frigerio lambor reafricanizacion argentina 2011

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21 dossi ê RESUMO En las últimas dos décadas, la sociedad ar- gentina –considerada entre las más “euro- peas” y “blancas” del continente- ha expe- rimentado un importante desarrollo de manifestaciones culturales afro-america- nas. Las religiones afro-brasileras (Um- banda, Batuque, Quimbanda) se han con- vertido en una opción atractiva para vas- tos sectores medio-bajos y -sobre todo- populares en el Gran Buenos Aires. El can- dombe afro-uruguayo dejó de ser una ma- nifestación cultural de inmigrantes, como fue a fines de la década de 1980, y actual- mente forma parte de la cultura juvenil porteña. Los afro-argentinos, invisibiliza- dos durante casi un siglo, han comenzado a reclamar por sus derechos y han logrado incluir una pregunta sobre afrodescenden- cia en el censo nacional de población 2010. El trabajo examina el rol de una cada vez más aceptada narrativa multicultural de la nación en la creación de una estructura de oportunidades que permite estos desarro- llos. Discute, asimismo, los roles de las va- riables religión, nación y raza en su des- igual recepción por parte de la sociedad. PALAVRAS-CHAVES Raza. Nación. Religión. Multiculturalismo. ABSTRACT In the past decade, Argentine society, con- sidered to be the most “European” and “white” society in the continent, has expe- rienced an important development of Af- ro-American cultural phenomena. Afro- Brazilian religions (Umbanda, Batuque, Quimbanda) have become an attractive al- ternative for lower/middle and working- class sectors in the Greater Buenos Aires area. Afro-Uruguayan candombe stopped being an exclusively immigrant cultural endeavor, as it was at the end of the 1980s, and has become part of the “porteño” youth culture. Afro-Argentines, invisibil- ized for almost a century, have started to demand their civic rights and managed to include a question about African descen- dency in the 2010 national population census. The paper explores the role of an increasingly accepted multicultural nar- rative of the city of Buenos Aires in the creation of an opportunity structure that allows for these developments. At the same time, it discusses the roles of vari- ables such as religion, nation and race in their uneven reception by society. KEYWORDS Race. Nation. Religion. Multiculturalism. Alejandro Frigerio Eva Lamborghini PROCESOS DE REAFRICANIZACIÓN EN LA SOCIEDAD ARGENTINA: UMBANDA, CANDOMBE Y MILITANCIA “AFRO”

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Religión

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    dossi

    ResumoEn las ltimas dos dcadas, la sociedad ar-gentina considerada entre las ms euro-peas y blancas del continente- ha expe-rimentado un importante desarrollo de manifestaciones culturales afro-america-nas. Las religiones afro-brasileras (Um-banda, Batuque, Quimbanda) se han con-vertido en una opcin atractiva para vas-tos sectores medio-bajos y -sobre todo- populares en el Gran Buenos Aires. El can-dombe afro-uruguayo dej de ser una ma-nifestacin cultural de inmigrantes, como fue a fines de la dcada de 1980, y actual-mente forma parte de la cultura juvenil portea. Los afro-argentinos, invisibiliza-dos durante casi un siglo, han comenzado a reclamar por sus derechos y han logrado incluir una pregunta sobre afrodescenden-cia en el censo nacional de poblacin 2010. El trabajo examina el rol de una cada vez ms aceptada narrativa multicultural de la nacin en la creacin de una estructura de oportunidades que permite estos desarro-llos. Discute, asimismo, los roles de las va-riables religin, nacin y raza en su des-igual recepcin por parte de la sociedad.

    PalavRas-chaves Raza. Nacin. Religin. Multiculturalismo.

    abstRact In the past decade, Argentine society, con-sidered to be the most European and white society in the continent, has expe-rienced an important development of Af-ro-American cultural phenomena. Afro-Brazilian religions (Umbanda, Batuque, Quimbanda) have become an attractive al-ternative for lower/middle and working-class sectors in the Greater Buenos Aires area. Afro-Uruguayan candombe stopped being an exclusively immigrant cultural endeavor, as it was at the end of the 1980s, and has become part of the porteo youth culture. Afro-Argentines, invisibil-ized for almost a century, have started to demand their civic rights and managed to include a question about African descen-dency in the 2010 national population census. The paper explores the role of an increasingly accepted multicultural nar-rative of the city of Buenos Aires in the creation of an opportunity structure that allows for these developments. At the same time, it discusses the roles of vari-ables such as religion, nation and race in their uneven reception by society.

    KeywoRdsRace. Nation. Religion. Multiculturalism.

    Alejandro FrigerioEva Lamborghini

    PROCESOS DE REAFRICANIZACIN EN LA SOCIEDAD ARGENTINA:UmbANDA, CANDOmbE y mILITANCIA AFRO

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    1 Introduo

    En las ltimas dos dcadas, la sociedad argentina considerada entre las ms eu-ropeas y blancas del continente- ha ex-perimentado un importante desarrollo de manifestaciones culturales afro-america-nas. Las religiones afro-brasileras (Umban-da, Batuque, Quimbanda) se han converti-do en una opcin atractiva para vastos sec-tores medio-bajos y -sobre todo- populares en el Gran Buenos Aires. El candombe afro--uruguayo dej de ser una manifestacin cultural de inmigrantes, como fue a fines de la dcada de 1980, y actualmente for-ma parte de la cultura juvenil portea. Los afro-argentinos, invisibilizados durante ca-si un siglo, han comenzado a reclamar por sus derechos y han logrado incluir una pre-gunta sobre afrodescendencia en el censo nacional de poblacin 2010.

    El trabajo examina el rol de una cada vez ms aceptada narrativa multicultural de la nacin en la creacin de una estructu-ra de oportunidades que permite estos de-sarrollos. Discute, asimismo, los roles de las variables religin, nacin y raza en su desi-gual recepcin por parte de la sociedad.

    2 la argentina blanca

    Las narrativas dominantes de la naci-n proveen una identidad nacional esen-cializada, establecen las fronteras exter-nas de las naciones y su composicin in-terna y proponen el ordenamiento correc-to de sus elementos constitutivos (en tr-minos de etnia, religin y gnero) (FRIGE-RIO, 2006). Justifican el presente mientras que construyen un pasado legitimador. Es-tas narrativas, sin embargo, no son unvo-cas ni tienen una supremaca absoluta, ya que son confrontadas por narrativas con-

    trarias o son sometidas a lecturas oposito-ras (en el sentido de HALL, 1993) que tie-nen un grado de xito o aceptacin social dispar en diferentes momentos histricos.

    La narrativa dominante de la nacin ar-gentina, al contrario de las vigentes en otros pases latinoamericanos, no glorifica el mes-tizaje (MARTNEZ-ECHAZBAL, 1998), si-no la blanquedad de su poblacin. Esta ima-gen ideal de cmo es y cmo se habra de-sarrollado la Argentina es transmitida a tra-vs de la educacin formal, pero tambin de manera informal a travs de una multipli-cidad de interacciones en la vida cotidia-na que deben ser mejor estudiadas y com-prendidas-. Llega a formar parte del sentido comn de los argentinos (principalmente de los porteos) e influye en la manera en que se relacionan con -y clasifican a- los distin-tos individuos y grupos que encuentran.

    Esta narrativa dominante presenta a la sociedad argentina como blanca, eu-ropea, moderna, racional y catli-ca (FRIGERIO, 2006). Para ello, invisibili-za presencias y contribuciones tnicas y ra-ciales y cuando aparecen las sita en la le-jana temporal o geogrfica -en el pasado o en los mrgenes geogrficos de la naci-n-. Se caracteriza por una notable cegue-ra respecto de los procesos de mestizaje e hibridacin cultural. Supone que el crisol de razas a travs de una suerte de alqui-mia social- habra fundido todos los apor-tes tnicos originales dando nacimiento a un nuevo tipo social, diferente de todos sus elementos constitutivos. A partir de la acci-n de este crisol, no existiran ya comuni-dades diferenciadas cultural o racialmente como parte del cuerpo de la nacin a ex-cepcin de remanentes de poblaciones in-dgenas en territorios alejados de la capi-tal blanca-. Respecto de los afro-argenti-nos especficamente, enfatiza su temprana

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    desaparicin (a fines del siglo XIX) y la ir-relevancia de sus contribuciones a la cultu-ra (y an a la gentica) local.

    Como ha sealado Lacarrieu (2001), en los ltimos aos de la dcada del 90 se pro-ducen varios desarrollos importantes en la ciudad de Buenos Aires que cambiarn las formas de representarla -o sea, la imagen que de sta se quiere proyectar hacia el ex-terior y sus habitantes-. Estas modificacio-nes afectarn especialmente el lugar otorga-do a las minoras tnicas pues, en este pero-do, comienza a perfilarse una narrativa mul-ticultural de la ciudad que no slo reconoce, sino que ensalza e incentiva su diversidad tnica interna, crendose distintos espacios y eventos para su exhibicin y exaltacin.

    Existen razones de orden local y global para estos cambios. Entre las primeras, el cambio de status legal de la ciudad, que en 1996 pasa de Capital Federal a Ciudad Aut-noma (lo que le permite un perfil ms propio e independiente), con una nueva constitu-cin ms progresista.1 Adems, desde 1999 pasa a ser gobernada por una coalicin de perfil centro-izquierdista.2 En este marco, el derecho a la identidad -en distintos nive-les- gana relevancia, incluyndose dentro de esta revalorizacin las identidades tnicas.

    Por otro lado, tiene lugar un contexto global en el cual, como seala Lacarrieu (2001), en sintona con las declaraciones y programas propuestos por organismos internacionales (como Unesco, BM, BID), la ciudad multi-cultural es observada como una ciudad en-riquecida por su diversidad.3

    En vez de la del crisol de razas, la nueva imagen propuesta para la ciudad pa-sa a ser la de un mosaico de etnias y cul-turas. La diversidad tnica de la ciudad se transforma en un elemento valorado que la tornar ms atractiva para el turismo y para quienes la habitan. Como bien seala Lacarrieu (2001) sta es ms bien una for-ma de multiculturalismo light; la cultu-ra de los migrantes es exaltada y exhibida (a la vez que mercantilizada) pero en espa-cios acotados y de maneras predetermina-das. La exhibicin de sus derechos cultura-les no garantiza, as, la efectiva reivindica-cin de sus derechos ciudadanos.

    Sin embargo, an con estos condicio-nantes espaciales y limitaciones expresivas, esta nueva narrativa, al socavar la antigua imagen ideal de la ciudad europea y de la homogeneidad portea constituye, sin du-da, una estructura de oportunidades pol-ticas (MCADAM, 1982) en la cual ciertas

    1. La nueva Constitucin de la Ciudad de Buenos Aires protege y difunde su identidad pluralista y mul-titnica y sus tradiciones, as como garantiza la preservacin, recuperacin y difusin del patrimonio cultural () (y) la memoria y la historia de la ciudad y sus barrios (Ttulo segundo, Captulo sexto, art-culo 32). 2. En el 2007 asumi un jefe de gobierno de perfil derechista. Su orientacin poltica no llega, sin embar-go, a cambiar mayormente la situacin.3. La reforma de la Constitucin Nacional de 1994 no afirma, de manera explcita como en otros pases latinoamericanos, la multiculturalidad y plurietnicidad de la nacin, pero al menos reconoce la preexis-tencia tnica y cultural de los pueblos indgenas argentinos y garantiza el respeto a su identidad y el derecho a una educacin bilinge e intercultural (Primera parte, Cap. 4, artic. 75, inciso 17). Incorpora, adems, una serie de tratados internacionales a los que brinda jerarqua constitucional, que pueden ser invocados por grupos minoritarios o que crean compromisos internacionales respecto a ellos para los ca-sos aqu analizados, resulta muy relevante la Convencin Internacional sobre la Eliminacin de Todas las Formas de Discriminacin Racial -.

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    actividades culturales y determinados re-clamos basados en identidades tnico-ra-ciales pueden ser reivindicados.

    3 la expansin de las religiones afrobrasileras

    Las religiones tradas por los esclaviza-dos africanos sobrevivieron en Argentina al menos hasta fines del siglo XIX. Lo sabe-mos por el testimonio de un conocido psi-quiatra y ensayista, Jos Ingenieros, quien en uno de sus libros describe un ritual al que habra concurrido en 1893. La ceremo-nia, a la que asisti de nio llevado por una mujer negra, es denominada bailar el san-to y es bastante similar a las que se obser-van hoy en todo el continente americano.

    La presencia actual de religiones deriva-das de las africanas en el pas se explica por su re-introduccin desde el sur de Brasil y desde Uruguay a partir de la segunda mitad de la dcada de 1960. A comienzos de la d-cada de 1970 existan aproximadamente una decena de templos, la mayor parte de los cua-les practicaba principalmente Umbanda una variante sincrtica de religiosidad afro-brasi-lea, con fuertes influencias espiritistas y ca-tlicas-. En esta modalidad se rinde culto a los orixs (deidades de origen Yoruba) pero en las ceremonias semanales denominadas sesiones de caridad los mdiums entran en transe con espritus de indios (caboclos) y ne-gros viejos (pretos velhos).

    Aunque varios templos posean permiso para funcionar legalmente, sus lderes ten-an frecuentes problemas con la polica, que bajo la acusacin de ejercicio ilegal de la medicina los arrestaba, llegando en ocasio-nes a interrumpir ceremonias y a destruir o confiscar imgenes y otros objetos de culto.

    Durante la dcada de 1970 hubo un cre-cimiento lento y silencioso de la religin, y

    hacia el final de sta ya haba varios templos en funcionamiento. Muchos practicantes (hijos de santo) que pertenecan a los prime-ros templos, tras discusiones con sus lderes religiosos (pais y mes de santo), viajaron a Brasil -especialmente a la ciudad de Porto Alegre, en el sur- en busca de nuevos men-tores bajo los cuales continuar su aprendi-zaje religioso. All fueron iniciados en Batu-que, una variante ms africana de religiosi-dad afrobrasilera, considerada por ellos ms poderosa que la Umbanda. La nueva moda-lidad implicaba la realizacin de varias fies-tas anuales en honor a los orixs Yorubs, en las cuales los adeptos entraban en transe con stos y adems realizaban, previamen-te, ofrendas rituales de animales sacrificados para garantizar la dinmica espiritual de los templos. Se incrementaron tambin las vi-sitas a la Argentina de pais brasileos que asistan a fiestas o inauguraciones de tem-plos de sus hijos de santo, y que entonces iniciaban a nuevos hijos a esta variante ms africana. Concomitantemente, llegaron pais de santo uruguayos a radicarse en el Gran Buenos Aires y conformaron una tradicin religiosa con algunas caractersticas distin-tivas respecto de la brasilera (aunque de ella se derive). Como la Umbanda no fue dejada de lado por el desarrollo del Batuque por el contrario, las sesiones de caridad semanales realizadas dentro de esa variante garantiza-ban el ingreso de nuevos fieles- hacia fines de la dcada del 70, la religin en Argentina devino en la prctica conjunta de ambas va-riantes (FRIGERIO, 2003).

    El retorno a la democracia en 1983 pro-voc un boom en las inscripciones de tem-plos de Umbanda en el Registro Nacional de Cultos, a partir de 1984. Muchos templos que funcionaban privadamente abrieron sus puertas al pblico, otros que no se ha-ban registrado lo hicieron y nuevos tem-

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    plos fueron abiertos con mayor asiduidad que en el perodo anterior. Actualmente, como entonces, la mayora de los templos estn ubicados en el Gran Buenos Aires. Su nmero exacto es difcil de precisar, pero las estimaciones de algunos practicantes de que habra cerca de tres o cuatro mil casas de religin pueden no ser exageradas. Tam-bin existe un creciente nmero de templos en distintos lugares del interior del pas generalmente en las capitales provinciales-.

    Adems de Umbanda y Batuque, to-dos los templos tambin practican Quim-banda, otra variante de religiosidad afro--brasilera que se caracteriza por rendir cul-to a los exs, espritus considerados de me-nor desarrollo espiritual que los de Umban-da, pero sumamente poderosos y proclives a favorecer los pedidos de los humanos a cambio de ofrendas de alcohol o sacrificios de animales. Considerada en un comienzo parte de la Umbanda, esta variante ha ad-quirido cada vez mayor protagonismo has-ta independizarse de sta y eclipsarla.

    Para entender cmo estas religiones tan poco enraizadas en la cultura local pueden tener xito, es necesario comprender que poseen al contrario de lo que piensan mu-chos- una gran afinidad con creencias del extendido y dinmico catolicismo popular argentino. Sus promotores, adems, han re-alizado denodados esfuerzos de traduccin de los nuevos conceptos religiosos, toman-do en cuenta las afinidades con creencias preexistentes en la sociedad argentina. La utilizacin de la Umbanda como un puen-te o etapa intermedia entre el catolicismo popular y el Batuque parece una estrategia particularmente apropiada. La conversin a la nueva religin se da as de forma gradual

    y pautada, permitiendo un desplazamien-to del individuo por los distintos roles reli-giosos en la medida en que est preparado para comprenderlos y asumirlos (CAROZZI; FRIGERIO, 1997; FRIGERIO 1999).

    Sin embargo, pese al atractivo que estas religiones tienen para los individuos que asisten a sus templos en busca de solucin a problemas de su vida personal, sentimen-tal y laboral, la Umbanda y el Batuque son religiones socialmente estigmatizadas.

    Durante la segunda mitad de la dcada de 1980, la Umbanda adquiri una cierta visibi-lidad en los medios de comunicacin, como uno de los nuevos grupos religiosos presen-tes en Argentina. En aquel entonces no era considerada por los medios como una de las sectas ms preocupantes, pero era cuestio-nada principalmente por sociedades protec-toras de animales- por la prctica del sacrifi-cio ritual de animales. Si la manipulacin de la realidad cotidiana por medios sobrenatura-les (su nfasis en la magia) despertaba sos-pechas, el hecho de que fuera mediante sa-crificios de animales resultaba ms irritan-te. Este era y sigue siendo- el aspecto menos comprendido y ms controvertido de la reli-gin, y el que motivaba las crticas ms fuer-tes contra ella (Frigerio 1991).

    A mediados de 1992, la Umbanda se vio involucrada injustificadamente- en un es-cndalo suscitado a raz del asesinato de un nio en Brasil. La acusacin de un sacer-dote catlico de que un pai de santo habra sacrificado ritualmente a una nia en Bue-nos Aires ayud a desatar un pnico moral sobre las sectas que deterior gravemen-te la imagen de las religiones no catlicas y, especialmente, de las de origen afro-bra-silero (FRIGERIO, 1993a).4 Se instal la sos-

    4. Esta acusacin era infundada, como la casi totalidad de las que siguieron hasta el da de hoy.

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    pecha de que el sacrificio de animales poda llevar al asesinato de seres humanos (FRI-GERIO; ORO, 1998) y la Umbanda se fue transformando, cada vez ms, en una re-ligin considerada amenazante.5 Sus prac-ticantes perdieron totalmente la capacidad de manejar la imagen pblica de su religin y, hasta el da de hoy, la mayor parte de las referencias a estas religiones que aparecen en los medios aluden a crmenes realizados por supuestos practicantes de las mismas.

    Desde mediados de la dcada de 1980, los umbandistas han ideado distintas estra-tegias para hacer conocer su religin y me-jorar su imagen, pero con poco resultado. La ms utilizada ha sido enfatizar lo que consideran los aspectos culturales de su prctica religiosa, principalmente la msi-ca y la danza; y resaltar su origen negro y africano en detrimento del brasilero-. Es-to les ha permitido realizar una conexin con la historia y el patrimonio cultural afro del pas y argumentar que sus prcticas re-ligiosas se corresponden con un legado po-co reconocido pero valioso de la cultura ar-gentina. Reivindicando la presencia negra en el pasado argentino y su contribucin a la cultura del pas, pueden justificar su pre-sencia actual (FRIGERIO, 2003). Con este ti-po de argumentos, y a travs de la realiza-cin de varios congresos y eventos pbli-cos, los practicantes de religiones de ori-gen africano fueron los primeros en rei-vindicar a comienzos de los 90, con algu-na visibilidad social, el patrimonio histri-co-cultural afro-argentino antes que otros practicantes de cultura afro-americana, y antes de la re-visibilizacin de los propios afro-argentinos.

    4 el candombe afro-uruguayo: de patrimonio inmigrante a cultura juvenil

    Luego de las religiones de origen afro--brasilero, la manifestacin cultural afro--americana que mayor importancia y de-sarrollo ha adquirido en Argentina en las ltimas dos dcadas es el candombe (uru-guayo). A partir de su introduccin por in-migrantes afro-uruguayos a comienzos de la dcada de 1980, esta prctica cultu-ral ha sido apropiada por distintos secto-res sociales, trascendiendo cortes de raza, nacionalidad, gnero y clase, a la vez que, espacialmente, se ha expandido des-de el histrico barrio de San Telmo en Bue-nos Aires a otras partes de la ciudad y lue-go a las principales capitales del pas. Por su caracterstica de prctica cultural negra, popular, inmigrante y brbara, el can-dombe constituye un desafo formidable a la imagen hegemnica de Buenos Aires co-mo blanca, moderna y europea (FRIGERIO; LAMBORGHINI 2009b).

    Las prcticas musicales (y dancsti-cas) de los esclavos trados a Buenos Ai-res y Montevideo durante la poca colo-nial recibieron, a partir del siglo XIX, el nombre de candombe. Pese a esta sinoni-mia lingstica rioplatense, el trmino en-cubra una cantidad (an no bien determi-nada) de prcticas musicales cuya evoluci-n, paralela y diferente en ambas mrgenes del Plata, todava debe ser bien entendida -aunque estudios recientes han contribuido en mucho a derribar antiguos estereotipos al respecto (FRIGERIO, 1993b; FERREIRA, 1999; CIRIO, 2007; AHARONIN 2007). Si en Buenos Aires el candombe porteo fue

    5. Mientras que los practicantes suelen referirse a sus creencias como la religin (subsumiendo bajo es-te trmino la prctica conjunta de Umbanda, Batuque y Quimbanda), para la sociedad argentina slo exis-te la Umbanda.

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    progresivamente saliendo del espacio p-blico para refugiarse en clubes y luego en casas de familia experimentando un na-ciente retorno actualmente (CIRIO, 2007) el candombe montevideano fue, por el con-trario, progresivamente ganando ms espa-cios pblicos para superar barreras de raza, clase social, y ltimamente, tambin fron-teras nacionales.

    Acalladas y desaparecidas las antiguas naciones africanas que poblaron el barrio de San Telmo, la vuelta del tambor se pro-dujo de la mano de inmigrantes afro-uru-guayos que reeditaron en Buenos Aires las llamadas espontneas que ganan la cal-le en Montevideo durante ciertos das feria-dos.6 Si apelar a la memoria negra del lu-gar donde se realizan las llamadas el an-tiguo barrio del tambor- no resultaba ex-trao a estos pioneros del candombe a co-mienzos de la dcada de 1980, su significa-cin fue mejor y ms explcitamente formu-lada por una segunda generacin de negros jvenes hacia fines de la misma. Estos jve-nes intentaron tambin civilizar las llama-das desaconsejando la ingesta pblica de al-cohol mientras se preparaban o se tocaban los tambores, evitando asimismo griteros o altercados en un intento de reducir la fric-cin social que estos eventos producan. En 1989 formaron el Grupo Cultural Afro, que fue pionero en la enseanza local del can-dombe y en su difusin a travs de presen-taciones en escenarios e instituciones cultu-rales de prestigio. El grupo siempre resalt

    el carcter afro-rioplatense de esta prcti-ca, realizando conexiones explcitas entre su presencia actual y el pasado negro porteo y reivindicando los aportes de los afroargenti-nos a la cultura del pas. Las actividades ci-vilizatorias del grupo junto con la intenci-n de armar una comparsa propia- llevaron finalmente a un violento altercado con algu-nos de los negros viejos en una llamada a comienzos de 1990 y a su disolucin.

    En 1996 uno de los fundadores del Gru-po Cultural Afro, Jos Delfn Acosta Mart-nez, fue asesinado a golpes dentro de una comisara por salir en defensa de unos afro-brasileros que estaban siendo hostigados por policas en la calle. Este asesinato ra-cista -que demuestra la intolerancia hacia negros que no supieran conservar su lu-gar en la ciudad- result un aliciente a la intensificacin de la difusin del candombe en Buenos Aires. Su hermano, ngel Acos-ta Martnez, redobl sus labores docentes en centros culturales de la ciudad, y a par-tir de 1997 se dedic a la organizacin de una comparsa que reivindicara la memoria de su hermano y, al mismo tiempo, la de los negros argentinos.

    El 13 de diciembre de 1998 sus esfuerzos cristalizaron en un gran desfile por el barrio de San Telmo denominado Homenaje a la Memoria que tuvo a la comparsa Kalakan-g, formada casi ntegramente por argenti-nos blancos alumnos de ngel Acosta, co-mo protagonista principal.7 El evento result muy importante ya que desfilaron una canti-

    6. En das determinados por la tradicin o para festejar xitos futbolsticos o polticos, distintos individu-os se juntan con sus tambores y desfilan, tocando, por las calles de su barrio. En Argentina, esto sucede mayormente el 1 y el 6 de enero, el 25 de mayo, el Da de la Madre, el 12 de octubre y el 25 de diciembre.7. Segn el folleto de presentacin al evento, Homenaje a la Memoria significa () un homenaje a Jos Delfn Acosta Martnez, investigador y difusor de su cultura afrorioplatense () y a todos los africanos rio-platenses que con su lucha y trabajo forjaron el crecimiento y la libertad del Ro de la Plata. Es un proyec-to internacional que rescata la historia y el fenmeno cultural que generaron los africanos trados al Ro de la Plata. Se representar esa herencia en forma de lenguaje teatral y desfile.

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    dad inusual de tambores de candombe (cer-ca de cien, tocados en su mayora por por-teos blancos) bajo la forma de comparsa con los atuendos y estandartes correspondien-tes. Adems, en el proceso de formacin de la comparsa aprendieron a tocar o a danzar va-rias de las personas que luego devinieron re-ferentes del movimiento actual, organizando a partir de all sus propias agrupaciones.

    En el ao 2000, aproximadamente, se formaron otras comparsas de candombe que, a diferencia de Kalakang de corta vida- tuvieron una presencia sostenida en el tiempo y ocuparon -ahora regularmen-te- el espacio pblico de la ciudad con en-sayos semanales en plazas o desfilando por las calles de San Telmo. A medida que sur-gan nuevas agrupaciones, para evitar las quejas de los vecinos, se fueron buscando nuevos lugares de reunin en plazas y es-pacios abiertos de la ciudad donde el soni-do de los tambores no molestara. De esta manera, se produjo una progresiva expan-sin del candombe fuera de San Telmo ha-cia otros puntos de la ciudad.

    Comenzado el corriente siglo, las acti-vidades candomberas llamaron la atenci-n de algunas instituciones barriales. En 2002, la Asociacin de Amigos de la Ave-nida de Mayo convoc a los representan-tes de las distintas agrupaciones para dar forma al primer desfile de candombe por la cntrica y tradicional Avenida de Mayo, contando con el apoyo del Gobierno de la Ciudad. Este evento fue realizado con el argumento de revalorizar la cultura del barrio y de realizar un rescate histri-co, pero a la vez con la idea de produ-cir un espectculo atractivo para el turis-mo. El desfile se organiz en tres oportu-nidades: 2002, 2003 y 2005 y logr reper-cusin en algunos de los diarios ms im-portantes de la ciudad. Desavenencias en-

    tre los representantes de los candomberos y la asociacin que patrocinaba el desfi-le llevaron a su suspensin, pero entonces el Centro Cultural Fortunato Lacmera de San Telmo, la institucin cultural que ms apoy al candombe (uruguayo) desde su implantacin en la ciudad, decidi or-ganizar a fines del ao siguiente las I Lla-madas de Candombe de San Telmo. A par-tir de una primera edicin auspiciosa en 2006 (con la participacin de ocho com-parsas) el evento tendra una segunda y tercera edicin an mas exitosas: en la de 2007 desfilaron veintin comparsas de to-do el pas, y en la de 2008, veinticinco. En 2009 y 2010, la insatisfaccin de algunos lderes de comparsas con la manera en que el Gobierno de la Ciudad (ahora de dere-cha) y el Centro Lacmera apoyan el even-to, llevaron a su desdoblamiento y a la re-alizacin de Llamadas independientes y oficiales en das diferentes.

    Resumiendo, desde la llegada del nue-vo siglo el desarrollo del candombe en la ciudad presenta tres caractersticas princi-pales: regularidad en cuanto a la ocupaci-n del espacio pblico (a las llamadas tra-dicionales de los das feriados se aaden los ensayos, y en algunos casos desfiles, re-alizados los fines de semana por cada com-parsa); descentralizacin (respecto del cen-tro representado por el barrio de San Tel-mo) y, por ltimo, espectacularizacin. Esta ltima cualidad se puede apreciar en la rea-lizacin de las cada vez mayores Llamadas anuales que logran el apoyo -ms o me-nos entusiasta- del gobierno de turno, en su repercusin en los medios de comunica-cin y, sobre todo, en los requisitos que de-ben cumplir las comparsas para participar de ellas. Si en los primeros desfiles parti-cipaban mayormente tamboreros con algu-nas bailarinas, actualmente las comparsas

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    intentan asemejarse cada vez ms a sus pa-res de Montevideo, presentando un nmero mayor y diverso de bailarinas, algunos de los personajes tradicionales del candom-be, varios portaestandartes y portabanderas que precedan a los tambores, etc. Las com-parsas se hacen as ms grandes, ms com-plejas y espectaculares, para llamar la aten-cin de un pblico creciente pero poco fa-miliarizado con el gnero.

    Esta expansin durante la ltima dcada, sin embargo, no se ha realizado sin conflic-tos (FRIGERIO; LAMBORGHINI 2009b). Si las llamadas espordicas de los das feria-dos siempre acarrearon problemas con acto-res sociales del barrio (la polica, los veci-nos, el cura prroco) y, a partir de la gen-trificacin de San Telmo, con otros no tan tradicionales pero socialmente ms valora-dos que los candomberos (bailarines de tan-go, dueos de restaurantes), la realizacin regular de salidas de tambores todos los do-mingos implic una intensificacin de estos conflictos. Durante un perodo de casi tres aos (2003-2006), las dos comparsas que sa-lan semanalmente por San Telmo tuvieron que dejar la calle por orden policial y refu-giarse en un gran parque del barrio, hasta que una queja de una iglesia ortodoxa ru-sa tambin les obstaculiz la prctica all. En los ltimos dos aos, una disminucin de la presin policial permiti que las compar-sas continen con sus actividades regulares. La prctica del candombe uruguayo se en-cuentra ahora nacionalizada, en la medida en que surgen comparsas en distintas ciuda-des del interior (La Plata, Crdoba, Rosario, Paran, Salta).

    5 la vuelta de los afro-argentinos

    Como afirmamos al comienzo, la nar-rativa dominante de la nacin argentina

    enfatiza la blanquedad de sus habitantes. Tanto los practicantes de religiones afro--brasileras como los cultores del candom-be han realizado esfuerzos, en los ltimos veinte aos, por rescatar la presencia afro--argentina en el pasado y su herencia cul-tural. Con magros recursos econmicos, mediticos y, en ocasiones, retricos, han intentado presentar contra-narrativas de la nacin (de distinto grado de formalizacin) que justifiquen la presencia de sus prcti-cas en el pas y que disminuyan su carc-ter forneo.

    En la segunda mitad de la dcada de 1990, los propios y supuestamente desa-parecidos afro-argentinos comenzaron a esforzarse por su re-visibilizacin. A partir de 1996, distintos grupos de activistas pol-ticos afrodescendientes empezaron iniciati-vas que buscaban subrayar la presencia de la poblacin de ascendencia africana en el pas y sus contribuciones a la cultura ar-gentina, para lograr su promocin social y la eliminacin del racismo. En trabajos re-cientes (FRIGERIO; LAMBORGHINI 2009a; LAMBORGHINI; FRIGERIO 2010) analiza-mos este desarrollo como la formacin de un incipiente pero dinmico movimiento social afrodescendiente en Argentina y dis-tinguimos tres momentos desde 1996 has-ta el presente (que sintetizaremos a conti-nuacin) caracterizados por el predominio de determinadas categoras de identificaci-n utilizadas por los militantes negros en sus intentos por interpelar a la sociedad y al Estado, y por el tipo de agentes interna-cionales y/o organismos estatales que los ayudan o atienden en cada uno.

    Se pueden rastrear los primeros inten-tos exitosos de visiblizar a los afro-argenti-nos con la fundacin de la agrupacin fri-ca Vive en 1997. La unin de descendientes de las familias provenientes de los africanos

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    esclavizados en el pas, con miembros de la primera generacin de la comunidad cabo-verdiana nacidos en la ciudad de Buenos Aires, permiti trascender antiguas divisio-nes entre negros criollos y caboverdia-nos, en busca de sus derechos como afro--argentinos. En este primer perodo (1996-2001) los militantes afroargentinos pudie-ron aprovechar una estructura de oportu-nidades polticas (MCADAM 1982) interna-cional/global en la que se destaca la confor-macin de redes de movimientos negros la-tinoamericanos que cuentan con el apoyo de algunos organismos multilaterales de fi-nanciamiento/crdito como el Banco Intera-mericano de Desarrollo y el Banco Mundial, y la realizacin de conferencias internacio-nales contra el racismo, como la de Durban (2001), que obligan a los gobiernos locales o a algunas de sus instituciones a atender la cuestin de los afrodescendientes.

    Paulatinamente, pudieron aprovechar tambin una estructura de oportunidades local brindada por el desarrollo -detalla-do en los apartados anteriores- de la nue-va narrativa multicultural de la ciudad de Buenos Aires.8 Este giro hacia el multicul-turalismo permiti el acceso a las oficinas de la Defensora del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, cuya Defensora Adjunta se transform, durante un tiempo, en la prin-cipal aliada de frica Vive, la agrupacin protagonista de este primer perodo. Con el apoyo econmico de esta institucin orga-

    nizaron en 2000 un baile en la Casa Suiza, donde se volvieron a congregaron muchas de las familias afro-argentinas que hasta la dcada del setenta haban realizado all las famosas reuniones del Shimmy Club (FRI-GERIO, 1993b). Asimismo, el apoyo y ase-soramiento logstico de la defensora per-miti realizar un censo de los negros resi-dentes en Buenos Aires que consigui de-tallar algunas caractersticas de la pobla-cin negra de la ciudad y, sobre todo, se constituy en un importante elemento de reivindicacin simblica.

    Continuando con los intentos de cuan-tificar a una poblacin que la narrativa dominante de la nacin da prcticamente por desaparecida, en un segundo perodo (2002-2005) cobraron relevancia una serie de encuentros entre los militantes negros y representantes del Banco Mundial y del Instituto Nacional de Estadsticas y Censos (INDEC) con motivo de la posible inclusi-n de una pregunta sobre afrodescendencia en el censo de 2010. En 2005 se realiz una prueba piloto para testear la posible inclu-sin de dicha pregunta y se formularon las caractersticas del proceso tcnico para de-sarrollarla (LOPEZ, 2005).9 Por su parte, el Banco Mundial ofreci financiamiento para la campaa de sensibilizacin previa, nece-saria para que los individuos supieran qu significa ser afrodescendiente la nue-va categora de autoidentificacin colectiva adoptada en este perodo-.

    8. La presencia de esta nueva narrativa tambin posibilit que trabajadores culturales afro-americanos provenientes de distintos pases dieran forma a una ahora agitada y dinmica movida cultural afro. En este trabajo tambin podramos haber analizado el desarrollo en la ciudad de la capoeira y la danza afro--brasileras o de la percusin y danza afro-cubanas y africana. Todas ellas forman parte de un segmento importante de la cultura juvenil portea.9. Los resultados establecieron, para dos localidades, un barrio de la capital y otro de la ciudad de Santa Fe, capital de la provincia homnima, un porcentaje de 3.8 % de la poblacin, correspondiente al 6.2% de los hogares relevados (STUBBS; REYES, 2006, p. 19).

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    En el tercer momento del desarrollo de este movimiento social en el pas (2006- 2010) se han destacado las acciones del Ins-tituto Nacional contra la Discriminacin, la Xenofobia y el Racismo (INADI).10 Por pri-mera vez se gest en un organismo nacional (no ya de la ciudad, como es la Defensora) un espacio para los militantes negros, me-diante la organizacin de un Foro de Afro-descendientes desde el cual actuar.11 Aun-que pequea, esta proyeccin nacional de la temtica afrodescendiente por parte del Es-tado se relaciona con la previa aprobacin en 2005 del Plan Nacional Contra la Discri-minacin cuya coordinacin fue asignada al INADI-, el cual incluye dentro de las re-as de anlisis y el diagnstico un apar-tado sobre afrodescendientes -si bien las propuestas respecto de esta poblacin son bastante generales (INADI, 2005)-.

    Otro de los aspectos salientes de esta etapa ha sido el uso por parte de los mili-tantes ms antiguos de un nuevo trmino identificatorio; dispora africana en (o de) Argentina, trmino que no suprime a los anteriores de afroargentinos o afrodes-cendientes, sino que es activado en distin-tos contextos, principalmente pblicos, co-mo manera de aumentar los recursos eco-nmicos, sociales y simblicos disponibles. Este nuevo nfasis identitario ha permitido incluir dentro de la lucha contra el racismo y la invisibilizacin a nuevos actores socia-les: los inmigrantes africanos, cuyo nmero

    crece en la ltima dcada, y a algunos fun-cionarios de las embajadas africanas que estn interesados en el movimiento local. La importancia de estos apoyos diplomti-cos se hace evidente si consideramos que los contactos internacionales que respalda-ron actividades durante la dcada del 90 (y que dieron un impulso invalorable al mo-vimiento) disminuyen o retiran su auspicio financiero en este ltimo perodo.

    Bajo la bandera del nuevo trmino iden-tificatorio se constituyeron dos nuevas agru-paciones, mientras que, quizs como reacci-n a la mayor integracin de los primeros mi-litantes afroargentinos con afroamericanos y africanos, ha surgido tambin un nuevo gru-po -compuesto ntegramente por afroargenti-nos residentes en el Gran Buenos Aires hasta el momento al margen de la militancia- que desea reivindicar su especificidad y diferen-ciarse, denominndose a s mismos afroar-gentinos del tronco colonial.

    Por ltimo, y con una distancia de tiem-po muy corta como para evaluar el proceso y sobre todo sus resultados, el ao 2010 com-prendi la accin de la mayor parte de las agrupaciones negras en torno al Censo Na-cional de Poblacin, Hogares y Vivienda, que incorpor efectivamente por primera vez una pregunta sobre afrodescendencia. La inclu-sin de esta pregunta fue resultado de la con-vergencia entre la decisin poltica de respe-tar los acuerdos de Durban y la labor de los militantes de una de las agrupaciones negras.

    10. El INADI funciona actualmente en la rbita del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Na-cin. Se cre en 1995, un ao despus de la reforma constitucional de 1994 que incluy constitucional-mente diversos documentos internacionales de proteccin de los derechos humanos -como la Convencin Internacional sobre la Eliminacin de todas las formas de Discriminacin Racial - que resultaron decisi-vos para la creacin del organismo.11. Este foro es parte de los foros de la sociedad civil del organismo, lo cuales pretenden abordar la te-mtica de la discriminacin de maneras especficas (como reza la descripcin de sus objetivos en la p-gina web de la institucin).

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    6 conclusiones

    Los datos presentados en este trabajo muestran cmo en las ltimas tres dcadas se ha producido un desarrollo de manifes-taciones culturales y polticas afro-ameri-canas en un pas que siempre se jact de ser el ms blanco y europeo de Am-rica Latina. En su conjunto, evidencian el aumento de la diversidad cultural en el pa-s, teniendo como pao de fondo la progre-siva aceptacin de narrativas multicultura-les de la nacin, y sobre todo, de la ciudad de Buenos Aires.12 Aunque las declaracio-nes de derechos tnicos y culturales en las nuevas constituciones de la nacin y de la ciudad son bastante moderadas en com-paracin con las de otros pases latinoame-ricanos- posibilitan igualmente la enun-ciacin de nuevas narrativas multicultura-les por parte de jefes de gobierno de la ciu-dad, funcionarios, dirigentes de movimien-tos sociales e intelectuales entre otros-. Estas narrativas proveen oportunidades pa-ra la expresin de distintas manifestaciones culturales y para la movilizacin en pro de derechos culturales y sociales. Sin embar-go, como sugieren los tres casos reseados, estas oportunidades afectan de manera de-sigual a expresiones religiosas, culturales y polticas an cuando compartan un mis-mo origen tnico-racial-.

    Los practicantes de religiones de ori-gen africano son quienes se han visto me-nos favorecidos por las nuevas narrativas. Por un lado, la llegada al pas y posterior expansin de estas religiones sucedi en buena parte dentro de la vigencia de una narrativa homogeneizante de la nacin en

    la que no pudieron encontrar cabida. Por otro, la esforzada tarea de los lderes por traducir la nueva cosmovisin en trmi-nos del catolicismo popular y su revelaci-n gradual de conceptos ms africanos re-sult apropiada para reclutar devotos, pero sus intentos a fines de los 80 y comienzos de los 90 fueron menos exitosos en lograr proponer una contra-narrativa de la nacin que restituyera a los afro-argentinos al lu-gar que se merecen. El desarrollo posterior de una narrativa multicultural tampoco los incluy entre los posibles beneficiarios. En primer lugar, porque las polticas que la ex-presan se dan, como dijimos, ms fuerte-mente en la ciudad de Buenos Aires, mien-tras que la mayor parte de los templos se encuentran situados fuera de la misma, en el Conurbano Bonaerense. Pero sobre to-do porque la valoracin de identidades mi-noritarias por el multiculturalismo no sue-le incluir a las identidades religiosas. Como los practicantes son blancos no pueden a diferencia de muchos de sus pares en Bra-sil- recurrir simultneamente a una identi-dad tnica que respalde sus reclamos. Un claro ejemplo de esta inadecuacin racial lo brinda el hecho de que el INADI, cuan-do se preocup por las religiones de origen africano en su foro de diversidad religio-sa, coloc como representante de las mis-mas a la nica mae de santo afroargentina del pas que hasta entonces era casi desco-nocida en el ambiente de practicantes de su religin-. Este intento aislado de incorpo-racin de practicantes de religiones de ori-gen africano a las polticas inspiradas en la multiculturalidad tampoco tuvo conse-cuencias benficas por la impericia de las

    12. Aqu podramos sin duda hablar de multiculturalidad y multiculturalismo en los trminos de Restre-po (2008), pero preferimos en vez del primer trmino utilizar diversidad cultural para evitar confusiones con el segundo, que implicara la efectiva valoracin (sobre todo en el plano jurdico- poltico) de sta.

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    autoridades del INADI para lograr una co-municacin fluida con los lderes religiosos y por su falta de conocimiento de los pro-blemas que los aquejaban.

    El segundo caso presentado, el del can-dombe, ilustra bien la complejidad de las oportunidades que brindan las narrativas multiculturales. Las oportunidades efecti-vas de docencia y de expansin del can-dombe hacia sectores no afrouruguayos re-cin se dieron cuando comenz a entrar en vigencia una narrativa ms multicultural de la ciudad de Buenos Aires, a partir de la sancin de la nueva Constitucin de la Ciudad. Previo a eso, la labor de los miem-bros del Grupo Cultural Afro se realizaba con mucho esfuerzo y pocas posibilidades de conseguir espacios fsicos duraderos pa-ra su tarea. Cuando a fines de los 90 ngel Acosta Martnez tom la decisin de for-mar una comparsa en memoria de su her-mano asesinado por la polica, ya encontr un ambiente ms receptivo a su propuesta. Los centros culturales barriales, dependien-tes del Gobierno de la Ciudad, proporciona-ron un espacio fsico regular y una clientela de jvenes vidos por manifestaciones cul-turales tnicas. Comenzado el corriente si-glo, los desfiles por Avenida de Mayo y las pujantes Llamadas de San Telmo slo po-dran haber sido posibles dentro de un con-texto de oportunidades posibilitadas por una narrativa multicultural que valora las culturas de los diversos grupos tnicos (his-tricos o migrantes) que habitan la ciudad.

    Sin embargo, tal como notamos anterior-mente (FRIGERIO; LAMBORGHINI, 2009b), pareciera que las posibilidades brindadas por esta nueva narrativa favorecen principalmen-te a la performance del candombe espectacu-larizada, controlada y espordica, en mbi-tos y das permitidos por el gobierno o habi-litados mediante el padrinazgo de institucio-

    nes socialmente ms prestigiosas. En cambio, cuando la prctica se da fuera de estos mbi-tos controlados y en formas ms tradiciona-les y no domesticadas como las llamadas de das feriados y las salidas o prcticas cal-lejeras de comparsas- an sigue encontrando diversas formas de oposicin, que cambian de acuerdo con los distintos imaginarios ur-banos que van siendo propuestos respecto de los barrios donde se desarrollan.

    An teniendo en cuenta estas limitacio-nes espaciales y expresivas, tampoco podr-amos pensarlas como condicionantes im-puestos sin ms. De hecho, recientemente las Llamadas (anuales) de San Telmo se han convertido para los candomberos en un es-cenario de discusin con respecto -y frente -a los agentes gubernamentales implicados en su auspicio. Los cuestionamientos que los representantes de las comparsas han ex-plicitado sobre la forma de llevar a cabo di-cho auspicio -as como sobre el trato dife-rencial/desigual dado al candombe en este contexto y en su prctica regular en los es-pacios menos controlados- han dado como resultado, como vimos ms arriba, la frag-mentacin de las Llamadas de San Telmo en oficiales e independientes. De modo que este contexto multiculturalista, lejos de establecer un lmite inamovible, hace posi-ble que los grupos de candombe al menos los ms crticos- encuentren y propongan nuevas formas de exhibicin en el espacio pblico y nuevas narrativas identitarias y de pertenencia de su arte en la ciudad.

    Sin duda quienes ms se han beneficia-do del desarrollo de una estructura de opor-tunidades -primero internacional, y luego local- han sido los activistas polticos afro--argentinos. La primera agrupacin, fri-ca Vive, prcticamente se cre a partir de la necesidad de una red latinoamericana de grupos afros de contar con interlocutores

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    Cabe sealar, sin embargo, que el n-fasis quizs algo desmedido en los dere-chos culturales de las minoras propio de marcos multiculturalistas- ha llevado a un desarrollo excesivo de eventos culturales afro-americanos que poco ha mejorado las condiciones de vida de los afro-argentinos. Esto refleja la tensin entre reconocimien-to cultural y redistribucin socio-econ-mica, que es una de las crticas ms apro-piadas al multiculturalismo en tanto con-fusin entre diferencia y desigualdad (LA-CARRIEU, 2001). Los propios militantes ne-gros al organizar eventos masivos frecuen-temente han optado por el formato de festi-val cultural aunque esto tiene ms que ver con sus posibilidades actuales de accin y con la intencin de llamar la atencin ha-cia sus mltiples reclamos sociales-.

    Los ejemplos aqu presentados sugieren que el pasaje de una narrativa homogenei-zante de la nacin a una multicultural abre una serie de oportunidades polticas suma-

    mente interesantes que lleva a una dinmi-ca autnoma de los reclamos que hace poco probable que puedan ser modelados o con-tenidos, y cuyo desenlace futuro es difcil de prever.

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    nota sobRe os autoRes

    Alejandro Frigerio es Doctor en Antropologa (UCLA, 1989), Investigador del CONICET y Profe-sor de FLACSO. Miembro del Grupo de Estudios Afro-Latinoamericanos (GEALA) del Instituto Ravignani de la Universidad de Buenos Aires.

    Eva Lamborghini es Doctoranda en Antropo-loga por la Universidad de Buenos Aires. Be-caria de postgrado del CONICET. Docente de la materia Historia de la Colonizacin y Desco-lonizacin de Asia y frica en la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Miembro del Grupo de Estudios Afro--Latinoamericanos (GEALA) del Instituto Ra-vignani de la Universidad de Buenos Aires.

    Recebido em: 12.08.11aprovado em: 02.09.11

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