guÍa de buenas prÁcticas para la intervenciÓn en los nÚcleos rurales

236
GUÍA DE BUENAS PRACTICAS PARA LA INTERVENCIÓN EN LOS NÚCLEOS RURALES PAISAXE GUÍA DE BUENAS PRACTICAS PARA LA INTERVENCIÓN EN LOS NÚCLEOS RURALES GALEGA PAISAXE GALEGA

Upload: manuel-borobio

Post on 07-Apr-2016

353 views

Category:

Documents


25 download

DESCRIPTION

Tercera guía de la Colección Paisaxe Galega. En este caso, dirigida y elaborada por el Catedrático de Urbanística e Ordenación do Territorio D.José González-Cebrián TelloEdita: Xunta de Galicia Consellería de Medioambiente, Territorio e Infraestructuras. Santiago de Compostela, 2013 ISBN 978-84-453-5113-X Depósito Legal C 1851-2013 Impresión: Rodi Artes Gráficas, S.L. Este volumen forma parte de la colección PAISAXE GALEGA

TRANSCRIPT

GU

ÍA D

E B

UE

NA

S P

RA

CTI

CA

S P

AR

A LA

INTE

RV

EN

CIÓ

N E

N

LOS

CLE

OS

RU

RA

LES

PAISAXE

GUÍA DE BUENAS PRACTICAS PARA LA INTERVENCIÓN EN LOS NÚCLEOS

RURALES

GALEGA

PAIS

AXE

G

ALE

GA

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

Edita: Xunta de GaliciaConsellería de Medioambiente, Territorio e Infraestructuras.Santiago de Compostela, 2013

ISBN 978-84-453-5113-XDepósito Legal C 1851-2013Impresión: Rodi Artes Gráficas, S.L.Este volumen forma parte de la colección PAISAXE GALEGA.

Edición:Manuel Borobio SanchízFrancisco Castillo Rodríguez

Dirección General:Manuel Borobio SanchízFrancisco Castillo Rodríguez

Equipo de redacción:José González-Cebrián TelloMiguel Ferreira Villar

Ilustraciones:Miguel Ferreira Villar

Maquetación:José González-Cebrián TelloMiguel Ferreira VillarLuisa Pérez-Cepeda Vila

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS PARA LA INTERVENCIÓN EN LOS NÚCLEOS RURALES

PRÓLOGO

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

Una de las expresiones características del paisaje gallego es la presencia constante de núcleos rurales de diferentes tamaños, formas y características, que situados en las grandes áreas paisajísticas dan lugar a una específica distribución de la población galle-ga y, por ende, una visión de su expresión física.

Los núcleos rurales del Caurel y los Ancares, los surorientales de Manzaneda, Penalli-bres o el macizo de Trevinca, los que se situan en las sierras orensanas o en las llanuras de Limia, Maceda, Monterrei, A Terra Chá presentan, así como los núcleos de la Galicia Central, estructuras morfológicas diversas pero todavía, en gran medida, acordes con la lógica de un crecimiento histórico que aún no ha sido distorsionado con las nuevas edifi-caciones que surgen ya, en algunos casos, como respuesta a un proceso de crecimiento derivado de documentos urbanísticos poco respetuosos con las formas de ocupación del suelo que durante cientos de años sirvieron de referencia al crecimiento edificatorio de esos asentamientos.

En los ámbitos costeros y en el entorno de nuestras ciudades y villas de mayor entidad, crecimientos de mayor alcance han distorsionado aquella lógica inicial, haciendo difícil su identificación como piezas significativas de un paisaje propio, e incorporándose al banal paisaje que caracteriza nuestros actuales territorios en transformación.

Los esfuerzos dirigidos a un crecimiento respetuoso con nuestro paisaje, nuestro medio y nuestros núcleos rurales, son frencuentemente distorsionados por una mala práxis derivada de una mirada poco atenta a nuestra realidad territorial. La falta de orientacio-nes, ejemplos y a veces esfuerzos, justifican esa falta de racionalidad que en muchos casos impregnan propuestas urbanísticas que se convierten en el mayor escollo a un crecimiento racional.

Está claro que la sociedad actual adopta pautas de comportamiento alejadas de la lógica imperante hace decenas de años. La posición de las diferentes actividades sobre el terri-torio apoyadas en una nueva accesibilidad y conectividad (física y telemática) propician la aparición de usos diversos y muchas veces contradictorios, que configuran una nueva realidad física muy alejada de la preexistente, pero tambien es cierto que para que ésto ocurra se necesita un grado de tensión y crecimiento que no es el existente en muchas zonas de nuestra realidad gallega.

A estos territorios, apenas en transformación y dónde la incidencia de los escasos pro-cesos edificatorios pueden ser más degradantes si no se controlan mínimamente, es a donde se dirige esta publicación. A esos núcleos rurales que todavía presentan unas características propias, consustanciales con procesos históricos y racionales de creci-

miento y sobre los que la Ley de Protección del Paisaje de Galicia, busca fomentar acciones de formación, sensibilización y educación dirigidas a la sociedad gallega en general y a los gestores y usuarios del territorio en particular, que tengan por finalidad la promoción del entendimiento respecto a la salvaguardia de los elementos que configuran nuestros paisajes.

La guía se convierte así en un instrumento de apoyo para técnicos municipales, equipos urbanísticos, profesionales y todos aquellos que inciden sobre nuestra realidad territorial transformándola.

Pretende servir de ayuda al análisis y entendimiento de las lógicas imperantes en el proceso de ocupación del suelo, y la puesta en valor de los diferentes y diversos valores patrimoniales y físicos existentes.

— Promoviendo un entendimiento de los principios de diseño en relación a la cons-trucción, renovación o ampliación de viviendas unifamiliares en los núcleos rurales o su entorno.

— Ofreciendo aproximaciones contemporáneas y sostenibles al diseño.— Ayudando a las delimitaciones y ordenaciones urbanísticas de los núcleos rurales.— Ayudando en el emplazamiento e implantación de la edificación en el terreno.— Aportando criterios mínimos sobre la urbanización y acondicionamiento del espacio

público.— Protegiendo los valores del medio rural.

En síntesis, ayudando a incidir sobre nuestra realidad territorial.

José González-Cebrián Tello Catedrático Urbanística y O.T. Universidade A Coruña

ÍndicePRESENTACIÓN

CAPÍTULO 1. INTRODUCCIÓN .............................................................................................................................................. 12

1.1. Objetivos y estructura de esta guía ....................................................................................................................................................................................................................... 14

1.2. Intenciones y alcance de las recomendaciones de la guía ................................................................................................................................................................................... 18

CAPÍTULO 2. LA VARIEDAD MORFOLÓGICA DE LOS NÚCLEOS RURALES .................................................................. 20

2.1. Los tipos de asentamientos rurales en las grandes áreas paisajísticas ................................................................................................................................................................. 22

2.2. La distribución territorial del poblamiento ................................................................................................................................................................................................................ 23

2.3. Las sierras orientales ............................................................................................................................................................................................................................................... 23

2.3.1. Los núcleos del sector meridional (O Courel) .......................................................................................................................................................................................... 24

2.3.2. Los núcleos de los Ancares (sector central) ............................................................................................................................................................................................. 30

2.3.3. Los núcleos del sector norte .................................................................................................................................................................................................................... 34

2.4. Las sierras sudorientales ........................................................................................................................................................................................................................................ 37

2.4.1. Los núcleos del macizo de Trevinca y sierra de Penas Libres (sector oriental y sudoriental) ................................................................................................................ 37

2.4.2. Los núcleos del macizo de Manzaneda .................................................................................................................................................................................................. 43

2.5. Las llanuras, depresiones y sierras orensanas ..................................................................................................................................................................................................... 47

2.5.1. Los núcleos de las sierras del suroeste .................................................................................................................................................................................................. 47

2.5.2. Los núcleos de la Limia .......................................................................................................................................................................................................................... 51

2.5.3. Los núcleos de la depresión de Maceda ................................................................................................................................................................................................. 54

2.6. Los valles fluviales ................................................................................................................................................................................................................................................ 57

2.7. Los valles y la agricultura del vino .......................................................................................................................................................................................................................... 57

2.8. Los núcleos rurales en los valles del vino ............................................................................................................................................................................................................. 58

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

2.8.1. Valdeorras ............................................................................................................................................................................................................................................. 59

2.8.2. Ribeira Sacra ......................................................................................................................................................................................................................................... 63.

2.8.3. Ribeiro .................................................................................................................................................................................................................................................... 68

2.8.4. Monterrei ............................................................................................................................................................................................................................................... 74

2.9. Las llanuras y depresiones lucenses .................................................................................................................................................................................................................. 78

2.9.1. La Terra Cha ......................................................................................................................................................................................................................................... 78

2.9.2. La depresión de Sarria y Lemos ........................................................................................................................................................................................................... 81

2.10. La Galicia central y las sierras centro-occidentales ......................................................................................................................................................................................... 86

2.10.1. Los núcleos de las sierras de Farelo y Faro ....................................................................................................................................................................................... 86

2.10.2. Los núcleos de las sierras de Candán y de Avión .............................................................................................................................................................................. 86

2.11. El litoral ............................................................................................................................................................................................................................................................ 91

2.11.1. Mariña-Baixo Eo ................................................................................................................................................................................................................................. 91

2.11.2. Galicia septentrional ........................................................................................................................................................................................................................... 94

2.11.3. Golfo Ártabro ...................................................................................................................................................................................................................................... 98

2.11.4. Las llanuras y depresiones occidentales ............................................................................................................................................................................................ 101

2.11.5. Costa Sur-Bajo Miño ......................................................................................................................................................................................................................... 105

2.12. Conclusiones respecto al análisis geográfico de los núcleos ......................................................................................................................................................................... 109

CAPÍTULO 3. CARTOGRAFIAR LOS NÚCLEOS RURALES ............................................................................................ 110

3.1. Elaboración de una cartografía de trabajo .......................................................................................................................................................................................................... 112

3.1.1. Información gráfica ............................................................................................................................................................................................................................... 112

3.1.2. Base geométrica .................................................................................................................................................................................................................................. 113

3.1.3. Representación del núcleo ................................................................................................................................................................................................................... 115

3.1.4. Datos e información de campo ............................................................................................................................................................................................................ 116

CAPÍTULO 4. PARCELARIO AGRARIO Y EDIFICABILIDAD .............................................................................................. 128

4.1. Considerar el parcelario en la delimitación de los núcleos ................................................................................................................................................................................. 130

4.2. Errores frecuentes en las delimitaciones sin parcelario ...................................................................................................................................................................................... 134

4.3. Parcelación y criterios de delimitación de núcleos .............................................................................................................................................................................................. 137

4.3.1. Proporcionalidad y proximidad a lo construido ...................................................................................................................................................................................... 137

4.3.2. Evitar la dispersión ................................................................................................................................................................................................................................. 139

4.3.3. Reconocer la morfología diversa de los núcleos tradicionales .............................................................................................................................................................. 140

CAPÍTULO 5. PROTECCIÓN DE LOS VALORES DEL MEDIO RURAL .............................................................................. 142

5.1. Protección del patrimonio ..................................................................................................................................................................................................................................... 143

5.1.1. Núcleos singulares ................................................................................................................................................................................................................................ 144

5.1.2. Protecciones arqueológicas ................................................................................................................................................................................................................... 150

5.1.3. Protección del patrimonio arquitectónico y etnográfico ......................................................................................................................................................................... 152

5.1.4. El Camino de Santiago y otros itinerarios históricos .............................................................................................................................................................................. 156

5.2. Protección del territorio y del paisaje ................................................................................................................................................................................................................... 159

5.2.1. Protecciones forestales .......................................................................................................................................................................................................................... 160

5.2.2. Protección de las aguas ......................................................................................................................................................................................................................... 168

5.2.3. Protecciones agrarias ............................................................................................................................................................................................................................. 177

5.2.4. Protección del paisaje y de los espacios naturales ................................................................................................................................................................................. 183

CAPÍTULO 6. CRITERIOS DE ORDENACIÓN E INTERVENCIÓN EN EL MEDIO RURAL .................................................. 184

6.1. Ordenación y delimitación de núcleos rurales ..................................................................................................................................................................................................... 184

6.1.1. Clasificación del suelo y ordenación: Procedimientos ............................................................................................................................................................................. 186

6.1.2. Las bases cartográficas en la ordenación del medio rural ....................................................................................................................................................................... 187

6.1.3. Los datos de campo y la información urbanística .................................................................................................................................................................................. 190

6.1.4. Las delimitaciones por exclusión ............................................................................................................................................................................................................ 191

6.1.5. Procedimiento de delimitación del suelo en los núcleos rurales ............................................................................................................................................................. 191

6.1.6. Emplazamiento de la edificación ........................................................................................................................................................................................................... 195

6.1.7. Prioridades en la determinación de parcelas edificables ....................................................................................................................................................................... 195

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

6.2. Implantación de la edificación en el terreno ....................................................................................................................................................................................................... 201

6.2.1. Adaptarse a las pendientes y a la topografía ....................................................................................................................................................................................... 201

6.2.2. Evitar romper con el perfil del núcleo ................................................................................................................................................................................................... 204

6.2.3. Adecuar la huella física de las nuevas edificaciones respecto a las existentes en el núcleo tradicional........................................................................................ 205

6.2.4. Mantener la referencia en escala y proporción respecto a la edificación tradicional............................................................................................................................ 207

6.2.5. Apoyarse en la vegetación o en el marco natural existente ................................................................................................................................................................. 208

6.2.6. Buscar las referencias de ordenación volumétrica del núcleo ............................................................................................................................................................. 210

6.2.7. Respetar las reglas de buena vecindad ............................................................................................................................................................................................... 210

6.2.8. Buscar la buena orientación y la sostenibilidad energética .................................................................................................................................................................. 211

6.2.9. Acondicionamiento de la parcela edificada .......................................................................................................................................................................................... 213

6.2.10. Reconstrucciones y ampliaciones de la edificación tradicional: Criterios volumétricos ..................................................................................................................... 215

6.3. Formalización y composición de la edificación .................................................................................................................................................................................................. 219

6.4. Urbanización y acondicionamiento del espacio público ..................................................................................................................................................................................... 224

6.4.1. El viario interno .................................................................................................................................................................................................................................... 224

6.4.2. Los espacios singulares y entornos patrimoniales .............................................................................................................................................................................. 226

6.4.3. El viario de paso o travesía de los núcleos ......................................................................................................................................................................................... 227

6.4.4. Espacios de estacionamiento .............................................................................................................................................................................................................. 228

6.4.5. Materiales de urbanización y pavimentos ........................................................................................................................................................................................... 228

6.4.6. Iluminación y mobiliario ....................................................................................................................................................................................................................... 230

6.4.7. Elementos funcionales e instalaciones ............................................................................................................................................................................................... 231

6.4.8. Acompañamiento de la vegetación ..................................................................................................................................................................................................... 231

BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................................................................... 232

SITIOS WEB ......................................................................................................................................................................... 234

PRESENTACIÓN

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

Si el paisaje que hoy vivimos es el resultado de la acción del hombre, no podemos olvidar que son nuestros antepasados los que de forma anóni-ma lo han conformado, a través de innumerables vidas entregadas a la ocupación y manejo de un territorio, en el que encontrar cobijo, alimento y toda suerte de recursos. Lugares que, a su vez, tejieron nuestra identi-dad como pueblo, en los que nos reconocemos y en el que encontramos nuestras referencias vitales.

Entre las innumerables manifestaciones materiales y espirituales que rinden cuenta de esa íntima relación entre el hombre y su entorno, se en-cuentran los núcleos de población, que durante generaciones han dado forma al singular paisaje rural de Galicia. Un valioso patrimonio que nos compromete como sociedad, obligándonos a mantener la memoria del pasado que entregaremos a las generaciones que nos sucederán.

La obra que tienen entre manos nace con una inequívoca vocación di-vulgativa, aportando su humilde grano de arena a un compromiso ético: evitar que las sombras del olvido se proyecten sobre los paisajes del mundo rural gallego. Un esfuerzo por iluminar los valores culturales que atesoran, en una u otra medida, cada una de las aldeas y núcleos rura-les, que a lo largo de nuestra geografía, todavía conservan las claves de una forma de entender el mundo, de entender nuestra relación con la naturaleza.

Se trata de aprovechar la oportunidad de aprender de nuestra propia historia. De reconocer y poner en valor un saber antiguo, que se man-tuvo vivo en las comunidades agrarias y que les permitió alcanzar un cierto equilibrio con su entorno, basado en una lógica inspirada en los principios rectores, de lo que hoy conocemos como sostenibilidad. Las claves, en suma, de una cultura popular que hoy sufre los embates de una sociedad contemporánea que, en ocasiones, baja los brazos ante la pérdida patrimonial que supone el abandono de la población y la des-aparición de aldeas en numerosos rincones de nuestra geografía.

Este esfuerzo por darle esperanza a nuestro pasado se debe comple-mentar con las operaciones sobre el presente, para evitar comprometer nuestro futuro. Se trata de una intervención consciente sobre nuestros paisajes, desde el reconocimiento de sus valores. Un proceso de or-denación y planificación abierto, que tienda una mano sincera a la so-ciedad para que participe de aquellas decisiones transcendentes que conciernen al derecho de unos paisajes de calidad.

Por ello, esta guía ofrece claves interpretativas y criterios sistematiza-dos para no naufragar ante las “urgencias” derivadas de la inevitable y vertiginosa transformación del territorio al amparo de una economía globalizada.

Una obra serena que, desde un profundo conocimiento de la geografía gallega, apuesta por la divulgación y sensibilización de sus valores. Una obra que, a su vez, aporta criterios nítidos a los gestores y usuarios del territorio para una cultura nueva que procure la salvaguarda de los elementos que configuran la historia inacabada de nuestros paisajes, posibilitándonos una reflexión para potenciar los valores que en ellos redescubrimos.

Una guía, en definitiva, que se une a las que ya se han publicado den-tro de la colección de Paisaxe Galega; en un intento por construir una sociedad comprometida con sus paisajes, más sostenible y más culta.

Agustín Hernández Fernández de RojasConselleiro de Medio Ambiente, Territorio e Infraestructuras

Introdución1

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

13

Planta del núcleo de Serois, en el ayuntamiento de Rairiz de Veiga (Ourense) a escala 1:1500

14

1.1. OBJETIVOS Y ESTRUCTURA DE ESTA GUÍA

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

14

15

La permanencia de los valores del medio rural es una característica aún común en muchos núcleos de la Galicia interior, donde no se han producido tensiones urbanísticas significativas. En el esquema, Alais, en el ayuntamiento de Castro Caldelas (escala 1:1000).

Las grandes transformaciones a las que se ha vis-to sometido el medio rural en Galicia a partir de la segunda mitad del siglo pasado, con la emigración, el abandono o la pérdida de valor de la explotación agropecuaria conforme a su modelo tradicional y el uso progresivo del espacio rural como lugar de asentamiento de nuevas viviendas, ha represen-tado, muchas veces, un elemento de degradación visual y paisajística de los núcleos rurales y de su entorno.

Conjuntos, con frecuencia significativos, de cons-trucciones rurales tradicionales quedaron en el abandono y sin mantenimiento, deteriorándose y confiriendo al territorio una imagen que afecta muy negativamente a su percepción. Muchas de estas construcciones, a veces con una transformación no muy adecuada respecto a las exigencias de confort, economía y funcionalidad de la vivienda actual, fue-ron mal rehabilitadas, en un evidente contraste con la aproximación al empleo de los materiales del lu-gar que antaño habían tenido.

El desatino de muchas de estas renovaciones hizo perder los valores históricos o ambientales de la edificación, proporcionando, como alternativa, una superposición de soluciones formales ajenas, habi-tualmente, al medio rural y con un origen urbano o incluso foráneo que contrastan en escala, volume-tría o hasta en los acabados y materiales respecto a la identidad ambiental previa. En ese contexto, el presente documento pretende servir de referencia como guía de buenas prácticas en las intervencio-nes a desarrollar sobre el medio rural, ya sea en los núcleos o en su entorno, en aquellos ámbitos en los que se mantiene el valor paisajístico del medio rural, teniendo en cuenta las posibilidades de transforma-ción de la situación actual a través de actuaciones de urbanización o edificación.

16

La guía de buenas prácticas está concebida como un conjunto de recomendaciones flexibles u orien-taciones que ayuden a un mejor desarrollo de los núcleos rurales, o también a adoptar decisiones de diseño o de planeamiento más respetuosas con el contexto en el que se inscriben, establecidas en tor-no a las siguientes referencias básicas:

1. Emplear prioritariamente los recursos deriva-dos de lo existente.

2. Encontrar un equilibrio entre el desarrollo y la conservación de un valioso patrimonio tradi-cional.

3. Conseguir una integración armónica en el con-junto existente, donde las edificaciones, calles, espacios públicos y vecindario actúen de ma-nera unitaria.

4. Aportar alternativas a modos de intervención ya demasiado habituales y que están contri-buyendo a un mayor deterioro ambiental del medio rural.

5. Entender el paisaje rural gallego como un conjunto no homogéneo y de una gran varie-dad (paisaje y edificación tradicional diversas en las llanuras lucenses o en las sierras su-dorientales, por ejemplo), en el que deberán establecerse evidentes diferencias en las de-terminaciones más específicas de integración o actuación.

En relación con este último punto, sería deseable seguir el criterio que se tiene anticipado en otros países, para ir vinculando regulaciones territoriales más precisas a la elaboración de los respectivos Ca-tálogos y Directrices del paisaje previstos en la Ley 7/2008 de protección del paisaje de Galicia (regula-ciones paisajísticas y de la arquitectura con carácter más local o pormenorizado).

Las transformaciones del medio rural abarcan, por lo común, múltiples aspectos que afectan a su estructura inicial en diferentes grados, debido tanto a la propia evolución de su tejido, como a la adaptación a nuevos requerimientos que derivan de la pérdida de los valores de la edificación o del entorno agropecuario, o a la incorporación de nuevas necesidades de infraestructuras no siempre en armonía con los valores de lo existente.

En el caso del núcleo de Hospital, en el ayuntamiento de Pedrafita do Cebreiro (plano de la parte superior, a escala 1:2000) frente al mantenimiento general de la configuración de lo edificado, la estructura lineal apoyada en la traza histórica del Camino de Santiago como origen de la agregación, irá desplazándose hacia el sur siguiendo dos posteriores mejoras viarias de la carretera, incluyendo una última modificación de la topografía con un talud que evita el anterior recorrido sinuoso y da uniformidad a una rasante más apropiada para el tránsito rodado, entrando en conflicto con la adaptación orográfica del asentamiento.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

17

Esa diversidad del paisaje y del medio rural en Galicia se pone de relieve en la primera parte de esta guía, donde se hace un recorrido descriptivo a lo largo de las grandes áreas paisajísticas, para demos-trar que, dentro de una cierta unidad de imagen derivada de la permanencia de los volúmenes y materia-les característicos de la edificación tradicional, la morfología de los asentamientos resulta siempre muy diversa, tanto por la evolución de su planta en relación con condiciones territoriales específicas, en cada caso (núcleos lineales, en encrucijada, agregaciones compactas de estructura compleja, etc.) como por la variabilidad de la incidencia que, en esa estructura inicial o tradicional, tuvieron los crecimientos dispersos a partir de la segunda mitad del siglo XX.

La relación entre estos nuevos desarrollos y la antigua consolidación, o incluso la magnitud de los pro-cesos de renovación interna del tejido construido, tanto más profundos cuanto mayor es la cercanía o accesibilidad respecto a aglomeraciones urbanas vecinas, hace que la pérdida de los valores ambienta-les que, en un principio, detentaban esos asentamientos, tenga un carácter muy desigual, de forma que, frente a la expansión del deterioro visual de muchos de esos entornos, permanezcan ámbitos rurales de interés que es necesario proteger y potenciar.

En ese sentido, la representación gráfica de diversos núcleos, escogidos a lo largo de las distintas áreas paisajísticas, pretende constituirse en referencia de los valores propios de esos asentamientos y, sobre todo, mostrar la permanencia de entornos rurales de valor incluso en aquellas zonas donde se hacen patentes los procesos de transformación suburbana. La variabilidad de la orografía o incluso del microclima o la accesibilidad, determinaron un cierto aislamiento de algunas áreas rurales que puede contrastar con situaciones totalmente diferentes en un mismo ayuntamiento o parroquia, de igual modo que, salvo en el caso de proximidad a vinculaciones viarias de relación territorial exterior, el medio rural de la Galicia interior, siempre manifestará una mayor permanencia de entornos de interés respecto al litoral o a la periferia de las grandes áreas urbanas.

Como consecuencia, se resalta la necesidad de establecer una catalogación o identificación de núcleos de valor o singulares, en los que las intervenciones de ordenación no pueden seguir el tratamiento habi-tual articulado a partir del planeamiento general.

La necesidad de incidir en un tratamiento de detalle como única alternativa en esos casos (ya sea mediante el propio planeamiento general o remitiendo a una figura de desarrollo pormenorizado) se complementa con un análisis de las técnicas comunes de delimitación de suelo, constatando como muchas de las regulaciones previstas en la actualidad para muchos de esos núcleos pueden contribuir aún más a su deterioro, por no haber entendido ni las dinámicas de evolución de su tejido, ni la inserción territorial del mismo. En la guía, se plantean, al respecto, toda una serie de recomendaciones acerca de como identificar y delimitar el ámbito de los núcleos rurales, como paso previo a una ordenación en detalle de aquellos que se configuran como asentamientos singulares, incidiendo en la necesidad de trabajar con unos útiles cartográficos adecuados y que incluyan todos aquellos elementos que permiten justificar y apoyar las decisiones de planeamiento, siempre manteniendo un acercamiento al medio rural a partir de las evidentes diferencias que presenta en relación con los entornos urbanos o suburba-nos y poniendo de relieve como la intervención en el mundo rural desde una óptica urbana, tiene sido una de las causas del más reciente deterioro de su imagen (delimitación de áreas de expansión como

envolventes concéntricas ajenas a las restricciones que impone el propio paisaje agrario o incluso la orografía, determinación de ordenanzas de edificación y volumetrías sin relación de escala o proporción respecto a la edificación tradicional, ausencia de medidas de protección para la arquitectura popular de carácter doméstico, definición precisa de alineaciones y rasantes que afectan a elementos de valor de los núcleos que se ordenan, vulgarización de los crecimientos mediante viviendas aisladas sobre el parcelario agrícola como única alternativa de extensión, ausencia de intervenciones de recualificación interna promoviendo la recuperación y articulación de espacios públicos significativos, mejora de la conectividad peatonal y rodada, etc.).

Las propias deficiencias o la inadecuación de las bases cartográficas utilizadas en el planeamiento, en esos casos, han sido, junto a la ausencia de un trabajo de campo complementario, una de las principales causas de los errores en sus determinaciones urbanísticas.

El hecho de que, en la actualidad, convivan criterios de ordenación muy dispares entre sí, consecuencia de los múltiples cambios en la legislación, de la demora en la tramitación de cualquier tipo de instrumento de planeamiento o también de las propias cualidades de los medios técnicos empleados en ordenacio-nes que difieren en más de veinte años (siempre en relación con su aprobación definitiva y muchos más, en ocasiones, respecto a la fecha de inicio de los trabajos) entre ayuntamientos limítrofes, anticipa una evidente desigualdad en la adecuación del tratamiento del medio rural en cada caso. Ese enfoque en la representación de la realidad del mundo rural y de sus elementos físicos de articulación (edificación tradicional, relación con la topografía, representatividad de su contorno agropecuario, integración te-rritorial, elementos físicos de definición del paisaje, transformaciones recientes, valores patrimoniales, etc.) accesible como un primer acercamiento respecto al medio a partir de fundamentos hoy en día ya habituales (planos del catastro, ortofotografía aérea, series cartográficas históricas a escala menor, etc.) se complementa con la indicación de una metodología y técnicas de levantamiento que permiten la precisión y el nivel de información cartográfica necesarios para afrontar una ordenación en detalle a las escalas ya usuales en el planeamiento especial de protección de conjuntos históricos.

Como parte final, se establecen las recomendaciones relativas a los tratamientos que derivan de una intervención más en detalle, a modo de criterios generales y, sobre todo, identificando los errores más comunes en la localización de las nuevas construcciones, en su formalización, volumetría, implantación en la parcela, ampliaciones y reforma de las existentes o incluso en la urbanización del espacio público, destacando la falta de diferenciación que, en la mayoría de los casos, se establece respecto a actuacio-nes semejantes en el medio urbano o suburbano.

Debe señalarse que, esa múltiple diversidad del medio rural gallego, bien evidente tanto en la tipología y vinculación topográfica de los asentamientos, como en la propia imagen, o incluso en la volumetría, de la edificación tradicional, obliga a establecer unos criterios muy genéricos cuando, de lo que se trata, es de indicar la intervención en detalle, caso por caso, como la mejor alternativa de ordenación del medio rural en relación con la conservación de sus valores de integración territorial. En ese sentido, la guía no excluye la necesidad de elaborar trabajos más específicos que orienten esos aspectos de formalización en las intervenciones de edificación o urbanización sobre áreas o subzonas territoriales concretas.

18

1.2. INTENCIONES Y ALCANCE DE LAS RECOMENDACIONES DE LA GUÍA

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

19

A partir del reconocimiento de la variedad de situaciones que presenta el territorio y el paisaje rural gallego, identificando una gran variabilidad en el grado de incidencia de la presión urbanizadora, no solo entre, en general, la Galicia litoral y el interior (núcleos rurales totalmente transformados como consecuencia de la expansión de los desarrollos suburbanos, frente a asentamientos casi abandonados y que poco tienen cambiado, más que en su estado de conservación, respecto a su configuración inicial) esta guía pretende elaborar una serie de recomendaciones flexibles dirigidas a las distintas escalas de intervención sobre el medio rural, en aquellos entornos en los que to-davía se mantienen unos valores ambientales y paisajísticos, fundamentalmente, sobre aquellas agregaciones de interés que permanecen al margen de las fuertes tensiones urbanísticas que caracterizan la transformación de las periferias de las villas, las ciudades o las áreas territoriales más desarrolladas y ya irreversiblemente transformadas.

La intención principal de estas recomendaciones, dirigidas hacia las actuaciones de armonización y puesta en valor del paisaje rural en aquellos contextos en los que aún resulta posible, será la de orientar una inversión de los criterios comunes de intervención en el medio rural cuando éste man-tiene unas cualidades ambientales evidentes, criterios que, en general, aún hoy en día siguen sin tener en cuenta las condiciones y características específicas de una relación armónica con el lugar.

A ese respecto, debe destacarse que la diversidad de la orografía gallega, o incluso de las circuns-tancias de la evolución histórica del medio rural, hacen que, a veces, existan entornos de interés a escasa distancia de ámbitos en los que ya se ha producido una evidente transformación suburbana. Por ese motivo, como una de las conclusiones fundamentales del análisis del medio rural en Ga-licia que esta guía incorpora, se deriva la necesidad de elaborar un inventario o catálogo de este tipo de núcleos, ya sea asociado al desarrollo de los planes generales o mediante actuaciones de rango superior, siempre con la intención de definir aquellos ámbitos en los que conviene una mayor exigencia de regulaciones armonizadoras y, fundamentalmente, señalando la invalidez de cualquier tratamiento que no se acerque más al detalle.

La aproximación específica a ordenaciones e intervenciones de detalle, que elaboren determinacio-nes volumétricas o estéticas particularizadas, solamente podrá ser asumida a partir de la referencia a localizaciones concretas.

Esa misma diversidad de la arquitectura tradicional que caracteriza a muchos de los núcleos de valor, siempre derivada de una variada adaptación a los recursos de cada lugar, hace aconsejable que las indicaciones de esta guía (siempre de carácter general y no específicas) puedan ser desa-rrolladas territorialmente para ámbitos paisajísticos más concretos.

Con independencia de ese tipo de guías de diseño rural particularizadas, se insiste en la necesidad de trascender, para esos núcleos o entornos de interés, de la habitual regulación a partir de un planeamiento general que, muchas veces, elude la evaluación de la calidad formal o ambiental de los asentamientos rurales para proponer criterios genéricos de intervención que poco difieren de aquellos que, comúnmente, esos mismos planeamientos emplean para ordenar el suelo urbano o la periferia.

2

20

La variedad morfológica de los núcleos rurales

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

21

Plano del asentamiento rural de Paredes, en el municipio orensano de Leiro (escala 1:2000)

22

2.1. LOS TIPOS DE ASENTAMIENTOS RURALES EN LAS GRANDES ÁREAS PAISAJÍSTICASLa variabilidad del relieve y de los condicionantes ambientales a lo largo de las unidades geográficas fundamentales del territorio gallego (las sierras, valles fluviales, las depresiones y llanuras, o el litoral y prelitoral) determinan la reconocida identificación de un total de doce áreas paisajísticas (Sierras Orientales; Sierras Sudorientales; Llanuras, depresiones y sierras orensanas; Riberas Encajadas del Miño y del Sil; Llanuras y depresiones lucenses; Galicia Central; Mariña-Baixo Eo; Golfo Ártabro; Llanuras y depresiones occidentales; Rías Bajas y Costa Sur-Baixo Miño).

Cada uno de estos ámbitos, en los que pueden distinguirse, así mismo, otras subzonas o comarcas paisajísticas, a medida que se verifica un mayor acercamiento respecto a las características espe-cíficas del medio, conforman unidades singularizadas también, generalmente, por la imagen propia de sus asentamientos rurales tradicionales, como consecuencia directa de la utilización de los ma-teriales del lugar en las construcciones, de la adaptación a las condiciones climáticas o ambientales específicas, a las potencialidades agropecuarias de los suelos o incluso a las trazas topográficas del territorio. La diversidad en la morfología del terreno, con importantes variaciones tanto en altitud y pendientes, como en la densidad de ocupación del espacio por los asentamientos (fundamentalmen-te cuando la presencia de determinadas infraestructuras o la proximidad respecto a aglomeraciones de carácter urbano ha favorecido nuevas dispersiones) da lugar a una gran variedad y diversidad en la morfología de los asentamientos rurales, aún cuando, en muchos casos, resulte posible distinguir, a nivel general, unos patrones de ocupación dominantes que caracterizan a ciertas áreas respecto de las vecinas, en función, principalmente, del contraste entre los modos de implantación de las construcciones de tipo tradicional y las formas más aparentes de las agregaciones en su conjunto.

Muchas veces, la variedad y las transiciones morfológicas se harán más aparentes en la propia arquitectura que en los patrones de asentamiento, siempre con una estrecha vinculación respecto a las diferencias en la composición litológica de las diversas áreas. En este sentido, la arquitectura de los esquistos o la pizarra, donde los planos de cubierta adquieren una incidencia visual dominante, establece notables transiciones en el borde oriental de la Galicia interior hacia zonas donde es habi-tual la cubierta de teja.

El recorrido descriptivo que se hace por las distintas áreas paisajísticas en esta parte inicial de la guía, trata de mostrar esa variedad y diversidad de los asentamientos y, sobre todo, reseñar los valo-res ambientales, históricos, etnográficos, arquitectónicos y paisajísticos que aún mantienen muchos de los núcleos rurales gallegos con independencia de su localización, partiendo de esa diferenciación de ámbitos geográficos que deriva de la identificación de las doce grandes áreas paisajísticas y to-mando el ámbito de los valles del Miño y del Sil como elemento de enlace entre las sierras orientales, las sudorientales y las de la Galicia central y del borde meridional de la provincia de Ourense.

El acompañamiento gráfico de este recorrido territorial va a corresponderse con una síntesis de un extenso conjunto de asentamientos rurales analizados, procurando referir siempre los ejemplos a aquellos conjuntos rurales que detentan ciertos valores patrimoniales y abriendo el camino a una ne-cesaria identificación de núcleos singulares, ya sea a partir de las determinaciones del planeamiento municipal o derivando de intervenciones de rango superior extendidas sobre subzonas o comarcas paisajísticas diferenciadas.

En el mapa que se adjunta, definición geográfica de las doce grandes áreas paisajísticas superpuesta a la deli-mitación territorial de los distintos municipios. La práctica coincidencia, en ciertos casos, entre los límites municipa-les y los de las distintas zonas revela la referencia histórica que mantienen os ámbitos de ciertos enclaves territoriales respecto a elementos físicos reconocibles.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

23

2.2. LA DISTRIBUCIÓN TERRITORIAL DEL POBLAMIENTO

La movilidad orográfica y la variedad de los contrastes en la altimetría o en el relieve y las pendientes a lo largo del territorio gallego, así como sus peculiaridades geomorfológicas o climáticas, en un espacio en que se emplazan más de 30.000 entidades de población de dimensiones muy diversas, derivadas del sis-tema tradicional de aldeas, dan lugar a un mosaico de agregaciones de una gran variedad morfológica,con una diversidad que,en ocasiones, comparte un mismo ámbito municipal o incluso parroquial, mostrando modos de ocupación del espacio muy diferentes entre sí.

A todo eso hay que añadir la histórica concentración del desarrollo urbano e industrial vinculado al corredor litoral, en detrimento de una evolución similar para la Galicia interior, circunstancia que ha provocado pro-fundas transformaciones en la estructura de los asentamientos rurales originarios localizados en el entorno de esas áreas de actividad y, como consecuencia, un grado de urbanización y densidades relativas muy dispares en cuanto va incrementando la distancia respecto a la costa o desde la periferia de las principales villas y ciudades. Aún así, no siempre esta situación justifica a homogeneidad de los patrones de distribu-ción del poblamiento rural sobre las distintas unidades espaciales del territorio, sino que influyen también muchas circunstancias históricas o geográficas específicas, de tal forma que hay zonas del litoral, como es el caso de la Costa da Morte, donde la evolución y las tipologías de ocupación del espacio por el pobla-miento se acercan más a las propias del interior que a las de la mayor parte del perímetro costero gallego.

Teniendo presentes todos estos matices y asumiendo el predominio global de esa variedad (tanto en el medio físico, como en las características de su ocupación por los asentamientos) como impronta funda-mental del territorio gallego, el recorrido del análisis de los asentamientos rurales se referirá a la distribu-ción de los mismos de acuerdo con las diferentes áreas paisajísticas, incidiendo siempre en las cualidades y valores ambientales de todo tipo que pueden encontrarse como referencia con una cierta independencia de la localización y siempre en relación directa con la repercusión que, sobre los conjuntos de tipo tradicio-nal, han alcanzado las renovaciones o crecimientos relativamente recientes.

2.3. LAS SIERRAS ORIENTALES

Son áreas de media y alta montaña situadas en el extremo occidental de la cordillera Cantábrica, cons-tituyendo el río Sil y la depresión de la Tierra de Lemos su límite meridional, en tanto que la Terra Cha y el curso del río Miño delimitan su perímetro hacia poniente, siendo las sierras de Monciro, Meira y del Mirador las elevaciones que marcan, por el extremo Norte, la transición hacia las sierras septentrionales y la Mariña lucense.

El clima de las sierras orientales es del tipo definido como oceánico de montaña, con factores diferencia-dos en el recorrido territorial de Sur a Norte, tanto por las condiciones específicas de las distintas zonas, como por las variaciones en altitud.

No resulta fácil extraer consecuencias morfológicas de los datos de densidad municipal, ya que, normal-mente, el propio territorio presenta una gran diversidad, ya sea por la presencia de tierras bajas donde el poblamiento no sigue las mismas pautas de ocupación, o bien por la desigual representatividad de los

suelos no aprovechables (terrenos improductivos por su carácter rocoso y forestal o por lo determinante que resultan sus pendientes extremas) e incluso por la mayor o menor incidencia que han tenido, depen-diendo de las zonas, los procesos históricos de migración y abandono de los asentamientos tradicionales.

De cualquier modo, tanto el tamaño relativo de las agregaciones rurales o núcleos de estas montañas, como su despoblación y la distancia a la que se encuentran unos de otros, como consecuencia de la es-casez de recursos agrarios, marcarán un factor diferencial en las densidades de ocupación del territorio, con unos valores que solo encuentran indicadores semejantes en las sierras sudorientales o en algunos ámbitos aislados de las montañas de la Galicia interior.

No solo la orografía y las restringidas posibilidades de aprovechamiento de un suelo en el que escasea-ban los terrenos aptos para el cultivo o las rigurosas condiciones climáticas de las tierras altas condicio-naron la forma e implantación de los asentamientos rurales. Muchas veces, la propia tradición cultural, la capacitación de los artesanos locales, la relación con antiguas vías de comunicación, la subsistencia de antiguas tecnologías y materiales de construcción, o el desarrollo de un sistema socioeconómico basado en las posibilidades que la tierra ofrece, como elementos de continuidad, en ocasiones, respecto a otras áreas o regiones geográficas limítrofes, darán como resultado de esta conjugación de factores, patrones de edificación o de agregación localmente diferenciados.

La propia composición de la cabaña ganadera en la estructura agraria tradicional, siempre dependiente, en el tipo de ganado y número de cabezas, o de la variedad y calidad de los terrenos de pasto (el ganado ovino o caprino con una mayor capacidad, por su naturaleza, para el aprovechamiento de suelos pobres con vegetación de monte bajo o de pendientes acusadas, mientras que el bovino exige prados húmedos de cierta extensión por cada cabeza) demandará distintas capacidades de estabulación, que determina-rán, como consecuencia, las dimensiones de la vivienda tradicional, donde las cuadras compartían espa-cio en planta con el resto de las dependencias vivideras y condicionará la anchura de muchos caminos o servidumbres de paso en el interior de las aldeas, según deban acoger el paso del ganado vacuno y de un carro o simplemente de peatones y rebaños de ganado menor.

También la presencia o extensión de determinados cultivos de cereal o forraje, como es el caso del centeno en estas tierras altas, exigirá una mayor o menor dimensión del espacio libre en el interior de las aldeas, en áreas con buena orientación solar y ventiladas, para acomodar en ellas las eras donde separar el grano de la paja. Esa diferente capacidad productiva condiciona, de igual modo, la necesidad de disponer de terreno para los graneros de almacenamiento, de forma que, aún hoy en día, su número y capacidad, o su distribución territorial, revelarán las características que, antaño, tuvieron los distintos ámbitos del territorio agrario en las sierras orientales.

Por su parte, la subsistencia de la castaña como principal recurso alimentario en la vieja economía rural, frente a la habitual difusión de la patata a lo largo de la mayor parte del agro gallego, en este caso debido a su mejor adaptabilidad a los suelos de naturaleza forestal de altura y a no requerir de terrenos nivelados para su cultivo (el castaño crecerá también sobre las fuertes pendientes de las laderas de la montaña)determinará un entorno característico para muchos de esos asentamientos de población, con frecuencia envueltos en una corona boscosa de un soto que los vuelve casi imperceptibles desde una visión cercana y que contribuye a una mejor protección del caserío frente a los fríos vientos invernales.

24

2.3.1. LOS NÚCLEOS DEL SECTOR MERIDIONAL (O COUREL)

La fractura del Cebreiro, entre el puerto de Pedrafita y Triacastela, además de constituir el paso natural hacia Castilla y delimitar la separación entre las sierras de los Ancares y Courel, establece en su entorno, una cierta diferenciación regional, que se materializa, en mayor medida, por debajo de la alineación en dirección NE-SO de la sierra de Rañadoiro y del curso alto del río Lor, marcando una transición entre los “chaos” de montaña, brañas de pastoreo en altura que se desarrollan por encima de las plataformas aplanadas de las cumbres de los Ancares, lugares donde, preferentemente, van a emplazarse los asen-tamientos en esa zona, y los valles encajados de los montes del Courel, en los que la fuerte inclinación y los grandes desniveles empujan a los núcleos a seguir las depresiones fluviales como ámbito de prioridad para el asentamiento de las agregaciones.

De este modo, a partir de Veiga de Forcas o Zanfoga, al Sur del municipio de Pedrafita, se aprecia una clara tendencia en la edificación rural tradicional a agruparse en conjuntos entre medianeras, con un mínimo consumo de espacio en las agregaciones, buscando protección en el hecho de adosarse y dando lugar a núcleos casi siempre de tipo mononuclear muy compacto, con unos bordes bien definidos respecto a su entorno natural y orgánicamente asentados en una difícil orografía, que contribuye sensiblemente a definir, tanto su perímetro edificado, como su morfología en planta. Este tipo de núcleos se extiende a lo largo de todo el municipio de Folgoso do Courel, con Seceda o Froxán como hitos de mayor interés ambiental, así como por las zonas en altura de Quiroga o Terra de Valdeorras y por los montes de Lóuzara y de la sierra de Oribio, en dirección a O Incio.

Cuando estas antiguas aldeas forman conjuntos polinucleares, también de carácter compacto, casi siem-pre se debe a las propias imposiciones de la topografía, circunstancia que revela, por lo general, la topo-nimia de los lugares (Fondo da Vila y Cima da Vila, en la parroquia de Piñeira, por ejemplo).

Salvo cuando existe una plataforma en loma o de suave relieve y de cierta amplitud alrededor del em-plazamiento del núcleo, las aldeas de este tipo suelen rodearse de un perímetro arbolado de castaños, sin más vacío interior que el espacio ocupado por el caserío, protegiéndose de los vientos de invierno mediante algún saliente orográfico y buscando en la pendiente de las laderas las mejores condiciones de orientación.

La vivienda rural tradicional en las sierras de este sector es de tamaño muy reducido, casi siempre de dos plantas, con acceso exterior a la planta de piso mediante una escalera que acaba en un pequeño patín o, más frecuentemente, en un corredor cerrado que sirve de distribuidor y de ampliación de las dependen-cias habitables, generalmente desarrolladas en un espacio mínimo. La cubierta, aún tendiendo a formarse a dos aguas cuando las agregaciones conforman conjuntos lineales, responde a la irregularidad de un profuso parcelario por las sucesivas divisiones de herederos, con complejas geometrías que hacen de los tejados, por su extensión y tonalidad, uno de los componentes más visibles de las antiguas aldeas, siem-pre rematados con lajas de pizarra en forma de grandes piezas irregulares a corte de cantera, que quedan sostenidas por su propio peso y gracias a mantener unas pendientes nunca demasiado pronunciadas.

Las construcciones se adosan unas a otras sin apenas dejar huecos entre ellas para patios o espacios vacíos, formando un tejido muy apretado que contribuye a aminorar los efectos de la adversa climatología.

El núcleo rural de Paradaseca, en las tierras altas de la sierra del Courel, en el municipio de Quiro-ga (esquema de la parte superior, a escala 1:2000) constituye una agregación típica de esta área.Con una estructura mononuclear muy compacta en la que la topografía y la tendencia de la edi-ficación tradicional a ocupar el mínimo espacio posible dan lugar a una planta que remite, en su perímetro, a una morfología circular y con una nítida definición en sus límites (salvo por la presencia de nuevas edificaciones aisladas) respecto del medio agrario o forestal circundante.Las antiguas viviendas, de tamaño, en general, muy pequeño, van uniéndose unas a otras por sus paredes medianeras, en ocasiones incluso saltando de uno a otro lado del viario, formando pasajes cubiertos y dibujando una trama de caminos estrechos de una gran irregularidad y varie-dad espacial, que recuerda, en estructura y configuración, al casco antiguo de una pequeña villa.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

25

Ortofoto de Paradaseca, núcleo característico de la sierra del Courel. En la imagen puede apreciarse con claridad la antigua implantación de la aldea y las transformaciones sobre su entorno exterior.

26

En el caso del núcleo de Outeiro, a la misma es-cala en el esquema de la izquierda, también en el municipio de Quiroga, la agregación presenta las características habituales de las antiguas aldeas del sector meridional de estas sierras. Aquí, la localización en fondo de valle, al pie de un monte, obliga al caserío a agruparse siguien-do la directriz de las curvas de nivel, con alinea-ciones bien definidas en dirección Este-Oeste y que se aproximan a la línea de quiebro de la pendiente para liberar los terrenos de cultivo en la estrecha parte baja de la vega.La tendencia a formar agregaciones muy com-pactas y protegidas da lugar a un conjunto cerrado, bien definido respecto de su entorno natural, aunque algo más diseminado, debido a las menores trabas orográficas en el sentido longitudinal.Resulta evidente el reducido tamaño de las vi-viendas, casi siempre de dos plantas, así como la escasez de espacios libres en el interior de la aldea. Las construcciones accesorias, cuando existen, formaban conjunto con el cuerpo prin-cipal de vivienda.

En A Seara, Quiroga (esquema de la página si-guiente) el emplazamiento en la confluencia de vertientes, lugar óptimo para el paso del río, el antiguo puente y el curso fluvial dividen el nú-cleo en una estructura binuclear, con dos agre-gaciones separadas que acercan sus caseríos a la zona de transición hacia las fuertes pendien-tes de las laderas, dejando la vega fértil, de redu-cida amplitud, libre de ocupación como principal recurso agrario.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

27

28

Resulta frecuente que el derribo de edificaciones, después de un largo proceso de abandono, haga que muchas de estas antiguas agregaciones sean en la actualidad percibidas como conjuntos de di-mensión muy inferior y menos compactos de lo que habían sido antaño, una circunstancia que también ha afectado a la lectura en el paisaje de su antiguo entorno agrario o de cultivos, generalmente desapa-recido o disminuido debido al avance del matorral y del bosque sobre los campos no trabajados.

Aún cuando, en ocasiones, las formas del terreno no condicionen tanto la morfología de las antiguas aldeas, la altitud y la propia tradición local, darán lu-gar a pautas de implantación muy similares en toda esta zona de las sierras orientales, variando sola-mente en su densidad y proximidad respecto al en-torno exterior de vocación forestal o en la amplitud de los campos de cultivo en relación con el espacio ocupado por el caserío, pero siempre siguiendo un esquema que difiere muy poco de Chao da Pena, en Pedrafita, a Cernego, en Vilamartín de Valdeorras. Siempre estos núcleos crecerán de dentro hacia afuera, como organismos concéntricos, dividiendo una y otra vez el substrato catastral de las distin-tas unidades gentilicias o familiares, dejando en su perímetro, muchas veces, los terrenos de propiedad comunitaria como límite exterior. Como consecuen-cia, cualquier mínima dispersión de la edificación, cuando no se trata de un elemento singular propio de la antigua estructura rural (iglesia, camposanto, etc.) acaba provocando un evidente deterioro visual y fracturando la tradicional incorporación al paisaje.

A la derecha, Chao da Pena, en el municipio de Pedra-fita, a escala 1:2000. La representación de la topogra-fía evidencia las condiciones de la propia morfología agrupada y concéntrica del núcleo.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

29

El núcleo de Cereixido, en Quiroga (planta de la derecha a escala 1:2000) muestra las caracte-rísticas morfológicas habituales en los asenta-mientos del Courel, con una estructura agrupa-da y muy compacta, fuertemente condicionada por el propio relieve que distribuye en su en-torno las áreas de prado o cultivos, quedando encerrada por una corona exterior de bosque.

30

2.3.2. LOS NÚCLEOS DE LOS ANCARES (SECTOR CENTRAL)

Al Norte del Cebreiro, las cumbres aplanadas de la sierra de Ancares acogen extensiones impor-tantes de brañas o prados de montaña. La alternancia de las mismas con una sucesión de fracturas que facilitan la incisión de múltiples arroyos o cursos de agua menores, favoreció la formación de profundos valles, llevando a los asentamientos de población a buscar, preferentemente, empla-zamientos cercanos a las plataformas en altura, con una marcada vocación ganadera en la base de su originaria economía de subsistencia. En esta área, la composición de la cabaña ganadera y el pastoreo en las brañas determinarán tipologías específicas en la arquitectura tradicional, que remiten a las viviendas de planta circular de la cultura castreña.

La palloza, como edificación de una única planta o con un altillo que no ocupaba la totalidad de la misma, por su amplitud y conformación, se adaptaba a la perfección a los condicionantes de la climatología y de la explotación del medio agrario, manteniéndose como vestigio de una antigua tradición en este sector de las sierras orientales, aislado en su localización respecto a las grandes áreas urbanas. El hecho de compartir en la misma planta el espacio vividero, con el ganado y el almacenamiento de provisiones, en una zona donde los rigores del invierno dificultaban la vida en el

exterior, hace que la palloza sea una edificación de mayor dimensión, en la ocupación del terreno, que la vivienda tradicional del sector meridional de estas sierras.

Sus formas de agregación, como construcción aislada por su propia naturaleza geométrica, dieron lugar a unidades familiares que tienden a las implantaciones alveolares, acercándose unas a otras pero sin un lindero compartido, separándose mediante una orgánica red de caminos (generalmente algo más amplios y con menos quiebros que en los núcleos densos del sector meridional) que van salvando, de la manera más favorable, los condicionantes orográficos del emplazamiento.

Las construcciones auxiliares, contrariamente a lo que sucede en el sector meridional, donde, de existir, formaban conjunto con la edificación principal, constituyen aquí elementos accesorios res-pecto al volumen principal de vivienda, con menor altura que éste y con una gran variedad de formas, siempre condicionadas en su traza por los límites de la propiedad, formando conjuntos unitarios que casi nunca llegan a tener una medianera común con las viviendas vecinas.

En la parte inferior, a escala 1:2000, planta del Cebreiro, antigua aldea que constituye la en-trada en Galicia del Camino Francés a Santia-go, paso de montaña en el itinerario de trave-sía, que adopta la linealidad como agregación más elemental en el seguimiento del mismo.En el núcleo se conserva un singular conjunto de pallozas que forma parte de un asentamien-to en el que se evidencian las características de la arquitectura rural tradicional y de su im-plantación en el terreno.La mejora viaria del antiguo itinerario repetirá, sucesivamente y con una nueva regularidad, la traza de paso del Camino por el exterior del asentamiento.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

31

En la parte superior, planta a escala 1:2000 de Barxamaior, en el municipio de Pedrafita do Cebreiro. La agregación tiene ya un tamaño relativamente grande respecto al habitual en esta área y, aunque formando un conjunto algo compacto, tiene un carácter bien diferente a El cuerpo principal de las viviendas, generalmente de dos plantas, se sitúa enfrentado, por su eje longitudinal, a la directriz de las curvas de nivel, soterrando parte de la planta inferior y con cubierta, habitualmente, de tres vertientes, una cayendo sobre la fachada corta más expuesta. Las edificaciones auxiliares se adosan a ese cuerpo principal.

Estos condicionantes tipológicos fundamentarán la configuración de las antiguas aldeas de esta zona como conjuntos compactos, aunque mucho menos que en el caso del sector meridional, siempre presio-nadas por el valor que tenía el escaso suelo agrario en el entorno exterior de estos núcleos. La menor compacidad de las agregaciones se hace patente en la poca representatividad de las viviendas con me-dianeras comunes, dejando pequeños huecos en el interior del caserío o patios anexos a cada antigua unidad de explotación familiar.

El tamaño de los núcleos suele ser, generalmente, muy pequeño, tanto por la escasez de los recursos agrarios en su entorno, como por las dificultades que la orografía y el clima imponen para su desarrollo y localización, siendo casi siempre de tipo claramente mononuclear, salvo cuando estos condicionantes del medio físico obligan a diversificar el lugar de asen-tamiento.

Por el Cebreiro, en general, los núcleos, en su es-tructura tradicional, son más pequeños que en otros municipios limítrofes y buscan situarse cerca de los prados de las cumbres o en las cabeceras de los va-lles, relativamente próximos entre sí, aunque siempre con una densidad de ocupación sumamente baja.

En el municipio de Cervantes, los asentamientos buscan localizaciones en ladera, donde la montaña deja espacio a una plataforma aplanada de topo-grafía más suave, destacando por los valores de su configuración tradicional, que conserva aún algunos grupos de pallozas de gran interés etnográfico, so-bresaliendo el caso de Piornedo. La difusión de la palloza en esta área va disminuyendo hacia Navia de Suarna o A Fonsagrada, por donde ya no quedan sino ejemplos aislados en algunas aldeas (como es el caso de Moia, Paradavella, Castelo o Liñares de Maderne).

32

Arriba, el núcleo de Xantes, abajo y a su derecha, planta de Vilarello, los dos en el ayuntamiento lugues de Cervantes, en el sector central (Ancares) de las sierras orientales.

Muchos de los núcleos del municipio de Cervantes muestran una orgánica adaptación sobre la difícil oro-grafía de las laderas de la montaña, aquí siempre con unas acusadas pendientes, siguiendo la linealidad de la traza de las curvas de nivel.

Las antiguas aldeas, en su conjunto, son un aglome-rado de unidades familiares de explotación agrope-cuaria, individualizadas cada una en su parcela, sin llegar, generalmente, a formar medianera con las viviendas vecinas, conformando una sucesión de for-mas alveolares que mantiene cierta semejanza con la geometría redondeada de las antiguas pallozas.

Al Norte de los montes del Restelo, las antiguas al-deas suelen ser de pequeño tamaño y casi siempre lineales, situadas en ladera y orientadas al Sur o Suroeste. A la derecha, en la página siguiente y a escala 1:2000, el núcleo de Morcelle, en Becerreá.

A medida que las alineaciones de las sierras van abriéndose hacia el río Navia, el relieve se vuelve menos angosto y el desarrollo de los valles y los asentamientos adoptan estructuras más laxas, donde la proximidad de las explotaciones agrarias familiares con sus edificaciones auxiliares acaban formando agregaciones de tipo polinuclear, avan-zando ya la morfología característica de las tierras bajas de las agras lucenses.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

33

A medida que las alineaciones de las sierras van abriéndose hacia el curso del río Navia, el relieve se hace menos abrupto a lo largo de los valles secun-darios, incrementándose notablemente la extensión del suelo cultivable en el entorno de los asentamien-tos, ganando también el caserío más espacio para expandirse sin dificultades. La orografía se vuelve menos condicionante en las formas de implantación y los núcleos van adoptando la morfología irregular de los caminos al pie de los que se sitúan, confi-gurando estructuras cada vez más laxas y menos compactas, que se alargan siguiendo patrones irre-gulares en forma de estrella.

La influencia de las antiguas aldeas sobre un área de cultivos o prados artificiales, en zonas de relieve aplanado, que van enlazándose unas con otras, fa-cilitará una cierta proximidad entre núcleos vecinos.

El hórreo, como construcción auxiliar característica, tendrá una menor presencia en la zona del Cebreiro, como transición hacia el sector meridional de las sie-rras, apareciendo ya mayoritariamente en algunas agregaciones del municipio de Cervantes, a veces con la cubierta de paja. Más cerca del curso alto del río Navia, el descenso de altitud y la tradición agraria de la zona, convirtieron al hórreo en un complemen-to indispensable en la explotación familiar, contribu-yendo a otorgar un cierto carácter diferenciado a los asentamientos, añadiéndose al resto del conjunto de edificaciones auxiliares, siempre relativamente aisladas e independientes en el interior de las par-celas edificadas.

Una menor incidencia de la topografía como condi-cionante de los modelos de implantación hará que las aldeas vayan desagregándose y formando con-juntos ya de tipo polinuclear, sobre todo en los asen-tamientos que son cabecera de parroquia, donde se concentra el mayor número de viviendas.

34

2.3.3. LOS NÚCLEOS DEL SECTOR NORTE

A partir del valle de Baleira, el curso del río Rodil y la parte Norte del ayuntamiento de A Fonsagrada, la disposición meridiana de una serie de alineacio-nes montañosas que discurren en franjas paralelas, establece la transición hacia las sierras septen-trionales y la Mariña lucense. La altitud decrecerá mucho por la sierra de Meira y las cumbres apenas superarán los 1.000 m., de manera que el contraste del relieve entre las elevaciones de las sierras y los valles (de mayor amplitud aquí respecto a los de la parte central y meridional de estas sierras) produ-cirá una abundancia de terrenos de asentamiento por debajo de los 600 m. donde las características del medio montañoso van suavizándose y apenas se establecen diferencias notables respecto a otras áreas de las agras lucenses, también situadas sobre plataformas o llanuras que se desarrollan alrededor de esa cota como límite superior.

Debido a esta multiplicidad de posibilidades de asentamiento, los núcleos huyen de las elevaciones o de las tierras altas, como ocurre por la sierra de Meira, salvo cuando el relieve fuertemente aplanado de las mismas acoge grandes “chaos” de montaña, formando praderas húmedas semejantes a las de los Ancares y también aprovechadas tradicional-mente para desarrollar actividades ganaderas, aquí más favorecidas por la menor altura de las cumbres.

En la zona de Baleira los núcleos de montaña son muy pequeños y están próximos entre sí, casi siem-pre en emplazamientos de media ladera y de tipo lineal. La similitud de estas tierras, a medida que se baja en altitud, con las de los valles y depresiones lucenses da lugar a pautas evolutivas bastante se-mejantes. Así, la difusión de las actividades gana-deras, relativamente actualizadas, va manteniendo una cierta vigencia de la vida rural, en oposición a lo habitual en otras zonas aisladas de la sierra.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

35

La antigua aldea de Torviso (en la página anterior) al Norte de A Fonsagrada, revela sus características de asentamiento de montaña en su mayor concentración y densidad del caserío, aún cuando, como es habitual en esta zona de las sierras, las viviendas no llegan a presentar medianeras comunes con sus vecinas. La planta de las viviendas es siempre rectangular o casi cuadrada, con cubierta a cuatro aguas lo mismo que las de los hórreos, con las construcciones auxiliares bien sea adosadas a la principal o, más frecuentemen-te, individualizadas en la propia parcela.El núcleo recoge un extenso perímetro agrícola en su entorno, que se desarrolla, a veces, a partir de gran-des parcelas dependientes directamente de la implan-tación de la explotación familiar adyacente, a modo de corona exterior a la vivienda.

Por la ribera meridional del río Suarna, como en el caso de Ernes, en Negueira de Muñiz (a la derecha, planta a escala 1:2000) los núcleos disponen de un área de cultivo más reducida y menos recursos que los de la orilla opuesta, circunstancia que caracteriza una mayor concentración y densidad de los núcleos, aún manteniendo la tendencia de consolidación a par-tir de viviendas familiares aisladas y de volumetrías bien definidas, con una cierta influencia ya de las tipo-logías de la vecina región geográfica asturiana.

36

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

37

Tanto en el caso de los núcleos del extremo meridional del sector central de estas sierras, como en el Norte, en la transición hacia la Mariña lucense, la suavidad del relieve y la presencia de amplias áreas cultivables, justifica una cierta dispersión de los asentamientos, casi siempre muy pequeños y de estructura sencilla, si-guiendo los caminos principales.Cualquier accidente topográfico, o incluso la presencia de un agra cerrada (una “cortiña”) como en el caso de O Couso y O Castelo (página anterior, planta a escala 1:2000) hace que la agregación tradicional deje libre de ocupación ese en-torno, dando lugar a conjuntos polinucleares con la edificación más diseminada.

2.4. LAS SIERRAS SUDORIENTALES

El encajado y profundo valle del río Sil, hasta su desembocadura en el Miño, define con claridad el ámbito de las sierras situadas más al Sur de Galicia, constituyendo, además, su límite con las sierras propiamente orientales. El macizo de Trevinca, separado con el contiguo de Manzaneda y sierra de Queixa acoge las mayores elevaciones del conjunto de las sierras gallegas, con su cota máxima en Peña Trevinca, con 2.124 m. de altitud.

El macizo de Manzaneda configura el sector central de esta área, quedando constituido por las sierras de San Mamede, O Burgo Queixa, As Corzas y los montes del Invernadero, separándose por la sierra de Penas Libres y la depresión de Monterrei de las montañas que, hacia el sector occidental, forman la frontera con Portugal, divididas, a su vez, por el recorrido del río Limia y la planicie antiguamente ocupada por la laguna de Antela.

En el recorrido de Norte a Sur de esta área geográfica y paisajística diferenciada, desde el ex-tremo meridional del municipio de Montederramo, el Fial das Corzas, al nordeste de Laza, y los montes del Invernadero o las elevaciones avanzadas de las sierras de Queixa y San Mamede, irán acompañando el perímetro de las tierras bajas de Laza, Castrelo do Val y Riós, hasta alcanzar el entorno de la sierra de Penas Libres por Vilardevós, en el extremo Sur de esta zona, marcando ya la frontera con Portugal hacia el municipio de A Mezquita, estableciendo, este último, el contacto con la provincia de Zamora.

El clima oceánico de montaña presenta aquí una variabilidad característica, que diferencia las zonas de altitud, con mayor pluviosidad e inviernos con nieve, respecto de las tierras bajas de la Limia, Monterrei o de O Bolo, que tienden al clima continental.

La densidad de población disminuye hasta límites muy bajos en algunas zonas de esta área, desta-cando el caso del municipio de Manzaneda, no tanto por las características específicas del modelo de poblamiento o de una incidencia mayor de los procesos de abandono y migración, sino más bien como consecuencia de la importante representatividad superficial que adquieren en estas sierras los terrenos improductivos, imposibilitando cualquier tipo de antiguo asentamiento en esos lugares.

2.4.1. LOS NÚCLEOS DEL MACIZO DE TREVINCA Y SIERRA DE PE-NAS LIBRES (SECTOR ORIENTAL Y SUDORIENTAL)

El relieve de este sector de las sierras es, generalmente, bastante contrastado entre las altas cumbres suavizadas por la erosión y las riberas de los valles, quedando marcadas las tierras en altitud por una habitual improductividad del suelo, circunstancia que justifica la total ausencia de poblamiento en estas áreas. La aridez estival, como característica diferencial de estas tierras, hace depender, en mayor medida, la localización de las antiguas aldeas, de la proximidad a un curso de agua, disminuyendo la presencia de los núcleos rurales tradicionales cuanto más asciende el nivel de cota hacia las cumbres.

Como situación complementaria, la topografía no suele ser tan restrictiva como en las sierras orien-tales e incluso aparecen amplias superficies aplanadas en altura pero en un nivel de cota inferior, en forma de mesetas, en las que se desarrolla una estructura agraria que apenas se diferencia respecto de las tierras bajas próximas.

Los núcleos rurales ocupan aquí, case siempre, un emplazamiento de media ladera, acompañando el recorrido de los afluentes del Sil, que discurren perpendicularmente a su curso y con un corto recorrido desde la cercanía a la cumbre de la sierra, huyendo de los lugares con mayor altitud (siempre por debajo de los 900 m.) y favorecidos por las pendientes menos acusadas de los mon-tes, buscando niveles en plataforma, en los que resulte fácil disponer de una corona relativamente amplia de suelo cultivable adyacente, a veces acercándose a la vega debido a la improductividad de los terrenos de ladera.

Las agregaciones están formadas siempre por viviendas de muy pequeño tamaño, en general, de dos plantas de altura y acceso exterior mediante escalera que desemboca en un patín o corredor, en ocasiones cerrado para ampliar el espacio habitable del piso alto, tendiendo siempre a aproxi-marse unas a oras, formando conjuntos entre medianeras que dan lugar, generalmente, a aldeas de tipo mononuclear y muy compactas, con un perímetro bien diferenciado (aunque muchas veces irregular) respecto al contorno agrario exterior. La irregularidad de estos bordes respecto a los ejemplos de las aldeas del sector central de las sierras orientales, deriva de la propia conformación de ese perímetro, siempre a partir del crecimiento siguiendo un camino o alrededor de una encru-cijada, desde la cual van a expandirse las viviendas, acompañando las servidumbres de relación con el territorio circundante.

El incremento de la movilidad territorial hacia el Este, por el municipio de Carballeda, hace que, aún cuando los núcleos sigan el recorrido u la proximidad de los cursos de agua que bajan de la montaña, las localizaciones tengan una mayor diversidad, con predominio de los asentamientos a media ladera, en un borde de plataforma, pero también de emplazamientos de vega o incluso de confluencia.

38

Por la vertiente Sur de la sierra Do Eixe, ocupando par-te del ayuntamiento de A Veiga, se extiende una plata-forma elevada donde las partes altas, siempre aplana-das y suavizadas por la erosión, van alternándose con valles relativamente profundos. Las antiguas aldeas de esta zona, buscarán posiciones de fondo de valle o de media ladera, en ocasiones sobre el paso de un río, en la confluencia de vertientes, huyendo de las faldas de las sierras que delimitan el entorno y dejando liberadas grandes áreas improductivas, en general marcadas por el afloramiento de las rocas de las cumbres más ero-sionadas.

Los núcleos rurales, siempre concentrados y bastante compactos, ya de cierto tamaño y relativamente próxi-mos entre sí, van tendiendo a constituir, cada uno de ellos, una única entidad parroquial, conforme a una pauta común de ciertas zonas del interior orensano. En particular, en las cabeceras parroquiales, la dimensión de los núcleos rurales tradicionales se hace mayor y, con cierta frecuencia, incluye varios barrios diferencia-dos, dando lugar a agregaciones de tipo polinuclear, separadas por pequeñas áreas libres de edificación que permiten reconocer las distintas partes, a menudo con un topónimo diferenciado que define su propia con-figuración respecto al conjunto.

El sistema de relaciones de tránsito, como antiguo lu-gar de paso hacia la Meseta o Portugal, itinerario de peregrinos y arrieros, caracterizará históricamente la disposición y morfología de muchos de los asenta-mientos de los municipios de A Mezquita, A Gudiña o Riós, algunos de ellos mostrando en su toponimia esa estrecha relación con los caminos de paso (A Venda da Capela, A Venda do Espiño, Portocamba, etc.). En todos ellos, la estructura interna revelará la dependen-cia de la trayectoria del camino como eje principal de formación del núcleo.

Por Riós y Vilardevós, los núcleos tradicionales presen-tarán semejanzas evidentes con los de las tierras bajas de Laza, Monterrei o Verín, aún cuando hayan perma-necido más ajenos respecto a la nueva dispersión.

A Fervenza, en el municipio del Barco de Valdeorras (arriba, a escala 1:2000) presenta las caracte-rísticas típicas de los asentamientos rurales tradicionales de la montaña en esta zona de las sierras, formando una agregación que se distingue con claridad do su contorno agrario y que se acerca al corte topográfico que define el rápido descenso do río. El caserío va enlazándose siguiendo el patrón en estrella de los caminos de relación.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

39

Una mayor diversidad en la orografía y, como conse-cuencia, también en las características de la red hidro-gráfica, hacen que por Carballeda, los núcleos rurales tradicionales, aún buscando plataformas de media ladera cerca del fondo de los valles, adopten emplaza-mientos diversos. En el caso de Domiz (en el plano de la izquierda) la suavidad del relieve donde se asienta permite desarrollar un entorno de cultivos que aprove-chaba las pendientes y la orientación más favorables.

El abandono desfigura, muchas veces, las caracterís-ticas de integración territorial que tuvieron esos nú-cleos o la lectura conjunta de su marco paisajístico. Los huecos entre viviendas, más que patios o espa-cios vacíos, son el resultado del derribo de edifica-ciones entre medianeras, y el arbolado de la corona boscosa, acaba recuperando antiguos terrenos de cul-tivo, haciendo percibir como más reducido el espacio agrario originario.

40

El núcleo de A Hedreira, en el municipio de A Veiga, buscando una posición a media ladera, se sitúa en un espolón saliente, al pie de las rocas de un monte, de tal modo que la topografía y la formación de un itinerario de paso del río, van a condicionar la morfología de la agregación.Las viviendas se desarrollan adosadas unas a otras, con un tamaño reducido y también, en algún caso, atravesando la calle principal con un cuerpo que salta hacia el otro lado, dejando un paso inferior cubierto, como suele ser habitual en la edificación característica de las sierras..

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

41

En el municipio de A Mezquita, el núcleo rural de Cáda-vos (a la izquierda, a escala 1:2000) muestra las carac-terísticas comunes de las agregaciones rurales de este ámbito específico de las sierras sudorientales.

Los asentamientos forman agregados compactos y ya de cierto tamaño, que van expandiéndose hacia el exterior, siguiendo calles y caminos, de manera que la tendencia a formar conjuntos de planta concentrada, casi circular, acaba modificándose, tanto por la mayor suavidad del relieve, como por la irregularidad de los límites cuando van creciendo para formar nuevas ali-neaciones.

Los espacios internos, delimitados por múltiples agru-paciones de viviendas, que se unen unas a otras por sus paredes medianeras, otorgan una gran variedad y complejidad espacial a este tipo de núcleos, haciendo que su estructura sea semejante a la de una pequeña villa e incluyendo, en ocasiones, aperturas o pequeñas plazas que conectan las calles entre sí.

42

Al Sur de esta zona, cerca ya de la frontera con Por-tugal, las antiguas aldeas evitan la parte alta de la sierra de Penas Libres, mientras que, hacia el Norte, van internándose en la sierra de Udriñeira y en los montes de Piornedo, siguiendo los valles y buscan-do emplazamientos bien orientados.

El perímetro concentrado de los núcleos rurales de esta área se alargan siguiendo los caminos de re-lación exterior. Los caminos tiran de lo construido formando alineaciones o pequeños agregados ce-rrados (en ausencia de la incidencia de nuevos pro-cesos de dispersión mediante viviendas aisladas) dando lugar a morfologías estrelladas que expanden un núcleo denso interior.

A lo largo de esta zona va materializándose la transi-ción entre la montaña, donde predomina la cubierta de pizarra en la edificación tradicional y que da paso a la cubierta de teja, siguiendo una línea que se ex-tiende por los municipios de A Gudiña, A Mezquita o Vilardevós para llegar a las tierras de Laza, donde conviven ambas soluciones, en tanto que al Sur de Vilardevós, la teja pasa a ser el único material de cobertura, coincidiendo con una antigua área de di-fusión del tejado de paja.

A la derecha, Vilarello da Cota, en el municipio de Vi-lardevós, es un ejemplo de las agregaciones rurales específicas de esta área, siempre muy compactas y con el caserío extendiéndose hacia el exterior en conjuntos entre medianeras, dibujando unos límites siempre in-definidos, con un perímetro totalmente irregular y una compleja estructura interna. Las antiguas aldeas tienen ya una cierta magnitud y, en general, cada una constitu-ye una única entidad parroquial, tal como va a ser habi-tual en las zonas próximas de Verín, Monterrei o Laza.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

43

2.4.2. LOS NÚCLEOS DEL MACIZO DE MANZANEDA (SECTOR CEN-TRAL)

Esta área, que incluye las sierras de San Mamede, Queixa, O Burgo, Fial das Corzas y los montes del Invernadero, presenta una gran extensión de las tierras de montaña en altura, de aspecto ma-sivo y ondulado, donde los suelos improductivos y el elevado grado de inclinación de las laderas, limitaron las posibilidades de localización de los asentamientos de población.

Contrastando con el relieve aplanado de las plataformas de altura que se extienden por Vilariño de Conso, Chandrexa de Queixa o hacia Pobra de Trives, se abre toda una sucesión de valles profundos de escasa amplitud.

Conforme a esta diversidad morfológica de la orografía, en la que existe una gran variación de altu-ra entre el fondo de los valles y las cumbres de la montaña, la climatología, aún dentro del dominio oceánico de montaña, va a presentar notables variantes.

Igual que sucede con el clima y el relieve, la litología del macizo de Manzaneda muestra también una relativa diversidad por zonas, que va del predominio de las rocas graníticas hasta la presencia mayoritaria de esquistos o pizarra, circunstancia que se traduce en una variedad evidente en la imagen de los núcleos a partir del uso de esos materiales en la construcción tradicional, destacan-do, en particular, el paso de la pizarra a la teja como material de cobertura a medida que se produce el desplazamiento hacia el Oeste, por la sierra de O Burgo, en dirección a Maceda, o por el Sur, hacia las tierras bajas de Laza y Verín.

Por debajo de las plataformas aplanadas de latura, las antiguas aldeas disponen de muy poco espacio y de un reducido campo territorial para asentarse.

A medida que la escasa anchura de los valles resulta condicionante, las antiguas aldeas adquieren la típica forma longitudinal, formando un “rueiro” y buscando optimizar la ocupación del terreno a lo largo de una línea de cota que asegure un a buena orientación.

Cuando, en ocasiones, los terrenos de depósito aluvial, siempre en la confluencia de esos valles rehundidos, deja lugar a una plataforma baja de mayor amplitud, los asentamientos en la vega repetirán el tipo polinuclear que caracteriza a buena parte de esta zona.

Por tierras de Manzaneda, estos pequeños núcleos tradicionales, cuando se disponen en la su-perficie de aplanamiento, igual que va a suceder por Montederramo o hacia Pobra de Trives y Maceda, van a ser modificados en su estructura, favorecidos por una mejor accesibilidad territorial, extendiéndose ya con crecimientos importantes de vivienda aislada a lo largo de las carreteras.

La penetración de los valles en la montaña, fundiéndose en la orografía y dejando escaso terreno de vega, hace que los asentamientos tradicionales, como en el caso de A Teixeira (a la izquierda) apenas constituyen más que un “rueiro” ciñéndose a la línea de pendiente y consumiendo el caserío el mínimo espacio, para liberar el máximo de tierras aluviales en la ribera del río.

44

Una gran mayoría de los núcleos rurales de esta zona buscaron emplazamiento en las amplias plata-formas de altura con relieve suave que se extienden por Maceda, Manzaneda, Montederramo o Vilariño de Conso. Cuando, como en el caso de Nogueira, en le municipio de Montederramo (plano de la izquierda) el asentamiento ocupa una pequeña elevación, en ge-neral correspondiéndose con un afloramiento rocoso que sirve de apoyo a los cimientos de la edificación y carece de valor de cultivo, la forma en planta de la antigua aldea constituirá un conjunto aglomerado de tipo concéntrico, del que irradian los caminos de rela-ción exterior y las servidumbres agrarias.

En el caso de Placín, en el municipio de Manzaneda a la derecha, en el plano de la página siguiente) el em-plazamiento sobre una pequeña elevación y la planta radial que deriva de la acomodación a la orografía, conforman una estructura algo más compleja por su mayor dimensión.

Una primera dispersión, más antigua, forma hileras de casas al borde de la carretera, como nuevo eje de crecimiento, siguiendo el nivel de terreno aplanado que la aldea tradicional reservó desde el inicio por su valor agrario. La nueva dispersión, en forma de cons-trucciones aisladas avanza sin limitaciones entre la carretera y el núcleo originario, cambiando totalmen-te la perspectiva de acceso hacia una antigua capilla como puerta de entrada al mismo.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

45

46

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

47

Algunas de las antiguas aldeas del municipio de Laza, casi siempre grandes y algo alejadas unas de otras, alcanzan, en su expansión, formas en planta de una gran riqueza espacial, y una estructura interna semejante a la de una pequeña villa.En el caso de Toro (esquema de la parte izquierda a escala 1:2000) un recorrido longitudinal da lugar a distintas calles en espina de pez, siempre casi totalmente consolidadas por conjuntos edificados entre medianeras de alineación muy irre-gular, como cualquier otro tejido urbano denso.En ocasiones, lo mismo que en otras viviendas características de las sierras, la edificación salta de un lado a otro del viario, cubriendo parte del espacio público y proporcionando una mayor diversidad y originalidad al paisaje urbano interior.Al tratarse de una zona de transición entre la cubierta de pizarra y la de teja, ambas soluciones de tejado aparecen presentes ahora en el conjunto edificado.

2.5. LAS LLANURAS, DEPRESIONES Y SIERRAS ORENSANAS

En su conjunto, esta gran área paisajística complementa el entorno de las sierras sudoriientales por el Sur de la provincia de Ourense, entre las tierras de Maceda y Monterrei y la frontera portuguesa, siguiendo los montes del Xurés, de A Pena y Larouco como perímetro meridional.

Como comarcas interiores, esta región comprende la totalidad territorial de las de A Limia y Baixa Limia, así como la mayor parte de las de Allariz y Maceda. El conjunto montañoso de Cabeza de Meda y la transición hacia la sierra de O Burgo, cerrando el límite nordeste, recoge la parte meri-dional de Terra de Caldelas, incluyendo buena parte del municipio de Montederramo y el borde más meridional de los de Castro Caldelas y A Teixeira.

2.5.1. LOS NÚCLEOS DE LAS SIERRAS DEL SUROESTE

Las tierras bajas de Monterrei y del valle del Arnoia, junto con la frontera portuguesa, delimitan el contorno del sector suroeste de estas sierras orensanas. La fractura incisiva del valle del río Limia, que va estrechándose hacia la frontera de la llamada “raya seca” desde su origen en la antigua laguna de Antela, divide en dos zonas este conjunto montañoso, que va descendiendo en altura hacia el interior de la provincia.

La relación con las tierras del otro lado de la frontera ha aprovechado la histórica presencia de las vías romanas que venían de Braga pasando por “Aquae Flaviae” (la actual villa portuguesa de Cha-ves) conforme a recorridos que fueron más tarde recogidos por el Camino Meridional a Santiago, convirtiéndose en un nexo de unión territorial que justifica la localización y desarrollo de muchos de los asentamientos de población en esta área.

Tanto en el clima como en las características de ocupación del territorio, esta zona tiene semejan-zas evidentes con la variabilidad que muestran también las sierras sudorientales entre los asenta-mientos en altitud y los de las partes bajas.

En lo que se refiere a la morfología de las antiguas aldeas, el curso del Limia marcará el paso de las aldeas relativamente grandes y situadas a una cierta distancia entre ellas, al predominio de las pequeñas agregaciones, aquí siempre compactas y bastante densas, salvo en el caso de que hayan incidido sobre ellas los habituales procesos de dispersión exterior.

A partir de la vertiente occidental de la sierra de San Mamede, se produce también aquí, una transi-ción entre la cubierta de pizarra y la de teja (por la ausencia de esquistos en la zona) sustituyendo al antiguo empleo de la paja como solución que aún era habitual antiguamente en algunas áreas de la sierra de Leboreiro.

La suavidad del relieve y la amplitud superficial de las plataformas aplanadas, en particular en las tierras bajas de Monterrei y Verín o de la Limia, favoreció, en esos entornos, la difusión de la agre-gación catastral mediante los procesos de concentración de las propiedades agrarias, circunstancia que, además de trastocar totalmente el esquema de relaciones territoriales entre los antiguos asen-tamientos de población, establecerá unos límites geométricos de los núcleos que, muchas veces, entran en conflicto con su propia estructura interna y tienen servido como elemento de urbanización añadido que facilita crecimientos dispersos.

En este sentido, pueden existir, en algunos municipios, notables diferencias entre los núcleos de los valles o de las tierras bajas y los de las elevaciones de las sierras, no solamente en el nivel de conservación de las tipologías tradicionales, sino también en la propia estructura catastral y en la configuración de un nuevo paisaje agrario racionalizado, según se hayan difundido los procesos de concentración parcelaria, siempre de más fácil aplicación sobre suelos rústicos que presenten menores condicionantes orográficos.

El relieve aplanado, ya sea en plataformas de altitud o en la vega, caracteriza buena parte de los municipios de Verín, Monterrei, Oimbra o Cualedro, donde las antiguas aldeas son, generalmente, de tamaño grande, mononucleares, densas y situadas a una cierta distancia unas de otras.

Ya desde Calvos de Randín, la mayor representatividad superficial de la ocupación del territorio que tienen las áreas montañosas, obliga a los asentamientos a penetrar en la sierra de A Pena,, siguiendo las hendiduras de los arroyos que descienden por las laderas, buscando ámbitos on-dulados de media ladera y aprovechando las plataformas de menor pendiente para desarrollar los terrenos de cultivo. Esa misma situación se reproducirá en el municipio de Muíños, con una concentración de aldeas, siempre de tamaño pequeño y próximas entre sí, en un espacio reducido (disminuido aún más en la actualidad por la construcción de grandes embalses como los de Salas o de As Conchas).

Por Bande, el relieve va suavizándose algo más y las pequeñas aldeas tradicionales, a veces po-linucleares, van dando paso, en los límites del término municipal de Rairiz de Veiga, a las grandes agregaciones rurales de tipo compacto que caracterizan a la zona de A Limia, como sucede ya en el caso de núcleos como Sarreaus, Pereira o Güín, y de los que constituye un ejemplo singular el asentamiento de Congostro con un desarrollo histórico mucho más relevante que el de la propia capital municipal y con el carácter de una pequeña villa.

48

En contra de la tendencia habitual en toda la zona de evitar las pendientes de la montaña y asentarse en las agras de las plataformas de las tierras bajas o de las mesetas de altitud, la agregación rural de As Merce-des (a la derecha a escala 1:2000) queda encajada en una confluencia de vertientes del estrecho valle del río Baldriz, en una vega de muy corta amplitud en la que extendía los campos de cultivo y prados, confinando la superficie de cereal sobre una plataforma superior lejos del núcleo.

La morfología típica de pequeña aldea de montaña se opone al modelo de las grandes agregaciones rurales del resto del municipio de Cualedro.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

49

Congostro, en Rairiz de Veiga (plano de la izquierda) se alza sobre una loma saliente, en un característico emplazamiento de media ladera que dejaba libre de ocupación la vega baja, que descendía con suavidad hacia el borde de la laguna y el valle del Limia.

La antigua estructura del núcleo forma un conjunto de perímetro ovalado, siguiendo la propia orografía del terreno, y fue creciendo hacia el exterior a partir de una consolidación central inicial. La apertura de los espacios destinados a las eras, en las que se agrupan los hórreos, va conformando vacíos internos que son envueltos sucesivamente por la edificación, dando lu-gar a un tejido de una gran riqueza y variedad.

50

Morgade, en el municipio de Xinzo da Limia (a la derecha, en la página siguiente, plano a escala 1:2000) es otra de las antiguas aldeas que se aproximan a la linea de quiebro de la plataforma aplanada, emplazándose en el borde occidental de un antiguo castro, al pie de la elevación.

La estructura más antigua del núcleo forma un recinto alveolar, de planta sensiblemente ova-lada, donde el tejido adquiere una morfología muy compacta. El crecimiento fue formando expansiones en linea, en forma de estrella, siguiendo los caminos principales y abriendo unas servidumbres perpendiculares que van subdividiendo las propiedades originarias para poder edificar nuevas viviendas cuando así era preciso.

Es de destacar como las huertas, en las proximidades de las viviendas se reparten conforme a tamaños que podrían, de ser el caso, acoger también a viviendas entre medianeras. Estas circunstancias, que condicionan las formas del parcelario, deben ser entendidas por el planea-miento cuando delimita espacios para construir y asigna tipologías.

Los campos de hórreos que se levantan, generalmente en esta zona, en las “airas” comunales, aprovechando los vecinos el emplazamiento ventilado y bien orientado de las mismas, por su situación en los bordes o en medio de las agregaciones, ligeramente elevados, dan lugar a núcleos de perímetro más difuso y menos compactos. El cultivo del maíz, en oposición a la rotación del centeno que caracterizaba a la región oriental de este sector, establece así dife-rencias en el tejido edificado, complementadas por la aparición de patios anexos a la vivienda, favorecidos por una climatología diversa en algunos de los valles y en el extremo suroeste de la provincia.En este tipo de asentamientos, como en el caso de Venceás (a la derecha, a escala 1:2000) en el municipio de Entrimo, unas cuantas nuevas viviendas, por su condición aislada, pueden deshacer la unidad formal y ambiental del antiguo conjunto.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

51

2.5.2. LOS NÚCLEOS DE A LIMIA

El ámbito de las tierras bajas de la depresión de A Li-mia se sitúa algo por encima de la cota 600 y abarca una amplia zona en el centro de esa comarca, alre-dedor del municipio de Xinzo e incluyendo, en distin-ta medida, los bordes de los de Trasmiras, Sarreaus, Vilar de Barrio, Sandiás, Vilar de Santos, Rairiz de Veiga, Porqueira, Os Blancos y Baltar. Por Bande y Porqueira, el valle del río Limia va cerrándose y dando paso a la Baixa Limia, ámbito comarcal que ya manifiesta una diferenciación orográfica marcada respecto al anterior.

La desecación de la laguna de Antela, a principios del s. XX, para la utilización agraria de ese suelo, hace que en la actualidad, la estructura del pobla-miento tradicional haya perdido la referencia espa-cial respecto al condicionante de la existencia de una lámina de agua, tanto para la localización de los asentamientos fuera del ámbito inundado, como por la necesidad de desarrollar en el entorno de los núcleos una corona agraria en las mejores condicio-nes topográficas.

En general, las antiguas aldeas de A Limia mostra-rán un tamaño superior respecto a la media gallega, aunque va a ser el propio territorio la variable que más condicione el tamaño final de las agregaciones. Dejar libre de ocupación las tierras bajas va a forzar una mayor cercanía entre núcleos, de hecho, la pa-rroquia incluirá, en muchos casos, hasta dos y tres núcleos de distinto tamaño, frente a la tendencia de esta zona meridional de Ourense de hacer coincidir el núcleo con la entidad parroquial.

Cuando se sitúan en la vega, procuran asentar-se sobre un resalto que permita huir del riesgo de inundación, dando lugar, a veces, a conjuntos poli-nucleares que ocupan esos pequeños cambios en el relieve y dejan huecos entre las agrupaciones.

52

Penouzos, en Vilar de Barrio (á la izquierda) queda emplazado en una posición típica de media ladera. Se trata de una agregación cerrada más compacta en la parte que sigue un característico “rueiro” (muchos de estos núcleos se estructuran siguiendo el Camino Meridional a Santiago o derivaciones que enlazan con este itinerario) y más abierto en sus bordes, como es habitual en esta zona, tanto por la presencia de eras comunitarias, como por seguir el crecimiento exterior pautas más libres en épocas recientes.

Por Xinzo da Limia, las antiguas aldeas que se em-plazan al borde de la llanura, acercándose a la linea donde comienzan las elevaciones que la delimitan, aprovechan la topografía para definir una morfología siempre relacionada con la disposición de las curvas de nivel.

En el caso de Faramontaos (a la derecha, en la página siguiente) un espolón o pequeño saliente ligeramente elevado, da lugar a un conjunto interno de planta oval, de origen antiguo, del que irradia la red de caminos ahora seccionada por las nuevas pistas de la concen-tración parcelaria.

La relación longitudinal con el puente medieval sobre el río, donde se formó otro pequeño barrio, siempre permaneció libre de edificación, dependiendo de un crecimiento del núcleo inicial hacia afuera, una ten-dencia que no siguen las nuevas viviendas aisladas, en un proceso que acaba desfigurando el carácter concentrado y denso, vinculado con el paisaje y la orografía sobre la que se asentaba la aldea originaria.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

53

54

2.5.3. LOS NÚCLEOS DE LA DE-PRESIÓN DE MACEDA

Centrada en el municipio homónimo, la depresión de Maceda queda delimitada, por su borde oriental, por la sierra de San Mamede, así como por una suce-sión de elevaciones menores que la separan de la Limia o dde las plataformas en altura del municipio de Esgos. Ocupa la vega del curso alto del río Arnoia y sus afluentes, formando una amplia extensión de depósitos aluviales que han proporcionado una alta fertilidad a esas tierras.

El aprovechamiento de esas vegas fértiles ha lleva-do a las aldeas tradicionales a emplazarse en las pequeñas oscilaciones del relieve, para aproximarse a posiciones de ladera, en la pendiente o en el paso de un río, reservando de ocupación el máximo de terrenos con potencialidad agrícola.

Por Xunqueira de Espadanedo el territorio se enca-ja hacia el Norte, contra la base de los montes de Meda, en una sucesión de pequeños núcleos que van diseminándose debido a la atracción de la ca-becera municipal, creciendo de forma dispersa alre-dedor de las carreteras de relación con la misma y siguiendo las pistas de la concentración parcelaria.

La estructura territorial ha cambiado, de ese modo, a partir de los núcleos cerrados originarios, formados mediante alineaciones a caminos, pasando a con-formar conjuntos mixtos donde la vivienda aislada surge más aleatoriamente, en una posición libre en el interior de las parcelas agrarias y repitiendo la ordenación geométrica de las nuevas parcelaciones concentradas.

La sucesión de núcleos compactos y densos, así como un reducido perímetro agrario y de coronas forestales, va repitiéndose hacia el Oeste, por Pa-derne de Allariz, articulando todo este territorio y dependiendo, en su tamaño, de la antigua amplitud de las tierras de cultivo.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

55

Muchos de los núcleos rurales de Paderne de Allariz, como en el caso de San Xes (a la izquierda, en la pági-na anterior y a escala 1:2000) van a emplazarse en una zona donde el terreno comienza a ondularse. También es común que tengan una estructura lineal o ampliada en encrucijada.Cuanto mayor es la distancia respecto a las villas que hacen de cabecera municipal o en relación con las ca-rreteras principales, mejor se mantiene su morfología originaria, destacando, en San Xes, la localización de dos campos de hórreos, no al lado de la parroquial y otro en el extremo opuesto de la agregación, en una era ligeramente elevada por encima del caserío.

Por Augas Santas, en Allariz, el relieve se vuelve más movido y los núcleos como Laioso (a la derecha) ten-derán a formar agregados compactos y de perímetro casi oval o circular, bien definido respecto a la corona agraria que los envuelve.Las eras o espacios comunales van a formar un tejido variado y con aperturas singulares. El cultivo del vino aparece ya en esta zona, con una climatología más propicia, en este caso ocupando una pequeña ladera orientada a naciente, buscando la mejor exposición solar en unas tierras pobres para acoger otro tipo de plantaciones.

56

Hacia el Sur y Suroeste la altitud va incrementán-dose, tanto por Baños de Molgas, como por el mu-nicipio vecino de Xunqueira de Ambía, en una zona donde algunas antiguas aldeas van a emplazarse ya en situaciones similares a las de la comarca de A Limia.

Serán núcleos que tienden a las formas agregadas, muy compactas y que van creciendo en tamaño a medida que se acercan a las vertientes de A Limia, huyendo de los terrenos de la parte profunda para reunirse en la ribera de las elevaciones, justo en la linea de quiebro de la pendiente, algo más alejados entre sí y sin ningún núcleo menor intercalado, sal-vo los grupos de viviendas resultantes de la nueva dispersión.

A lo largo del municipio de Xunqueira de Ambía, el relieve recoge una mayor movilidad, con pequeños valles donde se asentaron las aldeas liberando tie-rras de cultivo. Son núcleos de muy diversa confi-guración, que van desde las aldeas de pequeño tamaño hasta agregaciones mayores, siempre de perímetro irregular.

Al Norte, donde el relieve va siendo más ondulado y ganando altura, las antiguas aldeas tenderán a for-mar ámbitos más compactos y de perímetros ova-lados o redondeados, como sucede por la zona de Augas Santas. El curso del Arnoia y su plataforma de vega, de relieve muy aplanado, va dando paso a las tierras de Celanova, del mismo modo que la con-figuración del poblamiento va adoptando una mayor dispersión en el territorio, con núcleos inmediatos unos de otros y que conforman conjuntos parroquia-les con asentamientos enlazados.

En esta situación, de nuevo, las agregaciones pasa-rán a tener un perímetro menos definido y de mayor irregularidad, apoyándose siempre en la mínima es-tructura de un itinerario o de una encrucijada.

Situada al pie del Alto do Portelo, en Xunqueira de Ambía, el asentamiento de O Covelo (arriba) extendía los campos de cultivo en la plataforma de media ladera, de relieve aplanado.Estos núcleos, cuando disponen de “airas” de cierto tamaño, conforman una estructura de caserío menos denso, aligerada por los huecos que abren en su tejido esos espacios comunitarios.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

57

2.6. LOS VALLES FLUVIALES

El territorio gallego está recorrido por una extensa red hidrográfica que desagua conforme a las dos vertientes marinas, la atlántica y la cantábrica, ya sea siguiendo los cauces que forman las distintas rías y estuarios o bien directamente en el litoral según múltiples rios menores y arroyos de escasa longitud.

Aún cuando, en general, las características climáticas de los valles fluviales principales son similares a los de la zona geográfica en la que se emplazan, existen ámbitos con un microclima peculiar o específico, así como otros donde el propio recorrido de los grandes ríos desplaza don ellos algunas de las características bioclimáticas propias de otras áreas por las que pasan.

La ocupación por el poblamiento en los valles de los ríos principales no es ajena a las pautas generales que pueden apreciarse en condiciones semejantes de la variada orografía del territorio gallego, donde se van alternando constantemente elevaciones y valles, siguiendo una red capilar de ríos menores y arroyos.

En cualquier caso, tanto la magnitud de la dispersión, los nuevos crecimientos o la tipología de los asen-tamientos tradicionales son muy variadas, dependiendo tanto de la morfología de cada valle, como de las condiciones climáticas favorables, de las circunstancias históricas de fijación de la población o incluso de la proximidad y la influencia de las principales áreas urbanas del corredor industrial del litoral atlántico.

La configuración como corredores de unión entre la Galicia litoral y la interior que desempeñan algunos de los valles principales, va a arrastrar con ellos una ocupación también diversa, que desplaza nuevos crecimientos.

2.7. LOS VALLES Y LA AGRICULTURA DEL VINO

El hecho de que, en la actualidad, el vino ocupe alrededor de unas 30.000 Has. en Galicia, o el carácter sufrido de estas plantaciones, más dependientes de las condiciones climáticas, la humedad del terreno o la exposición solar que de la profundidad o calidad del substrato, hace que, en la expansión histórica del cultivo de la vid hayan convivido dos situaciones bien diversas. Por un lado, la presencia de zonas en los valles fluviales donde la peculiaridad ambiental y la orografía dieron lugar a paisajes agrarios muy carac-terizados por labores de acción antrópica (aprovechamiento de las laderas formando muros en bancales) o la propia extensión como cultivo que identifica buena parte del conjunto territorial en regiones como O Ribeiro, Ribeira Sacra o Valdeorras, y por otro lado, su incorporación al conjunto de componentes del tradicional mosaico productivo del policultivo de subsistencia, de forma que las viñas compartirán espacio, en aquellos terrenos más adecuados para su cultivo, con las huertas y el resto de los campos y prados en otras áreas como el Rosal, Condado, Salnés, en las cercanías de los núcleos rurales o incluso allí donde la producción queda restringida casi exclusivamente al autoconsumo, sin ningún tipo de reconocimiento por su volumen y calidad.

Dentro de las sucesivas fases históricas de avance y retroceso de la superficie dedicada al vino (entre las que no puede olvidarse la crisis de la filoxera) la concesión de las denominaciones de origen e indicacio-nes geográficas protegidas tiene facilitado la creación de una estructura de comercialización que supone uno de los hitos de renovación y recuperación de la rentabilidad más significativos del agro gallego, con consecuencias inmediatas en la rehabilitación económica de muchos núcleos rurales y en la transfor-

mación de tierras abandonadas o en los cambios de uso exclusivamente forestal, con los consiguientes cambios que esto va a suponer en la modificación del paisaje agrario.

El vino va ganando terreno o recuperando antiguas áreas de cultivo en una nueva fase de modernización, tanto en la elaboración como en la cosecha, introduciendo procedimientos de mecanización e industria-lización a los que eran ajenas las plantaciones tradicionales y que, a veces, también dejan su huella en el paisaje (nuevas pistas para llevar la maquinaria hasta los bancales, reconversión de suelo forestal en viñedos, implantación de los grandes volúmenes edificados de las bodegas cooperativas o de grandes productores, etc.).

El hecho de no haber constituido el vino, en general, un monocultivo como base de subsistencia en la antigua economía campesina y de que su producción, hasta hace bien poco, estuviera fundamentalmente vinculada a las explotaciones en minifundio habituales en la estructura del campo gallego, tiene como consecuencia que, muchas veces, los espacios precisos para su elaboración (bodega, lagar) fueran incor-porados a la volumetría u ocupación en planta de la vivienda propia de la arquitectura tradicional de cada área geográfica, en ocasiones sin más que separar, en planta baja, el espacio destinado a bodega de las cuadras, o sustituir estas últimas por el conjunto de dependencias destinadas a la elaboración y conser-vación del vino, ocupando toda la planta inferior. Otras veces, sobre todo cuando el vino es cultivado en terrazas sobre pendientes de difícil acceso, la bodega se situará en el área de los propios cultivos, siendo también una instalación independiente de la vivienda por tierras de Valdeorras, en un modelo similar a los de algunas zonas de la vecina Castilla, donde las características geológicas permiten construir un tipo específico de bodegas enterradas, excavadas en el propio terreno.

A veces, la configuración de las antiguas aldeas quedará bastante indiferenciada respecto a otras vecinas que no tenían al vino como un complemento representativo en su base de subsistencia y las vides quedan desplazadas a aquellos terrenos en pendiente bien expuestos de las laderas, en tanto que el núcleo del que dependen está situado bastante lejos de las mismas y rodeado de un entorno agrario semejante al característico del policultivo tradicional.

Las antiguas modalidades de cultivo del vino, ya sea en estaca, espaldera o parra, variando en su porte desde la cepa baja de las tierras más áridas de Monterrei o Valdeorras, hasta las parras altas sobre postes de granito del Rosal (aún más elevadas en algunas áreas del “alvarinho” portugués de la otra orilla del Miño) a diferencia de los cultivos herbáceos, impone su sello en el paisaje, sobre todo porque, buscando las buenas exposiciones solares, suelen emplazarse sobre enclaves territoriales biien visibles, como las pendientes de muros y bancales de la Ribeira Sacra o del Ribeiro, o extenderse a lo largo de amplias plataformas en las llanuras o vegas de Valdeorras o Monterrei.

Aún cuando el vino comparta el mosaico del policultivo tradicional, la elevación de los emparrados sobre-saliendo del resto de las plantaciones para capturar la luz del sol, hace que destaquen las vides entre el resto de los campos de cultivo, sobre todo por la variación, en otoño, de la tonalidad de las hojas, cons-tituyendo un elemento fijo de la cobertura vegetal, semejante a las plantaciones arbóreas y que marca el paso de las estaciones en esos mismos paisajes. En esta situación, la modernización de la estructura productiva del campo no tiene porque ser incompatible no tiene porque ser incompatible, de hacerse con acierto, con el mantenimiento de los valores del paisaje rural o incluso con la conservación del patrimonio edificado.

58

En el mapa de las denominaciones de origen e indicaciones geográficas de los vinos gallegos puede apreciarse la relación de su emplazamiento con ámbitos microclimáticos diferenciados, a lo largo de algunos de los principales valles fluviales, en particular, siguiendo el curso del Miño y del Sil desde O Rosal hasta Valdeorras.

2.8. LOS NÚCLEOS RURALES EN LOS VALLES DEL VINO

El carácter cerrado de muchos de los principales valles fluviales o sus condiciones climáticas espe-cíficas, favorecerán la especialización agraria de algunas zonas geográficas, como en el caso de los valles encajados del Miño y del Sil, teniendo el culti-vo del vino como base fundamental de su tradicional estructura agraria.

Esta orientación específica del campo hacia el cul-tivo del vino no significa que la mayor parte de las antiguas unidades de explotación fuesen ajenas al resto del abanico de labores que constituían la base económica del antiguo policultivo de subsistencia. Así, muchas de las aldeas de la s comarcas del vino, que debían su riqueza a ese producto, no presenta-rán grandes diferencias en su morfología o estructu-ra interna respecto a otras de su entorno cercano.

Las diferencias suelen ser significativas, en cambio, en la constitución del paisaje de ese mismo entorno de las aldeas. La particularidad de las condiciones del clima, altitud u orientación que deben tener las tierras para plantar las vides, marcarán una diver-sidad ambiental que, en ocasiones, viene acompa-ñada por la materialización de los trabajos de acon-dicionamiento del terreno que se necesitan cuando éste se sitúa en las pendientes.

El emplazamiento de las antiguas aldeas en posi-ciones de media ladera, buscando las viviendas la cercanía a los terrenos de monte o improductivos, en la linea de quiebro de la pendiente y soterran-do una parte de la planta baja para alcanzar unas condiciones estables de humedad y temperatura, habitualmente también apropiadas para disponer las cuadras del ganado, pasará a ser empleado en favor del espacio necesario para acoger el lagar y la bodega.

Denominaciones de origen:1- Valdeorras2- Ribeira Sacra3- Monterrei4- Ribeiro5- Rías Baixas5.1- Val do Ulla5.2- O Salnés5.3- Soutomaior5.4- O Rosal5.5- Condado do TeaIndicaciones geográficas de los “viños da terra”:6- Val do Miño-Ourense7- Barbanza-Iria8- Betanzos

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

59

Tanto la fragmentación minifundista de la propiedad, como la reducida magnitud del mercado interno en la antigua estructura de comercialización del vino, con una productividad que, en muchos casos, no excedía apenas el ámbito del autoconsumo, hicieron que las exigencias de espacio en la vivienda rural casi no sean percibidas en la constitución volumétrica final de unos núcleos que, en no pocos casos, conviven con un mosaico de cultivos escasamente diferenciados, salvo por la aparición de las cepas o parras, del resto del conjunto agrario tradicional.

Aún así, siempre existirán ciertas diferencias entre las regiones geográficas o las grandes áreas paisajísticas que son recorridas por los valles fluviales, sobre todo, en ese entorno más próximo a las riberas, donde el cultivo del vino va a representar, a veces, una profunda transformación del paisaje como consecuencia de la actividad humana de adaptación del terreno.

2.8.1. VALDEORRAS

Tal como queda recogido en la definición geográfica de esta denominación de origen, los núcleos rurales del vino de Valdeorras se corresponden con las áreas de producción vitícola de los municipios de O Barco, A Rúa, Petín, O Bolo, Carballeda, Larouco y Vilamartín de Valdeorras, en el entorno del valle del Sil, fuertemente encajado en alguno de sus tramos y abierto en la extensa depresión o plata-forma de vega que se sitúa a la altura de O Barco. La transición hacia la montaña se hace presente, muchas veces, con cierta brusquedad y a escasa distancia del propio dominio del valle, restringiendo mucho las posibilidades de cultivo de la vid, de tal modo que, al margen del curso del Sil, los viñedos van internándose hacia las primeras elevaciones de O Courel o de la sierra de O Eixe, solamente siguiendo alguno de los estrechos valles secundarios que se abren a la exposición a mediodía (en la orilla Norte del Sil).

La morfología de los núcleos del vino en esta área geográfica tiende a ser de tipo bastante compacto, con variaciones en la densidad de ocupación del caserío conforme a distintas zonas y, principalmen-te, dependiendo de las condiciones de la orografía.

El paso del Sil por Larouco y O Bolo enlaza ya con la Ribeira Sacra, en la parte más meridional del municipio de Quiroga, por donde discurre el río Bibei. A lo largo del municipio de Larouco, el cultivo del vino se extiende en la plataforma que remata el recorrido rehundido del Sil, en un nivel casi constante de altitud y que llega hasta el río Xares. Los núcleos rurales tradicionales son, en ese entorno, de ta-maño relativamente grandes y se sitúan algo alejados entre sí, siempre en la transición de pendientes de un terreno suavemente ondulado, acercándose a los terrenos improductivos de monte, o incluso ocupando una pequeña elevación de valor estratégico. Las agregaciones son muy compactas, seme-jantes a las de la montaña o a las del vecino ayuntamiento de Quiroga, con conjuntos de edificacio-nes entre medianeras que siguen el recorrido de los caminos en las encrucijadas, dando lugar a un perímetro siempre bastante irregular. En general, se trata de asentamientos de tipo polinuclear, que resultan de la suma de dos o más barrios que casi quedan fundidos por su relativa cercanía, pero en los que pueden apreciarse siempre estructuras internas diferenciadas.

En O Bolo, el río Bibei forma un valle encajado y tortuoso, en el que los viñedos van ocupando las parte llanas erosionadas. Las antiguas aldeas, situadas en posiciones de media ladera, siguen sien-do, en general, de tipo polinuclear pero más abiertas y menos compactas, de estructura alargada,

uniendo dos o más barrios iniciales que se disponen en relación directa con los itinerarios de relación territorial, en una región donde el histórico valor estratégico de los caminos y los puntos de paso de los ríos van articulando el espacio.

La depresión del Sil muestra de nuevo grandes contrastes orográficos en el municipio de Vilamartín de Valdeorras, donde el desnivel entre la vega y las primeras elevaciones de las sierras es aún mayor, sobre todo en la orilla septentrional. La movilidad del relieve de esa vertiente Norte queda marcada por la incisión de diversos ríos menores, favoreciendo que el cultivo del vino penetre casi que hasta el contacto con la montaña. las antiguas aldeas compartirán, por lo tanto, en su morfología, ciertas semejanzas con los núcleos propiamente de montaña de esa misma zona.

Frente al emplazamiento de una pequeña edificación aislada de bodega en los bancales o la implan-tación en el bajo de la vivienda, en el municipio de Viilamartín de Valdeorras se contabilizarán más de 400 “covas” o bodegas tradicionales enterradas, formadas excavando en los terrenos de jabre de las laderas, conforme a una tipología específica de la región de Valdeorrras.

Ya en el ayuntamiento de O Barco, el cultivo del vino representará solamente un porcentaje mínimo de la superficie municipal, perdiendo terreno en la vega baja del Sil, donde el crecimiento de la villa y la expansión de lo urbanizado primarán sobre el mantenimiento de las tradicionales labores agrarias.

La presencia cercana de la montaña, con una fuerte diferenciación entre la parte llana de la vega del Sil y el inicio de las elevaciones, con una pendiente que contrasta con el aplanamiento de las tierras bajas, hace que los asentamientos rurales del vino se acerquen, a lo largo de las parroquias de San-tigoso y Cesuras, a posiciones de media ladera, formando agregaciones bastante compactas junto a plataformas de ladera donde la inclinación decrece y facilita el desarrollo de los cultivos. Además de la característica posición de media ladera, algunos núcleos de antiguo origen van a asentarse también en enclaves territoriales y orográficos de valor estratégico o de control territorial, como en los casos de Castro de Valdeorras, Outarelo o Vilanova de Valdeorras.

De nuevo la movilidad del relieve y el carácter tortuoso de las laderas avanzadas de la sierra de A Agulla, hacen que el valle del Sil recoja una plataforma de vega mucho más reducida por el municipio de Rubiá y en el internamiento de los valles secundarios a lo largo de los ríos Galir y Cigüeño, donde se acumulan los principales crecimientos de los núcleos cabeceros, siguiendo el antiguo itinerario de paso hacia la Meseta. Esta relación con antiguas vías de paso, de origen romano, conforma núcleos de cierto tamaño, donde la dispersión y las nuevas viviendas inciden en mayor medida en la expan-sión del tejido anteriormente consolidado.

Al margen de la pequeña plataforma de vega donde se asienta el núucleo de Pumares, en la orilla septentrional del Sil, la viticultura por el municipio de Carballeda se extiende, en la vertiente meridio-nal, solo a lo largo del estrecho valle del río Casoio, pero ascendiendo por las laderas del lado Sur hasta cotas que se sitúan ya alrededor de los 800 m. de altitud a partir de la cual los núcleos comien-zan a tener las características típicas de las agregaciones de montaña, siendo mucho más compactos y densos, con un perímetro bien definido y en los que, cuando son polinucleares, las agregaciones que los componen se identifican con mayor claridad que en los de la parte media del valle, donde los distintos barrios son más pequeños y abiertos, disponiéndose más dispersos entre el arbolado que conforma su corona forestal.

A importancia que teñen nesta rexión os puntos de co-municación entre ribeiras (vaos, pontes, paso dos ríos) leva aos núcleos a descender polas ladeiras encaixa-das do val deica o fondo do mesmo. No caso das Er-midas (plano da esquerda a escala 1:2000) no concello do Bolo, esa posición ven reforzada pola implantación dun importante santuario de peregrinaxe.As fortes pendentes fan que o núcleo teña un carác-ter linear, seguindo a traza en zigzag do ascenso, en-caixándose as vivendas contra da pendente, onde a rocha sae á superficie. Os socalcos do viño, en parte agora abandonados, estruturan o terreo seguindo as curvas de nivel. As antigas aldeas do Bolo teñen sem-pre un certo carácter aberto, seguindo o percorrido dos camiños, enlazando, por proximidade, diversos barrios.

A parroquia de Santa María de Mones, no concello do Bolo (no plano da dereita, na páxina seguinte), está constituída por dúas antigas aldeas próximas, como adoita ser común na zona. Os núcleos perden aquí algo do seu carácter compacto ao alongarse seguindo os camiños.As plantacións das videiras revelan aquí, xa algo lonxe da veiga baixa de Valdeorras, o histórico proceso de avance e retroceso do cultivo do viño, minguando polo abandono do agro, e volvendo agora a recuperar te-rreos que, ás veces foran invadidos polo monte.

60

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

61

62

La importancia que tienen en esta región los puntos de comunicación entre riberas (vados, puentes, paso de ríos) lleva a los núcleos a descender por las lade-ras encajadas del valle hasta el fondo del mismo. En el caso de As Ermidas (plano de la izquierda a escala 1:2000) en el municipio de O Bolo, esa posición viene reforzada por la implantación de un importante san-tuario de peregrinación.Las fuertes pendientes hacen que el núcleo tenga un carácter lineal, siguiendo la traza en zigzag del ascen-so, encajándose las viviendas contra la pendiente, donde la roca sale a la superficie. Los bancales del vino, en parte ahora abandonados, estructuran el te-rreno conforme a las curvas de nivel. Las antiguas aldeas de O Bolo tienen siempre un cierto carácter abierto, siguiendo el recorrido de los caminos, enla-zando, por proximidad, diversos barrios.

La parroquia de Santa María de Mones, en el munici-pio de O Bolo (en el plano de la derecha, en l página siguiente), está constituida por dos antiguas aldeas próximas, como suele ser habitual en la zona. Los nú-cleos pierden aquí algo de su carácter compacto al alargarse siguiendo los caminos.Las plantaciones de vid revelan aquí, ya algo lejos de la vega baja de Valdeorras, el histórico proceso de avance y retroceso del cultivo del vino, habiendo menguado por el abandono del campo y volviendo ahora a recuperar terrenos que, en ocasiones, fueran invadidos por el monte.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

63

2.8.2. LA RIBEIRA SACRA

Esta zona recoge las áreas en las que se cultiva el vino de una serie de municipios extendidos a lo largo del valle del Sil entre las provincias de Lugo y Ourense, abarcan-do distintas comarcas. Aunque la viticultura era una labor agraria poco representativa cuando se tiene en cuenta la extensión territorial de alguno de estos ayuntamientos, su carácter fronterizo o de borde con la zona de ribera de algún ámbito de su geografía, hace que sean inclui-dos en el conjunto de esa denominación de origen. Esta circunstancia da lugar q que las riberas del vino formen parte de regiones caracterizadas por el dominio de la montaña, con grandes contrastes ambientales entre las tierras bajas y las de altitud.

Así, por Manzaneda, la viticultura se desarrollará casi siempre por debajo de los 600 m. de altitud, en las ri-beras de Soutipedre, donde los cultivos del vino quedan apartados de la antigua aldea y siguiendo los valles que salen del Bibei, donde se produjo una intensiva transfor-mación de las laderas mediante bancales de escasa pro-fundidad que van acondicionando las fuertes pendientes para plantar las vides, huyendo las antiguas aldeas de las inclinaciones extremas de estos valles encajados. La distancia respecto a los cultivos y la dificultad de acceso, por lo empinado del terreno, llevará, muchas veces, a edificar una pequeña construcción apoyada en los muros del bancal para disponer el lagar y la bodega.

Por Ribas de Sil, la mayor concentración de viñedos se localiza en la plataforma de la vega baja, favorecida por las transformaciones catastrales y la suavidad del relie-ve, en tanto que a lo largo de la amplia extensión territo-rial del municipio de Quiroga, la conexión entre los valles encajados y la montaña va a acoger una gran diversidad climática y ambiental.

64

Los vinos de Quiroga, que ya tuvieran cierta fama en el siglo XVIII, asentarán sus cultivos actual-mente en la extensa depresión del valle donde se sitúa la propia villa, aún cuando sea también en esa zona donde la nueva dispersión de la edificación, favorecida por la concentración urbana de la cabecera municipal, va transformando la estructura tradicional del poblamiento y ganando terreno el suelo rústico. Todo este ámbito comarcal, ya sea en la montaña o por las tierras bajas de los valles, va a tener unas características bien definidas, tanto en la morfología de las antiguas aldeas, como en la configuración de su arquitectura tradicional.

La incidencia del paisaje del vino como entorno de los asentamientos rurales tradicionales va a variar en toda la zona entre la proximidad de la apariencia de los cultivos, que se aprecia en al-gunos tramos de la ribera del Sil o por los valles de Quiroga y del río Lor, y el mosaico compartido de cultivos en núcleos con cosechas escasas, junto con las pequeñas áreas específicas de vides sobre terrenos algo alejados de las aldeas y que casi siempre van a emplazarse en el interior de un perímetro de monte bajo o suelo forestal.

En las encajadas laderas del Sil, por Pobra de Brollón, entre cortos y profundos cauces de arroyos, se abren también los claros de las vides, orientados a mediodía, de la Ribera de Val de Frades y O Peago. Se trata de una subzona del Amandi en la que el conjunto de las antiguas aldeas del vino se sitúan en una plataforma aplanada por encima del curso del Sil, alejadas de la zona vitícola y en medio de un entorno agrario.

Ya por Castro Caldelas la influencia orográfica va a disminuir respecto a la que presentaban los municipios lucenses de la otra orilla del Sil y los núcleos aprovecharán una mayor suavidad del re-lieve para colonizar los valles secundarios según una red de pequeñas aldeas muy cercanas entre sí, formando agregaciones de tipo polinuclear bastante compactas en su configuración originaria y, por evolución de los nuevos crecimientos en diseminado, dan lugar a conjuntos en enambre ya en algunos casos.

Los bancales perdidos de pueblos abandonados, como en el caso de Fontao, dan paso, por el municipio orensano de Teixeira, a los cultivos de vid en los valles interiores, a lo largo de las parro-quias de Lumeares, Santa Tegra de Abelenda y Cristosende, buscando la orientación a mediodía y acercándose las viñas a las aldeas cuanto más éstas adoptan un emplazamiento condicionado por la orografía.

Este dinamismo de la topografía se repite por el municipio de Parada do Sil, donde las aldeas del vino son siempre de pequeño tamaño, próximas entre sí y ocupando emplazamientos de gran singularidad territorial, en espolones salientes.

Hacia Carballedo, la ribera queda marcada por un carácter más encajado y unas pendientes pro-nunciadas, esta circunstancia determina, aún más, la localización de los asentamientos y el apro-vechamiento de las laderas en bancales cada vez más estrechos.

Por Sober, en la ribera lucense, un mayor aplanamiento de la plataforma territorial favorecerá la conformación de un sistema de ladeas enlazadas entre sí, de pequeño tamaño y, en general, de

caserío denso y compacto, a veces formando conjuntos de apariencia polinuclear por la propia proximidad de las distintas agregaciones

En el ayuntamiento vecino de Pantón, el vino se asienta tanto en los valles del Sil y del Miño, como en el del río Cabe. Las antiguas aldeas avanzan aquí sobre salientes de la parte alta de las riberas y desarrollan amplios entornos de bancales en la pendiente de las laderas. A partir de Freán, a medida que el valle del Miño va dejando laderas en pendiente orientadas a mediodía, el aprovecha-miento del suelo vuelve a mostrar un intensivo trabajo de modelado en estrechas terrazas, que va a caracterizar a buena parte de las riberas del vino del municipio de O Saviñao, donde las antiguas aldeas vuelven a quedar algo alejadas de las viñas.

El municipio de Chantada, al otro lado del río, acoge una gran extensión de cultivos del vino, en tanto que ya por Belesar, la importancia de esas explotaciones tiene llevado a una cierta reestruc-turación de los cultivos y a la ampliación o apertura de nuevas pistas de acceso.

Los núcleos rurales tradicionales, que van a quedar, en estas últimas áreas, siempre algo lejos de las zonas de cultivo del vino, en un entorno menos accidentado, permanecen rodeados por una corona agraria, característica del antiguo policultivo, de forma que, para la plantación de las viñas van a escogerse siempre esos otros lugares especializados, en las pendientes hacia el río.

A lo largo de los municipios de Paradela, Tabooada o Portomarín, que completan el ámbito reco-nocido dentro de la denominación de origen de la Ribeira Sacra, el cultivo del vino va volviéndose un recurso minoritario respecto de las áreas de la parte más baja del curso del Miño, salvo en la zona de contacto entre Taboada y Chantada, donde las antiguas bodegas también se disponían en las riberas de los bancales.

A medida que la influencia orográfica y climática de las sierras va avanzando hacia el dominio del valle, las plantaciones de viñedo irán perdiendo presencia, aún cuando esos municipios sigan formando parte del mismo ámbito geográfico diferenciado.

Los muchos monasterios de la Ribeira Sacra contribuyeron a la difusión en la zona del cultivo del vino. Además, como en el caso de Sobrado (a la derecha, en el plano de la página siguiente y a escala 1:2000) en el municipio de Pobra de Trives, su presencia va a focalizar las relaciones territoriales con ciertos núcleos ve-cinos, trascendiendo de su funcionalidad exclusivamente rural.La agregación, en este caso, va a extenderse a lo largo de los caminos, con casas grandes o pazos que, al tener terrenos de ellas dependientes, hacen que la estructura del asentamiento sea menos compacta y más irregular. El cultivo del vino se acerca al núcleo ocupando una ladera orientada al sureste (orientación Norte hacia la derecha en el dibujo del núcleo).

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

65

66

En la comarca de Quiroga las antiguas aldeas tienen una morfología específica que mantiene semejanzas a lo largo de todo su territorio, tanto por la proximidad de las sierras respecto del valle, como por la unifor-midad de las técnicas constructivas tradicionales en esa zona.

Los núcleos del vino, como Montefurado (en el plano de la izquierda, a escala 1:2000) se acercan al curso del Sil debido a la presencia inmediata de las primeras elevaciones de O Courel.

La agregación, de tipo polinuclear por la fragmenta-ción que provoca la amplitud de una propiedad de gran dimensión intercalada, situada alrededor de la iglesia, va a crecer a partir de un asentamiento situado más al Sur mediante viviendas aisladas, debido a la loca-lización, en ese punto, de un apeadero del ferrocarril.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

67

A medida que las elevaciones se acercan al Sil, el relie-ve modera sus pendientes y van surgiendo pequeñas agregaciones que remontan la pendiente y ocupan es-polones salientes en la topografía inmediata del valle, dominando un trabajado conjunto de bancales que van siguiendo la traza de las curvas de nivel en el modela-do del terreno, como sucede en Costrela (en el plano de la derecha) en el municipio de Parada do Sil.

Esas terrazas recogen tanto los viñedos como plan-taciones de castaños donde la orientación es menos favorable. Por todo el municipio de Parada los núcleos serán, en general, de tamaño reducido e irán enlazán-dose, por proximidad, en la estrecha franja de relieve menos abrupto que se desarrolla en el margen del río.

68

2.8.3. EL RIBEIRO

El ámbito de cultivo de la denominación de origen del Ribeiro incluye la totalidad de los munici-pios de la comarca del mismo nombre, así como los limítrofes de Boborás, O Carballiño, Punxín, San Amaro, Ourense y Toén, también situados a lo largo de las riberas de los ríos Miño, Arnoia y Barbantiño. De todos ellos quedarán, por sus características orográficas y ambientales, fuera de la gran área paisajística de las Riberas encajadas del Miño y el Sil la totalidad del ayuntamiento de Avión, la parte occidental de Melón y los municipios meridionales de Cortegada, Pontedeva y Padrenda, que participan tanto del entorno ambiental del Bajo Miño, como del de las depresiones orensanas.

Tanto en los casos de Avión y Melón, como en el de Carballeda de Avia, el territorio presenta gran-des diferencias en el paisaje agrario tradicional y, sobre todo, en la configuración de los núcleos rurales, de tal forma que, por encima de la cota de los 600 m., como sucede por Carballeda de Avia en Vilar de Condes, As Fermosas, Os Prados o As Laceiras, los asentamientos muestran un entorno de cultivos y un paisaje agrario muy diferente al de los núcleos emplazados en las tierras bajas, junto a los campos en terrazas donde predominan las cepas de las vides.

En estas zonas, como pasa en el municipio de Beade, el cultivo del vino avanza a lo largo de un relieve bastante movido.Tanto la agregación de barrios en forma de conjuntos polinucleares, como el carácter bastante compacto y concentrado, con un perímetro bien definido, serán propios de los antiguos núcleos rurales de esta parte del Ribeiro. Las viviendas forman agregaciones en las que, aún cuando no acostumbran a ocupar la totalidad de la parcela, dejando espacio para pequeños patios o terrenos de cultivo, tienden a formar, junto con sus construcciones auxiliares, calles bien definidas mediante la continuidad de las alineaciones exteriores y acercando unas edificaciones a las otras.

El municipio de Leiro muestra es misma diversidad entre las riberas del Avia y la montaña, con el fondo del valle más vinculado con la estructura viaria de relación exterior y una morfología del poblamiento más dispersa, en tanto que por Cenlle, los núcleos tenderán a formar conjuntos po-linucleares a media ladera, en general muy compactos y dejando espacios de cultivo sin ocupar entre ellos.

En el vecino ayuntamiento de Ribadavia, la morfología territorial forma una ribera encajada por el acercamiento de las laderas del Faro de Avión, pero algo más abierta en los terrenos de vega, concentrando la expansión lineal del poblamiento siguiendo las orillas del Miño.

Lo mismo que en el caso de San Amaro, el ayuntamiento de Punxín quedará ya incluido en la comarca de O Carballiño, aún cuando sigue formando parte del entorno de las riberas del Miño. El relieve más montañoso de esta zona da lugar a una cierta diversidad en los núcleos rurales, con frecuencia pequeños y bastante compactos, polinucleares pero también con agregados cerrados nucleares bien definidos y de cierto tamaño, marcados por la orografía y la exclusión de los suelos forestales o improductivos.

A lo largo de Boborás puede apreciarse ya la transición hacia los montes de O Testeiro, con terre-nos de ladera por los que va internándose el cultivo del vino. Las antiguas aldeas se vuelven más pequeñas y se sitúan próximas entre sí hacia el interior, disminuyendo la viticultura como principal destino de los terrenos agrarios.

Frente al predominio de las agrupaciones polinucleares, a veces, como sucede a lo largo de toda esta área, aparecerán asentamientos de tipo nuclear y con una estructura interna bastante com-pacta, siempre surgida, en estos casos, de los condicionantes de la orografía, contrastando con los crecimientos que se han producido a lo largo de las carreteras.

La fractura del río Avia por O Carballiño marca la disposición del poblamiento sobre la superficie territorial de ese municipio, donde la productividad de los terrenos de vega o la histórica concentra-ción de la actividad urbana en el entorno de la capital municipal, conforman un eje de crecimiento que avanza hacia muchas de las antiguas agregaciones rurales de la zona.

En la otra orilla del Miño, Arnoia o Castrelo están caracterizados por un rápido ascenso en altura de su parte meridional, condicionando fuertemente la ocupación del territorio por el poblamiento. Frente al carácter diseminado y la nueva dispersión de las riberas, las fuertes pendientes del monte dan lugar a asentamientos en altura en los que predomina la morfología bastante compacta, de pe-rímetro irregular, muchas veces de tipo lineal y adaptada a un espolón saliente, del que aprovechan la zona de cresta para desarrollar las terrazas de viticultura en las laderas.

Por el municipio de Toén, la diversidad entre la ribera y la montaña es aún más marcada y el predo-minio, en esta última, de las superficies forestales, lleva a un mayor alejamiento entre los distintos núcleos rurales, que pierden también la vinculación primaria con el cultivo del vino. De esta forma, irán disminuyendo las agregaciones polinucleares, concentrándose más las antiguas aldeas hacia el interior y ocupando claros de cultivo entre los terrenos de monte.

Las agregaciones de San Tomé, Ourantes y Rubiás, en el municipio de Punxín (plano de la derecha, en la página si-guiente) son un ejemplo de las agregaciones de tipo poli-nuclear de O Ribeiro, formadas a partir de la proximidad de pequeños asentamientos bastante compactos y espa-cialmente diferenciados, que quedan separados, muchas veces, por la reserva de terrenos agrarios de especial valor o por la existencia de una finca singular intercalada.El perímetro de los asentamientos, en ausencia de nue-vos crecimientos dispersos, queda siempre deslindado por la continuidad de la edificación, de la que,en general, solamente dependen pequeños patios anexos, sobre todo cuando el ascenso en altura marca condiciones de borde específicas.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

69

70

La antigua aldea de Tourón, en el municipio orensano de Melón (en el plano de la izquierda a escala 1:2000 y en la ortofoto de la derecha, en la página siguiente) se asienta en un espolón saliente y alineado con el quiebro de la pendiente al pie de un monte. Su morfo-logía revela esas características de la orografía, como parte de los asentamiento ya propios de las sierras y mostrando las diferencias territoriales existentes en la comarca del Ribeiro entre los núcleos del vino y aquellos otros, como en este caso, donde predomina-ba el policultivo tradicional.El conjunto del borde oriental, agrupado y de perí-metro casi circular, con un campo de hórreos en la plataforma aplanada de la cima del espolón, se une a un tramo expandido a lo largo de la línea de pen-diente, apretado contra los terrenos improductivos del monte. Aquí, en el borde de la ladera, es donde las viviendas muestran con más claridad unas ca-racterísticas menos dependientes, en su forma, con la construcción entre medianeras, siendo volúmenes sencillos, de escaso frente y habitualmente con su eje mayor opuesto a la dirección de las curvas de nivel.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

71

72

El núcleo de Santo Estevo (a la derecha, en la página siguiente y a la misma escala) es un ejemplo de asenta-miento en un espolón saliente, situación característica de algunas agregaciones de Castrelo de Miño, donde la morfología de las antiguas aldeas va adaptándose a las limitaciones de la topografía de las riberas.Puede apreciarse ya el absoluto predominio de la vi-ticultura en el entorno propicio de las laderas, donde solamente los campos abandonados y alguna pequeña huerta comparten el espacio agrario con las vides.

El paisaje rural de las riberas es bien distinto respecto al de las tierras altas en los municipios del Ribeiro. En el caso de Saa, en el ayuntamiento de Carballeda de Avia, el predominio de la vid en el mosaico de cultivos se hace evidente, delimitada por terrenos de monte que fue difícil transformar.La agregación compacta del asentamiento tradicional, va extendiéndose hacia la carretera, aún con edifica-ciones de volúmenes sencillos, pero más dispersos.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

73

74

2.8.4. MONTERREI

La denominación de origen de los vinos de Monterrei, situada al sureste de la provincia de Ourense, hace lindero con la frontera portuguesa, extendiéndose a lo largo del amplio valle y de las tierras bajas del Támega, abarcando los terrenos de viticultura de distintas parroquias de los municipios de Castrelo do Val, Monterrei, Oimbra, Verín, Vilardevós y Riós, estableciéndose, a partir de la crea-ción de la misma, dos subzonas diferenciadas, que recogen la variación en la localización de los viñedos, ya sea en la planicie del Támega, o bien en la plataforma elevada que se alza por encima de algunos de estos municipios.

Todoel ámbito de la denominación de origen se desarrollará a lo largo de una fértil depresión fluvial, situada en torno a la cota 400 y ocupando también un primer escalón en altitud, también de carácter aplanado y bastante erosionado, como primera transición haacia las elevaciones de las sierras.

En la ocupación de la amplia fosa tectónica, una de las zonas más llanas de la provincia, el entorno urbano de Verín, concentrando el flujo de relaciones comarcales, ocupa ya una gran extensión de tierras al Norte del municipio, enlazando con las antiguas aldeas de su ámbito de influencia. Por aquí el cultivo del vino va siendo mayoritario en el conjunto agrario y se expande por toda la vega, incluyendo ya edificaciones intercaladas que van siguiendo el crecimiento de la villa a lo largo de las carreteras.

Muchos de estos núcleos rurales de la vega revelan su origen vinculado al paso del Camino Meri-dional a Santiago, situándose en la plataforma baja y siguiendo la traza de ese recorrido. Son asen-tamientos grandes pero que siempre tienen un perímetro irregular, a veces incluso polinucleares, pero, en general, adaptados a la traza de ese itinerario por su interior.

Por el contrario, las aldeas del ámbito de la vega, aún cuando, en algún caso, también se vinculen a itinerarios locales o de paso de la frontera, van a seguir el patrón de emplazamiento habitual en la zona, aproximándose a las primeras elevaciones, justo en el punto donde se produce el quiebro de la línea de pendiente y adaptándose a la topografía en ese lugar, liberando al máximo el espacio de fertilidad de la vega del Támega o de sus afluentes.

La subzona del Valle de Monterrei se extiende, en este municipio, en dirección noroeste, por te-rrenos situados en la vega aplanada de varios ríos menores que confluyen en el Támega, donde, salvo algunos viñedos que se asientan en terrazas sobre la pendiente, los cultivos de la vid quedan siempre en la vega que se expande hacia el Sur, enlazando con Albarellos, otra antigua aldea que adopta una característica posición topográfica, apretándose contra la ladera.

En el caso de la subzona de las Laderas de Monterrei, el relieve va alzándose por encima del valle, conformando una plataforma elevada de suave orografía, con ámbitos parroquiales característicos de esta zona del interior orensano, donde el núcleo coincide con una única entidad parroquial o,

como máximo, ésta incluye dos o tres agregaciones grandes y algo alejadas entre sí, sin otros asentamientos menores intermedios.

El municipio de Oimbra, al suroeste de esta región vitícola, presenta también dos unidades bien diferenciadas en su relieve, por un lado, la depresión tectónica del valle de Monterrei, también llamado de Verín, siguiendo el curso del río Támega, y de otro, una superficie aplanada, a modo de plataforma, que se levanta por detrás de las laderas que cierran ese valle, a una altura que varía entre los 600 y los 800 m. a medida que va aproximándose al límite con Portugal. Así será como los cultivos del vino en ese municipio van a encuadrarse dentro de la primera de las subzonas vitícolas cuando se asientan en las parroquias del valle (Oimbra y San Cibrao) o en la segunda, la denominada Laderas de Monterrei, cuando están en las de Chás, Bousés, Videferre o A Granxa.

El cultivo del vino es mayoritario en el valle, favorecido por la nueva rentabilidad de ese producto agrario frente al policultivo tradicional, ocupando ahora una gran parte de las nuevas unidades catastrales procedentes de la concentración parcelaria de esos terrenos de vega.

Los municipios de Riós y Vilardevós conformarán el límite oriental de la zona de los vinos de Monterrei, en este caso ya fuera del entorno de la vega del Támega y con una producción menor. En ambos casos va a tratarse de tierras de transición hacia la montaña, en las que se recogen algunos lugares donde todavía tiene presencia la viticultura, siempre dentro de la subzona de las Laderas de Monterrei.

En el caso del conjunto territorial de Vilardevós, la totalidad del municipio queda incluida en esa subzona, favorecido por el relieve en plataforma que deja a sus pies la sierra de Penas Libres. La distribución de la viticultura variará aquí de unas parroquias a otras y, en general, será mayor cuan-to más hacia el borde occidental se sitúen las mismas, disminuyendo a medida que las antiguas al-deas de este ámbito, siempre grandes y algo distanciadas, van emplazándose a una mayor altitud.

Por Riós la subzona del vino ya no recoge más que una parroquia en su total integridad, incluyendo solamente varios lugares aislados de las de Castrelo da Cima, Fumaces, Progo y Riós. Es un conjunto donde el relieve presenta una mayor movilidad, con profundas incisiones de los ríos y una rápida transición hacia las sierras en la parte más septentrional del conjunto municipal.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

75

Situado en el municipio de Castrelo do Val, el núcleo de Servoi se asienta en la cabe-cera de un pequeño valle accesorio, en una plataforma algo por encima del curso del río y aprovechando la topografía de un mínimo saliente, al que va adaptando su morfología en planta, por lo que da lugar a una agrega-ción que tiende, en sus límites, a la forma circular. Debido a esta configuración enca-jada, los cultivos del vino se situarán al su-roeste del asentamiento, sobre la pendiente de una ladera bien orientada.La presencia de varias “airas” y, principal-mente, la comunal, que ocupa la parte cen-tral del núcleo, revela también la antigua orientación hacia el cultivo del cereal.

76

El núcleo de Flariz, en la parte alta del municipio de Monterrei (plano de la izquierda) se apoya, por su ex-tremo meridional, en una loma, cerca de un arroyo, irradiando una serie de itinerarios hacia los asenta-mientos más inmediatos.Se trata de un agregado compacto y de tamaño gran-de, muy denso en su recinto más interior, tendente a la planta circular, de antiguo origen.En estas tierras altas, pertenecientes a la subzona vi-tícola de las Laderas de Monterrei, el cultivo del vino se extiende en mosaico por la llanura de altitud, entre zonas de monte bajo y recuperando el uso del cam-po en muchas parcelas surgidas de los procesos de concentración.

En el caso de San Cibrao, en Oimbra (plano de la de-recha, en la página siguiente) va a apreciarse como, a partir de una agregación típica, de tipo concentrado y organizada sobre un itinerario, como centro de un entorno de agras, se producirá un primer crecimiento longitudinal, aún referido a alineaciones bien claras para, posteriormente, pasar a un desarrollo disperso que consolida una extensa superficie con un número relativamente reducido de nuevas construcciones.La lógica histórica de la implantación en el territorio queda ahora transformada por un conjunto aleatorio de viviendas diseminadas que, en muchos casos, va a beneficiarse de las ventajas urbanizadoras de una reparcelación, de inicio, pensada con una finalidad de mejora agraria.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

77

78

2.9. LAS LLANURAS Y DEPRESIONES LUCENSES

La Galicia interior está conformada por una extensa área geográfica delimitada, respecto al prelito-ral, por las sierras centro-occidentales y confinada por el territorio de montaña que determinan las sierras septentrionales, orientales y sudorientales, incluyendo un numeroso conjunto de comarcas con características diversas y con un marcado contraste en la ocupación del espacio entre las más meridionales y las del extremo septentrional.

El ámbito de las llanuras y depresiones lucenses sextiende por las comarcas de la Terra Cha, Lugo, Ulloa, Sarria y la Tierra de Lemos, desde su límite Norte con las sierras de A Carba, Xistral, Cadra-món, el Cordal de Neda y la sierra de Lourenzá, elevaciones montañosas que recorren el borde septentrional de los municipios de Xermade, Vilalba, Abadín y A Pastoriza.

Su perímetro a naciente queda definido siguiendo el contorno de las primeras elevaciones de las sierras orientales, que marcan el límite de los ayuntamientos de Baralla y Castroverde, ocupando también una parte de los de Láncara, Samos y O Incio. Por el Sur, un borde irregular que avanza hacia el interior, deslinda la zona de chairas llanuras del dominio de los valles del Miño y el Sil, si-guiendo una franja que recoge parte de los municipios de A Pobra de Brollón, Monforte de Lemos, Sober, Pantón, O Saviñao y Paradela, así como también una parte de los de Carballedo, Chantada, Taboada y Portomarín, en la otra ribera del Miño.

En el resto del límite occidental, la demarcación comprenderá la parte más oriental del ayuntamiento de Palas de Rei y la totalidad de los de Guitiriz y Friol, así como una buena parte del territorio muni-cipal de Xermade, ya como borde noroeste de la Terra Cha.

2.9.1. LA “TERRA CHÁ”

Como ámbito comarcal diferenciado, la Terra Cha comprende los municipios de Xermade, Vilalba, Abadín, A Pastoriza, Cospeito, Guitiriz, Begonte y Castro de Rei, abarcando una gran extensión superficial en la parte centro-occidental de la provincia de Lugo.

Dentro del contraste orográfico entre la planicie y la transición hacia la montaña, que define el territo-rio de muchas de las zonas exteriores de la Terra Cha, los asentamientos de población, aún huyendo siempre de emplazamientos por encima de las primeras elevaciones de las sierras y aprovechando la amplitud y el potencial agropecuario de las tierras bajas, van a diferenciarse algo en su estructura, se-gún se sitúen sobre el relieve aplanado o se aproximen a las pendientes de las laderas. Será en estos últimos casos cuando el carácter disperso de las entidades de población, propio de toda la comarca, puede manifestar una cierta tendencia hacia la constitución de núcleos con pautas de emplazamiento semejantes a las habituales en el medio rural gallego.

En general, el poblamiento de la Terra Cha va a fundamentarse en una ocupación del espacio su-mamente dispersa a lo largo de un territorio de relieve muy suave, donde van surgiendo, a escasa distancia unos de otros, todo un conjunto de lugares, con topónimo diferenciado, que quedan confor-mados por un número muy reducido de viviendas (a veces una sola vivenda con sus construcciones accesorias forma un lugar, aunque también es común que tenga unas cinco casas, o incluso hasta diez, cuando forman una agregación a lo largo de un camino, en las proximidades de la parroquial o

en puntos significativos del viario de relación interna). Varios de estos lugares, en la antigua estructu-ra de los núcleos de la zona, conectados entre ellos por una red de caminos en estrella o formando un tejido irregular sobre el territorio, darán lugar a un barrio, como conjunto de entidades con predominio do espacio agrario intercalado y ocupando una muy amplia extensión de suelo.

Esta estructura en forma de malla irregular y de entidad territorial, solamente puede ser comprendida como parte del último nivel de agregación, es decir, el conjunto parroquial que, por lo regular, agrupa-rá un conjunto de diez o más barrios. La propia posición de la iglesia en este agregado suele marcar diferencias respecto a otras áreas geográficas del medio rural gallego, adoptando posiciones casi siempre algo apartadas o en le extremo más exterior de los lugares.

Tanto la suavidad del relieve como las características del clima, la facilidad de comunicación según una red de caminos que encuentra siempre pocos obstáculos orográficos, la idoneidad de las tierras para su aprovechamiento como prados de uso ganadero o la propia extensión del espacio que de-termina la subsistencia de cada cabeza de ganado bovino, justificarán esa estructura agraria y de granjas familiares aisladas en el interior de la misma, en una configuración poco nucleada y muy laxa en la mayoría de los casos.

La topografía poco accidentada, recorrida por la traza sinuosa de una profusa red hidrográfica va marcando un paisaje en la que se suceden los campos cerrados de agras, muchas veces delimitados por líneas de arbolado que enlazan con el bosque de ribera que acompaña a los cursos fluviales y con masas forestales que, en algunos municipios alcanzan una proporción en la ocupación del suelo semejante a la de los prados y cultivos de forraje en su conjunto. En muchos casos, la concentración parcelaria, que tanto tiene favorecido la transición hacia una ganadería más rentable por todos los municipios de las llanuras lucenses, vendrá a modificar profundamente el paisaje agrario tradicional, con el rectificado de pistas y la formación de una retícula regular de cultivos en la que la propiedad, según se destinen las parcelas a un uso agropecuario o hayan permanecido no cultivadas, conforma retazos geométricos de bosque, con rentabilidad maderera, modificando la anterior convivencia orgá-nica entre lo cultivado y lo no cultivado. En este sentido, deben reseñarse también ciertas actuaciones de desecación de lagunas a principios de los años sesenta en el municipio de Cospeito.

La modernización de las explotaciones ganaderas también transformará la configuración de las an-tiguas granjas familiares, haciendo aparecer un nuevo conjunto de naves de gran tamaño sin que exista ningún tipo de control volumétrico o de implantación para las mismas.

Solo en los casos de los municipios de Vilalba o Begonte y Castro de Rei, la ocupación del espacio alcanza valores representativos, aunque nunca relativamente altos. La propia presencia de las villas o de ejes viarios de relación hace crecer la demografía, pero siempre con una clara tendencia a la dispersión.

De esta forma, alguna de las agrupaciones de construcciones que, en otras zonas, serían percibidas como una pequeña aldea, no serán en la Terra Cha sino una única vivienda y un conjunto amplio de edificaciones auxiliares que se van distribuyendo en torno a ella, ya sea formando parte del cuerpo principal de habitación de la edificación tradicional o, como suele ser más común, expandiéndose en el entorno de la casa de manera aislada y conformando patios abiertos junto a las huertas del inicio de las parcelas.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

79

El poblamiento de la Terra Cha se disemina por el territorio aprovechando la suavidad del relie-ve, formando conjuntos que solamente pueden ser comprendidos desde la escala parroquial, entendida ésta como una agregación de barrios y lugares. Un lugar podía estar constituido, en la antigua estructura de este sistema, por una sola vivienda y sus construcciones auxiliares, o por un número muy reducido de ellas, como en el caso de A Costa (San Simón) en el municipio de Vilalba (plano de la derecha, a escala 12000) beneficiándose del poder de atracción del viario de comunicación o de un punto significativo en el territorio.Estas estructuras serán siempre muy difíciles de deslindar como agregaciones, aún cuando exista una cierta dicotomía entre las entidades de población y los terrenos agrarios o forestales de su entorno exterior.La edificación de la parroquial casi siempre ocupará un lugar marginal respecto a alguno de esos barrios o lugares, al borde de un camino y, a veces, algo alejada de las viviendas.

80

La vocación ganadera de toda esta zona de llanuras, fundamentada en la cabaña de bovino, que siempre precisará un cierto límite de subsistencia de terrenos de prados por cada cabeza, dará lugar a un poblamien-to sumamente disperso.Las viviendas conformarán lugares constituidos por una única granja o explotación familiar, o un número reducido de ellas, como pasa en Corvelle (en el pla-no de la derecha un fragmento del asentamiento) en el municipio de Vilalba, donde no se llega a formar más que una estructura polinuclear de tipo muy laxo, incluyendo en ella el conjunto de otros barrios relati-vamente próximos.La parroquia, aquí con la iglesia en un extremo, como suele ser habitual, puede de esta manera, estar for-mada por un conjunto de entidades en diseminado o por una combinación de barrios, lugares y pequeños núcleos.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

81

2.9.2. LA DEPRESIÓN DE SARRIA Y LEMOS

Por el Este del municipio de O Páramo, después de pasado el río Neira, ya cerca de su desemboca-dura en el Miño, se extiende, hacia el Sur, una depresión que prolonga, algo por encima de la cota 400 la planicie que rodea la ciudad de Lugo. Esa fosa tectónica, enlazará, mediante una topografía suavizada pero bastante movida, en el ayuntamiento de Paradela, con la amplia superficie aplanada de la vega de Sarria, que va cerrándose a la altura de O Incio conforme a una serie de elevaciones avanzadas de las sierras orientales y de la dorsal gallega, para continuarse por Bóveda y A Pobra do Brollón según otra plataforma rehundida alrededor de la villa de Monforte de Lemos que, expan-diéndose hacia el valle del Sil, incluirá el perímetro de los municipios de O Saviñao, Pantón y Sober.

En toda esta zona, la configuración de los asentamientos rurales tradicionales va a diferenciarse no-tablemente de la que caracterizaba a la Terra Cha, sobre todo porque muchos de los ayuntamientos limítrofes, que incluyen parte de su territorio en el ámbito de la depresión de Sarria y Lemos, participan ya de características propias de las áreas de montaña a lo largo de las elevaciones inmediatas de las sierras a medida que va produciéndose la transición de altitud.

De esta manera, por el municipio de O Páramo, las entidades parroquiales tenderán a formar con-juntos polinucleares claramente definidos y muy próximos entre ellos, con campos de agras en su contorno y con la vivienda tradicional ocupando parcelas en núcleo, donde las distintas edificaciones accesorias van uniédose a la principal, formando patios y pequeños vacíos interiores.

La modernización de las instalaciones ganaderas, con unos volúmenes de estabulación muy superio-res a los de las antiguas edificaciones, aprovechará muchas veces esa situación para desarrollarse, sin grandes transformaciones, intercalada en esa estructura anterior, junto a las construcciones más antiguas.

Tanto la sierra de O Páramo como las de Illoa y los montes de Lamagrande, delimitan la parte apla-nada del municipio de Sarria, con un relieve constantemente variado y fragmentado a medida que se inicia el ascenso. Aquí volverá a aparecer un modelo de poblamiento fundamentado en los pequeños lugares, constituidos por un número reducido de explotaciones familiares, claramente identificables por su ocupación individualizada del territorio y formando estructuras de ámbito parroquial que coexis-ten con núcleos rurales agregados donde la topografía va tornándose más condicionante.

La confluencia cerca de la villa de Sarria de dos itinerarios del Camiño Francés y su continuación por el municipio de Paradela, hacia Portomarín, va a conformar también pequeñas aldeas de antiguo vinculadas al itinerario jacobeo, con una estructura que tiende a la linealidad y a emplazamientos marcados por los tramos o etapas del recorrido.

Por Bóveda el dinamismo de la orografía vuelve a determinar agregaciones de tipo polinuclear más diseminadas y a media ladera, reservando las tierras bajas de cultivo, lo mismo que pasará en las vegas de Pobra de Brollón, donde la pequeña alineación de la sierra de Fornelas encaja más el paso hacia el tramo siguiente de la depresión de Lemos.

Llegando a la altura de los municipios de Bóveda y de O Saviñao, a medida que se produce la transi-ción hacia el valle de Lemos, va experimentándose también un cambio en la morfología de la edifica-

ción tradicional, bien visible en el paso de las cubiertas de pizarra a las de teja, pero también evidente en la estructura de las antiguas viviendas, que van perdiendo la relación geométrica de las plantas casi cuadradas que tenían en la zona septentrional, en la depresión de Sarria, y pasan a constituir volúmenes más alargados o de cuerpos en ángulo que conforman patios, junto con un amplio con-junto de construcciones accesorias, aproximándose más, por afinidad ambiental, a las edificaciones tradicionales de los ayuntamientos orensanos de la otra orilla del Miño.

Aún cuando el notable crecimiento de la villa de Monforte, favorecido por una topografía bastante aplanada, haya dado lugar a una importante dispersión, siguiendo las carreteras y en la corona agra-ria de los asentamientos tradicionales, resulta evidente la antigua tendencia de las agregaciones a emplazarse en posiciones de media ladera en el perímetro de la extensa depresión, hacia las peque-ñas elevaciones que abren valles menores por los municipios de Pantón, Pobra de Brollón, Bóveda o Sober.

Conforme a esta situación y salvando los nuevos procesos de dispersión, los núcleos de este ámbito tenderán a ser más abiertos y menos compactos en el interior de la llanura que forma la parte central del valle de Lemos, agrupándose y tornándose más densos en cuanto se acercan a las elevaciones que la delimitan (a veces situándose al pie de un castro).

La sierra de Fornelas, por la parte nordeste del valle de Lemos, marcará de nuevo el paso hacia la arquitectura tradicional con cubiertas de pizarra, por el municipio de Pobra de Brollón, donde las depresiones dejan lugar a un fuerte ascenso en altura, provocado por la proximidad de las primeras elevaciones de las sierras orientales, con un poblamiento ya muy diseminado en el territorio y concen-trado en pequeñas aldeas, característico de esas zonas de montaña.

En estos casos, la morfología de la antigua edificación tradicional también va a revelar esta transición en su propia configuración, vinculada a la evolución de los medios de subsistencia agropecuaria, que van a fundamentarse ya más en la ganadería que en el policultivo que caracterizaba a las tierras más fértiles del valle.

Las sierras de O Faro, Farelo y Cova da Serpe, por la parte occidental de esta región, formando parte de la Dorsal Gallega, van a delimitar esta área paisajística respecto al amplio dominio de la Galicia Central, según el perímetro más meridional de la comarca del Eume y el sureste de la de Betanzos.

De Norte a Sur, este borde occidental recorrerá el límite de las comarcas de la Tierra de Melide y la Ulloa, partiendo los municipios de Palas de Rei y Monterroso, así como el extremo oriental del Deza por Rodeiro, y de O Carballiño por San Cristovo de Cea, hasta llegar a Maside.

Por el Norte serán las sierras de O Xistral y de A Carba, con sus primeras elevaciones meridionales, las que marquen la transición hacia el litoral por los ámbitos de la Mariña-Baixo Eo, de la Galicia sep-tentrional y del Golfo Ártabro en el Noroeste, en tanto que todo el conjunto de las sierras orientales cerrará el límite de naciente hasta formar el contorno de las riberas encajadas del Miño y el Sil, que se adentrarán, siguiendo el curso de este último río, hasta llegar a los municipios de Portomarín, Guntín y O Páramo, que incluyen su territorio en ambas regiones paisajísticas, dependiendo de las zonas y de la topografía, en su relación con las riberas del río.

82

Los asentamientos de la parte meridional de Sarria se distancian más entre ellos y forman, en algunos casos, agregaciones en núcleos, sobre todo cuan-do constituyen una cabecera de parroquia, como en Santo André de Paradela (a la derecha, en la página siguiente).En esta zona, donde las explotaciones ganaderas han mantenido, de forma sostenida, las actividades propias del sector primario, tan importante como la protección de la arquitectura tradicional, será la regu-lación del volumen y posición de las grandes naves de esas nuevas construcciones agropecuarias.

Con la movilidad de la orografía los asentamientos se muestran menos dispersos, como por el municipio de O Páramo. El núcleo de Beleigán (a la izquierda, a escala 1:2000) presenta la característica edificación tradicional de planta casi cuadrada y de cierta am-plitud, formando conjuntos familiares en los que las construcciones accesorias van adosándose al cuerpo principal y conformando pequeños patios.Esta disposición ha permitido, en algunos casos, que las nuevas edificaciones agropecuarias se hayan im-plantado lindando con las antiguas sin grandes con-flictos volumétricos.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

83

84

Por Pobra de Brollón el relieve de las sierras va ha-ciéndose presente y muchos de los núcleos, como Castrosente (plano de la izquierda) asentado en la ladera de un pequeño castro, ponen de manifies-to la transición rápida entre las tierras bajas y la montaña, tanto en la arquitectura tradicional y los modos de agregación de los núcleos, como en la vocación de la estructura agraria.Las antiguas viviendas formarán conjuntos más compactos y con volúmenes compuestos que col-matan las parcelas, sin apenas vacíos interiores.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

85

El núcleo de Toldaos, en el municipio de Pantón (a la derecha) y en el perímetro exterior del valle de Lemos, se aproxima a la parte baja de un castro situado en la zona occidental de la antigua aldea.Como consecuencia, se forma una agregación que se desarrolla en la pendiente, siguiendo la geome-tría alveolar que deriva del acompañamiento de la topografía.La edificación tradicional, ya con cubierta de teja, como en todo el valle de Lemos, abandona los volú-menes sencillos de las llanuras lucenses y la planta casi cuadrada, para dar lugar a formas más seme-jantes a las típicas de la orilla orensana del Miño. Las construcciones auxiliares van comprimiéndose junto al volumen principal, conforme a un amplio muestrario de soluciones, adaptadas a la irregulari-dad de las propiedades y tendiendo a formar peque-ños patios anexos.Las condiciones del clima favorecieron la presencia de un amplio conjunto de cultivos, entre los que se incluye también el vino, circunstancia que motiva una cierta amplitud y variedad de las edificaciones anexas a la vivienda tradicional.

86

2.10. LA GALICIA CENTRAL Y LAS SIERRAS CENTRO-OCCIDENTALES

Esta amplia región paisajística se extiende desde el municipio de Avión, en el Ribeiro, hasta el preli-toral, por el Sur de la comarca de Betanzos (recogiendo parte de los ayuntamientos de Cesuras, Oza dos Ríos o Aranga y la totalidad de los de Curtis y Vilasantar). La comarca de Ordes va marcando, casi que por su límite, y siguiendo la alineación de la sierra de Montemaior, el perímetro Noroeste, estable-ciendo, con la sierra de Soneira, la separación respecto a las llanuras y depresiones occidentales, a lo largo de las comarcas de Bergantiños y Xallas.

Las sierras centro-occidentales constituyen una especie de columna vertebral del territorio gallego, extendiéndose en una alineación de Norte a Sur, separando las provincias atlánticas de las del interior, desde Estaca de Bares y la sierra de Faladoira hasta el Suido y los montes de A Paradanta, al borde del Miño. En este recorrido longitudinal, a lo largo de unos 200 km., la amplitud en profundidad será muy variable, adquiriendo mayor importancia el dominio de la montaña en las sierras del Suido y Faro, que configuran el límite entre Pontevedra y las provincias de Ourense y Lugo, respectivamente.

2.10.1. LOS NÚCLEOS DE LAS SIERRAS DE FARELO Y FARO

La fractura del valle del Ulla y las primeras elevaciones de la sierra de Farelo marcan el inicio del sec-tor central de la Dorsal Gallega, sirviendo sus cimas de divisoria entre las provincias de Pontevedra y Lugo en las comarcas del Deza, A Ulloa y Chantada. Tanto por Agolada como en el municipio lucense de Antas de Ulla, en las vertientes occidental y oriental de la sierra, respectivamente, la transición del relieve entre las tierras bajas y las pendientes de las laderas se produce sin brusquedad, en una suave ondulación que enlaza con una plataforma erosionada desarrollada, casi siempre, por ecima de los 600 m., según superficies aplanadas o valles de cierta amplitud.

La potencialidad agraria de estas tierras, favorecida por la benignidad del clima (con características del dominio oceánico continental y áreas microclimáticas específicas) hicieron que la estructura agro-pecuaria tradicional de esta área incluyese, además de una cierta base ganadera, todo el abanico habitual de los cultivos orientados al autoconsumo, incluido el maíz.

En estas condiciones, las antiguas aldeas, aún situándose en plataformas de altitud, van a asemejarse más a las agregaciones de las agras (con un contorno de cultivos alrededor y salpicados de restos de masas boscosas) que a los núcleos de la montaña, donde el rigor del medio natural determinaba las posibilidades de subsistencia.

Los hórreos se prodigan como antigua construcción auxiliar característica, por lo común asociados a la vivienda campesina de la que dependían, manteniendo la construcción tradicional, así mismo, muchas semejanzas con la arquitectura de las agras.

En las faldas del Farelo son muy escasos los núcleos que ascienden por encima de los 700 m. de altitud, ocupando, en esos casos, pequeñas áreas aplanadas entre las elevaciones y menguando su tamaño hasta ser poco más que simples caseríos aislados. De esta forma, también serán pocas las agregaciones que se muestren en verdaderos emplazamientos de montaña. Las antiguas aldeas a media ladera son siempre pequeñas y se sitúan próximas entre sí, con tipologías muy variadas debido, en parte, a la propia suavidad del relieve, pero relativamente compactas, consolidando encrucijadas

de caminos a partir de cortas agregaciones a modo de “rueiros”, con unas cuantas viviendas adosadas y construcciones aisladas intercaladas. Tanto esta relación de proximidad, como una cierta amplitud de las agras, hacen que, a veces, acaben formándose conjuntos polinucleares, con varios pequeños asentamientos separados por algún vacío determinado por un campo de cultivo, un accidente topográ-fico, un pazo o gran propiedad, etc. En la vertiente oriental de esta sierra, una más marcada inclinación de las pendientes obliga a emplazarse a algunos núcleos en posiciones ya características de media ladera, condicionando su morfología en planta.

Por el municipio orensano de San Cristovo de Cea, el descenso de la sierra del Faro según la sierra de Martiñá da paso a un relieve movido y accidentado, con estrechos valles que penetran hacia las elevaciones y conforman corredores de paso entre la Galicia oriental y la occidental, por los que se interna también el Camino de Santiago. Las parroquias de Vales o de Oseira, asentadas en el dominio de la sierra, delimitan una plataforma de llanuras con un relieve muy suavizado, a lo largo de la cual se desarrollan núcleos de mayor tamaño y relevancia, próximos al antiguo viario principal de relación territorial. Por el contrario, las antiguas aldeas que se internan en las laderas, decrecen en dimensión a medida que los vales van estrechándose en su ascenso, hasta adoptar formas en línea o de rueiro, emplazándose a media ladera o bien en la parte baja de estas reducidas vegas, conforme a una di-ferenciación morfológica que obedece también a una distinta orientación agropecuaria, directamente dependiente de los antiguos recursos de cada lugar (vocación orientada al cultivo de los cereales en la planicie y ganadera en el contorno de la sierra, habiendo sido Cea, junto con las tierras de Melide o el centro de la provincia de Ourense, antiguas zonas de producción de trigo.

2.10.2. LOS NÚCLEOS DE LAS SIERRAS DE O CANDÁN Y DE AVIÓN

Al Sur de Lalín, el valle del Deza va a marcar el ascenso en dirección Oeste de las laderas de la sierra de Candán y los montes del Testeiro, estableciendo un desplazamiento hacia el litoral atlántico de la normal alineación N-S de la Dorsal Gallega, desde ese punto hasta los montes de A Paradanta, alcanzando la ribera del Miño en el tramo que hace frontera con Portugal. La morfología suave de estas sierras, las variaciones climáticas derivadas de la mayor proximidad al mar o el hecho de acoger algunos de los corredores naturales de paso entre el litoral industrializado de las Rías Baixas y la Ga-licia interior, darán lugar a transformaciones evidentes en la estructura de las antiguas agregaciones rurales y a un fuerte incremento de las densidades globales de ocupación del territorio (también con diferencias notables entre las vertientes oriental y occidental, afectado este último sector por la menor distancia respecto al área urbana de Vigo y su entorno de influencia).

La vertiente oriental de los montes del Testeiro tiene un relieve muy contrastado, circunstancia que hace ocupar, a los núcleos del suroeste de Lalín, emplazamientos sobre pequeñas plataformas de al-tura a media ladera en los valles secundarios, siendo siempre antiguas aldeas muy pequeñas, antaño vinculadas a un reducido entorno agrario y al mantenimiento y uso de los muchos molinos de grano que acompañan el curso de los ríos de montaña.

El lado occidental de los montes, por Cerdedo, recoge una especie de plataforma elevada, densamen-te ocupada por núcleos enlazados entre sí, lo mismo que pasaba por el sector central de la Dorsal, presentando características más propias de los campos de agras. Estas agregaciones, aún cuando no sean excesivamente densas, muestran,en general, un perímetro bien definido.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

87

La antigua aldea de Baíste, en el municipio orensano de Avión (plano de la derecha a escala 1:200) muestra unas características típicas de emplazamiento en la montaña propias de la ver-tiente oriental de la sierra del Suido, tratándose de un núcleo muy compacto (salvo la nueva dis-persión de su borde Sur) con los hórreos agru-pados en una era comunal, buscando una zona alta y bien ventilada, cerca de la elevación que ocupa la parroquial y el cementerio.Muchas de las edificaciones tradicionales ten-drán una dimensión menor que en el caso de las aldeas de la vertiente opuesta de la sierra, donde las condiciones climáticas y la calidad de las tie-rras de cultivo favorecieron más las actividades agrarias, y muestran unas características cons-tructivas menos elaboradas que en la comarca de Terra de Montes. Una cierta diferenciación litológica en los núcleos de Irixo y del nordeste de Avión, hará aparecer los esquistos en los mu-ros y las cubiertas de pizarra, conviviendo ahora con las de teja. Casi todos los hórreos, al contra-rio que en el caso de las viviendas, conservarán la pizarra del tejado, por la facilidad de cobertura de cada una de las aguas mediante piezas ente-rizas entre la cumbrera y los aleros.

88

En la parte superior, ortofoto del núcleo de Muimenta, en Carballeda de Avia, con un importante campo de hórreos alrededor del que se estructura el asentamiento.En la página siguiente (ambas imágenes a una escala aproximada de 1:2000) el núcleo de Pascais, en el municipio de Avión, otro de los ejemplos de los asentamientos característicos de esta zona de montaña.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

89

90

Por Beariz y también al Oeste de los municipios de Irixo y O Carballiño, el relieve obliga a que los núcleos aprovechen las escasas zonas aplanadas de media ladera, concentrándose en agregaciones densas donde evitan todo consumo innecesario del espacio disponible, incluso agrupando los hórreos en las eras comunales. Aún cuando las antiguas al-deas quedaban siempre bastante próximas entre sí, su emplazamiento será determinado por la amplitud y disposición de esas áreas de asentamiento de los cultivos en una plataforma aplanada.

Comienza así una situación que se repite por las tierras altas de Avión, Melón o incluso Carballeda de Avia (municipios que, aún formando parte de la comarca del Ribeiro, tienen una parte importante de su territorio asentado en la montaña y con ca-racterísticas propias de esa área) donde una menor pluviosidad por el efecto barrera de los montes y las características de los terrenos, darán lugar a una tipología de núcleos diferenciada y menos afec-tada por el crecimiento diseminado o por la fusión de agregaciones próximas debida a la dispersión siguiendo las carreteras.

Por el contrario, sobre las faldas de poniente de es-tos montes, ya en la provincia de Pontevedra, las antiguas aldeas apenas van a internarse en las al-turas de la sierra, siguiendo siempre el recorrido de unos cuantos valles menores, siempre emplazándo-se en situaciones de media ladera. Serán núcleos siempre pequeños, muy próximos entre sí y bastan-te transformados, tanto por las renovaciones de la edificación, como por la incidencia de la nueva dis-persión y el crecimiento del parque residencial con construcciones aisladas, que contribuyen a formar un continuo a lo largo de las carreteras principales. Su estructura tradicional, en estos casos, es mucho menos compacta ya de antiguo y bastante diversa respecto a la que caracteriza a la vertiente oriental de esta misma sierra.

En las tierras altas de los municipios de Melón, Avión o Carballeda de Avia, las antiguas aldeas (como en el caso de San Vicenzo, en Avión, en el plano de la parte superior), tanto por las condi-ciones del clima, como por las características del substrato, vuelven a ser propiamente de mon-taña, formando núcleos de una gran singularidad cuando no están afectados por la dispersión de las nuevas viviendas con volúmenes y tipologías ajenas.

Se trata de agregaciones nucleares muy compactas, de perímetro irregular y siempre marcado por la presencia de “airas” comunales en las que se concentran los hórreos que os vecinos levantaron en esos lugares aprovechando la buena exposición y ventilación de los mismos, si-guiendo alineaciones que buscan el recorrido solar (comúnmente, en dirección E-O o también N-S) enfrentando los testeros ciegos hacia el lado de las lluvias.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

91

2.11. EL LITORALPuede que sea el perímetro costero el ámbito que mejor representa la variedad orográfica y la diversi-dad paisajística del territorio gallego, así como, también, el que muestra mayores transformaciones en la antigua estructura de asentamientos de población. Las rías y los arenales y los cantiles, formarán parte, en ocasiones, de áreas más amplias donde las elevaciones montañosas se acercan al mar, adquiriendo incluso el carácter de auténticas sierras y acentuando la diversidad geográfica o climática.

Muchas de esas principales agregaciones, a lo largo de una línea de costa que se acerca a los 1.200 km. de longitud, adoptan pautas de implantación que tampoco son ajenas a su relación con esas condiciones ambientales distintivas (núcleos marineros abrigados por un promontorio saliente y pro-tegidos de los temporales por la propia elevación de ese accidente orográfico, al pie de un arenal de varado natural de las embarcaciones, en localizaciones interiores defendidas por las barras de los arenales que limitan el acceso al fondo de las rías, etc.). Alrededor de estos núcleos mayores, más o menos desarrollados con el paso del tiempo, se extenderá un amplio territorio rural que, con mucha frecuencia, pierde la relación con las actividades marineras a poco que se aleje del perímetro costero, pasando a tener, de antiguo, una dependencia directa del campo en su estructura tradicional, que solamente presentará diferencias respecto al prelitoral inmediato en su especificidad paisajística y en las singularidades ambientales.

La configuración actual de este antiguo territorio rural va a definirse, en gran medida, según haya in-cidido en el la dispersión que acompaña al crecimiento acumulado del entorno de las villas marineras, de las ciudades del corredor litoral o de las transformaciones turísticas de ciertos enclaves.

2.11.1. LA MARIÑA-BAIXO EOEl tramo litoral de esta área paisajística se extiende entre la desembocadura del río Eo, formando el límite con Asturias, y la Punta de Roncadoiro, como aproximación al mar de los montes de Buio, que delimitan, por su cara de poniente, el valle del Landro y la ría de Viveiro. El ámbito del dominio de esta zona queda enmarcado por las elevaciones de las sierras de Xistral, Lourenzá y Meira, siguiendo un perímetro que va recorriendo los municipios de Xove, O Valadouro, Alfoz, Mondoñedo, Riotorto y A Pontenova.

Desde Ribadeo y hasta Burela, el perímetro litoral presenta un perfil de linealidad dominante, sien otros entrantes a reseñar que los de las cortas rías del Eo, de Foz o la desembocadura del río Ouro, en una zona donde el contacto con el mar va a producirse conforme a una superficie muy aplanada, en una rasa litoral que se sitúa por debajo de la cota de los 100 m., extendida en una franja continua entre Ribadeo y Foz, previa al relieve más movido que determinan las elevaciones avanzadas de las sierras, y que va estrechándose hacia Burela, recortando la costa en una sucesión de entrantes y salientes que siguen un perfil mucho más regular.

Tanto la proximidad de las primeras elevaciones de las sierras, encajando los valles de los ríos hacia su desembocadura, como la propia linealidad del borde costero, son circunstancias que provocarán que los núcleos marineros hayan encontrado difícil acomodo, implantándose casi exclusivamente en los reducidos abrigos naturales existentes, de tal modo que, la mayor parte del resto de las agregacio-nes tradicionales desarrollaron, históricamente, una relación prioritaria con el medio rural inmediato.

De esta forma, salvo en el caso del puerto de Rinlo o asentamientos menores como Portocelo o San Cibrao, serán las villas marineras os lugares que alcancen un mayor desarrollo urbano y concentren los crecimientos en su entorno.

La estructura del poblamiento tradicional en la rasa cantábrica, extendida sobre una plataforma plana adyacente al perímetro costero que va desde Ribadeo a Foz, se fundamenta en pequeños asenta-mientos próximos entre sí, formando conjuntos polinucleares, en los que la ocupación del territorio va diseminándose a favor de una topografía bastante aplanada y con una evidente uniformidad ambiental y biogeográfica.

Esta antigua configuración, de morfología originaria ya bastante dispersa, va a transformarse con el desarrollo turístico del entorno de las playas, sobre todo por Barreiros, Reinante o Benquerencia. Aquí el atractivo turístico de la zona, la proximidad a una mayor aglomeración residencial, focalizada en las villas marineras, así como la infraestructura añadida que proporcionó la concentración parcelaria agrícola, provocarán una notable expansión de patrón diseminado, conforme a un modelo de ocupa-ción sumamente disperso y que enlaza las aldeas tradicionales con nuevos desarrollos aislados de segunda residencia o pequeños paquetes de urbanización.

Por los municipios litorales de Cervo y Xove se hace notar ya la movilidad orográfica que determina la aproximación a las sierras septentrionales, circunstancia que obliga a un modelo de ocupación territorial algo más variado, donde pese al predominio de una relativa dispersión, las agregaciones de tipo polinuclear, cuando son ajenas a los nuevos crecimientos, concentran algo más la edificación.

En Lourenzá, lo mismo que también pasa a lo largo del municipio de Mondoñedo, los núcleos con-centran su ocupación territorial en el valle, ya con una cierta densidad, conformando estructuras po-linucleares bastante laxas en su conjunto, al acercarse a ellas nuevos crecimientos en diseminado, en un continuo que resulta difícil de deslindar en sus límites y al que van añadiéndose pequeños asentamientos bastante compactos, barrios o lugares y simples caseríos, anticipando el modelo de asentamiento característico de las llanuras lucenses, en una morfología dispersa en la que también incide el nuevo patrón diseminado que acompaña a la reestructuración territorial derivada de las con-centraciones parcelarias.

Por Taboada y A Pontenova, municipios de interior, los núcleos disminuyen de tamaño respecto al litoral de Ribadeo, a veces constituyendo una única casa, agregaciones mononucleares muy peque-ñas o polinucleares de estructura abierta y con grandes claros, donde cada uno de los agregados no es, muchas veces, sino un lugar diferenciado en el que se asentó una antigua granja o explotación agrícola familiar.

En A Pontenova, las fuertes pendientes que impone la proximidad de las sierras orientales, encajando el curso alto del río Eo y sus afluentes, así como la mayor movilidad del relieve, mucho más acci-dentado en esa zona, son circunstancias que hacen que las agregaciones tradicionales muestren, de nuevo, una gran variedad en su morfología. Las antiguas aldeas, siempre de tamaño pequeño y condicionadas en su emplazamiento por la orografía, van a formar tanto mínimos asentamientos nu-cleares, de caserío, a veces, bastante denso o compacto, como agregados parroquiales polinucleares de estructura también compacta en cada una de las agregaciones, pero con grandes claros de agras intercalados.

92

El núcleo de Rinlo, cerca de Ribadeo (en el plano de la parte superior, a escala 1:2000) mantiene la sencilla estructura inicial de un asentamiento marinero sin grandes transformaciones.En la ortofoto de la página siguiente, en una vista más amplia de la agregación puede apreciarse la incidencia de los nuevos crecimientos dispersos sobre una estructura parcelaria modificada.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

93

94

2.11.2. LA GALICIA SEPTENTRIONAL

Este ámbito queda conformado por el acercamiento al mar de las sierras septentrionales, confinando el litoral conforme a superficies aplanadas de altitud. Las mayores elevaciones se encuentran en la sierra del Xistral y de A Faladoira, extendida hacia Estaca de Bares, enlazando ya todo el conjunto montañoso del interior con la Dorsal Gallega.

Las rías de Viveiro, Barqueiro y Ortigueira acogen antiguas villas marineras con un tejido histórico evolucionado en el que confluyen las relaciones de un extenso medio rural circundante, tanto de los municipios costeros, como de los del interior.

Por Viveiro, el poblamiento se concentra en la apertura que, a partir de la ría, va formando el valle del Landro y sus afluentes. En los valles secundarios o en posiciones de media ladera, más alejadas del entorno de la villa y abriendo pequeñas plataformas de cultivos entre los terrenos forestales, se encuentran antiguas aldeas de tamaño mínimo, tanto mononucleares de estructura laxa, como poli-nucleares (en este caso por proximidad de varios de estos lugares diferenciados e individualizados como entidades diversas). La expansión a lo largo de las carreteras y la incidencia de un territorio montañoso y de pendientes acusadas determinan una grande dispersión en caseríos dispersos pero bastante próximos entre sí.

La nueva dispersión adquiere aún mayor importancia a lo largo del municipio de O Vicedo, de relieve más suavizado, con una gran concentración en el entorno litoral y asentamientos en conjuntos de varios núcleos.

Al llegar a Mañón, la alineación de la sierra de Faladoira va prolongándose por las de Coriscada y Solleiro, hasta formar el cabo de Estaca de Bares, adentrándose en el perfil costero. Esta disposición orográfica hace muy difícil encontrar lugares adecuados para el desarrollo de los cultivos y, por lo tanto, para el asentamiento de los antiguos núcleos rurales, que serán, en general, de tipo polinuclear y de tamaño muy pequeño (de un solo núcleo cuando se emplazan en localizaciones aisladas sin otras aldeas alrededor de ellos) conformando un modelo de ocupación territorial de tipo disperso.

Las diversas ensenadas que va formando el irregular perfil de la ría de Ortigueira y el relieve aplanado de las pequeñas plataformas litorales que va constituyendo esta disposición orográfica, recogerá un poblamiento bastante expandido y disperso, con ciertas variaciones según se sitúe a una u otra orilla de la ría, coincidiendo también con un entorno de transición de tipologías en la edificación tradicional, en el que se pasa de la cubierta de pizarra en el sector oriental, a la de teja en el occidental. Mientras que, por el Este, los agregados siguen estructuras de tipo polinuclear dispersas en el territorio, al Oeste y ya por el ayuntamiento de Cariño, el crecimiento en diseminado de aldeas iniciales mayores va ocupando los fondos de unos valles de menor amplitud con un poblamiento más expandido, dando lugar a los característicos asentamientos en enjambre de caserío poco compacto y con tendencia a alargarse siguiendo las carreteras.

A medida que el relieve va haciéndose más movido, hacia el ámbito de las sierras de Faladoira y Coriscada, los asentamientos volverán a mostrar su configuración tradicional poco transformada, casi siempre conforme a conjuntos polinucleares dispersos en el interior de un claro de prados o cultivos, donde la estructura interna de cada núcleo es compacta, pero no tanto por la proximidad entre diferen-tes viviendas, sino entre las construcciones auxiliares de ellas dependientes pues, a veces, se trata

solamente de una única antigua explotación familiar o, como mucho, de un conjunto exclusivamente formado por la agregación de dos o tres casas.

Entre las villas marineras de Cariño y Cedeira, la elevación de la sierra de A Capelada establece un ámbito donde el aprovechamiento agrario vuelve a quedar muy limitado por el carácter improductivo de los suelos. Los núcleos rurales tradicionales serán muy pequeños y quedarán más dispersos entre sí, salvo en el caso de Santo André de Teixido, que conforma una unidad nuclear de cierta entidad, como punto final de un histórico itinerario de peregrinaje. De nuevo, en esta zona, las villas marcan, con sus nuevos crecimientos, la difusión de una expansión dispersa a lo largo del ámbito reducido del fondo de los valles, formando conjuntos en enjambre que van enlazando antiguos asentamientos nucleares, modificando totalmente el paisaje rural y siguiendo un patrón común que se repite por los municipios de Valdoviño y al Norte de los de Ferrol y Narón, como límites de esta área geográfica, en unos crecimientos que anticipan ya la influencia de las áreas urbanas.

Hacia el interior de esta zona, por Cerdido o Moeche, los asentamientos siguen estando dispersos en el territorio, son de tipo polinuclear,como agregación de barrios, lugares o viviendas aisladas con sus construcciones auxiliares, como es común en este ámbito, pero la movilidad del relieve obliga a unida-des más compactas y, casi siempre, a buscar emplazamientos de media ladera. Ese tipo de relieve va a hacerse más aparente al Norte, por la depresión de As Pontes, en la transición hacia el inicio de la sierra de Faladoira, en una zona donde el perfil en loma de las tierras altas va encajando una profusa red hidrográfica, a lo largo de la cual, se repiten pequeños claros en plataformas de cultivo o prado y núcleos a media ladera muy reducidos, donde, aún cuando la toponímia los identifica como parte de un mismo conjunto polinuclear, tanto la distancia entre ellos, como la escasa entidade de cada caserío, hacen pensar más en un agregado disperso formado por entidades diferenciadas de tamaño mínimo.

Por Muras se hace evidente, tanto en el paisaje como en la forma de las antiguas aldeas, el carácter disperso que anticipa una transición hacia las tipologías propias de las llanuras lucenses, sobre el curso encajado del Eume, donde el relieve va aplanándose y los campos quedan cerrados por una sucesión de orlas de arbolado que van enlazando con los retazos forestales.

En el municipio de Ourol, también en el límite interior de esta área, se nota asimismo su carácter de tie-rras de transición respecto a la Terra Cha y las llanuras lucenses, con un descenso en altitud evidente entre el contacto con las primeras elevaciones del Xistral y el resto del territorio municipal, mostrando, sobre todo en su parte oriental, una topografía accidentada que obliga a una mayor proximidad entre los núcleos. Esos seguirán siendo de tamaño mínimo, ocupando el espacio conforme a un modelo disperso, pero con mayor cercanía entre las distintas partes, bien sean agregados o viviendas aisladas con sus construcciones auxiliares, debido siempre a una cierta escasez de los terrenos con potencia-lidad agropecuaria, formando claros, allí donde existen, que se van abriendo a modo de pequeños recintos entre el predominio del paisaje forestal de su entorno.

Todo el límite meridional de esta zona, ya a partir de Moeche y Somozas, va a quedar conformado por la sucesión de las elevaciones que, desde las montañas del extremo oriental de la provincia de A Coruña, van ganando altitud hacia las sierras de A Carba y Xistral, siguiendo el alineamiento de cumbres que marca la transición entre A Mariña y el litoral hacia las llanuras lucenses y la depresión de As Pontes.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

95

El puerto de Bares (en el plano de la derecha, a escala 1:2000) y su agregación complementaria de la villa de Bares, mantienen una cierta estruc-tura rural poco transformada, una configuración que ya se ha perdido en otros antiguos asenta-mientos marineros.

Tanto en la villa como en el puerto, compartien-do la antigua explotación de los recursos agra-rios y pesqueros, destacará el carácter compac-to de ambos asentamientos, como centros de relación territorial de un ámbito marcado por lo accidentado de la orografía, en la alineación de la sierra de Faladoira en dirección al mar hasta formar el cabo de Estaca de Bares.

Siempre los conjuntos de este tipo marcarán notables diferencias respecto al habitual mo-delo de poblamiento disperso en agregaciones polinucleares diseminadas en el territorio que caracterizará a este ámbito geográfico.

96

El núcleo de O Barqueiro (plano de la izquierda a es-cala 1:2000) es otro de los asentamientos marineros que, a pesar de los nuevos crecimientos que estiran su tejido a lo largo del viario de acceso, mantiene su configuración histórica.Encajado bajo la protección de un monte y en un em-plazamiento característico de núcleo portuario del fondo de ría, constituye un agregado muy compacto y aislado, en un territorio que se distingue por la dis-persión en conjuntos con unidades de poblamiento de tamaño mínimo.

En el municipio de Ourol, el modelo tradicional de po-blamiento sigue estando fundamentado en pequeñas entidades, a veces compuestas por una única casa y sus construcciones agrícolas auxiliares, dando lugar a conjuntos que colonizan el campo de forma disper-sa, abriendo claros de pastos o cultivos alrededor de cada unidad familiar de explotación, como sucede en el caso de las antiguas aldeas de Casablanca, Currás, Aldea, Rego y Penas (en el plano de la derecha, en la página siguiente, a escala 1:2000).En esta área, la proximidad de las primeras eleva-ciones de la sierra de Xistral provocará una mayor movilidad del relieve y condicionará tanto las posibi-lidades de disponer un contorno agrario, como las de emplazamiento de las agregaciones en la topografía, circunstancia que motiva un mayor acercamiento en-tre las distintas unidades que componen los conjuntos polinucleares y, por lo tanto, una menor dispersión en las plataformas de asentamiento de los núcleos.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

97

98

2.11.3. GOLFO ÁRTABRO

En el litoral, este ámbito constituye la transición entre la Galicia septentrional y las llanuras y depre-siones que se desarrollan por las comarcas occidentales de Bergantiños, Terra de Soneira, Xallas y Fisterra. Conforma un amplio entorno geográfico en forma de anfiteatro, cerrado por la proximidad de las elevaciones de la Dorsal Gallega y la prolongación por la sierra de Montemaior, describiendo un arco que define la divisoria de aguas de la red hidrográfica que vierte a las rías de A Coruña, Ares y Ferrol.

Las densidades de población son elevadas en todo el tramo litoral de esta zona y la ocupación del espacio rural experimenta ya las transformaciones propias de su proximidad a las ciudades, así como la influencia del desarrollo industrial de las mismas. El medio rural no transformado apenas queda representado, en el municipio de Ferrol, por unos asentamientos de pequeño tamaño, po-linucleares y de estructura laxa, al pie del monte Louseiras. Un caso semejante será también el de Fene o Mugardos, donde se sucederán estructuras de tipo lineal y configuración laxa, que van enlazando los distintos asentamientos en un conjunto continuo.

Al Este de la villa marinera de Ares, en un municipio también de extensión muy reducida, va a destacar la configuración menos desarrollada, a partir del asentamiento histórico inicial, de la agre-gación litoral de Redes, abierta hacia un arenal de varado que contornea un conjunto de planta ovalada como núcleo principal.

Las agregaciones en enjambre, características de los nuevos crecimientos del medio rural, van dando paso a núcleos más aislados a medida que se produce un cierto alejamiento del borde litoral, así asentamientos nucleares como Sas o polinucleares, como la parroquia de Vigo, por Paderne, han crecido con una cierta tendencia a la concentración y manteniendo parte de su entorno agrario.

Los municipios del interior van perdiendo relación con las expansiones urbanas propias del medio litoral, recuperando sus formas el medio rural tradicional, ya sea por Abegondo, Cesuras u Oza dos Ríos, o bien por el sureste de la comarca de Ferrol y el nordeste de la de Betanzos, por los municipios de San Sadurniño, A Capela, As Pontes, Monfero o Irixoa, donde las densidades de ocupación ya disminuyen notablemente, sobre todo en este último ayuntamiento. Será también a lo largo de los municipios del límite oriental de esta zona donde se aprecien ya las características de una transición paisajística y de la arquitectura tradicional hacia las planicies lucenses, pasando de la cubierta de teja a las de pizarra, a medida que los núcleos se acercan a la sierra de Queixeiro o a las riberas del Eume, en un entorno en el que los campos de agras van abriéndose paso entre los terrenos de monte, ya fuera del dominio de los cultivos en terrazas de las proximidades de la ría de Betanzos.

En el otro extremo de esta área, la influencia urbana de la ciudad de A Coruña va decreciendo hacia el interior del municipio de Abegondo y el Norte de Cesuras, por donde la vega del río Mendo da paso a un ascenso en altura hacia los montes de Tieira, señalando la transición hacia la Galicia Central. Por Abegondo, aún los crecimientos en diseminado de los núcleos rurales originarios pro-voca una ocupación relativamente densa de los valles más septentrionales, formando conjuntos enlazados difíciles de deslindar.

Cuanto más se avanza hacia el Sur, las agregaciones son de tamaño menor, antiguas aldeas muy pequeñas, siempre poco compactas y muy próximas entre sí, constituidas por un número reducido de casas.

En el extremo septentrional de Cesuras, ya casi en el límite de los valles que conforman este ámbito del Golfo Ártabro, el medio rural tradicional muestra menos transformaciones, formado, general-mente, a partir de núcleos muy pequeños, no muy compactos y que ocupan el territorio conforme a un modelo disperso, en el que se combinan agregaciones nucleares y caseríos aislados a escasa distancia entre ellos, conformando asentamientos polinucleares de mayor dimensión en su con-junto. La estructura interior de estos núcleos también presenta una cierta variedad, con pequeños “rueiros” o simplemente agrupaciones de viviendas y edificaciones auxiliares junto a grupos de construcciones aisladas que ensanchan la morfología en planta de estos núcleos. Una configura-ción semejante va a darse por Oza dos Ríos, aquí con una incidencia mayor de la proximidad de las elevaciones de los montes de O Gato y Penedo, marcando la transición hacia asentamientos más propios de la montaña en su estructura más compacta y nuclear, fuertemente integrados en una topografía que va condicionando las formas de ocupación del territorio.

Por el municipio de Coirós se aprecia la linealidad que marca el alineamiento de los valles de los ríos Mendo y Mandeo, por donde va extendiéndose el crecimiento de la villa de Betanzos, transfor-mando todo el medio rural a lo largo de las carreteras. Al Norte, por Irixoa, los contornos de agras recogen en su interior conjuntos mayoritariamente de tipo polinuclear, constituidos por asentamien-tos rurales de tamaño muy reducido, siempre próximos entre sí, con un caserío algo más compacto y perímetro bastante definido.

La proximidad del Cordal de Montouto o de la sierra de A Loba, por Irixoa, o de las sierras de Queixeiro, Sanguiñedo y del curso encajado del Eume, por Monfero y por el borde occidental de As Pontes, van conformando un relieve accidentado y muy variado, en el que abundarán las anti-guas aldeas nucleares muy pequeñas a medida que se avanza hacia el dominio de esas sierras, destacando también su carácter más compacto cuanto más cerca se encuentran de la montaña. En el resto del municipio de Monfero, los núcleos, también muy pequeños, conforman estructuras polinucleares poco compactas, casi laxas en su conjunto.

En el extremo oriental del área del Golfo Ártabro, por los municipios de San Sadurniño, As Pontes, Irixoa o Monfero, los asentamientos rurales son de muy pequeño tamaño y de es-tructura poco compacta, como en el caso de las antiguas aldeas de A Brea, A Veiga y Guitiriz, en el ayuntamiento de Monfero (en el plano de la derecha, en la página siguiente) con cada unidad de vivienda, en general, en posición aislada.Estos pequeños núcleos se sitúan siempre muy cerca unos de otros, colonizando campos de agras que se abren entre las masas forestales, dando lugar a una ocupación bastante dispersa en su conjunto, aunque fundamentada en elementos nucleares que agrupan un número reducido de viviendas y sus construcciones auxiliares.La diversidad respecto a muchas de las agregaciones del borde suroeste de esta área queda resaltada también por la transición en la arquitectura tradicional, bien aparente en el paso de la cubierta de teja a la de pizarra, propia de las llanuras lucenses y de la Galicia septentrional.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

99

100

En el borde septentrional de Cesuras, los asenta-mientos, como en el caso de Figueiredo de Abaixo y Figueiredo de Arriba (en el plano de la izquierda) con-forman pequeñas agregaciones polinucleares muy próximas entre sí, que van ocupando el contorno de los campos de agras que se abren en medio de los terrenos de monte.

Cada núcleo incluirá un número reducido de antiguas viviendas, desarrollando las construcciones auxilia-res como cuerpos anexos a la edificación principal.

Un mínimo accidente topográfico, un campo de es-pecial valor productivo, un arroyo o una masa de arbolado, entre otros condicionantes, servirán de separación para identificar espacialmente núcleos diferentes, aún cuando formen una estructura aparen-temente unitaria por su proximidad.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

101

2.11.4. LAS LLANURAS Y DEPRESIONES OCCIDENTALES

Comprende este ámbito el entorno territorial situado en el extremo noroccidental de Galicia, entre Punta Langosteira y Punta Carreiro, en la embocadura de la ría de Muros, por el borde litoral, en tanto que la delimitación interior va recorriendo la parte baja de los municipios de Laracha y Arteixo hasta alcanzar el inicio de la sierra de Montemaior. El alineamiento NE-SO de esta sierra y su pro-longación por la de Soneira van marcando, a lo largo de la divisoria de aguas de sus cumbres, ese borde interior de esta zona y formando la división respecto de la Galicia Central y las Rías Baixas.

La fuerte incidencia atlántica que sufre la Costa da Morte hará que las antiguas villas marineras se hayan emplazado en lugares escogidos por la protección que proporcionan los propios accidentes topográficos, ya sea para la disposición abrigada del caserío o para hallar un puerto o zona de vara-do de las embarcaciones, muchas veces ciñéndose contra una elevación, un istmo o un promontorio que se adentra en el mar y procura el resguardo de los temporales.

La contenida dimensión y escala urbana de todos estos asentamientos marineros, ajenos a los procesos de industrialización que han hecho evolucionar a otros puertos de importancia, y su lejanía respecto al corredor de la Galicia litoral, son circunstancias que han favorecido la pervivencia de un extenso medio rural que coloniza el suelo agrario hasta el mismo borde oceánico.

En el entorno del municipio de Arteixo va a producirse un cambio notable en la configuración de las aldeas tradicionales respecto al litoral de A Mariña, apareciendo agregaciones de tipo nuclear, de cierto tamaño y con una estructura bastante compacta, en el entorno de las que se desarrollarán terrenos de cultivo en terrazas o campos de agras en cada una de las áreas. Muchos núcleos de esta zona, cuando no han sido afectados por los nuevos crecimientos en diseminado, muestran una configuración también nuclear no tan compacta, tendiendo a formar agregados de tipo lineal.

La variedad y amplitud territorial del municipio de Carballo acogerá una gran diversidad de núcleos rurales, que van desde las antiguas aldeas de cierta entidad, como es el caso de Cances Grande, a pequeñas agregaciones, en una situación que convive con áreas de fuerte dispersión al fondo de los valles por donde discurren las carreteras principales.

En el municipio de Malpica y también por su vecino de Ponteceso, el relieve marca dos pequeñas depresiones, una de Malpica hacia Ponteceso y la otra de Malpica a Carballo, de tal modo que el litoral casi queda despoblado en favor de las tierras del interior o de los pequeños valles. Otra de las formas habituales de asentamiento será la que constituyen pequeñas antiguas aldeas nucleares situadas muy próximas entre ellas, formadas siempre alrededor de un camino o encrucijada, que van creciendo tanto de forma lineal, como a lo largo de caminos secundarios.

Por Laxe las antiguas aldeas, ya sean mono o polinucleares, bastante compactas en su conjunto en este segundo caso, van tendiendo a una estructura menos compacta a medida que ocupan, preferentemente, los bordes de los montes, apretándose en el tramo donde se produce el quiebro de la pendiente.

Tanto el pequeño puerto de Santa Mariña como algunos otros asentamientos del municipio de Ca-mariñas, como es el caso de Brañas Verdes, responden a un patrón característico de tipo nuclear y

estructura interna bastante laxa, aún cuando conviven también con agregaciones de tamaño grande no muy compactas, como Arou, en el borde litoral, y con un poblamiento más disperso en la vega del río Grande.

Las antiguas aldeas polinucleares van perdiendo densidad interna por toda la zona de Muxía, man-teniendo la tendencia a aproximarse unas a otras. Las agregaciones de núcleo único tampoco son muy compactas en su caserío, dejando espacios abiertos en su interior, donde se disponen los hórreos, patios anexos a las construcciones agrarias o pequeñas huertas y cultivos dependientes de la vivienda.

Por el municipio vecino de Cee, se inicia ya una cierta transición hacia las Rías Baixas, con la ría de Corcubión recogida al interior por el saliente de Fisterra, que hace de abrigo respecto a la influencia oceánica. Las antiguas aldeas rurales, por Fisterra y por el borde oriental de Cee, van perdiendo bastante de su carácter compacto, marcadas, a veces, por los crecimientos en diseminado en su entorno exterior y a lo largo de las carreteras.

A lo largo del municipio de Carnota, la ocupación territorial de las elevaciones del monte Pindo, con su superficie rocosa, árida e improductiva, obliga a una mayor concentración del poblamiento en antiguos núcleos de tamaño relativamente grande, como en el caso de Caldebarcos, Pedrafigueira o Quilmas, mostrando este último asentamiento la complementariedad común respecto a un antiguo puerto (Porto Quilmas) a escasa distancia y vinculado por un recorrido lineal.

Buena parte de los municipios interiores de las comarcas de Bergantiños, Terra de Soneira o Xallas, están caracterizados por su configuración territorial como escalón de transición hacia la meseta de Santa Comba. La suavidad del relieve en estas zonas aplanadas hará que las agregaciones vayan tornándose más laxas, formando conjuntos polinucleares ya extendidos en enjambre en las zonas más densas. Algunas otras agregaciones, como es el caso de Lariño, tienen una estructura histórica más compacta, aún cuando ahora acumulen también crecimientos dispersos añadidos en su con-torno más exterior.

Esta situación no será tan aparente por los valles menores de Vimianzo y hacia el interior de este municipio, donde la configuración en pequeños núcleos próximos entre sí, mantiene las invariantes características del Bergantiños occidental, conforme a morfologías nucleares de pequeño tamaño y cierta densidad, bien definidas en su perímetro respecto a los terrenos agrarios y que caracterizan también la ocupación a media ladera de una gran parte de los ayuntamientos de Zas y Dumbría, casi siempre liberando las zonas fértiles de la vega.

Por Mazaricos y Santa Comba, el relieve aplanado, ya formando parte de las tierras altas del Xallas, favorece una mayor concentración de las antiguas aldeas rurales, en una zona de marcada tradi-ción agraria y ahora orientada hacia la ganadería, predominando las agregaciones algo mayores en tamaño, unas veces a modo de grandes asentamientos nucleares, no muy compactas si son consideradas en la relación entre viviendas colindantes, y otras, formando conjuntos polinucleares, por proximidad de distintas agregaciones diferenciadas, con una configuración bastante compacta considerando el asentamiento en su totalidad, como agregado de entidades separadas entre ellas por campos de cultivo o espacios intercalados sin edificar, que se corresponden con elementos de cierta singularidad en la topografía particularizada del emplazamiento.

102

El núcleo de Mordomo, en el municipio de Laxe (pla-no de la izquierda, a escala 1:2000) muestra un tipo de agregación habitual de esta zona, formando conjuntos nucleares relativamente reducidos alrededor de una encrucijada o de un mínimo ensanchamiento central de algún camino, que van articulando el poblamien-to del territorio conforme a asentamientos bastante próximos entre sí.Aún cuando, como en este caso, la parte interna de la agregación tenga un carácter muy compacto, en su conjunto no lo es tanto, dejando espacios vacíos en los que se levantan los hórreos, o formando patios y huertas interiores.

En el caso de Beo (a la derecha, en la página siguiente) en el municipio de Malpica de Bergantiños, se trata de un asentamiento de origen rural y tamaño relativamen-te grande. Su estructura interna, de tipo nuclear, aún siendo compacta, no lo es tanto como la de las aldeas de las sierras y las edificaciones no siempre están uni-das a sus vecinas por medianeras comunes.Los huecos entre la edificación tradicional van forman-do espacios anexos a las viviendas, donde se dispo-nen alpendres, pequeñas huertas, patios u hórreos.Es también habitual en esta zona que los antiguos hórreos se alzaran por encima de la planta baja de la vivienda, apoyándose, a veces, en alguna de las cons-trucciones auxiliares de esta, buscando una buena ventilación.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

103

104

En el municipio de Carnota, la representatividad superficial del monte Pindo, con su configura-ción árida y rocosa, así como la aproximación al mar de las elevaciones de las sierras, obligan a los asentamientos a concentrarse en la estrecha franja litoral. Se trata, generalmente, de agrega-ciones de tamaño grande.En Lariño (plano de la izquierda a escala 1:2000) el núcleo interno, de mayor antigüedad, muestra una estructura más compacta, en tanto que el resto del perímetro irregular del asentamiento (que incluye ya nuevas expansiones en dise-minado hacia la carretera del litoral) presenta la característica configuración de parcelas con espacio anexo.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

105

2.11.5. COSTA SUR-BAIXO MIÑO

El ámbito de esta zona delimita el entorno paisajístico del tramo de desembocadura del río Miño, entre A Guarda y los montes de A Paradanta, recogiendo el límite con la provincia de Ourense.

Incluye la totalidad comarcal del Baixo Miño, del Condado y de A Paradanta, así como los ayun-tamientos de Mos y O Porriño, ambos en el extremo meridional de la comarca de Vigo, y el borde montañoso del sector suroeste de Baiona por cabo Silleiro. En el límite sudoriental con la provincia de Ourense abarca las tierras bajas de las riberas del Miño que bordean los municipios orensanos de Cortegada, Pontedeva y Padrenda.

En el litoral, la dificultad de abrigo que presenta la continuidad de la línea rocosa de la costa, limita mucho las posibilidades de asentamiento histórico de la población en núcleos directamente vincula-dos con las labores pesqueras a partir de Baiona, entre cabo Silleiro y la desembocadura del Miño, de tal modo que, salvo algún pequeño muelle, como es el caso de Oia, la única villa marinera que se localiza en este tramo será la de A Guarda. Las elevaciones de la sierra de A Groba, apenas dejan espacio para los asentamientos en esta franja litoral, aquí extendidos en una gran dispersión a lo largo de la carretera que une Baiona y A Guarda, concentrándose los antiguos núcleos origina-rios, principalmente, en los valles interiores, como el de Tamuxe, en O Rosal, con la parte baja de este ayuntamiento marcada por un intenso crecimiento. El origen de esta nueva morfología profusa proviene ya de una antigua ocupación intensa mediante asentamientos que tenían varios núcleos en lugares muy próximos entre sí, colonizando las áreas de fertilidad del fondo de los valles, con una identidad que, hoy en día, resulta difícil de deslindar en su estructura de conjunto.

Hacia el interior de Oia, a medida que el valle va estrechándose, permanecen núcleos menos alte-rados en su antigua configuración, sobre todo cuando ocupan localizaciones aisladas en posiciones de media ladera fuertemente condicionadas por la orografía y alejadas del fondo de la vega. Son, generalmente, agregaciones parroquiales polinucleares poco compactas, tanto más densas cuanto mayor es la altura a la que se emplazan.

Por Tomiño, Tui, Gondomar y O Porriño, el territorio vuelve a articularse a partir de los habituales crecimientos en enjambre, ya como parte de la influencia periurbana de la ciudad de Vigo, conforme a un modo de ocupación que, aunque con algo más de proporción de claros agrarios y forestales intercalados, va repitiéndose por Salceda de Caselas, Salvaterra de Miño o Ponteareas. La prefe-rencia por situaciones de vega o fondo de valle y la suavidad del relieve en las tierras bajas, hace que los crecimientos en nebulosa sean incorporados a la estructura polinuclear de los antiguos barrios y lugares, siendo difícil ya establecer el límite dos asentamientos o incluso deslindar el territorio rural del urbano en estas zonas.

En el ayuntamiento de As Neves, las elevaciones de la sierra de Paradanta confinan las riberas del Miño y dan forma a un relieve montañoso en el que se recogen antiguas aldeas poco alteradas en su estructura, conjuntos parroquiales polinucleares fuertemente condicionados por las restricciones de la orografía que tienden ya a ser algo compactos en su caserío.

Este contraste entre la ocupación de las riberas, ya bastante diseminada a partir del inicial sistema de poblamiento, y las tierras altas o más aisladas de la montaña, va a repetirse por Crecente o Arbo, aún cuando muchos de los agregados parroquiales polinucleares de la parte baja conserven aquí un carácter más definido respecto al contorno agrario, tanto por proceder de una estructura de núcleos más compactos y agregados, en los que se diferencia con nitidez cada lugar, como por haber mantenido el suelo agropecuario un cierto valor de productividad vinculado al cultivo del vino, que cubre buena parte del mosaico de policultivo tradicional, en emparrados que ocupan la tota-lidad de las parcelas o que envuelven perimetralmente los dominios dedicados a otras cosechas.

Puede considerarse, por lo tanto, que no solamente la influencia del área urbana de Vigo queda menguada a partir del borde oriental del municipio de Ponteareas, sino que las propias limitacio-nes orográficas dan lugar a una ocupación diferenciada del espacio, que se hace patente ya en el ayuntamiento de As Neves, donde la morfología del territorio queda asociada a unas antiguas aldeas con menores crecimientos, más densas en su caserío y de perímetro claramente definido.

A lo largo del municipio de Mondariz se hace notar esa mayor movilidad del relieve en la transición del valle del Tea hacia la sierra del Suido y, los asentamientos rurales, aunque tienen crecido res-pecto a su configuración originaria, quedan mis dispersos en el territorio y limitan su ocupación en el entorno de los cultivos (casi siempre se tratará de una corona de agras) que van abriéndose entre los montes, sobre todo hacia el Norte,donde ya se hacen presentes las elevaciones montañosas.

Por A Cañiza, en el inicio de los montes de Paradanta, las aldeas son, incluso mayoritariamente, de tamaño mucho más pequeño y vuelven a mostrar una clara preferencia por los emplazamientos sobre las tierras de la plataforma intermedia, poco por encima de los 400 m. de altitud o en el valle del Deva, hacia la ribera del Miño. El ascenso en altitud va, casi siempre, aparejado con esa cons-titución de aldeas de pequeña o muy reducida dimensión y muy próximas entre sí, ya a menudo de tipo nuclear y bastante compactas en su caserío, salvo cuando estas agregaciones son resultado de diversos condicionantes históricos (como puede ser su relación con el antiguo corredor viario entre el litoral y el interior de la provincia de Ourense).

Así, en este municipio de A Cañiza, excepto Formigueiros, A Franqueira (importante centro local de peregrinación y antiguo emplazamiento de un monasterio benedictino) o también alguna de las cabeceras parroquiales, los núcleos, cuando no han sido afectados por los nuevos crecimientos de viviendas aisladas que recorren las carreteras de relación, mantienen una entidad mínima, con emplazamientos sobre coronas agrarias también muy reducidas.

106

El municipio de As Neves marca un cambio evidente en la morfología del territorio de esta área. Los núcleos de las tierras altas, como es el caso de Reguiño y A Aldea (en el plano de la izquierda, a escala 1:2000, en As Neves) contras-tan con la ocupación del espacio en las riberas y el fondo de los valles, formando agregaciones que tienden hacia formas compactas y poco transformadas por los nuevos crecimientos en diseminado.La orografía va a condicionar tanto la morfolo-gía de estos pequeños asentamientos, como la del contorno agrario, casi siempre estructurado mediante terrazas.

El antiguo muelle de Oia (en el plano de la dere-cha, en la página siguiente) surge al amparo de un monasterio cisterciense y junto a un itinera-rio costero que recoge el Camino Portugués a Santiago.La formación de un pequeño núcleo inmediato al abrigo natural de las embarcaciones y a las pro-piedades monásticas, que complementará otra agregación rural de media ladera en una cota su-perior, mantiene aún hoy en día, y a pesar de los crecimientos y sustituciones de viviendas por nuevas residencias secundarias, la estructura nuclear del antiguo enclave marinero.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

107

108

Por Arbo las agregaciones rurales forman con-juntos polinucleares de ámbito parroquial, como en el caso de San Xoán de Barcela (fragmento del núcleo recogido en el plano de la izquierda).Tanto el mayor alejamiento respecto a la influen-cia urbana del litoral, como el mantenimiento de un cierto valor de productividad de los terrenos agrarios, mayoritariamente dedicados al cultivo del vino, serán circunstancias que hagan dismi-nuir la presión de la nueva edificación en esta área.Las vides, como parte importante del paisaje agrario, siempre en parras, ocuparán una gran parte de los terrenos cultivables, a veces tam-bién envolviendo, por su borde, campos o huer-tas dedicados a otros cultivos.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

109

2.12. CONCLUSIONES RESPECTO AL ANÁLISIS GEOGRÁFICO DE LOS NÚCLEOSTodo el conjunto de esta primera parte de la guía, que en las páginas anteriores viene expuesta a modo de recorrido geográfico por las distintas grandes áreas paisajísticas en las que se divide el territorio gallego, no es sino la síntesis de un análisis, fundamentalmente de tipo gráfico, que refleja la morfología y características fundamentales de un sistema de poblamiento característico y que mantiene, en muchos casos, notables valores ambientales y de relación con el medio natural circundante.

Derivando de la intención fundamental de mostrar como, incluso en aquellos ámbitos territoriales más trans-formados, existen, a veces, entornos rurales de valor o con un patrimonio que merece ser protegido y puesto en valor (también como parte de las propias posibilidades de apoyo al desarrollo económico futuro de los propios asentamientos rurales) conviene avanzar, respecto de esta síntesis o visión global de los núcleos en el medio rural gallego, las siguientes conclusiones:

Diversidad morfológica en el territorio

La variabilidad de la topografía, de la constitución de los suelos, de su potencialidad agropecuaria, de las relaciones viarias (la referencia respecto a un itinerario o una encrucijada como origen de muchos núcleos) o incluso, en general, de la evolución histórica del medio rural gallego y la incidencia de posteriores procesos de crecimiento, dieron lugar a una gran diversidad en la morfología, tamaño, emplazamiento o configuración global de los distintos núcleos, de modo que, en un mismo municipio, o incluso en un mismo ámbito parro-quial, pueden darse tipologías de asentamiento muy variadas y que, por lo tanto, pueden requerir metodolo-gías de intervención o patrones de ordenación muy diversos en cada caso.

Valor de los núcleos y del paisaje rural

La configuración territorial que deriva del antiguo aprovechamiento del medio como elemento de subsistencia sigue caracterizando buena parte del paisaje de la Galicia interior e incluso, debido a esa diversidad del propio medio, a muchas áreas ambientales incluso en el entorno de los principales asentamientos urbanos.

En estas circunstancias, y tal como trata de exponerse en ese recorrido geográfico, la presencia de núcleos o paisajes rurales de valor, aún cuando sea proporcionalmente mayor cuanto más se hayan mantenido al margen de las influencias o relaciones con el medio urbano más próximo, puede ser reconocida en localiza-ciones concretas y con cierta independencia respecto a su pertenencia a entornos geográficos más o menos desarrollados.

Variabilidad en la presión urbanística

También como una de las primeras consecuencias de esa diversidad territorial, las tensiones urbanísticas y el nivel alcanzado por las renovaciones o transformaciones del paisaje rural, aún cuando sean bien eviden-tes en algunas zonas, manifiestan una graduación bien distinta, a veces aún dentro de un mismo municipio o parroquia, siempre dependiendo de circunstancias específicas y no siempre evaluables a nivel general (relación viaria con áreas urbanas, retorno de población emigrada, incidencia de entornos de valor turístico, aislamiento orográfico, mantenimiento de recursos del sector primario, presencia previa de medidas de pro-tección de áreas naturales o paisajísticas, etc.).

Esta situación obligará a distinguir tratamientos específicos para los núcleos y el medio rural con cierta inde-pendencia de su localización global y orientados, en mayor medida hacia una consideración particularizada de sus valores visuales, su patrimonio o la incorporación a entornos paisajísticos de interés.

Carencias respecto a criterios de protección y armonización específicos

Pese al interés evidente del patrimonio arquitectónico o etnográfico de muchos núcleos, son muy escasas las determinaciones de protección que hayan contemplado esos asentamientos como un conjunto ambiental y territorial unitario (salvo en el caso de la declaración de áreas o parques naturales protegidos, a contrario de lo que ha pasado con los cascos históricos, son muy pocos, hasta ahora, los núcleos rurales que se han protegido a partir de criterios de conjunto).

La evaluación del patrimonio rural ha incluido, generalmente, solo edificaciones aisladas de carácter singular, y casi nunca el conjunto de la arquitectura doméstica que, muchas veces, forma parte indisoluble de esas otras construcciones como agregado ambiental único.

No existen, en el planeamiento del medio rural gallego, determinaciones reguladoras u ordenanzas de edifi-cación que vayan más allá de las recomendaciones genéricas y poco específicas que traducen las ya implí-citas en la legislación urbanística de rango superior, muchas veces incluso reconociendo alturas, volumetrías o formalizaciones que contrastan notablemente con la antigua edificación de valor.

La necesidad de un descenso al detalle o a la definición de criterios de protección e integración específicos para cada lugar, que permitan una convivencia más armonizada entre las antiguas construcciones a con-servar y las intervenciones de nueva edificación, sin renunciar a su contemporaneidad ni tener que repetir soluciones miméticas, resulta una actuación a emprender con cierta urgencia y que ya llega con retraso respecto a las experiencias de otros países de nuestro entorno europeo con semejantes características y problemáticas del medio rural.

Desigual incidencia del planeamiento

El habitual retraso con que se desarrollan los documentos de planeamiento en Galicia ha levado a una situación en la que, hoy en día, permanecen vigentes regulaciones de muy diversas épocas, elaboradas dentro de marcos legislativos diferentes, conviviendo, a veces, regulaciones totalmente dispares en uno u otro ayuntamiento de una misma comarca.

En otros casos, sobre todo en la Galicia interior, nunca llegó a aprobarse ningún tipo de planeamiento general y, mucho menos, de detalle.

Aún así, y como consecuencia de la distinta antigüedad de los planeamientos generales e incluso de la cali-dad de los mismos respecto al acercamiento a las características específicas del medio rural, la existencia o no de planeamiento no tiene significado, en ocasiones, situaciones diversas en lo que al mantenimiento de sus valores ambientales o paisajísticos se refiere.

La ausencia de una mínima sensibilidad respecto a la conservación y potenciación de la calidad visual de muchos de estos núcleos y de su entorno, junto con la aplicación de técnicas de delimitación y clasificación del suelo, o también de la definición de nuevas alineaciones, con los criterios habitualmente asumidos para el suelo urbano o su periferia, suele contribuir más al deterioro de estos entornos que a una efectiva integración o incluso modernización de sus estructuras internas.

3 Cartografiar los núcleos rurales

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

111

Cartografía de trabajo a escala 1:2000 para el núcleo de Infesta, en Monterrei (Ourense)

112

3.1. ELABORACIÓN DE UNA CAR-TOGRAFÍA DE TRABAJO

3.1.1. Información gráfica

Aún en ausencia de una planimetría a escala, hoy en día es posible elaborar una documentación de trabajo adecuada a las exigencias del planeamiento y ordenación general de los núcleos rurales y que puede servir de apoyo a una situación transitoria que anticipe la protección de sus valores o una re-gulación posterior más pormenorizada. La escala más apropiada en estos casos es la de 1:1000 o, en su defecto, como mínimo, la de 1:2000. Esta aproxi-mación permite recoger todos los elementos físicos condicionantes en la situación existente, pudiendo complementarse con acotaciones de campo en aquellos puntos donde se precise de una rigurosa determinación geométrica.

La información gráfica en la que se fundamentará el dibujo de la cartografía de trabajo será la siguiente:

• Ortofotografía aérea

• Planimetría catastral

Como fuente de las fotografías aéreas, están los visores del SIXPAC (www. emediorural. xunta. es/ visorsixpac) y del IGN, Instituto Geográfico Nacional (www. ign.es/ iberpix) que incluye, en este último caso, las ortofotos del PNOA (Plan Nacional de Or-tofotografía Aérea).

Resulta también fundamental la consulta del ma-terial histórico del vuelo americano del año 1956, empleado para el levantamiento de los primeros catastros de rústica en muchos municipios, con la finalidad de verificar la pervivencia de los valores de la edificación tradicional (la identificación de la misma resulta útil en la delimitación de los núcleos) y para apreciar las transformaciones en el paisaje agrario del entorno.

La fotografía aérea del PNOA, obtenida desde el visor IGN, sirve de base para elaborar, como ejemplo que se desarrolla a conti-nuación, la cartografía de trabajo de este núcleo (Vilar de Flores, en Allariz) a escala 1:1000, en las imágenes que se adjuntan re-ducida a 1:2000.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

113

El dibujo geométrico del núcleo, mostrando la edifica-ción, el parcelario y los espacios públicos, obtenido a partir de la planta a escala 1:1000 del catastro (reduci-da a 1:2000 en este esquema) refleja la estructura de la propiedad y las irregularidades en la alineación de las edificaciones.

3.1.2. Base geométrica

Puede derivar directamente de la planimetría del catastro (cartografía que puede ser obtenida desde la sede electrónica del catastro en la página: www. sedecatastro.gob.es) en caso de que el núcleo cuente con levantamiento realizado de su estructura interna. En estos casos, los datos del plano catastral incluyen el número de plantas de la edificación, los vuelos en la misma, las escaleras de acceso desde el espacio público (de importancia en las edificacio-nes tradicionales cuando se entra a nivel del piso mediante un patín o corredor), la diferenciación de algunas construcciones auxiliares (hórreos, coberti-zos, etc.) y la complementariedad entre la fragmen-tación catastral y los espacios públicos, distinguién-dose las calles, plazas, “airas” y montes comunales, o también el recorrido de ríos o arroyos.

Cuando no exista levantamiento interno del núcleo, el dibujo del catastro de rústica servirá de apoyo geométrico para un calco directo de la ortofotografía aérea a escala de 1:1000. Dado que el interés de la elaboración de esta cartografía radica en la de-terminación de los elementos de valor que habrán de mantenerse en el conjunto del núcleo, no resulta tan importante el rigor geométrico sino la referencia a lo existente, que siempre puede ser complemen-tada con acotaciones de campo en aquellos puntos más críticos. El trabajo de campo, siempre necesa-rio para interpretar el valor de conservación de los distintos elementos cartografiados y para identificar entornos de fragilidad paisajística, será tanto mayor cuanto menos sean los datos que puedan ser extraí-dos directamente de la base geométrica del plano catastral.

El contraste entre esta primera representación y el trabajo de campo, además de añadir los datos preci-sos para completar al definición cartográfica, permi-tirá corregir los errores de la planimetría de partida.

114

El nivel de elaboración de los planos del catastro, en el caso del ejemplo, permite incorporar muchos datos de uti-lidad para la ordenación del núcleo (altura de la edificación, terrazas, vuelos, escaleras de acceso, definición del espacio público y privado, numeración de viviendas y referencia de las parcelas, recorrido de ríos o arroyos, etc.).A partir de este plano y de la ortofoto aérea, junto con el contraste de datos de campo en el propio lugar, puede construirse una base geométrica en la que encajar después la definición gráfica del núcleo, referida solamente a los elementos fundamentales de su estructura (edificación, viario o espacio público y parcelación). La utilización conjunta de estos dos elementos de apoyo (ortofoto y plano a escala) permite suplir el distinto nivel de elaboración de la cartografía catastral en los distintos municipios con un mayor nivel de los trabajos de campo a partir del calco directo de la ortofoto en aquellas zonas donde falta esa base de representación.

Planta del catastro y levantamiento de una base geométrica para la representación del núcleo, ambas a escala 1:1000.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

115

3.1.3. Representación del núcleo

La simple selección de la escala de aproximación de 1:1000 obliga a establecer una relación territorial en-tre el núcleo y su entorno mucho más adecuada que las visiones lejanas y que rematan por recoger su-perficies de posible expansión desproporcionadas.

En la representación de los núcleos deben incorpo-rarse aquellos elementos físicos o ambientales que pueden determinar decisiones de ordenación o re-gulaciones morfológicas específicas, como son:

• Cuerpos de la edificación, alineaciones

• Construcciones accesorias a la vivienda

• Relaciones con el viario o el espacio público

• Delimitación público-privado

• Morfología de las cubiertas

• Elementos etnográfico-históricos

• Localización de equipamientos

• División catastral

• Socalcos y desniveles en el terreno

• Muros y cierres de fábrica

• Rocas o afloramientos pétreos

• Arbolado aislado o en grupos

• Masas forestales y matorral

• Setos y cultivos no herbáceos

• Vegetación de ribera

• Ríos, arroyos y cursos de agua

• Expresión de la topografía

(no siempre será posible obtener una base topo-gráfica, pero resulta de utilidad la expresión en los planos del modelado del terreno en zonas de pen-dientes críticas)

La representación gráfica del núcleo de este ejemplo realizada a escala 1:1000 y aquí reducida a escala 1:2000, incluyendo los distintos elementos físicos y ambientales de interés, como base para la incorporación de datos y evaluaciones del trabajo de cam-po posterior.

116

3.1.4. Datos e información de campoLas comprobaciones sobre el terreno permiten co-rregir errores en la cartografía de base y valorar el interés de conservación de los elementos físicos y ambientales que componen el núcleo y su entorno inmediato. Las comprobaciones de campo, comple-mentadas con un reportaje fotográfico, se centrarán en los aspectos que se ponen en valor en la propia cartografía, es decir:Cuerpos de edificación, alineacionesComprobación de alturas de la edificación, de la divi-sión de las propiedades y las irregularidades en las alineaciones, con acotación de puntos críticos donde no se vayan a mantener las alineaciones existentes. Valoración del interese de la edificación tradicional, acabados, materiales y situaciones fuera de contex-to. El contraste con el vuelo americano evidenciará la presencia de la edificación tradicional y sus alte-raciones.Construcciones accesorias a las viviendasIdentificación de cobertizos, alpendres, pajares, hó-rreos y otras construcciones no destinadas a vivien-da y valoración de su imagen o acabados.

Relaciones con el viario o espacio públicoDefinición de las transiciones entre lo público y lo privado, en particular, se representará la posición de accesos a las viviendas mediante escaleras desde la calle, muchas veces desarrollándose a lo largo de la fachada de una propiedad adyacente, así como patios y otros espacios vacíos entre las casas. Se recogerá información acerca de la pavimentación y servicios urbanísticos.Delimitación público-privadoSituando los cierres o transiciones de las propie-dades respecto al viario o el espacio público e identificando los retranqueos de muros y divisiones parcelarias. Delimitación de ámbitos de propiedad comunitaria (montes, airas, etc.) o de uso compartido (atrio, campo de la fiesta, etc).En el fragmento de la planta a escala 1:1000 del ejemplo cartografiado se evidencian los aspectos considerados para aproximarse a la representación gráfica de los nú-cleos rurales.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

117

Morfología de las cubiertas

La regulación de la volumetría de la edificación debe tener en cuenta la formación y tipología de las cubiertas. El funcio-namiento de las bajantes y recogida de pluviales, sobre todo en núcleos compactos, implica a edificaciones vecinas no siempre de la misma propiedad. Conviene poner en relación la planta actual de las cubiertas con la referencia de las fo-tos del vuelo americano para contrastar modificaciones, así como referir el tipo de materiales existentes como acabado.

Elementos etnográficos e históricos

Localización de hórreos, palomares, cruceiros, petos de ánimas, hornos, molios, batanes, mazos, etc., así como ele-mentos de interés arquitectónico o histórico y arqueológico (castros, mámoas, yacimientos, etc.). Incorporación de catálogos e inventarios existentes junto con la evaluación del interés de conservación de las distintas edificaciones del núcleo.

Localización de equipamientos

Como punto de partida para un análisis de los estándares parroquiales y verificando las posibilidades de encontrar suelo para nuevas dotaciones o la ampliación de las existentes.

División catastral

La representación de la realidad del parcelario rural, muchas veces condicionado por el uso agrario de los diferentes tipos de suelos, resulta fundamental para verificar las posibilidades de crecimiento de los núcleos, sus limitaciones y la determinación de los contornos de protección.

Socalcos y desniveles en el terreno

La estructuración en bancales o socalcos, los saltos de cota que establecen la transición de los cultivos sobre terrenos en pendiente, conforman el carácter del paisaje agrario en el entorno de los núcleos imponiendo desniveles que no siempre son tenidos en cuenta para trazar las nuevas ordenaciones, con frecuencia por no ser recogidos en la infor-mación planimétrica del terreno.

Muros y cierres de fábrica

La conformación del paisaje agrario está determinada por un amplio conjunto de actuaciones constructivas al margen de la propia edificación. Los muros de piedra de cierre de las propiedades o del ámbito anexo a la propia vivienda rural constituyen una unidad ambiental difícil de deslindar de los propios valores visuales de los núcleos y de su espacio adyacente, haciendo que su valoración determine el mantenimiento de alineaciones o bien que contribuyan a ayudar en la integración de posibles nuevas edificaciones. Por el contrario, los cierres de todo tipo de nuevos materiales, con formas y diseños diversos, siempre ajenos a la simplicidad y la materialidad de la construcción tradicional, son uno de los elementos que más inciden en la pérdida de valor ambiental y de calidad visual de los núcleos rurales.

Rocas y afloramientos pétreos

Tanto en la costa como en la montaña, muchos de los núcleos rurales gallegos han buscado, para su asentamiento, aquellos lugares menos aptos para el cultivo, reservando los suelos de mayor fertilidad y procurando una buena base para los cimientos de la edificación.

Por eso,a veces, las edificaciones se mimetizan con la propia naturaleza rocosa del terreno, en una situación bien visi-ble pero no siempre recogida con fidelidad en la planimetría que suele usarse para la ordenación de los núcleos rurales.

La estructura catastral de los núcleos rurales gallegos guarda una estrecha relación con la naturaleza de los suelos y su aptitud para los distintos cultivos o su orientación a través de una constante partición que asegura-ba la mínima base para el policultivo familiar de subsistencia, restringiendo la edificación hacia ciertos ámbitos.

118

Arbolado aislado o en grupos

Identificación y valor de los árboles o arbustos de cierto porte con determinada singularidad o que pre-senten interés ambiental y contribuyan a integrar la edificación existente, o prevista, en el paisaje.

Lo mismo que para el caso anterior, el arbolado en grupos puede conformar fracturas en la continuidad de la edificación o enmarcar vistas, a veces como parte de zonas específicas en el destino tradicional de los cultivos (sotos, “cortiñas”, etc.).

Masas forestales y matorral

Reconocimiento de los suelos forestales identifica-dos a partir de la ortofoto, su contribución a la for-mación de áreas de valor ecológico y paisajístico. Contraste de la antigüedad del arbolado con las imágenes del vuelo americano.

Setos y cultivos no herbáceos

Identificación de la ocupación de viñas, pomares y otros cultivos que, por su carácter no herbáceo tie-nen una presencia permanente en el paisaje rural y ayudan a disminuir la visibilidad de las construc-ciones, como es el caso de los emparrados, por ejemplo.

Vegetación de ribera

Asociada a los cursos de agua y a humedales o zonas inundadas estacionalmente, valorando su in-terés ambiental y la contribución a la formación de corredores ecológicos.

Ríos, arroyos y cursos de agua

Apreciación de la importancia de la protección de la red hidrográfica de pequeña escala, como elemento de articulación ambiental de la estructura agraria de los núcleos y del mantenimiento del ciclo de des-agüe y filtrado, preservación de corredores ecológi-cos.

La ortofoto (PNOA) de Barcia, en el municipio orensa-no de Melón como base gráfica, junto con la planime-tría catastral, para otro ejemplo de elaboración de la cartografía de un núcleo rural.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

119

La utilización de la planimetría catastral y la ortofoto como base de la representación, hace destacar las ca-racterísticas de la subdivisión parcelaria, los arroyos y cursos de agua, los cultivos de viñedo, las “airas” co-munales y los campos de hórreos que aprovechan su localización ventilada y bien orientada, o la ocupación de las masas forestales y bosque de ribera.

Cartografiado del núcleo de Barcia para la toma de da-tos en el lugar, en la imagen reducido a escala 1:2000 a partir del plano original a escala 1:1000.

120

Fragmento de la parte norte del levantamiento cartográfico de Barcia del original a 1:1000

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

121

Cartografiado de un núcleo lineal del Camino de Santiago reproducido a escala 1:1500 do original a 1:1000 (Furelos, en la entrada del camino a Melide).

Planimetría catastral a escala 1:2000Ortofoto PNOA de Vivenzo, Melón (Ourense)

122

Ortofoto PNOA de Vivenzo, Melón (Ourense)

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

123

Base geométrica para cartografiar Vivenzo Cartografía del núcleo a escala 1:2000

124

Detalle del levantamiento cartográfico del núcleo de Vivenzo a la escala de trabajo de 1:1000, con la representación de la edificación, parcelario, arbolado, muros, bancales, etc.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

125

Levantamiento cartográfico de la aldea de O Cebreiro, en la entrada a Galicia del Camino Francés a Compostela, reproducida a escala 1:1500 a partir del original dibujado a escala 1:1000, con representación de la topografía obte-nida de la documentación del planeamiento municipal del ayuntamiento de Pedrafita do Cebreiro.

126

Ortofoto del PNOA de Hospital da Condesa, núcleo del Camino Francés en el municipio lucense de Pedrafita do Cebreiro.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

127

Cartografiado del núcleo de Hospital da Condesa reducido a escala 1:1500 a partir del levantamiento original a escala 1:1000.

4 Parcelario agrario y edificabilidad

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

129

O núcleo inicial, a coroa agraria e a nova edificación en Florderrei (Riós) a escala 1:2000.

130

4.1. CONSIDERAR EL PARCELARIO EN LA DELIMITACIÓN DE LOS NÚ-CLEOS

La fragmentación de la propiedad en el entorno de los núcleos rurales sigue una lógica vinculada al reparto de las tierras con una finalidad productiva en el sistema de policultivo tradicional, donde las viviendas solían asentarse en aquellos lugares que carecían de utilidad como soporte agrario. Este re-parto, fundamentado en el antiguo aprovechamiento agrícola, determina dimensiones de parcelas con-dicionadas tanto por la topografía de los terrenos, como por el tipo de cultivo, el sistema de riego, o el tipo de labor (no era lo mismo dejar en herencia una tira dedicada a nabos que una parcela de viñedo o una vega de maizal).

El tratamiento urbanístico de los núcleos rurales, con frecuencia, no adopta una ordenación interna del tejido de los mismos, limitándose a delimitar el suelo en el que se puede edificar sobre el perímetro de lo ya consolidado. Casi nunca estas delimitacio-nes tendrán en cuenta las limitaciones implícitas en la propia estructura del parcelario agrario que incorporan, definiendo como edificables parcelas que no pueden serlo por su misma morfología o di-mensiones, ya que el procedimiento de clasificación y delimitación del suelo determina, en estos casos, la edificación directa, sin transformación de predios o reparcelaciones previas.

La ausencia de información catastral lleva a dibujar envolventes que, aún siguiendo la obligada referen-cia a huellas físicas y tendiendo a incorporar la to-talidad de las propiedades identificadas con claridad en sus límites, nada tienen que ver con la realidad parcelaria de un soporte agrario que, muchas veces, difícilmente puede acoger nuevas viviendas, promo-viendo una dispersión aleatoria de la nueva cons-trucción sobre aquellas que mejor se ajustan a las exigencias o estándares de edificabilidad.

Parcelas en segunda línea

A veces la envolvente de delimitación del suelo de núcleo rural recoge en su interior parcelas agrarias sin más acceso que una servidum-bre de paso por encima de otros campos ad-yacentes, son parcelas que no debieran ser edificables (en el ejemplo, una de ellas ya fue construida abriendo un paso desde la carretera y mostrando cual sería la situación en caso de edificarse alguna más de las vecinas).

Parcelas de morfología inadecuada

La definición de las envolventes incluyendo la totalidad superficial de algunas de las parcelas puede provocar el efecto contrario al pretendi-do (dirigir la nueva edificación hacia el entorno inmediato del suelo ya consolidado) si no se tiene en cuenta la propia forma de las unidades catastrales. En el caso del ejemplo, la reducida dimensión del frente hacia la calle llevaría a construir una nueva vivienda al fondo de la pro-piedad, dando lugar a una evidente dispersión respecto al caserío compacto inicial.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

Parcelas de concentración agrariaA edificación sobre este tipo de parcelas, de inicio orientadas á mellora do rendemento das explotacións agrarias, ten constituído unha das causas que facili-taron a dispersión da vivenda no medio rural, apro-veitando as novas dimensións catastrais e a propia estrutura das pistas pecuarias como soporte dunha mínima urbanización que, como se aprecia no exem-plo, modifica a articulación dos núcleos tradicionais e impón un modelo suburbano de crecemento. O recoñecemento polo planeamento dalgúns destes ámbitos xa inadecuadamente edificados non debe levar á consolidación deste modelo de crecemento sen establecer unha ordenación pormenorizada dos mesmos e articular a súa singularidade como unida-des tipolóxicas diferenciadas respecto do tecido dos núcleos rurais tradicionais.

131

Parcelas de frente escaso o dimensiones insuficientes

La edificación mediante licencia directa en el suelo de núcleo rural no es posible sobre ámbitos donde la fragmentación agraria carece de capacidad para acoger la nueva construcción. En el ejemplo, la for-ma de las propiedades, su reducido frente y la sub-división en profundidad, característica de la partición agraria de los terrenos de vega, aún cuando en su conjunto queda emplazada en el posible ámbito de crecimiento natural del tejido edificado, no puede ser construida sin una modificación total de la estructura de los predios. La inclusión de estos contornos dentro de la delimitación del núcleo hará que solamente se edifique, de modo aleatorio, sobre aquellas parcelas que cumplan con las exigencias dimensionales para servir de soporte a una vivienda, dando lugar a nue-vas construcciones aisladas y a la inutilidad forzosa de las propiedades vecinas.

132

Fincas singulares

Su presencia en algunos núcleos (pazos, iglesario, etc.) constituye siempre una fractura en la continuidad del paisaje edificado de los asentamientos tradicionales y, muchas veces, también son el motivo de la formación de asentamientos diferenciados en conjuntos de tipo polinu-clear, sirviendo de elemento de separación entre ellos.

Deben ser catalogadas y protegidas como piezas unitarias en la formación del paisaje rural, reconociendo su carácter no edificable, excepto en las intervenciones precisas de rehabilitación o de justificada ampliación de la edificación existente, siempre sujeta a la supervisión patrimonial por el correspondiente organismo encargado de la aprobación final de esos proyectos.

Salvo en caso de que se establezca una ordenación por-menorizada de un entorno equivalente, el planeamiento deberá determinar un perímetro de cautela alrededor de la finca singular, teniendo en cuenta las vistas y su contribu-ción a la formalización del paisaje del núcleo, que no sea inferior a la distancia de protección de 100 m. alrededor de la misma que establecían, en su día, las Normas Sub-sidiarias Provinciales para el caso de la arquitectura civil o religiosa inventariada.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

133

Parcelas de gran tamaño

Lo mismo que en el caso de las fincas singulares, las par-celas de gran tamaño y, en general, todas aquellas que presentan un frente de dimensiones muy superiores a la media de las propiedades ya edificadas en el interior del núcleo, constituyen una fractura en la continuidad del teji-do construido y también, casi siempre, una apertura visual que ayuda a mantener el carácter rural del asentamiento. Cuando son recogidas como parte de la delimitación del núcleo deben regularse y definirse tanto las condiciones volumétricas de la nueva edificación, como el ámbito en el que deberá asentarse (relación con las alineaciones ya existentes o con la edificación consolidada en el interior del núcleo).

En el ejemplo que se muestra, la edificación sobre una parcela de gran tamaño (circunstancia que se suma a las habituales consecuencias de la incorporación al desarrollo edificatorio de las parcelas de concentración agraria en este caso) da lugar a una nueva construcción alejada del asentamiento compacto del núcleo preexistente y con una impronta física totalmente desproporcionada respecto a la media de las edificaciones existentes en el mismo.

134

4.2. ERRORES FRECUENTES EN LAS DELIMITACIONES SIN PARCE-LARIO

Aún cuando el parcelario no fuese incluido en la cartografía obtenida como base para los trabajos de planeamiento, en la actualidad, el acceso libre a los planos del catastro permite complementar de manera adecuada las deficiencias de esos levanta-mientos. La no inclusión de la información catastral en las delimitaciones de suelo lleva, con frecuencia, a recoger dentro del ámbito de los núcleos rurales áreas de parcelación agraria que no pueden ser edi-ficadas mediante licencia directa, favoreciendo, en muchos casos, la dispersión y la pérdida de los valo-res rurales del entorno, al dirigir, de forma aleatoria, las posibilidades de edificación hacia un número muy reducido de propiedades (las únicas que cum-plirían con los mínimos superficiales requeridos en la normativa) y dejando como un residuo inutilizable el resto de las mismas.

En el ejemplo, delimitación de un núcleo sobre cartografía a escala 1:2000 de escaso detalle, con apenas ningún tipo de información acerca del parcelario visto.Se delimita una zona de crecimiento del núcleo tradicional en el ámbito que se considera lógico para tal finalidad, recogiendo el entorno de nue-vas viviendas ya existentes y haciendo frente a una calle de borde.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

135

En un levantamiento de mayor detalle del núcleo an-terior, también a escala 1:2000, al que se superpone la delimitación del suelo de núcleo rural definida so-bre la anterior cartografía, puede apreciarse como la inclusión de los datos catastrales revela la apertura del vial que bordea el núcleo por su extremo Sur sobre parcelas de vega con un frente que, muchas veces, se sitúa alrededor de los dos metros de ancho, dejando un residuo, por su lado Norte, resultante de partir la continuidad en profundidad de las iniciales propieda-des agrarias.Todo este conjunto, así como los terrenos que se sitúan sobre el borde occidental de este vial, en la conexión con el otro puente sobre el río, carecen de capacidad superficial para acoger nuevas viviendas, salvo en dos o tres casos, mediante licencia directa. Esta situación podría llevar a que esas parcelas (las únicas que cumplen con la superficie mínima edifica-ble y disponen de un frente adecuado para construir) fuesen las únicas que materializasen la edificabilidad, surgiendo como piezas aisladas que formarían un pri-mer plano disperso en la vega del río y ante el núcleo consolidado, contribuyendo a la pérdida de la imagen rural del frente agrario de la vega.

136

Muchos núcleos de estructura compacta están inte-grados en un entorno agrario con una parcelación que hace casi imposible la delimitación de suelo adyacente para su crecimiento mediante edificación directa sobre parcela mínima, tal como puede apre-ciarse en el ejemplo cartografiado.

No tener en cuenta las características de este tipo de conjuntos catastrales, en los que algunas de las propiedades, aún teniendo las dimensiones míni-mas, carecen del ancho preciso para implantar una vivienda, lleva a un nuevo proceso de edificación aislada y aleatoria que depende de donde se llegó a la adquisición, por un mismo titular, de varios trozos colindantes de terrenos agrarios.

1- Parcelas de tamaño mínimo que pueden aco-ger viviendas entre medianeras como era habi-tual en la edificación tradicional de estos núcleos (1A) resultan insuficientes, con esa misma di-mensión, para implantar viviendas aisladas (1B).2- Parcelas en segunda línea son edificadas anexionando una tira en profundidad que les pro-porciona relación de acceso desde la calle.3- Casi todas las nuevas viviendas aisladas proceden de la adquisición de una porción de parcelas contiguas para alcanzar una superficie mínima donde edificar.4- La presencia de grandes parcelas intercaladas debe tener una regulación específica en estos ca-sos. La construcción de dos volúmenes en una misma propiedad no resulta aquí tan discordante como sería la acumulación de la edificabilidad en una única pieza. Resulta importante definir el ám-bito a ocupar por la edificación (en relación con el viario, con las construcciones existentes, etc.).

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

137

4.3. PARCELACIÓN Y CRITERIOS DE DELIMITACIÓN DE NÚCLEOS

4.3.1. Proporcionalidad y proximi-dad a lo construido

Muchas veces el planeamiento adopta los límites legales (consolidación del suelo máxima de un 50%, separación máxima de 50 m. desde la edi-ficación tradicional hasta la envolvente de delimi-tación) como único criterio, independientemente del tamaño y morfología de los núcleos que se delimitan y de las previsiones de crecimiento.

Ante un núcleo que no crece, donde la dinámica y proyecciones de población están estancadas o muestran crecimientos negativos, siempre será preferible optar por la rehabilitación de la edifica-ción existente antes de proponer ámbitos de ex-pansión mediante nuevas construcciones, sobre todo, cuando se mantienen el carácter rural y los valores ambientales del asentamiento.

DESPROPORCIÓN:

En el ejemplo de la izquierda, delimitación de sue-lo desproporcionada respecto al núcleo originario. Se establece un extenso contorno alrededor de un asentamiento tradicional que no crece (salvo las construcciones agrarias, solo una única vivienda nueva se ha sumado al agregado inicial, existiendo edificaciones abandonadas o en ruinas). Como en este caso, el criterio de las envolventes extensas suele no tener en cuenta la diversidad del períme-tro físico del núcleo tradicional (se considera como edificable el entorno de la gran finca adyacente al iglesario o los bordes del cementerio) definiendo una homotecia alrededor de la delimitación estricta del agregado rural preexistente.

A

B

B

B

C

A

138

La relación con el viario y con la edificación existente deberá asegurarse para cualquier nueva edificación. En este sentido, habrá que tener en cuenta la alea-toriedad habitual del proceso de construcción de las nuevas parcelas que se habiliten para ser edi-ficadas, buscando que estas se aproximen siempre a los márgenes de contacto con las ya existentes como única garantía de la consolidación prevista. Debe buscarse la cercanía a lo ya construido, ha-ciendo que la nueva edificación se sitúe rodeada siempre de dos o tres construcciones contiguas preexistentes.

Deberá evitarse también que la delimitación de la lí-nea envolvente del suelo del núcleo incluya parcelas edificables que precisen, para serlo, de la apertura de nuevo viario no previsto y definido en sus carac-terísticas de trazado por el propio planeamiento.

PROXIMIDAD:

Al contrario que en el suelo urbano, donde la presión urba-nística agota primero los terrenos de mayor centralidad, la edificación en el rural por licencia directa responde siempre a una cierta aleatoriedad, sobre todo cuando se clasifica suelo en exceso.

En el ejemplo, antes de admitir la edificación de parcelas exteriores (A) debería haberse seguido un criterio de com-pletamiento de la estructura compacta del asentamiento tradicional.

Las parcelas más adecuadas para construir siempre se-rán aquellas que se encuentren rodeadas por dos, o mejor tres, edificaciones ya existentes (B).

No debería clasificarse suelo, tampoco, que incluya parce-las interiores en las que el aprovechamiento como edifica-bles suponga la apertura de nuevas vías no previstas en su trazado por el propio planeamiento del núcleo (C).

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

139

4.3.2. Evitar la dispersión

La nueva edificación dispersa es uno de los fac-tores que más ha incidido en la pérdida de los valores paisajísticos y en el deterioro visual del medio rural en Galicia, sobre todo cuando su im-plantación afecta a entornos de fragilidad o con una identidad rural característica.

• La dispersión supone un alto coste en nue-vas infraestructuras y servicios urbanísticos.

• La localización diseminada de nuevas vi-viendas multiplica las afecciones al paisaje rural.

• La prolongación de núcleos tradicionales si-guiendo las carreteras exteriores contrasta con el modelo común de los asentamientos rurales, siempre condicionados en su em-plazamiento por factores históricos, topo-gráficos y de calidad del suelo agrario.

DISPERSIÓN:

La delimitación, en el ejemplo de la izquierda, de un ámbito edificable mediante vivienda aislada siguiendo la carretera de acceso al núcleo histórico-tradicional no es adecuada ni tiene justificación.

La existencia de tres únicas nuevas viviendas fuera del agregado del asentamiento no puede dar lugar a una delimitación de suelo mucho más amplia que el propio tamaño del núcleo existente.

El fomento de la dispersión en este tipo de delimitacio-nes, conjugado con la desproporción de las mismas y la aleatoriedad del proceso de edificación de las parcelas recogidas dentro de ellas, contribuirá al deterioro de las características rurales del ámbito exterior del núcleo e incidirá en la percepción del agregado tradicional en el recorrido de aproximación al mismo.

140

4.3.3. Reconocer la morfología diver-sa de los núcleos tradicionales

La diferencia entre las estructuras de los agregados compactos o muy compactos y los núcleos rurales de tipo laxo, por ejemplo, resulta bien evidente y carac-teriza, por el predominio de unas morfologías sobre otras, ciertas unidades paisajísticas del medio rural gallego.

Aún así, el planeamiento rural y los mecanismos de clasificación de suelo tienden a aplicarse como una solución universal para cualquier tipo de núcleo y, casi siempre, a partir de la indicación, como mucho, de ordenanzas diferenciadas para el asentamiento preexistente ya consolidado y la definición de los pa-rámetros de la construcción aislada en parcela fuera de ese ámbito.

No siempre el crecimiento a partir de nuevas vivien-das aisladas en medio de parcelas de mayor tama-ño será lo más adecuado, sobre todo cuando este crecimiento es contiguo a una estructura nuclear compacta o muy compacta o, en cualquier caso, de-berá constituir una agregación claramente definida y diferenciada del conjunto histórico-tradicional. La definición del perímetro del entorno edificado de los núcleos tradicionales, en estos casos, contrasta con el borde impreciso y aleatorio de los suelos de creci-miento previstos en las ordenaciones.

Otro de los errores habituales, que contribuyen a di-luir la claridad histórica de formación de los límites de lo construido, será delimitar una serie de envolven-tes concéntricas sucesivas del agregado compacto preexistente, en las que se definen múltiples orde-nanzas de edificación que van graduando la densi-dad de ocupación del suelo de modo semejante al tratamiento de zonificación de los núcleos urbanos pero sin establecer ningún mecanismo de transfor-mación de la estructura agraria en el substrato parce-lario sobre el que se desarrolla.

En la parte superior, una estructura mixta en la que, al núcleo concentrado inicial fueron añadién-dose los crecimientos lineales de la nueva carretera de travesía y, posteriormente, viviendas ais-ladas aleatoriamente emplazadas sobre el parcelario agrario, como consecuencia de la ausencia de una regulación normativa adecuada.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

141

En la imagen, ejemplo de delimitación y clasificación de suelo de núcleo rural inadecuada, definida conforme a una zonificación concéntrica en la que se establecen tres ordenanzas de edificación, diferenciadas en densidad y ocupación de mayor a menor (1, 2 y 3, respectivamente), una diferencia que no parece estar tan clara en la morfología del agregado preexistente y que se superpone a la diversidad del medio rural sin tener en cuenta sus condicionantes (ausencia de viario, topografía en pendiente, sotos y arbolado de valor, parcelación agraria no edificable, etc.).

5 Protección de los valores del medio rural

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

5.1. PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO

143

144

5.1

5.1.1. NÚCLEOS SINGULARESLas deficiencias que derivan de la regulación de los núcleos rurales a partir de clasificaciones y deli-mitaciones de suelo, se incrementan aún más cuando no existe ninguna figura de planeamiento ge-neral actualizada, como de hecho es común en muchos municipios del interior, donde se mantienen asentamientos con gran valor ambiental. Un planeamiento de escala global no puede ser eficaz como instrumento de ordenación cuando los núcleos muestran valores significativos como conjunto, a veces como consecuencia no tanto de la acumulación de elementos históricos o arquitectónicos de interés excepcional, sino por el carácter que adquiere la pervivencia de la edificación tradicional formando parte de un agregado homogéneo ambientalmente.

En estos núcleos será preciso desarrollar una regulación de detalle, semejante al tratamiento previsto para el planeamiento especial de protección, definiendo las condiciones de mantenimiento de la volu-metría y carácter de la edificación tradicional, el tipo de obras admitido para cada uno de los inmuebles, las características de adaptación ambiental de las construcciones fuera de contexto, las normas de composición y acabados de las nuevas edificaciones, etc.

Todos estos aspectos no quedan definidos nunca desde el planeamiento general, por el propio alcance de ese documento, de modo que la fijación de alturas, pendientes de cubiertas, tamaño y disposición de los vanos, materiales de acabado o el derribo de construcciones de interés, pasa a depender de unos parámetros abstractos y de escaso rigor que, en general, tienen muy poco que ver con la calidad ambiental del conjunto rural preexistente.

Es preciso, en estos casos, que desde el propio planeamiento general, o desde una actuación de rango superior, sobre todo en los municipios que carecen de una ordenación de ámbito municipal actualizada conforme con la legislación vigente, se identifiquen esos núcleos de interés, por su singularidad o valor ambiental y de integración en un entorno caracterizado, elaborando una especie de catálogo en el cual se determine el ámbito que, en cada uno de ellos, debe ser abordado mediante una figura de planeamiento de desarrollo, conforme a un tratamiento pormenorizado semejante al de un plan especial de protección.

Catalogación/ Inventariado de núcleos

Como actuación de urgencia, este tipo de tratamiento ya fue iniciado con los núcleos rurales que han sido declarados (por su valor excepcional) BIC pero, en el momento actual, el reducido conjunto que componen esos núcleos, deja fuera un importante patrimonio rural que sigue en riesgo de deterioro o desaparición, tanto por el derribo de edificaciones de interés existentes, como por la libertad de forma-lización con la que se construyen nuevas viviendas en su lugar, o en parcelas edificables, totalmente ajenas al carácter ambiental del conjunto.

En los últimos tiempos, ya algunos planeamientos generales vienen contemplando la figura de los nú-cleos singulares, sin duda con un alcance aún a nivel testimonial dentro de un marco global que suele tratar a todo el medio rural conforme a criterios uniformes, sin atender más que a la catalogación de los elementos monumentales o de más relevancia histórica o arquitectónica. En estas ordenaciones, comunes en algunos municipios del interior, en la provincia de Ourense, la delimitación de un núcleo singular, por sus valores ambientales, lleva aparejada la definición de un ámbito habitualmente remitido a un plan especial de mejora del núcleo o figura semejante de planeamiento de desarrollo.

Muchos núcleos muestran valores de integración en el paisaje o características ambientales que exigen un tratamiento de detalle más allá de la simple clasificación de suelo o delimitación, arriba, vista de conjunto de As Regadas, en Beade, abajo, una calle de Congostro, en Rairiz de Veiga, ambos núcleos en la provincia de Ourense.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

145

5.1Salvo algunos núcleos de especial valor declarados BIC (en O Courel, en el Camino de Santia-go, el entorno de otros bienes protegidos, etc.) son muy pocos los asentamientos singulares catalogados o inventariados que quedan protegidos o remitidos a una regulación de detalle (arriba, vista de A Seara y abajo, Froxán, ambas aldeas de O Courel que fueron incluidas en un programa de rehabilitación.

Criterios para la catalogación de núcleos

La identificación de núcleos singulares es obligada en todos aquellos casos en que sea preciso regu-lar en detalle la edificación, existente o prevista, con la finalidad de garantizar la protección de los va-lores del conjunto rural de tipo histórico-tradicional y del paisaje agrario o natural en que se emplazan, algo que el planeamiento general nunca podría lograr por si mismo mediante ordenanzas genéricas.

Para esta identificación será fundamental el contraste de las ortofotos actualizadas, con las imágenes históricas del vuelo americano del año 1956. Esta referencia histórica del período previo a los pro-cesos de crecimiento suburbano de los años sesenta y posteriores, permitirá apreciar la pervivencia de la volumetría del asentamiento tradicional y las transformaciones o permanencias, tanto en el conjunto edificado, como en el medio agrario que constituye su entorno.

Complementariamente, la toma de datos en el lugar, permitirá valorar, de forma pormenorizada, los principales criterios que sustentarán la catalogación y delimitación de núcleos singulares, como son:

• Inclusión del núcleo dentro de un contorno paisajístico o natural de valor.• Presencia de la edificación tradicional• Incidencia de las alteraciones en la edificación histórica y nuevas edificaciones o crecimientos

exteriores.• Calidad ambiental del espacio interno en el núcleo y del marco paisajístico exterior.• Mantenimiento de las visuales y del carácter rural tradicional desde y hacia el asentamiento.• Presencia de elementos a proteger por su particular interés arquitectónico, histórico o etnográ-

fico. Identidad y calidad visual de los acabados, materiales, volumetría y elementos de compo-sición de la edificación existente.

• Posibilidad de integración de situaciones fuera de contexto en la edificación existente.

La delimitación de los núcleos singulares deberá tener en cuenta, tanto el conjunto de la edificación existente, como las áreas de protección de visuales o de elementos naturales o agrarios del suelo rústico exterior que aseguren la conservación de sus valores y carácter.

La ordenación de los mismos habrá de hacerse de forma pormenorizada (ordenanzas individualiza-das mediante alzados o especificaciones en fichas para cada uno de los inmuebles, estableciendo alturas de cornisa, ocupación en planta, volumetría, grado de protección y nivel de obras permitidas relacionado con la categoría de las edificaciones a conservar, especificación de situaciones fuera de contexto y medidas para mejorar su integración, normativa estética particularizada para las posibles nuevas construcciones, regulación estética de elementos compositivos (sobre todo de aquellos que fueron modificados respecto a su situación original, para marcar las pautas de restitución en futuras obras de mejora o rehabilitación).

Resulta de especial importancia, así mismo, la determinación de los criterios de mejora de la urbani-zación y configuración del espacio público (una de las deficiencias principales en las que derivaron ciertas intervenciones de urgencia para aportar servicios y pavimentar calles en estos ámbitos, en general, totalmente inadecuadas respecto al carácter y valores originarios de los núcleos) incluso proponiendo algún tipo de actuación o proyecto ejemplar prioritario.

146

5.1

Aún son muy pocos los núcleos rurales que, por lo excepcional de sus valores, son ordenados de forma pormenorizada. En el caso de Congos-tro, en el municipio de Rairiz de Veiga (en esta página, planta de conjunto a escala 1:2500), el reconocimiento de esas características, lleva a definir un ámbito sujeto a planeamiento especial (línea de trazos en el plano adjunto).Pueden apreciarse las circunstancias que mo-tivaron el establecimiento de una regulación específica por la singularidad del asentamien-to, con una notable calidad ambiental en su estructura interna (calles, “airas” comunales con hórreos) y una configuración compacta, de perímetro bien definido, en la que son poco re-presentativas las transformaciones del contorno agrario exterior.

En el caso del núcleo de A Serra, en el muni-cipio de Melón (en la página de al lado y a es-cala 1:2000), por el contrario, no se establece más que un ámbito de protección alrededor de los elementos de valor catalogados (viviendas tradicionales, cruceiros, calvario, campos de hórreos, “aira” comunal, rectoral, iglesia). Tal como puede apreciarse en el plano, este perí-metro de cautela delimitado recogerá casi la to-talidad del conjunto rural tradicional, por lo que resulta bien evidente la necesidad de regular de forma pormenorizada este núcleo, que debiera ser considerado como singular en su totalidad y catalogado como tal, tanto por la suma de los contornos protegidos de valor excepcional, como por la configuración ambiental que se mantiene del agregado rural histórico..

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

147

5.1

148

5.1

La singularidad de muchos núcleos rurales no vie-ne determinada tanto por los valores excepcionales de su arquitectura, sino por el mantenimiento de la estructura tradicional del asentamiento y la calidad ambiental de un entorno que no ha sufrido alteracio-nes significativas, conservando el interés del paisaje rural.

La identificación de estos núcleos y su delimitación teniendo en cuenta esos valores, constituye un paso previo a su ordenación en detalle, como medida transitoria o cautelar.

En esos casos, tanto el refuerzo y la puesta en valor de actividades artesanales o agropecuarias, la ac-tualización de labores relacionadas con la explota-ción de los propios recursos del medio rural, pueden ser apoyadas por un cierto desarrollo turístico, tanto a partir del funcionamiento en red de los núcleos sin-gulares de los distintos ámbitos geográficos, como mediante la promoción de rutas, itinerarios y áreas naturales a ellos asociadas.

La ordenación de los núcleos singulares deberá pues centrarse en la rehabilitación de fachadas y cubiertas de la edificación existente, así como en la adecuación y mejora del tratamiento urbanizador de los espacios públicos y dotaciones.

La aldea de A Cela, en el municipio orensano de Lo-bios, es un ejemplo de núcleo singular donde la excep-cionalidad de sus valores no se fundamenta tanto en la calidad de su patrimonio arquitectónico o histórico, como en la espectacular simbiosis entre la edificación y el medio natural, aprovechando las construcciones tradicionales las rocas de la cima de un monte para asentarse y conformar parte de los paramentos. A la derecha, planta del núcleo de A Cela a escala 1:1500, reducida del original a escala 1:1000.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

149

5.1

En la aldea de A Cela, la simbiosis de la edificación tradicional con el medio natural, aprovechando las rocas graníticas del monte para formar algunos de los paramentos en los que se apoyan las propias construcciones, da lugar a un conjunto singular de gran valor ambiental en su conjunto, aún cuando esas edificaciones, por separado, no hayan sido incluidas en un catálogo de planeamiento que solamente fija su atención en los ele-mentos de interés excepcional por sus valores arquitectónicos, históricos o etnográficos.En estos casos, será preciso identificar los núcleos singulares y delimitarlos para su protección como medida transitoria ante una necesaria regulación en detalle de los mismos que contemple tanto la rehabilitación de fachadas y cubiertas de la edificación existente como la adecuación y mejora de los espacios públicos o el nivel de obras posible en cada situación, incluyendo, en su caso, la determinación de las características formales y volumétricas de la nueva edificación.En los dibujos de esta página, vistas de algunos conjuntos edificados en el núcleo rural de A Cela, en el munici-pio de Lobios, donde se integran las viviendas con el paisaje natural, y una imagen de una de las construcciones más significativas del lugar, con una enorme roca sobresaliendo como parte de sus muros hacia la calle.

150

5.1

5.1.2. PROTECCIONES ARQUEOLÓGICAS

El gran número de petroglifos, construcciones funerarias del período Neolítico (mámoas o dólme-nes), castros y otros yacimientos arqueológicos que articulan el territorio gallego, dando testimonio de una antigua ocupación del hábitat, contribuye a definir, por exclusión, ámbitos de protección prio-ritaria que determinan los límites de otras clases de suelo. Ya desde la aprobación de las primeras Normas Subsidiarias Provinciales, como medida de urgencia para la conservación de los valores y patrimonio del medio rural, se establecía un conjunto de catálogos de yacimientos y un contorno de respeto dentro de una franja con una profundidad de 200 m. medidos desde el elemento o vestigio más exterior del bien protegido, dentro de la cual, cualquier actuación deberá precisar un informe preceptivo y vinculante por parte de la correspondiente Comisión Territorial de Patrimonio Histórico.

Tanto este criterio de delimitación como la necesidad de identificación de este numeroso patri-monio, motivaron sucesivos trabajos por la Consellería de Cultura, conformando el Inventario de Yacimientos Arqueológicos. El ámbito global de este inventario, necesariamente expresado sobre cartografías a escalas de escaso detalle, donde prevalece una visión territorial de conjunto, obliga a trasladar, en el momento de elaborar el planeamiento municipal, estas delimitaciones y contornos de respeto a los planos en las escalas de 1:5000, 1:2000 o incluso 1:1000 en caso de que estos queden en la zona inmediata a los núcleos rurales delimitados.

Llevar al plano una sucesión de círculos de radio 200 m. alrededor de un bien protegido, cuando éste tiene un carácter puntual, como puede ser el caso de una mámoa o elemento singular, o recintos ovales que reproducen el perímetro de borde de la planta de un castro, desplazados la distancia reglamentaria, aún siendo un mecanismo habitual en muchas ordenaciones territoriales, es un criterio poco efectivo y de una difícil legibilidad espacial sobre el propio terreno, salvo cuando este carece de otras referencias primarias.

Estas definiciones, exclusivamente geométricas y ajenas a cualquier tipo de referencia respecto a la topografía o a elementos físicos del territorio fáciles de identificar en el lugar, se opone a la propia tradición de uso del medio rural, donde incluso muchos de los castros existentes están parcelados y con una fragmentación del suelo en la que todo queda apoyado en las líneas no visibles de los “marcos” o mojones entre los que se trazan las divisorias de las propiedades. Las implicaciones en-tre las ordenanzas de protección del planeamiento y la legislación de Patrimonio Cultural de Galicia, hacen que, en el caso de las áreas de respeto de los yacimientos, las posibilidades de edificación o incluso de ciertas actividades de labradío de los campos, queden determinadas, en una misma unidad parcelaria, por la traza de un arco de círculo que solamente se puede definir en el terreno a partir de un levantamiento topográfico.

Resulta necesario, por lo tanto, aplicar a las delimitaciones de las protecciones arqueológicas los mismos criterios que para el resto de los ámbitos definidos en el planeamiento y ordenación del medio rural, manteniendo las distancias de cautela, pero refiriendo su traza a elementos físicos fácilmente reconocibles en el terreno (caminos, bancales, límites de parcelas, saltos topográficos, etc.). Esta exigencia es aún más fundamental cuando los propios asentamientos rurales se han desarrollado sobre el entorno de influencia de los mismos yacimientos, a veces derivando de un emplazamiento castreño inicial que comparte su ocupación con la de la propia aldea o núcleo rural tradicional y donde debe definirse con claridad cuales son las edificaciones y parcelas abarcadas por el área de influencia del yacimiento.

La toponimia y la topografía iden-tifican, muchas veces, el empla-zamiento de castros, que las pro-tecciones arqueológicas deben delimitar, tanto en el recinto del yacimiento, como en el ámbito de respeto alrededor del mismo. Delimitaciones que, a veces, se superponen con la propia estruc-tura de los núcleos rurales que han surgido como evolución del asentamiento castreño.En los esquemas de la izquierda, planta a escala 1:4000 de Castri-llón, en el municipio de Carballo y, debajo, restitución topográfica del asentamiento, en la que se aprecia la forma característica del castro primitivo y donde se señala el lugar que ocupa, en la cima, una antigua capilla.

En la página de al lado, delimi-tación de área de respeto de la protección arqueológica de un castro en la que se define el entorno teniendo en cuenta la presencia de un núcleo rural tradicional al pie del mismo y se traza el perímetro de ese ámbito siguiendo elementos físicos que resulta bien fácil identificar sobre el terreno (caminos, linderos de parcelas, perímetro de las edifi-caciones existentes, etc.).

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

151

5.1Delimitación de yacimiento arqueológico (castro, marcado con línea continua) y ámbito de respeto de la protección (a trazos) en el núcleo rural de Castro de Laza.

152

5.1

5.1.3. PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO Y ETNO-GRÁFICOLas primeras medidas frente a la desaparición o deterioro de los valores patrimoniales del medio rural gallego fueron tomadas durante la elaboración de las Normas Subsidiarias Provinciales. De igual modo que en lo relativo al patrimonio arqueológico (franja de 200 m. de un ámbito de respeto alrede-dor del yacimiento) en las Normas Subsidiarias Provinciales se estableció un contorno genérico de 50 m. alrededor de los bienes catalogados de carácter etnográfico (hórreos, palomares, cruceiros, petos, hornos, etc.) y de 100 m. alrededor de los elementos de arquitectura religiosa, civil o militar (iglesias, capillas, pazos, puentes, castillos, etc.).

La catalogación a la que se referían estas distancias de cautela tenía un cierto carácter de urgencia, conforme a unos listados, incluidos en las propias normas, que contenían los elementos más singula-res del patrimonio rural, agrupados por ayuntamientos y parroquias. Con posterioridad, la obligatorie-dad de elaborar, como parte de la documentación del planeamiento general, un catálogo específico de los bienes a proteger en el medio rural, fue mejorando y subsanando las deficiencias, errores y omisio-nes de este primer inventario de urgencia, pero solamente en aquellos municipios que fueron actua-lizando su ordenación urbanística, y siempre siguiendo ese criterio de recopilación de los elementos patrimoniales de mayor valor, sin incorporar, salvo raras excepciones la arquitectura tradicional de tipo doméstico o no singular, aún cuando, a veces, formaba conjuntos de notable valor ambiental.

Los catálogos de planeamiento, casi siempre referidos exclusivamente a los elementos singulares del patrimonio histórico-arquitectónico y etnográfico de cada municipio, muestran también una gran diversidad de unos municipios a otros, dependiendo siempre del criterio de evaluación de los valores patrimoniales empleados por cada equipo redactor. En este sentido, también la vigencia o validez de las propias protecciones dependerá mucho de la interpretación que se hiciese, en cada caso, de las posibilidades que se derivan de la lectura de la propia legislación urbanística. De este modo, muchos de los catálogos no incluirán más que la protección del espacio exclusivamente ocupado por el bien inventariado, dejando su entorno libre de restricciones y permitiendo la nueva edificación conforme a unas ordenanzas que nada especifican acerca de la adaptación, en su composición y acabados, respecto a ese entorno ambientalmente caracterizado.

En otros casos, la necesaria determinación de un entorno de respeto o de cautela (a falta de una regulación de detalle de la edificación existente o prevista en el interior del mismo) es dibujada en los planos de ordenación a partir de un círculo de influencia que tiene como radio la distancia anticipada, para cada caso, en las Normas Subsidiarias Provinciales (50 m. para el patrimonio etnográfico y 100 m. para el arquitectónico) dando lugar a una traza imaginaria de difícil seguimiento sobre el terreno.

Los valores patrimoniales del medio rural no pueden ser entendidos como piezas aisladas, sino que son ele-mentos que conforman el propio espacio interno de los núcleos o determinan su protagonismo en el paisaje.Arriba, el santuario de As Ermitas, en el municipio de O Bolo como remate de los volúmenes edificados del pro-pio núcleo en la ladera inmediata al paso del río. Debajo, el núcleo de Vilar de Condes, en el municipio de Car-balleda de Avia, deja en su interior un espacio abierto comunal, una “aira” que aprovechará el relieve a modo de meseta de un afloramiento rocoso en los extremos del cual irán disponiéndose unas hileras de hórreos.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

153

5.1

PROTECCIONES INEFICACESEn algunos planeamientos no se incluye como en-torno de protección de los elementos catalogados más que el espacio exclusivamente ocupado por el propio bien inventariado.En el ejemplo (plano a escala 1:2000), la amplia corona concéntrica de suelo delimitado alrededor del núcleo rural tradicional existente permitiría edificar mediante licencia directa y sin ningún tipo de regulación de adaptación ambiental sobre casi todo el campo visual de la iglesia que se protege.El carácter aislado, en un extremo del agregado histórico del núcleo, de la iglesia y cementerio, que obedece tanto a requerimientos simbólicos como funcionales, va a ser negado por la propia ordenación a partir del simple gesto de una deli-mitación de suelo poco adecuada. El recorrido de aproximación al núcleo con la silueta destacada de la iglesia como elemento de fondo, quedará afectado con cada nueva edificación que surja en la línea de visión.

154

5.1

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

2

3

1

155

5.1

PROTECCIONES IMPRECISAS

Las deficiencias de muchos planeamientos no solo se ponen de manifiesto en la ordenación general de los núcleos rurales (en el ejemplo de la izquierda, la generosa delimitación de suelo convierte en un úni-co agregado una estructura tradicional de marcado carácter binuclear) sino que también afectan a los criterios de protección, en este caso, de un elemen-to arquitectónico (una pequeña capilla).

En el plano, a escala 1:2000, se traza un ámbito de respeto conforme a la geometría circular que deriva de la aplicación literal del entorno previsto de 100 m. alrededor del bien catalogado. Puede apreciarse como las propiedades, e incluso las viviendas, que-dan, en parte, sujetas a ese perímetro de cautela, permaneciendo fuera de él una porción del mismo inmueble. La propia traza, al no estar referida a elementos físicos reconocibles, resulta imprecisa y difícil de identificar sobre el propio terreno.

PROTEGER CONFORME A CRITERIOS DE CON-JUNTO

A falta de regulaciones pormenorizadas, la protec-ción efectiva de los elementos catalogados depen-derá del establecimiento de un perímetro de cautela fundamentado en el propio contorno de influencia visual de cada uno de los bienes a proteger.La presencia y localización de varios de estos ele-mentos en un mismo núcleo (1- lavadero, 2- igle-sia y 3- casa rectoral) puede determinar, como en el caso del ejemplo de la derecha, también a es-cala 1:2000, la delimitación de un área de respeto (la línea de trazos más exterior en el dibujo) que acaba incluyendo casi todo el suelo de núcleo rural delimitado. Delimitación de suelo de núcleo rural (línea de trazos más interior) y del ámbito de respeto de la protección de elementos patrimoniales (línea de trazos exterior).

156

5.1

5.1.4. EL CAMINO DE SANTIAGO Y OTROS ITINERARIOS HISTÓRICOS

Lo mismo que sucede con las protecciones arqueoló-gicas, los distintos ramales del Camino de Santiago, una vez identificados, venían siendo protegidos por delimitaciones de urgencia a partir de una franja de 30 m. de profundidad a cada lado de la traza del camino. Estas delimitaciones eran trasladadas directamente a los planos de mayor detalle del planeamiento munici-pal de los ayuntamientos respectivos a medida que iban aprobándose esos documentos de ordenación.

Aún cuando la situación de hecho varía notablemente en lo que se refiere a la actualización de los docu-mentos de ordenación, incluso entre municipios limí-trofes, este tipo de protección geométrica de bandas equidistantes, presenta problemas cuando discurre en paralelo a un núcleo rural que se extiende más allá de la propia franja de cautela, dejando actuar mediante licencia directa sobre terrenos que, muchas veces, por su posición topográfica relativa, son más visibles desde la traza del camino que las propiedades inclui-das en la banda de protección.

Esta circunstancia llevará, tras la aprobación de la Ley 3/1996, de protección de los Caminos de Santiago, a la delimitación de la traza del Camino Francés (el pri-mero de los ámbitos que se desarrolla conforme a ese criterio) superando la definición exclusivamente lineal del entorno de respeto.

La protección provisional de 30 metros a cada lado de la traza del Camino de Santia-go, aquí en un núcleo de la Ruta de la Plata (Camino Meridional) no presenta problemas en muchos casos por la propia estructura itinerante de esas agregaciones, las limita-ciones topográficas y su crecimiento muy limitado. Como en el caso del ejemplo, prác-ticamente todo el suelo delimitado queda sujeto a la cautela del camino.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

157

5.1

Además de un régimen de particular protección en los primeros 30 m. se definirá un perímetro de protección del camino como BIC y una zona de respeto exterior, superando el criterio lineal de la delimitación provisional, de carácter geométrico, para delimitar ámbitos con criterios paisajísticos y de incidencia visual e histórica del patrimonio vinculado al Camino Francés.

Este tipo de tratamiento debe ser aplicado a to-dos los demás ramales del Camino de Santiago, sobre todo cuando el recorrido constituye una travesía de núcleo, evitando que conjuntos ru-rales tradicionales de gran valor queden sujetos solamente en parte a las medidas de protección de la traza histórica, aún cuando constituyen una estructura unitaria en su morfología.

En ocasiones, será el propio planeamiento muni-cipal el documento que aporte, desde una mayor escala de aproximación, la identificación de tra-mos o rutas de caminos históricos de relación (iti-nerarios de arrieros, rutas de peregrinación, anti-guas calzadas, etc.) que deberán ser protegidos mediante criterios semejantes (delimitación de la traza, ámbito del entorno protegido mediante una adecuada clasificación de suelo rústico y defini-ción de los criterios de conservación de pavimen-tos históricos u obras de urbanización posibles).

En el ejemplo adjunto, en el mismo municipio, aunque la delimitación del entorno de la tra-za de la Ruta de la Plata trata de adecuarse a huellas físicas reconocibles, una grande parte del núcleo delimitado queda fuera del ámbito cautelar del camino. La unidad estructural del núcleo queda diferenciada en su tratamiento e incluso alguna de las parcelas con posible nueva edificación quedan al margen de esas limitaciones, aún cuando están incluidas en el campo visual de su recorrido.

158

5.1

Previamente a la delimitación del Camino Francés, que se desarrolló en planos a escala 1:10.000, fue-ron muy pocos los casos en los que el planeamiento municipal, como mecanismo ordenador que repre-senta una mejor aproximación a la escala de de-talle, incorporase a sus determinaciones cualquier tipo de protección, medida cautelar o remisión a planeamiento especial que trascendiese de la sim-ple definición de la franja normativa de 30 m. a cada lado de la traza del camino.

Entre los ejemplos de un tratamiento más adecuado del entorno do camino pueden encontrarse ciertas ordenaciones en las que, por el excepcional valor del conjunto rural histórico que atraviesa su recorri-do, se delimita un ámbito complementario sujeto a planeamiento especial, como ocurre en la aldea de Albergaría, en el municipio de Laza, por la que pasa la Ruta de la Plata o Camino Meridional a Santiago.

La búsqueda de referencias en el propio te-rreno para definir una franja reglamentaria de 30 m., que siempre debe ser entendida como una medida provisional a falta de un mayor acercamiento a la realidad física del territorio a ordenar) hace que ciertas edificaciones de una misma unidad queden dentro o fuera de la línea de cautela, según los casos.

Como medida de protección complementaria y dado el especial valor del núcleo, se delimi-tó, en este caso, un ámbito de planeamiento especial (núcleo singular) que recoge el asen-tamiento tradicional (línea de trazos gruesos más interior). Como suele ser habitual, la zona de conflicto residirá en la envolvente de con-torno (línea de trazos gruesos exterior) que delimita el conjunto del núcleo rural, donde las ordenanzas edificatorias quedan insufi-cientemente definidas respecto a la incidencia visual sobre el ámbito del camino y en el po-sible acabado de la agregación preexistente.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

5.2. PROTECCIÓN DEL TERRITORIO Y EL PAISAXE

159

5.2

160

5.2

5.2.1. PROTECCIONES FORESTALES

Los terrenos forestales, como complemento de la actividad agraria tradicional, ocupan áreas donde el suelo, por sus características edafológicas, orientación o topografía, quedaba inutilizado para su uso como terreno de cultivo o de prado, formando un mosaico territorial en el que los núcleos habitados tienden a situarse en el espacio de transición entre el monte y los campos, procurando no substraer más superficie fértil del entorno cultivable.

El suelo forestal, con arbolado o matorral, era así un complemento necesario en la autarquía de la economía agraria parroquial, conformándose como un protagonista fundamental en el mosaico del paisaje agrario. Su defensa y protección se vuelve imprescindible por su contribución al encaje dentro del entorno de los núcleos rurales, en una situación que, muchas veces, debe su relevancia a la propia conformación del monte o las masas forestales aprovechando una orografía sobresa-liente o visualmente expuesta.

Su delimitación por exclusión, y su clasificación como suelo rústico protegido, resulta elemental a partir del reconocimiento de los usos del suelo, habitualmente incluidos en la cartografía conven-cional y de la identificación de los distintos tipos de terrenos forestales (monte alto con arbolado, monte bajo, zonas rocosas o improductivas, etc.). Como elementos de apoyo al proceso de delimi-tación de los suelos forestales a proteger o para complementar o precisar los datos cartográficos, habrá que tener en cuenta los siguientes aspectos:

• Fotos aéreas históricas• Ortofotos y vistas aéreas oblicuas actualizadas• Reconocimiento botánico y paisajístico del lugar.

Las fotos del vuelo americano, de mediados de la década de los cincuenta, proporcionan una infor-mación muy valiosa para establecer ámbitos forestales protegidos, tanto por mostrar el estado del mosaico agrario en un período previo a los procesos de abandono y transformación de los espacios rurales, como por facilitar la distinción, por contraste con el estado actual, de entornos con arbolado de valor (las masas de arbolado maduro de la fotografía histórica que se mantienen, probablemente contarán ahora con una edad de más de cien años).

Las ortofotos y vistas aéreas oblicuas actualizadas permiten matizar la definición de usos del suelo de la cartografía y evaluar los criterios de protección del suelo de tipo forestal. Muchas veces, sobre todo en los planeamientos con una cierta antigüedad, el hecho de no representar el arbolado ni definir los usos del suelo en la cartografía de base, ha llevado a definir ámbitos de ocupación de los núcleos rurales (áreas de posible nueva edificación) sobre terrenos de topografía difícil, visualmen-te expuestos o poblados por arbolado de valor.

Los terrenos forestales, sobre todo los de arbolado, son fundamentales en la tradicional integra-ción en el paisaje de los núcleos rurales. A la derecha y arriba, esquema de un asentamiento en A Limia, aprovechando un resalte en la topografía y ciñéndose contra las zonas de orografía más difícil, donde se sitúan las masas de arbolado.Debajo, imagen característica de un núcleo de la montaña de O Courel, donde la edificación en las laderas de fuerte pendiente queda envuelta por una corona de sotos que contribuyen al resguardo ambiental del asentamiento.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

161

5.2

En el esquema adjunto, planta de un núcleo de la montaña de O Courel (Cereixido, en el municipio lucense de Quiroga, a escala 1:2000). Puede apreciarse la configuración característica de este tipo de asentamientos en relación con el entorno forestal. Las edi-ficaciones, en un conjunto muy compacto en la ladera, quedan envueltas por una corona de sotos en la que solo se abren pequeños claros en aquellas zonas de menor pendiente, aprovechadas para desarrollar los terrenos de cultivo o prados.

El reconocimiento del lugar aporta una visión a es-cala de detalle que no siempre es facilitada por la cartografía o las ortofotos. A veces, podrán identi-ficarse grupos de arbolado, ejemplares aislados o comunidades botánicas de interés para incluir en la protección forestal. En otros casos, ciertos retazos de arbolado conformarán importantes fracturas en la continuidad del tejido edificado del núcleo o en el mosaico agrario, justificando la propia morfología paisajística del asentamiento (masas boscosas o de matorral sobre topografías accidentadas, terrenos improductivos que fragmentan una aldea polinu-clear, áreas forestadas que ayudan a incorporar la edificación en la orografía, etc.).

Esta identificación en el lugar de los entornos fo-restales facilita corregir errores cartográficos o se-ñalar ámbitos de especial valor por la conformación de la vegetación autóctona o por su singularidad ambiental o paisajística, trasladando, con el dibujo del arbolado o la indicación de las áreas de monte bajo, esos datos a la planimetría. Con demasiada frecuencia, las delimitaciones de los núcleos rurales obvian el trabajo de campo, dando lugar a clasifi-caciones de suelo muy poco adecuadas respecto a los valores ambientales en los que se enmarcan los asentamientos.

162

5.2La forma y situación de muchos núcleos rurales tradicionales, como en el caso de Buxán, en el municipio orensano de Bande, viene determinada por la ocupación de una orografía improduc-tiva, buscando disminuir la presión de la edificación sobre las tierras fértiles de cultivo. Los retazos forestales que enmarcan el núcleo se corresponderán, así mismo, con terrenos no aptos para el cultivo, conformando un paisaje agrario característico.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

163

5.2

En el ejemplo adjunto, a escala 1:2000, se contrasta una delimitación de núcleo sobre cartografía de poca precisión geométrica y que no incluye la representa-ción del arbolado con el dibujo de la realidad territo-rial del mismo. Puede apreciarse como los límites pre-vistos para crecimientos en vivienda aislada (trama punteada) abarcan áreas forestales de valor. Se trata de un error común que deriva de la no representación del arbolado, la ausencia de trabajo de campo y de no comprobar las delimitaciones sobre ortofotos.

164

5.2

En el esquema de la derecha, delimitación de un núcleo por exclusión (a la misma escala que el caso anterior) extrayendo, fundamentalmente, el suelo forestal en el entorno del asentamiento, caracterizado por la presencia de arbolado y de rocas graníticas en la superficie del monte.

En contraste con el caso anterior, puede compro-barse como a un mayor número de viviendas, co-rresponde una delimitación de suelo menor, más proporcionada, y que incluye también espacio de crecimiento.

Tanto el uso de una cartografía de mayor detalle, como el complemento de la información planimé-trica con ortofotos y trabajo de campo en el lugar, facilitan una más adecuada definición del suelo de núcleo rural, que no requiere más que la iden-tificación de las masas forestales y de las zonas visualmente sensibles en el ámbito exterior del asentamiento consolidado.

La definición e identificación del suelo protegido de carácter forestal, se fundamenta en una adecuada interpretación de las características físicas del pro-pio territorio (superficies cubiertas por masas de ar-bolado, suelos improductivos cubiertos de matorral, topografías accidentadas, etc.). La propia morfolo-gía del parcelario define casi siempre la transición entre terrenos de monte y cultivos, principalmente cuando se trata de montes en comunales parro-quiales. La fragilidad del paisaje forestal, resalta-da por su cobertura arbórea y sus condiciones de topografía o altitud, convierten a estos suelos en un ámbito habitualmente destacado respecto a su entorno territorial. El abandono del agro ha hecho que las superficies forestales pierdan la relación de complementariedad respecto a la explotación tradi-cional de los recursos de la tierra, de modo que la falta de mantenimiento de estos suelos, o incluso el avance del matorral sobre antiguos terrenos agra-rios, incrementa los riesgos de incendios o fuegos, una situación que, en su día,la legislación pretendió resolver obligando al alejamiento de las viviendas respecto al monte, olvidando la estrecha relación ecológica, ambiental y paisajística que existe entre la configuración de la mayor parte de los núcleos rurales tradicionales y el mosaico agrario o forestal.

Resulta fundamental la interpretación de la ocupa-ción del suelo a partir de criterios paisajísticos, ya sea para la identificación de áreas de nueva edifica-ción, que siempre resultará menos intrusiva si acom-paña a la silueta del arbolado existente, como para las repoblaciones forestales que, muchas veces, son la única alternativa de devolver cierta rentabi-lidad a espacios agrícolas abandonados, tal como sucede en algunos núcleos de montaña, donde la transformación aleatoria de parcelas agrarias en ex-plotaciones madereras desfigura el encaje territorial de los propios núcleos rurales de su entorno.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

165

5.2

La complementariedad en la economía agraria tradicional entre los terrenos de cultivo y los de monte incide tanto en la elección del emplaza-miento de los antiguos núcleos habitados como en la determinación de cuales serán los suelos aprovechables de una u otra forma en el entorno de influencia del núcleo.Muchas veces el arbolado no solamente confor-mará el paisaje de las masas boscosas, sino que formará orlas en el perímetro de las parcelas de cultivos o los prados, como puede apreciarse en el esquema de implantación de la aldea de Mor-celle, en Becerreá. En estos casos, además de resultar evidente la necesidad de complementar las protecciones forestales y agrarias, deben re-gularse los ámbitos de posible nueva edificación (delimitaciones de suelo de núcleo rural) con la finalidad de mantener el arbolado existente, que ayudará a integrar esas nuevas construcciones en el paisaje agrario preexistente.

166

5.2

Relaciones con la legislación sectorial de apli-cación

La legislación relativa a la prevención de incen-dios forestales y también el Código Técnico de la Edificación (CTE) determinan distancias de pro-tección respecto a masas forestales para limitar la construcción de viviendas junto al arbolado. En particular, en el DB SI (Seguridad en caso de Incendio) del CTE, en la sección relativa a la intervención de los bomberos, se establece una distancia mínima de 25 m. de ancho libre de ar-bustos o vegetación separando las zonas edifica-das de las masas forestales cuando éstas linden con zonas de bosque sean interiores a ellas.

Resulta evidente que tal condición es contraria al propio patrón de asentamiento de una gran mayoría de los núcleos rurales tradicionales y que, incluso en algunos casos, como los de O Courel, la propia corona boscosa forma parte de la estructura ambiental del núcleo edificado y la integración en el medio no sería tal de desapare-cer esa estrecha relación de proximidad entre las viviendas y las masas forestales.

La implantación histórica de muchos de los núcleos rurales tradicionales ha buscado una aproximación a las masas forestales o al arbo-lado como elemento protector, que hoy en día forma parte del paisaje como complemento in-separable del ámbito construido, tal como pue-de apreciarse sobre el esquema en planta de A Seara, en la sierra de O Courel, en el municipio lucense de Quiroga.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

167

5.2

Teniendo en cuenta la importancia que adquieren las protecciones del suelo forestal en la relación con el con-junto de ciertos núcleos rurales y la contribución de las masas vegetales en la ocultación o integración de nuevas construcciones y la ampliación de las existentes, deberán considerarse los siguientes aspectos:

• La protección paisajística de masas de arbolado autóctono deberá prevalecer sobre otro tipo de de-terminaciones.

• La catalogación de núcleos singulares deberá deter-minar así mismo, la prevalencia de la conservación de la configuración previa frente a otras regulacio-nes.

• Se entenderá que cualquier rehabilitación de una edificación existente que merezca ser conservada podrá hacerse manteniendo las condiciones de con-torno que aseguren su mejor integración.

• Siempre las protecciones de carácter histórico-ar-quitectónico o paisajísticas prevalecerán sobre otro tipo de determinaciones.

Muchos asentamientos rurales no pueden ser entendidos en el territorio sino como una fusión entre las masas de arbolado y el espacio construido. En los esquemas, dos ejemplos de O Courel, de arriba a abajo, Pa-radapiñol y Ferramulín.

La protección del paisaje y del patrimonio edificado exigen mantener la unidad de esa configuración.

168

5.2

5.2.2. PROTECCIÓN DE LAS AGUASDesde los primeros documentos de ordenación territorial en los ayuntamientos gallegos, en los que ni la cartografía de base, ni tampoco los criterios de planeamiento, tenían en cuenta las parti-cularidades de una profusa red hidrográfica de pequeña escala, en la que abundan los riachuelos y arroyos, muchas veces de carácter estacional, los cambios legislativos y, sobre todo, la relación establecida entre el suelo rústico de protección de las aguas y la reglamentación sectorial corres-pondiente (Ley 9/2010 de aguas de Galicia) han establecido la obligatoriedad de contemplar la preservación del dominio público hidráulico y de su entorno.

De acuerdo con lo establecido en la legislación de ordenación urbanística, el suelo rústico de pro-tección de las aguas, estará constituido por los terrenos, situados fuera de los núcleos rurales y del suelo urbano, definidos en la legislación reguladora de las aguas como lechos naturales, riberas y márgenes de las corrientes de agua y como lecho o fondo de las lagunas y embalses, terrenos inundados y zonas húmedas y sus zonas de servidumbre. Se incluirán en esta categoría las zonas de protección que para tal efecto delimiten los instrumentos de planeamiento urbanístico y de ordenación del territorio, que se extenderán, como mínimo, a la zona de policía definida por la legislación de aguas (de 100 m. de ancho sobre cada una de las riberas) salvo que el plan justifique la reducción de la misma. Igualmente tendrán dicha consideración los terrenos situados fuera de los núcleos rurales y del suelo urbano con riesgo de inundación y aquellos bajo los cuales existan aguas subterráneas que deban ser protegidas.

Estas exigencias legales establecen unos criterios de protección ambiental que, anteriormente, apenas venían siendo incorporados en la ordenación territorial más que de manera excepcional en los instrumentos de ordenación municipal, determinando notables diferencias entre los planeamien-tos aprobados antes de la promulgación de la ley de aguas y los posteriores.

De cualquier modo, las diversas interpretaciones del texto legal en cada planeamiento, sobre todo en lo que se refiere a la indicación de que estas protecciones comprenden el suelo no incluido en la clasificación de urbano o de núcleo rural, llevan a veces a delimitaciones inadecuadas y que no traducen la necesidad de protección de unos terrenos que históricamente no eran edificables (riesgos de anegamiento, exceso de humedad, especial fertilidad y aptitud para el cultivo, presencia de vegetación de valor, etc.).

1. Protección de las aguas y delimitación de suelo de núcleo rural

Muchas veces la delimitación del suelo de núcleo rural se verifica a la inversa de como debería hacerse en su relación con el entorno de protección, incorporando los márgenes de ríos, riegos o arroyos cuando estos atraviesan los núcleos, añadiendo nuevas áreas edificables en la proximidad de las riberas, y no excluyendo esos terrenos como zonas de ampliación de lo ya consolidado. Son delimitaciones hechas desde la visión de la continuidad de lo construido, conforme a pautas más propias de las áreas urbanas o suburbanas, y no del medio rural, donde, tradicionalmente esos suelos siempre fueron reservados respecto a la ocupación por la edificación y que, con frecuencia, justifican la propia morfología de los asentamientos rurales, en los que la propia existencia de un pequeño valle, una depresión orográfica o el curso de un arroyo fragmenta la unidad de un núcleo para dar lugar a conjuntos de tipo bi o polinuclear, siempre físicamente alejados entre si.

Los terrenos de vega (arriba, núcleo de O Real en Rubiá) siempre determinan un entorno ambiental diferencia-do tanto por la presencia de vegetación de ribera, como por las características de los cultivos.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

169

5.2En la parte superior, el núcleo de Tamagos, en Verín, muestra el asentamiento condicionado por la adaptación a los terrenos de vega entre dos ríos, una circunstancia que determina la necesidad de protección de las riberas y la morfología de la propia agregación rural.

PROTECCIÓNS INSUFICIENTESMoitas veces non se ten en conta o paso dun río ou regato como elemento ambiental e paisaxístico que determina a propia delimita-ción do espazo edificado dos núcleos rurais, apoiándose nun criterio inverso, diminuíndo o ámbito de protección ata o límite mínimo dos 5 m. de dominio público, aínda cando eses terreos permanecen baleiros no momento de establecer a ordenación dos mesmos.Aínda que é un criterio común aos planea-mentos aprobados antes da aprobación da lei de augas de Galicia e da relación establecida respecto dela da lexislación urbanística, segue a manterse ás veces a visión do solo de núcleo rural como un ámbito expansivo en calquera dirección, sen tomar en conta as limitacións físicas ou paisaxísticas que impón o propio ca-rácter territorial do seu contorno. Moitas veces, as porpias carencias, neste sentido, da plani-metría na que se apoia a ordenación (escaso achegamento ao detalle, ausencia de traballo de campo, non identificación de regos e cursos de auga menores) provocan este tipo de erros comúns.

Na parte superior, unha cartografía con certas imprecisións xeométricas e cunha escasa referencia aos elementos que conforman o contorno dun núcleo rural cun claro carácter binuclear, fragmentado polo paso dun regato (au-sencia de representación da topografía, do arboredo de ribeira e, polo regular, dun mínimo contorno territorial que envolva o ámbito de solo de núcleo rural delimitado conforme a dúas ordenanzas de densidade) leva a considerar na súa mínima expresión os terreos protexidos na travesía do río, enlazando dous conxuntos tradicionais diferen-ciados na súa ocupación do espazo.Á dereita, representación da delimitación do solo de núcleo rural do planeamento recollido nesta páxina sobre planimetría actualizada. Pode distinguirse como a linearidade do regato establece unha continuidade ambiental, marcada tanto pola extensión do arboredo de ribeira, como polo carácter do aproveitamento agrario dos terreos de veiga, circunstancias que determinaron a propia implantación do núcleo tradicional conforme a dous asentamen-tos diferenciados e afastados entre eles. O planeamento segue un criterio inverso (extensión do edificable fronte á protección dos valores rurais do territorio).

170

5.2

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

171

5.2

172

5.2

PROTECCIONES SIN CONTINUIDAD

Aún cuando muchas de las ordenaciones tienden a limitar la continuidad de los suelos de protección de las aguas cuando su recorrido atraviesa un núcleo rural (incluso cuando resulta evidente el vacío que deja el curso fluvial a su paso por el núcleo respecto al suelo consolidado por la edificación) es preciso asegurar la conservación ambiental de esos entornos, muchas veces sujetos a la posibilidad de inundaciones ocasionales y que, históricamente, se han mantenido sin edificar, bien sea por ese motivo o por la humedad y la poca aptitud del terreno para construir en él.

En estos casos, más que excluir de la protección de las aguas el suelo previsto como posible ampliación o regula-rización del contorno del núcleo rural, se deberá proceder a la inversa, o sea, mantener la continuidad de la franja de protección de las aguas, por lo menos, en el espacio de dominio público existente junto a las riberas en su travesía del núcleo, aún cuando su amplitud, por las limitaciones ya existentes, no pueda ser mayor que la servidumbre de paso señalada en la ley de aguas, para evitar la implanta-ción de nuevas viviendas en esa área y hacer posible la continuidad del corredor natural que habitualmente acom-paña al recorrido de ríos y arroyos.

A la derecha, delimitación de un núcleo que obvia la fragmentación histórica producida por el curso de un arroyo, interrumpiendo la continuidad de la protección de las aguas, procedimiento habitual en muchas orde-naciones del medio rural.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

173

5.2

A la izquierda, la representación, sobre una planimetría de mayor detalle, de las deter-minaciones del planeamiento de la página precedente, muestra como la protección de las aguas (ámbito envuelto por la línea de puntos) pierde a su continuidad al interrum-pirse por la delimitación de suelo de núcleo rural, aún cuando esa zona no hubiese sido ocupada por la edificación.La propia morfología del núcleo muestra dos partes bien diferenciadas y fragmenta-das por la distinta constitución topográfica de los terrenos y la antigüedad de cada una de las implantaciones (un núcleo compacto inicial en la parte baja y una agregación más laxa en la ladera, resultante de la proximidad al viario de relación exterior).En estos casos es preciso mantener la franja de protección a lo largo de los terrenos libres de edificación, dando continuidad al corre-dor natural del curso fluvial.

174

5.2

2. Referencia respecto a la Ley de Aguas.

El suelo de protección vinculado a los cursos de agua mantiene casi siempre una referencia directa, en el planeamiento, respecto a las determinaciones de distancias que establece la legislación regulado-ra de las aguas continentales. A partir de este crite-rio, en el suelo rústico, fuera de los núcleos rurales y del suelo urbano, suelen definirse unos entornos de directriz lineal que, con una profundidad equivalente a los 100 metros, a lo largo de cada uno de los már-genes (distancia de protección establecida en la ley de aguas) acompañan a la traza identificada en la cartografía de cada uno de los cauces que recorren el territorio municipal.

En este tipo de delimitación de suelo de protección, no se establecen distinciones entre los distintos tipos de cauces o zonas húmedas (ríos, arroyos, cursos de agua de carácter estacional, zonas con riesgo de inundación, etc.) ni tampoco se tienen en cuenta las diferentes características de los terrenos de vega, su parcelación o la extensión superficial de las masas de vegetación de ribera a ellos aso-ciadas, aún cuando, en la mayoría de los casos, resulte suficiente la propia amplitud de la protección regulada de los márgenes. De nuevo, las determi-naciones planimétricas pierden su relación respecto a las referencias al medio físico y no son reconoci-bles más que en la propia cartografía.

En el plano de la derecha puede apreciarse la delimitación habitual del suelo de protección de las aguas, en este caso diferenciando dos bandas paralelas, una de 25 m. de ancho y otra exterior que recoge los 100 m. reglamentarios de la ley de aguas sobre cada uno de los már-genes, dando lugar a los diversos recorridos en línea que, en la planimetría, acompañan a la traza de los cauces identificados.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

175

5.2

La delimitación de los suelos de protección de las aguas puede referirse a huellas físicas del propio territorio, ajustando los mínimos reglamentados en la legislación de aguas respecto a elementos identi-ficables del lugar, como caminos, límites de parcela, muros, etc.

De esta forma se pueden recoger entornos paisajís-ticos o ambientales homogéneos, incluyendo la con-tinuidad de las masas de vegetación de ribera o la unidad agraria de las vegas. Este tipo de definición de los límites de la protección podrá también ayudar a delimitar el espacio posible en la expansión de los núcleos rurales cuando estos se sitúan cerca de un cauce o en terrenos de ribera.

Este ajuste de las geometrías de tipo lineal, pasando a contornos físicamente reconocibles, aún cuando no sea tan importante en el suelo exterior, donde las protecciones de las distintas clases de suelo van a superponerse unas a otras, resulta primordial en las zonas inmediatas al suelo urbano o de núcleo rural.

La delimitación del suelo de protección de las aguas, en el esquema de la izquierda, busca re-ferirse a elementos físicos reconocibles en el territorio, procurando abarcar, en su totalidad, la unidad ambiental adyacente al propio cauce. Tal como puede apreciarse, este tipo de delimitación, ayuda a definir el propio contorno del núcleo ru-ral, tal y como venía siendo común en la implanta-ción de la estructura tradicional del asentamiento.

176

5.2

En el entorno de los ríos y arroyos, dentro de la profusa red hidrográfica del territorio gallego, suelen encontrarse ámbitos de un gran interés ambiental o paisajístico (cascadas, pozas, conjuntos de molinos, batanes, etc.) que pueden precisar de un perímetro de protección homogéneo y singularizado, que re-coja la integridad visual de ese entorno, excediendo los límites de la configuración en línea que deriva de la aplicación, sin más, de las franjas establecidas en la legislación de aguas.

En estos casos, de nuevo se deberán delimitar las áreas de protección de las aguas teniendo en cuen-ta criterios de unidad ambiental y visual, refiriendo su extensión a elementos que puedan ser recono-cidos con claridad en el medio físico (parcelario, caminos, muros, bancales, arbolado, etc.) frente a las trazas exclusivamente geométricas, solamente identificadas en la cartografía.

El entorno de los cauces, incluso en los de menor importancia, acoge muchas ve-ces entornos de gran interés ambiental y paisajístico, como en el caso del conjunto de los 67 molinos de Folón y de O Picón (a la derecha), declarado BIC en el año 1998, en el municipio de O Rosal. La protección de estos ámbitos no puede restringirse al espacio en los márgenes del cauce que deriva de la legislación de aguas y debe adoptar criterios de unidad visual.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

177

5.2

5.2.3. PROTECCIONES AGRARIAS

El territorio construido, en el medio rural, adquiere su significado conjuntamente con el entorno agra-rio circundante, de tal modo que el propio emplaza-miento de los núcleos o agregaciones, responde, en general, y en su configuración tradicional, a criterios de mínima ocupación de los terrenos con valor productivo en ese ámbito.

Las transformaciones más profundas del paisaje agrario suelen producirse cuando esos terrenos del contorno pierden su valor de subsistencia y pasan a ser considerados como espacio vacío que puede ser sumado, sin más, al núcleo edificado, circunstancia que, en una equivalencia directa con el crecimiento propio de las áreas urbanas, refleja a menudo el planeamiento, en su intención de di-rigir la edificación dispersa hacia ese perímetro ya construido, acabando por atender en exceso a una posible expansión concéntrica, muchas veces exa-gerada en dimensión respecto a las preexistencias o a las dinámicas demográficas del rural, olvidando el valor del paisaje agrario como parte fundamental de la unidad u homogeneidad visual del medio en su conjunto.

La morfología sumamente compacta de mu-chos núcleos rurales del valle de Monterrei (a la derecha, esquema de ocupación de Vi-deferre, en el municipio orensano de Oímbra) o de A Limia, no puede ser entendida más que como contrapunto respecto a un entor-no agrario sobre el que, tradicionalmente, va a evitarse cualquier tipo de ocupación por la edificación. La pérdida de valor de esa ima-gen de conjunto habrá de producirse, sobre todo, cuando se inician las expansiones dis-persas de la nueva construcción a lo largo de las antiguas coronas de cultivos.

178

5.2

En general, la protección ambiental del suelo agro-pecuario y, como contrapartida, la delimitación del contorno de los núcleos rurales, se afronta en el planeamiento a partir de estrategias propias de la ordenación del medio urbano. Más que definir el ám-bito de los núcleos después de identificar las áreas a proteger por su interés visual en la conformación histórica o tradicional del agregado edificado, suele delimitarse un perímetro concéntrico que acoja tanto al conjunto construido, como una zona de expansión exterior, muchas veces desproporcionada, sin tener en cuenta la estrecha relación anteriormente exis-tente entre el asentamiento y su corona agraria.

La implantación de las agregaciones rurales en el territorio siempre sigue unas pautas reconocibles de respeto a los suelos de mayor productividad agro-pecuaria y, aún cuando hoy en día no la tengan, marcan la característica integración en el medio o el paisaje de los núcleos de valor, por lo que no de-berían ser aplicadas, sin más, las posibilidades de clasificación de nuevos suelos edificables de modo indiferenciado sobre el antiguo parcelario agrícola para todo tipo de agregaciones. La carencia de es-tructura viaria adecuada, la presencia de condicio-nantes orográficos, de socalcos o cornisas visuales y valores ambientales notables, solamente aprecia-bles mediante un estudio específico de cada núcleo, van a aconsejar exclusiones de suelo o protecciones del entorno agrario no siempre entendidas como ta-les en el planeamiento.

La presencia de un caserío aislado justifica la delimitación en el planeamiento de una corona de expansión casi equivalente, en superficie, a la ocupación histórica del nú-cleo tradicional, aún cuando en este no se percibe ningún tipo de dinámica demográ-fica positiva, sino todo lo contrario.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

179

5.2

Resulta evidente que, hoy en día, el suelo agro-pecuario no solamente debe ser defendido a partir de su potencialidad productiva, sino como parte integrante del propio paisaje rural, y como tal debe ser entendido en el planeamiento. Las protecciones agropecuarias no son el deshecho que resta de substraer un posible ámbito edificable alrededor de los núcleos, sino todo lo contrario, son el perímetro que otorga valor al propio agregado construido.

En este sentido, muchas de las actuaciones de concentración parcelaria, además de transformar, sin mucha reflexión, una estructura orgánicamente integrada en la topografía, no sirvieron, generalmen-te, más que como soporte de nuevas edificaciones dispersas, proporcionando una infraestructura de crecimiento de la que carecían las agregaciones rurales previas.

Una mayor fidelidad en la representación gráfica del núcleo anterior y la superpo-sición de la delimitación prevista en el planeamiento, permiten apreciar como la incorporación del suelo de expansión se verifica sobre un paisaje agrario de gran valor, socalcos en ladera sin ningún tipo de acceso rodado, con unas pautas de crecimiento que van en contra de la apre-tada configuración de la agregación tradi-cional pegada a los terrenos improducti-vos del monte y liberando de presión una corona agraria con una gran incidencia paisajística en la imagen del conjunto.

1

2

3

180

5.2

A la derecha, ordenación y delimitación de un núcleo (A Pedrosa, en el municipio orensano de Cualedro) donde el entorno agropecuario queda remitido a dis-tintas categorías de protección especial, preservando el carácter compacto de la agregación rural originaria y no recogiendo las nuevas edificaciones dispersas sur-gidas en el exterior sobre parcelas de concentración. En este caso destacan los siguientes aspectos:

1. Se limita la zona de ocupación de la edificación so-bre parcelas de gran profundidad.2. Se establecen ordenaciones específicas en las que la nueva edificación completa la traza preexistente siguiendo pautas de agregación semejantes a las del modelo tradicional.3. Las áreas de expansión quedan determinadas a par-tir de una relación directa con el agregado ya consoli-dado y con una ocupación proporcionada, tanto res-pecto a lo existente, como a la dinámica de crecimiento que deriva del análisis del planeamiento.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

181

5.2

La representación esquemática de la delimitación del núcleo de A Pedrosa revela como una protección ade-cuada de la corona agropecuaria de una agregación tradicional compacta da lugar, por exclusión, a un pe-rímetro del asentamiento que permite también el creci-miento del mismo siguiendo las pautas de expansión del propio tejido consolidado.

La ampliación hacia el exterior del núcleo se apoya en el viario y la fragmentación catastral existentes, produciéndose conforme a criterios de racionalidad y optimización del uso del suelo.

Pueden contrastarse las diferencias entre este tipo de solución (principalmente en lo que se refiere a la proporción del suelo de expansión, referido a la ocu-pación previa del agregado tradicional) y la del primer ejemplo de este apartado (en las páginas anteriores).

182

5.2

El entorno agropecuario de los núcleos rurales tra-dicionales tiene, muchas veces, unas cualidades paisajísticas que no pueden ser obviadas en la or-denación del suelo, tanto por su contribución a la for-malización del conjunto edificado, como por recoger antiguas transformaciones de la propia topografía que imposibilitan la incorporación de los terrenos a los procesos de expansión del tejido construido (ca-rencia de accesos al margen de las servidumbres de paso agrarias, parcelación excesivamente subdividi-da, saltos de cota, etc.).

La estructura parcelaria del medio rural, siempre dependiente de la explotación de la tierra, define el ámbito de los núcleos, y no al contrario, revelando pautas de ocupación del territorio que no debieran perderse de vista en el planeamiento o la ordena-ción del mismo.

Puede que sea el cultivo del vino en ladera uno de los mejores ejemplos de la integración en el territorio de algunos núcleos rurales, obligados a ocupar crestas o espolones salientes y a reservar las riberas soleadas para un intensivo trabajo de modelado del terreno en socalcos que llegan hasta el entorno improductivo del monte como límite. En el esquema adjunto, un ejemplo del Ribeiro, la aldea de Noallo de Arriba, en Castrelo do Miño.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

183

5.2

5.2.4. PROTECCIÓN DEL PAISAJE Y DE LOS ESPACIOS NATURA-LES

Desde la Ley estatal 42/2007 y su correspondiente autonómica de conservación de la biodiversidad y del patrimonio natural (Ley 9/2001) y hasta la más reciente Ley 7/2007 de protección del paisaje de Galicia, o aún con anterioridad, a partir de los diversos inventarios o declaraciones de áreas protegidas, entre los que destacarían aquellos que derivan de la redacción de las primeras Nor-mas Subsidiarias de ámbito provincial, la delimitación de los suelos protegidos por sus especiales valores naturales, ecológicos o paisajísticos, tuvo siempre un carácter supramunicipal y cautelar.

Con este mismo criterio, las Directrices de Ordenación Territorial proponen una serie de enclaves de excepcional valor natural, recogiendo tanto la red gallega de espacios naturales protegidos (Ley 9/2001 de conservación de la naturaleza) como los Lugares de Interés Comunitario (LIC) y Zonas de Especial Protección de las Aves (ZEPA) que derivan de la directiva da Red Natura 2000, así como las áreas protegidas de ámbito internacional (Reserva de la Biosfera, Zonas RAMSAR o Zonas OSPAR.

El aporte de una ordenación en detalle y más específica del medio rural en el planeamiento munici-pal se limitará, en estos casos, a simples ajustes que intentarán establecer, con mayor precisión y claridad, conforme a referencias físicas reconocibles, el perímetro del suelo rústico especialmente protegido que se asigna a esa categoría, desde un conocimiento más pormenorizado de las carac-terísticas ambientales de esos suelos o de los entornos homogéneos que habrán de incluir.

Con anterioridad a las Directrices y Catálogos del paisaje de Galicia, previstos en la Ley 7/2008, han sido muy pocos los planeamientos de ámbito municipal donde se aborda una evaluación de las potencialidades paisajísticas del territorio y la protección de los suelos de interés ambiental, natural o de especial visibilidad (cornisas visuales, vistas panorámicas, del territorio, del litoral, de los vales o hacia monumentos de singular valor).

Aún cuando la escala del planeamiento municipal supone una aproximación al detalle que revela singularidades locales de entornos no incluidos, muchas veces, en las medidas de cautela con rango superior, tanto la ausencia de unos estudios rigurosos acerca de los valores del paisaje en esos municipios (salvo en alguno de los planeamientos más recientes en la documentación de evaluación paisajística) así como la coincidencia de las mayores carencias en ordenación municipal sobre los municipios de la Galicia interior, que también son los menos desarrollados y con mayores singularidades naturales o paisajísticas (algunos de ellos sin ningún tipo de planeamiento municipal específico o con documentos de una antigüedad que ya los invalida totalmente) son circunstancias que obligan a una valoración del paisaje y de la naturaleza en el medio rural para su protección efectiva.

Una aproximación municipal coordinada sigue siendo el mejor criterio de ordenación para hacer visibles esos entornos de gran interés local y que, a veces, no son contemplados en las directrices generales de conservación de ámbitos a gran escala. El planeamiento puede, en esos casos, apor-tar instrumentos de análisis y una visión próxima del medio natural que haga posible el reconoci-miento de entornos a proteger dentro de esa categoría de suelos.

La reducción de la presión demográfica sobre el medio rural y el cambio de rumbo de una anterior legislación urbanística más permisiva y que facilitaba la incorporación de usos residenciales disper-sos sobre el suelo agrícola sin apenas ningún tipo de limitación verdaderamente efectiva, ponen de manifiesto la necesidad de considerar la tradicional vinculación entre las actividades humanas y el territorio que las acoge en el medio rural, identificando, en las distintas escalas de aproximación, las unidades homogéneas de carácter natural o paisajístico.

Entre los valores ambientales y paisajísticos que el planeamiento territorial en detalle deberá iden-tificar, para delimitar su ámbito de protección, destacarán tanto elementos naturales (masas fores-tales autóctonas, bosque de ribera, etc.) como singularidades del medio físico (cascadas, pozas, rocas, hitos orográficos, etc.).

El mapa de vegetación autóctona suele ser, en este sentido, un instrumento indispensable en el planeamiento municipal ya que, muchas veces, independientemente de su ocupación superficial, estas áreas constituyen unos entornos con una comunidad de flora y fauna de gran interés am-biental a nivel local y que puede formar parte de corredores ecológicos junto a otro tipo de suelos protegidos.

Lo mismo sucede con la identificación de otras áreas de interés paisajístico, a veces también vincu-ladas al entorno forestal o de la red hidrográfica municipal pero que, por su singularidad, exigen un mayor nivel de protección, con un alto valor en la localidad, aún cuando no hubieran sido contem-pladas en instrumentos de ordenación de rango superior.

Como siempre, conviene que la referencia de estos entornos no sea solamente de tipo planimétrico y recoja huellas físicas del propio territorio para la buena definición de sus límites (caminos, muros, parcelación, cambios de uso del suelo, etc.).

6 Criterios de ordenación e intervención en el medio rural

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

185

6.1. ORDENACIÓN Y DELIMITACIÓN DE NÚCLEOS RURALES

6.1

186

6.1

6.1.1. CLASIFICACIÓN DEL SUELO Y ORDENACIÓN: PROCEDIMIENTOS

La ordenación del medio rural se ha convertido, en muchos casos, en la simple aplicación de técnicas de delimitación y clasificación del suelo mediante envolventes geométricas y parámetros de distancias (delimitación del suelo de núcleos rurales) que son trasladadas territorialmente con independencia de las propias tipologías (tradicionales o no) de las distintas agregaciones y fundamentándose, casi siempre, en unas posibilidades de crecimiento no siempre proporcionadas y mediante licencia directa para viviendas aisladas, rigiendo únicamente su inscripción al interior de un perímetro y la disposición de una superficie mínima de terreno edificable.

Esta ordenación por simple delimitación (al margen de la validez de aplicaciones no diferenciadas a núcleos de entornos territoriales o estructuras internas bien diversas) no ha logrado los objetivos de protección o puesta en valor del medio rural, sobre todo por el escaso acercamiento que se produce respecto a configuraciones de cierta complejidad y que quedan siempre enmarcadas en un planeamiento genérico en el que no siempre un mayor detalle (definición de alineaciones y rasantes) aporta mejores cualidades (tratamientos semejantes a las mecánicas del planeamiento urbano con ampliaciones viarias que no tienen en cuenta la definición ambiental de muros en piedra, setos, arbolado singular, edificacio-nes de valor, etc.).

La sensibilización respecto a los valores que, aún en muchos casos, mantiene el medio rural, compren-diendo tanto las propias agregaciones edificadas, como el entorno territorial en el que se inscriben, exige una actualización de planeamientos municipales ya totalmente obsoletos y una nueva aproximación a un territorio que sigue representando, sobre muchos municipios, el lugar de asentamiento de buena parte de su conjunto demográfico.

Este tratamiento más adecuado del medio rural solamente puede ser abordado a partir del descenso hacia una escala de mayor detalle, semejante a la disciplina de ordenación subordinada propia del pla-neamiento especial (de protección y de reforma interior) ya sea incluido este criterio de ordenación en detalle en el propio planeamiento general de ámbito municipal, o remitiendo ciertos núcleos a las corres-pondientes figuras de planeamiento subordinado.

Aún cuando resulta evidente que el nivel de transformación alcanzado por muchas de esas estructuras rurales y la pérdida irremediable de sus valores tras décadas de intervención por parte de planeamientos inadecuados o incluso, en la mayor parte de los casos, por la ausencia de cualquier tipo de regulación de hecho, puede justificar el mantenimiento de las técnicas habituales de delimitación de envolventes y clasificación del suelo en ciertos ámbitos, hay otro tipo de núcleos (en una estrecha vinculación entre lo edificado y su entorno paisajístico) en los que resulta preciso afrontar una ordenación de carácter más específico, conforme a una casuística que puede comprender situaciones bien diversas.

1. Núcleos a inventariar o catalogar

La remisión de urgencia a un planeamiento de protección de los valores ambientales para ciertas agrega-ciones de valor, muchas veces carentes de ningún tipo de regulación, ya sea a partir del propio planea-miento municipal o mediante actuaciones de rango superior, resulta fundamental para el mantenimiento y la recuperación (rehabilitación de la edificación, mejora de dotaciones y servicios, recuperación de la ima-

gen del conjunto, etc.) de estructuras tradicionales de asentamientos de notable interés ambiental y que suelen ser tratadas como componentes no diferenciados en los habituales documentos de planeamiento.

La identificación de estos núcleos como componentes de un conjunto que no puede ser regulado u or-denado mediante intervenciones genéricas y su remisión a tratamientos pormenorizados resulta una ac-tuación fundamental. Su inclusión en un catálogo o inventario de núcleos de valor ayudaría también a la promoción de intervenciones cualitativas diferenciadas que contribuyan a incrementar el interés y el desarrollo de esos enclaves.

2. Núcleos comprendidos en el área de influencia de protecciones patrimoniales

La definición de ámbitos de protección derivados de la presencia o vecindad respecto a elementos patri-moniales de valor que afectan al entorno de la edificación común mediante la extensión o incidencia de su campo de visuales (en muy diversos grados, que pueden ir desde el propio reconocimiento del interés de una iglesia parroquial, por su significado histórico, arquitectónico o de definición de la silueta de la agregación, hasta la inclusión de un núcleo dentro del entorno de influencia de la declaración de BIC del Camino Francés a Santiago, por ejemplo) exige también, del mismo modo, una intervención y ordenación fundamentadas en el tratamiento de detalle.

Son casos en los que no basta con regular parcelas mínimas o límites territoriales para las nuevas cons-trucciones, sino que deben precisarse otro tipo de condicionantes formales y de integración ambiental, así como definir todos aquellos elementos y valores a proteger.

La propia elaboración de catálogos del paisaje para ciertas áreas de marcada identidad ambiental, puede determinar la definición de este tipo de núcleos a desarrollar mediante un tratamiento de detalle y orientar la configuración de ordenanzas de armonización específicas.

3. Núcleos de estructura compleja

Muchas veces, la evolución del tejido tradicional, requerido por el ritmo creciente de la demanda de asen-tamiento de nuevas viviendas, en una situación en la que el planeamiento llegó con un excesivo retraso o no hizo más que asumir una situación de hecho con escasos márgenes de corrección, tiene llevado tanto a la coexistencia diferenciada de morfologías tradicionales y áreas renovadas dentro de patrones diversos de baja densidad (es el caso de los núcleos compactos con edificaciones aisladas, como superposición de la antigua agregación y de un número significativo de nuevas viviendas sobre parcelas agrarias en su entorno) como al desarrollo de un conjunto relativamente denso en la ocupación del parcelario agrícola que apenas ha modificado la red territorial de servidumbres de paso como única estructura viaria.

En ambos casos, resulta necesaria una ordenación que contribuya tanto a superar las deficiencias en equipamientos, urbanización o servicios que demandan agregados que ya han alcanzado una dimensión que así lo exige, como a deslindar los distintos tipos de estructuras y configuraciones tipológicas que componen el conjunto, poniendo en valor las permanencias de la agregación tradicional y definiendo criterios de armonización o de enlace entre los diferentes ámbitos.

Son estas estructuras complejas las que más reclamarán actuaciones de reforma interior en coordinación con intervenciones de protección de los valores de la configuración tradicional que se mantienen.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

187

6.1

6.1.2. LAS BASES CARTOGRÁFICAS EN LA ORDENACIÓN DEL MEDIO RURAL

Tal como se desprende de un análisis del planeamiento vigente de ámbito municipal, sobre todo en aquellos do-cumentos que aún no fueron adaptados o actualizados respecto a las nuevas exigencias de la legislación urba-nística, muchos de los errores en las delimitaciones y clasificaciones de suelo derivan tanto de la incapacidad de las técnicas y procedimientos de ordenación como de la propia imprecisión de la cartografía empleada, o de la ausencia de referencias en la misma respecto a elementos que conforman, por si mismos, la estructura interna o las relaciones territoriales de los núcleos que se ordenan.

Ya se trate de un tratamiento de detalle o de la refe-rencia respecto a un planeamiento general, la represen-tación cartográfica de los núcleos deberá partir de una aproximación de escala apropiada (mínimo de 1:2000 para delimitaciones y clasificaciones del suelo en el planeamiento general y de 1:1000 o 1:500 para orde-naciones pormenorizadas) recogiendo todos aquellos elementos físicos del núcleo y de su entorno inmediato que pueden determinar o justificar decisiones de planea-miento y regulaciones del suelo específicas, que pueden resumirse en los siguientes:

a. Representación precisa de la edificación

Diferenciando los cuerpos de vivienda y las edifica-ciones auxiliares o accesorias propias del medio rural como cobertizos, alpendres, pajares, hórreos, hornos y otras, con referencia específica a las alturas o número de plantas, tipo y morfología de las cubiertas y relación respecto al viario o el espacio público (acceso a patines o corredores mediante escaleras desde la calle, patios o espacios vacíos entre las casas, etc.).

b. División catastral: parcelario

La tradicional división de los usos del suelo, condiciona-da por la aptitud agropecuaria de los mismos y la historia evolutiva de la explotación de los recursos primarios de-

En la parte superior, ejemplo de base cartográfica de trabajo, reducida en este plano a escala 1:2000 y correspondiente al núcleo rural de Serois en el municipio orensano de Calvos de Randín.Lo mismo que en el caso de los esque-mas precedentes, la representación de la agregación recoge los elementos esenciales de su propia morfología y los condicionantes físicos de interés para una posible ordenación en detalle.

termina tanto la integración territorial de los asentamientos como sus posibilidades de desarrollo, ya sea por las características específicas de la fragmentación de la propiedad o por recoger contornos de marcada identidad paisajística o ambiental en el conjunto del medio rural que deben ser protegidos y sustraídos respecto a las posibilidades de construcción.

Cualquier simple delimitación o clasificación del suelo que no mantenga referencias claras res-pecto a los límites de propiedad provocará la aparición de contornos indefinidos en cualquier intervención de mayor detalle o incluso conflictos en la ocupación del terreno por las nuevas construcciones.

En el mismo sentido, cualquier aproximación a la ordenación de los núcleos rurales debe tener en cuenta las posibilidades de transformación o la obligada protección de parcelas que tienen su origen en las antiguas prácticas de subdivisión agraria (incapacidad superficial para otros usos, excesiva fragmentación de la propiedad, reserva de fincas singulares, fracturas en la continuidad del tejido histórico de los asentamientos, dificultad de relación viaria o de acceso, etc.).

188

6.1

g. Ríos, arroyos y red hidrográfica menor

La protección de la red hidrográfica a escala de detalle puede asegurar el valor de la articulación medioambiental de los terrenos agrarios y el mantenimiento de los ciclos naturales de desagüe y filtrado de las precipitaciones, preservando el enlace de corredores ecológicos.

La representación de esta red, junto también con la de la topografía, permite, así mismo, disponer de for-ma racional las instalaciones de alcantarillado y de las unidades de depuración de aguas que sean preci-sas para asegurar la implantación de los asentamientos de acuerdo a nuevos criterios de sostenibilidad.

h. Rocas, y otros elementos físicos singulares

Muchas veces la edificación de los núcleos tradicionales se retira hacia zonas donde no son posibles los cultivos, aprovechando al máximo las posibilidades de uso de la tierra. De este modo, tanto en el litoral, como en la montaña, ciertos asentamientos integran sus construcciones con elementos físicos bien evidentes en las vistas de alzados o en la silueta de los núcleos, aún cuando no siempre sean tenidos en cuenta por la planimetría y, por tanto, ignorados en el planeamiento.

i. Localización de equipamientos

Deben señalarse no solo las dotaciones públicas habituales y propias del grado de desarrollo residencial alcanzado por el asentamiento conforme con su funcionalidad local, sino también aquellas otras que han caracterizado la estructura del medio rural según su modelo tradicional y que dan lugar a articulaciones espaciales propias (campos de hórreos, “airas”, hornos comunales, etc.).

j. Referencia respecto a la evolución histórica de los asentamientos: Las ortofotos del vuelo americano

El contraste de las ortofotos actuales con las del vuelo americano del año 1956 (imágenes ortorreferen-ciadas y descargables), disponible en el visor SIG de la Consellería de Medio Ambiente de la Xunta de Galicia, permite apreciar tanto las transformaciones en la estructura interna y en la edificación de los núcleos (datos de presencia de nuevas viviendas para identificar tipologías tradicionales o renovadas) como la evolución del contorno agropecuario y del paisaje de la agregación (transformación de las tierras de cultivo, nuevas directrices de articulación territorial derivadas de las concentraciones parcelarias, modernización del viario de relación, grado de abandono de las prácticas agrarias tradicionales, implan-tación superficial y antigüedad de las masas forestales, etc.).

Al estudio de todos estos aspectos que determinaron la evolución del territorio, y su análisis, tienen una utilidad fundamental para justificar las decisiones de planeamiento, aún cuando muchas veces no hayan servido más que para apoyar la obligada distinción entre edificación tradicional y nuevas construcciones.

Cualquier simple delimitación de suelo no es solamente un ejercicio geométrico, como parece despren-derse de muchos planeamientos ahora vigentes, sino que debe justificar razonadamente cada uno de los entornos previstos a partir de objetivos bien fundamentados de evolución económica y demográfica. En ese sentido, muchas veces, la comparación entre la estructura rural de las ortofotos del año 1956 y la actual revela ya el desatino del planeamiento por exceso, o por defecto (o por la ausencia del mismo) en algunos ayuntamientos de la Galicia interior, donde el medio rural sigue siendo el principal protagonista en la ocupación del espacio.

c. Deslinde de las relaciones entre el espacio público y el privado

Con la identificación que deriva de los planos catastrales y que establece la determinación de situaciones no siempre manifiestas en la estructura construida de los núcleos o en el levantamiento cartográfico de partida apoyado exclusivamente en las ortofotos (servidumbres de paso, trechos de caminos de uso privativo, eras o espacios comunales, campos de la fiesta o dependientes de la parroquial, etc.).

d. Topografía y desniveles en el terreno

Con la representación de curvas de nivel a una equidistancia mínima de un metro e incluyendo la identi-ficación precisa de socalcos y bancales que establecen el acondicionamiento de las plataformas de los cultivos en pendiente o saltos de cota, imponiendo barreras físicas que no siempre se tienen en cuenta en el trazado de la ordenación por no haberse tampoco recogido en la cartografía.

La grafía de la topografía contribuye siempre al entendimiento de los condicionantes de cada asenta-miento rural y define as características de la evolución natural de su tejido.

Del mismo modo, la ausencia de información topográfica en la base planimétrica de trabajo implica po-sibles errores en la definición de ámbitos edificables o en la traza de alineaciones que pueden suponer obstáculos visuales o imponer primeros planos no deseados en el conjunto del paisaje.

e. Elementos de delimitación: muros y cierres de fábrica, setos y cultivos no herbáceos

Determinan siempre recintos o entornos cerrados en el paisaje y pueden contribuir notablemente a su definición como parte de un amplio conjunto de actuaciones constructivas complementarias de la edifi-cación o del acondicionamiento de los espacios agrarios.

La sucesión de setos y muros de fábrica determina líneas de fuerza visuales también en el perímetro no edificado de los asentamientos rurales y la eliminación de las mismas echa a perder muchas de las trazas de relación entre el conjunto edificado y la corona agropecuaria.

Los muros de piedra asociados a los recintos que determina la edificación tradicional conforman también la imagen de los planos de fachada y no siempre son entendidos como parte fundamental del propio valor ambiental de las agregaciones históricas (definición de alineaciones regularizadoras, imposición de retranqueos, pistas rectilíneas de la concentración parcelaria, etc.). En el caso de los nuevos cierres de propiedades, ejecutados en materiales, formas y diseños diversos, casi siempre ajenos a la simplicidad y la estrecha relación de la arquitectura tradicional con el propio lugar, la no regulación de los mismos supone una evidente pérdida de la calidad ambiental de los asentamientos.

f. Masas forestales, arbolado y vegetación

Con el reconocimiento y representación gráfica de la ocupación del suelo forestal por el arbolado o el matorral y de su valor en la formación de áreas de interés ecológico o paisajístico que, muchas veces, constituyen el marco en que se inscribe la silueta de los propios núcleos rurales.

Del mismo modo, la vegetación de ribera o la presencia de robledos, sotos y arbolado aislado de valor, suponen fracturas visuales en la continuidad de lo edificado y ayudan a disminuir la visibilidad de las construcciones, pudiendo constituir límites evidentes respecto a la morfología de los asentamientos.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

189

6.1En la parte superior izquierda, interpretación de la ortofoto del año 1956 (a escala 1:3000)para el núcleo de Cexo, en el municipio orensano de Verea. Puede apreciarse la antigua estructura del núcleo y la traza de la carretera por la parte baja, así como las características del contorno agrario.

La representación actual del mismo núcleo revela la nueva expansión aprovechando el eje de la carretera y la necesidad de limitar la dispersión provocada por el crecimiento aleatorio sobre los terrenos agrarios de todo tipo de construcciones (viviendas, edificaciones agropecuarias, auxiliares, etc.).La visibilidad y la ocupación aleatoria de estas nuevas construcciones contrasta con la permanencia de un notable conjunto de antiguas edificaciones abandonadas. La pérdida de valor de uso del campo ha provocado también un cambio profundo en el paisaje (los cultivos ocupados por el matorral o el arbolado).

190

6.1

6.1.3. LOS DATOS DE CAMPO Y LA INFORMACIÓN URBANÍSTICA

El medio rural gallego se caracteriza por una gran variedad territorial y paisajística que acoge tipologías diver-sas de núcleos, formando agregaciones que varían de unas zonas a otras, tanto en su arquitectura tradicional, como en la propia composición general de las agregaciones o en los materiales empleados en esas antiguas construcciones.

Esa diversidad puede manifestarse incluso entre asentamientos de una misma área paisajística o incluso den-tro de una misma parroquia, dependiendo de la altitud, la topografía, la estratigrafía, la composición del suelo y otros factores físicos que han condicionado el aprovechamiento agropecuario de cada ámbito o la adaptación de lo edificado a ese contexto concreto.

El análisis, la observación y el entendimiento de los condicionantes de cada uno de esos contextos territoria-les o paisajísticos permite tener en cuenta factores de especificidad en la ordenación o intervención sobre el medio rural, aproximando el planeamiento al nivel de detalle preciso en cada caso.

La calidad de las propuestas de planeamiento en el medio rural depende más,generalmente, del entendimien-to de lo específico de cada entorno y de la fidelidad con que son recogidas las referencias a los condicionantes físicos o morfológicos del asentamiento y su contexto.

Dentro del obligado estudio del medio rural que se exige para el planeamiento general deberá incluirse, antes que toda una serie de datos genéricos de escasa utilidad práctica, una información urbanística específica que permita ese análisis formal y tipológico, así como una diagnosis de cada núcleo que deba ser ordenado en detalle.

Ese complemento necesario de análisis cartogáfico debe centrarse en los siguientes aspectos:

a- Valores da arquitectura tradicional

La calidad visual de muchas agregaciones rurales depende de la permanencia de su conjunto edificado de carácter tradicional y de su integración en el paisaje agropecuario de su entorno. En tanto no se desarrolle una regulación precisa y pormenorizada de esos conjuntos, será necesario establecer medidas de cautela que eviten su desaparición o transformaciones inadecuadas.

El reconocimiento de la arquitectura tradicional y de sus valores debe formar parte del análisis morfológico de cada núcleo, estableciendo las medidas de protección necesarias.

Del mismo modo, el análisis de sus volúmenes, orientación, materiales, cubiertas o elementos de composi-ción, fundamentará la elaboración de ordenanzas específicas de integración para las nuevas construcciones o la reforma de las existentes.

b- Patrimonio menor

Lo mismo que en el caso de la arquitectura tradicional de carácter doméstico, el medio rural recoge toda una serie de elementos funcionales o simbólicos (hórreos, molinos, hornos, fuentes, cruceiros, petos de ánimas, capillas, etc.) que singularizan ámbitos del espacio público e identifican la imagen ambiental del asentamiento.

La localización de estos elementos no siempre resulta evidente en la cartografía de trabajo, aún cuando suponen hitos importantes en la estructura interna, o incluso en la silueta de conjunto, de los núcleos rurales.

Identificar estos elementos del patrimonio menor debe motivar el establecimiento de perímetros de protección que comprendan su incidencia visual en el entorno próximo.

c- Instalaciones, servicios y dotaciones

La falta de adecuación o las carencias de las distintas redes de servicios o instalaciones es una constante en gran parte del medio rural, con abastecimientos de agua comunales o redes de saneamiento anticuadas o en condiciones precarias, con vertidos directos a la red hidrográfica menor.

El alumbrado público y los cableados aéreos, con múltiples postes de apoyo y cruces de calles, suponen un evidente impacto visual negativo en los núcleos de valor e incluso sobre edificaciones protegidas, sobre todo por las propias características de estrechez e irregularidad de la trama viaria histórica.

La representación cartográfica de todos estos aspectos y la identificación de las trazas de las instalaciones, servicios o dotaciones existentes, permite establecer las necesarias medidas de adecuación o completamien-to.

d- Usos no residenciales

Caracterizan una cierta diferenciación en la jerarquía territorial de un conjunto de núcleos, con frecuencia asociados a las cabeceras parroquiales o a desarrollos lineales a lo largo de carreteras principales.

Su identificación permite un mejor entendimiento de las relaciones y vínculos viarios entre los distintos núcleos de un mismo entorno y puede apoyar la determinación de pautas de desarrollo diferenciadas o incluso la localización de nuevas dotaciones o equipamientos.

e- Evolución demográfica

El análisis de los censos de población por parroquias y referidos a cada uno de los núcleos rurales iden-tificados, contrastando diversos períodos o épocas, facilita una primera aproximación a las demandas de vivienda o crecimiento y, por tanto, evidencia las características de la presión urbanística sobre cada zona, con implicaciones inmediatas en las decisiones de clasificación del suelo o delimitaciones, ya sea para dirigir esos crecimientos hacia el ámbito más favorable de los asentamientos, o bien para proteger de la ocupación por la edificación los ámbitos de mayor fragilidad.

En este sentido, el error más común consiste en la determinación, en muchos de los planeamientos aún vigen-tes, de generosas áreas de expansión para núcleos en los que los ritmos de evolución del número de nuevas viviendas muestra, con claridad, pautas de decrecimiento, estancamiento o crecimiento lento.

f- Grado de ocupación de la edificación

Como complemento del análisis de la evolución demográfica o del parque de viviendas, la identificación de las edificaciones sin ocupar o abandonadas y el interés ambiental de las mismas, de cara a evaluar sus posibili-dades de recuperación o rehabilitación, puede evidenciar lo innecesario de la previsión de áreas de expansión en muchos núcleos de la Galicia interior.

El mantenimiento de estructuras compactas con una cierta capacidad de reforma interna, ahora poco ocupa-das o con muchas edificaciones abandonadas, siempre será preferible respecto a un hipotético crecimiento adyacente y que no siempre asegura la integración en el conjunto de esas ampliaciones de los núcleos.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

191

6.1

6.1.4. LAS DELIMITACIONES POR EXCLUSIÓNEl entendimiento de las características de los usos del suelo inmediato a los núcleos, de su funcionali-dad en la antigua estructura territorial o incluso en la formación de una identidad paisajística, permitirá establecer limitaciones lógicas a las posibilidades de expansión de la edificación y recoger las pautas de evolución natural del tejido histórico, o ya consolidado, de esos asentamientos.

a- Protección de la estructura topográfica

El emplazamiento de los núcleos rurales mantiene siempre una estrecha relación (muchas veces alterada por la expansión indiscriminada de nuevas edificaciones sobre el substrato agrario) con la configuración topográfica del lugar, evitando la ocupación de los espacios de mayor fertilidad o potencialidad agropecuaria y, por lo tanto, dando lugar a implantaciones que mantienen una estrecha relación con el paisaje de su entorno.

La evaluación de la incidencia visual de cualquier nueva edificación, en relación con zonas de fuerte pendiente, dificultades topográficas o provocando fracturas en la silueta y en la percepción del con-junto, ayudará a definir ámbitos exteriores que deben ser excluidos respecto a su posible ocupación por la edificación.

b. Protección de la estructura agraria y forestalEl contorno agrario y forestal de los asentamientos rurales tiene un valor fundamental en la integra-ción territorial y paisajística de los mismos, muchas veces superior a la propia rentabilidad o produc-tividad actual de los mismos y, su protección como elementos exteriores que enmarcan el ámbito de los núcleos, debe ser considerada conforme a criterios visuales y de imagen de conjunto.

Lo mismo sucede con la presencia de ciertos cultivos no herbáceos que caracterizan la cobertura vegetal del entorno de los núcleos (vides, arbolado, etc.) o la vegetación aislada que constituye hitos puntuales y pequeñas masas, ayudando a una mejor integración del conjunto edificado.

c- Protección de ríos y red hidrográfica menorLa profusa red hidrográfica de pequeña escala que articula el territorio agrario siempre desarrolla un papel ecológico fundamental, no solo como sistema de drenaje, riego y filtrado de las precipitaciones, sino contribuyendo a formar pequeños corredores que enlazan con las masas forestales.

Su protección, incluyendo la vegetación de ribera de acompañamiento, determinará ámbitos que exigen referencias físicas reconocibles por su propia configuración ambiental y paisajística, más que como simples trazas de distanciamiento uniforme derivadas de la legislación de aguas.

d- Protecciones arqueológicas y del patrimonioEn el caso de las protecciones arqueológicas, su ámbito derivará, casi siempre, de inventarios pre-vios, superponiéndose al propio planeamiento como elemento de exclusión de suelo.

Las protecciones de elementos patrimoniales, a veces identificados a partir del mismo planeamiento, pueden imponer tanto la reserva de espacios de visibilidad no edificados en el entorno de esos bienes protegidos, como ámbitos de influencia en los que deberá acondicionarse o armonizarse cualquier actuación de reforma o nueva construcción, con la finalidad de mantener su carácter como hito en el conjunto.

e- Protección de equipamientos e infraestructurasDeterminados elementos lineales o puntuales (carreteras de relación exterior, tendidos eléctricos, ce-menterios, etc.) determinarán entornos de protección de diversa magnitud que deben ser reservados respecto a las posibilidades de edificación, ayudando a definir directrices de crecimiento o zonas de exclusión en las delimitaciones y clasificaciones del suelo en los núcleos rurales.

f- Protecciones medioambientales o paisajísticasPueden derivar de determinaciones de rango superior y previas al planeamiento específico (pro-tección de la costa, entorno de los Caminos de Santiago, áreas naturales, etc.) o bien ser definidas en el mismo a partir de consideraciones paisajísticas o de reserva de vistas panorámicas siguiendo determinados itinerarios, siempre a partir de un análisis más próximo al entorno de planeamiento.

g- Protección del parcelario no apto para edificarEste tipo de protecciones adquiere especial importancia en el caso de ordenaciones apoyadas exclu-sivamente en las clasificaciones del suelo y en la edificación mediante licencia directa.

En esos casos resulta imprescindible identificar aquellos ámbitos de imposible edificación mediante actuación directa, ya sea por la propia incapacidad superficial y el grado de fragmentación de la propiedad, como por la ausencia de servidumbres de acceso con suficiente amplitud (parcelas en segunda línea).

Lo mismo sucede en el caso de pazos o fincas singulares de gran superficie o, de modo semejan-te, cuando existen propiedades extensas que interrumpen la continuidad del conjunto edificado ya consolidado (muchas veces conformando el carácter polinuclear de algunas agregaciones) y que no podrán ser recogidas como ámbitos completos dentro de las delimitaciones de suelo de los núcleos, sino que deberán excluirse o definir con claridad, sobre las mismas, el entorno reservado a una posi-ble edificación en continuidad con el tejido existente.

6.1.5. PROCEDIMIENTO DE DELIMITACIÓN DE SUELO EN LOS NÚ-CLEOS RURALESYa se trate de ordenar un núcleo en detalle o solamente de una clasificación de suelo de un pla-neamiento general, sin más, una vez excluidos los suelos de protección conforme con los criterios mencionados, deberá procederse a una delimitación del ámbito del núcleo.

En general, en un mismo municipio habrán de ordenarse núcleos de muy diversas características, que podrán ir desde pequeñas aldeas relativamente compactas y que mantienen su estructura tra-dicional, hasta agregaciones expandidas, en la proximidad de cascos urbanos o a lo largo de las carreteras de relación exterior. La configuración de cada uno de estos núcleos, analizada de manera específica, demandará tratamientos con una aproximación de mayor o menor escala (ordenaciones genéricas o remisión a figuras de planeamiento de desarrollo, de mayor detalle según los casos y dependiendo de la complejidad tipológica de cada núcleo, así como de los valores de conservación o morfología del agregado tradicional). A partir de la base cartográfica específicamente elaborada y con la inclusión de los datos y la información urbanística complementaria expresada en los apartados anteriores, siempre apoyándose en las ortofotos, en los planos parcelarios y en las notas o esquemas de campo, la delimitación de los núcleos deberá seguir el siguiente procedimiento:

192

6.1

1. Análisis tipológico

Referido tanto a la estructura del propio núcleo, como a las características de la edificación.

En lo que se refiere a la configuración general del núcleo, se deberán tener en cuenta sus relaciones de implantación topográfica o el modelo de ocupación territorial, con la finalidad de entender cuales son las pautas naturales de agregación o la densidad y las directrices de su evolución o crecimientos.

El ya habitual análisis e identificación de la edificación tradicional tendrá como finalidad la delimitación de la agregación de origen histórico, así como la evaluación de sus cualidades, pudiendo determinar la aplicación de ordenanzas diferenciadas o una ordenación más en detalle. Además, podrá justificar la elaboración de directrices de armonización tipológica para las nuevas construcciones o para la reforma y ampliación de las existentes.

En todo caso, resulta fundamental un estudio de la topografía y las visuales, junto con el contraste de las transformaciones recientes (viario, edificación, perímetro agrario) respecto a las ortofotos del vuelo americano del año 1956.

2. Relación entre el parcelario y la consolidación por la edificación

Una visualización del conjunto de parcelas que se encuentran ya ocupadas por la edificación proporcio-nará una primera aproximación al perímetro del suelo ya consolidado, facilitando, al mismo tiempo, la identificación de los vacíos (edificables o no) previamente existentes.

Una vez diferenciadas las estructuras que componen la agregación (conjunto inicial o tradicional y creci-mientos o expansiones posteriores) y la magnitud u ocupación superficial de cada una de ellas sobre el plano parcelario, podrá procederse a una delimitación que contemple, o no, áreas de expansión adya-centes, recogiendo esos contornos.

La definición de estas áreas de expansión deberá verificarse, en su caso, conforme a los criterios de proporcionalidad respecto a los ritmos de evolución demográfica y de crecimiento, o no, del parque de viviendas, siempre evitando expandir aún más los crecimientos dispersos que ya pudieran existir y evaluando, así mismo, las posibilidades que aportaría la recuperación o rehabilitación del agregado inmobiliario ya existente como alternativa más viable, sobre todo en el caso de núcleos muy compactos y de perímetro bien definido.

El perímetro de estas delimitaciones, ya sea en la circunscripción de lo existente o en su área de expan-sión, a falta de una ordenación de mayor detalle, definirá el ámbito donde habrán de situarse las nuevas edificaciones o la ampliación de las existentes, cuando así se permita, por lo que habrá de tenerse en cuenta su capacidad de limitar o dirigir la ocupación en planta de esas construcciones respecto al viario, al espacio público o a la extensión en profundidad de las propias parcelas.

La propia morfología del parcelario (ante la ausencia de la previsión de planeamiento de desarrollo o intervenciones de reparcelación) podrá determinar la exclusión de zonas agrarias excesivamente frag-mentadas (por lo aleatorio de su difícil agregación y transformación) o de aquellas propiedades con una geometría poco apta para acoger nuevas viviendas.

3. Relación entre el viario o el espacio público y la parcelación

La presencia o ausencia de una relación directa entre la parcela y el viario o el espacio público de ac-ceso determina con claridad, a falta de intervenciones específicas de reordenación, las posibilidades de construcción de una determinada propiedad, por lo que la carencia de frente al viario o la situación en segunda línea y las servidumbres de paso dependientes de terceros, justificarán la exclusión de esos ámbitos respecto a las delimitaciones del suelo de núcleo rural. El análisis de la estructura viaria existen-te constituye, de este modo, una de las directrices espaciales que determinarán el contorno a delimitar.

Al mismo tiempo, su estudio puede apoyar la ejecución de pequeñas operaciones de articulación inter-na, conectando el viario existente o abriendo espacios públicos de relación. Este tipo de actuaciones adquiere especial relevancia en núcleos complejos o muy extendidos, en los que la nueva edificación ha ocupado el substrato parcelario de origen agrario sin apenas transformaciones en su estructura.

4. Referencia física de las delimitaciones

La determinación de los distintos perímetros delimitados deberá mantener, en su expresión gráfica, una clara referencia respecto al parcelario o a elementos físicos reconocibles, ya sea siguiendo líneas bien evidentes en la propia morfología del terreno (muros, bancales, lindes de propiedad, caminos, etc) o bien estableciendo distancias uniformes respecto a los mismos, de fácil medición y comprobación en el lugar.

La precisión de la cartografía de base contribuirá, en este sentido, a verificar delimitaciones menos confusas y determinaciones de ordenación más factibles.

5. Evaluación visual de las delimitaciones

Como paso final, debe recuperarse la visión de la globalidad del núcleo como parte de un conjunto territorial que integra también el paisaje exterior y la implantación en el territorio.

Una vez definidos los entornos donde serán posibles las intervenciones de transformación, por admitirse la localización en ellos de la nueva edificación o la sustitución de las existentes, teniendo en cuenta su implantación en las áreas consideradas como más favorables y siguiendo las tendencias naturales de evolución del tejido previo, habrá de procederse a evaluar el impacto que podrían representar, de ejecutarse, sobre la silueta y visibilidad del núcleo, pudiendo derivar, de este análisis, la eliminación de ciertos ámbitos delimitados de inicio, por su incidencia negativa en la configuración final del agregado.

A continuación, se muestran varios ejemplos de deli-mitación de núcleos, como paso previo a su tratamien-to u ordenación más en detalle siguiendo los criterios expuestos con anterioridad.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

1

2

3

4

5

0 20 50

193

6.1

A la izquierda, ejemplo de delimitación para el núcleo rural de Filgueira en el ayuntamiento de Cerdedo a escala 1:2000.

1- La identificación de un entorno de interés patrimonial (capilla y campo de hórreos) en una posición ligeramente elevada, lleva a conside-rar todo el conjunto del asentamiento como un núcleo singular, de tal modo que la delimitación constituiría el paso previo para su tratamiento en detalle (directamente en el plan general o remitido a planeamiento de desarrollo).

2- Aún cuando podría parecer que la moderni-zación viaria, con la apertura de una carretera que evita el antiguo eje interior al núcleo para el tránsito rodado, serviría como apoyo para el crecimiento del tejido construido, la fractura que produjo en la parcelación (aún resulta visi-ble el corte en diagonal y la continuidad de los anteriores lotes a uno y otro lado de la misma) invalida tal posibilidad, de no ser mediante una regularización o reparcelación. El desorden y la aleatoriedad de una posible consolidación en ese sentido, incidiría en la legibilidad de la estructura formal del núcleo.

3- Apenas hubo crecimiento alguno a partir de la estructura inicial respecto a lo que puede apre-ciarse en la ortofoto del año 1956, por lo que una delimitación que recoja ciertos vacíos interiores con posibilidades edificatorias, junto con la re-habilitación de las construcciones abandonadas resulta suficiente.

4- Excluir los terrenos forestales o en posición elevada y visualmente muy expuesta permite reservar el espacio de los hórreos como entorno protegido.

5- La representación del parcelario permite dife-renciar aquellas zonas en las que resulta impo-sible el emplazamiento de nuevas edificaciones.

100

0

50

1

1

1

1

A

A

2

2

3

4

5

6

194

6.1

Ejemplo de delimitación de núcleo rural para Rebo-reda, en el ayuntamiento de Porqueira (Ourense). Se identifican dos áreas de expansión tipológicamente diferenciadas respecto a la estructura de la agregación tradicional (A).

1- La presencia de varios conjuntos de hórreos y su ámbito de influencia lleva a entender el asentamiento como un núcleo singular que requiere una interven-ción de detalle y a procurar la reserva de las vistas hacia esos emplazamientos.

2- La ausencia de una regulación previa tuvo como consecuencia el emplazamiento de nuevas edificacio-nes en posiciones poco adecuadas sobre el parcelario agrícola.

3- Establecer la protección del arbolado existente favo-rece la integración de nuevas edificaciones, que deben emplazarse sobre la parcela en consecuencia con tal determinación.

4- La protección de una propiedad extensa, mantenien-do el muro de cierre y regulando sus posibilidades de construcción permite mantener la definición espacial de la antigua estructura del núcleo.

5- Las propiedades resultantes de las transformacio-nes verificadas para la mejora agraria (concentración parcelaria) deben ser excluidas de la posibilidad de edificar (procesos de reparcelación con finalidad no urbanizadora).

6- Debe limitarse la expansión del núcleo sobre líneas de cornisa del paisaje edificado (transición en su silue-ta hacia las zonas elevadas al pie de un monte).

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

A

A

A

B

B

B

195

6.1

6.1.6. EMPLAZAMIENTO DE LA EDIFICACIÓNDe antiguo, la edificación rural empleaba los materiales disponibles localmente y tecnologías cons-tructivas repetitivas que aseguraban tanto una adecuada integración en el paisaje, como la iden-tidad territorial de cada ámbito a partir de la utilización común de esos recursos propios del lugar (esquistos, granito, pizarra, teja, madera, etc.).

La elección del emplazamiento en esa edificación tradicional dependía siempre de las posibilidades de localización que ofrecía el respeto a un entorno agropecuario imprescindible para la subsistencia del propio núcleo. La vivienda buscaba, además, un terreno con una adecuada capacidad portante para los cimientos (a veces asentándose directamente en la roca superficial), protección respecto de los vientos dominantes, una buena orientación solar, alejamiento de las tierras con riesgo de inundación o cercanía a los campos de cultivo, acercamiento a las masas forestales, etc. Esas circunstancias, añadidas a unos límites topográficos siempre reconocibles en el paisaje, condicio-naban la ocupación del territorio.

Aún pese a haber sido afectados por los procesos de dispersión de la nueva edificación, esos nú-cleos muestran una grane coherencia y una relación armoniosa con el relieve, en la que participan tanto la estructura de las antiguas tierras de cultivo, como la vegetación natural que las acompaña.

Hoy en día, los documentos de planeamiento determinan los espacios edificables en el entorno de los núcleos, con frecuencia siguiendo patrones territoriales concéntricos que no tienen en cuenta los condicionantes de la geometría o topografía que sirven de soporte al asentamiento como parte de un conjunto dentro del paisaje agrario. En las secciones previas (Tratamiento del medio rural, Parcelario agrario y edificabilidad) ya se definieron los defectos más comunes en la delimitación de suelos edificables en las ordenaciones que hasta el momento venían realizándose sobre el medio rural. A la espera de una respuesta de nuevos tratamientos más adecuados de los núcleos rurales, en los que se tenga en cuenta el valor del suelo como un bien escaso y la necesidad de poner en valor el paisaje como el principal activo territorial de muchos de esos ámbitos, conviene señalar una serie de criterios de delimitación más específicos de cada lugar que se añaden a los ya determinados con anterioridad (exclusión de parcelas en segunda línea, sin acceso, de morfología inadecuada, de dimensiones insuficientes, de concentración parcelaria, fincas singulares o de gran tamaño) buscando siempre la proporcionalidad entre el asentamiento consolidado y los crecimien-tos previstos e incidiendo de manera realmente efectiva en la constante voluntad de la legislación urbanística de evitar los desarrollos dispersos como alternativa ya poco sostenible y que supone un coste excesivo en la provisión de servicios e infraestructuras.

6.1.7. PRIORIDADES EN LA DETERMINACIÓN DE PARCELAS EDI-FICABLESCuando es habitual la edificación mediante licencia directa, en ausencia de otras limitaciones de carácter ambiental o visual, una edificación dentro de un entorno proporcionado de crecimiento, adyacente al espacio ya consolidado del núcleo, siempre tendrá un menor impacto.

Esta circunstancia obliga a tener en cuenta ciertos criterios de prioridad en el momento de deter-minar, mediante el planeamiento, las parcelas que pueden o no ser incluidas en la delimitación del suelo como terrenos con posibilidad de edificación, excluyendo aquellas otras que suponen una mayor dispersión o deterioro visual.

a. Recogerse en el perímetro edificado

Como criterio general, para evitar la disper-sión, conviene que las nuevas parcelas con posibilidad de edificación se encuentren recogidas, por lo menos, siguiendo dos de sus laterales por el perímetro de otras ya construidas en el conjunto del núcleo.

La delimitación de núcleos debe priorizar la inclusión de parcelas que queden recogidas por la edifi-cación ya consolidada siguiendo su perímetro a lo largo de dos, o mejor, tres, de sus laterales (A) frente a otras que no lo están (B) y que su-ponen un alargamiento del mismo y el inicio de procesos de dispersión.

A

AA

196

6.1

b. Limitar los crecimientos lineales

Las nuevas carreteras, como elemento primario de urbanización, tienen constituido, con mucha frecuencia, el único elemento de trazado para am-pliaciones de núcleos que van expandiéndose casi sin límite. El planeamiento, en muchos casos, más que reconocer esta situación, se apoya en ella para justificar un exceso de suelo clasificado y delimita-do que favorece un desarrollo aleatorio y muy poco sostenible.

La sucesión de parcelas al borde de la carretera como única estructura de crecimiento de un núcleo debe ser siempre limitada y justificada en cohe-rencia con la situación de hecho, pero nunca ser el argumento de una expansión sin ordenación de apoyo.

En una delimitación de núcleo (sobre todo cuando éste tiene una estructura compacta) no deberán promoverse parcelas edificables con el único argumento ordenador de su si-tuación siguiendo la traza de una carretera, limitando este tipo de situaciones siempre a partir del reconocimiento de las ya exis-tentes, como en el caso del ejemplo, donde se incluirían solamente los terrenos interca-lados entre los ya consolidados (A). Nótese la necesidad, en esta situación, de regular la volumetría, parcelación y posición de la edi-ficación respecto a la carretera.Puede verse también como el criterio de-biera ser, lo mismo que en el caso anterior, incluir aquellas parcelas que se encuentren recogidas, por lo menos según dos de sus laterales, dentro del perímetro ya edificado.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

197

6.1

c. Reconocer las fracturas en la continuidad del tejido edificado

Muchas veces la existencia de estructuras polinu-cleares o de ciertas fracturas visuales en el tejido edificado, responde a condicionantes históricos o de la topografía a pequeña escala que deben ser reco-nocidas en su vinculación con la propia morfología de la agregación.

La determinación de los ámbitos edificables debe prestar atención a estas circunstancias, mediante un análisis del lugar. La presencia de una masa de arbolado de cierto porte, intercalada entre las edifi-caciones de un núcleo, puede constituir una discon-tinuidad visual que debe mantenerse por su valor de configuración dentro del conjunto del asentamiento rural. Lo mismo puede decirse respecto a aquellas parcelas que exceden en mucho la dimensión del frente habitual de las existentes ya edificadas, de-biendo tanto mantenerse la fractura, como determi-nar la posición de la nueva edificación cuando tal posibilidad sea admitida.

En el ejemplo del esquema, pequeñas masas de arbolado de cierto porte constituyen una fractura visual en la continuidad del tejido de un núcleo y contribuyen a establecer diferen-cias en su estructura, debiendo mantenerse libres de edificación por su propio valor en el paisaje final del agregado.

198

6.1

d. Substraer ámbitos de obstrucción de visualesLas iglesias, capillas, cruceiros, campos de hórreos, etc., constituyen muchas veces, hitos o emergen-cias en el paisaje, tanto por su carácter simbólico, como funcional (es el caso de las “airas” con cam-pos de hórreos, buscando una posición elevada o exterior al conjunto de los núcleos para buscar una zona ventilada) y caracterizan la morfología o el per-fil de ciertas agregaciones tradicionales.

No es suficiente, en esos casos, con determinar en-tornos de protección alrededor de esos elementos siguiendo un patrón de distancias, sino que debe afrontarse un estudio de las visuales que justifique la necesaria exclusión de ciertas parcelas respecto a la posibilidad de construir, manteniendo la calidad paisajística del conjunto.

En el ejemplo adjunto puede apreciarse como un campo de hórreos y la iglesia parroquial apoyan su localización en la topografía y en su relación respecto al ámbito ocupado por la edificación del nú-cleo. Las visuales hacia estos elementos obligan a reservar libre de construcción un entorno alrededor de los mismos.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

A A

B

199

6.1

e. Crecer proporcionadamente y en continuidad con lo existente

Salvo en las áreas de cierta tensión urbanística, en el entorno de influencia de las villas y núcleos urba-nos o siguiendo el desplazamiento de ejes viarios de importancia, el medio rural suele estar caracterizado por el descenso o el estancamiento en la demogra-fía.

En estas circunstancias, la capacidad de la recu-peración, mediante la rehabilitación del patrimonio edificado vacante o abandonado, del tejido ya cons-truido, invalida muchas de las generosas y poco ra-zonadas previsiones de la tan habitual aplicación de técnicas geométricas de áreas envolventes de suelo de crecimiento.

El crecimiento, de ser necesario, debe recuperar las pautas de evolución natural del tejido existente, tan-to en lo que se refiere a su implantación siguiendo la extensión de la ocupación sobre los terrenos más aptos para la misma, como adoptando tipologías de edificación que mantengan una cierta respecto a las tradicionales y características de cada tipo de núcleo (muchas veces, la huella en el territorio de unas cuantas edificaciones aisladas en el medio de parcelas agrarias, favorecidas por las determinacio-nes del propio planeamiento, supondrá un evidente deterioro visual para un núcleo tradicional de estruc-tura muy compacta e implicará una nueva dispersión hasta entonces ausente en el conjunto).

En esos casos, no basta con clasificar suelo edifi-cable mediante licencia directa, sin más condicio-nantes, debiendo definirse, con mayor precisión, las características de ordenación de las áreas de expansión (agrupaciones que eviten la dispersión, pequeñas operaciones de articulación del espacio público y viario, etc.).

En el plano de la parte superior, el núcleo de A Pedrosa (Cualedro) a escala 1:2500, con la delimitación del Plan Ge-neral y la identificación de las áreas de crecimiento que en el mismo se contemplan. Se trata de uno de los escasos documentos que definen crecimientos proporcionados y en continuidad con el tejido existente.Se diferencian, además, dos ordenanzas de completamiento, admitiendo solamente la posibilidad de edificar vivien-das aisladas en la expansión más exterior (B) obligando en el resto a tipologías en hilera o agrupaciones cerradas, conforme a la continuidad de la estructura tradicional (A) de este tipo de núcleos muy compactos.

200

6.1

f. Favorecer las relaciones entre la edificación y la calle o los espacios públicos

Cualquier posible expansión debe condicionar, en cierta medida, la habitual ruptura del tejido existen-te que, generalmente, provoca la implantación de nuevas viviendas aisladas al centro de las parcelas agrarias, casi siempre conforme a una total libertad de ocupación respecto a la profundidad variable de la que disponen, contribuyendo, de este modo, a au-mentar el efecto de la dispersión en el entorno de los asentamientos tradicionales, sobre todo cuando se trata de agregaciones compactas.

Incluso una simple delimitación de suelo puede diri-gir mínimamente, o condicionar, la localización de la futura edificación con menores márgenes de liber-tad, mediante el simple mecanismo de evitar reco-ger la totalidad de la parcela o definiendo una franja en profundidad que obligue a mover la ocupación hacia el perímetro inmediato a la calle.

La calidad espacial del “rueiro” tradicional (esquema de la parte superior) se fundamen-ta en la estrecha relación entre la edificación y los variados espacios públicos que ésta delimita.Por el contrario (abajo) los nuevos cre-cimientos de viviendas aisladas sobre el parcelario agrario, conformados mediante licencia directa y con total libertad de implan-tación individual, dan lugar a espacios urba-nos poco definidos y repetitivos, carentes de una relación de alineación reconocible.El planeamiento puede determinar otro tipo de modelos de expansión en los que preva-lezca la formación de aperturas sobre el es-pacio urbano y la agregación de lo edificado.

LA EDIFICACIÓN DEL “RUEIRO” TRADICIONAL

LA PÉRDIDA DE RELACIÓN CON LA CALLE (LIBRE IMPLANTACIÓN EN EL INTERIOR DE LA PARCELA)

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

NO

SI

A B

201

6.2

6.2. IMPLANTACIÓN DE LA EDIFICACIÓN EN EL TERRENOSalvo cuando una ordenación pormenorizada fije todos los parámetros volumétricos y de ocupación de las nuevas construcciones o de las transformaciones admitidas sobre las ya existentes, la de-cisión final de localización y asentamiento dentro de la variabilidad que pueden admitir muchas de las parcelas, puede contribuir también a una mejor integración de conjunto o, por el contrario, echar a perder las previsiones de partida del propio planeamiento.

En este sentido y dentro de las múltiples variedades o características específicas de cada ámbito paisajístico, en lo que se refiere a los volúmenes, tipologías y formas de implantación de la edifica-ción tradicional, conviene definir (ante la falta de estudios específicos de la arquitectura y el paisaje de cada área) una serie de pautas de encaje en el terreno referidas a la ocupación de las parcelas.

6.2.1. ADAPTARSE A LAS PENDIENTES Y A LA TOPOGRAFÍALa movilidad de la orografía en el medio rural y la localización de una gran parte de los asenta-mientos, ciñéndose contra los ámbitos de cambio de pendiente, buscando dejar libres los terrenos de cultivo en las partes bajas o sobre el relieve más suave, obliga a emplazar, muchas veces, la edificación en zonas de pendiente acusada.

En estos casos, deberán incorporarse las construcciones en el relieve, evitando desmontes o relle-nos aparentes, para buscar, de ese modo, una mejor integración reduciendo al máximo el impacto visual de las mismas.

Situar la edificación con su eje longitudinal siguiendo la directriz de las curvas de nivel, con un cuerpo de profundidad reducida, ayudará a incorporar la construcción en el terreno, evitando la formación de nuevas plataformas o desniveles y muros de contención aparentes que constituyan el apoyo de la planta.

En algunas zonas de montaña o de fuertes desniveles, la edificación tradicional siegue una es-trategia de implantación en la que prevalece la protección climática de una planta inferior medio soterrada, disponiendo, en cambio, la línea de cumbrera, o ese eje longitudinal de la construcción, perpendicularmente a la directriz de las curvas de nivel. En esas situaciones podrá admitirse, como forma característica de integración, adaptar el volumen en esa dirección, jugando con el soterra-miento de una parte del mismo o con la reducción de la altura utilizable.

En la implantación de la edificación se evitarán los desmontes y rellenos que conformen pla-taformas de asentamiento modificando sensi-blemente la topografía del lugar y haciéndose aparentes en los alzados de conjunto.

La integración en la topografía de la edificación, adaptándose a las pendientes, buscará, preferentemente, emplazamientos en paralelo con la directriz de las curvas de nivel, procurando disminuir el desarrollo de la planta en profundidad (esquema A).En algunos casos, el modelo habitual de asentamiento de la edificación tradicional en la zona podrá admitir el tipo de implantación con la longitud mayor en perpendicular a las curvas de nivel (esquema B) soterrando una parte de la planta y pudiendo dar lugar a desniveles o diferentes alturas de piso.En cualquier caso, la limitación de altura máxima y número de plantas deberá ser re-ferida respecto a los puntos más desfavorables (mayores alturas) del perímetro de la construcción, evitando la formación, por añadidura, de más sótanos o semisótanos.

2

1

3

202

6.2

En el esquema de la parte superior, agregación rural ca-racterística en un asentamiento de media ladera, donde el conjunto compacto se aproxima al borde forestal (1) dejando libres de ocupación los terrenos agrarios del entorno, que van articulándose mediante bancales (2).La edificación se dispone siguiendo la linealidad de las curvas de nivel, con las cumbreras en paralelo a la di-rectriz longitudinal de las mismas o encajándose en el terreno con una parte de la construcción soterrada.

En la parte inferior, un caso particular de incorpora-ción al terreno (vivienda en Baiao, de Eduardo Souto de Moura) en Portugal, en un ámbito territorial con evi-dentes semejanzas respecto a ciertas áreas del rural gallego.La edificación se encaja en la pendiente tomando como línea de coronación de la cubierta plana el propio terre-no, sin sobresalir del mismo, y adoptando la referencia de los bancales y de una ruina existentes para definir el conjunto de la envolvente de su volumen.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

h

hNO

SI

203

6.2A la izquierda, casa en Redondela, de Irisarri & Piñera, ejemplo de incorporación a la topografía y a los desni-veles del terreno en un caso habitual de parcela estre-cha y profunda con acceso desde la parte más alta y abierta a las vistas hacia el paisaje por la cota inferior del terreno.

En la parte superior, esquemas de soluciones adecua-das o no para la incorporación a topografías con fuer-tes pendientes o desniveles, en función de la posición del acceso a la edificación. Los modelos suburbanos con planta se sótano añadida para garaje tienen un di-fícil encaje en el medio rural (fracturas en el terreno para desarrollar las rampas de los accesos)La altura máxima de la edificación siempre deberá ser regulada teniendo en cuenta los puntos más desfavo-rables (cotas inferiores del terreno) para evitar aprove-chamientos excesivos y volúmenes salientes.

La adaptación a la topografía habrá de utilizar la propia edificación para absorber los cambios bruscos en la pendiente o los desniveles existentes, contribuyendo así a una mejor integración en el terreno, conforme a soluciones que siempre han sido características en la implantación de la construcción tradicional y que buscan mejoras ambientales o de adecuación climática.

El planeamiento, aún cuando no exista un tratamiento de detalle, deberá controlar los parámetros volumétricos de la edificación teniendo en cuenta estos aspectos, en particular, estableciendo las limitaciones de altura máxima a partir de la medición en los puntos de cota inferior o más desfa-vorables.

NO

NO

SI

204

6.2

6.2.2. EVITAR ROMPER CON EL PERFIL DEL NÚCLEO

Cualquier nueva edificación deberá recogerse junto al conjunto consolidado o buscar elementos físicos de referencia que le permitan incorporarse en el pai-saje sin romper con el perfil o silueta de las vistas exteriores sobre el asentamiento.

Deberán evitarse, por tanto, posiciones a modo de hito, en puntos elevados o lejos del agregado con-solidado que produzcan una fractura en la línea del horizonte o en el perfil del conjunto del asentamien-to, así como emplazamientos aislados al fondo de los valles, siempre más expuestos respecto a las visuales lejanas.

Este criterio de implantación resulta complemen-tario al propio ajuste topográfico de la edificación, manteniendo el carácter y la identidad del agregado previamente existente.

El emplazamiento de cualquier nueva edificación ha-brá de evitar situaciones prominentes o visualmente expuestas, para no romper con el perfil del asenta-miento existente, evitando constituirse como hitos en la línea del horizonte o adoptar posiciones aisladas y bien visibles lejos del agregado consolidado (esque-ma de la derecha).

En el esquema de la parte superior, dos posiciones a evitar (en los extremos de la sección) por su visibilidad y falta de relación respecto al núcleo consolidado (em-plazamientos prominentes o aislados de fondo de valle).

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

205

6.2

6.2.3. ADECUAR LA HUELLA FÍSICA DE LAS NUEVAS EDIFICACIONES RESPECTO A LAS EXISTENTES EN EL NÚCLEO TRADICIONAL

Aún cuando la ocupación en planta de la edificación tradicional y sus tipologías volumétricas varían mu-cho dependiendo de las distintas zonas geográficas o áreas paisajísticas (existen diferencias evidentes, por ejemplo, entre la vivienda tradicional lucense de la Terra Cha y la de las sierras orensanas del suroeste) resulta habitual que las nuevas viviendas desarrollen, en un único cuerpo construido, super-ficies que contrastan, por su huella física en el te-rritorio, con las dimensiones que caracterizan a la edificación tradicional propia de esas mismas zonas, imponiendo una impronta en el paisaje totalmente desproporcionada en escala.

La necesidad de incorporar un programa funcional con los mínimos superficiales actuales que, a veces, resultan muy superiores a los habituales en la planta característica de la edificación tradicional existente, puede, aún así, resolverse mediante una adecuada descomposición de un volumen único en distintos cuerpos de edificación que se aproximen más a la escala y volumetría de las construcciones históricas ya existentes en el lugar.

En el plano adjunto (izquierda), se destaca la nueva edificación en el núcleo de Rubillón, en el municipio orensano de Avión. La huella en plan-ta de cada una de estas construcciones, salvo limitaciones de la propia capacidad de la parcela, equivale, en superficie, a la agregación de varias viviendas de la estructura tradicional del asenta-miento. Esta circunstancia, habitual en la nueva edificación, resulta aún más visible en la escala y desproporción en altura respecto de ambos com-ponentes del núcleo. La estructura del agregado histórico pierde entidad frente al nuevo conjunto de volúmenes dispersos.

206

6.2Abajo, a la derecha, vivienda para turismo rural en Vilariño (Cangas do Morrazo) de Alfonso Penela, ejemplo de descomposición del programa en una articulación de volúme-nes menores que queda encajada en la topo-grafía y en la silueta del variado conjunto de edificaciones previamente existentes.

En la parte superior, descomposición de la ocupación de un volumen compacto de edificación en cuerpos de menor profundidad. Con una misma inclinación de la línea de pendiente, la incidencia de la cubierta también será menor (la cumbrera quedará a una altura inferior).Debajo, algunos ejemplos de simples agrupaciones de volúmenes de poca profundidad (una sola crujía) mediante operaciones de desplazamiento o giro de los cuerpos de edificación.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

AA

207

6.2

6.2.4. MANTENER LA REFERENCIA EN ESCALA Y PROPORCIÓN RESPECTO A LA EDIFICACIÓN TRADICIONAL

La edificación tradicional, que conforma la imagen de valor de muchos núcleos rurales, se caracteriza por una escala y proporciones (relación entre las dimen-siones de su ocupación en planta y la volumetría) pro-pias, derivadas tanto de las tecnologías históricas de la construcción, como de su relación con el lugar de implantación.

En este sentido, las habituales regulaciones genéricas fundamentadas en el establecimiento de un límite máxi-mo de dos plantas y siete metros de altura para la nue-va edificación, con un gálibo de cubierta, así mismo, referido a pendientes y líneas de cumbrera convencio-nales, contrasta casi siempre con la escala mucho más contenida de la edificación tradicional.

La aplicación de estas ordenanzas reguladoras en el interior o colindantes con el tejido histórico que se mantiene, suele dar lugar a evidentes disparidades de altura bien evidentes en los alzados de conjunto.

Por otra parte, la escasea de la altura de plantas en muchas edificaciones tradicionales que son rehabilita-das en los núcleos rurales (muchas veces al margen de cualquier tipo de proyecto previo, o incluso sin licencia) son materializadas mediante remontes por encima del límite de la línea de cornisa, sobre fachadas que difí-cilmente admiten, en su composición, ningún tipo de añadido en altura sin provocar la pérdida de sus valores como conjunto acabado y en el que rigen esas propor-ciones iniciales.

La escala de esas nuevas construcciones o transfor-maciones de las existentes, acaba imponiendo, incluso, sus volúmenes respecto a elementos monumentales o hitos interiores al propio núcleo.

En el esquema de la izquierda, la escasez de altura en la rehabilitación de las edifi-caciones características de la arquitectura popular, puede resolverse, en muchos ca-sos, aprovechando la capacidad total del volumen interior, sin tener que recurrir al su-plemento en altura de los muros exteriores, circunstancia que casi nunca admiten las proporciones en alzado de la construcción preexistente sin tener como consecuencia la pérdida de su valor ambiental.

La falta de control sobre la escala y proporcio-nes de la nueva edificación (arriba) cuando se establece una relación de vecindad respecto a las construcciones históricas puede incidir en la pérdida de los valores ambientales y en la propia configuración como hitos interiores de ciertos elementos (iglesias, capillas, puentes, etc.).

Cualquier mínimo incremento en altura (arriba, a la izquierda) sobre la edificación tradicional característica (A) hace que se pierda el valor del conjunto por la transformación que se produce respecto a unas proporciones o escala que no admite ese tipo de actuaciones de remonte en alzado. La protección efectiva de los núcleos de interés solo resultará posible, en este sentido, mediante un planeamiento de detalle y ordenan-zas específicas sobre la grafía de los alzados.

208

6.2

6.2.5. APOYARSE EN LA VEGETACIÓN O EN EL MARCO NATURAL EXISTENTE

La vivienda tradicional siempre ha procurado apoyarse en los quiebros de la línea de la pendiente, desniveles, bancales o incluso en rochas salientes, así como en el acercamiento a las masas forestales de borde o el ar-bolado existente.

Esta estrategia tiene tanto una justificación climática (buscar la protección respecto a los vientos invernales y una mayor inercia térmica en la planta inferior (en ge-neral, parcialmente soterrada y de antiguo destinada a las cuadras o la bodega) como de pauta general de im-plantación territorial, en muchos casos (mantenimiento de la máxima superficie de terrenos agrarios libre de ocupación por la edificación, aproximándose a aquellos que, por su orografía o constitución, resultan menos ap-tos para ese tipo de aprovechamiento).

Este criterio de implantación en el terreno adquiere especial importancia en el caso de la incorporación de nuevas viviendas, puesto que apoyarse en la vegeta-ción o en el marco natural existente siempre procurará una mejor integración paisajística y ambiental de las mismas, disminuyendo su huella en el conjunto el te-rritorio y favoreciendo la continuidad característica de los antiguos núcleos rurales entre el paisaje natural transformado para su aprovechamiento agropecuario y la edificación.

El mantenimiento de las masas de arbolado existentes en el terreno donde se va a edificar e integrar en ellas la propia construcción, aproximarse o encajarse en los quiebros de la pendiente, bancales o desniveles, son estrategias de implantación que deben ser recogidas para asentar cualquier nueva edificación.

La edificación tradicional siempre ha pro-curado, para su implantación en el terreno, buscar emplazamientos recogidos en la línea de quiebro de las pendientes del te-rreno, la protección del arbolado de borde (como es el caso del esquema de la parte superior, correspondiente al núcleo de A Pena, en el municipio lucense de Paradela) o también apoyarse en los desniveles del terreno e incluso en la presencia de rocas salientes, o elementos naturales del propio lugar (es el ejemplo del esquema inferior, correspondiente al núcleo de A Cela, en el municipio orensano de Lobios, donde las rocas forman parte da estructura de muros exteriores de algunas construcciones).

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

NON SI

209

6.2

En los esquemas de la parte superior, cri-terios de incorporación de las nuevas edifi-caciones apoyándose en los quiebros de la línea de la pendiente o en las masas de arbo-lado existentes e incluso en los desniveles existentes en el terreno o en otros elementos naturales que formen parte del mismo como estrategia para procurar una mejor integra-ción en el paisaje y en el conjunto del terri-torio, buscando las ventajas añadidas del abrigo climático.

A la izquierda, casa en O Carballo, Oleiros, de Manuel Gallego, con una implantación en el terreno que se aproxima al quiebro de la pendiente y busca una relación de proxi-midad respecto al arbolado existente en la parcela como parte de una eficaz estrategia de integración (a la que contribuyen también los materiales empleados y la composición general a partir de un volumen simple y de evidente rotundidad).

210

6.2

6.2.6. BUSCAR LAS REFERENCIAS DE ORDENACIÓN VOLUMÉTRI-CA DEL NÚCLEO

El análisis de las normas de composición de la edificación tradicional existente en cada asen-tamiento rural (tipo de volúmenes de la edificación, relaciones con la calle o el espacio público, tipología de agregación, alineaciones, orientación de las líneas de la cumbrera y conformación de las cubiertas, tipos de espacios en el interior de las parcelas o construcciones accesorias anexas, etc.) siempre revela las pautas lógicas de implantación, constituyendo un estudio obligado tanto para el planeamiento y ordenación de los núcleos, como para la localización y configuración de partida de una nueva edificación.

En este sentido, tanto la libertad de implantación en el centro de las parcelas, como la determina-ción, habitual en el planeamiento, de regulaciones fundamentadas exclusivamente en la vivienda aislada y la construcción mediante licencia directa conformando la única alternativa de desarrollo para el medio rural, sin una mínima intervención ordenadora (previsión de espacios públicos, co-nexión de calles, agrupación de las construcciones, etc:) son circunstancias que han contribuido notablemente al deterioro visual de núcleos de valor, sobre todo aquellos que poseían una morfo-logía más compacta y definida.

6.2.7. RESPETAR LAS REGLAS DE BUENA VECINDAD

Buscar las mejores condiciones de integración territorial en las intervenciones de edificación sobre el medio rural, como concepto global de actuación, implica también el mantenimiento del equilibrio funcional preexistente, incidiendo lo menos posible en la obstrucción de vistas o en la exposición solar del resto de las viviendas ya construidas.

La edificación de una nueva vivienda en el interior o en la proximidad de un asentamiento ya exis-tente, transformando una parcela agraria hasta entonces no construida, siempre debe ser entendi-da dentro de unas pautas generales que procuren una implantación territorialmente bien encajada y que reduzca al mínimo las interferencias en las visuales de las edificaciones adyacentes, evitando imponerse como una barrera frente a las vistas que tenían esas construcciones hacia el exterior o modificando las condiciones de exposición solar respecto a la situación previa.

El respeto de las reglas de buena vecindad entre construcciones y, por lo tanto, uno de los prin-cipios fundamentales que deben regir en la formulación de cualquier normativa de ordenación o planeamiento.

La implantación de las nuevas edificaciones (esquema de la parte superior), debe buscar posiciones que no interfieran con las vistas o con la exposición solar de las ya existentes y fundamentar su volumetría y locali-zación en las reglas de buena vecindad.

A la derecha, una única edificación implantada libremente en el interior de una parcela agraria queda confrontada con la es-tructura volumétrica del núcleo rural consolidado, pasando a constituir un elemento singular en el conjunto, algo que debe evitar la nueva edificación en el entorno de asentamientos de valor, siendo siempre precisa una analogía respecto a las refe-rencias volumétricas que proporciona la agregación existente.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

211

6.2

6.2.8. BUSCAR LA BUENA ORIENTACIÓN Y LA SOSTENIBILIDAD ENERGÉTICASiempre ha sido una pauta fundamental en la localización de los asentamientos rurales tradicionales, con vinculaciones y condicionantes bien diversos conforme con las distintas áreas climáticas y paisajísticas.

El estudio particularizado de cada ámbito territorial en los respectivos planeamientos debe llevar a iden-tificar esas estrategias de adaptación ambiental específicas y, como consecuencia, determinar los en-tornos más adecuados para la implantación de las nuevas viviendas, cuando así se precise. De forma complementaria, el planeamiento habrá de excluir, respecto a la posibilidad de edificar, aquellos ámbitos que siempre fueron evitados en la evolución del asentamiento tradicional debido a sus características ambientales o de orientación desfavorable.

a- Las ventajas de la orientación sur y de la planta estrecha y alargada

Buscar la exposición hacia el sur o sureste de una de las fachadas de la edificación proporciona una adecuada orientación para aprovechar las ventajas de la energía solar pasiva, de la que existen ya ante-cedentes en la arquitectura popular (corredores, solanas, galerías).

La utilización de mayores superficies de vidrio en ese frente y una menor distribución de los huecos en la cara opuesta o incluso buscar el soterramiento parcial de la planta son también estrategias ya presentes en los modelos de implantación de la edificación tradicional.

Complementar el entorno de la edificación aproximándose a grupos de arbolado de tipo caducifolio ya existentes y de cierto porte, o también disponiendo una plantación a tales efectos (proporcionando som-bra en verano y facilitando el calentamiento solar en invierno) además de contribuir a una mejor integra-ción de la nueva edificación, incrementa las ventajas del aprovechamiento de la energía solar pasiva.

b- Aprovechamiento de energías alternativas y sostenibilidad ambiental

Reducir la huella energética de la edificación en el medio rural tiene también una relación directa con la transformación de los procesos recientes de dispersión en el territorio, buscando la compacidad y el crecimiento en el entorno inmediato de los núcleos, preferentemente con densidades de ocupación del suelo semejantes a las de las agregaciones tradicionales de cada zona, evitando multiplicar el coste de implantación de las instalaciones y servicios urbanísticos.

Buscar la sostenibilidad de la vivienda rural supone no solamente recurrir a las técnicas del aprovecha-miento solar pasivo, sino incorporar otras estrategias, como puede ser la utilización de la geotermia en algunas zonas, favorecer los procedimientos de filtrado y recuperación del agua de lluvia y, sobre todo, hacer uso de las nuevas técnicas de tratamiento de los vertidos mediante depuración aeróbica biológica en forma de mini estaciones prefabricadas que pueden resolver también, de manera centralizada, las carencias conjuntas de todo un núcleo.

La disposición de paneles solares, en sus distintas variantes, exige determinaciones reguladoras es-pecíficas en el planeamiento del medio rural, sobre todo cuando se trata de favorecer la protección de los valores de la edificación histórica o tradicional, estableciendo, a esos efectos, cautelas respecto a la habitual implantación en las cubiertas, ya que, en muchos núcleos, constituyen un elemento visual con semejante fuerza, o incidencia en el conjunto, que las propias fachadas de la edificación.

Además de desarrollar proporciones que tienen, casi siem-pre, un mejor encaje territorial respecto a las propias de la edificación tradicional, la planta estrecha y alargada, con una profundidad óptima alrededor de los seis o siete metros, se beneficia de las ventajas de captación de la energía solar pasiva, respecto a la planta compacta de doble crujía, cuan-do queda orientada con una de sus fachadas longitudinales hacia el sur (con variaciones de inclinación admisibles hacia naciente o poniente) incrementando el nivel de iluminación natural de las estancias y suponiendo un ahorro en calefac-ción o electricidad.La cara norte de la edificación, con menor apertura de hue-cos, puede reservarse a una franja de espacios de servicio.

212

6.2

En el esquema de la parte inferior, el uso del arbolado de tipo caducifolio en combinación con la planta poco profunda orientada hacia el sur como estrategia de acondicionamien-to ambiental y ahorro energético.

La vegetación proporciona sombra a las aperturas en verano y facilita el calentamien-to (aprovechamiento del efecto invernadero con grandes paños de vidrio) en el invierno.

En este esquema se muestra la utiliza-ción de una volumetría simple y de un muro de piedra como garantes del ancla-je de una nueva edificación respecto al terreno en el caso de la casa Seara en Corrubedo (arquitecto Iago Seara).Tal y como se describe más adelante, un adecuado cierre de parcela asegura una mejor integración de la edificación en el entorno rural.

En general, la edificación deberá incorpo-rarse al paisaje y en el territorio rural sin provocar una ruptura de la unidad ambien-tal previamente existente, encajándose con naturalidad en el terreno y buscando las pautas de protección y abrigo climático características de la edificación tradicional.

En este sentido, resulta fundamental el mantenimiento de los elementos de interés que conforman el terreno en el que habrá de implantarse la edificación, en particular, todos aquellos que dejan su impronta en el paisaje, como pueden ser los bancales, mu-ros de piedra, setos o el arbolado existente.

c- Las estrategias de la edificación sostenible

Aprovechar la radiación solar para incrementar la luminosidad de las estancias principales de la vivienda y el confort térmico de las mismas o implantarse en armonía con el paisaje, sin grandes transformaciones sobre el terreno natural, son intervenciones fundamentales para conseguir la sostenibilidad de las nuevas edificaciones.

Como estrategias principales que apoyan estas intervenciones sostenibles pueden determinarse las siguientes:

• Reducir al mínimo las emisiones de CO2 y de cualquier tipo de contaminación, tanto durante la fase de construcción, como en la vida útil de la edificación.

• Favorecer el ahorro energético mediante el aprovechamiento de la energía solar pasiva y buscando la mejor orientación e implantación posibles en el propio terreno.

• Protegerse de los temporales o de los vientos dominantes mediante elementos naturales o la propia orografía.

• Anticipar, mediante el planeamiento la implantación más económica y racional de los servi-cios.

• Aprovechar las posibilidades de las energías renovables conforme a las potencialidades del lugar.

• Preservar el ciclo del agua, en particular, mediante la aplicación de técnicas de depuración biológica.

• Emplear en la construcción recursos y materiales naturales o propios de la zona en la que se implanta la edificación.

• Reducir al mínimo los impactos ambientales y sobre la flora y fauna del ámbito, manteniendo los valores rurales presentes en cada área.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

1

2

34

A

B

CD

E

HABITUAL ACONDICIONAMENTO ACTUAL A EVITAR

ANTIGO ACONDICIONAMENTO RURAL DE PARCELA

NO

213

6.2

6.2.9. ACONDICIONAMIENTO DE LA PARCELA EDIFICADA

En la antigua estructura del medio rural gallego, la fun-cionalidad de los espacios vacíos adyacentes a la edifi-cación de vivienda, e incluso su dimensión (o incluso la inexistencia de los mismos en el caso de núcleos muy compactos de la montaña o del interior de la provincia de Ourense, por ejemplo) varían notablemente de unas áreas a otras. En cualquier caso, el acondicionamien-to de la totalidad de la parcela edificada, siempre tuvo una finalidad utilitaria estrechamente vinculada al propio aprovechamiento agropecuario que, por añadidura, y a partir del uso de los materiales locales, de las tecnologías tradicionales de construcción o mediante la articulación espacial que busca la disposición en ella de un variado conjunto de edificaciones auxiliares, va a conseguir una integración natural en la continuidad del paisaje.

Por el contrario, el propio hecho de que el planeamiento determine, como práctica común, el establecimiento de una parcela mínima para poder edificar a partir de tipo-logías de vivienda aislada, da lugar a la implantación de las nuevas construcciones sobre lotes agrícolas, en un proceso de transformación del suelo que no siempre in-corpora estrategias de armonización respecto a las carac-terísticas del medio rural preexistente.

El habitual traslado de modelos de edificación urbanos o suburbanos al entorno de los núcleos rurales, ha incidido ya fuertemente en la pérdida de carácter y en el deterioro ambiental de muchos asentamientos de un gran valor.

Respecto a esta circunstancia, incluso una edificación que presenta elementos formales o volumétricos de difícil incorporación en el medio rural, puede aminorar mucho su impacto territorial si se acompaña de un acondiciona-miento adecuado de su propio entorno y de los límites de la parcela.

En los esquemas que se adjuntan, se muestra el contraste existente entre la antigua ocupación agraria de la parce-la edificada (parte superior, a partir de una interpretación de la situación descrita en el libro “Bamiro, un estudo do hábitat rural galego” de X. M. Lema Suárez) y la habitual implantación actual de las nuevas viviendas (abajo).

La pérdida del carácter rural y el impacto visual de la nue-va edificación depende, generalmente, de la aplicación de modelos de implantación y acondicionamiento de la par-cela de tipo urbano o suburbano totalmente ajenos a la configuración del medio rural.

En el antiguo acondicionamiento rural de la parcela del esquema destaca la continuidad material de la piedra (1) como frente de relación con el camino (cierre o edi-ficación), la articulación del espacio vacío mediante las construcciones (2), el predominio de la cobertura vegetal y de los cultivos (3) o la plantación de especies locales de arbolado (4) ya sean frutales u otras variedades de utilidad en el campo.

En el caso de los habituales acondicionamientos de par-cela actuales, conforme a modelos suburbanos (esquema de la parte inferior) la precaria integración en el medio ru-ral preexistente, suele responder a los siguientes errores comunes:

Formación de cierres de parcela sin continuidad (A) retran-queados y con materiales ajenos o soluciones de diseño caprichosas, edificación con una fuerte impronta en el terreno y con una compleja e individualista configuración volumétrica, libremente situada en medio de la parcela (B)predominio superficial de pavimentos duros y accesos de vehículos (C),utilización de especies de arbolado de varie-dades exóticas o incluso diseños de jardinería excesiva-mente formalizados (D), implantaciones poco adecuadas, o mal integradas, de nuevas funciones propias de los es-pacios de ocio como elementos focales en el interior de la parcela (E).

214

6.2

El tratamiento integrador del entorno de la nueva edificación, aún cuando depende también de determinaciones más específicas para las distintas áreas paisajísticas, debe contemplar, en lo que se refiere al acondicionamiento de la parcela, los siguientes aspectos:

a- Tratamiento de jardinería

Como norma general, deberá tener un carácter ligero y poco formalizado, evitando soluciones muy elaboradas u ornamentales y propias de la edificación singular o del medio urbano. Deberán fomentarse las superficies de prado frente a otras soluciones de jardinería.

El arbolado deberá ser utilizado con la finalidad de aminorar el impacto visual de la nueva edifica-ción y armonizando con la continuidad de las masas de vegetación ya existentes.

Deberán evitarse plantaciones o arbolado de variedades exóticas, ya sea de forma aislada o en grupos, incorporando como complemento de la edificación un muestrario de plantas que encuentre su referencia en las especies locales presentes en el propio entorno del núcleo.

Los elementos de iluminación o mobiliario utilizados en el acondicionamiento de la parcela deberán ser poco aparentes y con diseños de una gran simplicidad. Se buscará siempre un tratamiento de mínimos, evitando toda profusión o exceso.

b- Cierres de parcela

Los muros de delimitación de la propiedad estructuran el territorio en el medio rural y delimitan no solo los espacios privados respecto a las calles o demás servidumbres, sino que, a veces, contribuyen al modelado del terreno. Por su valor material, los cierres de piedra, característicos de esa estructura agraria tradicional, deberán mantenerse, haciendo que prevalezca su conservación frente a la tan común rectificación de alineaciones propia de la mayor parte del planeamiento que se hace en el medio rural, siempre a unas escalas ajenas al detalle y a la puesta en valor de ese tipo de elementos construidos.

La conservación de un muro de piedra perimetral ya existente, o incluso de antiguos setos, favore-cerá la integración ambiental de una nueva construcción que ocupe el interior de la parcela. Cuando se complete o haga de nuevo un muro de piedra como cierre de parcela, habrán de emplearse las variedades litológicas y el tipo de aparejo características de la edificación tradicional del entorno. Deberán evitarse los tipos de piedra ajenos y que produzcan un contraste de textura y tonalidad con los propios de la zona (utilización de perpiaños de tonos grises o rosas en ámbitos característicos de los esquistos, por ejemplo).

Aún cuando la adecuación ambiental de los cierres de parcela de otros materiales dependerá siem-pre de regulaciones locales específicas y de mayor detalle, en general, habrán de evitarse los bloques prefabricados o el ladrillo sin enlucir o soluciones singulares demasiado elaboradas.

Cuando sea admitida la formación de cierres con una parte inferior de fábrica y otra más ligera hasta determinada altura, deberá asegurarse una cierta uniformidad en la ocupación en altura de cada uno de los tramos de calle, así como en edificaciones colindantes. En caso de admitirse

enrejados metálicos como cierre de parcela, se procurará que tengan la mayor sencillez de líneas y simplicidad de diseño, evitando soluciones imitativas de antiguos motivos ornamentales de forja o fundición.

Este mismo criterio habrá de regir para la formación de portales de entrada a la propiedad, que deberán inspirarse, en su diseño, en los portales existentes en la edificación tradicional, evitando la habitual singularización de los nuevos accesos (columnas laterales coronadas por figuras, puer-tas metálicas ornamentadas, arcos de ingreso, etc.) o, en general, cualquier tipo de formalización suburbana hecha con materiales ajenos o fuera de contexto por su textura y tonalidad. Lo mismo que en el caso de los muros de piedra, se buscará siempre el mantenimiento y la recuperación de los antiguos portales existentes antes que su sustitución.

Muchas veces, un simple seto, con malla metálica oculta por el interior, constituirá un cierre ade-cuado para una parcela edificada. En esos casos, los setos habrán de formarse con especies ve-getales características del lugar. La integración en las tonalidades y variedad ecológica de la zona se conseguirá aún mejor en el caso de que se combinen, en la plantación, variedades de arbustos o árboles distintas de modo informal.

En cualquier caso, se evitará la formación de setos de tuyas o cupresáceas, ajenas al medio rural, talladas geométricamente, conforme a patrones propios de la edificación urbana o suburbana.

c- Pavimentación y ordenación interior

Una de las circunstancias que más determinan la integración, o no, de una nueva edificación en el medio rural de su entorno, es la incidencia visual que tienen en el conjunto de la parcela el acondicionamiento de los accesos o circulaciones de vehículos hasta los garajes o zonas de es-tacionamiento.

Como criterio general, habrá de reducirse al mínimo la ocupación de las superficies de pavimentos duros en el interior de la parcela (existen soluciones de pavimentación que permiten el paso de vehículos al mismo tiempo que el crecimiento de hierba en los intersticios) o la utilización de ma-teriales con tonalidades o acabados poco adecuados (losetas prefabricadas, hormigón estampado coloreado, asfalto, etc.).

La disminución del desarrollo lineal de las circulaciones de acceso de vehículos en el interior de la parcela dependerá, muchas veces, de una localización racional de los garajes o las áreas de estacionamiento respecto a la calle o servidumbre de entrada e incluso de la propia topografía del emplazamiento. En este sentido, habrán de evitarse recorridos internos que obliguen a importantes desmontes o rellenos y muros de contención aparentes.

Conviene que el espacio destinado a los vehículos no forme amplias zonas extendidas ante la fachada principal o visibles desde la calle o camino de acceso, siendo preferible su localización en la parte posterior y ocultas por el propio volumen edificado.

El aprovechamiento de los espacios vacíos en el entorno de la edificación deberá evitar, así mismo, la extensión de superficies de pavimentación dura, procurando un tratamiento naturalizado predo-minante y sin ejes, simetrías o formalizaciones excesivas.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

NO

NO

SI

215

6.2

En estos esquemas, expresión de los criterios de emplazamiento de una nueva vivienda reduciendo al mínimo la extensión de los pavimentos duros destinados a la circulación interna de vehículos buscando la mejor relación posible respecto a los accesos a la propia parcela a edificar, evitando la habitual implantación libre y siste-mática en medio de la parcela como solución.

d- Espacios de ocio

Cada vez más, la vivienda en el rural viene siendo complementada con espacios de ocio en el interior de la parcela (muchas veces obligados por su propio uso o funcionalidad, como en el caso del turismo rural) que son característicos de la edificación unifamiliar de tipo suburbano (piscinas, áreas de juego, cenadores, etc.). El criterio general para desarrollar y ordenar este tipo de espacios en el interior de la parcela siempre será el de minimizar su visibilidad, así como evitar la confrontación con el carácter rural del entorno.

En ese sentido, habrá de evitarse su disposición como elementos dominantes en el primer plano de visión del conjunto edificado.Del mismo modo, se buscarán soluciones de diseño que no destaquen por su singularidad o por remitir, en su imagen, a modelos propios de la edificación urbana o suburbana.

En el caso de las piscinas, uno de los elementos que más se revelan como fuera de lugar en el contexto de la edificación rural, conviene establecer como referencia formal la de los tradicionales tanques o balsas de riego existentes en el medio rural.

A tales efectos, deberán emplearse acabados de fondo en colores verdosas o grises, evitando el azul habitual y prestando especial atención al acondicionamiento del entorno del vaso, con tratamientos de pavimentación ligeros en forma de prado o que no formen amplias superficies duras, favoreciendo siempre el uso de la piedra o la madera y la cobertura vegetal.

Lo mismo que en el caso de las piscinas, las zonas de juegos, comedores a aire libre y otras instalación semejantes se llevarán también hacia la parte trasera de la edificación, amparadas por la fachada principal, evitando su visibilidad directa como parte del frente hacia el espacio público o de acceso y procurando que no incidan focalmente en la percepción de lejos o de conjunto respecto a las visuales generales que se abran sobre el núcleo.

6.2.10. RECONSTRUCCIONES Y AMPLIACIONES DE LA EDIFICA-CIÓN TRADICIONAL: CRITERIOS VOLUMÉTRICOS

La edificación tradicional presenta, con frecuencia, una capacidad superficial interior muy reducida res-pecto a las necesidades de un programa mínimo de vivienda conforme con los estándares actuales. Esta circunstancia obliga, generalmente, y cuando la capacidad de la parcela así lo permite, a una rehabilitación por ampliación, incrementando su superficie útil.

Este tipo de intervenciones, llevadas a cabo casi sin ningún tipo de limitación que no sean los propios parámetros de edificabilidad máxima legal, en cada caso, ha dado lugar a un evidente deterioro de la edificación tradicional e incluso a una completa pérdida de los valores ambientales de muchos núcleos de interés. La adopción de determinados principios y criterios reguladores, ya sea en el planeamiento general o en las ordenaciones de detalle (ordenanzas específicas de volumetría y alzados para cada edificación existente o prevista) a establecer para los núcleos de valor, puede asegurar en el futuro el mantenimiento de las características de unidad territorial de la arquitectura popular y ayudar a promover la puesta en valor del medio rural.

Cualquier actuación en ese sentido, además de precisar de un análisis en detalle para cada una de las áreas o subzonas paisajísticas caracterizadas por los valores diferenciados de su arquitectura tradicional,

216

6.2

deberá tener en cuenta una serie de principios generales de intervención orientados a la preserva-ción de los valores ambientales de cada núcleo, favoreciendo, al mismo tiempo, la revitalización de sus estructuras construidas, de modo que el hecho de conseguir unas mejores condiciones de con-fort o habitabilidad, no suponga la pérdida de las características y singularidades de la edificación preexistente y permitan una convivencia en armonía entre lo nuevo y lo viejo. Estos crecimientos o ampliaciones de un volumen existente lograrán una mejor integración cuanto mayor sea la calidad del propio diseño y más sensibles sean respecto a las invariantes presentes en la propia arquitec-tura tradicional.

La rehabilitación con ampliación puede reproducir con fidelidad las soluciones tradicionales o esta-blecer un diálogo entre las nuevas formalizaciones y las preexistencias, no excluyendo la posibili-dad de una aproximación en la que se incorporen nuevas formas o materiales. En el primer caso, la reproducción de las técnicas y materiales característicos de la edificación tradicional, con un tratamiento erudito de la conformación final del conjunto, no debe ser confundida con el tratamiento imitativo y superficial respecto a determinados elementos de composición, que acaban por ser simples pastiches de muy difícil integración y del que el amplio muestrario de ejemplos habituales de este tipo de soluciones, ya existente en un gran número de núcleos, evidencia los riesgos de la vulgarización de este criterio.

Establecer referencias respecto a las cualidades del patrimonio y el paisaje del medio rural, en los añadidos o en la nueva edificación, exige siempre tener en cuenta los patrones de implantación existentes, la volumetría de la edificación tradicional, sus proporciones, elementos compositivos, etc., que pueden ser recogidos a partir de una interpretación contemporánea de los mismos.

a- Recuperar la huella de la edificación originaria

En ocasiones, la rehabilitación de la edificación tradicional va a producirse cuando ya no quedan de la construcción originaria sino ruinas y en un estado que no permite adivinar siquiera cuales hubieran sido su apariencia volumétrica y su formalización completa.

Aún en estos casos, la presencia de los basamentos o del arranque de los muros, la lectura del perímetro o el contraste con las fotos aéreas del vuelo americano del año 1956, siempre aportarán datos acerca de la huella en el terreno de la edificación originaria y, por lo tanto, establecerán una imagen de la proporción en planta de la construcción y sus relaciones respecto al resto del núcleo rural.

Como norma general, cuanto más se aproxime la ocupación de la nueva edificación a esa huella en planta de la construcción originaria, mayores serán las garantías de integración final respecto al conjunto preexistente.

El reciclaje de las preexistencias y su incorporación a la nueva edificación también ayudará a facilitar la integración ambiental de la misma. A ese respecto, cualquiera que sea el grado de de-terioro de la construcción originaria, siempre será posible incorporar restos de los muros de piedra existentes o recoger el inicio de los mismos como apoyo de la reconstrucción.

Arriba, casa Baltanás, en Paderne (Lugo) de Carlos Quintáns, donde sobre el arranque de los muros de mampostería preexistentes de un an-tiguo pajar, y previo derribo de una posterior construcción fuera de con-texto que los completaba, se edifica una nueva vivienda que recupera la huella en planta y la referencia volumétrica respecto al resto del núcleo.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

0 5 10

217

6.2

b- Restringir las elevaciones o remontes en alturaAún cuando la ampliación de la edificación mediante la elevación en altura suele ser una de las al-ternativas más habituales para incrementar su superficie útil, la edificación tradicional no admite con facilidad ese tipo de intervención. Las proporciones y la escala contenida o incluso el tipo de huecos y los materiales utilizados, conforman ese tipo de construcciones como volumetrías ya rematadas, don-de cualquier mínimo remonte sobre la estructura ya existente hace que pierda su anterior valor visual.

La línea de cubiertas conforma, muchas veces, el primer elemento de percepción o de lectura lejana de un asentamiento rural, por lo que la responsabilidad del mantenimiento de su silueta y de la propia integración territorial en el medio natural, depende de la no alteración, en general, de la altura de las edificaciones o también del control de la formalización y volumetría de las cubiertas. Las implicaciones en la conformación de la estructura de soporte de las mismas de cualquier mínimo incremento por en-cima de la línea de coronación de las fachadas hace que este tipo de intervenciones no sean después fácilmente reversibles.Por eso resulta necesario regular y limitar el crecimiento en altura de la edificación tradicional mediante los mecanismos más adecuados en cada caso. En el planeamiento de carácter general, estableciendo medidas de protección sobre la edificación doméstica de valor ambiental que conforma los núcleos, con normas que eviten remontes inadecuados y restrinjan las posibilidades de crecimiento en altura y, en el caso de las ordenaciones en detalle, estableciendo ordenanzas de tipo gráfico en las que se definan, con referencias claras respecto a la realidad construida, los límites volumétricos de la edifica-ción de forma pormenorizada.

c- Adaptarse al contenedor existenteEncajar un programa actual de vivienda en el interior del contenedor que constituye la antigua edi-ficación que se quiere rehabilitar siempre resulta la alternativa que provoca menores conflictos de integración.Muchas veces, sacar partido de la capacidad interna de la edificación tradicional, sin modificar su volumetría y no exigiendo más demandas de superficie útil que las ofrecidas por ese volumen ini-cial, puede resolver las necesidades de confort y mejora de habitabilidad de una vivienda actual sin necesitar de otro tipo de intervenciones de transformación en la imagen exterior de la construcción preexistente, no excluyendo soluciones específicas que confieran una cierta flexibilidad al propio pro-grama de las estancias.La posibilidad de reutilización de ciertas edificaciones tradicionales que incorporaban, como espacios anexos a la vivienda, un conjunto diverso de antiguas construcciones auxiliares (cuadras, pajares, cobertizos, bodegas, etc.) permite, en ciertos casos, incrementar la superficie del programa residencial mediante el simple enlace funcional entre esas dependencias accesorias como parte de la superficie residencial.La rehabilitación ligera, manteniendo la volumetría y los muros de carga de la construcción preexisten-te y adecuando las condiciones de habitabilidad interna respecto a los estándares de vivienda actuales (incorporación de servicios higiénicos o instalaciones, recuperación estructural, mejora del aislamiento y de las condiciones higrotérmicas de muros o cubierta, reparación de suelos y forjados, recuperación de carpinterías, etc.) resulta siempre una alternativa que, al mantener la apariencia externa de la edi-ficación, asegura la viabilidad y la integración ambiental de la nueva intervención.

En la parte superior, planta baja y de piso de la casa de Castro en Sulago (Vila de Cruces) de Carlos Almuíña, ejemplo de adaptación de un programa renovado de vivienda al interior de un contenedor de arquitectura tradicional existente, sin modificaciones apreciables en la volumetría ni en la imagen ex-terior del conjunto.

218

6.2

d- Ampliar por prolongación o analogía volumétrica respecto a lo existente

Incluso las ampliaciones de dimensión muy reducida, enfrentadas visualmente a una edificación tradicio-nal, pueden suponer una grave alteración del conjunto y un deterioro irreversible de su imagen.

Cualquier tipo de ampliación deberá plantearse a partir de un análisis de la volumetría de la edificación preexistente, estableciendo criterios lógicos de crecimiento, conforme a la prolongación de ese volumen, sin que tal transformación suponga el menoscabo o la pérdida de representatividad en el conjunto de la edificación tradicional que se mantiene. En ese sentido, el planeamiento podrá incorporar las pautas de ampliación admitidas para cada tipología específica de la edificación tradicional de un área paisajística determinada, teniendo en cuenta la variada casuística que, dependiendo de las zonas, presenta la arqui-tectura popular.

De cualquier modo, siempre será aconsejable que la extensión y volumetría de la ampliación se incorpore con naturalidad, manteniendo una cierta articulación de volúmenes y, sobre todo, sin modificar los criterios tradicionales de ocupación en planta o formación de cubiertas (pendientes, acabados, tonalidades, etc.).

La búsqueda de esta analogía volumétrica respecto a la edificación previamente existente puede mate-rializarse siguiendo las líneas que la definen, como prolongación de la misma (manteniendo la referencia del volumen inicial y creciendo en continuidad con él, repitiendo la solución con materiales semejantes y buscando una cierta unidad del conjunto construido) o bien establecer un diálogo de complementariedad entre lo nuevo y lo viejo, diferenciando con claridad el añadido contemporáneo respecto a la preexistencia que se mantiene.

Ya sea mediante el contraste o la complementariedad, las formalizaciones y los materiales de acabado, deberán ser escogidos con criterio, procurando afinidades en texturas, colores o cualidades de inte-gración, con la finalidad de evidenciar ese diálogo entre el volumen inicial y su ampliación conforme a técnicas actuales.

La estrecha vinculación existente entre una ampliación y el contexto de lo ya existente obliga a establecer relaciones de implantación, no solamente respecto a la antigua edificación, sino también con las condicio-nes de contorno de la misma y con la imagen global del núcleo.

Muchas veces, la disposición de una pieza o volumen de transición entre la edificación tradicional que se mantiene y la ampliación contemporánea, facilita la vinculación entre ambas.

Este tipo de solución puede favorecer también la separación entre configuraciones estructurales que no siempre tienen una continuidad evidente ni un funcionamiento solidario.

En los esquemas de la derecha, un ejemplo de ampliación de una edificación tradi-cional mediante un nuevo cuerpo añadido, como analogía volumétrica de lo ya exis-tente, repitiendo las pautas de implantación en el terreno, orientación de la planta o configuración de las cubiertas, conforme a un modelo de integración que facilita la disposición de un elemento de transición entre los dos volúmenes análogos.Casa X2 en Barro, obra del estudio MMASA (Patricia Muñiz y Luciano G. Alfaya). En la parte superior, incorporación al paisaje y debajo, vista más próxima de la articulación entre el nuevo volumen y la antigua edificación que se mantiene.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

219

6.3

6.3. FORMALIZACIÓN Y COMPOSICIÓN DE LA EDIFICACIÓN

Las nuevas edificaciones, o incluso la reforma de las existentes, en el medio rural gallego han segui-do, generalmente, unos criterios de total libertad formal y volumétrica que resaltan la individualidad de cada intervención sin seguir ningún tipo de criterio integrador o de armonización aún cuando el paisaje rural estuviese, de inicio, fuertemente caracterizado por la adaptación al medio de la mayor parte de los asentamientos, con una imagen y silueta bien definidas.

A veces, la inclusión de una única nueva construcción en un núcleo rural de valor, ha significado un deterioro irreversible para todo el conjunto, simplemente por no haber atendido a unos mínimos condicionantes de formalización y composición de la edificación.

Generalmente, incluso en aquellos ámbitos con planeamiento actualizado, no existe ningún tipo de criterio regulador de detalle en este sentido y, las ordenanzas de edificación, se limitan a traducir casi literalmente lo establecido por la legislación urbanística de rango superior, haciendo referencia solamente a determinaciones genéricas y de una gran vaguedad o indefinición.

Debido a la diversidad y variedad morfológica de las agregaciones rurales de valor y a las característi-cas bien diferentes que presenta la edificación tradicional en unas u otras áreas específicas (materia-les de muros y cubiertas, asociación de volúmenes, etc.) en esta guía no pueden establecerse tampo-co las necesarias determinaciones de detalle que deberían regir esos criterios de armonización de las nuevas construcciones o reforma de las existentes, limitándose a apuntar solamente especificaciones de tipo genérico, resaltando la necesidad de una elaboración de normativas locales para las distintas subzonas paisajísticas de relativa homogeneidad existentes en el territorio rural y, fundamentalmente, incidir en el tratamiento de detalle (no solamente en las ordenanzas formales o compositivas) como única alternativa eficaz en la ordenación e intervención sobre los núcleos rurales de valor.

Se trata, por lo tanto, de señalar de forma global, las deficiencias más comunes o que más han inci-dido en la pérdida de calidad visual y ambiental de los núcleos de interés para apuntar los aspectos que debe, ineludiblemente, afrontar cualquier regulación en detalle de estos ámbitos.

En general, y aún cuando resulte reiterativo, los nuevos diseños, sin renunciar a la expresión de su contemporaneidad, deberán apoyarse en las características más significativas de la edificación tradicional, es decir, la sobriedad y simplicidad de formas y volúmenes, el equilibrio y proporción en la composición de vanos y macizos, la restricción de elementos accesorios en las fachadas, la referencia respecto a las cualidades cromáticas o de textura de los materiales locales, la inexistencia de soluciones ornamentales añadidas... Por el contrario, cualquier forma o volumen de geometría compleja y con múltiples aditamentos (porches, arcos, cuerpos volados cerrados, resaltos en las cubiertas, mansardas, etc.) desproporcionada, con materiales o acabados ajenos y de poca calidad, siempre remitirá, en su imagen, a soluciones urbanas o suburbanas de muy difícil armonización e integración en el paisaje rural.

Aún cuando resulte también un camino válido para integrar las nuevas construcciones en caso de hacerse respetando las técnicas y oficios tradicionales, no se trata de repetir o imitar las antiguas construcciones, sino de interpretar sus valores e identidad en las nuevas.

a- Cubiertas

La cubierta será, generalmente, el elemento más visible desde lejos de las agregaciones rurales, sobresa-liendo por encima de la cobertura vegetal de su entorno y marcando tanto la silueta de los núcleos, como su enlace con el resto del paisaje agrario. Por ese motivo, cualquier elemento emergente o discordante, que se alce por encima del plano de las cubiertas, provocará un notable impacto visual en el conjunto del asentamiento rural.

En su configuración, las cubiertas de la edificación tradicional de los núcleos han sido siempre un componen-te cromático y geométrico fundamental, que vincula la construcción respecto al paisaje en que se asienta, tanto por la adaptación a circunstancias climáticas o ambientales diferenciadas, como por utilizar, en esa edificación tradicional, materiales arraigados en la historia y tecnología del lugar o procedentes, en algunos casos, de la propia composición litológica del enclave.

En el intento de ganar superficie útil o vividera, el aprovechamiento del espacio bajo cubierta se ha vuelto uno de los aspectos que más desfiguran la volumetría de las nuevas construcciones o incluso de los añadidos o reestructuraciones de las edificaciones tradicionales existentes. La prohibición de formar quiebros en las líneas de pendiente de las cubiertas en el medio rural, para evitar la formación de tejados en mansarda o buhardillas de todo tipo (en este último caso, salvo cuando las morfologías que son habituales en la edifi-cación tradicional de algunas zonas presenta tal solución) por la legislación urbanística de rango superior (reconduciendo así muchas ordenanzas locales que, por el contrario, las habían admitido sin restricciones) llegó ya demasiado tarde para resolver situaciones de hecho que han afectado muy negativamente a núcleos de valor.

En este sentido, en las regulaciones más específicas, la determinación de las características formales de las cubiertas adquiere una importancia capital. Las ordenanzas deberán contemplar incluso la posibilidad, o no, dependiendo de cada situación o ámbito concreto y de la incidencia visual de las cubiertas en la imagen de conjunto, de la instalación puntual de ventanas o aperturas de iluminación en la pendiente de los faldones, que en muchos casos, pueden no ser admisibles (es el caso de los tejados de la edificación tradicional for-mados con grandes lajas irregulares de pizarra, en los que la aparición de este tipo de elementos puntuales puede romper la armonía y uniformidad del conjunto de las cubiertas, considerado como la fachada más aparente de este tipo de núcleos, por ejemplo).

Habrá de buscarse siempre la relación precisa respecto a la geometría, inclinación de pendientes y alineación de cumbreras que caracterizan a cada zona o ámbito concreto de intervención, así como lograr una adecua-da integración de tonalidades y materiales de acabado. En particular, la expresión de la contemporaneidad de una nueva construcción, puede llevar incluso a no utilizar los materiales propios de la edificación tradicional del ámbito, pero siempre deberá asegurar la armonización cromática con esas cubiertas existentes.

En los casos de reparación, retejado o sustitución, parcial o total, de los materiales de cubrición existentes en una edificación tradicional, deberán establecerse mayores cautelas, siendo siempre recomendable recurrir a materiales de recuperación, procurando no alterar las tonalidades que marcan la configuración del conjun-to, en muchos casos, difíciles de igualar con nuevas piezas de cobertura. Agrupar los antiguos elementos recuperados y disponer los nuevos cubriendo enteramente alguno de los faldones, puede ser también una solución.

220

6.3

En algunos casos específicos, incluso una cubierta plana con un acabado mineral de la piedra local, o también vegetal, puede resultar más adecuada para el encaje en el terreno y mucho menos aparente o perturbadora en el conjunto de la silueta de un nú-cleo rural que el habitual tejado con pendiente (la inclinación de los faldones siempre dará lugar a una mayor altura total de los planos vistos de la edifi-cación).

En general, la adaptación a las pendientes propias del lugar, en el caso de la cubierta inclinada, habrá de exigir unas determinaciones locales específicas. El habitual límite normativo de 30º de pendiente y tres metros de altura máxima, puede resultar total-mente desproporcionado en las cercanías de un núcleo donde predomina la edificación de carácter tradicional, por ejemplo, en el caso de las cubiertas de grandes lajas de pizarra, con pendientes y alturas de cumbrera que, muchas veces, se sitúan muy por debajo de esos límites.

En las vistas de esta página, las cubiertas son, en general, el elemento más visible de lejos en la edificación rural, quedando las fachadas medio ocultas por la vegetación y determinan tanto la silueta de los núcleos, como su relación de integración respecto al paisaje agrario del entorno. Cualquier elemento discordante en altura, textura o tonalidad en el plano de percepción de las cubiertas resultará más aparente y redundará en un mayor deterioro visual del conjunto del asentamiento.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

221

6.3

b- Chimeneas, canalones y bajantes

Aún cuando las chimeneas adoptan configuraciones muy diversas y, a veces, específicas de determina-das áreas en la arquitectura tradicional, como en el resto de los elementos, una de sus características comunes suele ser la simplicidad y la funcionalidad de las soluciones. Por ese motivo, los conductos que en la nueva edificación sobresalen por encima de la cubierta (ahora ya no solo para la evacuación de humos, sino también de ventilación o aireación de locales y otras instalaciones) debe procurar una apariencia menor en el conjunto de la composición.

Como estrategias fundamentales, se buscará agrupar los distintos conductos en un número reducido de elementos salientes y se situarán esas salidas lo más cerca posible de la cumbrera, evitando cualquier desarrollo excesivo en vertical por encima de la pendiente del tejado. Habrá de evitarse, en cualquier caso y, fundamentalmente, en las renovaciones de construcciones tradicionales existentes, llevar los tiros de las chimeneas por la fachada, formando parte del acabado de ésta.

En el caso de los canalones y bajantes, como elementos propios de la formación de las cubiertas, habrá de tenerse en cuenta que son soluciones que no estaban presentes, de inicio, en la edificación tradicional que, generalmente, vertía directamente las aguas al terreno mediante un alero o un saliente de la primera línea de tejas o material de cobertura. De este modo, los canalones y bajantes de la nueva edificación o en la renovación de las existentes, de precisar dejarse vistos, deberán acabarse con materiales metáli-cos (cobre, zinc...) que entonen con el conjunto de la fachada, con secciones de geometría simple, sin moldurados ornamentales y buscando la mayor simplicidad en su trayectoria entre el alero y el punto de recogida.

c- Aleros, cornisas y salientes

Habitualmente, las cornisas son elementos de composición característicos de la edificación urbana, que solo suelen estar presentes en ciertos núcleos rurales mayores o más evolucionados en su agregado his-tórico, por lo que su regulación deberá tener en cuenta esa adscripción exclusiva a determinados lugares.

Por su parte, los aleros, como remate de los distintos tipos de cubierta, también han dado lugar a diversas soluciones locales o características de determinadas áreas de arquitectura tradicional. En cualquier caso, las soluciones de la nueva edificación habrán de tener en cuenta siempre l sobriedad y sencillez con que encajan estos elementos en el conjunto de la volumetría.

Habrá de evitarse siempre que el espesor del forjado de una nueva edificación acabe sobresaliendo en todo su espesor por fuera de la línea de remate en altura de las fachadas, principalmente en el caso de los muros testeros laterales, ya que ese tipo de soluciones otorgan a la volumetría de conjunto una complejidad propia de la edificación urbana pero ajena a la simplicidad con que suelen rematarse las construcciones rurales.

La formalización de salientes en la fachada debe, del mismo modo, regularse de forma muy restrictiva, por caracterizarse la edificación tradicional de ciertas zonas por una morfología casi totalmente plana en sus frentes. En cualquier caso, y como elementos puntuales en la composición, en caso de ser característicos en el ámbito, solamente se permitirán cuerpos volados específicamente regulados en sus dimensiones y siempre de constitución ligera (balcones o galerías) evitando el saliente de volúmenes cerrados que no tengan ese tipo de configuración.

En la parte inferior, simple volumetría y cubierta de la casa Baltanás, de Carlos Quintáns, ejemplo de cubierta con pizarra recuperando las caracte-rísticas de la tradición local pero con canalones ocultos, resaltando la simplicidad y discreción de la solución.La ejecución de elaboradas y complejas solucio-nes de aleros, canalones y bajantes (como solu-ción más habitual en la mayor parte de las nuevas edificaciones), por el contrario, suele dar lugar a situaciones fuera de contexto en vecindad con la edificación tradicional, por remitir a imagenes más propias del medio urbano.

222

6.3

d- Vanos y carpinterías

La apertura de vanos en la fachada siempre revela al exterior las necesidades y funcionalidad de los espacios internos. En el caso de la edificación rural tradicional, esta relación entre necesidades internas y apariencia de la fachada es mucho más directa que en las formalizaciones propias de la arquitectura de autor, dando lugar a esquemas más libres y poco jerarquizados en la disposición de los huecos. Esta circunstancia, generalmente, hace que sea siempre difícil disponer nuevas aperturas en una edificación tradicional existente y que deban establecerse ciertas cautelas específicas respecto a este tipo de intervenciones. Al mismo tiempo, cualquier actuación que contemple la convivencia con esas antiguas construcciones de una nueva edificación, habrá de exigir un análisis previo que justifique esa integración en vecindad.

Aún cuando, como en el caso de la regulación del resto de los elementos de composición de las nuevas edificaciones, o incluso en las intervenciones de reforma o rehabilitación de las existentes, siempre será preciso un mayor descenso al detalle y a las situaciones concretas de distintos entornos o núcleos rurales específicos, las dimensiones y proporciones de los vanos, deberán mantener la referencia res-pecto a las soluciones tradicionales, siendo siempre preferible que las aperturas sean de proporción cuadrada o rectangular vertical, subrayando el habitual predominio de los paños ciegos de fachada, en su extensión, respecto a la ocupación total de los huecos. Deberán, en general, evitarse los vanos de proporción rectangular apaisada, aún cuando, como en el caso de los grandes paños acristalados, siempre pueden ser integrados en la formalización de una nueva edificación o en ciertas renovaciones, a modo de elementos aislados o singulares, equilibrando la composición en el conjunto final de algunas de las fachadas.En la definición de las carpinterías se concentran, muchas veces, los únicos acentos de singularidad y color de la edificación tradicional, como contraste respecto a la naturaleza mineral o uniforme de las partes macizas de los muros exteriores.

Como consecuencia, además de ser recomendable la utilización de la madera en las carpinterías, ya sea en su color natural o pintada en alguno de los de referencia en cada asentamiento o lugar concreto, en armonía con las tonalidades propias de la zona, se podrán emplear otros materiales de acabado siempre que sean pintados en esos mismos colores y con ciertas cautelas que pueden llevar, en deter-minados casos, al mantenimiento de la madera como única solución admitida en la edificación antigua o de valor. En este sentido, habrán de evitarse, principalmente en la edificación antigua, las carpinterías de PVC o plásticas en general, que por su textura y apariencia, son de difícil asimilación en el contexto de la edificación tradicional.Las particiones de los vidrios de las carpinterías de la nueva edificación no tendrán porque imitar las de la construcción tradicional y, fundamentalmente en esta última, habrán de evitarse las particiones excesivas ajenas a las antiguas soluciones (más de tres o cuatro particiones por cada uno de los dos batientes) favoreciendo siempre la composición general de dominante vertical en las carpinterías. Aún cuando los acabados originales siempre mejoran la imagen de la antigua edificación, podrán admitirse otro tipo de soluciones de detalle a favor de una mayor proporción de los paños acristalados.

No se admitirán, en general, las persianas plásticas vistas en la edificación tradicional, siendo siempre recomendable recurrir a la habitual solución de contraventanas interiores que, además, contribuye a mejorar el comportamiento energético de los huecos de fachada.

En la parte superior, casa en Barro (Estudio MMASA). Expresión de contemporaneidad y referencias respecto a la edificación tradicional: composición no jerarquiza-da pero equilibrada, vanos de proporción cuadrada o rectangular vertical, predominio de la superficie maciza enmarcando las aperturas, simplicidad y sobriedad en la configuración de los huecos.La utilización de materiales y acabados de fachada contemporáneos pero atendiendo a la armonización de colores y texturas asegura una correcta integración y, al mismo tiempo, establece el distanciamiento respecto a la edificación antigua.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

223

6.3

e- Acabados de fachada y colores

El afán de singularidad que caracteriza las formalizaciones casi siempre individualizadas y ajenas al con-texto rural de una gran parte de las nuevas edificaciones que se asientan en el paisaje agrario, con un amplio muestrario de materiales de acabado e incluso colores de las tonalidades más diversas, supone, generalmente, una ruptura evidente respecto al encaje territorial de las antiguas construcciones rurales.

Aún cuando existen diferencias evidentes entre la caracterización de la edificación tradicional en las distintas áreas o subzonas paisajísticas o, en particular, entre la costa y el interior, en general, las refe-rencias de acabados, texturas y tonalidades de conjunto, vienen definidas por la configuración de sus fachadas y cubiertas.

En este sentido, la formalización de los paramentos exteriores con piedra local siempre será una ga-rantía de integración, siempre que sea empleada sin falsear su puesta en obra (como en el caso de los falsos chapados sobre mortero de agarre simulando mampostería) pero no tiene porque ser la única solución adecuada, dependiendo de los casos y situaciones concretas, para una correcta armonización de las nuevas construcciones.

Resulta imprescindible, en cualquier caso, verificar un análisis de los materiales y colores del entorno, siendo recomendable la elaboración (en el planeamiento o mediante regulaciones específicas) de car-tas de colores para distintos ámbitos homogéneos o núcleos de singular valor, diferenciando siempre los componentes de la paleta principal (fachadas y cubierta) y la secundaria (carpinterías, elementos salientes, enrejados).

Cuando la edificación rural era revestida por el exterior, utilizando el tradicional enlucido de cal (emplea-do como protección frente a la humedad de las fachadas de piedra por su cualidad de ser impermeable y, al mismo tiempo permitir el paso del vapor de agua y la respiración de las paredes) el resultado era el color blanco, en tonalidades variables pero siempre muy claras, sobre el que se resaltan los vanos, a veces cercados de cantería, y el color vivo o contrastado de las carpinterías.

Esta estrategia de emplear paramentos enlucidos y notas de color en las carpinterías para las nuevas construcciones, también resulta, en muchos casos, una adecuada integración en armonía con las edifi-caciones tradicionales del entorno pero, en cualquier caso, depende siempre del contexto conjunto del núcleo en que se emplaza.

Siempre un análisis específico proporciona criterios de acabados más adecuados respecto a cada ám-bito, por ejemplo, la utilización de tonos oscuros o incluso semejantes a los óxidos, puede ser adecuado para una nueva edificación en zonas de esquistos.

En general, siempre conviene materializar las fachadas con un criterio de discreción y sobriedad en el uso del color, y acentuar los tonos en las carpinterías o, en cualquier caso, evitar los colores pastel o muy saturados y ajenos respecto a los elementos naturales presentes en el paisaje agrario, que remiten a imágenes impropias, de la arquitectura foránea o marcadamente urbana. Del mismo modo, la utilización de más de dos tonos de fachada, en marcado contraste, también debe ser evitado.

Lo mismo que en el caso del color, la textura de las fachadas, cuando son revestidas y pintadas, también exige una adecuada armonización respecto a las soluciones habituales, siendo siempre preferibles los acabados lisos y sin relieves ornamentales.

El uso de la piedra local, con tecnologías constructivas actuales siempre garantiza una adecuada integración de las nuevas fachadas (en la parte inferior, albergue de peregrinos de Triacastela, de C. García Braña, G. de Pedro y F. J. Reboredo Chaves).La simplicidad volumétrica, la utilización de un reper-torio limitado de materiales, el contraste de las notas de color (solo en las carpinterías), la forma y propor-ción de los vanos, su relación respecto a la superficie de las partes macizas o los salientes de los planos li-sos de fachada, formados exclusivamente por cuerpos ligeros, remiten también a una referencia de continui-dad respecto a la edificación tradicional y aseguran la integración en el paisaje rural.

224

6.4

6.4. URBANIZACIÓN Y ACONDICIONAMIENTO DEL ESPACIO PÚBLICO

El espacio público en el medio rural, en su modernización y adaptación a nuevas exigencias de tránsito, ha sido tratado, incluso en muchos ámbitos de valor, como un elemento exclusivamente funcional y con solucio-nes convencionales, sin ningún tipo de calidad ambiental, aplicando criterios propios del acondicionamiento de áreas urbanas o estándares de urgencia a favor de un fácil mantenimiento o puesta en obra, o incluso determinando transformaciones irreversibles de modificación de alineaciones y configuración del viario interno en función de su servicio a la circulación rodada.

Tanto la propia configuración formal del espacio público en el interior de los núcleos rurales de valor (siempre orgánicamente adaptado a los condicionantes orográficos del asentamiento y recogiendo las variables de una larga evolución histórica) como la escala del tejido rural, exigen soluciones específicas para cada lugar, entendiendo su estructura y diferenciándose respecto al medio urbano mediante un acercamiento al detalle que resalte la importancia de la calidad de la urbanización en relación con las dimensiones reducidas y la escala propias del medio rural.

Recuperar la convivencia de los distintos usos que se dan en el espacio público y recuperar el valor del entorno mediante actuaciones de urbanización y acondicionamiento, tal como ya se viene haciendo en algunos casos de núcleos de interés, permite poner en valor el conjunto del patrimonio rural y alcanzar un cierto equilibrio entre el mantenimiento de una calidad ambiental evidente y los aspectos funcionales que desarrolla el viario o la estructura interna de los núcleos.

No se trata tanto de recoger el mimetismo de la superficie del terreno como prolongación de las fachadas en su configuración tradicional y repetir fórmulas de adecuación fundamentadas en la historia de esos núcleos, como de reinterpretar los materiales y texturas presentes en el lugar, característicos de cada entorno, con una simplicidad y discreción que permitan la incorporación armoniosa en el conjunto y, sobre todo, huir de los modelos estandarizados de configuración que identifican al medio urbano o suburbano.

6.4.1. EL VIARIO INTERNO

Siempre el medio rural está caracterizado por una escala y configuración del viario interno propias y que, en ocasiones, imponen fuertes limitaciones respecto a su simple transformación en una estructura de vínculo para la circulación rodada sin restricciones.

El acondicionamiento del viario interior debe ser sensible respecto a la diversa relación existente, en el medio rural, entre el espacio construido y el entorno agrario o natural y, fundamentalmente, abandonar la imagen habitual que tiende a formar secciones tipo características del tratamiento de carreteras o calles urbanas, con resaltos entre la calzada y la acera donde no siempre se precisan y recurriendo de forma sistemática a pavimentos bituminosos o de hormigón y losetas prefabricadas sin ningún tipo de criterio de integración, que acaban por desfigurar el interés ambiental de edificaciones o incluso de espacios públicos de valor.

Muchas veces, la irregularidad o estrechez del viario interno, la multiplicidad de usos que en el conviven (circulación rodada de turismos y maquinaria agrícola, peatones, visitantes, ciclistas, ganado o rebaños, etc.)

En los esquemas de la parte superior, ejemplos de algunas de las posibi-lidades de configuración espacial del viario interno en los núcleos rurales (recogida de aguas central, en los dos márgenes, mantenimiento de fran-jas vegetales al pie de los muros...).

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

225

6.4

obliga a evitar diferencias de nivel en la sección transversal que, incluso en el caso de verificar una posible fragmentación en los espacios de tránsito, puede resolverse a partir de la simple distinción de texturas o materiales, evitando el bordillo resaltado de la acera.

La configuración de la recogida de aguas pluviales en la superficie también puede determinar el carácter del espacio viario interior. En el caso de las secciones estrechas, la solución más simple siempre será con pendientes y canal en la parte central, pero valorando siempre la fragmentación visual que supone este tipo de tratamiento. Por el contrario, el doble canal (o solo en un lado mo-dificando la pendiente transversal), establecerá bandas de transición hacia las fachadas o el cierre del espacio público que pueden ser eficaces tanto para señalar ámbitos diversos de circulación eventual (rodada, de peatones) como para delimitar las superficies de uso privado o semipúblico que anteceden a los frentes edificados. En otros casos, la propia pendiente longitudinal existente hará más recomendable la disposición de franjas transversales de recogida que incluso pueden disimularse como simples hendiduras en un pavimento de piedra. De cualquier modo, el análisis previo del lugar, la topografía, las pendientes y la funcionalidad de las calles o caminos interiores, determinará la alternativa más adecuada para cada situación concreta, sin que deba perderse nunca la continuidad ambiental, a lo largo del conjunto rural, de la solución adoptada. Sobre todo, nunca deberá perderse la referencia respecto al carácter rural de los núcleos, evitando siempre el exceso de urbanización (que constantemente remite, en su imagen, a soluciones propias de las áreas urbanas) y que muchas veces requiere lograr un cierto equilibrio entre pavimentos duros y cobertura vegetal (superficies de hierba, jardinería ligera, franjas vegetales de separación).

A veces, establecer la separación del pavimento respecto a los muros o fachadas mediante una estrecha franja vegetal, va a garantizar, por añadidura, una cierta privacidad respecto a las plantas bajas de las viviendas, al tiempo que contribuye a aminorar el predominio de las superficies duras.

En los núcleos de valor, la imagen del lugar siempre vendrá determinada por las superficies apa-rentes de la arquitectura tradicional y de la piedra local con la que fueron construidos sus muros. La pavimentación de las calles interiores con la misma variedad de piedra utilizada en esas edificacio-nes, o incluso procedente de la recuperación de materiales de derribo, siempre será una alternativa de integración válida para el tratamiento superficial de estos espacios públicos, pero no siempre será preciso adoptar este tipo de soluciones.

La expresión de la contemporaneidad de las actuaciones de mejora funcional y ambiental de calles y caminos interiores también puede lograrse, de manera integrada y armónica, a partir de una adecuada entonación de colores y texturas de los materiales empleados en el tratamiento de las superficies pavimentadas respecto a las fachadas o los materiales característicos de la edificación tradicional de cada ámbito.

La propia relación del suelo con esas fachadas pode ser planteada en función de su continuidad como envolvente continua, o bien, en otros casos, estableciendo una ruptura que ponga en eviden-cia el carácter diverso de la actuación, siempre que se mantenga la unidad ambiental de materiales, tonalidades y texturas del conjunto.Con frecuencia, el acondicionamiento del viario interno habrá de precisar el acompañamiento de actuaciones específicas de mejora ambiental en muros o fachadas, como parte del espacio público, e incluso de un replanteamiento del esquema circulatorio de la totalidad del núcleo.

En las imágenes de la izquierda y de la parte inferior, ejemplo de tratamiento de las calles interiores en el núcleo de Vilanova dos Infantes, en el municipio orensano de Celanova. La utilización de la piedra y de dis-tintos tipos de despieces permite la flexibilidad precisa para adaptarse a las irregularidades del viario interior, estableciendo la continuidad ambien-tal del tejido tradicional de este núcleo singular.

226

6.4

6.4.2. LOS ESPACIOS SINGULARES Y ENTORNOS PATRIMONIALES

Muchos núcleos rurales contienen, en su estructura, distintos espacios públicos de carácter singular, a veces en forma de recintos comunales derivados de una antigua funcionalidad agraria o de la vida rural (eras, encrucijadas, campos de la feria o de mercado, etc.) y también vinculados a la presencia de determinados elementos de valor del patrimonio rural de carácter, incluso también, funcional y simbólico (campos de hórreos, hornos, calvarios, cruceiros, atrios de iglesias, entornos de capillas, etc.) que exigen un tratamiento diferenciado y que contribuya a poner en valor esos elementos ca-racterísticos del patrimonio rural.

En esos casos debe alcanzarse un buen equilibrio entre el tratamiento urbanizador diferenciado que requieren esos ámbitos como parte de la historia y de su significado en la propia estructura del medio rural, así como la puesta en valor de los elementos patrimoniales y la integración en el conjunto como parte ambiental indisoluble del propio núcleo.

La tendencia a centrar la atención exclusivamente en los valores patrimoniales, haciendo que apa-rezcan como elementos aislados y fuera del contexto que justifica su presencia puede, en ocasiones, ser tan inadecuada como el propio abandono en que, en ciertos casos, se encuentran esos mismos elementos patrimoniales antes de la intervención de acondicionamiento sobre el espacio libre que los rodea.Al igual que en la totalidad del conjunto edificado de los núcleos rurales de valor, la utilización de soluciones de pavimentos pétreos en imitación de los históricos, por ejemplo, al pie de la base de un cruceiro o de un conjunto de hórreos, puede no ser la mejor opción e incluso contribuir a transformar la imagen rural de todo el resto del entorno.

La entonación en referencias a materiales y texturas, no renunciando a exponer la contemporaneidad de las soluciones de acondicionamiento puede redundar, con frecuencia, en una mejor integración en armonía.En cualquier caso, la simplicidad y sobriedad en la utilización de un número reducido de materiales, el juego con los despieces o las texturas, la atención al detalle y, fundamentalmente, no emplear los pavimentos duros donde no se precisan, manteniendo el complemento vegetal de superficies de hierba o jardinería ligera, siempre serán criterios acertados para este tipo de intervenciones.

Debe evitarse, siempre que se trate de poner en valor el patrimonio rural de pequeña escala, impo-ner la imagen o la extensión de la propia intervención de acondicionamiento del espacio sobre la representatividad del elemento protegido, así como huir de cualquier tipo de solución que remita a la respuesta convencional del tratamiento de espacios públicos urbanos. En este sentido, muchas veces, la incidencia visual de piezas funcionales al servicio del núcleo (contenedores de basura, transformadores, señales de tráfico o indicadores, etc.) debe ser considerada como un elemento más a acondicionar en el tratamiento del espacio público.

La singularidad de estos espacios públicos o de los elementos patrimoniales que en ellos se encuen-tran, siempre exigirá también tratamientos específicos para resaltar su presencia, en particular, en lo que se refiere a su visibilidad nocturna y a soluciones de iluminación puntual centrada en la puesta en valor de esas piezas significativas pero con discreción, procurando que, durante el día, las luminarias queden disimuladas o pasen desapercibidas en el conjunto de la ordenación del espacio público.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

227

6.4

6.4.3. EL VIARIO DE PASO O TRAVESÍA DE LOS NÚCLEOSLa mayoría de los núcleos rurales conformaron su asentamiento en relación con un itinerario de paso o una encrucijada, circunstancia que condicionó el desarrollo histórico de su estructura interna. Con el paso del tiempo, esa configuración se ha vuelto incapaz de recoger las exigencias de la nueva funcionalidad viaria respecto al tráfico rodado, dando lugar a carreteras de paso o travesía que, bor-deando la consolidación histórica o modificando alineaciones interiores, vendrán a recoger nuevos crecimientos, a veces ya a partir del siglo XIX, con los primeros grandes acondicionamientos de las infraestructuras viarias de relación territorial.

De este modo, hoy en día, las carreteras de paso o de travesía, constituyen la imagen más común de los propios núcleos de valor para aquellos que no se detienen en los mismos, siendo una especie de tarjeta de presentación que puede motivar, o no, la visita de enclaves con un cierto interés turístico.

El acondicionamiento de este tipo de viario resulta de importancia como parte de la mejora ambiental de los núcleos, exigiendo, por tanto, establecer una cierta imagen de calidad o identidad y, además, resolver con eficacia los distintos requerimientos funcionales, tanto para el tránsito de paso (circula-ción, estacionamiento, regulación de intersecciones, permeabilidad transversal, etc.) como para su uso cívico como parte del espacio público por los residentes (seguridad del tránsito de peatones, facilidad para el paseo, la estancia y la relación social, disminución de molestias del tráfico a los residentes, coexistencia entre diversos usos, etc.).

En este sentido, en el medio rural, la solución habitual de extender tratamientos de calzada y aceras propios de la formalización convencional de las carreteras, con predominio de las superficies de as-falto y los pavimentos de losetas, incluso donde ya no hay apenas edificaciones, en contacto directo con el paisaje agrario del entorno, resultará siempre inadecuada.

La formalización de los ámbitos de paso o travesía de los núcleos rurales singulares o de valor deberá evitar la referencia formal respecto a soluciones excesivamente estandarizadas propias de la ingeniería de carreteras o incluso de las habituales en el tratamiento de las áreas urbanas.

Intervenciones sencillas y de un coste similar a las más convencionales pueden conformar una ima-gen de lo urbanizado totalmente diferente y más apropiada respecto al medio rural, que contribuya a la puesta en valor del entorno (cambio de materiales de pavimentación, presencia equilibrada de la vegetación, alternativas al diseño de aceras, elementos de calmado de la velocidad del tráfico, creación de una imagen de entrada característica, acondicionamiento de las señales y luminarias o de otros elementos funcionales, entonación de materiales y texturas de urbanización, etc.).

En contextos rurales de un especial valor natural o del paisaje agrario la puesta en valor de las carre-teras como itinerarios de travesía podrá incluir otro tipo de actuaciones integradoras (plantación de setos y arbolado, delimitación de los límites entre la carretera y el paisaje, resalte de perspectivas y puntos de vista, integración de las barreras de seguridad viaria, adaptación de elementos funcionales y de instalaciones, etc.).

En estos casos, el mantenimiento de los bordes de las carreteras, la configuración de espacios ver-des marginales con hierba o setos informales conforme con las características del área paisajística, tendrán una gran incidencia en la percepción de las mismas.

En la parte inferior, acondicionamiento de la travesía de un núcleo (son pocos to-davía los ejemplos de actuaciones adecuadas de este tipo, en este caso vinculada a la entrada del Camino Francés ya en el medio rural de la periferia en la villa de Sarria) que incorpora una mínima modificación de la habitual sección de calzada y acera convencional disponiendo una franja de hierba y plantación como transi-ción, recogiendo también el arbolado ya existente.

A la izquierda, en la página anterior, mantener el equilibrio entre los elementos mi-nerales y la cobertura vegetal, procurar no conformar los elementos del pequeño patrimonio rural como piezas aisladas, buscar acondicionamientos ligeros y poco formalizados, acometer obras de restauración poco agresivas, son iniciativas que permiten poner en valor los elementos de interés y los espacios singulares de los núcleos rurales.En las imágenes, diversos aspectos de campos de hórreos.

228

6.4

6.4.4. ESPACIOS DE ESTACIONAMIENTOLas necesidades de espacio para el estacionamiento de vehículos de residentes no siempre resulta una demanda crítica en el acondicionamiento de los núcleos rurales (salvo en el caso de aquellos que se encuentran ya incluidos en ámbitos de influencia del desarrollo urbano) y, por lo regular acaba resolviéndose dentro de la propia irregularidad de la trama interna o en el perímetro exterior de las agregaciones más compactas, así como en los garajes o parcelas interiores de los propios vecinos.

La delimitación habitual de plazas de aparcamiento mediante pavimento asfáltico y pintura, por el contrario, da lugar a una formalización que tiene difícil integración en un tratamiento cualitativo del espacio público en los núcleos rurales. Su aspecto estandarizado y convencional, o el resalte de su color, resultan siempre llamativos y fuera de contexto junto a entornos ambientales de valor.

En esos casos, evitar el uso de esos materiales y tratamientos convencionales, o excesivamente vin-culados con la estética urbana, será siempre una solución adecuada. Las zonas de estacionamiento así configuradas pueden ser acabadas con materiales de la misma calidad y textura que el resto de la urbanización interior del núcleo, variando tonalidades o despieces y delimitando de manera menos formalizada el espacio de las plazas para vehículos (una simple banda de adoquines o de piedra de distinta variedad, por ejemplo,puede indicar una plaza de un modo discreto).

En general, deberá dejarse que sea bien legible la distribución de plazas pero evitando el contraste marcado de colores y materiales, que siempre fragmentan en exceso el espacio cuando no hay vehí-culos aparcados.

Los grandes espacios de estacionamiento eventual u ocasional (junto a la iglesia o al cementerio, de servicio a elementos de atracción de visitantes, etc.) son los que resultan de una más difícil integración en la pequeña escala de los núcleos rurales.

La solución a esta situación siempre pasa por conformar estas áreas con un cierto criterio de espacios polivalentes, que puedan ser asumidos o incluso utilizados con otra finalidad en tanto no están ocu-pados por los vehículos.

La utilización de pavimentos que permiten el crecimiento de hierba intercalada al tiempo que soportan el paso de los vehículos, lo mismo que el recurso a superficies neutras de adoquín, chapacuña o grava, facilita esa integración de este tipo de superficies.

Siempre el acompañamiento de la vegetación (arbolado de sombra, arbustos, pradera, etc.) va a per-mitir, del mismo modo, la integración armoniosa de áreas relativamente extensas de estacionamiento.

6.4.5. MATERIALES DE URBANIZACIÓN Y PAVIMENTOS

En la selección de los materiales a utilizar en las intervenciones de acondicionamiento en el medio rural, no solo debe tenerse en cuenta su idoneidad respecto a las distintas exigencias de uso o funcio-nalidad (circulación o estacionamiento de vehículos, tránsito de peatones, espacios de estancia o de juego, etc.) sino que, sobre todo, debe considerarse su adecuación respecto a la escala del entorno y del medio natural o construido de cada ámbito. Con esta finalidad, podrán emplearse tanto materiales naturales y propios de cada zona, o también recurrir a criterios de integración a partir de la interpreta-ción de los colores y texturas que identifican al lugar, valiéndose de un criterio más contemporáneo.

Las amplias superficies de estacionamiento ocasional (arriba, en la parte superior, explanada adyacente a la parroquial y cementerio) son los espacios de más difícil integración en el tejido de escala reducida del medio rural. Un tratamiento que los conforme como espacios polivalentes (susceptibles de otros usos en ausencia de vehículos) y el uso equilibrador de la vegetación o incluso de pavimentos mixtos con hierba intercalada (debajo, sobre estas líneas) aseguran su correcta integración.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

229

6.4

La piedra natural, utilizada conforme a las variedades locales es el material de urbanización que asegura una más fácil integración en los entornos rurales (abajo, paso del Camino de Santiago por Portomarín).Por sus características, algunos tipos de piedra admiten acabados, texturas, tonalidades y despieces muy variados y que permiten tam-bién expresar la contemporaneidad de la intervención sin necesidad de repetir o mimetizarse con los antiguos tratamientos de pavimentación.

a- Piedra natural

Es el material que mejor garantiza la integración respecto a los cierres y muros de la edificación tradicional, siempre que se utilicen las variedades locales (a veces incluso procedentes del reciclaje de materiales de derribo) u otras semejantes que entonen en color y apariencia.

Además, permite una gran variedad de acabados y texturas (por ejemplo, en el caso del granito y según el uso al que se destine, puede presentarse abujardado, flameado, a corte de cantera, etc.) que le confieren muy distinta apariencia. Del mismo modo, admite múltiples tipos de despieces y aparejos, tanto en función del uso, como para conseguir la adaptación a pendientes forzadas o irregularidades de la trama de los espacios públicos.

El uso de la piedra permite lograr la continuidad entre los planos de las fachadas y el del suelo, cuando se busca la unidad ambiental, o incluso un cierto contraste de tonalidades y texturas que resalte cada uno de esos planos visuales.

Como inconvenientes principales siempre está el mayor coste respecto a otros materiales o también la exi-gencia de una cierta especialización y cuidado en la puesta en obra. En particular, la crítica resistencia a flexión de los pavimentos de losas y las fracturas que puede provocar el tránsito rodado de no ejecutarse con la sección requerida o con defectos de colocación.

b- Hormigón tratado

La abundancia de pavimentos de hormigón existente en la actualidad en los núcleos rurales, como ejecucio-nes de urgencia para resolver de modo económico la introducción del tránsito rodado por su viario interno, siempre a partir de soluciones poco adecuadas y sin ningún tipo de calidad visual, redundando en la banali-dad con que suelen configurarse este tipo de espacios públicos, no proporciona una imagen ecuánime de las posibilidades de este material en caso de utilizarse conforme a otros criterios de integración en su contexto.

Puesto en obra con acabados de árido visto, desactivado, lavado, etc., el hormigón tratado permite entonar con las tonalidades y texturas de la piedra del lugar (variando la composición y apariencia de los áridos, empleando variedades locales de los mismos, recurriendo al reciclaje de piedra de derribo) e incluso admite con facilidad a combinación con tramos de enlosado o adoquinado de esa misma piedra natural, asegurando siempre una buena resistencia y durabilidad respecto al paso de tránsito rodado, con las ventajas de una mayor rapidez y menor coste de colocación que en el caso de la piedra.

c- Grava, jabre o tierra estabilizada

Son materiales que resultan adecuados, en particular, para zonas peatonales (aún cuando la grava, por ejemplo, puede también, en algunos casos, conformar superficies de circulación rodada o estacionamiento) y que, de escogerse la tonalidad y granulometría correctas, encajan con facilidad, por su aspecto natural y poco duro, con el contexto rural.

Esa relación con las tonalidades naturales, posibilita que estos acabados puedan cubrir grandes superficies sin representar impactos visuales relevantes.

Precisan siempre los pavimentos de este tipo, de elementos de retención o bordillos que estabilicen su su-perficie y, como inconveniente crítico para su uso, siempre está el hecho de no admitir más que pendientes moderadas frente al riesgo de arrastre con la lluvia.

230

6.4

d- Materiales inadecuados

Aún con las lógicas excepciones de aquellas soluciones específicas que derivan de un uso particular-mente estudiado y sensible respecto a contextos particulares del medio rural, siempre deberán evi-tarse los materiales prefabricados, que se identifican visualmente con las soluciones de urbanización más convencionales o estandarizadas de las áreas urbanas (losetas de pavimentación, bloque de hormigón, hormigón estampado, etc.) o, en general, el contraste excesivo en tonalidades o texturas respecto al entorno natural o construido, así como los colores muy vivos y de tonos primarios.

6.4.6. ILUMINACIÓN Y MOBILIARIO

Como criterios generales de adaptación de los elementos de iluminación o del mobiliario urbano respecto al carácter rural, debe considerarse siempre su simplicidad de diseño, la sobriedad en las soluciones, su discreción y el empleo de un muestrario reducido de materiales, a ser posible, de tipo natural y presentes en la formalización de la edificación tradicional (piedra, madera, hierro).

Siempre será preferible desarrollar piezas específicamente diseñadas para ámbitos o espacios con-cretos, evitando la implantación de elementos de catálogo que puedan ser asimilados a situaciones urbanas con relativa indiferencia respecto a su localización.

La disposición y número de piezas siempre resulta una circunstancia condicionante, de tal modo que, muchas veces no es tanto la necesidad del mobiliario o el carácter funcional de la iluminación el prin-cipal aspecto a tener en cuenta, sino el lugar donde se coloca y la incidencia visual sobre elementos o ámbitos de valor. En general, deberá procurarse un carácter mínimo de los acondicionamientos, ya que la profusión de mobiliario o de luminarias suele remitir a una imagen banal del espacio público en este tipo de entornos y a situaciones urbanas que siempre son reconocidas como ajenas respecto a la escala y configuración del paisaje rural. Como ejemplo, la localización de un banco junto a la por-tada de una capilla, puede ser un acondicionamiento totalmente innecesario y provocar un evidente deterioro visual de un elemento patrimonial de valor que fácilmente sería resuelto con un muro bajo o apoyo en piedra más alejado de la fachada.

En lo que se refiere a la iluminación, resulta fundamental evitar la escala propia del alumbrado de ca-rreteras y aproximar la altura de las luminarias respecto a la del peatón y de la edificación tradicional. Del mismo modo, deberá procurarse la discreción de los elementos de iluminación durante el día, empleando diseños de formas y geometría sencillas, así como acabados y colores neutros u oscuros que pasen casi desapercibidas frente a las tonalidades de la piedra o los elementos naturales.

La adaptación de la iluminación a los usos y la puesta en valor de determinados componentes del espacio rural obligará también a establecer el resalte puntual de ciertos elementos (un árbol singular, un peto de ánimas, la fachada de una iglesia, etc.) que conforman el carácter singular o diferenciado de algunos ámbitos, siempre con idéntico criterio de máxima discreción en el período diurno.

Los criterios ya habituales de economía de medios, durabilidad o facilidad de mantenimiento y lim-pieza son aún más exigibles en el caso del medio rural (evitar la contaminación lumínica, emplear materiales reciclados de las antiguas construcciones, etc.) donde no siempre existe una periodicidad establecida para la reposición de piezas dañadas o fuera de servicio.

La iluminación en el interior de los núcleos rurales deberá acercarse a la escala del peatón (en la parte superior, algunos elementos de iluminación en el entorno del albergue de Ribadiso, en Melide).Siempre deberá procurarse que las luminarias sean configuradas mediante elementos discretos en su color y apariencia durante el período diurno, sin imponerse, en su imagen, respecto a los elementos de valor de su ámbito.

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

231

6.4

6.4.7. ELEMENTOS FUNCIONALES E INSTALACIONESLa modernización de la vida rural ha llevado aparejada la inclusión de una serie de servicios e ins-talaciones (cableados, contenedores o islas de reciclado, contadores, cuadros de control, transfor-madores, cabinas telefónicas, etc.) que, lo mismo que pasa con el común de los conjuntos urbanos históricos, no siempre consiguen una adecuada integración en los núcleos de valor.

En este sentido, la profusión de tendidos aéreos y postes de apoyo de los mismos o del alumbrado público, constituyen uno de los elementos que mayor deterioro supone en la imagen de los conjun-tos rurales de mayor interés. La propia estrechez e irregularidad del tejido interno de estos núcleos, queda comprimida visualmente por la cobertura de los cableados atravesando a uno y otro lado el espacio público. El soterramiento de este tipo de instalaciones (muy pocas veces contemplado en las intervenciones de acondicionamiento o reurbanización de los núcleos) resulta siempre una actuación imprescindible en la recuperación de la calidad ambiental de los núcleos de interés que, junto con la supresión de postes de apoyo y báculos de luminarias, permite recuperar la escala perspectiva de los espacios públicos y poner en valor el conjunto construido.

En el caso de otros elementos funcionales como los contenedores de basura, contadores, cabinas, etc., tan importante como su integración ambiental resulta, en la mayoría de los casos, la correcta selección de su emplazamiento en el conjunto del núcleo (una isla de reciclaje con su conjunto de contenedores puede encontrar acomodo en una posición exterior simplemente con un mínimo acondicionamiento del espacio a ocupar y la plantación de un seto de ocultación). Deberá evitarse siempre la apariencia vista de los materiales plásticos y de los colores llamativos de este tipo de elementos, por ejemplo, formando pantallas de ocultación con entablados de madeira, diseñan-do elementos de mobiliario específicos para integrar los cuadros de mando y, fundamentalmente, regulando la apariencia, o incluso obligando, en las ordenanzas, a retirar de las fachadas de la edificación de valor, los contadores de instalaciones domésticas.

En el caso de las canalizaciones de las instalaciones soterradas, conviene siempre una distribución racional y ordenada de las mismas en la sección de las calles y, complementariamente, integrar en el diseño de la pavimentación y su despiece, las tapas de registros o arquetas.

6.4.8. ACOMPAÑAMIENTO DE LA VEGETACIÓNEl mantenimiento del equilibrio entre lo construido y el medio natural es una de las circunstancias que más ayudarán a mantener el carácter rural de las intervenciones (formando límites entre lo pri-vado y lo público, evitando el predominio de las superficies duras de pavimento, disponiendo zonas de pradera o jardinería ligera, manteniendo los setos y el arbolado como elementos estructurantes del paisaje rural, etc.). El acompañamiento de la vegetación en los proyectos de acondicionamiento del medio rural deberá siempre seguir un criterio de aproximación a las características del medio natural en el entorno de la intervención, evitando tanto la formalización excesiva (que siempre remite, en su imagen, a actua-ciones de jardinería urbana) como el uso de especies vegetales exóticas o inexistentes en el ámbito territorial sobre el que se interviene. Prestar atención al detalle en la integración de los elementos vegetales y plantear soluciones de bajo mantenimiento, que respeten el ciclo de recogida y filtrado del agua de lluvia, resulta fundamental en este tipo de actuaciones.

En los núcleos rurales de valor, como en el resto de los tejidos históricos, los tendidos aéreos y otros elementos funcionales constituyen uno de los factores que más deterioran la imagen del espacio público, precisando siempre actuaciones de soterramiento del cableado e inte-gración ambiental de esas instalaciones.

BIBLIOGRAFÍA

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

233

AA.VV. M.O.P.U. (1981) Estudios básicos de rehabilitación en centros urbanos y núcleos ru-rales.

AA. VV. (1988): Dealing with Change in the Connecticut River Valley: A Design Manual for Conservation and Development. Lincoln Institute of Land Policy.

AA. VV. (1985): Chester Rural Area Local Plan, Written Statement. Council City of Chester

.ARENDT, RANDALL (1991): Growing Greener: Putting Conservation Into Local Plans and Ordinances. Island Press.

ARENDT, RANDALL (1994): Rural by Design: Maintaining Small Town Character. APA Plan-ners Press.

BEIRAS, JM. (1967) El problema del desarrollo en la Galicia Rural. Edit. Galaxia. Vigo

BOUHIER, ABEL (1979). La Galice. Essai geographique d´analyse et d´interpretation d´un viex complexe agrarie. Universite Poitiers

CAAMAÑO SUAREZ, M. (2006). Galicia, as construccións da arquitectura popular.

CAMBRIDGE, MASS (1988.) Dealing with change in the Connencticut River Valley: a design manual for conservation and development. Lincoln Institute of Land Policy and the Environ-mental Law Foundations.

CLOKE, PAUL J. (1.983 ) An introduction to rural settlement planning. London, New York, Methuen

DE LLANO, PEDRO. (1996): Arquitectura Popular en Galicia: Razón e construcción. Comisión de Cultura COAG.

DELAVAULT-LECOQ, THERÈSE (2000): Pratique de l’aménagement des bourgs. Editions Apogée.

FARIÑA TOJO, J. ( 1980.) Los asentamientos rurales en Galicia. Insittuto de Estudios de Administración Local, Madrid.

GALLEGO JORRETO, MANUEL. (1988.) Urbanismo en el medio rural. Reflexiones sobre el caso de Galicia. Revista Urbanismo COAM, nº 3.

GARCÍA FERNÁNDEZ, JESÚS. (1972). Sobre los orígenes del Paisaje agrario gallego. Estu-dios Geográficos S. XXXIII, 753-63.

GARCÍA FERNÁNDEZ, JESÚS. (1975). Organización del espacio y economía rural en la Es-paña Atlántica. Siglo XXI. Madrid.

GONZALEZ-CEBRIAN TELLO, J. , FERREIRA VILLAR, M. (2009) Intervenir sobre el medio rural en Galicia: una aproximación a su realidad territorial.

JUNG, J. (1971) La ordenación del espacio rural . I.E.A.L. Madrid.

LORENZO, XAQUÍN (1982): A Terra. Biblioteca Básica da Cultura Galega. Editorial Galaxia. Vigo

NIEMEYER, GEORG (1945 ) Tipos de población rural en Galicia. Revista Estudios Geográ-ficos nº 18.

OTERO PEDRAYO, R. (1927 ) Probremas de Xeografía Galega. notas encol das formas de poboazón labrega. Publicaciones del S.E.G. A Coruña.

PÉREZ ALBERTI, A. (1986): A Xeografía: O espacio xeográfico e o home. Biblioteca Básica da Cultura Galega. Editorial Galaxia. Vigo.

SHARP, THOMAS. (1946) The anatomy of the Village. Penguin Books

SHARP, THOMAS. (May 1949) Village Design. Journal of the Town Planning Institute,

SHARP, THOMAS. (1953 ) The English Village HMSO London,

R. LASSEY, WILLIAM (1977 ) Planning in Rural Environments. New York, McGraw-Hill

ROBERTS, BRIAN K. (1977): Rural Settlement in Britain. Dawson Archon Books.

ROBERTS, BRIAN K. (1982): Village Plans. Shire Archaeology Publications.

RUÍZ DE LA RIVA, E. (1991): Casa y aldea en Cantabria: Un estudio sobre la arquitectura del territorio. Universidad de Cantabria.

VILLARES, RAMÓN, (1982), La propiedad de la tierra en Galicia. 1500-1936. Siglo XXI de España Editores S.A.

234

SITIOS WEB PUBLICACIONES EN LA RED Y WEB´S DE REFERENCIA.

FRANCIA:

www. caue47.com (información acerca del concurso “agrandir le bourg”)

www. saone-et-loire. equipement. gouv. fr

www. developpement-durable. gouv. fr

(página en la que se marcan las directrices que rigen en muchos de los departamentos en relación con el desarrollo sostenible del medio rural)

www. region-bourgogne. fr (Eco-villages y programa “villages avenir”)

www. cnvvf. fr (página oficial de la red de “villes et villages fleuris”)

www.les-plus-beaux-villages-de-france. org (página oficial de la red y asociación)

PORTUGAL:

www. aldeiashistoricasdeportugal.com (iniciativa de valorización en red de aldeas rurales en la región de Beira)

www. aldeiasdoxisto.pt

www. aldeiasdeportugal. pt

www. adril. pt

(dedicada al desarrollo rural del Valle de Lima, incluyendo red de aldeas de turismo)

www. inatel. pt (página dedicada al turismo en general y a iniciativas de turismo rural)

www. solaresdeportugal. pt (ejemplos de estándares de turismo rural)

GRAN BRETAÑA E IRLANDA:

www. ruralgateway. org. uk (portal dedicado al desarrollo rural en Gran Bretaña)

www. tidytowns. ie

(concurso de valorización de villas y núcleos rurales, con apartados específicos para la ordenación y desarrollo del medio rural)

www. irishspatialstrategy. ie

www. kerrycoco. ie (Kerry)

www. kildare. ie (Kildare)

PAISAXEGALEGA GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS EN LOS NÚCLEOS RURALES

235

Para las guías de diseño rural de los distintos Condados irlandeses deben consultarse las publi-caciones específicas en forma de manual y que pueden ser descargadas desde las webs locales, siendo las más significativas las siguientes:

www. corkcoco. ie (Cork)

www. galway. ie (Galway)

www. kilkennycoco. ie (Kilkenny)

www. leitrimcoco. ie (Leitrim)

www. mayococo. ie (Mayo)

www. monaghan .ie (Monaghan)

www. offaly. ie (Offaly)

www, tipperarynorth. ie (North Tipperary

www. westmeathcoco. ie (Westmeath)

www. clarecoco.ie (County Clare Rural House Design Guide)

www. planningni. govt. uk (Rural Design Guidelines para Irlanda del Norte)

OUTROS PAÍSES EUROPEOS:

www. dorfplanerin. de

www. dorfwettbewerb. bund. de (página del concurso alemán “unser Dorf hat Zukunft”)

www. hessen. de

www. mlr. baden-wuerttemberg. de

www. beauxvillages. be

www. borghitalia. it

www. drustvo-podezelje. si

ESTADOS UNIDOS:

www. umass. edu/ ruralmass

(Amherst University, estudios del Rural Landscape Planning)

www. greenerprospects. com

(página dedicada a los estudios acerca de las estrategias “Growing Greener” y “Conservation De-sign”, descarga de trabajos, conferencias y publicaciones referidos a este tema y firmados por Randall Arendt)

www. terrain. org

www. landchoices. org

www. natlands. org

www. nps. gov (Rural Historic Landscapes)

La publicación digital de “Connecticut River Valley Design Manual” (trabajo precursor de muchas de las estrategias americanas del diseño de conservación del medio rural) puede descargarse también en versión PDF en la página del Lincoln Institute of Land Policy:

www. lincolninst. edu

NOVA ZELANDA:

Diversas “Guidelines” semejantes a las británicas o estadounidenses que incluyen el tratamiento del medio rural de algunas regiones del país, entre las que pueden destacarse, por su contenido, las siguientes:

www. hnzc. co. nz

(Portal de la Housing New Zealand Corporation donde se encuentran guías referidas a la construc-ción rural, acondicionamiento del paisaje y tipologías de vivienda que establecen una referencia actualizada respecto a la tradición maorí o también a los modelos de edificación de la costa del Pacífico).

www. kapiticoast. govt. nz (Rural Subdivision Design Guide)

www. horowhenua. govt. nz

www. rodney. govt. nz

www. taupdoc. govt. nz

www. wellington. govt. nz