génesis de la sociedad tradicional antología...
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Génesis de la Sociedad Tradicional
Antología I
Selección de Martha Ortega, Lothar Knauth, Federico Lazarín y·
Abraham Barandica·
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Índice
Prólogo
I. Inicios de la praxis gubernamental Ptahhotep (c.2500 AEC) Instrucciones del visir egipcio
El Almanaque del agricultor (c.2000 AEC)
Las leyes de Eshnunna (c. 2000 AEC)
De las cartas de Mari (c. 1730-1700 AEC)
Del Código de Hammurabi (c. 1630 AEC)
II. Primeras formulaciones religioso-ideológicas
Capítulo: “Génesis” de la Torah (c. 1500 AEC)
Cain y Abel y la descendencia de Cain,
Esau y Jacob, Gemelos
Del Libro de las Odas (c. 1000 AEC)
III. Surgimiento de las ideas universales
Isaías (c.740-701 AEC)
Zoroastro (c. 630-550 AEC) del Zend avesta
Gotama Sidarta (c. 560-483 AEC) del Mahaparinirvana
Lao zi Del Libro Clásico del Dao y de la Práctica del Poder
Kong Fuzi (Confucio) (551-479 AEC) de las Discusiones
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IV. Diferenciación cultural y valores diversos Platón (427-347 AEC) de La República
Aristóteles (384-322 AEC) de La Política Mengzi (c. 390-305 AEC) del capítulo “Gaozi” Epicuro (341 -270 AEC) “Carta a Herodoto“ Xunzi (300 -235 AEC) “La Naturaleza del hombre es mala”
V. La praxis de los Imperios
Kautilya (fl. c.300 AEC) del Arthasastra
Megástenes (c. 302 AEC) "Relación de la India”
Liu Pang (Han Gaodse r.202-195 AEC) Invitación a los hombres virtuosos para servir
Han Wudi (r.141-87AEC) El Reclutamiento de Talentos (128 AEC)
VI. Surgimiento de la historiografía universalizante
Herodoto (c. 484-425 AEC) de los Nueve Libros de la Historia Jenofonte (430-354 AEC) de la Ciropedia
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Polibio (c.203-120 AEC) de la Historia Universal
Sima Qian (145 -90? AEC) "El cultivo de bienes" de los Anales Históricos
Dionisio de Halicarnaso (c.25 AEC) de las Antigüedades Romanas
Plutarco (c.46-120 EC) de las Vidas Paralelas (Alejandro Magno-Julio César)
VII. Invasiones étnico-militares y religioso-ideologicas
Ban Gu (? -92) de “Los Xiongnu” en el Hanshu
Tácito (c.55-115) Costumbres de los Germanos Paulus de la “Primera Epístola a los Corintios” (c. 55 EC)
Flavio Josefo (37-100) Sobre la antigüedad del pueblo judío
La Introducción del Budismo en China de la Historia de la dinastía Wei [Wei shu] (386-534)
VIII. Instrumentos para gobernar al Estado y la sociedad
Tao Qian (376-427) La Fuente de las Flores de Durazno
Agustín de Hipona (354-430) del Símbolo de la Fe y de las confesiones
Benito de Nursia (c. 480–543 o 547) de la Regla de la Orden Benedict ina
Flavio Justiniano del Corpus iuris civilis (534)
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Prólogo
Ideas básicas de la Antigüedad
TEXTO introductorio REFERENCIAS DE LOS DOCUMENTOS
Hemisferio norte. Continente
Asiático-europeo-africano
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PTAHHOTEP (c. 2650 AEC)
Instrucciones del visir egipcio
Este texto fue escrito por Ptahhotep visir durante la III dinastía egipcia (c. 2700 a 2200
AEC) con la que se inició el periodo del imperio antiguo. Para ese momento la cultura
egipcia había desarrollado las características que la distinguieron de otras culturas
contemporáneas.
Famoso por su sabiduría, se le atribuye la redacción de “Los proverbios de Ptahhotep”
de los que hemos seleccionado un fragmento. La complejidad política y social del
Egipto antiguo está plasmada en estas instrucciones que el visir Ptahhotep redactó
para indicar a su hijo el comportamiento que debía tener frente a sus superiores, es
decir, frente a aquellos que pertenecían a un estrato superior al suyo. Aunque tal vez
escritos por y para miembros de las capas más altas de la sociedad, con
conocimientos de la escritura jeroglífica, indican también una relación de las elites
hacia abajo. Además es posible que por una lectura en voz alta sus lecciones fueran
conocidas por un público mayor.
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No dejéis a vuestro corazón hincharse a causa de vuestro conocimiento. No estés confiado porque seáis
un hombre sabio. Toma consejo del ignorante tan bien como del sabio. Los límites plenos de la destreza
no pueden ser alcanzados, y no hay hombre diestro equipado para su beneficio [completo]. Un buen
lenguaje está más oculto que la esmeralda, pero puede ser hallado con las sirvientas entre las piedras
molineras.
Si vos sois un guía que dirige los asuntos de la multitud, busca para vos mismo cada acto de beneficio,
hasta que vuestros asuntos propios sean sin error. La justicia es grande, y su pertinencia duradera; no ha
sido turbado desde el tiempo del que lo hizo, [mientras] haya castigo para aquel que pase sobre sus leyes.
Es la senda [correcta] delante del ignorante. Malos hechos nunca han podido asegurar sus imaginaciones.
Puedo hacer que el fraude gane la riqueza [pero] es la fuerza de la justicia la que dura, y un hombre puede
decir: "Es la propiedad de mi padre".
Si vos sois uno de aquellos que se sientan en la mesa de alguien más grande Que vos, toma lo que él
pueda dar, cuando esté puesto frente a vuestra nariz. No debéis mirar con fijesa lo que está ante vos. No
lo traspaseis a él con muchas miradas [porque tal] que es una agresión contra él, es una abominación
contra el ka. Inclina vuestra cara hacia abajo hasta que él se dirija a vos, y vos sólo debeis hablar cuando
él se dirija a vos; ríe después de que él ría y será muy agradable a su corazón, y lo más que tú puedas
hacer, será placentero al corazón. Nadie puede saber lo que hay en el corazón.
En cuanto al gran hombre cuando esté en la comida sus propósitos conforman los dictados de su ka.
Dará a quien él favorezca. El gran hombre dará al hombre que él pueda alcanzar, pero es el ka que le
extiende sus brazos. Comer pan está bajo el designio de Dios, es sólo un tonto quien quisiera quejarse de
ello.
Si vos sois un hombre de intimidad a quien un gran hombre enviaría a otro, debeís ser completamente
digno de confianza cuando él os envíe a vos. Llevareis el recado tal como él lo ha dicho. No seais
reservado acerca de lo que él dijo a vos y tendreis precaución de cualquier acto de olvido. Coge el
dominio de la verdad y no la excedais. La gratificación en sí no será repetida. Esfuérzate de no empeorar
palabras hostigando así a un gran hombre contra otro a través de un lenguaje vulgar.
Un gran hombre, un pequeño hombre - esta es la abominación del Ka.
Si vos sois un humilde compañero, acompañando a un hombre de distinción, uno de buenas relaciones
con la deidad, no trates de conocer su insignificancia anterior. Vos no debeis de inflaros contra él a causa
de conocer su pasado. Muestra respeto hacia él en conformidad con lo que ha acumulado: la propiedad
no viene por sí sola, su ley existe para el que la desea. En cuanto al que excede los límites, él es temido.
Es la deidad quien conforma la claridad del hombre y quien lo defiende aun cuando está dormido.
Si vos sois alguien a quien se le hacen peticiones, sé tranquilo cuando oyes el lenguaje del solicitante.
No lo rechaceis antes de que haya salido de su cuerpo o de que haya dicho a lo que ha venido. Él se
regocija más que cualquier otro solicitante, aun antes de que aquello que ha sido escuchado se hubiera
cumplido. En cuanto a quien rechaza a un solicitante, los hombres dicen: "¿Ahora? ¿por qué lo hace?".
No es necesario que todo lo pedido sea concedido, pero una buena audiencia es un sosiego para el
corazón.
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Si vuestro mayor deseo es hacer perdurar la amistad en una casa a la que vos teneis acceso como amo,
como un hermano o como un amigo, sea lo que fuere el lugar donde vos entreis, ten precaución en abordar
a las mujeres. No cae bien con el lugar en que esté hecho. La cara que se divide carece de rapidez de
reacción. Un millar de hombres puede ser distraído de su propio beneficio.
En una repartición no seais codicioso... a menos que sea por vuestra propia porción. No seais codicioso
contra vuestros propios parientes. Es más grande el respeto por el hombre moderado que por el hombre
fuerte. Es un mezquino quien expone a sus parientes; es carente de los frutos de la conversación. Es sólo
un poco de aquello que se codicia lo que convierte a un hombre calmado en litigioso.
Si vos sois un hombre de posición, debéis establecer vuestra casa y en ella amar a vuestra esposa,
como es apropiado. Llena su vientre, viste su cuerpo. El ungüento es la prescripción de su cuerpo. Su
corazón házlo feliz, mientras vos viváis. Ella es un campo provechoso para su señor. No debéis litigiar
con ella y mantenerla lejos del control. Su ojo es un viento de tormenta. Deja que su corazón sea sosegado
a través de que pueda acumularos a vos; eso significa poder mantenerla durante mucho tiempo en vuestra
casa.
Si vos sois importante después de vuestra anterior insignificancia, tal que hagais cosas la mejor
después de un menester que existía anteriormente en el pueblo que vos conoceis; en contraste con lo que
vuestra anterior suerte, no seáis avaro con vuestra riqueza, lo que os ha llegado como merced de la deidad.
No estés a la zaga de algún otro, igual a vos a quien haya sucedido lo mismo.
Si un hijo acepta lo que su padre dijo, no se malograría ninguno de sus proyectos. A quien vos instruís
como vuestro hijo obediente, quien permanecerá bien en el corazón de los funcionarios cuya habla será
guiada en relación con lo que se le haya dicho, [será] uno a quien se considere como obediente. Pero el
reclutamiento de quien no hace caso, se malogra.
El hombre sabio se levanta temprano para establecerse, el tonto sólo se levanta en la mañana para
agitarse
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El Almanaque del agricultor (c. 2000 AEC)
En el Suroeste de Asia dos vias f luv iales: el r io Éu frates, “el fecundo”,
al oeste y el T igris , “el rapido”, hicieron surgi r una región geográfica
conocida como “Entre Ríos”, Mesopotamia en griego, que se convirt ió
en una de las cunas de alta cultura.
Por lo menos desde la época que se remonta al 5000 AEC a través de
obras de irr igación y el uso de nuevas variedades de granos para el
cult ivo masivo, se obtenían cosechas abundantes. Éstas generaban
excedentes para dar lugar a la génesis de una sociedad de oficios
diferenciados, elites ordenadoras y centros urbanos. Eran capaces de
comunicarse con una escr itura propia cuneiforme desde alrededor de
3000 AEC. Surgió una hegemonía sumeria encabezada por una etnia,
la “de las cabezas negras” , que legit imaba su poder con discursos
mít ico-religiosos.
Nuestro documento muestra una instrucción artesanal especial izada a
part ir de un sistema de pesos y medidas y el uso de implementos y
animales para la producción agrícola , así como la invocación de dioses
de la cosmovisión sumeria.
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Antiguamente un agricultor instruía a su hijo como sigue:
Cuando estés por tomar posesión de tu campo para cultivarlo, mantén atenta vigilancia en la apertura
de los diques, zanjas y montículos a fin de que cuando inundes el campo, el agua no se eleve demasiado.
Cuando hayas vaciado el agua del campo, cuida que la tierra empapada se conserve viril. Haz que
algunos bueyes herrados (es decir, bueyes cuyas pezuñas están protegidas de un modo o de otro) te la
pisoteen; y después de haberle hecho arrancar la mala yerba y haber nivelado la tierra del campo,
revuélvela constantemente con hachas estrechas que no pesen más de dos tercios de libra cada una.
Enseguida deja que el zapapico erradique el rastro de las pezuñas de los bueyes y aplánalas; has de
emparejar todas las grietas con una rastra y has de recorrer con el zapapico las cuatro orillas del campo.
Mientras el campo se seca, deja que tu obediente servidor te prepare tus instrumentos; liga la barra de
la yunta, cuelga tus nuevos látigos en clavos, y deja que los artesanos reparen las asas colgantes de tus
viejos látigos...
Cuando tu campo esté provisto de todo lo que se requiere, atiende bien a tu trabajo. Después de añadir
un buey extra al buey del arado, cuando un buey es enganchado a otro, su arado es más amplio que un
arado ordinario... El sustento está en un arado. Así habiendo trabajado el campo con el arado bardil... y
habiéndolo trabajado con el arado shukun, repite el proceso. Después de haber gradado el campo y
haberlo rastrillado tres veces y pulverizado bien con un martillo, deja que el asa de tu látigo te apoye; no
toleres la ociosidad.
Permanece cerca de los trabajadores del campo durante su labor, y no toleres interrupciones. No
distraigas a tus trabajadores. Como deben continuar de día y bajo las estrellas del cielo a lo largo de diez
días, su fuerza debe ser empleada en el campo, y no han de proporcionarte atenciones.
Cuando estés por arar tu campo, haz que tu arado haga el barbecho... Deja que tu cuchilla se extienda,
levanta tus surcos -en un garush levanta ocho surcos. En los surcos que han sido cavados profundamente,
la cebada crecerá mucho.
Cuando estés por preparar tu campo, vigila al hombre que coloca la semilla de cebada. Haz que lance
el grano uniformemente a dos dedos de profundidad y consume un shekel de cebada por cada garush.
Si la semilla de cebada no penetra apropiadamente, cambia tu cuchilla -la "lengua del arado"... entonces
ara surcos diagonales donde habías arado surcos rectos, y ara surcos rectos donde habías arado surcos
diagonales. Deja que tus surcos rectos conviertan tus bordes en bordes tulu; deja que los surcos lu hagan
rectos tus bordes... Luego haz que todos los terrones sean removidos; todos los puntos altos serán surcos,
y todas las depresiones serán surcos bajos -todo esto será bueno para los retoños.
Después de que los retoños hayan surgido a la superficie del suelo, dí una plegaria a la diosa Ninkilim,
y ahuyenta a los pájaros.
Cuando la cebada haya cubierto el estrecho fondo del surco, riega la semilla de arriba. Cuando la
cebada se yerga tan alta como la paja de una estera en medio de un barco, riégala por segunda vez. Riega
por tercera vez la cebada real. Si la cebada regada se ha puesto roja, dices: "está enferma del mal samana".
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Pero si ha logrado producir cebada de rico grano, riégala por cuarta vez, y te rendirá una medida extra de
cebada por cada diez. Cuando estés por cosechar tu campo, no dejes que la cebada se incline sobre sí
misma sino coséchala en el momento de todo su vigor.
Un segador, un hombre que ate la cebada segada, y un hombre que asiente las gavillas antes que él -
estos tres como un equipo harán la cosecha para tí.
Los espigadores no deberán hacer ningún daño; no deberán quebrar las gavillas. Durante tu diaria
cosecha, como en "días de necesidad", deja que la tierra proporcione el sustento de los jóvenes y los
espigadores de acuerdo a su número, y déjalos dormir en tu campo como en el campo abierto. Si lo haces
así tu dios mostrará favores perdurables...
Cuando estés por separar la cebada, deja que aquellos que recogen tu cebada preparen para tí arcones
de treinta gur. Ten tu ara nivelada y los arcones en orden listos para el camino. Cuando tus instrumentos
están listos y tus carros puestos en orden para tí, haz que tus carros asciendan sobre los montones de
cebada -tu "trillado de los montones" va a tomar cinco días. Cuando vayas a "abrir el montón", cuece pan
arra. Cuando "abras" la cebada, ten los dientes de tus trineos trilladores fijados con cuero... Cuando vayas
a uncir los bueyes al trineo trillador, haz que tus hombres que "abren" la cebada permanezcan cerca con
la comida de los bueyes. Cuando hayas apilado la cebada, dí la "plegaria de la cebada que aún no ha sido
limpiada".
Cuando separes la cebada, pon atención a los hombres que levantan la cebada del suelo -dos
"elevadores de cebada" deberán levantártela. El día en que la cebada haya de ser limpiada, mantenla
sobre varas, y dí una plegaria tarde y noche.
Entonces ten la cebada suelta de la cáscara como con un viento extremadamente poderoso, y la cebada
suelta será almacenada para tí.
Estas son las instrucciones de Ninurta, el hijo de Enlil. Oh Ninurta, fidedigno agricultor de Enlil, tu
alabanza es buena!
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Las leyes de Eshnunna (c. 2000 AEC)
Eshnunna era una ciudad-estado ubicada en el Éufrates medio,
habitada principalmente por pueblos semitas. En el la , el palacio
constituía el centro polít ico y rel igioso más importante pues ah í residía
el rey. Este centro administrat ivo gobernaba comunidades sedentarias
a las que tenía que proteger de los grupos de pastores nómadas que
deambulaban en su entorno pero con quienes mantenían una relación
simbiótica de subsistencia. Se localizaba en las rutas comerciales que
comunicaban a Mesopotamia con la cuenca del Mediterráneo Oriental ,
de manera que una legis lación sobre el comercio era de vital
importancia para el desarrollo de su economía. En el fragmento se
puede apreciar cómo las ciudades semitas de Mesopotmia habían
desarrollado leyes y códigos para regular las relaciones mercantiles
entre sus gobernados y también con el exterior.
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[Precios del Mercado]
1. 1 kor de cebada está (valuado) en 1 shekel de plata;
3 qa del "mejor aceite" está (valuado) en 1 shekel de plata;
1 seah (y) 2 qa de aceite sésamo están (valuados) en 1 shekel de plata;
1 seah (y) 5 qa de manteca de cerdo están (valuados) en 1 shekel de plata;
4 seah de "aceite de río" están (valuados) en shekel de plata;
6 minas de lana están (valuados) en 1 shekel de plata;
2 kor de sal están (valuados) en 1 shekel de plata;
(1 kor... está (valuado) en 1 shekel de plata);
3 minas de cobre están (valuados) en 1 shekel de plata;
2 minas de cobre refinado están (valuados) en 1 shekel de plata;
2. 1 qa de aceite sésamo sa nishatim- su (valor en) cebada es 3 seah;
1 qa de manteca sa nishatim- su (valor en) cebada es 2 seah y 5 qa;
1 qa de "aceite de río" sa nishatim- su (valor en) cebada es 8 qa.
[Alquileres]
3. El alquiler de un carro, junto con sus bueyes y su conductor, es 1 pan (y) 4 seah de cebada. Si es
(pagado en) plata, es un tercio de un shekel. Él [aquilador] lo manejará todo el día.
4. El alquiler por un bote es 2 qa por kor (de capacidad), 1 seah 1 qa es el alquiler del barquero. Él lo
manejará todo el día.
5. Si el barquero es negligente y causa el hundimiento, él pagará por completo todo el daño de lo que
él causó.
6. Si un hombre... toma posesión de un bote (que) no es de él, pagará 10 shekel de plata de multa.
7. Los pagos de una cosecha son 2 seah de cebada; si son (pagados en) plata, sus pagos son 12 granos.
8. Los pagos de los limpiadores de grano son 1 seah de cebada.
9. Debería pagar un hombre 1 shekel de plata a un hombre alquilado para cosechar - si él (el hombre
alquilado) no se pone a su disposición y no completa el trabajo de cosecha en todas partes, pagará 10
shekels de plata. Debería él haber recibido 1 seah (y) 5 qa (de cebada), como pago y dejará las raciones
de (cebada), aceite (y) ropa que también serán reembolsadas.
10. El alquiler de un asno es 1 seah de cebada, y los pagos para sus conductores son 1 seah de cebada.
Él conducirá por todo el día.
11. Los pagos de alquiler de un hombre son 1 shekel de plata; su prueba, 1 pan de cebada trabajará por
un mes.
[Invasión de propiedades]
12. El hombre que es cogido en el campo de cosecha de un muskenum durante el día, pagará 10 shekel
de plata. El que es cogido en la cosecha durante la noche, morirá, no escapará vivo.
13. El hombre que es cogido en la casa de un muskenum, en la casa, durante el día, deberá pagar 10
shekel de plata. El que es cogido en la casa durante la noche, morirá, no escapará vivo.
14. La cuota de un... que debería traer 5 shekel de plata la cuota es 1 shekel de plata; que debería traer 10
shekel de plata la cuota son 2 shekel de plata.
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15. El tamkarrum y la sabitum no recibirá plata, cebada, lana o aceite sésamo de un esclavo o una esclava
como una investidura.
16. A un socio o esclavo no puede proveerse una hipoteca.
[Relaciones con parientes]
17. El hijo de un hombre deberá llevar dote a la casa de (sus) suegros -, si uno de los dos muere, el
dinero revertirá a su propietario [original].
18. Si él la toma (a la mujer) y ella entra a su casa, pero después la joven mujer muriera, él (el esposo)
no podrá reembolsar lo que entregó (a sus suegros), pero retendrá el exceso (en) sus (manos).
[Préstamos]
18A. Por un shekel (de plata) se acumularán 1/6 de shekel y 6 granos como interés: por 1 kor (de cebada)
se acumularán 1 pan y 4 seah como interés.
19. El hombre que dé un pago en término de volverlo a tomar hará (el deudor) pago en el suelo trillado.
20. Si un hombre dá un préstamo... expresando el valor de la plata en cebada, recibirá en tiempo de
cosecha la cebada y sus intereses, 1 pan (y) 4(?) seah por kor.
21. Si un hombre dá plata (como préstamo) en valor nominal, él recibirá la plata y su interés, un sexto
(de shekel) y 6 granos por shekel.
[Relaciones sexuales]
22. Si un hombre no reclama contra (ningún otro) hombre, pero (sin embargo) perturba a la esclava de
(otro) hombre, el propietario de la esclava declarará bajo juramento "Vos no declarasteis en contra de
mí" y pagará (a él) plata en compensación completa por la esclava.
23. Si un hombre no reclama contra (ningún otro) hombre, pero (sin embargo) perturba a la esclava de
(otro) hombre, detiene el perturbamiento en su casa y causa la muerte (de ella), él dará dos esclavas al
propietario de la esclava como reemplazo.
24. Si no reclama contra él, pero (sin embargo) perturba a la esposa de un muskenum (o) al hijo de un
muskenum y causa (su) muerte, es un delito capital. El perturbador que lo haga, morirá.
25. Si un hombre llama a la casa de (su) suegro, y el suegro lo acepta en servidumbre, pero (sin embargo)
da su hija a (otro hombre), el padre de la mujer reembolsará la dote recibida al doble.
26. Si un hombre da dote por la hija de otro hombre, pero otro hombre la prende por la fuerza sin pedir
permiso a su padre y a su madre y la priva de su virginidad, es un delito capital y deberá morir.
27. Si un hombre toma la hija de otro hombre, sin pedir permiso a su padre y a su madre y no decide
matrimonio formal con su padre y su madre, igual aunque ella pueda vivir en su casa durante un año, ella
no es una esposa.
28. Por otro lado, si concierta contrato formal con el padre y la madre y cohabita con ella, ella es su
esposa. Cuando ella es cogida con otro hombre, morirá, no escapará con vida.
29. Si un hombre ha sido hecho prisionero durante un ataque o una invasión o (si) ha sido llevado por la
fuerza y permanece en un país extranjero por largo tiempo, (y si) otro hombre ha tomado su esposa y ella
tiene un hijo cuando regrese, él volverá a tener a su esposa.
30. Si un hombre odia a su pueblo y a su señor y se vuelve un fugitivo (y si) otro hombre toma a su esposa
cuando él retorna, no tendrá derecho a reclamar a su esposa.
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31. Si un hombre priva de su virginidad a la esclava de otro hombre, pagará un tercio de una mina de
plata; la esclava quedará en propiedad de su dueño.
32. Si un hombre da un hijo para que sea cuidado y criado, pero no da (a la nodriza) la ración de cebada,
aceite y lana por tres años, él pagará a ella 10 minas (de plata) (de multa) por la crianza de su hijo y ella
devolverá su hijo.
33. Si una esclava, por subterfugios da a su niño a la hija de otro hombre. (Si) su señor lo ve cuando ha
llegado a edad, puede prenderlo y devolverlo.
34. Si una esclava del palacio da su hijo o su hija a un muskenum para que se encargue de su crianza, el
palacio puede devolver al hijo o a la hija a quien ella lo dió.
35. También el adaptante del niño de una esclava del palacio recompensará el palacio con su equivalente.
[Transacciones inmobiliarias]
36. Si un hombre da su propiedad como un depósito para... y si la propiedad que da desaparece sin que
la casa fuera robada, el sippu abatido (o) la ventana forzada, (el depositario) reemplazará la propiedad
(del depositor).
37. Si la casa del hombre (del depositario) se derrumba o es hurtada junto con la propiedad del depositor
el cual dió perdida a la parte del propietario de la casa incurrida, el propietario de la casa hablará en
juramento en la entrada de Tishpak: "Junto con nuestra propiedad mi propiedad fue perdida: Yo no hice
nada impropio o fraudulento". Si él blasfema, no tendrá reclamo contra él.
38. Si uno de varios hermanos quiere vender su parte (en una propiedad común a ellos) y su hermano lo
quiere comprar la pagará...
39. Si un hombre es inflexible y vende su casa, el propietario de la casa será intitulado redimiéndolo,
siempre que el comprador lo revenda.
40. Si un hombre compra un esclavo, una esclava, un buey o cualquier otro bien valioso pero no puede
comprobarlo legalmente, él es un ladrón.
41. Si ubarum, un naptarum o un mudum quiere vender su cerveza la sabitum venderá por él al precio
del mercado.
[Daños personales]
42. Si un hombre muerde la nariz de otro hombre y la separa, él pagará 1 mina de plata. (Por) un ojo
pagará 1 mina de plata; por un diente 1/2 mina; por oreja 1/2 mina; por un puñetazo en la cara 10 shekel
de plata.
43. Si un hombre separa el dedo de otro hombre pagará dos tercios de una mina de plata.
44. Si un hombre arroja a otro al piso en un altercado y rompe su mano, pagará 1/2 mina de plata.
45. Si rompe su pie, pagará 1/2 mina de plata.
46. Si un hombre asalta a otro y rompe su..., pagará dos tercios de una mina de plata.
47. Si un hombre golpea a otro accidentalmente, pagará 10 shekels de plata.
48. Y en suma (en caso de incurrir en faltas) de dos tercios de una mina a 1 mina, formalizarán la tentativa.
Un delito capital viene antes que el rey.
[Ofensas involucrando esclavos]
49. Si un hombre es cogido con un esclavo hurtado, o una esclava hurtada, entregará esclavo por esclavo
y esclava por esclava.
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50. Si el gobernador, el comisario del río u otro funcionario cualquiera puede hacer embargar un esclavo
perdido, una esclava perdida, un buey perdido, un burro perdido pertenecientes al palacio o a un
muskenum y no entregarlo para Eshnunna, pero mantenerlo en su casa, igual aunque él pueda dejar pasar
sólo siete días, al palacio lo perseguirá y procesará por hurto.
51. Un esclavo o una esclava de Eshnunna que sea marcado con un Kannum, un maskannum o un
abbuttum no pasará la puerta de Eshnunna sin permiso de un dueño.
52. Un esclavo o una esclava que haya entrado a la puerta de Eshnunna bajo custodia de un enviado
(extranjero) será marcado con un kannum, un maskanum o un abbuttum pero continuará bajo la custodia
de su amo.
[Daños involucrando animales domésticos]
53. Si un buey cornea a otro buey y causa su muerte, ambos propietarios dividirán (entre ellos mismos)
el precio del buey vivo y el equivalente del buey muerto también.
54. Si un buey es conocido por cornear habitualmente y las autoridades han llevado el hecho al
conocimiento de su dueño pero no han descornado su buey, que cornea a un hombre y causa su muerte,
luego el dueño del buey pagará dos tercios de una mina de plata.
55. Si cornea a un esclavo y causa su muerte, pagará 15 shekel de plata.
56. Si un perro es mordedor y las autoridades han llevado el hecho al conocimiento de su dueño, si no
obstante no lo ha cuidado, muerde a un hombre y causa su muerte, luego el propietario del perro
pagará dos tercios de una mina de plata.
57. Si muerde a un esclavo y causa (su) muerte, pagará 15 shekel de plata.
[Daños materiales]
58. Si una pared amenaza con caerse y las autoridades han llevado el hecho al conociemiento de su dueño,
si no obstante no arregla esa pared, la pared se derrumba y causa la muerte de un hombre libre, entonces
es un delito capital jurisdicción del rey.
[Divorcio]
59. Si un hombre se divorcia de su esposa, luego de haber hecho que ella diera a luz niños, y toma otra
esposa, será llevado de su casa y de todo lo que posea no importa que pueda ir luego y él lo aceptará.
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De las cartas de Mari (c.1730-1700 AEC)
En la ciudad-estado Mari cuyo palacio constituía su centro político y religioso,
coexistían agricultores, que tributaban al palacio, con pastores nómadas a quienes el
palacio hacía esfuerzos por controlar. Mari dependió en un principio de Ur, en el
sureste, manifestando una clara influencia de la cultura sumeria.
A partir del segundo milenio AEC fue habitada por pueblos semitas. Al occidente
mantuvo serios conflictos con las ciudades vecinas hasta que finalmente quedó
sometida al poder del primer imperio babilónico.
Entre 1935 y 1938 André Parrot descubrió en Tell el-Hariri, en la antigua ciudad de
Mari en el curso medio del Eufrates, 20,000 tablillas cuneiformes en uno de los
palacios de la región. Las tablillas se han denominado Cartas de Mari y corresponden
al periodo de gobierno del Rey Zimrilin (r. 1782-1759 AEC).
Parte de las cartas fueron enviadas desde y hacia Mari y formaban parte de una red
de correspondencia centrada en su posición estratégica entre el Mediterráneo y el
Golfo Pérsico.
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[Carta 1:]
A mi señor digo: Hasta ahora Bannum, vuestro siervo. Ayer partí de Mari, y pasé la noche en Zuruban.
Todos los benjaminitas levantaron señales ígneas. De Samanum a Ilum-Muluk, de Ilum-Muluk a
Mishlan, todas las ciudades de los benjaminitas del distrito de Terqua levantaron señales ígneas en
respuesta, y hasta ahora no he indagado el significado de aquellas señales. Ahora, determinaré el
significado, y escribiré a mi señor ya sea que sea así o no. Que permita que el guardia de la ciudad de
Mari sea fortalecido y que nuestro señor no salga de la entrada.
[Carta 2:]
A mi señor digo: Hasta ahora Ibal-pi-Il, vuestro siervo. Hamurabí me habló de la manera siguiente:
"Una fuerza armada pesada ha salido a combatir una columna enemiga, pero no hubo base conveniente
para ser destruida, tanto que la fuerza ha regresado con las manos vacías y la columna del enemigo está
procediendo en buen orden y sin pánico. Ahora dejemos a una fuerza armada ligera ir a combatir la
columna enemiga y capturar informadores".
Así Hamurabí me habló: Yo estoy enviando a Sakirum con trescientas tropas a Shabazum, y las tropas
que he enviado son ciento cincuenta (Hanu), cincuenta, Suhu, y cien tropas de la orilla del Río Eufrates;
y hay trescientas tropas de Babilonia.
En el carro de las tropas de mi señor ahí va Ilú-Nasir, el adivino, súbdito de mi señor, y un adivino
babilonio va con las tropas de Babilonia. Esas seiscientas tropas están establecidas en Shabazúm, y los
adivinos convocan los augurios. Cuando la apariencia de sus augurios es favorable, ciento cincuenta salen
y ciento cincuenta entran. Puede mi señor saberlo. Las tropas de mi señor están bien.
[Carta 3:]
A mi señor digo: Hasta ahora Ibal Il, vuestro siervo. La tabla de Ibal-Adad el Aslakka me alcanzó a
mí y fuí a Aslakka a "matar un asno" entre el Hanu e Idamaras. Un "cachorrito y una lechuga" ellos
trajeron, pero obedecí a mi señor y no dí el "cachorrito y la lechuga". Causé el parto de un asno para ser
muerto. Establecí la paz entre el Hanu e Idamaras.
En Hurra, en todo el Idamaras, el Hanú es victorioso, es como un vencedor, que no tiene enemigo.
Puede mi señor estar satisfecho. Esta tabla mía habré de entregar a mi señor en Rataspatum. Alcanzaré a
mi señor para el tercer día después de recibir esta tabla mía. El campo y el Banu-Sim'al está bien.
[Carta 4:]
A mi señor digo: Hasta ahora Mashum, vuestro siervo. Sintiri me escribió para pedir ayuda, y yo lo
alcancé con tropas en Shubat-Shamash. El siguiente día. El aviso del enemigo vino como sigue: "Yapah-
Adad ha hecho preparar el establecimiento Zallul en este lado de la orilla del Río Eufrates. Y con dos
millares de tropas del Hapiru del país, está morando en esta ciudad". Este aviso vino a mí, y de Shubat-
Shamash con tropas de mi comando y con tropas del comando del Sintiri. Yo me apresuré, hice preparar
la ciudad de Himush contra el pueblo de Zallul. Entre las dos ciudades (hay una distancia de) treinta
"campos". Cuando yo hice preparar la ciudad de Himush contra él, y vió que el país estaba apresurándose
a mi ayuda, él levantó una señal de fuego, y todas las ciudades del territorio de Ursum en el otro lado
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conocido. Las fuerzas de seguridad que están estacionadas con el recinto de ladrillo son numerosas, y,
para que ellos no destruyan las tropas, yo no me acerqué a la ciudad. Esta tabla mía la envié a mi señor
desde la orilla del Río Eufrates. Las tropas y el ganado de mi señor están bien.
Del Codigo de HAMMURABI (c. 1630 AEC)
La introducción de este Código para la administración del imperio se
necesitaba disponer de una escritura cuneiforme estandarizada para
los tres idiomas sumerio, acadio y persa antiguo. Es producto de una
época cuando Hamurabi había consumado el dominio sobre las
diferentes ciudades-estados de Mesopotamia por medio del poder
militar acadio-semítico. Periodo que inic ió a f ines del tercer milenio
AEC con Sargón I, el "rey legít imo, verdadero". Los acadios hicieron
de Bablonia una capital paradigmática con un nuevo centro
metropol itano que fue matriz de imperios cuyas el ites conquistadores
llegaron de la perifer ia en los milenios venideros. La escritura
cuneiforme se volv ió un instrumento imprescindible para hacer
transparentes las reglas y establecer normas hegemó nicas de
administración y de orden jurídico. Inscrito en una estela redonda, sus
286 párrafos se inic ian con la impart ición de justic ia por una falsa
acusación de magia. Versan sobre el derecho a un proceso jurídico, la
protección de la propiedad, los deberes de un beneficiado de
prebendas, de la agricultura y la ganadería, la navegación f luvial, el
comercio y las deudas, derechos y deberes der ivados del matrimonio
y de las relaciones extramaritales, el papel de las mujeres del templo,
la adopción, y tambien regulan las relaciones de arrendamiento,
servicio y servidumbre.
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Nuestros fragmentos empiezan con la autolegit imación de ammurabi
y terminan con la maldición de s us detractores.
[(I) Prólogo]
Cuando el noble Anu, Rey del Anunnaky, y Enlil, señor del cielo y de la tierra, quien determina el
destino del país, encargó el gobierno de toda la humanidad a Murduk, el hijo principal de Ea; cuando
ellos le elevaron entre los Igigi; cuando ellos pronunciaron el noble nombre de Babilonia; cuando ellos
le hicieron famoso entre los cuatro poderes del mundo y en su centro establecieron un reinado eterno
cuyas fundaciones eran tan firmes como el cielo y la tierra -en ese tiempo, Anu Enlil me llamaron a mi,
Janmurabi, el príncipe exaltado, el que rinde culto a las deidades, para hacer que la justicia prevalezca-
en la tierra para destruir a los malvados y los malos, para evitar que lo fuertes oprimiesen a los débiles;
para ser como el Sol sobre la raza de las Cabezas Negras, para iluminar la tierra y mejorar el bienestar
del pueblo. Jammurabi,el gobernador nombrado por Enlil, soy yo, quien trajo prosperidad y abundancia;
quien completó todo para Nippur y Duribu...
[ Control Estatal de la Cirugía]
Si un cirujano opera a un hombre de una herida severa (o hace una herida severa a un hombre) con
una lanceta de bronce y salva la vida del hombre; o si él abre un absceso (en el ojo) de un hombre con
una lanceta de bronce y salva el ojo del hombre, él recibirá (como su paga) 10 shekel de plata .
Si [el paciente] es un hombre libre, recibirá 5 shekels. Si es un esclavo, el propietario del esclavo le
dará 2 shekel de plata al médico.
Si un médico opera a un hombre por una herida severa con una lanceta de bronce y causa su muerte;
o abre un absceso (en el ojo) de un hombre con una lanceta de bronce y destruye el ojo del hombre, le
serán cortados los dedos.
Si un médico opera a un esclavo de un hombre libre de una herida severa con una lanceta de bronce
y causa su muerte, restituirá a un esclavo de igual valor. Si él abre un absceso (en su ojo) con una lanceta
de bronce, y destruye su ojo, él pagará con la plata la mitad de su precio.
Si un médico coloca un hueso roto de un hombre o cura sus intestinos enfermos, el paciente dará 5
shekel de plata al médico.
Si se trata de un hombre libre, dará 3 shekels de plata.
Si es un esclavo, el propietario del esclavo dará dos shekels de plata al médico.
[Control Estatal de la Agricultura]
Si un hombre contrata a un hombre para que supervise su granja y lo provee con grano seminal, y le
entrega bueyes y contrata con el cultivo del campo, y el hombre hurta cualquiera de los dos, la semilla o
la cosecha, y sea hallada en su posesión, le cortarán los dedos.
Si toma el grano seminal y hace trabajar excesivamente los bueyes, él restablecerá la cantidad de grano
que ha cosechado.
Si deja los bueyes del hombre en arriendo, hurta el grano seminal y no se ha cosechado el campo,
ellos llamarán al hombre a cuentas, y él medirá 60 Gur de grano por Gan.
Si no es capaz de cumplir con su obligación, ellos lo dejarán en aquel campo con el ganado.
Si un hombre contrata un trabajador del campo, le pagará 6 Gur de grano por año.
Si un hombre roba una máquina irrigadora en un campo, pagará 5 shekel de plata al propietario de la
máquina irrigadora.
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Si un hombre roba una cubeta o una rastra, él pagará 3 shekel de plata.
Si un hombre contrata a un pastor para apacentar bueyes u ovejas, le pagará 8 gur de grano por año.
[(IV) Epílogo]
En los días que están aún por venir, por todo el tiempo futuro, puede el rey que está en el país observar,
las palabras de virtud, las cuales he escrito en mi monumento. ¡Él no podrá alterar los juicios del país que
ha pronunciado o las decisiones del país que he interpretado! ¡No podrá desfigurar mis estatuas!
Si aquel hombre tiene sabiduría, si él desea dar a su país un buen gobierno, dará atención a las
palabras que he escrito en mi monumento ¡Y puede este monumento iluminarlo como para proceder y
administrar, los juicios que he pronunciado y las decisiones que he interpretado, del país! ¡Y permitirle
regular correctamente su pueblo de Cabeza Negra; permitirle pronunciar juicios para ellos y rendir
decisiones para ellos! ¡Que deje arraigar al perverso y al malechor fuera de su país! ¡Dejarle promover
el bienestar de su pueblo!
Jammurabi, el rey de la virtud, al que Shamash ha dotado con justicia, soy yo. Mis palabras son
importantes, mis hechos no son contrariados.
Si un hombre hace caso a las palabras escritas por mí, sobre mi monumento, no deformará mis juicios,
no editará mis palabras, y no alterará mis estatutos; luego Shamash prolongará aquel reino de ese hombre,
como lo ha hecho con el mío, que soy rey de la virtud.
Si aquel hombre no hace caso de las palabras que he escrito en mi monumento; si él olvida mi
maldición y no teme a la maldición de Dios; si suprime los juicios que he formulado, si edita mis palabras,
altera mis estatutos, desfigura mi nombre escrito y sobre él escribe su propio nombre; en cuanto estas
maldiciones, comisiona a otro para que haga esto, en cuanto ese hombre, sea rey o señor, o rey-sacerdote
o común, quien quiera que pueda ser, puede el gran Dios, el padre de los dioses, quien ha ordenado mi
reinado, tomar de él la gloria de su soberanía, romper su cetro y maldecir su fortuna.
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De la Tora (c. 1500 AEC)
Alrededor de 3000 AEC se dio, en grandes partes del mundo, la
interacción de sociedades sedentarias ubicadas en ciudades-estado
con sociedades migrantes o trashumantes.
En la Bibl ia, colección de l ibros sagrados t ranscr itos entre 950
AEC y 100 EC pero especialmente en la Tora o Pentateuco en su
redacción griega constituida por los 5 libros: Génesis, Éxodo, Levít ico,
Números y Deuteronomio , se encuentran los mitos de origen y la
historia del establecimiento de los hebreos en la región de Canaan.
Los textos recopilados en la Tora recogen memorias transmit idas
oralmente de generación en generación. Por ello, ha sido difícil
establecer con precisión cuándo acontecieron los hechos que narran.
Es probable que se remonten al periodo conocido como de los
“Patriarcas”, es decir, cuando los hebreos vagaban por Asia
suroccidental como tribus dedicadas al pastoreo c. 2 500 AEC o bien
más tarde a f inales del segundo milenio AEC en la época del Éxodo.
Es probable, también, que se util izaran mitos del caudal cultural
regional. En cualquier caso, se presenta a Yahvé como un dios que se
revela cruel y vengativo.
Nuestros fragmentos del Génesis muestran el conflicto entre
agricultores y pastores. Queda de manif iesto también la apropiación de
las herenc ias por medio de la v iolencia aún entre parientes. Asi mismo
refiere la orden de Yahve, dios tr ibal que legit imaba el uso de la
v iolencia, de respetar las tradiciones del pastoreo.
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Los textos antiguos no estaban div ididos en capítulos ni
versículos, ésta fue una estrategia desarrol lada entre el siglo XIII y el
siglo XVI para facil itar la consulta y la adoctrinación dogmática.
Israel
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CAIN y ABEL
Genesis IV.
1. Adán, pues conoció a Eva su mujer; la cual concibió y parió a Caín, diciendo: He adquirido un hombre
por merced de Dios.
2. Y parió después al hermano de éste, Abel. Abel fue pastor de ovejas y Caín labrador.
3. Y aconteció al cabo de mucho tiempo que Caín presentó al Señor ofrenda de los frutos de la tierra.
4. Ofreció asimismo Abel de los primerizos de su ganado, y lo mejor de ellos: y el Señor miró con agrado
a Abel y a sus ofrendas.
5. Pero de Caín y de las ofrendas suyas no hizo caso: por lo que Caín se irritó sobremanera, y decayó su
semblante.
6. Y díjole el Señor: ¿Por qué motivo andas enojado? Y ¿por qué está demudado tu rostro?
7. ¿No es cierto que si obrares bien serás recompensado, pero si mal, el castigo del pecado estará siempre
presente en tu puerta?
Mas de cualquier modo su apetito o la concupiscencia estará a tu mandar, y tú le dominarás si quieres.
8. Dijo después Caín a su hermano Abel: Salgamos fuera. Y estando los dos en el campo, Caín acometió
a su hermano Abel y lo mató.
9. Preguntóle después el Señor a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y respondió: No lo sé. ¿Soy yo
acaso guarda de mi hermano?
10. Replicóle el Señor: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la
tierra.
11. Maldito, pues, serás tú desde ahora sobre la tierra, la cual ha abierto su boca y ha recibido de tu mano
la sangre de tu hermano.
12. Después que la habrás labrado, no te dará sus frutos: errante y fugitivo vivirás sobre la tierra.
13. Y dijo Caín al Señor: Mi maldad es tan grande, que no puedo yo esperar perdón.
14. He aquí que tú hoy me arrojas de este tierra y yo iré a esconderme de tu presencia, y andaré errante
y fugitivo por el mundo; por lo tanto, cualquiera que me hallare me matará.
15. Díjole el Señor: No será así; antes bien, cualquiera que matare a Caín, recibirá un castigo siete veces
mayor. Y puso el Señor en Caín una señal para que ninguno que le encontrase le matara.
16. Salido, pues, Caín en presencia del Señor, prófugo en la tierra, habitó en el país que está al oriente
del Edén.
17. Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió, y parió a Enoc; y edificó una ciudad que llamó Henoc,
del nombre de su hijo.
18. Con el tiempo Henoc engendró a Irad, Irad engendró a Maviael, Maviael engendró a Matusael y
Matusael engendró a Lamec.
19. El cual tomó dos mujeres, la una llamada Ada, y la otra Sella.
20. Y Ada parió a Jabel, que fue el padre de los que habitan en cabañas y de los pastores.
21. Y tuvo un hermano llamado Jubal, el mismo que fue padre o maestro de los que tocan la cítara y
órgano o flauta.
22. Sella también parió a Tubalcaín, que fue artífice en trabajar de martillo toda especie de obras de cobre
y hierro. Hermana de Tubalcain fue Noema.
23. Dijo, pues, Lamec a sus mujeres Ada y Sella: Oid lo que voy a decir, ¡oh vosotras mujeres de Lamec!,
parad mientes en mis palabras: Yo he muerto a un hombre con la herida que le hice, si, he muerto a un
joven con el golpe que le dí.
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24. Pero si del homicidio de Caín la venganza será siete veces doblada, la de Lamec será setenta veces
siete.
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ESAU y JACOB, gemelos
La historia de la descendencia de Abraham, primer patriarca de los
hebreos, da cuenta de las costumbres de es tas tribus las cuales
paulatinamente transitaron del pastoreo y la trashumancia al
sedentarismo y la práctica de la agricultura. La historia de Jacob trata
el problema de la herencia con base en el principio de la primogenitura
así como la importancia de la familia. De acuerdo con el pasaje que
presentamos, el derecho de primogenitura se podía transfer ir mediante
un arreglo contractual. Yahvé, la div inidad, aceptó este acuerdo de la
misma manera que toleraba la exogamia. El tabú de la endogamia
apareció más tarde en la tradición hebrea cuando fue necesario
preservar la identidad grupal frente a otros pueblos, especialmente
durante el exi l io en Babi lonia en el siglo V AEC.
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XXV-19. Asimismo, he aquí cuál fue la descendencia de Issac, hijo de Abraham: engendró Abraham a
Issac.
20. El cual, siendo de cuarenta años, casó con Rebeca, hija de Batuel, siro de la Mesopotamia, y hermana
de Labán.
21. Hizo Issac muchas plegarias al Señor por su mujer, porque era estéril, y el Señor lo oyó, dando a
Rebeca virtud de concebir.
22. Pero chocaban entre sí o luchaba en el seno materno los gemelos que concibió; lo que le hizo decir:
Si esto me había de acontecer, ¿qué provecho he sacado yo de concebir? Y fue a consultar al Señor.
23. El cual le respondió, diciendo: Dos naciones están en tu vientre, y dos pueblos saldrán divididos
desde tu seno en que están ahora, y el de un pueblo soguzgará al otro pueblo, y el mayor ha de servir al
menor o más joven.
24. Llegado ya el tiempo del parto, he aquí que se hallaron los dos gemelos en su vientre.
25. El que salió primero era rubio y todo velludo, a manera de un pellico, y fue llamado Esaú.
26. Saliendo inmediatamente el otro tenía asido con la mano del talón del pie del hermano, y por eso se
le llamó Jacob.
De sesenta años era Isaac cuando le nacieron los niños.
27. Así que se hicieron grandes, Esaú salió diestro en la caza y hombre del campo; Jacob, al contrario,
mozo sencillo, habitaba en las cabañas.
28. Issac amaba a Esaú, porque gustaba de comer de sus cacerías, y Rebeca quería más a Jacob.
29. Había un día guisado Jacob cierta menestra o potaje; cuando Esaú, que volvía fatigado del campo se
llegó a él y le dijo:
30. Dame de esa menestra roja que has cocido, pues estoy sumamente cansado. Por cuya causa se le dió
después el apellido de Edom.
31. Díjole Jacob: Véndeme tus derechos de primogénito.
32. Respondió él: Yo me estoy muriendo, ¿de qué me servirá ser primogénito?
33. Pues júramelo, dijo Jacob. Esaú se lo juró, y vendióle el derecho de primogenitura.
34. Y así, habiendo tomado pan y aquel plato de lentejas, comió y bebió, y marchóse; dándosele muy
poco de haber vendido sus derechos de primogénito.
33
Del Libro de las Odas
“Como nació el pueblo”
(c. 1000 AEC)
El fragmento relata en forma épica los antecedentes, en la genealogía
de la dinastía de los Zhou. Es uno de los “Grandes Himnos” [Daya] del
Libro de las Odas [Xi j ing] la más antigua colección de poemas y
canciones de la tradición l iteraria, r itual y mít ica de los Zhou y se
remonta hasta el segundo milenio AEC. Forma parte de los l ibros
clásicos, que constituyen la trama del te j ido cultural de la trad ic ión china,
estandarizada c. 100 AEC en los Cinco Libros Clás icos sobre histor ia,
adiv inación, ética y r i tual.
Destaca el origen primigenio del pueblo y se enlaza con uno de los
héroes culturales chinos Houji “El que introdujo el mijo” e inic ia las
ofrendas agropecuarias a la deidad máxima Shangd i y en el r i to del
Año Nuevo. Describe la etnogénesis de “lo chino” al enfatizar el poder
mágico-religioso en la producción de vÍveres, concibe al héroe cultural
y convierte al r ito en una necesidad de la existencia humana.
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La que en el principio hizo nacer al pueblo,
fue Jiang-Yüan
¿cómo hizo nacer al pueblo?
Pues hizo sacrificios y oró
Para no quedar infértil.
Pisó en el dedo grande de la huella del pie de la deidad,
la aceptó y recibió lo que deseaba
luego con reverencia y con respeto
ella parió y educó,
al que fue Houji.
Deveras, había cumplido sus meses,
y su primogénito vino como un corderito,
sin estruendo ni desgarre, sin pena ni dañ
para manifestar su poder mágico
Shangdi le otorgó facilidad Dyiang-Yüan
Para parir su hijo fácilmente
Tan aceptados fueron sus sacrificios y sus oraciones.
Deveras, lo pusieron sobre hielo frío;
No obstante los pájaros lo cubrieron con sus alas,
por fin los pájaros se fueron
y Houji empezó a chillar.
De hecho, por lo lejos y por lo ancho se oía su voz muy fuerte. 。
Luego, por cierto, empezó a gatear se extendió bien, se levantó bien
para alcanzar comida para su boca. Plantó habas grandes,
sus frutos se hicieron gordos y altos.
los surcos eran angostos, su yute y su trigo crecieron abundantemente,
sus jóvenes calabazas fueron innumerables.
De verdad de la agricultura de Houji surgieron los patrones enseñados
arrancó las yerbas gruesas
y sembró la cosecha amarilla.
Nunca se malogró, creció abundantemente, estaba pesado, estaba alto, retoñó y se le llenó de frutos, estaba sólido y bueno, cabeceó y colgó hizo su casa y su hogar en Tai.
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Deveras los granos dichosos nos habían sido otorgados, el mijo negro de granos dobles, el mijo que retoñó rosa y blanco. Por todas partes, él cosechó y cultivó
el negro y el de dos granos. Por todas partes cargó en sus brazos,
llevó en su espalda el mijo rosa y blanco, los llevó a su hogar y creó los sacrificios. De hecho, ¿qué significan nuestros sacrificios? golpeamos el grano, lo recogemos, lo cernimos
lo lavamos mojándolo, mojándolo;
lo hervimos con vapor. Luego con el cuidado debido, con la consideración debida
recogemos el palo del sur, hacemos ofrenda de grasa, tomamos ovejas para el rito, asamos, horneamos altamente cargamos los estantes,
los estantes de madera y arcilla. para dar comienzo al año nuevo
¡Qué olor es ése tan fuerte!
¡Qué olor es ése tan bueno!
Tan pronto que se alza el olor
Shangdi está muy complacido
con la abundante fragancia de la ofrenda
Houji inauguró los sacrificios y sin impurezas
y fallas han perdurado hasta nuestros días.
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III. Surgimiento de las ideas universales
En 1949 Karl Jaspers (1883-1969) trató de enmarcar una nueva historia mundial,
postuló una “época eje” – que él situó entre 800 AEC y 200 EC – cuando “el Hombre
con el cual hoy convivimos empezó a existir”1. Además desarrolló a lo largo de su tesis
el concepto de los “personajes paradigmáticos”, entre los cuales podemos situar a casi
todos los autores de los fragmentos que forman parte de esta sección. No se trata de
desarrollar generalizaciones, sino de escudriñar los fragmentos de las obras
seleccionadas para mostrar con qué clase de discursos respaldaban sus ideas
innovadoras. En primer lugar, se compartirá, a grandes rasgos, algo de la matriz
situacional de la cual surge su actuación como “personajes paradigmáticos”.
Isaías fue un hombre de la periferia del imperio neo-asirio. Como miembro de una
de las minorias trató de mantener su particularidad religiosa, frente a la hegemonia
militar, política y religiosa del imperio. Enfatizó las características de su numen tribal
en lo que conocemos como Antiguo Testamento ya hecho dogma de lo que sería la
tradición judeo-cristiana. La cual tomó la aparición del hombre como parte del acto
creador singular de un dios omnisciente y omnipotente: Yahvé.
Hasta este momento, el emperador neo-asirio había tenido un poder universal
en la región ya que era el monarca que encabezaba un universo bajo su control. Frente
a esta situación surgió Isaías alejado del centro del poder, como vocero y profeta, de
una instancia superior al gobernante “universal”. El suyo era un dios que podía regir
este mundo sin límites espaciales y temporales y que controlaba desde el acto de
creación hasta lo que estaba por acontecer: un Juicio Final.
En este proceso histórico era de suma importancia la existencia de un centro
metropolitano. El desarrollo urbano de Babilón se destacaba por su importancia
1 “es entstand der Mensch mit dem wir heute leben” en Karl Jaspers, Vom Ursprung und Ziel der Geschichte, 1949,
p.
38
cultural, política, económica y religiosa; y comúnmente sometía, absorbía y
tranformaba las innovaciones religioso-ideológicas que provenían de los espacios
conquistados en la periferia. Por ejemplo, el numen tribal de los hebreos.
Con Zoroastro aparece en la periferia oriental del imperio otro concepto de un
universalismo religioso: el de Ahura Mazda. Deidad que nace de la naturaleza misma
y que hace posible que se forje una relación de “Ciro el Grande” con ella, en la cúspide
de un universo en el cual el gobernante no sólo es poderoso sino también justo. Este
dios es conciente de pertenecer a las fuerzas que afirman lo verdadero dentro del
universo frente a los agentes de la mentira, los obstructores de lo positivo e innovador.
Tal concepto del ejercicio ético del poder del gobernante máximo se retomará en
diferentes ámbitos historicos y es lo que tienen en común los temas que se encuentran
en esta sección. Forman parte de una tendencia que lleva a una demonización de
las deidades locales, tribales y étnicas y la postulación de una validez universal de los
nuevos valores “éticos”.
Surge el ideal de un gobernante que no sólo sabe imponerse a los gobernados sino
también los persuade de que su propio régimen los beneficia.
Pero el mundo físico dado puede volverse problemático cuando se pondera su
carácter. Ésta es la tarea que se propuso Gotama Sidarta en el “darse cuenta”, en la
“iluminación”, en un despertar a la realidad de que los “mecanismos” de lo que existe,
especialmente en los procesos socio-políticos, no sólo son benéficos para el hombre,
así mismo pueden traerle sufrimiento y hastío. A tal grado que para Gotama la mejor
solución sería una extincion (nirvana) del mundo de los fenómenos y de sus causas.
Un primer paso consistiría en abandonar la sociedad que se conoce y crear una
agrupación que se dedicase exlusivamente al logro del estado anhelado: una orden
de hombres solitarios (sangha) en busca de la liberación del aquí y ahora.
El elemento ritual es importante al convertirse en cotidiano, que al imponerle
una formalidad lo transciende.
39
En el caso de lo que se entiende como la “sociedad china” existe primordialmente una
afirmacion del aquí y ahora como una realidad social vivida. Para Kong Fuzi, conocido
como Confucio, el proceso histórico es una realidad que se debe aceptar tanto en el
transcurso de la vida del individuo como en las lecciones que proporciona la historia
política y social mediante la educación. Por primera vez, el interés se enfoca en el
hombre en sí como elemento básico de una sociedad jerarquizada por naturaleza y la
tarea del gobernante es movilizar al hombre como recurso a través de la educación.
Ésta hará posible que el hombre común se convierta en “principesco”, fuera de lo
común asumiéndose en el proceso tanto lo ejemplar del pasado como el interés por lo
que viene.
Si para Confucio el ideal era la transformación del hombre dentro de la
sociedad, en el caso de los autores chinos del “Libro Clásico de la Dao [Norma] y de
la Práctica del Poder” – como se podría traducir el título del Daodejing – el problema
es doble. De una parte se postula un concepto que explica las funciones del universo
y que deriva de la observacion de sus manifestaciones que trascienden a los intereses
del hombre – norma que lo trata como objeto sacrificable. De la otra, existen las
funciones del poder “realmente existente” que puede ser eficaz, pero también
altamente manipulador. Sin embargo, existe también una transcendencia ética:
“Engendrar y criar, engendrar sin apropiarse, obrar sin pedir nada, guiar sin dominar,
éste es el gran misterio de la práctica del poder.”
40
ISAÍAS
(c.740-701 AEC)
Isaías es considerado como el profeta más importante del mesianismo
judaico. Nació alrededor de 760 AEC en el seno de una fa milia
aristocrática de Jerusalén. Al parecer, inic ió su labor profética
alrededor del 742 AEC y fue martir izado en c . 701 AEC al diferir del
rey Hezekiah de Judá (r. 715- 686 AEC) respecto de la amenaza de los
asirios.
En los primeros fragmentos condenaba el pecado que cometían los
pueblos al no reconocer a Yahvé como dios único. El cuarto relata
cómo al f inal de los t iempos tales pecadores sufrirán la ira de dios.
El últ imo fragmento es del l lamado “Tercer Isaías” atribuido a los
discípulos del profeta, que se cree fue escr ito después del exil io en
Babilonia (c. 587- 538 AEC) en forma de un diálogo entre dios y el
profeta y adquir ió un carácter universalista pues la venganza div ina
incluía a todos los pueblos que habitaban la t ierra, los exhorta ba a
reconocer al dios hebráico de la biblia como el único dios en cuanto
símbolo de esta universal idad
41
Isaías I: 10. ¡ O Príncipes de Sodoma, oid la palabra de Jehova; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo
de Gomorra.
11. ¿Para que me sirve, dice Jehova, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos
de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos
12. ¿Quien demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mi para hollar mis
atrios?
13. No me traigáis mas vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna y día de reposo,* el convocar
asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes.
14. Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas;
cansado estoy de soportarlas.
15. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis
la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.
16. Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo
malo;
17. aprended a hacer el bien- buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad
a la viuda.
18. Venid luego, dice Jehova, y estemos a cuenta; si vuestros pecados fueren como la grana, como la
nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.
19. Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra;
20. si no quisiereis y fuereis rebeldes seráis consumidos a espada; porque la boca de Jehova lo ha dicho.
[Reinado universal de Yahve]
Isaías II:1-4
Lo que vio Isaias hijo de Amos acerca de Juda y de Jerusalén.
2. Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehova como
cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.
3. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehova, a la casa del Dios de Jacob;
y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén
la palabra de Jehova
4. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado,
y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán mas para la guerra.
[Asiria, instrumento de Dios]
Isaías X:5-34
5. Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira.
6. Le mandaré contra una nación pérfida, y sobre el pueblo de mi ira le enviaré, para que quite despojos,
y arrebate presa, y lo ponga para ser hollado como lodo de las calles.
7. Aunque el no lo pensará así, ni su corazón lo imaginará de esta manera, sino que su pensamiento será
desarraigar y cortar naciones no pocas.
8. Porque el dice- Mis príncipes, ¿no son todos reyes ?
9. ¿No es Calno como Carquemis, Hamat como Arfad, y Samaria como Damasco?
10. Como halló mi mano los reinos de los ídolos, siendo sus imágenes más que las de Jerusalén y de
Samaria;
11. como hice a Samaria y a sus ídolos, ¿no haré tambien así a Jerusalén y a sus ídolos?
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12. Pero acontecerá que después que el Señor haya acabado toda su obra 1 en el monte de Sión y en
Jerusalén, castigará el fruto de la soberbia del corazón del rey de Asiria, y la gloria de la altivez de sus
ojos.
13. Porque dijo: Con el poder de mi mano lo he hecho, y con mi sabiduría porque he sido prudente; quité
los territorios de los pueblos, y saqueé sus tesoros, y derribé como valientes a los que estaban sentados;
14. y halló mi mano como nido las riquezas de los pueblos; y como se recogen los huevos abandonados,
así me apoderé yo de toda la tierra; y no hubo quien moviese ala, ni abriese boca y graznase.
15. ¿Se gloriara el hacha contra el que con ella corta? ¿Se ensoberbecerá la sierra contra el que la mueve?
¡Como si el báculo levantase al que lo levanta; como si levantase la vara al que no es leño!
16. Por esto el Señor, Jehova de los ejércitos, enviará debilidad sobre sus robustos, y debajo de su gloria
encenderá una hoguera como ardor de fuego.
17. Y la luz de Israel será por fuego, y su Santo por llama, que abrase y consuma en un día sus cardos y
sus espinos.
18. La gloria de su bosque y de su campo fértil consumirá totalmente, alma y cuerpo, y vendrá a ser como
abanderado en derrota.
19. Y los arboles que queden en su bosque serán en número que un niño los pueda contar.
20. Acontecerá en aquel tiempo, que los que hayan quedado de Israel y los que hayan quedado de la casa
de Jacob, nunca más se apoyarán en el que los hirió, sino que se apoyarán con verdad en Jehova. el Santo
de Israel.
21. El remanente volverá. El remanente de Jacob volverá al Dios fuerte.
22 Porque si tu pueblo, oh Israel fuere como las arenas del mar, el remanente de el volverá; la destrucción
acordada rebosará justicia.
23. Pues el Señor, Jehová de los ejércitos, hará consumación ya determinada en medio de la tierra.
24. Por tanto el Señor, Jehova de los ejércitos, dice así:
Pueblo mío, morador de Sión, no temas de Asiria. Con vara te herirá, y contra ti alzara su palo, a la
manera de Egipto;
25. más de aquí a muy poco tiempo se acabará mi furor y mi enojo, para destrucción de ellos.
26. Y levantará Jehova de los ejércitos azote contra el como la matanza de Madián en la peña de Oreb, y
alzará su vara sobre el mar como hizo por la vía de Egipto.
27. Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo
se pudrirá a causa de la unción.
28. Vino hasta Ajat, pasó hasta Migrón; en Micmas contará su ejército.
29. Pasaron el vado; so alojaron en Geba; Ramá tembló; Gabaa de Saúl huyó.
30. Grita en alta voz, hija de Galim; haz que se oiga hacia Lais, pobrecilla Anatot.
31. Madmena se alborotó; los moradores de Gebim huyen.
32. Aún vendrá día cuando reposará en Nob; alzará su mano al monte de la hija de Sión, al collado de
Jerusalén.
33. He aquí el Señor, Jehova de los ejércitos, desgajará el ramaje con violencia, y los arboles de gran
altura serán cortados, y los altos serán humillados.
34. Y cortará con hierro la espesura del bosque, y el Líbano caerá con estruendo.
Isaías XXIV-1. He aquí que el Señor desolará después, y despojará la tierra, y pondrá afligido el aspecto
de ella, y esparcerá sus moradores.
2. Y como el pueblo así será tratado el sacerdote; y como el esclavo, así su señor; como la sierva, así su
señora; como el que compra, así el que vende; como el que da prestado, así el que recibe; como el
acreedor, así el deudor.
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3. Enteramente arruinada quedará la tierra, y totalmente devastada. Por cuanto el Señor así lo ha
pronunciado.
4. La tierra se deshace en lágrimas, y se consume, y desfallece: consúmese el mundo, consúmese los
magnates del pueblo de la tierra.
5. Inficionada está la tierra por sus habitadores, pues han quebrantado las leyes, han alterado el derecho,
rompieron la alianza sempiterna.
6. Por esto la maldición devorará la tierra; porque sus habitantes son pecadores, y por esto perderán el
juicio los que en ella moran, del que sólo se libertará un corto número.
7. La vendimia está llorando, la vid perdió su vigor: llorando están a lágrima viva los que se alegraban
de corazón.
8. Cesó el festivo sonido de los panderos, se acabó la algaraza de las bulliciosas cuadrillas de gente,
enmudeció la melodiosa cítara:
9. No beberán ya vino en medio de cantares: amargo será todo licor para los bebedores.
10. La ciudad de la vanidad se va destruyendo, todas las casas serán cerradas, sin que nadie entre en ellas.
11. Habrá gritos y quimeras en las calles por la escasez del vino: todo contento quedará desterrado,
desapareció la alegría de la tierra.
12. La ciudad está hecha un desierto, y quedarán destruídas sus puertas.
13. Tales cosas sucederán en medio de la tierra, en el centro de los pueblos; como cuando vareado el
olvido quedan unas pocas aceitunas en el árbol, y algunos rebuscos después de acabada la vendimia.
14. Estos restos de Israel levantarán su voz, y entonarán alabanzas: mostrarán su júbilo desde el mar,
luego que fuere el Señor glorificado.
15. Por lo tanto glorifican al Señor con la frustración de la doctrina de la salud: anunciad el nombre del
Señor Dios de Israel en las islas del mar o remotas regiones.
16. Desde las extremidades del mundo hemos oído las alabanzas que se cantaban a la gloria del Justo.Y,
yo dije: Mi secreto es para mí, mi secreto es para mí: ¡ay de mi! Los prevaricadores me han prevaricado,
y han prevaricado con prevaricación propia de contumaces.
17. El espanto, la foza y el lazo están reservadas para tí, que eres habitador de la tierra.
18. Y sucederá que el que huyere de la espantosa voz, caerá en la hoya, y el que escapare de la hoya será
preso en el lazo; porque se abrirán desde lo alto cataratas, y se bambolearán los cimientos de la tierra.
19. Será despedazada con grande estruendo la tierra: henriráse con aberturas grandes; conmovida será
con el mayor desconcierto.
20. Estará la tierra o el hombre en una agitación semejante a la de un borracho, y mudará de sitio, como
tienda que sólo se arma para pasar una noche, se verá agobiada con el peso de su propia iniquidad, y
caerá, y nunca jamás se levantará.
21. Y sucederá que en aquel día residenciará el Señor públicamente a la milicia del cielo allá en lo alto;
y a los reyes del mundo que está acá en la tierra.
22. Y serán reunidos todos y hacinados en un solo haz, y echados en el lago, y allí serán encerrados en
una cárcel; y aun después de muchos días continuarán en padecer, y eternamente serán visitados o
castigados.
23. Y se pondrá roja de color de sangre la luna, y el sol se oscurecerá, y avergonzará cuando el Señor
Dios de los ejércitos habrá tomado posesión del reino en el monte Sión y en Jerusalén, y sido glorificado
en presencia de sus ancianos.
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ZOROASTRO (c. 630-550 AEC)
del Zend avesta
Según la tradición, Zoroastro o bien Zaratustra (c . 630-550 AEC) nació
al este de Persía en Ar iyana Vaejah aunque existen opiniones de que
podría haber nacido entre otros grupos criadores de ganado en Asia
Central.
La mitología relata que en su juventud, Zoroastro recibió las
revelaciones de Ahura Mazda o Señor de la Sabiduría y fundó su culto
como Dios de la justicia y la verdad opuesto el espíritu del mal, Angra
Mainyu .
Las ideas de Zoroast ro que resultaron en una primera concepción
teológica universal ista al depender de un compromiso indiv idual y no
de la pertenencia a un pueblo preexistente, dejaron huellas en el
monoteismo e incluso en la f i lósofía europea moder na.
El Zend Avesta consiste de cinco libros, de los que presentamos
algunos fragmentos, que contienen textos litúrgicos, sagas, canciones
de sacr if icios e instrucciones para la contemplación. Está escr ito en
una de las más antiguas lenguas persas y signif ica el “Conocimiento”
(Aves ta), que se amplió a Zend Avesta, para signif icar el “Gran
Conocimiento”, obra recopilada en la época sansánida (226-651 EC).
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[La tierra triste]
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo!
De los lugares en que la tierra se siente más triste y pesarosa, ¿cuál es el primero?"
Respondió Ahura Mazda:
"Es el cuello de Arezura, hacia donde se abalanzan los huéspedes de los espíritus malignos, que salen de
la madriguera de la Droga."
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo!
De los lugares en que la tierrra se siente más triste y pesarosa, ¿cuál es el segundo?"
Respondió Ahura Mazda:
"Es el lugar en que hay enterrado mayor número de cadaveres de perros y de hombres."
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo! De los lugares en que la tierra se siente más
triste y pesarosa, ¿cuál es el tercero?
Respondió Ahura Mazda:
"Es el lugar en que hay mayor número de esos Dakhmas sobre los cuales se depositan los cadáveres de
los hombres."
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo! De los lugares en que la tierra se siente más
triste y pesarosa, ¿cuál es el cuarto?"
Respondió Ahura Mazda:
"Es el lugar en que hay mayor número de madrigueras de sabandijas de Angra Mainyu."
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo! De los lugares en que la tierra se siente más
triste y pesarosa, ¿cuál es el quinto?"
Respondió Ahura Mazda:
"Es el lugar por donde son conducidos camino del cautiverio, ¡oh Spitama Zarathustra!, las esposas y los
hijos de uno de los fieles, camino árido y polvoriento, de donde se alzan lamentaciones y gemidos."
[Los regocijos de la tierra]
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo! De quienes regocijan a la tierra con mayor
alborozo, ¿cuál es el primero?"
Respondió Ahura Mazda:
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"Es aquél que desentierra mayor número de cadáveres de perros y de hombres."
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo! De quienes regocijan a la tierra con mayor
alborozo, ¿cuál es el segundo?"
Respondió Ahura Mazda:
"Es aquel que derriba mayor número de esos Dakhmas sobre los cuales se depositan cadáveres de
hombres. Que ningún hombre lleve por sí solo un cadáver. Si un hombre lleva por sí solo el cadáver, el
Nasu se abalanza sobre él. Este Nasu se le echa encima y lo mancha con sus drogas hasta la punta de las
uñas, y desde aquel momento, el hombre queda impuro para siempre jamás."
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo! ¿Cuál es el sitio destinado para el hombre que
ha llevado solo un cadáver?"
Respondió Ahura Mazda:
"Será el sitio de la tierra en que haya menos agua y menos plantas, y en donde, por lo tanto, sea el terreno
más amplio y árido y menos frecuentado de pastores y rebaños, del fuego de Ahura Mazda, de los que
haces consagrados en Baresma y de los fieles."
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo! ¿A qué distancia del fuego? ¿A qué distancia
del agua? ¿A qué distancia de los haces consagrados de Baresma? ¿A qué distancia de los fieles?"
Respondió Ahura Mazda: "A treinta pasos del fuego, a treinta pasos de los haces consagrados de
Baresma, a treinta pasos de los fieles.
Allí en ese sitio levantarán un cercado los adoradores de Mazda, y dentro de él dejarán al culpable
proveyéndolo de alimento; dentro de él lo dejarán proveyéndolo de vestidos, de los alimentos más
groseros y de los vestidos más gastados.
De esos alimentos se sustentará, con esos vestidos se cubrirá, y así se le dejará vivir hasta que llegue a
la edad de un Hana, o de un Zarura o de un Pairista y cuando haya llegado a la edad de un Hana, o de un
Zarura, o de un Pairista-Khshundra entonces los adoradores de Mazda mandarán a un hombre robusto,
vigoroso y hábil que de un tajo le separe la cabeza del tronco, dentro del cercado, en la cumbre de la
montaña; y ellos entregarán el cadáver a las más voraces de las aves de rapiña hechas por el Espíritu
benéfico, a los buitres, diciendo estas palabras:
"Este hombre se ha arrepentido de todos sus malos pensamientos, palabras y obras. Si ha cometido alguna
otra mala acción, expiada está gracias a su arrepentimiento; si no ha cometido ninguna otra mala acción,
absuelto está; gracias a su arrepentimiento, para siempre jamás."
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo!
De quienes regocijan a la tierra con mayor alborozo, ¿cuál es el tercero?"
Respondió Ahura Mazda:
"Es aquél que ciega el mayor número de madrigueras de sabandijas de Angra Mainyu."
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"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo! De quienes regocijan a la tierra con mayor
alborozo, ¿cuál es el cuarto?"
Respondió Ahura Mazda:
"Es el que siembra más cereales, pastos y frutas, ¡oh Spitama Zarathustra!, el que riega los terrenos que
son áridos o deseca los terrenos que son demasiado húmedos."
"Desdichada la tierra que se ha quedado mucho tiempo sin que la siembren con la semilla del sembrador,
y que está deseando un buen granjero como doncella bien formada, que ha permanecido mucho tiempo
estéril y está deseosa de un buen marido.
A aquel que labrare la tierra, ¡oh Spitama Zarathustra!, con el brazo izquierdo y el derecho, con el brazo
derecho y el izquierdo, le producirá ella en abundancia de frutos como sucede con el amante que duerme
con su esposa en el lecho de ella;
la esposa producirá hijos, la tierra producirá abundancia de frutos.
A aquel que labrare la tierra, ¡oh Spitama Zarathustra!, con el brazo izquierdo y el derecho,
con el brazo derecho y el izquierdo dícele así la tierra:
-¡Oh tú, hombre que labras con el brazo izquierdo y el derecho,
con el brazo derecho y el izquierdo, aquí seguiré yo siempre engendrando
y produciendo toda suerte de frutos, produciendo trigo para tí ante todo.
"Aquel que no labra la tierra,
¡oh Spitama Zarathustra!, con el brazo izquierdo y el derecho,
con el brazo derecho y el izquierdo, a ese tal dícele la tierra:
-Oh tú, hombre que no me labras
con el brazo izquierdo y el derecho, con el brazo derecho y el izquierdo,
siempre te estarás tú de pie a las puertas de los extraños, entre aquellos que mendigan el pan;
a ti te traen las migajas y sobras del pan, traéntelas aquellos que tienen riquezas en profusión.
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo! ¿Cuál es el alimento que llena la religión de
Mazda?"
Respondió Ahura Mazda:
"Consiste en sembrar granos una y otra vez, ¡oh Spitama Zarathustra!
Qien siembra granos, siembra como varón justo:
hace progresar a la religión de Ahura Mazda, amamanta la religión de Ahura Mazda;
como pudiese hacerlo con un centenar de pies dehombres, con un millar de pechos de mujer,
con diez mil fórmulas sacrificiales.
Cuando se creó la cebada,
los Devas se pusieron en pie precipitadamente; cuando creció, debilitáronse los corazones de los Devas;
cuando aparecieron las yemas.
Los Devas gruñeron;
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cuando vino la espiga, los Devas salieron escapando. Los Devas hacen su morada en las casas en que
perece el trigo. Cuando hay abundancia de grano, es como si les revolvieron un hierro candente dentro
de las gargantas.
Que la gente, pues, aprenda de memoria este dicho sagrado:
"Quien no come, no tiene fuerzas para ejecutar obras pesadas de santidad, no tiene fuerzas para ejecutar
obras de alabanza, no tiene fuerzas para engendrar hijos.
Por la comida vive toda criatura material, por la falta de comida se muere."
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo!
De quienes regocijan a la tierra con mayor alborozo, ¿cuál es el quinto?"
Respondió Ahura Mazda:
"Es el que pía y bondadosamente da al fiel que trabaja la tierra,
¡oh Spitama Zarathustra!
A aquél que no da pía y bondadosamente
al fiel que trabaja la tierra,
¡oh Spitama Zarathustra!,
Spenta Armaiti lo arrojará dentro de la obscuridad,
dentro del mundo del demonio,
el mundo del infierno, en los hondos abismos."
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo!
Si un hombre sepulta en la tierra
el cádaver de un perro o el cadáver de un hombre
y no le desentierra de un plazo de seis meses,
¿qué pena ha de pagar?"
Respondió Ahura Mazda:
"Quinientos azotes con el Azpahe-astra, quinientos azotes con el Sraosho-karana."
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo! Si un hombre sepulta en la tierra el cadáver de
un perro o el cadáver de un hombre, y no le desentierra dentro del plazo de un año, ¿qué habrá de pagar?"
"Un millar de azotes con el Aspahe-astra, un millar de azotes con el Sraosho-karana."
"¡Oh Hacedor del mundo material, oh tú, que eres santo!
Si un hombre sepulta en la tierra
el cadáver de un perro o el cadáver de un hombre,
y no lo desentierra en el transcurso del segundo año,
¿qué pena ha de pagar?
¿Cómo podrá reparar su culpa?
¿Cómo podrá purificarse?"
Respondió Ahura Mazda:
"Esta maldad con nada puede pagarse, con nada puede repararse,
con nada puede purificarse; es una transgresión para la cual
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nunca jamás hay reparación."
"¿Cuándo sucede así?"
"Sucede así cuando el pecador
es alguien que profese la religión de Mazda
o alguien que haya sido instruído en ella.
Pero, si no es alguien que profese la religión de Mazda
o que no haya sido instruído en ella,
en tal caso se le quita su pecado,
con tal que confiese la religión de Mazda
y tome la resolución de no cometer nunca más
tales maldades que están prohibidas.
"Porque cierto es,
¡oh Spitama Zarathustra!
, que la religión de Mazda quita
de aquél que la profesa los restos y vínculos de su pecado,
quita el pecado de asesinato de un fiel;
quita el pecado de enterrar un cadáver;
quita el pecado de maldades para las cuales no hay remisión;
quita el pésimo pecado de usura;
quita todo pecado que haya podido cometerse.
De la misma manera,
¡oh Spitama Zarathustra!,
la religión de Mazda limpia al fiel
de todo mal pensamiento, palabra y obra,
tal como un viento raudo y poderoso limpia la llanura.
Y así,
¡oh Zarathustra!,
puestas aquí delante todas las malas obras
que él haya cometido en su vida pasada
tiene lugar una expiación plena de todos sus pecados mediante la religión de Mazda."
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GOTAMA SIDARTA (c. 560-483 AEC)
del Mahaparinirvana Siddhartha Gotama nació en el siglo VI AEC en uno de los estados del norte aledaños al río Ganges. Tras una serie de experiencias que le permit ieron encaminarse en un primer momento hacia un esta do elevado de conciencia conocido como bodhi o ‘i luminación’, de aquí el t í tulo de Buda o Iluminado, decidió ayudar a los hombres al predicar enseñándoles su manera de liberarse de los vínculos que consideraba causaban todo el sufrimiento innato en el mund o realmente existente. Reunió un círculo de discípulos que seguían sus prácticas y explicaciones de esa realidad que consideraba como transitoria y l lena de elementos i lusor ios que era posible trascender y dejar atrás por medio de la ref lexión, meditación y ejercicios de técnicas yoguis con la meta de alcanzar el nirvana como forma de extinción total. En vida del Buda se coordinó y organizó una orden monástica denominada sangha . La recién fundada orden encontró patrocinadores en diversos príncipes locales. Poco a poco surgieron pugnas dirimidas por Gotama, incluso se llegó a reunir un Conci lio que definió l as premisas básicas de su enseñanza. Luego de varias décadas de prédica y de conformar en vida un cuerpo social a través de la sangha, Buda alcanzó el nirvana y dejó su legado a sus discípulos por medio de una últ ima admonición. Esta se encuentra en el Mahaparinirvana, que constituye un relato de sus últ imos días, fragmento que presentamos. Con el paso de las décadas la mult iplic idad de relatos y leye ndas acerca de su vida y prédica motivó que se reuniera un segundo Concil io para estudiar y autorizar los textos conocidos y como resultado se
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apilaron tres cestas (Tripitaka) de lo que se convert iría en el canon: los Sutra o discursos, las Vinaya o directrices de la orden monástica y la Abhidhamma pitaka de material misceláneo.
India
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Después de mi nirvana, respetaréis a Pratimoksha y le obedeceréis, como a maestro, semejante a una
lámpara que brilla en medio de la noche tenebrosa o a un tesoro grande que halla un pobre. Todos los
mandatos que os he ido dando en diversas ocasiones debéis acatarlos y cumplirlos con esmero, y no os
vayáis por camino alguno diferente del mío.
Conservad puro vuestro cuerpo, vuestras palabras y vuestra conducta; dad de mano a cuanto
concierne a la vida ordinaria, tierras, casas, ganados, acumular riquezas y almacenar grano. Debeís evitar
todas esas cosas como quien se guarda de caer en una sima llena de fuego.
Os está prohibido sembrar campos, talar arbustos, curar heridas y practicar la medicina,
escudriñar los astros y daros a la astrología, para predecir mediante los augurios los acontecimientos
dichosos o desgraciados, y pronosticar lo bueno y lo malo.
Guardad la templanza del cuerpo, comiendo en los tiempos convenientes; no aceptéis cargo de
intermediario; no compongáis filtros y brebajes; aborreced el disimulo; seguid la doctrina recta y sed
bondadosos para todo lo que vive; recibid con moderación lo que se os da; recibid, pero no atesoréis.
Tales son, brevemente dichos, los preceptos que os doy de viva voz. Son ellos el fundamento de
mis normas y el cimiento de la emancipación plena. Quien es idóneo para vivir así, apto es para recibir
todo lo demás. Esta es la verdadera sabiduría, que todo lo abarca; este es el camino para alcanzar el fin;
conservad, pues, y guardad este código de reglas, y no lo soltéis nunca ni permitáis que se destruya.
Que donde se guardan reglas puras de conducta, allí hay religión verdadera; y sin ellas, la virtud
languidece. Por eso fundaos bien en mis preceptos. Si estáis firmes sobre este fundamento de las reglas
de la pureza, tendréis dominio de las fuentes de los sentimientos, como el vaquero que sabe guiar bien a
su rebaño.
Los afectos mal regidos se desbocan a manera de corcel indómito, y echan a correr por los seis
dominios de los sentidos, trayéndonos en este mundo desdicha y en el otro, nacimiento malo. Como
corcel mal domado, precipitánnos en el despeñadero.
Por eso el hombre sensato mantendrá sus sentidos a raya. Porque los sentidos son verdaderamente
nuestros peores enemigos y las causas de nuestra miseria. Pues los hombres que se dejan llevar del amor
de estas cosas sensuales, hacen que se les vengan encima todas estas miserias. Dañinas son como sierpe
venenosa, o como tigre feroz o como voraz incendio; y el mayor mal del mundo; mas no amedrentan al
sabio el cual no teme sino la ligereza y ordinariez del corazón, que aparejan al hombre miserias para lo
por venir, y eso por una brizna de placer, y sin dejarle ver el precipicio que se abre delante de sus ojos.
Como elefante salvaje que se zafa del anillo de hierro, o como jabalí que se escapa a la selva, así es el
corazón ligero y vulgar; y por eso el hombre sensato lo refrena y lo tiene a raya.
El hombre que da rienda suelta a su corazón, no alcanza el nirvana. Por eso hemos de tener sujeto
nuestro corazón, apartarnos de los hombres y buscar un apacible lugar de reposo.
Aprended a comer, según la medida conveniente. Otro tanto se diga por lo que concierne a los
preceptos de la medicina; guardaos de avivar en vosotros mismos la lascivia o la iracundia, con el
alimento que tomáis. Comed para saciar el hambre y bebed para apagar la sed, como quien repara un
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carro viejo o desvencijado, o como mariposa que liba la flor, sin menoscabarle ni la fragancia ni la
hermosura.
Al mendigar el sustento, debe guardarse el bhikshu de abusar de la confianza ajena; pues el hombre que
abre su corazón a la caridad no piensa en el límite de posibilidades; y no es bueno calcular demasiado
liberalmente las fuerzas del buey, no sea que, cargándolo en demasía, le causemos daños. Atesorad
buenas obras en el mañana, al mediodía y por la noche. No os dejéis vencer del sueño durante la primera
vigilia de la noche y la siguiente; antes en la vigilia media, compuesto el corazón, tomad descanso y
dormid, y poneos a meditar al filo del alba. No durmáis a pierna suelta la noche entera, que eso relaja y
debilita el cuerpo y la vida. ¿Cuánto podréis alargaos en el sueño cuando el fuego os esté quemando el
cuerpo sin cesar? Pues cuando la odiosa caterva de los pesares se alce por el espacio acompañada de
todos los horrores que forman su séquito, y se arroje sobre la mente dominada por el sueño y la muerte,
¿quien la despertará?.
Con encantos apropiados es posible hacer salir a la luz a la serpiente ponzoñosa que mora en una
casa; así también el madrugador desencanta al lagarto negro que anida en el corazón, y lo arroja de él.
Carece de modestia el hombre que duerme a pierna suelta, sin tasa ni medida. La modestia es como
hermoso ropaje, como la barbada con que se conduce el elefante. La actitud modesta conserva sosegado
al corazón; sin ella perecerá la raíz de toda virtud. El mundo aplaude a quien posee modestia; quien de
ella carece se asemeja a una bestia cualquiera.
Aunque te despedazaren el cuerpo en pequeños trozos con afilado cuchillo, no des cabida a
ningún pensamiento de cólera o rencor, y no dejes escapar de tu boca ninguna palabra descompuesta.
Tus malos pensamientos y tus malas palabras te dañan a ti mismo, y a nadie más. No hay victoria mayor
que no perder la paciencia aunque a uno le estén mutilando el cuerpo.
Pues has de tener presente que a quien tiene tal y tan firme fortaleza, nadie puede vencerlo. No
te encolerices ni digas palabras injuriosas contra los hombres que tienen autoridad. La ira y el odio
destruyen la ley verdadera, y también menoscaban la dignidad y apostura del cuerpo; como el que muere
pierde su fama de gallardo, así el fuego de la cólera quema el corazón. La cólera es enemiga de todo
mérito religioso; quien ame la virtud, no se deje llevar de la pasión. No es digno de admiración el seglar
que se encoleriza cuando se le echan encima muchas tribulaciones; más que, 'habiendo dejado su casa',
se deja arrastrar por la cólera, se contradice a sí mismo y a sus principios, como si se habla de agua
congelada en que se hallase calor de fuego.
Si adviertes que la pereza se enseñorea de tu corazón, con tu propia mano bájate la cabeza,
rasúrate el cabello, coge en la mano el cazo para pedir limosnas y ve a mendigar el sustento. Si por todas
partes están pereciendo los vivientes, ¿cómo puede uno entregarse a la pereza? Malo es el hombre
mundano que depende de su fortuna o de la de su familia, se dé a la pereza; pues ¿qué decir del religioso,
cuyo fin es hallar el camino de la liberación, que se deja llevar de la indolencia? Cosa es ésta ciertamente
inconcebible.
La rectitud y el andarse con rodeos son cosas contrarias por su misma naturaleza y tan imposible
es que se compaginen una con otra como que se junten el fuego y el hielo. El hablar con doblez y rodeos
no dice bien del que se ha hecho religioso y va por la senda del obrar recto. El lenguaje falo y adulador
es como el arte mágico; quien aprecia la religión no puede hablar con falsía.
La mucha ambición trae consigo pesares; en el desear moderado hállase la paz y el descanso.
Para alcanzar reposo, ha de haber moderación de deseos; con mayor razón en quien busca la salvación.
El avariento teme al codicioso, no sea que lo despoje de lo que le pertenece; el que es amigo de dar,
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también teme no tener lo bastante para dar; por eso debemos fomentar el deseo moderado, a fin de que
podamos dar a quien lo necesite, sin que nos moleste ese temor. Merced a este estado de alma, sin
ambiciones, hallaremos el camino de la liberación verdadera. Si deseamos la verdadera liberación,
debemos ejercitarnos en estar contentos con lo suficiente.
El ánimo contentadizo siempre está alegre, y esta alegría no es sino religión. Tanto el rico como
el pobre que se dan por contentos, disfrutan de perpetuo descanso. El descontentadizo, aunque naciere a
los gozos celestiales, no se dará por satisfecho, y siempre tendrá la mente abrasada por el fuego del pesar.
El rico que no esta contento padece las tribulaciones de la pobreza; en cambio el pobre que se siente
contento es en verdad rico. Apretándosele más y más las ataduras de los cinco deseos, el hombre
descontentadizo se hace insaciable en sus exigencias, y por eso en la larga noche de su vida va
acumulando tristezas y más tristezas, y anda siempre elucubrando planes laboriosos; mientras el que vive
contento y libre de angustias por lo que toca a sus parientes, tiene el corazón siempre tranquilo y en paz.
Y como tiene dentro paz y la conserva, venéranle los hombres y los dioses, y le sirven.
Prescindamos, pues, de toda solicitud por los parientes. Pues el que se halla entorpecido con
muchas relaciones de familia se asemeja al árbol solitario del desierto, cuyas ramas pululan de pájaros y
monos. Los muchos compromisos son otras tantas ataduras que nos tienen maniatados; si tal nos sucede,
somos como elefante viejo que se agita en el cenagal.
Mucho provecho puede alcanzar el hombre merced a la perseverancia diligente; por eso debieran
los hombres ejercitarse día y noche con empeño infatigable. Los hilillos de agua que corren cerro abajo,
de tanto correr acaban por gastar la peña. Si no frotamos con tesón un palo contra otro para sacar fuego,
no lograremos hacer saltar la chispa; hemos de tener la diligencia y la constancia del hombre habilidoso
que no deja de frotar la leña hasta sacar fuego.
El amigo virtuoso, por amable que sea, no puede compararse con el buen juicio; pues
conservándose en la mente el buen juicio, nunca podrá entrar en ella mal alguno. Por eso los que se
ejercitan en la vida religiosa debieran pensar siempre en el cuerpo; pues si uno deja de pensar en sí mismo,
fenece toda virtud.
El paladín confía en la fortaleza de su armadura para alcanzar victoria; el buen juicio es semejante
a una fuerte coraza, capaz de resistir los embates de los ladrones, que son seis sentidos.
La verdadera fe despeja al corazón iluminado; y merced a ella el hombre se percata de que el
mundo entero está sujeto al nacimiento y a la muerte; por eso el religioso debe ejercitarse en la fe. Si
halláramos la paz en la fe, acabaremos con toda la caterva de los pesares; y entonces podrá iluminarnos
la sabiduría, y daremos de mano a las reglas para adquirir conocimientos por los sentidos.
Seguir con alegría las directivas de la ley verdadera, mediante el pensamiento interior y el juicio
recto, tal es el camino por donde deben andar así los seglares del mundo como los hombres que han
dejado su casa.
La sabiduría es la barca de remos con que se atraviesa el piélago del nacimiento y la muerte. La
sabiduría es la lámpara resplandeciente que alumbra al mundo obscuro y tenebroso. La sabiduría es grata
medicina, que cura todos los males de la vida. La sabiduría es el hacha con que el hombre puede abrirse
paso al través de la enmarañada selva del dolor. La sabiduría es el puente para cruzar el turbulento río de
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la ignorancia y la lascivia. Por eso debe el hombre poner todo su empeño en engendrar la sabiduría dentro
de sí, y valerse para ello de todos los medios, usando del pensamiento y de la recta atención. Si el hombre
adquiere la triple sabiduría, aunque fuere ciego, el ojo de la sabiduría todo lo ve. Mas, si carece de la
sabiduría, la mente es pobre y falta de sinceridad. Tal cosa no dice bien del hombre que ha dejado su
casa. Tenga bien metido dentro del corazón el hombre iluminado que no va bien con él lo falso y estéril;
y con sencillez de ánimo esfuércese por alcanzar esa alegría pura, que sólo puede hallarse en el sosiego
y reposo perfectos.
Ante todo evite la incuria, porque la incuria es el peor enemigo de la virtud. El hombre que evita
este defecto puede hacer donde mora el rajá Sakra. Quien da cabida a la incuria, tendrá su porción allí
donde moran los Asuras.
He llevado a cabo mi faena, la faena que me correspondía presentándonos el camino de la
quietud, la prueba del amor. Por vuestra parte, sed diligentes. Para alcanzar la virtud, poned en práctica
estas reglas. Fomentad y conservad la paz y sosiego del corazón, en la apacible soledad del retiro del
desierto. Ejercitaos con diligencia máxima, sin dar cabida a la flojedad. Porque, así como en el mundo si
el médico de fama receta la medicina apropiada a la enfermedad que ha descubierto y el enfermo por
descuido no la toma, no es esto culpa del médico, así yo es he dicho la verdad y os he puesto delante de
los ojos el camino llano y único; y si, después de oír mis palabras, no ponéis empeño en obedecerlas, la
culpa no es de quien habla.
Ahora, si hubiere algo que no hayáis entendido claramente cuanto a los principios de las cuadro
verdades, podéis preguntármelo con toda confianza; no quiero que por más tiempo sigáis ocultando
vuestros pensamientos íntimos."
Así los instruyó el señor en su misericordia; y todos se quedaron en silencio. Entonces
Anuruddha, observando que la grande asamblea seguía callando, y no manifestaba duda alguna, juntando
las manos, habló a Buda de esta suerte:
Podrán calentarse la luna, enfriarse los rayos del sol, aquietarse el aire y hacerse movediza la
naturaleza de la tierra; aunque nunca tal se oyó en el mundo, pudieran suceder estas cuatro cosas; pero
esta asamblea nunca podrá tener duda alguna acerca de los principios de la tribulación, de la emulación
y de la destrucción y de las verdades incontrovertibles que ha declarado el señor. Mas, como el señor está
a punto de morir, todos nos sentimos tristes, y no podemos levantar nuestro pensamiento hasta los
sublimes asuntos de que nos predica el señor. Acaso duden algunos discípulos, cuyos sentimientos no se
han sustraído del todo a otras influencias; pero nosotros, que acabamos de oír este discurso lleno de
ternura y de tristeza, hemos salido de dudas por completo; hemos cruzado el piélago del nacimiento y de
la muerte; nada deseamos; nada tenemos que buscar; sólo sabemos lo mucho que amamos a Buda, y
pesarosos preguntamos por qué va a morir tan pronto."
Buda, volviendo los ojos hacia Anuraddha, y percatándose de lo llenas de amargura que estaban
sus palabras, con amoroso corazón repuso, para sosegarlo:
“En el principio de las cosas, estaban fijas; pero al final se separan. Otras combinaciones son
causa de otras sustancias; porque en la naturaleza no hay ningún principio constante y uniforme. Mas,
¿qué harán el caos y la creación, cuando se les hayan satisfecho todas sus tendencias? Los hombres y los
dioses que hayan de salvarse, se habrán salvado todos por completo. Recordadlo vosotros, discípulos
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míos, que tan bien conocéis la ley perfecta: el fin tiene que venir. No déis entrada a la tristeza. Echad
mano con diligencia de los medios indicados. Anhelad llegar a la casa en donde no podrá entrar la
separación. He encendido la lámpara de la sabiduría. Sus rayos son los únicos que pueden disipar las
tinieblas que rodean al mundo. El mundo no permanecerá para siempre. Regocijaos, pues, como cuando
el amigo que adolecía de grave enfermedad recobra la salud y se libra de su dolencia. He arrojado de mí
esta vasija de pesares: he navegado a través del proceloso mar del nacimiento de la muerte, y ahora estoy
libre para siempre. Por eso debéis rebosar de júbilo. Guardaos bien; no haya en vosotros flojedad. Cuanto
existe ha de tornar a la nada. Y ahora yo me extingo. En adelante se acabaron mis palabras. Es ésta mi
exhortación postrera."
Entrando entonces en el samadhi del primer dhyana pasó sucesivamente por los nueve, en orden
directo; volvió luego a recorrerlos en orden inverso, hasta llegar al primero, y de allí se remontó y entróse
en el cuarto. Saliendo del estado de samadhi, su alma, falta de lugar de reposo, alcanzó el nirvana.
Extinguindose Buda, retembló toda entera la vasta tierra. Llenóse todo el espacio de una como
lluvia de fuego que ardía sin pábulo, consumiéndose a sí mismo. De la tierra brotaron por doquiera
inmensas llamaradas y el incendio subió hasta las mansiones celestiales. El fragoroso retumbar de los
truenos sacudía los cielos y la tierra, rodando por los montes y los valles, como cuando entre redoble de
tambores traban combate los devas y los asuras, guerreando unos contra otros.
De los cuatro confines de la tierra levantóse furioso vendaval, mientras de las sierras y colinas se
precipitaba una lluvia de polvo y de ceniza. El sol y la luna velaron su fulgor. Por doquiera los apacibles
arroyos se hincharon hasta convertirse en devastadores torrentes. Estremeciéndose la imponente selva
como el follaje del álamo temblón, en tanto que ha destiempo caían flores y la hojas, a manera de lluvia.
Vertían lágrimas los dragones volantes que cabalgan sobre negros nubarrones. Ávidos de compasión, los
cuatro reyes y sus compañeros olvidaron sus obras de caridad. Bajaron del cielo a la tierra los devas
puros, y deteniéndose en medio del espacio, pusiéronse a contemplar la movediza escena, sin
entristecerse ni alegrarse; mas, con todo, suspiraron, pensando en el mundo que, privado de su sagrado
maestro, correría presuroso a su ruina.
Los óctuples espíritus celestiales ocuparon todos los ámbitos del espacio, y con el corazón dolorido y
pesaroso, dejaban caer flores, a modo de ofrenda.
Sólo se alegraba el rajá Mara, y en su regocijo púsose a tocar instrumentos de música. Por el contrario,
Gambudvipa, despojado de su gloria, parecía dolido y pesaroso, como la montaña cuya cima se
derrumba, como enorme elefante que arrancaron los colmillos, como el rey de los bueyes privado de sus
cuernos, como el cielo sin sol y sin luna, como el lirio tronchado por el cierzo. Tal quedó el mundo,
extinguido Buda.
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LAO ZI Del Libro Clásico del
Dao y de la Práctica del Poder
El autor –supuestamente Lao zi - o los autores que a lo largo de los
siglos formularon el Daodejing constataron que ni el dao, ni el origen
de los nombres exist ieron al pr incipio de un universo que abarcaba
todo entre el cielo y la t ierra, sino que surgieron con la génesis de
todas las cosas. El dao, profundo e insondeable, es inpalpa ble pero
nunca agota su eficacia, ya que da origen al mundo fenomenal.
Además, sin principio ni f in antecedió a la apoteosis de los monarcas
fundadores.
Si Platon ignoró el mundo material para construir fuera de él su
concepto de una idea como agencia ordenadora de los fenómenos, los
pensadores chinos que postularon el concepto del dao, asumieron un
universo que abarca todo “entre cielo y t ierra” para desentrañar de
éste, el dao, como concepto que proporciona un sentido a los
fenómenos. Afirmaban que la ausencia del deseo posibil itaba la lúdica
contemplación de lo trascendental, no obstante la existencia del deseo
nos hace observar todas las cosas del aquí y el ahora.
Como fragmentos representativos presentamos cuatro de su ochenta
capitulos
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Cap.1
El dao que se puede conocer ,
no es el dao que perdura.
El nombre que puede ser nombrado,
no es el nombre que perdura.
Lo que no tiene nombre ,
es el principio de todo el mundo fenomenal.
Lo que tiene nombre,
es la matriz de todas las cosas.
La perdurable ausencia de deseos,
permite contemplar sus misterios;
la constante presencia del deseo,
deja contemplar sus manifestaciones.
Cap. 4
El dao es vacío, imposible de colmar
y por ende, inagotable en su acción.
En su profundidad reside el origen
de todas las cosas.
Suaviza las asperezas,
disuelve la confusión,
atempera su esplendor,
y se identifica con el polvo.
Por su profundidad parece ser eterno.
No sabemos quién lo concibió,
pero antecede a la apoteosis ancestral.
Cap. 5
El universo no tiene sentimientos;
todas las cosas los considera perros de paja para ser sacrificados
El sabio no tiene sentimientos;
el pueblo es para él perros de paja.
El universo es como un fuelle,
vacío, pero nunca se agota.
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Cuanto más se actúa, más produce.
Quien más habla, menos es comprendido.
Es mejor incluirse en él.
Cap. 51
El dao engendra.
La practica del poder nutre.
La materia conforma.
La energía perfecciona.
Por esto, de todos los seres
no hay ninguno
que no venere al dao
y estime la practica del poder.
Esta veneración al dao
esta estima para la práctica del poder
no es impuesta
sino una constante inclinación espontánea.
Porque el dao los engendra,
el ejercicio del poder los nutre,
los hace crecer, los perfecciona,
los conserva, los madura
y los protege.
Engendrar y criar,
engendrar sin apropiarse,
obrar sin pedir nada,
guiar sin dominar,
esta es el gran misterio de la práctica del poder.
Cap. 61
Un gran reino es un estuario profundo;
hacia él, todo fluye.
Es la hembra del mundo que al mantenerse abajo,
por su quietud vence al macho
Un gran reino se humilla ante el pequeño, y así lo posee.
Un reino pequeño se humilla ante el grande, y así prospera.
Uno vence humillándose
y el otro al mantener su posición baja.
El gran reino desea fusionar y engendrar.
El pequeño reino desea servir.
61
Para el provecho de ambos y el logro de sus deseos,
el más grande debe mantener su posición baja.
KONG FUZI
(551 -479 AEC) de las Discusiones[Lunyü]
Nació en el pueblo de Qufu en el antiguo país de Lu, en la actual
provincia de Shandong. Cuando contaba tres años murió su padre, pero
como huerfano del importante clan de los Kong estaba asegurada su
educación y posterior incorporación a la administración pública . Murió
a la edad de 72 años.
Confucio pensaba que se podría recuperar el proyecto original de los
Zhou al analizar y discutir el papel de los procesos históricos. Con este
interés se cree que redactó los Anales de la Primavera y del Otoño
chunqiu. Este esfuerzo lo condujo a la inauguración del concepto de
los Libros Clásicos j ing en la tradición literar ia china.
No se ha encontrado texto alguno de su autoría sino solo u na colección
de sus Discusiones div idida en 20 capítulos temáticos que fue
recopi lada y redactada por sus d iscípulos de la Escuela de los Blandos
ruj ia.
Presentamos una selección de fragmentos de los epigramas, afor ismos
y relatos ejemplares de sus Lunyü .
62
El maestro dijo:
A los quince años tenía la intención de estudiar;
A los treinta, me puse de pie;
A los cuarenta, no tenía dudas;
A los cincuenta, conocía el mandato del Cielo;
A los sesenta, seguía a mis oídos;
A los setenta, seguía a los deseos de mi corazón sin
exceder las normas.
Dijo:
Transmito pero no invento, tengo fe, pero amo a lo
antiguo. Puede ser que se me pueda comparar con Lao Ping.
Dijo:
El Libro de las Odas, contiene trescientos poemas, pero
sucintamente dice: No pensar lo falso.
Dijo:
Para ordenar un país de mil carros de guerra, hay que respetar el trabajo político
y tenerse fe; hay que cuidar en los servicios y amarse; hay un tiempo adecuado
para utilizar al pueblo.
El maestro dijo:
Cuando se guardaban las normas en el país,
Ning Wu actuaba el sabio;
Cuando había desórdenes se portó como tonto;
Aunque existen aquellos que le igualan en
sabiduría, nadie le iguala en tontería.
Dijo:
Al normar con gobernación y ordenar con castigos,
el pueblo tratará de evitarlos y no tendrá vergüenza.
Al normar con virtud y ordenar con decoro,
el pueblo tiene vergüenza y cobra carácter.
Dijo:
La virtud no es solitaria,
definitivamente tiene vecinos.
Dijo:
Tener virtud y no cultivarse;
Tener estudios y no enseñar;
Oír acerca de la justicia y no seguirla;
Y no poder cambiar lo que no está bien;
Esto es lo que me causa preocupación.
Dijo:
Al acoger lo antiguo y conocer lo nuevo,
uno puede convertirse en maestro.
Dse Gung:
El que hace extenso el beneficio al pueblo
63
y puede satisfacer a las multitudes
¿no se debe llamar un tal hombre "humano"?
El Maestro:
No existe solo el problema de ser humano,
sino también el de la sabiduría,
ya que aún Yao y Shun tenían sus ansiedades.
Un hombre humano no quiere sólo ponerse a sí mismo de
pie, sino también a los demás;
No quiere el éxito solo para sí,
sino también para los demás.
¿no sería mejor llamar humano
a aquél que pone el mejor ejemplo?
El maestro:
Solo los imbuidos de humanidad,
pueden tanto amar como aborrecer a los hombres.
El maestro dijo:
Estudiar y a veces aprender,
¿No es esto divertido?
¿No es un placer tener amigos
que vienen desde lejos?
¿No es propio de un hombre principesco
no molestarse aunque la gente no lo reconozca?
El hombre principesco:
Come, pero no desea llenarse;
Reside, pero no exige paz;
Es sensible en el trabajo político,
pero cuida sus palabras;
Se asocia con los que tienen normas
para rectificar sus pensamientos.
¿No se puede llamar uno así,
un estudioso provechoso?
El maestro dijo que:
Dse-Chan poseía cuatro de las normas del hombre principesco:
En su conducta personal era humilde;
En tratos con los superiores era respetuoso;
En cultivar al pueblo era magnánimo; y
En utilizar al pueblo era justo.
El maestro dijo:
Si el hombre principesco no es grave,
no tiene autoridad
y sus estudios no serán sólidos;
hay que tener como principios:
lealtad y buena fe.
No tengas amigos que no te son iguales.
Nunca temas reformar tus fallas.
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El hombre principesco se relaciona con lo justo,
el hombre común con lo útil.
El hombre principesco desea ser deliberado en su habla
y sensible en su conducta.
El maestro dijo:
Cuando la materia venza a los patrones,
tenemos crudeza;
Si los patrones vencen a la materia,
hay manierismo;
Sólo después de que patrones y materia se
recompensen, existe el hombre principesco.
Los que conocen no son iguales a los que aman;
y los que aman no son iguales a los que gozan.
Los intelectuales gozan al agua;
Los humanos, a las montañas;
Los intelectuales son activos,
Los humanos descansan;
Los intelectuales gozan;
Los humanos son longevos.
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PLATÓN (427 -347 AEC)
de La República
Platón (Atenas, 427 - 347 AEC) fue uno de los primeros filósofos atenienses que
dejó una amplia obra escrita. Su familia era aristocrática, descendía del último de
los reyes de Atenas. Abandonó su vocación política por la Filosofía. Fue discípulo
de Sócrates durante veinte años.
Después de la muerte de Sócrates (399 AEC), se retiró con algunos
discípulos de su maestro a Megara, Sicilia, a la casa de Euclides. Probablemente
viajó a Cirene y a otras regiones de Egipto. Más adelante fue a Italia, en donde tuvo
contacto con eléatas y pitagóricos. En el 387 viajó a la ciudad de Siracusa y fundó
la Academia organizada con reglamentos, residencia de estudiantes, biblioteca,
aulas y seminarios especializados.
Escribió su obra en forma de diálogos sobre diversos temas, intentó plasmar
en un Estado real su original teoría política, razón por la cual viajó dos veces sin
éxito a Siracusa.
Sus obras se pueden dividir en cuatro etapas: (1) Primeros diálogos o
diálogos socráticos o de juventud. (2)Época de transición. (3)Época de madurez o
diálogos críticos. Y (4) Diálogo de vejez o diálogos críticos.
En la República (en griego Πολιτεια, politeia, "forma de gobernar") expuso las
bases de un estado ideal, la dividió en tres partes: el Fedro, en el que desarrolla
teoría psicológica; el Timeo, un ensayo de cosmogonía, cosmología racional, física
y escatología, apoyado en las matemáticas pitagóricas; y el Teeteto, sobre filosofía
de la ciencia.
En nuestro fragmento de la República se subraya la necesidad moral de regir
la conducta de los individuos, de acuerdo con la idea del sumo bien.
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5. - Sócrates. Por consiguiente, cuanto más importante es el cargo de los guerreros o guardianes del
Estado, tanto más conveniente es que se desentiendan de toda otra ocupación y se consagren a su misión
con la máxima competencia y cuidado.
Glaucón. Así lo creo yo. -
Sócrates. ¿Pero no serán necesarias también unas dotes especiales para tal ocupación? -
Glaucón. Sin duda. -
Sócrates. A nosotros corresponde, me parece a mí, escoger si podemos las personas y las
cualidades necesarias para la guardia del Estado. -
Glaucón. Podemos hacerlo. -
Sócrates. ¡Por Zeus! No es tan fácil para nuestras posibilidades. Sin embargo, no podemos atrás
mientras nos queden fuerzas. -
Glaucón. Quizá no es conveniente desanimarse. -
Sócrates. Pues bien sigamos. ¿Crees que difieren en algo por su naturaleza, en lo tocante a la
guardia o custodia, un can de raza y un guerrero hábil? -
Glaucón. ¿Qué quieres decir? -
Sócrates. Me refiero a que es necesario que uno y otro tengan el sentido fino para darse cuenta
del enemigo, velocidad para perseguirlo y fuerza, por si han de luchar una vez alcanzado. -
Glaucón. En los dos es necesario. -
Sócrates. Y, además, valiente para combatir como es debido. -
Glaucón. También. -
Sócrates. Pero, un caballo, un perro o cualquier otro animal, ¿puede ser valiente si no se despierta
en él la cólera? ¿No has observado que la cólera es una fuerza irresistible e invencible, que hace el alma
intrépida e indomable incluso ante cualquier peligro? -
Glaucón. Lo he podido observar. -
Sócrates. Entonces está claro lo de cuáles son las cualidades corporales que debe tener el
guardián del Estado. -
Glaucón. En efecto. -
Sócrates. Y, asimismo por lo que se refiere al alma, una predisposición a encolerizarse. -
Glaucón. También. -
Sócrates. Pero, mi querido Glaucón, si tal es su predisposición, ¿no se mostrarán feroces los unos
con los otros, así como respecto a los demás ciudadanos? -
Glaucón. Considero difícil que así no ocurra. -
Sócrates. Sin embargo, es preciso que sean dóciles con sus conciudadanos y guarden su ferocidad
para combatir con el enemigo. Y si no, no habrá necesidad que vengan otros a exterminarlos, puesto que
ellos mismos acabarán por destruirse los unos a los otros. -
Glaucón. Lo doy por seguro. -
Sócrates. ¿Qué hacer entonces? ¿Dónde encontraremos una naturaleza que sea dócil y con
predisposición a la cólera? Porque, al parecer, estas cualidades son opuestas. -
Glaucón. Es cierto. -
Sócrates. Pues bien, como que no puede ser buen guardián del Estado quien esté falto de una de
las dos cualidades, y como tener ambas es cosa imposible, hay que admitir que será imposible encontrar
el buen guardián que necesitamos. -
Glaucón. Temo que así sea.
Perplejo ante las conclusiones a que habíamos llegado, me quedé reflexionando por unos
momentos. Luego reanudamos el diálogo.
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Sócrates. Mi querido Glaucón, merecemos encontrarnos en este atolladero. Si no nos hubiéramos
separado del ejemplo que pusimos antes, no nos hubiera ocurrido. -
Glaucón. ¿Cómo? -
Sócrates. Al no reflexionar no nos hemos dado cuenta que, en realidad, existen estos caracteres
que hemos tenido por quiméricos y que reúnen estas dos cualidades opuestas. -
Glaucón. ¿Quiénes son? -
Sócrates. Es fácil hallarlos en varias especies de animales; sobre todo entre aquellos con los que
comparábamos a los guardianes. Supongo que te habrás dado cuenta que el carácter de los buenos perros
de raza consiste en ser dócil con los que conocen y feroces con los desconocidos. -
Glaucón. Lo sé. -
Sócrates. Luego, la cosa es posible. Cuando queremos un guardián de esta naturaleza, no
pedimos nada imposible. -
Glaucón. Es cierto.
Sócrates. Sin embargo, ¿no te parece que a nuestro guardián le falta otra cualidad? ¿Que además
de valiente sea filósofo por naturaleza? -
Glaucón. ¿Cómo? ¿Qué quieres decir? -
Sócrates. Es fácil observar esta condición en el perro, que es digan de admiración en una bestia.
-
Glaucón. ¿Y qué es ello? -
Sócrates. Que se enfurece al ver a los que no conoce, aunque no haya recibido previamente ningún
daño, y en cambio se muestra sumiso y amable con los conocidos, aunque no le hayan hecho ningún
bien. ¿No te ha causado admiración esta cualidad? -
Glaucón. Exactamente no había reparado en ello; pero lo que dices es verdad. -
Sócrates. Pues, sin embargo, esto demuestra que en la naturaleza del perro hay algo de singular
y filosófico. -
Glaucón. ¿En qué? Dímelo, te lo ruego. -
Sócrates. En que para distinguir al amigo del enemigo se base en que al uno lo conoce y al otro
lo desconoce, y en que no teniendo otra regla para discernir al amigo del enemigo, ¿cómo no va a sentir
deseo de aprender? -
Glaucón. No puede ser de otro modo. -
Sócrates. Pues bien, ¿no es lo mismo el deseo de aprender y la filosofía? -
Glaucón. Si. -
Sócrates. ¿Podemos, en consecuencia, afirmar que para que el hombre se muestre amable con los
que conoce y son sus amigos, es preciso que sea por naturaleza filosófico y deseoso de aprender? -
Glaucón. Es cierto. -
Sócrates. Luego un buen guardián del Estado tendrá que ser, además de valiente, fuerte y veloz,
filósofo. -
Glaucón. Sin duda. -
Sócrates. Tal será, pues, la naturaleza de nuestros guerreros. Pero, ¿cómo educaremos su espíritu
y su cuerpo? Procuremos examinar antes esta cuestión para ver si nos puede conducir al fin de nuestras
investigaciones, que es el de conocer cómo la justicia y la injusticia nacen en la ciudad. No fuera que
omitiéramos algo muy importante o nos extendiéramos en divagaciones inútiles. -
Adimanto. Por mi parte espero que, desde luego, este examen nos va a ser muy útil. -
Sócrates. Entonces, mi querido Adimanto, entremos en este examen aunque la discusión se haga
más larga. -
Adimanto. No importa. -
Sócrates. ¡Ea, pues! Como si nos sobrara el tiempo para contar cuentos; siguiendo nuestro diálogo y
sólo de palabra vamos a ocuparnos de la educación de estos guardianes o guerreros. -
Adimanto. Lo apruebo.
70
VI. 1. Sócrates. Muy bien. ¿Cuál va a ser su educación? ¿Es posible encontrar otra mejor que la que,
desde largos tiempos, seguimos practicando entre nosotros? La cual comprende, según sabemos, la
gimnasia para formar el cuerpo y la música para el alma. -
Adimanto. Es difícil encontrar otra mejor. -
Sócrates. ¿Y no será mejor empezar su educación por la música mas bien que por la gimnasia?
Adimanto. Conforme. -
Sócrates. ¿Consideras incluidos en la música los discursos? -
Adimanto. Si. -
Sócrates. ¿No hay dos clases de discursos, unos verídicos y otros ficticios? -
Adimanto. Si, por cierto. -
Sócrates. ¿Entrarán las dos clases en nuestra educación, empezando por los ficticios? -
Adimanto. No comprendo lo que quieres decir. -
Sócrates. Ya sabes que lo primero que contamos a los niños son los cuentos. Por lo regular, éstos
son ficticios, aunque en ellos haya algo de verdad. ¿Antes de mandar a los niños a los gimnasios, no se
les entretiene, pues, con la narración de cuentos? -
Adimanto. Así es. -
Sócrates. Por esta razón decía yo antes que hay que empezar por la música. -
Adimanto. Comprendo, ahora. -
Sócrates. No ignoras que en todas las cosas lo más importante son los comienzos, sobre todo
cuando se trata de seres jóvenes y tiernos; porque fácilmente se moldean sus naturalezas y admiten
cualquier impresión que se quiera grabar en ellas. -
Adimanto. Es cierto. -
Sócrates. ¿Dejaremos, pues, con indiferencia que a los niños se les cuenten ligeramente fábulas,
forjadas por cualquiera, y que se dé cabida a su espíritu a ideas opuestas a las que creemos necesarias
que tengan en edad más avanzada? -
Adimanto. Eso no debemos permitirlo. -
Sócrates. Por consiguiente, hemos de vigilar, ante todo, a los forjadores de fábulas. Escogamos
las convenientes y desechemos las demás. En seguida comprometeremos a las nodrizas y a las madres
que cuenten a sus niños las narraciones escogidas y formen así las almas de éstos por medio de las buenas
fábulas, mejor todavía que sus cuerpos con el cuidado de sus manos. Por lo que se refiere a las fábulas
que se cuentan y producen los mismos efectos. ¿No crees eso? -
Adimanto. ¿Cuáles son? -
Sócrates. Juzgaremos de las pequeñas por las grandes, porque todas están hechas por el mismo
molde y producen los mismos efectos. ¿No lo crees eso? -
Adimanto. Desde luego, pero no veo cuáles pueden ser estas fábulas mayores de que hablas. -
Sócrates. Las que nos relataban Hesíodo, Homero y los demás poetas. Éstos son los forjadores
de las narraciones ficticias que ahora, como en tiempos pasados, se cuentan a la gente para divertirla. -
Adimanto. Pero, de éstas, ¿cuáles son? ¿Y qué tienes que censurar en ellas? -
Sócrates. Todo aquello que hay que censurar ante todo y sobre todo, y mucho más si la mentira
es corruptora. -
Adimanto. ¿Qué es ello? -
Sócrates. Lo que con palabras falsea la imagen de la naturaleza de los dioses, al igual que lo hace
el pintor cuando con un retrato no representa la menor similitud en relación con el modelo que dice haber
pintado. -
Adimanto. En efecto, eso merece ser censurado, pero, ¿en qué sentido puede decirse de los
poetas? -
Sócrates. ¿No es una falsedad de las más censurables y de las más graves la de Hesíodo relativa a
los actos que cuenta de Urano, a la venganza que provocaron en Crono, y a los malos tratos que infirió
éste a Zeus y recibió de él a su vez? Ni aunque fueran verdad no me parecía bien que se cantaran sin
71
rebozo a los niños no llegados aún al uso de la razón; antes bien, sería conveniente guardar silencio acerca
de todo ello. Si no hubiera más remedio que mencionarlo, habría de ser que sólo lo oyesen el menor
número posible de personas, y después de que éstas hubiesen inmolado no ya un cerdo, sino una víctima
preciosa y rara, y con el fin de limitar el número de los iniciados. -
Adimanto. Me parece muy bien, porque semejantes historias son peligrosas. -
Sócrates. Jamás, ¡oh Adimanto!, deberían ser narradas en nuestro Estado. No debería darse a
entender a un tirano joven que, cometiendo los más grandes crímenes e incluso tomando venganza sobre
su mismo padre por las injurias que de él hubiera recibido, no hace nada de extraordinario, ni nada de lo
que no hayan dado ejemplo los primeros y más grandes dioses. -
Adimanto. No, ¡por Zeus!, tampoco a mí me parece bien divulgar estas cosas. -
Sócrates. También si queremos que los futuros guardianes de nuestro Estado consideren que
nada hay de tan vergonzoso como las disensiones y luchas entre sí, tampoco les hablaremos de cómo
guerrean, se acechan o luchan entre ellos los dioses, lo cual, por otra parte, no es cierto. Menos aún les
daremos ocasión de conocer por medio de narraciones, pinturas o tapicerías, las luchas entre gigantes, y
todas las discordias que han tenido los dioses y héroes con sus familiares y amigos. Por el contrario, si
hay modo de persuadir a los futuros guardianes de que jamás existió ciudadano alguno que se haya
enemistado con otro, y de que es un crimen llegar a la discordia entre ciudadanos, éste es el camino que
debe seguirse por lo que se refiere a los cuentos que los ancianos de uno y otro sexo relatan a los jóvenes
desde su más tierna infancia.
Y para cuando los ciudadanos lleguen a su mayoría de edad, hay que decir a los poetas que
compongan para aquéllos narraciones que tiendan al mismo fin. En cuanto a los relatos de cómo fue
aherrojado Hera por su hijo, o cómo Nefasto fue lanzado por el espacio por su padre, cuando se disponía
a defender a su madre, o bien contar todas estas luchas de los dioses inventadas por Homero, no es posible
admitirlo, tanto si tienen intención alegórica como si no la tienen; porque un niño no es capaz de discernir
lo que es alegórico de lo que no lo es, y todo lo que se imprime en el espíritu en su edad deja señales que
el tiempo no puede borrar. Por todo ello considero importante que las primeras narraciones que oigan
sean para exhortar a la virtud.
Adimanto. Lo que dices es muy acertado, pero si nos preguntaran cuáles son las narraciones
admisibles, ¿qué responderíamos? -
Sócrates. ¡Ah, Adimanto! ni tú ni yo somos poetas, sino fundadores de un Estado. Y como
fundadores del Estado tenemos la obligación de conocer según qué modelo deben los poetas componer
sus fábulas y, además, velar para que no se separen de él; pero no nos corresponde componerlas. -
Adimanto. Es cierto. Pero, según nuestro razonamiento, ¿cuál es este modelo? -
Sócrates. Por lo pronto que los poetas nos han de representar al dios tal como es, ya sea que se nos
presente en una epopeya, poema lírico o tragedia. -
Adimanto. Si, así debe de ser. -
Sócrates. Pero, ¿no es la divinidad esencialmente buena? ¿Y así debemos proclamarlo siempre? -
Adimanto. Sin duda. -
Sócrates. Ahora bien, ¿puede lo que es bueno hacer daño? -
Adimanto. No puede. -
Sócrates. ¿Lo que no puede hacer daño perjudica? -
Adimanto. No. -
Sócrates. ¿Lo que no perjudica hace algún daño? -
Adimanto. No. -
Sócrates. ¿Ni causar ningún mal? -
Adimanto. Tampoco. -
Sócrates. Lo que es bueno, ¿no beneficia? -
Adimanto. Beneficia. -
Sócrates. ¿Es causa del bien que hace? -
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Adimanto. Sí. -
Sócrates. Lo que es bueno no es causa de todas las cosas, pues; es causa del bien, pero no es causa
del mal. -
Adimanto. Es cierto. -
Sócrates. En consecuencia, la divinidad, siendo esencialmente buena, no es causa de todas las
cosas, como se dice comúnmente. Y si los bienes y los males están de tal manera repartidos entre los
hombres que el mal domine, la divinidad no es causa más que de una pequeña parte de lo que sucede a
los hombres y no lo es de todo lo demás. A ella sólo deben atribuirse los bienes; en cuanto a los males
hay que buscar otro origen cualquiera, pero no en la divinidad. -
Adimanto. No hay cosa más cierta que lo que dices. -
Sócrates. Por consiguiente, no hay que dar fe a Homero ni a ningún otro poeta, bastante insensato
para cometer errores con respecto a los dioses como cuando dicen que
sobre el umbral del palacio Zeus están colocadas dos tinajas llenas de destinos; en la una son todos los
malos, en la otra todos son buenos , aquel a quien Zeus da una mezcla de unos y otros su vida será una
mezcla de bienes y males, pero en el caso que no se los da mezclados, sino exclusivamente de uno de los
recipientes la desgracia devoradora le obligará a vagar por la tierra divina.
Como tampoco podemos admitir que tengamos en Zeus el dispensador de los bienes y de los males.
Por el contrario, si alguien hace una tragedia sobre las desgracias de Nimbe, como el autor de estos
versos, o las de los Pelópidas o las gestas de Troya y otros temas semejantes, no se le dejará explicar
estos males como obra divina, sino, como antes he dicho, tendrá que inventar alguna interpretación
parecida a las que estamos precisando, y decir que las acciones divinas fueron justas y buenas, y que el
castigo ha sido en provecho de los mismos que lo han recibido. Lo que no debe permitirse decir a ningún
poeta es que aquellos a quien la divinidad castiga son desgraciados; diga en buena hora que los malos
son dignos de compasión por la necesidad que han tenido del castigo, y que las penas que han recibido
han sido un beneficio divino.
Si aspiramos que nuestro Estado sea bien gobernado, hay que impedir por todos los medios que
no se diga que la divinidad, que es buena, ha sido causa de los males de un hombre; ni permitamos a los
viejos ni a los jóvenes decir ni escuchar semejantes narraciones, estén en verso o en prosa; porque son
injuriosas a la divinidad, perjudiciales al Estado y se destruyen entre sí por contradictorias.
73
ARISTÓTELES (384 -322 AEC)
de la Politeia Nació en 384 AEC en una localidad macedonia cercana al monte Athos
llamada Estagira. Su padre, Nicómaco, era médico de la corte del rey Amintas III.
Este hecho hace suponer que Aristóteles conoció desde niño los problemas del
cuerpo humano y de ahí su interés por la ciencia. Huérfano de padre y madre a los
13 años, fue adoptado por Proxeno, quién lo envió cuatro años después a la
Academia en Atenas, dónde fue discípulo de Platón durante veinte años. Tras la
muerte de Platón en 347 AEC, Aristóteles viajó a Atarneo y a Aso, en Asia Menor,
donde vivió por aproximadamente tres años bajo la protección del gobernador
Hermias, quien fue su compañero en la Academia. Asesinado éste Aristóteles se
dirigió a la ciudad de Mitilene, en la isla de Lesbos, donde junto con Teofrasto
investigaron sobre zoología y biología marina.
En 343 AEC, el rey Filipo II de Macedonia lo invitó a Pella, su capital para
que fuera tutor de su hijo, el futuro Alejandro Magno. Regresó a Atenas en 335 AEC,
para fundar el Liceo. En un viaje a Calcis, en la isla de Eubea murió en 322 por
causas naturales.
Se le considera un filósofo paradigmático. Desarrolló la lógica, la anatomía y
la biología, así como la taxonomía. Llegaron a nosotros 31 de los 200 tratados que
escribió sobre diversos temas. Su obra se conservó en la biblioteca de Bagdad, y
se introdujeron en Europa en el siglo XIII, en su versión latina.
En el texto que se presenta Aristóteles muestra el nacimiento de la sociedad
a través de la congregación del “animal politico” en familias, en pueblos y después
en estados.
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Libro Primero – Capítulo primero
Origen del Estado y de la Sociedad
Todo Estado es, evidentemente, una asociación, y toda asociación no se forma sino en vista de
algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo
que les parece ser bueno. Es claro, por lo tanto, que todas las asociaciones tienden a un bien de cierta
especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el objeto de la más importante de las
asociaciones, de aquella que encierra todas las demás, y a la cual se llama precisamente Estado y
asociación política.
No han tenido razón, pues, los autores para firmar que los caracteres del rey, magistrado, padre
de familia y dueño se confunden. Esto equivale a suponer que toda la diferencia entre éstos no consiste
sino en el más y el menos, sin ser específica; que un pequeño número de administrados constituiría el
dueño, un número mayor el padre de familia, uno más grande el magistrado o el rey; es suponer, en fin,
que una gran familia es en absoluto un pequeño Estado. Estos autores añaden, por lo que hace al
magistrado y al rey, que el poder de uno es personal e independiente, y que el otro es en parte jefe y en
parte súbdito, sirviéndose de las definiciones mismas de su pretendida ciencia.
Toda esta teoría es falsa; y bastará, para convencerse de ello, adoptar en este estudio nuestro
método habitual. Aquí, como en los demás casos, conviene reducir lo compuesto a sus elementos
indescomponibles, es decir, a las más pequeñas partes del conjunto. Indagando así cuáles son los
elementos constitutivos del Estado, reconoceremos mejor en qué difieren estos elementos, y veremos si
se pueden sentar algunos principios científicos para resolver las cuestiones de que acabamos de hablar.
En esto, como en todo, remontarse al origen de las cosas y seguir atentamente su desenvolvimiento es el
camino más seguro para la observación.
Por lo pronto, es obra de la necesidad la aproximación de dos seres que no pueden nada el uno
sin el otro: me refiero a la unión de los sexos para la reproducción. Y en esto no hay nada de arbitrario,
porque lo mismo en el hombre que en todos los demás animales y en las plantas existe un deseo natural
de querer dejar tras sí un ser formado a su imagen.
La naturaleza, teniendo en cuenta la necesidad de la conservación, ha creado a unos seres para
mandar y a otros para obedecer. Ha querido que el ser dotado de razón y de previsión mande como dueño,
así como también que el ser capaz por sus facultades corporales de ejecutar las órdenes, obedezca como
esclavo, y de esta suerte el interés del señor y el del esclavo se confunden.
La naturaleza ha fijado, por consiguiente, la condición especial de la mujer y la del esclavo. La
naturaleza no es mezquina como nuestros artistas, y nada de lo hace se parece a los cuchillos de Delfos
fabricados por aquellos.
En la naturaleza un ser no tiene más que un solo destino, porque los instrumentos son más perfectos
cuando sirven, no para muchos usos, sino para uno solo. Entre los bárbaros, la mujer y el esclavo están
en una misma línea, y la razón es muy clara; la naturaleza no ha creado entre ellos un ser destinado a
mandar, y realmente no cabe entre los mismos otra unión que la de esclavo con esclava, y los poetas no
se engañan cuando dicen:
"Sí, el griego tiene derecho a mandar al bárbaro", puesto que la naturaleza ha querido que bárbaro
y esclavo fuesen una misma cosa.
75
Esta dos primeras asociaciones, la del señor y la del esclavo, la del esposo y la mujer son las
bases de la familia, Hesíodo lo ha dicho en este verso:
"La casa, después la mujer y el buey arador";
porque el pobre no tiene otro esclavo que el buey. Así, pues, la asociación natural y permanente es la
familia, y Carondas ha podido decir de los miembros que la componen "que comían a la misma mesa",
y Epiménides de Creta "que se calentaban en el mismo hogar".
La primera asociación de muchas familias, pero formada en virtud de relaciones que no son
cotidianas, es el pueblo, que justamente puede llamarse colonia natural de la familia, porque los
individuos que componen el pueblo, como dicen algunos autores, "han mamado la leche de la familia",
son sus hijos, "los hijos de sus hijos".
Si los primeros Estados se han visto sometidos a reyes, y si las grandes naciones lo están aún
hoy, es porque tales Estados se formaron con elementos habituados a la autoridad real, puesto que en la
familia el de más edad es el verdadero rey, y las colonias de la familia han seguido filialmente el ejemplo
que se les había dado. Por esto, Homero ha podido decir:
"Cada uno por separado gobierna como señor a sus mujeres y a sus hijos".
En su origen todas las familias aisladas se gobernaban de esta manera. De aquí la común opinión
según la que están los dioses sometidos a un rey, porque todos los pueblos reconocieron en otro tiempo
o reconocen aún hoy la autoridad real, y os hombres nunca han dejado de atribuir a los dioses sus propios
hábitos, así como se los representaban a imagen suya.
La asociación de muchos pueblos forma un Estado completo, que llega, si puede decirse así, a
bastarse absolutamente a sí mismo, teniendo por origen las necesidades de la vida, y debiendo su
subsistencia al hecho de ser éstas satisfechas.
Así el Estado procede siempre de la naturaleza, lo mismo que las primeras asociaciones, cuyo
fin último es aquél; porque la naturaleza de una cosa es precisamente su fin, y lo que es cada uno de los
seres cuando ha alcanzado su completo desenvolvimiento se dice que es su naturaleza propia, ya se trate
de un hombre, de un caballo o de una familia.
Puede añadirse que este destino y este fin de los seres es para los mismos el primero de los bienes,
y bastarse a sí mismos es, a la vez, un fin y una felicidad. De donde se concluye evidentemente que el
Estado es un hecho natural, que el hombre es un ser naturalmente sociable, y que el que vive fuera de la
sociedad por organización y no por efecto del azar es, ciertamente, o un ser degradado, o un ser superior
a la especie humana; y a él pueden aplicarse aquellas palabras de Homero:
"Sin familia, sin leyes, sin hogar..."
El hombre que fuese por naturaleza tal como lo pinta el poeta, sólo respiraría guerra, porque seria
incapaz de unirse con nadie, como sucede a las aves de rapiña.
Si el hombre es infinitamente más sociable que las abejas y que todos los demás animales que
viven en grey, es evidentemente, como he dicho muchas veces, porque la naturaleza no hace nada en
vano. Pues bien, ella concede la palabra al hombre exclusivamente. Es verdad que la voz puede realmente
expresar la alegría y el dolor, y así no les falta a los demás animales, porque su organización les permite
sentir estas dos afecciones y comunicárselas entre sí; pero la palabra ha sido concedida para expresar el
bien y el mal, y, por consiguiente, lo justo y lo injusto, y el hombre tiene esto de especial entre todos los
animales: que sólo él percibe el bien y el mal, lo justo y lo injusto, y todos los sentimientos del mismo
orden cuya asociación constituye precisamente la familia y el Estado.
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No puede ponerse en duda que el Estado está naturalmente sobre la familia y sobre cada
individuo, porque el todo es necesariamente superior a la parte, puesto que una vez destruido el todo, ya
no hay partes, no hay pies, no hay manos, a no ser que por una pura analogía de palabras se diga una
mano de piedra, porque la mano separada del cuerpo no es ya una mano real. Las cosas se definen en
general por los actos que realizan y pueden realizar, y tan pronto como cesa su aptitud anterior no puede
decirse ya que sean las mismas; lo único que hay es que están comprendidas bajo un mismo nombre. Lo
que prueba claramente la necesidad natural del Estado y su superioridad sobre el individuo es que, si no
se admitiera, resultaría que puede el individuo entonces bastarse a sí mismo aislado así del todo como
del resto de las partes; pero aquel que no puede vivir en sociedad y que en medio de su independencia no
tiene necesidades, no puede ser nunca miembro del Estado; es un bruto o un dios.
La naturaleza arrastra, pues, instintivamente a todos los hombres a la asociación política. El
primero que la instituyó hizo un inmenso servicio, porque el hombre, que cuando ha alcanzado toda la
perfección posible es el primero de los animales, es el último cuando vive sin leyes y sin justicia. En
efecto, nada hay más monstruoso que la injusticia armada.
El hombre ha recibido de la naturaleza las armas de la sabiduría y de la virtud, que debe emplear
sobre todo para combatir las malas pasiones. Sin la virtud es el ser más perverso y más feroz, porque sólo
siente los arrebatos brutales del amor y del hambre. La justicia es una necesidad social, porque el derecho
es la regla de vida para la asociación política, y la decisión de lo justo es lo que constituye el derecho.
[Consideraciones prácticas sobre la adquisición de bienes]
De la ciencia, que suficientemente hemos desenvuelto, pasemos ahora a hacer algunas
consideraciones sobre la práctica. En todos los asuntos de esta naturaleza un campo libre se abre a la teoría; pero la aplicación tiene sus necesidades. [I] Los ramos prácticos de la riqueza consisten en conocer a fondo el género, el lugar y el empleo
de los productos que más prometan; en saber, por ejemplo, si debe uno dedicarse a la cría de caballos, o
de ganado vacuno, o de lanar, o de cualesquiera otros animales, teniendo el acierto de escoger hábilmente
las especies que sean más provechosas según las localidades; porque no todas prosperan indistintamente
en todas partes.
La práctica consiste también en conocer la agricultura y las tierras que deben tener arbolado, y
aquellas en que no conviene; se ocupa, en fin, con cuidado de las abejas y de todos los animales volátiles
y acuáticos que pueden ofrecer algunas ventajas. Tales son los primeros elementos de la riqueza
propiamente dicha.
[II] En cuanto a la riqueza que produce el cambio, su elemento principal es el comercio, que se
divide en tres ramas diversamente lucrativas: comercio marítimo, comercio terrestre y comercio al por
menor. Después entra en segundo lugar el préstamo a interés, y en fin el salario, que puede aplicarse a
obras mecánicas, o bien a trabajos puramente corporales para hacer cosas en que no intervienen los
operarios más que con sus brazos.
[III] Hay un tercer género de riqueza, que está entre la riqueza natural y la procedente del cambio,
que participa de la naturaleza de ambas y procede de todos aquellos productos de la tierra que, no obstante
no ser frutos, no por eso dejan de tener su utilidad: es la explotación de los bosques y de las minas, que
son de tantas clases como los metales que se sacan del seno de la tierra.
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Estas generalidades deben bastarnos. Entrar en pormenores especiales y precisos puede ser útil
a cada una de las industrias en particular; mas para nosotros sería un trabajo impertinente. [IV}Entre
los oficios: los más elevados son aquellos en que interviene menos el azar; los más mecánicos, los que
desfiguran el cuerpo más que los demás; los más serviles, los que más ocupan; los más degradados, en
fin, los que requieren menos inteligencia y mérito.
Algunos autores han profundizado estas diversas materias. Cares de Paros y Apolodoro de
Lemnos, por ejemplo, se han ocupado del cultivo de los campos y de los bosques. Las demás cosas han
sido tratadas en otras obras, que podrán estudiar los que tengan interés en estas materias. También
deberán recoger las tradiciones esparcidas sobre los medios que han conducido a algunas personas a
adquirir fortuna. Todas estas enseñanzas son provechosas para los que a su vez aspiren a conseguir lo
mismo. Citaré lo que se refiere a Tales de Mileto, a propósito de una especulación lucrativa que le dio un
crédito singular, honor debido sin duda a su saber, pero que está al alcance de todo el mundo.
Gracias a sus conocimientos de astronomía pudo presumir, desde el invierno, que la recolección
próxima de aceite sería abundante, y al intento de responder a algunos cargos que se le hacían por su
pobreza, de la cual no había podido librarle su inútil filosofía, empleó el poco dinero que poseía en darlo
en garantía para el arriendo de todas las prensas de Mileto y de Quios; y las obtuvo baratas, porque no
hubo otros licitadores. Pero cuando llegó el tiempo oportuno, las prensas eran buscadas de repente por
un crecido número de cultivadores, y él se las subarrendó al precio que quiso.
La utilidad fue grande; y Tales probó por esta acertada especulación que los filósofos, cuando
quieren, saben fácilmente enriquecerse, por más que no sea éste el objeto de su atención. Se refiere esto
como muestra de un grande ejemplo de habilidad de parte de Tales; pero, repito, esta especulación
pertenece en general a todos los que están en posición de constituir en su favor un monopolio.
También hay Estados que en momentos de apuro han acudido a este arbitrio, atribuyéndose el
monopolio general de todas las ventas.
En Sicilia un particular empleó las cantidades que se le habían dado en depósito en la compra de
todo el hierro que había en las herrerías, y luego, cuando más tarde llegaban los negociantes de distintos
puntos, como era el único vendedor de hierro, sin aumentar excesivamente el precio, lo vendía sacando
cien talentos de cincuenta.
Informado de ello Dionisio, le desterró de Siracusa, por haber ideado una operación perjudicial
a los intereses del príncipe, aunque permitiéndole llevar consigo toda su fortuna.
Esta especulación, sin embargo, es en el fondo la de Tales; ambos supieron crear un monopolio.
Conviene a todos, y también a los jefes de los Estados, tener conocimiento de tales recursos. Muchos
gobiernos tienen necesidad, como las familias, de emplear estos medios para enriquecerse; y podría
decirse que muchos gobernantes creen que sólo de esta parte de la gobernación deben ocuparse.
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MENGZI (c.- 390-305)
Libro 6: Gaozi. Mengzi, que en español se conoce como Mencio, fue el más distinguido seguidor de
Confucio. Su obra se fijó en el siglo XI como uno de los Cuatro Libros clásicos del
canon neoconfuciano, mismos que desde 1313 fueron los textos para los exámenes
de ingreso a la administración pública imperial.
Mencio nació igual que Confucio en el estado de Lu. Ambos se educaron ahí y en el
vecino estado de Qi. Fue contemporáneo del gobernante legalista Shang Yang y del
daoista Zhuangzi y en Grecia, de Aristóteles.
En nuestro fragmento, al confrontar a Gaozi perfeccionó el discurso confuciano,
al trascender los aforismos y episodios de las Discusiones de Confucio y enfatizar los
conceptos de equidad humana –o bondad-: ren, y de rectitud: yi. Trata el concepto del
bien: shan, y de su negación, para llegar a la postulación de una naturaleza humana,
qing, que nace con el hombre pero se manifiesta en el ren y el yi.
Mencio puso en juego la mente (en el pensamiento chino antiguo residía en el corazón)
-xin – cuyos atributos eran compasión, vergüenza, respeto y razón que conducen a
los valores de equidad humana, rectitud, decoro y sabiduría. Los que considera
inmanentes.
El aumento en la calidad del discurso intelectual sirvió para que los rujia, los “blandos”
como se conocen a los seguidores de Confucio en la tradición china, aparte de su
interés en asuntos cuasireligiosos de piedad filial, rito y decoro, se convirtiesen por
más de dos milenios en la escuela ideológica oficial y sostén de los valores
hegemónicos de la sociedad.
Primera parte
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Gao Zi dijo: La naturaleza del hombre es como el sauce, la rectitud es como una copa o una escudilla.
Hacer al hombre recto y humano es como tallar copas y escudillas en (la madera del) sauce".
Mencio dijo: ¿Es posible, sin cambiar su naturaleza, convertir al sauce en copas y escudillas, o
es preciso destruir al sauce como tal para hacer estos objetos? Si debemos destruir al sauce para hacer
copas y escudillas, de la misma manera destruiríamos al hombre en su naturaleza para hacerle recto y
humano. Eso llevaría a la gente a considerar que la humanidad y la rectitud son calamidades ¡pues es
esto lo que se infiera de tus palabras!"
(6A. 2)
Gao Zi dijo: "La naturaleza del hombre es como el agua en un remolino. Si se abre una brecha
hacia el este, fluye hacia el este, si se abre una brecha hacia el oeste, fluye hacia el oeste. La naturaleza
del hombre no tiende ni hacia el bien ni hacia el mal, al igual que el agua no tiende a fluir ni hacia el este
ni hacia el oeste."
Mencio dijo: es verdad que no existe preferencia en el agua para fluir hacia el este o hacia el
oeste, sin embargo ¿dirías que fluye indiferentemente cuesta arriba o cuesta abajo? La naturaleza humana
tiende hacia la bondad, así como el agua fluye cuesta abajo. No hay hombre que no tenga bondad, así
como no hay agua que no fluya cuesta abajo.
Ahora bien, golpeando el agua se la puede elevar para que salpique hasta la cabeza, y
represándola se le hace trepar montañas, pero ¿es ésta la naturaleza del agua? Es más bien el resultado
de circunstancias. A los hombres se les puede encauzar hacia la maldad pues su naturaleza se presta a lo
mismo."
(6A. 3)
Gao Zi dijo: "Lo que se tiene al nacer se llama naturaleza".
Mencio dijo: "Los que se tiene al nacer se llama naturaleza y ¿es eso igual que decir que lo que
es blanco se llama blanco?"
"Así es."
"¿Es entonces la blancura de una pluma blanca igual a la blancura de una nube blanca?, y de la
misma manera ¿es la blancura de una nube blanca igual a la blancura del jade blanco?"
"Así es."
"¿Es entonces la naturaleza del perro igual a la naturaleza del buey y la naturaleza del buey es a
su vez igual a la naturaleza del hombre?"
(6A. 4)
Gao Zi dijo: "La comida y el sexo son la naturaleza del hombre. La humanidad es algo que viene
de adentro y no de afuera, mientras que la rectitud es algo que viene de afuera y no de adentro."
Mencio replicó: "Por qué dices que la humanidad es interna y la rectitud externa?"
Dijo Gao Zi: "Cuando alguien es mayor, yo le honro por ser mayor; no es que yo posea en mí
mismo ese respeto por la edad. Es como si hubiese algo blanco y yo lo viera blanco guiándome por su
apariencia externa. Es por esto que digo que (la rectitud) es externa."
Mencio contestó: "Igualmente, la blancura de un caballo es la misma que la blancura de un
hombre blanco. Pero ¿no es cierto que la consideración por un caballo viejo es diferente al respeto de un
anciano? Además, la rectitud no es la edad misma sino el respeto que tenemos por la edad."
Dijo Gao Zi: "Yo amo a mi hermano menor mientras que al hermano menor de un hombre de
Qin no le tengo cariño porque está en mí mismo este sentimiento. Es por esto que digo que (la humanidad)
es interna. Respeto a un anciano de Chu así como respeto a un anciano de mi (tierra) pues este sentimiento
depende de la edad. Es por eso que digo que (la rectitud) es externa."
Replicó Mencio: "Gustar de la carne que asó alguien de Qin es igual al
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gustar de la misma que yo asé. También se trata de una cosa con las mismas características, entonces
¿podría decirse que disfrutar de la carne asada es algo externo?"
(6A. 5)
Meng Ji-zi le preguntó a Cong Du-zi: "¿Por qué decimos
(6A. 6)
Gong Du-zi dijo: "Según Gao Zi la naturaleza del hombre no es buena ni mala. Hay quienes
dicen que la naturaleza del hombre puede tornarse buena o mala. Es por esta razón que cuando
gobernaban los reyes Wen y Wu la gente prefería la bondad pero cuando estaban en el poder los reyes
Yu y Li la gente amaba la violencia. Hay también quienes afirman que existen hombres cuya naturaleza
es buena y otros cuya naturaleza es mala. Así se entiende que bajo un soberano como Yao apareciese un
Xiang que un mal padre como Ku Sou tuviese un hijo como Shum que un sobrino y soberano como Zhou
tuviese tíos como Oh, el señor de Wei, y el príncipe Bi Gan.
Ahora usted dice que la naturaleza del hombre es buena, ¿están pues todos los demás equivocados?".
Mencio dijo: "Si el hombre sigue sus sentimientos naturales, estos lo conducen hacia el bien, por
eso digo que (su naturaleza) es buena. Si el hombre sigue el mal no es culpa de sus cualidades básicas.
Los sentimientos de compasión, de vergüenza, de respeto, así como la conciencia del bien y del mal, son
comunes a todos los hombres. La compasión es la base de la humanidad, la vergüenza es la base de la
rectitud, el respeto es la base del decoro y la conciencia del bien y del mal es la base de la sabiduría.
La humanidad, la rectitud, el decoro y la sabiduría no penetran desde fuera sino que siempre están con
nosotros aunque no seamos conscientes de ello. Por eso se dice `búscalas y las encontrarás, descuídalas
y las perderás'. Si comparamos a los hombres (en su posesión de esas cualidades) advertimos diferencias
de grados en uno, cinco, o una infinidad de veces, pues hay quienes no pudieron utilizar plenamente su
habilidad inherente. Como dice el Xijing:
El cielo procreó a los humanos,
les dio cosas y también leyes.
Es ley natural de los hombres
amar la maravillosa virtud.
Confucio dijo: `Este poeta en verdad conocía el Camino.'
Es así que si hay cosas hay leyes y siendo esto para los humanos una ley natural, aman la
maravillosa virtud."
(6A. 8)
Mencio dijo: "Antaño, en la montaña del Toro los árboles eran hermosos, pero por estar cerca
de una ciudad grande fueron cortados con hachas y podones. ¿Cómo podían seguir siendo hermosos?
Aun así, creciendo poco a poco día y noche recibiendo la humedad de la lluvia y del rocío, no dejaba de
haber algunos retoños. Entonces, ganado y cabras se pusieron a pastar y quedó el lugar completamente
despojado. Viendo su desnudez, la gente no puede creer que allí hubo un bosque. Pero, ¿es ésta la
verdadera naturaleza de la montaña?
En cuanto a los seres humanos, ¿está desprovista su mente del sentido de la humanidad y de la
rectitud? Más bien se pierde en ella el sentido del bien así como los árboles son destruidos por las hachas
y los podones. Talada día tras día, ¿cómo puede conservar su belleza? Aun así, al pasar de los días y
recibiendo la influencia del reposante soplo matutino, se esbozan los sentimientos de amor y repulsión
propios del hombre pero como no son muy fuertes, los sucesos durante el día los inhiben y los destruyen.
Con esta inhibición continua ya no es suficiente el soplo nocturno para conservarlos y cuando eso sucede,
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el hombre no está muy alejado de los animales. Al verle así, la gente no puede creer que el hombre tuvo
jamás cualidades ingénitas; pero, ¿es ésta la verdadera naturaleza del hombre?
En verdad, alimentada correctamente no hay cosa que no perezca. Como dijo Confucio: ̀ Cuídalo
y lo tendrás, abandónalo y lo perderás; va y viene a su antojo y nadie sabe su paradero.' Él ciertamente
hablaba del corazón humano."
(6A. 9)
Mencio dijo: "No es extraño que el rey no sea sensato. Aun la planta más fácil de cultivar, si la
exponemos un día al calor y diez al frío, no podrá crecer. Mis audiencias con el rey son escasas y apenas
me retiro lo invaden los que lo congelan. Aunque algo haya podido sembrar, ¿de qué sirve?
Jugar ajedrez es una habilidad menor y aun así no se logran sin una concentración y atención
total. El ajedrecista Qiu es el mejor del país. Supongamos que tiene dos alumnos y uno de ellos se
concentra, dedica con atención y escucha todas las instrucciones de Qiu, mientras que el otro aunque
parezca escuchar está imaginando que aparecerá un cisne salvaje y piensa en tender su arco, ajustar la
flecha a la cuerda y tirar. Aunque el segundo estudie con el primero, nunca lo podrá igualar. ¿Acaso su
inteligencia no es igual al del otro? No, no es así."
(6A. 10)
Mencio dijo: "Me gusta el pescado pero me gustan también las patas de oso. Si no puedo tener
ambas cosas, renuncio al pescado y prefiero las patas de oso. Amo la vida y amo también la rectitud. Si
no puedo tener ambas cosas, renuncio a la vida y prefiero la rectitud. Aunque ame la vida hay cosas que
me importan más que la vida y no trataré de conservarla por medios incorrectos. Odio la muerte pero hay
cosas que me desagradan más que la muerte y por eso no trataría de evitarla a cualquier precio.
Si los hombres amasen la vida por encima de todo, ¿por qué no usarían cualquier medio para
conservarla? Y si los hombres odiasen la muerte por encima de todo, ¿por qué no usarían cualquier medio
para evitarla? Hay casos en los que uno puede salvar su vida y no lo hace y hay casos en los que uno
puede evitar la muerte y no lo hace. Esto sucede porque hay algo que los hombres aman por encima de
la vida y que odian más que la muerte. No son únicamente los hombres de mérito los que tienen ese valor,
toda la gente lo tiene. Los hombres de mérito sin embargo son capaces de conservarlo.
Una canastilla de arroz o un plato de sopa podían ser indispensables para sobrevivir; si eran
ofrecidos con brusquedad ni un vagabundo los aceptaba. De lo que era ofrecido con un puntapié ni un
mendigo aceptaba una migaja. Pero ahora, un hombre sí acepta diez mil zhong aunque haga caso omiso
del decoro y de la rectitud. ¿Qué es lo que obtiene con diez mil zhong? Obtiene hermosos palacios,
esposas y concubinas que lo atiendan y también el agradecimiento de sus amigos pobres.
Antes, un hombre, no hubiera aceptado nada aunque se tratase de vida o muerte y ahora para ser
atendido por esposas y concubinas acepta regalos; antes no aceptaría nada aunque se tratase de vida o
muerte, y ahora por el agradecimiento de sus amigos pobres acepta regalos. ¿Acaso no podría detenerse
ante todo esto? Esto lo que se llama perder lo que originalmente fue nuestro corazón."
(6A. 11)
Mencio dijo: "La humanidad es el corazón de hombre y la rectitud es el camino del hombre. ¡Ay
del que pierda este camino y no lo sigue porque perderá su corazón y no lo sabrá encontrar! Cuando la
gente pierde una gallina o un perro, sabe cómo encontrarlos, pero si pierde su corazón no lo sabe
encontrar. El fin de todo estudio no es otro que el de encontrar el corazón perdido."
(6A. 12)
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Mencio dijo: "Si alguien tiene el dedo anular torcido y no lo puede enderezar, esto no le causa
dolor ni le impide trabajar. Sin embargo, si hubiera alguien que pudiera enderezárselo no dudaría en
viajar a Qin o a Chu a fin de hacerlo y así poder ser como los demás. El no ser como los demás por culpa
de un dedo le desagrada, el que su corazón no sea como el de los demás no le desagrada. Esto es lo que
se llama no saber diferenciar (lo importante de lo que no lo es).
(6A. 13)
Mencio dijo: "Arboles como el tong y el zi a los que se puede rodear con una o dos manos,
cualquiera puede aprender a cultivarlos, pero tratándose de su propia persona, la gente no la sabe cultivar.
¿Acaso aman más a un árbol de lo que se aman a sí mismos? Es que más bien, no piensan mucho."
(6A. 14)
Mencio dijo: "El hombre ama todas las partes de su cuerpo de manera igual. Amándolas igual
las cuida igual. No existe ni una pequeña partícula de su piel que no quiera y por eso no deja de cuidar ni
una pequeña partícula de su piel. En cuanto a cuál sería la mejor manera de lograr este cuidado es él el
único juez.
El cuerpo tiene partes nobles y tiene partes viles, tiene partes importantes y otras triviales. No
debe ser perjudicado lo importante por lo trivial ni lo noble por lo vil. El que cultiva lo trivial se vuelve
mediocre, el que cultiva lo importante se vuelve un gran hombre. Si un hortelano descuida los árboles y
wu y jia por atender guinjos y zarzales, es un mal hortelano. El que atiende un dedo y sin darse cuenta
descuida los hombros y la espalda, es un pésimo médico. Al que no hace otra cosa que comer y beber,
los demás lo desprecian ya que por cuidar de lo trivial pierde lo importante. El que come y bebe pero no
entiende lo demás, ¿no es acaso el que considera que su boca y su barriga han de ser tratados (como lo
es) un pequeño trozo de piel?"
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EPICURO
(341 -270 AEC)
Carta a Herodoto Nació en una familia ateniense en la isla de Samos. Fue educado por
su propio padre. Tras una breve estancia en Atenas, regresó con su
familia. Alrededor de 311 AEC fundó una escuela en Mit i lene y en
Lesbos, al poco t iempo ocupó la dirección de la escuela de Lámpsaco.
En 306 AEC regresó a Atenas en donde también estableció otra
escuela conocida como “Los f i lósofos del jardín”. A ella asistían
alumnos de ambos sexos, lo que suscitó suspicacias en la sociedad
ateniense. Era tan famoso que alumnos procedentes de todas partes
de Grecia acudieron a ella. Al parecer fue un escritor prolíf ico pero
sólo se han conservado tres cartas y pequeños fragmentos de otros
escritos.
En el texto que presentamos Epicuro desarrolló un argumento
sobre la naturaleza cuyos sól idos más pequeños e indiv isibles –
átomos- se mueven dentro de lo que denomina vacuo, es decir, vacío.
Éstos al moverse forman compuestos que, después de un t iempo, se
disuelven, los átomos permanecen, continúan en movimiento y pueden
formar nuevos compuestos. Hay que recordar que los presupu estos de
la f i losofía griega no eran resultado de experim entación empírica sino
de la observación de los fenómenos y el anális is lógico y retórico.
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Es, pues, necesario lo primero atender a la noción de cada palabra, y ya nada necesita de
demostración, pues tendremos lo inquirido, lo dudado y lo opinado sobre que nos aprovechemos. O bien
conviene observar todas las cosas según los sentidos; y simplemente según las accesiones, ya del
entendimiento, ya de cualquier otro criterio. En el mismo grado se hallan las pasiones; con cual tenemos
por donde notar lo permanente y lo cierto.
Conocidas estas cosas, conviene ya ver las ocultas. Será lo primero, que nada se hace de nada o
de lo que no existe; pues de lo contrario, todo nacería de todo sin necesitar de semillas. Y si lo que se
corrompe no pasara a ser otra cosa, sino a la no existencia, ya todo se hubiera acabado. Pero el universo
siempre fue tal cual es hoy, tal será siempre, y nada hay en que se convierta; pues fuera del mismo
universo nada hay a que pueda pasar y en que pueda hacer mudanza.
Esto ya lo dije al principio del Epítome mayor, y en el primero de los libros De la Naturaleza. El
universo es cuerpo; y que hay cuerpos en todo, lo atestigua el sentido, estribando en el cual, es fuerza
concluir de lo oculto por medio del raciocinio, como dije antes. Si no hubiese el que llamamos vacuo, el
lugar, y la naturaleza intocable, no tendrían los cuerpos adonde estuviesen, ni por donde se moviesen,
como es claro se mueven. Fuera de esto, nada puede entenderse ni aun por imaginación,
comprensivamente, o análogamente a lo comprensible, como que está recibido por todas las naturalezas,
y no como que se llaman secuelas y efectos de ello. (Esto mismo dice en el libro De la Naturaleza, en el
XIV y en el Epítome grande)
De los cuerpos, unos son concreciones, y otros son cuerpos simples de que las concreciones se
forman. Son estos indivisibles e inmutables, puesto que no pueden pasar todos a la no existencia, antes
bien perseveran firmes cuando se disuelven los compuestos, siendo llenos por naturaleza, y no tienen en
qué ni cómo se disuelvan.
Así, los principios de las cosas precisamente son la naturaleza de estos cuerpos átomos o
indivisibles. Aun el universo es infinito e ilimitado: porque lo que es limitado tiene término o extremo:
el extremo se mira por causa de otro: así, lo que no tiene extremo tampoco tiene fin; lo que no tiene fin
es infinito y no limitado. El universo es infinito, ya por la muchedumbre de estos cuerpos, ya por la
magnitud del vacuo: porque si el vacío fuese infinito y los cuerpos finitos, nunca estos cuerpos reposarían,
sino que andarían dispersos por el vacuo infinito, no teniendo quien lo fijase y comprimiese en sus
choques y percusiones. Si el vacuo fuese finito y los cuerpos infinitos, no tendrían estos cuerpos infinitos
adonde estar.
Mas: estos cuerpos indivisibles y llenos de los cuales se forman las concreciones y los cuales se
disuelven, son incomprensibles o incapaces de ser circunscriptos, por la variedad de sus figuras; pues no
es posible que la gran diferencia de estas mismas figuras conste de átomos comprendidos. Y más, que
cada figura contiene simplemente infinitos átomos; aunque en las diferencias o variedades no son
simplemente infinitos, sino sólo incomprensibles. (Pues, como dice más abajo, no hay división en
infinito. Dice esto porque sus cantidades se mudan; sino es que alguno las eche simplemente al infinito
aun en cuanto a las magnitudes).
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Los átomos se mueven continuamente. (Y mas abajo dice "que se mueven con igual celeridad
de movimiento) prestándoles el vacuo perpetuamente semejante viaje, tanto a los levísimos cuanto a los
gravísimos. Que unos están muy distantes entre sí, otros retienen su trepidación cuando están inclinados
a complicarse, o son corroborados por los complicables. La naturaleza del vacío que separa cada átomo
es quien obra esto, ya que no puede darles firmeza. La solidez que ellos tienen causa su trepidación y
movimiento, a efectos de la colisión. Que estos átomos no tienen principio, supuestos que ellos y el vacuo
son causa de todo". Dice también más adelante: "Que los átomos no tienen ninguna cualidad, excepto la
figura, la magnitud y la gravedad". Y en el libro décimo de sus Elementos o Instituciones afirma: "Que
el color de los átomos se cambia según la variedad de sus posiciones; como también que acerca de ellos
no se trata de magnitud propiamente tal puesto que el átomo nunca se percibió por los sentidos"). Esta
voz, cuando se recuerda todo esto, envía a la mente un tipo o imagen idónea de la naturaleza de las cosas.
Hay infinitos mundos, sean semejantes o desemejantes; pues siendo los átomos infinitos, como
poco ha demostramos, son también llevados remotísimamente. Ni los átomos (de los cuales se hizo o se
pudo hacer el mundo) quedaron asumidos en un mundo ni en infinitos; en semejantes a este, o
desemejantes. Así no hay cosa que impida la infinidad de mundos. Aun los tipos o imágenes son
semejantes en figura a los sólidos y firmes, no obstante que su pequeñez dista mucho de lo perceptible y
aparente. Ni estas separaciones o apartamientos pueden no hacerse en lugar circunscrito, ni la aptitud no
proceder de la operación de los vacuos y pequeñeces, ni efluvios dejar de conservar en adelante la
situación y base que tienen en los sólidos. A estos tipos los llamamos imágenes. Asímismo, este
llevamiento hecho por el vacío sin choque alguno con otras cosas, es tan veloz, que corre una longitud
incomprensible por grande, en un punto indivisible de tiempo; pues igual lentitud y velocidad reciben
con la repercusión y la no repercusión. Ni por eso el cuerpo que es llevado hacia abajo llena a muchos
lugares igualmente, según los tiempos que especulamos por la razón, pues esto es incomprensible; y él
viene juntamente en tiempo sensible de cualquier paraje del infinito pero no viene de aquel de quien
concebimos es hecho el llevamiento.
Lo mismo sucederá a la repercusión, aunque mientras tanto dejemos sin interrupción lo breve
del llevamiento.
Es útil poseer este principio, o sea el elemento, por razón que las imágenes buenas y provechosas
usan de las más extremadas tenuidades. Tampoco se les opone ninguna cosa aparente, y por eso tienen
una velocidad extrema, siendoles proporcionado y conmensurable todo poro o conducto. Además que a
su infinito o nada o pocas cosas hay que causen obstáculo, cuando a lo mucho e infinito siempre hay
quien obste. Añádase que la producción de las imágenes se hace tan velozmente como el pensamiento.
El flujo de efluvios de la superficie de los cuerpos es continuo, y desconocido de los sentidos, por la
plenitud opuesta que guarda en el sólido la situación y orden de los átomos por mucho tiempo; si bien
alguna vez está confusa. Las congresiones en el contenido o circunscrito son veloces, por no ser necesario
que la plenitud se haga según la profundidad; y hay algunos otros modos que producen estas naturalezas:
ni cosa alguna de éstas relucta a los sentidos si atiende uno o cómo las imágenes producen las operaciones
cuando de las cosas externas remiten a nosotros las simpatías, o sea correspondencias.
Conviene, pues, juzgar que cuando entra alguna cosa externa en nosotros, vemos sus formas y
las percibimos con la mente. Ni las cosas externas pueden descubrirnos su naturaleza, su color y su figura
de otro modo que por el aire que media entre nosotros y ellas; o bien por los rayos o por cualesquiera
emisiones o efluvios que de nosotros parten a ellas. Así que nosotros vemos viniendo de las cosas a
nosotros ciertos tipos o imágenes de los colores y formas semejantes, arregladas a una proporcionada
magnitud, y entrándonos brevísimamente en la vista o en el entendimiento. Después, cuando volvemos
la fantasía por la misma causa de uno y continuo, y conservamos la simpatía del sujeto según la
conmensura fijación nacida de allí y la plasmación de los átomos según la profundidad en el sólido, y la
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imaginación que concebimos claramente por el entendimiento o por los órganos sensorios, sean de forma,
sean de accidentes; esta es la forma del sólido, engendrada según la densidad sobrevenida, o sea el
vestigio remanente de la imagen.
En lo que opinamos hay siempre falsedad y error cuando por testimonio no se confirma, o por
testimonio se refuta: y no atestiguando después según el movimiento que persevera en nosotros de la
accesión fantástica o imaginaria, por medio de cuya separación se comete el engaño. La semejanza de
los fantasmas recibidos como imágenes, ya sea en sueños, ya por cualesquiera otras acepciones de la
mente, ya por los demás sentidos, no estarían adonde están, ni se llamarían verdaderas si no fuesen algo,
a saber, aquello a que nos dirigimos o arrojamos. Ni habría error si no recibiésemos también algún otro
movimiento en nosotros mismos, unido sí, pero que tiene intervalo. Según este movimiento unido (bien
que con intervalo) a la accesión fantástica, si no se confirma con testimonio, o si con testimonio se
contradice, se hace la falsedad o mentira; pero si se confirma con testimonio, o con testimonio no se
refuta, se hace la verdad. Importa, pues mucho retener esta opinión, a fin de que ni se borren los criterios
acerca de las operaciones, no el error confirmado igualmente lo perturbe todo.
Se ha de suponer que los átomos se traen cualidad alguna de cuanto aparece, excepto la figura, gravedad,
magnitud y demás cosas que necesariamente se siguen a la figura, pues toda cualidad se muda; pero los
átomos no se mudan, porque es preciso que en las disoluciones de los concretos quede alguna cosa sólida
e indisoluble, la cual no se mude en lo que no es, ni de aquello que no es, sino según la transposición en
muchas, y en algunas según la accesión y retrocesión. Así que es preciso que las inmutables sean
incorruptibles y no tengan naturaleza de cosa mudable, sino corpúsculos y figuraciones propias. Es
necesario pues, que permanezcan. Y en las cosas que en nosotros voluntariamente se transforman, se
recibe la figura que en ellos permanece; pero las cualidades que no están en lo que se muda, no quedan
en ella, sino que de todo el cuerpo se aniquilan y destruyen. Pueden, pues, las cosas que restan hacer
suficientemente diversas concreciones, ya que es preciso queden algunas cosas y no todas paren en el no
ser.
No se ha de cree que en los átomos hay magnitud absoluta, pues acaso lo que aparece podría
atestiguar lo contrario; sino que hay ciertas mutaciones en las magnitudes. Siendo esto así, se podrá mejor
dar razón de las cosas que se hacen según las pasiones y sentidos. El tener los átomos magnitud absoluta
o sensible, de nada serviría a las diferencias de las cualidades. Además, que si la tuvieran, los átomos se
nos presentarían visibles, lo cual no vemos acontezca, ni podemos concebir cómo pueda el átomo hacerse
visible. Añádase a esto, que no se debe juzgar que en un cuerpo finito haya infinitos corpúsculos y de
cualquier tamaño. Y así, no sólo se debe quitar la sección o división en infinito de mayor en menor (a fin
de no debilitar todas las cosas, y luego nos vemos obligados con la comprensión a extenderlas, como se
hace con la comprensión de muchos corpúsculos agregados), sino que ni se ha de tener por dable la
transición de las cosas finitas en infinitas, aun de mayor o menor. Ni tampoco luego que se dice que una
cosa tiene infinitos corpúsculos o de cualesquier tamaños, se puede entender claramente cómo esta
magnitud pueda ser también finita, pues ciando los corpúsculos tienen cantidad cierta, es evidente que
no son infinitos; y al contrario, siendo ellos de magnitud determinada, lo sería también la magnitud
misma, siendo así que su extremidad es de tenuidad infinita y si esta extremidad no se ve por sí misma,
no hay modo de entender lo que desde ella se sigue; y siguiendo así en adelante, será fuerza proceder en
infinito con la mente.
Débese también considerar en lo mínimo que hay en el sentido, que ni es tal como lo que tiene
mutaciones, ni tampoco del todo desemejante, sino que tiene algo de común con las digresiones; pero
tiene intervalo de partes. Y cuando por la semejanza de comunión creemos haber comprendido algo de
él, prescindiendo de una y otra parte, precisamente hemos de incidir en igualdad. Luego contemplamos
estas cosas comenzando de lo primero; y no en sí mismo, ni porque une partes a partes, sino en la
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propiedad de éstas, la cual mide sus magnitudes, mucho las grandes y poco las pequeñas. Por esta
analogía se ha de juzgar el uso de la pequeñez o mínimo del átomo pues consta que en pequeñez se
diferencia de lo que vemos por el sentido, pero usa de la misma analogía. Y que el átomo tenga magnitud
por dicha analogía, lo hemos argüido, dándole pequeñez solamente, excluyendo la longitud. Más: se ha
de juzgar que las longitudes tienen sus confines mínimos, pero confusos, los cuales por sí mismos
proporcionan dimensión a los átomos mayores y menores, por la contemplación de raciocinio en las cosas
visibles; pues lo que tienen de común con los inmutables basta para llegar a perfeccionar lo que son hasta
entonces.
La conducción unida de los que tienen movimiento no puede hacerse: y de lo infinito, sea
supremo o ínfimo, no se ha de decir que está arriba o abajo, pues sabemos que si lo que se entiende estar
sobre la cabeza lo suponemos procedente en infinito, nunca se nos manifestará ni lo que está debajo de
lo así entendido será tampoco infinito a un mismo tiempo hacia arriba y hacia abajo, pues esto no puede
entenderse. Así que de la conducción o progreso en infinito, sólo se ha de concebir una hacia arriba y
otra hacia abajo; aunque infinitas veces lo que nosotros llevamos hacia lo que está sobre nuestra cabeza,
llega a los pies de las cosas superiores, o bien a la cabeza de las inferiores lo que llevamos hacia abajo.
Con todo, el movimiento universal opuesto uno a otro, se entiende en infinito.
Es también preciso tengan los átomos igual velocidad cuando son llevados por el vacuo sin
chocar con nadie, pues suponiendo que nada encuentren que les obste, ni los graves corren más que los
leves, ni los menores más que los mayores, teniendo todos su conducto conmensurado o proporcionado,
y no hallando tampoco quien les impida ni el llevamiento o movimiento superior, ni el oblicuo por los
choques, ni el inferior por los pesos propios. En cuanto uno retiene a otro, en tanto tendrá movimiento,
unido a la mente e inteligencia, mientras que nada se le oponga o extrínsecamente, o por el propio peso,
o por la fuerza del que choca. Aún las concreciones hechas no serán llevadas una más velozmente que la
otra, siendo los átomos iguales en velocidad, por ser llevados a un lugar mismo los átomos de tales
concreciones, y en tiempo indivisible. Pero si no van a un lugar mismo, irán en tiempo considerado por
la razón, si son o no frecuentes sus choques, hasta que la misma continuación del llevamiento los sujete
a los sentidos.
Lo que opinan juntamente acerca de lo invisible, a saber, que los tiempos que se han de
considerar por la razón deben tener movimiento perenne, no es verdadero en nuestro asunto, pues todo
lo que se ve, o por accesión recibe la inteligencia, es verdadero. Después de todo esto, conviene
discurramos del alma en orden a los sentidos y a las pasiones, pues así tendremos una solidísima prueba
de que el alma es cuerpo compuesto de partes tenuísimas, difundido por toda la concreción o
conglobación, pero muy semejante a espíritu, que tiene temperamento cálido, de un modo parecido a
éste, de otro modo parecido a aquél. En particular recibe muchas mutaciones por la tenuidad de sus partes,
y aun por las partes mismas; pero ella tiene más simpatía con la concreción suya que con toda la restante.
Todo esto lo declaran las fuerzas del alma, las pasiones, los movimientos ligeros. los pensamientos y
demás cosas, las cuales si nos faltan, morimos.
Respecto a los meteoros, el movimiento, el regreso, el eclipse, el orto, el ocaso y otros de esta
clase, no se ha de creer se hacen por ministerio, orden y mandato de alguno que tenga al mismo tiempo
toda bienaventuranza con la inmortalidad, pues a la bienaventuranza no corresponden los negocios, las
solicitudes, las iras, los gustos, sino que estas cosas se hacen por la enfermedad, miedo y necesidad de
los que están contiguos. Ni menos unas naturalezas ígneas, y bienaventuradas querrían ponerse en giro
tan arrebatado; sino que el todo guarda aquel ornato y hermosura, puesto que según los nombres, todas
las cosas son conducidas a semejantes nociones, y de ellas nada parece repugna a aquella belleza, porque
si no, causaría esta contrariedad gran perturbación en las almas. Y así, se ha de opinar que esta violenta
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revolución se hace según la que recibió al principio en la generación del mundo; y así cumple
exactamente por necesidad este período.
Además, se ha de saber que es obra de la fisiología la diligente exposición de las causas de las
cosas principales y que lo bienaventurado incide en ella acerca del conocimiento de los meteoros,
escudriñando con diligencia qué naturalezas son las que se advierten en tales meteoros y cosas
congénitas. Igualmente que tales cosas o son de muchos modos, o en lo posible, o de otra diversa manera;
pero que simpliciter no hay en la naturaleza inmortal y bienaventurada cosas que causen discordia o
perturbación alguna. Y es fácil al entendimiento conocer que esto es así. Lo que se dice acerca del ocaso,
del orto, del retroceso, del eclipse y otras cosas de este género, nada conduce para la felicidad de la
ciencia; y los que contemplan estas cosas tienen semejantemente sus miedos, pero ni saben de que
naturaleza sean, ni cuales las principales causas, pues si las supiesen anticipadamente, acaso también
sabrían otras muchas, no pudiendo disolverse el miedo por la precognición de todo ello según la
economía de las cosas más importantes. Por lo cual son muchas las causas que hallamos de los regresos,
ocasos, ortos, eclipses y demás a este modo, como también en las cosas particulares.
Y no se ha de juzgar que la indagación sobre el uso de estas cosas no se habrá emprendido con
tanta diligencia, cuanta pertenece a nuestra tranquilidad y dicha. Así que considerando bien de cuantas
maneras se haga en nosotros tal cosa, se debe disputar sobre los meteoros y todo lo no explotado,
despreciando a los que pretenden que estas cosas se hacen de un solo modo; y añaden otros modos, según
la fantasía nacida de los intervalos, ni menos saben en quienes no se halla tranquilidad. Juzgando, pues,
que debe admitirse el que ello se hace de tal modo, y de otros por quienes también hay tranquilidad, y
enseñando que se hace de muchos modos, como si viésemos que así se hace estaremos tranquilos.
Después de todo se debe considerar mucho que la principalísima perturbación que se hace en
los ánimos humanos consiste en que estas cosas se tienen por bienaventuradas e incorruptibles, y que sus
voluntades, operaciones y causas son juntamente contrarias a ellas; en que los hombres esperan y
sospechan creyendo en fábulas, un mal eterno; o en que, según esta insensibilidad temen algo en la
muerte, como si quedase el alma en ello, o aun en que no discurren en estas cosas y padecen otras por
cierta irracional desconfianza. Así, los que no definen el daño, reciben igual o aun mayor perturbación
que los ligeros, que tales cosas opinaban.
La imperturbación o tranquilidad consiste en que, apartándonos de todas estas cosas, tengamos
continua memoria de las cosas universales y principalísimas. Así, debemos atender a los presentes y a
los sentidos, en común a las comunes, en particular a las particulares, y a toda la evidencia del criterio en
el juicio de cada cosa. Si atendemos a esto, hallaremos ciertamente las causas de que procede la turbación
y el miedo, y las disiparemos; como también las causas de los meteoros y demás cosas que de continuo
suceden y que los hombres temen en extremo.
Esto es, en resumen, amigo Herodoto, lo que te pensé escribir en relación con la naturaleza de
todas las cosas. Su raciocinio va tan fundado, que si se retiene con exactitud, creo que aunque no ponga
uno mayor desvelo en atenderlo todo por partes, superará incomparablemente en comprensión a los
demás hombres; pues explicará por sí mismo y en particular muchas cosas que yo trato aquí en general,
aunque con exactitud; y conservándolo todo en la memoria, se aprovechará de ello en muchas ocasiones.
En efecto, ello es tal que los que ya hubiesen indagado bien las cosas en particular o hubiesen entrado
perfectamente en estas análisis, darán otros muchos pasos adelante sobre toda la Naturaleza; y los que
todavía no hubiesen llegado a perfeccionarse en ellas, o estudiasen esto sin voz viva que se lo explique,
con sólo que apliquen la mente a las cosas principales, no dejarán de caminar a la tranquilidad de la vida.
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XUNZI (c.300-235 AEC)
La naturaleza del hombre es mala Xun zi, maestro Xun, fue un f i lósofo cuya vida reseña el historiador
Sima Qian en el capítulo 74 de su obra Shi ji ( De los relatos históricos ).
Xun nació c. 310 AEC en Zhao, un estado situado al norte de la parte
nuclear de China, en las riberas del río Amaril lo. Xun viv ió en el
periodo de los Estados combatientes (453-221 AEC). A los c incuenta
años, en 260 AEC, tras recorrer algunos estados consiguiendo
trabajos esporádicos, trabajó en la corte Qi; más tarde aceptó un
puesto de magistrado en Lanl ing , en el sur de Shandong. Después del
asesinato de su protector en 238 AEC, posiblemente viv ió otros 17
años más hasta el ascenso del primer emperador Qin.
De su obra sólo queda el l ibro de sus enseñanzas que fue compilado
hacia el año 77 AEC. En su texto Xunzi sostuvo que la naturaleza
humana es mala, a diferencia de lo que argumentaba Mengzi (Mencio).
Los discípulos de Confucio disputaban sobre los contenidos y
desarrollos del ideario del maestro. En estas polémicas las
aportaciones de Xunzi fueron subestimadas pues se contraponían con
la escuela que se convert iría en ortodoxia incorporada al modelo
imperial. No obstante, sus discípulos Han Feize y Li zi, ya considerados
fuera del ámbito confuciano, se convirt ieron en los arquitectos de las
medidas establecidas por los Qin al imponerse sobe el resto de las
escuelas de pensamiento chino.
Nuestro fragmento recoge los principios de la teoría de la naturaleza
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humana de Xunzi, donde establece que sólo el “esfuerzo consciente”
en la educación, la coerción, el estado se encargadan de corregir la
innata agresiv idad humana emanada de sus deseos.
La naturaleza del hombre es mala y su bondad es el fruto de un esfuerzo consciente. Por
Naturaleza, el hombre desde que nace ama su propio provecho y si siguiera este impulso habría contienda
y arrebato y se perderían a la vez la cortesía y la condescendencia. Desde que nace siente envidia y odio
hacia los demás y si diera rienda suelta a estos sentimientos reinaría la violencia y se perderían la lealtad
y la buena fe.
Tiene asimismo al nacer apetitos derivados de los ojos y de los oídos, es decir que gusta de
sonidos y formas agradables y si siguiera esta inclinación llegaría a la lascivia y el desorden y se perderían
todas las normas de conducta moral y la cortesía.
De ahí que si el hombre siguiera los impulsos naturales y sus pasiones se comprometería sin
remedio a la contienda y el arrebato, violando el orden establecido, confundiendo la razón y atrayendo la
violencia.
Es necesario que se opere un cambio en él por influencia de un maestro y que aprenda a seguir
las normas de conducta moral y así llegar a la cortesía y la modestia obedeciendo a las formas de la razón
y de un orden establecido. Por lo que se ve claramente que la naturaleza del hombre es mala y que su
bondad es fruto de un esfuerzo consciente.
Una madera torcida necesita ser enderezada y sometida al vapor para que quede recta y al metal
romo es preciso afilarlo para que quede punzante. Es así como la naturaleza del hombre, que es mala,
necesita de las instrucciones de un maestro para rectificarse y de las normas de conducta moral para
acatar el orden.
Al no tener maestros ni leyes, los hombres se inclinan hacia la maldad y les falta rectitud; si no
conocen las normas de conducta moral se vuelven rebeldes y violentos y no se someten al orden. En
tiempos remotos, los reyes sabios reconociendo que la naturaleza del hombre es mala y por lo tanto se
inclina al mal y se aparta de la rectitud, que el hombre es rebelde, violento y no acepta el orden,
establecieron normas de conducta moral, leyes y reglas para modificar y rectificar, suavizar y guiar la
naturaleza tanto emotiva como instintiva del hombre. Es así como lograron que los hombres se sometan
al orden y estén en conformidad con el Camino. Todo hombre que se deja influir por las enseñanzas de
un maestro, que acumula erudición y sigue las normas de conducta moral, es un hombre superior; el que
da rienda suelta a su naturaleza, sigue las inclinaciones bajas y hace caso omiso de las normas de conducta
moral, es un mediocre.
Meng-zi dijo: "El hombre es capaz de aprender porque su naturaleza es buena". Yo digo que esto
no es cierto y que no entendió la naturaleza del hombre ni captó la diferencia entre la naturaleza
fundamental del hombre y lo que es su esfuerzo consciente. La naturaleza es lo que nos da el Cielo, lo
que no podemos aprender ni esforzarnos por adquirir.
Las normas de conducta moral son creación de los sabios y los hombres pueden aprenderlas,
practicarlas y esforzarse por completarlas. Lo que en el hombre no se puede aprender ni se puede adquirir
por esfuerzo propio se llama naturaleza; lo que se puede aprender, practicar y completar por propia
iniciativa se llama esfuerzo consciente. Esta es la diferencia entre la naturaleza y el esfuerzo consciente.
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Por su naturaleza el hombre tiene ojos y ve, oídos y oye, pero la claridad de la vista no está
separada del ojo ni de la agudeza del oír está separada del oído.
Meng-zi dijo: "La naturaleza del hombre es buena pero son los hombres los que la pierden y la arruinan".
Yo pienso que éste es un error. Aun así por su naturaleza el hombre al nacer se habrá alejado de su
sencillez natural y de sus cualidades ingénitas que necesariamente se perderán y arruinarán.
Los que dicen que la naturaleza del hombre es buena, encuentran loable todo lo que no se ha
separado de la sencillez original, y provechoso todo lo que se apega a lo ingénito. Ven la belleza como
algo inherente a la simplicidad natural, y la bondad como algo inherente a las cualidades ingénitas tal y
como la claridad de vista es inseparable del oído y la agudeza del oír es inseparable del oído. Por eso se
dice que el ojo es la vista y el oído es el oir.
Ahora bien, por su naturaleza el hombre cuando tiene hambre desea saciarla, cuando tiene frío
desea calentarse y cuando está cansado desea reposar, pues este es el impulso de su naturaleza instintiva
y emotiva. Sin embargo, aun teniendo hambre no osa adelantarse a sus mayores para saciarla sino que le
cede su turno, y aun estando cansado no se atreve a buscar reposo y está dispuesto a hacer el trabajo de
los demás.
Que el hijo se someta al padre y el hermano menor al mayor; que el hijo haga la tarea que le
corresponde al padre y el hermano menor la del mayor; ambos comportamientos son contrarios a la
naturaleza y se oponen a sus impulsos emotivos, pero representan el camino de la piedad filial y están en
conformidad con las normas de conducta moral. Por eso, si se sigue la naturaleza emotiva e instintiva,
no se tiene cortesía ni humildad, es más, la cortesía y la humildad se oponen a la naturaleza.
Si alguien preguntara: "Ya que la naturaleza del hombre es mala, ¿cómo surgieron las normas
de conducta moral?". Yo contestaría que son la obra de los sabios y que no existían originalmente en la
naturaleza de los hombres. Un alfarero mezcla la arcilla y modela una vasija, pero la vasija es el resultado
de un esfuerzo voluntario del artesano y no de su naturaleza. Otro artesano puede tallar un pedazo de
madera y produce un objeto, pero este objeto es el fruto de un esfuerzo consciente del artesano y no de
su naturaleza.
Los sabios, acumulando ideas y actuando intencionalmente, pudieron crear las normas de
conducta moral y establecieron leyes y reglas, y estas normas, leyes y reglas son fruto del esfuerzo
consciente de los sabios y no de su naturaleza. Es así como el ojo gusta del color, el oído gusta del buen
sonido, la boca gusta del buen sabor, la mente gusta del provecho, el cuerpo gusta del bienestar y todo
está en la naturaleza emotiva e instintiva del hombre, son sentimientos naturales y no es preciso hacer
nada para provocar su existencia.
Si algo es ni instintivo ni natural y su existencia es provocada por la acción del hombre, es un
producto de un esfuerzo consciente. Esta es la prueba de que lo que existe por la naturaleza y lo que es
fruto de un esfuerzo consciente no son la misma cosa. Por eso lo sabios transformaron su naturaleza,
instituyeron la actividad consciente a fin de establecer normas de conducta moral, y una vez establecidas
estas normas implantaron también leyes y reglas. Por lo tanto, las normas de conducta moral, las leyes y
las reglas, fueron producidas por los sabios y no es que éstos sean por su naturaleza superiores a los
demás hombres sino que difieren en cuanto a su manera de aplicar la actividad consciente.
Amar el provecho y desear la posesión son parte de la naturaleza emotiva e instintiva del hombre.
Supongamos que hermanos tengan que dividir riquezas; si siguen su naturaleza emotiva e instintiva se
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dejarán influir por el amor al provecho y el deseo de posesión y se pelearán por arrebatarse los bienes,
pero si han sido cambiados por los principios de las normas de conducta moral estarán dispuestos a ceder
aún ante un extraño. Así, siguiendo al impulso natural hasta los hombres entran en pugna, mientras que
si llegan a ser transformados por las normas de conducta moral, ceden incluso ante un extraño.
La voluntad del bien nace en hombre porque su naturaleza es mala. El mediocre anhela ser
importante, el feo anhela ser bello, el mezquino anhela ser hombre de posición, todo lo que el hombre
carece en sí mismo lo busca necesariamente fuera. Un hombre que ya es rico no anhela riqueza; si es
importante, no anhela poder. Lo que el hombre tiene en sí mismo, no debe buscarlo fuera. Por lo que es
evidente que la voluntad del bien nace en el hombre porque su naturaleza es mala. Las normas de
conducta moral no están originalmente en la naturaleza del hombre y por ello se ha esforzado con estudio,
en hallarlas. Como no es de naturaleza del hombre el conocer las normas de conducta moral, ha tenido
que pensar y reflexionar a fin de encontrarlas y entenderlas.
El hombre al nacer no posee ni conoce las normas de conducta moral; el no poseerlas lo lleva al
caos, y el no conocerlas a la rebeldía. Es así como el hombre al nacer está en estado de desorden y de
rebeldía. Por lo que está claro que la naturaleza del hombre es mala y que su bondad es fruto de un
esfuerzo consciente.
Meng-zi dijo: "La naturaleza del hombre es buena". Yo digo que esto es un error. En todos los
tiempos, lo que la gente llama "bondad" es lo que tiene principios y rectitud, orden y equilibrio y lo que
llama "maldad" es lo que carece de justicia y está en desorden y rebeldía. Ésta es la diferencia entre
bondad y maldad. Si la naturaleza del hombre fuera de por sí recta, equilibrada y ordenada ¿para qué
harían falta los reyes sabios y las normas de conducta moral?. La existencia de los reyes sabios y de las
normas de conducta moral sería redundante en cuanto a la rectitud, el equilibrio y el orden. Sin embargo,
no es así porque la naturaleza del hombre es mala.
Los sabios de la antigüedad, viendo que la naturaleza del hombre es mala, que carece de justicia
y de rectitud, que es confusa y desordenada, establecieron la autoridad de un soberano para guiar a los
hombres, elucidaron las normas de conducta moral para transformarlos, instituyeron leyes justas para
gobernarlos e idearon castigos severos para controlarlos. El resultado, fue que en el mundo prevalecieron
el orden y la bondad. Tal fue el gobierno de los reyes sabios y la transformación por efecto de las normas
de conducta moral. Supongamos ahora que prescindimos de la autoridad del soberano y de la acción
transformadora de las normas de conducta moral, que rechazamos el orden que imponen las leyes y las
reglas, que hacemos caso omiso del control ejercido por los castigos y observamos el comportamiento
mutuo de los hombres. Los fuertes se impondrán a los débiles a fin de arrebatarles sus bienes, la multitud
oprimirá a la minoría a fin de doblegarla, en un instante el mundo se convertirá en un caos en el cual
reinará la destrucción mutua.
Por lo que se ve claramente que la naturaleza del hombre es mala y que su bondad es fruto de un
esfuerzo consciente.
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KAUTILYA
( fl. c.300 AEC)
del Artashastra
Kautilya también conocido como Chanakya (c. 370–283 AEC) fue un filósofo hindú.
Enseñó en la antigua escuela de Takshashila (Taxila, actualmente en Paquistán).
Fue maestro del primer emperador de la dinastía Maurya, Chandragupta (c.340-
298 AEC). A Kautliya se le asigna tradicionalmente un papel muy importante en la
construcción del imperio, pues sirvió tanto a Chandragupta como a su hijo y
heredero Bindusara (c. 320 – c. 272 AEC).
Se ha identificado a Chanakya, el mentor del emperador, con Kautilya autor del
tratado de política llamado Arthasastra, considerado como pionero en los campos
de la economía y de la ciencia política en la India. En el mismo texto del Arthasastra
se menciona al autor como Kautilya y en una ocasión como Vishnugupta, lo que ha
inclinado las hipótesis a que existió una serie de trabajos precedentes y que tal vez
Chanakya haya sido compilador, mas que autor original. El texto que puede
traducirse como “ciencias económicas” tuvo influencia hasta el siglo XII EC, cuando
cayó en desuso. Posteriomente fue redescubierto en 1904 por Rudrapatnam
Shamasastry (1868–1944), erudito del estudio del sánscrito, quien lo publicó en
1909 y esta edición se tradujo al inglés en 1915.
Existen varias versiones semilegendarias del consejero del emperador Maurya,
algunas de ellas son de tradición budista, ya que el nieto de Chandragupta fue
Asoka gran impulsor de esta religión, y debido también a que Takshashila fue un
centro de enseñanza primero hinduísta, jainista y luego budista, que ponderaba a
uno de sus personajes locales. En una de ellas mencionan que Chanakya viajaba
por las tierras del imperio Nanda y que fue insultado, lo que ocasionó como
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venganza que planeara el final de esta dinastía, cuestión que consiguió junto con
su pupilo Chandragupta.
Sección 1:
La enumeración de las ciencias.
(I) Estableciendo la necesidad de la Filosofía.
1. La Filosofía, los tres Vedas, economía y la ciencia de la política, -esas son las ciencias.
2. `Los tres Vedas, economía y la ciencia de la política (son las únicas ciencias).' Dicen los
seguidores de Manu.
3. `Por Filosofía es sólo una rama especial de la Doctrina Védica.'
4. `La economía y la ciencia de la política (son las únicas ciencias)' dicen los seguidores de
Brhaspati.
5. `Por, la Doctrina védica es sólo un encubrimiento para uno versado en las formas del mundo.'
6. `La ciencia de la política es la única ciencia', Dicen los seguidores de Usanas. '
7. `Porque por eso son entregados a los empeños relacionados con todas las ciencias.'
8. `Cuatro realmente, es el numero de las ciencias', Dice Kautilya.
9. Después con su ayuda uno puede aprender (qué es) un bien espiritual, y un ser bien material,
por tanto las ciencias (vidyas) son así llamadas.
10. Samkhya, Yoga y Lokayata -esos constituyen filosofía.
11. Investigando por los significados de las causas, que es un bien espiritual y una maldad en la
Doctrina Védica. Ganancia y pérdida material en economía, buena política y mala política en la ciencia
de la política, también como la potencia relativa y la debilidad de aquellos (Las tres ciencias),
(La Filosofía), confiere beneficio al pueblo, mantiene la mente firme en la adversidad y la
prosperidad y les brinda cierta habilidad en pensamiento, habla y acción.
12. Filosofía es siempre el pensamiento como la lámpara de las
ciencias, como el significado de todas las acciones (y) como el soporte de todas Las Leyes (y
obligaciones).
(II) Establecimiento de (la necesidadde) la Doctrina Védica.
1. El Samaveda, el Rgveda y el Yajurveda, -esos tres son los Tres Vedas.
2. (Esas tres y) el Atharvaveda y el Itihasaveda son los Vedas.
3. Fonética, Ritual, Gramática, Etimología, Prosodia y Astronomía, esas son las ciencias
auxiliares.
4. La Ley que descansa en esta Doctrina Védica es benéfica, y ésta prescribe las obligaciones
respectivas de los cuatro varnas y de las cuatro etapas de la vida.
5. Las obligaciones especiales del Brajmán son estudiar, enseñar, ejecutar sacrificios de otras
gentes, hacer regalos, recibir regalos.
6. Aquellas del Ksatriya son: estudiar, ejecutar sacrificios por sí mismo, oficiar en los sacrificios
de otras gentes, hacer regalos, vivir para la profesión de las armas y proteger seres.
7. Aquellas del Vaisya son: estudiar, ejecutar sacrificios por sí mismo, hacer regalos. La
agricultura, criar ganado y comerciar.
8. Aquellas del Sudra son: Servicio del doble nacimiento, mediar en una reunión económica
(Agricultura, cría de ganado o comercio) y la profesión de artesano y de actor.
9. Aquellas del padre de familia son: ganar su vida de acuerdo con sus propias obligaciones
especiales, casándose dentro de las familias de su misma casta, pero no en la misma gotra, acercándose
a la esposa, durante el período, adorar a los dioses, las almas de los muertos y los huéspedes, hacer regalos
para los dependientes y comer lo que es dejado en exceso (Después de que los otros hayan comido).
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10. Aquellas de los estudiosos de los Veda son: estudiar los Veda, guardar los fuegos sagrados
y los baños ceremoniales, mantener el juramento de vivir sólo de limosnas, residir hasta el fin de su vida
con el preceptor o, en su ausencia, con el hijo del preceptor o con el compañero estudiante.
11. Aquellas de los ermitaños del bosque son: observar el celibato, dormir en el suelo raso, usar
cerraduras apareadas y una piel de antílope, adorar los fuegos sagrados y los baños ceremoniales, adorar
a los dioses, las almas de los muertos y los huéspedes y vivir sólo del producto del bosque.
12. Aquellas de los ascetas errantes son: tener completo control sobre los sentidos, contenerse
de toda vida activa, no tener ninguna posesión, abandonar todo afecto a los lazos mundanos, mantener el
juramento de pedir limosna, no residir en ningún lugar ni en el bosque, y observar la limpieza interna y
externa.
13. Las obligaciones comunes a todos son: abstenerse de injuriar a las criaturas vivas, la
veracidad, la honradez, librarse de la malicia, la compasión y la paciencia.
14. La observancia de los deberes específicos de cada uno guía a la gloria y a la felicidad eterna.
15. En caso de su transgresión, el pueblo sería exterminado a través de la mezcla de obligaciones
y castas.
16. Por tanto, el rey no debería permitir que las obligaciones especiales de los diferentes seres
sean transgredidas por ellos, para asegurar la adherencia a la obligación especial de cada uno, él encuentra
felicidad después de la muerte también como en su vida.
17. Pues, el pueblo, entre quienes los saltos de las normas de vida de Aryan son aseguradas, entre
quienes los Varnas y las etapas de vida son establecidas fuertemente y que son guardadas por los Tres
Vedas, prosperan, no perecen.
(III) Establecimiento de la necesidad de la Economía
1. La agricultura, la cría de ganado y el comercio, -estas constituyen la economía, las cuales son
benéficas, así ellos producen granos, ganado, dinero, productos forestales y trabajo.
2. A través de ellos, el rey trae bajo su ausencia su partido propio tan bien como el partido de los
enemigos, por el uso del erario y del ejército.
(IV) De la Ciencia de la Política.
3. El significado de asegurar el ejercicio de la Filosofía, los Tres Vedas y la economía es la Vara
usada por el Rey; su administración constituye la Ciencia de la Política: tiene para su propósito la
adquisición de cosas no poseídas, la preservación de cosas poseídas, el aumento de cosas preservadas y
la donación de cosas aumentadas en un recipiente valioso.
4. En caso es dependiente el mantenimiento ordenado de la vida mundana.
5. ̀ Por tanto, el rey, para buscar el mantenimiento ordenado de la vida mundana, debería sostener
alzada la Vara para golpear;
6. Porque no hay tal pretensión para la subyugación del ser según la Vara; Dicen los antiguos
maestros.
7. `No', Dice Kautilya.
8. Pues, el Rey, severo con la Vara, viene a ser un manantial de terror para los seres.
9. El Rey, moderado con la Vara es despreciado.
10. El Rey justo con la Vara, es honrado.
11. Pues la Vara usada después de consideración completa, dota a los sujetos con bienes
espirituales, bienes materiales, y el placer de los sentidos.
12. ¿Si usada injustamente, ya sea con pasión o enojo, o en desprecio, enfurece igual a los que
habitan en los bosques y a los ascetas errantes, cuánto más a los jefes de familia?.
13. Si no se usa, eleva Las Leyes de los peces.
14. Pues el más fuerte se traba al débil en la ausencia del ejercicio de la Vara.
15. Protegido por ella, él prevalece.
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16. El pueblo, de los Cuatro Varnas y de las cuatro etapas de vida, protegido por el Rey con la
Vara, y profundamente pegado a sus ocupaciones prescritas como sus obligaciones especiales, guarda
sus respectivos caminos.
MEGASTENES
(c -302 AEC)
la RELACIÓN de la INDIA
A Μεγασθένη tradicionalmente se le han asignado las fechas de ca.
350-290 aec. Autor de una obra, Indica, hoy perdida, que describía las
característ icas del subcontinente Índico. Desde la antigüedad gozó de
autoridad como único documento de occidente que trataba de primera
mano a la India maurya. En su texto se abordan varias noticias sobre
la geografía, las prácticas religiosas de los habitantes, y
part icularmente los estamentos que subsecuentemente se conocerían
como sistema de castas, que en nuestro fragmento se reproduce. Cabe
mencionar que Megastenes uti l izando sus categorías griegas nos hace
entender por similitud las div isiones sociales en el Imperio Maurya.
Nuestro autor nació en Asia menor, Arriano (86 -175 ec.) nos transmite
que vivía en la región de Arachosia, región ribereña del Indo que
estaba bajo la soberanía del sátrapa Sibyr ius. Megastenes l legó a ser
embajador de Seleuco I Nikator “El v ictorioso” (c. 358 - 280 aec.), uno
de los sucesores de Alejandro Magno, ante Chandragupta Maurya,
fundador del Imperio que llevó su nombre, y lo v isitó en su capital
Pataliputra. Aunque existe polémica en esta identif icación tanto por la
incert idumbre de las fechas como la de los nombres, que en su obra
aparecen: Sandrocottus por Chandragupta y Palimbitha por
Pataliputra. No es posible establecer con precisión las fechas en que
realizó su embajada a la India, sin embargo se pone como límite la
98
muerte de Chandragupta en 288 aec. Es preciso apuntar que Seleuco
había perdido territorio ante la expansión mil itar de los Maurya.
La obra int itulada Indica se ha podido reconstruir fragmentariamente
ya que dist intos autores que la ocuparon citaron extensos párrafos de
ella. Entre esos autores sobresalen: Arriano, Estrabon (64 aec. -24
ec.), Diodoro (su madurez entre el 60 y el 30 aec.), Plinio ( E l Joven
61-112 ec.) y Clemente de Alejandría (ca. 150-215 ec). Los fragmentos
dispersos de su obra fueron retomados y editados por estudiosos
alemanes e ingleses en el siglo XIX primero en latín e inglés por E.A.
Schwanbeck (1846) y J.W. Crindle (1877) respectivamente. Pruebas de
su travesía son las descripciones físicas de ríos y montañas y de las
de las ciudades que visitó.
99
De las siete castas de los indios
Libro III. Fracc. XXXIII
De acuerdo a (Megastenes) la población de la India es dividida en siete (partes).
Los filósofos son los primeros en el rango, pero forman la más pequeña clase en cuanto número.
Sus servicios son empleados (privadamente) por personas que desean ofrecer sacrificios o realizar otros
ritos sagrados, y también públicamente por los reyes en lo que es llamado el Gran Sínodo, en el cuál, al
principio del nuevo año, todos los filósofos son reunidos antes de que al Rey entre, cuando algún filósofo
pueda estar comisionado a alguna sugestión útil para las escrituras, u observado algunos recursos para
(mejorar las cosechas y el ganado, o para promover los intereses públ icos), declarándolo públicamente.
Si alguno es descubierto dando información falsa tres veces, la ley lo condena a callar por el resto de su
vida, pero quien dé aviso es exentado de pagar algún impuesto o contribuciones.
La segunda casta consiste en los labradores, que forman la parte principal de la población, y son por
disposición los más moderados y nobles. Son exentados del servicio militar y cultivan sus tierras sin
disturbios por temor. Nunca van al pueblo, ni toman parte en los tumultos, o para algún otro propósito.
Por tanto, no sucede raramente que al mismo tiempo y en la misma parte del país, los nombres pueden
ser vistos arrastrados en orden de batallas, y luchando a riesgo de sus vidas, cuando otros hombres con
las manos cerradas están arando y escarbando en perfecta seguridad, teniendo éstos soldados para
protegerlos. La tierra en su totalidad es propiedad del rey, y los labradores la cultivan (a condición de
recibir un cuarto del producto).
La tercera casta está constituida por pastores y cazadores que únicamente son autorizados a cazar
y tener ganado, y a vender animales de tiro o alquilarlos. A cambio de limpiar el país de bestias salvajes
y aves que devoran las semillas sembradas en los campos, ellos reciben una asignación de grano del rey.
Ellos siguen una vida errante y viven bajo casas de campaña.
La cuarta clase, después de los pastores y cazadores, consiste en aquellos que trabajan en negocios, de
aquellos que venden mercancías, y aquellos que son empleados en labores manuales. Algunos de estos
pagan tributo y entregan al Estado ciertos servicios prescritos. Los que hacen las armaduras y los
constructores de barcos reciben sueldos y (sus vituallas) del rey, para quien solo trabajan. El general
encargado de las armas abastece a los soldados de armas, y el almirante de la flota alquila barcos (para
transportar pasajeros y mercancías).
La quinta clase consiste en guerreros que, cuando no están en servicio activo, pasan su tiempo en
holgazanear y beber. Son mantenidos a expensas del rey y de aquí están siempre listos, cuando la ocasión
llama a tomar el campo, no cargan nada de su propiedad con ellos a excepción de sus propios cuerpo
sino es que recaban los impuestos, y vigilan las ocupaciones relacionadas con las tierras, como las de
los cortadores de madera, los carpinteros, los herreros y los mineros. Ellos construyen caminos y sobre
cada diez "stadia" colocan un pilar para mostrar el camino y las distancias.
(Aquellos que están a cargo de la ciudad) son divididos dentro de seis cuerpos de cinco cada uno. Los
miembros del primero cuidan todo lo relacionado con las artes industriales Los del segundo atienden el
entrenamiento de los forasteros. Para éstos, asignan hospedajes, y vigilan sus modos de vida por medio
de las personas que son asignadas a ellos como asistentes. Ellos los acompañan por el camino cuando
dejan el país, o, cuando sucede su muerte, reparten su propiedad entre sus parientes. Ellos los cuidan
cuando están enfermos, y si mueren los sepultan. El tercer cuerpo consiste en aquellos que investigan
cuándo y cómo ocurren los nacimientos y muertes, con la inspección no sólo de recaudar impuestos,
sino también de poner en orden esos nacimientos y muertes (entre ambos altos y bajos) no pueden
escapar al conocimiento del gobernador. La cuarta clase vigila (el negocio y el comercio), sus miembros
100
están a cargo de pesas y medidas, y ven lo que los (productos) sean vendidos por (avisos públicos). A
ninguno le es permitido negociar en más de un tipo de mercancía a menos que pague un doble impuesto.
La quinta clase supervisa artículos manufacturados, los cuáles ellos venden por (anuncios públicos) lo
que es nuevo es vendido separadamente de lo que es viejo, y hay una multa por mezclar los dos juntos.
La sexta y última clase consiste en aquellos que recaban los diezmos de los precios de los artículos
vendidos, (el fraude en el pago de este impuesto es castigado con la muerte).
Tales son las funciones que estos cuerpos separadamente desempeñan. (En su capacidad
colectiva ellos están a cargo de sus departamentos especiales, y también de los problemas que afectan
el interés general, como el mantenimiento de los precios, el cuidado de los mercados, albergues y
templos).
Próximo a los magistrados de la ciudad hay un tercer cuerpo de gobierno, el cual dirige los
asuntos militares. Éste también consiste en seis divisiones con cinco miembros cada uno.
Una división es designada a cooperar con el almirante de la flota, otro con el superintendente
de los carros de bueyes que son usados para transportar máquinas de guerra, comida para los soldados,
alimento para ganado y otros requisitos militares. El los proporcionan sirvientes que toque el tambor, y
otros que carguen gongs: también los lacayos para los caballos y mecaitas y sus asistentes. Al sonido
del gong ellos envían fuera los forrajeros a traer hierba, y por un sistema de premios y castigos aseguran
que el trabajo sea hecho con rapidez y precisión. La tercera división tiene a cargo la comida de los
soldados; la cuarta, los caballos; la quinta, los carros de guerra y la sexta, los elefantes.
Hay establos reales para los caballos y elefantes, y también un almacén militar para armas,
porque los soldados tienen que regresar sus armas al almacén y sus caballos y elefantes a los establos.
Ellos usan los elefantes sin bridas. Los carros son tirados por bueyes, (los caballos son guiados por un
ronzal, por sus muslos no pueden ser irritados o inflamados, ni sus espíritus abatidos por los carros
tirados). Además del carretero hay dos guerreros que se colocan en el carro desde afuera.
Los carros de elefantes de guerra cargan tres o cuatro hombres que lanzan flechas y el conductor.
101
LIU BANG
(247 -195 AEC)
Una invitación a los hombres virtuosos para servir al
gobierno
Liu Bang 劉邦 nació hacia el año 247 aec en la villa de Zhongyang (中陽里), del
poblado Feng (豐邑), del distrito Pei (沛縣). Fue líder local (tingzhang 亭長) bajo el
gobierno Qin, pero durante una comisión en la que estuvo encargado de llevar
prisioneros, desertó y se rebeló. Aprovechó el caos tras la muerte del emperador
Shih Huangdi en 210, regresó a su lugar de nacimiento estableciendo su base
rebelde y se autonombró Duque de Pei 沛公. Se alió con otros líderes rebeldes y
tras la batalla en Julu 巨鹿 (Pingxiang 平鄉, Hebei) se dirigieron a la capital para
destronar al heredero de Shih Huangdi en 207. Los rebeldes triunfantes declararon
opresivo al orden de los Qin.
Junto con su aliado Xiang Yu se dividieron el territorio conquistado, quedando una
parte como el reino de Chu 西楚霸王, bajo el primero, y la otra como el reino del río
Han 漢, gobernado por Liu Bang. El reino del río Han se ubicaba en una región
montañosa que no parecía representar una gran amenaza inmediata para Xiang Yu.
Pero el tesón de Liu Bang hizo que en poco tiempo reiniciara la guerra civil. La
capacidad de Liu le dio el triunfo sobre Xiang Yu y así en 202 reunificó el territorio y
102
se proclamó su monarca. Su primer capital estuvo en Luoyang 洛陽, más tarde
movió a Chang'an 長安 (Xi'an 西安) la capital tradicional. Como fundador de la
dinastía Han y su primer emperador reinó desde 206 a 195 aec.
Su gobierno fue pragmático, promovió la economía rural aligerando los impuestos
a la producción y liberando a los esclavos por deudas, para reactivar la vida
económica tras las guerras constantes. Limitó el comercio suntuario y tras una serie
de medidas de austeridad inició su control sobre el imperio, delimitando el poder de
los señores regionales que ostentaban el título de 王 Wang. Siguiendo la costumbre
de la vieja dinastía Zhou, dividió el territorio en comandancias militares jun 郡.
Decretó que sólo los miembros de la familia Han podrían ocupar el título de príncipe.
Como un hombre de baja extracción desconfiaba de los letrados pero tuvo que
reconocer no podría gobernar sin los confucianos burócratas quienes sabían los
rituales y los procedimientos administrativos. Su consejero Xiao He compiló un
nuevo código que substituía el anterior código penal de los Qin. El código Hanlü
jiuzhang 漢律九章 sobrevive sólo en fragmentos. Liu Bang murió en una campaña
para someter a sus suegros de la familia Lu, su título póstumo fue Gaodse (Gran
Progenitor).
103
Me han dicho que no hay mejor monarca que el rey Wen y ningún príncipe superior al príncipe de Juan
de Chi. Sin embargo, ninguno de los dos podría haberse hecho famoso sin la ayuda de hombres hábiles
y virtuosos. No es verdad que los hombres sagaces y diestros sean menos hoy en día de los que eran en
tiempos lejanos. Si un monarca no trata de comunicarse con ellos, no tiene manera de aprovechar sus
talentos.
Gracias a las bendiciones del cielo, y la ayuda de mis capacitados ministros, he podido unificar
al país: toda la gente dentro del país ahora son miembros de una familia. Es mi esperanza que mis
descendientes estarán capacitados para honrar continuamente a sus ancestros y de rendir culto en el
templo imperial hasta las eternidades venideras. Ahora que mis ministros me han asistido en la
pacificación del país, es sólo justo que comparten conmigo las bendiciones de la victoria.
Yo puedo honrar y hacer famosos a los capacitados y virtuosos que elijan seguirme y compartir
conmigo las cargas del Estado. Que se promueve este deseo mío a lo largo del imperio para que sea
comprendido ampliamente. Que sea transmitido del gran consejero Dyou Chan al primer ministro Shao
Jo; que de su parte lo transmitirá a todos los príncipes a lo ancho del imperio. Mientras tanto, el viceprimer
ministro hará lo mismo en cuanto a los gobernadores provinciales y sus subordinados.
Si cualquiera de los príncipes o gobernadores descubre a un hombre de talento y virtud entre su
jurisdicción, deberá invitarlo personalmente a servir en su gobierno. Debe tener cuidado que el
funcionario en prospecto sea acompañado con respeto a la oficina del primer ministro y que se
transmitirá con la recomendación una descripción de su edad, apariencia y comportamiento. Un
funcionario que conozca a un hombre virtuoso dentro de su jurisdicción y elija no repetirlo, perderá su
puesto. No obstante, no deberá mandar a un hombre que es demasiado grande o que sufra las
enfermedades crónicas.
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HAN WUDI
(-128)
El Reclutamiento de Talentos
Lui Che 劉徹, que nació en 156 AEC, fue emperador de la dinastía Han, hijo de Liu
Qi (conocido como emperador Han Jing), ascendió al trono a los 15 años y gobernó
de 140 a 87 AEC. Póstumamente recibió el título de Han Wudi (汉武帝 emperador
marcial Han). En los primeros años estuvo bajo la influencia de su abuela, madre y
medio hermano. A partir de los 20 años realizó durante seis décadas una serie de
campañas militares que expandieron al imperio. Sometió a los Xiung-nu de la
frontera noroeste, imponiéndose a varios clanes y estableciendo su soberanía en lo
que sería el inicio de la ruta de la seda en el centro de Asia. Hacia el sur también
anexó amplias regiones hasta Vietnam. Reconquistó territorio hacia el noreste,
estableciendo colonias chinas en lo que sería el norte de Corea. Con estas
conquistas fue necesario reorganizar el gobierno: dividió el imperio en 13 provincias
(zhou 州) y a cada una otorgó un inspector regional (cishi 刺史).
Convirtió al confucianismo en la ideología oficial de su estado burocrático. Esta
naciente burocracia necesitaba probar su eficiencia en el conocimiento de la
tradición literaria. Asimismo se ocuparía de cobrar altos impuestos para financiar
las actividades de un imperio en expansión.
En su corte no sólo favoreció a la escuela de Confucio (ru 儒) estableciendo una
academia (que antecedió a la universidad taixue 太學), también promovió el trabajo
en la historiografía. El historiógrafo más importante fue Sima Qian (145-86 AEC)
quien escribió el Shiji (史記 Registros históricos) que consta de 130 capítulos y que
recorre los procesos históricos desde el legendario emperador amarillo hasta su
105
misma época. El Shiji se convirtió en modelo para las subsecuentes historias
dinásticas.
No obstante, fue hacia el final del largo reinado de Wudi que estableció los
monopolios de la sal y el hierro para saldar los gastos del estado. Consultaba
astrólogos y magos, mandó ejecutar a varios individuos por temor a una rebelión,
se rodeó de lujo y creció la corrupción. El descontento estalló y se vio obligado a
nombrar como sucesor a un príncipe de 8 años Fuling, quien gobernaría bajo la
sombra de un grupo de “tutores”. Wudi murió en 87 AEC.
El fragmento que se presenta señala la necesidad de crear una administración
meritocrática.
106
La obligación primaria de todos los ministros es formular planes, unificar el pueblo, universalizar nuestra
cultura y cultivar buenas costumbres.
Los Cinco Emperadores y las Tres Dinastías trajeron paz y prosperidad al país porque reiteraron el amor
y la virtud como el fundamento moral de la nación; cultivaron virtudes y emplearon hombres virtuosos;
y promovieron bondades y castigaron la violencia y lo perverso.
Yo nunca ceso de esperar que puede asegurarse la cooperación de todos los estudiosos de la nación para
alcanzar este antiguo objetivo.
Consecuentemente he tomado como mi tarea honrar a los ancianos, la recompensa del amor filial y el
respeto, la selección de hombres de talento como funcionarios de gobierno, y la promoción del estudio y
de la literatura. Todos los hombres de talento pueden así, participar en el gobierno y transmitirme los
deseos y anticipaciones del pueblo como un todo.
A mis funcionarios he recalcado repetidamente, que ellos deberían recomendarme el amor filial y la
incorrupción dentro de sus respectivas jurisdicciones para establecer una nueva tradición de
reclutamiento personal gubernamental. Una vez mas podemos ser capaces de seguir la virtuosa senda de
los antiguos sabios.
Se ha declarado correctamente que "Hay un hombre virtuoso en cada diez familias" y que "Siempre que
tres hombres caminan juntos, uno de ellos es bastante bueno para ser mi maestro".
¿Por que es que a veces un hombre solo no es recomendado al gobierno imperial para una provincia
entera?
Para mi, la razón es muy simple: el pueblo no ha escuchado o entendido mi mensaje y hombres de calidad,
al no tener medios para dejarse conocer, siguen viviendo en la obscuridad. Ustedes, como gobernantes
del pueblo, pueden hacer bien en ayudarme a gobernar el país si ustedes buscan diligentemente la virtud
y la rectitud, proveyendo inspiración y comodidades a mi pueblo, e inducirle a observar las costumbres
y tradiciones de cada una de las comunidades en que ellos viven.
Una antigua ley dice que ellos, funcionarios que recomiendan hombres virtuosos deberían ser ricamente
recompensados, y aquellos que los ocultan, deberían ser castigados con la muerte. Que los gobernantes,
funcionarios y los profesores doctos deliberen cuidadosamente sobre estos problemas.
Aquellos funcionarios que sean acusados de no cumplir sus deberes, serán castigados
correspondientemente.
108
HERODOTO (c. 484 -425 AEC)
los Nueve Libros de la Historia Nació en Harlicarnaso bajo el dominio de los persas y emprendió varios
v iajes de investigación, l legó a Babilonia, al sur de Italia, al norte de
África y a las costas del Mar Negro para obtener información
documental y oral, sobre las costumbres de pueblos como los lidios,
medos y persas de los cuales dan testimonio nuestros fragmentos.
Narra también el surgimiento de Persia y de sus dominios, y luego
relata las v ictorias de la Grecia aliada en las Guerras Persas . Se le
atribuye la cita: "Mi deber es hablar de lo que me han contado. Sin
embargo, no tengo que creerlo completamente". Sus esfuerzos h icieron
que Cicerón (106-43 AEC) le l lamara el "Padre de la Historia".
[De los lidios]
109
94. Y los lidios tienen costumbres semejantes a los griegos, excepto que someten a la prostitución
los hijos de sexo femenino. Y de los hombres que nosotros conocemos, fueron los primeros que, habiendo
acuñado monedas de oro y plata (las) utilizaron y fueron también los primeros comerciantes en pequeño.
Y dicen los mismos lidios que también los juegos, actualmente establecidos para ellos y para los
griegos, fueron invento de ellos. Y afirman, además, que fueron éstos inventados por ellos al mismo
tiempo que colonizaron Tirrenia, hablando así acerca de ello:
Que en tiempo del rey Atys, hijo de Manes, hubo una fuerte carestía por toda Lidia; y que los lidios,
persistentes por un tiempo en seguir el curso de la vida, sin embargo, como no cesaba, buscaban después
remedios y que unos de ellos imaginaban una cosa y otros otra.
Así pues, que entonces se inventaron la forma de los dados y de las tabas y de la pelota y de todos los
demás entretenimientos, menos del tablero; pues la invención de éste no se la atribuyen los lidios; y
habiendo (los) inventado, obraban así frente al hambre: que siguiendose los días, durante uno completo
jugaban, para que no sintieran necesidad de alimentos y durante el otro, dejando los juegos, comían; de
este modo vivieron dieciocho años.
Y que, como el mal no cesaba, sino que se tronaba aún más violento, así entonces el rey de ellos, habiendo
hecho de todos los lidios una división en dos grupos, sorteó uno para la permanencia y otro para la salida
fuera del país y que el mismo rey se puso frente de aquel de los grupos que había obtenido permanecer
allí y a su hijo al frente del que se retiraba, y que éste tenía por nombre Tirreno.
Y que habiéndose sorteado, unos de ellos salieron del país y bajaron hasta Esmirna e idearon unas naves
y embarcando en ellas todos los bienes muebles que les eran útiles zarparon en busca de medios de vida
y de un territorio, hasta que, habiendo pasado de largo a muchos pueblos, llegaron hasta los umbros; que
allí ellos fundaron ciudades y habitan hasta ahora. Y que en vez de lidios, se cambiaron nombre, a causa
del hijo del rey, que los había guiado; y que; haciendo por éste la denominación, se llamaron tirrenos.
[De los medos]
Dominado por los asirios por quinientos veinte años el Asia Superior, comenzaron primero los
medos a separarse de ellos; y habiendo luchado éstos de algún modo con los asirios por la libertad, fueron
hombres valerosos y habiendo rechazado la esclavitud, se hicieron libres y después de ellos, también los
demás pueblos hicieron lo mismo que los medos.
Y siendo todos autónomos en el continente, llegaron así nuevamente a los tiranos.
Hubo entre los medos un hombre sabio, que tenía por nombre Deyoces y era hijo de Fraortes.
Este Deyoces, enamorado de la tiranía, obraba así: viviendo los medos distribuidos por aldeas, siendo ya
anteriormente estimado en la de él y un tanto más dedicado, ejercía también con más entusiasmo la
justicia y hacia eso, a pesar de que había una gran ilegalidad por toda Media, sabiendo que para el justo
lo injusto es enemigo. Y los medos de la misma aldea, viendo el comportamiento de él, lo escogieron
(como) su juez. Y éste, como ambicionando el poder, era recto y justo.
Y obrando así, obtuvo no poco elogio de parte de los ciudadanos, de tal manera que, informados los que
habitaban en otras aldeas de que Deyoces era el único hombre que juzgaba según lo justo, cayendo antes
en sentencias injustas, entonces, habiéndose informado, gozosos llegaban hasta Deyoces para hacer (sus)
juicios también ellos. Y finalmente a ningún otro recurrían.
97. Y siendo cada día mayor el (número) que se presentaba, como (también) de los que sabían
que los juicios concluían conforme a la realidad, sabiendo Deyoces que todo recaía sobre él mismo, ya
110
no quería ni hacer sesión donde antes haciendo sesión juzgaba y afirmó no juzgar más: pues que no era
para él provechoso, teniendo descuidado lo de él mismo, durante (todo) el día hacer justicia a los vecinos.
Habiendo, pues, todavía mucho más rapiña e ilegalidad en las aldeas de lo que había antes, se
reunieron los medos en el mismo (lugar) y discutieron, hablando acerca de los acontecimientos (y en
cuanto yo creo, hablaban principalmente los amigos de Deyoces): "Pues ciertamente, valiéndonos de la
forma presente, no seríamos capaces de habitar el país. ¡Animo! de nosotros mismos establezcamos un
rey." Y así el país será bien legislado y nosotros nos dedicaremos a los trabajos y no estaremos
perturbados por la ilegalidad. Y diciendo eso, de alguna manera se convencen a sí mismos de ser
gobernados.
98. Y proponiendo de inmediato a quién constituirían rey, el más propuesto y elogiado era
Deyoces, hasta que aprobaron que éste fuera rey para ellos. Y él exigió que los le construyeran un palacio
digno del reino y fortificarse con los lanceros.
Los medos, efectivamente, lo hicieron. Le construyeron, pues, un palacio grande y sólido en el
lugar del país (que) él mismo indicó y le concedieron escogerse lanceros de entre todos los medos.
Y él, en cuanto tuvo el poder, obligó a todos los medos a hacer una sola ciudad y que, cuidando
de esto, se preocuparan menos de las demás (cosas). Y convencidos también de esto los medos, edifican
unas murallas grandes y sólidas, lo que ahora se ha llamado Ecbatana, que encierran un cerco dentro de
otro cerco; y esta muralla fue ideada de tal manera, que un cerco es más alto que el otro por las solas
almenas. Por una parte, de algún modo contribuye también el terreno para que así, siendo una colina y,
por otra parte, también fue construida con un poco más de cuidado; y siendo los cercos todos juntos siete,
dentro del último está el palacio real y los tesoros. Y la más grande de ellas es una muralla, más o menos
según a cerco de Atenas en cuanto a la magnitud. Así pues, las almenas del primer cerco son blancas, y
del segundo negras, del tercero, en cambio, púrpura, y del cuarto azul oscuro, mientras que del quinto,
rojo arsénico. Así que las almenas de todos los cercos están coloreadas con pinturas. Y los dos últimos,
teniendo el uno almenas plateadas y el otro doradas.
99. Así, por tanto, se fortificó Deyoces y en torno al palacio de él; y ordenó que la demás gente
habitara alrededor de la muralla.
Y habiéndose construido todo, Deyoces es el primero que estableció este protocolo: que no
llegara ninguno ante el rey, sino que consultaran todo mediante mensajeros; y que el rey no fuera visto
por ninguno todavía, además de esto, que reír y escupir en (su) presencia para todos también esto era
deshonroso. Y se enorgullecía de eso en torno suyo, a causa de esto: no fuera a ser que, viéndolo los
demás de la misma edad, siendo educados junto con él y no de un hogar más malo, ni relegados en
valentía, se incomodaran y conspiraran, sino que no viendo (lo), les parecía ser diferente.
100. Y una vez que dispuso eso y se fortaleció con la tiranía, era duro guardando la justicia:
escribiendo las causas, solían enviar (las) dentro ante él; juzgando las que habían ingresado (las) remitía.
Esto hizo, pues, en cuanto a las causas.
Y lo demás fue así dispuesto por él: si era informado de que alguien era insolente, una vez que
lo hubiera, (lo) castigaba según el mérito de cada crimen. Y había espías y soplones por todo el país que
gobernaba.
101. Ahora bien, Deyoces agrupó al solo pueblo medo y a éste gobernó. Y de los medos, éstos
son los pueblos: los busos, los paretacenos, los estrucates, los arisantos, los budios, los magos. Estos son,
pues, los pueblos de los medos.
131. Y sé que los persas usan estas costumbres; no teniendo en costumbre levantar estatuas, ni
templos, ni altares; en cambio, también reprochan locura a quienes (lo) hacen; pues, como me parece,
porque no han pensado, como los griegos, que los dioses son de naturaleza humana. Y ellos acostumbran
hacer sacrificios, subiendo a lo más alto de los montes, llamando "Zeus" a todo el círculo del cielo. Y
ofrecen sacrificios al sol y a la luna, y a la tierra, y al fuego, y al agua y a los vientos. Solamente a estos
ofrecen sacrificios desde antiguo; y aprendieron también a ofrecer sacrificios a Urania, habiéndolo
111
aprendido de los asirios y de los árabes. Pero los asirios llaman Mylitta a Afrodita y los árabes Alilat y
los persas Mitra.
132. Y respecto a los mencionados dioses, para los persas se estableció este rito sacrificial.
Yendo a sacrificar no hacen altares, ni encienden fuego; no utilizan libación, ni flauta, ni diademas, ni
harina. Y cuando (alguno) quiere ofrecer sacrificio a uno de ellos, habiendo conducido el animal a un
lugar puro, teniendo coronada la tiara especialmente con mirto, invoca al dios. Y al que sacrifica no le es
permitido pedir bienes solamente para él en particular, sino que él suplica bienestar para todos los persas
y para el rey; pues entre todos los persas está también él mismo. Y una vez que, habiendo despedazado
en trozos la víctima, coció la carne, esparciendo abajo hierba lo más tierna (posible), y principalmente
trébol, coloca, pues, sobre ella toda la carne. Y dispuesto esto, un varón mago, que junto está de pie,
entona una teogonía, cual dicen ellos que es el canto. Pues para ellos no existe la costumbre de hacer
sacrificios sin un mago. Y habiendo esperado un corto tiempo, el que ha sacrificado se lleva la carne y
dispone lo que la mente le elige.
133. De todos acostumbran honrar más aquel día en que cada uno nació. Y en ése creen justo
servirse más comida que en los demás; en el cual los ricos de entre ellos se sirven un buey y un caballo
y un camello y un asno, asados enteros en hornos; y los pobres de entre ellos se sirven los pequeños de
los animales domésticos. Y disponen de pocos alimentos sólidos y de muchos postres, y no juntos; y por
esto los persas dicen que los griegos comiendo terminan sintiendo hambre, porque después de la comida
no se les presenta nada digno de elogio y que, si algo se (les) presentara, no cesarían de comer.
Pero son muy dados al vino y no les es permitido vomitar, ni orinar delante de otro. Ahora bien,
eso, así se observa; pero acostumbran, estando ebrios, discutir los más serios de los problemas; y lo que
deliberando les haya agradado, al día siguiente, estando sobrios, se lo propone el tendedero, estando en
cuya (tienda) discuten; y si también estando sobrios les agrada, de eso disponen, pero si no (les) agrada,
(lo) rechazan lo que hayan deliberado, estando sobrios, ebrios nuevamente no discuten.
134. Y encontrándose unos con otros en las calles, alguien podría así distinguir si los que se
encuentran son del mismo rango: pues en lugar de dirigirse la palabra uno al otro, se besan en la boca;
pero, si acaso uno es algo más bajo, se besan las mejillas; y en caso de que uno sea mucho más vulgar,
postrándose reverencia al otro. Y de entre todos, después de sí mismos naturalmente, estiman a los que
viven más cerca de ellos y después a los siguientes y después estiman a los que por orden van siguiendo.
Y muy poco tienen en aprecio a los que habitan muy lejos de ellos, pensando que ellos mismos son con
mucho los mejores de todos los hombres en todo y que los demás se apegan a la virtud en el orden (dicho),
pero que los que habitan muy lejos de ellos son los peores.
Y mientras (estuvieron) dominando los medos, también los pueblos se gobernaban unos a otros;
los medos a todos y también a los que habitan cerca de ellos; y éstos, en cambio, a sus limítrofes y ellos
a los que estaban muy (cerca); según el mismo orden (en que) también los persas aprecian. Así pues, el
pueblo, gobernando y administrando, iba progresivamente.
135. Y los persas adoptan más que (todos) los hombres las costumbres extranjeras. Así pues,
llevan también la vestidura meda, pensando que es más hermosa que la de ellos mismos; y a las guerras
(llevan) las corazas egipcias, y puestos en conocimiento, se dan a toda clase de placeres y también,
habiendo aprendido de los griegos, se unen a los niños; y se desposan cada uno de ellos con muchas
esposas legítimas y todavía adquieren muchas más concubinas.
136. Y la misma hombría queda admitida, después de (demostrar) ser bueno para combatir, quien
muestre muchos hijos; y al que manifieste los más el rey le envía cada año regalos. Y se considera que
lo mucho es fortaleza.
112
Y solamente tres cosas enseñan a los niños, comenzando desde los cinco años hasta los veinte
años: cabalgar y tirar con arco y decir la verdad; y antes de que sea de cinco años no se llega a la presencia
del padre, sino que se pasa la vida entre las mujeres; y eso se hace así por causa de esto: para que, si
criándose, muere, no cause ningún disgusto a su padre.
137. Pues bien, yo alabo esta costumbre: el que ni siquiera el mismo rey da muerte a ninguno
por una sola culpa, ni ninguno de los demás persas hace un daño irreparable a ninguno de sus domésticos
por una sola culpa; sino que, habiendo considerado, si halla que los crímenes son más y mayores que los
servicios, entonces usa la ira.
Y afirman que ninguno ha dado jamás muerte a su propio padre ni a su madre; sino que cuantas
veces hayan sucedido tales cosas, a toda costa sostienen que, investigando eso, se ha descubierto que
eran ilegítimos o adulterinos; pues dicen que no es admisible que el verdadero padre muera a manos de
su propio hijo.
138. Y lo que no les es permitido hacer tampoco está permitido decirlo. Pero para ellos se ha
considerado como lo más vergonzoso el mentir y en segundo lugar el contraer una deuda, a causa de
muchas otras (razones), pero sobre todo dicen que es fatalidad que el que debe también diga una mentira.
Y si acaso alguno de los ciudadanos tiene lepra o la (enfermedad) blanca, éste no baja a la ciudad,
ni trata con los demás persas; y dicen que él, habiendo ofendido en algo al sol, tiene eso. Y a todo
extranjero sorprendido con esto la mayoría los expulsa del país, también a las palomas blancas aduciendo
la misma causa. Y en el río ni orinan, ni escupen, no se lavan las manos en (él), ni toleran a ningún otro,
sino que veneran muchísimo los ríos.
139. Y ha acontecido que esto otro es así para ellos, lo cual a los mismos persas ha pasado
inadvertido, sin embargo a nosotros no. Los nombres que para ellos existen, conforme a los cuerpos y la
magnificencia, todos terminan en la misma letra, la que los dorios llaman san y los jonios sigma.
Investigando encontrarás los nombres de los persas terminando en ésa; no unos sí y otros no, sino que
todos por igual.
113
JENOFONTE (430-354 AEC)
la Ciropedia
Esta "Educación de Ciro"- pretende revelar los secretos de Ciro II el
Grande rey aqueménida de Persia (r. 559–530 AEC) y monarca del más
grande imperio de la época. En una combinación de biografía, historia,
utopía polít ica y aun novela, al estilo de un ‘espejo de príncipes’,
Jenofonte (Xenophon) relata la v ida de Ciro desde su nacimiento hasta
su muerte, con los acontec imientos personales y su educación l igados
a la suerte del imperio.
Además Jenofonte escr ibió varios textos técnicos cuyos temas eran de
cabal los, ejercicios ecuestres y caza con perros (de Re Equestri,
Hipparchicus, Cynegeticus), estableciendo normas de enseñanza.
De la v ida de Jenofonte tenemos dos fuentes principales: su misma
obra Anabasis da informes autobiográficos y el autor Diógenes Laert ius
lo incluye en su Vida de los Filósofos , una serie de bio y bibliografías
compiladas. Por referencias internas es factible ubicar la elaboración
de la Ciropedia en su versión f inal entre el 360-350 AEC. Es posible
que haya regresado de su exil io gracias a las facciones entre las pol is
griegas, pero no se t iene constancia de dónde murió.
114
Capítulo II
I. Ciro, según dicen, fue hijo de Cambises, rey de los persas, (y este Cambises venía del linaje de los
persidas, los cuales traen su origen de Perseo). Se sabe también que su madre fué Mandane, la cual era
hija de Astiages, rey de los medos. Se dice y se canta todavía hoy por los bárbaros, que Ciro tenía una
magnífica presencia, y que era asimismo de alma muy sensible y amigo de las ciencias y de la fama, al
grado de no rehuir ningún peligro ni escatimar ningún trabajo con tal de merecer alabanzas. II.
He aquí lo que se cuenta sobre sus cualidades físicas y morales: Fué criado de acuerdo con las leyes de
los persas, las cuales, según parece, se ocupan desde el principio del bien público, y no como se hace en
muchas otras naciones. Porque, en efecto, la mayoría de los países, permitiendo educar a los hijos como
cada uno quiere, y a los adultos y hombres vivir según su voluntad, les ordenan no robar, no arrebatar el
bien ajeno, no entrar por fuerza en casa ajena, no pegar a otro injustamente, no desobedecer a su
gobernante y otras cosas parecidas. Y si alguno viola estos mandamientos, le imponen un castigo.
III. Pero las leyes pérsicas, anticipándose, procuran desde su principio que no existan ciudadanos que
hagan alguna cosa mala o vergonzosa. Y he aquí como lo hacen: tienen una plaza llamada ágora libre;
donde están el palacio real y los demás edificios del Gobierno. Pero los mercados y mercaderes con sus
voces y maneras indecentes están apartados en otro lugar, para que el tumulto de éstos no se mezcle con
el buen orden y decencia de la gente bien educada.
IV. Y esta plaza, que se encuentra cerca del palacio, está dividida en cuatro partes: una está destinada a
los niños, otra a los adolescentes, otra a los hombres, y otra a los que están fuera de la edad de las armas.
Y está establecido por la ley que cada uno esté presente en su lugar señalado; los niños al desountar el
día, lo mismo que los hombres; los ancianos cuando le convenga a cada uno, excepto en ciertos dias
señalados, en los cuales están obligados a presentarse. Los efebos duermen armados alrededor de los
edificios públicos, excepto los casados; éstos son dispensados si no tienen alguna orden particular, pero
no es conveniente que falten muchas veces.
V. Cada una de estas cuatro clases tiene doce jefes (porque también los persas se dividen en doce tribus).
Los niños son gobernados por aquellos ancianos escogidos entre los demás como los más capaces de
instruirlos. Los efebos son gobernados por aquellos que les parece les harán obedecer mejor a lo prescrito
y ordenado por la suprema autoridad. En fin, los ancianos tienen sus jefes para que ellos también cumplan
con sus deberes.
VI. Diré aquí detalladamente lo que a cada edad se le ordena hacer, para que así se sepa más claramente
como los persas tratan de formar excelentes ciudadanos. Los muchachos frecuentan las escuelas para
aprender la justicia, diciendo que van para eso, como los nuestros van a aprender las letras. Sus directores
gastan la mayor parte del día en juzgar sus pleitos. Porque también tienen los muchachos entre sí, como
los hombres, causas y culpas de hurto, de rapiña, de violencia, de engaño, de injurias y de otros delitos,
como es natural; y a los que se les comprueba haber cometido alguna de estas faltas, los castigan,
haciendo lo mismo a aquellos que acusan injustamente a otros.
VII. Y también juzgan el delito por cuya causa los hombres se odian sobre todo entre sí, y que sin
embargo es el menos castigado, el de ingratitud; y cuando saben de alguien que puede pagar el beneficio
recibido y no lo hace, lo castigan fuertemente. Porque creen que los ingratos no se preocupan ni hacen
caso de los dioses, ni de sus padres, ni de la patria, ni de sus amigos. Además, es natural que tras de la
ingratitud venga la desvergüenza, que es la mejor guía para todo lo malo.
VIII. Enseñan también a los niños la templanza, para lo cual mucho les ayuda ver cada día cómo los
mayores viven templadamente. Les enseñan asismismo a obedecer a los jefes, y también para esto les
115
aprovecha mucho ver a los mayores obedecer absolutamente a los suyos. Igualmente los enseñan a ser
sobrios en el comer y beber; y esta virtud les es fácil cuando ven a sus mayores que no van a comer antes
de lo que les den permiso sus jefes. Además los niños no comen jamás con sus madres, sino con el
maestro, y sólo cuando los directores lo indiquen. Y cada uno lleva de su casa, por comida, pan, y como
accesorio berros, y para beber cuando tengan sed, llevan un vaso para coger agua del río.
Además de esto aprenden a manejar el arco y lanzar. Desde su nacimiento hasta la edad de dieciseis o
diecisiete años los niños niños hacen esto y después entran a la clase de los efebos.
IX. Y los efebos viven así; por espacio de diez años, desde que han salido de la niñez, duermen cerca de
los edificios del Gobierno, como se dijo antes, tanto para guarda de la ciudad como por templanza -
porque parece que esta edad requiere un extremo cuidado-. Y durante el día se presentan a sus
gobernantes por si tienen necesidad de ellos para el bien de la república. Y cuando es necesario, todos
quedan en torno de los palacios; y cuando el rey va de caza, lo que hace varias veces en el mes, saca la
mitad de la guardia. Y los que salen deben llevar al carcaj lleno de flechas, y al lado, en su vaina, una
espada o un hacha, además de su escudo y dos dardos, uno para tirar, y el otro por si es necesario venir a
las manos.
X. Por eso consideran la caza un ejercicio público, y el rey es su caudillo, así como en la guerra; y él caza
y procura que los demás cacen, porque consideran que este ejercicio es el estudio más veradero de las
cosas de la guerra. Porque los acostumbran a levantarse de mañana y soportar frío y calor, a caminar y
correr, y también es necesario herir con la flecha a la fiera y pegarle con el venablo cuando se la encuentre.
Y también muchas veces el alma se templa con la caza cuando se trata de enfrentarse con alguna fiera
brava, porque conviene a veces herirla cuando se acerca y defenderse cuando se echa encima. De suerte
que no es fácil encontrar algo en la caza que no se halle también en la guerra.
XI. Cuando van de caza, llevan una comida mayor, como es natural en los jóvenes, pero semejante en
todo lo demás. Y mientras están cazando no comen; pero si la bestia que persiguen los obliga a detenerse
o desean prolongar la caza, cenan la comida, y al otro día cazan hasta la hora de cenar; y cuentan ambos
días por uno, ya que gastan la comida de un día. Y hacen todo esto para acostumbrarse y poderlo hacer
en la guerra si se ofreciera. Y tienen por comida lo que cazan, y, si no, comen berros. Y si alguno creyere
que comen sin ganas teniendo sólo berros con su pan, o que beben sin gusto cuando beben agua,
acuérdese cúan sabroso sabe el pan al hambriento, y cúan dulce el agua al que tiene sed.
XII. Las otras divisiones que se quedan en casa, se ocupan de los ejercicios que aprendieron cuando
niños, tales como manejar el arco y el dardo, y pasan el tiempo contendiendo entre sí; y hay también
entre ellos contiendas públicas, y se ofrecen premios, y la división en que se encuentran los más
instruídos, valientes y fieles, es alabada por los ciudadanos, y no solamente se honra a su actual jefe, sino
también al que los educó durante su infancia. De los efebos que quedan, las autoridades se sirven para
guarnecer algún lugar, aprehender a los malechores, perseguir a los ladrones, o para cualquier otra
empresa que requiera fuerza y diligencia. Esto hacen cuando son efebos. Y una vez que han permanecido
así durante diez años, entran en la clase de los hombres adultos.
XIII. Desde el tiempo en que salieron de efebos, pasan veinticinco años de esta manera: primeramente,
así como los efebos, están siempre a la disposición de las autoridades, para que, si es menester, se sirvan
de ellos para el bien de la comunidad en aquellas cosas que requieren prudencia y fuerza del cuerpo
todavía. Si es menester salir en una expedición, éstos que están enseñados no usan ya el arco ni el dardo,
sino las armas propias para combatir de cerca, tales como corazas en los pechos y un pequeño escudo en
la mano izquierda, tal y como vemos las pinturas de los persas; y en la derecha un cuchillo o una espada.
Todas las autoridades son nombradas de entre éstos, excepto los educadores de los niños. Después de
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que han cumplido veinticinco años como hombres completos, llegando a tener un poco más de cincuenta
años de edad, entran en la clase de los que son y se llaman ancianos.
XIV. Estos ancianos no van a la guerra ni salen fuera de su tierra, sino que quedando en casa, juzgan las
causas públicas y particulares. Tienen poder de condenar a muerte y eligen todas las autoridades; y si hay
alguno entre los efebos o entre los hombres adultos que haya faltado a las leyes, lo acusan los jefes de las
tribus o cualquier otra persona que quiera, y los ancianos, después de haber oído, lo degradan, y este tal
deshonrado por el resto de su vida.
XV. Pero para dar mejor cuenta del conjunto del gobierno de los persas, me remontaré un poco más lejos;
con lo que acabo de decir será fácil comprender el resto en pocas palabras. Se dice que los persas son
unos ciento veinte mil; de éstos, por ley, ninguno es excluído de las honras y cargos públicos, sino que
es permitido a todos los persas enviar a sus hijos a las escuelas públicas de justicia. Sin embargo, los que
pueden sostener a sus hijos sin que trabajen, los mandan, y los que no pueden no lo hacen. Los niños que
han sido educados en las escuelas, pueden pasar su tiempo y tomar su rango entre los efebos, mientras
que no es permitido esto a los que no han sido educados. Aquellos de los efebos que han hecho lo que es
de ley en su oficio y edad, pueden entrar a la clase de los hombres adultos, así como participar de los
cargos y honores; pero aquellos que no han pasado por la clase de los niños y efebos, no entran en la de
los hombres adultos. Y los que entre los varones adultos han llevado una vida irreprochable, estos
entran en la orden de los ancianos. Así, pues, los ancianos son los que han pasado por todas las virtudes.
Y ésta es la organización de gobierno que los persas creen que al observarla sirve para hacerlos mejores.
XVI. Y todavía hoy quedan testimonios de su frugalidad y del cuidado que toman para digerir bien sus
alimentos; porque es cosa vergonzosa todavía hoy entre los persas escupir o sonarse, o tener
manifestaciones de flatulencia, y también es vergonzoso ser visto ir a alguna parte sea para orinar o
para algo por el estilo. Y esto no lo podrían hacer si no fuesen sobrios en su dieta y no disiparan por los
ejercicios los humores del cuerpo haciéndolos tomar otro curso
117
Polibio
(c.-203 -120)
la Historia Universal
Nació en la ciudad de Megalópolis. Desempeñó diversos cargos en la Liga Aquea que reunía a las ciudades griegas. Ésta observaba el enfrentamiento entre Macedonia y Roma, manteniéndose neutral con la intención de evitar el sojuzgamiento a una u otra. Tras la derrota de Macedonia, los romanos se apoderaron una a una de las c iudades griegas. Polibio fue uno de los mil rehenes que Paulo Emilio el Macedonio deportó a Roma en 166 AEC. Paulo Emilio lo eligió como maestro de sus hijos, de manera que su caut iverio fue muy benigno. En ese periodo escribió su Histor ia Universal. Más aún acompañó a su pupi lo Escipión (185-129 AEC) a África en donde presenció la tercera guerra púnica (149-146 AEC). El objetivo de la Histor ia Universal, en palabras del propio autor consiste en establecer las causas que expl ican cómo Roma se convirt ió en la repúbl ica que logró conquistar el mundo conocido por Polibio, en breve t iempo. De hecho, t itula su historia como universal porque las conquistas romanas incluían territorios en Europa, África y Asia, el mundo conocido por la tradic ión heleníst ica. El autor señala una y otra vez en su obra que en sólo 53 años, a part ir de la conquista de Macedonia, los romanos se hicieron dueños del Mediterráneo. La narración abarca las llamadas guerras púnicas, es decir el enfrentamiento entre Roma y Cartago por el control de las rutas comerciales del Mediterráneo. Interpreta el desarrollo histórico a part ir del supuesto de que las operaciones militares, se emprendían por placer, por obtener la gloria o por util idad. El tema de la historia eran los sucesos polít icos y militares. En todo acontecimiento se deben detectar el principio, es decir, los antecedentes, las causas, los int ereses de los estados involucrados, y el pretexto, aquel suceso que desencadena la guerra. A la muerte de Escipión, regresó a Grecia, en donde trabajó como magistrado e intentó mejorar la situación de las ciudades griegas sometidas al poder romano. En los fragmentos que presentamos,
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Polibio establece por qué su historia es universal y anal iza el gobierno de la república romana.
Italia
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Exordio
[…] Si aquellos que me han precedido en poner luz en hechos y acciones históricos hubieran omitido
hacer el elogio de la historia, tal vez me vería en la precisión de inclinar a todos a la elección y estudio
de estos comentarios, en el supuesto de que no hay profesión más apta para la instrucción del hombre
que el conocimiento de las cosas pretéritas.
Pero como no algunos, ni de un mismo modo, sino casi los historiadores todos se han valido de este
mismo exordio, sentando que el estudio y ejercicio más seguro en materias de gobierno es el que se
aprende en la escuela de la historia, y que la única y más eficaz maestra para poder soportar con igualdad
de ánimo las vicisitudes de la fortuna es la memoria de las infelicidades ajenas no tiene duda que así
como a ningún otro sentaría bien el repetir una materia de que tantos y tan bien han tratado, mucho menos
a mí.
Sobre todo cuando la misma novedad de los hechos que voy a referir es suficiente por cierto para atraer
y excitar a todos, jóvenes y ancianos, a la lectura de esta obra.
Pues, a decir verdad, ¿habrá hombre tan estúpido y negligente que no apetezca saber cómo y por qué
género de gobierno los romanos llegaron en cincuenta y tres años no cumplidos a sojuzgar casi toda la
tierra, acción hasta entonces sin ejemplo? ¿O habrá alguno tan entregado a los espectáculos, o a
cualquiera otro género de estudio, que no prefiera instruirse en materias tan interesantes como éstas?
Por lo que hace al tiempo, comenzaremos esta obra en la olimpíada ciento cuarenta: por lo perteneciente
a los hechos, daremos principio entre los griegos por la guerra que Filipo, hijo de Demetrio y padre de
Perseo, junto con los aqueos, declaró a los etolios, llamada guerra social; entre los asiáticos, por la que
Antíoco y Ptolomeo Filopator disputaron entre sí la Cæle-Syria; en Italia y África por la que se suscitó
entre romanos y cartagineses, llamada comúnmente guerra de Aníbal.
Todos estos hechos son una consecuencia de los últimos de la historia de Arato el Siciliano.
En los tiempos anteriores a éste, los acontecimientos del mundo casi no tenían entre sí conexión alguna.
Se nota en cada uno de ellos una gran diferencia, procedida, ya de sus causas y fines, ya de los lugares
donde se ejecutaron.
Pero desde éste en adelante, parece que la historia como que se ha reunido en un solo cuerpo.
Los intereses de Italia y África han venido a mezclarse con los de Asia y Grecia, y el conjunto de todos
no mira sino a un solo fin y objeto, causa por que he dado principio a su descripción en esta época.
Pues vencedores los romanos de los cartagineses en la guerra mencionada, y persuadidos de que tenían
andada la mayor y más principal parte del camino para la conquista del universo, osaron desde entonces
por primera vez extender sus manos a lo restante y transportar sus ejércitos a la Grecia y países del Asia.
Esto es principalmente lo que me ha incitado y movido a escribir esta obra, como asimismo haber notado
que ninguno en mis días había emprendido una historia universal, cosa que entonces hubiera estimulado
mucho menos mi deseo.
Veía yo al presente historiadores que han descrito guerras particulares y han sabido recoger varios
sucesos acaecidos a un mismo tiempo; pero al mismo paso echaba de ver que ninguno, a lo menos que
yo sepa, se hubiese tomado la molestia de emprender una serie universal y coordinada de hechos, cuándo
y en qué principios se habían originado y cómo habían llegado a su conocimiento.
Por lo cual creí ser absolutamente necesario no omitir ni permitir pasase en confuso a la posteridad la
mejor y más útil obra de la Providencia.
Y a la verdad que estando ella creando cada día seres nuevos y ejerciendo sin cesar su poder sobre las
vidas de los hombres, jamás ha obrado cosa igual ni ostentado mayor esfuerzo que el que al presente
admiramos.
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De esto es imposible enterarse el hombre por las historias particulares, a no ser que por haber corrido una
por una las más célebres ciudades o haberlas visto pintadas con distinción, se presumen al instante haber
comprendido toda la figura, situación y orden del universo, cosa a la verdad bien ridícula.
De dos maneras perece todo gobierno: la una le viene de afuera, la otra le nace dentro. El
conocimiento de la exterior es vago e incierto, pero el de la interior fijo y determinado. Ya hemos dicho
antes de cuál es la primera forma de gobierno, cuál la segunda, y cómo se transforman unas en otras; de
suerte que en esta materia el que consiga unir los principios con el fin, podrá también predecir lo que
sucederá en adelante. A lo menos, a mi modo de entender, es evidente. Porque cuando una república,
después de haberse libertado de grandes y terribles vaivenes, llega a su mayor elevación y a lograr un
poder incontestable, no tiene remedio que, como la abundancia llegue a hacer asiento en ella mucho
tiempo, el lujo se introducirá en las costumbres, y la ambición desmedida de honores y otros
desarreglados deseos se apoderará de sus particulares. Con los progresos que cada día harán estos
desordenes, la pasión de mandar, y la especie de mengua que se tendrá en obedecer, principiarán el
trastorno del gobierno; el fausto y el orgullo llevarán adelante lo comenzado; y el pueblo, cuando las
avaricia de unos se crea ofendida y la ambición de otros lisonjeada y satisfecha, dará la última mano.
Entonces, irritado y consultando sólo con la cólera, ya no solo rehusará obedecer y dividir por igual la
autoridad con los magistrados, sino que querrá disponer de todo o de la mayor parte. Después de lo cual,
el gobierno toma el más bello nombre, esto es, de estado libre y popular; pero en realidad no es sino la
dominación de un populacho: el peor de todos los estados
Capítulo VII. Contrapeso y conexión que poseen entre sí las tres potestades que forman la República
Romana.
Una vez expuesto cómo la República Romana esta dividida en tres especies de gobierno, veamos
ahora de qué forma se pueden oponer la una a la otra, o auxiliarse mutuamente.
El cónsul, después que revestida de esta dignidad sale a campaña al frente de un ejército, aunque parece
absoluto cuanto al éxito de la expedición, sin embargo necesita del pueblo y del Senado, sin los cuales
no puede llevar a cabo sus propósitos.
Al ejército por precisión se le han de estar remitiendo, provisiones sin interrupción, pues sin orden del
Senado; no se le puede enviar ni víveres, ni vestuario, ni sueldo, de suerte que los propósitos de los
cónsules quedarán sin efecto si el Senado se propone no entrar en sus miras o hacer oposición.
El consumar o no los cónsules sus ideas y proyectos depende del Senado, pues en él está enviar sucesores
concluido el año, o continuarle el mando.
En él estriba también exagerar y pondera sus expediciones u oscurecerlas y disminuirlas.
Lo que entre los romanos se llama triunfo, ceremonia que representa al pueblo una viva imagen de las
victorias de sus generales, o no lo pueden celebrar con decoro los cónsules, o no lo obtienen, si el Senado
no consiente y da para los gastos.
Por otra parte, como el pueblo tiene autoridad para concluir la guerra, por más distantes que se hallen de
Roma, precisan, no obstante, su favor.
Porque, como hemos manifestado antes, el pueblo es el que puede anular o ratificar los pactos y tratados.
Y lo que es más que todo, una vez depuestos del mando, toca al pueblo el juicio de sus acciones.
De suerte que de ninguna forma pueden sin peligro desatender ni la autoridad del Senado, ni el favor del
pueblo.
Por el contrario, el Senado, en medio de ser tanta su autoridad, necesita sin embargo atender y tener gran
consideración al pueblo en el manejo de los negocios públicos.
No puedo proceder en los juicios graves y arduos, ni castigar los delitos de Estado que merezcan muerte
si el pueblo antes no los confirma.
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Lo mismo es de las cosas que respectan al Senado mismo; porque si alguno propone una ley que hiera
de algún modo la autoridad de que están en posesión los senadores, o que coarte sus preeminencias y
honores, o que disminuya sus haberes, de todo esto toca la aprobación o reprobación al pueblo.
A más de esto, si un tribuno se opone a las resoluciones del Senado, no digo pasar adelante, por ni aun
reunirse o congregarse pueden los senadores.
El cargo de los tribunos es ejecutar siempre la voluntad del pueblo y atender principalmente a su gusto.
A la vista de lo que hemos dicho, no es extraño que el Senado tema y respete al pueblo.
De igual modo el pueblo se halla sujeto al Senado y necesita contemporizar o con todo el colegio o con
alguno de sus miembros.
Son innumerables las obras que hay por toda Italia, cuyo asiento está a cargo de los censores, como
construcción y restauración de edificios públicos, impuestos sobre ríos, puertos, jardines, minas, tierras,
y, en una palabra, cuantas gabelas comprende el Imperio romano.
Todas estas cosas pasan por manos del pueblo; de suerte que casi desde el primero hasta el último está
implicado o en estos ajustes o en el cuidado de estos ministerios.
Unos hacen por sí el arriendo con los censores, otros se forman en compañía, aquél sale por fiador del
asentista, éste asegura con sus haberes al erario, y de todo esto es árbitro el Senado.
Porque él da moratorias, él remite en parte la deuda si sobreviene algún caso fortuito, y en caso de
imposibilidad él rescinde enteramente el asiento.
En fin, tiene mil ocasiones en que puede hacer un gran perjuicio o favor a los que manejan las rentas
públicas, porque toda inspección de esto atañe al Senado.
Y, sobre todo, de este cuerpo es de donde se sacan jueces para los más de los contratos, tanto públicos
como particulares, que son de alguna importancia.
Convengamos, pues, en que todo el pueblo tiene puesta su confianza en el Senado, y por temor de que
con el tiempo necesite su amparo no se atreve a resistir ni oponerse a sus órdenes.
Asimismo se guarda bien de hacer oposición a los propósitos de los cónsules, porque todos, en particular
y en general, están sujetos en campaña a sus preceptos.
Tal es el poder que tiene cada una de estas potestades para perjudicarse o ayudarse mutuamente, y todas
ellas están tan bien enlazadas contra cualquier evento, que con dificultad se encontrará república mejor
establecida que la romana.
Sobreviene del exterior un terror público que pone a todos en la precisión de conformarse y coadyuvarse
los unos a los otros; es tal el vigor y actividad de este gobierno que nada se omite en cuanto es necesario.
Todos los cuerpos contribuyen a porfía a un mismo propósito. No halla dilaciones lo decidido, porque
todos en general y en particular cooperan a que tenga efecto lo proyectado.
He aquí por qué es invencible la constitución de esta república, y siempre tienen efecto sus empresas.
Por el contrario, sucede que los romanos, libres de toda guerra exterior, disfrutan la buena fortuna y
abundancia que les han procurado sus victorias, y que el logro de tal dicha, la adulación y el ocio los
hace, como es regular, soberbios e insolentes; entonces principalmente es el ver a esta república sacar de
su misma constitución el remedio de sus males.
Porque al punto que una de las partes pretende ensoberbecerse y arrogarse más poder que el que la
compete, como ninguna es bastante por sí misma, y todas, según hemos dicho, pueden contrastar y
oponerse mutuamente a sus propósitos, tiene que humillar su altivez y soberbia.
Y así todas se mantienen en su estado, unas por hallar oposición a sus deseos, otras por temor de ser
oprimidas de las compañeras.
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SIMA QIAN
(145-90 AEC)
El Gran Historiador Sima Qian div idió a su opus magnus, los
Documentos Histór icos [Shi ji ] , en 130 secciones que terminaron en 60
ensayos [ l iézhuan ] , en su mayoría biográficos, cuyo penúlt imo ademas
senalar a personajes que se habían destacado en el “cult ivo de bienes”
货殖 [huozhi ] .Se trata de un texto pionero e importante que demuestraa
el pensamiento económico y la v isión de los manifestaciones
mater iales del gran historiador.
Despues de investigar como por medio de este “cult ivar bienes” nace
el capital y la ganancia explica como se llega a ser rico . Lo que quiere
decir que se util izan bienes para la producción y el intercambio, y estas
activ idades comerciales promueven la formación de capitales que
hacen posible las ganancias.
Después de haber señalado este “cult iv o de bienes” trata
sintéticamente las activ idades artesanales, la agricultura, la
ganadería, la pesca, la minería y la fundición de metales que a part ir
de la cult ivación de los bienes producen la prosper idad de los
empresar ios.
Sima Qian empieza con una crí t ica de la utopía del Daodej ing que
habia enfatizado una autarquía local y concluye : Si uno apl icaría tal
polít ica, al empeñarse de regresar a edades pr imit ivas al tapar los ojos
y oídos del pueblo es dudoso que cualquier proyecto prosperaría
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Laozi afirmó que para llegar al máximo de gobernación:
Los vecinos se perciben mutuamente
oyendo el ladrar de sus perros y el cantar de sus gallos
Que sean dulces sus comidas
Bellos sus vestidos
Amenos sus costumbres
Y felices sus actividades
El pueblo, longevo
Sin mutuos contactos
[Lo persistente de los deseos]
Dice el Gran Historiador: soy ignorante de las épocas de Shennung, pero considerando lo que se ha
relatado en la actualidad en los libros clásicos de las Odas y de la Historia desde el tiempo del emperador
Shun de la dinastía Xia, los oídos y los ojos [del pueblo] anhelaban al extremo la belleza de sonidos y
colores, y sus paladares deseaban saborear las carnes de animales criados en pasturas y establos. Y se
deleitaban del bienestar corporal así como sus mentes se gloriaban de sus poderes y capacidades. Al tanto
que estos hábitos perduraron entre la gente. Aunque se tocaran puertos predicando doctrinas de misterios
nunca se caen ultima instancia nunca se cambiarían-
Por ende el hombre de bien acepta estos orígenes, el que sigue usa el camino al beneficio, el que sigue
los indoctrina. El sigue los ordena y en el ultimo rango los utilizas para polemizar
[En el texto sigue una enumeración de productos de las variadas regiones del país]
[La existencia de los recursos naturales]
La región al oeste de las montañas es rico en madera, bambú, granos, sisal, colas de toros y piedras
preciosas. Al este de las montañas hay mucho pescado, sal, laca, seda cruda, cantantes y belleza de
mujeres. La región al sur del rio Yangzi produce alcanfor, catalpa, jengibre, canela, oro, estaño, plomo,
cinabar,………..
….Todos son productos chinos de los cuales goza el pueblo y siguiendo las diferentes costumbres los
usan como medios para vestirse, para comer y beber, para ofrecer a los vivos y despedir los muertos
[Los estamentos]
De ello sigue que la agricultura es para comer, los cuidadores para que se desarrollen, los artesanos para
que se produzcan y los mercaderes para que circulen.
Si están en paz ¿que ocasión hay para que se desarrollen gobiernos y doctrinas ¿ y se dejan a cada hombre
para emplear sus capacidades, ejercer sus fuerzas para obtener sus deseos.
Por lo tanto cuando las cosas son baratos tienden a encarecerse y si son caras, a abaratarse
Si cada uno se empeña en su oficio y goza de su ocupación entonces como el agua que fluye hacia abajo,
sin descanso dia y noche sin haber sido ordenado, el pueblo cumplirá sin haber sido demandado. ¿Acaso
no es esto caracteristico del dao y testimonio de la naturaleza?
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[Agriculturos, artesanos, mercaderes y cuidadores] son las fuentes para el vestido y la comida del pueblo;
si [hay muchos] son vastos hay suficiencia, si son [pocos] reducidos hay escasez. Si existen [entre los de]
arriba el país se enriquece, si [solo entre los de] abajo, solo ciertas familias
Los padrones de pobreza y riqueza no son intrínsecos, los capaces, tienen mas que suficiente y los torpes,
sufren.
[Personajes paradigmáticos]
Hace tiempo cuando Jiang Taigong [quien habia sido estratega de la naciente dinastía Zhou] obtuvo su
feudo in Yingqiu [en el estado de Qi], el terreno era lagunoso y salitroso y la población escasa Taigong
promovió al extremo sus dexteridades y capacidades técnicas y por ello todo el reino se vestía con los
productos de Qi y [la gente] en la región costera migró a la corte.
Despues el centro de Qi declinó, Guanzi lo reformo al establecer las nueve oficinas del inventario por
consiguiente el Duque Huan (que reinó en Qi entre 685 y 643 AEC] se convirtió en hegemon al haber
convocado nueve concilios de los varios príncipes……..
[Mercaderes ricos y empresarios potentes ]
Al establecerse el Estado Han y el reino se unifico se abrieren las barreras y puentes y se relajaron los
controles sobre los montes y los ríos y por ello mercaderes ricos y potentes empresarios circulaban por
dondequiera y comercializaban sus mercancías sin restricciones, satisfaciendo la demanda general;
mientras las lideres regionales anteriores se concentraban en la capital……
…..Como se ha manifestado los sabios al profundizar sus estrategias en sus gabinetes o discutirlas en la
Corte, mantienen sus fidelidades hasta la muerte o [bien] despues de retirarse en las cavernas como
ermitaños quieren obtener fama y paz ¿a que se reduce su objetivo? Su objetivo habia sido acumular
riquezas
El deseo de la riqueza es algo consustancial con la naturaleza humana y no producto de los estudios
Es porque estiman las recompensas que los jóvenes del ejército heroicamente escalan a sus muros y
someten al enemigo y no esquivan agua hirviente o fuego al tomar las ciudades
O bien que jóvenes mozalbetes en las calles matan a las paseantes y esconden sus cuerpos. convirtiéndose
en delincuentes extorsionando, que excavan entierros para convertirlos en monedas, forman grupos de
bandidos, utilizando estas relaciones para sus vendetas y planean secuestros, despreciando leyes y
prohibiciones corriendo hacia su ejecuciones, en realidad es solo para que ellos pueden utilizar estas
riquezas malqueridas
[el comercio de la representación corporal]
… en la actualidad mujeres del estado de Chao y las doncellas de Zheng viajan por largas distancias [
logrando ganancias de su clientela] sin discriminar entre viejos o jóvenes al buscar con sus ojos e inducir
con sus sentimientos, al enfatizar sus artes de belleza, rasgando sus arpas, meneando mangas largas y
bailando al calzar zapatillas.
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DIONISIO de HALICARNASO
(25 AEC) las Antigüedades Romanas
Fue un historiador gr iego nacido en Asia Menor en la c iudad que le da
el patronímico. Viv ió en Roma durante 22 años, en la época de la
instauración del Principado con César Augusto (27 -25 AEC). Fue
maestro de retór ica.
Dionisio escr ibió en griego las Antigüedades romanas que abarcaban
desde la fundación de la ciudad, para él or igen de la grandeza romana,
hasta la primera guerra púnica (246 AEC). Su obra constaba de 20
libros de los cuales se conservan los primeros 9 completos, el 10 y 11
están casi completos y del resto solo han llegado fragmentariamente.
Su objetivo al escribir esta obra era difundir entre los griegos las
causas de la grandeza de Roma, que, desde su punto de vista,
arraigaban en la fundación de la ciudad y en el per iodo de la
monarquía. Opinaba que el poder de los romanos descansaba en gran
medida en su herencia de la cultura gr iega, herencia que
recientemente habían perfeccionado. Interpretaba los procesos
históricos a part ir del concepto de causal idad. También se ocupó de
anal izar la constitución romana y real izó descripciones de los pueblos
conquistados. Su obra se considera un ejemplo de la retórica de origen
heleníst ico.
En el fragmento que se presenta Dionisio de Halicarnaso plantea el
tema de su historia y menciona las fuentes que util izó tanto orales
como de autores reconocidos por los propios romanos.
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Libro I (472-404 AEC)
III. Hasta aquí podemos ver que las más famosas de las tempranas supremacías de que la historia nos ha
contado, después de haber conseguido un gran vigor y fuerza, fueron derrocadas. En cuanto a los poderes
griegos no es adecuado compararlos con aquellos que acabamos de mencionar, desde que ellos no
ganaron ni la magnitud de un imperio ni la duración de eminencia igual a la de los anteriores
Ya que los atenienses gobernaron sólo la costa, durante el espacio de 64 años. su poderío ni se extendió
sobre toda ella sino solamente en la parte del Euxino y los mares Panfilio, cuando su supremacía naval
estaba en la cumbre.
Los lacedemonios, cuando fueron los amos del Peloponeso y del resto de Grecia, llevaron su dominio
hasta Macedonia, pero fue refrenado por los tebanos antes de que lo retuvieran por 30 años.
Sin embargo, Roma gobernó todos los países menos los que son inaccesibles o inhabitables, y
ella es la señora de todos los mares, no solamente de aquellos que se encuentran dentro de las columnas
de Hércules sino también de los del océano, excepto en la parte no navegable. Roma fue la primera y el
único estado que se recuerda en todo el tiempo que convirtió salidas y puestas del sol en los límites de su
dominio. Tampoco fue su supremacía de corta duración, duró más que la de otra comunidad o reino. Ya
que desde sus inicios, inmediatamente después de su fundación empezó a expandirse sobre las naciones
vecinas, que eran numerosas y guerreras y continuó avanzando, subyugando a todos sus rivales. Y ahora
han pasado 745 años desde su fundación hasta el consulado de Claudio Nerón, por dos veces cónsul, y
de Calpurnio Piso, que fueron elegidos en la ciento noventa y treceava Olimpiada.
Desde el tiempo en que se adueñó de toda Italia, estaba envalentonada para aspirar a gobernar a
toda la humanidad y después de sacar a los cartagineses del mar, cuya fuerza marítima era superior a la
de los demás, y subyugando a Macedonia, que hasta entonces se reputaba como la nación más poderosa
de la tierra, ya no tuvo rival en ninguna nación ni bárbara ni griega; y ahora en mis días está la séptima
generación y ella continúa ejerciendo su poderío en todas las naciones del mundo, y no hay ninguna
nación, que yo sepa, que le dispute su dominio universal o proteste en contra de que ella la gobierne. Sin
embargo, para probar mi aseveración de que yo no he elegido el más trivial de los temas y no me
propongo tratar de humildes e insignificantes hechos, sino que voy a escribir no sólo sobre la más ilustre
ciudad sino también sobre logros brillantes a los que ningún hombre puede señalar. No sé qué más
necesito decir.
[El proyecto de Dionisio]
IV. Pero antes de proceder, deseo mostrar en pocas palabras que no fue ni sin designio no sin
premeditación madura que me dirigí hasta la parte más temprana de la historia romana, pero yo tengo
razones bien consideradas, de mi elección, para anticiparme a las censuras de aquellos que, aficionados
en encontrar errores en todo y que no han oído hasta ahora sobre ninguno de los asuntos que voy a hacer
saber puedan culparme porque a pesar del hecho de que esta ciudad vuelta tan famosa en nuestros días,
tuvo inicios muy humildes y sin gloria para la historia escrita, y que no ha sido sino hasta hace unas
generaciones, a raíz de su victoria sobre las fuerzas macedónicas y su éxito en las guerras púnicas, Roma
ha llegado a la distinción y gloria; aún así, cuando yo estuve en la libertad de escoger uno de los períodos
famosos de su historia para mi tema, yo escogí uno tan falto de distinción como sus cuentos antiguos. Ya
que en estos tiempos casi todos los griegos ignoran la historia temprana de Roma y la gran mayoría de
ellos han sido engañados por opiniones falsas fundadas en historias que por casualidad han llegado a sus
oídos y los han hecho creer que, habiendo encontrado varios vagabundos sin casa ni hogar y bárbaros, y
aún aquellos hombres no libres como sus fundadores, ella en el curso del tiempo llegó a dominar al
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mundo, no a través de reverencia por los dioses y la justicia y todas las demás virtudes, sino a través de
alguna suerte y de la injusticia de la fortuna, que inconsideradamente da sus favores más grandes a los
que menos se merecen.
Y aún los más maliciosos están acostumbrados a encontrar abiertamente a la fortuna que
libremente confiere en los más bajos de los bárbaros las bendiciones de los griegos. Y todavía, ¿porqué
debo yo mencionar a la larga al hombre o a los hombres, cuando aún algunos historiadores se han atrevido
a expresar tales puntos de vista en los escritos que ellos han dejado tomando este método de congraciarse
con reyes bárbaros que detestan la supremacía de Roma -príncipes a los cuales ellos estuvieran asociados
como aduladores- ofreciéndoles historias que no eran ni justas ni veraces?
VII. Llegué a Italia en el momento en que Cesar Augusto ponía fin a la guerra civil, en la mitad de las
ciento ochentaisieteava Olimpiada y ha estado hasta el día presente, un período de 22 años, viviendo en
Roma, aprendiendo la lengua de los romanos y enterándome sobre sus escritos y dedicándome a los
asuntos relacionados con mi materia.
Alguna información la recibí oralmente de lo hombres de gran saber, con los que me asocié; y
otros datos los obtuve de las historias escritas por los autores romanos aprobados. Porcio, Cato, Fabio
Máximo, Valerio, Antias, Licino Macer, los Aelis, Gellis y Calpurnios y muchos otros también, con
estos trabajos, que son como los relatos analíticos griegos, tomando como base esas obras que son como
las analísticas griegas, empecé a escribir mi historia.
Hasta aquí en cuanto a lo mío, sin embargo todavía queda decir algo sobre la historia misma,
sobre a cuales períodos me limito, cuáles temas escribo y la forma que le doy a la obra.
VIII. Empiezo mi historia, entonces, con las más antiguas leyendas que los historiadores anteriores a mi
han omitido como una materia difícil de aclarar sin un estudio diligente y luego llevo la narrativa hasta
el comienzo de la Primera Guerra Púnica, que tuvo lugar en la ciento veinteochoava Olimpiada. Relato
todas las guerras exteriores que la ciudad llevó a cabo durante ese período y todas las sediciones internas
por la que estuvo agitada, mostrando de qué causas se derivaron y por medio de qué métodos y por
cuáles argumentos fueron llevadas a su fin.
También hago un relato sobre todas las formas de gobierno que Roma usó, tanto durante la
monarquía como después de su derrocamiento y señalo el carácter de cada uno. Describo las mejores
costumbres y las leyes más sobresalientes…
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PLUTARCO (c.46-120)
de las Vidas Paralelas
Nació en Queroneo, Grecia. Fue un histor iador, ensayista y escri tor de
biografías. Sus Vidas paralelas están redactada en ensayos paralelos
en las que relata la v ida de algún personaje renombrado g riego y le
sigue la de otro personaje romano. De esta forma, el autor intentó
establecer las coincidencias en la v ida de ambos personajes. Han
llegado hasta nosotros 23 pares de biografías y cuatro sueltas.
Resultado de su educación greco-romana se desempeñó como
intérprete del oráculo de Delfos al mismo t iempo que conoció a
personajes encumbrados en la polít ica y administración del imperio
romano. Gracias a sus relaciones personales obtuvo la c iudadanía
romana y representó a su provincia en el exter ior e n varias ocasiones.
Viajó reiteradamente a Atenas, pero por lo común se desempeñó como
maestro en Roma.
El texto presenta pasajes de la v ida de Alejandro Magno y de Julio
César. Para que se comprendieran mejo r sus biografiados, Plutarco
hacía referencia a las costumbres griegas y romanas, asimismo
destacaba las v irtudes y los defectos de sus personajes , reunió los
escritos y rumores de contemporaneos y posteriores autores.
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Alejandro Magno
Tenía veinte años cuando se encargó del reino, combatido por todas partes de la envidia y de
terribles odios y peligros, por que los bárbaros de las naciones vecinas no podían sufrir la esclavitud y
suspiraban por sus antiguos reyes; y en cuanto a la Grecia, aunque Filipo la había sojuzgado por las
armas, apenas había tenido tiempo para domarla y amansarla; sino que no habiendo hecho más que variar
y alterar sus cosas, las había dejado en gran inquietud y desorden por la novedad y la falta de costumbre.
Temían los macedonios que este estado de los negocios; y eran de opinión de que respecto de la
Grecia debían levantarse enteramente la mano, sin tomar el menor empeño, y de que los bárbaros que se
habían rebelado se les atrajese con blandura, aplicando remedio a los principios de aquel trastorno; pero
Alejandro, pensando de un modo enteramente opuesto, se decidió a adquirir la seguridad y la salud con
la osadía y la entereza; pues que si se viese que decaía de ánimo en lo más mínimo, todos venían a cargar
sobre el.
Por tanto, a las rebeliones y guerras de los bárbaros les puso prontamente término, corriendo con
su ejército hasta el Istro; y en una gran batalla venció a Sirmo, rey de los tribalios.
Como hubiese sabido que se habían sublevado los tebanos, y que estaban de acuerdo con los
atenienses, queriendo acreditarse de hombre, al punto marchó con sus fuerzas por las Termópilas,
diciendo que pues Demóstenes le había llamado niño mientras estuvo entre ilirios y tribalios, y muchacho
después en Tesalia, quería hacerle ver ante los muros de Atenas que ya era hombre.
Situado, pues, delante de Tebas, dándoles tiempo para arrepentirse de lo pasado, reclamó a Fénix
y Protites, y mandó echar pregón ofreciendo impunidad a los que mudaran de propósito; pero reclamando
de el a su vez los tebanos a Filotas y Antípatro, y echando el pregón de que los que quisieran la libertad
de la Grecia se unieran con ellos, dispuso sus macedonios a la guerra.
Pelearon los tebanos y con un valor y un arrojo superiores a sus fuerzas, pues venían a ser uno
para muchos enemigos; pero habiendo desamparado la ciudadela llamada Cadmea, las tropas
macedonias que la guarnecían cayeron sobre ellos por la espalda, y envueltos perecieron los más en este
último punto de la batalla. Tomó la ciudad, la entregó al saqueo y la asoló: principalmente por esperar
que asombrados e intimidados los griegos con semejante calamidad, no volvieran a rebullirse; pero
también quiso dar a entender que en esto se había prestado a las quejas de los aliados: porque los focenses
y plateenses acusaban a los tebanos.
Hizo, pues, salir a los sacerdotes, a todos los huéspedes de los macedonios, a los descendientes
de Píndaro y a los que se habían opuesto a los que decretaron la sublevación: a todos los demás los puso
en venta, que fueron como unos treinta mil hombres, siendo más de seis mil los que murieron en el
combate.
En medio de los muchos y terribles males que afligieron a aquella desgraciada ciudad, algunos
tracios quebrantaron la casa de Timoclea, mujer principal y de admirable conducta; y mientras los demás
saqueaban los bienes, el comandante, después de haber insultado y hecho violencia a la ama, le preguntó
si había ocultado plata u oro en alguna parte. Confesóle que sí, y llevándole solo al huerto, le mostró el
pozo, diciendo que al tomarse la ciudad había arrojado allí lo más precioso de su caudal. Acercóse el
tracio, y cuando se puso a reconocer el pozo, habiéndose aquella puesto detrás, le arrojó; y echándole
encima muchas piedras, acabó con el.
131
Lleváronla los tracios atada ante Alejandro; y desde luego que se presentó pareció una persona
respetable y animosa, pues seguía a los que la conducían sin dar la menor muestra de temor o sobresalto.
Después, preguntándola el Rey quien era, respondió ser hermana de Teágenes, el que había peleado
contra Filipo por la libertad de los griegos, y había muerto de general en la batalla de Queronea.
Admirado, pues, Alejandro de su respuesta y de lo que había ejecutado, la dejó en libertad a ella
y a sus hijos.
A los atenienses los admitió a reconciliación, aun en medio de haber hecho grandes
demostraciones de sentimiento por el infortunio de Tebas: pues teniendo entre manos la fiesta de los
Misterios, la dejaron por aquel duelo, y a los que se refugiaron a Atenas les prestaron todos los oficios
de humanidad; mas con todo, bien fuese por haber saciado ya su cólera como los leones, o bien porque
quisiese oponer un acto de clemencia a otro de suma crueldad y aspereza, no solo los indultó de todo
cargo, sino que los exhortó a que atendiesen al buen orden de la ciudad, como que había de tomar el
imperio de la Grecia, si a el le sobrevenía alguna desgracia; y de allá en adelante se dice que le causaba
sumo disgusto aquella calamidad de los tebanos; por lo que se mostró muy benigno con los demás
pueblos; y lo ocurrido con Clito entre los brindis de un festín, y la cobardía en la India de los macedonios,
por la que en cuanto estuvo de su parte dejaron incompleta su expedición y su gloria, fueron cosas que
las atribuyó siempre a la ira y venganza de Baco.
Por fin, de los tebanos que quedaron con vida, ninguno se le acercó a pedirle alguna cosa que
no saliera bien despachado; y esto es lo que hay que referir sobre la toma de Tebas.
Congregados los griegos en el Istmo, decretaron marchar con Alejandro a la guerra contra la
Persia, nombrándole general; y como fuesen muchos los hombres de Estado y los filósofos que le
visitaban y le daban el parabién, esperaba que haría otro tanto Diógenes el de Sinope, que residía en
Corinto. Mas éste ninguna cuenta hizo de Alejandro, sino que pasaba tranquilamente su vida en el barrio
llamado Cranetoœ; y así hubo de pasar Alejandro a verle.
Hallábase casualmente tendido al sol, y habiéndose incorporado un poco a la llegada de tantos
personajes, fijó la vista en Alejandro.
Saludole éste, y preguntándole en seguida si se le ofrecía alguna cosa. "Muy poco", le respondió;
"que te quites del sol".
Dícese que Alejandro con aquella especie de menosprecio quedó tan admirado de semejante
elevación y grandeza de ánimo, que cuando retirados de allá empezaron los que le acompañaban a reírse
y burlarse, el les dijo: "Pues yo a no ser Alejandro, de buena gana fuera Diógenes."
Quiso prepararse para la expedición con la aprobación de Apolo; y habiendo pasado a Delfos,
casualmente los idas en que llegó eran nefastos, en los que no es permitido dar respuestas; y con todo, lo
primero que hizo fue llamar a la sacerdotisa; pero negándose ésta, y objetando la disposición de la ley,
subió donde se hallaba y por fuerza la trajo al templo.
Ella entonces, mirándose como vencida por aquella determinación: "Eres invencible, oh joven!",
expresó; lo que oído por Alejandro, dijo que ya no necesitaba otro vaticinio; sino que había escuchado
de su boca el oráculo que apetecía.
Cuando ya estaba en marcha para expedición aparecieron diferentes prodigios y señales, y entre
ellos el de que la estatua de Orfeo en Libetra, que era de cipres, despidió copioso sudor por aquellos dias.
132
A muchos les inspiraba miedo este portento; pero Aristandro los exhortó a la confianza: "Pues significa,
dijo, que Alejandro ejecutará hazañas dignas de ser cantadas y aplaudidas; las que por tanto darán mucho
que trabajar y que sudar a los poetas y músicos que hayan de celebrarlas".
Componíase su ejército, según los que dicen menos, de treinta mil hombres de infantería y cinco
mil de caballería; y los que más le dan hasta treinta y cuatro mil infantes y cuatro mil caballos; y para
todo esto dice Aristóbulo que no tenía más fondos que setenta talentos, y Duris que solo contaba con
víveres para treinta días; mas Onesecrito refiere que había tomado a crédito doscientos talentos. Pues con
todo de haber empezado con tan pequeños y escasos medios, antes de embarcarse se informó del estado
que tenían las cosas de sus amigos, distribuyendo entre ellos a uno un campo, a otro un terreno y a otro
la renta de un caserío o de un puerto. Cuando ya había gastado y aplicado se puede decir todos los bienes
y rentas de la corona, le preguntó Perdicas: "¿Y para ti, oh Rey, que es lo que dejas?".
Como le contestase que las esperanzas: " ¿pues y nosotros, repuso, no participaremos también
de ellas los que hemos de acompañarte en la guerra?".
Y renunciando Perdicas la parte que le había asignado, algunos de los demás amigos hicieron
otro tanto; pero a los que tomaron las suyas o las reclamaron, se las entregó con largueza; y con este
repartimiento concluyó con casi todo lo que tenía en Macedonia.
Dispuesto y prevenido de esta manera, pasó el Helesponto, y bajando a la tierra en Ilión, hizo
sacrificio a Minerva y libaciones a los héroes. Ungió largamente la columna erigida a Aquiles, y
corriendo desnudo con sus amigos alrededor de ella según es costumbre, la coronó, llamando a éste
bienaventurado, porque en vida tuvo un amigo fiel, y después de su muerte un gran poeta.
Cuando andaba recorriendo la ciudad y viendo lo que había de notable en ella, le preguntó uno
si quería ver la lira de Paris, y el le respondió que esta nada le importaba, y la que buscaba era la de
Aquiles, con la que cantaba ese héroe los grandes y gloriosos hechos de los varones esforzados.
En esto, los generales de Darío habían reunido muchas fuerzas, y como las tuviesen ordenadas
para impedir el paso del Gránico, debía tenerse por indispensable el dar una batalla para abrirse la puerta
del Asia, si se había de entrar y dominar en ella; pero los más temían la profundidad del río y la
desigualdad y aspereza de la orilla opuesta, a la que se había de subir peleando; y algunos los detenía
también cierta superstición relativa al mes, por cuanto en el Dasio era costumbre de los reyes de
Macedonia no obrar con el ejército; pero a esto ocurrió Alejandro, mandando que se contara otra vez el
artemisio.
Oponíase de otro lado Parmenión a que se trabara combate, por estar ya adelantada la tarde; pero
diciendo Alejandro que se avergonzaría el Helesponto si habiándolo pasado temieran al Gránico, se
arrojó al agua con trece hileras de caballería, y marchando contra los dardos enemigos y contra sitios
escarpados, defendidos con gente armada y con caballería, arrebatado y cubierto con cierta manera de la
corriente, parecía que más era aquello arrojo de furor y locura, que resolución de un buen caudillo.
Mas el seguía empeñado en el paso, y llegando a hacer pie con trabajo y dificultad en lugares
húmedos y resbaladizos por el barro, le fue preciso pelear al punto en desorden y cada uno separado
contra los que les cargaban, antes que pudieran tomar formación los que iban pasando; porque les
acometían con grande algarada, oponiendo caballos a caballos, y empleando las lanzas, y cuando estas
se rompían, las espadas.
133
Dirigiéronse muchos contra el mismo, porque se hacía notar en la adarga y en el penacho del
morrión, que caía por uno y por otro lado, formando como dos maravillosas alas en su blancura y en su
magnitud; y habiándole arrojado un dardo que le acertó en el remate de la coraza, no quedó herido.
Sobrevinieron a un tiempo los generales Resaces y Espitridates, y hurtando el cuerpo a este, a
Resaces, armado de coraza, le tiró un bote de lanza, y rota esta, metió la mano a la espada. Batiándose
los dos, acercó por el flanco su caballo Espitridates, y poniendose a punto, le alcanzó con la azcona de
que usaban aquellos bárbaros; con la cual le destrozó el penacho, llevándose una de las alas; y el morrión
resistió con dificultad al golpe, tanto que aun penetró la punta, y llegó a tocarle en el cabello.
Disponíase Espitridates a segundar; pero le previno Clito el mayor, pasándole de medio a medio
con la lanza; y al mismo tiempo cayó muerto Resaces herido de Alejandro.
En este conflicto, y en lo más recio del combate de la caballería, pasó la falange de los
macedonios, y vinieron a las manos una y otra infantería; pero los enemigos no se sostuvieron con valor
ni largo rato, sino que se dispersaron y huyeron a excepción de los griegos estipendiarios; los cuales,
retirados a un collado, imploraban la fe de Alejandro; pero este, acometiéndoles el primero, llevado más
de la cólera que gobernado por la razón, perdió el caballo pasado de una estocada por los ijares (era otro,
no el Bucéfalo); y allá cayeron también la mayor parte de los que perecieron en aquella batalla, peleando
con hombres desesperados y aguerridos,
Dícese que murieron de los bárbaros veinte mil hombres de infantería y dos mil de caballería.
Por parte de Alejandro dice Aristóbulo que los muertos no fueron entre todos más que treinta y cuatro,
de ellos nueve infantes. A estos mandó que se les erigiesen estatuas de bronce las que trabajó Lisipo.
Dió parte a los griegos de esta victoria, enviando en particular a los atenienses trescientos escudos
de los que cogieron; y haciendo un cúmulo de los demás despojos, hizo poner sobre el esta ambiciosa
inscripción:
"ALEJANDRO, HIJO DE FILIPO,
Y LOS GRIEGOS,
A EXCEPCIÓN DE LOS LACEDEMONIOS,
DE LOS BÁRBAROS QUE HABITAN EL ASIA".
De los vasos preciosos, de las ropas de púrpura y de cuantas preseas ricas tomo de las de Persia,
fuera de muy poco, todo lo demás lo remitió a la madre.
Produjo este combate una gran mudanza en los negocios, favorable a Alejandro: tanto que con
la ciudad de Sardis se le entregó en cierta manera el imperio marítimo de los bárbaros, poniéndose a su
disposición a los demás pueblos.
Solo le hicieron resistencia Halicarnaso y Mileto; las que tomó por asalto, y sujetando todo el
país vecino a una y a otra, quedó perplejo en su ánimo sobre lo que después emprendería: pensando unas
veces que sería lo mejor ir desde luego en busca de Darío y ponerle todo a la suerte de una batalla; y otras
que sería más conveniente dar su atención a los negocios e intereses del mar, como para ejercitarse y
cobrar fuerzas, y de este modo marchar contra aquel.
Hay en la Licia, cerca de la ciudad de Janto, una fuente de la que se dice que entonces mudó su
curso y salió de sus márgenes, arrojando sin causa conocida de su fondo una plancha de bronce, sobre la
cual estaba grabado en caracteres antiguos, que cesaría el imperio de los persas, destruido por los griegos.
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Su incursión en la Panfilia sirvió a muchos historiadores de materia pintoresca pera excitar la
admiración y el asombro; diciendo que como por una disposición divina aquel mar había tomado el
partido de Alejandro, ...el alimento necesario, que son las únicas cosas por las que a los hombres les es
forzoso pelear?
Por lo que hace a los demás que se llaman bienes y riquezas, si soy mejor que tu, estoy pronto a
hacerte bien, y si valgo menos, no rehuso mostrarme agradecido, recibiéndole de ti.
Complacido Alejandro y alargándole la diestra: "Pues que, ¿piensas, le dijo, que con tales
expresiones y tal bondad nuestro encuentro ha de ser sin contiendas? Ten entendido que nada adelantas:
porque yo contendré y pelearé contigo a fuerza de beneficios, a fin de que no parezcas mejor que yo".
Recibiendo, pues, muchos dones, y dando muchos más, por fin le hizo el presente de mil talentos
en dinero; con lo que disgustó en gran manera a los amigos; pero hizo que muchos de los bárbaros se le
mostraran menos desafectos.
Los más belicosos entre los de la India pasaban por soldada a defender con ardor las ciudades, y
les causaban grandes daños. Habiendo, pues, hecho treguas con ellos en una de estas, cogiéndolos
después en el camino cuando se retiraban, les dio muerte a todos; y entre sus hechos de guerra, en los
que siempre se condujo justa y regiamente, éste es el único que puede tenerse por una mancha.
No le dieron los filósofos menos en que entender que estos, indisponiendo contra el a los reyes
que se le habían unido, y haciendo que se rebelaran los pueblos libres; por lo que le fue preciso ahorcar
a muchos.
Lo relativo a Poro el mismo Alejandro escribió en sus cartas como había pasado; porque dice
que corriendo el Hidaspes [Vitastá/Jhelam] en medio de los dos campamentos, tenía Poro colocados al
frente los elefantes para guardar el paso; y que el por su parte movía todos los dias mucha bulla y alboroto
en su campo, a fin de acostumbrar a los bárbaros a no hacer alto en ello y temerlo; y en una noche de las
propias de invierno, en que no lucía la luna, tomando algunas tropas de las de a pie y a lo más florido de
la caballería, se alejó mucho de los enemigos, y pasó hasta una isleta de no gran extensión; que allí le
cogió una grande lluvia, y siendo muchos los relámpagos y rayos que parecían dirigirse al campamento,
aun en medio de ver que muchos eran abrasados y consumidos de ellos, movió de la isleta para pasar a
la opuesta orilla; mas yendo crecido y fuera de madre el Hidaspes a causa de la tempestad, había hecho
una gran rotura e inundación, corriendo por ella las aguas en notable cantidad, y que pudo ponerse en el
terreno intermedio con poca seguridad, por ser este resbaladizo y estar mojado.
Cuentase haber prorrumpido allí en esta expresión: “¡Ahora creereais, oh atenienses, cuántos
trabajos aguanto por ser celebrado entre vosotros!"
Pero esto quien lo refiere es Onesécrito: el mismo Alejandro dice que dejando las lanchas,
pasaron armados la inundación con agua hasta el pecho. Pasado que hubo, se adelantó con la caballería
unos veinte estadios, haciendo cuenta que si los enemigos acometiesen con esta arma, mejor los vencería;
y si quisiesen mover su batalla, también le llegaría a el con anticipación su infantería, y sucedió lo
primero: porque habiendo cargado a mil caballos y sesenta carros, los puso en huida, habiendo tomado
todos los carros, y muerto trescientos hombres.
Entendió con esto Poro que el mismo Alejandro estaba ya de aquel lado; por lo que movió con
todo su ejército, a excepción de algunas tropas que fue preciso dejar para que estorbaran el paso a los
macedonios. Alejandro por temor de los elefantes y del gran número de los enemigos, dice que cargó
135
oblicuamente por el ala izquierda, dando orden a Coino de que acometiese por la derecha; que por una y
otra fueron los enemigos rechazados, y retirándose siempre hacia los elefantes, los que iban de vencida,
allí se embarazaban y confundían; y que trabado el combate al salir el sol, con dificultad a la hora octava
cedieron los enemigos.
Esto es lo que el mismo ordenador de esta batalla refirió en sus cartas. Los más de los
historiadores convienen en que Poro sobrepujaba la estatura ordinaria en cuatro codos y un palmo, y que
a caballo nada le faltaba para quedar igual con el elefante por la talla y robustez de su cuerpo; y eso que
el tal elefante que usaba era de los más grandes; el cual manifestó en esta ocasión una extraordinaria
inteligencia y sumo cuidado del Rey; pues mientras este se sostuvo con vigor, le defendió encolerizado
de los que le acometían, haciéndolos pedazos; mas cuando percibió que desfallecía por el gran número
de dardos y heridas, temeroso de que cayese de golpe, se inclinó blandamente al suelo doblando las
rodillas, cogiendo después suavemente con la trompa los dardos, se los fue sacando de uno en uno.
Preguntando Alejandro a Poro, cuando ya quedó cautivo, como quería le tratase: "regiamente", le
respondió; y replicándole Alejandro si no tenía más que añadir; "con decir regiamente está todo dicho",
le repuso.
Dejole, pues, autoridad no solo sobre sus antiguos súbditos con el nombre de sátrapa, sino que le añadió
nuevo territorio, habiendo sujetado los pueblos libres, que eran quince naciones en varias ciudades
principales y muchas aldeas.
Conquistó asimismo otra región tres veces mayor, de la que constituyó sátrapa a Filipo, uno de
sus amigos.
De resulta de la batalla contra Poro murió Bucéfalo, no desde luego, sino al cabo de algún tiempo,
cuando, según los más, se le estaba curando de sus heridas; pero según dice Onesecrito, fatigado con un
trabajo que no podía ya llevar por su vejez, pues tenía treinta años cuando murió. Sintiólo profundamente
Alejandro, creyendo haber perdido en el nada menos que un amigo y un doméstico; y edificando en su
memoria una ciudad junto al Hidaspes, la llamó Bucefalia.
Dícese que habiendo perdido también un perro llamado Perita, al que había criado y del que
gustaba mucho, edificó otra ciudad de su nombre. Soción escribe que así se lo dejó decir Potamón de
Lesbos.
El combate de Poro desanimó mucho a los macedonios, apartándolos de querer internarse en la
India: pues no bien habían rechazado a este, que les había hecho frente con veinte mil infantes y dos mil
caballos, cuando ya se hacía de nuevo resistencia a Alejandro, que se disponía a forzar el paso del río
Ganges, cuya anchura sabían ser de treinta y dos estadios, y su profundidad de cien brazas, y que la orilla
opuesta estaba cubierta con gran número de hombres armados, de caballos y elefantes; porque se decía
que le estaban esperando los reyes de los gandaritas y los prianos con ochenta mil caballos, doscientos
mil infantes, ocho mil carros y seis mil elefantes de guerra.
Y no se tenga esto a exageración: porque Andrócoto (Chandragupta), que reinó de allí a poco,
hizo a Seleuco el presente de quinientos elefantes, y con un ejército de seiscientos mil hombres corrió y
sojuzgó toda la India.
Al principio de enojo y de rabia se retiró Alejandro a su tienda, y allí permanecía encerrado,
diciendo que nada agradecía lo antes hecho si no pasaba el Ganges, y que miraba aquella retirada como
una confesión de inferioridad y vencimiento.
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Mas representándole sus amigos lo que convenía, y rodeando los soldados su tienda con
lamentos y voces para hacerle ruegos, condescendió por fin, y levantó el campamento, habiendo
recurrido, para hacerse ilusión acerca de su gloria, a arbitrios necios e invenciones extrañas: porque hizo
labrar armas mucho mayores, y pesebres y frenos para caballos de mucho mayor peso, y los fue dejando
y esparciendo por el camino.
Erigió también aras de los dioses, a los que aún el dia de hoy veneran los reyes de los parsios,
trasladándose a aquel sitio, y ofreciéndoles sacrificios a la usanza griega.
Andrócoto, que era entonces muy joven, vio a Alejandro, y se refiere haber dicho después mucho
por otra parte la superstición, que como el agua se va siempre a lo más bajo y abatido, y llena el ánimo
de incertidumbre y de miedo, como entonces el de Alejandro.
Mas, sin embargo, habiéndosele traído ciertos oráculos de parte del Dios acerca de Hefestión,
poniendo término al duelo, volvió de nuevo a los sacrificios y los banquetes.
Dio, pues, un gran convite a Nearco, y habiéndose bañado ya, como lo tenía de costumbre, para
irse a acostar, a petición de Medio marchó a su casa a continuar la cena; y habiendo pasado allí en beber
el día siguiente, empezó a sentirse con calentura, no al apurar el vaso de Hércules, ni dándole
repentinamente un gran dolor en los lomos, como si lo hubieran pasado con una lanza: porque estas son
circunstancias que creyeron algunos deben añadir, inventando este desenlace trágico y patético, como si
fuera el de un verdadero drama.
Aristóbulo dice sencillamente que le dio una fiebre ardiente con delirio y que teniendo una gran
sed, bebió vino; de lo que le resultó ponerse frenético, y morir en el día 30 del mes daisio.
En el diario se hallan así descritos los trámites de la enfermedad: en el día 18 del mes daisio se
acostó en el cuarto de baño por estar con calentura. Al día siguiente, después de haberse bañado, se
trasladó a su cámara, y lo pasó jugando a las tablas con Medio.
Bañose a la tarde otra vez, sacrificó a los Dioses, y habiendo cenado, tuvo de nuevo calentura
aquella noche.
El 20 se bañó e hizo tambien el acostumbrado sacrificio, y habiéndose acostado en la habitación
del baño, se dedicó a oír a Nearco la relación que hizo de su navegación y del grande Océano.
El 21 ejecutó lo mismo que el anterior, y habiéndose enardecido más, pasó mala noche, y al día
siguiente fue violenta la calentura. Trasladósele a la gran pieza del nadadero, donde se puso en cama, y
trató con los generales acerca del mando de los regimientos vacantes, para que los proveyeran, haciendo
cuidadosa elección.
El 24, habiéndose arreciado más la fiebre, hizo sacrificio, llevado al efecto al altar; y de los
generales y caudillos mandó que los principales se quedaran en su cámara y que los comandantes y
capitanes durmieran en la parte de afuera.
Llevósele al traspalacio, donde el 25 durmió algún rato; pero la fiebre no se remitió. Entraron los
generales, y estuvo aquel día sin habla, y también el 26; de cuyas resultas le pareció a los macedonios
que había muerto, y dirigiéndose al palacio gritaban y hacían amenazas a los más favorecidos de
Alejandro, hasta que al fin les obligaron a abrirles las puertas: y abiertas que les fueron, llegaron de uno
en uno en ropilla hasta la cama.
En aquel mismo día Pitón y Seleuco, enviados a consultar a Serapis, le preguntaron si llevarían
allí a Alejandro; y el Dios les respondió que lo dejaran donde estaba; y el 28 por la tarde murió.
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Las más de estas cosas se hallan así escritas al pie de la letra en el diario; y de que se le hubiese
envenenado nadie tuvo sospecha por lo pronto: diciéndose solamente que habiéndosele hecho una
delación a Olimpíada a los ocho años, dio muerte a muchos; y que aventó las cenizas de Iolas, entonces
ya muerto, por haber sido el que le propinó el veneno.
Los que dicen que Aristóteles fue quien aconsejó esta acción a Antípatro, y que también
proporcionó el veneno, designan a un tal Agnotemis como divulgador de esta noticia, habiéndosela oído
referir al rey Antígono; y que el veneno fue una agua fría y helada que destilaba de una piedra cerca de
Nonacris; la que recogían como rocío muy tenue, reservándola en un vaso de casco de asno: pues
ningunos otros podían contenerla, sino que los hacía saltar por su frialdad y aspereza.
Pero los más creen que esta relación del veneno fue una pura invención, teniendo para ello el
poderoso fundamento de que habiendo altercado entre si los generales por muchos días, sin haberse
cuidado de dar sepultura al cuerpo, que permaneció expuesto en sitio caliente y no ventilado, ninguna
señal tuvo de semejante modo de destrucción, sino que se conservó sin la menor mancha y fresco.
Quedó Roxana encinta; por lo que los macedonios la trataron con el mayor honor, y ella, como
se hallase envidiosa de Estatira, la engañó por medio de una carta fingida con objeto de hacerla venir; y
llegado que hubo, le quitó la vida y también a la hermana; y los cadáveres los arrojó a un pozo, y después
lo cegó; siendo sabedor de ello Perdicas, y cómplice y auxiliador. Porque este alcanzó desde luego gran
poder, llevando consigo a Arrideo, como un depositario y guarda de la autoridad real: pues que había
sido tenido en Filina, mujer de baja estirpe y pública, y no tenia cabal el juicio por enfermedad no natural,
o que le hubiese venido por si sin causa; sino que habiendo manifestado, según dicen, una índole
agradable, y buena disposición siendo todavía niño, después Olimpiada le hizo enfermar con hierbas, y
le perturbó la razón.
Cayo Julio César (101-44 a.C.)
El amor y afición con que le miraban sus soldados llegó a tal extremo, que los que en otros ejércitos en
nada se distinguían se hacían invictos e insuperables en todo peligro por la gloria de César.
Tal fue Acilio, que en el combate naval de Marsella, acometiendo a un barco enemigo, perdió de un
sablazo la mano derecha, pero no soltó de la izquierda el escudo, y, antes, hiriendo con él en la cara a los
enemigos, los ahuyentó a todos y se apoderó del barco.
Tal Casio Esceva, a quien en el combate de Dirraquio le sacaron un ojo con una saeta, le pasaron un
hombro con un golpe de lanza, y un muslo con otro, y habiendo además recibido en el escudo otros ciento
treinta saetazos, llamó a los enemigos como para rendirse; y acercándosele dos, al uno le partió un
hombro con la espada, e hiriendo en la cara al otro, lo rechazó, y él se salvó protegiéndole los suyos.
En Bretaña cargaron los enemigos sobre los primeros de la fila, que se habían metido en un sitio cenagoso
y lleno de agua, y un soldado de César, estando éste mirando el combate, penetró por medio y, ejecutando
muchas y prodigiosas hazañas de valor, salvó a aquellos caudillos, haciendo huir a los bárbaros, y
pasando con dificultad por medio de todos se arrojó a un arroyo pantanoso, del que trabajosamente, ya
nadando y ya andando, pudo salir a la orilla, aunque sin escudo.
Admiróse César, y con gran placer y regocijo salió a recibirle; pero él, muy apesadumbrado y lloroso, se
echó a sus pies pidiéndole perdón por haber perdido el escudo.
En África se apoderó Escipión de una nave de César en la que navegaba Granio Petronio, nombrado
cuestor, y habiendo tenido por presa a todos los demás, dijo que al cuestor lo dejaba ir salvo; pero éste,
contestando que los soldados de César estaban acostumbrados a dar la salvación, no a recibirla, se dio la
muerte pasándose con la espada.
Este denuedo y esta emulación los había fomentado y encendido el mismo César; en primer
lugar, con no poner límites a las recompensas y los honores, haciendo ver que no allegaba riqueza con
las guerras para su propio lujo o sus placeres, sino que ponía y guardaba en depósito los que eran comunes
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premios del valor, y que no estimaba el ser rico sino en cuanto podía remunerar a los soldados que lo
merecían; y en segundo lugar, con exponerse voluntariamente a todo peligro y no rehusar ninguna fatiga.
El que fuese arriscado y despreciador de los peligros no era extraño en su ambición; pero su sufrimiento
y tolerancia en las fatigas, pareciendo que era superior a sus fuerzas físicas, no dejó de causar admiración,
porque, con ser de complexión flaca, de carnes blancas y delicadas y estar sujeto a dolores de cabeza y
al mal epiléptico, habiendo sido en Córdoba donde le acometió la primera vez, según se dice, no buscó
en su delicadeza pretexto para la cobardía, sino, haciendo de la milicia una medicina para su debilidad,
con los continuos viajes, con las comidas poco exquisitas y con tomar el sueño en cualquiera parte lidiaba
con sus males y conservaba su cuerpo puede decirse que inaccesible a ellos.
Por lo común tomaba el sueño en carruaje o en litera, haciendo de este modo que el mismo reposo se
convirtiera en acción; sus viajes de día eran a las fortalezas, a las ciudades y a los campamentos, llevando
a su lado uno de aquellos amanuenses que estaban acostumbrados a escribir en la marcha y yendo a la
espalda un solo soldado con espada.
De este modo corría sin intermisión; de manera que cuando hizo su primera salida de Roma, a los ocho
días estaba ya en el Ródano.
El correr a caballo le era desde niño muy fácil, porque se había acostumbrado a hacer correr a escape un
caballo con las manos cruzadas a la espalda, y en aquellas campañas se ejercitó en dictar cartas
caminando a caballo, dando quehacer a dos escribientes a un tiempo, y, según Opio, a muchos.
Dícese haber sido César el primero que introdujo tratar con los amigos por escrito, no dando lugar muchas
veces la oportunidad para tratar cara a cara los negocios urgentes por las muchas ocupaciones y por la
grande extensión de la ciudad.
De su poco reparo en cuanto a comida se da también esta prueba: teníale dispuesta cena en Milán su
huésped Valerio León, y habiéndole puesto espárragos, en lugar de aceite echaron ungüento; comió, no
obstante, sin manifestar el menor disgusto, y a sus amigos que no lo pudieron aguantar los reprendió,
diciéndoles: “Basta no comer lo que no agrada, y el que reprende esta rusticidad es el que se acredita de
rústico”.
Obligado por la tempestad en una ocasión, yendo de camino, a recogerse en la casilla de un pobre, como
viese que no había más que un cuartito, en el que con dificultad cabía uno solo, dijo a sus amigos que en
las cosas de honor se debía ceder a los mejores, y en las que son de necesidad, a los más enfermos, y
mandó que Opio durmiera en el cuartito, acostándose el mismo con los demás en el cubierto que había
delante de la puerta.
La guerra primera que tuvo que sostener fue contra los helvecios y tigurinos, que, poniendo fuego
a sus doce ciudades y cuatrocientas aldeas, caminaban acercándose a Roma por la Galia, ya sojuzgada,
como antes los cimbros y teutones, no siendo inferiores a éstos en arrojo y ascendiendo la muchedumbre
de todos ellos a trescientos mil hombres, y el número de los combatientes, a ciento noventa mil.
De éstos, a los tigurinos los destrozó junto al río Araris, no por sí, sino por medio de Labieno, a quien
envió con este encargo.
En cuanto a los helvecios, conduciendo él mismo su ejército a una ciudad aliada, le acometieron
repentinamente en la marcha, por lo que se apresuró a acogerse a una posición fuerte y ventajosa.
Reunió y ordenó allí sus fuerzas, y trayéndole el caballo, “éste -dijo- lo emplearé después de haber
vencido en la persecución; ahora, vamos a los enemigos”; y los acometió a pie.
Costóle tiempo y dificultad el rechazar a la gente de guerra; pero el trabajo mayor fue en el sitio donde
se hallaban los carros y en el campamento, porque no sólo aquélla hizo otra vez cara y volvió al combate,
sino que sus hijos y sus mujeres se resistieron con obstinación hasta la muerte; de manera que no se
terminó la batalla casi hasta medianoche.
Coronó esta victoria, que fue gloriosa, con el hecho, más ilustre todavía, de establecer a los fugitivos que
sobrevivieron de aquellos bárbaros, precisándolos a repoblar el país que habían dejado y a levantar las
ciudades que habían destruido, siendo todavía en número de más de cien mil; lo que ejecutó por temor
de que, adelantándose los germanos, podrían ocupar aquella región ahora desierta.
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Por el contrario, la segunda guerra la sostuvo por los galos contra los germanos, sin embargo de haber
antes declarado aliado en Roma a su rey, Ariovisto; y es que eran vecinos muy molestos a los pueblos
sujetos a la república, y se temía que si la ocasión se presentaba no permanecerían quietos en sus asientos,
sino que invadirían y ocuparían la Galia. Viendo, pues, a los caudillos de los galos poseídos de miedo,
mayormente a los más distinguidos y jóvenes de los que se le habían reunido, como gente que tenía la
idea de pasarlo bien y enriquecerse con la guerra, convocólos a una junta y les dijo que se retiraran y no
se expusieran contra su voluntad, siendo hombres de poco ánimo y dados al regalo, y que con tomar él
solamente la legión décima, marcharía a los bárbaros, pues que no tendría que pelear con enemigos que
valieran más que los cimbros, ni él se reputaba por general inferior a Mario.
En consecuencia de esto, la legión décima le envió una embajada para darle gracias; pero las demás se
quejaron de sus jefes, y llenos todos los soldados de ardor y entusiasmo, le siguieron el camino de muchos
días, hasta acampar a doscientos estadios de los enemigos.
Hubo ya en esta marcha una cosa que debilitó y quebrantó la osadía de Ariovisto: porque ir los romanos
en busca de los germanos, que estaban en la inteligencia de que si ellos se presentasen ni siquiera
aguardarían los romanos por lo inesperado, le hizo admirar la resolución de César, y vio a su ejército
sobresaltado.
Todavía los descontentaron más los vaticinios de sus mujeres, las cuales, mirando a los remolinos de los
ríos, y formando conjeturas por las vueltas y ruido de los arroyos, predecían lo futuro; y éstas no los
dejaban que dieran la batalla hasta que apareciera la luna nueva.
Habiéndolo entendido César y viendo a los germanos en reposo, le pareció más conveniente ir contra
ellos cuando estaban desprevenidos que esperar a que llegara su tiempo, y acometiendo a sus
fortificaciones y a las alturas sobre que tenían su campo, los provocó e irritó a que, impelidos de la ira,
bajasen a trabar combate; y habiéndolos desordenado y puesto en huida, los persiguió por cuarenta
estadios hasta llegar al Rin, llenando todo aquel terreno de cadáveres y de despojos.
Ariovisto, adelantándose con unos cuantos, pasó el Rin, y se dice haber sido ochenta mil el número de
los muertos.
Ejecutadas estas hazañas, dejó en el país de los secuanos las tropas para pasar el invierno; y queriendo
tomar conocimiento de las cosas de Roma, bajó a la Galia del Po, que era de la provincia en que mandaba,
porque el río llamado Rubicón separa la Galia, situada de la parte de acá de los Alpes, del resto de la
Italia.
Desde allí ganaba partido con el pueblo, pues eran muchos los que iban a verle, dando a cada uno lo que
le pedía, y despachándolos a todos contentos: a unos, por haber ya recibido lo que apetecían y a otros,
por haberlos lisonjeado con esperanzas; de manera que por todo el tiempo que de allí en adelante se
mantuvo en la provincia, sin que los advirtiese Pompeyo, ora estuvo quebrantando con las armas de los
ciudadanos a los enemigos, y ora con las riquezas y despojos de éstos conquistando a los ciudadanos.
Mas habiendo entendido que los belgas, que eran los más poderosos de los celtas y poseían la tercera
parte de la Galia, se habían rebelado, teniendo reunidos muchos millares de hombres sobre las armas,
precipitó su vuelta y marchó allá con la mayor celeridad.
Sobrecogió a los enemigos, talando el país de los galos, aliados de la república, y habiendo derrotado a
la muchedumbre, que peleó cobardemente, a todos los pasó al filo de la espada, de manera que los lagos
y ríos profundos se pudieron transitar por encima de los montones de cadáveres.
De los pueblos sublevados, los de la parte del océano todos se sometieron voluntariamente, y sólo tuvo
que hacer la guerra a los nervios, pueblos feroces y belicosos que habitaban en espesos encinares y tenían
sus familias y sus haberes en lo profundo de una selva, a la mayor distancia de los enemigos.
Éstos, pues, en número de sesenta mil hombres, cargaron repentinamente a César al tiempo de estar
poniendo su campo, lejos de esperar tan imprevista batalla, y a la caballería lograron ponerla en fuga, y
envolviendo las legiones duodécima y séptima dieron muerte a todos los jefes de cohortes, y si César,
tomando el escudo y penetrando por entre los que le precedían, no hubiera acometido a los enemigos, y
la legión décima viendo su peligro, no hubiera acudido prontamente desde las alturas y hubiera
desordenado la formación de los enemigos, es probable que ninguno se habría salvado; aun así, con haber
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sostenido por el arrojo de César un combate muy superior a sus fuerzas, no pudieron rechazar a los
nervios, sino que allí los acabaron defendiéndose, pues se dice que de sesenta mil sólo se salvaron
quinientos, y de cuatrocientos senadores, tres.
Recibidas estas noticias por el Senado, decretó que por quince días se sacrificase a los dioses, y que
aquéllos, absteniéndose de todo trabajo, se pasasen en fiestas, no habiéndose nunca señalado otros tantos
por ninguna victoria; y es que el peligro se reputó grande por amenazar a un tiempo tantas naciones,
haciendo también más insigne este vencimiento la pasión con que la muchedumbre miraba a César, por
ser éste el que lo había alcanzado.
Éste, habiendo dejado en buen estado las cosas de la Galia, volvió otra vez a invernar en el país regado
por el Po para continuar sus manejos en la ciudad, pues no solamente los que aspiraban a las magistraturas
por su mediación y los que las obtenían sobornando al pueblo con el caudal que él les remitía hacían
cuanto estaba a su alcance para adelantarlo en influjo y poder, sino que de los ciudadanos más principales
y de mayor opinión, los más habían acudido a visitarle a Luca; y entre éstos, Pompeyo y Craso, y Apio,
comandante de la Cerdeña, Nepote, procónsul de España; de manera que se juntaron hasta ciento veinte
lictores, y del orden senatorial arriba de doscientos. Convínose en un consejo que tuvieron en que
Pompeyo y Craso serían nombrados cónsules, y que a César se le asignarían fondos y otros cinco años
de mando militar, que fue lo que pareció más extraño a los que examinaban las cosas sin pasión, por
cuanto los mismos que recibían grandes sumas de César eran los que persuadían al Senado a que le
hiciera asignaciones, como si estuviera falto, o, por mejor decir, lo precisaban a ejecutarlo y a llorar sobre
lo propio que decretaba, pues se hallaba ausente
Catón, porque de intento lo habían enviado a Chipre, y aunque Favonio, que seguía las huellas de Catón,
se salió fuera de la curia a gritar al pueblo cuando vio que no sacaba ningún partido, nadie hizo caso:
algunos por respeto a Pompeyo y a Craso, y los más, por complacer a César, sobre cuyas esperanzas
vivían descansados.
Restituido César al ejército que había dejado en las Galias, tuvo que volver a una reñida guerra en la
propia región, a causa de que dos grandes naciones de Germania habían acabado de pasar el Rin con el
intento de adquirir nuevas tierras, de las cuales era la una la de los usipetes, y la otra la de los tencteros.
Acerca de la batalla lidiada contra estos enemigos escribió César en sus Comentarios que, habiéndole
enviado los bárbaros una embajada para tratar de paz, le pusieron celadas en el camino, con lo que le
derrotaron la caballería, que constaba de cinco mil hombres, bien desprevenidos para semejante traición,
con ochocientos de los suyos; y que como le enviasen después otros para engañarle segunda vez, los
detuvo y movió contra ellos con todo su ejército, creyendo que sería gran simpleza guardar fe a hombres
tan infieles y prevaricadores.
Tarisio dice que Catón, al decretar el Senado fiestas y sacrificios por esta victoria, abrió dictamen sobre
que César fuese entregado a los bárbaros, para que así expiase la ciudad la abominación de haber
quebrantado la tregua, y la execración se volviese contra su autor.
De los que habían pasado fueron destrozados en aquella acción unos cuatrocientos mil, y a los pocos que
volvieron los recibieron los sicambros, que eran otra de las naciones de Germania.
Sirvióle esto de motivo a César para ir contra ellos, y más que, por otra parte, le estimulaba la gloria de
ser el primero que con ejército hubiese pasado el Rin.
Echó, pues, en él un puente, sin embargo de ser sumamente ancho y llevar por aquella parte gran caudal
de agua con una corriente impetuosa y rápida, que con los troncos y árboles que arrastraba conmovía los
apoyos y postes del puente; pero oponiendo a este choque grandes maderos hincados en medio del río, y
refrenando la fuerza del agua que hería en la obra, dio un espectáculo que excede toda fe, habiendo
acabado el puente en sólo diez días.
Pasó sus tropas sin que nadie se atreviese a hacerle resistencia; y como aun los suevos, gente la más
belicosa de Germania, se metiesen en barrancos profundos y cubiertos de arbolado, dando fuego a lo que
pertenecía a los enemigos, y alentando y tranquilizando a los que siempre se habían mostrado adictos a
los romanos, se retiró otra vez a la Galia, habiendo sido de dieciocho días su detención en Germania.
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La expedición a Bretaña dio celebridad a su osadía y determinación, pues fue el primero que surcó con
armada el océano occidental, y que navegó por el Atlántico, llevando consigo un ejército para hacer la
guerra; y cuando no se creía que fuese una isla a causa de su extensión, y era, por lo tanto, materia de
disputa para muchos escritores, que la tenían por un puro nombre y por una voz de cosa inventada que
en ninguna parte existía, se propuso sujetarla, llevando fuera del orbe conocido la dominación de los
romanos.
Dos veces hizo la travesía a la isla desde la parte de la Galia que le cae enfrente, y habiendo en
continuadas batallas maltratado a los enemigos, más bien que aprovechando en nada a los suyos, pues
que no había cosa de menor valor entre gentes infelices y pobres, no dio a aquella guerra el fin que
deseaba, sino que, contentándose con recibir rehenes del rey y arreglar los tributos, se volvió de la isla.
A su llegada encontró cartas que iban a mandársele de sus amigos de Roma, en las que le anunciaban el
fallecimiento de su hija, que había muerto de parto en compañía de Pompeyo.
Grande fue el pesar de éste y grande el de César; mas también los amigos se apesadumbraron, viendo
disuelto el deudo que había conservado en paz y en concordia la república, bien doliente y quebrantada
de otra parte, porque el niño murió también luego, habiendo sobrevivido a la madre pocos días.
La muchedumbre cargó, contra la voluntad de los tribunos de la plebe, con el cadáver de Julia y lo llevó
al Campo de Marte, donde se le hicieron las exequias, y allí yace sepultado.
[…] Saludóle por su nombre: “¿Y qué podemos esperar - le dijo-, Cayo Crasinio? ¿Cómo estamos de
confianza?” Y Crasinio, alargando la diestra y levantando la voz: “Venceremos gloriosamente, ¡oh!,
César -le respondió-, porque hoy, o vivo o muerto, me has de dar elogios”. Y al decir estas palabras
acometió el primero a carrera a los enemigos, llevándose tras sí a los suyos, que eran ciento veinte
hombres.
Rompe por entre los primeros, y penetrando con violencia y con mortandad bastante adelante, es
traspasado con una espada, que hiriéndole en la boca, pasó la punta hasta salir por la nuca.
Cuando de este modo chocaban y combatían en el centro los infantes, movió arrebatadamente del ala
izquierda la caballería de Pompeyo, alargando su formación para envolver la derecha de los enemigos;
pero antes de que llegue salen las cohortes de César y no usan, según costumbre, de las armas arrojadizas,
ni hieren de cerca a los enemigos en los muslos y en las piernas, sino que asestan sus golpes a la cara y
en ella los ofenden, amaestrados por César para que así lo ejecutasen por esperar que unos hombres que
no estaban hechos a guerras ni a heridas, jóvenes, por otra parte, y preciados en su hermosura y belleza,
evitarían sobre todo esta clase de heridas, no tolerando el peligro en el momento presente, y temiendo la
vergüenza que habían de pasar después, como efectivamente sucedió, pues no pudieron sufrir las lanzas
dirigidas al rostro, ni tuvieron valor para ver el hierro delante de los ojos, sino que o volvieron o se taparon
la cara para ponerla fuera de riesgo.
Finalmente, asustados por este medio, dieron a huir, echándolo todo a perder vergonzosamente, porque
los que vencieron a éstos envolvieron a la infantería y la destrozaron cayendo por la espalda.
Pompeyo, cuando desde la otra ala vio que los de caballería se habían desbandado entregándose a la fuga,
ya no fue el mismo hombre, ni se acordó de que se llamaba Pompeyo Magno, sino que semejante a aquel
a quien Dios priva de juicio, o que queda aturdido con una calamidad enviada por la ira divina, enmudeció
y marchó paso a paso a su tienda, donde, sentado, daba tiempo a lo que sucediera; hasta que, puestos
todos en fuga, acometieron los enemigos al campamento, peleando contra los que habían quedado en él
de guardia.
Entonces, como si recobrara la razón, sin pronunciar, según dicen, más palabras que éstas: ¿Conque hasta
el campamento?, se despojó de las ropas propias de general de ejército, mudándolas por las que a un
fugitivo convenían, y salió de allí.
Qué suerte fue la que tuvo después, y cómo habiéndose entregado a unos egipcios recibió la muerte, lo
declaramos en lo que acerca de su vida hemos escrito antes.
Luego que César, entrando en el campamento de Pompeyo, vio los cadáveres allí tendidos de los
enemigos, a los que todavía se daba muerte, prorrumpió sollozando en estas expresiones: “Esto es lo que
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han querido, y a este extremo me han traído, pues si yo, Cayo César, después de haber terminado
gloriosamente las mayores guerras, hubiera licenciado el ejército, sin duda me habrían condenado”.
Asinio Polión dice que César pronunció estas palabras en latín en aquella ocasión, y que él las puso en
griego, añadiendo que de los que murieron en la toma del campamento los más fueron esclavos, y que
soldados no murieron sobre seis mil.
De los infantes que fueron hechos prisioneros, César incorporó en las legiones la mayor parte, y a muchos
de los más principales les dio seguridad, de cuyo número fue Bruto, el que después concurrió a su muerte,
acerca del cual se dice que mientras no parecía estuvo lleno de cuidado, y que cuando después apareció
salvo se alegró extraordinariamente.
Muchos prodigios anunciaron aquella victoria; pero el más insigne fue el sucedido en Tralis.
Había en el templo de la Victoria una estatua de César, y todo aquel terreno, además de ser muy compacto
por naturaleza, estaba enlosado con una piedra dura, y se dice que nació una palma por entre la base de
la estatua.
En Padua, Cayo Cornelio, varón muy acreditado en la adivinación, conciudadano y conocido del
historiador Tito Livio, casualmente, aquel día estaba ejercitando en su arte augural, y en primer lugar
supo, según refiere Livio, el momento de la batalla, y dijo a los que se hallaban presentes: “Ahora se
agita la gran cuestión y los ejércitos vienen a las manos”.
Después, pasando a la inspección y observación de las señales, se levantó, gritando con entusiasmo:
“Venciste, César”; y como los circunstantes se quedasen pasmados, quitándose la corona de la cabeza,
dijo con juramento que no volvería a ponérsela hasta que el hecho diese crédito a su arte.
Livio confirma la relación de estos sucesos.
César, habiendo dado libertad a la nación de los tesalianos en gracia de la victoria, persiguió a Pompeyo,
y llegado al Asia dio también la libertad a los de Cnido en honor de Teopompo, el que recopiló las
fábulas; y a todos los habitantes del Asia les perdonó la tercera parte de los tributos.
Habiendo arribado a Alejandría, muerto ya Pompeyo, abominó la vista de Teodoto, que le presentó la
cabeza de su rival, y al recibir el sello de éste no pudo contener las lágrimas.
De los amigos y confidentes del mismo, a cuantos andaban errantes o habían sido hechos prisioneros por
el rey, les hizo beneficios y procuró ganarlos.
Así es que, escribiendo a Roma a sus propios amigos, les decía que el fruto más grato y más señalado
que había cogido de su victoria era el salvar a algunos de aquellos ciudadanos que siempre le habían sido
contrarios.
Acerca de la guerra que allí tuvo que sostener, algunos la gradúan no solamente de innecesaria, sino,
además, de ignominiosa y arriesgada por sólo los amores de Cleopatra; pero otros culpan a las gentes del
rey, y principalmente al eunuco Potino, que, gozando del mayor poder, había dado muerte poco antes a
Pompeyo, había hecho alejar a Cleopatra y con mucha reserva estaba armando asechanzas a César, a lo
que se atribuye el que éste hubiese empezado a pasar las noches en francachelas para atender a la custodia
de su persona.
Por otra parte, Potino, bien a las claras decía y hacía cosas en odio de César que no podían tolerarse; pero
haciendo dar a los soldados provisiones malas y añejas, decía que sufrieran y aguantaran, pues que
comían de ajeno, y para los convites no ponía sino utensilios y vajilla de madera y de tierra, porque los
de oro y plata estaban - decía- en poder de César por un crédito.
Porque es de saber que el padre del rey actual había sido deudor de César por diecisiete millones
quinientas mil dracmas, de las que había perdonado César a sus hijos siete millones quinientas mil, pero
pedía los diez millones restantes para mantener el ejército.
Decíale Potino que se marchara y atendiera a sus grandes negocios, que ya le restituiría el dinero con
acción de gracias; pero César le respondió que no le hacían falta los consejos de los egipcios, y
reservadamente hizo venir a Cleopatra.
Tomó ésta de entre sus amigos para que la acompañase al siciliano Apolodoro, y embarcándose en una
lanchilla se acercó al palacio al mismo oscurecer; mas como dudasen mucho de que pudiera entrar oculta
de otra manera, tendieron en el suelo un colchón, y, echada y envuelta en él, Apolodoro lo ató con un
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cordel, y así la entró por las puertas hasta la habitación de César; dícese que ésta fue la primera añagaza
con que le cautivó Cleopatra, y que, vencido de su trato y de sus gracias, la reconcilió con el hermano,
negociando que reinaran juntos.
Después ocurrió que, asistiendo todos a un festín dado con motivo de esta reconciliación, un esclavo de
César que le hacía la barba, hombre el más tímido y medroso de los mortales, mientras lo examina todo,
escucha y curiosea, llegó a percibir que se habían puesto asechanzas a César por el general Áquila y el
eunuco Potino. Averiguólo César, por lo que puso guardias en su habitación y dio muerte a Potino; pero
Áquila huyó al ejército.
El primer peligro que corrió en esta guerra fue la falta de agua, porque los enemigos tapiaron los
acueductos.
Interceptáronle después la escuadra, y se vio precisado a superar este peligro por medio de un incendio,
que de las naves se propagó a la célebre biblioteca y la consumió.
Fue el tercero que, habiéndose trabado batalla junto a Faro, saltó desde el muelle a una lancha, con el
objeto de socorrer a los que peleaban; pero acosándole por muchas partes a un tiempo los egipcios, tuvo
que arrojarse al mar, y con gran dificultad y trabajo pudo salir a salvo.
Dícese que, teniendo en esta ocasión en la mano varios cuadernos, como no quisiese soltarlos aunque se
sumergía, con una sostenía los cuadernos sobre el agua y con la otra nadaba, y que la lancha al punto se
hundió.
Finalmente, habiéndose el rey incorporado con los enemigos, marchó contra él, y trabando batalla le
venció, siendo muchos los muertos y no habiéndose sabido qué fue del rey.
Dejó con esto por reina de Egipto a Cleopatra, que de allí a poco dio a luz un hijo, al cual los de Alejandría
dieron el nombre de Cesarión, y marchó a la Siria.
Trasladado desde allí al Asia, supo que Domicio, vencido por Farnaces, hijo de Mitrídates, había huido
del Ponto con muy poca gente, y que Farnaces, sacando el mayor partido de la victoria, y teniendo ya
bajo su mando la Bitinia y la Capadocia, se encaminaba a la Armenia llamada Menor, poniendo en
insurrección a todos los reyes y tetrarcas de aquella parte.
Marchó, pues, sin dilación contra él con tres legiones; y viniendo a una reñida batalla junto a la ciudad
de Zela, arrojó a Farnaces del Ponto en precipitada fuga, destrozó enteramente su ejército, y dando parte
a Roma de la prontitud y celeridad de esta batalla, lo ejecutó en carta que escribió a Amincio, uno de sus
amigos, con estas tres solas palabras: Vine, vi y vencí; las cuales, teniendo en latín una terminación muy
parecida, son de una graciosa concisión.
Regresó en seguida a la Italia, subió a Roma cuando ya estaba cerca de su término el año para que se le
había nombrado segunda vez dictador, siendo así que antes nunca esta magistratura había sido anual.
Designósele cónsul para el siguiente, y se murmuró mucho de él, porque habiéndose sublevado los
soldados hasta el extremo de dar muerte a los generales Cosconio y Galba, aunque los reprendió, llegando
a llamarles ciudadanos y no militares, les repartió, sin embargo, mil dracmas a cada uno y les adjudicó
por suerte una gran porción de terreno en Italia.
Poníanse además a su cuenta los furores de Dolabela, la avaricia de Amincio, las borracheras de Antonio
y la insolencia de Cornificio en hacerse adjudicar la casa de Pompeyo, y darle después más extensión,
como que no cabía en ella; porque todas estas cosas disgustaban mucho a los romanos; mas por sus miras
respecto al gobierno, aunque no las ignoraba César ni eran de su aprobación, se veía precisado a valerse
de tales instrumentos.
Catón y Escipión, después de la batalla de Farsalia, se refugiaron en África; y como reuniesen allí fuerzas
de alguna consideración y tuviesen el auxilio del rey Juba, determinó César marchar contra ellos.
Pasó, pues, en el solsticio de invierno a Sicilia, y para quitar a los caudillos que consigo tenía toda
esperanza de descanso y detención puso su tienda en el mismo batidero de las olas, y embarcándose
apenas hubo viento, dio la vela con tres mil infantes y muy pocos caballos.
Desembarcados éstos, sin que lo entendieran, volvió a hacerse al mar por el cuidado de las restantes
fuerzas, y encontrándose ya con ellas en la mar, las condujo a todas al campamento.
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Llegó allí a entender que los enemigos estaban confiados en cierto oráculo antiguo, según el cual se tenía
por propio del linaje de los Escipiones vencer siempre en el África; y es difícil decir si en lo que ejecutó
se propuso usar de cierta burla contra Escipión que mandaba el ejército enemigo, o si con conocimiento
y de intento quiso hacerse propio el agüero; porque tenía consigo a un ciudadano por otra parte oscuro y
de poca cuenta, pero que era de la familia de los Africanos, y se llamaba Escipión Salución.
A éste, pues, le daba el primer lugar en los encuentros, como a general del ejército, precisándolo a entrar
muchas veces en lid con los enemigos y provocarlos a batalla, porque no tenía pan que dar a su gente, ni
había pasto para las bestias, sino que se veían precisados a mantener los caballos con ova marina
despojada de la sal y mezclada con un poco de grama como un condimento, a causa de que los númidas,
mostrándose a menudo y en gran número por todas partes, eran dueños del país.
Sucedió en una ocasión que se hallaban distraídos los soldados de caballería de César a causa de que se
les había presentado un africano que ejecutaba cierto baile y tañía prodigiosamente la flauta, y ellos se
estaban allí divertidos, entregando los caballos a los muchachos; y acometiendo repentinamente los
enemigos, matan a los unos, y con los otros, que dieron precipitadamente a huir, llegan hasta el
campamento; y a no haber sido porque a un tiempo César y Asinio Polión acudieron en su auxilio y
contuvieron la fuga, en aquel punto hubiera acabado la guerra.
En otra batalla, y en la que llevaban los enemigos lo mejor, se dice que César, a un portaestandarte que
huía, lo agarró del cuello y le hizo volver cara, diciéndole: Ahí están los enemigos.
Con estos felices preludios se alentó Escipión para querer dar batalla, y dejando a una parte a Afranio y
a otra a Juba acampados a corta distancia, sobre un lago levantó fortificaciones para su campamento junto
a la ciudad de Tarso, a fin de que en caso de una batalla les sirviera a todos de apoyo y refugio.
Mientras él atendía a estos trabajos, César, pasando con indecible celeridad por lugares cubiertos de
maleza, y que apenas permitían pisarse, de éstos sorprendió y envolvió a unos, y a otros los acometió de
frente; y habiéndolos destrozado a todos, aprovechó el momento y la corriente de su próspera fortuna,
llevado de la cual toma de un golpe el campamento de Afranio y de otro saquea el de los númidas, por
haber dado a huir Juba; y habiéndose hecho dueño de tres campamentos, y dado muerte a cincuenta mil
enemigos en una partecita muy pequeña de un solo día, él no tuvo más pérdida que la de cincuenta
hombres.
Algunos refieren de esta manera lo ocurrido en aquella batalla, pero otros dicen que César no se encontró
en la acción, porque al ordenar y formar las tropas se sintió amagado de su enfermedad habitual; y que
habiéndolo conocido desde luego, antes de llegar al estado de perturbación y de perder el sentido, aunque
ya con alguna convulsión, se hizo llevar a un castillo de los que estaban inmediatos, y en aquel retiro
pasó su mal.
De los varones consulares y pretorios que huyeron después de la batalla, unos se quitaron a sí mismos la
vida al ir a caer en manos de los enemigos, y a otros, en bastante número, les hizo dar muerte César luego
que fueron aprehendidos.
Como tuviese vivo deseo de alcanzar y aprehender vivo a Catón, se apresuró a llegar a Útica, porque a
causa de hallarse de guarnición en aquella ciudad no tuvo parte en la batalla; mas habiendo sabido que
Catón se había dado muerte, lo que no pudo dudarse es que se manifestó ofendido; pero cuál fue la causa,
todavía se ignora. […]
[…] Habiendo de dar segunda batalla, se le presentó otra vez el fantasma en aquella noche sin que le
hablase palabra; pero entendiendo Bruto su hado, se abalanzó desesperadamente al peligro.
No murió, con todo, peleando, sino que después de la derrota, retirándose a la eminencia de una roca, se
arrojó de pechos sobre su espada desnuda, y dando uno de sus amigos fuerza, según dicen, al golpe, de
este modo perdió la vida.
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BAN GU
(? -92 AEC) Los xiongnu en la Historia de la
dinastía Han
Después de que Sima Qian estableció el modelo para las historias dinásticas, los 列传
[liezhuan] ensayos suplementarios se convirtieron en una de sus caracteristicas
distintivas. Los que inauguraron esta forma de historiografia china fueron miembros de
la familia Ban que orginalmente se habían destacado como prósperos ganaderos en
la frontera norte del imperio para luego trasladarse al noroeste donde desarrollaron
también sus contribuciones literarias y militares durante la segunda parte de la dinastía
Han. Estas de una parte dieron lugar, a una poetisa y concubina imperial y a los
literatos y historiografos, los tres Ban…..asi como a un comandante militar y
diplomatico, Ban Chao, al cual se atribuye uno de los famosos adagios chinos 投筆從
戎 [toubi congrong] “Deshazte del pincel caligrafo y sigue a las armas” y cuyas
experiencias en la frontera casi seguramente informaron tambien el contenido de
nuestro fragmento que es un importante ejemplo de una temprana etnografía china.
Historiograficamente los xiongnu aparecen como estado imperial en 209 AEC cuando
Modu Chanyu 冒顿单于, Modun Baataren en Mongol, formo una federación de las
tribus de la estepa que se convirtió en nemesis de las dinastias chinas Qin y Han que
aparecieron coetanamente (221 AEC a 220 EC). Se ha especulado que los hunos que
aparecieron siglos después en las regiones occidentales fueran sus sucesores, pero
parece que tal relación directo es cuestionable.
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Los xiongnu [匈奴] viven en el norte y son gente nómada. Ellos crían una variedad de animales, la mayoría
de ellos son caballos y ganado bovino y ovino. Otros animales como los camellos y burros los hay en
número comparativamente pequeño. Se mueven constantemente en busca de agua y pasto, no tienen
ciudades, casas o campos de cultivo. La tierra, sin embargo, esta dividida entre los diferentes grupos
tribales.
Los xiongnu no tienen ninguna lengua escrita, en consecuencia, todos los acuerdos o promesas
están hechos en forma oral. Los niños pequeños son enseñados a pastorear ovejas y tirar a pájaros y
ardillas. Cuando son mayores empiezan a cazar zorras y conejos. Carne, en lugar de granos es su príncipal
comida. Todos los hombres de cuerpo sano son arqueros expertos y miembros de la caballería de sus
respectivas tribus.
En circunstancias normales cuando la vida es comparativamente fácil, los Xiongnu ganan su
subsistencia vigilando sus rebaños y que aumentan con la caza. Cuando la vida se pone difícil, todos los
hombres son adiestrados en el arte de la guerra, preparándose ardientemente para emprender ataques.
Esta, se puede decir, es la naturaleza de los Xiongnu. Ellos se fían de sus arcos y sus flechas; si el enemigo
está a distancia, cambian a cuchillos y lanzas en el combate cuerpo a cuerpo. Atacan cuando están
seguros de la victoria, y no se sienten avergonzados cuando huyen del campo de batalla si piensan que la
suerte esta en gran manera en contra de ellos. Ellos van a cualquier parte donde pueden obtener utilidad
económica, no conocen cosas tales como la justicia o la corte
Empezando con el rey, todos los Xiongnu comen carne de animales y usan sus pieles que convierten en
vestidos. Los jóvenes y los fuertes tienen prioridad par la mejor comida; los más viejos se satisfacen con
las sobras. Ellos valoran altamente la juventud y la fuerza y desprecian a los viejos y a los débiles.
Después de la muerte de su padre, un hombre se casa con su madrastra. Igualmente toma a la esposa de
su hermano como suya cuando falta su hermano
En el primer mes de cada año el jan celebra una corte con toda la gente de su tribu. En el quinto mes
reúne a todos miembros de la tribu en Lung (蘢城) donde ofrece sacrificios al cielo, a la tierra, a las
deidades y espíritus. Otra vez en otoño cuando los caballos están fuertes y alertas convoca a sesión a otra
asamblea en una región boscosa, ofrece sacrificios a las deidades y espíritus y cuenta el número de
hombres y animales.
De acuerdo con la ley xiongnu, el que mate a otro hombre será castigado con la muerte. El que
robe será condenado a la esclavitud junto con todos los miembros de su familia. Pequeños ofensores
serán azotados con un palo, los grandes, por otra parte, serán llevados a la cárcel en dónde comunmente
mueren en un período de diez días. Por ello en todo el imperio hsiung-nu hay menos de diez gentes en la
cárcel en cualquier tiempo.
El jan reverencia la salida del sol temprano en la mañana y a la luna en la noche. En cuanto al
protocolo de sentarse, la persona que se sienta a la izquierda de cara al norte es la más reverenciada dentro
del grupo. Los muertos son enterrados con ataúdes, acompañados con oro, plata y ropa. Sin embargo, las
tumbas no están marcadas con árboles, ni los deudos usan ropa fúnebre. En la muerte del jan
aproximadamente cien de sus ministros y concubinas favoritas son matados para que sus espíritus puedan
seguir al de él.
Durante una compañía militar los xiongnu observan cuidadosamente el tamaño de la luna.
Atacan cuando la luna es grande y brillante y se retiran cuando está pequeña y opaca. Un soldado xiongnu
que mata a un enemigo será premiado con una gran copa de vino además de aquellos bienes que le haya
148
quitado a su víctima. Si él captura un hombre o mujer vivo, éste se convierte en su esclavo. De esta
manera en el campo de batalla, sobre el cual se lanzan como buitres hambrientos, todos los soldados
xiongnu pelean valientemente para sus propios fines materiales. Sin embargo, en un revés se desintegran
rápidamente y se dispersan como nubes volando.
Su estrategia favorita es atraer a sus enemigos a un lugar previamente arreglado y entonces sitiarlos.
Después de una batalla, el guerrero que lleva a casa el cuerpo de un camarada muerto heredará todas las
posesiones del muerto.
149
PAULUS (c 55)
de la “Primera Epístola a los
Corintios” Nativo del sur de Anatolia fue rabino, es decir, maestro de una sinagoga y como uno
de los fariseos persiguió a los cristianos hasta su encuentro con Jesús resucitado
en uno de sus viajes camino a Damasco. Con el celo del converso cambió su
nombre de Shaul a Paullus
Pablo fue el primero en reconocer que el concepto de salvación, ya sea de cuerpos
o de almas, podría utilizarse como un elemento universalista sin que se perdiesen
sus raíces en el judaísmo del Antiguo Testamento. Enfatiza la función
providencialista de la deidad monoteísta al destacar la asignación (en griego se
utiliza la palabra oikonomia) de su capacidad transformadora a ciertos agentes
especialmente en el antecedente de sus profetas y aun antes de ellos en la
asignación a Noé de proliferase biológicamente en toda la humanidad.
No obstante como Dios monoteísta tambien puede comprometerse con la
resurrección de su hijo y una vez establecida la creencia en este ejemplo induce al
creyente a comprometerse con una fe como la que debe existir entre hijos y padre
congénitos.
La carne como instrumento de compromiso que fue tan importante en la asignación
a Abraham simbolizado en el rito de la circuncisión se ve superado por el acto de
creer en la resurrección del hijo. Esta fe como ejercicio de la psyche como alma del
hombre, se vuelve tan primordial como la fidelidad entre padre e hijo y de ambos
con la deidad y la relación carnal pierde su función de elemento del gozo y se centra
en la encarnación divina, otorgando así a los creyentes un privilegio frente a los
incrédulos y los demás seres humanos.
150
I Corintios VI-12 Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen: todas las cosas me son lícitas,
mas yo no me meteré debajo de potestad de nada.
13 Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; empero y á él y á ellas deshará Dios. Mas el
cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor para el cuerpo:
14 Y Dios que levantó al Señor [Jesús], también á nosotros nos levantará con su poder.
15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré pues los miembros de Cristo, y
los haré miembros de una ramera? Lejos sea.
16 ¿O no sabéis que el que se junta con una ramera, es hecho con ella un cuerpo? porque serán, dice, los
dos en una carne.
17 Empero el que se junta con el Señor, un espíritu es.
18 Huid la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre hiciere, fuera del cuerpo es; mas el que
fornica, contra su propio cuerpo peca.
19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de
Dios, y que no sois vuestros?
20 Porque comprados sois por precio: glorificad pues á Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los
cuales son de Dios.
La resurrección de los cuerpos
I Corintios XV-35 Mas dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?
36 Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muriere antes. 37 Y lo que siembras, no siembras el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, acaso de trigo, ó de
otro grano:
38 Mas Dios le da el cuerpo como quiso, y á cada simiente su propio cuerpo.
39 Toda carne no es la misma carne; mas una carne ciertamente es la de los hombres, y otra carne la de
los animales, y otra la de los peces, y otra la de las aves.
40 Y cuerpos hay celestiales, y cuerpos terrestres; mas ciertamente una es la gloria de los celestiales, y
otra la de los terrestres:
41 Otra es la gloria del sol, y otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas: porque una estrella
es diferente de otra en gloria.
42 Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción se levantará en incorrupción;
43 Se siembra en vergüenza, se levantará con gloria; se siembra en flaqueza, se levantará con potencia;
44 Se siembra cuerpo animal, resucitará espiritual cuerpo. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.
45 Así también está escrito: Fué hecho el primer hombre Adam en ánima viviente; el postrer Adam en
espíritu vivificante.
46 Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.
47 El primer hombre, es de la tierra, terreno: el segundo hombre que es el Señor, es del cielo.
48 Cual el terreno, tales también los terrenos; y cual el celestial, tales también los celestiales.
49 Y como trajimos la imagen del terreno, traeremos también la imagen del celestial.
50 Esto empero digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni la
corrupción hereda la incorrupción.
51 He aquí, os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados.
52 En un momento, en un abrir de ojo, á la final trompeta; porque será tocada la trompeta, y los muertos
serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados.
53 Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de
inmortalidad.
54 Y cuando esto corruptible fuere vestido de incorrupción, y esto mortal fuere vestido de inmortalidad,
entonces se efectuará la palabra que está escrita:
151
Sorbida es la muerte con victoria.
55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?
56 Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y la potencia del pecado, la ley.
57 Mas á Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo.
58 Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre,
sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es vano
152
FLAVIO JOSEFO (37-100)
Sobre la antigüedad del pueblo judío
Iosef ben Matityahu (ca. 37-100 EC), cuyo nombre en griego fue
Iōsēpos y su romano Titus Flavius Josefo nació en la familia de los
asmoneos que habían gobernado el territorio de Judea entre 140 y 37
AEC cuando el imperio romano llevó sus campañas mil itares a todos
los confines de la cuenca del mar Medi terráneo. Con educación griega,
vuelto f i loromano durante su juventud, exploró el idear io de las
facciones hebráicas. A los 26 años viajó a Roma en compañía de un
sacerdote judío donde se relacionó con los círculos gobernantes del
imperio.
Regresó a Jerusalem en plena rebel ión contra Roma donde part icipó
en la organización de un ejército hebreo de resisten cia. En 67 al
principio de la primera guerra judía, su unidad mil itar entró en la ciudad
de Yodafat (Jotapata), justo un día antes de que el emperador Tito
Flavio Vespasiano sit iara la ciudad. Al caer la plaza. Josefo, cautivo
acompañó el vencedor a Alejandría, como parte de su servicio. Tres
años despues presenció el saqueo de Jerusalem.
Una vez l iberto en Roma se le otorgó el nombre de la familia imperial
Flavia con ciertas propiedades en Judea donde escribió sus obras: En
75 su Guerra Judaica [ Ιουδαϊκο πόλεμος ] , en 94 la Antigüedad de los
Judios [ Ιουδαϊκή Αρχαιολογί ] y en 97 contestó en Contra Apion , a un
crít ico de su obra, texto del que tomamos nuestro fragmento. Dos años
antes de morir siguió una autobiografía.
153
Contra Apion
Capítulo 31
222. Ciertamente, vemos que los que han intentado redactar una constitución y unas leyes análogas han
sido acusados por los griegos de haber imaginado un Estado utópico, fundado, según ellos, en bases
imposibles. Dejo a un lado los demás filósofos que se han ocupado de cuestiones semejantes en sus obras.
223. Pero Platón, admirado en Grecia por haber sobresalido en la dignidad de su vida y por haber
aventajado a los demás filósofos con la potencia de su talento y su persuasiva elocuencia, Platón, digo,
no deja, sin embargo, de ser objeto de burlas ni de ser ridiculizado, o casi, por los que se las dan de
grandes políticos.
224. No obstante, si alguien examinara atentamente sus leyes, vería que son más fáciles que las nuestras
y que se acercan más a las costumbres de la mayoría. El propio Platón afirma que sería imprudente
presentar la verdad sobre Dios a las multitudes faltas de razón
225. Pero las obras de Platón son, según la opinión de algunos, discursos vacíos, fantasías brillantes, y el
legislador a quien más admiran es Licurgo; todo el mundo prorrumpe en alabanzas a Esparta porque
durante mucho tiempo se ha mantenido fiel a las normas de ese legislador.
226. Hay que confesarlo, pues: la obediencia a las leyes es una prueba de virtud; pero que los admiradores
de los lacedemonios comparen la duración de este pueblo a los dos mil años y más que ha durado nuestra
constitución.
227. Que reflexionen, además, sobre esto: los lacedemonios, mientras, señores de sí mismos, conservaron
la libertad, creyeron bueno observar exactamente sus leyes; pero cuando les alcanzaron los reveses de la
fortuna, las olvidaron todas o poco menos.
228. Nosotros, por el contrario, victimas de innumerables calamidades a consecuencia de los cambios de
gobernantes que reinaron en Asia, ni aun en los peligros extremos hemos hecho traición a nuestras leyes;
y en modo alguno las honramos por pereza o por blandura, sino que, si uno quiere fijarse en ellas, nos
imponen pruebas y trabajos mucho más penosos que la pretendida firmeza prescrita a los lacedemonios.
229. Estos no cultivaban la tierra, ni se fatigaban en el ejercicio de los oficios, sino que, libres de todo
trabajo, llenos de salud, ejercitando su cuerpo de cara a la belleza, pasaban su vida en la ciudad,
230. se hacían servir por otros en todas las necesidades de la vida y recibían de ellos su alimento
completamente a punto, resueltos a hacerlo todo y a soportarlo todo para conseguir ese único resultado -
muy bello y muy humano-, el de ser más fuertes que todos aquellos a quienes hicieran la guerra.
231. Y ni siquiera tuvieron siempre éxito en ello, digámoslo de paso; pues no es tan solo un ciudadano
aislado, sino un gran número el que, a menudo, pese a las prescripciones de la ley, se ha entregado a la
vez con sus armas al enemigo.
Capítulo 32
232. Acaso alguien ha tenido conocimiento entre nosotros, no diga ya de tantos hombres como allí, sino
tan solo de dos o tres que hayan traicionado las leyes o hayan tenido miedo a la muerte? Y no hablo de
la muerte más fácil, la que llega en los combates, sino de la muerte que va acompañada de la tortura del
cuerpo, que parece ser la más afrentosa de todas.
233. hasta el punto de que, según mi modo de ver, algunos de nuestros vencedores nos maltrataban, no
por odio a las gentes que estaban a su discreción, sino para contemplar el sorprendente espectáculo de
unos hombres para quienes la única desgracia era ser obligados a cometer una acción o incluso tan solo
pronunciar una palabra contraria a sus leyes.
234. No es de maravillar que nosotros miremos la muerte en pro de las leyes con una valentía que
sobrepasa a la de los demás pueblos. Pues aquellas mismas costumbres nuestras que parecen más fáciles
son difícilmente soportadas por otros; me refiero al trabajo personal, a la frugalidad del alimento, a la
obligación de no abandonar al azar o a su capricho particular la comida y la bebida, las relaciones sexuales
y los gastos, y la observancia del reposo inmutablemente determinado.
154
235. Los hombres que marchan al combate con la espada en la mano y ponen en fuga a los enemigos al
primer choque no han podido mirar cara a cara las prescripciones que regulan la forma de vivir. Nosotros,
en cambio, sometiéndonos con gusto a las leyes que se refieren a ella, conseguimos mostrar, también en
el combate, nuestro valor...
Capítulo 35
250. ¿Cuál es, pues, la causa de una anomalía como esta y una falta de respeto respecto de la divinidad?
Procede, creo yo, de que sus legisladores no han tenido conciencia en un principio de la verdadera
naturaleza de Dios y que, aun en la medida en que no han sabido definirla exactamente para conformar
a ella el resto de su organización política.
251. como si este fuera uno de los detalles que más se podían descuidar, ellos han permitido a los poetas
presentar los dioses que ellos querían, sometidos a todas las pasiones, y han permitido a los oradores
otorgar, por medio de un decreto, el derecho de ciudadanía a aquellos dioses extranjeros a quienes parecía
útil darla.
252. También los pintores y los escultores disfrutaron en este aspecto de una gran libertad entre los
griegos, sacando cada uno de su imaginación una forma, que el uno moldeaba en la arcilla y el otro
dibujaba. Los artistas más admirados se sirven del marfil y del oro, que ofrecen materia apta para
invenciones siempre nuevas.
253. Y luego, ciertos dioses, después de haber conocido los honores en su madurez, han envejecido, para
servirme de un eufemismo;
254. y otros, introducidos más tarde, consiguen la adoración. Ciertos templos son abandonados y se
levantan otros nuevos, ya que los hombres edifican cada uno según su capricho, siendo así que, por el
contrario, deberían conservar inmutable su creencia en Dios y el culto que le tributaban.
Capítulo 36
255. Apolonio Molón se contaba entre los espíritus insensatos y ciegos; en cambio, aquellos filósofos
griegos que han hablado de acuerdo con la verdad, han comprendido bien todo lo que acabo de decir y
no han ignorado en absoluto los fríos pretextos de las alegorías. Por este motivo los despreciaron
justamente y su concepción de Dios, verdadera y conveniente, fue conforme a la nuestra.
256. Partiendo de esta creencia, Platón declara que no hay que recibir en la república a ningún poeta, y
después de haberlo coronado y rociado de perfume excluye de ella a Homero con buenos modales, para
impedirle que oscurezca con sus mitos la verdadera concepción de Dios.
257. Pero Platón sigue especialmente el ejemplo de nuestro legislador al imponer, como su más rigurosa
prescripción para la educación de los ciudadanos, el estudio exacto y profundo de la ley, obligatorio para
todos; al tomar medidas para impedir que los extranjeros pudieran mezclarse al azar con la nación, y para
conservar en su pureza el Estado, compuesto de ciudadanos fieles a las leyes.
258. Sin haber reflexionado en ninguno de los hechos, Apolonio Molón ha considerado un crimen que
no queramos recibir entre nosotros a los hombres que se han dejado sojuzgar anteriormente por otras
creencias religiosas y que no queramos asociarnos con los que prefieren otras formas de vida.
259. Sin embargo, tampoco esta práctica es privativa nuestra; es común a todos los pueblos, y no
solamente a pueblos griegos, sino a los más estimados de entre todos los griegos. Los lacedemonios, no
contentos con expulsar de ordinario a los extranjeros, no autorizaban a sus conciudadanos a viajar por
fuera del país, temiendo en ambos casos la ruina de sus leyes.
260. Tal vez tuviera alguien el derecho a censurarles su falta de sociabilidad, ya que no concedían a nadie
el derecho de ciudadanía ni el de vivir entre ellos.
261. Nosotros, por el contrario, si no nos creemos en el deber de imitar las costumbres ajenas, al menos
acogemos con agrado a los que quieren compartir las nuestras. Y esto es, creo yo, una prueba de
sentimientos humanitarios al par que de magnanimidad...
155
Capítulo 39
...281. Antes que otros, los filósofos griegos, si bien conservaron en apariencia las leyes de su patria,
siguieron a Moisés en sus escritos y en su filosofía, haciéndose de Dios la misma idea que ély enseñando
la vida sencilla y la comunidad entre los hombres.
282. No obstante, la multitud también se ha sentido llena, desde hace mucho tiempo, de un gran celo
nuestras prácticas piadosos, y no hay ni una ciudad griega ni un solo pueblo bárbaro en que no se haya
difundido nuestra costumbre de descanso semanal y en que los ayunos, el encendido de las lámparas y
muchas de nuestras leyes relacionadas con el alimento no se observen.
283. Ellos se esfuerzan también en imitar nuestra concordia y nuestra liberalidad, nuestro ardor en el
trabajo en los...
156
TÁCITO
(c.55-115) Las Costumbres de los germanos
Cayo Cornel io Tácito al parecer nació en la provincia de la Galia, se
conocen pocos datos sobre su vida. Era m iembro del Senado romano,
fue nombrado cónsul (c. 77) y más tarde gobernador. Se destacó por
sus habi lidades como orador, según sus biógrafos pues no se ha
conservado ninguna de sus piezas oratorias. Alrededor del año 97, ya
en su madurez, se dedicó a escr ibir historia como una forma de dar
cuenta de los sucesos acaecidos durante su carrera polít ica. Su obra,
por tanto, se centra en la historia a part ir del gobierno de César
Augusto. Tácito cuidaba la retór ica en sus manuscr itos y consideraba
que las causas y efectos de los procesos históricos eran resultado del
carácter y las pasiones de los protagonistas: aquellos que ejercían el
poder. Sus escritos se ocupan principalmente de la polít ica. Está
considerado como uno de los mejores historiadores lat inos.
En la “De origine et situ Germanorum ”, Tácito hizo una
descripción general de los pueblos germanos y después se refir ió a
cada uno de ellos. La descripción de los germanos le sirve de pretexto
para exaltar las v irtudes que tenían y que los romanos de su époc a
habían perdido tales como el valor y la dignidad. No obstante, no deja
de reconocer sus vicios pero sobre todo el peligro que representaban
para el imperio romano. En el fragmento que presentamos a
continuación, Tácito se refiere al origen de los germano s.
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¿Quién quisiera dejar el Asia, África o Italia, y por miedo de los peligros de un mar horrible y no
conocido ir a buscar a Germanía, tierra sin forma de ello, y de áspero cielo, y de ruin habitación y triste
vista, si no es para los que fuera su patria?
Celebran en versos antiguos (que es sólo el género de anales y memoria que tienen) un dios
llamado Tuiston y, nacido de la tierra, y su hijo Manno, de los cuales, dicen tienen principio la nación.
Manno dejó tres hijos, de los hombres de los cuales se llaman Ingevones.
Estos pueblos habitaban la costa del Océano hasta la Jutlandia. Plinio cuenta entre ellos a los
Cimbrios. Teutones y Cáucos, pone a los Istevones cerca del Rhin, y coloca entre los Hermiones, los
Suavos, Hermanduros, Catos y Queruscos.y los que habitan cerca del Océano, y Hermiones los que
viven tierra adentro, y los demás Istevones. Bien que otros, con la licencia que da la mucha antigüedad
de las cosas, afirman que el dios Tuiston tuvo más hijos, de cuyos nombres se llamaron así los Marsos,
Gambrivios, Suevos, Vándalos; y que éstos son sus verdaderos y antiguos nombres.
Que el de Germanía es nuevo y añadido poco ha: porque los primeros que pasaron el Rhin y
echaron a los Galos de sus tierras se llamaban entonces Tungros, y ahora se llaman Germanos. Y de tal
manera fue prevaleciendo el nombre de aquella nación que primero había pasado el Rhin, que dio nombre
a toda la gente: y todos los demás al principio tomaron el nombre de los vencedores, por el miedo que
causaban, y se llamaban Tungros: y después inventaron ellos mismos propio y particular nombre, y se
llamaron universalmente germanos.
También cuentan que hubo un Hércules en esta tierra y le dan el primer lugar entre los hombres
de valor. Antes de entrar en las batallas, para animarse, cantan ciertos versos cuyo son llaman bardito,
por el cual adivinan qué suceso han de tener: porque o se hacen temer o tienen miedo, según más o menos
bien responde y suena el escuadrón: y esto en ellos es más indicio de valor que armonía de voces. Desean
y procuran con cuidado un son áspero y espantable, y para ello ponen los escudos delante de la boca para
que, detenida la voz, retumbe y sea más bronca.
Piensan algunos que Ulises en su larga y fabulosa navegación, en que anduvo vagando, llegó a
este Océano, y que entró en Germanía, y que fundó en ella a Asciburgio, Asburgo o Asberg, cerca de
Maers, sobre el Rhin.; lugar asentado en la orilla del Rhin, y habitado hoy día, al cual llamó A’
σχιπδτωυ nombre griego de Asciburgio y que en tiempos pasados se halló allí un altar consagrado a
Ulises, en que también estaba escrito el nombre de Laertes, su padre.
Y que en los confines de Germanía y Retia se ven hoy en día letras griegas en monumentos y
sepulcros. Pero no quiero confirmar esto con argumentos, ni menos refutarlo; cada cual crea o no lo que
quiere, conforme a su ingenio.
Yo soy de la opinión de los que entienden que los germanos nunca se unieron en casamiento con
otras naciones, y que así se han conservado puros y sencillo, sin parecerse sino a sí mismos. De donde
procede que un número tan grande de gente tienen casi todos la misma disposición y talle, los ojos azules
y fieros, los cabellos rubios, los cuerpos grandes y fuertes solo para el ataque violento, pero no tienen el
mismo sufrimiento en el trabajo y la fatiga; no son sufridores de calor y sed; pero llevan bien el hambre
y el frío como acostumbrados a la aspereza e inclemencia de tal suelo y cielo.
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Eligen sus reyes por la nobleza, pero sus capitanes por el valor. El poder de los reyes no es
absoluto ni perpetuo. Y los capitanes, si se muestran más prontos y atrevidos, y son los primeros que
pelean delante del escuadrón, gobiernan más por el ejemplo que dan de su valor y admiración de este,
que por el imperio o autoridad del cargo: mas el castigar, prender y azotar no se permite sino a los
sacerdotes; y no como por pena, ni por mandado del capitán, sino como si lo mandara Dios, que ellos
creen que ayuda a los que pelean.
Conducen a la guerra algunas imágenes e insignias que sacan de los bosques sagrados y lo que
principalmente los incita a ser valientes y esforzados es, que no hacen sus escuadras y compañías de toda
suerte de gentes, como se ofrecen acaso, sino que las constituyen de cada familia y parentela al entrar en
la batalla tienen cerca sus prendas más queridas, para que puedan oír los alaridos de la mujeres y los
gritos de los niños: y estos son los fieles testigos de sus hechos, y los que más los alaban y engrandecen.
Cuando se ven heridos, van a enseñar las heridas a sus madres y a sus mujeres, y ellas no tienen pavor
de verlas ni de chuparlas y preguntarles si las traen a la cual hubiera debido atenerse, y en medio de la
batalla les llevan alimentos y los animan con exhortaciones.
Cuando no tienen guerras se ocupan mucho en cazar, pero mas en la ociosidad, y en comer y
dormir, a que son muy dados. Ningún hombre belicoso y fuerte se inclina al trabajo, sino que dejan el
cuidado de la casa y hacienda y campos a las mujeres y viejos, y a los más flacos de la familia.
Ellos tienen maravillosa diversidad de naturaleza. Que unos mismos hombres amen tanto la
ociosidad y estar holgando, y aborrezcan el reposo!. Es costumbre en las ciudades que cada vecino de
voluntariamente al príncipe cada año algún ganado o parte de sus frutos y aunque estos lo tienen por
honra, con todo les viene bien para sus necesidades. Estiman muchos los presentes de las gentes
comarcanas, los cuales les envían no solamente los particulares, pero también las ciudades, y son caballos
escogidos, armas grandes, jaeces y collares; y nosotros también los hemos acostumbrado a recibir dinero.
Cosa sabida es que ninguno de los pueblos de Germanía habita en ciudades cercadas, ni sufren
que sus casas están arrimadas unas a otras. Viven divididos y apartados unos de otros, donde más les
agrada allí donde un manantial o el bosque son de su agrado. No hacen sus aldeas a nuestro modo,
juntando y trabajando todos los edificios: cada uno cerca su casa con cierto espacio alrededor o por
remedio contra los accidentes del fuego, o por que no saben edificar. No usan de paredes de piedra, ni de
tejas, sino que para todo se sirven de los materiales toscos, y sin procurar con el arte que tengan
hermosura, ni que pueda causar deleite. Cubren algunos lugares de alguna tierra tan pura y
resplandeciente que imitan la pintura y los colores. También suelen hacer cuevas debajo de tierra, las
cuales cubren con mucho estiércol, que les sirven para retirarse en invierno y recoger allí sus frutos:
porque los defienden del rigor del frío que con esto se ablanda; y si alguna vez el enemigo entra en la
tierra, destruye y lleva lo que halla a la mano, y no llega a lo que está escondido debajo de tierra, o por
no saber donde está, o por no detenerse a buscarlo.
El vestido de todos ellos es un sayas o albornoz que cierran con una hebilla, y si no tienen hebilla
con una espina o cosa semejante, y sin poner otra cosa sobre sí, permanecen todo el día al fuego.
Los más ricos se diferencian en el traje, pero no traen el vestido ancho, como los Sármatas y
Partos, sino estrecho, y de manera que descubre la hechura de cada miembro. También usan pieles de
fieras, los que están cerca de la rivera del Rin sin ningún cuidado en esto, pero los que viven tierra adentro,
con más curiosidad, como quien no tiene otro traje aprendido con el comercio y trato de los nuestros.
Escogen las fieras y las pieles que les quitan adornan con manchas que les hacen, y con otras de
monstruos marinos que engendra el Océano más septentrional y el mar que no conocemos. Las mujeres
usan el mismo hábito que los hombres, sino que sus vestidos las más veces son de lienzo, teñidos con
159
labores de púrpura, y sin mangas; porque traen descubiertos los brazos y las espaldas, y la parte superior
del pecho.
Y con todo se guardan estrechamente entre ellos las leyes del matrimonio, que es lo que sobre
todo se debe alabar entre sus costumbres. Porque entre los bárbaros casi solos ellos se contentan con una
mujer, sino son algunos de los más principales, y eso no por apetito desordenado, sino que por su mucha
nobleza desean todos emparentar con ellos por el casamiento.
La mujer no trae dote: el marido se la da. Y los padres y parientes de ella se hallan presentes, y
aprueban los dones que la ofrece: y no son cosas buscadas para los deleites y regalos femeniles, ni con
se componga y atavíe la novia, sino dos bueyes y un caballo entrenado con un escudo, una framea y una
espada.
Con estos dones recibe el marido a la mujer, y ella así mismo presenta al marido algunas armas.
Este tiene por el vínculo más estrecho que hay entre ellos, y por el sacramento y dioses de sus bodas.
Todas las cosas en el principio de sus casamiento están avisando a la mujer que no piense que ha de estar
libre y no participar de los pensamientos de virtud, y valor y sucesos de las guerras, sino que entra por
compañera de los trabajos y peligros del marido, y que ha de padecer y atreverse a lo mismo que el en
paz y en guerra.
Esto significan los dos bueyes en un yugo, y el caballo enjaezado y las armas que les dan. Que
de esta manera se ha de vivir y morir, y que lo que recibe lo ha de volver bueno y entero como se lo
dieron, a sus hijos; pues es digno de que lo reciban sus nueras, para que otra vez lo den a sus nietos.
Su propia castidad las guarda, sin que las pervierta la vista y ocasiones de los espectáculos y
fiestas, ni los incentivos de los banquetes. Y no ayuda poco que ni ellas ni los hombres saben leer ni
escribir, ni usar el secreto de esto para comunicarse. Hay pocos adulterios, en una nación tan numerosa;
el castigo es inmediato y corre a cargo del marido, el cual, después de haberle cortado los cabellos en
presencia de los parientes la echa desnuda de la casa y la va azotando por todo el lugar.
Tampoco se perdona a las que procedan mal, aunque no sean casadas; que no hallará marido,
por mucho que sea hermosa, moza y rica, porque ningún allí se ríe de los vicios, ni se llama "vivir con el
siglo", el corromper y ser corrompido. Y aún hacen mejor las ciudades donde solamente se casan las
doncellas, y una vez sola se cumple y pasa con el deseo y esperanza de ser casada: de manera que como
no tienen más de un cuerpo y una vida, así no han de tener más que un marido, para que no tengan más
pensamiento de casarse ni más deseo de ello, y que no le amen como a marido, sino como a matrimonio.
Tienese por gran pecado entre ellos dejar de engendrar, y contentarse con cierto número de hijos, o matar
alguno de ellos. Y pueden allí más las buenas costumbres que en otra parte las buenas leyes.
Andan los niños en todas las casas sucios y desnudos, y vienen a tener aquellos miembros y
cuerpos tan grandes de que nos admiramos. Cada madre cría sus hijos y les da leche, y no los entregan a
esclavas ni amas. Con el mismo regalo se crían los hijos de los esclavos que los del señor, sin que en esto
se diferencien los unos de los otros. Viven y andan todos juntos entre el ganado y en la misma tierra hasta
que la edad divide los libres de los que no lo son, y la virtud los da a conocer. Llegan tarde a mujeres, y
por eso se conservan más largo tiempo la flor de la juventud. Tampoco se dan prisa en casar las hijas.
Gozan de la misma juventud, y tienen semejante grandeza de cuerpo y júntase de una edad, y ambos
fuertes, y así los hijos sacan las fuerzas de los padres.
A los hijos de la hermana se hace la misma honra en casa del tío que en la de sus padres. Algunos
piensan que este parentesco es el más estrecho e inviolable, y cuando han de recibir rehenes, los piden
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más que a otros; porque les parece que estos les serán más firmes prendas, como más queridos, así en la
familia del padre como en la del tío. Todavía los hijos son herederos y sucesores de los padres, y no hay
entre ellostestamento. A falta de los hijos suceden primero los hermanos, y luego el tío de parte de padre,
y después el de parte de madre. Los viejos en tanto tienen más gracia y favor, en cuanto tienen más
deudos y mayor número de parientes por afinidad. El no tener hijos no causa respeto ni admiración.
Es fuerza ser enemigo de los enemigos del padre o pariente, y amigo de sus amigos. Pero no
duran sin poderse aplacar, las enemistades; porque todos los agravios y aún el homicidio se recompensan
con cierto número de ganado
Estas especies de rescate de sangre por la multas fue conservado por el derecho criminal de la
Edad Media, y toda la familia recibe la satisfacción; cosa muy útil para el bien público, porque las
enemistades entre hombres que viven en libertad son más peligrosas.
No hay nación más amiga de fiestas y convites, que con mayor gusto reciba los huéspedes.
Tienese por cosa inhumana negar su casa a cualquiera persona. Recibelos cada uno con los manjares que
mejor pueda aparejar según su estado y hacienda. Y cuando no tiene más que darles, el mismo que acaba
de ser huésped los lleva y acompaña a la casa del vecino, donde, aunque no vengan convidados (que esto
no hace al caso), los acogen con la misma humanidad, ni que se haga diferencia cuanto al hospedaje entre
el conocido y el que no lo es. Es costumbre entre ellos conceder cualquiera cosa que pida el que se parte,
y la misma facilidad tienen en pedirle lo que les parece. Huelgan de hacerse dádivas y presentes los unos
a los otros; pero ni zahieren los que dan, ni se obligan los que reciben. Tratan cortésmente a sus huéspedes
en todo lo necesario para la vida.
Al levantarse de la cama, en que se están casi siempre hasta muy entrado el ida, se lavan, y las
más veces con agua caliente, por ser en aquella la tierra la mayor del tiempo invierno. Después lavados
se sientan a comer cada uno en su asiento y mesa aparte. Y habiendo comido, se van armados a sus
negocios; y de esta manera también muchas veces a los banquetes.
No tienen por deshonroso pasar el ida y la noche bebiendo. Son muy ordinarias las riñas y
pendencias, como entre borrachos, que pocas veces se suelen acaban con palabras y las más con heridas
y muertes. Y también tratan en los banquetes de reconciliarse los enemigos, de hacer casamientos y elegir
príncipes; en fin, muchas veces de las cosas de la paz y de la guerra; como si en ningún otro tiempo
estuviera el ánimo más capaz de buenos y sencillos pensamientos, ni más pronto ni encendido para
grandes empresas. Y esta gente que de suyo no es astuta ni sagaz, descubre también los secretos de su
pecho con la licencia que le da el lugar.
Y aquello que todos han descubierto y manifestado de su ánimo, puede retractarse al ida siguiente, porque
se tiene consideración y respeto con ambos estados. Proponen y votan cuando no saben fingir, y resuelven
y determinan cuando no pueden errar.
Hacen una bebida de cebada y trigo que quiere parecerse algo al vino. Los que habitan cerca de
la ribera del Rhin compran éste. Sus comidas son simples; manzanas salvajes, venado fresco y leche
cuajada. Sin más aparato, curiosidad ni regalos matan el hambre; pero no usan la misma templanza contra
la sed. Y si se les diese a beber cuanto ellos quisieran, no sería menos fácil vencerlos con el vino que con
las armas.
Sus fiestas y juegos son siempre los mismos en cualquiera junta. Algunos mancebos desnudos
que tratan de este juego se arrojan saltando entre las espadas y frameas. El ejercicio les ha dado el arte
para hacerlo bien, y el arte la gracia: Pero no lo hacen por ganancias o salario; aunque es precio y paga
de aquella su temeraria lozanía el gusto y aplauso de los que lo miran.
161
Y es cosa de maravillas el que se entregan a los juegos de azar con la mayor seriedad y lucidez
y con tanta codicia y temeridad en ganar y perder, que cuando les falta que jugar, la última parada y
apuesta es la libertad y el cuerpo. El vencido se hace esclavo de su propia voluntad, y aunque sea más
mozo y más robusto, se deja atar y vender; que tanta obstinación tienen en una cosa tan mala, que ellos
llaman guardar la fe y palabra. Truecan de buena gana los esclavos de esta calidad, por librarse también
de la vergüenza que causa tal victoria.
Aquí no se sabe que cosa es dar y tomar a interés, ni acrecentar el caudal con usuras; y por esto
se usa menos que si fuera prohibido. Cada lugar toma tanta tierra para labrar. Cesar explica esta
costumbre en su obra Bello Gálico, VI, 2., cuanto tiene hombres que la labren; y la reparten después entre
sí, conforme a la calidad de cada uno, y es fácil la participación por los muchos campos que hay. Mudan
cada año heredades, y siempre les sobra campo: porque no procuran acrecentar la fertilidad y cantidad
de la tierra y con el trabajo e industria, plantando árboles, cercando prados y regando huertas. Sólo se
contentan con que la tierra les da grano; y así no reparten el año con tantas partes.
Conocen el invierno, primavera y estío, y saben sus nombres; el del otoño no le saben ni sus
bienes.
Ninguna ambición tienen en sus entierros. Solo para quemar los cuerpos de los hombres ilustres
usan de cierta leña especial. No echan sobre la hoguera vestidos ni cosas olorosas.
Solo queman con los muertos sus armas y, con algunos, sus caballos. Hacen los sepulcros de
céspedes.
Y menosprecian los monumentos grandes y de mucha obra, como enfadosos y pesados a los
difuntos. Dejan presto las lagrimas y llanto, y tarde el dolor y tristeza.
Tienen por cosa honesta y conveniente para las mujeres el llorar; y para los hombres el acordarse de los
difuntos.
162
La Introducción del budismo en China (386-534)
de la Historia de la dinastía Wei [Wei Shu]
Wei produjo en 554 una historia de la Dinastía Wei del Norte (386 -535),
la tercera dentro del patrón establecido para histor ias of iciales por
Sima Qian y Ban Gu y que terminaron en 1739 con la de l a Dinastía
Ming (1368-1644).
La Wei Shu no fue oficialmente reconocida, pero por primera vez
incluía un ensayo sobre el budismo del que presentamos un fragmento,
que en el original se complementa con otro del daoismo.
Al situar el primer encuentro con el culto en un marco histór ico lo
asocia con uno de los genios militares en la lucha contra los xiongnu
en la época de Han Wudi. Para luego relatar la introducción del
budismo como asunto de estado de la dinastía Han Posterior (204 -220).
En su relación el budismo como religión importada presenta elementos
novedosos – estatuas y arquitectura – y ciertos paralel ismos con la
tradición confuciana. Enfatiza que la innovación religiosa t iene un
discurso razonado, traducible y publ icable .
163
Durante el periodo de Yüanshou [122-128] el emperador de la dinastía Han envió a Ho Ch'ü-
ping como comandante de una fuerza expedicionaria en contra de los xiongnu. El general Ho llegó tan
lejos como Kao-lan y después a Chu-yen en donde infligió grandes bajas sobre el enemigo.
Uno de los jefes Xiongnu, después de haber asesinado a otro jefe xiongnu llamado Hsiu-t'u,
rindió cincuenta mil de sus mismos seguidores a la autoridad Han. Fue entonces cuando la autoridad
Han obtuvo de él una estatua de oro que el emperador llamó la Gran Divinidad. La estatua, de un chang
fue colocada después en el templo de Kanchüan. No se ofrecieron sacrificios a esta divinidad. Sin
embargo, la gente podía quemarle incienso y rendirle culto si elegían hacerlo. Esto marcó el inicio del
Budismo en China.
Más tarde, cuando el gobierno Jan abrió las regiones del oeste, Chang Ch'ien fue enviado como
representante [embajador] a Ta-shia.
A su regreso él escuchó que había un país llamado Chüan-tu cerca de ahí. (Chüan-tu también era
llamado Tien-chu.) Esta fue la primera vez que los chinos escucharon acerca de los maestros budistas.
En el primer año de Yüan-shou durante el reinado del emperador Jan Ai-di, un estudiante
universitario llamado Ch'in Ching-hsien aprendió oralmente las escrituras Budistas de Yi-ts'un, un
emisario de Ta-yüeh-chih. Aunque el pueblo chino había escuchado acerca del budismo, no creía en él.
Más tarde aún, el emperador Han Mingdi 28 57-75vio una estatua de oro en su sueño una noche.
La estatua tenía sobre su cabeza un halo blanco que volaba alrededor del palacio y en el jardín del
emperador. El emperador preguntó acerca del significado de su sueño entre sus ministros y Fu Yi, uno
de sus ministros, le dijo que la estatua de oro era del Buda. Habiendo oído esto, el emperador envió a un
oficial del gobierno llamado Ts'ai Yin y a un estudiante universitario llamado Ch'in Ching como
embajadores a T'ien-chu en donde ellos copiaron las escrituras budistas. Ts'ai Yiun regresó a Loyang con
dos monjes budistas, She-mo-t'eng y Chu-fa-lan. Esta fue la primera vez que China tuvo monjes Budistas
y sus formas de culto.
Además, Ts'ai Yin obtuvo cuarenta y dos libros de escrituras budistas y una copia de una imagen
de Buda parado. El emperador Hsiao-ming-di ordenó a sus artistas pintar pinturas de Buda las que
subsecuentemente fueron colocadas en la Torre de Ch'ingliang y en el Montículo de Hsienchieh. Las
escrituras, por otra parte, fueron guardadas en la casa de piedra de Lant'ai. Ya que las escrituras fueron
transportadas a China en el lomo de caballos blancos, cuando Ts'ai Yin regresó a Loyang, el emperador
ordenó la construcción del Templo de los Caballos Blancos al oeste de la Puerta Yang fuera de la capital.
Ambos, She-mo-t'eng y Chu-fa-lan murieron en este templo...
La enseñanza esencial del Budismo puede resumirse en una nota: i.e., los sufrimientos inherentes
al círculo sin fin de nacimientos y reencarnaciones son causados por el apego del hombre a este mundo.
Existen tres mundos todos juntos, el pasado, el presente y el futuro. Lo importante es entender que a pesar
de su transmigración de un mundo a otro el ser espiritual de una persona no puede ser borrado. Aquellos
que hagan cosas buenas serán recompensados, aquéllos que hagan cosas malas serán castigados.
Un gran hecho es una acumulación gradual de muchos pequeños hechos; una naturaleza burda,
rústica puede ser refinada a través de un esfuerzo constante. Cualquier forma que la vida puede tomar, la
última meta de todas las vidas es la adquisición de la iluminación, una iluminación que solo puede ser
alcanzada a través de trabajo arduo y diligente. Entonces ya no habrá más nacimientos ni reencarnaciones
y el Camino de Buda podrá obtenerse finalmente.
164
Antes de que la meta final pueda convertirse en una realidad, hay muchos estadios ascendentes
que involucran tanto la mente como la conducta exterior. En general es un asunto de ascender de lo
superficial a lo profundo, de lo oscuro a lo aparente. Deben hacerse esfuerzos en la acumulación de actos
amables, la eliminación de deseos mundanos y la persecución de una vida humilde y callada para que el
hombre pueda estar capacitado finalmente para entenderse a sí mismo.
El primer escalón es por supuesto, rectificar la mente. La rectificación de la mente está seguida
de la observación de las Tres Obediencias: obediencia a Buda, a las escrituras Budistas y a los monjes
Budistas. Las Tres obediencias son similares a los Tres Miedos de las enseñanzas de Confucio. Además,
existen Cinco Prohibiciones, prohibiciones en contra del asesinato, del robo, del adulterio, de la mentira
y de beber licor. Las Cinco Prohibiciones son lo mismo que el amor, la rectitud, la propiedad, la esperanza
y la fe confucianas, sólo los nombres son diferentes.
Se ha dicho que aquéllos que siguen los principios budistas irán al Cielo y aquéllos que los violen
caerán bajo la tierra como fantasmas y sufrirán todas las formas de penas...
La gente que se ha convertido al Budismo rasura su cabeza y barbas. Ellos descartan los cuidados
mundanos y abandonan el hogar. Ellos ligan su persona a un maestro para su propio beneficio y juran
obedecer sus reglas y mandamientos. Ellos viven juntos armoniosamente, concentran sus mentes y
mantienen puros sus cuerpos. Ellos mendigan su comida y cualquier cosa que necesitan. Ellos son
llamados hombres-sha u hombres-sang, puesto que estos dos sonidos suenan realmente iguales. Ellos
también son llamados [monjes] seng como una práctica común. Todos éstos son nombres extranjeros
traducidos... Así los laicos que siguen y creen en las enseñanzas budistas, todos los hombres son llamados
yu-p'o y todas las mujeres son llamadas yu-p'o yi...
165
AGUSTÍN de HIPONA (354-430)
del Símbolo de la fe y de las Confesiones
Nació en la ciudad de Tagaste, provincia romana de Numidia en el
norte de África. Su padre era pagano y su madr e Monica cr ist iana, que
fue canonizada en 1430 y es la patrona de las madres que ruegan por
los hijos descarriados.
En sus primeras décadas de vida, Agustín recibió una educación
heleníst ica y l levaba una vida libert ina. Estudió retórica en Cartago y
desde entonces decidió dedicarse a la f i losofía. En la búsqueda de la
verdad, adoptó el maniqueísmo, doctrina que planteaba que había un
espíritu del bien y otro del mal, principios opuestos en una lucha sin
f in y sin la posibi l idad de que hubiera una i luminación del indiv iduo .
Después de una escala en Roma llegó a Milán acompañado por
su amigo Al ipio donde conoció a l obispo Ambrosio (c . 340-397). Asist ió
a sus sermones y fue bautizado por él.
En 388 regresó a Tagaste en donde decidió v iv ir con algunos de
sus compañeros en una comunidad de monjes. Cuatro años después,
por aclamación de su comunidad, fue ordenado sacerdote y en 396 se
convirt ió en obispo de Hipona. Siendo obispo desplegó una gran
activ idad como autor de textos doctrinarios de los cuales incluimos
dos fragmentos: uno que trata del Credo católico -romano como símbolo
de la fe y otro de sus Confesiones (397/398), en ellas Agustín rebatió
una vez más, como en su juventud, a los maniqueos. Durante su vejez
(412-426) produjo La ciudad de Dios. En 1298 fue instalado por el
Papa Bonifacio VIII con Ambrosio, Gregorio y Jerónimo como uno de
los primeros cuatro Doctores de la Iglesia
166
Del Símbolo de la fe
Artículo noveno: la iglesia católica
X-21 Creemos también en la Santa Iglesia, que, por cierto, es la católica. Pues también los herejes y los
cismáticos llaman iglesias a sus congregaciones. Pero los herejes, creyendo cosas falsas acerca de Dios,
violan la misma fe; los cismáticos, por sus separaciones inicuas, rompen con la caridad fraterna, aunque
creen lo que nosotros también creemos. Por lo cual, los herejes no pertenecen a la Iglesia católica, ya que
ésta ama a Dios, ni tampoco los cismáticos, porque tampoco aman al prójimo.
Y, por tanto, la Iglesia perdona con facilidad los pecados del prójimo, porque pide que le perdone sus
pecados aquél que nos reconcilió consigo borrando todos los pecados pasados y llamándonos a una nueva
vida. Y hasta que no alcancemos esta vida perfecta no podemos estar sin pecados; por esto es interesante
saber cuáles son.
Artículo décimo: la remisión de los pecados
X-22 Pero ahora no es el momento de tratar de la diferencia de los pecados, sino que se ha de creer sin
vacilación que de ningún modo se nos perdonará lo que pecamos si somos inflexibles a la hora de
perdonar los pecados. Así, pues, creemos también en la remisión de los pecados.
Artículos undécimo y duodécimo: la resurrección de la carne y la vida eterna
X-23 Y como son tres los elementos de los que el hombre está constituido: espíritu, alma y cuerpo (que
a veces se nombran como dos, porque, a menudo, el alma es nombrada juntamente con el espíritu; y, en
efecto, la parte racional del alma, que los animales no poseen, se llama espíritu), así lo propio y principal
de nosotros es el espíritu; luego, la vida por la que somos unidos al cuerpo se llama alma, y, finalmente,
el mismo cuerpo es la parte más íntima de nosotros, porque es visible.
Pero toda esta creatura gime y sufre dolores en el parto hasta ahora. El espíritu, sin embargo, ha dado las
primicias porque creyó en Dios y es ya espíritu de buena voluntad.
Este espíritu es llamado también mente, acerca de quien dice el Apóstol: con mi mente sirvo a la ley de
Dios. Igualmente dice en otro lugar: tengo a Dios como testigo, al cual sirvo en mi espíritu. El alma, en
cambio, cuando todavía desea los bienes carnales y resiste al espíritu, es llamada carne no por naturaleza,
sino por el hábito de los pecados.
De donde se dice: Con mi mente sirvo a la Ley de Dios, pero por la carne a la ley del pecado. Este hábito
se ha transformado en naturaleza según la generación mortal por el pecado del primer hombre. Y por
esto se ha escrito: también en otro tiempo fuimos por naturaleza hijos de la ira, esto es, del castigo por el
cual se ha hecho que sirvamos a la ley del pecado. La naturaleza del alma es perfecta cuando está
sometida al espíritu y cuando le sigue en su seguimiento de Dios (sic). Por esto, el hombre animal no
percibe las cosas que son propias del espíritu de Dios.
Pero, por otro lado, el alma no se somete tan pronto al espíritu para hacer las buenas obras, como el
espíritu a Dios para la verdadera fe y la buena voluntad, sino que, a veces, su impulso se demora más
porque corre hacia lo carnal y temporal. Pero puesto que ella misma es purificada recobrando la firmeza
de su naturaleza por el dominio del espíritu - que es su cabeza, cuya cabeza, a su vez, es Cristo -, no
hemos de desesperar de que también el cuerpo sea devuelto a su propia naturaleza. Pero no ciertamente
con tanta rapidez como el alma, así como tampoco el alma tan rápidamente como el espíritu, sino en el
momento oportuno, con la última trompeta, cuando los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros
seremos transformados.
Y, por esto, creemos también en la resurección de la carne, no sólo porque es renovada el alma que ahora
es llamada carne a causa de las inclinaciones carnales, sino que también lo será esta carne visible, que es
167
carne por naturaleza - cuyo nombre se aplica al alma no por su naturaleza, sino a causa de las
inclinaciones carnales -. Por consiguiente, debemos creer sin duda que este cuerpo visible, que
propiamente es llamado carne, resucitará.
En efecto, el apóstol Pablo parece casi señalarlo con el dedo, cuando dice: es necesario que esto
corruptible se vista de incorrupción, pues cuando dice esto casi dirige el dedo hacia el cuerpo, porque lo
visible puede ser señalado con el dedo. Aunque también el alma se puede llamar corruptible, pues ella
misma está corrompida por los vicios de las costumbres. Y cuando se lee que este mortal se viste de
inmortalidad, designa la misma carne visible, porque por decirlo así, el dedo está extendido
continuamente hacia ella. En efecto, así como el alma es corruptible a causa de los vicios de las
costumbres, así también puede llamarse mortal. La muerte del alma es apostatar de Dios: éste fue su
primer pecado en el paraíso, como está descrito en las Sagradas Escrituras.
X-24 Así, pues, según la fe cristiana, que no puede engañar, el cuerpo resucitará. A quien esto le parezca
increíble es porque mira sólo a cómo es la carne ahora, pero no considera cómo será: pues en el tiempo
de la transformación angélica, ya no será carne y sangre, sino solamente cuerpo.
En efecto, cuando el Apóstol habla de la carne dice: una es la carne del ganado, otra la de los pájaros,
otra la de los peces, otra la de las serpientes, y hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; no dijo: y una
carne celeste, sino que dijo: y hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres. Pues toda carne es también
cuerpo, pero no todo cuerpo es también carne: y ello primero en las cosas terrestres, porque la madera es
un cuerpo, pero no es carne, mientras que el cuerpo del hombre y del animal son también carne; en las
cosas celestes, en cambio, no hay ninguna carne, sino cuerpos simples y luminosos, que el Apóstol llama
espirituales y algunos llaman etéreos. Por esto, no contradice a la resurrección de la carne aquello que
dice: la carne y la sangre no poseerán el reino de Dios, sino que proclama cómo será lo que ahora es
carne y sangre.
Los que no creen que esta carne puede ser transformada en tal naturaleza han de ser llevados a la fe paso
a paso. Pues si les preguntas si la tierra puede convertirse en agua, no les parece increíble a causa de la
proximidad.
Si de nuevo les preguntas si el agua puede convertirse en aire, responderán que esto tampoco es absurdo,
pues están próximos. Y si les preguntas si el aire puede convertirse en un cuerpo etéreo, esto es, celeste,
ya les persuadirá la misma proximidad. Por consiguiente, tu oyente admite que paso a paso se puede
conseguir que la tierra se convierta en un cuerpo etéreo. ¿Por qué, entonces, no cree que con la
intervención de la voluntad de Dios - por la que el cuerpo humano pudo andar sobre las aguas -, esto
puede ser hecho muy rápidamente, como se ha dicho, en un abrir y cerrar de ojos, sin pasos semejantes,
tal como el humo generalmente se convierte en llama con una rapidez asombrosa?
Por un lado, nuestra carne proviene ciertamente de la tierra; por otro lado, los filósofos, con cuyos
argumentos se rechaza muy a menudo la resurrección de la carne, pues afirman que ningún cuerpo
terrestre puede estar en el cielo, admiten, sin embargo, que cualquier cuerpo puede convertirse en otro
cuerpo.
Hecha esta resurrección del cuerpo, y librados de la condición temporal, gozaremos de la vida eterna en
un amor inefable y una estabilidad sin corrupción. Entonces se realizará aquello que ha sido escrito: la
muerte ha sido absorbida por la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, oh muerte, tu
poder?
X-25 Esta es la fe que debe resumirse en pocas palabras y que se entrega a los nuevos cristianos en el
Símbolo. Estas pocas palabras son conocidas por los fieles para que, creyendo, se sometan a Dios;
sometidos, vivan rectamente; viviendo rectamente, purifiquen su corazón; y purificando su corazón,
comprendan lo que creen.
De las Confesiones
168
Libro VIII, capítulo X
22.[Los maniqueos al] imaginar y juzgar que la sustancia y el ser del alma es el mismo que el de Dios,
han venido a convertirse en tinieblas mucho más obscuras y espesas; porque su arrogancia y presunción
los apartó mucho de Vos, Dios mío, que sois la verdadera luz que ilumina a todo hombre que viene a este
mundo.
Atended, hombres, reflexionad bien lo que decís, y avergonzaos de semejantes delirios; no dilatéis el
acercaros al Señor, y os alumbrará su luz, y así os libraréis del rubor y confusión eterna que os amenaza.
Cuando yo trataba de resolverme a servir a mi Dios y Señor, como mucho tiempo había pensado, yo era
el que quería, y yo era el que no quería; yo mismo, yo mismo era; pero ni del todo quería, ni del todo no
quería; así peleaba contra mí mismo, y a mí mismo me deshacía y destruía.
Bien cierto es que esta disposición y destrucción se hacía contra mi voluntad; pero esto no prueba que
había en mí otra naturaleza de alma enemiga, sino que muestra claramente que aquella división era pena
y castigo que mi alma padecía. Así no era yo el que causaba aquella destrucción y pena mía, sino el
pecado que habitaba en mí, para castigo de otro pecado cometido más libremente, del que yo participaba
por ser hijo de Adán.
23. Porque si hubiera en nosotros tantas naturalezas contrarias, como hay voluntades opuestas, ya no
serían precisamente dos las naturalezas, sino muchas más. Supongamos que estuviese uno dudando si
asistiría a una junta que tenían los maniqueos, o si iría al teatro, en cuyo lance clamarían ellos diciendo:
Ved ahí claramente dos naturalezas contrarias: la una buena, que lleva al hombre a lo bueno; y la otra
mala que lo lleva a lo malo. Porque si no, ¿de dónde puede nacer esta detención del hombre para escoger
entre estas dos voluntades contrarias?
Pero yo respondo que son malas entre ambas voluntades, ya sea la que guiara a sus juntas y conciliábulos,
ya se la que llevara al teatro, aunque ellos están persuadidos a admitir que no puede dejar de ser buena la
voluntad que nos lleva y guía hacia ellos.
Mas ¿qué dirán si ponemos el ejemplo en un cristiano que estuviese perplejo, porque sentía en sí dos
voluntades que altercaban una con otra, haciéndole dudar si iría al teatro o si iría a la iglesia? ¿No se
hallarían también entre ellos perplejos, dudando lo que habían de responder? Porque o habían de verse
precisados a confesar lo que ellos no quieren, esto es, que es buena la voluntad de ir a la iglesia, como
van los que profesan nuestra religión y han recibido sus Sacramentos; o que en un solo hombre hay dos
naturalezas malas, y dos malas voluntades que pelean entre sí; por tanto, no será verdad lo que
continuamente están ellos diciendo, esto es, que no hay más que dos naturalezas, la una buena y la otra
mala; o tendrán que rendirse a la fuerza del argumento, confesando que cuando el hombre se halla en
estado de duda, una sola alma es la que se ve combatida de dos voluntades contrarias.
24.Pues no tienen ya qué decirnos, cuando experimentan en un mismo hombre dos voluntades opuesta
una a otra, que hay en él dos almas contrarias entre sí, la una buena y la otra mala; y que como dimanadas
aquellas de dos sustancias y principios contrarios, están luchando una contra otra.
Porque Vos, Dios mío, que sois la suma verdad, los reprobáis, rebatís y convencéis con el ejemplo de
dos voluntades opuestas, que una y otra sean malas, como cuando uno está dudando si dará muerte a otro
con un veneno o con un puñal; si entrará a destruir esta heredad ajena o la otra de más allá, suponiendo
que no puede destruir entre ambas; si irá al circo o si irá al teatro, cuando ambas fiestas se dan en un
mismo día al pueblo.
Añado que se le proponga a su voluntad otro tercer objeto, que le haga dudar si irá a la casa ajena a
cometer un hurto, teniendo ocasión oportuna para ello; añádase también otra cuarta voluntad que puede
traer el hombre dudando si irá a cometer un adulterio, suponiendo que tiene proporción para todas estas
cosas que concurran todas al mismo tiempo, y que él las desee todas igualmente, sin que todas a un
mismo tiempo puedan ejecutarse.
Ve aquí cuatro voluntades incompatibles entre sí y contrarias unas de otras, que dividen o despedazan el
alma en otras tantas partes, o también en muchas más, según el número y multitud de cosas que se
169
apetezcan al mismo tiempo; y con todo, no suelen admitir ellos en un mismo hombre tan grande multitud
de sustancias diversas o naturalezas distintas.
Es preciso confesar lo mismo, poniendo el ejemplo en varias voluntades de objetos buenos. Porque si yo
les pregunto, si es bueno divertirse un hombre en leer al Apóstol; si será bueno entretenerse en cantar con
devoción algún salmo; y, finalmente, si será bueno también conferenciar y tratar de las verdades del
Evangelio, me responderán, que es bueno emplearse en cualquiera de estas cosas. Pues si todas estas
cosas se propusiesen a un tiempo, e igualmente se aficionase la voluntad a todas ellas, ¿no es cierto que
son otras tantas voluntades, que tendrán como partido el corazón del hombre todo aquel tiempo que
tardare en determinar lo que ha de escoger y seguir? Con que todas estas voluntades son buenas; y no
obstante pelean entre sí, hasta que el hombre escoja una cosa sola, a la cual se le determine toda la
voluntad, hecha ya una, la que antes estaba dividida en muchas.
Lo mismo sucede, cuando por una parte el deseo de los bienes eternos elevan nuestro corazón hacia el
cielo, y por otra el deleite de los bienes temporales le abate hacia la tierra; porque entonces el alma que
quiere lo uno y lo otro es una misma, pero ni lo uno ni lo otro quiere con toda su voluntad; por eso se
siente despedazar cruelmente, ya por la verdad que la incita a que anteponga aquello primero, ya por la
costumbre que le impide que deponga lo segundo.
Libro VIII. Capítulo XI.
Lucha que experimentaba Agustín entre el cuerpo y el espíritu.
25.De este modo me veía enfermo y atormentado, reprendiéndome a mí mismo con mayor aspereza que
la acostumbrada, y dando vueltas y más vueltas en los mismos lazos que me oprimían, hasta que se
acabase de romper todo aquello por donde estaba aprisionado, que era ya muy poco, pero no obstante me
tenía aún preso.
Y Vos, Señor, usando conmigo de una severidad llena de misericordia, allá en lo interior de mi alma me
estimulabas para que me diese prisa redoblándome los azotes que padecía del temor y la vergüenza, para
que no cesase en procurar romper aquello poco y tenue que restaba de mis prisiones, no sea que volviese
a rehacerse y fortificarse, y me atase entonces más fuerte y apretadamente.
Yo decía en mi interior: ¡Eah!, hágase al instante: ahora mismo se han de romper estos lazos, y además
de decir esto, deseaba ya y me agradaba ejecutarlo. Ya casi lo hacía, y realmente lo dejaba de hacer; pero
no volvía a caer y enredarme en los antiguos lazos, sino que estaba parado junto a ellos, como tomando
aliento para acabar de romperlos. Volví a procurar con más esfuerzos a llegar a aquel estado que deseaba,
y casi ya le tenía; pero real y verdaderamente ni estaba en él, ni le llegaba a tocar, ni le tenía, por no
acabar de resolverme a morir para todo lo que es muerte, y sólo vivir a la verdadera vida, porque tenía
mayor poder sobre mí lo acostumbrado que lo bueno desusado. Finalmente, cuanto más se iba acercando
aquel instante de tiempo en que había de ser ya muy otro, tanto mayor miedo y espanto me causaba, pero
no me hacía retroceder ni apartarme del intento, sino suspenderme y detener el paso.
26. Las cosas más frívolas y de menor importancia, que solamente son vanidad de vanidades, esto es,
mis amistades antiguas, ésas eran las que me detenían, y como tirándome de la ropa parece me decían en
voz baja: Pues qué, ¿nos dejas y nos abandonas? ¿Desde este mismo instante no hemos de estar contigo
jamás? ¿Desde este punto nunca te será permitido esto ni aquello? Pero ¡qué cosa me sugerían, Dios mío!
Apartad, Señor, por vuestra misericordia, del alma de este vuestro siervo y de mi memoria aun la idea de
las suciedades e indecencias que me sugerían. Pero ya los oía tan escasamente, que era mucho menos de
la mitad respecto de antes: ni me contradecían como antes cara a cara, sino como murmurando a espaldas
mías, siguiendo mis pisadas, y como llamándome y tirándome por detrás para que volviese a mirarlas.
No obstante, entretenían y retardaban mi fuga, por no tener yo valor para separarme de ellas con aspereza,
y sacudirme de sus importunaciones, saltando y atropellando por todo para seguir mi vocación, porque
la violencia de mi costumbre no cesaba de decirme: ¿Imaginas que has de poder vivir sin estas cosas?
170
27.Pero esto me lo decía ya con gran tibieza, porque por aquella misma parte hacía donde tenía puesta
mi atención, y adonde me daba miedo el pasar, se me descubría la excelente virtud de la continencia, que
se me representaba con un rostro sereno, majestuoso y alegre, con cuya gravedad y compostura
honestamente me halagaba para que llegase a donde ella estaba, y desechase enteramente todas las dudas
que me detenían: además de esto, extendía sus piadosos brazos para abrazarme y recibirme en su seno
lleno de gran multitud de continentes, con cuyo ejemplo me alentaba. Allí había innumerables personas
de diferentes edades; allí una multitud de mozos y doncellas; allí otros muchísimos de mayor edad,
venerables viudas y vírgenes ya ancianas; pero en todas esas innumerables personas no era la continencia
y castidad estéril, antes bien era fecunda y abundante de alegrías y gozos espirituales, nacidos de teneros
a Vos por esposo. Y la continencia, como burlándose de mí con una risa graciosa que convidaba a
seguirla, parece que me decía: Pues qué, ¿no has de poder tú lo que han podido y pueden éstos y éstas?
¿Por ventura lo que éstos y éstas pueden, lo pueden por sus propias fuerzas o por las que la gracia de su
Dios y Señor les ha comunicado? Su Dios y Señor les dio la continencia: pues yo soy dádiva suya. ¿Para
qué te estribas en tus propias fuerzas, si éstas no te pueden sostener ni darte firmeza alguna? Arrójate con
confianza en los brazos del Señor, y no temas, que no se apartará para dejarte caer. Arrójate seguro y
confiado, que él te recibirá en sus brazos y te sanará de todos tus males.
Yo me corría y avergonzaba mucho, porque todavía estaba oyendo el murmullo de aquellas fruslerías,
que me tenían en suspenso y sin acabar de resolverme. Entonces otra vez la continencia parece que me
decía: Hazte sordo a las voces inmundas de tu concupiscencia, que así ella quedará enteramente
amortiguada. Ella te promete deleites, pero no suelen compararse con los que hallarás en la ley de tu Dios
y Señor.
Toda esta contienda pasó dentro de mi corazón, batallando interiormente yo mismo contra mí mismo. En
tanto, Alipio, que no se apartaba de mi lado, aguardaba silenciosamente a ver en qué venían a parar los
desusados movimientos y extremos que yo hacía.
VIII. Instrumentos para gobernar al Estado y la sociedad
172
TAO QIAN (376-427)
La Fuente de las Flores de Durazno
La aparición, en 265 de la dinastía Jin prometía el resurgimiento de
una China unif icada después de la desintegración del Imperio Han (en
220) y la subsiguiente div isión del territorio en Tres Reinos. El poeta,
hijo de un oficial presenció el establecimiento de otra fase de los Jin,
en la región al sur del río Jiangzi. Ahí una combinación de climas
agradables, t ierras fért i les, potencial mi litar y tr ibus en un avanzado
proceso de sinif icación permit ieron experimentar con un nuevo estilo
de vida hasta cierto punto ajeno a l patrón cultural imperial establecido
casi medio milenio antes.
Se manifestó también una tradic ión literar ia que había aparecido en los
últ imos años del decadente imperio Han cuando los “Siete Estudiosos
de la época Jian’an” habían establecido la tradició n de let rados-
burócratas de estirpe confuciano. Tal tradición entroncaría con otro
grupo paradigmático, bajo la inf luencia de daoismo recientemente
institucionalizado junto con los brotes de budismo: el de los “Siete
Sabios de la arboleda de bambú” que optaría por un esti lo bohemio,
lúdico y bucólico (y alcohólico) que facil itaba la supervivencia de la
disidencia cultural en los procesos de la histor ia china.Tao Yüanming
util iza la metáfora del origen, de la “fuente”, del manantial para que su
narrador, un simple pescador, revele una utopia campestre y
campesina, simple, ordenada y amena,
173
Durante la dinastía Jin en la época Taiyuan [376-396] un pescador de Wuling subía una corriente sin
darse cuenta de las distancias. Por fin, a punto de perder el camino de retorno al llegar al final del rio
encontró una arboleda de duraznos en flor.
Sin que existiera otra vegetación a lo largo de unos cientos de pasos en las orillas. El olor de las flores
era bello y sus pétalos caídos se habían esparcido por todas partes.
Para el pescador era algo muy extraño. Continuó su camino para ver hasta donde alcanzaba la arboleda.
Llegó a un manantial donde se alzaba una montaña.
En ella habia una pequeña entrada donde lejos se podía percatar una brillantez. El pescador dejó su barco
para seguir caminando. Al principio la entrada apenas permitía el paso de una persona. Después de unos
diez pasos se abrió de repente una vista alegre: En una planicie se extendían casas por todas partes. Había
buenas tierras, bellos lagos y arboledas de moras y bambúes. Gallinas y perros se oían entre sí.
Se transitaba por los cruces de veredas donde iban y venían de los sembradíos hombres y mujeres que se
vestían como forasteros. Ancianos y niños se divertían armoniosamente
Al ver al pescador se sorprendieron y preguntaron de donde habia venido y él contestaba detalladamente.
Después lo invitaron a sus casas para agasajarlo.
Otros de la aldea al oír de su presencia vinieron a conversar. Relataban que sus antepasados con sus
familiares habían llegado a ese lugar para escapar de los trastornos de la dinastía Qin [221-206 AEC] y una vez establecidos en este ambiente formidable no encontraron razones para regresar y se quedaron
entre los extranjeros
Preguntaron por la época dinástica. Ignoraban que había existido una dinastía Han [206-220 AEC] y
mucho menos sabían de la Wei [220-265AEC] y la Jin [la actual que la reemplazó] Cada uno de ellos,
después de haber oído las respuestas, suspiraba. Los más le llevaban a sus casas donde ofrecieron bebida
y comida
Después de algunos días el pescador pidió permiso de regresar. Entre ellos había los que intimaban
dificultades al hablar de sus costumbres con la gente de afuera.
Llegado el tiempo de salir el pescador tomó su barco y dejó marcadores por todas partes.
Cuando llegó a su distrito fue a informar al magistrado local quien mandó encontrar los indicadores pero
se confundieron y no podían reconstruir el trazo del camino de regreso
El maestro Liu de Nanyang, un letrado muy nombrado, al oír del asunto trató del enigma del regreso pero
se enfermo y murió sin haberlo logrado. Despues se perdió el interés.
174
BENITO de NURSIA
(480-547) La regla de la Orden Benedictina
En el siglo VI la iglesia católica apostólica romana buscaba una regla
para ordenar la v ida monacal. Benito de Nursia al parecer hi jo de una
familia patric ia tuvo la oportunidad de estudiar f i losofía, retórica y
derecho en Roma. Su vida transcurrió cuando los germanos invadieron
la península itálica y la tradición romano crist iana se vio amena zada.
Tras algunos intentos por aislarse del mundo y establecer monasterios
que le granjearon las envidias de otros monjes, por f in fundó un
monasterio en Montecassino (529) donde viv ió hasta su muerte . Ahí
congregó a monjes cenobitas, es decir aquellos dispuestos a v iv i r en
comunidad a diferencia de los monjes ermitaño. Consideró que era
indispensable establecer una norma para regular la v ida comunitaria.
Con ese f in, alrededor de 540, escribió La Regla de la cual
presentamos algunos fragmentos.
El principio fundamental que todo monje debía observar era la
obediencia a Dios representado por el abad del monasterio. Los
siguientes pasajes muestran algunas de las reglas que los monjes
debían acatar y los castigos a los que se hacían acreedores en c aso
de quebrantar las. Asimismo la Regla enfatiza la importancia del trabajo
manual para evitar las tentaciones que alejen al monje del camino de
la salvación. De hecho, el pr incipio fundamental benedict ino es :
“Oración y trabajo”. Benito de Nursia es considerado el fundador del
modelo monástico de la iglesia catolica. San Gregorio Magno (540-
604), primer Papa de origen benedict ino dio una amplia difusión a est a
Santa Regla en los territorios recien crist ianizados.
Capítulo II Cómo debe ser el Abad
175
6. Recuerde siempre el abad que se le pedirá cuenta en el tremendo juicio de Dios de estas dos cosas: de
su doctrina, y de la obediencia de sus discípulos…
17. No ame a uno más que a otro, sino al que hallare mejor por sus buenas obras o por la obediencia…
23. El abad debe, pues, guardar siempre en su enseñanza, aquella norma del Apóstol que dice: "Reprende,
exhorta, amonesta" (2 Tm [Segunda epístola a Timoteo] 4,2)…
24. es decir, que debe actuar según las circunstancias, ya sea con severidad o con dulzura, mostrando
rigor de maestro o afecto de padre piadoso.
25. Debe, pues, reprender más duramente a los indisciplinados e inquietos, pero a los obedientes, mansos
y pacientes, debe exhortarlos para que progresen; y le advertimos que amoneste y castigue a los
negligentes y a los arrogantes…
28. a los soberbios y a los desobedientes reprímalos en el comienzo del pecado con azotes y otro castigo
corporal, sabiendo que está escrito: "Al necio no se lo corrige con palabras" (Pr [Proverbios] 29,19),
29. y también: "Pega a tu hijo con la vara, y librarás su alma de la muerte" (Pr 23,14).
Capítulo III Convocación de los hermanos al consejo
1. Siempre que en el monasterio haya que tratar asuntos de importancia, convoque el abad a toda la
comunidad, y exponga él mismo de qué se ha de tratar.
2. Oiga el consejo de los hermanos, reflexione consigo mismo, y haga lo que juzgue más útil.
3. Hemos dicho que todos sean llamados a consejo porque muchas veces el Señor revela al más joven lo
que es mejor.
4. Los hermanos den su consejo… y no se atrevan a defender con insolencia su opinión.
5. La decisión depende del parecer del abad, y todos obedecerán lo que él juzgue ser más oportuno.
6. Pero así como conviene que los discípulos obedezcan al maestro, así corresponde que éste disponga
todo con probidad y justicia.
7. Todos sigan, pues, la Regla como maestra en todas las cosas, y nadie se aparte temerariamente de ella.
8. Nadie siga en el monasterio la voluntad de su propio corazón.
9. Ninguno se atreva a discutir con su abad atrevidamente, o fuera del monasterio.
10. Pero si alguno se atreve, quede sujeto a la disciplina regular.
11. Mas el mismo abad haga todo con temor de Dios y observando la Regla, sabiendo que ha de dar
cuenta, sin duda alguna, de todos sus juicios a Dios, justísimo juez.
12. Pero si las cosas que han de tratarse para utilidad del monasterio son de menor importancia, tome
consejo solamente de los ancianos.
Capítulo IV Los instrumentos de las buenas obras
61 obedecer en todo los preceptos del abad, aun cuando él - lo que no suceda - obre de otro modo...
Capítulo V La obediencia
1. El primer grado de humildad es una obediencia sin demora.
2. Esta es la que conviene a aquellos que nada estiman tanto como a Cristo.
3. Ya sea en razón del santo servicio que han profesado, o por el temor del infierno, o por la gloria de la
vida eterna,
4. en cuanto el superior les manda algo, sin admitir dilación alguna, lo realizan como si Dios se lo
mandara.
6. Y dice también a los que enseñan: "El que a ustedes oye, a mí me oye" (Lc [Evangelio según San
Lucas] 16,10).
7. Estos tales, dejan al momento sus cosas, abandonan la propia voluntad,
8. desocupan sus manos y dejan sin terminar lo que estaban haciendo, y obedeciendo a pie juntillas,
ponen por obra la voz del que manda.
9. Y así, en un instante, con la celeridad que da el temor de Dios, se realizan como juntamente y con
prontitud ambas cosas: el mandato del maestro y la ejecución del discípulo.
176
10. Es que el amor los incita a avanzar hacia la vida eterna.
11. Por eso toman el camino estrecho del que habla el Señor cuando dice: "Angosto es el camino que
conduce a la vida" (Mt 7,14).
12. Y así, no viven a su capricho ni obedecen a sus propios deseos y gustos, sino que andan bajo el juicio
e imperio de otro, viven en los monasterios, y desean que los gobierne un abad.
13. Sin duda estos tales practican aquella sentencia del Señor que dice: "No vine a hacer mi voluntad,
sino la de Aquel que me envió" (Jn [Juan] 6,38).
14. Pero esta misma obediencia será entonces agradable a Dios y dulce a los hombres, si la orden se
ejecuta sin vacilación, sin tardanza, sin tibieza, sin murmuración o sin negarse a obedecer,
15. porque la obediencia que se rinde a los mayores, a Dios se rinde.
16. Y los discípulos deben prestarla de buen grado porque "Dios ama al que da con alegría" (2 Co
[Segunda epístola a los corintios] 9,7).
17. Pero si el discípulo obedece con disgusto y murmura, no solamente con la boca sino también con el
corazón,
18. aunque cumpla lo mandado, su obediencia no será ya agradable a Dios que ve el corazón del que
murmura.
19. Obrando así no consigue gracia alguna, sino que incurre en la pena de los murmuradores, si no
satisface y se enmienda.
Capítulo VI El silencio
3 Por tanto, dada la importancia del silencio, rara vez se dé permiso a los discípulos perfectos para hablar
aun de cosas buenas, santas y edificantes,
4. porque está escrito: …"La muerte y la vida están en poder de la lengua" (Pr 18,21).
6. Pues hablar y enseñar le corresponde al maestro, pero callar y escuchar le toca al discípulo.
Capítulo VII La humildad
1. Clama, hermanos, la divina Escritura diciéndonos: "Todo el que se ensalza será humillado y el que se
humilla será ensalzado" (Lc 14,11).
2. Al decir esto nos muestra que toda exaltación es una forma de soberbia…
5. Por eso, hermanos, si queremos alcanzar la cumbre de la más alta humildad, si queremos llegar
rápidamente a aquella exaltación celestial a la que se sube por la humildad de la vida presente,
6. tenemos que levantar con nuestros actos ascendentes la escala que se le apareció en sueños a Jacob, en
la cual veía ángeles que subían y bajaban.
7. Sin duda alguna, aquel bajar y subir no significa otra cosa sino que por la exaltación se baja y por la
humildad se sube.
8. Ahora bien, la escala misma así levantada es nuestra vida en el mundo, a la que el Señor levanta hasta
el cielo cuando el corazón se humilla.
9. Decimos, en efecto, que los dos lados de esta escala son nuestro cuerpo y nuestra alma, y en esos dos
lados la vocación divina ha puesto los diversos escalones de humildad y de disciplina por los que
debemos subir.
10. Así, pues, "el primer grado de humildad" consiste en que uno tenga siempre delante de los ojos el
temor de Dios, y nunca lo olvide...
13. Piense el hombre que Dios lo mira siempre desde el cielo, y que en todo lugar, la mirada de la
divinidad ve sus obras, y que a toda hora los ángeles se las anuncian.
19. En cuanto a la voluntad propia, la Escritura nos prohíbe hacerla cuando dice: "Apártate de tus
voluntades" (Si [Eclesiástico, Siracida] 18,30)...
21. Justamente, pues, se nos enseña a no hacer nuestra voluntad cuidándonos de lo que la Escritura nos
advierte: "Hay caminos que parecen rectos a los hombres, pero su término se hunde en lo profundo del
infierno" (Pr 16,25)...
24. Debemos, pues, cuidarnos del mal deseo, porque la muerte está apostada a la entrada del deleite.
177
26. Luego, si "los ojos del Señor vigilan a buenos y malos" (Pr 15,3),
27. y "el Señor mira siempre desde el cielo a los hijos de los hombres, para ver si hay alguno inteligente
y que busque a Dios" (Sal 13,2),
28. y si los ángeles que nos están asignados, anuncian día y noche nuestras obras al Señor,
29. hay que estar atentos, hermanos, en todo tiempo, como dice el Profeta en el salmo, no sea que Dios
nos mire en algún momento y vea que nos hemos inclinado al mal y nos hemos hecho inútiles,
30. y perdonándonos en esta vida, porque es piadoso y espera que nos convirtamos, nos diga en la vida
futura: "Esto hiciste y callé" (Sal 49,21).
31. "El segundo grado de humildad" consiste en que uno no ame su propia voluntad, ni se complazca en
hacer sus gustos...
34. "El tercer grado de humildad" consiste en que uno, por amor de Dios, se someta al superior en
cualquier obediencia, imitando al Señor...
35. El "cuarto grado de humildad" consiste en que, en la misma obediencia, así se impongan cosas duras
y molestas o se reciba cualquier injuria, uno se abrace con la paciencia y calle en su interior...
44. "El quinto grado de humildad" consiste en que uno no le oculte a su abad todos los malos
pensamientos que llegan a su corazón y las malas acciones cometidas en secreto, sino que los confiese
humildemente...
49. "El sexto grado de humildad" consiste en que el monje esté contento con todo lo que es vil y
despreciable, y que juzgándose obrero malo e indigno para todo lo que se le mande...
51. "El séptimo grado de humildad" consiste en que uno no sólo diga con la lengua que es el inferior y el
más vil de todos, sino que también lo crea con el más profundo sentimiento del corazón, 52 humillándose
y diciendo con el Profeta: "Soy un gusano y no un hombre, oprobio de los hombres y desecho de la plebe
(Sal 21,7)...
55. "El octavo grado de humildad" consiste en que el monje no haga nada sino lo que la Regla del
monasterio o el ejemplo de los mayores le indica que debe hacer.
56. "El noveno grado de humildad" consiste en que el monje no permita a su lengua que hable. Guarde,
pues, silencio y no hable hasta ser preguntado…
59. "El décimo grado de humildad" consiste en que uno no se ría fácil y prontamente, porque está escrito:
"El necio en la risa levanta su voz" (Si 21,23).
60. "El undécimo grado de humildad" consiste en que el monje, cuando hable, lo haga con dulzura y sin
reír, con humildad y con gravedad, diciendo pocas y juiciosas palabras, y sin levantar la voz,
62. "El duodécimo grado de humildad" consiste en que el monje no sólo tenga humildad en su corazón,
sino que la demuestre siempre a cuantos lo vean aun con su propio cuerpo…
67. Cuando el monje haya subido estos grados de humildad, llegará pronto a aquel amor de Dios que
"siendo perfecto excluye todo temor" (1 Jn 4,18),
68. en virtud del cual lo que antes observaba no sin temor, empezará a cumplirlo como naturalmente,
como por costumbre,
69. y no ya por temor del infierno sino por amor a Cristo, por el mismo hábito bueno y por el atractivo
de las virtudes.
70. Todo lo cual el Señor se dignará manifestar por el Espíritu Santo en su obrero, cuando ya esté limpio
de vicios y pecados.
Capítulo XXI Los decanos del monasterio
1. Si la comunidad es numerosa, elíjanse hermanos que tengan buena fama y una vida santa, y sean
nombrados decanos,
2. para que velen en todo con solicitud sobre sus decanías, según los mandamientos de Dios y los
preceptos de su abad.
3. Elíjanse decanos a aquellos con quienes el abad pueda compartir confiadamente su cargo.
4. Y no se elijan por orden, sino según el mérito de su vida y la sabiduría de su doctrina.
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5. Si alguno de los decanos, hinchado por el espíritu de soberbia, se hace reprensible, corríjaselo una
primera, una segunda y una tercera vez, y si no quiere enmendarse, destitúyaselo
6. y póngase en su lugar a otro que sea digno.
7. Lo mismo establecemos respecto del prior.
Capítulo XXII Cómo han de dormir los monjes
1 Duerma cada cual en su cama…
3. Si es posible, duerman todos en un mismo local, pero si el número no lo permite, duerman de a diez o
de a veinte, con ancianos que velen sobre ellos.
4. En este dormitorio arda constantemente una lámpara hasta el amanecer.
5. Duerman vestidos, y ceñidos con cintos o cuerdas…
6. Estén así los monjes siempre preparados, y cuando se dé la señal, levántense sin tardanza y apresúrense
a anticiparse unos a otros para la Obra de Dios, aunque con toda gravedad y modestia.
7. Los hermanos más jóvenes no tengan las camas contiguas, sino intercaladas con las de los ancianos.
Capítulo XXIII La excomunión por las faltas
1. Si algún hermano es terco, desobediente, soberbio o murmurador, o contradice despreciativamente la
Santa Regla en algún punto, o los preceptos de sus mayores,
2. sea amonestado secretamente por sus ancianos una y otra vez, según el precepto de nuestro Señor.
3. Si no se enmienda, repréndaselo públicamente delante de todos.
4. Si ni así se corrige, sea excomulgado, con tal que sea capaz de comprender la importancia de esta pena.
5. Si no es capaz, reciba un castigo corporal.
Capítulo XXIV Cuál debe ser el alcance de la excomunión
1. La gravedad de la excomunión o del castigo debe calcularse por la gravedad de la falta,
2. cuya estimación queda a juicio del abad.
3. Si un hermano cae en faltas leves, no se le permita compartir la mesa.
4. Con el excluído de la mesa común se seguirá este criterio: En el oratorio no entone salmo o antífona,
ni lea la lectura, hasta que satisfaga.
5. Tome su alimento solo, después que los hermanos hayan comido…
7. hasta que sea perdonado gracias a una expiación conveniente.
Capítulo XXV Las faltas más graves
1. Al hermano culpable de una falta más grave exclúyanlo a la vez de la mesa y del oratorio.
2. Ninguno de los hermanos se acerque a él para hacerle compañía o para conversar.
3. Esté solo en el trabajo que le manden hacer, y persevere en llanto de penitencia meditando aquella
terrible sentencia del Apóstol que dice:
4. "Este hombre ha sido entregado a la muerte de la carne, para que su espíritu se salve en el día del
Señor" (1 Co 5,5).
5. Tome a solas su alimento, en la medida y hora que el abad juzgue convenirle.
6. Nadie lo bendiga al pasar, ni se bendiga el alimento que se le da.
Capítulo XXVI Los que se juntan sin permiso con los excomulgados
1. Si algún hermano se atreve, sin orden del abad, a tomar contacto de cualquier modo con un hermano
excomulgado, a hablar con él o a enviarle un mensaje,
2. incurra en la misma pena de la excomunión.
Capítulo XXVII Con qué solicitud debe el Abad cuidar de los excomulgados
1. Cuide el abad con la mayor solicitud de los hermanos culpables, porque "no necesitan médico los
sanos, sino los enfermos" (Mt 9,12).
179
2. Por eso debe usar todos los recursos, como un sabio médico. Envíe, pues, "sempectas", esto es,
hermanos ancianos prudentes
3. que, como en secreto, consuelen al hermano vacilante, lo animen para que haga una humilde
satisfacción, y lo consuelen.
5. Debe, pues, el abad extremar la solicitud y procurar con toda sagacidad e industria no perder ninguna
de las ovejas confiadas a él...
6. Sepa, en efecto, que ha recibido el cuidado de almas enfermas, no el dominio tiránico sobre las sanas.
8. Imite el ejemplo de piedad del buen Pastor, que dejó noventa y nueve ovejas en los montes, y se fue a
buscar una que se había perdido.
Capítulo XXVII De los que muchas veces corregidos no se enmiendan
1. Al hermano que, a pesar de ser corregido frecuentemente por una falta, y aun excomulgado, no se
enmienda, aplíquesele una corrección más severa, esto es, castígueselo con azotes.
6. Mas si no sana ni con este medio, use ya entonces el abad del hierro de la amputación, como dice el
Apóstol: "Arranquen al malo de entre ustedes" (1 Co 5,13), no sea que una oveja enferma contagie todo
el rebaño.
Capítulo XXIX Si los monjes se van del monasterio deben ser recibidos de nuevo
Capítulo XXX Cómo han de ser corregidos los niños en su menor edad
3. siempre que cometan una falta, deberán ser sancionados con rigurosos ayunos o corregidos con ásperos
azotes, para que sanen.
Capítulo XXXII Las herramientas y objetos del monasterio
1. El abad confíe los bienes del monasterio, esto es, herramientas, vestidos y cualesquiera otras cosas, a
hermanos de cuya vida y costumbres esté seguro,
2. y asígneselas para su custodia y conservación, como él lo juzgue conveniente.
3. De estos bienes tenga el abad un inventario, para saber lo que da y lo que recibe, cuando los hermanos
se suceden en sus cargos.
4. Si alguien trata las cosas del monasterio con sordidez o descuido, sea corregido, y si no se enmienda,
sométaselo a la disciplina de la Regla.
Capítulo XXXIII Si los monjes deben tener algo propio
1. En el monasterio se ha de cortar radicalmente este vicio.
2. Que nadie se permita dar o recibir cosa alguna sin mandato del abad,
3. ni tener en propiedad nada absolutamente.
6. Y que "todas las cosas sean comunes a todos" (Hch [Hechos de los apóstoles] 4,32), como está escrito,
de modo que nadie piense o diga que algo es suyo.
7. Si se sorprende a alguno que se complace en este pésimo vicio, amonésteselo una y otra vez,
8. y si no se enmienda, sométaselo a la corrección.
Capítulo XXXIV Si todos deben recibir igualmente lo necesario
1. Está escrito: "Repartíase a cada uno de acuerdo a lo que necesitaba" (Hch 4,35).
3. Por eso, el que necesita menos, dé gracias a Dios y no se contriste;
4. en cambio, el que necesita más, humíllese por su flaqueza y no se engría por la misericordia.
5. Así todos los miembros estarán en paz.
6. Ante todo, que el mal de la murmuración no se manifieste por ningún motivo en ninguna palabra o
gesto.
7. Si alguno es sorprendido en esto, sométaselo a una sanción muy severa.
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Capítulo XXXVIII El lector de la semana
1. En la mesa de los hermanos no debe faltar la lectura. Pero no debe leer allí el que de buenas a primeras
toma el libro, sino que el lector de toda la semana ha de comenzar su oficio el domingo.
5. Guárdese sumo silencio, de modo que no se oiga en la mesa ni el susurro ni la voz de nadie, sino sólo
la del lector.
6. Sírvanse los hermanos unos a otros, de modo que los que comen y beben, tengan lo necesario y no les
haga falta pedir nada;
7. pero si necesitan algo, pídanlo llamando con un sonido más bien que con la voz.
10. El hermano lector de la semana tomará un poco de vino con agua antes de comenzar a leer, a causa
de la santa Comunión, y para que no le resulte penoso soportar el ayuno.
11. Luego tomará su alimento con los semaneros de cocina y los servidores.
Capítulo XLVIII El trabajo manual de cada día
1. La ociosidad es enemiga del alma. Por eso los hermanos deben ocuparse en ciertos tiempos en el
trabajo manual, y a ciertas horas en la lectura espritual.
2. Creemos, por lo tanto, que ambas ocupaciones pueden ordenarse de la manera siguiente:
3. Desde Pascua hasta el catorce de septiembre, desde la mañana, al salir de Prima, hasta
aproximadamente la hora cuarta, trabajen en lo que sea necesario.
4. Desde la hora cuarta hasta aproximadamente la hora de sexta, dedíquense a la lectura.
5. Después de Sexta, cuando se hayan levantado de la mesa, descansen en sus camas con sumo silencio,
y si tal vez alguno quiera leer, lea para sí, de modo que no moleste a nadie.
6. Nona dígase más temprano, mediada la octava hora, y luego vuelvan a trabajar en lo que haga falta
hasta Vísperas.
7. Si las condiciones del lugar o la pobreza les obligan a recoger la cosecha por sí mismos, no se
entristezcan,
8. porque entonces son verdaderamente monjes si viven del trabajo de sus manos, como nuestros Padres
y los Apóstoles.
9. Sin embargo, dispóngase todo con mesura, por deferencia para con los débiles.
10. Desde el catorce de septiembre hasta el comienzo de Cuaresma, dedíquense a la lectura hasta el fin
de la hora segunda.
11. Tercia dígase a la hora segunda, y luego trabajen en lo que se les mande hasta nona.
12. A la primera señal para la Hora de Nona, deje cada uno su trabajo, y estén listos para cuando toquen
la segunda señal.
13. Después de comer, ocúpense todos en la lectura o en los salmos.
14. En los días de Cuaresma, desde la mañana hasta el fin de la hora tercera, ocúpense en sus lecturas, y
luego trabajen en lo que se les mande, hasta la hora décima.
15. En estos días de Cuaresma, reciban todos un libro de la biblioteca que deberán leer ordenada e
íntegramente.
16. Estos libros se han de distribuir al principio de Cuaresma.
17. Ante todo desígnense uno o dos ancianos, para que recorran el monasterio durante las horas en que
los hermanos se dedican a la lectura.
18. Vean si acaso no hay algún hermano perezoso que se entrega al ocio y a la charla, que no atiende a
la lectura, y que no sólo no saca ningún provecho para sí, sino que aun distrae a los demás.
19. Si se halla a alguien así, lo que ojalá no suceda, repréndaselo una y otra vez,
20. y si no se enmienda, aplíquesele el castigo de la Regla, de modo que los demás teman.
21. Y no se comunique un hermano con otro en las horas indebidas.
22. El domingo dedíquense también todos a la lectura, salvo los que están ocupados en los distintos
oficios.
23. A aquel que sea tan negligente o perezoso que no quiera o no pueda meditar o leer, encárguesele un
trabajo, para que no esté ocioso.
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24. A los hermanos enfermos o débiles encárgueseles un trabajo o una labor tal que, ni estén ociosos, ni
se sientan agobiados por el peso del trabajo o se vean obligados a abandonarlo.
25. El abad debe considerar la debilidad de éstos.
182
FLAVIO JUSTINIANO
del Corpus iuris civilis Al inic io del siglo VI EC, el mapa polít ico de la cuenca del Mediterráneo
se modif icó por un intento de restaurar el orden imperial romano. En el
año 527 (en agosto) Justiniano (483-565 EC) se impuso como
emperador en el imperio Bizant ino con sede en Constantinopla, que
controlaba el Mediterráneo Oriental, pero que a su vez tratab a de
recuperar los terr itorios perdidos hacia el occidente ante las invasiones
y migraciones de los pueblos germánicos.
En febrero del año siguiente ordenó que se iniciara una serie de
trabajos por medio de una comisión para la compilación de un código
de jur isprudencia en latín. Esta medida fue encargada a tres per itos de
la materia e importantes juristas: Triboniano (500-547) un exitoso
abogado de Constantinopla egresado de la escuela de Berito (Beirut),
hombre de confianza de Justin iano, Teófilo, maestro de derecho en
Constantinopla y Doroteo, profesor de jurisprudencia de la escuela de
Berito.El proyecto se terminó entre los años 530 y 535. Fue hasta su
edición ginebrina de 1583 que tomó el nombre moderno de Corpus Iuris
Civil is.
Nuestro fragmento reproduce la orden imperial de Just iniano
ponderando los elementos div inos y polit icos en su justif icación.
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Emperador César Flavio Justiniano Piadoso, Afortunado, Victorioso, Triunfador Siempre Augusto a
Triboniano su cuestor- Te saludo
En nombre de Dios gobernamos nuestro imperio, que a nosotros se nos ha entregado por Majestad
Celestial, y nos dedicamos a la guerra con éxito, nos decora la paz y mantenemos el orden público (rei
publicae, el orden del Estado), por lo que nuestro ánimo a Dios Todopoderoso clamamos, y no confiamos
en nuestros brazos ni en nuestros soldados, ni en los que dirigen nuestras guerras ni en nuestro ingenio,
sino toda [nuestra confianza] solamente está en la suma de la Providencia trinitaria: de la que derivan
todos los elementos del mundo entero y [todo]los dispone en todo el orbe de la tierra.
1. Por lo tanto, ya no hay nada que se encuentre en todas las cosas tan digno de atención como la autoridad
de la ley, que dispone bien divinas y humanas cosas y expulsa toda injusticia, hemos encontrado toda la
disposición de la ley que nos ha llegado desde la fundación de la ciudad de Roma y los tiempos de
Rómulo y está tan confusa y se extiende al infinito que no la abraca la capacidad de la naturaleza humana:
primero fue nuestro estudio desde el principio de los más sagrados príncipes para llevar a enmendar las
constituciones [las leyes], y de hacerlas más claramente, con esta medida se juntaron en un solo código,
y [eliminado] todo lo superfluo y lo semejante y la discordia absoluta e injusta [para] ofrecer a todos los
hombres su verdadero significado [de las leyes].
2. Después de haber concluido esta obra y juntándola en un solo volumen con nuestro nombre ilustre,
elevándonos por encima de las cosas pequeñas e insignificantes, nos intentamos enmendar completa y
exhaustiva [mente] todas las leyes, recolecta [mos] y revisa[mos] todo el cuerpo de la jurisprudencia
romana, y junta[mos] en un libro los tratados dispersos de muchos autores, lo que nadie más ha hecho
antes o se atrevió a esperar, y ha sido considerado por nosotros una empresa difícil, casi imposible de
hacer, pero con nuestra manos levantadas al cielo, e invocando el auxilio eterno . Hemos mantenido
nuestra alma, confiando en Dios, que puede conceder la consumación de las cosas que están casi
desesperadas, y él mismo lo puede por su grandísimo poder.
3. Y mirado su sinceridad [integridad] por parte del ministerio primero por su comisión con esta obra, su
ingenio documentado [probado] en haber aceptado la ordenación de nuestro Código y hemos pedido que
pruebe de sus fecundos antecesores aquellos hombres vestidos con togas más disertísimos del derecho,
se elijan para asociarse a este trabajo y se reúnan dentro de nuestro palacio, nos concederá los motivos
de su propia evidencia y hacer una relación completa si lo permiten, por el [trabajo], y vigilará el alma
[la mente, el ánimo] de todas las cosas acordadas.
4. Por lo tanto, se manda, de los hombres antiguos prudentes, que con autoridad interpretaron las leyes
de los más sagrados príncipes [revisar] leer y examinar los libros del derecho Romano [de la Ley Romana
ius Romanum], y de toda esta materia se concluya, sin (de acuerdo a lo que puede ser posible), ninguna
ley similar [repetida] ni con contradicción [incompatibles entre sí], pero de ésta se colige que una es
suficiente por todas. Y aunque [usted y otros] se] han escrito libros relacionados con la ley, por la razón
de que sus escritos no han sido adoptados por las autoridades, ni tampoco fueron usados, ni nosotros
consideramos sus tratados dignos de sanción.
5. Y [en] cuanto esta materia de compilación se atribuye a la generosidad extraordinaria de la Deidad,
que ha de constituir una obra muy pulcra [excelente] y, por así decirlo, será consagrada como un templo
santo de la justicia. Y en cincuenta libros y en cierto número de títulos se organizará [toda] la ley, tanto
siguiendo nuestra organización de Código como imitando los edictos perpetuos. por lo que puede ser
conveniente para usted, y nada puede ser omitido de la colección mencionada, sino en los cincuenta libros
[se encuentren] todas las leyes antiguas, por 1400 años confusas y por nosotros las [leyes] purgadas, por
decirlo así, rodeado por un muro, y no habrá nada más allá de ellas. Todos los autores legales deberán
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disponer de la misma dignidad, y no se dará preferencia a ninguno, porque no son todo en todas las cosas
ni superiores ni inferiores, pero en todo caso se encontrara una determinación buena o mala.
6. Pero ni por la multitud de autores se sigue [lo que es] mejor y más justo, cuando puede ser una [sola]
sentencia preferible [superior] a la de muchos y más reconocidas [sentencias], y por lo tanto las cosas,
que antes estaba en las notas de la Emilio Papiniano, sacadas de Ulpiano y Pablo, e incluso están inscritas
en las de Marciano, la fuerza de la que hasta ahora han elegido es por el honor de mayor esplendor de
Papiniano, no se rechace de inmediato, sino, si coincide con ello la mayor capacidad de los trabajos de
Papiniano o la interpretación de que es necesario perspexeritis, y esto es que por la ley no se inflinga
venganza por su sola opinión [interpretación]: más que todos los que estaban relacionados en este códice
de hombres prudentísimos tiene autoridad, que si sus estudios se hubiesen basado en las Constituciones
imperiales [impertietur auctoritas] promulgadas por nuestro propio poder, pues es tomado en cuenta todas
esas cosas que la nuestra, que han obtenido su sanción de nosotros, el que corrige lo que no ha sido
hábilmente hecho es más meritorio que el autor original de la misma.
7. Pero como si usted estudiara [la obra] aquí queremos que [revise] ya el superfluo o menos perfecto,
como si algo no estuviese bien situado en los antiguos libros se pueda corregir la gran distancia o
superflua e imperfecta [de] que esté llena, con moderación en toda la obra y como se muestre la más
bella. Esto es también, no obstante, al observar como si alguna antigua constitución o ley, que los antiguos
sostenían en sus libros no fue correctamente escrita, se pueda [corregir], o entregada o reformada
moderada [mente] en el orden como esto puede ser visto [arreglado] para ser verdad y bien escrita, y por
así decirlo desde el principio, que [una] persona elegida por usted fuese [hacerlo] la comparación de los
vicios que por edad por así decirlo, y no por la escritura del libro se atreva a argüirlo. Para cuando la ley
antigua cuyo nombre real y toda ley y todo el poder del pueblo romano [populi romani] fueron trasladados
al poder imperial, pues fueron los fundadores y todo las demás sanciones en que se divide las partes del
conjunto de las nuestras, pero como queremos deshacer lo que se hizo en la antigüedad con nuestras
leyes; y hasta ahora todo lo mismo que queremos, cuando se dejan de lado, para obtener, entre los
antiguos lo que había sido escrito como si fuera de otra manera por el contrario, sin embargo, se encuentra
en la composición ningún delito imputado a la [misma] escritura , sino atribuida a nuestra elección.
8 Por lo tanto no hay ninguna antinomia [nada ilegal] en todos los códigos antes mencionados en ningún
lugar (así sea [incluyendo] los que tienen un nombre en idioma griego) pues está en conformidad
[armonía], sin las consecuencias adversas establecidas
9 Pero la similitud de, y (de acuerdo con lo que se ha dicho) de tal consumación [conclusión] que
queremos sacar de las constituciones sagradísimas que en nuestro código se reducen con cautela no
otorgamos que una vez más se aplique la vieja ley [pues] con [la presente] Constitución es suficiente para
sancionar su autoridad, a menos que, quizás, debido a la división o para el bien de que ocurra una
investigación más completa, y, sin embargo esto muy rara vez no sea que a partir de la continuación [de
esto] surjan o crezcan espinas en lapsos de este campo [parcela]
10. Pero, si estuviesen en desuso las leyes de los libros antiguos, de ninguna manera se permita [re]
establecerse, o que se quiera obtener la [sentencia], o que la sentencia se ocupe con frecuencia, o que por
larga costumbre se aplica en [esta] ciudad, según lo escrito por Julio Salvio [salvii iuliani], que indica la
costumbre de que todas las ciudades deben seguir lo [que se practica en ] Roma, que es cabeza del orbe
terrestre , no como otras ciudades. Roma se debe entender no sólo por su edad [antiguedad], sino también
como nuestra regidora, que [con] el favor de Dios fue fundada con el mejor de los augurios.
11. Y por lo tanto queremos que estos dos Códigos gobiernen todo. Uno de las constituciones, otro donde
se desarrolla [se interpreta] la ley, y compilado en un futuro código, o si cualquier otra institución ha sido
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promulgada por nosotros, [dada] en rudo ánimo con los estudiantes de mente sencilla, se nutra más
fácilmente de un mayor conocimiento de la prudencia con que se elaboraron [los códigos].
12. Pero al final de nuestra composición, que por consentimiento de Dios, le daremos [le sancionemos]
el nombre de Digesto o Pandectas, si expertos [iuris peritis] en el futuro se atreven a comentarla, hablar,y
hacer del código anterior compendio confuso, como en los tiempos más antiguos aconteció, con casi
todas de interpretaciones contrarias de sentencias esta[mos] preocupados, pero será suficiente con el uso
de los índices de títulos y subtítulos que se llaman paratitla están llamados a hacer [dar] aviso para [evitar]
el aumento de la falla en la interpretación.
13. Sin embargo, por si aparece con posteridad alguna duda de la escritura, queremos que no se capture
[se copie] por siglas ni en compendios enigmáticos [obscuros], que muchas por si y por que han llevado
adelante sus antinomias [contradicciones] del mismo texto del Código, incluso si el número de libros, o
cualquier otra cosa, está representado, ni en este caso por alguna sigla [letras /números romanos]
especiales que manifiesten el número, sino por palabras consecuentes explicadas concedidas.
14. Dios, por lo tanto, [bríndanos] tu prudencia para hacer todas estas cosas con calma y junto con otros
hombres de facultades sumas y sutiles forzarnos para entregar [el Código] rápidamente hasta el final, y
en cincuenta libros digestos [perfectos y ordenados], ofrecemos las cosas de memoria [el monumento,
rei memoriam] más grande [maximam] y eterno de la providencia de Dios Todopoderoso apoyo de
nuestro imperio y la gloria de sus ministros.
Fecha el 18 de las calendas de enero de Constantinopla, en el Consulado de Lampadio y Oreste, varones
esclarecidos [530]