hora de revolución - revista cubana de actualidad general...

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24 de julio de 2020 6 S EGÚN el historiador Ma- rio Riera, la posibilidad de que la Ortodoxia con- quistara la presidencia,,en las elecciones de junio de 1952, la presunción de que el Gobierno de Prío (1948-1952) diera un golpe de Estado –ante la in- capacidad de su candidato para la primera magistratura, Carlos Hevia, de ganar los co- micios– y “la sistemática per- secución y bloqueo electoral que reciben los batistianos por parte de Palacio”, llevó al en- tonces senador por Las Villas, Fulgencio Batista, a perpetrar una asonada e interrumpir el ritmo constitucional del país. Hipótesis discutible, como de- CUBA 1953 Batista perpetra un golpe de Estado e implanta la más sangrienta y corrupta tiranía en la historia nacional. Suprimidas las libertades democráticas, cerradas todas las vías de oposición, Fidel demostró al pueblo que la única opción era la lucha armada Por PEDRO ANTONIO GARCÍA mostrara Guillermo Alonso Pujol en un artículo publicado en BOHEMIA el 5 de octubre de 1952. Era Batista y no Prío, quien desde marzo de 1951 se in- volucraba en conspiraciones castrenses para asaltar el po- der. Solo la actitud decidida de Alonso Pujol –a la sazón vice- presidente de la República–, enterado del complot porque acudieron a él para convo- carlo a la complicidad, impi- dió la ejecución de ese plan. Dijo este político al senador por Las Villas: “General, ¿por qué se precipita? Usted puede ser Presidente de Cuba por votación popular. Falta año y medio para los comicios, ¡cuántos acontecimientos fa- vorables pueden presentarse para usted!”. Y aparentemen- te convenció a su interlocutor, porque la conjura no siguió su curso. Justo 12 meses después, en la encuesta sobre la elección presidencial realizada por Raúl Gutiérrez, un avezado especialista en sondeos sobre intención de voto, de la cual la prensa nacional publicó frag- mentos a inicios de marzo, pocos días antes del golpe de Estado, el candidato ortodoxo a la primera magistratura, Ro- berto Agramonte (29 por ciento en la preferencia popular) solo aventajaba en dos por ciento a su rival de la coalición autén- tica, Carlos Hevia. Cifra nada definitoria a tres meses de los comicios. Por su parte, el expresiden- te de 1940 aparecía muy dis- tanciado de esos dos compe- tidores, con un escaso 10 por ciento, y sus correligionarios acudían en masa a la alianza gubernamental para que los encasillaran en alguno de los seis partidos que la compo- nían. ¿Quién iba a acosar a los batistianos en fuga y a un can- didato presidencial que nadie ya tomaba en cuenta? El ma- drugón para entronizarse en el poder era su única opción. Si hemos de ser sinceros, nada de lo expresado por Riera refleja el verdadero motivo que llevó al exsargento devenido general a encabezar la sedición. Su divorcio con Elisa Godínez, su primera esposa, diezmó sus cuentas bancarias. Al reinsta- larse como el “Hombre fuerte” de Cuba en 1952, comenzó una vertiginosa carrera en pos de convertirse en el mayor multi- millonario de la nación. Seis años después se había agenciado el control mayorita- rio del Banco Hispano-cubano antes de que este fuera inau- gurado y traspasó a su nom- bre la quinta parte de las ac- ciones de Cubana de Aviación. Era propietario absoluto de tres centrales azucareros –dos de estos adquiridos antes Una de las primeras medidas que tomó Batista tras usurpar el poder e interrumpir el ritmo constitucional del país fue aumentarse el salario como jefe de Estado a 144 000 pesos. Autor no identificado Hora de Revolución

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  • 24 de julio de 20206

    SEGÚN el historiador Ma-rio Riera, la posibilidad de que la Ortodoxia con-quistara la presidencia,,en las elecciones de junio de 1952, la presunción de que el Gobierno de Prío (1948-1952) diera un golpe de Estado –ante la in-capacidad de su candidato para la primera magistratura, Carlos Hevia, de ganar los co-micios– y “la sistemática per-secución y bloqueo electoral que reciben los batistianos por parte de Palacio”, llevó al en-tonces senador por Las Villas, Fulgencio Batista, a perpetrar una asonada e interrumpir el ritmo constitucional del país. Hipótesis discutible, como de-

    CUBA 1953

    Batista perpetra un golpe de Estado e implanta la más sangrienta y corrupta tiranía en la historia nacional. Suprimidas las libertades democráticas, cerradas todas las vías de oposición, Fidel demostró al pueblo que la única opción era la lucha armadaPor PEDRO ANTONIO GARCÍA

    mostrara Guillermo Alonso Pujol en un artículo publicado en BOHEMIA el 5 de octubre de 1952.

    Era Batista y no Prío, quien desde marzo de 1951 se in-volucraba en conspiraciones castrenses para asaltar el po-der. Solo la actitud decidida de Alonso Pujol –a la sazón vice-presidente de la República–, enterado del complot porque acudieron a él para convo-carlo a la complicidad, impi-dió la ejecución de ese plan. Dijo este político al senador por Las Villas: “General, ¿por qué se precipita? Usted puede ser Presidente de Cuba por votación popular. Falta año

    y medio para los comicios, ¡cuántos acontecimientos fa-vorables pueden presentarse para usted!”. Y aparentemen-te convenció a su interlocutor, porque la conjura no siguió su curso.

    Justo 12 meses después, en la encuesta sobre la elección presidencial realizada por Raúl Gutiérrez, un avezado especialista en sondeos sobre intención de voto, de la cual la prensa nacional publicó frag-mentos a inicios de marzo, pocos días antes del golpe de Estado, el candidato ortodoxo a la primera magistratura, Ro-berto Agramonte (29 por ciento en la preferencia popular) solo aventajaba en dos por ciento a su rival de la coalición autén-tica, Carlos Hevia. Cifra nada defi nitoria a tres meses de los comicios.

    Por su parte, el expresiden-te de 1940 aparecía muy dis-tanciado de esos dos compe-tidores, con un escaso 10 por ciento, y sus correligionarios acudían en masa a la alianza gubernamental para que los encasillaran en alguno de los seis partidos que la compo-nían. ¿Quién iba a acosar a los batistianos en fuga y a un can-didato presidencial que nadie ya tomaba en cuenta? El ma-drugón para entronizarse en el poder era su única opción.

    Si hemos de ser sinceros, nada de lo expresado por Riera refl eja el verdadero motivo que llevó al exsargento devenido general a encabezar la sedición. Su divorcio con Elisa Godínez, su primera esposa, diezmó sus cuentas bancarias. Al reinsta-larse como el “Hombre fuerte” de Cuba en 1952, comenzó una vertiginosa carrera en pos de convertirse en el mayor multi-millonario de la nación.

    Seis años después se había agenciado el control mayorita-rio del Banco Hispano-cubano antes de que este fuera inau-gurado y traspasó a su nom-bre la quinta parte de las ac-ciones de Cubana de Aviación. Era propietario absoluto de tres centrales azucareros –dos de estos adquiridos antes

    Una de las primeras

    medidas que tomó Batista tras usurpar

    el poder e interrumpir

    el ritmo constitucional

    del país fue aumentarse

    el salario como jefe de Estado

    a 144 000 pesos.

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    del golpe de Estado–, además de ser un socio importante en otras seis fábricas de azúcar. Le pertenecían dos destilerías, una papelera, una empresa de transporte por carretera, dos moteles, un canal televisivo, una empresa de gas licuado y otra de materiales de cons-trucción, un centro turístico, una naviera, varios inmuebles urbanos y rurales, emisoras de radio, periódicos, colonias ca-ñeras, fi ncas ganaderas, apar-te de estar coligado con distin-tas fi rmas estadounidenses.

    ¿Cómo fi nanció todo esto? Con préstamos, que nunca se molestó en pagar, del Banco de Desarrollo Económico y Social (Bandes), una institución gu-bernamental a la que controla-ba como jefe del Estado cuba-no. Aparte de que recaudaba para su bolsillo la tercera parte de las comisiones que cobraba la Policía a prostíbulos y casas de juegos prohibidos. Y obte-nía regalitos, como los tres mi-llones de dólares obsequiados por la compañía francesa que construyó el túnel de la bahía habanera.

    Una pregunta que el redac-tor de estas líneas, en su con-dición de profesor de Historia de Cuba, debe responder a cada nueva generación de alumnos es el porqué del éxito del general golpista en su aso-nada del 10 de marzo.

    En aquel momento el movi-miento obrero tenía una limita-

    da capacidad de movilización, al estar dividido por las dispu-tas entre la cúpula de la CTC (impuesta por los gobiernos auténticos mediante el asalto a los sindicatos nacionales) y la base, que respondía a comu-nistas y ortodoxos, sobre todo, en los sectores azucarero, por-tuario, del transporte, bancario y textil. Para colmo, la aristo-cracia obrera que regentaba la central sindical se plegó a Batista días después de la re-vuelta castrense.

    Asimismo, la dirigencia de los dos partidos mayoritarios del país: el Auténtico y el Ortodoxo,

    no estuvo a la altura del momen-to histórico y se desgastaron en inútiles y lastimeros manifi estos de protesta que, como sucede casi siempre en circunstancias similares, Washington y la OEA tiraron al cesto de basura.

    Tras el madrugón de 1952, la democracia representativa en Cuba, si no falleció, quedó mor-talmente herida. Luego de 50 años de tragedia neocolonial, lo que vino en su último septenio fue una farsa vernácula, aunque con tintes sangrientos. Es inte-resante el vaticinio que hiciera el vicepresidente derrocado, Alonso Pujol, en el octavo mes de la tiranía: “No olviden que los honores y el mando supremo no valen nada frente a las lágrimas y la sangre que puede derramar el pueblo buscando las liberta-des perdidas”.

    El Estado de Derecho, según Batista

    Lo primero que hizo el senador autoproclamado primer minis-tro de la República fue derogar la Constitución de 1940 y el Código Electoral de 1943. Disolvió el Congreso y los partidos polí-ticos. Suprimió el derecho de huelga, así como toda manifesta-ción contra el régimen de facto, y las reuniones con más de dos personas. Liquidó la autonomía

    La dirigencia ortodoxa (al centro, vestido de negro, Roberto Agramonte), luego de ser detenida arbitrariamente por la tiranía, solo atinó a un lastimero manifi esto de protesta, ignorado por Washington y la OEA.

    Mientras se dedicaban presupuestos millonarios al Ejército, la Policía y la Marina, la atención hospitalaria y las escuelas públicas atravesaban una profunda crisis.

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    universitaria. Cercenó la liber-tad de prensa enviando un cen-sor con poderes omnímodos a cada medio de comunicación.

    En su torpe política econó-mica inicial, restringió la pro-ducción azucarera, con lo que el país perdió millones de dó-lares. Permitió la disminución del salario medio y el despido masivo de obreros por parte de la patronal, lo que, sumado a las cesantías masivas de los fun-cionarios públicos en los distin-tos ministerios, elevó la tasa de desempleo a 25 por ciento de la población laboral activa, cifra récord cinco veces mayor que la existente durante los gobier-nos auténticos (1944-1952). En cambio, aumentó el sueldo de los miembros del Ejército, la Policía y la Marina. Y para no ser menos, también acrecentó el del jefe de Estado, es decir, el suyo, a 144 000 pesos, 44 000 más de lo que percibía el Pre-sidente de los Estados Unidos por aquellos días.

    Para sustituir la constitu-ción derogada, creó los llama-dos Estatutos, los cuales esta-blecían que el Gobierno estaría constituido por el Consejo de Ministros y el llamado Consejo Consultivo, ridículo remedo del Parlamento. ¿Y quién designa-ba a los miembros de estos dos órganos?: Batista. El alcalde municipal que no jurara los

    Estatutos, era sustituido en el acto, aunque a algunos, como el de La Habana, ni siquiera les dieron esa oportunidad, porque fueron desalojados de su cargo violentamente. En cuanto al Consejo Consultivo, se hizo popular una frase del intelectual Jorge Mañach re-producidanen BOHEMIA: “a quien nadie pide consejos ni nadie acude en consulta”.

    Según los Estatutos, los magistrados del Tribunal Su-premo, de quienes dependía a su vez todo el aparato para la administración de la justicia, eran designados personal-mente por el Presidente de la República, cargo asumido de facto por Batista el 4 de julio de 1952. De esta forma el gene-ral golpista ostentaba el poder ejecutivo, el legislativo y deter-minaba sobre el judicial. Nada, como el faraón de Egipto en la antigüedad.

    Un sector muy golpeado por la tiranía desde sus prime-ros días fue el periodístico. No solo le impuso la censura, si alguno la burlaba, debía ate-nerse a las consecuencias. A Mario Kuchilán lo obligaron a comerse su página de Prensa Libre con buches de palma-cristi. Martín Lliraldi sufrió una agresión de los aparatos represivos por haberse opues-to al despiadado maltrato de un

    policía contra la ciudadanía. Un esbirro del régimen, Lutgardo Martín Pérez (el posterior sue-gro de Ninoska Pérez Castelló, actual vocero de la extrema derecha del exilio miamense), se personó en el diario La pa-labra, detuvo sin mandamiento judicial al personal de su taller y los internó en los calabozos de La Cabaña.

    Aunque algunos abogados, como Félix Lancís y Fidel Castro, demandaron en los tri-bunales al sátrapa Fulgencio Batista por sus tropelías y delitos anticonstitucionales, el Poder judicial, controlado por el tirano, no quiso procesarlo.

    Un año despuésEl ministro de Educación, Andrés Rivero Agüero, de-signado por el Presidente de facto tras el golpe de Estado, auguró en 1952 que el régimen abastecería gratuitamente de desayuno, ropa y merienda a los alumnos de las escuelas públicas. Sin embargo, como subrayó BOHEMIA en su edi-ción del 15 de marzo de 1953, tales promesas concluyeron con la supresión de lo único que existía durante los dos go-biernos anteriores: el desayu-no escolar.

    La revista de la familia cu-bana, en un balance de lo rea-lizado hasta entonces por el

    Así imaginó un dibujante

    cubano al jefe de los moncadistas en la sala de

    enfermeras del Hospital Civil durante el juicio por los sucesos del 26 de julio

    de 1953.

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    batistato, añadía: “la inmovili-dad magisterial, respetada an-tes de la Constitución de 1940, ahora se amenaza con la forma-ción de expedientes a maestros que profesen ‘doctrinas exóti-cas o subversivas’. Se dicta una efectiva rebaja de sueldos a los maestros con el aumento de un 12 por ciento del descuento para el retiro y se grava el ya precario presupuesto magiste-rial con la imposición del Sello del Palacio para [legalizar] todo documento ofi cial.

    “Todo lo que falta en aten-ciones hospitalarias, construc-ción de escuelas y carreteras o trabajo remunerativo para cubanos sin empleo, se va por los créditos cuantiosos de un Estado-policía que gasta 29 mi-llones de pesos extra por sobre el presupuesto normal de las Fuerzas Armadas para com-prar tanques, aviones, ametra-lladoras y fusiles y aumentar en cientos de miles de pesos la dotación de nuevos cuerpos represivos”.

    Según denunciaba la pu-blicación, al presupuesto del Ministerio de Defensa se le asignaron 20 millones de pesos más que los concedidos por el Gobierno anterior. No bastán-dole con esto, Batista suscribió créditos extraordinarios para el sector castrense por valor de 101 millones de pesos. Concluía el semanario: “Nunca en Cuba hubo tantos generales, tantos comodoros, tantos soldados, tantos policías, tantas perse-guidoras y tantos fusiles. Así como otros países presentan con orgullo sus hospitales, sus edifi cios públicos y monumen-tos históricos, Cuba ofrece a la vista de propios y extraños el aspecto de una ciudadela armada donde la tercera par-te del presupuesto nacional va a parar a los cuarteles y campamentos”.

    El MoncadaComo había expresado Fidel en Recuento crítico del Par-tido Ortodoxo, publicado en El Acusador en agosto de 1952, “el momento es revo-lucionario y no político […]

    La Revolución abre paso al mérito verdadero, a los que tienen valor e ideal sincero, a los que exponen el pecho des-cubierto y toman en la mano el estandarte. A un partido revo-lucionario debe corresponder una dirigencia revolucionaria, joven y de origen popular que salve a Cuba”.

    Junto con Abel Santamaría, el entonces joven abogado nu-cleó un grupo de patriotas con-vencidos de que solo mediante la vía armada era posible com-batir a la tiranía batistiana. Y comenzó a forjarse en su men-te la idea de tomar una fortale-za, específi camente el cuartel Moncada, en donde ocupar las armas necesarias para convo-car al pueblo al combate.

    A pesar del heroísmo de aquellos jóvenes, las accio-nes del 26 de julio de 1953 cul-minaron en un revés militar. Cincuenta y cinco combatien-tes fueron asesinados a sangre fría por la soldadesca, la cual también ultimó a más de una docena de civiles, sin relación alguna con los asaltantes. De esta forma quedó desenmas-carada la tiranía batistiana, ca-paz de recurrir a los crímenes más despiadados y al terror más bárbaro. Al mismo tiempo, ante los ojos del pueblo, Fidel y sus compañeros empezaron a

    destacarse como la vanguardia indiscutible de la nueva etapa revolucionaria que se iniciaba.

    En el juicio a que fue someti-do por el régimen en la sala de enfermeras del Hospital Civil santiaguero, con su alegato de autodefensa conocido como La historia me absolverá, Fidel transformó el revés militar en victoria política. Al exponer los problemas que aquejaban en-tonces a Cuba y proponer solu-ciones para erradicarlos, dotó a la Generación del Centenario del programa revolucionario por el cual guiarse en aquel mo-mento histórico.

    Y tal como había previsto el joven abogado en los días ini-ciales de la tiranía batistiana, aquella generación se dispu-so a la lucha armada, porque, si bien había un sátrapa en el poder, “habrá otra vez Mellas, Trejos y Guiteras. Hay opresión en la patria, pero habrá algún día otra vez libertad”.mmmmimmmmmm

    Fuentes consultadasLos libros El Moncada, la res-puesta necesaria de Mario Mencía; Cuba política, de Mario Riera; y Los propietarios en Cuba 1958, de Guillermo Jiménez. La compilación Moncada, ante-cedentes y preparativos, de la Dirección Política de las FAR.

    Fidel dotó a la Generación del Centenario del programa revolucionario por el cual guiarse en aquel momento histórico.

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