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    CARTA ENCCLICA

    FIDES ET RATIODEL SUMO PONTFICE

    JUAN PABLO IIA LOS OBISPOS

    DE LA IGLESIA CATLICA

    SOBRE LAS RELACIONESENTRE FE Y RAZN

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    NDICE

    Introduccin. Concete a ti mismo [1-6]

    Captulo ILA REVELACIN

    DE LA SABIDURA DE DIOS

    Jess revela al Padre [7-12]La razn ante el misterio [13-15]

    Captulo IICREDO UT INTELLIGAM

    La sabidura todo lo sabe y entiende (Sap 9,11) [16-20]Adquiere la sabidura, adquiere la inteligencia (Prov 4,5) [21-23]

    Captulo III

    INTELLEGO UT CREDAM

    Caminando en busca de la verdad [24-27]Diversas facetas de la verdad en el hombre [28-35]

    Captulo IVRELACIN ENTRE LA FE Y LA RAZN

    Etapas ms significativas en el encuentro entre la fe y la razn [36-42]Novedad perenne del pensamiento de santo Toms de Aquno [43-44]

    Captulo VINTERVENCIONES DEL MAGISTERIO

    EN CUESTIONES FILOSFICAS

    El discernimiento del Magisterio como diacona de la verdad [49-56]El inters de la Iglesia por la filosofa [57-63]

    Captulo VIINTERACCIN ENTRE

    TEOLOGA Y FILOSOFA

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    La ciencia de la fe y las exigencias de la razn filosfica [64-74]Diferentes estados de la filosofa [75-79]

    Captulo VIIEXIGENCIAS Y COMETIDOS ACTUALES

    Exigencias irrenunciables de la palabra de Dios [80-91]Cometidos actuales de la teologa [92-99]

    Conclusin [100-108]

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    Venerables Hermanos en el Episcopado,salud y Bendicin Apostlica

    La fe y la razn (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el esprituhumano se eleva hacia la contemplacin de la verdad. Dios ha puesto en el corazn del

    hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a l para que,conocindolo y amndolo, pueda alcanzar tambin la plena verdad sobre s mismo (cf.Ex 33, 18; Sal27 [26], 8-9; 63 [62], 2-3;Jn 14, 8; 1Jn 3, 2).

    INTRODUCCIN

    CONOCETE A TI MISMO

    FR 1a. Tanto en Oriente como en Occidente es posible distinguir un camino que, alo largo de los siglos, ha llevado a la humanidad a encontrarse progresivamente con laverdad y a confrontarse con ella. Es un camino que se ha desarrollado no poda ser

    de otro modo dentro del horizonte de la autoconciencia personal: el hombre cuantoms conoce la realidad y el mundo y ms se conoce a s mismo en su unicidad, le resultams urgente el interrogante sobre el sentido de las cosas y sobre su propia existencia.Todo lo que se presenta como objeto de nuestro conocimiento se convierte por ello en

    parte de nuestra vida. La exhortacin Concete a ti mismo estaba esculpida sobre eldintel del templo de Delfos, para testimoniar una verdad fundamental que debe serasumida como la regla mnima por todo hombre deseoso de distinguirse, en medio detoda la creacin, calificndose como hombre precisamente en cuanto conocedor des mismo.

    FR 1b. Por lo dems, una simple mirada a la historia antigua muestra con claridadcomo en distintas partes de la tierra, marcadas por culturas diferentes, brotan al mismotiempo las preguntas de fondo que caracterizan el recorrido de la existencia humana:quin soy? de dnde vengo y a dnde voy? por qu existe el mal? qu hay despusde esta vida? Estas mismas preguntas las encontramos en los escritos sagrados de Israel,

    pero aparecen tambin en los Veda y en los Avesta; las encontramos en los escritos deConfucio e Lao-Tze y en la predicacin de los Tirthankara y de Buda; asimismo seencuentran en los poemas de Homero y en las tragedias de Eurpides y Sfocles, ascomo en los tratados filosficos de Platn y Aristteles. Son preguntas que tienen suorigen comn en la necesidad de sentido que desde siempre acucia el corazn delhombre: de la respuesta que se d a tales preguntas, en efecto, depende la orientacin

    que se d a la existencia.FR 2a. La Iglesia no es ajena, ni puede serlo, a este camino de bsqueda. Desde

    que, en el Misterio Pascual, ha recibido como don la verdad ltima sobre la vida delhombre, se ha hecho peregrina por los caminos del mundo para anunciar que Jesucristoes el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6). Entre los diversos servicios que la Iglesiaha de ofrecer a la humanidad, hay uno del cual es responsable de un modo muy

    particular: la diacona de la verdad.(1) Por una parte, esta misin hace a la comunidadcreyente partcipe del esfuerzo comn que la humanidad lleva a cabo para alcanzar laverdad; (2) y por otra, la obliga a responsabilizarse del anuncio de las certezasadquiridas, incluso desde la conciencia de que toda verdad alcanzada es slo una etapa

    hacia aquella verdad total que se manifestar en la revelacin ltima de Dios: Ahora

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    vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de unmodo parcial, pero entonces conocer como soy conocido (1 Co 13, 12).

    FR 3a. El hombre tiene muchos medios para progresar en el conocimiento de laverdad, de modo que puede hacer cada vez ms humana la propia existencia. Entre estos

    destaca lafilosofa, que contribuye directamente a formular la pregunta sobre el sentidode la vida y a trazar la respuesta: sta, en efecto, se configura como una de las tareasms nobles de la humanidad. El trmino filosofa segn la etimologa griega significaamor a la sabidura. De hecho, la filosofa naci y se desarroll desde el momento enque el hombre empez a interrogarse sobre el por qu de las cosas y su finalidad. Demodos y formas diversas, muestra que el deseo de verdad pertenece a la naturalezamisma del hombre. El interrogarse sobre el por qu de las cosas es inherente a su razn,aunque las respuestas que se han ido dando se enmarcan en un horizonte que pone enevidencia la complementariedad de las diferentes culturas en las que vive el hombre.

    FR 3b. La gran incidencia que la filosofa ha tenido en la formacin y en el

    desarrollo de las culturas en Occidente no debe hacernos olvidar el influjo que haejercido en los modos de concebir la existencia tambin en Oriente. En efecto, cada

    pueblo, posee una sabidura originaria y autctona que, como autntica riqueza de lasculturas, tiende a expresarse y a madurar incluso en formas puramente filosficas. Queesto es verdad lo demuestra el hecho de que una forma bsica del saber filosfico,

    presente hasta nuestros das, es verificable incluso en los postulados en los que seinspiran las diversas legislaciones nacionales e internacionales para regular la vidasocial.

    FR 4a. De todos modos, se ha de destacar que detrs de cada trmino se escondensignificados diversos. Por tanto, es necesaria una explicitacin preliminar. Movido porel deseo de descubrir la verdad ltima sobre la existencia, el hombre trata de adquirir losconocimientos universales que le permiten comprenderse mejor y progresar en larealizacin de s mismo. Los conocimientos fundamentales derivan del asombrosuscitado en l por la contemplacin de la creacin: el ser humano se sorprende aldescubrirse inmerso en el mundo, en relacin con sus semejantes con los cualescomparte el destino. De aqu arranca el camino que lo llevar al descubrimiento dehorizontes de conocimientos siempre nuevos. Sin el asombro el hombre caera en larepetitividad y, poco a poco, sera incapaz de vivir una existencia verdaderamente

    personal.

    FR 4b. La capacidad especulativa, que es propia de la inteligencia humana, lleva aelaborar, a travs de la actividad filosfica, una forma de pensamiento riguroso y aconstruir as, con la coherencia lgica de las afirmaciones y el carcter orgnico de loscontenidos, un saber sistemtico. Gracias a este proceso, en diferentes contextosculturales y en diversas pocas, se han alcanzado resultados que han llevado a laelaboracin de verdaderos sistemas de pensamiento. Histricamente esto ha provocadoa menudo la tentacin de identificar una sola corriente con todo el pensamientofilosfico. Pero es evidente que, en estos casos, entra en juego una cierta soberbiafilosfica que pretende erigir la propia perspectiva incompleta en lectura universal. Enrealidad, todo sistema filosfico, aun con respeto siempre de su integridad sininstrumentalizaciones, debe reconocer la prioridad delpensarfilosfico, en el cual tiene

    su origen y al cual debe servir de forma coherente.

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    FR 4c. En este sentido es posible reconocer, a pesar del cambio de los tiempos yde los progresos del saber, un ncleo de conocimientos filosficos cuya presencia esconstante en la historia del pensamiento. Pinsese, por ejemplo, en los principios de nocontradiccin, de finalidad, de causalidad, como tambin en la concepcin de la personacomo sujeto libre e inteligente y en su capacidad de conocer a Dios, la verdad y el bien;

    pinsese, adems, en algunas normas morales fundamentales que son comnmenteaceptadas. Estos y otros temas indican que, prescindiendo de las corrientes depensamiento, existe un conjunto de conocimientos en los cuales es posible reconoceruna especie de patrimonio espiritual de la humanidad. Es como si nos encontrsemosante unafilosofa implcitapor la cual cada uno cree conocer estos principios, aunque deforma genrica y no refleja. Estos conocimientos, precisamente porque son compartidosen cierto modo por todos, deberan ser como un punto de referencia para las diversasescuelas filosficas. Cuando la razn logra intuir y formular los principios primeros yuniversales del ser y sacar correctamente de ellos conclusiones coherentes de ordenlgico y deontolgico, entonces puede considerarse una razn recta o, como la llamabanlos antiguos, orths logos, recta ratio.

    FR 5a. La Iglesia, por su parte, aprecia el esfuerzo de la razn por alcanzar losobjetivos que hagan cada vez ms digna la existencia personal. Ella ve en la filosofa elcamino para conocer verdades fundamentales relativas a la existencia del hombre. Almismo tiempo, considera a la filosofa como una ayuda indispensable para profundizarla inteligencia de la fe y comunicar la verdad del Evangelio a cuantos an no laconocen.

    FR 5b. Teniendo en cuenta iniciativas anlogas de mis Predecesores, deseo yotambin dirigir la mirada hacia esta peculiar actividad de la razn. Me impulsa a ello elhecho de que, sobre todo en nuestro tiempo, la bsqueda de la verdad ltima parece amenudo oscurecida. Sin duda la filosofa moderna tiene el gran mrito de haberconcentrado su atencin en el hombre. A partir de aqu, una razn llena de interrogantesha desarrollado sucesivamente su deseo de conocer cada vez ms y ms profundamente.Se han construido sistemas de pensamiento complejos, que han producido sus frutos enlos diversos mbitos del saber, favoreciendo el desarrollo de la cultura y de la historia.La antropologa, la lgica, las ciencias naturales, la historia, el lenguaje..., de algunamanera se ha abarcado todas las ramas del saber. Sin embargo, los resultados positivosalcanzados no deben llevar a descuidar el hecho de que la razn misma, movida aindagar de forma unilateral sobre el hombre como sujeto, parece haber olvidado queste est tambin llamado a orientarse hacia una verdad que lo transciende. Sin esta

    referencia, cada uno queda a merced del arbitrio y su condicin de persona acaba por servalorada con criterios pragmticos basados esencialmente en el dato experimental, en elconvencimiento errneo de que todo debe ser dominado por la tcnica. As ha sucedidoque, en lugar de expresar mejor la tendencia hacia la verdad, bajo tanto peso la raznsaber se ha doblegado sobre s misma hacindose, da tras da, incapaz de levantar lamirada hacia lo alto para atreverse a alcanzar la verdad del ser. La filosofa moderna,dejando de orientar su investigacin sobre el ser, ha concentrado la propia bsquedasobre el conocimiento humano. En lugar de apoyarse sobre la capacidad que tiene elhombre para conocer la verdad, ha preferido destacar sus lmites y condicionamientos.

    FR 5c. Ello ha derivado en varias formas de agnosticismo y de relativismo, que

    han llevado la investigacin filosfica a perderse en las arenas movedizas de unescepticismo general. Recientemente han adquirido cierto relieve diversas doctrinas que

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    tienden a infravalorar incluso las verdades que el hombre estaba seguro de haberalcanzado. La legtima pluralidad de posiciones ha dado paso a un pluralismoindiferenciado, basado en el convencimiento de que todas las posiciones son igualmentevlidas. Este es uno de los sntomas ms difundidos de la desconfianza en la verdad quees posible encontrar en el contexto actual. No se substraen a esta prevencin ni siquiera

    algunas concepciones de vida provenientes de Oriente; en ellas, en efecto, se niega a laverdad su carcter exclusivo, partiendo del presupuesto de que se manifiesta de igualmanera en diversas doctrinas, incluso contradictorias entre s. En esta perspectiva, todose reduce a opinin. Se tiene la impresin de que se trata de un movimiento ondulante:mientras por una parte la reflexin filosfica ha logrado situarse en el camino que lahace cada vez ms cercana a la existencia humana y a su modo de expresarse, por otratiende a hacer consideraciones existenciales, hermenuticas o lingsticas que

    prescinden de la cuestin radical sobre la verdad de la vida personal, del ser y de Dios.En consecuencia han surgido en el hombre contemporneo, y no slo entre algunosfilsofos, actitudes de difusa desconfianza respecto de los grandes recursoscognoscitivos del ser humano. Con falsa modestia, se conforman con verdades parciales

    y provisionales, sin intentar hacer preguntas radicales sobre el sentido y el fundamentoltimo de la vida humana, personal y social. Ha decado, en definitiva, la esperanza de

    poder recibir de la filosofa respuestas definitivas a tales preguntas.

    FR 6a. La Iglesia, convencida de la competencia que le incumbe por serdepositaria de la Revelacin de Jesucristo, quiere reafirmar la necesidad de reflexionarsobre la verdad. Por este motivo he decidido dirigirme a vosotros, queridos Hermanosen el Episcopado, con los cuales comparto la misin de anunciar abiertamente laverdad (2 Co 4, 2), como tambin a los telogos y filsofos a los que corresponde eldeber de investigar sobre los diversos aspectos de la verdad, y asimismo a las personasque la buscan, para exponer algunas reflexiones sobre la va que conduce a la verdaderasabidura, a fin de que quien sienta el amor por ella pueda emprender el caminoadecuado para alcanzarla y encontrar en la misma descanso a su fatiga y gozo espiritual.

    FR 6b. Me mueve a esta iniciativa, ante todo, la conviccin que expresan laspalabras del Concilio Vaticano II, cuando afirma que los Obispos son testigos de laverdad divina y catlica.(3) Testimoniar la verdad es, pues, una tarea confiada anosotros, los Obispos; no podemos renunciar a la misma sin descuidar el ministerio quehemos recibido. Reafirmando la verdad de la fe podemos devolver al hombrecontemporneo la autntica confianza en sus capacidades cognoscitivas y ofrecer a lafilosofa un estmulo para que pueda recuperar y desarrollar su plena dignidad.

    FR 6c. Hay tambin otro motivo que me induce a desarrollar estas reflexiones. Enla Encclica Veritatis splendor he llamado la atencin sobre algunas verdadesfundamentales de la doctrina catlica, que en el contexto actual corren el riesgo de serdeformadas o negadas.(4) Con la presente Encclica deseo continuar aquella reflexincentrando la atencin sobre el tema de la verdady de sufundamento en relacin con la

    fe. No se puede negar, en efecto, que este perodo de rpidos y complejos cambiosexpone especialmente a las nuevas generaciones, a las cuales pertenece y de las cualesdepende el futuro, a la sensacin de que se ven privadas de autnticos puntos dereferencia. La exigencia de una base sobre la cual construir la existencia personal ysocial se siente de modo notable sobre todo cuando se est obligado a constatar el

    carcter parcial de propuestas que elevan lo efmero al rango de valor, creando ilusionessobre la posibilidad de alcanzar el verdadero sentido de la existencia. Sucede de ese

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    modo que muchos llevan una vida casi hasta el lmite de la ruina, sin saber bien lo queles espera. Esto depende tambin del hecho de que, a veces, quien por vocacin estaballamado a expresar en formas culturales el resultado de la propia especulacin, hadesviado la mirada de la verdad, prefiriendo el xito inmediato en lugar del esfuerzo dela investigacin paciente sobre lo que merece ser vivido. La filosofa, que tiene la gran

    responsabilidad de formar el pensamiento y la cultura por medio de la llamada continuaa la bsqueda de lo verdadero, debe recuperar con fuerza su vocacin originaria. Por esohe sentido no slo la exigencia, sino incluso el deber de intervenir en este tema, paraque la humanidad, en el umbral del tercer milenio de la era cristiana, tome concienciacada vez ms clara de los grandes recursos que le han sido dados y se comprometa conrenovado ardor en llevar a cabo el plan de salvacin en el cual est inmersa su historia.

    CAPITULO ILA REVELACION DE LA SABIDURIA DE DIOS

    Jess revela al Padre

    FR 7a. En la base de toda la reflexin que la Iglesia lleva a cabo est la concienciade ser depositaria de un mensaje que tiene su origen en Dios mismo (cf. 2 Co 4, 1-2). Elconocimiento que ella propone al hombre no proviene de su propia especulacin,aunque fuese la ms alta, sino del hecho de haber acogido en la fe la palabra de Dios (cf.1 Ts 2, 13). En el origen de nuestro ser como creyentes hay un encuentro, nico en sugnero, en el que se manifiesta un misterio oculto en los siglos (cf. 1 Co 2, 7; Rm 16,25-26), pero ahora revelado. Quiso Dios, con su bondad y sabidura, revelarse a smismo y manifestar el misterio de su voluntad (cf.Ef1, 9): por Cristo, la Palabra hechacarne, y con el Espritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar dela naturaleza divina.(5) sta es una iniciativa totalmente gratuita, que viene de Dios

    para alcanzar a la humanidad y salvarla. Dios, como fuente de amor, desea darse aconocer, y el conocimiento que el hombre tiene de l culmina cualquier otroconocimiento verdadero sobre el sentido de la propia existencia que su mente es capazde alcanzar.

    FR 8a. Tomando casi al pie de la letra las enseanzas de la Constitucin DeiFilius del Concilio Vaticano I y teniendo en cuenta los principios propuestos por elConcilio Tridentino, la Constitucin Dei Verbum del Vaticano II ha continuado el

    secular camino de la inteligencia de la fe, reflexionando sobre la Revelacin a la luz delas enseanzas bblicas y de toda la tradicin patrstica. En el Primer Concilio Vaticano,los Padres haban puesto en evidencia el carcter sobrenatural de la revelacin de Dios.La crtica racionalista, que en aquel perodo atacaba la fe sobre la base de tesis errneasy muy difundidas, consista en negar todo conocimiento que no fuese fruto de lascapacidades naturales de la razn. Este hecho oblig al Concilio a sostener con fuerzaque, adems del conocimiento propio de la razn humana, capaz por su naturaleza dellegar hasta el Creador, existe un conocimiento que es peculiar de la fe. Esteconocimiento expresa una verdad que se basa en el hecho mismo de que Dios se revela,y es una verdad muy cierta porque Dios ni engaa ni quiere engaar.(6)

    FR 9a. El Concilio Vaticano I ensea, pues, que la verdad alcanzada a travs de lareflexin filosfica y la verdad que proviene de la Revelacin no se confunden, ni una

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    hace superflua la otra: Hay un doble orden de conocimiento, distinto no slo por suprincipio, sino tambin por su objeto; por su principio, primeramente, porque en unoconocemos por razn natural, y en otro por fe divina; por su objeto tambin porqueaparte aquellas cosas que la razn natural puede alcanzar, se nos proponen para creermisterios escondidos en Dios de los que, a no haber sido divinamente revelados, no se

    pudiera tener noticia.(7) La fe, que se funda en el testimonio de Dios y cuenta con laayuda sobrenatural de la gracia, pertenece efectivamente a un orden diverso delconocimiento filosfico. ste, en efecto, se apoya sobre la percepcin de los sentidos yla experiencia, y se mueve a la luz de la sola inteligencia. La filosofa y las cienciastienen su puesto en el orden de la razn natural, mientras que la fe, iluminada y guiada

    por el Espritu, reconoce en el mensaje de la salvacin la plenitud de gracia y deverdad (cf. Jn 1, 14) que Dios ha querido revelar en la historia y de modo definitivo

    por medio de su Hijo Jesucristo (cf. 1 Jn 5, 9:Jn 5, 31-32).

    FR 10a. En el Concilio Vaticano II los Padres, dirigiendo su mirada a Jessrevelador, han ilustrado el carcter salvfico de la revelacin de Dios en la historia y han

    expresado su naturaleza del modo siguiente: En esta revelacin, Dios invisible (cf. Col1, 15; 1 Tm 1, 17), movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33, 11;

    Jn 15, 14-15), trata con ellos (cf. Ba 3, 38) para invitarlos y recibirlos en su compaa.El plan de la revelacin se realiza por obras y palabras intrnsecamente ligadas; lasobras que Dios realiza en la historia de la salvacin manifiestan y confirman la doctrinay las realidades que las palabras significan; a su vez, las palabras proclaman las obras yexplican su misterio. La verdad profunda de Dios y de la salvacin del hombre quetransmite dicha revelacin, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda larevelacin. (8)

    FR 11a. La revelacin de Dios se inserta, pues, en el tiempo y la historia, ms an,la encarnacin de Jesucristo, tiene lugar en la plenitud de los tiempos (Ga 4, 4). A dosmil aos de distancia de aquel acontecimiento, siento el deber de reafirmar con fuerzaque en el cristianismo el tiempo tiene una importancia fundamental.(9) En l tienelugar toda la obra de la creacin y de la salvacin y, sobre todo destaca el hecho de quecon la encarnacin del Hijo de Dios vivimos y anticipamos ya desde ahora lo que ser la

    plenitud del tiempo (cf.Hb 1, 2).

    FR 11b. La verdad que Dios ha comunicado al hombre sobre s mismo y sobre suvida se inserta, pues, en el tiempo y en la historia. Es verdad que ha sido pronunciada deuna vez para siempre en el misterio de Jess de Nazaret. Lo dice con palabras

    elocuentes la Constitucin Dei Verbum: Dios habl a nuestros padres en distintasocasiones y de muchas maneras por los profetas. Ahora en esta etapa final nos hahablado por el Hijo (Hb 1, 1-2). Pues envi a su Hijo, la Palabra eterna, que alumbra atodo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios (cf.

    Jn 1, 1-18). Jesucristo, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres, habla laspalabras de Dios (Jn 3, 34) y realiza la obra de la salvacin que el Padre le encarg (cf.Jn 5, 36; 17, 4). Por eso, quien ve a Jesucristo, ve al Padre (cf. Jn 14, 9); l, con supresencia y manifestacin, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo consu muerte y gloriosa resurreccin, con el envo del Espritu de la verdad, lleva a plenitudtoda la revelacin. (10)

    FR 11c. La historia, pues, es para el Pueblo de Dios un camino que hay querecorrer por entero, de forma que la verdad revelada exprese en plenitud sus contenidos

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    gracias a la accin incesante del Espritu Santo (cf. Jn 16, 13). Lo ensea asimismo laConstitucin Dei Verbum cuando afirma que la Iglesia camina a travs de los sigloshacia la plenitud de la verdad, hasta que se cumplan en ella plenamente las palabras deDios.(11)

    FR 12a. As pues, la historia es el lugar donde podemos constatar la accin deDios en favor de la humanidad. l se nos manifiesta en lo que para nosotros es msfamiliar y fcil de verificar, porque pertenece a nuestro contexto cotidiano, sin el cualno llegaramos a comprendernos.

    FR 12b. La encarnacin del Hijo de Dios permite ver realizada la sntesisdefinitiva que la mente humana, partiendo de s misma, ni tan siquiera hubiera podidoimaginar: el Eterno entra en el tiempo, el Todo se esconde en la parte y Dios asume elrostro del hombre. La verdad expresada en la revelacin de Cristo no puede encerrarseen un restringido mbito territorial y cultural, sino que se abre a todo hombre y mujerque quiera acogerla como palabra definitivamente vlida para dar sentido a la

    existencia. Ahora todos tienen en Cristo acceso al Padre; en efecto, con su muerte yresurreccin, l ha dado la vida divina que el primer Adn haba rechazado (cf. Rm 5,12-15). Con esta Revelacin se ofrece al hombre la verdad ltima sobre su propia vida ysobre el destino de la historia: Realmente, el misterio del hombre slo se esclarece enel misterio del Verbo encarnado, afirma la Constitucin Gaudium et spes.(12) Fuera deesta perspectiva, el misterio de la existencia personal resulta un enigma insoluble.Dnde podra el hombre buscar la respuesta a las cuestiones dramticas como el dolor,el sufrimiento de los inocentes y la muerte, sino no en la luz que brota del misterio de la

    pasin, muerte y resurreccin de Cristo?

    La razn ante el misterio

    FR 13a. De todos modos no hay que olvidar que la Revelacin est llena demisterio. Es verdad que con toda su vida, Jess revela el rostro del Padre, ya que havenido para explicar los secretos de Dios; (13) sin embargo, el conocimiento quenosotros tenemos de ese rostro se caracteriza por el aspecto fragmentario y por el lmitede nuestro entendimiento. Slo la fe permite penetrar en el misterio, favoreciendo sucomprensin coherente.

    FR 13b. El Concilio ensea que cuando Dios revela, el hombre tiene quesometerse con la fe. (14) Con esta afirmacin breve pero densa, se indica una verdadfundamental del cristianismo. Se dice, ante todo, que la fe es la respuesta de obedienciaa Dios. Ello conlleva reconocerle en su divinidad, trascendencia y libertad suprema. ElDios, que se da a conocer desde la autoridad de su absoluta trascendencia, lleva consigola credibilidad de aquello que revela. Desde la fe el hombre da su asentimiento a esetestimonio divino. Ello quiere decir que reconoce plena e integralmente la verdad de lorevelado, porque Dios mismo es su garante. Esta verdad, ofrecida al hombre y que l no

    puede exigir, se inserta en el horizonte de la comunicacin interpersonal e impulsa a larazn a abrirse a la misma y a acoger su sentido profundo. Por esto el acto con el queuno confa en Dios siempre ha sido considerado por la Iglesia como un momento de

    eleccin fundamental, en la cual est implicada toda la persona. Inteligencia y voluntaddesarrollan al mximo su naturaleza espiritual para permitir que el sujeto cumpla un

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    acto en el cual la libertad personal se vive de modo pleno.(15) En la fe, pues, la libertadno slo est presente, sino que es necesaria. Ms an, la fe es la que permite a cada unoexpresar mejor la propia libertad. Dicho con otras palabras, la libertad no se realiza enlas opciones contra Dios. En efecto, cmo podra considerarse un uso autntico de lalibertad la negacin a abrirse hacia lo que permite la realizacin de s mismo? La

    persona al creer lleva a cabo el acto ms significativo de la propia existencia; en l, enefecto, la libertad alcanza la certeza de la verdad y decide vivir en la misma.

    FR 13c. Para ayudar a la razn, que busca la comprensin del misterio, estntambin los signos contenidos en la Revelacin. Estos sirven para profundizar ms la

    bsqueda de la verdad y permitir que la mente pueda indagar de forma autnomaincluso dentro del misterio. Estos signos si por una parte dan mayor fuerza a la razn,

    porque le permiten investigar en el misterio con sus propios medios, de los cuales estjustamente celosa, por otra parte la empujan a ir ms all de su misma realidad designos, para descubrir el significado ulterior del cual son portadores. En ellos, por lotanto, est presente una verdad escondida a la que la mente debe dirigirse y de la cual no

    puede prescindir sin destruir el signo mismo que se le propone.

    FR 13d. Podemos fijarnos, en cierto modo, en el horizonte sacramental de laRevelacin y, en particular, en el signo eucarstico donde la unidad inseparable entre larealidad y su significado permite captar la profundidad del misterio. Cristo en laEucarista est verdaderamente presente y vivo, y acta con su Espritu, pero comoacertadamente deca Santo Toms, lo que no comprendes y no ves, lo atestigua una feviva, fuera de todo el orden de la naturaleza. Lo que aparece es un signo: esconde en elmisterio realidades sublimes.(16) A este respecto escribe el filsofo Pascal: ComoJesucristo permaneci desconocido entre los hombres, del mismo modo su verdad

    permanece, entre las opiniones comunes, sin diferencia exterior. As queda la Eucaristaentre el pan comn. (17)

    FR 13e. El conocimiento de fe, en definitiva, no anula el misterio; slo lo hacems evidente y lo manifiesta como hecho esencial para la vida del hombre: Cristo, elSeor, en la misma revelacin del misterio del Padre y de su amor, manifiesta

    plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocacin,(18)que es participar en el misterio de la vida trinitaria de Dios.(19)

    FR 14a. La enseanza de los dos Concilios Vaticanos abre tambin un verdaderohorizonte de novedad para el saber filosfico. La Revelacin introduce en la historia un

    punto de referencia del cual el hombre no puede prescindir, si quiere llegar acomprender el misterio de su existencia; pero, por otra parte, este conocimiento remiteconstantemente al misterio de Dios que la mente humana no puede agotar, sino slorecibir y acoger en la fe. En estos dos pasos, la razn posee su propio espaciocaracterstico que le permite indagar y comprender, sin ser limitada por otra cosa que sufinitud ante el misterio infinito de Dios.

    FR 14b. As pues, la Revelacin introduce en nuestra historia una verdaduniversal y ltima que induce a la mente del hombre a no pararse nunca; ms bien laempuja a ampliar continuamente el campo del propio saber hasta que no se d cuenta deque no ha realizado todo lo que poda, sin descuidar nada. Nos ayuda en esta tarea una

    de las inteligencias ms fecundas y significativas de la historia de la humanidad, a lacual justamente se refieren tanto la filosofa como la teologa: San Anselmo. En su

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    Proslogion, el arzobispo de Canterbury se expresa as: Dirigiendo frecuentemente ycon fuerza mi pensamiento a este problema, a veces me pareca poder alcanzar lo que

    buscaba; otras veces, sin embargo, se escapaba completamente de mi pensamiento;hasta que, al final, desconfiando de poderlo encontrar, quise dejar de buscar algo queera imposible encontrar. Pero cuando quise alejar de m ese pensamiento porque,

    ocupando mi mente, no me distrajese de otros problemas de los cuales pudiera sacaralgn provecho, entonces comenz a presentarse con mayor importunacin [...]. Pero,pobre de m, uno de los pobres hijos de Eva, lejano de Dios, qu he empezado a hacery qu he logrado? qu buscaba y qu he logrado? a qu aspiraba y por qu suspiro?[...]. Oh Seor, t no eres solamente aquel de quien no se puede pensar nada mayor(non solum es quo maius cogitari nequit), sino que eres ms grande de todo lo que se

    pueda pensar (quiddam maius quam cogitari possit) [...]. Si tu no fueses as, se podrapensar alguna cosa ms grande que t, pero esto no puede ser.(20)

    FR 15a. La verdad de la Revelacin cristiana, que se manifiesta en Jess deNazaret, permite a todos acoger el misterio de la propia vida. Como verdad suprema,

    a la vez que respeta la autonoma de la criatura y su libertad, la obliga a abrirse a latrascendencia. Aqu la relacin entre libertad y verdad llega al mximo y se comprendeen su totalidad la palabra del Seor: Conoceris la verdad y la verdad os har libres(Jn 8, 32).

    FR 15b. La Revelacin cristiana es la verdadera estrella que orienta al hombre queavanza entre los condicionamientos de la mentalidad inmanentista y las estrecheces deuna lgica tecnocrtica; es la ltima posibilidad que Dios ofrece para encontrar en

    plenitud el proyecto originario de amor iniciado con la creacin. El hombre deseoso deconocer lo verdadero, si an es capaz de mirar ms all de s mismo y de levantar lamirada por encima de los propios proyectos, recibe la posibilidad de recuperar larelacin autntica con su vida, siguiendo el camino de la verdad. Las palabras delDeuteronomio se pueden aplicar a esta situacin: Porque estos mandamientos que yo te

    prescribo hoy no son superiores a tus fuerzas, ni estn fuera de tu alcance. No estn enel cielo, para que no hayas de decir: Quin subir por nosotros al cielo a buscarlos paraque los oigamos y los pongamos en prctica? Ni estn al otro lado del mar, para que nohayas de decir Quin ir por nosotros al otro lado del mar a buscarlos para que losoigamos y los pongamos en prctica? Sino que la palabra est bien cerca de ti, est en tu

    boca y en tu corazn para que la pongas en prctica (30, 11-14). A este texto se refierela famosa frase del santo filsofo y telogo Agustn: Noli foras ire, in te ipsum redi. Ininteriore homine habitat veritas.(21) A la luz de estas consideraciones, se impone una

    primera conclusin: la verdad que la Revelacin nos hace conocer no es el fruto maduroo el punto culminante de un pensamiento elaborado por la razn. Por el contrario, stase presenta con la caracterstica de la gratuidad, genera pensamiento y exige ser acogidacomo expresin de amor. Esta verdad relevada es anticipacin, en nuestra historia, de lavisin ltima y definitiva de Dios que est reservada a los que creen en l o lo buscancon corazn sincero. El fin ltimo de la existencia personal, pues, es objeto de estudiotanto de la filosofa como de la teologa. Ambas, aunque con medios y contenidosdiversos, miran hacia este sendero de la vida (Sal16 [15], 11), que, como nos dice lafe, tiene su meta ltima en el gozo pleno y duradero de la contemplacin del Dios Uno yTrino.

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    CAPITULO IICREDO UT INTELLEGAM

    La sabidura todo lo sabe y entiende (Sb 9, 11)

    FR 16a. La Sagrada Escritura nos presenta con sorprendente claridad el vnculotan profundo que hay entre el conocimiento de fe y el de la razn. Lo atestiguan sobretodo los Libros sapienciales. Lo que llama la atencin en la lectura, hecha sin

    prejuicios, de estas pginas de la Escritura, es el hecho de que en estos textos secontenga no solamente la fe de Israel, sino tambin la riqueza de civilizaciones yculturas ya desaparecidas. Casi por un designio particular, Egipto y Mesopotamia hacenor de nuevo su voz y algunos rasgos comunes de las culturas del antiguo Orientereviven en estas pginas ricas de intuiciones muy profundas.

    FR 16b. No es casual que, en el momento en el que el autor sagrado quieredescribir al hombre sabio, lo presente como el que ama y busca la verdad: Feliz el

    hombre que se ejercita en la sabidura, y que en su inteligencia reflexiona, que meditasus caminos en su corazn, y sus secretos considera. Sale en su busca como el que siguesu rastro, y en sus caminos se pone al acecho. Se asoma a sus ventanas y a sus puertasescucha. Acampa muy cerca de su casa y clava la clavija en sus muros. Monta su tienda

    junto a ella, y se alberga en su albergue dichoso. Pone sus hijos a su abrigo y bajo susramas se cobija. Por ella es protegido del calor y en su gloria se alberga (Si 14, 20-27).

    FR 16c. Como se puede ver, para el autor inspirado el deseo de conocer es unacaracterstica comn a todos los hombres. Gracias a la inteligencia se da a todos, tantocreyentes como no creyentes, la posibilidad de alcanzar el agua profunda (cf. Pr20,5). Es verdad que en el antiguo Israel el conocimiento del mundo y de sus fenmenos nose alcanzaba por el camino de la abstraccin, como para el filsofo jnico o el sabioegipcio. Menos an, el buen israelita conceba el conocimiento con los parmetros

    propios de la poca moderna, orientada principalmente a la divisin del saber. Sinembargo, el mundo bblico ha hecho desembocar en el gran mar de la teora delconocimiento su aportacin original.

    FR16d. Cul es sta? La peculiaridad que distingue el texto bblico consiste en laconviccin de que hay una profunda e inseparable unidad entre el conocimiento de larazn y el de la fe. El mundo y todo lo que sucede en l, como tambin la historia y lasdiversas vicisitudes del pueblo, son realidades que se han de ver, analizar y juzgar con

    los medios propios de la razn, pero sin que la fe sea extraa en este proceso. sta nointerviene para menospreciar la autonoma de la razn o para limitar su espacio deaccin, sino slo para hacer comprender al hombre que el Dios de Israel se hace visibley acta en estos acontecimientos. As mismo, conocer a fondo el mundo y losacontecimientos de la historia no es posible sin confesar al mismo tiempo la fe en Diosque acta en ellos. La fe agudiza la mirada interior abriendo la mente para que descubra,en el sucederse de los acontecimientos, la presencia operante de la Providencia. Unaexpresin del libro de los Proverbios es significativa a este respecto: El corazn delhombre medita su camino, pero es el Seor quien asegura sus pasos (16, 9). Es decir,el hombre con la luz de la razn sabe reconocer su camino, pero lo puede recorrer deforma libre, sin obstculos y hasta el final, si con nimo sincero fija su bsqueda en el

    horizonte de la fe. La razn y la fe, por tanto, no se pueden separar sin que se reduzca laposibilidad del hombre de conocer de modo adecuado a s mismo, al mundo y a Dios.

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    FR 17a. No hay, pues, motivo de competitividad alguna entre la razn y la fe: unaest dentro de la otra, y cada una tiene su propio espacio de realizacin. El libro de losProverbios nos sigue orientando en esta direccin al exclamar: Es gloria de Diosocultar una cosa, y gloria de los reyes escrutarla (25, 2). Dios y el hombre, cada uno en

    su respectivo mundo, se encuentran as en una relacin nica. En Dios est el origen decada cosa, en l se encuentra la plenitud del misterio, y sta es su gloria; al hombre lecorresponde la misin de investigar con su razn la verdad, y en esto consiste sugrandeza. Una ulterior tesela a este mosaico es puesta por el Salmista cuando oradiciendo: Mas para m, qu arduos son tus pensamientos, oh Dios, qu incontable susuma! Son ms, si los recuento, que la arena, y al terminar, todava estoy contigo!(139 [138], 17-18). El deseo de conocer es tan grande y supone tal dinamismo que elcorazn del hombre, incluso desde la experiencia de su lmite insuperable, suspira haciala infinita riqueza que est ms all, porque intuye que en ella est guardada la respuestasatisfactoria para cada pregunta an no resuelta.

    FR 18a. Podemos decir, pues, que Israel con su reflexin ha sabido abrir a larazn el camino hacia el misterio. En la revelacin de Dios ha podido sondear en

    profundidad lo que la razn pretenda alcanzar sin lograrlo. A partir de esta forma deconocimiento ms profunda, el pueblo elegido ha entendido que la razn debe respetaralgunas reglas de fondo para expresar mejor su propia naturaleza. Una primera reglaconsiste en tener en cuenta el hecho de que el conocimiento del hombre es un caminoque no tiene descanso; la segunda nace de la conciencia de que dicho camino no se

    puede recorrer con el orgullo de quien piense que todo es fruto de una conquistapersonal; una tercera se funda en el temor de Dios, del cual la razn debe reconocer ala vez su trascendencia soberana y su amor providente en el gobierno del mundo.

    FR 18b. Cuando se aleja de estas reglas, el hombre se expone al riesgo del fracasoy acaba por encontrarse en la situacin del necio. Para la Biblia, en esta necedad hayuna amenaza para la vida. En efecto, el necio se engaa pensando que conoce muchascosas, pero en realidad no es capaz de fijar la mirada sobre las esenciales. Ello le impide

    poner orden en su mente (cf. Pr 1, 7) y asumir una actitud adecuada para consigomismo y para con el ambiente que le rodea. Cuando llega a afirmar: Dios no existe(cf. Sal14 [13], 1), muestra con claridad definitiva lo deficiente de su conocimiento y lolejos que est de la verdad plena sobre las cosas, sobre su origen y su destino.

    FR 19a. El libro de la Sabidura tiene algunos textos importantes que aportan ms

    luz a este tema. En ellos el autor sagrado habla de Dios, que se da a conocer tambin pormedio de la naturaleza. Para los antiguos el estudio de las ciencias naturales coincidaen gran parte con el saber filosfico. Despus de haber afirmado que con su inteligenciael hombre est en condiciones de conocer la estructura del mundo y la actividad de loselementos [...], los ciclos del ao y la posicin de las estrellas, la naturaleza de losanimales y los instintos de las fieras (Sb 7, 17.19-20), en una palabra, que es capaz defilosofar, el texto sagrado da un paso ms de gran importancia. Recuperando el

    pensamiento de la filosofa griega, a la cual parece referirse en este contexto, el autorafirma que, precisamente razonando sobre la naturaleza, se puede llegar hasta elCreador: de la grandeza y hermosura de las criaturas, se llega, por analoga, acontemplar a su Autor (Sb 13, 5). Se reconoce as un primer paso de la Revelacin

    divina, constituido por el maravilloso libro de la naturaleza, con cuya lectura,mediante los instrumentos propios de la razn humana, se puede llegar al conocimiento

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    del Creador. Si el hombre con su inteligencia no llega a reconocer a Dios como creadorde todo, no se debe tanto a la falta de un medio adecuado, cuanto sobre todo alimpedimento puesto por su voluntad libre y su pecado.

    FR 20a. En esta perspectiva la razn es valorizada, pero no sobrevalorada. En

    efecto, lo que ella alcanza puede ser verdadero, pero adquiere significado plenosolamente si su contenido se sita en un horizonte ms amplio, que es el de la fe: DelSeor dependen los pasos del hombre: cmo puede el hombre conocer su camino?(Pr20, 24). Para el Antiguo Testamento, pues, la fe libera la razn en cuanto le permitealcanzar coherentemente su objeto de conocimiento y colocarlo en el orden supremo enel cual todo adquiere sentido. En definitiva, el hombre con la razn alcanza la verdad,

    porque iluminado por la fe descubre el sentido profundo de cada cosa y, en particular,de la propia existencia. Por tanto, con razn, el autor sagrado fundamenta el verdaderoconocimiento precisamente en el temor de Dios: El temor del Seor es el principio dela sabidura (Pr1, 7; cf. Si 1, 14).

    Adquiere la sabidura, adquiere la inteligencia (Pr4, 5)

    FR 21a. Para el Antiguo Testamento el conocimiento no se fundamenta solamenteen una observacin atenta del hombre, del mundo y de la historia, sino que suponetambin una indispensable relacin con la fe y con los contenidos de la Revelacin. Enesto consisten los desafos que el pueblo elegido ha tenido que afrontar y a los cuales hadado respuesta. Reflexionando sobre esta condicin, el hombre bblico ha descubiertoque no puede comprenderse sino como ser en relacin: con s mismo, con el pueblo,con el mundo y con Dios. Esta apertura al misterio, que le viene de la Revelacin, hasido al final para l la fuente de un verdadero conocimiento, que ha consentido a surazn entrar en el mbito de lo infinito, recibiendo as posibilidades de compresin hastaentonces insospechadas.

    FR 21b. Para el autor sagrado el esfuerzo de la bsqueda no estaba exento de ladificultad que supone enfrentarse con los lmites de la razn. Ello se advierte, porejemplo, en las palabras con las que el Libro de los Proverbios denota el cansanciodebido a los intentos de comprender los misteriosos designios de Dios (cf. 30, 1.6). Sinembargo, a pesar de la dificultad, el creyente no se rinde. La fuerza para continuar sucamino hacia la verdad le viene de la certeza de que Dios lo ha creado como unexplorador (cf. Qo 1, 13), cuya misin es no dejar nada sin probar a pesar del

    continuo chantaje de la duda. Apoyndose en Dios, se dirige, siempre y en todas partes,hacia lo que es bello, bueno y verdadero.

    FR 22a. San Pablo, en el primer captulo de su Carta a los Romanos nos ayuda aapreciar mejor lo incisiva que es la reflexin de los Libros Sapienciales. Desarrollandouna argumentacin filosfica con lenguaje popular, el Apstol expresa una profundaverdad: a travs de la creacin los ojos de la mente pueden llegar a conocer a Dios.En efecto, mediante las criaturas l hace que la razn intuya su potencia y sudivinidad (cf.Rm 1, 20). As pues, se reconoce a la razn del hombre una capacidadque parece superar casi sus mismos lmites naturales: no slo no est limitada alconocimiento sensorial, desde el momento que puede reflexionar crticamente sobre

    ello, sino que argumentando sobre los datos de los sentidos puede incluso alcanzar la

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    causa que da lugar a toda realidad sensible. Con terminologa filosfica podramos decirque en este importante texto paulino se afirma la capacidad metafsica del hombre.

    FR 22b. Segn el Apstol, en el proyecto originario de la creacin, la razn tenala capacidad de superar fcilmente el dato sensible para alcanzar el origen mismo de

    todo: el Creador. Debido a la desobediencia con la cual el hombre eligi situarse enplena y absoluta autonoma respecto a Aquel que lo haba creado, qued mermada estafacilidad de acceso a Dios creador.

    FR 22c. El Libro del Gnesis describe de modo plstico esta condicin delhombre cuando narra que Dios lo puso en el jardn del Edn, en cuyo centro estabasituado el rbol de la ciencia del bien y del mal (2, 17). El smbolo es claro: elhombre no era capaz de discernir y decidir por s mismo lo que era bueno y lo que eramalo, sino que deba apelarse a un principio superior. La ceguera del orgullo hizo creera nuestros primeros padres que eran soberanos y autnomos, y que podan prescindir delconocimiento que deriva de Dios. En su desobediencia originaria ellos involucraron a

    cada hombre y a cada mujer, produciendo en la razn heridas que a partir de entoncesobstaculizaran el camino hacia la plena verdad. La capacidad humana de conocer laverdad qued ofuscada por la aversin hacia Aquel que es fuente y origen de la verdad.El Apstol sigue mostrando cmo los pensamientos de los hombres, a causa del pecado,fueron vanos y los razonamientos distorsionados y orientados hacia lo falso (cf.Rm 1,21-22). Los ojos de la mente no eran ya capaces de ver con claridad: progresivamente larazn se ha quedado prisionera de s misma. La venida de Cristo ha sido elacontecimiento de salvacin que ha redimido a la razn de su debilidad, librndola delos cepos en los que ella misma se haba encadenado.

    FR 23a. La relacin del cristiano con la filosofa, pues, requiere un discernimientoradical. En el Nuevo Testamento, especialmente en las Cartas de san Pablo, hay un datoque sobresale con mucha claridad: la contraposicin entre la sabidura de este mundoy la de Dios revelada en Jesucristo. La profundidad de la sabidura revelada rompenuestros esquemas habituales de reflexin, que no son capaces de expresarla de maneraadecuada.

    FR 23b. El comienzo de la Primera Carta a los Corintios presenta este dilema conradicalidad. El Hijo de Dios crucificado es el acontecimiento histrico contra el cual seestrella todo intento de la mente de construir sobre argumentaciones solamente humanasuna justificacin suficiente del sentido de la existencia. El verdadero punto central, que

    desafa toda filosofa, es la muerte de Jesucristo en la cruz. En este punto todo intento dereducir el plan salvador del Padre a pura lgica humana est destinado al fracaso.Dnde est el sabio? Dnde el docto? Dnde el sofista de este mundo? Acaso noentonteci Dios la sabidura del mundo? (1 Co 1, 20) se pregunta con nfasis elApstol. Para lo que Dios quiere llevar a cabo ya no es posible la mera sabidura delhombre sabio, sino que se requiere dar un paso decisivo para acoger una novedadradical: Ha escogido Dios ms bien lo necio del mundo para confundir a los sabios[...]. lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir ala nada lo que es (1 Co 1, 27-28). La sabidura del hombre rehsa ver en la propiadebilidad el presupuesto de su fuerza; pero san Pablo no duda en afirmar: pues, cuandoestoy dbil, entonces es cuando soy fuerte (2 Co 12, 10). El hombre no logra

    comprender cmo la muerte pueda ser fuente de vida y de amor, pero Dios ha elegidopara revelar el misterio de su designio de salvacin precisamente lo que la razn

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    considera locura y escndalo. Hablando el lenguaje de los filsofoscontemporneos suyos, Pablo alcanza el culmen de su enseanza y de la paradoja quequiere expresar: Dios ha elegido en el mundo lo que es nada para convertir en nada lascosas que son (1 Co 1, 28). Para poner de relieve la naturaleza de la gratuidad del amorrevelado en la Cruz de Cristo, el Apstol no tiene miedo de usar el lenguaje ms radical

    que los filsofos empleaban en sus reflexiones sobre Dios. La razn no puede vaciar elmisterio de amor que la Cruz representa, mientras que sta puede dar a la razn larespuesta ltima que busca. No es la sabidura de las palabras, sino la Palabra de laSabidura lo que san Pablo pone como criterio de verdad, y a la vez, de salvacin.

    FR 23c. La sabidura de la Cruz, pues, supera todo lmite cultural que se le quieraimponer y obliga a abrirse a la universalidad de la verdad, de la que es portadora. Qudesafo ms grande se le presenta a nuestra razn y qu provecho obtiene si no se rinde!La filosofa, que por s misma es capaz de reconocer el incesante transcenderse delhombre hacia la verdad, ayudada por la fe puede abrirse a acoger en la locura de laCruz la autntica crtica de los que creen poseer la verdad, aprisionndola entre los

    recovecos de su sistema. La relacin entre fe y filosofa encuentra en la predicacin deCristo crucificado y resucitado el escollo contra el cual puede naufragar, pero porencima del cual puede desembocar en el ocano sin lmites de la verdad. Aqu seevidencia la frontera entre la razn y la fe, pero se aclara tambin el espacio en el cualambas pueden encontrarse.

    CAPITULO IIIINTELLEGO UT CREDAM

    Caminando en busca de la verdad

    FR 24a. Cuenta el evangelista Lucas en los Hechos de los Apstoles que, en susviajes misioneros, Pablo lleg a Atenas. La ciudad de los filsofos estaba llena deestatuas que representaban diversos dolos. Le llam la atencin un altar y aprovechenseguida la oportunidad para ofrecer una base comn sobre la cual iniciar el anunciodel kerigma: Atenienses dijo, veo que vosotros sois, por todos los conceptos, losms respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar vuestros monumentossagrados, he encontrado tambin un altar en el que estaba grabada esta inscripcin: AlDios desconocido. Pues bien, lo que adoris sin conocer, eso os vengo yo a anunciar(Hch 17, 22-23). A partir de este momento, san Pablo habla de Dios como creador,

    como Aqul que transciende todas las cosas y que ha dado la vida a todo. Continuadespus su discurso de este modo: El cre, de un slo principio, todo el linaje humano,para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y loslmites del lugar donde haban de habitar, con el fin de que buscasen la divinidad, paraver si a tientas la buscaban y la hallaban; por ms que no se encuentra lejos de cada unode nosotros (Hch 17, 26-27).

    FR 24b. El Apstol pone de relieve una verdad que la Iglesia ha conservadosiempre: en lo ms profundo del corazn del hombre est el deseo y la nostalgia deDios. Lo recuerda con nfasis tambin la liturgia del Viernes Santo cuando, invitando aorar por los que no creen, nos hace decir: Dios todopoderoso y eterno, que creaste a

    todos los hombres para que te busquen, y cuando te encuentren, descansen en ti.(22)

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    Existe, pues, un camino que el hombre, si quiere, puede recorrer; inicia con la capacidadde la razn de levantarse ms all de lo contingente para ir hacia lo infinito.

    FR 24c. De diferentes modos y en diversos tiempos el hombre ha demostrado quesabe expresar este deseo ntimo. La literatura, la msica, la pintura, la escultura, la

    arquitectura y cualquier otro fruto de su inteligencia creadora se convierten en cauces atravs de los cuales puede manifestar su afn de bsqueda. La filosofa ha asumido demanera peculiar este movimiento y ha expresado, con sus medios y segn sus propiasmodalidades cientficas, este deseo universal del hombre.

    FR 25a. Todos los hombres desean saber (23) y la verdad es el objeto propio deeste deseo. Incluso la vida diaria muestra cun interesado est cada uno en descubrir,ms all de lo conocido de odas, cmo estn verdaderamente las cosas. El hombre es elnico ser en toda la creacin visible que no slo es capaz de saber, sino que sabetambin que sabe, y por eso se interesa por la verdad real de lo que se le presenta. Nadie

    puede permanecer sinceramente indiferente a la verdad de su saber. Si descubre que es

    falso, lo rechaza; en cambio, si puede confirmar su verdad, se siente satisfecho. Es laleccin de san Agustn cuando escribe: He encontrado muchos que queran engaar,

    pero ninguno que quisiera dejarse engaar.(24) Con razn se considera que unapersona ha alcanzado la edad adulta cuando puede discernir, con los propios medios,entre lo que es verdadero y lo que es falso, formndose un juicio propio sobre larealidad objetiva de las cosas. Este es el motivo de tantas investigaciones,

    particularmente en el campo de las ciencias, que han llevado en los ltimos siglos aresultados tan significativos, favoreciendo un autntico progreso de toda la humanidad.

    FR 25b. No menos importante que la investigacin en el mbito terico es la quese lleva a cabo en el mbito prctico: quiero aludir a la bsqueda de la verdad enrelacin con el bien que hay que realizar. En efecto, con el propio obrar tico la personaactuando segn su libre y recto querer, toma el camino de la felicidad y tiende a la

    perfeccin. Tambin en este caso se trata de la verdad. He reafirmado esta conviccinen la Encclica Veritatis splendor: No existe moral sin libertad [...]. Si existe el derechode ser respetados en el propio camino de bsqueda de la verdad, existe an antes laobligacin moral, grave para cada uno, de buscar la verdad y seguirla una vezconocida.(25)

    FR 25c. Es, pues, necesario que los valores elegidos y que se persiguen con lapropia vida sean verdaderos, porque solamente los valores verdaderos pueden

    perfeccionar a la persona realizando su naturaleza. El hombre encuentra esta verdad delos valores no encerrndose en s mismo, sino abrindose para acogerla incluso en lasdimensiones que lo transcienden. sta es una condicin necesaria para que cada unollegue a ser s mismo y crezca como persona adulta y madura.

    FR 26a. La verdad se presenta inicialmente al hombre como un interrogante:tiene sentido la vida? hacia dnde se dirige? A primera vista, la existencia personal

    podra presentarse como radicalmente carente de sentido. No es necesario recurrir a losfilsofos del absurdo ni a las preguntas provocadoras que se encuentran en el libro deJob para dudar del sentido de la vida. La experiencia diaria del sufrimiento, propio yajeno, la vista de tantos hechos que a la luz de la razn parecen inexplicables, son

    suficientes para hacer ineludible una pregunta tan dramtica como la pregunta sobre elsentido.(26) A esto se debe aadir que la primera verdad absolutamente cierta de nuestra

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    existencia, adems del hecho de que existimos, es lo inevitable de nuestra muerte.Frente a este dato desconcertante se impone la bsqueda de una respuesta exhaustiva.Cada uno quiere y debe conocer la verdad sobre el propio fin. Quiere saber si lamuerte ser el trmino definitivo de su existencia o si hay algo que sobrepasa la muerte:si le est permitido esperar en una vida posterior o no. Es significativo que el

    pensamiento filosfico haya recibido una orientacin decisiva de la muerte de Scratesque lo ha marcado desde hace ms de dos milenios. No es en absoluto casual, pues, quelos filsofos ante el hecho de la muerte se hayan planteado de nuevo este problema

    junto con el del sentido de la vida y de la inmortalidad.

    FR 27a. Nadie, ni el filsofo ni el hombre corriente, puede substraerse a estaspreguntas. De la respuesta que se d a las mismas depende una etapa decisiva de lainvestigacin: si es posible o no alcanzar una verdad universal y absoluta. De por s,toda verdad, incluso parcial, si es realmente verdad, se presenta como universal. Lo quees verdad, debe ser verdad para todos y siempre. Adems de esta universalidad, sinembargo, el hombre busca un absoluto que sea capaz de dar respuesta y sentido a toda

    su bsqueda. Algo que sea ltimo y fundamento de todo lo dems. En otras palabras,busca una explicacin definitiva, un valor supremo, ms all del cual no haya ni puedahaber interrogantes o instancias posteriores. Las hiptesis pueden ser fascinantes, perono satisfacen. Para todos llega el momento en el que, se quiera o no, es necesarioenraizar la propia existencia en una verdad reconocida como definitiva, que d unacerteza no sometida ya a la duda.

    FR 27b. Los filsofos, a lo largo de los siglos, han tratado de descubrir y expresaresta verdad, dando vida a un sistema o una escuela de pensamiento. Ms all de lossistemas filosficos, sin embargo, hay otras expresiones en las cuales el hombre buscadar forma a una propia filosofa. Se trata de convicciones o experiencias personales,de tradiciones familiares o culturales o de itinerarios existenciales en los cuales seconfa en la autoridad de un maestro. En cada una de estas manifestaciones lo que

    permanece es el deseo de alcanzar la certeza de la verdad y de su valor absoluto.

    Diversas facetas de la verdad en el hombre

    FR 28a. Es necesario reconocer que no siempre la bsqueda de la verdad sepresenta con esa trasparencia ni de manera consecuente. El lmite originario de la razny la inconstancia del corazn oscurecen a menudo y desvan la bsqueda personal. Otros

    intereses de diverso orden pueden condicionar la verdad. Ms an, el hombre tambin laevita a veces en cuanto comienza a divisarla, porque teme sus exigencias. Pero, a pesarde esto, incluso cuando la evita, siempre es la verdad la que influencia su existencia; enefecto, l nunca podra fundar la propia vida sobre la duda, la incertidumbre o lamentira; tal existencia estara continuamente amenazada por el miedo y la angustia. Se

    puede definir, pues, al hombre como aqul que busca la verdad.

    FR 29a. No se puede pensar que una bsqueda tan profundamente enraizada en lanaturaleza humana sea del todo intil y vana. La capacidad misma de buscar la verdad yde plantear preguntas implica ya una primera respuesta. El hombre no comenzara a

    buscar lo que desconociese del todo o considerase absolutamente inalcanzable. Slo la

    perspectiva de poder alcanzar una respuesta puede inducirlo a dar el primer paso. Dehecho esto es lo que sucede normalmente en la investigacin cientfica. Cuando un

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    cientfico, siguiendo una intuicin suya, se pone a la bsqueda de la explicacin lgica yverificable de un fenmeno determinado, confa desde el principio que encontrar unarespuesta, y no se detiene ante los fracasos. No considera intil la intuicin originariaslo porque no ha alcanzado el objetivo; ms bien dir con razn que no ha encontradoan la respuesta adecuada.

    FR 29b. Esto mismo es vlido tambin para la investigacin de la verdad en elmbito de las cuestiones ltimas. La sed de verdad est tan radicada en el corazn delhombre que tener que prescindir de ella comprometera la existencia. Es suficiente, endefinitiva, observar la vida cotidiana para constatar cmo cada uno de nosotros lleva ens mismo la urgencia de algunas preguntas esenciales y a la vez abriga en su interior almenos un atisbo de las correspondientes respuestas. Son respuestas de cuya verdad seest convencido, incluso porque se experimenta que, en sustancia, no se diferencian delas respuestas a las que han llegado otros muchos. Es cierto que no toda verdadalcanzada posee el mismo valor. Del conjunto de los resultados logrados, sin embargo,se confirma la capacidad que el ser humano tiene de llegar, en lnea de mxima, a la

    verdad.

    FR 30a. En este momento puede ser til hacer una rpida referencia a estasdiversas formas de verdad. Las ms numerosas son las que se apoyan sobre evidenciasinmediatas o confirmadas experimentalmente. ste es el orden de verdad propio de lavida diaria y de la investigacin cientfica. En otro nivel se encuentran las verdades decarcter filosfico, a las que el hombre llega mediante la capacidad especulativa de suintelecto. En fin estn las verdades religiosas, que en cierta medida hunden sus racestambin en la filosofa. stas estn contenidas en las respuestas que las diversasreligiones ofrecen en sus tradiciones a las cuestiones ltimas.(27)

    FR 30b. En cuanto a las verdades filosficas, hay que precisar que no se limitan alas meras doctrinas, algunas veces efmeras, de los filsofos de profesin. Cada hombre,como ya he dicho, es, en cierto modo, filsofo y posee concepciones filosficas propiascon las cuales orienta su vida. De un modo u otro, se forma una visin global y unarespuesta sobre el sentido de la propia existencia. Con esta luz interpreta sus vicisitudes

    personales y regula su comportamiento. Es aqu donde debera plantearse la preguntasobre la relacin entre las verdades filosfico-religiosas y la verdad revelada enJesucristo. Antes de contestar a esta cuestin es oportuno valorar otro dato ms de lafilosofa.

    FR 31a. El hombre no ha sido creado para vivir solo. Nace y crece en una familiapara insertarse ms tarde con su trabajo en la sociedad. Desde el nacimiento, pues, estinmerso en varias tradiciones, de las cuales recibe no slo el lenguaje y la formacincultural, sino tambin muchas verdades en las que, casi instintivamente, cree. De todosmodos el crecimiento y la maduracin personal implican que estas mismas verdades

    puedan ser puestas en duda y discutidas por medio de la peculiar actividad crtica delpensamiento. Esto no quita que, tras este paso, las mismas verdades sean recuperadassobre la base de la experiencia llevada que se ha tenido o en virtud de un razonamientosucesivo. A pesar de ello, en la vida de un hombre las verdades simplemente credas sonmucho ms numerosas que las adquiridas mediante la constatacin personal. En efecto,quin sera capaz de discutir crticamente los innumerables resultados de las ciencias

    sobre las que se basa la vida moderna? quin podra controlar por su cuenta el flujo deinformaciones que da a da se reciben de todas las partes del mundo y que se aceptan en

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    lnea de mxima como verdaderas? Finalmente, quin podra reconstruir los procesosde experiencia y de pensamiento por los cuales se han acumulado los tesoros de lasabidura y de religiosidad de la humanidad? El hombre, ser que busca la verdad, es

    pues tambin aqul que vive de creencias.

    FR 32a. Cada uno, al creer, confa en los conocimientos adquiridos por otraspersonas. En ello se puede percibir una tensin significativa: por una parte elconocimiento a travs de una creencia parece una forma imperfecta de conocimiento,que debe perfeccionarse progresivamente mediante la evidencia lograda personalmente;

    por otra, la creencia con frecuencia resulta ms rica desde el punto de vista humano quela simple evidencia, porque incluye una relacin interpersonal y pone en juego no slolas posibilidades cognoscitivas, sino tambin la capacidad ms radical de confiar enotras personas, entrando as en una relacin ms estable e ntima con ellas.

    FR 32b. Se ha de destacar que las verdades buscadas en esta relacin interpersonalno pertenecen primariamente al orden fctico o filosfico. Lo que se pretende, ms que

    nada, es la verdad misma de la persona: lo que ella es y lo que manifiesta de su propiointerior. En efecto, la perfeccin del hombre no est en la mera adquisicin delconocimiento abstracto de la verdad, sino que consiste tambin en una relacin viva deentrega y fidelidad hacia el otro. En esta fidelidad que sabe darse, el hombre encuentra

    plena certeza y seguridad. Al mismo tiempo, el conocimiento por creencia, que se fundasobre la confianza interpersonal, est en relacin con la verdad: el hombre, creyendo,confa en la verdad que el otro le manifiesta.

    FR 32c. Cuntos ejemplos se podran poner para ilustrar este dato! Pienso antetodo en el testimonio de los mrtires. El mrtir, en efecto, es el testigo ms autntico dela verdad sobre la existencia. l sabe que ha hallado en el encuentro con Jesucristo laverdad sobre su vida y nada ni nadie podr arrebatarle jams esta certeza. Ni elsufrimiento ni la muerte violenta lo harn apartar de la adhesin a la verdad que hadescubierto en su encuentro con Cristo. Por eso el testimonio de los mrtires atrae, esaceptado, escuchado y seguido hasta en nuestros das. sta es la razn por la cual nosfiamos de su palabra: se percibe en ellos la evidencia de un amor que no tiene necesidadde largas argumentaciones para convencer, desde el momento en que habla a cada unode lo que l ya percibe en su interior como verdadero y buscado desde tanto tiempo. Endefinitiva, el mrtir suscita en nosotros una gran confianza, porque dice lo que nosotrosya sentimos y hace evidente lo que tambin quisiramos tener la fuerza de expresar.

    FR 33a. Se puede ver as que los trminos del problema van completndoseprogresivamente. El hombre, por su naturaleza, busca la verdad. Esta bsqueda no estdestinada slo a la conquista de verdades parciales, factuales o cientficas; no busca sloel verdadero bien para cada una de sus decisiones. Su bsqueda tiende hacia una verdadulterior que pueda explicar el sentido de la vida; por eso es una bsqueda que no puedeencontrar solucin si no es en el absoluto.(28) Gracias a la capacidad del pensamiento,el hombre puede encontrar y reconocer esta verdad. En cuanto vital y esencial para suexistencia, esta verdad se logra no slo por va racional, sino tambin mediante elabandono confiado en otras personas, que pueden garantizar la certeza y la autenticidadde la verdad misma. La capacidad y la opcin de confiarse uno mismo y la propia vida aotra persona constituyen ciertamente uno de los actos antropolgicamente ms

    significativos y expresivos.

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    FR 33b. No se ha de olvidar que tambin la razn necesita ser sostenida en subsqueda por un dilogo confiado y una amistad sincera. El clima de sospecha y dedesconfianza, que a veces rodea la investigacin especulativa, olvida la enseanza delos filsofos antiguos, quienes consideraban la amistad como uno de los contextos msadecuados para el buen filosofar.

    FR 33c. De todo lo que he dicho hasta aqu resulta que el hombre se encuentra enun camino de bsqueda, humanamente interminable: bsqueda de verdad y bsqueda deuna persona de quien fiarse. La fe cristiana le ayuda ofrecindole la posibilidad concretade ver realizado el objetivo de esta bsqueda. En efecto, superando el estadio de lasimple creencia la fe cristiana coloca al hombre en ese orden de gracia que le permite

    participar en el misterio de Cristo, en el cual se le ofrece el conocimiento verdadero ycoherente de Dios Uno y Trino. As, en Jesucristo, que es la Verdad, la fe reconoce lallamada ltima dirigida a la humanidad para que pueda llevar a cabo lo que experimentacomo deseo y nostalgia.

    FR 34a. Esta verdad, que Dios nos revela en Jesucristo, no est en contraste conlas verdades que se alcanzan filosofando. Ms bien los dos rdenes de conocimientoconducen a la verdad en su plenitud. La unidad de la verdad es ya un postuladofundamental de la razn humana, expresado en el principio de no contradiccin. LaRevelacin da la certeza de esta unidad, mostrando que el Dios creador es tambin elDios de la historia de la salvacin. El mismo e idntico Dios, que fundamenta ygarantiza que sea inteligible y racional el orden natural de las cosas sobre las que seapoyan los cientficos confiados,(29) es el mismo que se revela como Padre de nuestroSeor Jesucristo. Esta unidad de la verdad, natural y revelada, tiene su identificacinviva y personal en Cristo, como nos recuerda el Apstol: Habis sido enseadosconforme a la verdad de Jess (Ef4, 21; cf. Col1, 15-20). l es laPalabra eterna, enquien todo ha sido creado, y a la vez es la Palabra encarnada, que en toda su persona(30) revela al Padre (cf. Jn 1, 14.18). Lo que la razn humana busca sin conocerlo(Hch 17, 23), puede ser encontrado slo por medio de Cristo: lo que en l se revela, enefecto, es la plena verdad (cf. Jn 1, 14-16) de todo ser que en l y por l ha sidocreado y despus encuentra en l su plenitud (cf. Col1, 17).

    FR 35a. Sobre la base de estas consideraciones generales, es necesario examinarahora de modo ms directo la relacin entre la verdad revelada y la filosofa. Estarelacin impone una doble consideracin, en cuanto que la verdad que nos llega por laRevelacin es, al mismo tiempo, una verdad que debe ser comprendida a la luz de la

    razn. Slo en esta doble acepcin, en efecto, es posible precisar la justa relacin de laverdad revelada con el saber filosfico. Consideramos, por tanto, en primer lugar larelacin entre la fe y la filosofa en el curso de la historia. Desde aqu ser posibleindicar algunos principios, que constituyen los puntos de referencia en los que basarse

    para establecer la correcta relacin entre los dos rdenes de conocimiento.

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    CAPITULO IVRELACION ENTRE LA FE Y LA RAZON

    Etapas ms significativas en el encuentro entre la fe y la razn

    FR 36a. Segn el testimonio de los Hechos de los Apstoles, el anuncio cristianotuvo que confrontarse desde el inicio con las corrientes filosficas de la poca. Elmismo libro narra la discusin que san Pablo tuvo en Atenas con algunos filsofosepicreos y estoicos (17, 18). El anlisis exegtico del discurso en el Arepago ha

    puesto de relieve repetidas alusiones a convicciones populares sobre todo de origenestoico. Ciertamente esto no era casual. Los primeros cristianos para hacersecomprender por los paganos no podan referirse slo a Moiss y los profetas; debantambin apoyarse en el conocimiento natural de Dios y en la voz de la conciencia moralde cada hombre (cf. Rm 1, 19-21; 2, 14-15; Hch 14, 16-17). Sin embargo, como esteconocimiento natural haba degenerado en idolatra en la religin pagana (cf. Rm 1, 21-32), el Apstol considera ms oportuno relacionar su argumentacin con el pensamiento

    de los filsofos, que desde siempre haban opuesto a los mitos y a los cultos mistricosconceptos ms respetuosos de la trascendencia divina.

    FR 36b. En efecto, uno de los mayores esfuerzos realizados por los filsofos delpensamiento clsico fue purificar de formas mitolgicas la concepcin que los hombrestenan de Dios. Como sabemos, tambin la religin griega, al igual que gran parte de lasreligiones csmicas, era politesta, llegando incluso a divinizar objetos y fenmenos dela naturaleza. Los intentos del hombre por comprender el origen de los dioses y, enellos, del universo encontraron su primera expresin en la poesa. Las teogonas

    permanecen hasta hoy como el primer testimonio de esta bsqueda del hombre. Fuetarea de los padres de la filosofa mostrar el vnculo entre la razn y la religin.Dirigiendo la mirada hacia los principios universales, no se contentaron con los mitosantiguos, sino que quisieron dar fundamento racional a su creencia en la divinidad. Seinici as un camino que, abandonando las tradiciones antiguas particulares, se abra aun proceso ms conforme a las exigencias de la razn universal. El objetivo que dicho

    proceso buscaba era la conciencia crtica de aquello en lo que se crea. El concepto de ladivinidad fue el primero que se benefici de este camino. Las supersticiones fueronreconocidas como tales y la religin se purific, al menos en parte, mediante el anlisisracional. Sobre esta base los Padres de la Iglesia comenzaron un dilogo fecundo conlos filsofos antiguos, abriendo el camino al anuncio y a la comprensin del Dios deJesucristo.

    FR 37a. Al referirme a este movimiento de acercamiento de los cristianos a lafilosofa, es obligado recordar tambin la actitud de cautela que suscitaban en ellos otroselementos del mundo cultural pagano, como por ejemplo la gnosis. La filosofa, encuanto sabidura prctica y escuela de vida, poda ser confundida fcilmente con unconocimiento de tipo superior, esotrico, reservado a unos pocos perfectos. En este tipode especulaciones esotricas piensa sin duda san Pablo cuando pone en guardia a losColosenses: Mirad que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofa,fundada en tradiciones humanas, segn los elementos del mundo y no segn Cristo (2,8). Qu actuales son las palabras del Apstol si las referimos a las diversas formas deesoterismo que se difunden hoy incluso entre algunos creyentes, carentes del debido

    sentido crtico. Siguiendo las huellas de san Pablo, otros escritores de los primerossiglos, en particular san Ireneo y Tertuliano, manifiestan a su vez ciertas reservas frente

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    a una visin cultural que pretenda subordinar la verdad de la Revelacin a lasinterpretaciones de los filsofos.

    FR 38a. El encuentro del cristianismo con la filosofa no fue pues inmediato nifcil. La prctica de la filosofa y la asistencia a sus escuelas eran para los primeros

    cristianos ms un inconveniente que una ayuda. Para ellos, la primera y ms urgentetarea era el anuncio de Cristo resucitado mediante un encuentro personal capaz de llevaral interlocutor a la conversin del corazn y a la peticin del Bautismo. Sin embargo,esto no quiere decir que ignorasen el deber de profundizar la comprensin de la fe y susmotivaciones. Todo lo contrario. Resulta injusta e infundada la crtica de Celso, queacusa a los cristianos de ser gente iletrada y ruda.(31) La explicacin de su desintersinicial hay que buscarla en otra parte. En realidad, el encuentro con el Evangelio ofrecauna respuesta tan satisfactoria a la cuestin, hasta entonces no resulta, sobre el sentidode la vida, que el seguimiento de los filsofos les pareca como algo lejano y, en ciertosaspectos, superado.

    FR 38b. Esto resulta hoy an ms claro si se piensa en la aportacin delcristianismo que afirma el derecho universal de acceso a la verdad. Abatidas las barrerasraciales, sociales y sexuales, el cristianismo haba anunciado desde sus inicios laigualdad de todos los hombres ante Dios. La primera consecuencia de esta concepcinse aplicaba al tema de la verdad. Quedaba completamente superado el carcter elitistaque su bsqueda tena entre los antiguos, ya que siendo el acceso a la verdad un bienque permite llegar a Dios, todos deben poder recorrer este camino. Las vas paraalcanzar la verdad siguen siendo muchas; sin embargo, como la verdad cristiana tieneun valor salvfico, cualquiera de estas vas puede seguirse con tal de que conduzca a lameta final, es decir, a la revelacin de Jesucristo.

    FR 38c. Un pionero del encuentro positivo con el pensamiento filosfico, aunquebajo el signo de un cauto discernimiento, fue san Justino, quien, conservando despusde la conversin una gran estima por la filosofa griega, afirmaba con fuerza y claridadque en el cristianismo haba encontrado la nica filosofa segura y provechosa.(32)De modo parecido, Clemente de Alejandra llamaba al Evangelio la verdaderafilosofa,(33) e interpretaba la filosofa en analoga con la ley mosaica como unainstruccin propedutica a la fe cristiana (34) y una preparacin para el Evangelio.(35)Puesto que esta es la sabidura que desea la filosofa; la rectitud del alma, la de la razny la pureza de la vida. La filosofa est en una actitud de amor ardoroso a la sabidura yno perdona esfuerzo por obtenerla. Entre nosotros se llaman filsofos los que aman la

    sabidura del Creador y Maestro universal, es decir, el conocimiento del Hijo de Dios.(36) La filosofa griega, para este autor, no tiene como primer objetivo completar oreforzar la verdad cristiana; su cometido es, ms bien, la defensa de la fe: Laenseanza del Salvador es perfecta y nada le falta, por que es fuerza y sabidura deDios; en cambio, la filosofa griega con su tributo no hace ms slida la verdad; perohaciendo impotente el ataque de la sofstica e impidiendo las emboscadas fraudulentasde la verdad, se dice que es con propiedad empalizada y muro de la via.(37)

    FR 39a. En la historia de este proceso es posible verificar la recepcin crtica delpensamiento filosfico por parte de los pensadores cristianos. Entre los primerosejemplos que se pueden encontrar, es ciertamente significativa la figura de Orgenes.

    Contra los ataques lanzados por el filsofo Celso, Orgenes asume la filosofa platnicapara argumentar y responderle. Refirindose a no pocos elementos del pensamiento

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    platnico, comienza a elaborar una primera forma de teologa cristiana. En efecto, tantoel nombre mismo como la idea de teologa en cuanto reflexin racional sobre Diosestaban ligados todava hasta ese momento a su origen griego. En la filosofaaristotlica, por ejemplo, con este nombre se referan a la parte ms noble y al verdaderoculmen de la reflexin filosfica. Sin embargo, a la luz de la Revelacin cristiana lo que

    anteriormente designaba una doctrina genrica sobre la divinidad adquiri unsignificado del todo nuevo, en cuanto defina la reflexin que el creyente realizaba paraexpresar la verdadera doctrina sobre Dios. Este nuevo pensamiento cristiano que seestaba desarrollando haca uso de la filosofa, pero al mismo tiempo tenda adistinguirse claramente de ella. La historia muestra cmo hasta el mismo pensamiento

    platnico asumido en la teologa sufri profundas transformaciones, en particular por loque se refiere a conceptos como la inmortalidad del alma, la divinizacin del hombre yel origen del mal.

    FR 40a. En esta obra de cristianizacin del pensamiento platnico y neoplatnico,merecen una mencin particular los Padres Capadocios, Dionisio el Areopagita y, sobre

    todo, san Agustn. El gran Doctor occidental haba tenido contactos con diversasescuelas filosficas, pero todas le haban decepcionado. Cuando se encontr con laverdad de la fe cristiana, tuvo la fuerza de realizar aquella conversin radical a la quelos filsofos frecuentados anteriormente no haban conseguido encaminarlo. El motivolo cuenta l mismo: Sin embargo, desde esta poca empec ya a dar preferencia a ladoctrina catlica, porque me pareca que aqu se mandaba con ms modestia, y deningn modo falazmente, creer lo que no se demostraba fuese porque, aunqueexistiesen las pruebas, no haba sujeto capaz de ellas, fuese porque no existiesen, queno all, en donde se despreciaba la fe y se prometa con temeraria arrogancia la ciencia yluego se obligaba a creer una infinidad de fbulas absurdsimas que no podandemostrar.(38) A los mismos platnicos, a quienes mencionaba de modo privilegiado,Agustn reprochaba que, aun habiendo conocido la meta hacia la que tender, habanignorado sin embargo el camino que conduce a ella: el Verbo encarnado.(39) El Obispode Hipona consigui hacer la primera gran sntesis del pensamiento filosfico yteolgico en la que confluan las corrientes del pensamiento griego y latino. En ladems la gran unidad del saber, que encontraba su fundamento en el pensamiento

    bblico, fue confirmada y sostenida por la profundidad del pensamiento especulativo. Lasntesis llevada a cabo por san Agustn sera durante siglos la forma ms elevada deespeculacin filosfica y teolgica que el Occidente haya conocido. Gracias a suhistoria personal y ayudado por una admirable santidad de vida, fue capaz de introduciren sus obras multitud de datos que, haciendo referencia a la experiencia, anunciaban

    futuros desarrollos de algunas corrientes filosficas.FR 41a. Varias han sido pues las formas con que los Padres de Oriente y de

    Occidente han entrado en contacto con las escuelas filosficas. Esto no significa quehayan identificado el contenido de su mensaje con los sistemas a que hacan referencia.La pregunta de Tertuliano: Qu tienen en comn Atenas y Jerusaln? La Academia yla Iglesia?,(40) es claro indicio de la conciencia crtica con que los pensadorescristianos, desde el principio, afrontaron el problema de la relacin entre la fe y lafilosofa, considerndolo globalmente en sus aspectos positivos y en sus lmites. Noeran pensadores ingenuos. Precisamente porque vivan con intensidad el contenido de lafe, saban llegar a las formas ms profundas de la especulacin. Por consiguiente, es

    injusto y reductivo limitar su obra a la sola transposicin de las verdades de la fe encategoras filosficas. Hicieron mucho ms. En efecto, fueron capaces de sacar a la luz

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    plenamente lo que todava permaneca implcito y propedutico en el pensamiento delos grandes filsofos antiguos.(41) Estos, como ya he dicho, haban mostrado cmo larazn, liberada de las ataduras externas, poda salir del callejn ciego de los mitos, paraabrirse de forma ms adecuada a la trascendencia. As pues, una razn purificada y rectaera capaz de llegar a los niveles ms altos de la reflexin, dando un fundamento slido a

    la percepcin del ser, de lo trascendente y de lo absoluto.

    FR 41b. Justamente aqu est la novedad alcanzada por los Padres. Ellosacogieron plenamente la razn abierta a lo absoluto y en ella incorporaron la riqueza dela Revelacin. El encuentro no fue slo entre culturas, donde tal vez una es seducida porel atractivo de otra, sino que tuvo lugar en lo profundo de los espritus, siendo unencuentro entre la criatura y el Creador. Sobrepasando el fin mismo hacia el queinconscientemente tenda por su naturaleza, la razn pudo alcanzar el bien sumo y laverdad suprema en la persona del Verbo encarnado. Ante las filosofas, los Padres notuvieron miedo, sin embargo, de reconocer tanto los elementos comunes como lasdiferencias que presentaban con la Revelacin. Ser conscientes de las convergencias no

    ofuscaba en ellos el reconocimiento de las diferencias.

    FR 42a. En la teologa escolstica el papel de la razn educada filosficamentellega a ser an ms visible bajo el empuje de la interpretacin anselmiana del intellectus

    fidei. Para el santo Arzobispo de Canterbury la prioridad de la fe no es incompatible conla bsqueda propia de la razn. En efecto, sta no est llamada a expresar un juiciosobre los contenidos de la fe, siendo incapaz de hacerlo por no ser idnea para ello. Sutarea, ms bien, es saber encontrar un sentido y descubrir las razones que permitan atodos entender los contenidos de la fe. San Anselmo acenta el hecho de que el intelectodebe ir en bsqueda de lo que ama: cuanto ms ama, ms desea conocer. Quien vive

    para la verdad tiende hacia una forma de conocimiento que se inflama cada vez ms deamor por lo que conoce, aun debiendo admitir que no ha hecho todava todo lo quedeseara: Ad te videndum factus sum; et nondum feci propter quod factus sum.(42) Eldeseo de la verdad mueve, pues, a la razn a ir siempre ms all; queda incluso comoabrumada al constatar que su capacidad es siempre mayor que lo que alcanza. En este

    punto, sin embargo, la razn es capaz de descubrir dnde est el final de su camino:Yo creo que basta a aquel que somete a un examen reflexivo un principioincomprensible alcanzar por el raciocinio su certidumbre inquebrantable, aunque no

    pueda por el pensamiento concebir el cmo de su existencia [...]. Ahora bien, qupuede haber de ms incomprensible, de ms inefable que lo que est por encima detodas las cosas? Por lo cual, si todo lo que hemos establecido hasta este momento sobre

    la esencia suprema est apoyado con razones necesarias, aunque el espritu no puedacomprenderlo, hasta el punto de explicarlo fcilmente con palabras simples, no por eso,sin embargo, sufre quebranto la slida base de esta certidumbre. En efecto, si unareflexin precedente ha comprendido de modo racional que es incomprensible(rationabiliter comprehendit incomprehensibile esse) el modo en que la supremasabidura sabe lo que ha hecho [...], quin puede explicar cmo se conoce y se llamaella misma, de la cual el hombre no puede saber nada o casi nada.(43)

    FR 42b. Se confirma una vez ms la armona fundamental del conocimientofilosfico y el de la fe: la fe requiere que su objeto sea comprendido con la ayuda de larazn; la razn, en el culmen de su bsqueda, admite como necesario lo que la fe le

    presenta.

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    Novedad perenne del pensamiento de santo Toms de Aquino

    FR 43a. Un puesto singular en este largo camino corresponde a santo Toms, no

    slo por el contenido de su doctrina, sino tambin por la relacin dialogal que supoestablecer con el pensamiento rabe y hebreo de su tiempo. En una poca en la que los

    pensadores cristianos descubrieron los tesoros de la filosofa antigua, y msconcretamente aristotlica, tuvo el gran mrito de destacar la armona que existe entre larazn y la fe. Argumentaba que la luz de la razn y la luz de la fe proceden ambas deDios; por tanto, no pueden contradecirse entre s.(44)

    FR 43b. Ms radicalmente, Toms reconoce que la naturaleza, objeto propio de lafilosofa, puede contribuir a la comprensin de la revelacin divina. La fe, por tanto, noteme la razn, sino que la busca y confa en ella. Como la gracia supone la naturaleza yla perfecciona,(45) as la fe supone y perfecciona la razn. Esta ltima, iluminada por lafe, es liberada de la fragilidad y de los lmites que derivan de la desobediencia del

    pecado y encuentra la fuerza necesaria para elevarse al conocimiento del misterio de

    Dios Uno y Trino. Aun sealando con fuerza el carcter sobrenatural de la fe, el DoctorAnglico no ha olvidado el valor de su carcter racional; sino que ha sabido profundizary precisar este sentido. En efecto, la fe es de algn modo ejercicio del pensamiento; larazn del hombre no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento a loscontenidos de la fe, que en todo caso se alcanzan mediante una opcin libre yconsciente.(46)

    FR 43c. Precisamente por este motivo la Iglesia ha propuesto siempre a santoToms como maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teologa. Eneste contexto, deseo recordar lo que escribi mi predecesor, el siervo de Dios Pablo VI,con ocasin del sptimo centenario de la muerte del Doctor Anglico: No cabe dudaque santo Toms posey en grado eximio audacia para la bsqueda de la verdad,libertad de espritu para afrontar problemas nuevos y la honradez intelectual propia dequien, no tolerando que el cristianismo se contamine con la filosofa pagana, sinembargo no rechaza a priori esta filosofa. Por eso ha pasado a la historia del

    pensamiento cristiano como precursor del nuevo rumbo de la filosofa y de la culturauniversal. El punto capital y como el meollo de la solucin casi proftica a la nuevaconfrontacin entre la razn y la fe, consiste en conciliar la secularidad del mundo conlas exigencias radicales del Evangelio, sustrayndose as a la tendencia innatural dedespreciar el mundo y sus valores, pero sin eludir las exigencias supremas e inflexiblesdel orden sobrenatural.(47)

    FR 44a. Una de las grandes intuiciones de santo Toms es la que se refiere alpapel que el Espritu Santo realiza haciendo madurar en sabidura la ciencia humana.Desde las primeras pginas de su Summa Theologiae (48) el Aquinate quiere mostrar la

    primaca de aquella sabidura que es don del Espritu Santo e introduce en elconocimiento de las realidades divinas. Su teologa permite comprender la peculiaridadde la sabidura en su estrecho vnculo con la fe y el conocimiento de lo divino. Ellaconoce por connaturalidad, presupone la fe y formula su recto juicio a partir de laverdad de la fe misma: La sabidura, don del Espritu Santo, difiere de la que es virtudintelectual adquirida. Pues sta se adquiere con esfuerzo humano, y aqulla viene dearriba, como Santiago dice. De la misma manera difiere tambin de la fe, porque la fe

    asiente a la verdad divina por s misma; mas el juicio conforme con la verdad divinapertenece al don de la sabidura.(49)

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    FR 44b. La prioridad reconocida a esta sabidura no hace olvidar, sin embargo, alDoctor Anglico la presencia de otras dos formas de sabidura complementarias: la

    filosfica, basada en la capacidad del intelecto para indagar la realidad dentro de suslmites connaturales, y la teolgica, fundamentada en la Revelacin y que examina los

    contenidos de la fe, llegando al misterio mismo de Dios.

    FR 44c. Convencido profundamente de que omne verum a quocumque dicatur aSpiritu Sancto est,(50) santo Toms am de manera desinteresada la verdad. La buscall donde pudiera manifestarse, poniendo de relieve al mximo su universalidad. ElMagisterio de la Iglesia ha visto y apreciado en l la pasin por la verdad; su

    pensamiento, al man