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Nº1re VISTAmayo 2020
FILOSOFÍAEN TIEMPOS DE PESTE
Entrevista a Boris Chamani
CONTENIDO
3• Editorial
4 • Filosofía en tiempos de pesteEntrevista a Boris Chamani
EDITORGilber Sanabria Callisaya
DIRECTOR EDITORIALGilber Sanabria Callisaya
DIRECTOR DE ARTEGilber Sanabria Callisaya
CONTRIBUYEN EN ESTE NÚMEROBoris Inti Chamani Velasco
IMAGEN DE CUBIERTAantenacentro.com
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La Paz Bolivia
Las opiniones expresadas son propias de cada autor y no reflejan necesariamente la del comité editorial.
EDITORIAL
En unos meses la vida humana, tal como alguna vez la imaginamos, se ha
transformado. Y no ha sido la guerra, cuyas devastadoras consecuencias se
concentran en lugares a los que muchos miran con indiferencia, sino algo cuya causa es
invisible al ojo humano: el COVID19.
Hasta la fecha, miles de hombres, mujeres, niños y ancianos han muerto a lo largo y
ancho de todo el planeta. Sus cadáveres ni siquiera pueden ser sujetos de los rituales
funerarios tradicionales. Los enfermos despiertan la repulsa generalizada y la
solidaridad momentánea. Se miran con horror los síntomas de la enfermedad. La
agitación de la vida moderna se ha ralentizado hasta el punto de quiebre económico, y
las desigualdades sociales han demostrado su perenne presencia con un descaro que
raya en lo ridículo.
En medio de estas circunstancias nace la iniciativa de producir una revista que pueda
señalar el rumbo opuesto al que marca la agitada vida moderna. Eludiendo la respuesta
fácil y el afán por la novedad, buscamos la orientación que produce la palabra y el
pensamiento sereno. Apuntamos al tiempo presente, pero desde la dedicación que exige
el estudio y el trabajo de vidas enteras.
En este primer número, creemos que es necesario recordar que no es la primera vez que
los hombres se encuentran en circunstancias difíciles. Parece que el hombre actual
deseara olvidar que durante siglos los seres humanos llevaron una vida dura y llena de
desesperanza. Por ello es necesario mirar hacia atrás y meditar sobre la vida de aquellos
que nos antecedieron. Los pueblos de la antigüedad vivieron la peste, la guerra, la
muerte y el hambre con una cercanía que nos espanta y fascina a la vez.
En esta ocasión, tenemos el gusto de entrevistar a Boris Chamani, estudioso de la
Filosofía Antigua, y el de ofrecerle a Usted aquella molestia productiva que conocemos
como curiosidad.
Gilber Sanabria Callisaya
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FILOSOFÍAEN Tiempos de pesteEntrevista al Doctor Boris ChamaniPor Gilber Sanabria
Ante la difícil situación de crisis sanitaria por la que
atraviesa actualmente la humanidad con el COVID
19, es siempre grato poder escuchar voces que nos
recuerdan los desafíos y encrucijadas que pusieron al ser
humano en crisis mucho antes de lo que imaginamos hoy:
por ejemplo en la Antigua Grecia. En esta oportunidad
tenemos el gusto de entrevistar a Boris Chamani*.
Gilber Sanabria (GS): Doctor Chamani, Usted se ha
especializado en Filosofía Antigua y ha dedicado su vida a
comprender el pensamiento de personas que vivieron en tiempos
que a muchos se nos hacen extraños. ¿Qué lo ha motivado a
seguir este camino de vida? En el mundo actual, en el que
parece existir una constante búsqueda de novedad, ¿qué valor
puede tener la filosofía de hace cientos o miles de años?
Dr. Boris Chamani (Dr. Chamani): Gracias por la entrevista,
Gilber. Lo que puedo contestarle es que esta elección tiene
que ver con un aspecto biográfico de mi formación académica
en Filosofía. He tenido acá en Bolivia un excelente maestro,
don Rudy Santivañez, que más allá de ser profesor de
Filosofía y amigo, encarnaba cabalmente el ideal de la
filosofía antigua: entender el pensamiento filosófico, no
solamente como ejercicio teórico o como especulación pura,
sino también como forma de vida. Él propugnaba y
practicaba la unidad de pensamiento y vida, expresando esto
con las siguientes palabras: “tu pensamiento eres tú”. Es a
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partir de esta experiencia personal que puedo
responder a su pregunta de qué es lo que llama la
atención o qué es esto que hace de la filosofía
antigua algo que a nosotros, a nuestros ojos
modernos actuales, nos parece tan extraño:
precisamente es esta forma de concebir el
pensamiento en su coherencia con la vida misma.
El pensamiento antiguo es no solamente ejercicio
teórico, sino también forma y elección de vida.
Esto hace de la filosofía antigua algo fascinante
que todavía nos dice mucho a nosotros, seres
humanos de esta época y de estos siglos. En este
sentido, ¿qué valor puede tener la filosofía de hace
miles de años en tiempos actuales en los que hay
una constante búsqueda de novedad? En un pasaje
de su Introducción a la metafísica, el filósofo Martin
Heidegger señala que la filosofía tiene una
característica destacable: ella es intemporal
(unzeitgemäß). ¿En qué sentido hay que entender
esta aseveración? Él
señala que no es la
filosofía la que se
somete y se
subordina al
tiempo. Es al revés,
es el tiempo el que
se subordina a la
filosofía. ¿Qué
significa esto?
Significa que la
filosofía toca
elementos y aspectos de la realidad —la así
llamada ‘realidad’— que van más allá del tiempo
(pasado, presente e incluso futuro). Si Usted
quiere, estimado Gilber, la filosofía toca aspectos
que son universales. Por ello está más allá de la
moda o la “novedad”. La filosofía, la verdadera
filosofía, nunca está de moda. Es la moda la que
intenta ponerse siempre en el nivel de la filosofía.
Somos seres humanos y no nos distinguimos
sustancialmente de los primeros hombres de hace
diez mil o quince mil años. Tanto ellos como
nosotros tenemos casi las mismas experiencias
sobre la vida, la muerte, el dolor y la felicidad.
Entonces, la filosofía toca estos núcleos que van
más allá del tiempo y de la búsqueda de novedad.
Creo que esta intemporalidad hace interesante al
pensamiento antiguo. Si uno revisa diferentes
obras, tratados o escritos sobre la muerte o el
dolor, sobre los sentimientos de odio, de envidia,
de agradecimiento o de franqueza, uno encontrará
en los filósofos antiguos —además de grandes
reflexiones sobre el ser, la naturaleza, el origen del
cosmos, el origen de las plantas, el sentido de la
vida, etc.— un mar de planteamientos que, si bien
hoy en día, con el desarrollo tecnológico y
científico, podrían parecernos risibles, son en su
profundidad de una fuerza sugestiva que nos deja
todavía impresionados y que conmueve al sujeto:
me refiero a la espiritualidad antigua.
GS: El mundo antiguo no era ajeno a la muerte
temprana. Las guerras y las pestes acabaron muchas
veces con poblaciones enteras. ¿Cómo reaccionaron
los hombres de la antigüedad ante tales
circunstancias?
Dr. Chamani: La
tasa de
mortalidad en el
mundo antiguo
occidental era
altísima, y muy
pocas personas
lograban quizás
alcanzar los
sesenta y cinco o
setenta años de
edad. La muerte,
las pestes, las enfermedades, las guerras entre
poblaciones —en el caso griego entre polis— eran
muy acentuadas y frecuentes. Esto hacía, entonces,
que la devastación de poblaciones enteras fuese un
acontecimiento relativamente común en aquellos
tiempos. ¿Cómo reaccionan los hombres ante tales
circunstancias? Bueno, reaccionan, si Usted quiere,
como nosotros probablemente habríamos
reaccionado. Los hombres acuden a un marco de
referencia, a una concepción de las cosas que les
permite soportar la crudeza de los hechos. Karl
Jaspers llama a esto “cifras de la existencia”. Es
decir, el ser humano, ante las llamadas
“experienciaslímite” —como la muerte, el dolor, la
enfermedad y las guerras—, ofrece una respuesta,
un porqué o una explicación que le permite
orientarse en este mundo; o sea “cifra” la realidad
... no es la Filoso�a la que se somete
y se subordina al tiempo. Es el
tiempo el que se subordina a la
Filoso�a.
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que luego las generaciones posteriores se encargan
de descifrar. Entonces, yo creo que la reacción de
aquellos hombres (salvando diferencias) debió ser
muy parecida a la nuestra, con mucho dolor pero
también con mucho coraje para poder sobrellevar
las situaciones que les tocó vivir. Una reacción que,
recurriendo a ese núcleo mítico, a ese núcleo
cultural, a esas categorías de comprensión de la
realidad del mundo y de la vida, produce una
determinada actitud con unos matices culturales
propios, pero que en general no debió ser tan
diferente a la nuestra.
GS: Al parecer mucho del mundo antiguo estaba
atravesado por la religión. En este contexto, la
enfermedad y la muerte tendrían un componente
sobrenatural. ¿Es esto correcto? ¿Cómo ingresaba las
ideas religiosas en, por ejemplo, la mente de los
atenienses que sufrieron la plaga que narra
Tucídides?
Dr. Chamani: La peste de Atenas y la interpretación
sobrenatural de los fenómenos de la muerte y la
enfermedad, constituyen un pasaje muy
importante de la historia antigua, pues nos conecta
directamente (salvando siempre las enormes
diferencias) con lo que hoy en día estamos
atravesando a nivel mundial (la pandemia del
coronavirus) y, por tanto, nos permite ver algunos
antecedentes de esta experiencia humana. En un
acápite de La Guerra del Peloponeso, Tucídides
describe la conocida “Peste de Atenas” en un texto
muy duro que narra acontecimientos muy
concretos de la población ateniense frente a esta
epidemia. La idea es retomada siglos más tarde por
Lucrecio, un filósofo epicúreo romano, quien
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escribe en un contexto histórico, político y
conceptual diferente. Él escribe, dentro de la
doctrina del epicureismo, un tratado acerca de la
naturaleza de las cosas (De rerum natura). Se trata
de un libro escrito en verso, en la forma de la
poesía, pero que al mismo tiempo es un tratado de
física, el más complejo de la antigüedad. ¡Hay que
imaginarnos un tratado de física escrito en forma
de poema! Pues bien, en su tratado, Lucrecio
expone su concepción materialista de la vida, del
hombre, del
origen y de la
composición
atómica de las
cosas. En esta
concepción los
dioses no juegan
ningún rol, no
existe ninguna
finalidad, ningún
destino. Se trata
de una versión, una visión de la realidad, en la que
el hombre no está en el centro del mundo y de la
creación, y según la cual el mundo no es creado
por nadie ni por nada ni para nada, sino el
resultado de átomos en permanente colisiones que
destruyen y producen nuevos seres en un universo
sin dios. En fin, es una visión, en el sentido clásico,
materialista de las cosas. Lucrecio cierra el libro
sexto de su tratado de física con una reproducción,
si Usted quiere, una adaptación de la llamada
“Peste de Atenas”. En este relato se nos señala de
modo muy claro cómo habría sido la experiencia
concreta de los habitantes que se rendían, dice, a
la peste y a la muerte. Describe cómo los
atenienses tenían las cabezas ardientes de fiebre y
los ojos enrojecidos, las gargantas ennegrecidas
que rezumaba sangre y estaban obstruidas por
úlceras que cerraban el canal de la voz, las lenguas
agotadas y que manaba sangre. Es una exposición
de la experiencia dolorosa de la peste de Atenas
con la que –repito– Lucrecio cierra su tratado de
física, pero con un tono pesimista en el que, más o
menos, muestra un destino casi indolente con el
ser humano en estas circunstancias. Pero hay un
aspecto relativo a la religión que me gustaría
señalar y es donde va la pregunta que Usted me
señala. En su relato de la Peste de Atenas (Libro VI
en De rerum natura), Lucrecio dice algo que me
permito leer:
“Muchos cuerpos, derribados por la sed y
revolcándose por las calles, yacían postrados
junto al caño de las fuentes, ahogados por el
exceso de la dulce bebida. A muchos también
hubieras visto arrastrar sus lánguidos miembros
medio muertos por las calles y lugares públicos,
y morir horribles, cubiertos de hediondos
andrajos y de
suciedad, con
solo la piel sobre
los huesos,
sepultados ya
casi por las
llagas y la
podredumbre. En
fin, la muerte
había llenado de
cuerpos exánimes
todos los sagrados santuarios de los dioses; los
templos de los celestiales rebosaban por doquier
de cadáveres, pues los guardianes habían
llenado de visitantes estos lugares. Poco
importaba entonces la religión, ni el poder de los
dioses; el presente dolor lo superaba todo”.
Poco importaba entonces la religión,
ni el poder de los dioses; el presente
dolor lo superaba todo.
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En este pasaje, Lucrecio reproduce una situación y
una experiencia vivida (la peste) en este caso por
los atenienses —un pueblo profundamente
creyente y piadoso en el sentido griego de la
palabra— que había llegado a ser tan extrema, tan
“límite” en términos de Jaspers, que ni siquiera la
religión o el poder de los dioses importaban, pues
su presente dolor, dice, lo superaba todo. Y esto es
algo que de alguna manera ya lo estamos viendo
en muchos países, pero sobre todo en el Ecuador,
donde se ven escenas de desesperación, de llanto y
de dolor, que producen realmente horror y, claro,
un sentimiento de impotencia en el que
probablemente también los atenienses debieron
haberse encontrado.
GS: Al parecer, aunque existen diferencias obvias,
también hay grandes semejanzas entre la forma en
que los hombres y mujeres de la Antigüedad
enfrentaron pestes, hambrunas y guerras, y cómo lo
hacemos nosotros en la actualidad. En general, ¿qué
puede enseñarnos el pensamiento antiguo sobre cómo
enfrentar los duros tiempos que ahora atravesamos?
Dr. Chamani: No existe una formula, no existe una
receta que nos diga cómo, según los filósofos,
deberíamos hacer las cosas. Pero sí existen
experiencias, sobre todo en la época helenística,
que de algún modo podrían darnos una
orientación. Creo que es posible una combinatoria
de tres actitudes frente a la situación actual: la
estoica, la epicúrea y la escéptica. Dicho en
sencillo: ser estoico significa aprender a soportar el
dolor, aprender a convivir con el dolor, aprender a
hacerse amigo del dolor y no resistirle. En el caso
de los epicúreos, se trata de gritar frente al dolor,
de desarrollar una sensibilidad aguda frente a lo
doloroso, a lo abrumante. No concederle ni un
centímetro al dolor y, más bien, saltar frente a
cualquier amenaza, a cualquier procedencia del
dolor, gritar de dolor, ser sensibles ante la
situación. Y la actitud escéptica es más bien la que
enseña a ser indiferente al dolor. Algo similar a la
estoica, pues hay que hacerse duro frente al dolor.
Se trata de aprender a mantener una actitud de
indiferencia ante el dolor. Ninguna de estas tres
actitudes es la solución. Sin embargo, creo que
combinándolas podríamos adquirir algo como un
armazón de coraje y de fortaleza para poder
enfrentar lo que estamos viviendo. Ninguna de las
tres es absoluta pero no por ello carecen de
validez. Si la filosofía antigua podría aportar con
algo, es quizás con las orientaciones de estas tres
escuelas que podrían enseñarnos algo sobre la
relación con el dolor, la muerte y la peste. ♦
*Boris Inti Chamani Velasco es Doctor en Filosofía
Antigua por la Universidad de Tübingen
(Alemania). Docente y Coordinador del Instituto
de Investigaciones Filosóficas de la UMSA.
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