heredando el fututo - jesus martin barbero

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  • 7/31/2019 Heredando El Fututo - Jesus Martin Barbero

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    HEREDANDOEL FUTURO.PENSAR LA EDUCACIN

    DESDE LA

    COMUNICACIN

    Jess Martn Barbero*

    Nuestro pensamiento nos ata todava al pasado, al mundo tal como exista en la

    poca de nuestra infancia y juventud.Nacidos y criados antes de la revolucin electr-

    nica, la mayora de nosotros no entiende lo que sta significa. Los jvenes de la nueva

    generacin, en cambio, se asemejan a los miembros de la primera generacin nacida

    en un pas nuevo. Debemos aprender junto con los jvenes la forma de dar los prximos

    pasos Pero para proceder as debemos reubicar el futuro. A juicio de los occidentales

    el futuro est delante de nosotros. A juicio de muchos pueblos de Oceana el futuro

    reside atrs, no adelante. Para construir una cultura en la que el pasado sea til y no

    coactivo, debemos ubicar el futuro entre nosotros, como algo que est aqu, listo para

    que lo ayudemos y protejamos antes de que nazca, porque de lo contrario sera demasiado

    tarde.

    Margaret Mead

    * Profesor titular de la Escuela de Comunicacin Social, Universidad del Valle, ha sido Presidente de ALAIC (Asoc. Latinoame-

    ricana de Investigadores de Comunicacin), miembro del Comit de Polticas Culturales del Consejo Latinoamericano de

    Ciencias Sociales.

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    En esa larga cita se desplie-

    ga el sentido del ttulo y se sintetiza el

    propsito de este texto. Tomada de

    un libro1 que su autora escribi en

    1970, no se qu resulta ms sor-

    prendente: si la lcida valenta conque mira nacer una cultura que la

    desubica, o la paradoja de que sea

    una antroploga, dedicada de oficio

    a indagar el pasado, la que nos des-

    cubra el nuevo rostro del futuro. En-

    tre ambas se teje el lado oculto del

    debate entre educacin y comuni-

    cacin, y las lneas de fuerza que

    configuran la emergencia de un nue-

    vo campo a la vez de investigacin y

    de polticas. Pues es en la educa-

    cin donde se plasman en formadecisiva las contradicciones entre los

    tres tipos de cultura desde los que

    M.Mead desentraa los lastres que

    nos impiden comprender la enver-

    gadura antropolgica de los cambios

    que atravesamos, y es desde sus di-

    versas figuras de comunicacin que

    avizora la larga temporalidad en que

    se inscriben nuestros miedos al cam-

    bio, nuestras resistencias, tanto como

    las posibilidades de inaugurar escena-rios y dispositivos de dilogo entre

    generaciones y pueblos. Llama Mead

    postfigurativa a aquella cultura en la

    que el pasado de los adultos es el fu-

    turo de cada nueva generacin, de

    manera que el futuro de los nios est

    ya entero plasmado en el pasado de

    los abuelos, pues la esencia de esa

    cultura reside en el convencimiento de

    que la forma de vida y de saber de los

    viejos son inmutables e

    imperecederos. Cofigurativa deno-mina un otro tipo de cultura en la que

    el modelo de vida lo constituye la con-

    ducta de los contemporneos, lo que

    implica que el comportamiento de los

    jvenes podr diferir en algunos as-

    pectos del de sus abuelos y de sus

    padres. Finalmente, la culturapre- fi-

    gurativa es aquella en que los pares

    reemplazan a los padres instaurando

    una ruptura generacional, que es la

    que vivimos hoy, sin parangn en la

    historia, pues seala no un cambio de

    viejos contenidos en nuevas formas o

    viceversa, sino un cambio en la natu-

    raleza delproceso: la aparicin de

    una comunidad mundial en la que

    hombres de tradiciones culturales muy

    diversas emigran en el tiempo ,

    inmigrantes que llegan a una nue-

    va era: algunos como refugiados yotros como proscritos, pero todos

    compartiendo las mismas leyendas

    y sin modelos para el futuro. Un futu-

    ro que balbucean los relatos de cien-

    cia-ficcin en los que los jvenes en-

    cuentran su experiencia de habitan-

    tes de un mundo cuya compleja hete-

    rogeneidad no se deja decir en las

    secuencias lineales que dictaba la

    palabra impresa y que remite a un

    aprendizaje fundado menos en la de-

    pendencia de los adultos que en la

    propia exploracin que los jvenes

    habitantes del nuevo mundotecnocultural hacen de la visin, la

    audicin, el tacto o la velocidad.

    1. Los destiempos enla educacin

    Dos destiempos desgarran

    particularmente el mundo de la edu-

    cacin en Amrica Latina. Uno las

    deudas del pasado2: los objetivos no

    cumplidos de universalizacin de la

    escolaridad bsica. Pues si es cierto

    que en el plano de la cobertura la ex-

    pansin en las ltimas dcadas ha sido

    considerable, el deterioro en la cali-

    dad de la enseanza no slo ha multi-

    plicado el nmero de los analfabetos

    funcionales sino que, segn estima-

    ciones de la UNESCO, Amrica La-

    tina es la regin con mayores porcen-

    tajes de fracaso escolar en el mundo.

    A las dificultades que an subsisten,

    entre los sectores de ms bajos ingre-sos, para acceder a la escuela bsica

    se aade ahora una desercin ince-

    sante. Y una desmoralizacin crecien-

    te de los profesores -deterioro sala-

    rial, escasez de recursos, no renova-

    cin de equipos que les hace fuerte-

    mente reacios a cualquier innovacin

    o mejoramiento de la calidad. El otro

    destiempo es el que da a da ahonda

    la brecha de Amrica Latina en la

    produccin de ciencia y tecnologa. Y

    la imperiosa necesidad entonces de

    ampliar y consolidar la educacin su-

    perior con miras a fortalecer la capa-

    cidad de estos pases en la produc-

    cin de conocimientos y el diseo de

    tecnologas. Inversin indispensable

    pues se trata del campo en el que se

    produce hoy la dependencia estrat-

    gica, aquella en que se juega no slo

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    la posibilidad de competir sino la de

    sobrevivir econmica y culturalmente.

    Destiempos que se cruzan y que per-

    versamente vienen a reforzar las re-

    cesiones econmicas y las polticas

    neoliberales. Como lo hace patente elacelerado proceso de retraimiento del

    Estado y su solapado o descarado

    empuje a la privatizacin de la educa-

    cin. Una privatizacin que no remite

    sin embargo nicamente al achica-

    miento y descomposicin del Estado

    tradicional sino tambin al deterioro

    que ha conllevado la masificacin es-

    colar. Y la bsqueda entonces en los

    sectores medios de una educacin que

    les permita competir en el mercado

    laboral, aceptando para ello los cos-tos de un contrato de servicios3

    obtenido en el mercado educativo.

    Privatizacin que encarna, de

    otra parte, un nuevo modelo pedag-

    gico centrado en la individuacin: en

    la exaltacin de la autonoma del indi-

    viduo, su capacidad de aprender a

    aprender, y en un proyecto

    meritocrtico de renovacin de las

    elites dirigentes que combina, sobrela base de una alta presin selectiva,

    la potenciacin de la iniciativa indivi-

    dual con una clara recuperacin de

    los valores de la disciplina.

    Un segundo terreno de

    destiempos es el de los modelosde

    comunicacin que subyacen a la edu-

    cacin. La escuela encarna y prolon-

    ga, como ninguna otra institucin, el

    rgimen de saber que instituy la

    comunicacin del texto impreso. Larevolucin cultural que introduce la

    imprenta instaura un mundo de sepa-

    racin4, hecho de territorializacin de

    las identidades, gradacin/segrega-

    cin de las etapas de aprendizaje, y

    de dispositivos de control social de la

    informacin o del secreto. Paradig-

    ma de comunicacin que desde fina-

    les del siglo XVII convierte la edad

    en el criterio cohesionador de la in-

    fancia5 permitiendo el establecimien-

    to de una doble correspondencia: en-

    tre la lineariedad del texto escrito y el

    desarrollo escolar -el avance intelec-tual va paralelo al progreso en la lec-

    tura-, y de ste con las escalas men-

    tales de la edad. Esa corresponden-

    cia estructura la informacin esco-

    lar en forma tan sucesiva y lineal

    que, de un lado, todo retraso o pre-

    cocidad sern tachadas de anorma-

    les, y de otro se identificar la comu-

    nicacin pedaggica con la transmi-

    sin de contenidos memorizables y

    reconstituibles: el rendimiento esco-

    lar se mide por edades y paquetesde informacin aprendidos. Y es a ese

    modelo mecnico y unidireccional al

    que responde la lectura pasiva que

    la escuela fomenta prolongando la

    relacin del fiel con la sagrada es-

    critura que la Iglesia instaurara. Al

    igual que los clrigos se atribuan el

    poder de la nica lectura autntica de

    la Biblia, los maestros detentan el sa-

    ber de una lectura unvoca, esto es de

    aquella de la que la lectura del alum-no es puro eco. La autonoma del

    lector depende de una transformacin

    de las relaciones sociales que

    sobredeterminan su relacin con los

    textos. La creatividad del lector cre-

    ce a medida que decrece el peso de

    la institucin que la controla6.

    De ah la antigua y pertinaz

    desconfianza de la escuela hacia la

    imagen7, hacia su incontrolable

    polisemia que la convierte en lo con-trario del escrito, ese texto controla-

    do desde dentro por la sintaxis y des-

    de fuera por la identificacin de la cla-

    ridadcon la univocidad. La escuela

    buscar sin embargo controlar la ima-

    gen, ya sea subordinndola al oficio

    de mera ilustracin del texto escrito

    o acompandola de un letrero que

    le indique al alumno lo que dice la

    imagen.

    Acosado por los cuatro cos-

    tados, ese modelo de comunicacin

    pedaggica no slo sigue vivo hoy sinoque se refuerza al colocarse a la de-

    fensiva desfasndose aceleradamen-

    te de los procesos de comunicacin

    que hoy dinamizan la sociedad. Pri-

    mero, negndose a aceptar el

    descentramiento cultural que atra-

    viesa el que ha sido su eje tecno-pe-

    daggico, el libro. Pues el aprendi-

    zaje del texto (del libro-de-texto)

    asocia a travs de la escuela un modo

    de transmisin de mensajes y un

    modo de ejercicio del poder, basadosambos en la escritura8. Segundo, ig-

    norando que en cuanto transmisora

    de conocimientos la sociedad cuenta

    hoy con dispositivos de almacena-

    miento, clasificacin, difusin y circu-

    lacin mucho ms verstiles, disponi-

    bles e individualizados que la escuela.

    Tercero, atribuyendo la crisis de la

    lectura de libros entre los jvenes ni-

    camente a la maligna seduccin que

    ejercen las tecnologas de la imagen,lo que le ahorra a la escuela tener que

    plantearse la profunda reorganizacin

    que atraviesa el mundo de los lengua-

    jes y las escrituras; y la consiguiente

    transformacin de los modos de

    leerque est dejando sin piso la obs-

    tinada identificacin de la lectura con

    lo que atae solamente al libro y no a

    la pluralidad y heterogeneidad de tex-

    tos, relatos y escrituras (orales, visua-

    les, musicales, audiovisuales,

    telemticos) que hoy circulan. Cuar-to, impidindose interactuar con el

    mundo del saber diseminado en la

    multiplicidad de los medios de comu-

    nicacin a partir de una concepcin

    premoderna de la tecnologa, que no

    puede mirarla sino como algo exte-

    rior a la cultura, deshumanizante y

    perversa en cuanto desequilibradora

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    de los contextos de vida y aprendiza-

    jes heredados. Concepcin y actitud

    que lo que paradjicamente produce

    en los jvenes es una brecha cada da

    ms profunda entre su cultura y aque-

    lla desde la que ensean sus maes-tros, lo que deja a los jvenes inermes

    ante la atraccin que ejercen las nue-

    vas tecnologas e incapaces de apro-

    piarse crtica y creadoramente de

    ellas.

    Tambin en el terreno de los

    modelos y dispositivos de comunica-

    cin, los destiempos se entrecruzan y

    refuerzan convirtiendo la ruptura en-

    tre generaciones en el profundo con-flicto entre culturas de que habla

    Margaret Mead. Pero la escuela es-

    camotea ese conflicto reducindolo a

    sus efectos morales y traducindolo

    a un discurso de lamentaciones sobre

    la manipulacin que los medios hacen

    de la ingenuidad y curiosidad de los

    nios, sobre la superficialidad, el con-

    formismo y el rechazo al esfuerzo que

    inoculan en los jvenes llenndoles

    la cabeza de morbo, banalidad y rui-do. Lo que esa reduccin impide es

    que ya no la escuela sino el sistema

    educativo se haga preguntas como

    estas: qu signican sabery aprender

    en el tiempo de la economa

    informacional y los imaginarios

    comunicacionales movilizados desde

    las redes que insertan instantneamen-

    te lo local en lo global?, qu desplaza-

    mientos epistemolgicos e

    institucionales estn exigiendo los nue-

    vos dispositivos de produccin y apro-piacin cognitiva a partir del interfaz

    que enlaza las pantallas hogareas de

    televisin con las laborales del com-

    putador y las ldicas de los

    videojuegos?, qu saben nuestras es-

    cuelas, e incluso nuestras facultades

    de educacin, sobre las hondas modi-

    ficaciones en la percepcin del espa-

    cio y el tiempo que viven los adoles-

    centes, insertos en procesos vertigi-

    nosos de desterritorializacin de la

    experiencia y la identidad, y atrapa-

    dos en una contemporaneidad que

    confunde los tiempos, debilita el pa-sado y exalta el no-futurofabrican-

    do unpresentecontinuo: hecho a la

    vez de las discontinuidades de una

    actualidad cada da ms instantnea,

    y delflujo incesante y emborrachador

    de informaciones e imgenes?. Est

    la educacin hacindose cargo de

    esos interrogantes? y si no lo est

    haciendo, cmo puede pretender ser

    hoy un verdadero espacio social y

    cultural de apropiacin de conocimien-

    tos?.

    2. Descentramiento

    del libro ydesordenamientocultural

    Ms que buscar su nicho en

    el campo cultural ilustrado y legitima-

    do, la nueva cultura, o quiz mejor el

    malestar en la cultura que experi-

    mentan los ms jvenes, desdibuja ese

    campo desde la radicalizada experien-

    cia de desanclaje9 que la moderni-

    dad produce sobre las particularida-

    des de los hbitos, las mentalidades y

    las prcticas locales. Pese a la

    postfigurativa posicin de los adul-tos, an convencidos de que los cam-

    bios que viven los jvenes son, como

    lo fueron siempre, una fiebre pasa-

    jera, hoy vemos emerger una ge-

    neracin cuyos sujetos no se

    constituyen a partir de identificacio-

    nes con figuras, estilos y prcticas de

    aejas tradiciones que definen lacul-

    tura sino a partir de la conexin-des-

    conexin (juegos de interfaz) con los

    aparatos10. Lo que, de un lado,

    introduce discontinuidades que

    rompen escandalosa o secretamen-

    te -gustos vestimentarios, musica-

    les, alimenticios, modos de hablar, de

    relacin con los mayores, comporta-

    mientos sexuales- con los

    condicionamientos del origen social o

    del contexto familiar. Nos encontra-

    mos ante sujetos dotados de una elas-

    ticidad cultural que, aunque se ase-

    meja a una falta de forma, es ms

    bien apertura a muy diversas formas,y de una plasticidad neuronal que

    les permite una camalenica adapta-

    cin a los ms diversos contextos y

    una enorme facilidad para los idio-

    mas de la tecnologa. Aprenden a

    hablar ingls en programas de televi-

    sin captados por parablica, dispo-

    nen de una velocidad de percepcin y

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    articulacin, especialmente de imge-

    nes, que parece responder a la vez al

    sensorium moderno que W.Benjamin

    vio emerger en el paseante de las ave-

    nidas de la gran ciudad11 y a las sen-

    sibilidades postmodernas de las efme-ras tribus en la ciudad estallada o a

    las virtuales comunidades cibernticas.

    Discontinuidades y tambin continui-

    dades, deslocalizaciones y tambin

    arraigos: nuevas formas de juntar-

    se en la ciudad, en el barrio, en la pan-

    dilla. Y en la msica, especialmente

    en esa vieja/nueva cultura del rock

    en que se mezclan desazn moral y

    estticas de lo desechable, nuevas

    sonoridades, ruidos, estridencias y rit-

    mos de la ciudad junto a la experien-cia cotidiana de la violencia, el

    anononimato y la soledad hostil.

    Radicalizando ese

    descentramiento, la televisin introdu-

    ce un desorden cultural que plantea

    retos de fondo a la familia y a la es-

    cuela. A la familia, porque mientras

    el texto escrito cre espacios de

    comunicacin exclusiva entre los

    adultos instaurando una marcadasegregracin entre adultos y nios, la

    televisin cortocircuita los filtros

    de la autoridad parental transfor-

    mando los modos de circulacin

    de la informacin en el hogar: lo

    que hay de verdaderamente revolu-

    cionario en la televisin es que ella

    permite a los ms jvenes estar pre-

    sentes en las interacciones entre adul-

    tos (..) Es como si la sociedad entera

    hubiera tomado la decisin de autori-

    zar a los nios a asistir a las guerras,a los entierros, a los juegos de seduc-

    cin, los interludios sexuales, las intri-

    gas criminales. La pequea pantalla

    les expone a los temas y comporta-

    mientos que los adultos se esforzaron

    por ocultarles durante siglos12. Al no

    depender su uso de un complejo cdi-

    go de acceso, como el del libro, la te-

    levisin expone a los nios, desde que

    abren los ojos, al mundo antes velado

    de los adultos. Pero al dar ms im-

    portancia a los contenidos que a la

    estructura de las situaciones se-

    guimos sin comprender el verdaderopapel que la televisin est teniendo

    en la reconfiguracin del hogar. Y los

    que entrevn esa perspectiva se limi-

    tan a cargar a la cuenta de la televi-

    sin la incomunicacin que padece

    la institucin familiar: como si antes

    de la televisin la familia hubiera sido

    un remanso de comprensin y de di-

    logo. Lo que ni padres ni psiclogos

    se plantean es por qu mientras los

    nios siguen gustando de libros para

    nios prefieren -en porcentajes del70% o ms segn las investigaciones

    realizadas en todos los pases- los pro-

    gramas de televisin para adultos.

    Cuando es ah donde se esconde la

    pista clave: mientras el libro disfraza

    su control -tanto el que sobre l se

    ejerce como el que a travs de l se

    realiza- tras su estatuto de objetodis-

    tinto y de la complejidad de los temas

    y del vocabulario, el control de la te-

    levisin no admite disfraces haciendoexplcita la censura. La que, de una

    parte, devela los mecanismos de si-

    mulacin que sostienen la autoridad

    familiar, pues los padres juegan en la

    realidadpapelesque la televisin des-

    enmascara: en ella los adultos mien-

    ten, roban, se emborrachan se mal-

    tratan... Y de otra, el nio no puede

    ser culpabilizado por lo que ve (como

    s lo es por lo que clandestinamente

    lee) pues no fue l quien trajo subrep-

    ticiamente el programa ertico o vio-lento a la casa. La televisin desor-

    dena las secuencias del aprendiza-

    je por edades/etapas, ligadas al pro-

    ceso escalonado de la lectura, y las

    jerarquas basadas en la polaridad

    complementaria entre hechos y mi-

    tos: mientras la cotidiana realidad est

    llena de fealdades y defectos, lospa-

    dres de la patria que nos cuentan los

    libros son hroes sin tacha, valientes,

    generosos, ejemplares; y lo mismo los

    padres de la casa: tambin en los li-

    bros-para-nios aparecen honestos,

    abnegados, trabajadores, sinceros. Deuna manera oscura los padres captan

    lo que pasa pero no entienden su ca-

    lado, porque ni los nios ahora saben

    demasiado, ni viven cosas que no

    son para su edad. Durante la Edad

    Media los nios vivan revueltos con

    los adultos en el trabajo, en la taber-

    na, hasta en la cama. Es slo a partir

    del siglo XVIl13, cuando el declive de

    la mortalidad infantil se cruza, en las

    clases medias y altas, con un apren-

    dizaje por libros -que sustituye alaprendizaje por prcticas- cuando

    emerge la infancia como un mundo

    aparte. La televisin ha puesto fin a

    esa separacin social, y es ah don-

    de cala la honda desazn que produ-

    ce su desorden cultural.

    El estallido de las fronteras

    espaciales y sociales que la televisin

    introduce en el hogar des-localiza los

    saberes y des-legitima su ssegmentaciones. Ello modifica tanto

    el estatuto epistemolgico como

    institucional de los lugares de saber

    y de las figuras de razn. No es ex-

    trao que el imaginario de la televi-

    sin sea asociado a los antpodas de

    los valores que definen a la escuela:

    larga temporalidad, sistematicidad, tra-

    bajo intelectual, valor cultural, esfuer-

    zo, disciplina. Pero al ser acusada por

    la escuela de todos los males y vicios

    que acechan a la juventud la televi-sin devela lo que sta cataliza de

    cambios en la sociedad: desplaza-

    miento de las fronteras entre razn e

    imaginacin, entre saber e informa-

    cin, naturaleza y artificio, arte y cien-

    cia, saber experto y experiencia pro-

    fana. Lo que a su vez conecta las

    nuevas condiciones del saber -esas

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    que constituyen para Lyotard el fon-

    do de la marejada que llama

    postmodernidad, lo que ella tiene de

    cambio de poca14- con las nuevas

    formas de sentiry las nuevas figuras

    de la socialidad15

    . Desplazamientos yconexiones que empezaron a hacer-

    se institucionalmente visibles en los

    movimientos del 68 desde Pars a

    Berkley pasando por Ciudad de

    Mxico. Entre lo que dicen los

    graffitis la poesa est en la calle,

    la ortografa es una mandarina, hay

    que explorar sistemticamente el

    azar, la inteligencia camina ms que

    el corazn pero no va tan lejos16 y

    lo que cantan los Beatles -necesidad

    de explorar el sentir, de liberar los sen-

    tidos, de hacer estallar el sentido-,

    entre las revueltas de los estudiantes

    y la confusin de los profesores, y en

    la revoltura que esos aos producen

    entre libros, sonidos e imgenes,emerge unproyecto pedaggico que

    cuestiona radicalmente el carcter

    monoltico y transmisible del conoci-

    miento, que revaloriza las prcticas

    y las experiencias, que alumbra un

    sabermosaico hecho de objetos m-

    viles y fronteras difusas, de

    intertextualidades y bricolages. Y es

    en ese proyecto de saber donde co-

    mienza a abrirse camino la posibilidad

    de dejar de pensar antagnicamente

    escuela y medios audiovisuales. Puessi ya no se escribe ni se lee como an-

    tes es porque tampoco se puede ver

    ni representar como antes. Y ello no

    es reducible al hecho tecnolgico

    pues es toda la axiologa de los lu-

    gares y las funciones de las prcticas

    culturales de memoria, de saber, de

    imaginario y creacin la que hoy co-

    noce una seria reestructuracin: la

    visualidad electrnica ha entrado a

    formar parte constitutiva de lavisualidad cultural, esa que es a la

    vez entorno tecnolgico y nuevo ima-

    ginario capaz de hablar culturalmente

    -y no slo de manipular tecnolgica-

    mente-, de abrir nuevos espacios y

    tiempos para una nueva era de lo sen-

    sible17. Esa que empieza en la tele-

    visin y continua en el computador y

    el hipertexto multimedia.

    3. De la magia de la ima-gen al pensamiento visual

    En el principio fue la pala-

    bra, dice la Biblia, en el principio fue

    el gesto, dicen los antroplogos, en el

    principio fue la imagen, dice el psi-

    coanlisis: primero fantasma y des-

    pus trazo, figura18. En todo caso,

    desde el principio la imagen fu a la

    vez medio de expresin, de comuni-

    cacin y tambin de adivinacin e ini-

    ciacin, de encantamiento y curacin.Es desde su estructural infancia -

    infans significa no habla- que la

    imagen resiste a ser legible: ms or-

    gnica que el lenguaje, la imaginera

    procede de otro elemento csmico

    cuya misma alteridad es fascinante19.

    De ah su condena platnica al mun-

    do del engao, su reclusin/confina-

    miento en el campo del arte, y su asi-

    milacin a instrumento de manipula-

    dora persuasin religiosa, ideolgica.

  • 7/31/2019 Heredando El Fututo - Jesus Martin Barbero

    7/13

    En una civilizacin logocntrica20 la

    imagen no puede ser sino sucedneo,

    simulacro o maleficio. No pertenece

    al orden del ser sino de la apariencia,

    ni al orden del saber sino de la enga-

    osa opinin. Y su sentido esttico estasiempre impregnado de residuos m-

    gicos o amenazado de travestismos

    del poder, poltico o mercantil.

    Es contra toda esa larga y

    pesada carga de sospechas y desca-

    lificaciones que se abre paso una

    mirada nueva que, de un lado rescata

    la imagen como lugar de una estrat-

    gica batalla cultural, y de otro des-

    cubre la envergadura de su media-

    cin cognitiva en la lgica tanto delpensar cientfico como tcnico.

    Cmo puede entenderse el

    descubrimiento, la conquista, la colo-

    nizacin y la independencia del Nue-

    vo Mundo por fuera de la guerrade

    imgenes que todos esos procesos

    movilizaron? se pregunta Serge

    Gruzinski21. Cmo pueden compren-

    derse las estrategias del dominador o

    las tcticas de resistencia de los pue-blos indgenas desde Corts hasta la

    guerrilla zapatista sin hacer la historia

    que nos lleva de la imagen didctica

    franciscana al barroco de la imagen

    milagrosa, y de ambas al manierismo

    heroico de la imaginera libertadora,

    al didactismo barroco del muralismo

    y a la imaginera electrnica de la

    telenovela?. Cmo penetrar en las

    oscilaciones y alquimias de las iden-

    tidades sin auscultar la mezcla de im-

    genes e imaginarios desde los que lospueblos vencidos plasmaron sus me-

    morias e inventaron una historia pro-

    pia?.

    Recorriendo la historia mexi-

    cana, Gruzinski responde a esas pre-

    guntas, y hay en ella dos momentos

    que desbordan las peculiaridades

    mexicanas iluminando los escenarios

    latinoamericanos en que se libra la

    batalla cultural. El primero se sita

    entre la desconfianza y el ascetismo

    de los franciscanos, cuyo didactismo

    trata de conjurar el uso mgico yfetichista que el pueblo tenda a ha-

    cer de las imgenes, y la explotacin

    que los jesuitas hacen de las poten-

    cias visionarias y las capacidades

    taumatrgicas de la

    imagen...milagrosa. En la que se pro-

    duce el ejemplo ms denso y espln-

    dido de la guerra de ciframientos y

    resignificacines de que est hecha

    la historia profunda de estos pases.

    Abiertos a la novedad del mundo ame-

    ricano, los jesuitas no le temen a lahibridacin cultural -que aterraba a los

    franciscanos- y no slo permiten sino

    que alientan las experiencias visiona-

    rias, las conexiones de la imagen con

    el sueo y el milagro, la irrupcin de

    lo sobrenatural en lo surreal humano.

    Pero los indgenas, por su parte, apro-

    vechan la experiencia de simulacin

    que contena la imagen barroca para

    insertarle un relato otro, hecho de

    combinaciones y usos que desvan ypervierten, desde dentro, la lectura que

    impona el relato de la iglesia. El

    sincretismo de simulacin/subversin

    cultural que contiene la imagen mila-

    grosa de la Virgen Guadalupana ha

    sido esplndidamente descifrado por

    O. Paz y R. Bartra22. Pero la guerra

    de imgenes que pasa por ese

    icono no queda slo entre la apareci-

    da del Tepeyac, la diosa de Tonantzin

    y la Malinche, sino que continua pro-

    ducindose hoy en las hibridacionesicongrficas de un mito que

    reabsorve el lenguaje de las historie-

    tas impresas y televisivas fundiendo

    a la Guadalupana con el hada madri-

    na de Walt Disney, la Heidi japonesa

    y hasta con el mito de la Mujer mara-

    villa23. Eso del lado de las imgenes

    populares, porque tambin del lado

    culto el pintor Rolando de la Rosa

    expuso en el Museo de arte Moderno

    (1987) una Virgen de Guadalupe con

    el rostro de Marilyn Monroe. Blasfe-

    mia que en cierto modo empata con

    la que paradjicamente subyace allugar que la Guadalupana conserva en

    la Constitucin de 1873, que consa-

    gra al mismo tiempo su da como fies-

    ta patria y la ms radical separacin

    entre iglesia y Estado, o en la solem-

    ne coronacin de 1895 durante el go-

    bierno laicista de Porfirio Daz.

    El segundo escenario rene

    tres actores: el barrocopopularque

    del siglo XVIII al XIX despliega un

    pensamiento plstico frente al que laselites slo tendrn indiferencia, silen-

    cio o desprecio24, que es el de los

    santuarios rurales de Tepalcingo y

    Tonantzintla; el muralismo que de

    Orozco y Rivera a Siqueiros

    resignifica en un discurso revolucio-

    nario y socialista el didactismo de los

    misioneros franciscanos y el barroquis-

    mo visionario de los jesuitas, el dis-

    curso ideolgico y el impulso utpico;

    y tercer actor, la recuperacin de losimaginarios populares en las

    imagineras electrnicas de Televi-

    sa, en las que el cruce de arcasmos

    y modernidades que hacen su xito

    no es comprensible sino desde los

    nexos que enlazan las sensibilidades

    a un orden visual social en el que

    las tradiciones se desvan pero no se

    abandonan, anticipando en las

    tranformaciones visuales experiencias

    que an no tienen discurso ni concep-

    to. El actual desorden postmoderno delimaginario de construciones, simula-

    cros, descontextualizaciones,

    eclecticismos- remite al dispositivo

    barroco (o neobrarroco que dira

    Calabrese25) cuyos nexos con la ima-

    gen religiosa anunciaban el cuerpo

    electrnico unido a sus prtesis tec-

    nolgicas, walkmans, videocaseteras,

  • 7/31/2019 Heredando El Fututo - Jesus Martin Barbero

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    computadoras26.

    Hablar de pensamiento vi-

    sual resulta an demasiado chocante

    a los racionalistas y ascticos oidos

    que an ordenan el campo de la edu-cacin. Los prejuicios son tantos y tan

    hondos que tornan sospechosa y lle-

    na de malentendidos cualquier em-

    presa de cuestionamiento y replantea-

    miento. Confundido de un lado con la

    mentalidad mercantil del una imagen

    vale ms que mil palabras, y del otro

    con las identificaciones primarias y las

    proyecciones irracionales27, las mani-

    pulaciones consumistas y la simula-

    cin poltica28,el mundo de la imagen

    se situara en los antpodas de la pro-duccin de conocimiento, esto es en

    el espacio y el tiempo de la diversin

    y el espectculo29. Pero desde la his-

    toria del arte, primero, desde la se-

    mitica y el psicoanlisis despus, y

    tambin desde la fenomenologa y la

    epistemologa, la imagen esta siendo

    reubicada en la complejidad de sus

    relaciones con el pensamiento. Erwin

    Panofsky investiga pioneramente las

    secretas conexiones que ligan lasfor-mas y los estilos con los mapas men-

    tales de su tiempo30. As la imposibili-

    dad medieval de la perspectiva pict-

    rica responda a la ausencia de la dis-

    tancia intelectual que exiga la moder-

    na idea de historia. El anlisis

    iconolgico da cuenta justamente del

    paso de la iconografa de los motivos

    o las alegoras, que representan los

    cuadros o los edificios, a la compren-

    sin de los conceptos y los esquemas

    mentales que organizan la seleccinde los motivos y la composicin de las

    formas pictricas o arquitectnicas.

    Investigando el orden visual del

    Quattrocento, Pierre Francastel va

    ms lejos: en lugar de la correspon-

    dencia de las formas con las cosas

    vistas, la pintura anticipa las estruc-

    turas del ver, pertenecientes a la vez

    al orden de la percepcin y del pen-

    samiento de una poca, que despus

    racionalizar y utilizar la ciencia31.

    Ernst Gombrich estudia la configura-

    cin de la mirada que tematiza y

    textualiza la imagen -un cuadro esuna hiptesis que contrastamos al mi-

    rarlo- desde la perspectiva psicol-

    gica de la gestalt, es decir de la acti-

    vidad cognitiva de la percepcin en la

    construccin de la imagen32.

    La investigacin

    sociosemitica de la imagen ha hecho

    pensable su espesor significante, la

    materialidad de la experiencia social

    que carga las formas, los colores y

    las tcnicas33, la relacin constitutivade las mediaciones tecnolgicas con

    los cambios en la discursividad, con

    las nuevas competencias de lenguaje,

    desde los trazos mgico-geomtricos

    del homopictor al sensorium laico

    que revela el grabado o la fotogra-

    fa, y los nuevos relatos que inaugu-

    ran el cine y el video34. Pero tambin

    la sociosemitica explora el vaciado

    de sentido que sufre la imagen so-

    metida a la lgica de la mercanca yel espectculo: en la indiferencia y

    la insignificancia que corroen el

    campo del arte mientras se produce

    una estetizacin banal de la vida toda

    y una proliferacin de imgenes en

    las queno hay nada que ver35; en

    el debilitamiento y fragilidad de lo real

    que produce un discurso de la infor-

    macin visual en el que la sustitu-

    cin de la cifrasimblica, que anu-

    daba los tiempos del pasado y el pre-

    sente, por la fragmentacin que exi-ge el espectculo, transforma el de-

    seo de saber en mera pulsin de ver36;

    en el primado del objeto sobre el suje-

    to que realiza el discursopublicita-

    rio a travs de la imagen convertida

    en estrategia de seduccin y obsceni-

    dad, esto es puesta en escena de una

    liberacin perversa del deseo cuyo

    otro no es ms que el simulacro

    fetichista de un sujeto devenido l

    mismo objeto37.

    La perspectiva

    epistemolgica tiene su ms explcitoy esplndido punto de partida en la

    obra filosfica de M. Merleau-Ponty

    primero sobre la percepcin, luego

    sobre la pintura de Cezanne y final-

    mente sobre la relacin de lo visible a

    lo invisible38. Hay un saberdelcuer-

    po que no es pensable desde la con-

    ciencia en que se representa el mun-

    do pero que es accesible a la expe-

    riencia originaria en que se constitu-

    ye el mundo del hombre, el interfaz

    entre la percepcin y la expresin.Constituido enpunto de vista desde

    el que el mundo toma sentido, el

    cuerpo deja de ser el instrumento de

    que se sirve la mente para conocer

    y se convierte en el lugar desde el

    que veo y toco, o mejor desde el que

    siento cmo el mundo me toca. Ese

    carcter libidinal y no geomtrico

    de la percepcin humana -estamos

    hechos de la carne del mundo- es el

    que Merleau-Ponty encuentra plas-mado en la pintura de Cezanne, la pri-

    mera en resolver el antagonismo

    tanto racionalista como empirista en-

    tre la sensacin y el pensamiento.

    Cezanne se ha negado a escoger en-

    tre la forma (de los renacentistas) y

    el color (de los impresionistas) entre

    el orden y el caos para poder pintar

    la materia en el trance de darse for-

    ma, hacindonos visible el incesante

    nacer del mundo. Pero el mundo

    que es lo que vemos, no se nos re-vela sinembargo ms que si apren-

    demos a verlo. Paradoja del pensa-

    miento occidental que opone el indis-

    pensable aprendizaje del leer a su no

    necesidad para saber ver, pues ese

    pensamiento desconoce el saberdel

    ver, esto es su modo peculiar de po-

    nernos a pensar, o

  • 7/31/2019 Heredando El Fututo - Jesus Martin Barbero

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    mejor de darnos qu pensar: la secre-

    ta conexin en la visin de lo sensible

    y lo inteligible, de lo visible y lo invisi-

    ble.

    La revaloracin cognitiva dela imagen pasa paradjicamente por

    la crisis de la representacin. Y a

    examinar esa crisis dedic M.Foucault

    su libro Las palabras y las cosas.

    El anlisis se inicia con la lectura de

    un cuadro de Velzquez, Las

    Meninas, lectura que nos propone

    tres pistas. Puesto que estamos ante

    un cuadro en el que un pintor nos con-

    templa, lo que en verdad vemos es el

    revs del cuadro que el pintor pinta, y

    es en ese revs donde somos visiblesnosotros. Segunda, lo que podemos

    decir del cuadro no habla de lo que

    vemos porque la relacin del lenguaje

    a la pintura es infinita. No porque la

    palabra sea imperfecta sino porque

    son ireductibles la una a la otra. Lo

    que se ve no se aloja, no cabe jams

    en lo que se dice39. Tercera, la esen-

    cia de la representacin no es lo que

    da a ver sino la invisibilidad profunda

    desde la que vemos, y ello a pesar delo que creen decirnos los espejos,

    las imitaciones, los reflejos, los en-

    gaa-ojo. Pues ya no es, como en el

    pensamiento clsico, el desciframiento

    de la semejanza en su juego de sig-

    nos, en su capacidad de vecindad,

    imitacin, analoga o empata, la que

    hace posible el conocimiento. Ni tam-

    poco la hermenutica de la escritura,

    que domina desde el Renacimiento en

    un reenvo de lenguajes -de la Escri-

    tura a la Palabra- que coloca en elmismo plano las palabras y las cosas,

    el hecho, el texto y el comentario. A

    partir del siglo XVII el mundo de los

    signos se espesa, e inicia la conquista

    de su propio estatuto poniendo en cri-

    sis su subordinacin a la representa-

    cin tanto del mundo como del pen-

    samiento. Y en el paso del siglo XVIII

    al XIX por primera vez en la cultura

    occidental la vida escapa a las leyes

    generales del ser tal y como se daba

    en el anlisis de la representacin; y

    con la vida, el trabajo transforma el

    sentido de la riqueza en economa, ytambin el lenguaje se libera para

    enraizarse en su materialidad sonora

    y en su expresividad histrica, la ex-

    presividad de un pueblo. El fin de la

    metafsica da la vuelta al cuadro : el

    espejo en que al fondo de la escena

    se mira el rey, al que el pintor mira, se

    pierde en la irrealidad de la represen-

    tacin. Y en su lugaremerge el hom-

    bre vida-trabajo-lenguaje. Y es a partir

    de la trama significante que tejen

    las figuras y los discursos (las im-genes y las palabras) y de la eficacia

    operatoria de los modelos, como se

    hace posible ese saber que hoy deno-

    minamos ciencias humanas.

    Es justamente en el cruce

    de los dos dispositivos sealados

    por Foucault-economa discursiva y

    operatividad lgica - donde se sita

    la nueva discursividad constitutiva

    de la visibilidad y la nueva identi-dad lgico-numrica de la imagen.

    Estamos ante la emergencia de otra

    figura de larazn40 que exige pen-

    sar la imagen, de una parte, desde

    su nueva configuracin sociotcnica

    -el computador no es un instrumento

    con el que se producen objetos, sino

    un nuevo tipo de tecnicidadque po-

    sibilita el procesamiento de informa-

    ciones, y cuya materia prima son

    abstraciones y smbolos, lo que inau-

    gura una nueva aleacin de cerebroe informacin, que sustituye a la del

    cuerpo con la mquina-; y de otra,

    desde la emergencia de un nuevo pa-

    radigma del pensamiento que rehace

    las relaciones entre el orden de lo

    discursivo ( la lgica ) y de lo visi-

    ble (la forma), de la inteligibilidad y

    la sensibilidad. El nuevo estatuto

    cognitivo de la imagen se produce a

    partir de su informatizacin, esto

    es de su inscripcin en el orden de lo

    numerizable, que es el orden del

    clculo y sus mediaciones lgicas:

    nmero, cdigo, modelo. Inscripcinque no borra sin embargo ni la figu-

    ra ni los efectos de la imagen - el

    erotismo o la pornografa va internet

    funcionan- pero esa figura y efec-

    tos remiten ahora a una economa

    informacional que reubica la

    imagen en los antpodas de la

    ambigedad esttica y la irraciona-

    lidad de la magia o la seduccin. El

    proceso que ah llega entrelaza un

    doble movimiento. El que prosigue y

    radicaliza el proyecto de la cienciamoderna -Galileo, Newton - de tra-

    ducir / sustituir el mundo cualitativo

    de las percepciones sensibles por la

    cuantificacin y la abstraccin lgico-

    numrica, y el que reincorpora al pro-

    ceso cientfico el valor informativo de

    lo sensible y lo visible. Un nueva

    episteme cualitativa abre la investi-

    gacin a la intervencin constituyen-

    te de la imagen en el proceso del sa-

    ber: arrancndola a la sospecha ra-cionalista, la imagen es percibida por

    la nueva episteme como posibilidad de

    experimentacin/simulacin que po-

    tencia la velocidad del clculo y per-

    mite inditosjuegosdeinterfaz, esto

    es de arquitecturas de lenguajes.

    Virilio denomina logstica visual41 a

    la remocin que las imgenes

    informticas hacen de los lmites y

    funciones tradicionalmente asignados

    a la discursividad y la visibilidad, a

    la dimensin operatoria ( control,clculo y previsibilidad), la potencia

    interactiva (juegos de interfaz) y la

    eficacia metafrica (traslacin del

    dato cuantitativo a una forma percep-

    tible: visual, sonora, tctil). La visibili-

    dad de la imagen deviene

    legibilidad42, permitindole pasar del

    estatuto deobstculo epistemolgico

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    al de mediacin discursiva de la

    fluidez (flujo) de la informacin y del

    poder virtual de lo mental.

    4. La escuela: entre el pa-

    limpsesto y el hipertexto

    Antes que una cuestin de

    medios el nuevo escenario comuni-

    cativo debera ser para la educacin

    una cuestin de fines: qu transfor-

    maciones necesita la escuela para

    encontrarse con su sociedad?. Por-

    que de lo contrario la mera introduc-

    cin de medios y tecnologas de co-

    municacin en la escuela puede ser

    la ms tramposa manera de ocultar

    sus problemas de fondo tras la mito-

    loga efmera de su modernizacin tec-

    nolgica. El problema de fondo es

    cmo insertar la escuela en un

    ecosistema comunicativo43, que es

    a la vez experiencia cultural, entorno

    informacional y espacio educacional

    difuso y descentrado. Y cmo seguirsiendo en ese nuevo escenario el lu-

    gar donde el proceso de aprender

    guarde su encanto: a la vez rito de

    iniciacin en los secretos del saber y

    desarrollo del rigor de pensar, del an-

    lisis y la crtica, sin que lo segundo

    implique renunciar al goce de crear.

    Ubicada en esa perspectiva la rela-

    cin educacin/comunicacin se des-

    dobla en ambos sentidos: qu signifi-

    can y qu retos plantean a la educa-

    cin los cambios en la comunicacin?,qu tipo de educacin cabe en el es-

    cenario de los medios?

    Ideogramas Cretenses

    Ms que un conjunto de nue-

    vos aparatos, de maravillosas mqui-

    nas, la comunicacin designa hoy un

    nuevo sensorium (W. Benjamin): nue-

    vas sensibilidades, otros modos depercibir, de sentir y relacionarse con

    el tiempo y el espacio, nuevas mane-

    ras de reconocerse y de juntarse. Los

    medios de comunicacin y las tecno-

    logas de informacin significan para

    la escuela en primer lugar eso: unreto

    cultural, que hace visible la brecha

    cada da ms ancha entre la cultura

    desde la que ensean los maestros y

    aquella otra desde la que aprenden los

    alumnos. Pues los medios no slo

    descentran las formas de transmisiny circulacin del saber sino que cons-

    tituyen un decisivo mbito de sociali-

    zacin, de dispositivos de identifica-

    cin/proyeccin de pautas de compor-

    tamiento, estilos de vida y patrones de

    gustos44. Es slo a partir de la asun-

    cin de la tecnicidad meditica

    como dimensin estratgica de la

    cultura que la escuela puede inser-

    tarse en los procesos de cambio que

    atraviesa nuestra sociedad. Para locual la escuela debe interactuarcon

    los campos de experiencia en que

    hoy se procesan los cambios:

    desterritorializacin/relocalizacin de

    las identidades, hibridaciones de la

    ciencia y el arte, de las literaturas es-

    critas y las audiovisuales, reorganiza-

    cin de los saberesdesde los flujosy

    redes por los que hoy se moviliza no

    slo la informacin, sino el trabajo y

    la creatividad, el intercambio y la

    puesta en comn de proyectos, deinvestigaciones, de experimentaciones

    estticas.Y por lo tanto interactuar

    con los cambios en el campo/merca-

    do profesional, es decir con las nue-

    vas figuras y modalidades que el en-

    torno informacional posibilita, con los

    discursos y relatos que los medios

    masivos movilizan y con las nuevas

  • 7/31/2019 Heredando El Fututo - Jesus Martin Barbero

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    formas de participacin ciudadana

    que ellos abren especialmente en la

    vida local. Pero esa interaccin exi-

    ge superar radicalmente la concep-

    cin instrumental de los medios y las

    tecnologas de comunicacin que pre-dominan no slo en las prcticas de la

    escuela, sino en los proyectos educa-

    tivos de los ministerios, y hasta en los

    discursos de la UNESCO. En esa

    concepcin los medios son mirados

    como herramientas completamente

    exteriores al proceso pedaggico mis-

    mo, capaces nicamente de moder-

    nizar, esto es de ampliar la cobertu-

    ra de transmisin y tecnificar la ilus-

    tracin de lo que se transmite- y de

    amenizar la inercia que erosiona tan-to el sistema educativo (a pesar de la

    acumulacin de reformas que los su-

    cesivos gobiernos introducen sin que

    en el fondo nada cambie) como la

    autoridad y las prcticas cotidianas de

    maestros y alumnos. Concepcin que

    se basa en, y retroalimenta, la praxis

    comunicativa de una escuela que an

    se piensa a s misma como mera

    retrasmisora de saberes a memorizar

    y reproducir. Y de ese modo una edu-cacin que ve en los medios sus peo-

    res enemigos acaba siendo su ms

    perversa aliada: por ms escandaloso

    que suene, lo cierto es que nada em-

    puja ms a los adolecentes a dejarse

    absorber por los medios que la abis-

    mal distancia entre la actividad, di-

    versidad, curiosidad, actualidad,

    apertura de fronteras que dinamizan

    hoy el mundo de la comunicacin, y

    la pasividad, uniformidad, redun-

    dancia, anacrona, provincianismoque lastran desde dentro el modelo y

    el proceso escolar. Un modelo que al

    enfrentar cotidianamente a los alum-

    nos a un discurso maniqueo y

    esquizoide -la escuela ltimo baluar-

    te del libro y por tanto de la reflexin,

    del argumento, y la independencia de

    pensamiento, frente a unos medios, en

    especial los audiovisuales, que no pro-

    ducen sino masificacin, conformis-

    mo y consumismo- est acarreando

    un serio proceso de marginacin

    sociocultural : pues al no preparar

    sino para su cultura normalizada laescuela deja a los sectores ms po-

    bres sin la menor posibilidad de apro-

    vechar tanto la oralidadcomo ex-

    periencia culturalprimaria, que

    constituye su modo propio de comu-

    nicacin y organizacin perceptiva y

    expresiva del mundo, como esa otra

    cultura de la visualidad electrnica,

    forma de oralidad secundaria45 que

    gramaticalizan y semantizan los

    medios y tecnologas de comunica-

    cin. Cuando es ah, en la complici-dad/ compenetracin entre esas dos

    culturas -oral y visual- por donde pasa

    la especificidad de la experiencia co-

    lectiva de modernidad en

    Latinoamrica46. Cmo puede la es-

    cuela insertarse en la complejidad de

    mestizajes -de tiempos y memorias,

    imaginarios y culturas- anclada ni-

    camente en la modernidad letrada e

    ilustrada, cuando en nuestros pases

    la dinmica de las transformacionesque calan en la cultura cotidiana de

    las mayoras provienen bsicamen-

    te de la desterritorializacin y las

    hibridaciones que agencian los medios

    masivos y de la persistencia de es-

    tratos profundos de la memoria co-

    lectiva sacados a la superficie por las

    bruscas alteraciones del tejido social

    que la propia aceleracin

    modernizadora comporta?47.

    Un uso creativamente peda-ggico y crtico de los medios -televi-

    sin, vdeo, computador, multimedia,

    internet- slo es posible en una es-

    cuela que transforme su modelo y su

    praxis de comunicacin: que haga

    posible el trnsito de un modelo cen-

    trado en la secuencia lineal que en-

    cadena unidireccional- mente ma-

    terias, grados, edades y paquetes de

    conocimientos, a otro descentrado y

    plural, cuya clave es el encuentro

    del palimpsesto -ese texto en el que

    el pasado borroso emerge en las

    entrelneas que escriben el presente-y el hipertexto: escritura no

    secuencial sino montaje de conexio-

    nes en red que al permitir una multi-

    plicidad infinita de recorridos transfor-

    ma la lectura en escritura. Potencian-

    do la figura y el oficio del educador,

    que de mero retransmisor de saberes

    se convierte en formulador de proble-

    mas, provocador de interrogantes,

    coordinador de equipos de trabajo,

    sistematizador de experiencias, me-

    moria viva de la institucin que hacerelevo y posibilita el dilogo entre ge-

    neraciones. En una escuela as hasta

    ese medio que representa la paraliza-

    cin mental, el secuestro de la imagi-

    nacin y la consagracin de la banali-

    dad, latelevisin, puede convertirse,

    de un lado en terminal cognitivo

    cuya fragmentacin y flujo exigen

    un nuevo modo de leer, capaz no slo

    de apropiarse crticamente de los con-

    tenidos que trasmite sino de desci-frar los cambios en la experiencia

    social y en la narratividad cultural

    que ese medio cataliza48. Y en se-

    gundo lugar, la televisin le interesa a

    la escuela menos como motivacin

    que como dispositivo especfico de

    aprendizaje: aprender de las imge-

    nes en lugar de aprender por la

    imagen: la estructura del discurso

    audiovisual como proceso

    perf or ma tivo , esto es ni de

    condicionamiento ni de identificacinsino de estructuracin del pensamien-

    to49. Y especfico tambin en otro

    sentido, el que permite explorar su

    capacidad de proveer temticas para

    la interaccin social, de abrir a otros

    modos de saber, adquisicin de acti-

    tudes, de estimulacin imaginativa y

    afectiva50.

  • 7/31/2019 Heredando El Fututo - Jesus Martin Barbero

    12/13

    La otra vertiente de la rela-

    cin comunicacin/educacin, la pre-

    sencia de programas educativos en los

    medios, slo va a ser evocada aqu

    pues ella exigira una reflexin del ta-mao y densidad dedicada a la ante-

    rior. Desde el punto de vista histrico

    la radio fue el primer medio con vo-

    cacin pedaggica51, y de ello tiene

    Colombia una experiencia pionera en

    sus aciertos y fracasos: Radio

    Sutatenza. Por su parte, la televisin

    nace en muchos pases, desde Esta-

    dos Unidos a Europa pasando por los

    nuestros, como proyecto de educa-

    cin cultural y popular, pensada desde

    un modelo de comunicacin pedag-gica en la cual los tele-espectadores

    eran los alumnos y los productores

    eran los maestros52. Es decir fue la

    escuela la que le prest a la televisin

    su paradigma de comunicacin,

    iluminista y conductista, entre un polo

    emisor que detenta y trasmite el sa-

    ber, y un polo receptor convocado

    nicamente a captar el mensaje pe-

    daggico y a reproducirlo de la ma-

    nera ms fiel posible. Consecuencia:el lenguaje de la televisin se subordi-

    na mimticamente a cumplir el viejo

    rol de ilustrador en imgenes de los

    contenidos didcticos, lenguaje vigila-

    do estrechamente por los educadores

    que desconfan de su polisemia

    distractora, y desaprovechado tanto

    esttica como narrativamente53. Un

    segundo momento va a permitir a la

    televisin educativa sacudirse la sub-

    ordinacin mecnica al modelo de

    comunicacin transmisiva y liberarhasta un cierto punto las posibilidades

    pedaggico-expresivas propias de ese

    medio. Ello sucede especialmente en

    la educacin continuada54 de adul-

    tos, que al abordar un aprendizaje casi

    desescolarizado de oficios y de capa-

    citacin en proyectos sociales y de

    renovacin tecnolgica posibilitaba

    una diversificacin de enfoques y una

    mayor especializacin del discurso

    audiovisual. El momento actual inscri-

    be a la televisin educativa en un com-

    plejo conjunto de movimientos: de

    privatizacin de la mayora de las ca-denas pblicas en Europa y Amrica

    Latina, de concentracin creciente del

    sector de produccin de programas y

    su compra o anexin por parte de

    grandes conglomerados econmicos

    de comunicacin unos y de produc-

    cin industrial en general otros, pero

    tambin de expansin y fortalecimien-

    to de los canales locales de televisin

    comunitaria o municipal, de crecimien-

    to de los productores y redes indepen-

    dientes de video55. De ah que la tele-visin educativa se pluralice en una

    multiplicidad de modelos56. La televi-

    sin escolar de enriquecimiento

    cuyo objetivo es proporcionar sensi-

    bilizaciones, ayudas o refuerzos, al tra-

    bajo del maestro en el aula. La televi-

    sin de enseanza directa o a dis-

    tancia que sustituye al aula y que,

    aunque organizada curricularmente en

    su estructura y contenidos, introduce

    la autonoma de la televisin comomediodeinstruccinyformacin ins-

    tituyendo una permanente interaccin

    con los telealumnos. La televisin de

    contexto se inserta explcitamente

    en la televisin-proyecto cultural

    que rebasa lo curricular en la diversi-

    dad y libertad de sus temas a la vez

    que expande su tecnicidad hacia la

    organizacin multimedia, experimen-

    tando y potenciando al mximo las

    formas de interactividad, no slo como

    estrategia estrictamente pedaggicasino de educacin ciudadana, esto

    es de participacin y expresin de la

    comunidad, y de innovacin cultu-

    ral que busca en la experimentacin

    del lenguaje audiovisual catalizar los

    nuevos modos de ver y or, de leer y

    narrar.

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