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Claroscuros de la responsabilidad social organizacional Mario Heler RESUMEN: Hoy se promociona la responsabilidad social organizacional . La puesta en discusión de esta responsabilidad remite a un problema central de la ética organizacional (no siempre tematizado): la relación entre la sociedad y las organizaciones. Sin embargo, la expresión misma puede operar como un obstáculo epistemológico en su discusión, ya que no se trata de una expresión unívoca que prescriba mecanismos para abordar dicha relación. Desarrollaré una forma de entender la cuestión de la responsabilidad social organizacional , desde la comprensión del circuito de la relación de responsabilidad. Algunas precisiones a los actuales significados ambiguos de términos como “moral”, “ética” y “política” servirán para estipular dos sentidos de responsabilidad que se mantienen en oposición/tensión cuando se trata de poner en práctica la responsabilidad social organizacional. Tal estipulación tal vez constituya una contribución de la ética de tradición filosófica a la discusión en las organizaciones sobre su responsabilidad. PALABRAS CLAVE: *dimensión ético-política *orden moral-policial *organizaciones *responsabilidad social

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Claroscuros de la responsabilidad social or-ganizacional

Mario Heler

RESUMEN:Hoy se promociona la responsabilidad social organizacional. La puesta en discusión de esta responsabilidad remite a un problema central de la ética organizacional (no siempre te-matizado): la relación entre la sociedad y las organizaciones. Sin embargo, la expresión misma puede operar como un obs-táculo epistemológico en su discusión, ya que no se trata de una expresión unívoca que prescriba mecanismos para abor-dar dicha relación. Desarrollaré una forma de entender la cuestión de la responsabilidad social organizacional, desde la comprensión del circuito de la relación de responsabilidad. Algunas precisiones a los actuales significados ambiguos de términos como “moral”, “ética” y “política” servirán para es-tipular dos sentidos de responsabilidad que se mantienen en oposición/tensión cuando se trata de poner en práctica la res-ponsabilidad social organizacional. Tal estipulación tal vez constituya una contribución de la ética de tradición filosófica a la discusión en las organizaciones sobre su responsabilidad.

PALABRAS CLAVE: *dimensión ético-política *orden moral-poli-cial *organizaciones *responsabilidad social

Chiaroscuros of the social responsibility of orga-nizations

Mario HelerABSTRACT:The social responsibility of organizations is being fostered nowadays. The starting of the discussion of this responsabil-ity refers to a central problem of the ethics of organizations (not always considered a topic): the relation between society and organizations. However, the expression can operate as an epistemological obstacle for the discussion, as far as it is

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not an univocal expression which prescribes devices to ap-proach the above mentioned relation. I shall explain a way of thinking the question of the social responsibility of organiza-tions by means of understanding the circuit of the relation of responsibility. A few remarks about the present ambiguous meanings of terms sucha as “morals”, “ethics” and “politics” will help to stipulate two meanings of responsibility that stand in opposition/tension when carrying out the social re-sponsibility of organizations. This stipulation might become a contribution of the ethics of philosophical tradition to the dis-cussion in the organizations about their responsability.

KEY WORDS: *ethical-political dimension *moral-policy order *organizations *social responsibility

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Claroscuros de la responsabilidad social or-ganizacional

Mario Heler

Hoy circulan demandas de ética que promocionan (en espe-cial, pero no exclusivamente, desde organismos internaciona-les y/o regionales) la responsabilidad social organizacional (la referencia a las organizaciones amplía el campo de aplicación del concepto más allá de las empresas, incluyendo por ejem-plo a las universidades).1 A su vez, tal promoción confluye con los planteamientos de una ética empresarial2 que ha te-nido cierto impulso, paradójicamente, con la instalación de políticas neoliberales, así como en vinculación con la delimi-tación y consolidación de la llamada ética aplicada.3 No obs-tante, cabe la sospecha de que estas promociones se orien-ten hacia un maquillaje de las prácticas propias de la actual etapa del capitalismo, buscando disimular sus manifestacio-nes “salvajes” pero sin atentar contra su dinámica. Bajo es-tas circunstancias, la ética como cuestión filosófica puede ofrecer una mirada crítica sobre el fenómeno capaz de contri-buir a las discusiones sobre el tema en las organizaciones.En este sentido, adoptaré la perspectiva que interpreta co-

mo un avance la consideración actual de la responsabilidad social organizacional. Las discusiones y experiencias sobre el modo de abordaje de la cuestión ética en las organizaciones,

1 Por ejemplo, en Latinoamérica y el Caribe, Iniciativa Interamericana de Capital Social, Ética y Desarrollo (SDS), sostenida por el Banco Interamericano de Desarrollo ("BID") y cuyo referente es Bernardo Kliksberg . Entre sus proyectos incluye el Boletín informativo de Ética y Desarrollo que se distribuye electrónicamente y que tiene como uno de sus temas principales promover la responsabilidad social. Ver http://www.iadb.org/etica/index.cfm y http://www.iadb.org/etica/documentos/info.htm. 2 De la numerosa bibliografía sobre la ética empresarial tomo algunos ejemplos que fueron publicados en la década de los 90 (momento de su auge): BROWN, M. T., La ética de la empresa. Estrategias para la toma de decisiones, Buenos Aires, Paidós, 1992; FERNÁNDEZ, J. L., Ética para empresarios y directivos, Madrid, ESIC, 1994; GARAY, J. de, El juego. Una ética para el mercado, Madrid, Díaz de Santos, 1994; GÉLINDER, O., Ética de los negocios, Madrid, Espasa-Clape, 1991; GOROSQUIETA, J., Ética de la empresa, Bilbao, Mensajero, 1996; ORTIZ, J. M., La hora de la ética empresarial, Ma-drid, McGraw-Hill, 1995; SEN, A., Sobre ética y economía, Madrid, Alianza, 1989; SCHLEMENSON, A., La perspectiva ética en el análisis organizacional. Un compromiso reflexivo con la acción, Bs. As., Paidós, 1990.3 Cf. en relación a la ética aplicada, por ejemplo, MALIANDI, Ricardo, Ética: conceptos y problemas, Bs. As., Biblos, 2004 (3ª edición corregida y aumentada), pp. 63-74, 134-144, 177-190.

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desde fines del siglo XX, han desembocado en tal considera-ción. Y puede tomarse como un avance en tanto el solo he-cho de la puesta en discusión de esta responsabilidad remite abiertamente a un problema central de la ética empresarial: la relación entre las organizaciones y la sociedad. Con su planteamiento se abre la posibilidad de cuestionar que sea el mercado el único lugar capaz de dar cuenta de tal relación, rompiendo con el supuesto de que es natural4 que esas rela-ciones se rijan por lógica del lucro, dado que es en el merca-do donde las variadas y diferentes interrelaciones se equiva-len en intercambios mediados por el dinero y dirigidos a la obtención de ganancias.5 Sin embargo, la remisión a la sociedad de esa relación/pro-

blema pone en juego aspectos de las organizaciones habi-tualmente invisibilizados, que señalan algo más que los me-canismos del mercado. Es que llama la atención sobre las ca-denas de dependencia mutua6 que componen la red de rela-ciones y relaciones de relaciones que constituyen lo social y, por tanto, también a las organizaciones. Por ello, la cuestión de la responsabilidad social lleva a poner en discusión que puedan pensarse las organizaciones como si fueran entes aislados que en algún momento se vinculan en el espacio del mercado y con el único objetivo de obtener ganancias. Por el contrario, permite observar que las organizaciones sólo exis-ten y se desarrollan en el medio social: actúan formando par-te de la sociedad. Las organizaciones son ejemplos paradig-máticos de la sociedad que integran.4 Calificar a algo de “natural” le otorga la connotación de dado universalmente, de forma inmodificable y, entonces, incues-tionable, pese a ser un ser un suceso socio-histórico. También se habla de “naturalización”. Como veremos luego se vincula con lo que llamo “posibles estáticos”.5 La referencia obligada sobre este supuesto es el artículo de Milton Friedman, “The Social Responsibility of Business is to Increase Its Profits” (“La responsabilidad social de la empresa es incrementar sus beneficios”), The New York times, 13.09.1970.6 “El lapso de tiempo entre el primer paso hacia un objetivo y el lapso con que se llega al objetivo se hizo más largo, y los pasos intermedios, más numerosos. […] Poco a poco ese período de tiempo se fue prolongando. El instrumental se adecuó más a los objetivos; aumentó el número de herramientas especializadas y también se multiplicaron los oficios (…) Y en el transcurso de ese proceso, cada vez más personas quedaron sujetas por las invisibles cadenas de una creciente dependencia mutua. […] A medida que las cadenas de acciones se hicieron más numerosas, se hicieron también menos perceptibles para los individuos entretejidos en esa red de interdependencias tanto por sus necesidades como por sus capacidades; y, final -mente, se hizo cada vez más difícil distinguir qué era el medio y qué era el fin .” ELÍAS, Norbert, La sociedad de los indivi-duos, Barcelona, Península, 1990, en particular parte II, pp. 156-157 (la cursiva me corresponde).

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La promoción de la responsabilidad social organizacional es-tá motorizada por problemas surgidos precisamente en las relaciones existentes entre las organizaciones y la sociedad, problemas que aumentan la conflictividad que amenaza las actividades de aquéllas. La invitación a la práctica de la res-ponsabilidad social en las organizaciones constituye una de las posibilidades para responder a esos problemas. En conse-cuencia, desde un punto de vista ético, estas respuestas re-sultarán pertinentes y relevantes si logran establecer efecti-vamente alguna diferencia en las relaciones ya dadas entre las organizaciones y la sociedad. Pero las prácticas estandarizadas que adoptan los adminis-

tradores se basan sobre una serie de cuestiones que se esti-pulan como las que son necesarias atender, con ciertos pro-cedimientos, cuando una organización se involucra con la responsabilidad social.7 De este modo, se hace primar una predeterminada forma de encarar su involucramiento, explo-rando una posibilidad entre todas las que se abren con el lla-mado a la responsabilidad social. Además, esa posibilidad es-tandarizada genera suspicacias, al emplear los mismos recur-sos utilizados usualmente en las organizaciones para obtener ganancias. Entonces, cabe interrogarse acerca de ¿qué clase de diferencia establece en la relación organizaciones-socie-dad la modalidad con la que se promociona la responsabili-dad social en las organizaciones, sean con o sin fines de lu-cro? Aquí, no obstante, se trata de aprovechar las oportunidades

generadas por el mismo planteamiento de la responsabilidad social de las organizaciones para afrontar los problemas que presentan las relaciones organizaciones-sociedad en nuestra actualidad. Pero puesto que la expresión “responsabilidad so-cial” está lejos hoy de poseer una significación que interpele 7 Cf. por ejemplo: RAMÍREZ CLEVES, GONZALO A. “GLOBALIZACIÓN Y RSE - LINKS SOBRE EL TEMA”,http://iureamicorum.blogspot.com/2007/02/globalizacin-y-rsc.html; CROZIER, Michel, “El papel de la ética en las cien-cias organizacionales”, en www.iadb.org/etica; CHAMON, Jorge y AMURRIO, Juan Carlos, “Responsabilidad Social de la Organización”, en www.iadb.org/etica; ENDERLE, George, “La ética corporativa a comienzos del siglo XXI”, en www.iadb.org/etica; ETKIN, Jorge, “El potencial ético de las organizaciones. Las formas de integrar la eficacia con los va -lores sociales”, en www.iadb.org/etica.

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y oriente los comportamientos sociales, proponer una inter-pretación de su significado podría constituir un aporte al pro-ceso de elucidación, esto es, para el necesario trabajo de pensar lo que se hace y saber lo que se piensa, en las organi-zaciones.8 En especial, teniendo en cuenta que tal como sig-nifica en la actualidad, la expresión misma puede operar co-mo un “obstáculo epistemológico”.9

Desde esta perspectiva, propondré una forma de entender la cuestión de la responsabilidad social en las organizaciones en nuestra actualidad en transición, a partir de una interpreta-ción del circuito de la relación de responsabilidad. Hará falta estipular además algunas precisiones en las significaciones de los ambiguos y multivalentes términos de “moral”, “ética” y “política” (a los que agregaré “policía”). De este modo, po-dré definir dos sentidos de responsabilidad que se mantienen en oposición/tensión cuando se trata de poner en práctica la responsabilidad social organizacional en nuestro contexto so-cio-histórico. El valor de la propuesta que aquí se realiza de-penderá de que sea fructífera en la búsqueda de orientacio-nes críticas para el accionar de las organizaciones (aunque tal vez pueda llegar a serlo para aquellos de sus integrantes que ya están disconformes con la modalidad promocionada y ya están predispuestos a explorar otras perspectivas).

1. El circuito de la relación de responsabilidad

En principio, la expresión responsabilidad social organizacio-nal atribuye a las empresas o, con mayor generalidad, a las organizaciones,10 una responsabilidad ante la sociedad. Pero tomemos primero la idea de “responsabilidad” para poder

8 Cf. en relación con el significado de “elucidación”: CASTORIADIS, Cornelius, La institución imaginaria de la sociedad. Vol. 1, Buenos Aires, Tusquets, 1993, p. 11.9 Cf. BACHELARD, Gaston, La formación del espíritu científico, México, Siglo XXI, 1978.10 Desde el inicio he preferido utilizar el término “organización” en vez de “empresa”, aunque la referencia fuera en la ma-yoría de los casos a las organizaciones con fines de lucro. Esta preferencia, que sigue en realidad a la actualmente usual, pretende hacer valer las concepciones de la administración y gestión también para las organizaciones sin fines de lucro. Por otra parte, puede considerarse que esta intención en el uso de la palabra organización tendría sustento en que todas las prác-ticas sociales deben hoy regirse conforme a las relaciones mercantiles del capitalismo. En otra terminología, significa la subsunción real de la totalidad de la vida por el capital. Cf. MARX, Karl, El Capital, Libro I, Capítulo VI (inédito), Méjico, Siglo XXI, 2001; HARDT, M. y NEGRI, A., Imperio, op. cit., p. 37.

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pensar esto de que con ella hay una atribución –por tanto, un responsable– y un ante quien se tiene esa responsabilidad, como forma de percibir el circuito de la relación de responsa-bilidad. Una de sus usuales caracterizaciones vincula a la responsa-

bilidad con el ejercicio de la libertad. En las sociedades mo-dernas la libre elección es postulada al mismo tiempo como un derecho y una obligación de cada uno y de todos. Pero precisamente por decidir libremente su comportamiento, el agente debe ser (mandato moral) responsable por las deci-siones que adopta. Como responsabilidad significa etimológi-camente capacidad de responder, asumir este mandato remi-te a dos capacidades que debe poseer el agente: la de poder dar una respuesta aceptable a la pregunta acerca de por qué se va a actuar o se actuó de una manera u otra,11 por un lado y por otro, la capacidad de responder por las consecuencias de su acción haciéndose cargo. La responsabilidad refiere a una relación de causalidad. El

agente libre (causa) decide un curso de acción y lo ejecuta, provocando efectos en el agente y en el medio donde la ac-ción se realiza (incluidos los otros agentes). Decisión, acción y consecuencias quedan así enlazadas en una secuencia cau-sal a través del agente que ha operado libremente (libre en tanto, al menos, estaba en su poder no actuar). Conforme a la concepción dominante en nuestras sociedades, la decisión del agente consiste en determinar cuáles serán las acciones que le permitan obtener sus fines, realizar sus intereses (efectos esperados por el agente). Pero todas las decisiones estarían siempre orientadas y con-

vergerían hacia un “fin final” o interés central, convirtiendo

11 La referencia a una acción por realizar (futuro) o ya realizada (pasado) no debe pasarse por alto. En el primer caso, se tra -ta del ejercicio de la responsabilidad durante la deliberación sobre los curso de acción que pueden seguirse, pues tiene que ver con la toma de decisión previa a la ejecución, en tanto que el segundo caso remite al juicio, a la evaluación a la luz de sus consecuencias de la acción efectuada; en este segundo caso es una responsabilidad posfactum y está expuesta a enfrentar efectivas demandas de reparación y sanción cuando las consecuencias son evaluadas como negativas. En lo que sigue con -viene tener en cuenta esta distinción ya que no será explicitada, puesto que la exposición pretende mostrar ambos momentos en su vinculación dentro del circuito de la relación de la responsabilidad. La doble capacidad del significado de la responsa -bilidad no se corresponde exactamente con esta distinción, porque en la toma de decisión ya hay que considerar las conse-cuencias y la justificación es requerida una vez llevada a cabo el curso de acción elegido.

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en medios a los fines particulares. Este centro de convergen-cia de fines e intereses consistiría en la autoconservación, tanto de individuos y grupos como de las organizaciones y de la sociedad en su conjunto.12 Las acciones de los agentes, to-dos ellos persiguiendo sus fines e intereses, y los efectos de todas esas acciones, confluyen y provocan consecuencias que de hecho afectan a las decisiones y las acciones de los agentes buscando su autoconservación. Pueden ser conse-cuencias queridas o no, previstas o imprevistas, pero si pue-de atribuirse el carácter de causante a un agente, éste es responsable por ellas.13 Por haber decidido libremente su acto, el agente debe en-

tonces ser capaz de responder sobre el porqué de su deci-sión, lo que significa ser capaz de brindar un sentido a las ac-ciones elegidas; esto es, investir las acciones (los movimien-tos y desplazamientos de los cuerpos, con sus afecciones mutuas) con un relato que se pueda narrar sin avergonzarse delante de los interlocutores. En principio, cualquier integran-te de la sociedad puede preguntar a cualquiera y es ante cualquiera que el relato con que se responde debe ser acep-table; y será aceptable en tanto y en cuanto en el relato se apele a usos y costumbres compartidos, es decir, a usos y costumbres que han sido establecidos socialmente como los correctos y esperables para los miembros de una sociedad (en realidad, usos y costumbres compartidos y a la vez dife-renciados según las diversas “partes”14 de la sociedad e in-corporados a los individuos en el proceso de socialización). Es entonces como partícipe de un colectivo –más o menos ex-tenso, más o menos asentado, etc.– que alguien pregunta a

12 La autoconservación se entiende modernamente en el doble sentido de perseverar en el ser y de ganarle un sentido a la existencia. En su formulación más elaborada: se trata de conservar, por sí mismo (auto), la vida, pero una vida digna de ser vivida por un humano. 13 Y no importa entonces si la acción la ha realizado un individuo en nombre propio o en representación de otros, v.g., de una organización. En tanto, las organizaciones toman decisiones, sobre cuya base sus integrantes desarrollan determinados comportamientos, es también una agente libre (tan libre como para poder rehusarse a actuar), aunque el grado de responsa -bilidad de sus integrantes dependerá de los mecanismos instituidos de decisión (usualmente jerárquicos). Por ello, en el ám-bito legal, las organizaciones son personas jurídicas, una forma de explicitar que les corresponden atribuciones de responsa-bilidad.14 Cf. RANCIÈRE, Jacques, El desacuerdo. Política y filosofía, Bs. As., Nueva Visión, 1996.

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otro integrante y éste responde sabiendo de antemano cuá-les razones para su comportamiento son aceptables. La ver-güenza aparece frente otros cuando no se tienen razones que puedan ser evaluadas como correctas conforme a los compartidos criterios sociales de lo esperable y por tanto aceptable. En este sentido la expresión “responsabilidad so-cial organizacional” es redundante: toda responsabilidad es social.Se es responsable entonces ante un colectivo de interlocu-

tores que comparten los códigos de la sociedad a la que per-tenecen –y/o de parte de ella. Por lo tanto, aquel ante quien se es responsable tiene el derecho de reclamar que el com-portamiento que “uno de nosotros” adopte sea conforme a los usos y costumbres establecidos en ese “nosotros” (y que prescriben cómo actuar entre “nosotros” y en relación con los “otros” con los que “nosotros” nos relacionamos). Al refe-rirnos a la responsabilidad social empresarial, habrá entonces que tener en cuenta ante quiénes las organizaciones son res-ponsables por serlo frente a la sociedad en general y, conse-cuentemente, visualizar esos códigos compartidos sobre “lo aceptable”.Por otro lado, dejamos señalado que la exigencia de ser res-

ponsable implica asimismo la capacidad de responder con el significado de hacerse cargo de las consecuencias del propio accionar. En tanto se trata de una causalidad con explícitas connotaciones morales, las consecuencias consideradas posi-tivas atribuyen mérito al agente. En este sentido, ser respon-sable es entonces loable para la sociedad (traducido al len-guaje usual en las organizaciones, podría decirse que las con-secuencias positivas de los comportamientos brindan benefi-cios). Mientras que las consecuencias negativas reclaman la reparación de los daños provocados y el hacerse cargo ad-quiere así el significado de pagar los costos, tanto como for-ma de reparación del perjuicio como de castigo del agente que lo ha ocasionado. Cabe recordar que la palabra respon-sable se usa también como sinónimo de culpable.

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Las consecuencias negativas de un acto se presentan por el lado de las víctimas particulares, de aquellos que son lesiona-dos a través de las consecuencias de la acción. Pero también, se presentan por el lado del daño causado a la cohesión so-cial en general. Aquí surge otra connotación de la responsabi-lidad, la que la asocia a una referencia recíproca entre dere-chos y obligaciones. Tal reciprocidad está mediada por un re-conocimiento social: si un derecho es socialmente reconocido como tal, a su vez queda determinado su respeto como una obligación (aunque muchas veces ese reconocimiento falta y debe ser conquistado). Pero la reciprocidad se expresa en el modo del deber ser. Por consiguiente, no está asegurada: no necesariamente el reconocimiento y el respeto se correspon-den con los comportamientos particulares. La idea de daño se asocia así con la posibilidad de la lesión de derechos. No obstante, la correlación entre los derechos y las obligaciones, pese a no estar totalmente asegurada, es una de las condi-ciones de posibilidad de la cohesión social, pues ésta se teje con las expectativas sociales sobre el cumplimiento generali-zado (universal)15 del respeto de derechos socialmente reco-nocidos. La creencia en la tendencia universal al cumplimien-to robustece la fuerza de coacción de los usos y costumbres sociales.Por el lado de la víctima, su reconocimiento como tal puede

ocasionar compasión, pero su reclamo tendrá legitimidad si se ha dañado algunos de sus derechos reconocidos y tendrá éxito si se puede determinar el responsable-culpable. Cuando el comportamiento produce consecuencias negativas, enton-ces el responsable de la victimización no ha cumplido con sus obligaciones en relación con los derechos de la o las víctimas (hacia una parte de la sociedad). Pero además y al mismo tiempo, tampoco ha respetado el derecho de la sociedad a

15 Conviene tener en cuenta la distinción entre un universal del discurso, que se restringe a un universo o discurso particular, de la universalidad general que vale para cualquier universo o discurso particular. La discusión ética entre comunitaristas y universalistas gira en torno a esta distinción y a la relación entre los términos diferenciados, defendiendo posiciones inclusi -vas o exclusivas, o una mezcla de ambas. Obviamente, la distinción resulta interesante cuando se piensa en la relación entre el universo social y el universo organizacional, es decir, la relación entre organización y sociedad.

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que sus integrantes acaten los mandatos sociales, mandatos que son traducibles en la obligación del respeto de los dere-chos socialmente reconocidos. La falta de respeto de este de-recho de la sociedad puede ser reclamada por cualquiera (en tanto beneficiario y contribuyente a la cohesión social). Las consecuencias negativas de la acción manifiestan enton-

ces la violación de derechos y es esta manifestación concreta la que reclama resarcimiento (esto es, reconocimiento y re-posición del derecho violado), a través del hacerse cargo por parte del agente (causante y culpable). Pero dada la faz par-ticular y social del daño provocado por esas consecuencias, no alcanza entonces el resarcimiento de la o las víctimas, sino que es necesario también reparar la cohesión social. Ha-ce falta, por ende, la sanción (jurídica y/o social)16 acompaña-da preferentemente por el sentimiento de la culpa (que con-llevaría el arrepentimiento del responsable con una promesa de no repetir el incumplimiento). La reparación y la sanción, el pago de los costos, también tiene así una función ejemplifi-cadora: anticipa los efectos que debe esperar cualquiera que no acate los usos y costumbres instituidos socialmente como correctos, buenos, justos.Por todo ello, la responsabilidad debe ponerse en práctica

antes de que se produzcan las consecuencias del acto libre-mente decidido. Ya desde la toma de decisión, el comporta-miento responsable se orienta entonces por el deber de evi-tar victimizaciones, inscribiéndose en las expectativas socia-les, confirmándolas y revalidándolas (aunque sea en aparien-cia).17 La responsabilidad como mérito corresponde a aquél que evita las consecuencias negativas que reclamarán repa-ración y castigo, tomando todos los recaudos necesarios y posibles para no provocarlas (y si se producen, podrá apelar 16 Las organizaciones parecen temer fundamentalmente a la sanción jurídica, con sus órganos de aplicación que hacen efec-tivo el pago de los costos. La posible sanción social no posee órganos de aplicación, siendo más difícil de predecir y eludir, y puede además movilizar la sanción jurídica. El “prestigio”. la “buena imagen”, de un organización es una defensa contra la posible sanción social.17 “La representación mental que el grupo se hace de sí mismo sólo puede perpetuarse en y a través del esfuerzo incesante de representación (teatral) mediante el cual los agentes producen y reproducen, incluso en y a través de la ficción, la apa -riencia al menos de la conformidad a la verdad ideal del grupo, a su ideal de verdad.” BOURDIEU, Pierre, Razones prácti-cas. Sobre la teoría de la acción, Barcelona, Anagrama, 1999, p. 222.

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a su impredecibilidad, negando que se trate de imprevisión del agente; por otra parte, desde le punto de vista de la con-veniencia, parecería relevante que tales consecuencias no se hicieran públicas, ni admitir ser el causante, así como ocultar información incriminatoria, etc.). De cualquier manera, siem-pre existe el peligro de ocasionar perjuicios no queridos o que haya consecuencias que sean valoradas negativamente por parte de la sociedad. El circuito de la relación de responsabilidad interpela enton-

ces al agente a inscribir su accionar en un proceso que lo obliga a ser responsable desde el momento de la toma de de-cisión hasta una vez ocurridas las consecuencias de su accio-nar, cuando debe hacerse cargo efectivamente de los efectos negativos ocasionados, si los hubiera. En todo el circuito, es responsable ante otros agentes sociales: ante aquellos que tienen derecho a que actúe respetando sus derechos y, por ende, ante quienes tienen derecho a demandar reparación y castigo. Pero también es responsable ante la sociedad en su conjunto. Frente a la mirada social, la responsabilidad del agente será eficaz y eficiente si su modo de actuar ha evita-do –o eludido– las posibilidades de tener que pagar los costos por consecuencias que estaban en su poder no causar.Además de ser una relación social, la relación de responsabi-

lidad previene entonces un estado de peligro estructural: na-die puede prevenir totalmente todas las consecuencias de sus accionar, por lo tanto, cualquiera es virtualmente culpa-ble. No lo será efectivamente, si puede persuadir de lo con-trario, justificando (narrando) su accionar y mostrando, ante quien es responsable, que no es el culpable de las conse-cuencias negativas producidas, ya que ha actuado de mane-ra responsable en todo su accionar y que lo seguirá haciendo también después. Si su narración es aceptada, no deberá pa-gar los costos, y deberá hacerlo, si es rechazada (aunque también haya cuestiones de grados en la aceptación o el re-chazo –atenuantes– que estipularán el precio a pagar).

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Pero en cualquiera de los casos, la atribución de responsabi-lidad tanto como el pago de los costos admiten la calificación de justos o injustos. Y esa calificación constituye una cuestión crucial para las organizaciones que tienen que ser responsa-bles en su accionar: ¿cuál es entonces la medida de respon-sabilidad predominantemente en nuestras sociedades, es de-cir, cuáles son los parámetros que juegan en la atribución de responsabilidad tanto como en la especificación del hacerse cargo de las consecuencias?

2. La medida de la responsabilidad (el orden moral-po-licial)

Las costumbres y los usos establecidos, en consonancia con los derechos socialmente aceptados, fijan los criterios de in-clusión y exclusión que operan en las interacciones sociales, establecen la frontera entre lo que es y no es permitido, aceptable, correcto, esperable, justo. De esta manera, hacen posible ver y decir determinados asuntos, al mismo tiempo que invisibilizan y hacen incomprensibles otros. Estos otros asuntos quedan así fuera de consideración (tal vez en los márgenes) y si igualmente se expresan, tienen visos de irra-cionalidad: no pertenecen al ámbito de lo razonable, ni si-quiera resultan del todo inteligibles para el entendimiento compartido de la sociedad y de sus organizaciones. Es que el orden social se impone en el juego de las fuerzas

sociales conformando un sistema de dominación,18 que logra gobernar –podríamos decir– sobre los cuerpos y las almas de los miembros de la sociedad –y en cada organización–, de tal modo de obtener obediencia (aunque sea a través de una conformidad ficticia).19

18 Sistemas o estados de dominación: situaciones en las que “las relaciones de poder, en lugar de ser inestables y permitir a los diferentes participantes una estrategia que las modifique, se encuentran bloqueadas y fijadas. Cuando un individuo o un grupo social consigue bloquear un campo de relaciones de poder haciendo de estas relaciones algo inmóvil y fijo e impi-diendo la mínima reversibilidad de movimientos –mediante instrumentos que pueden ser tanto económicos como políticos o militares–, nos encontramos ante lo que podemos denominar un estado de dominación.” FOUCAULT, Michel, “La ética del cuidado de uno mismo como práctica de la libertad”, en Entrevista con Michel Foucault realizada por Raúl Fomet-Betan-court. Helmul Becker y Alfredo Gómez-Muller el 20 de enero de 1984 (la cursiva me corresponde).19 Ver supra nota 13.

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La dominación se articula en el entramado de usos y cos-tumbres que no sólo se observan en los comportamientos de sus integrantes (“observar” en el significado tanto de percibir como de cumplir), sino también en las características y fun-ciones de las instituciones que los objetivan. Bajo estas con-diciones, los cambios en los usos y costumbres, el reconoci-miento de nuevos derechos, parece que tendrán que ser pro-vocados contra la dominación y mediante luchas.Teniendo en cuenta la vaguedad y multivocidad de los tér-

minos involucrados, introduzco la expresión orden moral-poli-cial para especificar como sistema de dominación lo que has-ta ahora me he referido como orden social establecido o sta-tus quo. El significado etimológico de la palabra moral permi-te referir a los usos y costumbres incorporados en sus indivi-duos (aspecto subjetivo), mientras que policía20 alude al as-pecto objetivo de esos usos y costumbres, productores y pro-ductos de leyes y ordenanzas, de instituciones y organismos sociales que administran y gestionan “lo común”. En este sentido, con la expresión que introduzco pretendo reunir y poner en correspondencia el aspecto subjetivo y objetivo del orden social –y el de las organizaciones que en tanto partes de ese orden a su vez lo recrean idiosincrásicamente en un orden propio. Más adelante contrapondré a este orden –y desde él– una dimensión ético-política.21 El orden moral-policial instituye una partición y una reparti-

ción de la sociedad, al dividir el todo social en sus partes y al distribuir los derechos y obligaciones de cada una de ellas. Conlleva entonces una contabilidad, puesto que estipula la condición en que cada parte cuenta (se la tiene en cuenta)

20 En el diccionario “policía” tiene como una de sus acepciones: “buen orden que se observa y guarda en las ciudades y re-públicas, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno”. Cf. RANCIÈRE, J., El desacuerdo. Política y filosofía, op. cit., y HELER, M., “El orden moral-policial y la dimensión ético-política”, en AMBROSINI, Cristi-na Marta (compiladora), Ética. Convergencias y divergencias. Homenaje a Ricardo Maliandi. Universidad Nacional de La-nús, en prensa.21 La estipulación del significado de ambas expresiones son diferentes al uso acostumbrado, aunque en línea con ciertas tra-diciones.

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en la sociedad. Sin embargo, puede haber partes que no cuenten, “partes que no son partes”.22 En la modernidad hasta nuestros días, las desigualdades y

opresiones de las partes manifiestan una conflictividad pecu-liar, dada la postulación distintiva del moderno orden moral-policial: la (formal) libertad e igualdad de todos. Tal postula-ción oculta que la igualdad y la libertad constituyen el punto de inflexión para la reproducción de nuestras sociedades de la igualdad desigual, es decir, encubre que esa postulación es condición de la generación de desigualdades y opresiones. La igualdad y libertad de todos se vincula con la idea de contra-to: las partes contratantes son iguales en tanto se obligan por igual y en forma libre –dan presuntamente su consenti-miento sin coerción (la esclavitud es inadmisible). Pero las obligaciones que contraen libremente tienden a ser desigua-les para cada contratante.23 Esta partición y repartición del orden moral-policial se incor-

pora en sus habitantes (moral) en los procesos de subjetiva-ción, otorgándoles un sentido práctico24 para actuar en la so-ciedad, conforme a su pertenencia a una parte de la sociedad y según la posición que ocupan. El sentido práctico opera con lo visible y lo decible dentro del orden policial, con dificulta-des para dar cuenta de las desigualdades y opresiones gene-radas por la partición y repartición social (que las invisibiliza y silencia). De este modo, sólo es racional y razonable lo que encaja dentro de lo esperado y esperable, estipulado por los usos y costumbres que imponen el orden moral-policial con su contabilidad. Por consiguiente, el orden moral-policial tiene como una de

sus funciones fundamentales estabilizar e inmovilizar el de-venir de los usos y costumbres ya impuestos. Éstos definen regularidades cuyo respeto conserva el orden establecido. El orden dado se toma entonces como el “buen orden” y como

22 Cf. RANCIÈRE, J., El desacuerdo. Política y filosofía, op. cit.23 Cf. HELER, M. (editor), Filosofía social & Trabajo Social. Elucidación de una profesión, Bs. As., Biblos, 2002, capítulo II, y también HELER, M., “El orden moral-policial y la dimensión ético-política”, ob.cit.24 Cf., por ejemplo, BOURDIEU, P., ob. cit., passim.

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tal debe ser conservado. Su administración y gestión debe, por consiguiente, ser conservadora: dirigirse a la preserva-ción del orden a través del tiempo. Contra esta dirección con-servadora se enfrentan las demandas de cambios sociales.25

En tanto que las instancias gubernamentales y directivas pre-fieren encargarse de introducir modificaciones que acallen aquellas demandas y sólo alteren en la menor medida posi-ble el sistema de dominación (tanto en la sociedad como en las organizaciones).Resulta entonces que dentro de un orden moral-policial todo

está dispuesto para que la relación de responsabilidad –la atribución de responsabilidad y el ante quien se es responsa-ble, el tipo de narración en la que se da cuenta de las accio-nes, así como los méritos y las culpas por las consecuencias producidas– se realicen conforme a su contabilidad, siendo funcionales a la autoconservación de los usos y costumbres. Más aún, operan dispositivos sociales de clausura26 que tien-den a que, en el ejercicio de su responsabilidad, el agente considere sólo posibles estáticos;27 esto es, posibilidades im-puestas como las únicas viables, “autosustentables”, que son funcionales a la reproducción de la dominación y generado-res de una ficción de elección libre.28

25 “El poder no puede ejercerse sobre el otro más que en la medida en que le queda a este último la posibilidad de matarse, de saltar por la ventana o de matar al otro. Esto quiere decir que en las relaciones de poder existen necesariamente posibili-dades de resistencia, ya que. si no existiesen posibilidades de resistencia -de resistencia violenta, de huida, de engaño, de estrategias de inversión de la situación-, no existirían relaciones de poder. Al ser ésta la forma general que adoptan las rela-ciones de poder me resisto a responder a la pregunta que a veces me plantean: si el poder está presente, ¿entonces no existe libertad? La respuesta es: si existen relaciones de poder a través de todo el campo social, es porque existen posibilidades de libertad en todas partes. No obstante, hay que señalar que existen efectivamente estados de dominación. En muchos casos, las relaciones de poder son fijas, de tal forma que son perpetuamente disimétricas y que el margen de liber tad es extremada-mente limitado.” FOUCAULT, M., “La ética del cuidado de uno mismo como práctica de la libertad”, op. cit., la cursiva me corresponde.26 Castoriadis caracteriza la “clausura” así: “Cualquier interrogante que tenga sentido dentro de un campo clausurado, en su respuesta reconduce a ese mismo campo”, esto es, reconduce todo planteamiento hacia los parámetros y las modalidades aceptados dentro del campo, procurando así desarraigar las disidencias a través de la domesticación de la crítica. CASTO -RIADIS, Cornelius, Hecho y por hacer. Pensar la imaginación, Buenos Aires, EUDEBA, 1998, p. 319. Cf. HELER, M., “Dispositivos de clausura en las reflexiones sobre el ethos contemporáneo”, op. cit., §1, pp. 54-58.27 Cf. Ibíd. p. 56 y HELER, M., “Acerca de la producción cooperativa en la enseñanza y el aprendizaje”, en Paideia (Revista de filosofía y didáctica filosófica), Madrid, Sociedad Española de Profesores de Filosofía (SEPFI), Nº 78, Enero-Abril de 2007. 28 Estos dispositivos adquieren nuevas y relevantes funciones cuando se produce el pasaje que Deleuze, siguiendo a Fou-cault, estima que se produce actualmente en el paso de la “sociedad disciplinaria” a la “sociedad de control”. DELEUZE, Gilles, “Posdata sobre las sociedades de control”, en FERRER, Christian (Comp.) El lenguaje libertario, Tº 2, Ed. Nordan, Montevideo, 1991.

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Desde la perspectiva expuesta, la medida de la responsabili-dad predominantemente se determina en función del orden moral-policial dado: derivan de su contabilidad la atribución y el pago de los costos del responsable. Los mecanismos socia-les funcionan, subjetiva y objetivamente, para la atribución y el pago de los costos en consonancia con lo socialmente es-tablecido. Pero estos mecanismos son falibles. A su vez, la orientación conservadora, seguida por el orden moral-policial, reduce la posible injusticia en la atribución y estipulación de costos a una falla técnica o humana. De esta manera se pro-cura evitar que se manifieste una cuestión de fondo: las desi-gualdades y opresiones que impone la participación y reparti-cipación social29 y que pueden impugnar sus determinaciones de atribución y pago de costos. Claro que tal impugnación requiere otra medida de respon-

sabilidad. Pero esta otra medida se deja entrever, en cada momento, por referencia al postulado moderno de la igual-dad y la libertad de todos, exigiendo ir más allá de su formal postulación en el moderno orden moral-policial. Es en nom-bre de la igualdad y libertad de todos que se demandan otros usos y costumbres posibles, el reconocimiento de otros posi-bles derechos. El orden moral-policial induce la concentración en los posibles estáticos, mientras que esas otras posibilida-des (podríamos denominarlas en contraposición posibles di-námicos) quedan invisibilizadas y silenciadas.

3. Otra medida de la responsabilidad (la dimensión éti-ca-política)

Precisamente, en relación con lo invisible y lo indecible en un determinado orden moral-policial, cabe la interpretación de la irrupción de la dimensión ético-política.30

29 “En vez decir que toda policía niega la igualdad, diremos que toda policía hace daño a la igualdad. Diremos entonces que lo político es el escenario sobre el cual la verificación de la igualdad debe tomar la forma del tratamiento de un daño.” RANCIÈRE, J., “La distorsión: política y policía”, en El desacuerdo. Política y filosofía, Bs. As., Nueva Visión, 1996, pp. 35-60.30 Cf. HELER, M., “El orden moral-policial y la dimensión ético-política”, op. cit. Al hablar de “dimensión” pretendo seña -lar que es un aspecto constitutivo y que emerge, o se abre, en el interior del orden moral-policial.

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Si ética se entiende en función de la tradición que le asigna el papel de la crítica a la moral. Y si política se comprende co-mo la lucha contra la partición y repartición policial, como la impugnación de la invisibilidad e indecibilidad de las desi-gualdades y opresiones que el orden policial impone. Enton-ces, las cuestiones ético-políticas problematizan la partición y repartición social dominantes en nombre de la igualdad y la libertad. A su vez, suponen un proceso subjetivo de desiden-tificación y nueva subjetivación (ética) en la disputa, en la lu-cha (política) para que cuenten quienes no cuentan en la contabilidad social. La contraposición entre el orden moral-policial y la dimen-

sión ético-política constituye una oposición/tensión que no se resuelve en una elección (encrucijada).31 El orden moral-poli-cial no sólo reprime las posibilidades dinámicas, también nos constituye en lo que somos (nos adjudica un papel social y el guión de nuestro desempeño en él, en correspondencia con nuestra posición social y permitiendo un espectro de varia-ciones que dan lugar a las diferencias individuales). Sin em-bargo, nos constituye sobre la base del postulado de la igual-dad y libertad. Y aunque lo haga sólo formalmente, deja abierta la posibilidad de impugnar el orden moral-policial en cuanto a sus desigualdades y opresiones. Pero el orden mo-ral-policial posibilita al mismo tiempo que obtura esta dimen-sión. Es que lo ético-político es una dimensión del orden moral-po-

licial, que cuando irrumpe, exige el ser consecuente con ella, luchando por transformar el orden moral-policial con el objeti-

31 Por lo común los conflictos y problemas se comprenden como una “encrucijada”, donde se piensa como un camino que al dividirse en dos o más senderos, obliga a elegir entre uno de ellos, entre una de las posibilidades incompatibles. En cambio, concebido como un “enredo”, el conflicto/problema se percibe como resultado de estar aprisionado en una situación por una red, cuyos hilos son factores de distinta índole y fuerza, difíciles de compatibilizar, y que actúan juntos en una situación. Es-ta red no deja más que algunas posibilidades a elegir (encrucijada), salvo que se trabaje para intentar desenredarse. Enten-der el conflicto/problema como “enredo” exige la diferenciación de esos factores que interfieren en la situación, es decir, la revisión crítica del conflicto (y no la salida rápida por una de los caminos de la encrucijada). Dado que los conflictos/proble-mas no se solucionan sino que requieren su transformación, afrontarlos como una “encrucijada” es sólo desplazarlos: cre-yendo que se los está solucionando, cuando en realidad sólo se posterga su reaparición. Con la revisión crítica que deriva de su abordaje como un “enredo” se puede comenzar a transformar el conflicto/problema. Cf. HELER, Mario, “Dispositivos de clausura en las reflexiones sobre el ethos contemporáneo”, en AAVV, Miradas sobre lo urbano. Reflexiones sobre el ethos contemporáneo, Bs. As., Antropofagia, 2005, §1, pp. 54-58.

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vo de lograr un aumento de la libertad e igualdad en las rela-ciones y relaciones de relaciones que tejen el entramado so-cial. Por lo tanto, ser consecuente lleva a una disputa, siem-pre subjetiva y objetiva: esfuerzo de crítica, de nueva subjeti-vación, de resignificación y de argumentación, dirigidos a la transformación del orden moral-policial. No obstante, no puede predecirse cuándo ni cómo irrumpirá

la dimensión ético-política. Tampoco las acciones consecuen-tes tendrán garantías respecto a sus efectivos resultados. Por tanto, la irrupción de la dimensión ético-política conlleva un desafío que puede asumirse o no. Pero si se asume constitu-ye una apuesta, pues sus logros pueden o no llegar a trans-formar las relaciones sociales según lo esperado; no es previ-sible lo que ocurrirá. Teniendo entonces en cuenta los conceptos de orden moral-

policial y de dimensión ético-política, en su contraposición, se pueden proponer dos formas de responsabilidad: una a la que podemos llamar responsabilidad moral-policial y otra que denominaré responsabilidad ética-política. A partir del plan-teamiento de la primera existe la posibilidad de que emerja la segunda, cuestionando la medida de responsabilidad de la primera y reclamando otra medida. Son dos formas de res-ponsabilidad en relación de confrontación, donde la segunda no existe sin la primera, ya que el moderno orden moral-poli-cial posibilita la responsabilidad ético-política al mismo tiem-po que trata de clausurar su emergencia y sus posibles efec-tos. La otra medida de la responsabilidad es una posibilidad (di-

námica) que se construye en la lucha contra las insuficiencias e inadecuaciones de la medida predominante de atribuir res-ponsabilidad y pagar costos. Ya en la interpelación a ser res-ponsable sucede la solicitación por la elección de los posibles estáticos (encrucijada) que no alteren sino que fortalezcan al orden moral-policial (aunque sí pueden hacerlo más vivible), a la vez que deja en disponibilidad otras posibilidades, que amplían el espectro de alternativas de una situación, más

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allá de los posibles estáticos, orientándose hacia una mayor igualdad y libertad de todos.Desde la perspectiva aquí adoptada, el planteamiento de la

cuestión de la responsabilidad social organizacional pone en juego esta oposición/tensión entre las dos formas de enten-der la responsabilidad. Aunque el abordaje de esta oposición/tensión no ahorra dificultades, el hecho de que ha-ce posible que sea vivenciada abona la idea que el plantea-miento de esta cuestión ha significado un avance (idea que adoptamos como punto de partida de este escrito). Las dificultades que genera abordar la oposición/tensión en-

tre la responsabilidad moral-policial y la responsabilidad éti-co-política en las organizaciones comienzan desde el momen-to mismo en que se plantea la discusión sobre la responsabi-lidad social organizacional. Sobre todo si se pretende evitar el maniqueísmo fácil de descubrir al malo de la película, sin atender a las condiciones de posibilidad reales de ejercer, en cada situación, una responsabilidad crítica y transformadora de las desigualdades y opresiones de la sociedad. Además, resulta arduo determinar cuándo se está o no en presencia de una reposición de cuestiones funcionales a una estrategia conservadora en la lucha por alguna transformación en la re-lación entre la sociedad y las organizaciones. Aproximémonos entonces al estado de situación en que co-

mienza a circular la cuestión que aquí nos preocupa para tra-tar de ver cómo se manifiesta esta oposición/tensión.

4. Neoliberalismo y Responsabilidad Social Empresa-rial

Desde la segunda mitad del siglo XX, nuestro orden moral-policial tiende a la transnacionalización de las economías y la desnacionalización de los Estados del capitalismo periférico, la eliminación de los obstáculos al flujo del capital productivo y especulativo, la reducción de los costos de la fuerza de tra-bajo, la libre explotación de los recursos naturales, la reduc-ción del gasto y aumento (regresivo) de los impuestos, el re-

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planteamiento estructural del papel y la función del Estado, el aumento de la marginación y la exclusión social. Con la activación de estas tendencias, las organizaciones de-

ben sobrevivir enfrentando una fuerte competencia (con con-currentes de muy desigual magnitud), desarrollando su ven-tajas competitivas32 frente a permanentes innovaciones y cambios que hacen incierta la toma de decisiones, siendo el éxito (las ganancias) el criterio básico para evaluar sus accio-nes (cumpliendo con las disposiciones jurídicas que regulan la actividad en el mínimo imprescindible). Esta esquemática descripción del estado de situación en el

que se asienta el planteamiento de la cuestión de la respon-sabilidad social organizacional todavía necesita completarse teniendo en cuenta los cambios en la producción, que desa-fían directamente a la administración y gestión de las organi-zaciones. Se trata fundamentalmente del pasaje –factible por la automatización y la informatización– de una producción fordista a otra posfordista, de la preponderancia del trabajo material a la del trabajo inmaterial;33 un pasaje que es causa y efecto de una producción dirigida al consumismo, a la mul-tiplicación –suntuaria, despilfarradora– y a la renovación ince-sante del consumo.34 Pero capaz de incrementar el capital. Aparece entonces como paradójico que mientras se consoli-

daban globalmente este estado de situación, al mismo tiem-po se planteara la cuestión de la responsabilidad social em-presarial. Pero quizá no sea tan paradójico, si pensamos en las resistencias generadas, y a su vez limitadas, por el afian-zamiento del neoliberalismo, dentro del juego de las fuerzas sociales con sus estrategias y contra-estrategias. Un aspecto relevante que hay que tomar en cuenta es que con tal afian-

32 Cf. , por ejemplo, PORTER, Michael E., Ventaja Competitiva. Creación y sostenimiento de un desempeño superior, Mé-jico, Editorial C.E.C.S.A., 2002, y Estrategia competitiva. Técnicas para el análisis de los sectores industriales y de la com-petencia, Méjico, Editorial C.E.C.S.A., 2002. 33 Cf. por ejemplo: HARDT, Michel y NEGRI, Antini, Imperio, Bs. As., Paidós, 2002, Capítulo 13, pp-261-280 y SENNE-TT, Richard, La cultura del nuevo capitalismo, Barcelona, Anagrama, 2006.34 Cf. BAUMAN, Zigmun, Vida de consumo, Buenos Aires, FCE, 2007 y HELER, M., “La lógica del excedente y el actual predominio de la perspectiva del consumidor”, en Cuadernos del Sur-Filosofía, Bahía Blanca, 2008, enviado para su publi-cación Mayo 2008.

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zamiento, el mundo de la política (en el significado usual de la palabra), de la economía, de la producción cultural y artís-tica y de la cotidianidad del ser humano pudo ser invadido por las relaciones mercantiles del capitalismo. Invasión que deja mantenerse a flote a las organizaciones que son aptas para sobrevivir en la selva posmoderna del mercado neolibe-ral. Dadas estas tendencias y resistencias, la cuestión de la res-

ponsabilidad social organizacional se hace actualmente visi-ble y decible en los términos siguientes: se supone que una organización es responsable ante quienes tienen algo en jue-go en su actividad. Pero ese algo en juego es notoriamente diferente si se trata de propietarios o accionistas, directivos o empleados, de la competencia, los proveedores o los clien-tes, de la sociedad en su conjunto o de la comunidad.35 La he-terogeneidad de los ante quienes se es responsable depende de los tipos de interacciones que mantiene la organización. Pero todos esos tipos de interacciones tienen un denomina-dor común: son entendidos como intercambios . En la mayoría de los casos, el intercambio se establece a tra-

vés de la figura del contrato, más o menos explícito. Por lo tanto, se guían por la lógica de me-da-esto-le-doy-aquello-conforme-a-contrato. A su vez, lo que se intercambia (pro-ductos o servicios, bienes tangibles o intangibles) tienen un precio, se hacen equivalentes a través de su valor en dinero. Bajo esta lógica mercantil, los intercambios pueden (y por lo general lo son) desiguales y en algunos casos bajo condicio-nes mínimas de libertad para alguna de las partes (ya hemos hecho referencia a la igualdad desigual que caracteriza a la sociedad y a las organizaciones modernas). En cualquier ca-so, los derechos y obligaciones de cada parte están estipula-dos contractualmente en los intercambios particulares, mien-

35 El término “comunidad” en este contexto se suele utilizar para referirse a la parte de la sociedad ubicada en el entorno so-cial de la organización (pueblo, barrio, etc.); aunque la organización no realice con la comunidad sus intercambios específi-cos, sus actividades afectan de alguna forma a los intereses comunitarios, pudiendo hacerlo en forma favorable o perjudi -cial. Actualmente ¿habría que incluir a las “organizaciones de la sociedad civil” (defensores de consumidores, ecologistas, otros grupos de intereses específicos) y también a los medios de comunicación?

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tras que los vacíos pueden cubrirse con las disposiciones le-gales. La responsabilidad de las partes consiste, por lo tanto, en

cumplir de la mejor manera posible con las obligaciones de cada cual (y la “mejor manera posible” será aquella que re-presente un bajo costo y un alto rendimiento). El contrato (sea implícito o explícito) al establecer derechos y obligacio-nes, atribuye responsabilidades. En tanto que se conciba co-mo un contrato mercantil permite además calcular moneta-riamente el costo que habrá de pagar quien no haya ejercido su responsabilidad adecuadamente (en los contratos explíci-tos se incluye a veces alguna cláusula que especifica los montos indemnizatorios que corresponden al incumplimiento de alguna obligación). Desde esta visión, parece poder afrontarse todas las cuestio-

nes en torno a la responsabilidad social de las organizacio-nes. Y además se confirmaría la opinión de Milton Friedman: sus responsabilidades radican en el incremento de sus ga-nancias. Dado que los contratos estipulan, mediante libre consenti-

miento, las obligaciones de las partes, las organizaciones asumen las obligaciones que eligen y las eligen porque obtie-nen a través de ellas aquello que buscan: ganancias. Claro que si este es el fin final, el auténtico interés, de las organiza-ciones, cómo obtengan sus ganancias carece de absoluta im-portancia. Tener una visión, una misión y propósitos, ofrecer específicos productos o servicios en el mercado (según los imperativos de, por ejemplo, la “calidad total”)36 no estable-cería diferencia alguna, porque todo se reduciría al resultado positivo del cálculo costo-beneficio. Se hace así cada vez más difícil distinguir qué era el medio y qué era el fin, una vez que la vida en su totalidad queda enlazada en las invisibles cade-nas de dependencia que confluyen en el capital.37

36 Cf., por ejemplo, FEIGENBAUM, Armand V., Control Total De La Calidad, Méjico, Editorial C.E.C.S.A., 2004.37 Ver supra nota 6. Además, en relación con la dominación sobre la vida en su totalidad, en términos de la discusión actual sobre la “biopolítica”, cf. por ejemplo: GIORGI, Gabriel y RODRÍGUEZ, Fermín (compiladores) Ensayos sobre biopolíti-ca. Excesos de vida, Bs. As., Paidós, 2007 (además de su excelente prólogo, a cargo de los compiladores, el libro reúne tex-

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Tampoco la relevancia adquirida por los derechos de los clientes/consumidores parece generar problemas desde esta matriz de interpretación moral-policial, ya que también la re-lación entre la organización y el cliente se comprende como un intercambio regido por contrato implícito. Sin embargo, se puede considerar excesivo, y por tanto peligroso, el reconoci-miento social de los derechos del consumidor si de alguna manera hace atractivo el ponerse en el lugar de la víctima y demandar resarcimiento; aunque, por otra parte, también cumpliría un papel ejemplificador contra probables aumentos fáciles y rápidos de las ganancias. Además, habría que consi-derar el papel del cliente/consumidor cuando la producción se organiza “a medida de la demanda”.38

La situación sería diferente ante la sociedad en general y an-te la comunidad. Salvo que la relación logre reducirse a un in-tercambio basado también en derechos y obligaciones de al-guna manera valuables monetariamente. De esta manera, los reclamos podrían ser canalizados y reducidos no sólo a lo que el contrato estipula, sino también a aquello que sea ca-paz de encontrar una equivalencia en dinero. La vía judicial ya está disponible, poniendo en práctica esta reducción (pero también en relación con una sanción como la privación de la libertad). Pero las comunidades y la sociedad (no limitada al Estado) son muy complejas y las obligaciones de la organiza-ción ante ellas se pueden multiplicar desfavorablemente, si la única responsabilidad de las organizaciones es la ganancia. Por otra parte, en el marco de las políticas neoliberales se

promueve desde los organismos internacionales la participa-ción de la sociedad civil como contrapeso al Estado, los políti-cos profesionales y los funcionarios, frente al problema de la corrupción (pero una vez movilizada tal participación se difi-culta su restricción a un solo aspecto).39

tos fundamentales en esta discusión de G. Deleuze, M. Foucault, G. Agamben, A. Negri y S. Žižek).38 Cf. por ejemplo: MONDEN, Yasuhiro, El Sistema de Producción Toyota, Bs. As., Ediciones Macchi, 1993; CÁRDE-NAS, Agustín, Administración con el Método Japonés, Méjico, Editorial CECSA, 1993; LEFCOVICH, Mauricio, “Sistema de Producción Justo a Tiempo – JIT”, http://www.tuobra.unam.mx/publicadas/040913102430.html39 Cf. por ejemplo: MURILLO, Susana, Colonizar el dolor. La interpelación ideológica del Banco Mundial en América La-tyina. El caso argentino desde Blumberg a Cromañón, Buenos Aires, CLACSO, 2008.

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Asimismo si el “fin final” de toda organización es el lucro y la responsabilidad debe ejercerse para asegurar su obtención, la cuestión amenazante se ubica en el pago de los costos por la atribución de responsabilidad frente a consecuencias nega-tivas. Esta cuestión pone en peligro los beneficios, sobre todo en épocas de incertidumbre, cuando además el éxito sería el único respaldo y la aparición de consecuencias imprevistas, azarosas, es siempre un riesgo de difícil cálculo. Pero la lite-ratura sobre la responsabilidad social empresarial, no deja de remarcar que la puesta en práctica de la responsabilidad so-cial organizacional brinda beneficios, es rentable. Entonces las acciones previas a la aparición de consecuencias desfavo-rables tienen que ser proactivas –anticipativas y no mera-mente reactivas, post-factum.40 Estas acciones parecen res-ponder al tradicional dicho “curarse en salud” y operar de manera similar a una inversión en un seguro por riesgos. También remiten a la sospecha –ya mencionada anteriormen-te– de que cualquiera es virtualmente culpable.Entonces las acciones emprendidas en nombre de la respon-

sabilidad social adquieren la forma de intercambios en los que la organización, calculando un riesgo probable de tener que hacer cargo del pago de costos, entrega su parte ahora para recibir a cambio algo, si fuera necesario, en el futuro más o menos mediato: al menos una buena predisposición de la comunidad y de la sociedad hacia su acciones dirigidas a la obtención de ganancias (con sus probables consecuencias).41

No olvidemos que (para el neoliberalismo y retomando la concepción económica del marginalismo) el valor dependería de la atribución de valor que realizan en forma subjetiva los concurrentes al mercado.42 El prestigio, la imagen positiva,

40 Cf. COVEY, Stephen R., Los 7 habitos de la gente altamente efectiva, Madrid, Paidós, 2005.

41 Así pueden interpretarse las acciones filantrópicas que incluye la puesta en práctica de la responsabilidad social. Cf. para la Argentina, la publicación de la “Agenda de la Responsabilidad Social Empresaria (RSE)” edición especial de la revista Punto Biz. Información de negocios, Santa Fe, noviembre 200742 Cf. en esta línea de interpretación: CASAS, Jorge Manuel, “Morfologías y Metamorfosis del concepto de nuestras necesi-dades”, en HELER, M., CASAS, J. M. y GALLEGO, F. M. (comps.), Lógicas de las necesidades. La categoría de “necesi-dades” en las investigaciones e intervenciones sociales, Bs. As., Espacio Editorial, en prensa, capítulo 2.

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son entonces también recursos para la obtención de benefi-cios.La responsabilidad social se convierte así en una cuestión

más para añadir a las tareas de administración y gestión de las organizaciones. Completa las estrategias para la autocon-servación y debe estar planificada, y hasta registrarse en un Balance Social, parte a su vez del Balance General. Pues nin-guna acción debe dejar de ser registrada en las columnas del debe y el haber. Es que todo este tratamiento de la responsabilidad social or-

ganizacional se inscribe en lo usual y acostumbrado. No esta-blece ninguna diferencia , sino que conduce a más de lo mis - mo (es decir, a la clausura dentro del orden dado). Por ende, es la responsabilidad moral-policial la que se demanda a las organizaciones, aunque la matriz de interpretación que la in-viste deje entrever problemas y cuestiones (de los cuales he tratado de brindar algunos indicios en la exposición prece-dente) que hacen factible un planteamiento ético-político. Claro que es mejor una responsabilidad moral-policial brin-dando algún paliativo a las injusticias sociales que nada.

5. Posibilidades ético-políticas de la responsabilidad social empresarial

La interpelación a la responsabilidad social organizacional puede orientarse a convertirse en una responsabilidad ético-política. No será entonces simplemente una tarea más que se agrega a la larga lista de tareas de un administrador-gestor de organizaciones, sino que llevará a la revisión de las que ya se vienen llevando adelante. Pues la cuestión es establecer alguna diferencia dentro de la organización y en las relacio-nes con la sociedad. Tampoco se tratará de disfrazar al lobo de cordero para morder un mejor bocado de ganancias. Apostar a la responsabilidad social ético-política será una ta-

rea que deberá además enfrentar fuertes oposiciones, justa-mente por salirse de lo usual y acostumbrado, por afectar tal vez las posibilidades de lucro.

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Afrontar el desafío entonces de responder a la dimensión éti-co-política se presenta más bien como un desafío, un desafío necesario de afrontar si se habrá de ser consecuente43 con la irrupción de la dimensión ético-política; un desafío entonces que no puede planificarse, implementarse y evaluarse tenien-do en cuenta sólo los resultados cuantificables monetaria-mente, porque si ha de ser evaluado lo será por su proceso más que por sus productos, importarán más lo sucedido y las posibilidades de continuar combatiendo las desigualdades y las opresiones que abra. Asumir la responsabilidad ético-política en la práctica con-

creta supone un proceso de descubrimiento: de revelar las grietas por donde emerge la dimensión ético-política en la or-ganización (pero no entendiendo a la organización como un ente aislado, sino como una red de relaciones que la constitu-ye y la comunica directamente con partes de la sociedad e indirectamente con la sociedad en su conjunto). Supone asi-mismo un proceso de invención: porque el modo de trabajar en y con la responsabilidad ético-política no encontrará ofer-tas de recetas (técnicas, procedimientos, concepciones) listas para su uso, sino que en cada caso particular habrá que re-crear, inventar cómo hacer responsabilidad social. Al mismo tiempo, requerirá su construcción: edificar la responsabilidad ético-política, subjetiva y objetivamente. Pero será un proceso de descubrimiento-invención-construc-

ción que en sí mismo constituye el ejercicio de la responsabi-lidad ético-político que se produce cooperativamente, en los esfuerzos compartidos de crítica, de desidentificación y de nueva subjetivación, de resignificación y de argumentación, dirigidos a la transformación del orden moral-policial de la or-ganización. Un proceso donde es relativamente escaso el va-lor de los habituales procedimientos de cuantificación, meca-nización, operativización, de coordinación por medio de orga-nigramas y cronogramas… de todas las herramientas desa-

43 Cf. BADIOU, Alain, “La idea de justicia”, en Acontecimiento. Revista para pensar la política, Nº 28, 2004, Bs. As., Gru-po Acontecimiento, pp. 9-22.

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rrolladas para la gestión de la organización y donde el exper-to en administración y gestión debe enfrentar creativamente con los otros la necesidad de potenciar la producción coope-rativa44 en la organización. En última instancia, se trata del descubrimiento-invención-construcción de posibles dinámi-cos, de posibles que a diferencia de los estáticos, requieren de la producción cooperativa para quedar en disponibilidad.La interpelación a la responsabilidad social pone a la admi-

nistración y gestión de organizaciones en medio de la oposi-ción/tensión entre las dos clases de responsabilidad que he-mos diferenciado. En esa oposición/tensión, la responsabili-dad ético-política no es entonces una posibilidad fácil. Ni pue-den ser determinados con antelación los caminos que toma-rá, si se intenta ejercerla. Entonces, ¿una utopía más? Supon-gamos que sí.Aún así, la puesta en consideración de esta oposición/ten-

sión entre los dos tipos de responsabilidad una vez que se pone en circulación la interpelación a la responsabilidad so-cial de las organizaciones, al menos permite no crear falsas expectativas con la demanda de tal responsabilidad, ni favo-rece cierto escepticismo que deja todo como está con fría distancia. Tampoco oculta las desigualdades y opresiones, las injusticias. De esta manera, genera condiciones de posibili-dad para que emerja la dimensión ético-política y se actúe consecuentemente para establecer alguna diferencia con el estado del orden moral-policial en un momento determinado, una diferencia potenciadora de mayor libertad e igualdad pa-ra todos (cualquiera sea inicialmente la extensión de ese “to-dos”). El trabajo de elucidación, con el que pretende colaborar este

trabajo, puede ser un comienzo.

44 Cf. HELER, M., “Ensayo sobre la lógica de lo excedente”, Revista Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas, INCIHUSA-CRICYT, Mendoza, enviado para su publicación (2008). Además, el tema de la producción cooperativa en re-lación con el Trabajo Social lo he trabajado en “El orden moral-policial, la dimensión ético-política y el Trabajo Social”, Actas del XXIV. Congreso Nacional de Trabajo Social, Mendoza, Colegio de Trabajadores Sociales de Mendoza y Federa-ción Argentina de Asociaciones Profesionales de Trabajo Social, Octubre de 2007, en prensa; y en relación con la ecuación en: “Acerca de la producción cooperativa en la enseñanza y el aprendizaje”, en Paideia (Revista de filosofía y didáctica filo-sófica), ob. cit.

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