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1. Creador, crítico y tratadista. Para encuadrar la actividad crítico literaria -y de pensamiento literario en general- de Francisco Ayala, así como sus disquisiciones de carácter ético, se ha de comenzar recordando que él mismo se presenta públicamente ante todo como escritor. De su actividad como escritor hace derivar el total de sus publicaciones, donde se incluyen las clasificables como tratados, ensa- yos, artículos de opinión, crítica literaria y creación literaria. Tal actividad podemos identificarla sin dificultad con la del intelectual, tanto por razo- nes históricas como por la idea de la escritura que nuestro autor se forma sobre todo a partir de los años de la Guerra Civil española, y para la que cuenta ante todo el ejercicio libre y personal de la inteligencia en sus diver- sas facetas. Aunque en el presente la figura del intelectual haya perdido su relevan- cia social, el calificativo de intelectual para el escritor granadino está en consonancia con la relevancia que tal función social ha tenido en los momentos en que ha desarrollado el grueso de su labor como escritor. Pero no sólo por razones de adscripción histórica externa es apropiado llamarlo FRANCISCO LINARES ALÉS Universidad de Granada

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1. Creador, crítico y tratadista.

Para encuadrar la actividad crítico literaria -y de pensamiento literario engeneral- de Francisco Ayala, así como sus disquisiciones de carácter ético,se ha de comenzar recordando que él mismo se presenta públicamente antetodo como escritor. De su actividad como escritor hace derivar el total desus publicaciones, donde se incluyen las clasificables como tratados, ensa-yos, artículos de opinión, crítica literaria y creación literaria. Tal actividadpodemos identificarla sin dificultad con la del intelectual, tanto por razo-nes históricas como por la idea de la escritura que nuestro autor se formasobre todo a partir de los años de la Guerra Civil española, y para la quecuenta ante todo el ejercicio libre y personal de la inteligencia en sus diver-sas facetas.

Aunque en el presente la figura del intelectual haya perdido su relevan-cia social, el calificativo de intelectual para el escritor granadino está enconsonancia con la relevancia que tal función social ha tenido en losmomentos en que ha desarrollado el grueso de su labor como escritor. Perono sólo por razones de adscripción histórica externa es apropiado llamarlo

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FRANCISCO LINARES ALÉSUniversidad de Granada

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así; el calificativo es adecuado también porque Ayala aúna, como propó-sito y también de facto, el ejercicio público de la palabra y el compromisocon el tiempo que le ha tocado vivir; compromiso radical que, segúnpiensa, no debe verse hipotecado por la adscripción política. Desde laspalabras labradas que sirven para hacer más cordial un arduo tratado desociología, hasta las palabras de la fabulación poética, que a su modo ilu-mina igualmente las convulsiones del mundo circundante, en todos loscasos su misión como intelectual es, en formulación del mismo Ayala, ”darrazón del mundo desde su particular observatorio”1, siendo en todos loscasos necesariamente la palabra dicha o escrita el medio utilizado.

Lejos de reducir su condición de escritor a la de autor de obras de fic-ción, podríamos apropiarnos de la definición que da Roland Barthes delescritor, y decir que Ayala no sólo utiliza el lenguaje común, sino que sesitúa en un ”más allá del lenguaje que es a la vez la Historia y la posiciónque se toma frente a ella”2. Interviene en el espacio de la literatura -encuanto plasmación escrita del lenguaje-, e, inevitable envés de esa defini-ción, utiliza la literatura como intervención histórica. Siguiendo de nuevoal autor francés, podemos también afirmar que nuestro autor proclama la”moral del lenguaje” 3que define a la escritura.

Si aceptamos esta condición de escritor, no caben muchos distingosentre los distintos géneros por él utilizados en lo que respecta a su actitudde partida, en todos los casos hay un propósito correspondiente a una obli-gación moral de intervenir con la palabra. Se da, por tanto, una inextrica-ble relación entre la literatura y la moral en la misma raíz del proyecto devida como escritor. Hay una equiparación entre las funciones de filósofo,intelectual y poeta4.

2. Los ensayos. Teoría y crítica literaria.

Mas la forma en que cada escritor, incluido el propio Ayala, resuelve estaecuación ético-literaria, no necesariamente tiene por qué sernos expuestaexplícitamente. A este respecto sí tenemos que atenernos a las diferenciasentre los géneros utilizados, ya que aunque siempre el lector y crítico puedehacer pasar por su tamiz explicativo el modo en que cada escritor resuelvede hecho la relación entre literatura y ética, las explicaciones del propioautor representan, no obstante, una guía fiable. Estudiosos de la obra del

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granadino han puesto de relieve las conexiones entre su teoría y sus traba-jos de creación, destacando en nuestro autor una constante preocupaciónpor orientar a sus lectores sobre el sentido de su creación.

Sabida es también la importancia que en su producción tienen los ensa-yos. Parte de ellos están destinados a la reflexión sobre los más diversostemas de actualidad desde una actitud personal y respondiendo al interéshumano general que caracteriza al ensayo, pero buena parte de ellos, cómono, son los dedicados a la literatura, tanto los referidos a la literatura engeneral y a la obra de autores concretos, como los referidos a la visión queél tiene de sí mismo como escritor y de sus propias obras. El predominio delos temas literarios hizo que el volumen publicado en 1972, y donde reco-gía escritos aparecidos hasta esa fecha, se titulara con una buscada ambi-güedad Los ensayos. Teoría y crítica literaria5. A partir de ellos, fundamen-talmente, vamos a llevar a cabo nuestras observaciones sobre cómo nuestroautor entiende que se entretejen las conexiones entre ética y literatura. Nonos detendremos en consideraciones sobre su obra de creación sino en lamedida en que en sus ensayos, prólogos, etc., él haya hecho alusión a ellas.

Obviamente partimos de un pensamiento literario, o una filosofía de laliteratura si así se quiere, pero no de un pensamiento ético -según la com-partimentación de los saberes, Ayala es ensayista de literatura y tratadistade sociología, pero no de ética-. Además, como veremos, el discurso litera-rio y el ético representan fines distintos. Por tanto estamos forzando unalectura temáticamente sesgada, que, no obstante, está totalmente justifi-cada desde el momento en que en su raíz la actividad del escritor se planteacomo una actividad ética. La presente exposición es, así, un intento de des-cripción del pensamiento de Francisco Ayala sobre el tema, interpretandounas ideas que teniendo un indudable protagonismo, no ocupan el primerplano en el conjunto de sus reflexiones.

3. Ética y literatura

La razón de este lugar subalterno de la ética está en que desde la moderni-dad se entiende que debe darse una separación entre los ámbitos de la esté-tica y la ética, y un escritor, ya se sabe, no ha de confundirse con un mora-lista ni con un tratadista de dicha materia. Pero al mismo tiempo que éstase relega en su vertiente moralista, la actividad estético-literaria viene a des-

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tacar su carácter ético y su capacidad para hacer reflexionar sobre el sentidodel compartamiento humano

Como disciplina, ética es tanto la fundamentación filosófica sobre talmateria, la disquisición sobre los criterios del enjuiciameinto ético, o laemisión de juicios concretos sobre comportamientos. Ni más ni menosque los planos que reconocemos en la actividad literaria, con la diferenciade que mientras que hay unos comportamientos que diferenciamosinequívocamente como literarios, no los hay diferenciables como exclusi-vamente éticos, puesto que todo tipo de comportamiento puede ser enjui-ciado desde el punto de vista ético, incluido el literario.

Efectivamente el carácter ético de la literatura consiste en que hace refle-xionar al lector sobre los principios y los criterios del enjuiciamiento éticoal suspender en nosotros la necesidad de evaluar de manera inmediata loscomportamientos y juicios de comportamientos que nos presenta, puestoque el mundo en que estos nos son presentados no es en realidad el nues-tro. Esta suspensión y relativización de juicios sobre comportamientos quequizás obedezcan a impulsos ”poco éticos” pero ante los que el lector en suvida práctica tiende a responder de manera acorde con la moral domi-nante, es lo que dio preeminencia a la actividad estética, y dio prestigio alintelectual o escritor en cuanto persona que disiente otorgando prioridad aopciones estéticas que no por eso dejan de ser éticas. Llegándose a concebirel impulso de la escritura como un impulso ético y su práctica como una”moral del lenguaje”.

La relación entre ética y literatura admite, como vemos, una explicaciónbásica de tipo lógico y una explicación socio-institucional:

Como puso de relieve la filosofía analítica del lenguaje6, los enunciadospueden ser a) científicos, si representan hechos y conllevan juicios dehechos; b) de valor, si representan apreciaciones, emociones, deseos, etc. yconllevan juicios de valor; c) estéticos, que representan realidades delmismo tipo que los anteriores, y conllevan juicios estéticos. Además de serfácilmente observable la afinidad entre los de tipo b y c, la filosofía analí-tica ha insistido en que sólo de los primeros enunciados, los de tipo a,podemos decir si son verdaderos o falsos, y sólo ellos acrecientan el conoci-miento. ¿Qué lugar ocupan entre todos ellos los enunciados éticos? Entrandentro de los de valor y responden a la necesidad de anteponer unos valo-res a otros, de ahí que carezcan de un contenido propio.

La tipificación anterior tiene la limitación de toda simplificación teó-rica, ya que el enunciado real tiene siempre un carácter complejo. En loque respecta a la literatura, la obra literaria, en cuanto enunciado global de

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intencionalidad estética, solicita ante todo una sanción estética, pero dadoque incluye a su vez enunciados tanto ”científicos” como de valor, no nosexime de tener que tomar estos en cuenta, únicamente nos evita el tenerque dar a esos enunciados una respuesta inmediata, facilitando en cambiola reflexión sobre lo que hay de cierto o de moral en lo que se nos presentadentro del conjunto de supuestos establecidos por la obra. La obra, portanto, exige, ante todo, como se ha dicho, una sanción estética, puesto quese ha de responder ante ella según principios estéticos, pero indirectamenteconlleva, entre otras, una sanción ética en la medida en que nos sirve paratomar conciencia -o desviar la atención- de las implicaciones de nuestroscomportamientos. Es este el modo en que se entiende que el escritor sirvea los demás: fabulando o imaginando situaciones que resulten iluminado-ras.

Es el ejercicio gratuito de la mente, desentendido de las urgencias de lavida cotidiana, lo que le da el magisterio ético al escritor, ya que el actoético no se concibe sino como acto de libertad. Esto explica que el escritory el científico especulativo, equiparados en la figura del intelectual, hayanalcanzado tanto protagonismo -el ser denostados es igualmente una formade protagonismo- en la sociedad moderna. Pero también explica que seanlos especialistas en ”temas humanos”, destacando entre ellos los autores deobras de ficción, los identificados ante todo como escritores o intelectua-les, porque son los que nos sitúan ante la condición libre del ser humanode donde arranca el acto ético.

Hay, por tanto, y a pesar de la actual separación lógica e institucionalentre ética y estética7, una afinidad entre ética y literatura que comienzacon la definición aristotélica de poesía como representación de accioneshumanas, y que desemboca en la actualidad, paradójicamente, en la con-cepción del escritor como iluminador y guía de los comportamientoshumanos.

4. El escritor y su mundo

La cuestión inicial, pues, tiene que ver con la responsabilidad que el escri-tor contrae. En una escritura como la de Ayala, que se plantea fundamen-talmente como comunicación, la responsabilidad es con aquellos a los quese dirige: los lectores coetáneos; y no sólo a los coetáneos, pues si el mensaje

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logra calidad estética puede sobreponerse al devenir del tiempo y hacerposible que le sean atribuidos nuevos sentidos por lectores de tiemposvenideros.

Esta preocupación por la temporalidad de la obra o, dicho en términosespaciales, por el estado del mundo circundante de la escritura-lectura,resulta fundamental. Es explicable en sus aspectos más concretos, inclusoen la terminología empleada por Ayala, teniendo en cuenta su deuda conel raciovitalismo orteguiano. Así, inseparable de la responsabilidad con res-pecto al lector está la responsabilidad con respecto a las circunstancias his-tóricas que comparten, necesidad que queda formulada con la afirmaciónde que el escritor se debe a su tiempo o que tiene que dar ”razón delmundo”.

En el primer capítulo de Los ensayos8, titulado precisamente ”El escritory su mundo”, incluye dos ensayos (”Para quién escribimos nosotros” y ”Elescritor en la sociedad de masas”) donde podemos ver planteada respecti-vamente la necesaria relación con el lector, al que siempre ha queridoorientar, y el mundo en que esta relación se establece. Conviene que recor-demos cuáles son estas circunstancias, porque de ellas surge el impulsomoral de la escritura ayaliana. Tiene razón Estelle Irizarri cuando abrió suestudio recordando que la unidad de motivación de la globalidad de laobra del granadino está en la confusión del mundo que le tocó vivir:

[Esta motivación] ”viene de la sensación de desamparo en un mundocaótico de estrago moral y crisis a partir de la primera guerra mundialque ha traído un desmoronamiento del equipo de valores por loscuales el mundo occidental se había guiado anteriormente. Esta cri-sis ha causado un serio desajuste entre la conducta y las ideas, y unaangustiosa inseguridad acerca de las normas. Ayala se ha propuestouna misión artística que cumplir dentro de estas circunstancias”9.

Cuando una persona, cualquier persona de las que han vivido este infaustosiglo xx, está desorientada moralmente, duda del sentido de sus acciones,con qué prioridades llevarlas a cabo, cuáles van a ser sus repercusiones, endefinitiva, no sabe qué va a deparar el porvenir individual y colectivo. Enesta situación de crisis, la ”desmoralización” inhibidora o el actuar sinrumbo, la otra forma de la desmoralización, ha hecho más acuciante aten-der al ejercicio intelectual y plantearse, además de las pautas de las actua-ciones ineludibles, la cuestión más radical del sentido de la vida humana,algo que sólo puede plantearse y vislumbrar cada persona desde su subjeti-

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vidad y en su momento. Francisco Ayala más que presentar pautas de com-portamiento particulares, interviniendo como un moralista o un político,ha otorgado un valor superior al acto de hacer partícipes a los lectores desus intuiciones acerca del sentido de la vida humana, acorde con un pro-fundo credo liberal, incluso existencialista, según el cual el ser humano sehace a partir de sus actos libres e individuales.

El mismo impulso ético -convicción ideológica también, a tenor de lodicho – que le lleva a querer dar razón del mundo le lleva también a culmi-nar ese esfuerzo mediante la actividad artístico literaria, pues entiende quela necesaria libertad de todo acto que se pueda llamar humano exige quelos actos no sólo sean explicados y sancionados según leyes positivas, sinoque sean también comprendidos en su radical eticidad, cometido queentiende que puede llevar a cabo la poesía. El siguiente paso será, puesatender a cómo entiende el fenómeno literario.

5. La comunicación literaria

En Reflexiones sobre la estructura narrativa10 nos da las claves de su concep-ción de la literatura como proceso de comunicación dada en el tiempo his-tórico. Lo fundamental es que, aun en la literatura más fantasiosa, el mate-rial utilizado, la palabra, posee ya una carga significativa que la utilizaciónliteraria no puede evitar. Estos significados de partida enraízan la obra lite-raria en el tiempo y la historia, pues su propósito, dice,

”se cumple a base de fragmentos de la experiencia viva del autor, seanextraídas del orden de lo que le ha acontecido en el plano de sus relacionessociales, sea de lo que ha llegado a sus oídos, de sus deseos o temores, de susfantasías, ensueños, etc.”11

Y del mismo modo que cualquier materia -política, moral, etc.- puedeser abordada literariamente, también otros fines -intervención política,instrucción, etc.- pueden desembocar en un fin literario. Para entender porqué se opera este cambio hay que contar con que todos esos discursos -cualquier discurso- ya de por sí obedecen también a una orientación esté-tica e imaginaria:

”todo hablar obedece a una orientación estética, constituye una estiliza-ción y proyecta lo dicho hacia una dimensión imaginaria.”12

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¿En qué radica la obra de arte literaria? Nos preguntamos llegados a estepunto. Ayala continúa el párrafo anterior afirmando que depende de queobtenga la suficiente calidad -sanción que otorga el tiempo- para que apesar de que no podamos ignorar el tiempo del que surge, perdure sobre él.

”La calidad artística dependerá, entonces, de que la estructura verbalcreada, la configuración de lenguaje, sea adecuada para encerrar cabal-mente el contenido proyectado, confiriéndole así una cierta autonomíasobre la contingencia histórica que, al extraerlo de la corriente del tiempo,lo preserva y lo salva”.13

Esta es la razón por la que hoy, por ejemplo, no estemos interesados porla obra dramática de Larra y sí por sus comentarios sociales. Ayala apuestapor su obra de creación pensando que con ella alcanzará una perdurabili-dad que quizás no alcance con sus tratados y ensayos, pero no tiene al res-pecto la certeza, toda vez que en sus tratados y ensayos también hay unavoluntad de estilo.

En síntesis, la obra literaria -nuestro autor utiliza el término poema,como sinónimo de texto que trasciende la mera corrección literaria- es unaconfiguración de lenguaje con la suficiente calidad estética para absorberen su ámbito imaginario la realidad referida y a los intervinientes en lacomunicación lingüística, de modo que queden ficcionalizados.

Sin entrar en detalles sobre cómo se estructura esa configuración de len-guaje -a eso dedica el grueso del ensayo que venimos tomando como refe-rencia, Reflexiones sobre la estructura narrativa- conviene recordar que entrelos aspectos ”exteriores” transustanciados por esa configuración verbalestán los ”contenidos intelectuales”. En realidad al estar transustanciadospor la configuración verbal son indistinguibles de las significaciones poéti-cas, y aunque bien pudieran haber sido tratados según configuraciones ver-bales científicas o filosóficas, con el valor más o menos grande que lecorrespondiera en cada uno de esos campos, adquieren no obstante unalcance distinto y más amplio por la vía poética. Ayala ilustra el fenómenocomentando un poema de Antonio Machado de contenido intelectual,pero con respecto al tema que nos ocupa son más ilustrativos los comenta-rios que él mismo efectúa sobre el contenido ético de sus novelas, comoveremos más adelante.

Sin embargo, a tenor de lo que Ayala continúa explicitando en eseensayo, podíamos concretar más la digresión teórica de nuestro anteriorapartado tercero sobre la relación entre ética y literatura teniendo encuenta el sentido que para él tiene esta relación.

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Cuando, como hace Ayala en gran parte de sus textos, se da prioridad ala comunicación artístico-literaria, el autor se sitúa en un ámbito de actua-ción que exige que ante todo se tomen sus enunciados como literarios y sele valore a partir de su intencionalidad estética. Debido al material emple-ado por la literatura y al consiguiente enraizamiento de ésta con su tiempo-postulado que asume nuestro autor-, tal exigencia, no obstante, incluye laconsideración de los contenidos éticos y de la intención ética del autor, sibien esta consideración ha de hacerse teniendo en cuenta la configuraciónverbal total de la obra literaria y la ficcionalización que esta opera. En loque respecta al autor, éste exige una sanción estética, pero incluyendo tam-bién una sanción ética. La razón de esto es que la configuración verbal yficcionalización literaria permite cifrar percepciones intuitivas -éticas o decualquier otro tipo- que el lector recibirá también intuitivamente, que tie-nen un alcance más general y profundo que las percepciones racionales.

Por generalidad entiende Ayala, no la descontextualización de la obraliteraria, sino el que sus enunciados puedan apelar a una humanidad esen-cial o incitar ”hacia la experiencia de lo auténtico” en distintos contextos,partiendo de su fidelidad al suyo. En lo que a la ética se refiere, se trata deque el lector se plantee interrogantes sobre el comportamiento humanoque le permitan encarar su propia realidad.

6. El compromiso del novelista

Cuando nuestro autor se ocupa de la novela podemos observar hasta quémedida para él la representación poética nos puede trasladar el interro-gante sobre la conducta humana. Así en ”El arte de novelar y el oficio delnovelista”, de 1968.

”Me parece que, tomada en su conjunto, la historia de ese supuestogénero literario podría cifrarse en el intento de alcanzar, por caminos intui-tivos lo que especulativamente ha perseguido también el filosofar sistemá-tico mediante el cultivo de la antropología”14.

Tales caminos intuitivos o poéticos y las cambiantes circunstancias delser humano, exigen del autor respuestas estéticas originales a las circuns-tancias en que autor y lector se hallan inmersos, pues de lo que se trata esde iluminar el sentido de la vida humana, el destino humano, en esas cir-cunstancias concretas. Las convenciones de la novela y la figura del literato

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profesional han de ser incluso cuestionados, pudiéndose considerar nove-listas aquellos que por otros medios -así los medios de comunicación demasas- participan de dicho cometido.

”Es que con la novela nos colocamos más allá de la literatura, más allá ymás acá, en un terreno donde cabe también , entre lo infra y lo supralitera-rio, un arte poética, cuyas reglas, si tal pueda llamárselas, son individualesy casi intransferibles, inventadas para cada caso por cada creador original[...] sólo que aquí, una vez más, libertad significa responsabilidad; y no espequeña, por cierto, la que el novelista se echa sobre los hombros, sea o noconsciente de ello. Ha de serlo, si entra en la categoría de los buenos nove-listas”15.

El novelista se atiene a las circunstancias históricas concretas que com-parte con los lectores, ”circunstancias que están abiertas al futuro y exigen,de quienes las comparten, un continuo ejercicio de albedrío”, y alude aellas bajo formas que van desde la referencia a los hechos a las elaboracio-nes de la más pura fantasía; todas ellas ”son, en fin, formas de interpretar elmundo, a partir de la experiencia de la vida humana actual, y por tanto,signos destinados a orientarla”. Esa es la responsabilidad del novelista. Ycontinúa:

”Y quizás no sea excusado advertir que esta responsabilidad nada tieneque ver son exhortaciones, con intenciones pías, nada con adoctrina-miento ni prédica. Condenar las novelas de Faulkner -o de Quevedo- por-que presentan una imagen negativa del mundo sería ocurrencia de la másmezquina futilidad. El novelista de hoy, como -a su manera- el delBarroco, nos da a entender quizá que la vida carece de sentido, que no essino vacía y absurda; pero, al encararnos con esta oquedad metafísica nosarrancan a la cotidiana distracción para proyectarnos -a ti y a mí, y a cadacual- de cabeza sobre el problema de su propio, individual, personalísimoexistir en el mundo”16.

La ficción poética -y toda buena novela lo es- al escrutar los comporta-mientos humanos trasciende las circunstancias en que estos inevitable-mente se dan y nos centran en las cuestiones esenciales:

”de dónde venimos, y a dónde vamos; la pregunta que, oscuramente ocon lucidez, nos estamos haciendo cada cual desde el fondo de su concien-cia, mientras la vida nos dura”17.

Son las preguntas con cuya respuesta dotamos de sentido a nuestroscomportamiento, son, por tanto, el primer interrogante moral.

El origen de la novela moderna lo encuentra Francisco Ayala en obrascomo el Lazarillo o las novelas de Cervantes. En unos momentos en que el

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mundo circundante se hallaba desvertebrado y había suspendido su laborcreativa, nuestro autor trata de encontrar sentido con el asidero en el estu-dio de los clásicos, lo mismo que por otros caminos lo busca con la investi-gación sociológica. Concretamente en Cervantes encuentra el modelo decomportamiento literario que él sigue con el reinicio de su labor novelís-tica, y como él escruta el comportamiento de los demás poniendo derelieve el problema existencial, ”como un problema inmanente a la exis-tencia terrenal, [...] cuya solución no está prevista, sino que la debemosbuscar en nosotros, poco seguros, por supuesto, de dar al fin con ella”18.

7. Observaciones sobre las propias novelas

Tomaremos dos ejemplos de reflexiones de Francisco Ayala sobre su propiaobra: las dedicadas a Los usurpadores y a La cabeza del cordero.

La cabeza del cordero se publicó en 1949, inmediatamente después deLos usurpadores. Aunque formados por cuentos publicados algunos ya enaños anteriores, son los primeros libros de creación que vieron la luz tras laguerra civil española. En ellos el autor muestra su ya mencionado interéspor dar razón de sus propósitos como escritor y explicar el significado desus libros, ”a falta de todas las instancias organizadas en un ambiente nor-mal de cultura, no sólo por la necesidad del propio autor, sino hasta porconsideración al lector desamparado”19. Esta orientación, que lleva a caboen sendos prólogos, nos sirve para comprobar cómo entiende él la plasma-ción literaria de unos principios éticos.

En el prólogo de Los usurpadores, a través de un indisimulado alter egoque representa la voz ficcionalizada del autor, declara cuál es el tema cen-tral y común a todos los cuentos que incluye: ”pudiera formularse de estamanera: el poder ejercido por el hombre sobre su prójimo es siempre unausurpación”20.

El calificativo moral sobre el ejercicio del poder se establece mediante laidentificación con un acto reprobable como es la usurpación. Según elautor comentarista, esta es la idea central elaborada artísticamente a travésde fábulas y lenguaje literarios. Sin esa elaboración no podría alcanzar elcarácter de verdad poética, pues lo que enunciado no hubiera sido sinounos juicios más o menos compartidos por los lectores, en la formulaciónpoética alcanza una especie de evidencia. Por eso tal afirmación, plasma-

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ción racional de una intuición de partida, y a la que podría llegar a su vezel lector, la completa el prologuista con la explicación sobre la particulari-zación en cada anécdota contada de esa ansia de poder y sus efectos.Mediante esa explicación pone de relieve cómo no accedemos a esa verdadsi no es desde la perplejidad y la quemazón en que nos sume la plasmaciónpoética, pues el poder enajena, tanto en su ejercicio efectivo cono en ladejación, se encarne en una actuación o se presente en hueco bajo una cás-cara burocrática -temáticas particulares de cada cuento-. A todos los perso-najes presentados -dice- podría extenderse el título de impostores; incluso”los legítimos dominadores usurpan su poder -non est potestas nisi a Deo- ydeben cargar con él como una abrumadora culpa. Y asimismo, ser tenidostodos ellos por dolientes, pues que todos adolecen de la debilidad común ala naturaleza humana”21.

Son anécdotas del pasado histórico de España que aluden indirecta-mente también a los acontecimientos del levantamiento militar contra la IIRepública de España, acto de violencia donde los haya; sin embargo, másacá del hecho histórico, trata de transmitir la conciencia de la condiciónhumana. Y esta condición es tal porque se subsume bajo el interrogantemoral. Portadores de este interrogante, cada uno tenemos que dar res-puesta a las situaciones concretas que se presenten, políticas o de otro tipo.Una respuesta que el autor, obviamente, no puede dar por los demás. Perosí recordar su obligatoriedad a propósito de los hechos que vive su colecti-vidad.

La cabeza del cordero aborda directamente la misma temática de la gue-rra civil, pero al incluir también aspectos grotescos de la realidad, repre-senta un cambio en el tono, perceptible sobre todo en su último cuento,”La vida por la opinión”. Mas lo que aquí nos interesa de nuevo es la cen-tralidad del tema moral:

”El tono sigue siendo serio; pero los móviles elevados y generosos de lacontienda sólo con reticencia, con leve ironía, se aluden, porque descartar-los hubiera resultado sarcástico. Di pues, de lado, el aspecto político de laguerra (a decir verdad, nunca me he propuesto novelar la guerra, empresaque otros varios han cumplido muy bien), y me concentré sobre los temasmorales que la guerra permite contemplar ampliados, como a través de uncristal de aumento”22.

En el ”Proemio” a La cabeza del cordero declara que después de unadécada, la de la inmediata postguerra, sin escribir obras de creación, notenía sentido atenerse a lo anecdótico de la guerra. Así, la guerra quedacomo trasfondo, transcendiéndose las circunstancias para de nuevo

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remontarnos a ese plano general humano; la contienda es vista de nuevo entérminos de pasiones humanas: ”el tema de la Guerra Civil es presentadoen estas historias bajo el aspecto permanente de las pasiones que la nutren;pudiera decirse: la Guerra Civil en el corazón de los hombres”23.

O bajo el aspecto de la inquietud moral: ”Ahora, todos los personajes,inocentes-culpables o culpables-inocentes, llevan sobre su conciencia elpeso del pecado, caminan en su vida oprimidos por ese destino que debensoportar, que sienten merecido y que, sin embargo, les ha caído encimadesde el cielo, sin responsabilidad específica de su parte”24.

”El Tajo” es el cuento donde los avatares bélicos se hacen presentes, sibien a partir de un episodio único que sirve de pretexto para hacer denuevo ”surgir el equívoco de la inocencia y culpa, ahora como drama de laconciencia que examina la propia conducta”. Así vuelve a situar al lectorante la perplejidad y el interrogante moral. Precisamente esa agitación de laconciencia es la orientación, el qué y la verdad que desea transmitir sobre laguerra civil.

Mas el propio Ayala no puede sustraerse a la duda, no tanto sobre sidebía haber abordado el tema, sino sobre si habrá conseguido ese propósitoestético, es decir, si habrá respondido a su imperativo moral como escritoral que me refiero en el apartado tercero de este trabajo.

8. ”El fondo sociológico de mis novelas”

La misma problemática ético-estética puede observarse en las disquisicio-nes que nuestro autor lleva a cabo sobre Muertes de perro y El fondo del vasoen el ensayo titulado ”El fondo sociológico de mis novelas”25. Es verdadque en estas novelas se refuerza el carácter ficcional -siempre afirmado porel autor- evitando alusiones a la realidad histórica, y que aun prosiguiendocon el tono moral posterior a la Guerra Civil, ahora intensifica la veta sar-cástica, pero la concepción de partida no difiere esencialmente de los librosanteriores.

Sin embargo, respecto a estas novelas, el sociólogo además de novelista,Francisco Ayala, se ve en la necesidad de explicar la medida en que los con-tenidos sociológicos -las observaciones sociales- pudieran incidir en suproyecto ético-estético. Una vez más acabará afirmando la supeditación de

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los contenidos sociológicos a los fines estéticos, pues la sociología siempreresultará limitada ante el alcance mayor de la literatura.

La sociología es una ciencia más próxima a las ciencias fácticas, que ope-ran sobre hechos comprobables, entre ellos las valoraciones sociales, perocomo ciencia evita la expresión de valores. Una literatura basada en consta-taciones sociológicas podría quedar en mera enunciación de leyes de com-portamiento social o al menos en descripción de comportamientos verifi-cables. Sin embargo la obra literaria representa valores estéticos, y sólo asínos introduce en la realidad social y el ámbito de la moral. En ”El fondosociológico de mis novelas”, parte del supuesto de la distinción entre lasdimensiones racionales e intuitivas de las manifestaciones del escritor, yviene a recordar que la literatura suscita la experiencia moral que rehúye lasociología, al tiempo que evita trasladar al lector conclusiones sociológicas.

Después de que el sociólogo Ayala descubra para sus lectores la basesociológica de sus novelas, es decir, las observaciones sobre los comporta-mientos sociales que le sirven de material, el novelista nos recuerda queestas observaciones no están explicitadas, ni siquiera se utilizan como”marco histórico-social”. La sociedad y los personajes se revelan a partir desus actos, ”tal cual ocurre en las peripecias de la vida cotidiana”, y portanto, el juicio que cabe emitir por el espectador no es en lo fundamentalun juicio de facto -en definitiva si la sociedad está representada certera-mente en la obra – sino un juicio moral sobre el que siempre cabe la posi-bilidad de equivocarse, como les ocurre a los mismos personajes.

Además, en virtud de la fabulación literaria, el autor, evitando determi-nar el juicio del lector y comportarse como un moralista, deja en suspensolas propias valoraciones sobre hechos y juicios introducidos en la novela:

”Mediante este procedimiento literario se consigue que la conducta decada personaje sea equívoca: no se la ofrece ‘juzgada’ de antemano deacuerdo con las valoraciones del autor; antes al contrario, resultará contro-vertible, se prestará a la discusión, según ocurre en la vida real. Las opinio-nes de cada personaje sobre los actos del prójimo los iluminan (y configu-ran) desde su particular perspectiva, al mismo tiempo que, de rechazo, ilu-minan su propia personalidad moral”26. Así en el caso del personaje de Lui-sito Rosales.

”Yo mismo, autor de la novela, he observado no sin alguna sorpresa queel juicio de muchos lectores sobre tal o cual personaje, como el senadorRosales, difiere de mi propio juicio. Yo he concebido al personaje en unespíritu de cierta simpatía, reconociéndole grandeza; pero esa grandeza, ensu manifestación concreta de prepotencia, parece hacerlo antipático, no

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sólo a muchos personajes de la novela, sino también a mis lectores; lo cualno significa para mí un fracaso como novelista, pues no me he propuestoimponerles mis juicios de valor. El que disientan de ellos significa más bienpara mí una confirmación de la autonomía del personaje y, por tanto, loconsidero un éxito”27.

A partir del estudio sociológico que subyace en la novela Muertes deperro, y a pesar de que del comportamiento determinado socialmente nocabe inferir valoraciones morales, Ayala se atreve a extraer una conclusiónmoral, no tanto sobre los personajes que se ven abocados a posturas quizásabominables, sino sobre el marco social que empuja a esos comportamien-tos, y sobre los personajes en la medida en que lo promueven:

”Ahí estaría la moralidad (si moralidad quiere hallársele) de mi libro:determinados marcos institucionales, ciertos modos de gobierno político(a los que conviene el nombre de ‘malos modos’), invitan al envilecimientomoral”28.

Se trataría de la expresión de una moralidad social o política; mas lacuestión ética que quiere promover, y que no adquiere respuesta, tiene quever más con la propia conciencia de cada uno. Esto porque independiente-mente de que se viva en dictadura o democracia, ”las circunstancias con-cretas de nuestra vida nos aprietan siempre, y siempre nos empujan, con elrechazo del mundo, hacia el interior de cada conciencia. No otro es el temade El fondo del vaso, donde el protagonista, José Lino, un sujeto mediocreque vivía -como todos nosotros vivimos nuestra vida cotidiana- sostenidoen la red de las relaciones y convenciones sociales, cae de pronto, rota esadeleznable red, en el abismo de su radical soledad y grita: ¡Miserere!. [...]Ese encuentro de cada cual consigo mismo en el secreto de su conciencia esel momento supremo de la moralidad”29.

Notas1 Lo declara en el mismo título de Razón del mundo. Examen de conciencia de un intelec-

tual, Buenos Aires, Losada, 1944, capital dentro de sus obras sociológicas.2 Roland Barthes, El grado cero de la escritura, México, Siglo XXI, 1991, 11 ed., pág. 11.3 Ob. cit., pág. 154 Lo dice Estelle Irizarry en Teoría y creación literaria en Francisco Ayala, Madrid, Gredos,

1971, pero es afirmación con la que es fácil asentir.5 Los ensayos. Teoría y crítica literaria, Madrid, Aguilar, 1972; por la fecha en que aparece,

es una recopilación que nos sitúa ante casi la totalidad de su obra ensayística; ocupa un

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lugar destacadísimo la teoría y la crítica literarias, aunque se incluyen textos sobre otrostemas artísticos y sociales.

6 Llamo de manera laxa filosofía analítica del lenguaje a una serie de aportaciones delsiglo XX: filósofos ingleses, Círculo de Viena y R. Hare.

7 Separación matizable, ya que la que prima es la distinción entre las ciencias, que operancon hechos, y las humanidades, que operan con valores.

8 Ob. cit.9 Teoría y creación literaria en Francisco Ayala, ob. cit., pág. 910 Publicada en 1970; las citas están tomadas de su edición en Los ensayos, ob. cit.11 Ob. cit., pág. 39212 Ob. cit., pág. 39413 Ob. cit., pág. 39414 También en Los ensayos, ob. cit., pág. 55215 Ob. cit. , pág. 55216 Ob. cit. , pág. 55317 Ob. cit. , pág. 55118 Ob. cit. , pág. 54919 La cabez del cordero, edic. de Rosario Hiriart, Madrid, Cátedra, 1989, 2ª ed. , pág. 6620 Los usurpadores, Madrid, Alianza Editorial, 1998, págs. 8-921 Ob. cit., págs. 10 -1122 ”Carta literaria a Hugo Rodríguez Alcalá”, en Confrontaciones, Barcelona, Seix Barral,

1972, pág. 12123 La cabeza del cordero, ob. cit , pág. 6724 Ob. cit., pág. 6825 ”El fondo sociológico de mis novelas”, original de 1968, fue incluido en Los ensayos. Teo-

ría y crítica literaria, ob. cit., págs. 573-58726 Ob. cit., pág. 57927 Ob. cit., págs. 579-58028 Ob. cit., pág. 58629 Ob. cit., págs. 586-587

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