gÓmez bueno, carmuca. mujeres y trabajo. principales ejes de análisis

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  • 7/21/2019 GMEZ BUENO, CARMUCA. Mujeres y Trabajo. Principales Ejes de Anlisis

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    Resumen

    El anlisis de la posicin que mujeres y varones ocupan en el mercado de trabajo y, con-secuentemente, en la estructura social, representa cuestionarse la neutralidad de los supues-tos tericos de los que parte, de las herramientas de anlisis que emplea y de las inferen-cias que pretenda extraer. El artculo revisa determinados conceptos centrales para dichoanlisis desvelando posibles sesgos de gnero y plantea algunas estrategias de discri-minacin indirecta que, frecuentemente, se utilizan aunque sea inintencionadamente.

    Palabras clave: discriminacin laboral, segregacin ocupacional, mujeres y trabajo.

    Resum. Dones i treball: eixos principals danlisi

    Lanlisi de la posici que dones i homes ocupen dins del mercat de treball i, en conse-qncia, dins de lestructura social, representa el qestionament de la neutralitat dels sup-sits terics dels quals parteix, de les eines danlisi que empra i de les inferncies que pre-tengui extreure. Larticle revisa determinats conceptes centrals per a aquesta anlisidesvetllant possibles biaixos de gnere i planteja algunes de les estratgies de discri-

    minaci indirecta que, amb freqncia, sutilitzen encara que sigui inintencionadament.Paraules clau: discriminaci laboral, segregaci ocupacional, dones i treball.

    Abstract. Women and work: basic guides of analysis

    The analysis of different possition that women and men occupy in labour market and,consecuently, in social structure, leads us to question the neutrality of the theoretical prin-ciples from it starts, the analytic tools that uses and its inferences. In this paper we review

    certain basic concepts for this analysis, showing possible gender biases and trying to out-line some strategies on indirect discrimination that are frequently, although non deliberately,used.

    Key words: labour discrimination, occupational segregation, women and work.

    1. Una primera versin de este artculo fue presentada como ponencia en las I Jornadas AustralesInterdisciplinarias sobre Mujer y Desarrollo: dilemas, desafos y aprendizajes, Valdivia (Chile),

    1999.

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    Carmuca Gmez BuenoUniversidad de Granada. Facultad de Ciencias Polticas y [email protected]

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    De los tres aspectos fundamentales que centran el anlisis de las relacionesentre los gneros, a saber: simbolismo de gnero, construccin de las identi-dades individuales generalizadas y divisin del trabajo segn el sexo-gnero,nos centramos aqu en ste ltimo, aunque sin desestimar las complejas inte-racciones que se producen constantemente entre los diferentes mbitosmencionados.

    1. Divisin sexual del trabajo

    La divisin sexual del trabajo hace referencia al reparto social de tareas o acti-vidades segn el sexo-gnero. Este reparto vara segn las sociedades y las po-cas histricas, pero existe en todas las sociedades que se conocen. El repartode actividades no sera tan significativo si no fuera sistemticamente acom-paado de una valoracin diferencial, esto es, jerarquizada, y no tuviera fuer-tes y claras repercusiones en las condiciones de vida.

    Las bases estructurales que dan lugar a la actual situacin, los aspectos socio-simblicos, polticos y econmicos que han influido y han condicionado la

    organizacin social del trabajo han sido objeto de innumerables estudios. Porejemplo, Varela (1997) defiende la hiptesis de que la expulsin de las muje-res de las clases populares del mbito del trabajo reglado de las corporacionesy la exclusin de las mujeres burguesas de las universidades cristiano-escolsticas(que abran el paso a las nacientes profesiones liberales) encontraron las con-diciones para su desarrollo en las interdependencias que se dieron entre stosy otros fenmenos sociales, tales como: la institucionalizacin de la prostituciny, en Occidente, del matrimonio cristiano monogmico e indisoluble; los pro-

    cesos de estratificacin social, y el trascendental influjo que tuvieron los ecle-sisticos contrarreformistas al tratar de aplicar, mediante diversas tcticas, losnuevos ideales de modernidad. stos fueron los pilares para el establecimien-to de lo que ella denomina el dispositivo de feminizacin. Dispositivo a tra-vs del cual se consigui instaurar un sistema de dominacin masculina queotorga, de manera sistemtica, un lugar subordinado a las mujeres.

    Por su parte, Hartmann defiende que la forma que toma la divisin deltrabajo en las sociedades occidentales contemporneas es resultado de un largo

    proceso de interaccin entre el patriarcado y el capitalismo (1994: 269). El

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    Sumario

    1. Divisin sexual del trabajo

    2. Segregacin ocupacional

    3. Economa del trabajo

    4. Algunas estrategias indirectasde discriminacin

    5. Situacin actual y estrategiaspara el anlisis

    Bibliografa

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    patriarcado es una estructura bsica de todas las sociedades contemporneas2que, al interactuar con la organizacin capitalista de la industria, coadyuv aaumentar la subordinacin de las mujeres al incrementar la importancia rela-

    tiva del rea dominada por los varones. stos aumentaron su control sobre latecnologa, la produccin y la comercializacin al excluir a gran parte de lasmujeres de la industria, la educacin y la organizacin poltica. Los varonesactuaron para fomentar la segregacin de los empleos dentro del mercado detrabajo, utilizando las asociaciones gremiales y fortaleciendo la atribucindel trabajo domstico a las mujeres.

    Sin embargo, no se prescinda de ellas totalmente, sino que se recurra alas mujeres de forma intermitente: en sectores concretos y en pocas de gran-des convulsiones blicas se reclamaba a la fuerza de trabajo femenina justifi-cndola y reforzndola. En los momentos de paz se volva a relegar a las muje-res al mbito reproductivo, empleando para ello estrategias de subordinaciny dependencia.

    Por supuesto, esta dinmica no afectaba por igual a las mujeres de los dife-rentes estratos sociales, ya que las procedentes de los niveles sociales ms des-favorecidos, como consecuencia de la propia posicin social, fueron incorpo-radas masivamente al trabajo industrial: fbricas textiles, minas, talleres fueronsus destinos al comienzo de la Revolucin Industrial, mientras que en la bur-

    guesa se dio el fenmeno contrario. Las mujeres burguesas quedaron enclaus-tradas en un hogar, que era, cada vez ms, smbolo del estatus y del xito labo-ral del varn3.

    Sin entrar en la polmica, es muy probable que la exclusin de las muje-res del trabajo productivo sea uno de los pilares de su condicin subordinada,dada la falta de independencia relacional y econmica que conlleva. Luego,desde esta perspectiva, la emancipacin de las mujeres ir ligada o bien a suparticipacin en la produccin sin estirar la jornada de trabajo o bien a un

    cambio en la consideracin y valoracin del trabajo, de manera que bajo estarbrica se incluya tanto el trabajo productivo como el reproductivo. En estalnea destaca la propuesta de utilizar el concepto de actividades para susti-tuir al de trabajo, que ha sido asimilado con el empleo y no recoge, por tanto,la diversidad de bienes y servicios intangibles conectados con las actividadesreproductivas.

    En los ltimos aos hemos asistido a grandes cambios en la estructura dela fuerza de trabajo y en la organizacin del trabajo remunerado en los pases

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    2. Castells escribe: el patriarcado es una estructura bsica de todas las sociedades contempo-rneas. Se caracteriza por la autoridad, impuesta desde las instituciones, de los hombressobre las mujeres y sus hijos en la unidad familiar. Para que se ejerza esa autoridad, el patriar-cado debe dominar toda la organizacin de la sociedad, de la produccin y el consumo ala poltica, el derecho y la cultura. Las relaciones interpersonales y, por tanto, la personali-dad, estn tambin marcadas por la dominacin y la violencia que se originan en la cultu-ra y las instituciones del patriarcado (1999: 159).

    3. Cuestin claramente ilustrada por Veblen en su Teora de la Clase Ociosa(1899).

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    capitalistas modernos. Se ha registrado una creciente internacionalizacin de ladivisin de trabajo, se han introducido nuevas tecnologas en gran escala, y laseconomas de estos pases han experimentado una considerable desindustria-

    lizacin, que ha venido acompaada por el desarrollo de una economa infor-macional global. En Europa estos cambios han ido asociados a niveles altos dedesempleo, aunque la fuerza de trabajo se ha ampliado y su estructura ha expe-rimentado importantes transformaciones. Un cambio estructural importanteha sido, precisamente, la feminizacin de la fuerza de trabajo.

    El incremento de la participacin femenina en las actividades producti-vas es un fenmeno de alcance universal que est aumentando el poder denegociacin de las mujeres frente a los varones y socavando la legitimidad deldominio de stos como principales proveedores materiales de la familia.Mientras que en los pases industrializados el porcentaje de participacinfemenina ascendi desde un 36,7% en 1950 hasta un 41% en 1985, en los pa-ses en desarrollo estas cifras oscilan entre el 33,6% en 1950 y el 34,7% en1985 (Organizacin Internacional del Trabajo, 1991). En otros trminos,mientras que en el conjunto mundial el porcentaje de mujeres econmica-mente activas era del 32,1% de la mano de obra global en 1990, en los pa-ses de la OCDE la tasa media de participacin de las mujeres en mano deobra lleg al 61,6% en 1993 (Castells, 1999: 182). La evolucin registrada

    en estos ltimos pases es fruto de los cambios habidos en la estructura eco-nmica y de la terciarizacin de la economa, es decir, de la extensin del sec-tor servicios, principal fuente de empleo femenino (segn la OIT tres cuartaspartes de las mujeres que realizan trabajo productivo lo hacen en este sector).Por el contrario, en los pases en desarrollo se observa un estancamiento delnmero de mujeres que acceden al trabajo productivo. En coyunturas espe-cialmente desfavorables, la exclusin de las mujeres se acenta y la dedica-cin a trabajos no reconocidos contabilizados legalmente como producti-

    vos es la tnica dominante.

    2. Segregacin ocupacional

    La segregacin ocupacional est fuertemente condicionada por el simbolismode gnero y es slo uno de los aspectos que contribuyen a la discriminacinsalarial. La segregacin ocupacional no afecta nicamente a la diferente dedi-cacin a las actividades no remuneradas/remuneradas, sino que se observa cla-

    ramente en la distribucin de mujeres y varones entre stas ltimas. En lasestadsticas oficiales espaolas existen ms de treinta y cinco ramas de actividadeconmica, y dos tercios de las mujeres empleadas estn concentradas en cincode esas ramas, que son: comercio, agricultura, servicios personales y domsti-cos, educacin y sanidad. Dentro de estas ramas de actividad las mujeres estnempleadas en un rango bastante reducido de ocupaciones: dependienta decomercio, limpiadora, empleada administrativa, trabajadora cualificada delsector servicios y profesiones de grado medio (profesoras y enfermeras) son las

    ms feminizadas.

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    La segregacin se manifiesta de dos formas diferentes: horizontal (mujeresy varones se distribuyen de manera diferente entre los tipos de ocupacionesdel mismo nivel) y vertical (distribucin desigual de mujeres y varones en la

    jerarqua ocupacional). Distintas teoras intentan localizar las causas de estadivisin de gneros en el mercado laboral a travs de factores endgenos (lasegmentacin del mercado laboral que aprovecha las condiciones sociales espe-cficas de las mujeres para incrementar la productividad, el control de la gestiny los beneficios; la consideracin de la mano de obra femenina como secun-daria; la construccin del concepto de cualificacin; la semantizacin deltrabajo femenino como ayuda) y exgenos (la oferta laboral femeninacondicionada por el trabajo reproductivo, la informacionalizacin, la interco-nexin y la globalizacin de la economa) a la organizacin de la produccin.Otras teoras han apuntado a factores culturales e ideolgicos.

    Respecto a la segregacin horizontal se argumenta que las ocupaciones sedefinen convencionalmente las tareas propias de uno y otro gnero, consi-derndose que hay trabajos remunerados femeninos, cuyo ejercicio es ade-cuado para las mujeres, mientras que otros son impropios de ellas. Estos trabajosno son, como con frecuencia se aduce de forma paternalista, los menos durosde realizar, sino que se trata de trabajos ideolgicamente asociados con los quelas mujeres realizan en el mbito domstico y continan considerndose, en

    buena medida, una prolongacin de ste: la confeccin textil, la enseanza y laenfermera son fiel reflejo de ello. Los trabajos se definen socialmente comomasculinos o femeninos y la construccin ideolgica de espacios y caracters-ticas diferenciales (vanse cualificaciones, equipos, formacin, etc.) contribu-ye al mantenimiento de esa estructura diferencial.

    Por lo que respecta a la segregacin vertical, sta es fcilmente constatableen la actualidad. Considerando el potencial de efectivos de uno y otro gne-ro en la base y en la cpula de las clases ocupacionales se puede apreciar que la

    promocin de las mujeres en sus carreras profesionales es ms lenta y laborio-sa que la de sus homlogos varones. Segn el estudio llevado a cabo por Salido(1996) a partir de los datos de la ECBC (Encuesta de Estructura, Concienciay Biografa de Clase), la posicin relativa de las mujeres en la estructura ocu-pacional ha experimentado una mejora importante, tanto en lo que respectaa sus posibilidades de acceso a los niveles ms altos de la jerarqua ocupacio-nal en trminos absolutos, como desde el punto de vista del reparto entre losgneros de dichas posiciones (1996: 203). Visin optimista ratificada por

    Castells al afirmar que las mujeres no se ven relegadas a los puestos de traba-jo en servicios menos cualificados: se las emplea en toda la estructura de cua-lificacin y el aumento de los puestos de trabajo de las mujeres es mayor en elextremo superior de la estructura ocupacional. Por ello, precisamente, existediscriminacin: porque realizan trabajos de cualificacin similar a los hombrescon un salario ms bajo, con una gran inseguridad laboral y con menores posi-bilidades de hacer carrera hasta el nivel mximo (1999: 189).

    Pero, a pesar de la participacin masiva de las mujeres en los diferentes

    mbitos del trabajo remunerado, registrada en los ltimos aos, su protago-

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    nismo en los procesos de toma de decisiones o su control de los recursos ylas instituciones no ha seguido un ritmo homogneo. Segn el Informe sobredesarrollo humano, de Naciones Unidas (1995), la proporcin de mujeres en

    tareas ejecutivas y administrativas se ha duplicado, desde el 14% en 1970hasta el 28% en 1994. Pero la situacin ha cambiado muy poco durante esemismo periodo en los pases en desarrollo, donde la proporcin de mujeres enesos puestos no alcanza el 10%. Caracterstica sta que, tristemente, com-parten algunos pases industrializados como Japn, Luxemburgo y Espaa(1995: 45). Tal vez por ello Espaa ocupa la novena posicin en el ndice deDesarrollo Humano (resultado de la combinacin de tres indicadores: espe-ranza de vida al nacer, nivel educativo e ingresos) con un coeficiente de 0,93y un ndice de Desarrollo relacionado con la Mujer (que incorpora las desi-gualdades entre varones y mujeres) muy inferior, de 0,795, pasando de esemodo a la posicin 34. Este anlisis se completa con el ndice de Potenciacinde la Mujer (que mide si las mujeres y los varones estn en condiciones departicipar activamente en la vida econmica y poltica y en la toma de deci-siones), que es de 0,452 (posicin 26) y significa que las mujeres espaolasocupan el 14% de los escaos parlamentarios y el 9,5% de los puestos admi-nistrativos y ejecutivos; adems, reciben slo el 18,9% de los ingresos pro-venientes del empleo.

    Si queremos ir ms all de los datos estadsticos negativos para las mujeresaunque en mejora, el anlisis de la promocin de las mujeres a los pues-tos de decisin nos remite al anlisis de las relaciones de poder entre los gne-ros. La literatura feminista que aborda las conceptualizaciones sobre la pro-blemtica del poder, incluye como una de las claves la revisin crtica de lasformas concretas que asumen las relaciones de poder y de resistencia entre losgneros. De este modo, se asigna un papel central al estudio de las modali-dades que asume la resistencia femenina en los diferentes mbitos sociales,

    por considerarla un mecanismo clave en el logro de cambios en las construc-ciones sociales de lo femenino y lo masculino. As, se considera la sociedadcomo un complejo entramado de poderes. Y el poder, como una relacinantes que como un rasgo individual, existente en tanto se ejerce, imposiblede ser aprehendido y presente en todos los mbitos de la vida social. En estaperspectiva, de corte foucaultiano, el poder es lucha y resistencia y para ello esindispensable la existencia de un otro activo. No hay lugar para una o un pro-tagonista pasivo, es decir, aun desde una posicin de subordinacin, los acto-

    res involucrados en tal relacin tienen alguna posibilidad de respuesta y deejercicio del poder. Se pueden interpretar como resistencias las luchas que lle-van adelante diversos sectores de mujeres para superar la posicin de subor-dinacin en la que se encuentran, y para superar los estereotipos que las apri-sionan. Estas luchas no suelen ser abiertas y explcitas, sino silenciosas ycotidianas, y sera su desenmascaramiento una de las tareas a realizar desdeesta perspectiva.

    Un espacio de resistencias especialmente relevante es el acadmico, desde el

    momento en que se replantea el saber tradicional, se estudia y se investiga con

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    otras categoras de anlisis, se logran cambios en el lenguaje y en la produc-cin simblica que tambin impactan en la sociedad. As, la mirada crtica y lavigilancia epistemolgica aplicadas desde una perspectiva de gnero se consti-

    tuyen en otra forma de resistencia, y tambin en otro aporte para modificarlas situaciones de subordinacin, dada la inevitable reflexividad de las cienciassociales.

    3. Economa del trabajo

    Los cambios conceptuales sobre el trabajo han sido lentos en la teora eco-nmica, aunque, a partir de la dcada de los ochenta, se observan nuevas pers-pectivas que plantean, fundamentalmente, conceder a la organizacin socialde la reproduccin humana la misma importancia conceptual que a la orga-nizacin de la produccin asalariada. As, se ha planteado ampliar el concep-to de economa para incluir tambin la esfera domstica, y poder teorizar larelacin entre produccin y reproduccin. Humpheries y Rubery han contri-buido al desarrollo de esta argumentacin, planteando la necesidad de consi-derar como un proceso dinmico la interaccin entre la demanda de trabajode la esfera de la produccin y la oferta de trabajo condicionada por las carac-tersticas de los distintos grupos sociales en la esfera de la reproduccin (1994).

    Como consecuencia de este planteamiento, se pueden destacar importantespuntos de avance:

    el cuestionamiento de las definiciones convencionales que no considerancomo econmicas aquellas actividades realizadas fuera de la esfera mer-cantil;

    la consideracin del sistema social como un concepto que engloba diversossubsistemas (entre ellos el de reproduccin humana y el de produccin de

    mercancas).De forma paralela a los avances tericos, numerosas investigaciones emp-ricas han ayudado a constatar la conexin entre produccin y reproduccin,y ratifican la necesidad de considerar esta conexin para entender las expe-riencias de trabajo femeninas. A partir de los resultados de estos estudios y delos avances sociales que tambin se van produciendo, el concepto de trabajova dejando de identificarse exclusivamente con la produccin asalariada para apli-carse tambin al trabajo no remunerado. De este modo, se plantea el inters

    de incluir en el anlisis del trabajo aspectos como: la reproduccin, el estado debienestar, las polticas de empleo, los servicios sociales, la maternidad/pater-nidad, la familia o las condiciones de la vida cotidiana... y se destaca la con-veniencia de aplicar esta perspectiva de interrelacin entre familia y merca-do tanto al trabajo femenino como al masculino (afectado por la relacincon el trabajo reproductivo, como ejecutor o beneficiario).

    La participacin de las mujeres en el mercado de trabajo productivo enEspaa es claramente discriminatoria y se caracteriza, adems de por las espe-

    ciales dificultades de acceso a l, por rasgos tales como: mayor tasa de atipici-

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    tribuyen a mantener la dualidad cuando no la exclusin4. Otra propuesta, talvez ms realista, consiste en compartir esas responsabilidades familiares conlos varones.

    De hecho, el empleo a tiempo parcial, adems de contribuir a la perpe-tuacin de los roles domsticos como femeninos, supone la marginacin delcolectivo femenino de los puestos de responsabilidad y de poder que exigen, claroest, una dedicacin plena.

    En suma, el trabajo a tiempo parcial, los horarios flexibles, el trabajo adomicilio, la subcontratacin se convierten en mecanismos de autorrefuerzopara la relegacin de las mujeres al mbito domstico y a las tareas de cuidado,y para la permanencia de las diferencias salariales, en detrimento de una dis-tribucin equitativa del trabajo tanto productivo como reproductivo entrelos gneros.

    Las mujeres ante el sistema de proteccin y financiacin social

    Prez del Ro (1997: 12) destaca que la menor incorporacin de la mujer almercado legal de trabajo, y su demostrada presencia en la economa sumergi-da, hace que quede mayoritariamente fuera del nivel contributivo de la segu-ridad social, o bien que acceda al mismo slo a travs de derechos derivados

    como en el caso de la viudedad, teniendo como ltima posibilidad el accesoal nivel no contributivo, la cuanta de cuyas prestaciones es mucho ms baja(en enero de 2000 la pensin media de jubilacin fue de 88.400 pts., siendo lade viudedad de 54.800 pts.5). El actual Estado del bienestar penaliza a lasmujeres y a los jvenes, es decir, a aqullos que no participan en la esfe-ra mercantil.

    La exclusin del nivel contributivo est produciendo, como seala el estu-dio realizado por el Consejo Econmico y Social y publicado, en 1996, bajo el

    ttulo Pobreza y exclusin social en Espaa, una progresiva feminizacin de lapobreza. Aunque la mayor parte de los hogares calificables de pobres estencabezado por un varn, en la ltima dcada (refirindose al perodo com-prendido entre 1981-1991) se ha producido un incremento notable del nme-ro de hogares pobres de tipo monoparental, encabezados por una mujer. Hayque aadir a esto que, durante el mismo perodo, la proporcin de hogaresen situacin de pobreza severa encabezados por mujeres ha aumentado dra-mticamente, pasando del 16 al 25 por cien (1996: 15). Este estudio tam-

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    4. En general, el Estado del bienestar en Espaa ofrece pocas prestaciones a las familias. Guilln(1997: 55-56) destaca cmo la ausencia de guarderas conlleva a que el porcentaje de niosde cero a dos aos escolarizados sea el ms bajo de toda Europa (1%); la caresta de lavivienda contribuye a que los jvenes permanezcan en la casa familiar (77% de entre 18 y29 aos) y cmo son las mujeres las que cuidan de sus progenitores en proporciones ele-vadas. Este trabajo de atencin y cuidado no cubierto por los servicios sociales es realiza-do, sin ser contabilizado ni valorado, por las mujeres.

    5. Datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2000 (soporte informtico).

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    bin pone de relieve el alto porcentaje de hogares formados por mujeres jubi-ladas o pensionistas solas, la cuanta de cuyas pensiones es absolutamente insu-ficiente para mantener un nivel de vida digno.

    Por otro lado, la discriminacin salarial repercute en la cuanta de las basesreguladoras de las prestaciones. As, la sobrerrepresentacin de mujeres en losniveles salariales ms bajos tiene otro efecto importante: la imposibilidad deacceder a la autoproteccin mediante su inclusin en el denominado nivelcomplementario, es decir, mediante la participacin en planes y fondos depensiones. Por tanto, la mejora de las condiciones de trabajo de las mujeres ylos avances en la lucha contra la discriminacin directa e indirecta en elmercado laboral, repercutirn favorablemente en su situacin en relacin conel sistema de proteccin social.

    4. Algunas estrategias indirectas de discriminacin

    Empresarios, directivos y gobernantes conocen la legislacin laboral vigente.Como la igualdad legal entre los gneros es algo ya conseguido en la mayorade los pases occidentales, no es frecuente encontrar en ellos casos de discri-minacin directa. Las estrategias de discriminacin por razn de gnero son,pues, indirectas y encubiertas. Cuanto ms sutiles sean estas estrategias, ms

    eficaces sern sus efectos y ms dificultoso su desenmascaramiento.

    Cualificaciones

    Las cualificaciones no son atributos tcnicos de las ocupaciones ni de los tra-bajadores, sino construcciones sociales que muestran el resultado de una seriede luchas y negociaciones entre los sectores implicados en la definicin de lasocupaciones. Por ello, nos proponemos analizar las jugadas que condicionan el

    etiquetamiento de unas ocupaciones como cualificadas y otras como no cua-lificadas o semicualificadas6.Si nos centramos en un sector concreto altamente feminizado, el sector

    textil-confeccin, observamos cmo las actividades menos cualificadas (cosi-do y planchado) son desempeadas por mujeres, mientras que las de diseo,marcado y cortado de la ropa (patronaje) son desempeadas mayoritariamen-te por varones. Segn Elson (1989: 91), las industrias del vaquero cuentan conmano de obra cualificada en el diseo, el estampado y el corte, y mano de obra

    femenina barata para realizarla (la mano de obra en estas industrias es predo-minantemente femenina: 80-90% del sector)7. Ello no significa que las muje-res estn menos cualificadas, sino que lo estn los puestos de trabajo por ellas

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    6. En otro lugar hemos abordado con detalle el proceso de construccin e imposicin de lascualificaciones. Vase Gmez Bueno, C. y otros (1999).

    7. Conclusiones extradas de un estudio comparativo llevado a cabo en multinacionales deltextil-confeccin, en nueve pases europeos: Alemania, Francia, Reino Unido, Holanda,

    Blgica, Luxemburgo, Irlanda y Dinamarca.

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    ocupados. Porque en el sector textil-confeccin se produce la paradoja de queel nivel medio de educacin es superior en las mujeres8 y, sin embargo, su pre-sencia en las plantillas no hace sino disminuir en los ltimos aos. Los facto-

    res que influyen en esta reduccin son dos: la inmersin9

    (o paso a economasumergida) y la transferencia de la produccin a pases con mano de obra anms barata.

    Por qu las mujeres, principales trabajadoras del textil-confeccin, ocu-pan preferentemente puestos no cualificados? Barajamos, entre otras, la hip-tesis de que los criterios de valoracin de las ocupaciones (en trminos de cua-lificacin y salario) que se aplican son criterios elaborados sobre el modelo deltrabajador industrial masculino, por lo que perjudican a las trabajadoras. De larevisin de los factores que se suelen emplear en la valoracin de los puestosde trabajo10, se deduce fcilmente a trabajadores de qu gnero pueden bene-ficiar: autonoma, formacin acadmica, iniciativa, experiencia, enfermedadesprofesionales, flexibilidad de horario, esfuerzo fsico, esfuerzo mental, cargade trabajo, disponibilidad para viajar, responsabilidad de la seguridad de otros, delos materiales, equipos y productos, economa, coste de los errores, tareasde supervisin, control de calidad, soportar: ruido, humedad, temperaturasextremas, nocturnidad y peligrosidad.

    Sin embargo, no se suelen contemplar aspectos como los siguientes: minu-

    ciosidad, habilidad manual, autodisciplina, resistencia a la frustracin, poli-valencia, inmovilidad, resistencia a la monotona, limpieza, sentido de la est-tica, precisin, capacidad de simultanear tareas, capacidad para establecerrelaciones sociales, absorber tensiones, resolver conflictos, atender a diferen-tes demandas, organizacin del propio trabajo, cuidado con objetos frgiles,coordinacin psicomotriz y destreza.

    Por qu la fuerza fsica es una caracterstica a valorar y la precisin no lo es?Principalmente, porque tradicionalmente se ha valorado una s y otra no. Ya

    Weber destac la influencia de la tradicin de las costumbres fuertementearraigadas en la orientacin de la accin social. Si para levantar peso en unalmacn es necesario estar fuerte lo cual es discutible dado el amplio desa-rrollo de la maquinaria auxiliar: carretillas, etc., para estar todo el da enhe-brando agujas es necesario, como destacara Maruani, tener una vista, un pulsoy unas manos precisos. La propuesta consiste, por tanto, en incluir en las valo-raciones de las categoras ocupacionales las cualificaciones tcitas, las cualesse aprenden a travs de la experiencia individual, normalmente son especfi-

    cas de una situacin y difciles de articular en un lenguaje explcito y formali-

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    8. Ver Muoz Arrieta (1996); INEM (1994); Treiman y Ross (1983).9. Es significativo el alto nivel de trabajo a domicilio y de economa sumergida que rodea al sec-

    tor textil-confeccin en Espaa. La economa sumergida supone entre el 10 y el 23% del PIB,segn la comisin europea. Los grandes focos generadores de subempleo son los servicios per-sonalizados, la subcontratacin por parte de diversas PYME y el aumento de trabajo encasa.

    10. Vanse Campagny (1997) y Hustings (1998).

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    zado. Hay ciertas actividades que las mujeres pueden desempear en la actua-lidad con tasas de productividad ms altas que las de los hombres. Los ejem-plos ms obvios son, para Maruani (1991), las tareas delicadas, repetitivas y

    montonas que requieren destreza, habilidad manual y psicomotricidad fina,tales como las operarias de la confeccin y la microelectrnica. Aun cuandoexiste la creencia de que las mujeres estn naturalmente ms adaptadas a estetipo de trabajo, es infravalorado constantemente y definido universalmentecomo falto de cualificacin. Esto se explica, en parte, por el hecho de que laformacin no se adquiere dentro del lugar de trabajo y se concibe, por tanto,como una habilidad natural que poseen las mujeres y no los varones.

    En el proceso de construccin social de las cualificaciones estn implci-tos diferentes mecanismos: intereses empresariales en introducir diferencia-ciones entre los trabajadores por medio de la construccin de nuevas cate-goras con el fin de reducir gastos y aumentar beneficios; intereses corporativosde los grupos de trabajadores muchas veces a travs de los masculinizadossindicatos por mantener y aumentar su prestigio y su salario y eliminaras la competencia que otros grupos de trabajadores y trabajadoras pudieranejercer; intereses de los colegios y organizaciones profesionales por elevar laposicin de los trabajadores del sector, mantener o conseguir mayores cotasde mercado; intereses por controlar las entidades de transmisin y certifica-

    cin de los saberes, unido al control del acceso a los estudios. Las etiquetasresultantes, recogidas en las estadsticas oficiales, son la ms clara expresinde los resultados de esas negociaciones. Las categoras en que se divide la cla-sificacin oficial de ocupaciones se nos presentan, as, como objetivas y neu-trales, como cientficas y tienen el poder de hacerse evidentes a todosincluso a las propias trabajadoras y trabajadores, constituyndose enalgo incuestionable.

    Por ello proponemos distinguir entre dos elementos al hablar de cualifica-

    cin:

    Definicin tcnica, diferenciando entre lo que son cualificaciones genera-les (educacin formal) y cualificaciones especficas adquiridas, bien en laempresa (formacin en el centro de trabajo), bien en los procesos de socia-lizacin primaria.

    Definicin social de las cualificaciones, resultante de las negociaciones entrelos distintos colectivos implicados en la produccin y el mantenimiento

    del prestigio de la ocupacin. Negociaciones que se entablan para llegar aun acuerdo sobre la denominacin, definicin y certificacin y para deter-minar las entidades de transmisin y las condiciones de valoracin.

    Semantizacin del trabajo de la mujer como ayuda

    El lenguaje es el principal simbolizador social. El lenguaje, materializado endiscurso, se constituye en instrumento y evidencia de las luchas simblicas de

    una sociedad. Si consideramos, junto a Bourdieu, que las categoras de per-

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    cepcin y apreciacin de la realidad, y, en definitiva, las palabras, los nombresque construyen la realidad tanto como la expresan, son el mbito de la luchapoltica por excelencia, podremos comprender la relevancia de algo tan

    aparentemente sencillo como la semantizacin del trabajo femenino comoayuda. La consideracin de gran cantidad de actividades femeninas: trabajoproductivo, salario, formacin, cualificacin, bajo el campo semntico deayuda contribuye al estancamiento y la discriminacin del colectivo feme-nino. Ello conlleva considerar como secundaria la actividad laboral de lasmujeres: profesiones femeninas que ayudan en las que se apoyan alas masculinas, el salario del trabajo femenino como ayuda al mantenimientodel hogar o segundo salario o salario suplementario. As, el varn acepta que lamujer entre en los sectores subordinados del mercado laboral, pero opone fuer-te resistencia a que acceda a los puestos superiores.

    Ahora bien, como destaca Muoz Arrieta, la semntica base: hombre =trabajador / mujer = ayuda, colabora se invierte cuando se considera el tra-bajo reproductivo, en el que el hombre es quien ayuda a la mujer (1996: 159).De ah la importancia de valorizar el trabajo domstico y de incluirlo en losanlisis junto al trabajo remunerado. La socializacin diferencial (basada en elsistema patriarcal) y los fenmenos antes mencionados que ataen al sistemaeconmico-laboral traducen esta semantizacin en limitaciones hacia la for-

    macin y/o promocin de las trabajadoras y en impedimentos para la adqui-sicin de nuevas cualificaciones, categoras ocupacionales acordes a la cualifi-cacin real o promocin en la actividad remunerada.

    Como dato significativo destacamos que el total de horas que varones ymujeres dedican al trabajo por semana, considerando trabajo domstico y acti-vidad remunerada, es superior para stas ltimas en prcticamente todo elmundo, segn se extrae del Informe sobre Desarrollo Humano de NacionesUnidas (1995). Entonces, por qu no poseen la mayora de los recursos?

    Consideramos que es el sistema de valores establecido por y para los varonesuno de los que ms sutil y eficazmente est operando en contra de la promo-cin de las mujeres, obstaculizando as el camino hacia la equidad.

    En general, los trminos empleados en el mercado lingstico por con-tinuar con la terminologa de Bourdieu para referirse al trabajo de las muje-res van ms all de la ayuda, abarcan desde una actividad delictuosa a otraque se caracteriza por ser invisible a las estadsticas: economa informal, nodeclarada, disimulada, sumergida, paralela, alternativa, autnoma, marginal,

    invisible, ilegal, no registrada, clandestina, secundaria, oculta, regular o perifrica(Lautier, 1994: 12; cf. Mujica, 1999). Trminos todos ellos que presentan con-notaciones negativas y que son empleados para designar, principalmente, eltrabajo las actividades que realizan las mujeres.

    5. Situacin actual y estrategias para el anlisis

    Las dinmicas que contribuyen al mantenimiento de la estructura de domi-

    nacin masculina son mltiples, complejas y en interaccin. La divisin sexual

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    del trabajo, el simbolismo de gnero, las identidades generizadas y el poder delos recursos en manos masculinas son procesos que se refuerzan entre s. Loimportante no es tanto que se asuman tareas idnticas, como que las que se

    realizan, tanto dentro como fuera del hogar, no se definan en funcin del gne-ro, ni de manera discriminatoria para las mujeres, sino por diferencias indivi-duales entre iguales.

    Es evidente que el movimiento feminista est influyendo decisivamente enla realidad social. Probablemente sea uno de los movimientos sociales que msrepercusiones y ms generalizadas est teniendo. Como seala De Miguel(1995), las tareas del feminismo de base (concienciacin, activismo, reflexin)se han visto reflejadas y reforzadas por el feminismo institucional: pactosinterclasistas de mujeres como en los pases nrdicos, o la formacin de lobbyso grupos de presin como los americanos, o la creacin de institutos intermi-nisteriales de la mujer como en Espaa (en 1983 se cre, como organismoautnomo, el Instituto de la Mujer). Los feminismos institucionales tienen encomn el abandono de la apuesta por situarse fuera del sistema y por no acep-tar sino cambios radicales. Por otro lado, en las universidades proliferan loscentros de investigacin feministas. En la dcada de los ochenta la teora femi-nista no slo se ha desarrollado, sino que ha logrado dar a su interpretacinde la realidad un estatus acadmico.

    En suma, los grupos de base, el feminismo institucional y la pujanza de lateora feminista, ms la paulatina incorporacin de las mujeres a puestos depoder poltico y no estrictamente poltico administracin, judicaturas, cte-dras .... y a tareas emblemticamente varoniles ejrcito, polica, aviacinvan creando una conciencia feminista siempre en desarrollo.

    Ahora bien, el patriarcado, como todo sistema de dominacin bien asentado,cuenta con numerosos recursos para perpetuarse. Al ser estructural, individualy simblico impregna la vida cotidiana y, a travs de la violencia simblica,

    consigue su asuncin por parte tambin de los dominados. El mensaje reactivode la igualdad ya est conseguida o el feminismo es un anacronismo pare-ce haber calado en las nuevas generaciones de los pases capitalistas avanzados.Como consecuencia, apunta De Miguel, las mujeres jvenes, incapaces de tra-ducir de forma poltica la opresin, podran volver a reproducir un sistemasexista al abandonar la mirada crtica y el cuestionamiento sistemtico de larealidad social.

    Estrategias y lneas de investigacin

    Hemos intentado mostrar que los conceptos que se manejan para el anlisisdel mercado de trabajo no son neutrales respecto al gnero. Desde los con-ceptos de economa y trabajo hasta el concepto de cualificacin estn afectadospor sesgos de gnero. Las sociedades van evolucionando,como consecuenciade los cambios informacionales, organizativos y tecnolgicos que se estn pro-duciendo, y para captar los cambios y realizar anlisis neutrales respecto al

    gnero, tal vez sea til hacer hincapi en los siguientes aspectos:

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    Incluir en el anlisis del trabajo aspectos como: la reproduccin, el Estadode bienestar, las polticas de empleo, la maternidad/paternidad, la familiao las condiciones de la vida cotidiana... y aplicar esta perspectiva de inte-

    rrelacin entre familia y mercado tanto al trabajo femenino como almasculino. Es decir, incluir en los anlisis del trabajo productivo, sistem-ticamente, el trabajo reproductivo.

    Sustituir el concepto de trabajo por el de actividades y proceder a sucuantificacin y valoracin.

    Estudiar el acceso a los patrimonios y rentas segn el gnero, as como ala formacin del ahorro: decisiones sobre ingresos y consumo en los hoga-res, acumulacin patrimonial y endeudamiento (Durn, 1996: 22).

    Analizar las interconexiones histricas entre la familia, el Estado (institucionesque sustentan las desigualdades de gnero) y el mercado laboral (donde semanifiesta el sistema de segregacin ocupacional, discriminacin salarial yacceso diferencial a los sistemas de proteccin social), y atender a los pro-cesos ideolgicos y polticos, adems de econmicos, que intervienen enla definicin de las mujeres como un tipo diferenciado de fuerza de trabajo.

    Deconstruir la asignacin de roles especficos y las responsabilidades quede ellos se derivan para varones y para mujeres

    Tener en cuenta, al analizar el acceso de la mujer al trabajo productivo, la

    disparidad de situaciones que se da entre las mujeres, es decir, sus posibi-lidades de mercado.

    Atender especialmente al desarrollo del sector servicios, donde son mayo-ra las mujeres: condiciones de trabajo, temporalidad, modalidades de con-tratacin, evolucin de los salarios, y sus posibles repercusiones en el sis-tema de proteccin social.

    Potenciar la presencia de mujeres en las mesas de negociacin colectiva ydems rganos de representacin, para as garantizar una negociacin que

    incluya el diseo de los contenidos de cualificacin adecuados y exigiblespara cada puesto de trabajo. Incluir en los anlisis los procedimientos seguidos en los momentos de:

    configuracin del propio sistema de valoracin de los puestos de trabajo; con-tratacin y clasificacin profesional del trabajador y la trabajadora ; for-macin y promocin profesional de las trabajadoras y los trabajadores, yde modificacin de las situaciones retributivas de las trabajadoras y los tra-bajadores en la empresa.

    Diferenciar entre cualificacin del trabajador y cualificacin del puesto detrabajo. Un aumento del nivel educativo no est relacionado con un aumen-to de la cualificacin laboral; los empresarios y empresarias pueden sim-plemente endurecer las condiciones para reclutar nuevo personal sin queello implique que, en el desarrollo del trabajo, se pongan en funciona-miento las cualificaciones posedas o demandadas.

    Tomar conciencia de que las jerarquas de cualificacin expresan los resul-tados, no slo de la lucha entre trabajadores y empresarios, sino tambin

    un sistema de dominacin masculina en el cual la identidad artesana est

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    inextricablemente vinculada a la masculinidad. Los empleos se crean comomasculinos y femeninos, volvindose a trazar continuamente su conteni-do de cualificacin para afirmar la exclusividad masculina, y a ello contri-

    buye, en gran medida, el propio colectivo de mujeres, que, sujeto de la vio-lencia simblica, asume y reproduce los estereotipos de gnero (GmezBueno, 1996). En consecuencia, siguen siendo de inters las estrategias deconcienciacin y los anlisis que revelen cualquier tipo de discriminacinindirecta.

    Valorar adecuadamente las cualificaciones, no nicamente desde el bare-mo de la cualificacin formal, sino teniendo en cuenta su valor en el pro-ceso econmico de la empresa.

    Atender a las relaciones de uno y otro gnero con las innovaciones tecno-lgicas. Cockburn (1986), a travs de un estudio en distintos mbitos de tra-bajo en los que se utilizaban nuevas tecnologas (entre otros la fabricacintextil con diseo asistido por ordenador), lleg a la conclusin de que las rela-ciones con la tecnologa estn profundamente marcadas por la divisinde gnero. Las mujeres, cuyo papel es ser tcnicamente incompetentes,adoptan una postura distanciada de la tecnologa, para encajar en ese papelque se les asigna.

    Intentar desenmascarar las estrategias de discriminacin indirecta que con-

    tribuyen al mantenimiento de una estructura del mercado de trabajo dife-renciada en funcin del gnero de los trabajadores y las trabajadoras.

    Estudiar las relaciones de gnero en la economa pblica: tributacin yredistribucin de la riqueza.

    Contribuir, en definitiva, a deconstruir, construir y reconstruir el conoci-miento desde una posicin no androcntrica.

    Para terminar, tomamos prestada de Balbo (1990) una propuesta de rees-

    tructuracin que nos parece especialmente interesante:

    [] lo que se propone no es un imposible. Obliga, eso s, a reconocer que eltiempo dedicado a las ocupaciones domsticas es tiempo social, a incluirlo enun ciclo laboral y a repartirlo entre hombres y mujeres. Obliga a pensar enciclos vitales que no estn rgidamente preestablecidos, como los de ahora, enlos que primero viene el estudio, luego treinta aos de trabajo y ms tarde la

    jubilacin y la pensin. Organizar el estado social y las polticas laborales detal manera que se garantice la existencia de recursos para ayudar a elegir indi-

    vidualmente y para posibilitar la entrada en el sistema ocupacional, o la salidadel mismo, en funcin de necesidades familiares y de formacin de mujeres yhombres no sera ms costoso que el actual estado social, tan injusto e ineficaz(Muoz Arrieta, 1996: 171).

    La situacin social de las mujeres est condicionada, pues, por la fuerte domi-nacin masculina, que acta a travs de instituciones, smbolos e identidadesindividuales y cuyas construcciones, una vez asumidas socialmente, ocultan la

    situacin e impiden o limitan su posible transformacin. El cambio en la asig-

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    nacin de recursos (tiempo, dinero y riesgos) contribuir a la equidad. Por supues-to, para que esta circunstancia pueda darse, los varones se tienen que ocupar, almenos en igual medida que las mujeres, del trabajo reproductivo o no moneta-

    rizado. Del mismo modo, ser necesario que las mujeres ocupen, en mayor medi-da, puestos de decisin y poder para que el panorama cambie realmente.

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