furet - pensar la revolución francesa capítulo 1

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  • 5/13/2018 Furet - Pensar la Revolucin Francesa captulo 1

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    Francois FuretPensarla Re v olu cio n

    FrancesaTraduccion: Arturo R. FirpoRevision tecnica: Claudio S. Ingerflom

    EDICIONES PETREL, S.A.

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    Titulo originalPenser la Revolution francaiseParis, 1978

    Creemos WI alma libre para revolucionar la Revolucion,y ante todo, abstengdmonos siempre de decir que lin espi-rita imparcial ultraja la Revolucion. Se ha hecho un usotan abusivo de la palabra ultraje a la Religion que la eli-minaremos de nuestro lenguaje, pues tememos por sobre to-das las cosas emplear el estilo y los hdbitos mentales delas acusaciones en la critica historica y [ilosoiica ...Edgar QuinetCritica de la Revolucion, Paris, 1867

    Editions Gallimard, 1978 De todos los derechos en lengua castellanaEdiciones Petrel, S. A., Avda. de Madrid 138, Barcelona,(Espana) Abril 1980Disefio y realizacion de la portada: E. Mir SerifiaISBN: 84-85746-02"3Deposito Legal: B. 12.867-1980Printed in SpainImpreso en EspanaImpreso en: Marquez, S. A. Ignacio Iglesias. 26 - Badalona(Barcelona)

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    EL CATECISMO REVOLUCIONARIO *E1 drama de los [ranceses, comoel de los obreros, son los grandesrecuerdos. Es necesario que losacontecimientos pongan fin deuna vez par todas a este cultoreaccionario del pasado,

    MarxCarta a Cesar de Paepe14 de setiernbre de 1870

    I~Hemos pues vuelto a las batallas de los buenos tiempos

    de antafio? ~Amenaza el fantasrna de la contrarrevolucion laobra de los grandes antepasados? Podriamos creerlo a pe-sar de Ia calma algo sombria de nuestra vida publica, alleer un pequefio libra de Claude Mazauric recientementeaparecido I y prologado por Albert Soboul: en el el autordenuncia gravernente una historia de la Revolucion destina-da al gran publico que publique haec cinco afios junto canDenis Richer.' Se acusa al Iibro por no estar de acuerdo conuna de las interpretaciones marxistas: aquella dcfendida por

    * Articulo aparecido en Annales, n. 2, marzo-abril, 1971. Alvolverlo a publicar, intercalo un desarrollo sobrc el Estado delAntiguo Regimen (p. 140-145).1. C. Mazauric, Sur la Revolution [rancaisc, Ed. sociales, 1970.2. F. Furet y D. Richct, La Revolution [rancaise, 2 vol., Rachet-te, 1965-1966. Existe una rcedici6n monos costosa, Fayard, 1973.107

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    Albert Soboul y sus discipulos, y por esta razon, cor: los Ii-bros de los grandes predecesores que estes monopolizan enbencficio propio, de Jaures a Georges Lefebvre, can la bue-na conciencia de los creyentes. De pronto, puesto que elrazonamiento tiene su logica maniquea, Richet y yo somosacusados de hacer el juego a la idcologia burguesa que haorquestado nuestra obra con una po(!er?s~ carnpafia pubI~-citaria en la prensa, en las ondas ra(hof011lc~:, en la tele~l-sion. Claude Mazauric que solo presta atencion a su coraje,no vacila en modificar en provecho propio, por medio deuna innovacion sin precedentes, las reglas que son ob1i?a~o-rias en materia cientifica: moviliza, en efecto, el patriotis.mo de sus Iectores para condenar mejor 10 que denomina elprejuicio antinacional de sus adv~rsari~s qu~ adoptan ?o-siciones tibias frente al expansionismo jacobino: 10 digocomo 10 pienso, precisa en este sentido, en una vuelta 50-sobre sf mismo que suscita este golpe de audacin patriotero.Finalmente, despues de una larga exposicion, el intrepido in-vestigador nos ofrcce el secreto de su perspicacia: EI me-todo~del historiador es, pues, teoricamente idcntico al delpartido obrero leninista. De esta manera se plantean con-tra un Iibro acusado de herejia, los principios de un dobleproceso; cl fiscal se cubre a la vez con nuestras glorias ,na-cionalcs y con la teorfa leninista. Comprcndemos por que elveredicto es duro. Los acusados 10 merecian verdaderamentc.El lector se habra ya dado cuenta que este debate, en suaspecto politico-tcatral, cs en realidad una fars~ 0 lI.n com-bate de sombras. En el plano politico, nada m nadie arne-naza en la Francia actual Ia obra de Ia Revolucion Francesa:la derecha despues de la derrota del fascismo, ya no se de-fine contra InRevolucion de 1789-1794 ni contra la Republica,En el plano universitario, la historiografia rnarxista (queyo Hamada mas bien jacobina) de In Revolucion Franccsaes hoy mas que nunca la historiograffa dominante: poseesus antepasados, sus tradiciones, sus canones, su vulgata yno podemos decir que cultiva In impertinencia 0el ant icon-formismo. En sintesis, la Revolucion Francesa esta en cl po-der en la sociedad y en las instituciones, particularmentc enlas universirarias. Con esto quiero simplemen te decir quecualquier debate hlstorico sobre ella no pone en juego nadaque concierna a la politica real.

    No obstante si cl historiador sigue creyendo en esto esporque tiene necesidad de crcerlo: cuanto mas ilusoria es

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    la participacion imaginaria en las luchas de la ciudad, masreconforta al hombre de gabinete; un minimo de perturba-clones se ve compensado por un maximo de satisfacci6n si-cologica. Pero si a su vez esta ilusion es vivida como una ~~a-Iidad, es porque a traves de Ia historia de Ia Rew!luClOnFrancesa el intelectual comparte 0 exalta valores siernprevivos. Al constituir los fundamentos mismos de nuestra ci-vilizacion pohtica, aquellos nada han perdido de su poderde exaltacion; aunque ya no constituyen objetiv~s de lasluchas reales no por esto abandonan Ia memona de loshombres. No' solamente porque esta memoria nacional, ob-jeto de tantas preocupaciones pedagogicas, esta. retras~dacon respecto a los acontecimientos de nuestra Vl?~~soc~a!,sino sobre todo porque es de una elasticidad cast indefini-da: es evidente que toda rcvolucion, despues de la n..evolu-cion Francesa, pero especialmente 1apropia Revoluciou Fran-cesa, tiende a pensarse como un comicnzo absoluto, un pun-to cero de la historia en el que se encuentran todas las rea-lizaciones futuras, implicitamente contenidas en .Ia univcrsa-Iidad de sus principios. Por esta razon las sociedades qu~diccn tcner una fundacion revolucionaria, sobre todo 51esta es relativamente reciente, tienen una dificultacl parti-cular para escribir su propia historia contcmporanea.' Cual-quier historia de este genero es una conmcmoracion de l?sortgenes y Ia magia del aniversario _proviene no de la dis-cusion critica de la herencia sino de la Iidelidad de los here-deros.

    En este sentido tal vez es inevitable que cualquier his-toria de la Revolucion Francesa sea, hasta un cierto punto,una conrnernoracion. Conmernoracion monarquica en la quese lIoran las desgracias del rey y la Iegitimidad perdicb: Con-memoraciones burguesas en las que se celebra In Iunda-cion de un nuevo contrato nacional. Conmemoracion revolu-cionaria en la que se subraya la dinarnica del acontccimien-to fundador y sus promesas de futuro. Desde cste punto devista, toda la historiograffa de la Revolucion Frances.a, pue-de Iegftirnamente ponerse ell relacion con Ia evolucion dela coyuntura politic a y social de los siglos XL'( y xx:" de este3. Cf. eI articulo de Mona Ozouf, "De Thermidor a Brumaire:Ie discours de la Revolution sur elle-merne,en Revue Llistorique,enero-rnarzo de 1970, p. 31-66. . .4. Cf. Alice Gerard, La Revolution [rancaise, l11ytlzes. ct inter-pretations, 1789-1970, ColI.Questions d'Histoire, Flammarion 1970.

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    modo se obtiene un producto algo extrafio, una especie dehistoria residual, en cada etapa definida por los elementosdel presente que trasmite en su interpretacion del pasado.Este ejercicio es indudablemente util e incluso saludable,en la rnedida en que significa una toma de conciencia de lascondiciones ambiguas en las que arraigan 0 se mezclan 10historico y 10 actual; pero, salvo si se quiere llegar a Ia con-cepcion de una historia completamente relativizada, some-tida a la demanda social, punto de anclaje ilusorio en medio .de una derivaincontroIable, no es posible limitarse a Ia 'sim- .pIe cornprobacion de 10 que hay de presente en cualquierhistoria de Ia Revolucion: este ejercicio debe ir acompafia-do de una comprobacion particular, tan precisa como seaposible, de los obstaculos de nuestro presente.La Revolucion, ipasado 0 futuro?

    Es evidente que estos obstaculos no son igualmente Ie-cundos 0 igualmente esteriles. EI prejuicio contrarrevolucio-nario, por ejemplo, inc1uso si constituye el telon de fondode historias de Ia Revolucion nadadespreciables como la deTaine, me parece el mas nefasto para Ia comprension del fe-nomeno: este prejuicio tiende constantemente a reducirlo 0a negarlo; conduce naturalmente a ciertos tipos de expli-caciones moralizantes (providencia, complot, etc) poco apro-piadas para dar cuenta -y esta es su funcion-> de aeon-tecimicntos 0 de perfodos caracterizados por Ia actividadexcepcional de las masas populares. Para comprender Ia Re-volucion es necesario aceptarla de una cierta manera: peroIa clave esta precisamente en Ia manera. Los mas grandeshistoriadores de Ia primera mitad del siglo XIX estan todaviahipnotizados por el acontecimiento que ha dominado susvidas; pcro ninguno de ellos, ni Guizot ni Michelet, ni porsupuesto Tocqueville se sienten, sin embargo, autorizadosa considerarla como familiar, normal, facil de compren-der. POl' el contrario, el asombro ante Ia extraiieza del Ie-nomeno es 10 que constituye la determinacion existencialde su obra historica, Todos decentran el inmenso aconte-cimiento, 10 descomponen en elementos y perfodos yIo res-tituyen en una prolongada evolucion para reducir a concep-tos su 0 sus significaciones. Pues todo analisis verdadera-mente historico de Ia Revolucion Francesa comienza con Ia11 0

    critica, implicita al menos, de 10 que constituye la concien-cia manifiesta, la ruptura antiguo/nuevo situada en el co-razon de la ideologia revolucionaria: desde este punto devista Tocqueville es el que va intelectualmente mas lejos, in-virtiendo la idea que los actores de la Revolucion habian te-nido de sf mismos y de su accion y mostrando que Iejosde haber sido los agentes de una ruptura radical, aquellosconsolidaron el Estado burocratico centralizado, tarea quehabfa sido comenzada por los reyes de Francia. En 10 querespecta a Guizot, su conservadurismo politico esel que 10Iibera de la mitologfa del acontecimiento fundador: 1a Re-volucion Francesa debe ser una. culminacion .yno un comien-zoo De -lostres, -Michdet es elque mas ha interiorizado laIdeologia revolucionaria. Pero aborda Ia historia de Ia Re-volucion despues de haber recorrido toda la historia deFrancia; y esta pasion del pasado por el pasado mismo, jun-to a Ia extraordinaria diversificacion de su analisis de Iahistoria revolucionaria, 10 libera de Ia teleologfa: para quela revolucion anuncie y funde el porvenir, es necesario quesea, como se decia bajo la III Republica, un todo.

    La ideologfa espontanea de la Revolucion-madre se vioreforzada por las luchas de comienzos de Ia III Republica,pero tarnbien, y sobre todo, por el desarrollo del movimientosocialista. Este lleva en S 1 potencial mente una segunda re-volucion dialecticamente destinada a negar el estado de co-sas instaurado por la primera y a realizar finalmente suspromesas. De esta manera nace esta configuracion extrafia,esta ideologia ingenua, este esquema lineal segun el cual larevolucion-madre 5 recupera en e1 siglo xx el significado fun-dante que en su momenta Ie habian dado sus propios acto-res; pero se trata de un significado diferente, como si sehubiese amputado una gran parte de la riqueza empiricadel acontecimiento pues es un significado estrechamente se-lectivo: la Revolucion Francesa no representa aquella con-mocion de valores, aquella modificaci6n de las condicionessociales y del personal dirigente que posibilitan el estable-cimiento del Estado y de Ia sociedad francesa contempora-nea, de Mirabeau a Napoleon; se hace finalizar esta revolu-cion, Hamada burguesa, el 9 Termidor, cuando termina5. Seria interesante estudiar por que la RevolucionInglesa delsiglo XVII no cumpIc nunca Ia funcion de la revolucion-madre, enrelacion a las revolucioncs europeas de los siglos XVIII YXIX.

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    precisamente el episodio no bllrgueS de su desarrollo: sesitlza entonces Stl centro en el periodo jacobino, en cl mo.mento en que la idcologia moralizanto y utopica encubrc almaximo el proceso historico real, las relaciones reales dela sociedad civil y del Estado, La inversion afectiva que elhistoriador ingenuo hace sobre estos valores s sobre estaideologia Ie permite hacerse cargo de la ilusion de los ac-teres del afio II, y asignar a Ia Revolucion Francesa una es-pecie de reduplicacion fundadora, ya no de valor nacionalsino universal. Cuando Albert Soboul habla de nuestra ma-dre cormin, temo que esta referencia clasica 6 no arroje nin,guna nueva luz sobre el debate; 10 que ella en cambio ilu-mina, como un grito del corazon, es Ia profundidad de unapasion.A partir de 1917, la Revolucion Francesa no es ya aquellamatriz de probabilidades a partir de la que puede y debeelaborarse otra revolucion definitivamente liberadora: ya noes aquel campo de posibilidades descubierto y descrito porJaures en toda la riqueza de sus virtualidades, Se ha trans-forma do en la madre de un acontecimiento real y su hijotiene un nombre: octubre de 1917, y mas generalmente, laRevolucion Rusa. Desde 1920, en un pequefio folleto,' Mathiezsubraya el parentesco entre el gobierno de la Montana, dejunio del 93 a julio del 94, y la dicta dura bolchevique de losafios de guerra civil: Jacobinismo y bolchevismo son en elmismo sentido dos dictaduras, nacidas de la guerra civil yde la guerra extranjera, dos dictaduras de clase, que recurrena los mismos medios, al terror, a la requisa y a los impues-tos y que se proponen en ultima instancia, una meta seme-jante, Ia transformacion de la sociedad y no solamente dela sociedad rusa 0 de la sociedad francesa, sino de la socie-dad universal (p. 3-4). Por 10 demas, como Mathiez 10 su-braya, los boIcheviques rusos tuvieron siempre presente eIejernplo de la Revolucion Francesa y particularmente de superiodo jacobino, A partir de la escision del partido social-dernocrata ruso en bolcheviques y mencheviques, en 1903,

    6. cr . especialmente D. Guerin, Bataille autour de notre m~re,t. II de Ia reedicion de 1968de La hate des classes SOliS la Pre/mereRepublique, p. 489-513.Esta referencia maternal es corriente enel siglo XIX; Ia encontramos particularmente en Michclet y Kro-potkin.7. Le Bolchevisme et Ie Iacobinisnie, Paris, 1920,Librairie deL'Humanite.11 2

    Lenin recurrio al modelo jacobino: el jacobino, inclisoluble-mente ligado a la organizaciott del prolerariado consciente desus intcrescs de clase, cs precisnmente el sociatacmocratarevolucionarios? Esta refcrcncia nutrio una extensa polemi-ca Con Trotsky que en la epoca se inclinaba del lado men-chevique; en un libro demasiado poco conocido 9 y reeditadorecientcmcnte, Trotski subraya al anacronismo del analisisde Lenin. Pues 0 bien ((c1 jacobino ... se Iiga a "Ia organiza-cion del proletariado que se ha hecho conscientc de sus in-terescs de clase ", y deja entonces de ser jacobino;" 0 bien ...es jacobino, es dccir, radicalmente diferente del socialde-mocrata rcvolucionario: Dos mundos, dos doctrinas, dostacticas, dos mentnlidades separadas por un abismo ... ,"concluye al final de un Iargo analisis historico de los calle-jones sin salida y de las Iocuras ideologicas del terrorismojacobino. Pcro este llamado al ordcn intelcctual, de una or-todoxia marxista irreprochable, no irnpidio naturalmcnte elentrecruzamiento permanente de las dos rcvolucioncs en laconciencia de los revolucionarios rusos. Sabemos, pOl' ejem-plo, que dcspucs de la muerte de Lenin, en el momenlo enque merodca el espectro de Termidor, Stalin sella su allan- !za tuctica con Zinoviev y Kamencv sobrc la base del micdocornun de un nuevo Bonaparte, que es prccisamcnte Trotski,ex-jere del Ejercito Rojo.

    Esta contaminacion no estuvo soIamente prcsenrc en lacabeza de los actores de Ia historia del siglo XX; existc ta111-bien en el espiritu de los historiadores de la RcvolucionFrancesa, y con tanta mas Iuerza cuanto que la historiogra-fia de In Revolucion hn sido, al menos en Francia, en sumayoria de izquierda, El desplazamientc de la RcvolucionFrancesa que hizo la Revoludon Rusa al transferir cl into-res y la curiosidad del 89 a1 93, .tuvo ademas conseellcnciaspositivas en cI dominic de Ia erudicion: rcp resento una po-derosa incitacion para cstudiar con mas atencion el papel

    8. V. 1. Lenin, Un paso adelanto. dos pasos atras, en ObrasEscogidas, Ed. Progreso, Moscu, 1966, t. 1, p. 435.Los subray adosson de Lenin.9. Trotski, Nos uiclies politiques, Ed. Pie~re Bclfoml! 1970.Trotski dcjo voluntm-inmcntc en c( otvido este Iibro, apa rccido enagosto de o J 904;no dcscaba, despucs de su adhcs ion a los bolche-viques en 1917, que Sll imagen politica Iucse cmpafiada por estaoposicion de dcrcchas. a Lenin.10. Op. cit., p. 184.11. o. cit., p. 189.1 1 3

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    de las clases populares urbanas en el proceso revolucionario.Libros importantes como La vie chere de Mathicz,12Bras nusde Daniel Guerin," 0 los Sans-culottes de Albert Sobo~ 14 ledebcn probablemente su inspiracion," En efecto, es e~lden-te, y de esto existen muchos ejemplos desde TOCAuevllle aMax Weber, que el interrogarse sobre el presente puede ayu-dar a la interpretacion del pasado. .A condicion, evidentcmente, de que este interrogantc sigasiendo un interrogante, una serie de hipotesis nuevas, y nouna proycccion mecanica y apasionada del presente sobre ~1pasado. La interpretacion de Ia Revoluci~n Franc:sa, ?~rracompafiada como un menor por otro d~scurs?, Irnpliclto,sobre la Revolucion Rusa, no ha ganado ru en nqueza m enprofunclidad; el discurso latente ha proliferado como uncancer en el interior del analisis his tori co hasta llegar a des-truir su complejidad y su significado mism~. Pcrci~o, almenos, tr~s trayector~as~e~~s!e..J~~!l1en~;_l~EI~_e!~!.}~!?~qucela, '.~I]_}~IJ:i_~t~!f~_c:l~J~J{~_yolucl61iF.ra~

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    Ia Revolucion Francesa, simultaneamente fundadora de lagran nacion y liberadora de Ia sociedad universal, es de-cir, mucho mas jacobina que constituyente. De la Revo-lucian Rusa preficre aquello que Mathiez, que no era mar-xista, habia percibido desdc 1920: la superposicion de dosimageries liberadoras que haeen de la trama de nuestra his-toria conternporanea una religion del progreso, en 1 1 l que laUnion Sovietica rcpresenta en la segunda el papel que Fran-cia ejercio en la primera. Poco importa que Ia historia delas ultimas dccadas haya dado a tal construccion un men-tis al que esta ideologia no debio sobrevivir: pero la ideolo,gia tiene precisamente por Iuncion ocultar larealidad y por10 tanto, sobrevivirla, EI historiador neo-jacobino, in toxic a-do por la idea de una nacion investida de la Iuncion de ilu-minar a Ia humanidad, se resiste a abandonar Ia tiencla deoxigeno. Por ei contrario, una vez mils, a traves de las pa-labras de Albert Soboul, renueva las Iecciones de una his-tori a que cs una pcdagogia del progreso y habla del 93 enpresente: "iQuien podra ignorar que algunos de los proble-mas que se plantean en 10.actualidad 0.1movirniento revolu-cionario, cstaban ya, bajo otra forma, en cl coraz6n del com-plejo y terrible juego social y politico del afio n? J8

    De csta manera se ha constituido, a nivel de la interpre-tacion de In Revolucion Francesa, una espccie de vulgata le-ninista-populista, cuyo mejor ejemplo cs sin duda cl Precis '"de Soboul, cuyos canones aspiran a 10.solidez en la medidaen que se apropian de toda la historiografia de izquierdade la Revolucion, desde Jaurcs a Georges Lefebvre."

    La dcsgracia acecha a quien se aleje de esta interpreta-cion pues traicionara 0.1mismo ticmpo a Danton y a Jaures,a Robespierre y a Mathiez, a Jacques Roux y a Soboul. En

    18. Pr6logo de A. Soboul a1 citado Iibro de C. Mazauric, p. 2.19. A. Soboul, Precis d'histoire de la Revolution [rancaise,Paris, 1962 (hay trad. cast.: Contpctulio de la Rcvolucion France-sa, Tecnos, Barcelona, 1975).Se encontrara un cjemplo algo carica-tural de esta interpretacion canonica de 10.Revolucion en la notafinal del misrno autor a la reedicion recicnte de Qttatre-vil1gt-l1cufde Georges Lefebvre: "La Revolution Irancaise dans l'histoire dumonde conternporain. (Hay trad. cast.: Mil setecientos ochenta ynueve, Lab, Barcelona, 1976 . )20 . Mas adelante volvcrc sobre Ia importancia y Ia significa-ei6n de la ohm de G. Lefebvre que me parece que 11asido ilegi-timamentc apropiada, incluso en el nivel de la interpretacion, porAlbert Soboul Y SlIS discipulos,116

    esta amalgama extravagante, apenas Iorzada, se descubre elespiritu maniqueo, sectario y conservador de una historic.graffa . que sustituye el concepto por el juicio de valor, Iacasua.hdad por Ia finalidad, In discusion por el principio eleautoridad, Los nucvos Teilhard de Chardin de Ia revolucionjacobina doblernente fundadora vuelven a encontrar su vie-ja mecedora, cl munclo politico imaginario de dos dirnensio-nes en el que apareccn investidos con la Iuncion de defcn-sores del pueblo. De cste modo, sobrcvive con ellos, a 10.vez como herencia, como presente y como futuro 10.alterna-tiva revolucian-contrarrevolucion que ellos tiene~ Ia misionde r~latar, de trasrnitir mediante una historia que es al mis-mo ticrnpo comunion y pedagogia, Cualquier otra hisloria dela Revolncion, es decir, cualquier historia que intente escapara este mecanismo de identificacion espontanea con el objetoy los va!ores que :lla precisamente debe explicar es, poresta razon, necesariamente contrarrevolucionaria es deciranti-nacional: Ia Iogica del razonamiento es impccable:salvo que no se trata de un razonamiento, sino de un ritualrcnovado, y a partir de esc memento, esclerosado, de Iaconrnemoracion. Es la tumba del soldado desconocido: no elde Ia Marne sino el de Fleurus.

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    IIEl ultimo libro de Albert Soboul " constituye una per-

    fecta ilustracion de este tipo de historia; desde este puntode vista, no es tan desdeiiab1e como 10 harlan suponer susprocedimientos de redaccion," pues 1a simplicidad de su ar-quitectura descubre todos los secretos de esta concienciahistorica conmemorativa y finalista al mismo tiempo.Historiador de la Revolucion Francesa, A. Soboul propo-ne un titulo prometedor, que procede del programa de lacoleccion: 2l La civilizacion y la Revolucion Erancesa. Infiela csta scductora anticipacion que nos hubiese llevado por elmundo en busca de la inmensa herencia cultural, nos ofrece,por cl contrario, algo mas clasico, una crisis del AntiguoRegimen, panorama de conjunto del siglo XVIII frances. Des-de las primeras paginas esta claro que todo el siglo es unacrisis; que todos los elementos de analisis, en todos los ni-voles de la historia, convergen hacia 1789 como si estuviesenaspirados por el coronamiento inevitable que los funda a pos-teriori: La filosofia al articularse Intimamcnte en la lineageneral de la historia, en concordancia con el movimicntode Ia cconomia y la sociedad, ha contribuido a esta lentamaduracion que se transformo bruscamente en revolucioncorouando el Siglo de las Luces (p. 22).E1 lector, algo desconcertado por este exordio que le sor-prendc en frio y le asesta de un solo golpe tantas propo-

    21. A. Soboul, La civilisation et la Revolution [rancaise, t. I:La crisc de t'Ancien Regime, Arthaud, 1970. .22. Cf. Ia rcctificacionaparccida en Annales E.S.C.,scticrnbre-octuhrc, 1970, p. 1.494-1.496.23. Lcs grandes Civil isations, Arthaud,118

    siciones metafisicas, se sumerge en el Indice: [quiere sabersi debe continuar! AlIi le espera otra sorpresa: el plan. Cua-tro partes: los campesinos, la aristocracia, la burguesia, e1cuarto estado, es decir, las clases populares urbanas. POl'supuesto que todo plan es arbitrario y por definicion poseccontradicciones l6gicas. Pero este obliga al historiador delsiglo XVIII a hacer aerobacias. Necesita desmenuzar en ca-tegorias socialcs la demograffa, Ia coyuntura economica, Iapolitica, la cultura, tratar, por ejemplo, las duces en Iasegunda parte consagrada a la aristocracia, Iuego los filo-sofas en Ia tercera a proposito de Ia burgucsia: 0inclusointroducir el Estado absolutista s610 a proposito de Iaaristocracia y como al pasar, a traves de los unicos lazosque la rnonarqufa mantiene con la noblcza. Albert Soboulse abandona imperturbablemente a esta cirugia neo-aristo-telica en Ia que las clases funcionan como categorias meta-fisicas.

    Si se ha aventurado a realizar un corte tan artificial qui-sieramos creer que no es solamente por pereza de tener quereorganizar un tema que ya habia presentado dentro de estemarco conceptual, aunque bajo un titulo diferente y por 10demas mas exacto," Pero 10 que ocurre es que, a su juicio,sin que interese el titulo formal con que se 10 rccubre, toclaIa historia del siglo XVIII frances reenvia Implicitamcnte ados proposiciones fundamentales: 1. EI siglo XVIII sc carac-teriza por una crisis general del Antiguo Regimen que ponenen evidencia las concordancias de la evolucion, en todoslos nivelcs de Ia realidad historica. 2. Esta crisis es escn-cialmente de naturaleza social y debe ser analizada en ter-minos de conflicto de clases. Ahora bien, de estas dos pro-posiciones la primera es 0 tautologica 0 teleologica, 0 am-bas cosas a la vez. Escapa en todo caso, por su misma im-precision, a cualquier juicio racional. La segunda cs una hi-potesis historica: 10 interesante es que sea la rnisma queIa Revolucion Francesa tuvo de si, cuando surgio el aeon-tecimiento, e incluso poco tiempo antes. EI siglo XVIIIde Soboul es el de Sieyes y de su panfieto: Ou'est-ce quele Tiers Etat; un siglo completamente fragmentado, cleter-minado por el conflicto aristocracia/Tercer Estado y euyaevolucion esta en funci6n de esta contradiccion social. Nun-

    24. A. Soboul, La societe [rancaise dans La s cconde moitic ell!XVII1 ' s icclc , C. D. U., 1969.119

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    ca. como en este caso, la tiranfa ejercida sobre Ia historiadel siglo XVIII por el acontccimiento revolucionario se hapuesto en evidencia con tanta ingenuidad. En efecto, podrfa,mos preguntarnos si para un historiador es un gran exitointelectual, despues de ciento ochcnta afios de investigacio-nes y de interpretaciones, clCSP l ICS de tantos analisis de de-talles y de conjunto, compartir la imagen del pasado que te-nian los propios actorcs de la Revolucion Francesa; y si noes una hazafia algo paradojica, para un historindor pretcn-didamente marxista, aceptar la concicncia ideologlca contern-poranea del acontecimiento que se inrcnta explicar. Para So-boul como para Sieyes, In Revolucion del 89 no es uno delos porvenires posibles de la sociedad Irancesa del siglo XVIII;es su unico futuro, su coronamiento, su fin, su significacionmisma. Al igual que el melon de Bernardino de Saint-Pierrehecho para ser digerido en familia, el siglo XVTfr de Soboulaparece en trozos para que sea degusrado en 1789. ( Pcro quequeda de el?

    Imagino que el autor debio scntir cierta molcstia cuandosuperpuso, in extremis, a su corte sociologico, un capitulode conclusion euyo titulo cs pura y simplemcnte cl del li-bra: La crisis del Antiguo Regimen. Pero entonces 110 setrata de una vcrdadcra conclusion, sino de una nueva ex-posicion. dentro de las formulas cl.isicas, de los origencs in-mediatos de la Revolucion: cl interciclo econ6mico de re-gresion de Labrousse, Ia crisis social, el agotamiento de lasIttces, la impotencia del Estado, la revuelra nristocratica.A partir de csto, ;.d6ncle se situa la crisis del Antiguo Re-gimen? 1 .En la decada del 80 que Soboul describe comoconclusion 0 en la densidad cronologica LI e las contracliccio-ncs sociales del siglo? Todo esto no estri nunca dcrnasiadoclaro para el lector, pero parcce que la rcspuesta, implicitaal menos, es In siguiente: aqui y alla. El siglo acurnula losmateriales del incendio y los afios 80 ofrecen la chispa. Deesta manera 1 8 0 irrupcion final de la ternporalidad en el ami-lisis de la estratificacion social no moclifica ni cl corte con-ceptual ni Ia filosofia finalista del analisis, Por cl contrario,intervicnc para confirrnarlos. Se trata de la nueva Providen-cia del nuevo teologo.

    En estc lccho de Procusto, i.en que se convicrtc este po-bre siglo !XVIII? En un arnplio campo de conlradiccionessociales lntcntcs, que Ilcvan en S 1 cl porvenir que se lesasigna, cs dccir, el de Ircntcs de clase de 1789-1793: de un120

    lado la burguesfa y sus aliados populares, carnpesinos ycuarto estado de las ciudades, del otro, la aristocracia.

    El problema de los derechos seiioriales y de la reaccionfeudalEn este analisis, los campesinos se llevan Ia mejor parte

    y easi Ia mitad del texto: se les consagran 200 paginas que,a rni juicio, son las mejores del libro. Albert Soboul realizauna sintesis de numerosos trabajos sobre e1 campesinadodel Antiguo Regimen y analiza en detalle los diferentcs as-pectos de la vida rural, marco social, tecnologfa, demografia,trabajos cotidianos, culturas y creencias, etc.

    Emana de estas paginas una concreta simpatia por elmundo rural y una comprension por Ia vida de los humildes,que Ie dan un sabor innegable. Pero en 10 que respecta a lainterpretacion fundamental, el analisis plante a un inmensoproblema que zanja algo rapidamente: el de los derechossefioriales y el del peso del feudalismo en el campo francesdel sigIo XVIII.Soboul elige su punto de mira: en el plano conceptual,aunque evidentemente no ignora la distincion entre feudaly sefiorial, eomo no la ignoraban los juristas de la Revo-lucien Francesa," mezcla pcrmanentementc las dos nocio-nes, tal como 10 hizo Ia ideologia revolucionaria. Esto Ie per-mite, a nive1 del analisis historico, hablar de un complejoo de un regimen feudal que define 10 esencia1 de las reb-ciones economicas y sociales del mundo rural. Corricndo clriesgo de una constante confusion de vocabulario entre feu-dal, sefiorial, aristocratico, el historiador sigue tam-bien en este caso Ia conciencia contemporanea 0 inmediata-mente posterior al acontecimiento que describe; 26 se 10 veentonces prisionero de la separacion que hizo Ia ideologtadel 89, entre 10 antiguo y 10 nuevo, definiendose 10 anti-guo como feudal. Por esto se ve obligado a colocar en eldebe de este feudalisrno todos los aspectos negatives25. Cf. Merlin de Douai (citado por A. Soboul, p. 67) y sus in-formes a la Asamblea Constituyente en nornbre del Comite feudalel 4 de setiembre de 1789y el 8 de febrero de 1790.26. EI mismo procedimiento en el caso de Mazauric, op. cit.;pp. 118-134.Se reduce el rnarxismo a un mecanismo de justifi-cacion de la conciencia contemporanea del acontccimicnto.

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    y finalmente explosives 0 de la sociedad rural, la explo,taci6n del campesino, su miseria, el bloqueo de la produc-cion agraria, la lentitud del desarrollo capitalista. Comoeste regimen feudal desde hace cuatro 0cinco siglos hapadecido en Francia rudos ataques, 1a vieja idea de unareaccion aristocratica 21 (p. 89) acude en ayuda de un con-cepto amenazado, Un poco mas y nos creeriamos en plenasesion de Ia famosa noehe del 4 de agosto.

    Como nadie ignora, e1 analisis cifrado a nive1 nacionaldel peso relativo de los derechos sefioriales en la renta deIa tierra -yen el ingreso campesino y nobiliario- no estadisponible ni 10 estara en 10 inmediato: los derechos son in-crefblemente diferentes, las fuentes estan dispersas y losdatos de los becerros no pueden ser facllmente agrupadosen series estadisticas. Soboul escribe en la pagina 44: Larenta de Ia tierra, feudal por esencia, domina Ia vida agri-cola... }> Esta afirmaci6n, en 10 que ella tiene subrayado pormf es evidentemente falsa para la Francia del siglo XVIII ysorprende en un especialista: las rentas del arriendo de Iaaparceria y de la produccion directa son indudablemente masimportantes que las de los derechos sefioriales: lpero cuales, perdonando 1a expresion, su grado de inexaetitud? Estocs 10 importante. Las numerosas monograffas existentesmuestran al respeeto una realidad muy diferenciada: loscarnpesinos de Le Roy Ladurie, en un Medioclia que habiasido rclativamente poco Ieudalizado, pareeen haber elimi-nado Ia renta sefiorial muy temprano, a comienzos del si-glo xvr." En la Sarthe de P. Bois," la t'!_~fl:.l_eJ"!:_J:~!?ta~efio!ialparece ser muy debil e incluso infima dentro de Ia renta dela tierra eii-feIadoIl"al-iiiiportc.del.arI"iend6:Y-la rcvisi6ndeIos bceeri:-os que se realiz"a e O n " el ' s i g i o XVII no muestra laexistencia de derechos suplementarios. Se puede afirmar,concluye P. Bois, exagerando apenas, que el problema de lasrcntas scfioriales no concierne a1campesino. La misma cam-panada sc escucha en la Auvernia de A. Poitrineau," en laque el porcentaje de los derechos sefioriales en relacion al

    27. Soboul identifica en esta como en otras oportunidades aris-tocratico, sefiorial y feudal.28. LeRoy Ladurie, Les paysans de Languedoc, S.E. V. P. E. N.,d. t. I, pp. 291-292.29. P. Bois, Paysans de l 'ouest , Mouton, ]960, d. p. 382 Y sig.30. A. Poitrineau, La vie rurale ell Basse-Auvergne au XV II I siecle, 17261789, Paris, 1965 , cf. t. I, p. 342y sig.122

    producto neto no pareee sobrepasar el 10%,pero en estccasu con una tendencia al alza a 10 largo del siglo. Por eIcontrario, en la Bretafia de J. Meyer," como en 1a Borgofiade Saint-Jacob," nuevamente estudiada por R. Robin," Iaapropiaci6n scfiorial sobre el producto neto sigue siendoimportante, particularmentc por intermedio de los derechosen especie; e1 champart * en Borgofia y, en Bretafia, losderechos que atafien al domaine congeable-r= parecen serlos verdaderos derechos sefioriales econ6micamente pesaclos.

    No es, pues, posible, en el estado actual de nuestros co-nocimientos, hablar de una reacci6n feudal en el siglo XVIIIcomo un proeeso objetivo en el interior de la economia y deIa sociedad agraria del siglo XVIII. No es incluso seguro quelos derechos sefioria1es reales, que pesaban prioritariamentesobre e1propietario ya que se deducian genera1mente, comoel diezmo, de la renta de la propiedad urbana, hayan afectadosensiblemente el nivel de vida del mas pobre de los campe-sinos: el pequefio labrador. Pero incluso en el casu de ha-ber oeurrido esto, incluso si e1 aumento de la apropiaci6nsefiorial hubicse sido Ia causa del empobrecimiento campc-sino de fines del siglo XVIII, no se deduciria que el movi-miento haya sido de naturaleza aristocratica y feudal (enel sentido de Sobou1, es decir, a Ia vcz nobiliaria y antica-pitalista): A. Poitrineau ha publicado 34 una curva muy in-teresantc que muestra el acreccntamiento de la actividadcomercial de los sefiorfos en Auvernia en la scgunda mitaddel siglo, y su crecicnte integraci6n en 1aproducci6n para clmereado. Y en 10 que respect a a Ia Borgofia de mediados del

    31. J. Meyer, La noblesse bretonne all XVIII' siecle, S. E. V.-P. E. N., 1966. Cf., particularrnente el t. II. La densidad rclativade las cxacciones scfiorialcs en Bretafia no impide a J. Meyerconcluir (p. 1.248) que los derechos sefioriales propiamcntc di-chos, por cIevados que sean, represent an un porccntaje bastantepequefio de los ingrcsos de la nobleza.32. P. de Saint-Jacob, Les Paysans de la Bourgogne du Nord alldernier siecle de l'Ancien Regime, 1960.33. R. Robin, La societe [rancaise ell 1789: Semur-en-Auxois,PIon, 1970.* Champart: renta feudal en especies extraida sobre una tasauniforme, (N. del T.)** Domalne congeable: tipo detenencia en Iaque s6loIa tierrapertenece al arrendador; el expIotadorposee los ediflcios y lasuperficie que debcn ser rccmbolsados por el terratcnicntc encaso de disolucion del contrato. (N. del T.)34. A.Poitrineau, 0]7. cit., t. II, p. 123.1 2 3

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    slglo XVIII, P. de Saint-Jacob (que parece por otra parteemplcar con rescrvas cl tcrrnino rcaccion scfiorial) 35 harnostrado como el sefiorio, por intermedio del arr'cndatariode dcrcchos, sc integra a 10 que denomina la revolucion fi-siocratica, cs dccir, al desarrollo del capitalismo en el earn-po." (No seria mejor hablar, como 10 pretendia Cobban,"de un aburguesamicnto del sefiorio antes 9-ue de um~ rea~-ci6n aristocratica? Desde estc punto de VIsta, la resistenciacarnpcsina al sefiorio puede no ser antiaristocratica 0 .an-tifeudal, y ser antiburguesa y nnticapi talista. Y el cntusias,1110 de la noche del 4 de agosto no ser el de un [rente declases unido por el interes cornun, sino la mascara de undesacuerdo, 0 al menos, de un malentendido radical. Ade-mas es evidente que Ia abolicion de los dcrechos sefiorialesno elimino, en la historia de Ia socicdad rural francesa, lasresistencias al desarrollo del capitalismo. Tal como 10 sugie,re el libra de P. Bois, la hostilidad del campcsino al sefioriopuede ser solo la forma arcaica de su oposiciou al cambioeconomico, I . t t' I JS 1 'Desde este punto ue VIsta, un rccrentc ar icu 0 ::I emansugicrc una hipotesis interesante: a partir de una com para-cion entre Bavicra y Francia, muestra que a difercncia de 1aAlemania al oeste del Elba donde el clero y la nobleza, almismo ticmpo que conscrvaron su propiedad emincntc, aban-donaron complctamente la antigua rcscrva a los campesinostcrrazgucros que por esta raz6n poseen entre el 80 y el 90 %de la l)ropiedad util, en Francia, el Ienomcno esencial de lacvoluci6n del seriorfo ha sido el arricndo de la reserva, quesc cxticndc des de el siglo XVI al XVIII en detrirnento ele laccnsivc," que los nobles aborrccian a causa de la des~alo-rizaciou de los censos: a fines del siglo XVIII, los campcsmos-terrazgueros Iranceses no poseen mas que un tercio. del sue-10, 10 que no es mucho contrariamente a 10 que sostienc t~~adifundida opinion. Este anal isis comparado de Ia evolucion

    35. P. de Saint-Jacob, op. cit., p. 434.36 . P. de Saint-Jacob, op. cit., pp. 469 -4 72 .37. A. Cobban, The social interpretation of the Frencn Revolu-tion Cambridge Univ. Press, 1964, p. 47.3 8 . Eberhard Weis, Ergebnisse cines Vcrglcichs dcr grund-hcrrschattlichen Strukturen Dcutschlands und Frankreichs vom13. bis zurn Ausgang des 18. Jahrhundcrts, en Yierteilahrschritt[iir sotial (mel Vlirtscllllftsge~cl!icllte, 1970, pp. 1-~4.. .,c CCllsil'e: tierra conccdida al pechcro mediante cicrtos tri-butos de caractcr pccuniario. (N. del T.)

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    del sefiorfo en Francia y en Alcmania occidental t icne laventaja de poder explicar el empobrccimiento de la socic-dad rural Irancesa en vlspcras de la Revoluciou y lu jnescn-cia de un vasto prolctariado agricola que no posce su equi-valente en Ia otra orilla del Rin, dondc el 909'0 de la tierracircula entre los propietarios-productores. Pero :.11111i51110tiempo subraya que el desarrollo del capitalisrno rural enFrancia paso por el arriendo de Ia rcscrva. El sei1orio consus administradores y sus. interrncdiarios burgucscs, lcjosde huber sido un obstaculo, Iue el vehiculo de aqucl dcsarro-110 .3 Y es mlly probable que P. Bois tenga razon y que a lprotestar contra los dcrechos feudales residuales y secun-darios, pero sicologicarnente tanto mas iusoportablcs en Iamedida en que representaban una puncion marginal sobrcuna explotacion marginal, los carnpesinos Iranceses de linesdel siglo XVIII, hayan cuestionado en realidad el capi talismagrario.

    Si, no obstante, los historiadores aceptan desde haec tan-to tiempo la confusa idea de una reaccion aristocriit icn ca-racterizada por Ia agravacion de los dercchos scfiorinles, noes solamcnte porque concuerda con una vision simplista dela Iucha de clases y de Ia disposicion de las alianzas: 0 por-que perrnite a Albert Soboul reencontrar un marxismo deescuela primnria cuando cscribe que In transformacion ca-pitalista de la agricultura exigia Ia abolicion del Icudalisrnoy del privilegio (p. 89). Aquello ocurre sobre todo pOl'quese recurrc a una scrie de testimonies Iitcrarios. del si-glo XVIII, en especial a los Cuadernos de los cstados genera-les. La discusion sobre el valor documental de los Cuadcr-nos -yhasta Dios sabe 10 rica que esta discusion ha si dodesdc comienzos de siglo- sc ha centrado escncialmcntc has-ta ahora en el problema de saber si y en que mcdida, los rc-dactorcs de cada Cuaderno habian sido fides a los votes rca-les de sus comunidades. Suponicndo que la rcspuesta a cstcinterrogantc sea positiva -ya mcnudo 10 es- cxiste unasegunda cuestion que hay que resolver, previa utilizacioude los Cuadernos, y que es probablementc 111flS Iundamcntnl.lDebcn leerse estos textos como testimonies sobre In reali-dad 0 como documentos sabre cl cstado de cspiritu politico

    39 . Notables ilustracioncs de este hccho se encuentran en losEtudes orleanaises de Georges Lefebvre, t. I, cap. 1.", Les cam-pagnes orlcanaises.125

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    y Ia idcologfa de Ia socicdad frances a del 89? Me inclino, jun-to can R. Robin.o que ha ejemplificado este punto, haciael segundo tipo de lectura, que al menos me parece previoal primero; es necesario describir ante todo el contenido delos Cuadernos, en cada nivel socio16gico, antes de realizarIa comparaci6n con la vida social real de la que proceden.

    Es cierto que los Cuadernos campesinos estan a menudoinundados de quejas contra los derechos sefioriales. peromenos, me parece, contra el diezmo y los pechos, piagas porcxcelencia de las comunidades rurales, Del conjunto de losderechos sefioriales, los Cuadernos campesinos ataean a me-nudo menos los derechos reales que los personales, las ba-ttalites, la caza. En 10 que respccta a la idea de una agrava-cion de cstos derechos en un pasado recicntc, es cicrto quetarnbien Ia encontramos especial mente bajo la forma de Iahostifidad a los comissaires a terrier; * pero incIuso sisupusiescrnos -y esto esta muy lejos de Ia vcrdad- quelos Cuadernos carnpesinos se quejan unanimemente de unrccientc aumento de. 1a exaccion sefiorial, lque se prucbacon ello? Casi nada.Imagino, en cfecto, que si se organizase en Ia Franciarural actual una consulta semejante a Ia del 89, con redac-cion de quejas, estos Cuadernos modernos protestarian una-nimemcn te contra e 1 impuesto, rnientras que los campesinosIrancescs son una catcgoria social con un bajo nivel de im-puestos dcsde haec ciento cincuenta afios, Pertencce a Ianaturalcza de un texto politico y de la conciencia polftica,por borrosa que sea, imputar el mal a los hombres y no alas cOS::JS;Ernest Labrousse," que sigue siendo el gran his-toriador marxista de los origenes de la Revolucion Francesa,llama a csto con exactitud la imputaci6n a 10 politico. Larniseria de fines del siglo XVIII de Ia que hay tantas huellasinnegabtes, puede deberse al crecimiento demografico: eranecesario que aquellos cinco 0 seis miIIones de subditos su-plementarios del rey de Francia encontrasen un sitio bajo

    40. R. Robin, op. cit., pp. 255-343.-I: Comissaires iJ . terrier: funcionarlos del siglo XVIII que de-bian encontrar los documentos probatorios de los dercchos sefio-dales. (N. del T.)41. E. Labrousse, La crise de l'cconomie [rancaise iL la tin del'Anciett Regime et all debut de la Revolution, Paris, 1943. Intro-ducci6n general, p. 47. (Hay trad. cast. que se incluye en el volu-men Eluctuaciones economicas e historia social, Tecnos, Barce-Iona.)

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    cl sol. Esto sc observa tambien en las admirables curvas deE. Labrousse en Ia que los preeios de los arriendos -es de-cir, de Ia renta de la tierra bajo su forma mas burguesa-aumentan con mucha mas rapidez que los salarios e inclusoque los precios," lPero c6mo podrian saber esto los eampe-sinos 0 el mismo notario local? lC6l110 no se volverian es-pontaneamente contra el castillo y contra sus hombres, queconstituyen la imagen local del poder? Como 10ha sefialadoR. Robin a prop6sito de los Cuadernos de Auxois," Ia quejade Ia comunidad rural no es la del analisis histcrico 0eco-n6mico, sino Ia de Ia vida concreta, el impuesto, el diezrno,la caza: 10 que se le quita, 10 que se le prohibe. Por 10demas, la consulta se efectu6 en la primavera del 89, en ple-na coyuntura corta de crisis; lcomo Ia inmensa masa decampesinos pobres no buscaria en el pasado reciente y encl aumento de las apropiaciones sobre su trabajo, las razones Ide las dificultades actuales?

    P. Bois es e1 que mejor ha mostrado, a partir del ejem-plo limitado, es cierto, del departamento de Sarthe, en e1capitulo de su libro consagrado a los Cuadernos," que elsenor, 0 en el caso del diezmo, el dero, cumpIicron proba-blemente el papel de chivos emisarios de laocrisis. Se ob-serva en efecto que no existe ninguna relaei6n entre Ia in-tensidad de la queja campesina contra los abusos de los6rdenes priviIegiados, Ia reaIidad objetiva de la exaccionsefiorial 0 decimal, y Ia conducta polftica de las comunida-des consideradas. Muy por el contrario, en el oeste del de-partamento es donde Ia severidad de los Cuadernos contralos ordenes privilegiados, y sobre todo contra el clero," esmas viva, sin que se descubra ninguna justificacion objetivaen Ia extension de Ia propiedad eclesiastica 0 en la tasa deldiezmo; esta area del departamento sera tierra de chuanes,

    42. E. Labrousse, Esquisse du mouvement des prix est desrevenus en France au XVIII" siecle, Paris. 1932. Cf. Iibro VII, ca-pitulo 2: Labrousse sugiere ademas expltcitamente en La crise del'economie [rancaise ... Ia idea que desarrollo aqui: que la reac-cion sefiorial se produce esencialmente en el plano economico,en el aumento del valor real de los arricndos y del porcentajedel producto neto (Introducci6n general, p. 45).43. R. Robin, op. cit., pp. 298-313.44. P. Bois. op. cit., pp. 165-219.45. EI conjunto de Cuadernos de 10 que sera Iuego el depar-tamento de Sarthe presenta un caracter antinobiliario muy ate-nuado.

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    mientras que el sureste, donde los Cuadernos son por el con.trario, particularmente moderados frente a los pr'ivilegiados,sera el reducto de In fidelidad republicana. En otras palabras,no hay que buscar los secretos del estado de espiritu y delcomportamiento campesinos en la organizacion post-factumde un frente imaginario de clases anti-efeudal consolidadopor una reaccion nristocratica en las zonas rurales.iDe donde proviene entonces aquella especie de Irustra-cion difusa, pero muy activa e importante, en Ia sociedadfrancesa de fines del siglo XVIII en relacion a Ia nobleza y alos ordenes privilegiados? Me parece que Ia reaccion aris.tocratica es mas una realidad sicologica, politica y socialque un dato de la vida econornica. En el siglo XVIII se ob-serva una exasperaci6n del esnobismo nobiliario 46 y, de re-bote, en toda la piramide social, una exasperacion del mundode la diierencia. En una de las notas de su tesis, J. Meyercita un texto muy divertido al respecto: 41 se trata de un pan-fIeto an6nimo contra los presidentes con birrete del parla.mento de Bretafia, que constituye un manual ironico parausanza de estos prcsidentes: Como no somos muy nurne-rosos, no podemos estar siempre juntos. Hay que saber estarsolo y aburrirse con dignidad: para esto nos preparamoscontinuamente: e1 habito se hace y en la actualidad prefieroel honor de aburrirme solo 0 junto a algun presidentc al pla-cer que podrfa tener con algunos conscjeros 0hidalgos; estegrado de perfeccion s610 se alcanza por medic de un largohabito de la presidencia.

    Toga, Iinanzas 0 espada -pem estas distinciones en elinterior de la nobleza tienen cada vez menos sentido a me-elida que se avanza en el siglo, como si se debilitaran parareforzar Ia otra distincion, la de la gran transicion. social,Ia que separa nobleza y plebe. Es evidente que existe unaexasperacion del racismo nobiliario. Perc esta exaspera-cion de la nobleza a raiz del protocolo y de las aparienciasde su poder no esta necesariarncnte en relacion 'con unaumento de la punci6n econ6mica sobre el carnpesinado. Porel contrario, esto puede ser el signo de que los nobles, pri-vados de poder pOI' el absolutismo 0 suponiendolo, 10 queen la practica es 10 mismo, exaspcran hasta la caricatura

    46. Cf. espccialmente el articulo de M. Reinhard, Elite etnoblesse dans la seconde moitic du XVIII" siccle, Revue d'histoiremode me et coniemporaine, 1958, n." 3.47. J. Meyer, op. cit. , t. II, p. 961.128

    las aparienclas del poder y los ritos de separacion," Si-guiendo su ejemplo toda la sociedad juega el sicodrarna dela dorninucion y de la scrvidumbre, los nobles contra los nonobles, los grandes nobles contra los pequefios, los ricoscontra los pobres, los parisinos contra los provincianos, losurbanos contra los rurales: ~L_I>roblt:!I!!a es menos un pro-blema de propiedad econ6micaque de -dominaci6n social.Como 10 observe Tocqueville ' con precision, la sociedad

    48. Sc cncuentra en la tesis de J. Meyer, t. I, p. 793, este juiciode los Estados de Bretafia de 1772 sobre los derechos fcudalcs:Si los derechos Ieudales no son ordinariamente dignos de teneren cl!cnta con respecto al interes, son agradables y preciosos enrelacion al beneplacito y a la opinion.49. Tocqueville, L'Ancien Regime et la Revolution, eel. Galli-rnard, libro II, cap. 9.Observo,. entre parentesis, que Ia referencia que Soboul hacede Tocqueville es una pura reverencia, constantemente erronea.POI'ejemplo: par~ justific;:ar su analisis del peso de los dcrechosfeudales y del regimen feudal en las zonas rurales de Franciadel sigl? XVIII, utili.za (p. 64) una pagina de El Antigua Regimendel capitulo I del libro II, consagrada al descontcnto campesinofrente a los derechos feudales. Repite de este modo un contra-sentido que habia ya cometido en un articulo de los A. 11. R. P.:La Rcvolutio~ francaise et Ia feodalite, julio-seticmbrc, 1958, pp.294-297. Es evidente para cualquier lector atento de L'Aucicn Re -gime que Ia tesis de Tocqueville es Ia siguiente:a) Los derechos Ieudales pes an rnenos sobre el campesinofrances que se ha transformado en propietario que sobre sus ve-cmos de Ia Europa continental muchos de los cualcs estun aunsujetos a prestaciones pcrsonales arbitrarias. Si cl descontentorural frente a estos derechos es tan fuerte no es porque estoss~an particularmente pesados, sino porque son rcsiduales y estanaislados de su complemento natural que es la administracion localy paternal del senor.b) Si Ia. situaci6n del campesino frances es algunas vecesp.eor en el siglo XVIII que en el XIII es porque el campcsino delsiglo ~VIlI .depen~e de l:;tarbi~r~r:iedad real y purticularmente dela arbitrariedad fiscal, sm posibilidad de recurrir a la intcrcesiondel sefior (II, cap. 12).. t;) Como par.a el joven Marx (cf. especial mente La cuestionItullll) , el Ieudalismo es para Tocquevillc tanto una institucionpolitica .~omo civil y socio-economica: uno de los crlgencs de laRevolucion 1 0 . constl~~ye el hedl;o que esta instituci6n ha dejadode existrr a nivel politico, destrmda. por la monarquia y sobreviveen forma residual, y por 10 tanto insoportable en el nivel de lasociedad civil. 'Habria igualmente mucho que clecir a proposito del empleoque hace Albert Soboul de ciertos pasajes de Tocqueville extraf-do~ .~etlcl1Iosament.e de su contexto, en su postfacio a la nuevaedicion de Ouatre-vingt-neu] de Georges Lefebvre, Paris, 1970 (pp.

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    Iranccsa del siglo XVIII es un mundo desintegrado por Iacentralizaci6n mOnflrquica Y el concomitante avance delindividualismo. En esta perspectiva, la Revoluci6n puede serconsidcrada como un inmcnso proceso de integraci6n socio-cultural, a traves del patriotismo anti-feudal del 89 Y dela idcologia jacobina que 10 sustituye. El igualitari~mo es 10opuesto a la humillaci6n, la comunion repubhcana 10opucsto a la soledad momlrquica: Por ~sta razon es nor-mal que la nobleza. modelo de Ia diferencia, pague con ere-ccs cl precio de esta integraci6n nacional.

    Las clases dominantes del siglo XVIIIEste largo parentesis me conduce al libro de ~lbert So-

    boul y a su analisis de la nobleza y de la burguesm: la par-te ccntral y tambien la mas Iastimosa. 1.0cu~re e~to porq~edesaparece subitamente la simpatia que el hlstoriador tentapor el mundo rural, por sus trabajos)~ Y su~ d~~s?lO por-que abandona su campo habitual de .1llveStIga~IOn?El t~~odisminuye, Ia descripci6n se hace arida y la mterpretacIOncada vez mas esquematica. La arbitrariedad del plan agravalos cstragos que padece la realidad historica. Se examina,por cjcmplo, al clero junto a la nobleza cuando ,se trata dedimiatarios que estan en 10 alto, con la hurguesia en la me-dida en que no 10 estan: en consecuencia una instituci6n so-cio-cultural tan caracteristica del Antiguo Regimen desapa-rece en mcdio de la cirugia sociol6gica. Al mismo tiernpoque vive del diezmo y provoca una hostilidad y un enconogenerales y no solamente en el campesinado --esto se ob-servara en los debates posteriores al 4 de agosto-, la Igle-sia participa activamente en la dislocacion cultural del An-tiguo Regimen. De todo esto 10 unico que aparece en el ami-Iisis de Soboul es el richerismo * del bajo clero. Pero enesta ]ectura populista de la historia, l.d6nde estan los predi-

    2?O, 263, 283). se neccsita 0 no habcrJeido ,scriarnente a Tocqueville 0 ser rnuy mdlferente a la slgmflcaclOnde los textos parapoder sugcrir que L'Allcien Reginu: et la Revoluti_on conduce a unainterpretacion como Ia que propane Soboul. La Interpretacion co-rrecta es exactamcnte la contraria.;, De E. Richer, autor del siglo XVIII que defcndla los dere-chos de bajo clero en nombre del jansenismo. (N. del T.)13 0

    cadores de Groethuysen," difusores del espfritu burgues,donde los jesuitas del P. de Dainville," educadores de la Fran-c~a de las Luces, donde los jansenistas, y mas aun, el jansc-msmo, crisis fundamental, decisiva, sin duda, de Ia Fran-cia catolica? De minimis non curat praetor.

    Otro problema: sc aborda el mundo de las finanzas alfinal de los capitulos consagrados a Ia burguesia, junto conla burguesia empresarial, Esto representa ante todo undoble contrasentido. Las finanzas no tienen nada que vercon la empresa ni con los bancos, de los cuales se diferen-cian cada vez mas," convirtiendose en rival, aun cuando estasdos actividades se entrecrucen: este capitalismo privilegiadoy cerrado, que vive de Ia gestion de las finanzas de un reinoagricola es, desde este punto de vista, 10 contrario del ca-pitalismo de empresa de tipo schumpeteriano; el relevo deIa finanza oficial por la banca privada, en la tentativapor salvar las finanzas reales -relevo que aparece simboli-zado en la promoci6n ministerial de Necker- constituye unode los signos importantes de la crisis de las estructuras so-cio-estatales del Antiguo Regimen. Por otra parte, las finan-zas no son unanimemente un mundo burgues: por el con-trario, en el siglo XVIII son el ambito por excelencia donde setraspasa Ia linea fatidica del estado llano a la nobleza. Laflor y nata de las finanzas, los recaudadores generales, lostesoreros generales, los cobradores generales, compran losoficios de secretarios del rey, hacen parlamentarios a sushijos y casan a sus hijas con duques. Si Soboul no estu-viese__ncerrado en _su C~qJ!~ll1a de una a-ristocracia feudal--=que desmienten incluso los ingr~sosadstocraticosquedta,p. 220-224-'J hubiera echado un vistazo sobre Ia estructurade las fortunas de los grandes oficiales de las finanzas, tal

    50. Grocthuysen, Les origines de l 'esprit bourgeois , Gallimard,1927.51 . Dainvillc, La nalssance de l'hunianisme moderne, Paris,1940.52. Cf. H. Luthy, La banque protestante ell France 2 vol.S.~.V.P.E.N.,1959; resefia de J. Bouvier aparecida en A.I-I.R:F., julio:seticmbre 1962, pp. 370-371; cf. tarnbicn G. Chaussinand, Les [i-'1Q ,~c te rs de LUI~guedoc au XVIII '. s iecle, S.E.V.P.E.N.,1970, y el,!rtJc~Ilod~l. nnsmo autor: Capital et structure sociaIe sousIAncienRegime,en Annates E.S.C.,marzo-abril 1970, pp. 463-476 .. 53. En efccto, mucho se necesita para que las sumas prove-n.lCn~csde los dercchos sefioriales constituyan una parte mayo-ntana, 0 al menos muy importante, del conjunto de estos in-gresos.

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    como 10 sugieren los trabajos de G. Chaussinand:" la inver-si6n en oficios y en rentas del Estado de todo tipo es abru,madoramente dominante- La adquisici6n de un sefiorio enIa epoca no es nada mas que un esnobismo, el simbolo deIa condici6n social y de la dominaci6n, pero no Ia realidadde la riqueza.En realidad, el punto sensible por excelencia de Ia socie-dad del Antiguo Regimen es esta zona de transicion -0 deno transicion segun los casas Y los periodos- entre 10 quepodriamos denominar la alta burguesia y la alta nobleza. Enefecto es mas dificil en esta sociedad de ordcncs pasar deIa peqtiefia :i]a- gran nobleza, que abandonar el estado llanopor la aristocracia dirigente gracias a la adquisici6n de unagran fortuna plebeya y del acceso a los grandes cmpleos delEstado. La sociologia rigida y estrictamente vertical de SQ-boul, heredera a la vez de ideologias reaccionarias y revo-Eicionarias, de Boulainvilliers Y de Sieyes, esconde e ignoraeste heche capital que en mi opini6n origina la crisis delas clases dirigentes del reino en el siglo XVIII. Es cierto quepara tomar en cuenta este hecho debi6 haber examinado, almenos, el papel del Estado monarquico en Ia sociedad y enla crisis de esta sociedad. Perc en cste voluminoso librade casi 500 paginas, la tiran[;i--dCl sociologismo es tan abso-luta que no se dedica ni siquiera un capitulo al funciona-miento del absolutismo. Ademas Soboul nos ofrece en Ia pa-gina 253 Ia clave de este sorprendente silencio, EI Estadarnonarquico es, en su opinion, a partir de Luis XIV, unapendice de la

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    no hay nada mas facil que escribir la historia. Pero, en rea-lidad, las relaciones sociales no son tan simples,"La monarquia francesa cumple en verdad desde haec si-glos, y en el siglo XVIII mas que nunca, la funcion aetiva dedislocacion de la sociedad de ordenes. Ligada al desarrollode la produccion mercantil, hostil a los poderes locales, re-presentante de 10 nacional, la monarquia ha sido, junto conel dinero, al mismo tiempo. que el dinero, y_mas aiin quecl dinero el elemento deCisivOdeJamovilidad socilLfJ:()~g i: e sfvam6n te - ft ie

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    pada por el Estado, tocla la riqueza burguesa aspirada por61, a cambio de recibir la condici6n de noble. Luis XIV or-ganiz6 meticulosamente este sistema de minorfas rivales,para emplear el terrnino de Louis Bergeron; 6J pero su muer.te dej6 el campo abierto a una bntalla que fue tanto mas irn-petuosa cuanto los intereses que estaban en juego eran aIa vez politicos, sociales y economicos. Pero si el Estadomonarquico aspira Ia riqueza del reino, tambien 1a redis,tribuye.En este aspecto y en relacion al poder, e1 siglo XVIII apa-rece indudablemente como un periodo de reaccion aristo.cratica, a condici6n de que e1 terrnino aristocracia seernplee en su verdadera significacion, el de la minorfa poll-ticamente dirigente. Existen al respecto numerosos testimo-nios literarios en las memorias. en las correspondencias, enlos document os administrativos de Ia epoca. Pero el feno-meno puede remitirnos a realidades extrernadamente difcren-tes. eSc trata del cierre de filas de Ia nobleza ante las capassuperiores del Tercer Estado que querfan ingrcsar en aque-lIas y del acapararniento de los grandes puestos y del Estadoque permitirfa asi a la nobleza volver a constituir 10 que ha-bfa dejado de ser bajo Luis XIV, una aristocracia? Esta esIa hip6tesis tradicional " que prescnta 1a ventaja de poderexplicar Ia frustraci6n y la amhici6n burguesas de fines desiglo. Pero por 10 que sabemos en la actualidad," los datosestadfsticos no favorecen esta hipotesis: la venta de los car-gos de secretaries del rey que disminuy6 de manera impor-tante desde la muerte de Luis XIV hasta los afios cincucn-ta, crece nuevamente en Ia segunda mitad del siglo, aI mis-mo tiempo que las necesidades Ilnanclcras del Estado. En10 que respecta a los parlamcntarios ni los trabajos de F.

    63. L. Bergeron, Points de vue sur la Revolution francaise,en La QlIil1?aine, die. 1970;d. tambicn, del mismo autor, el pre-ciso e inteligente analisis del problema de .Ias elites francesas afines del siglo XVIII, en Les Revolutions curOpeCI111CS ct le portagedu. monde, col. Le Mende et son histoire, Bordas-Laffont, 1968,t. VII, pp. 269-277.[Hay tract cast.: La epoca de las revolucioneseuropeas (1780-1848), Siglo XXI, Madrid, 1978.]64. Cf. especialment la obra de E. Barber. The Bourgeoisiein the Eighteenth. Century France, Princeton, 1955.65. Recurro en este caso a un articulo deszraciadamcnte auninedito de mi amigo D.Bien, profcsor de la Universidad de Mi-chigan: Social mobility in eighteenth century France.13 6

    Bluche," ni los de J. Egret 67 sugieren grandes cambios en elsistema de reclutamiento en relacion al siglo XVII. Siguien-do a Jean Egret, sobre 757 miembros de los 13 parlamentosy de los dos consejos soberanos de las dos ultimas decadasdel Antiguo Regimen, 426 eran advenedizos: de este totalcerca de un centenar provienen de Ia plebe y muchos otro~son nobles recientes. Estas cifras para que sean absoluta-mente convincentes deben ser comparadas con otras, en unlargo periodo; pero al menos ponen de manifiesto que noexiste una esc1erosis social en e1 reclutamiento parlarnenta-rio. Lo mismo ocurre con los intendentes: los datos presen-tados recientemente por V. Gruder 68 revelan un exclusivis-rno nobiliario en su eleccion (con variaciones considerablesen el numero de generaciones de nobleza), pero estc exclu-sivismo disrninuye en el siglo XVIII, al mismo ticmpo queaumenta el numero de los intendentes procedentes de las fi-nanzas (es decir, de Ia nobleza reciente). i.EI reclutamientoepiscopal? Para el periodo 1774-1790 es nobiliario en un 90 %,pero para el perfodo 1682-1700 es del 84 % . U J Con los minis-tros ocurre 10 mismo: casi todos los de Luis XV y Luis XVIson nobles," pero tambien todos los de Luis XIV 10 hablansido, a pesar de 10 que haya afirmado Saint-Simon, cuyotestimonio invoca Soboul candidamente (p. 250). Quccla porultimo el ejercito, aquel rec1ucto del exclusivismo nobil ia-rio: antes de Ia Revolucion y del Imperio, nunca repre-sent6 un canal de promocion burguesa; entre los generalesde Luis XIV estudiados pOl' A. Corvisier," muy pocos son de.origen plebeyo, Verncs, sin embargo, siguiendo a E.-C. Leo-nard," que desde fines del reinado de Luis XIV los altos gra-

    66. Especialmente, L'origine des magls trats all parlcntent de.Paris aLL XVIII' siecle , 1715-1771, Paris, 1956; Les magistrats ell!parlement de Paris au XVIII' siecle, 1715-1771, Pal-is, 1960 .67. Especialmente, L'aristocratie parlementaire a 1 :1 fin deI'AncienRegime, en Revue Historique, julio-set. 1952,pp. 114.68. V. Gruder, op. cit., 2.' parte.69. Segun el cuadro presentado per D. Bien, art. cit.; cf. tam-b.ienN. Ravitch, Mitre ane!. Sword, Mouton, 1966, que subraya, escierto, ~l avance de los h1JOS de Ia antigun noblcza de espadaen detrimento de las otras categorias nobrliarias.70. F. Bluche, L'origine sociale du personnel ministcricl fran-cais au XVIII" siecle, en Bulletin de la Societe d'Hlst, Mod., 1957,pp. 913.7L A. Corvisier, Les generaux de Louis XIV et Ieur oriainesocialc, en Bulletin du . XVII' siecle, ]959, pp. 23,53. . t:>72. E.-C. Leonard, op. cit., cap. IX, La question sociale ctI'argent dans I'arrnee. Le reve d'une noblesse militnire.

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    dos se ven invadidos por hijos de financieros, en el mo-mento de la prolongada guerra con Europa y de Ia ruina fi-nanciera. Esta evolucion continua en eI siglo XVIII,facilitadapor el alto precio de compra y sobre todo de mantenimientode los regimientos, que provoco Ia hostilidad de la antiguanobleza contra los caballeros del comercio, pero tarnbiencontra la nobleza de la Corte que no era necesariamente an-tigua; antes que el origen plebeyo, 10 que se ataca es el di-nero, Ia riqueza, el Estado complice. Tironeada en todoslos sentidos por este conflicto intra-nobiliario, Ia monarquiareaeciona con las medidas de 1718 y 1727, medidas que rea-firrnan el monopolio nobiliario sobre los grados militares,pero tarnbien con el edicto de noviembre de 1750 que decretael ennoblecimiento por hojas de servicios que son a Ia vezfamiliares y personales: la Legion de honor anticipada enmas de medio siglo.

    No existen, pues, pruebas, en el estado actual de la in-formacion, de un estrechamiento social de Ia nobleza. La mo-narquia, cada mas acuciada por sus necesidades financieras,continua ennobleciendo a los nuevos secretarios del rey, alos nuevas parlamentarios, a los militares plebeyos que hanenvejecido en el ofieio y la vieja nobleza casa a sus hijoscon las hijas de los financieros. Ciertos procesos objetivos,como la acelcracion de la venta de sefiorfos, son tambienprucba de una integracion continua de las capas superioresdel Tercer Estado en la nobleza. Es posible, e incluso pro-bable, si bien dificil de demostrar, que esta integraci6n hayasido mas Icnta que el ritmo de crecimiento de las fortunasy de las ambiciones burguesas. Esta es la impresion que dejacl estuclio de J. Meyer 73 que compara el dinamismo econo-rnico de las elites burguesas bretonas y el numero rclativa-mente restringido de los ennoblecimicntos durante el si-glo XVIII.Aun cuando esto sea verdad a nivel nacional, cons-tituye una razon suplementaria para no aislar el estudio so-ciologico de las c1ases dominantes del Antiguo Regimen delanalisis de la zona de contacto plebe noblcza, ya sea que

    , exista pasaje de un orden a otro 0 bloqueo de un orden par. otro. Es probable que en el siglo XVIIIesta linea magica dela prornocion habfa lIegado a ser demasiado rfgida comopara satisfaccr la demanda creciente, pero que era tambien

    73. J. Meyer, op. cit.; cf. cspecialmente t. 1, pp. 331-442.138

    demasiado flexible y demasiado venal como para merecer serdefendida,"~n .todo caso, 10 queesta fuera de duda es que el enno-blecirniento otorgado por el rey y por el dinero, suscita du-

    rante. t?do el siglo XVIII,permanentes protestas por parte deIa Vl~Janobleza, cuyo clamor se eleva luego de la muertede LUIS XIV. Entonces 10 que el historiador llama Ia reac-S l c ? ! ? _ _~ristocnlticai) podrfa se!nadamas .que Ia lucha encar-E:(,!cH:Ia,enel scno de las elites del Antiguo Regimen, entrenobles y ennoblecidos y traduce la resistencia de una noble-za relativ_am~!"!!~L~iHlglt~,.a - .menudo-em:i;obreada;-ante--erin~!~I1t()_~:Ie;()l1l)titucion.de una-nuev~-clase- didgente, promo-YI!!apor el_Estado_ ypor. el dinero. Tal comolo-senilla-D.B1en~el famoso edicto de 1181 no-esta dirigido contra Ia ple-be, sino contra aquellos nobles que no poseen cuatro gradosde nobleza. Es natural que las sociedades de ordenes defien-d~n el eulto de Ia diferencia; el problema que domina a laselites del siglo XVIIIno es soIamente: lburgues 0noble?, sinoenable 0 ennoblecido?, y si ennoblecido, edesde cuando?De todos modos, los dos fen6menos que constituyen por unIado, una fuerte presion burguesa sabre un acceso socialcada ~ez mas atestado y, tal vez, proporcionalmente, cadavez mas selectivo, y por otro, la lucha, una vez logrado esteacceso, entre los diferentes grupos de Ia :nobleza no soneont.radictorios sino complementarios. Ambos ex~resan lacreciente desadaptaci6n del mecanisme relativamente estre-cho de movilidad social organizado por el absolutismo ene~ma~co d~ Ia sociedad de ordenes: desadaptacion cuantita-tiva S1se bene en cuenta, claro esta, Ia prosperidad del si-glo; pero tambien desadaptacion cualitativa, en el medidaen que la llI~ieasituacion que se propone a las fortunas ple-beyas es Ia mtegracion en el Estado, en su Corte en su bu-roe,racia, en su ejercito, en S~lmagistratura. No ha; pues por-que .sorprenclerse SI a partir de e~tonces todos los gruposdommantc.s dan una especie de prioridad a Ia lucha por elpod~~'y. SI, desde este punto de vista, los conflictos intra-nobiliarios por el control del Estado -particularmente en-tre los parlamentos y la aclministracion real- caracteri-74. La dcmanda esta tambicn cstimulada por el hecho de.haber aJcaDza~10Ia edad adulta Ia enorrne generacion de 1750-1770(ff. B; PanaglOtopuO!o~, Les structures d'age du personnel de1Empu:c, en Rev. d hist, mod. et cont., julic-setiernbre 1970 p442 Y SIg.). ' .

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    zan Ia vida politica y son como un prolongado ensayo gene-ral de la gigantesca crisis de fines de siglo. El Estado ab.solutista ha creado los artifices de su ruina.A mi parecer la clave esencial de la crisis politico-social

    del siglo XVIII no es pues un hipotetico encierro ele lanobIeza en S1misma ni su hostilidad global a la burguesfa,en nombre de un feudalismo imaginario. Se trata, por elcontrario, de su apertura, demasiado amplia para que elorden pueda seguir manteniendo su cohesion y elemasiadoestrecha frente a Ia prosperidad del siglo. Las dos grandesherencias de Ia historia de Francia, Ia sociedad de ordene-,y el absolutismo, entran en un conflicto sin salida.

    Aquello que en Ia Francia de fines del siglo XVII se per-cibe como despotico no son nada mas que los propiosprogresos de la monarquia administrativa. Descle fines de IaEdad Media, por intermedio de Ia guerra con el extranjeroy el establecimiento del impuesto permanente, los reyes deFrancia hicieron un Estado del conjunto de territorios quesus antepasados habfan pacientemente reunido, Para Iograresto combatieron las fuerzas centrifugas, sometieron a lospoderes locales, particularmente el de los grandes senores,y construyeron una burocracia de servidores del poder cen-tral. Luis XIV es el sfrnbolo clasico del triunfo real en Fran-cia: bajo su reinado es cuando el intendente, representantede la burocracia de Versalles y delegado de la autoridad delsoberano, elimina en las provincias los podercs tradicionalesde los municipios 0 de las grandes farnilias. Bajo su reina-do es cuando se domestica a la nobleza gracias al ceremo-nial de la Corte, se Ia confina a la actividad militar 0 sela integra en Ia administracion del Estado. La monarqufaabsolute no significa otra cosa que esta victoria del podercentral sobre las autoridades tradicionales de los senores yde las comunidades locales.Pero esta victoria es un compromiso. La monarqufa fran-cesa no es absoluta en el moderno sentido de la palabraque evoca un poder totalitario. Primero, porque se apoya enlas Ieyes fundamentales del reino, que ningun soberano tie-ne cl poder de cambiar: las reglas de sucesion al trono y laspropicdades de sus subditos estan por ejemplo fuera desu a1cance. Pero sobre todo los reyes de Francia no desarro-llaron su poder apoyandose en las ruinas de la sociedad tra-diciona1. Lo construyeron, pOI' el contrario, a costa de unascric de conflictos y de transacciones con esta sociedad que1 4 0

    al fin de cuentas sc vio comprornetida por medio de l 1 1 l 1 1 1 i -ples Iazos con el nuevo Estado. Esto se explica POl' razonesideologicas que derivan del hecho de que la realeza Irancesanunca rompio completamente con Ia vieja concepcion patri-monial del poder: el rey de Francia sigue siendo el senor delos sefiores cuando se ha transformado al mismo tiempo enel patron de las oficinas de Versalles. Pero el fenomcno tie-ne tarnbien razones Iiscales: para poeler continual' con Ia in-terminable guerra por Ia supremacia contra los Habsburgos,los Borbones -y antes, los Valois- transforman todo endinero, especialmente los privilegios y las Iibertades (lasdos palabras tienen el mismo sentido) del cuerpo social. Elprivilegio es el derecho imprescriptible del grupo en rela-cion al poder central; se trata de Ia franquicia de una ciudad,de las reglas de cooptacion de una corporacion, de Ia exen-cion fiscal de una comunidad deterrninada. Las fuentes delos privilegios, consagradas poria tradicion, son multiplesy se pierden en la noche de los tiempos; el rey no los des-truye pero los vuelve a negociar con sus titulares 0 con losque pretenden serlo a cambio de dinero sonante.

    Incluso los multiplica, presionado porIa necesidad, ven-diendo una parte del poder publico a particulares, bajo elnombre de oficios. La institucion es antigua pero la pro-piedad hereditaria de un cargo publico solo data de comicn-zos del siglo XVII y, a partir de entonces, prolifera In ventade oficios segun el ritmo de las necesidades monetarias delrey, durante Ia guerra de los Treinta Afios. Al lado del in-tendente, funcionario nombrado y revocable, Luis XIII y. Luis XIV establecieron un cuerpo de servidores del Estado,propietarios de sus cargos: arma de dos files, pues si laventa masiva de oficios permite a la vez hacer entrar en lascajas el dinero de los rices, burgueses y nobles, y vincularpor esta razon a Ia suerte del Estado al nuevo y poderosogrupo de los oficiales, domina do por los miembros de lasCortes soberanas, le da al mismo tiempo Ia independenciade Ia propiedad. En el interregno que separa a Luis XIII deLuis XIV, el Ievantamiento de Ia Fronda (1648) dirigido porlos grandes parlamentarios, muestra los riesgos del sistema.Obsesionado par este recuerdo juvenil, Luis XIV intentaradoblegar permanentemente a esta oposici6n; pero compro-metido pOI' sus propias necesidades y porIa palabra de suspredecesores, no llcgara a suprimir el peligro virtual puestoque no modifica las condiciones.

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    La monarquia llamada absolutasignifica asi un com-promiso inestable entre Ia construcci6n de un Estado moder,no y el mantenimiento de los principios de organizaci6nsocial hcredado de los tiempos feudales, Regimen en el quese mezclan 10 patrimonial, 10 tradicional y 10 burocratico,segun Ia terminologfa de Max Weber, y que teje permanen-terncnte una dialectica de subversion en el interior del cuer,po social. En la primera mitad del siglo XVII, el rapido creel,miento del pecho -impuesto directo del que estan exirni,dos la nobleza, el c1ero y muchas ciudades- provoc6 numc-rosas rebeliones campesinas, apoyadas en secreto por losnotables tradicionales. Pero estas revueltas salvajes no tienenfuturo y el Estado y los propietarios se unen contra ellas,en un plazo mas 0menos corto. Lo mas grave para el An-tiguo Regimen, tal como aparece constituido bajo Luis XIV,es que el nuevo poder del Estado que esta entonces en suapogeo, nunca encuentra un principio de legitimidad capazde unificar a las clases dirigentes de la sociedad. Mantienee incluso transforma en castas la sociedad de ordenes y, almismo tiernpo, Ia desarticula. Unifica el mercado nacional,racionaliza Ia producci6n y los intercambios, destruye lasviejas comunidades agrarias que se basan en Ia autarquiaeconomica y en la protecci6n sefiorial y, al mismo tiempo,resguarda mas cuidadosamcnte que nunca las tradicionalesc1istinciones del cuerpo social. Multiplica por ejemplo losedictos de reforma de la nobleza y expulsa a los falsos no-bles del orden para someterlos nuevamente al impuesto yluego ncgocia con ellos su readmision. De este modo, com-plica y desprestigia un mecanismo de promoci6n social que,a traves de la adquisicion de sefiorfos 0 de oficios, habfaasegurado desde el siglo xv la renovaci6n profunda de Ianoblcza francesa. Bajo Luis XIV, la nobleza francesa, -con-sultar Saint-Simon- se crispa tanto mas sobre sus prerro-gativas, cuantopierde sus funciones y hasta su principio:pues si la sangre nunca ha sido mas importante en el or-den honorifico, al mismo tiempo se asciende mas rapidopor mcdio del Estado 0 del dinero que por el nacimiento.El Antiguo Regimen es asi demasiado arcaico para todo10 que posee de moderno, y dernasiado moderno para 10 queconserva de arcaico, Esta es Ia contradiccion fundamentalque se desarroIla en el siglo XVIII, a partir de la muerte deLuis XIV. Sus dos polos antag6nicos, Estado y sociedad,son cada vez menos compatibles.142

    El siglo XVIII es un siglo relativamente feliz mucho masfeliz, en todo caso, de 10 que Soboul 10 imagina; menos gue-rras, menos crisis, menos hambre. La poblaci6n del reino,a la que las crisis de Ia segunda mitad del reinado deLuis XIV habian fuertemente golpeado, entra primero enuna fase de recuperaci6n y luego de crecimiento absoluto,pasando de 20 a 27 millones de habitantes entre Vaubany Necker. La rnultiplicacion de los hombres ante la ausen-cia de una transformaci6n decisiva de la productividad deltrabajo a1;>sorbe~na parte de los beneficios del progreso,10 que quiere decir que este progreso se debi6s610 parcial-mente a Ia expansion econ6mica.La (mica que en la epocaconoce una revolucion de las tecnicas de producci6n es In-glate,r~a.Fra~lcia continua ~ie~dotributaria de la antigua eco-norma agraria, cuyos rendimientos crecen con bastante len-titud gracias al efecto acumulativo de una serie de progre-sos menores.. ~ero_Jlay_s>_!.r

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    sigue ligado al compromiso so~ial elahor?do en el siglo an-terior y su respeto por la socicdad de ortlcnes alln,lcnta amcdida que su accion la destruye completamente. ~sta 50-ciedad se deshace bajo la presion conjunta del bienestareconornico, de la multiplicaci6n de las iniciativas y de losdeseos individuales de la difusion de la cultura: la revolu-cion de las necesidadcs anticipa a la de la oferta de bienesy tropieza con estructuras rigidas que reglamentan con c~len-tagotas Ia promocion social. EI dinero 'y e.l1~1eritose enfren-tan al nacimiento. Gracias al ennoblecimiento, el Estadosigue integrando en el segundo orden del reino a los plebe-yos que mejor 10 han servido y, sobre to~lo, a los que hanganado mas dinero: pero al hacer esto pierde en todos ~osfrentes. En efecto, la vieja nobleza, a menudo menos ricaque Ia nueva, se resiente; Ia nueva s610 desea clausurar de-tras de si la estrecha barrera que acaba de Iranquear; elmecanismo es de todas maneras dernasiado selective parauna socicdad en expansion. La monarquia 10 unico que 10-gra es enajenarse su nobleza, sin poder constituir, porotra parte una clase dirigente.Testimonios de esta crisis de la nobleza Irancesa apare-cen por todas partes en el siglo XVIII, perc no con la signi-ficaci6n que se le da habitualrnente. La nobleza no es ungrupo 0 una clase en decadencia. Nunca habia alcanzadotanto brillo y ninguna civilizacion habia side tan aristocra-tica como la civilizacion francesa del Siglo de las Luces. Lanobleza, respaldada en una import ante propiedad territorialque adapta a las necesidades de 101econo~l1ia de mercado,beneficiaria del aumento de Ia renta de la tie ITa y a menudopunto de partida ele las grandes empresas comerciales ~ in-dustriales, se queda con una gran parte de la pr?spe,rIeladde la epoca, Pero desde que se libera de la tirama deLuis XIV, no logra precisar sus relaciones ~on el Estado.Con sus pocleres tradicionales perdio 10esencial ele su razonde ser y le es imposible clefinir su vocaci6n politica. Eneste terreno y para simplificar, poc1emos decir que la desa-paricion de Luis XIV deja cara a cara, al menos,. a tres no-blezas, cada una de las cuales representa una actItudfrenteala modernizacion del Estaelo: una nobleza a la polaca, esdecir hostil al Estado, nostalgica de su antiguo poder local,siem~rc dispuesta a reconquistar un pasado icleaIiza~o. Unanobleza a 101prusiana, que pretende, por el contrario, con-fiscal' la modernizacion del Estado en beneficio propio, mo-144

    nopolizar los ernpleos y particuIarmente los grados militares,hacer del servicio su nueva razon de existencia. POl' ultimo,una nobleza a Ia inglesa, animadora de una monarquiaconstitucional, aristocracia parlamentaria de las nuevas epo-cas.

    Ninguna de estas tres evoluciones Iue posible. La prime-ra carecia de esperanza, suefio de una identidad perdidavuelta hacia el pasado, Entre las otras dos la rnonarquiafrancesa no cligi6 e incIuso no facilit6 ninguna: en Ia suce-sion de clanes y de ministros se vio bamboleada entre unay otra. La segunda, sin duda, se mostr6 demasiado oligarqui-ca en una sociedad civil que estaba en rapida expansion, en1a que Ia demand a de empleos y de dignidades era derna-siado importante como para limitarse al nacimiento. De latercera, los reyes de Francia nunca exploraron sistematica-mente los caminos, al menos hasta 1787. Pero la nobleza,por su parte, s610 acepta tardiamente pagar e1 precio -queera el fin del privilegio fiscal- y la constituci6n de una cla-se dominante fundada en la riqueza: la monarquia de pro-pictarios que Turgot esboza pOl' un instante.Esta es la crisis fundamental del siglo XVIII frances en Ila que se trama una parte de la revolucion. Ni el rey de .Francia. ni Ia nobleza proponen una politica 0 institucioneaque perrnitan integral' al Estaclo y a la sociedad dirigente entorno a un minima de consenso. La accion real oscila en-tonces entre despotismo y capitulacion, alrededor del pro-blema central del impuesto y la nobleza tiene como unicoprincipio de unificacion la hostilidad al Estado en nornbrcde una identidad social cuyo secreto ha perdido y de la queno logra avivar el recuerdo.

    Luis XIV habia pocliclo controlar el proceso de promo-cion y de rivalidad de las elites en el seno de una sociedadde orclcnes, para hacer de el el principio de construccion delEstado. Luis XV ya no 10 controla mas y Luis XVI menosaun, Perpetuamente atraidos por dos fuerzas contrarias, porla fidelidad a las viejas solidaridades sefiorialcs y por lasexigencias de 101nueva racionalidad social y burocratica, pri-sioneros de dos mundos contradictories de jerarquia y demovilidad social, tienen que ceder perrnanentemente a ungrupo y luego al otro, es decir, adaptarse a los multiples con-flictos que desgarran a la elite dirigente. Sostienen a Ma-chault, luego a Choiseul, a Maupeou, Iuego a Turgot. In-tentan todas las politicas sin llevarlas nunca hasta sus ulti-10 1 4 5

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    mas consecuencias: en eada oportunidad, Ia acci6n del Es-tado suscita la viva hostilidad de una gran parte de las e l i -tes dirigentes y no apareceran ~unca ~untos, ni en ~l.despo-tisrno ilustrado ni en el reformismo liberal. Estas elites delsiglo XVIII gobiernan y se sublevan a la vez. En realidad,solucionan sus conflictos a costa del absolutismo, al queLornenie de Brienne enterrara en 1788. Incluso la crisis de1789no les devolvera su unidad, que s610 existira en la ima-ginacion de los ideologos del Tercer Estado; Ia revueltaaristocratica que desencadena la revoluci6n, el comporta-miento de numerosos diputados nobles en Ia Constituyentee incluso Ia obra de esta, pueden ser eomprendidos sola-mente si se hace referenda a esta crisis del poder y de laselites en el siglo XVIII. Si la Revolucion Francesa, como to-das las revoluciones, encuentra, al menos en sus comienzos,resistcncias dispersas y mal coordinadas, es porque el Anti-guo Regimen habia muerto antes de que se 10 derrumbase.Las revoluciones se caracterizan, ante todo, por la debilidad\y el aislamiento del poder que cae. Pero tambien por Ia re-icreacion epica de su historia: de ahi Ia reconstruccion re-'volucionaria de la hidra aristocratica que constituye a con-trario una nueva definicion de valores sociales, un inmenso.mensaje Iiberador y mistificador a la vez. Considerarle unanalisis hist6rico seria un error.. Queda todavia pot examinar en esta crisis de las elitesel papel jugado por las diferenciaciones -0 la unificaci6n-cuIturales. Es un problema inmenso aun poco expIorado,como todo 10 que pertenece al terreno de la sociologia his-torica de la cultura. Lo que al menos aparece claro es queIa noblcza de Versalles y de las ciudades lee los mismos li-bros que la burguesia cuIta, discute Descartes y Newton,Ilora las desgracias de Manon Lescaut y eelebra las Cartas[ilosoficas 0 La Nueva Eloisa; Ia alternativa politica del si-glo ernpieza a esbozarse poco a poco, no en las fronteras so-ciales de los 6rdenes sino en el interior de la sociedad culta.Frente a 1a reivindicacion parlamentaria y liberal, la genialsensatez de un Voltaire disefia un reformisrno monarquicoque impugna menos la autoridad del rey que la sociedadcivil, Ia desigualdad del origen, e1 clero, Ia religion revelada:los fisiocratas teorizaran esta sociedad de propietarios quedebe servir de apoyo al despotismo ilustrado. No todas estaspreferencias culturales y politicas ponen de manifiesto dife-rencias sociales; por el contrario, Ia vida mundana, las aca-146

    demias, las Iogias francmasonas, los cafes y los teatros, enuna palabra, la Ciudad, junto a la Corte, construyeron pocoa poco una sociedad ilustrada altamente aristocratica, perotambien abierta al talento y al dinero plebeyos. Una vez masuna sociedad de elites que excluye no solamente a las cla-ses populares sino tambien a Ia gran mayoria de la noblezadel reino, Mezcla inestable y seductora de inteligencia y derango, de espiritu y de esnobismo, este mundo es capaz deeriticar todo y, sobre todo, de criticarse; preside, sin serconsciente de ello, una profunda modificaci6n de las elitesy de los valores. Casualmente cumple en el un papel primor-dial Ia nobleza ennoblecida, la nobleza de toga y sobre todolade finanzas, puente entre el mundo del que provienen y elmundo al que han Uegado; nuevo testimonio de la importan-cia estrategica de esta zona intermcdia de Ia sociedad fran-cesa que busea a tientas, con aquella ironia aJgo masoquistaque acompafia el dobIe sentimiento de su caracter extran-jero y de su exito, el camino de una sociabilidad burguesa.

    Albert Soboul consagra a esta solidaridad horizontal deIa soeiedad de las Luces dieciocho lineas (p. 279), breveeompensaci6n a las extensas tiradas que Ie consagra a laideologia aristocratica 0a Ia filosoffa burguesa -je mun-do cultural necesita tarnbien extraer sus principios de cla-sificacion del conflicto aristocracia/burguesia! Nos encon-tramos entonces con extraordinarias simplificaciones en Iaque se disputan la ignorancia de los textos y las obras conIa trivialidad del analisis. Montesquieu solo es el carnpeonde la reaccion parlamentaria y feudal, como si se tratarade Ia misma cosa. Soboul utiliza la obra de Althusser,"pero Ie amputa todo el analisis de Ia modernidad de Mon-tesquieu, de Ia misma manera que plagia un articulo deD. Richer," pero invirtiendole el sentido, No puede conce-bir que exista una relacion dialcctica en el desarrollo de lasociedad francesa entre privilegio y libertad. Las categorfasideologicas del 89-93 sirven imphcitamente, tambien aqui,de mcdida universal de Ia historia. Frente al pensamientoaristocriitico 1c toea invcntar una contracorriente burzue-sa, que sirnplemente es la filosoffa y los Iilosofos. AI:>pa-

    15. Althusscr, Moniesquieu. La polit ique et l 'histoire, Paris1959.(Hay trad. cast: Montesquieu: fa politica y la historia, Ariel;Barcelona, 1914.)16. D.Richct, Elitesct dcspotisme,en Annales E.S.C., enero-febrero 1969, p. 3.147

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    sal', nos enteramos que Ia burguesia industrial no esta~a 10suficienterncnte desarrollada como para que su prcsencra setradujese en el plano literario: sera nc~esario, esper?r ,alsiglo XIX(p. 277). Pero, par el contrario, icuantos inter-pretes incomparables posee Ia burguesia no industrial! Vol-taire, D'Alambert, Rousseau (al que los futures sans-culott,escornparten, claro esta, con la burguesla), Condorcet; en ? 1 U -tesis se trata de las Luces, salvadas de toda contamma-cion aristocratica, reinstaladas en Ia elevada dignidad deanunciadoras de Ia revolucion burgucsa y popular. Unamezcla tan extravagante de imprecisiones Y de lugares cornu-nes disuade cualquier cornentario critico. Citemos por ulti-mo el acorde final (p. 381) que hubiera encantado a Flau-bert: EI publico de las Luces fue multiple, como diversosfueron los fiI6sofos. Pero la filosofia es una y 10sigue siendo.De esta manera, gracias a Ia tardia pero fiel voz de Al-bert Soboul Ia Revoluci6n Francesa describe Ia vida mori-bunda 0 pr~natal de los grandes personajes hist6ricos, queal final entronizara: Ia aristocracia feudal, Ia burguesta enpermanente ascenso, el campesinado anti-feudal y .10s futu-ros sans-culottes. El telon podra levantarsc para dejar sobrela escena la gran celebraci6n; podernos sugerir a Albert ~o-boul que intitule su tomo II: Recuerdos de un revolucio-nario.

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    III

    Con Claude Mazauric penetramos en un munelo rnenosespontaneo. El estilo pierde toda la frescura y la predicao la critica se hacen militantes. Un tercio del pequefio li-bro 71 esta constituido por un articulo que fue p