filosofia politica de la conquista y la colonia cap. 5

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  • J O R G A L E J A N D R O 1 E I. L K A M P

    Filosofa poltica de la Conquista y la Colonia

  • Tcnicamente hablando, la Conquista y la Colonia americanas son dos etapas distintas de nuestra historia, pero en lo que sigue no establecer siempre una clara escisin entre una y otra. Slo al final del presente texto intentar clarifi-car esa distincin, enunciando unos cuantos parmetros que nos permitirn diferenciar la Conquista de la Colonia. As pues, quisiera dedicar la primera parte del ensayo a la elaboracin de un esbozo del panorama histrico y filos-fico del perodo que nos ocupa, para de all deducir la que podra ser la imagen del hombre en el siglo xvi. En este punto me enfocar sobre todo en dos temas que se derivan de una u otra manera de tal imagen, a saber: la teora de la guerra y, en conexin con ella, las discusiones que se dieron en torno a los justos ttulos de la ocupacin del continente americano. En la segunda parte desarrollar el tema de la esclavitud, terminando con las prometidas observa-ciones sobre la diferencia entre Conquista y Colonia, sumndole a stas algu-nas reflexiones de carcter personal sobre lo que podra considerarse el contraste entre realidad y utopa polticas en el siglo xvi.

    I . C O N T E X T O H I S T R I C O Y F I L O S F I C O

    Nos encontramos en el siglo xvi. Es decir que, con respecto al perodo del que nos ocupamos en el ensayo inmediatamente anterior, ha pasado ya un siglo, el xv, una centuria muy conflictiva, controversial y poco estudiada -una de las razones por las cuales no me ocupar de ella. En el plano filosfico apenas destacar, para diferenciar el pensamiento del siglo xvi del pensamiento me-dieval, la aparicin del humanismo. En efecto, autores como MARSILIO FICINO (1433-1499) y, decididamente, ERASMO DE ROTTERDAM (c. 1466-1536) moldea-ron el panorama filosfico en la primera mitad del siglo xvi de una manera muy importante. En el plano religioso hay que destacar, por su parte, el fenmeno comnmente conocido como la reforma luterana, determinante para el pensa-miento occidental posterior, que de una u otra manera se convierte en el fondo de contraste que muchos autores, VITORIA por ejemplo, utilizan para agudizar sus propias teoras. Por ltimo, en el plano poltico, casi es superfluo decirlo, el acontecimiento ms relevante es el descubrimiento y posteriormente la Con-quista de Amrica, condiciones de posibilidad de todo lo que aqu analizare-mos. Dicho sea de paso, tal suceso coincide con la expulsin de los judos de Espaa y con una serie de fenmenos poltico-teolgicos que llevaron al fortale-cimiento de la Inquisicin: no puede olvidarse que, en buena medida, el desarro-llo de la Escolstica Espaola -tema central aqu- no slo estuvo determinado por la Conquista, sino que tambin la amenaza turca tom su parte en ello. Ms adelante, al hablar de la teora de la guerra, veremos que la preocupacin prin-

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  • io6 Filosofa poltica de la Conquista y la Colonia

    cipal que movi, por ejemplo a VITORIA, fue en mayor medida la amenaza turca que el problema de la ocupacin de los territorios americanos'.

    El descubrimiento del continente americano pone a Occidente en una si-tuacin novedosa, no solamente por el hallazgo de territorios hasta ese mo-mento desconocidos, con vastos recursos econmicos -uno de los primeros aspectos que menciona COLN en sus diarios2 sino porque de una u otra ma-nera se ve confrontado con una poblacin completamente ajena al mensaje de CRISTO, CS decir, al Evangelio, en oposicin, por ejemplo, a los turcos, que te-nan conocimiento de ello y a los cuales se les trata sencillamente como infieles y, por ende, como una amenaza a la fe. Si nos detenemos a observar a lo largo del primer medio siglo de la Conquista, percibimos que los indgenas america-nos son tratados de manera muy ambigua: algunos los ven como infieles, en el sentido de seres incapaces de recibir la fe debido a su natural condicin infrahumana; otros los consideran seres humanos con plena posesin de sus facultades racionales, pero que no han tenido hasta ahora la posibilidad, emp-ricamente hablando, de recibir el mensaje de CRISTO. Claramente, vemos ya desde el principio dos alternativas de interpretar al indgena como el "otro": por una parte como un ser infrahumano y por la otra como un ser racional. De esta ltima perspectiva se derivarn, como veremos ms adelante, una serie de derechos que pueden ser adscritos a los indgenas.

    Histricamente hablando, encontramos una primera reaccin al descubri-miento de las Indias en una muy famosa bula de ALEJANDRO VI, nter Caetera, de 1493, donde se plasman dos aspectos. Uno es meramente territorial y este lo vemos materializado en el Tratado deTordesillas3: la separacin del continente americano en dos partes, una para los espaoles y otra para los portugueses. Pero el otro aspecto, que considero ms importante que el anterior, es el llama-do del papa a la evangelizacin de los pueblos descubiertos. Dice ALEJANDRO VI a los Reyes Catlicos:

    Adems os mandamos, en virtud de santa obediencia, que as como lo prometis y mandamos lo cumpliris por vuestra gran devocin y regia magnanimidad, habris de destinar a las tierras firmes e islas antedichas varones probos y temerosos de Dios,

    1 Cfr. Luciano PERESA. "Estudio preliminar", en FRANCISCO DE VITORIA. Retecho de ture belli o paz din-mica. Escuela espaola de la paz. Primera generacin 7526 - /56o, L. FERINA et l. (eds.), Madrid, csic, I o 8 r ( Corpus H i s t i a n o r n m de Pace , vol v i ) , p n ~6 V ss

    2 As por ejemplo en la carta del 15 de octubre de 1492: "Son estas islas muy verdes y frtiles y de aires muy dulyes, y puede aver muchas C0S3S que yo no s, porque no me quiero detener por calar y andar muchas islas para fallar oro"; cfr. COLON. I tajes, p. 68.

    3 Ibid., pp. 154 a 159.

  • Jrg Alejandro Tellkamp 107

    doctos, instruidos y experimentados, para adoctrinar a los indgenas y habitantes di-chos en la te catlica e imponerlos en las buenas costumbres, poniendo toda la debida diligencia en todo lo antedicho4.

    L.s ste uno de los pilares de la "intervencim", como suele llamrsele eufemsti-camente a la ocupacin ibrica del continente americano.

    Otro documento histrico de importancia capital es el as llamado Requeri-miento de JUAN LPEZ DE PALACIOS RUBIOS, en el cual se lleva la obligacin de evangelizar a los indgenas un paso ms all:

    Por ende, como mejor puedo os ruego y requiero que entendis bien esto que os he dicho, y tomis para entenderlo y deliberar sobre ello el tiempo que fuese justo, y reconozcis a la Iglesia por seora y superiora del universo mundo y al Sumo Pontfice llamado Papa en su nombre y a su majestad en su lugar, como superior y seor y rey cic-las islas y tierra firme por virtud de la dicha donacin, y consintis que estos padres religiosos os declaren y prediquen lo susodicho. Si as lo hiciereis, haris bien'.

    Dirigido a los indgenas, se trata del famoso documento que se les lea a stos, despus de lo cual se asuma su silencio como un asentimiento tcito al conte-nido del mismo, quedando as oficializada la aceptacin de la fe cristiana por parte de los nativos. Dicho documento, claro est, es altamente problemtico y muchos de los autores posteriores, tcita o explcitamente, ponen en duda al-gunas de sus tesis; por ejemplo la idea segn la cual el Papa y el Emperador, en virtud de la donacin papal, son dueos del Nuevo Mundo, cuyo supuesto bsico es que el Papa es dueo del mundo entero, incluso de aquellos territo-rios en los que el mensaje de CRISTO no se ha escuchado antes. Tal tesis ser fuertemente controvertida posteriormente por autores como FRANCISCO DE VITORIA y su discpulo, ALONSO DE VERACRUZ.

    El ltimo documento histrico que quiero citar aqu cs la famosa y decisiva bula de PABLO III, Sublimis Deus, de 1537. En cierto modo, ella ha forjado y determinado la discusin sobre cl estatus ontolgico, jurdico y poltico del indgena:

    I ,os mismos indios, como verdaderos hombres que son [eso ya es una variacin impor-tante -J. A. T. I, no slo son capaces de recibir la fe cristiana sino que, segn se nos ha

    4 Ai,E,|\Ni)RO M. Bula "nter cadera ", citado en Jl \N G O I I ORDEN \ D \ . Del tratado de lord estilas a la doctrina de los derechos fundamentales en Francisco de l i loria. Valladolid, Universidad deVilldolid, i UQC), P- 37

    Cfr, la referencia bibliogrfica al final del texto.

  • I0(S Filosofa poltica le la Conquista y la Colonia

    informado, corren con prontitud hacia la misma. Determinamos y declaramos por las presentes letras que dichos indios y todas las gentes que en el futuro llegasen al cono-cimiento de los cristianos, aunque vivan fuera de la fe cristiana pueden usar, poseer y gozar libre y lcitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor6.

    \emos ya en PABEO III una perspectiva evidentemente distinta a la de ALEJANDRO VI: los indios son seres humanos en el sentido propio de la palabra y por lo tanto son seres libres; luego, son dueos legtimos de cuanto poseen. Y el fundamento doctrinal de tal perspectiva lo encontramos en TOMAS DE AQUINO: "Cuando de-cimos que el hombre ha sido hecho a imagen de Dios, entendemos por imagen un ser dotado de inteligencia, libre albedro y dominio de sus actos"7.

    A. EI . P R O B L E M A D E LA H U M A N I D A D D E E O S

    I NT 1) G E N A S Y SU R E L A C I N C O N L A J U S T I F I C A C I N DE LA G U E R R A C O N T R A L O S XI I S XI O S

    De all en adelante una buena parte de la discusin, sobre todo hasta la famosa "disputa de Valladolid", estara centrada en si los indios eran o no seres huma-nos en el sentido propio de la palabra. Por un lado, tenemos la ya mencionada postura de PABLO ITE, que se deriva de TOMS DE AQUINO y que es adoptada por casi todos los pensadores dominicos, segn la cual todos los seres humanos, en cuanto imagen de Dios, son racionales y libres, independientemente del hecho de que sean o no cristianos. Por el otro lado, encontramos la posicin ejemplificada sobre todo por JUAN GINS DE SEPLVEDA, gran humanista espa-ol, cronista de CAREOS V y al que le debemos uno de los tratados ms famosos y temibles del siglo xvi, el Tratada sobre las justas causas de la guerra contra los indios, el cual, dicho sea de paso, sera prcticamente prohibido despus de la controversia vallisoletana.

    S I T A EDA fue un aristotlico de primer orden, traductor de muchas obras del Estagirita, la Poltica entre ellas, de modo que no es de extraar que en su obra principal desarrolle una teora del indio, partiendo de la filosofa de ARISTTELES. SU justificacin de la esclavitud natural de los indgenas puede verse condensada en la siguiente cita:

    6 Cfr. la referencia bibliogrfica al final del texto, 7 TOM VS DI AQI. INO. Suma de Ecologa i-n. prologo, M.ulrid, i\< , IOSQ, p.