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Rococó Estilo pictórico y decorativo del siglo XVIII que se caracterizó por una ornamentación elaborada, delicada y recargada. El periodo del rococó se corresponde aproximadamente con el reinado de Luis XV, rey de Francia (1715-1774). Sus orígenes exactos son oscuros, pero parece haber comenzado con la obra del diseñador francés Pierre Lepautre, quien introdujo arabescos y curvas en la arquitectura interior de la residencia real en Marly, y con las pinturas de Jean-Antoine Watteau, cuyos cuadros de colores delicados sobre escenas aristocráticas que se desarrollan en medio de un entorno idílico rompen con el heroísmo del estilo de Luis XIV. El término rococó proviene del francés rocaille, que significa 'rocalla'. En decoración, se caracterizó por una ornamentación basada en arabescos, conchas marinas, curvas sinuosas y en la asimetría; en pintura se distinguió por el uso de colores pastel más bien pálidos. Los pintores más representativos fueron François Boucher y Jean-Honoré Fragonard, el primero es famoso por pintar escenas de tocador pobladas por multitud de amorcillos, mientras que el segundo se caracteriza por las escenas galantes que se desarrollan en el interior de alcobas o en claros del bosque. En cuanto a la decoración, el rococó alcanzó su cumbre en el Hôtel Soubise de París, trabajo que comenzó en el año 1732 y al que contribuyeron un gran número de artistas y decoradores notables, entre los que destacan Gabriel Germain Boffrand y René Alexis Delamaire. El estilo rococó se difundió rápidamente por otros países europeos, particularmente por Alemania y Austria, donde se entremezcló con el barroco creando un estilo suntuoso y profuso, especialmente en iglesias y espacios sagrados. Culminó con el trabajo del arquitecto y diseñador bávaro François de Cuvilliés en su obra del pabellón de Amalienburg (1734-1739), cerca de Munich, cuyo interior, parecido a un joyero, estaba compuesto de espejos, filigranas de plata y oro, y paneles decorativos. En España, el palacio de La Granja es el edificio que más se acerca a este estilo artístico, aunque el rococó se desarrolló más en la decoración de interiores. En Francia dio paso al austero estilo neoclásico a finales del siglo XVIII y desapareció con el inicio de la Revolución Francesa en 1789 de manera repentina y por completo. Rococó (música) Estilo artístico desarrollado en Europa durante buena parte del siglo XVIII, que coexistió con el barroco tardío y con los inicios del clasicismo. Sus orígenes se encuentran en el ambiente aristocrático y refinado de la Francia del regente duque de Orleans y en el posterior reinado de Luis XV, a finales del siglo XVII. Deriva de la suntuosidad decorativa de la arquitectura del palacio de Versalles y en música se corresponde con el estilo galante. Floreció en Francia entre 1725 y 1775, y sus máximos representantes fueron en Francia François Couperin, Jean Philippe Rameau, Louis Claude Daquin, Johan Schobert, en Alemania Georg Philipp Telemann, Johann Matheson, Carl Philipp Emanuel Bach, en Austria Joseph Haydn y Wolfgang Amadeus Mozart y en Italia con Domenico Scarlatti, Domenico Paradies, Domenico Cimarosa o Rutini, entre otros. Arquitectura en Centroeuropa En Austria y Baviera floreció especialmente el estilo rococó. La abadía benedictina de Ottobeuren (1748-1772), proyectada por Johann Michael Fischer (1692-1766), es tan sólo una de las iglesias, monasterios y palacios llevados a cabo en este periodo en el centro de Europa, entre los cuales también destaca la iglesia de peregrinación de los

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Page 1: Historia de Los Movimientos Artisticos!

Rococó

Estilo pictórico y decorativo del siglo XVIII que se caracterizó por una ornamentación elaborada, delicada y recargada. El periodo del rococó se corresponde aproximadamente con el reinado de Luis XV, rey de Francia (1715-1774). Sus orígenes exactos son oscuros, pero parece haber comenzado con la obra del diseñador francés Pierre Lepautre, quien introdujo arabescos y curvas en la arquitectura interior de la residencia real en Marly, y con las pinturas de Jean-Antoine Watteau, cuyos cuadros de colores delicados sobre escenas aristocráticas que se desarrollan en medio de un entorno idílico rompen con el heroísmo del estilo de Luis XIV.

El término rococó proviene del francés rocaille, que significa 'rocalla'. En decoración, se caracterizó por una ornamentación basada en arabescos, conchas marinas, curvas sinuosas y en la asimetría; en pintura se distinguió por el uso de colores pastel más bien pálidos. Los pintores más representativos fueron François Boucher y Jean-Honoré Fragonard, el primero es famoso por pintar escenas de tocador pobladas por multitud de amorcillos, mientras que el segundo se caracteriza por las escenas galantes que se desarrollan en el interior de alcobas o en claros del bosque. En cuanto a la decoración, el rococó alcanzó su cumbre en el Hôtel Soubise de París, trabajo que comenzó en el año 1732 y al que contribuyeron un gran número de artistas y decoradores notables, entre los que destacan Gabriel Germain Boffrand y René Alexis Delamaire.

El estilo rococó se difundió rápidamente por otros países europeos, particularmente por Alemania y Austria, donde se entremezcló con el barroco creando un estilo suntuoso y profuso, especialmente en iglesias y espacios sagrados. Culminó con el trabajo del arquitecto y diseñador bávaro François de Cuvilliés en su obra del pabellón de Amalienburg (1734-1739), cerca de Munich, cuyo interior, parecido a un joyero, estaba compuesto de espejos, filigranas de plata y oro, y paneles decorativos. En España, el palacio de La Granja es el edificio que más se acerca a este estilo artístico, aunque el rococó se desarrolló más en la decoración de interiores.

En Francia dio paso al austero estilo neoclásico a finales del siglo XVIII y desapareció con el inicio de la Revolución Francesa en 1789 de manera repentina y por completo.

Rococó (música)

Estilo artístico desarrollado en Europa durante buena parte del siglo XVIII, que coexistió con el barroco tardío y con los inicios del clasicismo. Sus orígenes se encuentran en el ambiente aristocrático y refinado de la Francia del regente duque de Orleans y en el posterior reinado de Luis XV, a finales del siglo XVII. Deriva de la suntuosidad decorativa de la arquitectura del palacio de Versalles y en música se corresponde con el estilo galante. Floreció en Francia entre 1725 y 1775, y sus máximos representantes fueron en Francia François Couperin, Jean Philippe Rameau, Louis Claude Daquin, Johan Schobert, en Alemania Georg Philipp Telemann, Johann Matheson, Carl Philipp Emanuel Bach, en Austria Joseph Haydn y Wolfgang Amadeus Mozart y en Italia con Domenico Scarlatti, Domenico Paradies, Domenico Cimarosa o Rutini, entre otros.

Arquitectura en Centroeuropa

En Austria y Baviera floreció especialmente el estilo rococó. La abadía benedictina de Ottobeuren (1748-1772), proyectada por Johann Michael Fischer (1692-1766), es tan sólo una de las iglesias, monasterios y palacios llevados a cabo en este periodo en el centro de Europa, entre los cuales también destaca la iglesia de peregrinación de los Vierzehnheiligen (1743-1772) cerca de Banz (Alemania), proyectada por Balthasar Neumann, y el Amalienburg (1734-1739) en el parque del Nymphenburg, cerca de Munich, del arquitecto bávaro nacido en Flandes, François de Cuvilliés.

Pintura Rococo

El arte rococó, que floreció en Francia y en Alemania a principios del siglo XVIII, era en muchos aspectos una continuación del barroco, sobre todo en lo concerniente al uso de la luz y de la sombra, y al movimiento compositivo. Sin embargo, es un estilo más ligero y festivo, muy adecuado para la decoración de las residencias parisinas. Entre los pintores del rococó destaca Jean Antoine Watteau, conocido por sus pinturas etéreas de enamorados elegantemente vestidos solazándose en las fêtes galantes (reuniones al aire libre, que estaban de moda); estas fantasías bucólicas fueron muy emuladas por otros artistas franceses. También eran muy populares las escenas mitológicas y pastorales, en las que aparecían mujeres desenfadadas y distinguidas, realizadas por François Boucher y Jean-Honoré Fragonard. Por su parte, J. B. S. Chardin, también destacado como pintor de bodegones, confería a las mujeres el papel de madre y de ama de casa en sus escenas de género. Como ejemplo del estilo rococó en Alemania está la obra del pintor italiano Giovanni Battista Tiepolo, que pasó algún tiempo en Wurzburgo; los techos de la sala de la escalera y del salón de recepciones del palacio episcopal de Wurzburgo están decorados con sus frescos.

Como parangón a la tradición rococó del continente, se encuentran las obras de tres destacados artistas ingleses del siglo XVIII. William Hogarth era conocido por sus cuadros y grabados de tono moralizante, en los que satirizaba los disparates sociales de su época, como en su famosa serie

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(primero pintada y después grabada) Casamiento a la moda (1743), en la que relata la ruinosa trayectoria de los matrimonios de conveniencia. Thomas Gainsborough y Joshua Reynolds, siguiendo la tradición establecida por Van Dyck, se centraron en retratar a la aristocracia inglesa. El vigor y la gracia de estos retratos, y su penetrante interpretación psicológica, los elevan del simple retrato social a un incomparable registro de las modas y costumbres de las clases adineradas de la época.

Artistas mas destacados:

Watteau, Jean-Antoine (1684-1721), pintor francés considerado uno de los principales artistas del periodo rococó y precursor del impresionismo del siglo XIX.

Watteau nació en Valenciennes (hoy en Francia) el 10 de octubre de 1684. A la edad de 14 años comenzó a estudiar en su ciudad natal de la mano de un humilde pintor de temas religiosos. En 1702 viajó a París, donde vivió como pintor gracias a las copias y amanerados cuadros devocionales que le compraba un marchante. Más tarde estudió con el grabador y escenógrafo Claude Gillot, que le hizo interesarse por los tipos y las formas de la commedia dell'arte italiana tan en boga entonces.

Hacia el año 1708 comienza a trabajar con el artista decorativo Claude Audran, conservador de las colecciones del palacio de Luxemburgo. Gracias a ello, tuvo la oportunidad de estudiar el ciclo de cuadros barrocos de Petrus Paulus Rubens sobre La vida de Maria de Medici. En 1709 ganó el segundo premio del codiciado concurso Prix de Rome, y recibió después importantes encargos. En 1717 es elegido miembro de la Academia Francesa en París. Watteau, de frágil constitución y carácter enfermizo, murió de tuberculosis el 18 de julio de 1721 en Nogent-sur-Marne.

Sus lienzos reflejan la influencia de los grandes pintores flamencos, especialmente de Rubens y de la escuela veneciana. Su estilo, sin embargo, puso de manifiesto una sensibilidad en el tratamiento de la luz y el color, una sensualidad, una delicadeza y un lirismo hasta entonces desconocidos. El estilo de Watteau fue imitado por otros pintores rococós, pero ninguno logró alcanzar las cualidades de su pintura. Con la llegada del neoclasicismo al arte francés, su reputación entró en declive, aunque, tras la Revolución Francesa y, sobre todo, durante el romanticismo, volvió a aumentar.

Entre los temas favoritos de Watteau destacan las reuniones galantes al aire libre, conocidas como 'escenas galantes' (fêtes galantes), en las que elegantes cortesanas y caballeros pasan el tiempo en placenteras fiestas rodeados de árboles. Su obra maestra de este tipo de escenas fue Embarque para la isla de Citerea (1717, Louvre, París). También destacan Capitulaciones de boda y baile campestre y Fiesta en el parque, ambas en el Museo del Prado, Madrid. Otro tema muy utilizado por Watteau fueron las representaciones de payasos, arlequines y otras figuras de la commedia dell'arte, como Arlequín y Colombina (1715, Colección Wallace, Londres) y Los cómicos italianos (hacia 1720, National Gallery of Art, Washington). La muestra de Gersaint (1720, Staatliche Museen, Berlín), pintada para la tienda de un marchante de arte amigo de Watteau, es una obra maestra del género realista tanto por su composición como por su dibujo.

Fragonard, Jean-Honoré (1732-1806), pintor francés del periodo rococó, uno de los artistas favoritos de la corte de Luis XV y Luis XVI por sus escenas amorosas de delicados colores, situadas a menudo en jardines.

Nació en Grasse el 5 de abril de 1732. Comenzó a estudiar pintura a los 18 años en París con Jean Baptiste Simeon Chardin, pero su estilo se formó principalmente a partir de la obra de su maestro posterior, François Boucher. En 1752 ganó el gran premio de Roma; después de ser discípulo durante tres años del pintor francés Carle Van Loo, Fragonard estudió y pintó durante seis años en Italia, donde recibió la influencia del maestro veneciano Giovanni Battista Tiepolo. Al principio Fragonard desarrolló un estilo acorde con la temática religiosa e histórica. Sin embargo, después de 1765 siguió el estilo rococó, que entonces estaba de moda en Francia. Las obras de esta última época, que son las más conocidas, reflejan la alegría, frivolidad y voluptuosidad del periodo. Se caracterizan por la fluidez de líneas, las vaporosas flores en medio de un suave follaje y las figuras con poses llenas de gracia y elegancia, normalmente de damas con sus amantes o de campesinas con sus hijos. La Revolución Francesa le llevó a la ruina económica al perder su posición la nobleza de la que recibía encargos. Aunque contó con la ayuda de Jacques-Louis David, el pintor más importante de la nueva escuela neoclásica francesa, Fragonard no llegó a adaptarse nunca al nuevo estilo y murió en la pobreza el 22 de agosto de 1806 en París.

Las tablas que le encargó Marie-Jeanne Barry, amante de Luis XV, para decorar su palacio de Louveciennes constituyen su obra más importante. En dicha serie, conocida como Los progresos del amor, se encuentran La persecución y El amante coronado (ambos de 1771-1773, Colección Frick, Nueva York). En el Louvre de París se conservan cinco obras suyas, entre ellas Las bañistas (c. 1760) y El estudio (1769); otras obras notables son El columpio (c. 1766, Colección Wallace, Londres) y La carta de amor (c. 1769-1770, Museo Metropolitano de Arte, Nueva York).

Historia: Del Barroco al Rococó

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Durante el reinado de Luis XV, la vida de la corte se mantiene en el palacio de Versalles, extendiendo el cambio artístico del palacio real y permiten su difusión a toda la alta sociedad francesa. La delicadeza y la alegría de los motivos Rococó han sido vistos a menudo como una reacción a los excesos del régimen de Luis XIV.

Si lo Barroco estaba al servicio del poder absolutista, el Rococó está al servicio de la aristocracia y la burguesía. El artista deja de ser un servidor del poder y trabaja con más libertad y se inicia el mercado del arte. El Rococó se presenta como un arte al servicio de la comodidad, el lujo y la fiesta. Las escenas de su pintura recogen este nuevo estilo de vida.

Con respecto a la vertiente social, se inicia un cambio en el papel de la mujer, que se convierte en organizadora de reuniones para hablar de literatura, política, juegos de ingenio o para bailar. Este entorno de alta actividad social dentro la alta burguesía es el lugar adecuado para que los artistas se promocionen y hagan clientes. Los motivos del Rococó buscan reproducir el sentimiento típico de la vida aristocrática, libre de preocupaciones, o de novela ligera, más que batallas heroicas o figuras religiosas.

[editar] Desarrollo y extensión

En el desarrollo y extensión del nuevo estilo dentro la sociedad francesa, jugó un papel clave la influencia de Jeanne Antoinette Poisson, marquesa de Pompadour y amante del rey. Su interés por el arte que, como aficionada, practicaba asesorada por François Boucher o Quentin de La Tour, se transmitió a las clases acomodadas de París. 1730 fue el periodo de mayor vitalidad y desarrollo del Rococó en Francia. El estilo se inició en la arquitectura y llegó al mobiliario, la escultura y la pintura (de entre los trabajos más significativos, encontramos los de los artistas Jean-Antoine Watteau y François Boucher). El estilo Rococó se difunde sobre todo gracias a los artistas franceses y a las publicaciones de la época.

Fue rápidamente acogido en la zona católica de Alemania, Bohemia y Austria, donde se fusiona con el Barroco germánico. En particular al sur, el Rococó germánico fue aplicado con entusiasmo en la construcción de casas y palacios; los arquitectos a menudo adornan los interiores con «nubes» de estuco blanco.

En Italia, el estilo tardobarroco de Francesco Borromini y Guarino Guarini evoluciona hacia el Rococó en Turín, Venecia, Nápoles y Sicilia, mientras el arte en la Toscana y en Roma se mantiene todavía fuertemente ligado al barroco, pero con sus características básicas muy marcadas.

En Inglaterra, el nuevo estilo fue considerado como «el gusto francés por el arte». Los arquitectos ingleses no seguirían el ejemplo de sus colegas continentales, a pesar de que la platería, la porcelana y las sedas sí estuvieron fuertemente influenciadas por el Rococó. Thomas Chippendale transformó el diseño del mobiliario inglés mediante el estudio y la adaptación del nuevo estilo. William Hogarth contribuyó a crear una teoría sobre la belleza del Rococó; sin referirse intencionadamente al nuevo estilo, afirmaba en su obra Análisis de la belleza (1753) que la curva en S presente en el Rococó era la base de la belleza y de la gracia presente en el arte y en la naturaleza.

[editar] Declive

El fin del Rococó se inicia en torno al 1760, cuando personajes del nivel de Voltaire y Jacques-François Blondel extienden la crítica sobre la superficialidad y la degeneración del arte. Blondel, en particular, se lamentó de la «increíble mezcla de conchas, dragones, cañas, palmas y plantas» del arte contemporáneo. En 1780 lo Rococó deja de estar de moda en Francia y es reemplazado por el orden y la seriedad del estilo Neoclásico impulsado por Jacques-Louis David.

El Rococó se mantuvo popular fuera de las grandes capitales y en Italia hasta la segunda fase del Neoclásico, cuando el llamado estilo Imperio se impone gracias al impulso del gobierno napoleónico.

Un renovado interés por el Rococó aparece entre 1820 y 1870. Inglaterra es la primera en revalorar el estilo Luis XIV, que es como se denominaba erróneamente al comienzo. Con esta moda, se llegaron a pagar cifras importantes para comprar objetos Rococó de segunda mano que se podían encontrar en París. En Francia, sólo artistas importantes como Delacroix y mecenas como la emperatriz Eugenia redescubren el valor de la gracia y de la ligereza aplicada al arte y al diseño.

[editar] El Rococó aplicado al arte

[editar] Mobiliario y objetos decorativos durante el periodo Rococó

La temática ligera pero intrincada del diseño Rococó se adecúa mejor a los objetos de talla reducida que a la arquitectura y a la escultura. No sorprende por lo tanto que el Rococó francés fuera utilizado sobre todo en el interior de las casas. Figuras de porcelana, platería y, ante todo, el

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mobiliario incorporan la estética del Rococó cuando la alta sociedad francesa quiere arreglar las casas con el nuevo estilo.

El Rococó aprecia el carácter exótico del arte chino y, en Francia, se imita este estilo en la producción de porcelana y vajilla de mesa.

Los diseñadores franceses, como François de Cuvilliés y Nicholas Pineau, exportan el estilo a Múnich y San Petersburgo, mientras el alemán Juste-Aurèle Meissonier se trasladó a París, si bien hace falta considerar a Simon-Philippe Poirier como el precursor del Rococó en París. El Rococó inglés tiende a ser más moderado. El diseñador de muebles Thomas Chippendale mantiene la línea curva pero menos ampulosa que la del mueble francés. El mayor exponente del Rococó inglés fue, probablemente, Thomas Johnson, un escultor y proyectista de muebles ubicado en Londres a mediados del 1700.

[editar] Arquitectura

Una de las características del estilo Rococó será la marca de diferencia entre exteriores e interiores. El interior será un lugar de fantasía y colorido mientras la fachada se caracterizará por la sencillez y la simplicidad. Se abandonan los órdenes clásicos y las fachadas de los edificios se distinguirán por ser lisas, teniendo, como mucho, unas molduras para separar plantas o enmarcar puertas y ventanas. La forma dominante en las edificaciones rococó era la circular. Un pabellón central, generalmente entre dos alas bajas y curvas y, siempre que era posible, rodeado de un jardín o un inmerso parque natural. Otras edificaciones podían tomar la forma de pabellones encadenados, en contra del típico edificio «bloque», propio de la etapa anterior.

En este momento la ventana aumenta progresivamente de medida, hasta la puerta-ventana o «ventana-francesa», obteniendo una interrelación entre interior y exterior que consigue la ideal fusión con la naturaleza, con el paisaje y el entorno. Se descartan los marcos en ángulo recto, demasiado rígidos y se adoptan ventanas arqueadas. Se elimina o reduce el uso de esculturas monumentales, limitándolas a la ornamentación de los jardines.

En cualquier caso, el aspecto más destacable de los interiores rococós es la distribución interna. Los edificios tienen estancias especializadas para cada función y una distribución muy cómoda. Las habitaciones se diseñan como un conjunto que, con una marcada funcionalidad, combinan la ornamentación, colores y mobiliario.

Por su misma naturaleza, estas tendencias arquitectónicas tuvieron muy poco reflejo en las construcciones oficiales, fueran laicas o eclesiásticas. En cambio, el nuevo estilo fue perfecto para las residencias de la nobleza y la alta burguesía, las clases más ansiosas de cambiar según los nuevos cánones y las más dotadas de medios económicos para conseguirlo.

Palacio de Sanssouci, Potsdam.

En Alemania, especialmente en Baviera, el Rococó entra con mucha fuerza y supera las fórmulas barrocas. Destaca, a diferencia de Francia, la capacidad de adecuar el estilo a construcciones religiosas que consiguió el Rococó alemán. Entre los autores de las obras más destacadas encontramos a artistas franceses y alemanes como François de Cuvilliés, Johann Balthasar Neumann y Georg Wenzeslaus von Knobelsdorff, que realizaron la preparación de Amalienburg cerca de Múnich, la residencia de Wurzburgo, Sanssouci en Potsdam, Charlottenburg en Berlín, los Palacios de Augustusburg y Falkenlust en Brühl, Bruchsal, el Palacio Solitude de Stuttgart y Schönbrunn en Viena.

[editar] Pintura

A pesar de que el Rococó debe de su origen puramente a las artes decorativas, el estilo mostró su influencia también en la pintura, llegando a su máximo esplendor en la década de 1730. Esta pintura debe llamarse propiamente como Pintura Galante y no como Pintura Rococó, pues este término engloba el contexto estético en que se encontraba. Los pintores usaron colores claros y delicados y las formas curvilíneas, decoran las telas con querubines y mitos de amor. Sus paisajes con fiestas galantes y pastorales a menudo recogían comidas sobre la hierba de personajes aristocráticos y aventuras amorosas y cortesanas. Se recuperaron personajes mitológicos que se entremezclan en las escenas, dotándolas de sensualidad, alegría y frescura.

El retrato también fue popular entre los pintores rococós, en el que los personajes son representados con mucha elegancia, basada en la artificialidad de la vida de palacio y de los ambientes cortesanos, reflejando una imagen amable de la sociedad en transformación.

Jean-Antoine Watteau (1684–1721) es considerado el más importante pintor rococó, creador de un nuevo género pictórico: las «fêtes galantes» (fiestas galantes), con escenas impregnadas con un erotismo lírico. Watteau, a pesar de morir a los 35 años tuvo una gran influencia en sus sucesores, incluidos François Boucher (1703–1770) y Jean-Honoré Fragonard (1732–1806), dos maestros del

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periodo tardío. También el toque delicado y la sensibilidad de Thomas Gainsborough (1727–1788) reflejan el espíritu rococó.

[editar] Escultura

La escultura es otra área en la cual intervinieron los artistas rococó. Étienne-Maurice Falconet (1716–1791) es considerado uno de los mejores representantes del rococó francés. En general, este estilo fue expresado mejor mediante la delicada escultura de porcelana, más que con estatuas marmóreas e imponentes. El mismo Falconet era director de una famosa fábrica de porcelana en Sèvres. Los motivos amorosos y alegres son representados en la escultura, así como la naturaleza y la línea curva y asimétrica.

El diseñador Edmé Bouchardon representó a Cupido tallando sus dardos de amor con el garrote de Hércules, un símbolo excelente del estilo Rococó. El semidiós es transformado en un niño tierno, el garrote que rompe huesos se transforma en flechas que golpean el corazón, en el momento en que el mármol es sustituido por el estuco. En este periodo podemos mencionar a los escultores franceses Jean-Baptiste Lemoyne, Robert le Lorrain, Michel Clodion y Pigalle.

[editar] Música

El estilo galante fue el equivalente del Rococó en la historia de la música, situado entre la música barroca y la música clásica, y no es fácil definir este concepto con palabras. La música rococó se desarrolló al margen de la música barroca, particularmente en Francia. Puede ser considerada como una música muy intimista realizada de forma extremadamente refinada. Entre los máximos exponentes de esta corriente se puede citar a Jean Philippe Rameau y Carl Philipp Emanuel Bach Johann Christian Bach George Philipp Telemann .

[editar] El Rococó en Francia

Francia es la cuna del estilo y desde aquí se extiende al resto de Europa, especialmente a los países de lengua germánica donde adquiere una fuerza extraordinaria, debido a las fuertes relaciones de Federico II de Prusia con la corona de Francia.

[editar] Mobiliario

El diseño de muebles es la principal actividad de toda una dinastía de ebanistas parisienses, alguno de los cuales había nacido en Alemania, que desarrollan un estilo de línea curva en tres dimensiones, donde las superficies embarnizadas se completaban con marquetería de bronce. La factura de estas obras corresponde, mayoritariamente, a Antoine Gaudreau, Charles Cressent, Jean-Pierre Latz, Françoise Oeben y Bernard van Risen Burgh.

En Francia el estilo se mantiene muy sobrio, puesto que los ornamentos, principalmente de madera, eran menos macizos y se presentaban como composiciones de motivos florales, escenas, máscaras grotescas, pinturas e incrustaciones de piedra.

La tapicería fue un capítulo importante para conseguir comodidad en el mueble. Los asientos llegaron a cotas de comodidad inimaginables pocos años antes. La tendencia general a favor del lujo y del confort hizo que los cortesanos y los asiduos asistentes a los salones pudieran ahora sentarse (e incluso reclinarse y estirarse) en las reuniones, a diferencia de la época anterior, en la que había sido obligatorio permanecer de pie por cuestiones de protocolo. Este nuevo concepto de la comodidad y una actitud más despreocupada respecto al cuerpo humano (al cual se permitía en momentos de intimidad evadirse y librarse de rígidas posturas), la inquietud por desarrollar actividades intelectuales y lúdicas en los espacios privados, propicia el desarrollo de nuevos diseños de muebles.

[editar] Arquitectura

Con el alejamiento de la cultura de los palacios de la corte, las construcciones características de esta época fueron las casas alejadas del centro de ciudad o en medio del campo: «folies», «bergeries», «bagatelles» o «ermitages». En residencias urbanas, el «hôtel» o mansión en la ciudad, la planta se divide en unidades espaciales relativamente pequeñas con lo cual se obtienen ámbitos especializados, de diferente medida según su función: salón, comedor, cuarto, antecámara, galería, gabinete.

De esta forma apareció una distribución más práctica que el anterior de «enfilade», ahora las habitaciones serían independientes y con acceso individual. Se cortaron oblicuamente las esquinas de las habitaciones para colocar escaleras secundarias en los espacios ganados y estos se comunicaron entre sí mediante pasillos, corredores y galerías.

Entre los representantes más destacados encontramos a Jean Courtonne y a Robert de Cotte, nombrado arquitecto de la corte, y que intervino en la casi totalidad de las obras importantes que se hicieron en Francia durante 30 años.

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[editar] Escultura y objetos de porcelana

Francia ocupó un lugar importante a la producción de porcelana durante el siglo XVIII. Se fabricó en Ruan, Estrasburgo, Saint-Cloud, Mennecy, Chantilly y en la Manufactura Real de porcelana de Sèvres.

Después de unos inicios difíciles (1741) en Vincennes, la Manufactura Real se trasladó a Sèvres en 1756. La porcelana de Sèvres se caracterizaba por sus dibujos rodeados de ornamentación de rocalla sobre fondo blanco, aunque este blanco pasó rápidamente a colores de tonos muy vivos como el bleu de Roi (posterior al Rococó), el amarillo vivo, el azul turquesa, y el rosa Pompadour (a partir de 1757), de moda durante diez años y que se denominó así como reconocimiento al interés personal de Madame Pompadour en el desarrollo de las Manufacturas.

A partir de la década de 1750 se puso de moda la colocación de placas de Sèvres como decoración de muebles pequeños o accesorios. Bernard van Risen Burgh fue el primero ebanista conocido que decoró sus obras con placas de porcelana, una práctica que rápidamente se hizo popular. Fueron muy utilizados por los ebanistas Martin Carlin y Weisweiler.

[editar] El Rococó en Italia

Las Guerras Italianas tuvieron como resultado la hegemonía del poder español sobre Italia. Aunque muchos estados, como por ejemplo Venecia, no pertenecieron a la corona española, Italia dependió de España para recibir protección de las agresiones externas. El control de España fue reemplazado con la hegemonía austriaca en el siglo XVIII a excepción de algunos pocos estados que permanecieron bajo el control español.

También en Italia, siguiendo el ejemplo francés, creó el Rococó una notable renovación, sobre todo en el sector de la decoración de interiores y en la pintura. Se dio sobre todo en la región del norte (Liguria, Piamonte, Lombardía y Véneto), mientras que en la Italia central, por la influencia de la iglesia, el estilo no se desarrolla de forma sensible.

En cambio en Sicilia se desarrolló una evolución del barroco de carácter propio, de gusto más españolizante, muy similar al plateresco.

[editar] Arquitectura

Los mayores representantes estilo rococó en la arquitectura italiana son Guarino Guarini, muy activo en el Piamonte y en Mesina, y Filippo Juvarra que trabaja mucho en Turín como arquitecto de la casa de Saboya.

Las obras más importantes de Guarino Guarini son: la iglesia de San Filippo, la iglesia de los Padres Somaschi y la casa de los padres teatinos, todas en Mesina, la capilla del Santo Sudario de Turín y el palacio Carignano también en Turín. Entre las realizaciones más importantes de Filippo Juvara existen: la cúpula de la Basílica de San Andrés en Mantua, la cúpula de la catedral de Como, el campanario de la catedral de Belluno, la basílica de Superga cerca de Turín, el castillo de Rívoli, el palacete de caza a Stupinigi, el Palacio Real de Venaria Reale y el palacio Madama en Turín.

[editar] Pintura

En el campo de la pintura, los mayores intérpretes del Rococó se pueden considerar los artistas que trabajaron en la República de Venecia, destacando los grandes paisajes detallistas con representaciones de los principales espacios de la ciudad: los canales, la plaza de San Marco y el Palacio Ducal, siguiendo la corriente llamada veduta.

Entre las figuras más importantes a considerar encontramos: Giovanni Battista Tiepolo de quien destaca el Retrato de Antonio Riccobono, San Rocco y Hércules sofoca a Anteo. Tiepolo pasó cuatro años en Wurzburgo antes de volver a Venecia y finalmente fue a trabajar en Madrid, a la corte de Carlos III, ciudad en la que murió finalmente. Giovanni Antonio Canal, conocido como Canaletto, que realizó obras entre otras: Plaza de San Marcos, San Cristobal, San Miguel y Murano, Los caballos de San Marcos en la plaza, El campo de Rialto en Venecia y Paseo fluvial con columna y arco de triunfo. Canaletto también trabajó en Inglaterra pero sin llegar al esplendor de los paisajes de su ciudad natal. Francesco Guardi, con un estilo al toque, representa con sus paisajes más difuminados y oscuros la República que se hunde, realizando cerca de ochocientos sesenta obras entre las cuales destacan Milagro de un santo dominico, Concierto en el Casino de los Filarmonici y La Caridad.

[editar] Escultura

En el sector de la escultura, el más pobre en este periodo, se distingue Giacomo Serpotta que, sobre todo en Palermo, realizó obras para varias iglesias de la ciudad, entre las que podemos citar los oratorios de Ciudad Santa, de San Lorenzo y del Rosario en San Domenico y la iglesia de San

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Francisco de Asís. Se puede considerar que algunos escultores que realizaron fuentes en Roma y en el palacio de Caserta se inspiraron en el estilo Rococó.

[editar] El Rococó en España

En el siglo XVIII, el barroco español camina hacia un estilo mucho más ornamentado. La escultura, la pintura y la talla se funden con la arquitectura, en ocasiones para animar los clásicos esquemas arquitectónicos que continúan vigentes en plantas y alzados. Frente a los exteriores, por lo general austeros, se crean interiores vibrantes. Este barroco tardío -que emplea con profusión motivos ornamentales como la hoja de acanto, de raíz clásica- comienza a impregnarse en la década de 1730 de la influencia del rococó francés, ejemplarizada fundamentalmente en la difusión de un nuevo motivo ornamental: la rocalla (del francés rocaille), consistente en complicados juegos de "C" y "S" que generan formas asimétricas y que también recuerdan a formas marinas. La rocalla comenzó a conocerse en España a través de tres vías fundamentales: su difusión a través de los pattern books o libros de patrones, la importación de mobiliario y otras artes decorativas de Europa y su directa traída de mano de arquitectos foráneos, caso del portugués Cayetano de Acosta.

De este modo, para el caso español es difícil hablar de la existencia de un rococó puro sino, más bien, de un barroco tardío que toma prestados elementos del rococó francés. La genérica denominación de rococó para el arte español del siglo XVIII obedece a una trasnochada tendencia de considerar el rococó como la lógica evolución del barroco. Hay que tener en cuenta que el estilo nace en Francia, país en el que el arte del siglo precedente, conocido como el Grand Siécle, fue sustancialmente diverso al caso hispano, por su carácter más clasicista. Por tanto, el estilo nace más como reacción que como evolución del XVII francés. Por otra parte, el rococó es un arte eminentemente burgués y profano, difícilmente conciliable el arte religioso, el más abundante del barroco español. A esta tradicional confusión terminológica ha contribuido la presencia en el XVIII español de arquitectos italianos y soluciones traídas del barroco italiano (más movido en planta), ajenas al rococó pero confundidas con éste. Con todo, al margen de la discutible huella del rococó en el arte religioso español del siglo XVIII, es posible rastrear algunos ejemplos del rococó en España, fundamentalmente en las tipologías civiles y, sobre todo, en el ámbito cortesano, al calor de la nueva dinastía borbónica.

[editar] Arquitectura y retablos

En en el ambiente cortesano de Madrid encontramos los más hermosos ejemplos del rococó español. En el Palacio Real de Madrid, mandado construir por Felipe V en 1738, se halla el soberbio Salón de Gasparini y el Salón de Porcelana. En el mismo palacio encontramos el Salón del Trono, un impresionante conjunto con muchos ejemplos de mobiliario rococó como los doce espejos monumentales acompañados de sus correspondientes consolas y el trono real. En Aranjuez, también en Madrid, encontramos una pieza única en el Salón de Porcelana del Palacio Real, verdadera joya profusamente decorada en tiempos de Carlos III con motivos chinescos muy del gusto por lo orientalizante y exótico del rococó. También en la capital de España se encuentran algunos templos que acusan la influencia del rococó, como la basílica de San Miguel, trazada por el arquitecto italiano Santiago Bonavia en 1739.

En Valencia destaca el Palacio del marqués de Dos Aguas (1740–1744), con fachada diseñada por el pintor y grabador Hipólito Rovira y ejecutada por Ignacio Vergara y Luis Domingo, sin duda uno de los edificios claves del Rococó español. Respecto a la arquitectura de retablos, algunos de los retablistas que se dejaron seducir por la rocalla fueron Narciso Tomé y Cayetano de Acosta, siempre trabajando bajo una tipología tan característica del barroco español como es el retablo.

[editar] Pintura

Como pintores españoles del siglo XVIII, cercanos al rococó pero de tendencia academicista, destacan Luis Meléndez y Luis Paret; también el italiano Giovanni Battista Tiepolo, que trabajó en España junto a Mengs. También destacar la obra pictórica de Antoni Viladomat i Manalt y de Francesc Tramulles Roig, discípulo de Viladomat y menos conocido debido al carácter efímero de su obra. Francesc Pla, conocido como «el Vigatà», mostró una leve influencia del rococó en las pinturas del Palacio Moja de Barcelona, si bien el resto de su obra hay que ubicarla dentro de un lenguaje barroco.

[editar] El Rococó y la Iglesia católica

Una visión crítica del Rococó en el contexto eclesiástico fue sostenida en la Enciclopedia católica. Para la iglesia, el estilo Rococó se podía asimilar a la música profana, contrapuesta a la música sacra. La carencia de simplicidad, la exterioridad y la frivolidad tenían el efecto de distraer del recogimiento y de la plegaria.

Con todo, eliminada su exterioridad más explícita, el resultado pudo ser aceptado como en consonancia con un ambiente dedicado al culto. En el desarrollo del Rococó, encontramos una decoración compatible con el aspecto sagrado de las iglesias.

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Los artistas franceses parecen no haber considerado nunca la belleza de la composición del objeto principal, mientras que los alemanes hacen de la potencia de las líneas su característica principal. En el interior de las iglesias, el Rococó pudo ser tolerado, dado que los objetos eran pequeños como un vaso, una mesita de un corazón, una luz, una barandilla o una balaustrada y no eran demasiado evidentes a la vista. Resulta estar más en consonancia en la sacristía y en ambientes no propiamente de culto, más que en la iglesia propiamente dicha. El estilo Rococó se adapta muy mal al oficio solemne de la función religiosa, con el tabernáculo, el altar o el púlpito.

En el caso de grandes objetos, la escultura rococó resulta bella, pero a la vez se encuentra un parecido con el barroco. Los elementos fantasiosos de este estilo no se adaptan a las grandes paredes de las iglesias. En cualquier caso, todo tiene que ser según la situación local y las circunstancias. Hay piezas del Rococó auténticamente bellas, mientras que algunas otras no responden a los cánones e intentan asimilarse a objetos sacros.

Entre los materiales utilizados en el estilo Rococó figuran la madera tallada, el hierro y el bronce, utilizado en la construcción de balaustradas y portales. Un elemento distintivo es el dorado que cubre los fríos materiales metálicos, más aceptables para la implantación en ambientes no profanos.

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Neoclasicismo

El término Neoclasicismo surgió en el siglo XVIII para denominar de forma peyorativa al movimiento estético que venía a reflejar en las artes los principios intelectuales de la Ilustración, que desde mediados del siglo XVIII se venían produciendo en la filosofía, y que consecuentemente se habían transmitido a todos los ámbitos de la cultura. Sin embargo después de la caída de Napoleón los artistas no tardaron en cambiar sus ideas hacia el Romanticismo y el Neoclasicismo fue abandonado.

[editar] Orígenes

Con el deseo de recuperar las huellas del pasado se pusieron en marcha expediciones para conocer las obras antiguas en sus lugares de origen. La que en 1749 emprendió desde Francia el arquitecto Jacques-Germain Soufflot, dio lugar a la publicación en 1754 de las Observations sur les antiquités de la ville d'Herculaneum, una referencia imprescindible para la formación de los artistas neoclásicos franceses. En Inglaterra la Society of Dilettanti (Sociedad de Amateurs) subvencionó campañas arqueológicas para conocer las ruinas griegas y romanas. De estas expediciones nacieron libros como: Le Antichitá di Ercolano (1757-1792) elaborada publicación financiada por el Rey de Nápoles (luego Carlos III de España), que sirvieron de fuente de inspiración para los artistas de esta época, a pesar de su escasa divulgación.

También hay que valorar el papel que desempeñó Roma como lugar de cita para viajeros y artistas de toda Europa e incluso de América. En la ciudad se visitaban las ruinas, se intercambiaban ideas y cada uno iba adquiriendo un bagaje cultural que llevaría de vuelta a su tierra de origen. Allí surgió en 1690 la llamada Academia de la Arcadia o Arcades de Roma, que con sus numerosas sucursales o coloniae por toda Italia y su apuesta por el equilibrio de los modelos clásicos y la claridad y la sencillez impulsó la estética neoclásica.

La villa romana se convirtió en un centro de peregrinaje donde viajeros, críticos, artistas y eruditos acudían con la intención de ilustrarse en su arquitectura clásica. Entre ellos estaba el prusiano Joachim Winckelmann (1717-1768), un entusiasta admirador de la cultura griega y un detractor del rococó francés; su obra Historia del Arte en la Antigüedad (1764) es una sistematización de los conocimientos artísticos desde la antigüedad a los romanos.

En Roma también trabajaba Giovanni Battista Piranesi (1720-1778); en sus grabados, como Antichitá romana (1756) o Las cárceles inventadas (1745-1760), y transmite una visión diferente de las ruinas con imágenes en las que las proporciones desusadas y los contrastes de luces y sombras buscan impresionar al espectador.

El trabajo está cargado de simbolismo: la figura en el centro representa la verdad rodeada por una luz brillante (el símbolo central de la iluminación). Dos otras figuras a la derecha, la razón y la filosofía, están rasgando el velo que cubre verdad.

La Ilustración representaba el deseo de los filósofos de la época de Razón (filosofía) por racionalizar todos los aspectos de la vida y del saber humanos. Vino a sustituir el papel de la religión (como organizadora de la existencia del hombre) por una ética laica que ordenará desde entonces las relaciones humanas y llevará a un concepto científico de la verdad.

[editar] Arquitectura

La arquitectura puede ser analizada como una rama de las artes social y moral; La Enciclopedia le atribuyó la capacidad de influir en el pensamiento y en las costumbres de los hombres. Proliferan así las construcciones que pueden contribuir a mejorar la vida humana como hospitales, bibliotecas, museos, teatros, parques, etc., pensadas con carácter monumental. Esta nueva orientación hizo que se rechazara la última arquitectura barroca y se volvieran los ojos hacia el pasado a la búsqueda de un modelo arquitectónico de validez universal. Nacen movimientos de crítica que propugnan la necesidad de la funcionalidad y la supresión del ornato en los edificios. Francesco Milizia (1725-1798) en Principi di Architettura Civile (1781) extendió desde Italia las concepciones rigoristas a toda Europa. Mientras, en Francia, el abate Marc-Antoine Laugier (1713-1769) propugna en sus obras Essai sur l'Architecture (1752) y Observations sur l'Architecture (1765) la necesidad de crear un edificio en el cual todas sus partes tuvieran una función esencial y práctica y en el que los órdenes arquitectónicos fueran elementos constructivos y no sólo decorativos, todo ello para hacer una arquitectura verdadera: la construida con lógica.

Todos los arquitectos parten de unos supuestos comunes como son la racionalidad en las construcciones y la vuelta al pasado. Los modelos de los edificios de Grecia y Roma e incluso de Egipto y Asia Menor se convierten en referentes que todos emplean aunque desde puntos de vista distintos.

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Los modelos greco-romanos dieron lugar a una arquitectura monumental que reproduce frecuentemente el templo clásico para darle un nuevo sentido en la sociedad civil. El perfil de los Propileos de Atenas le sirvió al alemán Carl Gotthard Langhans para configurar su Puerta de Brandeburgo en Berlín (1789 a 1791),1 un tipo muy repetido como atestigua la entrada al Downing College de Cambridge (1806) obra del inglés William Wilkins o la posterior Gliptoteca de Múnich de Leo von Klenze.2

También el inglés James Stuart (1713-1788), un arquitecto arqueólogo al que se ha llamado el Ateniense, en su monumento a Lisícrates en Staffordshire, reprodujo el monumento corágico de Lisícrates en Atenas. Los hermanos Adam extendieron por toda Inglaterra un modelo decorativo para interiores con temas sacados de la arqueología; una de sus obras más representativas es Osterley Park, con una notable estancia etrusca y un clásico hall de entrada (1775-80).

Italia prefirió recrear sus modelos antiguos ya bien avanzado el siglo XVIII y en los comienzos del siglo XIX. El modelo del Panteón de Agripa en Roma se repite en un gran número de templos, como el de la Gran Madre de Dio en Turín y San Francisco de Paula en Nápoles, ambos terminados en 1831, que reproducen el pórtico octástilo y el volumen cilíndrico del Panteón.

Otros arquitectos, los llamados utópicos, revolucionarios o visionarios, plantearon edificios basados en las formas geométricas. No despreciaron la herencia del pasado clásico y, aunque respetaron las normas de simetría y la monumentalidad, sus edificios son a veces el resultado de la combinación caprichosa de las formas geométricas. Étienne-Louis Boullée (1728-1799) y Claude-Nicolas Ledoux (1736-1806) encabezaron esta postura; entre la gran cantidad de proyectos no construidos merece la pena mencionar el Cenotafio para Isaac Newton concebido por Boullée como una esfera, representación del modelo ideal, levantada sobre una base circular que había de cobijar el sarcófago del científico. Ledoux ha dejado edificios construidos, entre ellos una parte de la utópica ciudad industrial de las Salinas de Arc-et-Senans, de planta circular en el Franco Condado o el conjunto de la Villette en París.

...Entre uno y otro grupos aparece una tercera categoría, la arquitectura pintoresca, a partir de la creación de jardines ingleses en el siglo XVIII, ordenados de forma natural lejos del geometrismo del jardín francés. En esta arquitectura se valora la combinación de la naturaleza con lo arquitectónico, la inclusión en el paisaje natural de edificios que remedan las construcciones chinas, indias o medievales. Este juego de formas caprichosas y el aprovechamiento de la luz buscan suscitar sensaciones en el espectador. Horace Walpole (1717-1797) construyó en Londres (Inglaterra), Strawberry Hill (1753-1756) una fantasía gótica de la que su autor dijo que le había inspirado para escribir una novela gótica, una expresión del efecto inspirador de la arquitectura. También William Chambers (1723-1796) creó un conjunto pintoresco en los Jardines de Kew (Londres) (1757-1763) con la inclusión de una pagoda china que reflejaba su conocimiento de las arquitecturas orientales.

[editar] Escultura

También en la escultura neoclásica pesó el recuerdo del pasado, muy presente si consideramos el gran número de piezas que las excavaciones iban sacando a la luz, además de las colecciones que se habían ido formando a lo largo de los siglos.

Las esculturas neoclásicas se realizaban en la mayoría de los casos en mármol blanco, sin policromar, puesto que así se pensaba que eran las esculturas antiguas, predominando en ellas la noble sencillez y la serena belleza que Winckelmann había encontrado en la estatuaria griega. En este mismo sentido habían ido las teorías de Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781) que en su libro Laocoonte, o de los límites de la pintura y de la poesía (1766) había tratado de fijar una ley estética de carácter universal que pudiera guiar a los artistas; sus concepciones sobre la moderación en las expresiones y en el plasmado de los sentimientos son reglas que adoptará el modelo neoclásico.

Así, los escultores de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, crearán obras en las que prevalecerá una sencillez y una pureza de líneas que los apartará del gusto curvilíneo del Barroco. En todos ellos el desnudo tiene una notable presencia, como deseo de rodear las obras de una cierta intemporalidad. Los modelos griegos y romanos, los temas tomados de la mitología clásica y las alegorías sobre las virtudes cívicas llenaron los relieves de los edificios, los frontones de los pórticos y los monumentos, como arcos de triunfo o columnas conmemorativas.

El retrato también ocupó un importante lugar en la escultura neoclásica; Antonio Canova (1757-1822) representó a Napoleón como Marte (1810, Milán) y a su hermana Paulina como Venus Victrix (1807, Roma) tomando así los modelos de los dioses clásicos. No obstante otros prefirieron un retrato idealizado pero al tiempo realista que captara el sentimiento del retratado, como Jean-Antoine Houdon (1741-1828) con su Voltaire anciano (Museo del Hermitage) o el bello busto de la Emperatriz Josefina (1806, Castillo de Malmaison) de Joseph Chinard (1756-1813).

Antonio Canova (1757-1822) y Bertel Thorvaldsen (1770-1844) resumen las distintas tendencias de la escultura neoclásica. Mientras Canova llega al Clasicismo desde una formación barroca y configura un estilo de gran sencillez racional, el danés Thorvaldsen siguió más directamente las

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teorías de Winckelmann hasta conseguir un estilo voluntariamente distante y frío que debe mucho a la estatuaria griega. Su Jasón o Marte y el Amor reflejan esa fidelidad al modelo griego.

[editar] Pintura

Es estética neoclásica. Obras como el Juramento de los Horacios plantean un espacio preciso en el que los personajes se sitúan en un primer plano; el predominio del dibujo. Jean Auguste Dominique Ingres (1839-1867) aunque no fue un pintor neoclásico, tiene obras -como La Fuente- que representan este movimiento artístico. Los pintores, entre los que destacó Jacques-Louis David, reprodujeron los principales hechos de la revolución y exaltaron los mitos romanos, a los que se identificó con los valores de la revolución.

[editar] Música

Según la musicología actual, el término "música clásica" se refiere únicamente a la llamada música del Clasicismo (1750-1827 aprox., coincidente con el período neoclásico), inspirada en los cánones estéticos greco rromanos de equilibrio en la forma y moderación en la dinámica y la armonía. Comúnmente se llama "música clásica" al tipo de música que se contrapone a la música popular y a la folclórica. Esto puede comprobarse en los medios de comunicación, en las revistas de divulgación musical y los folletos que acompañan a los CD de música académica. Para definir ese tipo de música que se relaciona con los estudios en conservatorios y universidades, los musicólogos prefieren el término "música académica" o "música culta".

Como los antiguos griegos y romanos no pudieron inventar maneras de conservar la música (mediante soportes gráficos como partituras o soportes sonoros como grabadores), el Neoclasicismo de los siglos XVIII y XIX como resurgimiento de las artes clásicas grecorromanas (arquitectura, escultura, pintura) no alcanzó a la música. De todos modos los músicos de fines del siglo XVIII, influenciados sin duda por el arte y la ideología de la época, trataron de generar un estilo de música inspirado en los cánones estéticos grecorromanos:

Notable maestría de la forma, Moderación en el uso de los artificios técnicos (en el barroco el contrapunto y la armonía

habían llegado a un punto que el público consideraba extravagante), Suma reserva en la expresión emocional.

Después de la Segunda Guerra Mundial varios compositores (como Igor Stravinski y Paul Hindemith) realizaron composiciones donde se notaba un retorno a los cánones del Clasicismo de la escuela de Viena (de Haydn y Mozart), aunque con una armonía mucho más disonante y rítmicas irregulares. Ese movimiento musical se denominó "música neoclásica".

[editar] Literatura

La Ilustración fue un movimiento intelectual que provocó que el siglo XVIII fuera conocido como el «Siglo de las Luces». El culto a la razón promovido por los filósofos ilustrados conllevó un rechazo del dogma religioso, que fue considerado origen de la intolerancia, y una concepción de Dios que pasaba de regir el mundo mediante las leyes naturales a desaparecer en concepciones ateas del universo. Los ilustrados promovieron la investigación de la naturaleza, el desarrollo científico-técnico, la educación y la difusión general de todo tipo de conocimientos; fueron los tiempos de L'Encyclopédie. El arte se hizo así más accesible y con menos pretensiones, y la literatura se dirigió a un público más amplio, planteándose como un instrumento social. El aumento del número de lectores, especialmente entre la burguesía, plantea la figura del escritor como un profesional, y la escritura como su fuente principal o secundaria de sustento.3

Francia fue la primera en reaccionar contra las formas barrocas, y los tres grandes ilustrados, Voltaire, Montesquieu y Rousseau se cuentan entre sus principales exponentes. También destacaron Pierre Bayle, Denis Diderot, George Louis Lecler y Chamblain de Marivaux. En Inglaterra tuvo una gran cantidad de adeptos la novela de aventuras, destacando Daniel Defoe, Jonathan Swift, Samuel Richardson y Henry Fielding, junto a los poetas John Dryden y Alexander Pope.4

De la novela se pasó al ensayo como género divulgador de ideas por excelencia. La literatura neoclásica realizó una crítica de las costumbres, incidiendo en la importancia de la educación, el papel de la mujer y los placeres de la vida.5 Destacaron en España el fraile benedictino Benito Jerónimo Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos y José Cadalso.

Cobró importancia la fábula, relatos o poesías normalmente ejemplificadas con animales, donde se exponen enseñanzas morales. La fábula se caracterizaba por ser una composición de carácter didáctico, por la crítica de vicios y costumbres personales o de la sociedad, y por la recurrencia a la prosopopeya o personificación. Es el subgénero que más se adaptó a las preceptivas neoclásicas: una composición sencilla en la que la naturaleza interviene, y que enseña divirtiendo. Destacaron los fabulistas Félix María de Samaniego y Tomás de Iriarte en España, y el francés Jean de la Fontaine.6

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En España, hubo una continuidad barroca en la poesía, con autores como Diego de Torres y Villarroel, que consideraba a Quevedo su maestro; Gabriel Álvarez de Toledo y Eugenio Gerardo Lobo. La segunda mitad del siglo XVII mostraba ya una poesía neoclásica, dominada por su admiración por la ciencia y los temas filosóficos, o centrada en temas anacreónticos y bucólicos, y marcada en ocasiones por el fabulismo. Destacaron Nicolás Fernández de Moratín, autor de Arte de las putas, prohibida por la Inquisición, que pudo inspirar los Caprichos de Goya; Juan Meléndez Valdés y José Cadalso, de la escuela salmantina; los fabulistas Iriarte y Samaniego en Madrid; en la escuela sevillana destacaron José Marchena, Félix José Reinoso, José María Blanco-White y Alberto Lista.7

Se dio también una fuerte influencia barroca en el teatro español, especialmente durante la primera mitad del siglo XVIII, con autores como Antonio de Zamora o José de Cañizares. El teatro en España tuvo cambios como la prohibición oficial de representar autos sacramentales, la reaparición del gusto popular por el sainete y la transición de los antiguos corrales a los teatros, como locales adecuados a la nueva concepción del teatro. A finales del primer tercio de siglo los dramaturgos españoles comienzan a seguir los modelos franceses, como Boileau y Racine, renovando las estéticas aristotélicas y horacianas. La obra de teatro debe ser verosímil, cumplir con las unidades de acción, de espacio y de tiempo, y tener un enfoque didáctico y moral. Destacaron en la tragedia Nicolás Fernández de Moratín, José Cadalso, Ignacio López de Ayala y Vicente García de la Huerta; en el más popular género del sainete, destacaron Antonio de Zamora, el prolífico Ramón de la Cruz e Ignacio González del Castillo. Destacó especialmente la figura de Leandro Fernández de Moratín, creador de lo que se ha dado en llamar «comedia moratiniana» (La comedia nueva o El café, El sí de las niñas), en que ridiculizaba los vicios y costumbres de la época, usando el teatro como vehículo para moralizar las costumbres. Seguidores de esta línea son también Manuel Bretón de los Herreros y Ventura de la Vega.8

Neoclasicismo. Fue un movimiento que se produjo en Europa en el siglo XVIII ante los cánones ya agotados del clasicismo, al producirse el desgaste de las culturas barrocas, que aspiraba restaurar el gusto y las normas del clasicismo. En la época neoclásica, el color pasa a un segundo plano y adquiere mucha importancia el dibujo; es decir, el trazo puro, y el color es aplicado sólo como complemento. Este arte trató de imitar los estilos utilizados antiguamente en Grecia y Roma, por la influencia de los descubrimientos arqueológicos como los de Pompeya y Herculano. En pintura David fue el máximo exponente del neoclasicismo francés, que contó con pintores como Gross, Gèrard, Prud´hon e Ingres, aunque en algunos de ellos ya apuntaba el germen del Romanticismo, movimiento estético que habría de suceder al neoclasicismo.

CARACTERÍSTICAS GENERALES. Inspiración en las obras de la época clásica, que se tienen por perfectas y definitivas. Aspiración a una belleza ideal, nacida de la exacta relación de las partes, según medidas dadas por la razón. En las artes plásticas: dibujo impecable, contornos cerrados, volúmenes modelados de modo que da la ilusión de redondez de los cuerpos; colorido suave y composición simétrica y estática.

ARQUITECTURA: Se caracterizó por la simetría, la elegancia y la sobriedad, el empleo de un solo orden (dórico, jónico o corintio, en lugar de la superposición barroca); además del énfasis sobre los valores lumínicos, la división tripartita de la fachada con tímpano central, la eliminación del color, el gusto por los arcos de triunfo y las columnas conmemorativas.

ESCULTURA: Los escultores centran su interés en los ideales estéticos y los procedimientos técnicos de la estatuaria antigua. El italiano Canova fue el más destacado, seguido del danes Thorvaldsen, educado en Roma; otros representantes de la época son: Bartolini, Rude, Pradler, Flaxman, entre otros.

PINTURA: Tomó como modelo la estatuaria antigua y el siglo XVI italiano (Rafael). El artista que contribuyó de modo definitivo a afirmar el nuevo estilo fue David, quien influyó en artistas franceses de la talla de Ingres, Gerard y Prud´hon. En E.E.U.U. la influencia italiana e inglesa se fundieron.

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DESARROLLO DEL TEMA

EL REALISMO

La estética del Realismo, fascinada por los avances de la ciencia, intenta hacer de la literatura un documento que nos pueda servir de testimonio sobre la sociedad de su época, a la manera que la recién nacida fotografía. Por ello describe todo lo cotidiano y típico y prefiere los personajes vulgares y corrientes, de los que toma buena nota a través de cuadernos de observación, a los personajes extravagantes o insólitos típicos del anterior Romanticismo. Esta estética propugna a su vez una ética, una moral fundamentada en la moderación y síntesis de cualquier contradicción, la objetividad y el materialismo.

En cuanto a los procedimientos literarios del Realismo, son característicos el abuso de la descripción detallada y prolija, el uso del párrafo largo y complejo provisto de abundante subordinación, la reproducción casi magnetofónica del habla popular tal cual se pronunciaba y sin corrección alguna que pretenda idealizarla y el uso de un estilo poco caracterizado, un lenguaje "invisible" que exprese objetivamente sin llamar la atención sobre el escritor.

Al igual que el Romanticismo, el Realismo tuvo dos corrientes, una conservadora, que alababa las viejas costumbres populares (José María de Pereda, Juan Valera), y otra progresista, caracterizada por la denuncia social (Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas "Clarín").

En las últimas décadas del siglo XIX se advierte en Hispanoamérica con gran rapidez la asimilación y aclimatación de las modas y costumbres europeas. Se sigue casi al día el teatro, la novela y la poesía de: Francia, España, Inglaterra, Alemania e Italia; se remedan y copian todos esos géneros impregnándoles en un sello propio.

El realismo surge después de la revolución francesa de 1848.

Manifiesta una reacción contra el idealismo romántico y expresa el gusto por la democracia, mas contrariamente a lo que su inclinación social sugiere, no produce un estilo arquitectónico propio y se expresa escasamente en una escultura crítica o social. Hacia las décadas centrales del siglo XIX el Romanticismo iría cediendo paso al Realismo. Al cambio contribuyen varios fenómenos:

En las conciencias se cierne el peso y las terribles consecuencias de la Revolución Industrial:

Trabajo de niños y mujeres

Horarios excesivos.

Condiciones de vida penosas.

Viviendas insalubres.

Los fracasos revolucionarios del 1848 se dejan sentir.

Se abole todo atisbo de idealismo.

Abunda la temática social.

Se tiende a representar al hombre en sus quehaceres cotidianos.

El tema de la fatiga se convierte en tema principal.

Las causas de esa asimilación inmediata pueden ser varias: Una de tipo económico-social; otras de carácter literario.

Entre las primeras la estabilidad de los gobiernos, superada la anarquía de los primeros tiempos de la independencia; la eliminación de las formas de caudillaje; la normalización de relaciones diplomáticas con los estados europeos.

La prosperidad económica; el auge del capitalismo; el alumbramiento de nuevas fuentes de riquezas; la corriente inmigratoria.

Entre las causas de carácter cultural: en anhelo de imitar a los pueblos que consideran más aventajados, (Francia & España); el deseo de ver y asimilar las viejas formas de la civilización

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invade a todos; empeño en investigar a sus hombres de letras con altos cargos diplomáticos, primeros y mejores intérpretes de las nuevas doctrinas.

El escritor realista le interesa narrar, descubrir, presentar. Podríamos decir que el novelista argentino, dominicano, mexicano, chileno o colombiano no pierde de vista su país y su época, la técnica es europea; el tema y la ambientación autóctonos. Podríamos decir que el naturalismo es una intensificación del Realismo, difieren en los aspectos étnicos, estilísticos y hasta temáticos que se observan en el naturalismo; el narrador naturalista le interesa ante todo demostrar.

La diferencia entre el realismo y el naturalismo es más difícil de definir, a pesar de que los dos términos son a menudo usados indistintamente. La diferencia estriba en el hecho de que el realismo se ocupa directamente de aquellas cosas que son aprendidas por los sentidos mientras que el naturalismo, un término más bien aplicado a la literatura, intenta aplicar teorías científicas al arte.

Realismo Màgico.

El término Realismo Mágico no es originario de la literatura, y fue acuñado hacia 1925 por el crítico alemán Franz Roh, quien lo utilizó para describir a un grupo de pintores post-expresionistas.

Posteriormente, en el ámbito de las artes plásticas, fue reemplazado por el término "nueva objetividad", pero fue tomado por la literatura para definir una nueva tendencia narrativa hispanoamericana entre 1950 y 1970.

El realismo mágico se puede definir como la preocupación estilística y el interés en mostrar lo común y cotidiano como algo irreal o extraño, en palabras de Luís Leal, "El tiempo existe en una especie de fluidez intemporal, y lo irreal acaece como parte de la realidad". El escritor se enfrenta a la realidad y trata de desentrañarla, de descubrir lo que hay de misterioso en las cosas cotidianas, la vida y las acciones humanas.

El realismo mágico tiene sus raíces en la cultura latinoamericana, a partir de las interpretaciones de los europeos en la etapa de la colonización del nuevo continente. Las crónicas de esa época son ricas en el relato y descripción de cosas absolutamente maravillosas, producto de la extrañeza que provocaba en los exploradores, las cosas que veían en sus viajes.

Es a partir de esta tradición de la interpretación de la realidad del nuevo continente a través de ojos europeos que se creó una visión sobrenatural de la realidad latinoamericana. Prodigios que iban desde animales fantásticos hasta ciudades ocultas, pasando por fuentes de la eterna juventud y árboles cuyos frutos eran capaces de proveer todo lo que los hombres necesitaban para su subsistencia. La aparición de un grupo de escritores latinoamericanos contemporáneos entre sí, que cuestionaban esta visión, dio base a lo que posteriormente se conoció como realismo mágico.

Realismo artístico

utilizarse para denominar ciertos movimientos artísticos reactivos contra el romanticismo en literatura (literatura del realismo) o pintura (pintura del realismo) -ambos originados en la Francia de mediados del siglo XIX y continuados en el naturalismo literario y pictórico posterior-; tiene una dimensión genérica que permite identificar un realismo artístico como una postura estética o de teoría del arte que identifica arte y realidad.2

Esta postura se plasma en diversas formas de representar la realidad o naturaleza de una manera imitativa (mimesis), por lo que también se la denomina naturalismo (de forma equívoca con otros usos de naturalismo en el arte).

Como objetivo o pretensión, la postura o perspectiva realista es compartida en rasgos generales por toda clase de arte figurativo; pero también por la literatura, e incluso por la música programática o descriptiva. En las artes plásticas (escultura y de forma especialmente trascendente para la pintura, dadas sus especiales convenciones -la reducción a lo bidimensional-) puede cumplirse con muy distintos grados, desde las fronteras de la abstracción hasta el trampantojo.3

Ese enfoque realista del arte se ha dado en muy distintos estilos y épocas históricas a lo largo de la historia de la pintura y la historia de la escultura;4 y en cuanto a su distinto tratamiento en cada una de las escuelas nacionales, ha sido propuesto como una de las características definitorias, a lo largo del tiempo, de la escuela española frente a la escuela italiana y la escuela flamenca.

Frente al arte italiano, creador de perfecciones y bellezas, buscador de la suma en que se unen las notas que un individuo no puede presentar nunca fundidas, idealista, en fin, (...) la estética española exalta el supremo valor del individuo como tal (...) esta es la verdadera raíz de nuestro realismo, palabra equívoca que también se ha empleado para calificar cosas muy distintas. Mas no es el nuestro un realismo objetivo y frío que refleja las cosas del mundo como pudiera reflejarlas un espejo; este sería el realismo de los flamencos primitivos o de los holandeses.5

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El arte realista puede definirse, en cuanto a su contenido, como el que representa los temas "de acuerdo con reglas seculares y empíricas" de modo que tales temas sean "explicables en términos de causas naturales, sin recurso a intervención sobrenatural o divina";6 considerando la existencia de una realidad objetiva en tercera persona, sin embellecimiento o interpretación (como hacen los enfoques idealistas del arte: el idealismo artístico, concepto con el que se contrapone).

Tal aproximación implica inherentemente una creencia de que tal realidad es ontológicamente independiente de los esquemas conceptuales del hombre, de sus prácticas lingüísticas y creencias, y que puede ser conocido (o conocible) por el artista, que puede a su vez representar fielmente esa realidad. Según Ian Watt7 el realismo moderno "comienza con la posición de que la verdad puede ser descubierta por el individuo a través de los sentidos" que "tiene sus orígenes en Descartes y Locke, y recibe su primera formulación con Thomas Reid a mediados del siglo XVIII."8

El realismo en las artes tiende a representar personajes, situaciones y objetos de la vida cotidiana de forma verosímil. Tiende a descartar los temas heroicos (tan caros al clasicismo, que los representa con una perspectiva idealista) en favor de temas más neutros, pegados a la tierra. En la definición que del esperpento hace su creador, el dramaturgo español Ramón de Valle Inclán, se comparan, oponiéndola a la suya (que identifica con la de Goya, Quevedo o Cervantes), las dos perspectivas que han dominado la historia de la literatura y de las artes plásticas: la que hace al espectador admirar de rodillas a los héroes homéricos y la que le pone a los personajes a su nivel, en los dramas de Shakespeare.

Comenzaré por decirle a usted que creo hay tres modos de ver el mundo artística o estéticamente: de rodillas, en pie o levantado en el aire.

Cuando se mira de rodillas -y ésta es la posición más antigua en literatura-, se da a los personajes, a los héroes, una condición superior a la condición humana, cuando menos a la condición del narrador o del poeta. Así Homero atribuye a sus héroes condiciones que en modo alguno tienen los hombres. Se crean, por decirlo así, seres superiores a la naturaleza humana: dioses, semidioses y héroes. Hay una segunda manera, que es mirar a los protagonistas novelescos como de nuestra propia naturaleza, como si fueran nuestros hermanos, como si fuesen ellos nosotros mismos, como si fuera el personaje un desdoblamiento de nuestro yo, con nuestras mismas virtudes y nuestros mismos defectos. Ésta es, indudablemente, la manera que más prospera. Esto es Shakespeare, todo Shakespeare. Los celos de Otelo son los celos que podría haber sufrido el autor, y las dudas de Hamlet, las dudas que podría haber sufrido el autor. Los personajes, en este caso, son de la misma naturaleza humana, ni más, ni menos que el que los crea: son una realidad, la máxima verdad.

Y hay otra tercera manera, que es mirar al mundo desde un plano superior, y considerar a los personajes de la trama como seres inferiores al autor, con un punto de ironía. Los dioses se convierten en personajes de sainete. Esta es una manera muy española, manera de demiurgo, que no se cree en modo alguno hecho del mismo barro que sus muñecos. Quevedo tiene esta manera. Cervantes, también. A pesar de la grandeza de Don Quijote, Cervantes se cree más cabal y más cuerdo que él y jamás se emociona con él. Esta manera es ya definitiva en Goya. Y esta consideración es la que me llevó a dar un cambio en mi literatura y a escribir los esperpentos, el género literario que yo bautizo con el nombre de esperpentos.9

[editar] El realismo en el arte prehistórico y antiguo

Las primeras manifestaciones artísticas ya presentan la oposición de posibilidades entre la idealización o abstracción de rasgos (que llevan a la representación de los rasgos femeninos exagerados en las venus paleolíticas o al esquematismo del arte rupestre levantino) y el realismo, incluso un realismo tan impactante que hizo dudar durante años de la honestidad del descubrimiento de la Cueva de Altamira, que sólo fue aceptada tras el descubrimiento de más ejemplos de la denominada escuela franco-cantábrica.

La máxima expresión está plasmada en el Techo de los Polícromos de Altamira; el efecto es único: los bisontes se acoplan perfectamente a los relieves de la bóveda, ofreciéndones una visión en tres dimensiones de los animales, con sus masas musculares sobresaliendo en auténtico relieve bajando hacia nuestros ojos... en un realismo espectacular... es como si el artista al llegar a la sala aún virgen hubiera experimentado, permítasenos la comparación, la misma sensación que Miguel Ángel ante el bloque de mármol donde estaba "encerrado" el David o el Moisés, él nada más tuvo que sacarlo al exterior.10

La interpretación del arte griego, en que la mímesis de la naturaleza es algo esencial, identifica como idealismo la búsqueda de la belleza en una armonía y proporción que supera los rasgos reales de los seres humanos individuales (de modo equivalente a la expresión filosófica platónica de la relación entre el cosmos aisthetós y cosmos noetós -el mundo real y el mundo de las ideas del mito de la caverna-). No obstante, al equilibrio clásico del siglo V sucedió el helenismo, donde se buscó la representación del dolor, la voluptuosidad, las anécdotas cotidianas y las edades distintas a la plenitud de la madurez. El arte romano, heredero del helenismo, buscó la individualidad del retrato.

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La plástica románica, como la bizantina, en una tendencia que había iniciado el arte paleocristiano, busca la estilización de los rasgos en pro de la representación idealizada de santos y cristos hieráticos; mientras que la plástica gótica pretende humanizarlos con representaciones más realistas, que expresan el dolor y la ternura (cristos crucificados, vírgenes con el niño). Se ha señalado que el Daniel sonriente del pórtico de la Gloria (siglo XII) representa una transición entre ambos extremos.12

El renacimiento italiano, vinculado al humanismo filosófico, recuperó el antropocentrismo de la Antigüedad, al tiempo que con las leyes de la perspectiva y el tratamiento de la luz y las sombras (que culmina en el sfumato y la perspectiva aérea de Leonardo) consiguió dar a las representaciones del mundo un aspecto verosímil; mientras que el flamenco, con la técnica del óleo permitió un detallismo extraordinario y unos matices en el color hasta entonces insospechados (que culminan en las veladuras, el chiaro-oscuro y la morbidezza de la escuela veneciana y Rafael).

Frente a la intelectualización del manierismo, el barroco es un arte realista, que se recrea en la representación de lo sórdido del dolor y la pobreza, o alternativamente expresa el triunfo y la gloria, con estallidos sensoriales y fuertes contrastes (dentro de cada obra, entre unas y otras escuelas, y entre unos y otros autores -Caravaggio frente a Ribera; Bernini frente a Borromini; Velázquez frente a Murillo; Valdés Leal frente a Lucas Jordán; Le Nain frente a Poussin; Rubens frente a Van Dyck; Rembrandt frente a Vermeer; Gregorio Fernández frente a Martínez Montañés-).13

El siglo XVIII presenció la simultaneidad de muy distintas aproximaciones artísticas a la realidad: el barroco tardío marcaba un extraordinario contraste entre el clasicismo de los exteriores y la sensualidad morbosa de los interiores privados (rococó); mientras que el neoclasicismo sometía a la realidad a la estrechez de las reglas académicas que el prerromanticismo se esforzaba en vulnerar, aunque ambos tendiendo más a conceptos idealistas que propiamente realistas (Laocoonte de Lessing).

[editar] El realismo en el arte de la Edad Contemporánea

Los movimientos artísticos denominados "realistas" de la Francia de mediados del XIX reaccionaban contra las emociones exageradas del romanticismo; sustituyéndolas por la búsqueda de la verdad en la precisión, y encontrando sus temas no en las lejanías del exotismo, el orientalismo, el medievalismo y otros historicismos; sino en la vida cotidiana y los conflictos propios de la revolución industrial y la sociedad de clases. La perspectiva realista (y sobre todo la del naturalismo, su movimiento continuador e intensificador), pasó a ser sinónimo de búsqueda de lo feo, sórdido y marginal, para denunciarlo (realismo social, novela social, kitchen sink realism -realismo de fregadero-14 ). También coincide con el realismo la perspectiva local y regional (costumbrismo, regionalismo15 ), que en muchos casos se identifica con los movimientos nacionalistas que surgen por toda Europa en el siglo XIX (especialmente el denominado nacionalismo musical).

Los avances técnicos y científicos, y en concreto la popularización de la fotografía, incentivó en el gran público el deseo por representaciones que parecieran "objetivamente reales". Al igual que la masiva difusión de la prensa originó los folletines; la posibilidad de reproducción industrializada del arte gráfico y de otros objetos artísticos antes restringidos a individualidad de la artesanía, originó una degradación del objeto artístico (denunciada por Ruskin y William Morris -Arts and Crafts-) que suele denominarse kitsch.

Frente a las vanguardias artísticas, los totalitarismos nazi y soviético estimularon movimientos estéticos de carácter realista: el realismo socialista y el realismo heroico.

Los movimientos artísticos de la segunda mitad del siglo XX incluyeron diferentes tratamientos de carácter realista, como el pop art y el hiperrealismo.

La narrativa hispanoamericana de mediados del siglo XX generó una nueva dimensión del realismo con el denominado realismo mágico.

Pintura del realismo

Realismo es la denominación de un estilo o movimiento pictórico que se dio en Francia a mediados del siglo XIX, cuyo principal representante es Gustave Courbet. El propio pintor fue quien acuñó el término al dar nombre al pabellón que hizo construir para una provocativa exposición de 1855, alternativa al Salón de París, bajo el título "Realismo". Allí expuso su obra El taller del pintor, considerada el manifiesto del estilo, que provocó un sonoro escándalo en los medios artísticos por su anti-academicismo y su crudeza, que se calificaba de obscenidad. Posteriormente se identificó con el movimiento especialmente a Honoré Daumier, Jean-François Millet y Jules Breton, y a otros pintores (Jean-Louis-Ernest Meissonier, Henri Fantin-Latour, Thomas Couture, Jean-Léon Gerome, etc.) El crítico de arte Jules Champfleury definió teóricamente la estética del movimiento.1 2

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Se suelen identificar los principios estéticos del realismo pictórico con los del realismo literario contemporáneo (Honoré de Balzac). El compromiso con las clases bajas y los movimientos políticos de izquierda (en el contexto de la revolución de 1848) marcó la sensibilidad social e ideológica de este grupo de pintores realistas, que conectaría con la vertiente más comprometida socialmente del realismo literario: el naturalismo posterior (Émile Zola).

[editar] Realismo francés del siglo XIX frente al realismo en las artes

Artículo principal: Realismo artístico

No debe confundirse el realismo como estilo o movimiento pictórico con el realismo en las artes, un principio general que puede encontrarse en muy distintos estilos artísticos a lo largo de la historia de la pintura.

[editar] Realismo y escuela de Barbizon

El realismo pictórico francés está íntimamente conectado con la denominada Escuela de Barbizon, de temática paisajista, a la que pertenecía Millet, y que contaba con pintores como Théodore Rousseau, Jean-Baptiste Camille Corot y Charles-François Daubigny.

[editar] Realismo frente a romanticismo y academicismo

Ya desde épocas anteriores se apreciaba un cansancio de los valores románticos y el deseo, entre los artistas más inquietos, de incorporar las experiencias más directas y objetivas en sus obras. El proceso es gradual aunque rápido, y entre el romanticismo pictórico y el realismo se establece una continuidad, sin embargo sus planteamientos ideológicos y formales serán muy distintos.

También se establece una relación compleja entre el realismo y el academicismo de la pintura neoclásica, debido a que todavía existe entre los dos una competencia evidente. También es cierto que se influyen mutuamente. Así, aunque los pintores realistas sean excluidos de las grandes muestras oficiales, la pintura académica evidenciara una atención mayor hacia la observación directa de la naturaleza y la realidad del momento.

[editar] Realismo frente a impresionismo: Manet

Lo fluido de la transición entre ambos movimientos quedó ejemplificada con la trayectoria artística de Édouard Manet, el precursor del impresionismo, que en realidad no respondía a las convenciones técnicas del tratamiento de la luz y el color de los impresionistas.

[editar] Contexto histórico

La definitiva implantación de la burguesía como clase dominante la hace pasar de revolucionaria a conservadora. Las causas de 1789 quedaron superadas por el disfrute del éxito económico y de los placeres de la vida.

El papel del artista pasa a ser despertar la adormecida conciencia social sobre los terribles problemas sociales de la industrialización: trabajo infantil y femenino, jornadas laborales interminables, depauperación, condiciones insalubres de las ciudades industriales, desarraigo de la emigración rural, etc.

El desencanto con la reconducción conservadora de la revolución de 1848, que terminó implantando el Segundo Imperio Francés de Napoleón III, llevaron a los artistas a centrarse en lo social. La Comuna de París (1871) fue una nueva oportunidad de hacerles pasar al primer plano de la actividad política.

[editar] Contexto filosófico

Augusto Comte elaboraba la filosofía del positivismo, que proponía como única fuente de conocimiento la observación y la experiencia. Los avances de la ciencia y la técnica fomentaron la formulación de una doctrina optimista, la del progreso social. En vez de soñar con la mejoría de la vida, hay que partir de la realidad. El hombre es representado en sus tareas normales y el tema de la fatiga se convierte en motivo de inspiración.

[editar] Contexto ideológico

El realismo se vinculó a las ideas socialistas más o menos definidas. Aunque con claras diferencias entre los distintos autores, en general se aprecia un interés por la situación de las clases más desfavorecidas de la sociedad surgida de la Revolución industrial. Algunos, adoptan una actitud absolutamente comprometida con los intereses del proletariado, participa en acontecimientos políticos del momento y hace un arte combativo. Otros, mantienen una postura más moderada, y endulzan de alguna forma su visión de la realidad.

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[editar] La estética realista

Los pintores realistas franceses de mediados del siglo XIX compartieron una estética basada en la representación directa de la realidad. La manera cómo se materializaba este principio básico varió desde la crudeza objetiva de Courbet hasta la simplificación gráfica de Daumier, pasando por el filtro idealista de Millet. En cualquier caso, todos compartían la radicalidad de los temas: ante la trascendencia que concedían al tema romanticismo y academicismo, los realistas entendían que no hay temas banales y que, en consecuencia, cualquier cuestión puede ser objeto de interés pictórico.

Este planteamiento tiene una enorme importancia en un momento en el que la pintura está sometida a las reglas de la crítica oficial: los temas, las actitudes, las composiciones y hasta las medidas de los cuadros tienen que ajustarse a estos rígidos criterios. Ante esta situación, los pintores realistas defienden una pintura sin argumento, una captación simple de la realidad, en la cual lo fundamental es la forma en que se representa la imagen, y no su desarrollo narrativo.

El realismo es un término confuso y de muy difícil definición en lo que respecta a las artes plásticas; en general, sólo alude a una cierta actitud del artista frente a la realidad, en la que la plasmación de ésta no tiene que ser necesariamente copia o imitación, aunque sí ajustarse a una cierta verosimilitud. Los realistas intentaban plasmar objetivamente la realidad; representar el mundo del momento de una manera verídica, objetiva e imparcial. No podían idealizar. La única fuente de inspiración en su arte debía ser la realidad; y no podían admitir ningún tipo de belleza preconcebida. La única belleza válida debía ser la que suministraba la realidad, y ellos, como artistas, debían reproducir esa realidad sin embellecerla. Cada ser u objeto tiene su belleza peculiar, que es la que debían descubrir.

La característica principal de su estética es la reflexión sobre la realidad, sin idealizar ni la sociedad, ni la naturaleza, ni el pasado, como lo había hecho el romanticismo. Dejaron a un lado los temas sublimes y se centraron en la vida cotidiana. El romanticismo y su idealización de la historia, de la sociedad y sobre todo de la naturaleza, cuyo tratamiento era un motivo de evasión, dio paso al interés por la realidad en sí misma.

Escultura del realismo

Escultura del realismo es la escultura que puede asociarse al movimiento artístico denominado realismo (realismo literario, realismo pictórico) que aparece en Francia a mediados del siglo XIX.

No debe confundirse con la escultura que sigue las convenciones del realismo en las artes, que se da en cualquier época de la historia de la escultura.

La escultura de la segunda mitad del siglo XIX ocupa un momento posterior a la escultura del romanticismo o escultura romántica (François Rude) y anterior a la escultura impresionista o escultura del impresionismo (Auguste Rodin); aunque en realidad la producción escultórica de toda la época está dominada por los convencionalismos academicistas de la escultura neoclásica.

El mayor coste económico de la escultura con respecto a la pintura explica que los escultores no tuvieran tanta libertad artística como los pintores contemporáneos, que podían confiar en acudir al mercado del arte después de haber realizado sus obras. Los escultores no podían desarrollar tanta iniciativa, y debían someterse de un modo mucho más directo a los encargos de los comitentes, fueran institucionales o privados; que habitualmente mostraban un conservadurismo (tanto estético como político y social) mucho mayor que el de la clientela de los pintores o sus marchantes. En esta época ya no era el clero ni la monarquía absoluta el principal mecenas del arte; sino la burguesía enriquecida por el capitalismo industrial y financiero de la revolución industrial, que también había proporcionado mejoras técnicas en las fundiciones, y los nuevos estados liberales en pleno proceso de construcción nacional, para el que los monumentos públicos y memoriales tenían un destacadísimo papel, incluso superior al reservado a la pintura de historia (que por razones obvias, se limitaba a los espacios interiores). Se ha llegado a describir el periodo como una fiebre de piedra en referencia a las edificaciones y esculturas.

Características del naturalismo

1. Determinismo positivista como orden vital supremo, traducido, con frecuencia, en fatalismo mecanicista. El naturalista presenta al ser humano sin albedrío, determinado por la herencia genética y el medio en que vive. En él influyen el Positivismo de Auguste Comte, que no valora que no puede ser objeto de experiencia, el Utilitarismo de Bentham y Stuart Mill, que juzga todo en función de su utilidad, y el Evolucionismo físico de Darwin y social de Herbert Spencer, que niega la espiritualidad del hombre al negar la intervención divina, y el materialismo histórico de Marx y Engels.

2. La fisiología como motor de la conducta de los personajes 3. Anticlericalismo radical;

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4. Sátira y denuncia social. La novela naturalista no vale como simple pasatiempo, es un estudio serio y detallado de los problemas sociales, cuyas causas procura encontrar y mostrar de forma documental.

5. Concepción de la literatura como arma de combate político, filosófico y social 6. Argumentos construidos a la sombra de la herencia folletinesca y orlados de un abrumador

pesimismo 7. Feísmo y tremendismo como repulsivos. Puesto que se presentan casos de enfermedad

social, el novelista naturalista no puede vacilar al enfrentarse con lo más crudo y desagradable de la vida social

8. Adopción de los temas relativos a las conductas sexuales como elemento central de las novelas. No se trata de un erotismo deleitoso y agradable, sino que es una manifestación de enfermedad social, suciedad y vicio. Por ello, frecuentemente el novelista naturalista se centra en el mundo de la prostitución, vista como lacra social y como tragedia individual. El público confundía sin embargo a veces naturalismo con pornografía, lo que no era la intención de los naturalistas. Estos critican con frecuencia la literatura folletinesca que trastorna la percepción de la realidad.

En la mayoría de los escritos lo que se intenta es reflejar que la condición humana está mediatizada por tres factores:

1) La herencia genética

2) Las taras sociales (alcoholismo, prostitución, pobreza, violencia)

3) El entorno social y material en que se desarrolla e inserta el individuo

Esto es, lo que se conoce en filosofía como Determinismo. De aquí deriva otra importante característica del Naturalismo, una crítica (implícita, ya que el valor documental y científico que se pretende dar a la literatura de este tipo impide aportar opiniones propias) a la forma como está constituida la sociedad, a las ideologías y a las injusticias económicas, en que se hallan las raíces de las tragedias humanas.

Cabe destacar que, si bien Realismo y Naturalismo son muy parecidos en el sentido de reflejar la realidad tal y como es (contrariamente al idealismo romántico), la diferencia radica en que el Realismo es más descriptivo y refleja los intereses de una capa social muy definida, la burguesía, mientras que el Naturalismo extiende su descripción a las clases más desfavorecidas, intenta explicar de forma materialista y casi mecanicista la raíz de los problemas sociales y alcanza a hacer una crítica social profunda; además, si el individualismo burgués es siempre libre y optimista en su fe liberal de que es posible el progreso sin contrapeso y labrar el propio destino, el Naturalismo es pesimista y ateo merced al determinismo, que afirma que es imposible escapar de las condiciones sociales que guían nuestro sendero en la vida sin que podamos hacer nada por impedirlo. Por otra parte los naturalistas españoles hacen uso de un narrador omnisciente y se alejan del impersonalismo que busca el maestro francés Zola; por otra parte, estas novelas no consiguen una reproducción fiel de la realidad, objetivo que sí busca Zola, sino que recargan excesivamente los aspectos que quieren destacar, con lo que pierden el valor documental que busca Zola.

Se considera que el Naturalismo es una evolución del Realismo. De hecho, la mayoría de los autores realistas evolucionó hacia esta corriente materialista, si bien otros orientaron su descripción de la realidad hacia el interior del personaje llegando a la novela psicológica.

El Naturalismo, al igual que el Realismo, refuta el Romanticismo rechazando la evasión y volviendo la mirada a la realidad más cercana, material y cotidiana, pero, lejos de conformarse con la descripción de la mesocracia burguesa y su mentalidad individualista y materialista, extiende su mirada a las clases más desfavorecidas de la sociedad y pretende explicar los males de la sociedad de forma determinista.

El Naturalismo tenía como objetivo explicar los comportamientos del ser humano. El novelista del Naturalismo pretende interpretar la vida mediante la descripción del entorno social y descubrir las leyes que rigen la conducta humana. El Naturalismo surge en París; Zola fue el iniciador del movimiento Naturalista, al decidir romper con el romanticismo, crea este movimiento literario; siendo considerado el maestro de este movimiento junto con Gustave Flaubert. En sus obras más importantes describirían de manera cruda y realista el contexto social de París, el lugar de inicio del movimiento.