hume david - investigacion sobre la moral.pdf

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    1 EDITORIAL LOSADA, 5_ A.BUENOS AIRES

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  • NDICE

    NOTlCl.\ SOIlIlE L.\ 'flIADUCCIN ..... '. 7

    Mi vida, . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IICarta de Adam Smith a Guillermo Strahan : 20

    SECCIN PIUMEHA

    DE LOS I'IIIXCIPIOS GIli'iEIIALES DE L,i. MOIUL

    De los principios generales de la moral., . . . . . . . . . . . . . 27

    SECCIN SEGUNDA

    DE LA DIlNEVOLEi'iCIA

    Primera parle .Segunda parle .

    SECCIN TEHCERA

    ftf/Ir

    1m L.\ JUSTICIA

    Primera parte " . . . . . .. .. 43Segunda parte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53

    197

    3537

  • SECCIN CUARTA

    DE LA SOCIEDAD POLITICA

    De la sociedad poltica, , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

    SECCIN QUINTA

    POli QU LA UTILIDAD AGRADA

    Primera parte , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , .. , . , , . , . ,Segunda parle, . , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , '.' , , , , , ,

    SECCIN SEXTA

    Dg LAS CUALIDADES TILES A NOSOTHOS xnsuos

    Primera parle, , , , . , , , . , , , . , , , , . , , , , , , , , , , , , , , , . ,Segunda parte, . , , , , , , , , , , , , , , , , . , , , , , , , , , , , , , , , ,

    SECCIN SPTIMA

    DI, L,tS Cl:ALID,tDgS IN~IEDL\TA~IENTE AGIIADADLES A NOSOTIlOS ~IIS,\lOS

    De 1:15 cualidades inmediatamente agradables a nosotrosrnl~lllOS, , , , , , , , , , , , , , , .. , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

    SECCl()N aCTA VA

    DE LAS Cl:,tLIDA'DES 1;-;)lEDIA'I'A~IEN'fE AGIlADAIlLES A LOS DE~L\S

    De las cualidades inmediatamente agradables a los dems,

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    SECCIN NOVENA

    CONCLUSiN

    Primera partc . , , , , , , , , , , , , . ' , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,Segunda parte, , , , , , , , , , , , , , , , , . , , , . , , , , . , , , , , , ' ,

    PIUMEH. APENDICE

    ACERCA DEL SENTIMIENTO MOllAr... ,\

    Acerca del sentimiento moral, , , , , , .. , , , , , , , , , , , . , .. 153

    SEGUNDO APf:NDICE

    DEL A~IOl\ A si MlS~1O

    Del amor a s mismo, , , . , .. , , , , , , , .. , , , , , , . , , ',' , , .65

    TERCER APNDICE

    ALGUNAS CONSlDEIUCIONES ULTElllOllES ACEl\CA DE LA JIJSTlCIA

    Algunas consideraciones ulteriores acerca de la justicia, ,

    CUAHTO APENDICE

    SOBRE ALGUNAS DISPUTAS VEl\B,\LES

    Sobre algunas disputas verbales, , , , , , , , . , , , , , . , , , , . , 183

    199

  • TItulo del original ingls:An enquiry cOllcel'llillg lite prieiplcs o! mOrtlls

    Traduccin por:Juan Adolfo l':lJlle:

    Qucda hecho el depsito Cjuc

    previene In ley nm. II'7!l3

    Copyright by Editorial Losada S. A.Buenos Aires, 1945

    .1\-

    II

    IMPUESO EN ARGEN1'II\'i\PRINTED I{I' ARGENTINA

    Acabse de imprimir el da !l5 de agoslo de 1945Imprenla Coni- Per 684 Bu e n o s Aires

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    NOTICIA SOBRE LA TRADUCCIN

    Los escritos de Hume que forman este ooluuien Izan sidotraducidos directamente de las siguientes obras: la Investi-gacin sobre los Principios ele lit Moral" de Enquiries con-cerning the Human Understanding and concerning thePrincipies of Morals, by David Hume. Reprinted from thePosthumous Edition of 1777 and Edited with Introduction,Cornparative Tables of Contents, and Analytical Index byL. A. Selby Bigge. Second Edition, Oxford, ClarendonPress, Irnpression of 1936, Es decir, CI! la edicin de Oxfon!aparece la Investigacin sobre los principios de la Moral[u uto COIl la Investigacin sobre el Entendimiento humano.Hemos contparado el texto de Ovford con el de la edicin deWatts & Co., London, 1906, qlte lleva por titulo: Essays.l. An Inquiry concerning Human Understanding. 1l. AnInquiry coucerning the PrincipIes of Morals, como lo hici-mos COH la Investigacin sobre el Entendimiento humano.Hemos encontrado en ambos textos uarias erratas de difcrl?llteimportancia. Dal'C1JIOS alqunos ejcniplos sealando pgina' :Vlnea eH la edicin oxoniense y diciendo si estos errores seencuentran tambin en la cdiciu de Watt s (la bastardilla esma): pgina 174, ltima linea: "Men are not cured' ... rque debe leerse "Men are now cured" ... tal como figllra eHla edicin de Watts. El! la pgiHa 181, lnea 14: "liad 110t",lase "Izad", error no corregido el! la edicin Watt s. Enptgina 207, 1I0ta: "Sept. EIIIP.", lo correcto es "Sext, EIIIP.",

    7

  • como en W atts.E11 pgina 247, lineas 27-28: "nature 01"offence", e1l lugar de "natura 01' essence", tambin ell vVattscquiuocado, Finalmente, al pie de la pgina 318 encontramosdos Ilotas que llevan el nmero UlIO y una que lleua el we-ro tres. La Ilota uno, superior, dice: "Polybius, lib. VIII.cap. 2", debe decir, como en Watts, "Polybius, lib. lII. cap.2". La 1I0la uno, inferior, debe llevar el nmero dos. Tcin-bin en esta oportunidad 1I0S Iza servido la traduccin italianade Giuseppe Preseolini (David Hume, Ricerche sull'IntellettoUmano e sui Principii della Morale. Bari, Gius. Laterza &Figli, 1910), al proporcionar una llueva fuente, pues Presea-lini ha tenido en cuenta las Philosophical \"~qrks of DavidHume, Longmans, Green & Co., London, 1874. Eclitecl byT. H. Green anc1 T. H. Grose, que no nos fu posible COII-sultar.

    Hemos tomado el texto original de la autobiografa de Hume\' de la carta de Ada'HI Smith a Guillermo Strahani de A11Enquiry concerning Human Unclerstanding and Selectionsfrom A Treatise of Human Nature, by David Hume. WithHume's Autobiography and a letter from Adarn Smith. LaSalle, IJIinois, The Open Court Publishing Company, (Philo-sophical Classic NQ 45 en la Religion of Science Library.)Nuestra traduccin de la antobioqrofia de Hume ha sido cote-jada COIl la versin de FOIti (obra citada).

    Tambin en el presente trabajo hemos utilizado el proce-dimiento de encerrar entre porntesis, al lado de la traduc-cin, las palabras inglesas de ainbiquo u oscuro sigllficado.

    Un problema nucuo y de la mayor importancia para lacorrecta inteleccin de la Investigacin sobre los Principiosde la Moral lo 'lante la voz inglesa humanity, ya qUiJ elconcepto que menta es [icndamental eH la tica de Hume.Humanity 110 poda traducirse por "lunnanidad' - si sequera conservar la unioocidod, - porque "humanidad" erala traduccin que asiqubainos a mankind (gllcro lutnunio ),y IOIII/JOCO podamos traducirla por "bcneuolcncia" o "sinipa-

    -- ';" tia", que SOIl trminos de significado semejante al de huma-nity, porque HU'IJle lisa las palabras benevolence y sympathy.Finalnieutc rcsoluitnos q'l/e la traduccin de humanity habrade ser "carcter humanitario", entendido as: "carcter",COIIIOalgo indestructiblcmenie grabado en el espritu liu nuino ;"humanitario", en el sentido de que este modo de ser o carcter110 es indiferento COIl respecto a las dems personas sino quese interesa por ellas. El "carcter humanitario" (humanity ) es,de acuerdo a Hume, un. sentimiento idntico al de la 1II0ra-lidad, sentimiento ltimo e indestructible, desinteresado y 110[iiujido, que puede reconocerse por 1lI1111erOSOSsiquos en lauaiuraleza liumana. Este sentimiento, por ser couucn a todoslos hombres, constituye cl [undainento de la tico, pues losJuicios morales, para ser verdaderos, requieren IIl1a objetivi-dad que 1/0 podrian tener si el carcter hununiitario 110 fuera1111 don existente ell cada 11110de los hombres. La humanityde una persona es, pues, la humanity de toda la lutmauidad,Es el nico sentimiento frente al cual ningll hombre, cual-quiera sea Sil carcter, per//lanccc illdiferentc.

    Otra palabra que hemos traducido uniuocantcnic es self-love, COl1l0 "amor 'a s 'IHisIIIO", entendiendo que equivale a"egosmo". Pero "eqoisnio" lo hemos reservado para "self-ishness, sinniuio, por tanto, de sel flove.

    JUAN ADOLFO FAZQUEZ,

    La Plata, marzo de 1939.

    8

  • MI VIDA

    Es di fcil que un hombre hable largo .tiempo de s mismosin vanidad; por tanto, ser breve. Tambin podr tomarsecomo ejemplo de vanidad el hecho de que yo pretenda escri-hir toda mi vida, pero este relato slo contendr poco msque la historia de mis obras, como que, en verdad, he pasadocasi toda mi vida en ocupaciones y actividades literarias. Yel primer xito de la mayora de mis obras no ha sido talcomo para constituir motivo de vanidad.

    Nac el 26 de abril de 1711, en Edimburgo. Perteneca auna buena familia, tanto por parte de padre como de ma-dre: la familia materna es una rama del conde ele .Home oHume, y mis antepasados, durante varias generaciones, hansido propietarios de la hacienda que mi hermano posee. Mimadre era hija de Sir David Falconer, Presidente del Colegiode Justicia y el ttulo de Lord Halkerton pas por sucesina su hermano.':'

    Mi familia, sin embargo, no era rica, y como yo era elmenor de los hermanos, ljipatrimonio, de acuerdo a la cos-tumbre del pas, era naturalmente muy pequeo. Mi padre.,que pas por ser un hombre de talento, muri cuando yo eraan una criatura y me dej, con un hermano mayor y unahermana, bajo el cuidado de:!nuestra madre, mujer de mritosingular, la cual, aunque joven y hermosa, se dedic por com-pleto a criar y a educar a sus hij os. Pas el curso usual ele

    II

  • los estudios con xito y muy temprano fu arrebatado por lapasin de la literatura, que ha sido la pasin dominante enmi vida y la gran fuente de mis goces. Mi disposicin parael estudio, mi tranquilidad y mi aplicacin, hicieron pensara mi familia que la profesin ms adecuada para m era laele las leyes, pero yo senta una insuperable aversin paratodo lo que fuesen las investigaciones ele la filosofa y de laciencia (learu/lg) en general, y mientras ellos imaginabanque yo estaba estudiando atentamente a Vinnio y a V oecio,Cicern y Virgilio eran los autores que yo devoraba en

    secreto.Sin embargo, como mi fortuna tan exigua era- inadecuada

    para este plan de vida, y como mi salud estaba un poco re-sentida por mi ardiente dedicacin, estuve tentado -o, mejordicho, obligado, - a hacer un muy dbil esfuerzo para em-prender una vida ms activa. En 1734 fu a Bristol convarias recomendaciones para algunos eminentes comerciantes,pero a los pocos meses encontr que ese panorama me eracompletamente inadecuado. Fui entonces a Francia con laidea de proseguir mis estudios en un retiro campestre, y mepropuse el plan de vida que he perseguido con firmeza y conxito. Resolv suplir mi falta de fortuna con una frugalidadmuy rgida, para mantener intacta mi independencia y consi-derar despreciable a todo objeto que no fuera el mejoramientode mi talento en las letras.

    Durante mi retiro en Francia - primero en Rheims, peroprincipalmente en La Fleche (Anjon) - escrib el Tratadode la Naturaleza Humana. Despus de pasar muy agradable-mente tres aos en este pas, pas a Londres en 1737" A finesde 1738 publiqu el Tratado, e inmediatamente fu a visitara mi madre y a mi hermano, quien viva en su casa de campoy se ocupaba con mucho juicio y xito en el mej oramiento desu fortuna.

    N unca ha habido un es fuerzo literario ms in fortunadoque mi Tratado de la Ncturalcca Humana. Fu, en verdad.

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    !

    ..-,'un ~borto editorial que jams lleg siquiera a la distincin deexclta~ la murmuracin de los fanticos. Pero como era portempei amento alegr.e y lleno de esperanzas, pronto me repuse~el golp~ y. pro:e~U1 con g~'an ardor los estudios en el campo.En 174_ l111p1"11111en Edimburgo la primera parte de misE.Hsayos: La obra Iu favorablemente recibida y pronto me11l~o olvidar enteramente mi fracaso anterior. Continu conun madl:e 't herman? ~n el ca~npo, y en ese tiempo recuperel conocimiento del idioma griego que haba descuidado mu-cho durante la primera parte de mi juventud.

    En 1745, .l"e~ib una carta del Marqus de Annandale, enla cU,a} me invitaba a ir a vivir con l a Inglaterra y not,tambin, que los amigos y la familia de ese joven noble de-seaba~ ponerlo bajo mi cuidado y proteccin debido a lal~.:cesldad de atender al estado de su mente. Con l viv unano. Durante este tiempo mis tareas aumentaron considera-blemente mi pequea fortuna. Luego recib una invitacindel General ?~'.Clair para que lo acompaara como secretariode su ex~edlclon, que en el primer momento se pens enviaral Canad~, pero que termin en una incursin por las costas?e .Fr~~cIa. Al ao. siguiente, esto es, en 1747, recib unamvitacion del general para que lo acompaara, con el mismocarg_o, en su e1l1bajad~ milita~" ante las cortes de Viena y deTurn. Entonces vesti el uniforme de oficial y fu presen-~ado en es!~s cortes como ayudante de campo del general,J unto con SIr Harry_ Erskine.y el Capitn Grant, hoy General

    ',' Grant. Estos dos anos constituyen casi la {mica interrupcinque, han tenido mis estudios en el transcurso de mi vida: los

    ";;'::1\p~seagra~ablemente y en buena compaa, y mis tareas, dada!TI I frugalidad, me permitieron obtener una fortuna que yollam.aba, n~ependiente, a~nque la mayora de mis amigos sesentan inclinados a sonreir cuando yo lo mencionaba: en pocaspala?ras, ahora era yo dueo de cerca de mil libras.

    "', SI,empre haba abrigado la idea de que la falta de xito alpublicar el Tratado deJa Naturalesa Humana se deba ms al

    13

  • modo de expresin que al asunto mismo, y que haba come-tido una indiscrecin muy usual, que es la de publicar dema-siado temprano. Por tanto, refund la primera parte de esaobra en la Lnuestiqaci n sobre el Entendimiento humano, quese public mientras yo estaba en Turn. Pero este trabajoal principio apenas tuvo ms xito que el Tratado de la Naiu-raleza humana. Al volver dc Italia tuve la mortificacin deencontrar a Inglaterra agitada a causa de la Libre Investi-gacin del Dr. Morton, mientras mi obra era enteramentedesatendida y menospreciada. Una nueva edicin de misEnsayosmorales y politicos, que se haba publicado en Lon-dres, no:,~:tontr una aceptacin mucho mayor.Tanta"''s la fuerza del temperamento natural, que estos

    fracasos me causaron muy poca o ninguna impresin. En1749 fui a ver a mi hermano y me qued dos aos viviendocon l en su casa de campo, pues ahora mi madre ya habamuerto. Escrib aqu la segunda parte de mis Ensayos,' quetitul Discursos Polticos, y tambin la Investigacin sobrelos Principios de la NI oral, que es otra parte del Tratado queluego refund. Mientras tanto, A. Millar, mi librero, me in-form que mis anteriores ptiblicacio~,c;p:,- todas excepto elinfortunado Tratado - comenzaban a ser tema de comenta-rios, que su venta aumentaba gradualmente, y que se solici-taban nuevas ediciones. Las respuestas de los reverendos yde los reverendsimos fueron dos o tres por ao. Y por las1110fas~!,~1."Dr.Warburton me di cuenta de que los libroscomenzabanz.a ser estimados entre la buena sociedad. Sinernbarge toill la resolucin - que he mantenido in flexible-mente -'- de no contestar a nadie, y como no soy de tempe-ramento irascible, me he mantenido apartado sin dificultadde las disputas literarias. Estos sntomas de una reputacincreciente me sirvieron de estmulo, pues yo siempre he estadodispuesto a ver ms bien el lado favorable que el desfavorablede las cosas, inclinacin que es mejor poseer que el haber

    14

    nacido dueo de una hacienda con una renta de mil librasanuales.

    En 1751 dej el campo para ir a la ciudad, que es el esce-nario propio de un hombre de letras. En 1752 se publicaronen Edimburgo, donde entonces yo viva, los Discursos Pol-ticos, mi nica obra que tuvo xito en su primera edicin,pues fu bien recibida en el pas y en el extranjero. En elmismo ao se public, en Londres, mi Inuestiqacin sobrelos Principios de la NI oral, que, en mi opinin - aunque)'0 "no debera juzgar en este asunto - es incomparablementela mejor de mis obras, histricas, filosficas o literarias.Pero vino al mundo sin ser notada ni observada. ,,'Vi{;;:'En 1752, la Facultad de Leyes me nombr su bibliotcc~f,f,

    .puesto del cual reciba poco o ningn sueldo, .pero que ponaa mi disposicin una gran biblioteca. Entonces me propuseescribir la Historia de Inglaterra, pero, intimidado por laidea de tener que rel-tar sin interrupcin un perodo de milsetecientos aos, comenc con el advenimiento de la casa delos Estuardos, poca en la cual, segn creo, comienzan prin-cipalmente las tergiversaciones facciosas. Reconozco que tenagrandes esperanzas de xito en esta obra. Pensaba que erael nico historiador que haba desdeado al mismo tiempo elpoder presente, el inters, la autoridad o el clamor de 105prejuicios populares, y como el tema estaba al alcance detodos, esperaba un aplauso proporcional. Pero mi fracaso'fu muy desdichado. Fui atacado con reproches y des-aprobaciones y hasta se me odi por ello. Los ingl~se!l;~Jos'escoceses y los irlandeses, los torios y los whigs, clrigps Y:'"sectarios, librepensadores y partidarios de la religin, patrio- ",,}tas y cortesanos, todos se unieron contra el hombre que sehaba permitido derramar una lgrima generosa por el des-tino del rey. Carlos 1y el conde de Strafford; y despus quclos primeros hervores de su furia hubieron pasado - lo queaun era ms mortificante - el libro pareci caer en el olvi- -'"do. Mr. Millar me elijo que en un ao slo haba logra-

    15

  • do vender cuarenta y cinco ejemplares. La verdad es queraramente tuve noticia de que alguna persona, destacada porsu rango o por sus talentos literarios, en cualquiera de lostres reinos pudiera soportar al libro. Slo debe exceptuaral primado de Inglaterra, Dr. Herring, y al primado de Irlan-da, Dr. Stone, que parecen dos inslitas excepciones. Estosilustres prelados me comunicaron separadamente que no debadesalentarme.

    Confieso, sin embargo, que yo me senta desalentado, ysi en este momento no hubiese estallado la guerra entre Fran-cia e Inglaterra por cierto que me habra retirado a algunaciudad de provincia del primero de los pases nombrados,habra cambiado de nombre y no habra vuelt' jams a mipas natal. Pero como este plan no era ahora practicabley como el volumen siguiente se hallaba considerablementeadelantado resolv recobrar mi coraje y perseverar.

    En este intervalo publiqu en Londres mi Historia Natu-ral de la Religin, junto con otros trabajos pequeos. Suaparicin pblica fu oscura, salvo tan slo que el Dr. Hurdescribi un folleto contra ella, con toda la petulancia, arro-gancia e insolencia iliberales que caracterizan a la escuelawarburtoniana, Este folleto me cli algn consuelo por elrecibimiento ::":':')or lo dems indiferente - que tuvo miobra. ' .,. ',~~:;i ;

    En 1756, dos aos despus de la aparicin del primer volu-men de mi Historia, apareci el segundo, que contena elperodo desde la muerte ele Carlos I hasta la Revolucin. Estaobra pareci desagradar menos a los whigs, fu mejor reci-bida y no slo se elev a s misma, sino que tambin ayuda encumbrar a su infortunada compaera.

    Pero aunque la experiencia me haba enseado que elpartido 7t'hig dispona de todos los puestos tanto polticoscomo literarios, me senta tan poco inclinado a ceder antesus insensatos clamores que introduje ms ele cien altera-ciones en el reino de los Estuardos, obligado por reflexio-

    r6

    nes, lecturas y estudios ulteriores, todas invariablemente enfavor del lado tory, Y es ridculo considerar la Constitu-cin inglesa antes de ese peroelo como un plan regular delibertad.-' '1, !

    En 1759 publiqu mi Historia de la Casa Tudor. La gri-tera contra esta obra fu casi igual a la que se levantcontra la historia de los dos primeros Estuardos. El reinode Isabel era particularmente detestable. Pero entonces fuinsensible a las impresiones de la locura popular, y continuen mi retiro de Edimburgo, muy tranquilo y contento, paraterminar, en dos volmenes, la parte ms antigua de la His-toria de Inqlaterra, la cual entregu al pblico en 1761 conxito tolerable, pero nada ms qel,'t6lerable.

    Sin embargo, a pesar de esta variedad de alisios y borras-cas a que haban estado expuestos mis escritos, hacan pro-gresos tales que el dinero que me enviaban los libreros pormis libros exceda en mucho a cualquier caso anteriormenteconocido en Inglaterra: 110 slo haba llegado a la indepen-elencia, sino tambin a la opulencia. Me retir entonces aEscocia, mi pas natal, y determin no volver a poner piefuera de l, con la satisfaccin de no haber pedido nuncanada a personas eminentes ni siquiera haber intentado lograr~.):~",:la amistad ele algunas de ellas. Y como haba llegado a los .cincuenta aos, pens pasar el resto de mi vida de esta filos-fica manera, cuando en 1763 recib, una invitacin elel conelede Hertford - con quien yo no tena la menor amistad -para que lo acompaase en su e,rpl)*jada a Pars, con la pro-bable perspectiva de ser designado ,?ecretario de la embajada,y, mientras tanto, realizar las hmciofles ele ese puesto. Porms que el ofrecimiento era ri~lty atractivo, al principio lodeclin, porque era contrario a trabar relaciones con los hom-bres eminentes y porque tema que las corteses atenciones yalegres compaas de Pars habran ele ser desagradables auna persona de mi edad y de mi humor, pero al repetir suexcelencia la invitacin, la acept. Tengo toela clase de moti-

    2

  • vos - de placer y de inters - para creerme feliz en misrelaciones con este noble, as como despus con su hermano,el General Conway.

    Quienes jams han percibido el extrao efecto de las cos-tumbres nunca podrn imaginar la recepcin que encontren Pars de parte de hombres y mujeres de todo rango yposicin. Mientras ms hua de sus excesivas atenciones,ms se me prodigaban. Sin embargo se experimenta unasatisfaccin real al vivir en Pars, debido al gran nmero depersonas de buen sentido, instrudas y bien educadas queabundan ms en esta ciudad que en cualquiera otra partedel universo. Por un momento pens en quedanpe all parasiempre. ..-

    Se me design secretario de la embajada, y en 1765 LordHerdford se separ de m, pues fu nombrado virrey ygobernador de Irlanda. Fu charq d'affairs hasta la llega-rla del Duque de Richmond, hacia fines del ao. A princi-pios de 1766 abandon Pars, y al verano siguiente fui aEdimburgo, con la misma idea de antes: encerrarme enretiro filosfico. Volv a aquel lugar, no ms rico, pero scon mucho ms dinero e ingresos mucho mayores, debidoa la amistad de Lord Herdford, que cuando lo dej, y desea-ba ver qu podan producir los excedentes, pues antes yahaba experimentado una vida ajustada. Pero en 1767 reci-b de 1\1r. Conway una invitacin para ser sub-secretario, yel carcter de la persona y mis relaciones con Lord Herd-ford me impidieron rechazarla. Volv a Edimburgo,en 1769,muy opulento - posea entonces una renta,,?e,~i1 librasanuales -, con salud y, aunque algo abatido .por'.los aos,con la perspectiva de gozar 'por largo tiempo de mi tranqui-lidad y de ver aumentada mi reputacin.

    En la primavera de 1775 fu sorprendido por una enfer-medad del vientre, la cual al principio no me alarm, peroque luego, como me doy cuenta, ha llegado a hacerse incu-rable y mortal. Ahora confo en un rpido desenlace. Mi

    18

    til'j~,

    enfermedad me ha' causado muy pocos dolores y, 10 que esms extrao, a pesar de mi decaimiento fsico, jams hetenido un momento de abatimiento espiritual, al punto deque si debiera decir qu perodo de ~1i.vida quisiera v~lvera vivir, estara tentado a sealar este ultimo. Conservo siem-pre el mismo fervor por el estudio y la misma jovialidad conlos que me rodean. Considero, adems, que al morir un hom-bre de sesenta y cinco aos, no hace ms que abrevi~r ~ll~OSpocos aos de dolencias, y que aunque ~eo muchos mdl~losele que mi reputacin literaria brota al fin con nuevo brillo,s que slo dispondra de pocos aos para gozar de ella. Esdifcil sentirse ms despegado de la vida de lo que lo estoyactualmente.

    Para concluir histricamente con mi propia caracteriza-cin, dir que soy - o, mejor dicho, que era, pues ste esel estilo que ahora debo usar al hablar de m mismo, y queme anima a hablar de mis sentimientos -, era, digo, hombrede carcter apacible, dueo de mi temperamento, de ht.11110ralegre y sinceramente abierto a los dems, capaz de amistadpero poco susceptible de tener enemigos, y de gran mode.ra-cin en todas mis pasiones. Aun mi amor por la fama Iite-raria, que era mi pasin dominante, no agri nunca mi carc-ter, a pesar de mis frecuentes fracasos. Mi compaa noera despreciable para los jvenes y descuidados, as comopara los estudiosos y la gente de letras, y como senta unplacer particular en la compaa de las mujeres modestas, notena motivos de desagrado por el recibimiento que ellas mehacan. En una palabra, aunque la mayora de los hombres,por ms eminentes que hayan sido, han encontrado razonespara quejarse de la calumnia, jams fu tocado ni atacado porella, y aunque me expuse caprichosamente a la ira de lasfacciones civiles y religiosas, stas parecan para mi bien,desarmadas de su acostumbrada furia. ~Iis amigos nuncatuvieron ocasin de vengarse por ningn rasgo de mi con-ducta. o carcter; lo cual no quiere decir que a los fanti-

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  • l'(I~. como puede suponerse, llO les hubiera gustado ill~ent:lI'v propagar algulla historia en perjuicio mo, pero F.unaspudieron encontrar una que tuviera aspecto de probab1hd~~1.No puedo decir que no haya vanidad al hacer esta ,0raclOnFnebre de mi mismo, pero confo en que no estar fuerade lugar. Este es un hecho que puede serminado fcilmente.

    18 de abril de 17~6.

    CARTA DE ADA M

    Estimado Seor :

    Con placer verdadero,pongo a darle algunas .l1IJLI.';I"~nuestro excelente.ltima enfermedad. -'.',"",,,,,,,,,,,.',,,,

    AUl1que,segri'su , . ',"mortal, se, dej' convencer por los ruegos de ,"probar 'los efectos que le producira un largodas antes de partir escribi el relato ele su.junto con sus otros escritos, ha d.eja~o arelato, pues, comienza, donde tenn1l1~ el :t;~,~~'j;i;;;:d~,';,;0:~~i~~\il!~'t;It,;\,0i;'''\',1~41>,!

    Parti para Londres,,~,;,Ji,!lesi9.e,abnl; Y '.. ' ..,tr con Mr.'John"Hoille y' conmigo, que os venidodesde Londres con el propsito de verlo, esperando enco.n-trarlo en Edimburgo. Mr, Home volvi con l y 10 at~nd1,durante su permanencia en Inglaterra, C011 todo el cuidadoy la atencin que podan esperarse de un ten;peram~!l1to ta~lleno ele amistad y de afecto. Como yo habla e7c1'1to a 1;11madre dicindola que 111epoda esperar en ESCOCIa, me veta.. \

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    en la necesidad de cont inuar el viaje. Su l'1l cnnerlad pareciaceder ante el ejercicio y el cambio de aire, y cuando lleg aLondres aparentemente gozaba de salud mucho mejor quccuando parti de Edimburgo, Se le aconsej (ue fuera aBath a beber las aguas, que durante algn tiempo parecieron,causarle tan buen efecto que hasta l mismo comenz a

    ;r".~~~Wtr:f;~f~i~~:':';~~-opinin de su propia salud, cosa que l.''1 .estaba inclinado a creer. Sin embargo, sus

    "con' su violencia usual, y desde ese;:;'J:tll.llU!t:IIL.lI:it1Ui,'W.lUJIIU toda idea de mejora', pero se resign con

    y perfecta complacencia. Al volver a Edim-aunque se senta mucho ms dbil, su contento, sin

    embargo, nunca disminuy. Continu recrendose, segn sucostumbre, corrigiendo sus propias obras para una lluevaedicin, leyendo libros de entretenimiento, conversando consus amigos y, a veces, por la tarde, con una partida de sujuego favorito: el zoliist. Su contento era tanto y sus con-versaciones y entretenimiento se desarrollaban ele un modotanusual que, a pesar de todos los malos sntomas, muchagente 110 poda creer que se estaba muriendo. "Le dir a suamigo el Coronel Edmondstone - le dijo I1n da el Dr. Dun-das - que lo dejo mucho mejor y en camino de rpidamejora". "Doctor - dijo l - como creo que usted no hade preferir decir otra cosa que la verdad, sera mejor que ledijera que me estoy muriendo tan rpido C0l110 mis enemigos- si los hay - pudieran querer, y tan tranquila y jovial-mente C0l110 mis mejores amigos podran desear", El Coro-nel Edmondstone pronto vino a verlo y a despedirse de l, yal volver a su casa no pudo reprimir sus deseos de escribirletina carta, envindole 1I11a vez ms 1I1l etcruo adis ~' apli-cndole, COIllO a un moribundo. los hermosos versos fran-ceses en que el Abate Chaulicu, al gl1ardar su propia muer-le, lamenta la prxima separacin ele SlI amigo el Marqusde la Fare. La magnanimidad y firmeza de 1\.1r. ll nmc erantales que sus amigos saban que 110 hul ..ia ningn nesgo al

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  • hablarle o escribirle C01110 a quien se est muriendo y que,lejos de sentirse herido por esta franqueza, le agradaba ylisonjeaba. Yo entr casualmente en su habitacin mientrasl estaba leyendo esta carta que acababa de recibir y queinmediatamente me mostr. Le dije que, aunque percibacun debilitado estaba y que las apariencias en muchos res-pectos eran muy malas, su jovialidad era siempre tan grandey el espritu de vida pareca ser siempre tan fuerte en l,que no poda dejar de abrigar algunas dbiles esperanzas. Mecontest: "Sus esperanzas no tienen fundamento. Una dia-rrea de ms de un ao de duracin sera una enfermedadmuy grave en cualquiera edad; y a mi edad es' mortal. Cuan-clo me acuesto por la noche me siento ms dbil que cuandome levanto por la maana; y cuando me levanto por lamaana, ms dbil de cuando me acuesto por la noche. Medoy cuenta, adems que algunas partes vitales estn afec-tadas, de modo que pronto debo morir". "y bien, dije yo,si as debe ser, usted tiene la satisfaccin de dejar a todossus amigos, y a la familia de su hermano en particular, engran prosperidad". Dijo entonces que senta 7sa satisfaccintan perceptiblemente que unos pocos das antes, cuandoestaba leyendo los Dilogos de la Muerte. de Luciano, entretodas las excusas que se le presentan a Carente para no entrarrpidamente en su barca, no podra encontrar una adecuadapara l: no tena casa que terminar, hija que casar, ni ene-migos de los cuales deseara vengarse. "No poda imaginar-me - deca l - qu excusa le podra dar a Caronte paraobtener alguna demora. He hecho todas las cosas de irnpor-tancia que me propuse hacer y en ningn momento podaesperar dejar a mis parientes y amigos en mejor situacinde la que probablemente ahora les vaya dejar; tengo, por tanto,toda razn en morir contento". Luego se entretuvo inven-tando algunas excusas burlescas, que supona poda hacer aCarente e imaginando las, speras respuestas que el carcterde Carente podra contestar adecuadamente. "Considerando

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    mejor - dijo - cre que poda decirle; "Buen Carente hee;tado corrigiendo mis obras para' tina nueva edicin. on.cedeme un poco de tiempo para ver cmo recibe el pblicoI~s alteraciones". ~ero Caronte respondera: "Cuando hayasVisto el efecto de estas, estars haciendo otras alteracionesNo habr fin a tales excusas, de suerte que honesto amizo,t bi '", ,en a len entrar en la barca". Pero yo todava podra solici-tarle: "Ten un poco de paciencia, mi buen Caronte, he esta-d~ tratand? de abrir los ojos al pblico. Si vivo unos aosmas, podre tener la satisfaccin ele ver el derrumbe de al-gunos de los sistemas de supersticin dominantes". Pero~a:onte enton:es perdera toda su paciencia y urbanidad:Picara haragn, eso no ocurrir por muchos cientos de

    ao~. Te imaginas que te vaya conceder prrroga por tan-to tJe~po? Entra a la barca ahora mismo, holgazn, pcaroharagan".

    Pero aunque Mr. Hume hablaba siempre de su cercanodes.e,nlace con gran jovialidad, nunca pretendi hacer osten-tacin de su magnanimidad. Nunca mencionaba el asuntosalvo cuan~o la conversacin llevaba naturalmente a l, ynunca segura hablando de ello ms de lo que el curso mismode la conv,ersacin lo exiga. Es verdad que era un temaque aparecia bastante frecuentemente debido a las preCTun-tas ,de sus amigos que venan a verlo y que naturaln~ntehacla~ sobre el, estad? de su salud. La conversacin que hemenclOna~o mas ~r~lba y que ocurri el jueves ocho deagosto, ~ue la penltima que tuve con l. Se haba puestotan. dbil que la compaa de sus ms ntimos amigos lofatigaba, porque su jovialidad era tan grande su amabili-dad, y di~posicin sociable eran siempre tantas: que cuandoal!i"un amigo estaba con l 110 poda dejar de hablar ms, yaun .. con mayor esfuerzo, de lo que era adecuado para ladebJl~ad de. su cuerpo. Por su propio deseo, pues, convenen dejar Edlmb.urgo en donde estaba en parte por l, y volva la casa de mi madre, aqu en Kirkaldy, con la condicin

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  • de que l me enviara buscar cuando desease verme, en tan-to que el Dr. Black, el mdico que lo vea con mayor fre-cuencia, se encargaba de escribirme ocasionalmente dndomenoticias de su estado de salud.El veintids de agosto el doctor me escribi la siguiente

    carta:"Desde mi ltima, 1\Ir. Hume ha pasado el tiempo bas-

    tante tranquilamente, pero est mucho ms dbil. Se sienta,baja una vez por da al piso inferior y se entretiene leyendo,pero rara vez ve a alguien. Nota que hasta la conversacinde sus ms ntimos amigos lo fatiga y lo oprime. Y es unafelicidad que no los necesite, pues est muy libre de ansie-dad, impaciencia o decaimiento y pasa su tiempo muy biencon la ayuda de libros de entretenimiento".

    Al da siguiente recib una carta del mismo 1\1r. Hume, dela cual doy un extracto:

    "Edimburgo, 23 de agosto de 1776.

    "Mi queridisimo amigo:

    "Debo utilizar la mano de mi sobrino para escribirte por-que hoy no me levanto.

    * * *

    "Estoy declinando muy rpidamente. Anoche tuve un pocode fiebre que, esperaba, pudiera poner un fin ms rpidoa esta tediosa en fermedad, pero en gran parte ha desapare-cido. No puedo permitir que usted venga aqu por m, yaque me es posible verlo slo una pequea parte del da, peroel Dr. Black lo puede informar mejor del grado de fuerzasque de tiempo en tiempo me quedan. Adis, etc.".

    Tres das ms tarde recib la siguiente carta del Dr. Black :

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    "Edirnburgo, 26 de agosto de 1776.

    "Estimado Seor:

    "Ayer, alrededor de las cuatro de la tarde, Mr. Humeexpir. La prxima cercana de su muerte se hizo evidenteen la noche entre el jueves y el viernes, cuando su enferme-dad se agrav y pronto lo debilit tanto que no poda levan-tarse de su cama. Hasta el final estuvo perfectamente sen-sible y exento de mucho dolor o de sentimientos de pena. Ja-ms dej ver la menor expresin de impaciencia, sino quecada.vez que deba hablar a quienes lo rodeaban lo hizo condulzura y afecto. Me pareci impropio escribirle para queviniera, especialmente al saber que l haba dictado una car-ta para usted, deseando que no viniese. Cuando se debilitmucho deba esforzarse para hablar, y muri con una sere-nidad de espritu que nada podra sobrepasarlo".

    As muri nuestro muy excelente e inolvidable amigo,acerca de cuyas opiniones filosficas los hombres, sin duda,han de juzgar de maneras di ferentes, aprobndolo o conde-nndolo, segn ocurra que coincidan o no con las suyas pro-pias, pero acerca de cuyo carcter y conducta di fcilmentepuede haber diferencia de opiniones. Su temperamento, porcierto, pareca estar ms felizmente equilibrado - si se mepermite esta expresin - que el de cualquiera otra perso-naque haya jams conocido. Anen los momentos en quedispona de una humildisima fortuna, su grande y necesariafrg,dic!al nunca le impidi practicar, en ocasiones adecua-das,' actosde caridad y de generosidad. No era una frugalidadfundada en la avaricia sino en el amor a la independencia.La extrema suaviclad de su naturaleza jams debilit la fir-meza de su espritu o la constancia de sus resoluciones. Susconstantes. humoradas eran la genuina efusin de su buenhumor y buen carcter, templado por la delicadeza y la

  • modestia y sin el ms ligero matiz de maldad, que tan fre-cuentemente es la desagradable fuente de lo que en otroshombres se llama ingenio. Sus bromas jams intentaron mor-tificar y, por tanto, lejos de ser ofensivas, difcilmente deja-ban de agradar y deleitar an a quienes iban dirigidas; quizninguna de sus otras grandes y amables cualidades contri-buan ms a hacer apreciable su conversacin. Y esta jovia- .lidad de temperamento, tan agradable en sociedad, pero quecon frecuencia va acompaada de cualidades frvolas y super-ficiales, en l estaba acompaada por la ms severa aplica- 'cin, la ms vasta ciencia (lcarninq), la mayor profundidadde pensamiento y un talento de lo ms comprensivo en todorespecto. En general, lo he considerado siempre, durantesu vida y en el momento de su muerte, tan prximo a la ideade hombre perfectamente sabio y virtuoso como quiz lanaturaleza de la fragilidad humana ha ele permitir. '

    Quedo, estimado seor, suyo muy afectuosamente.

    AD.u,r Sxrrm

    tl .... .,

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    SECCI6N PRIlVIERA

    DE LOS PRI:\CIPIOS GENERAl.ES DE LA MORAL

    Las disputas que se tienen con hombres pertinazmenteobstinados en sus principios son las ms fastidiosas de todas,salvo, quiz, aqullas, con personas de entera mala fe, quie-nes en verdad no creen las opiniones que defienden sino quetoman parte en la controversia por afectacin, por espritude contradiccin o por deseo de mostrar ingenio e ingenui-dad superiores al resto de' la humanidad. En ambos casoses de esperar la misma ciega adhesin a sus propios argu-mentos, el mismo desprecio por sus antagonistas y la mismavehemencia apasionada en la invencin de falsedades y sofis-mas. y como el razonamiento no es la fuente de donde cadauno de los disputan tes deriva sus doctrinas, es vano espe-rar que alguna lgica que no hable a los afectos los induzcaa abrazar principios ms sanos.

    Aquellos que han negado la realidad de las distincionesmorales pueden ser clasificados entre los disputantes de malafe, ya que no es concebible que alguna criatura humana pue-da creer seriamente que todos los caracteres y acciones ten-ganigual derecho ante el afecto y consideracin de cada uno.La diferencia que la naturaleza ha puesto entre un hombrey otro es tan vasta y est, adems, tan aumentada por laeducacin, el ejemplo y el hbito, que si aprehendemos simulo

    :'k- ...~.~,.-

  • t~neall1ente los ext~'~n~os opuestos no hay escepticismo tanescrupuloso ~ y di flctlmente alguna segurid;1 tan determi-nada ~ que ruegue absolutamente toda distincin entre ellas,P~r mas grande Cjl.te sea la insensibilidad de lo Justo y de loInjusto y, por obstinados que sean sus prejuicios, debe obser-var que o,tr?s son ~usceptibles de impresiones iguales, Portanto, el ll!lICO medio de convertir a un adversario d tcJa 'e e l 1 ,. e es a. s s dejar o ~ 51 nusmo. Porque, al notar que nadie rnan-tiene controversia con l es muy probable que a'I fit', m, espon-aneamente y por mero cansancio cambie d ' ..1 e , I e Op1l11Ony seponga, (e parte de! sentido comn y de la razn.

    Reciente ha I:acldo una controversia mucho ms digna deexamen, sobre ,SI los fundamentos generales,de la Moral deri-van de la razon o del sentimiento; si logramos conocerlosp~r un.a. cade?a de argumento y de induccin o por sent-mlent? .ll:medl?~o y un sentido interno ms fino; si, comotodo JUICIO Iegtimo de verdad y falsedad de"en se 1 .. d' , u r os I111S-11:?S ~al ~ t~ o ser raciona] inteligente o si, como la percep-cion c e a .uell~~a y la fealdad, deben fundarse en la oarti-cular constitucin y textura de la especie humana. 1

    A_unque los an:iguos filsofos afirman con frecuencia uel~ vlrtt~d no es m~s que la con formidad con la razn, pare~endel emt argo conSIderar que la moral deriva de su existenciac e gusto y del. senti~liento. Por otra parte, si bi;n nues-tbrollsmodernos. Il1vestlgadores tambin hablan mucho de lae eza de la VIrtud y de 1 fe Id d di' .h . a ea a e VICIO, generalmente~n tr:tado d

  • car estos diferentes eptetos a toda clase de asuntos y pro-nunciar de antemano que unos deben producir amor y otrosodio? Y qu otra razn podemos dar de estas afeccionessalvo la conformacin y textura original del espritu huma-110, que est naturalmente adaptado para recibirlos?

    La finalidad de todas las especulaciones morales es ense-arnos nuestro deber y, mediante adecuadas representacionesde la fealdad del vicio y de la belleza de la virtud, produ-cir los hbitos correspondientes e inducirnos a evitar losunos y a abrazar los otros. Pero cmo vamos a esperar estode las inferencias y conclusiones del entendimiento que pors solas no tienen influencia sobre las afecciones ni puedenmover las fuerzas activas de los hombres? llas descubrenlas verdades, pero si las verdades que descubren son indi-ferentes y no producen deseo ni aversin no pueden tenerinfluencia sobre la conducta y el comportamiento. Lo quees honroso, lo que es bello, lo que es decoroso, lo que es~lo~le y lo que' es generoso, toma posesin del corazn y nosincita a a?razarlo y a afirmarlo. Lo que es inteligible, loque es evidente, lo que es probable y 10 que es verdaderoslo obtiene el fro asentimiento del entendimiento y, al satis-facer una curiosidad especulativa, ponemos fin a nuestrasinvestigaciones.

    Si extinguimos todos los clidos sentimientos e inclina-cion~s. favorables a la virtud, todo disgusto o aversin porel VICIO Y hacemos a los hombres totalmente indiferentes aestas distinciones, la moral deja de ser un estudio prcticopuesto que carece de toda tendencia para regular nuestrasvidas y acciones.Estos a~gumentos de cada una de las partes - y muchos

    otros podran presentarse - son tan plausibles que me sien-to inclinado a sospechar que tanto unos como otros sonslidos y satisfactorios, y que la rason y el sentimiento sehallan presentes en casi todas nuestras determinaciones yconclusiones morales. Es probable que la decisin final que

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    declara amables u odiosos, laudables o censurables los carac-teres y acciones, la que imprime sobre ellos el sello del h0110ro de la infamia, de la aprobacin o de la censura, la quehace de la moralidad un principio activo y que constituyea la virtud en nuestra felicidad y al vicio en nuestra miseria,es probable - digo - que esta decisin final dependa dealgn sentimiento o sentido interno que la naturaleza hahecho universal en toda la especie. Porque qu otra cosapuede tener una influencia de esta naturaleza? Pero adver-timos que, a fin de preparar el camino a un sentimiento taly dar un adecuado discernimiento de su objeto, es con fre-cuencia necesario que sea precedido de largos razonamientos,que se hagan sutiles distinciones, que se extraigan conclu-siones justas, que se comparen objetos alejados, que se exa-minen complicadas relaciones y se establezcan y determi-nen hechos generales. Algunas especies de belleza, sobre todola belleza natural, desde su primera aparicin conquistannuestra afeccin y aprobacin, pero si no producen este efec-to ningn razonamiento puede remediar su influencia o adap-tarlas mejor a nuestro gusto y sentimiento. Pero en muchosrdenes de la belleza, particularmente en los de las bellasartes, es necesario emplear mucho razonamiento a fin deexperimentar el sentimiento adecuado, y un fals'~usto puedeser corregido frecuentemente mediante argumento y reflexin.Hay buenas razones para concluir que la belleza moral corres-ponde en buena medida a esta ltima especie y que solicitala ayuda de nuestras facultades intelectuales a fin de darleuna influencia adecuada sobre el espritu humano,_ Pero aunque este problema acerca de los principios gene-rales de la moral sea curioso e importante, por ahora noses innecesario ocuparnos ms largamente en nuestras inves-tigaciones sobre tal problema. Porque si en el curso de estapesquisa tenemos la felicidad de descubrir el verdadero ori-gen de la moral, veremos, fcilmente en qu medida el senti-miento o la razn entra en todas las determinaciones de esta

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  • naturaleza l. Para lograr este fin 'trataremos de seguir unmtodo muy simple: analizaremos la complicacin de cuali-dades mentales que constituye lo que en la vida diaria lIa-mamas mrito personal; consideraremos todos los atributosdel espritu que hacen a un hombre objeto de estima y afec-to o de odio y desprecio, todo hbito o sentimiento o facul-tad que, referido a una persona implica alabanza o censuray puede integrar un panegrico o bien una stira de su carc-ter y costumbres. La rpida sensibilidad que en este respec-to es tan universal entre los hombres, da al filsofo con:fianza suficiente de que jams podr equivocarse mucho alconfeccionar la lista de 'atributos o cdrrer peligro de colo-car equivocadamente los objetos de su contemplacin. Slonecesita entrar en su propio corazn por un momento y con-siderar si deseara o no que la misma cualidad le fuera refe-rida a l y si tal imputacin procedera de un amigo o deun enemigo. La misma naturaleza del lenguaje nos guacasi infaliblemente al formarnos un juicio de esta naturaleza,y como toda lengua posee una serie de palabras que setoman en buen sentido, y otra que se toma en sentido opues-to, el mnimo conocimiento del lenguaje basta, sin necesidadde razonamiento, para dirigirnos al coleccionar y ordenar lascualidades estimables y censurables de los hombres. El ni-co objeto del razonamiento es descubrir en ambas partes lascircunstancias comunes a:'::estas cualidades, observar el par-ticular en el cual las cualj4~des estimables, por una parte ylas censurables, por'otra;~1.e'stn de acuerdo, y de all llegara la fundamentacin de ,l&wticay hallar los principios zene-l d '''~'Il' "ra es e los cuales deriva," 'r' ltima instancia, toda aproba-

    cin o censura. Como sta es una cuestin de hecho y 'node ciencia abstracta, slo podemos esperar xito siguiendoel mtodo experimental y deduciendo principios generales dela comparacin en casos particulares. El otro mtodo cien-

    "

    1 Ver Primer Apndice.

    tfico, segn el cual primero se establece un principio gene-ral abstracto y luego se ramifica en una variedad de infe-rencias y conclusiones puede ser ms perfecto en s, pero esmenos adecuado a la imperfeccin de la naturaleza humanay es una fuente comn de ilusin y error tanto en ste comoen otros temas. Los hombres ahora se han curado de supasin por las hiptesis y sistemas de la filosofa natural yno quieren escuchar otros argumentos que aquellos que deri-van de la experiencia. Ya es hora de intentar una reformasimilar en todas las disquisiciones morales y rechazar todosistema de tica, por ms sutil e ingenioso que sea, que nose funde en los hechos y en la observacin.

    Comenzaremos nuestra investigacin sobre este asunto me-diante la consideracin de las virtudes sociales: la benevo-lencia y la justicia. Su explicacin probablemente nos daroportunidad de explicar las otras.

    ','1

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  • SECCIN SEGUNDA

    , DE LA BENEVOLENCIA

    PRIMERA PARTE

    Quiz se crea tarea superflua probar que los afectos ben-volos o ms delicados son estimables y que doquiera apare-cen atraen la aprobacin y buena voluntad de la humani-dad. Los eptetos de sociable, afable, humano, compasivo,agradecido, amistoso, generoso" benfico o sus equivalentesson conocidos en todos los idiomas y expresan el ms altomrito que la uaiuralesa humana es capaz de lograr. Cuandoestas amables cualidades estn acompaadas de alcurnia, podery extraordinarias habilidades, y se manifiestan en el buengobierno y til instruccin de la humanidad, aun parecenelevar a sus poseedores por encima del rango de la natura/dsahumana y aproximarlos en cierto modo a lo divino .. Un grantalento, un coraje intrpido, un xito prspero, slo-puedenexponer a llll hroe o a un poltico a la malevolencia "dlpblico, pero tan pronto como se le agregan las alabanzas 'dhumano y benfico y se presentan ejemplos de indulgencia,dulzura o amistad la envidia misma permanece en silencio ose une a la voz general de aprobacin y de aplauso.

    Cuando Pericles, el gran estadista y general ateniense, esta,ba en su lecho de muerte, sus amigos que lo rodeaban, ere-

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    ( .

  • yndolo inconsciente, comenzaron a dar rienda suelta a supena por su protector que expiraba, enumerando sus gran-des cualidades y xitos, sus conquistas y victorias, la inslitaduracin de su gobierno y sus nueve trofeos erigidos sobrelos enemigos de la repblica. "Os olvidis - grit el hroemoribundo que 10 haba odo todo - os olvidis las msaltas alabanzas mientras os entretenis tan largamente conesas vulgares ventajas. en las cuales la fortuna tiene un papelprincipal. No habis observado que hasta ahora ningn ciu-dadano ha vestido jams luto por causa ma" l.

    En los hombres de talento y capacidad. ms ordinarios, lasvirtudes sociales se hacen, si esto es posible, aun ms esen-cialmente necesarias, ya que en ese caso no -hay nada emi-nente que compense su falta o que preserve a la persona denuestro odio ms severo, as tambin como de nuestro des-precio. Dice Cicern que una gran ambicin y una extra-ordinaria valenta pueden degenerar, en los caracteres menosperfectos, en turbulenta ferocidad. Las virtudes ms socia-les y delicadas deben ser consideradas principalmente. Estasson siempre 'buenas y amables 2.

    La principal ventaja que Juvenal descubre en la ampliacapacidad de la especie humana es que tambin hace msamplia a nuestra benevolencia y nos da mayores oportuni-dades de desplegar nuestra influencia benfica de las que sepermite a las criaturas inferiores n. Hay que confesar, enverdad, que slo haciendo bien el hombre puede gozar ver-dararnente de las ventajas de ser eminente. Su elevada posi-cin, por s sola, no hace sino exponerlo ms al peligro y ala borrasca. Su nica prerrogativa es proporcionar asilo asus in ferio res que confan bajo su proteccin y reparo.

    Pero me estoy olvidando que mi tarea presente no es reco-

    1 PLUTARCO. Vida de Periclcs.~ C1CERX, DI! Ofiiciis, lib. I." Stiras, XV .. 139 Y siguientes.

    II

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    mendar la' generosidad y la benevolencia o pintar en sus ver-daderos colores los genuinos encantos de las virtudes sociales,Estos, en verdad, atraen suficientemente a todos los cora-zones desde el primer momento y es di fcil abstenerse de unimpulso de panegrico tan pronto como aparecen en el dis-curso o en el razonamiento. Pero como aqu nuestro objetolo constituye en mayor proporcin el lado especulativo queel lado prctico de la moral ser suficiente hacer notar - locual creo que ser admitido fcilmente - que 110 hay cuali-dades que merezcan ms la aprobacin y buena voluntadgeneral de los hombres que la beneficencia y el carcter huma-nitario, la amistad y la gratitud, el afecto natural y el patrio-tismo o cualquiera cosa que procede de una dulce simpatapor los dems yde una generosa preocupacin por nuestrognero y especie. Cada vez que estas cualidades se presen-tan, parecen transfundirse, en cierto modo, a cada especta-dor y hacer surgir en propio beneficio de ellos, los mismossentimientos favorables y afectuosos que ejercen por todo 10circundante.

    SEGUNpA PARTE

    Podemos observar que al manifestar las alabanzas de unhombre humanitario y benfico hay una circunstancia quenunca deja de aparecer con gran insistencia, y que es lafelicidad y satisfaccin que llega a la sociedad debido a losactos y buenos oficios de la persona alabada. Podemos decirque se hace querer por sus padres, ms en razn de su pia-doso cario y respetuoso cuidado que por su parentesco. Sushijos nunca sienten su autoridad sino cuando la usa enprovecho de ellos. Los lazos del amor estn consolidadosen l por la beneficencia y la amistad. Y los lazos de laamistad, por los solcitos cuidados en todos los favores, seaproximan a los del amor y el afecto. Sus sirvientes y fami-liares tienen en l ayuda segura y no temen ya el poder

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  • de la fortuna sino en la medida en que la fortuna lo ejer-ce sobre l. El hambriento recibe de l alimentos, el desnudoropas, . el ignorante y perezoso habili.dad '! trabajo. I~ualque el sol, ministro inferior de la providencia, consuela, vigo-riza y sustenta al mundo circundante. . .

    Si se lo limita a la vida privada, la esfera de su actividad'es ms restringida pero su influencia es completamente benig-na y gentil. Si se lo eleva a un puesto ms elevado, la. huma-nidad y la posteridad recogen los frutos de su trabajo.

    Como estos argumentos ele alabanza nunca dejan de serempleados, y por cierto que con xito, cuando deseamos ins-pirar estima en favor de alguien no se puede por ~anto con-cluir que la utilidad que resulta de las virtudes sociales cons-tituye, por lo menos, tina parte de su mrito, y es fuente dela aprobacin y respeto que tan universalmente se le con-ceden?

    Aun en el caso de que recomendamos un animal o tinaplanta como til o benfico, damos un aplauso y una reco-mendacin adecuada a su naturaleza. As como, por otraparte, la reflexin sobre la pcrni~ios~ inf~uencia de c.ua~quie-ra de estos seres inferiores nos mspira siempre sentimientosde aversin. El ojo se deleita ante el paisaje de los trigalesy de las vias ubrrimas, los caballos que pacen, los reba-os que pastan, pero huye la vista ante las zarzas y cam-brones, guaridas de lobos y de serpientes. ..

    Una mquina, un mueble, un vestido, una casa bien ?IS-puesta para el uso y la comodidad es, en este sentido,hermoso y se contempla con placer y aprobacin. Un ojoexperimentado percibe aqui las, numerosas excelencias queescapan a las personas ignorantes yno instruidas.

    Puede alabarse una profesin, tal como el comercio o lamanufactura, de algn modo mejor que observando las ven-tajas que procura a la sociedad? Y no se encolerizan losmonjes e inquisidores cuando tratamos a su orden comointi' o perniciosa para la humanidad?

    El historiador se regocija mostrando el beneficio que sur-ge de sus trabajos. El escritor de novelas atena o niega lasmalas consecuencias atribuidas a su gnero literario.'

    Y, en general j qu alabanzas estn implcitas en el simpleepteto de til, y qu reproches en lo contrario!Vuestros Dioses, dice Cicern, al discutir con los epicreos,

    no pueden pretender justamente ninguna clase de adoracino culto, aunque los supongis dotados de todas las perfec-ciones imaginables. Vuestros Dioses son totalmente intilese inactivos. Aun los egipcios, a quienes ridiculizis tanto,nunca consagraron ningn animal sino por su utilidad l.

    Los escpticos sostienen 2 - bien que absurdamente - queel origen de la adoracin religiosa proceda de la utilidad delos objetos inanimados, como el sol y la luna, para el soste-nimiento y bienestar de la humanidad. Esta es tambin larazn comnmente asignada por los historiadores para ladefinicin de eminentes hroes y legisladores 8.

    Segn Zoroastro, plantar un rbol, cultivar un campo yprocrear hijos son acciones meritorias.

    En todas las determinaciones de la moralidad esta circuns-tancia de la utilidad pblica se tiene siempre principalmenteen cuenta, y cada vez que surgen disputas, sea en la filosofa,sea en la vida diaria, acerca de los lmites del deber, la cues-tin no puede ser resuelta por ningn medio con mayor cer-teza que determinando, en cualquiera de las partes, los ver-daderos intereses de la humanidad. .Si descubrimos queprevalece una opinin falsa, abrazada debido a las aparien-cias, tan pronto como la experiencia ulterior y un razona-miento ms sano nos han dado nociones ms justas de losasuntos humanos, retractamos nuestra opinin primitiva ycorregimos de nuevo los lmites del bien y del mal.

    ;",""

    \.

    1 De No). Dcor. lib. I.Sext. El11p. Advcrsus JIatli. lib. VIII.

    " Diod, Sic. rassh.

    39

  • Naturalmente se alaba el hecho de dar limosna a los men-digos, porque esto parece aliviar a los indigentes' y afligidos,pero cuando observamos el incentivo que de aqu surge parala pereza y la corrupcin, consideramos a esta clase de cari-dad como una debilidad ms bien que como una virtud., El tiranicidio, o sea el asesinato de los usurpadores y prn-cipes opresores, fu muy estimado en los tiempos antiguosporque libraba a la humanidad de muchos de estos mons-truos y, adems, pareca mantener aterrorizados a aquellosa quienes la espada o el pual no pudo alcanzar. Pero comola historia y la experiencia desde entonces nos han conven-cido que esta prctica aumenta el celo y la crueldad de 105prncipes, un Timolen y un Bruto, por ejemplo, aunque selos trate con indulgencia debido a los prejuicios de sustiempos, se los considera hoy como modelos m!;1ypoco apro-piados para la imitacin.

    La liberalidad es considerada por los prncipes como unsigno de beneficencia, pero cuando ocurre que el pan cuoti-diana de los honestos y trabajadores se convierte por estocon frecuencia en deliciosos manjares para el perezoso y elderrochador, pronto retractamos nuestras incautas alaban-zas. Las lamentaciones de un prncipe por haber perdido unda eran nobles y generosas, pero si hubiera intentado gas-tarlo en actos de generosidad en favor de sus codiciosos cor-tesanos, mejor es que se haya perdido y no que lo hubieramalgastado de ese modo.El lujo, o sea el refinamiento de los placeres y comodi-

    dades de la vida, haba sido supuesto durante largo tiempofuente de toda corrupcin en el gobierno y causa inmediatade tumultos, sediciones, guerras civiles y la prdida total dela libertad. Por tanto, se lo consider universalmente unvicio y fu objeto de peroracin por parte de todos los escri-tores satricos y moralistas severos. Aquellos que prueban oque tratan de probar que tales refinamientos tienden msbien a aumentar la actividad. la urbanidad y las artes, dan

    4

    .....

    -...

    nuevas reglas a nuestros sentimientos morales as como alos sentimientos polticos y representan, como laudables oinocentes, lo que anteriormente haba sido considerado cen-surable y pernicioso.

    En general, pues, parece innegable que nada concede msmrito a un criatura humana que el elevado sentimiento debenevolencia, y que una parte, por lo menos, de su mrito,surge de su tendencia a estimular los intereses de nuestraespecie y a otorgar felicidad a la sociedad humana. Dirigi-mos nuestras miradas a las saludables consecuencia de seme-jante carcter y disposicin y todo lo que tiene una influen-cia de este modo benigna y promueve a un fin tan deseablees contemplado con placer y satisfaccin. Las virtudes socia-les nunca son consideradas sin pensar en sus tendenciasbenficas ni son tenidas por estriles o infructuosas. Lafelicidad de los hombres, el orden de la sociedad, la armo-na de las familias, la ayuda mutua de los amigos SOI1 siem-pre consideradas como resultado de su benvolo dominio enel corazn de los hombres.

    En las futuras investigaciones 1 se ver mejor a cuntoasciende la porcin de su mrito que debemos adjudicar a suutilidad, y se ver, asimismo, la razn de por qu esta cir-cunstancia tiene tanta fuerza' sobre nuestra estimacin yopinin 2.

    1 Secciones tercera y cuarta.Seccin quinta.v,

    4I

  • ........_--_._ ----

    SECCI:.J TERCERA

    DE LA JUSTICIA

    PRDIERA PARTE

    Sera tarea superflua probar que la justicia es til a lasociedad y que, en consecuencia, por lo menos una parte desu mrito debe surgir de esta consideracin. Que la utili-dad pblica es el nico origen de la justicia y que las refle-xiones sobre las benficas consecuencias de esta virtud 5011la nica fundamentacin de su mrito es una proposicinque, por ser ms curiosa e importante, merecer con msrazn nuestra indagacin y examen.

    Supongamos que la naturaleza ha dotado a la raza huma-na con tan prdiga abundancia de todas las comodidadesexternas que, seguro de todas las circunstancias, sin ningncuidado o actividad de nuestra parte, todo individuo se en-cuentra completamente dotado de todo lo que su apetito msvoraz pueda desear o de lo que su ms lujuriosa imaginacinpueda querer o pretender. Supondremos que su belleza natu-ral supera todos los ornamentos artificiales, que la eternaclemencia de las estaciones hace intiles toda ropa o vestido,que las verdes hierbas le proporcionan el ms delicioso ali-

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  • mento y la clara fuente la ms rica bebida. No es necesarianinguna faena laboriosa, ni agricultura, ni navegacin. Lamsica, la poesa y la contemplacin constituyen su nicoquehacer, y la conversacin, la alegra y la amistad, su nicadiversin.

    Parece evidente que en semejante estado de felicidad hande florecer todas las otras virtudes sociales y han de recibirun aumento diez veces mayor, pero jams se habra soadoen la prudente y celosa virtud de la justicia. Porque dequ sirve una reparticin de los bienes cuando cada uno tienems que suficiente? Para qu hacer surgir la propiedaddonde no es posible que pueda haber dao alguno? Por qullamar mo a este objeto cuando, si fuese tomado .por otro, notengo ms+que extender el brazo para poseer otro objetoigualmente valioso? Como en este caso la justicia sera total-mente intil, hara las veces de una odiosa 'ceremonia y jamspodra figurar en la lista de las virtudes.

    Aun en la menesterosa condicin en que se encuentra ac-tualmente la humanidad vemos que toda vez que la naturalezaconcede algn beneficio en ilimitada abundancia lo dejamosen comn para toda la raza humana y no hacemos subdivi-sin de derecho o propiedad. Aunque el aire y el agua sonlos elementos ms necesarios, no se disputa' por su propiedadya que nadie puede cometer injusticia aunque use y l';occprdigamente estos bienes. Del mismo modo es consideradala tierra en los pases extensos y frtiles que tienen pocoshabitantes. Y aquellos que defienden la libertad de los maresinsisten sobre el argumento del inacabable uso que de ellosse hace enIanavegacn. y si las ventajas obtenidas por lanavegacin fueran igualmente inacabables estos razonadoresjams hubieran tenido adversarios que refutar ni se hubieranexpuesto pretensiones de un dominio separado y exclusivodel ocano.

    En algunos pases, el' ciertas pocas, puede ocurrir que se

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    establezca un derecho de propiedad del agua, no de la tierra 1,siempre que esta' ltima se encuentre en cantidad ms abun-dante de la que puede ser usada por los habitantes y que laprimera se halle di ficultosamente y en poca cantidad.

    Por otra parte, supongamos que, aunque las necesidades dela raza humana continuaran siendo las mismas de lo que sonactualmente, que el espritu se hubiera ampliado tanto y estu-viese tan lleno de amistad y generosidad que cada hombretuviese la mxima delicadeza para con sus semejantes y 110sintiese mayor preocupacin por sus propios intereses quepor los de sus prjimos, parece evidente que en este caso eluso de la justicia sera suspendido por una benevolencia tangrande y jams se pensara en divisiones 'y barreras. Porqu habra de comprometer a otra persona mediante escrituralegal o simple promesa a que me hiciera algn servicio cuandos que ya est pronta, por la ms fuerte inclinacin, a buscarmi felicidad y que espontneamente realizara el serviciodeseado? Salvo que el dao que ella pueda recibir por ello seamayor que el beneficio que yo obtengo, pues en ese caso ellasabe que, debido a mi amistad y carcter humanitario inna-tos, sera el primero en oponerme a esta imprudente generosi-dad. Por qu trazar lmites entre mi campo y el de mi vecinocuando mi corazn no ha hecho divisin entre nuestros in-tereses sino que comparte toclas las alegras y penas con lamisma fuerza y vivacidad que si fueran originalmente lasmas propias? En este supuesto, como todo hombre sera unsegundo yo para cada uno de los otros, confiaria todos susintereses a la discrecin de cada uno de los hombres,' sincelos, ni divisiones, ni distinciones. Y toda la raza ht~lamiformara slo una familia en la cual todo sera comn y serausado libremente, sin atender a la propiedad, y al mismotiempo con gran prudencia, como si en ello tocara ntimamen-te nuestros propios intereses.

    1 Gnesis, captulos XITr y XXI.

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  • En la disposicin actual del corazn humano quiza seriadifcil hallar ejemplos plenos de aspectos tan amplios, peroaun podemos o~)servar que el caso de las familias se aproximaa ello y que mientras mayor es la mutua benevolencia de losindi:iduos tanto ms se aproxima hasta que en gran partese pierde y confunde toda distincin de propiedad entre ellos.Se supone que en el matrimonio los vnculos de la amistadson, por ley, tan poderosos, que se han abolido todas las divi-siones de propiedad y, con frecuencia, tienen en realidad lafuerza que se les atribuye. Y se puede observar que mientrasdura. el fervor ele jvenes entusiasmos, cuando todo principioha sido llevado a la extravagancia, se ha intentado frecuente-~nente la .comunida~l de los bienes y slo la experiencia de losinconvementes deb~dos al egosmo escondido o 'renaciente pu-do l_ograr qu~ lo~ ~mprudentes fanticos adoptaran de nuevolas Ideas de Justicia y de propiedad privada. Tan cierto esque la vir~ud obtiene su existencia slo debido a que su usoes necesario para las relaciones sociales de la humanidad .. ~ara hacer. ms evidente esta ~erdad invirtamos .las supo-

    slc!ones ~nterlOres y, yendo al extremo opuesto, consideremoscual ser.m el efecto de estas situaciones. Supongamos queuna sociedad cae en la indigencia de todos los menesteresgelleraln~ente necesarios, al punto de que el mximo trabajoy rugalidad no pueden evitar que perezca la mayora y quetodo~. s; e,n~uentren en una miseria extrema. Creo que seadmitir facJ~l1ente que, en esta emergencia tan apremiante,las leyes es.tnctas, de la justicia sern suspendidas y darnlugar a motIvos mas fuertes, como la necesidad y la autocon-servacin.

    ~Es un crimen, en un naufragio, tomar cualquier medioo II1strumel~to (~e ~alv:amento que uno pueda asir, sin pensare.n. las prevla~ limitaciones de la sociedad? O, si una ciudadsitiada estuviese muriendo de hambre podemos imaginarque l~s h_ombres que viesen cmo salvarse moriran por ob-servar CUidadosamente lo que, en otras circunstancias. seran

    las rezlas de la equidad y la justicia? La utilidad y finalidadde es: virtud es procurar felicidad y seguridad manteniendoel orden social, pero en caso que la sociedad est a punto .deperecer debido a una necesidad extr.ema, ~o es d: t.ell1~r. nm-gn mal mayor proveniente de la VIOlenCIa y la II1JUSttCta, ytodo hombre ahora puede proveerse de todos los medios quela prudencia puede dictar o el carcter humanitario permitir.El pblico, aun en necesidades menos u.rgen~es, abre .losgraneros sin el consentimiento de sus propetanos, suporuen-do justamente que la autoridad del magi,strado, c?ngru:ntecon la equidad, puede extenderse hasta alli. Pero SI ret~l1I~seun nmero de hombres sin los lazos de las leyes o de la JUriS-diccin civil sera considerada criminal y delictuosa unaigual reparticin del pan .durante e! hambre, aunque se efec-tuase por la fuerza y la violencia?

    Supongamos igualmente que, por destino, un hombre vir-tuoso cayese en una sociedad de forajidos, alejado de la pro-teccin de las leyes y de! gobierno. Qu conducta deberaseguir en esta triste situacin? El virtuoso ve que prevaleceuna rapacidad desesperada, que se desatiende la equidad, quese desprecia el orden y que hay una ceguer~ tan estpida .enlo que se refiere a las futuras consecuencias, que inmedia-tamente debe tomar la resolucin ms trgica y concluir des-truyendo el mayor nmero y disolviendo toda la sociedad res-tante. Mientras tanto, l no tiene otro recurso que armarse- sin curar de a quin pertenezca la espada o el escudo quecoge, - proveerse de todos los medios de seguridad y de~en-sa y, como su peculiar cuidado por la justicia ya no le sirvepara su propia seguridad o la de los dems, slo debe consul-tar a los dictados de su autconservacin, sin atender a aque-llos que ya no merecen su cuidado y atencin.

    Tambin en la sociedad poltica, cuando un hombre se hacepeligroso para la sociedad debido a sus crmenes, es castiga-do en sus bienes y en su persona. Es decir, las reglas usualesde la justicia son, respecto a l, suspendidas por un momento

    ',;';

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  • ./.'

    y llega a ser equitativo infli i I ..lo que de otro modo sl gf :~, en benefIcIO de la sociedad

    Q , o su nrra 'por el mal I " ' ue es la ira y la violenc d I Y e perJlI1cio." la e a 0'11erra rbli .S~lspenslon de la justicia entre la o- . pu tea S1110una

    cben que esta virtud ya no I ~ partes behgerantes que per-. . es srrve para d .Clona nmguna ventaja? L I na a ni les propor-

    ceden a las de la equidad a~ ?e.s d~ .Ia guer~a que luego su-para la z'cntaja y util'd d d a JUstIcIa son reglas calculadas

    a e este estado ns-u .se encuentran ahora 10- I b ~ .o partIcular en el cualt . " 10m res y SI Ull "es UVlese batallando co tI' , a naCIOn civilizada

    en cuenta reglas ni siq ~ ~a os barbaras, quienes no tenand be rl-: urei a en la guer I .e e dejar de tenerlas en ra, a pnmera tambinP ". cuenta ya que I .ara nmgun fin y' debe" I ' no e sirven msfila iacer que tod . ,uera,lo ms sangriento posible. ra a acclon o encuentroASI, las reglas de la equidad' !,~llo~ pr~eros agresores.

    teral11ente del particular estado e ~ .J,llstlcla dependen en-tran los hombres y deben ? condlclOn en que se encuen-

    su origen y e . t .que surge para el pbl' d . XIS encra a la utilidad , 1 ICO, e su estncta

    cron, Trastroquemos en Ioui . . r regular observa-condicin del hombre'. . cduaquier situacin considerable la

    , pro uzcamos una b d' 'o una extrema necesidad,' I a un ancra extremae , l11CUtquemos I . '

    una perfecta moderacin y car en e. co.razon humanofecta rapacidad y mar . . d cter humanltano o una per-,ti . icia : e este mod l hrcia completamente inttl' d tru o, a acer a la jus:'. es numos por lcia y suspendemos su obli . . COl11peto su esen-L~ situacin de la Soci;~~~o~s~n la hUl11ani~ad.

    medIo entre estos ex tren'! . .S' pOf lo comun, un trminoos. amo '"~O t la nosotros mismos y a t ':\ .s na ura mente parcialesd 11 nues ros'.amlgos pere egar a conocer la ve t . ,!':'j':...'.:;;,' o somos capaces'. 'n aja 'q 1e'J"~esult d

    mas eqtutativa. Pocos goceh,,, a e una conductaliberal mano de la nat' l s nos~~pn dados por la generosa y

    , ura eza pe!' dibajo y las labores podemos 'bt o me rants el arte, el tra-aqu las ideas de propiedad o henerlos en ~ran nmero. Dedad civil; de aqu la justici:e d a~en ~eces.a.nas en toda socie-

    enva su ~Itlltdad para el pbli-

    ca y de aqu tan slo surge su mrito y su obligacin moral.Estas conclusiones son tan naturales y patentes que no han

    escapado siquiera a los poetas en sus descripciones de la feli-cidad que acompaa a la edad ele oro o al reino de Saturno.Las estaciones, en ese primer perodo de la naturaleza, erantan templadas, si damos crdito a esas agradables novelas,que los hombres no tenan necesidad de habitacin o vestidocomo proteccin contra la violencia del fro y del calor. Losros corran, y eran de vino y de leche. Los robles proporcio-naban miel, y la naturaleza espontneamente sus mejores man-jares. Y no eran stas las principales ventajas de esta edadfeliz. No slo las tempestades haban sido desterradas de lanaturaleza, sino que las tempestades que hoy causan y engen-dran tanta conmocin eran desconocidas por el corazn huma--no, Jams se oy hablar de la avaricia, de la ambicin, de lacrueldad, del egosmo. El cordial afecto, la compasin, la sim-pata, eran los nicos movimientos que entonces conoca elespritu. Hasta la puntillosa distincin entre lo mo y lo tuyoestaba excluida de la era feliz de los mortales, y con ellala nocin misma de propiedad y obligacin, de justicia y deinjusticia.

    La ficcin potica de .esta edad de 01"0 es, en algunos aspec-tos, idntica a la ficcin filosfica del estado de naturaleza.Slo que el primero est representado como la condicin msencantadora y apacible que pueda imaginarse, mientras elsegundo es pintado como un estado de guerra y violencias mu-tuas acompaado por la ms extrema necesidad. Se nos diceque en el primitivo origen de la humanidad, la naturalezasalvaje y la ignorancia del hombre eran tan preponderantesque no podan confiar en el prjimo sino que cada uno debacontar consigo mismo y con sus propias fuerzas o astuciapara su proteccin y seguridad. No se tena noticia de leyalguna. N o se conoca justicia. N o se hacan distinciones depropiedad. El poder era la nica norma del derecho. Y una

    '.:r

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  • \t-______...~"j-".",..____-

    guerra perpetua de todos contra todos era el resultado' deindomado egosmo y barbaridad de los hombres'.

    Se puede dudar con justicia si pudo existir alguna vezuna tal condicin de la naturaleza humana ; o, si existi, sepuede dudar que durase hasta llegar a merecer el nombre deestado. Por lo menos los hombres nacen necesariamente enuna familia-sociedad y son educados por sus padres segnalguna regla de conducta o de comportamiento. Pero debeadmitirse que, si alguna vez fu real un estado semejante deguerra y de violencia, es necesario e infalible consecuenciala suspensin de todas las leyes de justicia, debido a su abso-luta inutilidad.

    Miel~~ras"ms cambiemos los puntos de vista de la vidahU!11ana'!~mientras ms nuevas e inslitas sean las circuns-tancias en que las estudiamos, ms nos convenceremos que el

    1 Esta ficcin de un estado de naturaleza como estado de guerrano u sugerida por primera vez por Mr, Hobbes, como generalmentese imagina. Platn se esfuerza por refutar una hiptesis muy seme-jante en el segundo, tercero y cuarto libros de la RcP,blica. Cicern,por el ,t,ontrario, lo supone cierto y universalmente reconocido en elsiguiente pasaje: "Quis enim vestrum, judices, ignorat, ita natura mrerum tulisse, ut quodam tempore hornines, nondum neque naturalineque civili jure descripto, fu si per agros ac dispersi vagarentur tan-turnque haberent quautum rnanu ac viribus, per caedem ac vulnera,aut rctincre potuisscnt? Qui igitur primi virtute et consilio praestautiextitcrunt, ii jierspecto genere humanae docilitatis atque ingenii, dissi-patos unum in locum congregarunt, eosque ex feritate illa ad justitiamac mr!~;ll,e:l1clinem.transduxerunt, Tum res ad communem utilitatem,quas p,b!tc,~~' appellamus, tum conventicula horninum, quae posteanominat

  • "que los hombres, cuando se unen, tienen en -todos los pasesfuerza corporal su ficiente como para mantener esta severatirana, las insinuaciones, requiebros y encantos de sus bellascompaeras son tales que las mujeres generalmente son capa-ces de romper la alianza y compartir con el otro sexo todoslos derechos y privilegios de la sociedad.

    Si la especie humana estuviese por naturaleza estructuradade un modo tal que cada individuo poseyese dentro de s to-das las facultades y requisitos tanto para su propia conserva-cin como para la propagacin de su especie, si se cortasetodo trato y relacin social entre un hombre y otro por unaprstina intencin del Supremo Creador, pare,ce evidente queun ser tan solitario sera tan incapaz de justicia como de dis- , :"curso y conversacin sociales. En caso que la mutua conside- 'racin y tolerancia no sirvieran para ninguna finalidad, jamsdirigiran la conducta de ningn hombre razonable. El teme-rario curso de las pasiones no sera detenido por reflexinalguna sobre las futuras consecuencias. Y como en este casose supone que cada hombre slo ama a su propio yo y queslo confa en s mismo y en su propia actividad para su segl~-:ridad y felicidad, pretendera en todas las ocasiones y contodas sus fuerzas tener ventaja sobre todos los dems seres,a los cuales no estuviese ligado por lazos de naturaleza o deinters.

    Pero supongamos que, una vez establecida la unin de lossexos en la naturaleza, surja inmediatamente una familia yque, al verse que para su subsistencia son necesarias reg~~?L:"particulares, stas fueran inmediatamente adoptadas, aunq~,:,::"':;~l'sin abarcar al resto de la humanidad dentro de sus prescrip;':icienes. Ahora bien, si suponemos que varias familias se re-'ncn y forman una sociedad que est totalmente separada detodas las dems, las reglas que mantienen el orden y la pazse extendern hasta comprender toda la sociedad. Pero comoentonces devienen completamente intiles pierden su fuerzasi se las lleva ms adelante. Y por otra parte supongamos

    que las distintas sociedades mantienen una especie de rela-cin para la mutua ventaja y conveniencia: los lmites de lajusticia se hacen entonces ms amplios, proporcionalmentea la amplitud de las opiniones de los hombres y a la fuerzade sus mutuas conexiones. La historia, la experiencia y larazn nos ensean suficientemente el progreso natural de lossentimientos humanos y a medida que ampliamos nuestrasconsideraciones hacia la justicia, mientras ms nos familiari-zamos con la vasta utilidad de esta virtud.

    SEGUNDA PARTE

    Si examinamos las leyes porticulcres por las cuales es diri-gida la justicia y determinada la propiedad llegaremos a lamisma conclusin. El nico objeto de todas estas leyes y re-glamentaciones es el bien de la humanidad. No slo es nece-sario que las propiedades de los hombres estn separadas,para la paz y por el inters de la sociedad, sino que las reglasque nosotros seguimos al hacer la separacin son las mejoresque pueden buscarse para servir mejor a los intereses de lasociedad:

    Supondremos que una criatura dotada de razn pero ig-norante de la naturaleza humana reflexiona sobre cules leyesde justicia o de propiedad promoveran mejor el inters p-blico y estableceran la paz y la seguridad entre la humanidad.Su pensamiento ms evidente sera, en este caso, asignar laspropiedades mayores a la virtud ms vasta y conceder acada uno la facultad de bien, en proporcin a su inclinacin.En una teocracia perfecta, en la cual un ser infinitamenteinteligente gobierna mediante voliciones particulares, estaregla ciertamente tendra lugar y podra servir para los finesms sabios. Pero si la humanidad tuviese que ejecutar unaley semejante, la incerteza del mrito es tan grande - tantopor su oscuridad natural como por la vanidad ele cada indi-

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    " .. , ....-----_ ..._'_._---,._._.,_.,.,------

  • viduo - que ninguna determinada regla de. conducta. resul-tara jams de ella, y la inmediata corisecuencia debera serla inmediata disolucin de la sociedad. Los fanticos puedensuponer que el poder se [unda en la gracia y que slo los salI-tos heredan la tierra. Pero el magistrado civil con mucharazn pone a estos sublimes tericos a la altura de los ladronescomunes y les ensea, mediante la ms severa disciplina, queuna regla que en la especulacin puede parecer de 10 ms ven-tajosa a la sociedad, puede sin embargo suceder que en laprctica es totalmente perniciosa y destructora.La historia nos ensea que durante las guerras civiles hubo

    en Inglaterra fanticos religiosos de esta clase, aunque esprobable que la evidente tendencia de. estos principios causa-ron un horror tal a la humanidad qi.le pronto obligaron a lospeligrosos entusiastas a renunciar, o por 10 menos a ocultar,sus opiniones. Quiz los igualitarios (levellers) - quienespretendan una reparticin igual de la propiedad - eran unaespecie de fanticos polticos que surgi de la de los religiososy que confes ms abiertamente sus pretensiones, como quetenan una ms plausible apariencia de ser en s practicablesy tiles a la sociedad humana.En verdad, hay que confesar que la naturaleza es tan libe-

    ral con la humanidad que, si todos sus dones fueran dividi-dos equitativamente y perfeccionados por el arte y el trabajo,todo individuo gozara de todos los elementos necesarios yan de la mayor parte de las comodidades 1de la vida, y noestara expuesto a ninguna clase de males sino a los que acci-dentalmente surgen de la enfermiza constitucin y estructurade su cuerpo. Tambin debe confesarse que toda vez que nosapartamos de esta igualdad robamos al pobre ms satisfac-cin de la que aadimos al rico, y que la dbil complacenciade la frvola vanidad de un solo individuo frecuentementecuesta ms que el pan de muchas familias y an de provincias.Con todo, puede parecer que, como la regla de la igualdadsera sumamente til, no es completamente impracticable, co-

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    _, ~.

    1110 que ha tenido lugar, -: por lo men_os en un grado imper-fecto - .en algunas repblicas, en particular en Esparta, don-de s~ dice que traa las ms benficas consecuencias. Sinn;enclOnar que las leyes agrarias, tan frecuentemente preten-dl~as en Roma y puestas en prctica en muchas ciudadesgr~~gas, procedan, en su totalidad, de una idea general de lautilidad de este principio.. Pero los historiadores, y aun el sentido comn, nos pueden.l11formar que, por ms especiosas que puedan parecer estasIdeas de perfecta igualdad, ellas son, en el fondo realmenteir~lpracticables y, si no lo fueran, seran en ext:emo perni-ctosas a la sociedad humana. Si las propiedades de los hom-bres se hicieran tan iguales, el arte, el cuidado y el trabajohumanos rompern de inmediato esa igualdad. O si seimpid~n las manifestaciones de esta virtud, la sociedad esreducida a la ms extrema indigencia, y en vez de evitar lanecesidad y la caresta de unos pocos se la hace inevitable atod~ la comunidad. Una rigurossima investigacin es nece-sana para advertir toda desigualdad en su primera apariciny es menester una, rgida jurisdiccin para castigarla y repa-rarla. Pero, adems de que tanta autoridad debe degenerarpro~~o en tirana y se ha de ejercer con gran parcialidad quien podra poseerla, en las condiciones aqu supuestas? Laperfecta Igualdad de las propiedades, al destruir toda subor-dinacin, ~ebilita extren~adamente la autoridad de la magis-tratura y nene que reducir a todo poder a casi el mismo nivello mismo que la propiedad. '

    Podemos concluir, por tanto, que a fin de establecer lasleyes de la reglamentacin de la propiedad, deberamos tra-bar c?nocimiento con la naturaleza y situacin del hombre,deberamos rechazar las apariencias, que pueden ser falsasaunque especiosas, y deberamos buscar aquellas reglas queson, en general, las ms tiles y benficas. Para este finbasta el sentido vulgar y una dbil experiencia, siempre que

    55

  • los hombres no se entreguen a una avidez demasiado egostao a un entusiasmo demasiado excesivo.

    Quin no ve, por ejemplo, que cualquiera cosa que es pro-ducida o perfeccionada por el arte o el trabajo del hombredebe ser asegurada eternamente para l a fin de estimular ta-les tiles hbitos y ejecuciones? Quin no ve, asimismo, quela propiedad debe tambin pasar a los hijos y a los parientes,con el mismo fin .til, que pueda ser enajenado por consenti-miento, para promover el comercio y el intercambio que sontan benficos a la sociedad humana, y que todos los contratosy promesas deberan ser cuidadosamente cumplidas, a fin deasegurar la confianza y el crdito mutuos, que tanto favore-cen al inters general de la humanidad?

    Examinemos a aquellos que escriben sobre las leyes de lanaturaleza. Siempre veremos que, cualesquiera sean los prin-cipios que toman como punto de partida, siempre estn

  • estos principios, un sistema de conocimiento poltico queabunda en pensamientos brillantes e ingeniosos y no carecede solidez '.

    Qu es la propieclad del hombre? Algo que l, y slo l,puede usar legalmente. Pero, qu regla' tenemos, mediantela cual podamos distinguir estos objetos? Aqu debemos re-currir a los estatutos, costumbres, precedentes, analogas ymil otras circunstancias, algunas de las cuales son constan-tes e inflexibles, mientras que otras son variables y arbitra-rias. Pero el punto ltimo, en el cual todas ellas terminandeclaradamente, es el inters y la felicidad de la sociedad hu-mana. Si no se tiene en cuenta esto, nada puede aparecer mscaprichoso, innatural ,y aun supersticioso que todas o la ma-yora de las leyes de la justicia y de la propiedad.

    Aquellos que ridiculizan las supersticiones vulgares y ex-ponen la tontera de tomar actitudes particulares con res-

    1 Se trata del autor de L'esprit des Loix, Este ilustre escritor, sinembargo, establece una teora di ferente, y supone que todo derechoest fundado en ciertas relaciones o conexiones, lo cual es un sistemaque, en mi opinin, jams se reconciliar con la verdadera filosofa.Por lo que yo s, fu el Padre Malebranche quien propuso por primeravez esta abstracta teora de la moral que luego fu adoptada porCudworth, Clark y otros, y como excluye todo sentimiento y pretendefundar todo en la razn no le han faltado adeptos en esta filosficaedad. Para esto vase la Seccin Primera, Primer Apndice. Respectoa la justicia, que es la virtud que aqu tratamos, la in ferencia contraesta teora parece breve y concluyente: se reconoce que la propiedaddepende de las leyes civiles y se reconoce, a su vez, que las leyes civilesno tienen otro objeto que el inters de la sociedad; por tanto debereconocerse que ste es el nico fundamento de la propiedad y de lajusticia. Sin mencionar que nuestra obligacin misma de obedecer almagistrado y a sus leyes no se funda en nada ms que en los interesesde la sociedad.

    Si a veces las ideas de justicia no siguen las disposiciones de la leycivil, veremos que estos casos, en vez de ser objeciones, confirman la

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    pecto a las comidas, los das, los lugares, los gestos y el ves-tido, tienen una tarea fcil, porque observan todas las cua-lidades y relaciones y no descubren ninguna causa adecuadapara esa afeccin o antipata, veneracin u horror que tienenuna influencia tan poderosa sobre una considerable parte dela humanidad. Un sirio habra preferido morirse de ham-bre antes que probar carne de paloma; un egipcio no se ha-bra aproximado al jamn. Pero si estas clases de comidason examinadas por los sentidos de la vista, el olfato y elgusto, o son escrutadas por la ciencia de la qumica, de lamedicina o de la fsica, jams se encuentra diferencia algunaentre ellas y cualquier otra clase, ni se puede fijar ningunacircunstancia precisa que pueda proporcionar una base justapara la pasin religiosa. El jueves es lcito comer aves peroya no lo es el viernes. En esta casa y en esta dicesis estpermitido comer huevos durante la Cuaresma, pero comerlocien pasos ms lejos es un abominable pecado. Esta tierra

    ","

    teora que expusimos ms arriba. Si una ley civil es tan perversa quese opone a todos los intereses de la sociedad, pierde toda su autoridady los hombres juzgan entonces segn las ideas de la justicia natural,que estn de acuerdo .con sus intereses. Tambin a veces las leyesciviles requieren, con fines tiles, una ceremonia o formalidad paraque algn hecho sea vlido, y cuando ste falta,'. sus decretos SOI1contrarios al tenor usual de la justicia. Pero la persona que se apro-vecha de estas trampas no es generalmente considerada como honesta.AS, los intereses de la sociedad requieren que los contratos se cumplany no hay artculo ms esencial en la justicia natural o civil que ste.Pero la omisin de una circunstancia ftil habr de invalidar confrecuencia un contrato in foro hinnano, pero no il! foro conscicntiac,como dicen los telogos. En estos casos se supone que el magistradoha de retirar su poder de imponer el derecho, para no violarlo. Cuandosu intencin se extiende hasta el derecho y est de acuerdo con losintereses de la sociedad jams deja de violar el derecho, lo cual esuna clara prueba del origen de la justicia y de la propiedad, comohabamos dicho ms arriba.

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    o este edi icio ayer era profano, hoy, despus de pronunciarciertas palabras, ha devenido sacrosanto. Reflexiones cornostas, podemos decir, son demasiado patentes en boca deun filsofo para que tengan alguna importancia, porque sedeben presentar siempre a primera vista a cada uno, y en casoque no prevalezcan por s mismas, seguramente no estn di-ficultadas por la educacin, el prejuicio o la pasin, ni porla ignorancia o el error.En una consideracin descuidada, o ms bien en una refle-

    xin demasiado abstracta, puede parecer que en todos lossentimientos de justicia se halla presente una supersticin se-mejantey que si un hombre expone su objeto. o lo que lla-mamospropiedad, al mismo examen de los sentidos y de laciencia, no encontrar, ni mediante la investigacin ms exac-

    - ta, ningn fundamento que permita establecer la di ferenciahecha por el sentimiento moral. Puedo legalmente alimentarmecon la fruta de este rbol, pero la fruta de otro de la mismaespecie, diez pasos ms all, me lleva a cometer un crimen sila toco. Si yo hubiese usado estas vestiduras hace una horahubiera merecido el ms severo castigo, pero un hombre, alpronunciar unas pocas palabras mgicas, lo ha hecho adecua-do a mi uso y servicio. Si esta casaJiubiese estado situadaen los terrenos vecinos hubiera sido' i'i11~1'ralque yo habitaseen ella, pero como est edi ficada en esta margen del ro estsometida a una reglamentacin municipal diferente y no mehago acreedor de reproche o censura en caso que sea ma,Se, podra pensar que la misma c1a;,ede razonamiento,qucmustra -tan patentemente la supersticin, es asimismo aplica-blc a-la justicia, ya que no es posible, en un caso ms que enotro, sealar, en el objeto, aquella precisa cualidad o circuns-tancia que es la base del sentimiento.

    Pero existe esta diferencia esencial entre la supersticin yla [ustlcia : que la primera es frvola, intil y gravosa, mien-quc la ltima es completamente necesaria al bienestar de lahumanidad y a la existencia de la sociedad, Cuando hacemos

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    abstraccin de esta circunstancia (porque es demasiado evi-dente para que pueda ser pasada por alto), debernos confe-sar- que todas las consideraci