hugo gutiérrez vega

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Jurista, literato y comunicólogo por formación, come- diante por vocación y difusor de la cultura por oficio. Maestro universitario en México y en media docena de países de América y Europa, rector de Universidad y de- fensor, en su momento, de su amenazada autonomía. Periodista y director de suplementos culturales y revis- tas literarias. Consejero de cultura en las misiones di - plomáticas de México en Estados Unidos, España, Ita- lia, Brasil y Puerto Rico; embajador ante Grecia y los países concurrentes de Líbano, Chipre y Moldova; co - nocedor del griego moderno y de sus poetas. Conversa - dor sabroso e incansable, memorista de picantes versos populares que resuenan en las pastorelas navideñas y amante de boleros, guarachas y rancheras. Narrador oral de supercherías, fabulaciones y sucesos de la provincia de Lagos de Moreno por la que transcurrió su infancia, des - lumbrada ya por la poesía de Francisco González León. Poseedor de un inmenso patrimonio poético que brota de su lengua con generosidad y transparencia de ma - nantial. Y, ante todo, sobre todo, gracias a todo y a pe - sar de todo, poeta. Poeta fecundo y peregrino, poeta del amor y la memoria, del viaje y de la vida sedentaria, de la amistad y la conversación, de la erudición libresca y del “desmadre, el cotorreo y la chacota”, como dice Mar - co Antonio Campos; poeta de la devoción a la poesía misma y a los poetas afines que incidieron en la articu- lación de su propia voz —Yeats, Vallejo, Seferis, Cavafis, Alberti, López Velarde—. Todo eso es, por serlo o por ha- berlo sido, Hugo Gutiérrez Vega. En el año de 1965, Rafael Alberti le dedica un poe- ma a Hugo Gutiérrez Vega, a la sazón consejero cultu- ral de la embajada de México en Italia. El poeta gadita- no, que habiendo sido marinero en tierra se encuentra desterrado en Roma, se asombra de que en los tiempos difíciles que corren, un poeta treintañero sea capaz de persistir en la construcción del amor con palabras que se lleva el viento cuando al mismo tiempo se conduele hasta el grito de la miseria, la impotencia, la desespe- LA DEVOCIÓN POR LÓPEZ VELARDE | 33 Hugo Gutiérrez Vega La devoción por López Velarde Gonzalo Celorio El pasado 11 de septiembre en la Sala Manuel M. Ponce del Pa- lacio de Bellas Artes, Hugo Gutiérrez Vega pronunció su discur- so de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, titulado La poesía y la novedad de la patria. En su respuesta a éste, Gon- zalo Celorio destaca la devoción de Gutiérrez Vega por el poeta jerezano Ramón López Velarde.

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Page 1: Hugo Gutiérrez Vega

Jurista, literato y comunicólogo por formación, come-diante por vocación y difusor de la cultura por oficio.Maestro universitario en México y en media docena depaíses de América y Europa, rector de Universidad y de -fensor, en su momento, de su amenazada autonomía.Periodista y director de suplementos culturales y revis-tas literarias. Consejero de cultura en las misiones di -plomáticas de México en Estados Unidos, España, Ita-lia, Brasil y Puerto Rico; embajador ante Grecia y lospaíses concurrentes de Líbano, Chipre y Moldova; co -nocedor del griego moderno y de sus poetas. Conversa -dor sabroso e incansable, memorista de picantes versospopulares que resuenan en las pastorelas navideñas yamante de boleros, guarachas y rancheras. Narrador oralde supercherías, fabulaciones y sucesos de la provincia deLagos de Moreno por la que transcurrió su infancia, des -lumbrada ya por la poesía de Francisco González León.Poseedor de un inmenso patrimonio poético que brotade su lengua con generosidad y transparencia de ma -

nantial. Y, ante todo, sobre todo, gracias a todo y a pe -sar de todo, poeta. Poeta fecundo y peregrino, poeta delamor y la memoria, del viaje y de la vida sedentaria, dela amistad y la conversación, de la erudición libresca ydel “desmadre, el cotorreo y la chacota”, como dice Mar -co Antonio Campos; poeta de la devoción a la poesíamisma y a los poetas afines que incidieron en la articu-lación de su propia voz —Yeats, Vallejo, Seferis, Cavafis,Alberti, López Velarde—. Todo eso es, por serlo o por ha - berlo sido, Hugo Gutiérrez Vega.

En el año de 1965, Rafael Alberti le dedica un poe -ma a Hugo Gutiérrez Vega, a la sazón consejero cultu-ral de la embajada de México en Italia. El poeta gadita-no, que habiendo sido marinero en tierra se encuentradesterrado en Roma, se asombra de que en los tiemposdifíciles que corren, un poeta treintañero sea capaz depersistir en la construcción del amor con palabras quese lleva el viento cuando al mismo tiempo se conduelehasta el grito de la miseria, la impotencia, la desespe-

LADEVOCIÓN POR LÓPEZ VELARDE | 33

Hugo Gutiérrez Vega

La devociónpor LópezVelarde

Gonzalo Celorio

El pasado 11 de septiembre en la Sala Manuel M. Ponce del Pa -lacio de Bellas Artes, Hugo Gutiérrez Vega pronunció su discur-so de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, titulado Lapoesía y la novedad de la patria. En su respuesta a éste, Gon-zalo Celorio destaca la devoción de Gutiérrez Vega por el poetajerezano Ramón López Velarde.

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ranza humanas que el ojo omnipresente de Dios con-templa con indiferencia, como lo plasmó el coraje dePicasso en el Guernica. Dice Alberti:

Raro es en estos días,en estos tiempos ásperos, de hombrosque se encogen impunes ante la injusta muertecuando pareceríaque el turbión de la sangre y los escombrossegase al hombre todos los sentidos, raro es ver que el poeta en la alta nochepuede oír el temblor de un corazón desnudo,construir el amor a la distancia, decir esas palabras que se lleva el viento…a la vez que escuchar el gemido del toro,la espantada agonía del caballo tundido,el grito de la madrecon la boca sin vida del niño entre los senoso el gran ojo de Dios,gloriándose, impasible, de sí mismo,en tanto que hacia él asciende de la tierrael descompuesto vaho de una nada ya inerte.Que el buen amor, amigo, y la esperanzanunca jamás te dejen de su mano.

Estos versos seguramente fueron la respuesta a los dospoemas que Hugo Gutiérrez Vega, a semejanza del jovenporta Franz Kappuz que acudió a Rilke en busca de orien -tación vocacional, ha de haber sometido al es crutinio deAlberti: Uno, “El viento y las palabras”, en el que se lee:

Sobre los labios la palabra crecey encuentra su ascensión.Nada podrá callarnos.El siglo,cárcel gris, inútil agua,escuchará la voz:monótona caídaen el silenciopreñado de poesía.

Otro, titulado precisamente “El mural de Guernica”,que termina con estos versos:

Sólo queda gritar,gritar hasta que el vientonos muestre una salida.

La respuesta de Alberti equivale a las Diez cartas a unjoven poeta que Rilke le dedicó a Kappuz, pero tuvo me -jores frutos, porque si algo queda claro después de es -cuchar su discurso, es que a Hugo Gutiérrez Vega no lohan dejado de su mano ni el buen amor ni la esperan-za, con los que Alberti lo bendijo en sus parabienes.

Desde sus Poemas del amor joven hasta sus Quejas pre -jubilatorias, su poesía no ha cesado de cantar el buenamor, aquel que en los albores de nuestra poesía loó conagudeza e ingenio el arcipreste de Hita, quien ruega aDios que le dé la gracia de escribir un libro “que loscuerpos alegre é á las almas preste”. Y no ha perdido laesperanza de que se sacien los anhelos de paz, de sere-nidad, de solicitud que abrigó López Velarde en su en -sayo Novedad de la patria.

He dicho que Hugo Gutiérrez Vega es, ante todo,un poeta. Pero es un poeta que no sólo escribe poesía,sino que reflexiona sobre la poesía: su condición, su na -turaleza, su finalidad.

Sabe de antemano que no podrá definir lo inefableni aprehender lo inaprensible, pero encuentra afinida-des sustanciales en las voces de numerosos poetas —deRubén Darío a José Gorostiza, de T. S. Eliot a DerekWalcott, de Eugenio Montale a José Lezama Lima—que han tenido resonancia en la configuración de su pro -pia poética. Entre todas ellas, la más sonora a pesar desu tono menor, la más potente a pesar de su sigilo, lamás vigorosa a pesar de su introspección, es la voz deRamón López Velarde, el padre soltero de la nueva poe -sía mexicana, como Hugo lo nombra en un poema enel que le habla de usted y le llama “Mi señor Don Ra -món”. A esta afinidad dedicaré mis comentarios al dis-curso que hemos escuchado.

La devoción que Gutiérrez Vega le profesa a LópezVelarde no se limita a la admiración que tiene por la obradel poeta jerezano. Va más allá de los meros gustos per-sonales y revela su afinidad a ciertas características queXavier Villaurrutia, en buena medida para inscribir enel canon de la poesía mexicana su propia obra —tilda-da en su momento de extranjerizante—, consideró pro -pias de nuestra tradición poética: la preeminencia de lalírica sobre la épica, el tono menor, la intimidad, la con -tención, el rigor formal, la hondura reflexiva. Una tra-dición que se remonta a los tiempos primigenios delcriollo Francisco de Terrazas, que en el siglo XVI inten-ta escribir un largo poema épico, que sólo perdura porsus contados pasajes líricos; continúa en el siglo XVII conJuan Ruiz de Alarcón, de cuya incipiente mexicanidadse ocupó Pedro Henríquez Ureña, y sor Juana Inés dela Cruz —los dos Juanes de América, como cariñosa-mente los llamó Alfonso Reyes—; se vuelve propiamen -te mexicana al comenzar el siglo XX con López Ve larde,sigue, según Villaurrutia, con Luis G. Urbina y EnriqueGonzález Martínez, poetas del crepúsculo y de la nocherespectivamente, y desemboca en los poetas de Con-temporáneos —Gorostiza, el propio Villaurrutia y, aun -que no lo parezca a primera vista por el colorido tropi-cal y la temperatura de cuarenta grados a la sombra quepredomina en su poesía, por el Carlos Pellicer de Re cin -to y Hora de junio.

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Hugo Gutiérrez Vega destaca el tono menor de lapoesía de Ramón López Velarde, ese tono pudoroso quelo lleva a cantar a la patria con una épica sordina, envoz baja, amorosamente, silenciosamente. En su Intro-ducción a la poesía mexicana, donde le asigna a nuestraexpresión lírica el color de la perla y la hora del crepús-culo, Villaurrutia señalaba, como uno de los rasgos másnotables de nuestra poesía, su tono de intimidad, deconfesión, de susurro. “El mexicano es por naturalezasilencioso —dice— …si no sabe hablar muy bien, sabeen cambio callar de manera excelente”. Y así, siguiendola “partitura del íntimo decoro”, López Velarde le cantaa la patria, una patria cercana, donde el tren va por la víacomo aguinaldo de juguetería, una patria por cuyas ca -lles provincianas que relucen como espejos, se vacía elsanto olor de la panadería, una patria femenina —niña,joven, madre—, bella, alegre, humilde a pesar de sus ri -quezas, vestida de percal y de abalorio, cálida, festiva,modesta, recatada, íntima, virtuosa. En fin, una patriasuave. Suave patria, cantada, paradójicamente, en tiem -pos todavía de aspereza nacional. Cierto. En nuestra tra -dición literaria la poesía lírica ha desplazado a la poesíaépica, que no encuentra feliz acomodo en nuestra ex -presión. Así lo corrobora la magnífica antología La pa -tria en verso. Un paseo por la poesía cívica en México queacaba de dar a la imprenta Felipe Garrido, en la que seadvierte la propensión velardeana de tratar los temasciviles con timbres líricos. El propio Hugo Gutiérrez Ve - ga, cuando trata de elevar la voz, fracasa:

Ahora, en esta sombra sarcásticahabitada por pequeños serescoludos, cornudos y variopintos,me aclaro la gargantay busco ese tono mayor

que, de acuerdo con el maestro Chumacero,no tienen mis alientos poetizantes.Lo intento y se me cae,me gana la risa y la autocompasión lo gana todo,pues es una oronda señorade narices violáceasy enorme culo morado.

Fracasa como fracasó Francisco de Terrazas —ya lodije— cuando intentó cantar las glorias de la conquistaque perpetraron sus mayores. Al poeta criollo, un ju niorde su tiempo, le quedó grande la trompetería guerrera dela épica y dejó inconcluso su ambicioso poema Nuevomundo y conquista. Acaso gracias a esa incompetencia pa -ra cantar ajenas hazañas pudo articular refinadísimos so -netos de corte petrarquista que inauguran la tradiciónlírica mexicana. Y en ese fracaso reside, como en LópezVelarde, como en Gutiérrez Vega, el triunfo de su lírica.

La suave patria es nuestro mayor poema civil, el queguardamos con gran delicadeza en la memoria del co -razón, el que aflora entre la lengua y el paladar cada vezque pensamos en la patria, y cuya suavidad acaso nosconmueve más que las aguerridas estrofas, fraseadas endecasílabos heroicos, de nuestro himno nacional, beli-gerante, sí, pero tartamudo, porque la música, compues -ta para versos endecasílabos, nos obliga, cuando lo can-tamos, a repetir una sílaba en cada uno de los versosde casílabos con los que lo compuso González Bocane-gra. Pero López Velarde no sólo escribió el poema, fe cha -do el 24 de abril de 1921 —menos de dos meses antes desu muerte—, sino que lo hizo preceder de un luminosoy entonces esperanzador ensayo tituladoNovedad de lapatria, que viene siendo el sustento ideológico del flujolírico de La suave patria, y al que Hugo Gutiérrez Vega

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Hugo Gutiérrez Vega

© Javier N

arváez

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retrotrae en su discurso para señalar la vigencia de lospostulados que nuestro poeta mayor sostuvo hace casiun siglo, cuando parecía que la Revolución mexicanahabía llegado a su fin, y que ahora, noventa años des-pués, cuando la paz se ha vuelto a quebrantar, debemosreleer y reasumir.

No puedo dejar de mencionar, en este recuento delas afinidades que guarda la poética de Hugo GutiérrezVega con la poesía de López Velarde, la importancia dela adjetivación, tan subrayada en su discurso como elelemento en el que reside la originalidad y la fuerza delpoema. Y es que el adjetivo no es asunto menor o se -cundario, como podría pensarse. Y no lo es porque en lapoesía, si se me permite una extralimitación que en esteforo podría considerarse delito de lesa gramática, los ad -jetivos son sustantivos. Si, como sentenciaba VicenteHuidobro, “el adjetivo, cuando no da vida, mata”, Ló -pez Velarde, acaso como todos los poetas, busca el adje-tivo brillante, pertinente, original, exacto, que concuer -de felizmente con el sustantivo —que le dé vida: “ojosinusitados de sulfato de cobre”, “el viudo oscilar del tra -pecio”, la “gota categórica”, el “brocal ensimismado”. Sinembargo, a lo largo de su obra, el poeta rebasa este pre-supuesto de adecuación feliz para disponer del adjetivocon otras finalidades: violentar el sustantivo, apremiarlo,retarlo, subvertirlo, corromperlo, contradecirlo —estoes modificarlo en su esencia para entregarnos, como pro -ducto de semejante pugna, una imagen inédita, que yano procede del descubrimiento afortunado sino de lacreación temeraria: “cataratas enemigas”, “fresnos man -cos”, “orgía matinal”. Estos adjetivos nombran lo nonombrado: son sustantivos, pues. Xavier Villaurrutiadice que a López Velarde, “como a todo buen poeta, lequedaba el recurso de hacer pasar los nombres por laprueba de fuego del adjetivo: de ella salían vueltos a

crear, con la forma inusitada, diferente, que pretendíay muy a menudo alcanzaba a darles. Recobrando unafacultad paradisíaca, diose, como Adán o como Linneo,a nombrar las cosas adjetivándolas…”. Gutiérrez Vegaalaba la fidelidad a la emoción original en la poesía deLópez Velarde e implícitamente el rigor con el cual lo graque esa emoción primigenia se plasme en el poema. Yes que López Velarde se declaró enemigo de la palabra porla palabra y pronunció, como declaración de principio, lafrase que, en mi opinión, es cifra de su poética: “yo anhe -lo expulsar de mí cualquier palabra, cualquier sílaba queno nazca de la combustión de mis huesos”.

La aportación mayor del discurso de Hugo GutiérrezVega reside en una paradoja: la de la inutilidad consus-tancial de la poesía, gracias a la cual acaba por ser tannecesaria como el pan, el vino y la sal.

Los poetas dijeron versosy agitaron sus plumas en el gran salón.

Al día siguiente varias sirvientaslucieron plumas de pavo realen sus sombreros viejos.Ellas opinan que los recitales son útilesa la república.

Hugo querido, mucho me honra darte la bienvenida,en nombre de nuestros compañeros, a la Academia Me -xicana de la Lengua. Tu palabra, aquilatada e insurrecta,rigurosa y desparpajada en tu poesía; bazar de asom brosen tu prosa; inagotable y memoriosa en tu conversación,habrá de discurrir felizmente en el seno de la Academia,cuyas tareas, por ser inútiles —y por ende lujosas—,acaso acaben siendo tan necesarias como la extracciónde la sal, la crianza del vino y el horno del pan.

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© Javier Narváez