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La leyenda de la nave mas rapida

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Una nueva e impresionante aventura a bordo del Halcón Milenario, la legendaria nave quetripulaba Han Solo.

Han pasado dos años desde la muerte del brutal Sith Lord Darth Caedus (conocido en elpasado como Jacen Solo). La Galaxia se recupera poco a poco de la guerra civil, mientrasla familia de Jacen, y sus amigos lloran sus pérdidas en soledad. Han y Leía, aún afligidospor la pérdida de su hermano, ven en Allana, la hija de Jacen, la única esperanza. Seráquien devolverá el espíritu de aventura a las vidas de sus abuelos cuando descubre unextraño artefacto escondido a bordo de El Halcón Milenario, descubrimiento quedesencadenará una expedición para volver sobre los pasos de las personas, luegares ysucesos en la agitada historia de la famosa nave. Pero los Solo no son los únicos en estabúsqueda: los señores del Crimen, piratas de la Galaxia, políticos corruptos ycazarrecompensas de todo tipo recorrerán un mismo callejón sin salida por alcanzar unpremio por el que algunos lo apostarán todo y pagarán por ello.

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El Halcón MilenarioJames Luceno

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Esta historia forma parte de la continuidad de Leyendas.

Título original: Millennium FalconAutor: James LucenoArte de portada: John Van FleetTraducción: Marta Iravedra / Traducciones ImposiblesPublicación del original: octubre 2008

43 años después de la batalla de Yavin

La digitalización de este libro se interrumpió a la mitad, aunque espero que continúe pronto. Mientras tanto, Gurni nos trajouna traducción extraoficial, así que esta versión temporal es una combinación, posiblemente con dos calidades diferentes.Digitalización: marcortigosaTraducción: GurniRevisión: Bodo-BaasMaquetación: Bodo-BaasVersión 1.017.04.15Base LSW v2.21

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DECLARACIÓN

Todo el trabajo de digitalización, revisión y maquetación de este libro ha sido realizado poradmiradores de Star Wars y con el único objetivo de compartirlo con otros hispanohablantes.

Star Wars y todos los personajes, nombres y situaciones son marcas registradas y/o propiedadintelectual de Lucasfilm Limited.

Este trabajo se proporciona de forma gratuita para uso particular. Puedes compartirlo bajo turesponsabilidad, siempre y cuando también sea en forma gratuita, y mantengas intacta tanto lainformación en la página anterior, como reconocimiento a la gente que ha trabajado por este libro,como esta nota para que más gente pueda encontrar el grupo de donde viene. Se prohíbe la ventaparcial o total de este material.

Este es un trabajo amateur, no nos dedicamos a esto de manera profesional, o no lo hacemoscomo parte de nuestro trabajo, ni tampoco esperamos recibir compensación alguna excepto, tal vez,algún agradecimiento si piensas que lo merecemos. Esperamos ofrecer libros y relatos con la mejorcalidad posible, si encuentras cualquier error, agradeceremos que nos lo informes para así podercorregirlo.

Este libro digital se encuentra disponible de forma gratuita en Libros Star Wars.Visítanos en nuestro foro para encontrar la última versión, otros libros y relatos, o para enviar

comentarios, críticas o agradecimientos: librosstarwars.com.ar.¡Que la Fuerza te acompañe!El grupo de libros Star Wars

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A mis hijos, Carlos, que me ayudó apensar el argumento, y Jake, que amenudo suspendió su práctica de

guitarra para que yo pudiera poneresto en papel.

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AGRADECIMIENTOS

Gracias a Leland Chee y Pablo Hidalgo, a quienes en forma independiente se les ocurrió la ideadel libro; a Shelly Shapiro y Sue Rostoni por mantenerme en el juego; y a Jason Fry por su buenojo para los detalles. También gracias a mi agente, Eleanor Wood; a mi esposa, Karen-Ann por suapoyo perpetuo; a Troy, Aaron, y Christie por sus sugerencias; y a Lucia Robson, que me prestó eltítulo para la autobiografía de Leia.

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INTRODUCCIÓN

La primera vez que Han la vio junto a Lando en una de las pistas de aterrizaje de permacemento deNar Shaddaa, unos años antes de unirse a la Alianza Rebelde, se fijó en el viejo cacharro no sólo porlo que era sino por lo que podría llegar a ser.

Se quedó mirando la nave como un cachorrillo enamorado: con los ojos como platos y la bocaabierta. Pero enseguida recuperó la compostura; no quería que Lando se enterara de lo que estabapensando y por eso la calificó de pedazo de chatarra. No obstante, Lando no era tonto y ya se habíadado cuenta de lo que rondaba la cabeza de Han. Era uno de los mejores jugadores a este lado deCoruscant y sabía detectar cuando alguien se tiraba un farol.

—Es muy rápida —añadió mientras le brillaban los ojos.Han no tenía la menor duda. Incluso ya por aquel entonces era muy fácil envidiar a Lando por

todo lo que tenía; por ejemplo, su extraordinaria buena suerte. Sin embargo, en este caso la suerte noimportaba. Simplemente, Lando no se merecía una nave así. Apenas era capaz de manejar undeslizador, así que mucho menos una nave tan rápida y ligera como ésa, que se merecía un buen parde pilotos al mando. Estaba claro que Lando no merecía tenerla.

Han no se consideraba una persona codiciosa ni un comprador compulsivo pero, de repente,quería esa nave más de lo que nunca había querido cualquier otra cosa. Tras muchos años deservidumbre vagando por el mundo, de peligros múltiples de los que había escapado por los pelos,de asociaciones que habían fracasado, de amores y desamores, de entradas y salidas dé la Academia,de engaños diversos que anteriormente también él había practicado a otros… quizá esta nave era unaoportunidad de permanencia.

Han la rodeó, casi orbitó a su alrededor, para observar sus siniestros diseños. La vieja nave loabdujo por completo; estaba claro que mantenía rasgos de todos aquellos que la habían pilotadoalguna vez y que le habían añadido su toque personal al casco del YT, a los diferentes aspectostecnológicos que poblaban la superficie del aparato. Se impregnó del olor de la nave. Cuanto más lamiraba, más claro tenía que debía curarla de los estragos del tiempo y de los vuelos espaciales:abolladuras, grietas selladas con epoxatal, manchas de pintura sobre estrías del carbono. Piezasgenéricas encajadas de manera muy poco profesional. Totalmente oxidada, parcheada con tiras deduracero y recubierta de mugre, perdía carburante y otros lubricantes. No cabía la menor duda de quehabía vivido momentos de acción, mucho antes de que Lando la ganase jugando al sabacc, pero Hanno tenía ni idea de con quién o para qué. ¿Delincuentes? ¿Contrabandistas? ¿Piratas? ¿Mercenarios?Seguramente todos éstos y muchos más.

Cuando Lando la encendió para que pudiera inspeccionarla por dentro, se quedó sin respiración.Minutos más tarde, a los mandos de la nave, pudo disfrutar del sonido del motor y de su vuelo.Mientras Lando casi se muere de miedo, Han se dio cuenta de que estaba destinado a pilotarla.Llamaría a los hutts para que se la compraran, o para que la robaran si era necesario. Le añadiría unaantena rectificadora militar y cambiaría los cañones láser por baterías cuádruples. Le instalaría unbláster retráctil en la parte de abajo para defenderse en medio de una huida; también añadiría un parde lanzaderas de misiles de impacto entre las bastas puntas de proa…

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Por su cabeza no pasó, en ningún momento, la idea de que se la ganaría a Lando. Y mucho menosque Lando la perdería tras un farol.

Al mando de la SoroSuub modificada que él y Chewie le alquilaron a Lando, las ganas de pilotarla nave nueva no hacían más que aumentar. Se imaginaba de dónde procedería, en qué aventurashabría tomado parte. Tanto le llamó la atención que no pusiera reparo alguno, que se olvidó depreguntarle a Lando cómo o cuándo habían bautizado a la nave con el nombre de Halcón Milenario.

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CAPÍTULO UNOCORPORACIÓN COREILLIANA DE INGENIERÍA

INSTALACIÓN DE MONTAJE NÚMERO 7

60 AÑOS ANTES DE LA BATALLA DE YAVIN

EL TURNO DE SOLY KANTT estaba a punto de finalizar y su mirada se desvió lentamente, primerohacia el reloj colocado en la pared y después hacia la sección de noticias de la Holo-red: empateentre el Kuat y el Commenor en el partido de anoche; trifulcas entre varios alborotadores conocidoscomo mandalorianos. Soly Kantt, un humano desgarbado cuya familia vivía en Corellia y que llevabadiez años en el puesto, colocó las manos detrás de la cabeza y cruzó las piernas sobre la consola demandos que constituía su dominio privado dentro de la CIC, la Orbital 7. Tenía una revista abierta enel regazo y un café frío a medias junto a otras dos tazas ya vacías en los sujeta-vasos del brazo de lasilla. A través del transpariacero que coronaba el panel de mandos se movía una fila de naves YT-1300 recién llegadas de la reunión. Aún no las habían pintado y las rodeaban unas boyas orientativasatadas al capataz cibernético de las instalaciones.

Con treinta y cinco metros de largo y capaz de transportar cien toneladas métricas de cargamento,el YT lleva menos de un año en producción y ya ha demostrado ser todo un clásico. Fue diseñada conayuda de Narro Sienar, el dueño de uno de loS competidores más fuertes de CIC en el mundo de laconstrucción de naves y salió al mercado como una alternativa barata y fácilmente modificable de lagenuina serie YG. Mientras que la línea de naves de la CIC estaba considerada como algo insulsa,los YT-1300 tenían un estilo utilitario. Lo que las hacía únicas era su núcleo en forma de platillo,adonde podían fijarse una inmensa variedad de complementos; entre ellos, una cabina flotante ydiversos sensores. Venía de serie con unas mandíbulas que alargaban el diseño del casco y con unanueva generación de cerebros droides que supervisaban los potentes motores hiperespaciales ysublumínicos de la nave.

Kantt había perdido la cuenta de cuántos YT habían pasado por delante de él desde que se habíapuesto frente al escáner de seguridad de la 7 hacía ya ocho horas, pero el número tenía que ser dosveces mayor que el mes anterior. Aún así, las naves se estaban vendiendo a tal velocidad que laproducción no lograba seguir el ritmo que imponía la demanda. Puso los pies de nuevo en el suelo yestiró los brazos por encima de la cabeza mientras bostezaba ampliamente cuando un ruidoensordecedor que procedía de la consola de mandos terminó de despertarlo por completo. Con losojos inyectados en sangre buscó el origen de la alarma por todas las pantallas disponibles cuando untécnico joven, ataviado con un mono de trabajo muy chillón y un intercomunicador, entró corriendodesde la estación contigua.

—¡La válvula de control de uno de los droides de carburante! —gritó.Kantt salió disparado y se abalanzó sobre la consola para ver mejor lo que ocurría. A un lado,

entre las luces brillantes de un montón de focos, vio que uno de los YT tenía un droide decombustible sujeto a la boquilla lateral mientras que en las demás naves no quedaba ya ni uno solode esos aliados androides exactamente idénticos. Kantt se volvió bruscamente:

—¡Apagad el droide!

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El técnico, de puntillas ante el panel de control, movía su afeitada cabeza negativamente.—¡No responde!—¡Anula el proceso de repostaje, Bon! —le gritó de nuevo.—¡No funciona!Kantt se acercó al panel de transpariacero; el androide aún no se había movido y seguramente

siguiese echando carburante al YT 492727ZED. Era una especie de metal líquido que permitía a lasnaves alcanzar, en ocasiones, velocidades asombrosas y que había alimentado una fuerte polémicadesde que el primer prototipo del carguero hizo su |aparición. Incluso había estado a punto de echarpor tierra toda la línea de producción.

Kantt bajó la mirada hacia las pantallas y los indicadores de la consola de mandos:—La reserva de combustible del YT sobrepasa el nivel de alarma. Si no conseguimos quitar ese

androide de ahí antes del pre-arranque… —indicaba Kantt.—¡Tenía que haberse soltado ya! —le interrumpía Bon.Kantt pegó su cara al frío vidrio y exclamó:—¡Se ha soltado! ¡Pero la nave va a arrancar! —Se volvió, echó a correr hacia la puerta opuesta

a la que había usado Bon para entrar y dijo—: Ven conmigo.Uno delante del otro, recorrieron dos de las estaciones de observación. Justo a continuación se

encontraba el departamento de almacenamiento de datos y Kantt se dio cuenta, en el mismo instanteen que entraron allí, de que todo iba de mal en peor. Aplastados contra el ventanal, los drall quetrabajaban en ese departamento no paraban de saltar arriba y abajo, alterados, hablando sin descansoa pesar de los esfuerzos de la duquesa del clan por reinstaurar el orden. Kantt se abrió paso entre elmontón de cuerpos peludos para echar un vistazo afuera. Lo que vio era mucho peor de lo queesperaba. El YT había entrado al área de pruebas de los propulsores de frenado y los repulsores deinclinación. Por el exceso de carburante, la nave se había propulsado hasta salir de la fila, golpeandoy aturdiendo a los droides gravíticos que eran responsables de mantenerla en orden. Mientras Kanttmiraba, otros tres cargueros escaparon de la línea. El responsable de los YT sujetó uno por la popa ylo hizo girar hacia delante. La nave, en pleno movimiento, hizo girar también la que estaba situadajusto delante de ella pero en sentido contrario, por lo que cuando las dos naves se encontraban enpleno giro se cerraron las mandíbulas y realizaron diversas piruetas hacia el muro interior de laestación de observación, al otro lado del callejón.

La secuencia de pruebas de fuego continuaba cuando el YT muy animado, esquivó los obstáculoshacia el puerto, después hacia estribor, se saltó la línea y por ultimo se coló por debajo. Kantt sequedó observando sólo lo suficiente para darse cuenta de que su intención de volver a Corellia parala hora de la cena se había esfumado. Podría considerarse afortunado si llegaba a casa antes del finde semana. Mientras los drall discutían cómo evaluar las pérdidas económicas, Kantt y el técnicoirrumpieron en la siguiente estación, donde un grupo, mayoritariamente humano, de ejecutivos denivel medio estaban a punto de tirarse de los pelos. Todos a una se volvieron hacia los reciénllegados a la espera de bueñas noticias.

—Hay un equipo de androides en camino —dijo Bon—; no se preocupen.Kantt miró de reojo al técnico y se dio la vuelta hacia su improvisado público:

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—Ya le han oído: no se preocupen.Un hombre acalorado, con las mangas de la camisa remangadas hasta el codo, los miró:—¿Que no nos preocupemos? —Extendió el brazo bruscamente y señalando el ventanal prosiguió

—: Miren ustedes mismos.Kantt no había movido ni un sólo músculo cuando otros dos hombres o agarraron y lo arrastraron.

Ciertamente, acababa de llegar el equipo de androides, cuatro droides de anclaje de Cybot Galácticaque, con las pinzas y los brazos mecánicos extendidos, buscaban la manera de detener el YT. Pero lanave se estaba burlando de ellos cada vez que intentaban sujetarla por las escotillas que dabanacceso al motor. Y aunque ya habían apagado la línea de producción, detrás de la 492727ZED, doceunidades idénticas se apilaban donde varias de las boyas orientativas habían terminado su viaje a laderiva. Y lo que era peor, la cadena de reacción había apartado a los androides de combustible desus respectivas naves pero dos e ellos estaban a punto de colisionar.

Kantt entrecerró los ojos pero ni con ésas logró evitar el estallido de luz que deslumhró suspárpados y que le contó parte de la historia: uno, o puede que incluso los dos androides, habíaexplotado. Su oído le contó el resto mientras gotas de metal fundido y trozos de aleación empezabana salpicar el panel de transpariacero. Las alarmas retumbaban en todas las estaciones de control ydesde las estructuras semicirculares que caracterizan el pasillo, salían chorros de espuma contraincendios a borbotones. Un quejido colectivo de consternación invadió la estancia y Kantt pensó quelas ventajas con las que contaban desaparecían ante sus ojos; así como los pendientes para elcumpleaños de su mujer, la central de juegos de su hijo, las vacaciones en Sacorria que estabanplaneando y el cajón de cerveza Gizer que tenía que llevar para la final de shockball.

Por un momento, Kantt pensó que la pesadilla había terminado o que, al menos, la explosiónhabría reducido el YT descontrolado a un montón de amasijos de hierros. Pero al abrir los ojoscomprobó que la nave no sólo había evitado la tormenta y el fuego antiaéreo, sino que también habíaconseguido escabullirse entre el caos y se acercaba peligrosamente al motor sublumínico de laestación de pruebas.

Kantt sacudió la cabeza en claro desacuerdo y apretó con fuerza el botón de comunicación delpanel de mandos.

—Necesitamos refuerzos en el pasillo cuatro, en la estación de pruebas de fuego, ¡ahora!Conteniendo el aliento, plantó su otra mano sobre la consola de mandos y se inclinó sobre ella a

tiempo de ver una señal de emergencia de un carro en un pasillo superior. Poco más que un motormontado con palos horizontales y verticales, el carro deslizador transportaba a seis operariosequipados con trajes amarillos de EVA, cascos, y mochilas propulsoras. Todos ellos portabandiversos sopletes de oxicorte, llaves hidráulicas y detonadores de carga hueca que colgaban de suscinturones como si de armas se tratara. Kantt tenía un amigo en el equipo que, al igual que los demás,se encargaba de las situaciones de emergencia, pero una nave desbocada era algo totalmente nuevopara ellos.

Inicialmente parecía que el piloto del carro tenía los mismos problemas que los androides paracontrolar las maniobras del YT. Los giros inesperados y repentinos de la nave se debían nada más ynada menos que a los intermitentes disparos de los propulsores. Sin embargo, en ciertos momentos

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Kantt se sentía maravillado por lo que estaba viendo. Era como si la nave esquivara conscientementelas embestidas o como si estuviera disputando una carrera por ver quién llegaba antes a la zona depruebas que se encontraba más allá de sus obedientes compañeras.

La mente de Kantt se llenó de pensamientos nefastos sobre qué sucedería si la nave lograba llegarhasta allí antes de que la controlasen. ¿Explotaría hasta no quedar más que las cenizas? ¿Detonaríahaciendo volar las instalaciones? ¿Se abriría una brecha por la que escaparía la nave?

De manera gradual, el piloto del carro logró adaptarse al ritmo de los disparos y logró acercarsecon su esquelético vehículo al YT Desde el carro, los operarios abordaron la nave y se establecieronen puntos estratégicos del casco con sujeciones magnéticas y abrazaderas de succión. Levantadosobre la popa como si fuera un acklay victorioso en un espectáculo de fieras, el YT no quiso rendirseante su presencia. Pero poco a poco y tras mucho empeño, uno de los operarios logró alcanzar laescotilla trasera y colarse en el interior de la nave. En ese momento, los ejecutivos gritaron de júbiloy Kantt pensó que a lo mejor se estaban precipitando.

Solamente cuando la nave estuvo ya paralizada Kantt se dio cuenta de que había estadoconteniendo el aliento y lo exhaló despacio, con pequeñas paradas, al mismo tiempo que se limpiabael sudor de la frente con la manga de su camisa La algarabía dio paso a las palmadas de alivio en laespalda y a rápidos intercambios sobre cómo habían de poner de nuevo en funcionamiento la línea.

Las listas de pedidos de YT aumentan cada día, por lo que la producción tendrá que reanudarseinmediatamente. Ya nadie podrá irse de vacaciones; es más, ahora las horas extra se pondrán demoda.

Kantt y Bon no se quedaron mucho tiempo.—Está hecho un fuego —dijo el técnico mientras cruzaban la estación de los drall—. El YT —

añadió cuando Kantt le miró—. Acabamos de presenciar el nacimiento de un héroe. ¿Te has fijado?Kantt hizo una mueca:—Sólo es una nave, Bon; una de cien millones.Con una amplia sonrisa Bon sentenció:—A mí me parece que es una entre cien millones.

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CAPÍTULO DOSCORUSCANT

DURANTE LA BATALLA DE CORUSCANT

19 AÑOS ANTES DE LA BATALLA DE YAVIN

—Tiene que encantarte esta nave —dijo Reeze.—Hace bien su trabajo, sí. —Jadak se coló con la nave entre un transporte corelliano y una nave

de pasajeros de Santhe/Sienar y se colocó al lado de ésta para abrirse paso entre el tráfico en sucamino hacia las primeras filas.

Reeze apagó los altavoces de la cabina para no tener que escuchar a los pilotos y copilotos queechaban pestes contra ellos.

—A lo mejor nos ceden la propiedad al acabar este viaje.—Sí, claro —contestó Jadak.—Llevamos diez años jugándonos el cuello, Tobb. Deberían ciárnosla por ley.—Deberían, pero no hay ninguna ley que lo dicte. Además, yo me conformo con ayudar a

mantener la galaxia en funcionamiento. ¿Y tú?—Ya te lo he dicho, mi objetivo es que esta nave sea nuestra.Ambos pilotos eran humanos; Jadak, un poco más alto y veinte años más joven, de complexión

menos robusta y una barba corta que acentuaba su mandíbula cuadrada. Reeze empezaba a presentarcanas en la zona de la sien pero sus ojos eran claros y estaba fuerte como un atleta. Lo último queesperaban encontrarse en Coruscant era un atasco pero el ata-que de los separatistas en la capitalgaláctica había resultado tan inesperado que casi todo el mundo que entraba en la ciudad se habíavisto atrapado en él. Algunos llegaron a tiempo de escuchar por la HoloRed que habían secuestradoal canciller Palpatine y de presenciar la vuelta de los Cruceros de la República que conformaban laflota del Círculo Abierto. Conjuntamente con los cruceros de la Flota Local, los destructores de laclase Venator habían conseguido que la batalla no se saliera de los límites superiores de Coruscant.Unos cuantos pilotos muy hábiles habían logrado apartar sus naves de la refriega y regresar alhiperespacio. Sin embargo, había miles de cargueros, de todos los tamaños, formas y objetivos, aúnen línea de combate, a la espera de que la batalla llegara a su fin de una forma u otra para podercontinuar su camino, ya fuera hacia Coruscant o en dirección al Borde Exterior.

—Y aunque nos la dieran —prosiguió Jadak con la conversación—, ¿cómo íbamos a mantenerla?—Pues como hasta ahora, pero en el sector privado.—¿Un empleo remunerado?—Yo me conformaría con un empleo, no soy tan exigente como tú.Jadak frunció el ceño:—He conocido a muchos contrabandistas. Créeme, su vida no es tan divertida como podamos

pensar.—Tampoco lo es la nuestra —contestó Reeze, gruñendo una sonrisa.Jadak había llevado el YT a un punto desde el que podían disfrutar de una visión panorámica de

la contienda. Era más un intercambio de golpes que una batalla organizada; los golpes enviaban a

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unas naves contra otras. Entre ellas latían guiones carmesís de aniquilación mientras el vuelo de losARC-170, los droides tri-caza y los buitre retumbaban de tal manera que el ruido era ensordecedor.El telón de fondo del tumulto recibía la luz que llegaba del propio Coruscant, una luz urbana brillanteque mostraba al planeta lugares desolados donde los escudos defensivos se habían roto y las navesestaban tiradas por tierra. La República tenía todo su arsenal en combate y la Confederación deSistemas Independientes del Conde Dooku ya no tenía nada que perder más que un generalcibernético y un ejército de droides. Reeze silbó de sorpresa:

—Sentados en primera fila para ver cómo desaparece nuestro concepto de civilización.—No creo que llegue a tanto; pero sí es una buena razón para entregar nuestra carga lo antes

posible.—Si tú lo dices. —Reeze echó un vistazo al ventanal circular del YT y continuó—: Veo difícil

que logremos llegar allá abajo sanos y salvos. Muy difícil, de hecho, y las palabras «cañón láser»tienen bastante que ver con ello.

—Si llegamos tarde, ya podemos darnos por muertos, Reeze. Dijeron que era muy importante —le recordó Jadak tras volverse hacia él sobre su silla.

Reeze le contestó, abatido, con un movimiento de cabeza:—Por muertos nos vamos a dar si intentamos cruzar.—Pues le diré a todos que has muerto como un héroe.—Ah, ¿es que tú piensas sobrevivir? —preguntó Reeze con mirada incrédula mientras miraba a

su compañero. Después, sonrió y dijo—: Sí, claro, tú seguro que sí.Jadak se encogió de hombros y dijo:—A ver si nos enteramos de cómo va la cosa.Reeze se quitó los auriculares y marcó un código para entrar en la sala de comunicaciones. Se

centró en la conversación que se estaba manteniendo allí, después estiró el cuello para ver quéocurría a estribor y por último sintonizó una de las pantallas del tablero con la batalla que se estabalibrando fuera. Con el dedo señaló sobre la pantalla el icono que representaba un gran crucero debatalla con una cubierta de vigilancia en popa y un puente desplegable.

Jadak levó los datos alfanuméricos que estaban bajo el icono.—Pero ¿qué es eso? —La Mano Invisible.—La nave comandante del general Grievous.—Allí es donde tenían retenido a Palpatine.—¿Tenían?—Los Jedi lo han rescatado. Kenobi y Skywalker. Pero los tres siguen aún a bordo.Jadak hizo girar un poco el YT para mejorar las vistas. A media distancia se veía cómo un

crucero de la República atacaba la parte central de la Mano Invisible, en la zona donde suprolongada proa pasaba a convertirse en la protuberante popa. Quizá era una represalia por lo quehabía tenido que sufrir la nave de la República a manos de las baterías de la Mano Invisible. Jadakmiró el monitor de nuevo.

—Parece que el capitán del Guarlara aún no se ha enterado de que el Canciller está a bordo.—Seguramente se deba a un bloqueo de las señales. O a lo mejor es que le da igual.

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Jadak frunció el ceño:—La muerte de Palpatine tanto tendría de bueno como de malo.Durante unos minutos, ambos compañeros observaron en silencio como el Guarlara somería al

buque insignia de los separatistas con los cañones láser de sus costados; cómo hacían saltar por losaires trozos del casco y cómo provocaban explosiones que barrieron la Mano Invisible de proa apopa. Jadak supuso que el cibernético Grievous no lograría sobrevivir a semejante ataque y muchomenos que lo hicieran Palpatine y sus salvadores.

Cuando el buque insignia ya no pudo aguantar más, escoró para acabar siendo víctima de lagravedad hundiéndose poco a poco en la atmósfera de Coruscant.

—Esta en un buen aprieto —dijo Jadak.—Y se está deshaciendo. Apuesto a que no aguantará.—Acepto la apuesta.Con una mano sobre el mando de control, Jadak activó el compensador de inercia y el YT salió

disparado. Nadie intentó evitar que se acercaran al lugar de la masacre. Si se empeñaban enconvertirse en una víctima más, era su problema.

Jadak respondió negando con la cabeza:—Los separatistas han bloqueado todo el planeta. Ésta es nuestra mejor opción, ahora que se

pierde el rastro de la Mano Invisible.—¿La vamos a seguir hasta allá abajo? —preguntó Reeze con mirada asesina.—Digamos que iremos hasta allá dentro.Reeze asintió:—Me gusta el «dentro».—¿Aunque implique perder una apuesta? —Sí.Si querían que la Mano Invisible regresara a la superficie, primero tendrían que darle alcance, lo

que significaba que habían de abrirse paso entre las incontables cañoneras y fragatas que seencontraban por el camino, esquivar los cargueros que seguían volcando desde los KDY y las armasde los gigantescos Lucrehulks neimoidianos, y evitar el fuego láser cruzado que invadía el espacio.Pero en ningún momento pusieron en duda la capacidad de su YT. La nave no los había decepcionadojamás, por lo que no había motivo alguno que les hiciera pensar que ésta fuese a ser la primera vez.

La nave YT se convirtió en blanco indiscutible de todas aquellas naves a las que adelantaron sinpiedad, ya fueran amigas o enemigas. Al no disponer de armas propias, Jadak y Reeze no tenían másremedio que confiar en la característica velocidad de la nave y en su agilidad sobrenatural. Pusieronla máquina a tope y con movimientos helicoidales atravesaron peleas entre cazas y ejecutaron girosmás propios de los Interceptores Jedi que de un carguero de cuarenta años, por muy mejorado ypreparado que estuviera. La potencia que no consumía el motor se la tragaban los escudosdeflectores con cada una de las sacudidas que iba dando la nave.

Con un salto desde detrás de uno de los espejos orbitales rotos, se abalanzaron sobre eldeteriorado casco en llamas del buque insignia separatista que tenía la proa totalmente roma endirección a Coruscant como en señal de rendición. Los escudos ablativos estaban al rojo vivo y laspiezas del blindaje cambiaban como si se tratara de una serpiente en pleno proceso de muda.

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—Han lanzado las cápsulas de salvamento del crucero —dijo Reeze.Jadak amplió la imagen que tenía en pantalla y con las manos sobre los controles mientras el YT

esquivaba partes y componentes de otras naves, observó, boquiabierto, cómo el buque de guerra seorientaba hacia el distrito gubernamental del planeta. Que la Mano Invisible caía era evidente perotambién lo era el hecho de que alguien seguía al timón, alguien decidido a guiar la embarcacióngracias a sus finas aletas y las escotillas exteriores; lo que hiciera falta para evitar que la nave sequemara en la atmósfera.

—¿Skywalker? —preguntó Reeze.—Pues dudo mucho que sea Palpatine, a no ser que tenga poderes ocultos.Cientos de buques de guerra demasiado grandes para ser aniquilados a manos de la artillería y

los cohetes de Coruscant se habían colado en la zona e invadido el paisaje urbano. Sin embargo,resultaba demasiado obvio que el personal encargado de las armas de fuego había recibido órdenesde permitir el paso a la Mano Invisible, lo que al fin y al cabo facilitaba las cosas al YT. Todo loque tenían que hacer ahora era permanecer lo más cerca posible de la nave sin ser vistos y losuficientemente lejos como para no arder con ella.

Jadak tenía la mano puesta sobre el acelerador cuando la sección de popa de la Mano Invisiblesalió volando envuelta en llamas. Solo los reflejos de Reeze lograron que el YT no acabarapulverizado por culpa de la popa volante. Al mismo tiempo, Jadak logró enderezar el carguero yalejarse de la zona conflictiva. Sin embargo, la lluvia de escombros que golpeó los escudos resultóser peor que todo lo que habían esquivado antes, y los deflectores mostraron su pesar haciendosaltar todas las alarmas del tablero de mandos.

Sin previo aviso, el YT giró bruscamente. El arnés de la silla del copiloto evitó que Reezeaterrizara sobre el regazo de Jadak. Los indicadores de posición se encendieron sobre la consola demandos, al igual que otras varias cuyos sonidos inundaron la cabina.

—El acelerador se ha llevado un buen golpe —alertó Jadak mientras devolvía al YT a suposición habitual—, lo revisaremos cuando aparquemos. Reeze se ajustó de nuevo el arnés.

—El eterno optimista.—Uno de los dos tiene que serlo.Con la mitad del buque de guerra hecho trizas y sus partes perdidas en el espacio, quien fuera que

tenía el control de la nave estaba intentando preparar la sección delantera para un choque controlado;seguramente en una de las viejas pistas de aterrizaje del distrito gubernamental. Los repulsoresaullaban y el YT aún lo seguía sin importar ni la altitud ni la velocidad. Pero cuando sólo quedabanveinte kilómetros para llegar, los iconos empezaron a moverse en la pantalla y las sirenas deproximidad empezaron a ulular. Jadak vio como los buques se abrían paso con la intención de prestarsu ayuda a la Mano Invisible.

—Naves de socorro —advirtió Reeze— y un par de cazas de los clones, también.—Hora de esfumarse.—Pero tenemos un código de autorización.—Será mejor que lo guardemos para una ocasión en la que lo necesitemos de verdad. Salgamos

de aquí.

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—¿Circunnavegación rápida?—Qué más da.Jadak consultó el mapa topográfico y se alejó de la estela de destrucción a la que habían

sobrevivido. Los propulsores principales protestaban y el calor los asfixiaba. Dos de los cazasintentaron darles alcance pero al final prefirieron dar vuelta y reunirse con la Mano Invisible, que seacercaba a la pista de aterrizaje.

El YT giró bruscamente hacia el oeste para esquivar la torre del puerto espacial y el templo Jedi.Después, sobrevoló Los Talleres entre columnas de humo negro que salían de los cráteres y fuegosprovocados por los accidentes varios que ya se extendían a diversos distritos de la periferia.

—Parece que los sectores alienígenas están sufriendo de lo lindo —dijo Reeze.—Hay mucha gente que lleva décadas intentando deshacerse de estas barriadas.—¿Grievous del lado de un grupo de presión por la renovación urbana?—¿Por qué no? —Jadak nunca había visto las vías aéreas tan vacías; aunque entre vehículos de

emergencias y cruceros policiales también circulaban ARC-170 pilotados por clones que buscabanintrusos hasta que el planeta dejara de regirse por la ley marcial. En el tiempo que tardaron en traerel YT varios cazas mostraron su interés por el carguero.

—Ahora mismo nos tienen a tiro cerca de veinte artilleros —Reeze avisó a su compañero.—Abramos las comunicaciones.—YT mil trescientos —dijo una voz procedente del espacio comunicativo—, identifiqúese e

indique su destino.—Aquí el Emisario Estelar saliendo de Ralltiir —contestó Jadak a través del micrófono—.

Destino: Anexos del Senado.—El Senado se encuentra en un espacio aéreo restringido. Si tiene autorización, comuníquelo

ahora o dé la vuelta. El incumplimiento de esta orden será castigado con la fuerza.Jadak le hizo una señal a Reeze:—Adelante.Reeze giró sobre su silla e introdujo un código en el tablero de comunicaciones.—Transmitiendo autorización.—Emisario Estelar —dijo la misma voz de antes—, acceso permitido a las instalaciones del

Senado.

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CAPÍTULO TRES

Para esquivar las líneas del tráfico, el Emisario Estelar se ladeó casi completamente al acercarse aldistrito gubernamental; un distrito delineado por la expansión descontrolada de la ciudad a sualrededor y un cañón de varios kilómetros de profundidad que lo rodeaba haciendo de foso. Algunasde las torres más características de Coruscant bordeaban la zona y se elevaban como agujas dearenisca erosionadas durante millones de años por el viento y la lluvia. Varios cañones aún másprofundos rebosaban el tan aclamado círculo; y fue precisamente por detrás de uno de esos cañonespor donde apareció el YT para encontrarse justo de frente con los Anexos del Senado, esa especie dechampiñón achaparrado que albergaba la Rotonda del Senado.

Justo delante del Emisario Estelar, y girando lentamente hacia una de las bahías de amarre delpiso superior de los anexos, se cruzó un bus deslizador del Senado con el morro chato y adornado entonos violeta. El YT prosiguió su camino ascendente hasta alcanzar la base de anexo, donde seenderezó para buscar un muelle en el piso inferior de la cúpula.

Jadak pisó los propulsores y repulsores del freno pero, a pesar de todo su esfuerzo, la nave seestacionó bruscamente.

—Tenemos que arreglar la nave —dijo.—Yo me encargo. —Reeze apagó el motor y los dos hombres se desataron de sus respectivos

asientos.Accedieron al estrecho pasillo que unía la cabina con el núcleo circular del carguero y Jadak

accionó el botón que hacía ajar la rampa de estribor. La nave emitio un sonido estridente y continuomientras los dos pilotos descendían por la rampa; Jadak llevaba un maletín de aleación en la mano.Los ventiladores de la nave chirriaban exhaustos al remover el aire rancio.

La iluminación en el muelle era muy tenue y no había nadie por los alrededores, ni siquiera lostípicos androides que se pasaban el tiempo transportando cargas en los pisos superiores. Dos seresvestidos con togas senatoriales muy coloridas se apresuraban a saludarlos. Des’sein era unhumanoide; Largetto, todo lo contrario. Ambos representaban dos mundos asediados muy distantesdel Núcleo.

A un lado, se encontraba un Jedi Kadas’sa Nikto que, entre la capa, larga y marrón, y las botasaltas parecía medir aun más de sus habituales dos metros. Tenía las manos en forma de garracruzadas por delante y una espada láser colgada del cinturón. Saludó solemnemente a Jadak. Su carapresentaba un color verde grisáceo que recordaba al cuero curtido y a sus pies había una especie decaja de herramientas.

Des’sein fue el primero en acercarse a Jadak.—¿Lo tiene? —preguntó apresurado mientras Largetto miraba a todos lados nervioso.Jadak levantó el maletín y se lo ofreció a su interlocutor.—Está todo ahí dentro; todo lo que me pidieron.Dessein aceptó el maletín y lo colocó sobre una pequeña mesa. Sus dedos huesudos temblaban

mientras abría la cerradura. Largetto se inclinó sobre él y se le adelantó. Al levantar la tapa, lossenadores activaron un aparato dentro del maletín y escucharon atentamente. Las luces intermitentes

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se reflejaban en los ojos negros de Largetto.Dessein cerró el maletín e inspiró varias veces.—Esto será de gran valor para nuestra causa, capitán Jadak.Largetto mostró su acuerdo.Sinceramente, capitán, temíamos que no lograran aterrizar.—Se lo deben al código que nos facilitaron.No sea tan humilde; un código no puede pilotar una nave.Jadak inclinó su cabeza en señal de agradecimiento. Un tercer senador salió precipitadamente

hacia la zona del aparcamiento por una puerta trasera. Un humano con un babero de barba blanca y unmoño de pelo oscuro llamado Fang Zar intentaba hablar casi sin aliento.

—El Canciller ha regresado ileso. —Miró al Jedi y continuó—: Sus compañeros también hansobrevivido, maestro Shé.

Los pequeños cuernos que rodeaban los ojos del Jedi se retorcieron, pero no dijo nada.—El canciller Palpatine y su partido llegaron justo antes que el capitán Jadak.—El bus deslizador —dijo Reeze por detrás de Jadak.—Se ha revocado ya la ley marcial —prosiguió Zar—, y el conde Dooku ha fallecido.Largetto, con la emoción, agarró sin dudarlo el brazo de Dessein.—Entonces, a lo mejor no tenemos que hacer nada con la información que tanto trabajo les ha

costado al capitán Jadak y al capitán Reeze traernos hasta aquí.—Que la Fuerza nos acompañe —concluyó Fang Zar.—Sí, pero debemos continuar hasta que estemos seguros de las intenciones del Canciller. —

Des’sein miró a Jadak—. Tenemos otra misión para ustedes.Jadak y Reeze intercambiaron miradas.—Somos todo oídos —dijo Reeze.Dessein bajó el tono de voz y dijo:—Nos gustaría que entregaran el Emisario Estelar a nuestros aliados en Toprawa. Jadak frunció

el ceño. —¿Entregar?—Exacto —dijo Largetto—, la ranger antariana que se hará cargo de ella se llama Folee. La

encontrarán en Ciudad Salik, la capital de las regiones occidentales. Su código para entrar será:«Restauremos el honor de la República en la galaxia». ¿Puede repetirlo, capitán?

Jadak no salía de su asombro. Se recompuso y tragó saliva.—Restauremos el honor de la República en la galaxia. Pero… esa tal Folee, ¿se va a llevar la

nave?Dessein lo miró fijamente.—¿Algún problema?—Es que, bueno, ya le habíamos cogido mucho cariño, ¿sabe? —_dijo Reeze—. ¿No podríamos,

por ejemplo, comprarles el Emisario y encontrar otra nave para enviar a Toprawa?—_Imposible —dijo Fang Zar—, el Emisario Estelares crucial para esta misión.Jadak apretó los labios intentando contenerse.—¿El hecho de que tengamos que entregar la nave significa… que también nos van a retirar a

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nosotros?—En absoluto, capitán —se apresuró a aclarar Des’sein—, a no ser que sea eso lo que quieren.—No —contestó Jadak—, pero hasta Toprawa hay una buena tirada por la vía Hydiana. ¿Cómo

se supone que vamos a volver al Núcleo?—Les proporcionaremos los fondos necesarios para el transporte. Y lo que es más importante,

habrá una nave mucho mejor equipada esperándoles a su regreso.—Incluso puede que más rápida —puntualizó Largetto.—Lo dudo —murmuró Reeze.Jadak se tragó el nudo que se le había formado en la garganta y añadió:—Espero que la misión sea digna de esa nave.—Por supuesto que lo es, capitán —aclaró Fane Zar— se lo aseguro.Jadak exhaló el aire que tenía retenido y asintió resignado Des sein lo examinó un instante.—¿Debo interpretar ese gesto como que está usted dispuesto a llevar a cabo esta misión? Jadak

miró a Reeze.—Sí, nos gustaría ser nosotros mismos quienes la lleváramos a cabo.Des’sein se volvió al maestro Shé; éste levantó la caja de herramientas y se dirigió a la rampa de

acceso del YT arrastrando la capa marrón por el suelo de permacemento.—El maestro Shé tendrá que hacer algunos ajustes en la nave —explicó Fang Zar—, pero no

afectarán en absoluto a su vuelo.Jadak vio cómo el Jedi desaparecería dentro de la nave y luego se dio la vuelta hacia Des’sein.—¿Con qué frase se identificará Folee?Dessein se mostró confuso y añadió:—No, se equivoca, capitán. Ella les está esperando. La frase que les hemos dado en una ayuda

mnemotécnica que la ayudará a llevar a cabo la parte de la misión que le corresponde.—Mnemotécnica —dijo Jadak.—Un atajo para la memoria —contestó Largetto—, Folee lo entenderá. Y el Emisario se

encargará del resto.Jadak no solía hacer preguntas cuando le encomendaban una misión nueva, pero esta vez la

curiosidad era más fuerte que él.—¿Están programando el Emisario?—Piense en la nave como si fuera una llave —explicó Fang Zar—; la llave que abre la puerta

hacia un tesoro. Jadak aguardó.—Un tesoro tan grande que ayudaría a restaurar el honor de la República en la galaxia —terminó

diciendo Dessein.

El director del Servicio de Inteligencia del Senado, Armand Isard estaba examinando la multitud quedaba la bienvenida al Canciller Supremo Palpatine cuando le sonó el intercomuni-cador.

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El bus deslizador acababa de amarrar y el canciller y demás miembros de su partido, todosnombrados a dedo, descendían ahora por la alfombra roja entre la columnata en dirección a losturboascensores del atrio. Al pasar, Armand se percató de que el Jedi Skywalker se había quedadoatrás para hablar en privado con la senadora Anúdala.

Armand Isard era un hombre robusto y fuerte capaz de pasar inadvertido entre la multitud a pesarde su altura. Vestía un uniforme gris sin ningún tipo de adornos. Su pelo negro combinaba con elbrillo de sus botas, altas hasta la rodilla. Se alejó de la alfombra roja y se adentró en la relativasoledad del bosque de columnas ornamentadas; una vez allí presionó el botón de recepción delintercomunicador y echó un vistazo al aparato, cuya pantalla mostraba un primer plano del ayudantede dirección…

—Sólo quería advertirte de una pequeña confabulación que se está llevando a cabo en el piso deabajo —le comunicó su ayudante.

Los negros ojos de Armand seguían los movimientos del comité de bienvenida.—Dime.—Los senadores Des’sein, Largetto y Zar acaban de recibir un maletín de manos de los pilotos

de un carguero YT bastante viejo.Los tres senadores eran miembros distinguidos de la Delegación de los 2000, un grupo partidario

del régimen que se opone a las fuertes medidas tomadas por el Canciller Palpatine desde que empezóla guerra.

—El Jedi J’oopi Shé también está presente.—¿División técnica?—Exacto.Armand Isard reemprendió la marcha sin dejar de hablar.—Resulta interesante que mantengan una reunión privada mientras varios de sus colegas se

encuentran aquí arriba. —¿Quiénes?—Danu, Malé-Dee, Eekway… los de siempre, vamos. ¿Puedes escuchar lo que dicen?—No, han tomado medidas. Pero sí pudimos colar una cámara oculta en el sistema de ventilación

del aparcamiento, así que las imágenes serán bastante buenas.—El maletín…—Demasiado pronto para saber qué contiene; el equipo está trabajando en ello.—¿Se sabe algo de los mensajeros?—De ellos aún no. En cuanto al carguero, está registrado en Ralltiir y como propietario figura

una empresa llamada Grupo República.—Interesante.—Eso pensé yo también. Los pilotos emitieron un código de acceso válido a la torre de control

del Senado. Armand se detuvo el borde del atrio, donde el canciller y los demás esperaban elturboascensor. La zona estaba atestada de senadores que acababan de salir de su refugio y queríanfelicitar a Palpatine. Armand se sorprendió ante la clara falta de segundad. En los alrededores delanexo se había librado una batalla feroz durante la cual Palpatine había estado retenido; cabía laposibilidad de que los separatistas hubieran infiltrado droides asesinos o incluso alguno de carne y

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hueso. Y sin embargo, aquí estaba Palpatine, actuando como si sólo hubiera ido a dar un paseo, conun único par de guardaespaldas como toda protección. En realidad, era muy típico de él, no leimportaba la presión que eso provocaba en el Servicio de Inteligencia.

De igual modo, era típico de él también permitir el acceso únicamente a los senadorespartidarios al régimen, a sabiendas de su antipatía hacia los cambios bruscos que él mismo habíaimpuesto, hacia las libertades que había erradicado. Al menos, Palpatine había aceptado la propuestade Armand de retener a la prensa durante un rato en el muelle.

Armand no podía quitarse de la cabeza la reunión clandestina. Los senadores eran inofensivos,pero no le gustaba la idea de que hubiera un Jedi entre ellos. Últimamente, los miembros de la Ordenya habían fisgoneado más de lo que debían: habían escuchado a escondidas las reuniones de lossenadores, habían investigado viejos túneles que discurrían por debajo de Los Talleres y lossubsótanos del República 500. Había que pararles los pies.

—Envía un pelotón de agentes para que dispersen la reunión —ordenó—, y que retengan a lossenadores para ser interrogados.

—¿Y qué hacemos con el maestro Shé?—Invéntate cualquier excusa para la intromisión. No sé, órdenes de seguridad del Senado, una

amenaza de bomba, lo que sea. Shé se mantendrá al margen.—¿Y con los mensajeros?—Detenlos por posesión de un código secreto de seguridad robado, por hacerse pasar por

personal de emergencia y por violar un espacio aéreo restringido. —Armand pensó unos segundos yprosiguió—: Yo mismo me encargaré de interrogarlos.

—Supongo que aguantará —comentó Jadak por el micrófono del que equipo de comunicación queestaba bajo la mandíbula del YT—, pero deberíamos recoger algunos recambios en Kuat antes dedirigirnos a Toprawa.

Reeze estaba de cuclillas en uno de los muelles de acceso al borde de la mandíbula, evaluando elpropulsor del freno desde dentro. Jadak escuchó su respuesta a través de los auriculares.

—Totalmente de acuerdo.Jadak echó otro vistazo a la nave. Se estaba limpiando el carburante que le manchaba las manos

mientras subía por la proa de la nave y casi choca con el maestro Shé, que bajaba apresuradamentepor la rampa de acceso. Al parecer había terminado de instalar lo necesario y portaba la caja deherramientas en una mano. En la otra, el intercomunicador encendido.

—Van a enviar tropas para que arresten a los senadores —soltó sin detenerse—; yo los pondré asalvo. Ustedes enciendan la nave y salgan volando de aquí. —Se paró a unos metros de la rampa y sevolvió hacia ellos para despedirse—: Buena suerte, capitán.

Desde la rampa, Jadak se despidió sin efusividad alguna.—Gracias por el aviso —contestó. Levantó el micrófono del intercomunicador y le dijo a Reeze

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—: Vienen a nosotros. Sal de ahí inmediatamente.Reeze estaba subiendo hacia la nave por una de las escotillas cuando entro Jadak.—¿Clones?—Tropas de choque.Reeze frunció el ceño.—Deberíamos cobrar más.—Lo tendré en cuenta.—Sobre todo ahora que nos vamos a quedar sin nave.—Sabíamos que podía pasar.—¿Y qué? Eso no lo hace más llevadero.—¿Qué te parece si seguimos esta conversación más tarde? —Jadak extendió una mano hacia

Reeze y le ayudó a entrar—. Comprueba que todo está en orden y enciéndela. Voy a ver si logroretrasarlos un poco.

Jadak se dirigió a la estación de ingeniería y sacó una pistola láser pequeña de un compartimentoque estaba bajo la consola. Reeze puso las manos sobre la cadena y rió.

—Lo siento Tobb, pero lo más gracioso que he visto en mucho tiempo. ¿De veras vas a usar esejuguete contra los rifles DC-15?

Jadak lo miró enfadado y dijo:—No tengo intención de enfrentarme a ellos; sólo quiero retrasarles un poco.—Seguro que lo logras —se rió Reeze mientras volvía a la cabina.Jadak bajó corriendo la rampa y se fue hacia la puerta trasera del muelle. Una vez allí disparó los

mandos de la misma y regresó a la nave mientras las chispas y el humo destrozaban los interruptores.Además, el olor a cortocircuito invadía el lugar. La puerta de carga no era más que una escotilla enel muro oeste del muelle; eso sí, más ancha y más alta. Jadak recargó de nuevo la pistola láser yejecutó otros dos disparos sobre el panel de control de la puerta, uno de los cuales le pasó rozandola oreja derecha tras haber rebotado contra el panel. Se apresuraba ya a volver a la nave cuandovarios puños empezaron a golpear el lado exterior de la escotilla. Una voz alterada, aunqueensordecida por la puerta de duracero, resonaba con fuerza.

—¡Seguridad del Senado! Abra la puerta y póngase en el centro del muelle con las manos sobrela cabeza. Ni se le ocurra intentar huir.

Una sonrisa de satisfacción se abría paso en la cara de Jadak cuando un fuerte ruido losorprendió desde arriba. Un haz de luz blanca estaba trazando un arco en el techo. Por suerte, logrócolarse en el interior de la nave y tirarse sobre la silla del piloto tras subir a grandes zancadas larampa de acceso.

—¿Les has dicho que se vayan? —le preguntó Reeze con la mirada puesta en las pantallas deestado.

—Chamusqué los controles de la puerta. Pero ahora están haciendo rápel desde lo alto del techo.Reeze lo miró sorprendido.—¿Por qué tanto empeño en cogernos?—No vamos a quedarnos para averiguarlo.

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Mientras Jadak intentaba ajustarse el cinturón de la silla, algo impactó contra el tejado de lanave. Los motores hacían mucho ruido al calentarse pero, aún así, ambos pilotos oyeron claramentecómo un soplete se abría paso.

Sin perder más tiempo, Jadak habilitó los elevadores de repulsión. El YT ya estaba a unos metrosdel suelo, pero los disparos de una pistola láser seguían quemando el casco.

—¡Cárgatelos! —dijo Reeze.Jadak agarró los mandos y dio media vuelta con el Emisario confiando en que la fuerza centrífuga

tirara a los soldados abajo. Uno de ellos, con una armadura roja, pasó justo por delante de la ventanade la cabina sacudiendo brazos y piernas.

Reeze hizo una mueca de dolor.—Eso no va a contribuir a caerles mejor.Obviando por completo el tráfico entrante, Jadak salió volando del muelle.

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CAPÍTULO CUATRO

—Los tengo —dijo Armand por el micrófono que llevaba en el cuello del uniforme. De pie en elborde del muelle para autobuses, atravesó los macroprismáticos para no perder de vista el YT queintentaba huir. Bajo él, el carguero se sumergía en la enorme grieta en frente al Anexo del Senado.

—El escuadrón ARC del capitán Archer tomará el relevo en la persecución —le comunicó suayudante a través del intercomunicador.

—¿Qué hay de Fang Zar y los demás?—Cuando llegaron las tropas ya se habían esfumado. Alguien ha tenido que darles el chivatazo

de que íbamos.Armand bajó los macroprismáticos y echó a correr por la alfombra roja hasta el atrio.—Los encontraremos a su debido tiempo. Ahora mismo, nuestra prioridad es ese carguero.—¿Vivos o muertos?—Que lo decida Archer. Pero ten un equipo de agentes listos para recuperar los cuerpos de entre

los restos si fuera necesario.Los disparos seguían afectando a la popa del YT y éste no pudo evitar caer en picado desde la

planta superior. Casi choca con un bus deslizador que se acercaba, majestuoso, a uno de los muellesdel piso superior. Dos deslizadores se acercaban desde el este de la cúpula silbandoestrepitosamente y con las armas frontales preparadas para atacar. Jadak empujó el volante hacia elfrente y el Emisario se abalanzó hacia uno de los cañones que rodeaban el círculo del Senado.Inclinó la nave para esquivar el tráfico y completó un giro para abrirse paso hacia el ciclo. Losdeslizadores no tardaron en convertirse en un mal sueño, pero el Emisario aún no había ascendido alos niveles más altos del República 500 cuando el tablero de alarmas empezó a sonar.

—Alas-V y ARC-170 —alertó Reeze—, veo cinco… seis, siete. Se acercan a nuestras cuatro y anuestras nueve.

Jadak presionó el acelerador y atrajo el volante hacia su pecho, creando el caos en varias líneasaéreas del nivel medio mientras el YT ascendía verticalmente varios metros, superando incluso supropio estruendo sónico. El panel de las alarmas no dejaba de sonar.

—¡Más ARC!Jadak echó una ojeada a la pantalla principal del tablero de mandos. Los estabilizadores S,

liberando calor, se colocaron en posición de ataque. Las naves que los perseguían volaban a todo gasy sus armas láser y misiles protónicos parecían cobrar vida.

—¿Los has desbloqueado?—Casi —contestó Reeze, girando la ruedecilla del equipo transmisor mientras escuchaba por los

auriculares—. Las naves no se ajustan a los patrones habituales. Y la mayoría del tráfico entrante seha desviado hacia los sectores 13 a 20.

Jadak hizo un cambio de sentido y se escabulló hacia el este exigiendo el máximo al motor de lanave. Las pantallas le dejaban ver que no había logrado despistar a los pilotos clon. El caza máspróximo de los comandos de reconocimiento avanzado le envió una ráfaga de disparos que cruzaronla proa del Emisario.

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—Parece que se lo han tomado en serio.—Ya te dije que te habías pasado con ellos en el muelle.—Coloca los deflectores frontales y no les quites el ojo de encima.Delante de ellos volaban las naves de vanguardia, formando una fila de kilometros de longitud

con buques deseosos de, por fin, llegar a su destino. Escoltados por vehículos de la policía y poralas-V, las naves se iban colocando a medida que reducían la veloadad. Jadak colocó el Emisariojusto en el medio Circulaba en dirección contraria y se abría paso entre a multitud; Jadak se acercabatanto a algunas de las naves que podía ver la expresión de sorpresa de los humanos, humanoides yalienígenas por el cristal. Y obviamente, esos pilotos no confiaban en la habilidad de Jadak como sílo hacía él mismo Como si de un banco de peces se tratara, desconcertado por la aparición repentinade un depredador, las naves empezaron a desviarse de su camino original procurando no chocar connadie. Sin embargo, se produjo algún que otro choque así como varias colisiones en cadena. LosARC-170 intentaban, sin éxito, alcanzar al Emisario, por lo que no les quedó más remedio queseguirlos a distancia. Además, por miedo a afectar a naves inocentes tuvieron que mantener un alto alfuego.

La temeridad de Jadak provocó que la multitud se dispersara antes de que hubieran alcanzado loslímites superiores de la atmósfera y los ARC aprovecharon para recortar distancias.

—¡Redistribuye la potencia de los escudos traseros! —gritó Jadak mientras el Emisario seseparaba del campo gravitatorio de Coruscant.

El espacio local estaba lleno de escombros, de las cenizas de buques de guerra republicanos yseparatistas, de piezas ennegrecidas de cazas aniquilados, de espejos orbitales hechos añicos. Nohabía señales de los buques de la Federación de Comercio y del Gremio de Comerciantes que habíansobrevivido a la batalla, pero sí de los cruceros de la flota del Círculo Abierto y la Local, quetodavía estaban desplegadas a la defensiva por si a los separatistas se les ocurría intentar entrar denuevo en Coruscant.

Reeze hablaba consigo mismo mientras escuchaba las noticias sobre lo ocurrido: «Ya se ha dadoaviso a todas las naves en primera línea; somos un posible objetivo».

Jadak puso la potencia al máximo hacia casa, pero en vez de intentar distanciarse de los enormesbuques KDY con cabeza de flecha, se acercó cuanto pudo con el YT hacia los cruceros de laRepública que guardaban formación cerrada. Rozaba casco con casco, iba como un rayo de hueco enhueco usaba las naves para esconderse con la intención de alejarse de Coruscant cuanto antes y asísaltar a velocidad luz. Pero los ARC-170 no habían dado por concluida la persecución y ya no lesimportaba perjudicar a inocentes. Los escudos deflectores de sus naves desviaban los disparos láserque chocaban contra ellos.

El Emisario se tambaleó al primer impacto. Jadak ladeó la nave hacia estribor como siquieramostrarles a sus perseguidores la panza de la misma.

—Tenemos que proteger el propulsor de babor…Un ruido ensordecedor hizo callar todos los demás, y una maraña de energía azul retozaba sobre

el tablero de mandos. Las luces de cabina y los indicadores parpadeaban; después volvieron a lanormalidad. Jadak golpeó el techo con la mano para motivar a los pocos sistemas que se resistían a

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seguir funcionando.—Arrancan el Integridad. Creo que quieren cogernos con un rayo tractor.—Eres tú el que está al timón.Jadak giró sobre su silla y se colocó frente al ordenador de navegación Rubicon, en el que

solicitó cierta información.—Podemos despistar a los alas-V —dijo Reeze—, pero los ARC (Comando de Reconocimiento

avanzado) tienen hiperimpulsores de clase 1.5; nos seguirían hasta el infierno y más allá.—Entonces nada de ir a Toprawa. Han de perdernos el rastro.—¿Y adonde, entonces?Jadak giró la cabeza para mirar a su compañero.—Nar Shaddaa es la mejor opción.Un disparo del Integridad desconcertó al Emisario.—En plena tormenta, cualquier puerto es bueno.Jadak esperó a que el Rubicon diera el visto bueno y el hiperimpulsor estuviera a punto. Las

estrellas aún no habían salido del todo cuando otro poderoso estruendo hizo retumbar la nave entera.No es que el carguero se impulsara hacia el hiperespacio, sino que más bien lo empujaron a él.

Pasaron casi todo el viaje hiperespacial haciéndose hueco entre las entrañas de la nave paraevaluar los daños y reparar lo que podían. Las armas que habían alcanzado la popa cuando saltaronhabían dañado el motor sublumínico. Tras estudiar lo que tenían entre manos decidieron que debíanponer la nave en órbita alrededor de Nar Shaddaa y confiar en los repulsores de frenado einclinación.

Regresaron a la cabina para finalizar el viaje por las tinieblas del hiperespacio; ambosguardaban silencio. Reeze fue quien rompió el hielo.

—¿Que crees que instaló el Jedi?Jadak giró sobre la silla y ojeó todo el instrumental a la vista.—Ni idea.—¿No te entraron ganas de preguntárselo?—¿Por qué habría de hacerlo?Reeze tardó unos segundos en contestar.—No sé, bueno, podríamos seguir tal y como estamos; reparar la nave en Nar Shaddaa y

proseguir hacia el Borde Exterior.—Podríamos, pero no vamos a hacerlo. Reeze resopló.—Para ti la misión siempre es lo primero. Aunque eso implique tener que entregar la nave.—Los senadores están cumpliendo con su parte del trato; nosotros cumpliremos con la nuestra.

Con un poco de suerte, al final todo saldrá bien.—Pero, al fin y al cabo, se acabó ya, ¿no? El Conde Dooku ha muerto; ya oíste lo que dijeron. Lo

más seguro es que ni nos necesiten a partir de ahora.Jadak reflexionó sobre las palabras de su compañero.—Vale, te prometo una cosa. Si cuando lleguemos a Toprawa vemos que es el final, tendré muy

en consideración tu propuesta.

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Reeze se incorporó en la silla.—Entonces sí estás enfadado con ellos por tener que darles la nave, ¿no?Jadak miró a su compañero y matizó:—Dejémoslo en decepcionado.Reeze esbozó una gran sonrisa.—Decepcionado me vale.—Te acabo de alegrar el día, ¿eh?—Pues sí. Han sido muchos años, Tobb.—Cierto, pero tampoco te hagas muchas ilusiones, ¿vale?—Imposible si tú estás cerca.Jadak sonrió sin llegar a mostrar los dientes.—Entonces, dirección Nar Shaddaa, el territorio que solías pisar, ¿no?—¡Querrás decir en el que me pisoteaban!El ordenador de navegación Rubicon emitió un sonido y Jadak se giró sobre su silla.—Iniciando reversión.Un silencio incómodo se apoderó de la cabina mientras la nave emergía en el espacio real. Las

estrellas iban tomando forma poco a poco y el Emisario iba dando sacudidas mientras circulaba agran velocidad.

—No ha sido para tanto —rompió el hielo Jadak—, y la nave murió de pronto.Reeze iba tocando interruptores a oscuras.—No hay energía: ni luz ni comunicaciones. Los mecanismos de emergencia tampoco responden.Jadak veía cómo Nar Shaddaa se agrandaba ante sus ojos.—Seguramente la explosión de antes se haya cargado sistema eléctrico.—¿Se te ocurre algún modo de exprimir la velocidad manualmente?—Si tuviéramos tiempo, sí. Lo más lógico es que vayamos a donde Nar Shaddaa nos indique.Reeze, de nuevo probando todos los interruptores, maldecía entre dientes.—¿Hay alguna posibilidad de entrar en órbita?—No sabría qué decirte. —Jadak se desató el cinturón de seguridad, se puso de pie y se inclinó

sobre el ventanal.—A esta velocidad y con esta dirección… a lo mejor la órbita sí nos devuelve al espacio. Pero

lo que más me preocupa es el tráfico que sube del pozo.—Y haces bien —dijo Reeze, que observaba el panorama con unos macroprismáticos—; veo una

nave.Guardó silencio un instante y prosiguió:—Oh, no…Jadak echó un vistazo a la nave que se acercaba.—¿Que es eso?Reeze bajó los prismáticos.—Un carguero pesado corelliano, y de los grandes. En él caben un cargamento de hutts y una

manada de banthas.

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Jadak le quitó los prismáticos de la mano y se los puso ante los ojos. Era un rectánguloredondeado con un tren de aterrizaje enorme en forma de «V», y lo impulsaban tres motorescilindricos.

—Van directos hacia nuestra trayectoria. Están acelerando para hacer el salto. Sus sensores lesadvertirán.

—¿Advertirán? —Reeze no podía creer lo que estaba escuchando—. Esto es Nar Shaddaa. Elmás grande gana. Somos como una mota de polvo en el ojo. No nos va a ceder el paso.

Jadak veía cómo aquella nave gigantesca se hacía más grande que el propio planeta.—Tú verás, Tobb —le dijo Reeze tras un largo silencio.Jadak inclinó la palanca del todo y suspiró.—De acuerdo, salgamos de aquí.Los dos compañeros salieron corriendo a popa hacia una de las cápsulas de escape, que se

soltaría de la superficie ventral del carguero, justo por debajo del hiperimpulsor y los motoressublumínicos. Reeze llegó primero y quitó la tapa que sellaba el interruptor manual. Jadak seescurrió por la escotilla y la cerró tras él. Reeze acababa de accionar la palanca cuando, de repente,el Emisario arrancó y una luz roja inundó el interior de la cápsula.

—¡Ha vuelto la luz!Jadak abrió los ojos como platos.—¿Ahora espabilas? ¿Justo ahora?El motor sublumínico emitió un fuerte silbido y el YT se inclinó bruscamente, como para evitar

una colisión. Como consecuencia, Jadak y Reeze se dieron un buen golpe contra la pared interna dela cápsula.

Un instante más tarde estaban dando vueltas por el espacio.

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CAPÍTULO CINCONAR SHADDAA

18 AÑOS ANTES DE LA BATALLA DE YAVIN

Viss y Heet entraron en la sala de espera y se dirigieron direc tamente a donde estaba Bammy.—De acuerdo, mecánico. Te recibirá ahora.Bammy Decree conocía a Viss desde la escuela, antes de que a Viss lo expulsaran y empezara a

trabajar como guardaespaldas para Rej Taunt. Bammy también conocía a Heet. Tras su breve pasopor la escuela técnica, Bammy había trabajado en alguna ocasión con las barcazas y deslizadores deéste.

Bammy se levantó y fue hacia la puerta por la que habían entrado los dos guardaespaldas, peroViss le interrumpió el paso y Heet le tendió un albornoz.

—Le están dando un masaje en la sauna —le explicó Viss mientras él miraba absorto el albornoz.Con un movimiento de barbilla le indicó una sala al lado de donde estaban—. Puedes cambiarte ahí.

Bammy era mucho más bajo que Viss y Heet y unos cincuenta kilos más delgado. Y como casitodos los que solían visitar a Rej Taunt eran de una complexión más similar a la de los dosguardaespaldas, a Bammy le sobraba albornoz por to dos lados y lo arrastraba por el suelo. Se loajusto todo lo que Pudo mientras dos klatooinianos que estaban sentados en la sala de esperaintentaban no reírse en su cara. Viss señaló la ropa harapienta de Bammy y dijo:

—Déjalo todo en el vestuario y sigúenos.Al otro lado de la puerta, la villa de Rej Taunt era de peor gusto que la sala de espera, atiborrada

de las típicas baratijas que tanto abundaban en las tiendas de Nar Shaddaa. Sin embargo, ya pesar deser sólo diez, años mayor que Bammy, Rej Taunt era una gran promesa del crimen con un gustoexquisito por las cosas buenas. Bammy no dudaba que algún día, Rej Taunt viviría con lamagnificencia de un hutt.

Bammy siguió a su antiguo compañero de clase por varias estancias tan grandes como vacías, porun patio adornado con follaje importado de Ithor y columnas de Coruscant y por varias secciones deescaleras de piedra que dieron acceso a una sala de juegos llena de ruedas antiguas, de mesas desabacc y de varias jaulas de las que se usaban para bailar. Unos seis humanos y alienígenas seafanaban en limpiar el local. Bammy no había visto un droide desde que se mostró ante el escáner dela puerta principal hacía ya dos horas.

Viss golpeó con la mano la jamba de una vieja puerta de madera y alguien abrió desde el otrolado. Del interior salían nubes de vapor. La ola de calor golpeó a Bammy como si una tonelada debloques de permacemento le hubiera dado en la cabeza. El vapor era tan denso que no era capaz nide ver su propia nariz y en menos de un segundo el sudor se le metía en los ojos y le resbalaba por labarbilla. Agitaba la mano junto a la cara como si quisiera apartar el vapor que le estorbaba cuandouna voz grave retumbó en algún lugar del habitáculo.

—Por aquí, mecánico.Bammy siguió el sonido de la voz hacia donde se encontraba Rej Taunt tumbado de lado sobre

una mesa, mostrando un torso desnudo del que caían pliegues de grasa yunos brazos gruesos a los que

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tres hembras humanas muy atractivas estaban dando un buen masaje. Rej Taunt era askajiano y elprimogénito de una familia tomuona de mercaderes de ropa. Había llegado a Nar Shaddaa de niño yya nunca se marchó.

Rej Taunt le señaló la mesa contigua.—¿Quieres un masaje?Bammy iba a rechazar la oferta, pero el gran jefe del crimen se le adelantó.—Claro que quieres. Quítate el albornoz y pon tu esquelético cuerpo sobre la mesa. Ya les he

dicho a mis chicas que no se rían de ti.Bammy ejecutó las órdenes recién recibidas; sólo tenía veinte años estándar y estaba en una

forma física deplorable, pero estaba seguro de que el trío de masajistas ya habría visto cosas peoresen sus años de profesión. Al menos, él no tenía ninguna cicatriz de herida por láser ni tatuajeselaborados como los que solían presentar la mayoría de los trabajadores de Taunt. Se despojó delalbornoz y dejó al descubierto un vientre completamente plano. La verdad es que las manos hábilesde las masajistas estaban haciendo un gran trabajo sobre sus tensos hombros.

—La única razón por la que acepté recibirte —empezó diciendo Taunt— fue que Viss y Heet melo aconsejaron. Dicen que eres bueno.

—Fuimos juntos a la escuela —dijo Bammy—; bueno, durante un tiempo.Rej Taunt se colocó, no sin esfuerzo, sobre su enorme estómago.—Mencionaron algo de una nave. —Corren rumores de que busca una.—Debe de ser la primera vez que un rumor es cierto. ¿Qué tienes para mí?—Un antiguo YT-1300.Rej Taunt giró la cabeza para mirar directamente a los ojos de Bammy.—¿Y por qué iba a querer yo un carguero?—No se trata de un carguero cualquiera. Este en concreto tiene pedigrí.—¿Qué año?—Veinticinco.—¿Antes de la sincro?Bammy asintió.—Todo un clásico.Rej Taunt realizó varios cálculos mentales.—Vale, y aquí mi pregunta: ¿por qué iba a querer un carguero de cuarenta años estándar?—Porque busca algo de gama baja pero potente, de mantenimiento fácil y consumo eficiente.—Digamos que es cierto, ¿cuándo podría verlo?—Pues… primero tendría que hacerle algunos ajustes. —El silencio de Taunt le indicó que podía

continuar hablando—. Hace un mes más o menos se vio implicado en una colisión.Taunt entrecerró los ojos.—No intentarás venderme el YT que se estrelló contra el Valle Jendiriano III, ¿verdad?Bammy tragó saliva a oídos de todos los presentes.—Así es.Taunt suspiró con fuerza creando un remolino de vapor a su alrededor.

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—Escuché algo de que los pilotos aparecieron incrustados en el casco del Valle.—Yo escuché lo mismo. Al parecer salieron despedidos en una cápsula y el YT empezó a girar

justo en el último momento, por lo que la cápsula quedó completamente aplastada.—¡Ay!—Seguramente sea la versión de los pilotos. —¿Y cómo quedó el YT?—Los daños son importantes pero lo increíble de ese tipo de naves es que están diseñadas para

desmontarse en pedazos. Lo mejor de todo es que hasta ahora ningún chatarrero se ha interesado porella; de momento está allí amontonada con todas las otras naves que, por una razón u otra, nolograron bajar a tierra.

—Puede que sea lo mejor para la nave, y para Nar Shaddaa. Nuestro pequeño campo deasteroides.

—Habría que reconstruirla desde la parte media hasta la proa —continuó explicando Bammy—,pero el núcleo central está en perfectas condiciones. También podemos reparar el motor sublumínicoy el hiperimpulsor sería fácilmente mejorable.

Taunt seguía madurando la idea.—¿Un carguero? No sé… ¿Se podría reconvertir en una nave de pasajeros?—¿La pilotaría usted?Taunt se rió con ganas.—¿Acaso te parezco un piloto?—Simplemente estaba pensando en el tema de los asientos y demás.Taunt se incorporó sobre un codo.—Quiero disponer de un sofá y de una cama a mi medida; y lo mismo para mis posibles

compañeros de viaje. También quiero una zona para transportar cargas, varios camarotes cómodos yalgún compartimento secreto en el que pueda guardar lo que se me antoje para que no lo encuentrenlos entrometidos oficiales de aduanas. No me importa su aspecto… puede parecer estropeada. Esmás, cuanto más destartalada parezca, mejor. Pero por dentro tiene que estar impecable.

Bammy asentía y sonreía al mismo tiempo.—Eso es lo mejor: que podemos reconstruirla como más le plazca. Por ejemplo, si quiere

instalarle armas…Taunt lo interrumpió bruscamente con la mano.—No quiero ninguna arma que pueda llamar la atención de los piratas. Puede que un par de

repetidores de emergencia ocultos en proa. Pero en caso de que haya problemas, yo me encargarépersonalmente del material necesario —se detuvo a pensar un instante—. ¿Sería posible modificar elnúmero de serie, la firma y el registro?

—Sí, claro. Usted podrá escoger el nombre. Si quiere puedo instalarle un transpondedor queconfunda a quien usted quiera.

—¿Incluso a esas naves imperiales nuevas?—Por supuesto. De momento, seguimos un paso por delante de los técnicos imperiales.—¿Cuánto me va a costar todo esto?—No podría decirle una cifra final. Primero hay que bajarla de ahí; después están las piezas… Si

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contamos con que el generador de energía y los motores sublumínicos se pueden reparar, lo más carosería el hiperimpulsor, en caso de que lo necesite.

Taunt cambió de posición.—Cuando puedas ofrecerme un presupuesto cerrado, avísame.

Un droide seguía a Bammy mientras éste evaluaba el YT-1300 492727ZED, que en algún momentode los últimos cuarenta años había recibido el nombre de Emisario Estelar. Las botas que llevabapuestas chapoteaban sobre los charcos de combustible que había en el suelo y él tenía que gritar apleno pulmón para que hacerse oír entre servosoldadores, sopletes, llaves hidráulicas, ruedas deamolar y las máquinas de lavado a presión. Cuanto más inspeccionaba la nave, más se angustiaba. Loque se suponía que iba a ser su primer gran trabajo estaba a punto de convertirse en una grancatástrofe. ¿Cómo iba a lograr ajustarse al presupuesto que le había dado a Rej Taunt? ¿Por dóndeera mejor empezar?

En el pequeño taller del Sector Duros, lo que quedaba de la nave corelliana estaba colgando deuna especie de cuna en el centro del muelle. Bammy esperaba poder permitirse, algún día, unelevador a propulsión, pero de momento tendría que conformarse con las grúas y los pórticos parasujetar las naves en proceso de reparación. Había contratado un equipo de operarios para queretirasen las dos mandíbulas de la nave, la cabina y todo aquello que estuviera suelto o destrozado.Al final, sólo quedaba un platillo abollado. Las siete patas que conformaban el tren de aterrizaje sehabían fusionado con el caparazón en el momento en el que el YT rozó el casco del Valle JendirianoIII antes de incrustarse bajo la cubierta blindada del carguero.

La nave estaba en unas condiciones mucho peores de lo que le habían dicho los del equipo detrabajo extravehicular, que fueron quienes se encargaron de la primera evaluación de daños. Bammyya había llenado varios contenedores de escombros peligrosos y acababa de empezar. Lasmandíbulas de repuesto las conseguiría de un YT-1300p que había colisiona-do contra un asteroidecerca de Nal Hutta. De allí sacaría también una bodega mucho más espaciosa, un generador deescudos deflectores y un par de cápsulas de escape con capacidad para seis seres. El hiperimpulsor,el centro Quadex y el ordenador de navegación, último modelo Rubicon del Emisario Estelar,estaban en perfecto estado; sin embargo, habría que reconstruir de cero los dos motores sublumínicosGiordyne.

Lo peor de todo era que la nave necesitaría también un nuevo cerebro droide.—Jefe, ¿dónde pongo esto?Bammy colocó la mano en la oreja para escuchar mejor y se volvió hacia uno de sus

subordinados.—¡Apaga ese soplete del demonio! —Cuando el ruido hubo cesado se dio media vuelta y se

dirigió al iktotchi que lo había llamado anteriormente—: ¿Qué es?—Un estabilizador de presión de combustible.

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—¿Funciona?El alienígena con cuernos inclinó la cabeza de un lado a otro.—Más o menos.—¿En qué quedamos, más o menos? —Más.Bammy señaló una pila de piezas enumeradas y clasificadas que se encontraban amontonadas

cerca de la popa de nave.—Déjalo por ahí, pero no te olvides de marcarlo.En aquel momento, el taller se parecía bastante más a una prospección arqueológica que a la

restauración de una nave, porque todo el lugar estaba lleno de montoncitos de piezas.Mientras el iktotchi hacía sonar el estabilizador por todo el taller, Bammy oyó la voz de uno de

sus empleados humanos.—El compensador de flujo no va. Y los reguladores de aluvio tampoco.—¿Y no sabes arreglarlos?—Yo no.Bammy hizo un gesto de resignación con los hombros y añadió:—Pues añádelos a la lista.Realmente esperaba que llegara el día en el que pudiera contratar un givin o un verpiniano.La situación iba de mal en peor. Al menos, su equipo de mecánicos había vuelto al trabajo por

completo después de un mes de celebraciones por el fin de la guerra en Nar Shaddaa. No es que sushabitantes tuvieran un cariño especial al ahora emperador Palpatine, pero al menos esperaban queahora que tenía que centrarse en instaurar el poder en el Núcleo, prestara menos atención al BordeExterior y al Medio. De ese modo, los mercados lucrativos de especia y otros bienes proscritosflorecerían de nuevo. Y lo que es más importante, los contrabandistas podrían volver a viajar sinmiedo a que las naves droides separatistas o los cruceros republicanos los interceptaran o atacarancomo antaño.

Bammy no tuvo tiempo de festejar nada. Rej Taunt quería su nave y no le parecía muy prudentedecepcionar a un jefazo del crimen por no hacer la entrega a tiempo o sobrepasar el presupuesto.

Bammy echó otro vistazo a la popa chamuscada del platillo. Las zonas ennegrecidas eran purocarbón como consecuencia del turboláser de una nave de la República. No estaba seguro, pero seapostaría algo a que aquel turboláser había sido responsable indirecto de la gran colisión. Lo másprobable era que la sacudida que provocó el disparo aplastara los escudos y paralizara los sistemasde ayuda. Su teoría se vio confirmada cuando separó el núcleo de la nave del resto; pero tambiéncomprobó que había más daños aparte de los causados por aquella fatídica colisión. No cabía dudade que Bammy no era el primer mecánico que intentaba reconstruir la nave. Llevaba muchos añosjugueteando con naves y deslizadores, pero nunca se había encontrado un vehículo que contara contantas piezas de segunda mano. Daba la impresión de que cada vez que la nave cambiaba de manossus nuevos dueños intentaban parchear el YT, o mejorarlo de algún modo. Lo malo era que un tipocomo Rej Taunt no aceptaría jamás volar con piezas de segunda mano; al menos no con aquellasdetectables a simple vista. Seguramente no habría ningún problema para comprar en Nar Shaddaa laspiezas necesarias para los sistemas de iluminación y comunicación; pero Bammy no quería correr el

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riesgo de que Taunt revisara el sistema de navegación y el de emergencia. Por eso el cerebro droidesuponía un gran problema. Era imposible reparar el anterior y si quería comprar uno nuevo, tendríaque despedirse de cualquier beneficio que esperase ganar con esta operación.

Le había encargado al novato, un joven llamado Shug Ninx, que encontrara a alguien con uncerebro de repuesto y en aquel mismo instante entraba por la puerta del taller un humano conocidocomo Theelin. Bammy se apresuró enseguida a saludarlo.

—Creo que he encontrado un cerebro —dijo Ninx sin esconder su emoción.—¿Dónde? —preguntó Bammy. De repente se paró al reconocer una figura familiar que paseaba

por el muelle. Se volvió de nuevo hacia Ninx y negó con la cabeza—. Eh, chaval, ¿no temas a nadiemás a quien recurrir?

Eñ color azul de la veteada complexión de Ninx se volvió más intenso.—No sabia…Bammy le puso la mano sobre el hombro.—No te preocupes; a lo mejor conseguimos que salga bien.Un koorivar llamado Masel con un cuerno muy pronunciado en la cabeza era muy famoso en la

luna de los contrabandistas por ser un perista, un traficante de armas, un oportunista que habíatrabajado a dos bandas durante la guerra. Un tono de voz sibilante por naturaleza complementaba suretorcida astucia.

—Tu novato de tres al cuarto me ha dicho que necesitas un cerebro.Bammy condujo al koorivar a una mesa desordenada que estaba en una esquina del muelle y le

señaló una silla.—Oye, ¿desde cuándo estás en el mundo de las piezas de navegación? Pensé que sólo te

dedicabas a las armas.Masel se encogió de hombros bajo su capa.—Todo sigue igual. Simplemente que en este momento tengo algo que te puede hacer falta.Bammy apretó los labios.—Pues te escucho.—Tengo contactos entre el equipo que está desmantelando la flota separatista. Puedo conseguirte

un buen cerebro con control de incendios de un tri-caza.Bammy se mofó de la idea de su interlocutor.—Para conseguir que algo así funcionara en un YT necesitaría un hacker experto y muchos más

créditos de los que puedo permitirme.—Lo sé —dijo Masel—, pero tengo a alguien que modificaría la pieza para ti, lo único que

tendrás que hacer sería facilitar los planos de la nave.Bammy se lo pensó.—Ya tengo los planos; directos de la Corporación Corelliana de Ingeniería. ¿Y cuánto tardaría

en recibirlo?—Menos de la mitad de lo que tardarías en conseguir un Hanx-Wargel Superflow de fábrica,

aunque lo compraras al por mayor.—¿Seguro?

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Masel sonrió.—Pues claro. Y si hay algún problema, te devolvere todo el importe.—¿Devolverme el qué? —se rió Bammy—. Si mi cliente tiene algún problema por culpa de ese

cerebro, tendrás que resucitarme.—La resurrección es cosa de otros. Yo solo me dedico a la especulación.Bammy aún tenía dudas.—¿Cuándo podría tenerlo aquí? Si es que al final me decido a confiar en ti.—Una semana después de que hayas entregado los planos y adelantado la mitad del importe.Bammy todavía no las tenía todas consigo cuando regresó al YT. El iktotchi lo estaba esperando

bajo el tablero con un pequeño módulo sobre sus gruesos y grasientos brazos. La cara de Bammypasó de un estado de reflexión al de burla absoluta.

—Acabo de extraerlo del cerebro droide —le comunicó el iktotchi—; es el registro de vuelo delcarguero.

En vez de regresar a su apartamento del sector corelliano de Nar Shaddaa, Bammy se quedó en eltaller, descargando información en el ordenador modelo Hanx-Wargel Superflow IV: la informacióndel registro, de propiedad y de vuelo. Su interés creció a medida que obtenía datos nuevos. Se pasótoda la noche contrastándolos en la HoloRed y a la mañana siguiente había recabado informaciónsuficiente como para redactar una breve biografía sobre la nave, que a lo largo de las décadas habíaido cambiando de nombre.

El YT 492727ZED había llegado al mundo en la línea de producción de la CorporaciónCorelliana, en la instalación orbital de montaje número 7. Los primeros doce años de vida los pasóen una flota de más de ochocientas naves a las órdenes de Industrias Corell. Esta empresatransportaba bienes a los llamados Cinco Hermanos del sistema corelliano y también al enorme yenigmático repulsor de la Estación Centralia.

Según los informes que habían redactado los diferentes pilotos que habían dirigido el YT-1300,la nave se caracterizaba por su velocidad y maniobrabilidad, así como por su excentricidad y suescasa Habilidad. A menudo, los pilotos usaban términos más apropiados para describir lapersonalidad de un ser inteligente que para evaluar la efectividad de una nave. A juzgar por losdiferentes nombres con que la habían bautizado, el YT podía ser obediente o terco, tan fácil demanejar como un juguete o un demonio exigente, un salvador o un rebelde. Donde el Orgullo deCorell tenía «corazón», Volador Voluble tenía «cosas». Miseria de Meetyl era una fuente constantede desesperación. Una entrada tras otra, los informes daban detalles sobre maniobras asombrosas,operaciones de las que se habían salvado por los pelos o averías inesperadas y a menudodesconcertantes. «Llegamos a Tralu en tiempo récord…» eran las palabras de un piloto. Otro decía:«Extraviado a quinientos kliks de Selonia con un cargamento de peces flak que se descongela…»,«Vencida la Llama de Fusión en una carrera alrededor de Drall…», «Imposible despegar desdeCentralia…».

Y así podríamos seguir con la letanía de testimonios y denuncias, con cada momento de avería,de reparaciones y actualizaciones, casi como si todos se hubieran puesto de acuerdo en usar la navecomo el sujeto improvisado de un experimento constante de ingeniería.

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Para satisfacer su curiosidad, Bammy buscó el generador de impulsos que un piloto se habíavisto obligado a instalar, el sitio en el que un copiloto había descargado su frustración por la malatransmisión del transceptor Fabritech con una llave hidráulica. En la nave se visualizaban todavía laszonas en las que había recibido tales ataques, entre otros. Unos cuantos pilotos habían ido más allá yhabían escrito a fuego o rayado epítetos sobre los mamparos o incluso en los espacios de accedo alas zonas de mantenimiento.

La historia de la nave era igualmente excéntrica. Durante gran parte de los doce años que la naveperteneció a Industrias Corell, la empresa creció considerablemente y logró situarse entre las quepresentaban más oportunidades de aversión de todo el sistema corelliano. El tiempo fue pasando y laempresa empezó a decaer, en parte por culpa de la Federación de Comercio y sus ansias de erradicarcualquier tipo de competencia y monopolizar el sector. El Senado republicano no hizo nada porevitarlo. Antes de que el canciller Valorum se hiciera con el cargo, los beneficios de IndrustriasCorell cayeron en picado. Finalmente, se vieron obligados a vender su nota de naves a precios deganga y cayó en bancarrota teniendo que cerrar sus puertas.

El YT 492727ZED era una de las naves que se vendieron, en este caso a un par de empresariosautónomos llamados Kal y Dova Brigger. Los dos hermanos cambiaron el nombre original de la navepor el de Cableado, y durante un breve periodo de tiempo funcionó como había hecho para IndustriasCorell: transportando cualquier tipo de carga entre Corellia y otros mundos. Según los cálculos deBammy, todos los beneficios debían de haberse destinado a las mejoras del hiperimpulsor de lanave, que estaba preparado para que el viaje entre los sistemas corellianos vecinos y el Núcleoresultara mucho más llevadero. Poco a poco también cambiaba el tipo de cargamento que solíantransportar, de bienes de consumo pasaron a las armas ligeras, munición y artículos similares decontrabando.

A juzgar por las entradas de la HoloRed, los tratos ilícitos de los Brigger llamaron la atención dela Confederación de contrabandistas de Cularin y al final la del líder de la organización, Nirama.Este último realizó varios préstamos a los hermanos Brigger para mejorar y actualizar el YT bajo lapromesa de que no harían más negocios con esclavistas. Cuando sólo un año estándar después, loshermanos incumplieron su trato, Nirama puso precio a sus cabezas. La mitad de la suma se la llevóun cazarrecompensas que capturó a Dova; cuando se la entregó a Nirama, él la mandó ejecutar. Suhermano Kal, aún vivo, le cambió el nombre al YT por el de Hijo Rebelde; cambió el registro aFondor y puso pies en polvorosa hacia Thyferra con la esperanza de poder trabajar para laAsociación Comercial de Iaco Stark. Iaco había sido contrabandista y ahora dirigía a un grupo depiratas, cazarrecompensas y asesinos que acechaban la ruta comercial de Rimma. Sin embargo, susaspiraciones por llegar a lo más alto lo llevaron a encontrarse en medio de un conflicto armado conla República por culpa de unos envíos de bacta que habían robado. La situación de Kal empeoró trasempezar a relacionarse con Stark; y al final se lo comieron vivo unos insectos carnívoros quequedaron libres en una mina abandonada de especia en Troiken tras una ofensiva por parte de lasfuerzas de la República.

Quince años, más o menos, después de la crisis de Troiken, el YT había pasado a pertenecer alGrupo República, sobre el cual no había mucha información en la HoloRed aparte de una supuesta

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relación muy extraña con un grupo de empresas de varios mundos importantes, entre los que seincluía Coruscant, Alderaan y Corellia. Una vez más, habían cambiado el registro de la nave; en estecaso decía Ralltiir y ahora la nave recibía el nombre de Emisario Estelar. La grabadora de vuelodetallaba viajes frecuentes a mundos lejanos como Ansion y Yinchorr, y en el ordenador se habíanregistrado también varias mejoras al sistema de comunicaciones del carguero y al hiperimpulsor.

Durante un corto periodo de tiempo, la nave viajó al mando de un maestro Jedi llamado PloKoon. Bammy iba sacando sus propias conclusiones con la información que tenían en sus manos, unaholoimagen mostraba a varios caballeros Jedi, Plo Koon, Qui-Gon Jinn y Adi Gailia, de pie delantede un YT-1300 que podría ser el que pilotara anteriormente Kal Brigger.

El piloto que había dirigido el Emisario Estelar para el Grupo República era un humano y sehacía llamar Tobb Jadak.

Estaba a punto de amanecer cuando Bammy llegó a aquella entrada pero el descubrimiento le dioánimos. Conocía aquel nombre y una búsqueda rápida en la HoloRed confirmó sus vagos recuerdossobre el hecho de que la mitad de los jugadores de Nar Shaddaa habían perdido dinero cuando TobbJadak perdió una carrera de motos swoop en la que las apuestas estaban veinte a uno a que ganaba.Corría el rumor de que los Hutts le habían obligado a dejarse ganar, pero también de que el propioJadak, por medio de varios intermediarios había apostado fuerte a que no ganaría.Independientemente de cuál fuera la verdad de lo ocurrido, la ignominia de Jadak no evitó que elGrupo República lo contratara para pilotar su nave.

La grabadora también indicaba que Jadak y su copiloto habían saltado con el YT desde Coruscantdonde habían sufrido cuantiosos daños durante una batalla que allí se había librado, para acabarestrellándose contra el Valle Jendiriano III una nave enorme que salía de Nar Shaddaa.

Bammy sólo era un niño cuando aquello ocurrió, y él no había perdido dinero apostando porJadak; no obstante, morir en una colisión era un final cruel para un tipo que había llegado a ser ungran piloto, e incluso campeón, de motos swoop. Una vez más, el universo jugaba sucio tanto conganadores como con perdedores.

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CAPÍTULO SEIS

—Regresamos al espacio real —dijo el piloto por el interco-municador mientras Rej Taunt y elgossam echaban unos tragos en la bodega principal—. Estamos entrando en el Cúmulo Tion.

—No hay motivos para preocuparse demasiado —dijo el alienígena de cuello largo cuando sepercató de la expresión preocupada de Taunt.

—No me gustan los bichos, de ningún tipo. Ni siquiera me gustan los neimoidianos; y eso que soncasi humanoides.

—Los colicoides se sentirán recompensados cuando vean el cargamento —puntualizó el gossamcon un tono de voz que demostraba seguridad.

Taunt no dijo nada definitivo.El nombre del gossam era Lu San; llevaba mucho tiempo viviendo en Nar Shaddaa y cuando

estalló la guerra pasó dos años en un campo de internamiento de la Luna contrabandista. No obstante,como varios otros miembros de su especie, empleó aquel contratiempo para establecer contactos enel mundo del crimen, y ya empezaba a cosechar los primeros beneficios de aquella educación.

—Esta nave es una maravilla —añadió Lu San tras un momento de silencio, con la claraintención de agradar a Taunt. Éste asintió, sin dejar de mirar a todos lados.

—Toda una belleza.Durante el viaje de prueba del carguero reformado, el entusiasmo de Bammy Dccree había sido

tan contagioso que Taunt ni se había preocupado de ordenar que revisaran el trabajo. Simplemente selimitó a confiar en la palabra de los pilotos, quienes se habían llevado la nave a Nal Hutta e Ylesiapara realizar varios vuelos de prueba. En ambos casos la conclusión fue la misma: era una maravilla.Y en verdad lo era.

Ahora rebautizado con el nombre de Segunda Oportunidad y registrado en Nar Shaddaa, el YTocultaba un motor sublumínico y un hiperimpulsor modificados y una sala de comunicaciones muchomás sofisticada. Las mandíbulas y la cabina eran totalmente nuevas, el platillo había recuperado suforma original y, aunque lo habían limpiado a conciencia, su aspecto exterior dejaba ver su edadreal. Únicamente le habían aplicado una mano de pintura y duraleación donde había sidoestrictamente necesario. Sin embargo, el interior de la nave albergaba ahora una bodega principalmuy espaciosa, una cocina, un vestuario y una cabina privada para Taunt con una litera a medida paraél y otras más pequeñas para sus invitados.

Para darse cuenta de que esta nave era ahora una mezcla entre un 1300f y un 1300p habría que serun experto. Para un principiante, el trabajo de Bammy Decree era una auténtica maravilla; sobre todoporque sabía que lo último que debía hacer era no cumplir el plazo de entrega o salirse delpresupuesto.

Taunt deseaba tanto probar la nave que había aceptado un trabajo de un Vigo del Sol Negro que,seguramente, en cualquier otra circunstancia hubiera rechazado. Si al menos no hubiera tenido quever con bichos… Pero Taunt llevaba tiempo intentando que su reputación como proveedor de SolNegro fuera más allá, por lo que supuso que esta oportunidad compensaría su repulsa inicial. Y sumiedo.

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Sol Negro empezaba, por fin, a recuperarse de un ataque que había sufrido trece años antes: unasesino había ejecutado a los peces gordos del cártel, entre ellos el extravagante Alexi Garyn.Durante los años de la guerra, varios vigos habían intentado hacerse con la dirección de Sol Negro,pero los planes de hacer equipo con los Hutts para controlar el flujo de la especia curativa botahabía fracasado y Sol Negro cayó en el caos. Recientemente, sin embargo, había indicios de que seestaban reorganizando a ñas órdenes de Dal Perhi y un señor del crimen falleen llamado Xizor.

Fue uno de sus lugartenientes quien se acercó a Taunt para ofrecerle el trabajo y quien lo puso encontacto con un koorivar llamado Masel. Este último le recomendó usar a Lu San como intermediariocon los colicoides. Masel era un agente que pertenecía a esa nueva generación salida de las cenizasde la guerra con el nacimiento del Imperio. Algún día, el ejército de destructores estelares dePalpatine, al mando de oficiales de carne y hueso salidos de las academias imperiales controlaríatodo el espacio. Pero hasta entonces, habría que conformarse con aprovecharse de lo que quedaba dela guerra. Muchos echarían de menos a la Orden Jedi, pero nadie que Taunt conociera. El Imperioestaba mucho mejor armado que el Sol Negro y las demás empresas pero, por lo menos, a losrepresentarles de Palparine se les podía plantar cara turboláser contra turboláser antes que turbolásercontra la Fuerza.

El Segunda Oportunidad no transportaba armas mayores, pero las bocegas iban repletas de algoque Taunt esperaba que fuese más eficaz a la hora de tratar con los bichejos colicoides: cincuentatoneladas métricas de carne de eopie ultracongelada.

Los quitinosos y carnívoros insectoides que habían construido los tri cazas, los destructores y losdroides saboteadores que compraron los conspiradores separatistas en grandes cantidades paraenfrentarse a la República habían levantado el campamento de su Colla IV natal al finalizar la guerray emigrado a otros mundos del Cúmulo Tion, entre otras opciones. La mayoría de sus mortalesinvenciones ya habían sido desactivadas, pero muchos de los droidekas que ellos mismos habíanfabricado petenecían ahora a empresas de seguridad que opeaban en el sector corporativo. Por otrolado, otras innovaciones de su creación habían terminado en el mercado negro; entre ellas, grandescantidades de desensambladores Pistoeka, que eran del tamaño de un melón y más conocidos comodroides zumbadores. Según Sol Negro, estos droides estaban pertectamente equipados para trabajaren las tiendas de vehículos y desguaces de Nar Shaddaa.

Taunt nunca había tratado con los colicoides antes, pero conocía a colegas criminales que sí,cuando los insectoides habían intentado tomar el control sobre el mercado de especias de Kessel ysecuestraron una fábrica en Nar Shaddaa sólo para averiguar de la peor manera posible que unantiguo esclavista era más letal que ellos.

—Tiene que ver con su postura —dijo Taunt, más nervioso que orgulloso en su primer viaje en elSegunda Oportunidad.

—Soporto a los muríanos, a los kamarianos e incluso a uno o dos geonosianos, pero hay algo ensu… concavidad que les hace parecer más agresivos. —Sintió un escalofrío y prosiguió—:Preferiría dormir con un anzati.

—Es que son más agresivos —dijo el gossam—, y tu… ¿cómo lo diría yo? Tu corpulenciaincitaría bastante su hambre.

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Taunt abrió los ojos desmesuradamente.—No me digas eso.Lu San sonrió con simpatía.—Por eso la carne de cuadrúpedo debe desembarcar antes que nosotros. Además de cumplir una

función de trueque, el eopie los distraerá y los aplacará lo suficiente para que podamos llevar a buentérmino nuestros negocios. Al menos esta táctica nos funcionaba con la Federación de Comerciocuando realizamos los primeros envíos de droidekas.

—Pero los neimoidianos nacen siendo larvas. Tenemos eso en común.Lu San hizo un gesto de desdén con la mano.—Todo el mundo sabe que los colicoides suelen comerse a los de su propia especie.Taunt retorció la boca en una mueca extraña.—¿Has visto alguna vez que se asusten? ¿Como con los droidekas?—Sólo una vez —contestó Lu San—, delante de un hueche, que durante un tiempo fueron sus

depredadores en Colla IV.—¿Y no podíamos habernos traído uno de ésos por si acaso?—Se cree que los colicoides han acabado con ellos. Si hubiéramos tenido tiempo, podríamos

haber conseguido uno de un clonador.Taunt se levantó y se movió lentamente por la bodega.—¿Qué más sabemos sobre ellos?La protuberancia de Lu San siguió el movimiento de Taunt con los ojos.—El protocolo exige que mantengamos la cabeza gacha.Taunt, cuyos pliegues de grasa bajo la mandíbula igualaban casi a los pechos de las hembras de

su especie, presionó la barbilla contra el pecho.—¿Así? —logró decir.—Más o menos. Lo más importante es procurar que en ningún momento se vea el cuello.Taunt volvió la mirada hacia el cuello largo y flaco de Lu San.—¿El suyo no le preocupa?—Digamos que aquí no hay mucha carne —contestó el gossam, señalando su propio cuello.—Más le vale.

A tumbos por el pasillo circular del Segunda Oportunidad, mientras la nave se alejaba a todavelocidad del planetoide Tion, Taunt intentaba controlarse en vano. Durante sus años en Nar Shaddaahabía visto cómo ejecutaban a colaboradores y traidores; había visto cómo aleccionaban a desertoresen potencia y cómo droides programados para el sadismo torturaban a traidores. Pero podríaconsiderarse un afortunado si lograba borrar de la memoria a los colicoides.

Como si de una repentina plaga se tratara, salieron de las madrigueras que plagaban elplanetoide babeando mientras descargaban de la nave la carne de eopie recién descongelada y

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cocinada. La desgarraban con tal despreocupación que la sangre se mezclaba con el aire y caíacomo el rocío sobre Taunt, Lu San, Viss y Heet mientras éstos desembarcaban.

Los colicoides estaban tan emocionados con el frenesí alimenticio que Taunt estaba seguro deque tanto él como su equipo acabarían despellejados vivos, miembro a miembro, antes de que Lu Sanpudiera cerrar el trato de los droides zumbadores.

De algún modo, sin embargo, el gossam logró que todo acabara bien y que los droides esféricosfuesen trasladados a toda prisa hacia las mismas bodegas en las que habían transportado la carne.Pero en aquel momento, el pobre Viss, que estaba descargando la carne restante, estiró el cuello porel gran esfuerzo y la carnicería comenzó de nuevo. Seis de los insectoi-des bárbaros se abalanzaronsobre él y desgarraron la carne de sus huesos antes de que Taunt pudiera darse cuenta de lo ocurrido.Él no había separado la barbilla del pecho en ningún momento. Y cuando Lu San, el pobre Lu San,intentó intervenir sin éxito en la masacre, pagó caro su atrevimiento. Los colicoides olieron de lejossu miedo y filetearon al gossam como si fuese pescado crudo, sin pensar siquiera si se trataba de unentremés o del plato principal. No dejaron ni las migajas. Taunt empezó a temblar.

Habiendo pasado dos circuitos del pasillo circular, Taunt seguía temblando sin control. Otrosdos más, y se tranquilizó algo más. Ahora el YT ganaba velocidad y distancia y preparaba el salto aNar Shaddaa. Era un auténtico milagro que hubieran salido de allí con el cargamento intacto. Losdroides de sabotaje estaban apilados hasta un metro de altura en las bodegas sin ningún tipo dedispositivo de seguridad que evitara que rodasen por el suelo como latas de refresco. Un ordenadordel Nido de Creación Colicoide situado en la segunda bodega los preparaba para su misión final enel desguace.

Con movimientos muy lentos, Taunt se situó en el diván de aceleración a la espera de que elpiloto anunciara que la nave estaba lista para alcanzar la velocidad de la luz. Pero tras un largo ratosin noticia alguna, quiso saber qué pasaba.

—¿Por qué no hemos saltado aún al hiperespacio?La respuesta no era en absoluto de su agrado.—El ordenador de navegación dice que el hiperimpulsor no responde. Iré a popa a ver qué

ocurre.Taunt volvió la vista al conector de cabina justo a tiempo de ver al copiloto apresurarse hacia el

pasillo. Antes de que pudiera levantarse, oyó un grito de sorpresa que retumbó por todos lados.—¡Se han activado los droides zumbadores! ¡Están inhabilitando la nave!

La cara de Bammy Decree ocupaba la pantalla entera de la sección de ingeniería; su expresiónmostraba una mezcla entre confusión y preocupación extrema.

—¿Droides de sabotaje Pistoeka? Pero ¿cómo…?—Los canjeé por otras cosas —lo interrumpió Taunt. El ruido procedente de los droides invadía

la nave que, por cierto, estaban desmantelando—. Te lo explicaré más tarde pero ahora necesito que

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me digas cómo desactivarlos antes de que apaguen todos los sistemas de la nave.—¿El trato incluía un ordenador de control?—Sí, ¡si!—¿Y no se pueden apagar con él?—¡Está apagado! Nosotros no lo hemos activado.—Pero entonces, ¿cómo…?—¡El ordenador de navegación me dice que los droides están deshaciendo todo lo que tú habías

instalado! Es como si quisieran convertir el YT en piezas de fábrica otra vez. ¿Por qué hacen eso?—¿Lo que yo había instalado? —Bammy se quedó en silencio unos instantes, con la cara

desencajada—. ¿A su agente le ayudó alguien más?—Masel, el koorivar. ¿Qué tiene que ver eso? —A Taunt no le importaba esperar parar saber la

respuesta—. ¿Se debe a alguna pieza de las que instalaste? ¿Alguna pieza de segunda mano? Teavisé, Decree, ¡nada de piezas de segunda mano!

Bammy Decree entrecerró los ojos para intentar pensar mejor y luego los abrió de golpe otra vez.—Tiene que activar el ordenador de control de los Pistoekas. Dígale al ingeniero que lo

programe para que los droides vuelvan a su estado original.—¿Has oído? —gritó Taunt por encima del hombro.—Estoy en ello —contestó el ingeniero.Taunt miró de nuevo la pantalla.—¿Y luego qué, Decree?—Después tendrá que deshacerse de ellos; de todos ellos. ¿Podrá hacerlo?—¿Podemos? —preguntó Taunt sin dirigirse a nadie en particular.—Nos llevará un rato, pero podemos hacerlo.Taunt respiró aliviado.—Decree, espero que funcione. Si no, no habrá suficientes planetas en el universo para que te

escondas de mí.Decree tragó saliva y asintió.—Funcionará.—¿Qué hacemos con los sistemas que han resultado dañados? Los droides le han metido mano a

casi todo.—Que el ingeniero haga un inventario de lo dañado. Me haré con las piezas que sean necesarias

y encontraré a alguien con una nave muy rápida. Yo mismo me encargaré de las reparaciones.—Pues empieza a reunir las piezas. Llamaré a Nar Shaddaa y te conseguiré una nave.Decree se sentía avergonzado. —Yo— yo…—Cállate —le contestó Taunt. Y dio por terminada la conversación.Se puso de pie con las manos temblorosas. Tendría que buscarse una buena excusa para el Vigo,

así como hacerse con créditos suficiente para pagar la carne de eopie y el coste del viaje. ¡Quéfiasco! No estaba seguro de cuánto tiempo llevaba de pie en la estación de ingeniería cuando vio queHeet entraba corriendo en la sala.

—Los droides ya están apagados. Naath está abajo preparándose para lanzarlos por la borda. Lo

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malo es que los daños son cuantiosos, jefe. Hemos recuperado la comunicación pero sólo nos quedael motor sublumínico.

Taunt asintió, distraído.—La ayuda está en camino. Prepara una lista con todo lo que necesitamos para reparar el

hiperimpulsor. —Ahora mismo.Heet no había salido aún de allí cuando se escuchó la voz del piloto que llamaba desde la cabina.—¡Jefe! Será mejor que venga aquí ahora mismo. Hay un gran problema.Taunt partió como un rayo por el conector hacia la cabina y casi se da un buen golpe en la cabeza

contra la escotilla. El piloto señalaba dos figuras brillantes en el centro del ventanal.—La Armada Imperial. Una nave de asalto de la vieja clase Aclamador, con una escolta de

destructores. —El piloto le miraba—. ¿Cree que estaban observando a los colicoides? ¿Habránestado espiando todo el trato?

Taunt movía la mandíbula.—Aunque así fuera, no encontrarán ninguna prueba.El piloto se tocó los auriculares que llevaba puestos.—Vienen hacia aquí. Quieren que paremos los motores y que nos sometamos a una inspección. —

Miró por el ventanal hacia fuera y dijo—: La nave escolta está virando para interceptarnos.Heet se hizo sitio en la cabina por detrás de Taunt.—Ya no queda ningún droide.—Bien —contestó Taunt. Después se calló y comenzó a ponerse muy pálido mientras reanudaba

la conversación—: Decree nos dijo que programáramos los droides para que volvieran a su estadooriginal.

Heet lo miró sin expresión alguna en la cara.—¡Originalmente estaban programados para destruir las naves de la República!Los tres se abalanzaron sobre el ventanal. El piloto se aventuró a retransmitir lo que ocurría:—¡La nave escolta se dirige justo hacia ellos!—¡Avísalos! —ordenó Taunt—. Diles que tenemos una fuga radiactiva.—Supervisor, aquí el Segunda Oportunidad —anunció el piloto por el micrófono—; sería

mucho mejor si fuéramos nosotros los que se aproximaran… Pero… pero… no, no es eso… Esque… —Se volvió hacia Taunt y le dijo—: Creen que es un truco. Amenazan con abrir fuego.

Por un momento, Taunt no sentía sus cuerdas vocales.—¿Cuánto queda para que la escolta se tope con los droides?El piloto amplió la imagen de la nave en una de las pantallas. No era necesario ser un lince para

darse cuenta de que los droides esféricos ya maniobraban en dirección a la nave escolta.—Están entrando por el escudo deflector. ¡Se acoplan!Taunt se dejó caer sobre la silla del copiloto, que casi se hunde bajo su peso. La cabina se quedó

completamente muda; sólo los sonidos deliberados del sistema de comunicaciones desentonaban.Entonces, y sin previo aviso, se produjo una explosión frente al YT y una luz brillante cegó elventanal.

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En los primeros dios, él habría hecho cualquier sacrificio por el Halcón; como si tenía que cruzarla galaxia arriesgando su vida y la de Chewbacca para rescatar a un hombre de prisión a cambiode que equiparan el YT con un nuevo sistema de orientación, una rectenna nueva o unhiperimpulsor que permitiera a la nave pasar en 0,5 la velocidad de la luz.

El viaje al Sector Corporativo fue el primer viaje real que habían realizado él y el Wookieecon el Halcón, poco después de habérsela ganado a Lando en la Ciudad de las Nubes. Había sidola primera de sus múltiples aventuras. Al principio, la idea consistía en visitar a Klaus «Doc»Vangangante, un técnico fugitivo que sabía mejor que nadie cómo sacarle partido a una nave. Elproblema era que habían detenido a Doc en Orron III y lo habían enviado a la prisión El Confínde las Estrellas. Y ahora su preciosa hija rubia, Jessa, había pactado el rescate de Doc a cambiode mejorar el Halcón.

Para ello habían tenido que aparentar que el Halcón no era más que el cerebro de unabarcaza desgarbada que viajaba tan lento que cuando la nave emergió del hiperespacio en OrronIII, Chewiey él estaban a punto de empezar a discutir. Pero el tedioso trayecto le había hechosentirse orgulloso de ser, en cierto modo, el responsable de haber rescatado al viejo carguero deuna vida llena de obligaciones. Del mismo modo que el Halcón lo había salvado a él de tener quepilotar naves chillonas para los Hutts y otros degenerados.

Con el paso de los años, y a medida que aumentaban los sacrificios que tenía que hacer por lanave, llegó a la conclusión de que se sentía tan unido al Halcón como lo estaba a Chewie y comoestaría, más tarde, a Leia. Por todas las oportunidades que habían aprovechado juntos: por todoslos peligros que habían sorteado juntos y por todos los sacrificios que habían hecho el uno por elotro.

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CAPÍTULO SIETEARCHIPIÉLAGO ZAMAEL, NÚCLEO CENTRAL

43 AÑOS DESPUÉS DE LA BATALLA DE YAVIN

Allana Solo estaba sentada en el borde del acceso de mantenimiento a la bodega principal. Susdelgadas piernas colgaban fuera de la escotilla.

—Dile que lo intente ahora. —La voz de Han salía de algún lugar de las profundidades de lanave.

Allana se puso las manos delante de la boca para proyectar mejor la voz y se volvió hacia lacabina.

—Abuela, dice que lo intentes ahora.Unos segundos más tarde, el motor sublumínico del Halcón emitió un quejido lastimero pero no

se encendió. En el compartimento interior, Han murmuró una sarta de maldiciones inaudibles.—Ciento dieciocho —dijo C-3PO desde detrás de Allana, quien se dio la vuelta asustada hacia

él—; desde que tuve el privilegio de servir por primera vez a bordo del Halcón Milenario, estomismo ha ocurrido ya ciento dieciocho veces. O cosas de la misma naturaleza, para ser exacto.Allana sonrió.

—Eso es bueno.El droide de protocolo inclinó la cabeza hacia un lado como si la escuchara bien.—Creo que no la he entendido bien, señorita.—Porque el abuelo siempre supo arreglar el problema en cuestión.De repente se escuchó un grito de dolor procedente del compartimento.—Quizá —dijo C-3PO—, aunque no sin requerir a cambio la propia sangre del capitán Solo.Leia salió de la cabina y sonrió a Allana. Después acarició la melena larga y roja de la joven, de

siete años de edad, y se sentó junto a ella al borde de la escotilla.—El abuelo y sus atajos.—Te he oído —dijo Han—. ¿Me vas a echar la culpa a mí de un pozo de gravedad no

señalizado?—No es que la culpa sea del pozo, la verdad, Han.—Vale, pero podría haber sido peor. Podríamos haber caído en él.Leia había aprendido hacía ya mucho tiempo que las cosas siempre podrían haber sido peores.

Aún así, el pozo había arrastrado al Halcón del hiperespacio con tanta fuerza que el núcleo deenergía se había apagado, por lo que ahora la nave corría el peligro de verse arrastrada hacia elinterior del pozo; una gran catástrofe.

—Creo que eso es lo que está ocurriendo, cariño. De la escotilla salió la cabeza de Han, con unasonrisa triste y ladeada en su cara.

—Siempre mirando el lado bueno, ¿eh? Supongo que por eso sigo a tu lado.Ella le devolvió una mirada tierna.—Yo también te quiero.Han frunció el ceño y desapareció de nuevo dentro del compartimento.

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Tras soltar un largo suspiro, Allna se levantó y se dirigió hacia el banco semicircular que hace detablero de dejarik tarareando en voz baja y mirando hacia los lados.

—Abuela, ¿cuánto tiempo vamos a estar aquí? —preguntó finalmente.—No mucho. —Leia se puso de pie y se unió a su nieta en la mesa de holojuego, donde le

preguntó—: ¿Qué sería de una excursión familiar sin uno dos contratiempos?Allana asintió, más bien para contentar a Leia, y entró en el modo de auto-entretenimiento,

tarareando de nuevo en voz baja, tocando esto por aquí, aquello por allá.Era una niña adorable; precoz sin duda alguna, pero aventurera e infinitamente paciente. Leia se

sentía tan unida a ella como lo había estado a Anakin y a Jac en, y como aún lo estaba a su única hijaviva, Jaina. Allana, de hecho, era la hija de Jacen y de la Reina Madre de Hapan, Tenel Ka, pero eraun secreto que solo unos pocos conocían. La mayoría de la gente conocía a Allana por el nombre deAmelia, una huérfana hapaniana adoptada por los Solo tras la trágica muerte de Jacen, quien, poraquel entonces, ya había recibido el nombre Sith de Darth Caedus. O la tragedia en la que Jacen sehabía convertido. ¿Qué había pasado? Eso se preguntaba Leia a menudo. Que hubiera muerto a manosde su hermana gemela lo hacía aún mas insoportable. Por mucho que lo intentara, Leia no podía dejarde pensar en aquellos horribles años.

«Siempre te echaré de menos, a pesar de aquello en lo que te has convertido».Como hija de Tenel Ka, Allana era Chume’da, heredera al trono, del Consorcio de Hapes. Pero

después de todo por lo que Jacen había hecho pasar a su hija, y por miedo a que algún díadescubriera el secreto sobre su paternidad, Tenel Ka quiso apartar a su hija del peligro y de laintriga política que tan frecuentemente se llevaba a cabo en el Consorcio. Por ese motivo se habíafalseado la muerte de Allana, alegando el ataque de una cepa de nanovirus, y Han y Leia habíanasumido su custodia. Se sentían orgullosos de cada segundo que podían pasar con ella.

El plan original tenían como objetivo que Allana asistiera a la academia Jedi, reubicada enShedu Maad, cerca de Terephon en las Nieblas Transitorias. Pero por el momento, el plan nofuncionaba. Tenel Ka sentía que Allana estaría más segura los Solo que en la academia. Además,Allana no encajaba mucho con la academia. Ella era una joven libre y cinética, a la que no le gustabatener que estar sentada para atender en clase. No parecía tan interesada en perfeccionar sushabilidades con respecto a la Fuerza como en seguir su instinto e investigar sobre los misterios de lavida a su manera.

«Eras así de niña. A veces me duele reconocer tantas cosas tuyas en ella. Me duele, pero tambiénhace que mi corazón rebose de alegría».

Allana rara vez hablaba de ese padre al que apenas conocía. Con la intención de controlar eldestino de la galaxia, Jacen había secuestrado a su hija para obligar a Tenel Ka a apoyar susmalvados planes. Han y Leia habían resultado cruciales en el rescate de la pequeña, momento en elque descubrieron que lacen era su padre. La niña ya sabía lo que era el peligro: conspiradoreshapanianos, miembros de un nido killik, y otros asesinos a sueldo. Pero la traición de Jacen fue lomás duro, y sus acciones pusieron punto final, de manera prematura, a la infancia de la criatura. Yahabía pasado mucho tiempo desde que aquella niña de nariz diminuta pronunciaba erróneamente lapalabra Jedi y le puso a su tauntaun de peluche el nombre de aquel hombre amable que resultaría ser

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su padre.Leia sabía que el silencio de Allana con respecto a Jacen no significaba que lo hubiera olvidado

por completo; simplemen te había apartado los malos recuerdos que tenía de él donde nadie pudieraencontrarlos. Lo que más preocupaba a Leia era que esos recuerdos se quedaran como una mancha enel alma de Allana. Era más o menos lo que le había pasado a ella cuando se enteró de que DarthVader era su padre biológico; durante años tuvo que cargar con el miedo de que sus hijos heredaranla misma debilidad por el lado oscuro de la Fuerza que había manifestado Anakin Skywalker.

En Jacen, sí se había cumplido aquel miedo.Jacen, que durante mucho tiempo había representado las esperanzas de la Orden Jedi, que se

había aventurado tanto en la Fuerza y había viajado tan extensamente por toda la galaxia, habíaterminado siendo víctima de las mismas ansias de poder que habían acabado con Anakin Skywalker,abrumado y dominado por el poder de manera que hasta para Han y Leia estaba irreconocible muchoantes ya de su necesaria muerte.

«Su necesaria muerte».Leia apoyaba a Han en todas sus decisiones. Pero como madre, a ella le había costado mucho

distanciarse de Jacen. Sí, se había convertido en un monstruo, pero ella le había traído al mundo, lohabía alimentado, cuidado y amado incondicionalmente; su muerte la perseguiría durante el resto desu vida.

«Tú nos fallaste a nosotros y, de igual modo, nosotros te fallamos a ti; no supimos encontrar lamanera de ayudarte».

—¿Le apetecería jugar una partida de dejarik, señorita? —le preguntó C-3PO a Allana.—Ahora no, Trespcó —contestó ella.Leia miraba. Ellos dos aún estaban ajustando su relación; pero era mucho mejor C-3PO que aquel

droide defensor con cara de ángel que había acompañado y protegido a Allana durante los primerosaños de su vida.

—Abuela, ¿por qué el abuelo sigue usando esta nave vieja? —preguntó Allana de repente.En la cara de Leia apareció una sonrisa casi como un acto reflejo; y es que las razones eran

tantas…—Hace muchísimo tiempo que la tiene, cielo. Sabes que hay gente a la que le gusta guardar un

álbum con holoimágenes para recordar aquellos lugares a los que han ido, cosas que han hecho ypersonas que han conocido a lo largo de su vida. Para tu abuelo, el Halcón es todo eso. Está lleno derecuerdos.

Allana reflexionó la respuesta de su abuela.—¿Por eso nunca cambia nada? ¿Porque quiere recordarlo todo tal y como estaba?—Eso creo. —Leia bajó el tono de voz y añadió—: Tampoco tiene mucho presupuesto, la

verdad, por si acaso no lo habías notado.Le brillaban los ojos.—Sí.—Todo listo —gritó Han mientras trepaba como un jovenzuelo para salir del compartimento—,

Trespeó, ve preparando todo para partir mientras termino de limpiar todo esto.

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C-3PO se quedó helado.—Disculpe, capitán Solo, pero…—Ni una vocoseñal más, lingote de oro. Te convertiré en piloto aunque sea lo último que haga.—Pero señor, ¿con qué propósito?—Tú limítate a encender los motores y poner la nave en autofunción. No tardará mucho. —Han

se volvió hacia Leía y Allana mientras el droide traqueteaba en dirección a la cabina V les dijo—:¿De qué habéis estado hablando?

—Osas de chicas —contestó Leia sonriente.—Sí, cosas de chicas —asintió Allana.Leia se dio cuenta de la mirada de desconfianza con la que Han las había mirado y miró a su

nieta.—De hecho, Allana me preguntó por que preterías viajar en el Halcón y yo intentaba encontrar

alguna razón convincente.—Sí, abuelo, ¿por qué nunca vamos en la nave nueva, la que nos dio mi madre?Han puso cara de pocos amigos.—¿Te refieres a esa maravilla automática de la tecnología moderna que no necesita que la dirija

un piloto? ¿Y por qué no contratamos directamente un chófer?De repente, el Halcón volvió a la vida y empezó a moverse.—¡Buen trabajo, Trespeó! —gritó Han hacia la cabina.—Lo que quiere decir el abuelo —interrumpió Leia— es que a él le encanta encender y apagar

interruptores y empujar palancas.Allana lo examinó.—¿De verdad es por eso? ¿Porque te gustan los interruptores y… las palancas?—Y no nos olvidemos de aporrear el ordenador de navegación —añadió Leia, intentando

contener la risa.—O golpear el techo con los puños —prosiguió Allana, que no escondió en absoluto que le

estaba divirtiendo meterse con su abuelo.Han colocó los brazos en jarras sobre las caderas.—¡Eh! En eso consiste precisamente pilotar. Y no que una nave haga todo lo que le digas sin

tener que tocar los mandos siquiera.—¿Tener que arreglar averías cada vez que viajamos también forma parte del arte de pilotar?Han abrió la boca pero no encontró palabra alguna para contestar. La niña tenía razón. Cada vez

que salían en esa nave habían sufrido algún percance. El óxido se apoderaba de la bodega, las piezasestaban desgastadas y la superestructura en sí.

muy deteriorada. Han se identificaba tanto con la nave que no conciliaba el sueño cuando a ellale ocurría algo. Pero ¿cómo explicarle eso a una niña de siete años que desde pequeña había llevadoun traje de vuelo opalescente de nanocostura electrodex?

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—Estoy segura de que conoces todas las piezas de esta nave de memoria —dijo Allana mientrasse levantaba del banco junto al tablero de dejarik y caminaba por la bodega.

—Bueno, puede que no todas, pero sí la mayoría.Mientras Allana se dirigía a la estación de ingeniería, Han se tomó unos instantes para dirigir una

sonrisita simpática a Leia. Al volverse de nuevo hacia Allana, la joven tenía un objeto pequeño en lamano.

—¿Para qué sirve esta pieza?Han frunció el ceño y aceptó el objeto que la niña le ofrecía. Lo miró y empezó a rascar la parte

posterior de su cabeza en señal de desconcierto.—¿Dónde lo has encontrado?—Ahí mismo —contestó Allana, señalando una pequeña hendidura en el mamparo adyacente a la

estación de ingeniería.Han se arrodilló para inspeccionar el agujero. Aquel objeto estaba a la altura de los ojos de

Allana, incrustado en el borde biselado de un viejo panel que estaba al lado de la pantalla principalde la estación. En ese hueco no había ningún contacto, pero Han sabía por reparaciones anterioresque en aquella parte del mamparo sí había circuitos que conectaban la estación de ingeniería con elordenador de navegación Rubicon y con el hiperimpulsor Isu-Sim.

—Nunca había visto esta pieza —dijo finalmente mientras reía incrédulo.Leia se acercó a echarle un vistazo a la pieza.—Allana, acabas de darle a tu abuelo la pieza de un puzle.—No, en serio —dijo Han—, no tengo ni idea de qué demonios es esto.Se incorpodó de nuevo con la pieza en la mano y vio a C-3PO que regresaba de la cabina.—Todos los sistemas están en posición nominal, gracias sean dadas al Hacedor. —Como nadie

le contesto, el droide, alicaído, añadió—: A veces me pregunto por qué me sigo preocupando.—Trespeó, ¿que es esto? —preguntó Han, acercando el objeto a los fotorreceptores del droide.C-3PO giró la cabeza.—Lo siento, capitán Solo, pero no consigo reconocerlo. Si tuviera que aventurarme y decir algo,

diría que se parece a una especie de transpondedor o un transceptor antiguo.Han se quedó mirando el objeto.—¡Tienes razón! Eso es.—A lo mejor deberíamos ponerlo en su sirio, abuelo —dijo Allana no muy segura de su

razonamiento. Él la miró y contestó:—Dudo que siga funcionando o incluso que tenga algo que ver con la nave.—Nunca se sabe, Han —le dijo Leia.—Venga ya… ¿esta pieza diminuta? Estoy seguro de que ni funciona.Leia extendió su mano derecha hacia él.—¿Puedo echarle un vistazo?Han colocó la pieza con mucha gentileza sobre la palma de la mano de Leia. Ella la apretó.—Hay algo raro en este objeto. Allana, ¿tú notaste algo especial?—Sí, por eso la encontré —asintió la joven. Han miraba a Leia y Allana, primero una, luego la

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otra y así sucesivamente.—¡No os pongáis Jedi conmigo!—No es eso —replicó Leia—, pero no me negarás que a veces algunos objetos sí tienen una

especie de poder interno.—Como si pudieras sentir a las personas que alguna vez lo han tocado —dijo Allana.Han pestañeaba estupefacto.—Deberíamos investigar —propuso Allana.—Totalmente de acuerdo, cielo. Sería como buscar un tesoro; ¿a que sí, Han?—¿Qué? Oh, sí, claro. La próxima vez que asistamos a la convención galáctica de ingenieros.—Lo digo en serio, Han. A lo mejor la colocó en algún sitio por aquí un antiguo propietario del

Halcón, mucho tiempo antes de que la nave llegara a ti.__Supongo —dijo Han—, aunque también podría haberla colocado uno de los cientos de seres

que han entrado al Halcón desde entonces. Amigos, enemigos, espías… Como aquellos imperialesque nos siguieron hasta Yavin IV.

Leia se rió de todos aquellos recuerdos.—¿De verdad ocurrió en esta vida?—Eso tengo entendido.—¿Quien tuvo el Halcón antes que tú, abuelo?—Pues mucha gente, la verdad. El Halcón tiene unos cien años.—El tío Lando también la usó —dijo Leia.—¿En serio? Han asintió.—Un par de años, nada más. —¿Se la compraste a él?—No exactamente.—El abuelo se la ganó al tío Lando. En un juego de cartas. Los ojos de Allana se abrieron como

platos.—¡Vaya!Leia sonrió. La historia de cómo Han había ganado aquella mano ya era muy vieja; un sabacc

puro contra la escalera del idiota incompleta de Lando.Cuando Han confesó que habían comprado su pase al torneo de la Ciudad de las Nubes con

propiedades robadas, una figurita dorada que le había robado al sacerdote mayor de Ylesian y unaperla en forma de dragón que le había sustraído a un general imperial, Leia supo que ya habíaencontrado, el título para el segundo volumen de las memorias que algún día escribiría: Elsinvergüenza, el peludo y yo.

Han se estaba riendo.—Hay una anécdota aún mejor El tío Lando también se la había ganado a alguien jugando a las

cartas.—Entonces, el Halcón es como un premio —dijo Allana.—Justo lo que yo he dicho todos estos años —contestó Han, mirando a Leia.—¿Y a quién se la ganó el tío Lando? Han se tocó la barbilla mientras pensaba. —¿Cómo se

llamaba aquel tipo? Era jugador profesional… Leia negó con la cabeza.

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—No recuerdo ni que me lo hubieras mencionado. —Claro que te lo dije. El que perdió contraLando en la Ciudad de las Nubes.

—¿Y quién era el dueño de la nave antes del tipo al que se la gano Lando? —presionó Allana.Han suspiró.

—No lo sé.—¿No lo sabes? —preguntó sorprendida Leia.—No de todas las veces que le pedí a Chewie que lo investigara, siempre hubo algún

contratiempo que lo impidió.—Ya, supongo —contestó Leia con ironía.—Crees que sólo tú haces las cosas bien. Claro que he oído rumores todos estos años.

Simplemente no sé cuales creer.—Sería muy divertido —dijo Allana.—¿El qué? —preguntaron Han y Leia al unísono.—Descubrir todos los dueños que tuvo el Halcón antes del abuelo.Han sonrió, comprensivo.—No creo que sea posible. —¿Por qué no?—Por una simple razón: a menos que muchos de los antiguos propietarios del Halcón fueran

Biths o Muuns, o alguna otra especie que viva más que los humanos, la mayoría estarán seguramentemuertos.

Leia vio cómo desaparecía la sonrisa de Allana.—Aunque eso fuera cierto, Han, estoy de acuerdo con la niña en que sería muy divertido

intentarlo. Además, hace mucho tiempo que no visitamos a Lando y a Tendra. Sería un buencomienzo.

Allana miró a su abuelo implorando.—Por favor, por favor. ¿Por qué no lo intentamos?—Esto… yo…Leia levantó una ceja.—¿Algo que no quieres que descubra, cariño? —No.—Entonces ¿qué ocurre?Han cerró un instante los ojos, los abrió de nuevo y exhaló el aire por la nariz.—De acuerdo, intentémoslo.—Una nueva aventura —suspiró C-3PO mientras Allana se abrazaba a las piernas de Leia.Han miró de nuevo esc objeto que parecía un transpondedor arcaico. Lo acercó a su oreja y se

percató de que parecía emitir un zumbido, como si llevara mucho tiempo esperando una señal.

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CAPÍTULO OCHO

En las instalaciones médicas de Aurora, en Obroa-Skai, los equipos de reanimación y los aparatos debioescáner se pitaban unos a otros. Juntos alrededor de la cama del paciente, un grupo de droidesfísicos y médicos evaluaban los datos y debatían.

—Las ondas cerebrales indican una elevación desde la fase tres hasta la hipnopómpica —informó uno de los droides—; el movimiento rápido de los ojos ya ha cesado.

—Habrá que ir con cuidado ahora —le anticipó Sompa al droide, con los mechones retorcidos—, no tardará en despertar, pero hay que ir con cautela en ese proceso de transición.

—Aumenten la dosis en un cero coma cinco —ordenó el físico ho’din a otro de los droides trasdetenerse a estudiar la información digital disponibles.

—Con cuidado —advirtió Sompa, quien dedico otra mirada furtiva a los monitores y se percatóde que en las imágenes neuronales se veía esfuerzo por parte del paciente. Aventuró—: Estoy segurode que esta vez volverá en sí.

El paciente, humano, emitió un gruñido, aunque no de dolor; se parecía más a los que emitimoscuando nos despertamos de una siesta larga. Haciendo justicia a la reputación de Aurora, los droidesmédicos incluyeron lo mejor que se podía comprar con dinero: un humanoide 2-1B de IndustriasAutomaton; un meditécnico FX serie 10, de veinte años, equipado con los procesadores heurísticosmás modernos; dos GH-7 de Chiewab cuyos repulsores les permitían mantenerse en el aire y nomolestar; y dos médicos especialistas MD serie 11 programados para el análisis neurológico.Ninguno de los miembros de este equipo heterogéneo de físicos llevaba guantes, bata o mascarillaquirúrgicos; todos iban vestidos con chaquetas, pantalones y faldas inmaculados que conformaban eluniforme de Aurora.

Los droides médicos estaban disponibles para administrar medicamentos y controlar y grabar losprocedimientos. El neurólogo jefe, Lial Sompa no quería sorpresas. Las constantes vitales delpaciente eran excelentes y las probabilidades de que entrara en shock o en paro cardiaco, lashabituales. Tenía el corazón y los pulmones de alguien de treinta años y los ríñones, el bazo, elpáncreas y el hígado de alguien con la mitad de edad cronológica. Durante varias semanas se viosometido a empalmes nerviosos y a estimulación neuronal según las técnicas más novedosas, habíaentrado y salido de la consciencia, experimentado los ciclos de vigilia y sueño, había dado vueltas yvueltas en la cama, le había rechinado los dientes, había reído y llorado, quizá como reaccióninvoluntaria a algunos de los lúcidos sueños a los que lo había estado sometiendo Sompa durantemás de una década ya. De hecho, el paciente se acercaba a la superficie como si fuera un buceadorde las profundidades en un mundo de agua: lenta y metódicamente para no sufrir el síndrome dedescompresión. Seguro de su éxito, Sompa ordenó quitarle la sonda nasogástrica al paciente.

—Lo veo muy seguro de sí mismo —dijo Ril Bezam. twi’lek, y la mejor psicoterapeuta deAurora—; hemos llegado hasta este punto en numerosas ocasiones.

—Esta vez será diferente —prometió Sompa.—Creo que es totalmente inmoral que siga dedicando la mitad de los recursos de Aurora a un

proyecto experimental.

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Los mechones de Sompa cambiaron repentinamente de color.—¿Le recuerdo que durante este proyecto usted se ha limitado a mirar?—Tampoco estaba interesada en nada más, Lial. Sompa la miró.—¿Por qué sigue empeñada en dejar que este hombre se muera?—No más empeñada en ello de lo que está usted en mantenerlo con vida a toda costa, si es que a

esto lo llamamos vivir. —Lo quiero más que vivo.—No er omnipotente, independientemente de lo que le hayan dicho en la Academia Rhinnal.—Sé perfectamente cuáles son mis limitaciones.—Entonces podríamos decir que lleva años riéndose de todos nosotros —se quejó Ril Bezant

mientras hacía un gesto de desprecio hacia una de las pantallas—. El daño reticular sigue presente;las redes corticotalámicas están separadas, lo que indica que la conectividad es limitada y que laintegridad funcional es parcial… Aunque de verdad despertara, las probabilidades de viabilidad sonmínimas.

Sompa dirigió su respuesta a todo el equipo presente:—Hemos logrado mantener este cuerpo con vida; hemos estimulado sus músculos de manera que

aún están en buenas condiciones; hemos reemplazado los órganos que estaban dañados. A pesar deldaño cerebral, creo que su mente se encuentra tan bien como su cuerpo.

—La carne puede congelarse —apuntilló Bezant—; los seres se pueden conservar en carbonita,pero el cerebro es muy sensible, y no es un músculo.

—Le hemos dado sueños y recuerdos; su mente esta sana.—Le hemos implantado recuerdos —puntualizó Bezant—, los recuerdos de una vida que él no ha

vivido. Si llegase a despertar, tendría un caos psicológico.Sompa sonó desdeñoso.—Los efectos secundarios se pueden tratar con terapia, como se hace con los sueños recurrentes.—Tendrá que acudir a terapia el resto de su vida.—Hay mucha gente que acude igualmente y no ha sufrido el daño cerebral de este paciente.Bezant se dio por vencida; ya le temblaban hasta los lekku.—Nunca lo entenderé, Lial. Ya tiene un montón de premios Faan’er de reconocimiento.—No lo hago por los premios, doctora.—Entonces ¿por qué? No puedo creer que de verdad esté convencido de que esto va a funcionar

y de que se podrá aplicar en todo el universo. La mayoría de los seres que reciben tratamientos aquíno podrían sufragar los gastos de lo que nos ha costado mantener a este paciente en hielo.

—Doctor Sompa. —Interrumpió el 2-1B.Sompa regresó a tiempo para ver cómo se movían los ojos del paciente; primero pestañaron,

luego se abrieron cometamente y los dos iris azules examinaron un surtido de caras humanas,alienígenas y droides.

—Movimientos descoordinados de las órbitas oculares —dijo el mismo droide.—Bajad las luces —pidió Sompa con los ojos fijos en las pantallas que mostraban las

pulsaciones y la frecuencia respiratoria. Después se inclinó ligeramente sobre el paciente y le dijocon voz suave—: Capitán Jadak.

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Los ojos de Jadak se abrieron de par en par y se le aceleró el pulso.—No se incorpore —le indicó Sompa—, y no intente hablar todavía —Sompa esperó a que

estabilizaran las constantes vitales del capitán y prosiguió—: Se encuentra usted en un hospital,capitán. Lleva aquí algún tiempo, bastante tiempo, de hecho; pero ya hablaremos de eso más tarde.Como consecuencia de daños cerebrales multifocales, cayó en estado vegetativo continuado. Vimosque continuaba el proceso de recuperación, y lo mantuvimos en coma hasta que estuvimos seguros deque las heridas se habían curado. Le hemos intervenido en diversas ocasiones y ha seguido diferentestratamientos. Hemos estimulado sus músculos todo este tiempo para prevenir la resorción y la atrofiay hemos alimentado su mente con sueños que pueden parecerle recuerdos. Con el tiempo, sinembargo, logrará diferenciarlos de sus recuerdos reales.

Jadak pestañeó varias veces y le brotaron lágrimas de los ojos. Sompa posó su mano sobre loshombros de Jadak.

—A continuación le haré una serie de preguntas. Si la respuesta es «Sí», parpadeé una sola vez.Si la respuesta es «No», dos veces, ¿de acuerdo?

Jadak parpadeó una vez.—Hemos colocado un micrófono muy sensible en la garganta. Más tarde empezará a notarlo y me

gustaría que intentara hablar. ¿Me ha entendido?Parpadeo.—¿Reconoció su nombre cuando lo mencióné?—¿Recuerda algo de su vida?Parpadeo.Sompa miró brevemente a Bezant, que tenía los brazos cruzados sobre el pecho.—Aquí, en Aurora, somos especialistas en mantener a seres con vida durante mucho más tiempo

de lo que vivirían normalmente —continuó Sompa, con voz suave y lenta—, pero usted constituye uncaso entre un millón, lo que algunos llamarían una maravilla médica. Pocos seres han sido tanafortunados como usted para tener una segunda oportunidad. ¿Me entiende?

Parpadeo.Sompa se incorporó un poco.—¿Recuerda algo de lo que ocurrió en el accidente tras el que quedó en coma?Jadak parpadeó dos veces.Sompa echó un vistazo al monitor de pulsaciones.—No pasa nada, capitán. Recuperará la memoria a su debido tiempo. ¿Le duele algo o está

incómodo?Parpadeo, parpadeo.—¿Tiene conciencia física de su cuerpo?Parpadeo.—¿Le gustaría incorporarse?Cuando Jadak parpadeó, uno de los droides médicos accionó un control remoto que levantó una

parte de la cama para sentar al paciente. Otro droide le ofreció un vaso de agua del que Jadak bebiócon la ayuda de una pajita.

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—¿Le gustaría intentar hablar? —preguntó Sompa poco después.—Sí. —Jadak resolló y aclaró la garganta antes de seguir—: ¿Reeze?Sompa miró a uno de los droides en busca de una explicación.—El copiloto.—Lo siento, capitán. El copiloto, desgraciadamente, no sobrevivió al accidente.Jadak bajó la cabeza en señal de duelo y posteriormente volvió a erguirla.—La nave.Sompa dejó que el mismo droide respondiera.—No sabemos nada acerca de la nave.De repente, Jadak arrugó la frente y recorrió su cuerpo con la mirada.—No puedo sentir las piernas.Los mechones de Sompa se agitaron.—Sí, bueno, es que no pudimos salvarlas. Optamos por no implantarle prótesis hasta estar

seguros de que podría usarlas.Jadak asimiló la información en silencio.—¿Cuánto tiempo llevo en recuperación? —preguntó finalmente.Sompa intercambió miradas con Bezant, que respondió antes que el neurólogo.—Sesenta y dos años estándar.Los ojos de Jadak casi saltan de las órbitas.

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CAPÍTULO NUEVE

Con un par de piernas nuevas, Jadak flotaba en un tanque de bacta Zaltin. El gel azulado translúcidose calentaba hasta ajustarse a su temperatura corporal y a la salinidad de sus propios fluidos. «Unamezcla milagrosa para un hombre milagroso», había dicho un técnico bothan el día de la primerasesión. Vestido únicamente con un bañador, Jadak estaba conectado con un respirador muy ligero yllevaba una máscara que, en realidad, era una holopantalla en la que aparecía el tutorial que habíanpreparado Sompa y su equipo: un resumen de los últimos sesenta y dos años de historia galáctica.

Durante las dos primeras semanas que siguieron al despertar de Jadak, Sompa lo mantuvo sedadoy no le permitió ver ni usar la HoloRed. Tampoco podía usar los espejos, aunque ya había logradoatisbar un reflejo de su aspecto sobre la superficie de una de las máquinas que controlaban susseñales vitales. Viejo, pero no tanto como debería y con mucha barba. Su pelo, todavía rubio, tenía laraya al medio y le llegaba a los hombros.

Enfermeros y ayudantes, algunos humanos, otros no, lo escoltaban por todas las instalaciones, porsus brillantes pasillos o por sus cuidados jardines, que parcían extenderse hasta el horizonte de lacapital, Obroa-skai. Se encontró con otros seres durante las excursiones; muchos de ellos se estabanrecuperando de procedimientos de rejuvenecimiento y a todos ellos le habían solicitado que no seprodigaran en comentarios ni conversaciones hasta el momento. Nada del pasado, nada de lasnoticias acuales. «Hace un buén día, ¿verdad? ¿A que los jardines son maravillosos? La cena de estanoche promete ser divertida…». Su mente estaba relentizada por el efecto de los medicamentos, y larutina diaria y los sueños nocturnos intentaban convencerlo de que todo iba a ir bien y de que seestaba recuperando tras una colisión con su moto swoop como aquella en la que se había vistoinvolucrado en Fondor antes de la guerra.

De que no habían pasado sesenta y dos años, sino una semana.Pero la verdad lo acechaba por las noches, en aquellos mínimos instantes en los que el efecto de

los medicamentos perdía fuerza y él despertaba gritando.«¡Sesenta y dos años!».Si se los añadía a su edad real, tendría noventa y tres, pero ni lo aparentaba ni se sentía tan

próximo al siglo de vida. Para los hutts, los wookies, los muuns y un puñado de otras especies,noventa y tres años apenas significaba haber pasado la adolescencia, pero los humanos aúnconservaban la costumbre de morirse cuando rondaban los cien años. A no ser que fueran tan ricoscomo para permitirse un proceso de rejuvenecimiento como el que proporcionaban en Aurora. En esecaso, los ciento veinticinco o ciento cincuenta años no sonaban tan raros. Pero Jadak no solo habíarecibido el don de la longevidad; al parecer, había adelantado e tiempo en lo que para él había sidoun instante.

Había saltado en el tiempo.Independientemente de la hora del día o de la noche, Simpa o Bezant estaban a mano para

ayudarlo a superar los momentos de desesperación. Ellos le recordaban que necesitaba tomárselocon calma, paso a paso para lograr diferenciar los recuerdos falsos de los reales. La verdad es queno tenía ni esposa ni hijos, ni una casa propia en Brentaal IV. Em realidad, no había hecho ni la mitad

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de todas las cosas que recordaba haber hecho.A pesar del apoyo recibido, seguía pensando que algún día se despetaría del sueño más largo y

agitado de toda su vida y se encontraría en una cama a bordo del Emisario Estelar, con Reezepreparando el desayuno. Sompa y Bezant se negaban a contarle nada de lo sucedido en el accidenteque lo había llevado a Aurora. Reconocían que podían obligar a su mente a parar los recuerdos, peroinsistían en que sería mucho mejor para él que éstos aparecieran cuando lo creyeran conveniente. Loúltimo que recordaba con claridad era estar sentado a los mandos del viejo YT-1300 y atravesar elhiperespacio. No obstante, no era capaz de situar el recuerdo en un tiempo; no recordaba ni de dóndevenían él y Reeze, ni adónde iba ni por qué. Por lo tanto, ¿cómo estar seguro de que, en realidad, noseguía en coma y de que lo que estaba experimentando no era otro producto más de un sueñoprogramado?

Durante las dos primeras semanas, todos los días, Sompa le decía que iban a trasladarlo altanque, que aquello se lo curaría todo, no sólo las piernas nuevas. Pero entonces, una mañana, sinprevio aviso, se encontró ya dentro del tanque con la máscara holográfica puesta en la cara y eltutorial funcionando. En aquel momento, todas sus dudas sobre la realidad de su situación sedisiparon.

Nadie podría haberse inventado unos acontecimientos tan catastróficos como los que se relatabanen el tutorial.

La guerra entre la República y la Confederación de Sistemas Independientes, para la que Jadak yotros muchos incontables habían intentado servir por la paz y la justicia, resultó no ser más que uncomplot elaborado con el objetivo de eliminar la Orden Jedi y poner la galaxia en manos de un LordSith. Al final, la Fuerza había ganado, al emperador Palpatine lo había derrotado el hijo de un Jedi alque una vez todos habían considerado un héroe. Hicieron falta muchos años de luchas contra losrestos del Imperio para construir una Nueva República. Y ni siquiera entonces duró la paz.Abundaban los problemas y por si eso fuera poco, una especie extragaláctica, conocida comoyuuzhan vong, había invadido la Nueva República. Esta especie invasora trajo un nivel debarbaridad sin precedentes a la galacia; destruyeron y transformaron planetas; exterminaron especies.Algunos mundos como Coruscant y Obroa-skai se estaban recuperando todavía de los daños quehabían causado los yuuzhan vong. Más recientemente, la Alianza Galáctica había sufrido la amenazade un joven caballero Jedi que, al igual que había hecho Anakin Skywalker antes que él, acogió lasenseñanzas y tácticas sith en un intento de crear una orden nueva. Y ahora, ironías de la vida, laAlianza Galáctica estaba en manos de una antigua agente imperial llamada Natasi Daala.

Las impactantes noticias, las entradas que recogían las brutales muertes de tantos y tantos amigosy familiares, la sobrecogedora devastación de los mundos, ciudades y especies que él habíaapreciado fueron suficientes para que los problemas de Jadak parecieran insignificantes. Sus piernasseguían en proceso de recuperación pero él temía cada una de las sesiones de inmersión, no por elregusto dulzón que dejaban los tratamientos de bacta, sino porque los tutoriales seguiríanmostrándole las penurias de la galaxia.

Durante una semana, Jadak se había resistido a consultar la HoloRed. En cuanto cedió a susimpulsos, se arrepintió. Lo que encontraba parecía ser cierto, pero la historia no había sido muy

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indulgente con Tobb Jadak. Inicialmente considerado uno de los pilotos de swoop más competitivosy exitosos de los últimos cien años (había alcanzado el récord de 655 kilómetros por hora en la pistade Grandine) tras la carrera de Balmorra Invitational fue decayendo su figura pasando de ser unpiloto relativamente bueno en algunas informaciones a ser un auténtico descrédito en otras. Incluso enaquellas entradas en las que se decía que Jadak se había visto obligado a dejarse ganar paramantener un esquema de puntos previamente establecido por los hutts, que se habían aliado a lafamilia Rigorra/Groodo, los autores del artículo opinaban que el piloto tenía todas las de perderigualmente. El hecho de que ni una sola entrada en la HoloRed contara toda la historia hizo mella enél. Pero claro, no podría haber sido de otra manera teniendo en cuenta que la HoloRed no contabacon ninguna referencia al Grupo República, y mucho menos al servicio que Jadak le habíaproporcionado, y sí habían salido a la luz los complots de las Guerras Clon y Palpatine.

Era cierto que los Hutts lo habían obligado a perder la carrera. Le habían prometido planear suregreso al estrellato, pero Jadak sabía que, en caso de llegar a cumplir con su promesa, seríademasiado tarde para realzar su reputación o su amor propio. Por lo tanto tenía dos opciones:acceder y aceptar los créditos que le ofrecían a cambio o morir tanto él como su familia. Sinembargo, apostar en si propia contra no había sido idea suya; sino del Grupo República. Se habíanenterado de las directrices de los huir, así que varios representantes del grupo se habían acercado aél poco antes de la carrera y le habían dicho que tenían una nave muy rápida para la que necesitabanun piloto habilidoso que recelara de Palpatine tanto como los miembros del grupo. Por lo que elloshabían oído, él cumplía el perfil a la perfección. Jadak no se sorprendió. Nunca había sabidocallarse sus opiniones políticas, y mucho menos cuando una guapa periodista le acercaba elmicrófono. Pero el Grupo República no buscaba sólo un aliado, sino más bien un ser con unareputación empañada que pudiera mezclarse y no destacar entre los agentes de información de la queaparentase ser un mercenario inmerso en una mala racha que haría cualquier cosa por un crédito y, noobstante, trabajar como espía y mensajero para los intereses del Grupo República.

Al principio, Jadak había rechazado la oferta. Que su carrera como piloto y estrella de swoop sefuera a pique no quería decir que no pudiera trabajar como piloto para las fuerzas policiales, unaagencia de seguridad o una empresa privada de investigación. Pero a medida que aumentaba el poderde Palpatine y la guerra se veía ya como algo inevitable, cambió de opinión. Al menos podría seguirperfeccionando sus dotes como piloto.

Y entonces apareció aquella nave más rápida de lo que jamás habría podido imaginar, aquel YT-1300 que el grupo insiguió para él…

Recordaba los años de preguerra, y los de guerra; infiltrado en el Cártel Metatheran y otrasorganizaciones del crimen, aquellas naves de mundos lejanos, todos los encuentros con mercaderesde armas, traficantes de especias, simpatizantes de CSI… La mayoría de las veces ni siquiera sabíaqué trasportaba. Simplemente hacía lo que le ordenaban; confiaba en estar colaborando en laexpansión de las caisas de la Delegación de los Dos Mil y la Orden Jedi, y se decía que estabaluchando a su manera y cuidando de su familia al mismo tiempo. Con Reeze, a quien también habíareclutado el grupo, Jadak pilotó el Emisario Estelar entre las batallas más cruentas y fieras de laguerra: en Muunilist, en Cato Neimoidia y en Otros mundos.

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Con cada sesión de bacta regresaban a su memoria recuerdos reales que empezaban a recobrarcierto orden cronológico. Pero todavía no lograba recordar lo que ocurrió justo antes del accidente.En algunas entradas de la HoloRed situaban su muerte poco antes del fin oficial de las Guerras Clon.No aparecían datos sobre el lugar en el que, supuestamente, había tenido lugar el accidente pero sídaba la sensación de que, de algún modo, había muerto aquel día.

Algunos de los senadores del Grupo República habían vivido lo suficiente para ver como laAlianza para Restaurar la República, que se hacía llamar Alianza Rebelde, vencía al Imperio, peroahora ya habían muerto todos. Algunos de ellos fallecieron durante la masacre de gorman; otros seperdieron en Alderaan cuando la destruyó la Estrella de la Muerte. La mayoría murieron durante losinterminables conflictos con los caudillos imperiales. Únicamente un puñado de ellos falleció porcausas naturales.

En las últimas sesiones en el tanque de bacta, Jadak se preguntaba si era verdaderamenteimportante para él recordar los detalles del accidente; sobre todo ahora que había una pregunta quese abría paso a voces en su cabeza. Si todos los miembros del Grupo República estaban muertos,¿por qué lo habían mantenido con vida a él todos estos años…?

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CAPÍTULO DIEZ

Han y Lando se saludaron con un apretón de manos enérgico y unas palmadas en la espalda. En elmomento de saludar a Leia, Lando la abrazó durante un buen rato y cuando ella finalmente lo apartóhacia atrás, esbozó una sonrisa picara y movió la cabeza en señal de desaprobación.

—La única constante de la galaxia —dijo Tendra mientras señalaba a su marido con unmovimiento de cabeza y abrazaba a Leia.

—No —contestó ella—, yo también tengo uno.Los Calrissian vestían ropa informal: pantalones holgados, jerséis simples y sandalias. Por

primera vez en su vida, Leia se sentía demasiado arreglada en su presencia.—¿Y quién es esta adorable y hermosa criatura? —preguntó Lando a medida que se arrodillaba

frente a Allana—. No Puede ser Amelia. Es imposible que haya crecido tanto en solo un año.—Pues claro que soy yo —contestó Allana mientras se trazaba al tío Lando.—¡Eh! —dijo él, aparentando estar sorprendido—. ¿Ya has aprendido las malas costumbres de tu

padre?—No, ya nací con ellas.Leía se rió con los demás, contenta de que la palabra «padre» no creara ningún conflicto en

Allana. Los Calrissian desnocían el secreto de su paternidad y asumían, como casi todo el mundo,que Han y Leia la habían adoptado para compensar, de algún modo, el dolor de haber perdido a susegundo hijo. Durante un tiempo, a Allana le resultó muy difícil llamar papá y mama a Han y Leia,pero a medida que crecía se fue acostumbrando a hacerlo cuando estaban con más gente.

—Amelia, ¿te acuerdas del pequeño Lando? —Con tres años de edad y de apariencia casiclónica a su padre, el pequeño sostenía un dragón de juguete y vestía igual que su progenitor.

—Hola, Lado —dijo ella acercercándosele—. ¿Es ese el dragón de Castle Creep?El niño asintió, tímidamente.—Perystal.—¡Yo también lo veo! ¿Perystal es tu favorito?—Tengo al príncipe Gothik.—Vaya. Yo antes tenía un tauntaun de peluche.El niño echó a correr hacia Lando y se abrazó a las piernas de su padre. Lando se agachó y lo

cogió en brazos, radiante de felicidad.—Su apodo es Suerte —dijo mientras alborotaba el pelo rizado de su hijo—, es mi amuleto. Han

sonrió y Lando lo pilló.—No lo digas.Han se encogió de hombros.—Eh, hasta Boba Fett es abuelo.Lando puso a Chance de nuevo en el suelo y él corrió hacia Tendra.—Hola Trespeó —saludó Lando—, me alegro de verte.—Lo mismo digo, señor —contestó C-3P0—. Disculpe mi atrevimiento, señor, pero su casa es

maravillosa.

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—Esta casa —corrigió Han—; tiene seis. ¿O eran siete?—De hecho ahora son ocho. Hemos comprado una casa pequeña en Kuat —concretó Lando—,

pero ésta es nuestra preferida.Leia lo comprendía. Lujo era un mundo precioso, sobre todo las regiones ecuatoriales. Allí el

clima se mantenía suave todo el año y el agua de los océanos destellaba bajo el sol dorado. La casade los Calrissian se encontraba en medio de unos pabellones perfectamente situados a sólo cienmetros del mar, abiertos a la brisa fresca.

Exceptuando una breve reunión hacía un año, la última vez que Leia y Han habían estado conLando había sido durante la guerra Alianza-Confederación. Los protectores noghri de Leia,Cakhmairn y Meewalh, acababan de perder la vida y el Halcón al que el destructor estelar AnakinSolo había disparado, dos pistolas y gran parte de la armadura. En la estación de servicioTendrando, del sistema Gyndine, Lando había mandado reconstruir (corriendo con todos los gastos)el Halcón, y se había unido a Han y a Leia para llevar a cabo una misión en Corellia. Finalmente, sinembargo, decidió retirarse, pues acababa de recibir la noticia de que Tendrá estaba encinta.

—¿Qué ha sido del bastón? —preguntó Han.Lando miró a su esposa.—Al guien me convenció de que era un estorbo, que me hacía parecer mayor.—Por lo menos dejó que te quedaras con el bigote —dijo Han.A todos los invadió la risa. La última vez, en Coruscant, Jacen había sido el bantha blanco de la

habitación. Sus acciones durante la guerra y su muerte dolían demasiado como para hablar de ello.Los cuatro habían discutido ya esos temas, habían hablado sobre todo lo que había ocurrido dos añosantes. Ahora todo era diferente. Todos habían seguido con sus vidas, algo que los desconcertabatanto como los reconfortaba.

—¿Y qué os trae a Lujo, entonces? —preguntó Lando.—Es una aventura —anunció Allana.—¿En serio? ¿Una aventura?—Vamos a encontrar a todos los que han sido dueños del Halcón Milenario.Lando se volvió hacia Han.—¿En serio?Han asintió.—Es algo que me había prometido a mí mismo hace ya tiempo y creo que es un buen momento

para empezar.—Vaya, pues sí que es una gran aventura —dijo Lando, que se volvió de nuevo hacia Allana—.

¿Tu padre te ha dicho que yo también fui dueño del Halcón?—Sí. Me dijo que te la ganó en una partida de cartas.Lando hizo una mueca con la cara.—Más o menos, sí. Pero lo importante es que yo sabía lo mucho que le gustaba a tu padre el

Halcón y que, como yo tenía muchas naves, decidí dejar que se la quedara.Han arqueó las cejas.—La verdad es que no sé qué habría sido de todos nosotros de no haber sido por tu padre y el

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Halcón —continuó Lando—; eso sí, también dudo que hubiera terminado casado con una princesa yconvertido en un héroe galáctico.

Han había abierto la boca para contestar cuando un droide de protocolo plateado apareció en lagalería.

—Todo está listo, capitán Calrissian.—¿Capitán? —preguntó Han.—De la nave Viento Veloz —le contestó Lando.—¿Qué pasó, vendiste el Comandante Amor?—No se trata de una nave estelar, viejo compañero. —Lando sacó una gorra del bolsillo del

pantalón y la colocó sobre su pelo canoso, de forma desenfadada y añadió—: Salgamos a navegar.Han y Lando se sentaron uno al lado del otro en el puente del catamarán. Lando sostenía el

anticuado timón entre las manos, las velas principales se sacudían y los refrescos estabanpreparados. La embarcación atravesaba las aguas cristalinas a gran velocidad, el sol brillaba ydejaba ver el horizonte. Por todos lados había islas llenas de follaje y rodeadas de playas de arenablanca.

—Veo que tienes un motor auxiliar —dijo Han.—Solar. Imagina que no sopla el viento.—No puedo. —Han se quitó la camisa, disfrutó del caloi del sol sobre la piel y añadió—: La

naturaleza no está tan mal cuando te acostumbras. —Miró al cielo y prosiguió—: Parece mentira queantes la gente viviera así.

—Mucha gente lo sigue haciendo. Y tú también podrías si quisieras.Han desechó la idea.Ya me conoces. No me gusta estarme quieto.—¿Todo bien? —preguntó tras unos instantes de silencio.Han entendió a su amigo.—Empezando. Yo no intento no pensar en ello. Con Amelia todo es diferente.—¿Y Jaina?—Le va bien.—¿Ha vuelto al redil?—Sólo un poco, me temo.Lando prefirió no insistir.—Así que investigando la historia del Halcón, ¿eh?Han asintió.—La idea fue de Amelia, pero ahora es cosa de todos. Es algo que podemos hacer juntos y de

momento hay posibilidades de localizar a los antiguos propietarios. Por ejemplo, el tipo al que se laganaste tú era…

—Cix Trouvee —contestó Lando.—¡Ése era el nombre del que no conseguía acordarme!Lando soltó una carcajada.—Tenía unos reveses increíbles. Un año todo le iba bien y al siguiente tenía que empeñar el reloj

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para poder comer. Los demás jugadores de cartas solían llamarle Ojo de Cristal porque una vezempezaba a perder podías leerle el pensamiento. Tú mismo sabes que ni eso es suficiente cuando setrata del sabacc, no con el aleatorizador, pero en su caso, si se veía arrinconado, sabíasperfectamente sus cartas. Sólo apostaba el Halcón cuando estaba desesperado. Al final, hasta mesentí mal por habérselo ganado… durante un par de segundos. Seguro que lo mismo que te ocurrió ati cuando me lo ganaste a mí.

Han no pudo evitar reírse en alto.—Sé que todavía piensas que te lo adiviné, pero te aseguro que no me esperaba que lo tuyo fuera

un farol. Y sé que te fastidió perderlo.Lando apretó los labios.—¿Cuántas veces tenemos que recordar esto para que reconozcas que tú nunca ganaste el Halcón

porque yo nunca me lo aposté? No me parece mal que digas que ganaste la mano que me molesta esque digas que ganaste el Halcón cuando yo sólo me había apostado una de las naves que tenía enpropiedad. Podía haberme negado a dártelo. Y lo sabes. Cualquiera en Nar Shaddaa lo habríaentendido.

—Había muchos testigos que te escucharon decir «cualquiera» de tus naves.Lando negó con la cabeza, enfadado.—Cometí el grandísimo error de dejar atrás el Halcón e intentar impresionaros llegando a

Bespin en el Reina del Imperio.Ambos cambiaron su expresión de enfado por una sonora carcajada.—Es oficial —dijo Han mientras secaba una lágrima de sus ojos—, ambos nos hemos convertido

ya en un par de vejestorios.—Sí, será mejor que dejemos el tema antes de que haga zozobrar el barco —asintió Lando.—Buena idea, pero al menos podemos decir que tenemos muy buena memoria. —Han se calló un

instante y luego siguió—: ¿Tienes idea de dónde puede estar Cix Trouvee ahora?—La última vez que oí hablar de él yo operaba en el Corredor. No tengo ni idea de dónde estará

ahora, pero seguro que podemos encontrarlo.—Lando —interrumpió Tendra desde la espaciosa cubierta—, vamos a salir a nadar.Tendrá señaló una de las islas y su marido, con un gesto aprobación giró el timón entre sus manos

para dirigirse a una apartada cala. Han apuró un buen trago de su vaso y se relajo sobre una sillaacolchada.

—Veo que te han ido bien los negocios.—No tan bien como piensas —contestó Lando justo antes de echar un trago a un brebaje naranja

que le había preparado su droide de protocolo—. Tendrano tiene cada vez más competencia. Losverpine, los mandalorianos, e incluso Baktoide y el Nido de Creación Colicoide están intentandovolver al mercado de droides.

—Los colicoides. —Han sintió un escalofrío—; pensé que los habían obligado a disolverse.—Y estás en lo cierto, pero Colla-Arphocc Automata se reformó y presentó una petición bajo un

acuerdo nuevo de comercio justo. Alegaron tener documentación firmada por Palpatine en la que sedeclaraba que sólo tenían que disolverse temporalmente.

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—¿Y los tribunales van a aceptar su petición?—Si la decisión dependiera de Daala, creo que erradicaría a todas las especies insectoides, pero

tiene las manos atadas.—¿Has tratado con ella?—A veces.—¿Y?—Parece muy decidida a no repetir errores del pasado. No es una dictadora y tampoco da la

sensación de que esté conspirando para convertirse en una. Los sistemas estelares están dejando a unlado sus diferencias por el bien de una paz duradera. Aunque eso no tiene mucho que ver con Daala,sino con el hecho de que es prácticamente imposible ganar nada basándose en el aislamiento.Sufrimos cincuenta años de guerra e inestabilidad. Ha llegado la hora de entender que lo que ocurreen el Núcleo afectará a los demás sistemas de alrededor y de que lo ocurre allí también afectará alNúcleo.

—Entonces crees que irá bien.Lando movió la cabeza de un lado a otro.—No sería la primera vez que me equivoco, es cierto. Y, en cierto modo, Daala sigue siendo un

misterio para todos. Tampoco me gustan mucho sus alianzas con el Remanente y los mandalorianos.—Se volvió hacia Han y prosiguió—: Mucha gente aún se pregunta qué te pasaba por la cabeza paraque se te ocurriera instaurar a Daala.

—¿A mí? ¿Personalmente?—Sí, para empezar.—Mi hija acaba de matar al hijo que me quedaba, Lando. En aquel momento, ya nada me parecía

raro.—¿Ni siquiera después de lo que Daala os había hecho a ti y a Chewie?Han le sostuvo la mirada.—Ajustamos cuentas con ella. Además si tuviera que hacer una lista con todos los seres que me

han torturado duran todos estos años, tendría que incluir también al padre de Leia, así que ¿quésentido tiene? Las cosas pasan y ya está.

—No para los habitantes de Mon Calamari. Ellos ven antes a un yuuzhan vong en Coruscan que auna antigua criminal de guerra. Y a juzgar por lo que he oído, a los Jedi tampoco les cae muy bien.

—Daala cree que un sistema justo no necesita capataces. Por eso Luke no está seguro de lanecesidad de mantener la Orden Jedi. —Han echó un vistazo al mar e inspiró profundamente antes deproseguir—: Yo prefiero no meterme.

Lando giró el timón.—Supongo que en el fondo, todos buscamos respuestas.—Lo que me recuerda… —dijo Han mientras sacaba del bolsillo el objeto que había encontrado

Allana a bordo del Halcón y se lo mostraba a Lando—, ¿habías visto esto alguna vez? —Landoexaminó el objeto.

—Parece una especie de intercomunicador. ¿De dónde ha salido?—Lo encontró Amelia en el Halcón. Lando se mostró sorprendido.

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—Pensé que lo conocerías como la palma de tu mano.—Estaba escondido en el mamparo que está tras la sala de ingeniería. Creo que la aleación tiene

propiedades miméticas; lo que explicaría por qué nunca lo encontré.—¿Y no será que ya no ves bien? —preguntó Lando, sonriendo.—No lo creo, companero.—Bueno, lo que sí sé es que yo no lo instalé. Por lo tanto, si tú tampoco sabes de qué va,

supongo que ya estaba allí cuando Cix era el dueño del Halcón. Lo más lógico es que nadie durantelos últimos cincuenta años haya usado algo tan viejo.

—Lo mismo pienso yo.—Algunos de mis técnicos se hospedan en la casa de invitados. Si quieres, podemos preguntarles

si saben algo al respecto. Han devolvió el objeto a su bolsillo. —No es mala idea. Lando lo miró denuevo.

—¿Quieres coger el timón un rato antes de que echemos el ancla?—Claro, me apunto —contestó Han.

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CAPÍTULO ONCE

«La Alianza para restaurar la República».Jadak se despertó de uno de sus tumultuosos sueños con esas palabras en la boca y un droide

médico 2-1B lo miraba desde donde se encontraba, de pie, junto al monitor que Sompa aún no habíaquitado de la habitación.

—¿Señor? —dijo el droide.Jadak lo miró.—Usted dijo: «La Alianza para restaurar la República». ¿Quiere añadir algo más?Jadak se pasó la mano por la barba e hizo un gesto de desconcierto con la cabeza.—¿Dije algo más mientras dormía?—Nada inteligible, señor.—Como siempre —murmuró Jadak.Se bajó de la cama y arrastró los pies hasta un panel-espejo que le habían dejado, por fin, los

enfermeros. Todas las mañanas esperaba ver el mismo reflejo: el de un hombre recién salido de latumba. Sin embargo, siempre veía al mismo extraño rubio que saludaba. Usó el cambiador paracambiarse de ropa y apuró parte del desayuno que le trajo otro droide. Sompa había levantado ya lamoratoria sobre el uso de la HoloRed, pero Jadak ya no se sentía fuerte para seguir mirando y dejo lahabitación. Aún se estaba acostumbrando a sus piernas nuevas y avanzaba con mucho cuidado por lospasillos, donde íntercambiaba saludos con otros pacientes cuando no podía evitar.

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CAPÍTULO DOCE

En el dispositivo de comunicaciones con forma de «T», una holoimagen se giró y se colocó sobre elproyector. El mecánico jefe de Lando, un cereano llamado Tal-lik-Tal paralizó la imagen y la señalócon un gesto.

—En la parte superior se puede ver el sistema amplificador.—Entonces, ¿sí que es un transpondedor? —preguntó Leia desde el otro lado del proyector. El

brillo que emana de la base del mismo reforzaba el ligero moreno que tanto ella como Han habíancogido durante los dos días que pasaron nadando y paseando por la playa con Allana.

—A juzgar por su diseño, tiene que ser preimperial, y sospecho que no eran fáciles de encontrarni siquiera en la época a la que pertenece. —Tal-lik-Tal se movió hacia el analizador y pidió queapareciera en pantalla una pieza similar pero ni mucho menos idéntica antes de proseguir—: Estaimagen es de una base de datos de la biblioteca. La pieza fue fabricada por Comunicaciones Chedakdurante las Guerras Clon. Pero no podría decir con certeza si la suya fue fabricada por la mismaempresa.

—¿No lleva un símbolo del fabricante? —pregunto Han.—Ni el modelo, ni un número de serie.—¿Se los habrán quitado a propósito?—No hay indicios de que hubieran existido.Tal-iik-tal puso la holoimagen en movimiento y Han la rodeó mientras se rascaba la barbilla,

pensando.—Acertó con las propiedades miméticas del dispositivo —puntualizó el cereano—; de hecho,

algo habitual en los intercomunicadores y los transceptores desarrollados por organizaciones deespionaje. Como he dicho antes, éste en concreto no coincide con los que se diseñaban durante laépoca de la República, ni tampoco durante la imperial. Sin embargo, el uso de la aleación miméticasugiere la posibilidad de que lo hubieran instalado secretamente, o por motivos secretos. ¿Ha notadoalgo raro en el funcionamiento de la nave desde que lo ha quitado?

—No, la verdad es que no.—Con el Halcón es imposible saberlo —dijo Leia, riendo.Tal-lik-Tal rió.—Lo pregunto porque el transpondedor todavía funciona.—¿Ves como no eran cosas mías? —le dijo Han a Leia.Ella se volvió hacia Tal-lik-tal:—¿Y no hay manera de saber qué tiene?—He intentado interrogar al dispositivo usando los códigos de uso más comunes durante los

últimos años de la República y los primeros de la era imperial, pero no ha surtido efecto. Al parecer,sólo transmitirá su mensaje cifrado en respuesta a una señal predefinida.

Leia arrugó la frente y después su expresión cambio a la de alegría.—Amelia se va a alegrar mucho de que no hayamos resuelto el misterio.—Sí me permiten, les daré un consejo —dijo Tal-lik-Tal—, no vuelvan a instalarlo.

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En el despacho de Ril Bezant había una holoimagen del cerebro de Jadak girando cuando éste entró yse dejó caer sobre un sillón. La psicoterapeuta twi’lek sonrió, rodeó el escritorio y se sentó frente aél.

—¿Cómo van las piernas? —Me van llevando.Ella se percató de la hosquedad de su tono de voz y asintió.—Y en general, ¿usted cómo está?—Pues, a ver: mi memoria sigue pareciendo un colador me siento atrapado en el cuerpo de otra

persona, con suerte duermo una hora al día y mis manos no paran de temblar. —Jadak se las mostró ala doctora y prosiguió—: Aparte de todo eso, estoy genial.

—Siga —le dijo.—Mi cuerpo parece notar que ha pasado mucho tiempo pero es como si mi mente no llevara el

mismo ritmo. —Ya lo hará.—Eso es lo que me dicen siempre pero han pasado sesenta y dos años y para mí es como si

hubiera sido ayer.—El pasado está lleno de ayeres, capitán, ya pasen años o décadas.—Intentaré recordarlo la próxima vez que vea un documental de la HoloRed sobre el emperador

Palpatine; pensaré que me lo encontré la semana pasada en Coruscant. —Jadak la miró a los ojos ysiguió hablando—: Esa frase no para de dar vueltas en mi cabeza: «Alianza para Restaurar laRepública». No puedo olvidarla. Es como si mi mente estuviera esperando algún tipo de aviso paraque la memoria vuelta a su sitio.

—¿Cree que su estado nervioso tiene algo que ver con la frase, con las palabras en sí?—Restaurar… república… una y otra vez.—Ha dicho que está esperando a que su memoria regrese.Jadak reconsideró el comentario.—¿Y qué hay del resto? —Le rechinaban los dientes—: Estoy empezando a recordar cosas.A Bezant se le movieron las colas cefálicas.—Ya le advertí a Sompa que podría ocurrir.—¿Ocurrir el qué?—Que el estrés postraumático generase un trastorno disocitivo: sentimiento de

despersonalización acompañado de estados de ansiedad y depresión. Puede que también influyanfactores orgánicos —dijo, señalando la pantalla—. Su cerebro muestra daños en zonas importantesdel córtex.

Jadak miró la pantalla.—Doctora, yo entiendo de motores de naves, no de cerebros. Tampoco me importan las causas,

solo saber si se puede reparar el daño.—Existen algunos medicamentos, pero no los recomiendo.—¿Qué recomienda entonces: dos sesiones semanales con usted?

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—Aunque eso fuera posible, no estoy segura de que pudiese ayudarle mucho.—Hay mucha lista de espera, ¿no?—No es eso, capitán. Lo que ocurre es que van a darle el alta.Jadak se incorporó de inmediato en la silla.—¿Cuándo?—Pronto. Su cuerpo está bien y sus piernas recuperadas. Aurora está especializada en

tratamientos de rejuvenecimiento, no de rehabilitación. No podemos hacer nada más por usted.—Pero ¿entonces por qué me trajeron hasta aquí?Ella evitó mirarlo a los ojos.—Eso tendrá que preguntárselo directamente al doctor Sompa.—Sompa siempre está demasiado ocupado para verme —dijo Jadak, colocando los brazos sobre

los muslos y acercándose a la doctora Bezant—; sólo dígame qué pasó en el accidente y quién haestado pagando mi tratamiento todo este tiempo. Obroa-skai almacena información de todo lo queocurre en la galaxia, pero nadie en Aurora ha podido decirme ni una sola cosa sobre lo que me trajoaquí.

Bezant lo miró y su expresión se fue suavizando.—Un segundo. —Se levantó, regresó al escritorio e introdujo un código en el panel de control.

Cuando regresó a la silla, dijo—: Acabo de apagar las cámaras de seguridad. Tanto si me cree comosi no, capitán, debe saber que yo siento exactamente la misma curiosidad que usted sobre lo que lotrajo a Aurora. Para el doctor Sompa ha sido un proyecto especial durante los últimos cuarenta años,desde que llegó a Aurora. —¿Cuarenta años? ¿Dónde estuve entonces los primeros veintidós?

—No lo sé. Aquí nadie lo sabe. —Excepto Sompa.—Excepto Sompa —asintió la doctora.El insomnio que sufría había permitido a Jadak familiarizarse con la rutina de los turnos de noche

del hospital, tanto de enfermeros como droides y personal de seguridad. Se abría ante él oportunidadde aprovechar el momento en que el personal de las instalaciones se encargaba de la entrada depacientes nuevos y actualizar los espedientes de los ya existentes. Lo mejor del Edificio Uno era quela mayor parte de los controles de seguridad estaban en el exterior, por lo que, una vez dentro, losclientes podían andar a su aire (a las salas de entretenimiento, al comedor, a las bibliotecas, a lassalas de ejercicios); además, droides médicos y de mantenimiento estaban programados para noentrometerse y no hablar con nadie a no ser que alguien se dirigiese a ellos primero.

La consulta de Sompa se encontraba en la decimocuarta planta y daba a los jardines de atrás. Losamplios pasillos que llevaban a él recibían una luz tenue y estaban completamente vacíos; aexcepción de los droides que limpiaban el suelo. Con el mismo código que había usado Bezant,Jadak desactivó las cámaras de seguridad y abrió la puerta de la consulta de Sompa con undispositivo que él mismo había montado a partir de las piezas que había robado del banco demáquinas de control de su propia habitación. Cuando hubo desactivado las cámaras de la sala deespera, entró en el despacho personal de Sompa e hizo lo mismo. Subió ligeramente la intensidad dela luz y examinó lo que había a su alrededor. Varias holopantallas colocadas en las paredes de laestancia mostraban a Sompa en compañía de seres rejuvenecidos de los que Jadak sólo podía

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suponer que eran ricos, importantes, o ambas cosas: políticos, famosos, abogados, ejecutivos degrandes empresas… En casi todas las holos, Sompa parecía tener la misma edad.

El escritorio del neurólogo estaba atestado de tarjetas, fluorescentes y documentos enduraláminas. Jadak activo un iluminador y empezó a moverse por la habitación. Tuvo suerte, no tardónada en encontrar su nombre y el numero de identincación de paciente en una lista de clientes queestaban a punto de ser dados de alta. Los cajones del escritorio estaban cerrados con llave y losarchivos privados del ordenador de Sompa, protegidos con contraseña. Indagando en los documentosJadak encontró una tarjeta marcada con su número de identificación y la insertó en un lector. Lamayoría de los terabytes estaban dedicados a los procedimientos que llevaron a cabo mientras estuvoen estado vegetativo y a sus consiguientes informes. Sin embargo, también había un archivo histórico.Antes de aventurarse a ver qué encontraba en él, tomó aire e intentó hacer caso omiso de lospinchazos que notaba en el corazón.

Escaneó visualmente el texto buscando la palabra «accidente» en algún sitio, pero la decepciónse apoderó de él al comprobar la ausencia de detalles al respecto cada vez que lo mencionaban. «Elaccidente causó daños en tal y cual»; «interfirió en el funcionamiento de este órgano y tal otro»,«requiere un procedimiento experimental»… Sin embargo, en una subcarpeta titulada Historia previaJadak dio con una mina de aurodium. Lo habían enviado a Aurora tras haber pasado veintidós añosen coma en un centro médico público. No había mención alguna a los costes cubiertos por Salud yVida.

El centro médico pertenecía a Nar Shaddaa. Las imágenes que empezaron a rondar la cabeza deJadak lo llevaron a sentarse en la silla de Sompa.

¡Él y Reeze habían saltado con el Emisario Estelar a Nar Shaddaa! El YT estaba averiado, lossistemas de vuelo apagados. La nave estaba a punto de estrellarse contra un carguero pesado quevenía en dirección opuesta y ellos intentaron escapar en una cápsula. De repente, el YT había vueltoa encenderse y se había inclinado. Demasiado tarde: ya había eyectado la cápsula; prácticamente endirección al casco en forma de «V» de la enorme nave.

Esas imágenes que ahora asaltaban la mente y el cuerpo de Jadak estaban tan frescas como sihubieran ocurrido ayer mismo. Se le aceleró el corazón y empezó a sudar. En cuanto pudo, fueseparando las imágenes.

Habían saltado al hiperespacio en Coruscant, tras la batalla en la que Palpatine había sidotomado como rehén. Pero antes de la veloz persecución y del apresurado salto al hiperespacio,habían tenido problemas con alguien… en el Anexo del Senado.

Una reunión con miembros del Grupo República.Los senadores Dessein, Largetto y Fang Zar.Jadak se volvió hacia el ordenador de Sompa. Era de última generación y seguramente inmune a

cualquier posible intento de intrusión por parte de Jadak, pero éste sabía lo bastante como paraacceder a la Holo Red. Evocó una imagen del senador de barba blanca de Sern Prime y la usó comoun talismán para meditar, para inspirarle recuerdos. Había un Jedi en aquella reunión.

Un Jedi Kadas’sa Nikto que había instalado algo en el Emisario…—¡Eso es! —dijo Jadak en voz alta.

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¡Los senadores querían que entregase el Emisario a uno de sus aliados en Toprawa! Ahorarecordaba que se sintió decepcionado; después de tantos años de servicio le habían pedido queentregara la nave que tanto amaba a un extraño. Pero… había algo más en juego aquel día… algo quetenía que ver con «restaurar la República».

No.Con «restaurar el honor de la República»…Él les había preguntado el significado de la frase a los senadores. Y le habían contestado algo.

Jadak echó un vistazo a la imagen en 3D de Fang Zar. Poco a poco, las palabras del senador salierona la superficie:

«Piense en la nave como si fuera una llave, la llave que abre la puerta de un tesoro. Un tesorosuficiente para restaurar el honor de la República en la galaxia».

Jadak empujó el ordenador hacia él, lo puso prácticamente en su regazo. Realizó una búsquedapor «Emisario Estelar» y encontró numerosas respuestas, pero ninguna de ellas coincidía con la delcarguero YT-1300. Decidió cambiar de estrategia y se adentró en la subred de Nar Shaddaa parabuscar información sobre colisiones aéreas y espaciales que tuvieran lugar aquel fatídico año.

De repente, allí estaba; frente a él el holotexto en color verde, un informe breve sobre unacolisión entre dos naves corellianas: una de ellas, un carguero llamado Valle Jendiriano III ; la otraun carguero YT-1300 del 25. Se suponía que ambos pilotos habían muerto en el acto, pero la navehabía sobrevivido al accidente y caído en manos de chatarreros.

La nave que se había convertido en la clave del puzle en el que se había convenido su vida habíasobrevido. Y estaba viva. Ahora tenía un punto de partida; merecía la pena buscar esa naveindependientemente de los riesgos que tuviera que correr para ello.

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CAPÍTULO TRECE

—Ciento diez mil.—Lord Oxic sube na cento diez mil. ¿Misa oigo diez mil quientos?—Ciento diez mil quinientos —dijo alguien al fondo de la sala.Lestra Oxic se giró en su silla para mirar hacia atrás. Su oponente en la puja era un bith que lucía

un pañuelo bordado muy elegante en la cabeza y en su pantalla identificativa portátil no aparecía másque un número.

—Once mil —dijo Oxic, mostrando su propia pantalla mientras se disponía a subir al estrado delsubastador.

—Tinemos na puesta de centonce mil. ¿Misa oigo dosce?El subastador era un gungan ataviado con una toga larga bordada y famoso por su rápida

distribución. En este caso, el objeto subastado era una estatua pequeña que una vez ocupó el atrionoroeste del Tribunal Galáctico de Justicia de Coruscant. Una pieza única y muy preciada, comotodos los ejemplos de Republicana desde que los yuuzhan vong devastaron media galaxia casi veinteaños antes.

—Ciento doce mil —dijo el mismo bith, cuya aportación produjo suspiros de sorpresa entre laheterogénea mezcla de los presentes que habían pujado alrededor de los cien mil.

Oxic levantó inmediatamente su pantalla de nuevo.—Ciento doce mil quinientos.Hydians, que era como se llamaba la casa de subastas, era en sí misma un ejemplo perfecto de

Republicana, tachonada con columnas elegantísimas y con un suelo de piedra pulida. Originalmente,habían estado en el centro Sah’ot en Chandrila, pero dos años después de la invasión yuuzhan vong,un equipo de arquitectos e ingenieros de la construcción supervisaron un ejército de operarios decarne y hueso y droides que trabajaron a destajo para desmontar el edificio pieza a pieza ytransportarlo a Epica, que, tal y como esperaban aquellos que habían financiado la operación y apesar de su belleza natural, estaba muy lejos de interesar lo más mínimos a los invasores. Muchos delos seres responsables de la recolocación de los edificios seguían aún en el mundo cuando acabó laguerra y desde aquel mismo instante comenzaron a construirse opulentos palacios y mansiones en lascolinas boscosas que rodeaban el puerto espacial, con la intención de transformar la ciudad deEpica, antes anodina, en un lugar privilegiado y sofisticado. Transformada acabó también lapoblación de humanos, bothan, duros y bimms que ahora servían para satisfacer las crecientesnecesidades de los ricos con los que compartían el planeta.

—Seguimon esperando na oferta de cento tresce mil —iba diciendo el subastador.Oxic giró completamente sobre su silla para observar al bith, esta vez a través de un par de

macroprismáticos de alumibronce. Con la mano que tenía libre, el ser procedente del sistemaClark’dor sostenía un intercomunicador caro.

—Ciento trece mil —dijo el bith.—Ciento catorce mil —subió una mujer sentada unas filas por delante del bith. Oxic la

reconoció; había asistido a otras subastas como empleada de la familia Trouvee, que poseía un

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complejo de juegos en Oseon VII.—Ciento catorce mil quinientos —respondió el bith.Oxic se retorcía en su asiento. Era un humano inusualmente alto, con una cara perfectamente

afeitada que disimulaba su avanzada edad. De complexión delgada, casi esquelética, tenía unasmanos y unos pies extremadamente largos y, aun así, su vestuario habitual enfatizaba su delgadezextrema y contribuía a esa impresión que daba de ser más largo que un día sin pan. Una fuerzaextraordinaria de la naturaleza.

Sabía cuál era el lugar perfecto para la figura: en lo alto del pedestal estriado del República 500que se erguía junto al escritorio de su despacho. Pero no había pensado en pagar más de cientocatorce mil por ella (de hecho, la pieza, por encima de los ciento trece mil, ya estaba sobrevaluada),y mucho menos cuando aún quedaban otros objetos por los que pujar. Sin embargo, era difícilresistirse a ella.

—Ciento quince mil —dijo, sorprendiéndose incluso a sí mismo.Cuando se dio la vuelta, vio que el bith susurraba algo por el intercomunicador y después

escuchaba a quien fuera que estuviera al otro lado del mismo.—Ciento diecisiete mil.La multitud presente mostró su asombro y los hombros de Oxic flaquearon. Se contuvo para no

mirar al bith.—Tenemos na oferta de cento diecisiete mil —dijo el gungan con entusiasmo—, ¿otron da

diesciocho mil? ¿Diescisiete mil quientos? —Esperó un momento y siguió—: Cento diescisiete mil alas una… a las dos… —Dio un golpe con el mazo y dio por finalizada la subasta—: Vendido nalpostor númeron seis tres siete.

Casi todo el mundo en la sala rompió en aplausos. Un falleen subió al estrado.—El próximo objeto que subastaremos será el número setenta y uno guión cero cero del catálogo:

una lámpara de araña del salón principal del hotel Darpa, de Ralltiir. Hecha de electrum, la pieza hapasado por varias fases de restauración pero está muy bien conservada. El precio de partida sera…

Oxic dejó de escuchar y centró su atención en el holocatálogo, de un diseño exquisito. Losobjetos de Ralltiir no le interesaban, ya fuesen de Republicana o no. Algunos seres estabanfascinados con los objetos de Alderaan o Naboo; otros con los artefactos hutt. Pero para Oxic,Coruscant sería siempre el centro de todas sus atenciones, y su obsesión. Ya estaba terminando elcatálogo cuando Koi Quire se deslizó sin problemas hasta el asiento contiguo al suyo.

—¿Qué tal el viaje? —preguntó.—Tranquilo. Una pena que hayas perdido la estatua. Oxic miró de nuevo al bith.—Me encantaría saber en nombre de quién viene.—Podríamos averiguarlo.—Sí por supuesto que sí, hagámoslo.Los firrerreos estaban a punto de extinguirse, asó que Koi Quire era casi como una pieza de

colección tan única como cualquiera de las otras piezas que se subastaban allí. Llevaba quince añostrabajando en el bufete de abogados de Oxic y había llegado allí tras el éxito logrado por los yuuzhanvong a la hora de volver a la población nativa de Belderone en contra de los firrerreos desplazados

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que una vez habían acogido sin conflicto alguno. Su intuición innata era inigualable y, en ocasiones,su mera presencia en la sala de un tribunal era suficiente para influir en el jurado. Conocedor de laspeculiaridades de la cultura firrerrea, Oxic nunca le había preguntado su nombre real y Quire jamáslo había mencionado, aunque él creía que ella confiaba en que él jamás se habría aprovechado de esainformación para asegurarse su lealtad.

—Habitación sin asientos —dijo ella, entrando en la otra sala.—Cada vez más común en la subastas —suspiró Oxic—. Supongo que tenemos que darle las

gracias a la jefe de estado Daala. Su liderazgo ha hecho renacer el interés por los últimos años de laRepública y los artefactos de comienzos del Imperio. Como especulador, es imposible equivocarse.Pero los coleccionistas serios salen perdiendo.

—Entonces creo que puedo darte buenas noticias —dijo ella en voz baja—, tu inversión estádando sus frutos.

Oxic notó cómo su cuerpo se tensaba de la emoción pero logró contener el tono de voz.—¿Dónde está?—Camino de Nar Shaddaa, con las piernas nuevas que tú le pagaste y con la indemnización de

Núcleo Salud.—¿Ha recuperado la memoria?—Supongo que sí, porque no le importó mucho saber que tenía que irse de Aurora, ni que fueran

a echarlo. Sompa siguió nuestras intrucciones y lo dejó entrar en su consulta a medianoche.Desactivó las cámaras de seguridad con un código que, creemos, le dió Ril Bezant.

—¿La psicoterapeuta? —Durante una sesión en su consulta, ella desactivó las cámaras uninstante; no sabemos si para ganarse la confianza de Jadak o para mostrarle el código con laesperanza de que él mismo pasara a la acción. En cualquier caso, sabe cómo conseguir lo que quiere.

Oxic ladeó la cabeza mientras pensaba en la información recibida.—No intentarás decirme que…—Quería llevarme de paseo por Aurora.—¿Y por qué lo rechazaste?—Desconfiaba de la póliza de seguridad y pensé que sería mucho mejor que se quedara en

tensión. Cuando me marché estaba tan nervioso que me habría arrancado la cabeza de un mordisco.—Parece que tu perspicacia nos ha venido muy bien.—No se molestó en buscar más cámaras de seguridad en el despacho de Sompa. A lo mejor es

que ya le daba igual que lo descubrieran. Al final consiguió encontrar la clave de acceso alordenador de Sompa para buscar en la HoloRed referencias y noticias sobre la colisión.

—¡Un chico listo! Pero ¿por qué iba a ir a Nar Shaddaa ahora? Dudo mucho que los oponentes dePalpatine hubieran escondido allí el tesoro.

Quire se encogió de hombros.—Puede que sólo esté buscando más información sobre la muerte del copiloto, Reeze. Oxic negó

con la cabeza.—No le haría falta ir hasta Nar Shaddaa para descubrirlo.—No sé, entonces a lo mejor sólo quiere proseguir su vida desde donde la había dejado. Oxic

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pensó unos segundos.—Será mejor que lo recojamos ya.—¿Tan pronto?—Prefiero no arriesgarme a que haya más gente implicada en el asunto.—Sí, es un riesgo que corremos. —Envía a Cynner a buscarlo.—¿De verdad crees que es el más adecuado? Yo sigo pensando que deberíamos enviar a alguien

con más criterio; Gomman, por ejemplo.—Gomman está ocupado protegiendo a nuestro testigo estrella en el caso del comercio —

puntualizó Oxic.—¿El colicoide? ¿Qué ha hecho Gomman para ganarse tal misión?—Simplemente tiene mucha más paciencia con los bichos.Quire asintió.—De acuerdo, avisaré a Cynner.Oxic se reclinó sobre su asiento. Estaba a punto de empezar la próxima subasta.

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Poco después de que él y Chewbacca regresaran del Sector Corporativo y comenzaran a trabajarcon especias para Jabba, el hutt, el Halcón Milenario empezó a comportarse de una maneraextraña. Un día operaba por encima de sus posibilidades y hacía la carrera de Kessel en tiemporécord; al siguiente, se producían fallos en el sistema en el peor momento posible. Era como siquisiera llamar la atención del Imperio o involucrarlos, a él y a Chewie, en la Rebelión. Sepreguntaba si aquella imprevisibilidad se debía al hecho de que, en parte por necesidad, en partepor diseño, había transformado un antiguo carguero en una nave de guerra bien armada.

Los barriles perdidos de brillestim que le habían hecho ganarse la enemistad de Jabba no erael primer cargamento que se veía obligado a tirar por la borda en aquellos días previos aTatooine. Durante un tiempo, parecía que los buques aduaneros del Imperio acechaban en la caraoculta de cada planeta al que se acercaban. Llegó un punto en el que tuvieron que colocarlocalizadores a las cargas para poder recuperarlas en el caso de que tuvieran que lanzarlas porla borda durante el viaje. Pero siempre pensó que el Halcón se rebelaba porque, en realidad, no legustaba formar parte de aquellas misiones.

Incluso la idea de regresar a la Estrella de la Muerte tras dejar atrás Yavin 4 parecía unaidea más propia del Halcón que de Chewbacca. Obviamente, era una auténtica locura pensar queuna nave podía pensar por sí misma o distinguir entre el bien y el mal; por muy equipada queestuviera con un trío de cerebros droides que rara vez se ponían de acuerdo en algo. Pero elHalcón sí parecía mostrar su propia voluntad aquellos días; se resistía a dirigirse adonde él lemandaba. Y mira a qué llevó esa cabezonería. Aparte de salvarle el pellejo a Luke y, por lo tanto,ser responsable indirecto de la destrucción de la temible arma del Emperador, el Halcón les habíaalistado de hecho, a él y a Chewie, en La Alianza Rebelde.

Pero el Halcón se había guardado otro as en la manga: se averió justo antes de la evacuaciónforzosa de Hoth y, debido a ello, él y Leia acabaron viajando juntos hacia Bespin. Cierto, él sehabía enamorado de Leia cuando se conocieron en un bloque prisión de la Estrella de la Muerte;pero el tiempo que pasaron a solas se lo puso mucho más fácil.

Su prepotencia jamás le permitiría admitir que fue el Halcón el que propició que estuvieranjuntos, ni siquiera le adjudicaba papel alpino durante el cortejo y el matrimonio final. Pero, enrealidad, siempre creyó que la nave merecía el equivalente a una Banda de Sangre corelliana; nosólo por sus actuaciones durante la Rebelión, sino también por ayudarle a entrar en la vida y elcorazón de Leia.

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CAPÍTULO CATORCE

Han, Leia, Allana y C-3PO miraban boquiabiertos a la multitud de seres y droides reunidos a los piesde la rampa de acceso del Halcón.

—Lando —dijo Han casi sin mover la boca.—Sí, debe de haber llegado antes —asintió Leia.—Demasiados esfuerzos para intentar estar en armonía.—De todos modos, nunca habría funcionado —suspiró ella—; sólo desearía ir mejor vestida.—Estás preciosa. Leia le sonrió.—Entonces diré que desearía que tú vinieras mejor vestido.Un lutrilliano vestido como el extra de una ópera de la era republicana se separó del comité de

bienvenida.—Oseon VII quiere expresar su más sincera bienvenida a la estimada familia Solo —anunció con

una reverencia de cortesía.—Gracias —contestó Leia, dirigiéndose a la multitud—; ha sido toda una sorpresa.—Muy innecesaria —murmuró Han.—Yo soy C-3PO —dijo el droide mientras bajaba la rampa del Halcón.El lutrilliano inclinó su enorme cabeza.—Bienvenido, C-3PO. —Luego se volvió a Han y prosiguió—: ¿Es su primera visita, señor?—La primera, sí.—En ese caso espero que Oseon VII esté a la altura de su reputación.Han se rió.—Ya lo ha demostrado.El puerto espacial del planeta, en expansión y muy frenético, estaba abarrotado de naves de todos

los tamaños y descripciones desde los yates más caros a los transbordadores abarrotados de turistasde mundos pertenecientes a la ruta comercial Perlemiana que viajaban conjuntamente con las navescrucero en órbitas sincrónicas. Pero el control del puerto había dirigido al Halcón hasta un muelleespacioso e impecable lejos de las terminales principales y de la aduana. Cuando llegaban, Han sehabía percarado de que estaban construyendo un enlace orbital.

—¿Traen equipaje, capitán Solo? —preguntó el lutrilliano.Han señaló el Halcón con un movimiento de cabeza.—Está en la nave.—¿Les digo a mis droides que traigan sus maleras?—Eh… no, se encargará nuestro droide —contestó Han, mirando a C-3PO, quien dio media

vuelta y subió la rampa de nuevo sin hacer el mínimo comento.Una limusina repulsora de longitud exagerada flotaba en el muelle.—¿Es para nosotros? —le preguntó Allana a Leia.—Parece que sí, cielo.—¡Es más grande que la de mi madre! —susurró.—No será necesario que pasen los controles de inmigración y aduanas —dijo el lutrilliano—; el

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piloto los llevará directamente al hotel por unos túneles reservaros para nuestros invitadosespeciales. Si quiere que prestemos algún servicio a su nave durante su estancia aquí… ¿Lavado,repostaje, mantenimiento rutinario?

—No —contestó Han con firmeza—, está prohibido tocar la nave. —Por supuesto, señor.Las puertas traseras de la limusina empezaron a levantarse. Cuando C-3PO salió de la nave con

las tres pequeñas bolsas. Han elevó la rampa y activó el sistema de seguridad del Halcón.—En el compartimento destinado a la carga también hay sitio para su droide —dijo el lutrilliano.—¿En el compartimento de la carga? —preguntó C-3PO con preocupación. Han sonrio.—No pasa nada, vendrá con nosotros.—Gracias, capitán Solo.Han le hizo sitio a C-3PO en la parte trasera de la limusina.—No dirás que no te trato bien.Con suavidad y sin el más mínimo ruido, la limusina salió del muelle y desapareció por un túnel

ancho. Allana se desplomó en el asiento, decepcionada.—Yo quería ver la Cinta.—Y la veremos —dijo Leia, dándole una palmadita en la rodilla—; en cuanto nos hayamos

instalado en el hotel.Han decidió que estaba de acuerdo en ir directamente al hotel. Normalmente él y Leia viajaban

de incógnito, pero ¿qué sentido tenía aparentar ser quien no era en realidad si había venido a buscaruna parte de la historia del Halcón? Es más, sería cuestión de tiempo que los turistas de la Cinta losreconocieran. Aunque la verdad es que en Oseon VII podrían colar como imitadores de famosos.

Oseon era uno de los múltiples sistemas que formaban una región espacial llamada Centralidad y,al igual que el Sector Corporativo, se desarrollaba a su manera. Algunos de los planetas máscuriosos de la galaxia se encontraban en la Centralidad pero lo que diferenciaba a Oseon de losdemás y lo convertía en destino turístico era un acontecimiento estelar anual llamado Viento deFuego. Se trataba de una tormenta de radiación con colores que cambiaban continuamente, queduraba tres semanas y provocaba, según decían, reacciones emocionales en los espectadores. Casicincuenta años antes, Lando y su droide (que aspiraba a ser nave espacial), Vuffi Raa, se había vistoobligado a atravesar el sistema Oseon durante un Viento de Fuego sin la ayuda del ordenador denavegación del Halcón.

Durante siglos, Oseon VII se había convertido no sólo en una base para explorar la Centralidad,sino también en un centro de apuestas con casinos elaborados a partir de otras maravillas de lagalaxia, tanto naturales como artificiales, pasadas y presentes, situados a lo largo de una línea decincuenta kilómetros conocida como la Cinta. El antiguo Ithor, la Catedral de los Vientos de Vortex,el Kashyyyk actual e incluso el Coruscant de la era de la República figuraban entre lasreproducciones, ampliamente detalladas, del planeta; los había recreado un consorcio deentretenimiento conocido como Sueños Planetarios, Inc., cuyo presidente actual no era otro sino elantiguo dueño del Halcón Milenario, Cix Trouvee.

Los presentes se agolpaban para ver de cerca a los Solo cuando la limusina repulsora se detuvofrente a la majestuosa entrada del Complejo Oseon. La primera en salir, Leia, dijo:

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—¡Oh, no!Han supo por qué. Habían colocado una lujosa cinta transportadora sólo para ellos, flanqueada a

ambos lados por miembros uniformados del personal y droides sirvientes. Acostumbrados a lapompa y la solemnidad, Allana se lo tomó con calma y C-3PO con un placer nada disimulado, peroHan llevaba ya mucho tiempo sin verse sometido a tanta deferencia. En el vestíbulo del hotel nohabía ni un solo huésped pero un pelotón de directivos, ayudantes de dirección, conserjes,organizadores de eventos y especialistas en hospitalidad formaba ante el mostrador de recepción. Aun lado se encontraba un grupo de famosos y artistas; algunos de ellos, con discreción, tomabanholoimágenes de los recién llegados con sus intercomunicadores.

—Capitán Solo, Princesa Leia, señorita Amelia —comenzó un humano de cara impecable y muydelgada—; ojalá nos hubieran comunicado con más antelación su llegada para estar mejorpreparados. Es una pena que no hayan asistido al festival del Viento de Fuego del mes pasado. Esteaño ha sido espectacular. De todos modos, hemos trasladado a los huéspedes de la suite del áticopara que ustedes puedan disponer de ella. Obviamente todos los servicios están incluidos y tendránpersonal especial a su entera disposición. Podrán disfrutar también de crédito ilimitado en el casinoy, en caso de que prefieran juegos más privados…

—La verdad es que no hemos venido a apostar —interumpió Han.—Ah, ya veo. Bueno, en ese caso, podemos organizar actuaciones privadas. En estos momentos,

Oseon tiene el orgullo de presentarles al Grupo Saffin Omlick, a Moosh Kole y a la Kinetic Krew delCirco Molpol entre otros. —El director hizo una serie de gestos a sus subordinados y prosiguió—. Elcomplejo Oseon también se ofrece a organizarles visitas guiadas a Rafa IV, a Trammis III, a lanebulosa «Cueva Estelar» ThonBoka y a otros destinos variados de la Centralidad.

—No será necesario —dijo Leia amablemente.El director le hizo una reverencia y se disculpó.—Por supuesto, si han venido para disfrutar de unos momentos de intimidad…—La verdad es que nos gustaría hablar en privado con Cix Trouvee —comentó Han despacio.El director lo miró fijamente. Han le devolvió la mirada.—¿Ya no es él el dueño?—Capitán Solo, siento tener que comunicarle que Cix Trouvee falleció hace algunas semanas.Han bajó la cabeza pero antes de que pudiera mostrar su decepción, el director añadió:—Pero el Oseon pertenece ahora a sus hijos, y estoy seguro de que les encantará hablar con usted

sobre cualquier asunto que le haya podido traer aquí. De hecho, tenían la intención de darles unarecepción privada en cuanto se hubieran instalado.

Han, Leia y Allana se intercambiaron miradas de alegría.—Sería estupendo —dijo Han.

El despacho ocupaba la cumbre de la Torre Oseon. Se trataba de una habitación redonda decorada

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con ejemplos exquisitos de escultura y varias estatuas. Las vistas abarcaban un kilómetro, desde laCinta hasta el puerto espacial y el enlace orbital en construcción. Una cordillera de montañas áridascontrolaban el horizonte y el cielo de color lavanda estaba invadido de estelas que cruzaban a todavelocidad y de naves que iban de un lado a otro. Leia se sentó en un banco acolchado junto a una delas ventanas de traspariacero, con Allana sobre sus rodillas, y señaló los diferentes centros de laCinta.

—Aquel hotel con las alas grandes es la réplica de un edificio que hay en un mundo llamadoThyferra —dijo Leía.

—De donde viene el bacta.—Eso es. Y aquellos jardines son muy parecidos a lo que hay en Ossus. Y, mira, ¿reconoces

aquello?Allana siguió con la mirada el dedo de Leia y divisó unas torrecillas dañadas en un castillo

extravagante frente al había una fuente inmensa.—¿Se supone que eso es Hapes?Leia asintió.—Se llama Casino de las Siete Lunas. Si quieres, podemos ir hasta allí mañana.—Sería un poco raro.—Cierto, sí que serla raro: pero también podría ser divertido.Allana se incorporó para rodear el cuello de Leia con sus brazos y la abrazó.—Te quiero, abuela —le susurró al oído. Leia cerró los ojos y la apretó con fuerza.—Yo también te quiero.Allana se apartó y Leia le ofreció una sonrisa.—Señorita Amelia.Allana se rió con ganas y se acercó a una de las ventanas contiguas. Leia se levantó y fue hacia

Han, que estaba hablando con los tres hermanos del primer matrimonio de Cix Trouvee. Al igual quemuchos de los habitantes de Oseon VII, mantenían su belleza natural con la ayuda de la cirugía y otrastécnicas de rejuvenecimiento. Leia se detuvo para examinar la maravillosa escultura de una hélicedoble.

—¿Esta pieza es de Alderaan?—La hicieron allí, sí —dijo Doon, el más mavor de los tres, bronceado, delgado y en buena

forma—; pero pasó muchos años en la suite presidencial del horel Manarai, en Coruscant. Tuvimosmucha suerte y logramos adquirirla en una subasta reciente.

Leía se dio la vuelta para observar las otras esculturas.—¿Las demás son originales? —Ojalá lo fuera; nuestro objetivo es que el Complejo Oseon sea

lo más auténtico posible. Por desgracia, la mayoría de las piezas de Coruscant de la era de laRepública se encuentran ahora en manos de coleccionistas particulares. No obstade, sonreproducciones de una calidad exquisita.

Pasearon tranquilamente hacia donde estaba sentado Han con la hija y el hijo mayor. Un droidehabía traído aperitivos y bebidas.

—¿De qué quería hablar con mi padre, capitán Solo? —preguntó Doon. Han bajó el vaso del que

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bebía.—Del Halcón Milenario.La hija sonrió.—La nave más famosa de toda la galaxia. ¿O debería decir infame?—Un poco las dos cosas —dijo Leia. Doon ladeó la cabeza, divertido.—Nuestro padre estaba muy orgulloso de tener el honor de haber sido dueño del Halcón. —Se

volvió hacia Han y prosiguió—: Siguió todas sus hazañas como si todavía le perteneciera un trocitode la nave. De hecho, tenemos imágenes de nuestro padre con el Halcón, no sé si le gustaría…

—¡Sí! —gritó Allana, acercándoseles enseguida.Todo el mundo colocó las sillas para mirar hacia el holoproyector. Doon lo activó por control

remoto y buscó entre el menú de opciones.De repente, allí estaba el Halcón, en una imagen 3-D de un metro, casi tal y como Han recordaba

la nave del día que se o ganó a Lando.—Éste es mi padre en la cabina —dijo Doon.Han se inclinó un poco hacia delante, con una gran sonrisa en la cara.—Mira eso, sólo hay un par de sillas —puntualizó.—El tablero de mandos era muy sencillo; y ya tenía el ordenador de navegación Rubicon.—No tiene dados colgando en el ventanal —dijo Leia.Han le hizo una mueca a su esposa.—Aquí hay otra foto; en ésta está arreglando alguna avería, seguro.—El repulsor de freno de proa —dijo Han—; no sabría decir cuántas veces he tenido que

arreglarlo yo también.—Aquí está dentro de la nave…—La bodega principal —dijo Han—, ¡y había una mesa de dejarik! Pues tu padre debió de

quitarla en algún momento porque cuando Lando ganó el Halcón, no estaba. Yo le puse una despuéspara apaciguar a mi copiloto, Chewbacca.

—El famoso wookiee —dijo Doon.Han miró al suelo y asintió.Leia tomó la palabra:—Lando dijo que le había ganado la nave a tu padre en un torneo de sabacc en Bespin.—Cierto —dijo el hermano de Doon.Han levantó la mirada de nuevo.—¿Os contó alguna vez por qué apostó el Halcón?Los tres hermanos soltaron una gran carcajada.—Claro que sí —dijo finalmente Doon—; y es una historia muy interesante, la verdad. Y larga.Han se acomodó en su silla.—Tenemos todo el tiempo del mundo.

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CAPÍTULO QUINCE

En lo que él considera un homenaje a su padre, Cix Trouvee era un jugador empedernido eincorregible. Había aprendido a apostar cuando aún era pequeño y a los dieciocho años había dejadoel próspero Corulag para dedicarse profesionalmente al juego. Su padre se había dedicado a apostaren carreras de swoop exclusivamente, pero Cix apostaba a todo. A medida que se hacía mayor se leocurría sobre qué apostar: carreras de cápsulas, partidos de Chin-Bret, rondas de laro, pazaak, Punto5 y sabacc, la velocidad de la silla de ruedas de un jubilado, los puntos sacados a los dados, eltiempo, la curva de población o las fluctuaciones del valor de las habas de Salthia. Por sus manospasaron grandes fortunas que luego se le escaparon entre los dedos. Gastaba sus créditos tan rápidocomo éstos llegaban a él: en vino, en mujeres, en lujosas suites de hotel, en trajes de brillaseda ycromaforro. A menudo gastaba más de lo que había ganado, e iba dejando a su paso una estela decuantiosas deudas, amistades dañadas y corazones rotos.

Durante un breve periodo de tiempo, la única constante de su vida fue un carguero YT-1300 alque alguien había puesto el nombre Halcón Milenario y al que otros habían equipado con unhiperimpulsor de Clase Uno, una mesa de dejarik y un cañón láser lateral. Pero cuando eres el dueñode una nave de cincuenta y cinco años que tiene tantas partes modernizadas como originales, has deser muy bueno con las manos; y Cix no lo era, a no ser que se tratara de repartir cartas, recoger lasganancias y garabatear su firma en pagarés. A Cix le encantaba el Halcón, pero lo estaba dejandoseco. Un día el hiperimpulsor, otro el cerebro droide; cientos de pequeñas piezas que necesitaban unajuste, una reparación o la jubilación. Aún así nunca se le había pasado por la mente siquiera venderel carguero o cambiarlo por una nave mas tradicional. Al menos, no hasta que el Halcón se averióinesperadamente y le impidió asistir a un partido en Coruscant en el que las apuestas eran altas. Cixse dio cuenta de que necesitaba desesperadamente un golpe de suerte que le diera lo suficiente comopara seguir manteniendo el nivel de vida al que se había acostumbrado y para una revisión completadel pozo de créditos en que se había convertido el Halcón Milenario. Por eso cuando un rodiano ledijo que los hutts iban a celebrar un extraño concurso, Cix se apuntó incluso antes de conocer losdetalles.

—¿De qué va el juego? —preguntó finalmente al rodiano.—El «concurso» —enfatizó él— será entre las fuerzas imperiales y un grupo de supuestos

insurgentes. Tendrá lugar en Yag’Dhul dentro de un mes estándar.Cix nunca llegaría a averiguar cómo se habían enterado los hutts del inminente enfrentamiento.

Según el rodiano y otros jugadores que habían apostado a lo mismo, el Imperio se había enterado deque los insurgentes estaban construyendo una estación espacial en Yag’Dhul y había decididoconvertir esa estación en el primer objetivo de un destructor estelar recién inaugurado llamadoDesolador. Los insurgentes por su parte, se habían enterado de los planes del Imperio y esperabanañadir el Desolador a su lista, hasta entonces corta, de victorias.

La batalla de Yavin no empezaría hasta cinco años después y el Imperio pensó que losinsurgentes eran más un incordio que una amenaza real. La mayoría de las acciones que habíanemprendido los grupos milicianos se habían limitado a acosar a grupos muy dispersos y a echar

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carreras contra los convoyes de abastecimiento y a darse una vuelta por las instalaciones imperiales.Si los rebeldes habían logrado alguna victoria, entonces el Imperio había censurado la noticia en laHoloRed. Sin embargo, en Nar Shaddaa corrían rumores de que una alianza insurgente de recientecreación aumentaba en número y fuerza. También se hablaba de que estaba a punto de pasar algo enYlesia y de que los milicianos estaban llevando a cabo varios asaltos en un cúmulo de agujerosnegros conocido como Las Fauces, donde el Imperio, al parecer, estaba acabando un buque de guerraenorme en el que llevaba trabajando quince años.

Los términos de la apuesta no podían ser más directos Estaba claro que los hutts no tenían fealguna en la habilidad de los insurgentes para destruir el Desolador; pero no permitirían que losasociaran con una definición oscura de lo que es una victoria. Ofrecían acción, basándoseúnicamente en el número de tanques imperiales e insurgentes que quedarían destruidos tras elencuentro.

Imparciales, pero dispuestos a ganar un porcentaje tanto de los ganadores como de losperdedores, los hutts habían fijado un límite de cuarenta y cinco tanques. Cómo se alcanzara esenúmero acumulativo, ya fuera a favor de los tanques imperiales, de los insurgentes o de un posibleempate, no importaba. Con las mismas opciones, los jugadores tenían la posibilidad de apostar si elnúmero total de tanques destruidos superaba los cuarenta y cinco o no. En teoría, los hutts recibiríanel mismo número de apuestas a favor de un lado que del otro. De no ser así, lo más seguro era quesubieran o bajaran el límite para asegurarse grandes beneficios.

Cix debatió consigo mismo sobre la catadura moral de apostar en una batalla, pero esa luchainterna no le impidió investigar un poco. Durante el proceso esperaba descubrir un modo deracionalizar el posible resultado. Salió a la calle e hizo todos los contactos como le fue posible:contrabandistas, traficantes de armas, agentes. Seres que, según él, pertenecían a los miembrosmilicianos o, al menos, estaban a su favor: camareros, músicos y camareras de sórdidas cantinas ycafeterías. También los agentes imperiales que habían tomado algunas copas de más en dichoslocales. Si la apuesta de Yag’Dhul iba a ser la apuesta de su vida, quería estar seguro de que tomabala decisión de la manera más sensata posible y por eso quería informarse bien primero. De hecho, loshutts no habrían montado un tinglado semejante si no hubieran hecho antes los deberes.

El Desolador era una nave típica entre las de su línea: medía mil seiscientos metros de largo,estaba acorazado y contaba con cañones láser, tropas de asalto, máquinas de guerra y cazas TIE. LosTIE, sucesores de los viejos alas-V, no maniobraban como enjambre. A menudo ganaban porsuperioridad numérica. Equipados con dos cañones láser muy potentes, los cazas, negros y grises,carecían de hiperimpulsor, de sistemas de soporte de vida y de escudos defensivos. Si le mencionaslos TIE a pilotos de combate experimentados, nueve de cada diez se mofarán de ellos. Muchos deellos afirmarán que eliminar a los TIE es tan fácil como exterminar insectos si se sabe cómoatacarlos.

Los insurgentes, por su parte, se apañaban con cazadores de cabezas Z-95 equipados con armasmucho más potentes y unidades hiperimpulsoras. Aunque contaba con menos armas y era mas difícilde manejar, el Cazador de cabezas era totalmente seguro. Y, lo que era más importante, la mayoríade los pilotos insurgentes había pasado por las academias imperiales o por el propio ejército antes

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de coger una nave y, a los que no, se les atribuía un gran valor mientras que la mayoría de pilotosimperiales eran reclutados y no tenían otra salida.

Sin contar con los rumores de victoria de la milicia en Las Fauces, Cix se aferró al hecho de queel Imperio seguía escupiendo naves como señal de que se estaba tomando en serio los ataques. Y enYag’Dhul, los insurgentes jugarían en casa. Por último, los insurgentes sabían que el ataque erainminente.

A medida que se extendía la voz de las apuestas, Cix se enteró de que los mal afamadoshermanos Baath de Coruscant habían optado por participar. Convencidos de que ganarían losimperiales, aumentaron en diez cazas el límite total de cuarenta y cinco que habían fijado los hutts.Cix estaba tentado de apostar por el favorito. Hacerlo significaba confiar en que el total de cazasinsurgentes destruidos, menos diez, sería superior al numero de cazas imperiales derribados. Aúnasí, quería asegurarse.

Tenía datos suficientes para rellenar una tarjeta de información entera, y contrató a un forajidoexperto en ordenadores para que los cargara todos en un droide de protocolo que había sidoprogramado para pronosticar los resultados de las carreras de swoop. Y que era bastante bueno.

—Hay muchas variables que no ha incluido —le dijo el droide a Cix, picajosamente.—¿Cómo cuáles?—El comandante del destructor estelar imperial.—Lo intenté.—El comandante de las fuerzas insurgentes en Yag’Dhul —continuó el droide.—Tampoco tuve suerte con eso.—Menos mal que me ha proporcionado la fecha del encuentro; así pude calcular los posibles

efectos de las mareas por la fuerza del trío de lunas de Yag’Dhul. Pero no cuento con informaciónsobre las coordenadas hiperespaciales de origen del destructor imperial.

—¿Acaso esperabas que yo tuviese contactos en el centro de mando del Imperio?—¿Y cómo espera usted, entonces, que le ofrezca información precisa?—De acuerdo, pues dame tu mejor aproximación.—Debo comunicarle de antemano que no me haré responsable de lo que ocurra.—Vale, me doy por enterado. ¡Dame de una vez la previsión! El droide lo hizo. Sus

presentimientos se veían ahora reforzados y Cix decidió solicitar un préstamo lo bastante cuantiosocomo para realizar una apuesta que lo dejaría muy bien colocado, incluso después de haber pagadola jugosa comisión que añadirían los hermanos Baath a la apuesta y los prestamistas al crédito. Enningún momento se le pasó por la cabeza la idea de que podía perder.

Yag’Dhul era el hogar de una especie exoesquelética de humanoides llamada givin. Sushabilidades matemáticas habían sido de gran ayuda para la Confederación de SistemasIndependientes durante las Guerras Clon. Situado cercade la intersección entre la ruta comercial deRimma y la Espina Comercial Corelliana, el planeta Yag’Dhul era un punto de reversión importante yel lugar donde se habían librado numerosas escaramuzas a lo largo de los milenios. En ciertosmomentos del año, sobre todo, las mismas tres lunas que causaban estragos en los mares y laatmósfera de Yag’Dhul conspiraban entre ellas para ampliar el tiempo necesario para que las naves

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volviesen al hiperespacio y navegasen hacia las nuevas coordenadas antes de recobrar la velocidadde la luz. Las peligrosas condiciones que establecían las mareas volvían las naves vulnerables a losataques de los piratas que operaban desde una base que tenían en el extremo de las lunas deYag’Dhul. Al acabar las Guerras Clon, los piratas habían muerto o se habían exiliado; sin embargo,la base se había convertido en una estación para los viajeros y después paso a ser un complejodeportivo que abastecía los sueños de los apostadores y espectadores que acudían a las carreras denaves estelares en Yag’Dhul. Las milicias locales pusieron fin a las carreras cuando se ordenó laconstrucción de una estación espacial; pero el complejo deportivo, del que eran dueños los givin yque ellos mismos operaban, siguió abierto y últimamente se utilizaba como lugar de encuentro paramuchos de los jugadores de alto rango que querían participar en la gran apuesta de Yag’Dhul.

Una nave pilotada por un droide orbitaba entre las dos lunas interiores del planeta y transmitíainformación en directo sobre la batalla a una holopantalla que estaba instalada en la sala de apuestasdel complejo deportivo. Una gran multitud heterogénea de escandalosos apostantes la rodeabamientras bebían sin parar e improvisaban sobre si sobreviviría o nola mismísima estación espacial.La nave captó el momento de la salida del hiperespacio del Desolador en lo que tenía que haber sidoun ataque sorpresa sobre las fuerzas anti-imperiales, así como el contraataque de los insurgentes, queno sólo tomó por sorpresa a los imperiales sino que subió el número de cazas TIE derribados aveinte en cuestion de minutos. Cix respiró aliviado por no haber apostado en la categoría de «más omenos de cuarenta y cinco», pero de repente se encontró animando a los imperiales, no fuera a serque los insurgentes arruinaran su apuesta al destruir demasiados TIE.

Mientras se mordía las uñas, estudió las novedades que salían en la pantalla e intentó no oír losgritos ensordecedores que proferían el resto de apostadores en la sala de juegos. Los insurgentesllevaban trece cazas destrozados; los imperiales, cinco. Pero los TIE aún zumbaban desde las zonasde lanzamiento del Desolador, y el propio destructor estelar, a salvo tras sus escudos de combate,empezaba a dirigir sus turboláseres contra los Cazadores y los ARC-170.

Cix no separaba los ojos de la pantalla. Los imperiales empezaban a remontar y subieron elnúmero de bajas insurgentes a diez. Pero tendrían que mejorar mucho para que Cix se hiciera con lavictoria.

Los imprudentes pilotos de la milicia, que evitaban vérselas cara a cara con los TIE, estabanyendo a por la nave grande y le lanzaban todo lo que tenían en su limitado arsenal, pero desaparecíanuno tras otro en breves explosiones fulminantes.

La multitud se alborotaba por momentos y, por momentos también, se dividían, a un lado los quehabían apostado con los hutts, y al otro los que no. La cifra se acercaba ya a los cuarenta y cinco yaún quedaba mucha batalla por ambas partes. De repente las holoimágenes se veían con muchísimasinterferencias y al final desaparecieron de la pantalla. En aquel momento, las puntuaciones reflejabandiecinueve puntos para los insurgentes y veintiocho para los imperiales. Un grito ensordecedor seabrió paso entre las voces de los demás apostantes, muchos de los cuales se estaban subiendo a lasmesas y encarando con los propietarios givin del club.

—¡Han destruido el transmisor! —anunció finalmente uno de los propietarios, quien, tras recibirinformación de última hora añadió—; el Desolador interceptó el código de la nave retransmisora.

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Los imperiales creen que estábamos espiando para los milicianos. Se acerca el destructor estelar…¡nos han fijado como objetivo!

—¡A las naves! —gritó alguien entre la multitud. Veinte seres saltaron de sus respectivosasientos y echaron a correr por el pasillo en dirección al pequeño puerto espacial lunar. El caos seadueñó de la sala y los apostantes empezaron a correr cada uno en una dirección, tropezando,resbalando sobre las bebidas que habían caído al suelo y pisando a los demás. Cix se abrió pasoentre el tumulto y localizó a su copiloto y los dos se colaron por uno de los atestados pasillos parallegar hasta el Halcón. Pero en el trayecto Cix no dejó de preguntarle a todo el que se encontrabadelante si sabía cómo iba la batalla.

Los imperiales seguían liderando el marcador, por lo que dijo un rodiano. Los insurgentes habíanlogrado empatar, por lo que dijo otro. Se había superado la barrera de los cuarenta y cinco de loshutts.

La primera descarga del Desolador cayó sobre la base lunar cuando el Halcón se estabapreparando para despegar. La mitad del muelle se derrumbó y el orificio del techo de varios metrosde ancho terminó por abrirse completamente. Cix elevó el morro del YT entre las llamas queempezaban a arrasarlo todo y nubes de humo negro. La nave subió hacia el espacio mientras lospaquetes de energía de color escarlata caían sobre la desafortunada luna. A ambos lados del Halcóndesaparecían naves entre explosiones virulentas.

—Activa el escudo deflector —dijo Cix a su copiloto—; y después sácanos de este lío. —Sepuso el intercomunicador con una mano y lo activó con la otra mientras explicaba—: Tengo queenterarme del resultado.

La nave tembló bruscamente y casi vuelca hacia atrás.—Cañones láser —dijo el copiloto cuando pudo—; el complejo Givin es historia. ¡Los

imperiales están atacando a las naves que salen!Cix quitó la vista del panel de comunicaciones para echar un vistazo por el ventanal. El

Desolador se encontraba a pocos grados a estribor y se estaba empleando a fondo para hacerpicadillo la luna y todo lo que estuviera cerca de ella. Cix aceleró la nave en dirección al puerto yevitó el rayo de destrucción por los pelos.

—No podemos saltar a velocidad luz desde este lado de la segunda luna —dijo el copiloto—;necesitamos rodear el campo de batalla.

—O atravesarlo —dijo Cix. Se quitó los auriculares del intercomunicador y apretó la palanca demandos y ordenó a su copiloto—: ¡Atiende al marcador!

Un haz de luz explosiva estalló en la distancia e invadió la cabina.—La estación espacial —dijo el copiloto—; va a perjudicar un poco la puntuación de los

insurgentes. Cix maldijo por lo bajo: —Sabía que tenía que haber hecho aquella apuesta. —Últimahora desde Yag’Dhul: la milicia ha destruido veintiún cazas imperiales y ha perdido treinta de lossuyos. Los cazadores de cabezas restantes están saltando a la velocidad de la luz.

Cix se volvió hacia él con los ojos como platos. Si le restamos diez al número de puntosimperiales, el marcador final sería veinte a vintiuno, lo que significa que habría ganado la apuesta.

¿Es ése el resultado final?

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No lo han dicho, pero si los cazas insurgentes están fuera de juego…Cix empezó a gritar de alegría. Restando las diez naves imperiales, ganaba él.Ahora sólo tenemos que sobrevivir.Aceleró a tope y puso el Halcón en dirección a la segunda luna. El Desolador que venía a

estribor estaba cada vez más lejos pero ahora varios TIE mostraban cierto interés en seguir la esteladel YT. El copiloto se agarró al panel de control cuando los disparos alcanzaron los deflectorestraseros.

—Pero ¿qué haces? ¿Quieres formar parte de la puntuación final?—Eso es exactamente lo que estoy intentando evitar —contestó Cix sin apenas abrir la boca—;

manten los dedos lejos del cañón láser.—Los escudos están al sesenta por cien; no interceptes más disparos.—¡Qué fácil es decirlo!Cix cambió de dirección, se escurrió entre dos TIE que se aproximaban y cambió de dirección de

nuevo.—Se acerca el Desolador, las baterías de popa se están atravesando. —El copiloto tragó saliva

y prosiguió—: No vamos a salir de ésta —dijo mientras se acercaban hacia el lado brillante de lasegunda luna—; ni siquiera el Halcón es tan rápido.

—¿Qué te apuestas?Cix elevó la nave y aceleró al máximo. Los rayos de energía se abrían paso por la proa y

atravesaban silbando las dos mandíbulas; el Halcón volaba a toda velocidad. Algo vibró en elmamparo y se rompió en cubierta.

—El Desolador nos tiene a tiro, y está disparando…Cix giró la Palanca y siguió la curva de la luna hacia la luz estelar. De la popa, con dirección al

puerto, se vislumbraron dos bolas de fuego.—¿Qué ha sido eso?—Dos cazas TIE. Fuego amigo del Desolador.Cix suspiró profundamente.—Demasiado cerca, ha estado demasiado cerca. —Se estaba volviendo hacia el ordenador de

navegación cuando el copiloto gritó hacia el cielo.—¡Han contado esos TIE!—Es imposible, ¡la batalla se había terminado! —gritó Cix sin entender que estaba ocurriendo.El copiloto escuchó durante unos instantes que parecían una eternidad.—Uno de los cazadores no había saltado al hiperespacio y un TIE le disparó. Los agentes dijeron

que no se daría por finalizada la batalla hasta que hubiera saltado el ultimo caza insurgente.Cix seguía mirándole fijamente.—¿Los TIE seguían contando? ¿Seguían contando?El copiloto asintió.—El primero aún nos venía bien, pero ese último caza nos pone uno por debajo de lo que

apostamos —parpadeo—; hemos perdido.—Y tanto —dijo Cix en voz baja—; y tanto.

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—Tras lo de Yag’Dhul, todos sus acreedores salieron en su busca —le estaba contando Doon a Han,a Leia y a Allana—; mi padre solo vio una salida posible: el torneo anual de sabacc de la Ciudad delas Nubes. Se presentó en el hotel Yarith de Bespin con lo suficiente para cubrir los diez mil créditosnecesarios para las pocas manos que, según él, necesitaría para ganar y seguir en la competiciónhasta el final.

—Obviamente, no fue así —dijo Han. La hermana de Doon asintió. —La mitad de los jugadoresse habían arruinado ya el segundo día. Papá aguantó hasta el tercero, pero se quedó sin blanca. Enuna de las rondas, el bote ascendía a noventa mil créditos y él no tenía suficiente con lo queasegurarse seguir en el juego; sin embargo, tenía una mano excelente y pensó que nadie podríamejorarla.

—Pero Lando sí pudo —dijo Han.Doon asintió.—Una escalera del Idiota. Y claro, mi padre ya se había apostado el Halcón cuando lo supo.

Pero bueno, si los rumores son ciertos, fue más o menos así como la ganó usted.—En nuestra partida, a Lando sólo le faltaba una carta para tener escalera —dijo Han.—¿Y qué pasó con todo el dinero que debía tu padre? —preguntó Allana.

Doon sonrió a la pequeña.—Eso es lo más raro de todo; en cuanto mi padre perdió el Halcón Milenario, su suerte empezó

a cambiar radicalmente. Convenció a unos tipos de que lo dejaran jugar y empezó a ganar mano trasmano. La suerte no volvió a abandonarlo más.

—Solía decir que perder el Halcón era lo mejor que le había pasado nunca.—Los dos días más felices en la vida del dueño de una nave —dijo la hermana de Doon—; el día

que la consigue y el día en que se deshace de ella.Han notó que Leia lo miraba, pero decidió no devolverle la mirada.—El resultado de aquella racha infinita de suerte es lo que pueden ver aquí ahora mismo —dijo

Doon, señalando con el brazo el inmenso despacho en el que se encontraban—; Sueños Planetariospuede estar orgulloso de que él fuera un socio más.

Han asimiló esa última información.—Pero entonces… ¿no fue Cix quién bautizó la nave con el nombre de Halcón Milenario?—No —contestó el hermano más joven—. Seguramente le habría costado dinero.—¿Y mencionó alguna vez cómo o dónde consiguió el Halcón? —preguntó Leia.—Sí —dijo Allana—; eso es justo lo que queremos saber.Doon se quedó pensativo unos instantes.—Seguro que sí, pero no recuerdo nada al respecto. —Miró a sus hermanos en busca de

respuestas, pero los dos negaron con la cabeza. Después, él mismo siguió hablando—: Pero hayalguien que seguro que sí lo sabe —dijo al final. Tocó un botón del intercomunicador que habíasobre su mesa y preguntó—: ¿Anda Waglin por ahí?

—Sí, señor.

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—Dígale que venga a mi despacho.—¿Quién es Waglin? —preguntó Allana.—Era el copiloto de mi padre —contestó Doon con una sonrisa.

La cara de Lando estaba en una pantalla de la bodega principal cuando el Halcón salió disparado deOseon VII dos días estándar después.

—Cix nunca llegó a contarme la historia completa —les dijo a Han y a Leia—; ahora me sientoaún peor por haberle ganado la nave.

—Pues no tienes por qué —le dijo Han—. Parece ser que al final le fue mejor sin ella. Además,si no se la hubieras ganado tú, no podría habértela ganado yo después —dijo, sonriendo a la cámara.

Lando se esforzó en poner cara de enfado.—¿Te enteraste de a quién perteneció el Halcón antes de que lo tuviera Cix?—Sí —dijo Han sin estar muy seguro de ello—; me lo dijo el copiloto. Un weequay que tendrá

unos ciento cincuenta años y que está tan arrugado como el Laberinto de Lava.—¿Y cómo acabó en Oseon Siete?—Cix lo tuvo empleado todos estos años —contestó Leia—; ahora es como un mueble más, pero

los hijos de Cix lo tratan como a uno más de la familia.—¿Y ya estaba con Cix cuando consiguió el Halcón?—No, se conocieron mucho más tarde —dijo Han—, pero se sabía toda la historia.—Le compró el Halcón a un circo —dijo Leia.—El Circo Molpol.Lando se atusó el bigote.—¿Sabes qué? Ahora que lo dices me suena algo de que el Halcón formara parte de un circo.—Ya, a mí también me sonaba de algo —corroboró Han.—¿Y sabes quién era el dueño?—Vistal Pum —contestó Han. —Ya no trabaja en el circo —dijo Leia; ahora organiza

espectáculos de criaturas. Lando se rio.—No es que haya mucha diferencia. ¿Y sabéis dónde encontrarle?—Celebrando uno de sus espectáculos en Taris.—¿En serio? —dijo Lando lentamente—. Tendra, Suerte y yo estuvimos allí, hace unos dos

meses por lo menos.—¿Negocios o placer? —preguntó Han.—Un poco las dos cosas. Fuimos a cerrar un trato con el gobierno de Taris para un encargo de

droides YVH y aprovechamos para hacer unas compras.—¿Y Taris para qué necesita Cazadores? —preguntó Leia.—Acaba de trasladarse allí una sección criminal muy bien armada. El acuerdo lo aprobó la

mismísima Jefa de Estado Daala. Pero lo que yo quería deciros es que tuvimos lo que podríallamarse un encuentro un tanto extraño allí. —Lando paró para tomar aire y prosiguió—: Vimos aSeff Hellin.

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Leia no disimuló su sorpresa.—Conocemos a Seff —dijo mientras se volvía hacia Han—. Era el más mayor de los Jedi que se

trasladaron de Yavin IV a la estación Refugio. Puede que tuviera unos catorce años por aquelentonces.

Han se rascó la cabeza, pensativo.—¿El chico alto de pelo rizado?—Sí, su madre era corelliana —asintió Leia.—Ah, vale, ya me acuerdo.Leia se situó frente a la cámara.—¿Qué ocurrió con él, Lando?—Vino a visitarme al hotel donde nos hospedábamos. Quería saber los detalles del trato de

YYH.—¿Se los diste?—Le dije que no le concernían. Pero entonces me preguntó qué pensaba yo sobre el hecho de

Daala tuviera contratados a los mandalorianos como una especie de guardia real.—¿Y por qué le importaba a Seff tu opinión? —preguntó Han.—No lo sé, pero al final supuse lo que quería.—¿Y que era?—Averiguar si Tendrando estaba pensando en fabricar un Cazador Mandaloriano.Leia y Han se miraron mutuamente. —¿Estás seguro, Lando?—No del todo, pero fue la sensación que me dio —contestó Lando, encogiendo los hombros. Han

se volvió hacia su esposa. —¿Crees que seguirá en Taris?—Ni idea, pero puede que ese sindicato del crimen fuese la razón por la que Luke lo envió allí

en un primer momento.—En fin —interrumpió Lando—, pensé que debíais saberlo. No olvides ponerme al día con lo

que descubráis sobre el Halcón, amigo. ¿De acuerdo?—Pues claro —contestó Han.

Desde una habitación en la parte alta de la Torre Oseon, Waglin vio al Halcón Milenario salir de unmuelle privado y elevarse hacia el cielo. El carguero centenario se confundió entre el tráficoentrante, dejó a su paso una columna de energía azul y desapareció de su vista.

—Van camino de Taris —dijo el weequáy por el intercomunicador—. Los estoy viendo con mispropios ojos. —Se paró a escuchar y prosiguió—: Lo sé, ¿quién iba a querer tratar con Han Solo yuna Jedi? Pero Solo tiene muchos amigos influyentes y creo que está buscando lo mismo que tú. Detodas formas, Solo ya no es ni la sombra de lo que era. Va cayendo lentamente. Escuchó un rato más.

—Eso depende de ti, claro está. Pero estoy de acuerdo en que tendrás que darle una buena razónpara que te ayude. Yo ya hago bastante con avisarte de que va hacia ahí. Ah, otra cosa: van con unaniña. Una huérfana de guerra que adoptaron hace algunos años. —Waglin esperó y después dijo—:No se me ocurre nada al respecto. Sólo digo que, probablemente, los Solo harían cualquier cosa por

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ella.Waglin escuchó de nuevo.—Y te lo agradezco. Yo no te he dicho nada de ella, ¿de acuerdo? Los veteranos como nosotros

tenemos que echarnos una mano, si no… Además, tengo un trabajo y una reputación que mantener.El ser al otro lado de la comunicación hablo durante un tiempo.—Eso podría funcionar. Buena suerte. Ya me contarás cómo acaba todo.

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CAPÍTULO DIECISÉIS

Cuando era mucho más joven, Jadak había viajado mucho de un planeta a otro. Pero pocos deaquellos viajes podían compararse a los dos días que le llevó viajar de Obroa-skai a la Luna de losContrabandistas, haciendo escala en Barmorra y Onderon con la intención de despistar a posiblesperseguidores. Le daba la impresión de que la galaxia había cambiado mucho.

Hubo un tiempo, por ejemplo, en que los agentes del puerto espacial de Nar Shaddaa no sepreocupaban en absoluto de quién llegaba a la luna o con qué propósito. Sesenta y dos años mástarde, los visitantes humanos tenían que someterse a escáneres corporales y de retina.

El básico seguía siendo el idioma más utilizado en el comercio y los intercambios, pero losacentos del Borde Exterior eran ahora tan comunes como los dialectos del Núcleo. Quizá comoconsecuencia de lo que habían hecho los yuuzhan vong durante su puja por Coruscant ahora era máshabitual encontrarse muchos menos seres de los mundos pertenecientes a la ruta comercialperlemiana y muchos más de los sistemas de la periferia. Por las reparaciones de los daños causadospor la guerra, tanto los corellianos como los wookiees eran escasos mientras reconstruían susmundos y sofocaban incendios. El único lugar en el que un viajero podía codearse con un kuati era enprimera clase. Tampoco había sido nunca muy fácil encontrarse con un Jedi, ni siquiera cuando habíamás de veinte mil. Ahora al parecer, era tan poco frecuente como encontrarse un diente de mynock.En lugar de todo ello, lo que sí veía, y en cantidades inquietantes era a miembros de diversos gruposmilitares, personal de seguridad y droides de vigilancia de todas las clases. Lo que más lo habíasorprendido era un grupo de mandalorianos encerrados en su característica y engorrosa armadura quemarchaban por la explanada del puerto espacial como si fueran los dueños del lugar. Un grupo queera casi mítico cuando Jadak pilotaba para el Grupo República.

En muchos aspectos, la galaxia parecía tan abierta como lo había sido en los años queprecedieron al embargo de la Federación del Comercio al pequeño planeta Naboo. Los viajeroshumanos ya no tenían que preguntarse, cada vez que trataban con un gossam, un koorivar o un muun, ocada vez que veían a un grupo de geonosianos corriendo hacia una de sus naves de aspecto orgánico,si acababan de cruzarse con un agente enemigo. Pero si los sistemas estelares que una vez estuvierontan distantes ahora eran más accesibles, seres de todas las especies parecían, por otro lado, muchomás absortos en su propio mundo, más reservados sobre quiénes eran y sobre cualquier negocio quetuvieran entre manos. Siempre había una segunda intención en lo que decían y en cómo se movían;una intención que desconcertaba a Jadak. A lo mejor de ahí todas aquellas medidas de seguridad. Elrégimen actual quería que todo el mundo fuera al unísono. No se tolerarían disturbios, ya fueran poraccidente o no, que empañaran la paz que tanto trabajo había costado encontrar. Daba la impresiónde que las cámaras de seguridad y los escáneres que vigilaban los movimientos de todo el mundo sepasaban el día diciendo: «Te estamos vigilando y nos da igual que lo sepas».

A Jadak no le gustó tener que salir corriendo de Aurora como había hecho. Les debía una aSompa y al resto del equipo por alargarle la vida, si no simplemente por salvársela. Pero no seríacapaz de perdonarles que lo hubieran usado como a un juguete. Encontrarle no sería difícil paraalguien que supiera un poco lo que hacía, pero Jadak pensó que irse sin avisar le daría cierta ventaja.

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Con un poco de suerte lograría seguir en cabeza el tiempo suficiente hasta que consiguiera unaidentidad nueva, lo que en Nar Shaddaa no solía requerir más de dos horas. Aunque ahora ya noestaba tan seguro. En el puerto espacial de Balmorra, fingiendo interés por ver el aspecto quetendrían sus piernas nuevas en la pantalla, consiguió sobornar a un agente de seguridad bothan paraque le dejara echar un vistazo a la imagen del escáner. El chip identificativo de Aurora que seguíaimplantado en su muñeca apareció en la imagen, claro como el día, pero no se veía nada más en lapantalla. Si la Luna de los Contrabandistas seguía siendo el paraíso criminal que él recordaba, sehubiera escaneado por completo en busca también de localizadores.

Eso si le llegaban los créditos.El salto galáctico había supuesto ya una buena parte de los diez mil que había recibido de Núcleo

Salud. Si mantenía ese ritmo de vida, tendría que buscar un trabajo mucho antes de encontrarse denuevo con el Emisario Estelar, eso teniendo en cuenta que la nave siguiera de una pieza y bajo elmando de alguien.

En la biblioteca de Aurora había leído que Nar Shaddaa, al igual que Obroa-skai, sufrió muchodurante la guerra con los yuuzhan vong. Obroa-skai había sido sede, incluso, de un coordinador deguerra. Pero Jadak se había animado con lo que vio y escuchó al cruzar la aduana de la terminalprincipal del puerto espacial de Nar Shaddaa. Al otro lado de los ventanales de la terminal, que ibandesde el suelo hasta el techo, se erigían las antiguas torres de repostaje y los muelles de carga querecordaba de hacía mucho tiempo. El tufo causado por la contaminación iba más allá de la capacidadde los depuradores de aire de la terminal. Al menos, la ciudad vertical seguía siendo el lugar másruidoso de la galaxia. Los habitantes de la luna estaban tan acostumbrados a superar los decibeliosde los droides, las radios a todo volumen y las explosiones de fuego que se sucedían en cualquiersitio a cualquier hora que en Nar Shadaa las conversaciones se mantenían a gritos. En busca de lasalida, Jadak se entremezcló con la multitud de especies diversas. A pocos metros de las puertasautomáticas se detuvo para observar la apabullante cantidad de holoinformación en forma depublicidad dispuesta sobre ellas: hoteles y restaurantes, ofertas de transporte a diferentes sectores dela ecumenópolis y otros servicios locales. Sólo hacía unas semanas que había despertado en su nuevavida y ya se preguntaba si sería capaz, de seguir el ritmo de quienes lo rodeaban. O si quería hacerlo.Pero ese sentimiento de haber dejado algo sin hacer que lo reconcomía por dentro lo obligaba aseguir adelante. Había algo que tenía que terminar antes de intentar pasar página.

Flitcher Poste vio su objetivo en la sección de llegadas del puerto espacial: un humanodesgarbado, de unos cuarenta y cinco o cincuenta años, con una melena rubia, barba corta y bigote.No dejaba de mirar hacia el cielo de Nar Shaddaa como si hubiera llegado de un mundo remoto en elCron Drift. Se detuvo a observar los holoanuncios situados sobre las puertas, probablemente con laintención de saber si podría alquilar un aerotaxi, un tren maglev o una lanzadera; o quizá searriesgase a alquilar un aerodeslizador.

Un paleto llegado de un planeta lejano.Poste no lo perdió de vista mientras se dirigía, en un turboascensor hasta la planta de llegadas.

Cruzó las altas puertas y caminó hacia las estaciones de aerotaxis con maletín blanco en la mano. Esollamó la atención de Poste; sólo los que llegaban a Nar Shaddaa por cuestiones de negocios viajaban

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con maletín. Los turistas, los aficionados al juego, los dignatarios que vienen de visita y loscriminales suelen traer equipaje; a veces incluso varias maletas. Obviamente, este tipo no era unresidente del lugar, no con esa cara de desconcierto. Entonces, quizá acabara de llegar de un mundomucho menos desarrollado tecnológicamente y todas sus pertenencias cupieran en aquel maletín. Pero¿por qué alguien con tan poco iba a venir a Nar Shaddaa? Bueno, vale, esta luna era, a menudo,parada obligada para aquellos que no tenían nada más que perder; pero este humano no daba esaimpresión. A lo mejor tenía familia o amigos que residían aquí. Sin embargo, sus amigos o familia nolo habrían dejado solo a merced de gente como Poste, que se ganaba la vida acechando a losinocentes viajeros que cruzaban el puerto espacial hasta ellos antes de que los desplumaran o losagredieran los que se dedicaban al cambio de divisas, los artistas del robo y demás chanchullerosque vivían de lo mismo.

Mientras se apresuraba hacia el humano, Poste se dio cuenta de que caminaba como alguien queno estuviera acostumbrado a sus piernas, como alguien que llevara prótesis. Ese dato le sugería que alo mejor se trataba de un veterano de guerra que hubiera perdido las piernas en una explosión.Todavía no se le había acercado nadie pero el humano no perdía detalle de todo lo que ocurría a sualrededor. ¿Cómo si no iba a atravesar la muchedumbre del puerto espacial con tanta gracilidad?

Eso era.Con o sin piernas nuevas, había algo inherentemente ágil en sus movimientos. Algo hábil, diría.

Seguridad en uno mismo. Poste estaba cerca; no había indicios de que el extranjero portara armaalguna; ni llevaba nada atado al tobillo ni había ningún bulto extraño en la parte trasera del pantalónque delatase la presencia de un arma tras la fina chaqueta. Ahora Poste empezaba a preguntarse si lamirada perdida y el extraño modo de andar del individuo serían intencionados. A lo mejor el reciénllegado buscaba algún objetivo. O peor aún, a lo mejor intentaba llamar la atención de pequeñosdelincuentes como él usando su apariencia como cebo para atraparlos posteriormente. Pero la ideade que hubiera un agente de paisano en Nar Shaddaa era aún más descabellada que la idea de quealguien procedente de un mundo muy lejano aterrizara aquí sin más equipaje que un maletín.

Poste estaba muy intrigado. Decidió no atacar a su objetivo ni convencerlo de que comprara laentrada para una visita guiada falsa. Sin embargo, no desechó la idea de comprobar qué había dentrode aquel maletín. Quizá el recién llegado lo dejara imprudentemente en el suelo, dándole a Poste laoportunidad de cogerlo. Sólo era cuestión de esperar el momento oportuno en el lugar adecuado…

Poste examinó con atención, por unos instantes, la vestimenta del recién llegado mientras seadentraba en la zona de transportes públicos. La chaqueta estaba arrugada y los pantalones sin graciaalguna; ambas prendas daban la impresión de ser de ese tipo de ropa que te dan cuando sales de ungran revuelo, o de un centro psiquiátrico. Hasta los mendigos de más bajo nivel y los niños del cañónvestían mejor. Surgía de nuevo la teoría del policía de paisano. ¿O la reforzaba?

Poste se detuvo y se volvió hacia un lado, mostrando un interés repentino en los artículos delescaparate de una tienda de tecnología. Así veía reflejado al recién llegado, que se encontraba en unacabina de acceso a la HoloRed. Estaba haciendo alguna clase de búsqueda. Si lo que buscaba era un

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hotel, entonces no estaba seguro de adónde quería ir. Si buscaba un nombre, entonces no sabía dóndeestaba dicho individuo. Fuera lo que fuese, estaba muy concentrado en lo que hacía. En la caza. Elrecién llegado sacó del bolsillo superior de su chaqueta barata un intercomunicador desechable alque envió algo desde la HoloRed. Después, salió en dirección al tren mag-lev que iba al sectorcorelliano.

Poste suspiró decepcionado. Se le había acabado la diversión. No iba a seguir al tipo nuevo todoel camino hasta la ciudad vertical; y menos teniendo en cuenta que su aerodeslizador estaba en elaparcamiento, detrás de la estación de aero-taxis, que le estaba costando sus créditos. De mala ganadio marcha atrás y, cuando ya se dirigía hacia el paso peatonal que daba acceso al aparcamiento, sefijó en dos seres que no estaban tramando nada bueno y se aproximaban al recién llegado, que sedisponia a subirse al andén del mag-lev. Uno de ellos era humano; el otro, nautolano, y ambospesaban mucho. Lo más interesante era que el recién llegado también los había visto. En lo quepodría interpretarse como un cambio repentino de parecer, giró de repente, se confundió entre lamultitud que esperaba el mismo mag-lev y se coló facilmente en diferentes espacios que los seressolían considerar como propios; posteriormente, se apresuró hacia uno de los andenes a los quellegaban aerotaxis y lanzaderas.

Aquel par de tontos también cogió velocidad; el humano se tocaba la oreja izquierda como siestuviera manteniendo una conversación por el intercomunicador con su compañero, o con otros queaún no estaban en la escena. Sin mostrar ni un ápice de la sutileza de la que daba muestras el reciénllegado, ambos rodearon a la multitud valiéndose de su gran envergadura para empujar y apartar alos rezagados. En lugar de abrirse paso, el recién llegado permanecía oculto entre la muchedumbre.Si sus perseguidores pensaban llegar hasta él, iban a tener que abrirse camino.

Al final, eso fue exactamente lo que hicieron, por lo que Poste decidió hacer algo que a nadie quelo conociera le resultaría extraño viniendo de él. Tan rápido como le permitieron sus piernas, corriópor la acera hacia su aerodeslizador, que estaba aparcado una planta más arriba y cerca de la salida.Saltó por encima de la puerta, que de todas formas no funcionaba, y se sentó a los mandos justocuando apretaba el botón de encendido. Una corta fila de vehículos repulsores similares hacia colahacia la salida, así que, haciendo caso omiso de las voces sintéticas de dos droides de seguridad yde los flashes estroboscópicos de las cámaras de seguridad, se apresuró hacia la puerta de entrada.La virtomatrícula del deslizador era falsa, así que poco importaba.

Cuando ya hubo salido del aparcamiento y maniobraba hacia la zona restringida para el tráficoaéreo que daba acceso al andén de aerotaxis, se dio cuenta de que había un buen atasco: múltiplesseres se dispersaban en todas direcciones, los droides de seguridad estaban en funcionamiento y lassirenas de los coches de policía ululaban en la distancia. En un momento dado, la multitud se apartóbrevemente y Poste divisó al recién llegado saltando por encima del cuerpo espatarrado de uno delos necios; el otro estaba a cuatro patas, tratando de alcanzar un bláster que al parecer había perdidoy sangrando por la nariz. Sin embargo, el asombroso juego de manos o de pies, o lo que fuera quehubiese usado para inmovilizar a sus asaltantes no le había puesto totalmente a salvo. Un llamativoaerodeslizador de SoroSuub pasó volando junto a Poste; lo adelantó y se detuvo al final del andén.Dos humanoides, uno de ellos iktotchi, trepaban por la plataforma móvil de los pasajeros blandiendo

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sus armas relucientes. Al verlos, el recién llegado se dio la vuelta y se lanzó hacia el otro lado delcajero automático del aparcamiento de aerotaxis. El maletín negro había desaparecido.

Poste vio entonces su oportunidad y la aprovechó. Viró bruscamente alrededor del SoroSuub ydejó atrás el cajero automático justo cuando el recién llegado salía de entre la multitud, alerta comoun profesional y sin muestra alguna de estar cansado.

—¡Sube! —le gritó Poste mientras lo empujaba con la mano—. ¡Vienen más!El recién llegado lo dudó un instante, pero solo uno. Saltando por encima de la puerta, aterrizó

hábilmente sobre el asiento del acompañante.—¿Tienes un bláster?Poste levantó la parte delantera de su camisa para mostrar una Frohard Galáctica F-7 encajada en

la cintura de sus pantalones. Antes de que pudiera darse cuenta el recién llegado ya había arrebatadoy activado el arma, con la que apuntaba a la sien de Poste.

—¡Será mejor que no te entrometas!—Soy tu única salida —le dijo Poste, ojiplático.El recién llegado lo miró cuidadosamente.—¿Qué pasa? ¿Es tu buena acción del día?Tras ellos, tres de los asaltantes corrían hacia el aerodeslizador, dejando atrás al compañero que

había quedado inconsciente. Más atrás, dos vehículos de la policía intentaban maniobrar entre elatasco de barcazas y aerotaxis.

—¿A qué esperas?Intentando asimilar las observaciones del recién llegado, Poste no supo reaccionar. Pero no

importó porque el recién llegado puso el acelerador al máximo, lo que provocó que la cabeza dePoste chocara contra el reposacabezas y que el volante casi le arrancara las manos. Al rebotar, Postevio que el recién llegado tenía la mano izquierda llena de sangre agarrada a la palanca de mandos yque dirigía la nave hacia el atasco. A ambos lados, los demás deslizadores los esquivaban ychocaban entre ellos. El tráfico aéreo de Nar Shaddaa solía compararse con el de Coruscant, perohabía una gran diferencia: mientras que en la capital la conducción temeraria provocaba insultos ogestos obscenos en los conductores afectados, en la Luna de los Contrabandistas los afectadoscontestaban con disparos de bláster y se unían a la persecución.

Arrepentido ya de haberse involucrado, Poste intentó recuperar el control de la nave.—¡Todavía estoy pagando este trasto!El recién llegado se negó a apartar la mano.—Pagues lo que pagues, es demasiado.—¿Quién se supone que está salvando a quién?—Eso aun está por ver.El primero de los disparos de los perseguidores pasó rozando la cabeza de Poste y éste se

desplomó sobre su asiento.—¡Conduce! —le dijo el recién llegado, obligándolo a incorporarse—. Y no te distraigas. Poste

lo miró sin acabar de creerse lo que estaba ocurriendo.—¡Nos están disparando, por si no te has dado cuenta!

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—Si me quisieran muerto, me habrían matado en el andén.—Entonces a lo mejor deberías hablar con ellos.—Sólo si pongo yo las condiciones. El recién llegado se giró sobre su asiento y apuntó al

SoroSuub. El vehículo se apartó de la línea de fuego, chocó contra otro aerodeslizador más pequeñoy el rebote lo devolvió al tráfico.

—¡Gira aquí! —indicó el recién llegado con la mano que tenía libre.—Es dirección prohibida.El recién llegado se rió.—Desde que te he visto has quebrantado diez leyes, y ¿ahora te preocupa saltarte una señal de

tráfico?Poste hizo girar el deslizador, y esquivó el tráfico que venía de frente unos quinientos metros por

encima del suelo del cañón de la ciudad.—Muy bien. No te distraigas.—Como si tuviera elección.—Tenías elección cuando me invitaste a subir.—Y aún no sé en qué estaría pensando.—Claro que lo sabes —dijo el recién llegado—; eres un estafador.Poste arqueó las cejas.—¿Un estafador?—Esperas sacar algo de todo esto. Poste se tragó lo que le estaba pasando por la cabeza y

empezó de nuevo.—¿A quién has cabreado? El recién llegado negó con la cabeza.—Aún no lo sé.—¿Qué llevabas en el maletín?—Nada.—Nada importante, quieres decir.—No, quiero decir que estaba vacio. —El recién llegado se incorporó para mirar por el espejo

retrovisor y continuó—: Coge la segunda sima.—¿Conoces la zona?—No tanto como antes —aclaró mientras se protegía los ojos de la intensa luz de Y’Toub con

una mano—; adelanta a aquel camión y cámbíame el asiento.Poste lo miró detenidamente.—La primera impresión que me diste era cierta. Te has escapado de un psiquiátrico.—He pilotado swoops, deslizadores, saltacielos y casi cualquier cosa que vuele —replicó el

recién llegado mientras le amenazaba con el bláster—; vamos, muévete.Poste cerró de nuevo la boca y se trasladó al asiento del acompañante. El recién llegado puso el

deslizador de nuevo en movimiento y salió disparado hacia el tráfico, haciéndose hueco entre losdemás vehículos cuando le era preciso.

A cincuenta metros de ellos, el piloto del SoroSuub intentaba, no sin esfuerzo, recortardistancias, al menos para tenerlos a tiro.

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El recién llegado miró a Poste.—¿De verdad sabes usar un bláster o lo llevas sólo de adorno?—¿De adorno? —se rió Poste ante la ocurrencia de su interlocutor—. ¿Dónde has estado

escondido durante los últimos cincuenta años?—¿Sabes usarla o no? —Claro que sí.El recién llegado lanzó el arma a la mano de Poste.—Colocaré nuestra nave detrás del SoroSuub. Cuando lo haya hecho, dispararás al

compartimento del repulsor. Con eso pondremos fin a esta persecución.Poste miró hacia atrás por encima de su hombro izquierdo para enfocar el SoroSuub.—Tendrás que sacarles más ventaja.—¿Qué dices?—Para ponerte detrás de ellos, da la vuelta al edificio del TransBormea. Si nos siguen…Con un acelerón, el recién llegado tomó la vertical con el deslizador y dibujó un bucle perfecto

que los colocó justo detrás del vehículo que los perseguía.—¡Dispara!Poste intentó contener la respiración y entrecerró los ojos para enfocar mejor.—¡Dispara!Sin tener muy claro el objetivo, Poste disparó tres veces; el último de ellos logró su objetivo,

prendió el compartimento del repulsor y la zona empezó a arder. Una nube de humo negro ascendíadesde la parte trasera del vehículo y el SoroSuub empezó a ladearse sin control hasta que perdióaltitud. Poste se inclinó sobre la puerta lateral del lado del acompañante para ver la espiraldescendente que trazaba el deslizador hacia las profundidades de Nar Shaddaa.

—Bien hecho —dijo cuando pudo—, realmente increíble.El recién llegado ascendió hasta una plataforma de aterrizaje atestada de gente, apagó el

deslizador y saltó afuera. Cuando se hubo escurrido entre los controles y miró hacia arriba. Poste seencontró con un fajo de créditos frente a la cara.

—¿Es suficiente?Poste estuvo a punto de aceptarlos pero enseguida negó con la cabeza.—Guárdalo; me has enseñado una valiosa lección sobre ir acogiendo extraños por ahí.El recién llegado esbozó una suave sonrisa.—Tú verás. —Se guardó los créditos de nuevo en el bolsillo de la chaqueta, dio un paso atrás

para echar un vistazo a la nave y dijo—. ¿Quién le hizo la pintura?Poste se señaló a sí mismo.—Yo.—Parece un caramelito. Poste suspiró con desgana.—¿Primero eres un piloto de swoop y ahora eres crítico de arte?—Extirpa las llamas.—¿Que extirpe…?—Y necesita unos ajustes.—Ya lo creo, después de tus alardes de conducción.

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—Y cámbiale el relé del sobrealimentador de turbina. Poste midió sus palabras.—Vale, puede que no seas un completo psicópata. —Encendió la nave de nuevo y se despidió—:

Aun así, espero no volver a cruzarme contigo.—Un momento —dijo el recién llegado.Poste se giró ligeramente en su asiento.—Necesito cierta información.—Vaya, qué sorpresa.—Te gratificaré por ello.Poste se rió abiertamente.—¿De qué mundo vienes, que usas palabras como «extirpar» y «gratificar»?El recién llegado hizo caso omiso a la pregunta.—Estoy buscando a unos chatarreros que trabajaban en el espacio que circunda Nar Shaddaa

hace unos sesenta años estándar, más o menos.—Sesenta… —Poste gesticuló con desdén—. ¡Vete a la biblioteca!—Eso pensaba hacer. Pero necesito que alguien haga unas averiguaciones en los bajos fondos

mientras yo lo intento. ¿Conoces a algún mecánico o ingeniero de naves que haya podido estartrabajando por aquel entonces?

—Viejos.—Sí, más bien.—Hay un par de seres que… —Inclinó la cabeza hacia un lado y terminó la frase—: Bueno, aún

en el caso de que estuviera tan loco como para querer echarle una mano, ¿cómo contactaré con ustedsi me entero de algo?

—¿Tienes un intercomunicador?Poste buscó en el bolsillo de sus pantalones y encontró un intercomunicador que puso sobre el

asiento. El recién llegado puso su intercomunicador justo al lado del otro.—Emparéjalos.Poste activó la conexión.—¿Me dices cómo te llamas? —preguntó cuando le devolvía el intercomunicador al recién

llegado.—De momento no.El hombre rubio se volvió y desaparecio entre la multitud.

Jadak se presentó en la Slag Pit II media hora antes de la cita que había programado con elchanchullero que su intercomunicador identificó como Flitcher Poste. Ya era de noche en NarShaddaa y Nal Hutta protegía la luna de la luz de Y’Toub. Esperó afuera, al otro lado de la calle,vigilando la puerta de entrada, hasta que reconoció a Poste entre una multitud heterogénea. Poste eraun muchacho fornido, de unos veinticinco años, que tenía una cara agradable de hechuras simétricascon las cejas pobladas. El pelo tenía reflejos rubios y castaños y lo llevaba pegado a la cabeza,peinado desde la frente. Si Poste se había criado en Nar Shaddaa y todavía vivía de desplumar a los

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turistas, debía de haber pasado una infancia pésima entre la clase más baja de la sociedad. Jadak lovio acercarse al tapcafé e intercambiar saludos con varios seres. Había venido solo, tal y comoJadak le había ordenado, y estaba tomando las precauciones acordadas. Jadak esperó un poco máspara asegurarse de que no aparecía nadie inesperado y después entró en el Slag Pit II por la puertalateral.

Llevaba dos días realizando incursiones desde un cubículo del hotel, en el corazón de lo queantes era el Distrito Rojo. Sus investigaciones le habían conducido a un par de pistas prometedoras,pero esperaba que Poste tuviera algo más concreto que él. A la espera de que sus ojos seacostumbraran a la luz tenue del tapcafé, Jadak dio una vuelta completa a la gran estancia principalantes de dirigirse a la mesa de Poste, que sostenía una bebida frente a él. Jadak hizo una señal a unade las camareras y le pidió un Meranzane con hielo. Se acercó a Poste, quien se sobresaltó al verlo,y se sentó en el asiento de enfrente.

—Ya no sabía si aparecerías —dijo Poste con sorpresa.—¿Por qué no iba a hacerlo?—Pensé que a lo mejor ya habías averiguado lo que querías saber.—Pués no ha sido así —contestó Jadak. La camarera se acercó con la bebida que había pedido y

él la probó dejando que el licor se quedara un rato en la boca—. El tipo que mencionaste…—Vendrá hasta aquí, pero vive lejos. Le prometí que valdría la pena el desplazamiento, sea

como sea. Jadak asintió.—Ya te dije que así sería. ¿Que sabes de él?—No mucho, excepto que se le consideraba uno de los mejores mecánicos hasta que ocurrió algo

que lo hizo esconderse durante un par de años. Cuando regresó, empezó a trabajar exclusivamentepara el Sol Negro; se encargaba del mantenimiento de sus cargueros. Si no conoce a quienquiera queestés buscando, sabrá de alguien que sí.

Poste se detuvo unos instantes.—¿Puedo preguntar ya de qué va todo esto?—Es mejor que esperemos a que llegue el mecánico.—Bueno, la verdad es que aún no estoy seguro de querer mezclarme en toda esta historia. La

forma en que te desenvolviste con aquel par de necios… ¿eres un agente de la secreta? ¿Un agentealiado? —Inhaló profundamente y siguió—: Es como si tuvieras esa… aura alrededor. ¿Y ellosquiénes eran, rivales? ¿Enemigos?

—Baja la voz, anda —instó Jadak.—Sólo intento decirte que no tengo grandes sueños; me conformo con la vida que estaba

llevando. Jadak se recostó sobre la silla.—¿Robando billeteras? ¿Agenciándote de maletas ajenas en el puerto espacial? ¿Rompiendo

ventanillas y colándote por los lados? ¿Pequeños hurtos durante los fallos eléctricos mientras otrosasisten a funerales?

Poste asintió con una mirada cómplice.—¿Lo ves? Si hasta hablas como policía —dijo mientras se levantaba de su asiento. Jadak lo

agarró por la manga de la chaqueta.

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—Siéntate. Te lo explicaré todo cuando hablemos con el mecánico.—Bammy. Jadak levantó la vista por encima de su bebida.—Bammy Decree. Ése es su nombre —dijo Poste, señalando con la barbilla hacia la barra

circular—. Y supongo que es ese de ahí.Jadak siguió la mirada de Poste hasta un humano anciano, elegantemente vestido pero ligeramente

encorvado y con cierta cojera o quiza con piernas centenarias.—¿Eres tú Flitcher Poste? —preguntó al acercarse a la mesa.—Sí, soy yo.Poste se levantó para ayudarle a sentarse, pero Bammy Decree declinó la oferta con un gesto y se

sentó sin ayuda alguna. Y sin dejar de mirar, desconfiado, a Jadak.—He venido hasta aquí desde el Sector Duros.—Lo sabemos —dijo Poste con amabilidad—, y se lo agradecemos enormemente.Decree miró a Jadak de nuevo.—Pues vayamos al grano, entonces.Jadak entrelazó los dedos de ambas manos y se inclinó hacia delante sobre la mesa.—Bammy, necesito información sobre un YT-1300 que colisionó contra una nave corelliana hace

sesenta y dos años.Decree abrió la boca y no dejó de mirar a Jadak, atónito.—¿Te refieres al Emisario Estelar?Jadak saltó de la silla de la emoción y tuvo que contenerse para hablar sin levantar la voz.—Eso es, Bammy. ¿Cómo es que la conoces?Decree sonrió dejando entrever sus dientes amarillentos.—¿Que cómo la conozco? Porque reconstruí aquel carguero de cabo a rabo tras el accidente. Le

añadí piezas de un carguero YT-1300p, le reajusté los motores y el núcleo de energía, le aumenté elacorazado y el hiperimpulsor, rehíce todo su interior e incluso le instalé un cerebro droide nuevo.

Jadak colocó su mano, amablemente, sobre el brazo de Decree.—Bammy, ¿quién la compró?Decree miró la mano de Jadak hasta que éste la retiró.—Un jefe criminal llamado Rej Taunt.—¿Y ese tal Taunt sigue vivo? —-preguntó mientras memorizaba el nombre.—Oh, sí.—¿Y todavía tiene el Emisario?—Él la rebautizó con el nombre de Segunda Oportunidad, pero no, ya no la tiene —dijo Decree

con una tímida sonrisa—. Se metió en algún otro lío con aquella nave por algo que yo hice sinquerer. Ya ve, yo le había instalado un cerebro fabricado por colicoides y, un buen día, resulta queactivó un cargamento de droides zumbadores procedentes del mercado negro que Rej transportabapara un vigo de Sol Negro. Rej logró tirar por la vorda los droides antes de que desmantelaran elSegunda Oportunidad pero los droides fueron a por el crucero Imperial que venía a interceptarnuestro carguero. —Miraba primero a Jadak y luego a Poste, y así una y otra vez mientras decía—:El crucero quedó hecho añicos y murieron más de setenta y cinco hombres y muchos más soldados de

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asalto. Poste silbó.—¿Y qué pasó con Taunt?En lugar de responder, Decree miró de nuevo a Jadak y dijo:—Disculpa, no recuerdo tu nombre.—Jadak.Decree le miró confundido.—¿Tienes algo que ver con Tobb Jadak?Jadak se puso tenso.—Se podría decir que sí.—Eres su hijo, ¿no? —preguntó Decree tras humedecer los labios.—¿El hijo de quién? —preguntó Poste.—El hijo del piloto que murió en la colisión —contestó Decree sin quitar la vista de Jadak.—No, la verdad es que soy yo —terminó diciendo Jadak. Decree palideció por completo.—Pero… eso es… imposible.—Sobreviví al accidente.—Sobreviviste al accidente… —Decree intentaba asimilar la información que acababa de

recibir—, pero aún así…—No aparento mi edad, lo sé —dijo Jadak, señalándose a sí mismo—, pero créeme, Bammy,

debajo de todo esto, soy mayor que tú. Pero, dime, ¿cómo sabías mi nombre?—Por el registro de vuelo del YT —dijo Decree cuando recuperó la voz—. Reconstruí la

historia completa de la nave. —Se pasó la mano por la cara antes de continuar—: ¿Y ahora la estásbuscando?

—Sí.Decree entrecerró los ojos.—Rej debería de saber donde acabó. Yo puedo ayudarte a encontrarle.—¿Dónde está, Bammy?—Bueno, estuvo en Oovo IV durante un tiempo. Ahora está en Carcel.—¿En la prisión? —preguntó Poste.—No creo que esté allí por las aguas —dijo Decree, sonriendo.

Cuando Bammy Decree abandonó finalmente el Slag Pit II tres horas más tarde, se tambaleaba muchomás aún que cuando había llegado. Acababa de recontar todo lo que había descubierto sobre elpasado del Emisario Estelar y Jadak le había contado lo ocurrido en los sesenta y dos años queestuvo en coma. Jadak le quitaba importancia al hecho de que estuviera buscando la nave ydesdeñaba al Grupo República como algo más que un servicio de correos. No había mencionado queel Emisario fuera la clave para localizar un tesoro escondido, aunque sabía que tendría que hacerloen algún momento si quería que Poste le ayudara con la búsqueda. El chaval no era muy hábil con elbláster ni el aerodeslizador, pero tenía otras habilidades de las que Jadak carecía, y estaba al tantode la vida moderna. Además, era muy observador, y no le vendría mal otro par de ojos para detectar

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quiénes iban tras él ahora que había empezado a moverse.Jadak le pagó a Bammy más de lo que Poste habría imaginado por la información sobre la vieja

nave y lo envió de vuelta al Sector Duros en una aerolimusina privada cuando la breve nocheplanetaria de Nar Shaddaa empezaba a decaer.

—Vaya, no me esperaba algo así de ti —dijo Poste cuando Jadak hubo regresado a la mesa.—Y tú me recuerdas a un viejo amigo mío —contestó Jadak—. Se llamaba Reeze y era mi

copiloto cuando nos estrellamos contra el carguero. Él murió en el accidente. Poste frunció el ceño.—¿Ese Reeze tiene algo que ver con el hecho de que estés buscando la nave?—Sí, aunque no es la única razón —contestó Jadak mientras se inclinaba hacia delante para

acercarse a su interlocutor y hablarle en voz baja—. Poste, ¿qué me dirías si te contara que elEmisario Estelar es la clave para encontrar un tesoro de un valor incalculable?

Poste lo miró por encima de la botella de cerveza.—¿En qué sentido: sobre si lo sabía o sobre si puedo calcular ese valor?—Ambas cosas.Poste bebió un trago, bajó la botella de nuevo y se limpió la boca con el reverso de la mano.—Primero te preguntaría que cómo lo sabes.—Me lo dijeron los tipos que me estaban pagando por pilotar el YT. Reeze y yo teníamos que

entregársela a alguien cuando tuvimos el accidente.—¿Y el YT es la clave para encontrar ese tesoro?Jadak asintió.—Entonces no sabes dónde está el tesoro. —Se lo suficiente. Y lo que no sé yo, lo sabe la nave.De repente, una expresión de sorpresa inundó la cara de Poste.—¿Me estás pidiendo que te acompañe a la caza de un tesoro? —La oportunidad de tu vida,

chico. Poste rompió a reír a carcajadas.—Debes sufrir demencia espacial.—¿Has salido alguna vez de esta roca?—No, pero…—Te estoy ofreciendo una oportunidad que no puedes dejar escapar.Poste no dejaba de mover la cabeza de un lado a otro.—Jadak, permíteme recordarte que hay un grupo de tipos armados con blásters buscándote. Te

agradezco la oportunidad que me ofreces de ver la galaxia, pero no me apetecería volver a NarShadaa dentro de una bolsa.

—Podremos con ellos —contestó Jadak con un gesto de desdén.—Podremos… —Poste tomó otro trago de la botella de cerveza—; por cierto, ¿por qué te

persiguen?—Supongo que esperan que los lleve hasta el tesoro.—A lo mejor puedes hacer un trato con…—Olvídalo —dijo Jadak justo antes de terminar su bebida de un trago—. No te miento con lo de

la nave, Poste, y lo único que te espera en Nar Shaddaa es una temporada en la cárcel. Lo sabes tanbien como yo.

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Poste juntó las manos y se recostó sobre el respaldo de la silla.—Aún en el supuesto caso de que esa nave tuya siguiera de una pieza, podría estar oxidándose en

el otro extremo de la galaxia.—No vas a decirme nada que no se me haya ocurrido a mí antes. Ya le he dado muchas vueltas al

tema. Sí, a lo mejor ahora es un montón de chatarra. A lo mejor la hicieron añicos durante laRebelión, o desapareció por completo durante la guerra contra los yuuzhan vong. A lo mejor está enun desguace hecha piezas. Si al final resulta que se cumple alguna de esas opciones, te pagaré por tusservicios como guía en la vida moderna, nos estrecharemos la mano y nos diremos adiós. —Parópara tomar aire y continuó—: Pero si la encontramos…

Ahora era Poste el que se arrimaba a su compañero de confidencias.—Si encontramos la nave, nos repartimos a la mitad, encontremos lo que encontremos.Poste pellizcaba suavemente su labio inferior con los dedos pulgar e índice.—Aparte, ¿quién financiaría la búsqueda?—Tengo algunos ahorrillos.—¿Cuánto?—Cerca de ocho mil créditos.Poste no disimuló su asombro ante las buenas nuevas.—Vaya, con esa cantidad podríamos viajar una buena temporada; bueno, depende de dónde esté

la nave porque, claro, como tengamos que viajar hasta Ord Mantell o algo así…—¿Qué tal si empezamos por Carcel y vemos adónde nos lleva la siguiente pista?Poste esbozó una sonrisa.—Seguro que hace décadas que Rej Taunt no recibe visitas.

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CAPÍTULO DIECISIETE

—Un poco a la izquierda, —dijo Lestra Oxic al droide—. Asegúrate de que está centrado antes debajarlo a su lugar.

El droide elevador de carga hizo una serie de ajustes y poco a poco coloco el pedestal demármol en el suelo junto a un ventanal del estudio. Oxic indicó al droide que se moviese a un lado ydio un paso atrás para considerar la nueva ubicación. Una barra de metal delgado de medio metro dealtura se extendía desde la parte superior del pedestal. La vara terminada en un soporte en forma decopa no mucho más ancho que el pulgar de Oxic y en la que colocó una esfera de cristal. El máspequeño, pero más costoso de los artículos que había comprado en la subasta, se pensaba que laesfera era un mapa de las estrellas y que debía haber sido uno entre un amplio surtido de dispositivossimilares alojados en el Templo Jedi. Encontrado poco después del final de la Guerra Yuuzhan Vongpor un miembro de un equipo de nuevas construcciones, el cristal se había pasado de contrabandofuera del planeta hasta un equipamiento de almacenes, en Bilbringi. Descubierto accidentalmente porun droide de la limpieza, la pieza fue vendida por partes desconocidas a un coleccionista privado,que en última instancia, lo puso en subasta en Hydians. En algún momento de la Antigua República,la función de mapa de la esfera habría sido activado por un Jedi mediante un lector en forma de copasimilar a la máquina de fax que Oxic habían tenido que hacer fabricar para servir de soporte. Ahorala esfera podría ser iniciada por un pequeño mando a distancia que había llegado con la pieza.

Moviéndose al centro del estudio, Oxic oprimió un botón en el control remoto. Instantáneamente,la esfera de cristal brillaba con una luz brillante que se expandió como una nova para llenar toda lahabitación con pequeños globos iluminados. Con la cara levantada y con manchas de luz, Oxic girabaen su lugar cuando las puertas de madera del estudio se abrieron y Koi Quire entraron.

—Impresionante, —dijo, mirando a la pantalla.—Los sistemas estelares de la Joya Brillante. —Oxic apaga el control remoto y la miró.—Ellos están aquí.Echó un vistazo a su crono de muñeca.—Yo no debería tener que dedicar tiempo a esto. El descubrimiento en el caso Colicoide tiene

que ser completado por la mañana. Una sentencia a nuestro favor significaría un golpe de suerte paranosotros, pero el éxito depende de tener a nuestro testigo estrella adecuadamente preparado.

—Yo puede manejar a Cynner y los demás, si lo deseas.Oxic se lo pensó.—No, ellos necesitan saber de mí si vamos a evitar errores futuros. Envíamelos.Quire asintió y se volvió, dejando Oxic a caminar hacia el banco de ventanas que se alineaban al

lado oeste de la pared, con sus manos de largos dedos entrelazadas detrás de la espalda y las piernassúper delgadas que le impulsaban un metro a cada paso. La vista que tuvo de toda la ciudad deÉpica, que había crecido con los años hasta llenar el cuenco formado por las montañas de losalrededores. Cuando en un momento Hydians Auction House fue el centro de atracción de la ciudad,una serie de estructuras de la época Republicana habían surgido en torno a ella, ricas en detalles dela época. Las frías aguas del mar cercano creaban las nieblas que oscurecían la ciudad durante una

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parte del año, pero la mansión de Oxic estaba muy por encima de la línea de niebla, bajo un cieloazul, incluso cuando no se podía ver la mano delante de la cara.

El mapa de las estrellas de cristal era uno de los muchos ejemplos del auténtica CoruscantRepublicano en que Oxic se había gastado una fortuna adquirir en más de veinte años decoleccionismo. Pero él los recogía por el amor y no por la inversión. Algunos de sus mejoresrecuerdos eran de los años que había pasado en la capital galáctica antes de las Guerras Clon, lagran vida con los Senadores, dignatarios y celebridades representados por su bufete de abogados.Durante la guerra, Oxic había servido con frecuencia como un abogado defensor para los seresacusados de sedición por el Canciller Palpatine y su grupo de secuaces siniestros, a todos los cualesOxic había detestado.

En los largos años desde entonces, la empresa se había reducido en tamaño si no en importanciay era en gran parte un espectáculo de un solo hombre, aunque Oxic emplea cerca de un centenar deseres de varias capacidades. Escoltado por la impresionante Quire, cuatro de ellos entraron en lahabitación ahora, de dos Oxic vio periféricamente que todavía llevaban parches de bacta comoconsecuencia del desastre en Nar Shaddaa.

Acostumbrados a realizar sus actuaciones ante jurados o jueces, Oxic estaba de repente en laposición de serlo a la vez, y estaba infeliz al respecto. Aunque célebre por su capacidad de sintetizarla información y hablar con una facilidad envidiable por los abogados de muchas especies, laspalabras le fallaron. Incluso cuando él se apartó de las ventanas para mirar a Quire, la mujer que loconocía mejor que nadie sólo podía mandarle lo que equivalía a un encogimiento comprensivo.

Oxic se detuvo y se volvió hacia sus empleados.—¿Tenéis alguna idea de lo mucho que he invertido en este hombre?Su enojo les cogió por sorpresa, y lamentó haberles dirigido una pregunta. A pesar de que no

importaba; llegaron al punto. Esa fue la razón de la expresión compungida de Koi. Ella le habíaadvertido en contra de permitir al nautolano para organizar la recogida. Y ahora los cuatro de ellosse comportaban igual que ellos esperaban que él quisiera que se comporten, manteniendo la cabezabaja, y estudiándose sus manos.

—Miradme.Ellos levantaron la cabeza al unísono.—Él no es un criminal. Él no es alguien que se saltó la fianza. ¿Por qué sentisteis la necesidad de

tratarlo como a uno?—¿Conocemos alguna otra manera? —Cynner hablo, en nombre de todos ellos.Oxic se acerco a él, usando su estatura imponente al máximo.—¿Es una pregunta o una explicación? Porque si es esto último, —agregó mientras

intercambiaban miradas inciertas—, entonces no puedo tenerte a mi servicio.—No es que no supiéramos cómo, pero es que no esperábamos la reacción que obtuvimos.—¿Qué fue cual?Media docena de tentáculos de la cabeza de Cynner temblaron, y él hizo un gesto al único humano

del cuarteto.—La nariz de Remata. Mis costillas.

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—Mi aerodeslizador, —Oxic cree que señalar.Cynner asintió.—El aerodeslizador.—Sabía que estaba siendo rodeado —dijo Remata—. Y le aseguro que reaccionó como alguien

que se había saltado la fianza.—¿Se les ocurrió a ustedes el espere hasta que estuviera en algún lugar menos público que el

puerto espacial? ¿En algún lugar con un menor número de cámaras para grabar todas sus acciones?—Su reacción habría sido la misma, —dijo Cynner.Oxic miró Koi, y ella asintió con la cabeza de una manera discreta.Oxic solto por un largo suspiro y cruzó los brazos sobre estrecho su pecho.—La próxima vez mis instrucciones será más explícitas.Era la señal de que se fueran. Se levantaron y salieron. Koi ya se había trasladado a la barra y le

preparaba Oxic una bebida.—La ira sólo saboteara el trabajo fino que el Dr. Sompa ha estado haciendo todos estos años, —

dijo.Oxic apresuró a los paneles de espejo detrás de la barra para inspeccionar su rostro en busca de

signos de la reaparición de líneas de la edad.—No todas las especies son bendecidos con tu impecabilidad natural, Koi.—Y pocos tienen la longevidad que ha adquirido. ¿Qué importa cómo te ves?Echó un vistazo a su reflejo en el panel de espejo.—Yo no soy un Hutt. Tengo una cara pública que mantener. No se puede esperar para ganar los

casos contra los abogados jóvenes, si me veo como un ser humano viejo tullido.Ella le entregó el vaso de bebida, y lo llevó hasta el sofá.—Sompa es un tonto. No deberíamos haber aceptado su plan. Si él hubiera dicho Jadak la verdad

sobre el accidente o forzado a salir a los recuerdos de Jadak a la superficie, podríamos haberlosimplemente tomado en custodia en Aurora. En lugar de ello le hemos dado un misterio paradesentrañar, otra misión que ejecutar. —Miró a Quire—. ¿Todavía está en Nar Shaddaa?

—No lo sabemos.Oxic se giró hacia ella.—No me digas que lo hemos perdido.Ella le izo un gesto para que se tranquilizase.—Nar Shaddaa no es lo que solía ser. No va a ser capaz de obtener pasaje fuera del planeta sin

que lo sepamos.Oxic puso de pie y se alejó del sofá.—¿Sabemos algo más?—Las cámaras de seguridad del Puerto Espacial capturaron imágenes del aerodeslizador en el

que él se escapó, junto con imágenes de propietario del speeder. Las identificaciones del vehículoestán falsificadas, pero hemos sido capaces de identificar la cara del propietario. Su nombre esFlitcher Poste, un huérfano de cañón. Él tiene registros de haber cometido delitos menores y hapasado un tiempo en distintos centros de detención en Nar Shaddaa —Quire saco un dispositivo de

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datos de su bolso—. ¿Quieres verlo?—¿Por qué tendría yo que verlo?—Porque tengo la sospecha de que Poste y Jadak son ahora socios.Oxic se tomó un momento para responder.—¿Hay alguna relación previa?—No ha surgido nada. Pero pensé que podría ser, así que pedí a Cynner que encontrase a Poste

ante la posibilidad de que nos pudiese llevar a Jadak. Poste no fue difícil de encontrar o de seguirdurante un tiempo, al menos.

—¿Lo hemos perdido, también?—Poste pasó un día o visitando diferentes garajes de naves espaciales, haciendo preguntas sobre

los mecánicos que habrían estado en el negocio hace más de sesenta años.Oxic lo absorbió.—Cuando Jadak tuvo su accidente.—Creo que está en busca de su vieja nave el Enviado Estelar. —Quire esperó que Oxic se

sentara—. No tuvimos éxito con las escuchas de las comunicaciones del Servicio de Correos, perorecogimos lo suficiente para saber que una reunión se llevó a cabo en una cantina en el SectorCorelliano.

—¿Con Jadak?Quire asintió.—Pero nos enteramos sólo después de los hechos, al visitar la cantina y mostrar sus imágenes

por los alrededores. Jadak y Poste se reunieron con un viejo, un humano identificado como unmecánico que trabaja para Sol Negro.

Oxic la miró fijamente.—¿Sol Negro?—Yo no creo que haya una conexión. Se trata de encontrar el Enviado. —Ella le sostuvo la

mirada nerviosa—. ¿Dijo el Senador Des’sein cualquier cosa que te llevase a creer que la nave iba ajugar un papel fundamental en esto?

Oxic pensó en el intercambio en el lecho de muerte que había tenido con su viejo amigo y cliente.Uno de los más vociferantes de los dos mil senadores que se habían unido para oponerse a lasmedidas fuertes que Palpatine había tomado antes y durante las Guerras Clon, Des’sein fue tambiénun miembro de una organización clandestina que se llamó el Grupo de la República. El grupoformados por traidores sin máscara en el Senado, fue siguiendo los créditos que fluían de Coruscanta los fabricantes de armas y las empresas de construcción naves por toda la galaxia. Tras laproclamación de Palpatine de su Imperio, muchos miembros del Grupo de la República habíandesaparecido o habían sido asesinados. Des’sein había sobrevivido, aunque no como un político sinocomo un consultor de negocios, un tiempo durante el cual su amistad con Oxic había florecido.Dejando de lado todos sus tratos, Oxic habían elaborado el testamento de Des’sein y habían estadopresentes en la boda de la hija de Des’sein. Cuando los estragos de una enfermedad congénitafinalmente habían alcanzado a su viejo amigo, Oxic había viajado a Coruscant desde Épica para estara su lado.

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Fue entonces cuando Des’sein le había susurrado el secreto.Ante el temor de que Palpatine un día se proclamase emperador, el Grupo de la República había

escondido un tesoro en un remoto mundo, un tesoro que esperaban sería suficiente para restaurar laRepública. Y la clave para localizar el tesoro era un ex piloto del Grupo de la Republica llamadoTobb Jadak, que había desaparecido unos días antes del final de la guerra en un carguero YT-1300llamado el Enviado Estelar.

Otros sabían del tesoro escondido y había estado buscando activamente, pero sólo Oxic tenía elnombre de Jadak. Aun así, el nombre no había sido una ventaja hasta poco después de la Batalla deEndor, cuando los documentos pertenecientes al director de Inteligencia Imperial, otrora ArmandIsard habían entrado en posesión de Oxic. Guardados por la hija de Isard, que terminó siendo lasucesora y verdugo de Armand, los documentos contenían una breve mención del Enviado Estelar,que había sido perseguido desde Coruscant por pilotos clon después de la batalla que ocurrió allí.Los clones habían sido incapaces de seguir al Enviado, pero habían registrado las coordenadas desalto del carguero al hiperespacio. Después de un año de investigar los posibles destinos, Oxic habíadescubierto no sólo que el Enviado Estelar había saltado a Nar Shaddaa, sino también que TobbJadak había sobrevivido a una colisión allí, aunque en un estado de coma que ya había duradodurante más de veinte años.

A un gran costo personal, Oxic había obtenido el trasladó de Jadak al Servicio Médico de Auroray había instalado un joven neurocirujano llamado Sompa para supervisar su cuidado y recuperaciónposible, lo que había exigido otros cuarenta años.

—Des’sein me dijo que Jadak era la clave, —dijo Oxic finalmente.—¿Podría haber algo escondido a bordo del Enviado? —dijo Quire— ¿O la nave realmente

saber algo acerca de la ubicación del tesoro que Jadak no lo sabe?Oxic se puso de pie una vez más.—Deberíamos haber puesto un localizador en él.—Sompa no quería oír hablar de ello.—Sompa, Sompa, —dijo Oxic, girándose—. Estoy harto de oír ese nombre.Ella sonrió con indulgencia.—Sólo hasta su próxima visita a Aurora para los tratamientos.Suspiró.—Tal vez me conoces mejor que yo mismo.—A veces se necesitan dos seres imperfectos para hacer uno perfecto.Como si desconociese aún que estaba sosteniendo el pequeño control remoto del mapa estelar de

cristal, Oxic comenzó darle con el dedo pulgar al botón de activación, dentro y fuera, dentro y fuera,dentro y fuera.

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CAPÍTULO DIECIOCHO

Como se había convertido en un hábito en los momentos de tedio o la preocupación, Han, que llevabauna barba postiza y peluca, alcanzo distraídamente el transpondedor arcaico en el bolsillo delpantalón y comenzó a girarlo sobre su mano, deslizándolo el pulgar el dispositivo en forma de T desuperficie sin costuras, sopesando como si en un intento de determinar su peso pudiera ser capaz deadivinar su propósito enigmático.

Si se hubieran molestado con el tiempo de su llegada a Taris, habrían sido capaces de llegarhasta Vistal Purn el día anterior. Pero ahora él una vez propietario del Halcón Milenario y ex gerentedel Circo Molpol se dedicaba a supervisar el juicio de las criaturas que competían por los títulos delQuincuagésimo Show Anual de Sok Brok.

Cualquier reunión con Purn tendría que esperar hasta después de que los premios se hubiesenentregado.

Una docena de filas por delante de donde estaba sentado con Leia, Allana, y C-3PO, cientos deanimales acompañados por sus propietarios o manipuladores desfilaban por el escenario, mostrandosu material para grupos de jueces con la esperanza de ser coronados como la especie más feroz o elmás feo espectáculo. Por lo que Han pudo determinar, los concursos tenían poco que ver con eltalento o habilidad, que no fuese la capacidad de lo que se tardaba en hacer cabriolas con aplomo,arrastrarse con la gracia, o acechar con estilo. En una galaxia donde tantas especies habíanevolucionado hasta la sensibilidad, la noción misma de tener una mascota golpeó a Han como algoabsurdo, y, sin embargo, incluso en los sistemas estelares más lejanos se iba a encontrar con seresque adoraba a sus nagaths en miniatura y Moings de juguete más lo que lo hicieran con sus propiascrías. A veces era simplemente patética, y a menudo era francamente cómico. Especialmente en SokBrok de, donde no era raro encontrar a un Critokian aracnoide haciendo caminar a un ornuk bípedocon correa, o a un felino sanus con correa llevado por un Dug con cara medio canina de su mismotamaño. A veces, el propietario era más exóticamente guapo que su mascota; y a veces las mascotashacian que los propietarios se viesen como si todavía no hubieran llegaban a una etapa evolutiva enque la sensibilidad era una garantía.

En una de las muchas áreas de competencia de la arena había un Shistavanen que parecía muchomás feroz que el anooba con colmillos y garras que estaba mostrando. Más cerca todavía estaba unSauvax que se habría visto mejor como el plato principal en el mundo acuático de la bestia criadacomo alimento con los que se asociaba. El calibop de tupida melena detrás del Sauvax parecía másadecuado para el vuelo que la reptavian de plumas ligeras posada en su hombro.

Han se había sentado pacientemente de mientras trascurrían los premios a los más feos roedores,marsupiales y reptiles, pero sabía que había llegado a su límite en el momento en que los gands yotros propietarios de insectoides comenzaron a aparecer por el piso de la arena con sus escarabajosBandara y scorplans. La pura repulsión de las mascotas con que caminaban se elevó hasta loscabellos de la nuca.

Allana, por el contrario, estaba sobre todo fascinada. Desde el principio había mostrado una granempatía por los animales y otras criaturas, incluso los Han consideran repulsivo. Tenía eso en común

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con su padre.C-3PO utilizaba para entretenerla cuentos como el del Pequeño cachorrito de Bantha Perdido.

Eso mismo llevo a Jacen y Jaina a pasear por los parques zoológicos y los hábitats de caza. Seescaparon una vez, aventurándose, hasta el fondo de uno de los niveles más lóbregos y máspeligrosos de Coruscant.

Han tratado de descarrilar su tren de pensamiento, pero fracasó.Cuando fueron secuestrados por Hethrir. Cuando Jacen rescato a su madre de su cautiverio por el

Maestro Bélico Tsavong Lah. Vistes morir at u hermano, y fuiste torturado por Vergere. Mataste aOnimi. Pasaste cinco años aprendiendo de la fuerza de usuarios en toda la galaxia y volviste comouna persona cambiada.

¿Cómo podías haber crecido hasta convertirse en lo que te convertiste? Una vez fuistes miquerido hijo, más tarde quedaste irreconocible y me dolió admitir que yo te había engendrado, ymucho más que te crié. ¿Cómo te permití crecer lejos de mí, hasta quedar fuera de mi alcance, tandistante, tan ligada a tus propias creencias de lo que constituía el bien y el mal lo que condujoincluso a los Jedi en su contra? ¿Tu ambición paso a tu hija? ¿Ella heredó tu susceptibilidad juntocon tu curiosidad, tus debilidades, junto con tus puntos fuertes? ¿Ella, también, seria atraída porfalsas promesas y metas inalcanzables? ¿Cómo de cerca tenemos que vigilarla, Jacen? ¿O es unaalternativa benigna para el futuro lo que representa esta vez?

Han apretó los puños y respiró tartamudez.—Quiero ser capaz de perdonarte…Han sintió un tirón en la manga y se volvió hacía Allana.—¿Qué pasa, dulzura?—¿Podemos obtener un regalo?Han sonrió.—Pensé que nunca lo preguntarías.—Capitán Solo, —dijo C-3PO—, yo estaría muy feliz de acompañar a…—Uh-uh. Quédate aquí y has compañía a Leia. —Han hizo un gesto amplio hacia el suelo de la

arena—. Escoge una la raza que te guste y ya pensare en comprar uno para vosotros. —Miró más alláde C-3PO a Leia, cuyos ojos estaban ocultos detrás de gafas oscuras y cuya pelo largo estaba ocultobajo una peluca de pelo corto—. Vamos a la mesa de entrada.

—Tráeme un Bama Bar.—Lo haré. —Han tomó a Allana de la mano y la llevó a la nave—. ¿Te paseo en hombros?—¡Sí!La coloco suavemente sobre sus hombros, con sus piernas colgando alrededor de su cuello. Tenía

un equilibrio extraordinario. A él le gustaba que ella fuese un niño real. Él y Leia se habíanprometido el uno al otro que su próximo hijo no sería un Jedi, y Han se había emocionado al saberque Allana no asistiría a la Academia Jedi.

El vestíbulo estaba lleno de clientes. La dejó en el suelo de baldosas.—¿Qué deseas?—Tráeme un batido.

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—¿Simple o doble?—¿Doble? —dijo ella tímidamente.Han sonrió.—¿Quiere Leia un Bar Bama regular o uno con frutas blum?Allana cerró los ojos.—Um… Con frutas blum.—Sube que te llevare.

* * *

En la línea por delante de Han habían dos seres de aspecto interesante. Un yinchorri y un… Tintinna,decidió Allana, orgullosa de sí misma.

Cuando Han estaba pidiendo en el mostrador, Allana vio a la criatura más peculiar de todos quecaminaba al otro lado del vestíbulo. Casi de su misma altura, el animal tenía orejas largas y caídas ydos pies grandes y llevaba un chaleco como Han a veces llevaba y lleva un pequeño bastón como elque el tío Lando utilizaba. Lo más curioso fue que la criatura parecía estar mirándola fijamente, comosi quisiera que ella lo siguiese. Cuando empezó a cruzar desde el vestíbulo con esos dos grandespies, Allana no pudo evitarlo: tenía que ver a dónde iba, o al menos conseguir una echarle unamirada más de cerca.

Casi podría haber sido un personaje del Castillo Reptante.Sin siquiera mirar atrás se apresuró en la persecución de la criatura, que se arrastraba por una

gran sala llena de luces suspendidas del techo y largas mesas cubiertas de sillas que se habíancolocado al revés. La criatura saltó al otro lado de la habitación y desapareció en lo que Allanaprimero pensó que era una especie de agujero en la pared, pero no lo era. Era un pequeño turboascensor como los de palacio en Hapes que se utilizaban para mover los platos y la comida entre elcomedor real y las cocinas del nivel inferior. Se preguntó por un momento si el turboascensor era losuficientemente grande para que ella encaja en él.

Lo era.Así que se fue para abajo.

* * *

La confusión mental de Han reverberó como un grito en la mente de Leia. Explorando mentalmentepor Allana, ella echó a correr hacia el vestíbulo, C-3PO fue corriendo detrás de ella.

—Me di la vuelta y ella se había ido, —dijo Han, sus mirando por todas partes. Un batido doblederretido le corría por la mano izquierda.

Leia miró hacia su interior.—No la siento en peligro…

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—Bueno, pero ¿dónde está? —Leia se volvió hacia la amplia escalera curvada que conducía aniveles superiores de la arena, y luego miró a través del vestíbulo hacia las puertas de entrada—.Ella no se habría ido al aire libre.

—Voy a tomar las escaleras, —dijo Han, ya poniéndose en marcha—. Nos reunimos de nuevoaquí en un momento. —Leia asintió. C-3PO se detuvo frente a ella.

—¿Qué debo hacer, Princesa Leia?—Alerta a seguridad, Cetrespeó. Diles que nuestra hija ha desaparecido.—Sí, señora, yo lo haré.Leia puso sus emociones en espera y se calmó. Extendiendo la mano, comenzó a sentir un rastro

persistente de Allana. Cruzó el vestíbulo y se quedó inmóvil, con la mirada fija en la gran puerta deentrada a una sala de conferencias adyacente, por el aspecto de la misma. Sacándose las gafasoscuras, ella continuó moviéndose, lo que permitió a la Fuerza el guiarla. Una vez más, se detuvo yse quedó quieta, esperando que sus ojos se adaptasen. Corrió hacia adelante y se dejó caer sobre unarodilla delante de un turboascensor servicio.

Sería necesario apretarse, pero, eso sí, en él podría caber una pequeña niña de siete años deedad.

Sin molestarse en descifrar lo qué Allana habría visto para meterse en el, lo que ella podríahaber estado persiguiendo, o lo que podría haber estado persiguiéndola a ella, Leia corrió a losturboascensores que había notado en el vestíbulo. En su mente, ella llamó a la niña, pero no recibiórespuesta. ¿Estaba herida? No.

Preocupada. Fascinada. Intrigada… Jugando. Salió del turboascensor, y siguió el mismo caminoque había tomado en el piso de arriba, esta vez a través de un laberinto de pasillos por una cocinallena de electrodomésticos y estanterías de piso a techo equipadas con ollas y sartenes y un ampliosurtido de bandejas y cuencos. Su trayectoria la llevó hasta otro corredor que estaba cerca de Allana,estaba segura y a un gran espacio subterráneo que servía de vivienda a cientos de animales en jaulas.Pero no sólo a los animales domésticos ordinarios, se dio cuenta Leia. Sino a lo que la industria demascotas lentas se referia como novedades criaturas de bioingeniería más allá de toda descripción.Y Allana estaba en algún lugar entre ellas.

Leia dio voz a su repentina y abrumadora preocupación.—¡Amelia donde estas!

* * *

Han acababa de llegar a lo alto de la escalera cuando se dio cuenta que estaba en el camino correcto.La revelación le llegó en forma de un cenicero de pie de alumabronze que cayendo aparentementedesde la nada, por poco le golpea la cabeza, para acabar golpeando el suelo con tanta fuerza quedesató una espesa nube de ceniza gris que le hizo estornudar, haciendo que se le cayese la peluca queera parte de su disfraz. Que fue arrojada hacia adelante por la fuerza del estornudo, y sin darsecuenta, esquivó el primer golpe de un pie no humanoides que pasó silbando por encima de la peluca

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que le cayó sobre el torso. Cuando se enderezó, el pie le alcanzó, ya que volvía a venir desde elpunto de partida, pero el ser larguirucho unido a la bota había perdido el equilibrio, de manera quecuando las manos de Han absorbieron la fuerza de golpe que le dio en la nariz, víctima y agresor, porigual cayeron al suelo.

Con la falsa barba y el bigote torcido, Han rodo por debajo cuando el rodiano intento usar elcenicero para de ponerse en pie, sólo para ser golpeado por el segundo asaltante, un Duros vistiendoel uniforme de un guardia de seguridad. Aterrizando sobre la espalda, Han comenzó a deslizarse porla empinada rampa que conducía a los asientos del balcón y las plataformas de observaciónprivadas, con la cabeza golpeando el suelo al pasar sobre escalones bajos muy separados de larampa y la peluca deslizándosele sobre los ojos. A ambos lados de la rampa, los espectadores selevantaban de sus asientos, gritando, gritando y agarrándose a sus hijos contra sí mismos. Han teníasuficiente sentido común para saber que él se deslizaba de cabeza hacia el murete de contención alpie de la rampa. Obligando a sus pies desde el suelo, se las arregló para completar un salto mortalhacia atrás y lograr ponerse en pies justo antes de chocar con la pared, pero con los brazosextendidos hacia fuera a los lados y agitándose desesperadamente, en un esfuerzo por evitar el caersemás allá de la pared hacia el suelo de la arena. Al mismo tiempo, el duro y el rodiano se apresurabanpor la recta rampa hacía él.

Han esperó hasta que estuvieron a dos metros y se preparo para lanzarse; a continuación, se dejórodar hacia atrás sobre la pared, con las manos del duros a punto de agarrarlo y se cogió a la cimacuando el resto de su cuerpo cayó, la peluca se le soltó y se le cayó. El duros salió volando por elespacio sobre su cabeza y unos instantes más tarde se estrelló abajo contra el suelo de la arena, loque provocó una estampida entre los animales domésticos y los manipuladores en medio de la quehabía aterrizado.

Aunque el rodiano se detuvo antes de caer, el impulso lo llevó a golpearse contra la pared. En elúltimo instante el bípedo verde consiguió un agarre en la pared y terminó colgando junto a Han, peromirando por encima del suelo de la arena, a donde el rostro de Han estaba presionando a la pared.

Han sintió puño del rodiano golpearle en la parte posterior de la cabeza y respondió golpeandocon su mano derecha al hocico del rodiano. Por encima de ellos, los espectadores indignados por lacrisis que la pelea había causado estaban subiendo hacia el muro de contención con una claraintención. Antes de que un golpe pudiera golpearle en sus dedos con los nudillos blancos, Han agarróal rodiano y comenzó a hacer camino por las piernas flacas del rodiano, que comenzaron a oscilar delado a lado. Durante uno de los balanceos, Han se lanzó hacía la más cercana de las cabinasprivadas, de mientras el rodiano fue cayendo en picado con los pies por delante hacia el suelo de laarena.

En forma de platillo, las cabinas eran similares en diseño y funcionalidad a las plataformassenatoriales de la antigua Rotonda del Senado. Los ocupantes bimm de la cabina privada que Hanhabían elegido como destino gritaron cuando él cayó en medio de ellos, con los pies impactando elpanel de control del piloto de la cabina. Ese hecho repentino arrojo a los bimms a la plataforma deestar privada por debajo de ellos, el stand se desacopló de la terraza y se fue volando por encima delsuelo de la arena, incitando un mayor caos entre los animales domésticos, los propietarios, los

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jueces, y todos los demás con la mala suerte de estar cerca. Con sus manos jugando con los controles,Han intentó aterrizar la plataforma, pero esta se negó a obedecer unas órdenes extrañas a suprogramación. La programación ya estaba regresando a la plataforma al acoplamiento del balcón,donde dos guardias de seguridad humanos robustos estaban esperándole con blasters desenvainados.Instintivamente Han cogió su BlasTech, recordando cuando él se lo entrego a la seguridad al entraren la arena. Probo una vez más los controles, y empezó a hurgar debajo del panel de los relés paradesconectar los repulsores.

En cambio, sus manos encontraron el relés limitador de parada.La plataforma tiro hacia adelante, haciendo que Han cayese sobre su trasero antes de dispararse

hacia la estación de acoplamiento con la fuerza suficiente para romper los conectores magnéticos. Lapareja de humanos armados se batió en una retirada precipitada al balcón, pero ahora Han se estabaenfrentando un nuevo problema. Negarse a aceptar un no por respuesta, la cabina comenzó a golpearrepetidamente contra las abrazaderas del brazo de retracción en un intento de atracar. Una y otra vezlo intentó, como si cada vez más estuviese más frustrado por haber sido rechazado. En poco tiempo,el humo empezó a salir tanto de los generadores de campo magnético como de los repulsores de lacabina. Han considerado dar un salto corriendo hacia el balcón, pero los guardias de seguridad, lacerteza de que él estaba efectivamente atrapado, estaban regresando. Pensó colgarse a un lado de lacabina y caer al suelo, pero sabía que iba a tener la suerte de terminar con dos piernas rotas.

La decisión fue tomada por él cuando la cabina de repente tuvo un cortocircuito y se cayó degolpe sin control y girando hacia un enjambre de mascotas que correteaban.

* * *

La criatura de las orejas largas y el chaleco estaba directamente en frente de ella al final del pasillo.Confinados en jaulas por todos lados había docenas de otros animales con extrañas combinaciones aveces aterradoras de muchos de los animales que estaban realizando el show. Algunos de ellos teníandemasiadas extremidades o más de una cabeza, y otros parecía que no podían decidir si querían serinsectos o lagartijas, aves o pescados. Casi todos ellos estaban ladrando o tosiendo o aullando. Peronotando que algunas de las puertas de la jaula estaban abiertas alivió su cautela un poco. Aun así,Allana se ralentizó, no queriendo asustar a la criatura que había seguido desde el vestíbulo. Entoncesun hombre grande de repente entró en su vista y se detuvo por completo. Estaba sonriendo, pero node una manera que parecía amable o reconfortante. Cuando la criatura saltó en los brazos del hombresin miedo, se dijo a sí misma que nada podría estar mal con el hombre, pero ella no lo creía.Especialmente cuando un segundo hombre apareció desde detrás de una de las jaulas más grandes ycomenzó a caminar hacia ella. Allana retrocedió.

—¿No quieres ver a nuestra mascota premiada de cerca? —dijo el hombre—. Es un AulladorChandrilano, y le gusta mucho a los niños. Incluso podría dejar que lo acariciaras.

A Allana no le gusto nada de lo que estaba oyendo o cómo se estában diciendo las palabras.Continuó a retroceder.

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—No creo que tú seas capaz de encontrar el camino de regreso sin mi ayuda.—Yo no necesito tu ayuda, —dijo ella, a pesar de que ella no tenía que hablar con extraños.El hombre soltó una especie de risa.—Tal vez no. Pero nosotros necesitamos la tuya. —Su mano izquierda desapareció detrás de la

espalda y reapareció sosteniendo una pistola de estilo militar.Vaciando la mente de pensamientos y emociones, Allana se obligó a buscar la Fuerza, y sintió la

Fuerza fluía y la llenaba por completo. Entonces ella vio sus intenciones tan claras como el agua máspura.

El Aullador Chandrilano enseñó los colmillos y los hundió en la nariz del hombre en cuyosbrazos estaba sentado. Y a desde algunas de las jaulas saltaron las criaturas que la asustaban más,atacando al otro hombre antes de que pudiera dar un paso en cualquier dirección.

Allana se dio la vuelta y echó a correr tan rápido como pudo. Pero ella ni siquiera había llegadoal otro lado de la habitación de la perrera cuando un humanoide que lleva un blaster corrió parabloquear su camino. Actuando sin decir una palabra, le disparó directamente a ella.

Anillos concéntricos de energía azul deslumbraron sus ojos.Luego todo se volvió negro.

* * *

Leia estaba tejiendo su camino a través de las filas de jaulas cuando sintió a Allana gritar y perder elconocimiento. Buscando a su nieta, se apresuró hacia adelante con la velocidad de un Jedi, corriendopor el pasillo central a tiempo para ver a tres seres corriendo hacia una puerta en el lado opuesto dela habitación, con las piernas de Allana colgando sobre el antebrazo de uno de los hombres. Leiaalcanzó a ver el pelo de seda rojo de Allana.

Leia parecía volar por la habitación, pero al llegar a la puerta de duranium esta se le cerró en lacara. Ella hizo un gesto para que se abriera, pero no se movió. Lo intentó de nuevo, y luego recurrió agolpear con los puños contra ella. Dio un paso atrás, sacándose el pelo de la cara y deseando tenersuficiente Fuerza para aplanarla o el talento en la Fuerza para desentrañar el código de seguridad dela cerradura. Disfrazada o no, ella deseaba que no haber dejado su sable de luz a bordo del Halcón.

Nunca más, se prometió a sí misma. Disfrazara o no. Se marcho de la puerta, y escuchó a través ycon la Fuerza. Luego se giro y corrió de vuelta por donde había venido.

* * *

La cabina de vuelo estacionaria estaba todavía a pocos metros del suelo y yendo hacia abajo hacia elsuelo cuando Han vio a los mismos dos guardias hacer maniobras hacia él a través de una multitud deespectadores en pánico, decididos a colocarse a sí mismos tan lejos de la cabina que descendíacomo fuera posible. Y otros, con manos y garras apretadas contra sus cabezas en señal de alarma, se

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fueron corriendo lejos del probable lugar de aterrizaje de la cabina, llamando desesperadamente alas mascotas frenéticas que circulaban directamente debajo de la cabina fuera de control, ladrando ymoviéndose entre la en la confusión. Han no esperó el impacto. Tan pronto como los guardias seliberaron de la multitud él se lanzó sobre el borde, tanto para incapacitarlos como para usarloscolchón de su caída.

La velocidad y el peso de Han tiraron a los guardias directamente al suelo, donde los tres sepelearon por un momento antes de que Han lograse arrancar un blaster de un de ellos y se pusiera depie.

—¡Él tiene una pistola! —gritó una mujer twi’lek.Han se volvió hacia ella, apuntando con el dedo al guardia.—No, él tenía la pistola.—¡Tienen pistolas láser! —gritó alguien.Una mascota en pánico hundió sus pequeños dientes en el tobillo de Han y él le gritó saltando

sobre un pie, envió al mono-lagarto Kowakiano volando con el otro.—¡Bestia! —gritó alguien.Han volvió la cabeza y recibió un gancho de izquierda en la mandíbula. Un campo de estrellas

apareció delante de sus ojos, pero se las arregló para mantenerse con el desintegrador. Poniéndoselejos de un nuevo golpe, apunto con el arma al guardia que había en el suelo.

—Tenemos a tu hija, Solo, —dijo el guardia.El dedo de Han se congeló en el gatillo.El guardia hizo un gesto con el pulgar.—Echa un vistazo.La atención de Han se sintió atraída por una cabina del doble del tamaño de la que había

cabalgado casi hasta el piso, que se acoplaba al balcón más largo de esa parte de la pared de laarena y al que se accedía por una entrada privada. En el camino de la puerta colocada entre unhumano y un barabel, Allana se tambaleaba sobre sus pies.

Drogado, o aturdida, se preguntó Han. Al instante bajó la pistola, que fue arrojada de su mano.—Les dije que se podía razonar con ellos. —Gruñendo de mientras se ponía de pie, el guardia

presiono una pistola contra la parte baja de la espalda de Han—. Ve en cabeza para el vestíbulo.—¿De qué va esto?—Nosotros no vamos a tenerte en suspenso por mucho tiempo. Haz lo que te dicen y nadie saldrá

herido.—Nadie más, quieres decir.—Haz lo que quieras.—Todo está bajo control, —le estaba diciendo el otro guardia a la multitud—. Vuelvan a sus

asientos y el espectáculo se reanudará tan pronto como sea posible.—¡Loco! —le grito alguien a Han.Otra persona le lanzo caramelos.Los guardias lo escoltaron a uno de las turboascensores del vestíbulo. Bajaron un par de niveles,

emergiendo en un área de seguridad equipado con una celda de detención. Un oficial humano estaba

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sentado a la mesa.Han se despego el falso bigote y la barba.—¿Dónde está mi hija? —preguntó.—¿Su hija? —El oficial miro a Han—. Un hombre de su edad. Estoy impresionado.—Cortar la adulación. ¿Dónde está ella?El hombre se puso de pie. Era grande, con manos grandes y una cicatriz pálida sobre la ceja

derecha.—Sana y salva. Se la devolveremos de una sola pieza después de que haya hecho algo por

nosotros. —Empujó un comunicador a través del escritorio hacia Han—. Póngase en contacto conLando Calrissian.

Las cejas de Han sobresalieron con verdadera sorpresa.—Dile que queremos veinte droides YVH entregados en Ord Mantell no más tarde de mañana al

mediodía, hora local.Jugando a hacer el tiempo y con la confianza de que Leia estaba tratando de controlar la

situación, Han dijo:—¿Tú nunca has oído hablar del mercado negro?El oficial sonrió débilmente.—No hay YVH a la venta, gracias a nuestra nueva jefe de Estado. Nos vemos obligados a ir

directamente al fabricante.Han meneó la cabeza y aparto el comunicador hacia adelante.—Lando no lo hará. Es inmune a chantaje.—Él lo hará por ti, —dijo el oficial, empujando el comunicador hacia Han—. Tú eres su amigo.Han empujó la espalda comunicador.—No creas todo lo que lees. Él me ha guardado rencor durante años.La sonrisa del funcionario desapareció.—¿Qué pasa contigo, Solo? Ya has perdido dos hijos, ¿por lo que no te preocupas por perder a

otro?Han se impulsó a través del escritorio con tal fuerza que condujo a el oficial a través de la mitad

de la habitación, con las manos tan apretadas en la garganta del hombre que se necesito a tresguardias para separarlos.

Acariciando su cuello, el oficial dijo con voz ronca.—Eso no va a cambiar las cosas…Un siseo familiar fue emitido desde una sala adyacente a la celda, seguido de gritos de agonía.

Han quedo tan sorprendido como cualquiera al saber que Leia había introducido su sable de luzpasándolo por la seguridad de la arena. Pero tuvo que admirar su previsión.

—Esa va a ser mi esposa, —dijo sonriendo.

* * *

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Moviéndose en silencio y bloqueando la presencia en la Fuerza de Allana, Leia se acercó a loslocales de detención del nivel inferior. Un escalofrío corrió por ella y ella llegó a un abrupto fin. Elniño de dos potentes Jedi, Allana era innatamente poderosa en la Fuerza, pero sus habilidades eranlimitadas por la edad y la experiencia. Lo que Leia estaba percibiendo no tenía ningún sentido. Unsonoro zumbido inconfundible se infiltró en sus pensamientos. Dentro de una tensa luz que erairradiada desde el centro de la habitación, había dos seres gritando de dolor. Antes de que Leiapudiera reaccionar, Allana estaba corriendo hacia la puerta directamente hacía ella.

—¡Jacen! —dijo ella, rodeando las piernas de Leia con los brazos—. ¿Qué?—¡Jacen!Abruptamente Allana salió de debajo del reconfortante contacto de Leia, mirando a algo que

estaba en la habitación de más allá. Leia sintió una pequeña tormenta de arremolinada energíanegativa en la Fuerza que la alcanzaba rápidamente a ella, girando a su alrededor.

—¡No, Allana, no! Tú no debe hacer eso.La furia había vuelto la cara de Allana tan roja como su pelo. Sus ojos se estrechaban con el

odio.—¡No voy a dejar que me hagan daño!—Nadie va a hacerte daño, —dijo Leia firmemente—. Yo te protegeré. Nada malo va a

sucederte.A pesar de sus palabras, la tormenta comenzó a reconstruirse una vez más. Leia tomó Allana por

los hombros y la sacudió suavemente.—¡Vuelve a ser tu misma!Allana se puso rígida, con lágrimas en sus ojos.—¡Mamá me dio una aguja para que la usase! ¿Dónde está? ¡Quiero mi aguja! —Sollozando y

temblando incontrolablemente, enterró el rostro en el hombro de Leia.Leia la abrazó con fuerza, acariciándole el pelo y usar la Fuerza para calmarla. Recogerla, ella

se apartó de la puerta en la aprehensión. El zumbido volvió, y con ella disparos láser y aún másgritos. Leia vio movimiento en el interior de la habitación y alcanzó a ver al Caballero Jedi SeffHellín moviéndose sin detenerse hacia una puerta diferente, con su sable levantado delante de él.

* * *

La visión de dos barabels sin brazos tambaleándose por la habitación detrás del mostrador hizo caerla mandíbula de Han. Incluso la ira de una abuela no le permitiría a Leia ser tan brutal. Dos de losseres que habían escoltado Han al centro de detención empezaron a dirigir disparos láser a través dela puerta, pero los disparos estaban siendo desviados de nuevo en la sala. Han se tiró al suelodelante de la mesa, evadiendo un disparo que casi lo decapitó. Uno de los guardias cayó hacia atrás,su pecho en llamas; el otro recibió un disparo desviado en el muslo izquierdo y cayó sobre la rodillaopuesta. El oficial hizo una carrera para los turboascensores, pero una explosión en la sala lo mandóvolando hacia atrás.

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Con sus rifles láser apuntando alto, cinco soldados de un equipo de respuesta rápida irrumpieronen la habitación desde la dirección de Han había llegado.

—¡Todo el mundo abajo! ¡Abajo ¡Abajo!Teniendo en cuenta que todo el mundo estaba ya en el suelo, los comandos amplificados no

significaban mucho. El agente de seguridad estaba ileso, pero el resto de ellos, los que Han podíaver, en todo caso, estaban ya, inconscientes o muertos. El suelo estaba salpicado de sangre y restosde ropa quemada. Han oyó un ruido detrás de él y se dio cuenta de que alguien estaba de pie en lapuerta. Un Jedi veinteañero alto con el pelo rizado…

Ignorando a los soldados y sus rifles láser, Seff Hellín entro caminando tranquilamente en lahabitación, y desactivo su sable de luz cuando dos hombres trajeados y C-3PO aparecieron detrás delos miembros del equipo de respuesta rápida.

—Inteligencia de la Alianza Galáctica —dijo el agente más bajo, mostrando una tarjeta deidentificación a Seff, a continuación, se apresuro hacía Han para ayudarle a levantarse—. ¿Está bien,capitán Solo?

Mirando a Seff, Han se sacudió el polvo.—Prefiero no decirlo. —El agente mando a los soldados a bajar sus fusiles. El otro agente

acerco un comunicador a su boca.—Obtened un equipo médico aquí en el doble.—Mi hija…—Ella está bien —dijo Leia, que salía de detrás de la puerta yendo a la mesa que ahora tenía

cicatrices de fuego de blaster, con Allana aferrada a su cuello, visiblemente molesta y parecía comoHan negarse a mirar a Seff Hellín.

El agente más bajo, sin embargo, estaba mirando directamente a los Jedi.—Supongo que eres el responsable de este lío.—Deberían haberlo sabido mejor, —dijo Seff—. Ellos estaban tratando de chantajear al capitán

Solo para que les lograse de armas para ellos.El agente lo miró fijamente.—¿Quién es usted? —Al no obtener respuesta, se volvió hacia Leia pidiendo ayuda—. ¿Quién es

él?—Seff Hellín.Seff inclinó la cabeza.—Maestra Organa. —El segundo agente tomo nota de ello.—Hemos estado observando a este grupo durante un par de meses estándar, —dijo el bajo para

beneficio de Han—. Son parte de un sindicato ilegal de armas basados en Denon. ¿Cómo sabían queestabas aquí?

Han se rascó la cabeza.—Avisadme cuando lo descubrais. —Miró a Allana—. Se llevaron a nuestra hija con la

esperanza de obligarme a ponerse en contacto con Tendrando Arms para la entrega de veinte droidesYVH.

El agente asintió.

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—Me lo imaginaba. Por supuesto, estábamos esperando para detener a todo el mundo al mismotiempo, pero su Jedi aquí presente ha arruinado ese plan.

—Él no es mi Jedi, —dijo Han.—Usted no tiene jurisdicción para aplicar la ley en Taris —dijo el otro agente a Hellín—. Yo le

ordeno que entregue su espada de luz. Le estamos colocando bajo arresto.—Haz como él dice —dijo Leia—. Me pondré en contacto con el Maestro Skywalker…—No voy a renunciar a mi sable de luz por nadie, —dijo Hellín—. Y tú no me estás tomando

bajo custodia.—Seff! —dijo Leia bruscamente cuando los soldados levantaron sus fusiles.—El Maestro Skywalker no lo entiende.Hellín dio un paso repentinamente hacia atrás y agitó su mano libre hacia los soldados. Ellos

salieron despedidos, y los rifles volaron hacia el lado opuesto de la habitación, chocando contra lapared y cayeron al suelo. Cuando los dos agentes de inteligencia se movían sobre él, Hellín agitó lamano una segunda vez, y los hombres se congelaron como paralizado.

A continuación, moviéndose con una velocidad cegadora, el Jedi se había ido.Han fue hacía Leia y Allana, cuyos ojos estaban fuertemente cerrados.—Él no debería haber sido capaz de hacer eso, —dijo Leia con asombrosa tranquilidad.

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CAPÍTULO DIECINUEVE

—Dejad en el centro de la habitación todas vuestras pertenencias y preparaos para ser escaneados,—ordenó el agente de seguridad Codru-Ji de Cárcel por megafonía.

Jadak y Poste y un grupo de especies mixtas de dos docenas de otros visitantes se adentraron enla habitación. Las marcas de posicionamiento sobre el suelo metálico les indicaron que a cada uno deellos donde tenía que estar de pie.

—Usted el de los implantes en las piernas, —dijo el Codru-Ji—. De dos pasos hacia adelante ylevante los brazos a los lados.

—Espero que no encuentran el laser que escondiste en la tarta de cumpleaños, —dijo Postecuando Jadak y un Gran se separaron del grupo—. Sólo el macho humano, —dijo el Codru-Ji—. Muybien, usted puede reunirse con los otros, —añadió un momento después.

Todo el mundo esperó mientras un cuarteto de droides de vigilancia arcaicos realizaban elescaneo.

—Recojan sus cosas e informen en el registro de visitantes, —dijo el guardia finalmente.Después de haber dejado sus pequeños paquetes en el pequeño hotel de la prisión, Jadak y Poste

eran los únicos que venían con las manos vacías; el resto de los visitantes traian alimentos, ropa,holozines, un amplio surtido de tabacos, y recuerdos de los amigos, familiares y ex cómplices.Cárcel era el trozo de roca más miserable en que Jadak jamás había estado, y tal vez el peor lugarposible para que Poste comenzara sus viajes galácticos. En cualquier caso, él era como un niño en unparque de diversiones, sumergiéndose en cada nueva experiencia y estando eufórico de estar lejos deNar Shaddaa. Jadak había tenido que equiparse de una nueva identidad y digitalizar completamentelos implantes de localización que llevaba. Como precaución adicional, el había reservado pasaje enun barco mercante hacía Saleucami antes de saltar desde un barco de pasajeros a Roche y transferirsea los transbordadores dedicados a transportar a los visitantes hacia y desde Cárcel. En su cortotiempo juntos, Poste ya había demostrado ser de pensamiento rápido y un amable compañero. Jadakhabía sido en su mayoría correcto sobre las actividades delictivas del chico, pero no había más paraél que veía a simple vista. Nacido en uno de abismos más profundos de la Luna de loscontrabandistas, Poste carecía de todo pero se levantó, aprendiendo los oficios del forrajeador, elladrón y el estafador al principio de su vida. Había sido encarcelado en numerosas ocasiones, ymantenía una debilidad por los niños que crecían como él lo hizo, a menudo hasta el punto decompartir sus escasas ganancias con ellos. Curioso por naturaleza, estaba lleno de preguntas, de lascuales sólo algunas Jadak fue capaz de responder, después de haber pasado las últimas seis décadasen la tierra de los sueños.

Las preguntas que no podía responder por razones que no tenían nada que ver con el estado decoma, fueron donde estaba escondido el tesoro y poder precisar qué parte jugaría el Enviado alencontrarlo. En los años que había volado para el Grupo de la República, Jadak había insistido enque nunca diese detalles de sus misiones. Cuanto menos supiera, menos podría revelar si eraexpuesto como espía y capturado. Pero en el Anexo del Senado en ese fatídico día, los senadores lehabían proporcionado más de la información habitual, y la frase Restaurar el honor de la República

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en la galaxia era de alguna manera el hilo para desentrañar sus revelaciones.Al llegar a la estación de registro de visitantes, Jadak presentó su solicitud.—Rej Taunt, —dijo el guardia falleen—. ¿Tienes una cita?—Sólo vengo de visita.—Sois visitantes.Jadak intercambió miradas con Poste.—¿Lo que es lo contrario a los huéspedes?El falleen los miró por un momento, y luego señaló a un banco y dijo:—Tomad asiento y yo se lo haré saber.—Tal vez lo están manteniendo en confinamiento solitario —aventuró Poste.Jadak negó con la cabeza.—No suena como si fuera eso.Durante más de una hora estándar observaban una pantalla de HoloRed y bebieron las bebidas

dulces compradas a una máquina. Por último, el guardia los convocó a la estación.—Taunt los verá ahora. —Deslizó dos pases electrónicos hacia delante— Enganchen éstos pases

a sus cinturones. Siga líneas de ruta en el suelo hasta el edificio oeste, a continuación, siga la línearoja hasta su fin. Alguien les dirá lo qué deben hacer a continuación.

—¿Taunt nos verá ahora? —dijo Poste cuando partieron.Jadak se encogió de hombros.—Tal vez él estaba ocupado limpiando los suelos.La caminata duro un cuarto de hora largo. Las puertas por las que pasaron se deslizaban en todas

direcciones, arriba, abajo, y para ambos lados. Algunas eran barreras sonicas y algunas tenían unmetro de espesor. Los guardias y los pocos prisioneros que se movían por los pasillos estérilesparecían tan miserables como la misma Cárcel. Incluso los droides parecían descontentos.

Al final, una guardia humana los llevó a la celda de taunt, que, curiosamente, estaba sellada poruna puerta de madera de greel que tenía que tener unos doscientos años. La puerta ocultaba una suitepalaciega de salas cubiertas con telas finas y llenas de muebles y antigüedades que datan de finalesde la era de la Antigua República. Un surtido de seres estaba ocupados en tareas diversas mientrasvarias hembras humanas y humanoides descansaban lánguidamente en divanes y sofás, Con más de unsiglo de edad, Taunt estaba sentado como un Hutt en una almohada enorme en el centro de lahabitación menos ocupada.

—Soy Sorrel, y este es Mag Frant —dijo Jadak, usando sus nuevas identidades.El Askajiano los miro la una vez más.—¿Te conozco de alguna parte?—Hemos venido desde Nar Shaddaa.Taunt miró a Poste.—Tú eres de Nar Shaddaa. —Su mirada se desvió hacia Jadak—. Y tu… Que eres de…—De todas partes.—Esa hubiera sido mi primera suposición. —El tono de Taunt permaneció calmado—. Entonces,

¿qué te trae por aquí hasta Cárcel? ¿Negocios desde Nar Shaddaa?

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—Información, —dijo Jadak.Taunt sonrió débilmente.—Eso es un tipo de negocio, ¿no es así?—Este es un viejo negocio. Se trata de un carguero YT 1300 llamado el Enviado Estelar.La expresión de Taunt cambio, y él se tomó un largo momento para responder.—El Segunda Oportunidad, —le corrigió.—Eso es lo que quise decir.Taunt a estudió Jadak.—¿Quién dijiste que te había enviado?—Nadie nos ha enviado. Pero fue Bammy Decree quien nos dijo dónde encontrarte.—El mecánico. ¿Cómo está?—Aún va cojeando por allí.—Él era un hombre joven cuando yo lo conocí.—Nos dijo que reconstruyó el Enviado para ti.—Eso hizo. —Taunt sonrió con sus ojos—. ¿Te dijo lo que pasó?—Parte de ello.Taunt les indicó que agarrasen almohadas y se acomodasen.—Al principio, los imperiales querían ejecutarme por las muertes de los tripulantes y los clones

de la tripulación del destructor. Pero en su lugar un tribunal militar me condenó de por vida. Duranteel próximo par de años, fui trasladado de un centro penitenciario a otro, Agon Nueve, Fodurant,Delrian, yo vi el interior de todos ellos. Mientras tanto, Bammy Decree se enteró de que yo habíaotorgado una recompensa por él y huyó de Nar Shaddaa hacia las estrellas. Un cazador derecompensas lo encontró escondido en Ciudad Nómada en Nkllon, y yo se lo entregue al Vigo de SolNegro que había pagado por la carga de droides zumbadores que eche por la borda. En resumen, elVigo quedó tan impresionado por mi honor a las deudas, que me sugirió una asociación de negociospor la que él me iba a proporcionaría información que me sirviese frente a las autoridades de laprisión a cambio que me fuera permitido el realizar negocios ilegales en la cárcel y en un entornoadecuados para mis gustos. Una especie de franquicia de Sol Negro, se podría decir. A lo largo delos años imperiales, los años de la Nueva República, y de todas las guerras desde entonces, heestado sentado cómodamente de mientras el resto de la galaxia ha ido pudriéndose. Pero en todo esetiempo, nunca he olvidado la primera carrera que hice, de tan desafortunada como fue. Yo teníagrandes esperanzas puestas en la nave.

—Tal vez debería haberla llamado a Grandes Esperanzas en lugar de Segunda Oportunidad —dijo Jadak.

Taunt lo miró.—¿Nos hemos visto antes? Porque me pareces familiar. ¿Alguna vez has estado en cárcel?Jadak negó con la cabeza.—No que yo recuerde.—¿Cuál es tu interés en el Segunda Oportunidad? No te ves como el típico historiador.—Mi tío era uno de los pilotos que murieron en la colisión en Nar Shaddaa. Su nombre era Reeze

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Duurmun.Taunt movió su gran cabeza en un gesto de reconocimiento.—Cuando tienes la oportunidad de llegar a mi edad, te olvidas de los rostros. Pero nunca olvidas

un nombre. Sabía de Reeze cuando volaba haciendo contrabando para la familia Ilk. Él y me encontrécon algunos problemas en Nar Shaddaa, pero cuando se encontró con problemas logro encontrartrabajo afuera —Se detuvo brevemente—. Se que, Reeze murió en la nave antes de que me hicieracon ella. Nunca supe que estaba haciendo… Pero que Reeze sea tu tío aún no explica por quévendrías hasta Cárcel buscando el carguero.

—Si el todavía existe, yo quiero ser dueño de ella.—Ese es un deseo de gran importancia teniendo en cuenta cuánto tiempo ha pasado.—Sabemos que lo es.Taunt les aprecio.—Es una especie de aventura, ¿lo que te hace buscar la nave? ¿Tú no tienes trabajo? ¿Eres lo

bastante rico para ser independiente?—Perdí mis piernas en un accidente industrial. Estoy gastando el pago del seguro persiguiendo un

sueño de toda la vida.—¿Y yo tengo que ayudarte a hacer tu sueño realidad?—Sólo queremos saber qué pasó con el carguero después de su arresto.Taunt lo consideró.—Podría decirte donde está para que te vayas, supongo. Pero tengo que preguntarte que estas

poniendo sobre la mesa.—No voy a insultarte ofreciéndote créditos, ya que no parece que te hagan falta para nada.—Me gusta que te des cuenta.—¿Qué tal si reformulamos la pregunta y te preguntamos si hay algo que podamos hacer por ti a

cambio de la información que estamos buscando?Taunt se toco sus barbillas.—Yo tengo algo entre manos. Mis empleados ya están trabajando en ello, pero podría usar un par

de manos humanas. Tendrías que estar dispuesto a desviarte de tu camino hacia Holess. ¿Estáspreparado para hacer eso?

—Siempre que no le importe que nosotros usemos a algunos habitantes locales en el trabajo.—Os conseguiré algunos habitantes locales, para que os ayuden a preparar a tiempo el trabajo.—¿Qué involucra el trabajo? —pidió Jadak con cautela.—Una venganza.—No tenemos muchos músculos.—Eso está claro. Pero este trabajo no es una venganza por ese estilo.—¿Quién es el objetivo? —Preguntó Poste.—Los colicoides.Jadak fue tomado por sorpresa.—Yo no sabía que todavía estuvieran por los alrededores.Taunt se burló.

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—Al igual que cualquier plaga, son difíciles de erradicar.—¿Quieres venganza contra un Colicoide individual o contra la especie entera?—Eso ultimo seria abarcar demasiado —dijo Taunt—. Deja que te lo explique. Aunque las cosas

salieron bastante bien para mí, nunca los he perdonado por lo que les hicieron a algunos de losmiembros de mi equipo, y por lo que esos karking de droides zumbadores le hicieron a mi futuro. Yohe esperado mucho tiempo para poder igualar el marcador, y la oportunidad al final está cerca.

—¿Qué papel jugaremos en esto? —Dijo Jadak.Taunt se inclinó hacia delante en la almohada.—¿Has oído hablar de una criatura llamada Hueche?

* * *

—Una criatura extraordinaria —les estaba diciendo Vistal Purn a Han, Leia, Allana, y C-3PO en suoficina en el nivel superior de la arena—. Sin duda el mejor ejemplo de un marsupial que nunca entróen la competición. Es una chitliks y su nombre es Tamac Zantay Aura. El resplandor de sus rayas decolor naranja es lo que le hizo ganar el premio. Y también su buen comportamiento. Y como yasabéis, la hembra produce una leche saludable llamada kista.

—Yo no lo sabía, —dijo Leia cortésmente.Después de los acontecimientos del día anterior era difícil el prestar mucha atención sobre la

mascota que había ganado por ser la más plácida del espectáculo, y aunque ella y Han pudieronhaber aplazado la reunión con Vistal Purn y Allana no había insistido en hacer honor a la cita quehabían preparado. Ella dio la imagen de haber dejado el breve secuestro detrás de ella, pero Leiasabía que ese no era el caso. Ella tenía la capacidad de lo compartimentar las experiencias ybloquear las dolorosas para ponerlas a distancia, una habilidad que había heredado de Tenel Ka enlugar de Jacen.

—¿Qué pasará con Tamac Zantay Aura? —Le preguntó Allana.Purn estaba más que dispuestos a responderle a ella. Diez años más o menos más joven que Han,

era alto e iba elegantemente vestido y tenía el encanto que Leia supuso que sería necesario para hacerfrente a la clase de seres que entraban con sus mascotas en competición.

—Como su padre chitliks y muchos otros será vendida por cantidades obscenas de créditos.Además, como los chitliks se convertirá en la herramienta imprescindible para que mascotas dealgunas otras especies ganen la competición del próximo año. Siempre hay un poco de la políticainvolucrada —Purn añadió, casi dejando de lado a Han y Leia—. Se dice que un asesor de la Jefe deEstado Daala se ha hecho con un par de chitliks. Aún así, los espectáculos pueden ser divertidos. Yosiento mucho que su introducción a ellos tuviese que ser echada a perder…

—Lo siento por los animales domésticos que fueron aplastados, —dijo Han.—No hay necesidad de pedir disculpas, —dijo Purn—. Por lo que entiendo, el grupo que trató de

forzar su mano estaba contrabandeando armas a Taris dentro de jaulas de doble fondo. Los agentesde la Alianza Galáctica descubrieron un envío reciente de armas almacenadas ocultas en el sub-

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sótano de la arena. Entre nosotros, creo que en esta conspiración se puede seguir todo el caminohasta la cima. Mi esperanza es que no se empañe por completo la reputación del espectáculo. Elpróximo año se perfila como un año extraordinario para los insectoides y aves. Si tienen tiempo lespuedo mostrar algunas de las holoimágenes que hemos recibido. —Purn quedó en silencio por unmomento, y luego dijo a Leia—: Los ojos de capitán Solo se ven como si estuvieran vidriosos.

—Ellos se han cerrado por completo en tres ocasiones en los últimos cuatro ciclos, —dijo C-3PO.

Alegremente, Leia dio unas palmaditas a Han en la mano.—Echa de menos su siesta de la tarde. Él tal vez podría despertarse si nos dijeras sobre los años

que volaste con el Halcón Milenario. Sabemos que lo vendiste a Cix Trouvée, pero los niños de Cixno fuimos capaces de arrojar luz sobre donde adquirió la nave, o para que se estaba utilizando.

Purn se recostó en su silla y sonrió.—El Halcón. Sólo de pensarlo me lleva de nuevo… —Él se inclinó hacia delante—. Ya veis, yo

era joven y enamorado…

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CAPÍTULO VEINTE

Yo era joven y estaba enamorado de la gerente del circo itinerante de Molpol.Pero tal vez debería empezar por el principio.Crecí en Generis, donde mis padres eran propietarios que operaban en un rancho desierto en un

tramo de aguas bravas del río Atrivis. El rancho estaba a unos cuatro días a pie del centro depoblación más cercano, pero la mayoría de los clientes optaban por pagar un extra para ser llevadosen aerodeslizador, lo que hacia que el viaje durase un poco menos de una hora estándar. Mis padresfinalmente adquirieron un aerodeslizador para los suyos y me enseñaron a pilotarlo. Por el momentoyo tenía doce años, y era mi trabajo para transportar a los huéspedes dentro y fuera de la finca y desupervisar todo el mantenimiento de rutina y el mantenimiento del speeder. Cuando yo no estabavolando hice lo necesario para mantener el rancho, donde la vida era agradable aunque un pocoaburrida para un joven que tenía su mirada puesta en ver las estrellas.

El lugar atraía viajeros ricos que querían experimentar la naturaleza con comodidad. Para mishermanos y para mí, eso significaba que atendiesen sus necesidades todas las horas del día y lanoche. A medida que más y más personas comenzaron a llegar con sus hijos a cuestas, se convirtió enmi responsabilidad el entretenerlos mientras sus padres estaban fuera de pesca, caza, senderismo, orecorriendo los rápidos. Esto puede sonar como la peor de todas las tareas posibles, pero enrealidad me encanta reír, y yo nací con un don para hacer reír a los demás, con frecuencia a misexpensas. Nunca me importó hacer el tonto, y mi popularidad con los niños me trajo a la atención delos adultos, que rara vez se despedían sin invitarme a visitarlos en sus mundos, que eran comolugares imaginarios para mí. De ellos he oído historias maravillosas sobre los mundos del Núcleo ydel Borde Exterior, y eso sólo reforzó mi deseo de escapar de Generis tan pronto como pude.

Generis estaba muy lejos de los efectos de estar bajo las leyes Imperiales, pero los huéspedes enel rancho mantenían a mi familia bien informada de la evolución galáctica. Yo sabía que la ruta másrápida para obtener una licencia de piloto de naves espaciales era a través de una de las AcademiasImperiales, pero yo no quería pasarme años sirviendo obligado en la marina y no tenía ningún interésen aprender a volar cazas TIE. Así que tomé un enfoque civil, como aprendiz en varias navieras yempresas comerciales antes de tratar de ir por mi cuenta como piloto independiente. En últimainstancia, fui contratado por el Circo Molpol para pilotar uno de sus cargueros ligeros.

Para entonces Molpol había existido por cerca de un centenar de años estándar. No era una granoperación, pero era rentable y popular, sobre todo en los mundos remotos en los que la llegada delcirco se convertía en un motivo de celebración anual. En los mundos civilizados, hacíamos sátira detodos. Celebridades de la HoloRed, figuras deportivas, políticos, incluso de Palpatine, hasta querecibimos una advertencia del Palacio Imperial para sacarlo de nuestro repertorio o enfrentarnos alas consecuencias. En los mundos remotos, queríamos investigar los mitos y las leyendas locales deantemano y adaptar nuestros actos en consecuencia. Y en los planetas medio remotos donde losindígenas seguían quemando combustibles fósiles para obtener energía, que sufren a través deperíodos de tiempo imprevisible, y morían de enfermedades que habían sido erradicadas en losmundos del Núcleo en milenios anteriores. Los planetas en los que el mero acto de desafiar a la

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gravedad todavía estaba considerado como algo mágico. Para la mayoría de las poblaciones, elhecho de que hubiéramos llegado desde el otro lado de la galaxia no significaba casi nada;podríamos fácilmente haber llegado desde el otro lado de su propio planeta. Lo importante es quellevábamos con nosotros todo lo que uno podría desear en un circo: animales exóticos, música envivo, y una serie de artistas cualificados, de rarezas de feria hasta acróbatas Ryn pasando porexpertos ilusionistas de la talla de la Gran Xaverri.

A Molpol le gusta pensar en sí mismo como la antítesis del Circo Horrificus, con sus arqets,feroces perros akk y combates de gladiadores. Como alternativa a la incitación a la clase de caosHorrificus una vez hizo en Nar Shaddaa, Molpol entregaba asombro y puro entretenimiento. Aunque,al que igual Horrificus, tuvimos un rancor mutante albino llamado Muñeco de Nieve y el surtidohabitual de felinos carnívoros, animales de la manada, camélidos y simios. Nuestros Señores de lasBestias y manipuladores habían recorrido la galaxia para encontrar a las más interesantes criaturasdianogas, nexus, mynocks, y pulgas de lava pero para los niños en la audiencia también teníamostaurills, halcones-murciélago, arañas de energía, y kyntix. El propietario del Molpol en ese momento,era un Ortolan llamado Dax Doogun, que soñaba con sumar un sarlacc a la casa de fieras, pero quenunca pudo encontrar una forma eficiente de transportarlo.

Para mover a los animales se usaba una vieja nave de desembarco de Haor Chall C-9979,reconfigurada para ser pilotada por una tripulación de carne y hueso desde Molpol aunque poseíaunos droides y había sido adaptada con una voluminosa hipervelocidad de Clase Seis. Las áreas decarga, bastidores y placas giratorias masivas que los neimoidianos habían creado para desplegar sustanques y transportes de batalla droides fueron rediseñados para transportar y colocar nuestrosbanthas, acklays y gundarks y, por supuesto, a Muñeco de Nieve.

El Halcón Milenario era ya una parte de la flota de Molpol cuando me uní. Me pareció extrañoque un barco tan poderoso fuera propiedad de un circo. Los propietarios anteriores habían equipadoal carguero con un hiperimpulsor de grado militar y una torreta turboláser dorsal. Pero cuanto mástiempo pasé en los controles del Halcón, más llegó a apreciar que él estaba perfectamente adaptado aMolpol, siendo tan ágil como los acróbatas y tan variopinto como nuestros artistas de feria. Eltambién pasó mucho tiempo más allá de sus días de gloria como una nave para todo, con cicatricesde batalla, que tuvieron lugar junto con soldaduras y reparaciones, con una extrema necesidad detrabajo corporal, y alrededor de una nave tan caprichoso como ninguno que una vez hubiese pilotado.

Con el tiempo fue creciendo mi afición por el Halcón, pero para mí el principal reclamo deMolpol era una joven trapecista que era conocido por el nombre artístico de Sari Danzer. Ella erahermosa y graciosa, y podía realizar acrobacias que desafiaban la gravedad que sorprendían yasombraban incluso a los miembros más experimentados de la audiencia. A diferencia de mí, el circoestaba en su sangre, y las actuaciones que dio habían sido pulidas a lo largo de varias generacionescon los familiares que guardaban sus secretos tan de cerca como los Jedi una vez guardaban lossuyos. A través del uso inteligente de los láseres y de otras ayudas, Sari podía hacerse parecer que sedesvanecía, se encogía, crecia hasta ser más grande que un bantha, o ir dejando una linea a través delcielo como un meteoro. Aun cuando ella no estaba actuando o entrenándose, se movía de una maneraque parecía casi ingrávida. Ella era la estrella de Molpol, y por desgracia ella lo sabía. Sus

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demandas no tenían límites, y ella insistia en llamar la atención de forma meticulosa a todo lo quehacía. Nunca una pestaña fuera de lugar; nunca una pieza de ropa que no se ajustase a la perfección;Nunca un paso en falso. Si se ejecutaba una de sus rutinas menos que perfectamente, ella se enfadaríapor días. Y si eras un miembro de la tripulación, lo que definitivamente no querrías es ser elresponsable de echar a perder la iluminación o la música. Sari no les gritaría por ello, pero susilencio frío podía ser ensordecedor.

Nada de eso, sin embargo, hizo caer mi amor por ella.Yo era un simple piloto y tenía poco tiempo para mí, pero me las arreglé para cerrar esa brecha.

Como todos los involucrados con Molpol hacían una función doble de algún tipo, decidí unirme a laescuadra de payasos sin otra razón que la de ser capaz de intercambiar algunas palabras con Sarientre actos. Otros quince payasos y yo íbamos saliendo de un deslizadora de tierra destinada acuatro, o me caía yo sólo al suelo de forma ruidosa o hilarante, y sabia que estaria esperando en lasalas para seguir adelante, y me gustaría desearle suerte o felicitarla por su elección de vestuario. Nocreo que se sintiera atraída físicamente por mí en lo más mínimo, pero le encantó que pudiese hacerreír al público y dejarlos a todos en el mejor estado de ánimo posible para apreciar su actuación.

Normalmente los artistas viajaban juntos de un mundo a otro en una vieja nave de pasajeros, abordo de la cual la privacidad era difícil de conseguir, los chismes estaban rampantes, y losargumentos eran una constante. El Halcón estaba reservado para el transporte del propietario y elmaestro de ceremonias, sus huéspedes ocasionales, y también todos los créditos surgidos de lasactuaciones. Aún así, Sari con frecuencia me preguntaba cómo me podía soportar viajar en «esemontón de chatarra en forma de nave.» En esos momentos me gustaría tratar de cantarle las alabanzasdel Halcón, pero mis mejores esfuerzos cayeron en oídos sordos. Finalmente, sin embargo, me arméde valor de preguntarle si ella consideraría el cambiar alguno de los agobiantes cuartos a bordo de lanave de pasajeros por el lujo relativo de una cabina privada a bordo del Halcón. El horario nosllevaría a nosotros a ir a dos planetas situados en el Sector Anoat, para lo cual Dax Doogun y elmaestro de ceremonias estarían viajando en una nave propiedad del gobernador del sistema estelar.Incluso yo no podría haber soñado con una situación más perfecta: sin viajes hiperespaciales comoforma de ahorrar combustible y reducir los gastos, simplemente tres largos días y noches de tránsitopor el espacio real desde el tercer planeta del sistema hasta el séptimo. Tuve la precaución de hacersonar la invitación de forma casual, pero yo estaba seguro de que ella sabía lo que estaba haciendo, yque yo sabía que ella sabía. Su respuesta fue que su decisión dependería de los resultados de unavisita de inspección a fondo de la nave que iba a emprender sin previo aviso. Ella lo hizo sonarcomo una broma, pero comprendió que ella era muy en serio.

Pasé días limpiando y cuidando los detalles de la nave por dentro y por fuera. Yo aspirare lasbodegas y el corredor del anillo, pulí el panel de instrumentos de la cabina, y tenía la silla delcopiloto retapizada. Estaba tan obsesionado con dejar como tan impecable como fuera posible lanave, que ni siquiera confié en los droides trabajadores de Molpol para la tarea. El Halcón tenía doscabinas, pero me centré en la mayor de las dos, la que normalmente tenía reservada para DaxDoogun, lavando la ropa, instalando nuevos iluminadores, fregar el suelo, y recalibrando la duchasónica. Cubrí las tablas que flanqueaban la litera principal con velas y cree una selección de música

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que pudiese ser bombeada a través del intercomunicador de la nave. Llené la cocina con alimentos yvinos y pregunté al cocinero de Molpol para poder preparar una comida especial que pudiesecalentar y servir. Los intérpretes y la tripulación por igual quedaron entretenidos por los extremos alos que yo estaba dispuesto a ir para ganarme a Sari, y la mayoría estaban más que dispuestos aunirse a la conspiración. Hasta logré persuadir a Dax Doogun para financiar la instalación de unamesa de holojuegos de dejarik en la bodega principal del Halcón. Yo sabía que Doogun era un fandel juego, pero más importante era que yo sabía que Sari lo era, y me dediqué cada momento librepara aprender los movimientos y las reglas del juego. Sabía, también, que tenía una fuerte aversiónpor la violencia, por lo que la certeza me llevo a cerrar el punto de acceso a la batería delturboláser.

Mientras yo me esforcé, me imaginaba todo el escenario: las comidas y vinos que compartirían,la música ambiental escucháramos, los concursos dejarik competitivos pero coquetos en el que nosgustaría involucrar a-mi strider Kintan superando su savrip mantelliano…

El día finalmente llegó cuando Sari hizo la gira de inspección sorpresa. Acabábamos de dar lasegunda de las tres actuaciones en Delphon, donde las culturas más primitivas del planeta tenían unaleyenda de un antiguo bombardeo de asteroides y una nave que había huido llevandose muestras delgenoma de toda la flora y fauna nativa. Los primitivos no fueron engañados por nuestros intentos dehacer uso de la leyenda ni estaban destinados a serlo, pero ellos disfrutaron a lo largo de la misma.Como resultado habíamos realizado uno de nuestros programas más exitosos, en los que Sari tuvo unpapel destacado, como siempre.

Su recorrido por el Halcón empezo con la rampa de acceso, que se cayó sobre una rodilla parainspeccionar. Una vez dentro de la nave se fue directamente a la cabina, donde ella pasó la manoenguantada de blanco a lo largo del panel de instrumentos, el yugo de dirección, y varias de laspalancas de control y de los interruptores. Se sentó en la silla del copiloto y la hizo girar dando uncírculo completo. Luego regresó al cuerpo principal de la nave e hizo dos circuitos a través delcorredor del anillo antes de entrar en cualquiera de los espacios de las cabinas secundarias ysosteniéndose, miro a escondidas en los rincones oscuros, en busca de polvo o telarañas, sonriendocuando ella estuvo impresionada, o al menos satisfecha por los esfuerzos que había hecho. Una vezque ella había regresado a la bodega principal, quite a un lado la lona bajo la cual se oculta la tabladel holojuego de dejarik, y sabía por su mirada de ojos brillantes que yo había pasado la prueba.

Al final, lo único que dijo fue:—Sí.Desmontamos el campamento en Delphon, desmontando las tiendas de campaña y hicimos

limpieza para después encargarnos de nosotros mismos. Los manipuladores y Señores de las Bestiasconducían a los animales al módulo de aterrizaje Haor Chall; la tripulación se fue a su nave, losartistas intérpretes y ejecutantes a la de ellos, y Sari y nos subimos al Halcón Milenario. Tuve a lanavicomputadora del carguero buscando el camino más directo a Delphon 7, ya que planeabaencargar al piloto automático que pilotase la mayor parte del vuelo. En esos días, en los años previosa que la Alianza Rebelde comenzara a construir bases ocultas en mundos como el Gran Yavin, elúnico riesgo que plantean los viajes sublumínico eran los piratas. Pero por todo lo que había oído,

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las fuerzas imperiales tenían a los piratas a la carrera. Lo que es más, los piratas no eran conocidospor atacar a los circos.

Mientras Sari se duchaba y se libraba del maquillaje y la purpurina, yo ponía la mesa en labodega principal, abrí el vino para dejarlo respirar, prepare la advertencia de comida, encendí lasvelas que había esparcidas, y comenzó la música a sonar través del intercomunicador. Cuando ellasalió del corredor del anillo y entro en la bodega principal se había cambiado llevando algo máscómodo, y la visión de ella me cambió para siempre.

Nos sentamos el uno frente al otro en la mesa, y yo llene nuestras copas de vino.—Por un viaje lleno de acontecimientos, —le dije, levantando mi copa.Sonriendo, ella levantó la suya.Las copas estaban a milímetros de tintinear cuando la voz del capitán de la flota espacial de

Mopol aulló desde los altavoces en la estación de ingeniería.—¡Piratas!Me levanté de un salto, lanzando el vino en todas direcciones, y me apresure a ponerme los

auriculares de comunicación.—¿Estás seguro? —Le pregunté.—La Garra Llameante está volando —me dijo el capitán.—¿Saben que somos un circo? —Dije.—Lo saben, y no les importa, —me espetó.—¿Has pedido ayuda? —Le pregunté, esperando plenamente la respuesta que recibí.—Nos están bloqueando, —dijo el capitán.Sari y yo nos apresuramos a la cabina y nos atamos a las sillas a tiempo para ver los disparos de

advertencia pasar a través de los arcos del gran módulo de aterrizaje de dos alas y de la nave depasajeros. El fuego había venido de un crucero ligero que era tan viejo como el Haor Chall C-9979,adornado con el emblema pirata de la Garra Llameante, que estaba escoltado por una docena denaves de combate modificadas.

—¿Quiénes son? —Le pregunté al capitán.—Agujeros Negros, —fue su respuesta.Juré en voz baja. Tal vez era el menos creativo de los términos para nombrarse, los Agujeros

Negros eran una de las bandas más temidas lo largo de las rutas espaciales de ese lado del Núcleo.—¿Han emitieron alguna demanda? —Pregunté yo.Él dijo:—Sólo que ellos quieren que nosotros aterricemos en Regosh.La luna principal de Delphon IV, Regosh carecía de centros de población, era un orbe de baja

gravedad y tenia tantos bosques como mi planeta natal. No había oxígeno suficiente para los sereshumanos y humanoides entre nosotros, por lo yo sospechaba que algunos de los artistas de feria severía obligado a usar respiradores, suponiendo que los piratas no estubiesen planeando matarnospara empezar.

Consideré usar el turboláser del Halcón para influir en el crucero, pero rechacé la idea casi deinmediato. Si bien era diestro con la nave, yo no era lo suficientemente talentoso para participar

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simultáneamente en un combate y un vuelo evasivo. Sari parecía haber leído mis pensamientos, encualquier caso.

—Vamos a esperar y ver qué es lo que ellos quieren, —dijo.—Podrían ser esclavistas, —plantee yo.Ella asintió con la cabeza.—Entonces tendremos que lidiar con eso.Cambie de rumbo, seguí al módulo de aterrizaje y a los otros barcos por la delgada atmósfera de

Regosh. Las naves de los Agujeros Negro nos llevaron a un gran claro en el hemisferio norte, dondeun grupo de sus cohortes nos estaban esperando, algunos armados con varias pistolas láser. Unamezcla de algunas de las especies más despiadadas que tenía que ofrecer el Borde Exterior, lospiratas no se veía como el tipo de gente con la que se podría razonar. Dudaba que incluso mismejores trucos les provocasen ni una sonrisa. Cuando todos los barcos de Molpol habíanestablecido, el líder de la banda pirata, hablando un Básico muy deficiente, ordenó a la tripulaciónde la C-9979 desembarcar. El resto de nosotros tuviera que permanecer a bordo de nuestras navesseparadas.

Las intenciones del Agujero Negro fueron repentinamente clara, y eran a la vez un alivio y el peorde los casos: estaban secuestrando el módulo de aterrizaje.

Durante tres horas estándar vimos como los animales eran conducidos desde la nave grande y sedejan sueltos en el claro, así que se comportaron como lo hubieran hecho antes de una actuación.Poco acostumbrados a estar sueltos, muchos de ellos serpenteaba por los bordes del claro, dondeempezaron a mordisquear el abundante follaje de Regosh. Algunos de los felinos y gundarksaprovecharon para poner distancia y desaparecieron en el bosque. Muchos de los animales máspequeños estaban confundidos, lagartos de nieve, copies, nerfs y otros se agrupaban juntos en elcentro de la zona de aterrizaje como esperando instrucciones.

Tan pronto como fue estuvo completado el desembarco varios piratas se apresuraron a subir almódulo de aterrizaje y despegaron. El resto de las naves de los Agujeros Negros despego, y en unabrir y cerrar de ojos, los piratas se habían ido.

Sari y yo corrimos fuera del Halcón para unirnos a la tripulación y los intérpretes, quienestambién se apresuraban a abandonar sus naves de Molpol. A pocos pasos de los pies de la rampa deacceso, me detuve a echar un vistazo alrededor.

El cielo pálido de Regosh estaba oscureciendo, y el bosque circundante ahora estaba volviéndoseruidoso con las llamadas de animales autóctonos. Tuve un mal presentimiento acerca de la situación,que se agravó cuando vi a cientos de pares de ojos que comenzaban a brillar en la línea de árboles.

Con una velocidad asombrosa algo surgió de entre los árboles y corrió a través del claro,desapareciendo en el bosque con uno de los pequeños animales que estaban en el suelo en su boca.Segundos más tarde, otra criatura salió, llevándose otro de los animales. Entonces un tercero ycuarto…

El Armamento de Molpol consistía sobre todo en armas ceremoniales usadas por nuestrosfrancotiradores durante su porción del espectáculo. Algunos de los miembros de la tripulación teníanpistolas láser reales, pero eran muy pocas para defenderse de los ataques que probablemente

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continuarían durante toda la noche. Estaba dando vueltas al pensamiento de usar el turboláser delHalcón para arrasar los árboles cuando varios de los domadores se apresuraron hacia mí.

—Tenemos que llevar a estos animales en el Halcón, —gritó alguien en mi cara.Debí haberle regresado una mirada confusa, porque él repitió la declaración en aún mayor

volumen.Negué con la cabeza para despejarme y traté de señalar que el Halcón no era lo suficientemente

grande para acomodar más de un tercio de los animales, y eso incluiría el uso de las habitaciones dela nave, así como las zonas de carga.

—Entonces vas a tener que hacer tres viajes, —dijo el Ryn que servía a menudo como micopiloto.

—¿Tres viajes a dónde? —Le pregunté con una voz que sonaba demasiado aguda para ser mía.—Nos volvemos a Delphon, —me dijo.Todo el mundo empezó a gritar a la vez, llenando mis oídos con las declaraciones que ya

conocía.Tuvimos que hacer esto por el bien de los animales. No podíamos abandonarlos en Regosh para

convertirse en presa. Los grandes animales podían valerse por sí mismos, pero los pequeños tuvieronque ser rescatados. Sólo el Halcón tenía espacio suficiente para realizar la tarea. Sólo yo tenía lahabilidad para trazar y ejecutar los microsaltos que serían necesarios. Mientras tanto, el resto deellos permanecería en la luna y mantendría a los depredadores a raya.

Con eso me hice a un lado para dejar espacio a los domadores, que inmediatamente se pusieron ala tarea de introducir a los animales en el Halcón. Cuanto desee que los piratas nos hubiesen dejadoal menos la suficiente paja Taanabiana para cubrir las placas de la cubierta de la nave, pero todo elalimento y el grano había desaparecido con el módulo de aterrizaje de Haor Chall. Cuandofinalmente pude moverme, corrí a la nave hacia los generadores de oxígeno y amortiguadoresinerciales bajo cubierta y coloque los depuradores de aire al máximo. Pero mi nariz ya me dijo quesimplemente no había forma en que los depuradores pudieran superar el hedor producido por loslagartos de nieve nerviosos y los otros camélidos. De hecho, empecé a dudar de que el Halcónvolviera a oler como el mismo otra vez.

Entonces, justo cuando parecía que las cosas no podían ir peor, a Muñeco de Nieve de algunamanera se le metió en su cabeza de cara plana que el Halcón estaba ingiriendo realmente a lospequeños animales y decidió venir en su rescate. No sé que haya habido alguna vez otra vea que deun rancor albino atacase a un carguero YT-1300, pero eso fue exactamente lo que ocurrió, y la únicamanera de que pudiera evitar que la nave fuera golpeada por su cabeza plana y rociada de babacorrosiva fue involucrar a los repulsores y hacer bailar al Halcón fuera del considerable alcance deMuñeco de Nieve de mientras sus domadores intentaban calmarlo. No sé exactamente cuánto tiempocontinuó el baile, pero al final del mismo muchos de los animales estaban mareados y añadiendo a lamiasma de olores el de las arcadas y además emitían otros olores nocivos.

En toda la confusión yo había perdido completamente de vista a Sari, aunque sospechaba quehabía huido a su camarote confinado en la nave de pasajeros. Así que tal vez ustedes puedanimaginar mi sorpresa cuando salí del conector de la carlinga del Halcón para encontrarla sentada con

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las piernas cruzadas en el piso ahora sucio de la bodega principal, con su vestido de noche roto sinposibilidad de reparación, la cara manchada de sustancias no identificables, y con el maquillaje endesorden. Cuando vi que estaba llorando en voz baja me apresuré a su lado, balbuceando disculpaspor todo lo que podía pensar, incluyendo el ataque pirata.

Ella me miró por un largo momento antes de limpiarse las lágrimas de debajo de los ojos yriéndose.

—Eres un tonto, —me dijo—, incluso cuando no estás haciendo el papel.Empecé a balbucear una respuesta, pero ella me interrumpió.—¿Por qué crees que estoy con el circo? ¿Por los aplausos? ¿Por los pocos créditos que

ganamos? —Hizo un gesto amplio a los lagartos de nieve apestosos y copies que se hacinaban a sualrededor—. Me encantan los animales, Purn. Y creo que después de que consigamos llevarlos atodos ellos de nuevo a Delphon, yo voy a estar enamorada de ti.

* * *

—De hecho, nos tomo a mi copiloto Ryn y a mi cuatro viajes el transportar a todos los animales devuelta a Delphon, —continuó Purn—. Pero gracias al Halcón, hicimos los viajes en microsalto en loque debía ser un tiempo récord, y al final perdimos a sólo doce animales frente a los depredadoresde Regosh.

—¿Qué paso con los animales grandes? —Preguntó Allana, en el borde de la silla.—Bueno, iniciaron una nueva vida por sí mismos en Regosh.—¿Incluso Muñeco de Nieve?—Incluso Muñeco de Nieve. —Purn sonrió—. Parecía muy feliz la última vez que lo vi.—¿Porque él no tuvo que realizar más trucos de circo?—Tal vez eso tuvo algo que ver. Pero creo que Regosh le recordó un poco a su Dathomir natal.—Mi mamá… —Allana empezó a hablar, pero se detuvo a sí misma y comenzó de nuevo—.

¿Qué pasó con los animales pequeños?La tristeza se deslizó en la sonrisa de Purn. Se volvió un poco para hacer frente a Han y Leia.—Al final el ataque pirata resultó tan costoso que Dax Doogun se vio obligado a venderlo todo,

incluso el propio nombre de Molpol.—¿Los Agujeros Negros nunca fue detenidos? —Dijo Leia.—Algunos miembros fueron capturados. El resto unió fuerzas con el Consorcio Zann.—Supongo que ese todo incluía el Halcón, —dijo Han.—Por desgracia. Si hubiera tenido los créditos, me habría comprado la nave, pero la riqueza se

hizo esperar para mí.Un golpe suave sonó en la puerta y una llamativa mujer twi’lek asomó la cabeza en la habitación.—Siento interrumpirlos, pero es el momento programado para que el señor Purn distribuya los

premios finales.Purn le hizo señas a la twi-lek.

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—Un momento y enseguida voy. —Miró a Han—. ¿Por dónde iba yo?—Que si pudiese se habría comprado el Halcón…Purn asintió.—Es verdad. El Halcón fue una de las ultimas cosas que vendimos al final, y, como gerente, yo

personalmente hice los arreglos para a venta a Cix Trouvée.—Y entonces, ¿qué? —Preguntó Allana.—Después de Molpol volví a pilotar, sólo para descubrir que había perdido a mi gusto por ello,

y en su lugar había desarrollado una afición por los animales. He trabajado como maestro deceremonias para varios otros circos y, finalmente encontré mi camino como juez de demostracionesde animales domésticos. Qué es lo que he estado haciendo desde entonces.

Han se frotó la barbilla.—Nos dijiste que el Halcón ya pertenecía a Molpol cuando te uniste a él.—Sí. Dax Doogun había adquirido la nave varios años antes.—¿Sabes dónde lo consiguió Dax?Purn se lo pensó por un momento.—Recuerdo que el Halcón era una nave médica de algún tipo.—En serio, —dijo Leia, sorprendida.—Pero me temo que eso es todo lo que recuerdo sobre el.—Doogun lo recordaría, ¿no? —Dijo Han.—Estoy seguro de que lo haría. Pero no he tenido ningún contacto con Dax, en, oh, veinte años

por lo menos.El rostro de Allana se entristeció.—¿Sabes dónde está?—Lo siento, señorita, pero no sé dónde está.—Lo encontraremos a él, —dijo Han con confianza, y sobre todo por el amor de Allana.—No ha mencionado qué fue de Sari, —dijo Leia.Purn se rió en voz alta.—La culpa es mía. Me casé con ella. —Hizo un gesto a la twi’lek que esperaba pacientemente en

la puerta—. Sari, permíteme presentarte a Han, Leia, y Amelia Solo, y su droide Cetrespeó.—Es un placer, —dijo Sari.—Lo mismo digo —dijo Leia, con una amplia sonrisa.—Se podría decir que el circo nos unió —Purn dijo—, pero me gustaría darle crédito al Halcón

Milenario.

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CAPÍTULO VEINTIUNO

—Me veo ridículo, —dijo Poste. Y cuando él extendió sus brazos hacia fuera delante de él, lasmangas del traje de color ocre se le cayeron casi hasta los codos.

—Por supuesto que sí. Pero se supone que eres un ejecutivo de la publicidad, ¿quién va anotarlo?

Vestido con un traje de color magenta y botas blandas de caña alta, Jadak supuso que no se veíamucho mejor. Pero estaba seguro de que él y Poste podrían llevar a cabo la farsa el tiempo suficientepara terminar su parte del trabajo.

Vistiendo sólo ropa interior, los dos propietarios reales de los trajes estaban desplomados en laamplia y opulenta habitación del hotel, con los tobillos y las muñecas atadas con grilletes aturdidoresy con las bocas cubiertas con cinta adhesiva. Poste y Jadak habían llegado a Holess sólo una horalocal antes. En el puerto espacial habían alquilado un aerodeslizador de lujo y habían voladodirectamente a su hotel de lujo en el centro de la ciudad. En su habitación en el trigésimo sexto piso,que disfrutaba de una vista sin obstáculos del Monte de la Justicia, Jadak, Poste, y dos de losmatones de Rej Taunt estaban al acecho. Los ejecutivos apenas tuvieron la oportunidad de abrir suequipaje cuando ya estaban inconscientes por el par de weequays. El traje del hombre mayor erasimplemente un trapo flojo para Jadak, pero el del hombre más pequeño hacia que Poste parecieraque se había sido encogido y adelgazado. Aún así, ellos dos tenían mucho mejor aspecto del quetendrían los weequays.

—¿Estás listo? —la Weequay llamada Erf le preguntó arrastrando las palabras del Básico. Jadakle dio a la chaqueta del traje un tirón hacia abajo—. Listo para ir. —Él asintió con la cabeza a Poste,quien frunció el ceño, pero logró auparse lejos del holopanel que tardaría aún mucho en actualizarsepor completo.

Erf sacó dos pistolas láser de los amplios bolsillos de su abrigo largo.—La seguridad estará activada. Lo pondré en aturdir. —Movió los interruptores de selección

para asegurarse para a continuación, entregar los desintegradores a Jadak.Jadak los cogio, y luego pasó el más poderoso a Poste, que volvió a comprobar los interruptores

de selección, comprobando los niveles de carga de la batería y de disparo, y se metió el arma en unapistolera.

—Aquí está el caso, —dijo el otro humanoide—. En el interior esta la tarjeta de datos —Jadakse apoderó de la pequeña caja de aleación y experimentó lo que inicialmente fue un momento dejavu. De hecho, la memoria lo transportó a al hangar de aterrizaje en el nivel más bajo del Anexo delSenado en Coruscant, donde hizo entrega de un caso similar a los senadores Des’sein, Largetto, yZar. En la mente de Jadak, la memoria no se sentía de más de mes de edad.

—El Explorador Antariano quien tomará posesión de la nave se llama Folee. Os encontrareis conella en Salik City, que es la capital de las regiones occidentales. Ella te estará esperando. La frase,que le ofrecemos…

—¿Estas bien? —Dijo Poste.La memoria se desvaneció y desapareció.

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—Has parecido ausente por un momento.Jadak miró hacia otro lado.—Sólo pensaba en como ejecutar el plan.—¿Has cambiado de opinión?Jadak negó con la cabeza.—No, solo pensaba en ello.Agarraron sus pequeñas mochilas, situadas en el aerodeslizador alquilado en el garaje del hotel,

y se embutieron a sí mismos en los asientos cuadrados. Un Incom T-ll de cuarenta años de edad, conun cuerpo elegante y una proa inclinada, llevaba un potente repulsor y tenia anchas toberas depropulsión. Las manos Jadak fueron instintivamente a los controles adecuados, y en unos momentosse habían levantado y estaban cortando el aire espeso del planeta, uniendose con el tráfico en elcarril de treinta metros.

Un mundo de terreno variado, Holess era el hogar de una especie de humanoides corpulentos quese consideran relacionados con los orejudos Lannik. La población nativa se agrupan en ciudadesconstruidas con la riqueza derivada de los ricos yacimientos del planeta de duranium, que habíansido extraídos y exportados desde hacia miles de años. Con más ingresos disponibles y más tiempolibre en sus manos del que la mayoría de las especies sabría cómo usar los Holessians habíanelevado su reverencia innata por ley a lo que equivalía a una religión. Como resultado Holess teníamás leyes mezquinas que prácticamente cualquier otro lugar de la galaxia, y la población nativa eralitigiosa ante los fallo. Se promulgaron leyes simplemente por su bien, con la seguridad de quealguien las quebrantaría y se vería obligado a montar una defensa legal. Los jueces eran veneradoscomo figuras divinas, y los abogados-fiscales y abogados defensores por igual, eran tratados comocelebridades. El ser seleccionado para servir en un jurado era equivalente a ser elegido paraparticipar en un ritual sagrado. Los Holessianos seguían los casos tan fervientemente como otrasespecies seguían las temporadas deportivas. Las apuestas sobre un veredicto eran vistas como unsacrilegio, pero las decisiones se discutían interminablemente, debatiéndose y analizándose, amenudo durante años tras la culminación de los casos.

El centro de toda la actividad legal era el Monte de la Justicia, una estructura como una catedralconstruida sobre una prominencia natural en el centro de la ciudad capital y reservada para los casosde más alto perfil, con frecuencia importados de la galaxia. Aunque a menudo comparada con laTorre de la Ley sobre el Pacifico Bimmisaari, el monte era el punto focal de la vida Holessiana, y eldestino de peregrinaciones que todos los nativos tenían que realizar al menos una vez durante suvida. Se accedía al edificio por una amplia rampa en espiral desde la base de la colina subia yllegaba a las puertas delanteras de la estructura misma. Sobre la entrada se alzaba una enormepantalla holográfica que se podía ver a kilómetros de distancia, y en la que se desarrollaba lacobertura en vivo de los casos juzgados, junto la publicidad de una serie de productos y servicios.

Las torres señoriales del monte llenaron la vista hacia adelante desde el aerodeslizador demientras Jadak maniobraba sin esfuerzo a través del tráfico. Mucho más abajo, los bulevares querodeaban el monte estaban llenos de espectadores, quienes estaban animando a los jueces, abogadosy miembros del jurado mientras se abrían camino por la base de la rampa. Paradas improvisadas

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erigidas a lo largo del recorrido procesional suministraban comida, bebida, facsímiles de escritoslegales, y recuerdos, incluyendo réplicas de los principales participantes.

Lo que se vendía más rápido en ese momento era un modelo a escala de la principal testigo en uncaso que había consumido la atención de los Holessianos durante los últimos meses. El caso habíasido planteado por Autómatas Colla-Arphoce contra el gobierno de la Alianza Galáctica por elderecho a reanudar la producción de los droides de batalla por los que se habían ganado loscarnívoros colicoides una reputación de barbarie en los años anteriores a las Guerras Clon.Obligado a desarmarse a la conclusión de la guerra, y con el temor de represalias violentas por lasfuerzas imperiales, el Nido de Creación Colicoide había pasado a la clandestinidad. Habíanresurgido recientemente, representado por un abogado de la célebre Épica, que afirmaba estar enposesión de documentos que llevaban el sello personal del Emperador Palpatine. Los supuestosdocumentos afirmaron que la prohibición de participar en la producción de droides de guerra habíaexpirado el año anterior, y los colicoides discutían que ahora debían ser libres para competir con losRoche, el Cartel givin, Tendrando Arms, y otros proveedores de armamento y municiones.

El hecho de que el testigo estrella de Autómatas Colla-Arphocc fuera un ex miembro del grupo deexpertos conocido como Diseños Colla había dado a los fabricantes de souvenirs Holessianos unaverdadera oportunidad de brillar. Los facsímiles que se venden en las gradas no sólo venían como undroide destructor en miniatura con sus blasters gemelos y su distintiva esfera de escudos, también sepodía poner a la defensiva logrando ser una bola casi sólida. Aunque pocas veces presenciado, eraun reflejo del sobresalto incontrolable provocado por el encuentro con un antiguo depredadorconocido como Hueche, la transformación era debida a las capas epidérmicas superpuestas decuerno que eran el fundamento del caparazón óseo de los colicoides. Algunos xenobiólogos creíanque el compromiso de los colicoides de acabar con los Hueche era lo que impulso su eventual éxitoen el campo del diseño de armamento.

Incluso desde treinta metros de altura, y Jadak Poste podían ver que muchos espectadores sedivertían con los colicoides de juguete, jugando a la pelota, haciendo malabares con ellos,haciéndoles rodando a lo largo de las amplias aceras, utilizando los modelos de Foamita en batallassimuladas entre sí.

Entrando en el espacio aéreo controlado de alrededor del monte, Poste transmitió el código deentrada que les habían quitado a los ejecutivos de publicidad. Aterrizaje en o en cualquier lugarcerca de la rampa helicoidal estaba prohibido, lo que hacia que la mayoría de los participantes ytodos los peregrinos hicieron el ascenso a pie, algunos con las manos y las rodillas. Confinadas enambos lados por vallas bajas hechas de duranium, la rampa ofrecía numerosas áreas de descansopara los cansados, a la mayoría de los cuales podían accederse por puertas decoradas con tabletas deduranium grabadas artísticamente con leyes y decretos.

Concedida la autorización, Jadak se ladeó para la plataforma de vuelo estacionario quealbergaba la cabina de control de la holopantalla colosal del monte.

Un Holessiano musculoso con una túnica azul les estaba esperando en la zona de atraque de laplataforma.

—¿Ustedes son los representantes de Desicare Desodorantes?

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—Recién llegados de Coruscant —dijo Jadak, abandonando el asiento del piloto.—Este siempre seco y fragante.Poste mostró al Holessiano una mirada en blanco, luego sonrió.—Veo que conoce nuestro lema.—Utilizo su producto todos los días.—Nuestro tipo favorito de cliente, —dijo Jadak.—Tenemos leyes que rigen la transpiración, —dijo el Holessiano solemnemente.—Levanten sus manos, —dijo Poste.El Holessiano se giró hacia él.—Le aseguro que yo estoy bastante seco…Al ver la pistola de Poste casi salta hacia el cielo.—No hay razones para ponerse a sudar —dijo Jadak, sacando su pistola—. Sólo nos vamos a

dejar caer por la cabina de control y seguiréis nuestras instrucciones como si fueran leyes.Todo el mundo estaba ocupado, pero un guardia de seguridad solitario estaba de espaldas a ellos,

ya que estaban siendo llevados a la cabina de forma ovalada. Sintiendo que algo no estaba bien, elguardia fue a por su arma, pero Poste estaba listo para él. Tras desarmar al guardia, Poste repitió laadvertencia que Jadak había dado hacia unos momentos antes al portavoz oficial. La conmociónllamó la atención de algunos de los técnicos, que se giraron alrededor de sus pantallas individualespara encontrarse con los ejecutivos humanos de Desicare Desodorante que los apuntaban condesintegradores una forma general.

—Si ustedes quieren que su producto tenga más tiempo de pantalla, sólo es necesario preguntar—dijo uno de ellos.

Eso provocó que el resto de ellos a su alrededor empezaran a hablar.—Ustedes está aquí en violación de la ordenanza 13336-2-B del Código Penal en relación con la

entrada ilegal. Se les informa de que tenemos el derecho a presentar una demanda contra usted, apesar de su…

Un disparo de Poste contra el techo de paneles acústicos puso fin a sus quejas apresuradas.Jadak abrió la caja de transporte y levantó una tarjeta de datos por encima de su cabeza.—Hay un nuevo programa que queremos ejecutar.El Holessiano al mando se opuso.—Se requiere que todos los anuncios sean presentaros a la Secretaría de Medios de

Comunicación para su visualización previa para determinar si el contenido es apto para el consumopúblico o debería ser clasificado de acuerdo con las directrices de pre-visionado establecidas por elConsejo de la Decencia.

—Así que nos demandaran si no cumple con sus estándares, —dijo Jadak.—Sin duda alguna lo harán.—¿Tienen un permiso para llevar esas pistolas láser? —preguntó un técnico.Poste desencadenó otro disparo.—Voy a aturdir al siguiente uno de ustedes que hable.Jadak subió por una escalera alfombrada que llevaba a la ventana de observaciones que presidia

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la cabina. La holopantalla y la parte de la rampa en espiral que terminó en las puertas delanterasparecían estar lo suficientemente cerca para que el poder tocar la pantalla gigante que transmitía endirecto imágenes del jurado que estaba sentado en la sala de audiencias. Jadak se dio la vuelta paraenfrentarse a los técnicos de producción.

—Vamos a esperar hasta que el testigo estrella alcanza la parte superior de la rampa. Cuando lohaga, y a mi palabra, vamos a ejecutar nuestro anuncio en la pantalla holográfica. —Y coloco latarjeta de datos en la mano del jefe Holessian, que pareció considerarla con repugnancia.

—Si ustedes están tratando de impresionar a la especie Colicoide, —dijo el jefe— les sugieroque considere que, siendo insectoides, no sudan de la misma manera como lo hacemos loshumanoides. Las toxinas y desechos son excretados por medios distintos de las glándulassudoríparas. Lo que ellos poseen son glándulas para la generación de olores y feromonas defensivas.

—Tenemos la esperanza de comercializar un producto especial para ellos, —dijo Jadak.—¿Por qué no hacerlo en su mundo?—Debido a que la mayor parte del nido esta probablemente mirando la señal que se emite desde

aquí.—En ese caso, nos reservamos el derecho a reclamar una parte participativa en todos los

ingresos generados por la venta de… lo que sea su nuevo producto.Jadak asintió.—Claro, y si no funciona, Desicare se reserva el derecho de cobrarles por una parte de los

gastos de investigación y desarrollo. —Una docena de conversaciones separadas estallaron.Jadak se volvió hacia la ventana. Estudio los patrones de patrulla de los speeders de seguridad

Holessianos y aprecio lo que habían instalado en la cumbre de la torre más alta del monte, unvestigio de la Guerra Yuuzhan Vong una batería turboláser. Bajando la mirada hacia la rampa, divisóal Colicoide llegando a la cima, escoltado por un nautolano de complexión fuerte y una mujerdelgada muy probablemente empleada por el abogado que representaba a Autómatas Colla-Arphocc.

Jadak se movió rápidamente a la pantalla más cercano.—Dame un primer plano del testigo estrella y sus acompañantes, —dijo al técnico en los

controles. El Holessiano selecciona una de las transmisiones en vivo y la llevó a una pantalla demientras Jadak observaba por encima del hombro las imagenes. El nautolano era uno de los matonesque le había asaltado en Nar Shaddaa. La mujer en todo caso, era Koi Quire, del Consorcio deSeguros Vida y Salud del Núcleo.

—¿Quién es el abogado que representa a los colicoides? —preguntó Jadak cuando suspensamientos dejaron de ser un torbellino.

—El Señor Lestra Oxic, —dijo el técnico.El nombre no me suena, pensó Jadak pero lo guardó.—Prepárate, —dijo lo suficientemente alto para ser escuchado a través de los argumentos en

curso.—¿Se da cuenta de que su acción va a interrumpir nuestra entrevista con el Presidente del

Tribunal Supremo Margo?—Ejecutad un anuncio de ruptura de noticias.

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—Podríamos hacer eso, —dijo el jefe Holessiano a su ayudante—. Así al menos, nos habremosprotegido a nosotros mismos de una posible acción por…

—Hazlo —dijo Jadak, blandiendo su arma.Periféricamente vio como las holopantallas gigantes se ponían en blanco por un momento, y luego

mostraban un icono de boletín de noticias. De mientras, el Colicoide, el nautolano y Koi Quireestaban completando la curva final de la rampa y ascendían directamente hacia las puertasdelanteras.

—¡Poned el anuncio ahora!Una imagen en 3-D de un felino gruñendo con dos filas de dientes afilados que casi parecía a

punto de salirse de la pantalla apareció, eso desconcertó a algunos de los espectadores cercanos,sorprendió a los demás, y asusto al resto. Pero sólo para el Colicoide el rostro de veinte metros dealtura inspiraba pánico. El dio un salto y se alejo bajando por la rampa, el principal testigo de losdemandantes curvó su cuerpo en una bola blindado de dos metros de diámetro y se fue rodando por larampa a una velocidad increíble.

El jefe Holessiano corrió hasta la ventana de observación.—¿Qué tipo de anuncio es este? ¿Qué es esa criatura?—Se llama Hueche —dijo Jadak, sin apartar los ojos del alienígena que rodaba.Los espectadores que todavía subían por la rampa saltaban a cubierto de mientras el colicoide

volaba en medio de ellos, siguiendo su ruta por entre las vallas de duranium que se alineaban por larampa. En un momento parecío que el Colicoide había reunido suficiente impulso para saltarse lavalla del todo, pero los hombres de al banda de Rej Taunt estaban a la mano para hacer que eso nosucediese. Creando una obertura entre el resto de las vallas del área, eso permitió dar la vuelta coneficacia al Colicoide que siguió de nuevo bajando por la rampa, donde continuó su descenso enespiral. Más abajo, un segundo equipo de secuaces hizo lo mismo, dirigiendo al alienígena que huíahacia la base de la montaña, donde un camión speeder le estaba esperando. En su interior estaba unaenorme esfera de contención, su tapa semiesférica abierta a lo ancho.

Jadak le señaló Poste que era el momento de dirigirse a su aerodeslizador. Pensó en lanzar un parde disparos láser hacia la sala de comunicaciones de la cabina de control, pero decidió que yahabían hecho suficiente daño y que había posibilidades de que las patrullas de seguridad ya hubiesensido notificadas, y que él y Poste fueran a tener que hacer un poco de vuelo evasivo.

Los Holessianos estaban demasiado ocupados en restablecer la normalidad de la emisión paraintentar disminuir o evitar que su retirada. Lanzándose hacia el aerodeslizador, Jadak y Postedespegaron desde la plataforma justo a tiempo para ver el al Colicoide asustado moviéndose de unlado en el contenedor que se estaba cerrando del camión speeder, que se cerró de golpe, atrapando elinsectoide en su interior.

—Caso cerrado, —dijo Poste desde el asiento cuadrado del pasajero. Al mismo tiempo, losvehículos de seguridad que daban vueltas por encima de la camioneta se separaron de rutas devigilancia y comenzaron a correr hacia la cabina de control—. Aquí vamos —dijo Jadak.

Ellos ya tenían una buena ventaja sobre las patrullas y con un poco de suerte llegarían al puertoespacial mucho antes que el camión speeder. Torciendo el volante, Jadak desvió al T-11 lejos del

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monte, por si acaso alguien era imprudente y decidió lo que la batería turboláser era soportable. Conel acelerador al máximo, Jadak estaba tratando de pasar entre un grupo de edificios de altura en laparte sur de la ciudad cuando escuchó a Poste desatar una cadena de epítetos.

—¿Qué? —gritó Jadak.Poste se asomaba por el speeder, mirando algo detrás de ellos.—¡Ellos la perdieron! La esfera, se les ha caído el Colicoide.—¡Nos dejó él!—Yo no vi exactamente lo que sucedió, ¡pero ese kriffing está rodando por la calle!Una docena de posibilidades lucharon en la mente de Jadak: el camión había recibido fuego de

uno de los vehículos de seguridad; el sistema tractor que ancló la esfera de contención había fallado;el Colicoide de alguna manera se había descomprimido sí lo suficiente como para soltar la sujeciónde la esfera del camión…

—¿Esta rodando todavía?—Y tomando velocidad, —dijo Poste, mirando por encima del hombro—. Es cuesta abajo todo

el camino hasta el río.—¿Dónde está el camión?—Persiguiéndole.—¿Cuántos patrullero tenemos en nuestra cola?Poste pivoto en el asiento.—Yo veo a tres, pero están muy por detrás de nosotros.Jadak se acomodó a los mandos y resopló.—Cinturón de seguridad.Poste estaba apenas sujeto por las correas del asiento cuando Jadak lanzo al speeder a través de

un bucle de torsión media y aceleró de nuevo hacia el Monte de Justicia.—¡Me prometiste que no harías más truco al volar! —dijo Poste después que se hubiese

atragantado con su desayuno.—Los viejos hábitos tardan en morir.Jadak tenía la esfera de contención que rodaba a la vista, pero los vehículos de seguridad tenían

ahora al T-ll a la vista y empezaron a lanzarse desde ambos lados, con las sirenas aullando y lucesbrillando y girando. Policiales Especiales de SoroSuub, que eran tan buenos como el Incom, perosólo en la mano derecha, y los blasters de repetición que llevaban eran de alcance limitado. Un textose arrastró por las pantallas de visualización montadas en sus techos, que mostraba el número deleyes que Jadak y Poste había roto.

A menos de cien metros por delante y veinte metros por debajo de la esfera de contención que sedirigia hacia el río, que saltaba en cada bache poco profundo. Volando cinco metros por encima de lacalle, el camión speeder estaba todavía en su persecución, pero si no podía alcanzar al Colicoide nohabría mucho que pudiera hacer. Jadak se tomó un momento para estudiar el tramo de carretera quetenía por delante, luego empujó el volante hacia adelante y dejó caer el speeder casi a nivel del sueloy tan cerca de la parte delantera del camión que se vio obligado a desviarse. Al ver lo que venía,Poste extendió sus piernas y brazos para apoyarse contra la puerta baja y el lado del pasajero.

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Jadak esperó a que cayese de nuevo en la calzada; entonces, justo cuando la esfera de contenciónse elevaba en el aire, el llamó a toda la velocidad del T-11 y se metió debajo de la esfera.

El movimiento hacia adelante del aerodeslizador condujo al balón arriba sobre la proa inclinada,haciéndolo bajar por el parabrisas y hasta caer por debajo de Jadak y Poste, y hacia abajo en lagóndola trasera, donde se tambaleó por un momento antes de quedarse enganchado entre los asientoscuadrados. El peso extra envió al T-11 a la calle, chispas nacian del tren de aterrizaje, hasta queJadak logró recuperar el control de los repulsores y poner el speeder de nuevo en el aire. Paraentonces, sin embargo, los SoroSuubs de la policía les habían alcanzado y intentaban impedir que elIncom pudiese ganar altura adicional.

Una lluvia repentina de fuego láser desde el camión volvió la situación a su favor. Golpeados porlos disparos, dos de los speeders de patrulla giraron a lados opuestos y se desplomaron en el suelo,con fugas de humo y fuego, ya que circulaban a lo largo de la calle, luego se abrieron paso entre dosvallas, atravesaron un área de césped, y se hundieron en el río.

La esfera de contención impidió Jadak el ver detrás de él, pero la desaparición abrupta de losdemás SoroSuubs le sugirió que ahora estaban persiguiendo al camión speeder. Acelerando, el T-11siguio a lo largo del río, veinte metros por encima del agua entrecortada, iluminado por el sol de lamañana y dirigiéndose hacia el puerto espacial.

* * *

El carguero que iba a recibir la entrega de la esfera del camión speeder estaba calentando en unabahía del puerto. Cuando Jadak bajó por su lado del Incom, varios humanoides y dos gamorreanos seapresuraron a hacer rodar la esfera de contención desde el Incom y hacer que embarcase por larampa del carguero.

Mirando a sus ropas, el capitán del barco le preguntó:—¿Para qué estáis dos vestidos?Poste sonrió sin diversión.—Tenemos que actuar en una obra de la escuela.—¿Qué pasó con el camión?—Los pilotos dejaron caer la pelota, —dijo Poste.—Lo último que vimos, —añadió Jadak—, es que las unidades policiales iban tras ellos.El capitán asintió una vez.—Ese es su problema. —Él inclinó la cabeza hacia el carguero—. El Colicoide tiene una cita en

un mundo lejos de cualquier lugar. —Empezó a subir la rampa, luego se detuvo y se dio la vuelta—.¿Podemos dejados en alguna parte?

—Sí —dijo Jadak, tocando a Poste para ponerlo en movimiento—. Pero el dónde va a dependerde si Rej Taunt honra a su parte de nuestro acuerdo.

—Él lo hará. Encontrad vosotros un par de literas en la cabina común.Se dirigieron directamente hacia allí. Después de probar todas las literas, Poste dejó su mochila

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en una y empezó a sacar artículos de ella mientras cantaba para sí mismo, exactamente como Jadak lehabía visto hacer en Nar Shaddaa en su hogar excavado en un agujero en la pared el día antes desalir.

—¿Qué pasa con la canción?—Es para asegurarme de que lo tengo todo. —Poste señaló a los elementos mientras cantaba—.

Los calcetines y camisas y pantalones y un peine, y botas y sombrero, y…—Está bien, lo entiendo, —Jadak lo interrumpió.—Me enseño a hacerlo uno de los veteranos que vivían en el cañón de embrujado mi tribu. Al

principio sólo era dueño de un par de cosas, pero cada una de ellas era importante para mí, y medolía cuando algo desaparecía, ya fuera por robo o por mis propios descuidos. Yo sólo tenía cinco oseis años en ese momento. Pero como tengo más cosas por lo que era capaz de añadir más líneas dela canción, y así el día que yo añadí un segundo verso decidí que era rico.

Jadak asintió y sonrió.—Si las cosas te salen bien, chico, esa canción tuya va a tomarte una semana para cantarla.Poste sonrió.—El viejo que me lo enseñó lo llamó un mnemotécnico.—Su frase clave es «Restaurar el honor de la República en la galaxia» para nuestro aliado que te

está esperando. La frase que te hemos proporcionado es una ayuda mnemotécnica que necesitará parallevar a cabo su parte de la misión. El enviado se encargará de lo demás.

Jadak extendió sus manos temblorosas hacia Poste.—¿No tendrás un cuaderno de datos por ahí?

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CAPÍTULO VEINTIDÓS

—Voy a hacer un trato contigo —dijo Leia—. Tú y Hocico podéis permanecer aquí durante todo elviaje a Coruscant. Pero tienes que prometerme que cuando lleguemos allí no te encerraras dentro detu habitación.

—¿Hocico, también? —dijo Allana, jugando a ponerse la mano de simio de la marioneta por loshombros.

Leia asintió.—Hocico también tiene que prometerlo.Allana frunció el ceño y se apartó para hablar tranquilamente con el juguete.El Halcón Milenario estaba en el hiperespacio, y Allana estaba con la moral baja. Ella había

estado distante desde Taris, sentado en su litera de la cabina principal con la marioneta, tal vezdiciéndole a Hocico todo lo que no le diría a Leia o Han.

Leia se metió en la cabina y se sentó frente a ella, poniendo un brazo alrededor de los hombrosde Allana.

—¿Qué me dices?—Hocico dice que no quiere quedarse aquí durante todo el viaje.—¿Qué hay de ti?—Yo tampoco quiero.Leia sonrió.—Eso es bueno, porque el abuelo y yo echamos de menos el tenerte a nuestro lado. —Se tomó un

momento—. Pareces un poco triste. ¿Es que algo va mal?Allana negó con la cabeza.—Todavía no hemos hablado de lo que sucedió durante la convención de animales domésticos.Ella apartó la mirada de Leia.—No es eso.—¿Entonces qué?—Estoy triste porque nuestra aventura ha terminado.—¿Quieres decir porque no hemos aprendido quien era el dueño del Halcón antes de serlo Vistal

Purn?Allana asintió.—El abuelo dijo que es un callejón sin salida.—Él dijo que estaba bastante seguro de que seríamos capaces de aprender algo del Ortolano que

era dueño del circo, Dax Doogun.Allana la miró.—Eso es lo que me dijo. Pero le oí decirle que era un callejón sin salida.Leia mantuvo una cara seria. Han le había dicho lo mismo. Le preocupa que Allana pudiera

espiar una conversación privada, pero ella decidió no hacer un problema de ello.—¿Ha sido una gran aventura hasta el momento?, ¿no?—Algo así.

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—¿No ha obtenido ninguna diversión?—Supongo.Leia se acercó a ella.—Allana, ¿podemos hablar un poco sobre lo que pasó en Taris? Si tú no tienes ganas de hablar

ahora podemos hacerlo en otro momento, pero creo que sería útil que lo discutiéramos.—¿De qué quieres hablar?—Bueno, vamos a empezar con aquellos seres que te engañaron para que los siguieras.—Los odio.Leia se quedó en silencio por un momento.—Ellos te engañaron y se te llevaron porque querían forzar al abuelo a hacer algo.—¿El qué?—Querían lograr que el Tío Lando les enviase algunos droides de guerra.—¿Por qué?—Supongo que porque tenían algunos planes malos.Las cejas de Allana se alzaron y ella bajó la barbilla.—¿Te acuerdas de lo que dijiste cuando te escapaste de Seff? —Cuando Allana no respondió,

Leia dijo—: Dijiste Jacen.—Yo sé lo que dije.—¿Por qué crees que has dicho el nombre de tu padre?Allana metió su cabeza entre sus manos.Leia pensó por un momento. ¿Podría llegar al fondo de esto sin presionarla demasiado? ¿Debería

abandonar el asunto por el momento?No puedo, se dijo.—Cuando esos seres malos te tomaron, ¿porqué importaba que pensases en cuando Jacen te tomó

de tu madre?—No, —le espetó—. Seff me hizo pensar en Jacen.Leia ya había adivinado eso al menos. Sin embargo, ella le dijo:—Jacen no se parecía a Seff, o incluso sonaba como él.—No es eso, abuela. Yo lo sentí en la Fuerza como sentí antes a Jacen.Leia recordó la tormenta que sintió en la Fuerza antes de que ella viera a Seff. Le preocupaba lo

que Allana hubiera del poder en bruto de Seff.—Jacen me asusto, —dijo Allana repente—. Y después Seff me asusto de la misma manera.Leia cogió de las manos de Allana.—¿De qué manera, cariño?—El hecho de que me iba a doler.Leia parpadeó con consternación.—Jacen nunca te habría hecho daño, Allana. Él te amo mucho. Él habría cambiado la galaxia por

ti si hubiera podido.—¿Por qué?—Para protegerte del daños y de cualquier mal.

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Allana pareció considerarlo.—¿Le estas olvidando, Allana?Allana apartó la mirada de nuevo.—Un poco. A veces. —Ella se volvió hacia Leia—. ¿Desearias que aún estuviese vivo, abuela?Un nudo se hizo en la garganta de Leia.—Lo siento, pero tenía que morir.Sí que lo sentía mucho.—¿Estaba enfermo?Leia asintió.—Él no estaba enfermo. Pero igual que cuando te duele el estómago. Él… él tenía un tipo de

enfermedad de la Fuerza. —Algún día a Allana tendrían que contarle la historia completa, con todossus detalles horripilantes y trágicos, pero ahora no era el momento—. ¿Puede enfermar la Fuerza?

—No, pero los seres pueden usar la Fuerza de una manera que pone en peligro a los demás.—¿Eso es el Lado Oscuro?—Tal vez. Y un camino al lado oscuro es la ira. Otro es el odio. Es por eso que te regañé cuando

entre en la habitación y tú quería lanzarle la Fuerza a Seff.Allana se inquietó.—¿Estaba Jacen enojado?—Jacen estaba muy enojado.—¿Porque esta él enojado?—Estaba enojado por no ser capaz de salirse con la suya.—Yo me enojo a veces cuando me dices que deje de hacer algo, —dijo en voz baja Allana.—Todos nos enojamos a veces, —dijo Leia—. Pero enojarte de esa manera, frustrarte o sentir

que se debe ser capaz de hacer algo, no es lo mismo que el llenarte a ti mismo con la ira y el odio ydejar que las emociones tomen el control de tus pensamientos y acciones.

—Te hace verte roja, —dijo Allana, animándose un poco—. Cuando la ira te llena bastante, túpuede verte rojo, y eso no es bueno para ti o para la Fuerza.

Allana coloco sus brazos alrededor del cuello de Leia.—No estoy enojada ahora. Sólo un poco triste. Eso es lo que yo le estaba diciendo Hocico

cuando entraste.—¿Qué tenías que decirle a Hocico?—Que eso es triste pero estúpido.Leia la abrazó.—Hocico no está mal. No es estúpido. A veces no podemos evitar sentirnos tristes.Han llamó al quicio de la escotilla abierta.—¿Se puede entrar? —Leia le susurró—: ¿Estás bien?—Entra, abuelo, —dijo Allana. El entró en la cabina—. Ha llamado Luke. —Leia soltó Allana y

se puso de pie en un momento. Ella se dirigió a la puerta, luego se detuvo—. ¿Quieres hablar con eltío Luke después de que termine de hablar con él?

—Uh-uh.

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Han sonrió a Allana.—Necesitaría un poco de ayuda para pilotar la nave.Allana sonrió y se levantó de un salto.—¿Qué debo hacer, capitán Solo? —preguntó C-3PO desde el pasillo del anillo.—Yo quiero que continúes con la búsqueda en las redes Comlink para encontrar a Dax Doogun.—Las probabilidades de que yo localize…—¿Trespeó por favor? —Dijo Allana.—Incluso vamos a dejar que se conecte desde la suite de comunicaciones cabina, —dijo Han.C-3PO se enderezó.—En ese caso, voy a continuar la búsqueda.Tomados de la mano, Allana y el droide partieron hacia la bodega principal.—¿Cómo esta Luke? —Leia dijo cuando Allana estaba demasiado lejos para escucharles.—Melancolíco.—¿Vosotros dos estáis a punto de separados y por eso habéis instalado un nuevo holoproyector a

bordo del Halcón? —Luke le preguntó a Leia cuando se hubo colocado a sí misma en la consola deingeniería en la bodega principal.

—¿No tenemos suficientes problemas con la nave ya?—Buen punto —dijo Luke.A los ojos de Leia se veía no sólo melancólico sino obsesionado. El comunicador le mostró que

estaba comunicando desde Coruscant.—Han dice que la búsqueda ha sido interesante. —Una pequeña charla, pensó Leia, ¿pero cuál

era el problema?— Rastreamos a dos hombres que poseían el Halcón antes que Lando, —le dijo ella—. Pero es posible que hayamos llegado a un callejón sin salida.

—¿Por eso estáis volviendo al Núcleo?—Por si acaso no lográis nada más. —Luke se agitó—. Que querías hacerme saber acerca de

Seff. —Leia sonrió débilmente—. ¿Puedes leer mi mente desde esa distancia?—Si tu quisieras. Pero no hay necesidad. La Inteligencia de la Alianza Galáctica me informo de

toda la historia.—Luke, Allana me dijo que Seff le recordaba a Jacen. No podía explicar la razón. Pero ella

sentía que representaba un peligro para ella.Luke se retiró por un momento. Leia casi pudo sentir como absorbía la noticia. ¿Su rostro estaba

pálido, o era simplemente por la conexión de las comunicaciones?—Seff ha dado Daala otra razón para desconfiar de nosotros, —dijo Lucas—. ¿Debido a un solo

Jedi que se comporta imprudentemente?—Un joven Jedi que le recuerda a Allana a Jacen. —Leia estaba sin palabras—. Luke, Allana es

una niña.—¿Es cierto que Seff desarmo a media docena de soldados?—Es la forma en que lo hizo lo que me preocupa. —Luke asintió—. Yo estaba segura de que esta

capacidad era un poder único de Jacen, al que se la habían enseñado alguno de los usuarios de laFuerza que visitó durante sus viajes.

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—¿Podría Jacen haber instruido a algunos de los Jedi?—No veo cómo podría haber hecho eso. No sin que alguno de los Maestros lo supiera. —Luke

sacudió la cabeza—. Esto es algo nuevo.—¿Y Daala qué piensa? —Dijo Leia—. ¿Que Jacen fue el principio de una tendencia? ¿Que

todos nosotros vamos a caer en el lado oscuro?—Creo que a ella le gustaría ser persuadida de que ese caso aterrador es parecido a este.—No me importa lo que piensa. ¿Tú crees que hay alguna conexión entre lo de Jacen y las

acciones de Seff? —Leia hizo una pausa para dejar que Luke pensase—. ¿Ha tratado Seff deestablecer contacto contigo?

—Lo de Seff a tenido graves efectos. La Inteligencia de la Alianza Galáctica cuenta con variosgrupos de soldados mandalorianos que lo buscan a él.

—Luke, —dijo Leia.—Lo sé. Mientras tanto, estoy contactando a todo el mundo.—¿Eso incluye a Jaina?—Sí.—¿Como esta ella?Lucas se quedó en silencio durante un largo rato.—Si hubieras tenido la oportunidad de matar a nuestro padre, ¿le habrías hecho?—No entiendo lo que me estás pidiendo.—Nuestro padre estaba junto a ti de mientras Alderaan era destruido. Si hubiera hecho eso

sabiendo que eras su hija, ¿no le habrías matado si hubieras tenido oportunidad?—Yo podría haberlo intentado, sí.—Imagínate que hubieras sido un Jedi en ese momento. ¿Tú habrías tratado de matarlo?—¿Cómo puedo saberlo? Yo podría haber hecho la misma elección que hicistes en Endor.—Desde hace tiempo se rumorea que los Maestros Jedi que fueron a arrestar al Canciller

Supremo Palpatine al final de las Guerras Clon tenían la intención de matarlo si él no se rendía.Estaban convencidos de que era demasiado peligroso para serle permitido vivir.

—Eso fue lo que dijo Palpatine, —Leia trato de contrarrestadlo—. No sabemos lo que los Jeditenían la intención de hacer. —Después de un largo momento, ella dijo—: Han ha establecido uncurso hacia el Núcleo. Nos reuniremos con vosotros en Coruscant.

—No, todavía no, —dijo Lucas bruscamente—. No hasta que haya hablado con Daala. Ellanecesita ser persuadida de que el uso de mandalorianos para cazar a Seff es un error. Y ella tiene queestar segura de que los Jedi podemos encargarnos de nosotros mismos.

—¿Estás seguro de que no podemos ayudar?—Quiero evaluar la situación antes de involucrados en ella. —Leia asintió de manera resignada

—. Vamos a esperar a oír noticias tuyas. —Ella todavía estaba sentada en la estación de ingenieríacuando Allana se apresuró a entrar en la bodega desde el conector de la cabina.

—Abuela, ¡él lo encontró! Trespeó lo encontró! —Leia la cogió en sus brazos—. Reduce lavelocidad, cariño. ¿Trespeó encontró a quién?

—Al dueño del circo.

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—Dax Doogun —dijo Han mientras que él y C-3PO entraban en la bodega.—Al parecer, él vive en Ágora.—Naturalmente, Orto estaba primero lugar en la lista de los mundos en que busqué, —dijo C-

3PO—. Pero en mi prisa me he olvidado de considerar que podría residir en un mundo vecino en elsector Sluis.

—Lo hiciste muy bien, Trespeó, —dijo Allana.Han asintió con la cabeza.—Buen trabajo, vara de oro. Nos estoy sacando del hiperespacio, así que le podemos enviar un

mensaje.

* * *

—Se desestima el caso de Autómatas Colla-Arphocc versus la Alianza Galáctica —proclamó el jefede justicia de Holess. Su martillo golpeó el banco con una finalidad rotunda—. El tribunal dictaminaque el demandante es responsable de todos los costos incurridos…

Lestra Oxic lo soporto todo pero puso sus dedos en sus oídos. El golpe del mazo bien podríahaber sido el sonido de una estaca siendo impulsada a través de su corazón. Los colicoides le habíanpagado bien por sus servicios desde el principio, pero una decisión a su favor le habría hecho anotarcinco veces más de lo que ya había ganado. Más importante, los colicoides le habían prometidorecompensarlo con algo especial en caso de ganar el caso: una estatua de gran altura, impresionistaque una vez había estado en la Plaza del Senado en Coruscant. Apenas se podía imaginar cómo losinsectoides habían llegado a hacerse con esa pieza principal de la era Republicana que nadie podíaadivinar que tuviesen… Y ahora Oxic tendría que comprarles la estatua a ellos, a lo que seguramentesería un precio exorbitante.

Al enterarse del secuestro de su testigo estrella, el había pedido y obtenido una demora de un díalocal. Pero dudaba que incluso un año local, hubiera sido suficiente para localizar al testigo. No sisus sospechas eran correctas, y la Alianza Galáctica sí habían sido responsables de la imagen delHueche en la pantalla holográfica y la posterior desaparición del testigo Colicoide. La postura anti-Colicoide de la Jefa del Estado Daala era un asunto de interés público, y debía tener bien claro queel fallo de la corte de Holess iba a favorecer a los insectoides. Si bien los jueces aceptaron que unacto de subterfugio había sido perpetrado, Oxic se vería obligado a hacer su apelación ante untribunal penal. Pero los fiscales de Holess ya murmuraban de la ausencia de pruebas de laimplicación de la Alianza Galáctica, No hay nada que hacer sino enviar la denuncia penal aCoruscant, se dijo.

Al otro lado de la cara de Holess, las campanas doblaban con la decisión y para despedir a losespectadores que estaban saliendo del tribunal como si una amenaza de bomba se hubiera anunciado.Los jueces, miembros del jurado, y el trío de abogados que representan a la Alianza Galáctica sepreparaban para cumplir con los medios de comunicación. Ignorado por todos, menos sus abogadoslitigantes asistentes y ayudantes, Oxic estaba cerrando el último de los documentos del casos cuando

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vio a Koi Quire moviéndose contra la corriente en un esfuerzo por llegar hasta él. Rara vezalborotara, ella parecía agitada mientras maniobraba entre las filas de asientos. Quizá temía quesería considerada responsable del secuestro de la Colicoide, cuando en realidad sólo había sido unaescolta.

—¿Estaba en lo cierto? —Oxic dijo cuando todavía estaba a pocos metros de distancia.Ella negó con la cabeza.—Muy equivocado.Oxic cerró el caso finalmente.—Los pilotos del camión speeder fueron capturados e identificados como asociados de Rej

Taunt.Oxic se sabía el nombre también. Condenado por asesinato en masa unos sesenta años antes,

Taunt estaba cumpliendo una sentencia de cadena perpetua en la Cárcel. Pero el pasado criminal deTaunt era de poco interés. Lo que importaba era que el ex jefe del crimen era un coleccionistaconocido de arte Republicano y había sobrepujado con Oxic en varias ocasiones por piezas notables.El agente bith en la competencia de subastas en Épica ahora se sabía que había estado empleado porTaunt.

—¿Qué tiene que ganar Taunt al sabotear mi caso?—Estamos trabajando en ello, —dijo Quire con una nota de impaciencia—. ¿Hay alguna noticia

del testigo?—Una nave despejo poco después del secuestro. Tenemos pruebas que la vinculan con Taunt.

Estamos tratando de determinar dónde se dirigía cuando se lanzo al hiperespacio.—¿No podemos …—Déjalo de momento, —dijo Quire, levantando una mano, a continuación, saco una holoimagen

de su cartera y se lo mostro a Oxic—. ¿Lo reconoces?—No se dé donde habrá sacado ese traje, pero por supuesto que sí. —Centro los ojos en ella—.

¿Tú lo encontraste?—Se podría decir que él nos encontró. La imagen fue captada ayer in Holess.A Oxic parecía como si le estuvieran hablando en un idioma desconocido. Ella rió.—No pasa a menudo que te pueda ver sin palabras.—¿Cómo…?, —tartamudeó Oxic.—Jadak y Poste, el chico con que se asoció en Nar Shaddaa, eran los dos que se infiltraron en la

plataforma de los medios y pusieron en la pantalla la imagen del Hueche. Hay muchas razones paracreer que también tuvieron algo que ver con el transporte del Colicoide al puerto espacial. Y tal vezlo peor para usted, sospecho que Jadak me haya reconocido. —Oxic sintió detrás de él un asiento yse dejó caer en el—. Jadak está aliado con Rej Taunt? ¿Cómo podrían incluso conocerse? —la miróentumecido—. ¿No me dijistes que Jadak estaba ocupado buscando su vieja nave?

—Sigo creyendo eso, —dijo Quire.Oxic esperó.—Supongamos por un momento que Taunt sabe dónde se puede encontrar al Enviado Estelar.Oxic frunció el ceño.

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—Si vamos a tratar con teorías, a continuación, supongamos por un momento que Taunt estátratando de enviarme el mensaje de que él sabe la ubicación del tesoro. —Las venas de las sienes deOxic se hincharon—. Si me quita al premio después de todos estos años…

—Hemos logrado llegar hasta alguien dentro de Cárcel, —dijo Quire—. Taunt lo controla en lapráctica, pero nuestro hombre se ha comprometido a mantener un ojo hacia fuera para Jadak y Poste.

Oxic sacudió la cabeza con incredulidad.—Estamos buscando a Jadak y él viene a nosotros… cosas más extrañas han sucedido, estoy

seguro, aunque ninguna que me haya ocurrido a mi.

* * *

—Es un honor inesperado y sin precedentes el hablar con usted, capitán Han Solo, —dijo DaxDoogun través de los altavoces de la estación de ingeniería. En la pantalla la aterciopelada cara azuldel ortolano estaba moteada y su hocico marchitó—. He seguido sus hazañas heroicas durantecuarenta años.

—Otro fan que te adora —suspiró Leia. Allana rió en silencio al lado de ella.Han les lanzó una mirada, luego volvió su atención a la comunicación.—Gracias, Dax. Lo siento, pero nunca llegué a ver el circo. Vistal Purn lo hizo sonar como un

barril llenos de taurills.—Nunca tuve más diversión, —dijo el Ortolano—. Pero las mejores cosas de la vida vienen con

una fecha de caducidad, ¿no es así?—No discutiré sobre eso, Dax, —dijo Han con repentina seriedad—. Como dijimos en nuestro

mensaje, nos preguntamos si nos puede decir nada acerca de cómo Molpol adquirió el HalcónMilenario.

—Yo ciertamente que puedo, Han Solo. Lo compre por mí mismo a un médico itinerante llamadoParlay Thorp. Él lo uso para visitar muchos mundos remotos, para hacer lo que para muchos era unmilagro médico, eso hizo Parlay Thorp. Un autentico «médico descalzo», como se les conoce aquí enÁgora.

—¿Thorp todavía está vivo?—Oh, sí, y probablemente lo estará por algún tiempo.Han intercambio grandes sonrisas con Leia y Allana. Incluso C-3PO estaba visiblemente

emocionado por la noticia.—¿Sabes dónde le podemos encontrar, Dax?—La, —Doogun le corrigió—. La Dr. Thorp es una hembra humana.—¡Guau! —dijeron Leia y Allana al unísono.—Ella lo hizo bastante bien por sí misma con los créditos que pagué por el Halcón Milenario.

Inaugurado un centro de investigación en Hijado, y después una clínica en Enferm. Posterior a eso, laDr. Thorp se convirtió en una destacada experta en el envejecimiento, el rejuvenecimiento y lalongevidad.

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—¿Y hoy en día?—En la actualidad ella dirige las investigaciones en el Centro Médico Aurora en Obroa-Skai.

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Durante los largos años de luchas por derrotar al último de los señores de la guerra imperiales,el Halcón pasó tanto tiempo conectado a tierra como el que paso volando, y Han se estabagastando tanto en repararlo como lo que bien podría haberle costado el comprar una nave másnueva. En las raras ocasiones en que Han y Chewbacca se volvieron hacia la ayuda externa, algúnmecánico veterano invariablemente comentaba que aunque las partes del Halcón se encontrabanen estado de buen funcionamiento, pero que él no estaba contento de ser una nave militar y queríavolver a sus raíces.

Incluso si Han no tenía tal deseo.Él había sido un mendigo, un pirata, un piloto, un contrabandista, un diablillo, y un ladrón, y

había logrado una satisfacción que nunca hubiera creído posible. Leia le habia completado, y losgemelos con Anakin a continuación, le trajeron una alegría inmensa.

¿Y cuáles eran las raíces del Halcón, en cualquier caso? ¿Servir a las necesidades de loscontrabandistas y comerciantes para transportar cargas a zonas remotas de la galaxia?

Dos veces Han había comenzado los viajes para descubrir la ascendencia de la nave, y dosveces se había dejado para convencer de desvíarse. La primera vez fue poco antes de que él y Leiase hubieran embarcado en un viaje a Tatooine, que había terminado de llenar muchos de losespacios más importantes en el pasado de Leia. La segunda vez fue poco antes de su viaje alCumulo de Koornacht, del que había regresado con cicatrices físicas que nunca se habían curadototalmente.

Después de eso, se preguntó cuánto quería él realmente saber sobre el pasado de la nave. Yaque había sido robada en Dathomir, reclutada para servir en una flota mercenaria en Kessel,reparada por R2-D2, y reconstruido y mejorado por un equipo técnico de la Nueva República.Ella había respondido a los alias de franquicia Luchador del Sol, Querida Sorpresa, Ave deSombras, entre otros… Quizás quiso convencerse de que la vida real del Halcón había comenzadoy se acabaría con él. ¿Supongamos que él acababa sabiendo que la nave había sido utilizada confines malignos por el Imperio o por un Caballero Jedi que se habían perdido desde el ladoluminoso de la Fuerza? El amor incondicional nunca había sido su punto fuerte, y a veces lahistoria y el amor simplemente no eran suficientes como para justificar el perdón.

Trazó una línea dura, como Leia decía siempre.Con los años, se había armado a sí mismo de la misma manera que había añadido a la

aleación del Halcón. Era tan suspicaz ante los extraños de los sensores del Halcón, y a veces tanconflictivo como lo eran el trío de cerebros droides de la nave. Él estaba tan nervioso e inquietocomo el YT, si bien no era tan propenso a las averías enigmáticas.

Así que tal vez su inquietud sobre el conocer toda la verdad de la ascendencia del Halcón sehabía debido a la aprehensión con respecto a lo que podría descubrir sobre sí mismo.

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CAPÍTULO VEINTITRÉS

—Estamos buscando a un estilista.—Supongo que has estado buscándole toda tu vida. —Manteniendo una cara seria, la Bálosar

plantó sus manos en las caderas y se echó hacia atrás y hacia adelante en sus pies, como si esperarael regreso de Jadak—. Creo que él quiere ser útil, —dijo Poste, valoro al humanoide—. Solo tratade no comerte otra línea recta. —Jadak asintió dubitativo—. Este ser es un especialista…

—Tú no necesitas un especialista, tú necesitas un experto. —Con sus Antenepalps temblaronligeramente, la Bálosar hizo un balance del estado de ánimo Jadak. Al sentir frustración en lugar deira, sonrió—. Una vez más, —dijo Poste—. Volvamos a lo esencial.

—Su nombre es Zenn Bien.La sonrisa del Bálosar se transformó en una carcajada.—Deberías haberlo dicho nada más empezar. —Les hizo un gesto para que girasen a la izquierda

en la esquina—. A cuatro cuadras por allí.Jadak observaba caminar al humanoide vestido de muchos colores apagados. Aunque no estaba

gobernado como Holess por gente cumplidora de la ley, Nueva Balosar parecía haber atraído cadabromista en la galaxia. Una holopantalla en el puerto espacial daba la bienvenida a los reciénllegados poniendo: Daala Natasi es Jefa de Estado, ¿por qué DAR A POODOO?

Era el último lugar habría esperado Jadak para encontrar a un antiguo propietario del EmisarioEstelar o del Segunda Oportunidad, pero Rej Taunt les había asegurado a él y Poste que Zenn Bienestaba aquí. Los subordinados de Taunt los habían dejado en el camino a donde quiera que fuera queestaban entregando su carga Colicoide. Taunt había hecho un punto de decir que mientras Zenn Bienen realidad nunca había sido dueño de la nave, era probablemente podría decirles dónde habíaterminado. Jadak se tomó con calma el hecho de que el YT había tenido una mujer piloto, pero él sehabía sorprendido al enterarse de que era un sullustano Bien.

—Alguien debe de haber instalado una silla del piloto más pequeña, —Poste había comentado.Jadak también se había sorprendido al enterarse de que su oponente en la carrera por cualquier

tesoro que el Grupo de la República hubiese enterrado era un abogado humano de gran poderllamado Lestra Oxic. La HoloRed aparecía con millones de referencias a Oxic, pero Jadak habíaencontrado todo lo que necesitaba en la primera entrada que había abierto. El rostro de Oxic habíasido uno de las distinguidas decenas de holoimágenes en exhibición en la oficina del Centro MédicoAurora de Sompa. El abogado había sido celebre incluso ya en las Guerras Clon, y se había asociadocon algunos de los mismos miembros del Grupo de la República a quienes Jadak había respondido.Uno de los miembros tenían que haber dicho a Oxic algo sobre el tesoro y sobre Jadak, ya que eraprobable que Oxic, escondiéndose detrás del Consorcio de Seguros Vida y Salud del Núcleo habíaestado cubriendo los costos del despertar prolongado de Jadak. De lo que Oxic no parecía darsecuenta era que la clave real para encontrar el tesoro estaba en el YT-1300.

Lamentablemente, Jadak no estaba más cerca de averiguar el lugar de la nave en el rompecabezasde lo que había estado antes de recordar que la frase en clave que los senadores le habían dado eraun recurso mnemotécnico. Había pasado la mayor parte del salto desde Holess con la varita y el bloc

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de notas de Poste en la mano en un inútil esfuerzo por descifrar la frase. Había corrido las palabrasRestaurar el Honor de la República en la Galaxia a través de los pocos métodos simples dedescifrado que conocía, y docenas más a los que él era capaz de acceder a través de la HoloRed.Descartó que la frase fuera un anagrama, pero él no obstante no había jugado con todas lasposibilidades.

Los Senadores Zar, Des’sein y Largetto le habían dicho que la Exploradora Antariana enToprawa que iba a aceptar la entrega del YT esperaba a Jadak, y que la frase había sido diseñadocomo una ayuda memoria para ella. Así que ella debe haber sabido de antemano lo que se esperabade ella, siempre y cuando debía llegar un tiempo para recuperar el tesoro.

La frase mnemotécnica le diría cómo hacerlo.Luego estaba la modificación que el Jedi había hecho al Enviado Estelar. ¿Estaban la

modificación y la frase mnemotécnica vinculados de alguna manera, o tenían la modificación queasegurarse que el Enviado sería capaz de ejecutar su tarea? ¿Era eso lo que el senador Largetto quisodecir cuando dijo que el Enviado manejaría el resto?

Tal vez la respuesta tendría que esperar hasta que encontrara la nave.Situado en una de las mejores zonas el Amabilidad de Cut, como se llamaba el salón de Zenn

Fueron pasando por media docena de cafés-emporios surtida con setas balo, especias ryll, y unamultitud de otros compuestos orgánicos que alteraban la mente fuera de la ley en otros mundos. Lasaceras estaban atestadas de turistas disfrazados, vibrantes como los humanoides indígenas, y muchosde ellos estaban luciendo perlas de oído que les permitía escuchar en los rangos subsónicos naturalesde los Bálosars.

Su contaminado planeta homónimo del Núcleo se había convertido a finales de la eraRepublicana en un refugio de delincuentes y adictos a dietas de palos de muerte, pero la nuevaiteración era virgen y sin duda el planeta más tolerante y libre de crimen en su sector de la galaxia.Algo que era debido a las sustancias soporíferas que atraían a visitantes de toda la galaxia. Pero lacultura juvenil del planeta era igualmente responsable. Muchos de los jóvenes que vinieron eranartistas, cuyos sueños de éxito a menudo heridos tomando un asiento trasero a languidez. ¿Por quétratar de crear cuando el clima de Nueva Bálosar era agradable, cocina barata y sabrosa, había grancantidad de entretenimientos sensuales, y el pulso continúo de música subsónico eran más de lo quecasi cualquier persona podía pedir a la vida?

—Hay una historia en Nar Shaddaa acerca de un señor del crimen Hutt que quería abrir unaplanta de procesamiento de palos de muerte en Nueva Bálosar —dijo Poste mientras caminaban—.El Hutt imaginó que la inmunidad de los Bálosars a las toxinas les haría trabajadores ideales. Lo quépasó, sin embargo, era que los Bálosars se mantienen consumiendo todas las setas de balo quequieran sin encender un solo lote de extracto de palo de la muerte.

Si el planeta era un verdadero crisol de seres inteligentes, entonces la Amabilidad de Cut era unaespecie de olla para la mayoría de las especies diminutas de la galaxia. Apenas entro por la puertaJadak espió a varios Chadra-Fan, un par de ugnaughts, tres Squibs, y todo un laberinto de clanes deSullustianos. En sillas de diferentes tamaños, los seres hirsutos de mayor estatura estaban teniendosus abrigos peinados, su piel aceitada, sus garras afiladas y lacadas, sus barbas y bigotes encerados,

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crines cortadas y siendo diseñadas. En una silla estaba sentado el primer wookie quien Jadak habíavisto en, bueno, sesenta y dos años. La empresa más industriosa de Nueva Bálosar, el AmabilidadCut se dedicaba al embellecimiento tonsorial a gran escala, con las pelusas y la lana tan gruesa en elaire como el polen de primavera en Taanab.

Jadak pidió ver Zenn Bien, y él y Poste se sentaron a esperar. Un bimm les sirvió a elloshumeantes tazas de té de hierbas y un Jawa coloco una canasta de galletas en la mesa que compartían.El dueño sullustano del salón no tardó en llegar. A juzgar por sus ojos llorozos, Jadak puso su edaden los setenta y cinco años estándar. Pero ella era de otra manera ágil, de ojos claros y piel rosada,con una frente tatuada y trenzas brillantes que se extendió desde la parte trasera de un capó conestilo.

—Deben ser los que Rej Taunt me dijo que esperara, —dijo en básico.Jadak uso los mismos alias que habían dado al jefe del crimen en la Carcel.—¿Él le dijo que yo en realidad nunca fui dueño del Segunda Oportunidad?—Él nos lo dijo.—Él me dijo que estas buscando la nave por motivos nostálgicos.Jadak asintió.—Esa es una buena manera de decirlo. Mi tío lo poseía antes que Taunt.Sus orejas redondas temblaron, y suspiró. Ella tomó asiento frente a Poste, con los pies colgando

en el aire.—Tal vez debería contar la historia completa por primera vez.—Espero que tenga un buen final, —dijo Poste.Ella lo miró.—Digamos que termina.

* * *

Zenn Bien, cuyo nombre significa «brisa tranquila,» no se dio cuenta hasta que se fue de Sullust quelos seres no se habían creado enteramente como iguales. Como miembro de una especie casi humanade bípedos, dispuso de un poco más de respeto que los insectoides y saurios, sino como un miembrode una especie de casi humanos diminutos que era a la vez parecía literalmente y figurativamenteestar debajo de un sinnúmero de variedades de humanoides, de falleens a biths a Duros y gotals. Apesar de que cada especie fue bendecida con talentos y habilidades únicas, el tamaño parecíaimportar más. Y sin embargo, la discriminación que experimentó nunca fue suficiente para enviarlacorriendo de nuevo a la integración segura de Sullust. No cuando había tantos mundos por explorar yaventuras que se tener, ya fueras de 1,3 metros de altura o de 2,5.

Tuerto era un mundo que había atraído a sullustanos intrépidos antes que ella, aunque inclusoentre los seres pequeños Tuerto había recibido poca atención. Los trabajos eran difíciles deconseguir, y el anonimato era un compañero constante. Sin embargo, cuando eres un ser deexperiencia técnica física que puede ver en la oscuridad y memorizar un mapa de un solo vistazo, las

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oportunidades de del tipo ilegal se presentaban, y no pasó mucho tiempo antes de Zenn Bienencontrase su camino en uno de ellos.

El robo de naves, se convenció después de cometer el primero de muchos actos, no estaba en lamisma liga que la piratería, en el que la violencia casi siempre jugaba un papel y las víctimas eran amenudo heridas al tratar de aferrarse a su propiedad. Además, las víctimas de robo de la nave erangeneralmente reembolsados desu pérdida por las compañías de seguros; así que a veces yo estabahaciendo en realidad un favor a estos seres, separándolos de las naves que no podían realmentepermitirse el lujo de poseer u operar.

Ninguna de las naves que Zenn Bien robó en su primer par de años en el negocio fuera por su usopersonal. Nueve de cada diez veces que trabajaba para las familias del crimen le llegaban órdenesde seres que necesitaban de un cierto tipo de buque, u que estaban obsesionados con una nave enparticular. Rara vez lo hizo ella volvía a ver una nave después de que ella había hecho su parteprimordial con la seguridad, al desactivar una amplia gama de dispositivos de seguimiento yantirrobo, sobrecalentandos al azar por ella. Los robos más importantes la pusieron a prueba enmundos lejanos donde se alteraron los registros y se intercambiadon los telesponders, y las navescomenzaron una nueva vida con un nuevo propietario.

Quip Fargil fue uno de los pocos humanos en Tuerto ella contaba tanto como empleador y amigo.Un conductor alegre notorio, Quip había aprendido mucho de lo que sabía de Zenn Bien, y en dosocasiones sólo la había contratado para robar una nave para su reventa. Cuando él se acercó a ellaacerca de la adición de una tercera a la lista, tuvo que reprimir un impulso fuerte al hablar de ella.Pero Quip no era nada si no era convincente.

—Un YT-1300 de cincuenta años de edad, —le dijo—. Ha estado un depósito Imperial durantetanto tiempo, que nadie siquiera sabrá que se ha ido.

—¿Qué quieres hacer con un carguero de cincuenta años?—Vamos a saltar al sector Tungra, para pelarlo, y venderlo por partes.—¿Las partes del carguero?—Es un YT-1300, mujer. Las piezas para esas naves se venden por una fortuna por todo el Borde

Exterior.Ella se rió ante la temeridad de la idea.—¿Sabes la cantidad de combustible que un viaje como ese requerirá?Él tenía una respuesta para eso también.—Vamos a hacer escala en Sriluur en el camino. Tengo un contacto ahí que puede darnos el

combustible al por mayor sin pagar el impuesto imperial. Él va a venir con nosotros a Tungra ysupervisara el desmantelamiento por sí mismo. Él ya tiene una gran cantidad de propietarios dechatarra haciendo cola.

—¿Cuánto piensas pagarme?—Diez por ayudarme a sacar la nave fuera del depósito, otros quince por pilotar hasta Sriluur y

Tungra, más un quince por ciento de lo que logremos por las partes después de que se cubran loscostes. —Hizo una pausa, y luego añadió—: Más que suficiente para pagarte por esa operación enlos ojos.

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Al igual que con muchos sullustanos, sus córneas ya mostraban signos de deterioro. La cirugíacorrectiva era preferible a tener que usar gafas espectrales para el resto de su vida.

—¿Dónde está la instalación del depósito?—Prácticamente al lado. En el sistema Nilash. Tengo también un contacto allí quién va a

hacernos las cosas más fáciles a nosotros.—¿Un contacto Imperial?—¿Sabes lo que es alistarte por tú utilidad tal y como hacen? Es lo mismo que ser un soldado de

asalto de la manera que se ve obligado a vivir.—Así que el pago le corresponde a la categoría de costos.—Justo así.—¿Y tu amigo en Sriluur?—Él está satisfecho de tomar una parte de las ganancias.Zenn Bien se tomó un día para decidir, y le dijo a Quip que lo haría.Vigilado por un contingente de soldados de asalto envejecidos supervisados por un grupo de

oficiales humanos aburridos y alistados por su utilidad, el Fondo de Depósito Imperial de Nilashabría la puerta del hangar de vez en cuando a los posibles compradores de las naves que estabansiendo puestas a subasta, una gran variedad de naves confiscadas a los piratas, corredores deespecias, contrabandistas y traficantes de esclavos. Con las buenas gangas que pudiese tener, habíaque tener cuidado, porque los imperiales eran conocidos para sustituir las piezas gastadas por lo quedespojaban de las naves capturadas. Transportados al sistema Nilash, Zenn Bien, Quip, y un par dedocenas de otras especies mixtas viajaron desde Nilash III al inmenso depósito orbital a bordo deuna nave piquete Imperial.

Zenn Bien no podía imaginarse un deber más triste que vigilar el Depósito de Nilash.Interrogados, cacheados, y escaneados, ellos acabaron siendo admitiros a la zona de inspección

cuando el hombre de Quip en el interior, un joven suboficial de pelo negro, los separó de la manada,aparentemente para una doble verificación de sus documentos de identidad. En el acto de examinarsus permisos de viaje, el Imperial le deslizó a Zenn Bien un mapa.

Zenn Bien lo miró, se lo aprendió de memoria, y lo devolvió al Imperial.—¿Tan rápido? —dijo el Imperial.—¿Quieres ponerme a prueba?Él rió por lo bajo.—Seguro que nosotros podríamos utilizar algunas de vuestras capacidades.—Los Sullustanos no somos clonados con la misma facilidad que los seres humanos.—Estoy seguro de que eso es cierto. —El Imperial devolvió los documentos—. Haz como si

estuvieras inspeccionados las naves de la subasta. Exactamente en media hora local voy a estar en elotro lado de la escotilla de estribor. —Hizo un gesto con la barbilla—. Las cámaras de seguridad sedesactivarán y voy a atenuar la iluminación una vez. Esa es su señal para venir a través de la únicamanera de llegar al YT que es por lancha patrullera ¿Alguna vez las habéis pilotado?

—¿Qué tan difícil puede ser? —Dijo Zenn Bien.—Maniobra la patrullera hasta el anillo de acoplamiento del lado del puerto de la YT y

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aseguralo al mismo. Los sistemas de soporte vital de la nave estarán en estado de alerta, por lo quetodo lo que tienes que hacer es esperar a que se forme la bolsa de aire para el ciclo y ya está.

—¿Eso es todo lo que necesitamos saber acerca de los dispositivos antirrobo y anti-intrusiones?—Dijo Zenn Bien.

—No hay anti-intrusiones. Eso es lo mejor que te puedo decir.—¿Qué pasa con el combustible? Quip dice la nave ha estado reuniendo óxido y micro meteoros

durante años.—Hay suficiente combustible y energía para completar un salto a Sriluur.—¿Cómo logramos eso?—Me tomó seis meses el prepararlo para él.Zenn Bien veía como el Imperial y Quip se hacían bromas y viceversa.—¿Ustedes dos han estado planeando este atraco tanto tiempo? —Ambos asintieron—. Supongo

que el Imperio no paga muy bien.—Eso es lo de menos, —dijo el suboficial. Pasó la media hora en poco tiempo. Deambulando

hasta la escotilla, Zenn Bien y Quip esperaban que se atenuase la iluminación, a continuación, seapresuraron a pasar a través de la escotilla. El Imperial los dirigió a ellos por un pasillo oscurohasta la patrullera que los esperaba y les deseó suerte.

El YT-1300 al que Quip fue después estaba colocado entre varias docenas de otras naves,muchos de ellos naves de guerra de la CSI en una estación de acoplamiento cero-g adyacente alhangar de inspección. El perímetro de la instalación de incautación estaba patrullado poriluminadores itinerantes y pilotos clon volando cazas antiguos ala-V, pero las patrullas estaban tanampliamente espaciadas que fueron capaces de llegar a los YT sin ser detectados, gracias en granmedida a la capacidad de Zenn Bien para ver en la oscuridad. Cuando hicieron su aproximación, ellamiro al carguero a través de la pequeña ventana de la embarcación.

—Esto no es un YT-1300. Es más bien un híbrido de YT 1300.—¿Es eso un problema?—Todo lo contrario. Vamos a tener más partes para vender. —Fijaron el barco al anillo de

acoplamiento, lo que permitió abrir la cerradura y esperar a que se terminase el ciclo. Entonces ellosse apresuraron por el negro como el alquitran, pasillo de circunvalación de la nave, Quip se aferrabaa la parte posterior de la chaqueta de vuelo de Zenn Bien. Mirando a su alrededor, ella negó con lacabeza con asombro—. Espera a llevar una carga en este barco.

Al salir de detrás de ella, Quip golpeo su pie contra un objeto redondo grande y cayó contra elmamparo, el hizo brillar una vara de luz en su mano a lo largo de la cubierta.

—¿Eso es lo que yo creo que es? —dijo mientras él cuidaba su pie. Zenn Bien se inclinó parainspeccionar la esfera—. Droides Zumbadores, —dijo, claramente desconcertado. Llegando a lamampara, ella palmeó el interruptor que hizo encenderse las luces de emergencia y se dirigió a popapor el pasillo del anillo.

Quip ignoro su dolor de pie, lo puso en la cubierta y empezó a cojear tras ella.—¿A dónde vas? La cabina está al otro lado.—Quiero ver qué otras sorpresas nos tiene reservadas esta nave para nosotros.

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Asomando la cabeza en la cabina principal, se maravilló de la gran litera doble y losequipamientos de lujo. A popa, miro con asombro al sublumínico y los hiperimpulsores. Avanzandopor el pasillo del anillo hacia babor, se asomó a la cabina secundaria y se rió con asombro de losaccesorios y dispositivos de la nave.

—¿Quién poseía esta nave? —preguntó Quip por encima del hombro mientras se dirigían alconector de la cabina.

—Por lo que escuché, los Imperiales se lo quitaron a un criminal de Nar Shaddaa. —Zenn Bienasintió—. Eso lo explica todo. Va a ser una vergüenza el tener que cortar ésta nave.

—Como dijiste, más partes son iguales a más créditos para nosotros. —En la cabina, Zenn Biense subió a la silla del piloto, ajustando su posición para adaptarla a su tamaño. Atado a la silla delcopiloto, Quip lo ajusto para colocarse en la misma altura que ella. La humanidad necesita más comoél, se dijo. Esperaron una hora para que los Ala-V pilotados por clones pudieran completar supatrulla del depósito; para a continuación, desactivar el magnetismo que mantenían el YT fijo paraque no se moviera, maniobraron a través de las naves de guerra de la CSI, disparando lospropulsores de impulso brevemente para dejar a la nave fuera del depósito.

—El propulsor de babor tiene un problema, —Zenn Bien dijo una vez que el impulso comenzó allevar al YT lejos de las instalaciones del Depósito—. Podemos tener que mirarlo en Sriluur.

Zenn Bien estaba concentrándose a sí misma en los controles.—¿Esta Listo? —Ella agarró el acelerador y envió el YT a toda velocidad hacia el espacio.—¡Mira el compensador de inercia! —dijo Quip, luchando por permanecer en la silla.Conteniendo su respiración, ella se relajó al acelerar y movio el compensador inercial,

colocándolo hasta un 99 por ciento.—¡No tenía ni idea de que esto sería tan rápido!El Depósito de Nilash ya era un recuerdo lejano. Zenn Bien se giro hacía la computadora de

navegación Rubicón y la puso en la tarea de trazar un curso para el Corredor Sisar. Un momentodespués, las estrellas se alargaban en líneas y la nave saltó al hiperespacio.

Zenn Bien exhaló su aliento y extendió una mano hacia Quip.—Mírame estoy realmente temblando.—Te dije que sería un paseo.Ella se rió.—No es por robarlo. Es por hacerlo volar.Aterrizaron en un puerto espacial remoto en el desierto de Sriluur, donde pagaron a un par de

weequays para vigilar la nave de mientras iban en busca del contacto de Quip. Un Verpine de más dedos veces la altura de Zenn Bien, Luufkin los esperaba en el pequeño bar del puerto espacial. Elinsectoide hermafrodita de cuatro extremidades saludó a Quip como un amigo perdido desde hacemucho tiempo.

—Todo está preparado, —dijo Luufkin, luchando con el Básico. Tengo la documentación delequipo para el nuevo registro y un nombre para el carguero hecho pedazos. El combustible que seesperaba, para la recarga completa de sistemas de energía. Un cargamento de buen brandy y tabacoque se pega en las manos.

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Tomando nota del desconcierto de Zenn Bien, Quip dijo:—Bueno para sobornar a funcionarios en el sector Tungra.—Y para celebrarlo con los propietarios de chatarra que compran partes, —agregó Luufkin.Quip sonrió.—Puedes también celebrar nuestra suerte hasta ahora. —Mientras Quip se apresuró a la barra a

pedir una bebida, Luufkin se volvió hacia Zenn Bien—. ¿Dejaste Sullust mucho tiempo atrás? —Ellaasintió con la cabeza—. Mucho tiempo atrás.

—Quip nos dice que tienes mucha capacidad técnica. ¿Por qué no trabajas para la CorporaciónSoroSuub?

Zenn Bien frunció el ceño.—SoroSuub es parte de la razón por la que dejé Sullust. Se equivocaron al apoyar a la

Confederación durante las Guerras Clon, y están equivocados al apoyar al Imperio ahora. Pero lamayoría de sullustanos sabe que las cosas pueden mejorar. Las cosas van a cambiar.

Sin quedarse atrás cuando se trataba de magia técnica, la especie verpine tenían su propiaversión de SoroSuub en la forma de Industrias Roche y para aquellos que necesitan máquinas delNido. Entre otras naves, Roche había fabricado al predecesor del caza Ala-V utilizada por laRepública durante las Guerras Clon, que todavía estaba en uso en las instalaciones imperialesremotas como el Depósito de Nilash. Luufkin tenía algunas de las costumbre, de alguien que habíatrabajado para la colmena.

—¿Apoyas lo que hacen los rebeldes? —Ella rió—. Apenas puedo mantenerme a mí misma.—Eso lo entiendo. No hay tiempo para la afinidad política, cuando el estómago está vacío.Les tomó la mejor parte de un día local el ver acabara la recarga de combustible, cargar el

cargamento de coñac y tabaco, e instalar los programas de ordenador que proporcionarían al YT consu nueva identidad. Todo en lo que Zenn Bien podía pensar en colocarse detrás de los controles delcarguero. La mayor parte del viaje hacia el sector Tungra se haría por el hiperespacio, pero las porlas oportunidades del Hecho de Pedazos a través de sus pasos estaban obligadas a presentarse.

—Programa el Rubicón para que nosotros tracemos un curso a través de Yarith —dijo Quip quecuando los tres se hubieron sentado en las sillas de la cabina.

Zenn Bien giró para mirarlo.—¿Por qué hacer eso cuando nos podemos saltar la Columna del Comercio?—Asegurémonos de que el registro del telesponder y sus autentificadores trabajan

adecuadamente en Yarith antes de continuar hacia Tungra, —dijo Luufkin.Ella no lo cuestionó. Quedarse atrapado con una nave robado del depósito Imperial sería

conseguir que diez a veinte en Cárcel o en algún lugar peor. Mejor prevenir que curar.A pocas horas de Lutrillia, cuando comentaban los planes para desmantelar el YT el sistema de

alerta de proximidad emitió un aullido ensordecedor y al nave empezó a temblar como si estuviera enlas garras de un poderoso campo gravitatorio.

—¡No puede ser una sombra de masas! —dijo Zenn Bien, mirando el mapa de las estrellas,incluso mientras luchaba para controlar la nave—. ¡Estamos en un camino muerto!

Pero los cielos estaban diciendo algo diferente. Las estrellas comenzaron a aparecer en los

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pliegues neutrales del hiperespacio, sólo para alargarse y reanudar su rutina.—¡Algo nos está arrastrando al espacio real! —El volante empezó a temblar en sus manos, y

cada sistema añadió un nuevo sonido áspero al coro de alarmas.—¡Apaga o la nave se romperán en pedazos! —aconsejó Luufkin.Quip asintió con la cabeza, y las manos de Zenn Bien volaron a través de la consola, reduciendo

a cero un sistema, y después otro. Más allá de la ventana el campo estelar giraba locamente, luego seestabilizó, y se encontró mirando a una nave imperial grande en órbita estacionaria sobre un planetadesolado que los estaba buscando. La nave tenía la forma de daga de un Destructor Estelar, pero eraconsiderablemente más pequeña, más ligera armada, y se distingue por un cuarteto de globos quesobresalían de la popa.

Zenn Bien observaba el ciclo del transpondedor IFF del YT en un inútil intento por identificar elbuque.

—Un Crucero Interceptor, —dijo Luufkin finalmente—. Un prototipo de Sistemas de la FlotaSienar. Los globos son proyectores de gravedad.

—Sí, los Imperiales han añadido algo nuevo a su arsenal, —dijo Quip.Zenn Bien se quedó sin habla.Los enunciadores de la carlinga crepitaban al volver a la vida.—Carguero YT. Mantenga su actual curso e identifíquese a usted mismo.Luufkin asintió.—Ahora veremos si funciona el registro.—Control de crucero Imperial, —dijo Quip en el auricular—. Somos la Hecha de Pedazos de

Sriluur. Transitamos hacía la Espina Comercial Corelliana.Pasó un momento antes de que la voz dijese:—Hecha de Pedazos, nadie os informo cuando presentasteis vuestro plan de salto que el sistema

Yarith es espacio restringido?—El control del espaciopuerto de Sriluur no nos dijo nada al asesorarnos.—¿Cuál es su carga?—Estamos vacío, control. Piloto, copiloto y navegante.—Coloquese en las coordenadas 37-7 y preparanse para una inspección.Zenn Bien comenzó a restablecer los sistemas, luego se detuvo.—Los propulsores de maniobra están abajo. Deben haber fallado cuando estábamos volviendo al

espacio real.—Informa al control del crucero, —dijo Luufkin, inclinándose hacia adelante en lo que parecía

ser estar a la expectativa.La respuesta del crucero tardó en llegar.—Hecha de Pedazos, las exploraciones confirman que está vacío y sin armas. Nuestro rayo

tractor le llevará a bordo.Zenn Bien se recostó en la silla.—Bueno, esto es una novedad para mí.Luufkin se sentó también.

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—No se preocupen. Los Imperiales son humanos.Y algunos de ellos se hicieron crecer en lugar de nacer, Zenn Bien lo iba pensado cuando un

escuadrón de soldados de asalto formaron en el hangar principal una vez la pinza de una grúa delInterdictor tuvo al YT en su cerradura electromagnética. Tan pronto como ella, Quip, y Luufkinhubieron salido fuera varios de los soldados de asalto marcharon para llevar a cabo una inspecciónde rutina. Cuando los soldados volvieron a aparecer, lo que indica que estaba todo despejado, unoficial ejecutivo humano en un uniforme gris se acercó, mirando Zenn Bien y Luufkin con desdénmientras él se acercaba a Quip.

—Hemos decidido que se les permite continuar con su camino, capitán Fargil. La próxima vezque puede no ser tan afortunado.

—Lo tendré en cuenta, señor. Pero hemos tenido un pequeño problema. Sus proyectores de pozode gravedad han hecho imposible para nosotros el maniobrar Necesitamos efectuar reparaciones.

—¿Aquí? No puede hablar en serio.Quip bajó la voz una muesca.—Señor, cuando le dije que estábamos vacío me he olvidado de mencionar que estamos llevando

a varias cajas de buen brandy y tabaco superior. Como una forma de darle las gracias por suhospitalidad me gustaría mucho el donar parte de la carga al comandante y para usted mismo.

El oficial levantó una ceja.—¿Cuánto tiempo les tomara el efectuar reparaciones?—No más que un día local.—Ustedes tienen doce horas. Entonces quiero que tú y tu… tripulación continúen con su camino.

—Hizo un gesto a los soldados de asalto para romper la formación y le hizo señas a cuatro de ellospara que vinieran a su lado—. El capitán Fargil sacara un poco de su carga. Transportarlo a micabina inmediatamente.

Giró sobre sus talones y se marchó, con el resto de las tropas de asalto detrás de él.Zenn Bien lo vio alejarse y se volvió a Quip.—No sé si es audacia o simple locura, pero es algo agradable, de cualquier manera. —Por lo

general rápido en sonreír, Quip era ante todo un negociador—. Enseñémosles a estos soldados lacarga. Tenemos trabajo que hacer.

Los soldados no perdieron el tiempo en cargar con seis cajas de brandy y tabaco en un repulsor yacompañarlo a las entrañas de la nave, Zenn Bien había localizado un alijo de herramientaseléctricas en una de las cabañas y se preparaba para transportarlas a la bahía principal demantenimiento cuando oyó Quip llamándole desde el corredor del anillo de estribor.

—Lo primero es lo primero. Danos una mano con estas cosas. —Él y Luufkin tenía sus manostratando de levantar las placas de la cubierta del pasillo cuando Zenn Bien se unió a ellos.

—La bahía de acceso está en la bodega principal, —Zenn Bien empezó a decir cuando Luufkin lainterrumpió—. Ayudar a levantar esto.

Sin más palabra, se puso de nuevo en ello. Las placas de aleación tenían asideros bien ocultos yno eran tan pesadas como Zenn Bien había anticipado. La sorpresa le llegó cuando tres Jawas, dosChadra-Fan, y un cuarteto de Squibs surgieron de compartimentos secretos debajo de las placas.

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Cada uno de los seres parecidos a roedores llevaba un cinturón de utilidades y máscara derespiración, y cajas de herramientas desarrolladas, soluciones, y una variedad de botes del tipo quenormalmente albergaban gas nocaut.

—Subieron en Sriluur —dijo Quip, a modo de explicación.Zenn Bien observaba a los seres, y todos ellos se aproximaban a su altura.—Algo me dice que no los llevabas contigo para los caso de averías.—No, —dijo Luufkin—. Vienen a robar partes de la hipervelocidad del crucero.Enojada, insultado, herida por que había sido manipulada, Zenn Bien regresó a las herramientas

que había encontrado y desapareció en la bahía de mantenimiento para reparar el sistema propulsor.No tardó mucho en darse cuenta de que el contingente del YT de gente pequeña había diseñado elsistema para que fallase la nave al recibir un tirón desde el espacio real. Las reparaciones, tal ycomo estaba, no le tomarían más de un par de horas. Ella estaba preparando las herramientas cuandoQuip se retorció hacia abajo en la bahía.

—Lo siento, no pude dejarte entrar en esto.—¿Qué, tenias órdenes? —dijo ella sin mirarlo.—Estas en lo correcto.Ella bajó la llave hidráulica y se volvió hacia él.—¿Esto no es más que otro golpe?Él negó con la cabeza.—Las partes del hiperimpulsor son para el mejorar esta nave.—No lo entiendo. ¿No vamos a cortarlo? ¿Eso nunca fue parte del plan?—Nunca lo fue.—Entonces, ¿para qué necesita …- Zenn Bien permitió que sus palabras salieran de su boca para

su sorpresa. —Tú te has unido a la insurgencia.—Durante más de un año.—¿El suboficial en Nilash? ¿Luufkin?—Ellos son los que me reclutaron.—¿Los Jawas y el resto?—Ellos están siendo pagados. Al igual que se te pagará. —Hizo una pausa—. Además de un

bono si nos ayudas.—Ayudar ¿cómo?Quip apreciado una hoja de plástico del bolsillo de su camisa y lo desdobló.—El esquema del Interdictor.Inicialmente Zenn Bien se negó a mirar, pero al final no se pudo resistir.—Lo tengo, —dijo.Quip sonrió.—Tú sabes, que podríamos seguramente usar a gente como tú.—Sólo por esta vez, —le advirtió.Usando una mascarilla de respiración, Zenn Bien guió al equipo de Jawas, Squibs y chadra-fan a

través de un laberinto de pasillos estrechos y de largo trechos, que se curvaban entre el casco

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blindado del Interceptor y el núcleo habitable, Luufkin iba arrastrándose vientre detrás de ellos paraejecutar una misión personal suya.

Ser pequeño tenía sus ventajas, después de todo.Al salir de la red intersticial en la popa del barco, ellos hicieron el camino en la carcasa

hipervelocidad, que estaba atendida por droides de mantenimiento, pero la seguridad de cualquiertipo estaba ausente. Como dejo el Imperio pasar por alto este defecto de diseño, penso Zenn Biencuando el equipo del tesoro empezó a trabajar, conversando tranquilamente entre chillidos ygraznidos.

Utilizaron los mismos corredores para transportar las piezas de vuelta al YT, colocándolas en lasala de carga más interior de la nave. Una vez Zenn Bien estaba convencida de que el equipo sehabía aprendido el camino, ella se quedó atrás con Quip para remendar el sistema propulsor. A lolargo de tres horas, las piezas robadas comenzaron a amontonarse: un motivador Isu-Sim SSPO5 dehiperconducción, transpacitores Rendili, relés interluminicos, un estabilizador de campo cuánticonulo…

—Para que lo sepas, —dijo Quip—. Todo esto es por una buena causa.—No voy a alistarme, Quip.—Estamos en deuda contigo de cualquier manera.—Guárdate los agradecimientos para cuando lleguemos a donde sea que en realidad estemos

yendo.Con el trabajo de la reparación completado, regresaron a la bodega principal para encontrar a

Luufkin sustituyendo la placa de cubierta final que ocultaba los compartimentos ocultos.—Todo listo, —dijo el Verpine.Los tres se fueron caminando por la rampa de embarque de YT cuando el comandante Imperial y

una escolta de tropas de asalto volvieron.—Capitán Fargil, cualquiera que sean las reparaciones que aún no han efectuado tendrán que ser

hechas en el espacio pese a los inconvenientes.—¿Qué pasó con nuestras las doce horas locales que teníamos?—Sé agradecido por aquellos que te di —gruñó el comandante.—Ya lo estoy, —dijo Quip—. Estábamos a punto poder marcharnos de todos modos.—Entonces ten lista tu nave para el lanzamiento. Tienen que estar fuera a las 6:00 horas.La sorpresa se mostro en el rostro de Quip.—¿Ustedes están en movimiento?—No veo por qué nuestras ordenes cualquiera que sean, puedan ser motivo de preocupación,

capitán. —Los ojos del oficial se estrecharon con desconfianza repentina—. Empiezo a preguntarmesi yo no te abre juzgado mal.

—Es sólo que pensé que permanecerían en órbita.Una sirena comenzó a escucharse desde el fondo del Interdictor.—Ahora, capitán vayase —dijo el Imperial a Quip—. Y llévese a su Verpine y su sullustano con

usted.Se apresuraron a volver por la rampa, Quip se detenerse a rapear sus nudillos contra las placas

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de la cubierta.—¡Corred! ¡Estamos levantando la nave!Zenn Bien fue directamente a la cabina del piloto y empezó a calentar los repulsores.Quip se lanzó a la silla del copiloto.—Si descubren…Los gritos lejanos dieron paso a chirriantes alarmas. El Interdictor cayó por debajo del YT y

sonidos de desgarramientos se oía haciéndose eco desde la popa de la nave. Una voz resonó a travésdel comunicador.

—¡Hecha de Pedazos, mantenga su posición!—Tenemos órdenes de ponernos en marcha de inmediato, —dijo Quip por el auricular.—Esa orden a sido rescindida. Vuelva a su posición anterior…Quip silencio los altavoces.—1Perforalos, Zenn! Nosotros tenemos que salir ¡Fuera de aquí!Zenn giró el YT alrededor y envió su nave a través del campo de contención del hangar. Detrás

de ella, Luufkin entro tambaleándose en la cabina del piloto, extendiendo su cuarteto de brazos paramantener el equilibrio.

—Los Proyectores de Pozos de Gravedad han sido deshabilitados, pero tenemos que evitar losrayos tractores.

Zenn Bien miró por la ventana al Interdictor.—Me preocupa más estar cerca de esos turbolásers.Las palabras acababan de salir de su boca cuando la mitad de las baterías de estribor abrieron

fuego con una descarga de fuego carmesí. Colocando el compensador inercial a plena potencia, ZennBien lanzó el carguero en una caída descendente, y lo hizo rodar por debajo del Interdictor, y lo llevoal lado de babor girando para ganar un gran impulso.

—¡Los rayos tractores están tratando de bloquearnos! —Dijo Quip.Zenn Bien podría huido los dedos en las luces que trataban de atrapar al YT. Ella invirtió el giro,

que le hizo dar la vuelta acercándose al Interdictor, casi quedándose atrapados en una marañaestroboscópico de energía azul que estaba también retozando entre los globos de gravedad. Unafisura dentada se había formado en uno de los globos, y un instante después el proyector agrietadoestaba abierto como un huevo, escupiendo llamas que saltaban al espacio como una llamaradaestelar. El Interdictor estaba acabado, luego rodó por completo otra vez, como si estuvieramostrando su vientre vulnerable al YT, cuando el Hecha de Pedazos se fue en espiral fuera de sualcance y desapareció.

* * *

—Un día más tarde estábamos en el sistema Tungra, y nuestro encuentro con el Interdictor se sentíacomo una historia antigua, —les dijo Zenn Bien a Jadak y Poste—. Un deliberado encontronazo, hede decir, ya que la resistencia Verpine estaba determinada a incapacitar el prototipo casi desde el

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momento en que se enteró de ello. Quip, Luufkin, y el resto de nosotros pasamos un par de semanasestándar equipando al YT con las partes robadas, en sustituir la computadora central, y en actualizarsu hipervelocidad al equivalente de un Clase Uno. En ese momento, la Hecha de Pedazos tenía quehaber sido una de los naves civiles más rápidas de la galaxia.

—¿Acaso los jawas y el resto se unieron a la Alianza Rebelde? —preguntó Poste.—No inmediatamente. De hecho, terminé como un miembro más de su equipo. —Zenn Bien se rió

e hizo un gesto amplio al salón—. Algunos de ellos siguen por aquí.—¿Ustedes trabajaron como rescatadores independientes? —Dijo Jadak.Zenn Bien sacudió la cabeza de lado a lado.—En un principio, éramos una sola mente en nuestra promesa de permanecer neutral. Nuestra

intención era contratarnos a nosotros mismos a cualquier persona que necesitara nuestros serviciosúnicos —contrabandistas, piratas, sindicatos del crimen, no se suponía que importara. Inclusohicimos algunos trabajos para Rej Taunt. Pero por supuesto que eso no duró mucho tiempo. ElImperio se estaba volviendo más brutal cara día. SoroSuub obtuvo el control completo de Sullust.Los piratas del Consorcio Zann utilizaban sullustanos como soldados esclavos… Cuando me enteréde que algunos de mi pueblo se levantaban contra el Presidente Siin Suub, convencí al equipo paraayudar, y pronto nos encontramos llevando a cabo misiones especiales para Sian Tew y Nien Nunb.Y poco después, justo antes de la Batalla de Yavin, nos convertimos en miembros de pleno derechode la Alianza Rebelde, participando en la destrucción de la Invencible y una serie de otras navesimperiales en los años siguientes.

—Entonces, ¿cómo hace uno para pasar de ser un experto en demoliciones a un cosmetólogo? —Preguntó Jadak.

Zenn Bien se tomó un momento.—Después de toda la destrucción que habíamos forjado, parecía lógico que nos dedicamos al

embellecimiento de la galaxia. Cuando la guerra terminó, llegamos a Nueva Bálosar en equipo, y lamayoría de nosotros nunca nos fuimos. Recibí el grado de tonsorial de los Barberos de Sullust, tomevarios maridos, y comenzamos a poblar mi clan-madriguera. La vida ha sido buena desde entonces.

Jadak reflexionó sobre.—¿Acaso Quip mantuvo el YT?—Lo hizo.—¿Alguna vez supo por qué los rebeldes necesitaban una nave de ese calibre?Zenn Bien negó con la cabeza, y luego dijo:—Muchachos, no me gusta ser portadora de malas noticias…—Podemos resistirlas, —dijo Poste.Miró a Jadak.—Nunca supe por qué la Alianza necesita la nave, pero sí sé que vosotros no seréis capaces de

encontrarla.—¿Por qué crees eso? —dijo Jadak.—Porque ella fue volada en pedazos en Bilbringi nueve años después de la Batalla de Yavin.

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CAPÍTULO VEINTICUATRO

—¿Ese es tu nuevo mejor amigo? —preguntó Leia a Han mientras esperaban por la doctora ParlayThorp.

Han se dio cuenta de que él estaba distraído jugando con el transpondedor arcaico y lo metió enel bolsillo de la bolsa de sus pantalones.

—Es un hábito.—Tal vez deberíamos comprarte un collar de cuentas de preocupación.—Ja, ja.Leia no había sonreído cuando hizo la sugerencia, y la risa de Han era igualmente plana. Era

evidente que la breve comunicación con Luke les había molestado. Apenas habían dicho una palabradurante todo el viaje a Obroa-Skai.

—No tenemos que hacer esto, ya lo sabes —dijo Han en voz baja—. Vamos a explicar a Thorpque ha surgido algo y nos vamos directamente a Coruscant. Podemos reemprender la búsqueda aquímisma cuando todo marche bien.

Por un instante Leia le miró como si lo estuviera considerando. Luego suspiró y se dejó caer en lasilla de la sala de espera, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Lo siento por mi estado de ánimo. Luke sonaba preocupado, pero cortésmente me ordenó queno me uniera a él por el momento.

—Tal vez si que deberíamos comprar un collar de cuentas de preocupación.Leia se rió durante un momento.—Además, hay una razón mucho mejor para hacer esto.Han siguió su guiño hacia Allana, que estaba de pie mirando por las altas ventanas de la sala de

espera que miraban hacia la amplia pista de aterrizaje del Centro Médico de Aurora.El Halcón estaba estacionado a la vista, C-3PO estaba velando por él, pues para su descontento.

Los Droides personales no se permitían en el edificio de investigación, donde los Solo tenían unacita para hablar con Thorp.

—Ella no ha vuelto a su antiguo yo, —continuó Leia—. Pero al menos ella está volviendo aentusiasmarse con nuestra aventura.

—¿No crees que ella se está tomando esta «aventura» un poco demasiado en serio?Leia frunció el ceño.—No de una manera malsana. ¿Por qué no te estás tomando esto en serio?—No, yo soy así. Estoy pasando momentos bien grandes, a excepción de lo de Taris.—Creo que el viaje nos ha ayudado a acercarnos a nosotros 3.Una sonrisa se formó lentamente en el rostro de Han.—Volviendo a días mejores.—Esa era la idea, ¿no?Una conversación súbita desde el pasillo les llamó la atención a una mujer de pelo gris

elegantemente vestida que se acercaba a ellos con paso decidido, con una amplia sonrisa yextendiendo su mano delgada antes incluso de que llegara hasta ellos.

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—Princesa Leia o es Jefa de Estado Organa? Me temo que no sé cómo dirigirme a usted. Yo soyParlay Thorp.

—Leia va a estar bien.—Leia, entonces, —dijo Thorp, dándole la mano y dirigiéndose a Han—. Capitán Solo. ¡Qué

placer conocerte.Han quedo sorprendido por la fuerza de su agarre.—Dr. Thorp.—Y esto debe ser Amelia.Allana le estrechó la mano, también.—Mirar en el exterior, está el Halcón Milenario.Thorp dejó que la llevase a las ventanas.—Dios mío. He visto la nave en innumerables ocasiones en la HoloRed, por supuesto, pero verla

en persona después de todos estos años… —Ella se volvió un poco para hacer frente a Han y Leia—. Qué recuerdos que despierta.

Han se reunió con ella en la ventana.—¿El ya era llamado Halcón Milenario cuando lo tenias?Thorp asintió.—Yo no podría haberle puesto un nombre como ese.—Dax Doogun nos conto algo acerca de él después de haber sido una nave médica.—Sí. Pero incluso con su casco blanco acicalado y lleno con símbolos, el Halcón nunca dio el

tipo. No con ese cañón dorsal montado.—¿La batería del láser ya estaba instalada?Thorp asintió.—Pero no tenía el cañón inferior.—Yo estaba, uh, obligado a hacer algunas mejoras.—Eso he oído. Pese a todo se parece a mucho la forma en que lo recuerdo. Me gustó que el

tuviese décadas de antigüedad y fuera todavía ágil. —Se volvió hacia Han de nuevo—. Y yo respetoel hecho de que no la has restaurado. Las abolladuras y manchas de óxido dan personalidad a su caracomo si fuera una persona. No es lo que ustedes verán a muchos de los que están en Aurora, —añadió en un tono de complicidad.

—Nos hemos dado cuenta, —dijo Leia.Thorp suspiró elaboradamente.—Sí, nos especializamos en la restauración de la juventud sobre las superficies y hacemos lo que

podemos para mantener el contenido en buen estado de funcionamiento. Me gusta decir que nuestrosclientes literalmente comprar tiempo para sí mismos. Pero incluso con los órganos y hormonas dereemplazo, aún no podemos extender significativamente la vida útil de la mayoría de las especies.Por sumas exorbitantes de dinero, podemos prolongar la vida de los seres humanos por veinticinco,cincuenta, a veces hasta setenta y cinco años. Pero el hecho es que, como especie, estamosbiológicamente programados para declinar por principio, y esa programación parece ser inalterable.—Le echó un vistazo a Allana—. Aburridas cosas de adulto, ¿no?

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—Algo así, —dijo.Thorp se rió.—La honestidad puede ser tan refrescante. En cualquier caso, mi área es la investigación. Dejo

los procedimientos de rejuvenecimiento en realidad en las manos de los profesionales más talentososde Aurora.

—Doogun mencionó que algunas de su investigaciones se llevarón a cabo en el Borde Exterior.—En el Brazo Tingel, sí, y al Halcón Milenario puedo agradecerle por algunos de mis

descubrimientos.Una puerta se abrió detrás de ellos, y un médico Ho’Din entró en la habitación.—Lo siento por interrumpir…—Esto difícilmente es una intrusión, Dr. Sompa —se apresuró a decir Thorp.—Permítanme presentarles a Han Solo, Leia Organa Solo, y su hija Amelia.Sompa inclinó la cabeza trenzada en una cortés inclinación.—Estoy encantado y honrado. Debo decir, sin embargo, que estoy un poco sorprendido de verles

por aquí. Francamente, todos ustedes se maravillosamente para sus edades.—Lial, —Thorp comenzó a decir cuando Leia la interrumpió.—¿No cree que mi marido podría necesitar algo… de restauración, Dr. Sompa?Sompa miro con sus ojos entrenados a Han.—Bueno, supongo que podríamos hacer algo con la barbilla y las arrugas, así como tomar parte

del desequilibrio unilateralidad de la boca. En otros aspectos, el capitán Solo parece ser muy buenaforma, aunque con unos pocos kilos de sobrepeso.

—Hey, estoy usando los mismos pantalones que he usado durante treinta años.—Él no está bromeando sobre eso, —dijo Leia.—Por supuesto, que es el interior lo que cuenta, —continuó Sompa—. Tendríamos que hacer

exploraciones…Las risitas de Allana estallaron en una risa tan contagiosa, que dejo al Ho’Din mirando

confundido y posiblemente avergonzado.—Lo siento, Lial, —dijo Thorp, secándose una lágrima de su ojo—. Me temo que la Princesa

Leia estaba teniendo un poco de diversión con usted. Los Solos no han venido para una consulta derejuvenecimiento. Están trazando la historia del famoso carguero YT-1300 del capitán Solo, elHalcón Milenario. —Ella se volvió y señaló la ventana—. El que está junto al yate. La nave sobretodo gris en la cabina de los estabilizadores.

La confusión de Sompa se profundizó.—Yo tenía el Halcón diez años antes de que entrase en posesión del capitán Solo.Sompa abrió su boca al llegarle la comprensión, y se trasladó a la ventana y pasó varios

momentos mirando a la nave.—Un YT-1300, decis?—Hecho por la Corporación de Ingeniería Corellian…—¿De qué año es? —dijo Sompa, volviéndose hacía ellos abruptamente—. ¿En qué año se

fabricó?

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—No estoy seguro de la fecha exacta, —dijo Han—. Probablemente hace un poco más de cienaños.

Sompa miró Thorp.—¿Quién era el dueño de la nave antes de ti, Parlay?—Estaba a punto de decirle a los Solo la historia de cómo llegué a poseerla.Sompa se volvió de nuevo hacia la ventana.—Una nave así… Es como un sobreviviente de otra época…—El es un sobreviviente, eso está claro —dijo Han—. Hace cuarenta años se podían encontrar

varias docenas de YT-1300 en casi todos los mundos más importantes. Ahora son unos clásicos.—Han utiliza los términos clásicos y reliquia indistintamente —dijo Leia, tomando el brazo de

Han al mismo tiempo.Sompa miró a Thorp nuevo.—Me encantaría escuchar esa historia en algún momento, Parlay.—¿Tu? Me sorprendes, Lial.—Sí, bueno, yo voy a dejarte con tus invitados, entonces. —Se volvió brevemente hacía Han y

Leia—. Un placer conocerles. Que disfruten de su tiempo en Aurora.Thorp esperó a que Sompa se fuera.—Un ser muy extraño. Pero genial y muy dedicado.—Y con prisa —dijo Han.—Normalmente, él es extraordinariamente paciente. —Thorp se encogió de hombros—. Los

Jardines de Aurora son hermosos en esta época del año. ¿Supongamos que yo les cuente mi historiaallí?

—Yo voy delante, —dijo Allana y corrió a través de la puerta.

* * *

La universidad a la que asistí requería que una vez que recibíamos nuestros diplomas médicos yhubiéramos sido internos en centros médicos, teníamos que pasar tres años llevando nuestrashabilidades a mundos lejanos. Muchos médicos optaban por dedicar los tres años a un mundo enparticular, pero yo tenía otros planes. Alentada por las becas universitarias, y por contribuciones ydonaciones privadas, fundé Médicos de Sectores Remotos, lo que atrajo gradualmente a médicosjóvenes que podrían haber tenido una carrera en la arqueología, la lingüística, o la exploración si nohubieran elegido la medicina. Una pequeña flota de naves viejas nos llevó en misiones demisericordia a los mundos de los Bordes Medio y Exterior, distribuyendo medicamentos,administrando vacunas e inmunizaciones, y realizando cirugías. Nos llevamos nuestra experienciapor planetas devastados por plagas y acosados por las catástrofes naturales, y al final no habíaapenas un procedimiento que nosotros no domináramos. Fue durante este período que aprendí apilotar, y mucho antes de que completase mis tres años de servicio obligatorio me di cuenta de quenunca iba a contentarse con una residencia algún centro médico que se conformase con las técnicas

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actuales o con la práctica privada en algún mundo rico. De hecho, yo deseaba ser capaz deaventurarse aún más por los brazos galácticos, donde muchas poblaciones se encontraban en extremanecesidad de atención médica como resultado de haber sido ignoradas por el Imperio. El comerciohabía caído, muchas antiguas economías sanas estaban en ruinas, y el Emperador tenía poco queofrecer, incluso a los que le servían, de mientras sus fuerzas imperiales se centraban en fortalecerseen el Núcleo.

La mayoría de los mundos que anhelaba visitar estaban, por razones logísticas y financieras,fuera del alcance de Médicos de Sectores Remotos, pero todo eso cambió cuando me convertí en elpropietario del Halcón Milenario. El Hiperimpulsor de grado militar de la nave puso toda la galaxiaa mi alcance, y con donaciones continuas hasta llegue a tener la oportunidad de comprar un par deenvejecidos droides médicos como asistentes y equipar a la nave con una serie de dispositivos dediagnóstico. Por mucho que hubiera disfrutado de mis años como voluntario, me encantó estar por micuenta y viajar cuando y donde veía conveniente. Mis compañeros de la escuela de medicina serefieren en broma a aquellos años como mi «periodo de búsqueda», y en cierto sentido eso esprecisamente lo que era: un período de aprendizaje y auto-despertar.

En cuanto a los destinos, me dejé guiar por lo que oía o por las casualidades en puertosespaciales, cantinas, restaurantes, y similares, donde los espaciadores profesionales intercambiamosinformación o chismes. Admito haber tomado como una delicia privado el que me confundieran conun pirata, contrabandista, o cazador de recompensas, basado en nada más que la apariencia áspera ylisa del Halcón, con su cañón láser aspecto formidable a pesar de que no era ya capaz de disparar. Sialguien me hubiera puesto a prueba me habrían reconocido al instante como un piloto que no estaba ala altura de la nave, y que podía hacer poco más que llevarla de un lugar a otro.

Fue en alguna cantina en Roost que supe sobre Hijado, que esta en la salida de la Ruta Hydiana, amedio camino de Bonadan. Un viejo espaciador me dijo que si algún mundo iba a estar en necesidadde ayuda de emergencia, ese era Hijado. Aunque se negó a decirme por qué, la razón se hizo evidenteel momento en que el Halcón salio del hiperespacio en el sistema Hijado y los sensores me alertaronsobre un convoy de naves imperiales que se alejaban del planeta. Lo que primero llegue a ver eranlas tormentas atmosféricas que resultaron ser el humo que salía de docenas de centros de poblacióndel hemisferio norte. Cuando me acercaba, los escáneres de largo alcance del Halcón trajeron a misojos la visión de escuadrones de cazas TIE que regresaban a sus Destructores Estelares tras concluirsus carreras de ametrallamiento, y los pequeños barcos Hijadoanos que eran borrados en el intentode huir de la destrucción.

Yo había oído hablar de los recientes ataques a los astilleros imperiales en Ord Trasi oBilbringi. No recuerdo cuales y lo primero que pensé fue que los imperiales habían descubierto unabase de la Alianza Rebelde. Pero Hijado parecía demasiado remoto para albergar una base, y lacharla por las comunicaciones sugeria otras razones para el asalto. La charla venía de fragatasmédicas que esperaban el permiso Imperial para acercarse a Hijado. Era típico del hacer de loscomandantes imperiales: permitir que las naves de socorro accedieran una vez se ha hecho el daño.

Los equipos médicos a bordo de las fragatas querían ser informados sobre el alcance de ladevastación y el plan general para la prestación de ayuda. Mientras que los imperiales no habían

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arrasado totalmente Hijado, muchas ciudades estaban más allá de cualquier ayuda y muchas áreasiban a permanecer caliente durante los próximos años. Los equipos de rescate no habían obtenidopermiso para evacuar a los sobrevivientes, y los centros médicos ubicados en los objetivossecundarios estaban ya movilizados. Incluso con eso con las centrales eléctricas y los centros detecnología aniquilados, las civilizaciones nativas habían sufrido un retroceso de varios cientos deaños. Peor aún, los imperiales estaban instalando una serie de desventajas para desalentar losintentos de los insurgentes de venir en busca de conversos y reclutas.

Una vez que a las fragatas se les había concedido permiso para insertarse en órbita, pilote elHalcón hacia la atmósfera turbulenta. Seguí las señales de socorro procedentes de objetivos adistancia pero no encontré ninguno, y así me base en datos visuales y en el Halcón para guiarme a unlugar en el que pudiese ser de alguna utilidad, ya que se evidenciaba una tendencia atmosférica a tirarhacía estribor.

Me fijé en una zona que parecía haber sido una víctima colateral en lugar de sufrir un dañodeliberado y me pose en una zona de suelo desnudo, que estaba caliente, pese a la lluvia que caía.Todo a mí alrededor los edificios y casas eran engullidos por las llamas: los incendios alimentadosal consumir a la población humana local. Dondequiera que mirase vi cadáveres arrastrados portorrentes de agua o cascadas de barro espeso. Al salir de la nave, un humano de unos cuarenta añosestándar desenganchado de un grupo de personas que procedían a recoger a los muertos y se acercó ala nave.

—Gracias por responder a nuestra llamada de socorro, —gritó mientras caía una lluvia torrencialen fuerte acento básico. Cuando le dije que yo no había recibido ninguna señal de socorro, dijo—: Através de la nave, quieres decir. —Se lo confirmé, pero se limitó a asentir. Yo estaba aquí, me dijo, yeso era lo que importaba. Su nombre, dijo, era Noneen.

Lo seguí por la lluvia, preguntándole si sabía por qué había sido lanzado el ataque.—Los imperiales no se explicaron —dijo con calma. Sugirió, sin embargo, que se creía que el

gobernador del sector planetario había enfurecido al emperador, y que Hijado se estaba usandoejemplo. Sonaba demasiado familiar, y con el número de muertos a mi alrededor yo debí haberpermitido que mi desesperación se mostrase.

Pero Noneen sólo dijo:—No llores por nosotros. No está aquí la muerte; sólo aquellos que han continuado su viaje.En ese momento yo interpreté las palabras como algo meramente poético, sin darme cuenta de la

importación que tomarían en las próximas semanas, meses, y, en última instancia, años.En lo que equivalía a una semana local, yo ayude en la recuperación de más de medio millar de

cuerpos, todos los cuales fueron quemados ritualmente en los restos de un lugar de culto. Cuando noestaba ayudando a transportar cadáveres, mis droides y yo atendíamos heridas, quemaduras y huesosrotos en la pequeña clínica en que se habia convertido el Halcón. Me tomó un poco de tiempo eldarme cuenta, pero poco a poco me di cuenta de que aún tenía que encontrarme con una personamayor entre los heridos o los muertos, y le pregunté Noneen al respecto.

Al principio no entendía mi pregunta. Luego señaló a una mujer tal vez un poco mayor que él ydijo:

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—Magan tiene ciento un ciclos estelares. —Luego señaló a un hombre un poco mayor que lamujer—. Sonnds tiene cien cuarenta ciclos.

Como yo ya sabía que los años de Hijado más o menos equivalían a los de Coruscant las edadescitadas por Noneen tenían que estar equivocadas.

—¿Cuántos ciclos tienes? —me preguntó él. Cuando le dije veintiocho años, dijo que él habríapensado que tenía muchos más.

Ahora, yo no sé si hay muchas mujeres jóvenes que disfrutan de escuchar que se ven mucho másviejas de lo que realmente son. Pero Noneen tenía razón. Los de su pueblo que parecían ser miscompañeros cronológicos eran mucho más jóvenes. Aún así, me pareció difícil de aceptar. Los datossobre Hijado no eras muy extensos, pero era un hecho establecido que la población humana delplaneta había emigrado del Núcleo varios milenios antes. Así que, o los humanos de Hijado sehabían convertido en seres de larga vida, o había algo en el planeta ahora devastado que les habíaconcedido la una longevidad inusual.

Un mes después de mi llegada Noneen y los otros ya estaban reconstruyendo sus hogares. Si sehabían entristecido por los muertos, lo habían hecho en privado, pues aún tenía que ver tanto comouna lágrima derramada por nadie. Entonces, una tarde mientras yo estaba cotejar los datos que habíarecopilado sobre la rápida capacidad del grupo para sanar físicamente y emocionalmente. Noneen yvarios otros regresaban de una caminata por el bosque con una docena o más de enormes cubas desavia de árbol, todos los cuales habían sido coloreados con extractos de frutas, arcilla y mineralesdel suelo. Sin molestarse en consultarme, pronto fueron pintando el Halcón con los jugos,volviéndolo del blanco al rojo oscuro, y sustituyendo los símbolos médicos con signos enigmáticos.Cuando terminaron, la nave lucía con una boca gruñendo y una hilera de dientes colmilludos, conpuños cerrados en las puntas de las mandíbulas, y plumas de fuego que cubrían su superficie dorsal.El cañón láser se había convertido en una especie de flor de fuego; la cabina un ojo enojado.

Cuando finalmente le pregunté a Noneen por una explicación, él me dijo que el Halcón estabapreparando.

—¿Preparado para qué? —Yo le pregunté.Su respuesta fue hecha de inmediato:—La venganza de los que se fueron. —Si quería decir una venganza literal en la base imperial de

Hijado, tenía algunas noticias que darle, y se las proporcione—. En primer lugar —le dije—, yo soyuna sanadora, no una soldado.

—Yo también soy un sanador, —dijo—. ¿Qué diferencia hace eso? —Le dije que mi misión erasalvar vidas, no sembrar la muerte—. Pero vengando a los que se fueron, —dijo—, vamos a estarsalvando vidas. —Le dije que yo no era una piloto de combate, y que los androides no eran capacesde ejecutar más que maniobras básicas.

—Pero tú puedes volar sobre la base Imperial —dijo. Yo admití que tenía la habilidad suficientepara eso, y luego le solté el escollo final. Le dije que el cañón láser no estaba en funcionamiento.

Eso pareció dejarlo frío, pero sólo por un instante. Él dijo:—Si fue construido para ser un arma, entonces funcionará como un arma.Mi mente trabajaba. Yo no había visto una sola arma entre el pueblo de Noneen. Herramientas si,

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por supuesto, pero ni un arma y ciertamente nada que iba a alimentar un cañón láser descargado. Asíque me pregunté a mí misma, ¿qué era lo peor que podría pasarme si ejecutaba un vuelo sobre la baseImperial? Los escáneres de los imperiales les mostrarían que el Halcón era inofensivo, incluso conla máscara feroz que el grupo de Noneen le había aplicado. Ellos nos advertirían de mantenernosalejados de la base, y eso sería el final de todo.

—Si estoy de acuerdo en hacer esto, —le dije—, ¿me permitiríais vivir en medio de vosotros porun tiempo?

Él asumió que no tenía casa propia, lo cual era cierto, por supuesto, pero no tenía nada que vercon mi petición. Yo le dije que quería aprender cómo era posible que él y su gente vivieran tantotiempo como lo hacían.

—No hay ninguna técnica, —dijo, sorprendiéndome—. Nosotros simplemente vivimos tantotiempo como queremos vivir.

No revelé mis sospechas de que había mucho más que eso. Yo todavía estaba convencido de queel secreto estaba en la comida o el agua, o al acecho en alguna glándula endocrina que tenía Noneenque yo no poseía. Yo le deje claro que quería permiso para tomar muestras de sangre y tejido pararomper el sello, como habría dicho Noneen. Y él estuvo de acuerdo en ello.

La base imperial estaba a varios cientos de kilómetros de distancia, cerca de muchas de las zonasmás afectadas de Hijado. Noneen estaba en la cabina detrás de mí y uno de los droides, mientras queotros seis se sentaban en un círculo en el suelo de la bodega principal. Yo ya había observado uno deestos rituales comunales, pero ni entonces ni ahora era yo capaz de determinar la intención. Acincuenta kilómetros de distancia de la base, el Halcón me hizo saber que los Imperiales estabaescaneando la nave, y en breve una voz me gritó a través del comunicador, exigiendo saber quiéneséramos y hacia dónde nos dirigíamos. Por la voz y el telesponder identifiqué el Halcón como navemédica y transmití un plan de vuelo falso que nos llevaría a cinco kilómetros al norte de la base. Elcomunicador se quedó en silencio por un momento, y luego una voz Imperial diferente me dijo:

—A juzgar por el aspecto de tú nave, te has convertido en un médico brujo.—Sólo estoy tratando de mezclarme, —le dije.Nos avisaron a mantener nuestra ruta, que era precisamente lo que pensaba hacer. Pero Noneen

dijo que era crucial que voláramos más cerca de la base. Al anunciar que iba hacia arriba, seapresuró por la escalera de acceso a la torreta del cañón láser, dejándome que buscase una excusa.

—Mis escáneres indican una tormenta a lo largo de nuestra ruta —le dije a la base, y pedípermiso para cambiar a un vector que nos pondría a menos de tres kilómetros de los imperiales. Surespuesta fue justo la que esperaba.

—No hay ninguna tormenta, —me dijeron. Los escáneres del Halcón estaban funcionando mal.Me habían advertido por segunda vez que mantuviera la ruta, y me advirtieron de que caeríadisparada del cielo si no obedecía. Los silbidos desde el panel de instrumentos ya me habíaninformado de que la nave estaba con las armas bloqueadas, pero también sabía que por nodecepcionar a Noneen me gustaría no arruinar mis posibilidades de que se me permitiera permaneceren su pueblo. Así que hice algo que nunca había hecho antes: le di al acelerador del Halcón a fondo yvolé directamente hacía la base.

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Todavía no tengo ni idea de cómo me las arreglé para evadir los rayos láser imperiales quepasaban rozando la nave, especialmente porque tenía los ojos cerrados durante una buena parte de lacarrera. Creo, sin embargo, que nuestra suerte tenía que ver toda con la velocidad asombrosa delHalcón y el exceso de confianza de los imperiales.

Después de todo, era sólo un viejo carguero.Antes de darme cuenta, estábamos a cincuenta kilómetros al sur de la base y Noneen habíamos

regresado a la cabina del piloto. Estaba tan ocupada verificando la pantalla de amenazas paradetectar signos de perseguidores que yo apenas lo escuché cuando dijo que la misión había sido unéxito, y que la base se había ido.

Dirigí mi atención a uno de los escáneres que mostraban la base que parecía estar exactamentecomo y donde estaba cuando nos fuimos, pero él se mantuvo firme. La base estaba destruida y supueblo se había vengado. Si mi forma de ver el mundo no me restringiese a ver solo el presente, medaría cuenta de que los imperiales se habían ido.

Recuerdo que él decía que todo muere con el tiempo. Y recuerdo que me dijo que la base habíasido dejada antes de tiempo.

A nuestro regreso a la aldea, el Halcón se limpio de su máscara, se froto con el aceite suficientepara hacer que un androide de protocolo tuviera envidia, y adornarlo con flores, por dentro y porfuera. En pequeñas ollas de cerámica colocadas en todo el barco, palitos de incienso aromáticofueron quemados. Aunque Noneen nunca lo dijo el mismo, creo que la nave se convirtió en unaespecie de templo para su pueblo. Ellos encontrarían la más mínima excusa para visitarme con susdolores y molestias, pequeños cortes y erupciones y que presentarían sin queja a extracciones desangre y análisis realizados por los droides médicos.

Mis estudios en el transcurso del siguiente año me presentaron algunos resultados notables. Elpueblo de Noneen parecía saber de antemano cuando alguien estaba a punto de morir, aunque eltérmino que utilizaron fuera que había sido licenciado. Noneen a veces decir que esta persona o ya sehabía ido, a pesar de que estaba mirando directamente a la persona, a veces hablando con él o ella.Y, por supuesto, la persona moriría poco después, a menudo sin evidencia de enfermedad.

Le pregunté si su gente había sabido del asalto Imperial antes de que se lanzara, y él dijo que lohabían sabido. Vieron que gran parte del pueblo se había ido. ¿Era esta precognición el resultado dela Fuerza? Me preguntaba yo. La respuesta de Noneen era que podría ser.

Pero en mi segundo año de vivir entre ellos, todo el pueblo comenzó a caer en un estadoinusualmente sombrío. Cuando finalmente le pregunté Noneen la razón, me dijo que me iba. Yoentendí que no me daba cuenta de que me iba, y que todo el mundo se lo había estado guardando parasí mismos.

Mientras yo me negaba a creerlo, me sometí a mí misma, sin embargo, a cada exploraciónimaginable, todo lo cual me enseñó a estar en salud casi perfecta. Noneen, sin embargo, fueinsistente. Me iba. Pero si iba a permitir que un ritual que se lleva a cabo en mi nombre, tal vez fueraposible que mi salida pudiese aplazarse por un tiempo. Estuve de acuerdo con ello, y cuando secompletó el ritual Noneen me dijo que había tenido un éxito parcial.

Casi de inmediato me sentí terriblemente enferma.

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¿Y si me hubieran hecho esto a mí? Me pregunté. ¿Era su plan desde el principio? Las pruebasllevadas a cabo por los droides finalmente revelaron que padecía una enfermedad congénita quehabía pasado de alguna manera desapercibida en casi treinta años de exploraciones médicas. Portodo lo que sabía yo ya tendría que estar muerta, pero no lo estaba. Algo estaba poniendo mienfermedad bajo control. Pero ¿por cuánto tiempo? Me preguntaba.

Entonces me di cuenta de que yo estaba destinado a permanecer con Noneen y su gente durante eltiempo que sería necesario para desentrañar el secreto de sus extrañas habilidades. Me vi poseídapor vertiginosos y positivos sueños de grandeza. Con todos los avances que la especie humana habíahecho en los ámbitos de la ciencia y la tecnología, los secretos que nos permitían ver el futuro y talvez extender nuestros ciclos de vida aún no se habían desbloqueado. Y aquí me puse de pie,dispuesta a resolver el misterio. Salvo por un problema.

Durante meses, yo había estado trabajando hasta el descaro de pedir Noneen cuánto tiempo él ysu gente vivirían, aunque yo formulé la pregunta de otra manera. Yo dije:

—¿Estoy aquí para quedarme?Le dio a su cabeza un movimiento resignado.—Vamos.—¿Para cuándo? —Presioné, mi voz traicionando mi absoluta sensación de pérdida—. Pronto.

Mucho antes de que él se vaya.Yo doblé mis esfuerzos por aprender todo lo que pude sobre el pueblo de Noneen, pero sin éxito.

Y estando mirando al fracaso me temo que me transforme más en una científica loca que un médica.Pasó otro año.

El Halcón Milenario tendía en gran medida a formar parte del paisaje de la aldea. Pero un díatodo el pueblo se movió para limpiar la nave de proa a popa, para eliminar las flores y el inciensoantes de renovar su coloración con la savia de árboles de los tonos más brillantes que jamás loshabía visto utilizar. Al menos no era una pintura de guerra, me aseguré a mí mismo. Aún así, yoencontraba una atención tan repentina como algo de lo más preocupante, ya que era desconcertante.

A modo de explicación, Noneen me dijo que el Halcón había desaparecido.—¿Igual como la base imperial? —Le pregunté—. Simplemente se ha ido, —dijo—. Siguió su

camino. —No había nada que pudiera hacer. El se había ido. Cada mañana durante el próximo mesme quedé sorprendida de encontrar al Halcón reposando en su tren de aterrizaje, chillón con lapintura, pero siguiendo ahí. No sé lo que me esperaba que pasara, pero no fue hasta que el CircoMolpol llegó a Hijado que empecé a comprenderlo. Dax Doogun le echó un vistazo a la nave ydecidió que tenía que tenerla. Y de hecho, el Halcón no podría haber parecido más perfecto para uncirco. La oferta de Dax era generosa más allá de mis fantasías más salvajes, era más que suficientepara financiar el centro médico y de investigación que soñé con establecer en Hijado.

¿Y cómo podría negarse, en todo caso, cuando el Halcón Milenario ya había sido trasladado?

* * *

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—El equipo de investigación que reuní permaneció en Hijado durante diez años, —dijo Parlay Thorpen uno de los bancos del jardín—. El tiempo suficiente, debo añadir, para ver la base imperialdestruida en un evento que Noneen y su gente se tomarón con calma, ya que ellos se habían ido.

—Supongo que has encontrado un buen uso a tus descubrimientos aquí en Aurora. —Dijo Leia.Thorp sonrió débilmente.—Cómo me gustaría. Pero la verdad del asunto es que nunca descubrimos la clave de sus

habilidades premonitorias o su longevidad. En un esfuerzo por encontrar algún vínculo con otra largavida en especies hutts, wookies, Gen’Dai y falleen, nosotros llevamos a cabo estudios exhaustivos,pero no encontramos ninguno. También consideramos la posibilidad de que el pueblo de Noneenestuviese sintonizado con la misma clase de ritmos circadianos a la que muchos insectoide y especiessaurios respondían, pero los resultados no fueron concluyentes. Pensamos que su salud y lalongevidad podrían atribuirse a una forma natural de bacta o bota, pero no encontramos ningunaevidencia de eso.

Thorp miró a Leia.—Yo nunca me deje llevar completamente por mi creencia de que tenían la Fuerza.Leia no dijo nada.—Después de que grupo de rebeldes destruyó la base Imperial, el Imperio volvió a hacer un

ejemplo más de Hijado. —Thorp miró a Allana—. Yo… no sé qué fue de Noneen y su pueblo.—Tal vez ya se habían ido, —dijo Allana, subiendo en el regazo de Leia.—Tal vez así sea, —dijo Thorp con una sonrisa.—Y tal vez tenían la Fuerza.—Bueno, quién sabe, —dijo Thorp—. Tal vez algún día tendremos la oportunidad de encontrar

una especie inteligente que nos proporcione las claves de la inmortalidad. Hasta el momento, no haymucho que podamos hacer sino seguir confiando en la tecnología para extender nuestras vidas añotras año. —Ella se animó un poco—. El Doctor Sompa recientemente tuvo un paciente humano queemergió de un coma que duró por más de sesenta años. La excepción a la regla, por supuesto. Inclusocon los seres congelados en carbonita.

Han se agitó incómodo en su silla.—Volviendo al Halcón…—Ah, sí. Te estás preguntando cómo una de esas nave pudo encontrar su camino en la vida de

una joven médica.—¡Alguien se lo dio a usted! —Dijo Allana.Los ojos de Thorp se agrandaron y se rieron.—Tienes toda la razón, Amelia. Alguien realmente me lo dio a mí. Él dijo que era una donación.—¿Quien era?, —dijo Han, sentado delante.Thorp se volvió hacia él.—En aquel momento se negó a decirme su nombre, pero finalmente lo descubrí. Alguien había

hecho un mal trabajo al limpiar el registro del Halcón, así que aparecía como propietario QuipFargil. No tengo ni idea de dónde terminó, pero él estaba en Vaced cuando me dio la nave. Yrecuerdo que tenía la impresión de que él era un soldado.

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—¿Un imperial? —dijo Han, armándose de valor para las malas noticias.Thorp negó con la cabeza.—Tenía el aspecto de un rebelde.

* * *

—Te estoy diciendo, Lestra, que es la misma nave, —dijo la imagen 3-D de Lial Sompa desde lacima del holoproyector integrado en el piso de madera del estudio de la mansión en Épica.

La expresión de incredulidad de Oxic no cambió. Silenciando canal de audio del estudio, miró aKoi Quire.

—¿Hay alguna historia de enfermedad mental en la familia de Sompa?—Ninguna que yo sepa. Deberíamos al menos escuchar lo que dice. —Oxic volvio a habilitar los

canales de audio—. Lial, Ingeniería Corelliana fabrico más de diez millones de YT-1300 sólo en losprimeros años de producción.

—Soy consciente de eso —dijo el Ho’Din, mostrando cierta indignación.—Por lo tanto el Enviado Estelar de Jadak y el Halcón Milenario de Han Solo salieron de la

línea al mismo tiempo. ¿No lo encuentras como un poco significativo?—Creo que es algo circunstancial, —dijo Oxic—. ¿Lo que es más, no ha tenido Solo ese YT en

particular, desde siempre?—No, no lo ha hecho. Él y su familia están en busca de los orígenes de la nave. Es por eso que

visitaron Aurora para preguntar a Parlay Thorp si sabía quién lo había poseído previamente. ¿Es tandifícil aceptar que el capitán era Jadak uno de los antiguos dueños?

Oxic consideró brevemente.—¿Estás presentando el caso como que dé mientras Jadak ha estado buscando que ha sido de la

nave hacia adelante en el tiempo, Han Solo la ha estado buscando hacia el pasado?Sompa sacudió sus cabellos en la cabeza con exasperación.—Exactamente.—Hay una simetría atractiva en eso, —dijo Quire.—Aquí hay otra cosa para que usted considere, consejero, —dijo Sompa— Jadak era un

corredor de talla profesional. Cualquier carguero que pilotase habría sido un peso pesado, y elHalcón Milenario es conocida por ser una de las naves más rápidas de su tipo en la galaxia.

—Atractivo y algo convincente, —dijo Quire.Oxic silencia el audio una vez más.—¿Tenemos alguna pista sobre el paradero actual de Jadak?—Ni el olor de una pista. Si se puso en contacto Rej Taunt, lo hizo por comm.—¿Hemos comprobado las comunicaciones entrantes y salientes?Quire se rió.—No puedes estar hablando en serio. ¿Comprobar las comunicaciones de Rej Taunt?Oxic hizo un gesto desdeñoso.

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—Perdóname por preguntar. —Reactivando el audio, se dirigió a los tres cuartos deholoimagenes de Sompa—. ¿Fue la Dr. Thorp capaz de ofrecerle a Solo cualquier información útil?

—Es posible. Ella estaba ejecutando una de sus misiones de caridad en Vaced cuando le dio lanave un humano llamado Quip Fargil.

—¿Vaced? —dijo Oxic, mirando a Quire.—Creo que esta más álla de Bilbringi. —Ella frunció el ceño con sus pensamientos—. Voy a

tener que comprobarlo.—Allí, en cualquier caso, es dónde se dirigen los Solo, —dijo Sompa.—Gracias, Lial.Oxic desactivó el holoproyector. Al presionar la punta de los dedos juntos, él se los llevó a los

labios.—¿Cuan astronómicas serían las probabilidades?—¿Que el Enviado Estelar y el Halcón Milenario sean la misma nave, o que Jadak y su pareja

están obligados a pasarse por Vaced?—Elige tú la opción.Quire se encogió de hombros.—Si ellas son la misma nave, entonces cualquier cosa es posible.—Supongamos por el bien del argumento que las naves son una y la misma. Si pudiéramos poner

nuestras manos en el Halcón Milenario antes Jadak lo hiciera…Quire asintió.—Entonces Jadak se vería obligado a venir a nosotros para conseguir lo que necesita de la nave.Observó de cerca Quire.—En el peor de todos los casos lo que habremos hecho es robar la nave equivocada. ¿O esto

sería un problema para ti?Ella lo pensó por un momento.—Siempre he pensado en el Halcón como la nave de Han Solo. Pero resulta que es casado con la

mujer que, en cierto sentido rescató mi especie. Si no fuera por Leia Organa, mi pueblo todavíapodrían estar a la deriva entre las estrellas en la estasis o esclavizados en algún mundo remoto.

Oxic entrecerró los ojos.—Si supiera tu nombre real, podría obligarte a que me ayudeses.Quire le dirigió una mirada que él no había visto antes.—Eso ni siquiera es divertido, Lestra.—Lo siento. Simplemente estoy tratando de encontrar una manera de hacer este agradable al

paladar. —Él resopló—. Yo no estaba sugiriendo que tú y yo llevemos a cabo el robopersonalmente.

—Eso es evidente. Pero eso no altera el hecho de tus empleados simplemente no están a la altura,Lestra. No contra un ex general y un Caballero Jedi. Cuatro de ellos no pudieron manejar a Jadak, yel resto de nosotros fallamos al mantener a un solo Colicoide bajo custodia.

—Tal vez es más una cuestión de nuestro tenerlos a mano para supervisarlos, Koi.—En Vaced.

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—O cerca.

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CAPÍTULO VEINTICINCO

—A veces me olvido de que todavía existen lugares primitivos como este, —dijo Leia.—Yo sé lo que quieres decir, pero me alegro de que existan, —dijo Han.Ella lo miró de reojo.—Estás empezando a sonar como Lando.—De vez en cuando Lando hace una buena elección. Mundos como este hacen que me pregunte

por qué seguimos rondando por el Núcleo cuando hay un montón de otras maneras de vivir.Fueron serpenteando a través de la población que rodeaba el espaciopuerto principal de Vaced,

que podría haber sido el de Mos Eisley de treinta años antes, excepto que Vaced estaba en unasabana rodeada por bosques en lugar de arena y más arena como Tatooine. Allana y C-3PO estabanvarios metros por delante de ellos, manteniendo la cuenta de los enormes roedores que se cruzabanen su camino. Las estructuras de ambos lados de la calle sin pavimentar venían en dos variedades:cáscaras preformadas hechas de duraplast y cajas juntaras de golpeadas maderas locales.

Dos días de búsqueda exhaustiva de Quip Fargil no habían dado nada. En la HoloRed aparecíaun ser humano con ese nombre, nacido en Denon unos treinta y tres años antes de la Batalla de Yavin,pero si Fargil estaba en Vaced nadie parecía conocerlo o sabe de él, o que simplemente no estabandispuestos a decirla. Si la corazonada de Parlay Thorp de él después de haber sido militar eracorrecta, entonces Fargil podría haber muerto durante la rebelión o en cualquiera de las campañassangrientas desde entonces.

—¿Por qué alguien regalar un barco con un hiperimpulsor de grado militar? —preguntó Leia portercera vez esa mañana—. Incluso uno con un cañón láser descargado.

—¿Por respeto a la labor de socorro que Thorp estaba haciendo?Leia asintió poco convencida.—Eso suena como alguien que se uniría a la Alianza. Pero aún así, ¿una nave espacial?—Está bien, entonces tal vez ese alguien tenía que deshacerse del Halcón por alguna razón.—¿Cómo cual?—Lo compró a plazos y no podía mantenerse al día con los pagos. Neks de recuperación de

posesiones le perseguían.Leia miró a su alrededor.—¿Acaso ves a Vaced como el tipo de mundo donde un ex rebelde elegiría retirarse?—Se parece más a un lugar donde uno vendría a ocultarse.Leia frunció los labios y exhaló.—Al menos sabemos que existió un Fargil.—Sí, pero recuerda que Thorp encontró el nombre en el registro del Halcón, —lo que podría

significar que Fargil era un dueño anterior, pero no en realidad el tipo que le dio la nave.—De cualquier manera…—Todo lo que estoy diciendo es que si queremos seguir con la investigación, no tenemos que

hacerlo por aquí.Han se quedó en silencio por un momento.

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—¿Te gustaría vivir hasta los doscientos?—Sólo si tú lo haces, —dijo ella, tomando su mano entre las suyas.Más adelante, Allana y C-3PO se habían dado la vuelta y se apresuraban hacia ellos.—Tenemos una idea —dijo Allana—. Dísela, Cetrespeó.El droide ajustó su postura.—El Ama Allana sugiere que si hacemos uso de la HoloRed local de Vance anunciando nuestro

interés en la localización de Quip Fargil. Suponiendo que él este en algún lugar en este mundo, élindudablemente recibirá el mensaje. Y de esa manera, nuestras posibilidades de éxito aumentaranconsiderablemente.

Han y Leia intercambiaron sonrisas.—No nos puede lastimar, —dijo Han—. Y nos mantendrá aquí.

* * *

Jadak y Poste se bajaron de la vieja swoop de Mobquet que habían alquilado en la pobre excusa deVaced para un puerto espacial y miraron por el camino de tierra que supuestamente llevaba a lacabaña de Quip Fargil.

—La próxima vez, montare en la parte superior de la swoop, —dijo Poste, frotándose el trasero.Jadak gruñó una risa.—No es probable. He visto cómo piloto. —Caminó diez metros por el camino, inspeccionando

las ramas rotas en los arbustos altos que bordeaban el camino—. Él es dueño de un vehículoterrestre.

—¿Crees que nosotros hubiéramos tenido alguna esperanza de encontrar a este tipo si Zenn Bienno hubiera recordado?

—No tendríamos ninguna esperanza.Habían estado a mitad de camino de la puerta de la Amabilidad de Cut cuando la estilista

sullustana había recordado que Quip Fargil se había cambiado su nombre por el de Vec Mínim,aunque ella no había dicho el por qué. El viaje a Vaced les había tomado dos días y todo lo queJadak aun tenia de la indemnización la póliza. Jadak había sido cauteloso en el puerto espacial,tomándose su tiempo en busca de signos de que estaban siendo seguidos por los secuaces de LestraOxic. Al no encontrar ninguno, ellos habían alquilado el vehiculo bajo el nombre de la identidadfalsa de Jadak y comenzado la búsqueda de Vec Mínim.

Vaced no era un mundo incómodo; sólo uno que te gustaría llamar Hogar a menos que tuvierasuna buena causa. Cubierto de bosque, y aliviado aquí y allá por extensiones de pastizales naturales.La fauna indígena controlaba el lugar. Los colonos iban desde los seres humanos a gotals, la mayoríade los cuales eran o agricultores de subsistencia o comerciantes. Los visitantes llegaban para cazar, yestaban bien atendidos por una cadena de albergues costosos accesibles sólo por aerodeslizador.Jadak sospechaba que Quip Fargil no era el único habitante local que había cambiado de nombrepara poder reinventarse a sí mismo.

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Estudió el camino de tierra por un momento y volvió a la redada.—Si esto no tiene éxito, vamos a tener que recurrir a buscarnos un trabajo o ir de polizón en la

siguiente nave que se marche de aquí. —Poste hizo una mueca—. El trabajo no te va a matar.—Tal vez no, pero podría matar a mi espíritu.Jadak rió y negó con la cabeza.—¿Crees que cometimos un error viniendo aquí?—Para lo que vale, sí. Mírelo de esta manera, incluso si el YT no terminó sus días en Bilbringi,

piensa cuántas veces podría haber cambiado de manos desde que Zenn Bien lo robó. ¿Cinco? ¿Diez?Y al igual que dices tú, estamos casi como al principio.

—¿Cuál es tu plan?—Volvemos a Nar Shaddaa, unimos nuestros talentos para ganar algunos créditos serios, y

contratamos a una máquina de cortar para que trabajen en encontrar donde termino el YT.Lestra Oxic probablemente estaba haciendo precisamente eso, pensó Jadak. Pero a menos que el

abogado supiera tanto de la nave como el mismo, Oxic necesitaría su ayuda para localizar el tesoro.Tal vez eso es lo que tendría que jugar en territorio contrario. Aún así, Jadak no estaba listo parasacarle provecho por el momento.

—Déjame ver ese desintegrador de tuyo, —dijo. Poste se lo entregó, y Jadak se metió en elcompartimento de almacenamiento que contenia sus mochilas—. Yo no quiero hacer que Quip seponga nervioso.

Ellos ocultaron la swoop en el espeso follaje y se dirigieron por el camino a pie. Sólo en laprimera curva ya se encontraron con un letrero escrito en Basico.

—Los intrusos serán perseguidos, —leía Poste— y los heridos serán rematados —Miró a Jadak—. ¿Y tú no quieres hacer que Quip se ponga nervioso?

Jadak siguió caminando. En un claro a otro cuarto kilómetro por el camino se asentaba unapequeña estructura de madera con un deslizador estacionado enfrente.

—Probablemente nos mira ya.Poste miró a su alrededor.—No veo ninguna cámara.—Macrobinoculares. O tal vez sus ojos siguen siendo buenos. Levanta las manos por encima…Dos disparos láser silbaron sobre sus cabezas, y una voz dijo:—Manténgase quietos donde están el siguiente tramo está minado, y a menos que sepan la ruta,

van a ser comida de whicci.—Las aves carroñeras locales, —dijo Jadak, poniendo sus manos en el aire.—Y yo que esperaba que los roedores locales estarían recogiendo mis huesos.—¡Zenn Bien nos dijo dónde encontrarte! —le dijo Jadak.—¿Sigue vendiendo armas en Yaga Minor?—El Zenn Bien que conocemos es una esteticista en Nueva Bálosar. —La respuesta fue lenta en

llegar—. He desactivado las minas. Idhacia adelante lentamente y mantener las manos donde puedaverlas.

Jadak asintió, y que comenzó a avanzar por el camino. Un macho humano frágil que sostiene un

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rifle láser casi tan antiguo como la swoop estaba esperando en el porche de la estructura.—¿Te llamaremos Vec o Quip? —Preguntó Jadak—. Eso depende enteramente de qué porque

están aquí.—Queremos hablar contigo acerca de un determinado carguero YT-1300.El anciano añadió líneas de expresión a las arrugas que jalonaban su rostro.—¿Sois vosotros los que colocaron el mensaje en la HoloRed?—Sí, somos nosotros, —dijo Poste antes de que Jadak pudiese hablar—. ¿Es que estais

escribiendo una noticia o algo así?—Así es —continuó Poste—. Para el Coruscant Journal. —El anciano bajó el arma—. ¿Por qué

mandasteis el mensaje para Quip Fargil, entonces?—Nosotros no lo hicimos, uh, tratando de destruir su cobertura. Vec. Por todo lo que sabíamos,

podrías haber vuelto a usar tu nombre real. Zenn Bien no lo tenía todo claro acerca de ti.Fargil resopló.—Incluso ella no sabe la historia completa. —Él les indicó que entrasen en el interior con un

movimiento de cabeza, Jadak lanzo a Poste una breve mirada de desconcierto cuando se sentaron ensillas desvencijadas.

—¿Quién os dijo cómo encontrar mi cabina? —Fargil dijo, poniendose el rifle sobre las rodillashuesudas.

—Un rodiano en el puerto espacial, —dijo Jadak.Fargil asintió.—Ese sería Nido. Un bueno para nada no puede mantener su boca cerrada.Estudió a Jadak por un momento.—No tenía ninguna intención de responder al mensaje, pero ya que has conseguido encontrarme

finalmente… —Hizo una pausa para reír—. Quiero decir, es hora de que le dija a alguien la verdad.Más probable es que cualquiera que me prestase atención este muerto hace tiempo. Pero estoy unpoco perplejo. ¿Llegasteis con los actuales propietarios?

Poste tragó saliva.—¿Los actuales propietarios de la nave? —Fargil se volvió hacia él—. ¿Quieres decir que ni

siquiera sabíais que estaban por aquí?Poste miró Jsadak.—No teníamos ni idea.Fargil movio su rodilla de la sorpresa.—Esto es increíble… increíble a la antigua manera.—Así que están aquí, —dijo Jadak cuidadosamente.—Un par de amigos míos en el puerto me llamaron por comlink. No es que tengan el carácter de

Nido. Y no es que tengamos ya alguna relación. Pero sólo escuchar acerca de que ellos estan aquí meha hecho que sienta de nuevo lo que sentí al regársela a ella incluso a un noble causa como la que esamujer Thorp tenía detrás. Supongo que ya sabéis sobre ella.

—Uh, estamos todavía, ya sabes, poner las piezas juntas.—La Dr. Parlay Thorp. Una mujer joven y hermosa, y muy inteligente.

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—Vamos a hablar con ella más adelante, —dijo Jadak.Fargil puso de pie tan bruscamente como sus piernas se lo permitan.—Si yo pudiera interesaros a las dos por una bebida, tengo un lote de brew casero potente y sería

una lástima que no lo probaseis.—Es que tenemos que tomar el camino de regreso, —dijo Poste—. Vamos.—También tengo un poco de guiso de eskrat si tenéis hambre.—Un roedor local, —dijo Jadak, Poste permaneció en silencio, y luego le dijo a Fargil—: Mi

amigo tendrá una doble porción.Fargil puso el guiso en la estufa para calentarlo y sirvió tres vasos de un líquido espeso de color

amarillo de un recipiente metálico.—Yo lo fermento con la saliva, —dijo, pasando los vasos alrededor.Jadak tomó un trago, encontrándolo tolerable.—Nos decías que los propietarios de la nave están en Vaced.—Es de lo más extraño, ¿no es así, vuestra presencia aquí y que ellos estén aquí al mismo

tiempo? —Fargil sacudió la cabeza con asombro—. Cuando siento como que estoy demasiadodistanciado, estoy orgulloso de todo lo que el logró. Aunque la mayor parte de lo que ha hecho no sepodría haber hecho sin las habilidades de pilotaje de Han Solo.

El Brew casero cayó vomitado de la boca del Poste y él empezó a toser sin descanso. Jadak selevantó y comenzó a golpearlo en la espalda.

—El muchacho no es al parecer lo suficientemente resistente para tu cerveza, Quip.Fargil apretó los labios y asintió.—Sucede a los mejor de ellos a veces. Sobre todo con la variedad de saliva fermentada.Sluicing lágrimas de sus mejillas, Poste miró boquiabierto Fargil.—¿Han Solo está aquí? ¿En Vaced? ¿Ahora mismo?—Bueno, hijo, ¿quién más podría estar volando el Halcón Milenario si no és Han Solo? —Fargil

tomó un largo trago de su vaso, y luego se echó hacia atrás en su silla con una amplia sonrisa—. Ledi el nombre yo mismo. Pero eso es sólo parte de la historia.

Aún tratando de dar sentido a la reacción de Poste, Jadak se terminó su bebida de un trago ydevolvió el vaso a Fargil.

—Creo que voy a necesitar primero una dosis adicional.

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CAPÍTULO VEINTISÉIS

—¿Me estás diciendo que nunca ha oído hablar del Halcón Milenario? —Dijo Poste.—Lo he estado diciendo durante las últimas cuatro horas. —Jadak se acarició la barba—. Tal

vez leí algo sobre él cuando yo estaba reuniendo información para ponerme al día en Aurora, pero esobvio que no se me quedo.

Todavía medio bebido por el brew casero de Fargil, estaban de pie en el tejado de un edificioprefabricado que daba al puerto espacial. En un hangar sin techo en el borde del campo, un cargueroYT-1300 modificado estaba asentado sobre la dura pista con la rampa de acceso de estriborextendida. Solamente en los momentos anteriores a que Han Solo, su esposa, una chica joven que fueprobablemente su pupila en lugar de su hija, y un droide de protocolo de oro habían subido a bordode la nave.

—Vamos a empezar con la Guerra Civil Galáctica —dijo Poste. Jadak levantó las manos—.Guardate el curso de actualización para otro momento…

—No, no, —Poste al verse cortado, sacudió la cabeza—. Tú necesita el escuchar un poco de estoahora mismo antes de que choquemos contra una situación muy grave. —Jadak abrió la boca, luego lacerró—. Que sea corto.

—Han Solo, —Poste comenzó, arrastrando las palabras—, Han Solo es… bueno, es lo quepodríamos llamar un héroe certificado. Él no sólo ha peleado en todas las guerras desde la Rebelión,sino que ha jugado un papel importante en ganarlas. ¿Entiendes? En ganarlas.

Jadak resopló.—Está bien. Estoy impresionado. ¿Qué más?—Su esposa, que es la Princesa Leia Organa de Alderaan, es la exsenadora y exjefe de Estado

Organa, actualmente la Jedi Leia Organa Solo, es una heroína del mismo calibre. Enfrentarse a elloses como tratar de atravesar una estrella, y el punto que estoy tratando de hacerte ver es que noqueremos atravesarla. En ningún caso queremos atravesarla.

Poste estaba poniendose un poco estridente, y Jadak hizo un gesto para que bajase la voz.—Aprecio tus preocupaciones por nuestra seguridad…—No, no creo que lo hagas. No del todo.Jadak apretó los dientes.—¿Vas a dejar que te cuente mis planes? —Poste se puso sus dedos índices en los oídos.Jadak movió las manos de Poste y le obligó a sentarse en el muro de contención de la azotea.—Esa nave, no importa como Rej Taunt o Quip Fargil o Han Solo la llamasen, es el Enviado

Estelar, y no importa dónde ha estado o lo que ha hecho en los últimos sesenta y dos años ella es laclave para nuestra búsqueda de un tesoro de inimaginable proporciones. Ahora, si usted estádispuesto a alejarse de esto sólo porque los actuales propietarios son dos héroes galácticos, puedeshacer eso y yo tomare el relevo desde aquí. Pero después de todo lo que hemos hecho desde el iniciode nuestra búsqueda y con lo que esperamos ganar, creo que tienes que tomar tú decisióncuidadosamente.

Poste se le quedó mirando.

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—¿Mencioné lo bueno Solo es con una pistola? ¿Mencioné lo kriffing afortunado que es? ¿Hemencionado que su esposa lleva un sable de luz! Y sabe cómo usarlo? —Se dio la vuelta para mirarel Falcon—. Echar otro vistazo. Tal vez usted está equivocado con que es tú nave. Tal vez a ParlayThorp la derribaron, y este es otro YT. Un reemplazo.

Jadak se volvió. A pesar de que no estaba dispuesto a admitir tanto a Poste, él tenía sus dudas. ElHalcón no era sólo un YT-1300 modificado, era un híbrido. Más que eso, el estaba más cerca de unanave de guerra que de un carguero, pues contaba con un casco grueso blindado, puertos propulsoresdesmesurados, un par de láseres cuádruples de tipo militar, y un plato de sensores de alta potencia.Las mandíbulas delanteras no se parecían en nada a las del Enviado estelar, y los anillos deacoplamiento habían sido alterados. Incluso la cabina era ligeramente diferente.

Y, sin embargo, a pesar de las diferencias, cada fibra de su ser le dijo que el Halcón y elEnviado eran uno y la misma nave, y con sólo con mirar al viejo YT volvió a sentirlo de nuevo todo.

—Esto es lo que vamos a hacer, —dijo—. Yo voy a contestar mensaje HoloRed de los Solos yhare los arreglos para reunirme con ellos. Mientras que yo estoy haciendo eso, tú vas a robar la navey pilotarla a Vaced Menor. Entonces voy a meterme allí, de una manera u otra, y vamos a completaresta búsqueda del tesoro.

Poste lo miró como si no hubiera escuchado o comprendido una palabra.—Creo que te has dejado fuera algunas partes del plan.—¿Qué partes?—La parte en la que venzo al sistema anti-intrusiones del Halcón, ¡que los Solo seguramente

podrán permitirse! ¡La parte en la que piloto una nave a otro planeta! La parte en la que yo soyatrapado robando una nave y ¡condenado a diez años en Cárcel o alguna otra kriffing de prisión!

Jadak hizo un gesto conciliador.—Vaced Menor esta sólo a un mundo de distancia, y pilotar un YT-1300 es un juego de niños. No

es más difícil que el pilotar ese airspeeder color caramelo tuyo.—¡Yo no uso mi aerodeslizador en el espacio exterior!Los labios de Jadak convirtieron en una delgada línea amenazante.—¿Vas a calmarte, o es qué tengo que sedarte?Poste dejó caer su cabeza entre sus manos y murmuró hacia el cielo.—Por favor, dime que estoy alucinando por el brew casero de Fargil.Jadak levantó la cabeza de Poste.—Pasamos por una tienda de droides cuando estábamos en el pueblo. ¿La recuerdas?—La Recuerdo.—Tú vas a utilizar los ultimos de nuestros créditos en alquilar un droide rebanador. Sé que hay

uno allí, porque lo vi por la ventana. El androide va a ayudarte a superar lo que sea de seguridad quelos Solos han instalado en el Halcón, y el droide se va a enlazar con los sistemas cerebrales y deauto-orientación de los droides de la nave y pilotara la nave a Vaced Menor.

Poste lo miró con la boca abierta.—¿El droide va a hacer todo eso?Jadak asintió.

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—Sólo tienes que seguir las instrucciones del droide.—Sólo tengo que hacer lo que el droide me dice que haga. —Jadak sonrió—. Veamos lo fácil

que es.

* * *

—Voy a tomar una taza de té, —dijo Leia a la camarera twi’leko del restaurante—. Amelia, ¿estássegura de con la golosina helada será suficiente? Te has saltado el almuerzo.

—Sólo lo quiero para darte el gusto.—¿Esta la carne de nerf fresca o congelada? ——preguntó Han.—Fresca. Viene desde un rancho al sur de aquí.—Entonces me traen una ración doble con la salsa especial.Leia frunció el ceño mientras la camarera salía corriendo.—¿Pensé que habías dicho que ibas a reducir el consumo de nerf?—Ya lo hago. Es por eso que sólo pedí una ración doble.—¿Puedo tomar un bocado si esta bueno? —Dijo Allana.Han le lanzó a Leia un guiño encubierto.—Claro que puedes, cariño. Incluso podemos dividirlo si quieres.Esa era una manera de conseguir que comiera, pensó Leia. Desde que habían oído de Quip Fargil,

Allana estaba fuera de sí, pero desde que había conseguido que su plan tuviera éxito había apenas loshabía dejado respirar. Fue Fargil el que había sugerido hacer la reunión en el restaurante, que estabadistante del puerto espacial, pero anuncian que sus comidas eran casera. Tan ansioso como ellos C-3PO había pedido el unirse a ellos, pero Han le había pedido que permaneciera a bordo del Halcón.

Un hombre guapo y musculoso que parecía décadas más jóvenes que sus setenta y seis años,Fargil estaba sentado enfrente de Leia en la mesa redonda, metiendose una servilleta en el cuello desu camisa. Mientras hablaba de la forma arcaica de algunos de los colonos que se habían encontradoen Vaced, había algo casi sofisticado acerca de él, y sus manos eran tan suaves como las de unejecutivo. Su traje utilitario había salido directamente de una de las tiendas en la calle principal; yestaba impecable, posiblemente recién salido de la estantería. Leia había notado que Han se sentabarecto en su silla cuando Fargil se acercó a la mesa, y que Han parecía queder levantarse en cuantotuviera oportunidad.

—Como ya sabrás, pedimos por ti en todos lados, —dijo Han—. Pero nadie había oído hablar deti.

—Eso es porque usted pidió por Quip Fargil, y no he usado ese nombre en más de cuarenta añosestándar. Era mi nombre durante la rebelión.

—Parlay Thorp dijo que pensaba que podrías haber sido un miembro de la Alianza, —dijo Leia.—Ella tenía razón, aunque estaba muy lejos de servisteis, Princesa Leia. Y tal vez un par de años

antes.—¿Quién era su comandante?

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—Nuestro grupo se basaba en Tuerto. Íbamos recibido órdenes de un montón de gente diferentecomo Mon Mothma, incluso una vez de Garm Bel Iblis, pero nunca me encontré con ninguno de ellos.

—Mon Mothma, —dijo Leia, sorprendida—. Entonces puede ser que hayas tenido relacionesindirectas con mi padre.

Fargil dudó por un momento.—El senador Bail. Organa. No. Pero yo sabía de él, por supuesto.Leia sonrió a pesar de una repentina sensación de desconfianza. Por un breve instante sintió que

Fargil estaba a punto de decir Anakin Skywalker. Pero eso no podía ser; Fargil habría sido unadolescente cuando Anakin se convirtió en Darth Vader. ¿Cómo, en cualquier caso se habríancruzado sus caminos? Sin embargo, había algo más en la historia de Fargil de lo que él estabarevelando, y Han también se había fijado en ello.

—Tengo que decir, Quip, que no aparentas más de cuarenta años. ¿Cuál es el secreto, algo en elaire de Vaced o en el agua?

Fargil se rió para enmascarar lo que parecía ser su vergüenza.—Simple genética. El cabello de mi padre se quedó rubio hasta que cumplió los ochenta años de

edad.—Qué suerte, ¿eh?—¿El parecer joven? —Fargil dijo, una ligera ventaja en su voz—. No tiene mucha importancia

para mí.—¿Es cierto que usted le donó el Halcón a Parlay Thorp? —Leia dijo rápidamente.Fargil asintió.—Yo se lo regalé.—¿Se llamaba ya el Halcón Milenario cuando lo hacías volar? —preguntó Han.—Se llamaba Hecha de Pedazos —dijo Fargil, y luego añadió—: Ese era su nombre original.En el momento en que le a tomó Han comprenderlo, Leia vio su rostro pálido.—Estás diciendo…—Yo le cambió el nombre. Pues era rápida como un halcón bate, y lo suficientemente resistente

como para durar un milenio.A Han esto le sentó como una patada y Allana dijo:—¡Wow cien veces cien! ¡Esperad hasta que yo se lo diga a Trespeó!—Nuestro androide de protocolo —dijo Leia para el beneficio de Fargil. Han se pasó la mano

por encima de su boca en un intento de calmar a sí mismo. No debe haber sido un shock, pensó Leia,pero entendía lo que estaba pasando. Una cosa era haber volado la nave, otro haberle puesto sunombre.

—Entonces, ¿dónde te hiciste con él? —pregunto Han al final. Fargil inhaló profundamente—. Enrealidad, yo lo robé en una instalación de Depósito Imperial en el sistema Nilash. Yo y unasullustana.

—¿Por qué estaba en el depósito?—Los imperiales habían confiscado la nave a un jefe del crimen de Nar Shaddaa. —La

mandíbula de Han se movió desquiciada—. Esto es demasiado. ¿Cómo logro conseguirlo el jefe del

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crimen?—Lo siento, Solo —dijo Fargil— pero eso es lo más atrás que puedo ir. Alguien en la Luna de

los Contrabandistas podría saberlo.—Pasé muchos años allí, —dijo Han—. ¿Ah, sí? Yo también.—Conozco toda esa zona como sé que la palma de mi mano. Nal Hutta, Ylesia, Siluur, Kessel…

Nombra un mundo que seguro que yo he estado he estado allí.—No es broma. Yo, me lleve al Halcón a un montón de otros lugares.—¿Nunca en un viaje a través de las Fauces?—¿Ese cúmulo de agujeros negros? Claro. Y también en Oovo Cuatro. —Las fosas nasales de

Han se encendieron—. He corrido carreras allí.—De Swoops? He corrido carreras en casi todas partes.—¿Tú nunca has volado por el campo de asteroides de Hoth?—No, esa es una de las zonas que no he recorrido, pero si lo he hecho con decenas de otros.—¿Has oído hablar de la Locura de Lando?—Han —Leia intervino—. Aunque estoy segura de que ustedes dos podrían pasarse varios días

comparando carreras y todo eso, Amelia y yo estamos más interesados en saber por qué Quip terminódonando el Halcón a la Dr. Thorp.

—¿Fue porque la amabas? —preguntó Allana mientras Han hervía a fuego lento.—¿Qué si amaba a la Dr. Thorp? —Dijo Fargil. Allana asintió—. Fue como un regalo.Fargil se humedeció los labios.—No, lo que pasó fue que me enamoré de la nave, y es por eso que tuve que ponerla a distancia.

* * *

—El sistema de alarmas de proximidad de la nave esta activado —dijo el droide rebanadora a Postecon una voz ronca que se debía más a la calidad de mala calidad de su vocalizador que a cualquierprogramación intencional—. El sistema está vinculado a un Cañón Bláster de defensa superficial«Zumbador de Terreno» oculto en el arco dorsal. La alarma se puede desactivar, pero hay una altaprobabilidad de que el androide de protocolo se pondrá en contacto a sus amos en el momento en queel sistema se anule.

Poste maldijo entre dientes.—¿Qué tan cerca podemos llegar de la nave antes de que se dispare la alarma?—El campo se extiende hasta el perímetro de la bahía de aterrizaje. Podemos reducir nuestra

distancia al barco por uno punto tres metros si es necesario.Pareciendo tanto un ave primitiva como un reptil depredador, el droide se movía en alto por un

pequeño repulsores que colgaba de su torso compacto. Para Pando, los sensores de forma ovaladaencima del módulo-hocico que debía contener la matriz de corte podrían haber sido los ojos, pero,de hecho, los escáneres y grabadoras visuales del droide se encontraban debajo del hocico cónico,donde los dientes deberían haber estado.

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—¿Cuáles son nuestras opciones? —Dijo Poste.—Tenemos que interferir con las comunicaciones desde y hacia la bahía de aterrizaje.—Sigamos adelante y hagamos eso.—La capacidad de interferir en las comunicaciones está más allá de mi programación.

Necesitamos un emisor de interferencias. Un disruptor de campo Locris D-Ochenta será suficiente.—¿Dónde voy a conseguir uno de esos?—El Maestro Druul tiene uno en la tienda. Usted tendrá que ir allí mientras yo espero aqui.—¿Nosotros no podemos simplemente pedirle que nos lo entregue?—Por supuesto. Aunque me veo obligado a señalar que se tendrá que ofrecer al Maestro Druul

pleno conocimiento de esta operación. Normalmente no hace preguntas asus clientes, pero en estecaso es probable que se despierte su curiosidad.

Poste maldijo de nuevo.—¿Cuánto va a costarme ese jammer?—Por ser un encargo especial imprevisto, el precio del alquiler será de cuatrocientos créditos

por hora local.Poste aguanto el aliento.—Eso nos dejada sin nada.—¿Vamos a abortar la misión?—No, no vamos a abortar la misión. Encuentra un lugar para esconderte y yo estaré de vuelta tan

rápido como pueda.Fue a pie a la ciudad para salvar los pocos créditos que un speeder taxi le habría costado, Poste

se apresuró a través de la puerta de la tienda de droides, agradecido de encontrar al Gran Druuldetrás del mostrador.

—¿Cómo lo está haciendo el droide?—Bien, —dijo Poste—. Pero nosotros-yo necesito un bloqueador de señales.¿Algún modelo en particular?—Un Locris D-ochenta.—Lo que pasa es que solo tengo uno de esos. —Druul salió de detrás del mostrador, su trío de

ojos acechaban escaneando la tienda—. Ah, ahí está. —Levantó el dispositivo de un estante y se lollevó al mostrador—. Yo lo cobro por hora a quinientos créditos.

—Pensé que era cuatrocientos —le espetó Poste. El Gran lo miro volviéndolo a tasar—. ¿Quiénte dijo eso?

—Su droide rebanador.—Kriffing de droide, —dijo Druul—. Está bien, es tuyo por cuatrocientos. Una hora de entrada,

más un depósito de cuatrocientos. ¿Cuándo vas a devolverlo?—Uh, —Poste dijo mientras él estaba contando hasta el último crédito que tenían—… no de

inmediato.—Cierro a las seis hora local. Si no estás aquí para entonces, el precio se irá acumulando hasta

el día siguiente.—Lo que sea —dijo Poste. Acunando el bloqueador de señales en sus brazos, corrió hacia la

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puerta.El droide rebanador detectó su llegada a la bahía de aterrizaje del Halcón y se dejó ver desde

detrás de una pila de contenedores de transporte. Sin aliento, Poste ajustar la emisión del bloqueadoren el suelo.

—¿Y ahora qué?—Simplemente sigue mis instrucciones, —dijo el droide.Poste masculló una maldición.Media hora más tarde, con el bloqueador a punto de quedarse sin energía en la batería y con

Poste quedandose sin paciencia, el droide rebanador emitió una serie de sonidos y tonos.—Ahora es seguro entrar en la bahía de aterrizaje. Voy a anular la alarma de proximidad cuando

nos acerquemos a la nave. Al enterarse de que las comunicaciones se han atascado, el androide deprotocolo puede intentar elevar la rampa de acceso y bloquearla manualmente, por lo que tendrá quedarse prisa.

—Es bueno saber que cuento para algo, —dijo Poste. Yendo de un lado a otro el rodeó la entradade la bahía. Poste respiró hondo y se dirigió directamente a la rampa de acceso, en la popa de lacabina. No había cubierto un metro de duracreto cuando el Halcón desato un sonido a todo volumenque paro casi tan bruscamente como comenzó. Saltando por la rampa, se precipitó hacia la bodegaprincipal del YT, donde se encontró con el droide de protocolo de oro de los Solo doblado sobre elcomunicador de la estación de ingeniería y llamando al capitán Solo.

—¡Qué! —El androide se enderezó y dio un paso hacia atrás—. ¿Quién eres tú? ¿Y qué estáshaciendo a bordo de la nave?

—La estoy pidiendo prestada —dijo Poste—. ¿Pedirla en préstamo? Ya veremos sobre eso.El androide de protocolo se retiraba de la bodega cuando el droide rebanador subió hasta el

pasillo del anillo, con su par de patas de datos-sonda extendidas debajo de el.—Las comunicaciones están atascadas, y he desactivado el bloqueo manual de la rampa de

acceso, —anunció el droide rebanador—. Por si acaso estabas pensando en la opción de encerrarnosdentro de la nave.

—Un droide rebanador? —Dijo C-3PO—. ¿Que cielos haces en Vaced?—Eso no es de tu incumbencia.—Me he encontrado con los de tu clase antes, —dijo C-3PO, mezclando el insulto y el desafío.El hocico del droide rebanador de volvió hacia Poste.—Estas unidades de protocolo tienden a ser locuaces y molestas. Le sugiero que lo apague.—¿Apagarme? —dijo C-3PO, con una aprehensión súbita—. No, no debes hacer eso.Pero Poste ya estaba moviendo una mano para alcanzar el interruptor detrás de la cabeza de C-

3PO.—Simplemente no debe…—Esto está mucho mejor, —dijo el droide rebanador.Poste asintió y miró en el conector de cabina.—Sígueme. Necesito que hables con el cerebro droide de la nave.—Va a ser un placer, estoy seguro.

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Poste se agachó a través de la escotilla de la cabina, sentandose inquieto en el asiento del piloto,mientras esperaba a que el droide rebanador se insertara para investigar sobre uno de los puertos deenlace de la cabina.

—Estoy en interfaz con los cerebros.—¿Los cerebros?—Los sistemas de la nave son administrados por tres cerebros que actúan de acuerdo.—¿Con su ayuda, se puede pilotar esta cosa?El droide se tomó un momento para responder.—El contrato de arrendamiento que suscribió con el Maestro Druul establece explícitamente que

los droides y otros dispositivos que se le alquilen, en todas las circunstancias, se mantengan dentrode cincuenta kilómetros del Puerto Espacial de Vaced.

—¿Estás programado para obedecer esa condición?—No, yo simplemente le aconsejaría al Maestro Druul que enjuicie con todo el rigor de la ley.—Ya me preocuparé de eso más tarde. ¿Puedes pilotar o no?—¿Cuál es nuestro destino?—Vaced Menor. —Poste creyó ver al escáner visual del droide parpadear, pero pensó que se lo

había imaginado—. ¿Sí o no?—Sí. Tengo una experiencia limitada en los viajes interplanetarios, pero esta nave tiene un

sistema de piloto automático altamente sofisticado.Poste sonrió. Quizás Jadak tenía razón y que sería capaz de sacar esto adelante, después de todo.—Busca cualquier sistema que necesitemos anular antes de arrancar los motores. ¿Como

cualquier protocolo anti-robo o anti-intrusión? ¿Dispositivos de seguimiento o dispositivos deparada?

—Estoy buscando…Poste giró la silla haciendo un círculo. El asiento del Han Solo, pensó. Y la nave de Han Solo. El

famoso Halcón Milenario.—Hay un problema. —Poste plantó los pies en la cubierta para hacer que la silla se detuviera.—¿Eh?—Con un poco de esfuerzo por mi parte, los motores se pueden encender y la nave puede ser

lanzada. Sin embargo…—¿Sí?—En el primer intento de emplear el motor sublumínico o la hipervelocidad, la nave

automáticamente entrará en un modo predeterminado, durante el cual sólo se la puede hacer volver allugar desde el que se puso en marcha. Ninguna cantidad de rebanaciones o soluciones puede superaresta función de seguridad, que se basa en los escáneres de retina y la impresión de la palmaidentificativas del propietario por el panel de control de los instrumentos de dirección.

Le tomó un momento a Poste a darse cuenta de que él no estaba sorprendido ni decepcionado. Dehecho, las palabras del droide rebanador eran un alivio. No tenía nada que hacer ahora, exceptoesperar que la reunión de Jadak con los Solo terminase, entonces sonidos de algún tipo le hicierongirar la silla hacia la escotilla de la cabina.

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—Dos seres se han embarcado en la nave, —dijo el droide rebanador—. Están hablando entre síen voz baja.

Poste no estaba ni a la mitad de levantarse de la silla del piloto cuando un blaster asomó por laescotilla y un humano corpulento que lo sostenía entro, pero se retorció por la cabina, irguiéndose entoda su estatura entre el par de asientos traseros.

—Quédate dónde estás, chico.Un nautolano entró detrás del humano.—Bueno, si no es el pez gordo de Nar Shaddaa, —dijo, mostrando unos dientes afilados mientras

sonreía—. El que se puso un par de disparos en el repulsor de nuestro speeder aéreo.—Y él nos trae un regalo, —dijo el hombre, haciendo un gesto hacia el droide rebanador.Sin bajar la pistola, el ser humano se volvió un poco a su compañero.—Cynner, lleva al niño a la bodega principal y asegúrale con algo. —Hizo un gesto con el arma

—. Manos arriba y deja él desintegrador de juguete que llevas en el asiento.Poste se levantó, pensando en lo bueno que sería seguir sus instrucciones. Ajustando la la pistola

hacia abajo, él se retorció más allá de lo humano y se metió en el conector de la cabina, donde elnautolano lo estaba esperando. Pensó en pedir a sus captores para quien trabajaban, pero decidió queera mejor no saberlo.

El androide de protocolo estaba justo donde lo había dejado, inmóvil en la intersección delcorredor anillo y la bodega principal. El nautolano lo empujó suavemente en la dirección de unatabla de holojuego que ocupaba la parte frontal del espacio. Mientras que el matón cabeza de colabuscaba algo para usar atarlo, Poste llegó a una decisión propia. La rampa de acceso todavía estabaabierta. No podría llegar a ella con el nautolano y androide de protocolo de pie donde seencontraban. Pero de acuerdo con un esquema que Jadak había hecho sobre cómo se imaginaba quefue diseñado el interior del Halcón Milenario, el pasillo era circular, y él podría ser capaz de llegara la rampa de acceso dando una vuelta alrededor de la popa. Era necesario confiar en que elnautolano no estaba familiarizado con el diseño, y lo perseguiría, pero Poste no veía otra salida.

Esperó a que la mirada de Cynner se desviase, entonces corrió hacia el arco del puerto delpasillo.

—¡Remata, él está haciendo huyendo hacia donde estas! —grito Cynner. Pero lo importante eraque él estaba en su persecución. Al oír la llamada, Remata paso con su arma a través del conector dela cabina, casi tirando al desactivado droide de protocolo a sus pies al entrar en la bodega principal.Él escucho por un momento, dijo:

—Idiota, —y corrió al anillo del corredor del lado de estribor.Poste hizo su camino hasta la popa del barco, pasado la hipervelocidad del Halcón y el acceso a

la cápsula de escape, sus ojos explorando la cubierta de la escotilla de mantenimiento que Jadakhabían incluido en el boceto. Él había hecho tres cuartas partes del camino alrededor del pasillocuando lo vio, enfrente y apenas detrás de la pequeña cocina del barco. Usando sus dedos en lasección de la cubierta rayada, levantó la escotilla y se lanzó por ella, antes de recolocar la escotillalo mejor que pudo.

Un momento después Cynner rodeaba la curva del puerto, sólo para encontrarse directamente con

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Remata, que había llegado desde la dirección opuesta.—¿Dónde está? —preguntó Remata—. Seguro que no vino por donde yo—. Registraron la al ruta

de acceso de la cápsula de escape.Remata miro hacia el pasillo de babor.—¿Podría habernos esquivado en uno de los espacios de la cabina?—Lo comprobaré.Cynner apenas había salido cuando Remata vio la que la escotilla estaba mal cerrada. Sacándola,

escucho por la escotilla.—¡Cynner, se fue debajo de la cubierta! —gritó por el pasillo— ¡Hay otro acceso en la bodega

principal! ¡Date prisa!Poste tropezó a través de las zonas de carga sin luz, yendo disparado por el Halcón pasando

sobre herramientas, chocando contra las piezas del motor, y apastando juguetes que chirriaban alpisar sobre ellos. Por encima y por detrás de él podría oír las llamadas ahogadas. Con las manosextendidas delante de él, seguía moviéndose por la sala, sintiendo su camino alrededor de losmamparos y obstáculos imposibles de identificar. Él razonó que tenía que estar debajo de la bodegaprincipal cuando la luz repentina se vertió desde arriba y captó un breve vistazo del nautolano,recortada contra los iluminadores de techo.

—¡Él a logrado pasar!—¡Voy a por él!Poste oyó pasos impacientes detrás de él, luego el sonido de Cynner aterrizando en la cubierta de

la zona central de carga. Lanzando una cana al aire, el se impulsó a la sala de carga delantera, queHan Solo había convertido en un bunker que alojaba un arsenal de misiles de concusión. Sentándosea lo largo del mamparo de proa ligeramente curvado, sus manos encontraron la apertura de un túnelde mantenimiento que proporciona acceso al generador del escudo deflector, al tren de aterrizaje, y ala antena del sensor pasivo alojado en el puerto de la mandíbula.

Poste se irguió y siguió por el túnel de oscuro, luego comenzó a arrastrarse hacia adelante sobrelos componentes grasos y por entremedio de charcos de lubricante filtrado hasta llegar al ladoescotilla de mantenimiento de la parte superior de la mandíbula, que oró no estuviera aseguradadesde el exterior.

La luz de un palo de luz bailaba a su alrededor.—¿Alguna señal de él? —grito el humano.—Yo no lo veo. Él podría estar en cualquier lugar. Voy a tratar de encontrar las luces.—No te molestes. Dejemos que se pudra aquí abajo.—Es lo suficientemente bueno para mí. Estoy yendo hacia arriba.Arrastrandose hacia delante, Poste encontró la escotilla circular y saltó sobre ella. Cargando con

sí mismo para salir por la punta delantera de la mandíbula, y rodó hacia un lado. Luego, con losdedos enganchados alrededor del borde en ángulo recto, se dejo caer al suelo y se agachó detrás delduracreto del más cercano disco del tren de aterrizaje de babor.

Al llegar a la cabina del piloto, Cynner encontró a su compañero sentado junto a la consola deinstrumentos.

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—Mírame a mí, sentado en la silla de Han Solo.—Veo que el droide se ha ido.—No lo necesitamos. —Girando para mirar de frente, Remata encendió los repulsores alterna y

examinó los instrumentos—. No es tan diferente de la serie de dos mil.—¿Debo hacer un chequeo? —dijo Cynner mientras se deslizaba en la silla del copiloto.Remata asintió y movió un interruptor.—Asegura tu arnés.Tras conectar el Comunicador, Cynner escuchó cómo se retraía la rampa de acceso.—Tenemos la nave, —dijo por el altavoz del comunicador—. Estamos levantándolo ahora.

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CAPÍTULO VEINTISIETE

—Trabajamos para llevarlo a Clase Uno en absoluta oscuridad durante dos semanas estándar alreequiparlo con la hipervelocidad, —dijo Jadak—, el Verpine, los jawas, y yo. Los días eran tancalientes que podías freír huevos nogull en el casco, y algunas noches llegó a hacer tanto frío que nosdespertábamos para encontrar el agua potable convertida en láminas de hielo. Nos tomó otras dossemanas el instalar el cañón láser. Cuando terminamos, sin embargo, el YT lucía en el barrio de laClase Uno de hipervelocidad y tenía una torreta dorsal y la batería. El Verpine, la sullustana, y yo lapusimos a prueba a través de su primer salto a la velocidad de la luz, y dejadme deciros, que casi nopodía creer lo rápido que era. Fue entonces cuando se me ocurrió el nombre, justo después de laserie inicial de vuelos de prueba.

—El ahora es de Clase Uno punto Cinco, —Han dijo con orgullo—, gracias a una tecnologíafuera de la ley que conocí en el Sector Corporativo. Después de eso fue cuando pusimos el récord dela carrera Kessel. Todavía hay nada que pueda compararse con él. Incluso los hipermotores de estasnuevas naves Mandalorianas están sólo calificados para llegar a punto con cuatro.

—Los valores no importan. Un piloto experto en un punto con cuatro podría atrapar a un pilotopromedio al timón de un punto y cinco.

—De ninguna manera, —dijo Han.—He visto que sucede, —dijo Jadak—. En las carreras sublumínicas, al menos.—Bueno, en las sublumínicas, seguro. Ahora estás hablando de algo completamente diferente.Jadak masajeo su mandíbula. Cada vez que trataba de pegarse a la secuencia de los hechos y

relacionar lo que le había contado Quip Fargil, Solo solia saltar con una pregunta o un comentario.Su naturaleza competitiva sacaba a Jadak su propia naturaleza y terminaba tirando de él fuera de supersonaje. Ya que la historia era tanto Fargil de como lo era de Jadak. Y ahora que la esposa y lahija de Solo habían dejado de intentar frenar a Solo, porque que estaban dando a Jadak toda suatención, y podía sentir sus sospechas de montaje. Pero dejarlos creer que sospechoso. MientrasPoste estubiera teniendo éxito.

—¿Cuál era el plan para el Halcón en ese momento? —Preguntó Leia—. En aquel entonces unade nuestras preocupaciones principales era el número de Destructores Estelares que el Imperioestaba construyendo, así que al grupo se le ocurrió un plan para atacar uno de los astilleros. Fondor,Ord Trasi, incluso Yaga Minor se consideraron como posibles objetivos, pero después todo, el grupode análisis decidimos que teníamos que ir a lo grande a Bilbringi. —Agradecido de estar de nuevoen marcha, Jadak tomó un sorbo de café y dejó la taza sobre la mesa—. ¿Estaba usted allí durante losaños Imperial, Princesa Leia?

—Sólo una vez. Pero no podría haber tenido más de nueve años en ese momento.—Entonces, es probable que no recuerde lo difícil que insertarse allí en órbita.—Debido a los campos de asteroides, —dijo Han.Jadak asintió.—En ese momento, muchos de los asteroides estaban siendo minados para su uso en los

astilleros, por lo que las fuerzas imperiales estaban desplegadas no sólo en los astilleros, sino cerca

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de muchas de las operaciones de extracción. Incluso la autorización previa, era difícil el navegar através del sistema a través de todos los puestos de control. Así que la idea de colar una nave hostilen Bilbringi no valía la pena discutirla.

Han sonrió en una revelación súbita.—A menos que tuvieras una nave con un hipermotor suficientemente potente para hacer

microsaltos hasta el fondo.—¿Tú has hecho eso? —Jadak dijo con verdadera sorpresa.—Más veces de las que puedo recordar.Jadak se negó a permitir que Solo llegase a superarle a él.—Bueno, ningún miembro de la milicia lo habían hecho. Es como yo que no estoy familiarizado

con las Fauces y todos esos campos de asteroides de que estábamos hablando.—La práctica funciona, —dijo Han.—Todos y cada uno. Se podría decir que fue el comienzo de mi historia de amor con la nave.

Experimentar lo que era capaz. Me libero de las restricciones que conocía. Superaba las expectativasuna y otra vez. Al igual que ella estaba decidida a superar a sí mismo.

—No ha cambiado nada —dijo Han.—Pero, ¿qué se suponía que debías hacer con el Halcón cuando llegases? —Preguntó Allana—.

A Bil…—Bilbringi, —completó Leia—. ¿Cuál era el plan?—Destruir los astilleros todo lo posible. —Han frunció el ceño—. ¿Con un solo cañón láser? —

Jadak se rió con ironía—. El cañón era sólo para en la defensa cercana. El Halcón mismo iba a ser elarma. ——Una bomba—, dijo Leia repente.

Allana la miró, luego miro a Jadak.—¿Ibas a hacer explotar el Halcón?Él asintió con la cabeza.—Esa era la idea. Pero incluso las mejores ideas no siempre funcionan.—¿Qué ibas a detonar? —preguntó Han. Jadak se volvió hacia él—. Un dispositivo de fisión de

baradium. —Leia se sentó de nuevo en estado de shock—. Pero si fueron prohibidos, incluso por elImperio. A causa de Alderaan.

—Ellas fueron prohibidas, de acuerdo. Pero nosotros teniamos en nuestras manos uno sin elsenador Organa lo supiera. Además, él fue finalmente persuadido para ver que el baradium eraesencial en nuestros intentos de contrarrestar las armas que el Imperio estaba desarrollando. —Lamirada de Jadak fue desde Leia a Han y viceversa—. Vosotros dos deberíais saberlo mejor quenadie.

—¿Fue antes de que la Alianza comenzase a usar iterbio como agente estabilizador? —dijo Han.—Años antes. Este dispositivo no era sólo un detonador térmico de tamaño gigante. Era un

destructor de planetas. Y si se hubiera detonado en Bilbringi, los astilleros habrían estado fuera deservicio durante una década.

Han meneó la cabeza con incredulidad.—¿Y se suponía que tenias que transportarlo a bordo del Halcón?

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—Esa era la idea.—Sí, esa idea era una misión suicida.—No, si las cosas iban bien. Suponiendo que no me aniquilase a mí mismo en el camino a

Bilbringi o durante cualquiera de la docena de microsaltos que iba a tener que ejecutar para llegar alos astilleros, el plan incluía el lanzarlo cuando estuviese a quinientos mil kilómetros de la meta.

Han meneó la cabeza.—Eso no te habría salvado. Pues todavía habrías estado dentro de la esfera de la explosión.Jadak se encogió de hombros.—Como he dicho, ese era el plan. Nadie era suficiente tonto para garantizar que yo sobreviviría.

—Hizo una pausa por un momento—. Incluso cuando nos pusimos a reunir de voluntarios paratransferir el dispositivo en al Halcón, termine sólo con dos duros. El resto del grupo estaba formadopor convictos que habían estado cumpliendo cadena perpetua en cárceles imperiales. Los miembrosde la insurgencia los habían liberado a cambio de su ayuda, y les permitirían seguir su propio caminodespués de que el dispositivo estuviese a salvo a bordo.

—¿Entonces ibais a seguir adelante? —Dijo Leia.—Sólo iría yo.Allana se puso de pie en la silla y se inclinó sobre la mesa.—¿No podrías haber programado algunos droides para que hicieran volar el Halcón?Jadak sonrió ligeramente.—Nosotros no queríamos enviar droides a hacer el trabajo de una persona.Suavemente, Leia sentó a Allana de nuevo en su silla.—¿Qué salió mal?Han puso su brazo alrededor de los hombros de Leia, pero mantuvo sus ojos en Jadak.—Me parece ver a dónde se dirige esto.—Estoy seguro de que sí.—Tú ya habías pasado un par de meses, ¿casi un año estándar con el Halcón?—Diez meses para ser exactos.—Y ya que tú no deseabas aumentar el riesgo de que el baradium detonase prematuramente,

tomaste una ruta lenta a Bilbringi, para evitar los largos saltos al hiperespacio.—Pase un montón de tiempo en el espacio real, —dijo Jadak—. Me llevo semanas de más.

Llegue a perder treinta kilos solo sudando porque algún impacto de micrometeoritos iba a impactarcontra el dispositivo.

Han sonrió con complicidad.—Dijiste que ya lo tenías montado todo en la nave. ¿Qué tan cerca llegaste a estar de Bilbringi?—A un solo salto, —dijo Jadak. Dirigió sus ojos hacía Leia—. Pero os juro, que no fue cobardía.

Yo no estaba pensando en la posibilidad de morir.—Yo no estoy aquí para juzgarte a ti, Quip —le dijo Leia.—Simplemente no podías soportar el ver al Halcón destruido, —dijo Han.Jadak bajó la cabeza, al igual que Quip Fargil había hecho cuando él le había contado la historia.—La cosa estaba, —dijo, mirando hacia arriba—, en que un montón de buena gente había estado

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contando conmigo. La destrucción de Bilbringi habría constituido una victoria muy necesaria para lainsurgencia en ese entonces. Y yo lo sabotee por una nave.

—Puede que no lo hubieses hecho, —dijo Allana—. Podrías haber explotado.—Ella tiene razón, Quip, —dijo Leia.—Me lo dije a mi mismo una y otra vez cuando estaba deshaciéndose de la bomba. Yo no podría

haberlo hecho, de todos modos. Y por un tiempo me dejé engañar para creer eso. Incluso empecé asoñar con poner rumbo al Borde Exterior y montar una tienda, sólo yo y el Halcón. Vaced tenía quehaber sido la primera parada, pero resultó ser la última. No sólo no pude mantener la nave, losagentes rebeldes estaban probablemente ya buscándome a mí para ejecutarme por abandono deldeber, sobre todo después de que se hizo un intento de infligir daño a Bilbringi utilizando unos YT1300 explosivos más convencionales. Los dos pilotos que murieron no llegaron a ninguna parte cercadel planeta antes de que los imperiales destruyeran sus naves.

—Cuando escuche hablar de Parlay Thorp y su tripulación de bienhechores, ayudando a losenfermos, y ofreciendo alivio a la gente que el Imperio había pisoteado, me di cuenta de que habíaencontrado el futuro perfecto para el Halcón. Así que sólo…

—Se lo distes —dijo Han.Jadak asintió, haciendo su papel hasta el final. Tenía la boca abierta para decir más cuando Poste

irrumpió en el restaurante, con la cara manchada de grasa y sus ropas manchadas con lo que parecíaser aceite o lubricante de algún tipo.

—Hey… Quip, —dijo, sin aliento cuando se ponía a punto la mesa—. Apuesto a que estássorprendido de verme…

—¿Las maquinas que recibimos funcionan? —dijo Jadak en un apuro, con sus pensamientosarremolinandose.

Poste se hizo gesto a sí mismo.—Uh, como se puede adivinar solo con mirarme, me encontré con un par de problemas.Jadak volvió hacia los Solos.—Mag, aquí presente, me ayuda con el rancho. —Se dio la vuelta hacía Poste—. No estoy seguro

de que te ha hecho decidirte a venir aquí, Mag.Poste miró a Han.—A decirle al capitán Solo que cuando yo caminando desde más allá del puerto espacial, vi el

lanzamiento del Halcón Milenario.Han se puso de pie tan rápido que su silla se cayó al suelo.—¿Qué?—¿Qué? —dijeron Leia, Allana, y Jadak casi en el mismo instante.—Estoy seguro de que era el Halcón, Capitán —Poste continuó—. Lanzado directamente desde

una de las bahías de aterrizaje.Han ya estaba a medio camino de la puerta.—¡El que se lo llevó no llegará muy lejos!—Tiene razón en eso, —murmuró Poste cuando tanto Jadak como Leia y Allana se apresuraban

hacia fuera.

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* * *

Han había pedido a los agentes del orden locales que se reuniesen con él en la bahía de aterrizaje delHalcón. En el momento en que, Leia, y Allana llegaban al puerto espacial, tres agentes estabansaliendo de un viejo vehículo terrestre con un repulsor defectuoso, y el Halcón Milenario se acabaregresando por voluntad propia después de un breve trayecto en la atmósfera superior de Vance. Elcomisario humano conocido como Climm como si pasase la mayor parte de sus horas libres llenandohasta arriba su estomago en la barra de algún restaurante. Sus ayudantes bothan estaban másinteresados en capturar imágenes de sí mismos con Han y el Halcón con su comunicador que encualquier otra cosa.

Bajando la rampa de acesso hasta el suelo de duracreto de la bahía, Han estaba preparándosepara asaltar la rampa de embarque en el momento en que bajó cuando el Comisario Climm ordenó asus dos ayudantes bloquear el camino.

—Su nave es una escena del crimen, capitán Solo. No puede pasar hasta que las evidencias hayansido reunidas y la escena quede limpia.

—Yo te voy a mostrar una escena del crimen, —le dijo Han, ceñudo a él.Leia creyó prudente intervenir. Dejando ir la mano de Allana, tocó a Han en el hombro.—Nosotros queremos respetar las leyes locales, ¿no es así, cariño?Han frunció el ceño, pero reconoció el sentido de la misma.No era la primera vez que el Halcón había desaparecido mientras que Han estaba fuera en una

búsqueda del tesoro. Había pasado ese momento en Dellalt cuando él y Chewie había acordadobuscar la Reina de Ranroon, el barco legendario del tesoro de Xim el Déspota. Pero eso eradiferente; esta vez era algo personal.

* * *

Instalándose sobre su tren de aterrizaje, el Halcón solto una serie de silbidos y chasquidos mecánicoshidráulicos. La rampa de acceso se extendía desde debajo del brazo de acoplamiento de estribor, ydos grandes seres —un humano y un nautolano— descendian con las manos levantadas y mirandoabatidos y avergonzado.

Climm y los ayudantes tenían sus desintegradores apuntandolos.—Chicos, están bajo arresto, —anunció el comisario.Han dio un paso amenazador hacia adelante.—El Halcón más vale que este exactamente como estaba cuando lo encontrasteis. ¿Y cómo

conseguisteis ir más allá de nuestro sistema de seguridad y de los droides, de todos modos?—Sí. ¿Qué le hiciste a Trespeó? —ladró Allana.—Yo ya he aconsejado a mis clientes que permanezcan en silencio, —dijo alguien desde la

entrada a la bahía.

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Mirando por encima del hombro, Han vio un bien vestido, humano anormalmente alto corriendohacia ellos. Lo acompañaba y llevaba un maletín de transporte de aspecto caro una mujer de unabelleza etérea, Han dio un respingo.

—Consejero Oxic —dijo Leia con asombro.Oxic asintió con la cabeza estrecha.—Princesa Leia.Han miró hacia atrás y adelante entre ellos.Leia hizo un gesto a los ladrones de la nave ahora con esposas paralizantes.—¿Estos dos son sus clientes? No puedes estar hablando en serio.—Ellos me tienen como su abogado.Leia se negó a creérselo.—¿Haz viajado hasta aquí desde Épica, o estabas de paso por el barrio?—De hecho, yo estaba terminando algunos negocios en Vaced Menor cuando se pusieron en

contacto conmigo desde el Halcón Milenario.Una vez más Leia hizo un gesto a los ladrones.—¿No esperara que yo crea que estos dos pueden permitirse el lujo de contratar los servicios

jurídicos de uno de los abogados defensores mejor pagados de la galaxia?Oxic levantó los hombros en un encogimiento de hombros.—Las apariencias engañan. —Indicando a la mujer, añadió—: Mi asistente personal, Koi Koi

Quire, la Princesa Leia Organa Solo.Los ojos de Leia se iluminaron con asombro.—Eres una Firrerreo.Koi Quire sonrió e inclinó la cabeza en un arco.—Yo estaba a bordo de la nave durmiente que descubrió hace mucho tiempo. Me siento honrado

de poder darle las gracias en persona después de tantos años.—Consejero, —dijo Climm—, estamos a punto de cargar a estos chicos con el gran robo de una

nave.—Añada allanamiento de morada —le espetó Han—. Esta nave es prácticamente nuestra casa.—Usted la ha registrado bajo ese concepto en Coruscant? —preguntó Oxic a Leia.—No pero…—Entonces me temo que tendrá dificultades para montar un caso por allanamiento de morada.

Más importante, mis clientes regresaron la nave exactamente a donde la encontraron.—Ellos no hicieron eso, —Han gritó—. El Halcón hizo eso.—Eso puede también resultar difícil de establecer, —Oxic reflexionó—. Estamos tal vez

dispuestos a admitir conducción temeraria.La mandíbula de Han se cayó.—¡Nos robaron la nave! —Oxic le mostró una mirada tranquila—. Vais a tener que probar su

intención. —Han volvió hacía los ladrones—. ¿Cómo llegasteis a bordo?—Yo les aconsejo que se abstengan de decir nada que pueda incriminar más —dijo Oxic

pasando así sobre la cabeza de Han.

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Leia estaba preparado para ver salir humo de las orejas de Han cuando Oxic se volvió hacia ella.—¿Princesa Leia, que podamos conferenciar en privado un momento? —Leia asintió—. No voy a

estar mucho tiempo, —le dijo a Allana, luego dio unos pasos siguiendo las grandes zancadas de Oxic—. Tenía entendido que solo te ocupabas de lso casos más importantes, Lestra —dijo ella, mirandohacia él cuando estaban fuera del alcance del oído de los otros.

Él pellizcó su sonrisa para que no pareciera tan condescendiente.—Princesa Leia, estoy seguro de que no quieren pasar más tiempo en Vaced del que sea

absolutamente necesario. Si mis clientes toma mi consejo y entran en una declaración de noculpabilidad, vos y el capitán Solo y su joven pupila será necesaria que permanezcan aquí para lalectura de cargos, y se veran obligados a regresar para la preventiva y el juicio, asumiendo quequieran llegar tan lejos. Además, estarán obligado a asumir que tendrán que residir en un hotel deVaced por el momento incluso tal vez durante todo el tiempo que tomará para que este… oficial de laley pueda completar de mientras se hurga en el Halcón en una búsqueda ostensible de las pruebasforenses.

Leia se rió brevemente.—Es bueno ver que no ha perdido su toque especial, Lestra.—Yo hago lo que debo, —dijo Oxic—. Por supuesto, le toca a usted decidir si debe o no

presentar cargos, aunque sospecho que los jueces locales son propensos a conceder a mis clientes lalibertad condicional antes del juicio, aunque lleven una acusación de robo de naves. Por respeto anuestra larga convivencia de pie, voy a tratar de convencer a mis clientes a declararse culpables depaseo en vehículo robado y de mal uso de la propiedad personal, que les dará derecho a vos y Han aser reembolsado por el costo del combustible y el puro agravamiento de todo.

Leia entrecerró los ojos.—Lestra, ¿qué estás haciendo aquí realmente?—No hago nada más que servir a las necesidades de mis clientes.—¿No puedes ser honesto conmigo?—Este es un asunto legal, princesa. La confidencialidad abogado-cliente debe ser observada.Leia forzó una exhalación.—Muy bien, Lestra, se lo propondré a Han.—¿Qué te dijo? —dijo Han que lo soltó abruptamente cuando ella se acercó—. ¿Y quién es él,

de todos modos? ¿Cómo lo sabes?—Te lo explicaré más tarde. Ahora mismo tengo que tomar una decisión.Allana se acerco para escuchar el resumen de Leia, y al terminar Han grito:—¡Eso es una carga de poodoo, consejero!—¡Han! —dijo Leia, poniendo sus manos sobre las orejas del Allana, incluso mientras ambos

reían.—Lo siento, capitán Solo —dijo Oxic—. No es nada personal.Han se volvió hacía el comisario.—¿Podemos hacerlos encerrarlos por el robo de la nave?Climm se quitó el sombrero y se rascó la cabeza.

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—Tal vez no a largo plazo. Pero el juez probablemente estaría dispuesto a considerarlo comouna manera de mantenerlo alrededor. Vera usted él es una especie de admirador suyo.

—Genial —dijo Han rotundamente. Les lanzo a los ladrones su mejor mirada, luego se volvióhacia Oxic—. Usted gana esta vez, consejero. Pero será mejor que espere que nuestras situaciones nose reviertan algún día.

—Puede estar seguro de que voy a tener eso en mente, capitán.Han le maldijo.—Paseo en vehículo robado - Dio su cabeza una sacudida rápida. —Cuando antes nos vayamos

de esta roca, mejor.

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CAPÍTULO VEINTIOCHO

—El nombre de la Firrerreo es Koi Quire —explicó Jadak de mientras él y Poste observaban desdeuna bahía de aterrizaje junto a la del Halcón—. Ella me visitó en el Centro Médico Aurora, dondeafirmo ser un agente para el Consorcio de Seguros Vida y Salud del Núcleo. El tipo alto con el queestá, ese es Lestra Oxic. Su holoimagen había estado en la oficina del médico en jefe. También fue elabogado que representa a los colicoides. De nuevo en Holess.

—Y ellos son los que han estado detrás de ti desde Nar Shaddaa?—Detrás de mí, y ahora detrás del Halcón porque Oxic sabe que lo necesitamos para encontrar el

tesoro.Poste frunció el ceño.—¿Cuánto tiempo hace que conoces todo esto?—Sólo desde Holess.—Y no me lo dijiste porque no querías que me preocúpese.Jadak le dio una palmada en la espalda.—Tengo sólo tus mejores intereses en el corazón. —Hizo una pausa, y luego dijo—: Tenemos

que ir nosotros mismos a bordo del Halcón.Poste lo miró boquiabierto.—Tú no está pensando con claridad. El androide de protocolo me vio.—Nadie escucha a los droides. —Jadak mantuvo sus ojos en la entrada a la bahía de aterrizaje

del Halcón—. Si los Solos deciden no dejar Vaced, haremos otro intento con la nave. Si decidenponerse en marcha ahora… Bueno, sólo tienes que seguir mi ejemplo.

—Claro, porque que ha funcionado tan bien hasta ahora.La estrella primaria de Vaced sólo había bajado un grado más o menos cuando vieron a todos,

menos los Solo salir en fila. Los ayudantes cargaban a los dos aspirantes a ladrones en el torpedeslizador y despegaron hacia el pueblo. El rotundo Comisario cabalgó con Oxic y Koi Quire en elspeeder alquilado en que habían llegado.

—Vamos —le dijo Jadak a Poste en el momento en que los speeders se perdieron de vista.Han estaba inspeccionando el tren de aterrizaje del Halcón cuando entraron en la bahía. Al

escucharlos, salió de debajo de la mandíbula de estribor con su desintegrador en la mano.—Sólo queríamos asegurarnos de que todo está bien, capitán, —dijo Jadak.Han agarro el arma aún más fuertemente.—Claro, si usted llama a permitir que un par de ladrones de naves se vayan con un cargo de

paseo en vehículo robado.—Injusticia Fronteriza, —dijo Poste.—Se lo que me estás diciendo. Pero para levantarles una acusación de robo… —Han permitió

que sus palabras no siguieran su curso—. Ah, maldición…—¿Hay cualquier cosa que podamos hacer? —Dijo Jadak.Han meneó la cabeza.—No puedo creer lo que esos chicos trataban de hacer con mi nave.

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—Es tan famoso como tú. Las noticias de que el Halcón esta aquí deben haber tenido tiempo deextenderse.

Han lo miró dudoso.—No es como si alguien pudiera venderlo.—Pintándolo, quitando los cañones, instalando un nuevo telesponder de identidad…Han sonrió.—Sí, pero entonces no sería el Halcón. —Pasó sus ojos sobre la nave—. Lo que es peor, se las

arreglaron para sabotear mis salvaguardas anti-intrusión.Jadak lo miró por un momento.—Supongo que se dirigirán hacia Nar Shaddaa para continuar con la búsqueda de los

propietarios anteriores.—Tal vez, —dijo Han en una manera distraída—. No estoy seguro. Esta pequeña excursión de

nuestra ha dado algunos giros muy extraños. —Miró a Jadak—. ¿Por qué, que tienes en mente,Fargil?

—Sé que es mucho pedir, pero me pregunto si estaría dispuesto a dejarnos en Toprawa. —Hanesperó por más explicaciones.

—Necesitamos recambios para algunas de las máquinas en el rancho, —Jadak continuó—. Elencargo desde aquí tomará semanas para llegar, y no podemos darnos el lujo de permanecer cerradosdurante tanto tiempo.

—Se hará lo que se pueda, —dijo Han, frotándose la barbilla—. Toprawa, ¿eh? Claro, por quéno. No es tan lejos de nuestro camino. Considéralo mi forma de dados las gracias por toda lainformación que tú nos distes. —Miró a Poste—. Y por decirme acerca de ver el despegue delHalcón.

—No hay problema, capitán.—Y gracias por limpiar. ¿Necesitáis tiempo para preparados para el viaje?Jadak hizo un gesto a sus mochilas.—Tenemos todo lo que necesitamos.—De acuerdo entonces. —Han hizo un gesto a la rampa de acceso—. Bienvenido a bordo.Han los arrastró por la rampa y el pasillo, donde Leia y Allana estaban de pie junto al androide

de protocolo aún desactivado.—Estamos dando a Quip y Mag un paseo a Toprawa, —anuncio Han.Leia intentó ocultar su sorpresa mirando al droide.—No quería que lo volviese a encender hasta que estuvieras aquí, —dijo Allana.Han hizo que su cabeza girase teatralmente.—¿Vamos a ver esto? Esa es la última vez que lo dejamos solo con la nave. —Coloco una mano

detrás de la cabeza del droide, que accionó el interruptor de activación.—¿Qué? ¿Quién es usted? ¿Qué estás haciendo en la nave? —Dijo C-3PO—. ¿Dónde estoy?

¿Qué pasó?—Tu estabas apagado eso es lo que pasó, —dijo Han—. ¿Por qué no me lo comunicastes cuando

el sistema de seguridad se vino abajo?

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—Hice todo lo posible, capitán Solo. Pero alguien-yaaw!Demasiado tarde, trató Poste de ocultarse detrás de Jadak.—Tómatelo con calma, Trespeó, son nuestros pasajeros. Estas hecho un manojo de nervios.—Pero, Capitán…—Sé que va a significar más trabajo para ti, pero son solo estarán a bordo hasta Toprawa.

Además puesto a trabajar, todos tenemos cosas que hacer.—Pero, Capitán Solo…—Ni una palabra más, Trespeó —dijo Han, levantando su dedo índice—. Lo digo en serio.C-3PO se enderezó.—Trespeó, ven a ayudarnos a conseguir que el Halcón este listo para el lanzamiento, —dijo

Allana.—Por supuesto, señora, —dijo arrastrando los pies después de Leia y Allana.—Nadie me escucha de todos modos.Empujando a Poste en las costillas mientras daba un paso por delante de él para entrar en la

bodega principal, Jadak jadeó con genuino asombro.—Si yo no lo supiera, yo ni siquiera creería que esta es la misma nave. —Se asomó por la

escalera de acceso que llevaba a las torretas y pasó la mano por la consola de la estación deingeniería—. Usted ha hecho un trabajo increíble desde que era mío, Solo. Ha incluso conseguidouna mesa de holojuego.

Han miró a su alrededor.—La mayoría de los cambios que hice no se puede ver, tienen que ser experimentados. La mesa

de dejarik es en realidad la segunda que el Halcón ha tenido. El primero le fue instalado cuando élera parte de un circo ambulante.

Jadak rió.—¿Un circo?—Parlay Thorp se lo vendió al Circo Molpol y utilizó el dinero para abrir un centro de

investigación. Deberías comunicarte con ella en algún momento. Ella está entre el personal delCentro Médico de Aurora.

Jadak tragó saliva y recuperó la voz.—¿Aurora?—El dueño del circo la vendió a un jugador —continuó Han—, que terminó perdiéndolo ante…

bueno, otro jugador. Lando Calrissian.—¿El general Calrissian? —Dijo Poste.Han sonrió.—Lando no ha usado ese título honorífico en un montón de años. Pero, sí, el general Calrissian.

—Le hizo un gesto a la mesa de hologramas al lado del banco curvo—. Pónganse cómodos. Voy aconseguir que se caliente.

Poste esperó Han desaparezca, luego se lanzó a Jadak.—No veo al droide rebanador en ningún lugar, —dijo en voz baja.—Tal vez se fue cuando los hombres de Oxic estaban ocupados persiguiéndote.

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Poste miró a su alrededor, incluso bajo el asiento de aceleración.—Puede ser…—Escúchame, —dijo Jadak—. Después de que despejemos necesito que logres atraer a Solo

fuera de la cabina para que pueda tener algo de tiempo a solas en ese lugar.—¿Cómo se supone que voy a hacer eso?—Haz que te hable de las modificaciones que ha hecho al hiperimpulsor de la nave para llevarlo

a Clase Uno punto Cinco, los turboláseres, cualquier cosa que se te ocurra. Si Solo sé va, no va adejar pasar una oportunidad de mostrártelo.

* * *

—Odio cuando alguien se sienta en mi silla —dijo Han cuando Leia entró en la cabina y se ato en elasiento del copiloto—. Excepto tú, por supuesto.

—Claro que si.Han jugueteó con el control de la silla.—Tú sabe que lo tenía perfectamente ajustado para mí mismo, entonces alguien va y tontea con

él.—La vida puede ser difícil —dijo Leia.Él frunció el ceño, e hizo un gesto con la barbilla al panel de instrumentos.—¿Nos elevamos bien?—Estamos yendo bien.Han permitido a los repulsores elevar la nave hacia arriba y hacia afuera de la bahía de

aterrizaje, con el puerto espacial disminuyendo por debajo de ellos.—¿Dónde está Allana?—Mostrando a nuestros pasajeros a algunos de sus juguetes favoritos. —Leia miró sobre su

hombro—. ¿Tú confías en ellos?Han miró.—Obviamente no lo hago.Leia miró por la ventana un momento, al cielo azul de Vaced se iba oscureciendo mientras la

nave subía y las estrellas comenzaban a aparecer.—No puedo conseguir saber que va mal con Mag, aparte de decir que parece estar como un pez

fuera del agua. Pero hay algo que no está bien acerca de Quip.—¿Su historia te sonó falsa?—No, en absoluto. De hecho, todo lo que dijo me pareció cierto, aun cuando mencionó a Bail.

Tuve una fuerte sensación de que en realidad lo conocía.—Los dos estaban allí en el comienzo de la Alianza. Podrían haberse cruzado o tenido tratos.

Prácticamente hubiera dicho lo mismo.—Eso es una parte de lo que estaba sintiendo. Pero no era más que eso. Cuando él nos estaba

hablando acerca de caer en el amor por el Halcón, sentí la emoción detrás de sus palabras. Pero

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cuando empezó a hablarnos acerca de la misión en Bilbringi y su cambio de corazón, sentí que estabaomitiendo algunos detalles cruciales.

—¿No sucedió de la manera que nos dijo?—No puedo estar seguro. Simplemente no sentí su remordimiento. Se sentía mal por lo que pasó,

pero fue como si se hubiera distanciado de los acontecimientos. O que él estuviera contando laversión de la historia de otra persona.

—El alejamiento es comprensible. Han pasado más de cincuenta años. Si yo le decía a alguienacerca de lo que hice en Ylesia cuando la abandone, podría salir sonar como que no albergo pesarpor ello, pero yo sí lo hago.

Leia suspiró.—Tienes razón. Tal vez estoy siendo demasiado sospechoso por lo que pasó en Taris.—Y ahora dos extraños tratan de hacerse con el Halcón.—Lo que me molesta es el que tuvieran a Lestra Oxic a mano para hablar por ellos —dijo Leia.—Sé que he oído ese nombre.Leia giró su silla hacia él.—Lo conozco prácticamente de toda la vida. Él representó a muchos de los llamados leales en

los años anteriores a las Guerras Clon.Han hizo un rictus con la boca.—Estás bromeando. No parece tener edad suficiente para eso. Primero Quip Fargil, ahora Lestra

Oxic. ¿Qué estoy haciendo yo mal?Leia se rió.—Lestra es una de las personas que mantienen los negocios del Centro Médico Aurora, y no

simplemente como un patrón. Él hizo visitas ocasionales a Alderaan cuando yo estaba creciendo. Él yBail tuvo muchas conversaciones privadas. Bail respetaba a Lestra porque él continuó ofreciendo suamistad y asesoramiento jurídico a los enemigos de Palpatine, a pesar de los peligros que planteabana su carrera y su vida. Pero para que Lestra decida representar a dos ladrones de naves en Vaced…

—¿Tal vez él lo está haciendo por el bien público?—Esa es una explicación tan buena como cualquier otra. Tú sabes que él era el abogado de los

colicoides en ese caso reciente.—El abogado que ha perdido. Así que tal vez él está tomando un trabajo dondequiera que lo

encuentra.Leia ridiculizó la idea.—Él es rico más allá incluso de tus sueños más salvajes. De él se dice que tiene una de las

colecciones más extensas en cualquier lugar del Coruscant Republicano.Han pensado en ello.—¿No crees que contrató a esos ladrones para añadir el Halcón a su colección?—Yo no lo creería algo propio de él.Antes de que Han pudiera responder, alguien dijo:—Permiso para entrar en la cabina del piloto, capitán.Han vio a Mag de pie en la escotilla y le hizo señas para que entrara.

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—Toma asiento.Una media luna de Vaced estaba colgada en la ventana, la luna pequeña del mundo envuelta en

sombras.—Su nave es aún más increíble de lo que había escuchado —dijo Poste—. Quip me hablo mucho

sobre ella, pero supongo que no esperaba volver a ver esta nave centenaria para poder mirarla, esoes bueno.

—De ciento tres —Han lo corrigió—. ¿Quip debe de haberse jactado mucho de haberlo llamadocon su nombre actual?

—¿Jactarse? Nunca. Sólo un puñado de gente en todos Vaced lo conocen como Quip en vez decomo Vec, e incluso esas personas no saben que alguna vez poseyó el Halcón. Además, él se sientemuy mal por lo que hizo y no se lo diría a nadie. Todavía está esperando que algún antiguo miembrode la Alianza Rebelde caiga haciendo fuego sobre él. Me sorprendió cuando él accedió a reunirsecon vosotros.

—Una historia como la de Quip, consigue estar embotellada para siempre. Tiene que salir enalgún momento.

—Quip dice que el Halcón puede alcanzar un punto con cinco de hipervelocidad.—Es un hecho. Con un generador de la serie Isu-Sim 401.—Increíble, —dijo Poste—. ¿Cuál es la fuente de energía?—Quadex.—¿Qué impulsa su sublumínico?—Un par de Giordyne SRB 42 modificados, por supuesto.—¿Escudos deflectores?—Un Generador Torplex, con un Generador de Estasis Nolvadex como apoyo.Poste silbó con admiración.—Si hay tiempo, realmente me gustaría que me dieses una vuelta antes de dejarnos en Toprawa.—Podemos hacerlo ahora, —dijo Han—. Tan pronto como hagamos el salto a la velocidad de la

luz, y ponga el piloto automático. —Giró parta mirar lejos del ordenador de navegación haciendofrente a Leia—. A menos que quieras tomar el timón.

Leia negó con la cabeza.—Le prometí a Amelia que le ayudaría a preparar los aperitivos.—No vayas a tener ningún problema por nuestra culpa, —dijo Poste.Leia se levantó de la silla.—No hay problema. Pero no podemos dejar a Trespeó hacerlo todo por sí mismo.Han estudio las coordenadas que el Rubicón le había proporcionado.—Todo listo. Vamos a empezar con los motores subluz.Fuera de la ventana, las estrellas aparecían rayadas.

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CAPÍTULO VEINTINUEVE

Jadak había entrado en una partida de dejarik con el ordenador del holojuego y estaba fingiendo estarabsorto en la supervisión de su bestiario de holocriaturas cuando primero Leia, y luego Han yfinalmente Poste dejaron la cabina de la popa de la nave. Jadak esperó hasta que desaparecieron másálla de la curva del pasillo del anillo, luego puso en pausa el juego, se levantó de la mesa, y seapresuró a través del conector hacía la cabina. Plantándose en el asiento del piloto, lo giró de lado alado, y luego se volvió para enfrentarse al ordenador de navegación.

Aunque todo el YT-1300 había cambiado a lo largo de las décadas, la cabina era la parte quemenso se había visto modificada desde los días en la nave había sido conocida como el EnviadoEstelar. Solo o alguien antes le había añadido un par adicional de sillas, y el panel de instrumentosque se jactaba de una desconcertante variedad de alternadores y palancas modernizados, lo quereflejaba los cambios realizados en los sistemas de propulsión, de orientación y de sensores. Luegoestaban los controles para los láseres cuádruples y el repetidor Ground Buzzer. El resto de la cabinaestaba igual a como Jadak la recordaba, y sentarse en la silla era suficiente para transportarlo atrásen el tiempo. Casi esperaba darse la vuelta y encontrarse a Reeze sentado en la silla del copiloto,quejándose de una cosa u otra.

Jadak estudió el ordenador de navegación, que aún conserva su placa frontal de aleación originalcon el nombre RUBICON en letras en relieve en la parte superior. Manchas de óxido se habíanformado alrededor de los pernos que sujetaban lo sujetaba al mamparo, pero el teclado erarelativamente nuevo.

Jadak contempló las letras en relieve. «Rubicon», dijo en voz baja. Excavando en su bolsillo,sacó un trozo de flimsi en que había garabateado algunas de sus intentos de descifrar la frasemnemotécnica que el senador Des’sein le había hecho memorizar.

Miró de nuevo al ordenador de navegación, y luego estudió la frase manuscrita. Su dedo índice semovió a través del flimsi.

—R… u… b… i… c…Su corazón empezó a correr. Se quedó mirando la flimsi. «Restaurar», dijo en voz baja. Su dedo

se movió sobre las letras. «R… e… s…» Se detuvo.—¿Resetear? Restablecer… Rubicón… —Miró del flimsi al ordenador de navegación y

viceversa. «Resetear Rubicon a…»Algunos de los botones del teclado estaban marcados con números y letras. ¿Había la frase

mnemotécnica sido diseñada para recordar al portador que debía restablecer el Rubicón a losnúmeros representados por las nueve letras que componían las dos últimas palabras? Si eso era así,¿los números representaban unas coordenadas espacio-temporales o eran parte de un sistema propiode cifrado de secuencia numérica?

En cualquier caso, no esperaba que el Halcón le respondiera, y mucho menos que cambiara elrumbo, no mientras viajaba por el hiperespacio. Pero era posible que el ordenador de navegación leproporcionara el nombre o las coordenadas en un mapa de la estrella del mundo del tesoro.

Si por lo menos eso sucedió, Jadak no tendría ningún uso para el Halcón. Los Solos él y Poste

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podría caer en Toprawa y estar en su camino alegre a Nar Shaddaa o cualquier otro lugar, y él yPoste podrían comenzar a encontrar la manera de recaudar suficientes créditos para financiar unaexpedición al mundo el tesoro.

Centrado mismo sobre el teclado, Jadak golpeó el botón RESET y utiliza sus dos dedos índicespara introducir el código de nueve dígitos. El ordenador de navegación intervino en respuesta, peroni un nombre ni coordenadas aparecieron en la pantalla de visualización.

En su lugar, oyó un grito de dolor que venía de otra parte de la nave.

* * *

Cualquiera que observase a Han mientras se daba la vuelta y saltaba de mientras hacia su camino através del anillo del corredor del puerto del Halcón podría haber asumido que él estaba ejecutandouna interpretación bastante descuidada de la Sacorriana Jig, que había disfrutado de un breveresurgimiento de su popularidad en Corellia en los años posteriores a la Batalla de Yavin. Pero, dehecho, Han estaba intentando dar un tirón a su pantalón donde guardaba el transpondedor arcaico queAllana había descubierto a principios de la semana, que en ese un momento golpeaba la partesuperior de su muslo con una serie de descargas eléctricas dolorosas.

Haciendo rebotar el dispositivo en su mano ahuecada, cuando por fin logró retirarlo, estaba apunto de destrozarlo bajo los pies cuando de repente se calmó.

Para entonces Jadak se había apresurado desde la cabina y estaba de pie en el centro de labodega principal cuando Han y Poste aparecieron desde un lado y Leia, Allana, y el droide deprotocolo aparecido desde el otro, y ninguno de ellos parece muy feliz.

—¡Este Kriffing sonó en mis pantalones! —gritó Han.Leia hizo un gesto.—Tal vez Mag o cualquiera que sea su verdadero nombre nos lo pueda explicar.Jadak escuchó un sonido que él había pensado que nunca oiría de nuevo ¡el siseo! de un sable de

luz que está activado y todos a la vez detrás de él y Poste se veían obligados de nuevo hacia el arcode la tabla de holojuego del asiento de aceleración.

—Sentaos, —dijo Leia—. Ambos.Poste se sentó, y Jadak siguió su ejemplo.—La última vez que vi un sable de luz estaba colgando del cinturón del Maestro Jedi J’oopi Ella,

—dijo a Leia.Su expresión se volvió burlona.—¿Qué?—¿Qué pasa? —dijo Han, mirando de Jadak a su esposa.—Habla, Cetrespeó.C-3PO levantó un brazo y señaló a Poste.—Capitán Solo, él fue el responsable de la interferencia de las comunicaciones y de apagarme.

Con la ayuda de un pequeño droide rebanador desagradable, debo añadir.

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Han miró Poste y Jadak.—¿Vosotros dos estáis aliados con esos ladrones de naves?Jadak negó con la cabeza.—Somos más bien como miembros del equipo contrario.Desenfundando su desintegrador, Han dio un paso hacia la mesa. Detrás de él, Leia desactivó el

sable de luz y se sentó con Allana en la estación de ingeniería.—¿Cual es tu nombre real? —preguntó Han a Poste.—Flitcher Poste, —dijo en voz baja—. Y yo siento mucho…—¿Y el tuyo? —lo interrumpió Han, mirando a Jadak.—Tobb Jadak. —Asiente con la cabeza hacia la Poste, dijo—: El solo se ha involucrado porque

yo lo arrastré en esto.—Entonces tienes mucho que explicar.Jadak exhalo por la nariz y se recostó en el sofá.—¿Recuerdas que en el restaurante cuando te dije que no tenía idea de quién era el dueño del

Halcón antes del jefe del crimen Nar Shaddaa? Yo te estaba mintiendo. —Se dio unos golpecitos enel pecho—. Yo pilotaba la nave antes de que el tuviese.

Las cejas de Han formaron una V.—¿Cuándo fue eso?—Bueno, cerca de… Hace setenta y de dos años. Se llamaba el Enviado Estelar en ese entonces.Han se rió.—¿Qué hiciste volar con pañales? No hay manera de que tú seas mucho mayor que yo.—Oh, pero yo lo soy, Solo. Por unos veinte y cinco años estándar.Han lo miró fijamente.—Eso te acercan a un centenar de años.Jadak asintió.—¿Crees que no lo sé?—¿Quién es el Jedi que mencionaste? —preguntó Leia de repente.—Un Kadas’sa’Nikto de la antigua Orden. El Maestro Ella estaba presente cuando recibí mis

órdenes finales con respecto al Enviado Estelar.Han miró a Leia.—¿Está siguiendo esto?Leia no le respondió.—¿Cuándo y dónde fue eso? —ella le pregunto a Jadak.—El Anexo del Senado. El año en que naciste, si no me equivoco.Leia se cruzó de brazos.—Tú no estás cometiendo un error. Pero eso no es exactamente una información clasificada.—Es algo de ese nivel, Jadak? —Dijo Han.—Todo ello.—Tenemos a un piloto de cien años de edad, que todavía está enamorado del Halcón, ¿es esa la

idea?

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—Yo no voy a negar que haya amando la nave, Solo. Pero la verdad es que yo no la quiero.Quiero los secretos que él está salvaguardando.

Allana apresuró desde la estación de ingeniería antes de que Leia pudiese agarrarla.—¿Qué secretos? —dijo ella, con los ojos abiertos con anticipación.Jadak miró de ella a Han.—Eso transpondedor que tienen tu padre… creo que fue instalado en el Halcón por el Maestro

Ella justo antes me mandasen en lo que yo pensaba que iba a ser la última misión del Halcón.—¿El Jedi te envió en esta misión? —Dijo Leia. Jadak negó con la cabeza—. El grupo para el

que trabajé se hacía llamar el Grupo de la República.—¿La organización leal encubierta?—Esa misma, princesa Leia. Trabajé para ellos durante diez años, llevando a cabo todo tipo de

misiones con este mismo barco. Mis pedidos en ese día en el Anexo eran para entregarlo a unExplorador Antariano en Toprawa, una mujer llamada Folee, que iba a cuidar de la nave a partir deentonces. La cosa es que yo nunca llegue a Toprawa. Pilotos clónicos me persiguieron fuera deCoruscant y la nave recibio un golpe del láser de un crucero de la República. Mi pareja y yo hicimosúltimo salto instantáneo a Nar Shaddaa, pero volvimos sin capacidad de maniobra. —Jadak hizo unabreve pausa—. Chocamos con un gran crucero. Mi compañero murió.

—Lamento escuchar eso, Jadak, —dijo Han—. Pero todavía estoy esperando saber dónde hasestado durante los últimos sesenta años más o menos.

—En un estado de coma, —dijo Jadak uniformemente—. En un centro médico cerca de NarShaddaa durante el primer par de décadas, y en el Centro Médico Aurora durante el resto.

—Estuvimos allí, —dijo Allana.Jadak asintió.—Hablando con la doctora Parlay Thorp, tal y como como yo lo veo. Pero yo no creo que tenga

nada que ver con esto.—¿Que ver con qué? —Dijo Leia.—Con el juego de esconder y buscar que he estado jugando con Lestra Oxic. Él es el que me

busca desde que me mudé de Aurora a Nar Shaddaa, y ha tenido a sus subordinados haciendo que mepersigan desde que me desperté. ¿Esos dos tipos que se dan paseos en vehículos robados y quedejamos atrás en Vaced? Ellos le pertenecen a él. Así como lo hace el médico que supervisó mirehabilitación el Dr. Sompa.

—Hablamos con él —dijo Leia—. ¡Parlay incluso te mencionó! —Jadak reflexionó sobre eso—.Eso explica cómo Oxic sumo dos y dos sobre el Enviado Estelar y el Halcón. —Levantó la miradahacia Han—. Oxic sabía que yo estaba buscando la nave. Una vez establecida la conexión, pensó enrobar el Halcón, sabiendo que no tendría más remedio que acudir a a él por mí mismo si quería unpedazo de premio.

—¡Lo sabía! —Dijo Allana—. ¡Es un tesoro!Los ojos de Han iban de Allana a Jadak.—¿Es él? ¿No?—El Halcón es la clave para la localización de un tesoro que se me describió como «suficiente

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para restaurar el honor de la República en la galaxia». —La frente de Leia se frunció—. ¿Honor?—¿Créditos? —Dijo Han. «¿Aurodium? ¿Qué tipo de tesoro?» Jadak negó con la cabeza—. No

lo sé.—¿Cómo podría el Halcón saber dónde se almacena ese tesoro?—El Grupo de la República lo estableció para que lo supiera. Vieron como las cosas se dirigían

con Palpatine y deben haber estado preparándose para un momento en el que podían arrebatarle elpoder alejándolo de él. Lo que no podían ver era cómo las Guerras Clon terminarían, con los Jediasesinados y el Emperador poco todos menos que intocable.

Han enfundó su pistola y empezó a caminar.—Entonces este tesoro podría ser un tesoro de armas.—Tal vez, —dijo Jadak, observándolo—. O una combinación de armas y metales preciosos.—El Grupo de la República dijo honor —intervino Leia,-no la fuerza—. Han se detuvo y se

volvió hacia la mesa de holojuegos. —¿Cómo podría Oxic haber sabido de ello? ¿Era un miembrodel grupo?

—Creo que sé, como —dijo Leia—. Por lo que yo sé, el no era miembro. Pero él era muy amigode muchos seres que lo eran. Un de ellos pudo haberle hablado acerca de lo que guardaron.

Han lo consideró.—¿Por qué no decirle dónde encontrar el tesoro?—La ubicación puede haber sido un secreto muy bien guardado, —Leia continuó—. Quien hablo

con Oxic sólo sabía que el Halcón era la clave para encontrarlo, y que Tobb Jadak fue la últimapersona conocida que lo había pilotado.

—¿Vamos a ir a buscar el tesoro? —Preguntó Allana.Han pensó un momento sobre la cuestión.—Lo primero que tenemos que hacer es comprobar la nave buscando dispositivos de

localización de blancos, por si acaso Oxic está pensando en seguirnos a nosotros. No vamos a sercapaces de escanear el casco hasta que volvemos al espacio real, pero podemos realizar un análisisdel interior. —Han se volvió a C-3PO—. Ya sabes qué hacer.

—Voy a empezar de inmediato, capitán Solo.Han se volvió hacía Poste.—Trespeó dijo que tenías un droide rebanador contigo.Poste tragó saliva y asintió con la cabeza. - Estaba conmigo en la cabina cuando los matones de

Oxic consiguieron echarse encima de mí. Podría haber desembarcado mientras estaban ocupadospersiguiéndome por toda la nave.

—¿Podría haber? ¿Tú me quieres decir que todavía podría estar a bordo?—Sólo estoy diciendo que yo no lo vi irse —dijo Poste.—¡Trespeó! —gritó Han—. ¡Tenemos una prioridad revisada! —Como si Solo lo acabara de

recordar, abrió su puño izquierdo y miró el transpondedor—. ¿Por qué esta cosa de repente seactivo?

—Porque yo entré una secuencia de código en el ordenador de navegación, —dijo Jadak.Los ojos de Han se estrecharon.

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—El transpondedor recibio el código, y trató de transmitir.—Tenemos que ponerlo de nuevo donde lo encontramos, —dijo Allana, yendo al mamparo al

lado de la estación de ingeniería.Leia miró a Han, esperando a que él hablara.—Esto es una locura, —dijo finalmente.—No lo es, —dijo Allana—. Es sólo una búsqueda del tesoro.

* * *

—No hay nada colocado en el casco —anunció Han desde el asiento del piloto.Leia y Allana estaban junto a él, y Jadak y Poste en las sillas traseras. Fuera de la ventana las

estrellas eran visibles una vez más, el Halcón iba a la deriva sin rumbo entre ellas.Girandose hacia el intercomunicador de la nave, Han dijo:—¿Trespeó, que te está llevando tomando tanto tiempo?Una nota de angustia marcaba la voz del droide, ya que emitía a través de los altavoces de la

cabina.—Estoy trabajando a toda la velocidad, el capitán Solo. Las zonas de carga están libres de

dispositivos de seguimiento. Voy a barrer el resto del Halcón de la popa hacia adelante.—Está bien. Sólo hazlo rápido.Han silencio el audio antes de que C-3PO pudiese responder.—Tengo que mantenerlo sobre los dedos de los pies, —dijo sobre su hombro.—Los chicos de Oxic no son tontos, simplemente incompetentes, —dijo Jadak—. Ellos esperan

que explore por un dispositivo de rastreo.Han asintió.—Aún así, ¿por qué correr riesgos?—Capitán Solo, —dijo C-3PO, un momento después—, estoy recibiendo una señal anómala que

se origina desde dentro del acceso a la cápsula de escape.—¿Podría uno de los dispositivos de seguimiento de la vaina estar conectado? —Dijo Leia—.

Posiblemente. —Han se inclinó hacia el intercomunicador—. Cetrespeó quédate donde estas.Estamos en camino.

Ellos cinco salieron fuera de la cabina y emprendieron su camino por la bodega trasera delHalcón. C-3PO estaba mirando a la vía de acceso a la cápsula de escape, con sus fotorreceptoresbrillando en la penumbra.

—Creo que… —empezó a decir cuando Han se metió en el espacio, enviando el amplio haz deuna vara de luz a las zonas más oscuras. Torciéndolo más, estiró el cuello hacia el techo y seconcentro la luz en un punto por encima de la escotilla.

—Muy bien —dijo—, baja de allí.—¿Qué piensas hacer conmigo? —preguntó una voz mecánica rasposa.—Eso depende de lo que me dices.

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—Yo sólo estaba siguiendo órdenes.—Esa es la excusa de todo el mundo. Ahora sal de allí antes de que decida utilizar un disruptor

en ti.Tan pronto como Han dio un paso atrás hacia la bodega el hocico largo de un droide rebanador

se deslizó desde el punto de acceso, temblando, ya que se cernía un metro fuera de la cubierta.Han coloco un conector de interfaz de datos en la mano de C-3PO.—Es todo tuyo.—Gracias, capitán Solo.El droide rebanador flotó hacia atrás contra el mamparo del corredor del anillo.—Oye, ten cuidado con esa cosa, hay una sonda al final de la misma.Localizando el puerto de datos bajo el hocico de la máquina de rebanar, C-3PO inserto la sonda

y estudió la pantalla de lectura alfanumérica de la herramienta.—Él está albergando un dispositivo de rastreo, capitán.—Como medida de precaución contra el robo, mi amo instala seguidores en todos los alquileres,

—dijo la máquina rebanadora.—¿Cuánto tiempo lleva el rastreador estando transmitiendo? —Dijo Han.—Desde que la nave se lanzó. No es mi culpa.Han asintió a C-3PO.—Adelante.C-3PO hizo un ajuste a la sonda y lo desactivó. Con los fotorreceptores parpadeando el droide

rebanador flotaban lentamente hacia la cubierta, donde se derrumbó en un montón.—¿Ahora podemos poner el transpondedor de nuevo? —dijo Allana mientras todo el mundo

estaba mirando al droide.Leia había perdido la cuenta de cuántas veces Allana había hecho la pregunta. Poniendo su mano

sobre el hombro de Allana, miró a Han.Han apretó los labios, y luego forzó una carcajada.—¿Qué podría salir mal?—¿Puedo hacerlo, por favor?—Claro que si —dijo Han—. Tú eres la que lo encontró.—Probablemente voy a tener que volver a introducir el código en el ordenador de navegación, —

dijo Jadak.Han asintió y se saco el transpondedor del bolsillo.—Leia, toma el timón mientras que Amelia y yo ponemos esta cosa de nuevo donde pertenece.—¿Y a mi dónde me quieres? —Preguntó Poste.—Quiero que tú y Trespeó le echéis un ojo a ese droide.Ellos seis se dividieron en tres equipos. Momentos más tarde, Han estaba en la bodega principal,

viendo a Allana encajar el transpondedor en la oquedad en el mamparo, con la aleación mimética deldispositivo haciendolo parecer que desaparecia.

—¡Esta todo listo! —gritó Han.En la cabina, Leia observaba Jadak reiniciar el ordenador de navegación Rubicón e introducir un

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código numérico. Al instante unas coordenadas espacio-temporales aparecieron en la pantalla.Y el Halcón Milenario saltó al hiperespacio.

* * *

—Has perdido la señal —dijo Lestra Oxic.El dueño de la agencia de alquiler el Gran Druul, hizo un gesto desdeñoso.—Encontraron el principal rastreador, él más obvio. El sistema redundante se integra en el

caparazón de la máquina de rebanar y seguirá funcionando incluso si el droide se desactiva. Eldispositivo utiliza la propia nave como una antena.

El monitor en la oficina de Druul emitió un pitido.—Justo como les dije —dijo el Gran.Lestra miró Koi Quire, quien le mostró un sutil movimiento de cabeza de apreciación.—¿Dónde está la nave?—En el espacio real, aunque no hay nada en particular, —dijo Druul, con dos de sus tres ojos

escaneando el mapa estelar del monitor—. Están en la parte exterior del Hydiana, a quizás trescuartas partes de la ruta a Toprawa.

—¿Y ahora qué? —Dijo Oxic.Uno de los globos oculares del Gran permanecía fijo en él.—Eso es algo que depende totalmente de usted. Usted es el que paga.—Paciencia, Lestra, —dijo Quire—. Hemos llegado hasta aquí. Además, Remata y Cynner están

aún en trámites.—¿Quién está manejando el régimen de libertad bajo fianza?—Estamos utilizando a un local para suministrar la fianza.Oxic se calló y empezó a caminar. Si las cosas hubieran ido según lo planeado, él habría tenido

tanto al Halcón como a Jadak de su parte, por ahora. A pesar de ello, habían impedido que todoquedase arruinado, gracias a la máquina rebanadora droide que Poste había alquilado. Eso en símismo tenía que ser una señal de que el tesoro estaba destinado a ser suya. Como Koi había dicho,habían llegado tan lejos.

—La nave ha saltado de nuevo a velocidad de la luz, —dijo Druul de repente.Oxic se apresuró a volver al monitor.—¿A dónde se dirigen? ¿Se nota un destino?Druul estaba mirando el monitor.—Está mostrando coordenadas. Dame un momento para ver las referencias —Texto alfanumérico

comenzó a desplazarse por la pantalla, y una serie de mapas estelares brillaron en la pantalla ydesaparecieron.

—¡El nombre! —Dijo Oxic—. ¡Necesito el nombre del mundo!El Gran dio toda su atención a la pantalla y luego se volvió a Oxic.—Tandun III.

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Oxic miró Quire, quien se encogió de hombros.—Nunca he oído hablar de él.—Es algo poco importante, —dijo—. Vamos rápidamente a la nave.

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Con su tecnología: sus coordinadores bélicos y sus tentáculos orgánicos y la gravedad generadapor sus dosin basals los extragalácticos yuuzhan vong habían superado a todas las amenazas dela galaxia a que se habían enfrentado. Pero si el Halcón había discriminado entre los coralitas ylos cazas TIE, había mantenido las distinciones para sí mismo y luchó valientemente desde elBorde Exterior al Núcleo, enfrentándose a todos los rivales.

Durante un tiempo después de la muerte terrible de Chewbacca en Sernpidal al inicio de lainvasión, Han había deseado en secreto que el Halcón se negara a funcionar. Sabía que una navefue incapaz de perder su piloto la forma en que un piloto podría perder su barco, y sin embargo,él quería, que el Halcón llorase la pérdida del toque especial del wookie, o por lo menos quehiciera un mal desempeño sin él. Nadie había pasado más tiempo trabajando en la nave, e inclusocuando estaba en tierra Chewbacca tenía un amor por el que hacía juego con el de Han. Así quecuando el Halcón no reflejo el dolor y la desesperación de Han, Han había pensado seriamente enretirarlo del servicio.

Pelando al hueso, Han se había cuestionado si él podría incluso poner un pie dentro del YT sinsu primer oficial, pilotándolo el solo en las acciones. Y así, el Halcón se convirtió en una especiede nave fantasma.

Luego, en una inversión completa, Han se había propuesto igualar el marcador con losyuuzhan vong. Impulsado por la rabia, él quería que el Halcón participase en la venganza. Y enmedio de su campaña de un hombre que se encontró que a su pesar de que había perdido a sumejor amigo, Leia estaba allí para llenar no sólo el hueco de Chewbacca en la silla de copiloto,sino el espacio vacío al wookie había dejado en el corazón de Han.

Pero de la misma manera que los yuuzhan vong habían dejado vestigios de sí mismos y susalvajismo exótico en Coruscant y como dueños de otros mundos, la guerra misma había abiertoheridas que eran muy difíciles de curar, como las cicatrices que se negaban a desaparecer.Chewbacca fue una de aquellas; Anakin, el hijo menor de los Solos que había parecía destinado avivir para siempre, fue otra.

Años después la muerte de Jacen había despertado toda la angustia.Jacen, que en un sentido fue el más cercano a la comprensión de los yuuzhan vong y había

mirado a la Fuerza buscando una solución pacífica a la guerra. Sólo para caer… para morirse yfusionarse con la Fuerza en lugar de desaparecer en ella. ¿O estaba, como a veces le gusta a Hancreer, simplemente exiliado, como los yuuzhan vong lo habían estado en el mundo sensible deZonama Sekot, y avanzando hacia la redención?

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CAPÍTULO TREINTA

—¿La parte de las carreras de swoops es parte del pasado de Quip Fargil o del tuyo? —Dijo Han.—Eso fue un poco de mí arrastrándose en la historia de Fargil. Corrí en todos los principales

circuitos antes de la guerra, de las Guerras Clon.—Lo mismo me paso a mí, antes de la Guerra Civil Galáctica.Jadak le lanzo una mirada evaluadora.—Supongo que tenemos más en común de lo que sabemos, Solo.—O nos gustaría admitir.Vislumbrando la sonrisa en los ojos de Han, Jadak se rió y Han se unió a él. El Halcón Milenario

había regresado al hiperespacio, y ellos dos estaban sentados lado a lado en la cabina del piloto. Lasilla de Han fue girada para mirar por la escotilla, y él tenía sus botas apoyadas en una de las sillastraseras de respaldo alto, con los tobillos cruzados.

—¿Te importa una pregunta personal? —preguntó Han.—Yo te lo haré saber.—Aquellos años en que encontrabas en estado de coma… Supongo que una gran cantidad de

miembros de tu familia y amigos murierón.—Todos ellos.Han bajó los pies de la silla y se sentó. Cuando habló, su voz se redujo, siendo casi conspirativa.—Esta búsqueda nuestra, de la historia del Halcón, comenzó algo así como un juego. Siempre he

querido saber que lo había puesto a prueba antes de que Lando Calrissian lo ganase en Bespin, peroes algo que yo nunca imaginé que estaría haciendo con Leia y Amelia, y es que ha resultado sermucho más de lo que esperaba, que ya es decir muchisimo. Por supuesto, yo no sé por qué nuncaesperaba que las cosas salieran bien.

Jadak olfateó.—Lo siento por lo que contribuimos Poste y yo.—Olvídalo. Pero tengo curiosidad. Te despiertas después de sesenta y tantos años y lo primero

que haces es ir persiguiendo tu nave.—Como te dije, yo estaba buscando la nave sólo por lo que pensé a que me podría llevar.—Ese supuesto tesoro.Jadak tragó lo que había querido decir.—¿Qué, es que no tienes lo suficiente? Te casaste con una princesa. De la que estoy seguro que

estabas locamente enamorado.Los ojos de Han se estrecharon con ira, pero luego se relajaron.—Mientras estamos siendo honestos con los demás, la idea de ser rico me atraía normalmente

cada día.—¿Qué te hizo cambiar de opinión?—Empecé a preocuparme por las personas que accidentalmente me acompañaban.—La Alianza Rebelde, —dijo Jadak. Y se volvió para enfrentar Han—. Bueno, entonces eso es

otra cosa que tenemos en común. Uno pensaría que un par de décadas en un estado de coma te haría

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olvidar, pero no fue así. Me desperté sintiéndome exactamente como estaba el día que Reeze y yochocamos con ese crucero Corelliano que yo tenía una misión que cumplir. Que el Enviado Estelartenía que ser entregado como estaba previsto. —Le dio a su cabeza un movimiento compungido. Ytodavía no he sido capaz de librarme de ese sentimiento.

—¿Llegar a Tandun III te permitirá hacer eso?—Tengo la esperanza de que ayude.—Supongamos que no encontramos este tesoro. ¿Entonces qué?—Por lo menos traté de entregar la nave.El ordenador de navegación intervino. Han echó un vistazo y giró la silla para enfrentarse al

panel de instrumentos.—Estamos a punto de volver al espacio real.Jadak levantó la mirada hacia la ventana y espero. Momento después las estrellas dejaban de

girar, y las estrellas permanecian encima de la media luna del planeta colgado a media distancia. Hancambio los vectores, con lo que el Halcón girase para que pudieran acercarse Tandun III con luz delas estrellas a la espalda.

—Vamos a ver lo que los escáneres de largo alcance nos dicen, —dijo. Jadak observó el cambiode expresión de Han mientras estudiaba las lecturas. Entonces Han gritó—: Trespeó. ¡Ven aquí!

—Ya vengo, Capitán Solo, —dijo C-3PO.El sonido de las pisadas del droide llegaban desde el conector, y un momento después estaba

entrando a la cabina, seguido por Leia, Allana, y Poste.—¿Qué fue lo que nos dijiste de Tandun III? —Dijo Han. C-3PO inclinó la cabeza hacia un lado

—. Le dije que los estudios iniciales se llevaron a cabo hace aproximadamente doce mil doscientoscincuenta años, bajo la supervisión del doctor Beramsh, cuya expedición partió de Ord Mantell.Tandun III fue descrito como un planeta juventud en un sistema estelar joven, exuberante y bienadaptado a los seres humanos y los respiradores de oxígeno humanoides, con cerca de la gravedadestándar y salpicado de las ruinas de una antigua población que según postula el Dr. Beramsh podiahaber sido construida por los rakata. Por ninguna razón en particular, salvo quizás por su distancia ala Vía Hydiana, Tandun III nunca se poblo, aunque hay algunos indicios de que unos segundosestudios se llevaron a cabo durante el segundo mandato de Finis Valorum como Canciller de laRepública.

Han frunció el ceño y señaló con el dedo índice contra la pantalla del escáner.—Sí, bueno, echa un vistazo a estas lecturas y dime si tú llamarías a Tan-dun Tres un planeta

«juvenil».C-3PO se apretó entre Han y Jadak para estudiar las lecturas.—Oh, por mi, —dijo—. Oh, por mí, es correcto, —dijo Han.—¿Qué pasa, Han? —preguntó Leia sobre el hombro de C-3PO—. Vamos a escuchar descripción

revisada de Cetrespeó.El droide volvió hacia Leia.—Los escáneres revelan extensas áreas de la actividad volcánica y tectónica. Aunque todavía

respirable, la atmósfera es rica en dióxido de carbono, metano y azufre. Las temperaturas

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superficiales han hecho que las masas de tierra en el hemisferio norte sean no aptas para todosexcepto la más extremófica de las especies sensibles. En resumen, el planeta está en las garras deunas fuerzas catastróficas que pueden destruirlo.

—¿Hay señales de vida desde allí? —Preguntó Leia.—Los bosques intactos en el hemisferio sur están mostrando una vida abundante —dijo Han—.

Pero yo diría que cualquier vida inteligente que encontrásemos allí no se podría llamar inteligente.—Él negó con la cabeza—. Cualquier cosa que haya estado aquí, esta probablemente enterrada bajola lava o la ceniza volcánica. —Entonces, al ver la expresión de Allana, agregó—: Pero vamos aechar un vistazo más de cerca, sólo para estar seguros.

Con Tandun III completamente a la luz de las estrellas, Han hizo bajar al Halcón lejos del cielorevuelto del hemisferio norte del planeta. Dejo caer la nave por un parche de nubes cerca del polosur, y ajustó los escáneres para alimentar con vídeos a la pantalla del panel de instrumentos. Laestática enloqueció en la pantalla antes de que las imágenes se estabilizaran.

—Oh, no, —dijo Han, como si alguien lo hubiera dejado sin aliento. Mirando por encima de suhombro, Leia se puso la mano delante de la boca—. Oh, Han.

Poste se puso de puntillas en un esfuerzo por ver la pantalla de visualización, y Jadak se inclinó asu izquierda para echar un vistazo.

—Nunca he visto una vegetación así, —dijo—. Eso es porque te acostaste antes de su aparición—dijo Han por una esquina de su boca. Su dedo índice saltó sobre la pantalla—. ¿Ves ese acantiladoque parece la proa de una nave espacial? Esa cosa esta hecha de coral yorik. ¿Y esos árboles queparecen que han sido bañados en sangre? Se llaman s’teeni. ¿Todo este bosque? Esto es tampasi.Esas aves como pájaros de allí, son unos whatchamacallit-a scherkil hla.

Jadak levantó una ceja.—¿Quieres traducir eso a Básico?—No hay traducciones —dijo Leia, con un brazo sobre los hombros de Allana en un abrazo

protector—. Esas son palabras yuuzhan vong. —Poste silbó—. Partes de Nal Hutta se veía asídurante mucho tiempo.

—Todo el lugar ha sido vongformado, —dijo Han—. Los Vong lo hicieron en un montón demundos, incluso en Coruscant.

Jadak asintió.—Recuerdo haber leído acerca de eso.Han miró a Leia.—¿Crees que haya un yammosk ahí abajo?—Un coordinador bélico Yuuzhan Vong —dijo Leia para beneficio de Jadak—. Una criatura que

supervisa la transformación.—Incluso si lo hay —dijo Han—, está luchando una batalla perdida. El planeta está a punto de

desmoronarse.Leia oyó suspirar Allana con decepción.—Me temo que el tesoro está fuera de nuestro alcance, cariño.—Si había un tesoro, —dijo Han. Entonces, al empujarlo Leia, añadió—: Quiero decir, porque

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ahora probablemente el tesoro haya sido engullido por biots del Vong.—Ánimo —dijo Leia a Allana—. Hemos encontrado el escondite. Pero no podemos recoger el

cofre del tesoro.—Siempre lo hacen en el Castillo Reptante, —dijo.Jadak miró por la ventana.—El Grupo de la República debía haber pedido ayuda a los Exploradores Antarianos en la

creación de una especie de depósito de aquí. Un almacén de algún tipo.—Lo que estuviera aquí ahora se ha ido y desde hace mucho.Agarrando con una mano en el volante, Han estaba a punto de subir más alto en la atmósfera

torturada de Tandun III, cuando se detuvo.—¿Qué pasa? —dijo Jadak rápidamente.—Estamos recibiendo una señal. —La mano libre de Han hacia ajustes en los controles del

comunicador—. Muy débil.—¿Una baliza de emergencia?Han meneó la cabeza.—Sólo un faro.Jadak estudió la pantalla de comunicaciones.—Se está transmitiendo en una frecuencia secreta utilizada por el Grupo de la República. —

Lanzo a Han una mirada—. Lo que haya ahí abajo ha reconocido la nave.—Nadie podría estar vivo, —dijo Leia.—Nadie tendría que estarlo, —dijo Jadak—. La instalación podría seguir funcionando.Leia miró a Han para Jadak y viceversa.—¿Estáis sugiriendo vosotros dos que vayamos allá y lo averiguamos?—Por supuesto que no, —dijo Jadak. Luego miró a Han—. ¿Lo estamos?Han consideró.—No estoy diciendo que debiéramos, pero si fuéramos, estaríamos haciéndolo por Amelia. —

Miró a Leia—. Se lo debemos a ella el comprobar las cosas al menos, ¿no?—¡Sí! —dijo Allana.Han se concentro en sentir los controles.—Todo el mundo que se coloque las correas de sujeción. Esto va a ser una entrada muy aspera.

* * *

Han se apoyó en el volante y puso el acelerador hacia adelante. El Halcón bajó la nariz y sesumergió profundamente en la atmósfera, cortando a través de nubes de hielo, y terraplenes entoncesoscuros de mientras la nave seguía las referencias del faro. Fuertes vientos comenzaron a zarandearla nave, y los relámpagos bifurcados se dividieron por todos lados del cielo. Han manejaba loscontroles, como si dejase al Halcón seguir su propio camino a través del caos. En respuesta, el YTviró y planeo antes de estabilizarse a la altura de las copas de los árboles exóticos, cuyas ramas

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zigzagueantes parecía ir a por. A lo lejos, los volcanes escupían fuego y humo espeso en el aire yasulfuroso y recorrieron el suelo alfombrado con ríos de lava burbujeante. El granizo y las piedrasardientes de la lluvia intensa crepitaban contra la nariz del Halcón y se evaporaban mucho antes dellegar al suelo sobrecalentado. Desde respiraderos obstruidos en las laderas fundidas volaban rocasdel tamaño de casas pequeñas. Aún centrada en la baliza, la nave atravesaba las ráfagas de cenizavolcánica en un momento, para encontrarse con cenizas incandescentes en el siguiente. En el oeste, laprimaria de Tandun III colgaba como un ojo ciego.

—Ahora eso es lo que yo llamo estar sentado sobre unos pantalones voladores, Solo —dijoJadak, justo antes de gritar. Después de haber dejado la silla del copiloto a Leia, el estaba en elasiento del navegante, prestando la asistencia que podía. Allana, Poste, y C-3PO habían regresado ala bodega principal.

—No puedo permitir que pienses que mi reputación era todo el bombo —le respondió Han porencima del hombro.

—Yo lo sé mejor ahora. —Jadak miró la pantalla—. Los sensores topográficos no pueden darsentido a la cobertura del suelo.

—No deberíamos haber borrado esos viejos programas, —dijo Leia.—¿Este no es tu primer contacto con un mundo vongformado? —preguntó Jadak al oído de Han.—Estuvimos en Coruscant —dijo Han, indicando con un gesto de la barbilla a Leia—. Hizo

volar al Halcón derecho en el antiguo edificio del Senado, de hecho.—La nave debe haberse sentido como si estuviera regresando a casa, —dijo Jadak.Han tenía la boca abierta para responder cuando el comunicador emitió un tono constante de

reconocimiento. Jadak comprobó las pantallas de nuevo, y luego extendió su brazo entre Han y Leia,señalando un lugar boscoso en la distancia.

—La señal debe venir de esa meseta.Han estudio las lecturas en silencio.—Eso no puede ser una meseta —dijo al fin—. ¿Recuerdas lo que dijo Trespeó sobre unas ruinas

antiguas? Creo que estamos viendo una.—Es igual que los templos massassi en Yavin IV —dijo Leia.—Yavin —dijo Jadak—. Donde el arma del Emperador fue destruida, ¿no?Han sonrió.—La primera arma. Tú estabas durmiendo de mientras pasaba.—Supongo que me perdí toda la diversión.—No esta vez.Han sobrevoló la meseta, luego viró a través de un amplio giro retorno, sangrado velocidad para

que el Halcón hiciera una segundo pasada. Bajo su manto de espinas, la estructura podía ser vistacomo una pirámide de cuatro caras, cuya cima plana era superara por una base circular masiva.Alrededor de ella había docenas de montículos más pequeños, igualmente llenos de maleza y alparecer parte del complejo en ruinas.

Han paro los motores traseros y conecto los repulsores, permitiendo que el YT flotaradirectamente sobre la estructura.

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—La señal procede de algún lugar en el interior.Jadak inclinó hacia la ventana.—Podría haber una rejilla de aterrizaje bajo toda esa cubierta. Probablemente un tipo viejo de

turboascensor.—Eso es lo que estoy pensando, —dijo Han—. Pero sólo hay una manera de saberlo.Han utilizo los chorros de posicionamiento para hacer maniobrar el Halcón a un lado de la

estructura, luego bajó la nave hasta que su vientre estaba más o menos a la altura de la cumbre plana.—Solo, no estarás pensando en usar los cañones láser cuadruples.Han le interrumpió con un resoplido burlón.—No estoy pensando en arrasar el lugar. —Su mano se movió interruptores en la consola—. Una

de las primeras cosas que hice cuando gane el Halcón fue instalar un blaster retráctil en la proa. Nosha sacado de un montón de situaciones apretadas.

Han coloco en la pantalla de focalización la retícula y comenzó a desencadenar, el arma, cadadisparo contra las plantas revelaba una estrecha franja de la vieja plataforma situada debajo de lamaraña impenetrable de árboles espinosos. Un procedimiento tedioso, el cual tardó más de loesperado, pero al final el BlasTech Ax-108 había descubierto una plataforma ligeramente más grandeque la propia nave. Han planeó con el Halcón y se coloco directamente encima de la zona expuesta.Miles de escarabajos de color marrón rojizo correteaban a través de la plataforma despejada comosi fuera un sueño.

—¿Y ahora qué? —preguntó—. ¿Decimos las palabras mágicas?Jadak apretó los labios.—Tal vez tengamos que atrevernos a bajar.—Merece la pena hacerlo.Con su mano firme sobre el control repulsor, Han comenzó a bajar la nave un metro cada vez. De

mientras luchaba contra las ráfagas de viento cargadas de ceniza, el Halcón estaba a quince metrosde la plataforma cuando Leia gritó:

—¡Deténganse!Unos esquemas brillaron en la pantalla.—Estamos siendo escaneados por algún tipo de autentificador. —Dijo ella.—Está tratando de confirmar que él es el Enviado Estelar, —dijo Jadak.Han resopló.—Entonces estamos de suerte. Sólo que no la hemos tenido, el transpondedor de registros se ha

cambiado más veces de las que puedo contar.Los ojos de Leia todavía estaban fijos en las pantallas. «El autentificador no está interrogando al

transpondedor. El está tratando de establecer un parecido físico entre la nave y la plataforma.»—Una plantilla, —dijo Han—. Podríamos ponerlo por escrito, pero el turbo ascensor no nos

llevara al interior hasta el autentificador le diga que lo haga.—Entonces, ¿por qué no está haciendo eso? —Dijo Leia—. El Halcón y el Enviado Estelar son

la misma nave.—La llave es la misma —Han reflexionó—. Tal vez lo que ha cambiado a sido la cerradura.

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—Pero no son las mismas naves, —dijo Jadak un momento después—. El enviado fuereconstruido con partes tomadas de un viejo YT 1300 P.

—Y es un par de cientos de kilogramos más ligero, —dijo Han—. Pero nada de eso deberíaimportar. Siguen teniendo tenía un perfil casi idéntico. Las diferencias están todas en el espaciodentro de la cabina y en los lugares de espacio de carga.

—Casi idénticos.—No listo para empezar a cortar pedazos de el. —Han giró la silla hacia la escotilla—.

¡Trespeó!—¡Ya vengo, capitán Solo!En el momento en que droide había entrado en la cabina, Han había puesto de lado los esquemas

del Halcón y un viejo YT-1300P.—¿Qué hay de malo en esta imagen? —Cuando C-3PO hizo evidente su confusión, Han dijo—:

La plataforma de aterrizaje sólo va a responder a un YT-1300 ¿Qué hace al Halcón diferente?C-3PO fijó sus fotorreceptores en los esquemas y respondió casi de inmediato.—Las cápsulas de escape, capitán Solo.Han, Leia, y Jadak escrutaron los esquemas.—No puede ser, —dijo Han.—La forma en que se colocan, las cápsulas de escape número uno y número cuatro del Halcón

Milenario superan la plantilla del YT 1300 por tres coma dos centímetros a cada lado. La diferenciaes bastante obvia, capitán Solo.

—Tiene razón, —dijo Jadak.—No le animeis —masculló Han. Pero se las arregló para reunir una sonrisa cuando miró a C-

3PO—. Ve a continuación y usa el control manual para soltar las vainas número uno y número cuatro.Activar sus localizadores, para el caso de que haya tiempo para recuperarlos antes de irnos.

—Sí, capitán.—Ve con él, Poste.—Hermano, el deber me llama.—Ese droide es una maravilla, —dijo Jadak cuando los dos se hubieron marchado

apresuradamente.—Mantenerlo oculto, pero yo no sé lo que haría sin él.Han maniobró el Halcón hasta el borde posterior de la zona despejada, con la esperanza de que

las cápsulas de escape se pusieran cerca de los árboles espinosos. Cuando dos indicadoresluminosos en la consola brillaron, mostrando que las vainas se habían lanzado, movió la nave haciaadelante y se coloco directamente sobre el centro de la zona de aterrizaje.

Debajo de ellos una serie de iluminadores configurados para que coincidiesen con el contorno dela nave volvieron a la vida brillando.

—¡Hemos sido reconocidos! —Dijo Leia.Pero Han mantenía al Halcón dónde estaba.—Esta instalación ha estado sentado aquí por lo menos sesenta años, veinte de ellos enterrada

bajo el follaje Yuuzhan Vong. No sabemos cómo se encuentra el ascensor —Miró a Leia—. Quiero

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que todo el mundo este fuera del Halcón mientras yo la coloco abajo.

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CAPÍTULO TREINTA Y UNO

En el momento en que se apresuraban por la rampa de embarque, el viento había disminuido y el aireera ruidoso con los lamentos estridentes de los escarabajos centinela y el estruendo de las erupcionesvolcánicas distantes y los truenos. Polvo, ceniza y gotas inflamadas de lluvia se arremolinaban entorno a ellos, cuando agacharon la cabeza y corrieron hasta el borde de la plataforma. Miles deescarabajos dweebit nocivos al olerlos se desbocaron por el borde de la vegetación de púas, y lasabejas chispa pululaban por encima.

Golpeados no por los vendavales, sino en su lugar por las ráfagas correctivas de los motores deposición, el Halcón descendió en el esquema de iluminación. Corriendo alrededor del borde deataque de la plataforma, Jadak se puso a la vista de la cabina y comenzó a usar sus brazos desemáforo para dirigir a Han hacia abajo.

La preocupación aumentó en Leia como una marea. Tenía fe ilimitada en la capacidad de Hanpara pilotar la nave a un aterrizaje seguro, pero las condiciones se estaban deteriorando rápidamente.La estructura en sí estaba temblando debajo de ella.

—Trespeó! —Cuando el droide se volvió hacia ella, le hizo un gesto a lo que parecía ser unlugar más seguro en el borde extremo de la plataforma—. ¡Lleva a Amelia allí!

El viento se llevo con la respuesta de C-3PO, pero obedeció, cogiendo a Allana de la mano y lallevó lejos.

El Halcón estaba a sólo cinco metros de tocar tierra cuando el puerto de chorros de frenado sedetuvo y ese lado de la nave se estrelló hacia abajo sobre la plataforma. Desde el interior de laestructura llegó el sonido de la maquinaria de gran edad entrando en servicio. Piezas masivas sedeslizaron en su lugar, dientes se movieron, y el turbo ascensor comenzó a descender por laestructura, llevándose consigo al nave repentinamente desequilibrada y a todo el mundo fuera de ella.Los repulsores del Halcón todavía mantenían el lado de estribor de la nave en el aire, a pocos metrospor encima de la cubierta del turboascensor, cuando de repente el ascensor se inclino violentamentehacia el lado opuesto.

Leia se deslizaba hacia el borde cuando sintió que alguien sujetaba su brazo extendido. Mirandohacia arriba, vio Poste, de espaldas, con una mano estrechó en un iluminador y los otros dedosalrededor de su muñeca. En el mismo instante Leia oyó gritar a Allana y torció la cabeza a tiempopara ver como la chica y C-3PO se desploman sobre el borde del turboascensor y la punta de tierraen el follaje que se había fijado a las paredes interiores de la pirámide.

—¡abuela! —gritó Allana.Usando la Fuerza, Leia se puso de cuclillas. Aún anclada por la mano de Poste, miró hacia abajo

sobre el borde de la cubierta. C-3PO, que había caído hacia atrás en la vegetación, había logradoencontrar asideros entre las ramas. Aterrizando por encima de él Allana había logrado no serempalada en las espinas, pero su agarre en ellas era tenue.

Iluminadores dispersos brillaban a través del follaje, pero su luz no era lo suficientemente fuertecomo para penetrar la oscuridad bajo el turboascensor. El suelo puede estar a cientos de metros másabajo.

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—Coloca tus brazos alrededor del cuello de Trespeó! —Dijo Leia—. ¡Trespeó, no la dejes caer!¡Sólo espera! ¡Voy a por ti.

Pero incluso mientras lo decía sabía que no podía llegar a ellos. Ser fuerte en la Fuerza noconfería habilidades sobrehumanas; esas tenían que ser ganadas a través de la práctica, y la distanciahacía Allana era simplemente más de lo que podía saltar con cualquier clase de garantía.Experimentó la misma falta de fe en sí misma que había experimentado en Coruscant hacia tres años,cuando ella había tratado de mantener el Halcón entero durante un aterrizaje difícil.

Su sangre se heló.¿Y si hubieran llegado tan lejos sólo para perder a otro miembro de su familia?Las manos de Han trabajaban a través de la consola de instrumentos con la precisión de un

tecladista de concierto. Funcionando de forma intermitente, los repulsores frontales izquierdos delHalcón habían levantado la mandíbula del turbo ascensor inclinado, por lo que ahora la nave semovía casi paralela al mismo. Pero tocar tierra estaba fuera de la cuestión, ya que el Halcón podríamuy bien deslizarse justo sobre el borde.

Oculto detrás de la vegetación en se había deslizado en la estructura, los bancos de iluminadorescolocados en las paredes interiores parpadeaban, añadiendo su luminosidad a la proporcionada porel Halcón, habiendo que las lámparas inundasen la zona con su luz. Aun así, Han no podía ver a másde veinte metros por delante de él. Un momento antes, Leia, Allana, C-3PO, y Poste habían estadovisibles fuera de puerto, pero ahora estaban fuera de la vista, y Han estaba preocupado de que habíaeliminados de sus pies el camino que había tenido Jadak.

Que desde dónde había estado, cayo aleteando con los brazos como un hombre que intenta volar,y que estaba actualmente despatarrado en la cubierta inclinada, sólo con sus puntas de los dedos demanos y pies doblados manteniéndolo en su lugar.

A juzgar por la forma en que el ascensor se había inclinado, Han sospechaba que había sidodiseñado para hacerlo por alguna razón, lo que significaba que el eje que movía el dispositivo estabaprobablemente apretado en una articulación que se movía rápidamente por debajo de la cubierta. Élconsideró sus opciones, pero sólo brevemente. Si estaba equivocado, el tren de aterrizaje de estribordel Halcón estaba a punto de llevarse un golpe. Pero si estaba en lo cierto, podría poner las cosascorrectamente.

Él tomó aire. Entonces, moviendo expertamente los controles de repulsión, le permitió a la naveel ir abajo con fuerza sobre el tren de aterrizaje de estribor. Golpeada, la plataforma al instante seestabilizó, pero cuando lo hizo la mandíbula caída del Halcón fue golpeada a su vez, al anularse loschorros de maniobra ya paralizados.

Una vez más, la nave se estrelló hacia abajo sobre su costado de babor, y la cubierta del turbo-ascensor se inclino en la misma dirección.

* * *

Jadak acababa de ponerse en pie cuando la mandíbula de popa del Halcón empezó a caer. Preparado

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para tal eventualidad, corrió por la nave y utilizo el movimiento de inclinación del ascensor parapropulsarse para arriba sobre la nariz roma de la cabina de control, donde colgó como si la cabina lohubiera embestido en su parte media.

La expresión de Han era una amalgama de asombro, ira y admiración.—¿Se puede abrir la compuerta de acceso de la mandíbula desde la cabina? —Jadak gritó con

una mejilla aplastada contra el transpariacero.Han se coloco casi encima de todo el panel de instrumentos para oírle mejor.—¡Dilo otra vez!—¡Abre la escotilla de acceso! ¡Voy a tratar de arreglar los chorros! —Han asintió, maniobró de

nuevo en la silla del piloto, y pulso un par de interruptores montados en la parte trasera. Jadak esperóa que Han pusiera el pulgar hacia arriba antes de caer de nuevo al turboascensor inclinado y sedejase deslizar por debajo de la panza de la nave. Logro desviar su movimiento al tren de aterrizajedelantero, y se encaramó a la mandíbula, hasta la escotilla la cual tras abrir traspaso, y desaparecióen el interior.

* * *

Leia y Poste ni siquiera habían tratado de ponerse de pie, pero se habían aprovechado de su breverelación en la cubierta para mover un iluminador que apuntaba al cuerpo en forma de platillo del YT.Gracias a eso Leia tenía una vista perfecta de Allana y C-3PO, que estaba apoyando a la chica con unbrazo.

En lo profundo de la Fuerza, Leia alimentaba la resistencia dePoste y la fuerza de Allana yapoyaba a Han, cuyo temor por la seguridad de Leia y de Allana estaba erosionando su capacidadpara estabilizar la nave. Al igual que Leia, que estaba desesperado por mantener a Allana lejos decualquier daño. Pero enterrado profundamente bajo su angustia ella estaba pensando en Jacen.

Llamo a Jacen para obtener ayuda.Por primera vez, Leia se dio cuenta de las profundidades llenas de dolor y pena de Han. Y ella se

apoderó de la fuente de la confusión de Han.—Hija, escúchame —gritó ella a Allana—. Tu padre entendía a los seres que transformaron este

mundo. Mucho antes de que tú nacieras estábamos en guerra con ellos, pero tu padre era una fuerzapara la paz, y sus poderes fueron cubiertas por los de cualquier otro Jedi. Quería que crecieras enuna galaxia sin guerra. Él quería protegerte a toda costa. Quiero que llegues profundamente en timisma y lo encuentres. Por doloroso que sea, tú necesitas encontrar a tu padre. Extiende tussentimientos. ¡Utiliza la Fuerza!

* * *

Han trató de mantener a sí mismo alejado de la preocupación por Leia y Allana, pero no sirvió de

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nada. Cuando sólo momentos antes de su cada acción suya fue obra de un genio del pilotaje, susmanos estaban ahora buscando a tientas con el repulsor y maniobrando con los controles a reacción.Otro golpe como el último podría enviar al Halcón sobre el borde, y probablemente llevarse a todoscon él.

Jadak estaba todavía en el interior del mantenimiento de la góndola del puerto de la mandíbula,pero cualquiera que fuera las reparaciones de trabajo que estaba haciendo todavía tenían que mostraralgún efecto.

Leia… Allana… Jacen…Y eso fue todo lo que necesitó.Cuando las improvisaciones de Jadak lograron transmitir resultados Han estaba preparado. Los

compresores defectuosos y parados volvieron a estar en línea con el vigor suficiente para balancearel lado de estribor del Halcón hacia abajo contra la cubierta del turboascensor. La cubierta se movió,hasta que casi se pasa del punto de equilibrio, y casi lanzando a Jadak de la góndola demantenimiento. Para recuperarse de su equivocación, Han hizo aterrizar la nave, lo que envío a Jadakde nuevo a la mandíbula y al mismo tiempo teniendo éxito en la nivelación del turboascensor.Rápidamente entonces, Han estableció al Halcón hacia abajo en ángulo recto con la cubierta ahorahorizontal, que reanudó un descenso suave por el interior de la pirámide.

Apoyándose lo que pudo en la ventana gráfica, Han vio a Jadak trepar fuera del acceso demantenimiento y escoger su camino a la punta de la mandíbula. Poniendo las manos alrededor delproyector de soporte, él se sentó sobre el borde y cayó a la cubierta.

Han exploro la zona en frente de la nave buscando a Leia, Allana, C-3PO, o Poste, pero vio nirastro de ellos.

* * *

Aferrándose a iluminadores separados, Leia y Poste se encontraron rescatados de una zambullida enel abismo por los cabeceos de la elevación de la plataforma que estuvieron cerca de catapultarlos aellos limpiamente sobre el Halcón que se balanceaba. La cubierta se había estabilizado y estabacomenzando a moverse constantemente hacia abajo. Pero ahora Allana y C-3PO, todavíaentrelazados en la vegetación de pinchos, estaban repentinamente encima de la nave.

Llegando hasta el borde del turboascensor, Leia estiró los brazos hacia Allana.Pero fue a Jacen a quien vio; no con los ojos, sino en el ojo de su mente. Jacen, que vivía en su

hija. El corazón de Leia se hinchó, y las lágrimas corrieron desde sus ojos.Caído a distancia de la pared interior de la estructura, el follaje exótico parecía llegar hasta ella

y hasta el Halcón. Al mismo tiempo, Allana y C-3PO se sacaron a sí mismos de las espinas y antetodos caminaron a través del aire hasta la zona frontal de la plataforma, llevados allí por la Fuerza.Leia corrió hacia su nieta y la tomó en sus brazos.

La voz de Allana era pequeña y insegura cuando habló.—Yo no debería haber sido capaz de hacer eso, ¿verdad?

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—Te equivocas, —dijo Leia, secándose las lágrimas de sus mejillas—. Naciste para hacer eso.

* * *

Con Poste, Jadak, y C-3PO siguiéndolas, Leia y Allana estaban acercándose a la mandíbula deestribor cuando Han llegó velozmente por la rampa de acceso, con los ojos muy abiertos y la bocaentreabierta por la aprehensión. Al verlas, toda su expresión cambió. Se precipitó hacia adelantepara abrazarlas, y permanecieron en un abrazo durante el resto del tiempo que le tomó alturboascensor el descender.

Iluminadores adicionales se habían conectado, llenando el aire con electricidad estática ybañando la bahía de aterrizaje cavernosa en una luz misteriosa. El lamento de los escarabajoscentinela era distante, pero debido a la situación general se habían formado grietas y la maleza depúas se había infiltrado en la estructura que estaba repleta de insectos larvales y tritones con el colorde la sangre arterial. Peor aún, el antiguo suelo temblaba en concierto con el misma Tandun III.

Tras crear un plan de escape, Han alzó la mirada hacia la abertura en el techo.—No podemos quedarnos ahí abajo. Todo este lugar podría colapsarse.—Basta con echar una mirara rápida alrededor, —dijo Jadak.Allana se detuvo de seguir royendo sus uñas el tiempo suficiente para lanzarle un guiño ferviente

a Han.Caminando desde el ascensor, ellos seis se dirigieron a un arco curvado que marcaba la entrada a

una cámara aún más iluminada y brillante. El último en la línea, C-3PO aminoró el paso, inclinandola cabeza hacia un lado, como si fuera respuesta a algo que sus pastillas de audio hubieranmonitoreado, para a continuación, apresurarse a ponerse al día con los demás.

* * *

—Reconozco esto —dijo Leia lo suficientemente alto para ser escuchada a través de los truenos queresonaban en la gran cámara—. Era el emblema de la República.

Colgado de unos soportes fijados a la pared de bloques antiguos, el reluciente emblema de tresmetros de alto por tres metros de ancho era un símbolo estelar del que salían ocho rayos, centradosen un círculo cuya circunferencia estaba formada por líneas discontinuas. Aparte de una pila de cajasde almacenamiento vacíos, era la única cosa en la habitación.

Leia extendió la mano para acariciar el metal luminoso.—Un emblema idéntico a ésta colgaba en el Salón de la Justicia en Alderaan, hasta la

declaración de Palpatine…—Pero este es único, —dijo una voz detrás de ellos.Han tuvo su desintegrador en la mano antes de que hubiera acabado de hablar; Leia, saco su sable

de luz, su hoja reluciente levantada delante de ella. Acercandose a ellos estaba Lestra Oxic y su

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asistente Koi Quire, rodeados por un cuarteto de guardaespaldas armados, dos de los cuales eran losladrones de naves de Vaced.

—¡Lestra! —Dijo Leia—. Tú nos rastreado.—En realidad, querida, fue el propietario de la tienda de alquiler en Vance. Él ya ha reportado el

robo de su droide rebanador a las autoridades.—Así que estás aquí para ver si queremos un abogado, —dijo Jadak.Oxic un gesto a sus secuaces para que enfundarsen sus desintegradores y luego inclinó la cabeza

hacia Jadak.—Un placer conocerte al fin, el capitán, después de todos estos años.—No esperes que yo digo lo mismo.Las cejas de Oxic se arquearon.—No. Bueno, tal vez cambies de opinión una vez que conozcas la historia completa.Jadak miró Koi Quire.—¿Qué pasó las pólizas de seguros no pudieron pagarte lo suficiente?—Encantada de verte de nuevo, también, —dijo Quire, sonriendo ligeramente—. ¿Tu oferta para

mostrarme los alrededores siguen en pie?—Es posible.Leia desactiva su sable de luz y lo colgó en su cinturón.—Vamos a ver si puedes cambiar la mente de todos, Lestra.Oxic sonrió e hizo un gesto al emblema.—Ustedes están mirando un pedazo de la historia que no ha sido visto desde hace ochenta años

estándar. Princesa Leia tenía razón al reconocer esto como el emblema de la República, pero éste —el dio un paso hacia el, levantando su mano reverentemente para tocarlo…— éste una vez adornabael podio de la Rotonda del Senado. Hecho de puro aurodium, orichalum y Coruscanthium y con susdetalles fabricados con media docena de metales igualmente preciosos y sus aleaciones, eraconocido como la Insignia de la Unidad. Pero en el séptimo año del reinado del entonces CancillerSupremo Palpatine, el fue robado del Senado durante una renovación muy necesaria de la Rotonda yreemplazados por una falsificación.

Oxic echó una mirada a Jadak.—Robado, Capitán Jadak, por miembros del Grupo de la República, que lo habían enviado aquí

para un almacenamiento seguro hasta el momento en que sería necesario para…—Restaurar el honor de la República en la galaxia.Oxic sonrió ampliamente.—Precisamente, capitán. Un símbolo de la intención de despertarse y despertar a los que se había

permitido caer bajo el dominio del emperador. —Se detuvo brevemente—. Bueno, todos sabemosque incluso la más sana de las plantas no siempre da frutos. El emblema de reemplazo se descubrióque era una falsificación durante los trabajos de restauración ocasionados por el ataque del GeneralGrievous en Coruscant. En cualquier caso, no se intentó jamás hacer una investigación para descubrirel original. Al Emperador no le importaba, y la mayoría del Senado, estaba más allá interesarse porese punto. Pero los coleccionistas de arte Republicano y de esculturas han estado peinando la galaxia

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por él desde entonces. —Se volvió de nuevo hacia él—. Y aquí está por fin.Oxic se quedó en silencio mientras un poderoso temblor sacudió la sala. Han enfundó su arma,

pero se retiró haciendo que Leia y Allana estuviesen cerca de él.—Yo he estado persiguiéndolo durante casi cincuenta años, —dijo, casi como para sí mismo—.

Es la razón por la que no se dejaron seguir en coma en las instalaciones de Nar Shaddaa a la quefuisteis llevado tras la colisión, capitán Jadak. —Le miró por encima del hombro—. Tú ciertamentetiene derecho a una comisión de intermediario porque me llevaste aquí pero vamos a enfrentarnos alos hechos. Nunca supistes con precisión lo que estabas persiguiendo, si eran riquezas más allá de tuimaginación o simplemente un sueño y, más importante, el Halcón Milenario resulta haber sido laverdadera clave para desbloquear este cofre del tesoro en particular.

—Por lo tanto, lo reclamo para mí mismo. He conocido desde el principio lo que estabapersiguiendo. Y mis gastos en tiempo, energía y créditos exceden con mucho del importe total conque el resto de ustedes han contribuido.

Del bolsillo de su chaqueta, Oxic saco una sonda cilíndrica pequeña. La aplicación de escánerbulbosa del probador de la parte más accesible del emblema, estudió la lectura.

—El valor de los metales preciosos que lo forman es de poca importancia, —dijo—. Es la piezaen sí, que pronto será el premio en mi colección. Para la envidia de todos los que han buscado…

Con sus ojos clavados en la pequeña pantalla de la herramienta, el se interrumpió.—Esto no puede estar bien, —dijo con voz temblorosa. Temblándole la mano presionó el

escáner a otra sección del emblema—. ¡Esto no puede ser cierto! —Le temblaban las dos manosahora, y el movimiento no tenían nada que ver con los terremotos de Tandun III, que estaban enaumento, tanto en duración como en gravedad.

—¡Esto no puede ser cierto! —Oxic corto el emblema, como si el probador se hubieraconvertido en un cuchillo, luego se tambaleó hacia atrás con sus manos apretadas en la cabeza, KoiQuire y el ladrón de naves nautolano se apresuraron a evitar que él se desplomarse en el suelo.

Sin mirar a Leia, Han dijo:—¿Alguna vez te hable sobre el tiempo que Chewbacca y yo estuvimos en las arcas del tesoro de

…—Xim el Déspota, —completó—. En Dellalt. Estoy ahorrando ese pequeño cuento para el

capítulo siete de mi libro. —Él frunció el ceño—. ¿Libro?—El Ladrón, el Deshonesto y Yo. El volumen dos de mis memorias. —La mandíbula de Han bajó

un poco más—. ¿Quién es el ladrón? —Lanzando el probador al suelo, Oxic se soltó del agarre delnautolano y se levanto hasta su altura completa e impresionante—. ¡Es una farsa! ¡Una falsificación!—Arrastrando los pies a la pared, él se apoyó con un brazo y comenzó a sollozar—. ¡No vale ni loque los metales a partir de los que se forjó!

El suelo tembló de nuevo, con más violencia.Oxic se recompuso y se dio la vuelta para mirar a Koi Quire, con sus enrojecidos ojos

encendidos.—Obviamente, el Grupo de la República nunca se dio cuenta de que habían guardado una

falsificación del de la Rotonda. Eso sugiere que el auténtico emblema de la República tenía que

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haber desaparecido antes, quizás en la primera fase de la renovación de la Rotonda. —Centro losojos en Quire—. ¡El nombre de la empresa constructora contratada para supervisar la renovación!

—Los Hermanos Naffiff —dijo.Oxic cerró los puños.—Sils Naffiff, sí… Ahora rico más allá de toda expectativa. Podía haber fabricado la

falsificación, ¡incluso antes de que la renovación comenzara! —Sus ojos se encontraron Jadak—. ¿Opodría el sello real haber sido robado por la persona a quien se iba a entregar el Enviado Estelar?

—Un Explorador Antariano. —Dijo Jadak.—¡Sí, sí, no me extrañaría que una de esas personas pudiera saquear un tesoro!—Creo que sería mejor calcular esto en otro lugar, consejero —dijo Han.El sismo más fuerte hasta ahora sacudió la habitación, golpeando a Oxic y Quire impidiéndoles

sostenerse sobre sus pies y haciendo vibrar los soportes del emblema fijados en la pared. Jadakestaba ayudando a Quire cuando el emblema cayo hasta el suelo y se rompió en pedazos incontables.

—¡Un justo destino! —Oxic dijo con disgusto, luego giró sobre Jadak y Poste—. ¿Qué osparecería ir con nosotros a continuar con la búsqueda? Os pagaré bien. Y Jadak qué más tienes quehacer?

Jadak miró Quire, que sonrió.—Estoy en esto, —dijo.—Yo también —dije Poste.—Yo quiero ir —empezó a decir Allana, cuando Leia la interrumpió.—Ni siquiera pienses en ello, chica. Me temo que estás atrapada con nosotros.Todos ellos corrieron hacia la bahía de aterrizaje, donde la luz había adquirido una cualidad

diferente. Han miró hacia arriba para ver una horda de Gricha Yuuzhan Vong intentar sellar el huecodel ascensor.

—El Halcón nunca pasara a través de eso —dijo Oxic—. Hay espacio en mi yate para todosustedes, capitán Solo.

Han miró el elegante yate que había seguido al Halcón, luego dirigió una mirada a Oxic.—¿Y dejarlo aquí?—¿Se le ha ocurrido a usted que el Halcón está destinado a ser enterrado aquí? ¿La última misión

que la nave ejecutada? ¿Que ha cumplido con su destino?El silencio de Han fue momentánea.—¡El va a cumplir su destino cuando lo digo yo!Oxic asintió con respeto.—Pues tendréis que salir por vosotros mismos. Princesa Leia, Amelia, Cetrespeó… Espero que

nos volvamos a encontrar en circunstancias más favorables.Han extendió su mano para Jadak.—Sus mochilas están a bordo del Halcón.—Me imagino que podemos prescindir de ellas.—No te metas en problemas, capitán, —dijo Han—. Pues tú también, eres un capitán.—Y creced, ¿queréis? —les dijo Han a Jadak y Poste que se dirigían a la nave de Oxic—.

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Empezad a actuar según vuestra edad.—Voy a darte una oportunidad con una condición.—¿Cual condición?—Que te comprometas a cuidar bien de mi nave.Los Solos llegaron hasta rampa la del Halcón, exhortando a C-3PO a coger el ritmo. Han patinó

hasta detenerse en el pasillo del anillo y se volvió hacía Leia.—Tú y Trespeó se va a encargaros de ella. ¡La cosa se va a poner caliente!Sus ojos buscaron el rostro.—Voy a estar encima de ti. Ella no debe creer por nada que yo me divierto usando los cañones

cuádruples. —Leia tomó su labio inferior entre los dientes y asintió—. Lo sé —Han le dijo a C-3POcuando entró en el pasillo—. Va a ser algo apretado. Gira a su alrededor unos ciento ochenta gradosy levanta su nariz. Yo haré el resto. ¿Lo tienes, Cetrespeó?

—Lo tengo, capitán Solo.Han sonrió.—Y asegúrate de que no pasa nada con el.—No le hará ni un rasguño —dijo Leia cuando Han se metió en la escalera de acceso. Leia tenía

los repulsores encendidos en el momento, Han se coloco en la silla de respaldo alto y apretó lasmanos en las empuñaduras de disparo individuales. En el exterior, las paredes de la estructuraestaban derrumbándose y piezas del techo de la plataforma de aterrizaje se acumulaban en el cascodel Halcón. En poco tiempo todo el techo se desmoronaría, y la nave sería enterrada. Han vio alelegante yate de Oxic realizar una exigente rotación y ascender a través de la estrecha abertura.

—Levantando la nave, —dijo Leia a Han a través del auricular de su plataforma deintercomunicación.

Elevándose desde la cubierta del turboascensor, el Halcón se volvió y se recorto. Se dispararonlos chorros de maniobra de proa, las mandíbulas se acercaron, y Han lo estaba esperando.

Los cañones cuádruples rugieron y una lluvia de disparos carmesíes hicieron cortos los esfuerzosen el techo de los Gricha.

—¡Ahora, Leia!Grandes marañas de vegetación pelada de las paredes y enormes piedras se desplomaron,

rebotando en la placa de la armadura de la nave. Haciendo uso del troco de un árbol de espinasYuuzhan Vong, el Halcón salió disparó hacia arriba y fuera de la estructura antigua, para acontinuación, elevarse en el cielo enloquecido con un pilar cegador de energía.

El yate de Oxic estaba virando a estribor para evitar un montón de rocas en el aire cuando elHalcón lo superó y corrió por el espacio a toda velocidad. Para entonces Han había vuelto a lacabina y se había atado a la silla del navegador junto a Allana. Atrapado en agonía de Tandun Ill, elHalcón se resistió como una canica en una licuadora de jugos.

—Su silla, Capitán Solo, —dijo C-3PO, levantándose.Han le dio una palmada en el hombro.—No te muevas, vara de oro. Te mereces a montar en la parte delantera a cambio.—¿Vamos a escapar? —Preguntó Allana, sin aprensión evidente.

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—Por supuesto que vamos a escapar, —dijo Han, desordenando su cabello—. Igual que en eseprograma de la HoloRed.

Las estrellas impasibles parpadeaban de vuelta a la existencia, deslumbrando cada vez máscuanto más subía el Halcón. Cuando hubieron alcanzado una distancia segura del planeta, Leia seladeó a través de un amplio giro que los dejó frente Tandun III, que restalló como un huevo a puntode lanzar una criatura hecha de puro fuego.

Luego, en un silencio inquietante, el planeta simplemente se deshizo, ardiendo como una estrellapor un momento fugaz antes de lanzar enormes trozos de sí mismo por el vacío. Por lo que casiparecía su propia voluntad, el Halcón se alejo cuando la onda de choque empezó a oscurecerse.

Un brilló revelador apareció en el panel de instrumentos, y Leia miró a las pantallas.—El puerto de aterrizaje para naves y repulsores está abierto.De pie, Han dio un puñetazo contra el panel de control por encima de la cabeza de Allana, y el

brillo se apagó.—Volvemos a estar en línea, —dijo Leia, dirigiéndole una sonrisa por encima del hombro. Han

suspiró—. Yo voy a tener que conseguir ese tren fijo de aterrizaje.

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CAPÍTULO TREINTA Y DOS

—Esta palanca controla los motores que el Halcón utiliza para viajar a través del espacio real, —dijo Han—. Esta lleva la nave al hiperespacio, después de que el ordenador de navegación que estáaquí nos diga cuándo es seguro para la nave el saltar a la velocidad de la luz.

—¿Y estos? —Allana preguntó, señalando un par de controladores con forma de bolas móvilessituados solos en la izquierda de la pantalla del monitor central.

—Con suerte, tú nunca tendrás que tocar esos controles. Ellos controlan los cañones láser.Estaban solos los dos en la cabina, Han en el asiento del piloto y Allana sentada en sus rodillas.

Leia estaba en la bodega principal tratando de contactar con Luke en el comunicador y C-3PO estabaempacando al droide rebanador para envíarlo de nuevo a Vaced. Libre para seguir su propio camino,el Halcón estaba ronroneando a través del espacio interestelar.

—¿Puedo conducir?Han la situó ante el volante.—Adelante.Allana experimentó con los instrumentos.—¿Puedo hacer que vaya más rápido?—¿Puedes alcanzar el acelerador?Ella extendió su mano derecha e hizo un sonido de esfuerzo.—Lo tengo.—¡Guau! No tan rápido, —Han se rió, agradecido de que tenía el compensador inercial marcado

al máximo.Dejándole el volante, ella se subió a la silla del copiloto.—Creo que vas a ser una piloto fantástica, —le dijo Han.—¿Al igual que la tía Jaina?—Al igual que la tía Jaina.Allana inclinó la cabeza hacia un lado.—¿Va a casarse con Jag?Han sonrió.—No lo sé. Tendremos que preguntárselo cuando la veamos.—¿Tus abuelos te enseñaron cómo pilotar una nave espacial?—No. —Han dio a su cabeza un aire pensativo—. Yo no sabía nada de mi abuelo.—Podríamos ir a buscarlo.Él se rió.—Creo que me he hartado de búsquedas por el momento.—¿Por qué?—Estás llena de preguntas, —dijo Han, girándose hacia ella—. Pero tengo una para ti. ¿Quieres

visitar a tu mamá? No estamos demasiado lejos del Consorcio de Hapes en este momento. Un salto alhiperespacio rápido y que estaremos allí.

Allana sonrió.

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—Quiero ver a mi madre. —Levantó la mirada hacia Han—. Y si mamá dice que está bien, yoquiero quedarme contigo y con la abuela un poco más.

—¿Estas segura?Allana asintió.—Claro.—Tú sabes que no siempre va a ser un juego de pistas. A veces, la abuela y yo acabaremos por

sentarnos sin hacer nada.—Yo puedo hacer eso, —le aseguró—. De todos modos, ¿cómo sabes que otra aventura no va a

suceder?Han tenía la boca abierta para responderle cuando Leia entró en la cabina, con C3PO un paso

detrás de ella. Su mirada le dijo que tenía una gran noticia.—¿Qué?—El gobierno AG está planeando presentar cargos criminales en contra de Luke.—¿Que cargos? ¿Qué ha hecho esta vez?La mirada de Leia cayo breve y deliberadamente sobre Allana.—Incumplimiento del deber.Han asintió lentamente. Así que el gobierno de Daala había decidido perseguir a Luke por haber

permitido que Jacen se deslizase hacia el lado oscuro. ¿No iba a terminar nunca?—¿Cómo se lo están tomando los Jedi este asunto? —preguntó.—No demasiado en serio.—Quizás tengan razón. Daala podría estar haciendo esto porque ella tiene que hacerlo, no porque

ella quiera.Leia dio a su cabeza una sacudida rápida.—Él va a necesitar nuestra ayuda, Han.Han resopló.—Por supuesto que la necesitara.Allana volvió a C-3PO.—Trespeó, ¡vamos a ayudar a rescatar al Maestro Luke!—Oh, querida. No otra vez.Han y Leia se rieron.—Todo el mundo que se abroche las correas, —dijo Han—. Nunca se sabe qué tipo de viaje

vamos a tener.El Halcón Milenario respondió a su llamada con el poder de un salto entusiasta. Con la tarea de

dirigirse a Coruscant y con muchas ganas de ir, el viejo y venerable YT-1300 reunió sus fuerzas parael salto a la velocidad de la luz, para a continuación, saltar al hiperespacio y desaparecer de la vista.