ozouf, mona y furet, françois_diccionario de la revolución francesa

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Ozouf, Mona y Furet, François_Diccionario de la Revolución Francesa

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  • Francois FuretMona Ozuuf

    Diccionario de laRevolucin francesa

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  • ANTIGUO REGIMEN

    La nocin de Antiguo Rgimen es con-ubstancial con la Revolucin francesa.

    nifica su envs, su lado malo, su nega-n. Y no solamente lo que precede a la

    Revolucin, sino todo aquello frente a loualla Revolucin se constituy como re-

    zo, ruptura y advenimiento . Es, asimis-0, inseparable de la pareja que forma con

    la idea francesa de revolucin, diferencin -d lade la acepcin anglosajona del mismo[ nnino. La Revolucin inglesa de media-dos del siglo XVII trastrueca la monarquaen nombre nicamente de una Constitucin

    adicional. Sus ms decididos partidarios,usmilitantes ms igualitaristas jams tuvie-

    ron la ambicin de fundar una sociedad ra-dicalmente nueva basada en una humanidad

    enerada; conservaron, al cont rario, laIdea de restaurar un orden social traiciona-do, una promesa olvidada. Poco tiempod spus, exactamente antes del acontec i-miento francs, los rebeldes americanos selevantan COntra la tirana inglesa en nombred .Ia Constitucin inglesa. Los que habanhUld~ de Europa un siglo antes para no te-ner ru monarqua, ni aristocracia, ni Iglesiarestaurada, cmo iban a tener, adems, unc:lIltiguo rgimen? Tocqueville opondr lademocracia en Amrica establecida en elContinente a raz del poblamiento europeo,

    lademocracia revolucionaria francesa, quetu~o que derribar el orden aristocrtico an-tenOr. Ambas experiencias son comparablesfor su. naturaleza y sus principios; sus di-.erenclas provienen de la presencia o de laIn .

    eXistencia de un Antiguo Rgimen ,

    condicin sine qua non, .seg n Tocqueville,de la Revolucin.

    De hecho los franceses del siglo XIX si-guen obsesionados por ese brutal paso delAntiguo Rgimen a la Revolucin, que lesdefine como colectiv idad poltica. Consti-tuyen un pueblo tan espectacularmente di-vidido que no puede amar conjuntamentetoda su historia, aunque est obsesionadopor ella. Un pueblo que si ama la Revolu-cin, detesta el Antiguo Rgimen y si ao-ra el Antiguo Rgimen, odia la Revolucin.Incluso aquellos que quie ren recomponer loque la historia ha roto, se defienden mala-mente frente al sentimiento de un desgarrnirremediable. Chateaubriand pretende re-conciliar la ant igua realeza y la nueva de-mocracia, pero sus libros se nutren del sen-timiento incontenible del fin de un mundoy el comienzo de una edad nueva.

    Este sentimiento es tan fuerte en la cul-tura francesa que ha hecho de la idea deAntiguo Rgimen una especie de eviden-cia nacional, expuesta y recibida como ob-via. Pero solamente cuando se organizannuestros estudios histricos en la Universi-dad adquie re su expresin a partir de estaruptura cannica: el Renacimiento inaugu-ra la historia moderna para terminar en1789, y la historia contempornea comien -za en 1815. Entre ambos macizos tan biensealizados se extiende un no man 's landcronolgico que constituye la historia de laRevolucin: el momento de la ruptura o delpaso de una poca a otra. Es ah donde losprofesores extienden y certifican el acta de

    511

  • Antiguo Rgimen

    nas palabras antiguas, encontramos enRgimen: en poltica equivale a adminis-tracin, a gobierno. El antiguo rgimen esla antigua administracin, la que exista an-tes de la revolucin, y el nuevo rgimen , elque ha sido adoptado a partir de esta po-ca, aquel del que los verdaderos patriotasaguardan su felicidad y que desespera a losznganos que slo se alimentaban de losabusos que autorizaba el antiguo rgimen ...Ya desde estas fechas aparecen bien conso-lidados los dos polos antagnicos de la re-volucin y el antiguo rgimen. La desapa-ricin de ste condiciona la felicidad de losnuevos ciudadanos. El substantivo rgi-men ha sufrido un deslizamiento para serempleado en lugar de la vieja palabra go-bierno, tan frecuen te en la filosofa polt i-ca del siglo con un sentido mucho ms am-plio que hoy. Este hecho permite a los pa-triotas unir en la misma maldicin laconstitucin monrquica y el rgimenfeudal .., porque en adelante va a servir paradesignar indistintamente la sociedad antiguay el gobierno.. antiguo.

    La Asamblea Constituyente tuvo, pues,desde muy prontO el sentimiento de haberdestruido todo y de haber reconstruidotodo. Estos son los mismos trminos delsolemne mensa je a los franceses, ledo porTalleyrand el 11 de febrero de 1790, en quela Asamblea resume Y exalta su obra. En elcaptulo de las destrucciones figuran con-juntamente la monarqua absoluta, los Es-tados Generales, los rdenes, los privile-gios, la feudalidad. En el de las reconstruc-ciones, la soberana de la nacin, encarnadapor la Asamblea, la ciuda dana, la nueva di-visin del reino fundamento de una repre-sentacin justa, la igualdad de todos ante laley. En cabeza de lista el obispo de Autuncita el principio que condiciona el nuevoedificio, contrapuesto trmino a trminoal antiguo, se trata de los Derechos delHombre: Los derechos del hombre erandesconocidos, insultados desde hace siglos,han sido restablecios para la humanidad en-tera ...

    , 13.ere, como los monrquicos, compartirti oberana al modo ingls entre el Rey y

    ; s Cmaras, defiende el veto real comonstitutivo de la monarqua, y no cabe

    ti da que hace suya la segunda de sus hip-uis. Ha dejado , sin embargo, el camino~bierto a la primera, que triunfar fcilmen-te, puesto que las tesis de los monrquicos

    rn aplastadas. Junto con ellas desapare-r lo que aquel primero de septiembre el

    orador haba llamado gobierno monrqui-co- , o antiguo rgimen , para dar lugar auna Asamblea nica dotada de una sobera-na indivisible, Y a un rey transformado enprimer funcionario del reino .

    As, pues, la Revolucin no esper a des-tronar al monarca -lo que no har hasta el10 de agosto de 1792- para definir contral e! Antiguo Rgimen . Le bast a partirdeseptiembre de 1789 con desnaturalizar loque para Liancourt era la esencia de lamonarqua, confinando en adelante aLuis XVI a las funciones subordinadas dejefe de! poder ejecutivo. El 5 Y 6 de octu-bre, adems, el pueblo convertir inclusoestas funciones en algo puramente iluso-rio. Es verdad que las cosas no presentanunos perfiles tan definidos. Por ejemplo,muchos diputados, y Mirabeau el primero,iguen oponiendo la joven Repblica ame-

    ricana, donde ha sido posibile fundar insti-tuciones totalmente nuevas, al viejo reinode Francia, donde ha sido preciso repescarla monarqua hereditaria del bal de los re-cuerdos del pasado. Pero tal constatacinno implica automticamente la necesidad deun compromiso. El aplastamiento de los

    ~o.nrquicos , que rubrica el fin de la tra-~Icln monrquica, es el inventor del An-nguo Rgimen .

    Hay un texto de comienzos de 1790 quen?s permite medir el camino hecho por laformula y por la idea. En un Diccionario

    pu~licado en esa fecha por Chantreau, alobjeto de servir a la comprensin de laspalabras con las que se ha enriquecido nues-tra lengua a partir de la revolucin, y delnuevo significado que han adquirido algu-

    Ideas

    defuncin del Antiguo Rgimen, es decir,en 1789.

    Por todo ello la idea se presta mejor ama~c~r. ~a ruptura revolucionaria que a una~eflnlcl~n. de cuanto la precedi. Si el An-tIguo Rgimen muere en 1789 'de cunddata?: dado ~ue con estas palabras la Re~

    vol~clon maldijo y execr todo a la vez, feu-dahdad. y. mo~arqua, Edad Media y Esta-~o ad~lnlstratIvo de los siglos XVII y XVIII,(habra que entender qu quiso rechazartoda la .h ist~ria que le precedi? O, inclu-so, la hl~~ona universa l, pensada como una

    co~rupcIOn del hombre? A las dificultadeseplstemo.l?gicas que, en todo caso, presen-ta la nOCIOn de una ruptura histrica segnla cual el despus es radicalmente diferentedel ante:, el con:epto de Antiguo R gi-

    ~~n~ anade las Incertidu mbres de defini-CIO~ .lnseparables de su extraordinario xitopol tico. Para dominarlas, lo ms sencillo esarrancar de las condiciones en que se for-maro n.

    La expresin Antiguo Rgimen apare-ce ya en numerosos cuadernos de quejaspero su uso ~t limitado a casos muy con~cretos, por ejemplo : el antiguo rgimen devotar por rdenes.. (clero, senescala deCa.rcasona). Cuando alguno de estos textosqUiere expresar la idea de un cambio glo-

    bal~ que est en el ambiente, contrapone alantIguo el ~uevo orden de cosas.. (Tercer

    Est~do, Amiens: nob leza, intramuros dePans).

    As, pu~s, el al~ance de la palabra rgi-men se circunscribe, en primer lugar a usecto r de la administracin . El 17 de marz:de 1789 el prospecto de una obra tituladaL '/mpt abonn, aparecido en un suple-mento del [oumal de Paris, habla de losabusos del antiguo rgimen para contra-ponerlos al nuevo sistema fiscal propuesto .El 11 ~e. a.gosto, despus de los clebres de-

    bat~ iniciados la noche del 4, la Asambleaa~IODal vota que destruye enteramente el

    regimen feudal ... Y por ello entiende, segnlo demuestra el cuerpo del decreto, no so-lamente lo que pervive de la propiedad feu-

  • Antiguo Rgimen

    Repblica los hombres de! Antiguo Rgi-men hay que sumarle el peligro menos vi-sible, pero ms formidable todava, de losprejuicios de! Antiguo R gimen. En efec-to qu sentido tiene elaborar buenas leyessi e! atraso de los espritus y de las costum-bres les impide producir buenos frutos?

    El problema se haba planteado muchoantes , ya desde la poca de la primera Cons-titucin. Por ejemplo en e! Dictionnaire dela Constitution et du gouvernement [rancais,publicado a fines de 1791 por P. N. Gau -tier: Si una Revo lucin en nuestras leyesnos ha devuelto nuestros derechos, es pre-ciso otra revolucin en nuestras costum-bres para conservarlos. Cuando rompimoslos hierros de la esclavitud, no rompimostodos sus hbitos. Ha cambiado nuestracondicin, pero nuestro carcter sigue sien-do e! mismo, apresurmonos a despojarnuest ro carcter de todo aquello que annos ata a nuestra antigua servidumbre."Pero a partir de 1792 y de la aceleracin delcurso de la Revolucin, la idea sirve pa rajustificar e! carc ter catico de ese cursoatravesado continuamente por crisis debi-das precisamente a la interminable supervi-vencia en e! presente de ese pasado al quetanto tiempo cuesta vencer. En e! drama dedos personajes que representa la Revol u-cin francesa, el antiguo rgimen asume e!segundo de esos dos personajes, e! que seopone a la Revo lucin, doblemente ocultoen la sombra de los complots y bajo la apa-riencia de! olvido y, sin embargo, omnipre-sente pues es quien arma los brazos, lasmentes y hasta la ignorancia. La Revolu-cin, en efecto, no conoce obstculos, ni-camente tiene adversarios. Al inventar lapoltica modern a ha poblado el universo deintenciones y de voluntades. El AntiguoRgimen no es nicamente una maldicin,es e! enemigo. En l cristalizan todas lasfuerzas que luchan contra la aurora de unmundo que est a punto de nacer.

    La idea de Antiguo Rgimen ha hechoen la historia poltica de la Francia moder-na la misma brillante carrera que la idea de

    rnacin y hasta su definicin cronolgicacabran una extensin indefinida. El mejor

    ~~mbolo de todo ello es Luis XVI preso.pero an queda un paso por dar. Hay quehacer entrar en ese pasado maldito no so-lamente cuanto ha precedido a 1789, sinotambin esos tres aos de 1789 a 1792 enque la Revolucin ha pacta~o con ~l R.eypara elaborar una monarqula consntucro-nal. En diciembre de 1792 y enero de 1793,adems, Luis XVI es juzgado y ejecutado.El pape! que e! Ant iguo R gimen - ha asu-mido, sin embargo, no desaparece, sinoque, al contrario, sigue encontrando mlti-ples empleos. El antiguo rgimen es un tea-tro en e! que enseguida hacen su aparicinconjuntamente la contrarrevolucin y laRevolucin de ayer, los emigrados y los Gi-rondines, Mara Antonieta y su primo re-gicida Orl ans, y Desmoulins, y Danton yH bert a la espera de Robespierre ms tar-de acusado por los Termidorianos de haberquerido restaurar la corona en provechopropio.

    A partir de ese momento la frmula An-tiguo R gimen - adquiere en el vocabulariorevolucionario su acepcin ms amplia, ytambin la ms vaga. Remite a todo aquelloque significa resistencia, o simplementeinercia de las fuerzas de! pasado, opuestasal esfuerzo colectivo por la instauracin delorden nuevo, condicin de la felicidad co-lectiva. Antiguo Rgimen ya no es solamen-te la sociedad feudal en comparacin con lade los individuos libres, o un caos de insti-tuciones extrasimas que ahogan e! impe-rio de la ley, o e! despotismo de los reyesen contraste con la Repblica de los ciuda-danos. Es tambin un cmulo de rasgos dementalidad, de hbitos y costumbres que seoponen a la realizacin de ese imperativorepublicano consistente en la formacin deun hombre nuevo. La idea de Antiguo R-gimen se piensa tambin bajo la forma deun residuo, una supervivencia de! pasado enel presente que le impide entregar a manosllenas todos sus beneficios. A la amenazapoltica constante que constituyen para la

    SIde un recomenzar colectivo E '

    - . 1 . Sta Idtr ana, SI a ponemos en rel ' . ea ex,. bl ' aClOn can 1 '

    vira e continuidad de 1 ' . a Ine.d a eXIStencI h'ca e los pueblos, extrae su ca. IStri.

    ilusin y de accin a la d apacldad ddi va ela

    e pu~~lo COntra la desigualdad re\'Uehade las elites en !a filosofa del sigl~.de la fe

    Pe~an~ce aun domesticada en laConstlt~cln por la presencia de LUIS nuevacomo SI . ~I rey de ayer, recuperado XVI,Revol uclOn para un papel 1 por la. ' . tOta mente d

    tinto, siguiera siendo a d ISo 1 ' pesar e todo

    vincu o de unin entre los f ' Unhi , rancesesist o n s , Pero esta fra'gl'l f' . o Y suICClon, ya bte maltratada en las jornadas de ~tan-1789, muere Con la huida a Vare::;~ (: e ~e17~1). Antes de abandonar las Tult ?IOLUIS XVI dej sobre su mesa de tr e~I~.una retractacin pblica de todas I al ala

    luci . as eyesre~o UClonanas que se haba visto obl igadoa firmar, adems de que su partida lo ditod? sobre su~ sentimientos. Aunque la ~~~>:ona de los diputados le devuelva su tronosl;;lUland~ ~~eer en su rapto, el resultado esde I~ opunon revolucionaria en estos dasle cns~s COrta el ltimo lazo que an una

    e Antl?uo Rgimen con la Revolucin.~~mo Siempre, Robespierre lo ha compren-I o y lo.expresa animando el combate par-~a~~ntano del verano contra la operacine_ anq ueo a que se entregan con ms ern-

    pen? que nunca, pero no a toda costa, losFeuJllants para logra r mantener a Luis XVIen ~~ Co?stitucin revisada . Una vez msdsera el quien un ao despus el 29 de julio

    e 1792 1 di 1 .'. ' es iga a os Jacobinos que e! go-

    biern o de la R 1 . oevo UClon es una mezclamonstruosa del antiguo y del nuevo rgi-men".

    El 10 de agosto llega la hora de la justiciapara este, ,monstru o y el mes siguient e laConvenclOn, en su pri mera sesin pro cla-ma la R ' bl' ,

    , .epu ica. A partir de ese momen toel terminO Antl'g R o ' libuo egrrnen se ve I rede toda hipote

    . , ca y pasa a ser empleado re-voluclOnanamente. Tiende a designar todolo que es antagonista de la Revolucin ycomo su ., ..

    antlprlnClplO. y de repente su en-

    Ideas

    Por ello la abol~ci~. del Antiguo Rgi-nen e~cuentra su Justificaci n ltima en laI osofa del Derecho natural El id1 bid . senn og o a e las reformas de la A blsam ea se

    centra en su, vOluntad de asenta r el nuevoCOntrato socia l sobre los derech '

    , ibl os Impres-cnpn es. de los individuos, y ante todo, so-~re el pn~ero de ellos, la libertad. En l-timo termino es este formidable basculaci 1 arenre acion con os principios de 1 .. d a antigua so-c~e ad lo que da a I~ idea de Antiguo R-

    gimen a la vez una cimentacin f'l 'f'd l' lOSO rca ysu ra I~a rsrno , Pone frente a frente un or-

    ?en social que extrae su legitimid ad deJe " d UMrarquia quen a por Dios y un COntratofundado en el consentimiento de individuosIt res que depositan en comn sus dere-e os. La Revolucin es el punto en que seopera ese paso de lo antiguo a lo

    nuevo,consecuente mente es la negacin de los si-glos pasados en los que los derechos delhombre ~ran desconocidos, insultados.El mensaje del 11 de febrero del 90 no lle-g~, o no llega todava, a hacer una referen-cia al estado de naturaleza como 1 f'lf di ' 1 . , a I o-so la e slg o, limitn dose a hablar delbl ' . res-ta ecrrmenro; de un princl'pI'O ' dd d' pisotea oes e muy antiguo. D esde Cundo ? Ta-

    lIeyrand no lo dice . Pero su silencio, refor-zado por la referencia a la humanidad _tera, es ~~ indicador suficiente de que e:~acondenaclOn de~ pasado remite, como enRousseau?a una Interminable corrupcin dela humafildad por la historia.

    As, pues, la idea de Antiguo Re'g'E: 1 d ' rmens,frm~,a a por pnmera vez en relacin Con~i~~ terno m0n,rqu ico, encuentra la ple-

    ,de su senot~do en el entrecruzarse delo SOCial, lo polmco y lo filosfico En. b d . . sep-

    ne rn re eSlgna, para rechaza rla la '., . o , Vieja

    constltuclOn,. del reino pero t bi hservid o ' ' am len a

    o muy rapldamente para expresar lacondena del.rgimen feuda l abo lido el 11 de:gosto y qU.I~ce das despus la votacin dea DeclaraclOn de los derechos, toda una

    cascada de acontecimientos y d ' .eCISlonesqu~ .arrancan al viejo reino de su pasado y

    unifican la nueva nacin en torno a la idea

  • Ideas

    Antiguo Rgimen

    vez es la victoria de la razn.Q uince o veinte aos despus la Restau-

    racin cambia los datos del problema.Cuando Luis XVIII data la Cart.a de 1814en el ao decimonon o de su. rema.do,. es-t pretendiendo abolir .u~a. dlscontm,U1da~incompatible con la legitimidad mona rqUl-ca. Pero tal exorcismo no es capaz d.e bo-rrar entre sus seguidores la nostalgia .delAntiguo Rgimen y, entre sus adversarios,la de la Revolucin. Pero el problema de lospartidarios de la Ca rta es el de recoser loque la Revolucin ha desgarrado y rehaceruna historia nica para todos los francesesaguas arriba y aguas a~ajo de 1789, en tor-no a una tradicin de libertad. Por parte delos ultrarrealistas Chateaubria nd se aferra alos dos mundos que han tejido las mallasde su existencia: aristcrata fiel al rey: peroasimismo persuadido de que el eS?JrItu de1789 es irreversible. Le enco~trara an~epasados en la tr adicin mon rquica anteno~ alabsolutismo, en una etapa un tanto elusivaque denomina la monarqu ~a de los Esta-dos situada en algn espacIo entre el feu-dalis:no y los lt imos Valois, ~n que el po-der real se enco nt raba defendido d~ la ten-tacin desptica por una .aristocracla.celosade sus derech os y guard iana de las 1Jbert~des. Transportada a comienzos del .Sl-glo XIX, despus de la tormenta revolucio-naria, esa monarqua deber resta urar ~aIglesia, la religin y la moral, ~ero adem~dar paso a su poca, aceptar la Igualdad CI-vil y la sociedad moderna, tom_ar nota de lapromocin burguesa, acompanar la evolu-cin de las mentes y las costumbres y no .en-cerrarse en el pasado. As, pues, el g~b lerno representativo , querido y orgamzad?por la Carta es la figura que borra el. anti-guo rgimen y la Revolucin de.v~lvlendoal hermano de Luis XVI el dominio so breuna herencia unificada. .

    En la misma poca trata el rmsmo pro-blema Madame de Stal, aunque procede deotro mundo. Es hija de Necker, el proho~bre de la primavera del 89, protestante, vm-

    511

    . humana contra el orden querido porganCla

    Dios. " de Burke tan fecunda para elLa cnnca ' .. Iiento contrarrevolucionario, p anteaPensarn fbi a los liberales ranceses una cues-

    rarn len , . f I., fundamental, a saber, que slgm ica a;;~;rtad adquirida al precio de una r~;olu-. , s decir a travs de la suspenslOn declOn,e, . I

    I ) .Cmo pensar su OrIgen entre elas eyes . ( I " ) L. o rgimen y la Revo ucrom a cues-

    antlgu . I R., es tanto ms temible cuanto que a e-

    uon d II '0' ante su fracaso en fun ame ritar avo UCI n bi1 deriv hacia la dictadura de la ar itra-ey, ,. d d Y el Terror lo que aporto una con-

    ne a , .. d Ifirmacin retrospectiva del peSimIsmo ~escrito r liberal ingls . Desde esta perspecti-va se comprende por qu Burke es un? deI 'Interlocutores privilegiados de los inte -~ . 1lectuales termidorianos, quienes c~~tra epretendieron acabar con la Revo~uclOn pormedio de la ley, separando en prImer lugarla Repb lica del Terror, y por otra parte de-volviendo a 1789 su dignidad fundadora dela libertad. En los folletos de Constant, po rejemplo, en 1796-97 (De la force du g~uuemement et de la necessit de s'y rallier,Des r actions politiques), se discute y se re-futa continuamente a Burke, aunq~e muyraras veces se le cite. En efecto, el Joven ybrillante portavoz del Directorio c~n~rap.one punto por punto la edad del privilegio,a la que tambin llama la poca de la here -dad aludiendo a que en ella los individuosse e~cuentran su rango social ya en la cu~a,a la edad de la igualdad ante la ley co~unque realiza en plenitud la idea de la uruver -salidad del hombre. Lo que Burke h~badescrito en trminos de condicin in~vltable de toda sociedad, como la aleatoria se-dimentacin de las propiedades, esta tus yprejuicios a lo largo de los s!glos, ~a~aConstant no es ms que Antiguo Rgi-men . El ao 1789 pone de manif!esto eltrabajo de termita operado ~or la Idea ~eigualdad en el seno de este um~ers? de OpI-niones recibidas y de subordinaciones m-discutidas. Es la victoria de la ley, que a su

    La idea posee asimismo Una histo .d d na cul-ta, a o que nunca ha dejado de apas.

    I hi . d lonara os istona ores. Desde 1790 ConstOI bl . HUYee anco por excelene, de Burke. El r hdi al d I ec a.zo ra IC e pasado de la monarqua

    . I . . f qucaractenza a expenencla rancesa dejO, a es-tupefacto al parlamentario whig. Ve clara_

    mente que el Antiguo Rgimen no ha lega_do a los Esta dos Generales una Constit _cin cabal y en debida forma; una cons~_tuc~n a I.a inglesa, .por supuesto, es lo quleesta quenendo decir, Pero el Antiguo R.gimen al menos haba puesto sus cimientosa pesar del absolutismo; habra bastad~con acabar el edific io, yeso es lo que, porotra parte, haban hecho los Esta dos Gene-rales en una primera fase coronada por lasesin real del 23 de junio. Burke interpre_ta, en efecto, el discurso de Luis XVI eseda como el diseo de una monarqua detipo ingls... Pero en su lugar Jos francesesse lanzaron a las abstracciones de la demo-cracia p ura y rechazaron la experie ncia desiglos y el patrimonio de la nacin. Quisie-ron fundar su empresa sin capita l.

    A qu se debi esa encarnizada volun-tad de tabla rasa? He ah la cuestin a la queBurke jams responde, si no es, tal vez, pormedio de consideraciones sobre la compo-sicin socia l de la Asam blea, abando nadapor las lites del reino y dominada por unapequea burguesa puntillosa de hom bresde leyes . Pero dejando de lado el hecho deque tal anlisis est lejo s de ser indiscutible,apenas tiene valor explicativo. En efecto, sies cierto que el Antiguo Rgimen habalegado a los franceses instituciones y ungo bierno medianamente buenos, y que laRevolucin, en aquello que tena de til, es-taba ya hecha en junio de 1789, cmo sepuede comprender la ceguera de unos hom-bres que hasta entonces haban sido tan em-pricamente razo nables ? Si a los ojos deBurke el rechazo del pasado es la locura ca-racterstica de la Revolucin francesa, ten-dr que acudir al final a una interpretacinteolgica: se trata de una revuelta de la arro-

    Revolucin porque son inseparables. Semantiene profundamente anclada en lasmentalidades constituyendo muy frecuen-temente el smbolo de un rechazo, el delmundo ya pasado de los nobles y de la mo-narqua absoluta, asociado generalmente aldominio conjunto de la Iglesia catlica. Setrata de un sentimiento ampliamente exten-dido ent re la sociedad burguesa y campesi-na del siglo XIX con races en interesescomo la adq uisicin de propiedades del cle-ro o nobiliarias durante la Revolucin, ytanto ms fuerte cuanto ms amenazador sepr esenta el retorno del Antiguo Rgimenbajo la restauracin , por ejemplo con la

  • Ideas

    Antiguo Rgimen

    volucin francesa. Los filsofos, carentesde experiencia real en el mundo de los ne-gocios, e inclinados a generalizaciones abs-tractas, recrean el mun do segn la razncontra el mundo segn la tradicin. A tra-vs de sus denuncias de los abusos" de lafeudalidad y del despotismo el Antiguo R-gimen adquiere esos rasgos malditos tan f-ciles de manipular un poco ms tarde porla Revolucin. La idea de la tabula rasa hasalido, pues, de la historia del Ant iguo R-gimen. Es un elemento esencial de la con-ciencia revolucionaria y constituye un po-deroso fermento para la accin, y, sin em-bargo, es una ilusin, porqu e la Revolucinnacida del trabajo del Estado administra ti-vo sob re la antigua sociedad, se va a saldarcon el reinado indiviso de este Estado so-bre la sociedad moderna. Bonaparte diocumplimiento a un sueo de Luis XIV. ElAntiguo Rgimen y la Revolucin acumu-lan sus efectos para quitar a la Francia mo-derna el gusto y hasta el sentido de la liberotad , No resulta difcil comprender por questa reconciliacin analtica de las dos figu-ras antagni cas de la historia nacional, ja-ms ha tenido xito en el terren o de la po-ltica. La reconci liacin ofreca claramentela ventaja de recomponer la herencia yreinstaurar una continuidad indispensable,pero lo haca de una manera tan pesimistaque despus del Segundo Imperio era ya in-capaz de servir a las ambiciones pedaggi-cas de los republicanos . Tocqueville propo-na un Antig uo Rgimen malo, seguido deuna mala Revolucin, pero ellos necesita-ban una buena Revolucin, precedida de unAntiguo Rgimen al que endosar al menos,con tra la aristocracia y la desigualdad , el Es-tado formador de la Nacin. Por todo ellose inspiraron en los orleanistas, en Mignet,Thiers y Guizot con preferencia a Tocque-vilIe.

    Todava es mucho ms misteriosa la indi-ferencia de los histor iadores durante un si-glo para con una obra que hoy domina todala cuestin del Antiguo Rgimen. Se debeprobablemente a la extraeza que produce

    519

    na, el filsofo de la ..d rnocratie apenas seinteresa por el problema monarqua o Re-pblica que tanto apasionaba a sus contem-porneos.

    Lo que le apasiona en realidad es algomuy distinto. A sus ojos la idea de una rup-tura radical entre un antes y un despus porla que se defini la Revolucin francesa esproducto de una historia que engloba dosacontecimientos, la desposesin de la socie-dad civil en beneficio de un Estado admi-nistrativo. Realmente el Antiguo Rgimende Tocqueville retraza la historia de esa cen-tralizacin estatal y de su efecto sobre elconjunto del cuerp o social. De esta formatraza una cronologa en la que el AntiguoRgimen sucede al perodo en que la aris-tocracia domina la vida local, sustituyendoel dilogo entre los seores y las comuni-dades por la red administrativa del Estadoque liquida el papel poltico de unos yotros. El Antiguo Rgimen nacido entre fi-nales del xv y la primera mitad del si-glo XVI alcanza su grado mximo de desa-rrollo clsico bajo Luis XIV, aunque no hadejado de crecer. Tocq ueville analiza susrasgos en el siglo XVIII y descubre que estcaracterizado por un dob le fenmeno queva a causar su perdicin. Por una parte haahogado toda participacin reglamentadade la sociedad en la gestin colectiva de susintereses y ha igualado a todos los france-ses bajo la uniformidad de su tutela. PorOtra parte, la venta de oficios pblicos con-tra privilegios, a lo que le ha conducido susnecesidades financieras, ha creado una es-tructura social rgida, e, incluso, de castas.El Antig uo Rgimen es un mund o en quela monarqua administrativa ha sembradosimultneamente la aristocracia y la demo-cracia.

    Al no existir instituciones polticas regu-lares donde discutir y arreglar el conflicto,ste habr de ser tratado en el mundo filo-sfico y literario por los intelectuales, queforman el sustituto de una clase poltica. Atravs de ellos se ir construyendo poco apoco el carcter radical de lo que ser la Re-

    5181830 reinicia 1789 y pone fin por

    " segundvez SI no al Antiguo Rgimen s al a

    f ' , menosa su a~t~ma. Pero esta reduplicacin de'aCOntecimIento matriz graba ms f Jd 'pro un,~menteque nunc a sus elementos en 1 '

    , lf ' a 1Ina~lOena.po mea n~~ional.Tampoco LuiS-Fe.[ipe, hijo de regicida convertido en re dla b ' '. y e

    urguesia enriquecida, lograr -i uafque los hermanos de Luis XVI- reug' f'

    I '. nll-car a memoria nacIOnal en torno a su bd . d as-tar o rema o por ms que lo had' , ya procu-

    ra o. La Idea de Antiguo Rgimen s. I ' . e man-

    tiene en a pol tica tan viva como ante ., no~

    mente, y mas an en la historiografa cel _brada por. los legitimistas, denunciada p~rlos republtcanos, aunque ahora se alimenta~enos d~ la amenaza del retorno de una so-ciedad anst~crticay ms de la denuncia dela monarqurs en nombre de la Re ' bl'

    . I . I pu 11:.1,co~~ SI e s~g ~ XIX reprodujera la derivapo1JtIco-se~antlca ocurrida en el transcur-so de la misma Revolucio'n Aun '

    . . que eXls,ten .much?s .eJemplos de esta evolucin, elt~stlgo mas Importante es Michelet, orlea-OIs~a en 18~0 y republicano diez aos des.pues. Nadie como l ha interiorizado laruptura revolucionaria, nadie como l hacontr~~uesto el Antiguo Rgimen a la Re-voluci n, la gracia divina a los Derechos delh~mbre, la ar~itrariedad a la ley, la desgra-era a la fraternidad. Pues bien de toda esta

    h~rencia detestable que 1789 ;rroj a las [j .nieblas, es la monarqua la que desempeaun papel central y asume todos los majesdel pasado, hasta el punto de que Michelet,para el que no hay nada ms excelso que lafiesta de la Federacin, y no muy entusias-mado con los Jacobinos hace del juicio deLuis XVI la hora de la verdad de la Revo-lucin francesa.. A esta visin tan radical del Antiguo R-

    gimen que ve la soberana encamada en elr~y de Francia, se le puede oponer otro An-tiguo Rgimen, no menos clebre, pero scompletamente diferente, elde Tocqueville.Los dos hombres han conocido el mismoexilio interior bajo el segundo Imperio,pero a diferencia del historiador republica-

    culada a la Revolucin hasta 1792bli . '. y repu-rcana baJ? el DirectorIo, nada tiene que la

    una al.Antlguo Rgimen. Pero, como Cha-teaubnand, es hostil al despotismo imperialy como l, tambin, pretende reconciliar larealeza y la libertad en torno a la Carta de1814. En 1818, un ao despus de su muer-te, a~arecen sus Considrations sur la R -uoiution fram;aise que se pueden leer comouna nu~va res.puesta a Burke y como un in-ten~o srstemticn de enraiza r 1789 en la his-torr a ~e F~ancia y difuminar la ruptura re-voluclo?ana. En efecto, si es cierto que en-tre el slgl? xrv y el XVI, con anterioridadal abs~lutl.smo ha existido una monarquac~nStltuclOnaJ,., entonces la libertad es loantiguo y el despotismo lo nuevo, por tan-t~ la revolu.cin de 1789 no ha tenido nin-~~ otro objetivo que el de regularizar losImIte~ que desde siempre han existido enFrancia y que los reyes absolutos tenantendenci~ ,a olvida r. 1789 ya haba sido unar~stauraclOn, como la revolucin inglesa delslg!o XVIJ y como 18J4. Lo verdaderamen-te mteresanre es que ni Chateaubriand en-tre los ultras, ni Stal entre los liberales 10-gr~~ llenar el foso que separa el AntiguoReglmen de la Revolucin. El asesinato delduq~e ,de Berry en 1820 reactiva todos JossentImlent~s que enfrentan los dos mundosy trae c,onslgo largos aos de gobiernos ul-t~arreaJstas en (os que el espectro del An-tiguo Rgimen se hace cada vez ms inse-pa.rable del tro no restaurado. Cha teau-brIand qu~da. al margen de todo en mediode su gloria lIteraria, los herederos de Ma-dame de Staldan al pensamiento liberal un

    nu~vo sesgo revolucionario, si los ultrasquieren r,egresar al Antiguo Rgimen, notienen m:s que volver a recrear 1789. Ese~amoso ano marca para el Guizot de estaepoca la fecha de la victoria decisiva delTercer Estado sobre la nobleza, si los ultraspretenden volver sobre este juicio de la his-tona, ~stn expuestos a una nueva derrotaEl antiguo rgimen y la revolucin enfren~tan una vez ms a dos pueblos.

    En este sentido la revolucin de julio de

  • ARISTOCRACIA

    Ideas

    el descubrir en un anlisis aguas arriba dela famosa ruptura, los mismos elementosqu e aguas abajo. Si el indivi dua lismo demo-crtico y la centralizacin administrativason una creacin de la monarqua absolutaal mismo tiempo que resultado de la Revo-lucin, se borra la lnea que separa, a una yotra parte de 1789, las dos historias de Fra n-cia. El Antiguo Rgimen no es ms que elnombre que se dio tardamente a la prime-ra subversin de la sociedad aristocrticap~r el absolut ismo. A la segunda, que ve eltr iunfo comp leto de la democracia, no se lepuede dar otra herencia que un larvado es-tado revolucionario de espritus y Costum-bres de donde nace r finalmente la idea detabula rasa, como condenacin radical delpresent e.

    El Antiguo Rgimen .. de Tocqueville es,pue.s, un objeto histrico que debe ser es-tudiado a dos niveles. Primero corno pro-duc to de la tr ansformacin de la sociedadaristocr tica por una monarqua adminis-trativa centralizada, y luego como esa ex-traa idea que los hombres de finales del si-glo XVIII se hicieron de su pasado para re-chazarlo. La inter pretaci n de 1789 se in-s~rta en el cruce de estos planos del anli-SIS. El c~cte~ radicalmente nuevo que la

    R~voluclOn quiso dar a su empresa es en smismo un efecto de cuanto le precedi.

    Siglo y medio despus de su formulaci nesta idea sigue siendo casi nueva como hi-ptesis de una investigacin histrica. La

    Qu se entiende por aristocracia? Lasi~nificacin de la palabra vara, y de un t r-mino ya bastante usado, la Revolucin hah~cho un uso todava ms amplio. Ms es-rnctarnenre, la tradicin del pensamientopo ltico desde Aristteles define aristocra-cia, segn el Robert , como una "forma degobernar donde el poder soberano pertene-

    S20historia contrarrevolucionaria enam dd 1 d 'Ora ae tono esencantado de Tocquev]'ll

    d . le en su i e, nopue .e segUl~ e ~n su IDculpacin de la he-rencia monarqurca; pero la historia d l

    . d l R 1 . ' l'b e Osal.mlgos ~ da evo UClOn, I erales y socia_istas, esta e acuerdo al menos para encon_

    trar sus tt ulos de nobleza en la ruptdonde comienza la dem? cracia. Conce~;~vago y ~oderoso, el Ant iguo Rgimen.., hamantenido a lo largo de doscientos aos enla cultura francesa todo el frescor de su _. . na

    cirruento . Francois FURET.

    Vase tambin: BURKE, CENTRALIZA_CIN, CONSTANT. DERECHOS DEL HOM-BRE, FEUDALISMO, FEUILLANTS.., GUIZOT,IGUALDAD, LIBERTAD, LUIS XVI, MICHE-LET, MONRQUICOS, NOCHE DEL 4 DEAGOSTO, REVOLUCiN, REVOLUCIAMERICANA, ROBESPIERRE, STAEL (MME.DE), TERMIDORIANOS, TOCQUEVILLE.

    Orientacin bibliogrficaGOUBERT, PI ERRE, L 'Ancien Rgime,

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    ce a un pequeo grupo de personas, pa rti-cularme nt e a una clase hereditaria. Unadefinicin tan estrecha, aplicada a Francia,que ha conocido reyes soberanos y un pue-blo soberano, pero jams una aristocraciasoberana, nos de jara sin contenido. Otrasco mo la aristocracia del talento , porejemplo, son muy amplias. Este es el caso

    521

    tambin de la expresin colgar los arist-crataS de los faroles , que termin por de-signar a todo opositor, o a todo sedicenteoposito r a la Revolucin . Aqu la eficaciamisma de la palabra, su capacidad de mo-vilizacin poltica la vuelve inoperante poruna descripcin social objetiva. De una ma-nera un poco arbitraria, quizs, yo centra-ra el problema sobre la nobleza, recono-ciendo que la nobleza francesa no corres-ponda ms que en parte a la definicin cl-sica, que es de hecho una clase heredi-tarta .

    El carcter hereditario de un estatuto pri-vilegiado era de hecho patrimonio de la no-bleza, que la diferenciaba del resto de la so-ciedad y daba unidad a un cuerpo por otraparte diverso a causa de la riq ueza, la fun-cin o la cultura. La posesin de privilegiosse extenda mucho ms all de la nobleza,es el caso de muchos plebeyos -adminis-trador es, magistrados e incluso zapateros-que tambi n los posean. Pero estos privi-legios no eran ms que temporales y perso-nales, unidos a los oficios ejercidos, a losderechos o monopolios comprados o sim-plemente a un lugar de residencia. A dife-rencia de los de los nobles, los pr ivilegiosde los plebeyos eran siempre revocables porel rey (si devolva el dinero pagado) y hastacierto punto, independient es de la persona,propiedad disponible qu e pod a ser dev uel-ta a otros o perd ida al cambio de lugar. Paralos nobles, en cambio, la esencia de la no-bleza y sus privilegios distintivos eran pro-pios de la persona. Una vez adquirida, lanobleza era int ern a y permanente, transm i-sible a los hijo s solamente y sin la menor di-ficultad, sin pasar delante de notario.

    Desde hace dos siglos, la carac terizacinde la nobleza del Antiguo Rgimen, ha ins-pirado una masa de generalidades en que semezclan verdades y medias verdades . Lams vieja, la ms corriente probablementeen el siglo XIX, descansa sobre una conde-na mo ral. La nobleza del siglo XVIII tieneuna repu taci n de licenciosa, satisfecha des misma, frvola, arrogante, pe rezosa, ocio-

    Aristocracia

    sa, en una palabra totalmente diferente deuna burguesa honrada y ascendente queconstrua un nuevo orden a fuerza de tra-bajo e integridad. Visin reconfortante paralas almas sensibles. Porque la nobleza fran-cesa del siglo XVIII, ahora lo sabemos, ca-minaba inexorablemente hacia su destruc-cin colectiva como orden. Algunos noblesestaban destinados a la guillotina, otros,ms numerosos todava a la prdida de susbienes y millares de ellos al exilio . Pensarque ellos haban estado trabajando en su pro-pia ruina es una idea reconfortante. Losmoralistas ya haban escrito buenos librossobre el tema. No haba provocado la ca-da del imperio romano el lujo y la licenciade los patricios? Y la Reforma? No la ha-ban provocado la hipocresa y la vanidaddel clero de Roma? Nada de sorprendente,por tanto, el que Otros hayan imputado laRevolucin francesa al fallo moral de unalite. Para ellos, la Liaisons dangereuses .-era una obra de etn ografa, la descripcinclnica de un mundo corrompido y agoni-zante.

    La corrupcin en todo caso no nos per-mite caracterizar a una nobleza cuya mora-lidad personal no era diferente a la de otrosgrupos sociales. En los aos 1830, el condede Allonville, que poda acordarse todavade la vida antes de la Revolucin, deca ha-ber co noc ido una moral por lo menos de-cente, de crmenes menos frecuentes qu e enotros tiempos, de cumplimiento de las ta-reas maternales y de adultos asociados a lagente joven. Los hbitos sexuales de los 'no-bles no parecen haber sido mu y diferentesde los de los bu rgueses. Es cier to qu e no lesfaltaba arrogancia. Los pajes del rey en Ver-salles se divertan escupiendo desde el bal-cn de la Opera a la llegada de los burgue-ses, o caminando por la ciudad en filas apre-tad as, para arrollar a la gente sucia que lle-naba las calle~. Se podra probablement emultiplicar estos ejemplos, pero es necesa-

    Liaison> dangereuses: novela de Lacios. (N. del T.)

  • DEMOCRACIA

    ...

    Ideas

    teatro de una lucha mortal entre el princi-pio del bien y el del mal, donde la neutra-lidad no es de recibo. En definitiva, estato ma de postura a priori de la voluntad, esallamada cont inua a una eleccin meta fsicainevita ble, revela plename nte la distanciaque separa el pensamiento teocrtico delelogio tradicionalista de la creatividad es-pontnea de la historia. Quiere un poderque tome posiciones, que tambin sepa ircontracorriente, instrumento inconscientedel orden divino. El sentimiento de las li-bertades, an tan vivo en Burke, se mezclacon la obsesin de la autoridad. Ms queadversarios de la democracia -lo fue sobretodo el ingls-, los tecratas son los ant -pod as del equilib rio liberal, y los ltimosdefensores de una idea absol uta de la so be-rana, que a partir de ese momento, y enuna Europa que cambia, ya slo la encarnael poder infalible del Papa,

    Es, por tanto, esta voluntad de restaura-cin la que estaba condenada a aparecer alos ojos de los contemporneos, tan "hu-mana y ..abstracta como lo haban sido elactivis rno de Consti tucionales y Jacobinos.Los hombres de la contrarrevolucin teo -crtica jams llegarn a liberarse de tal pa-radoja. En efecto, cmo co nciliar la apo -loga de la obra del tiempo, apacible e im-personal, con la llamada a una lucha sincuartel para desviar el curso de los aconte-cimientos? Durante la Restauracin con elpartido de los ultras en la oposicin, estaparadoja se volver ms chirriante que nun-ca. De todos modos, haca ya largo tiempoque la inviabilidad de la posicin contrarre-volucionaria era evidente por aquellos quehab an sufrido el tr aumatismo de la Revo lu-cin y no que ran renovar la experie nciacon un trauma tismo inverso. "La autoridadque hoy quisiera restablecer la feudalidad,la servidumbre, la intolerancia religiosa, lainquisicin, la tortura -escriba BenjamnConstant en 1814-- dira en vano que se li-

    mita a recordar instituciones antiguas. Es-tas antiguas instituciones no seran ms queabsurdas y funestas novedades. La verdades que los contrarrevo lucionarios no aspi-ran a detener la revolu cin; a pesar del mitoque proclama, es una revoluci n COntrarialo que sus deseos estn llaman do. MassimoBOFFA .

    Vase tambin: ANTIGUO R GIMEBURKE, CONSTANT, CHUANERA, EMI ~GRADOS, MAISTRE, MONRQUICOS, Rzvo.LUCIN, SIEYES, STAEL (MME. DE), Toe.QUEVILLE, VENDE (LA).

    O rientacin bibliogrf icaB ALDENSPERGER, FERNAND, L e mouve-

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    549

    Desde el siglo XIX se considera la Revo-lucin francesa como una de las prin cipa-les etapas en la formacin de la dem ocraciamoderna, que no es solamente un rgimenpoltico (basado en la combinacin del sis-tema representativo y del sufragio univer-sal), sino tambin un rgimen social, carac-terizado por la ausencia de desigualdadesestatutarias de tipo aristocrtico y por laposicin central que en la democracia ocu-pan las aspiraciones igualitarias. Considera-da en su desarrollo, la Revo lucin se mues-tra tambin como la primera gran manifes-tacin' de las tensiones qu e desde entoncesatraviesan continuamente la poltica "de-mocrtica contempornea y que contrapo-nen representacin y "democracia directa,la defensa de la igualdad de derechos y lareivindicacin de la igualdad real, o losderechos del individuo y la soberana de lavoluntad general. El anlisis de las relacio-nes entre la Revolucin y la democraciahace entrar en juego problemas polticosconsiderables, a riesgo siempre de caer enla polmica o en el anacro nismo. Si se qu ie-re evitar tales escollos, lo ms sencillo talvez sea partir de lo que poda significar la..democracia para los hombres de 1789 y,a continuacin, reconstruir las transforma-ciones que conoci la idea democrtica conla Revolucin.

    Representacin y dem ocracia:los deb at es constitucionales

    Para un francs ilustr ado de finales del si-glo XVIII, el trmino "democracia designaante todo un rgimen poltico muy preci-so: la democracia es "una de las formas sim-ples de gobierno, en el cual el pueblo, comotal, tiene la soberana (art culo ..democra-cia de la Encyclopdie, redactado por elCaballero de Jaucourt), o tambin una delas dos especies de lo que Montesquieu lIa-

    Democracia

    ma Repblica (la ot ra es la aristocracia).Para la mayora de los "filsofos, la dem o-crac ia pert enece a un pasado def initivamen-te ido (las pequeas ciudades ant iguas), oen todo caso, parece impracticable en ungran Estado, como Francia, donde la com-plejidad de las relaciones sociales, la exten-sin del territorio y el nmero de sus habi-tantes, todo parece hacer imposible una de-liberacin colectiva del pueblo entero sobrelos asuntos pblicos . Hay que tener encuenta, adems, ciertos aspectos "elitistasde las Luces francesas : el objetivo final delos filsofos es el de instaurar la soberanade la Razn, lo qu e lleva consigo una ciertadesconfianza de la opinin popular, quepuede cegarse fcilmente por los "prejui-cios . Desde otro punto de vista, la demo-cracia se presenta tambin como un rgimeneminentemente racional, dotado no sola-mente de una superioridad moral (salva-guarda la igualdad natural), sino tambin deventajas prcticas, pues en la medida en quelos ciud adanos son legisladores, se ven in-clinados a respetar unas leyes que ellos mis-mos han elabo rado y que se presumen serconformes a sus intereses. En cuanto a ladesigualdad de las Luces, sta no puede fun-damentar ninguna jerarqua estable, puestoque la crtica de los prejuicios o de la tra-dicin presupone un principio virrualmen-te igualitario, como lo es la universalidad dela Razn humana.

    Entre los autores que podan conocer loshombres de la Revolucin, hay que conce-der evidentemente una especial impo rtanciaa Ro usseau. Los autores de la Decl aracinde Derechos o de la C~nstitucin le son pa-radjicamente muy prximos en algunospuntos esenciales incluso cuando aceptan elmismsimo principio de la Representacin,cuya legitimidad niega el Contrato social.

    La originalidad de Rousseau reside antetodo en disociar la soberana popular, que,en rigor, no concierne ms que a la activi-

  • Ideas

    dad del legislador, de la democracia, que esuna forma de gobierno, es decir, de organi-zacin del poder ejecutivo. Contrariamentea un contrasentido frecuente, las reservasque el Contrato social expresa sobre el r-gimen democrtico (

  • Ideas

    de la libertad individual o de la igualdad ju-rdica .

    En los debates constitucionales de la po -ca revolucionaria, esta dinmica democrti-ca est dominada por la dialctica de la so-berana popular y de la representacin, quea su vez est marcada por la lgica ..unani-mista. de la voluntad general. Tal dinmicadesemboca en la formacin de dos tradicio-nes polticas distintas, la primera de ellas vadesde los Convencionales hasta la III Re-pblica y la segunda de Sieyes a los libera-les del ltimo siglo.

    La primera tradicin se caracteriza antetodo por el culto de la ..Ley, expresin dela voluntad general, aun cuando abandonalas condiciones que Rousseau segua pro-poniendo a la sobera na del legislador (la es-tricta delimitacin de las atrib uciones delpoder legislativo y la ausencia de la repre-sentacin). En nom bre de sta la mayo rade los ..republicanos franceses ha rechaza-do durante mu cho tiempo todos los dispo-sitivos que pod ran limitar la omnipotenciapa rlamentaria (el cont ro l de constituciona-lidad, y de for ma an ms llamativa, el re-ferndum); ella es la qu e explica tambin laco ntinua hostilidad que en Francia se expe-rimenta cont ra cualquier clase de prct icaque recuerde po co o mucho el lobby ingamerica no. Hay qu e hacer notar por otraparte que la doctrina de la soberana de laNacin se puede interpretar tambin en unsentido liberal hos til a la om nipresencia delos representantes. En una interpretacin deeste tipo est pensando sin duda Sieyescuando despus de Termidor defenda unproyecto de ..jurado constitucional, encar-gado de velar por la constitucionalidad delas leyes. Sin embargo los elementos libera-les del pensamiento revolucionario nuncapudieron tener un alcance real si no fue alprecio del abandono del legicentrismo re-volucionario, que no se logr plenamentehasta el advenimiento de la V Repblica.

    La evolucin que conduce de la Consti-tuyente a la Convencin se present a antetodo como un desarrollo de los elementos

    552

    democrticos de la doctrina revo lucio naria.Desde 1791 (sesin del 10 de agosto de1791) Robespierre haba denunciado lasambigedades de la doctrina entonces do-minante al rehusar hacer de la delegacindel poder un principio constitucional intan-gible. Poco despus el conflicto entre laAsamblea y el Rey y la intervencin del pue-blo de Pars, conduca, bajo la Convencina la discusin de dos proyectos de cons ti-tucin, que, por muy diferentes que fuesen,se alejaban los dos de la doctrina de 1791,poniendo en cuestin la distincin entreciudadanos activos y ciudadanos pasivos yextendiendo considerablemente el controlde los electores sobre los rep resentantes. Elesfuerzo bsico de Condorcet, principal re-dactor del proyecto llamado ..girondino.,consiste en conciliar la lgica de la repre-sentacin (que supone la liberta d de accinde los representant es) con las exigencias dela democracia, para lo que distin gue cuida-dosamente en los po deres de la Naci nlos que sta retiene y los que delega; elproyecto de la Montaa, adoptado en lascondic iones qu e sabemos, afirma idnticaspreocup acion es, aadiendo a todo ello lapreo cup acin por el reforzamiento y la ex-pansin de la voluntad nacional en detri-mento de las asambleas primarias, hasta elpu nto de qu e Saint-just haba propuestohace r elegir el total de los diputado s en unacircunscr ipcin nacional nica, propuestaque no prosper y no precisamente por ra-zones tcnicas. Por am bas panes la creac iny la supervivencia de la democracia apare -cen cada vez ms claramente dependientesde la regeneracin del pueblo, empresa qu eprogresivamente se va conviniendo en msimportante que la constitucin misma, sinque podamos afirmar que en el proyecto de..formacin de hombre nuevo (MonaOzouf) los Girondinos fueran siempre msmoderados que la Montaa.

    Ms all, sin embargo, de cuestiones detctica poltica, ambos proyectos se inspi-raban asimismo en filosofas muy diferen-tes, que se revelan con toda claridad en

    553

    otras discusiones de la Convencin, comoen los debates sobre la Educacin. Condor-cet pana de la problemtica de las Luces:para l el problema co?~ista e.n crear lascondiciones de una pol tica racional, en elmarco de la cual el cuerpo poltico fueraconducido naturalmente a decisiones racio-nales. Por ello en su proyecto de constitu-cin es prioritaria la organizacin del deba-te pblico, lo que, por otra pane, sobrecar-ga extraordinariamente los ~r?cedimi.entosde decisin, hasta hacer casi Impracticableadoptar alguna, pues el fin de la educacinconsiste ante todo en crear, por medio dela difusin de las ..Luces " ciudadanos capa-ces de pensar por s mismos. Para el dipu-tado de la Montaa Lepeletier de Saint-Far-geau (cuyo proyecto fue presentado des-pus de su muerte por Robespierre), el finprimero de la Educacin nacional es ~l .desobrepasar la desigualdad de las condicio-nes, arrancando a los nios de su medio fa-miliar e incu lcndoles (a travs de la vidaen comn, las fiestas, etc.), sentimientos..patriti cos e igual itarios. Igualment e enla organizacin de los poderes pblicos pre-vista por los Montaeses, se otorgaba prio-ridad a la organizacin de la voluntad na-cional, ante s qu e a la or ganizacin de la de-liberacin col ectiva.

    De hecho, ms all del problema consti-tucional, las discusiones de la Convencinhacen aparece r un a problemtica nueva, lade la Virtud, qu e ser decisiva en el pero-do de do minacin jacob ina. Tal proyectono carece de antecedentes intelectu ales nipolticos. El culto de la Virtu d cvica reto-ma un tema de Montesquieu que, adems,se remonta a Maquiavelo, y que tuvo unagran importancia en la Revolucin ameri-cana, sobre todo en Jefferson. Pero en Ro-bespierre, adquiere un contenido nuevo acausa de su inflexin sentimental y rnorali-zante, que le lleva, por as decirlo, a devo-rar la misma idea democrtica. En la pers-pectiva de los suc esores de Maquiavelo, elideal del civismo republicano, aunque pue-da llevar a una poltica ..radical, tiene un al-

    Democracia

    canee antropolgico limitado en la medidamisma en que antes que nada traduce unavisin bastante pesimista de la naturalezahumana. En consecuencia el problema con -siste ante todo en crear un orden en el quelos ciudadanos reconozcan inmediatamenteque su propio inters depende del de la ciu-dad, antes que en reprimir las pasiones y losintereses. Por ello, aunque el cuerpo polti-co est continuamente amenazado por ladebilitacin de sus principios, la participa-cin poltica seguir siendo siempre la lti-ma garanta de su supervivencia y la ..vir-tud ser una disposicin poltica muchoms que moral. En la visin jacobina, la le-gitimidad misma de la voluntad popularest subordinada a la virtud de quienes lainspiran, pero desde el punto y hora en quees virtuosa, no existe do minio alguno sobreel que no pueda ejercerse. Ms all de la Leyy de la voluntad general, Robespierre nocesa de apelar a los principios que debenguia r la Repblica, principios qu e no son nijurdicos ni polticos , expresan pura y sim-plenamente la coincidencia del pueblo y de lamoral en la persona del Inco rru ptible.

    Las ambigedades de laexperiencia jacobina

    En la his to ria de la democracia fra ncesaningn otro perod o suscita discusion esms apas ionadas que el del predominio ja-cobino que se dio conjuntamente con elauge de la agitacin de los ..sans-culottes-.Para la historiografa robespierrista (Ma-thiez, y en menor medida Lefebvre) el pe-rodo que se inicia eU de junio (la expul-sin de los Girondinos) marca, a pesar delTerror, un progreso definitivo de la demo-cracia. Ese perodo sella la alianza del mo-vimiento popular con la fraccin ms radi -cal de la burguesa, crea los primeros ele-mentos de una democracia social (gracias al..mximum. y a la experiencia de la ..eco-noma dirigida), mientras que el fracaso fi-nal de Robespierre ..mata la Repblica de-

  • Ideas

    mocranca para un siglo.. (A. Mathiez, LaRooluton [rancaise, to mo 3, p. 233). Paralos liberales es por el contrario el perodosin duda alguna ms trgico de la Revol -ci" por partida doble, porque desacreditla libertad poltica y porque representa elprototipo del despotismo moderno. A esteya viejo debate se le une otro. el que dividea los intrpretes marxistas de la revolucin.Qu es la democracia directa tal comola practicaban los sans-culottes? Una an-ticipacin de una revolucin proletaria den -tro de un proceso de revolucin perma-nente? (D. Gurin ). O, ms sencillamen-te, un apoyo popular a la burguesa. dela Montaa, polti camente fecundo, perosin verdadera perspect iva social? (A. So-boul). Ante l. imposibilidad de zanjar aqu todas estas cuestio nes, no s contentaremoscon algunas notas que permitirn. tal vez,precisar mejor su alcance.

    Ame todo debemos recordar, con F. fu-ret y D. Richet , lo siguiente. En el planodel programa poltico y social, la dictadurade la Montaa innova muy poco, puestoque la asistencia social, la instrucci n p-blica y el sufragio universal son ideas co-munes a todos los miembros de la Conven-cin, inc1uidos los Brissorinos (F. Furety D. Richet, 1973, pp . 205-206). Por lo quese refiere a la alianza entre movimiento po-pular y burguesa, fue siempre frgil, talcomo lo demuestra la hostilidad de granparte de los saos-culon es al mximum ,que bloqueaba los salarios lo mismo que losprecios. Es preciso. adems, resaltar cmoel mximo defensor de Robespierre, A. Ma-thiez en persona, ha demostrado amplia-mente que el rgimen del Terror y la eco-noma dirigida estaban en profundo an-tagonismo con las ideas. las tendencias, lasaspiraciones de una sociedad apasionad a-mente enamorada de la libertad que acaba-ba de conquistar (A. Mathiez, La oe che-re..., tomo III. p. 245). En su obra la dic-tadura jacobina aparece de hecho frecuen-temente como una tentativa prematura dedemocratizacin , ..ejemplo memorable de

    SS4

    los lmites de la voluntad humana en luchcon la resistencia de las cosas (La Rvolu~tion [rancase, tomo 111, p. 223. Tambi

    ibi 1 I nescn 10 que: as eyes ms riguro sas soincapaces de cambiar de un solo golpe la na~turaleza humana y el orden soci al]. La ad-miracin de Mathiez hacia su hroe no leimpide . pues. de hecho. reconocer Lmplci-tamente la validez de una de las crticasconstantes de los liberales sobre el ..volun.tarismo- jacobino. Su carcter abstractoque le situaba en una posicin falsa frent;a la sociedad real. es una de las principalescausas de que primero derivara hacia el te-rror, y despus. fracasara. Cuando se releehoy La v ie cb re el le mouvement socialsous la Terreur, se capta perfectamente loque sin duda constituye el enigma centralde la experiencia del ao 11. De un ladoexiste evidentemente una relacin muy es.trecha entre la descalificacin de los inte-reses. que envuelve la concepcin revolu-cionaria de la Igualdad y de la voluntad ge-neral, y la eleccin de una poltica econ-mica antiliberal, adems de medio improvi-sada y catica. Por otro lado esta polticade ..reglamentacin y de tasa se inscribeparadjicamente en una larga tradicin del..Antiguo Rgimen francs, aunque con laRevolucin adquiere un carcter totalmen-te diferente (..N o era ya una obra de cari-dad, al contrario, se presentaba como unarepresalia de un part ido, como un acto devenganza y exp oli o , o.c., 11, p. 245). H as-ta en su polti ca social (que no se puede se-parar del Terror) la experiencia jacobina en-cama con la mayor claridad todo lo que, se-gn Tocqueville, constituye sin duda algu-na a los ojos de los liberales la mayor ori-ginalidad de la Revolucin francesa, unaestrecha imbricacin ent re el radicalismorevolucionario y la tradicin poltica abso-lutista.

    Los aspectos propiamente polt icos del r-gimen del ao 11 plantean un problema dela misma naturaleza, como es el de la rela-cin entre ..democracia directa y represen-tacin nacional. En la histori ografa jacobi-

    SSS

    na se minimiza con frecuencia la importan -cia de esta cuestin en comparacin con laimportancia qu e se da a la compleja rela-cin entre los sans-cuio ttes y los Comitsde Salvacin Pblica y de Seguridad ge-neral. Pero ya lo han recordado F. Furet yD. Richet, la realidad de 1793 [...] es elparlamentarismo ", (o.c., p. 208)., Y a pesarde la presin de la calle. la Co nvencin esel verdadero centro del poder. El despo-tismo de la libertad reposa sobre un com-plejo juego que pone en escena. adems delos comits y los sans-culones. la Co nven-cin y los Jacobinos y nunca pudo sobre-pasar el conflicto de principio entre rgimenrepresentati vo y aspiracin a la democra-cia directa- oTodo eso explica. segn F. Fu-reto el papel privilegiado de Robespierre:elevado al poder por el golpe de fuerza an-tiparlamentario del 31 de mayo al 2 de ju-nio, sigue siendo el homb re de la Co nven-cin. Las secciones le adoran. pero les im-pondr silencio. Y es que l es el nico queha reconciliado mticamenre la democraciadirecta y el principio representativo, insta-lado como est en lo alto de una pirmidede equivalencias, cuyo mantenimiento da ada est garantizado por su palabra. El es elpueblo en las secciones, el pueblo en los Ja-cobinos. el pueblo en la representacin na-cional (F. Furet, 1978, p. 86). Es ste elcontexto en el que hay que encajar la de-mocracia directa de las secciones parisinas.Hay que resaltar ante todo. con Michelet,que en 1793 la Revolucin popular propia-mente dicha est muerta , y que el activis-roo de las secciones y de los Jacobinos es lacontrapartida del desinters de la masa dela poblacin por los asuntos pblicos (in-cluso la Convencin sale de un escrutinioprecedido de una votacin de muy dbilparticipac in) . Por tanto es imposible veren la actividad de 105 sans-culottes parisi-nos una pura y simple profundizacin delmovimiento democ rtico por oposicin a larepresentacin. En realidad los sans-culot-tes comparten con los Jacobinos robespie-rristas la obsesin por la unanimidad. la vir-

    Democracia

    tud y la denuncia de los traidores, y, aun-que frecuentemente se encuentran en con-flicto ms o menos larvado con Jos elemen-tos ms moderad os de la Convencin. notienen un proyecto alternati vo global queproponer. ni desde el punto de vista insti-tucional, ni desde el punto de vista social.Pero esto de ninguna manera quiere decirque la democracia revolucionaria sea unsimple rebrote de arcasmo, o que su lgicaintern a sea idntica a la de las emocionespopulares de antao. Profundamente mar-cado por las reivindicaciones propi as de laRevolucin francesa (la soberana de la vo-luntad general contra la poltica de intere-ses) a su vez marca. de alguna manera. unareafirmacin de las preocupaciones de loshombres concretos contra la abstraccin.Pero ante todo (y esto es lo que explica suprestigio posterior ) se presenta como unaradicalizacin de las exigencias revoluciona-rias. El movimiento seccionario descubrila cuestin social detrs de ..los derechos delH ombre, por ello apareci posteriormen-te como la promesa de otra Revolucin .

    Demacrada y revolucin en elpensamiento del siglo XIX

    La idea de un vnculo privilegiado ent rela Revolucin francesa y el ascenso irresis-tible de la democracia. constituye. sin duda,uno de los temas clave del pensamientofrancs del siglo XIX. Un pensamiento enque los deb ates pol ticos contempo rneosson inseparables de las discusiones sobre lainterpretacin de la Revolucin.

    La corriente republicana- se caracterizaante todo po r su voluntad de retoma r elconjunto de la herencia revolucionaria, rea-firmando sin cesar la actualidad de los prin-cipios de 1789. Entre los historiadores es sindud a alguna Michelet quien mejor ha reali-zado este proyecto al hacer del pueblo elhroe de su Hstore de la Rvo/ution[rancaise. En ella el pueblo aparece como laencamacin de una Idea que se constituye

  • Ideas

    por la negacin de la herencia del AntiguoRgimen a travs de la lucha contra el pri-vilegio y la afirmacin de la libertad huma-na frente a la heteronoma inducida po r lareligin cristiana . La Revolucin , obra delpueblo, opone el derecho a lo arbitrario yal privilegio (la gracia no es otra cosa quesu expresin), y la democracia encarna eltriunfo del derecho y la igualdad. No sedebe olvidar, sin embargo, que aunque mu-chos republicanos admiren indiferentemen-te a Danton, Robespierre o Bonaparte, hayalgunos aspectos del proceso revoluciona-rio (sobre todo el Terror) so bre los que nohay unanimidad. Algunos lo justifi caroncomo un efecto de las circunstancias(aunque en general se co nsidera como for-ma de gobierno innecesaria); para otros elTerror jacobino aparece como una supervi-vencia del absolutismo (sobre todo EdgarQuinet), o como el precio que la Revolu-cin paga por la desafeccin del pueblo(Michelet). Por lo que hace a la historiogra-fa de la Revolucin, la ..ortodoxia republi-cana- (..la Revoluci n es un bloque-) nocristaliza verdaderame nte hasta la III Re-pbl ica.

    Los rep ublicanos so n ms avanza dosque los liberales, pero sin confundi rse conlos socialistas, que aun cuando son ..de-mcratas, ponen en primer plano la cues-tin social, ms importante para ellos quela conquista de la democracia poltica y delsufragio universal (el mismo Michelet sedice hostil al socialismo-), En realidad elmovimiento socialista de entrada tiene unaactitud ambivalente respecto a la Revol u-cin . En la ob ra de su pri ncipal iniciador,Saint -Simon , enco nt ramos ante tod o unacrtica de la filosofa de las Luces y de la Re-volucin, que paradjicamente debe muchoal pensamiento contrarrevolucionario.Saint-Simon recusa el estado de espritu..abstracto de los intelectuales y ..legistas que dominaron la Revolucin, por ello suproyecto intelectual es el de sacar a la luzdel da los resortes subterrneos que expli-can en profundidad las sacudidas de finales

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    del si~lo XVI.II (el de~arrollo del trabajo yde la industria), sus fines prcticos son so-ciales ms que polticos, e incluyen la exi-gencia de un nuevo poder espiritual, msall de los fallos crticos de las Luces.Pero desde otra perspectiva, la Revolucinfrancesa tambin ha visto el nacimiento dela cuestin social y sus corrientes radica-les pueden tambin aparecer como una an-ticipacin del movimiento socialista, lo queexplica la continuidad entre algunos secto -res avanzados- de la democracia y el so-cialismo naciente. Pero a su vez estos mis-mos movimientos estn divididos en la me-dida en qu e reproducen las tension es de laRevolucin. Si Louis Blanc defiende la he-ren cia robespierri sta (una democracia socialapoyada en la representacin nacional y noen el Terror hecho intil), otros, comoBlanqui, sacan sus conclusiones de la expe-riencia del Comit de Salvacin Pblica,modelo de la dictadura revolucionaria,mientras que Proudhon y los anarquistasven en la experiencia jacobina el colmo dela mis tificacin y de la alienacin polticas,a lo que co ntraponen la crea tividad multi-forme de la asociacin. Est as div isionesno cesaron hasta la Comuna de Pars, e in-versamente, Marx debe una gran parte desu prestigio al hecho de que pareca aportaruna sntesis de todos estos elementos hete-rogneos, aunque l mismo dudaba entrevarias interpretaciones de la Revolucin.

    Para los liberales el primer problema hasido el de disociar los resultados de la Re-volucin del proceso revolucionario, desp-tico y anrq uico a la vez. De ah arranca ini-cialmente la cr tica de la doctrina de Rous-seau, que se supo ne ser el origen de las des-viaciones de la democracia revolucionaria,y que sigue siendo hoy en da el aspectoms conocido del pensamiento de Guizot ode Constant. Pero no es sa la aportacinms importante del pensamiento liberal.Tocqueville (que aqu retoma una distin-cin presente ya en Royer-Collard) distin-gue dos aspectos en la ..democracia. Elproceso de la igualdad de las condiciones

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    no viene acompaado necesariamente por lageneralizacin de la libertad poltica, pero,en contra de los liberales conservadores, veen el rgimen poltico democrtico la mejorgaranta de la libertad. Su pensamiento noobstante no se red uce a una oposicin en-tre la turbulencia de la democracia francesa(sometida al "espritu revolucionario) y laprudencia del "espritu democr tico, por-que Tocqueville reconoci siempre la gran-deza de 1789 y crea que la moderacinamericana poda coincidir perfectamentecon un declive del civismo. Tal vez lo me-jor para cerrar esta encuesta sea recordar lasreflexion es que le inspi raron los desencan-tados tiempos de la Monarqu a de Juli o :

    Me atrever a decirlo en med io de lasruinas que me rodean? Lo que ms temopara las generaciones futuras, no son las re-voluciones.

    -Si los ciudadanos continan encerrn-dose ms y ms estrechamente en el crculode sus pequeos intereses domsticos y afa-ndose en ellos sin reposo, se puede intuirque van a terminar hacindose inaccesiblesa las grandes y poderosas emociones quetu rban a los pueblos, pero que los desarro-llan y los renuevan.

    [...] Se cree que las sociedades nuevasvan a cambiar de aspecto cada da, pero mitemor es el que se queden totalmente fijasen las mismas instituciones, los mismos pre-juicios, las mismas costumbres de formaque el gnero humano se detenga y se limi-te, que el espritu se pliegue y se repliegueeternamente sobre s mismo sin producirideas nuevas, que el hombre se agote en m-nimos movimientos solitarios y estriles yque la hum anidad ya no avance aunque seagite sin cesar . (De la dmocra tie en Am-tique, Ed. Gallimard, II, p. 260). PhilippeRAYNAUD.

    Vase tambin: CONSTITUCIN, DERE-CHOS DEL HOMBRE, IGUALDAD, JACOBI-NISMO, LIBERTAD, REPBLICA, ROBESPIE-RRE, ROUSSEAU, SIEYES, SOBERANA, SU-FRAGIO, TOCQUEVILLE.

    Democracia

    Orientacin bibliogrfica

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    FURET, FRA N

  • DERECHOS DEL HOMBRE

    Ideas

    siens en l'an l/. Histoi re politique et 50-ciale des seetions de Paris, 2 juin 1793-9thermidor an 11, La Roche-sur-Yon.H. Potier, 1958 (tambin Pars, Clavreuil,

    La primera revolucin fundada sobre lateora de los derechos de la humanidad .., se-gn la palabra testamentaria de Robespie-rre el 8 Termidor, ha tenido dificultadespara ponerse de acuerdo sobre su defini-cin. La Declaracin adoptada el 26 deagosto del 89 es reemplazada por una nue-va en la Constitucin del 93. Esta, por suparte, es reemplazada por un a Declaracinde derechos y de deberes del ciudadano enla Constitucin del ao III. Y, sin embar-go, histricamente la primera ha quedadocomo la buena, a pesar de las crticas de lasque fue objeto a las inmediatas y que pare-cieron bastante decisivas como para refun-dirla en dos ocasiones. El ser la inauguraltiene, sin duda, que ver con ello .

    Pero, en resumen, tambin es justo siqueremos tener en cuenta que el debate delverano del 89 plantea ya toda la problem-tica, tanto la del 93 como la del 95. La mi-rada retrospectiva ha endurecido en excesola oposicin de los lenguajes y de las inten-ciones entre la prudencia burguesa, la auda-cia jacobina y el espanto termidoriano . Lasopc ion es divergen, pero el.espacio intelec-tual es el mismo, y los elementos con loscuales se juega estn todos presentes de en-trada, desde el comienzo de la discusin.Los famosos derechos sociales .. que su-puestamente separaran las preocupacionespopulares del 93 del liberalismo de losConstituyentes, vinculado excesivamente ala propiedad? Pues bien, prc ticamente lamitad de los proyectos del 89 incluyen ensu contenido las ayudas, incluso el trabajoentre las garantas primordiales que una co-lectividad debe a sus miembros; el ms no-

    ssg

    1958, reed. 1962, con el subttulo Mou-ueme nt populaire et gouverne ment rvo-lutionnaire).

    to rio e influyente de todos ellos es el de Sie-yeso Los no menos expresivos deberes..qu marcaran, segn se cree, el retrocesocoercitivo y moralizador de Termidor? Loque hay en ello es una disposicin sobre lacual los Constituyentes tuvieron un sperodebate, que fue formalmente rechaz ado, yque a pesar de ello influy fuert emente enla reda ccin adoptada. Adems, hay queempezar por no perder el punto de vista,Este texto princeps, est lejos de ser la obramaduramente sopesada para lograr el equi-librio de conjunto en sus clusulas y en ladefinicin de sus contornos, como tan amenudo se ha celebrado; en realidad e untexto inacabado, interrumpido al comienzode la sesi n del 27 de agosto del 89, por elacuerdo unnime sobre la necesidad de con-sagrarse en prioridad a una tarea ms ur-gente, la de la Constitucin. El examen delos artculos adicionales a los diecisiete ar-tculos ya adoptados, la relectura y la clasi-ficacin del conjunto se dejan para despusde la Constitucin. En 1791 la Asambleaalegar el carcter sagrado adquirido duran--te el tiempo po r este catecismo nacionalpara no tocarle. Pero toda medida en pro-fundidad de las intenciones del legisladorque desconozca la contingencia de los lmi-tes de sus objetivos se halla condenada aldesprecio.

    Lo que importa reconstruir en ese te~1Ofijado el 26 de agosto de 1789 es el desphe-gue de una manera de plantear el problemade los derechos del hombre. Una maneramatricial. En este dominio, como en unagran parte de la cultura poltica de la Re~olucin, la radicalizacin ulterior ms que m-

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    explotar de otr a forma las virtuali-nOvar .dades inicialmen~e p~esentes, lo mls.mo ~ue1 accin termldon ana mantendr la ins-are io del f

    . cin inicial en medio e es uerzo porpira id ddesactivarla Y con tenerla. Hay .una ~m a. telectual del proceso revolucionario queIn '11 vierte en particularmente eructa e ana-con d . l' " L dlisis del momento e cnst~ izacron. os. e-echos del ho mbre constituyen una pieza

    :minente del dispositivo. Unicamente a laescala de esta manera de abordar el proble-ma aparece la especificidad verdade ra delresultado porque aparentemente es la queofrece el nico camino para no perderse enla maraa tenebrosa de los orgenes y las in-fluencias. Una cosa es establecer las filiacio-nes o los prstamos, otra es comprender eluso que se hace de ellos, y con qu destinoa la vista.

    No hay duda ninguna de que el ejemp loamericano asume un papel capital en la ela-boracin de la Declaracin francesa . Es al-tamente simblico que el primero en pre-sentar un proyecto de Declaracin ante laAsamblea, como en virtud de una cualifica-cin natural, sea La Fayette, el hroe de laindependencia americana. El es qui en ela-bora el texto bajo la mirada y con los con-sejos del autor de la Declaracin de inde-pendencia, Jefferson, que se encuentra eneste momento como embajador de los Es-tados Unidos en Pars . Pero tambin otrosrecurren a sus luces. El Comit de consti-tucin le plantea incluso una consulta ple-namente oficial que sus funciones le obliga-rn a rechazar. Patriotas y Monrquicos seencuent ran en sus casa, el ltimo da del de-bate sobre la declaracin, el 26 de agosto,para someter a su autoridad sus diferenciassobre el lugar de la autoridad real en la fu-tura organizacin de los poderes. Otros sol-dados de la guerra de la Independenciacomo el conde Mathieu de Montrnorency,Cuentan al lado de Lafayette entre los msfervientes y los ms elocuentes oradores dela discusin. El traductor de las Constitu-tions des treize Etats de I'Amrique, elDuque de la Rochefoucauld d'Enville, es

    Derechos del Hombre

    miembro de la Asamblea, en la cual no in-tervie ne ms que para recordar la leccinamericana a propsito de la libert ad deprensa. Su relato est en las manos de to-dos los que hacen proyectos, como algunoslo anuncian sin ambages. La Asambleacuenta por lo dems con algunos otros bue-nos conocedores de temas americanos,como Demeunier, muy activo en el debate,o D upont de Nemours . To do esto para ce-irnos a los protagoni stas directos y no de-cir nada de la influencia tan notable ejerci-da por un publicista como Condorcet, re-dactor de un proyecto destinado a alimen-tar desde fuera la deliberacin, adems delcuaderno de la nobleza de Mantes, y ana-lista riguroso de los grandes precedentes dela otra orilla del Atlntico, desd e L 'influen-ce de la rv olution de l'Amrique sur l'opi-nion et la lgislation de l'Europe hasta susIdes sur le dspotisme. No slo el modeloamericano est en todas las cabezas, sinoque los Constituyentes franceses se sitany piensan implcita o explcitamente en re-lacin con l. Para empezar les ofrece el me-dio de satisfacer una de las ambiciones pri-mordiales de los ms avanzados entre ellos,bordear el ejemplo de la cons titucin ingle-sa y de su sediment acin gtica . Pero estono significa que estn esclavizados a la letrade esos documentos que tienen en su esp-ritu y ante sus ojos. Tienen sentimientomuy agudo de la diferencia de las situacio-nes, que les hace juzgarlo todo por la es-tricta medida de las necesidades de su tarea .Tienen qu e dar a Fr ancia una constitucin.Es necesario apoyarla sob re un a expos i-cin preliminar de sus bases y fines legti-mos? Para unos, la diferencia de condicio-nes sociales hace peligroso el separar elenunciado abstracto de los derechos de suformulacin concreta. Es lo que defiendeLally-Tollendal cuando Lafayette terminala lectu ra de su proyecto, el 11 de julio :[pensad en la enorme diferencia que hayentre un pueblo naciente que se anuncia aluniverso, un pueblo colonial que rompe loslazos de un gobierno alejado, y un pueblo

  • I ~Ideas

    antiguo, inmenso, uno de los primeros delmundo que se ha dado una forma de go-bierno hace mil cuatrocientos aos!.(A rcb. Par/., tomo VIII, p. 222). Malouetser an ms claro el primero de agosto. Silos americanos, dice l en sustancia, han po-dido permitirse tomar al hombre en elseno de la naturaleza, y presentarle al uni-verso en su soberana primitiva, es porquela relativa igualdad reinante en el seno deuna sociedad nuevamente formada y com-puesta en su totalidad de propietarios, ha-ca inofensiva la proclamacin de igualdadterica. En un gran imperio, en cambio,es necesario que los hombres colocadospor la suerte en una condicin dependientevean ms bien los justos lmites que la ex-tensin de la libertad natural (ArchivesParlementaires, to mo VIII, pp. 322-323).Pero para otros, la adhesin al principio apesar de este foso, que no se niega, no quie-re decir alineamiento con las redaccionesamericanas. Al contrario. La familiaridadcon la fuente no lleva consigo la imitacin,sino la emulacin. Entre los que estn msal corriente, se expresa con toda claridad laambicin de hacerlo mejor. El primero deagosto Montmorency propone el programade perfeccionar el gran ejemplo de Am-rica, reivindicando para este hemisferio laventa ja sobre el otro de invocar ms alta-mente la razn y dejarla hablar con un len-guaje ms puro (Le Courrier de Prouence,nmero 22, p. 15). Es Rabaut Saint-Etienne,que comparte sin embargo con Lafayettelos consejos de ] efferson , quien recuerda ala Asamblea el l S de agosto : Habis adop-tado el partido de la Declaracin de Dere-chos, porque vuestros cuadernos os impo-nen el deber de hacerlo, y vuestros cuader-nos os han hablado de ello porque Franciaha tenido como ejemplo a Amrica. Peroque no se diga por esto que nuestra decla-racin debe ser semejante. Y seala, imi-tando a los prudentes : ..Las circunstanciasno son las mismas; Amrica rompa conuna metrpoli alejada, era un pueblo nuevoque destrua todo para renovar todo. Pero

    lo que se extrae como conclusin, es quelos franceses deben poner a prueba su au-dacia sobrepasando los lmites en que losamericanos se haban detenido (ArchivesParlementaires, tomo VIII, p. 452). La ins~piracin viene de Sieyes. Es de l de dondeproceden las crticas a las Declaraciones detipo americano y el modelo de una mejor.El 20 Y 21 de julio presenta al Comit deconstitucin su propio proyecto que pro-voca el asombro y la perplejidad de la ma-yor parte, el entusiasmo de una minora re-suelta y el rechazo de algunos pocos. Loque l reprocha a las Declaraciones ameri-canas, lo sabemos por sus papeles, es el ha-ber mantenido una imagen anticuada delpoder y de sus limitaciones, imagen inacep-table para un pueblo que se adentra en susoberana completa. En esta supos icin-escribe--, una Declaracin de Derechosdebe camb iar to talmente de espri tu y denat uraleza ; deja de ser una concesin, unatransaci n; una condicin de tratad o, uncont rato de auto ridad o autoridad. No hayms que un pod er, nada ms que una au-toridad (Archives nationales, 284 AP 5).N o se tr ata de enumerar prerroga tivas, sinode dilucidar analticamente los prin cipios dela mejor constitucin poltica posible. Pro-pon e, pues, sustitu ir la divisin en artculospor una forma razon ada, aunque conce-diendo al vulgo un resumen en mximasal gusto de los textos ya conocidos. Es suargumentacin lo que se encuentra detrsde las propuestas de Montrnorency o de Ra-baut Saint-Etienne. La innovac in descon-cierta ms que convence, y la ..metafsicade este ..reconocimiento de los fines y delos medios del Estado social sacados en lanaturaleza del hombre da miedo . El resul-tado es que lo esencial del debate va a gra-vitar y a jugarse en torno a este ..enigmti -co texto.

    A las incertidumbres en cuanto a la opor-tunidad de una Declaracin distinta a laconstitucin, vienen a aadirse tambin lasinterrogaciones de forma y de fondo susci-tadas por el orculo de la ciencia poltica.

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    La Asamblea oscila y duda tanto ms quea favor del desconcierto y de las oposicio-nes sordas que se instalan, se multiplican losproyectos. Solamente de la diputacin na-cional se contarn 30 en total. Pero tambinse mezclan personalidades exteriores y node las de menor categora: Condorcet, yacitado, Cerurti, Servan. El debate decisivotuVO lugar del 1 al 4 de agosto. Se imponela opinin favorable de los relatores del Co-mit de constitucin el 27 de julio (Cham-pion de Cic, Clermont-Tonnerre y Mou-nier) . La constitucin ser precedida poruna Declaracin de los Derechos del Hom-bre y del Ciudadano, que accesoriamente,no ser simultneamente una declaracin dedeberes. Del 4 al 11 de agosto la Asambleaest ocupada por ..la abolicin del rgimenfeudal. El 12 se nombra un nuevo comitde cinco personas para operar la decanta-cin de los diferentes proyectos puestos encirculacin . El resultado, defendido porMirabeau el 17, decepciona. Una maniobrade la derecha (estamos en el momento enel que se delinea la divisin topo grfica en-tre izq uierda-derecha) hace adoptar comobase de la discu sin el proyecto elabor adopor una de las comi siones de la Asambl ea.Desaparecer en gran parte en la fase de laredaccin final, ent re el 20 Y el 26 de agos-to, pero habr cumplido pasablemente sufuncin de soporte en esta laboriosa gesta-cin.

    Aunque Sieyes y sus part idarios fueronder rota dos, a pesar de todo su espritu seimpuso. Aunque pudieron hacer preva lecerla forma con la que soa ban, se impuso almenos la funcin que pretendan se asigna-se a una tal explicitaci n de los fundamen-tos. Tiene esto una razn primordial: la ne-cesidad de legitim idad de esta AsambleaNacional autoproclamada, que se encuentraen posicin de ejercer el poder constitu-yente, cuando la representacin actualcomo Sieyes la admite muy significativa-mente a la cabeza de su proyecto ..no es ri-gurosamente conforme a lo que exige unatal naturaleza de poder. La declaracin va

    Derechos del Hombre

    a llenar un papel de sustituto de este dficit,puesto que se supone que la constitucinsale directamente de la autoridad de losprincipios ..inalienables y sagrados de todasociedad, que la Asamblea se limita a expo-ner y servir. De ah el curioso rodeo delprembulo finalmente retenido que, vaproyecto Mirabeau, procede de Sieyes. Eloscurecimiento del enunciado que ah seadvierte es el precio del papel de fuerte quese pretende hacer desempear a los ..prin -cipios simples e incontestables frente a loscuales la Asamblea no es ms que un mo-desto intermediario. De ah tambin elapremio de la universalidad que pesa sobrela redaccin. Porque slo una declaracinde derechos para todos los hombres, paratodos los tiempos, para todos los pases,segn las palabras de Duport del 18 deagosto, es susceptible de esta autoridad irre-cusable e irresistible que los Constituyen-tes necesitan para apoyar su empresa. El an-claje en lo universal no es ni fruto de un ge-nio part icular ni marca de una irrealidad es-pecfica; result a de las necesidades de unasituacin. El Congreso amer icano, exacta-mente en el mismo momento, est elabo-rando las diez enmiendas a la Constitu cinde 1787 que, ratificadas en 1791, acabarnde fijar el sentido de los Bills of Rights enla organiza cin de la sociedad y de los po-deres. Co mpar ndola co n el gob iernofuerte instau rado por la iniciativa de los fe-deralistas, corresponde a la Declaracin deDerechos marcar los lmites del poder p-blico y situar las prerrogativas de las perso-nas al amparo de sus intromisiones. El pro-blema de los franceses es otro. Pretenden,es cierto, consag rar las libertades individua-les; pero tienen tambin que establecer, enuna posicin difcil, un poder conforme alorden de los individuos. Es este equilibrioincmodo entre una preocupacin funda-dora y una preocupacin protectora el queva a singularizar su obra.

    A esta primera razn, nacida de los tr-minos mismos de la situacin, se une unasegunda. La Declaracin, adems del sopor-

  • Ideas

    te simblico que representa, figura comosolucin a la complicada ecuacin que se di-buja delante de los Cons tituyentes. El ca-mino es angosto. Se trata de establecer unpoder nuevo en el interior del antiguo po-der. Es necesario conciliar, dicho de otromodo, la instauracin de la legitimidad na-cional con el mantenimiento y el respeto dela legitimidad real. El rodeo por el nuevofundament o tiene la extraordinaria virtudde permitir asentar slidamente la autori-dad de la representacin colectiva, evitandola confrontacin directa con la autoridad di-nistica. Aadamos, en trminos esta vez depasin poltica, que permite ser radical enel fondo y moderado en la prctica. Satis-face a las exigencias de regeneracin, perosin chocar de frente con los poderes estable-cidos.

    Es en funcin de esta lgica como se ope-ra el encuentro con Rousseau. El pensa-miento ms naturalmente atractivo en estecuadro es el que define con ms rigor la ple-nitud y la preeminencia del poder legislati-vo dejando abierta la posibilidad de un eje-cutivo monrquico. La voluntad general.triunfa porque respeta el puesto del Reymientras ofrece la versin ms radical delnacimiento de una legitimidad colectiva apartir de los individuos. Se ajusta adems ala soberana nacional. lentamente elabora-da por el Estado absolutista en fase de es-capar a su titular originario, desde el 17 dejunio y su captacin por la Asamblea. La re-volucin est hecha de estas conjuncionesimpuras y de estos ajustes eficaces. La he-rencia histrica se proyecta en el esquemafilosfico. La voluntad general se imponecomo la traduccin en acto de la soberanade la nacin, pues su generalidad respond ejustamente a la impersonalidad requeridapor el gobierno en nomb re de la individua-lidad colectiva. Al mismo tiempo, en fin,que cubre con un nombre adecuado las di-ferentes caras del poder social, responde ala ausencia mis intensamente vivida, la dela disolucin del universo de las dependen-cias y de los privilegios. La vinculacin or-

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    gnica de los seres y el mando sobre las per-sonas es sustituido por el reino de la ley, esdecir ese modo de relacin de los indivi-duos en que la obligacin respeta su desvin-culacin primordial. Los americanos no tie-nen que deshacer una sociedad jerrqui-ca, y simultneamente asumir la .heren-cia de varios siglos de acumulacin de po-der pblico, ni fundar un poder preeminen-te sin desmontar simultneamente un for-midable poder que existe en ese momento.Ahora bien, todos esos datos confluyenpara cargar la categora roussoniana con unpapel central de resolucin. Pero tal rous-sonianismo no es tanto un roussonianismoinfluyente. que se explicara por el peso to-tal de los ejemplares del Contrato social encirculacin en relacin con el volumen glo-bal de cerebros franceses, cuanto un opor-tunismo funcional impuesto por las necesi-dades especficas de un contexto y de unaempresa. Tampoco la fidelidad filolgica essu fuerte. Es el desconocimiento de esta li-bertad en la forma de servirse de referenciasy fuentes lo que levanta esas absurdas que-rellas cuyo ejemplo ms acabado lo consti-tuye la patritica disputa entre jellinek yBoutmy a principios de siglo. Los Consti-tuyentes son a la vez gobernados por elejemplo americano y dominados por el len-guaje del Contra to social (y de algunosotros) . Pero asimismo estn lejos de Esta-dos Unidos y son malos discpulos deRousseau todo junto . Es la regla de estas in-fidelidades, tal y como est inscrita en lasrazones de inspirarse en esas fuentes, lo queinteresa definir, mis que el pretender esta-blecer improbables y contradictorios certi-ficados de conformidad.

    El debate sobre el contenido procede dela especificidad de la situacin. La necesi-dad de dejar bien asentada su legitimidadcomo representantes de la Nacin condu-ce, as pues, a nuestros diputados a remen-tarse a los primeros principios de toda so-ciedad y a apoyarse en su autoridad. No sonconscientes de los riesgos de su proc~er,ms bien al contrario. Tienen una concren-

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    cia muy clara de que no se trata para ellosde proclamar en abstracto algunas verda-des de la naturaleza, sino de realizar literal-mente la recomposicin de una sociedad-sociedad de la que es difcil ignorar qulejos est en su realidad presente de la nor-ma que se decreta--. Las declaraciones dederechos no seran difciles. observar sar-csticamente Le Courrier de Prouence, si aldeclarar lo que debe ser no se hiciera un ma-nifiesto contra lo que es.- Esta dificultad esel corazn de toda discusin preliminar, ascomo una de las principales claves de la re-daccin final. Se redacta cuando se sienteespecialmente su necesidad a comienzos deagosto del 89, en plena insurreccin delcampo. en medio del efuego de las pro vin-cias.. y alimenta la angustia de muchos y larepugnancia a publicar la Declaracin sepa-radamente de la Cons tituci n. Una vez su-perado esto, la inquietud se traslada al te-rreno del temor de una Declaracin adop-tada en tales condiciones. Puesto que aqula cuestin no es la del hombre en el estadode naturaleza, sino la del individuo en losvnculos de la sociedad, repetirn hasta lasaciedad una serie de oradores, no es sufi-ciente hablar de sus prerrogativas, hay quehacer mencin igualmente de las obligacio-nes inherentes a la coexistencia con sus se-mejantes. El temor conservador ante el de-sorden social va a recibir el concurso de lasensibilidad religiosa, que desempear unpapel importante, en filigrana, a lo largo deldebate. No es ms que un asunto de posi-cin reac