulo de técnicos ysubordinados que, en conciencia de sus deberes, procuraron llevar losseñalamientos a otros lugares con más risueña perspectiva o cumplieronen grado mínimo los mandatos del ordenador, estampando el marcosobre algún que otro pino, como justificación de haber cumplido eltrámite. Presenta este conjunto, como es natural, diversidad de faciesy graduaciones, para que, en líneas generales, podamos precisar laproporción rentable en maderas, siempre muy baja; pero, como veremosmás adelante, tiene el hombre a su alcance hoy medios técnicos, legalesy económicos, para no contentarse con el estado de ruina a que se hallegado, y habrá de pensarse en la transformación en productivo detodo lo posible.

No pecaremos de pesimistas si admitimos que la tercera parte dela cabida total del conjunto de montes públicos de una región puedeencajarse en estos tipos, que para mayor sencillez de entendimiento,alterando la realidad muy poco, supondremos de renta nula. Resulta,que si en los otros dos tercios se hubiera llegado a una producción de1,5 m 3 por año y hectárea, digamos por ejemplo, al considerar todala superficie del monte la utilidad se reduce a 1 m 3. En orden relativo,este mal persistirá siempre, puesto que las energías productoras jamásserán iguales en lo bueno como en lo malo, en 10 creado con mucha opoca facilidad, en cuanto se vigila desde la puerta de casa o requierelargos desplazamientos por áridas montañas. En valor absoluto, encambio, tales extensiones, que arrastran economía casi deficitaria,pueden contribuir modestamente en la producción de la entidad rural,según habremos de examinar más adelante.

Llamaremos a todo lo demás superficie poblada. Tal es nuestroconcepto profesional empírico, que irradia a subalternos, autoridadesde municipios, propietarios, rematantes, hacheros, pastores y, en unapalabra, a cuantos siquiera por recreo se familiarizaron con el campoy su lenguaje. Si desde un punto despejado contemplarnos la laderade tono verde casi continuo, rayada por las líneas verticales de troncosgrises, rojizos, color de siena o negruzcos, se piensa que la naturalezaya dió de sí cuanto podía. La concepción es tan firme, que hasta para eltécnico no existe ambición que supere a ese ideal estado.

El concepto de superficie poblada es, sin embargo, un enigmacuando se tienen cifras a la vista y se establecen comparaciones con elextranjero. En existencias nos separa un mundo. Cuando así se reco­noce, más hacedero el llanto que el remedio de males, nos desahogamos

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contra las servidumbres de pastos, presiones de caciques y faltas deguardería; 0, colocados en mejor postura para justificar la derrota,echamos la culpa simplemente a la escasez y mala repartición de lluvias,con olvido de que el monte bajo nuestra responsabilidad no se creóayer, sino que puede reunir centenas de siglos de vida en armonía porselección natural con el medio, para que de manera apreciable mellensu aspecto momentáneos accidentes hídricos o de temperaturas.

Pero el hecho en toda su magnitud suele pasar inadvertido hastapara el encargado del monte, diluída su atención sobre tantos millaresde hectáreas, que a la hora de barajar datos de revisiones y proyectos,no hay capacidad de memoria para ligarlos con el recuerdo de 10 cono­cido personalmente y en detalle sobre el terreno. Hay, sin embargo,una impresión que nos deja huellas de desaliento, cuando deberes delservicio obligan a recorrer una parte incendiada que, siéndonos familiar,se tenía por maravilla: tumbados unos árboles, erguidos y sernicarbo­nizados los más, aparecen en tan escaso número, que no acertamos acomprender cómo el paisaje nos dió en otro tiempo la sensación deespesura. y en realidad existía; pero no de fustes, sino de ramas.

Permítasenos un inciso. La fauna varía entre países próximos;pero mucho más si hay diferencias de latitud. No obstante, persistenmuchos animales en la comunidad de áreas, que para vivir hubieronde adaptarse al medio. En tales modificaciones, más notables aúncuando se refieren a especies no sedentarias, se verifican llamativoscambios de pelo y plumaje, que a título de curiosidad científica sehan divulgado hasta en literatura infantil. Como entidades vivas,ocurre en las plantas algo parecido en morfología externa, y conseguridad, hondas transformaciones interiores, a consecuencia de lafalta de movimientos, mal conocidas todavía, aunque parcialmentese recogen en obras de geobotánica y fisiología vegetal. Pero no tenemosnoticia de quien haya señalado que nuestros árboles, comúnmentemenos elevados que los del norte, ensanchan más la copa, diferenciaya acusada entre las provincias cántabras y las mediterráneas, y muyconsiderables si, con nuestro modo de contemplar el bosque, compa­ramos los nuestros con los alemanes. La razón parece estar en pugnacon la pretendida defensa del repoblado incipiente, que en nuestrosclimas poco 10 necesita, y, en general, se estorba con la proximidadexcesiva de los padres. Como al mismo tiempo que las ramas sedesarrollan las raíces, debe pensarse que siendo el agua factor deter­minante de la vida, copa y sistema radical coordinan la función deasegurar un mínimo durante la estación precaria. De este modo,

3

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mientras las raíces se prolongan y multiplican en busca del líquidoelemento, el descenso de temperatura motivado por la sombra de lacopa protege al suelo de la fuerte evaporación y agotamiento dereservas que causarían los rayos solares, llegados en nuestras latitudes,casi desde el cenit, en los meses de verano. Por eso, si la ladera citadacomo ejemplo se traslada con la imaginación a las llanuras bálticas,respetando la especie - que en este caso habría de ser el pino silves­tre -, el número de pies y la exactitud en diámetros, la vista, desdeel mismo punto, nos llevaría al desánimo ante la espesura: en corres­pondencia con las líneas de los troncos, más altos ahora, veríamosperfiladas y distintas las siluetas de las copas sobre el fondo de tierradesnuda.

Conviene insistir en este punto antes de abandonar el terna. Bienque examinemos formas aisladas o en agrupaciones naturales, latendencia a ensanchar la copa se acusa más en el pinsapo que en elpinabete, en el pino piñonero que en el silvestre, en el quejigo de lasinmediaciones de Tarifa que en el roble de fruto pedunculado deSantander. La relación de leña a madera, como de raíces, en unamisma especie, será siempre mayor y de mejor calidad en Castillaque en Prusia, en Málaga que en Vizcaya; y nuestros selvicultoreshabrán de luchar siempre con este inconveniente técnico, que es deorigen natural, forzando al bosque a mantenerse con las mínimasrelaciones de espaciamiento que las especies toleran, según edades ycondiciones de la región. Desgraciadamente, mal se conoce todavíaeste límite en las edades que corresponden al latizal, pero debemosconfesar nuestra ignorancia casi absoluta cuando hablemos de fustalesmaduros. A título de avance únicamente, yen consideración a hechosy manifestaciones tomados en el campo, puede decirse que si se aspiraa conservar las masas en óptimas condiciones de producción, mante­niendo sin variaciones sensibles el espesor de los anillos en las seccionesnormales, los espaciamientos que la documentación recogida en estetrabajo pudieran aconsejar para un rodal cualquiera, deberían aumen­tarse con el paso de los años hacia edades superiores a las por nosotrosregistradas. Pero el inconveniente de ramificación excesiva no es elmás destacado de la superficie poblada, según vamos a ver.

Invitamos al lector, con tanta mayor insistencia cuanto más leseparen sus ideas de las nuestras, a caminar despacio por esta zonadel monte que tanto nos interesa. Sea persona que guste del estudioo se vanaglorie de hartura de libros y de admiración por el sentidopráctico de las cosas, tras discutir no poco, podremos llegar a un

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acuerdo respecto a la conveniencia del cambio de sitio de los árboles,agrupándolos con el espaciamiento que mejor nos parezca al solocontacto de una varita mágica. Hecha la última mutación, que comotodas, habrá sido escrupulosamente alambicada al centímetro, descu­briremos con sorpresa que nos sobran las tres cuartas partes delterreno. I..a superficie poblada, en realidad, sólo tiene un cuarto ren­table; 10 demás es un vado, un estorbo en la tarea administrativa.La explicación se reserva para otro lugar; pero garantizamos el hechoen la cifra aproximada que tomamos como ejemplo, siempre que se elijapara la prueba Una extensión considerable con arbolado adulto deorigen natural.

Hasta aquí nos ocupamos solamente de existencias, concepto queno basta para apreciar la renta, función de crecimientos, sólo en parterelacionados al capital madera expuesto a nuestra mirada. Paraestimar la producción, a modo de tanteo, elijamos un día de poco solen el comienzo de verano y uno a uno examinemos los troncos. Loshabrá con líquenes prendidos desde poca altura al ritidoma continuo,mientras desprovistos otros de ese decorado verde ceniciento, agrietanel suyo para mostrar las capas interiores y más nuevas, que sobrefondo oscuro recuerdan los contrastes y dibujos de la piel de tigre.Esta observación, bastante sencilla con alguna práctica, acusa enuna ojeada el grado de vitalidad, y, en cierta medida, de crecimiento,tan exactamente como pudiera hacerse con la barrena de Pressler,con ventaja, además, de repartirse las visuales por la longitud deltronco con mayor rapidez y facilidad que los taladros.

Puede suponerse 10 que sucederá en el monte o, dicho con másprecisión, en la superficie poblada, cuando obediente la forcípulahacia determinados diámetros mínimos, en los recorridos de cortase guíe al martillo numerador hacia esos pies de indumentaria atigrada.I..a consecuencia será al cabo del tiempo, que lleguemos a esa faseque los forestales llaman familiarmente monte parado. El análisiscompleto del porqué se para el monte implica una exposición defisiología que desborda el objeto y limite de estas páginas, orientadasmás bien a poner de manifiesto la manera de evitarlo. Unicamentediremos que está subordinado a la duración del turno, y que si esmayor del siglo, sólo pueden mantenerse en buenas condiciones deproducción las localidades excelentes. Los primeros ordenadores,conscientes, sin duda, de este hecho, al realizar sus trabajos cuandolos mercados no admitían maderas delgadas, no vieron reparos en sacri­ficar la producción volumétrica a la sencillez administrativa. No se

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explica de otro modo la razón de estahlecerse un solo turno para latotalidad del monte, y menos todavía, de repetirlo con exactitud sobreregiones extensas y accidentadas.

* * *

Un ejemplo interesante que en pocos años demuestra la enormeinfluencia del turno en las producciones. nos 10 dan los matorralesespesos. Tomemos en un jaral de Cistus ladanijerus de edad conocida,cinco años. por precisar una cita. una faja rectangular que se divideen cuadros. Determinadas las existencias del primero por roza y peso,repitamos la operación en el segundo, en idéntica época, un año mástarde, y así continuemos. Cada pesada indicará un aumento respectoa la anterior, grande al principio, constante luego. y progresivamenteen disminución, hasta anularse hacia los quince años. El jaral se haparado. Dicho de otra forma: se ha llegado a situación de equilibriogravimétrico entre los aportes de materia vegetal viva y, 10 que muer­to, va a parar a la tierra. En suelo fértil, el matorral acumula capitalleñoso hasta los veinte años; en las solanas descarnadas muy secas,se detendrá hacia los ocho. En cada caso y localidad existe un mo­mento que fija la edad de producción máxima; por ejemplo, el mayorcrecimiento medio anual por metro cuadrado.

Hay paralelismo también entre las comunidades arbóreas y gana­deras. Refiriéndonos a una sola de éstas y simplificándola a especieanimal única, el aprovechamiento exige que se conozca bien la fincaantes de distribuir el ganado. El vacuno de leche requiere mejoresestaciones que el de carne o trabajo; para recría de machos sirvenzonas inadecuadas a la cabra común; los cerdos de 4 arrobas - 46 kilo­gramos -- pueden reponer un par de ellas en lugares antieconómicospara cebo completo con individuos mayores. Por eso, en las propiedadesgrandes que sostienen este animal como principal fuente de riqueza,no se adopta un tipo general, sino que se forman varas o partidascon individuos 10 más iguales posible, distribuídas con arreglo atopografía y cantidad y superficie en que está la bellota. Lugaresse conocen con un millar de ovejas minúsculas pasando temporadasde hambre y sed, de las que viven los propietarios, donde, conseguridad, no pueden mantenerse un ciento de ovinos de raza superior.

Hechos similares ocurren en el bosque. Un paraje determinadosustenta una comunidad de pies que hasta los cincuenta años vivecon lozanía; luego. la barrena de Pressler, y mejor todavía la sierra,

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muestran incrementos débiles en la mayor parte; pero queda unremanente con alentador desarrollo, que permite retrasar la cortahasta los ciento veinte o ciento cincuenta años en condiciones econó­micas. Si estas excepciones se manifiestan salpicadas y bien distri­buídas en superficie continua, y son capaces, por su número, demantener la masa en buena espesura hasta esa edad, la fijación deturno largo, desde el punto de vista que examinamos, puede sercorrecta. En caso contrario, que es el más común, los pies que sostienenbuenos crecimientos en las proximidades del siglo, o se agrupan envaguadas o se distancian y localizan a favor de pequeños accidentesdel terreno que les permiten continuar vigorosos. Su cantidad yrepartición no uniforme dará lugar en su día a volumen maderablequizá superior a lo previsto; pero una vez cortados, la superficiequedará enteramente ocupada por los árboles que desde la mitad delturno arrastran existencia lánguida, y la masa, sin considerar excep­ciones, y en tanto se mantiene espesa, constituirá un enorme capitalfuncionando a tanto reducido.

Este caso, que se presenta salpicado, pero muy general, en laenrevesada orografía de los bosques españoles, y que no está ausenteen grandes superficies continuas de Europa Central, pudo antigua­mente no tener solución por dificultades de saca y mercado; ligadashoy por mejores circunstancias de mano de obra y transportes, lasmaderas delgadas tienen venta si son abundantes, y es posible rebajarel turno hasta donde 10exija la máxima producción de volumen. Quedenlas grandes edades para estaciones fértiles capaces de sostener muchosaños la planta madura sin caer en la decrepitud y, en combinación conadecuado tratamiento, sigamos aspirando a la obtención de esas enor­mes piezas derechas y cilíndricas, limpias de nudos y con anillos espa­ciados uniformemente, que dando fama a mercados en España comoen el Extranjero, animaron a industriales y botánicos a distinguir va­riedades y razas de primer orden en la selvicultura universal. Pero enmayor proporción, en el extremo opuesto, lograda conveniente espe­sura, piénsese en la renuncia a la aspiración de conseguir montes depésimas calidades con producciones inferiores al cuarto de metro cúbicopor año y hectárea, y meditemos si no conviene más disminuir enmucho la edad de corta, incluso haciéndolos inmaderables, ante laesperanza de obtener, como es posible, un par de toneladas de leña.

Después de estudios, que deben ser minuciosos, los ordenadoresfijan el turno previendo dimensiones aprovechables en el comerciogeneral futuro y, en cuanto cabe, adivinando la evolución mejorada

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del monte. A este paso se ligan todas las operaciones que tendránlugar más tarde, y los errores, si los hubo, pesarán mucho tiempocomo el plomo. No puede negarse que existe funelamento científicoen el procedimiento, de resultados aceptables en la práctica, cuandolos conocimientos, seriedad y paciencia del operador compensan losvicios de fortuna que caben en la elección de árboles tipo. Pero a másde este peligro, que la experiencia muestra ser frecuente, en el siglode vida de los árboles no faltarán ocasiones - premeditadas casisiempre - para que vayan desapareciendo los más sanos y, al final,quede la masa constituida principalmente por individuos de escasaenergía, que hasta pueden engañarnos con su porte. Tales inconve­nientes explican por sí solos la conocida anomalía de contemplarcómo los afias acercan los pies hacia la edad de corta sin alcanzar losdiámetros esperados, y que suele atribuirse a equivocadas determina­ciones del ordenador, vicio que, aun pudiendo existir, no se explicahaya sido tan constante, y mucho menos que, en cuanto de aleatoriotiene la técnica, obre casi siempre en idéntico sentido y hasta porsaltos hereditarios se transmita a las sucesivas revisiones.

Por si fuera poco, notemos que en el suelo accidentado de nuestropaís, el rodal bien definido por especie, calidad y estado, cubre deordinario poca superficie. El turno, además, no se establece sobre tiposdeducidos, sino por selección con un poco de optimismo en el términomedio, que tampoco lo es, ya que 10 malo es más abundante que lobueno. Por esto, al hacer común a todos los árboles los años de vidacualesquiera sean las condiciones de fertilidad de los rodales, los indi­viduos envejecidos prematuramente, que representan proporciónconsiderable, imprimen baja en las rentas. De aquí una explicación,no la única, del rápido descenso en las posibilidades que suele mar­carse en las primeras revisiones de algunos montes.

En las masas que sirven de escenario al ordenador es tan irregularel ambiente, que a la fuerza incurre en equivocaciones, en cuanto nopudiéndose determinar por conteo, peso o medida, ha de precisarsesubjetivamente. Tal es la evolución futura de los árboles, que sólopor el carácter de las especies tendrá semejanza con cuanto le rodeaal comienzo de las operaciones. Por eso, mientras no nos sintamos se­guros, vale más pensar que la precocidad en los aprovechamientoscolectivos, sean pinos o corderos, no deben tener más trabas que lasde mercado. En latizales y fustales jóvenes, ya decíamos que unamirada nos diferencia el árbol de malo o incierto porvenir con lamisma seguridad que el examen de la dentadura diagnostica a la oveja

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que ha de enviarse al matadero. A mayor edad, el problema es confuso;y como en la práctica de los señalamientos hay que avanzar conrapidez para que no se eternicen, guiados por caracteres externos,existe el peligro involuntario de dejar en la finca, sean árboles oanimales, lo que menos gana con el tiempo.

* • *

En los pinares, los tratamientos que obligan a cortas continuas,aun cuando se extiendan poco, están desprestigiados como antinatu­rales. Se les achacan inconvenientes para la repoblación, que enlenguaje técnico o expresión vulgar, nadie indica si se muestrandurante la germinación o con la planta nacida. Y no es que no existan,sino que, a su lado, son de mayor monta los perjuicios del ganado ode los roturadores. Por eso los impugnadores a ultranza de las cortascontinuas, en muy distintos países, en medio de la ignorancia de cuantosucede, tras un párrafo donde el vacío de ideas se cubre con lugarescomunes hasta llenar de papel la extensión necesaria para salir deltrance, embotando la agudeza del lector, sentenciosamente dicen quela tierra ha perdido la fertilidad al descubierto.

Algo hay de verdad en este dicho cuando se habla de terrenossueltos muy pendientes, erosionables por la lluvia, o de llanurasarenosas y secas azotadas por el viento, y asimismo, de algunos de loscasos de montes pobres, señalados en anteriores páginas, que se con­servan merced a los tratamientos puestos en práctica, con norma deno cortar más que 10 agonizante o 10 que estorba, y supeditan larenta a una forma de cortabilidad física. Pero saliendo al paso dequienes en este asunto tienen criterio cerrado, recordaremos que enEspaña resulta fácil el encuentro de hayedos, robledales y encinarescon edad media superior a doscientos años, lo que raramente sucedeen los pinares, si bien sus individuos aislados pasan con frecuenciade ese límite. Para éstos se quiere explicar la ausencia de tan longevasagrupaciones por los aprovechamientos, 10 que igualmente sucederíapara las otras mencionadas especies, más codiciadas en los tiempospretéritos que los pinos. Lo que no se dice es que el seguro a todoriesgo en la vida de estas coníferas, cuando vegetan en agrupacióndensa, requiere primas muy altas, a causa de sus pobres defensas contraaccidentes mortales. Es probable que no exista una hectárea de pinarautóctono que alguna vez no haya desaparecido íntegramente, enmasa, como ahora se dice, merced al huracán, al fuego, a los insectos

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o al hacha, Y. sin embargo, se ha reconstituído más tarde. Conocemosmagníficos pinares, sin aprovechamiento hoy por falta de comunica­ciones, carboneados para beneficio de bolsas de minerales cercanas,con tal ensañamiento un día, que deben su extraordinaria bellezaahora, con más del siglo de existencia, a poder recorrerse centenaresde hectáreas en la espesura, sin descubrir un pie inmaderable y mere­ciendo los más destino en la marina.

Excepto en los casos de montes pobres que acabamos de recordar,notemos que el abusivo recurso de pérdida de fertilidad posterior a lacorta a hecho, enmascara un maleficio que debe quedar flotando,puesto que desaparece tan pronto se mueve ligeramente el suelo, sibien la labor ha de ser más completa cuando, por el largo tiempo quesiguió al descuaje, y devorados con el pastoreo los pinos en estadoherbáceo, nos hallamos ante la invasión de hierbas y matas. Contra lascortas continuas se indican también los peligros inherentes a toda ve­getación tupida y continua que, a más de otra defensa, podría contarcon la elemental de no establecerse grande. No obstante esos inconve­nientes, el conjunto de plantas de la misma edad es básico en agri­cultura, donde las cosechas a plazo corto controlan la marcha de loscultivos, ya anuales o periódicos, ya herbáceos o arbóreos, y se olvidaes precisamente esa constitución uniforme la que pretendemos crearen considerables superficies hoy, valiéndonos de medios artificialespara cubrir terrenos con no mucha seguridad de haber tenido árboles.Por 10 demás, y especialmente en lugares difíciles, nadie se alarmacuando acentuamos el carácter antinatural de la obra, colocando en latierra, no ya la semilla, sino la planta, saltándonos importante vanoen los procesos selectivos de los vegetales, que, a veces, nos conduciráal fracaso, pero gracias al cual, y contra viento y marea, nos permitimosgozar del aceite y del vino en mejores condiciones que 10 haríamosaferrados a la acebuchina y al agraz.

Aun talando superficies de poca extensión, se explica brote eldesaliento para la continuación de las cortas teniendo a la espalday bien a la vista que el raso sustituye al bosque. En esta posición, seríalógico dejar el hacha en suspenso y meditar el modo de seguir aprove­chando sin destruir el capital que se nos confía. Claro es que esto llevaconsigo quebraderos de cabeza; pero en el caso más complejo, podríadescubrirse que dedicando a la superficie talada un poco de atencióny del dinero que produjo, quedaba resuelto el problema. Sería entoncescuando, abrumados de razones, explicadas ° no, podríamos arremetercontra la tiranía de la ordenación y reclamar es imposible atender

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debidamente las enormes superficies que todavía se nos ad1udi~an,como si las ciencias forestales se hubieran estancado entre el progresode las demás y no arrastraran consigo, en las complicaciones modernas,la necesidad de especialización, sea en estudios, sea en la magnitudde las aplicaciones. Nótese también que, por la clase de medios eíndole de asuntos, el trabajo en el monte suele ser duro y obliga a des­plazamientos incómodos, cuando no penosos, y a escasa velocidad:ausente la máquina, o reducida a herramienta muy simple, el factorhumano, aun en los trabajos más sencillos, se influye más por lareflexión que por los músculos. De ahí que cuando la vida del hombrese relaciona con la del árbol, no le llega a comprender, y menos aestimar, si carece del espíritu observador, innato en algunos, peroque la mayor parte adquiere con lentitud tras mucho tiempo deservicio. En cierta medida, y dentro de lo que conoce, cada forestaltermina, aunque no se dé cuenta, en investigador a ratos, Poco seaprovecha, sin embargo, de esta enseñanza, porque la mayoría utilizalas deducciones como mortaja, y lleva, con el cuerpo, el secreto a latumba.

Si en alguno de los montes que se ordenaron primero, se hubieraimplantado y sostenido una parte con la norma que venimos anali­zando, tendríamos en la hora actual medio siglo de experiencia, 10que significa bastante en los pronósticos a través del turno completo.Pero no; a los ingresos del monte llegóse a imponer gravamen parainvertir en su mejora, sin precisar que la más necesaria era asegurarlela vida, al menos como estaba, y no cruzarle de sendas y caminos,despertando la codicia para vaciarle las entrañas. Lo restante sequiso resolver con la pluma y con el hacha. Se pensó entonces en laimportación de una seductora teoría ecológica, que analizaremos másadelante; y mal interpretada, desviando la atención del binomiomadera-tiempo, que fundamenta el valor económico del monte, seechó mano de la literatura exótica, hasta decretar las cortas discon­tinuas. De esta forma la administración del bosque se complicabaenormemente: los productos, por el área en que estaban repartidos,defectos individuales y daños ocasionados en el derribo y saca, perdíanvalor, obligando a fiscalizaciones y recuentos contra la malicia dealterar las piezas o multiplicar la corta saltando el límite contratado;la vigilancia contra toda suerte de enemigos, y, en especial, ante laganadería, tentada por grandes acotamientos en un cúmulo de añosque el pastor no acertaba a comprender, creaba serio problema. Talesinconvenientes se echaron en saco roto ante la cómoda y ambiciosa

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pretensión de conservar y mejorar el monte con sólo esparcir loslugares de aprovechamiento.

Esta complicación habrá dado buenos resultados en algunos casos;pero en los más, no se logró mayor alcance que engañarnos aparente­mente con la multiplicación de fallos diluídos en mucho terreno y enla responsabilidad de numerosas manos, cumplidoras desigualmentede sus obligaciones, cuyas huellas dactilares se desvanecen prontoborradas por el sol, el viento y la lluvia. La prueba de tales defectos ointegral de pequeños claros se traduce en los inventarios por deficiencianumérica de pies, con lo cual, y naturalmente, las posibilidades seconservan bajas. En justa critica, no estamos en condiciones paraafirmar si la administración va arruinando de este modo algunosmontes; pero sí constituye hecho apreciable que la generalidad aumentalas existencias con lentitud desanimadora, y son pocos los casos enque tal incremento es llamativo, no obstante la parquedad de lasextracciones, por lo común, y como se dijo, más próximas al cuartoque al metro cúbico por hectárea y año.

* * *

Resulta cómodo, por razón de sistema, seguir hablando de especiesde luz y sombra, aun cuando las denominaciones pequen de incorrectas.En la concepción clásica, las primeras deben criarse al descubierto,necesitando luego de gran espacio para desarrollarse; las segundasrequieren protección entre el arbolado adulto en los primeros años, yhabrán de cultivarse luego en masa tupida. Otro grupo, el más nume­roso, 10 forman elementos indiferentes o de media sombra, a los queconviene al principio algo de protección superior y lateral.

Estos caracteres, sentados por tratadistas alemanes, suizos y fran­ceses, y propagados luego en la literatura de todos los países, resultanútiles para establecer órdenes según temperamentos; pero distan mu­cho de ser absolutos, y más indican la manera de reaccionar los árbolesante el medio que se les ofrece. Cámbiese éste y la planta cambiarátambién, si posee suficiente plasticidad ecológica. Así, nuestros choposcorrientes, que son especies de luz, admiten gran densidad cultivadosde regadío en tierras entarquinadas. Hemos encontrado algunos euca­liptos, como E. globulus, típico ejemplo en heliofilia extremada, que,en sitio fresco de la parte meridional de Andaluda, a los veinticincoaños, y ya con 33 metros de altura, vive en buen estado, acusando 32 m3

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de crecimiento medio por hectárea, con relaciones de espaciamientopróximas a II, cifra tenida por buena para el sombrío pinabete en elcentro de Europa. Naranjos y olivos de pequeños huertos, enclavadosen angosturas con agua abundante, llegan casi a tocar las copas CUa­

jadas de fruto, mientras necesitan de mucha separación en cultivoseco. Por el contrario, al mencionado abeto 10 hemos visto tratar enel Apenino Medio por cortas a hecho seguidas de plantaciones, y nues­tro pinsapo, que marca el límite de resistencia a la sombra entre losárboles exclusivamente meridionales, tanto en las sierras malagueñasy gaditanas como en las marroquíes, se regenera a cielo descubierto,sin más protección que las matas espinosas, donde se ampara de lavoracidad del ganado. El cedro del Rif, otra especie que tolera grandensidad, se reproduce sin protección alguna, constituyendo así repo­blados magníficos.

La densidad maderable, que ningún concepto expresa mejor enel rodal que la cifra del área basimétrica, varía entre localidades.regiones y países de grandes diferencias en el clima. Pese a la pre­sencia de otras clases de árboles, a tratamientos y a cuantas llagasdeja el abandono o la explotación abusiva, los bosques cantábricosson más densos que los andaluces. El pinar de silvestre de Velilla deGuardo, en el norte de Palencia. muy castigado en los últimos años,y que determina el refugio más cercano de la especie a los Picos deEuropa, es todavía más espeso que la agrupación de Cerro Trevenque,en Sierra Nevada. Lo mismo puede decirse del campo agrícola: Unasiembra tupida e intransitable de maíz en el país vasco, con judíascubriendo las cañas. impresiona al labrador del secano de Córdoba,acostumbrado a moverse entre los tallos sin más embarazo que el desus pies inestables basculando sobre las aristas duras de los terrones.En ausencia de riego también. un huerto de frutales en el Condado deNiebla, gradeado el suelo hasta reducción a polvo en estío, es para elaldeano de Asturias tierra semiperdida,

Pero si la espesura, natural o provocada. varía en la misma especiecon los límites geográficos, más ocurre con el modo de reproducción.El haya y el pinabete. que únicamente se regeneran en el centro deEuropa bajo cubierta, ya en lo que entendemos por repoblado pre­existente, ya introducido como subpiso artificial, pierden o, cuandomenos, atenúan esta necesidad entre nosotros. Para el haya, que porsu mayor área española facilita mejores ejemplos, nótese la invasiónen las cortas de roble por intensas que sean. Este hecho, que ha abun­dado siempre, y fué señalado por Castel en su magnífica publicación

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hace tres cuartos de siglo (1). podrá ratificarse mejor ahora en super­ficies grandes, en los descuajes sin orden científico, pero consentidospor la Administración. que se acaban de consumar en nuestros mejoresrobledales. Aquí todavía, en que los inviernos son rigurosos y húmedoo muy corto el verano. habrá que investigar con más detenimiento siante las acusadas diferencias con los montes alemanes es aconsejablela corta continua. Comoquiera que se piense, el tema puede serdiscutido todavía para el haya y pinabete, pero nunca en el casodel roble, ni para las restantes especies. autóctonas o exóticas, ins­taladas cerca del litoral norteño (2).

Para el resto de España. con heladas primaverales ya menosintensas, y donde la sequedad del estío es factor preponderante en lafisiología de los vegetales perennes, la cubierta o abrigo lateral soninnecesarios, y, en general, perjudican. Las especies de sombra, enel sentido ortodoxo, son utopías. En los montes naturales desaparecela noción rígida del subpiso, pues no existen más que arbustos y matasinvasores, que eliminan al árbol en cuanto el hombre se descuida. Lalucha entre los vegetales llega a ser dura, y todos agradecen que lesprivemos de enemigos e incluso de individuos de la misma especie.En zonas de matorral, quitado éste y movido el terreno, puede aparecerla hierba, que en pocos años es totalmente aniquilada por el restable­cimiento del estrato arbustivo. Entre matas y árboles, los fenómenosson parecidos: triunfan unas u otros, según las estaciones, cuando lasfuerzas naturales actúan libremente. Por eso, cuando la formaciónarbórea, o, precisando más, la especie o el espaciamiento que nosinteresa, no coinciden con el máximo biológico del lugar, el hombrenecesita actuar indirectamente para que persista su obra, mantenidaa raya contra la maleza.

Hay quien define la asociación de plantas como reunión de comen­sales ante la misma mesa. Nosotros añadimos ahora que los puestosse logran a empellones y por malas artes; y mientras el fuerte revientade hartazgo o el frugal se limita a existir, el débil pusilánime se consumey muere por anemia. En el pinar abierto, como en la dehesa de encinaso en la finca de olivos, quítense las matas, destrúyase la hierba y entrela vertedera, si queremos ver los crecimientos en toda su gloria. Elestrato herbáceo, y sobre todo el frutescente o arbustivo, que ya inva­den el terreno en competencia con las raíces poco profundas del árbol,

(1) C. CASTIlr. y CLEMENTE: Monograjia dasográjica del haya. Madrid. 1873.

(2) A. PAVARl: Bases ecológicas de la selvicultura europea. Madrid, 1947, pág. 9.

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que son de las que principalmente vive, merman, primero, aceituna,bellota o piña, según el caso, y acaban luego reduciendo casi a cerolos incrementos del leño. Por eso los árboles, sean pinos o alcornoques,en presencia de buenos suelos, se agrupan o extienden las copas paraahogar cuanto llega debajo, incluso a sus propios gérmenes. Pocasveces desgastan sus energías en lo que pudiéramos llamar torneo escé­nico, y, en general, la lucha se establece de manera alevosa. Es unindividuo que, sin lesión de ninguna clase, mantiene la competenciaimpidiendo fructificar o matando germinaciones que le estorban; esotro, que lanza a distancia y en gran número sus semillas, formandobarrera primero y después cerco, que aisla al competidor y le matao esteriliza por bloqueo.

El repoblador que dispone de medios pronto se entera de estosmecanismos, y si la especie elegida viene de acuerdo con el emplaza­miento, irá directamente al encuentro del sol y de los meteoros.Empieza por destruir toda la vegetación, yen la mayoría de los casosla quema a manta una vez seca; luego labra la tierra lo mejor que puedeo coloca la planta; si el caso es el último, procura distanciar los hoyos10 menos que se le permite; al año siguiente toma otra zona, repite lasoperaciones y así prosigue. Lo que no hará nunca, porque no le cabeen la cabeza, es coger de golpe una superficie grande y poblarlacon distancias de 50 metros, que un año aquí y otra vez allá, connuevas plantaciones, reduce progresivamente, hasta que él o sus con­tinuadores acaban el trabajo de intercalar, dejando la repoblacióncon la marca de 2 metros especificada en el proyecto original. Eso deque junto al árbol de cincuenta años ha de haber otros de veinte, másde cinco y muchísimos menores, hasta de meses, y todos en armonía ycon buena salud, no pasa de concepción ilusoria. En este sentido de labiología, las entresacas son tanto más funestas cuanto más se aproxi­man al ideal teórico, y únicamente pueden sostenerse con grandesespaciamientos, que llevarán consigo bajas producciones en maderascónicas y nudosas.

* * *

El hombre que siembra o planta árboles con miras económicaspor iniciativa propia - tipo nuevo y todavía raro en el campo deEspaña -, nos llega con técnica personal improvisada, y en su incul­tura, ausente de prejuicio científico. Ha oído hablar, y tal vez conozca,de la cantidad de números que el forestal maneja, y los acepta como si

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fueran cálculos de magia; pero en cuanto a producción respecta. nuncaestá conforme con la renta asignada en volumen. Dice-y demuestra­que hasta con relaciones de espaciamiento próximas a 40, él, sin másconocimientos que los de su experiencia. corta muchísimo más, conel cuidado de espaciar en mucho tiempo las operaciones sobre el mismolugar. dejando en pie en el sitio necesario árboles jóvenes llenos desalud y con buen porte, capaces de ganar con el tiempo. Aun cortandomucho - agrega -, el monte no se acaba nunca si se guarda bien enlos primeros años; y cuando por accidente, equivocación o abuso, nohay repoblado suficiente, se siembra de nuevo y a esperar.

No puede negarse que este personaje imaginario. a quien no entraen tela de juicio prolongar los turnos aun siendo hombre de fortuna,porque, según él, los árboles crecen despacio cuando son viejos, ytienen al acecho muchos peligros desde que nacen, acierta en su lidiacon los pinos y con la primera o segunda generación de chopos. Pasadomás tiempo, con éstos y con la mayoría de las especies que se le ocurrióensayar, confiesa que 10 mismo que la poda mala arruina al viñedo yal olivo, el hacha inexperta, a diferente velocidad, según quien laanima, año tras año va destruyendo la energía productiva del monte,aun cuando la duración de la vida humana no dé tiempo para apre­ciarlo a la vista, en tanto el suelo permanece cubierto. Para cada especiey lugar variará el efecto; pero se tarda tanto en deducir solucionesaceptables, que él se considera satisfecho con dar a conocer a sus hijoslo que sus padres, gentes de ganado y labor, no pudieron enseñarle.Crear un pinar es más sencillo que aprovecharlo bien; y si las circuns­tancias obligan, vale más amputarle con una corta feroz, que lavergüenza anima a cubrir para sofocar escándalos, en lugar de san­grarlo gota a gota, una vez aquí y otra allí, pero a menudo, en super­ficies grandes, que diluyen los perjuicios ocasionados por el adminis­trador incapaz en el estímulo de quienes, sacrificando incomodidadesy demás intereses directos, señalan, no sobre el pie más grande, elde mejor madera o el más próximo al camino, sino en los individuosque racionalmente deben eliminarse.

Difícil es - sigue el discurso - dar con una tierra que no sirvapara pinos; si no los hay en cantidad suficiente, se siembran, y si elverano los seca, se plantan. Todo menos dejar la finca llena de claros,que estropean con el excesivo ramaje a lo nuevo y constituyen bienesmuertos para la producción, si bien sujetos a contribuciones y gastosadministrativos. La propiedad se empeora, en consecuencia, con ladifusión de cosas de poco valor en mucha superficie, sin otra ventaja

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que la engañosa apariencia al observador distanciado y al incom­petente. Es de notar también, que en los montes claros se tolera laganadería y justifican sus daños, por la abundancia y calidad dehierbas y matas, mientras que si la espesura es buena, con poco y malalimento, únicamente sirven a los animales de temporal refugio antelos rigores del clima.

Repoblar una superficie acabada la corta, hacer limpias en mo­mento oportuno y quitar ramas bajas y secas o próximas a morirahogadas en la sombra, con buenos cortes al rape mientras el árboles joven y permite actuar desde el suelo o con escalerilla de un metroo poco más - continúa el relato -, operaciones que pueden asustara algunos, son para mí trabajos sencillos, en que entretengo a losbraceros del pueblo cuando faltan otros quehaceres. Repito que estasatenciones no me quitan el sueño, como podar el olivo a tiempo,extraer el corcho, levantar el rastrojo con buen tempero o esparcirel sulfato de cobre sin que 10 lleve el viento o 10 arrastre la lluvia,faenas que entre prisas y angustias realizo todos los años, mientrasme sobra tranquilidad y tiempo para atender al monte, hasta el puntoque dejo labor para otra campaña si me falta personal competente, o,por escasez de manos, se elevan mucho los jornales. Con la cuartaparte de economía en tiempo, consigo de esta forma las dimensionesque veo en otros montes inmediatos al mío, ganándoles bastante enproducción y muchísimo en calidad, porque mis árboles son siempreesbeltos y carecen de nudos en la parte baja, que es la que más sepaga. Limpias y aclareos, que siempre recomiendo se hagan por labaja, valgan mucho o poco los productos, los llevo por administracióndirecta y vendo en cargadero; la corta final, como es a hecho yconozco el número y dimensiones de los árboles, la entrego al mejorpostor en tanto alzado.

Conozco pinares - agrega después - que han de mimarse paraservir de algo. Costaron mucho, porque ni la tierra ni el clima eranconvenientes, y para conseguirlos hubo que porfiar en serio. Algunastentativas fracasaron; pero otras salieron bien, y en ciertas épocas semultiplicaron mucho. Ahora, tengo entendido, se vuelve de firme alas andadas, repoblando miles y miles de hectáreas, algunas vecescon finalidad incierta. Recuerdo esos caminos con mal trazado, hechosde prisa y corriendo, que no iban a ninguna parte, y murieron cuandoel diputado cambió de distrito. Como ya el tema de las carreteras seva gastando, temo que al concepto de política forestal suceda el deforesta política. No hace muchos años que en vías de primer orden,

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entre piedra y lodo, se desafiaban los automovilistas en carreras deobstáculos, mientras la actividad y el dinero iban a parar a explanaciónde caminos con escasa importancia. Si hacemos comparaciones, veoque mientras en España sobran centenas de millares de hectáreas quenecesitan y merecen atenciones y dispendios que serían bien recibidos,esfuerzos y economías se orientan algunas veces hacia regiones sintradición forestal. con tierras a menudo ingratas, en donde el pino,por citar un árbol, no ha despertado mayor simpatía que el ciprés delcementerio. Lamento el descuido de una oportunidad que puede servirpara encauzamiento de obra social, económica y, de seguro, estable;pero soy optimista, y espero flote algo, quizá bastante, de cuantose está desarrollando, aunque sólo pequeña parte llegue a mis setentay dos años cumplidos, y por excepción rarísima a la del proyecto.El pino rodeno, el que más se propaga ahora, como la cabra montés,ejemplos de sobriedad y de buena existencia en sus naturales habita­ciones, crecen y engordan en nuestras manos mejor y más deprisaque en sus dominios, pero viven poco domesticados. Dicen que esacabra muere en los corrales por falta de ejercicio. Respecto al pinocitado, en cuanto llegan a veinte o treinta años, unos porque se tuercendesde el suelo y otros porque se secan, comienzan a volcarse con elviento, muchas veces después que el picoteo de los pájaros, buscandolarvas bajo la corteza, deja los troncos como recubiertos de pimentón.Personalmente no me inquietan esos defectos en los suelos regulares,pues mediante limpias y claras intensas los adelanto para estar encondiciones de cortar entre los treinta y cuarenta años, consiguiendoproducciones tan buenas, que he vuelto a resembrar con la mismaespecie. Mi problema, como el de la generalidad de los particularesen mi región. es claro: nos falta tierra, y hemos de aprovecharla comose puede, incluso haciendo juegos malabares, para sacar máxima utili­dad. El Estado, en sus funciones propietarias o de tutela, deberíaempezar, como yo, colocando la mirada en 10 mejor de la finca, envez de arremeter primero de todo contra peñascales, parameras, are­nales, ventisqueros, matorrales y seudoestepas, donde es probable seagoten los entusiasmos y recursos cuando apenas se ha comenzado eldominio de un difícil arte.

De día en día pongo mayor afecto en el pinar - son las últimaspalabras -, pero yo 10 conservo y cuido además como negocio; poreso 10 he dilatado hasta cubrir el terreno que no servía para otra cosa.Coloqué así un dinero a interés compuesto, del que me beneficio cuandodeseo, si bien tengo norma de cortar poco para aumentar la reserva,

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que realizo en años de precio alto. Por otro lado, el monte es mi huchaen días de abundancia y a él recurro en calidad de préstamo. Con bajoprecio en el vino tras mala cosecha de aceite, una vez, cuando alcarbunclo llamábamos lobado...

... * ...

Teóricamente, el pinar debe regenerarse después de la corta. Así es;pero a condición de llevarla a cabo imitando a un fenómeno natural, 10que en los montes públicos no puede hacerse sin responsabilidad delejecutante. En consecuencia, la repoblación conseguida, ni cuantita­tivamente ni en calidad suele satisfacer las previsiones. El malproviene de haber tomado ejemplos del extranjero, que ya vimos notienen aplicación en nuestros climas, y de la pretensión de que secumpla en toda el área 10 de algunos rodales excesivamente fértiles,regenerables de todas formas, incluso con prácticas antinaturales. Ennuestros proyectos, el período de reproducción suele fijarse en veinteaños, y en cada uno se recorre la totalidad del tramo para reunir elmaterial de corta; puede comprenderse el destrozo que en tanto tiempoocasiona el repetido tránsito de hombres, carros y caballerías sobrecuanto va criándose. Entre éstas y otras causas, el repoblado resultainsuficiente. La pretensión de resolver el problema con aumento delperíodo de reproducción o generalizando la entresaca, que para el casoes 10 mismo, traerá por efecto encubrir el mal, diluyéndolo en el ex­cipiente de mayor superficie. Con criterio tecnológico, la entresaca,como toda operación que persigue la mezcla íntima de edades, envilecelas maderas; en el orden de cosas naturales, el hacha, manejada conesa orientación, actúa como arma antibiológica.

El calificativo necesita unas palabras. Los pinos, como las jaras,en mayor o menor grado, según especies, S011 entes sociables y helió­filos, de raíces poco profundas, que no admiten desigualdad de edades.En cuanto se aclara un poco una masa irregular de pinabete en elcentro de Europa se llena de individuos nuevos. Entre nosotros,creado artificialmente el rodal espeso de pinos, podemos suprimir lastres cuartas partes de los individuos en distribución uniforme, sin quese desarrolle nueva generación. Tierra y aire, todo el vasto espaciodejado libre, se devora con rapidez por los supervivientes; ni siquieralas matas invasoras resistentes a la sombra llegan a instalarse. Sobrela cubierta muerta, en ese grueso barujo que en cantidad sólo se formabajo rodales coetáneos, la semilla, después de germinar, no prospera;

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no alcanzando sus raíces la tierra firme a tiempo, muere con los caloresdel verano, porque el medio carece del potencial suficiente para retenerla humedad. Sólo en parajes excepcionales de clima privilegiado, sedescompone la hojarasca a velocidad conveniente para incorporarseal suelo propiamente dicho, y es en ellos, por razones ya citadas, dondepodremos encontrar repoblado preexistente salpicando los viejosfustales aclarados. Aun con esta excepción, tal renuevo deja muchoque desear en resistencia y lozanía frente al que, unos metros máslejos, podamos tropezar en un claro; la consistencia de leño y corteza,dimensiones, separación de verticilos, desproporción entre altura ydiámetro, número, situación y coloración de hojas, aspecto de yemas,crecimientos, y, en una palabra, cuanto distingue 10 enfermo de losaludable, 10 raquítico de 10 fuerte y lo envejecido de lo precoz, apa­recerá a nuestra vista, si es que el viento o la nieve no han dejadoexpuestas más claras diferencias. Se espera, y suele suceder, que partede esta nueva generación conserve vitalidad para reaccionar mástarde, cuando los últimos derribos motivan la puesta en luz; pero seolvida que en plantas como en animales, mientras la necesidad delucha para vivir estimula la energía individual, la aglomeraciónsin puerta de escape y el poco alimento sin esperanza de hartura,lleva consigo la anemia y pérdida de vigor, que inutiliza a la mayorparte de los seres, que superviven, más que triunfan, para holgarsecon el regalo que más tarde les ofrecemos. No es raro, pues, que alapear uno de esos árboles triunfantes, descubramos en el centro delduramen un empaste de anillos confusos, difíciles de contar, dondequedó registrada la fase de ahogo, más que de lucha, con significado,en el mejor de los casos, de un retardo de años para alcanzar el mismodiámetro.

Si, en otro supuesto mucho más general, por espesura defectiva elmonte está empradizado o los pinos se mezclan con arbustos y matas,cuando la corta es moderada la reproducción se hace lenta y desigual,porque la tierra, en el sentido edáfico, es más heterogénea que la propiavegetación que sustenta. En pocos metros podemos apreciar entonces:suelo desnudo y tenaz, decapitado al menos del subhorizonte humíferopor acción meteórica y pisoteo de animales; suelo empradizado, dondela intensa transpiración de algunas plantas herbáceas mantiene la capasuperior muy seca en el verano; suelo con excesiva materia orgánicasin descomponer, inerte en estío.

En cualquiera de los tres medios indicados, la regeneración esdificil, pues hasta en el último, que es donde mayor cantidad de se-

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milla germina, las plantas se conservan a costa de sus reservas coti­Iedonares, para morir a fines de la estación seca, cuando las raíces noconsiguieron llegar a la tierra propiamente dicha, que tiene mayorretención para el agua en sus coloides. Por suerte, junto a los tresprincipales casos analizados figuran los de transición, que con laenorme cantidad de semilla producida por los pinos y sus facilida­des para la dispersión anemófila a considerable distancia, sóloausente en el piñonero (1), acaban por reconstituir a medias el bos-

o

A

Año IV

N

Año 111Año 11Año I(1) A más de la señala­da. existen otras dificulta­des de propagación en Pi­nus pinea.

La precocidad en darfrutos sólo es relativa. man­teniéndose bajo el número,mientras los árboles vivancon densidad. El tiempotranscurrido desde que sefecundan los óvulos hastael desprendimiento de la se­milla, indicado en el adjun­to gráfico, es máximo entre los pinos del país, si, contra cierta corriente de opiniones.nos atrevemos a considerarle autóctono. El fruto voluminoso, pesado, subovoide, deescarnas grandes, convexas y no punzantes, rueda con facilidad cuando se desprendeantes de abrirse. 10 que no sucede de ordinario. ya que, aun después de la disemina­ción, queda adherido a la rama uno o dos años, conservando algunas semillas. Peso,magnitud y forma de éstas originan caída vertical, y de no haber piedras donde rebo­ten, se alejan poco de la proyección de la copa. La germinación, relativamente lenta.comprende en el campo unos cuarenta días, hasta aparecer los cotiledones entera­mente libres, y es bastante segura, naciendo, por lo común, el 90 por roo en añosnormales, antes de acabar noviembre.

La testa es muy dura desde el momento en que la mayoría de los piñonesabandonan el fruto a fines de junio. Impenetrable con la lima y de difícil desgaste conla piedra de esmeril, aunque frágil, pocos son los animales que la rompen mientras estáseca. Cerdos y jabalíes son tan ávidos de este piñón, que llegan a preferirlo a la bellotade las inmediaciones; pero 10 ingieren tritnrándolo ruidosamente en el acto y no contri­buyen a la dispersión. En este mecanismo pudo tener importante papel la presenciadel mono, conservado todavía en Gibraltar y probable colono extinguido del sur deAndalucía, que arranca y transporta la piña, y no digamos nada de las semillas, quetanto le gustan y guarda en los abazones. Salvo excepción indicada luego, los demásanimales sólo buscan el piñón cuando, próximo a germinar, se hiende fácilmente, y

todavía más, al mostrarse sobre la tierra empujado por los numerosos y robustos coti­ledones incipientes. Roedores y muchas aves de pico fuerte, como perdices, grajos y

urracas, figuran en este grupo.

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que, a pesar de la competencia de especies frutescentes, dotadas, engeneral, de mejores medios de defensa.

En ambos casos, en el rodal óptimo como en el mediano, no secomprende la necesidad de fijar en décadas el período de reproducción,cuando se puede reducir hasta un año en muchos sitios y en ningunodebiera exceder a cinco. El pinar que no se regeneró bien es como elrebaño con cabras cojas: podrá mejorar con el tiempo, pero siempretendrá defectos. De ahí la norma selvícola de acotamiento riguroso

Al lado de estas observaciones incompletas exponemos otras de mayor interés.Se refieren a. la familia de los pícidos. aves que trepan con facilidad con el auxilio de lacola, cuyas plumas son muy rígidas, y se alimentan de larvas de insectos xilófagosque extraen bajo la corteza o de la madera, a lo que aluden los nombres de picos, pitosy pájaros carpinteros; en ciertas épocas del año les hemos visto comer nueces, avellanasy estos piñones. BI pico verde, nuestra especie más corpulenta, llega a obtenerlos peroforando las pitias; los otros, los toman del fruto entreabierto o del suelo. Pero todoshacen después lo mismo. Sobre la corteza del pino, en la mitad inferior del troncogeneralmente, practican un agujero, donde encajan la semilla de punta, dejando alaire la tercera parte, que rompen percutiendo repetidas veces. Hábiles operarioscomo son, por debilidad del empotramiento suelen tener fracasos, con pérdida del objeto,que salta con violencia; mas sin el accidente o aparición de enemigos, la fractura seconcluye siempre. Así se explica el hallazgo, junto a restos incrustados del piñóncomido, de iniciaciones de agujeros, como obras de tanteo, y de otros más profundosmellados en el borde, donde no se pudo aprisionar la semilla, realmente dificil dehender en sus dos mitades entonces o de quebrar en la punta.

1';1 pico real, frecuente en los pinares, suele excavar sus primorosos nidos, queparecen obras ejecutadas con la fresa, en encinas, eucaliptos o chopos próximos, lo queindica no concede importancia a la resistencia de la madera, que, para mejor aislamientotérmico, elige semíseca. Sin embargo, para sujetar el piñón no recurre a estos árboles, ytampoco al pino rodeno, aunque abunden en el monte. Y es que el soporte ha de reunirespeciales condiciones. Las óptimas parecen estar en árboles maduros y soleados, y deaquí el curioso hecho de que el único animal de hoy bien capacitado para dispersaresta semilla a gran distancia, la coloca, o intenta colocar. sobre otro árbol de la mismaespecie, que vive aislado, o cuando menos, con mucho espacio a su alrededor.

Felizmente este pino soporta bien algo de cubierta, no sólo al germinar, sino en lasprimeras edades, y en los descuidos, el pájaro carpintero contribuye, muy a pesar suyo,a la conservación del alimento para su descendencia.

Bajo el concepto naturalista puro, la expansión de una masa de esta especie habráde hacerse por contacto, interrumpiéndose el avance en los frentes montañosos porno llegar la semilla, aun cuando reúnan excelentes condiciones de recepción. 1';1 sen ti.Iode las barreras naturales adquiere así modalidad curiosa, y pudiera explicar cómo unode los pinos de mayor plasticidad ecológica en la mano del hombre y muy Indiferentea plagas y variaciones de clima, limita su espacio al flujo y reflujo por algunas regionesde llanura, sin capacitación para salvar, no ya un acantilado, sino hasta un río de caudalmediano.

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en la primeras edades. Si el tratamiento es por entresaca teórica, unade dos: o se expulsa al ganado para siempre o no se acota. El términomedio o receta consoladora de límite en las cabezas, no tiene finalidad:de un lado, en cuanto los animales remontan el millar, el controlnumérico es difícil; de otro, todo el mundo sabe que el ganado se muevediariamente según apetencias instintivas, que el buen pastor contraríaregulando el consumo y distribución de alimentos. Si a las madresrecién paridas se deja el prado con sol, a las estériles o que perdieron lacría, como también a los sementales, se les destinan sitios de poca ymala hierba, donde no constituye bocado despreciable la tierna guíaterminal del pino.

Si hablamos de aclareos sucesivos uniformes y turno centenario, escorriente que el cuartel se divida en cinco tramos; cada uno, o sea elquinto de la superficie aproximadamente, deberá acotarse veinte añosseguidos, lo que, aun teóricamente, es defectuoso, porque serán mor­didas las plantas nacidas en el último quinquenio. Sin considerar estecaso, que puede registrar enorme perjuicio, siempre, en cualquier mo­mento de los veinte años, los pastores, que jamás comprendieron lanecesidad de prohibirles disfrutar tan gran superficie durante plazotan largo, aprovechan días, horas tal vez, para salvar sus riquezasdel hambre que mató las crías. y acabará con las hembras de vientre,si no las concentra en el terreno vedado. Téngase en cuenta que en laganadería, incluso organizada con prudencia, sin llegar a la saturacióndel campo con animales, dichas catástrofes por escasez de alimentono suelen distanciarse de la duración del período reproductor.

En conjunto, el tema del ganado constituye en ciertas regionesserio problema, y si a la guardería compete en modo principal impedirabusos, misión que alguna vez costó vidas humanas y con frecuenciaorigina altercados, debemos reflexionar en busca de soluciones, si noperfectas, libres hasta donde sea posible de los inconvenientes que hoytienen. Respetando intereses locales, que en ciertos casos constituyenel único medio de existencia del habitante de la montaña, en biendel bosque y del ganado, debemos restringir hasta el mínimo posiblela veda, tanto en superficie como en duración. Una extensión pequeñaque atesora mucha riqueza futura goza de estima y respeto en todapersona consciente; cuando no baste, refuércese la vigilancia, sencillaen este caso, y adóptense medidas para que las faltas, bien apreciablesahora, se castiguen con energía. El tiempo que estas atenciones recla­man variará con los sitios, clase de árbol y especie animal; pero, enconjunto, no es mucho. Mientras el pino aislado de dos metros no tiene

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segura la flecha contra la mordedura del burranco que juguetea cercade la madre, y puede darse por contento si salva las raíces de las acro­bacias y pasatiempos del macho cabrío, toda suerte de ganados desdeñatransitar por la mancha de pinos cuando está cerrada, aunque seajoven. En siembras bien logradas en terrenos fértiles con pinos rodenos,carrascos y piñoneros, que son los más precoces del país, la veda puedelevantarse entre el tercero y cuarto año para la oveja; en los demáscasos, y considerando todo género de ganados, el plazo puede exten­derse hasta diez años, si se desprecian modestos perjuicios en lasorillas de la pimpollada, ocasionados por algunos animales que laspenetran guiados por el instinto de exploración.

Otro inconveniente, si no vital, de considerable importancia, habre­mos de señalar para las cortas discontinuas. En teoría cuando menos,la nueva generación se constituye por individuos en mezcla íntima quevarían entre uno y veinte años. Involuntariamente fomentamos unproceso selectivo antinatural, porque el triunfo no corresponde al mejory más robusto, sino a 10 que nace primero. La planta que arraigó enmal sitio, o comienza la existencia con defecto genético o adquirido,aun tronchada o seca la guía, puede extender las ramas en perjuiciode otro ser de más porvenir. Si a estos casos y a otros análogos, suma­mos la natural tendencia a ensanchar la copa, que la libertad de es­pacio brinda a todos los individuos nacidos al principio, se comprendeque, aun cuando el paso de los años mejore las formas primitivas, al co­sechar los frutos, terminado el ciclo previsto, serán escasos los piescolumnares, y muy ramosos todos, acabaremos dudando si convieneclasificar algunos como leña en vez de madera.

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En la enorme complejidad española de tipos de montes, en lostiempos que corren cuando menos, ninguno llega a la importanciadel pinar. Es el más conocido, el de mayor extensión y valor financiero,ya que no nos atrevamos a incluir también, generalizándolo, el eco­nómico. Al examen del pinar nos obliga, pues, nuestra profesión, másque a ninguna otra colectividad arbórea, y en las presentes páginascontinuaremos otorgándole detalle preferente.

Los pinos, como se hizo notar, son sociables, amantes de la luz,frugales, prolíficos y de pobres defensas. La agrupación de muchosindividuos colonizando grandes superficies continuas, que a veces nosustentan otra especie arbórea, es un arma ante las condiciones intrín­secas y caracteres del medio, asegurada por evoluciones morfológicas,que culminan en órganos reproductores especializados para la fecunda­ción a distancia. Grande es la cantidad de polen en cualquier vegetal,pero insignificante al lado de los pinos, como de otras coníferas, enque los granos se complican con dispositivos flotadores para ayudar ladispersión anemófila. Por esto, no parece que el genetista lleve las deganar con este género, pues en cuanto, saliendo del laboratorio, instalesu artificio en el campo, ocurrirá como a las yeguas en descanso deverano, que por mucho que se junten faltan colas para ahuyentar lasmoscas. La vida radical se adapta a suelos pobres y de escasa reten­ción de agua, incompatibles con otras especies más exigentes y vigo­rosas, que de implantarse acabarían expulsando a los pinos; y hayen las acículas, no sólo formas, sino mecanismos, que, según latitudesy épocas del año, fisiológicamente funcionan con la dualidad deplanta de hoja caediza o persistente. Estos caracteres explican quesólo con las especies de la Península podemos contar con buenos pina­res, desde los z.aoometros. en el Pirineo, hasta el nivel del mar, enlas costas atlánticas y mediterráneas.

Como entidades regresivas, a veces, en la distribución actual ocu­pan los pinos lugares que pertenecieron a especies más nobles en

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otro tiempo; pero como sobre la tierra que éstas poblaban se fundócasi toda la agricultura de nuestro país, puede decirse que los pina­res son todavía los bosques que han sufrido menos perturbaciones através de la historia, porque en el lugar que ocupan, ni el hombretuvo interés en aprovechar la tierra mientras la halló en otro sitio, nilas condiciones del clima y del suelo favorecieron el acceso a otrosárboles. Nada sabemos de la probable existencia del pinabete en lacordillera cantábrica, y desde que se inician los estudios florísticos,por exigencias de humedad no descendió de los Pirineos. El mismohecho ocurre con el pinsapo en las montañas de Málaga y Cádiz, sinque ni por nosotros (1) ni por los demás forestales que nos precedierony siguen en su especial estudio (2), se haya encontrado satisfactoriaexplicación del aislamiento. Pensando igualmente en que el cedro deMarruecos no haya salvado los pocos kilómetros que desde el Tazaot (3)le separan de las montañas de Estepona y Marbella, en que parece,como el pinsapo, debiera tener el primer refugio o cabeza de puentepara saltar a las serranías de Grazalema y Ronda, sugerimos que lassemillas de ambos árboles, tan parecidas y bien adaptadas, por eldébil peso y grandísima ala, al transporte con el viento, para la difu­sión a gran distancia ofrecen el inconveniente de ser repelidas porlas aves. Nuestra investigación personal, modesta desde luego, parececoncluyente en este caso; mientras el piñón de montana es golosina,tanto para el Iügano - pajarillo centroeuropeo que baja hasta Anda­lucía algunos inviernos -, como para el chamariz, que a nuestrolado pasa Nochebuena y San Lorenzo, o el popular y omnívoro pinzón,y el de silvestre constituye bocado apetecible siempre, en el cedro yel pinsapo no reparan las aves, y hasta al voraz y urbano gorriónbasta un picotazo para que el desprendimiento del líquido terpénicoque en cantidad encierran acabe con la curiosidad y con la gula (4).

Resta hacer mención de la sabina albar (Juniperus thurijera) , acuyo fin puede decirse que asistimos; pero aun incluyéndola, la prece­dente exposición demuestra que, al menos en el transcurso de los

(1) L. CItBAI,:r.oS y M. MARTÍN BOI,AÑOS: El pinsapo :Y el abeto de Marruecos.Madrid, 1928.

(2) A. BARBItv: A trauers les Forets de Pinsapo d'Andalousie. París, 1931.(3) S. SÁNCllItZ CÓZAR: El A bies del Tasaot. Madrid, 1946.(4) Las siembras de cedro, y probablemente también las de pinsapo, son muy

dañadas por los pájaros; más todavía que las de pino. Pero no por comer la semilla.sino los cotiledones incipientes, que se destacan mucho en la germinación epígea deam bas coníferas.

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últimos siglos, han sido los pinos, como hoy, nuestras únicas coníferasde real importancia maderable.

* * *Imaginemos un rodal magnífico de pinos con siglos de existencia,

situado en ladera de poca inclinación. A la espesura y dimensiones nopudo llegarse sin un manto de hojarasca, bajo la cual, y muy cercade la superficie, se extienden las raíces fisiológicas, dado que las másprofundas, si la especie las tiene, a más de misión de sostén, contribuyena regular el abastecimiento de agua. La tierra que tan excelente pobla­ción habita ha de estar muy suelta, y en el nivel superior, más o menosácida y sin carbonatos, aun cuando la roca madre tenga composicióncaliza; ni siquiera el pino carrasco falta a esta regla ahora. Bajo lascopas, que la insolación atraviesa un poco a esas edades, muy claros,hay arbustos y matas, y grupos de pimpollos lánguidos, de tallos cim­breantes y con pocas hojas, oscuras y flexibles, dispuestas en escobi­llas cerca de las yemas; diez, veinte años atrás, estaban 10 mismo; serenuevan; cada otoño salvan el período de sequía unos cuantos pinosprocedentes de la última diseminación, que sustituyen a cuanto vamuriendo. Si cuaja una nevada intensa, sobre la punta de los mayo­res comienzan a adherirse copos, uniéndose luego hasta formar blo­que continuo, que, obediente a la gravedad, se desplaza según lapendiente de la ladera, encamando los débiles soportes, primero,hasta que, falto de apoyo, se rompe en grandes fragmentos y tron­cha cuanto en el hueco había permanecido sano; en climas más be­nignos, las nevadas accidentales y el viento, o solamente éste, seencargan de partir o echar a tierra progresivamente cuanto ahiladoha podido elevarse entre los fustes centenarios.

Examinadas varias hectáreas con detenimiento, descubrimosmuchos pies teosos y centelleados, y alguno seco que pronto acabarápodrido, como vemos otros en el suelo; pero en el espacio que dejaron,nada aparece nuevo y todo sigue igual que antes. Mirando troncos ycopas, percibimos de todos lados huellas del tiempo sobre la senectudque todavía fructifica. Nos embarga sensación de ruina; al bosquefalta continuidad, y sin razón que lo explique, al rodal quedan añoscontados.

y sonó la hora en forma catastrófica con huracán impetuoso, comoel de 1941. Semiderruídos, quedaron algunos pinos con vida; los demásse amontonaron en confusión de copas, troncos y cepellones tabularesy gigantescos. Más tarde, un grupo de hombres con hachas y sierras

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invadió el caos, y, terminado el verano, con ir y venir de carros ymulos, desapareció la madera con toda la leña gruesa. Un día soleadodel siguiente invierno tornamos al sitio. Los despojos sostenían algunashojas con la típica coloración pardo rojiza; pero las más, en contactocon el suelo, se oscurecían confundidas al mantillo precedente, yaescaso y fragmentado; aquellos insignificantes pinitos que antesobservamos de lánguido aspecto, se nos aparecen robustos, con 20

Ó 30 centímetros de flecha, bien decorada de hojas verde claro, rígidasy brillantes. Había muchos, más de los necesarios para poblar la super­ficie, que en la anterior visita escaparon a nuestra mirada; pero lomás curioso fué que observando atentamente el suelo, ya al descu­bierto o bajo la leña, se notan en cantidad inmensa las arañas cotile­donares con que la nueva generación empieza la existencia. Fuera, ybordeando la zona destruída, que las ramas secas hicieron de tránsitomolesto, un hatillo de cabras marcha de paso. La leña menuda sedestruirá en el suelo totalmente, porque ningún aldeano la quiere encuanto se moja, y para el siguiente invierno es mejor aprovisionarsede otro combustible más valioso en diferente lugar. Todavía, en unao dos primaveras, los residuos seguirán ahogando la hierba, y con losinconvenientes de paso, es de suponer que el ganado no entre. El rodalcomienza a vivir en paz; como en la generación que conocimos, selabran los sillares del monte coetáneo.

Acabamos de presentar un hecho sencillo, esquemático, que sóloen el campo de la imaginación puede existir en nuestra vieja España.Creemos, no obstante, que los forestales que prestaron prolongadoservicio en el monte conocen realidades parecidas a nuestro ejemplo,cuyo origen más frecuente hay que buscarlo en incendios o en talasde explotación. En contra de opiniones, respetables en otros aspectos,insistimos en que los sitios con gran producción de maderas, los tenidospor el vulgo como vírgenes, porque en la memoria de los viejos seconocieron siempre como hoy, los árboles se agrupan en rodales nacidosal mismo tiempo, cuando por talas, corrimientos de tierras, incendios,vendavales o plagas se destruyó la población precedente (1). Aislada-

(1) E. CARcfA DfAZ: Una explotaci6n forestal en Méjico (revista Montes, núm. 14,

correspondiente a marzo-abril 1947, pág. ISO):

L. y llama la atención la tendencia a la regularidad de estos bosques vírgenes,en los que se observan, a veces, viejos portagranos, más o menos abundantes,restos de alguna catástrofe forestal, quizá ocasionada por el fuego y la masa creadapor las diseminaciones de pocos años, que, cerrando pronto y totalmente el poblado,no permitieron mezcla de edades•.••

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mente, con mezcla de todas las edades, estos lugares fértiles sólo sereconstituyen de mala forma cuando la prudencia humana labra eldesacierto, como asimismo sucede de manera automática, en tierrasde escasa fertilidad para el pino, y, en último lugar, en pedrizas ycumbres ingratas, verdaderos reductos, donde no puede llegar el fuegoporque nada 10 alimenta. Es ese pino metido en fisura como si fuesecuña, acróbata meritísimo e insensible al tiempo; es ese árbol raquíticosemihundido en la piedra, con su penacho verde asomado al abismoque le espera con ansia de siglos; es ese arbolillo que en su emplaza­miento no vale un hachazo, ni probablemente 10 recibirá nunca; estoda la población de mal porte, achaparrada y difícil de exterminar,constituida por los elementos de colonización de la montaña, quecuando desaparecen, cesando la aportación de semillas, marcan lahora del reflujo, ladera abajo, de toda la línea avanzada; pero ya co­mercial de la especie.

Conviene tener en cuenta, que en este proceso natural la obra deselección se mantiene en dinamismo; al suelo baja, al mismo tiempoconfundida, toda la simiente, y con el triunfo de las mejor dotadas seoriginan individuos que, en la competencia por la vida, pronto desta­can los de mayor defensa y crecimiento máximo. De esta forma, entanto las buenas condiciones locales persisten, subsistirán tambiénlos árboles mejores. Cada lugar fijará, por tanto, una raza selecta,producto armónico entre la especie y el medio, que generación trasgeneración se mejora. Según esto, mientras la biología forestal no seamás conocida, pensando con el vulgo, la variación artificial de proce­dencia de semilla lleva tras sí una incógnita, con muchas probabilidadesde despejarse en contratiempo.

* * *

Hasta ahora presentábamos la evolución del pinar autóctono sinque el hombre se preocupase de la mejora; volvamos la página, paraadentrarnos un poco en cuanto con algo de esfuerzo puede favore­cerlo. El primer caso de examen será un trozo de monte diferenciadoen rodal, viejo o no, pero con densidad suficiente para impedir seinstalen de modo sensible matorral y repoblado.

Hay que aprovecharlo, y la corta se distribuye en dos fases. Laprimera, de carácter regenerador, recuerda en otras latitudes a lafusión de preparatorias y diseminadoras, innecesarias en nuestro país,porque la piña, más o menos abundante, no es tan vecera como para

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mantenernos cruzados de brazos porque nos falta la cantidad desemilla que necesitamos; y si esta afirmación parece exagerada, lasexcepciones se localizarán tanto, que en servicio a claridad expositivay síntesis de nuestro trabajo se justifica la incorrección, menos grandede 10 que parece, puesto que siempre que se reconocen los frutos viejosadheridos a las ramas, hallamos semillas en perfectas condiciones ger­minativas. La intensidad recomendable para esta corta varía con lossitios, especie y estado de la masa, pudiendo comprender aproximada­mente la mitad del volumen y llegar a suprimir de los dos tercios a lostres cuartos del número de individuos, si se toma por norma ir quitando10 dominado, enfermo y defectuoso, con cuanto es de esperar nomejore rápidamente con el tiempo; 10 que se deja en pie debe distri­buirse de manera uniforme y de modo que los árboles permanezcancon relaciones de espaciamiento aproximadas de 20 a 25. Estos valoresno son absolutos, pues dependen de muchas variables; pero no seindican caprichosamente, sino después de deducirlos con aforos pri­mero y precisar con la cinta métrica más tarde. Cuando se corta me­nos, la regeneración persiste muy poco, si llega a lograrse; con espacia­mientos mayores, se inicia casi siempre la llegada de plantas que nonos interesa propagar, porque harán la competencia al repobladoincipiente.

Técnica y administrativamente, la operación no es sencilla. Trasun conocimiento profundo de la especie y de la localidad, ha de co­menzarse por elaborar un estado con las existencias agrupadas pordiámetros, de forma que, antes de dar un paso, se sepa con relativaseguridad 10 que ha de cortarse. Sigue luego el señalamiento, pasandorepetidas veces por el mismo sitio, con la conciencia de que todo escrú­pulo será poco, y la contada en blanco, que en régimen de subastasen pie, por unidades o a tanto alzado de 10 que menos valor posee,multiplica la atención con el recuento de tocones y marcas o númerossobre los mismos, para prevenir la sustitución de parte de 10señaladopor cuanto debe restar en pie, individualmente más valioso. Final­mente, como en el monte se encierra todavía 10 de mayor aprecio,es imprescindible asegurarlo contra el fuego quemando los despojossin pérdida de tiempo.

A consecuencia de este aclareo se aumenta la velocidad de descom­posición del barujo e inmediatamente aparece el diseminado. Un soloaño puede bastar para conseguirlo en cantidad abundante; mas como,de un lado, conviene afirmar la garantía de su instalación, y de otro,la intensa corta realizada influye mucho en el crecimiento diametral

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de la reserva, sin perjuicio en los primeros años de 10 que va naciendo,a la vista de los resultados y de cuanto económicamente parezcapreferible, se retrasa la segunda corta. Es interesante, sin embargo,que la espera no se prolongue mucho, porque abierto el monte con laoperación primera, puede iniciarse el establecimiento de vegetalesherbáceos o leñosos que no convienen. Tres años puede fijarse comonorma, sin que veamos inconveniente en llegar a los cinco, particular­mente cuando se trate de especies con lento desarrollo al principio.

La segunda corta es total y carece de complicaciones. Conocidoel número de árboles y su volumen, incrementado, si se precisa mejor,con los últimos crecimientos, la venta no requiere intervención hastael final, cuando se prohibe la saca del ramaje menudo o pinocha, asícomo de piña y broza. Con los tocones, que deberían arrancarse sino es gravoso, este material esparcido, al igual que astillas y cortezas,se descompone rápidamente por acción meteórica directa y contribuyea la germinación de semillas retardadas, y de manera fundamental, delas que aportan los árboles apeados.

Para mayor garantía en la repoblación, la época de corte debesubordinarse a la de apertura de la piña, o al menos a su maduración,si bien debe decirse que, aun cortando el árbol un mes antes, cuandoen la piña todavía verde se inician tonos leonados, hay seguridad deque el proceso de maduración se complete. Las diferencias, no sóloentre especies, sino en una misma, según localidades y años, impidengeneralizar la mejor época del apeo, relacionada, según se sabe, conotras técnicas del monte; hasta en especies con diseminación de in­vierno, como sucede a laricio y silvestre, que en años normales abrenla piña con las heladas, se llega al caso de que se cierren súbitamentecon la presencia de lluvias y que termine de salir el piñón en abril. Detodos modos, una vez autorizada la corta, tiene importancia que losfrutos no se recojan hasta que haya escapado la totalidad de la semilla.Este caso requiere mucha atención, no sólo en el piñonero, sino en elpináster, cuyas piñas se aprecian como combustible local, y los reco­lectores, por economía de espacio, buscan la manera de transportarlastodavía cerradas. Precisando 10 posible, diremos que, en general, ycualesquiera fuesen especie y época de apeo, la extracción de piñasno debe autorizarse hasta final de julio y que las leñas habrán deacarrearse limpias. Al contrario de 10 que dijimos antes, no se quemanlos residuos ahora, y ha de procurarse queden bien esparcidos, paramejor distribución de la materia orgánica, como freno a los arrastresde lluvia y de la evaporación, y aumento de estorbos para el ganado.

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Cuando la generación primera llegue al ideal de cubrir el suelo conseparaciones inferiores al metro, límite que aproximadamente pode­mos tomar como base para buena espesura en estado de latizal mástarde, el diseminado de la segunda corta tiene la misión de cerrar elmonte 10 antes posible, y, en consecuencia no existe interés enconservarlo completo, detalle de importancia para rebajar el plazode acotamiento, que podrá irse levantando escalonadamente, segúnespecies ganaderas, de acuerdo con 10 dicho en otro lugar. No debesilenciarse que en esta forma de repoblar los riesgos de incendio songrandes desde el primer momento; pero como, en cualquier caso, sonconsustanciales con la creación de todo pinar bueno mientras persiste lafase que en selvicultura se llama monte bravo, no habremos hecho más,en este sentido, que anticipar el peligro con los despojos de la segundacorta. Pero aun así, la impresión es de engañosa apariencia, dado quebuscamos la manera de formar cuanto antes la espesura grande reque­rida por la juventud, que nos permitirá ganar tiempo para intervenircon las limpias, practicadas las cuales, disminuye el ímpetu de las lla­mas. En el peor caso, y si la red de cortafuegos estuviese desatendida,10 que sería imperdonable en cortas localizadas tan intensas, siempretendremos el consuelo de que la obra carbonizada destruye un valormodesto que, dentro de un año yen óptimas condiciones, puede repa­rarse, si el hombre se halla dispuesto a acudir con su trabajo y sabeobtener partido de las consecuencias del accidente.

Por si no procediera así, indicamos la existencia de un hecho, malexplicado todavía, que se liga a la conservación natural de especies enpaíses de clima seco. Cuando se quema totalmente una repoblaciónasentada sobre tierras que antes tuvieron pinos, vuelven a nacer encantidad impresionante, aun cuando no se conciba la procedencia delas semillas. La observación está recogida por Weaver y Clements (1)en Norteamérica, pero no es conocida en nuestro país, y al igual queen el caso de las acacias australianas (2), pensamos tenga funciónimportante en el proceso reconstructivo de muchas especies vegeta-

(1) J. E. WEAVER y F. E. CI,EMEN'l'S: Plant Ecology (1929. pág. 1I9): .... lo

many parts of the West, where a single fire has destroyed the mature forest, the naturalrestocking has beeo pronts, uniform and complete. But after the seeds in the forestfloor have germínated and fire again occurs before the trees reproduce, the area mustbe artificial1y reseeded... j

(2) J. H. MAIDEN: Th» Forest Flora o/ New South. Wales (vol. H, parto 5. pág. 105.

año 1905): .... Accordingly, before sowíng, we soak the seeds in hot, nearly boilingwater, or partIy bake them, an operation which Nature herself often performs bymeans of bush-fires....

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les cuyas semillas no germinan en la totalidad en condiciones nOTtpa­les, y explica por qué los fuegos repetidos a cortos intervalos sobre elmismo sitio acaban creando un calvero de gran persistencia.

En los rodales que estamos examinando, es decir, repetimos, enlos mantenidos en espesura tal que bajo los árboles no existen o ad­quieren escasa importancia hierbas y matas, y todo el suelo permanececubierto de hojarasca, las dos cortas pueden reducirse a una sola. Bio­lógicamente es lo más perfecto: medio y condiciones de germinaciónresultan inmejorables; el diseminado se desenvuelve desde el origenen óptima forma, y, creciendo vigorosamente, se reduce el turno; elperíodo de acotamiento llega al mínimo y las funciones de vigilanciase concretan y simplifican. Ventaja grande económica es la mejorade precios por unidad volumétrica en pie, porque el comprador simpli­fica el trabajo llevándolo continuo sobre poco terreno, sin preocuparsede daños ni pérdida de tiempo con señalamientos, inspecciones y con­tadas en blanco. Existe una entrega y un plazo para retirada deproductos; pero dentro del mismo, y en la extensión señalada, se gozade libertad completa.

Para esta práctica, no obstante, se requieren medios, competenciay organización, más fáciles de reunir en pequeñas fincas privadas queen la considerable extensión de un monte público. Se han suprimidointervenciones y recuentos, pero la regeneración no admite demorasy ha de llevarse sin estorbos; la vigilancia contra la retirada de piñay ramaje ha de ser severa, y el acotamiento absoluto; sin recurrir a lamalicia aldeana que, para defensa de lindes, esparce higos secos conanzuelos, ni escuchar seriamente a quien propone licenciar los guardas,sustituyéndolos por equipos que secretamente pulvericen con arsenia­tos algunos trozos del monte, la veda es factible de mantenerse unosaños con garantía, si a organización, disciplina y rigor se dedica partedel esfuerzo y dinero que costaría una eficaz alambrada. En la prácticade este sistema de cortas que, con excelente resultado hemos visto,conviene hacer provisión de pequeña cantidad de semilla para colmarlos huecos que pudieran quedar; en este caso no se necesita preparacióndel terreno, y el piñón se deposita al mismo tiempo que el sembradoraraña el suelo con azadilla; los obreros, generalmente un hombre convarias muchachas, escarban en forma parecida a como lo hace el co­nejo, colocando dos o tres piñones sobre el montoncillo de tierra y dellado del hoyo. El coste depende de muchos factores, yen modo prin,cipal, de la abundancia de fallos en la regeneración natural y densidadcon que se aspire a constituir el monte bravo; pero es siempre modesto.

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Un equipo como el mencionado, compuesto por cinco personas con algu­na práctica, siembra una hectárea en la jornada con unos cinco milgolpes.

El lector que nos honra con su paciencia a 10 largo de cuestionesque, en aras de sencillez y brevedad, presentamos de manera rápiday simple, quitando sabor árido a temas de especialidades que requierenvolúmenes y muchas horas de estudio, habrá de perdonarnos que, endefensa de conceptos de importancia, descendamos, a veces, a losdetalles. Digamos unas palabras sobre extensión de las cortas.

Para nosotros, la ordenación de montes debe fundarse sobre lacalidad del rodal; pero tan variada es en la mayoría de los casos, queel orden administrativo teórico resulta impracticable. Se necesita,pues, limar diferencias de apreciación para llegar a constituir unoscuantos tipos de rodales, contiguos o aislados, regidos por tratamientosdiferentes, pero comunes en cada agrupación, que de este modo adquie­re significado análogo a la del cuartel de ahora. Dentro de cada unono vemos inconveniente para la división en tantas partes, iguales ono, como años comprende el turno, salvo en casos que, por resultar launidad pequeña, convenga cortar por bienios y hasta quinquenios, parano recargar la administración, y sobre todo la vigilancia, con la atomi­zación de servicios. Respetando el criterio de renta anual y constanteen cuanto sea compatible con el valor máximo, que es 10 fundamental,las operaciones pueden combinarse de modo que figuren todos loscuarteles en la periodicidad de aprovechamientos y atenciones.

Se comprende así, que al referirnos a cortas continuas no pretenda­mos desaparezca de cuajo un valle, y mucho menos una ladera, sinola parte de los mismos, que dentro del orden administrativo, y sobretodo natural, puede dominar el hombre con los recursos disponibles.Sentemos claro también, que en dichas cortas caben modalidades, yque no sería aconsejable establecerlas escalonadas, sino buscando lasmáximas diferencias de edad entre zonas contiguas. Por razones evi­dentes, y a más de esta condición, en suelos inclinados donde se temangrandes erosiones debe cortarse por fajas; pero aquí, más que en nin­guna parte, se precisa tener el repoblado, o al menos la garantía desu logro, antes de destruir el vuelo. No estará demás advertir, que esen esta clase de montes protectores, cuando más se teme a la acciónmeteórica, sea viento, lluvia o nieve, donde más adecuada aplicacióntienen los turnos cortos, pues no es sólo la masa nueva la que mayorcantidad de hojarasca acumula, sino también la que, admitiendo másespesura de copas, adquiere en éstas densidad máxima de follaje. Si

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se tiene en cuenta, por otro lado, que es el árbol joven pletórico desalud, el mejor dotado para la lucha contra los accidentes típicos demontaña, se comprende que, dentro de la inestabilidad ofrecida porlos pinos para la delicada misión que con carácter de permanencia seles asigna, sea el pinar nuevo el más llamado a desempeñarla en estossitios, donde, desde otro punto de vista, al monte se concede valoreconómico secundario. La conclusión resulta paradójica: a mayorpeligro de arrastres, máxima frecuencia en las cortas, que unas deotras se distinguirían a distancia, dando aspecto peculiar al terreno,que recuerda a la disposición de los ladrillos enlazados de canto entabiques de panderete, o, sin abandonar la regularidad geométrica, alos muros de mampostería que toscamente embellecen tantas construc­ciones rústicas.

En el dominio privado, conviene aprovechar los momentos eufóri­cos que siguen a la venta, para dedicar atenciones y esfuerzos al ser­vicio de la repoblación completa y rápida de la superficie cortada ya intensificar los crecimientos, para llegar cuanto antes a dimensionescomerciales. Está comprobado que la influencia del medio en losprimeros años de la planta trasciende a 10 largo de toda la vida poste­rior; pero se nota de manera ostensible al principio. Se procede así:Después de la corta se queman a manta los residuos con los últimosardores de la canícula, que suelen coincidir con la entrada de agosto,antes que el enfriamiento nocturno inicie los relentes, y para mayorgarantía de sequedad en el terreno y mejora de efectos, después demediodía y con absoluta calma de aire. Con las primeras lluvias selabra completa y profundamente con arado romano tirado por bueyeso vacas; el piñón se tira a voleo luego y se cubre arrastrando un hazde ramaje, del que tira un burro. Para aliviar el coste de la operación,simultáneamente se siembra un cereal, centeno o avena por 10 común;pero aparte beneficio directo con la cosecha de grano, la finalidad esdiscutible. El cereal evita la invasión de hierba, y como se eligencultivos de invierno, en el segundo otoño, ya con cierto desarrollo lospinos, admiten mejor la competenéia con la vegetación espontánea.Por otro lado, no hay que olvidar que estos cereales son tambiénplantas herbáceas muy exigentes, cuyos efectos deben sentirse preci­samente en la edad más crítica de la repoblación. El tema mereceestudiarse con seriedad, porque la práctica, tanto en el dominio privadocomo en las entidades públicas, se desenvuelve con rutina, sin otrofundamento para decidir que la consideración de si la tierra puede daro no cosecha estimable de grano. En opinión nuestra, bastaría instalar

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sitios de ensayo con siembras de piñones de varias especies, cultivadossolos o con otras semillas, contados unos y otras por unidad de super­ficie. Recogida y valorada la cosecha, dos o tres años más tarde secontarían y pesarían los pinos, determinando además relaciones entrelos pesos de partes aéreas y radicales.

El procedimiento da resultados impresionantes, cuando el movi­miento de tierras es completo y se hace con las primeras lluvias quesiguen a la combustión, para semillas de piñonero, rodeno y carrasco,con natural germinación otoñal; pero nada se opone a la obtenciónde hechos análogos con las especies que lo hacen en primavera, siretrasamos la siembra hasta esa época. Si antes de la quema dedespojos no se cuenta con seguridad de arar pronto, es preferiblerenunciar a esta práctica, pues la combustión trae consigo en muchoscasos que la tierra se erosione con la lluvia a poca que sea la inclina­ción, y donde no se tema este inconveniente, el campo suele empradi­zarse o cubrirse de matas en seguida.

La acción fertilizante o esterilizadora, como en algunos sitios sepretende, que sigue al incendio, se conoce mal, y hasta hoy casi noha salido del empirismo. No obstante, se ha escrito y hablado muchorespecto al tema, y contamos con trabajos modernos en España depositivo mérito (r). El defecto de la erudición radica probablementeen el punto de vista exclusivamente químico de los autores, que enopinión nuestra es insuficiente. A consecuencia de los estudios quemencionamos antes sobre parcelas de matorral, indirectamente hemosnecesitado abordar la cuestión hace unos años, y nos creemos en víade dictaminar sobre los resultados de índole práctica dentro de plazobreve. Las causas, empero, se presentan cada día más confusas y en-

(1) A. NICOI.ÁS DIt ISASA: Orientaciones para el estudio de los suelos forestales es­pañoles (revista Montes, número correspondiente a enero-febrero 1947, pág. 58):

.... La explicación, a primera vista, del fenómeno es el cambio de reacción (pH) queprovocan en el suelo los carbonatos alcalinos que resultan de la combustión (sales deácido débil y bases fuertes). En el primer caso ~ terrenos ácidos con vegetación ar­

bustiva del tipo de brezos, etc.--el incendio corrige la acidez y fertiliza; en el segundo-­terrenos francamente calizos, y principalmente en pinares de Iarícío - exagera labasicidad. En este segundo caso, cuando el complejo coloidal del suelo sea abun­dante, no se notarán los fenómenos perjudiciales, debido al efecto amortiguador (tam­pón) de dichos coloides. Pero siempre que el suelo sea calizoarenoso, el aumento debasicidad no tendrá freno. El efecto corrector de las labores podría ser el facilitar ellavado de los carbonatos alcalinos, que son muy solubles. aumentando la cantidady velocidad del agua de infiltración. Esto no es más que una hipótesis. que necesitaconfirmación ...•

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vuelven problemas físicos, químicos y bacteriológicos. Lo único puestoen claro hasta hoy - y no nos parece poco - es la seguridad de haberdemostrado que no se trata de simple cuestión de cenizas, como seviene diciendo. Como la labor prosigue, el lector dispensará no trasla­demos aquí una larga exposición, incompleta todavía, cuyo principalobjeto escapa de este asunto. El vulgo cree, sin embargo, que el incen­dio fertiliza siempre. Las especies que brotan de cepa o raíz, seanleñosas o herbáceas, 10 hacen mejor y más vigorosamente, desde elacebuche al brezo y esparto; el trigo adquiere más talla sobre rastrojoquemado; los pastos mejoran siempre, tanto el renuevo de alcornoque,el brote de aulaga o el vigor de la pradera, y no al fuego, sino al ganadoque le sigue, hay que echar culpa de la falta de árboles. En cuanto alos calares de pino laricio, ejemplos tan sobados de la teoría opuesta,mientras con hacha y podón o calabozo no tomemos una superficiey la dejemos tan limpia de árboles y matas como si la hubiera recorridoel fuego, debemos limitarnos a suponer, como denota la observación,que toda la agrupación vegetal mostrada antes, y desde luego lospinos, habrían necesitado siglos para llegar al estado que devoraronlas llamas. De todas maneras, y tratando el asunto con generalidad,en los pinares que fueron buenos y acaban de cortarse, con sueloprofundo y rico en materia orgánica, contamos con el fuego comopoderoso auxiliar, cualquiera que sea la composición mineralógica deterreno, y aun así sentamos la condición de labrar inmediatamente,aunque la topografía limite la operación al rastrillado a mano. Fuerade este caso, el incendio, como cualquier otro agente, tiene valor localespecializado, y su estudio traspasa el objeto del presente trabajo.

Por último, en cualquiera de los procedimientos de repoblación aque venimos pasando revista, no hallamos ventaja en dejar árbolespadres. Si no han de constituir estorbo y pretendemos que el aisla­miento mejore sus valores con el aumento de volumen, deberán ele­girse pinos altos, bien formados y con apariencia sana, que puestosen luz repentinamente son víctimas del aire. Cuando así sucede, quees casi siempre en el rodeno, frecuente en el silvestre, no tanto en laricioy piñonero, menos en uncinata y muy raro en carrasco, los dañosde caída sobre el repoblado son importantes, y todavía mayores los deaprovechamiento, sin que sea grande el beneficio de estas maderasesparcidas en mucho terreno y labradas y porteadas a destiempo.Tampoco debe olvidarse que estos pies, los más valiosos de todos, siresponden a sus funciones, pronto se rodean de materiales que durantemuchos años, hasta hacerse las limpias, si llegan a efectuarse, son

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de combustión fácil. Obsérvese, además, que una vez en ejecución elplan, debe renunciarse a modificaciones mientras se desenvuelve elturno futuro, porque la corta y saca de maderas ocasionaría dañosirreparables. Como la finalidad de los árboles padres radica en la cons­tante provisión de semilla, innecesaria pasados unos años, creemos nose compensan los inconvenientes.

• • •En algunas regiones se labra desde antiguo el suelo para establecer

el pinar donde no existió nunca, repoblarlo después de la corta ahecho o si el fuego 10 ha consumido íntegro, e incluso, atendiendosólo a la mejora, cuando perturbaciones del ganado, entresacas, pocafertilidad de la tierra o escasez de lluvias originaron deficiente espesura.Como tal laboreo continúa siendo para muchas personas desacertado,innecesario, impracticable y antieconómico, conviene nos detengamosen este punto.

En la vieja escuela, a cuya sombra se moldeó la mente de la genera­ción contemporánea de forestales, después del aprovechamiento, elpinar deja el suelo en condiciones para la supervivencia; si no se logra,hay que seguir la espera, y se encaja la pausa en la máquina adminis­trativa prolongando el período de reproducción. El movimiento detierras es antinatural - se dice - porque destruye la materia orgá­nica y, 10 aun más valioso, la estructura de la cubierta muerta. Dadoque las consecuencias de este pensamiento forman casi todo el cuerpodoctrinal del presente trabajo, el lector queda en libertad de opinarcuando doble la última página. Todavía, en descargo de las ideastraídas del centro de Europa, hemos de recordar que los cerebros deaquellos países no pensaban en la falta de lluvias; concebían el fuegocomo agente local y sólo hablando del corzo o de otro género de cazamencionan animales dañinos dentro del monte. La combustión - casisiempre intencionada - de montes enteros; los árboles ganchudos ydecimados; las ahumadas coqueras para sacar teas; el ramoneo deguías terminales - de importancia en pino silvestre y sabina albar-;las roturaciones y anillado de árboles del perímetro para agrandarlas;el derribo fraudulento; el desroñado para obtención de tanino o ali­mento de estufas, que hace llorar al tronco lágrimas de resina; laextracción del barujo, y, a la cabeza de todo, vacas, cabras y ovejaspastando donde les place, forman un conjunto recluido en los paísesmediterráneos a fines del pasado siglo, y en nuestro tiempo, casi

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privativo de España y los Balcanes. Con mejor conocimiento de nues­tras realidades, el soplo inspirador de los autores germanos debió deayudarnos en la constitución de la técnica racional de montes. Se pres­cindió de las primeras, y, científica y prácticamente, hemos llegado aun punto muerto. Por eso, en justicia, la responsabilidad es exclusiva­mente nuestra.

Para juicio del grado de necesidad de las labores, recordaremos losjorros o arrastraderos, bordes de caminos, roturaciones abandonadas,deslizamientos naturales, terraplenes, pegueras antiguas y cualquiergénero de obras con movimiento de tierras en el seno de montes cuyascondiciones de reproducción se discuten. Los ejemplos estuvieronsiempre a la mano (1); pero después que la generalización del auto­móvil multiplicó las vías de saca, es preciso cerrar los ojos para nover el hecho. Una cita hemos de ofrecer a las puertas de Madrid:El ferrocarril Cercedilla-Puerto de Navacerrada, inaugurado en elaño 1922, que al prohibir la circulación de ganados por los paseosha dado lugar a la invasión del pino silvestre hasta en los huecos delbalasto. En el caso de las carreteras, donde el movimiento de tierras nosuele ser superficial, la presencia del pino determina el curioso fenó­meno de no ir acompañada de hierbas y malezas en los primeros años.En nuestros ensayos en matorrales, al determinar empíricamentelas mejores condiciones para el nacimiento, observamos que lasespecies objeto de experimentación - brezos, cistáceas, cantuesos,aulagas y algunas herbáceas anuales - se reproducen mal cuando latierra se mueve por debajo de 5 centímetros, al contrario de 10 quenos sucede en los pinos. La explicación pudiera residir en la débilcantidad de elementos de reserva acumulada en las minúsculas semi­llas de las especies ensayadas, insuficientes cuando desaparece lapelícula orgánica que tapiza el suelo. Pero el hecho es incuestionable.Lo conocen los cultivadores de trigo, para quienes, en buenas campi­ñas, la vertedera ha sido piedra filosofal. Del mismo modo, cuandolos propietarios de dehesas calculan los gastos de arar como beneficioexclusivo del arbolado, ponen en el platillo de la balanza como interesesindirectos, que al intervenir la reja con frecuencia se suprime, o dismi­nuye al menos, el gasto de arranque de aulagas y matas de mano.Todas nacen, en cambio, al igual que los pinos, y todavía más la

(1) F. ROMERO GILSANZ: El pino piñonero en la provincia de Valladolid (págs. 60

y 61, año 1886): • oo. El mullido que se forma en los montes por el paso continuadoen determinados sitios de los carros y caballerías que sirven para la extracción de pro.duetos, es conveniente desde el punto de vista indicado....

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hierba, si sobre la tierra movida se quema ramaje, y de ahí que, paradisminuir competencias frente al pino, entre el arado después de lacombustión.

Por ahora, mientras la inventiva de los españoles no se ponga máscerca del servicio que analizamos, la máquina de valor más prácticopara estas funciones sigue siendo el arado romano o alguno de sustipos derivados. Existen montes en llanuras poco o nada pedregosasdonde tiene aplicación la vertedera; pero el caso no es frecuente, ymenos todavía, que se justifique la necesidad de enterrar con los piñonesconsiderable cantidad de dinero. La vertedera, por simple que sea, esinstrumento relativamente costoso en la compra, uso y reparación,que no puede acercarse al tronco de los pinos sin cortar muchas raícesactivas, superficiales siempre en todo el género y casi a flor de tierraen ciertas especies; no puede actuar en lugares de mucha pendientepor dificultades de manejo y tiro, dada la necesidad de colocacióndel plano de corte perpendicular a la ladera; por otro lado, la reja actúaúnicamente sobre la tierra que voltea, por lo cual se ara junto, y cuandoel objeto no lo merece, no queda otro remedio que llenar el campo defajas, cuya distribución y regularidad estorban los árboles existentes.El arado romano continúa siendo la máquina de labranza más popularen tierras pobres y accidentadas, tomando variaciones en todos lospueblos según el trabajo que se demanda y medios de construccióny uso; es el más barato desde todos los puntos de vista, y en régimende trabajo, pocas son las averías que no se reparan en el acto; no haytemor de acercarlo a los troncos, porque el enganche con las raícesobliga al conductor a retroceder, lo que salva al pino, especialmentecuando es joven, de serias amputaciones; el empleo en grandes pen­dientes se limita por la estabilidad de los animales, que incluso ayun­tados, llega a 10 inverosímil en los vacunos. Como en tierras de montehay estorbos imprevistos, esta clase de arado se desplaza con movi­miento irregular por choques y sacudidas, bien ante las piedras, o ten­sando múltiples raicillas, que saltan y hacen vibrar al terreno, modifi­cando su estructura; el surco tiene, pues, dimensiones aparentes, segúnel hierro y posición de orejeras, pero en ambos lados queda una zonade terreno más o menos perturbada. Por eso, el paso de la herramientapuede ser independiente de las trazas anteriores, y una vez educadoslos animales, los hilos se aproximan, separan o cruzan a voluntad deloperador, según criterio o norma prefijados.

Mientras el monte merezca este nombre, por claros que estén losárboles, el contenido de materia orgánica del suelo es elevado, las

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tierras tienen poca cohesión y el tempero abarca la mayor parte delaño. De aquí dos consecuencias: pasado el furor de las operacionesagrícolas, se cuenta con personal y elementos; las labores puedenefectuarse con sólo un animal en el tiro. Este detalle facilita muchola operación, dando al equipo máxima autonomía, pues sólo el pasosin la coordinación de esfuerzos en tan irregular modo de conducir elarado, sorteando troncos y piedras, son más sencillos con el tiro sim­ple. Lamentamos que nuestra investigación de ahora no se haya ex­tendido igualmente a la vaca, por no contar con el correspondientearnés, ya que el animal, por su enorme fuerza, seguridad de pie ylentitud de movimiento, debe prestarse mejor que ningún otro a estaclase de trabajo. El caballo y el mulo requieren dos días de educacióncuando menos, y, sobre todo el primero, sufre con los impetuososarranques, después de salvar un obstáculo para caer en otro. En mon­tes relativamente densos, con espaciamientos de 20 a 25, poco o nadaempradizados por consecuencia, ningún animal resulta más económicoque el burro, y, por su escasa velocidad de trabajo, sostiene el hombrela mancera sin fatiga. Hemos comprobado que a este paciente yreflexivo animal, aun desentrenado para tan peregrina función, bastanuna docena de recorridos en la besana y medio centenar de atascosen pizarras o raíces, para que siga moviéndose casi sin guías, a derechao izquierda de los troncos, a su capricho, y acortando el paso junto alos mismos, en espera de que la raíz enganchada salte levantandopolvo, como recia cuerda musical, o acabe inmovilizando la reja.

Cualquiera que sea el motor, diremos en honor de la verdad, queentre el arbolado no muy claro queda por resolver el problema de losatascos, molestos para el hombre y para el tiro, que, resabiado, acortainstintivamente el paso. La solución vendrá con alguna máquinaagrícola parecida a los cultivadores con reja ligada a un fleje curvo,muy elástico, que salta por distensión. Resuelto el inconveniente, elrendimiento mejoraría en un tercio.

Sitios de monte hay aún donde la presencia de rocas, inclinaciónde laderas, o ambas cosas a la vez, impiden en absoluto el uso delarado. No cabe la solución en estos casos sino con la mano del hombrearmada de rastrillo de púas largas y azadilla ligera para remover entrepiedras. Con el rastrillo se alza e invierte la costra humífera con algode tierra, operación rápida, por necesitar más habilidad que esfuerzo.

Veamos ahora el lado económico, y, primero de llegar al tema,recuérdese que excluimos las repoblaciones en el sentido corriente delvocablo, o sea la creación artificial - y a menudo artificiosa - de

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pinares que jamás lo fueron, o donde la extirpación fué tan antiguay completa, que ha sufrido el suelo profunda evolución y empobreci­miento. No estará demás recalcar la perogrullada de que después deesta clase de labores no van a criarse vides, sino pinos.

El primer caso es el de un pinar viejo o nuevo, pero limpio y bienpoblado, que se proyecta cortar íntegramente. En la primera parte deesta obra figura nuestra apreciación sobre el significado del logrorápido, seguro y completo de la continuidad. Cinco metros cúbicosde madera en pie por hectárea, se puede admitir como renta anualen condiciones medias; luego cada año perdido sin alcanzar las di­mensiones comerciales de los productos beneficiados en la generaciónúltima, se grava con pérdida de valor aprovechable. Nuestros expe­rimentos pusieron en claro que en montes con relación de espacia­miento de 1'5 a 20, el repoblado supera a la mayor exigencia con sólouna cosecha diseminada sobre el terreno movido. No hay, pues, incon­veniente en cortar después de un año, ni se derivan perjuicios porretrasar el apeo hasta el quinto; pero más allá de este límite se paten­tiza la influencia del vuelo y el repoblado es cada vez más anémico.Quiere esto decir que, cuando la superficie que se proyecta aprovecharno está bien definida, toda la dudosa se debe repoblar anticipadamente,en evitación de mayores gastos a destiempo, y en las rígidas normas yautomatismos de los montes públicos, la conveniencia de obtener eldiseminado dos o tres años antes de la corta.

Aun cuando las pruebas fueron hechas con diversidad de medios,nos referiremos solamente a las que, produciendo muy alentadoresefectos, son más económicas y fáciles de improvisar. Se adoptó aradoromano de construcción ligera enganchado a un burro, graduándosela profundidad al mínimo: unos 5 centímetros en tierra propiamentedicha. Después de varios tanteos se establecieron normas, que arrojansatisfactorio resultado cuando la separación entre ejes de surcos semantiene de 50 a 60 centímetros. De esta manera se labró la hectáreaen tres jornadas con gasto de l0S pesetas. En los parajes con mayoracumulación de residuos orgánicos, penetrando más la reja, se regulóla distancia entre 60 y 70 centímetros, estimando posible llegue abastar en tales sitios separaciones de 80 a 100 centímetros. Comoaquellos pinos con diámetros medios de 25 centímetros se valorarona 90 pesetas metro cúbico, puede decirse que, en números redondos, eltrabajo de una hectárea puede llevarse a cabo con valor de un metrocúbico de madera en pie. Los lugares elegidos para estas determina­ciones reúnen buenas circunstancias para servir de modelos: terreno

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superficial, de consistencia media, que generalmente permite al aradorascar a trechos la pizarra subyacente; en cuanto a inclinación, l1egósea pendientes del 20 por 100 con muchos senos agudos en las curvas denivel, que hasta obligaban a quebrar la besana. C01110 la principalmisión de la reja era romper y levantar la hojarasca con algo de tierraadherida, tras el pisoteo consiguiente, indefinidos los surcos, el pinarcompleto quedó como hozado por manada de puercos.

Si el lugar de las pruebas hubiera tenido mejor acceso y la organi­zación de labores comprendiese mayor extensión, entre la economíaconseguida en éstas y la revaloración de maderas, estimamos quese podría llegar al medio metro cúbico de coste por hectárea, cifratodavía en descenso cuando se trate de productos de mayor diámetro,utilizables en serrerías, que sensiblemente en aquellos días doblabanel precio que hemos tenido en cuenta.

Cuando el pinar no llegue a la espesura indicada, y, por consi­guiente, el suelo sea menos rico en barujo y parcialmente se cubra dehierbas y matas, caso general en todos los montes, convendría empezarpor la roza, cuando menos, de éstas, y poda inferior y moderada de lospinos jóvenes, al objeto de disminuir obstáculos para el arado, movidoahora por animales de más potencia. Como al mismo tiempo los surcosdeben ser más hondos y la separación de ejes próxima al medio metroen este caso, por quedar alomado, el terreno recogerá mejor el aguade lluvia. Dos peones en roza, otros tantos labrando a mano en lossitios más difíciles y una yunta de mulos o vacas, pueden constituir unequipo, que en la generalidad de los montes de una gran zona dejepreparada, como término medio, la hectárea por día. Como a tal con­junto puede asignarse hoy coste aproximado de ISO a 200 pesetas porjornada, desembocamos en la equivalencia con los precios corrientesdel metro cúbico en pie de las masas forestales regidas por turnospróximos al siglo. Bueno será dejar aclarado que nuestras cifras notienen más finalidad que la de establecer valores relativos con ciertaaproximación, que en cada caso y lugar habrán de precisarse con loselementos del país, cuando se conozca, con la clase de trabajo impres­cindible para el fin perseguido, el coste de toda la obra.

Cuesta, como se ve, garantizar, en 10 que venimos designandotierra de montes, el establecimiento de una población arbórea conproducciones diez veces superiores a las de hoy; pero la financiaciónde esta mejora no necesita cargar al Estado ni demás entidades pro­pietarias públicas o particulares, porque puede salir del monte mismo.El aumento de precio del metro cúbico, cuando la corta anual se loca-

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lice en pocas hectáreas en lugar de repartirse en mucha extensión,como hoy se hace, sumado a las economías administrativas, es posibleque faciliten los fondos necesarios.

• • •

El nacimiento simultáneo, o casi simultáneo, por medios naturaleso artificiales, dentro de las localidades que venimos estudiando, trasun período de tanteos y adiestramiento Idel personal ejecutor seconvierte en obra ca¿i mecánica; habrá siempre algo nuevo, fácil odifícil, que pasaba imprevisto y necesitará de estudio; pero 10 demáses simple rutina. No obstante, la intervención humana no ha hechomás que iniciarse. Se va a constituir el monte bravo en seguida, esafase en que los árboles aumentan poco en diámetro, pero se desarrollannormalmente en altura, y de acudir a tiempo depende el adelanto ymejora en el capital leñoso en formación.

Los particulares, más atentos al estímulo del pino como individuoque de la colectividad, o dicho de otra manera, fijos en el crecimientodel árbol y no del conjunto habitado en la unidad de superficie, rom­pen el equilibrio de espesura muy pronto. Hacia los cinco o seis años,en Andalucía y Levante, marcan la distancia que regulará la vida delpinar cuando se inicien las primeras cortas que, propiamente hablan­do, no son claras ni verdaderas entresacas, por cuanto la extracciónse hace con el apeo exclusivo de las mayores dimensiones. La selec­ción resulta, así, negativa, porque después de cada aprovecha­miento se va dejando en pie lo menos vigoroso, 10 más endeble y

falto de crecimiento; mas como en la limpia se eliminaron los indi­viduos menos precoces, por grande que haya sido el retraso vitalde los más débiles que persistieron, siempre acabarán llegando a los12 ó 15 centímetros de diámetro, mínimos usuales en el comercio. Esevidente que si en las fincas de esta condición hubieran de buscarsedimensiones mínimas de 30 a 35 centímetros, fallaría el tratamientopor falta de lógica, ya que al menos necesitaría otra selección poste­riormente para dar espacio a 10 más adelantado. Abierto campo alos pinos cuando la altura escasamente llega al metro, la reacciónse manifiesta por excesivo desarrollo de ramas, que son cortadas unay otra vez para estimular el crecimiento de la guía. He aquí un asuntoque el hombre rural ventila de modo aceptable y que en España ha

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tenido investigadores (r); pero en tanto no se establezcan y estudiensitios de ensayo regionales, continuaremos casi a ciegas.

La norma más usada es la indicación del número de verticilosque han de dejarse: cuatro, cinco o seis por lo común. Nosotros, enla convicción de no perjudicar al árbol dejándole apurado hasta loimprescindible, después de observar atrasos así producidos, reco­mendamos quede con ramas una fracción de la altura, que en pimpollosde r a 3 metros oscila de la mitad al tercio de la longitud del fuste.Recordamos una siembra de pináster, una de esas repoblaciones quevenimos calificando de artificiosas, cuyo propietario la dejó a lossiete años limpia y podada con no más de dos o tres verticilos, y, comoresultado, murieron muchos pinos. En otro caso, con piñonero, cono­cido por nosotros desde el principio hasta hoy, ya con cuarenta años,notamos hacia los quince tal detención a consecuencia de poda enér­gica, que muchos pies perdieron la guía, como si estuvieran dañadospor insectos; cinco años más tarde la alzaron de nuevo, continuandovigorosos en la hora presente. Conviene indicar, que tanto el piñonerocomo el carrasco son especies de gran resistencia y toleran la podahasta edad avanzada. Otra consecuencia es la imposibilidad del retro­ceso una vez establecida tan temprano la marca definitiva, pues enespecies como las acabadas de nombrar, el abandono en las nuevascondiciones del medio engendra formas ovoides, sostenidas muchotiempo, para acabar dejando el campo intransitable con ramas secasentrecruzadas y bien adheridas, que tanto perjudican la calidad demadera, como encarecen su limpieza y contribuyen a la propagaciónde incendios violentísimos.

Cuando no se cuenta con medios gratuitos, o al menos muy baratos,para esa poda y alejamiento de residuos, no ausente de pericia paradar los cortes sin desgarros, rozando el tronco con el hacha al objetode embutir el nudo en seguida, hemos de conformarnos con la consti­tución rápida del monte bravo. En el caso de piñoneros y carrascos,existe la pretensión de suponer sucumben ahogados entre la maleza,criterio erróneo, nacido en el país por falta de elementos de observa­ción. La verdad es que ambas especies, y más pronto todavía el piño-

(1) D. PAJARÓN: La poda en las especies resinosas. (~España Forestal», núm. 5. sep­tiembre 1915.)

S. Lr.ENZA DE GEr.CÉN: La operacion de la poda en el pino piñonero [Pinus pinea L).Fundamentos técnicos que la justifican y realizaci6n y prdctica de la misma. (~Anales dela Escuela de Peritos Agrícolas y Superior de Agricultura de Barcelonas, vol. IV,año 1945.)

'.

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nero, menos permeable a la luz, criadas espesas dominan a matas yarbustos, para acabar matando no sólo a las cistáceas, de poca tole­rancia a la sombra, sino a aulagas, gobiérnagos, brezos y madroños,La lucha establecida en la espesura acusa el predominio de unos indi­viduos sobre otros, y llegado un momento, el suelo se cubre de hojasy ramas secas,mientras se inicia la poda natural de tallos. Conseguirlatotalmente no es hecho seguro en localidades muy secas con ciertasespecies; pero por 10 común, la actuación oportuna resuelve el incon­veniente de modo absoluto, con mejora del valor técnico de la madera,que en la parte baja o más preciada presentará en la sierra cortes lim­pios hasta las capas encerradas en los 8 ó 10 centímetros interiores yno forzará el desvío de la cara al resinero para evadir los nudos.

Si el establecimiento del monte bravo es conveniencia, si no nece­sidad, para el árbol, sostenerlo demasiado tiempo lleva consigo atrasos,riesgo de encamado y desvaloración de productos. Para actuar hayun período, bastante grande por cierto, ligado a especie, emplaza­miento y densidad, que pudiera cifrarse en ocho años como mínimo yveinticinco como máximo. A anticiparlo obliga la prevención contrael fuego; al retraso, la perspectiva de asegurar la selección. Pero tantoen un caso como en otro, no es posible regular la intensidad de limpia,en tanto la experiencia no se fundamente sobre ensayos locales. Acon­sejable es, sin embargo, mantenerse prudente y tomar como límitesuperior la iniciación o entrada del subpiso de matas, y, particularmen­te, de las reconocidas como heliófilas. Como incidentalmente se acabade indicar respecto a algunas especies, en todos los pinos la limpia debecompletarse con la poda, a tan temprana edad siempre tolerable yventajosa. La regla ahora es más precisa: Con lo seco y serniseco, nodebe cortarse por encima más de dos verticilos o crías, pues a conse­cuencia del cambio de espaciamiento, debe quedar el árbol en libertad deensanchar la copa, a lo que contribuyen también las ramas inferiores.

Puede decirse que el monte está formado al llegar este momento.Representa ya no sólo una esperanza, sino un capital real, merecedorde atenciones y del seguro de riesgos, sin olvidar la inclusión de vaive­nes de criterio en administradores y delegados. Para frenarlos, losaclareos han de subordinarse a resultado de cuentas y medidas quedeterminen la relación de espaciamiento antes y después de las opera­ciones. Sencilla es la labor, más pesada y minuciosa, acompañando ellápiz a la cinta métrica en sustitución de forcípula. Mucho personalse requiere en las diversas categorías; pero, como piezas de engranaje,queda ligado por obligaciones fijas, y al descubierto, automática-

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mente, de responsabilidad individual más que colectiva. De este modose abre el camino para situar al técnico en medio de ese conjunto vegetaladelantado en su desarrollo y no perturbado en su natural modo deser (1), que en todo momento permite la realización de productosinmejorables, obtenidos con economía de tiempo, respecto a hoy, almenos de la cuarta parte para idénticos diámetros.

* * *

Hemos hablado de cómo, por causas intrínsecas y extrínsecas, elpinar constituye agrupación inestable con dinamismo visible. Sinembargo, en las edades de interés para el hombre, los efectos pertur­badores se atenúan. Con los animales salvajes del país, y a la cabezade todos los insectos, las especies autóctonas se sostienen entre venta­jas e inconvenientes, pequeñas transgresiones, diríamos, de un viejopacto natural. Respecto a otros accidentes, mientras a consecuenciade intencionadas y progresivas selecciones el árbol tiene vitalidad, nohan de temerse graves desórdenes, y aun presentados. la desventajase compensa parcialmente con el valor de la madera realizada. En elmonte bien administrado sólo persistirá un enemigo serio: el fuego.Habida cuenta de la gran duración de nuestros períodos de sequía,constituye peligro tan grave que, para limitación de daños, cuandono puedan evitarse del todo, se modificará el tratamiento. Como medi­da previsora, a más de calles numerosas, anchas, bien situadas y aten­didas, con bordes en profundidad suficiente bien podados - óptimamadera después -, nada más eficaz que el mantenimiento del vuelosin ramas secas a poca altura, con densidad conveniente para evitarse instalen las matas en estrato continuo. Con sólo la hojarasca comomaterial de fácil combustión, poco tiempo y esfuerzo se necesita pararevolverla en caso de alarma, de modo que sirva de amortiguador opueda utilizarse como base para iniciar el contrafuego, Decimos, comocomplemento, que si la belicosidad de los últimos años puso al alcancede la mano procedimientos incendiarios más cómodos y temiblesque la mecha azufrada sujeta a la cola de la perdiz - estúpido des­ahogo del dañador rencoroso -, también descubrió la guerra extin­tores eficaces, dignos de estudio como aplicación al objeto que exarni-

(1) L. DE OI,AZÁBAI,: Valoraci6n y ordenación de montes (segunda edición, pág, 45).

Madrid, 1927.

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riamos. Con todo, no se puede descartar la idea de que un trozo delmonte, de la noche a la mañana, se convierta en humo, tizne y ceniza.

En el área de hoy, o en la que fácilmente puede penetrar el pino,hay zonas, a cuyo estudio principalmente se refiere este libro, conprobabilidad de no contar con otro género de sustitución económicafavorable. Nos referimos a la amplia extensión donde el vulgo sos­tiene está allí el pino porque 10 produce el terreno, concepto estrecha­mente relacionado con el de una clímax, que la geobotánica aceptatodavía con desconfianza. En el otro extremo, marchando ahora dela mano, aunque usen lenguaje diferente, el científico y el hombre decampo señalan muchos lugares poblados de pinos por consecuenciainvoluntaria o intencionada de la labor humana. Unas veces hayregresión; otras, intento de colonizar con árboles, lugares que espon­táneamente no los crían. En éstos, casi siempre, 10mismo que los pinos,ya veces mejor, cabrían elementos de más vitalidad.

Veamos unos casos. Existe regresión cuando por mal tratamientodegeneran o desaparecen del todo, dentro de sus habitaciones respec- .tivas, hayas, castaños, robles, quejigos, encinas, alcornoques, acebu­ches o algarrobos, y son sustituidos por pinos artificial o naturalmente,sea de una vez o en modo progresivo. Se coloniza, sí, a costa de mayoro menor trabajo, se transforman en pinares zonas arenosas, seudo­esteparias o pizarrosas, en las que el árbol faltó siempre, o por desarro­llo y número no tuvo importancia. A lo primero se llega por abandono,ignorancia, interés económico y hasta por moda; a 10 segundo, jamásse arriba sin premeditación. Por último, como en la naturaleza esraro encontrar separación tajante, hay situaciones en que ni pinos nifrondosas se desenvuelven bien, y todos los árboles, en plan mezquino,por bosquetes o diseminados, comparten la posesión de la tierra denadie.

Cualquiera de los tres escenarios, con sus múltiples facetas, encierraproblemas que, sin apoyo del hombre, no pueden desembocar en triun­fo y permanencia del pino. Mas como el bosque ha de servir intereseshumanos en nuestra época, sin penetrar en la razón que 10 determina,supondremos que nos conviene favorecer al pinar. Partamos de lahipótesis de su total ausencia y, bien por siembra o plantación, luche­mos hasta lograrlo en masa continua, que se supone empieza a vivirde modo excelente.

Vayamos por partes. Al hablar de regresión, probablemente es­tamos en suelo con débil permeabilidad gaseosa que, en desigualmanera y según especies, ningún pinar adulto soporta bien en for-

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macion tupida. Desde el estado de latizal empieza a sentirse elefecto por sinuosidades del tronco, enraizamiento somero e insufi­ciente como soporte y ataques de hongos e insectos; el ritidoma en­gruesa, los crecimientos terminales disminuyen, las copas pierdendensidad foliar y el viento y la nieve multiplican las víctimas. El pinarse está parando, pero antes comienza la invasión del subpiso y enél destacan brinzales de frondosas que, de no estorbar el ganado, eincluso a despecho de su influencia, pretenden restablecer el equilibriobiológico del lugar. Puede ser que mediante labores periódicas delsuelo después de la limpia, y en coincidencia con los aclareos, se sos­tenga algún tiempo el pinar en espera de mayores diámetros; perocualquiera sea el caso, antes o después llegamos a un dilema: o secortan, valgan 10 que valgan los pinos, y repoblamos inmediatamente,inaugurando el segundo turno, o, tras el aprovechamiento, nos decidi­mos por el cambio de especie, conforme a la ley que la Naturalezaindica.

En localidades de haya o roble, a causa del clima, el ordenexpuesto no debe sufrir mayor perturbación; en regiones secas, encambio, cuando las frondosas sean alcornoques, encinas, acebucheso algarrobos, etc., el fuego puede aparecer como'un relámpago, y enla primavera siguiente, ennegrecida la tierra todavía, al estímulo delcalor sobre las yemas durmientes, troncos y copas emitirán reciosbrotes que, con unos años de respeto del ganado, cambian el paisaje.Como se ve, el progreso biológico se ha disparado en salto. Segúnesto, con mayor fundamento en la tierra de alcornocal que en la dehayedo, y 10 mismo cabe decir de otras frondosas representantes declimas secos sobre las dominantes en los húmedos, poco se pierde ymucho puede ganarse, si desde el momento de acometer la repoblacióngarantizamos la posibilidad de transformar el proyecto, bien a voluntadnuestra o por imposición de accidentes. Siendo fácil restaurar las espe­cies naturales en sus propios dominios, recordemos que al lento trabajodiseminador de aves y roedores puede anticiparse la previsión deltécnico, en la forma que más adelante se expone.

Sigamos. Gran parte de cuanto los invasores africanos llamarondesierto - mansa -, y Wi1lkomm estepa, que no es 10 uno ni 10otro, aunque los vocablos o sus derivados basten para entendernosen España, puede sustentar monte de carrasco; de hecho, este pinoexiste allí, como también encina, que van desapareciendo por falta deinterés en la conservación. Técnicamente hablando, el pinar puedesubsistir igualmente ahora si se empeña el hombre, y de seguro, pasados

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unos años, de manera indirecta reaparecería la encina. No valdrían,en general, gran cosa; pero ya es mucho que del árido paisaje pueda salirsiquiera leña. Tan desnudo se encuentra el país en nuestro tiempo (1),que el habitante guisa con hierbajos; pero si un día se cubre la tierracon algo más combustible, de esas míseras chispas brotará el infierno.Por mecanismo análogo al examinado antes, tras desaparición delpino, comienza a ser visible el encinar (2).

Regiones hay donde la tierra no merece el nombre; no es más quearena, sílice pura, duna interior o litoral que, si es moderna, los ácidosfuertes hasta pueden engañar al analista con la reacción de carbonatosde restos de moluscos. Si el clima ayuda, el manto freático no es pro-

(1) Transcribimos del libro Historia documentada de Ciudad Real. (La Judería.la Inquisieicfn y la Santa Hermandad), de L. DELGADO MERCHÁN, los siguientes docu­mentos:

a) .... Sepan quantos esta carta bieren como yo don ZlJlema Benalbagán e doñaJunilla su mujer [udos moradores de Villareal (primitivo nombre de Ciudad Real) quehendemos .. quanto derecho nos havemos en las aceñas de pan moler que son enguadíana, las que dicen de Batanejo con todo el su termino de las dos partes del rio ...Fecha esta carta en Villareal 10 día de Mayo era de 1348 años 13IO-YO don Zulemael dicho otorga....

b) .Cédula - en pergamino con sello reaI- en que hizo Villa-Real al legar quedicen el Pozuelo de D. Gil, y mandan que corten y traigan madera sín pagar portazgopara hacer su alcázar; fechada en Vitoria, 2 de Enero. Era 1294 (año de 1256) .•

e) .Carta - en pergamino - en que el Rey hace merced a Villa-Real de mandara los Concejos de Cuenca, Alcaraz y Alarcón les dejen sacar y cortar madera libre­mente de sus términos para las construcciones de la nueva villa. Valladolid 16 del mesde Diciembre. Era de 1301 - Año de 1263 .•

d) .Privilegio - en pergamino - para que los de Villa-Real no paguen portazgopor las maderas que traigan para sus palacios, casas y corrales, etc. 8eviJIa 15 de octu­bre. Era de 1304. Año de 1266 .•

~) .Privilegio en pergamino sobre el mismo asunto, motivado por las querellasque los de Villa-Real elevaron al Rey contra los pueblos, que no respetando las fran­quicias concedidas, les querían cobrar portazgo. En Toledo 6 de Mayo. Era de 1307,año de 1269.•

f) tCarta-puebla: Conocida cosa sea a todos los homes que esta carta vieren, comoyo D. Alfonso... despues que fuy Rey fuy en Alarcon e vi el Castiello e la Vllla e ovieravoluntad de poblallo e facer hy gran Villa é bona é prove de facerlo por todas guisa é

non pude e falle que assi lo provaron los otros Reyes que fueron antes de mi e nonpudieron ca era el lugar muy doliente é por ningun algo ni por franquía que les diesennin que les ficíesen non querían hy fincar canon hy podian vivir ca se perdian de muer­te. Et por onde tove por bien... que la tierra non se ermase é quise que obiera hy una

(2) M. MARTíN BOLAÑOS: Consideraciones sobre los encinaJ'es de España. Madrid,

año 1943.

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fundo o suceden ambas cosas a la vez, habrá matas más que hierbas,y al amparo podremos tener pinos; luego, la materia orgánica evitase apelmace la arena, aumenta el poder retentivo de humedad y lasbacterias entran en funciones; la tierra mejora, y en sitios bajos,minúsculos depósitos de arcilla pueden explicar la aparición de alcor­noques, quejigos e incluso encinas. Como estas condiciones serán muylocales, el cambio natural de especie no adquiere importancia, y que­mados los pinos, se retrocede al punto de iniciación. Por suerte, ladefensa en la arena es sencilla y barata, y más allá del monte bravono tiene justificación un fuego grande en masas bien atendidas.

En el centro y oeste de las cordilleras que quedan al sur del paralelode Madrid, sobre comarcas extensas, se encierra un curioso problema

gran Villa... é mandela poblar en aquel lugar que dicen el Pozuelo de D. Gil e puselenombre Real EYo Miguel Perez Escrivano de Villa-Real, por mandato del Rey escrívíeste traslado Sabbado en VII dias andados de Marzo. Era de mil trescientos é dos .•

g) .carta de privilegio de Alfonso XI dada en Madrigal doce dias del mes deJulio - era de mil trescientos sesenta y siete annos (1329): ... vi cartas e privilegiosdel Rey D. Alfonso mio abuelo e del Rey D. Sancho mio padre que Dios perdone econfirmadas de my e una carta del Maestro D. Gonzalo Tellez en que mandaba queel Concejo de Villa rreal que cortase leña verde e seca de los montes e veviesen lasaguas paciesen las yervas con sus ganados; e agora la regna dalia Maria mia madredixome que el maestre de Calatrava e sus freyles que los non dexan a los montes ninpacer las yervas a los sus ganados... nin traer el carbón nin el esparto... e yo por ruegode la regna mi madre e para que su villa de Villa rreal sea guardada e mejor pobladae los sus derechos que ella ha non se menguen... e mando que los vecinos de Villa rreale de su termino que corten leña verde o seca de los montes... e traygan el carbón e elesparto... en Madrigal tres de Febrero era de mil e trescientos e quarenta e tres años..••

El documento a) nos menciona la existencia del molino Batanejo hace seiscientostreinta y cinco años, y sin que tengamos prueba de su fundación ni de los restantesque todavía contemplamos, constituye un avance de la antiquísima ruina de este cam­po, sin desniveles, producida por los remansos.

Los b}, e) y d}, dejan traslucir bien claro la falta regional de maderas de construc­ción, y el d) indica, además, el apremio en las necesidades.

El documento e). que tiene antigüedad de seiscientos cuarenta y dos años, habla depugnas por cortar leña verde y seca y traer carbón, productos que seguramente abun­daban de encinas o quejigos; pero tampoco cita pinos ni otras especies propiamentemaderables.

Es sensible que en el resto del libro, la entretenida y molesta lectura de copiososdocumentos redactados en castellano antiguo y ajenos en su mayoría al tema que nosinteresa, no haya proporcionado más elementos para nuestro estudio. Los párrafosentresacados manifiestan, a pesar de todo, que este dilatado y monótono paisaje dela cuenca del Guadiana no ha experimentado cambio fundamental en los seis últi­mos siglos.

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geobotánico. A veces, bajo lluvias normales no tenemos bosque, sinomatorral; si existe el árbol, adquiere forma enana, y a distancia seconfunde con la mata. Paisaje sin grandes alturas, pero muy quebrado,muestra la tierra bermeja y consistente, tapizada con fina películade aportes orgánicos. Sabe el labrador serrano que penetrando muchocon la reja pone al descubierto el suelo mineral inerte, malo para sucultivo, y por mucho que le llamen atrasado, sigue y seguirá arañandocon su par de jumentos: no teme a las primaveras lluviosas - hambreen las vegas - porque la escorrentía le libra de encharcamientos,pero le arruinan las secas; tiene la roca muy próxima, casi a la vista,y en la altitud a que labra, un mes sin lluvia con temperatura altatermina la reserva. De fin de mayo a octubre no cae una gota, ni seaprecia el rocío hasta las madrugadas de septiembre; durante quince­nas el termómetro pasa de los 40° a la sombra y ciertos días llega a 45°.Para atender dos matas de pepinos y seis tomateras - exigencias delgazpacho junto a la parra del pozo -, diariamente se invierte mediahora en el manejo de cubos. Poco significa la totalización de 500a 800 milímetros de lluvia si, excepto pequeñísima parte, entre tamujosy adelfas escapa por las vaguadas. Si a estas condiciones se suma lafrecuencia de incendios, se comprende que mientras el cambio de rocao acumulación de depósitos mantienen en los valles la formación ar­bórea, en cuanto se entiende por sierra brava, la evolución no pasa dearbustos y suele estabilizarse en matorral.

En la típica jara pringosa [Cisiu« ladanijerus), que es la matamás común en este caso, el espaciamiento es grande, pero muy super­ficialla raíz, invade mucho campo; hay pocas hojas, de escaso jugo,subestoposas, cubiertas, al igual que los brotes, por viscosa y relucientepez, hermético cierre de transpiración y reflector del sol de mediodía,que hiere oblicuo el haz abatido, como de planta dormida en el rigorde la siesta. Con la energía concentrada en la maduración de los fru­tos capsulares - trompitos para el zagal del cabrero -, las primerasaguas de otoño lavan el ládano, pliegan los tirabuzones de las hojassecas en el suelo, levantan el plano de las verdes, y la jara, sin llantoni gloria, aguarda a que se marche el próximo invierno.

De tan variada agrupación (1), el elemento menos sociable y al

(1) l•. CEBAI,LOS y M. MARTíN BOLAi'l'OS: Estudio sobre la vegetaci6n forestal dela provincia de Cádi.r (págs. 191 a 207). Madrid, 1930.

L. CEBALLOS: Los matorrales españoles y su significaci6n. Madrid, 1945. (Discursode recepción en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.) Véasetambién el de E. HERNÁNDEZ-PACHECO, contestando al anterior.

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parecer más indiferente, es el torvisco (Daphne gnidium) , del queaflora el aparasolado conjunto de tallos cubiertos por muchas hojasverde claro que los animales no muerden, aunque algunos comen lasbayas. Nada sabemos respecto a la función del jugo tóxico, bien cono­cido de pescadores aficionados a malas artes; pero ellos se limitan acortar un poco de la gruesa y deformable raíz impregnada de líquido,que se machaca como el esparto, mientras abandona en el agua sumortífero néctar. Con amputación análoga, aunque más profunda, elcultivador defiende sus cosechas de trigo o centeno seguidas de altra­muz o avena, sin importarle que la planta retoñe más tarde. Ahon­dando mucho, hemos visto que las raíces así decapitadas se conservanen buen estado varios años, siempre voluminosas y ricas de jugo,que, en ramificaciones de varios metros, siguen las fisuras de la piza­rra, ya muy por bajo de la tierra propiamente dicha.

Cuando los estratos se interrumpen, la fertilidad mejora en las um­brías, donde el suelo adquiere más espesor, acumula materia orgánicay, con notable retención de agua, se conserva ácido; el matorralsustituye entonces algunos elementos, perdiendo los más ávidos deluz, y crece en espesura y talla; se inicia la formación arbórea que,extendida por gargantas, canutos o gollizos, puede constituir bosqueen galería. Propiedades extensas, porque no pueden administrarse'de otra forma, dando largos careos a razas frugales de cabríos, tienenbuenas condiciones para caza mayor - jabalí, ciervo y corzo -, yal interés de protegerla suprimiendo animales de renta, debe lageobotánica el conocimiento de los límites a que puede llegarse conrebollo, quejigo, alcornoque, encina y acebuche como árboles. Salvotan excepcional destino en nuestro tiempo, con sujeción a reglasestablecidas por la costumbre, que hasta limitan la época, el incen­dio se considera libre y se fomenta sin escándalo, como auxilio deagricultores, defensa de lindes, mejora de pastos y expulsión dealimañas.

Es posible que la mentalidad del indígena, para quien las llamaradasde agosto son tan familiares e incómodas como los rayos del sol, hayaexpulsado a los pinos de localidades que hoy no comprendemospor qué no los tienen. Entre peñascos, hay un vestigio de pináster enCiudad Real, y parecido aspecto nos reflejaron los de las cercaníasde la Sierra del Aljibe, en la provincia de Cádiz, que determinan ellímite natural de la especie por el sudoeste de España. Insuficientes,como estos datos son, para reconstituir sobre el mapa la primitivaárea del pinar, que probablemente no fué grande, y menos continua,

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nuestra observación y experiencia reconoce la posibilidad de utilizarlos pinos como colonizadores parciales de este medio.

En efecto. En umbrías y tornasoles el éxito es firme cuando elvalor estacional se aprecia por la abundancia y buen porte de jaracervuna o jarón (Cistus populilolius), madroñera (Arbutus unedo} ybrezo colorado (Erica australis), que, con otras matas de la región,representan las tres, suelos relativamente profundos, sueltos y dereacción ácida, factores óptimos para el caso. En las demás exposi­ciones es incierto el porvenir, y malo, de seguro, en solanas de cuar­citas con quiruela (Erica umbellata) y saladillo [Halimium ocymoides},como elementos casi exclusivos en mezcla con la jara.

La primera repoblación que conocimos, magnifica por cierto, debióllevarse a cabo bacia 1850, y, como las realizadas muchos años des­pués, comprendía arranque, combustión, labor con vacas y siembra avoleo de semilla de piñonero, extendida luego al pináster, con resulta­do, en este caso, siempre bueno al principio, mas problemático pasadosquince años. Refiriendo únicamente datos que establecen ya conclu­siones de importancia, mencionamos haber visto recientemente lasplantaciones de la última especie sobre arenisca del Aljibe (1) en lasprovincias de Cádiz y Málaga; la planta procedía del vivero de la esta-

, ción de Caucín, y fué empleada indistintamente en montes públicosy particulares alrededor de 1908. En nuestra visita de ahora variabantanto los pinares, que a duras penas hallamos unas áreas contiguascon la uniformidad requerida para la formación de inventarios. Unbuen pinar en umbría, en la Sierra de Aracena, se prolongó, en 1926,por roza quemada, arándose el suelo entre cepas y raíces con muchadificultad. La zona se dividió en dos partes, dedicadas a recibir conindependencia semilla de piñonero y pináster; hasta la limpia, a losocho años, nada se hizo, y ni siquiera se podó entonces, quedandolos pies a 2 metros como término medio. A la hora de escribir estaspáginas, en toda la parte reservada al piñonero no existe un árboldefectuoso o atrasado y ni una mata viva, 10 que no ha sucedido demanera tan absoluta con el pináster, proporcionalmente menos vigo­roso en comparación con 10 criado antes y con más lujo de detallesen el resto de la umbria. La observación robustece a otras similaresrecogidas con anterioridad, y dan preferencia casi siempre al piñonero

(1) J. GABAI,A: Descripción geográfica y geológica de la serranía de Grasalema,Madrid, 1918.

L. CEllAI,LOS y C. VICIOSO: Estudio sobre la vegetación y la flora forestal de la pro­vincia de Málaga (págs. 30, 31 Y 61). Madrid, 1933.

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en tales tierras, incluso cuando se descepa y labra con el mayor escrú­pulo, en cuanto los turnos suben de los cuarenta años. Citaremos,para terminar, al carrasco, que nos parece vegeta bien en los rarossitios donde se ha introducido, dedicándole los más ingratos suelos, yabrigamos la esperanza de que supere cuando menos al pináster, tanpronto como se le lleve a las estaciones de más fertilidad.

Expresamente hemos resaltado el valor de estos matorrales comolocalidad forestal y estudiado dos ejemplos, botánicamente muy dis­tintos, y elegidos con la máxima diferencia de mecanismo fisiológico,pero que responden a las circunstancias del medio. No hemos de insis­tir más, para que se comprenda sucede aquí nuevamente algo similara 10 referido al ocuparnos del área de las frondosas. El pinar de tantaspromesas en los primeros años sólo prospera mientras es joven, ydeberá cortarse de los cuarenta a cincuenta años, ya con 25 centíme­tros de diámetro medio cuando sea piñonero, y mucho antes, sacrifi­cándolo íntegro en cuanto 10 paguen, si es de pináster (1). De todosmodos, la persistencia del pinar extenso en país de malezas está siem­pre amenazada por los fuegos, ya que rara vez podrán mantenerse enestado de garantía las defensas imprescindibles. Constituye este caso,así considerado, extremo opuesto al de los arenales que vimos antes.Sin embargo, indirectamente les separa otra finalidad que aconsejapropagarlos.

Zonas recorridas en nuestra infancia sin un árbol en la monotoníadel jaral, están cubiertas de encina y alcornoque hoy, y al requeririnforme de otros lugares, visitados más tarde con fines de estudioprofesional, se nos aseguran idénticos orígenes. No son climax arbó­reas más que en algunos casos, al amparo de tierras con relativa pro­fundidad. En 10 demás, el prolongado esfuerzo del hombre durantemuchos años, sostenido sin interrupción hasta la fecha, con acota­mientos, limpias, podas, entresacas y labores, mimando el arbusto,para convertirle en 10 que podríamos llamar aprendiz de árbol, es parael geobotánico la mayoría de las veces una forma en progreso que, en

(1) A. PAVARI: Studio preliminare sulla coltura di specie [orestal« esotiche in Italia(volumen I, págs. 14-15). Firenze, 1916: .... Quando si pone una specie in una zonaclimatica piú calda di quella originada, si verifica quasi sempre il rapido esaurírsídella facoltá di accrescímento nei prirni decenni. Talvolta peró questo fenomeno nonrappresenta un grave inconveniente; anzi si é constatato che alcune specíe, prima delladiscesa della curva d'incremento, forniscono un legname di qualitá e dimensionicommerciablli e perció permettono turni brevissimi, facendosi cosí preziosi strumentidi silvicoltura intensiva.•

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ausencia de cuidados, revierte pronto al estado inicial. Este peligrono se advierte, sin embargo, mientras la humanidad camina como pa­rece lógico, pues aparte deducciones científicas recogidas en el campopara interpretar la génesis de ciertas propiedades, hemos hallado docu­mentación de un caso que arranca en 1813. De cuanto sabemos, jamásen obra de importancia se marcó gran retroceso, si bien el cambio dedueño u otra anomalía, señalan a veces épocas de abandono.

La explicación viene de la primitiva economía del campo, ligada aárboles que constituyeron la única manera de vivir antaño, dogmatransmitido por generaciones al alma del pueblo, que reacciona anteel abuso como en desgarro de su propia carne. No se comprende deotro modo la indignación del caminante, sin más capital que susmúsculos, cuando, al paso por finca ajena a sus intereses y simpatías.ve arrancar la madre con el corcho o despernada la encina joven parasustituir garganta de apero; y el supuesto personaje, rico hacendadootras veces, afora desde el caballo las posibilidades de un carboneoexcesivo, manteniendo en secreto el plan, mientras se vanagloria enpúblico con la venta íntegra del pinar o la alameda. En regiones sintradición maderera, comprendemos el significado de las reacciones delespíritu popular ante las grandes empresas de repoblación con pinos.Donde no hay escepticismo por la ejecución de la obra o su finalidad,es porque, acabados los jornales, se piensa retroceder a las viejascostumbres; el significado de la crianza y conservación de estos bienesa costa de sacrificios, o de molestias y privaciones al menos, no penetraen el cerebro virgen. Pero en él existe algo aprovechable.

Comprendemos no debe consentirse sigan con recursos tan pobresesos baldíos de nuestro solar de que nos ocupamos ahora y meditamosla forma de mejorarlos. La siembra de bellotas se ha hecho en algunoscasos como medida complementaria, pero siempre con finalidad directaen la mejora de fincas, con escasa vigilancia respetadas luego; masdesde principio de siglo, según nuestras observaciones, dichos frutosfueron enterrados con otra idea. Se trataba de crear un pinar, y unavez preparada la tierra, al mismo tiempo de rociar el piñón se colocaronbellotas: se suponía, con razón, que cuando el pino invadiera el campode la frondosa, ésta tendría ya resistencia para soportar el temporalahogo. Crecieron así dominadas, y, talado el pinar más tarde, hanabierto la copa con el influjo del sol. El procedimiento, repetidas vecesensayado con encina y alcornoque - cañas rectas de descorche fá­cil-, podría generalizarse a todos los robles, gravando muy pocolos actuales presupuestos de repoblación.

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Recientemente hemos presenciado estas operaciones y transcri­bimos datos de interés. La selección de bellota se hizo de modo sencilloy seguro con la encina, ordenando a los porqueros no vareasen losárboles reservados, si bien se recomendó que los cerdos comieran debajocuando más hambrientos estaban, para eliminar todo el fruto dañado,precoz en la caída. Avanzada la montanera se hizo con bajo costela recogida, porque la orientación no sólo guiaba al tamaño del fruto,sino a la fecundidad de los padres. con lo cual se tuvo buen rendimientomanual. El término medio dió así 220 (1) unidades por kilogramo que,sembradas a distancia aproximada de 2 metros, consumieron ro kilo­gramos por hectárea. Cada bellota se enterró aisladamente sobre dichasuperficie con empleo holgado de dos jornales de mujer.

El coste, con ser bajo, no puede gravar a toda la superficie delpinar que se crea, pues por mayores exigencias deben restringirse lasfrondosas a los más convenientes parajes. De este modo, mientras elpino puede cubrir una cuenca entera, la encina o sus congéneres, uotros árboles complementarios, le acompañarían por hondonadas, lla­nuras o laderas con más suelo y poco inclinadas, creándose estímulo derespeto al conjunto, posibilidad de modificación del proyecto con elpaso de los años, y a la cabeza de tono, un parcial seguro contra elfuego.

• • •

y aquí vienen con oportunidad unas palabras que bordean la mate­ria de este libro.

Ni el fuego, ni el ganado, ni el hacha, hacen en la propiedad pri­vada los cuantiosos daños que en el monte público. A la primerala guarda el amo; al segundo, el tutor. y por mucho que éste hagay su autoridad refuerce, será poco si le abandonan o malquieren losmenores. Éstos -los vecinos del pueblo casi siempre -, en general,

(1) M. PRATS ZAPIRAfN: Orientaciones modernas en el ensayo de semillas forestales.Madrid, 1944.

En la transcripción de un trabajo debido a A. GIACOBBE, y publicado en la revistaIl Legno (véanse págs. 82-83). se mencionan de 350 a 400 unidades por kilogramo.Es de suponer sean valores medios sobre bellotas frescas. Pero en Italia no existennuestras típicas dehesas con los árboles cuidados para la producción frutal, y por lomismo, generalmente, la semilla adquiere menos dimensiones. En nuestro país, almenos en las regiones donde el aprovechamiento en régimen de montanera adquiereimportancia, basta con la separación de la bellota muy pequeña para que el kilogramono contenga arriba de 300 semillas.

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aspiran al beneficio directo, y en la individualidad del carácter, pre­fieren dos ovejas muertas de hambre, paciendo libres, y una carga deleña porteada desde lejos, a respetables cantidades ingresadas en arcasdel Municipio. Para ellos, uno a uno, toda nuestra organización esun estorbo.

Tal es la dolorosa realidad en la mayoría de los casos, y nos­otros, los tutores, por sentimiento hacia la miseria que a estas po­bres gentes rodea y por dignidad de profesión, los primeros en la­mentarla. El tema nos lleg6 a obsesionar y ha sido comentado muchasveces con doctos e ignorantes. Las opiniones recogidas de los primerosvarían; las de los vecinos pobres, que son casi todos, coinciden siempre:Si los beneficios expresados en dinero llegasen individualmente a lospadres de familia, a los ancianos, a los impedidos, a los soldados, a lasviudas, a las que se casan, a los huérfanos, a los niños, o bajo cual­quier distribución análoga, los montes se guardarían solos y no habríaincendio que persistiera quince minutos.

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Contienen las páginas que siguen un árido paréntesis desglosadode la primera parte de esta obra. Por sí mismas, y ampliados los co­mentarios, podrían constituir una publicación diferente. Tal fué nues­tro propósito años atrás, y persistiríamos en él, si la labor hubierapodido desenvolverse más rápidamente, contando en esta fecha conmás datos. Es posible que la publicación de estas líneas despierte enlos compañeros que en contacto diario con el monte viven, el deseode una colaboración. Si nos cabe ese honor y 10 permiten otras aten­ciones, abrigamos esperanza de que las cifras siguientes se multi­pliquen pronto de tal modo, que en plazo relativamente breve no falteuna región, un grupo de montes e incluso una masa pequeña sin elcorrespondiente estado numérico, reflejo, en diferentes edades, tanexacto como se pueda, del armazón o esqueleto de una colectividadque tanto nos interesa por su presente y pasado para descubrir elfuturo.

Puede ser que el encargado de un monte o quienes hayan de enjui­ciar respecto a la marcha del mismo, encuentren en nuestras cifras dehoy algo que les interese; ello nos serviría de satisfacción, porque así co­rrespondíamos en parte a las atenciones que se nos han prestado, yjustificaríamos la insistencia en demanda de nuevas facilidades paraseguir el camino.

Pero nuestra determinación, presentando esta reseña como partefinal o apéndice del libro, es distinta. Hemos aportado razones bio­lógicas y técnicas en favor del monte coetáneo en nuestros climas, y

aunque evidentes y hasta axiomáticas algunas, quedan otras dondela materia o nuestros medios de observación, posiblemente han de­jado lugar abierto para las discusiones. Si es así, bien recibidassean por nuestra parte, pues como se indica en diferentes pasajes yhacemos resaltar en las líneas de introducción, nos consta que el temaes harto discutido desde antiguo, y está ausente la arrogancia desuponer que hemos acaparado toda la verdad en un esfuerzo que, aunsiendo penoso, no guarda proporción con la magnitud y trascenden­cia del asunto abordado. Sin embargo, se piense como se piense, elfinal carece de dudas; es cuantioso el material tanteado y no poco

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el sometido al análisis, del que seleccionamos los 250 inventarios quesiguen. En tan heterogéneo conjunto no se ha presentado una solaexcepción, y las cifras de existencias, crecimiento medio, área basi­métrica y relación de espaciamiento sorprenderán siempre.

Únicamente los pinos figuran en el estudio, 10 que con criterio cien­tífico puede parecer demasiado exclusivo. No lo negamos. No hemostenido tiempo para hacer otra cosa, y nuestra preferencia fué guiadapor el deseo de dar a este libro el máximo de finalidad práctica que,en nuestro concepto, debe orientar el trabajo en el organismo oficiala que pertenecemos. También notará el lector en seguida la omisióndel Pinus uncinata (1), el bravo pino negro del Pirineo o pino moro dela Sierra de Gúdar, en Teruel (2), que a sus conocidas ventajas une lade sustituir, enmascarando el nombre, a las mejores maderas que sevenden como importadas. Se echará de ver que las restantes especiesno se presentan numéricamente en proporción a sus respectivos valo­res en la economía forestal española. Por último, hemos llegado a abu­sar - si es que en los afanes del saber puede existir abuso - del pinopiñonero, publicando únicamente cifras procedentes de Andalucía.

(1\ L. PARDt: Les conijeres (págs. 144-145):.Pinus montana Mill (1768). - Avec la plupart des auteurs, je réunirai, sous ce

nom, le pin a erochets (P. uncinata) ,le pin pumilio et le pin Mugho, malgré que, surtouten se plaeant au point de vue forestier, U y aurait un grand avantage a considérerces trois pins comme formant chacun une espece distincte... Le pin de montagne,avec ses formes principales ou sous-espéces, occupe une aire étendue dans les montagnesdu centre et du sud de l'Europe, depuis le centre de l'Espagne, a l'Ouest, jusqu'auxAlpes de Transylvanie, al'Est, depuis les Apennins, les Abmzzes et le Per Dagh macé­domen, au Sud, [usque'á la Thuringe, au Nord. Il en existe trois formes principalesquí, non sans raison, sont considérées par certains auteurs conune des espéces distinctes:

l. P. m. uncinata (P. uncinata Ramond}, pin a crochets, arbre atteignant25 métres, atige uníque, droíte, acíme conique... ; domine en Espagne, dans les Pyrénéeset dans les Alpes occidentales.

n. P. m. Pumilio (P. Pumilio Harnke), arbrisseau dépassant rarement 3 métres.dont les branches basses d'abord étalées se redressent ensuite, formant comme destíges secondaires...; domine dans l'Europe centrale.

IIl. P. m. Mughus (P. Mughus Scop) , arbrisseau dépassant rarement 2 métres,abranches souvent rampantes... ; est commune dans les Alpes orientales et les Balkans.•

En el caso de España. a más de la adaptación geográfica, digna de respeto siemprecomo hecho natural, porte y talla, con otros caracteres de morfología, hacen del P. unci­nata una entidad tan superior y alejada de las otras, que la reunión de todas bajo elnombre de P. montana, correcta científicamente, conduce a un sentimiento de vaguedadinadmisible en nuestra profesión, y más hoy, cuando las repoblaciones son considerablesy se ha hecho grande el volumen importado de semíllas de procedencia extranjera.

(2) L. CEBALLOS: Notas sobre el Pinus uncinata Ram, y su presencia en la Sierrade Gúdar (Teruel}, Madrid, 1941.

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Con la pretensión de traer aquí estas justificaciones nada ganaríael lector, sino un rato más de fatiga, para deducir, posiblemente deacuerdo con nosotros, que habíamos hecho bien en trazar y seguir nor­ma de trabajo donde, a igualdad de medios. se tienen máximos resul­tados en el mínimo de tiempo.

Casi todo cuanto exponemos constituye labor personal, yen lo queno lo fué, nuestras fueron iniciativas, normas y ejecución de cálculos, 10que justifica afrontemos solos la responsabilidad, tanto del conjuntocomo de los detalles. La confesión lleva aneja muchas jornadas deintensa y escrupulosa labor, y presupone pérdida de tiempo y esfuerzoen la fase de tanteos. Lo que nadie puede imaginar. pese a cautela yprudencia en asesoramientos, son los días malogrados en caminatasy exploración de pinares jóvenes. que por no reunir las condicionesde uniformidad indicadas en la página 18 resultaron inadecuadospara generalizar consecuencias.

Para facilitar comparaciones, los resultados se refieren a unahectárea. En el campo, sin embargo, no ha podido mantenerse estecriterio, y las superficies inventariadas son de magnitud variable, comosubordinación siempre a la máxima uniformidad del contenido. Así,por ejemplo, en terreno llano o de poca inclinación. con arbolado claroy limpio de matorrales y ramas bajas. dentro de un conjunto de apa­riencia uniforme, nos satisfacen los datos recogidos en un solo cuadrode 50 X 50 = 2.500 m 2; al contrario, en presencia de un pinar muyjoven establecido en terreno quebrado y tan denso que a causa delramaje se dificulta la visión, en la zona que nos parece uniforme serepiten varios sitios de prueba de 15 X 15 = 225 m", expresandoluego las deducciones con independencia, como si se refirieran a hectá­reas distintas.

En circunstancias fáciles de trabajo y proximidad de alojamien­to, hubo día que terminamos cinco inventarios, mientras en ocasio­nes se consumió completa la jornada sin pasar de la fase de tanteoen el primero. Sin embargo, después de una campaña de dos o tressemanas, se consigue el término medio de dos inventarios completosal día, cuando al operador acompaña un hombre inteligente y prác­tico, buen conocedor del monte y ágil para trepar a los pinos. que. ennúmero aproximado al 10 por 100 del total, se toman como árbolestipos para la altura media y deducción del coeficiente mórfico, ya quelos restantes elementos para el cálculo se adquieren uno a uno, conla cinta métrica, en todos los pies encerrados en la cuerda que limitael cuadro.

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El hábito en las operaciones de campo, como en los cálculosposteriores, contribuye a la rapidez y seguridad en el trabajo; peroexiste en él algo que no es mecánico, como el conocimiento rudimenta­rio de la técnica comercial de la madera y el de la biología del árbolen sus relaciones con el paraje que le sustenta, cuyos valores, de modoesquemático, han de anotarse al pie de la hoja que contiene las cifras,bien en lenguaje científico o con mala ortografía castellana, pero contal grado de exactitud, que difícilmente se consigue cuando no se viviómucho tiempo en los medios rurales.

La interpretación de los siguientes resúmenes, implica conocimien­tos técnicos en el lector, que pueden poseerse sin ser especialista.

Para evitar confusiones, expresamos todas las magnitudes en uni­dades métricas: metro lineal, metro cuadrado y metro cúbico.

Medidas las circunferencias a 1,30 m. en todos los pies contenidosen la superficie inventariada, la suma de sus cuadrados dividida porel número de aquéllos, nos da la circunferencia del árbol medio.

Diámetros y secciones, se han deducido de las circunferencias.La altura se entiende hasta el extremo de la guía.El volumen se refiere al fuste completo y con corteza, cortado a

0,10 m. del suelo.El crecimiento medio en altura, es el cociente entre ésta y la edad

del árbol.Más que por el número de pies en la hectárea, suele juzgarse el

valor de una repoblación por la distancia entre aquéllos; para facili­tar las apreciaciones, suponemos reducidos los árboles a sus ejes ver­ticales, en distribución uniforme, según cuadrados o a marco real.

Hallado el volumen de madera por hectárea, como producto delárbol medio por el número de pies contenidos en dicha unidad desuperficie, la división por la edad nos determina el crecimiento me­dio como reflejo de la renta en especie.

La relación de espaciamiento es un índice de espesura, que seobtiene dividiendo la distancia media entre ejes de los pies por eldiámetro a 1,30 m. del árbol medio.

El área basimétrica acusa también la espesura, el capital-maderay su funcionamiento económico. Es el producto de la sección a1,30 m. del árbol medio por el número de pies en la hectárea.

• * *

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SILVESTRE

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Lozoya (MADRID) 1947-~._-----

iI0.0288I 50 18.0 0.191 0.601 0,259 0.36 2.700 1.92 689 13.600 10.0 77.76

2 50 16,0 0.196 0, 615 0.030 1 0,241 0,3 2 2.700 1,92 65 0 13.000 9.8 81.27

3 50 16,0 0,218 0, 684 0,0373 0,298 0.3 6 1.925 2,28 574 11.580 10.5 72•10

4 50 15.0 0,234 0,734 0.0,p8 0,321 0,30 2.300 2,08 738 14.760 8,8 98.445 50 15,0 0.25 1 0.789 0.0496 0,372 0.30 1.900 2,29 707 14.140 9.1 94.246 50 12,5 0,172 0,542 0,0235 0,147 0,25 2.150 2,16 316 6.320 12.5 50S~

7 47 11,0 0. 2 17 0, 685 0.0374 0,205 0,23 I 1.800 2,35 369 7,851 11.3 67,358 28 7,0 0,138 0,436 0, 0 15 2 0,059 0,25 113.100 1,79 183 6,536 12.9 47.a9 28 5,5 0,144 0,453 0, 0 163 0.049 0,20

.1 2 .300 2,08 113 4,036 14,4 37,49

Canencia (MADRID) 1947- --------_ .._-----

38!116,0\ i

0, 253 1 1,96 658lO 0,201 i 0,630 0,03 17 0.42 2.600 17,316 9.3 82,42

11 381

15,5 0,212: 0,669 0,0357 0,2761

0,41 1.675 2044 462 12,169 11,5 59,6912 32 1 14,0 0,182 i 0.57 1 0,0260 0.132 I 0044 2.350 2,06 310 9, 687 11,3 61,10

13 301

9,0 0,138 I 0,435 0,015 1

::;~~ I0,30 3. 800 1,60 285 9,500 11.6 57,38

14 28 1 12,0 0,155 : 0.487 0,0189 0,43

""11,88 319 11.393 12.1 53,39

'5 26 11 9,0 0,177 0,556 0, 0247 0.133 0,34 2.000 2,23 266 10,231 12.6 49,40

16 26 1: 7,0 0,166 0,520 0, 0215 0, 1051 0,27 2.000 2,23 210 8.077 13.4 43,001I

0,226 1

:::: 288 64,1617 241' 9,0 0.709 0,0401 0,180 I 0,37 2,5 0 12,000 II,418 21 11 7,0 0,158 0,496 0,0196 0,°75 0,33 2,23 150 7,143 14. 1 39,20

'9 21 ii 6,5 0,151 i 0,475 I 0,31 2.100 2,18 158 7.5 24 14,4 37,59I I

0,0179 I 0,075 I

Miraflores (MADRID) 1947---~_._--- - ,20 24; 705 0,110 0,346 0,0095 0,039 0,3 1 4. 000 1,5 8 156 6,5 00 14,4 38,00

21 24 8,0 0,145 0,456 0,0166 0,073 0,37 2.875 1,87 210 8,750 12,9 47,72

22 24 : 7,0 0,158 0,495 0.0195 0.°75 0,29 2.100 2,18 157 6,542 13,8 40,95

23 24 I 7.5 0,134 0,422 0, 0 142 0,059 0,31 3. 600 1,66 212 8,833 12.4 51,12, ,24

124

8,5 0,144 0,452 0,0162 0,076 0,35 2.900 1,8'i 220 9,166 12,8 46,98

25 24 705 0,15 1 0,474 0, 017 8 0,073 0,3 1 1.900 2,29 138 5.75 0 15. 2 33.8 226

124 10,0 0, 163 o.yr r 0,0208 0,114 0,42 3. 200 1,76 365 15,208 10,8 66,56

Chozas (MADRID)

-;;-13011-10.0I~-I0,571I

28 30 U,O 0,178 0,559----~ ---------

0,0260

0, 02522.200 I1.900

2,13

2,29

7

1947

46,20

47,88

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l. MADRID. Lozoya. Sierra de Guadarrama. Kilómetro 7 de lacarretera. - Ladera de tierra oscura, sin piedras ni matas. Repobla­ción intacta. Nada hay seco ni dominado (1947).

2. MADRID. Lozoya. Sierra de Guadarrama. Casa de Peña Alta. ­Ladera sin piedras ni matorral. Repoblación espesa, intacta (1947).

3. MADRID. Lozoya. Sierra de Guadarrama. Casa de Peña Alta(lado oeste), El Hatillo. - Tierra oscura, sin piedras, con helechos.Hay algunos pinos secos (1947).

4. MADRID. Lozoya. Sierra de Guadarrama. Parte izquierda delsitio Vivero de Navarejo. - Ladera suave, sin piedras ni matorral. Re­población intacta (1947).

S. MADRID. Lozoya. Sierra de Guadarrama. Parte baja de lahuerta de El Espino, en la linde con Los Horcajos. - Tierra buena, sinmatorral ni piedras (1947).

6. MADRID. Lozoya. Sierra de Guadarrama. El Huerto, a la dere­cha de la Casa de Peña Alta. - Tierra fina, con helechos, sin piedras nimatorral. Repoblación intacta (1947).

7. MADRID. Lozoya. Sierra de Guadarrama. Arroyo de Navarejo.Ladera muy pendiente, sin piedra ni matorral. Repoblación intacta.Nada hay seco ni dominado (1947).

8. MADRID. Lozoya. Sierra de Guadarrama. Los Rasos. - Laderacon mucha piedra, sin matorral. Repoblación intacta (1947).

9. MADRID. Lozoya. Sierra de Guadarrama. Los Rasos, partenorte. - Ladera con mucha piedra, sin matorral. Plantación in­tacta (1947).

10. MADRID. Canencia. Sierra de Guadarrama. El Rasero. - Te­rreno sin piedras ni matorral. Plantación intacta (1947).

r r. MADRID. Canencia. Sierra de Guadarrama. El Rasero. - Te­rreno sin piedras ni matorral. Plantación intacta (1947).

12. MADRID. Canencia. Sierra de Guadarrama. El Hornillo.­Ladera con mucha piedra y sin matorral. Plantación intacta (1947).

13. MADRID. Canencia. Sierra de Guadarrama. La Casita. - Te­rreno sin piedras ni matorral. En el área inventariada hay cinco pinosdominados. Plantación intacta (1947).

14. MADRID. Canencia. Sierra de Guadarrama. Chorrera Mojona-

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valle. - Ladera con algunas piedras y sin matorral. Plantación lim­piada hace nueve años (1947).

IS. MADRID. Canencia. Sierra de Guadarrama. Ladera de los Colla­dos. - Terreno inclinado, sin piedras ni matorral. Plantación in­tacta (1947).

16. MADRID. Canencia. Sierra de Guadarrama. Ladera de los Co­llados. - Terreno inclinado, sin piedras. Hay algunos enebros. Lasuperficie inventariada contiene cuatro árboles secos (1947).

17. MADRID. Canencia. Sierra de Guadarrama. Los Collados.­Terreno horizontal, sin piedras. Abunda el piorno. Plantación in­tacta (1947).

18. MADRID. Canencia. Sierra de Guadarrama. Sestil del M aillo, ­Terreno inclinado, sin piedras ni matorral. Plantación intacta (1947).

19. MADRID. Camencia. Sierra de Guadarrama. Sestil del M aillo. ­Ladera sin piedras, con enebros. Plantación intacta (1947).

20. MADRID. Mira/lores. Sierra de Guadarrama. Las Barderas.­Tierra pedregosa, de escaso matorral. Plantación intacta. En la super­ficie inventariada hay siete árboles dominados (1947).

21. MADRID. Mira/lores. Sierra de Guadarrama. El Zarzoso.­Terreno con mucha piedra y sin matorral. En la superficie inventa­riada hay once pinos dominados. Plantación intacta (1947).

22. MADRID. Mira/lores. Sierra de Guadarrama. Primer ArroyoNovalejo. - No hay piedras ni matorral. No hay árboles secos nidominados. Plantación intacta (1947).

23. MADRID. Mira/lores. Sierra de Guadarrama. Primer ArroyoNovalejo. - Superficie con mucha piedra. Plantación intacta (1947).

24. MADRID. Mira/lores. Sierra de Guadarrama. Las Barderas, ­Terreno pedregoso, con enebros. Plantación intacta (1947).

25. MADRID. Mira/lores. Sierra de Guadarrama. Las Barderas. ­Terreno sin piedras, con enebros. Plantación intacta (1947).

26. MADRID. Mira/lores. Sierra de Guadarrama. Las Barderas. ­Tierra buena, sin piedras ni matorrales. En la superficie inventariada,elegida en lugar considerado como 10 mejor del monte, hay tres pinosdominados (1947).

27. MADRID. Chozas de la Sierra. Sierra de Guadarrama. CampoSierra de Chozas, La Atalaya. - Sitio llano, sin piedras ni matas.Plantación intacta (1947).

28. MADRID. Chozas de la Sierra. Sierra de Guadarrama. CampoSierra de Chozas, La Atalaya. - Sitio llano, sin piedras ni matas.Plantación intacta (1947).

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SILVESTRE

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CUENCA PARCELAS LIMPIAS 1944

1 oH 19.0 0,234 0.734 0.04 29 0.3 26 0.43 1.565 2.53 510 II,595 10,8 65.73

2 34 14,0 0,216 0.677 0.03 63 0.254 0.41 1.835 2.33 416 12,235 10,8 66.06

3 34 14.0 0,187 0,59 8 0,0284 0,199 0,4 1 2·455 2.01 491 14,444 10.8 68.80

4 32 14.2 0.224 0,7 01 0.0395 0,279 0.44 1.370 2.70 382 II,944 12.0 53043

5 32 11,2 0, 184 0.5 89 0. 0277 0,152 o,3.'i 1.985 2.24 310 9,687 12,1 55,58

6 30 10,5 0,144 0,454 0,0164 0.086 0.35 2.666 1.93 229 7,64 2 13.6 42,5 6

7 30 10.5 0.147 0.462 0,0170 0.089 0,35 2.015 2.21 179 5,9 67 15.0 34. 25

8 30 12.0 0, 164 0.5 16 0,0212 0. 127 0.4 0 1.465 2.62 186 6.200 15,9 31,06

9 30 13,0 0,165 0,5 21 I 0.0217 0,14 1 0,43 2.288 2.09 323 10.7 67 11,2 49,65

10 30 12,0 0,143 0.44 8 0,0160 0.096 0,4 0 2.864 1,96 275 9,160 13.7 45,28

II 3° 12.5 0.184 00578 0,0265 0. 165 0.4 2 2.095 2.18 346 11.5 20 1I.8 54,49

12 30 12.0 0.147 0,4 61 0.0169 0.101 0,40 2·345 2.06 237 7,900 14.1 39,63

13 29 10.0 0.174 0.548 0.0239 0.13° 0.34 1.390 2.66 181 6,24 2 15,2 33. 22

14 29 9,0 0,14 2 0.44 6 0,0157 0,°71 0.3 1 3.4 25 1.7° 243 8.379 II.9 53.76

15 29 10,5 0,134 0.4 22 o.orar 0,074 °.36 2.875 1.86 213 7.345 13.9 40,25

16 29 10,0 0.136 0.4 28 0,0147 0.073 0,34 2·736 1,90 200 6.896 13.8 4°.22

17 28 10.6 0.146 0.45 8 0,0167 0,088 o,U 2·590 1.96 228 8,143 13.5 43.95

18 27 8,0 0.137 °.434 0,0154 0,060 0,29 2.145 2,15 129 4,767 14.9 32•17

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l. CUSNCA. Monte Huesas del Vasallo. Huesa Redonda. - Loca­lidad casi llana. Tierra buena, arenosa, profunda. Siembra a voleo sobrelabores abandonadas. Repoblación limpia. Es una de las mejores loca­lidades de este monte (1944).

2. CUSNCA. Monte Cerro Gordo. El Peralejo. - Localidad casillana. Tierra buena, arenosa, profunda y fresca. Plantación lim­pia (1944).

3. CUSNCA. Monte Cerro Gordo. Rinc6n del Onañigar. - Loca­lidad casi llana. Tierra buena, arenosa y profunda. Muy buena repo­blación en los alrededores. Plantación limpia (1944).

4. CUSNCA. Monte Sierra de Cuenca. Cañada del Cuervo. - Tierramuy buena en la parte baja de la plantación. que se conserva lim­pia (1944).

5. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. Cañada del Cuervo. - Partesuperior de la misma plantación reseñada con el número 4. que seconserva limpia (1944).

6. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. Loma de Cañada de las Ta­blas, dando vista a Los Desorejados. - Zona caliza, que asoma enmuchos lugares la roca. Poca tierra, pero se nota mucha repoblaciónen toda la loma. Plantación limpia (1944).

7. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. Parte superior del vivero deCañada de las Tablas. - Localidad llana. Tierra buena, arenosa, pro­funda y fresca. Siembra limpia (1944).

8. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. Rinc6n Fuente del Conillo.­Ladera con piedra suelta, caliza. Tierra buena, arenosa y fresca. Plan­tación conservada limpia. Uno de los pinos tiene 17 metros (1944).

9. CUENCA. Monte Sierra Cuenca. Umbría de Cañada del Conillo,Tierra buena, arenosa, profunda y fresca. Plantación conservadalimpia. Uno de los pinos tiene 18 metros (1944).

10. CUSNCA. Monte Sierra de Cuenca. Valleio Aceboso. - Locali­dad casi llana. Tierra buena, arenosa, con mucha repoblación natural.Plantación conservada limpia (1944).

r r. CUENCA. Monte Cerro Gordo. Fuente del Berro. - Localidad

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casi llana. Tierra buena. arenosa, profunda y fresca. Hay mucha repo­blación natural. Plantación conservada limpia (1944).

12. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. Collado de Marichica yCañada del Cura. - Tierra buena, arenosa, que sostiene un pinarrecién aclarado de cuarenta a cincuenta y cinco años, con alturasy diámetros medios, respectivamente. de 12 metros y 32 centímetros.Plantación limpia (1944).

13. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. Collado Sarracín. - Situa­ción: Camino hacia la Casa del Cuervo, un poco antes del collado.Tierra buena, arenosa. Plantación limpia (1944).

14. CUENCA. M ante Sierra de Cuenca. Cañada del Conillo. - Situa­ción: Debajo de los Ceñejos. Solana de calar con piedra suelta. Tierraarenosa. Plantación limpia (1944).

IS. CUENCA. M ante Huesas del Vasallo. Cueva del Pinar. - Lo­calidad casi llana, con calar en la parte superior. Tierra arenosa. Plan­tación conservada limpia (1944).

16. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. M arichica. - Situación:Después de la hondonada, en el camino de la Casa del Cuervo a Cañadadel Cura. Exposición: Casi en solana. Tierra buena, arenosa, floja.Plantación (1944).

17. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. Pajar del Tío Lino. - Plan­tación conservada limpia (1944).

lS. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. Pedazos de Miguel Cava, enLa Canaleja. - Tierra arenosa, floja, con mucho repoblado. Planta­ción conservada limpia (1944).

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SILVESTRE

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CUENCA PARCELAS SIN LIMPIAR 1944

11 341'12,o °,1641 0,5 16 I 1,80 65,290,0212 0, 127 °.35 3.080, 391 11,5°0 11,0

2'455\ 7,8672 3° 12,0 0.144 0.45 1 0,0161 0,096 0·4° 2,01 236 13.9 49.52

3 3° 12.0 0.178 0.600 0.0287 0,172 0,4° 2.13° I 2,06 366 12,200 12.1 61,33

4130

10.5 0.155 0,489 0,0191 0,100 0,35 2·435 2,02 244 8,133 13. 0 46,5 0I

2. 127 15 3° 10.~ 0.145 0,456 0,0166 0.087 0,35 2.16 185 6, 167 14,8 35.31

6 30 9,5 0.147 0,462 0,01]0 0.081 0,3 2 2.415 2,13 196 6,533 14.3 4°,98

7 30 8,0 0.134 0,422 °.°142 0,057 0.27 1.9°5 2.29 109 3.633 17,0 27,05

8 2911

12,0 0. 167 0.5 23 0,0218 0,131 0.4 2 2.170 2.14

1

284 9, 803 12,8 47,3°

9, 29 1 10,0 0,159 0,501 0.0199 0,099 0.34 2.3 60 2.05 234 8,069 12,8 46.96

I I0. 124 0.401 0,0128 0,062 0.33 3·095 1,79 192 6,620 14.4 4°.2310,29 9,5

11 29 8.0 0,143 0.448 0,0159 0, 064 0.27 2.635 1,94 169 5,827 13,6 42•16

12 29 8,0 0,116 0.3 63 0, 01°5 0,°42 0.31 2·500 2,00 1°5 3,620 17.3 26.25

13 26 10,5 0.148 0.464 0, 0171 0,229 0,4° 2·550 1,98 229 8,808 13,3 43.35

14 26 9.0 0,128 °.4°2 0,0128 0.°57 0,34 2.5 60 1,97 147 5.654 15.3 32,77

15 24 8,0 0,135 0.425 0, 0143 0,057 0.33 2·5°° 2.00 143 5.957 14.8 37,75

16 19 6.5 0,091 0,286 0.0065 0,021 0,34 4.005 1,58 84 4,4 21 17,3 26.03

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I. CUENCA. Monte Cerro Gordo. El Peralejo. - Proximidades delantiguo vivero. Umbría suave. Tierra buena, arenosa, profunda, fresca.La mitad de los hoyos de esta plantación sostienen dos pies; pero sola­mente se toma en cuenta el mejor en el inventario (1944).

2. CUENCA. Monte Veguillas del Tajo. Cañada del Cubillo, pro­ximidades de la casa forestal. - Tierra buena, arenosa, profunda, encañada. Plantación limpiada hace ocho o diez años; pero en la mitadde los hoyos, o tal vez sólo en el 40 por lOO, persisten dos pies. Sóloel mayor se ha tenido en cuenta en el inventario (1944).

3. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. Cañada Mogosa. - Tierrabuena, arenosa, profunda, en cañada. Plantación sin limpiar, con lamitad de los hoyos sosteniendo dos o tres pies. Sólo el mayor se hatenido en cuenta en el inventario; de los demás, algunos tienen valorcomercial hoy por la proximidad al carril (1944).

4. CUENCA. M ante Sierra de Cuenca. Cañada M ogosa, parteoriental. - Tierra buena, arenosa en la parte baja; en la alta es caliza,con piedra suelta. Muy buena plantación, sin limpiar. En la mitad delos hoyos persisten dos o tres pies; pero solamente el mayor se in­cluye en el inventario (1944).

5. CUBNCA. Monte Veguillas del Tajo. Rincón de los Josetes.­Tierra buena, arenosa, en cañada. El 75 por 100 de los hoyos sostienedos pies; pero solamente el mayor se incluye en el inventario (1944).

6. CUENCA. Monte Ve guillas del Tajo. Cañada del Cubillo, juntoa la fuente y casa forestal. - Es la misma plantación indicada en elnúmero 2, pero en sitio inferior (1944).

7. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. Loma de Cañada Mogosa. ­Tierra fuerte, rojiza, con muchas piedras. Plantación sin limpiar ycon la mitad de los hoyos sosteniendo dos o tres pies; pero solamenteel mayor se incluye en el inventario (1944).

8. CUENCA. M ante Huesas del Vasallo. Cueva del Pinar. - Lo­calidad casi llana. Tierra buena, arenosa y profunda. Plantación conla mitad de los hoyos sosteniendo dos pies; pero solamente el mayor seincluye en el inventario (1944).

9. CUENCA. Monte Veguillas del Tajo. Pajar del Tío Mercenario.

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- JOS-

Umbría suave. Plantación con la mitad de los hoyos sosteniendo doso tres pies; pero solamente el mayor se incluye en el inventario (1944).

10. CUENCA. M ante Sierra de Cuenca. El Ojuelo, proximidades de lacasa forestal. - Cañada entrellana, con la umbría sin limpiar. Planta­ción con la mitad de los hoyos sosteniendo dos pies; pero únicamenteel mayor se incluye en el inventario (1944).

11. CUENCA. Monte Veguillas del Tajo. Pajar del Tío Mercenario.Solana de poca pendiente. Tierra buena, arenosa y profunda. Planta­ción que en el 60 por 100 de los hoyos sostiene de dos a tres pies; peroúnicamente el mayor se incluye en el inventario (1944).

12. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. El Ojuelo, cañada anterioral llano de El Escorial. - Calar entrellano, casi en umbría, Tierraarenosa. Plantación que en el 75 por 100 de los hoyos sostiene dedos a tres pies; pero únicamente se incluye el mayor en el inventa­rio (1944).

13. CUENCA. Huesas del Vasallo. Huesa Redonda. - Tierra buena,arenosa y profunda, con mucha repoblación de siembra a voleo. Plan­tación limpiada este año (1944).

14. CUENCA. Monte Huesas del Vasallo. Hoyo Manera y HuesaPequeña. - Localidad llana. Tierra buena, arenosa y profunda. Plan­tación limpiada este año. Antes, en la mitad de los hoyos, existíandos o tres pies (1944).

15. CUENCA. M ante Veguillas del Tajo. Cañada del Cubillo, frenteal Barranco de la Zorra. - Solana poco pendiente. Tierra buena, are­nosa, en calar. Plantación que en el 75 por 100 de los hoyos sostienede dos a cinco pies; pero únicamente se incluye el mayor en el inven­tario (1944).

16. CUENCA. Monte Cerro Gordo. Rincón del Moñigar, camino del1!tvero. - Llano situado debajo del vivero, con mucha repoblación alre­dedor. Plantación limpiada este año. La mitad de los hoyos teníanantes de dos a tres pies (1944).

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PINASTER- - --- -- ,-,

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,.Cazorla (JAÉN) 1945

l' 3511

9,0 ' 0.1721 0,540 I

0.0 2321

0•125

1 0,25111,8251 2,33

\

248

1

7,086\ 13.6 142,352 26 8,0 0.172 0.539 0.0231 0.083 0,30 1·900 2,29 158 6.077 13,3 43.96

Almonaster (HUELVA) 1945

313511 14.510,21310.6791 0.03 67 I0,2661 0.4 1 " 600 I 4,09 I160 I 4,571 I 18,7 1 22,02

Barbate (CADIZ) 1945

41251\ 7,61 0,18 5\ 0,5 80 I0.026810.101 I 0.30 111.700 I 2,29 I1

72\ 6.880 12,21 45,5

6

5 25 7.7 0,187 0,5 88 0.0275 0. 105 0.30 I 1.600 2.50 168 6.7 20 13.3 "'.00

Tardelcuende (SORIA)

1946

~1947

0.26 I,

8 45 Il,5 0,259 0.813 0,0525 0,332 SIl 4042 170 3,777 17. 1 26.83

9 45 8,0 0,221 0,694 0,03 85 0. 185 0,18 735 3,69 136 3.022 16.7 28.3010 25 9.0 O,2II 0,662 0,0349 0,172 0,3 6 720 3,72 124 4,9 60 17,6 2S,I31I 25 9,0 0,195 0.612 0,0298 0,147 0,36 1.080 3,03 159 6,3 60 IS.5 32,18

Matamala (SORIA) 1947

12 39 10,5 0,253 0,794 0,0503 0,290 0.27 560 4,22 162 4. 154 16.7 28.17

13 39 10,0 0.24 6 0.774 0,0477 0,262 0.26 620 4,01 162 4,154 16,3 29.5714 20 9.5 0,221 0,695 0.0386 0.16S 0,47 620 4,01 102 5,100 18,1 23,93

Alpedrete (GUADALA]ARA) 1947

15 42 '3,°,°,',,1 0,8o, I0,0'" 0,3 00 0,31 i'300 2.77 390 9,286' 10,9 66,5 616 38 9,0 1 0,191 I0.599 0,0286 0,1 29 0,24 1.710 2,4 1 220 6,000 12,6 :48.91

17 38 8,0 0,145 0,455 0.0164 0.066 0,21 2.650 1,94 175 4,605 13,4 43.46

Miraflores (MADRID)

181331112.0 I 0.2 321 O'7281--:'~~~10.2 5'31 036 112 100 \2 18 1 531

I 16091 I

19 33 13,0 0.279 0,877 0,0613 0,398 0:39 1:500 2:58 L5~8:099.- . ' "';.--~~-'-:"'- __';.__._"';:;"':_-"':~_--='~,;,,=~._ ~"':;':":;"':-=-:".•';'~::':';"':"-...::....c=;::-~-_:;::-_~ -~--

1947

1

88,62

91.95

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1. JAÉN. Sierra de Cazarla. El Chorro. - Solana. Tierra sinreacción de carbonatos, compacta, rica en materia orgánica super­ficialmente y fresca hasta profundidad de 20 centímetros. Mucha piedrasuelta, caliza. Plantación seleccionada y conservada con esmero, perocon muchos árboles tortuosos. Se inicia repoblado natural de encina(Quercus ilex} , que, en forma arbustiva, constituye climax (1945).

2. JAÉN. Sierra de Cazarla. El Chorro. - Solana poco inclinada,análoga a la anterior, pero con mejor tierra (1945).

3. HUELVA. Sierra de Aracena. Almonaster. Cañalengua. - Cli­max de matorral en umbría con abundancia de brezos (Erica australisy E. umbellata con algo de E. lusitanica y E. scoparia) y jara cervuna(Cistus populifolius) entre la jara común o pringosa (Cistus ladani­[erus), Pizarras estratocristalinas, que originan suelo rojizo poco com­pacto y de reacción ácida. Siembra seleccionada varias veces, queen la actualidad no invaden matas y arbustos. En 1942 se entresacópor la baja, cortándose el 40 por 100 de los pies, equivalentes al30 por 100 de las existencias en volumen. Pinar casi detenido en loscrecimientos, no obstante las cuidadosas entresacas (1945).

4. CÁDIZ. Barbate. Duna. Loma Larga. - Superficie casi hori­zontal. Arena silícea, fina y seca. Siembra entresacada en 1939 por labaja. No hay pinos secos ni dominados, pero se acusan tonalidadesamarillentas en el follaje, con otros síntomas de decadencia (1945).

5. CÁDIZ. Barbate. Duna. Loma Larga. - Datos procedentes delocalidad muy próxima, con las mismas características (1945).

6. VALENCIA. Albaida. Loma del Clau. - Umbría. Tierra de apa­riencia caliza con poca piedra. Hay muchas aulagas y torvisco (Daph­ne gnidium). Plantación en terreno de pino carrasco (Pinus hale­pensis) , con el que se mezcla en las proximidades. La repoblación,extraña por la especie en la comarca, parece saludable y da impresiónde estar clara (1946).

7. MÁLAGA. Cortes. Ramblazo de las Canillas. - Tornasol muypendiente en arenisca de Aljibe (roca ácida). La localidad pertenece a1a climax de alcornoque y quejigo (Quercus suber y Q. lusitanica).

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Plantación muy irregular, con abundancia de árboles torcidos. Seaprecian señales de haber sido limpiada en los primeros años y casti­gada por incendio no muy violento (1946).

8. SORrA. Tardelcuende. Región donde la especie es autóctona.Alto de Sola. - Localidad llana, con tierra arenosa y fina. Matorralde enebro, aulaga, jara (Cistus lauriiolius}, Situación en meseta. Re­población preparada para resinar1a, entresacada dos veces: la primerahace diez años; la segunda, dos. Con esta selección parece que el pinarse ha reducido al 60 por 100 de sus naturales existencias. El inventa­rio se ha hecho en lo que parece mejor de esta repoblación. Abundanlas formas arbustivas de rebollo (Quercus pyrenaica = Q. toza),quejigo (Q. lusitanica) y encina (Q. ilex) (1947).

9. SORIA. Tardelcuende. Región donde la especie es autáctona. Altode Sola. - Localidad llana en meseta, con tierra arenosa y fina. Mato­rral de enebro, aulaga y jara (Cistus laurifolius) y algún rosal; conporte dé arbustos se ven rebollo (Quercus pyrenaica = Q. toza), quejigo(Q. lusitanica) y encina (Q. ilex}, Repoblación preparada para resi­nar1a, ya entresacada dos veces: la primera hace diez años; la segunda,dos. A juzgar por los tocones, parece que el pinar se ha reducido conestas operaciones al 60 por 100 de sus naturales existencias. El inven­tario se ha hecho en 10 que parece más pobre de la repoblación (1947).

10. SORrA. Tardelcuende. Región donde la especie es autóctona. Ba­rranco Vallejo de los Bueyes. - Localidad llana, con tierra arenosa yfina. Matorral de brezo viérgol (Cal/una vulgaris), cantueso (Lavandulapedunculata) y jara estepa (Cistus lauriiolius), Se han hecho dos entre­sacas: hace cinco años, la primera; en el presente, la segunda. Ardióeste monte en 1918 y fué sembrado de nuevo en 1922 (1947).

11. SORIA. Tardelouende. Región donde la especie es autóctona. Ba­rranco Vallejo de los Bueyes. - Localidad llana, con tierra arenosa yfina. Matorral de brezo viérgol (Cal/una oulgaris ), cantueso (Lavan­dula pedunculata) y jara estepa [Cistus laurifolius) .. existen tambiénalgunas matas de rebollo (Quercus pyrenaica = Q. toza) y espinos.Repoblación preparada para resinada, entresacada dos veces: hacecinco años la primera; en el presente, la segunda. Ardió este monteen 1918 y fué resembrado en 1922. Inventario hecho en 10 que parecemejor de la repoblación de esta edad, que cuenta, por otra parte, conabundante diseminado (1947).

12. SORrA. M atamala. Región donde la especie es autóctona. ElCongosto. - I..ocalidad llana, con tierra arenosa y fina. No hay mato­rral. Repoblación preparada para resinar1a, entresacada hace seis años,

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- 1°9 -

desapareciendo más del 40 por lOO de los pies. Monte de aspecto muysaludable (1947).

13. SORrA. M atamala. Región donde la especie es autóctona. LaConcepción. - Localidad llana, con tierra arenosa y fina. No hay ma­torral en el área inventariada, si bien en 10 que no fué repoblado enlos alrededores, se encuentra en orden de importancia numérica, jara(Cistus laurifolius), brezo viérgol (Calluna uulgaris}, sabina y enebro.Repoblación preparada para resinada, entresacada hace seis años. Lospinos, en general, muy sanos (1947).

14. SORrA. M atamala. Región donde la especie es autóctona. LaConcepción. - Localidad llana, con tierra arenosa y fina. Matorralcon predominio de cantueso (Lavandula pedunculata), existiendoademás jara (Cistus lauri/olius) , brezo viérgol (Caliuna oulgaris) yenebro. Repoblación preparada para la resinación, entresacada dosveces: hace ocho años la primera y tres la segunda. Existen pinos secosy se observa en otros esta tendencia (1947).

15. GUADALAJARA. Alpedrete. Región donde la especie ha sido in­troducida. Barranco Valdeherreros. - Umbría con tierra arcillosa, sinpiedras. Alguna mata de rebollo (Quercus pyrenaica = Q. toza) ymucha jara (Cistus ladanijerus), La abundancia de ésta y generalaspecto del pinar recuerda a las repoblaciones en solana de SierraMorena. Se ven muchos pinos secos. El inventario se ha hecho en 10que parece mejor del monte (1947).

16. GUADALAJARA. Alpedrete. Región donde la especie ha sido intro­ducida. Solana de la Venta. - Solana de poca tierra. Hay mucha jara(Cistus ladaniferus). Repoblación entresacada hace siete años; perotiene aún muchos pinos dominados. Se ven pinos secos (1947).

17. GUADALAJARA. Alpedrete. Región donde la especie ha sido intro­ducida. Solana de la Venta. - Solana de poca tierra y mucha piedra.Fuera de la repoblación hay mucha jara (Cistus ladanilerus), Entre­saca hace siete años. Dentro de la superficie inventariada están secosel la por 100 de los pinos (1947).

lS. MADRID. Miraflores. Sierra de Guadarrama. Los Eriales. - Elpinar presenta tendencia a secarse. Véanse los datos de pino silvestreobtenidos en esta localidad (1947).

19. MADRID. Mira/lores. Sierra de Guadarrama. Los Eriales. - Elpinar presenta tendencia a secarse. Véanse los datos de pino silvestreobtenidos en esta localidad (1947).

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CUENCA 1944

1 5° 16.0 0, 215 0,674 0,°361 0, 289 0,3 21

1.398 2,68 4°4 8,080 12,5 50,3 2

2 33 n,5 0, 165 0,5 17 0,0212 0,122 0,34 : 2.890 1,85 353 10, 684 11.2 G1,27

3 32 10,0 0,159 0,5 00 0,0206 0, 103 0.3 1 2.4 25 2,°3 25° 7,8Il I 12,6 49,99

4 31 9,5 0,135 0,4 25 0, 0143 0,068 0,3° 3·7°3 1,64 252 8,120 12,1 52,95

5 31 12,0 0,149 0,477 0,0181 o.roo 0,3 8 2.688 1,92 293 9,45 1 12,8 48,65

6 3° 11,0 0,180 0,54° 0, 0232 0,128 0,37 2.115 2,22 269 8,960 12,6 49,13

7 3° 8,5 0, 164 0,5 14 0,0210 0,137 0,28 1·54° 2,54 137 4.567 15,5 32,24

8 3° 9,5 0,132 0,4 15 0,0 136 0,065 0,3 1 3.676 1,65 239 7,964 12,5 49,99

9 27 8,0 o.r r j 0,354 0,0099 0,°39 0,29 2.84° 1,87 114 4, 207 16,5 28,4°

lO 26 9,0 0,145 0,454 0,0 164 0,074 0,34 1.706 2,4 2 126 4,890 I 16,6 28,15

11 26 10,0 0,140 0,439 0,0153 0,°76 0.3 8 3·335 1,73 242 9,310 12,3 51,3 2

12 25 7,0 0,1°3 0,3 24 0,0083 0,029 0,28 3.020 1,85 91 3,625 17,8 25,°7

13 20 9,0 0,151 0,474 0,0179 0,080 0,45 858 3,4 2

I

6q 3,454 22,6 15,44

14 19 4,0 0,076 0,241 0,0°46 0,009 0,21 5.000 1,49 41 2,210 19.6 20,88

JAÉN '945

15 5° 18,0 0,235 0,737 0,°433 0,348 0,3 6 1.325 2,74 461 9,222 Il,6 56,97

16 5° 17,0 0,238 0,747 0,°445 0,337 0,34 1.15 0 2,94 388 7.778 12,4 50,60

17 35 7,0 0,132 0,415 0,0138 0,°58 0.20 2·°5° 2,20 119 3,4°0 16,6 28,29

18 31 5,7 0,110 0,345 0,0095 0, 027 0,18 3·3°0 1,74 81 2,87 1 15,8 31,35

19 26 6,0 0,100 0,3 15 0,0°79 0, 024 0,23 3.9 00 1,60 94 3,615 16,0 30.81..

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I. CUENCA, Monte Sierra de Cuenca. Collado de Marichica, antesde la Cañada del Cura. - Repoblación natural, con edades extremasde cuarenta a cincuenta y cinco años (1944).

2. CUENCA. M ante Cerro Gordo. Rincón del M oñigar. - Tierrabuena, arenosa y profunda. Plantación (1944).

3. CUENCA. Monte Cerro Gordo. Camino de Tejadillos al Cermi­ñuelo. - Llano. Tierra buena, arenosa, profunda, con mucha repo­blación alrededor. En la mitad de los hoyos de esta plantación existíanantes de dos a tres pies (1944).

4. CUENCA, M ante Pajarejo. Rincon de los Corzos, proximidadesdel nacimiento del río Escabas. - Umbría suave, casi llana. Tierrabuena, arenosa, con algo de calar. Plantación limpiada este año. Enla mitad de los hoyos había antes dos plantas juntas (1944).

5. CUENCA. M ante Pajarejo. Rinc6n de los Corzos, proximidadesdel nacimiento del río Escabas. - Umbría suave, casi llana. Tierrabuena, arenosa y profunda. Plantación con la mitad de los hoyossosteniendo dos pies; pero en el inventario solamente se incluye elmayor (1944).

6. CUENCA. Monte Sierra de Cuenca. La Marichica, trayecto delCuervo a la Cañada del Cura, antes de la hondonada. - Tierra buena,arenosa en la parte baja; arriba, calar en umbría. Plantación con pinosilvestre (1944).

7. CUENCA. M ante Sierra de Cuenca. Loma Sumidero, dando vistaa M arichica. - Tierra regular, con asomos de piedra caliza. Planta­ción con pino silvestre (1944).

8. CUENCA. M ante Cerro Gordo. Fuente del Berro. - Llano. Tierrabuena, arenosa, profunda y fresca. Plantación limpiada este año. Lamitad de los hoyos sostenían antes dos pies juntos (1944).

9. CUENCA. M ante Cerro Gordo. El Peralejo, junto al vivero. ­Umbría suave. Tierra buena, arenosa, profunda y fresca. La mitad delos hoyos de la plantación sostienen dos pies; pero únicamente el mejorse incluye en el inventario (1944).

ro. CUENCA. M ante Sierra de Barrancos, Entre la Casa de Tejadi-

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- 112-

llos y Las Cambras. - Solana. Tierra arenosa, con piedra sueltacaliza. Plantación (1944).

Il. CUENCA. M ante Sierra de Barrancos. Tejadillos, entre la carre­tera y el río. - Horizontal. Tierra buena, arenosa. Plantación limpiadaeste año. La mitad de los hoyos sostenían antes dos o tres plan­tas (1944).

12. CUENCA. Monte Sierra de Barrancos. Tejadillos, parte superiordel vivero. - Solana. Tierra arenosa, caliza. Plantación (1944).

13. CUENCA. M ante Sierra de Barrancos. El Pajar de Confite. ­Solana. Tierra arenosa. Plantación limpiada este año. La mitad delos hoyos sostenían antes dos pies (1944).

14. CUENCA. Monte Sierra de Barrancos. El Pajar de Confite.­Llano entre el río y la solana. Plantación limpiada este año. Tierrabuena, arenosa (1944).

15. JAÉN. Sierra Segura. Río Madera, umbría de la Huerta delAvellano. - Suelo arenoso amarillento, profundo y fresco. No existereacción de carbonatos. No hay piedras, ni matas, ni diseminado, ysolamente algún helecho (Pteridium aquilina} da tono verde sobre labroza. En este tipo de suelo se encuentran los mejores pinares de estaespecie en la región. Rodal uniforme, originado probablemente des­pués de una corta a hecho. Entre el pino laricio se mezcla algún rodeno.Arbolado derecho, columnar, al parecer limpiado muy tarde. La edadse determinó contando verticilos en muchos árboles y anillos en algu­nos tocones procedentes de reciente corta. Por lo común se hallaron45 crecimientos; mas como en un caso se vieron 47, prudentemente seasignó al conjunto edad media de cincuenta años (1945).

16. JAÉN. Sierra Segura. Río Madera, umbría de la Huerta delAvellano. - La misma masa a que se refiere el número IS, estudiadaahora un poco más abajo (194S).

17. JAÉN. Sierra de Cazarla. El Chorro. - Solana pedregosa, ca­liza, con matas de arlo (Berberis hispanica) y encina arbustiva(Quercus ilex ), Localidad muy seca y combatida por el viento. Plan­tación en hoyos, con indicios de haberse puesto cinco plantas en cadauno. Entresaca efectuada hace cuatro años, quedando ahora uno odos pies por hoyo (194S).

18. JAÉN. Sierra de Cazarla. Fuente del Tejo. - Terreno muypendiente, árido y seco, que sólo a fuerza de tesón y cuidado, artifi­cialmente se va transformando en pinar de escaso porvenir (194S).

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- "3 -

19. JAÍ·:N. Sierra de Cazarla. El Chorro. - Terreno pendiente ensolana seca, pedregosa, caliza. Algunas matas de espino majuelo(Crataegus monogyna}, encina arbustiva (Quercus ilex) , escaramujo(Rosa sp.) y cornicabra (Pistacia terebinthus ), Plantación con cuatroo cinco pies por hoyo, limpiada hace cuatro años, quedando hoy condos o tres (1945).

8

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CARRASCO

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~ ÁRBOL MEDIO POR HECTÁREA"- s~ ~ ~

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7-D> I o o o ID

MÁLAGA 1945

I35

16,8

0'1491 0' 4691

0, 0176

1

0

0591 0,191.800 1

2,3 6 106 3,029 15,8 31,68

2 35 6.8 0,138 0,433 0,0148 0,060 0,19 2.100 2,18 126 3,600 15.8 31,08I

VALENCIA-------- ---

3 36 10,0 0,181 0.5 69 0, 0258 0.1 29 0.281.

3251

2,74 171 4.75 0 15. 1

1

34019

4 36 9.0 0, 183 0.576 0, 0264 o,II9 0,25 1·5°0 2.5 8 179 4,947 14. 1 39.60

5 34 9.0 0,190 0.596 0,0282 0, 127 0,26 1.025 3,12 130 3.824 16,4 28,90

6 34 9.0 0,214 0,673 0,03°5 0,137 0,26 875 3.37 120 3,5 29 15,7 26.67

7 32 16.0 0,259 0,812 0,0526 0,336 0.5 0 1.150 2,94 387 12,094 11.4 59,80

8 32 14,0 0,258 0,810 0,0523 0,293 0,43 1.200 2,88 35 2 10.910 11,2 62,40

9 30 7,0 0.115 0.3 61 0. 0104 0,036 0,23 2.550 1.98 92 3,067 17,2 25.5 0

10 24 7,0 0,129 0,4°6 0,0131 0.046 0,29 1.85 0 2,3 2 85 3.544 18,0 24,24

II 23 8,0 0.155 0,4 87 0,0189 0,076 0.35 1.025 3. 12 77 3,391 20.1 19,37

12 23 8.0 0,156 0,490 0, 0191 0,076 0.35 1.175 2,92 89 3,869 19,1 22,44

13 23 11,0 0, 167 0,5 23 0,0218 0,120 0.48 1.600 2,5 0 192 8.348 14.9 34,88

14 22 7,0 0,139 0,436 0. 0152 0,°53 0.31 1.7°0 2,39 90 4,090 17,3 25,84

15 22 6,0 0,175 0,551 0.0243 0,073 0,27 800 3,53 52 2,63 6 20.2 19,20

16 21 6,0 0.120 00378 0,0114 0,034 0.29 1.625 2,4 8 55 2.619 20,& 18,53

17 21 6,0 0, 123 0,3 88 0,0120 0,036 0.29 1.700 2,4 2 61 2,9 10 19,6 20,40

18 20 7,0 0,112 0,352 0,0099 0,035 0.35 2.175 2,3 6 76 3,800 21.1 21,53

1946

67

8

_..~19 32 5.5 0.099 0,3 12 0,0078 0,021 0,17 '.'5I", 34 1,063 24,8 12.

20 32 5.5 0, 104 0,3 27 0,0085 0.023 0,17 1.480 2,5 8 34 1.06J 24,8 12,5

2I 20 3.0 0,068 0. 213 0,0036 0.007 0,15 1.225 2,84 8 0,398 42,4 4,4--- -

ALICANTE

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I. MÁLAGA. Peñarrubia. Cerro Pardo. Cerrillo de los Malagueños.Umbría. Tierra arenosa oscura, con mucha piedra. Plantación que nose ha limpiado (1945).

2. MÁLAGA. Peñarrubia. Cerro Pardo. Cerrillo de los Malagueños.Umbría. Tierra arenosa oscura, con mucha piedra. Plantación que nose ha limpiado (1945).

3. VALENCIA. Albaida. M ante Distrito del Clau. Barranco Ser­daña. - Tierra caliza, sin piedras ni matorral (1946).

4. VALENCIA. Albaida. M ante Distrito del Clau. Barranco Ser­daña. - Umbría. Tierra caliza, sin piedras ni matorral (1946).

5. VALENCIA. Albaida. Monte El Clau. Loma Gruesa. - Umbría.Tierra caliza, con piedras y sin matorral (1946).

6. VALENCIA. Albaida. Monte El Clau. Loma Gruesa. - Tierracaliza, con mucha piedra y sin matorral (1946).

7. VALENCIA. J arajuel, M ante Tollo de las Parras. Fuente delTabarro. - Llano. Tierra de aspecto calizo, pero muy fresca. No haymatorral. La repoblación fué entresacada hace diez y ocho años (1946).

8. VALENCIA. J arajuel, M ante Tollo de las Parras. Balsa delCanario. - Llano. Mucha tierra caliza fresca. Repoblación entre­sacada hace diez y ocho años (1946).

9. VALENCIA. Jarajuel. Monte Tollo de las Parras. Corral delCanario. - Solana de poca pendiente, sin matorral (1946).

10. VALENCIA. J arajuel. M ante Los Rincones. Barranco de Pese­bre. - Solana caliza (1946).

r r. VALENCIA. Agullén. Barranco de Carnicero - Umbría conparte llana. Tierra caliza. Matorral de coscoja (Quercus coccijera} yaulaga (1946).

12. VALENCIA. Agullén. Barranco de Carnicero - Umbría. Tierracaliza con alguna piedra. Poco matorral de coscoja (Quercus coccijera)y aulaga (1946). .

13. VALENCIA. [arajuel. Monte El Campillo. Vivero de Matías.-

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Llano. Tierra caliza. Matorral de lentisco (Pistacia lentiscus), coscoja(Quercus coccijera] y aulaga (1946).

14. VALENCIA. J arajuel. M ante Barranco de la Fuente-Juez. LosRincones. - Umbría. Tierra caliza. Matorral ele enebros y sabi­nas (1946).

lS. VALENCIA. Jaratuel. Monte Loma del Corral de José Manuel.Puntal de la Loma. - Llano. Tierra caliza con mucha coscoja (Quer­cus coccijera] (1946).

16. VALENCIA. Agullén. Llano del Carril. - Umbría. Tierra caliza,con mucha piedra y matorral de coscoja (Quercus coccijera), aulagay Cistus libanotis (1946).

17. VALENCIA. Agullén. Llano del Carril. - Umbría. Tierra caliza,con mucha piedra y matorral de coscoja (Quereus coccijera}, aulagay Cistus lilJanotis (I946).

IS. VALENCIA. Agullén. Barranco de Carnicero - Llano. Tierracaliza, sin piedras. Poco matorral de coscoja (Quereus coccilera) yaulagas (1946).

19. ALICANTE. Benacantil. Estribaciones del Castillo de Santa Bár­bara. - Umbría. Tierra arcillosa blanca y seca. No hay matorral (1946).

20. ALICANTE. Benacantil. Estribaciones del Castillo de Santa Bár­bara. - Llano. Tierra arcillosa blanca muy seca. No hay mato­rral (1946).

21. ALICANTE. Biar. Monte Cobanegra. Santos de la Piedra.­Solana. Tierra caliza muy seca y pedregosa, sin matorral (1946).

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PI~ONERO

Siembras en dunas litorales.

ÁRBOl. MEDIO POR HECTÁREA... Clo;;' ~ > t:1 ff I w

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Isla Cristina (HUELVA) 1945

1 33 10,4 0,197 0, 6 19 0,°3°5 0,191 0,31 1.4°° 2,67 26 7 8,091 14,1 1 42,70I

2 33 7,1 0,168 0,53° 0,0220 0,°93 0,21 1.600 2,5° 149 4,5 16 14,8 35,20

3 25 6,8 0,152 0,479 0,0180 0,073 0,27 2.5 00 2,00 18 3 7,320 13,1 45,00

4 25 7,4 0,162 0,5 10 0,0200 0,089 0,29 2.100 2,18 18 7 7,480 13·4 42,00

5 25 ji 6,7 0,161 0,5°6 0, 0243 0,097 0,26 12.000 2,23 194 7,760 13,8 48,00

[2.3006 20 ' 5,4 0,147 0,46 2 0, 0 17° 0,°54 0,26 2,08 12 4 6,200 14,1 39,10

7 20 6,8 0,159 0,5°1 0,0200 0,081 0,33 2.800 1,89 227 Il,350 11,8 I 56,00

8 I 20 6,5 ,0,151 0,486 0,0180 0,070 0,31 2.000 2,23 14° 7,000 14,7 36,00

Barbate (CADIZ) 1945

9 28 Il,2 0,237 0,7441 0,°441 0,246 0,39 1.4°° 2,67 I 344 12,300 11,3 61,60

lO 28 7,0 0,148 0,463 0, 0 17° 0, 065 0,25 2.200 2,13

I143 5,1°7 14,5 37,4°

II 28 6,5 0,147 0,464 0, 0 17 1 0,°72 0,23 1.925 2,27 139 4,964 15,4 32,91

12 27 9,2 0,162 0,510 0, 0 2°7 0, 1°4 0,33 2.100 2,18 218 8,088 13,4 43,47

13 27 8,6 0,176 0,555 0, 0245 o.r ré 0,3 1 2.3 00 2,08 26 7 9,881 11,8 56,35

14 27 7,3 0,17° 0,535 0,0228 0,091 0,26 1.900 2.29 173 6,403 13.5 43,32

15 27 7,1 0,148 0,464 0, 0 17 1 0,061 0,26 2.200 2,13 134 4.963 14,4 37,84

16 25 8,1 0,17° 0,535 0,0228 o.r ro 0,32 1.3°0 2,77 143 5,720 16,3 29. 64

17 25 8,7 0, 185 0,583 0, 0 27 1 0, 129 0,34 r.aoo 2,67 181 7,224 14,41

37'94

18 23 6,6 0,158 0,496 0, 0 196 0,°78 0031 2.100 2,18 16 4 7,13° 13,8 41,16

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l. HUELVA. Isla Cristina. Duna Punta Caimán. El Hoyo. - Ho­

rizontal. Arena muy fina, fresca, silícea, que da reacción de carbonatospor la abundancia de restos de moluscos. Siembra limpiada hace veinteaños. Entresacada hace un año, 10 que debe tenerse en cuenta alexaminar las cifras del resumen (1945).

2. HUELVA. Isla Cristina. Duna Punta Caimán. El Hoyo.­Idénticas observaciones que en el número I (1945).

3. HUELVA. Isla Cristina. Duna Punta Caimán. El Hoyo.­Respecto a suelo, véase 10 dicho en el número 1. Siembra limpiada hacequince años. Entresacada hace un año, 10 que debe tenerse en cuentaal examinar las cifras del resumen (1945).

4. HUELVA. Isla Cristina. Duna Punta Caimán. El Salado.­Arena muy fina un poco seca. Siembra limpiada hace quince años.Entresacada hace un año, lo que debe tenerse en cuenta al examinarlas cifras del resumen. (Véase 10 dicho en el núm. 1) (1945).

5. HUELVA. Isla Cristina. Duna Punta Caimán. El Salado. ­Arena muy fina un poco seca. Siembra limpiada hace quince años.Entresacada el anterior, lo que debe tenerse en cuenta al examinarlas cifras del resumen. (Véase lo dicho en el núm. 1) (1945).

6. HUELVA. Isla Cristina. Duna Punta Caimán. El Hoyo.­Solana. Arena muy fina, seca. Siembra limpiada hace diez años. En­tresacada el anterior, 10 que debe tenerse en cuenta al examinar lascifras del resumen. (Véase lo dicho en el núm. 1) (1945).

7. HUELVA. Isla Cristina. Duna Punta Caimán. El Verdigón yDehesa del Taray. - Horizontal. Arena muy fina, fresca. Siembralimpiada hace diez años. Nada existe seco ni dominado (1945).

8. HUELVA. Isla Cristina. Duna Punta Caimán. El Verdigón yDehesa del Taray. - Horizontal. Arena muy fina, fresca. Siembralimpiada hace diez años. Nada hay seco ni dominado. (Véase lo dichoen el núm. 1) (1945).

9. CÁDIZ. Barbaie. Duna. Majadal de Capucha. - Llano. Arenafina fresca. Siembra limpiada hace diez años. Nada hay seco ni do­minado (1945).

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- Il9-

ro, CÁDIZ. Barbate. Duna. Alajadal de Capucha. - Terreno algoinclinado. Arena fina fresca. Siembra limpiada hace diez años. Nadahay seco ni dominado (1945).

11. CÁDlZ. Barbate. Duna. Majadal de Capucha. - Llano. Tierraarenosa seca, muy basta. La siembra se limpió hace diez años. Nadahay seco ni dominado (1945).

12. CÁDlZ. Barbate (1). La Breña. Los Manchones. - Situaciónen pendiente. Tierra arenosa fina, fresca. La siembra se entresacó hacediez años. Nada hay seco ni dominado (1945).

13. CÁDlZ. Barbaie. La Breña. Los Manchones. - Situación enpendiente. Tierra arenosa fina, fresca. La siembra se entresacó hacediez años. Nada hay seco ni dominado (1945).

14. CÁDlZ. Barbate. Breña Alta. Majadal de Calera Vieja.­Umbría. Tierra arenosa fresca. La siembra se entresacó hace ochoaños (1945).

15. CÁDIZ. Barba/e. Breña Alta. Majada de Calera Vieja.­Umbría. Tierra arenosa fresca. La siembra se entresacó hace ochoaños (1945).

16. CÁDlZ. Barba/e. La Breña. Loma Larga. - Llano. Tierraarenosa fina y fresca. La siembra se limpió hace seis años. Nada hayseco ni dominado (1945).

17. CÁDlZ. Barbate. La Breña. Loma Larga. - Llano. Tierraarenosa fresca. La siembra se limpió hace seis años. Nada hay seconi dominado (1945).

18. CÁDIZ. Barba/e. Breña Alta. Piedra del Término. - LlanoTierra arenosa. La siembra se limpió hace cuatro años. Nada hay seconi dominado (1945).

(1) Ésta y otras de las localidades que en esta relación figuran, pertenecen al tér­mino municipal de Vejer de la Frontera. Impuesta, sin embargo, la costumbre, por elacceso desde Barbate, seguimos con el empleo de este nombre geográfico, que evitainconvenientes de localización en el país.

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PIRoNERO

Llanuras arenosas diluviales. entre los nos Odiel y Guadalquívír.Pinares creados por siembra Y. generalmente. sometidos a podas frecuentes.

Matorral abundante, caracterizado por zaguarzo blanco, (Halimium halimilolium.)

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Bonares (HUELVA)

1 74 10,0 0,188 0,592 0,0280 10'154 0,13

I1.100 I 3,01 169 2.290 16.0 30•80

2 74 10,0 0.180 0.5 65 0,0255 0,153 0,14 1.010 3,15 155 2.095 17.5 25.75

3 74 9. 0 0.174 0.545 0,0236 0, II7 0,12I

1.125 2,97 132 1.784 17.0 26.55

4 74 9.0 0,154 0.4 85 0,0189 0.094 0,12 I

1.075 3,05 101 1,366 19,8 20,32

5 24 4.7 0,14 0 0,442 0,0 155 0,070 019 I 1.]002,4 2 II9 4.958 17.3 26.35

6 24 3.7 0.115 0,3 63 0,0105 0,022 0.15 2'400 I 2,05 53 2,208 17.7 25,20

7 23 4,4 I 0,II3 0.3 66 0,0106 0,0 27 0,19 2.400 2,05 65 2,800 18,1 25.44

Hinojos (HUELVA) 1944

8 38 M 0,181 I0,573 0,0261 0,II6 0,191.200 I 2,88 139 3,658 15.9 31.3 2

9 38 5,5 0.166. 0.522 0,0217 0,06g 0,14 1.300 2,76 90 2.368 16,6 28.21lO 25 7,1 o.r r r I 0.537 , 0,0230 0,097 0.15 1.400 ¡ 2,67 136 5,440 15,6 32,20

Almonte (HUELVA) 1944

5511 12,5 111.30;'

-_.-

11 0'2441 0,7 67 0,0467 0,350 0,23 2,76 455 8.2]2 11.3 60,70

12 35 10,0 0,173 0.545 0.0 236 0.141 0,29 1.200 2,88 169 4. 834 16.5 28.30

13 35 9.0 0,17 2 0.541 0,0232 0, 125 0.26 1.400 2,67 175 5.000 15.5 32,20

14 35 8,4 0,182 0.574 0,0254 0,131 0.24 1.400 2,66 183 5,240 14.6 35,56

15 35 8.2 0,190 0.597 0.0284 0.137 0.23 1.500 2.5 8 206 5. 843 13.5 42,00

16 35 8.0 0,153 0,480 0,0 185 0,088 0,23 1.35 0 2.70 II9 3.396 17. 6 22,00

17 35 8.0 [ 0.178 0.5 61 0,0251 0,120 0,23 1.400 2,67 168 4. 800 15,0 35. 1418 26 6,0 0,123 0.388 0,OII9 0,042 0,23 2.800 1.89 120 4. 613 15,2 33.30

19 26 5.6 0.114 0.359 1 0,0 103

0'034

1

0,22 2.800 1.89 96 3.694 16.4 28,8020 26 5.4 0,1I6 0,364 0,0 105 0.°34 0.21 2·3°0 2.08 78 3.0°7 17,9 24,1021 23 5.9 0,13 2 0,417 0,0 I 38 0,046, 0,26 2.5°0 1,98 lIS 5. 000 I 15,0 55,5°

Moguer IHUELVA)

22 30 1 '.0 lo."31 0.387 o,OlI9 0.026 0,13 1.800 2,3 6

23 30/ 3,81°,129 0,4°6 0,0 132 0.029 0,13 2.100 2.14

24 201 3,0 0,1I6 0,367 0,0 1°7 0.019 0.15 1.600 2,49

Aznalcázar (SEVILLA)

1944

47 1,.0;60 19,2 21.42

61 2.063 16,6 27,72

3° 1,5 20 21.5 17. 12

1945

251

35

-_._ ..- ..'-_._-- ._--'.._-----

°,574 1 0,0263 II ,

1I .o 0, 183 0.176 0,3 1 1.5°0 2.5 826

4/ 7.543 14,21 39'°°26

13

0 8,7 0, 165 0,520 I 0,0216 0,112 0.28 1.275 2,80 143 4,760 16,9 26,77

27 30 8.0 0,157 0,492 0,0 192 0,077 0,26 1.5°0 2.58 1I6 3. 850 16,5 28,8028 3° 7.8 °'1561 0,4 89 0,0186 0,089 0,25 1.45 0 2.62 129 4.3°0 16,8 26.9729 3° 7,6 0,145 0,45 6 0,0166 0,082 0,25 1450 2,62 II7 3.915 18.0 23,20

3° 25¡ 6,7 0.134 0.422 0,0 142 0,056 0,26 1225 2,85 69 2.744 21,3 17.36

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1. HUELVA. Bonares. Cabezo de los Espinos. Parcelas Republica­nas. - Horizontal. Estación muy seca. Pinar sembrado en terrenos demonte público en los años de la primera República española, a 10 quedebe el nombre. No hay datos ni señales de haberse limpiado ni apro­vechado nunca, y el conjunto, que tiene extensión reducida, en laparte inventariada se conserva intacto. A primera vista parece queeste arbolado tiene unos treinta años; pero las ramificaciones exis­tentes y cicatrices de las que se han caído, ratifican la edad que en elcuadro figura. La estación y abandono explican la lentitud del creci­miento. Hay muchos individuos secos y dominados que no se han tenidoen cuenta (1946).

2. HUELVA. Bonares. Cabezo de los Espinos. Parcelas Republica­nas. - Las mismas indicaciones que figuranen el número 1 (1946).

3. HUELVA. Bonares. Cabezo del Romeral. Parcelas Republicanas.Las mismas indicaciones que figuran en el número 1 (1946).

4. HUELVA. Bonares. Cabezo del Romeral. Parcelas Republicanas.Las mismas indicaciones que figuran en el número 1 (1946).

5. HUELVA. Bonares. M ante público. El Madroño. - Estaciónmuy seca. La entresaca se hizo hace diez años (1946).

6. HUELVA. Bonares. Monte público. Los Llanos. - Estación muyseca. La entresaca se hizo hace diez años (1946).

7. HUELVA. Bonares. Monte público. La Grajera. -Estación muyseca. La entresaca se hizo hace diez años (1946).

8. HUELVA. Hinojos. Monte público. Catre de Calero. - Primeraentresaca hace diez y nueve años; segunda, hace once años (1944).

9. HUELVA. Hinojos. Monte público. La Rosilla. - Loma conarena muy seca. Entresacas, hace veinte y doce años (1944).

10. HUELVA. Hinojos. Monte público. Cañada del Toro. - Entre­sacas, hace diez y seis y once años (1944).

11. HUELVA. Almonte. Las Cabezas (1944).12. HUELVA. Almonte. Cumbres Hermosas. - Repetidas entresa­

cas (1944).13. HUELVA. Almonie. Cumbres Hermosas. - Repetidas entresa­

cas (1944).

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- I:l1 -

14. HUELVA. Almonte. Calancha.-Entresacas, hace veinte y doceaños (1944).

15. HUELVA. A Imante. Cumbres Hermosas. - Repetidas entresa­cas (1944).

16. HUELVA. Almonie. Cumbres Hermosas. - Repetidas entresa­cas (1944).

17. HUELVA. Almonte. Regajo de la Parrilla. - Repoblación entre­sacada, hace veinte y doce años (1944).

18. HUELVA. Almonte. Monte Higo. - Diversas entresacas. Laúltima, hace dos años (1944).

19. HUELVA. Almonte. Fuente Naranjo. - Diversas entresacas. Laúltima, hace dos años (1944).

20. HUELVA. Almonte. Fuente Naranjo. - Diversas entresacas. Laúltima, hace dos años (1944).

21. HUELVA. Almonte. Fuente Naranjo. - Diversas entresacas. Laúltima, hace dos años (1944).

22. HUELVA. M oguer. M ante público. Cilillo. - Arena muy seca.La siembra está sin limpiar (1944).

23. HUELVA. Moguer; Monte público. Cruz de Aspa. - Arena muyseca. La siembra está sin limpiar. Como en el número 22, no existenpinos secos, pero sí dominados (1944).

24. HUELVA. Moguer. Monte público. Las Peñuelas. - Solana conpendiente muy suave. Arena muy seca. Siembra entresacada hacecuatro años. No hay secos ni dominados (1944).

25. SEVILLA. Aznalcázar. M ante Charena. Los Zaguarzales. - 1.0­calidad fresca. Última entresaca, hace ocho años. No hay árboles secosni dominados (1945).

26. SEVILLA. Aznalcázar. Monte Charena. Los Zaguarzales. - 1.0calidad relativamente seca. Última entresaca, hace ocho años. No hayárboles secos ni dominados (1945).

27. SEVILLA. Aznalcázar. Monte Trescientas. Cerro de Herradura.­Localidad seca. Última entresaca, hace nueve años. No hay árbolessecos ni dominados (1945).

28. SEVILLA. Aznalcázar. Monte Trescientas. Chozas. - Última en­tresaca, hace nueve años. No hay árboles secos ni dominados (1945).

29. SEVILLA. Aznalcázar. M ante Trescientas. - Última entresaca,hace nueve años (1945).

30. SEVILLA. Aznalcázar. M ante Charena. Los Zaguarzales. - Úl­tima entresaca, hace tres años. Nada hay seco ni dominado (1945).

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PIRoNEROLlanuras arenosas diluviales. entre los ríos Odiel y Guadiana.

Pinares creados por siembra y sometidos, en general, a podas frecuentes.Matorral abundante, caracterizado por zaguarzo blanco. (Halimium halimifolium).

:1 POR H E e T Á R E AI

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Gibraleón (HUELVA) 1945

I 25 16,0 0.1 83 0.573 0. 0263 0.210 0.64 2.200 2.13 462 18.480 II.6 57,802 25 15,0 0. 185 0.581 0,0268 0.201 0.60 1.900 2.29 382 15.280 12,4 39.40

3 25 15,0 0,201 0.633 0.0319 0.239 0,60 1.100 3.0 1 26 3 10.520 14.9 35,094 25 14,5 0.189 0,595 0, 0283 0, 205 0.58 1.500 2.58 308 12.280 13,6 42,00

5 23 7,3 0,205 0,645 0,0331 0,138 0,3 1 1.600 2,50 221 9,600 12,1 52•806 23 7,2 0,176 0.554 0, 0244 0, 105 0,3 1 1.900 2.29 19 8 8,591 13,0 45,607 22 4,2 0, 124 0,391 0,0121 0,030 0,19 1.900 2,29 57 2,590 18,5 22,808 22 5,8 0,178 0,56 1 0, 0250 0, 087 0,26 I 1.500 2,58 13 1 5,931 14,5 37,50

Cartaya (HUELVA) 1944

9 27 6,4 0,174 0.548 0, 0239 0,088 0,24 2.200 2,09 194 7,170 12,0 52.5 8lO 26 7,4 0,173 0.545 0, 0236 0.102 0,29 1.700 2,38 173 6,653 13,6 40,1211 26 6,3 0,173 0,544 0,0236 0, 087 0,24 1-400 2.66 122 4,6 84 15.4 33,0412 26 4,2 0,128 0,404 0, 0 134 0.032 0,17 2.200 2,10 71 2,708 16,4 29,4813 25 6,2 0, 167 0,527 0,0222 0,081 0,25 1.900 2,27 154 6,200 13,6 42,1814 24 4,6 0,136 0,429 0, 0 147 0,038 0,19 1.600 2,49 61 2,533 18,3 25,5215 23 5,8 0,158 0>497 0, 0 197 0, 065 0,25 2.000 2,23 13° 5. 65 2 14,1 39,4016 23 5,4 0, 165 0,521 0,0216 0,068 0,24 2.200 2,10 150 6,504 12,7 47,5 217 23 4,8 0,1.12 0.447 0, 0 158 0.042 0,21 1.500 2,57 63 2,739 18,1 23,7018 22 5,8 0. 163 0,512 0,0209 0,070 0,27 1.400 2.66 98 4,454 16.3 29,2619 22 5,6 0,148 0,466 0, 0 173 0,°57 0,25 2·900 1,79 16

5 [ 7,5 14 12,1 5°.1220 22 5,3 0,159 0,500 0,0199 0,060 0,24 1.600 I 2,5° 96 4,363 15.7 31•8421 22 5,1 0,136 0,438 0, 0 152 0,046 0,23 2·3°0 2,08 106 4,818 15,3 34,9622 22 4. 1 0,15° 0,474 0, 0 179 0.043 0,18 1.900 2,30 82 3.713 15.3 34,0123 21 5.9 0,169 0,531 0, 0224 0.077 1

0,28 1.500 2,59 116 5,5°0 15,3 33,6024 20 4,2 0,138 0,433 0. 0 149 0,035, 0,21 1.5°0 2.59 53 I 2,625 18,4 22,35

Cartaya (HUELVA) 1945

25 25 6,7 0,154 0,482 0, 0 185 0,074 0,26 1·900 2,29 14 1 5,640 14,9 34,2026 25 6.6 0. 164 0,5 18 0, 0214 0, 085 0,26 1.600 2,5° 136 5,440 15,2 33,6027 22 6,7 0,168 0,529 0,0222 0, 089 0,3° 1.800 2,36 160 7,272 14,0 39,6028 22 4,8 0.131 0,415 0, 0 137 0,°4° 0,21 2.600 1,96 104 4,727

I14,9 33,80

29 2°1 4,8 0.15° 0,471 0, 0 177 0,056 0,23 2.000 2,23 112 5.600 14,8 34,00

Aljaraque (HUELVA) 1944,

3° 28 6,6 0,177 0,555 0, 024 6 0,°95 0,24 2·3°0 2,07 219 7,8°3 11.7 56,5 831 27 6,2 0.160 0,503 0,0202 0,°75 0.23 2.200 2,09 165 6,111 13,1 44,41-32 26 5.2 0,155 0,486 0,0188 °.°55 0,20 2.000 2,18 110 4,330 14,5 37,6033 25 5,3 0.156 0.490 0,0191 0.061 0,21 2.200 2.00 134 5,368 13,5 42•20

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l. HUELVA. Gibraleón. Vega sobre la orilla derecha del río Odiel,cruzada por el ferrocarril de Ayamonie a la salida del puente. - Suelohorizontal, de aluviones arenosos finos, enrojecidos por los limosférricos que, procedentes de los canaleos para obtener el cobre porcementación, arrastran las aguas. A simple vista se aprecia el extra­ordinario valor de esta estación, que, modificando el porte usual delpino piñonero, hace dudar de su identidad. Siembra limpia (1945).

2. HUELVA. Gibraleán: Vega sobre la orilla derecha del río Odiel,cruzada por el ferrocarril de Ayamonte a la salida del puente. - Seaplica íntegro 10 dicho para el número 1 (1945).

3. HuELVA. Gibraleón. Vega sobre la orilla derecha del río Odiel,cruzada por el ferrocarril de Ayamonte a la salida del puente. - Seaplica íntegro lo dicho para el número 1 (1945).

4. H UELVA. Gibrale6n. Vega sobre la orilla derecha del río Odiel,cruzada por el ferrocarril de Ayamonte a la salida del puente. - Seaplica íntegro lo dicho para el número 1 (1945).

5. HUELVA. Gibrale6n. Monte público. Cañada del Corcho y Rin­cón, Valdegallego. - Llano. Tierra arenosa fresca. Siembra entresa­cada hace catorce años (1945).

6. HUELVA. Gibrale6n. Monte público. Cañada del Corcho y Rin­cón, Valdegallego, - Llano. Tierra arenosa fresca. Siembra entre­sacada hace catorce años (1945).

7. HUELVA. Gibraleán, M ante público. Pernal de Valdegallego,H ayo de Gineto. - Arena guijarrosa en solana. Entresaca última, hacetres años. No hay secos ni dominados (1945).

8. HUELVA. Gibrale6n. Monte público. Pernal de Valdegallego,Hoyo de Gineta. - Tierra arenosa fresca. Última entresaca, hace tresaños. No hay pinos secos ni dominados (1945).

9. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo,Partido M alajé. - Tierra arenosa fresca en cañada. Entresacada estasiembra cuando los pinos tenían diez y siete años (1944).

IO. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Arriba,Breña del Zorro. - Terreno fresco. Última entresaca, hace onceaños (1944).

JI. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Arriba,

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- I.Z5 -

A gua Verano. - Terreno fresco. Siembra entresacada hace onceaños (1944).

12. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Artfba,Cañada Roncero. - Solana muy seca. Siembra entresacada hace onceaños. No hay árboles secos ni dominados (1944).

13. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo, Ma­jada del Gato. - Localidad seca. Siembra sometida a sólo una opera­ción de limpia, verificada hace ocho años. No hay árboles secos nidominados (1944).

14. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo, Ma­jada de la Zahurda. - La repoblación se entresacó cuando tenía doceaños (1944).

15. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo, Ca­bezo de Pilate. - Situación fresca. Entresacada hace doce años (1944).

16. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo, Ca­bezo de Pilate. - Solana. Siembra entresacada hace trece años (1944).

17. HUELVA. Cartaya. Pinar de los Beltranes. Casiquejo. - Arenalguijarroso muy seco, en solana. Siembra entresacada hace diez años.No hay pinos secos ni dominados (1944).

18. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Arriba, ElCanito. - Situación en vaguada. La siembra se limpió hace cinco años.Hasta entonces se conservó intacta, clara y con los pinos cortos (1944).

19. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo, Ca­ñada de M arijate. - Hondonada fresca. La siembra está virgen, perono tiene pinos secos ni dominados (1944).

20. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo,M arijatilla. - Hondonada fresca. Siembra entresacada hace seisaños (1944).

21. HUELVA. Cartaya, Monte público. Campo Común de Arriba, ElCanito. - Terreno fresco. La repoblación se ha conservado intactay muy espesa hasta que se limpió hace cinco años (1944).

22. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo, Ro­deo de los Pocitos. - Solana. Siembra entresacada hace ocho años.Hasta entonces los pinos estuvieron muy espesos, siendo delgados ycortos (1944).

23. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo,Loma de los Pdjaros, - Hondonada fresca. Primera entresaca haceonce años; segunda, siete. Nada hay seco (1944).

24. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo, Ga­manares. - Solana entresacada hace cinco años (1944).

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25. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo,Agua Azul. - Tierra arenosa fresca. Repoblación entresacada haceonce años (1944).

26. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo,Agua Azul. - Tierra arenosa seca. Entresacada hace diez años (1944).

27. HUELVA. Cariaya. Monte público. Campo Común de Abajo,Partido de M alafé. - Tierra arenosa fresca. Entresacada hace diezaños (1944).

28. HUELVA. Cartaya. Monte público. Campo Común de Abajo,Partido de M alafé. - Tierra arenosa fresca. Siembra entresacada hacediez años (1944).

29. HUELVA. Cartaya. M ante público. Campo Común de Abajo,alrededores de la casa forestal de El Gato. - Solana. Tierra guijarrosa,seca. Siembra entresacada hace cinco años (1944).

30. HUELVA. Aljaraque. M ante público. Dehesa y Embarcadero,Hoyo de Cabeza Gorda. - Tierra arenosa, fresca en valle. Siembra sinlimpiar. Los pinos están espesos, pero no hay secos ni dominados (1944).

31. HUELVA. Aljaraque. M ante público. Dehesa y Embarcadero,Camino de Cartaya. - Tierra arenosa fresca, en valle. Siembra entre­sacada hace tres años, quedando los pinos muy espesos. No hay secosni dominados (1944).

32. HUELVA. Aljaraque. M ante público. Dehesa y Embarcadero,Hoyo de la Zarza. - Tierra arenosa fresca, en cañada. La siembra seentresacó hace dos años, quedando los pinos muy espesos. No hay secosni dominados (1944).

33. HUELVA. Aljaraque. M ante público. Dehesa y Embarcadero,Agualobos. - Tierra arenosa en ladera. La siembra se limpió por pri­mera vez el pasado año, quedando los pinos muy espesos y delga­dos (1944).

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PIRoNERO

Parte occidental de Sierra Morena.

Siembras sobre pizarras arcaicas o primarias, de reacción ácida.

Zona de matorrales con abundancia de iara común. (Cistus ladanilerus.}

~ ~ÁRBOL MEDIO POR HECTÁREA

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Calafias (HUELVA) 1945

I 0,0180 0,080 2.800 1,89 7,225I 31

1

705 0,15 1 0,477 0,24 224 12,5 5°,40

2 31 7,5 0,140 0,440 0,0154 0,068 0.24 3. 100 1,79 2II 6,800 12,8 46,5 0

3 31 7,4 0,140 0,442 0, 0 155 0, 069 0,23 3.300 1,74 228 7,345 12,4 49,50

Zalamea (HUELVA) 1945

4 40 6,9 0, 164 0,515 0,0211 0,°73 0,17 2·3°0 2,08 168 4,200 12,7 48,53

5 38 6,4 0,146 0,458 0,0168 0,053 0,17 2.900 1,85 154 4,°44 12.6 48,7 2

6 38 6,4 0,143 0,45° 0,0161 0,°5 1 0,17 2.800 1,89 144 3,802 13,1 44,80

7 38 6,4 0,149 0,47° 0, 0 175 0,055 0,16 2.900 1,85 159 4,171 12,4 49,3 0

8 38 6,3 0,142 0,448 0, 0 158 0,049 0,16 3. 100 1,79 152 3,997 12,5 48,98

9 30

1

7,6 0,168 0,528 0,0222 0,101 0,25 1.800 2,36 182 6, 067 14,0 39,96

10 3° 7,4 0,154 0,4 84 0,0186 0, 083 0,24 1.900 2,29 158 5, 267 14,9 35,34II 3° 7,3 0, 165 0,518 0,021 I 0,°93 0,24 1.600 2,5° 149 4,967 15,2 33.76

12 251 4,1 0, 127 0,4°1 0,0128 0,°31 0,16 1I 1.600 2,5° 5° 1,984 19.7 20,48

AtAjar (HUELVA) 1945

13 25 8,0 0,142 0,445 0, 0 157 0,063 0,31 3.300 1.74 2°7 8,268 12,3 49,5°14 25 7,8 0,139 0,438 0, 0 153 0,060 0,31 3. 200 1,76 192 7,680 12,7 48,96

15 2S 7,4 0,137 0,431 0, 0 147 0,°54 0,29 3. 100 1,79 169 6,744 13,1 43,4016 2S 7,0 0,134 0,421 0, 0 14 1 0,°491 0,28 2·7°° 1,92 134 5,344 14,3 37,80

Almonaster (HUELVA) 1944.---

17 36 7,7 0.156 0,491 0,0192 0,088 0,21 1.400 2,66 12 3 3,4 22 17, I 26,88

18 35 6,5 0, 1 6 5 0,5 17 0, 0213 0, 083 0,19 1.7°0 2,42 139 3,945 14,7 22,10

19 35 4,9 0,135 0,421 O,OI.p 0,°41 0,15 2.000 2,22 82 2.342 16,<; 28,20

Nerva (HUELVA) 1944-._-20 26 4,5 0, 129 0,4°6 0, 0 131 0,035 0,17 1.600 2,50 56 2,177 19,4 20,96

21 26 4,4 0,127 0,4°0 0, 0 127 0,°33 0,16 1.600 2,48 53 2,03° 19,6 20,32

22 25

1

M 0,137 0,432 0, 0 148 0,038 0,17 1.600 2,49 61 2,43 2 18,2 23. 6 8

23 24 4,4 0,139 0,439 0, 0153 0,°39 0,18 1.5°0 2,57 59 2,437 18,5 22,5')

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1. HUELvA. Calañas. Sierra Morante. Pinar del Tío Javier.­Umbría. Tierra fina suelta y fresca. La siembra no se ha entresacadonunca. Los pinos están muy espesos, pero no los hay secos (1945).

2. HUELVA. Calañas. Sierra Morante. Pinar del Tío Javier.­Umbría. Tierra fina suelta y fresca. La siembra no se ha entresacadonunca. Los pinos están muy espesos, pero no los hay secos (1945).

3. HUELVA. Calañas. Sierra M orante. Pinar del Tío Javier. ­Umbría. Tierra fina suelta y fresca. La siembra no se ha entresacadonunca. Los pinos están muy espesos, pero no los hay secos (1945).

4. HUELVA. Zalamea. El Tinto y Santa Rosa. El Majadal. ­Solana de escasa pendiente. Tierra arenosa fresca. La siembra selimpió de matas hace catorce años; pero no se quitó ni un pino, que­dando muy espesos. En la superficie inventariada, de cuatrocientosmetros cuadrados, existen tres pinos secos y dos dominados (1945).

5. HUELVA. Zalamea. El Tinto. Cabezo Cerrejón. - Umbría pe­dregosa. La siembra no se ha entresacado (1945).

6. HUELVA. Zalamea. El Tinto. Cabezo Cerrejón. - Umbría pe­dregosa. La siembra no se ha entresacado (1945).

7. HUELVA. Zalamea. El Tinto. Cabezo Cerrejón. - Umbría pe­dregosa. La siembra no se ha entresacado (1945).

8. HUELVA. Zalamea. El Tinto. Cabezo Cerrejón. - Umbría pe­dregosa. La siembra no se ha entresacado nunca (1945).

9. HUELVA. Zalamea. El Tinto y Santa Rosa. Umbría del Batán.Umbría con tierra rojiza fresca. La siembra se ha limpiado de matasy entresacado en el comienzo del presente año, 10 que debe tenerseen cuenta al apreciar las cifras del inventario. Los pinos han quedadomuy claros (1945).

10. HUELVA. Zalamea. El Tinto y Santa Rosa. Umbría del Batán.Se aplica 10 dicho en el número 9 (1945).

n. HUELVA. Zalamea. El Tinto y Santa Rosa. Umbría del Batdn­Se aplica 10 dicho en el número 9 (1945).

12. HUELVA. Zalamea. Jaranear. El Majadal. - Solana. Tierraseca y pedregosa. Siembra entresacada hace ocho años. No hay secosni dominados, pero los pinos carecen de vigor, como es hecho generalen toda esta cuenca minera (1945).

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13. HUELVA. Aldjar. Buena Vista. Charco Hondo. - Umbría.Tierra rojiza profunda, suelta y fresca. El pinar se mantuvo intacto,con los árboles muy delgados, hasta que se limpió hace diez años,adquiriendo enorme desarrollo desde entonces. En toda la región dela Sierra de Aracena se considera localidad óptima. Debido a la granespesura que todavía persiste, en la superficie inventariada se hancontado tres pinos dominados, pero nada hay muerto (1944).

14. HUELVA. Aldjar. Buena Vista. Charco Hondo. - Se aplica 10dicho en el número 13 (1944).

15. HUELVA. Aldjar, Buena Vista. Charco Hondo. - Se aplica 10dicho en el número 13. En la superficie inventariada se contaron cuatropinos dominados, pero nada hay seco (1945).

16. HUELVA. Aldjar. Buena Vt·sta. Charco Hondo. - Se aplica 10dicho en el número 13. En la superficie inventariada no existen árbolessecos ni dominados (1945).

17. HUELVA. Almonaster. Valdelaniña. Fuenieblanca. - Umbría.Tierra suelta, rojiza, poco profunda. Pinar limpiado y entresacadomuy joven, quedando los pinos claros; luego se ha quitado varias vecesel matorral que 10 invadía. En 1926 se hizo una corta de rabizas, extra­yéndose la madera más delgada. En 1943 tuvo lugar nueva entresacapor la baja, quitándose el 40 por 100 de los pies, que representabanel 30 por 100 de las existencias en volumen, lo que se debe tener encuenta para juzgar las cifras del inventario (1944).

IS. HUELVA. Almonaster. Valdelaniña. Llanos. - Zona seca depoca tierra, con abundancia de jaras (Cistus ladanijerus), algún can­tueso (Lavandula stoechas) y ausencia de brezos (Erica) . Siembralimpiada y entresacada muy joven, quedando los pinos claros; luegose ha quitado varias veces el matorral que lo invade. El pinar persistehoy sin crecimiento visible (1944).

19. HUELVA. Almonaster. Valdelaniña. Pinarillo frente a Loboso.­Solana muy seca de poca tierra. El mismo tratamiento que se indicaen el número 18 (1944).

20. HUELVA. Nerua. Los Paredones. El Merendero. -Tierra are­nosa muy seca, en llano. Siembra entresacada hace seis años (1944).

21. HUELVA. Nerva. El Campillo. Zumajo. Puerto de los Ajos. ­Tierra arenosa seca, en llano. Siembra entresacada hace nueveaños (1944).

22. HUELVA. Nerua. La Higuerita. Cañada del Turrado. - Tie­rra basta muy seca, en llano. Siembra entresacada hace nueve años.Como en todas las operaciones de esta zona minera de Río-Tinto, las

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entresacas fueron poco intensas, por estar los pinos claros desde elnacimiento (1944).

23. HUELVA. Nerva. El Valle. Río-Tinto. Bella Vista. - Solana.Tierra con gravilla, muy seca. Siembra entresacada hace ocho años,pero con poca intensidad, pues, como se indica en el número 22, lospinos nacieron claros (1944).

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Para ayuda del lector, puntualizando conceptos. resumimos a con­tinuación la materia de este libro.

La mayor parte de los conocimientos selvícolas se adquieren porobservación directa. Sabemos más que nuestros predecesores porqueconocemos el resultado de sus obras. La norma más exacta de aprecioes la valoración de la cosecha. Pero en este caso es impracticable:desde el nacimiento de la planta hasta su aprovechamiento, media,por 10 común, un siglo.

El hombre puede concebir un progreso en el cultivo del trigo; 10ensaya, y en el mismo año conoce el resultado; según la cuantía demedios aplicados, pronto se averigua si la mejora corresponde a nece­sidades y esfuerzos.

El problema es distinto en selvicultura. El tiempo de observa­ción suele ser incompatible con la duración de la vida humana;el orden y el entusiasmo en determinada experimentación rara vezse mantiene el plazo necesario; cuando la prueba viene de acuerdocon la hipótesis, el resultado suele conocerse tarde y a veces nointeresa. El olivo y la vid se cultivan mejor o peor según Jos preciosdel aceite y del vino; en cambio, en el bosque de robles o pinos, nopodemos acoplarnos a esas variaciones súbitamente. Por eso, la selvi­cultura será siempre una ciencia desfasada en el tiempo con los inte­reses humanos.

Fundado en estos conceptos, cree el autor que la ciencia de montespuede estudiarse de otra forma menos rígida, aunque los resultadosno sean tan exactos. Como sucede en hidráulica, mecánica o fisiología,el forestal puede ensayar indirectamente sobre modelos, con notableahorro de tiempo y dinero. Las ciencias auxiliares, la evolución degrupos de vegetales leñosos de vida corta, como son algunos mato­rrales, y la comprobación de estas enseñanzas en rodales compuestospor árboles jóvenes, todavía no beneficiados, pueden ayudar muchoa la intuición del selvicultor.

En nuestro país, como en todo el viejo mundo, ha existido desdeantiguo un conocimiento de la selvicultura, que no solamente hadejado vestigios, sino que persiste vivo en algunos medios rurales.

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Tal debió ser el origen de nuestra ciencia; pero los eruditos, prescin­diendo de esas fuentes informativas, se lanzaron a la Europa Centralen busca de tecnicismos y normas, que hoy, transcurrido un siglo devida en la profesión, ante resultados disonantes con las promesas, noshan hundido en el fatalismo de nuestro medio geofísico, hasta confor­marnos con el disfrute de posibilidades ridículas. Verdad es queEspaña, condenada por la geografía más que por el carácter de sushabitantes, al cultivo agrícola extensivo en favor del pan, tiene devo­radas las mejores tierras desde hace muchos siglos, y ha dejado almonte lo que no servía para otra cosa. Aun así, nuestras pruebas acre­ditan que, con acertado tratamiento, las especies indígenas llegana valores considerables, y las exóticas, convenientemente emplazadas,acusan cifras enormes.

Se han estudiado muchas repoblaciones coetáneas de pinos, arti­ficiales casi todas, sin prejuicio de elección por ser buenas o malas; 10único fundamental para nuestro objeto es que no hayan sido despro­vistas del arbolado dominante, ni que las marras continuadas ocupenmucho terreno. En 250 casos observados, el crecimiento medio acusavalores diez veces superior, generalmente, a las posibilidades quese extraen de los montes ordenados inmediatos, y por 10 averiguadohasta el día, no desmerece ante las cifras consignadas en las tablasde Schwapach. Nótese, sin embargo, que la investigación se limita aedades prematuras casi siempre, pues por encima de los treinta añosencontramos poco material en condiciones para estudio. Por halagüe­ños que parezcan nuestros números, habrán de manejarse con pru­dencia mientras en nuestro país, o en otros de condición análoga, nose completen los datos con las enseñanzas recogidas a mayores edades.Bueno seria mientras tanto, frente a las vaguedades de hoy, que nollegara a faltar un grupo de montes, y hasta una sola repoblación,sin que periódicamente se recogiesen los datos más esenciales para esta­blecer comparaciones y orientar el gobierno de lo que se cría.

Las producciones de nuestros montes públicos, generalmente infe­riores al metro cúbico anual por hectárea de cabida, se consideranbajas, en primer lugar, porque en ellos se comprenden extensionesdespobladas o con rendimiento casi nulo. A todo 10 demás denomina­mos vagamente Sltperjide poblada, concepto que se analiza en interésdel dasónomo. En ella existe engañosa apariencia, que se nos descubreal reconocer incendiado un trozo del monte que nos era familiar; elnúmero de pies muertos o semicarbonizados es tan exiguo, que sóloa la abundancia de ramas ha de atribuirse el mentir de la espesura.

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El gran desarrollo del ramaje, como de las raíces, está influido porel clima, con desventaja técnica para los españoles; mas si. por otrolado, mentalmente cambiamos la situación de los árboles, distribu­yéndolos con las separaciones que nos parecen óptimas, acabada laúltima mutación, sobran las tres cuartas partes del terreno; 10 demáses espacio perdido y a veces daña.

Pero la renta no es solamente cuestión de capitales, sino de creci­mientos, que disminuyen con la extracción de árboles precoces y salu­dables; cuando se guía la fordpula hacia determinados diámetros sellega de esta forma a un estado que, si es agudo, se conoce entre elpersonal de campo por monte parado. En éste, como en otros casos,la detención del crecimiento en la mayoría de los individuos va ligadaal valor de la localidad, y en países de fisiografía tan variarla como esEspaña, carece de sentido la fijación de turno único, no sólo paracomarcas extensas, sino para un monte.

Cortas continuas y masas regulares han perdido prestigio en laselvicultura de los pinos sin suficiente estudio. Se pregonó que ladesaparición súbita del vuelo esteriliza la tierra, y sin analizar elfenómeno con la atención debida, equivocando causas y remedios,importamos una teoría ecológica, falsa en principio y harto fracasadaya, que impuso las cortas discontinuas para criar masas sin regularidad.

Es cómodo seguir hablando de especies de luz y de sombra, aunquesean incorrectas ambas denominaciones entre nosotros y no más indi­quen que la manera de reaccionar ante el medio; cámbiese éste y eltemperamento de la especie cambiará también. Pero si la espesura,natural o provocada, varía en una misma especie con la edad y límitegeográfico, más todavía se acusan divergencias en el modo de repro­ducción; árboles que únicamente se regeneran bajo cubierta en otrospaíses, pierden, o atenúan al menos, tal necesidad en climas meri­dionales. Salvo algunos casos, que deberían estudiarse con más de­tenimiento en estaciones del Norte, en el resto de España, donde lasequedad del estío influye en el carácter de la vegetación con mayorenergía que las heladas, la cubierta o abrigo lateral son innecesariosy casi siempre perjudican. Los buenos montes carecen de subpiso, ylos matorrales que a veces se instalan a su amparo suelen indicar fasesdegeneradas por influjo del hombre o sus ganados. Consciente delmecanismo, ante superficies desnudas, el repoblador va al encuentrodel sol y del aire, y si puede, destruye la hierba antes de colocar laplanta o semilla con la densidad prefijada. Lo que no hace nunca,porque carece de sentido, es iniciar el trabajo con grandes separa-

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ciones y dedicar campañas sucesivas a intercalar nuevos gérmenesentre lo primitivamente logrado, al objeto de constituir, desde elorigen, una masa irregular. Por la misma causa, y de acuerdo con labiología, las entresacas son tanto más funestas cuanto más se apro­ximan al ideal teórico, y únicamente logran estabilizar sus campos deacción con grandes espaciamientos.

Teóricamente, el pinar debe regenerarse después de la corta, loque sucede cuando ésta imita a un fenómeno natural de perturba­ción; en el caso contrario, que es el más común, el repoblado es insu­ficiente, tanto en cantidad como en calidad Se olvida que los pinosson entes sociales y heliófilos, que no admiten en la intimidad des­igualdades de corpulencia; si en el centro de Europa basta aclarar unamasa de pinabete para que el suelo se cubra de individuos que persis­ten muchos años, en nuestros pinares jóvenes de creación artificialpodemos suprimir de repente las tres cuartas partes de las existenciassin que se intercale otra generación. Se cuentan excepciones. Haylugares tan fértiles, que los pinos se reproducen bien bajo cubierta;se trata entonces de un principio de adaptación a la sombra, perfecta­mente explicable, que podría aprovecharse para la formación de pina­res con enorme densidad y extraordinario rendimiento, en lugar deforzarlos envejeciéndolos prematuramente, con pérdida de cantidady calidad maderable.

Con independencia del estorbo fisiológico por la proximidad delarbolado adulto, la germinación necesita particularidades edáficasque no abundan dentro de la masa. A estos inconvenientes se sumala acción del ganado; los acotamientos de la cuarta o quinta parte delmonte por veinte o veinticinco años son impopulares, y por excepciónse cumplen con el rigor necesario; la limitación de cabezas se traduceen engaño, no sólo por el control de número, que ya es difícil, sinoporque los animales no se reparten con uniformidad por el monte,como el ordenador supone, reuniéndose en los sitios más fértiles en losdías que más perjuicio ocasionan.

Ita corta discontinua no alimenta el proceso de selección natural,porque no favorece 10 mejor, sino 10 que primero nace. Además, latendencia a ensanchar la copa, que la amplitud de espacio disponibleal principio brinda a todos los árboles, crea individuos que, aun mejo­rando con la edad, por la mucha rama pierden en valor tecnológico desus maderas.

De todos los tipos de montes españoles, ninguno adquiere hoy la ex­tensión e importancia de los pinares. Son, además, los bosques menos

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perturbados en los tiempos históricos, porque la agricultura apenasmordió sus tierras mientras dispuso de la poblada de encinas, quejigos,robles, alcornoques, fresnos, etc., para asentar dominio permanente.A pesar de ello, pobres defensas matizan las colectividades de pinos, yen sus dinamismos, a diferencia de otras, se destruyen y regeneran poroleadas, no árbol por árbol, resultando frecuentes los rodales coetáneos.El pinar autóctono conservado sin matas gracias a la espesura, se rege­nera bien después de la corta a hecho; conviene, sin embargo, dar a larepoblación toda suerte de garantías, y los aprovechamientos han desometerse a normas seguras. Si selvícolamente hay interés en admi­nistrar el monte de esta forma, mayor es todavía el económico, puesreunida la madera, y casi sin trabas el comprador, aumenta el preciode la unidad de volumen. Imprescindible es ahora que la veda secumpla con rigor, 10 que no es difícil, dada la poca extensión y escasotiempo de vigilancia, unidos al concepto íntimo de respeto que, antela pimpollada llena de promesas, atemoriza al dañador e indigna a quienle sorprende.

Para una misma especie, la ordenación habrá de apoyarse en lacalidad del rodal, dando valor secundario a su estado y a la igualdadde rentas anuales en maderas. Cuantía y edades de aprovechamientoen dicha unidad o grupo de unidades semejantes, serán determinadascon arreglo a las energías potenciales con la aproximación posible, yla mayoría de las veces resultará conveniente la fijación de variosturnos dentro de la misma finca. Es evidente que límites y distribuciónde cortas no pueden dejarse al capricho del personal ejecutor, especial­mente en lugares donde el árbol desempeña funciones esenciales pro­tectoras, y que, por 10 mismo, debería aprovecharse con turno muybreve, 10 que, manifestado así, escuetamente, resulta de comprensióndifícil.

En extensiones pequeñas de dominio privado, conviene aprovecharlos momentos eufóricos que a la venta siguen, para dedicar atencionesa la repoblación completa y rápida y a intensificar crecimientos; laayuda del fuego y del arado reviste ahora gran importancia. Sin em­bargo, como garantía de supervivencia, una labor sencilla es siempreaconsejable en todos los pinares, cualquiera sea el dueño. Cuando lapendiente y naturaleza del terreno 10 permiten, nada mejor que unossurcos con arado romano; donde ni siquiera tan sencilla máquina puedautilizarse con tiro de un solo animal, se recurre a la azada o al rastrillopara remover la broza. Lograda la germinación, pocos años más tarde,dos a cinco, según los casos, se efectúa la corta a hecho. El trabajo del

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suelo. cuyo importe por hectárea no se estima superior al valor de unmetro cúbico de madera en pie. se hace más necesario en los montesde protección y en los de mediana fertilidad.

No debe abandonarse el repoblado a sí mismo. 14a fase de montebravo ha de tener duración limitada, y las limpias irán acompañadasde la poda. El monte queda formado a partir de este momento, y losaclareos posteriores, siempre por la baja, valga mucho o poco 10extraído, han de ejecutarse con sujeción a determinaciones experi­mentales. Sólo esta labor representa considerable trabajo y exige, nosólo mucho personal técnico, sino considerable mano de obra, enépoca del año en que por detención de las faenas agrícolas sobranbrazos en el campo; el hecho es natural, ya que la selvicultura es unaciencia como las otras, y no puede rezagarse en las complicaciones delprogreso para aumentar el rendimiento de la tierra. En compensacióna este esfuerzo, se abre el camino para situar al técnico en un conjuntovegetal adelantado en su desarrollo y no perturbado en su natural modode ser, que permite la realización de gran cantidad de productos inme­jorables, obtenidos con economía de tiempo, respecto a hoy, al menosde la cuarta parte para idénticos diámetros.

Si se exceptúa el fuego, cuyo efecto se impide o amortigua conmedidas previsoras y de lucha, en el pinar autóctono, no obstantesu dinamismo natural, hay estabilidad suficiente contra los enemigosdentro de las edades corrientes de utilización. En cambio, al peligrode incendio se pueden sumar agentes destructores de más difícil do­minio, si el pinar es creado, natural o artificialmente, sin representarla climax o máximo biológico del lugar, ya como degradación o encolonización de otras asociaciones más estables. Unas veces es el me­dio, principalmente el suelo, el que no permite rebasar ciertas edades;otras son los parásitos, y a la cabeza los insectos, a quienes se culpadel daño. Por eso la realización prematura de maderas con estudio demercado probable debe presidir a toda obra importante de repobla­ción en proyecto; pero al mismo tiempo, y sobre todo en caso de signi­ficación regresiva, conviene prevenir la posibilidad de cambio de espe­cie en favor de las que, siendo naturales, revisten mayor importanciasocial y económica en el país. Enseñan nuestros datos que, con bajocoste, a la obra evolutiva natural que se percibe puede darse alientodesde la iniciación, creándose, de paso, parcial seguro contra el incen­dio y estímulo de respeto en el habitante sin tradición madere­ra, para quien la impetuosa creación de pinares, pongamos comoejemplo, acabadas las inversiones de dinero en la comarca, aparecen

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llenas de estorbos, con merma o anulación en el libre disfrute deantaño.

Esta razón de tipo social puro, unida a las económicas, inducen apensar que en tanto la zona natural de montes públicos, de no escasasuperficie en España, no se halle en condiciones de rendir al máximo,empezando la restauración, como es lógico, por lo mejor y más sencilloy barato, la polarización de esfuerzos hacia otro género de grandesempresas, caras y de porvenir lejano o incierto, debe medirse con lavista fija en el espejo del centro de Europa, al que ahora, con másrazón que nunca, es prudente asomarse.

Nótese, por último, al borde ya de la especial materia de este libro,que, incluso en pueblos propietarios de montes de cualquier especie,suele existir malquerencia contra la tutela administrativa. Los vecinospobres, que son casi todos, no respetarán al monte por iniciativa propiaen tanto se niegue al individuo la participación directa en el beneficio.

• • •Dans les ligues suivantes nOU5 donnons le résumé de ce travail

en langue francaise.Nous devons la plupart de nos connaissances sylvicoles a l'obser­

vation directe. De plus nous disposons des expériences oe nos prédé­cesseurs. L'évaluation de la récolte est le plus exact des moyensd'appréciation: rnais, il n'est ici, d'aucune utilité; le temps qui s'écouledepuis la naissance d'un arbre jusqu'a ce que 1'0n puisse en tirer parti,est d'au moins un siecle.

Les résultats des perfectionnements et des améliorations queI'homme introduit, a titre d'essai dans la culture du blé peuvent sedéterminer dans le cours de la rnéme année, et 1'0n se rend vite comptes'ils correspondent aus besoins et aux efforts déployés.

Le probléme est différent en sylviculture. La durée de l'observationnécessaire est normalement plus longue que la vie de l'homme;l'enthousiasme et la méthode qu'exigent les différents essais durentrarement le ternps nécessaire; méme si le résultat correspond a l'hypo­these, il arrive souvent tard et parfois tout intérét perdu.

L'iutroduction de perfectionnements en oléoculture et en viticul­ture, est dictée par les prix que le vin et l'huile atteignent sur lesmarchés. Il n'en est pas de méme pour une forét de pins ou de chéneset c'est pour cela que 1'0n ne pourra jamais compter sur une concor­clance temporelle entre la sylviculture et les intéréts de l'homme.

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S'appuyant sur ces considérations, l'auteur croit que la scíenceforestiére pourrait étre étudiée d'une maniere différente et moinsrigide, mérne si les résultats obtenus sont moins exacts. De mérneque dans l'hydraulique, la mécanique ou la phisiologie le forestierpeut faire des essais sur des modeles, épargnant ainsi beaucoup detemps et d'argent. Les sciences auxilíaires, I'évolution de groupes devégétaux a vie courte tels que les buissons et la vérification de cesétudes sur des plantations jeunes et pas encore exploitées, peuventaider l'intuition du forestier.

I1 y a déja un siecle que ron enseigne en Espagne daos une écolespéciale la science forestiere. Néanmoins, les résultats de la techniqueappliquée aux bois publics ne correspondent pas aux espoirs; la pro­duction de bois est faible, que1quefois meme infime. Cela s'expliquepar le fait que ron a appliqué une technique qui ne convient pas auxbois du pays.

Comrne presque partout, la science forestiére a été importéed'Europe centrale et appliquée presque au pied de la lettre; sans tenircompte de l'importance du changement de c1imat sur les végétaux,nous obligeons nos arbres a vivre et ase reproduire dans des conditionscontraires aux lois naturelles. Les conséquences néfastes de ce procédésont démontrées en 250 exernples expérimentaux exposés dans cetouvrage.

L'auteur arrive a des conc1usions importantes. Le travail techniquedans les foréts peut étre largement simplifié, tandis que ron peutaugmenter la main d'oeuvre aux époques de 1'année oü celle-ci abondedans les campagnes a cause de l'interruption des travaux agricoles.Avec la coopération du facteur humain, toujours d'accord avec lespossibilités économiques, on obtiendra du bois de meilleure qualité,en quantité dix fois plus grande environ, par unité de superficie, acelle que I'on obtient actuellement.

En ce qui concerne l'influence de la physiographie et de l'hommeavec ses troupeaux sur les plantes, elle est étudiée seulement en rap­port au territoire de la péninsule Ibérique. Néanmoins plus ou moinsmodifiées les données exposées peuvent étre appliquées a d' autres pays.

* * *

The following is a summary of this work.The greater part of silvicultural knowledge is obtained by direct

observation. We know more than our forefathers, because we know

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the results of their works. The most exact way of appreciating resultsis in the amount of harvest gathered. This means cannot be easilyapplied to silviculture, as the lapse of time existing between thebirth of a tree and its final utilization, may cover a century.

In agriculture the matter is simpler. Progress may be seen in thecultivation of cereals, as, within the same year of sowing, harvestresults can be summed up and conclusions arrived at, as to whetherthe improvement corresponds to the efforts applied. In silviculture,however, the problem is different. The time for necessary observationusually exceeds the span of human life; the methods and enthusiasmrequired for a given experiment are seldom maintained for the neces­sary time, and when the conclusion is at the height of expectation,the result is often known late, consequently losing interest.

The olive tree and the vine are grown with greater or lesserintensity according to the market value of the oil and wine respec­tively, whereas, these possibilities cannot occur in the case of an oakor pine forest, as a disagreement of time will always exist betweensilvicu1ture and the interests of mano

Based on these ideas, the author believes that forest science canbe studied in a less severe form, although results may not be so exactoAs in hydraulics, mechanics or physiology, the forester can experimentindirectly with the aid of models, thereby saving time and money.The auxiliary sciences, the evolution of short lived plant associations,such as bushlands, together with the verification of these studies inyoung, as yet unexploited plants, may be most helpful to the intuitionof the forester.

For more than a century there has existed in Spain a specialschool where forest science han been taught. The results, however, ofthe technic of our forests has not come up to expectations, and ourproduction of wood is maintained at a very low level. The explanationto this, is in the fact that the methods applied are inadequate to thiscountry. As in most parts of the world, forest science has been intro­duced from central Europe, and applied with only slight a1terationswithout taking into account the importance of changes in c1imate toperennial plants. So we force our trees to live and propagate con­trary to the laws of nature. The consequences of this statement aredemonstrated in this work with 250 examples.

The author has arrived at important conc1usions. The technicalwork of the forest can be very much simplified, augmenting manuallabour especialIy during the period when, owing to severe climatic

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conditions, agricultural work is periodically interrupted. In thisway, with the help of the human factor, and compatible with economicconditions, it will be possible to obtain highest grade tirnber in quan­tities ten times superior, per surface unit, to those at present obtained.

Bearing in mind the influence of physiography and the actionof man and his live stock on plant lile, the present work refers especiallyto the Iberian Península, but with modifieations, the reasons exposedtherein, can be applied to other countries.

... ... ...

In den folgenden Zeilen geben wir die Zusammenfassung in deut­seher Spraehe.

Den weitaus grossten Teil unserer waldwirtschaftlichen Kenntnisseverdanken wir der direkten Beobaehtung; wir verfügen ausserdemüber die Kenntnisse unserer Vorfahren aus den Resultaten ihrerArbeiten. Als exaktester Wertmesser zur Beurteilung dieser Resultatedient uns die Produktion oder Ernte. Aber in der Waldwirtsehaftlasst sich dieser Masstab nieht ohne weiteres anlegen, denn die Zeit­spanne zwischen Entstehen und Nutzung eines Baumes erstrecktsieh gewóhnlich über ein J ahrhundert.

In der Landwirtsehaft liegen die Verhaltnisse einfacher, deJ111die Verbesserungen, die der Mensch versuchsweise irn Getreidebaueinführt, kann er noch im selben Jahre an den Resultaten der Erntebeurteilen und feststellen, ob sie den Erwartungen entsprechen, Inder Waldwirtschaft hingegen ist die Sach1age schwieriger: die notigeBeobachtungsdauer pflegt langer zu sein als die Zeitspanne einesMensehenlebens und die Begeisterung und angewandten Methoden,die die einzelnen Versuche erheischen, pflegen se1ten die nótige Zeitvorzuwalten; selbst wenn das Resu1tat den erwarteten Voraussetzungenentsprícht, erfahrt man es erst spat und hat vielfach aufgehórt, zuinteressieren. Im Oel-und Weinbau richten sich die entsprechendenVerbesserungen je naeh den Preisen, die Oel und Wein auf den Marktenerzie1en. Beim Eiehen-oder Kiefernwald bestehen jedoch diese Móglich­keiten nicht und die Wa1dwirtschaft wird daher niemals in zeitlichenEinklang zu bringen sein mit den jeweiligen Interessen des Menschen,

Gestützt auf diese Voraussetzungen, ist der Autor der Ansicht,dass die Forstwissenschaft auf andere, weniger starre Art studiertwerden konnte, allerdings unter Verzicht auf gleich exakte Resultate.Ebenso wie beim Wasserbau, Mechanik oder Physiologie kann der

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Forstrnann indirekt mit Modellen arbeiten unter grosser Ersparungan Zeit und Oeld, Die Hilfswissenschafteri, das Studium der Entwick­lung kurzlebiger Pflanzenvereine, sowie die Uebertragung dieserStudien auf junge, von Axt und Sage noch unberührte Waldbestandekonnen der unmittelbaren Erkenntnis des Forstrnannes grosse Diensteleisten.

In Spanien wird seit einem Jahrhundert in einer spezialen Hoch­schule Forstwissenschaít gelehrt, aber die Resultate der auf óffent­liche Waldungen angewandten Technik haben den erwarteten Hoff­nungen nicht entsprochen; der Holzertrag unserer Walder ist niedrig,in einigen Fallen segar ausserst gering. Als Erklarung dafür kannangeführt werden, dass die angewandte Technik den Verhaltnissendes Landes nicht entspricht. Wie fast in allen Landern, hat man dieForstwissenschaft aus Zentral Europa eingeführt und deren Lehrenfast buchstablich angewandt; ohne Rücksicht zu nehmen auf denEinfluss, den ein Klimawechsel auf die Pflanzen ausübt, werden diesegezwungen, entgegen den Naturgesetzen zu leben und sich fortzu­pflanzen. In der vorliegenden Arbeit werden an 250 experimentel­len Fallen die Folgen dieses Vorgehens gezeigt.

Im Verlauf seiner Studien gelangte der Autor zu interessantenSch1ussfolgerungen. Die technische Arbeit im Walde lasst sich starkvereinfachen unter starkerer Heranziehung von Arbeitskraft zurZeit der Unterbrechung der Feldarbeiten. Mit Hilfe dieser Arbeits­kraft, und immer unter Berücksichtigung der ókonomischen Verhalt­nisse, kann man mit Ertrágen von Holz bester Qualitat rechnen,Ertrage deren Ausmass ungefahr das Zehnfache per Flacheneinheitder heutigen Ertrage ausmacht.

In der vorliegenden Arheit sind die besonderen Einflüsse derPhysiographie und des Menschen mit seinen Viehherden auf diePflanzenwelt des spanischen Landes in Betracht gezogen; die ausge­führten Darlegungen sind jedoch unter entsprechenden Aenderungenauch auf andere Lander anwendbar.

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