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7 F A La mejor pista para descifrar el enigma que fue Franco se encuentra en el pro- pio enigma ya que Franco creó durante toda su vida el misterio a base de rees- cribir constantemente su propia historia. Lo que hizo era síntoma de su ambi- ción. En cuanto pudo empezar a influir en la percepción que la gente tenía de él, Franco adoptó la imagen desmesu- rada de sí mismo que construía su pro- pia propaganda. Su afición a compa- rarse con los grandes héroes guerreros y los constructores del imperio en la historia de España, sobre todo el Cid, Carlos V o Felipe II, se convirtió en un hábito sólo en parte derivado de leer su propia prensa o escuchar los discursos de sus partidarios. Franco disfrutaba con las disparatadas exageraciones de su propaganda. A lo largo de toda su vida se dedicó a reescribir periódica- mente su propia historia. El mejor ejemplo es su obra Raza. Anecdotario para el guión de una pelí- cula, inequívocamente autobiográfica. En la novela, y en la película posterior, la creación del padre del protagonista, un marino muerto heróicamente en la gue- rra de Cuba, le sirvió para sustituir a su verdadero padre y construir una trama central de romanticismo desenfrenado, capaz de plasmar sus fantasías y reparar las frustraciones de su vida. Raza no fue más que la manifestación más extrema y caprichosa de los incansables esfuerzos de Franco para crear un pasado perfecto. La elección del seudónimo bajo el que se publicó, Jaime de Andrade, un antiguo y noble apellido con el que estaba lejana- mente emparentado por ambos progeni- tores, constituye una manifestación re- veladora de la tendencia ególatra de Paul Preston FRANCO, EL GRAN MANIPULADOR Cartel de la película RAZA de la que es guionista el general Franco con el seudónimo Jaime de Andrade.

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La mejor pista para descifrar el enigmaque fue Franco se encuentra en el pro-pio enigma ya que Franco creó durantetoda su vida el misterio a base de rees-cribir constantemente su propia historia.Lo que hizo era síntoma de su ambi-ción. En cuanto pudo empezar a influiren la percepción que la gente tenía deél, Franco adoptó la imagen desmesu-rada de sí mismo que construía su pro-pia propaganda. Su afición a compa-rarse con los grandes héroes guerrerosy los constructores del imperio en lahistoria de España, sobre todo el Cid,Carlos V o Felipe II, se convirtió en unhábito sólo en parte derivado de leer supropia prensa o escuchar los discursosde sus partidarios. Franco disfrutabacon las disparatadas exageraciones desu propaganda. A lo largo de toda suvida se dedicó a reescribir periódica-mente su propia historia.

El mejor ejemplo es su obra Raza.Anecdotario para el guión de una pelí-cula, inequívocamente autobiográfica.En la novela, y en la película posterior, lacreación del padre del protagonista, unmarino muerto heróicamente en la gue-rra de Cuba, le sirvió para sustituir a suverdadero padre y construir una tramacentral de romanticismo desenfrenado,capaz de plasmar sus fantasías y repararlas frustraciones de su vida. Raza no fuemás que la manifestación más extrema ycaprichosa de los incansables esfuerzosde Franco para crear un pasado perfecto.

La elección del seudónimo bajo el que sepublicó, Jaime de Andrade, un antiguo ynoble apellido con el que estaba lejana-

mente emparentado por ambos progeni-tores, constituye una manifestación re-veladora de la tendencia ególatra de

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FRANCO, EL GRANMANIPULADOR

Cartel de la película RAZA de la que es guionista el general Franco con el seudónimo Jaime de Andrade.

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Franco. En Raza, Franco tiñe de roman-ticismo su parentesco, su niñez y susorígenes a través del héroe, José Chu-rruca.

Raza, como su diario de guerra de 1922,proporciona elementos inestimables quepermiten conocer mejor su psicología.En el diario cuenta una anécdota clara-mente inventada en la cual un joven ofi-

cial cruza la calle en un pueblo Marroquícuando le saluda un veterano soldadode pelo cano. El oficial está a punto dedevolverle el saludo, sus miradas se cru-zan, se contemplan y se abrazan entre lá-grimas. Es el padre perdido del oficial.Fue un ensayo de lo que terminaría enRaza. A la muerte de su padre de verdad,Franco se apoderó del cadáver e implí-citamente reinventó la segunda parte de

su vida —la parte posterior a su aban-dono de su familia— al enterrarlo conpompa militar no apropiado para los bo-hemios años finales de don NicolásFranco Salgado-Araujo.

En sus distintos textos y sus miles depáginas de discursos, en los fragmentosde sus memorias inacabadas y en incon-tables entrevistas de prensa, Franco ador-nó constantemente el papel que habíadesempeñado y las cosas que había di-cho en incidentes concretos se las arre-gló siempre para quedar de la mejor ma-nera posible y suministró la materia pri-ma necesaria para garantizar quecualquier biografía fuera una hagiogra-fía. La persistencia de tantas leyendasfavorables da fe de hasta que punto con-siguió manipular los medios de comuni-cación.

El proceso comenzó tan pronto comosus aventuras en África empezaron a lla-mar la atención de la prensa. El joven co-mandante descubrió enseguida un talen-to para la manipulación que puso enpráctica con los periodistas. Logró con-vertirse en figura nacional por su papelcomo jefe de las operaciones de laLegión tras la derrota de Annual en juliode 1921. La prensa gallega pronto elogió«la sangre fría, la audacia y el desdén porla vida» de «nuestro querido PacoFranco», después de un incidente en elque Franco liberó un blocao sitiado conla única ayuda de 12 voluntarios. A laprensa le encantó saber que, a la maña-na siguiente, Franco y sus 12 voluntarioshabían regresado llevando «como trofe-os las cabezas ensangrentadas de 12 har-queños». Franco comenzaba de esa for-ma una dedicación a labrar su imagenpública, algo muy revelador del alcancede su ambición. La prensa empezó a in-teresarse por él. En las entrevistas, losdiscursos que pronunciaba en banquetescelebrados en su honor y en los textos

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El atractivo que ejerce en Francisco Franco el linaje de los Andrade queda reflejado en la ilustración de lacubierta de este libro escrito en Marruecos en tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera.

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que publicaba, empezó a proyectar deforma consciente la imagen del héroeabnegado.

Poco después de recibir de Millán Astrayel mando de la Legión, el comandanteFranco recibió un telegrama de felicita-ción del alcalde de Ferrol. En medio delfragor de la batalla tuvo tiempo de enviaruna respuesta aparentemente humilde:“La Legión se honra con su felicitación.Yo solo cumplo con mi deber de solda-do”. (El Correo Gallego, 19 de octubrede 1921). Una frase típica de la imagenque Franco tenía de sí mismo en aquellaépoca, la del oficial valiente pero mo-desto, al que sólo le interesaba su deber.Era una imagen en la que creía de formaimplícita y que hizo notables esfuerzos

para proyectar públicamente. Al salir deuna audiencia con el Rey a principiosde 1922, dijo a los periodistas que elRey le había abrazado y le había felici-tado por su éxito al mando del Tercio enausencia de Millán Astray: “Lo que se hadicho de mí ha sido algo exagerado. Yosolo cumplí con mi deber. Los soldadosson unos verdaderos valientes. Con ellospuede irse a cualquier parte”. Ni en laguerra de África ni en la guerra civil es-pañola mostraba en realidad considera-ción para los soldados rasos a su mando.Sin embargo sería un error pensar quecuando Franco hablaba así, sólo dabamuestras de su cinismo. No hay dudade que el joven comandante se veía a símismo, sinceramente, en la imagen pro-pia de Beau Geste que mostraba su dia-

rio. No obstante, su conducta en las en-trevistas periodísticas —y el hecho deque a finales de 1922 publicara su Diariode una bandera y regalara ejemplaresde él— indica que era consciente del va-lor de una presencia pública en la dese-ada transición de héroe a general.

No hay duda de que Franco cultivabaactivamente su imagen pública. Las in-formaciones sobre sus hazañas en laprensa nacional contribuyeron a conver-tirlo en héroe nacional, “el as de laLegión”. Un buen ejemplo es el perfil,enormemente halagador y revelador, queofrecía en una entrevista concedida alnovelista y periodista catalán JoanFerragut. Constituye un retrato de Francoen un momento en que, con el matrimo- F

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Tropas españolas defendiendo una posición durante la guerra de Marruecos. 1921.

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nio a la vuelta de la esquina, el heroismoempezaba a dejar paso a una ambiciónmás calculada. En el perfil de Ferraguttodavía se puede oír la voz del hombredeseoso de acción, una voz que prontodesaparecería del repertorio de Franco.Sin embargo, el patriotismo y el herois-mo romántico estereotipados de muchasde sus frases indican que el personajedel intrépido Héroe del Rif no era total-mente natural ni espontáneo. Hay unelemento de afectación en las respuestasde Franco que indican un empeño cons-ciente en construir la imagen pública depatriota abnegado. “¡Pero si yo no he

hecho nada! —exclama como asombra-do—. Los peligros son menores de loque cree la gente. Todo se reduce aaguantar un poco”. “¿Cuál ha sido el díaque más emoción le ha causado en estacampaña?”. “Yo recuerdo siempre el díade Casabona, tal vez el más duro de estaguerra… Aquel día fue el que vimos loque era la Legión… Los moros apretaronde firme y llegamos a combatir a veintepasos. Íbamos una compañía y media ynos hicieron cien bajas… Caían a pu-ñados los hombres, casi todos heridosen la cabeza y en el vientre, y ni un solomomento flaqueó la fuerza… Los mis-

mos heridos, arrastrándose, ensangren-tados, gritaban: “¡Viva la Legión!”…Viéndoles tan hombres, tan bravos, yosentía que la emoción me ahogaba…Ése ha sido el día mejor para mí de estaguerra”. “No sé… El valor y el miedo nose sabe lo que son… En el militar, todoeso se resume en otra cosa: concepto deldeber, patriotismo”.En el verano de 1923 ascendió a tenien-te coronel para hacerse cargo del mandode la Legión. En junio de 1923, La Vozde Asturias dedicaba toda la primera pla-na a su ascenso y sus triunfos. Francoconcedía una larga entrevista en la que se

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El Teniente Coronel Franco en Marruecos. 1924.

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proponía dar de sí mismo la imagen delideal público de joven héroe vistoso, ga-lante y, sobre todo, humilde. Expresabauna sorpresa muy teatral ante la aten-ción que se le prestaba. “Ahí —inte-rrumpe prontamente, adivinando sinduda el elogio que brotaba en nuestroslabios, ahí hice lo mismo que todos losLegionarios hicieron; luchamos con en-tusiasmo, con deseos de vencer, y ven-cimos”. “Sí, es verdad que mis mucha-chos me quieren mucho”. “¿Planes?…Los acontecimientos serán los quemanden; repito que yo soy un simplesoldado que obedece… Al llamamientoque la Patria nos haga, nosotros sólo te-nemos una rápida y concisa contesta-ción: ¡Presente!”.

Después de que Franco ascendiera a ge-neral de Brigada, en febrero de 1926,dejó de ser centro de tanta atención pe-riodística. No obstante, su nombramien-to como director de la Academia GeneralMilitar de Zaragoza, en 1928, le trans-formó en una figura pública de cierta im-portancia. A finales de mayo de 1928, larevista Estampa, predecesora de ¡Hola!,entrevistó a Carmen Polo y su marido. Alpreguntarle si estaba satisfecho de ser loque era, Franco replicó, en tono senten-cioso: «Estoy satisfecho de servir a mipatria al máximo». Al preguntarle cualeseran los tres mejores momentos de suvida, Franco respondió: “El día que des-embarcó el Ejército español en Alhuce-mas, el instante de leer que Ramón había

llegado a Pernambuco y la semana quenos casamos”. El hecho de que el naci-miento de su hija Carmen no figurase enla lista indica que estaba más ansiosopor proyectar una imagen de patriotis-mo libre de emociones poco viriles.Luego le preguntaban cuál era su mayorambición, y él revelaba que era “queEspaña vuelva a ser todo lo grande quefue antaño”. Al inquirir si era un hombrepolítico, Franco replicaba con firmeza:“Soy militar”, y declaraba que su deseomás ferviente era “pasar en todo mo-mento desapercibido. Yo agradezco mu-cho ciertas manifestaciones, pero puedeimaginarse lo molesto que resulta al cabosentirse frecuentemente contemplado ycomentado”. F

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José Antonio Primo de Rivera, fundador y presidente de la Falange Española, durante un mitin.

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Con la llegada de la República, el uso dela prensa por parte de Franco se hizomucho más defensivo. El 18 de abril de1931, ABC publicó una carta cuyo textole había preparado su cuñado, RamónSerrano Suñer. Habían corrido rumoresde que quizá le hicieran alto comisariode Marruecos, uno de los puestos másdeseables del Ejército. En la carta, elnegaba que le hubieran hecho una ofer-ta de ese tipo, para distanciarse del nue-vo Gobierno republicano, y decía que“ni el Gobierno provisional ha podidopensar en ello, ni yo había de aceptarningún puesto renunciable que pudierapor alguien interpretarse como compla-

cencia mía anterior con el régimen reciéninstaurado o como consecuencia de ha-ber podido tener la menor tibieza o re-serva en el cumplimiento de mis debereso en la lealtad que debía y guardé a quie-nes hasta ayer encarnaron la representa-ción de la nación en el régimen monár-quico”.

Hasta 1936, Franco estuvo demasiadoocupado sobreviviendo y, después, cons-pirando contra la República, para preo-cuparse por construir una imagen. Sinembargo, es interesante notar como sepreocupaba de hacerlo a posteriori. Estoes algo que se puede ilustrar examinan-do su papel en la repetición de las elec-ciones que se celebraron en Cuenca enabril de 1936. Se había producido unafalsificación de votos en Cuenca en laselecciones de febrero y en la segundaconvocatoria de las elecciones, fijadapara principios de mayo de 1936, la lis-ta de candidatos de la derecha incluía aJosé Antonio Primo de Rivera y al ge-neral Franco. Se incluyó al jefe de laFalange con la esperanza de procurarleinmunidad parlamentaria a fin de ase-gurar su salida de la cárcel en la que seencontraba desde el 17 de marzo.

El 20 de abril, una carta de Franco alsecretario de la CEDA había expresadosu interés en ser candidato, a poder serpor Cuenca, en una de las próximas elec-ciónes que se iban a repetir. RamónSerrano Suñer le persuadió a Gil Roblesque accediese a la petición del general.Cuando se publicó la lista corregida delos candidatos de la derecha, Gil Roblesrecibió la visita de Miguel Primo deRivera, quien le informó de que su her-mano se oponía firmemente a la lista yconsideraba la inclusión de Franco un“craso error”.

José Antonio creía que probablemente elgeneral sería un desastre en las Cortes.

Amenazó con retirarse de la lista deCuenca si no se retiraba el nombre deFranco. Varios dirigentes de la derecha,incluido Serrano Suñer, no lograron con-vencer al jefe de la Falange para que ce-sara de oponerse a Franco. José Antoniole dijo a Serrano Suñer: “Lo suyo no eseso y puesto que se piensa en algo másterminante que una ofensiva parlamen-taria, que se quede él en su terreno, de-jándome a mí éste en el que ya estoyprobado”. Serrano se las arregló paraconvencer a su cuñado de que no se ledaría bien el tira y afloja del debate par-lamentario. El argumento de que Francose arriesgaba a una humillación públicasurtió efecto. Franco se retiraba, cons-ciente de la hostilidad del jefe falangis-ta hacia su candidatura y acontecimien-tos posteriores demostrarían que nuncalo olvidó ni le perdonó.

La izquierda, y Prieto en particular, te-mía que Franco planeara utilizar su es-caño parlamentario como base desde laque colaborar en la conjura militar. Erauna interpretación que la propagandafranquista adoptó una vez que la GuerraCivil estallaba. Sin embargo, no está cla-ro si la solicitud de Franco de un escañoparlamentario se debió a la necesidadde trasladarse de las Canarias a la pe-nínsula para desempeñar un papel claveen la conspiración o a motivos másegoistas. Gil Robles pensaba que los de-seos de Franco de entrar en política evi-denciaba sus dudas sobre el éxito de unasublevación militar. Todavía sin habersedecidido por la conspiración, deseabauna posición a salvo en la vida civil des-de la que aguardar los acontecimientos.El general Fanjul confió una opinión si-milar a Basilio Álvarez, que había sidodiputado radical por Orense entre 1931y 1933: “Quizá Franco quería proteger-se de cualquier inconveniencia guber-

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Franco durante la campaña de África.→

José Antonio y Ramiro Ledesma conversandodelante del retrato de General Primo de Rivera.

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namental o disciplinaria, por medio de lainmunidad parlamentaria”.

Ciertamente, las cinco versiones del epi-sodio de Cuenca que dieron Franco y suspropagandistas dejan claro que todo el in-cidente fue una constante fuente de in-comodidad. En la primera, al cabo de unaño, Franco lo reescribiría a través de subiógrafo oficial, Joaquín Arrarás. En su

versión de 1937, Franco no pidió un es-caño sino todo lo contrario, dijo que lospartidos de la derecha le ofrecieron un lu-gar en la lista de Cuenca porque era unhombre perseguido y con objeto de dar-le libertad “para organizar la defensa deEspaña”. Franco “rechazó públicamente”la oferta porque “no creía en la honesti-dad del proceso electoral ni esperabanada del parlamento republicano”. Esta

versión totalmente falsa de los aconteci-mientos que rodearon a las eleccionesde Cuenca implica que, si el sistema elec-toral hubiera sido justo, Franco habríasido candidato. Por consiguiente, en laSegunda versión, de 1940, Arrarás eli-minó esta fortuita proclamación de fe enla democracia y afirmó que Franco habíaretirado su candidatura debido a las “in-terpretaciónes distorsionadas” a las que

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El comandante del Tercio, Francisco Franco, recibe la Medalla Militar de manos del general Navarro, por su heroicidad en la campaña.

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se prestaba. Una década después de losacontecimientos, el propio Franco pre-sentó una tercera versión declarando enun discurso a las Juventudes Falangistasde Cuenca que su deseo de convertirse enun diputado parlamentario fue motivado“por el peligro de la Patria”.

A principios de los años sesenta, en suborrador de autobiografía, Franco hizosu cuarta versión. En ella, pretendía eli-minar cualquier alusión a que hubieraestado buscando una vía de escape.Escribiendo en tercera persona, afirmóen cambio que: “El general Franco bus-caba un medio de abandonar legalmen-te el Archipiélago y que le permitiesetomar más directamente contacto conlas guarniciones para estar presente enaquellos lugares donde el Movimientoamenazaba con fracasar”. Este relato esuna escandalosa remodelación de la his-

toria. En él, Franco se atribuye a sí mis-mo el mérito de procurar un lugar a JoséAntonio Primo de Rivera en la candida-tura de la derecha, lo cual es simple-mente falso. Con la misma inexactituddeclara que el general Fanjul se retirócomo candidato para dejar sitio a Franco,cuando él había hecho lo propio por JoséAntonio. Franco inventa los motivos dela retirada de su candidatura con la afir-mación vaga e inexacta de que, la ma-ñana en que se iban a anunciar los can-didatos, “los afectados” telegrafiaron “algeneral Franco la imposibilidad de man-tener su candidatura, después de habersido quemado su nombre”.

Es perfectamente comprensible queFranco omitiera mencionar el incidentecon el jefe de la Falange. Al fin y alcabo, después de 1937, el aparato depropaganda de los nacionales trabajaba

frenéticamente para convertir a Francoen el heredero de José Antonio a los ojosde las masas falangistas. Asimismo, alescribir que su intención era poder su-pervisar los preparativos del golpe,Franco manifestaba accidentalmente undeseo de reducir la gloria póstuma deMola como único director del pronun-ciamiento. En el quinto y más plausibleintento de remodelar el episodio deCuenca, Arrarás escribió que Franco seretiró: “porque prefiere atender a sus de-beres militares, con lo cual cree servirmejor al interes nacional”. La insinua-ción de cualquier roce entre Franco yJosé Antonio Primo de Rivera siguiósiendo tabú.

Pero esta remodelación de la historia se-ría cosa de después de la guerra civil.Durante la misma, su sentido instintivodel valor de la presentación de los he- F

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Fracisco Franco y Millán Astray el día de la creación de la Legión. Hacia 1929.

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chos volvió a serle útil. No hay duda deque el ascenso de Franco al poder en lazona nacional se basó en sus indiscuti-bles cualidades y triunfos militares y ensu astuto e implacable empeño en serGeneralísimo y posteriormente Caudillo.Para este último fin, su manipulación dela prensa mundial iba a tener una im-portancia fundamental. Por su gran re-putación de ser uno de los oficiales me-jor preparados y más competentes delEjército español, su decisión de unirse alAlzamiento en Marruecos sirvió para le-

vantar la moral de los rebeldes en todaspartes. Asimismo, su contagiosa «fe cie-ga» en la victoria y su capacidad de in-ventiva ante las dificultades ayudó a losrebeldes a superar los reveses de los pri-meros días. Franco destapó su ambicióncuando, al morir Sanjurjo, dio por sen-tado que él pasaba a ser el jefe de la re-belión e informó de ello a alemanes e ita-lianos.

La primera gran aportación de Franco ala causa nacional fue su solución al pro-blema de transportar al Ejército de Áfri-ca a la península después de que el amo-tinamiento de la flota dejara el estrechoen manos de la República. Franco recu-rrió a la revolucionaria idea de que elEjército cruzara el estrecho por aire rom-piendo el bloqueo en el mar. Ante lasenérgicas dudas de sus ayudantes, deci-dió enviar un convoy de tropas por mardesde Ceuta. Fue una de las pocas oca-siones en las que Franco, el planificadorprecavido y meticuloso, asumió un ries-go lleno de audacia. A los pocos días dellegar a Marruecos, Franco había creadouna oficina de prensa y otra de relacionesdiplomáticas. La prensa internacional yla prensa española «nacional» recibiócomunicados en los que se le calificabade comandante en jefe de las FuerzasNacionales. Fue un factor esencial a lahora de obtener el apoyo de las potenciasdel Eje. Y tampoco se olvidó de la in-fluencia que la prensa podía tener en lamoral de sus enemigos republicanos. Asíquedó claro en una entrevista concedidaal periodista norteamericano Jay Allenen Tetuán, el 27 de julio, en la que se lepresentaba como «jefe de los facciososespañoles». Cuando Allen le preguntó:«Ya que el golpe de Estado ha fracasado,¿cuánto tiempo va a continuar la masa-cre?», Franco contestó, tranquilamente:«No puede haber concesiones ni tregua.Yo continuaré preparando el avance so-bre Madrid, avanzaré y tomaré la capital

—gritó. Salvaré España del marxismoal precio que sea». «Le pregunté si no sehabía llegado a un punto muerto. Memiró francamente sorprendido y dijo:“No, ha habido obstáculos. La deserciónde la flota fue un golpe, pero continuaréel avance. Pronto, muy pronto, mis tro-pas habrán pacificado el país, y todo esto(el general movió la mano señalando ha-cia España) pronto parecerá una pesadi-lla”». «Mi pregunta: ¿Eso significa quetendrá usted que fusilar a media España?El general Franco sacudió la cabeza y,sonriendo, dijo: “Repito, cueste lo quecueste».

Para Franco, la lucha por el poder en elfuturo era tan importante como la posi-ble victoria. Tanto Franco como Molaconsideraban evidente que, para librareficazmente la guerra, eran necesariosun solo mando militar global y algúntipo de aparato diplomático y políticocentralizado. Franco ya había creado unequipo dedicado a ese fin. Además, pron-to iba a inclinar la balanza por comple-to al desviar sus columnas africanas ha-cia Toledo para liberar el Alcázar sitiado,pese a las repercusiones militares de per-mitir que Madrid organizara su defensa.Para él era más importante alimentar suposición política mediante una victoriaemocional y un gran golpe propagan-dístico que una rápida derrota de laRepública. Si Franco hubiera avanzadosobre Madrid inmediatamente, no le ha-bría dado tiempo para consolidar su po-sición política de manera irrevocable. Apetición suya, el 21 de septiembre se ce-lebró, cerca de Salamanca, una reuniónde la Junta de Defensa Nacional juntocon otros generales nacionales para re-solver la cuestión del mando único.Escogieron a Franco convencidos, enaquel momento, de que con ello se limi-taban a garantizar la unidad de mandonecesaria para la victoria y la poníanprovisionalmente en sus manos. El ge-F

AF R A N C O , E L G R A N M A N I P U L A D O R

Cementerio de la Almudena (Madrid) 1940. Unmiembro de la Embajada alemana pronuncia undiscurso frente a las tumbas de cuatro pilotos de laLegión Condor, muertos durante la Guerra Civil.

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neral dio un paso más con el golpe pro-pagandístico de la liberación del Alcázarel 27 de septiembre. Dos días después re-crearon la operación para la prensa y losnoticiarios de todo el mundo, cuya pre-sencia se había prohibido el día de laacción real. Cuando le designaron «Jefedel Estado», el título completo, Jefe deGobierno del Estado Español, y la pun-tualización «mientras dure la guerra»,desaparecieron de los comunicados deprensa.

La realidad la creó el poder de la prensamás que el acuerdo entre los generales.Se utilizaron los medios de comunica-ción para elevar la figura del Caudillo.Su primer jefe de prensa y propagandafue el general José Millán Astray, que di-rigía la oficina de prensa como si fueraun cuartel militar: obligaba a los perio-distas a alinearse cuando tocaba el sil-bato y les sometía a arengas disparatadascomo las que le habían hecho famosoen la Legión. Se hizo uso de la prensa ylos carteles para forjar una aparente si-militud entre Franco y el Cid.Colaboradores como Dionisio Ridruejo,Ernesto Giménez Caballero y FermínYzurdiaga ayudaron a crear una icono-grafía que equiparaba la guerra contra laizquierda y las regiones con la recon-quista de España de los moros. Tambiénse aprovechó para propósitos nefandoscomo la falsificación de lo que habíaocurrido en realidad en Gernika.

Sin embargo, sería absurdo sugerir queFranco era todo imagen sin nada de sus-tancia. Al asegurarse la ayuda del Eje,prácticamente garantizó el triunfo, perosu empeño también fue esencial para lavictoria de los «nacionales”. Tenía la ca-pacidad —la misma que tiene un buenentrenador deportivo de mantener la mo-ral de sus seguidores en ebullición. Laconfianza en sí mismo de Franco la fa-cilitaban aún más su falta de imaginación

y su convencimiento de que era un Cidcontemporáneo que había salvado a sunación. A Franco le encantaba la coreo-grafía seudomedieval que caracterizabamuchas ceremonias públicas en las queparticipaba. La representación genera-lizada de Franco como rey guerrero (rey-caudillo) le excitaba personalmente y,al mismo tiempo, era crucial dentro de loque pasaba por ideología en suDictadura. En cuadros y carteles, en lasceremonias de su Régimen, se creó laimpresion de que Franco era omnipo-tente y capaz de verlo todo mediante laproyección de una imagen de santo cru-zado al que Dios había confiado una mi-sión.

Franco salió de la Guerra Civil con ma-yores poderes —al menos en teoría—que Felipe II. Y así como antes se habíapresentado como un cruzado medievalque iba a reconquistar España en un pasoprevio a la construcción de un gran im-perio mundial, ahora empezó a consi-derarse semejante a un gran constructorde imperios como Carlos I o Felipe II. Laúnica forma de lograrlo era subirse alcarro de Hitler. Fue una suerte paraFranco que el Führer no estuviera pre-parado para concederle el imperio fran-cés en el norte de África, reconstruir elEjército español y emprender la recons-trucción económica del país. La derrotade Hitler en 1945 significó el final de loque, hasta ese momento, había sido unacadena casi ininterrumpida de triunfospara Franco. Pero él siempre fue el su-premo pragmático. No tenía ninguna vi-sión ideológica de largo alcance que le li-mitara en sus decisiones, como les habíaocurrido a Hitler y Mussolini. No consi-deró necesario morir en las ruinas delbúnker.

Franco decidió aguantar la hostilidad delos aliados y lo hizo con un grado deastucia e intuición que hace imposible

dudar de su extraordinaria inteligenciapolítica. No solía perder ninguna opor-tunidad de recordar a los españoles loque le costaba trabajar a su servicio. Dehecho, sus sacrificios no eran tantoscomo él decía. A mediados de julio de1939, llegó a Barcelona el yerno deMussolini y Ministro de AsuntosExteriores de la Italia fascista, el CondeGaleazzo Ciano, para devolver una visi-ta que había hecho el mes anteriorRamón Serrano Suñer, el cuñadísimodel Caudillo. Se entrevistó con Franco enel Palacio de Ayete de San Sebastián. Asu regreso a Roma, hablando con otrogerifalte del régimen fascista, se refirió aFranco en los siguientes términos: ‘eseCaudillo es un tipo raro, ahí en su pala-cio de Ayete, encerrado con su guardiamora y rodeado de expedientes de con-denados a muerte. Con su horario de tra-bajo no debe de revisar más que unostres al día, porque a este tipo le gustamucho dormir la siesta’. F

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Cartel de posguerra impreso en los talleres Roel enVigo (Galicia).

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Vamos a contrastar este comentario conla apreciación del mismo Caudillo. Enmarzo de 1946 Franco presidió la aper-tura de nuevas salas de exposición en elMuseo del Ejército. Todo el acto fue unaglorificación de la causa de los naciona-les durante la Guerra Civil, un recorda-torio a los partidarios de Franco de quela mejor defensa contra el regreso de lasrevanchistas izquierdas era la unidad. Alreferirse a la hostilidad internacional,aseguró: “Jamás se nos habló de otracosa que de sacrificios e incomodida-des, de austeridad y largas vigilias, deservicios y de centinelas. Pero en esteservicio, a vosotros os corresponde al-guna vez el descanso, y a mí, no; yo soyel centinela que nunca es relevado, elque recibe los telegrarnas ingratos y dic-ta las soluciones; el que vigila mientraslos demás duermen”.

En previsión de que alguien pudiera pen-sar que le gustaba el poder, hizo hincapiéen resaltar el coste personal de su desin-teresada dedicación. Olvidando sus jor-nadas de caza y pesca, su golf y largas va-cacióones, le dijo al auditorio de veteranosmilitares que, a diferencia de él, ellos po-dían olvidar sus cuidados y preocupacio-nes. “Yo, como Jefe del Estado, veo li-mitadas mis intimidades y mis recreos:Toda mi vida es trabajo y meditación”. Laglorificación de sí mismo con un toqueautocompasivo era algo típico de él.

Durante la llamada «noche negra delfranquismo», su círculo inmediato decolaboradores temió que llegara el finde su poder, pero Franco decidió que lomejor que podía hacer era reescribir lahistoria de su papel en la SegundaGuerra Mundial. Después de casi diezaños de estar sometido a la adulacióndiaria, era incapaz de ver las contradic-ciones entre sus necesidades políticaspersonales y las de España. Desechó lascríticas extranjeras contra su persona y

dijo que eran obra de una conspiraciónmasónica contra España. Durante la gue-rra fría hizo de la prensa una utilizaciónvergonzosa, como instrumento para susupervivencia y para sus caprichos polí-ticos. Se insistió a diario en la noción deque Franco —el hombre que con tantadiligencia había cortejado a Hitler— ha-bía salvado personalmente a España dela Segunda Guerra Mundial. Y el ostra-cismo internacional provocado por suadhesión al Eje se presentó como un per-verso asedio internacional a España mo-tivado por la envidia de los demas paísesdebido a lo que él había hecho porEspaña. La nueva imagen pasó a ser ladel heroico Comandante de Numancia.Era incapaz de concebir que el descon-tento de otras personas pudiera tener unaexplicación objetiva, sino que lo consi-deraba obra de agitadores comunistasextranjeros y siniestros francmasones.Este alejamiento de la realidad le daba aFranco una confianza total en sí mismo,sin ningún viso de autocrítica. La con-vicción de que siempre tenía razon leproporcionaba la flexibilidad necesariapara adaptarse sin cesar a los cambios de

las circunstancias nacionales e intema-cionales.

El éxito en esa tarea culminó con la fir-ma del Concordato con el Vaticano y elpacto con Estados Unidos de 1953. En lacima de su poder, Franco empezaba aforjar una nueva imagen, una nueva más-cara: la de padre del pueblo, un papelque, con el paso de los años, se trans-formará en la del bondadoso abuelo delpueblo. Sin embargo, a mitad de los añoscincuenta, Franco no sólo no había lo-grado hacer realidad sus sueños impe-riales, sino que, al contrario de lo que de-cía la propaganda del Régimen, gober-naba un proceso de empobrecimientonacional gracias a la política económicade la autarquía. En 1957 era evidenteque España estaba al borde de la banca-rrota. Franco tenía 65 años, una edad enla que la mayoría de la gente piensa en lajubilación. La dimensión y la compleji-dad de los problemas económicos deEspaña empujaron a Franco a reconocerque hacían falta mentes más expertasque la suya. En consecuencia, ante eltemor de que volviera el gasógeno a las

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F R A N C O , E L G R A N M A N I P U L A D O R

Los jugadores del Valencia y el Español, así como los árbitros, hacen el saludo fascista antes del comienzo dela final de la Copa de España de 1941.

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calles españolas, Franco entregó el go-bierno cotidiano y concreto del país,muy a su pesar, a los tecnócratas. Ése fueel momento en el que, en la práctica,Franco se retiro del puesto de jefe deGobierno ejecutivo para asumir un nue-vo papel, mucho más ceremonial, comojefe de Estado. A partir del final de losaños cincuenta pudo abandonar gran par-te de las preocupaciones del Gobierno ydejó la administración del día a día enmanos del almirante Luis Carrero Blancoy su equipo de tecnócratas. Él se quedócon numerosas obligaciones rutinariasque cumplía al estilo de un monarca: re-cibir a numerosas personas en audiencia,inaugurar obras públicas, presidir lasreuniones de los consejos de ministros yasistir a servicios religiosos. Mientrasotros se encargaban de las complejas ta-reas diarias de gobierno, Franco dedicóel resto de su vida a cazar, pescar, vercine, televisión y fútbol, hacer quinielasy trabajar en el gran proyecto políticoque le quedaba: la preparación del pos-franquismo, una Monarquía franquistaen la que él iba a escoger a su sucesor.

Por encima de todo siguió siendo inten-samente consciente de la importancia dela imagen. Da la impresión de que secreía su propia propaganda. Aunque, porotro lado, su astucia parece contradicto-ria con semejante desconocimiento desi mismo. Éste es el contexto en el quehay que valorar las frecuentes afirma-ciones de Franco de que no era un dic-tador. Era capaz de juzgarse benévola-mente a sí mismo con total sinceridad,convencido, en cierto modo, de que elhecho de que dejase hablar a sus minis-tros en las reuniones del gabinete com-pensaba con creces el Estado del partidoúnico, la censura, los campos de con-centración y la maquinaria del terror.Además, las decisiones que considerabaverdaderamente importantes las toma-ba, muchas veces, al margen del Consejo

de Ministros. Dado que podía leer a dia-rio, en la prensa del Movimiento, queera el salvador de España, amado portodos menos por los siniestros agentes delas fuerzas ocultas, no es de extrañar queFranco no se considerase un dictador.

Esa opinión la facilitaba aún más el he-cho de que Franco tenía una autocom-placencia que le permitia distanciarsecon absoluta sinceridad de las conse-cuencias de sus acciones. Su actitudpudo verse en su forma de abordar lalucha interna por el poder en los añoscuarenta entre falangistas y militares.Cuando los militares se le quejaban, él—jefe nacional de FET y de las JONS—hacía caso omiso y decía que «con estosfalangistas nada se puede hacer»; o decía—él, que era Generalisimo de losEjércitos— a Ramón Serrano Suñer quediversas sugerencias eran imposiblesporque «con estos militares no se puedehacer nada». Es conocida la historia de

que, cuando su amigo el general AgustínMunoz Grandes se interesó por el desti-no del general Campins, en otro tiempocompañero suyo de estudios en laAcademia Militar de Zaragoza, Francocontestó: «Le fusilaron los nacionales»,como si él no hubiera tenido nada quever en el asunto.

La conscuencia de una vida dedicada acrear imagen es la notable falta de unamemoria popular duradera sobre elCaudillo. El olvido colectivo delCaudillo es además, sobre todo, conse-cuencia del desarrollo que ha experi-mentado España desde 1975. Hoy endía, Franco sigue siendo un personajecontradictorio no como consecuencia desu remodelación de la verdad sino porque simplemente, para la mayoría de losjóvenes españoles, el hombre que habíasoñado con crear un régimen eterno pa-rece pertenecer a un lejano pasado his-tórico.

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El almirante Carrero Blanco jura su cargo como Vicepresidente del Gobierno. 1967.