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FUNDAMENTOS DEL ARTE I – 1º BACHILLERATO – I.E.S. PROF. TIERNO GALVAN
Unidad 3 - Tema 4
El arte de la Edad Media: El arte Gótico.
Nos adentramos en la última fase del medievo, el gótico. Las ciudades van recuperando su fuerza y su
vida, las órdenes religiosas cada vez son más fuertes y tienen más peso, los modos políticos, económicos
y sociales se expanden por Europa en torno al feudalismo, que ya habíamos visto al principio de la
unidad y los esquemas estéticos se van adaptando a las nuevas formas y las nuevas necesidades.
Lo vas a ver a lo largo del tema, pero es importante que entiendas que, técnicamente, el arte gótico
supone, sobre todo en arquitectura, una auténtica revolución.
Como has visto en la historia inicial, las propuestas renovadoras de la técnica del gótico hacen que
aquellos muros pesados, aquellos interiores oscuros y recios del románico, vayan siendo abandonados
en pos de la ligereza, la luz y los espacios esbeltos. La aparición de los pináculos y los arbotantes, así
como esos arcos apuntados que apuntan hacia el cielo hacen que las construcciones góticas se
hagan mucho más altas y mucho más ligeras.
Y sí, también estamos ante un estilo marcadamente europeo. Como siempre, cada zona se adapta
según sus tradiciones y sus orígenes (en España verás que la importancia de la estética musulmana es
una constante, lógicamente por otra parte), pero es cierto que hay rasgos estándares que se repiten en
diferentes zonas. Si te fijas en catedrales como las de Burgos o León, verás que poco tienen que
envidiarle a las del gótico francés.
1. El contexto histórico.
Ya sabes que entender el arte, o sus fundamentos, sin conocer qué ocurre en su historia, en sus políticas
o sus sistemas socioeconómicos es prácticamente imposible, así que te hemos preparado este breve
apartado para que seas capaz de situarte en el tiempo y en el espacio, teniendo unas ideas básicas
fundamentales para saber cómo funciona, grosso modo, la vida de la Baja Edad Media. Recuerda que
la Baja Edad Media abarcaría desde el siglo XI hasta el XV, es decir, que incluiría también parte del
estilo románico.
Sea como sea, ten claras algunas cuestiones muy básicas: recuperación de la vida urbana y de las
ciudades como radios de acción; desarrollo del comercio, importancia en la vida política y social de la
Iglesia como gran institución que lo abarca casi todo y mantenimiento, aunque en decadencia a partir
del siglo XV del feudalismo como gran sistema socioeconómico.
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1.1. La Europa del gótico.
Tras la crisis sufrida en Europa por el fin del milenio, el ambiente poco a poco comienza cambiar hacia
un ciclo menos pesimista y de prosperidad.
La economía surge un florecimiento que tendrá sus repercusiones en el plano social y en el cambio de
costumbres, pues ese mundo rural que se había potenciado desde la caída del mundo romano y
fortalecido por los feudos ahora se ve mermado con el renacimiento de las ciudades. En general
podemos advertir varios cambios importantes a partir del siglo XIII. En el plano político asistimos a la
recuperación del poder real, los reyes son capaces ahora de someter a los señores feudales y
establecer el dominio sobre un territorio más amplio, creando las bases de futuros Estados.
Las ciudades se convierten en un nuevo núcleo de poder, los burgos. Allí la sociedad estamental
también va a sufrir alguna transformación, nada que tenga que ver con los derechos ni privilegios, claro
está, sino con la irrupción de un nuevo grupo social que son los habitantes de los burgos, la burguesía.
Los burgueses se dedicarán a actividades económicas que se desarrollan en las ciudades como la
artesanía y el comercio. Es probable que hayas escuchado hablar alguna vez sobre los gremios que
surgen ahora. Se trata de corporaciones de artesanos de un mismo oficio que se asocian para regular
normas, precios, etc. Los gremios están compuestos por talleres en los que trabajan el maestro o dueño,
los oficiales o trabajadores que realizan su labor a cambio de un sueldo y los aprendices, que se
preparaban para instruirse en el oficio.
El comercio también se vio favorecido por esta nueva coyuntura. En el interior surgen las ferias o
mercados locales, mientras que en el exterior prosperan las rutas comerciales. No obstante, toda esta
prosperidad económica se paralizó debido a la llamada crisis de la Baja Edad Media en el siglo XIV. Las
ciudades se vieron sacudidas por grandes guerras y epidemias que se tradujeron en ciclos de
hambrunas.
En el pensamiento religioso también reflejó esta etapa de transformaciones. Lógicamente la Iglesia no
dejó de perder protagonismo, pero el cristianismo se mostró más amable y humano.
2. La arquitectura gótica.
El gótico es un estilo internacional que se extiende por el occidente medieval y que abarca desde la
segunda mitad del siglo XII hasta la primera del siglo XVI. Encontraremos cierta unidad de estilo en el
siglo XIII, pero, aunque debemos señalar que permaneció vivo en muchos lugares de Europa hasta el
siglo XVI (por ejemplo, la Catedral de Sevilla) en otros, como en Italia, no aparecerá el gótico
plenamente formado.
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La razón de este cambio profundo y de la aparición del nuevo estilo se debe a el abandono de la
Europa feudal y el nuevo renacer de las ciudades.
Tiene también relación con la nueva mentalidad religiosa que se va extendiendo por el continente (no
sólo por el nacimiento de nuevas órdenes religiosas—franciscanos, dominicos, cartujos…—, sino también
por una interiorización de los contenidos de la fe cristiana y por su expresión escolástica. En concreto:
Se mejora el trabajo en el campo y ello redunda en una mejor alimentación y un consecuente
aumento de la población.
Las mejoras de las comunicaciones permiten el crecimiento del comercio.
Aparece una nueva clase social: la burguesía, ligada estrechamente a las ciudades. De hecho,
el nombre de burgués derivas de burgo, que está inscrito en el nombre de muchas ciudades
europeos.
Europa se expande con las Cruzadas y la reconquista de la península ibérica.
Aparecen las primeras universidades (Oxford, París, Bolonia, Palencia…).
El Sacro Imperio se estabiliza y la mentalidad teocrática (que alcanza su culmen con Inocencio
III) comienza a declinar a favor del poder político (cesaropapismo imperial por una parte e
incipientes nacionalidades por otra).
2.1. Técnicas constructivas.
El gótico nace, si podemos hablar así, en Francia, en la Isla de Francia, y lo hace como continuación
lógica del cisterciense, que forma parte de la evolución del románico. Evidentemente, los elementos
característicos, que veremos más abajo, son el arco ojival y la bóveda de crucería. Esto permitirá dar
mayor altura a los edificios, pues esta y la luminosidad son características específicas de las
construcciones góticas.
El material básico es la piedra, sillerías trabajadas que se emplean tanto en los elementos sustentadores
como en los sustentados (es decir, se emplea en como elemento fundamental de la construcción). El
sillarejo deja de usarse salvo en aquellas zonas donde escaseaba la piedra o resultaba demasiado
costosa. La piedra (de distintas calidades según la zona) no siempre era apta para labrarse, pues
algunas areniscas se deshacían fácilmente; por eso en algunos edificios las esculturas y los relieves que
decoran las fachadas de las catedrales serán de terracota (arcilla cocida en horno, posteriormente
tratada y pintada). Sin duda, encontraremos edificios góticos con otros materiales: ladrillo (en aquellos
lugares donde los costos del transporte de la piedra eran excesivos; madera (en las cubiertas, sobre
todo en zonas umbrías y húmedas, pero también en las edificaciones de las órdenes mendicantes), etc.
Hay que señalar también otro material básico en las construcciones góticas: el vidrio, pues la luz
desempeña un papel fundamental en esta arquitectura (vitrales, rosetones, ventanales).
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Para la construcción de los elementos con vidrio fue imprescindible el uso del plomo como elemento
sustentante.
Se trata de un arte urbano, un estilo internacional, pero en el que no sólo encontraremos edificios
religiosos, sino también civiles: ayuntamientos, palacios, lonjas, universidades y mercados entrarán a
formar parte de las construcciones decisivas de una ciudad. Quizás lo primero que debe subrayarse es
el cambio en la concepción misma de los edificios: pasamos de una arquitectura en la que era
fundamental el muro a otra en la que ese elemento pierde casi absolutamente su función sustentadora
(la realizarán los contrafuertes a los que el peso de la bóveda, ya aligerado, llega a través de los
arbotantes). Esto facilitará una mayor elevación, algo que será característico de las edificaciones
góticas como ya he dicho. También notaremos cambios en la concepción de la planta, pues, por
ejemplo, buena parte de las iglesias góticas son macrocefálicas (desarrollan mucho la cabecera del
edificio).
Los artífices de las construcciones serán los burgueses, es decir, los habitantes de las ciudades. Sin duda,
los patronos (reyes, obispos, nobles, abades…) siguieron desempeñando un papel importante sobre
todo en lo que se refiere a la financiación, pero los habitantes de la ciudad se implicaron directamente
(muchas veces a través de los gremios) en la construcción de las catedrales. Sin duda, las
construcciones góticas suponen una mayor especialización en los trabajadores: los escultores se
distinguen netamente de los canteros y el arquitecto se convertirá en una figura central en la difusión de
este estilo: serán los arquitectos franceses los que expandan el gótico por Europa (por ejemplo, la
catedral de Colonia está claramente influenciada por aquel que proyectó la de Amiens).
2.2. Los elementos estructurales de la arquitectura gótica.
Una novedad importante, recibida del arte cisterciense, es el arco apuntado u ojival (un arco
compuesto por dos segmentos de círculo que se unen en ángulo en la clave con el intradós cóncavo),
que permitirá agrandar la luz del arco sin aumentar su altura necesariamente. Es una solución sencilla
que permitirá ganar luminosidad a los edificios, pero que también contribuirá a dar altura, pues su
estructura ejerce un menor peso que el arco de medio punto (románico) y, además, su peso se
desplaza con más facilidad lateralmente debido a las nervaduras.
Ya hemos hecho referencia a la bóveda de crucería como elemento característico de las cubiertas: se
forma al cruzarse los arcos ojivales: los nervios de los soportes se cruzarán dando logar a la bóveda de
crucería (más alta que una simple bóveda de arista). Son una solución realmente maravillosa con la
finalidad de que el edificio gane en altura y luz, pues al cruzarse los arcos ojivales (nervios principales) se
forma un cuadrado sobre el que recae el peso de la bóveda y de esta manera puede desaparecer el
muro que hay entre las bóvedas: de ahí que pudieran abrirse grandes ventanales y la luz se convirtiese
en un elemento característico del gótico.
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Lógicamente, las bóvedas se irán haciendo más complejas a medida que el estilo evolucione: se
comienza por la cuatripartita, que se transformará en sexpartita… hasta las octopartitas y, características
del gótico inglés, bóvedas en abanico (o palmeadas).
Todo esto supondrá una multiplicación de las nervaduras obligando a la transformación de los soportes,
pues los pilares tendrán que transformarse para recibir a cada uno de los cada vez más numerosos
nervios de la bóveda: las columnas que rodean el pilar irán estrechándose y multiplicándose (pilares
baquetonados, que pueden entenderse como evolución de los pilares cruciformes por exigencia de las
bóvedas) dando lugar a los característicos soportes del gótico. Esta creciente complejidad tendrá
como consecuencia la desaparición del capitel: los pilares baquetonados suelen contar con un capitel
corrido, una franja de piedra que abraza y recoge la multiplicidad de columnas (nervios).
Es evidente, sin embargo, que los pilares no eran suficientes para soportar el empuje (vertical y el que se
produce por la unión de los empujes verticales y horizontales, es decir, oblicuo) de las bóvedas. La
solución que los arquitectos del gótico dieron a este problema tiene, sin duda, su origen en las
innovaciones que sucedieron en la época del románico (las bóvedas de cuarto de cañón, que
acababan llevando los empujes a los estribos), pero ahora ganan en ligereza y, curiosamente, en
firmeza: la bóveda de cuarto de cañón se simplifica en un arco que llevará hacia fuera el peso: los
arbotantes trasladan el peso de las bóvedas góticas a los contrafuertes. Con esto el muro puede
horadarse y desaparecer (Saint-Chapelle, por ejemplo, o las hermosas vidrieras de la catedral de León).
Los contrafuertes, para que el edificio no pierda verticalidad, son rematados con pináculos, que dan a
la vez peso y elevación. Sin embargo, trasladar el peso no es la única función que realizan los
arbotantes: baste decir que también conducen el agua de lluvia que cae sobre las bóvedas; para
apartar el agua de la piedra del muro y evitar el deterioro de éste, el final de los arbotantes tiene un
salidero (sobresale del muro haciendo que el agua caiga en vertical hasta el suelo sin tocar la pared)
muchas veces decorado con figuras: son las gárgolas, que además tienen un papel simbólico (por
ejemplo, las de Notre Dame de París).
La planta continúa siendo basilical con tres o cinco naves que se cortan el crucero. Las naves laterales
se prolongan, como en las iglesias de peregrinación, hasta el deambulatorio o girola. Es característico
de la arquitectura gótica el desarrollo de las cabeceras, especialmente en Francia, donde encontramos
verdaderas catedrales macrocéfalas. A veces la diferencia entre las alturas de las naves es muy grande
(como en el caso de Francia) lo que contribuye a la luz se apodere del edificio; en otras ocasiones
(España) la diferencia de altura entre las naves es menor (pero debe tenerse en cuenta que cuanto
más al sur mayor es la luminosidad). Las naves, además, se comunican libremente unas con otras, pues
el muro ha perdido su función sustentadora y lo que encontramos como separación son sólo los pilares.
Esto contribuirá a la desaparición de los triforios, que tan característicos eran del románico.
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Las fachadas suelen ser de varios tipos y suele haber varias, siendo la más importante la de los pies de la
iglesia que presenta dos torres de planta rectangular. Las fachadas no reproducen al exterior el interior
del edificio (la catedral de Sevilla, por ejemplo, tiene siete naves—cinco más dos laterales de capillas—,
pero en la fachada oeste sólo encontramos tres accesos, tres portadas).
Las portadas están formadas por arcos apuntados en donde se colocan personajes del Antiguo y
Nuevo Testamento en jambas, arquivoltas, parteluz y tímpano. Hay una clara evolución en los motivos
vegetales: tienden a hacerse más geométricos acabando por adoptar la forma de llamas (de ahí el
nombre de uno de los últimos estilos góticos, el flamígero). Llaman especialmente la atención los
rosetones, grandes círculos con tracerías en forma de estrella, que se abren en la parte superior de las
portadas góticas.
La sensación general es de ascensión, pues con pináculos, agujas y torres rematadas con flechas se
consigue la sensación de altura, de elevación. Junto a esa sensación de ascensión, la de transparencia
causada por la desaparición de los muros cerrados: es la liviandad lo que caracteriza al gótico. Todos
los elementos arquitectónicos están en función de significados simbólicos y las catedrales góticas
pueden leerse como una nueva forma de religiosidad, más interiorizada y personal, en la línea de lo que
se llamará devotio moderna.
2.3. Las etapas y los mejores ejemplos del gótico europeo.
A través de algunos ejemplos recorreremos las más importantes catedrales góticas.
El llamado gótico clásico es el que se desarrolla en el siglo XII y XIII. Francia es posiblemente el país
donde se da este tipo de gótico de forma más acabada. Quizás el paradigma pueda ser la Catedral de
Notre Dame de Paris, tal vez, la más perfecta de todas las góticas. Tan diáfana y esbelta, flexible que
destaca por sus arbotantes visibles al exterior sujetando el peso de la bóveda en dos niveles y la
convierten en un gran buque en el cetro de la Ile de la Cité. Otro ejemplo francés, Chartres pertenece
todavía al siglo XII, además de Reims y Amiens.
En España encontramos durante el gótico clásico encontramos cierta influencia francesa en la Catedral
de León que se comenzó en el siglo XIII. Posee tres naves y un ábside muy desarrollado, pero lo que más
llama la atención es su interior, lleno de luz gracias a las magníficas vidrieras que se han conservado de
la época. También debemos mencionar la Catedral de Burgos y, por último, la Catedral de Toledo que
tiene un esquema más español.
En Inglaterra aparecen las llamadas fachadas-telón gracias a la unión de la influencia francesa con el
románico normando. Ejemplos de ello son la Catedral de Salisbury o Wells donde observamos un estilo
más horizontal, con pocas vanos y fachadas horizontales.
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En el siglo XIV podemos hablar de gótico radiante, aquí los edificios son más esbeltos y luminosos. Los
arcos más apuntados y aparecen muchos más nervios en las bóvedas.
Es imprescindible señalar la Saint Chapelle en París, una capilla ejemplo de ligereza y luminosidad pues
los muros desaparecen y se sustituyen por vidrieras.
En Alemania también destacan las catedrales ligeras y esbeltas con grandes agujas que aumentan esta
sensación: las Catedrales de Estrasburgo, Friburgo y Colonia son un maravilloso ejemplo.
En España surge un auge en la Corona de Aragón que se va a traducir en nuevos edificios por esos
lares. Encontramos algunas características diferentes como la llamada planta de salón (con tres naves a
la misma altura o una única y pilares delgados) que tenemos en la Catedral de Girona, Barcelona y
Santa María del Mar.
En el siglo XV la decoración comienza a inundarlo todo: bóvedas estrelladas, arcos con diversas formas
como el carpanel y lobulado…por ellos se ha llamado gótico flamígero o florido. Además, comienzan a
aparecer importantes edificios civiles.
En España es el momento en que se construye la Catedral de Sevilla, la Capilla de Miraflores y la Cartuja
del Condestable. Como edificios civiles debemos nombrar las Lonjas de Valencia y de Palma de
Mallorca.
En Inglaterra esta variedad se ha llamado estilo radiante. Destacan las bóvedas de abanico y los
grandes ventanales como en King´s College de Cambridge y Capilla de San Jorge.
Por último, tenemos un caso especial: Italia. En este país el gótico tiene escasa aceptación por la
influencia romana y bizantina. Algunos ejemplos de este gótico peculiar podrían ser la Catedral de Siena
y Orvieto. La Catedral de Milán con sus enormes pináculos es una clara excepción.
3. Escultura y pintura en el gótico.
En los siguientes epígrafes vas a conocer la plástica gótica, vas a descubrir sus claras diferencias con la
plástica anterior románica y verás elementos que anticipan la plástica posterior renacentista. Verás
cómo durante tres siglos trabajaron multitud de diferentes artistas al servicio principalmente de la iglesia,
para culminar esas obras mastodónticas que eran las catedrales, y crear obras igual de ambiciosas y
desmesuradas, como los enormes retablos de madera policromada, los sepulcros en piedra, y otras
obras grandes en su diseño, pero pequeñas en su factura: los libros miniados. Y hemos usado la palabra
artista bajo nuestra mirada actual, pero estos increíbles maestros no eran sino artesanos, simples
trabajadores que usaban sus manos para ganarse el sustento y que estaban en la misma escala social
que los cuchilleros o los curtidores.
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3.1. La pintura sobre tabla y la vidriera. Técnicas.
La totalidad de las pinturas góticas se realizaron con una mezcla de pigmentos aglutinados con agua y
una mezcla de grasas animales y vegetales, como la caseína, colas de conejos y pescado, glicerina, y
sobre todo, huevo, siendo la técnica del temple a la yema de huevo la más común.
El huevo tiene múltiples ventajas: es fácilmente asequible y manipulable, tiene un gran poder
emulsionante y al secar crea una película impermeable y muy duradera.
Las recetas son muy variadas, pero la más común consistía en usar solo la yema, calentarla suavemente
para separar esa fina película que la recubre, y mezclarla con agua. La yema está compuesta
básicamente de aceite de huevo y una albúmina llamada vitelina, con gran poder emulsionante. En
ocasiones se añadía a esta mezcla algunas gotas de barniz de almáciga, pero era muy usual que los
artistas góticos solamente emplearan pigmentos, yema de huevo y agua.
Los soportes eran tablas de madera, finamente lijadas y ensambladas en su parte posterior. Una vez
preparadas las tablas, se imprimaban con una mezcla de yeso, cola de conejo y agua, que se lijaban
hasta conseguir una superficie pulida. Y ya finalmente se aplicaban las sucesivas capas de color con
una consistencia a medio camino entre la acuarela y el óleo, que secaban rápidamente y permitían
infinidad de capas sucesivas, pues estos artistas medievales trabajaban por veladuras, es decir,
aplicando capas de color semitransparentes que iban alterando los colores paulatinamente hasta
conseguir esos delicados tonos y semitonos que podemos apreciar en las maravillosas tablas y
miniaturas de esta etapa artística. El resultado son pinturas brillantes y duraderas que no se alteran con
el paso del tiempo, ni amarillean ni se craquelan como les sucede a muchas pinturas al óleo. Conocerás
más en profundidad esta técnica del temple en la siguiente unidad.
En ocasiones, los pintores aplicaban más capas de imprimación para conseguir diferentes relieves en sus
tablas, lo que se conoce como estucados, y sobre todo a partir del siglo XIV se expandió el uso de
láminas de pan de oro en las tablas, algo que tiene su origen en el arte bizantino y que los artistas
góticos incorporaron en sus obras. Ten en cuenta que la religiosidad cristiana inunda todo el arte gótico,
y que Dios simboliza la luz, y no se puede conseguir más luz que la que te da una lámina de oro pulida y
bruñida. Por eso, cada vez que veas algo dorado en una tabla o manuscrito de esta etapa, ahí tienes
que ver, que intuir, la presencia divina.
… La catedral gótica, sensorialmente cercana, es representación poética de la esfera celeste: ante
todo a partir de su interior, pero, en la catedral concluida, también con inclusión de su aspecto exterior.
En ella, las artes plásticas rivalizan con la imagen del cielo que ofrece la poesía eclesiástica, y la superan
ampliamente. Víctor Manuel Nieto Alcaide, de su libro La luz: símbolo y sistema visual.
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Los vitrales o vidrieras constituyen uno de los elementos más característicos del Gótico, siendo en esta
etapa cuando alcanza sus cimas más altas tanto tecnológicas como artísticas. Con estas pinturas de luz
se transformaron los interiores de las catedrales góticas, llenándolas de luces, magia, misticismo y
simbolismo durante los siglos XIII, XIV, XV y buena parte del XVI. Gracias a las vidrieras, sus vivas y
cambiantes tonalidades de luces y colores, dan la impresión de un espacio irreal, más cerca de la
divinidad que de lo terrenal.
La Saint Chapelle de París, del siglo XIII, inaugura esta nueva forma de entender el interior de los
edificios, gracias a los avances técnicos que introdujo la arquitectura gótica, al reducir el grosor de los
muros y aligerarlos de carga, lo que se tradujo en grandes aperturas en forma de ventanales y
rosetones, que serán los lugares destinados a las vidrieras. La técnica de las vidrieras es similar a la del
mosaico: piezas de vidrio coloreado sujetadas por tiras de plomo montadas sobre un bastidor de metal.
Los vitrales góticos llenos de luz vinieron a sustituir a las pinturas murales al temple del Románico.
Se usaron dos tipos de vidrios: el coloreado y el vidrio de dos hojas. El vidrio coloreado parte de la masa
de vidrio transparente carbonato de potasio o sodio y sílice. Aún en caliente se le añaden distintos
óxidos para darle color, como el óxido de cobalto para el azul, de cobre para el rojo y de hierro para el
verde. Con el vidrio de dos hojas se obtienen colores más intensos que permiten pasar una mayor
cantidad de luz, y consiste en superponer una hoja fina de vidrio coloreado con una hoja de virio
traslúcido más gruesa. Dada la complejidad de esta técnica se formaron importantes gremios de
artesanos vidrieros por toda Europa, destacando los maestros de Francia, Alemania, Inglaterra y España.
Conocemos el nombre de algunos de estos maestros que trabajaron en nuestro país: Maestro Nicolae,
Enrique Alemán, Nicolás Francés, Arnao de Flandes, etc.
Los artistas vidrieros partían de bocetos sobre cartones a tamaño natural sobre las que se hacían los
armazones de hierro que sujetarían el conjunto. A continuación, colocaban las láminas de vidrio
siguiendo el dibujo que iban cortando con una especie de tijeras de hierro incandescentes. Finalmente,
los pequeños trozos de láminas de vidrio se sujetaban unas con otras con tiras dobles de plomo de
sección cruciforme para poder sujetar las tiras por ambos lados.
Obras maestras del arte vitral son la Catedral de Chartres y la Santa Capilla de París, ambas del siglo XIII.
También destacan por su preciosismo técnico las vidrieras de las catedrales de Notre Dame de París,
Canterbury y York. En España, destacan las de la catedral de León, las vidrieras mejor conservadas de
todo el gótico, el gran rosetón de la catedral de Burgos, la Cartuja de Miraflores, también en Burgos, y
las catedrales de Toledo, Gerona y Sevilla.
La pintura sobre tabla tendrá sus máximos exponentes en los retablos, verdaderas obras maestras
compositivas destinadas a las capillas laterales de las catedrales. De dípticos y trípticos iniciales se
evoluciona hacia polípticos, es decir, retablos formados por más de tres piezas en donde también se
pintan las caras posteriores de las tablas que hacen las funciones de puertas que cierran los retablos.
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La pintura mural también se practica durante el gótico, sobre todo en Italia, país con una rica tradición
romana de murales que se continúa en el Románico. Y la miniatura o códices miniados alcanza cotas
insuperables durante el final del Gótico con magníficos ejemplos como el libro de las Muy ricas horas
del duque de Berry.
Por último, no podemos olvidarnos de los tapices, esas pinturas de grandes proporciones realizadas con
hilos de colores, como el tapiz del Apocalipsis del maestro Robert Poinçon.
3.2. Maestros y obras maestras de la pintura gótica.
Aunque resulte difícil establecer unas características generales del arte gótico debido a la diversidad
geográfica, a la extensión temporal y la diversidad de estilos, podemos decir que la principal
característica de la plástica gótica es su mayor naturalismo en comparación con al arte románico
precedente, aunque será un naturalismo idealizado. Aunque tímidamente aun, el arte gótico se acerca
a la naturaleza, se abandonan los rígidos convencionalismos románicos y se introducen el paisaje y los
temas profanos. Algunos elementos comunes de toda la pintura gótica son:
Importancia del dibujo, contornos lineales de las figuras.
Colores brillantes, irreales, que buscan más simbolizar ideas trascendentes que reflejar los colores
reales de los objetos.
Luz como símbolo de lo divino, simbolizando la presencia de Dios en la Tierra, luz irreal y
sobrenatural.
Composiciones rígidas donde predomina la simetría.
Incipiente interés por la perspectiva.
Todos estos recursos plásticos se articulan al servicio de la principal finalidad del arte gótico, la
didáctica, la de enseñar los pasajes del cristianismo a una población eminentemente analfabeta,
acercando a los santos y mártires al mismo plano terrenal de los fieles, mostrando sentimientos y
emociones, pero sin perder esa elegancia y refinamiento tan típicos del gótico. Existen cuatro etapas en
la evolución de la plástica gótica: el gótico lineal o escuela franco-gótica, del siglo XIII; la escuela
italiana o del Trecento, siglo XIV; el gótico Internacional, desde finales del siglo XIV hasta la primera
mitad del siglo XV; y la Escuela Flamenca, desde la mitad del siglo XV a principios del siglo XVI.
Los gremios
Durante el gótico y buena parte del renacimiento, la producción artística se organizaba en talleres y
gremios, es decir, en estructuras jerarquizadas que establecían la formación de los artistas, considerados
artesanos, que implicaba duros años de formación para conseguir formar parte de ese determinado
gremio. Si hoy día paseas por una calle llamada Curtidores, Canteros, Yeseros, Platería o Alfarería es
porque en esas calles se encontraban instalados esos gremios.
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Los gremios se estructuraban jerárquicamente en un Alcalde y unos Mayorales, Cónsules o Diputados
que inspeccionaban los distintos talleres para velar por la calidad de los trabajos y evitar el intrusismo.
Los aprendices entraban a edades tempranas para aprender el oficio al taller, sobre los doce años, y se
firmaba un contrato por el que el aprendiz se comprometía a obedecer al maestro y cumplir sus
encargos, y el maestro le daba comida, cobijo y velaba por la salud del aprendiz. Los aprendices
pasaban unos seis años en el taller, comenzando por las tareas más elementales como preparar colas,
moler pigmentos, fabricar pinceles, para pasar paulatinamente a dibujar, componer y pintar obras de
pequeño formato o encargos poco importantes. Una vez terminada la formación, los aprendices
debían pasar un examen para conseguir el título oficial de maestría en su especialidad, y así poder
trabajar de manera independiente. Era tal la especialización de estos artistas artesanos que, por
ejemplo, para realizar un retablo, se necesitaban cinco maestros: ensambladores, entalladores y
escultores, por un lado, y doradores y pintores por otro.
Todo esto del sistema gremial y la maestría tiene su lado positivo y negativo. Dentro de los positivo, hay
que destacar la altísima calidad de estas producciones, lo que ha permitido que lleguen hasta nosotros
en relativo buen estado de conservación. Pero es cierto que cortaban la creatividad de los artistas y
que muchos de ellos se rebelaran contra el férreo sistema gremial defendieran una mejor consideración
del artista, como pasó a finales del siglo XV en la Italia renacentista. Destacó el gremio de pintores
dedicado a San Lucas de los Países Bajos, la actual Holanda.
Gótico lineal, siglo XIII
Predominio de las líneas del dibujo que delimitan tanto el contorno como los planos de color de las
figuras. Es una pintura muy ingenua y sencilla, que busca la fácil comprensión de los temas por parte del
espectador. El color aún se aplica sin tener en cuenta la luz, colores brillantes y muy intensos. Destacan
las vidrieras y las miniaturas, con escenas enmarcadas en espacios arquitectónicos con abundante
empleo del pan de oro. Buenos ejemplos de libros miniados son el Salterio de la reina Blanca de Castilla
y San Luis, y las Cántigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, de marcado sabor mudéjar con
abundante empleo de decoración geométrica.
Los mejores ejemplos de pintura mural gótica en España se encuentran en la capilla de San Martín de la
catedral vieja de Salamanca, realizados por Antón Sánchez de Segovia. Destaca la representación del
Juicio Final, pintada como si fuera un manuscrito a gran escala. Cabe resaltar también las pinturas
murales de San Miguel de Barluenga, y las ya citadas vidrieras de las catedrales de León o Chartres.
En Italia destacaron dos pintores dentro de lo que se conoce como el Duecento italiano (S. XIII):
Cavallini y Cimabue. Ambos combinan los frescos y los mosaicos de clara influencia bizantina con los
nuevos aires naturalistas del gótico.
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Cimabue fue el pionero en introducir el naturalismo en las figuras del arte gótico, pero su pintura aun, se
ve muy influenciada por el arte bizantino precedente. Destacan su Majestad del Louvre, los mosaicos
del baptisterio de la catedral de Florencia, o los frescos de la basílica de San Francisco de Asís.
Pietro Cavallini destacó sobre todo por sus mosaicos, como los de Santa María en Trestévere y sus
frescos del Juicio Final de Santa Cecilia, ambos en Roma.
Siglo XIV, escuela Italo-gótica
Francia deja de ser el foco principal de influencia y ahora le toca el turno a Italia, en donde se
desarrolla un estilo con un mayor naturalismo, refinada elegancia y el empleo generalizado del pan de
oro para los fondos, las aureolas detrás de las cabezas que indican la divinidad de ese personaje, y los
remates de los retablos. Destacarán dos escuelas, la florentina y la sienesa, y Giotto será el mejor artista
de toda la centuria. Conocerás más a fondo estas escuelas en la siguiente unidad.
En España durante el siglo XIV se aprecia una mayor influencia de la escuela florentina en Castilla,
mientras que en Aragón se aprecia una mayor influencia de la escuela sienesa. En Aragón destacan
pintores como Ferrer Bassa, autor de los frescos de San Miguel de Pedralbes; los hermanos Serra, autores
del retablo de Manresa; y adelantando el estilo internacional hay que citar a Bernat Martorell, quien
además de pintor, también diseñó vidrieras y libros miniados como el Libro de las horas. Entre su extensa
producción cabe destacar su Retablo de San Jorge y el Retablo de la Transfiguración de la catedral de
Barcelona.
Gótico Internacional.
En el último tercio del siglo XIV surge un estilo con gran influencia italiana del Trecento (S.XIV) que se ha
denominado Gótico Internacional, que perdurará hasta la primera mitad del siglo XV. Sus características
son:
Figuras elegantes y estilizadas donde predominan las líneas curvas, con opulentos ropajes que
se pliegan denotando un movimiento sinuoso.
Colores muy vivos, brillantes e irreales.
Se recupera del arte clásico romano el lenguaje narrativo de los frisos y los retratos, tímidamente
introducidos en las figuras de los donantes de los retablos.
Realismo elevado a su máxima expresión, detalles realizados con una técnica minuciosa que
representa los cabellos uno a uno, los nervios de las hojas, las variaciones más mínimas de los
pétalos de las flores.
Este estilo comenzó en el norte de Italia, en la región francesa de Borgoña y en Alemania, y
pronto se extendió al resto de cortes europeas.
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Quizá el máximo exponente de esta corriente sea el ya citado Libro de las muy ricas horas, de los
hermanos Limbourg, pero también hay que destacar a artistas como los franceses Jean Malouel, Henri
Bellechose, Jean Fouquet, que introduce muchos elementos del Expresionismo, y Nicolás Froment; el
alemán Stefan Lochner y los italianos Lorenzo Mónaco, Gentile da Fabriano y Jacobo Bellini.
En Castilla, destacan Nicolás Francés, autor del retablo mayor de la catedral de León y de la Iglesia
mayor de Tordesillas; Dello Delli es el autor del retablo mayor de la catedral vieja de Salamanca. La
influencia flamenca es innegable en varios autores, destacando Luis Dalmau, discípulo de Van Eyck,
cuya obra maestra es La virgen de los Concellers. Jaime Huget tiene influencias de ambas escuelas, la
italiana y la flamenca, destacando su Retablo de San Vicente Mártir y su Última Cena. Destacan las
figuras monumentales a la manera de Giotto de Bartolomé Bermejo, como su Piedad del Arcediano
Desplá. En Castilla destacan Fernando Gallego, gran admirador de la pintura flamenca, como queda
patente en su Martirio de Santa Catalina, y Jorge Inglés, que trabaja en la catedral de Salamanca.
Quizás el más famoso pintor español de finales del siglo XV fue Pedro Berruguete, pintor oficial de los
reyes católicos, autor de los retablos de Santo Tomás de Ávila y San Juan de los Reyes de Toledo, La
Virgen de la Leche, y su Auto de fe.
El estilo internacional cobrará en los Países Bajos un especial protagonismo y derivará en lo que se
conoce como Pintura Flamenca, cuyas características principales son el empleo de la pintura al óleo y
el amor por los detalles, configurando uno de los estilos más característicos de toda la historia del arte,
que conocerás en profundidad un poco más adelante.
3.3. Tipologías y técnicas escultóricas: el estofado.
Al igual que ocurre con la pintura, la escultura gótica se inclina por el naturalismo, por representar a los
personajes de la cristiandad con un aspecto más humano, más cercano a los hombres y a la Tierra
donde habitan. El gótico es una continuación natural del Románico, pero, aunque compartan
similitudes, como tipos iconográficos definidos como el Pantocrátor y una dependencia a la
arquitectura, también presenta notables diferencias con la plástica anterior, y podemos observar una
mayor especialización de los artistas y mejores acabados técnicos.
Características generales:
Naturalismo, es una plástica que se inspira en la naturaleza para buscar la belleza ideal universal e
imperecedera. Esto se debe en gran parte a una nueva forma de entender la biblia y la religiosidad, a
lo que contribuyó decisivamente San Francisco de Asís de acercar lo divino y lo humano mediante la
naturaleza, a encontrar la belleza de Dios en la naturaleza y las pequeñas cosas, y veremos cómo
paulatinamente la vegetación y el reino animal irán ganando terreno tanto en la escultura como en el
resto de manifestaciones artísticas de los siglos XIII al XV.
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Humanismo y realismo. Ya no valen las deformaciones y los simbolismos románicos, sino que ahora las
figuras adquieren proporciones más humanas y reales, incluso adoptan gestos propios de cualquier
persona: ya no son figuras distantes e hieráticas, sino que hablan, conversan y hasta sonríen. Recuerda
que desde mediados del siglo XV gracias a los flamencos las figuras ganan en realísimo y se representan
imperfecciones en los rostros, arrugas, calvicies, y este paso del naturalismo idealizado al realismo más
verosímil se produjo primero en la escultura.
Mayor variedad de temas. A la iconografía románica de Cristo y santos, se suman los temas marianos, es
decir, a la vida de la Virgen María y su papel de intermediaria en el Juicio Final, el tema por excelencia
de los conjuntos escultóricos del gótico. En el siglo XV el tema de la Piedad adquiere especial
importancia, y veremos a un Cristo muerto en el regazo de una Virgen madre desconsolada por la
muerte de su hijo, como cualquier madre, y en la Virgen con el Niño veremos una escena doméstica
con una madre feliz y un niño Jesús ya con rasgos infantiles y en actitud juguetona, nada que ver con la
Virgen románica seria y solemne en su trono y un niño que de niño solo tenía el nombre. Aparecen
temas profanos nuevos, como el retrato.
Finalidad didáctica, al igual que en el Románico, pero ya no se enseñan las escrituras mediante un dios
temible que infundía miedo, sino que ahora es un dios cercano, amable y capaz de escuchar a sus
fieles y hasta de perdonarles sus pecados. Materiales nuevos. Se siguen usando la piedra y la madera
fundamentalmente, pero a diferencia del Románico, ahora se prefieren piedras calizas y el alabastro,
más blandas y dúctiles, con lo que los escultores pueden obtener finos detalles, esculpir ropajes con
pliegues y hasta imitar la textura de prendas y accesorios.
Tipologías.
En sus inicios el gótico continúa los tipos escultóricos románicos, y está muy condicionada a la
arquitectura, aunque las figuras parece que estén menos aprisionadas en los espacios, parece que
están más cómodas en sus destinos, y con el tiempo irán ganado volumen hasta salir de los muros y
portadas para volverse exentas e independientes.
Las portadas de las catedrales serán los lugares por excelencia de los relieves góticos, donde se
concentran la mayor cantidad de esculturas. Las partes de una portada gótica son:
Tímpano: la parte más importante, de forma semicircular u ojival, ocupa el centro del arco de la
portada justo encima del dintel de la puerta de acceso. Puede estar dividido en franjas horizontales y la
iconografía suele ser el Juicio Final o la imagen del Pantocrátor, aunque en ocasiones también se
dedica a la Asunción o Coronación de la Virgen.
Jambas: son las columnas de las que parten los distintos arcos que conforman el pórtico enmarcando la
puerta, donde se sitúan santos y profetas.
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Arquivoltas: son esos arcos abocinados concéntricos que parten de una jamba de un lado, recorren el
arco y se unen a la jamba del otro lado. En las arquivoltas se sitúan las esculturas de menor tamaño de
ángeles, santos y los ancianos del Apocalipsis.
Parteluz: columna o pilar que divide en dos la puerta de acceso a la catedral, con la Virgen o el santo
al que va dedicada la catedral.
Vemos el mismo esquema románico de portada, pero ahora se multiplica el número de figuras no solo
en las portadas, sino en las portadas laterales, en las capillas, en los techos en forma de gárgolas, en los
pináculos, y van ganando volumen, dejando el bajo y medio relieve para adoptar las formas más
voluminosas del alto relieve.
Durante los siglos XIV y XV aparece una nueva tipología: la escultura funeraria, los sepulcros, en donde
el yacente adopta varias posturas: recostado, arrodillado o tumbado boca arriba. De los primeros
sepulcros adosados a la pared se evoluciona a los sepulcros exentos esculpido en todos sus lados. Y
como no, los retablos, existiendo un buen número de ellos realizados íntegramente por esculturas, de
madera o alabastro.
A estas tipologías hay que añadir las esculturas de bulto redondo, destacando los Crucificados, las
Vírgenes con el Niño y la Piedad.
La talla en piedra y madera.
La técnica de la talla ha variado poco desde la antigüedad.
Los escultores primero hacen un pequeño modelo en arcilla o yeso de la pieza, y con ayuda de
herramientas de metal como el buril, el cincel y las gubias, van obteniendo las formas de los bloques de
piedra y madera, ayudándose de un artefacto llamado máquina de sacar puntos.
Consiste en una serie de varillas metálicas articuladas que terminan en una afilada de sección
triangular, que van midiendo los puntos más importantes del modelo de la escultura, y se van pasando
al bloque de piedra o madera para ayudarle al escultor a saber por dónde tiene que rebajar el
material. Sobre todo, es muy útil para medir la profundidad de las zonas más interiores como los ojos, el
cuello y detalles de manos etc.
En numerosas ocasiones las esculturas se policromaban con ricos y variados colores al temple, y en el
caso de las esculturas de madera, mediante la técnica del estofado.
La técnica del estofado.
El término estofado proviene del italiano stoffa que significa tejido o tela rica, y se utilizan láminas de oro,
plata o cobre en escultura sobre madera para recrear las vestimentas de las figuras.
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Una vez que está lista la pieza y la superficie sobre la que se va a estofar está perfectamente limpia y
lisa, se aplica una mano de cola de conejo templada que hará las veces de adhesivo de la pintura y
evitará que se escame con el paso del tiempo. Una vez seco, se aplica el mismo gesso que el usado en
las imprimaciones de las tablas y se lija para conseguir una superficie lisa y homogénea. Y ahora se
aplica el mismo bol con arcilla roja de Armenia que el usado para dorar una tabla, y una vez seco, se
vuelve a lijar y se da otra mano de cola de conejo. Cuando la cola esté mordiente, esto es, ni muy
húmeda ni seca del todo, vamos aplicando las láminas de pan de oro o de cualquier otro metal,
depositándolas suavemente sobre la escultura y presionando suavemente con un trozo de algodón o
con los dedos para ayudar a su fijación eliminando las partes sobrantes de las láminas. Es lo que se
conoce como esgrafiado. Después se pule con piedra de ágata y se aplica el color al temple.
Una vez seca la capa de pintura, se calca el dibujo de ese paño o tejido y se va raspando suavemente
con un punzón para recuperar el dorado de las láminas. El estofado más usual era el de pan de oro
sobre fondo rojizo, pero también se estofaban con láminas de plata sobre fondo azul, e incluso con
láminas de cobre.
Para finalizar, se daba una mano de barniz de goma laca o de cera.
3.4. Los mejores ejemplos de la escultura del gótico.
De manera general podemos observar la misma evolución en la escultura y la pintura góticas. Francia
será quien exporte los modelos del nuevo lenguaje al resto de países, entre ellos España, pero a partir
del siglo XIV cada país adoptará su propio lenguaje a diferencia de Italia, donde el clasicismo
grecorromano tiene un mayor peso y condicionará a toda la producción escultórica del gótico.
Ejemplos de transición entre lo románico y lo gótico son las portadas de Amiens y Notre Dame de París,
de finales del siglo XII. En la catedral parisina la portada presenta una gran proporcionalidad de todo el
conjunto, algo que no sucedía en el románico, aunque también se aprecia un cierto esquematismo,
reduciéndose las figuras a lo esencial, pero con más detalles que en la escultura románica. La parte
central de la portada la ocupa el Juicio Final, y todo el conjunto está presidido por la Galería de los
Reyes, veintiocho estatuas que representan los reyes de Judea e Israel, que se confundieron durante la
Revolución francesa con los reyes de Francia y fueron destruidas casi en su totalidad.
La escultura gótica clásica es la del siglo XIII, dominada por un naturalismo idealizado, de formas
suaves, estilizadas, dulces y muy hermosas. Las portadas de las catedrales de Chartres y Reims sirven de
modelo para el resto de portadas europeas, con esculturas cada vez menos dependientes de los
espacios arquitectónicos.
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La catedral de Chartres tiene una gran presencia de temas marianos, como la Coronación y Asunción
de la Virgen, y de la de Reims destaca la figura del Ángel de la Sonrisa, que como las del resto de las
jambas, es casi de bulto redondo, y ya no tiene un aspecto hierático ni solemne, sino que con su dulzura
y aspecto humano parece que entabla conversación con el visitante y le anima a entrar.
En Alemania el naturalismo se torna expresionismo, pues tanto la alegría como el dolor se exageran
notablemente. Destacan las esculturas de la catedral de Bamberg, en especial su Juicio Final y la
estatua ecuestre del Caballero de la catedral. Obras cumbres del gótico clásico alemán serán los
conjuntos escultóricos de las catedrales de Estrasburgo y Magdeburgo, destacando de esta ultima Las
vírgenes necias.
En Italia destaca la familia de los Pisano, que realizan el Púlpito del baptisterio y el de la catedral de Pisa
con relieves de la vida de Cristo de gran solemnidad y clasicismo, anticipando varios siglos lo que sería
el Renacimiento.
En España durante el siglo XIII destacan las portadas de las catedrales de Burgos, León y Toledo, en las
que trabajaron varios artistas franceses. De la catedral de Burgos destacan:
Puerta del Sarmental: en ella trabajaron con casi total seguridad escultores del taller del maestro Beau
Dieu de Amiens. En esta portada se representa el tema gótico por excelencia: el Juicio Final, con el
Pantocrátor en el tímpano rodado del Tetramorfos, los símbolos de los cuatro evangelistas, los ancianos
del Apocalipsis en las arquivoltas, santos y profetas variados en las jambas y las figuras del obispo que
mandó construir la catedral, Mauricio. Llama la atención los detalles de los instrumentos que portan los
ancianos, y aunque las proporciones son más naturales y correctas que en el románico aun, persisten los
rostros severos e inexpresivos tan típicos del románico.
Puerta de la Coronería, del maestro Enrique, y el claustro, con escenas del Juicio Final, la Anunciación,
la Adoración de los Magos y las estatuas de Alfonso X y Doña Violante, magníficos ejemplos de belleza
idealizada gótica.
En la catedral del León también se representa el Juicio Final y la Deesis o Pantocrátor y destacando por
encima de todas las figuras, la Virgen Blanca del parteluz, también del maestro Enrique, verdadera joya
de todo el gótico español y que guarda muchas similitudes con el Ángel de la Sonrisa.
Ya a finales de la centuria se acomete la decoración de la catedral de Toledo, con las más de cien
figuras de su Portada del Reloj, y con otra Virgen Blanca de factura parecida a la leonesa.
El siglo XIV es el del estilo internacional también en la escultura, en donde se abandonan los grandes
pórticos para centrarse en los retablos y esculturas exentas destacando los sepulcros funerarios. Se
aprecia un mayor realismo, inclusión de detalles anecdóticos y más énfasis en los sentimientos.
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Las figuras presentan el típico contraposto gótico, que a diferencia del de las estatuas de la antigüedad,
es un poco más exagerado y decorativo.
El foco principal de producción escultórica de esta centuria está en la corte francesa de Borgoña,
destacando Claus Sluter, con obras cumbre como el Pozo de Moisés y el Sepulcro de Felipe el Atrevido.
En Italia, Andrea Pisano realiza los relieves en bronce de la puerta del baptisterio de la catedral de
Florencia, verdadera antesala del Renacimiento.
En España destaca la obra de Jaime Castayls, que realiza las sepulturas reales de Poblet y Santas Creus,
el magnífico retablo de Cornellá y la estatua del rey Pedro el Ceremonioso.
La época de esplendor de la escultura española es la del siglo XV, recibiendo las influencias
borgoñonas y flamencas y dotando a las obras de un fuerte realismo y gran expresividad. En la Corona
de Aragón destaca Pere Joan, al que debemos los retablos de las catedrales de Tarragona, Zaragoza y
su célebre San Jordi del palacio de la Generalitat de Barcelona.
En Castilla destacan Juan Guas, que trabaja en el monasterio de san Juan de los reyes de Toledo, y
Rodrigo Alemán, autor de las sillerías del coro de la catedral. Egas Cueman realiza las Puerta de los
Leones de la catedral toledana.
Sebastián de Almonacid labra el maravilloso sepulcro de El doncel de Sigüenza, de marcado aire
clásico, y Felipe Bigarny el de los Condestables de la catedral de Burgos. Pero el escultor más importante
del gótico es Gil de Siloé, verdadero virtuoso de la talla en piedra, madera y alabastro, cuya obra
culmen es el retablo de la Cartuja de Miraflores, de Burgos. En esta cartuja se encuentran los sepulcros
de Juan II e Isabel de Portugal, padres de la reina Isabel la católica, verdadera obra maestra realizada
en alabastro, y el sepulcro del Infante Don Alfonso, hermano de Isabel la Católica, en actitud orante
impresiona la gran decoración de todo el conjunto. No menos increíble es el Retablo del altar mayor.
Totalmente policromado, asemeja un gran tapiz cuya composición está presidida por una enorme
corona bajo la que se sitúa un Cristo Crucificado inscrito en un gran círculo, con la Anunciación y el
Nacimiento en los pies.
4. El gótico en Andalucía.
En Andalucía tenemos un rico patrimonio de arte Gótico, veámoslo.
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4.1. El contexto histórico.
En Europa ya hemos visto como en las ciudades se levantaban altísimos edificios llenos de ventanales
con vidrieras y durante esos años en Andalucía la coyuntura política se debate entre musulmanes y
cristianos, aunque estos últimos cada vez avanzan más por las tierras de Al Andalus, aún quedaba un
fuerte bastión por derrumbar que aún tardaría algunos años en desaparecer, el Reino nazarí de
Granada. Y es que la conquista por parte del rey Fernando III y su hijo Alfonso X el Sabio del valle del
Guadalquivir supondría la rápida ocupación de las tierras de los Almohades, Córdoba en 1236, Jaén en
1246 y Sevilla en 1248. A partir del asentamiento de los cristianos en esta zona y la expulsión de los
musulmanes el panorama cambia, y por tanto el arte también. La mayor parte de los habitantes se
marcharon al Reino de granada y algunos quedaron son los conocidos como mudéjares. Se inició
entonces un proceso de repoblación para ocupar el vacío de las tierras, viniendo población cristiana
del norte de la península fundamentalmente.
4.2. Iglesias y catedrales.
En cuanto Fernando III reconquistó la ciudad de Córdoba en 1236 a los musulmanes, se dispuso a
cristianizar la ciudad, y para ello comenzó construyendo iglesias tal y como se hacían en los reinos
cristianos. Así que durante la segunda mitad del siglo XIII y principios del XIV en Córdoba surgieron las
llamadas iglesias fernandinas o de reconquista que presentan características del gótico cisterciense. En
estas predomina la simplicidad, así se puede observar en los muros de en los que domina la escasez de
decoración, concentrándose principalmente en las portadas de estilo protogótico; y en las cubiertas de
madera.
Si eres de Córdoba seguro que estás pensando en iglesias como las de San Lorenzo o la de Santa
Marina de Aguas Santas. Aquellos que no las conozcáis quizá es el momento de visitar esta ciudad,
¿qué te parece?
Sevilla, que había sido capital del imperio Almohade será conquistada en 1248 y ésta trascendencia se
será evidente cuando Fernando III entró y se encontró con numerosas mezquitas por la ciudad. Al
principio, las convirtió en iglesias sin más y cuando comenzó a construirlas la influencia que estilo
islámico ocasionó sobre las nuevas construcciones fue evidente, aunque no podemos pasar por alto
que la situación económica también influyó, pues la corona no se encontraba en su mejor momento ya
que todos los esfuerzos estaban destinados a la reconquista. De ahí que se optara por la construcción
con materiales pobres como el ladrillo, dejando la piedra únicamente para las portadas en las que se
combinan los elementos decorativos góticos e islámicos;
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la madera para las cubiertas, creando ricos artesonados; y aprovechando la numerosa mano de obra
de mudéjares. De este estilo gótico mudéjar sobresalen en la capital hispalense iglesias como las de
Santa Marina, San Marcos, Santa Catalina o Omnium Sanctorum, entre otras.
Pero este estilo gótico se extenderá por otros lugares de Andalucía durante los siglos XIV y XV, basta
mencionar algunas iglesias de otras provincias como Sevilla o Huelva. Nos referimos a la iglesia de Santa
María de Carmona, el Monasterio de La Rábida en Palos de la Frontera o el Monasterio de Santa Clara
en Moguer. También el gótico tardío o gótico isabelino dejará su huella en Andalucía y así lo podemos
disfrutar en las portadas de iglesias en Jerez de la Frontera, Alcalá de los Gazules, el Puerto de Santa
María o Ronda.
Pero también comienzan a adquirir importancia las construcciones civiles. De esta tipología
destacaremos las Reales Atarazanas de Sevilla o la Torre de don Fadrique.
4.3. La Catedral de Sevilla.
La catedral de Sevilla se levantó sobre la antigua mezquita aljama de época almohade. Imagínate
cuando Fernando III llegó a Sevilla y entró por primera vez en una capital musulmana más grande e
importante que las que había conocido, el asombro fue categórico, y así lo cuenta su hijo en la Crónica
general de Alfonso el Sabio. En un principio el rey cristiano se valió de la mezquita pues sus intenciones
eran continuar conquistando las tierras de los musulmanes, así que dejó en manos de las generaciones
futuras la construcción de un nuevo edificio.
No será hasta 1403, tras el estado ruinoso en el que quedó el edificio después de un terremoto, cuando
el nuevo templo comience a construirse en estilo gótico, tal y como la moda demandaba. La
edificación que durará hasta el siglo XVI tenía como propósito construir una iglesia de descomunales
dimensiones, de tal forma que incluso querían que aquellos que la viesen terminada los tomasen “por
locos”. Quizá fuera una idea un tanto descabellada, ¿no crees? Sobre todo, si tenemos en cuenta que
Sevilla ya no conservaba la relevancia de los tiempos musulmanes y aún faltaba tiempo para que nadie
pudiera imaginarse en lo que se convertiría la ciudad al instituirse en puerto de Indias. Posiblemente fue
un poco locura, pero una extraordinaria locura.
De este modo la catedral se convirtió en el edificio más grande de toda la cristiandad por entonces,
siendo hoy día tan solo superado por San Pedro del Vaticano y San Pablo de Londres. Se trata de un
edificio de 116 metros de longitud y 76 de ancho y con un cimborrio que supera los 40 metros de altura.
La iglesia se comenzó a realizar por los pies, cambiando el sentido de la orientación del antiguo edificio
musulmán, de tal manera que en lo que fue la entrada por el denominado Patio de los Naranjos se
encuentra en al lateral norte, mientras que en muro de la quibla se abrieron capillas, coincidiendo la
dedicada a la Virgen de la Antigua con en mihrab.
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Así los pies estaban mirando hacia el oeste y el ábside hacia el este, tal y como debían estar dirigidos
según las basílicas cristianas. Consta de cinco naves más capillas laterales ubicadas entre los
contrafuertes un transepto que apenas es perceptible en planta. La girola es cuadrada y con capillas.
En el interior, sobre las arcadas ojivales de la nave central no aparece un triforio tal y como lo hemos
estudiado, pues se plantea un balcón corrido.
En general podemos decir que la catedral es imponente en cuanto a sus dimensiones que los distintos
maestros de obra supieron asignarle. Sin embargo, el carecer de un auténtico arquitecto de renombre
hizo que el edificio careciera de una auténtica identidad.
A nivel escultórico podemos destacar tanto las portadas, el retablo y la talla exenta de la Virgen de los
Reyes. Entre las portadas destacamos la del Bautismo y el Nacimiento, ambas de influencia flamenca. Es
curioso que están realizadas en terracota, de ahí el color rojizo que muestran, y se atribuyen al escultor
Lorenzo Mercadante de Bretaña, quien también hiciera el sepulcro del Cardenal Cervantes en el interior
de la catedral.