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Historia y ficción en El Cartógrafo de la Reina La imagen que se ofrece del protagonista, está basada en la obra de Antonio Ballesteros Bareta, El cántabro Juan de la Cosa y el Descubrimiento de América (Institución Cultural Cantabria, 1987), má- ximo compendio escrito sobre este ilustre santoñés. Lo presentamos como hombre discreto, conciliador, modesto, de gran prestigio per- sonal y fiel a la reina de Castilla. Pese a nuestra reverencia por el trabajo de don Antonio Ba- llesteros, sólo hay un punto de su gran obra que no compartimos. Según él, Colón fue el maestro de Juan de la Cosa. No creemos que tal afirmación esté fundada en razones de peso, máxime cuando es posible que las edades del cartógrafo y del Almirante fueran simila- res. Por esta causa, a falta de otros datos, le consideramos nacido, al igual que Colón, en 1450. La sospecha de que Juan de la Cosa actuó en más de una ocasión como espía de la Corona está ampliamente tratada por dicho autor. Lo expone de manera expresa en alguno de los capítu- los de su vasta obra, por ejemplo, cuando describe sus gestiones en Portugal; y de forma tácita en otras partes, así al sostener que en los dos primeros viajes fue, en todo momento, un hombre de la reina de Castilla. Marigalante, en tanto que nombre de la famosa nao Santa María, prevaleció sobre el oficial y sobre el de La Gallega. El mismo Almirante, en su diario, la cita con su viejo apelativo. Fue Colón quien impuso el cambio de denominación. Marigalante pudo ser, además, el apodo de alguna mujer relacionada con el protagonista. A partir de ahí es ficción todo lo relativo a María Jimena y a Ladrón de Guevara, si bien es cierto que este fue Conde de Escalante, estuvo relacionado 439

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Historia y ficción en El Cartógrafo de la Reina

La imagen que se ofrece del protagonista, está basada enla obra de Antonio Ballesteros Bareta, El cántabro Juan de la Cosa y elDescubrimiento de América (Institución Cultural Cantabria, 1987), má-ximo compendio escrito sobre este ilustre santoñés. Lo presentamoscomo hombre discreto, conciliador, modesto, de gran prestigio per-sonal y fiel a la reina de Castilla.

Pese a nuestra reverencia por el trabajo de don Antonio Ba-llesteros, sólo hay un punto de su gran obra que no compartimos.Según él, Colón fue el maestro de Juan de la Cosa. No creemos quetal afirmación esté fundada en razones de peso, máxime cuando esposible que las edades del cartógrafo y del Almirante fueran simila-res. Por esta causa, a falta de otros datos, le consideramos nacido, aligual que Colón, en 1450.

La sospecha de que Juan de la Cosa actuó en más de unaocasión como espía de la Corona está ampliamente tratada pordicho autor. Lo expone de manera expresa en alguno de los capítu-los de su vasta obra, por ejemplo, cuando describe sus gestiones enPortugal; y de forma tácita en otras partes, así al sostener que en losdos primeros viajes fue, en todo momento, un hombre de la reina deCastilla.

Marigalante, en tanto que nombre de la famosa nao SantaMaría, prevaleció sobre el oficial y sobre el de La Gallega. El mismoAlmirante, en su diario, la cita con su viejo apelativo. Fue Colón quienimpuso el cambio de denominación. Marigalante pudo ser, además, elapodo de alguna mujer relacionada con el protagonista. A partir de ahíes ficción todo lo relativo a María Jimena y a Ladrón de Guevara, sibien es cierto que este fue Conde de Escalante, estuvo relacionado

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con los astilleros de esa villa y tuvo notables intereses económicos enSantoña.

Los hermanos De Jado son personajes históricos; obtuvie-ron escudo de armas portugués y volvieron a su pueblo natal, Argo-ños, cargados de riquezas y honores. Así consta en la EnciclopediaGeneral Heráldica Española (Biblioteca Municipal de Santander) y suescudo es recogido en la obra de Carmen González Echegaray, Escu-dos de Cantabria (tomo IV, Asturias de Santillana y el Bajo Asón, Institu-ción Cultural Cantabria, Santander, 1981). La historia de susactividades en Portugal, sin embargo, es ficticia.

Pere Furnet es un personaje de ficción necesario para resal-tar la sólida formación de nuestro protagonista. La Historia nos in-dica el gran prestigio de Juan de la Cosa como cartógrafo, lo que, enaquella época, era tanto como decir sabio y científico. Calla, empero,en lo tocante a la fuente de su sabiduría. Acertada o no, la introduc-ción de este personaje pretende responder a esa pregunta, vinculandodirectamente a Juan de la Cosa con los Cresques y su escuela. Si se leubica en el Monasterio de Monte Hano es por la pertenencia de estea la Fraternidad Franciscana, de tanto relieve en toda la obra.

La influencia de los genoveses en la sociedad castellana delos albores de la modernidad, entre los siglos XV y XVI, está basadaen la obra Cristóbal Colón, de Jacques Heers (Fondo de Cultura Eco-nómica, Méjico, 1992). Todos los apellidos de familias que aparecenen la novela son históricos, salvo el de Luiggi Cassana.

La Fraternidad Franciscana era rival de los dominicos. Asícomo aquella estaba más abocada a la predicación del evangelio en tie-rra de infieles, la segunda se decantaba por la Inquisición, aunque no

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faltaron dominicos misioneros ni franciscanos inquisidores. Es fic-ción, sin embargo, la implicación de los franciscanos en un serviciode espionaje. Ahora bien, el Monasterio de La Rábida fue un puntode referencia técnico, científico y de información, lugar reconocidopor todos los historiadores como el fogón en el que se cocinó el avis-tamiento de las nuevas tierras.

Con respecto a la relatividad del Descubrimiento pocose puede decir que no se haya dicho a estas alturas de la investigaciónhistoriográfica, sobre todo después del trabajo del profesor Juan Man-zano Manzano (Colón y su secreto. El predescubrimiento, Cultura Hispánica,Madrid, 1987), en relación con los predescubrimientos y los proto-nautas que antecedieron a Colón.

Martín Alonso Pinzón ha sido tratado en esta novela congran benevolencia y se le considera como el auténtico descubridor deAmérica. Poco se añade con ello a las innumerables tesis que hacia talsolución apuntan. En relación con sus supuestos viajes a Brasil nosacogemos a la teoría del inglés Gambier, pese a las críticas de nues-tro tratadista Cesáreo Fernández Duro, por venir más ajustadas aque-llas a las necesidades del guión.

En la ficción es su hijo mayor y heredero, Arias Pérez Pin-zón, quien pide a Juan de la Cosa que aporte sus memorias en lospleitos que pretendía iniciar a causa de la relegación sufrida por supadre Martín Alonso en el viaje de 1492.

Tras la muerte de su padre, Arias Pérez Pinzón, que debía deser un hombre enérgico y de gran capacidad de gestión, ayudó a sutío Vicente Yáñez a formar una flota que en 1500 bajó hasta CaboVerde y descubrió el Brasil, antes de que lo hiciera oficialmente elportugués Cabral. Parece que Arias viajó en esa expedición, mas nose le conocen posteriores viajes de descubrimiento. Es ficción la atri-

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bución que se le hace de la condición de abogado, pero no improba-ble.

La enfermedad de Pinzón, descrita en la novela, es la sífi-lis. Una de las teorías más extendidas sobre el origen de esta dolenciaapunta hacia América y al Descubrimiento; según ella, Martín AlonsoPinzón fue su primera víctima en Europa.

La participación de los Pinzón en los pleitos colombi-nos se hizo en condición de coadyuvantes del Ministerio Fiscal, muyavanzado ya el proceso entre Colón y la Corona, cuando esta im-pugnó la sentencia de Valladolid de 1527. Hasta esa fecha, la familiaColón había basado su estrategia procesal en el supuesto incumpli-miento por los reyes de las Capitulaciones de Santa Fe.

En el nuevo recurso, sin embargo, el fiscal Villalobos intentóromper de un tajo el retorcido nudo de argumentos de los contrarios,negando aplicación de las capitulaciones a Colón por el simple hechode que no fue él quien descubrió América, sino Pinzón. Los descen-dientes de Martín Alonso renunciaron a sus derechos contra la Co-rona para poder ser parte, junto a esta, en el pleito. La sentenciarecayó en 1534, la conocida como Resolución de Dueñas, muy con-traria a los intereses del Almirante. Posteriormente, la Corona llegó aun acuerdo arbitral con la familia de Colón y se dieron por termina-das las controversias jurídica.

Tanto Al-Idrisi como su mapa son históricos. El primerofue un notable cartógrafo ceutí que ubicamos en Granada. El mapa,famoso en su día y que llevaba por título Los Jardines de la Humanidady el Entretenimiento del Alma, se perdió, en efecto.

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La figura de Colón que se ofrece en la novela está en con-tradicción con la magnificencia de que la historiografía oficial rodeaal personaje. No somos los primeros ni seremos los últimos en darleal Almirante un tratamiento que algunos pueden entender como pocorespetuoso. En el fondo, se lo merece, pues buscó metódicamente laforma de ocultar todo lo referente a su persona.

Para tener una idea de conjunto de todas las contradiccionescolombinas, basta con leer la obra del cántabro Mariano FernándezUrresti (Colón, el Almirante sin rostro, Adaf, Madrid, 2006) y, para apre-ciar la relatividad de su figura, la de Bartolomé y Lucile Bennassar(1492. ¿Un nuevo mundo?, Nerea, Madrid, 1992). Según estos autores,el viaje de 1492 fue una mera toma de posesión de unas tierras ya co-nocidas y que el auténtico Descubrimiento de América tuvo lugarcuando se localizó el oro azteca y la plata de Potosí; las Indias no fue-ron, hasta ese momento, más que un lugar lleno de peligros donde losespañoles iban a mal morir.

En cualquier caso, Colón dispuso de excelentes propagandis-tas que lo hicieron pasar por un excelso nauta en detrimento de otrosmarinos tanto o más importantes que el mismo genovés, como fue elcaso de Martín Alonso Pinzón o del mismo Juan de la Cosa.

El apellido Pitaluga era frecuente en Génova en el sigloXVI y lo es en la actualidad. También se halla en España, en la pro-vincia de Cádiz, y en la Mantua Cubana. Tanto los Pitaluga de Génovacomo los de España y Cuba son gentes muy vinculadas a la mar. Sehabla, por ejemplo, de un pirata cubano de tal nombre en el sigloXVII.

Con respecto al origen de Cristóbal Colón, la novela seajusta a una de las múltiples teorías sobre su patria. Se le hace romanode nacimiento, genovés de adopción, e hijo del papa Inocencio VIII,

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que es la tesis mantenida por Lionero Boccianti y Renato Biagioli dela Universidad de Pavía. Se podría haber elegido cualquier otra de loscientos de teorías e hipótesis que circulan al respecto en ámbitos aca-démicos y profanos. La tesis genovesa, tan aceptada en los últimostiempos, data de las celebraciones académicas del Cuarto Centenario,como consecuencia del gran esfuerzo realizado por los historiadoresitalianos para acercar el ascua a su sardina.

El «Diario del Almirante», en su versión del amigo de la fa-milia Colón, fray Bartolomé de las Casas, es el documento que ha ser-vido de base a la historia “oficial”, así como, en esta novela, de guiónpara confeccionar el iter temporal de la travesía del Océano. Todos losdatos y detalles que en la novela aparecen (sabotajes, encuentro conlos portugueses, aparición de un rabiforcado, caída de un cometa, de-riva de la brújula, inquietud entre la marinería, pérdida de la SantaMaría, rezos y sorteos de penitencias en la sentina durante el viaje devuelta, etc.), están tomadas del Diario (Historia de las Indias, ImprentaMiguel Ginesta, Madrid, 1875). La interpretación que se hace de loshechos difiere, sin embargo, de la versión oficial.

Para que el lector se haga una idea de la endeblez de dichodocumento como fuente (y por ende de la narración tradicional tenidapor palabra de la diosa Historia), sepa que: 1) A poco de la vuelta deColón, el diario original fue reclamado por la Corona; 2) que en lascámaras reales, después de analizarlo, elaboraron una copia paraColón (con las lógicas mutilaciones y recomposiciones, pues de unsecreto de Estado se trataba); 3) que esta copia también se perdióaunque, antes de extraviarse, cayó en manos de fray Bartolomé; y 4)que, pasados los años, el fraile elaboró el diario con la única ayuda desu memoria, poniendo y quitando de su cosecha cuanto se le antojó.Ante tanta imprecisión, creemos que la versión de la novela es tanverosímil, cuanto menos, como la oficial.

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La quema de libros árabes por parte de los inquisidores esficción en la fecha en que se introduce, aunque poco después de lamuerte de Juan de la Cosa se perpetró tan atroz crimen contra la cul-tura por orden del Cardenal Cisneros. Se destruyó en aquel auto defe bibliográfico la cultura hispánico-musulmana de ochocientos años.

Dos son los Alonso de Ojeda, personajes históricos, queaparecen en esta obra: uno el fraile dominico sevillano inspirador dela Inquisición Castellana y otro su sobrino Alonso de Ojeda. Este úl-timo fue elevado a la categoría de gloria patria por todos los cronis-tas de la época, hasta la culminación de su popularidad con la novelade Vicente Blasco Ibáñez, El caballero de la Virgen. El carácter de héroeromántico y popular que la historia y la literatura ha dado a este per-sonaje, para mejor satisfacción del público, ha logrado anular el re-cuerdo de su tío el inquisidor.

La batalla de Turbaco, en la que murió el protagonista, esuno de los acontecimientos más relevantes de la época del Descubri-miento. Los hechos que en la novela se narran corresponden con laversión de fray Bartolomé de las Casas, contemporáneo de los mis-mos y residente en Santo Domingo, mentidero reconocido de todoel Caribe. La otra versión, que desechamos, es la que hizo Fernándezde Oviedo (Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme delmar océano, primera parte, Real Academia de la Historia, Madrid, 1851),narrador posterior y enemigo declarado de Juan de la Cosa. La his-toriografía y la novelística tradicional han tomado como única estaúltima versión, en la que se ensalza la figura de Alonso de Ojeda, laheroicidad de los españoles y el comportamiento torpe de Juan de laCosa. Sin embargo, parece más verosímil y real la del escritor con-temporáneo a los hechos, hombre neutral con respecto a los intervi-nientes.

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En cualquier caso, fue la primera vez que se leyó a los in-dios el famoso Requerimiento, pantomima legal para burlar los de-cretos que prohibían la esclavitud, pues la falta de acatamiento porparte de los indios permitía a los conquistadores subyugarlos de in-mediato. La brutal reacción de Ojeda y Nicuesa a la muerte de Juande la Cosa fue la primera gran matanza de indios planificada comoacto de represalia militar por parte de las armas castellanas. Tambiénes histórica la feroz resistencia opuesta por los indios flecheros, in-cluida la participación de las mujeres en los combates, hartos de losdesmanes cometidos por los conquistadores durante los anterioresdiecisiete años.

El enorme enigma histórico de las capitulaciones deSanta Fe ha sido concebido con una licencia literaria amplia para quepueda ser integrado en la trama. Aquí está la clave de todos los mis-terios que rodean al Descubrimiento de América. ¿Por qué los reyescatólicos firmaron unas capitulaciones que daban tanto poder aColón? ¿Quién era este para ser merecedor de tan exorbitantes títu-los? ¿Qué les pudo él ofrecer a cambio? ¿Por qué mudó la reina deopinión de la noche a la mañana? Que nadie se moleste en buscarestas respuestas porque la Historia no las ofrece o, cuando lo intenta,se limita a proporcionarnos meros malabarismos retóricos.

La ruta del primer viaje es, quizás, uno de los hechos no-velados que más puede extrañar al lector. Está basada en la obra delprofesor canario don José Antonio Hurtado García, (La Ruta T y D,publicado por la Consejería de Presidencia y Relaciones Institucio-nales del Gobierno de Canarias, Las Palmas, 1999). En ella se partede la inconsistencia que tienen las fuentes históricas básicas sobre laruta seguida por Colón en el primer viaje y en la errónea interpreta-ción posterior de las mismas. A partir de aquí, Hurtado establece una

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ruta mediante la combinación de fuentes cartográficas y cálculos ma-temáticos; desvela, además, el secreto de la doble contabilidad de dis-tancias y las implicaciones políticas de la zonificación establecida enel Tratado de Alcaçovas, así como la influencia de este condicionanteen la determinación del rumbo.

La búsqueda de Babeque y el retraso del tornaviaje estánbasadas en primer lugar en la ya citada obra de Jacques Heers, Cristó-bal Colón, en la que se realiza un análisis crítico de las fuentes y se llegaa la conclusión del carácter errático de la búsqueda de una misteriosaisla llamada Babeque. Trata también de los problemas que se plante-aron en el tornaviaje por la voluntad del Almirante de seguir bus-cando dos islas ilusorias: Carib y Maratino.

El desembarco en La Española y la hipótesis sobre cómose perdió la Marigalante proviene de la obra del profesor José Anto-nio Hurtado García y las publicaciones de la Fundación Medina Si-donia.

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