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Guatemala, sociedad de violencia

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Edgar Palma Lau

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Guatemala, sociedad de violencia

Guatemala,sociedad de violencia

Edgar Palma Lau

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Edgar Palma Lau

303.64P171 Palma Lau, Edgar

Guatemala, sociedad de violencia.__, Gua- temala: USAC, Dirección General de Investi- gación, Unidad de Publicaciones, 2009.

95 p.:il.

Violencia social / Violencia política / Luchas sociales /Guerrilla / Guatemala - Historia- Política / Movimientosestudiantiles / Revoluciones / Revolucionarios.

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Guatemala, sociedad de violencia

Índice

PáginaPrólogo

Por Antonio Mosquera Aguilar 7

La necesidad de la violencia o Elpensamiento político de la juventudguerrillera en Guatemala 21

Por Mario Roberto Morales

Guatemala, sociedad de violencia 29Por Edgar Palma LauUna justificación

El discurso de la violencia 33A. Realidad de la violencia 35B. Necesidad de la violencia 43C. Posibilidad de la violencia 49D. Racionalidad de la violencia 53

Sembrando la violencia 63"Quien siembre perdigones,cosecha revoluciones" 65

A. Vive la conquista 69B. No hay acumulación pacífica 75

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Edgar Palma Lau

Contraconclusiones 83

Bibliografía 85

Anexos 95

Informesde Carlos Guzmán Böckler 97de Mario Luján Muñoz 99

Anexo hemerográfico 101

Anexo fotográfico 111

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Guatemala, sociedad de violencia

El último día del ciclo académico de 1976, Edgar Fran-cisco Palma Lau sustentó su examen profesional paraoptar al grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas ySociales y los títulos profesionales de abogado y nota-rio. La defensa de l a tesis trataba sobre un asuntograve: la denuncia de que el Estado de Guatemala seedificaba sobre una injustificada violencia contra la ma-yor parte de la población. Frente a esa situación, sóloquedaba la legítima defensa que apelaría, así mismo, ala violencia1.

1Violencia deriva del latín Violentia. La raíz latina es Visque significa fuerza. O sea que violencia es hacerlo a la fuerza. Enel Siglo XII, se comenzó a utilizar "violentar" como sinónimo deforzar. Cfr. Fernando Corripio. Diccionario etimológico generalde la lengua castellana. Barcelona: Editorial Bruguera, 1979.

PRÓLOGOAntonio Mosquera Aguilar

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Edgar Palma Lau

En el texto se discute el carácter estructural de la vio-lencia, como impronta de la sociedad; es decir, la si-tuación actual obedece a un desarrollo histórico quereproduce una sujeción violenta contra la mayoría dela población impidiendo un pacto republicano. La per-sistencia de esa agresión se ha traducido en unainstitucionalización de la violencia que mantiene en laindigencia a la mayor parte de la población. Algunassituaciones irrumpen para hacer evidente esa continua-da ofensa a la humanidad de los guatemaltecos. Elmismo año de la presentación del estudio, se habíaproducido un terremoto en febrero que supuso lamuerte de 23 mil personas, 76 mil heridos y 375 mildamnificados. Un millón de barracas de adobe, don-de vivía la mayor parte de la población del altiplanohabían sido destruidas. La única explicación paratamaña indigencia, se encontraba en una sociedad ahe-rrojada por la fuerza, para beneficio de unos pocos.

Muchos han señalado que esa imposibilidad de cam-bio e intolerancia para admitir la lucha social se habíagenerado después de que los EUA habían patrocina-do el derrocamiento del régimen democrático deJacobo Arbenz Guzmán en 1954. Bajo la lógica de laguerra fría, fueron ajustadas las instituciones guberna-mentales y algunas sociales, para impedir la libre ex-presión de los deseos de cambio. A consecuencia deese evento negatorio de la soberanía y el ejercicio de-mocrático, la protesta fue deslizándose hasta adoptarla forma de guerra de guerrillas.

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La historia del régimen político guatemalteco, en lasegunda mitad del siglo XX, demuestra la falta absolu-ta de libertades. La estabilización del régimen sólo fueposible con la militarización del gobierno. Este expe-diente, era una versión autoritaria de la política de de-sarrollo impulsada por los EUA, conocida como "Alian-za para el progreso". Así, se impusieron Generales alfrente del ejecutivo, a través de elecciones amañadas,que impidieron el funcionamiento democrático, puesrecurrían al asesinato de dirigentes sindicales y popu-lares para ocultar los errores políticos o la corrupciónen su gobierno. Gran parte del fracaso de esta políticade desarrollo se debió a la insistencia de mantener lasrelaciones económico-sociales sin los cambios que de-mandaba el crecimiento económico. El anticomunismoera una expresión fácil para justificar una represiónsalvaje donde se escondía la corrupción de unos po-cos para enriquecerse y la defensa a ultranza de unrégimen de producción ineficiente integrado por unaoligarquía aliada incondicional del capital monopólicoglobal.

La carencia de democracia, la falta de libertades, lapobreza extendida de la población y la negativa a con-siderar a Guatemala como una sociedad pluricultural,fue el desafío lanzado a la generación de universita-rios de la segunda mitad de siglo. Tres influencias prin-cipales se vivieron durante la formación académica dela generación a la que perteneció Edgar Palma Lau: ladescolonización del tercer mundo, la afirmación revo-lucionaria latinoamericana y el movimiento estudiantilmundial.

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La descolonización de los imperios británico, francésy otros, fue un hecho de primera magnitud en el mun-do. Toda el África, gran parte de Asia y Oceanía seindependizaron durante esos años. La afirmación delos derechos de los pueblos se hizo unas veces con lapacífica aceptación de las metrópolis, otras veces enmedio de revueltas populares, y siempre, con la pre-sencia alentadora de la nueva ciudadanía del tercermundo. La negativa a reconocer los derechos de lospueblos que constituyen la nacionalidad guatemalteca,es decir: prohibición de celebración de sus ritos o "cos-tumbre", la negativa a reconocer las lenguas naciona-les con iguales funciones y oficialidad que el castella-no, el racismo como orientación cotidiana para man-tener el orden social, la sobrevivencia como campesi-nos pobres por parte de la mayoría de la poblaciónindígena y la falta de servicios gubernamentales, hacíamuy semejante la situación indígena nacional a las lu-chas por la liberación de los pueblos dominados porel colonialismo2.

Aquí vale la pena destacar un apunte metodológicoque desarrolla ampliamente y con gran maestría, Pal-ma Lau. En el texto no aparece esta situación como unhecho del pasado, algo "heredado", una situación queno se puede modificar pues ocurrió hace "500 años" ocomo un contexto siempre presente de oposición cul-tural en el seno del pueblo entre los "ladinos" y los

2 En la bibliografía de la tesis aparece citado Frantz Fanony Albert Memmi, autores muy destacados en ese tiempo, por ladescalificación de la cultura política occidental que no sepermeaba de sentido crítico acerca del europeocentrismo.

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"indios", etc. Al contrario, se trata de la existencia ac-tual, presencial, de mecanismos de exclusión social,acompañados de una expresión racista. No es un re-clamo por un hecho que sucedió en el pasado y quepuede delimitar para siempre dos grupos de descen-dencia encerrados en sí mismos: uno de sangre pura yotro de sangre mezclada. No se trata de responder alracismo con racismo.

Tal como aparece en el texto de Palma Lau, se trata deun hecho social presente donde un Estado organiza-do bajo una lógica etnocrática, utiliza al racismo paraafianzar su dominio. Puede ser que a quien define como"indio" sea un heredero de encomiendas venido a me-nos y que por azares de la vida se le denomina de esamanera en el mundo actual ya que su traje, lengua ycostumbres son iguales a las de sus vecinos campesi-nos que se reclaman con identidad indígena. Sucedióquizás, que un esclavo negro haya formado una fami-lia con campesinos y a su descendencia se le denomi-ne indígena y que ellos mismos reclamen esa identi-dad. O al revés, los caciques herederos del mundoprehispánico, consiguieron con lazos matrimonialesubicarse como la clase dominante y afirman su"criollismo". Igualmente, recientes campesinos de pa-sado maya, formaron familias con obreros del ferroca-rril convirtiéndose en burguesía rural que utiliza el ra-cismo para monopolizar servicios y llamarse "ladinos".O simplemente que una persona decidió vestirse a lausanza occidental y no hablar más lengua que el cas-tellano, y por lo tanto, se identifica como no indígena.Se trata entonces, no de un hecho del pasado aunque

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en parte explica, no de una continuidad de sangre obiológica; sino de una dinámica social existente hoyen día que reproduce la perversión de no reconocervías diferentes de recreación cultural a las impuestaspor la cultura unidimensional dominante para afianzarla dominación del capital.

La crítica de esa situación neocolonial, de "colonialis-mo interno", estuvo animada por el pensamiento revo-lucionario latinoamericano y, especialmente, del Cari-be y Centroamérica. En la primera mitad del siglo, losprocesos políticos del Caribe y Centroamérica eran si-milares. Las dictaduras variaban en música, decoradoy uniformes, pero eran idénticas en la crueldad paratratar al pueblo. La democratización de esta región des-pués de la segunda guerra mundial fue truncada por elintervencionismo de EUA. Por eso fue tan cercana aCentroamérica la revolución cubana. Inicialmente, losbarbudos que derrocaban a un dictador, luego la re-beldía frente a los EUA y finalmente su afirmación so-cialista. Rápidamente la juventud guatemalteca se unióa una lucha por recobrar la soberanía perdida, la auto-nomía política y la democracia que expresara libremen-te los intereses populares. Los líderes revolucionariosde la primera época hacían llegar sus proclamas ycomunicados cargados de optimismo a los jóvenescolegas que llenaban las aulas universitarias.

Entre los héroes, ninguno alcanzó las alturas de Ernes-to Guevara de la Cerna, el Che. Su limpieza de moti-vos, su inclaudicable voluntad de fincar de nuevo lasoberanía popular en la democracia latinoamericana,

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su internacionalismo con las luchas de liberación deltercer mundo, fueron siempre un referente para losestudiantes guatemaltecos. El grupo de la facultad dederecho que lideraba Palma Lau fue el primero en re-conocerle al Che Guevara su trayectoria revoluciona-ria y proyectarlo como el ejemplo de la juventudansiosa de cambios. Su efigie reproducida por cientosen las instalaciones universitarias por Edgar Palma ysus compañeros, era llevada a oficinas públicas y ca-sas particulares como símbolo de rebeldía frente a losregímenes entreguistas del país. La reflexión sobre larevolución como el cambio necesario para el país fueasumido desde una perspectiva teórica queinvolucraba a los dirigentes revolucionarios delmundo.

En el texto, aparece también el debate habido en lajuventud universitaria. Unos por una parte temerososde hablar de la condición colonial que se reproducíaen el país, exigían el purismo de llamarla neocolonial.Atenazados en la moda de alabar a la Unión Soviéticasin observar sus problemas de reproducción yformación de la hegemonía proletaria, negaban laposibilidad de discutir abiertamente los problemas dela estrategia revolucionaria. El texto de Palma Lau, citaabiertamente a Lenin y otros revolucionarios socialis-tas. La reflexión sobre la obra de Marx pertinente parasustentar sus posiciones también está presente. En esososcuros tiempos que le tocó vivir a Guatemala, no sepodían acceder fácilmente a los libros. Para laconsulta de las obras políticas que se discutían a nivelmundial, se tenía que recurrir a las compras en el

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extranjero. La ignorancia de los esbirros generaba eltemor de la población a poseer libros. Por ello, la tesisdemuestra también a un joven estudiante que no sedoblegó ante la dictadura de la ignorancia. Palma Lausupo encargar la compra de libros en el extranjero; losadquirió con su exiguo salario de maestro de lengua yliteratura de secundaria, para estudiarlos y generar unaposición propia en la que comprometió su vida. Talactitud se mantenía en medio de un debate con otrosgrupos universitarios conformistas, con baja formaciónteórica, muchos basados en la ignorancia queacompañaban con un sentido de oportunidad paraconseguir ascenso social medrando en la izquierdadurante un tiempo. Así, a pesar que era muy fácilderrotarlos en el debate, no fueron la medida para eldesarrollo político ideológico. Al contrario, la reglaestuvo dada por el ambiente internacional.

El texto de Edgar Palma Lau ilustra sobre las posibili-dades de los intelectuales comprometidos con la li-bertad y la democracia. La denuncia del racismo yexclusión existente en la sociedad partía de unacomprensión de las tendencias históricas que podíandesencadenarse si se apoyaban las fuerzas materialesreprimidas por la reacción. No se trata de un trasno-chado revanchismo que cuenta por siglos, ni de undesquite por no haber gozado de las mijagas que caende la mesa de los explotadores. No había racismo nideleznable personalismo, se trataba de la probidadintelectual de un universitario sensible a los mejoresmotivos de su tiempo.

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Los universitarios latinoamericanos se habían contadosiempre entre los ciudadanos más motivados en la dis-cusión de los asuntos públicos. Desde la reforma uni-versitaria de Córdova, ocurrida a inicios del siglo XX,las universidades públicas latinoamericanas fueron uncentro de convergencia de las inquietudes por el pro-greso y el bienestar de la población. El régimen gre-mial existente en su fundación, se había enriquecidocon las reglas de una comunidad que funcionaba de-mocráticamente. En Guatemala, la década de 1960 fueun detonante para que la guerra de guerrillas adquirie-ra un carácter popular. Pero en 1968 no fueron sólo lasuniversidades latinoamericanas como la de México, lasque provocaron un movimiento masivo estudiantil. Entodo el mundo los estudiantes de las universidades deEuropa, en especial París, generaron un pensamientocrítico importante. Aún en los EUA, los universitariosde Berkeley y Chicago, expresaron el sentir de innova-ción necesario para un nuevo relacionamiento socialdespués de la postguerra. El pensamiento de izquier-da mundial generó diversos caminos después del em-pobrecimiento de la II Guerra Mundial. El carácterantidogmático, la incertidumbre, la flexibilidad de losprocesos de conocimiento y el destino escogido en lalibertad impregnaron la obra de Edgar Palma Lau comoparte de una generación de estudiantes en las univer-sidades públicas de Latinoamérica.

Hombre de su tiempo fue Palma Lau, sin embargo hubouna tendencia latinoamericana de la que no se intere-só. Latinoamérica se encontró siempre subordinada alpensamiento religioso europeo. Durante la segunda

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mitad de siglo, la Iglesia católica latinoamericana fuesacudida por la teología de la liberación, la primerareflexión autóctona sobre la base del cristianismo. Apesar de ser maestro en un colegio católico y compar-tir con otros militantes revolucionarios animados poresta corriente religiosa, Edgar Palma Lau no participóde esas preocupaciones, a las que otorgaba un respe-tuoso silencio. En ello contribuyó la actitud de los lla-mados demócratas cristianos, que tenían muy poco dedemócratas y mucho menos de cristianos.Convenencieros, oportunistas y faltos de compromisosocial, tenían asegurado su futuro por la generosa asis-tencia internacional. Al final del siglo XX, consiguie-ron una hegemonía transitoria en el nivel nacional y sehan afianzado en el liderazgo universitario y centrosde investigación. Se integran por los filisteos más di-versos, atacan el carácter laico de la enseñanza públi-ca, se solazan en bendiciones y episodios mojigatosde su conversión, como si tal cosa tuviera alguna im-portancia en la vida social, y le hacen el juego a lasfuerzas obscuras que no permiten el avance de la de-mocracia. Una persona con la integridad para asumirel desafío de su tiempo, seguramente advirtió la gaz-moñería y superficialidad de estas personas con lasque no quiso ni siquiera discutir.

El texto que utilizó para su tesis de grado es una apela-ción sintética a eludir la violencia instalada por mediode la redención que termine la violencia en un actopreciso, medido y decisivo. La revolución se instalapara terminar con la abyección del golpeado por lascarencias, la falta de dignidad y la negación de la liber-

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tad. "La violencia es la tormenta purificadora que so-pla a ras del suelo patrio…" exclama el discurso. Lapaz habrá de construirse sobre la posibilidad de suslogros. Este asunto será un punto definitorio y difícilde concluir puesto que el futuro solo se conocerá alcabo del tiempo. Ahora que ha llegado el término dela experiencia, es posible que afloren los primeros jui-cios. Al final, éstos sólo podrán expresarse de mejormanera, cuando la valoración ocurra por sujetos queno tienen nada comprometido en los hechos. Mien-tras tanto, la crítica necesita brotar de la realidad delpresente.

En primer lugar, un asunto central es la falta de los su-jetos históricos que permitieran el establecimiento deun nuevo orden social. La lucha revolucionaria avanzóhacia la dislocación del régimen político social demanera inexorable. Los acuerdos de paz constituyenla aceptación abierta de la imposibilidad de sostenerel racismo, la exclusión y la falta de libertadesdemocráticas como las características centrales de laorganización social del país. No obstante, la confusiónideológica que los precedió, demostró la falta delsujeto revolucionario, en sentido social, que pudierahacer avanzar un programa encaminado a generalizaruna sociedad de bienestar. Esto debió haberse previs-to para poder encarar de mejor manera el futuro. Ensegundo lugar, la democracia no quedó suficientemen-te subrayada como la aspiración a la construcción deuna sociedad con libertades. La carencia de unconcepto democrático para el debate minó la fuerzade los revolucionarios todo el tiempo. Por último, una

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teoría del desarrollo es necesario que esté explícita-mente expresada. El futuro no está determinado sinopara recorrer el camino trillado que lleva al agotamientode la naturaleza y el callejón sin salida del industrialis-mo occidental. Por ello, se necesita explicitarclaramente el tipo de modernización que seimpulsará.

Sin ánimo de excusar estas carencias, tales asuntos nose encontraban en el centro del debate. Se partía delánimo de enfrentar la lucha de clases y por ende, ladirección sería marcada por la clase más avanzada.Haberlo asumido como un postulado, minó la solidezde la construcción teórica como se acaba de afirmar.En segundo lugar, la falta de debate sobre la democra-cia era resultado de la necesidad de adaptar la lógicade la lucha política a la organización político militar.Este relegamiento no fue útil al futuro. En tercer lugar,el debate sobre los estilos del desarrollo se considera-ba un asunto que se asumiría con el triunfo revolucio-nario, mientras tanto era ocioso. Al diferir el asunto, seperdió la capacidad de propuesta necesaria para con-siderar la relación de la sociedad con la naturaleza.

Como se sabe, el 20 de enero de 1982, el comandanteEdgar Palma Lau cayó en combate desigual contra lasfuerzas que defendían al Estado etnocrático y reaccio-nario. Su ejemplo de lucha pervivió en todos los com-batientes por la libertad y la democracia, así como for-taleció las posiciones que en la mesa de negociacióndelinearon el piso para el desarrollo de un nuevo or-den estatal en el país. Otros tiempos, otras luchas con-

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tarán con su determinación de ciudadano para expre-sar los deseos por la igualdad y la fraternidad entre laspersonas que se aferran a esta tierra de volcanes y derebeldía para encontrar la felicidad.

Guatemala, noviembre de 2008

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El ensayo de Edgar Palma Lau, Guatemala, sociedadde violencia, es expresión cabal de las preocupacio-nes que en las décadas de los años 60 y 70 del siglo XXacosaban a las juventudes politizadas de AméricaLatina. Renuentes a la seducción del consumismo"rebelde" primermundista e inspiradas en la lucha delpueblo vietnamita, el guevarismo y una teoría marxistaque, en su versión soviética, circulaba al mismo tiem-po que la teoría de la dependencia, que los libros deFrantz Fanon y los manuales guerrilleros como el deCarlos Marighella, les tocó protagonizar la lucha arma-da y el debate sobre la vía pacífica o la vía violenta dela revolución, encarnando ellos mismos lo que predi-

LA NECESIDAD DE LA VIOLENCIA OEL PENSAMIENTO POLÍTICO

DE LA JUVENTUD GUERRILLERAEN GUATEMALA

Mario Roberto Morales*

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caban y fundando así una tradición de lucha con suejemplo.

Presentado como tesis de licenciatura en Derecho enla Universidad de San Carlos de Guatemala, en 1976,el ensayo que nos ocupa expresa no tanto la esperadavocación jurídica de su autor, cuanto la profundidadde su compromiso político con la vía violenta de larevolución socialista, de la cual venía siendo un im-pulsor desde la dirigencia estudiantil pública y lamilitancia clandestina. Al pasar revista a la bibliografíamás popular sobre la necesidad histórica de la violen-cia en sociedades en lucha contra oligarquías explota-doras y ejércitos contrainsurgentes, Palma Lau extraede sus lecturas las ideas que le sirven para expresarteóricamente sus impulsos en la práctica revoluciona-ria guerrillera, que fue a la que dedicó sus mejores es-fuerzos y también su vida. El autor de este ensayo cayóen combate a principios de 1982, en su calidad de co-mandante de una fuerza guerrillera que se caracterizópor un estilo de trabajo organizativo distinto al de lasorganizaciones de izquierda que, junto al ejército, lo-graron, a partir de 1984, su paulatina desintegración.Me refiero a Nuestro Movimiento (NM), que fue cono-cido cuando salió a luz pública en 1982 como Movi-miento Revolucionario del Pueblo Ixim (MRP-Ixim).

Influido por las guerras de liberación nacional en Áfri-ca y por su discurso anticolonialista, Palma Lau adop-tó también algunas de las ideas del sociólogo guate-malteco Carlos Guzmán Bökler, en lo referido a su in-terpretación del problema de Guatemala en términosde colonialismo interno, así como a su noción de ra-

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cismo, aplicada a la conflictiva interculturalidad queprotagonizan las diferentes formas de mestizaje de losguatemaltecos y que se suele encapsular insuficiente-mente en la bipolaridad mecánica indio-ladino, llama-da posteriormente, con el arribo de la "corrección po-lítica" en los años noventa, la bipolaridad "maya"-"mes-tizo".

Habiendo protagonizado la partición de la Regional deOccidente de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) en1976, Palma Lau quedó al mando de la facción llama-da NM, mientras que Rodrigo Asturias se encargó dela facción que en 1979 salió a la luz pública con el nom-bre de Organización del Pueblo en Armas (ORPA). Lasdiferencias de concepción que animaron, junto a lasluchas de poder, esta ruptura, tuvieron que ver con lamanera como se habría de incorporar a los indígenasa la guerra popular: si como etnias o como masas. Pal-ma Lau, leal a sus concepciones marxistas, opinabaque una línea de masas basada en criterios de clasedebía ser el instrumento de incorporación de todoslos campesinos (indígenas o no) al proyecto de guerrapopular prolongada que se proponían impulsar las fuer-zas guerrilleras en la época.

Es, pues, en el marco de estos sucesos, que debe leer-se el ensayo que hoy nos ocupa, y entender la lógicaque lo articula, la cual puede resumirse así: si el instru-mento del enemigo es la violencia, el nuestro no pue-de ser la paz. Pero la frase no debe leerse sólo en suaspecto mecánico sino, sobre todo, en su dimensióndialéctica. Es decir, el instrumento de la violencia

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hegemónica y dominante es un instrumento clasista,económico, político, cultural y también militar. La res-puesta popular no sólo debe tomar en cuenta este ras-go constitutivo de las armas enemigas, sino desarro-llar armas propias de la misma naturaleza, como etapainicial de una lucha emancipatoria en la que no sólo seliberará a los explotados y los oprimidos sino, en ellargo plazo, también a los explotadores y los opreso-res. Esta dimensión emancipatoria de la lucha violentale da un sentido humanista al uso de la violencia comométodo y como vía de la revolución en marcha: unarevolución que brota de la experiencia histórica deGuatemala, un territorio y una población asolados porla brutalidad oligárquica como sistema estructural dedominación histórica, con la sola tregua de los diezaños de la experiencia democrática de 1944. Así sefundamenta lo que Palma Lau llama "la necesidad dela violencia". Una necesidad que existe por encima delpéndulo que oscila entre las nociones de lo bueno y lomalo, y que brota de la convicción leninista de que elmarxismo es "el análisis concreto de la situación con-creta", lo cual lleva a impulsar soluciones políticas igual-mente concretas, de acuerdo a la naturaleza de losproblemas que se enfrentan.

En los años 70, a quienes nos iniciábamos en la litera-tura y las ideas revolucionarias, nos obsesionaba la vio-lencia como camino para alcanzar la justicia y el bien-estar de las mayorías, entre otras razones, por el fraca-so de los métodos pacíficos e institucionales para lo-grar los cambios que exigía la modernización del Esta-do y la economía. Los antecedentes del derrocamien-to de Arbenz y la represión abierta en contra de los

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intentos socialdemócratas de continuidad de aquelesfuerzo de los años 44-54, nos hacía sentir obligadosno sólo a asumir la vía violenta sino también a teorizar,cada quien desde sus intereses, sobre la validez deesta opción forzada. De esa cuenta, mi tesis de licen-ciatura en letras y filosofía, en 1973, en la UniversidadRafael Landívar, se tituló La cultura de la violencia, unplanteo ideológico a partir de ideas de Frantz Fanon,Paulo Freire y otros, que quiso caracterizar como vio-lentas las prácticas de la institucionalidadsuperestructural consideradas legales. Sin embargo, miplanteo no tocaba lo que sí abordó Edgar Palma Lau:la fundamentación de la validez de la violencia para suuso revolucionario en la forma concreta de lucha ar-mada y guerra de guerrillas.

Las ideas vertidas por Palma Lau en 1976, recogen unsentir latinoamericano que se expresaba en los textospor él consignados en su bibliografía. En esos años, selibraba ya el segundo ciclo armado de la lucha revolu-cionaria en Guatemala. El primero había concluido en1968 con la derrota militar de las guerrillas en Oriente,en donde el ejército había aplicado la táctica de "qui-tarle el agua al pez". Una táctica que volvería a aplicar,en escala ampliada, en el nuevo teatro de operacionesde las guerrillas: el altiplano indígena.

A Edgar lo había conocido en ambientes literarios cuan-do era presidente de la Asociación de EstudiantesUniversitarios (AEU) y yo participaba en lo que se lla-mó "la muralización de la Universidad de San Carlos",en compañía de otros artistas y escritores de mi gene-ración. Cuando Edgar (conocido como "Chicho" en las

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filas guerrilleras) cae heroicamente en combate a prin-cipios de 1982, yo militaba bajo sus órdenes, las cua-les me llegaban por medio de un compañero inolvida-ble cuya memoria merece también ser rescatada y di-vulgada: Carlos Enrique Rodríguez Agreda, conocidoen el mundo de la militancia clandestina como "Efraín".No olvidaré nunca que la noticia de la muerte de Edgarme llegó cuando caminaba por la 7ª calle y 11ª aveni-da de la zona 1 capitalina. Compré un diario en unpuesto de periódicos y leí el titular de la noticia con lafoto de Edgar muerto con una metralleta en la mano.Seguí caminando despacio hacia la 12ª avenida perono podía tenerme en pie y me metí al Cine Colón parapoder sentarme. No supe qué película se exhibía por-que no miré a la pantalla. Al cabo de un rato salí denuevo a la calle. Pero sólo logré empezar a digerir lanoticia hasta que hablé con "Efraín" sobre los proble-mas que la organización habría de enfrentar sin "Chi-cho" y de los posibles planes que tendríamos que de-sarrollar juntos.

Tanto "Chicho" como "Efraín" son dos héroes de la lu-cha revolucionaria guatemalteca que han sido nega-dos por la izquierda oficial que firmó los acuerdos depaz, la cual fue responsable en parte de sus caídas encombate y de la desarticulación del MRP-Ixim, ya queprivaron a sus cuadros de apoyo y colaboración y, porel contrario, los reprimieron y aislaron con la mismasaña con la que lo hizo el ejército, el cual finalmenteasesinó a "Efraín" en una casa de seguridad de la zona2 capitalina en 1984, cuando yo estaba en Nicaraguaampliando un frente internacional que había iniciado

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por órdenes suyas, y en donde fui reprimido con vio-lencia por la misma izquierda oficial guatemalteca encontubernio con algunos cuadros sandinistas.

La historia de NM y del MRP-Ixim todavía no está es-crita. La documentación que me tocó redactar en Ni-caragua (una historia de Guatemala desde el punto devista de la acción de masas, una línea de incorpora-ción y movilización de masas, y un manual de estilo detrabajo, entre otras piezas de propaganda y formaciónpolítica) se han perdido o quizá alguien tenga en supoder algún ejemplar de aquellos folletos mecanogra-fiados, encuadernados y reproducidos mediante foto-copias. En ellos campean las ideas de "Chicho", "Efraín"y otros compañeros que no tuvieron tiempo de darlesla forma definitiva que se buscaba y por eso me enco-mendaron esa tarea a mí. Entre estas ideas se encuen-tran las relativas al desarrollo del capitalismo en Gua-temala como fundamento de la necesidad de la vía vio-lenta de la revolución, al papel relativamente autóno-mo de las movilizaciones de masas indígenas y ladi-nas respecto de un esfuerzo de guerra popular, y a lamoral revolucionaria que debía regir las relaciones or-gánicas entre militantes, basándolas en la fuerza delpropio ejemplo y no en la fácil normativa verticalistadel comandantismo entonces al uso.

Por todo, cuando tuve en mis manos el ensayo de Edgarque hoy nos ocupa, no pude menos que regocijarmeporque interpreto el hecho de su publicación como elinicio del rescate de la historia negada de su esfuerzoguerrillero, así como del de "Efraín" y todos los inolvi-

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Edgar Palma Lau

dables compañeros que forjaron una alternativa revo-lucionaria que, cuando se conozcan sus componen-tes, se perfilará como ejemplo organizativo para lasluchas que se avecinan por la consecución paulatinade la democratización capitalista, el socialismo demo-crático y el socialismo guatemalteco del siglo XXI; elcual, como querría Mariátegui, será "creación heroica"y original o no será. En este contexto de lucha, sin dudalas ideas y el ejemplo de Edgar Palma Lau y los com-pañeros a los que él inspiró, tendrán un lugar funda-mental en la conciencia de las juventudes que habránde protagonizar esos ineludibles cambios.

Ciudad de Guatemala, 22 de marzo del 2009.

* Mario Roberto Morales ha publicado cinco novelas, dos librosde ensayo académico, uno de cuentos y uno de poesía. Es coor-dinador de dos volúmenes colectivos: uno de crítica literaria y elotro de estudios antropológicos. También es autor de cinco li-bros de texto para secundaria. Es doctor en cultura y literaturalatinoamericanas por la Universidad de Pittsburgh, y profesor desu especialidad en el Programa Internacional de Posgrado delDepartamento de Lenguas Modernas de la Universidad del Nortede Iowa. También es columnista del diario español La Insignia(lainsignia.org), del portal mexicano México.org(afuegolento.mexico.org) y del diario guatemalteco elPeriódico(elperiodico.com.gt). En 2007 le fue conferido el Premio Nacio-nal de Literatura de Guatemala. Es miembro de número de laAcademia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente de la RealAcademia Española.

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Guatemala, sociedad de violencia

La primera y más notable característica de este ensayoes su brevedad. Escribir es probablemente una tareamás incómoda que la de pensar. Es bien cierto que taldificultad no alude solamente a la necesidad de diluirla impaciencia en una atmósfera propicia, es tambiénun problema de capacidad. Fue una constante de estetrabajo, el tratar de demarcar un centro de gravedadde la reflexión, que permitiese establecer un puenteentre las ideas maduradas y sostenidas; y la forma es-crita que les diera salida.

En ambiente académico, esto puede no ser atendidoen tanto simplemente trasluce un drama privado. Yefectivamente, pero de otro orden de motivaciones.

GUATEMALA,SOCIEDAD DE VIOLENCIA

Por Edgar Palma Lau

UNA JUSTIFICACIÓN

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Edgar Palma Lau

Los alicientes padecieron la escasez. Tuve la poca con-vicción que un esfuerzo tal, mereciera el propósito,deliberadamente pragmático, de la Tesis. Graduaciónde por medio, me inquietan poderosamente las dudasno resueltas, de acceder a una profesión que, según lafina percepción de un maestro, toma cada día un pa-radójico rumbo delincuencial.

No reclamaré ninguna originalidad en los temas aquítratados; quizá un debatible mérito sea el de intentaruna sistematización crítica de las ideas alrededor de laviolencia, en el sentido de que la crítica -de acuerdo aOctavio Paz - no inventa sino pone en relación. Sobreeste punto, tendría a mi favor la atenuante de la indi-gencia teórica en que he quedado tras el paso por lasaulas del alma mater, en una magnitud tal, que ni si-quiera podría proclamar que soy autodidacta de mipropia ignorancia, a pesar de ser ella tan grande (ex-presión que acuño sobre la base de un sarcasmo, tam-bién prestado por Engels, como primicia de lo dichoen este párrafo).

Es lícito preguntarse si la retórica puede suplantar laconciencia, pero la única posible ilegitimidad de estarevisión crítica sobre el problema de la violencia, pue-de consistir en el hecho conocido que no he sido niprotagonista ni víctima directa del fenómeno, pero sí:testigo, igualmente responsable, lo que me decidió apensar en la proposición de Sartre que, aunque la crí-tica no es un arma, hay que usarla como si lo fuera.

Sobre la orientación del contenido de este escrito, re-mito a la preferible información del índice, con la úni-

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ca pretensión de que a lo largo de las páginas se reco-nozca en las anotaciones, por lo menos sentidocomún. De lo contrario, apoyándome en un humoristade mi agrado, pido disculpas a los lectores caídos enel cumplimento del deber.

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Hemos opuesto la espada a la espada y ha sido funda-da la libertad; ha surgido en el seno de las tempesta-des; este origen es común al del mundo, surgido delcaos, y al del hombre, que llora al nacer.

Saint-Just

Ninguna dulzura borrará las señales de la violencia; sólola violencia puede destruirlas.

La violencia, como la lanza de Aquiles, puede cicatri-zar las heridas que ha infligido.

Sartre

EL DISCURSO DE LA VIOLENCIA

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La violencia toma la palabra. La vibrante exquisitez desu verbo iracundo emerge de un mundo cierto, de di-mensiones evidentes. Es una voz que cobra sonoridaden una realidad concreta, preñada de sombras y depuños, de sueños y de guerras, en la que invariable-mente transcurre la historia de los hombres y en la quelos hombres acatan y crean la historia.

Elegida y asumida por el hombre, la violencia toma elcarácter de atributo exclusivamente humano. El hom-bre puede rechazarla o aceptarla, adoptarla volunta-riamente como un instrumento, un medio en su activi-dad histórica. Buscada y querida por el hombre, ejer-citada por la razón, se organiza y estructura como unelemento indispensable de la praxis social.3

A. REALIDAD DE LA VIOLENCIA

3 "La praxis no se reduce aquí a la violencia, pero ésta -como medio- es un elemento indispensable de ella". AdolfoSánchez Vásquez. Filosofía de la praxis. Página 302.

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En la medida que toda praxis es transformación, alte-ración o destrucción de un objeto dado, natural o hu-mano, es esencialmente violación de su legalidad, des-articulación de su integridad. La violencia se manifies-ta allí donde ese objeto se resiste a la acción del sujetohombre, pugnando por mantener su estabilidad, inmo-vilidad o identidad. En este sentido, la violencia acom-paña a la praxis.

En el terreno social, la praxis se endereza impetuosacontra un orden establecido buscando su destruccióny reemplazo por una nueva estructura social. La praxisdestructora-creadora toma la forma de la actividadpráctica revolucionaria apoyada en el impulsoregenerador de la violencia. Pareciera que praxis y vio-lencia en la íntima conjugación de su accionar cobra-rán un idéntico o único rostro cuando en verdad sólovan de la mano por los accidentados senderos de lahistoria.

La violencia, medio propicio y útil instrumento de lapraxis, es su compañera puntual y coherente, en ungrado tal, que su convergencia se interpreta como fa-talidad insoslayable de la condición humana. A fuerzade proclamar su omnipresencia abrumadora se incu-rre en la concepción metafísica de su absolutización,como principio de todo lo que acontece (Dühring,Sorel, Nietzsche).

En dimensión calculable, la violencia aparece siemprecomo el telón de fondo de todas nuestras acciones, laatmósfera agobiante en que se desenvuelven nuestras

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vidas, pero, sobre todo, la hebra conductora que haido hilvanando, contradicción tras contradicción, to-das las etapas de nuestra envilecida historia. Recono-cer esto es solamente constatar un hecho. Desentra-ñar la compleja esencia de esta multiforme realidad esuna tarea inaplazable.

Guatemala es fruto de una violencia dilatada y la pro-longación de sus padecimientos obedece a tempra-nas agresiones. Una especie del peor ilusionismo es elque pretende hoy, ingenua o taimadamente, alarmarcon la triste actualidad de la violencia.4 Nada más có-modo en tanto estéril, que descargar un torrente deindignación moral contra lo que se considera el malabsoluto: la violencia, y pretender con ello abolir suincontrastable vigencia mediante la magia del oculta-miento. Para infortunio de los predicadores del falsopacifismo, con ello no se consigue más que exaltar laplena vitalidad de un fenómeno que resume y explicaa la vez, la esencia de nuestra situación histórica. Em-pero, ni la glorificación ni la condena consiguen escla-recer la cabal significación, el carácter y el valor, laexistencia misma de la violencia y su papel histórico.

4 Me refiero a toda la gama de cruzadas pacifistas que asu-miendo un púdico "neutralismo" debaten encarnizadamente con-tra la posibilidad del uso revolucionario de la violencia, y quedespliegan en las llamadas "campaña nacional contra la violen-cia" como inocente apoyo a la represión.

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5 Ariel Dorfman. La imaginación y violencia en América.Pág. 9

Nuestra violencia es tan vigorosamente antigua comonuestra formación social y sólo hasta hoy, su proble-mática ha adquirido una dimensión de relieves y mati-ces singulares, que desborda, con mucho, cualquierindagación teórica cumplida al presente. Toda autén-tica preocupación por los problemas concretos denuestra realidad social, conduce inescapablemente ala violencia mostrándonosla como una cuestión nece-sitad de reflexión profunda.

Guatemala templa su futuro en el fuego de la violenciapresente. La violencia es el contorno que envuelve, laverdad que salta a los ojos al menor sesgo de nuestrohacer, es la estructura misma de nuestra vida, nuestracotidiana manera de sobrevivir, la posibilidad siem-pre cierta de la muerte que acecha a cada próximorespiro.

En ninguna otra creación teórica, alcanza esta reali-dad tan exacta y hermosa representación, como en laliteratura de nuestra América; "mostrar como la vio-lencia ha creado una cosmovisión que no se encuen-tra en ningún otro lugar; cómo el hombre americanoha enfrentado el problema de su muerte y su libertad,y cómo, derrotado o vencedor, ha sabido encontraren la violencia su ser más íntimo, su vínculo ambiguoo inmediato con los demás" es lo que Ariel Dorfmandestaca como esencial de nuestra narrativa.5

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"En Hispanoamérica, la violencia no es el segundo poloo término de una dualidad, una alternativa frente a lacual, uno pueda plantearse con cierta racionalidad yaparente indiferencia. Es la estructura misma en queme hallo: no entregarse a ella significa morir o perderla dignidad o rechazar el contacto con mis semejan-tes".6

La violencia pues, no es un fruto intelectual, una idea,ni una abstracción psicológico-filosófica; es un datohistórico, la prueba de la existencia misma, la realidadfactual irrevocable y definida, la ecuación de la vida yla muerte, "es lo inevitable, el color del destino, el ros-tro de mi muerte".7

"En América, la violencia lo escoge a uno desde quenace, y lo que debemos determinar es cómo la utiliza-mos (¿y podremos siquiera utilizarla?), en qué direc-ción contra quién descargo esta energía que monta enmí que tiene que salir por alguna parte".8 Echando pro-fundas raíces en nuestra realidad social, incrustándosecríticamente en nuestras vidas, la violencia, una cuasi-fatalidad del sistema, se interpone entre nuestra con-ciencia y la historia que sucede, para avocarse al fun-damental problema de qué tipo de violencia usar; cómola ejercito en lugar de que ella avasalle mi voluntad;cómo sobrevivo a ella y me acojo a su dignidad reden-tora para afirmar mi humanidad. La violencia nos aco-

6 Ibidem. Pág. 147 Loc. Cit.8 Idem

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sa sin dejar espacio al dilema no es el hecho violentoel que escoge sino su forma, su dirección.

La violencia existe, la violencia es y carece de ambi-güedad, pues las ambigüedades sólo se dan en tornoa nuestros actos, respecto a las posiciones que adop-tamos frente a las situaciones-límite de la existenciasocial que imponen a la violencia. No podemos igno-rar la violencia pues ésta nunca dejará de ser y nuestrafacultad es decidir si la ejercitamos a nombre de lajusticia o injusticia.

Cuando decimos "la violencia desangra a Guatemala"no hacemos el simple enunciado de una valoraciónapocalíptica de nuestra vida, tampoco es la evocaciónsubjetiva que sigue a tientas un mundo de matices os-curos donde se desvanecen las raíces sociales de nues-tra "trágica existencia"; no, lo que queremos aludir esel conjunto de condiciones históricas, políticas y so-ciales que permiten que haya una situación de violen-cia que se manifiesta cotidianamente en hechosviolentos contra los hombres.

Que esta situación es una situación generalizada deinjusticia en la cual se rompe la convivencia y seinstaura la violencia, en tanto que es una lucha entrehombres con distintos intereses, con aspiraciones en-contradas y antagónicas. Con ello destacamos que laviolencia no es una creación voluntarista, sino que sur-ge de una base objetiva que arranca de la explotacióninmisericorde del hombre por el hombre, que se per-petúa en la más racional y brutal de las opresiones y

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que remata en la atrocidad de la abominable repre-sión. Por ello la violencia es un fenómeno económico,sociológico y político, como lo es también cultural alsometer las mentes y conciencias a un orden de igno-minia.

Pero la violencia que nace de esa situación objetiva,no sólo es destructiva y mortífera, se nos revela tam-bién y luminosamente, como el recurso de nuestrasalvación como hombres, como el arma de nuestrareintegración esencial. Inscrita en la piel de nuestradignidad, la violencia nos eleva a la decisión de serlibres para seguir siendo humanos.

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La violencia no tiene un sentido ético en sí misma, nicarece en absoluto de ello: la violencia cumple unafunción, es un instrumento.

La violencia no es ni buena ni mala: es. La violencia noes mala ni buena: es necesaria. Su necesidad es su prue-ba de sentido, es su legitimación. La violencia entrañauna lógica extremista a la vez que racional, en funciónde la dialéctica histórica. La violencia no decide sobresí misma, ella se limita a atender las determinacionesde una realidad fundamental, impregnada de perma-nentes contradicciones que se resuelven en sangre ala hora de los ajustes de cuentas.

Llegado este límite, la ascensión a este extremo de laacción, es la lógica derivación de una toma de

B. NECESIDAD DE LA VIOLENCIA

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9 Julio Barreiro. Violencia y política en América Latina.Pág. 31

10 Ibidem. Pág. 3311 Ibidem. Pág. 47

decisión fundamentalmente política. La violencia esinseparable de la política. La violencia encuentra suplenitud racional en el contexto de lo político. Su ne-cesidad es una urgencia política cuando el poder seejerce para oprimir. "Toda política está envuelta en eljuego de la violencia, la política no existe sin laviolencia, aunque ella nos e reduzca a la violencia. Elfenómeno de la violencia no debe ser analizado mo-ralmente sino políticamente".9 Julio Barreiro habla porla nueva política de América Latina, subrayando laimbricación de la violencia con la política, fija los lími-tes y el contenido ético en las diversas formas de ejer-cerla: "tarde o temprano, los pueblos serán apeladosen lo íntimo de sus conciencias por las motivacionesque llevaron a elegir tal o cual forma de violencia."10

Luego destaca que la violencia tiene fuerza cuandotiene autoridad moral, cuando representa algo más quedestrucción o alarde de poder físico, cuando se aplicaa fines necesarios al bienestar común o bien comorespuesta a la brutalidad represiva: "La violencia seencontrará justificada o condenada, según sea o no unmedio para acelerar o para retardar el movimiento dela historia y el proceso de la humanización del hom-bre. En la medida que la fuerza bruta del viejo régimensea represiva, la violencia revolucionaria de la nuevapolítica será liberadora".11

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Las consideraciones morales sobre el uso de la violen-cia las fueron agotando los mismos que se sirvieron deella como sostenedores de un inhumano orden repre-sivo.

Ellos se escudan en la fuerza, no en la razón o el dere-cho. Nunca se preguntaron o discutieron si la violen-cia debiera ser usada; acordaron únicamente en quémedida, con qué intensidad. Invariablemente se des-empeñaron siempre como verdugos implacables. Si elpueblo hoy, ha desarrollado una conciencia ética antela violencia ha sido para plantearse de manera respon-sable ante la lucha por su liberación, pero no la hubie-se necesitado para resistir una situación de violenciaque lo hacía su víctima predilecta e indefensa.

Un pueblo humillado por siglos como el nuestro, tar-de o temprano debía reconocer la necesidad históricade los métodos violentos de lucha en la transforma-ción revolucionaria de la sociedad, en la búsqueda desu auténtica emancipación.

La violencia es necesaria cuando las contradicciones,en una sociedad escindida en clases enemigas, alcan-zan una agudización irremontable a cualquierconciliación. Entonces es inevitable recurrir a laviolencia tanto de parte de las clases dominantes comopor las oprimidas, aunque con fines diametralmenteopuestos.

Cuando nuestro pueblo se subleva es sólo para encon-trar una manera de sobrevivir como humanidad en un

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sistema que lo aplasta, lo degrada, que lo consume len-tamente y, abierta o subrepticiamente lo conduce díaa día hacia la muerte. Entonces se comprende que elderecho a la resistencia, la autodefensa, la contra vio-lencia popular son legítimas formas de recobrar unadignidad negada o arrebatada.

"La contra violencia de nuestros días es la versión mo-derna de la guerra justa de la antigüedad".12 "La utili-zación de la violencia, entonces, por parte del puebloque aspira legítimamente a una vida más digna, dejade ser un problema fundamentalmente ético y se trans-forma en un problema de estrategia".13 La violenciacobra de ese modo conciencia de sí misma, y se con-vierte en la mediación real y efectiva, entre la praxispolítica y la perenne búsqueda de liberación para losoprimidos. La moralidad está en los medios si previa-mente está en el fin que los supone. Los fines políticosque pueden legitimar el uso de la violencia son aque-llos que encarnan un ajuste vital a la sociedad, los quereclaman un lugar y un rol para los hombres libres, enel proceso de humanización de la historia.

Los administradores y ejecutores de la violencia repre-siva, los que son remisos a reconocer ese movimientode la historia, que habrá de crear un hombre nuevo enuna nueva sociedad; ellos, no pueden encontrar un soloargumento ético, un frágil soporte moral a la inhuma-

12 Ibidem. Pág. 11313 Ibidem. Pág. 114

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nidad de su fuerza. Ellos seguirán varados en el atolla-dero moral de su propio miedo, aferrados inútilmentea la sinrazón del odio infinito, a la ceguedad del terrorpermanente y la más irrefrenable y abyecta vocaciónpor el crimen. Porque la historia es inexorable, se sabeque esa será su ultima ratio, en el claro sentido que yaMarx señaló con agudeza, al decir que toda claseagonizante prefiere un final espantoso a un espantosin fin y que, de esa manera, rubrica su testamentopolicíaco.

La violencia asumida por los que buscan la justicia, encambio, estará siempre proporcionada a revelar el pro-yecto de un nuevo orden social, en que la paz no seauna vergüenza y la libertad algo más que un lánguidopostulado espiritualista.

Concebir una nueva sociedad y entender la necesidadde la violencia como medio para alcanzarla, son dospensamientos compatibles, dos consignas sensatas deuna misma tarea histórica. Asumir la violencia, organi-zarla y desarrollarla, dominarla y humanizarla, son ele-mentos de una incontestable y lúcida estrategia. Acep-tar un compromiso histórico tal, es eliminar tajante-mente cualquier gesto anárquico alimentado por laaventura o el espontaneísmo; no hay cabida para uncompromiso gratuito con la violencia, el compromisoes con la conciencia política que ilumina un caminohacia el futuro donde se concretan la solidaridad y lafraternidad humana, en un orden social que abriga lapropia negación de la violencia.

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Su carácter impositivo y externo, la evidencia de suexistencia efectiva es la realidad de la violencia; eldeber de su existencia, su carácter de medio o instru-mento, su función como prueba de su sentido, justifi-ca y afirma la necesidad de la violencia; su considera-ción en una estrategia, su inclusión en una praxis, sucarácter de acción, es su posibilidad, su positividad.

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Por su realidad, la violencia evidencia su vida; por sunecesidad, implanta su razón; por su posibilidad, veri-fica su viabilidad.

La violencia no es una especie de gracia diabólica, queposesione en unos cuantos espíritus perversos. No esel repentino desenfreno de la barbarie, en un mundode perpetua concordia. La violencia no viene sola, noirrumpe a partir de la nada. Ella se instituye a partir dela división de la sociedad en clases, que en última ins-tancia se estructuran sobre bases económicas. Todaexplotación lleva consigo, como una sombra, el atrozcomplemento -o implemento- de la represión.

La violencia se revela estructural engendrada en lasmismas formas y relaciones de producción, que resu-men la inmensa injusticia del régimen capitalista.

C. POSIBILIDAD DE LA VIOLENCIA

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Deriva institucional cuando queda inscrita en lasestructuras del Estado, organizada como la sistemáti-ca defensa represiva de dicho régimen.

La abolición de las estructuras sociales y políticas dela violencia, tan arraigadas hoy dentro del capitalismo,es el desquite radical y lógico que se posibilita por laviolencia revolucionaria.

"En tanto el enfrentamiento entre clases sociales anta-gónicas constituye la trama de la vida social, la violen-cia seguirá siendo el aspecto dominante".14 Un mun-do capitalista, penetrado por el conflicto, definido porel choque de clases, donde impera la explotación delhombre por el hombre, es un mundo entregado a laviolencia. Este mundo, este régimen, no usa la violen-cia contra sí mismo, no se autodestruye por el sólohecho de que el uso de la fuerza es absurdo o injusto ycon ello contraviene una ley moral, no se consume enla banalidad de sus crímenes. Es necesario suprimirlo.Es posible eliminar la violencia destruyendo al Estadojunto a la clase que aquella sostiene. "Guerra a la gue-rra, esta consigna no parecería irrisoria de no exami-narse las raíces sociales de la guerra. No serviría denada enfrentar uno contra otro a dos instintos de agre-sión, dos violencias desnudas. Y el aniquilamiento sólopuede lograrse poniendo en práctica leyes que defi-nan en qué condiciones nuestra revolución es posible.Es necesario replantear continuamente la misma pre-

14 Gilbert Mury. Teoría marxista de la violencia. Pág. 54

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gunta: ¿se trata de terminar con la violencia en el mun-do o de preservar mi personalidad de esta hechiceríaque es la violencia? En el primer caso, la fuerza de lasmasas armadas puede, por sí misma, vencer el poderde los agresores, en el segundo caso, de acuerdo a lafórmula "yo mantengo mis manos puras, pero ya notengo manos".15 En el momento en que el avance delas masas implica a la vez, un ascenso de las luchassociales, en que su propia liberación plantea laineluctabilidad de la guerra, la violencia se convierteen el aspecto dominante del proceso revolucionario.La experiencia histórica inmediata ha develado estaverdad común para los pueblos oprimidos, sobre estedenominador común hay que discernir y resaltar lasverdades particulares de cada época y cada país.

Sobre la posibilidad o positividad de la violencia, lapráctica mostrará ser decisiva.

Si es así, es porque en la vida social dominan las con-tradicciones antagónicas entre clases opuestas, aque-llas cuya resolución está en manos de la violencia. Pri-vilegiar la violencia es definir con nitidez su contenidode clase. "Sin saber determinar, en un momento preci-so y con perspectivas de futuro, si una contradicciónes o se transforma en antagónica y hasta qué punto, noes posible definir una estrategia y una táctica revolu-cionarias. Ni siquiera saber si la situación actual es re-volucionaria inmediatamente o a largo plazo".16 La pri-

15 Ibidem. Pág. 57-5816 Ibidem. Pág. 62-63

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mera tarea es usar las armas de la crítica para llegar aentender que toda realidad es dialéctica, que se trans-forma necesariamente, que toda mutación que experi-menta es contradicción, que toda realidad es dialécti-ca, que se transforma necesariamente, que toda muta-ción que experimenta es contradicción, que dentro deesta generalidad se destacan las particularidades delas contradicciones específicas y que hay que descu-brir allí, la principal de todas ellas. Entender lo propio,lo peculiar de nuestra sociedad, implica una intensalucha de clases invariablemente violenta, que esta lu-cha se enmarca dentro de un conjunto de condiciones-objetivas e históricas- que únicamente por ellas pue-de cobrar un contenido, un alcance práctico, una con-creción.

Y no olvidar que "en un corto plazo acá, en un largoplazo allá, es en definitiva, la violencia militar de lasmasas la que resuelve el debate. El arma de la críticaes reemplazada por la crítica de las armas".17

17 Ibidem. Pág. 60

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El verbo de la violencia no es sólo el tono de la elo-cuencia, el furor que habla, la visión intuitiva de lasevidencias de un mundo en conflicto. Es también, ysobre todo, el lenguaje de la razón que introduce unorden en la confusión pasional. Es el pensamiento quese constituye por etapas, en un itinerario discursivodonde la ideología cede lugar a la ciencia. Razón y len-guaje se vinculan en un discurso coherente que le con-fiere una argumentación a la violencia, un sentido a lapasión humana. Este es el discurso de la violencia queaflora en labios del marxismo.

El marxismo no es un sistema de especulación cerra-do, que se clausura en sí mismo, consumiéndose en elpuro nivel de las formulaciones teóricas. La elabora-ción científica de todo un sistema teórico no puedeabstraerse aquí de los distintos campos prácticos enque se inscribe. Pensar el marxismo es practicarlo.

D. RACIONALIDAD DE LA VIOLENCIA

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El marxismo es una filosofía de la praxis. Ha surgidohistóricamente como una teoría de la praxis revolu-cionaria y es en este terreno donde la violencia juegaun papel fundamental.

El marxismo es una filosofía del hombre: a través desus actos el hombre produce su propia historia. Loshombres son sujetos y objetos a la vez, de su propiaactividad práctica.

El marxismo es una filosofía del hombre, pero del hom-bre emancipado y combativo, no del que se resignade su propio sufrimiento y del ajeno. Una de las gran-des verdades que el materialismo histórico revela, esla existencia de una contradicción fundamental en elseno de la sociedad: la lucha de clases. Y es esta luchade clases, la que convierte al hombre en enemigo delhombre, una vez que uno -el explotador-, ha transfor-mado al otro -el explotado- en un medio, en un instru-mento de sus fines, robándole su dignidad, su liber-tad, su seguridad; así uno y otro se convierten en surespectivo contrario, dos elementos recíprocamenteantagónicos que resuelven su contradicción medianteel enfrentamiento violento.

"El empleo del método dialéctico no desemboca siem-pre en una filosofía de la violencia. Pero en el marcodel mundo en que vivimos, la doctrina de la no violen-cia es extraña al marxismo. Descuida la contradicciónfundamental que revela el materialismo histórico: laexistencia de la lucha de clases. Por lo tanto, ante laafirmación de no recurrir a la fuerza, el marxismo res-

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ponde con una pregunta: ¿en qué marco y en benefi-cio de quién?"18 Marx, Engels, Lenin y Mao, recono-cieron siempre y destacaron lo inevitable y necesariode los medios violentos en la lucha revolucionaria,poniendo al descubierto las condiciones en que su usopuede ser posible y justificado, al mismo tiempo queeficaz.

En Marx, la violencia cobra la categoría de la expre-sión más alta de la praxis política, de fuerza ineludibleal servicio del cambio social y de arma contundentecontra la alienación humana. La violencia goza desdeentonces, de un rango creador y redentor en su papelhistórico.

En el plano de lo político, la irrupción y prédica delmaterialismo histórico y dialéctico, marcó el salto ra-dical de un socialismo reformista y pacifista, a un so-cialismo revolucionario y científico. Donde antesprevalecía el tono del sentimentalismo burgués, delfraternalismo voluntarista, emergió un verdadero gritode guerra que selló la muerte del socialismo utópico yanunció la vitalidad de un socialismo aguerrido,batallador y totalizante. El elemento que permitiría esdiferenciación cualitativa entre uno y otro socialismofue el papel asignado a la violencia.

"Marx quiso purgar al socialismo de su blandura ro-mántica, de su humanitarismo cristiano y burgués.

18 Ibidem. Pág. 33-34

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Calificó a los utópicos de líricos y sentimentalescarentes de espíritu científico"19, con ello no hacía másque afirmar la necesidad de llevar la lucha de clases asus últimas consecuencias. Los oprimidos puedenechar mano de la violencia que han soportado y lu-char contra sus opresores que hasta ese momento lahan monopolizado.

"A partir de la obra de Marx, la violencia aparece comola condición misma del cambio revolucionario".20 Elplanteamiento llevaba también la advertencia que nose trata de modificar partes de la sociedad sino su to-talidad, y es la utilización de la violencia, lo que da lamedida de la profundidad y celeridad del cambio re-volucionario.

La revolución debe eliminar de manera irreversible yen su totalidad, las posibilidades de que se restablez-ca la opresión, la explotación y el crimen. Esta es unaenseñanza que los pueblos deben aprender y poneren práctica. Marx trató siempre de educar en este sen-tido a los movimientos socialistas, insuflándoles unespíritu de lucha inclaudicable y encarnizada, que sedespojará de cualquier rasgo conciliatorio. Descarta-da la frágil sustentación de una alianza de clases, laviolencia es la estrategia de la lucha revolucionaria.

19 Víctor Massuh. La libertad y la violencia. Pág. 13 20 Ibidem. Pág. 14

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"La revolución resulta ser absolutamente necesaria parala redención del hombre y su liberación definitiva. Sinella no tiene lugar el nacimiento de lo nuevo, del hom-bre plenamente humanizado; la violencia, dice Marx,es la partera de toda sociedad vieja preñada de unanueva. Ella no sólo viene a ser el instrumento de unadestrucción completa, sino de una creación completatambién. La violencia de Marx es apocalíptica porquearrasa un mundo viejo y barre con este, es redentoraporque libera al hombre de sus alienaciones y lorehumaniza, y es creadora puesto que engendra unorden nuevo".21

Lucha total, negación radical, dureza redentora, enfren-tamiento sin tregua, discordia inconciliable, embatecreador; diversos y congruentes rasgos que delineanuna misma profunda y transparente valoración de laviolencia.

Categoría constitutiva de una nueva filosofía de la his-toria, la violencia se torna la más filosa y bruñida arma,de una mejor definida metodología de la lucha social.Marx convoca la violencia a la hora crucial de la histo-ria, la adhiere a la médula de la dialéctica social y laproyecta hasta el radiante umbral de un cercano futu-ro, que habrá de ser traspuesto por la marcha irrepri-mible de la humanidad redimida.

21 Ibidem. Pág. 15

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Marx ligó la violencia al destino del socialismo: "en suexaltación de la violencia, en su desafío revoluciona-rio, latía la intuición de que grandes formas humanasestaban llegando a su fin… un mundo que se destruyey otro que nace… y si la violencia emerge como el graninstrumento, el puente que lleva de una humanidad aotra, del fin al comienzo, ¡loada sea!... apeló a la vio-lencia porque ella le pareció más aliada de la vida quenace que de la muerte. La clavó en el centro de su sis-tema y cimentó su prestigio".22

Marx no glorificó la violencia, no la consideró un finen sí misma ni la concibió como el único método delucha; destacando su papel fundamental en la lucha,subrayó igualmente su esencia instrumental y dedujode ella su inevitable abolición.

Sobre estas bases, todos los continuadores de Marxhan desarrollado los distintos aspectos de la teoría dela violencia.

Lo que Marx enunció de manera dispersa en muchosde sus escritos,23 encuentra en Engels, una primerasistematización en su notable alegato contra Dühring.24

22 Ibidem. Pág. 1723 Carlos Marx. El capital. T. I Pág. 63924 Federico Engels. Antidühring. Págs. 177-205

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Reafirmando la moralidad del uso revolucionario de laviolencia, Engels enfrentó a las voces condenatoriasde un ya entonces rancio pacifismo: "Para el señorDühring la violencia es el mal absoluto; para él, el pri-mer acto de fuerza es el pecado original, y todo sualegato se reduce a una jeremiada sobre la mácula querepresenta para toda la historia, hasta nuestros días,ese pecado, y sobre la infame distorsión de todas lasleyes naturales y sociales causadas por ese poder sa-tánico que es la violencia. Pero el señor Dühring nadadice acerca de que la violencia desempeña a su vez,en la historia, un papel muy distinto, un papel revolu-cionario, y, para decirlo con las palabras de Marx, elde comadrona de toda vieja sociedad que lleva en susentrañas otra nueva, de instrumento por medio del cual,el movimiento de abre camino y hace saltar, hechasañicos, las formas políticas y fosilizadas y muertas".25

Por otra parte Engels sitúa las raíces de la violencia enlos hechos económicos, el ve que en la génesis de todoproceso de opresión, el fenómeno de la violencia po-lítica juega un rol secundario frente al poder económi-co, o sea, queda subordinada a los instrumentosbélicos o de agresión sin los cuales no es posible suaplicación.

Massuh apunta que demostrando su carácter secun-dario, Engels neutralizaba los aspectos negativos de la

25 Ibidem. Pág. 204-205

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violencia. La violencia es un bien porque ayuda a lacreación del socialismo. En todo progreso humano, ellaaparece como un estallido de salud moral y espiritualque revitaliza la historia, "No obstante, Engels consi-dera que la violencia puede ser extremada y agravadasin riesgos porque seguramente desaparecerá un día.Es posible exaltarla como bienhechora, porque ella nocontará en el futuro cumplido del hombre. Su suerteestá ligada a la del Estado".26

Esta última aseveración fue desarrollada y profundizadapor Lenin, décadas después en el ensayo El Estado yla revolución,27 donde aclara que la violencia y el Es-tado tienen un origen común y que su desapariciónserá así mismo, simultánea.

Como brillante estratega revolucionario, Lenin recalcaque siendo el Estado, la organización de la violenciapara la represión de una clase cualquiera, mientras suaparato permanezca en manos de la burguesía, la gue-rra tiene que ser total y encarnizada: la sustitución delEstado burgués por el Estado proletario es imposiblesin una revolución violenta. Lenin proclamó: "si el Es-tado es un producto del carácter irreconciliable de lascontradicciones de clase, si es una fuerza que está porencima de la sociedad y que se divorcia más y más de

26 V. Massuh. Op. Cit. Pág. 19-2027 V. I. Lenin. El Estado y la revolución. En Obras escogi-

das T. 2 Páginas 293-393.

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la sociedad, resulta claro que la liberación de la claseoprimida es imposible, no sólo sin una revolución vio-lenta, sino también sin la destrucción del aparato delpoder estatal que ha sido creado por la clase domi-nante".28 Fiel a las orientaciones de Marx, insiste eneducar al proletariado, a las masas, en la idea de larevolución violenta, como una necesidad de conjurarlos peligros y fallas del reformismo claudicante.

La consideración de la violencia y su uso es lo que hapermitido diferenciar a los revolucionarios verdade-ros de toda la gama de farsantes. Donde quiera que seescuche la voz de un auténtico marxista será una ape-lación a la violencia como la mayor y más urgente po-sibilidad de humanizar al hombre: el poder está en laboca de un fusil (Mao), es casi la única esperanza devictoria (Che), el pueblo decide no confiar sino enmétodos violentos (Fanon).

La violencia es la tormenta purificadora que sopla aras del suelo patrio, donde se levantan puños invenci-bles: "¡Queridos compatriotas! En unión de las fuer-zas de liberación aniquilen al enemigo. Salven alpaís".29

28 Ibidem. Pág. 30129 Difundido por la unidad de propaganda del Ejército de

Liberación de Vietnam, bajo dirección de Giap

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"…entraron cristianos y comenzaron los grandes es-tragos y perdiciones de estas gentes y que primerodestruyeron y despoblaron, comenzando los cristia-nos a tomar mujeres e hijos a los indios para servirse yusar mal de ellos, y comerles sus comidas que de sussudores y trabajos salían… y otras muchas fuerzas yviolencias y vejámenes que les hacían, comenzaron aentender los indios que aquellos hombres no debíanhaber venido del cielo".

Fray Bartolomé de Las Casas

"Todo esto prueba que la colonización, repito,deshumaniza aún al más civilizado de los hombres; quela acción colonial, la conquista colonial, basada en el

SEMBRANDO LA VIOLENCIA

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desprecio al hombre indígena y justificada por esedesprecio, tiende inevitablemente a modificar al quela emprende; el colonizador que, para irse habituandoa la idea, se acostumbra a ver en el otro a la bestia,tiende objetivamente a transformarse él mismo enbestia".

Aime Cesaire

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"Quien siembra perdigones, cosecha revoluciones", sise atendiera esta sabiduría popular estampada en unmuro cualquiera de nuestras calles, se comprenderíajustamente por qué ya es tiempo de violencia. Volvien-do los ojos a 1524, se podría decir también que nadieconquista inocentemente y que la impunidad de la co-lonización no puede ser eternamente predicada.

Tomar conciencia del pasado es saber reconocer en elpresente, a los herederos de los primeros victimariosdel pueblo.

No tenemos ninguna dificultad para comprender quela historia es un proceso de lucha, en que unos gruposhumanos se destacan a expensas de otros. La lucha de

"QUIEN SIEMBRA PERDIGONES,COSECHA REVOLUCIONES"

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clases que la anima, ofrece casi siempre el espectácu-lo final del sufrimiento de los perdedores, que paganasí tributo a los vencedores. Esto es una ley. Sin em-bargo, la historia escrita acerca de la conquista y colo-nización de Guatemala, parece un dulcificado relatode virtuosos verdugos y víctimas confesos, escrito porsofistas.

Es a la vez dramático y asombroso, comprobar cómolos cronistas, narradores e historiógrafos -criollos oextraños- de manera igualmente habilidosa que cíni-ca, han conseguido instaurar la vacuidad en medio deun proceso vivo de lucha social.

Hacer historiografía en Guatemala, ha sido una esoté-rica y alevosa manera de trabajar con un ojo volunta-riamente cerrado; y no para centrar la perspectiva his-tórica en un punto de mira científico, sino para distor-sionar y empañar un movimiento histórico vital y porlo tanto, complejo y contradictorio, que ha venidotransfigurándose en una atroz pesadilla para nuestropueblo, en tanto despierta de ese sueño mistificador.

Contar la historia es una actividad bien distinta y dis-tante que hacerla. La historia la hacen los hombrescomo fuerza social, a través de hechos concretos e irre-versibles. Hoy nuestro pueblo hace su historia y la es-cribe la savia de su fuerza. Su sabiduría germina de suconciencia histórica que hoy plantea construir su fu-turo sobre los cimientos reencontrados de su pasadonacional.

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Modelar su propio cauce histórico, significa para nues-tro pueblo, recomponer el tiempo de su antigua uni-dad, depurar la esencia de su síntesis presente y avan-zar íntegro y firme sobre el porvenir.

Reordenar los cruciales aconteceres en el origen delhecho colonial, es volcarse sobre las fuentesprimigenias de la violencia, tomar un punto de partidapara resolver la indagación de por qué es una desga-rradura del tiempo presente y considerarfundadamente, su papel histórico para el futuro, deuna manera tan clara como posible.

La violencia es la nervadura que se entreteje y ramificaen cada etapa de nuestro largo proceso de formaciónsocial; aflorando en una, no sucumbe en la siguiente, yaún subsistirá para una próxima, hasta que su encade-namiento desemboque en una fase ya definitiva decreación de una sociedad superior, en la que los hom-bres, antes oprimidos, se acogerán a aquellos valoresreservados legítimamente a los no-violentos: serán li-bres, fraternos, solidarios, en una palabra, plenamentehumanos.

Revisar la presencia de la violencia en los primerosespacios coloniales de Guatemala, no es simplementeproceder a un recuento de los horrores y atrocidadescometidas por los conquistadores, como motivadaspor su simple delectación de aventureros. Tampocopara explicar el presente sangriento, serviría de mu-chos efectuar, con pavor, el inventario de vidas sacrifi-cadas en este genocidio-martirologio que ha

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involucrado cruentamente, a lo peor y mejor de nues-tro pueblo.Aún cuando la historia de la violencia posea nombrepropios, no podrá ser la sencilla biografía de cruelesantihéroes o el presto reportaje de un inacabable ho-locausto popular. Este aspecto de los hechos, esdesalentadoramente el más conocido y difundido.Acaso resaltarlo ha contribuido a aguijonear ciertascándidas conciencias que prefieren apartarse de la cru-deza de ese fenómeno, acaso con ello unos pocos avi-sado han podido entrever una realidad soterrada bajoel peso de la falsificación.

Este tipo de crónica ilumina opacamente la amplia sig-nificación que la violencia ha tenido en nuestra vidasocial, de aquellos días a la fecha. Además de ser pocoreconfortante, es bastante menos rigurosa y objetiva.Es tarea de gran responsabilidad, aún en modestos tra-bajos como éste, remontarse al pasado y desentrañarlas profundas raíces de la violencia, para poder desci-frar los signos de su dilatado impacto, proyectado a lolargo de nuestra historia.

Para ello es necesario redescubrir la violencia comoun elemento medular en la espina dorsal del procesoeconómico de la colonia y delimitar los alcances de sufunción de soporte a un nuevo sistema político-socialdesde entonces.

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La conquista fue un capítulo inexorable del primer grandesarrollo del capitalismo naciente a escala interna-cional, que se manifestó en términos de un rapazexpansionismo mercantilista.

La consumación de esta empresa, se vio favorecida poruna distinta concepción y uso de los instrumentos ytécnicas de la guerra, que correspondía también a dis-tintos procesos de desarrollo, en marcha en cada unade las sociedades enfrentadas, todo lo cual se tradujo,en el terreno de los hechos, al momento del choque,en una superioridad militar de los conquistadores so-bre los pobladores naturales.

A. VIVE LA CONQUISTA

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La conquista es el encuentro y fricción de dos siste-mas sociales poco semejantes y la colisión de dos cro-nologías históricas diferentes, que provocó un gravedislocamiento en el desarrollo interno de la sociedadguatemalteca, hasta ese momento vigente y vigoroso,de acuerdo a sus específicas condiciones.

A partir de la consolidación de la conquista -que seculmina a un precio elevado de sangre y latrocinio- ycon el inicio de la colonización, aquellas fuerzasexpansivas cuyo eje de control partía del mercantilismoeuropeo, determinaron un nuevo orden económico enesta tierra, conformando a escala continental todo unmagno imperio colonial.

La vinculación por la conquista, de dos modos de pro-ducción cuyas esencias no tenían nada en común, en-gendró la nada armoniosa interdependencia entre unasociedad sometida por la fuerza y la beneficiada so-ciedad metropolitana.

Todo este proceso no se realizó sin que se viera des-bordada la crueldad impía de los conquistadores so-bre poblaciones enteras y se impusiera el vandalismocomo nota predominante; acciones tales, que sólo unhuero y disparatado romanticismo, puede hoy, califi-car con toda malicia de hazaña civilizadora.

Las motivaciones del afán lucrativo, pesaron más queel lirismo de la aventura y los sueños de navegación.

El dominio español abrió las puertas a un creciente,masivo y sistemático mecanismo de brutal explotación,

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que ha ido marcando con cadencia de relojería, lasetapas precedentes y actuales de un desarrollo desar-ticulado e involutivo que es la clave del enigmáticodesfallecimiento de nuestro país.

Las principales palancas del beneficio inicial, fueronla exacción apresurada de los productos preciosos yla punzante esclavización de las personas; la usurpa-ción, despojo y privatización de la tierra, junto a lasformas de sujeción al trabajo forzado, sellarían des-pués la perpetuación de un estatuto de explotaciónferoz, que mantiene aún hoy, sus embrionarios rasgosde ignominia.

El impulso mercantilista de la conquista, se inspiró enla mitología del botín, montando sobre su desnudezexpoliativa, todo el ropaje evangélico de la misióndominadora.

La violencia depredadora de la colonia antes, se co-rresponde con la violencia extractiva imperialista aho-ra, que bien puede pensarse en la sobrevivencia encu-bierta de una calamidad pertinaz.

Del colonialismo viejo al nuevo30 se sedimentan reno-vadas superficies, las que se difuminan bajo laadvocación de una misma genealogía de su esencia.

30 Para satisfacción de los laboratoristas y gendarmes delmarxismo, interprétese como neocolonialismo

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Esto no evita, que su precisa caracterización en el pre-sente, deba atender las sucesivas mutaciones que suforma ha ido experimentando, a lo largo de un tránsitocomplejo, combinado, desigual y dialéctico.

La desnacionalización del país, es una actualidad decara al pasado que tiene la edad de más de cuatro si-glos; la violencia, en su función de motor auxiliar deesa inagotable fuga de nuestras riquezas y dignidad,mantiene todavía, la lubricidad de su eficiencia. Estepapel lo clarificaremos mucho más al considerar suimpacto en el proceso de acumulación originaria, conel que el régimen colonial contribuyó al advenimientodefinitivo del modo de producción capitalista comosistema predominante a escala planetaria.

Subrayemos antes, cómo los estragos de la coloniza-ción temprana, se prolongan en los sucesivos sistemasde explotación imponiendo su dinámica atrofiante yregresiva hasta determinar las formas monstruosas delantidesarrollo en Guatemala.

Esta herencia colonial, no es sólo un magro privilegiode nuestra historia, todo lo contrario, es el rasgo con-sanguíneo que amalgama alrededor del mismo sufri-miento, a todos nuestros pueblos engrilletados por ladominación. El aherrojamiento es tan sólido en Boliviacomo México, tan castrante en Guatemala o Venezue-la, la corrosión de la nacionalidad es la misma: "La evo-lución de la dominación colonialista en Venezuela, seinserta en el tiempo irreversible de toda nuestra histo-ria. El curso de la colonización -desde sus orígenes

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hasta su entidad más reciente- jamás se ha interrumpi-do, nunca se ha estacionado, siempre ha fluido comoproceso transfigurado por la mudanza de sus formascoloniales parece no haber alterado significativamentela esencia de la colonización, que ha persistido -sinbruscas mediaciones- en el flujo del tiempo históricovenezolano. Es la perpetuación de un estatuto de ex-plotación que transporta sus estilos y relaciones sinabandonar el móvil de sus violaciones y secuestros.Entre el colonialismo de ayer y el de hoy, sólo mediala amnistía de sus apariencias. El de ayer fue sistemade coacción y fuerza establecido sobre el envilecimien-to de hombres y la extracción irrefrenable de rique-zas. El de hoy es sistema de dominio y expoliaciónque acumula capitales y rentas -en escala más ampliay más intensa- mediante arbitrios de superexplotaciónmodernizados. De aquel a este se prolonga ladistancia entre dos órdenes que la historia no concibecomo intercambiables. Entre ambos, no obstante,existe únicamente la diferencia de acento en sus per-petraciones".31

31Héctor Malavé Mata. Formación histórica delantidesarrollo de Venezuela. Pág. 13

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Sabemos el origen del capital, no puede comprender-se si el análisis no se remite al proceso de su acumula-ción, y de manera prioritaria, a su originaria fuente bajola forma específica de acumulación primitiva.

Con la acumulación primitiva, se da un proceso dedesligamiento entre el trabajador y las condicionesobjetivas de su trabajo, es decir entre la fuerza de tra-bajo -el hombre- y los medios de producción -los ins-trumentos de trabajo-, por la razón de que una clasede comerciantes da inicio al acaparamiento de dichosmedios y con ello obligan a los productores directos aservirles, lucrando con su trabajo.

B. NO HAY ACUMULACIÓN PACÍFICA

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En los sistemas precapitalistas, este fenómeno ocurredurante cierto momento de desarrollo de la produc-ción mercantil y bajo determinadas condiciones histó-ricas; entonces los valores de uso se convierten en va-lores de cambio.

Pero esas condiciones históricas aludidas son siempresituaciones de extrema violencia, como el caso delhecho colonial que trae consigo el despojo de tierras,el forzamiento del trabajo, la destrucción de la pro-ducción y propiedad comunal, la enajenación de la ri-queza natural, etcétera.

Este proceso arranca en Guatemala a partir de la con-quista.

En el Capital, Marx señaló las groseras condiciones queenmarcan este proceso: "…El descubrimiento de losyacimientos de oro y plata de América, el exterminio,esclavización y sepultamiento de las minas de la po-blación aborigen, el comienzo de la conquista y sa-queo de las Indias Orientales, la conversión del conti-nente africano en cazadero de esclavos negros, sontodos hechos que señalan los albores de la era de pro-ducción capitalista. Estos procesos idílicos represen-tan otros tantos factores fundamentales en el movimien-to de acumulación originaria".32 Y repuntaba, "Las co-lonias brindaban a las nuevas manufacturas que brota-ban por todas partes, mercado para sus productos y

32 Marx, Engels. Acerca del colonialismo. Pág. 116

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una acumulación de capital intensificada gracias al ré-gimen de monopolio de ese mercado. El botín con-quistado fuera de Europa mediante el saqueo, la es-clavitud y la matanza, refluía a la metrópoli para con-vertirse aquí en capital".33

La violencia tenía un papel primordial en todo esteproceso primario de acumulación, en que el predomi-nio del capital comercial obligaba -en forma cada vezmás extensa e intensa-, a los productores directos acrear valores de cambio en medio de condiciones pocoenvidiables de trabajo; así se aseguraba, con la garan-tía de la fuerza, que un excedente cada vez más enascenso fuese apropiado por el área metropolitana, "elcapital comercial de esta etapa, al enfrentar una formade producción determinada, se plantea como únicofin, la extracción de la mayor cantidad posible de tra-bajo excedente. La experiencia histórica demuestra queen el caso de los espacios coloniales, esta 'hambre detrabajo excedente' estuvo acompañada en general porla imposición de relaciones laborales fuertemente te-ñidas de aspectos serviles, donde el elemento distinti-vo será el uso de la fuerza, es decir de la coacciónextraeconómica; en suma es el reino de la violenciadesnuda".34

33 Ibidem. Pág. 19-2034 Juan Carlos Garavaglia. Modos de producción en

América Latina. Pág. 10-11

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El ajuste del sistema colonial sólo podía hacerse me-diante el empleo lacerante de las tenazas de la violen-cia pura. La explotación no tuvo disfraces: existió yapareció como tal, en una forma tan manifiesta comosubyugante.

La conquista, como empresa privada del capitalismoemergente, vino a desquiciar bruscamente una reali-dad autóctona, en cuya economía prevalecían los va-lores de uso sobre los de cambio; arrasó con los yaarraigados métodos de comunalismo elemental quearticulaban armoniosamente sus fuerzas productivas,completando una desintegración social, que con elaniquilamiento físico de poblaciones enteras se habíainiciado el momento militar de la colonización.

Donde existió la propiedad comunal se impuso laprivatización, donde se usaron objetos preciosos, conun valor ornamental o ceremonial consagrado por unanoción natural de la riqueza, sobrevino el arrebatamien-to y su conversión a riqueza circulante, a codiciadamasa pecuniaria. Dos concepciones del mundo y lanaturaleza se contactaron, pero fue la interposición dela violencia la que marcó la suerte del confinamientopara una de ellas, pero no su disolución. Esto últimoes el secreto de la esperanza.

Se esfumó la ilusión de la conquista como misión civi-lizadora, industriosa, y ocupó su lugar la desatada fuer-za de la ambición, el conquistador actuó como un agen-te de extracción que llegó a doblegar y transferir conun impulso guerrero sólo identificable a su pasión porel lucro.

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La violencia que convertía al poblador natural en fuer-za de trabajo sometida, fue la clave para la implanta-ción de un orden económico que satisfacía los reque-rimientos mercantilistas de la metrópoli. "Divorciadoen tal forma de lo que fue 'la propiedad sobre las con-diciones de su trabajo' y alienado su trabajo a la pro-piedad del conquistador, aquella expropiación violen-ta, de la que fue objeto como productor inmediato ydirecto, tuvo su correlato en la apropiación por el im-perio español. No de otro modo, la esclavitud indíge-na formaba la base económica de la conquista, cuyaviolencia, en tanto usurpación material cometida porla vía del despojo, fue factor principal de la acumula-ción originaria que ocurriera entonces en la naciónconquistadora, como forma primitiva de la acumula-ción de capital en aquel sistema, caracterizado funda-mentalmente por la expugnación fraudulenta de bie-nes y recursos, la esclavización de la fuerza de trabajonativa y el enajenamiento extraterritorial de la econo-mía de conquista".35

El dominio hispánico sentaba las bases de una explo-tación a nivel internacional, en la relación metrópoli-colonia, provocando un dislocamiento interno, de locual Guatemala no se repone todavía en su condiciónde estructura dependiente y subdesarrollada. Se inau-guraba la dialéctica del desarrollo y subdesarrollo queen ese momento se manifestaba como la contradic-

35 H. Malavé. Op. Cit. Pág. 24-25

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ción de la acumulación originaria metropolitana y ladesacumulación en el área colonizada. Se abrían lasválvulas de paso para iniciar el vaciamiento de la ri-queza preexistente y los nuevos valores de cambioproducidos por la fuerza de trabajo de la masa coloni-zada. La violencia estaba a cargo del tablero de con-trol de este racional drenaje: las venas de la naciónquedaban abiertas".36

La tiranía del capital se había impuesto "el proceso dedesacumulación originaria ejerció un impacto estruc-tural a largo plazo que ha servido de cimiento más pro-fundo para la conformación de la estructura de la in-terdependencia actual que se expresa bajo la formade la relación desarrollo-subdesarrollo",37 la infamiade la conquista se transmutaba en un frío engranaje dedominación; a través de cauces deformados fluiría ladinámica impotente de nuestro antidesarrollo, el paísquedaría de allí en adelante, condenado al deber desu liberación.

Entre aquellos dos extremos hay toda una historia desangrienta opresión que sólo la violencia puede con-tar en voz alta. Ella puede explicar también, cómo lafalta de libertades, el racismo, la persecución y el cri-men del presente, no son sólo indeseables exabruptos

36 Eduardo Galeano. Las venas abiertas de América Latina.37 Gilberto Arguello. La acumulación originaria en la Nueva

España. En Historia y sociedad. No. 2, pág. 40

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del sistema, sino elementos racionales integrados a lalógica de un modo de producción, que ha hecho de lasuperexplotación del trabajo humano, la cave de susupervivencia. Con ello se comprendería cabalmente,el papel de la violencia en nuestra sociedad, por quélas clases dominantes están tan envalentonadas y dedónde sale su temeridad que las lleva a vadear todaley humana y qué riesgo inexorable las conducirá a sujusta derrota. Marx descifró este papel con suma agu-deza: "Si el dinero, según Augier, 'nace con goteos san-guíneos en un carrillo', el capital viene al mundo cho-rreando sangre y lodo por todos los poros, desde lospies a la cabeza".38

38 Marx, Engels. Op. Cit. Pág. 122

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La exigencia de las conclusiones se parece -en un sen-tido fantástico-, a la burda ordenanza de levantarmonolitos no-inscriptos, aislados en una selva aban-donada. Esto todavía resultaría tentadoramente poéti-co, y no dudo que las piedras tuviesen algo más quedecir que la tozudez dogmática de los esquemas,patentados como tesoros de la intolerancia.

No disponemos todavía de sólidas bases para conver-tir en reglamentos teóricos lo que sólo son aproxima-ciones a la interpretación más abierta y a la vezrigurosa, del hecho de la violencia en nuestrasociedad.Sería en detrimento del método que aquí se ha inten-tado utilizar, postular modelos de pensamiento fini-

CONTRACONCLUSIONES

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quitados, importando poco el amplio margen deficita-rio en cuanto a la creación científica de un análisisexplicativo para un fenómeno complejo, mutable,concreto, como la violencia, sobre el cual los avataresde una próxima historia, con plena autoridad, dirán laúltima palabra.

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71. Sandoval Rodríguez, Isaac. Las crisis políticas lati-noamericanas y el militarismo. México: Siglo XXIEditores, S. A. 1976.

72. Sorel, Georges. Reflexiones sobre la violencia. Méxi-co: Ed. La Pleyade, 1972.

73. Suárez Santizo, Gerardo. Marina, milicias y el ejér-cito en la colonia.

74. Tze Tung, Mao. Obras escogidas. Cuatro tomos.Pekín: Ed. en lenguas extranjeras, 1969.

75. Vazeilles, José Gabriel. La conquista española deAmérica. Argentina: Centro Editor de América La-tina, 1971.

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76. Vilarino, Idea. Antología de la violencia. Argentina:Schapere editor, 1972.

77. Wheelock R., Jaime. Crisis de una formación so-cial. México: Siglo XXI Editores S. A. 1975.

78. Wetham, Frederic. La señal de Caín. México: SigloXXI Editores S. A. 1971.

79. Zahar, Renate. Colonialismo y enajenación. Méxi-co: Siglo XXI Editores, 1972.

Revistas

1. Historia y sociedad, segunda época, número 2.México, 1974.

2. El Facismo en América. En Nueva Política, número1. México: Ed. Fondo de Cultura Económica, 1976.

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ANEXOS

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INFORMES

Guatemala, 28 de noviembre de 1976

Señor DecanoFacultad de Ciencias Jurídicas y SocialesSu despacho

Señor Decano:

en las páginas que siguen -pocas en número,relampagueantes en su forma, profundas en su conte-nido- Edgar Palma Lau aborda frontalmente el temaque, hoy más que nunca, hace, dentro y fuera de Gua-temala, palidecer a los arrojados, sonrojar a los pusilá-nimes, rabiar a los sátrapas, arremeter a las masas.

Porque la violencia -sempiterna compañera del hom-bre- ha empezado a cambiar de manos en estas in-quietantes postrimerías del siglo XX. China, Argelia,Cuba, Vietnam, Angola, Rodhesia… son ahora, graciasa la violencia revolucionaria, realidades y a la vez ver-dades; auroras ensangrentadas y fulgurantes; amane-ceres enrojecidos, cuyo horizonte se desgarra con elgrito inmenso y ensordecedor de la victoria popular.

El discurso de la violencia conduce racionalmente alrecurso de la violencia. Puesto que ningún privatizador

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de riquezas está dispuesto a renunciar a la violenciaopresora para mantener su posición, la socializaciónde esas riquezas solo puede lograrse mediante la vio-lencia más fuerte, bien organizada y mejor dirigida. Esdecir, sistemáticamente comprendida y expertamentemanejada, a saber: la violencia revolucionaria.

Enterrada en la penumbra de un ayer ensombrecidopor la sumisión, yace la hora del desaliento. En todaAmérica Latina un coro de voces multitudinarias ento-na el réquiem por el imperialismo, máxima y postrercreación del capitalismo y de su secuela infamante queaherroja los cuerpos, esteriliza las mentes y subastalas conciencias.

Dolorosa y vivificante, enloquecedora y magnífica, laviolencia revolucionaria enlaza prietamente con unmañana preñado de reivindicaciones dignificadoras ylogros humanizantes.

Racional y sobrecogedor, frío e incendiario, reposadoy violento, el trabajo de Palma Lau analiza, en su co-rrecta dimensión científica, el momento histórico quelas coordenadas temporal y espacial nos deparan enuna hora particularmente angustiosa y no por ello me-nos decisiva de nuestro acontecer colectivo. Es un tra-bajo valioso. Yo lo apruebo. Y felicito al autor.

Atentamente,

Carlos Guzmán BöcklerCatedrático de Sociología

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Decano de laFacultad de Ciencias Jurídicas y SocialesCiudad Universitaria

Señor Decano:

Tengo el agrado de dirigirme a usted, con el objeto derendir el dictamen correspondiente al trabajo de tesispresentado por el estudiante Edgar Palma Lau. El títu-lo del trabajo aludido y oportunamente aprobado es:"Guatemala, sociedad de violencia".

El desarrollo del tema cae dentro del campo de lopolítico-social, de la filosofía política, obviamente ale-jado de los consabidos senderos jurídicos que abor-dan trabajos similares en la Facultad, muchas vecescon una temática adocenada, poco imaginativa e in-trascendente.

El tema escogido, por el contrario, además de ser deevidente actualidad, es original y novedoso, especial-mente por la forma de abordarlo. Intenta, con bastan-te éxito, llevar adelante una reflexión teórica acercade la violencia, con una visión marxista de la misma,examinando la realidad de ella, su necesidad, su posi-bilidad, su racionalidad y su gestación en Guatemala,todo ello con un considerable manejo de bibliografíasobre el tema.

El trabajo resulta ser una muy amena e interesanteaproximación sobre un tema de apasionante trascen-dencia para el porvenir de nuestro pueblo, que puede

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servir de base para futuras investigaciones.

En consecuencia, considero que el trabajo de tesis delestudiante Palma Lau, llena los requisitos reglamenta-rios, y estimo que debe dársele su aprobación.

Aprovecho la oportunidad para suscribirme de usted,atentamente,

Mario Luján Muñoz

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La impresión de este documento se realizó en la Unidad dePublicaciones de la Dirección General de Investigación, de la

Universidad de San Carlos de Guatemala, en abril de 2009, con un tiraje de 300 ejemplares