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RESUMEN Los objetos de estudio de la sociología se configuraron cuando las poblaciones estaban orga- nizadas predominantemente como nación, los sistemas políticos como Estados, las clases sociales en modos de producción y las prácticas simbólicas en campos artísticos, literarios y científicos. El texto examina cómo el concepto de campo cultural, desarrollado por Pierre Bourdieu, ha sido rebasado por la mercantilización de la producción artística y literaria y por las alianzas empresariales y los procesos multimedia (cine, televisión, música y vídeo). También desde el punto de vista del consumo se articulan las prácticas combinadas de lec- turas, espectadores e internautas. Otro concepto cuyo sentido ha cambiado es el de nación, debido a la reorganización de los mercados transnacionales y las migraciones. ¿Se puede abarcar estos cambios pasando de los conceptos referidos al orden a otros que permiten cap- tar la circulación? Se discuten las corrientes que han propuesto el nomadismo, las redes y la desterritorialización (Maffesoli, Latour) como líneas de reestructuración de teoría social. Palabras clave: campo cultural, globalización, nación, redes, teoría. ABSTRACT Sociology’s objects of study were configured when the populations were organized mostly as nations, the political systems as States, the social classes in modes of production and the sym- bolic practices in artistic, literary and scientific fields. This paper examines how the concept of Sobre objetos sociológicamente poco identificados* About less identified sociologically objects NÉSTOR GARCÍA CANCLINI Universidad Autónoma Metropolitana — Iztapalapa (México) Departamento de Antropología Apdo. postal 65532 México D.F. RES nº 9 (2008) pp. 45-60 * Este texto fue la base de la conferencia de clausura del IX Congreso Español de Sociología. Barcelona, 13-15 de Septiembre de 2007. 13198 / Revista 9 (F) 26/6/08 16:40 Página 45

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antropologia social

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  • RESUMEN

    Los objetos de estudio de la sociologa se configuraron cuando las poblaciones estaban orga-nizadas predominantemente como nacin, los sistemas polticos como Estados, las clasessociales en modos de produccin y las prcticas simblicas en campos artsticos, literariosy cientficos. El texto examina cmo el concepto de campo cultural, desarrollado por PierreBourdieu, ha sido rebasado por la mercantilizacin de la produccin artstica y literaria y porlas alianzas empresariales y los procesos multimedia (cine, televisin, msica y vdeo).Tambin desde el punto de vista del consumo se articulan las prcticas combinadas de lec-turas, espectadores e internautas. Otro concepto cuyo sentido ha cambiado es el de nacin,debido a la reorganizacin de los mercados transnacionales y las migraciones. Se puedeabarcar estos cambios pasando de los conceptos referidos al orden a otros que permiten cap-tar la circulacin? Se discuten las corrientes que han propuesto el nomadismo, las redes y ladesterritorializacin (Maffesoli, Latour) como lneas de reestructuracin de teora social.

    Palabras clave: campo cultural, globalizacin, nacin, redes, teora.

    ABSTRACT

    Sociologys objects of study were configured when the populations were organized mostly asnations, the political systems as States, the social classes in modes of production and the sym-bolic practices in artistic, literary and scientific fields. This paper examines how the concept of

    Sobre objetos sociolgicamentepoco identificados*

    About less identified sociologically objects

    NSTOR GARCA CANCLINIUniversidad Autnoma Metropolitana Iztapalapa (Mxico)

    Departamento de AntropologaApdo. postal 65532

    Mxico D.F.

    RES n 9 (2008) pp. 45-60

    * Este texto fue la base de la conferencia de clausura del IX Congreso Espaol de Sociologa. Barcelona, 13-15de Septiembre de 2007.

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  • cultural field, developed by Pierre Bourdieu, has been over passed by the merchandising of theartistic and literary production, for the enterprise alliances and multimedia process (cinema,television, music and video). Also from the consumerism point of view the combined practicesof lecture, viewers and internauts are articulated. Nation is other concept that has changed itssense because of the reorganization of the transnational markets and migration. Is it possibleto embrace these changes by moving from referred concepts as order into others that catches thecirculation? Theories that had proposed nomadism, nets and desterritorialization are discussed(Maffesoli, Latour) as reestructuration lines of the social theory.

    Keywords: cultural field, globalization, nation, networks, theory.

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  • Las ciencias sociales se hicieron investigando empricamente los procesos sociocultura-les y clasificndolos con conceptos que intentaban mostrar ordenado el mundo: las poblacio-nes estaban organizadas como naciones, los sistemas polticos como Estados, las clasessociales en modos de produccin, las prcticas simblicas en campos artsticos o cientficos.Lo que llamamos crisis de la modernidad es, en parte, la experiencia de lo que sucede cuan-do esos contenedores y clasificaciones no saben qu hacer con nuevos procesos.

    Voy a referirme a algunas incertidumbres que genera la reconfiguracin de los objetos deestudio: a) el desdibujamiento de los campos culturales por la reestructuracin que les impo-nen las reglas industriales de produccin y la convergencia tecnolgica; b) el debilitamientode las naciones debido a la mundializacin de los mercados, la fuga del poder poltico de laesfera de los Estados, las migraciones masivas y los hbitos culturales e imaginarios que semultiplican fuera de la contencin nacional. De todos estos cambios, que generan nuevosOSPIS, o sea objetos sociolgicamente poco identificados, elijo concentrarme en dos: losprocesos que no pueden abarcarse con la nocin de campos culturales y los movimientosmigratorios que crean redes transnacionales.

    1. LA PRODUCCIN CULTURAL DESBORDA LOS CAMPOS

    Uno de los recursos conceptuales de la sociologa de la cultura que tuvo ms poder explica-tivo en la segunda mitad del siglo XX la concepcin de Pierre Bourdieu sobre la autono-ma de los campos culturales es cada vez menos aplicable. Sigue siendo productivo hablarde campos artsticos y cientficos para describir lo que ocurri entre los siglos XVIII y XXcuando se crearon universidades modernas, museos y galeras donde las investigacionescientficas y las obras de arte fueron siendo valoradas sin las coacciones que les impona elpoder poltico o religioso antes de la modernidad. Los salones literarios y las editoriales reor-denaron tambin la prctica de los escritores. La consagracin de las obras pas a ser confe-rida por agentes especficos: editoriales, crticos y lectores.

    La independencia conquistada por las artes y la literatura justificaba la autonomametodolgica de su estudio. A diferencia de quienes deducan el sentido de las obras delmodo de produccin o del origen de clase del autor, Bourdieu considera cada campo cul-tural regido por leyes propias. Mondrian o Strawinsky estaban condicionados, ms quepor la estructura global de la sociedad, por el sistema de relaciones que establecan losactores vinculados con la produccin y circulacin de las obras: artistas, crticos, museos,teatros, galeras y pblicos. Para estudiar sociolgicamente el arte, la literatura o la cien-cia haba que examinar cmo se haba constituido el capital cultural de cada campo ycmo los actores especficos luchaban por su apropiacin. Las disputas por apoderarsedel capital artstico o cientfico genera batallas, pero esa competencia tiene mucho decomplicidad, y a travs de ella tambin se afirma la creencia en la autonoma del campo.Cuando en las sociedades modernas un poder extrao al campo la Iglesia o el Go-bierno quiere censurar una exposicin o un libro de ciencia, los artistas y los cientfi-cos suspenden sus enfrentamientos para aliarse en la defensa de la libertad expresivao de investigacin.

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  • Pero el laicismo y la independencia poltica que sostuvieron la independencia de los cam-pos culturales han perdido fuerza debido al avance de otros procesos. La tendencia a mer-cantilizar la produccin cultural, masificar el arte y la literatura, y ofrecer los bienes cultu-rales por varios soportes a la vez (por ejemplo, el cine no slo en salas sino en televisin yvideo), quita autonoma a los campos culturales. La fusin de empresas acenta esta inte-gracin multimedia y la somete a criterios de rentabilidad comercial que prevalecen sobre lasbsquedas estticas. Uno de los ejemplos ms citados es el de Time: dedicada a mediosimpresos, se uni al megaproductor audiovisual Warner. Convertidos, as, en los mayoresfabricantes de espectculos y contenidos (Time-Warner), se aliaron en 2000 con los mega-proveedores de Internet (AOL). Por otra parte, la empresa Cobis Corporation, de Bill Gates,al comprar ms de veinte millones de imgenes fotogrficas, pictricas y de diseos agregaa su control digital de la edicin y transmisin el manejo exclusivo de una enorme parte dela informacin visual sobre arte, poltica y guerras. Luego, estas corporaciones concentran lacapacidad de seleccionar e interpretar los acontecimientos histricos.

    Andr Schiffrin, en su estudio La edicin sin editores, crnica de la cada de PantheonBooks y otras casas estadounidenses, ha documentado el desvanecimiento de la autonoma delcampo editorial. La concentracin de las editoriales clsicas en grupos empresariales maneja-dos por gestores del entretenimiento masivo lleva a publicar menos ttulos (slo los de altatirada) y tiende a eliminar los que se venden lento, aunque lleven aos en catlogo, sean valo-rados por la crtica y tengan salida constante. Los nuevos dueos exigen al mundo editoriallibros que den tasas de ganancia semejantes a sus negocios en televisin o electrnica.

    Es cierto que aun las industrias editoriales que valoran el tiraje necesitan eufemizar suinters por acumular utilidades econmicas dando importancia al valor simblico. Bourdieu,que desarroll este argumento al final de su vida, en un texto de 1999, donde analiz larevolucin conservadora en la edicin, reconoci cmo declinaban los editores heroicosy avanzaban los publishers y el populismo literario, los editores que no saben leer,saben contar. Se ocup de editores como Bernard Fixot, que transplantaban a Francia elsistema estadounidense, en el que las editoriales estn frecuentemente en las manos de gru-pos que no tienen nada que ver con la edicin, es decir, bancos, sociedades petroleras, com-paas generales de electricidad (P. Bourdieu, 1999: 245). Vea an a las grandes editoriales,como Gallimard, con conductas de noble en decadencia, intentando combinar estrategiasde modernizacin atemperada, audacias y descubrimientos. Us el anlisis sociolgi-co para sostener una resistencia a las fuerzas del mercado, esperanzado en los pequeoseditores, que, enraizados en una tradicin nacional de vanguardismo inseparablemente lite-rario y poltico (manifiesto tambin en el dominio del cine), se constituyen en los defenso-res de los autores y de las literaturas de investigacin (P. Bourdieu, 1999: 263).

    Este proceso fue adelgazndose en los aos recientes, a medida que muchas casas edito-ras, como Gallimard en Francia, Sudamericana en Argentina y varias editoriales histricasen Espaa fueron compradas por grupos econmicos dispuestos a pagar altas sumas por elprestigio de sus autores, a los que despus dejaron en el catlogo o expulsaron segn su ndi-ce de ventas.

    Los compromisos entre los campos culturales, econmicos y tecnolgicos no se deben sloa la reestructuracin de los mercados y la fusin de empresas procedentes de ramas productivas

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  • distintas. Es tambin resultado del proceso de convergencia digital y de la formacin de hbi-tos culturales distintos en lectores que, a su vez, son espectadores e internautas. La digitaliza-cin conjunta de textos, imgenes y todo tipo de mensajes que se van integrando en la televi-sin, el ordenador y el mvil est hacindose desde hace varios aos. Veremos en la pantallatelevisiva o del ordenador lo que ahora encontramos en los cines, en los diarios y libros, escu-chamos por telfono y en equipos de msica, o visitamos en museos y salas de concierto.

    Aun antes de que se generalice la convergencia digital y la consiguiente integracin mul-timedia, ya percibimos los cambios de hbitos culturales en quienes usan telfono mvily combinan en un solo aparato textos, imgenes y msicas. As como la fusin de empresaseditoriales, audiovisuales y electrnicas diluye la autonoma del campo literario, los camposartsticos y los campos mediticos, acerca la condicin de lector y la condicin de especta-dor a medida que vamos reconvirtiendo esas prcticas como internautas.

    La definicin de lo que significa ser lector en la sociologa de la cultura se ha hecho enel marco de una teora de los campos, ya sea en forma restringida como lector de literatura(Iser, Jauss), como destinatario del sistema editorial (Chartier, Eco). La nocin de especta-dor, si bien es ms difusa, fue especificada por los socilogos de la comunicacin al inves-tigar en campos especficos a los espectadores de cine, de televisin o de recitales de msi-ca. Cada uno, formado en una lgica diferente, moviliza disposiciones diversas cuando vaa ver una pelcula, a una sala de conciertos o enciende el televisor.

    En cambio, la nocin de internauta alude a un actor multimodal que lee, ve, escucha ycombina materiales diversos, procedentes de varios campos. Esta integracin de accionesy lenguajes ha reubicado a la institucin donde se aprendan las principales destrezas laescuela y redefine al campo educativo.

    La modernidad atribuy un papel clave en su desarrollo a la autonoma de la escuela y delos campos culturales y cientficos. Del rgimen totalitario de los saberes mticos y teolgi-cos pasamos a ciencias laicas que producen saberes especficos: conocimientos biolgicospara la naturaleza, sociales para lo social, polticos para el poder, y as con cada campo.

    Por qu hemos perdido esta elemental regla metodolgica, y por qu su abolicin hasido tan fcilmente aceptada? Las narrativas del siglo XX sugieren dos claves: el mundo seha vuelto ms complejo y ms interconectado. Las teoras que proponan relatos paraentender cmo se relacionaban los saberes especficos de cada campo la economa con laeducacin, y ambas con la cultura y el poder fueron incapaces de controlar los desrdenes(liberalismo clsico) o lo hicieron con un absolutismo a la larga ineficaz, que gener msdescontento que soluciones (el marxismo). Entonces llega otra teora que altera las expli-caciones del liberalismo, suprime la autonoma que ste reconoca a los campos y la inde-pendencia de las naciones, y propone una nueva comprensin de la complejidad. Lo hace conprincipios demasiado simples, como convertir todos los escenarios en lugares de compray venta. Si en la educacin, en el arte, en la ciencia y en la poltica ocurren procesos distin-tos del intercambio de mercancas, stos son manifestaciones accesorias, que se suponereductibles a lo que esos mbitos tienen de mercado.

    La educacin ha ido cediendo autonoma al disminuir la importancia de la escuela pbli-ca y laica, y crecer la enseanza privada, que con frecuencia subordina el proceso educativoa competencias de mercado, se preocupa ms por capacitar tcnicamente que por formar en

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  • competencias culturales. En vez de formar profesionales e investigadores para una sociedaddel conocimiento, se entrena a expertos disciplinados.

    Al mismo tiempo, la escuela ve reducida su influencia porque primero los medios masi-vos y recientemente la comunicacin digital y electrnica multiplicaron los circuitos de acce-so a los saberes y entrenamientos culturales. Aun la educacin formal ms abierta a la incor-poracin de medios audiovisuales e informticos ofrece slo una parte de los conocimientosy ocupa parcialmente las horas de aprendizaje. Los jvenes adquieren en las pantallas extra-curriculares otra formacin en la que conocimiento y entretenimiento se combinan. Tambinse aprende a leer y a ser espectador siendo televidente e internauta.

    Pero la oferta masiva de espectculos ofrece pocos criterios para seleccionar y jerarqui-zar, ni vamos a encontrarlos en la acumulacin incesante de pginas de Google o Yahoo. Lasenciclopedias digitales ni siquiera garantizan siempre la confiabilidad de su informacin. Esaqu donde aparece la pregunta acerca de qu tipo de renovacin del conocimiento y de lasuniversidades, con profesores entrenados en los nuevos lenguajes y destrezas, podra ayudara discernir el valor de la informacin y los espectculos, para pasar de la conectividad indi-ferenciada al pensamiento crtico.

    2. QU QUEDA DE LA NACIN: MERCADOS TRANSNACIONALES Y MIGRACIONES

    El conjunto de transformaciones que suele agruparse bajo el nombre de globalizacin es ledocomo un debilitamiento de las naciones, y a veces como anuncio de su futura desaparicin. Ladeslocalizacin de capitales de empresas sin que los Estados logren controlar sus movimien-tos, as como la remodelacin de hbitos culturales en funcin de bienes e imaginarios mun-dializados, quitan legitimidad a las explicaciones limitadas a los procesos nacionales. As comose ha dejado de hablar de una sociologa francesa, alemana o britnica, han perdido consisten-cia los apellidos nacionales para designar movimientos culturales: qued atrs la poca en quese hablaba de constructivismo ruso, la nueva novela francesa o el muralismo mexicano.

    Esta coincidencia entre ciencias sociales y artes me hace pensar que podemos aprendertericamente de las metforas propuestas por algunos artistas para representar la condicinpostnacional o de desnacionalizacin de las relaciones socioeconmicas y culturales. En unlibro sobre los imaginarios de la globalizacin encontr productivo partir de una obra deYukinori Yanagi: 36 banderas de diferentes pases, hechas con cajitas de plstico llenasde arena coloreada. Las banderas estn interconectadas por tubos dentro de los cuales viajanhormigas que van corroyndolas y confundindolas. Yukinori Yanagi realiz una primeraversin de esta obra en 1993 para la Bienal de Venecia. En 1994 la reprodujo en San Diego,en el contexto de la muestra de arte multinacional inSITE, con las banderas de pases de lastres Amricas. Despus de unas semanas, los emblemas se volvan irreconocibles. Puedeinterpretarse la obra de Yanagi como metfora de los capitales y los trabajadores migrantesque, al itinerar por el mundo, van descomponiendo los nacionalismos. Corresponde estanarrativa sobre los flujos a lo que el anlisis sociolgico registra?

    Efectivamente, los datos demogrficos y socioeconmicos muestran un debilitamiento delas estructuras nacionales. Si Ecuador, Mxico o Uruguay tienen del 15 al 20% de su poblacin

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  • en el extranjero, lo nacional no coincide ya con los territorios histricamente identificadoscon los nombres de esos pases. En Europa, Francia siente cuestionada su cohesin nacionaly su Repblica laica por los cinco millones de musulmanes que la habitan y el fracaso de laspolticas asimilacionistas; el Reino Unido cuenta con 1.600.000 musulmanes y Espaa supe-r ya el milln. Los ciudadanos ms lcidos no confunden islamismo con amenazas terroris-tas, pero tampoco est claro qu hacer con la proliferacin de centenares de mezquitas, otrosmodos de relacionar los derechos de los hombres y las mujeres, la poligamia y la resistenciaa usar en las escuelas vestimentas semejantes a las del resto de los nios.

    El pensamiento posmoderno propuso sustituir las naciones y los Estados nacionales por elnomadismo como objeto de estudio, y algunos socilogos se han dedicado a amontonar losdestierros, migraciones y expansiones tursticas para desacreditar lo nacional como contene-dor de la vida social y cultural. Michel Maffesoli dice que nos unira a todos hippies,freaks, indiani metropolitani, judos diaspricos y guaranes y Rolling Stones, exiliados y bus-cadores de viajes iniciticos una despreocupacin dionisaca por el maana, el gozo delmomento, el arreglrselas con el mundo tal cual es. Se necesita olvidarse de lo que tantostestimonios dramticos dicen sobre la interculturalidad para escribir en 1997 que deja de servlida la contraposicin entre una vida errante elitista la del jet set y la propia de lospobres la de la migracin en busca de trabajo o de libertad (M. Maffesoli, 2004: 142).

    La antropologa ha sido tambin permeable a esta exaltacin del nomadismo. Algunosautores colocan a los viajes, ms que a las identidades y las culturas locales, como objeto deltrabajo etnogrfico. James Clifford ha escrito que lo normal no sera ya preguntar: Dednde es usted?, sino De dnde viene y adnde va? (J. Clifford, 1999: 53).

    Esta perspectiva corre el riesgo de caer en un cosmopolitismo abstracto cuando idealizael poder liberador de cualquier deslocalizacin. Mirar el mundo como si lo ms habitualfuera mudarse se muestra exagerado cuando leemos informes como el de la Comisin sobrePoblacin y Desarrollo de la ONU de 2006, que registra 191 millones de inmigrantes, msque una dcada antes, pero apenas el 3% de la poblacin mundial: el planeta nmada, afir-ma la demgrafa Gildas Simon, sobre el cual uno se desplaza y circula efectivamente cadavez ms rpido, con un costo globalmente decreciente, est de hecho poblado por sedenta-rios, y la imagen de un mundo atravesado por olas migratorias incontrolables est destinadaa la gran tienda de los clichs (G. Simon, 1999: 43).

    La exaltacin del nomadismo como ideologa nutriente del pensamiento cultural deriva,asimismo, de la expansin del turismo y de otros tipos de viajes: en 2006 los aviones trans-portaron 2.100 millones de pasajeros. Tambin tiene que ver con la interdependencia globalde los mercados de msica y artes visuales, la proliferacin de bienales, giras transnaciona-les de las obras, las exposiciones y los conciertos. Sin embargo, conviene problematizar estaexpansin nomdica en relacin con la escala en que las experiencias viajeras implican a lapoblacin mundial y a los productores culturales.

    Es cierto que en 2006 los desplazamientos tursticos abarcaron a 842 millones de perso-nas, un porcentaje mayor que el de los migrantes por trabajo o motivos polticos, pero mino-ritario en relacin con la poblacin del mundo. Si bien parte del mercado del arte se reordensegn lgicas globalizadas, en rigor slo los artistas que venden sus obras por encima de 30.000dlares conforman un sistema transnacional de competidores. La mayora de productores

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  • y difusores del arte siguen trabajando en el marco de tradiciones iconogrficas nacionales yen dilogo con pblicos del propio pas. En muchas sociedades, las artes plsticas permane-cen como fuentes de lo que queda del imaginario nacionalista, son an escenarios de consa-gracin y comunicacin de los signos de identidad locales. Tambin en la produccin musi-cal slo una pequea franja trasciende los circuitos de cada pas.

    Quiz uno de los procesos que mejor evidencia las ambivalentes interacciones entre lolocal y lo transnacional son las remesas de los migrantes. Menciono unos pocos datos de lasque ocurren entre Mxico y Estados Unidos. Aunque las estadsticas oficiales registran apro-ximadamente doce millones de mexicanos viviendo en Estados Unidos, la inestabilidad de lasmigraciones temporales, el nmero de indocumentados y la suma de los estadounidenses deorigen mexicano que mantienen vnculos con Mxico, lleva algunas estimaciones al doble.Los estudios se concentraron durante dcadas en las razones socioeconmicas de la salida deMxico (desempleo, diferencias de salarios de 1 a 7 veces con los trabajos agrcolas, indus-triales y en servicios estadounidenses), la inseguridad social y las luchas de los migrantes porderechos en Estados Unidos, as como las medidas represivas de este pas, que van desde losmuros fronterizos hasta la discriminacin violenta. El espectacular aumento de las remesaseconmicas enviadas por los migrantes a Mxico, triplicadas en los ltimos aos hasta llegaren 2006 a 25.000 millones de dlares, destinados casi completos al sostenimiento de los hoga-res en el pas de origen, volvi evidente que la migracin no era una decisin individual sinouna estrategia familiar: al mandar al extranjero a varios miembros, casi siempre los ms jve-nes, las familias diversifican sus fuentes de ingreso y hacen posible que una parte del grupofamiliar contine en Mxico. Pero los migrantes no slo envan dinero sino informacin,intercambian experiencias en las dos direcciones y establecen comunidades transnacionalesconstantemente comunicadas (F. Besserer y M. Kearney, 2006). Se habla ahora de las remesasculturales: adems de mandar dinero desde Estados Unidos, envan a sus familias en Mxicoequipos de msica y video, televisiones, aparatos electrodomsticos y ropa de moda; deMxico, se llevan a California, Texas, Chicago y Nueva York, comida, msica grabada, videosde fiestas y ceremonias familiares. Como anota Lourdes Arizpe, de Estados Unidos traena Mxico bienes de prestigio y signos de xito, emblemticos de la alta modernidad; deMxico llevan al norte objetos y mensajes representativos de afectos tradicionales, de solida-ridad y reafirmacin comunitaria (L. Arizpe, 2006). En este intercambio, se configuran prc-ticas biculturales que hacen coexistir, y en parte hibridarse, estticas diversas.

    3. EL GIRO TERICO

    Las dificultades para conceptualizar estos dos procesos actuales el desdibujamiento de loscampos culturales y la recomposicin de relaciones entre lo nacional y lo global eviden-cian las limitaciones de las estrategias modernas para clasificar lo social. Una caractersticacomn es que ambas crisis en los modos de conocer se refieren al sentido mvil de estos pro-cesos: requieren, adems de conceptos de orden, otros de circulacin. En tanto las nocionesde campos culturales y de nacin conceban lo social en trminos espaciales, y con relativaestabilidad, ahora necesitamos pensar en trminos de redes volubles. Las interacciones entre

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  • los modos letrados, mediticos y digitales de hacer cultura, as como las migraciones trans-territoriales de personas y bienes, no se dejaran aprehender como estructuras sino circulan-do como flujos.

    Es hora, entonces, de sustituir la teorizacin de los espacios y los territorios por un pen-sar dbil sobre circuitos y flujos? La refutacin anterior al nomadismo, y la evidencia emp-rica sobre la importancia que siguen teniendo para las mayoras la nacin y la ciudad, elhabitar y el arraigo, sugieren ms bien que necesitamos pensar de modo ms complejo a lavez el hogar y los viajes.

    Otro modo de decirlo: se desdibujan el adentro y el afuera. Nuevas formas de intercultu-ralidad cambian los modos de clasificar lo social e investigarlo, de comprender lo que conectao excluye en instituciones en transicin y redes de formacin reciente. Las mayores fuentesde perplejidad provienen ahora de la diversidad del mundo que se hace presente en la propiasociedad, y de los fenmenos distantes o ignorados que la conectividad acerca. Toda enci-clopedia, todo orden clasificatorio, se muestra cuestionable. Cmo reorganizar los saberesdando lugar a los mltiples conocimientos y modos de conocer que desafan las jerarquasinstauradas por las ciencias modernas: las culturas de continentes perifricos, las miradas cr-ticas del feminismo y de los movimientos tnicos, las hibridaciones entre varios sistemas cla-sificatorios practicadas por migrantes?

    No se requiere nicamente revisar los rdenes tericos de la sociologa moderna paraestudiar lo que no abarca la clasificacin de las sociedades en campos, ni lo que a las con-cepciones de lo nacional les resulta impensable por los desplazamientos migratorios y lamultiplicacin de extranjeros. Necesitamos cuestionar el papel de contenedores sociales quese dio a las teoras sociolgicas. Cmo situarnos entre lo local y lo nacional (que an siguenexistiendo) y los procesos globalizadores que los atraviesan y transgreden?

    En la dcada pasada tuvo cierto xito la frmula glocal para matizar la globalizacin.Ahora se trabaja de modo ms sutil sobre los muchos modos de ensamblar lo global con lolocal, las interdependencias de los procesos transnacionales con la diversidad interna de cadanacin (L. Reygadas, 2002).

    Estudios recientes sobre los cambios de los campos artsticos y culturales por su inser-cin en circuitos multimedia muestran que este proceso no desemboca en un juego indife-renciado de lenguajes e interacciones, ni la menor contencin de los rdenes nacionales dejatodo librado a un nomadismo transnacional errtico. Encontramos estructuras procesualesque organizan la transversalidad sociocultural y los intercambios globalizados. Las bienales,ferias y otros circuitos mundiales han construido slo para una minora de artistas, museosy galeras reglas inestables de competencia y consagracin dentro de lo que aparenta serun campo artstico mundial, no autnomo a la Bourdieu sino entremezclado con los circui-tos de la moda, la publicidad, los medios y las inversiones financieras especulativas. Por suparte, algunas polticas nacionales de arte y cultura quieren potenciar su eficacia, segn seve en la Unin Europea y en programas internacionales de coproduccin cinematogrfica,como Ibermedia, trascendiendo las fronteras.

    Ni deslocalizacin absoluta, ni regreso a la exaltacin nacionalista. Los circuitos globa-lizados son poderosos, pero no abarcan todo. La problemtica migratoria crece y apela confuerza a los imaginarios, pero en muchas regiones las identificaciones tnicas, nacionales

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  • o simplemente locales siguen siendo significativas. Ni siquiera en las fronteras ms porosasdesaparecen las diferencias nacionales, como demuestran los estudios ya referidos sobre laszonas de contacto entre Estados Unidos y Mxico, o los analizados entre Argentina y Brasil(A. Grimson, 2003). Quiz necesitamos, tanto en los megacircuitos como en los de escala peque-a y mediana, tratar con la localizacin incierta de los procesos culturales. Veo en esta nocinuna potencia hermenutica atractiva para la produccin y la comunicacin intercultural.

    Adems, la idea de localizacin incierta sintoniza con el cambio de la nocin de lugar enla produccin y circulacin electrnica de imgenes. Los modos de creacin y de distribu-cin en pantallas reducen, aunque no eliminan, la sacralizacin de lugares de exhibicincomo los museos y las bienales, y crean otros modos de acceso y socializacin de las expe-riencias artsticas. Producen tambin una relativa homologacin del arte con otras zonas dela cultura visual. Nunca fue tan evidente que la crtica artstica, literaria o cultural debe ope-rar no slo sobre obras sino sobre imgenes, no nicamente sobre imgenes sino sobre losacontecimientos que ocurren en su circulacin, en las interacciones y reapropiaciones depblicos diversos.

    Se va perfilando, as, una teora de lo social y de la cultura adecuada a la circulacinintensiva de personas, bienes y mensajes. Lo que aparenta ser disolucin en los flujos globa-les e intermediticos se abre, en realidad, a una nueva organizacin de los vnculos entre rea-lidad y ficcin, entre poderes efectivos y simulacros, entre lo local y lo global.

    Las historias ms desinstitucionalizadoras de las vanguardias artsticas y culturales aca-ban implicando viejos y nuevos rdenes sociales. Lo que fue en Duchamp, en los surrealis-tas y en las rupturas de los aos sesenta cuestionamiento del academicismo, de las conven-ciones que separaban el campo artstico de lo dems, y de las instituciones que garantiza-ban esta separacin, no acaba en el abismo. Desemboca en un nuevo orden de circulacio-nes e intercambios desiguales. Los artistas, curadores y crticos, observa CuauhtmocMedina, ya no dicen vivir o habitar en ciudades y pases particulares, sino estar basa-dos, tener su base temporalmente en un lugar. To be based en tal sitio sugiere una per-manencia efmera, un paso dentro de una carrera. Sin embargo, reconoce Medina, serafalso considerar al sistema global como una convergencia justa de particularidades. Hayestructuras (y no slo flujos) que diferencian por lo menos dos elementos: el (private) jetset y el jet proletariat. El jet set del arte es copartcipe de las transacciones de las cla-ses altas y de las instituciones de punta que inflan lo precios de las inversiones artsticas,que producen el sobrecalentamiento cultural global. El jet proletariat est compuesto porlos artistas, curadores y crticos que viajan en clase turista, de vez en cuando forman partede exposiciones colectivas y a veces tratan de inyectar una dosis de tensin crtica a esecircuito global (C. Medina, 2007).

    Hacia dnde se abre el nomadismo? No hacia los viajes de todos, ni hacia el cruce librey festejable de las fronteras. Todo lo que se mueve, viaja? Todo lo que viaja, migra? Elestudio riguroso de los viajes y las migraciones conduce a reconocer las diversas formas deinterculturalidad y los conflictos diferentes que las acompaan si se trata de viajes de turis-tas, estudiantes, empresarios, migrantes legales o indocumentados.

    Recurro a dos trabajos de artistas que han problematizado crticamente, a propsito de lasrelaciones interculturales, cmo los intercambios desiguales pueden llevar a nuevos

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  • modos de representar las instituciones artsticas y sociopolticas, los espacios culturales, lasnaciones y las interacciones transnacionales.

    (a) La mesa de negociacin, de Antoni Muntadas. Una mesa circular de gran tamao, sec-cionada en doce mdulos de diferente longitud, como si fueran tajadas de un pastel, senivelaba gracias a pilas de libros cuyos lomos mostraban ttulos sobre las luchas en el mer-cado comunicacional. La superficie de la mesa exhiba doce mapas iluminados representan-do la distribucin de la riqueza entre pases. Expuesta en la Fundacin Arte y Tecnologa deMadrid, situada en el edificio de Telefnica, en los meses en que se encrespaba la disputaentre corporaciones nacionales y globales por la televisin digital en Espaa, la pieza evoca-ba las descompensaciones en la negociacin, lo que sta tiene de circularidad ensimismada,de fragilidad y arreglos rengos.

    (b) Muro cerrando un espacio, de Santiago Sierra. La obra de este artista en la Bienal deVenecia de 2003 consisti en cerrar el pabelln de Espaa y slo permitir la entrada por lapuerta trasera, vigilada por guardias armados, a quienes exhibieran el documento espaol deidentidad. Ni los crticos, ni siquiera los jurados de la Bienal, pudieron ingresar. En la super-ficie, el gesto metaforiza la exclusin de los indocumentados en Espaa; tambin es posibleleerlo como la dificultad de mostrar una cultura nacional.

    El conflicto intercultural estaba representado no slo por la distancia entre los espaolesque podan ingresar y los excluidos, sino por lo que se ocultaba a quienes quedamos fuera.Como no pude entrar, transcribo la descripcin del crtico espaol Juan Antonio Ramrez:relata que en el interior se vea un edificio abandonado, con grandes habitaciones desnudas,y los restos de la anterior exposicin, con los textos de sta en una de las paredes. El pabe-lln, destaca el crtico, no est vaco, sino ocupado por los restos, aparentemente azarosos,del trabajo humano: un cubo de pintura, papeles, huellas de pisadas sobre el polvo, paquetesde cigarrillos, antiguas etiquetas, etc. Los dos vigilantes uniformados tienen rdenes deimpedir que los visitantes alteren esos restos o que se hagan graffitis en las paredes, porejemplo. O sea, que si esas huellas han de ser tratadas con el respeto debido a las obras dearte es porque esos residuos son las creaciones que contiene el pabelln. La parte del pabe-lln veneciano reservada a los visitantes espaoles aparece, por lo tanto, como una gran ins-talacin dedicada a los restos del trabajo humano. Para darnos ms pistas sobre ello, SantiagoSierra hizo que su tercer proyecto all, Mujer con capirote de cara a la pared, se ejecutaseel primero de mayo de 2003, da del trabajo, y festivo en pases como Italia y Espaa. Encualquier caso, el resultado visual es impresionante. Las salas (como consecuencia de la res-triccin de la entrada) estn casi siempre vacas y silenciosas; las paredes pintadas de negro(un estupendo color encontrado de la anterior exposicin), con la luz cenital, sin ventanashacia el exterior, crean un espacio de rara solemnidad, elegante y macabro, como si aquellorevelara una grandeza o un pasado glorioso irremediablemente perdido... No me parececasual que la mujer de la tercera obra veneciana haya sido una vieja, a la que slo vemos deespaldas en la foto del catlogo, sentada sobre una banqueta baja, con los pies estirados haciadelante y con un puntiagudo capirote negro sobre su cabeza. Pensamos inmediatamente enlos gorros de los condenados por la inquisicin (hay reproducido en el catlogo oficial algncuadro de Goya con ese asunto) y en los nazarenos de nuestra Semana Santa. Pero colocar aalguien de cara a la pared era una forma de castigo muy popular en las escuelas del franquismo.

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  • Es otra forma de oclusin, la tachadura del rostro, una manera de encarcelar la identidad. Sedira que la Espaa secreta de este pabelln, la de los nativos, la de los muros de la patriama, castiga a la mujer trabajadora con un tocado ominoso, teniendo como espectculo parala meditacin la negrura de su rincn. No es sta la verdadera noche oscura del alma?(J. A. Ramrez, 2004: 295-299).

    4. DE LAS INTERPRETACIONES A LAS PRCTICAS CIUDADANAS

    Al examinar las cambiantes relaciones entre cultura y sociedad, he buscado identificar objetosinterculturales que desafan a las teoras sociolgicas. Cmo puede contribuir la sociologa acomprender estos objetos de estudio y favorecer ejercicios pertinentes de la ciudadana? Msall de las acciones de artistas, que tienen un poder metafrico y revelador, con eficacia sim-blica, qu pueden hacer los ciudadanos en un tiempo en que las formas de gestin y repre-sentacin a escala nacional partidos, sindicatos, instituciones y movimientos locales estndesacreditados por su baja capacidad para actuar en las escenas de decisin globalizada?

    Una propuesta es reubicar la ciudadana a escala transnacional, como lo vienen haciendofilsofos y socilogos, desde Jrgen Habermas a Ulrich Beck. Asimismo, es necesario repen-sar la ciudadana en las nuevas redes que desbordan los campos de la poltica o de la cultu-ra y reinsertan sus prcticas en una sociedad digital y meditica. Esto nos conduce al deba-te sobre la interactividad, tan descuidada por la mayora de los gobernantes y tan exaltadapor los que promueven las tecnologas avanzadas.

    Si se miran los comportamientos masivos desde los mercados parece que buscan desac-tivarnos: cada vez menos responsables, sin capacidad de intervenir en los espectculos quedisfrutamos o la informacin que nos seleccionan. Apenas simulacros de participacin y dedemocracia directa, como las entrevistas dirigidas o editadas por noticieros. O esa ilusinde que el pblico puede elegir quines se quedan y quines se van, como en Big brother(Gran Hermano), un juego para legitimar con apariencia democrtica la exclusin social.

    Hay que vincular esta suspicacia hacia la videopoltica con las formas de sociabilidad queproducen las recientes tecnologas y con el ascenso de las demandas sociales, polticas y cul-turales. Asociaciones civiles y ONG estn representando a sectores antes marginados del sis-tema poltico o que carecan de voz para reclamar. Aparecen en muchos pases radios, tele-visoras comunitarias, blogs alternativos y modos de organizarse fuera de las totalizacionesidentificadas por las ciencias sociales. Existe hoy un juego ms complejo, en varias direccio-nes, entre ser ciudadano y consumidor. En algunas formas de expansin del consumo, comoInternet, y con el crecimiento de la escolaridad media y superior, se crean mejores condicio-nes para que los consumidores seamos capaces de informarnos y actuar, pero los nuevosmodos de configuracin de lo social vuelven incierto qu tipos de agrupamientos y accionesseran ahora eficaces.

    Cuando percibamos a las poblaciones slo organizadas en naciones, clases o etnias, y lasprcticas simblicas en campos artsticos o culturales, la actuacin de los ciudadanos apun-taba a estabilizar o transformar esos rdenes. Hacer sociologa o antropologa consista endescribir tales ordenamientos sociales e indagar sus condiciones de reproduccin o cambio.

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  • Ahora encontramos actores que atraviesan esos rdenes sociales y ponen a interactuar cam-pos y redes transnacionales. Por ejemplo, los migrantes que no se desentienden de la fami-lia ni de los hbitos culturales del pas de origen pero se adaptan a otros estilos de vida, atra-viesan fronteras con remesas econmicas y bienes representativos de la alta modernidadcuando bajan del norte al sur, y se llevan videos de fiestas que reafirman la solidaridad comu-nitaria al ir del sur al norte. Cmo pretender atrapar sus conductas con instrumentos cient-ficos diseados para describir estructuras territoriales estables? Qu utilidad tiene para ejer-cer la ciudadana pedir al Estado nacional lo que se decide en otra parte o en varias a la vez?O insistir en polticas culturales restringidas a los museos o las instituciones de la culturaletrada sin articularlas con las redes mediticas multilocalizadas?

    Estamos viviendo, como escribe Bruno Latour, una historia que es como un laboratoriode actores-red. Vemos las mismas personas participando en organizaciones distintas, arman-do redes mltiples o comparando relaciones regidas por normas divergentes, reciclando enuna escena, con diferente sentido, lo que aprendieron en otra. Para justificar sus acciones dis-persas, y aun contradictorias, recurren no a un principio o un marco conceptual sino a varios,como lo han demostrado Luc Boltanski y Laurent Thvenot, en su libro De la justification,y lo encontramos en investigaciones sobre hbitos de los jvenes en diversos pases: combi-nan recursos formales e informales para obtener trabajo, apelan a instituciones y a redes nolegales, consiguen ropa, discos y videos en tiendas legales y en mercados piratas (R. Reguillo,2007). Si los actores no generalizan slo un tipo de comportamiento, con qu derecho elinvestigador social va a construir explicaciones megaestructurales, abarcadoras del conjuntode las prcticas?

    No tenemos, como en otros tiempos, paradigmas o relatos omniabarcadores plausibles,pero las preguntas sobre lo macrosocial siguen acosndonos. Un anlisis particularista, sloatento a la diversidad de escenas y a las variaciones de los actores, como practica Latour, noalcanza para entender las acumulaciones de poder y sentido que construyen los actores trans-nacionales e intermediticos.

    Aun cuando dedica algunas pginas a Wall Street o Microsoft, Latour reduce lo macro-social a un trfico entre sitios locales (B. Latour, 2006: 260-262). Es productivo, a propsito dela ciudadana, no hablar de lo social como si estuviramos conduciendo por una autopis-ta ya abierta a la circulacin, sino tratar de entender cmo fue proyectada contra la volun-tad de muchas comunidades locales, y para eso Latour propone avanzar lentamente porpequeas rutas, a pie, y pagando del propio bolsillo todo el costo del desplazamiento(B. Latour, 2006: 35-36). Para seguir su metfora, el riesgo es no darse cuenta de que aunautocostendonos o pidiendo autoestop debemos considerar el orden social preestablecidopor quienes construyeron las carreteras.

    As como los estructuralismos tienden a ver posiciones condicionadas ms que actores,el riesgo de la casustica antropolgica o sociolgica es valorar prolijamente la diversidad decomportamientos de cada actor y sus opciones en mltiples escenas pero descuidando larecomposicin concentrada del poder en redes cada vez ms poderosas gracias a la conver-gencia digital y la fusin de empresas. Cmo entender las posibilidades de eficacia de cadaactor y cada red si no trabajamos al mismo tiempo con las nuevas condiciones de produc-cin y comunicacin de la cultura? Pienso, como ejemplo, en la redistribucin del acceso

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  • a canciones gracias a las descargas digitales mientras persiste la concentracin monoplicadel 90% de la edicin mundial de msica en cuatro megaempresas. Las opciones de los suje-tos siguen limitadas en un planeta donde muy pocos controlan la edicin de la informaciny el entretenimiento, las ventanas de acceso y los intercambios. No se trata, por supuesto, deregresar a las rsticas teoras de la manipulacin con que las interpretaciones antiimperia-listas de lo sociopoltico o las lecturas maquiavelizantes de los poderes comunicacionalesredujeron la complejidad de interacciones entre explotadores y subalternos. Para escapar deestas determinaciones fciles, la estrategia de Latour, junto a otras desarrolladas en las teo-ras sobre las mediaciones (Jess Martn Barbero, entre otros), es til a fin de registrar,a diversas escalas, qu redes de relaciones asociadas hacen actuar a los sujetos y les per-miten u obstaculizan re-accionar.

    Es innegable que en algunos pases la apertura plural del espectro audiovisual, y en casitodos las redes digitales, contribuyen a diversificar la informacin y hacen posible, en oca-siones, revertir las tendencias hegemnicas (informacin alternativa, movilizaciones relm-pago o flash mobs convocadas por correo electrnico o celulares) (M. Castells, et lii, 2006).Sin embargo, la formacin de una esfera pblica mundial basada en redes virtuales es pro-blemtica cuando 27 pases algunos tan significativos como China, las dos Coreas, Irn,Siria y Arabia Saud eliminan de la web miles de pginas que los incomodan. O cuando laWikipedia ve alterados o censurados sus datos por la CIA, Exxon Mobil o Microsoft porquedevelan sus perjuicios ecolgicos o en derechos humanos, o el Vaticano quiere esconder suspecados.

    Hasta ahora no vemos cmo la organizacin ciudadana podra cambiar la centralidad enla organizacin de la informacin y la toma de decisiones. Son tantas las inseguridades ydesigualdades de la Red que ya se pide crear el defensor del internauta. No slo para prote-ger a los menores; tambin para promover competencias menos desleales entre empresas, darconfiabilidad a la informacin y reducir la brecha digital. En marzo de 2007, en Espaa, elPP y el PSOE, que no acostumbran votar juntos, propusieron crear este nuevo defensor dederechos en las redes para contribuir a la alfabetizacin virtual, unificar los sistemas de infor-macin, impulsar el teletrabajo y los usos de medios electrnicos que faciliten la movilidadsocial y cultural.

    La organizacin en redes y la atencin minuciosa a su diversidad hace posible ejercer laciudadana ms all de lo que la forma abstracta de lo social concebida por la modernidadilustrada foment para los votantes-electores de grandes jefes y sistemas de gobierno. Sedesmienten en miles de webs, blogs y correos electrnicos los argumentos falsos con que losgobernantes justifican las guerras cercanas o distantes al punto que la radio y la televisinque repetan el engao se ven obligadas, a veces, a reconocerlo. Comprendemos un pocomejor las conexiones entre lo prximo y lo lejano. En tanto, los nuevos medios generan retospara los cuales la mayora de los ciudadanos no est entrenada: cmo usar el software libreo proteger la privacidad en el mundo digital, qu hacer para que las brechas en el acceso noagraven las desigualdades histricas entre naciones o etnias, campo y ciudad, niveles econ-micos y educativos. Los objetos sociolgicos an poco identificados abren preguntas toda-va sin respuestas y reubican otras que la primera modernidad haba contestado a mediaso para etapas de desarrollo gutembergiano de las historias nacionales.

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  • Ms que arribar a respuestas sistemticas, reescribimos las incertidumbres: cmo cons-truir saberes globales que no recaigan en la bsqueda de un nico paradigma universal, ensus riesgos etnocntricos y totalitarios, ni tampoco, a la inversa, en la dispersin de conoci-mientos representativos de culturas locales pero incapaces de pensar las estrategias de quie-nes actan a escala planetaria sin entender ni a los extraos que tienen en su casa?

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