grupo leyendas oscuras - … · el viento aullaba con lastima, como el llanto triste de una ......

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    TRADUCIDO POR

    GRUPO LEYENDAS OSCURAS

    Grupo de Traductoras y Correctoras Madri - Sonia - Aicitel Roux Maro - Mausi - Kiragaka - Rous - Tesa -

    Veroo202 - Ross - Ppena - Lara23 Valy

    Primera Correccin General

    Roux Maro

    Segunda Correccin General y Diagramacin Madri

    Diseo Madri

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    En medio de las montaas del Sur de Serbia, se encontraba, sobre un acantilado del ro Negro, el Monasterio Crna Reka. El viento aullaba con lastima, como el llanto triste de una madre en luto por la prdida de su hijo. Soplaba sobre las altas rocas y la escasa vegetacin que rodeaban la santa ermita. Era un lugar solitario, un lugar para reflexionar y obtener la absolucin. La iglesia fue construida dentro de una gran cueva en el siglo XIII, era un homenaje al Arcngel San Miguel. Los monjes pronto construyeron sus celdas alrededor de la iglesia, y un pequeo puente levadizo, erigido sobre el ro Negro. Por una gran bendicin de Dios, el ro se convirti en subterrneo justo antes de que el monasterio estuviese all, luego volva a aparecer varios cientos de metros ms adelante, dejando al monasterio, sin el rugido ensordecedor del agua. l se arrodill arrepentido sobre una esterilla de mimbre gastada, en una habitacin de roca, fra y vaca, del monasterio, escuch las plegarias del mundo. No importaba el tiempo, ya fuera de da o de noche, alguien, en algn lugar, buscaba la ayuda o la gua divina. Una mujer en Praga rez por el alma de su difunta madre recientemente muerta, un hombre de Glasgow rezaba por la salud de su esposa enferma de cncer. Un agricultor en Fort Wayne pidi que no siguiera la terrible sequa, y un conductor de camin estacionado junto a una carretera en Scottsdale, pidi fuerzas para vivir su vida un da ms. Eran muchas voces, una cacofona de gritos de auxilio...principalmente estaba dando una vuelta. Trat de prestar un poco de su propia fuerza, pidi al Creador que escuchara sus suplicas. Seor de los Seores me os?, se pregunt. El penitente espero. Aunque algunos crean que el Santo Padre haba dejado de escucharlo hace mucho tiempo, eso no impidi que hablara en nombre de los que rezaban al Cielo. Con los ojos cerrados, los odos llenos de los sonidos de la bendicin, el hombre arrodillado sonri. Un nio de seis aos llamado Kiley rezo con la pasin de un santo para

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    tener una moto completamente nueva en su cumpleaos. Alguna vez haba rezado con fervor por nada? La respuesta era obvia, era la razn por la que continu vagando por el planeta, buscando los lugares ms sagrados, con la esperanza de calmar su fuego interior. El pecador busc el perdn. Perdn por el mal que haba hecho. El sonido de las pequeas garras escarbando en el suelo de piedra le desconcentr, l abri los ojos. Un ratn estaba apoyado en sus cuartos traseros, con la nariz movindose, mirando impaciente hacia l. -Hola-Dijo el penitente en voz baja. Su voz estaba llena de afecto por el roedor de pelaje gris. El ratn y l se haban convertido en buenos amigos desde su llegada al monasterio, seis meses antes. A cambio de trozos de pan y queso, el animalito le mantena al corriente de los acontecimientos de fuera de la ermita. El penitente sac de las mangas de su hbito, un mendrugo de pan de la cena de la noche anterior, se lo ofreci a la pequea criatura. -Cmo ests hoy?- Pregunt en un idioma que slo l entenda. -Estn otra vez aqu-Respondi el ratn con un chillido agudo, cogi el pan con sus patas delanteras. Durante los ltimos dos meses haba sentido algo que estaba en el aire, algo se estaba formando de forma constante los ltimos das. Algo con el potencial de ser un gran peligro y, sin embargo tambin maravilloso. l tena sus sospechas, pero no quera tener esperanzas y luego desilusionarse. -Otros como t- El ratn dijo de manera nerviosa mientras roa el pedazo de pan. De repente, el penitente se alegr de haber enviado hoy a los hermanos Crna Reka a la ciudad por suministros. Si lo que el ratn le estaba diciendo era verdad, no quera arriesgar el bienestar de los dems. Los hermanos haban sido muy amables al permitir que l se quedara en ese lugar de tranquila soledad, l no quera ver a ninguno de ellos, sufrir por su caridad. Escuch, centrndose en los sonidos, del monasterio, que le rodeaban: el ruido sordo del ro Negro que flua debajo de la estructura; el crujir del puente en el exterior empujado por los vientos que soplan en el desfiladero de las montaas circundantes; el estruendo de los

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    truenos. No, no era un trueno en absoluto, era algo mucho ms siniestro. El penitente cogi al ratn del suelo y lo puso en su mano mientras permaneca de pie. -Dnde, exactamente, viste a los otros?- Le pregunt. -Fuera- Respondi, mientras continuaba comiendo el pan. -En el cielo. Fuera, en el cielo. Entonces el penitente empez a sentir su presencia. Estaban cerca. El suelo del monasterio comenz a temblar, como si lo causaran las pisadas de un gigante enojado. Del techo se empezaron a desprender piedras, polvo, y madera, las paredes empezaron a desmoronarse. Agarr la pequea forma de vida sobre su pecho para protegerla de los escombros. Una explosin, llena de ruido y furia, sacudi el monasterio. Las paredes, ante l, desaparecieron. Cayeron a la garganta del Ro Negro, revelando las montaas de Serbia, y lo que le esperaba. Ellos estaban all flotando, eran por lo menos veinte, sus poderosas alas batan el aire, el sonido era como el latido del corazn del valle que recorra el desierto que le rodeaba, en sus manos tenan armas de fuego. El penitente dio un paso atrs desde el borde dentado del precipicio, sinti como temblaba el ratn. l los mir. l no tena miedo. Algunos bajaron la cabeza cuando l los mir recordando una poca pasada en la que haba mandado, tena su respeto, de eso haca mucho tiempo. -Levanten sus cabezas -Orden con voz airada en la lengua de los mensajeros. Comenzaron a separarse en grupos, l que los diriga dio un paso al frente. -El tiempo de dar pleitesa termin, cuando las primeras semillas de la Gran Guerra se sembraron. El penitente conoca al que hablaba, era un ngel airado del coro llamado Los Poderosos. Su nombre era Verchiel, tena cicatrices de una batalla reciente, una batalla feroz. El penitente se preguntaba por qu no se haba curado. Estuvo a punto de preguntrselo, pero decidi que no era el momento. -Hemos venido por ti, hijo de la maana- Dijo Verchiel, apuntando con su espada ardiente como el corazn de un infierno.

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    Con estas palabras, los ngeles de Los Poderosos se deslizaron ms cerca, con sus armas listas. -Tu tiempo para corromper el mundo de Dios ha terminado- Dijo Verchiel con un brillo en sus ojos profundos y oscuros como una noche cerrada. -No luchar contigo-.Respondi el penitente, mirando al temible Poderoso y al ratn que todava tena en la mano, contra su pecho. -Mantente callado- Dijo mientras le acariciaba con un dedo la suave piel de la cabeza del roedor que estaba temblando. -Ests asustando al ratn. -Cogerlo!- Verchiel exclam con una voz que dej entrever la locura, las cicatrices vivas y rojas en su carne plida. Se lanzaron sobre l. El penitente hizo lo que se supona que deba hacer. No hubo armas de fuego que surgieran de sus manos, no hubo alas desplegadas que lo llevarn. Meti la frgil criatura, que se haba convertido en su amigo, dentro de los pliegues de su simple tnica, se dej llevar. Los grilletes de oro no se encuentran en este mundo, en su superficie tenan grabado un hechizo angelical para la represin, dio una palmada alrededor de sus muecas, se sinti de inmediato inundado de fuerza y magia inherente. Algunos de Los Poderosos, no todos, pusieron sus garras en l, golpendolo, lo golpearon con sus alas, a pesar de que no ofreci resistencia. El penitente poda entender su resentimiento, no hizo nada para poner fin al abuso. -Basta! -Verchiel grit, los soldados angelicales se apartaron, sin protestar, del penitente, estaba en lo que quedaba del suelo de la habitacin. El lder de Los Poderosos se acerc, el preso mir su fra y despiadada mirada. -Rabia -Le susurr mientras estudiaba la expresin de crueldad en el rostro quemado del comandante angelical. Estaba lleno de odio ciego. He visto esa mirada antes. Me era muy familiar.

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    Verchiel indic a sus hombres que levantaran al penitente de la tierra, as se hizo, l continu con el examen de las caractersticas preocupantes del lder. -Sola verlo cada vez que vea mi reflejo -Dijo mientras era cogido por Los Poderosos. Sus palabras tocaron su sensible fibra. La expresin de Verchiel cambi a furia desenfrenada. Se movi hacia el penitente. Una nueva arma de fuego apareci en su mano. Sera un arma para romper el crneo en dos o quizs sera un hacha para separar la cabeza de los hombros? Se pregunt. El arma era una maza, el ngel golpeo con una fuerza que destruira las montaas. Golpe un lado de la cabeza del prisionero, una explosin, muy parecida a la luz de una galaxia, floreci detrs de sus ojos. Cayo al vaco, acompaado por los sonidos del mundo que dejaba atrs, los murmullos de la oracin, el gemido de los vientos de la montaa, el golpe de las alas de los ngeles de la venganza, y el batir rpido de un corazn lleno de miedo, el ratn. Luego, despus de un tiempo, todo estaba, felizmente en silencio.

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    Aaron Corbet conduca a 100 KM, por la I-95, hacia el norte. Subi el volumen del reproductor de casetes, casualmente mir hacia la derecha, para ver al ngel Camael haciendo una mueca como si tuviera dolor. -Qu te pasa? Pregunt Aaron. -Te sientes mal? Qu es? El ngel movi su cabeza, con arrugas de expresin que mostraban su desagrado. -El ruido, - Dijo, sealando con su delgado dedo el reproductor de msica.-Me hace llorar. Aaron sonri. -Oh, te gusta? -No - Gru el ngel y neg con la cabeza. - Me entristece. -Es la banda de Dave Matthews! - Exclam Aaron, realmente sorprendido. -No me importa que banda es.- El ngel gru, movindose inquieto en el asiento del acompaante. Molesto, Aaron puls el botn de expulsin, y el casete sali lentamente con un zumbido suave y mecnico. -Ya est - Dijo, agarrando el volante con ambas manos. Mejor as? La radio salt con el sonido pop del Top 40 . Una de las populares bandas de jvenes, de esas que son todas iguales, cantaban sobre el amor perdido. Mir de nuevo a Camael y vio que el ngel segua haciendo una mueca. -Qu pasa ahora?

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    Apagu la msica. -Te lo agradezco -Dijo el ngel guerrero mientras miraba por la ventanilla el paisaje pasando a trozos. - Pero me parece que toda tu msica tiende a ser desconcertante. Ofende a mis sentidos. Gabriel se levant del asiento de atrs y meti el hocico de color amarillo entre los asientos delanteros. -Me gusta la cancin de Chow, buen gusto, - Dijo el perro. Feliz de estar hablando de cualquier cosa que no pudiera acabar en el estmago, pens Aaron mientras apretaba el volante con ambas manos -Cmo es esa cancin, Aaron? - El Labrador Retriever pregunt. -La he olvidado. No s, Gabriel, - Dijo, cada vez ms irritado. -Esa ni siquiera es una verdadera cancin, es un anuncio de alimento para perros. -No me importa, - Dijo el perro indignado. - Me gusta como cancin, el anuncio publicitario tambin es bueno. Tiene nios y cachorros, que juegan en columpios, corren, saltan y luego los cachorros comen Chow, es sabroso....- Gabriel se detuvo en medio de la frase cuando Aaron extendi la mano para apagar la radio, el coche quedo en silencio. Genial, pens mientras conduca, justo lo que necesitaba. Sin la distraccin de la msica, mi mente divagar sobre la locura en que se ha convertido mi vida. Hace poco ms de dos semanas, en su decimoctavo cumpleaos, Aaron se entero que era un Nefilim, hijo de una madre humana y un ngel. Nunca conoci a sus padres biolgicos, estuvo en hogares de acogida toda su vida. As que cuando l comenz a exhibir habilidades nicas, como su capacidad de hablar y entender lenguas extranjeras, humanas y animales, pens que tal vez se estaba volviendo loco. Qu era exactamente lo que iba a hacer si no dejaba de pensar en estas cosas. Ech una mirada al corpulento hombre, no, al ngel, sentado en el asiento del pasajero de al lado. -Entonces, qu tipo de msica te gusta? - Pregunt para romper el silencio. Camael haba sido el lder de un ejrcito, un coro de ngeles, los Poderosos, cuyo propsito era eliminar todas las cosas que ofendieran a Dios. Despus de la derrota de Lucifer en la Gran Guerra en el Cielo, muchos de sus seguidores huyeron a la Tierra. Excluidos del cielo, estos ngeles comenzaron una vida en el mundo de los hombres, algunos incluso tuvieron esposas e hijos. Era el trabajo de los Poderosos destruir a esos desertores y a sus abominables descendientes, los Nefilim.

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    -Ests hablando con alguien que ha escuchado la sinfona de la Creacin, - Dijo el ngel en un tono condescendiente. - Cmo pueden los sonidos producidos por los gustos de tu especie primitiva, compararse con nuestra sinfona? Saba que una de sus muchas misiones era erradicar a los enemigos de los Cielos, Camael se haba enterado de una profeca, que describa a una criatura, tanto humana como ngel, que restablecera el vnculo entre los ngeles cados en la Tierra y Dios. Este ser, un Nefilim, perdonara a estos ngeles sus pecados y permitira su regreso al cielo. Despus de tanta violencia y muerte, Camael pensaba que esto era realmente bueno, pero su opinin no era compartida por su segundo al mando, un compaero de trabajo, desagradable que atenda por el nombre de Verchiel. -As que no te gusta nada de eso? - Aaron pregunt, asombrado por el amplio disgusto del ngel sobre la msica humana. -No es como el clsico o jazz, o el rock del pas? Nada de eso? Todo te da dolor de cabeza? El ngel le mir, con los ojos ardiendo con intensidad. -No he tenido tiempo de escuchar todos los tipos de msica humana, -Dijo. -Como sabes, he estado muy ocupado. Camael dej a los Poderosos para seguir la profeca. Durante miles de aos recorri el planeta, tratando de salvar la vida de los Nefilins, con la esperanza de que cada uno pudiera ser el de la profeca. Ahora dirigidos, por Verchiel, los Poderosos haran cualquier cosa para eliminar la plaga de mestizos del mundo de Dios, haciendo de la profeca, una antigua leyenda. -Pero t has estado siempre por aqu, - Aaron dijo, con una sonrisa incrdula. - No me refiero a ser una patada en el culo, pero ... -Eso es exactamente lo que eres, muchacho Camael dijo, mirando hacia atrs por la ventanilla. -T eres el nico, as como una patada en el culo. As que adems de ser un Nefilim, que era bastante malo, Aaron Corbet era tambin el protagonista de la profeca. No era algo de lo que haba sido consciente hasta que los Poderosos, bajo el mando de Verchiel, intentaron matarlo. Los ataques causaron la muerte de su psiquiatra, sus padres adoptivos y de un ngel cado con el nombre de Zeke, que le haba ayudado aprovechar sus habilidades angelicales y salvarse a s mismo.

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    -Lo siento- Aaron dijo Un coche deportivo de color rojo fren y se detuvo junto a l en la carretera de dos carriles, y luego aceler al pasar. - Por todos los santost eres un ngel y todo eso, pero t realmente no sabes de lo que ests hablando. -A pesar de que ya no me asocian con su grupo, soy de los Poderosos, - Camael dijo- Soy uno de los primeros creados por Dios, y tengo derecho a no estar de acuerdo contigo. Las capacidades de llamada a la vida, con las enseanzas de Zeke salvaron no slo la vida de Aaron, sino tambin la vida de su perro, Gabriel. Cuando el labrador fue atropellado por un automvil y herido de muerte, Aaron emple sus poderes latentes y cur al perro, como resultado convirti a Gabriel en algo ms que un perro. -No se puede tener una opinin real al menos que hayas escuchado diferentes tipos de msica. Es como decir que no te gusta el brcoli cuando ni siquiera lo has probado - Dijo frustrado por la actitud del ngel. -Me gusta el brcoli - Gabriel dijo de repente. -Me gustara tener alguno, justo ahora. Todo lo que hablamos del buen sabor de Chow me ha dado mucha hambre. Aaron mir el reloj digital en el tablero. Faltaba poco para el medioda. Haban estado en la carretera desde el amanecer, y haba pasado mucho tiempo desde el desayuno. Tal vez deberamos parar y comer algo, pens. Entonces se acord de Stevie y de inmediato se sinti culpable. Quin sabe lo que le estaba sucediendo a su hermano de crianza? Cuando los Poderosos atacaron su casa, los ngeles se llevaron a su hermanito de siete aos de edad. Stevie era autista, y segn Camael, los seres anglicos utilizan a menudo las personas con discapacidad a su servicio debido a su particular sensibilidad a lo sobrenatural. Esta fue la principal razn por la que se encontraban en camino, para rescatar a Stevie, eso y para evitar que los Poderosos hicieran dao a nadie ms que importara a Aaron. Se distrajo por el sonido de algo que salpicaba y mir hacia abajo cerca del freno de mano vio como sala la saliva de la boca de Gabriel. -Gabriel, -rega, tratando de empujar al perro en su asiento, - Ests babeando! -Te dije que tena hambre - El Labrador dijo, echndose hacia atrs. -Yo no puedo dejar de pensar en el Sabroso Chow del anuncio.

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    Aaron mir a Camael, que se qued en silencio mientras miraba por la ventanilla con estoicismo. -Entonces, qu te parece? - Le pregunt.- Tambin tengo hambre. Hay que parar y conseguir algo de comer? -Por m no- El ngel dijo, sin mirarlo. -No tengo necesidad de comer. Aaron se ri entre dientes. -T sabrs -Dijo. -Nunca te he visto comer. -Me encanta comer, - aadi Gabriel desde la parte posterior. -Cmo es posible? - Pregunt Aaron, interesado en otro aspecto de la vida extraterrestre, en esa forma conocida como ngel. -Todos tenemos que comer para sobrevivir, o se trata de cierta clase de tonteras sobrenaturales extraa que no entiendo? -Nos alimentamos de las energas de la vida Camael explico. -Todo lo que est vivo irradia energa, somos como las plantas al sol, absorbiendo esa energa para mantener la vida. Aaron pens por un momento. -As que, aqu sentado conmigo, se podra decir que ests comiendo en este momento? El ngel asinti con la cabeza. S, se podra decir eso. -No estoy comiendo ahora, aunque me gustara - El perro dijo irritado -Vale, vale, - Aaron respondi, preparndose para tomar la siguiente salida. - Vamos a encontrar un lugar para tomar un aperitivo, luego tendremos que volver a la carretera. No quiero que Stevie se quede por ms tiempo de lo necesario con esos hijos de puta asesinos. Al tomar la salida de la derecha sigui, por un camino, que se extenda ms all de la carretera, Aaron pens en todo lo que haba dejado atrs. Cada tramo de la carretera, cada salida, cada camino de vuelta lo llevaba ms y ms lejos de la vida a la que estaba acostumbrado. Se vea faltando al instituto, algo que l no lo haba credo posible. Era su ltimo ao, despus de todo, y de alguna manera perversa haba estado esperando

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    terminar todos los trabajos y exmenes, todas las aceptaciones y rechazos de las universidades. Pero eso no iba pasar, haba nacido como un Nefilim tena que hacerse cargo de eso. Aaron vio una valla publicitaria de almejas fritas, hamburguesas y perros calientes. Haba mesas instaladas al lado de una zona de sombra, perfecto para Gabriel. Cuando l entr en el aparcamiento de tierra, una imagen de Vilma vino a la mente. Antes de que su vida se derrumbara, casi haba credo que iba a salir con una de las muchachas ms bonitas que haba visto nunca. Ellos no tenan una oportunidad en este momento, y ahora probablemente nunca la tendra. De pronto, Aaron ya no tena hambre como l haba pensado.

    Vilma Santiago se sent en el otro extremo de la cafetera del Kenneth Curts High School, se alegr de estar sola. Era un hermoso da de primavera, la mayora de los estudiantes haban tomado sus almuerzos fuera, as que ella no tuvo dificultades para encontrar una mesa vaca. El recuerdo esquivo de la noche anterior, fue un sueo o una pesadilla? No haba dormido bien durante varios das, y por fin empezaba a afectarla. La muchacha se senta cansada, irritable, con la insinuacin de un dolor de cabeza, palpitante, justo detrs de sus ojos. Pero, sobre todo, se senta triste. Vilma abri la bolsa de papel que contena su almuerzo , sac un yogur y un bocadillo envuelto en plstico. Ella estaba de tal modo por la maana, ni siquiera poda recordar qu tipo de sndwich haba hecho. Esperaba que los almuerzos que ella haba preparado para su sobrina y sobrino por lo menos fueran comestibles, o ella tendra que escuchar a su ta cuando llegara a casa. Sin molestarse en comprobar el contenido del bocadillo, lo volvi a colocar dentro de la bolsa. El yogur era ms que suficiente, pens mientras le quitaba la tapa de plstico y luego se dio cuenta que no traa una cuchara. No era gran cosa, haba un montn de cucharillas de plstico en la mesa de condimentos, pero la decepcin intensa e irracional del momento le dio ganas de llorar. Vilma haba estado sintindose un poco emocional desde que Aaron Corbet dej el instituto, por lo que saba, por un par de semanas. No tena la menor idea de por qu ella lo extraaba tanto. Haba apenas llegado a conocerlo. Ella puso la tapa en el yogur y lo empuj lejos. Ella realmente no tena ganas de comer, de todos modos. Haba algo en Aaron, algo que no acababa de comprender, una especie de comodidad y calma pareca envolverla cada vez que estaba con l. A pesar de que nunca haba tenido una cita, o incluso no se haban cogido de la mano, Vilma senta como si una parte muy importante de ella hubiera sido extirpada quirrgicamente con la marcha de Aaron. Se senta incompleta. Quera creer que era un flechazo tonto, un enamoramiento adolescente que con el tiempo se desvaneca, pero algo dentro de ella deca que no, acab por hacer todo ms miserable para ella. Vilma se recost en su silla, mir hacia la cafetera, e inconscientemente jug con

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    el ngel que colgaba de una cadena de oro alrededor de su cuello. De acuerdo con los informes de prensa, los padres adoptivos de Aaron y su hermanito haban muerto en un incendio cuando su casa haba sido alcanzada por un rayo durante una extraa tormenta elctrica. Le dijo que se iba porque haba demasiados recuerdos tristes. Pero ella saba que estaba ocultando algo, aunque no saba cmo ni por qu lo saba. No era la primera vez que senta sus ojos comenzando a arder por la emocin. Se rumoreaba por el instituto, que Aaron haba sido responsable del incendio que cobr la vida de su familia, pero Vilma no lo crey ni un segundo. Claro, l era un nio de acogida que haba estado dando tumbos de una casa de acogida a otra. Tena derecho a estar enojado. Pero, ella saba en lo ms profundo de su alma que no era capaz de hacer dao a nadie. An as, el misterio de su abrupta salida empezaba a roerla. Vilma dio un salto cuando de pronto una voz se dirigi a ella. Haba estado tan absorta en sus pensamientos que ella haba dejado de advertir la proximidad de uno de los empleados de la cafetera. -Lo siento, cario - La corpulenta mujer, dijo, con una sonrisa. Iba vestida con un uniforme azul claro, llevaba el pelo teido de rubio, escondido debajo de una redecilla. -No tuve la intencin de asustarte. -Est bien, - Vilma respondi con una risa avergonzada. -Simplemente no estaba prestando atencin, supongo. -Has terminado? -Pregunt la mujer, sealando al almuerzo descartado de Vilma. -S, gracias Ella respondi, cuando la mujer pas un pao hmedo sobre la mesa y se llev su basura. Vilma segua sentada, acariciando suavemente el ngel de oro de su garganta. Quiz por eso no haba estado durmiendo. Desde que Aaron se fue, sus noches haban estado plagadas de tenues pesadillas. Haba despertado en la madrugada, con pnico y cubierta de sudor, el recuerdo de lo que le haba provocado una reaccin tan molesta era desconocido. Eso tena que ser. No slo Aaron la haba puesto triste al dejarla, ahora la estaba manteniendo despierta con pesadillas. Ella deseaba que l estuviera aqu para que pudiera darle paz a su mente. Y cuando terminara, ella le mantendra firme y se besaran. Vilma imagin lo que poda haber sido , sinti que su corazn lata y las lagrimas comenzaron a salir de sus ojos. -Vilma! - Alguien grito, la voz hizo eco en todo el comedor . Ella se frot los ojos con rapidez y mir a su alrededor. En una puerta, en la esquina de atrs, vio a su amiga Tina caminando hacia ella. La joven llevaba gafas oscuras y caminaba como si estuviera en una pasarela de moda en Pars. Vilma sonri y salud. -Qu ests haciendo aqu? Pregunt Tina en su portugus natal.

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    Vilma se encogi de hombros. -No lo s -Respondi ella con tristeza. -Simplemente no tena ganas de salir. Tina puso las gafas de sol sobre su cabeza y se cruz de brazos. -Apuesto a que ni siquiera comiste, - Dijo con una expresin de disgusto en su bonita cara. Vilma estaba a punto de decirle que s, pero no tena fuerzas. -No - Dijo ella con los dedos otra vez ms en el querubn de oro. -No tena hambre. Tina la mir fijamente, sin decir nada, Vilma empez a sentirse cohibida. Se pregunt si sus ojos mostraban que haba estado llorando. -Qu?- Vilma le pregunt con una sonrisa forzada, y cambi al ingls. -Por qu me miras as? Tina se agach, la agarr por el brazo y la sac de la silla. -Vamos -Le orden de forma contundente. -T te vienes conmigo y Beatrice, vamos por una racin a Pete. Vilma trat de apartarse, pero su amiga la agarr rpidamente el brazo. -Mira, Tina, - comenz. - Realmente no tengo ganas ... Pero entonces se dio cuenta de la expresin del rostro de su amiga. Exista una preocupacin genuina. -Vamos, Vilma, - Tina dijo, soltando el brazo. -No hemos hablado en das. Te va a hacer bien. Hace muy buen tiempo fuera, y Beatrice ha prometido no hablar de lo gorda que est. Vilma se ri entre dientes. Se dio cuenta que se senta bien rindose un poco con alguien. -Vamos, - Tina dijo, tendindole la mano. Tina estaba en lo cierto, Vilma lo saba, con un profundo suspiro cogi la mano de su amiga y la sigui fuera a ponerse al da con Beatrice. Sera bueno salir con sus amigas. Necesitaba una distraccin. Las tres chicas cogieron por el sendero hacia Pete. Tina les obsequiaba con cuentos acerca de cmo su madre haba amenazado con echarla de la casa

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    si pensaba en ponerse un pendiente de ombligo, Beatrice, fiel a su estilo, habl de su parte inferior intensamente. Pero Vilma se perdi en sus pensamientos . Pens en el buen tiempo que haca, ahora que la primavera haba decidido por fin mostrarse, se pregunt si el sol brillaba con tanta intensidad donde Aaron Corbet estaba, y si no era as, le dese sol.

    Dentro de la cueva, Mufgar del clan Orisha se puso en cuclillas sobre sus piernas huesudas y sac cuatro rocas de piedra pmez de una bolsa de cuero a su lado. La criatura diminuta con la piel curtida del color de una moneda sucia, apilaba las piedras, con la ayuda de sus tres hermanos, consigui sacar fuego de las rocas. Las piedras volcnicas comenzaron a arder, entonces brillaron en un rojo furioso cuando los cuatro murmuraran un hechizo utilizado por su clase durante ms de un milenio. Mufgar tir un puado de hierba seca sobre las rocas, y de inmediato estall en llamas. Shokad aadi algunas ramas para alimentar el fuego y el hambre cuando Zawar y Tehom recogieron sus armas y las pusieron contra la pared de la cueva hasta que se volvieran a necesitar. El fuego arda con gusto y Mufgar ajust su tocado de jefe, que se hizo con el crneo de un castor y la piel de dos zorros colorados, excesivamente grande para su cabeza deforme. Sentado ante la hoguera rugiente, levant sus largos brazos delgados al techo de la cueva. -Mufgar del clan Orisha ha llamado a este consejo, y ustedes contestaran, - Gru en la lengua gutural de su pueblo. Se inclin hacia el fuego y escupi en las llamas. La saliva viscosa chispe y pareci que aterriz en las ramas en llamas. -Bendito sea que son los Poderosos, los que nos permiten experimentar el placer de vivir a pesar de que no tenemos derecho a este don. Los otros tres despejaran sus gargantas y, uno tras otro, escupieron en el fuego. -Alabado sea por la misericordia de los Poderosos, - Los Orishas dijeron al unsono. -Estamos todos - Mufgar dijo cuando baj los brazos .-Doy comienzo al consejo. Mufgar mir a los tres que se haban reunido para esta llamada, triste por su nmero ,que se haba reducido durante los siglos. Record el momento en que una cueva de este tamao no poda contener a todos los del clan. Ahora, eso no era ms que un recuerdo lejano.

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    -Nos han llamado a este consejo, para que nuestros maestros tan misericordiosos nos otorguen una tarea peligrosa- Mufgar dijo, dirigindose a sus seguidores. -Una tarea con una recompensa ms generosa, si tenemos xito. Mir a lo que quedaba de su tribu y vio el miedo en sus ojos, el mismo miedo que senta en lo profundo de su corazn. Shokad, el chaman, sacudi la cabeza. Su pelo largo, trenzado, adornado con huesos de una criatura Woodling, sonaba como campanas tocadas por el viento. l murmur algo inaudible entre dientes. -Hay algn problema, sabio Shokad? - Mufgar pregunt. El viejo Orisha se pas una mano huesuda por la boca y mir el fuego crepitante. -He estado teniendo sueos inquietantes en los ltimos tiempos, - l respondi, sus pequeas alas oscuras que tena en la espalda revolotearon a la vida. - Los sueos que muestran un lugar de gran belleza, un lugar donde se han reunido todos los de nuestra clase y no viven bajo el yugo de los Poderosos - susurr, haciendo referencia a la cautelosa multitud de ngeles que eran sus amos. Mufgar asinti con la cabeza adornada con una calavera . -Tus sueos muestran un futuro muy interesante, - observ, acariciando la larga trenza que colgaba de su barbilla. -Si tenemos xito en nuestra nueva tarea, nuestros amos dicen que nos recompensarn con la bendita libertad. Habremos ganado nuestra independencia. -Pero ... pero para ello tenemos que cazar a los Nefilim,- Tehom balbuce. Capturarlos para Verchiel. El gran cazador pareca que iba a romper a llorar, estaba muy asustado. -Si queremos librarnos de los Poderosos- Mufgar dijo a todos ellos -Tenemos que completar esta tarea sagrada. Entonces, y slo entonces, podemos buscar un lugar seguro. Con la mencin del destino sagrado de los Orishas, los cuatro se santiguaron tocando el centro de la frente, la punta de la nariz puntiaguda, la boca, y luego el pecho. Zawar se puso de pie, bailando frenticamente de un pie desnudo al otro. Sus alas se agitaban nerviosamente. -Pero nuestra tarea es imposible - Dijo, tocando su cabellera larga y fina. -El Nefilim nos destruir con facilidad no visteis como venci a Verchiel en el gran combate. Todos vimos

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    las cicatrices. Mufgar record las heridas que cubran el cuerpo de Verchiel. Las cicatrices eran profundas, mostrando el gran enojo y la fuerza con la que fueron infligidas .Si pudo hacer eso al lder de los Poderosos, qu posibilidades tenan? -Es la tarea que nos encomendaron- Dijo con la autoridad que lo designaba como jefe. -No hay otra manera. -No - Shokad intervino, sacudiendo lentamente la cabeza de lado a lado. -Eso no es cierto. Los sueos me muestran un mundo en el que nuestros maestros han sido destruidos por los Nefilins. Mufgar sinti ms miedo. El chaman de los sueos rara vez se equivocaba, pero lo que estaba hablando iba en contra de las costumbres de los Orishas. Desde su creacin, haban servido a los Poderosos. -Blasfemas - Sise el lder, mientras sealaba con un dedo largo y calloso al chaman. -No me sorprendera que el mismo Seor Verchiel apareciera en esta cueva y nos convirtiera en cenizas. Tehom y Zawar se acurrucaron ms cerca, sus grandes ojos exploraban la oscuridad en busca de signos de la llegada repentina del terrible ngel. Shokad aliment el fuego con otro puado de palos. -Yo hablo slo de lo que veo en el ter - Dijo, moviendo la mano en el aire. -Vienen nuevos tiempos, los sueos me lo dijeron. Slo tenemos que prestar atencin. Es tentador abrazar las nuevas ideas, pens Mufgar, hacer a un lado las viejas costumbres y solo pensar en lo nuevo. Pero durante su larga vida en este planeta, haba visto la ira de los Poderosos de primera mano, y no le importaba el riesgo de tener que dirigirse hacia l. -No quiero saber nada ms de esta locura Mufgar dijo, con su poderoso vozarrn. -Nuestro servicio a los maestros es lo que nos ha mantenido con vida. Zawar se puso de pie y se fue a escondidas hacia sus pertenencias en la pared de la cueva. -Vivimos slo, mientras los Poderosos nos lo permitan - Dijo, buscando algo entre sus cosas. Cuando encontr lo que buscaba, volvi al fuego, donde se sent y abri el pequeo

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    envoltorio. En el interior estaban los restos secos de ratones de campo y topos. -Cuando ya no tengan necesidad de nuestras habilidades, nos van a destruir, como lo hicieron nuestros creadores - Dijo Zawar mientras coga un poco de cabeza de ratn con nfasis. Ofreci los bocadillos a los dems. Mufgar no poda creer lo que escuchaba. Se haban vuelto locos? Cmo pueden hablar de semejante traicin? Se pregunt. Pero en el fondo lo saba. Los Poderosos no tenan amor por ellos, pensaban que no eran mejores que los animales. -Nuestros creadores rompieron las leyes de Dios al crearnos - Mufgar explic en un intento por restaurar la salud mental con un recordatorio de la historia de su pueblo. - Estamos manchados en el mundo del nico Dios. Los Poderosos nos han permitido vivir, probar que somos dignos de la vida que nos otorgan por sus hermanos cados. Cuando hayamos hecho esto, entonces y slo entonces se nos dar nuestra libertad y se nos permitir buscar el lugar seguro-. Una vez ms, los Orishas se santiguaron. -Y los dems de nuestro clan? - Tehom pregunt, cogiendo una racin de topo, se puso rgido. -Qu hay de aquellos que desafiaron a nuestros maestros y fueran a buscar nuestro paraso ms preciado? Mufgar no quera or esto. No importa cmo se sintiera, si preguntaba por las viejas costumbres sin duda sera su perdicin. Record cmo haba tratado de convencer a los dems para quedarse, todo el tiempo dese tener el coraje de ir con ellos. Pero l era el jefe, y era esclavo de las tradiciones de antao. Mufgar se cruz de brazos e hinch el pecho. -Estn muertos - Dijo definitivamente. -Ellos han desobedecido nuestras leyes. El chaman, Zawar y Tehom, masticaron su comida de bichos secos, luego miraron a Mufgar. -Pero y si no estn muertos? -Pregunt en un susurro clandestino. -Qu pasa si lograron encontrar el paraso que tanto anhelaban? Piensa en ello, Mufgar, piensa en ello. El jefe se qued mirando el fuego, meditaba sobre las palabras del chaman. Podra haber sido, siempre, as de simple? Escabullirse y encontrar su propio cielo. l seor Verchiel ha dicho que cualquiera que desafe sus deseos sera exterminado. Shokad se acerc.

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    -Pero los tiempos estn cambiando, Gran Mufgar - Dijo- Verchiel y los Poderosos estn preocupados por la profeca. -Por el Nefilim, - Tehom dijo en un susurro, escupi fragmentos de la comida seca al fuego. Zawar, sentado a su lado, asinti con la cabeza agitando las alas. -Se dice que traer el perdn a los cados.- Mordi un pedazo de la cola con sus dos dientes delanteros. -Y nuestros maestros no quieren esto, creo yo. Haban pasado horas desde que comieron por ltima vez, Mufgar cogi el cadver seco de la bolsa abierta. -As que sugiero que desobedezcan a los Poderosos, ignoren sus pedidos, dejen nuestra verdadera oportunidad de libertad. l le dio un mordisco a la cabeza del ratn y esper una respuesta. La carne seca tena muy poco sabor, l anhelaba su comida favorita. Haba pasado bastante tiempo desde que comi carne deliciosa de canino. El ratn y el topo estaban bien por un tiempo, pero la carne de perro era algo que a menudo soaba cuando el vientre vaco aullaba de hambre. -Hay un gran conflicto entre nuestros amos y el Nefilim -El hombre santo, proclam. -Slo uno sobrevivir. El poder del Nefilim es grande. Atacarlo nos llevara a la perdicin. Zawar y Tehom asintieron con la cabeza. -Dejad que el Nefilim destruya a los Poderosos -Zawar dijo-. -Y entonces seremos libres, - Tehom agreg. Mufgar trag su ltimo pedazo de comida y se puso de pie. Haba escuchado suficiente. Era el momento de dictar sentencia. Levant los brazos por encima de su cabeza, mirando el fuego y a sus seguidores, sentados a su alrededor. -Yo, Mufgar, jefe de la Orisha Deheboryn, he escuchado las palabras de mi clan y han solicitado mi gran sabidura para aliviar sus preocupaciones. En el ojo de su mente, vio una imagen de los que haban dejado el clan en busca de la Safe Place. Los vio viviendo en la belleza del Paraso, pero luego una nube negra pas por encima, y desde el cielo, llovi fuego sobre ellos. Los Nefilim no haban derrotado a los

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    Poderosos, por su traicin a las antiguas costumbres, los Orishas fueron destruidos para siempre. -Vamos a seguir cazando a los Nefilim, - Mufgar dijo, evitando las miradas de decepcin en los ojos de sus seguidores.-Es la nica manera de poder garantizar la continuidad de nuestra especie. Seguiremos al enemigo de nuestros maestros y lo capturaremos para ellos, cuando tengamos xito, entonces seremos libres. - Mufgar baj los brazos. -He hablado -Dijo con firmeza. -Este consejo ha terminado. Se volvi hacia el fuego, se dirigi a una parte oscura de la cueva donde descansaba antes de reanudar la caza. -Nos condenar a todos - Oy decir a Shokad, a su espalda. Mufgar cogi el pual de hueso atado a su pierna y salt en el aire, sus alas le llevaron sobre el fuego. Aterriz en el chaman, lo tumb en el suelo. Zawar chillaba de miedo. Mufgar coloc el cuchillo en su garganta de viejo Orisha. -No quiero saber nada ms de tu charla blasfema - Mufgar, le dijo mirando a los ojos, llenos de miedo de Shokad. Pinch la piel curtida de la garganta del viejo con la punta de la daga, sali una gota de sangre. -Y si lo hago, los Nefilim no tendrn su oportunidad de salvarnos ya que se habrn perdido. Mufgar envain el cuchillo y dej al chaman, los otros estaban acurrucados junto al fuego que se estaba apagando. Solo, acurrucado, en una bola, en el suelo de la cueva, el jefe intent conciliar el sueo, le result difcil de alcanzar. Finalmente lo encontr mientras el fuego se extingua, las piedras olvidaran su pasado, dejando la cueva en la oscuridad.

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    Gabriel movi, locamente, la cola cuando Aaron se acerc a la mesa de picnic, en la parte trasera del restaurante de la carretera. -Esa es nuestra comida, no es cierto, Aaron? - El perro dijo feliz, su trasero se balanceaba de lado a lado con la fuerza muscular de su cola. -Seguro que huele bien - Dijo con unos pasos pesados, husmeando en la parte inferior de las bolsas que Aaron transportada. -Tengo tanta hambre, que comera comida para gatos. Aaron ri al colocar las bolsas en la mesa de madera. -Es una broma, Gabe? -Pregunt al perro excitado. -No -respondi el perro, sus ojos no dejaban de mirar las bolsas blancas.-Realmente me comera la comida para gatos. Aaron volvi a rerse y empez a sacar la comida de las bolsas. Camael estaba sentado en uno de los bancos de madera mirando el paisaje, como si estuviera viendo algo a mil kilmetros de distancia. Aaron saba, muy bien podra ser eso lo que estaba haciendo. -Te caus problemas, mientras estuve fuera?- Pregunt a Camael. Por alguna razn, Gabriel no se llevaba con el ngel y era propenso a ponerse difcil cuando Aaron no estaba cerca. -l charlaba, pero no le hice caso - Dijo Camael sin mirarlo. -Comi algo del suelo, es un hbito sucio. Aaron mir el perro sentado, obediente a sus pies. -Sabes que no debes hacer eso - Dijo con severidad. Gabriel movi la cola un poco ms. - Fue por las encas - Dijo, como si eso lo hiciera quedar bien.

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    -No me importa -Aaron dijo, cogiendo una de las hamburguesas envueltas. - Podras enfermar. - Pero me gustan los chicles. Aaron se puso de cuclillas delante del perro y comenz a desenvolver la hamburguesa. -Los chicles no son para perros. No ayuda a las encas. Lo entiendes? El labrador no le hizo caso, en vez de eso meti el hocico dentro del envoltorio de bocadillo para ver lo que Aaron trajo. -Es esto para m? Este es mi almuerzo? -S, lo es -Respondi Aaron, mientras quitaba la carne del emparedado. -T no necesitas el pan. Lo tiro en una de las bolsas vacas. -Oye, por qu haces eso? - Gabriel entr en pnico. -Ese es mi almuerzo,- Dijo. - Por qu lo tiras? Aaron le mostr la hamburguesa. - Esto es lo que quieres. - Quit el pan. Te engorda. Gabriel no poda dejar de mirar a la bolsa. -Pero quiero el pan, tambin - Se quej patticamente. Aaron suspir y sacudi la cabeza. En un principio se haba divertido siendo capaz de comunicarse con su mejor amigo, ahora le resultaba cada vez ms difcil, era como tratar con un nio pequeo. -Mira, vas a comer esto o nada? - Le pregunt. - Por lo general no sueles almorzar por lo que deberas considerarlo la comida. El perro de mala gana quit su mirada de la bolsa y suavemente arrebat la hamburguesa de la mano de Aaron. La mordi una vez y luego la trago entera. Aaron dio unas palmaditas en un costado del perro.

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    -Estaba muy bueno, eh? - Gabriel pas la lengua por los labios y mir a los ojos de su amo. -Algo ms? -No- Aaron dijo-. Yo compr una para m y otra para ti. Eso es todo. -Te vas a comer tu pan? - Gabriel pregunt. -S, voy a comer mi pan. -Te engordar. -Eres demasiado, Gabriel. - Aaron se ech a rer. Cogi una botella de agua y puso un poco en un vaso de plstico. - Aqu tienes un poco de agua para bajar tu hamburguesa- Dijo mientras lo dejaba sobre el suelo delante del perro. Gabriel empez a beber del vaso, con cuidado de no volcarlo. -Todava tengo hambre Refunfu, dando vueltas -Lo siento-, Aaron dijo, cogiendo su propia hamburguesa y sentndose junto a Camael. -Piensa en lo bien que sabr la cena. El perro gru y se alej a olisquear un trozo cubierto de hierba cerca de la orilla del estacionamiento. Aaron le vio .Odiaba ser malo, pero si permitiera que Gabriel comiera cada vez que deca tener hambre, el perro pesara trescientos kilos. No poda contar todos los labradores con sobrepeso que haba visto mientras trabajaba en la clnica veterinaria en Lynn, Massachusetts. Era la maldicin del Labrador Retriever, les encanta comer. Suspir mientras coga su hamburguesa y le daba un mordisco. Estaba sabrosa, cocinada como a l le gustaba, medio cruda, con lechuga, tomate y un poco de mayonesa. Comi un trozo, trag saliva, se volvi hacia Camael, an sentado en silencio y la mirada perdida en el espacio. -Qu es exactamente lo que ests mirando? -Veo una gran cantidad de cosas -El ngel respondi, su voz fue como un lejano rumor de tormenta. - Un padre y su hijo pescando en un arroyo, una vieja tendiendo la ropa en su patio, un zorro ensendole a su camada como cazar ranas. - Hizo una pausa, inclinando la cabeza como para examinar algo en otro ngulo. -Es lo que no veo lo que me interesa.

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    Aaron abri otra botella de agua y bebi un sorbo. -Est bien, lo que t no ves? -Por ahora, no veo ninguna seal de persecucin. -Y eso es bueno, no? - Aaron comi otro bocado de su hamburguesa, cogi una caja de cartn de patatas a la francesa. Cogi el papel de envoltorio con los restos de su hamburguesa y la coloc en el recipiente frente a Camael. La accin rompi la mirada acerada del ngel, l mir hacia el recipiente de enfrente. -Ya te dije, no necesito comer lo dijo algo molesto. Aaron sostena unas patatas grandes, sin masticar. T no necesita hacerlo - Dijo. -Eso no significa que no puedas. Un intento. Camael lentamente puso sus manos a cada lado del recipiente. - Como iba diciendo - aadi estudiando las patatas a la francesa como si fueran nuevas formas de vida, -no he visto ni rastro de los Poderosos desde que salimos de Lynn, por lo que parece que las protecciones mgicas que dej a nuestro paso han demostrado ser beneficiosas. -Eso es lo que has estado haciendo?- Aaron pregunto con sorpresa. Comi el ltimo bocado de su hamburguesa. -Estaba un poco preocupado por lo lento que nos hemos movidos. Pens que estbamos de turismo. Camael cogi una patata del recipiente y la fulmin con la mirada. -He estado en este planeta durante miles de aos, muchacho. La necesidad de ver y comer fue reprimida hace mucho tiempo. -Luego el ngel hizo algo que Aaron imagin que no ira ver. Camael meti la fritura francesa en la boca y comenz a comerla. La mastic durante lo que pareci una eternidad y luego trag. -Adecuada - Dijo, inclinando el paquete hacia l y cogiendo otra. Aaron tom un sorbo de agua y chasque los labios. -Crees que esas protecciones sern suficientes?- Le pregunt.-Quiero decir, los

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    mantendrn atrs hasta que podamos encontrar a Stevie? El ngel estaba comiendo patatas como un profesional, tres y cuatro a la vez. Para alguien que no tiene que comer, ciertamente pareca estar gozando, as pensaba Aaron mientras esperaba una respuesta. -Son algo ms que una distraccin. Mis habilidades mgicas estn muy lejos de las de Verchiel y los Arcontes a su servicio. -Arcontes? - Interrumpi el joven. -ngeles de Los Poderosos que dominan las complejidades de la magia angelical. Ellos vern a travs de nuestra artimaa, ms temprano que tarde, pero esperemos que las protecciones nos compren tiempo suficiente para descubrir que es lo que estn tramando. Aaron haba sentido una extraa sensacin desde que salieran de Lynn. l todava no entenda lo que era, pareca ser un deseo, una necesidad de viajar al norte. A travs de New Hampshire, Vermont, Maine y ahora, estaban viajando hacia el norte. Incluso mientras estaba sentado, terminando su almuerzo, poda sentir cmo palpitaba su mente, instndolo a seguir adelante. -Crees que lo que estoy sintiendo nos llevar a Stevie? - Pregunt con esperanza. Camael haba terminado con las ltimas patatas, mir el paquete para asegurarse de que estaba vaco. -Tus capacidades todava son nuevas, Aaron. Ellas son tanto un misterio para m como lo son para ti. -Pero es posible, verdad? - Insisti. - Quizs estoy de alguna manera conectado a Stevie, estoy siendo atrado hacia l. El ngel asinti lentamente. - Es posible,- l dijo, acariciando su barba de chivo gris plateada. - Pero puede ser que te est tirando algo ms, algo de mayor importancia. -No entiendo. - Aaron mir fijamente al ngel. -Qu podra estar atrayndome que no fuera Stevie? Qu puede ser ms importante que l? El ngel permaneci en silencio, sin dejar de acariciar su barba, aparentemente perdido en

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    sus propios pensamientos. -Camael? Aaron solicit, alzando la voz ligeramente. -Es un lugar muy difcil de alcanzar -Camael respondi finalmente, con los ojos vidriosos. Luego se volvi hacia Aaron y lo mir con un resplandor intenso.- Aguilera susurr. -T podras unirnos-. Varios rostros pasaron por delante de los ojos de Camael, imgenes de aquellos a los que haba salvado de la ira destructiva de los Poderosos a lo largo de los innumerables siglos desde que sali del Hogar Anglical. Dnde habrn ido? Era una pregunta que a menudo se haca. Algunos fueron eliminados ms tarde, los Poderosos eventualmente les daban caza y tenan xito con sus objetivos malvolos. Pero haba otros, otros que haban logrado encontrar un lugar muy especial, un lugar que an se les escapaba. -Aguilera? Aaron pregunt. -No es un nido de pjaro o algo as? -Es un lugar como ningn otro en este mundo, Aaron, un lugar especial, un lugar secreto, donde los que han cado esperan su reencuentro con el Cielo.- Camael cruz las manos delante de l, recordando los tiempos cuando pens que lo haba encontrado, slo para estar tristemente decepcionado. -Has estado alguna vez en ese lugar? El Nefilim pregunt. -No. La Aguilera est escondida para m, no soy totalmente de confianza - Respondi. -Recuerda que fui el lder de los Poderosos, y les gustara destruir la Aguilera y todo lo que representa. -Ests seguro de que realmente existe tal lugar? Aaron pregunt. Camael trat de imaginar lo que su existencia habra sido sin la idea de la presencia de la Aguilera para consolarlo. Dudaba que hubiera podido continuar su misin sin la promesa a la espera de los que luchaban por salvar algo mejor para s mismo. Existe -Dijo en voz baja. - Estoy seguro de ello al igual que yo s que t eres del que habla la profeca. Aaron, los que viven all, en ese lugar secreto, ellos creen en la profeca que personificas. -Hizo una pausa. - Ellos estn esperando por ti, muchacho. Aaron pareci sorprendido por esta nueva revelacin. En cierto modo, Camael se compadeci del joven y su percepcin humana del mundo. La idea de lo que realmente era, y cul era su verdadero propsito, debe haber sido bastante abrumador para su mente primitiva. A pesar de que tena que admitir que, en este momento, el joven no lo estaba

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    haciendo tan mal. -Todas las personas en Aguilera estn esperando a que yo haga por ellos lo que hice por Zeke? Camael asinti con la cabeza, recordando al valiente Grigori, que le haba ayudado a rescatar a Aaron durante el ataque de Los Poderosos en la casa del muchacho. Zeke haba sido herido de muerte y el Nefilim haba utilizado su don proftico para perdonar sus pecados y permitir su regreso al cielo. -Es tu destino dar libertad a todos los que se arrepientan - Dijo. Aaron pareca estar asimilando sus palabras, la importancia de su destino lo hundi an ms profundo. -Antes de hacer nada ms que perdonar, vamos a encontrar a Stevie - Dijo. -Donde quiera que este impulso nos lleve, si es a mi hermano, si es a la Aguilera, o a un lugar donde hacen grandes tacos, realmente hay que buscar a Stevie y conseguir apartarlo de Verchiel, ese hijo de puta, es la prioridad nmero uno de acuerdo? Aaron exigi, con una profunda seriedad en su mirada. Camael pensaba en discutir con el joven, pero sinti que sera en vano. No importa lo diferente que era Aaron Corbet desde que haba despertado su poder angelical que resida dentro de l, segua pensando en s mismo como humano. -De acuerdo - Contest-. An te queda mucho por aprender Aaron , vendr con el tiempo. -Eso no es muy agradable - Gabriel se quej cuando estaba olisqueado el csped de la zona de picnic. -Nada bueno en absoluto. - Fue despus tras un olor, algo hizo que le rugiera el estmago y su boca se llen de agua. Gabriel tena hambre, aunque pocas veces no senta las punzadas de hambre. En un contenedor verde de basura, se encontr con el arrugado envoltorio con restos de un sndwich de helado. Haba ms basura perdida en el recipiente tambin, los investigara ms tarde, despus de que l hubiera dado a la envoltura toda su atencin.

    El perro estaba herido porque Aaron era tan insensible a sus necesidades. Tena hambre, y Aaron todava no le permita comer el pan que iba a tirar. Era frustrante slo sirvi para

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    sentir ms hambre. Gabriel dio un golpe a la envoltura con la nariz, los aromas deliciosos de la crema de helado de vainilla y galletas de chocolate llegaban hasta l. Su lengua sali disparada al encuentro del envoltorio, la humedad haca que los olores fueran ms picantes, se aferro a la basura. No comer cosas del suelo, se acord de Aaron regandolo. l saba que no deba, pero l se enoj, tena mucha hambre. Gabriel cogi el envoltorio del sndwich de helado en la boca y comenz a masticarlo. No le gusto mucho, los perros no tienen papilas gustativas. La exquisitez de algo se basa enteramente en su olor. Si ola a comida, era lo bastante bueno para un perro, especialmente un Labrador. Muy pocas cosas requerirn ms de un masticar o dos, la envoltura de papel no tard en deslizarse por la garganta de Gabriel a su estmago. Insatisfecho y un poco culpable, Gabriel se alej del contenedor hacia una familia de tres personas que estaban almorzando en otra de las mesas de picnic. El perro se acerc a ellos, meneando la cola en seal de un feliz saludo. Eran dos adultos, una madre, un padre y una nia que tena la misma edad que Stevie. Una ola de tristeza pas por el animal cuando l miraba a la familia. Se perdi de los otros miembros de su propia manada, Tom y Lori estaban muertos, y Los Poderosos se haban llevado a Stevie lejos. Pero al menos an tena a Aaron. No era lo que sola ser, pero lo sera por ahora. Todava no estaba seguro acerca del llamado Camael. Haba algo en l que no confiaba del todo. Ola demasiado a ese indecente Verchiel para ser aceptado por l en el grupo. -Hola, perro! - La nia chill cuando ella se volvi en el banco y lo vio. Gabriel poda oler la precaucin filtrndose en los poros de sus padres mientras se acercaba. No haca falta, despus de todo, era un perro desconocido y haba muchos de los cuales l mismo habra sido prudente. Se sent, como Aaron le haba enseado, trajo una de sus patas para arriba en seal de saludo, ladr suavemente una vez, y movi la cola. La nia se ech a rer alegremente, se dio cuenta que los adultos sonrean tambin. -Puedo tocarlo? - La nia pregunt, ya levantndose del banco. -Lily, deja que primero te huela - El padre dijo con cautela. - No quiero asustarlo. - La nia le tendi la mano, Gabriel oli la piel rosada de su palma. Fragmentos de olores se aferraban a su carne: jabn , goma de mascar; galletas de queso, zumo de fruta azucarado; perfume de su madre. Con suavidad, rod la mano de la nia. Lily chill de alegra y dio palmaditas en su cabeza. -Eres un buen perro, no es as? - Le susurr - Sus orejas son tan suaves. Gabriel ya lo saba, pero no le impidi disfrutar de las atenciones de la nia, hasta que l cogi el delicioso aroma de los alimentos. Levant el hocico y olfate con deleite al ver que la madre de Lily puso un perro caliente en la mesa donde la nia haba estado sentada.

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    -Vamos, Lily. Deja que el perro vuelva con tu familia y ven a comer-. Lily le acarici la cabeza de nuevo y se inclin muy cerca. -Adis, perrito - Dijo, besando su nariz cuando su estmago rugi en voz alta. -Ese es tu vientre? - Ella solt una risita. Gabriel la mir a los ojos. S -respondi l con un breve, ladrido. No poda entender lo que Aaron le hizo, pero an as, ella pareca comprender su respuesta, como si de algn modo fuera capaz de tocar su mente. - Tienes hambre? - Le pregunt. Gabriel no poda mentir a la nia y ladr afirmativamente, mientras que l utilizaba su mente para decirle que le gustara un bocado de su almuerzo. La nia se volvi de repente, se dirigi hacia la mesa de picnic. Ella cogi su perro caliente, arranc un trozo de pan y se lo llev a Gabriel. - No s si deberas hacerlo, querida, - Advirti su padre. Lily se lo dio al Labrador, l suavemente lo arranc de su mano, lo comi de un trago. Gracias, Lily, pens, mirndola a los ojos. - De nada - respondi ella con una bonita sonrisa. El padre de Lily se acerc, llevando su propio sndwich en una mano. -Est bien -Dijo, tratando de orientar a la nia hacia la mesa-. Creo que el perro ha tenido suficiente. Despdete ahora.- Gabriel mir fijamente al hombre. - Antes de irme,- orden sus pensamientos hacia el padre de Lily, - puedo comer un bocado de tu sndwich? - Sin dudarlo un instante, el hombre arranc un pedazo de su sndwich y se lo arroj al labrador. Gabriel estaba satisfecho. Los dolores de su estmago vaco se haban aliviado temporalmente con la ayuda de Lily y sus padres que haban sido muy generosos de compartir su almuerzo, se dirigi de nuevo a unirse a Aaron, explorando a su paso. El tintineo de una cadena, fue lo primero que capt su atencin, y luego se dio cuenta del olor. Gabriel se detuvo en el comienzo de un camino cubierto que llevaba a una pequea rea designada para los nios. Se dio cuenta que haba columpios, un pequeo tobogn y una casa de juguete de madera con forma de tren. Una vez ms lleg el tintineo de una cadena, por detrs de la casa de juegos apareci otro perro, con la nariz pegada a la arena siguiendo un olor que le haba llamado la atencin. La cola de Gabriel empez a moverse

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    con furia mientras iba por el camino, ladr un saludo amistoso. Qu bueno es esto? - pens-. Una barriga llena y ahora alguien con quien jugar. La hembra se estremeci, asustada por su enfoque. Su cola se movi con cautela. Ella, tambin, era una labradora retriever amarillo, llevaba un bonito pauelo, de color rojo alrededor de su cuello, as como una cadena. Se acerc ms. -Yo soy Gabriel. - La hembra sigui mirando, y not que el pelo erizado de la piel en la parte posterior de su cuello haba comenzado a aumentar.-No tengas miedo - Dijo con dulzura. -Yo slo quiero jugar.- Se acost en el suelo para demostrarle que se refera a no hacer ningn dao. -Cmo te llamas?- La hembra se movi lentamente hacia l, olisqueando el aire, en busca de signos de una amenaza. Qu extrao, pens Gabriel. Tal vez su familia no le deja jugar con otros perros. -Yo soy Gabriel- Dijo de nuevo. -Tobie, - Ella respondi, segua teniendo los pelos de punta. -Hola, Tobie. Quieres perseguirme? - Pregunt amablemente, ponindose a cuatro patas. Tobie lo olfate otra vez y gru con nerviosismo. Poco a poco, empez a retroceder, meti el rabo entre las piernas. Gabriel estaba confundido. -Qu te pasa? -Pregunt, avanzando hacia ella. -No hace falta que me persigas, si no quieres, te podra perseguir en tu lugar.- Tobie le enseo los dientes, su boca se abri en un feroz gruido cuando ella lo sigui hacia la casa de juegos. Gabriel se detuvo. - Qu hay de malo? -Pregunt, realmente preocupado y bastante decepcionado. -Por qu no quieres a jugar conmigo? - No eres un perro - Tobie gruo mientras olfateaba el aire a su alrededor.- Diferente, - escupi, y huy en la direccin que haba venido. Gabriel se qued atnito. Al principio, no tena idea de lo que significaba lo que Tobie haba dicho, pero luego pens en el da en que casi haba fallecido. l se estremeci, recordando la intensidad del dolor que haba sentido cuando el coche lo golpe. Aaron haba hecho algo por l ese da, haba puesto sus manos sobre l e hizo que el dolor desapareciera. Ese fue el da en que todo se hizo ms claro. El da qu se hizo diferente? Sali de la zona de juegos, teniendo en cuenta en su mente la idea de que podra no ser ms que un perro, cuando oy a Aaron llamarlo. Gabriel corri, se uni a su amigo y a Camael. Estaban limpiando la basura y se preparaban para reanudar su viaje. -Dnde has estado? Le pregunt Aaron mientras se dirigan hacia el aparcamiento.

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    -Dando un paseo, - Gabriel respondi, no tena muchas ganas de hablar. Un coche pas por su camino se quedaron quietos mientras esperaban para cruzar a su propio vehculo. En la parte de atrs, vio a Tobie mirndolo fijamente. No era slo el cristal que lo separaba de ella, pens mientras miraba tristemente los coches en el camino. -Ests bien? - Aaron pregunt mientras se inclinaba para rascarle debajo de la barbilla. -Estoy bien, - Gabriel contest, inseguro de sus propias palabras que le recordaban la otra verdad revelada. No era perro. Era diferente.

    -Le han mordido, mi seor.- El curandero, cuchiche con desagrado cuando coloc un pao en la piel de Verchiel que goteaba por su brazo desnudo. - Por qu no me he curado, Kraus? - Pregunt el lder de Los Poderosos. El ciego toco la parte saturada, cogi otro pedazo de tela y lo remoj en un cuenco de madera de aceite curativo, a base de plantas extinguidas desde que Can le quit la vida a su hermano, Abel. -No es mi funcin decirlo, mi seor -Le dijo, sin ver sus ojos brillantes en blanco en la dbil luz que entraba por la claraboya del antiguo saln de clases. La escuela abandonada en los terrenos de la iglesia de San Atanasio, en el oeste de Massachusetts, era el hogar de Los Poderosos desde la batalla con el Nefilim. Este fue el lugar donde se alojaran en espera de la oportunidad de continuar su guerra contra aquellos que cuestionan su autoridad sobre el mundo del hombre de Dios. Verchiel se movi incmodo en la silla de madera de respaldo alto, robada de la iglesia de al lado, cuando el curandero coloc otro pao sobre la carne marcada. -Entonces me responders esto: Estas heridas se asemejan a las lesiones sufridas por un sobrenatural, acto de la naturaleza, o llevan la firma de una influencia ms divina? Estaba tratando de aislar la causa de la intensa agona que haba sido su compaera constante desde que fue alcanzado por un rayo durante su batalla con Aaron Corbet. El ngel quiso llevar el dolor a un lado, a la caja de seguridad del mismo y colocarla lejos. Pero el dolor no lo dejaba. Permaneca, un recordatorio de que pudiera haber ofendido a su Creador y que estaba siendo castigado por su insolencia.

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    -Mi trabajo es sanar, Gran Verchiel, - Kraus dijo-. No me atrevera a Verchiel de repente se levant de su asiento, el pesado silln de madera cay hacia atrs cuando las alas fueron desplegadas impresionantemente. Kraus tropez cuando los vientos agitados por las alas del ngel empujaron contra l. -Te doy permiso, simio - El ngel gruo en el fuerte clamor causado por el aleteo de sus alas. -Dime lo que sientes en tu primitivo corazn. - Sus manos tocaron las cicatrices sobre su pecho mientras hablaba-.Dime si t crees que fue la mano de Dios que me toc de esta manera. -Misericordia, mi amo! - Kraus exclam, acurrucndose en el suelo. -Yo no soy ms que un esclavo. Por favor, no me haga pensar en esas cosas! -Yo te lo dir, Verchiel, -Dijo una voz desde el otro lado de la habitacin. Verchiel lentamente volvi su atencin a un oscuro rincn del aula, donde una gran jaula de hierro colgaba del techo, sus barras estaban marcadas por smbolos arcanos. Sacudi con la turbulencia causada por la ira. El desconocido del monasterio, en las montaas de Serbia se asom por entre los barrotes de hierro, con la expresin intensa de su rostro demacrado. - Te importa escuchar lo que tengo que decir? - Pregunt, su voz era apenas un seco susurro. -Ah, nuestro prisionero est despierto- Verchiel dijo . -Pens que las lesiones infligidas por mis soldados te mantendran inconsciente por ms tiempo. El preso se agarr de los barrotes de su jaula con las manos sucias. -He aguantado cosas peores - Dijo. - A veces es el precio que debemos pagar. Verchiel cerr las alas, retrayndolas por debajo de la carne de su espalda desnuda. - En efecto - El ngel gru. Kraus todava estaba encogido en el suelo, con la cabeza inclinada. -Djanos ahora -Verchiel dijo, despidiendo al curandero humano. -Coge tus cosas y vete. -S, mi seor, -El ciego dijo, recogiendo el maletn que contena sus herramientas de sanacin y buscando a tientas la salida.

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    -Por qu lo haces? - El prisionero pregunt mientras observaba el curandero partir. -Lo que necesitas es la perversa satisfaccin por la degradacin de ellos a manos llenas? Esa pregunta me ha dado vueltas y vueltas durante aos. - Tal vez le damos un propsito a sus vidas mundanas -Verchiel respondi, avanzando hacia la jaula.- Proporcionamos algo que le faltaba cuando vivan entre su propia clase. Verchiel se detuvo frente a la jaula colgante, mir a los ojos de su prisionero. - O tal vez simplemente no son tan inteligentes como pensamos - Dijo con una perversa diversin. -Y eso es motivo suficiente para explotar y abusar de ellos?- El prisionero, pregunt. - As sea, si sirve a un bien mayor. Ellos nos estn ayudando en la realizacin de la voluntad de Dios. Estn cumpliendo con su Creador, as como con la nuestra. No puedes pensar en un objetivo ms satisfactorio? An vestido con la tnica marrn, del monasterio serbio, hecha jirones, el preso se sent con una sonrisa, apoyando la espalda en los barrotes de la jaula. - Tienes que preguntarte seriamente lo que fue que te anul? - l se ri entre dientes, haciendo referencia a las cicatrices de Verchiel-. No saba que fueras tan denso, pero entonces de nuevo... Verchiel estaba ms cerca, mirando a travs de barras de hierro negro. -Gracias por compartir conmigo tus pensamientos, -susurr-. Estoy ansioso por escuchar las opiniones de alguien como t, el ms famoso de los cados. S, por favor, cul es el pensamiento del Seor Dios en estos das? El prisionero casualmente alcanz sus ropas y saco un ratn. Suavemente, le toc la parte superior de su cabeza puntiaguda con la punta de su dedo, ya que se arrastraba sobre su palma abierta. -No s, Verchiel, - Dijo, alzando la vista de la pequea criatura hundida en la parte delantera de su tnica sobre el hombro. -Ha pasado bastante tiempo desde que el Creador y yo hablamos por ltima vez. Pero al mirar su condicin actual, tendra que adivinar que, l no est muy contento con vosotros.

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    Y entonces el prisionero sonri, con una sonrisa llena de calidez y amor, tan increblemente hermosa. Cmo poda haber sido una vez el favorito de los hijos de Dios? Verchiel sinti como creci su ira, se concentr en dominarse a s mismo, para no ir a la jaula y despedazarlo. -Y he de creer en ti, - gru el lder de Los Poderosos al llegar junto a los barrotes de la jaula - el Prncipe de las Mentiras? - Touche!, - El prisionero dijo, cuando el ratn exploraba la parte superior de su cabeza. -Pero recuerda - Dijo con una sonrisa - he tenido experiencia en estos asuntos.

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    Caminando por el bosque, en busca de su presa, Mufgar, jefe de los Orisha Deheboryn, saba que la decisin que tom la noche anterior haba sido la correcta. Con su primitiva magia elemental, Mufgar haba coaccionado a la tierra, roca y piedra del sistema de tneles en el que viaj para cambiar su rumbo laberntico y abrir un pasillo a la superficie. -Nunca vamos a coger una peste aqu- Le haba dicho a su grupo cuando la tierra de una pared cercana se convirti en algo lquido que gir y cay para revelar un tnel recin hecho que ascenda a la superficie. -Es en la superficie donde nuestro destino nos espera. Mufgar haba dado gracias a los elementos por su ayuda, dejando una ofrenda de frutos secos antes de comenzar su ascensin al sol de la nueva maana. Haban pasado ocho horas desde que l y su tribu haban surgido de la tierra, hacia ocho horas, que nadie haba hablado una palabra con l. Percibi su ira, su miedo, y su decepcin por la sentencia que haba sobre ellos. l realmente lamentaba que cuestionaran su decisin, pero saba que no abandonaran su obligacin con sus amos. Ellos cazaran a los Nefilim como Los Poderosos haban ordenado, los capturara, y ganaran su libertad. As es como ser, pens, recordando la extraa visin que haba tenido durante el sueo. Una visin de xito. Mufgar levant la mano para detener el avance a travs del espeso bosque. Escuch con atencin los sonidos a su alrededor, el canto de varios pjaros, el susurro del viento entre los rboles cargados de hojas y algo ms. -Es el Nephilim?, Mufgar - Tehom silb a un lado, levantando la lanza y mirando nerviosamente sobre el bosque. -No- El jefe Orisha dijo.

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    Escuch una vez ms el carcter de los sonidos en la distancia, los sonidos de las mquinas. Cmo se llaman? Busc en su cerebro la palabra que sonaba extraa. Automviles, record con gran satisfaccin. -No son Nefilim- Susurr, -son los vehculos que nos transportaran, a nosotros-. Mufgar sealado por el bosque a algn lugar en la distancia. -Lo vi en una visin- Dijo, compartiendo su experiencia con sus sbditos, para darles confianza en su liderazgo. Se volvi y mir a Shokad. -En mis sueos tuve una visin. Una visin de que los Nefilim vienen a por nosotros.- El chaman rpidamente desvi la mirada con el ceo fruncido en su anciano rostro. -Y caern contra nuestras fuerzas. Mufgar levant su lanza en un intento de reunir a sus cazadores. -Y por nuestra valenta, Seor Verchiel nos otorgara nuestra libertad, hemos encontrado la ubicacin de los bienaventurados del Lugar Seguro. Todos los Orishas inclinaron sus cabezas malformadas, consagrndose con furia. Haba sido el sueo ms extrao, tan claro como el da en que estaban cazando. Todo estaba all para l, todas las respuestas que haba buscado. Las dudas que haba estado experimentando desde la ltima asamblea todas se estaban disipando como el humo en el viento. Una visin sagrada le haba sido concedida, a lo mejor los espritus de los grandes creadores, una visin que le dijo que saldra victorioso. No se podra pedir nada mejor. Mufgar se volvi hacia el chaman, que estaba detrs. El viejo Orisha se puso en cuclillas, cogi un puado de huesos y suaves piedras brillantes de una bolsa a su lado. -No confas en las visiones de los sueos de tu jefe, Shokad? -El chaman pregunt. La criatura no dijo nada y arroj los huesos y las piedras en el suelo delante de l. Con sus alas desplegadas, las agit nerviosamente cuando comenz a leer los resultados de su tiro. -Ummm-, murmur, frotndose la barbilla cuando discerna los signos. -Qu dicen, Shokad?-Mufgar pregunt.- Los huesos y las piedras hablan de la victoria y la libertad?- El viejo se qued en silencio cuando Orisha recogi sus herramientas de adivinacin y los devolvi a su bolsa.-Habla, chaman -Mufgar orden.-Tu jefe te ordena

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    que reveles lo que has visto. -Los huesos y las piedras hablan de la muerte- Shokad dijo con gravedad. Zawar y Tehom contuvieron el aliento a su lado. -La muerte?-Tehom pregunt con su voz llena de temor. -La muerte... pero para quin?- Zawar quera saber. Shokad neg con la cabeza, sacudimiento los mechones de su pelo que se unieron unos a otros. -Ellos no son claros, pero no puedo imaginar nada, solo que es para aquellos que vayan en contra de la fuerza de los Nefilim. -Dijo fulminando con la mirada a Mufgar, desafiando su palabra como jefe. -Pero qu ser de los que abandonan los deseos de sus amos?-Mufgar reclam a cambio-Cul es el destino de aquellos que desafan a Los Poderosos? Tambin morir?- El chaman frunci el ceo. -Es posible -l respondi-, pero eso no cambia el hecho de que la muerte es nuestro compaero. Hay que elegir nuestro camino sabiamente, o es posible que nunca tengamos la oportunidad de buscar el paraso que desde hace mucho tiempo hemos perseguido. Zawar y Tehom se miraron uno a otro, los mensajes contradictorios del jefe y el chaman traeran la maldicin del desacuerdo en sus filas. -Gran Mufgar - Zawar susurr mientras miraba a los bosques, en busca de cualquier seal de advertencia de una muerte inminente -Que haremos? Mufgar mir hacia los sonidos de la carretera en la distancia. -Slo hay una opcin- Dijo, alejndose de ellos , hacia el camino- Cazarlo y conseguir nuestra libertad. l ni siquiera se volvi para ver si le estaban siguiendo. Mufgar pens que no era necesario, pues saba que estaban detrs de l. Lo haba visto en su sueo.

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    Aaron mantuvo su velocidad a cuarenta y cinco, de vuelta a la carretera. Aument la presin sobre el volante cuando la emocin aumento en su interior. Ellos se acercaban a su destino, poda sentir el zumbido en su cuerpo. -Soy yo, o sientes lo mismo?- Le pregunt. Camael gru, mirando el camino de delante de ellos. -Qu?-Aaron dijo- Ves algo?- El ngel permaneci en silencio, entornando los ojos como si tratara de ver ms claramente. Aaron no poda soportarlo ms. La sensacin que senta era como un tipo con una bandera naranja en la lnea de meta. Estaba muy cerca a qu?, no estaba muy seguro, pero su cuerpo le deca que aqu es donde se supone que estaba. - Qu ves?, por el amor de Dios! -Grit-. Camael lentamente volvi la atencin hacia el muchacho. Su mirada era de acero, fro. -Lo siento -Aaron dijo, tratando de sofocar el sentimiento de emocin desenfrenada que corra por su cuerpo. -Es slo que creo que hemos encontrado a Stevie, estoy emocionado. No quise gritarte. El ngel se volvi para mirar, el camino delante de ellos y seal. -En la distancia, no muy lejos de aqu, veo un pueblo.- Aaron esper un minuto, pero Camael no dijo nada. -Eso es todo?-Pregunt con impaciencia-Eso es todo lo que ves, un pueblo? Gabriel, que dorma, en un profundo sueo, roncando en el asiento trasero, empez a moverse. En el espejo retrovisor, Aaron poda ver al labrador sentarse, lnguidamente relamindose mientras inspeccionaba su entorno. -Dnde est el pueblo? -El perro pregunt Todo lo que se ve es un bosque. Camael miraba a lo lejos. Aaron respondi-Tengo la sensacin de que podra ser donde Verchiel tena a Stevie. -Hay algo en esta ciudad- Camael dijo lentamente, con los ojos cerrados concentrndose, con su mano acariciando lentamente su barba plateada.-Pero no puedo discernir lo que es.

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    Est confuso. Aaron se inclin hacia la guantera y la abri. El ngel retrocedi, pero Aaron le roz un poco mientras revolva en el compartimiento, mientras trataba de mantener los ojos en la carretera y el coche en su carril. -Cmo se llama? Tal vez pueda encontrarlo en el mapa-Dijo, cerrando la guantera y abriendo el mapa en su regazo. -Se llama Alegra- Camael dijo.-Creo que es un pueblo antiguo, segn los patrones humanos. -Est aqu?-Aaron pregunt, dividiendo su atencin entre el mapa y la carretera. -Quiero ver cunto ms tenemos que conducir. -Vamos a parar ahora -Gabriel dijo de pronto de la parte posterior. -Vamos a ver qu tan lejos puedes aguantar primero-, Aaron dijo mientras miraba al perro en el espejo retrovisor. Gabriel pareca incmodo, a cuatro patas y aguijoneando alrededor del asiento. -No creo que yo puede esperar- Dijo, con un toque de pnico en su voz. Aaron se dispona a responder cuando el olor lleno el aire desde la parte posterior. -Oh, Dios mo-Dijo, bajando frenticamente la ventanilla. -Qu ests haciendo?-Camael pregunt con su toque habitual de arrogancia cuando el viento de la ventana abierta azotaba su cabello. Entonces Aaron, vio como la expresin del ngel pas de molestia a un absoluto rechazo. -Qu es ese olor? -Pregunt con un gruido furioso-. Puso una mano sobre la nariz y la boca, Aaron indic por encima del hombro hacia el nico habitante del asiento trasero. El ngel se volvi hacia el perro. -Qu has hecho? Gabriel se limit a mirar por la ventanilla trasera. -l tiene gases-, Aaron explic, con su voz apagada por la mano que estaba an en su rostro.- Esto ocurre cuando come cosas que no debera.

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    -Es cruel- Camael dijo, mirando al perro. -Hay que hacer algo para que nunca vuelva a suceder-. Aaron mir por el espejo retrovisor. -Qu comiste en ese descanso, Gabe? -rega, a sabiendas de que el perro haba comido cualquier cosa. Gabriel no respondi. Aaron en realidad no lo esperaba. Par el coche al lado de la carretera. -Y ahora qu?-Camael pregunt. -Slo hay una manera de lidiar con este problema-Dijo mientras aparcaba el coche y se bajaba. Abri la puerta de atrs para dejar salir a su amigo. -Tal vez uno de estos das vas a aprender a no comer todo lo que este a la vista-. Rega al perro. Gabriel salt al suelo. - No com todo lo que tena. -Espera un minuto- Aaron dijo, viendo como caminaba, con el hocico firmemente plantado en el suelo del bosque.-Quin todava tena suficiente? Alguien te dio de comer? -Tengo que hacer mi negocio- Gabriel dijo, eludiendo la pregunta de su amo y comenzando a adentrarse en el bosque. -Te falta mucho?- Aaron pregunt exasperado.-Gabriel, tenemos que seguir. -No puedo, si me ests mirando-, oy decir al perro antes de desaparecer en torno a un grupo de abedules. -Cundo has llegado a ser tan malditamente remilgado?-Aaron murmur entre dientes-Probablemente pas cuando te traje de vuelta de la muerte. Se dirigi a la parte delantera del coche, donde Camael estaba mirando la carretera. -Entonces, qu te parece?-El ngel pregunt.-Qu vamos a encontrar en Alegra?- Camael movi lentamente la cabeza. -Honestamente no lo s- Aaron se cruz de brazos y mir a la carretera. -Por cmo me estoy sintiendo en este momento, tendra que decir que es definitivamente

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    algo interesante. -Sin duda estoy de acuerdo con eso- Camael dijo. Inclin la cabeza hacia atrs y aspir el aire. Aaron le vio ponerse tenso y mirar con cautela. -Qu hay de malo? -No lo hueles?- Le pregunt. Aaron olfate el aire. No ola nada, salvo el bosque en pleno florecimiento primaveral. -No puedo oler nada, pero el bosque...-comenz, y entonces l cogi un soplo fugaz .Era un olor almizclado, un olor a animal, pero que l no lo reconoca. -Qu es?- Camael tendi la mano, Aaron, vio como una chispa de llama, de color naranja apareca y se convirti en una espada de fuego. -Orishas- El ngel gru. Aaron estaba a punto de preguntarle qu era un Orisha, cuando Gabriel ladr de miedo azotando la quietud del bosque, separados como una rfaga de disparos. -Gabriel - exclam, con un arma de fuego a la que dio vida en su mano. Aaron entr en el bosque, con su espada cortando arbustos y ramas bajas en su camino. Camael estaba a su lado cuando de pronto se detuvieron al borde de un claro. -Qu demonios son esas cosas?- Aaron susurr con asombro. Haba cuatro en total, criaturas feas, de unos tres metros de altura, con la piel del color del cobre empaado. Parecan primitivos, vestidos con tiras de cuero y pieles, con el pelo largo, adornado con huesos. Uno llevaba un tocado de fantasa que pareca de pieles de animales. Desde sus espaldas surgi uno pequeo, negro, con alas sus plumas revoloteaban estrepitosamente, como el aleteo de persianas y cortinas. Haban lanzado una red improvisada sobre Gabriel, y estaban tratando de someter al perro que estaba luchando. -Son Orishas-. Camael respondi. -Los intentos fallidos de mis hermanos cados para crear vida.

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    -No con mucho xito, puedo sugerir? -Miserables fracasos que deberan haber sido erradicados hace mucho tiempo si no fuera por Los Poderosos. Utilizan a los Orishas como esclavos, como cazadores rastreadores. -As que no son tan peligrosos, no?-Aaron pregunt mientras miraba a los Orishas obligados a retroceder por Gabriel que los atacaba salvajemente. -Al contrario -Camael dijo -Ellos han demostrado ser muy feroces en la batalla. La cabeza encerrada de Gabriel emergi de debajo de la red, intent morder a sus agresores -Aaron, un poco de ayuda!- Le grit, mirando a su amigo. Los Orishas se volvieron y comenzaron a acechar a Aaron y a Camael, gruendo amenazantemente. Tres tenan vulgares lanzas, uno, l del tocado , sac una daga de una funda en su pierna huesuda. Aaron se puso tenso, con su arma en llamas ante l. -Qu hacemos?-Le pregunt al calmado ngel que estaba de pie junto a l. -Los Poderosos probablemente han puesto precio a nuestras cabezas-. Camael dijo con naturalidad como si hablara del tiempo -Los Orishas tratarn de capturarnos, y si esto no fuera posible, seguramente tratarn de matarnos. Los seres primitivos estaban ms cerca, Aaron les oa gruir, con un sonido agudo, como un ventilador que necesita reparacin, slo que mucho ms horrible. -Qu hacemos?-Repiti frenticamente. -Creo que es obvio, muchacho-. Le dijo el ngel con las alas enormes, en su espalda, de color blanco lnguidamente desplegadas - Matarlos nosotros. -Algo me deca que ibas a decir eso -Aaron dijo, al igual que los Orishas, grit un grito de guerra y se lanzaron a su presa. El poder que resida dentro de Aaron quera salir de la peor manera. Poda sentirlo recorrindole por dentro, como un tigre aburrido en su jaula en el zoolgico. Todo haba empezado cuando Camael mencion por primera vez a los Orishas. Al igual

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    que Gabriel pidiendo si poda salir, hasta que el poder de los Nefilim lo haba alentado a levantarse, empujando las restricciones que haba impuesto sobre el. Los Orishas estaban cogiendo vuelo, sus pequeas alas de bano aleteaban con el desenfoque de la velocidad, el poder angelical luchaba ms por ser libre, pero Aaron no se lo permiti. De hecho, slo la idea de someterse a la transformacin, como lo haba hecho aquella noche horrible en Lynn, le hizo temblar de miedo. -Tienes suerte de estar usando una de estas malditas espadas -murmur para s, mientras levantaba su arma en llamas y aplastaba al primero de sus atacantes desde el aire. La criatura grit de agona, se desplom al suelo, con una de sus alas en llamas. Se revolc por la tierra, frotndose sus plumas ardientes. Aaron volvi su atencin a Camael. Otro Orisha se mova con una rapidez deslumbrante hacia el ngel con su lanza dirigida a la cara. En el ltimo segundo, la criatura cambi repentinamente de direccin y se dirigi hacia el pecho de Camael. Con un gran dolor, el ngel levant su espada y reban a la criatura, guerrera en dos. -Aaron, cuidado! -Gabriel grito detrs de l. Aaron se gir rpidamente, justo a tiempo para bloquear el ataque de otra de las horribles bestias. Era el del tocado elaborado. -Van a caer ante nuestra fuerza-. Grit el jefe en su lengua salvaje. Lo presagi. Aaron blandi su poderosa espada, el Orisha se ech hacia atrs, cuando la hoja de fuego casi le cort la cabeza era demasiado grande para su cuerpo. El poder interior de Aaron, ahora era salvaje, esforzndose por liberarse. De nuevo el jefe, se lanz al ataque, esta vez el cuchillo dio en el blanco, hundindose en la carne blanda del hombro de Aaron. Lanz un grito de dolor cuando la criatura sali fuera de su alcance. -Aaron, ests bien? -Estoy bien, Gabriel -Dijo mientras observaba al perro tratando de enfrentarse a los ataques del Orisha que se haba apagado el ala, rodando por suelo del bosque. -Slo presta atencin. Estas cosas son peligrosas. La herida le dola, una extraa sensacin de ardor comenz a extenderse por el brazo, as era difcil sujetar el arma. Veneno?, se pregunt. Se volvi hacia Camael justo a tiempo para ver al ngel guerrero caer de rodillas.

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    -Alguna vez te mencione que los Orishas mojaban sus hojas en un narctico que inmoviliza a sus presas?-Camael pregunt con un discurso un poco confuso. -No me digas-, Aaron respondi con sarcasmo, cuando la espada cay de su mano adormecida, se convirti en nada antes de poder golpear el suelo del bosque. Ya no se preocuparon por ellos, ahora que la droga estaba corriendo por sus venas, los Orishas supervivientes, volvieron su atencin a Gabriel. Aaron vio impotente cmo su amigo perda el control sobre la criatura con el ala quemada y corra a unirse a sus compaeros. -Sal de ah, Gabriel! El jefe haba recuperado la red, los tres guerreros avanzaban lentamente sobre el perro que grua. -T debes saber, por lo menos, que no te abandonar-. El labrador gruo, de pie en sus trece. -La lealtad es un error -Camael dijo, mientras se balanceaba sobre sus rodillas y caa a un lado-, teniendo en cuenta el veneno de los Orishas. Los Orishas se lanzaron a Gabriel. Dos agarraron al perro, gru mientras el jefe tiraba la red por encima de su cabeza. Rpidamente atraparon al Labrador. -Vamos a comer mucho esta noche, mis hermanos -El jefe dijo con emocin cuando se inclin para oler al animal que segua gruendo- Una comida acorde con los guerreros que estn a punto de recibir su libertad y el paso seguro al paraso. Los Orishas empezaron a animarse, con sus armas cargadas de veneno elevadas al cielo en un baile de victoria. -Ellos van a comerse Gabriel?-Aaron pregunt con horror. Todo su cuerpo se haba entumecido, cay al suelo cerca de Camael. -Primero se ocuparan del perro -Logr decir el ngel- Y luego nos llevarn a Verchiel con las primeras luces del alba. -Qu vamos a hacer?-Aaron pregunt mientras mantena sus ojos en los jubilosos Orishas, que parecan estar haciendo totalmente un esfuerzo por atormentar al pobre Gabriel.

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    -Depende de ti- Camael respondi con calma. -Qu demonios se supone que significa?-Aaron grit enojado. -T tienes el poder. Todo lo que necesitas hacer es usarlo. Como si lo tuviera, Aaron sinti la presencia hormigueando en l de nuevo. -No s a qu te refieres-. Le minti, utilizando todas sus fuerzas para mantenerlo a raya. -No juegues conmigo, Aaron -El ngel replic. -Puedo sentir cmo luchas. Djalo libre. -No... no puedo hacer eso-, Aaron respondi, congelado por el miedo.-No s si lo puedo controlar. -Pens que estabas ms all de eso.-El ngel dijo exasperado -El poder es parte de ti, es lo que eres ahora. En el fondo, Aaron saba que el ngel estaba en lo cierto pero no por ello era menos aterrador. La fuerza era salvaje, con un gran potencial de destruccin. Record cmo se haba sentido la noche en que Verchiel mat a sus padres de acogida. Tal fuerza, tal poder, haba sido emocionante, al principio. Soy lo suficientemente fuerte?, se pregunt. O me voy a volver loco como lo ha hecho con otros antes que yo? -No... no puedo -Balbuce. Cada vez le era ms difcil hablar. -T puedes- Dijo Camael.-Si t no puedes, Gabriel morir y nosotros seremos entregados a Verchiel. Aaron se qued en silencio. Vio cmo el jefe de los Orishas se alej del claro y retir dos conjuntos de esposas de un maletn escondido en la espesa maleza. -Cuando el veneno de los Orishas desaparezca, no irs a ningn sitio - La fea criatura ri mientras se mova hacia Aaron. -Haz algo! -Camael bram. Por un momento, Aaron pens dejar que el poder se liberara, estaba sintiendo la oleada elctrica de su rumbo, el verdadero carcter sobrenatural a travs de su cuerpo. Record el dolor insoportable cuando las alas se desplegaron atravesndole la espalda, extendindose en pleno y glorioso. Hizo una mueca, recordando la sensacin fuerte, ardiendo cuando

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    antiguos smbolos angelicales aparecieron en su piel, sealando su transformacin en algo ms que un humano. l pens en ello, pero no hizo nada, el Orisha apret las esposas, framente, alrededor de sus muecas. Camael suspir. l haba tenido tantas esperanzas en el chico, pero ahora estaba empezando a tener dudas. -Y ahora t, gran ngel- El jefe Orisha dijo feliz mientras se diriga hacia Camael con el segundo juego de esposas. -Y ahora yo -Camael gru ,y comenz a levantarse, en un salto. -Ms veneno! Ms veneno!-El lder grit con pnico, cogiendo su cuchillo de la funda de su pierna. Los otros dos guerreros realizaron una bsqueda frentica de sus armas. Camael estaba bastante aburrido y molesto. El ngel saba que Aaron haba estado resistindose, temeroso de su naturaleza de reciente creacin, y haba visto esto como la oportunidad perfecta para que el chico domesticara el poder, para luchar bajo su control. Pero mientras miraba al joven, tendido en el suelo, despus de haber sucumbido a los efectos del veneno de los Orishas se dio cuenta de lo equivocado que estaba. No estaba preparado en absoluto, Camael comenz a temer por el cumplimiento de la profeca angelical. El viejo chaman se agitaba en el aire ante Camael, murmurando, con los brazos abiertos. El suelo bajo los pies del ngel comenz a temblar, se sinti empujando la tierra tan repentinamente como si fuera lquido. Los otros dos Orishas, sujetaban sus armas paralizantes con veneno. Esto no va ser todo, pens el ngel con fuego encendido en su mano. Camael saco la espada de fuego, haciendo retroceder a los guerreros con un gran movimiento de sus poderosas alas, se levant del suelo levemente. Con un aullido de furia, el jefe se lanz hacia Camael, movindose a una velocidad sobrenatural. Camael era ms rpido, blandi su espada de fuego y cort al lder en dos. -Su sueo era precisamente esto -Dijo mientras el cuerpo caa en dos partes, en llamas. -Un sueo. Sin su lder, el Orisha con las alas quemadas pareci perder su impulso a la lucha. La bestia revoloteando, arroj su lanza, y ech a correr. Camael tiro la lanza lejos, luego clav la espada al primitivo que estaba huyendo. Una lengua de fuego serpenteaba desde el final de la hoja encendida, en un instante el guerrero Orisha se vio envuelto en fuego celestial. La criatura chill, palabras de una oracin a un ngel cado muerto hace mucho tiempo que fue su creador, fue incinerado.

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    Hay uno ms, Camael pens mientras se posaba en la tierra, las alas plegables sobre su espalda. Espada lista, sus ojos de pjaro escaneando los rboles y la maleza en busca de signos del viejo Orisha, pero no encontraba a la criatura en ninguna parte. Aaron gimi por la fiebre inducida por el veneno, Camael dirigi su atencin al Nefilim. Su espada se disip a medida que avanzaba hacia el joven. Se arrodill junto a l. Toc el mecanismo de bloqueo de las esposas de Aaron y vio como las esposas cayeron al suelo. -Levntate, muchacho-. Dijo con severidad-. Aaron abri los ojos. -Camael? -susurr-.Cmo...? -Yo he eliminado el veneno de mi sistema-Dijo, agarrando al chico por la pechera de la camisa y ponindolo de pie. -Es algo que podras haber hecho, si te hubieras molestado. Se tambaleaba como un borracho. -Por qu... Por qu esperaste tanto tiempo?- Camael se acerc a Gabriel que segua atrapado bajo la red. -Yo estaba esperando para actuar- El ngel le contest mientras quitaba la red al perro. Gabriel se levant y se sacudi de la red. -Gracias, Camael. Oli uno de los cadveres que an arda de los guerreros Orisha. -As que esto... Esto era algn tipo de prueba?-Aaron pregunt, tropezando hacia ellos con las piernas que todava se encontraban entumecidas por la toxina. Gabriel acarici la mano de su amigo. -Ests bien? Yo estaba muy preocupado por ti.- Aaron ausente acarici la cabeza del perro mientras esperaba la respuesta de Camael. -Uno se maneja muy valientemente contra Los Poderosos, pero ahora viene la parte difcil-l ngel dijo .-Quera ver lo que eras capaz de hacer. -No te preocupes por m. Voy a estar listo para hacer frente a Verchiel cuando llegue el momento-. Camael frunci el ceo sealando los cuerpos de los Orisha tirados como basura en el suelo.

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    -Estos no son ms que las plagas en el gran