giuseppe bellini - el cuento hispanoamericano hasta el siglo xx

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  • 7/30/2019 Giuseppe Bellini - El Cuento Hispanoamericano Hasta El Siglo XX

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    El cuento hispanoamericano: de las

    culturas precolombinas al siglo XX

    Giuseppe Bellini

    Universit di Milano

    185

    Si las races de la narrativa europea ahondan en el cuento, las de la narrativahispanoamericana arrancan desde la crnica del descubrimiento y la conquista. Vocesautorizadas, como las de Miguel ngel Asturias, Mario Vargas Llosa, Gabriel GarcaMrquez lo han confirmado en poca todava reciente1. Escribe el novelista guatemaltecoque en la Historia verdadera de la conquista de Mxico, de Bernal Daz del Castillo, y enlos Comentarios Reales del Inca Garcilaso, reside el fundamento de la novelahispanoamericana2. Pero, cunta materia novelesca existe en todas las numerosas crnicasque, obra de espaoles o de mestizos y criollos, se escriben en Amrica en los siglosprimeros de su nacimiento al mundo occidental y a su cultura! En las crnicas est la matriztambin del cuento hispanoamericano.

    A parte las infinitas pginas donde parece que el cronista nos est contando una novelaheroica, de aventuras, que nos adentra en un mundo por ms de un motivo fabuloso,adems de terrible por desconocido, el relato histrico aparece amenizado por narracionesbreves, verdaderos cuentos, que revelan, fundamentalmente, su raz occidental, no cabeduda, pero que se refieren ya a una realidad distinta, a ese nuevo mundo descubierto o envas de descubrirse, recin conquistado o por conquistar, donde un tipo original de vida seest afirmando, la de la nueva sociedad colonial. Luis Leal pone de relieve en su Historiadel cuento hispanoamericano

    3, tratando de los origines del gnero en Amrica, la existenciade un cuento popular entre los indgenas americanos, la riqueza en cuentos de las crnicas yla falta, 186 por otra parte, en el mundo colonial, del cuento artstico, a pesar de suextraordinario auge en Espaa, y recuerda, a este propsito, los motivos que la crtica haaducido para ello, como la prohibicin oficial de la circulacin, en las tierras conquistadas,de obras de ficcin -ampliamente burlada-4, el predominio de la vida religiosa, la supuestaincapacidad de los pueblos jvenes para el cultivo de este tipo de narracin, la falta detradicin literaria5.

    En un libro fundamental,La vocacin literaria del pensamiento histrico en Amrica6,Enrique Pupo-Walker pone el acento, a su vez, sobre el fenmeno singular, subrayando ladifusin en Amrica del cuadro costumbrista y lo que este tipo de narracin -en gran boga-

    http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-cuento-hispanoamericano-de-las-culturas-precolombinas-al-siglo-xx--0/html/e77043a6-f125-4a23-9839-203f4fd2823a_6.html
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    signific para la sociedad fruidora. En lo descriptivo, siguiendo a Mark Schorer7, el crticove su lmite, puesto que no mira a una valoracin significativa de la existencia8.Concluye Pupo-Walker afirmando la fundamental diversidad entre el cuento literario y elcuadro de costumbres, dos creaciones que apuntan hacia niveles desiguales de laexperiencia literaria9.

    Se ha discutido y escrito abundantemente sobre la naturaleza del cuento y qu senecesita para que lo sea. Gabriela Mora ha realizado un atento trabajo examinando, en sulibro, En torno al cuento: de la teora general y de su prctica en Hispanoamrica10, lasms variadas definiciones y teoras, incluyendo, por supuesto, a Propp11 y a Todorov12,partiendo de la formulacin de Poe13, desde la cual se origina toda discusin posteriorrelacionada con el cuento. La autora acaba, finalmente, por aceptar, como punto de partidapara otras exploraciones14, la definicin de Enrique Anderson Imbert en su Teora ytcnica del cuento:

    El cuento vendra a ser una narracin breve en prosa que,

    por mucho que se apoye en un suceder real, revela siempre laimaginacin de un narrador individual. 187 La accin -cuyos agentes son hombres, animales humanizados o cosasanimadas- consta de una serie de acontecimientos entretejidosen una trama donde las tensiones y distensiones, graduadas paramantener en suspenso el nimo del lector, terminan porresolverse en un desenlace estticamente satisfactorio15.

    Mucho habra que aclarar todava, pero, en el mbito de la extraordinaria inseguridad

    de llegar a un resultado universalmente reconocido por valedero y satisfactorio, ladefinicin de Anderson Imbert nos parece aceptable16. Confluyen, es cierto, en el cuento, labrevedad -relativa a veces-, la tensin, la rapidez del desarrollo, el elemento sorpresa, laeficacia de un estilo slitamente tenso, la conclusin inesperada. Sobre todo, a diferencia dela novela, el cuento no aguanta demoradas digresiones y debe mantener en cualquiermomento despierta la atencin del lector, estimular constantemente su participacin y sucuriosidad. Se ha dicho que un buen cuento debe leerse de una sentada. Lo dijo Poe17, yestimo que, a pesar del tiempo transcurrido, esta afirmacin -inevitablemente exagerada-,queda fundamentalmente valedera. Una novela puede leerse en varios tiempos, hasta puedeel lector detenerse a meditar pginas aisladas. El cuento no: por su naturaleza intrnseca,por su constitutiva concisin y tensin, debe leerse hasta el final, todo seguido, pgina tras

    pgina18

    .

    Estas digresiones nos han alejado, aparentemente, de nuestro asunto especfico, portratar cuestiones ms generales. Volviendo al tema, nos atrevemos a considerar los orgenesdel cuento en la Amrica hispana ms all de la crnica.

    El europeo, en este caso el espaol, llegando a Amrica entraba en contacto con unmundo antes desconocido por l, diverso por mentalidad y cultura. Su curiosidad era

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    constantemente solicitada por lo material y visible, pero tambin por lo cultural y tanto queaun a distancia de siglos las antiguas culturas indgenas siguen activas en escritorescontemporneos de reconocido relieve, y no solamente en autores mestizos o aindiadosespiritualmente, como Jos Mara Arguedas o Miguel ngel Asturias, sino en otrosnumerosos, de Pablo Neruda a Pablo Antonio Cuadra, de Octavio Paz a Ernesto Cardenal...

    188

    Si entendemos as las cosas, es evidente que una historia del cuento hispanoamericanodebe empezar de lo que significa exhumacin de lo indgena en su aspecto mtico yfabuloso y luego lo que implica como aventura la empresa del descubrimiento y laconquista, lo anecdtico de la vida colonial y su interpretacin ms profunda al mismotiempo.

    ElPopol-Vuh es la fuente primaria donde se elabora una visin occidental del mundoindgena. Un extraordinario halo mtico acompaa la creacin del mundo y el hombreamericanos. Cuento, o mejor narracin sagrada, que nos participa el instante misterioso, elclima tenso de cuando todo estaba en suspenso, en espera del primer acto creativo de losprogenitores, Tepeu y Gucumaz. A distancia de siglos, Asturias reflejar, en Los brujos dela tormenta primaveral, de Leyendas de Guatemala, con habilidad sin par, nuevamente elmomento irrepetible del primer da, cuando

    Los ros navegables, los hijos de las lluvias, los delcomercio carnal con el mar, andaban en la superficie de la tierraen lucha con las montaas, los volcanes y los llanosengaadores que se paseaban por el suelo comido de abismos,como balsas mviles. Encuentros estelares en el tacto del barro,

    en el fondo del cielo, que fijaba la mirada cegatona de loscrisopacios, en el sosegado desorden de las aguas errantes sobrelechos invisibles de arenas esponjosas, y en el berrinche de lospedernales enfurecidos por el rayo19.

    Y hasta influir, siempre a distancia de siglos, en otros gneros literarios, como lapoesa. En el Canto generalNeruda repite, en Amor Amrica, al contrario de Asturias,en cuya recreacin todo es movimiento ambiguo y pugna, la calma del paraso original:

    Antes de la peluca y la casacafueron los ros, ros arteriales:fueron las cordilleras, en cuya onda radael cndor o la nieve parecan inmviles:fue la humedad y la espesura, el truenosin nombre todava, las pampas planetarias .

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    Narracin, fbula, leyenda, cuento siempre de un momento mgico, sobre el cual sefunda toda la magia del mundo americano, hasta nuestros das, a pesar de su dura realidadde dolor humano.

    As descubren, el conquistador y el colono, a travs del intermedio del fraile sabio, queatesora y reconstruye los restos de las antiguas culturas derribadas, 189 o detenidasen su desarrollo por la llegada de los europeos, un mundo lleno de misterio y de encanto,que va del norte del continente hasta las pampas planetarias que Neruda canta21.Leyendas de origen sagrado le introducen en otras culturas. Donde existe escritura -glifos ypictografa-, la traduccin al castellano es el trmite, y donde no existe, ser el vehculooral, la transmisin de un caudal abundante, del que el mismo Garcilaso sacar datos y

    noticias en torno al origen fabuloso del pueblo al que, por parte de madre, pertenece y desus reyes. En el caso de muchas culturas que carecen de signos escritos el descubrimiento atravs de la fuente oral es continuo.

    La dura penetracin en el mundo nuevo nos la cuenta, entre otros cronistas,empezando por Corts y sus Cartas de relacin, un viejo soldado como Bernal Daz delCastillo, en una narracin sencilla, concisa en su expresin y sin embargo eficazmentedramtica. SuHistoria verdadera de la conquista de Mxico, que origina, hacia el final desu vida, un empeo de reivindicacin y de protagonismo personal frente al silenciocortesiano, no deja de atraer al lector, que participa del clima de fbula-realidad, comodir enMaladrn un personaje de Asturias22, porque esto son para los conquistadores, por

    encima del peligro y de la fatiga, estas Indias. Y como en Bernal Daz, la eficacia narrativaresplandece en muchas pginas de la Historia del Per, de Pedro Cieza de Len, rica enrelatos que son prcticamente cuentos.

    Para penetrar el misterio del mundo sur de Amrica, nada ms atractivo ynarrativamente valedero como ciertas pginas de la Historia general del Per, del Inca,donde se cuentan las peripecias de Gonzalo Pizarro en busca de realidades fabulosas. Hayque convenir con Asturias que en este escritor, especialmente, reside la fuente de la grannarrativa mgica del siglo XX hispanoamericano, ciertamente la del propio escritorguatemalteco. Una naturaleza impervia, imprevista y suntuosa, una humanidad queconsume su vida en someterla, peligros y contiendas siempre al acecho, dan carcter

    dramtico, belleza extraordinaria a las pginas del habilsimo narrador.

    Pero Garcilaso es tambin cuentista. Ya Jos Juan Arrom seal23, certeramente, laexistencia de cuentos en los Comentarios Reales, y ms tarde Pupo Walker ha vuelto sobreel tema, ampliando las referencias con relacin a la ficcin intercalada en la narracinhistrica24. No cabe duda de que el Inca es un 190 cuentista hbil. Narraciones deeste tipo solan incluir, por otra parte, en sus obras histricas, otros cronistas americanos.Nota Luis Leal que si en la poca colonial el cuento artstico no se cultiva, en las crnicas e

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    historias encontramos innumerables narraciones novelescas intercaladas aqu y all con elobjeto de amenizar el largo y a veces seco relato histrico25.

    Terminada la conquista, realizado en sus lneas generales el descubrimiento, laexploracin, mejor dicho, del continente en sus zonas ms extensas, la vida colonial entra

    de pleno en la narrativa y en la crnica, a su vez novela interesante. Sern, en el primercaso, los Infortunios de Alonso Ramrez(1690), que padeci en poder de los ingleses, delnovohispano Carlos de Sigenza y Gngora, en el segundo el Cautiverio feliz, que escribehacia 1650 el chileno Francisco Nez de Pineda y Bascun; ser sobre todo unaextraa crnica, gran libro de la vida colonial, El Carnero, escrito hacia 1630 por elcolombiano Juan Rodrguez Freyle, y la Nueva Cornica y Buen Gobierno, delperuano Felipe Guaman Poma de Ayala, escrita entre 1584 y 1612.

    Estamos ya frente a una narrativa americana, por temas e intereses, adems que porlengua y estilo, a pesar de incumbentes modelos e influencias, sobre todo de la novelapicaresca. Los frutos ms valiosos se dan en dos obras desiguales, y diferentes, el Lazarillode ciegos caminantes -libro de los misterios, segn acertadamente lo defini EmilioCarilla26, por su ocultada paternidad, al fin individuada en el inspector y organizador decorreos, de Buenos Aires a Lima, Alonso Carri de la Vandera-, publicado en 1773, y ElPeriquillo Sarniento, del mexicano Jos Joaqun Fernndez de Lizardi, indiscutiblemente lamejor de sus obras de ficcin, rica en episodios que legtimamente pueden entrar, por sueficaz y tenso desarrollo, en el mbito del cuento.

    En la no abundante -que sepamos hasta el momento27- narrativa de la poca colonial,an si incluimos obras influidas por laDiana de Montemayor, comoEl Siglo de Oro en lasselvas de Erfile (l608), de Bernardo de Balbuena, yLos sirgueros de la Virgen sin originalpecado concebida (1620), del mexicano Francisco Bramn, o El Pastor de Nochebuena(1644) de Juan de Palafox y Mendoza, o an las influidas por los Sueos de Quevedo, comoLa portentosa vida de la Muerte, del mexicano fray Joaqun Bolaos, y El Sueo deSueos de su compatriota Jos Mariano Acosta Enrquez, ambas de fines del siglo XVIII,la 191 narrativa colonial est representada en su aspecto ms valioso por las obrascitadas Por encima de las inevitables influencias peninsulares de gnero y estilo, ellas secaracterizan, autnomamente ya, como intrpretes de una bien determinada realidad yexpresin de una sensibilidad nueva.

    Entre mito y leyenda, cuento popular y examen a veces descarnado, impiadoso otrashumorstico, de la aventura humana, del vivir cotidiano, la narrativa colonial -porque ashay que llamarla- sienta las bases para la narrativa romntica, que ser la del cuadro decostumbre, de la estampa. Escribe Luis Leal28que en la crnica la historia verdadera y lahistoria fingida llegan a confundirse hasta el punto de que a veces es difcil deslindar la unade la otra y que los relatos incrustados en las crnicas -Pupo Walker hablar, mejor,como hemos dicho, de ficcin intercalada29- pueden clasificarse como fantsticos,sobrenaturales, humorsticos, histricos y populares, debido a que la credulidad es generalen el perodo, evidente por el gran nmero de milagros, supersticiones, visiones, profecas,hechiceras, encantamientos y alucinaciones que encontramos en los escritores de lapoca30. Un extenso material lo proporcionaba para ello la realidad con la que el escritorviva en contacto. De aqu que su inspiracin fuera inmediata. Prosigue Luis Leal:

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    Los cronistas, que asumen en esa poca la funcin decuentistas, toman su material no precisamente de la temticaespaola sino de la realidad circunstante, lo que le da a este tipode relato novelesco una originalidad sorprendente31.

    Es el caso, por citar un solo ejemplo, de la narracin, verdadero cuento, intercalada enel captulo VIII, primer libro de los Comentarios Reales, donde se trata de la Historia dePedro Serrano, verdadero precursor de Robinson.

    Con la obra de Jos Joaqun Fernndez de Lizardi se realiza la soldadura entre el sigloXVII y las expresiones de la Independencia americana. Un siglo entero, el XVIII,transcurre sin mayor importancia en la narrativa de la Amrica hispana. El afn de laIlustracin y la preparacin ideolgica de la guerra por la independencia dejan a un lado laficcin. La crisis de la Colonia se hace ms aguda, entre asaltos de piratas y rebeliones

    internas. Un natural desorden lo favorece la gran distancia de la madrepatria, yencarnizadas rivalidades determina el predominio de los peninsulares en los cargospblicos y oficiales. Francia, Holanda, Inglaterra acaban por romper el monopolio espaolsobre Amrica e instalan colonias propias. Rivalidades entre poder poltico y poderreligioso 192 inquietan grandemente la vida de los virreynatos32. En 1780 JosGabriel Tpac Amaru se levanta en armas en el Per, con sesentamil indios, mestizos ycriollos. Esta unin de razas es significativa. La captura y muerte del rebelde no resuelveel conflicto. De Francia empezaban a entrar ya las ideas de Voltaire y de Rousseau, demodo que la crisis colonial se hace ms aguda entre final del siglo XVIII y comienzos delnuevo. En 1776 el ejemplo de la rebelin de las colonias inglesas en el norte de Amricahaba sido un gran aliciente. La lucha por la libertad ocupa todo el perodo indicado y a ella

    aporta su contribucin indirecta, adems de la Revolucin francesa, el perodo napolenico,la entronizacin en Espaa de Jos Bonaparte y la resistencia, que organiza no slo la Juntade Cdiz sino el pueblo directamente, contra los franceses.

    Ms que a la ficcin la literatura hispanoamericana atiende a la proclama, imbuida porla lectura de la Declaracin de los derechos del hombre, que traduce en 1794 elcolombiano Antonio Nario, y el Contrato socialde Rousseau.

    En un Mxico inquieto, al ocaso ya del poder virreynal, escribe Lizardi su obramaestra, El Periquillo Sarniento (1816), a la que siguen Don Catrn de la Fachenda yLaQuijotita y su prima. Anacrnicamente, el siglo XX se inaugura, en el mbito de la ficcin,

    con un gnero, el picaresco, ya bien muerto en Espaa, donde la Vida, de Diego TorresVillarroel, y el Fray Gerundio de Campazas, del jesuita Francisco de Isla, cierrandefinitivamente el ciclo, que siglos despus, es verdad, remozar Po Baroja33. UnPeriquillo haba aparecido siglo y medio antes del de Lizardi en la pennsula, El Periquillo,el de las gallineras (1668), de Francisco Santos. Pero elPeriquillo mexicano nada tiene quever con el Periquillo espaol: novela de escaso valor la de Santos, gran novela la deLizardi, que rescata por invencin y por observacin atenta de la realidad mexicana todo unsiglo de silencio de la narrativa hispanoamericana, en un estilo nervioso, nuevo,

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    extraordinariamente expresivo, con un anhelo entusiasta hacia la libertad, ya propagandadapor el escritor, en aos anteriores, desde las pginas de El Pensador Mexicano, ynuevamente, despus, en mltiples hojas y folletos, contra el absolutismo de Fernando VII,hasta la lograda independencia.

    ConEl Periquillo Sarniento la narrativa de Amrica da un gran paso adelante. Prontose difunde el costumbrismo: Serafn Estbanez Caldern, Ramn de Mesonero Romanos yMariano Jos de Larra son los autores favoritos, con especial inclinacin hacia el tonocrtico y reflexivamente partcipe de Larra, anticipando mucho de la postura crticamoderna34. Escribe Luis Leal:

    193De la simple pintura se pasa a la crtica acerba de los

    malos gobiernos, del atraso social, del estado de miseria en quese deja vivir al pueblo. Desde el punto de vista literario elcuadro de costumbres es de importancia debido a que con

    frecuencia se convierte en cuento. El autor, de momento, seolvida de que est pintando un cuadro real y da nfasis a loficticio. El desplazamiento del propsito, que pasa de la pinturade un simple cuadro de costumbre al desarrollo del argumento yal inters en el elemento dramtico, convierte al simple cuadroen verdadero cuento35.

    Desechar al cuento costumbrista por su apego a una visin superficial de la realidad noes posible, en muchos casos, por lo que se refiere a Hispanoamrica. Distinta es la situacin

    con respecto a Espaa; la libertad recin alcanzada, una sociedad en bulliciosa y rpidatransformacin, la aparicin de los primeros caudillos, las luchas entre bandos polticosopuestos, hace del cuento hispanoamericano algo fundamental en la historia viva delcontinente. Es el caso de El matadero (1838), del argentino Esteban Echeverra. Con estecuento largo, dursima acusacin contra Rosas, se afirma un Romanticismo de participaciny combate; desordenado en su organizacin como ficcin y truculento, pero vivo porgenerosa participacin humana, bien interpreta el clima poltico.

    Diferente es el costumbrismo de un Ricardo Palma o de un Ignacio ManuelAltamirano. El primero evocador de escenas y personajes de un pasado ms o menoslejano, ms o menos verdadero o legendario, con sorna e irona, con cierto humor apacible

    y hasta, a veces, con fina fruicin sensual o descubiertamente ertica. En cada una de lasTradiciones peruanas se trata de un cuadro donde la ficcin es prevalente; una narracinsiempre interesante, viva, realizada con artificios tcnicos novedosos y un estilopersonalsimo, constantemente atractivo, de gran maestro, modelo para muchos otrosescritores.

    Gran intensidad dramtica da a sus creaciones el mexicano Jos Mara Roa Barcena,explorador sabio de leyendas. Se ha hablado, con relacin a este escritor, de un Poe

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    mexicano y la verdad es que con Roa Barcena el cuento hispanoamericano alcanza madurezy modernidad. La segunda etapa del Romanticismo, a la que pertenecen Palma y RoaBarcena, se revela ms segura de s, de los medios tcnicos que se necesitan para laconstruccin de un cuento verdadero y se inclina hacia una investigacin psicolgica.

    Un sinnmero de autores escribe ya cuentos en todos los rincones del continenteamericano. Entre ellos el cubano Cirilo Villaverde, ms conocido por su novela CeciliaValds (1839), los mexicanos Justo Sierra, Ignacio Rodrguez Galvn y Manuel Payno, elecuatoriano Juan Len de Mera, autor de la novela Cumand (1871), el boliviano EduardoWilde, otros muchos36. Destacar al 194 mexicano Vicente Riva Palacio, autordinmico en los Cuentos del General (1896), y al ya citado Ignacio Manuel Altamirano,narrador mexicano de fama, especialmente por sus novelas Clemencia (1869) y El Zarco(1886), pero autor tambin de cuentos y de una finsima narracin, La Navidad en lasmontaas (1871). Por su refinada sensibilidad Altamirano ejerci notable influencia sobrelos narradores de su pas, entre ellos el mismo Manuel Gutirrez Njera. Una tcnica segurase une a la viva sensibilidad y al don de captacin de matices, sea por lo que se refiere alpaisaje, sea a los personajes, que viven en sus pginas por sus conflictos.

    A la tendencia romntica costumbrista sucede, entre fines del siglo XIX y comienzosdel XX una serie de tendencias nuevas, en primer lugar la realista y la naturalista. El mismoAltamirano, liberado del romanticismo sentimental -recordemos la obra maestra delmomento, Mara (1868), del colombiano Jorge Isaac-, es ya un escritor realista. Almovimiento presta su ayuda, ciertamente, en un primer momento, la tendencia indigenista,que se desarrolla especialmente con Juan Len de Mera en el Ecuador, Eligio Ancona enMxico, Alejandro Magarios Cervantes en el Uruguay, Manuel de Jess Galvn en SantoDomingo y sobre todo con Clorinda Matto de Trner, autora famosa de Aves sin nido(1889), en el Per. El primitivo indianismo vive entre folklore y participacin generosa.Significa, de cualquier modo, un paso importante hacia el realismo, reaccin alpintoresquismo en la Trner, para la tratacin de agobiantes problemas del vivir americano.

    Balzac y Maupassant, Alarcn, Pereda y Prez Galds son los autores que influyendecididamente sobre el realismo en Amrica. La sociedad hispanoamericana se hatransformado con bastante rapidez. La economa, de rural se ha vuelto, en parte, industrial.Las capitales hispanoamericanas se transforman en grandes hormigueros, donde vive unahumanidad cada vez ms marginada por las diferencias de clase y la miseria. El chilenoAlberto Blest Gana es el escritor que ms relieve da al realismo en la novela, inspirndoseen la balzaciana Comedie Humaine, con obras como Martn Rivas (1862), Durante laReconquista (1897) yLos trasplantados (1904). En el mbito del cuento destacan autorescomo los mexicanos Jos Lpez Portillo, Rafael Delgado y sobre todo el colombianoToms Carrasquilla, autor de novelas notables, entre ellas Grandeza (1910) yespecialmente La marquesa de Yolomb (1928), adems de logrados cuentos, donde laevocacin del paisaje y las costumbres de su pas se ala a la fina sensibilidad con que captasituaciones de honda humanidad, a las que contribuye, en el mbito expresivo, el recursosapiente al habla popular.

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    La novela y el cuento se cultivan ya en toda la Amrica de habla castellana, con xitosi no siempre extraordinario muchas veces notable. Entre los muchos autores realistasrecordaremos an al puertorriqueo Manuel Zeno Ganda, fundador de la novela en su pas.

    195

    Realismo y naturalismo acaban por confundirse en una suerte de realismo,naturalista, como lo llama Alegra37. Con el chileno Baldomero Lillo el realismo e inclinadecididamente hacia el naturalismo. A Balzac se sustituye pronto, cual numen inspirador,Zola y, en medida menor, Dostoewsky. Los zolianos hispanoamericanos ahondan en elexamen de la psique humana y de las condiciones ms negativas de la sociedad. Unaacentuada finalidad redentora, de rescate, anima al escritor, no inspirada, como bien notaAlberto Zum Felde38, por sentimiento religioso alguno, pues la jerarqua es, como en elmbito realista, blanco frecuente de crtica y condena. Entre las novelas del naturalismo haquedado famosa Santa (1903), del mexicano Federico Gamboa, inspirada en Nana, pero, ami parecer, fundamentalmente falsa y ambigua, ms bien motivada por un prurito ertico,disfrazado bajo una capa de falso moralismo39.

    Baldomero Lillo es ms sincero, ms vigoroso como escritor, partcipe humanamente,en narraciones de notable relieve, como las reunidas en Sub terra (1904) y en los Relatospopulares, recogidos pstumamente, en 1942. Su gran novela fue Casa grande (1908).

    Entre realismo y naturalismo se desarrolla tambin el tema gauchesco, afirmado en lapoesa sobre todo por el xito del poema de Jos Hernndez,Martn Fierro. En la narrativainaugura el gnero el argentino Eduardo Gutirrez, pero es el uruguayo Eduardo AcevedoDaz quien, en su triloga,Ismael(1888), Nativa (1890) y Grito de gloria (1893), da al temael aporte mayor. Su influencia se har sentir todava en la obra de Enrique Larreta y deCarlos Reyles.

    En el cuento de tema gauchesco descuellan el uruguayo Javier de Viana, escritorabundante, y el argentino Roberto J. Payr, autor de numerosa obra tambin. Ambosnarradores ahondan en el examen de la sociedad con afn crtico exitoso, como lo hacePayr en los Cuentos de Pago Chico (1908) y una serie extensa de ttulos. Javier de Vianaes autor particularmente dueo de su oficio de narrador, a lo menos en una primera poca,anterior a su quiebra econmica, y representada por la novela Gaucha (1899), los libros decuentos Campo (1896) y Gur (1901). Ms apresurada es la produccin recogida enMacachines (1910) Lea seca (1911) y Yuyos (1912), debido al afn de reunir medioseconmicos para salir de apuros. De Viana se vea obligado a escribir cuentos sin parar, quepublicaba en revistas y peridicos. Su primera etapa revela a un narrador maduro,analtico y moroso -segn escribe exactamente un crtico-40, que elabora 196 cuidadosamente su materia y se toma todo el tiempo y el espacio que un pausadonarrar requiere. Su equilibrio destaca, si lo comparamos con la irruencia y la pasionalidadde Payr, discpulo entusiasta de Zola en la tendencia a tratar fuertes pasiones, de amor ycelos, odio y muerte.

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    Al naturalismo se adscriben varios narradores en todos, o casi, los paseshispanoamericanos, entre ellos Luis Orrego Luco, chileno, Carlos Reyles, uruguayo, y elcostarricense Manuel Gonzlez Zeledn.

    Un gran cambio significa para la narrativa hispanoamericana el Modernismo, aunque,

    cronolgicamente, el realismo naturalista y la nueva tendencia esttica conviven. Con elModernismo una sensibilidad nueva se impone y con ella un nuevo estilo. Como en elmbito potico, el cuento manifiesta atencin acentuada por los matices, sea en lo anmicoque en la representacin de la realidad. Abierto a nuevas experiencias, que proceden de lalectura de escritores franceses contemporneos, especialmente de prosistas como losGautier y Loti, de los italianos como D'Annunzio, pero tambin de autores germnicos, asugestiones musicales que proceden sobre todo de Wagner, la expresin de la narrativahispanoamericana se afina sensiblemente, se enriquece con cromatismos refinados,adquiere musicalidad y valor plstico. La observacin del mundo ahonda en el detalle; laspasiones se tien de erotismo sutil, de abierta sensualidad, maestros, adems de Loti, PierreLouis y D'Annunzio. Los personajes son estudiados con atencin. Cierto, exotismo, deinspiracin y direcciones varias, matiza los distintos escritos. La mujer es considerada confruicin golosa, como una fruta codiciada, hecha ms apetecible por el artificio.

    Finalidad de la prosa modernista es la realizacin de un momento artsticoperfectamente logrado, al cual contribuye hasta lo sagrado, proyectado en una dimensinprofana. Representa, el movimiento, una suerte de evasin del mundo real hacia atmsferasde refinamiento y hermosura, reinos de una belleza divinamente sensual y artificiosa, aveces perversa, o bien hacia regiones mticas medievales, donde reina el misterio, sagasinspiradas en la msica wagneriana, escalofriantes mbitos donde dominan lo desconocidoy la muerte.

    Aparentemente superficial, la postura del escritor modernista rechaza el compromisocon el mundo, del cual sufre intensamente, en realidad, el lmite, la vulgaridad. Su refugioson las atmsferas raras, ambientes y paisajes refinados, donde el arte ennoblece lasmansiones, forma el decorado precioso de gabinetes y salones. Domina un exacerbadoindividualismo.

    Con estas orientaciones es inevitable que el cuento asuma, en el Modernismo, unadimensin artstica preponderante. La conciencia de estilo har que en los mejores artistasno se malogre la intencin de renovar, desde sus cimientos, la prosa hispanoamericana.

    Manuel Gutirrez Njera, mexicano, es el iniciador del cuento modernista: en Cuentosfrgiles (1883) y Cuentos color de humo, publicados despus de su 197 muerte en1898; l da vida a una prosa de gran refinamiento verbal, que se transforma no en huecoejercicio retrico, sino en vehculo de finas sensaciones, colores, msica, belleza.

    Los iniciadores del Modernismo, Casal y Mart entre ellos, tambin escriben prosa, yalgunos narraciones. El ms dotado narrador modernista, sin embargo, con GutirrezNjera, es Rubn Daro, colaborador a varios peridicos y revistas. El valor y el significadorevolucionario de su poesa ha dejado bastante en la sombra su prosa creativa. Cuentosaparecen ya en Azul (1888): breves, elegantes tersos, perfectamente construidos. Su

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    entusiasmo por Edgar Allan Poe lo lleva pronto a la investigacin del drama y el misterio, ala creacin de atmsferas de gran intensidad fantstica. Como l, el argentino LeopoldoLugones cultivar y desarrollar esta tendencia, logrando resultados de intenso suspenso enLas fuerzas extraas (1906), donde lo fantstico se mezcla con elementos precursores delrelato de ciencia-ficcin. La tensin para captar dimensiones y presencias que viven ms

    all de la realidad y de la percepcin humana califica a Lugones, no menos que a Daro,como curioso de conocimientos secretos ms all de la superficie de lo real. La prosa deLugones resulta ms tensa, ms capaz de comunicar una expectativa dramtica; la de Daroes ms suave, ms fina, delicada, abierta a palpitantes sensaciones, menos vigorosa.

    Resultados particulares el Modernismo dio en algunos pases hispanoamericanos,como Venezuela, por nmero y calidad de artistas. Manuel Daz Rodrguez es uno de ellosy de los ms notables. Autor de Cuentos de colores (1899), y de otros numerosos, ms tarderecogidos con la novela Peregrina (1921), cultiva, a travs del color, un singularsimbolismo. En el primer libro la tensin aparece escasa; mayor fuerza dramtica seencuentra en los ltimos cuentos.

    Las huellas refinadas de Manuel Gutirrez Njera las sigue en Mxico el poeta, ycuentista, Amado Nervo, gran admirador de la obra de su compatriota. Modernista, sin porello rechazar notas transparentes de realismo, Nervo hace uso de una viva imaginacin,como puede apreciarse en los cuentos reunidos en los libros, todos publicados despus desu muerte, Cuentos misteriosos (1921), yMaana del Poeta (1938). Igualmente modernistafue el chileno Augusto d'Halmar, en los cuentos reunidos en La lmpara y el molino(1914), sin rechazar el realismo, un realismo inclinado hacia el naturalismo, al cual dio unade sus mejores novelas,Juana Lucero (1902).

    Numerosos fueron los escritores hispanoamericanos que participaron del Modernismo,entre ellos el argentino Ricardo Giraldes, autor de una de las ms relevantes novelas delsiglo XX, Don Segundo Sombra (1926), narrador de escaso mrito en los Cuentos demuerte y de sangre (1915), y su compatriota Macedonio Fernndez, inclinado hacia lanarracin psico-fantstica, bastante tarde valorizado, sobre todo por mrito de Borges.

    El influjo del Modernismo no deja de ejercitarse, en los primeros decenios de sigloXX, en la narrativa hispanoamericana, que va asumiendo matices nuevos. 198 En lacorriente psico-filosfica, por ejemplo, en la que destacan personalidades como el chilenoEduardo Barrios y el argentino Eduardo Mallea, autores respectivamente, hacia la mitad delos aos veinte, de la novelaEl nio que enloqueci de amor(1925) y de los Cuentos parauna inglesa desesperada (1926). Pero ya haba dado narraciones extraordinarias, en unmatiz definido psico-zoolgico, el guatemalteco Rafael Arvalo Martnez, en El hombreque pareca un caballo (1915), y toda su obra de originalsimo cuentista el uruguayoHoracio Quiroga. En una larga serie de ttulos, que van de los Cuentos de amor, de locura yde muerte (1917) hasta los Cuentos de la selva (1918) y su realizacin maestra,Anaconda(1921), Quiroga, mientras atesora las enseanzas de estilo modernistas, la fina sensibilidad,vuelve a lo americano, a la naturaleza y a los problemas psicolgicos del hombre. Labelleza del paisaje, su fuerza dramtica, reflejan constantemente hondas y a vecesesquizofrnicas tensiones humanas, en decidida insistencia hacia un desarrollo trgico,destino que domina la vida misma, familiar y personal, del escritor.

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    Modernismo y realismo perduran en los primeros decenios del siglo XX. Temticasdel pasado tendrn, en ocasiones, sus mejores desarrollos precisamente ahora: es el caso dela novela gauchesca, en autores como el citado Giraldes y el uruguayo Carlos Reyles, y dela novela indianista, que alcanza su cumbre en Raza de bronce (1919), del bolivianoAlcides Argedas, Huasipungo (1934), del ecuatoriano Jorge Icaza, El mundo es ancho y

    ajeno (1941), del peruano Ciro Alegra y, ms tarde, ya dentro de la llamada nuevanovela, en Los ros profundos (1958) y Todas las sangres (1964), del tambin peruanoJos Mara Argedas.

    La vuelta a lo americano da resultados relevantes en numerosos escritores criollistas,como el chileno Mariano Latorre, autor de Cuentos del Maule (1912), y el peruano EnriqueLpez Albjar, denunciador de la violenta condicin del hombre en los Cuentos andinos(1920) y valorizador del paisaje. Tambin criollista fue el peruano Ventura GarcaCaldern, autor de La venganza del cndor (1921) y de narraciones antes escritas ypublicadas en francs -Couleur de sang (1931), Sang plus la vie (1933)-, ms tarde editadasen castellano, bajo el ttulo de Cuentos peruanos (1949).

    Igualmente atencin a lo americano dirige el venezolano Rmulo Gallegos, autor decuentos, en su primera poca, de marcado realismo, recogidos en Los aventureros (1913) yCuentos venezolanos, reunidos, stos, tardamente, en 1949. Lo anteceden, en el mbito delcriollismo, en su mismo pas, escritores como Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, RufinoBlanco Fombona -luego modernista- y Jos Rafael Pocaterra.

    Un grupo de escritores ecuatorianos, conocido como el Grupo de Guayaquil, del queforman parte Jos de la Cuadra, Enrique Gil Gilbert, Demetrio Aguilera Malta, JoaqunGallegos Lara, da vida a un renovado realismo, con implicaciones mgicas en AguileraMalta, tanto que en su primera obra, Don 199 Goyo (1933), pueden fundarse loscomienzos del realismo mgico, al cual dar Asturias categora, en cuentos y novelas, lomismo que el cubano Alejo Carpentier con su teora de lo real maravilloso, aunque condistinto matiz. Los que se van (1930) es el libro colectivo de cuentos del Grupoguayaquileo.

    Del realismo, remozado en los aos treinta, ms o menos, del siglo XX, parte la granliteratura comprometida, que ve en El Seor presidente (1946) -ya terminado en 1932- sutexto ms relevante. Anteriormente, la Revolucin mexicana de 1910 haba dado origen auna floreciente literatura sobre el tema, que encabeza Mariano Azuela con su novela Los deabajo (1910), pero que tendr su mximo desarrollo con El guila y la serpiente (1928) yLa sombra del caudillo (1929), del tambin mexicano Martn Luis Guzmn, y las obras desus compatriotas Gregorio Lpez Fuentes y Rubn Romero. La corriente llegar hasta lanueva novela, con los cuentos de El llano en llamas (1953) y la novela Pedro Pramo(1955), de Juan Rulfo, pero la gran novela de la revolucin mexicana, despus de Los deabajo, serLa muerte de Artemio Cruz(1962), de Carlos Fuentes.

    Larga sera la mencin de matices y nombres en los primeros decenios del siglo XX enel mbito de la narrativa hispanoamericana. Proliferan en ella las tendencias. De 1924 a1940-45, ms o menos, cuando se verifican los primeros sntomas de rebelin hacia elpasado inmediato, aparecen los textos ms significativos de la novela y el cuento

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    hispanoamericano del nuevo siglo. Cuentistas son los grandes novelistas, en muchasocasiones, como Gallegos, Asturias, Arlt, Carpentier. Prestigiosos nombres se aaden alconocido de Salvador Salazar Arru -Salarru-, salvadoreo, como los de los argentinosBorges y Bioy Casares. Mltiples tendencias se dan frecuentemente, es natural, en unmismo autor, segn su evolucin. Grandes nombres como los mencionados llegarn a

    dominar la narrativa hispanoamericana.Nuevas lecturas, de autores europeos y norteamericanos -Kafka, Proust, Mann, Gide,

    Joyce sobre todo, Faulkner, Dos Passos, Hemingway, sin olvidar a los italianos Pavese,Vittorini, Moravia, Calvino-, abren perspectivas inditas en la novela y el cuento41. De larebelin hacia los padres saldrn los grandes escritores de la renovacin narrativa enAmrica, los de la nueva ola o del boom: Gabriel Garca Mrquez, Mario VargasLlosa, Juan Carlos Onetti, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Julio Cortzar...