fenomenologÍa objetiva de los medios masivos de comunicaciÓn
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Bogotá, 20 de Febrero de 2015
Estimado,
Daniel Castillo BrievaDirector de InvestigaciónPontificia Universidad Javeriana
Asunto: Informe técnico del proyecto “Fenomenología objetiva de los medios masivos decomunicación” del joven investigador Andrés Felipe Rodríguez Pérez.
Respetado Doctor:
Por medio de la presente tengo el gusto de informarle que el joven investigador Andrés FelipeRodríguez Pérez C.C. 1020738844 de Bogotá finalizó satisfactoriamente su periodo como becario de laconvocatoria 617 de Colciencias para Jóvenes Investigadores y Semilleros de Investigación, que lepermitió a lo largo de 12 meses, llevar a buen término el proyecto de investigación “FenomenologíaObjetiva de los Medios Masivos de Comunicación”.
Andrés realizó su trabajo de manera responsable y disciplinada, lo cual le condujo a un excelenteresultado teórico y a un interesante artículo titulado:
“Hacia una Fenomenología Objetiva de los Medios Masivos de Comunicación (desde Badiou yLatour)”.
El Material se encuentra adjunto en ésta carta y se someterá a evaluación para publicación en la revista:Universitas Philophica indexada en EBSCO HOST.
Gracias por su atención:
Anexos: Informe técnico del tutorInforme del Joven InvestigadorCopia del artículo
Proyecto:“Fenomenología Objetiva de los Medios Masivos de Comunicación”
Informe del tutor
Gustavo Adolfo Chirolla OspinaTutor
Bogotá. 20 de Febrero de 2015
A. Como se había determinado los objetivos del Proyecto eran los siguientes:
1. Establecer la compatibilidad conceptual entre la teoría del actor-red de Bruno Latour
y la fenomenología objetiva de Alain Badiou.
2. Usar los resultados teóricos del primer objetivo para estudiar los medios masivos de
comunicación en general y en Colombia.
3. Analizar las relaciones entre los medios masivos de comunicación y el arte, la ciencia,
la política, el deporte y el amor.
4. Comprender las relaciones entre los medios masivos de comunicación y la producción
de subjetividad en general y en Colombia.
Andrés llevó a cabo un trabajo que involucra mucha documentación pertinente, tanto de Bruno Latourcomo de Alain Badiou, concluyendo de manera muy precisa que existe, no sólo la posibilidad deestablecer la compatibilidad conceptual entre la teoría del actor-red (TAR) de Bruno Latour y laFenomenología Objetiva de Alain Badiou, mediante la aclaración y traducción fiel de sus respectivosaparatos conceptuales, a la luz de las ciencias de la información, las teorías de medios y lacomunicación, la sociofísica, la topología y la teoría de grafos, sino también, que dicha articulaciónpermite reformular los métodos y replantear los presupuestos epistemológicos mediante los cuales sehan venido llevando a cabo las investigaciones en ciencias sociales.
Así, en su investigación, Andrés logra concluir que una Fenomenología Objetiva de los MediosMasivos de Comunicación es también y precisa de, una nueva epistemología de las ciencias sociales,que tiene en cuenta tanto las herramientas metodológicas que ofrece la TAR como las herramientasmatemáticas que propone la Fenomenología Objetiva de Badiou. Nueva epistemología que implica,necesariamente y en especial, el replanteamiento de los conceptos de medio, comunicación, masividad,actor, sociedad, fenomenología, sujeto, objeto, hecho, acontecimiento, relativismo y objetivismo; comopuede apreciarse tanto en el Informe Completo como en el Artículo, elaborados por el JovenInvestigador.
En base a tal conclusión, el proyecto realizado por el joven investigador, se encaminó a ejecutar unestudio de caso: el análisis del comportamiento de los medios masivos de comunicación y el público en
el periodo 2000-2010 en Colombia; para lo cual se recurrió a datos de recepción, audiencia ylecturabilidad, recolectados por entidades privadas y públicas e investigadores de los medios decomunicación. De éste modo, en virtud del método Fenomenológico Objetivo propuesto, y gracias a laimplementación de un software especializado en análisis de redes sociales (Gephi), Andrés logróconstruir un grafo que expresa los niveles de “Centralidad de Vector Propio” de diversos MediosMasivos de Comunicación Colombianos. Dando así cumplimiento cabal a los dos primeros objetivosdel proyecto.
A lo largo de la investigación sobre el caso, Andrés logra concluir que existe una gran preponderanciadel consumo de contenidos visuales y gráficos de poca o baja rigurosidad académica, con primacía demedios televisivos, radiales e impresos concentrados en entretenimiento masivo, telenovelas ycomentario de contenidos televisivos; dejando en malas condiciones, respecto a su medida de“centralidad de vector propio”, medios como el cine y aquellos con contenido educativo, documental-histórico, científico u académico.
Con esto en la mira, en base a los presupuestos de la Fenomenología Objetiva propuesta, Andrés lograestablecer una tipología de Sujetos (Fiel, Oscuro, Reactivo) relativas a diversas actividades productivashumanas, que partiendo de Badiou, se conocen como Procedimientos Genéricos o Procesos de Verdad(Arte, Ciencia, Política, Amor y -aún en cuestión, pero propuesto a lo largo de la investigación comoun procedimiento de verdad adicional a los planteados por Badiou- el Deporte) cuyos matices lepermiten realizar a su vez una caracterización de los tipos Subjetivos propios del público de los mediosmasivos de comunicación en Colombia, para el periodo 2000-2010. Así, la investigación llega asostener que:
1. El Sujeto Político Colombiano, en tanto que se manifiesta en los Medios Masivos deComunicación de dicho periodo (2000 – 2010), se caracteriza, sobretodo, sin caer engeneralizaciones taxativas, por ser un Sujeto Oscuro, confundiendo las secuencias políticasverdaderas con procedimientos deportivos (democráticos y competitivos) propios de economíasprogresistas.
2. El Sujeto Científico Colombiano del periodo, se caracteriza por ser un Sujeto Reactivo, debidoal pedagogismo de los pocos contenidos científicos presentes en los medios masivos decomunicación.
3. El Sujeto Artístico Colombiano, se manifiesta mayoritariamente, en los medios masivos decomunicación, como un Sujeto Oscuro, cuya relación con las obras creativas es Iconoclasta eIdólatra, debido en parte a la fuerte presencia del entretenimiento masivo y el analfabetismoaudiovisual y multimedial, que implica la primacía de contenidos muy gráficos y de consumorápido en los medios masivos de comunicación colombianos.
4. El Sujeto Amoroso Colombiano, se manifiesta en los medios masivos de comunicacióncolombianos en dicho periodo, como un Sujeto Reactivo que expresa la preferencia de laconyugalidad biológica y como un Sujeto Oscuro que hace evidente la primacía de la fusiónposesiva en los contenidos que circulan por los medios colombianos.
Con esto hecho, Andrés logra cumplir los cuatro objetivos propuestos en la investigación.
B. El Cronograma respectivo se cumplió a cabalidad de la siguiente manera:
La primera fase (3 meses) de la investigación: documentación y recopilación del material de archivo
pertinente por parte del joven investigador en asesoría con el correspondiente tutor. Entrega de Informe
de Lectura y Análisis: 17 de Marzo de 2014
La segunda fase (6 meses): escritura del proyecto por parte del joven investigador en asesoría del
correspondiente tutor. Entrega Segunda de Versión del Informe: 16 de Junio de 2014
La tercera fase (9 meses): edición formal, conceptual y multimedial del informe total y primera versión
del artículo (producto a entregar) resultante en asesoría del correspondiente tutor. Tercera versión del
Informe: 15 de Septiembre de 2014.
La cuarta fase (12 meses): entrega y revisión del producto terminado (artículo publicable) e Informe. 15
de Diciembre de 2014.
C. Otras consideraciones:
Es importante destacar que a lo largo de la investigación Andrés prestó una especial atención a dejar,una vez concluida la misma, abierta la posibilidad para cualquier investigador de recurrir a laFenomenología Objetiva propuesta, como un método innovador para el estudio del comportamiento delas sociedades, sus relaciones con actores no-humanos (medios de comunicación) y los sujetospolíticos, artísticos, amorosos, científicos y deportivos. De manera que el proyecto también se presentócomo una ocasión para comenzar a replantear muchos presupuestos epistemológicos y metodológicospropios de la investigación en ciencias sociales, en teoría de los medios, las artes y la comunicación.
D. Resultados
El resultado principal de la investigación es el artículo “Hacia una Fenomenología Objetiva de losMedios Masivos de Comunicación” que se someterá a evaluación para publicación en la revista:Universitas Philophica indexada en EBSCO HOST. Pero también deja como evidencia una extensaserie de apuntes realizados y ordenados por el Joven Investigador: “Informe del Joven Investigador”.
Proyecto:“Fenomenología Objetiva de los Medios Masivos de Comunicación”
Informe del Joven InvestigadorBogotá. 20 de Febrero de 2015
INFORME DE INVESTIGACIÓN
PROYECTO: FENOMENOLOGÍA OBJETIVA DE LOS MEDIOS MASIVOS DE
COMUNICACIÓN
CONVOCATORIA 617
JÓVENES INVESTIGADORES Y SEMILLEROS DE INVESTIGACIÓN
DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA, COLCIENCIAS
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE FILOSOFÍA
NÚCLEO DE INVESTIGACIÓN EN ESTÉTICA
JÓVEN INVESTIGADOR: ANDRÉS FELIPE RODRÍGUEZ PÉREZ
INVESTIGACIÓN DIRIGIDA POR: GUSTAVO ADOLFO CHIROLLA
BOGOTÁ
2015
ÍNDICE
1. El método fenomenológico objetivo
1.1 Mundos-Redes: estructura matemática mas no estructura estructuralista
1.2 Objetivismo relativista: Intermediarios-Modi ficaciones / Mediadores-Sitios
1.3 Hermenéutica objetiva y relaftivista
1.4 Dialéctica materialista a firmativa: verdad en las ciencias sociales y contra el escepticismo ingenuo
1.5 Sujeto de verdad – cuasi-sujeto o individuo
1.6 Fuentes de incertidumbre
1.7 Hacia una fenomenología objetiva de los medios de comunicación masivos como mediadores-sitios
2. Fenomenología objetiva de los medios masivos de comunicación: un modelo de
feedback mediático-comunicacional
2.1 Contraste con diversas teorías de los medios de comunicación
2.2 Los objetos mediáticos como fósiles
2.3 Modelo de feedback comunicativo
2.4 Los actantes humanos también son medios
2.5 Más allá de la economía de la sospecha submediática
2.6 Mas allá de la desconexión moderna
3. Fenomenología objetiva de los medios masivos de comunicación enunciado por
enunciado; ejemplo Colombia (2000-2010).
3.1 Enunciados 12 a 57
3.2 Enunciados 1 a 11
3.3 Enunciados 58 a 66
4. Diagramas y Medida de Eigenvector para calcular influencia o poder de un medio
en una red social
INTRODUCCIÓN
Este proyecto de investigación recurre a la Fenomenología Objetiva de Alain Badiou, propuesta
en Lógicas de los Mundos, para estudiar los medios masivos de comunicación. Se pregunta, como caso
de experimentación, por la relación entre medios masivos de comunicación y la constitución de lo
común político durante periodo 2000-2010 en Colombia.
Para llevarlo a cabo se propone la conjunción parcial y experimental de la propuesta teórica de
Badiou con la Teoría del actor-red (actante-rizoma) (TAR) expuesta por Bruno Latour. En el camino
se articulan algunos conceptos provenientes de la Fenomenología de los Medios propuesta por Boris
Groys, la arqueología y la teoría de las signaturas expuesta por Giorgio Agamben, el Análisis de
Redes Sociales (ARS), la Complejidad computacional y el Caos según la perspectiva de Carlos
Reynoso y diversos autores cercanos a la naciente sociofísica, como también de diversas propuestas
teóricas en estudios de los medios de comunicación y la semiótica. Esto se debe a la necesidad que el
objeto de estudio demanda de construir una teoría fenomenológica calculada y materialista, sin perder
de vista de los estudios sociológicos, antropológicos y semióticos de los medios de comunicación. La
pertinencia de recurrir especialmente a esas propuestas teóricas se debe a que todas implican una alta
preocupación espacial, por no decir especialmente, topológica, sumada a una reconcepción de la
causalidad, a la hora de estudiar un fenómeno cualquiera; aquí en especial los medios masivos de
comunicación.
La primera parte de éste informe expone los logros teóricos, sin duda perfectibles, en el
ensamblaje entre la fenomenología objetiva de Badiou y la TAR, cuyos conceptos se han prestado
fácilmente a mal interpretación debido a sus nombres. Se trata de un intento que no es nuevo, pues ya
Shaw (2012) ha emprendido una tarea semejante bajo el nombre de Geografía Acontecimental, pero
agregando ideas de la fenomenología de los medios de Groys, la teoría de las signaturas de Agamben,
la semiótica, el ARS y la sociofísica, buscando esbozar el modelo de investigación fenomenológico
objetivo de los medios de comunicación.
La segunda parte contrasta tales logros con diversas propuestas que buscan comprender los lo
social en relación a los medios de comunicación y postula la posibilidad de negar la validez de aquellas
sometidas a una comprensión del signo mediático como mero signi ficante, proponiendo así la
sustracción del investigador de los medios de lo que Groys ha denominado economía de la sospecha.
La tercera parte expone de manera formal el ensamblaje logrado en las dos partes anteriores
llevando a cabo simultáneamente la fenomenología objetiva de los medios masivos de comunicación en
el periodo colombiano seleccionado. Dicha simultaneidad no es caprichosa sino necesaria puesto que
no es posible exponer la fenomenología objetiva de los medios masivos de comunicación aisladamente
al estudio de los objetos en cuestión.
La cuarta parte, a modo de conclusión, expone gráficamente, es decir, en un diagrama dinámico,
los resultados logrados en la investigación.
1. El método fenomenológico objetivo
1.1 Mundos-Redes: estructura matemática mas no estructura estructuralista.
Esta primera parte se dedica a conjuntar la empresa fenomenológica objetiva de Badiou con
algunos conceptos de la TAR (Teoría del Actor-Red), la Fenomenología de los medios de Groys y
otros provenientes de diversas propuestas filosóficas útiles para la investigación.
A saber, etimológicamente “fenomenología” puede querer decir “pensamiento de lo que
aparece”; de modo que una Fenomenología no sería otra cosa que un ejercicio en el cual se piensa
“aquello que aparece”. Por su parte, el adjetivo “Objetiva” indica la especi ficidad de dicho pensamiento
del fenómeno (Badiou, 2008: 56). De modo que una Fenomenología Objetiva vendría siendo un
pensamiento de los fenómenos en tanto que objetos. Resulta necesario entonces aclarar ¿qué signi fican
las palabras fenómeno y objeto?
Según Badiou, a diferencia de la tradición fenomenológica husserliana, a la hora de pensar
objetivamente un fenómeno resulta preciso hacerlo de manera descriptiva, “neutralizando”, al menos
parcialmente, el efecto de la conciencia o la subjetividad humana en dicho mundo (Badiou, 2011). A
primera vista, el nombre fenomenología implicaría un acercamiento al pensamiento fenomenológico de
Edmund Husserl, que introduce en la Historia de la Filosofía la noción de epojé como puesta entre
paréntesis de las doxa e incluso desconexión de lo que se considera como real en sí en la reducción
trascendental, para acceder al orden trascendental y vital de la conciencia; el sujeto trascendental.
Empero, el punto que separa evidentemente la fenomenología de Husserl de la fenomenología objetiva
de Badiou que aquí es guía, se ubica en que, según el pensador francés, Husserl elabora una teoría
subjetivista, o mejor idealista, en el sentido que mantiene su fenomenología dentro del correlacionismo
epistemológico; noción elaborada por Quentin Meillassoux en su texto Después de la Finitud (2008). A
saber, en el correlacionismo la totalidad de lo que hay es referida a la conciencia y al movimiento del
tiempo en la subjetividad humana, de manera que se configura una suerte de Historia del Mundo desde
el punto de vista de algún sujeto cuya existencia es absoluta; sometiendo así el objeto a una existencia
indisociable del sujeto.
La pregunta recurrente en éste punto es ¿en qué difieren las operaciones fenomenológicas
objetivas, de un acto intencional propio de alguna supuesta conciencia fenomenológica? Así, se puede
decir que en una fenomenología subjetiva e intencional todo acto de discriminación tiene lugar en un
orden temporal definido (Badiou, 2008). En ese caso, frente a los objetos:
[u]na mirada consciente pasa de uno al otro y recapitula la diferencia fenoménica inscribiendo, en
la lengua, el movimiento temporalizado de la evaluación. Si suspendemos toda referencia a la
conciencia intencional, no subsiste más que la vericidad inmediata de una evaluación identitaria […]
evaluación que no puede retener ninguna referencia al tiempo ni al orden temporal, por la mayor razón de
que ningún tiempo está implicado en la indexación trascendental del ser-ahí. El tiempo no es aquí más que un
parásito introducido por el uso metafórico, o didáctico, de la fenomenología vulgar (Badiou, 2008: 230).
Siendo esto así, la fenomenología objetiva que propone Badiou asume una posición materialista
según la cual, además de sostener que cualquier mundo existe independientemente de cualquier orden
subjetivo, supone la posibilidad de describir ese mundo objetivamente en un sentido puramente
espacial. Hay que agregar además que la fenomenología objetiva debe ser también calculada. De modo
que se encuentra mas cerca de aquello que las ciencias naturales llaman fenomenología que de la
corriente filosófica bautizada así por Husserl. Esto es así porque sus resultados y procedimientos son
formalismos que la resguardan de caer en el correlacionismo antes mencionado (Badiou, 2008: 199-
200). Como se verá, la posibilidad de formalizar las descripciones es el mayor aporte que puede hacerle
la fenomenología objetiva a la TAR.
Ahora bien, la Fenomenología Objetiva es fenomenológica en tanto que no es estrictamente
ontológica. La ontología por sí, según Badiou, es el pensamiento del ser-en-tanto-ser. Desde el punto
de vista que el filósofo despliega en el primer tomo de El ser y el acontecimiento, este pensamiento es
llevado a cabo por la matemática histórica que encuentra su fundamentación en la teoría axiomática de
conjuntos (Badiou, 1999: 55-61). Esto se debe a que el ser-en-tanto-ser; lo real, coincide, según el
análisis de Badiou, con lo múltiple puro, nombrado como conjunto vacío o Ø, antes que con lo Uno o
bien lo múltiple contado-por-uno (estructurado); contradiciendo con esto la manera como
tradicionalmente la teología y la metafísica clásica lo habían presentado.
Para comprender la noción de Objeto elaborada por Badiou y aquí asumida es preciso primero
recurrir a las definiciones de mundo y de trascendental (de un mundo). A saber, “un mundo es el lugar
en el que aparecen objetos. O también (…) “mundo” designa una de las lógicas del aparecer” (Badiou,
2008: 643). Así mismo:
El concepto de “trascendental es, sin duda, el concepto operatorio más importante de toda la Gran
Lógica, o teoría del aparecer. Designa la capacidad, constitutiva de todo mundo de atribuir a lo que está
ahí, en ese mundo, intensidades variables de identidad con todo lo que está, igualmente, ahí. En suma,
“trascendental” designa lo siguiente: un mundo, en el que aparecen a título de objetos multiplicidades puras,
es una red de identidades y de diferencias que concierne a los elementos de lo que aparece ahí. Se comprende,
entonces, por qué la estructura fundamental del trascendental es la estructura de orden, forma general de lo
que autoriza el “más” y el “menos” (Badiou, 2008: 649).
De manera que el trascendental de un mundo permite llevar a cabo la distinción entre objetos
según grados de identidad/diferencia de manera reglada. Un manera muy útil de comprender esto es
pensar en un sistema auto-organizado donde se presentan los fenómenos críticos propuestos por Perl
Bak. En contraste con los puntos críticos de la física clásica, donde el parámetro de control, el
trascendental, es exterior al sistema, como sucede por ejemplo en el paso de un sólido a un líquido,
tomado el sólido como sistema asilado, según lo indica una medida de temperatura entregada por un
termómetro:
En los feno�menos cri�ticos auto-organizados, en cambio, los sistemas alcanzan un punto cri�tico de
acuerdo con su propia dina�mica interna, independientemente del valor de cualquier variable de control.
La idea crucial de Bak consistio� en pensar que el arquetipo de un sistema cri�tico auto- organizado bien podri�a
ser una simple pila de arena [...] Arrojando un hilo de arena lentamente sobre una super ficie se forma una pila.
A medida que la pila crece ocurren avalanchas que transportan arena desde la cu�spide hasta la base. En los
modelos teo�ricos, al menos, la pendiente de la pila es independiente de la velocidad con que se arroja la
arena. E�sta es la pendiente auto-organizada, la cual se llama asi� incluso en casos en los cuales la pila no tiene
forma de cono o adopta una configuracio�n irregular. En los sistemas de este tipo la cai�da de un grano de
arena un poco ma�s grande de lo comu�n podri�a no tener consecuencias mayores, mientras que un evento
menor (un grano de arena adicional) podri�a desatar una reaccio�n en cadena y causar un deslizamiento
de proporciones: el mejor ejemplo de una funcio�n no lineal (Reynoso, 2011: 207).
Por otra parte, para dar inicio en este punto a la conjunción entre TAR y fenomenología objetiva,
según Latour, la noción metodológica de red o rizoma responde a tres propiedades como anulación de
algunas relaciones binarias que ingenuamente se consideran absolutas. En la noción de red se anulan la
diferencia entre:
Lejos/Cerca: para escapar a la tiranía de la distancia y la proximidad de tal modo que actantes
(actores narratológicos en el sentido de Greimas) cercanos, al ser desconectados de la red se puedan
hacer absolutamente lejanos. La lejanía y la cercanía dependen entonces de la conectividad de los
actores. Pequeña Escala/Gran Escala (Micro/Macro): para disolver la distinción entre micro y macro en
el sentido en que una red nunca es más grande que otra, sino más o menos intensamente conectada.
Dentro/Fuera (Actor/Sistema): para salir al paso a la distinción entre afuera y adentro dada por un
límite periférico métrico (Latour, 1996: 4-6).
Podría parecer que las nociones de mundo en Badiou y red en Latour no tienen nada en común,
más que por el uso de la palabra red en ambas propuestas, y antes bien su conjunción aparentaría ser
problemática a causa de la autorización del “más” y del “menos” en lo que Badiou llama un mundo.
Esto sólo se resuelve teniendo en cuenta que un mundo es ontológicamente medido por un cardinal
in finito inaccesible, a pesar que sus objetos son fenomenológicamente finitos. Dada tal condición, que
se irá aclarando progresivamente, se cumple lo siguiente:
Badiou mismo advierte que habrá que tener cuidado “con que la dialéctica de lo grande y lo
pequeño no subsuma en modo alguno todo el campo, axiomáticamente fijado, de la relación de orden.
Esas son sólo formas de leer el simbolismo. Porque la esencia de la relación de orden es la
comparación “en sí” (Badiou, 2008: 183). De manera que un mundo gozaría de una estructura de orden
que no implica someter a sus objetos a la relación pequeña escala/gran escala; la posibilidad de decir
mayor y menor es siempre un forma de lectura de la relación de orden y no expresa su esencia. Tanto
un mundo como una red escapan a la dialéctica de lo grande y lo pequeño. Si esta anulación vale en la
fenomenología objetiva para la relación Pequeña Escala/Larga Escala, también lo hace para la relación
Dentro/Fuera y Lejos/Cerca.
En un mundo no aplica la contradicción Dentro/Fuera en tanto si un elemento (un múltiple) está
en el interior de un subconjunto, un objeto, (otro múltiple) de un mundo, es decir, si está localizado en
él, ese objeto sólo es un conjunto de referencia que permite decir que algo está en el interior de algo.
Tal curiosa relación, que permite pensar interioridades en las que el interior de un conjunto referencia
es el conjunto referencia mismo se la llama una topología o espacio topológico (Badiou, 2008). En
palabras de Badiou “esto signi fica que desde que un mundo es una potencia [poder es un posible
sinónimo] de localización del aparecer de multiplicidades, es incapaz de localizarse a sí mismo
distinguiendo su interior de su frontera o exterior” (Badiou, 2008: 440). Un mundo, así mismo, es un
ambiente en términos de modelos basados en agentes (MBA's). Vale agregar que la cercanía entre ANT
con el modelado basado en agentes ya ha sido estudiada por Wernick et al. (2006).
Siendo esto así, la contradicción Lejos/Cerca es evidentemente relativa. Pues si el mundo de
referencia Colombia como espacio territorial jurídico-político, por ejemplo, es una topología,
obviamente estaría absolutamente cerca de Colombia misma. Pero al estar Colombia completamente
cerca de Colombia misma tendría que estar, curiosamente, lejos de Colombia misma. Pero si, por
avatares del destino, para introducir lo referente al periodo 2000-2010 en Colombia, un decreto
presidencial en Colombia declarase un estado de conmoción interior (de excepción), el mundo
Colombia sería desconectado de sí mismo, esto es, que dejaría de ser parte jurídico-política de
Colombia misma, a pesar de estar en el interior del conjunto de referencia Colombia, estaría
absolutamente lejos de Colombia como espacio territorial jurídico-político, pues sencillamente no
estaría en ese espacio territorial jurídico-político; de modo que no tendría sentido decir que estaría mas
o menos cerca/lejos de Colombia como espacio territorial jurídico-político. Estaría en una situación,
como diría Agamben, de estado de excepción jurídico-política.
Por esto para la TAR no hay actores “sociales” metidos en sistemas “sociales”; como si
estuvieran dentro de bolsas, ni micropolíticas o microeconomías metidas en macropolíticas y
macroeconomías. En cierto modo sólo hay actores localizados en redes, o bien “sistemas en el interior
de sí mismos”, y sólo hay “micro-objetos” localizados en redes, o bien “macro-objetos en el interior de
sí mismos”. Sencillamente lo macro, lo lejano y lo sistémico son conjuntos de referencia cuyo interior
es idéntico a ellos mismos.
Por otra parte, el lector desprevenido asumirá de entrada el uso de la palabra estructura por
Badiou en su definición de mundo, como una prueba tajante de su supuesto estructuralismo
trasnochado. ¿Cómo se atreve a usar la palabra estructura? ¡Eso no explica nada y soluciona todo
recurriendo a una universalidad abstracta en la que lo que entra se acomoda funcionalmente!
Sin embargo, el sentido de la palabra estructura es fundamentalmente diferente al usado por el
estructuralismo. La palabra estructura denota un tipo de múltiple definido por las matemáticas
estructurales y no un tipo funcional de imaginario o símbolo cultural trascendente (Mandalas, lenguaje
del inconsciente, por ejemplo). Una estructura es un conjunto base A junto a las construcciones que
involucran a A y las propiedades que veri fican esas construcciones. Dichas propiedades siempre son
formuladas mediante axiomas.
Este es un sentido absolutamente inverso al de la estructura en el estructuralismo, pues en la
fenomenología objetiva no se suponen funciones trascendentes para los objetos; cosa que incluso
sucede en la teoría de campos de Bordieu, donde los agentes se posarían en posiciones definidas según
tipos de capital y de poder, sino que se proponen modelos en el sentido matemático, mundos de objetos
reglados trascendentalmente, donde los agentes interactúan con sus vecinos. El concepto de estructura
usado por Badiou es auténticamente cientí fico-matemático pues no predispone un espacio funcional
“vacío” que vendría a ser ocupado. Todo mundo, en cambio, está estructurado trascendentalmente, es
decir, ordinalmente, según los grados de identidad y de diferencia entre sus objetos.
Es preciso también tener en mente que una estructura de orden no es una estructura en el sentido
estructuralista, sino en uno estrictamente matemático, del grupo Bourbaki y no estrictamente de
Saussure aunque por vía de Lacan (el inconsciente está estructurado como –conjuntos y categorías
matemáticas– y no es un lenguaje) le fue posible ha Badiou ensamblar tales ideas en su concepto de
modelo con soporte en la teoría de modelos, al igual que Serres pudo articular al análisis cultural con
las estructuras matemáticas y proponer lo que llamó en Hermes I logoanálisis.
Latour es claro frente al rechazo del estructuralismo:
Los estudios de organizaciones, los estudios de la ciencia y la tecnología, los estudios empresarios, los
estudios de la información, la sociología, la geografía, la antropología, no importa cuál sea el campo, por
definición no pueden basarse en explicación estructuralista alguna, d a d o q u e l a i n f o r m a c i ó n e s
transformación (…) en el estructuralismo nada se transforma, simplemente se combina (…) Una estructura es
una red en la que solo hay información escasa (...) Si quiero tener actores en mi informe, tienen que hacer
cosas, no ser los que ocupan lugares; si hacen algo, tienen que incidir. Si no inciden, déjelos de lado, comience
otra descripción (…) "¿Que puedo hacer con la TAR?". Yo respondí: ninguna explicación estructuralista. Las
dos son completamente incompatibles (Latour, 2008: 220 - 222).
Pero tampoco se queda corto en su ataque al hijo legítimo del estructuralismo; el
postestructuralismo:
Como indica esta etiqueta, el postestructuralismo es la supervivencia del estructuralismo después
de desaparecida la estructura, en forma similar al pollo que sigue corriendo después de que se le corta la
cabeza. Si bien ha abandonado la búsqueda de coherencia, el postestructuralismo ha r e t e n i d o l a m i s m a
definición de la causalidad: pocas causas seguidas de cadenas largas de ocupantes de lugares pasivos a los que
he llamado intermediarios (Latour, 2008: 304).
De manera que en primer lugar la TAR anula la noción de estructura abandonando la búsqueda
de coherencia estructuralista y en segundo lugar transforma la noción de causalidad al introducir la
distinción entre mediadores e intermediarios: “una concatenación de mediadores no establece las
mismas relaciones y no requiere el mismo tipo de explicaciones que un cortejo de intermediarios que
transporta una causa” (Latour, 2008: 157).
Este es un sentido diferente al de estructura en el estructuralismo. Recuérdese en este pun to una,
o mejor, la característica fundamental que Deleuze propuso para reconocer el estructuralismo: “las
cosas mismas en general no tienen estructura sino en la medida en que sostienen un “discurso”
silencioso, que es el lenguaje de los signos (Deleuze, 2002: 223). Siendo esto así, por un lado, la
fenomenología objetiva de Badiou sería aparentemente un pensamiento de corte estructuralista. A
saber, según Badiou, tal fenomenología es calculada y se funda en la tesis de las matemáticas como
ontología. Pero desde el punto de vista de Badiou, las matemáticas no son la estructura del ser, lo que
implica defender un pitagorismo inaceptable en la concepción ontológica de las matemáticas. Badiou lo
deja claro: “la tesis que sostengo no declara en modo alguno que el ser es matemático, es decir,
compuesto de objetividades matemáticas. No es una tesis sobre el mundo, sino sobre el discurso”.
(Badiou, 1999: 16). Entiéndase bien la precisión: son el discurso formal que permite decir algo sobre el
ser-en-tanto-ser o bien en tanto aparecer.
Empero hay que precisar los términos de Deleuze, él mismo sostiene que:
Se tiene razón al asignar a la linguística como origen del estructuralismo: no solamente Saussure,
sino la escuela de Moscú, la escuela de Praga. Y si el estructuralismo se extiende a continuación a
otros dominios, ya no se trata esta vez de analogía: no es simplemente para instaurar métodos
“equivalentes” a los que primero fueron fecundos en el análisis del lenguaje. En verdad no hay
estructura mas que de lo que es lenguaje, aunque se trate de un lenguaje esotérico o incluso no verbal”
(Deleuze, 2002: 223).
El estructuralismo es una estrategia de investigación en las teorías sociales y humanas que asume
que existe, no un silencioso lenguaje de los signos, sino un régimen de signos lingüístico-natural,
cultural, y universal, sostenido por las diferentes sociedades. Al igual que los “lenguajes animales” son
objeto de la zoosemiótica, las matemáticas como ontología o discurso sobre el ser, no son un lenguaje
natural, y no son objeto de estudio de la lingüística, sino de la semiótica formal de un lenguaje arti fical,
de origen acontecimental y prolongación histórica. Nunca se ha visto un cientí fico estructuralista
porque sencillamente no hay nada de cultural en los lenguajes formales de la ciencia. La articulación
con la TAR aquí propuesta entonces hace hincapié en que no hay tampoco nada de cultural en la forma
de los lenguajes naturales de las sociedades. Como se sabe ya hace tiempo, hay lenguajes formales,
lógicas, que describen las relaciones de los componentes semióticos de los lenguajes naturales.
Siguiendo a Badiou, existe una Gran Lógica que subsume la pequeña lógica de las proposiciones y los
predicados de primer orden según un Álgebra de Heyting completa. Desde el punto de vista aquí
esbozado, la comunicación desborda el orden de la signi ficación lingüística natural para poner en
relación regímenes de signos diversos; se planta más en el orden de la semiosis como proceso de
intercambio transformacional de signos, en tanto objetos o actantes que están en lugar de algún objeto
o actante para otro objeto o actante y que pueden ser humanos y no humanos. Pero tal semiosis es
reductible, como Eco (1990) propone, a la relación de inferencia probable, al “si a entonces” de la
lógica de primer orden; en consecuencia es formalizable y de ahí que la propuesta topo-lógica de
Badiou resulte muy pertinente, pues la inferencia es reductible a la relación matemática de dependencia
en la propuesta de Badiou; lo que refuta en parte cualquier logicismo.
La matemáticas, en tanto ciencias del ser-en-tanto-ser, son la situación que presenta la
presentación misma, lo múltiple en sí, en tanto que despliegan una teoría de lo real/múltiple no como
transparente o construido, sino como diferencia interna; múltiple puro no contado por uno, solo
cognocible sustractivamente como conjunto (múltiple) vacío e instaurado por una ontología axiomática
conjuntista (Badiou, 1999).
De manera análoga a lo que Deleuze y Guattari (2006) llaman principio de multiplicidad para el
rizoma, y que luego Latour adoptará como sinónimo de la palabra red, el conjunto vacío solo es
cognocible como múltiple, pues lo que es, se presenta como múltiple.
Pero surge inmediatamente una duda. “¿Para qué sirve decir que el vacío es ‹‹múltiple››, si se
habla de ‹‹múltiple de nada››?” (Badiou, 1999: 74):
Es que la ontología es una situación y, en consecuencia, todo lo que ella presenta cae bajo su ley,
que es la de tener que dar cuenta sólo de lo múltiple, aun si, no componiendo nada, es en realidad
diagonal a la oposición intrasituacional entre lo uno y lo múltiple (Badiou, 1999: 74).
El lector instruido objetará en este punto que Badiou es enfático a la hora de enfrentarse al
modelo rizomático que pretende separarse de la dialéctica, al juzgarla como un pensamiento de lo Uno
trasnochado; incluso cuando afirma tajantemente y como principio que “lo Uno se hace Dos”.
En su artículo El fascismo de la papa (2002) lo dice así:
Deleuze-Guattari's dialectical arboriculture, all absorbed as they are to oppose the “multiple”
philosophy of the potato to the vertical despotism of the tree, is only a painful falsi fication. Lenin
already remarked that the essence of the dialectic is never the strong and presupposed unity, but the
unity of opposites, which at once relativizes the concept of the One beyond return. (Badiou, 2012: ).
Para entender esta objeción hay que revisar el concepto de rizoma elaborado por Deleuze y
Guattari. Según el principio de multiplicidad para el rizoma, “no hay unidad que sirva de pivote en el
objeto o que se divida en el sujeto. No hay unidad, ni siquiera para abortar en el objeto o para
“reaparecer” en el sujeto” (Deleuze & Guattari, 2006: ). Así, si una determinación del rizoma cambia
entonces también la naturaleza del rizoma cambia. Un rizoma no se deja codi ficar por alguna unidad-
pivote de la que dependa un conjunto de relaciones entre elementos/puntos, o bien, según lo Uno que se
divide en el objeto o se reuni fica, según una lógica binaria de diferenciación, en el sujeto. En fin, un
rizoma no es reducible ni a lo uno ni a lo múltiple, ni tendría sujeto u objeto (Deleuze & Guattari,
2006).
Como se verá, los términos sujeto y objeto son usados por Deleuze y Guatari en un sentido muy
distinto al que le otorga Badiou. Hay que tener en mente también que el vacío es nombre del ser-en-
tanto-ser (no es ni objetivo ni subjetivo).
Ahora bien, lo múltiple puro es por sí pura diferencia. Empero, aclara Badiou respecto al vacío,
lo es sólo en el sentido paradójico de la in-diferencia. Como el vacío es inextensional, pues no tiene
elementos, es in-diferente, pues no le pertenece elemento alguno que le diferencie de otro conjunto. El
vacío, según Badiou, es aquello que al no haber sido contado por uno, instauradas axiomáticamente o
por principio su existencia y su pura diferencia, es decir, su in-existencia y su pura in-diferencia, sólo
es pensable y cognocible por vía sustractiva; restando lo Uno al ser-en-tanto-ser.
La única manera de diferenciar el conjunto vacío de otro conjunto es pensándole negativamente
como lo in-diferenciado. Asimismo, por fuerza, el conjunto vacío debe ser único, pues cualquier
conjunto supuesto, cuya cualidad sea no tener elementos, no puede ser por definición sino el vacío. “La
unicidad del conjunto vacío es inmediata porque nada lo diferencia, y no porque su diferencia sea
corroborable. La unicidad según la diferencia es aquí sustituida por la irremediable unicidad de la in-
diferencia” (Badiou, 1999: 84). Esta diferenciación extensional, en la teoría de conjuntos queda fijada
por el axioma de extensionalidad.
Pero como el conjunto vacío no tiene elementos. ¿Cómo puede entonces relacionarse con algo
más?
A saber, supuesto un conjunto sin elementos, el vacío, es decir, un múltiple al que el no
pertenecer a él se le atribuye universalmente a cualquier otro múltiple -conjunto-, y supuesta su
negación, es decir, suponiendo que algo le pertenece, cualquier cosa podría inferirse de allí por ex falso
sequitur quodlibet (principio de explosión).
El vacío, lo múltiple puro y auténtico, no se presenta en otro conjunto bajo la forma de la mera
pertenencia (� ) sino según la relación de inclusión (⊆ ) para conjuntos y subconjuntos. Según la
axiomática de conjuntos el vacío está incluido en sí mismo y en consecuencia está incluido
universalmente, pues nada impide que lo que nada agrega se pose en cualquier conjunto como
subconjunto. Formalmente:
Un conjunto no está incluido (� ) en otro si un elemento suyo no pertenece a ese otro, A ⊄ B si y
solo si (↔) x a A y (∧ ) x ∉ B. Si A es (=) Ø, es decir, si Ø ⊄ B entonces habría que decir que hay (∃)
un x a Ø y x ∉ B. Lo cual es absurdo pues es axiomaticamente verdadero que nada pertenezca al
vacío; para toda (∀) “cosa” esa “cosa” no pertenece al vacío. (∀x) ¬ (x a Ø). De manera que, si se
supone que el vacío no está incluido en algún conjunto, es decir, si (∃β) [Ø ⊄ β] ↔ ∃(x): (x a Ø ∧ x ∉
β) como es axiomáticamente verdadero que (∀x) ¬ (x a Ø) y en consecuencia cualquier cosa puede
seguirse. Todo múltiple cualesquiera incluye, en último término, el conjunto vacío, que es único, pues
si hubiera otro nada lo diferenciaría del primero.
La marca Ø guarda un sentido para siempre enigmatico (Badiou, 1999), al ser el nombre propio
del ser. Asimismo, esta verdad resulta traducible poéticamente con la siguiente a firmación:
La ontología, axiomática de la inconsistencia particular de la multiplicidad, captura el en-sí de lo
múltiple mediante la puesta en consistencia de toda inconsistencia y la inconsistencia de toda
consistencia. Así, ella deconstruye todo efecto de uno, fiel al no-ser de éste, para disponer sin
nominación explícita, el juego reglado de lo múltiple como forma absoluta de la presentación, por
lo tanto, el modo según el cual el ser se propone a todo acceso. (Badiou, 1999: 41).
Cuando Deleuze y Guattari afirman que las multiplicidades son rizomáticas y denuncian las
pseudo-multiplicidades arborecentes (Deleuze & Guattari, 2006) ¿no estarían acaso refiriéndose a la
distinción entre lo múltiple puro que la marca Ø nombra contra los conjuntos o múltiples contados por
u n o que Badiou llama estructurados? Dicen Deleuze y Guattari respecto de las multiplicidades
arborescentes que éstas restituirían la unidad: “siempre que una multiplicidad está incluida en una
estructura, su crecimiento queda compensado por una reducción de las leyes de la combinación”
(Deleuze & Guattari, 2006: 12). Hay empero que hacer una aclaración para evitar caer en ésta errada
tesis.
En un rizoma se cumplen también los principios de conexión y heterogeneidad. Según el
principio de conexión, en un rizoma todos los puntos pueden y deben ser conectados. Lo curioso es que
Deleuze y Guattari también sostienen que un rizoma no está hecho de puntos sino de líneas y que según
su constitución, puede estar formado por líneas de segmentariedad, ser roto, pero siempre recomenzar
“según ésta o aquella de sus líneas, y según otras” (Deleuze & Guattari, 2006: 15). ¿No afirman que los
puntos de un rizoma podrían y deberían ser universalmente conectados? ¿Cómo comprender esta
afirmación contradictoria?
Esto sólo se comprende asumiendo la distinción entre lo múltiple puro que se deja pensar bajo la
forma múltiple del punto vacío, conjunto vacío, y lo múltiple posterior a una cuenta-por-uno y a su
localización objetiva en un mundo.
La tesis aquí arriesgada, que complementa y aclara las propuestas de Deleuze y Guattari
heredadas por Latour, es que precisamente un rizoma o red, no está hecho ni de puntos ni de líneas. Un
rizoma es un múltiple estructurado que cumple la propiedad conectiva según la cual todos sus
elementos deben y pueden ser conectados. Lo cual sólo puede indicar que Deleuze y Guattari, cuando
hablan de rizoma, piensan parcialmente, más bien, en un múltiple estructurado como una topología.
Ésta intuición se ve confirmada en el hecho que Latour asume la noción de rizoma como sinónimo de
red, al decir que una red: “las cosas no se ordenan por tamaño como si fueran cajas dentro de cajas.
Más bien se ordenan por grado de conexión, como si fueran nodos conectados a otros nodos” (Latour,
2013: 63). En una red o rizoma, como la comprende Latour hay orden; pero ese orden rizomático
supera las distinciones binarias entre afuera/adentro, grande/pequeño, lejos/cerca.
Si bien, por un lado, un rizoma es heterogeneidad absoluta, también cumple, siguiendo a Deleuze
y Guattari, un principio de ruptura asignificante, (escapando al régimen significante en el que el signo
remite indefinidamente al signo), lo cual se evidencia en los formalismos matemáticos, onto-lógicos
que permiten modelizar las observaciones en la fenomenología objetiva. Esto es así porque la ontología
renuncia a las definiciones ostensivas omitiendo la definición de conjunto y sometiendo el discurso
formal sobre “lo que es”, al fundarse en la relación de pertenencia a sin mayor definición que lo que
indica la misma marca: relación entre elementos y conjuntos de esos elementos. Aquello que es,
conjunto, es aquello que se presenta bajo la relación de pertenencia a la que nada define pues es vacía
o sin sustancia.
El mayor impasse que se encuentra en este punto es el que proponen los principios de
cartografía y calcomanía para el rizoma tal y como los definen Deleuze y Guattari. Según ellos, “un
rizoma no responde a ningún modelo estructural o generativo. Es ajeno a toda idea de eje genético,
como también de estructura profunda. Un eje genético es como una unidad pivotal objetiva a partir de
la cual se organizan estadios sucesivos; una estructura profunda es como una serie cuya base se puede
descomponer en constituyentes inmediatos, mientras que la unidad del producto está en otra dimensión,
transformacional o subjetiva” (Deleuze & Guattari, 2006: 17). Estos últimos son principios de calco de
algo ya dado. El rizoma, en cambio, es mapa, pues debe ser trazado sobre lo real. Por eso las
descripciones en la TAR, según Latour, trazan el rizoma; porque el rizoma no está dado de antemano,
es mas bien el mapa de lo dado. Hacer rizoma o red es en este sentido experimentar sobre lo real; no es
tanto que lo real sea como una red, sino que una red puede graficar cómo aparece eso real, pues en todo
caso, una red siempre podría ser traducida homomórficamente a una matriz de adyacencia sin
problemas.
En éste punto, empero, Latour parece separarse de lo que Deleuze y Guattari llaman rizoma,
puesto que sostiene precisamente que en la TAR el “despliegue podría tomar la forma de una red a
condición de que cada transporte sea pagado en transformaciones, es decir, si nos aseguramos de
pavimentar toda la distancia de un sitio al siguiente no con intermediarios sino con mediadores plenos”
(Latour, 2008: 248). La transformación pagada, es decir, la información, dista de ser una metáfora, es
sentido pleno una verdad computacional: “se ha probado que los patrones que se extienden en el tiempo
y el espacio pueden almacenar y trasmitir información, y que las interacciones complejas resultantes
son capaces de modi ficarla. Estas tres habilidades (almacenar, reproducir, transformar) son los
componentes necesarios y su ficientes de cualquier proceso de computación” (Reynoso, 2006: 127); y
como “la información mide, por definición, el grado de organización de un sistema” (Reynoso, 2006:
20), el almacenamiento, reproducción y transformación de la información es literalmente el
almacenamiento reproducción y transformación que computa un sistema mas o menos organizado. La
teoría de la información en éste punto es esclarecedora:
Urge aclarar que la teoría de la información nada tiene que ver con el significado de los mensajes:
se trata de un abordaje que analiza cosas tales como las formas más óptimas de codificación, la cantidad
de redundancia que hay que introducir para compensar el ruido, y, en especial, la “ m e d i d a d e l a
información”. Esta cantidad de información se define como la cantidad de incertidumbre de un mensaje en
función de la probabilidad de aparición de los elementos que componen el código. No hay en general ninguna
correlación entre la riqueza de significaciones y la complejidad informacional, aunque algunos teóricos
de la cultura y la sociedad (Abraham Moles, Max Bense, los semiólogos de la Escuela de Tartu) hayan creído
lo contrario. El concepto de información, asimismo, es físico y no psicológico: una sinfonía
informacionalmente compleja no alberga, subjetivamente hablando, demasiada improbabilidad o sorpresa para
quien la conozca de memoria (aunque objetivamente haya sido más difícil de memorizar que una sinfonía
más simple o más breve).
La información (que en homenaje a Ralph Hartley se simboliza con la letra H, no con I) es un
concepto muy simple: información es la medida de los grados de libertad que existen en una
situación dada para escoger entre señales, símbolos, mensajes o pautas. El conjunto de todas las
categorías (el “alfabeto”, cualquiera sea el modo de la comunicación) se denomina también
repertorio. La cantidad de información se mide como el logaritmo binario del número de patrones
alternativos, formas, organizaciones o mensajes que forman ese repertorio. La unidad en que se expresa
la medida de la información es también la más simple de todas: el bit o dígito binario [ b i n a r y d i g i t ] . L a
complejidad creciente de las pautas informacionales determina apenas un crecimiento logarítmico en las
unidades de medida: dos alternativas elegibles (dos grados de libertad) requieren un solo bit, cuyos valores
pueden ser sólo 1 y 0; cuatro alternativas se expresan con dos bits (00, 01, 10, 11); ocho con tres bits (000,
001, 010, 011, 100, 110, 111, 101), y así sucesivamente (Reynoso, 2006: 19).
De manera que lo que la TAR entiende por rizoma dista mucho de permitir saltos entre puntos o
líneas de segmentariedad; pero también dista mucho de renunciar al orden, como de no pretender la
unidad del producto gracias a una dimensión transformacional. Los detalles de las imprecisiones
conceptuales, que aquí no se pretenden desplegar, del modelo rizomático deleuze-güattariano han sido
con detalle estudiados por Carlos Reynoso en su texto, que hay que cali ficar de fundamental, junto a
muchos otros suyos, para la ciencia social auténtica “Arboles y redes: Crítica del pensamiento
rizomático” (2014).
Se puede comprender fácilmente en este punto que para Deleuze y Guattari, estructura denota la
profundidad de tipo signi ficante –profundidad lingüística– oculta tras los objetos y los sujetos. De
modo que dicha palabra no tiene el sentido de la palabra estructura de orden en las matemáticas. En
segundo lugar, para Latour, la palabra estructura también denota algo profundo de nivel “macro” o
“global” y lingüísticamente formado. Así, “sin duda, en cuanto las singularidades locales donde se
fabrican las estructuras globales son destacadas, es toda la topografía de lo social lo que se modifica.
Lo macro ya no describe un sitio más ancho o más grande en el que lo micro quedaría inserto como
una muñeca Matrioshka rusa, sino otro lugar igualmente local, igualmente micro, que está conectado
con muchos otros a través de algún medio que transporta tipos especí ficos de rastros” (Latour, 2008:
253).
Es preciso entonces notar que la noción de estructura de orden (el trascendental de un mundo)
sólo exige el establecimiento de relaciones de identidad/diferencia entre los objetos de un mundo.
Permite en últimas la posibilidad de decir que dos objetos que cambian singularmente están más o
menos intensamente conectados, mas no determina la forma de esa relación, esto es, no puebla a la
estructura por funciones necesarias, como sería en un estructuralismo.
Pero por ello no hay que creer que un mundo es un sistema para sus actores, un marco para sus
actantes, una bolsa para sus objetos; un mundo/red es también objeto/actante, pues el dualismo falso
entre macro y micro queda anulado al asumirse que un mundo es una topología, empero ese aparecer-
objetivado es inaccesible pues un mundo tiene una cardinalidad inaccesible para sus actantes; como se
verá mucho más adelante. En todo caso un objeto siempre puede ser tratado como mundo, y todo
mundo como objeto. Así las cosas, la teoría del actor/red es la teoría del objeto/mundo.
La propuesta que ésta investigación ha ido describiendo:
Constituye una estructura filosófica abstracta de múltiples modelos. Otorgándoles sus elementos,
cimas, caminos, flujo de comunicación, etcétera, tal contenido determinado, puede convertirse en
un método efectivamente movilizable. Para convencerse, basta asegurarse de que su desempeño puede
hacerse por medio de contenidos puros o por medio de contenidos empíricos; y, de hecho, en su límite de
pureza, puede ser una matemática, teoría de grafos, topología combinatoria, teoría de esquemas; puede
convertirse, llegada una aplicación extrema, en excelente órgano de comprensión histórica. Esto se vuelve
posible porque rompe definitivamente con la linealidad de los conceptos tradicionales: la complejidad ya
no es un obstáculo para el conocimiento o, peor, un juicio descriptivo, sino el mejor auxiliar del saber y la
experiencia (Serres, 1996: 21).
Lo que le entrega la fenomenología objetiva a la TAR es la calculada formalización de sus
modelos de actor-red bajo el concepto fenomenológico-matemático de mundo. Como lo propone
Michel Serres, alguna vez maestro tanto de Badiou como de Latour: “las matemáticas son
simultáneamente una ontología formal y una lógica trascendental” (Serres 1996: 129).
Ese orden que acepta Latour en las redes, en la fenomenología objetiva de Badiou es dado por
una estructura (de orden) trascendental que regla las identidades y las diferencias entre los objetos que
pueblan las redes que son los mismos mundos. Con esto se demuestra que una red es un mundo
topológico y un mundo topológico es una red; un mundo/red es una topología.
1.2 Objetivismo relativista: Intermediarios-Modificaciones / Mediadores-Sitios
Comprender a cabalidad la noción de red o mundo aquí utilizada, exige establecer las
definiciones de actante o actor, intermediario y mediador, y relacionarlas con la noción de objeto,
modi ficación, sitio y singularidad en Badiou.
La fenomenología objetiva es un discurso que traza, rastrea, cartografía calculadamente redes a
partir de los rastros que las intertraducciones de sitios/mediadores humanos y no-humanos con diversos
modos de existencia establecen al asociarse. La TAR le insta a pensar en términos de sitios o
mediadores; se trata llevar a cabo el trazo de las redes (Latour, 1997), que no están dadas en un terreno
pre-social. Con inspiración tardeana, las sociedades se forman relacionando objetos “no sociales” como
sitios locales, de humanos y no humanos, que se conectan entre sí. Se asume entonces aquí que la
noción de mediador es la de un objeto, en el sentido de Badiou, que deviene como sitio.
Para la TAR empero, no se trata simplemente de que no estemos ya conectados, asociados en una
red o un mundo colectivo, sino de que para poder comprender las asociaciones se precisa de ir paso a
paso, o como diría Badiou, punto por punto, reensamblándolas, al seguir los rastros que dejan los
mediadores/sitios en su devenir impredecible en términos absolutos, al estar el mismo investigador
incluido en ese mundo que traza. Nadie, entre los investigadores contemporáneos latinoamericanos,
tiene más claridad de éste hecho, como de la importancia de la epistemología que necesitan las ciencias
sociales de las asociaciones, que Carlos Reynoso cuando afirma que “sólo hace falta resemantizar los
nodos como actores y los vínculos como relaciones para que los grafos representen redes sociales”
(Reynoso, 2011: 27).
Con la conjunción de estas dos posturas se propone un objetivismo relativista, dado que para ser
fieles a la noción de mediador, incluso el investigador en TAR o el sociólogo de asociaciones, produce,
hace que pasen cosas, mientras observa, describe y va construyendo su informe; hay objetividad y
relatividad. Se le sale al paso así a la distinción supuestamente real entre emic / etic, pues la descripción
emic del mundo realizada por investigador está en el mismo mundo que la descripción etic de otros
agentes de ese mundo.
En este punto resulta necesario precisar el lenguaje de la TAR. Sin duda, una red o un múltiple
topológico debe ser trazado por el investigador, pero es ingenuo creer que el trazo o la observación y
descripción de sociólogo-fenomenólogo objetivista y no ingenuo no produce algo en lo que estudia.
De ahí que Latour recalque que:
Los informes textuales son el laboratorio del cientí fico social y si la práctica de laboratorio sirve
de referencia, lo que indica es que la objetividad puede lograrse debido al carácter arti ficial del medio,
bajo condición de que se detecte a los artefactos gracias a una atención continua y obsesiva. De modo que
tratar un informe de ciencias sociales como un relato textual no signi fica debilitar su pretensión de
realidad, sino aumentar la cantidad de recaudos que deben tomarse y de las capacidades que deben exigirse a los
investigadores. A esta altura, debería resultar claro que hacer mas difícil la producción de objetividad es de lo
que se trata. No hay motivo para que los sociólogos de las asociaciones abandonen ese condicionamiento
cuando abandonan la sociología de lo social y cuando agregan a la discusión una quinta fuente de
incertidumbre, generada por la escritura de sus propias investigaciones. De hecho, es lo opuesto. Si lo social es
algo que circula de cierto modo y no un mundo que está mas allá al que puede acceder la mirada
desinteresada de algún cientí fico ultra lúcido, entonces lo social puede ser transferido por muchos
dispositivos adaptados a la tarea, incluidos textos, informes, explicaciones e indicadores. Puede que sí o
puede que no. Los informes textuales lo pueden fallar al igual que lo hacen a menudo los experimentos
(Latour, 2008: 185-186).
Se tiene en este punto una primera tesis claramente relativa a los medios de comunicación: todo
informe textual (multimedial si se quiere), incluso una simulación computacional, en las ciencias
sociales es un experimento cientí fico, de modo que una fenomenología objetiva de los medios masivos
de comunicación incluye dentro de sus objetos de estudio los experimentos mediales a los que ella
misma recurre.
Así, siguiendo con el enlace aquí pretendido, en fenomenología objetiva de los medios masivos
masivos de comunicación el medio de exposición es indisociable del medio de investigación. De
manera que toda investigación en fenomenología objetiva debe reparar, mantener en buen estado y
mejorar sus afirmaciones, como debe ser reparado, mantenido en buen estado y mejorado, por ejemplo,
un telescopio para un astrónomo. Igualmente, puede que un informe falle como fallan los experimentos
en otras ciencias.
La tesis que se arriesga entonces queda más clara si es enunciada así: la ontología pura es el
discurso que describe el plano pre-social discreto, restringido a las matemáticas puras pero fundamento
de toda ciencia, mientras la fenomenología objetiva es el discurso que describe el emerger objetivo,
localizado en un mundo, de lo actores sociales, con la claridad de que eso social, es algo constituido
parcialmente al establecer en la descripción las relaciones entre sitios de todo tipo, que no son de
materia social, pues lo social como marco, como estructura subyacente escondida o como Ley, no
existe. En último término se propone en este punto una justi ficación, cosa que ya está en curso en las
investigaciones más avanzadas en ciencias sociales, de la necesidad para la sociología de operar como
una fenomenología objetiva, convirtiéndose en una sociología calculada de las asociaciones entre
medios/actores de comunicación, humanos y no humanos, en tanto mediadores que transforman los
datos que comunican y que se conectan formando redes. En lo que sigue se propone el primer esbozo
de lo que podría ser algún día un nuevo discurso del método sociológico.
Retornando a la conjunción formal entre TAR y fenomenología objetiva de Badiou hay que
aclarar la diferencia entre los pensamientos ontológico y fenomeno-lógico objetivo para comprender
bien lo que aporta la fenomenología objetiva a la TAR. Ésta diferencia es curiosamente la diferencia
entre dos maneras de concebir la diferencia y la identidad. En la teoría axiomática de conjuntos la
diferencia se encuentra reglada por la extensionalidad y la identidad absoluta, es decir, la equivalencia
entre dos múltiples o conjuntos. Existe precisamente un axioma que regla la diferencia ontológica; el
axioma de extensionalidad:
� A , B: ( � x) [(x � A) & (x � B)] o � A , B: ( � x) [(x � A) � (x � B)] � A = B
Esto evidencia que en el mundo de la ontología la diferencia y la identidad son siempre absolutas,
en tanto toda diferencia local, en un punto o elemento de un conjunto, implica inmediatamente una
diferencia global.
En el mundo de la fenomenología objetiva la diferencia y la identidad son relativas, de modo que
admiten grados y están regladas por una intensionalidad (no intencionalidad). Desde un punto de vista
objetivista descriptivo, que es el que concierne a la fenomenología objetiva, se sabe al incluir o indexar
cualquier multiplicidad ontológica, cualquier conjunto, en algún mundo en el cual se establezcan
relaciones que pueden ser diferentes a la equivalencia.
Recuérdese que un mundo, según Badiou, es forzosamente cualquier múltiple, es decir, un
conjunto en el sentido de la teoría de conjuntos, que incluye entre sus subconjuntos un trascendental
que asigna (opera la metrología) a los objetos (A, Id) que en él aparecen un grado de
identidad/diferencia Id.
Esto se ve claramente con el formalismo que define la diferencia/identidad fenomenológica:
Id (A, B) = k
Este formalismo o matema (aquello que puede ser aprendido), indica que dos múltiples que
aparecen en un mundo tienen una identidad y diferencia variables. Siendo esto así, la diferencia y la
identidad fenomenológicas objetivas son relaciones de orden donde no se da estrictamente que x = y
sino que, por antisimetría, x � y. Esto también indica que un objeto sólo existe en la medida en que está
en una red, un mundo, en la cual es posible atribuirle un grado de identidad con otro objeto: “un
apareciente en un mundo no podría existir en él menos que lo idéntico que es a otro” (Badiou, 2008:
186). Lo que es compatible con la a firmación constructivista de la TAR según la cual habría que
impulsar “la lo�gica un paso ma�s alla�: los materiales esta�n constituidos interactivamente; fuera de sus
interacciones no tienen existencia, no tienen realidad. Ma�quina, gente, instituciones sociales, el mundo
natural, lo divino –todo es un efecto o un producto (Law & Mol, 1995: 277). Pero todo un efecto o un
producto en tanto que sin las relaciones regladas con otros existentes no tiene sentido hablar de
existencia. La TAR no es una teoría idealista en ningún sentido, no hay nada como la construcción
psicológica de lo real, sino una visión constructivista de lo social. Para Badiou, de manera análoga, no
tiene sentido de hablar de la existencia en un “mundo político” si esa existencia no adquiere sentido
relacional según la función trascendental de identidad que permite decir que un fenómeno tiene un
mayor o menor grado de existencia en relación a otros: Id. Es nítido ahora que en TAR y en
fenomenología objetiva no sólo no hay escepticismo, sino un relativismo donde el objeto sólo existe en
tanto está en relación con otros objetos. Aquí toma más sentido el hablar de un objetivismo relativista
para denominar al método fenomenológico objetivo, pues como el mismo Latour sostiene lo opuesto
del relativismo “es el absolutismo” (Latour, 2008: 135).
Las relaciones fenomenológicas se dan también en el caso de la identidad propia de los objetos de
un mundo, esto es, de las multiplicidades que aparecen y se constituyen en un mundo; lo cual se
formaliza como sigue:
Id (A, A) = k
Lo anterior implica, a diferencia de la ontología pura, la posibilidad de que un objeto no sea
absolutamente idéntico a sí mismo, ni absolutamente diferente de otros (Badiou, 2008: 181-183). Lo
que indica que un fenómeno existe en un mundo más intensamente en la medida en que a firma en
mayor grado su identidad en ese mundo.
Ahora es posible atender a la larga y técnica definición del objeto en el marco de la Gran Lógica
elaborada por Badiou:
Objeto es el nombre de la forma genérica del aparecer para un múltiple determinado. Es entonces,
después de “mundo”, el concepto más fundamental de la Gran Lógica. Se puede decir que ser un
apareciente de tal o cual mundo equivale, para un múltiple, a Objetivarse en él. Como un mundo,
en cuanto a las leyes que localizan elementos en él, es ampliamente definido por su trascendental,
se comprende sin dificultad que un objeto sea la indexación trascendental de un múltiple. Es
entonces cierto que un objeto sea una categoría del aparecer (o de la lógica), y no una categoría del ser
(o de la ontología). Es una estructura del ser-ahí en un mundo.
En este punto, hay que cuidarse de las interpretaciones idealistas o críticas de la noción de objeto.
Se debe reafirmar, por una parte, un resultado importante de El ser y el acontecimiento, a saber, que
aquello que aparece (el puro múltiple) es perfectamente conocible (por la ciencia ontológica, llamada en otros
términos “matemática”). Y se puede postular, por otra parte, que lo que cuenta por uno en el aparecer, sus
átomos, es prescrito, en definitiva, por la composición real del ser- múltiple.
Sea un mundo determinado cuyo trascendental es T. Un objeto es, ante todo, el dato conjunto
(llamado “conjunto-soporte” del objeto) y de una indexación trascendental de ese objeto sobre T;
tal es la razón por la cual se lo anota (A, Id), o también (A, α), o (B, β), etcétera. Y luego, la
sumisión de ese dato al postulado del materialismo, que es que todo átomo [de aparecer] es un átomo
real. Bajo esas condiciones, se dice que un objeto (A, Id) es una forma del ser-ahí del múltiple A (en el mundo
considerado) (Badiou, 2008: 643-644).
En El ser y el acontecimiento lo dice así refiriéndose a la diferencia entre fenomenología objetiva
y ontología pura:
Las matemáticas no presentan, en sentido estricto, nada, sin que por ello sean un juego vacío, puesto
que no tener nada que presentar, fuera de la presentación misma, es decir lo Múltiple, y no acordar
nunca con la forma ob-jeto, es por cierto una condición de todo discurso sobre el ser en tanto ser (Badiou, 1999:
15).
Como se puede notar la noción de actante coincide con la noción de objeto elaborada por Badiou
en que ambas apuntan a que la identidad y diferencia de algunas entidades, en sí múltiples, no está
reglada necesariamente por la relación de equivalencia sino por relaciones de orden; grados de
identidad y diferencia.
Hay que esclarecer entonces la diferencia entre un mundo clásico y uno no-clásico.
Sea M el máximo, μ el mínimo y c la operación conjuntista de unión (Badiou, 2008: 650). Un
mundo clasico entonces cumple la siguientes propiedades:
1. La ley de doble negación, o ¬ ¬ p = p
2. El principio del tercero excluido, o p c ¬ p = M
3. La ecuación ¬ p = � tiene una sola solución, que es M
Si bien la ontología y fenomenología de lo múltiple son discursos sobre “algo”, como también lo
es la TAR, pues tanto el investigador como el fenomenólogo objetivo se abstienen de afirmar el
aparecer positivo de lo social en cuanto tal y de lo múltiple en sí, el vacío, sin duda la pura ontología se
limita a asumir lo múltiple desde el punto de vista de la identidad absoluta, algo que no sucede en la
TAR. Un rizoma/red en la TAR es siempre un múltiple heterogéneo, por ende la cartografía
fenomenológica de los medios masivos de comunicación debe responder a esta exigencia de la única
manera posible: asumiendo que el mundo en el que se inscriben los medios masivos de comunicación
es no-clásico. Como resulta evidente de manera empírica.
Existen mundos cuyo trascendental no clásico cumple otras propiedades y que también cumple
una red:
1. La ley de doble negación, o ¬ ¬ p � p
2. El principio del tercero excluido, o p c ¬ p � M
3. La ecuación ¬ p = � no tiene una sola solución.
Siendo esto así, los medios masivos de comunicación en tanto que actantes serían cuasi-objetos y
cuasi-sujetos; pero aquí se llamarán objetos en el sentido de Badiou.
El aparente impasse reside en el uso equívoco de los nombres objeto (en fenomenología objetiva)
y cuasi-objeto/cuasi-sujeto (en TAR). La di ficultad se supera fácilmente cuando se atiende a que un
objeto, en el nuevo sentido que le da Badiou, es siempre la indexación trascendental de un múltiple, de
manera que sólo es definible por los grados de identidad y diferencia que tiene con él mismo y con
otros objetos (A, Id). El cuasi-objeto y cuasi-sujeto de la TAR es precisamente esto; un objeto no
constituido nunca fuera de la relación con otros actantes donde el grado de su identidad es siempre y
necesariamente también el grado de su diferencia consigo mismo o bien con otros. Esto es así porque el
concepto de objeto para Badiou no es en ningún sentido el concepto de objeto de la metafísica clásica e
ingenua que lo circunscribe en el orden equivalencial y absolutamente identitario de la ontología pura.
El objeto siempre es cuasi-objeto y cuasi-sujeto en el sentido clásico pues sólo se define gracias a sus
relaciones.
Asimismo, hay que tener en mente que un actante en la TAR debe ser comprendido como un
mediador, más que como un mero intermediario:
[L]a TAR, describe un mundo hecho de concatenaciones de mediadores en el que se puede decir
que cada punta actúa plenamente. Así, la cuestión clave para una ciencia social es decidir si trata
de deducir de unas pocas causas todos los efectos que estaban ya allí "en potencia", o si trata de
reemplazar tantas causas como sea posible por una serie de actores; este es el significado técnico
que la palabra "red" adquirirá luego (Latour, 2008: 90).
Con esto en la mira, sin duda hay que sostener que para ésta investigación los medios masivos de
comunicación y los actantes que se relacionen con ellos, bajo una buena observación en TAR, deben
ser descritos como mediadores. Se plantea aquí entonces que el objeto de la fenomenología propuesta,
son los medios masivos de comunicación comprendidos como mediadores.
Según Badiou, existe también una distinción que asumimos análoga a la que hay entre
mediadores e intermediarios. Para Badiou, se presentan en los mundos cambios en y entre sus objetos.
Estos cambios pueden ser meras modificaciones –asociaciones objetivas sin cambio real y para precisar
descriptibles por ecuaciones lineales– que no transforman un mundo, sino que indican un simple
cambio de los objetos bajo la regla de las intensidades preescrita para ese mundo por el trascendental.
Empero también se presentan sitios: cambios reales que rompen las leyes ontológicas, descriptibles por
ecuaciones no lineales, y que evitan así la predicción de sus consecuencias y el rastreo absoluto de su
origen o mejor su emergencia. Tales sitios, al tener una existencia no máxima se llaman hechos o bien,
al tener una existencia máxima, reciben el nombre de singularidades.
Estos sitios con existencia máxima son capaces de producir consecuencias no máximas y
presentarse como singularidades débiles o bien tener consecuencias máximas y presentarse como
acontecimientos (Badiou, 2008). Un mundo, no es otra cosa que un conjunto de cambios, o
modi ficaciones y sitios; algo que recuerda, para asociar la propuesta de Badiou con otras pasadas, la
articulación entre conjuntos y probabilidad elaborada por Kolmogorov.
Ahora bien, para dar un ejemplo muy útil de lo que sería una singularidad acontecimental
cientí fica, vale recordar que como consecuencia de las paradojas producidas por las fundamentaciones
intuicionista y lingüística de las matemáticas, que pueden ser bien rastreadas en la meditación tres de
El ser y el acontecimiento, la teoría de conjuntos, (ontología pura) tuvo que ser axiomatizada, buscando
evitar dos consecuencias.
Por un lado, como ya se ha mencionado, en la ontología es preciso evitar definir explícitamente la
noción de conjunto, pues la intuición y el lenguaje caen en contradicción cuando van más allá de la
fundación de lo múltiple bajo la estricta relación de pertenencia ( � ) propia de la teoría de conjuntos. En
tanto mundo, respecto de sus objetos (múltiples que aparecen en un mundo), la teoría de lo múltiple
tiene un dominio implícito reglado por una axiomática que prohibe contar por uno (como un conjunto)
todo lo que es subsumible bajo una propiedad que arbitrariamente un lenguaje bien formado cualquiera
inscriba. El presupuesto especulativo de lo contrario, dígase de paso, fregeano, es que “nada de lo
múltiple puede exceder una lengua bien hecha y que, en consecuencia, el ser, obligado a presentarse al
lenguaje como el referente-múltiple de una propiedad, no puede debilitar la arquitectura de este
lenguaje, si ella está rigurosamente construida. El amo de las palabras es también el amo de lo
múltiple” (Badiou, 1999: 53). Se trata aquí en últimas de la necesidad de negar el idealismo ideográfico
de Frege con la axiomática que permite a la teoría de conjuntos operar.
Por otro lado, en la ontología resulta necesario evitar las multiplicidades paradójicas para
sostener la diferencia entre lo múltiple (que es) y lo uno (que no-es). Es decir, no se tiene el poder de
suponer la existencia de, por ejemplo, un conjunto de todos los conjuntos que son elementos de sí
mismos, pues una vez arbitrariamente creado por la lengua, la paradoja de Russell es inevitable,
mientras que la prohibición de la autopertenencia y la existencia de la autoinclusión del ser en sí se
hacen necesarias (Badiou, 1999). La ontología es obligadamente un discurso axiomático sobre el ser-
en-tanto-múltiple y no un discurso lingüístico estructural y silencioso que las cosas sostienen. Pero esto
sólo ha sido posible tras una decisión afirmativa formalmente subjetiva fiel por el proceso de verdad de
las matemáticas, contra el concepto inválido que el idealismo ideográfico defendía. Análogamente, una
sociología auténticamente cientí fica, como fenomenología objetiva y calculada, deberá someterse a las
decisiones fieles que el razonamiento por el absurdo obliga.
Los sitios o los mediadores admiten la autopertenencia; son múltiples reflexivos (A � A) que
rompen las leyes del ser puro; por ex falso sequitur quodlibet cualquier cosa podría seguirse ellos. En
los sitios, como los hechos y las singularidades, el vacío se revela como figura ontológica del instante –
son presentes puros–: aparecen sólo para desaparecer. En las modificaciones no se presenta
transformación real pues son cambios dados según el orden trascendental del mundo. Así, lo que hay
para-consiste en la instantaneidad de un sitio; lo que hay tolera la inconsistencia sin ser trivial.
Es razonable en éste punto arriesgar la tesis según la cual las nociones de mediador y sitio
coinciden, en que ambas denotan algo capaz de hacer hacer cosas o tener consecuencias inesperadas.
Mientras que la noción de intermediación, como transporte de una mera causa, coincide con la noción
de modificación, como devenir simple sin cambio real, reglado por el trascendental de su red (mundo).
Esto incluso, como es evidente, complementa la taxonomía del cambio propuesta por la TAR, al
menos en lo referente a la distinción entre singularidades/mediadores débiles y
singularidades/mediadores acontecimentales.
Si la identidad entre las nociones de intermediario/modo y mediador/sitio es posible también
resulta de ello que la fenomenología objetiva de los medios masivos de comunicación debe ser una
fenomenología que describe los medios de comunicación y los objetos mediáticos en tanto sitios, o bien
hechos, y singularidades débiles, o bien acontecimentales.
Un actor o actante es “el blanco móvil de una enorme cantidad de entidades que convergen hacia
él” (Latour, 2008: 73). Los actantes no son nunca el origen absoluto de una acción sino más bien un
punto de convergencia de diversas entidades que actúan constantemente; como se había dicho son
imaginables como nodos y al ser tratados como mediadores, como nodos con cierto poder.
Así, existen mundos o lógicas clásicas, como el de la ontología, cuyo trascendental es clásico. En
estos mundos circula la causalidad sin transformación real, apenas un cambio modal, a través de
intermediarios/modos (si quiere se puede decir como Badiou modi ficaciones), evitando
axiomáticamente la aparición de objetos reflexivos (autopertenecientes) o sitios.
Como dice Latour: “para los intermediarios no hay misterio, dado que los datos de entrada
predicen bastante bien los de salida: no habrá nada en el efecto que no haya estado en la causa”
(Latour, 2008: 90). Así, si hay “misterio” para los mediadores, entonces lo hay porque precisamente no
esconden algo profundo: son superficiales y puramente sitios locales. De manera que un rizoma o red,
en últimas una asociación, puede ser entendida como un mundo cuyo trascendental no es clásico.
Bajo estas condiciones en un mundo no clásico resulta perfectamente posible la siguiente
afirmación de Latour y que también vale para todos las observaciones cientí ficas: “para los mediadores,
la situación es diferente: las causas no permiten que se deduzcan los efectos dado que simplemente
ofrecen ocasiones, circunstancias y precedentes. Como resultado de ella, pueden aparecer en el medio
muchos extraños que nos sorprenden” (Latour, 2008: 90).
1.3 Hermenéutica objetiva y relativista
No hay que confundirse tampoco por lo que Latour llama cuasi-objeto en comparación con lo que
Badiou denomina con la palabra objeto, pues la noción de Latour de cuasi-objeto indica una
comprensión del aparecer en términos relativistas –no escépticos– de lo social:
En la definición pre-relativista de lo social, lo que se colocó en primer plano fue el participante humano
y después, en virtud de una fuerte discontinuidad, el mundo social del mas allá. No se permitía que nada que
no estuviera constituido de vínculos sociales tuviera un encuentro con los humanos. Tal era el código de
etiqueta de esta extraña diplomacia. En la nueva definición es lo opuesto: los miembros humanos y el
contexto social han sido colocados en segundo plano: lo que se destaca ahora son todos los mediadores cuya
proliferación genera, entre muchas otras entidades, lo que podría llamarse cuasi-objetos y cuasi-sujetos.
Para tomar e invertir el símil algo infortunado que se vuelve aún mas tambaleante por el uso que le da
Kant, en vez de que los objetos giren en torno de los agregados sociales como en la sociología pre-copernicana,
varios agregados sociales están emanando de los muchos enlaces que ahora ocupan el centro del universo
social. Por vacilante que sea la metáfora, es un cambio de perspectiva como este el que persigue la
TAR. Cosas, cuasi-objetos y enlaces son el verdadero centro del mundo social, no el agente, la persona,
el miembro o el participante, ni tampoco la sociedad o sus avatares. No es esta una forma mejor, para usar
otra de las expresiones de Kant, de hacer que la sociología por fin sea capaz de "caminar por la senda segura de
la ciencia"? (Latour, 2008: 334 – 335).
Lo social en la TAR es una relación que trasforma. Es entonces claro por qué se usa la palabra
traducción para designar esta operación de transporte. La traducción, es decir, la asociación en la TAR,
es una relación que no transporta causalidad lineal sino que induce al menos a dos mediadores a
coexistir asociativamente afectándose de maneras inesperadas. Así, “no hay sociedad, dominio de lo
social, ni vínculos sociales, sino que solo existen traducciones entre mediadores que pueden generar
asociaciones rastreables” (Latour, 2008: 158). De manera que un actante es un mediador que trasforma
a otros al hacerlos actuar inesperadamente, es en otras palabras un innovador. El trabajo del
investigador es trazar la red tras seguir como sabueso las traducciones rastreando así las asociaciones.
En este punto hay que tener en mente que para la TAR la red debe ser trazada también por el
investigador junto a los actantes cuyo rastro describe. Por ende, toda descripción en la fenomenología
objetiva debe ser también trazada; pues no está dada como espacio de antemano puesto y a la espera de
ser ocupado por los actantes que arbitrariamente el investigador coloque allí.
El concepto flexible de traducción, elaborado por Michel Serres (1974) y asumido por Latour
como sinónimo de transporte, interpretación, desplazamiento, transformación, delegación, resulta
también de suma importancia para la TAR a la hora de diferenciar los intermediarios de los mediadores
como actantes con cierto poder.
Tal diferencia se aclara cuando se atiende a la etimología de traducción como la acción de guiar
algo de un lugar a otro, la de transporte como la de llevar una mercancía de un lugar a otro, la de
interpretación como el mercadear o comerciar algo entre al menos dos agentes, la de desplazamiento
como la acción de separar en múltiples partes o vías algo ancho, la de delegación como el acto de
mandar algo según una regla y la de transformar como llevar algo de una forma a otra. Así, según la
TAR “la acción social no solo es controlada por extraños, también es desplazada y delegada a distintos
tipos de actores que son capaces de transportar la acción a través de otros modos de acción, otros tipos
de fuerzas completamente distintas” (Latour, 2008: 105). Esto se evidencia en otro de los posibles
nombres para la TAR aparte del deleuziano “ontología del actante-rizoma”: sociología de la
traducción.
En una traducción hay transformación y no mero desplazamiento de datos. Se da en los casos que
obligan a transformar por completo el concepto de “lo social”, como cuando intervienen actantes no
humanos (moluscos, vieiras, arrecifes, objetos técnicos) en la configuración de asociaciones (Latour,
2008). A saber, el estudio de estos agenciamientos dio pie a la aparición de la TAR: “por ejemplo, los
pescadores, los oceanógrafos, los satélites y las vieiras podían tener algunas relaciones entre sí,
relaciones de tal tipo que hacen hacer cosas inesperadas a otros (tienen cierto poder); ésta es la
definición de un mediador” (Latour, 2008: 156). Siendo esto así, es claro que un actante debe ser
descrito siempre como un mediador que tiene cierto poder de hacer hacer cosas inesperadas a otros. Lo
que es claro es que ese poder de los medios es en cierto sentido nulo, pues para inducir una acción
“será inútil exhibir todos los documentos, hacer oír todos los testimonios: lo que hace todopoderosa a la
información (el periódico, y la radio, y la televisión) es su nulidad misma, su ineficacia radical”
(Deleuze, 1988: 357-358).
Al comprender los mediadores como sitios, también debe tenerse en mente que esos sitios pueden
corresponder a actantes humanos y no humanos; o afirmar una simetría operativa entre ellos. Sin duda,
es un programa radicalmente distinto del de la sociología asimétrica de Weber (1947) donde los objetos
no humanos, o los artefactos como les llama, serían ininteligibles sin su referencia a lo que significan
para la acción humana. A saber, según Latour, lo que los sociólogos de lo social han llamado social,
adquiere en la TAR el mismo estatuto que el éter para la física moderna; simplemente desaparece del
campo explicativo. Esto es así porque en la concatenación metafísica ingenua entre actores no humanos
no hay nada de social; no lo hay ni en el funcionamiento de un satélite, ni en la etología de las vieiras,
etc. (Latour, 2008). Lo social viene siempre por añadidura y en la sociología de lo social, por añadidura
antropomórfica.
Con esto en la mira, cuando se habla de mediadores/sitios, se puede hablar de que en una red o
mundo los actantes/objetos hacen hacer cosas inesperadas a otros. En el mundo de la pesca por ejemplo
“las vieiras hacen que los pescadores hagan cosas, del mismo modo que las redes puestas en el océano
atraen a las vieiras a adherirse a las redes, justamente como los recolectores de datos reúnen a los
pescadores y las vieiras en la oceanografía” (Latour, 2008: 156). De manera que “lo social no está en
lugar alguno en particular, como una cosa entre otras cosas, sino que puede circular por todas partes
como un movimiento que relaciona cosas no sociales. Segunda etapa: lo social ha vuelto como
asociación” (Latour, 2008: 156).
No hay que creer entonces que Latour propone un hermenéutica subjetiva al hablar de traducción,
pues aclara que:
Para interpretar una conducta tenemos por cierto que estar preparados para muchas versiones
diferentes, pero esto no signi fica que tengamos que volvernos hacia las interacciones locales. En
muchas partes de este libro he criticado a los fenomenólogos y quizá también a los humanistas, por
creer que las interacciones cara-a-cara, los agentes individuales y las personas animadas por propósitos
presentan un lugar más realista y lleno de vida que lo que llaman las abstracciones vanas de la sociedad.
Aunque tienen razón en insistir en las incertidumbres, están equivocados en cuanto a las fuentes. No es que
los humanos con propósitos, las personas intencionadas y las almas individuales sean los únicos agentes
interpretativos en un mundo de cuestiones de hecho desprovistas de todo signi ficado en sí mismas. Lo que se
indica con interpretaciones, flexibilidad y fluidez es simplemente una manera de registrar el vasto exterior
al que tiene que apelar todo curso de acción para ser llevado a cabo. Esto no vale solo para la acción
humana sino para toda actividad. La hermenéutica no es privilegio de los humanos sino, por así decirlo, una
propiedad del mundo mismo (Latour, 2008: 342).
Sin duda, tal es el caso de la propuestas que pretenden ensamblar fenomenología, hermenéutica
subjetivas y acción comunicativa como la de Hoyos:
El cambio de paradigma de la filosofía de la conciencia (Husserl) a una acción, a un actuar
comunicativo (Habermas) privilegia el lenguaje como punto de partida; tal lenguaje está referido
en todo momento y actividad al mundo de la vida. Entonces se va a hablar del lenguaje, de la
comunicación, en dos niveles:
Nivel cero de la comunicación. Es en él donde está la hermenéutica. Se lo puede llamar, por igual,
el nivel hermenéutico de la comunicación: hay situaciones del mundo de la vida que, para
comprenderlas plenamente, se requiere, en primer lugar, diferenciarlas mediante la utilización de
un lenguaje llano y directo (Hoyos, 2003: 8).
Nivel uno de la comunicación. Éste es el nivel discursivo–argumentativo. La gente común y
corriente siempre puede decir que el sol sale por el Oriente, pero en el momento en el que se requiere
consolidar un poco más un conocimiento es necesario dar el paso a la argumentación; ahí la comunicación
no es sólo para describir ese primer ámbito, el de la comprensión, sino que la comunicación argumenta y
discurre para dar fundamento a a firmaciones que requieren ser demostradas porque pretenden ser objetivas
(Hoyos, 2003: 8).
La manera de entender la palabra hermenéutica como en ocasiones la usa la TAR es
traduciéndola como: “actividad del mundo mismo en la que algo se transforma al ser transportado”.
Queda más clara la diferencia con la hermenéutica subjetivista o idealista en el siguiente texto, donde
un investigador en TAR (P) le explica la teoría a un estudiante (E):
E.: ¿Pero eso es exactamente lo que dicen las sociologías interpretativas verdad?
P.: No, para nada. Dirían que los deseos humanos, los significados humanos, las intenciones
humanas, etc., introducen cierta "flexibilidad interpretativa" en un mundo de objetos inflexibles,
de "relaciones causales puras", de "conexiones estrictamente materiales". Eso no es para nada lo
que digo. Yo diría que esa computadora que esta sobre mi escritorio, este monitor, este teclado, son
objetos de capas múltiples, tanto como usted: su cuerpo, su lenguaje, sus preocupaciones. Es el objeto mismo
lo que agrega múltiple o mas bien la cosa, la "reunión". Cuando se habla de hermenéutica, no importa qué
precauciones se tomen, uno siempre espera que llegue la otra parte: alguien inevitablemente agregara: "Pero
por supuesto que también existen cosas 'naturales', 'objetivas', que 'no' se interpretan".
E.: ¡Es lo que iba a decir! No sólo hay realidades objetivas, sino también subjetivas. Es por eso que
necesitamos ambos tipos de teorías sociales.
P.: ¿Ve? Esa es la trampa inevitable: "No sólo... sino también". Hay que extender el razonamiento
a todo, pero entonces se convierte en inútil, o "interpretación" se vuelve otro sinónimo de
"objetividad", o se lo limita a un aspecto de la realidad, el humano, y entonces uno se queda trabado,
dado que la objetividad siempre esta al otro lado de la cerca. Y no importa si se considera el otro lado más rico o
más pobre; de todos modos esta fuera del alcance.
[...] Muéstreme un punto de vista y yo le mostraré dos docenas de maneras de salir de él. Escuche:
puede olvidarse sin problema de esta oposición entre "punto de vista" y "visión desde ningún lugar".
Y también esta diferencia entre "interpretativa" y "objetivista". Deje la hermenéutica de lado y vuelva a los
objetos o, mas bien, a la cosa.
[...] Si se puede tener muchos puntos de vista sobre una estatua es porque la estatua misma esta en
tres dimensiones y le permite, sí, le permite moverse alrededor de ella. Si algo hace posible muchos
puntos de vista, se debe a que es altamente complejo, tiene pliegues intrincados, esta bien organizado y es
hermoso, sí, objetivamente hermoso.
E.: Pero sin duda nada es objetivamente hermoso, la belleza tiene que ser subjetiva... el gusto y el
color, relativos... Estoy perdido nuevamente. ¿Por qué pasamos tanto tiempo peleando contra eI
objetivismo en esta facultad entonces? Lo que dice no puede ser correcto.
P.: Porque las cosas que la gente llama "objetivas" la mayor parte de las veces son clichés de
cuestiones de hecho. No tenemos buenas descripciones de nada: de lo que es una computadora, un
software, un sistema formal, un teorema, una empresa, un mercado. No sabemos casi nada de lo que e s
esta cosa que está estudiando, una organización. ¿Cómo podríamos distinguirla de las emociones humanas?
Por lo tanto, hay dos maneras de criticar la objetividad: una es alejarnos del objeto para acercarnos al punto
de vista humano subjetivo. Pero la otra dirección es de la que estoy hablando: la vuelta al objeto.
[…] E.: Aun así, estoy limitado a mi propia visión.
P.: Por supuesto que sí, pero otra vez, ¿que importa? No crea todas esas estupideces acerca de estar
"limitado" a la propia perspectiva. Todas las ciencias han estado inventando maneras de pasar de un punto de
vista al siguiente, de un marco de referencia al siguiente. Por Dios: a eso se lo llama relatividad.
E.: ¡Ah! ¡Pero entonces confiesa que es relativista!
P.: Pero por supuesto, ¿que mas podría ser? Si quiero ser científico y alcanzar la objetividad, tengo
que poder viajar de un marco de referencia al siguiente, de un punto de vista al siguiente. Sin esos
desplazamientos, estaría limitado a mi propia estrecho punto de vista definitivamente.
E.: Entonces, ¿asocia objetividad y relativismo?
P.: "Relatividad", sí, por supuesto. Todas las ciencias hacen lo mismo. Nuestras ciencias también.
E.: ¿Pero cual es nuestra manera de cambiar nuestros puntas de vista?
P.: Le dije, nuestro trabajo son las descripciones. Todos los demás operan con clichés. Investigaciones,
relevamientos, trabajo de campo, archivos, encuestas, lo que sea. Nosotros v a m o s , e s c u c h a m o s ,
aprendemos, practicamos, nos hacemos competentes, cambiamos nuestra visión. Muy simple en realidad:
se lo llama investigaciones. Las buenas investigaciones siempre producen muchas descripciones nuevas.
E.: ¡Pero ya tengo muchas descripciones! Me ahogo en ellas. Ese es mi problema. Es por eso que
estoy perdido y por eso pensé que me seria útil venir a verlo. ¿No puede ayudarme la TAR con esta
masa de datos? ¡Necesito un marco!
P.: "¡Mi reino por un marco!". Muy conmovedor; creo que entiendo su desesperación. Pero no, la
TAR es bastante inútil en ese sentido. Su principio más importante es que los actores mismos hacen
todo, incluso sus propios marcos, sus propias teorías, sus propios contextos, su propia metafísica, hasta sus
propias ontologías. De modo que me temo que la indicación a seguir sería la de más descripciones (Latour,
2008: 209 - 214).
La hermenéutica para Latour es, para usar términos más precisos, una propiedad de los mundos
en tanto mundos que les permite a sus actantes comerciar o traducir algo (de manera que se trata de un
asunto económico), pero que para hacerlo ese algo se transforma inevitablemente. Dos actantes, por
ejemplo no humanos como dos computadores, hacen hermenéutica, interpretan o intertraducen cuando
intercambian signos codificados en un lenguaje arti ficial, de modo tal que logran establecer una
comunicación, es decir, cuando transforman algo común. Lo cuál es más claro aún cuando se sabe que
“las palabras “traducción” o “transferencia”, “deplazamiento” o “metáfora” significan los mismo en
latín griego o inglés” (Serres, 1974, Callon; 1975); la misma palabra raducción se transforma en
nombre aunque no en contenido.
En este sentido, hermenéutica es el nombre que Latour le da al operar trascendental de todo
mundo, pues precisamente el trascendental es lo que permite que se intercambien regladamente las
identidades/diferencias entre objetos de un mundo, es lo que ordena las transformaciones como diría
Latour. Empatar en éste punto las ideas materialistas de Badiou y Latour implica arrebatar la palabra
interpretación de la hermenéutica subjetiva y devolverle su sentido dramaturgico, haciendo uno tanto a
los actantes de la TAR como a la dramaturgia de Badiou: los objetos son actantes que se interpretan
entre sí, de modo que así establecen gradualmente sus identidades/diferencias, y entre mejor sea su
hermenéutica objetiva y trascendental, su interpretación les identi ficará más; habrán operado una suerte
de mímesis interobjetiva perfectamente cuanti ficable y matematizable. Los mundos son como
escenarios donde los objetos actantes, como mimos, usualmente fracasados, se interpretan unos otros.
Esto se comprende mejor cuando se atiende a lo que Latour llama principio de irreductibilidad,
según el cual nada es reducible o bien irreducible a cualquier OTRA cosa –sin duda un principio
lógico trascendental–-. Así, la identidad absoluta no tiene lugar entre dos cosas diferentes. Por esto, un
“actor que no incide no es un actor en absoluto. Un actor, si es que las palabras significan algo, es
exactamente lo que n o es sustituible. Es un evento único, totalmente irreductible a cualquier otro,
excepto si se los hace conmensurables entre sí por algún proceso de estandardización, pero incluso eso
requiere un tercer actor, un tercer evento” (Latour, 2008: 220). Toda conmensurabilidad requiere en la
TAR un mediador que la establezca para estabilizar las diferencias entre los actantes.
Aquí hay que hacer una importante precisión. Dice Latour:
El mundo no es un continente sólido de hechos con unos pocos lagos de incertidumbre, sino un vasto
océano de incertidumbres espolvoreado de unas pocas islas de formas calibradas y estabilizadas (Latour,
2008: 342)
Las islas estabilizadas serían para Badiou procesos de verdad, que se siguen de un desequilibrio
fundamental en las leyes de un mundo. No hay que confundirse en éste punto: un proceso de verdad es
consecuencia máxima de un acontecimiento. Un mundo en donde el cambio es mera modi ficación es un
mundo en el cual no se presentan cambio reales. Empero, un lector instruido, notará una vez más que si
para Latour hay escasez de islas estabilizadas, según Badiou, la estabilidad de un mundo es lo que
abundaría en los mundos donde pululan las modi ficaciones y los sitios no acontecimentales; faltan los
excepcionales acontecimientos. En cierto sentido, puede que exista estabilidad en el cambio situado de
un mundo, y por ende estabilidad en la producción de incertidumbre, pero puede que surja una nueva
isla de estabilidad, de un proceso de verdad, tras un acontecimiento cuyo tener lugar es sumamente
incierto.
Para lograr comprender esto simplemente hay que notar que la diferencia no radica en los
conceptos sino en la decisión. Esto es, si Latour sostiene que hay pocas islas estabilizadas en las redes
es precisamente porque exige tratar a los actantes como mediadores más que como intermediarios; si
Badiou sostiene la abundancia de modificaciones y sitios no acontecimentales es precisamente porque
exige que los cambios sumamente reales y sus procesos de verdad estables sean radicalmente distintos
de los cambios no reales o menos fuertes en los mundos. La escasez o abundancia de cambios reales
dependerá únicamente del tipo de cambio que sea observado por el fenomenólogo, quien, siguiendo la
postura de Badiou, deberá describirles según el grado de existencia y, en especial para las
singularidades, según el grado de las consecuencias, que logre observar. Tal cosa es para Badiou, ni
más ni menos, que el producto de una decisión (Badiou, 2008); Latour por ende, exige que tales
decisiones se presenten, pero sin duda, con cautela, para no saltarse ni un paso en el rastreo de lo que
hacen los actantes hacer inesperadamente a otros.
En los términos de la TAR, el investigador no debe interesarse en la producción de la estabilidad
de las controversias entre actantes sobre las asociaciones a las que pertenecen, pues eso es tarea de la
política como constitución de lo común que los mismos actantes construyen en sus relaciones y no de
la ciencia social, que debe limitarse a observarles y describirles, claro está, sin ingenuidad positivista
sino de manera relativista y objetiva: “su labor no es estabilizar la lista de agrupamientos que
componen lo social ya sea para lograr claridad o por conveniencia o para parecer razonable. Por el
contrario, su punto de partida comienza precisamente con las controversias respecto de a qué
agrupamiento pertenece cada uno, incluidas por supuesto las controversias entre los científicos sociales
respecto de qué esta hecho el mundo social (Latour, 2008: 50).
1.4 Dialéctica materialista afirmativa: verdad en las ciencias sociales y contra el escepticismo
ingenuo
Éste es el auténtico punto en litigio entre la TAR y la fenomenología objetiva, pues para la TAR
sin lugar a dudas nunca hay sólo dos puntos de vista en una controversia entre actantes sino una gran
multiplicidad. Para la fenomenología objetiva de Badiou y la TAR sin duda hay múltiples puntos de
vista sobre un asunto en litigio porque el asunto controversial mismo es múltiple, empero para la TAR
no se ve que esa multiplicidad de puntos de vista pueda ser dispuesta en la figura de la decisión como
instancia del Dos que permite la opción por una verdad.
Como se había mostrado arriba, constituye una herencia deleuziana sobre la TAR la misti ficación
del término dialéctica; lo que se puede evidenciar en ésta afirmación: “los pensadores dialécticos tienen
la habilidad de enterrar los artefactos aun mas profundamente, afirmando que las contra-dicciones han
sido "superadas"; esta es la palabra mágica que usan en lugar de "tapadas" o "hechas desaparecer por
arte de magia". Y nuevamente, no es tan difícil ver por qué siguen siendo tan convincentes aunque sus
manos pretendan conectar sitios no existentes” (Latour, 2008: 220). Como se verá más adelante en
detalle, esos sitios (globales) no existentes son la Naturaleza y la Sociedad que según una dialéctica
automática de las superaciones podría disolverse mediante algún artilugio argumentativo.
Muy al contrario, la dialéctica según Badiou no es un movimiento de superación de
contradicciones. De manera clara así lo enuncia: “admitamos que por “dialéctica”, en la línea directa de
Hegel, se comprenda que la esencia de toda diferencia es el tercer término que marca la distancia entre
los dos” (Badiou, 2008: 20). Con lo cual se hace evidente que la dialéctica, por lo menos para Badiou,
no anula en ningún sentido la diferencia entre términos contradictorios. Además esa dialéctica es una
dialéctica materialista, pues como todo materialismo acepta únicamente la existencia de cuerpos y
lenguajes (culturas si se quiere), pero añade que hay verdades para evitar el escepticismo, afirmando
que las hay donde el “Tres suplementa a la realidad del Dos [verdades] cuyo modo de existir es el de
inexistir [...] Y es cierto que una verdad constituye una excepción a lo que hay, por el hecho de que, si
se nos da la “ocasión” de encontrarla, la reconocemos inmediatamente como tal” (Badiou, 2008: 20 –
22). Ahora bien, esas verdades que hay según Badiou no son en ningún sentido objetos trascendentes
sino objetos inmanentes, de aquí que el tercer tomo de “El ser y el acontecimiento” pueda ser titulado,
como Badiou lo confirma en una entrevista (2012), La inmanencia de las verdades. Esas verdades
afirman el derecho infinito de sus consecuencias, es decir del conjunto de su presente, y la
universalidad que “se sostiene en formas subjetivas que no pueden ser ni individuales ni comunitarias”
(Badiou, 2008: 25). Según la dialéctica materialista un sujeto de una verdad o sujeto fiel a ella, se
sustrae a toda comunidad y destruye toda individuación. O como lo plantea Gómez Dávila: “la mayoría
de los hombres muere sin que les haya nacido alma” (Gómez Dávila, 1977: 45).
Éste punto en litigio indica que antes que haber alguna posible incompatibilidad entre la postura
de la TAR respecto a lo que Latour llama dialéctica y la dialéctica materialista de Badiou. La cuestión
importante en litigio es la de la posibilidad de transformar un mundo, que es siempre un múltiple, a la
instancia del Dos en la que se de la posibilidad de una decisión y por ende de la fidelidad al Tres de
alguna verdad.
Sobra decir que si la TAR no acepta que hay algo como verdades, la misma sencillamente
defendería un escepticismo insuficiente para merecer el nombre de ciencia al que aspira. Esto
sencillamente queda descartado, la TAR no es escéptica precisamente porque, como ya se ha dicho, es
objetivista y pretende explicar la verdad de la constitución de lo social por fuera de las categorizaciones
afanadas y automáticas de las sociologías de lo social y de su forma elevada en las sociologías críticas
–incluido el marxismo más dogmático–; pues “demasiado a menudo, los científicos sociales –y
especialmente quienes se encuadran en la sociología crítica– se comportan como si fueran
investigadores "críticos", "reflexivos" y "distanciados" que tratan con un actor "ingenuo", "no crítico" e
"irreflexivo". Pero lo que a menudo tratan de decir es que traducen las numerosas expresiones de sus
informantes a su propio vocabulario de fuerzas sociales” (Latour, 2008: 87 – 88). De aquí que tanto la
TAR como Badiou se desliguen de la Crítica, pues resulta importante “que por “dialéctica materialista”
entendamos el despliegue de una crítica de toda crítica. Finalizar, en lo posible, con el Kant insípido de
los límites, de los derechos y de los incognocibles” (Badiou, 2008: 24).
Basta una cita también para hacer evidente que la sociología de las asociaciones se separa de las
sociologías de lo social que dejan de lado a los mediadores, en nombre de una ciencia social auténtica y
que tiene pretensiones de verdad:
Al dejar de lado los medios prácticos, es decir los mediadores a través de los cuales se produce la
inercia, la durabilidad, la asimetría, la extensión, la dominación, y al fusionar todos esos medios
diferentes con el poder impotente de la inercia social, los sociólogos son los que ocultan las
verdaderas causas de las desigualdades sociales, cuando no son cuidadosos en su uso de las
explicaciones sociales (Latour, 2008: 125).
Es claro que la TAR pretende dar con las causas verdaderas, incluso, de las desigualdades
sociales. Así, cuando en la misma se usa la expresión construcción social de los hechos científicos, en
ningún momento se pretende defender con ello una postura escéptica, anticientífica, como sí lo hace el
muy opuesto constructivismo social. Mas bien, con construcción se refiere a que la práctica
experimental del laboratorio, el diseño experimental colectivo, por el mero hecho de implicar la
elaboración de herramientas y espacios propicios para la investigación; junto a la luz colectivamente
vigilada de la fidelidad de las teorías que dan luz a la interpretación de hechos brutos, es decir a la luz
del planteamiento y despliegue de problemas de interés, es decir, pertinencia. Para la TAR que algo sea
construido no implica que ese algo no sea verdadero; como si los bebés no fueran construidos en el
útero al igual que son perfectamente reales. Mas bien, que algo sea construido indica que ese algo ha
emergido de situaciones artificiales, de modo que los hechos científicos son hechos precisamente
porque emergieron de situaciones artificiales que les construyeron, que involucran asociaciones (de ahí
l o social) con actantes no humanos. (Latour, 2008: 133–134). Siendo esto así, es evidente que toda
ciencia es constructivista, pues lo opuesto de ello “es el fundamentalismo” (Latour, 2008: 135). Así un
hecho científico puede estar bien o mal construido, y eso depende de la habilidad de los científicos para
construir sus artefactos; sus laboratorios y sus instrumentos. Es más que evidente que si, por ejemplo,
el Gran Colisionador de Hadrones no hubiera estado bien construido y los espacios, los laboratorios, las
máquinas informáticas, y una gran serie de otros actantes no humanos, no hubiesen estado bien
dispuestos para asociarse con los científicos, ni rastro del Bosón de Higgs hubiera sido registrado. Así,
sostiene Latour:
Cuando decimos que un hecho es construido, queremos decir simplemente que damos cuenta de
la realidad objetiva sólida poniendo en juego varias entidades cuyo ensamblado podría fracasar;
“constructivismo social” significa, por el otro lado, que reemplazamos aquello de lo que está hecha
esta realidad con alguna otra sustancia, lo social, de lo que “realmente” está hecho. El relato de la génesis
heterogénea de una construcción es sustituido por otro que habla de la materia social con la que es construida.
Para que tenga lugar cualquier tipo de construcción, el rol protagónico debe ser interpretado por entidades
no humanas, y es eso lo que queremos decir desde un principio con esta palabra más bien inocua (Latour,
2008: 135).
Es nítido entonces que en la TAR no hay escepticismo, como evidentemente en la fenomenología
objetiva tampoco lo hay. Pero si no hay escepticismo, tampoco absolutismo, o en términos de Latour
no hay fundamentalismo, pues Badiou deja bien claro que el sujeto fiel a la verdad científica no es un
pedagogista preocupado por la continuación de lo viejo en la transmisión, ni un oscurantista que
pretende arruinar el cuerpo de las ciencias en nombre de alguna moralidad (Badiou, 2008: 94 – 95).
Empero, en este punto resulta clave sostener, como postura de ésta investigación guiada
fundamentalmente por los aportes de Badiou que, si bien hay verdad científica, esa verdad es siempre
un excepción al par cuerpos y lenguajes; cosa que no niega, como ya se ha visto, que esa verdad
científica venga al encuentro desde las entrañas de un mundo que le construye y en el que aparecen
asociados objetos humanos y no humanos.
Aunque sea producida en un tiempo empírico mesurable o contado, la verdad cientí fica, como
toda verdad, es eterna, pues en todo otro mundo sería nítido que constituye una excepción para aquel;
es además translingüística, porque la forma que da acceso a ella es calculada (matematizada) y
separada de todo lenguaje natural; asimismo, supone un cuerpo como un conjunto orgánicamente
clausurado de huellas materiales (Badiou, 2008), en cuanto al cambio frontal que afectó a un objeto de
un mundo, puesto que la huella que supone toda verdad (cientí fica o de otra índole) es lo que se sigue
de un acontecimiento. Un acontecimiento cientí fico o de otra índole, siempre es el resultado de la
decisión sobre un indecidible; al ser un sitio – definido exactamente por ser un conjunto re flexivo
donde A � A, y que por ende aparece para desaparecer en un instante, dejando sólo sus consecuencias.
Según Badiou, toda verdad, asimismo, no está clausurada en cuanto a su consistencia (puede ser
inconsistente y develarse como no-verdad) ni a sus usos empíricos (puede ser usada de formas
insospechadas).
1.5 Sujeto de verdad – cuasi-sujeto o individuo
A las huellas de un acontecimiento se liga una figura operatoria que dispone sus agencias en un
mundo: un Sujeto que un individuo (cuasi-sujeto en la TAR) puede devenir al incorporarse a las
consecuencias del acontecimiento, es decir, un proceso de verdad. Así, una verdad conjunta y evalúa lo
que la compone desde las consecuencias y no desde la simple donación; una verdad induce a partir de
las consecuencias, formas subjetivas, resultados formalizados de la observación, como instancias de
una matriz de conjunción invariante que formaliza un cuerpo –eficaz o no para esa verdad. Los
formalismos subjetivos son resultados formales de la observación y descripción de la interacción de los
actantes y a cada uno corresponde una fórmula, esto es, un formalismo. En ningún sentido son
determinaciones objetivas estructurales sino, más precisamente, son un resultado matemático logrado
de una observación calculada. Sin duda, una a firmación cientí fica es irreductible al estructuralismo,
pero no es irreductible a la simplicidad de una fórmula y lo mismo aplica para una ciencia social cuyo
objeto son los medios masivos de comunicación. No extrañará en este punto entonces la adherencia de
la presente investigación a la siguiente afirmación de Badiou respecto al sujeto en Lacan: “Lacan hace
estructura de lo que yo creo secuencia, o devenir contingente” (Badiou, 2008: 526).
Badiou ha dispuesto cuatro posibles formas subjetivas, postindividuales, en su teoría formal del
sujeto. Pero sin duda, primero resulta preciso aclarar la diferencia entre la noción formalista de sujeto y
las definiciones usuales de dicha palabra:
Decir que hay teoría (formal) del sujeto se toma en el sentido fuerte: del sujeto, no puede haber sino
teoría. "Sujeto" es el índice nominal de un concepto que hay que construir en un campo de pensamiento
singular, aquí la filosofía. Finalmente, afirmar que del sujeto debe haber una teoría formal se opone a tres
determinaciones (dominantes) del concepto de sujeto:
1. "Sujeto" designaría un registro de la experiencia, un esquema de distribución consciente de lo
reflexivo y de lo irreflexivo: es la tesis que conjunta sujeto y conciencia, y que se despliega,
actualmente, como fenomenología
2. "Sujeto" sería una categoría de la moral. Esa categoría designaría (tautológicamente) el
imperativo, para todo "sujeto", de considerar a todo otro sujeto como un sujeto. Solamente a
posteriori, y de manera incierta, esa categoría normativa deviene teórica. Llevan a esa conclusión,
actualmente, todas las variedades del neokantismo.
3. "Sujeto" sería una ficción ideológica, un imaginario mediante el cual los aparatos del Estado
designan -Althusser decía "interpelan"- a los individuos. (Badiou, 2008: )
Ninguna de estas tres definiciones viene al caso. El sujeto para Badiou es un formalismo que hace
explícita la destinación de un cuerpo de verdad, de manera que no es en ningún momento un objeto
como sí lo sería un cuasi-sujeto en los términos de Latour. El Sujeto es un formalismo expresable en un
matema: es un sistema de formas y operaciones cuyo soporte material es un cuerpo –conjunto de
consecuencias del emerger de una verdad–. Es una forma en que los actantes, capaces de producir un
concepto de proceso de verdad, ejercen su poder, una manera en que se transforma la agencia. Así, los
cuasi-sujetos que define Latour, o que en otras ocasiones llama “subjetividad” resultan ser
intercambiables por los cuasi-objetos, palabra que Latour también utiliza. Cualquier cuasi-objeto o
cuasi-sujeto o “ensamblado que paga el precio de su existencia en la dura moneda de redurar y extender
es, o mas bien, tiene subjetividad” (Latour, 2006: 152). El nombre Objeto en la fenomenología objetiva
es intercambiable por cuasi-objeto y cuasi-sujeto, mientras que por Sujeto se entiende un formalismo
para las consecuencias verdaderas que el acto de decidir el haber tenido lugar o el negarle u ocultarle,
de un acontecimiento provoca.
De modo que un Sujeto responde a diferentes tipologías en relación al procedimiento de
producción de verdad (político, artístico, científico, amoroso; probablemente deportivo) y a diferentes
figuras o destinaciones (fiel, reactivo, oscuro, resucitado) (Badiou, 2008). La subjetividad del
fenomenólogo objetivo de los medios, en tanto sujeto de una ciencia, deberá ser la de un sujeto fiel a
una verdad científica:
( ε¢)⇒π
El cuerpo c dividido / (tachadura) y nuevo –como conjunto de consecuencias de la verdad que
defiende– deviene como el inconsciente activo – (subordinación) de una huella de acontecimiento, y
tras explorar las consecuencias (⇒) de lo que ocurrió, engendra un presente π exponiendo fragmento a
fragmento (Badiou, 2008), paso a paso, punto por punto, una verdad (lo que circula tras haber decidido
que un acontecimiento tuvo lugar), o como diría Latour, el investigador debe reensamblar como tortuga
(conectando paso a paso) y observar como hormiga (desde oligópticos) lo “social” para rensamblarlo.
El sujeto puede ser fiel y producir ⇒ (como consecuencia) un nuevo presente π que, punto por
punto, paso a paso, constituye un proceso de verdad. El sujeto fiel es un sujeto en el presente (Badiou,
2008). En este sentido la fidelidad subjetiva siempre es fidelidad contemporánea auténtica; pues esa
fidelidad contemporánea, es auténtica reacción contra la tiranía del pensamiento del tiempo en tanto
defiende la comprensión espacial del tiempo mismo; reacción a la infidelidad conservadora que niega
las huellas de los acontecimientos que inician un proceso para la construcción de un cuerpo de verdad y
a la que en su afán de progreso pretende totalizar ese cuerpo de una vez por todas. Cosa que endereza
incluso la propuesta de Badiou que adhiere la fidelidad al progresismo. Una vez más, Agamben es guía
en éste punto: “la contemporaneidad se inscribe, de hecho, en el presente marcándolo sobre todo como
arcaico y sólo quien percibe en lo más moderno y reciente los indicios y las marcas de lo arcaico puede
serle contemporáneo” (Agamben, 2009). El contemporáneo se exige ser contemporáneo de lo que
examina. Siguiendo a Mahler, Franklin, Jaurès, Huch y Juan XXIII, el contemporáneo es reaccionario
auténtico no por pretender conservar un pasado abolido sino porque afirma que la tradición antes de ser
adoración de cenizas es transmisión del fuego. O bien Chesterton (2008): “tradición no significa un
pueblo muerto; no significa que los vivos están muertos sino que los muertos están vivos” (138). Si hay
algo así como una democracia fiel, es la tradición: “tradición, significa dar votos a la más oscurecida de
todas las clases: nuestros antecesores. Es la democracia de los muertos. La tradición rehusa someterse a
la pequeña y arrogante oligarquía de aquellos que casualmente, andan por ahí” (Chesterton, 1998: 28).
Si hay un liberalismo fiel, entonces es un aristocrático a quién ninguna especie política le “seduce tanto
como la de esos aristócratas liberales, cuyo agudo sentido de la libertad no proviene de turbios anhelos
democráticos, sino de la conciencia inalterable de la dignidad individual y de la lúcida noción de los
deberes de la clase dirigente. Tocqueville es su más noble representante” (Gómez Dávila, 2003: 344).
El coraje sacrificial del Sujeto Fiel es el de ser tradicionalista, aristocrático e igualitario sin ser un
ingenuo conservador.
Así lo propone el mismo Badiou, y resulta esclarecedor verlo para comprender su pensamiento,
pues toda su filosofía está marcada por la voluntad de formalizar el catolicismo: “entre los cristianos, la
Iglesia, primera institución de la historia humana que pretendió la universalidad, organiza la fidelidad
al acontecimiento-Cristo y designa expresamente a quienes la sostienen en esta tarea, como «los
fieles»” (Badiou, 1999: 239). Se trata de una fidelidad a una tradición apostólica, como Cuerpo para el
Proceso de Verdad que inicia el Acontecimiento-Caída y se renueva en el Acontecimiento-Cristo. Pero
la incorporación Fiel a ese Proceso, es una decisión involuntaria, una suerte de libertad de indiferencia
que se resume, como considera Badiou, en la apuesta de Pascal:
Pascal está atento a salvar el carácter vulnerable del acontecimiento, su casi-oscuridad, de la que
depende que el sujeto cristiano sea aquel que decide desde el punto de vista de lo indecidible
(«Imposible que Dios sea, imposible que no sea»), o de una ocurrencia prodigiosa, que está
reservada al tercer acontecimiento, el último día, cuando Dios aparecerá «con un esplendor tal de
fulguraciones y un trastorno tal de la naturaleza, que los muertos resucitarán y los ciegos verán»
(Badiou, 1999: 243).
El milagro, testimonia el azar consumado del Acontecimiento, pues Jesús verificó que es el
Mesías por sus Milagros, no por la coherencia de su doctrina con las Escrituras. La Fe es la forzosa
decisión subjetiva de creer en que Jesús es Cristo, puesto que:
El sentido acordado a la intervención se sustrae a la ley de las «luces naturales» [...] entre Dios y
nosotros «hay un caos infinito que nos separa». Y puesto que el sentido sólo es legible en ausencia
de regla, optar por él «no es voluntario», la apuesta ya tuvo siempre lugar, como lo testimonian los
verdaderos cristianos [...] El libertino está al menos forzado a reconocer que es preciso pronunciarse sobre ese
punto [...] El libertino puede siempre decir «[...] me fuerzan a apostar [...] y yo estoy hecho de un modo tal
que no puedo creer» (Badiou, 1999: 239).
En todo caso, y he aquí el quid del catolicismo inmanente al pensamiento badiouista, no creer en
Cristo es sinónimo de no creer en el Acontecimiento. Se trataría de no “creer en los milagros” y en
consecuencia de negar el haber-tenido-lugar de cualquier acontecimiento: político, artístico, científico,
amoroso, deportivo. Ante el libertino:
Desesperado por estar hecho de un modo tal que no puede creer y que más allá de lógica de la apuesta
[...] requiere todavía de Cristo «signos de su voluntad» no queda sino responderle: «Así lo h i z o , p e r o
ustedes lo desdeñan». En la roca nihilista todo puede encallar y lo mejor que se puede esperar es ese entre-dos
fugitivo entre la convicción de que es necesario elegir y la coherencia del universo de los signos que,
hecha la elección, se deja de desedeñar, y se llega ver que es suficiente para establecer que dicha elección era
precisamente la de la verdad (Badiou, 1999: 247).
Chesterton esclarece aquí, una vez más, la doctrina católica de la voluntad: “todo acto de
voluntad es un acto de autolimitación. Desear acción es desear limitaciones. En este sentido, todo acto
es un acto de autosacrificio” (Chesterton, 1995: 45). Esto aplica para el acto de incorporación a las
consecuencias del Acontecimiento que es un acto de autosacrificio en tanto la incorporación implica
una nueva fidelidad. Quienes ven aquí, como Zizek, una excusa para justificar la posibilidad de un
ateísmo auténtico aciertan parcialmente. Si bien “lo difícil no es rechazar la creencia para poder así
sorprender a otro creyente, sino ser no-creyente sin la necesidad de otro sujeto que se supone cree por
mí” (Zizek, 2006: 137), por ejemplo, como plantea el mismo Zizek, el adolescente que no-cree en tanto
asume que hay otro, sus padres (su madre), que creen en lugar de él y así se considera libre para actuar
según la espontaneidad de sus caprichos pues no proyecta que sus padres sean capaces de hacer lo
mismo que él hace, manteniéndolos en su pureza. En todo caso, a tal razonamiento le hace falta la
contraparte que devela, en conjunto con aquel, la convicción católica verdadera: ser creyente sin la
necesidad de otro sujeto que se supone no-cree por mí.
Tal convicción resulta mucho más complicada de racionalizar clásicamente. En todo caso se trata
de la afirmación propia del loco pascaliano que cree en los milagros he intenta mostrar al loco
racionalista o libertino su historicidad. Si bien el auténtico creyente católico simplemente no concibe
que otro sujeto sea no creyente, a duras penas lo concibe como un desdeñador de los acontecimientos
del pecado, la resurrección y el retorno que, como diría Chesterton, son tan positivos como “las papas”
y en consecuencia es capaz de reducir todo error a un error teológico; cree sólo en la medida en que no
supone que hay otro sujeto que no-cree en lugar de él; es decir, se pone a sí mismo como ese no-
creyente de modo que no procura evangelizar por las calles con el propósito de convencer al no-
creyente pues a duras penas puede dar testimonio de que él mismo es un hereje. La máxima del
católico, es la de Chesterton: “traté de encontrar para mi uso, una herejía propia, y cuando la
perfeccionaba con los últimos toques, descubrí que no era herejía, sino simple ortodoxia” (Chesterton,
1998: 8). Así, el Dios católico no es el dios de un deísmo, pues es Dios que hace milagros. La función
del milagro, al producir un exceso “sobre la prueba puntualiza, factualiza, aquello en donde se origina
que se pueda creer de verdad y que Dios no sea rebajado a ese puro objeto de saber con el que se
contenta el deísta. El milagro es símbolo de una interrupción de la ley en la que se indica la capacidad
de intervención” (Badiou, 1999: 243).
Para el catolicismo, esa capacidad de intervención no es privilegio del Dios Uno-Trino-Infinito;
la tradición apostólica en tanto fidelidad al Acontecimiento, es la historicidad de los milagros de Cristo
mediante los santos y los apóstoles. Para el badiouísmo hay al menos cuatro regímenes en los que esta
historicidad de los milagros es evidente: la política, la ciencia, el arte, la política y uno más: el deporte.
Si Badiou excluye la Religión como procedimiento productor de verdades como espacio para la
constitución de los cuerpos post-acontecimentales no es precisamente porque, como a veces insinúa,
entable una lucha con la Filosofía; sino más precisamente porque el Catolicismo es la única Filosofía
capaz de articular en un mismo gesto la inmanencia de las verdades cuya existencia es tan evidente
como la de las papas y la trascendencia de la Verdad, que en tanto Idea está universalmente expuesta al
pensamiento de todo aquel que quiere ver. Zizek lo ha notado al decir que: “Badiou también puede ser
leído como el último gran autor de la tradición Francesa de los Católicos dogmáticos” (Zizek, 1998).
Siendo esto así, los objetos, los actantes, los medios, en tanto que producen signaturas y tal vez
huellas, en su actualidad múltiple, soportan realidades arcaicas tan múltiples como sus futuras
consecuencias altamente impredecibles con absoluta certeza. Como el mismo Reynoso plantea: hay que
esperar que “con algún esfuerzo taxonómico se puedan encontrar signaturas peculiares a compositores,
épocas, estilos” (Reynoso, 2011: 6).
Como el reaccionario auténtico, ni oscurantista ni reactivo, Gómez Dávila, lo formalizó en dos de
sus escolios: “no vale la pena escuchar a quien no pueda prometer un presente eterno” (EI, 44a) y en
este sentido “la eternidad de la verdad, como la eternidad de la obra de arte, son ambas hijas del
instante (EII, 370c). La fidelidad subjetiva a un proceso de verdad no es nunca progresista, ni en la
política, ni en el arte, ni en el amor, ni en la ciencia. En los procesos de verdad la tiranía del progreso
no se impone pues la fidelidad auténtica, la de la subjetividad fiel a las consecuencias presentes que un
acontecimiento impone, no se dispone jamás a la producción constante de novedad, como si
pretendiese el reemplazo desesperado de la verdad; más bien se pone a construir sobre sus huellas.
Un mundo de ciencia es la exposición del aparecer en cuanto tal en su esquema (leyes del ser-
ahí). Como es de esperar se asume que lo único que permite dicha exposición es que los conceptos de
la fenomenología objetiva sean matematizables. Que se puedan someter a la potencia de las inferencias
y que como sostiene Badiou sea completamente indiferente a la naturalidad y a la multiplicidad de
lenguas (Badiou, 2008). Esta figura subjetiva científica fiel debe ser también la del fenomenólogo
objetivo.
Para una ciencia, un mundo de interés, se presenta cuando hay cierta frontera entre lo sometido a
las inferencias literales y la literales maquínicas o experimentales; no humanas (Badiou, 2008: 93) y lo
que se resiste a esas inferencias. Cualquier acontecimiento desplaza dicha frontera, y su huella se
resiste a ese desplazamiento, permitiendo llevar a lo simbólico la disposición abstracta de un mundo m.
Ese mundo m que describen las ciencias sociales es precisamente lo colectivo (ni naturaleza ni
“sociedad”) que debe ser reensamblado calculadamente.
Badiou muestra límpidamente la forma de la huella de un acontecimiento científico (¬ será la
negación): ¬ l(m) => l(m). Lo que no se sometía a la la letra l, se le somete. Curiosamente en la ciencia,
como sostiene a Badiou, se trata de lo inteligible y la invariancia de sus ecuaciones; empero en la
ciencia social de los mediadores se trata también de la inteligibilidad de lo sensible. Si el arte trata de lo
sensible y la invariabilidad de las formas, si su proceder es el de la sensibilidad, por su parte la ciencia
social tendrá que proceder a la descripción de eso sensible, incluso también de las figuraciones y
metafísicas empíricas de los actantes, para trazar el mapa, el grafo, de lo colectivo.
Así mismo, el cuerpo de la ciencia que sostiene, tras el surgimiento de la huella del
acontecimiento, las consecuencias de una variación máxima con consecuencias máximas, de un devenir
acontecimental, son los resultados registrados en los informes. Esos resultados quedan registrados en el
caso de los científicos sociales, fenomenólogos objetivos de las asociaciones, en los informes del
seguimiento del rastro que dejan los mediadores o sitios. Esos informes despliegan un presente.
Como lo dice Badiou respecto a la ciencia: “el presente completo que engendra, punto por punto
(dificultad por dificultad), el sujeto fiel cuyo formalismo es portado por la consistencia de los
resultados iniciales, se llama comúnmente teoría (nueva)” (Badiou, 2008: 94). La actividad científica
no consiste, como se ha resaltado ya, en pretender producir nuevas teorías constantemente, sino en el
ser fiel reaccionando al progresismo desvocado, a una verdad científica, hasta que algún
acontecimiento científico irrumpa de nuevo.
Un sujeto reactivo, reduce la ciencia al pedagogismo, pues pretende reducir lo nuevo científico a
la continuación de lo viejo. En consonancia con Latour, al tener en cuenta las cuestiones de interés
involucradas en las actividades científicas, Badiou asume que una forma peculiar, y reciente de
pedagogismo es la del sujeto del fetichismo propio del materialismo democrático, que somete los
resultados a una concepción empírica ingenua: “de modo tal que la ausencia de discriminación vuelva
ilegible el presente. Se supone así, una exposición átona de las ciencias, cuya norma real sólo puede
ser, al final, las ganancias que se esperan de ellas (las “aplicaciones” rentables) (Badiou, 2008: 94).
Al igual que Latour, al enfrentarse con la hermenéutica y fenomenología ingenuas o humanistas,
pero también al positivismo que no comprende su proceder, Badiou opone la fidelidad científica al
sujeto oscuro, fetichista humanista o religioso, que impone la ciencia al yugo de la demanda de
“moralidad” o el “sentido humano” en sus resultados. Esas demandas son cunas del oscurantismo, no
solo antiguo o medieval, sino incluso, el que se presenta en los regímenes totalitarios. La ciencia
allende su destinación Subjetiva no es ni puede ser en ningún sentido inmoral, es más precisamente
amoral, pues su “valor” es el de un proceso de verdad.
De manera que el investigador en la fenomenología objetiva de los medios deberá ser fiel al
proceder científico separándose de las demandas fetichistas reactivas y oscuras; y como ya se ha
insistido, el dejar que los actores se manifiesten, el tratarles como mediadores y no como
intermediarios, no implicaría ningún humanismo o democratismo píos, propios de las fenomenologías y
hermenéuticas subjetivistas. La fenomenología objetiva de los medios se propone entonces como un
modelo de investigación científica para el estudio de los medios masivos de comunicación.
La última destinación subjetiva de un proceso de verdad es la que la liga, como ya Kojève (2012)
había notado, a la cristiana destinación matemática-experimental de la resurrección de un presente,
como “el momento de un renacimiento cuando se reincorporan las sutiles teorías que una escolástica
había vuelto inoperantes” (Badiou, 2008: 95). Algo que se evidenció en el 2008 con la protociencia
económica neokeynesiana; en tanto, único proceso de verdad económico real.
La fidelidad subjetiva a una verdad toma como máxima aristocrática, contemporánea, que “ni la
imitación del pasado, ni la del presente, son recetas infalibles. Nada salva al mediocre de su
mediocridad” (Gómez Dávila, EI, 174d). La mediocridad es en este sentido la forma peculiar de habitar
un mundo átono; como la plantea Badiou “son formalmente posibles mundos adecuados a esas
máximas de la dicha por la astenia (y la eutanasia, reivindicación sempiterna de los “despuntados” de la
existencia, que quieren poder despuntar su muerte en el estilo algodonoso de su vida)” (Badiou, 2006:
463). De modo que si hay una ética de la investigación cientí fica es precisamente la de la fidelidad al
presente post-acontecimental; al igual que habría una ética amorosa, política y artística, quizás
deportiva, de tipo fiel y sin duda contemporaneista o auténticamente reaccionaria.
Asimismo, una verdad también es infinita y genérica, pues es excepción radical –es inacabable,
pues su cuerpo puede continuar siendo constituido–. La verdad es Idea de la existencia anónima y por
esto debe mantenerse innombrable, al escapar a la identi ficación en una forma de la lengua y
estabilizarse definitivamente en el saber (Badiou, 2008: 51).
En resumen, de una verdad post-acontecimental se tiene su proceso antes que un resultado. De
modo que una verdad cientí fica es siempre un proceso posterior a la decisión, sobre un punto, en virtud
de un cuerpo con órganos aptos para tratarlo, de la investigación fiel, sobre cuál cambio es
acontecimental y cuál no.
Lo anterior obliga a pensar, siguiendo a Badiou, y complementando la misma disposición de
reencaminar a la sociología en la senda segura de la ciencia como pretende la TAR, que para que sea
posible la disposición cientí fica auténticamente fiel a una verdad en las ciencias, incluida la ciencia
social, que en toda red de identidades y diferencias, es decir, en todo mundo, sea posible llevar, por un
homeomorfismo, un trascendental T con sus múltiples grados hacia un trascendental T0 binario, esto es,
hacia un trascendental que obligue la opción estricta entre un sí (1) y un no (0). Es decir, es preciso un
homeomorfismo que permita la decisión entre un o bien esta es una verdad post-acontecimental o bien
no lo es, sin perder la complejidad que implica computar el aparecer, por su alta cantidad de datos, en
esa proyección. Se trata entonces de un proceder dialéctico materialista y afirmativo. La demostración
de ésta tesis será descrita en el capítulo 3.
Por ahora vale decir que no se ha visto ni se verá ningún sujeto fiel a las verdades de las ciencias
que, por más consciente de los infinitos matices diferenciales de un mundo hipercomplejo, no decida
entre la simplicidad de un sí o un no, al ser fiel a la verdad de una situación y que no sacri fique en
consecuencia un concepto que le resulte caro a sus caprichos pero que pueda resultar inválido, al
proponer un cuerpo cientí fico incapaz de soportar eficazmente esa verdad. El rechazo del razonamiento
por el absurdo es, en toda ciencia, sencillamente anticientí fico, y en consecuencia, todo sujeto fiel a una
verdad de las ciencias sociales debe filtrar el in finito de sus descripciones posibles de las asociaciones
entre actantes diversos, por el dos que permite una decisión. Es en éste sentido en el que la
fenomenología objetiva como ciencia opera una descripción dialéctica y materialista de las
asociaciones.
Pero también los sujetos políticos fieles operan esta partición proyectiva del infinito de matices de
los mundos políticos. Si no, no se ve cómo pueden tener opción para tomar una decisión fiel o no a un
proceso de verdad de una situación de aparecer política; un mundo o una red política. En últimas, para
un actante humano, solo una fidelidad garantiza que se manifieste lo que en la TAR se llama un mundo
común. Que, como nota Latour, la tarea descriptiva misma no deba tener la pretensión de constituir
mundos políticos pues esto es tarea de los mismos actantes cuyas asociaciones son rastreadas, no
implica que no sea legítimo responder qué son los ensamblados resultantes, para darle relevancia
política a la ciencia social: “cuando se completa la tarea de explorar la multiplicidad de factores
activos, se puede plantear otra pregunta: ¿que son los ensamblados que resultan de ese ensamblar?”
(Latour, 2008: 362). Así, se debe tener siempre en mente que la respuesta a esta pregunta consiste en
que la forma subjetiva en la que los actantes disponen la composición de lo común político, es siempre
la forma de decidir sobre el mantenerse o no fiel a una verdad política; en resumen a la objetividad
genérica de la Justicia.
La gran diferencia con la sociología crítica que ésta investigación, guiada por la TAR y la
fenomenología de Badiou propone, reside en que “estar motivado politicamente ahora comienza a
adquirir un significado mas especifico: buscamos maneras de registrar la novedad de las asociaciones y
exploramos cómo ensamblarlas de un modo satisfactorio” (Latour, 2008: 363). Lo que quiere decir esto
es, según la conjunción que se ha venido realizando, que si hay un modo satisfactorio de ensamblar las
asociaciones, ese modo satisfactorio siempre hace que, en virtud de una decisión pura, un sujeto
soporte fielmente el cuerpo de un proceso de verdad inmanente en un mundo político. Esa fidelidad,
que implica un modo satisfactorio de ensamblaje, responde también a un formalismo subjetivo que
conmina al menos a los actantes humanos a optar o no por el democratismo. Como se verá, contra la
clasificación de Badiou sobre la democracia materialista, el sujeto fiel se separa de ocultar una verdad
política en un socialismo democratico (fascista o comunista), o tal vez también de negar esa verdad en
un capitalismo democratico (autoritario o liberal). Esas opciones formales que los actantes humanos
operan al asociarse incluso con no humanos pueden y deben ser descritas por la fenomenología objetiva
gracias a su articulación con la TAR; y como ya se dijo no son en ningún sentido funciones
estructurales de un campo “social” objetivo, es más, sin duda pueden resultar otros tipos subjetivos
invariantes que sean descriptibles por la matemática que expresa los mencionados.
Aunque la fenomenología objetiva aquí propuesta, al igual que la TAR, en sí mismas no
pretendan la producción de mundos estables, pues ambas son actividades descriptivas de las relaciones
entre los objetos de los mundos; esa estabilidad sí puede ser descrita bajo la noción de atonía de un
mundo.
Para Badiou, en los mundos átonos el trascendental T no tiene puntos, esto es, son mundos en los
cuales nada se dispone para la decisión: “son sencillamente mundos tan ramificados y matizados –o tan
adormecidos y homogéneos– que ninguna instancia del Dos, y por ende ninguna figura de la decisión,
llega a evaluarlos” (Badiou, 2008: 463). Asimismo, esa atonía, adormecimiento o bien homogeneidad
extremos, lleva a “la imposibilidad de la soledad, esto es, a la “comunicación universal” (Badiou, 2008:
464). Será entonces éste el sentido de la buena-comunicación y de la emancipación:
Allí donde todo se comunica hasta el infinito, no existe ningún punto. Empíricamente, un aislado
es un objeto cuya intensidad de aparición es indescomponible [...] Tal punto de detención testi fica
que, al menos en un lugar, la atonía del mundo está expuesta al fracaso, y que se requiere decidir,
decir “sí” o “no” a un procedimiento de verdad [...] para incorporarse a lo Verdadero, hay que
interrumpir siempre la banalidad de los intercambios” (Badiou, 2008: 464 – 465).
Así, una de las hipótesis dominantes en ésta investigación queda planteada como sigue: sólo la
ruptura de la comunicación que opera un sujeto fiel en un mundo, al decidir afirmar un procedimiento
de verdad político, tras filtrar lo múltiple controversial de los agregados de mediadores en lo Dos del sí
o no, que autoriza su decisión, permite el despliegue de lo auténticamente político, al optarse por
participar en el resucitado –por invariante– despliegue novedoso de una verdad política. Así, las redes
que permiten nodos aislados o islas de nodos aislados, también hacen posibles las excepciones que son
las verdades. Sólo así puede explicarse la estabilización de las controversias tal y como pretende la
TAR.
1.6 Fuentes de incertidumbre
Hay que tener en mente desde ahora las cinco fuentes de incertidumbre, descritas por Latour, que
se presentan en toda investigación en sociología de las traducciones. Las cinco fuentes de
incertidumbre corresponden a tipos de controversias sobre qué compone los colectivos.
El término incertidumbre se refiere a la imposibilidad de decidir si la descripción reside en el
observador o en el fenómeno observado. El investigador nunca sabe lo que ignoran los actores ni los
actores saben lo que el observador ignora. De manera que lo social debe ser reensamblado poniendo a
los actores a actuar de maneras inesperadas o como sitios; y no desde el punto de vista pretendidamente
absoluto de una teoría social de lo social, estructuralista, o bien crítica con pretensiones políticas. El
apilamiento de las fuentes de incertidumbre, que resume lo dicho hasta ahora, hace que cada una haga
más confusa a la anterior. Así, siguiendo la pauta de la teoría de la información, a mayor cantidad de
incertidumbre (medida probabilísticamente) entonces menor cantidad de transformación (información
en tanto diferencia de alternativas posibles). Éstas fuentes se re fieren a:
La naturaleza de los grupos: hay muchas maneras contradictorias de dar identidad a los actores;
la naturaleza de las acciones: en cada curso de acción una gran variedad de agentes parece entrometerse y
desplazar los objetivos originales;
la naturaleza de los objetos: parece no haber limite a la variedad de tipos de agencias que
participan en la interacción;
la naturaleza de los hechos: los vínculos de las ciencias naturales con el resto de la
sociedad parecen ser fuente de disputas constantes;
y finalmente, respecto de los tipos de estudios que se hacen bajo la etiqueta de una ciencia
de lo social ya que no resulta claro en qué sentido preciso se puede decir que las ciencias s o c i a l e s s o n
empíricas (Latour, 2006: 40).
Se resumen como sigue:
Primera fuente de incertidumbre: no hay grupos sólo formaciones de grupos. Esta fuente
de incertidumbre se ha explicado parcialmente. Los agregados sociales no son objeto de una definición
ostensiva sino de una performativa. Lo que no quiere decir “que los grupos son constituidos por fiat ,
peor aun, por actos de habla, por meras convenciones” (Latour, 2008: 57). Existe para la TAR, mas
bien, una diferencia entre grupos dotados de cierta inercia y “agrupamientos que tienen que ser
mantenidos constantemente por algún esfuerzo de formación de grupo […] Para la TAR, si se dejan de
hacer y rehacer los grupos, se deja de tener grupos” (Latour, 2008: 59).
Desde una perspectiva espacial, es decir, objetivista, ningún orden temporal precede a las
evaluaciones, por lo tanto el constante esfuerzo de formación de los grupos deberá evitar que en la
descripción se incluya el parásito del tiempo. Badiou ha dado un ejemplo que resulta de interés para
comprender la forma en que los grupos pueden hacerse y rehacerse de manera constante, por ejemplo
en la red que va constituyéndose una manifestación que acaba de empezar. Puede que una bandera roja
por aquí y otra negra por allí, indique, que el aparecer de la manifestación reúne a grupos anarquistas y
marxistas. En la medida en que participan en el mundo di fieren más o menos y constituyen ese mundo
como ser-ahí. En éste caso habrá un trascendental, función de aparecer o indexación trascendental, que
fija las identidades entre esos dos múltiples del mundo: “será prudente suponer que su identidad tiene
un valor débil, pero no nulo, que se mide por un grado próximo, sin duda, al mínimum, pero no igual a
ese mínimum” (Badiou, 2008: 228). Si en la escena, por ejemplo del mundo calle, aparece entonces un
grupo de policías dispuestos a destruir la manifestación, podrá decirse que el múltiple de la
manifestación ahora considerado como uno, tiene una identidad mínima con aquel otro de los policías.
Si se toma, en cambio, sólo al múltiple de los anarquistas que se organizan al rededor de una bandera
en el mundo calle, se dirá fenómeno de ese múltiple al sistema completo de evaluación de sus grados de
identidad con todos los otros múltiples que coaparecen con el allí. Como en la fenomenología objetiva
se retiene sólo el resultado identitario relativo de un múltiple con otro en el mundo calle, la función de
indexación trascendental será simétrica; pues el valor de esa identidad será el mismo
independientemente del orden en que se les considere.
De igual modo, para ésta red o mundo peculiar, lo que sostiene la identidad común entre los
anarquistas y los marxistas no podría ser más débil que la conjunción que sostiene la identidad entre los
marxistas y los policías en el mundo calle. La aparición de un tercer término no puede aumentar la
intensidad de coaparición; por ende hay desigualdad triangular. Queda claro que el fenómeno de un
múltiple en un mundo es el dato de los grados que miden su identidad de aparición con todos los que
coaparecen con él en ese mundo.
La existencia de ese ente múltiple será entonces la identidad de ese múltiple consigo mismo. Si la
identidad con sigo mismo es débil, el ente múltiple tendrá una existencia débil, pues su identidad se
difuminará entre las de otros; por ejemplo, si los anarquistas comienzan a disgregarse al rededor de la
bandera negra pues la misma queda oculta y se mezclan con un grupo de ambientalistas, claramente
identi ficados con una pancarta, que acaban de aparecer en el mundo calle será, al no tener los
anarquistas nada que los identi fique, muy difícil a firmar quiénes son los anarquistas y quiénes no; de
modo que el múltiple de los anarquistas tendría un valor de existencia débil pues el grado de su
identidad consigo mismo será igualmente débil. Esto se formalizará y quedará más claro en el capítulo
3.
Es evidente que los grupos en su constitución dejan marcas o rastros que indican al
fenomenólogo la posibilidad de seguirle mientras se organizan sin recurrir a una conciencia intencional
que les inscriba en la lengua, en el tiempo de la evaluación, pues tras la observación y descripción sólo
queda la vericidad identitaria de un grado p que cambia de t0, t1, t2, …, tn, …, tn+1.
Asimismo, como ni la sociedad ni lo social existen como algo global o mejor macro, dado en el
terreno presocial, hay que recorrer los rastros de los actantes, para observar y describir cómo se
conectan y han conectado de formas diversas. Sin embargo, ya se ha anunciado que un homeomorfismo
bien construido permite llevar esas múltiples diferencias en las construcciones de las asociaciones
regladas por un trascendental T hacia un trascendental binario T0. Esto garantiza así la posibilidad de la
oposición como controversia extrema entre grupos.
Segunda fuente de incertidumbre: los actores se apoderan de la acción. Esto es lo mismo
que decir que la acción debe mantenerse siendo una sorpresa, un sitio, hecho, singularidad, una acción
transformadora. Es básicamente relativa a los problemas inversos; que van de los efectos a las causas,
en sistemas no lineales. Por esto:
[N]uevamente debemos comenzar, no por la “determinación de la acción por la sociedad”, las
“capacidades calculadoras de los individuos” o el “poder del inconsciente” como haríamos
comúnmente, sino más bien por la subdeterminación de la acción, las incertidumbres y controversias
respecto de quién y qué actúa cuando “nosotros” actuamos; por supuesto, no hay manera de decidir si
esta fuente de incertidumbre reside en el analista o en el actor. (Latour, 2008: 72)
La acción no es llevada a cabo por algo social. Aquello que “nos hace actuar” no está hecho de
material social, pues eso social es resultado del haber sido asociado. Por eso ni una sociología
instantánea, ni un psicoanálisis instantáneo, ni una mezcla entre ambos, es aceptable en la TAR. Un
actor, actante, como mediador o sitio, es aquello que muchos otros hacen hacer cosas; pues opera como
un nodo. Lo social no está hecho de una vez por todas, por ende los investigadores deben seguir los
rastros que dejan en sus transformaciones los sitios al conectarse. “Cada entrevista, narración y
comentario, por trivial que parezca, proveerá al analista un conjunto desconcertante de entidades para
dar cuenta de los cómo y los porqué de cualquier curso de acción. Los cientí ficos sociales se quedarán
dormidos mucho antes de que los actores dejen de inundarlos de datos” (Latour, 2008: 75). Así, resulta
inevitable que el proceso inductivo de postulación de hipótesis o modelos cientí ficos en base al
seguimiento de datos empíricos, se enfrente a las di ficultades que suscitan los problemas inversos,
evidentes por la incertidumbre que toda investigación implica. Reynoso (2011) lo pone de ésta manera:
Cada vez con mayor frecuencia hallamos pautas en el océano de datos o en el comportamiento
diacrónico del objeto, o encontramos medidas que acaso sean tipológica o estadísticamente
significativas, para las cuales ni nuestros marcos de referencia ni nuestras viejas teorías esperaban
que llegaran a existir. Por eso es que no se puede a firmar ni negar de antemano que las muchas
signaturas o valores numéricos, cualitativos o imaginarios que aquí y allá se ven covariando o
bifurcándose de manera inesperada correspondan a nociones de relevancia sociocultural que
convendría acuñar, o a patrones de comportamiento discursivamente referenciables a descubrirse
alguna vez (Reynoso, 2011: 6).
Si un delincuente, por ejemplo, justi fica sus acciones diciendo que “tuvo malos padres” no hay
que traducir sus afirmaciones en “la sociedad lo hizo delincuente” o “tuvo madre castradora”. La
traducción entre mediadores implica la transformación de la agencia. “Es más peligroso cuando un
peregrino dice: “Vine a este monasterio porque fui llamado por la Virgen María” (Latour, 2008: 76).
Como lo pone Latour, el sociólogo de lo social, en especial, el sociólogo crítico reticente a
explicaciones teológicas, dirá que hay que evitar sonreír lo suficiente como para ser amable con el
informante. El sociólogo de asociaciones dirá que si es el caso, hay que sonreír todo lo posible para
aprovechar la diversidad de agencias que actúan, incluyendo la figuración “Virgen” o bien cualquier
actante no-humano (Latour, 2008).
Se trata entonces de preguntarse por cómo explorar la metafísica de los actores, su metafísica
empírica, que surge de las controversias que establecen entre ellos: “los actores llenan el mundo de
agencias, mientras los sociólogos de lo social les dicen con qué bloques está hecho realmente su
mundo” (Latour, 2008: 79); el sociólogo formado en la TAR sólo quiere seguir su agencia.
Asimismo, hay que atender a las figuraciones como “dibujos” que hacen los sociólogos sobre los
actantes. Así, hay muchas maneras de dar figuración al mismo actante, como sucede, por ejemplo, en
literatura donde se puede hacer actuar al mismo actante “por medio de una varita mágica, un enano, un
pensamiento en la mente del hada, o un caballero que mate docenas de dragones” (Latour, 2008: 84).
Las únicas figuraciones no son los antropomorfismos, también los ideo, tecno o biomorfismos son
morfismos (fenotipos o dibujos), tanto como la encarnación de un actante en un solo animal humano
figurado. Las figuraciones en la TAR son formas en que se hace a los actantes hacer cosas:
He aquí cuatro maneras de dar figuraci6n al mismo actante: "EI imperialismo busca el unilateralismo";
"Estados Unidos desea retirarse de la ONU"; "Bush (h) quiere retirarse de la ONU"; "muchos oficiales del
ejercito y dos docenas de líderes neoconservadores quieren retirarse de la ONU". Por supuesto que implica
una gran diferencia para el relato que el primero sea un rasgo estructural, el segundo un cuerpo colectivo, el
tercero un individuo, el cuarto un agregado no vinculante de individuos, pero todos aportan distintas
figuraciones de las mismas acciones. Ninguno de los cuatro es mas o menos "realista", "concreto", "abstracto"
o "artificial" que los otros (Latour, 2008: 84).
Se trata entonces de decidir si la agencia será tratada como intermediaria o como mediadora sin
importar cuál sea su figuración: “se puede hacer que un “campo de fuerzas anónimo y frío” se inscriba
en el relato como un mediador, mientras que una persona intencional, cercana, individual, “cálida”,
“vívida”, puede presentarse como un mero intermediario” (Latour, 2008: 88). Antes que falsa
conciencia de los informantes, los actantes proponen figuraciones diversas para la agencia; pero
cuidando que los actores sean inscritos, conectados como sitios más que como modificaciones.
Hay incertidumbre sobre la acción, no es posible decidir sobre quién actúa y cómo, sino sobre
qué actúa y cómo. La causalidad no debe ser simplemente invertida, donde lo que antes era efecto sea
ahora causa de lo que ahora es efecto y no causa; ninguna dialéctica ingenua de la superación resuelve
la cuestión en este punto. La causalidad lineal clásica queda sencillamente abolida. La TAR describe un
“mundo de concatenaciones de mediadores en el que se puede decir que cada punto actúa plenamente”
(Latour, 2008: 91). Según la articulación presente cada sitio actúa plenamente, por ende un buen
estudio en fenomenología objetiva de los medios depende de que la cantidad relativa de
mediadores/sitios esté por encima de la cantidad de intermediaros/modi ficaciones.
La calidad relativa de un estudio en fenomenología objetiva de los medios depende también
entonces de que los objetos-mediadores sean auténticamente masivos, esto es, que al estar más
intensamente conectados sean tratados como singularidades en relación a las consecuencias de los
cambios reales que se siguen de su aparecer; es decir, de lo inesperado que hacen hacer a otros actantes.
Con esto se evidencia que la masividad no depende necesariamente del tamaño de las audiencias, ni
como considera la lectura estándar de McLuhan (1996), de que una totalidad se vea implicada
simultáneamente en los medios, sino del grado del aparecer de un objeto mediático en tanto mediador
que hace hacer cosas inesperadas a otros. Así, un medio de comunicación muy masivo tiene un valor (o
grado) de poder mediático tal que hace a muchos otros hacer muchas cosas inesperadas (puede
decirse, por ahora metafóricamente, que en su mundo tiene centralidad de vector propio).
Tercera fuente de incertidumbre: los objetos técnicos y otros actantes no-humanos con
otros modos de existencia también tienen capacidad de agencia. Pero es difícil establecer la diferencia
radical entre actantes humanos y no humanos. Resulta mejor hablar de colectivo que de sociedad, para
designar “el proyecto de ensamblar nuevas entidades que hasta ahora no habían sido reunidas y que por
este motivo aparecen claramente como no compuestas de materia social” (Latour, 2008: 111). Lo que
se evidencia en que las desigualdades sociales, las asimetrías, tienen que ser generadas, no se
componen de ninguna materia social, y para ello otros tipos de actores diferentes a los “sociales” entran
en juego (Latour, 2008: 97). No basta con apelar a las fuerzas sociales para explicar la capacidad de los
vínculos y ordenes de los colectivos para expandirse de manera duradera; en últimas para hacerse
tradición. Al apelar a las mismas simplemente se dejan de lado los objetos por la fuerza mágica y
tautológica de una sociedad que se autoproduciría. Los actantes no-humanos como objetos técnicos son
agentes en el curso de la acción y que son comunicables y necesarios para explicar cómo emergen las
desigualdades sociales.
De manera que cualquier investigación obliga a atender no solo a las asociaciones por vínculos
morales, legales y simbólicos, sino también físicos. Empero hay que tener siempre en cuenta la
incomensurabilidad posible de los no-humanos con los actantes humanos (por ejemplo en relación a su
capacidad de producir acontecimientos con consecuencias máximas), aunque también deben ser
tomados en cuenta siempre en la medida que sean conmensurables con estos.
Sólo así, como recalca Latour (2007), los cientí ficos sociales y en consecuencia el investigador en
la fenomenología objetiva se puede poner a la par con lo que se llama en paleontología humano
anatómicamente moderno (p. 121). Pero también a la par con los estudios geográficos en general;
ambientales, la geología, la demografía, la biología, la ecología y la epidemiología. Por ejemplo:
¿acaso la peste negra cuyo mediador puede ser una pulga cuyo mediador puede ser una rata no acabó
con un tercio de la población de Europa, viajando por tierra y agua, desde los territorios Mongoles?
Asimismo, a la par con los estudios de tecnología, medios y comunicación: ¿acaso las estrategias
propagandísticas de Joseph Goebbels estuvieron en una red o mundo distinto al de la popularidad del
nazismo entre las masas alemanas? Y ¿acaso la radio, ese invento del judío Hertz, no fue el primer
medio masivo de comunicación por el cual gran parte del pueblo alemán escuchó la voz de Adolf Hitler
transformada en mensaje epifánico? ¿No es acaso el populismo un fenómeno de figuración mediática
de un individuo como soberano mesiánico? ¿No transforman la agencia los datos registrados y editados
por medios técnicos en la prensa? Estas son solo unas de las preguntas posibles para la fenomenología
objetiva de las asociaciones mediáticas.
Así, no es acertado acusar a la TAR de olvidar las relaciones de poder y las desigualdades
sociales, pues precisamente, antes de recurrir a explicaciones automáticas para decir que el poder está
distribuido desigualmente por causa de alguna asimetría estructural o por efecto de la infraestructura
económica de las sociedades de clases, se pregunta por cómo fue posible que las relaciones de
dominación llegaran a tal nivel de e ficacia y gracias a qué medios (actantes humanos y no-humanos)
incluso impensados lo han hecho (Latour, 2008).
En éste punto otro principio del “rizoma” es importante para la investigación presente. Según
Deleuze y Guattari, se cumple en un rizoma una heterogeneidad según la cual: “eslabones semióticos,
de cualquier naturaleza se conectan en él con formas de codi ficación muy diversas, eslabones
biológicos, políticos, económicos, etc..., poniendo en juego no sólo regímenes de signos distintos, sino
también estatutos de estados de cosas” (Deleuze & Guattari, 2006: 13).
De manera que lo que le entrega la TAR, al adoptar la simetría entre actantes humanos y no-
humanos, a la fenomenología objetiva, es en últimas la posibilidad de pensar múltiples estructurados,
que incluyen y en los que se deben conectar, partes y elementos heterogéneos, eslabones semióticos
diversos y embonajes o agenciamientos de estados de cosas también heterogéneos; desde los biológicos
hasta los estéticos, ficcionales, cientí ficos, etc.
Se considera aquí, así, que los rastros dejados por los mediadores, esos eslabones semióticos,
deben ser comprendidos como signaturas, pues tal noción permite la comprensión de la
performatividad de la definición de un agregado social; lo cual hace a la fenomenología objetiva operar
con un método cercano al de una arqueología –arqueología del poder que tienen los mediadores de
hacer a otros hacer cosas inesperadas–.
El objeto debe ser comprendido como un fósil –cosa con la sin duda que Badiou estaría de
acuerdo– de modo que hacer fenomenología objetiva, siguiendo a Agamben, implicaría también
percibir “en lo más moderno y reciente los índices y las signaturas de lo arcaico” (Agamben, 2009: 25)
donde entre investigador y objeto no se de “una relación causal, sino algo más complicado, que tiene
un efecto retroactivo sobre el signador” (Agamben, 2010: 45).
Efectivamente, el investigador también deja marca, una signatura, al igual que todos los actantes
al ser mediadores/sitios lo hacen sobre él, y que permite el rastreo de las agencias y la constitución
constante de los grupos.
Todo signo es por sí una signatura, pues para hacer signo algo debe signar. El problema del
signar es en este sentido, el de ser un acto en el que el signo remite a otro signo indicando la clave de
su desciframiento y sin proponer misterios que susciten hermenéuticas subjetivistas de lo indescifrable.
La definición performativa de un agregado social, consiste precisamente en que al comprender
los rastros que deja la acción como signaturas, tal comprensión permite ver que el signo, antes que ser
tomado como un mero significante que flota, como un signo sometido al régimen significante, que
oculta algún misterio o secreto profundo y que suscita la hermenéutica subjetivista sin fin, es lo
marcado por algún signador x sobre la planicie de los mundos o redes. Esos signadores no son sino lo
múltiples actantes u objetos que aparecen en la red y que transforman la acción de manera singular al
hacer hacer cosas a otros mientras se asocian.
Así, como se ha dicho, si en un mundo se interpreta algo en algún sentido, es en el de incluir un
trascendental que regla los grados de identidad entre sus objetos cuya identidad depende de sus
relaciones con otros y por ende las transformaciones de otros.
De igual modo seguir rastros de los mediadores en fenomenología objetiva complementada con la
TAR, no es otra cosa que seguir las signaturas en el mismo sentido que las define Agamben: “el signo
significa porque lleva una signatura, pero ésta predetermina necesariamente su interpretación y
distribuye su uso y su eficacia según reglas, prácticas y preceptos que hay que reconocer. La
arqueología es, en este sentido, la ciencia de las signaturas” (Agamben, 2010: 84). Así, en la
fenomenología objetiva un sitio siempre produce una signatura y su comunicación con otros sitios es el
comercio de esas signaturas.
La importancia de entender los signos como signaturas reside precisamente en que en la TAR,
hay redes semióticas que se conectan, o como lo plantean Law y Mol (1995), “objetos, entidades,
actores, procesos –todos son efectos semio�ticos: nodos de una red que no es ma�s que conjunto de
relaciones; o conjuntos de relaciones entre relaciones” (277), en virtud de la definición perfomativa de
medidador, esos efectos semióticos no responden a una cadena de signi ficantes vacíos, sino a cadenas
complejas de signaturas, pues: “los mediadores transforman, traducen, distorsionan y modifican el
significado o los elementos que se supone que deben transportar” (Latour, 2008: 63).
Por ejemplo, para la sociología de “lo social” e incluso la crítica:
[S]i un informante dice que vive en un “mundo ordenado por Dios”, esta a firmación no es
realmente diferente de otro informante que sostiene estar “dominado por las fuerzas del mercado”,
dado que estos términos –“Dios” y “el mercado”– son meras “expresiones” del mismo mundo social.
Pero entraña una diferencia inmensa, insuperable, inconmensurable para el sociólogo formado en la TAR.
Una asociación con Dios no es sustituible por cualquier otra asociación, es totalmente especí fica y no puede
ser reconciliada con otra compuesta de fuerzas de mercado que, a su vez, define un patrón completamente
diferente de los patrones que crean los vínculos legales. (Latour, 2008: 59)
En la sociología de lo social, piénsese en ese gran precursor del estructuralismo que fue
Durkheim con su organicismo social, siempre hay un tercer término estable y absoluto al cual se
pueden traducir todos los vocabularios de los informantes; un vocabulario maestro para intercambiar
inmediatamente bienes que compartirían la cualidad homogénea de ser sociales. Si bien para la TAR no
hay moneda común como totalidad explicativa; no hay valor universal abstracto o Total; no hay ningún
real de a 8 como divisa global para explicar los formas en que se asocian y asociarán los actores. La
palabra “social” no reemplaza nada, no expresa mejor nada, no sustituye nada. Lo social es un
movimiento rastreable indirectamente en los sitios, cambios reales muy sutiles, que se presentan
“cuando hay un ligero cambio en una asociación más antigua que muta a una ligeramente más nueva o
diferente” (Latour, 2008: 60). Para ser justos con Durkheim, en un extraño momento tardeano, valdrá
decir que para la TAR hay mediadores donde un objeto colector permite que un grupo exista como tal.
Esto sucede, como en el caso descrito por Durkheim, con el Totem para un clan, o bien con un símbolo
cualquiera para cualquier grupo, que le entregue visibilidad. “La unidad de grupo es visible, por lo
tanto sólo en el emblema colectivo que reproduce el objeto designado por este nombre […] Si se quita
el nombre y el signo que lo materializa, el clan ya no es representable” (Durkheim, Citado por Latour,
2008: 61). En segundo lugar, Durkheim no se equivocaba en que:
Una explicacio�n puramente psicolo�gica de los hechos sociales no puede [...] dejar escapar todo lo
que estos tienen de especi� fico, es decir, de social [1895: 131]. Entre la psicologi�a y la sociologi�a
encontramos la misma solucio�n de continuidad que entre la biologi�a y las ciencias fi�sico-qui�micas.
En consecuencia, cuando un feno�meno social es directamente explicado por un feno�meno psi�quico
podemos asegurar que la explicacio�n es falsa [1895: 128] (Durkheim & Tarde, 2012: 170).
El análisis de las redes sociales pudo demostrar esto al recurrir a los conceptos de criticalidad
auto-organizada, transiciones de fase, en últimas singularidades, y al de propiedades emergentes de las
redes, en casos como el de la relación entre el éxito y la densidad (cantidad de vínculos bidireccionados
entre los actantes) de la red de cada compañía productora de musicales de Broadway, estudiadas por
Brian Uzzi (2005); donde una densidad media resultaba siempre en el mayor éxito de un musical. Esto
evidencia que es razonable, en términos de Badiou, hablar de algo así como “colectivos Subjetivados”.
En todo caso, Tarde tampoco estaba errado al sostener que de esto se puede inferir, “la
importancia de la repetición —léase siempre de la imitacio�n—[...] Y lo que esto demuestra —escuchad
bien esto— es que el ha�bito colectivo, una costumbre cualquiera, «se expresa de una vez por todas en
una fo�rmula que se repite de boca en boca, que se transmite por la educacio�n, que se fija incluso por
escrito. Tal es el origen de las reglas juri�dicas, morales, de los aforismos y de los diccionarios
populares»” (Durkheim & Tarde, 2012: 170).
Empero, resulta que las redes poseen propiedades independientes de las propiedades de cada uno
de los actantes u objetos que las conforman, y, al ser idénticas a su interior, al ser topologías, esos
actantes a su vez, pueden estar constituidos en virtud de relaciones de otros objetos, de manera que
poseen propiedades independientes que los objetos de los que están compuestos, los cuales al
comunicar o conectar su agencia individual (repetición/imitación) les dan lugar. Lo cual quiere decir
que un colectivo de actantes Subjetivado, con cierta unidad política, puede comportarse diferente a un
individuo aislado del mismo y su comportamiento no se in fiere necesariamente del de los individuos
que lo constituyen en sus asociaciones.
Siendo esto así, no vale ahorrar esfuerzos investigativos en la fenomenología objetiva de los
medios (Fenomenología Objetiva de los medios masivos de comunicación), remitiendo los actantes
(medios masivos de comunicación) a unidades funcionales de “la sociedad”. La política que pueda
resultar de sus relaciones con otros actantes, esto es, la composición de la vida colectiva, pues la
política “se define como la composición progresiva de la vida colectiva” (Latour, 2008: 65), no será
nunca el resultado de algo global que explica, sino de transformaciones sucesivas del poder en los
sitios o mediadores que se presentan tras asociarse. Es decir, no hay una trascendencia absoluta entre lo
global y lo local, entre lo social y lo individual, pues lo social resulta siempre de la forma en que lo
individual se asocia; no es ni previo ni posterior a esa asociación; mientras que lo colectivo
Subjetivado, políticamente, emerge con esa asociación.
Se entiende ahora que sólo la signatura garantice la performatividad de ese poder propio de los
mediadores o los sitios: “los [performativos] presentan en la lengua el residuo de un estadio (o más
bien, la co-originariedad de una estructura) donde el nexo entre palabras y cosas no es de tipo
semántico-denotativo, sino performativo” (Agamben, 2010: 86).
Es por esto que el argumento del fósil elaborado por Meillassoux (2008) y respaldado por Badiou
para refutar el correlacionismo no es en ningún modo ingenuo: el aparecer del fósil, del archivo, datado
como previo a todo rastro de humanidad hace evidente la archifacticidad de la correlación (mente /
mundo no-mental), de modo que la contingencia de la correlación misma es absoluta. Si bien, en una
teoría intencional, se puede decir que realmente es el orden subjetivo humano el indisociable de lo que
hipotéticamente se presenta extra mentalmente, en verdad, tal correlación somete también lo real, extra
mental, a una indisociabilidad respecto a lo mental. Empero, la archifacticidad de la correlación que
revela el fósil, hace evidente también la contingencia absoluta (hipercaótica para Meillassoux) de la
correlación. Así, la necesaria contingencia de la correlación es en último término el arckhé de la
objetividad tal y como la comprende la fenomenología objetiva.
Como recordó Derrida en Mal de archivo (1997) y como luego lo ha hecho Zielinski: “la nocio�n
de archaiologia, de historias de la historia, implica no so�lo una referencia a lo original (archaios), sino
tambie�n los actos de gobierno, actos de liderazgo (archein) o de un líder (archos)” (Zielinski,2006:83).
Así, la definición performativa de un mediador, como los medios masivos de comunicación, implica
comprender también que el rastreo de sus acciones es el rastreo arqueológico de sus signaturas
(Agamben) y en consecuencia de sus actos de gobierno, en últimas de su fuerza, su valor o su poder. El
método observacional y descriptivo de una fenomenología objetiva de las asociaciones, como posible
articulación entre la TAR y la fenomenología objetiva, será simultáneamente una arqueología de las
signaturas y una dialéctica materialista afirmativa de las verdades.
Cuarta fuente de incertidumbre: cuestiones de hecho contra cuestiones de interés. La
TAR es una sociología de la traducción, en la que se establece que todos los actores que despliega
pueden estar asociados de modo que hagan a otros hacer cosas inesperadas. Esto es que sean
mediadores/sitios. “Esto no se hace transportando una fuerza que podría mantenerse igual en todo
momento como algún tipo de intermediario fiel, sino generando transformaciones manifestadas por los
muchos eventos inesperados originados en los otros mediadores que los siguen en la línea” (Latour,
2008: 156 – 157). Un ensamblaje de mediadores no establece las mismas relaciones y no solicita el
mismo tipo de explicaciones que alguna línea de intermediarios que transporta alguna causa. Puede
parecer así, por ejemplo, que las bacterias de Pasteur expliquen mediante un rastro de enfermedades
infecciosas el signi ficado de “estar vinculado socialmente” (Latour, 2008: 157).
Con la TAR surge la liberación de las explicaciones simpli ficadas que atribuyen a colectores
(monedas comunes explicativas) como la “Naturaleza” las causas de un hecho como aquellas que
explican los objetos técnicos y simbólicos por la “Sociedad”. Sencillamente la “Naturaleza” como todo
de lo no-social no existe; e incluso, desde el punto de vista ontológico, como lo diría Badiou (1999), la
Naturaleza (como metáfora ontológica de lo universalmente conectado) no existe, pues el conjunto de
todos los ordinales no existe.
Si aceptamos aprender también de las controversias acerca de los no humanos, pronto advertimos
que las cuestiones de hecho no describen qué tipo de agencias pueblan el mundo mejor de lo que
las palabras “social”, “simbólico” y “discursivo” describen qué es un actor humano y los extraños
que lo dominan. Esto no debe sorprendernos dado que “Sociedad” y “Naturaleza” no describen
dominios de la realidad, sino que son dos colectores que fueron inventados al mismo tiempo en el
siglo XVII, en gran medida por razones polémicas. (Latour, 2008: 161)
De este modo, teniendo en cuenta a los actantes no-humanos, los pliegues de la objetividad son
evidentes al acercarse a los sitios donde se expresan las agencias: los laboratorios y experimentos
cientí ficos (incluidos informes textuales de cientí ficos sociales y matemáticos). Es allí donde se
despliegan las cuestiones de interés para la TAR. Así, las relaciones entre agencias no deben ser
presentadas como cuestiones de hecho, sino como cuestiones de interés, con sus modos de fabricación
y los mecanismos estabilizadores, adaptadores de las controversias, o las oposiciones, repeticiones e
innovaciones que suscitan para las mismas. Por ende la conjunción con la fenomenología de Badiou,
como las destinaciones subjetivas fieles, reactivas y oscuras lo muestran, implicará asumir que los
resultados de la investigación no remiten a unidades preconcebidas como cuestiones de hecho (factum
positivo) sino a cuestiones de interés y así deben ser desplegadas. Empero hay que tener aquí una
precaución, la multiplicidad propia de las controversias no implica empero la “ flexibilidad
interpretativa” que el deconstruccionismo pretende, ni la debilidad empírica de la investigación:
Por ejemplo, los espermatozoides solían ser pequeños machos obstinados nadando esforzadamente
hacia el óvulo impotente; ahora son atraídos, enrolados y seducidos por un huevo cuya agencia se
está volviendo tan sutil que puede seleccionar el buen esperma y dejar de lado el malo, o esto al menos
es lo que se debate en la fisiología del desarrollo. Se suponía que los genes transportaban codificación de
información para las proteínas, pero también se considera que compiten entre si por alimento, lo que arruina la
metáfora de la transferencia de información, o al menos esto es lo que debaten ahora algunos especialistas
en genética. Se suponía que los chimpancés eran socios buenos y sociables, que ofrecían la imagen de un paraíso
de salvajes buenos, pero ahora aparecen como ferozmente competitivos, proclives al asesinato y a planes
maquiavélicos arteros, o al menos esto es lo que está en debate en la primatología. La capa superior de la
tierra supuestamente era un conjunto compacto de materia inerte ordenada en capas de diferentes colores que
los científicos del suelo aprendieron a dibujar; ahora hay tal cantidad de microorganismos en movimiento que
solo los micro-zoólogos pueden explicar esta jungla miniaturizada, o al menos esto es lo que debaten
algunos pedólogos. Se suponía que las computadoras eran maquinas digitales tontas pero ahora parecen
estar logrando la digitalidad a través de un conjunto confuso de señales materiales analógicas que no tienen
relación alguna con los cálculos formales, o al menos esto es lo que debaten algunos teóricos de la
computación.
Tal multiplicidad no significa que los científicos no sepan lo que hacen y que todo es pura ficción,
sino mas bien que los estudios de la ciencia ya han podido separar exactamente lo que la noción
preconcebida de "cuestiones de hecho objetivas y naturales" había unificado demasiado rápido: la
realidad, la unidad y la indiscutibilidad. Cuando se busca la primera, no se obtienen
automáticamente las otras dos. Y esto no tiene nada que ver con la "flexibilidad interpretativa"
permitida por "múltiples puntos de vista" de la "misma" cosa. Es la cosa misma a la que se le ha
permitido desplegarse como múltiple y por lo tanto se ha permitido asirla desde distintos puntos de vista,
antes de ser posiblemente unificada en una etapa posterior, lo que depende de la capacidad del colectivo
de unificarlos (Latour, 2006: 168-169).
Una vez más, de la verdad, en términos de Badiou, se tiene un proceso y no por ello deja de ser
verdad. Es más, se debe tener en cuenta ésta fuente de incertidumbre en las ciencias sociales, pues la
tradicional estadística que emplean usualmente los teóricos sociales confía sobremanera en la llamada
distribución normal que supone el mito según el cual la aleatoriedad en el muestreo implica
universalidad y en consecuencia reduce la significancia de un problema a una determinación arbitraria
del investigador allende toda sistematicidad; lo cual incluso admite preferencias de tipo ideológico y
moral. Esto ha sido puesto en duda por no muy recientes descubrimientos de la presencia de la
distribución por ley de potencias y en consecuencia la exigencia de que la signi ficancia o relevancia de
un problema sea cientí ficamente establecida, es decir, que las cuestiones de interés del colectivo
cientí fico sean separadas de la hermenéutica subjetivista.
De modo que antes de tratar con cuestiones de hecho, las ciencias tratan con cuestiones de
interés. Como el mismo Badiou lo pone: “es planteando problemas y no observando hechos, como
estudiaremos la astronomía, del mismo modo que lo hacemos en los casos de la aritmética superior, la
geometría elemental o la topología algebraica. Quedarse en los hechos visibles impide activar con
utilidad aquello que, en un Sujeto, merece el nombre de pensamiento” (Badiou, 2013: 300). No se trata
de una tesis constructivista, sino de asumir que en primera instancia, las investigaciones son
planteamientos problemas relevantes o de interés sobre las propiedades y relaciones de los objetos y no
estudios de hechos positivos; si así fuese ni rastro de teoría heliocéntrica copernicana habría. Y ese
pensamiento cientí fico es siempre uno en el que el colectivo está interesado y en el que se constituyen
redes de procesos de fieles (Badiou, 1999). De modo que las redes sociales en las que se produce la
ciencia no dejan nunca de ser relevantes; Latour al respecto aclara: “no hablamos del contexto social y
de los intereses de poder, sino de su inclusión en las comunidades y los objetos” (Latour, 1997: 19).
No se renuncia en ningún sentido al aspecto empírico, pues la multiplicidad de la realidad que
una metafísica de algún colectivo proponga para ordenar los existentes que supone, debe ser
distinguida de la uni ficación progresiva en manos del investigador (Latour, 2008: 174). Para describir
un mundo primero hay que rastrear en una multiplicidad, el trascendental que la ordena como mundo;
esto sólo puede ser resultado del interés del investigador. Recientemente Latour lo ha resumido con
destreza: “un principio de los estudios cienti� ficos y de la teori�a del actor-red sostiene que, en vez de
suponer que las diferencias de escala existen de antemano, siempre debemos averiguar de que� manera
se produce esa escala” (Latour, 2013: 63).
Como se ha visto, la vara de medida que interesa a las investigaciones cientí ficas siempre es una
estructura de orden –un trascendental en términos de Badiou–; hay que preguntar entonces por cómo se
han producido las jerarquías y desigualdades en relación a los trascendentales de los mundos y cómo
han surgido esas metrologías; que son la que permiten en últimas, en las ciencias sociales producir
indicadores. Asimismo, se da la necesidad de sostener que si bien no hay ciencia sin metrología, no hay
metrología sin escalas de medida, es decir, sin trascendentales.
Esto es así también respecto a la desigualdad socio-económica, por ejemplo, pues incluso lo que
Deleuze y Güattari adjetivaron como arborescencia, dista mucho de negar que las jerarquías arboreas
estén presentes en una red formada “aleatoreamente”:
Incidentalmente, hay que decir que los a�rboles abarcadores se conocen desde hace un tiempo; ya
en 1886, Arthur Cayley [1821-1895] (el primer matema�tico que definio� a los grupos como un
conjunto engendrado por una operacio�n binaria y que creo� el portentoso grafo fractal epo�nimo) habi�a
desarrollado una fo�rmula bien conocida para establecer el nu�mero de a�rboles abarcadores que se esconden
en un grafo completo (Cayley 1889; Wu y Chao 2004: §2.1). Esta fo�rmula en apariencia inocente vuelve a
demostrar la impropiedad de la anti�tesis que Deleuze y Güattari establecen entre a�rboles y redes rizoma�ticas: no
so�lo un a�rbol es tambie�n una red, sino que (como ya he dicho) toda red contiene un nu�mero formidable de
a�rboles abarcadores, exactamente nn–2, siendo n el nu�mero de elementos o ve�rtices que la red posee. La
impresio�n “jera�rquica” que comunican los a�rboles, por otro lado, depende de la forma en que se los mire o
se los dibuje (Reynoso 2010: 167-169; figura 4).
(Reynoso, 2014: 40)
Es más, Lázló-Barabási (2000) ha mostrado con éxito cómo en algunas redes observadas se
presenta la conexión o enlace preferencial entre nodos según que alguno tenga un mayor grado, lo que
cual aplica incluso para las llamadas redes sociales, cuya topología es libre de escala, y cuya alta
heterogeneidad permite que en ellas existan nodos bajamente conectados, medianamente conectados y
altamente conectados, aunque el grado de conexión promedio de cada uno de los nodos sea
relativamente bajo, esto es, que en promedio su conectividad esté distribuida homogéneamente:
En el estudio de las redes sociales se sabe que los patrones de conexio�n de las personas en una
sociedad no son indiferentes a la clase de personas de que se trate. Los patrones de amistad entre
individuos, por ejemplo, se encuentran afectados por la lengua, la raza, la clase social, la tribu urbana
o la edad de las personas. Si la gente prefiere asociarse con otros que son como ellos, se dice que la red muestra
una mezcla o una coincidencia clasi ficatoria; en caso inverso se dice que la mezcla es des-clasi ficatoria
[disassortative]. La mezcla clasi ficatoria puede definirse entonces como la tendencia que muestran los
ve�rtices en las redes a conectarse preferencialmente con otros ve�rtices que son parecidos a ellos en algu�n
respecto (Reynoso, 2011: 147).
Esto evidencia la presencia de jerarquías en las redes mismas; jerarquías reticulares planas, que
resultan del mayor o menor grado de un nodo (actante/objeto) y que pueden incluso determinar la
conexión preferencial entre actantes u objetos del mismo mundo, cosa que, para molestia de
antijerarquistas de izquierdas, pone en cuestión la posibilidad de que alguna topología de los colectivos
humanos sea una topología exponencial, en la cual, los actantes nuevos que se conectan a esa red, los
objetos que aparecen en ese mundo, no discriminaran entre los nodos ya existentes para establecer su
conexión. Incluyendo al mismo Badiou, todavía demasiado apegado al marxismo y su mitología
rousseauniana, al considerar justa la abolición de la propiedad privada. A pesar de su matiz jerarquista
expresado en su fórmula aristocratismo igualitario (Badiou, 2013), habría más bien que buscar, si de
salir del orden capitalista autoritario y liberar se trata, un aristocratismo cientí fico igualitario. Negar al
individuo y las comunidades la posibilidad de asociarse para constituir propiedad privada y heredarla es
una completa negativa a permitir a una sociedad desarrollarse en todos sus ámbitos. Se dirá que es
precisamente ese liberalismo el que fomenta la aparición de monopolios; pero si se atiende a que las
economías son complejas, en tanto más diversi ficadas en el nivel macro (todo lo contrario a las ventajas
comparativas al mismo nivel que propone la economía neoclásica), más especializadas en el nivel
micro, el monopolismo sencillamente es una falla del proceso de post e industrialización. Es decir, la
especialización de individuos contribuye a que la sociedad a nivel macro sea más diversi ficada en
cuanto a lo que es capaz de producir, es decir, un mundo social tiene mayor conocimiento productivo o
saber-hacer colectivo (técnica colectiva) en cuanto más especializados son sus componentes. Esto se
muestra en los países más desarrollados y la economía de la complejidad lo ha hecho evidente (Hidalgo
& Hausmann, 2009). ¿No es el pensar dialéctico-filosófico un saber-hacer especial que se revela inútil
en muchas circunstancias y necesario cuando se trata de guiar en la comprensión conceptual de las
controversias respecto al signi ficado de lo justo, lo bello y lo verídico, pero que se mantiene en esa guía
controversial de modo que es también un no-saber-hacer al que cualquiera puede acceder y por ello no
es ni técnica ni ciencia? ¿No habría entonces que hacer excepción a la oposición positivismo-
humanismo en el ámbito cientí fico? Lo que se puede decir: la analítica sin dialéctica es mera ciencia sin
sentido; la dialéctica sin analítica es mera opinión mal vectorizada.
Quinta fuente de incertidumbre: escribir explicaciones arriesgadas. Lo dicho sobre esta
fuente de incertidumbre puede resumirse así: “que el sociólogo no pueda ocupar el lugar del Dios de las
ciencias sociales, que todo lo abarca y todo lo ve, no implica que deba quedar encerrado a ciegas en un
sótano” (Latour, 2008: 203). De manera que la hybris del punto cero (Castro-Gómez), la pretensión
herética de situarse en el punto de vista absolutamente inobservado para la observación, que
supuestamente el científico moderno ingenuo pretendió ocupar, cual vigilante del panóptico de
Bentham que vislumbra el panorama universal; cual hombre hecho Dios, simplemente desaparece para
la ciencia social, como también a principios del siglo XX, para la física cuántica apareció la
indeterminación. No se ha visto que los físicos cuánticos después del descubrimiento de la
indeterminación, consideren su actividad científica menos objetiva que antes. Si los científicos logran
tener visiones mas “extensas e intensas” es porque construyen ensamblajes de perspectivas locales.
Para la ciencia no ingenua sencillamente el investigador, como observador que describe, es también un
actante que transforma la agencia mientras experimenta en su laboratorio. Análogamente el
investigador de los medios masivos de comunicación, es un actante que interviene en la transformación
de los agenciamientos sociales.
Se puede decir espontánea y descuidadamente que en este punto se cae en contradicción al
pretender un objetivismo como fundamento del método arqueológico de la fenomenología objetiva,
pues la pretendida acción del “sujeto” investigador sobre el objeto no queda neutralizada en la
investigación. Empero un lector atento notará que el objetivismo relativista pretendido implica también
la transformación del “sujeto” investigador en “objeto” de investigación, en tanto que inmediatamente
se involucra interesado en su acción investigativa, deviene actante que transforma, como
sitio/mediador, la agencia social y colabora en la constitución de lo colectivo. Sencillamente, en el
objetivismo relativista se mantiene el supuesto según el cual el investigador es también un objeto y
debe ser tratado como sitio/mediador. De ahí la necesidad para Latour de hablar de cuasi-objeto y
cuasi-sujeto, como para Badiou de transformar el sentido del término Objeto (–y como se ha visto, de
Sujeto también–). Resulta entonces preciso aclarar más éstas nociones.
Se podría objetar en este punto que no resulta necesario adjetivar como Objetiva a la
Fenomenología pretendida. La objeción resulta válida si no se tiene en cuenta que la pretensión
transformadora de usar dicha palabra es hacer evidente la diferencia entre la Fenomenología Objetiva y
la Fenomenología vulgar, pues la última es el lado subjetivo del objetivismo ingenuo del cual aquí se
procura disentir. De modo que la fenomenología objetiva es objetiva precisamente porque no es ni
subjetivista ni objetivista en el sentido ingenuo. La no ingenuidad no se reduce simplemente a aceptar
una supuesta intervención hermenéutica del sujeto que investiga en el objeto “social” investigado,
como alguna sociología de lo social, heredera de la fenomenología y hermenéutica vulgares sugiere;
sino a incluir en el seguimiento de los rastros que dejan los actantes también el que el investigador en
tanto mediador/sitio agencia junto a otros, sobre la misma superficie que va constituyendo la
asociación. Para decirlo sucintamente en una fenomenología objetiva complementada con los aportes
de la TAR, el investigador es objeto del mundo que investiga.
Un mediador no es ni puramente objetivo ni puramente subjetivo en el sentido ingen+uo. Un
mediador es curiosamente un agente que lleva a cabo la acción transformadora de la agencia social en
tanto la recibe ya transformada por otro mediador. El científico, social, auténtico, antes que pretender
pararse en la perspectiva trascendente que la hybris del punto cero obliga, se resigna y maravilla al
describir experimentalmente en sus informes lo que observa a través de sencillos oligópticos. La moral
científica no será entonces el orgullo moderno ante el objeto, sino la humildad ante lo incierto que los
colectivos evidencian: “no tenemos por un lado a los científicos que gozan de una visión globalmente
completa del planeta y, por el otro, a los pobres ciudadanos comunes con una visión “local limitada”.
Sólo existen visiones locales. Sin embargo, algunos de nosotros observamos modelos a escala
conectados, basados en información que ha sido reformateada por programas cada vez más poderosos,
ejecutados por instituciones cada vez más respetadas” (Latour, 2013: 65). En último término la ciencia
posgalileana no ha sido nunca impulsada por la herética hybris del punto cero; la hybris del punto cero
no es más que el mito de los epistemólogos alejados de la práctica científica, la de los locus científicos
que son los laboratorios, para pretender juzgar las verdades científicas como saberes soberbios. Tal
hybris del punto cero es un mito construido por epistemólogos ingenuos que oculta la paciencia que
cualquier científico tiene al conectar en sus teorías dentro de sus laboratorios, punto por punto, las altas
cantidades de datos que recopila. Esos modelos, son multilocales, le entregan al investigador un tan
singular como complejo conjunto de perspectivas, y para lograr mejorarlo simplemente debe
multiplicar y conectar más, y más precisos oligópticos a la hora de rastrear la agencia de los actantes.
Empero, como ya se ha dicho, si la intuición de Badiou es lo que inspira esta investigación hay que
complementar la de Latour mostrando cómo “tratar de manera global y binaria un mundo cuyo
trascendental no es ni lo uno otro” (Badiou, 2008: 481). Pero teniendo en cuenta que “un punto, que
dualiza el infinito, concentra el aparecer de una verdad en un lugar del mundo. Los puntos disponen la
topología del aparecer de lo Verdadero” (Badiou, 2008: 452). De manera que la descripción también
debe ser capaz de hacer evidente el cómo se dualiza ese infinito de las asociaciones entre mediadores y
que da lugar a las controversias al nivel de oposiciones. Siendo fieles a la idea según la cual los
mediadores transportan transformación (información), tal dramatización binaria de un punto es otra
forma de hablar de un bit de transformación.
Vale recordar la pauta serresiana según la cual asumir las di ficultades de la complejidad se
convierte incluso en maravilloso recurso para la comprensión de la historia. Hay que describir
siguiendo algunas pautas fenomenológicas objetivas, primero tener en cuenta las fuentes incertidumbre
que guían la TAR y, también los necesarios movimientos para cualquier topología de los medios que
merezca ese nombre, incluyendo la TAR, pues han sido adaptadas por ésta.
La descripción debe hacer permanecer plano lo colectivo mediante tres movimientos: lo global
debe ser localizado; incluso lo global cultural, ideológico y económico es resultado de interacciones
locales. Lo local debe ser redistribuido, de modo que la operación de localización, de instalación, de
los mediadores/sitios es fundamental.
Las interacciones no son ni isotópicas al provenir de muchos lugares; ni sincrónicas pues el
tiempo está plegado de modo tal que los objetos/mediadores son fósiles que remiten a espacio-tiempos
diversos a pesar de estar conectados; ni sinópticas pues no hay panoramas; no son homogéneas pues
hay constante transformación de las agencias; pero tampoco isobáricas pues los grados de presión,
intensidad de existencia, de los objetos/mediadores son variables y unos pueden tener más que otros.
Todo esto hace evidente que si alguna conexión entre mediadores, su distribución, resulta
complicada, puede ser porque falta el plug-in necesario que la permite. De manera que sólo hace falta
rastrear ese plug-in, en términos de Badiou, establecer la compatibilidad, para que la distribución tenga
efecto y permita la conexión; como cuando un sitio web no permite el acceso a falta de un
complemento o cuando a falta de un carnet o una identi ficación no se le permite a algún actante
humano, o no humano, entrar en algún lugar; así, cuando se hable de actante o actor, es decir, de
objeto, hay que agregar la “gran red de enlaces que lo hacen actuar” (Latour, 2008: 309), de modo que
la noción de emancipación no significa la ausencia de atadura sino el estar bien-enlazado (Latour,
2008: 309), es decir, permitir el aparecer de un aislado y evitar una supuesta comunicación universal,
para que sea posible un proceso de verdad.
Así, también los sitios locales deben ser conectados (Latour, 2008: 313), pues no hay un todo de
lo social ni de lo natural. Lo que hay es circulación de interacciones entre actantes humanos y no
humanos: “la sociedad ya no cubre la totalidad, así como la World Wide Web no es mundial” (Latour,
2008: 339). Una vez lo social es relocalizado dentro de sus “cadenas metrológicas” (entiéndase también
trascendentales) (Latour, 2008: 339), se sabe que afuera de esas cadenas no hay nada bien definido.
Esta es, tal vez, la enseñanza de Wittgenstein, en tanto lo que se necesita para seguir reglas, no se
puede describir con reglas, y más aún, la de la ontología tal y como la comprende Badiou como teoría
conjuntista de las multiplicidades, cuando se abstiene de definir la relación de pertenencia dejando tal
pretendida definición por fuera de su axiomática.
Eso que queda afuera de un mundo es el plasma: “aquello a lo que aún no se ha dado formato,
que no ha sido medido, socializado, incorporado a cadenas metrológicas y que aún no se ha cubierto,
inspeccionado, movilizado o subjetivado” (Latour, 2008: 341); eso que es plasma, es aquello que no-
aparece aún en un mundo. En este punto puede que Gar finkel y Latour asuman que el plasma exterior a
un mundo “es astronómicamente masivo en su tamaño y alcance” (Latour, 2008: 341), pero ese
astronómicamente debe ser tomado de manera radical. La noción de plasma no indica algo tan sencillo
como el decir que hay extensión infinita exterior a un mundo, aunque, como se demostrará más
adelante, por fuera de un mundo sean posibles otros mundos sin esperanza de ser totalizados, sino más
bien expresa la multiplicidad que excede toda indexación en la metrología trascendental de ese mundo;
tomado así, el plasma que no-aparece en un mundo es siempre, en términos de la fenomenología
objetiva, el conjunto infinito de los inaparecientes con valor mínimo � de existencia de los objetos de
ese mundo. Los detalles técnicos de esto se verán al final. En todo caso, la siguiente cita de Reynoso
resume la iniciativa de encajar la Fenomenología objetiva de Badiou con la TAR, que no es para nada
novedosa, si se atiende a lo que se conoce como análisis de redes sociales (ARS):
[D]ista de ser verdad que los nodos de un modelo de red hayan de ser por necesidad “sujetos”,
“individuos” o “agentes” particulares o que el conjunto de la red denote un orden o estructura
societaria global que se de fine como lo u�nico objetivo (Bourdieu y Wacquant 1992: 106-107); como se
ha visto y se seguira� viendo a lo largo de este libro, los ve�rtices bien pueden ser ciudades, pai�ses, culturas,
calles, esquinas, habitaciones de una vivienda, protei�nas, estilos arti�sticos, escuelas de pensamiento,
recorridos de recoleccio�n de basura, acentos ri�tmicos o notas musicales […] No es cierto, por u�ltimo, que el
ARS recurra a un ana�lisis estructural que es “difi�cil de traducir a datos cuanti ficados y formalizados, salvo que
se recurra al ana�lisis de correspondencias” (Bourdieu y Wacquant 1992: 89). Por un lado, muchas
operaciones de este u�ltimo ana�lisis coinciden con inflexiones del ana�lisis espectral de matrices; por el otro,
las potencialidades de cuanti ficacio�n y formalizacio�n del ana�lisis de redes y de sus fundamentos en la teori�a de
grafos, la combinatoria, el a�lgebra y la topologi�a son abismales, o�rdenes de magnitud por encima de las
te�cnicas de caja negra del ACM, limitado e�ste (por el tipo de ana�lisis espectral subyacente) a
relaciones lineales entre elementos (Baxter 1994; Greenacre y Blasius 1994) (Reynoso, 2011: 128).
A modo de conclusión apofántica de la existencia de los sitios y su conexión local en un mundo,
se podrá, luego de las descripciones, augurar para lo colectivo su posibilidad de hacerse un colectivo
político, un mundo para lo común político; es decir, augurar una auténtica, o buena comunicación
política en aquellos mundos que sin duda permiten al aparecer de algún aislado. En los dos últimos
capítulos de éste informe las descripciones logradas según esta guía, serán expuestas discursivamente y
formalmente para el caso de Colombia en el periodo 2000 - 2010 (tercero) y gra ficadas (cuarto)
siguiendo la guía de la fenomenología calculada de Badiou.
1.7 Hacia una fenomenología objetiva de los medios de comunicación masivos como
mediadores-sitios
Con todo lo anterior en mente, queda por mostrar la posibilidad para la fenomenología objetiva
de las asociaciones de ser una fenomenología objetiva de los medios.
Resulta ya claro que todo medio debe ser comprendido como un objeto/actante y que su aparecer
debe tener la calidad de un sitio al ser tratado como medidador. Dado que todo medio puede ser
entendido también como un mundo, al igual que un actante o un objeto puede ser entendido como una
red, a ese mundo-medio le corresponderá un trascendental y será además una topología. La propuesta
de Boris Groys para estudiar los medios es en éste punto de alto interés.
A saber según Boris Groys, una fenomenología consiste básicamente en un análisis de los
fenómenos. Empero, se ve forzado a transformar el sentido subjetivista de la palabra fenomenología al
asumir la posibilidad de estudiar la sinceridad, como verdad de los medios, en tanto fenómeno que se
mani fiesta al espectador tras el supuesto desenmascaramiento de los medios mismos (Groys, 2008).
Por una parte, hay que tener en cuenta que Groys sostiene que una economía de la innovación
plantea la discrepancia entre el interior y el exterior como in finita, al asumirse que los signos de un
medio representan la infinitud de la exterioridad cultural profana, de modo que, según él, adquieren un
hálito de valores sagrados o con poder de representación infinito, frente a los objetos profanos del
mundo exterior a ese medio (un museo) donde se resguarda lo archivado. La producción de lo nuevo
surge de la combinación entre lo otro formal de algo y su falta de valor profana. El estar en el museo
hace que algo logre una otredad formal, al presentarse como lo escogido para hacer parte del archivo de
los bienes ya recopilados, mientras que lo profano de eso nuevo, dice Groys, su falta de valor cultural
(desde el orinal de Duchamp hasta una coca-cola), le permite no distinguirse del resto de cosas
profanas, logrando así, al ser archivado, elevarse al nivel de representante de una supuesta realidad
in finita exterior al mundo del archivo cultural. Esa infinitud empero es arti ficiosa y no dura, de modo
que permite la innovación, el cambio de lo que es profano y se vuelve archivo como la caducidad de lo
archivos viejos, pues según él: “sólo la representación de lo exterior en lo interior crea el sueño de la
in finitud, y sólo ese sueño es in finito” (Groys, 2008: 15).
Sumado a esto, Groys, sostiene respecto a los medios, que hay una economía de la sospecha que
establece la discrepancia entre lo interior y lo exterior de modo que el soporte submediático material
(libros, cintas, discos duros, etc.) se diferencia radicalmente de los signos que en la superficie mediática
de lo archivado aparecen; quedando ese soporte oculto para el público que sospecha la manipulación de
los signos de la superficie. Así, según Groys: “está fuera de toda duda que al espectador le asalta
continuamente el sentimiento de estar por fin confrontado con el fenómeno de la sinceridad, y de poder
conceder credibilidad, a pesar de todo, a determinadas revelaciones y confesiones del otro, voluntarias
o involuntarias (Groys, 2008: 85). Empero, la verdad de los medios, la sinceridad, es demandada por el
espectador en base a la suposición de esa diferencia, a pesar de que la misma no tenga lugar, por
ejemplo, en el problema de la existencia de una “teoría de la mente” (en sentido neurocientí fico) en un
no-yo: “el hombre no piensa, sólo habla. Pero del hombre sospechan otros hombres que no sólo habla,
sino que también piensa, es decir, que es posible que no “crea” lo que está diciendo” (Groys, 2008: 85).
Esto es así en este caso porque el espectador sospecha que tras los signos lingüísticos se esconde un
soporte mental radicalmente diferente, al igual que un televidente supone que tras los noticieros se
esconde la mano invisible de algún poderoso manipulador; o bien como se sospecha en general que tras
todo signo tratado como síntoma se esconde un lenguaje oculto estructural.
Como nota Groys, ambas economías suponen una absoluta separación que permite la renovación
de las viejas teorías metafísicas de la sustancia ahora hecha innovación y sospecha misma, y que queda
oculta tras el fenómeno.
Empero en la investigación presente se procura ir más allá de Groys, quien parece insinuar que no
hay manera auténtica para el investigador, o el teórico de medios, de sustraerse a la economía de la
sospecha. Esto implicaría que lo exterior de referencia no fuera, en ningún caso, comprensible como
idéntico a su interior; lo cual debe ser rechazado. Se postulará entonces que para el investigador y los
actantes, al menos los humanos, es posible sustraerse a esa economía de la sospecha mediática que es
consecuencia de someter todo signo al régimen significante, al hacerse fiel a un proceso de verdad
cientí fica, llevando a cabo la fenomenología objetiva de los medios masivos de comunicación
entendidos en su performatividad de tal modo que sus signos rastreables sean comprendidos como
signaturas de objetos, mediadores o sitios, que son fósiles.
2. Fenomenología objetiva de los medios masivos de comunicación: un modelo de feedback
mediático-comunicacional
El interés por el estudio fenomenológico objetivo de los medios masivos de comunicación en
toda investigación social queda marcado por la cuestión del comienzo en una investigación. Como
sostiene Latour, a la pregunta ¿por dónde empezar?, hay que responder: “como siempre, lo mejor es
comenzar en medio de las cosas, in medias res. ¿Servirá la lectura de un periódico? Seguro, ofrece un
punto de partida tan bueno como cualquier otro. En cuanto uno lo abre es como una lluvia, una
inundación, una epidemia, una infección. Cada dos lineas, algún redactor deja un rastro de que se está
haciendo o deshaciendo algún grupo” (Latour, 2008: 47). Podría comenzarse entonces por un libro de
economía o de biología e ir derivando poco a poco la descripción de la constitución de lo colectivo.
¿No es acaso una estadística un medio que fosiliza un movimiento de asociación pasado? ¿No es acaso
en el acto de observar y registrar en bitácoras y cuadernos de campo el acto de mediatizar y fosilizar
una dinámica pasada? Se debe comenzar por los medios, que son fósiles, en ellos aparecen registrados
datos que son los rastros de las asociaciones entre actantes humanos y no humanos.
El entramado entre la TAR, fenomenología objetiva y los estudios de medios tiene una primera
virtud que ya ha sido esbozada y que Couldry destaca: “su preocupación espacial” (Couldry, 2004: 7).
Al igual que en la fenomenología objetiva y la TAR, los estudios de medios (en especial con Boris
Groys), toman como primordiales las descripciones de carácter espacial y puede decirse sin miedo,
topológico, en el sentido matemático del término.
2.1 Contraste con diversas teorías de los medios de comunicación
Para comenzar este punto, vale recordar que en Comprender los Medios de Comunicación,
Marshall McLuhan tuvo una intuición cercana a lo que se entiende como un medio, tomado como
mundo en tanto espacio topológico, pues definió un medio como cualquier extensión del ser humano
cuyo contenido es un mensaje. Empero, ese mensaje no se limitaría a ser una información contenida,
pues es también siempre un medio para otro mensaje; como en el caso de la telegrafía, por ejemplo, que
contiene a la palabra impresa, que a su vez contiene a la escritura, que a su vez contiene al discurso
linguístico-natural (McLuhan, 1996: 29-30).
En este sentido, es revelador el ejemplo de la luz eléctrica. La luz eléctrica es información pura. Es un
medio sin mensaje, por decirlo así, a menos que se emplee para difundir un anuncio verbal o un nombre.
Este hecho, característico de todos los medios, implica que el «contenido» de todo medio es otro medio
(McLuhan, 1996: 30).
Al atenernos inicialmente a esta definición de medio, que a primera vista borra la diferencia
entre expresión y contenido, resulta evidente que, por ejemplo, una red social en internet, en tanto
extensión de las capacidades de los actantes humanos, para establecer conexiones entre ellos, en tanto
medio, como diría el mismo McLuhan, todos los mensajes o contenidos de esa red social en la web son
también medios. Si se trata de redes hospitalarias, por ejemplo, o redes de cadenas de televisión, habría
entonces que decir lo mismo, incluyendo a los humanos involucrados. Pero, ¿no indica ésta postura una
relación según la cual los medios se vincularían como “cajas” dentro de “cajas”?; lo contrario de una
relación topológica. La evidencia de que esto es así, está en recordar que según McLuhan, o por lo
menos tal es la impresión inmediata que crea su lectura, el medio es el mensaje porque contiene una
acción social que consiste en ser “significativa”, y en casos muy especiales ser vehículo de referencia.
De manera que todo medio, incluido el lenguaje, es un estructura “macro-mítica” que porta mensajes
“significativos” de modo que en una suerte de instantánea mítica, “congela” la acción social total:
Otra forma de dar con este aspecto de los lenguajes como macromitos es decir que el medio es el
mensaje. Tan solo incidentalmente, como sea, es un medio como tal una forma especializada de
significación o de referencia. Y, a largo plazo, para ese medio o macromito, como para el alfabeto
fonético, la impresión, la fotografía, el cine, el telégrafo, la radio y la televisión, la acción social de estas
formas es también la acción social es, en el sentido más completo, su mensaje o su significado (McLuhan,
2012: 165).
Para McLuhan (1996; 1959), un medio, como cualquier extensión del cuerpo humano, es un
signi ficado, pues es un mensaje (“el medio es el mensaje”). Como en su visión un medio es también un
macromito, un mito superestructural, entonces, un macromito resulta ser un signi ficado, o mejor aún,
según él el medio es sencillamente el macrosigni ficado. Lo que últimas resume la postura de McLuhan
en que los regímenes de significación, en resumen culturas diferentes, la transformación del mensaje
implica la transformación del medio (lingüístico, tecnológico) que lo porta y viceversa, con la
limitación de reducir la importancia de los medios mismos a extensiones del cuerpo humano, dejando
por fuera cualquier semiótica no humana e incluso cualquier intercambio de información entre medios
tecnológicos.
A saber, en su visión, McLuhan considera que existen dos tipos de medios, los calientes y los
fríos, en relación a su alta o baja definición, esto es, cuando rebosan en la entrega de información o
bien entregan poca; haciendo que el usuario participe activamente en mayor medida en el intercambio
de información. Por ejemplo, la televisión del siglo XX es en la concepción de McLuhan un medio
caliente, pues deja muy poco al televidente para aportar a menos que sea para sí mismo, mientras que el
teléfono es un medio frío ya que el oyente debe responder con su “interpretación” de la información
recibida si desea continuar la conversación por dicho medio (1996: 43).
Ahora bien, como es sabido en ésta investigación el término interpretación debe ser leído de
manera novedosa y es el momento de aclararlo un poco más. Al igual que un actante humano interpreta
la información, el investigador en la fenomenología objetiva de los medios interpreta, performa, las
conductas de los actantes-mediadores (en este sentido hace una suerte de trabajo etológico). Con esto
no trata de encontrar algo humano oculto en las conductas de los actantes, sino de registrar el vasto
exterior plasmático con el que se puede relacionar cada uno. Efectivamente todo mundo está dotado de
un trascendental que interpreta las conductas de los objetos que lo pueblan, estableciendo el grado de
sus identidades y diferencias. De manera que el fenomenólogo de medios (investigador de la
fenomenología objetiva de los medios) debe operar también una hermenéutica en el sentido de
establecer la identidades y diferencias entre las conductas de los actantes.
Resplandece así la dificultad de clasificar todo medio bajo los criterios del filósofo canadiense.
Si se trata de un medio caliente entonces debe aportar mucha información, dejándole poco margen de
participación posible al usuario. Si en cambio se trata de un medio frío debe en consecuencia aportar
poca información y dejar mucho al usuario para proponer. Empero, debe tenerse en mente que todo
medio, en tanto mediador, permite a los actantes con los que se ha conectado una amplia participación,
aunque relativamente limitada, por ejemplo: por una larga lista de criterios legales de propiedad
intelectual. Una amplia participación en todo medio hace que la cantidad de objetos que aparecen en el
mismo sea alta. Asimismo, todos estos contenidos son producidos por los mismos actantes con los que
se ha conectado. Siguiendo la terminología termodinámica de McLuhan: todo medio es relativa y
variablemente tibio. Asimismo, aquí se ha tomado una definición simétrica de un medio: un medio
podría ser tanto una extensión de un actante humano o de un actante no-humano, como un actante
humano ser la extensión de un no-humano u otro actante humano. Tanto actantes humanos como no
humanos deben ser tomados como medios/mediadores que transforman antes que transportar
causalidad. No basta con decir entonces que el interior de un medio es otro medio; sino que el interior
de todo medio es el medio mismo. Así, la afirmación de McLuhan, según la cual “el medio es el
mensaje” debe ser tomada literalmente: el medio es el mensaje porque es su interior, esto es, el medio
es un espacio topológico; el medio es una red/mundo. La taxonomía de McLuhan debe ser entonces
redirigida como consecuencia inmediata de algunas de las relaciones que reveló la aparición de los que
podrían llamarse nuevos medios.
Lev Manovich (2001) ha establecido algunos principios que definirían a los nuevos medios. En
primer lugar se encuentra según él la representación numérica: se manifiesta en código binario de
modo que hace a los medios descriptibles en términos matemáticos y manipulables algorítmicamente
(Manovich, 2001: 72-75). En segundo lugar se caracterizan por la modularidad: como fractales,
presentan la misma estructura a diferentes escalas, por ejemplo, los pixeles, los polígonos, scripts, etc.
(Manovich, 2001: 75-77). En tercer lugar en estos se presenta la automatización en tres niveles: de bajo
nivel, donde el usuario del ordenador transforma o crea desde cero un objeto mediático haciendo uso de
plantillas y algoritmos muy sencillos. De alto nivel, donde el ordenador logra cierto grado de
inteligencia artificial y en algún modo comprende la semántica de los objetos que produce. Finalmente,
la automatización del acceso en respuesta a la alta cantidad de datos existentes y en constante
producción (Manovich, 2001: 77-82). En cuarto lugar, se da la variabilidad: los objetos mediáticos de
los nuevos medios pueden existir en diversas versiones potencialmente infinitas como resultado de las
tres propiedades anteriores; objetos como la interactividad arbórea de los menús y la hipermedia lo
ilustran (Manovich, 2001: 82-92). Por último, la transcodificación: consiste en la posible traducción de
un objeto a otro formato, de modo que en ellos, puede decirse, coexisten dos capas: una cultural y una
informática. En los nuevos medios hay “una mezcla de significados humanos e informáticos, de los
modos tradicionales en que la cultura humana modeló el mundo y de los propios medios que tiene el
ordenador para representarla” (Manovich, 2001: 94). Siendo esto así, Manovich sostiene que los
nuevos medios han surgido como consecuencia del emerger de la sociedad postindustrial: “los objetos
de los nuevos medios garantizan a los usuarios que sus opciones -y, por tanto, los pensamientos y
deseos que subyacen en ellas- son los únicos y no programados de antemano ni compartidos con los
demás. Como si trataran de compensarnos por su anterior cometido de tratarnos a todos por igual”
(Manovich, 2001: 89).
La pretensión de producir en el usuario una sensación de libre arbitrio mediante una suerte de
personalización, se manifiesta en la relación denominada interactividad. Manovich nota que la
interactividad era ya una relación presente antes de la aparición de los nuevos medios, como en el arte
de los sesenta con el happening y la instalación. Algo que sucede también con la discretización de los
objetos mediáticos presente en el cine desde sus inicios, al tomar muestras de espacio-tiempo a 24
cuadros por segundo, la multimedialidad y el acceso aleatorio a los objetos mediáticos también
presente en el cine desde sus inicios, o bien la pretendida ausencia de pérdida de información y de
calidad en el proceso de copiado; cosa que efectivamente no sucede en ningún medio actual sea digital
o analógico (Manovich, 2001: 96).
Siendo esto así, lo interactivo puede ser definido de manera más precisa como sigue: aquella
forma de conexión entre actantes que implica un intercambio activo de sus agencias. Así, la
interactividad sólo indica la posibilidad del intercambio entre dos o más agentes; en últimas es un
asunto comercial. De modo tal que la interactividad atribuida usualmente a los nuevos medios revela su
presencia en cualquier intercambio de valor entre actantes.
Asimismo, la creencia errada en que la interactividad es una característica exclusiva de los
nuevos medios se debe a la creciente tendencia a considerarla como una actividad literal, según la cual
se desea la exteriorización de la vida mental mediante de la tecnología. Un deseo propio de la presente
era: “los sujetos han de ser estandarizados y los medios por los que lo son han de estandarizarse a su
vez [...] Lo privado y lo individual se trasladan a lo público y quedan regulados” (Manovich, 2001:
108). Podría decirse que este deseo de exteriorización relativo a la literalidad de la interactividad., vale
decir, es propio del espíritu moderno; pues pretende hacer que lo privado y mental quede expresado
definitivamente en el ámbito estatal (público), bajo la guía de la razón de Estado en estadísticas y
probabilidades; cosa que la industria cinematográfica continuamente contribuye a alimentar.
La transcodificación es empero la cualidad reveladora más importante de los nuevos medios,
pues hace evidente la necesidad de estudiar simétricamente actantes humanos y no humanos, como se
pretende en esta investigación. La representación numérica insta a la necesidad de construir modelos
matemáticos para cartografiar las conexiones entre actantes. La modularidad abre el pensamiento del
investigador a estudiar los agentes incluso cuando se presenta entre ellos algún tipo de diferencia
figurativa, aunque no en la forma de su actancia que puede ser homogénea y traducible por
homeomorfismos. La automatización será sin duda una virtud de toda descripción matemática,
cuantificada, de las asociaciones. La variabilidad, por último, insta al investigador a distinguir la
actancia de sus posibles múltiples figuraciones.
Asimismo, teniendo en cuenta de nuevo la relativa tibieza de los medios, el mismo Manovich
apunta a esta “relativa tibieza” al denominar la sobreabundancia de datos como “condición básica de la
nueva sociedad de la información” (Manovich, 2001: 81). Sin embargo, es preciso sostener que tal
tibieza relativa y muy variable, no es resultado de la nueva sociedad de la información sino del proceso
mismo de ensamblado entre actantes como medios-mediadores. La variabilidad de la tibieza mediática
implica tanto una posible saturación o recalentamiento mediático, para usar los términos de McLuhan
(1996: 53), como la participación excesiva de los actantes que consumen y estabilizan o no la
temperatura de sus controversias. McLuhan mismo llegó a una aproximación al problema de la tibieza
cuando sostuvo la necesaria transformación del autor en una suerte de encuestador en relación a los
nuevos medios y su público: “today when it is no longer possible to be sure of what being a member of
society may involve, the "author" has to bestir himself as much as any pollster. He lives in an unknown
world of strange new components and effects. (McLuhan, 2005: 14).
La estabilización relativa de los medios implica la entrega de una altísima cantidad de
información, donde la información misma es producto transformado de la participación de los actantes
en su comunicación; bajo la forma de una verdad. El actante en tanto autor de cualquier mensaje opera
al modo de un encuestador que, en un océano de información, no sabe en últimas cuales serán los
efectos inesperados de sus actos.
Lo que no logra ver McLuhan en éste punto es que la relación propia de todo medio, autor-
receptor o productor-consumidor, que revelan los nuevos medios en la hipotética –como si otros
conjuntos de siglos no fueran descriptibles exactamente igual– “era de la información y la
comunicación”, es una forma de producción en la cual los actantes consumidores de datos devienen los
actantes productores de sus propias y diversificadas mercancías. De ahí que exista la necesidad de
completar el célebre ensayo de Walter Benjamin El autor como productor, donde el alemán sostuvo la
necesidad de que el autor se comprendiera a sí mismo como productor para que experimentara una
solidaridad frente al proletariado y en consecuencia con los productores que antes le resultaban
irrelevantes (Benjamin, 2004: 43); pues los límites entre autor y productor siempre han sido difusos y a
ello se suma que el autor mismo resulta ser el virtual consumidor de sus productos; incluso en los
medios más aparentemente rígidos direccionalmente como la televisión, el cine, la radio o las artes
escénicas de formato más clásico. Sencillamente la hipótesis de la unidireccionalidad de la
transformación debe ser desechada, pues las interacciones entre actantes no son nunca unidireccionales.
Como ya ha sido descrito antes, esta ruptura de la causalidad clásica lineal genera
inmediatamente incertidumbre respecto a el origen de las agencias. Se podría entonces inferir que esa
incertidumbre provoca una sospecha. Siguiendo a Groys en su fenomenología de los medios, no se
puede contemplar, observar, describir, sin sospechar; así, todo lo que aparece en la superficie mediática
se encuentra inmediatamente bajo sospecha (Groys, 2008: 284). Todo medio se inscribiría así en la
economía general de la sospecha pues cada nueva revelación, cada nuevo objeto mediático que
aparece, cada nuevo actor conectado a la red sería siempre, un nuevo valor y en consecuencia
implicaría una nueva sospecha. Pero:
No es sólo que todos los valores estén bajo sospecha, sino que la sospecha contiene todos los valores
como medios suyos, pues el espacio submediático (el soporte submediático) no es sino el espacio de la
sospecha [...] Lo que esto significa es que los valores deben tener el brillo de lo extraño, de lo inusual, de
lo nuevo, para conseguir el mana de la verosimilitud y poder estar vigentes eficazmente (Groys, 2008:
287).
Si un medio siempre contiene un mensaje, que a su vez es un medio; pero el medio, al conectarse
con un actante siempre es la sospecha, en la economía de la sospecha cualquier actor es intermediario
de la sospecha. La economía de la sospecha entonces sostiene ésta extraña tesis: toda agencia de un
actor es sospecha, pues todo actor es intermediario de la sospecha. No se trata simplemente de que la
economía de la sospecha incite a sospechar de los medios, sino de que la economía de la sospecha hace
de los mismos medios sospechas; los medios se vuelven suposiciones; hipótesis de la sospecha misma
en el sentido que una creencia en algo oculto tras otro medio siempre es el medio de acceso a ese otro
medio. En la economía de la sospecha abismo de lo otro no es más que la multiplicidad que se sospecha
que oculta tras los signos que emite.
En la economía de la sospecha el signo remite al signo indefinidamente como a una profundidad
y provoca la demanda de sinceridad de los medios. Los valores mediáticos intercambiados, esos
objetos que aparecen y se comunican en la superficie de los medios, cuando se rigen según un régimen
significante, siempre precisan del excedente de significación, mana de la verosimilitud; pero sólo lo
adquieren al aparentar ser novedades reales. De ahí que sólo una ciencia, auténtica, de los medios
pueda indicar cuáles valores, es decir, cuáles signos mediáticos indican a su vez un acontecimiento, por
fuera de la paranoia significante y de la negación de la verdad de los medios, de su sinceridad, por vía
de asumir que lo real es un simple resultado de un contexto o de un signi ficado connotativo. La
fenomenología objetiva de los medios asume que esos valores son signaturas no sometidas al régimen
signi ficante y que pueden indicar verdades que insisten y no dependen en ningún caso del par cuerpos y
lenguajes (culturas).
Es sabido que la forma usual de reacción en la sospecha es “la suposición de que bajo la
superficie mediática no hay simplemente un medio nuevo –más profundo y que se constituye en
soporte– sino el sujeto manipulador, falsario y peligroso, que puede suponer una amenaza directa,
aunque oculta, para el espectador” (Groys, 2008: 290). Frente a ese supuesto sujeto oculto, que vendría
a llenar definitivamente el supuesto espacio submediático –el soporte material que hace a todo mensaje-
medio editable, manipulable, corregible–, se suele reaccionar políticamente siempre con la denuncia, la
defensa y el combate. De ahí la necesidad de sustraerse de la economía de la sospecha, para evitar los
signos que “llenan” el espacio submediático de los medios comunicación con algún titiritero
manipulador: una clase, una raza, una empresa, un dios, etc.; como si los signos fuesen signi ficantes
vacíos esperando a ser ocupados. El investigador en fenomenología objetiva de los medios masivos de
comunicación (fenomenología objetiva de los medios) precisa que sus análisis resulten en la
posibilidad de guiar metódicamente la investigación hacia el establecimiento de las novedades
auténticas para sustraerse de la economía de la sospecha.
La investigación de los medios se ha de separar de ésta economía por decisión, para no caer en el
círculo de la sospecha –del signo que remite al signo ocultando la clave de su desciframiento–
aplanando el espacio de los signos; tratándoles como signaturas para poderlos estudiar; tratando a los
actantes como sitios/mediadores que signan y no como intermediarios de la sospecha. De aquí que
tener en cuenta la suma de las fuentes de incertidumbre en la investigación tenga un alto grado de
interés, pues como se ha recalcado, sin tener en cuenta el conjunto de las fuentes de incertidumbre no
hay auténtica fenomenología objetiva de los medios.
Si se recuerda en éste punto un repertorio de colectores, esto es, conceptos moneda común, a los
que podrían ser traducidas las agencias de actantes diversos –aunque incluso pueden ser útiles para
darle consistencia a un colectivo político– desde la perspectiva marxista que defendió Guy Debord, lo
realmente importante en la presencia evidente de lo mediático en los colectivos contemporáneos
radicaría en que ésta devela la forma misma de la Sociedad del Espectáculo. Para el marxismo de
Debord el espectáculo se muestra como el motor comercial que el fetichismo de la mercancía implica;
y que se mani fiesta en su máxima expresión según la cadena M-D-M (mercancía, dinero, mercancía)
traducida en D-D-D (dinero, dinero, dinero). Como es sabido, el fetichismo para el marxismo oculta las
relaciones sociales de producción reales; el trabajo abstracto socialmente necesario para la producción
de los objetos del mundo del mercado global y en consecuencia produce el olvido del valor excedente,
el maná plusvalor, o la novedad robada al proletariado en forma de ganancia, por parte del hechicero
capitalista; propietario de los medios que permiten la producción de la novedad simulada de la
mercancía encantada.
El espectáculo sería el opio de las masas hechas público. Su fuerza indomable se presentaría
“como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que “lo que aparece es bueno, lo
que es bueno aparece". La actitud que exige por principio es esta aceptación pasiva que ya ha obtenido
de hecho por su forma de aparecer sin réplica, por su monopolio de la apariencia” (Debord, 1967: 11).
El espectáculo hace que lo verdadero sea un momento de lo falso al invertir literalmente los valores de
manera que el valor de cambio quede incluido en el valor de uso. De manera que “bajo todas sus
formas particulares, información o propaganda, publicidad o consumo directo de entretenciones, el
espectáculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante” (Debord, 1967: 9).
Así, bajo la economía del espectáculo la propuesta de Walter Benjamin (2008) quedaría
incompleta al hacer que la reproductibilidad técnica, propia del capitalismo fordista, despojase la
autenticidad áurea que toda obra de arte antaño tendría, convirtiendo todo original en mera copia. La
alta cultura de la economía moderna temprana, donde la obra permanecía dotada de su originalidad
espacio-temporal localizada, sería sustituía por el modernismo de la economía de circulación y
reproducción donde la abstracción profana y a-temporal de la copia rige.
En la sociedad del espectáculo, siendo consecuentes con los conceptos colectores marxistas de
Debord, el hiperrealismo sería empero el estilo preponderante y los medios de comunicación las
herramientas del burgués-artista capaz de disfrazar la explotación del proletariado y la miseria de la
mercancía en cuanto tal, cuya constante obsolescencia y su fetchización, su estetización para usar el
término bejaminiano (2008), le permitirían circular endemoniadamente: no es de extrañar que el
marxismo sea una metafísica de la sospecha. Para ésta postura la sociedad hecha espectáculo no es otra
cosa que una suerte de obra hiperrealista de arte total en la que se oculta el robo de la plusvalía, tras
crear la brecha abstracta entre el valor de cambio, expresado en el dinero, y el valor de uso que antaño,
en una comunidad originaria (comunismo primitivo) a la que habría que retornar, entregaba todos los
motivos supuestamente auténticos para el intercambio comercial. De manera que la estetización de la
política en la sociedad hecha espectáculo tendría el canon hiperrealista por estética:
Cada producto particular que debe representar la esperanza de un acceso fulgurante a la tierra
prometida del consumo total es presentado ceremoniosamente a su vez como la singularidad
decisiva. Pero como en el caso de la difusión instantánea de la moda de nombres aparentemente
aristocráticos que van a ser llevados por casi todos los individuos de la misma edad, el objeto del
cual se espera un poder singular sólo ha podido ser propuesto a la devoción de las masas porque había
sido hecho en gran número de ejemplares para ser consumido masivamente (Debord, 1967, p. 39).
Esa es la dialéctica del fetichismo de la mercancía hiperrealista: el valor de cambio, realmente
secundario, y el valor de uso, que originariamente está contenido en aquél, invierten sus papeles hasta
el punto que el valor de cambio se convierte en el valor auténtico, expresándose como capital en la
forma simuladamente viva del dinero-mercancía. El fetiche-dinero, una vez adquirido el maná de la
verosimilitud, al presentarse como singularidad pura entre innumerables copias idénticas, representaría
el valor de cambio del valor de cambio; divisa en la bolsa de “valores”. La inversión de los valores
resultaría entonces literal, pues el valor de cambio no sería más que el producto del trabajo de sí mismo
y la ganancia el resultado del plusvalor, auténtico maná, generado por el plustrabajo del dinero para el
dinero.
Para la dialéctica marxista más ingenua, no basta decir que la individualidad como obra de arte,
en la sociedad del espectáculo, se ha convertido en copia reproductible, en base a lo que Debord
llamaría vedettes (1967: 33) con el fin de figurar tipos de estilos de vida variados, con comprensiones
diversas de la sociedad; en últimas modos de existencia diversos para actantes humanos. Mas aún, lo
común político habría devenido obra de arte, e incluso de inspiración wagneriana; una obra de arte
total.
Sin duda ésta es una hábil explicación dialéctica ingenua del cómo se va componiendo lo
colectivo. Sin embargo, apenas explica su surgimiento y despliegue apelando a aquel añorado común
originario (que también puede ser la nación, la raza, el comunismo primitivo) y a una genealogía
histórica de modos de producción económicos que lo falsi ficarían, en sociedades de clases y que a la
postre habría que abolir o bien que necesariamente, por alguna ley histórica, se anularían. La sociedad
no sería entonces más que un producto hiperrealista de ella misma; cosa que sin embargo no explica su
surgimiento. Ésta posición mas bien devela la visión pesimista, aunque, como dice Badiou,
bienintencionada, de un idealismo aristocrático que pretendía separarse del supuesto espectáculo total:
“tal fue, a menudo al abrigo de un vocabulario comunista, la postura de los surrealistas, luego la de
Guy Debord y la de sus herederos nihilistas: fundar la sociedad secreta de los creadores sobrevivientes”
(Badiou, 2008: 19).
Unas buenas intenciones aristocráticas que incluso movilizaron la ira de Adorno contra las
vanguardias y la cultura de masas producida por la industria cultural y en especial la nueva música que:
“sólo en la era del cine sonoro, de la radio y de los anuncios publicitarios cantados quedó, precisamente
en su irracionalidad, completamente secuestrada por la razón comercial […] Se perfila así un tipo
musical que, pese a la impávida pretensión de lo moderno y lo serio, se asimila a la cultura de masas en
virtud de una calculada imbecilidad” (Adorno, 2003: 15). Frente al arte, auténtico, las masas “cuando
creen entender, meramente perciben el molde muerto de lo que custodian como posesión indiscutible y
es algo ya perdido desde el momento en que se convierte en posesión: algo neutralizado, privado de su
propia sustancia crítica, un espectáculo indiferente” (Adorno, 2003: 18).
El origen de la forma en que lo colectivo se ha organizado en relación a los medios de
comunicación, como puede apreciarse contemporáneamente, puede entonces ser explicado también al
entenderlo como producto de la voluntad de lo común movilizada por, como diría Esposito, un mito
originario: “¿qué es el mito sino esta fuerza de reunificación que consiente al pueblo a acceder al
propio origen común y que convierte ese origen en el lugar desde el cual y sobre el cual instaurar la
unidad del pueblo? [...] Ciertamente no ficción o simple imagen, sino autopoiesis de una comunidad
hecha inmanente a sí misma por la autoidentificación con la propia esencia común (Esposito, 1996:
109).
Ese mito de lo común, al que apelan usualmente los totalitarismos, implicaría que la sociedad
misma sea considerada como producto artístico que hace retornar aquello perdido. Como si lo social
estuviese dado de antemano y en consecuencia lo común político también; tal y como sucede en la
pretensión de hacer retornar el comunismo (así sea primitivo), la nación o de entregar el dominio de los
medios de producción a una hipotética raza superior. Tal mito puede ser resumido en términos
topológicos, como el mito según el cual las redes sociales son topologías exponenciales, y es
precisamente un mito, ya que no hay sino enlaces colectivos preferenciales en topologías libres de
escala. Por chocante que suene, por auténticamente reaccionario que sea, sin discriminación no hay
colectivos entre humanos y no-humanos. Los colectivos nómades del paleolítico, por ejemplo, ya
operaban ese tipo de distribución en sus redes filiales en el mero hecho del establecimiento del linaje,
incluso cuando se establecieron relaciones con miembros de colectivos distintos. La prospectiva
política de la anulación de la herencia como vía para la destrucción de la propiedad privada, incluso si
es colectiva, resulta entonces de una muy poco fundada mitología antijerarquista. Se trata en último
término de la negación de una verdad etológica observada en las redes sociales, según la cual el
antijerarquismo no sólo es mitológico, sino que resulta que incluso en las redes que parecen resultar de
la asociación de actantes de la manera más aleatorea e igualitaria, por ejemplo, internet y las redes de
amistades en la web, e incluso las redes de enlaces sexuales, se producen enlaces preferenciales de
topologías libres de escala.
Sea o no posible que los animales satisfagan “la condicio�n previa a toda sumisio�n a las leyes
sociales” y a todo orden jera�rquico que es, segu�n se ha visto que Deleuze alega, saber “formar frases
gramaticalmente correctas” (D-G 2006: 13, 104), es obvio que si� hay jerarqui�as en la naturaleza, con riqueza
de despliegues rituales, de modo arqueti�pico y por doquier, con una intensidad que los de�spotas humanos
ma�s brutales no se han atrevido siquiera a son�ar (Reynoso 2014: 42).
Es más, tal antijerarquismo es una indeseable utopía socialista que promueve un aparentemente
justi ficado robo, en base al mito roussioniano del origen de la propiedad, de lo que supuestamente los
“más poderosos” nodos con mayor cantidad de poder mediático habrían robado originariamente. Habrá
entonces que sostener que el antijerarquismo resulta de la negación o bien el ocultamiento de la verdad
del principio de San Mateo, de la conexión preferencial, que incluso aplica en los colectivos más
cooperativistas.
Por otra parte, Agamben notó que, precisamente re firiéndose Debord, en el momento en que los
miembros de un colectivo se hacen singularidades cualesquiera, copias hechas originales en la sociedad
del espectáculo, no podrían uni ficarse como totalidad: “en una sociedad espectacular no pueden formar
una societas, porque no disponen de ninguna identidad que puedan hacer valer, de ningún vínculo
social que hacer reconocer” (Agamben, 2001: 76). En este sentido, en el espectáculo cualquier
totalitarismo político está condenado al fracaso, pues el espectáculo mismo es la movilización total de
la no identidad. En consonancia con lo que se dijo antes, sin la posibilidad de la constitución de lo
común en virtud de ésta no identidad entre los miembros de la societas, e incluso de lo colectivo
consigo mismo inmerso en el espectáculo, la tarea política de recomponer lo común resulta mucho más
ardua de lo que las recetas dialécticas ingenuas de la superación, sociologías de lo social, críticas o
estructuralistas podrían prever.
En todo caso resulta evidente la necesidad de recurrir a explicaciones espaciales para seguir con
el curso de ésta investigación. Si bien las explicaciones sociales, críticas y estructurales logran
construir panópticos maravillosos para observar lo social, están más preocupadas por las tareas
proféticas de la política que por las tareas cientí ficas de la descripción.
Se ve en este punto la necesidad de contrastar la propuesta presente, la fenomenología objetiva de
los medios, con las teorías funcionalistas de la comunicación. El funcionalismo es pariente estrecho del
estructuralismo y si se quiere, el otro brazo del mismo tronco metafísico ingenuo. A saber, toda teoría
funcionalista de la comunicación hace un excesivo énfasis en una causalidad lineal que mueve la
información desde un emisor hacia un destinatario (receptor). No hay posibilidad de retroacción o
feedback comunicativo, de modo que todo queda reducido a relaciones entre intermediarios.
Tómese como caso la teoría propuesta por Lasswell: en su caso hay procesos comunicativos
asimétricos, donde un emisor activo produce estímulos a una masa pasiva de destinatarios, que
reacciona a dichos estímulos; la comunicación es por un lado intencional, es decir, tiene alguna
finalidad medible y observable que en consecuencia da lugar a una conducta en el destinatario;
asumiendo así la posibilidad absoluta de la manipulación; el comunicador y el destinatario están por
fuera de las situaciones, es decir, de los mundos en los que aparecen, no se ven por ningún lugar sus
relaciones con otros actantes o con otros modos de existencia (Wolf, 1985: 14-15; Sorice, 2005: 42).
La audiencia, el destinatario o el receptor es un mero target.
Asimismo, el funcionalismo de Lasswell recurre a una sociología organiscista y claramente
libertaria capitalista, en la que se explican las instituciones mediáticas en términos de necesidades de la
sociedad y de los individuos. Lasswell (1902-1978) propuso las tres primeras funciones que a
continuación son expuestas:
1. Informar: los medios de comunicación distribuyen datos en un sistema autoadaptativo y
autocorrectivo (una suerte de mano invisible) que no precisa de la intervención del Estado y que exige
la profesionalización de los comunicadores (división social del trabajo). Así, los medios masivos deben
informar al destinatario para la toma de decisiones (voluntad libre individual).
2. Interpretar la información: los medios de comunicación interpretan las situaciones para
integrar a los individuos, socializar ideas y sirven de mediación entre los componentes (las
instituciones y organizaciones) sociales.
3. Transmitir la herencia cultural: los medios expresarían fundamentalmente la cultura
dominante sin dejar de lado las no dominantes.
4. Entretener al público: los medios, según Lazarsfeld (1901-1976), Merton (1957) y
Mendelson (1966), reducen la tensión de los individuos respecto a los inconvenientes de la vida. Evitan
así el declive de la sociedad y permiten el descanso en base al entretenimiento.
5. Movilizar a las masas: los medios, según McQuail (2000) movilizan masas con objetivos
sociales para controlar los desvíos dañinos a un sistema social.
El funcionalismo de Lasswell es clave para comprender un conjunto de propuestas igualmente
problemáticas. Por un lado es heredero del conductismo que dio lugar a la teoría hipodérmica. Es por
esto que Lasswell (1902 – 1978) intentó estudiar los eslabones semióticos de la persuasión en la
propaganda de la primera guerra mundial como un proceso de “Estímulo-Respuesta” (Sorice, 2005:
46) donde se logra el éxito absoluto en la manipulación de las masas sin recurrir a la violencia.
El “paradigma de Laswell”, en consonancia, relega la preocupación por los efectos de los medios
de comunicación a una visión lineal, y a un último lugar en la serie de preguntas (las 5 w) que lo
componen: ¿quién emite la información?; ¿qué código utiliza?; ¿qué canal emplea?; ¿a quién está
dirigida la información?; ¿qué efectos provoca?
Por otro lado, el funcionalismo será retomado por la teoría del doble flujo de información donde
las acciones de resistencia de los destinatarios en la recepción de los mensajes mediales son tenidas
parcialmente en cuenta. Lazarsfeld y Katz (1955) propusieron que no existe un flujo unario o unitario
de información, que se mueva desde los medios a los destinatarios finales. Hay en cambio, dos
movimientos: desde los medios a los líderes de opinión y desde los líderes de opinión a un supuesto
grupo social de referencia. De entrada se nota que el concepto de grupo social como target indica el
evidente funcionalismo organiscista de la teoría, mientras que el de líder de opinión reemplaza los
individuos con autoridad del funcionalismo tradicional o clásico por aquellos que tienen mayor y mejor
acceso a los medios.
No hace falta avanzar mucho en la descripción del funcionalismo para notar que supone de
entrada que la información es parcialmente idéntica en todo momento. No hay posibilidades de que los
actantes, los medios de comunicación, sean comprendidos como mediadores; pesa más la transmisión
de datos por y entre intermediarios. La sospecha del titiritero oculto se mantiene. El funcionalismo no
es entonces más que una versión anglosajona del estructuralismo aplicada a la teoría de la
comunicación y los medios. Solo hay agentes que se posan en alguna de las funciones de la estructura
mediático-comunicacional presupuesta que se sospecha en el fondo. Todo análisis de medios
funcionalista o heredero supone, o bien que hay un contenido manifiesto idéntico que es transmitido
con poco ruido o bien que los valores en los medios de comunicación se transmiten de igual modo a
partir de un poderoso medio in fluenciador:
La investigacio�n reciente ha demostrado que, por el contrario, las avalanchas de cambio en la opinio�n
dependen menos de influenciadores poderosos que de cierta masa cri�tica mi�nima de individuos fa�cilmente
influenciables, quienes a su vez impactan sobre otros de su misma condicio�n. En algunos escenarios,
ciertamente, los formadores de opinio�n son responsables de drama�ticos efectos de cascada; pero los modelos
matema�ticos ma�s elaborados parecen comprobar que esas instancias son ma�s la excepcio�n que la regla: en
la mayor parte de los casos, los influenciadores son so�lo un poco ma�s importantes que los individuos comunes
(Reynoso, 2011: 148)
Asimismo, el valor, desde la perspectiva adoptada por la fenomenología objetiva de los medios,
es siempre lo que resulta del intercambio de agencias entre actantes no humanos y humanos: ni
puramente objetivo, ni puramente subjetivo, en el sentido ingenuo; no precisamente inter-subjetivo. El
valor no es un simple producto de la comunicación significante, de modo que su aparición no solicita
un régimen signi ficante, y si es también producto del trabajo asociativo, es precisamente porque el
trabajo asociado es una forma de ensamblaje, de comunicación transformadora, entre actantes humanos
y no-humanos.
Otra propuesta explicativa de lo social es la de Maurizzio Lazzarato, quién parcialmente parte de
los colectores elaborados por de Gilles Deleuze, Michel Foucault y Gabriel Tarde. Según Lazzarato,
siguiendo a Foucault, la era de la biopolítica como estadio más reciente del Biopoder, cuyo inicio
formal se dio en el S. XVIII tras las dos grandes revoluciones modernas, la francesa y la industrial,
donde el ejercicio del poder se dirige al cuerpo de la especie, para administrarla con fines productivos
mediante el gobierno encargado en la figura Estatal, ha dado lugar a una creciente era Noopolítica. Las
técnicas noopolíticas de gobierno surgen en el seno de las sociedades de control (término de Gilles
Deleuze) como sucesoras paulatinas de las sociedades disciplinarias y de las sociedades de soberanía. A
saber, en éstas últimas se cumple el principio de soberanía del hacer morir y dejar vivir, de modo tal
que el poder se ejerce en manos de un individuo soberano, por ejemplo, el poder pastoral en manos de
los sacerdotes, el Rey, el Papa y en último término Dios, o bien el poder del líder en una horda o de un
monarca al determinar el suplicio público (mediático) de la carne de un condenado como escarmiento.
Asimismo, las prácticas y técnicas noopolíticas, no son tampoco resultado del disciplinamiento de los
cuerpos individuales para la optimización de sus funciones (anatomopolítica), como es mani fiesto en
las arquitecturas de los espacios-otros (prisiones, manicomios, escuelas y hospitales) respecto lo que se
podría considerar “socialmente y psicológicamente normal”, como tampoco producidas por las técnicas
de gobierno biopolíticas apoyadas en las ciencias modernas (estadística y probabilidad) a nivel
específico y poblacional, y el principio del hacer vivir, sino que se enfocan en el control de la memoria
y la atención individuales y transforman, como ya había intuido Gabriel Tarde, ese gran precursor de la
TAR, la población (multitud en términos de Tarde) en público: “la sociedad de control ejerce su poder
gracias a las tecnologías de acción a distancia de la imagen, del sonido y de los datos, que funcionan
como máquinas de modular, de cristalizar ondas, las vibraciones electromagnéticas (radio, televisión) o
de modular y cristalizar los paquetes de bits (las computadoras y las redes digitales) (Lazzarato, 2006:
46).
Si bien las disciplinas moldean los cuerpos al constituir hábitos principalmente en la memoria del
cuerpo, las técnicas noopolíticas “modulan los cerebros y constituyen hábitos principalmente en la
memoria espiritual” (Lazzarato, 2006: 47). Tendría así lugar una suerte de secuencia moderna: “la
clase obrera (como una de las modalidades del encierro), la población, los públicos. El conjunto de
estos dispositivos, y no sólo el último, constituye la sociedad de control” (Lazzarato, 2006: 47).
Con la aparición del público, la imitación, como ley de en la sociedad, se daría de manera casi
instantánea, como se propaga una onda en un medio elástico. Se presenta entonces la superposición de
la división de las sociedades en públicos sobre “su división religiosa, económica, estética, política”
(Lazzarato, 2006: 47). Aunque no las reemplaza, en palabras de Tarde:
Sustituyéndose o superponiéndose a los agrupamientos más viejos, los agrupamientos nuevos que
llamamos públicos, siempre más extendidos y masivos, no sólo hacen que el reino de la moda
reemplace al de la costumbre, o la innovación a la tradición; también reemplazan las divisiones netas y
persistentes entre las múltiples variedades de asociaciones humanas con sus conflictos sin fin, por una
segmentación completa y variable, de límites indistintos, en vía de perpetua renovación y de mutua
penetración (Tarde, 1989: 70).
Claro está que la visión de Lazzarato podría ser matizada. La transformación gradual de las
sociedades disciplinarias en sociedades de control es por definición paulatina, de modo que otro tipo de
sociedades podrían ejercer como pivote entre las dos. En este punto Lazzarato tiende a confundir, como
nota Castro-Gomez, el pivote con el extremo final cuando sostiene que “Foucault a firma –como luego
también lo haría Deleuze– que estamos saliendo de las sociedades disciplinarias para entrar en las
sociedades de seguridad, o como las llama Deleuze, en las sociedades de control” (Lazzarato).
Las sociedades de seguridad, como son descritas por Foucault en Seguridad, Territorio y
Población, siempre favorecen las circulación y la libertad de movimiento pero bajo el modelo
biopolítico de la razón de Estado. De manera que nada permite insinuar que “Foucault esté pensando en
un modelo alternativo al de la sociedad disciplinaria” (Castro-Gomez, 2009: 85). En la tecnología de
gobierno del aseguramiento, junto a su modelo keynesiano o bien neokeynesiano de economía social de
mercado, se defiende algo más cercano a las prácticas de ejercicio del poder descritas por el concepto
de sociedades de seguridad. En las sociedades de control en cambio “no se trata ya que el Estado
asegure a las poblaciones (mediante la implementación de ciertos dispositivos de seguridad) sino de
que cada individuo encuentre su espacio propio en la economía con el fin de asegurarse a sí mismo,
convirtiéndose en empresario de sí mismo” (Castro-Gomez, 2009: 86).
Esta autopoiética económica individual, el empresariado de sí, se proyecta sin duda ya en las
sociedades de seguridad en tanto intersticio hacia la hipotéticas sociedades de control puramente
neoliberales; y en últimas más cercanas a las posturas de la economía austriaca que al keynesianismo.
Es más, tal creación/reproducción de la empresa también llamada “yo”, ya había sido
vislumbrada por Foucault (2003) en ¿Qué es la ilustración? al remitirse al concepto de modernidad
propuesto por Baudelaire, según el cual lo moderno mismo sólo existiría en el ámbito del arte, de modo
que el yo sería en la modernidad el resultado de una suerte de práctica autocreativa bien expresada en el
dandismo y en las ilustraciones de Constantin Guys, antes que en las prácticas del simple flâneur
(paseante) consumidor característico del capitalismo del siglo XIX. De manera que el empresariado de
sí, bien expresado en la vida del yuppie contemporáneo, tendría un origen rastreable, por lo menos,
hasta la idea romántica “dandista”, según la cual el yo es producto de la actividad artística del humano
modernista.
Esto también revela que la consideración de lo colectivo como espacio de instalación, implica
que para la geometría de las teorías políticas tradicionales, las sociologías de lo social, el dandy es el
flâneur; pues en tal caso la “sociedad” no sería más que la instalación de sí misma.
Si lo colectivo, tal y como se pretende totalizar hoy, se parece más a una sociedad de seguridad,
se abriría la posibilidad, incluso, de defender razonablemente una hipótesis tan controvertida como la
de Sloterdijk en su texto La revolución de la mano donante: “en la actualidad no vivimos de ningún
modo “en el capitalismo” –tal y como sugiere un retórica frívola e histérica–, sino en el orden de las
cosas que, cum grano salis, debe definirse como un semisocialismo estatal-impositivo e
intervencionista, estimulado por los medios de comunicación” (Sloterdijk, 2010). La economía de la
escuela austriaca simplemente no es la que rige el mundo. Ese mismo sueño, de Mises y Hayek, no ha
sido e ficaz. De manera que los medios de comunicación aún seguirían ejerciendo su poder según la
razón del Estado.
Antes que solo controlar modulando la memoria y la atención individuales para producir públicos
consumidores, los medios de comunicación funcionarían hoy también como aseguradores del buen
comportamiento civil para producir públicos ciudadanos-consumidores obedientes. Sin embargo, para
usar el vocabulario marxista de la ideología, pues el único matiz que se precisa para llevar a cabo una
correcta traducción de los nombres de las agencias de los medios comunicación así descritos, es
generalizar, intensi ficando y extendiendo las conexiones de algunos medios (burgueses) suponiendo su
alcance “global” de modo que emerja un comportamiento del propio de esa red; para Sloterdijk en este
punto los medios de comunicación no serían más que lo que Althuser llamó Aparatos Ideológicos de
Estado (AIE) de información (Althusser, 2008: 12); pero contrariamente, no del Estado burgués, sino
de un Estado semi-socialista de economía neokeynesiana donde, como diría el filósofo alemán, los
auténticos explotados son los ciudadanos obligados a pagar el impuesto de renta, como si la propiedad
fuese el pecado original; todo esto originado en el mito rousseauniano de la instalación de la cerca
primigenia como un robo (Sloterdijk, 2010). Un mito que sin duda luego asumirán como propio los
socialistas libertarios y marxistas, como también algunos liberales amantes de la administración de lo
público por el Estado. En todo caso, desde este punto de vista, los medios de comunicación, desde
tiempos de Marat, no harían otra cosa que impulsar las pretensiones de expropiación disimuladas por
las figuras del Estado-Nación Moderno y hoy en día, por las del Estado de Bienestar y el Estado Social
de Derecho.
Resulta también importante tener en cuenta que las transformaciones del capitalismo, como el
mismo Sloterdijk ha notado y Zizek (2011) recalcado, se movilizan poco a poco hacia un modelo que
dista tanto del modelo transitorio de la seguridad como del control autorregulado neoliberal que
prescinde del intervencionismo guiado por la razón de Estado. Piénsese en la adaptación asiática-
autoritaria del capitalismo occidental-liberal en manos de Lee Kuan Yew en Singapur y posteriormente
por Deng Xiaoping en China; ¿no es acaso algo matizadamente diferente de lo que describen los
conceptos de sociedades de seguridad y de sociedad de control?
Entre la amalgama de colectores que “explican lo social” cada uno a su modo, vale siempre
recordar que la suposición que puede desorientarles, es la creencia en la transmisión mas o menos
límpida e instantánea de la sospechosa y manipuladora información que colabora para la formación de
todo colectivo; una herencia funcionalista según la cual la información, en este caso la de los modelos
organizativos de los colectivos como sociedades de seguridad o de control, se transfiere o bien idéntica
o casi y como por modi ficación sin cambio real entre intermediarios. El modelo de organización
política-económica autoritaria y capitalista revela precisamente que la información es siempre
transformación. Hay que sostener que más precisamente nos enfrentamos hoy a un modelo de
seguridad informática. Chirolla (2013) pone esta idea claramente: en éste pacto de seguridad:
Hay que destacar dos cosas […] el aseguramiento de un determinado proceso […] de
garantizar su continuidad […] en éste punto podríamos hablar de un modelo de inmunidad
[…] se trata de impedir el acceso de elementos nocivos al proceso […] por otro lado, […]
ya no se trata sólo de conducir y preservar flujos vitales; biológicos, económicos,
informáticos o energéticos, sino la garantía del Estado a responder a la catástrofe, a lo incierto
(Chirolla, 2013).
Esto se devela en las regulaciones relativas al intercambio y protección de la propiedad común y
privada, genética, cultural y técnica –secretos empresariales y de Estado– con pretensiones tanto
comerciales como de orden inmunológico, en lo relativo al cuidado del bienestar del público. Tales
aseguraciones, que bien pueden caracterizadas como de un orden informático, se extienden
ampliamente por diversos colectivos, pero en especial, en las regiones cultural y biológicamente muy
diversas, vale decir, como Colombia, donde las mismas han quedado explícitamente establecidas en
leyes cuyo cumplimiento es administrado por entidades del Estado.
La proyección posible para el modo de producción/transformación económico-político
relativamente global del futuro es entonces la que vislumbra una relativamente amplia imitación
transformacional del modelo organizativo asiático, curiosamente más e ficiente a la hora de impulsar el
crecimiento económico, y que combina el autoritarismo moral y político, con el neoliberalismo
económico; tal es el modelo de las sociedades de seguridad informática. Este pacto colectivo de
seguridad informática, dista mucho de ser meramente transito hacia el sueño libertario austriaco, que
implicarían las sociedades de control puras. El mismo paco recuerda la ley de variedad requerida de
Ashby (1972) en la cibernética: sólo la variedad puede absorber variedad, pues si en un sistema
controlador-controlado lo controlado tiene más estados que el controlador no se puede dar estabilidad,
de manera que el controlador debe asegurarse de tener la misma variedad reguladora que lo que
controla. Asimismo, la multiplicación de los oligópticos buscaría, desde ésta misma óptica, pero en
relación a la ciencia social, cumplir con tal principio; algo que no es en todo caso nuevo, Google
(2014), por ejemplo, ha logrado establecer que existe correlación entre las búsquedas de relacionadas a
la gripe y la actividad de la epidemia; y el proyecto FuturICT no busca la misma multiplicación de
oligópticos con objetivos más ambiciosos.
Sloterdijk es muy preciso en sus razonamientos en éste punto, pues no se limita a elaborar una
concepción lineal de la relación entre medios de comunicación y “receptores”. Sostiene que la historia
de los medios no es otra cosa que la de la “transferencia del pensamiento”, donde el medio fundamental
es el cerebro de los humano, pues "no transferimos tanto afectos exaltados a personas extrañas como
tempranas experiencias espaciales a lugares nuevos, y movimientos primarios a escenarios lejanos. Los
límites de mi capacidad de transferencia son los límites de mi mundo" (Sloterdijk, 2004: 190). De
manera que habría siempre telerelaciones, acciones a distancia locales, que garantizan la comunicación
al menos entre actantes humanos. Pero esa comunicación, desde la perspectiva de Sloterdijk, tampoco
se daría como agregación de miembros a una bolsa, sino como relaciones del In-sein o el estar-adentro
heredado de Heidegger, antes que al modo del fantasma comunitario que está en la base de todos los
humanismos y que “podría remontarse al modelo de una sociedad literaria cuyos miembros descubren
por medio de lecturas canónicas su común devoción hacia los remitentes que les inspiran” (Sloterdijk,
2000).
Los humanistas intercambios epistolares y de lecturas canónicas, como telecomunicación que
fundaba amistad mediante la escritura (Sloterdijk, 2000), ya no es el único factor que constituye lo
común político en la era electrónica de las telecomunicaciones e incluso del tratamiento de la vida
como información modificable y realmente transformable gracias a la tecnología genética (Sloterdijk,
2009). Para Sloterdijk, traduciendo su pensamiento a los conceptos aquí elaborados, lo común político
se transforma junto a los mediadores no-humanos con los que se conectan los humanos.
Siguiendo la guía de la TAR, se debe ir paso por paso, punto por punto, en la descripción de las
conexiones que se establecen entre los actantes para dar razón del cómo han llegado a tener lugar
determinadas organizaciones de valores. No se debe aceptar la causalidad lineal, entre emisor y
receptor, sino la gradualmente intensa conexión entre actantes con modos de existencia diversos, no es
trivial entonces establecer una conexión, de alta importancia, que vincula los estudios de medios con
las ideas ya expuestas. Nick Couldry, en Actor-Network Theory and Media: Do they Connect and on
what terms?, re firiéndose a Michel Callon y Bruno Latour, apunta a que lo que conectaría la teoría del
actor-red (también a la Fenomenología Objetiva según las pretensiones de ésta investigación) con los
estudios de medios, es el concepto, a primera vista ingenuo, del poder de los medios:
The idea of ‘media power’ is, of course, a commonplace, but its analysis has been bedevilled by the
complex two-way nature of the interactions between media institutions and the rest of the social world
(whether in terms of social inputs to media production or in the contribution of media productions to social
experience and norms). It is ANT that provides us with the most precise language to formulate how this
complex flow nonetheless represents a distinctive form of power. For media institutions, however
responsive to audiences and the cultural world around them, remain the ‘obligatory passing points (Couldry,
2004: 5).
Por ejemplo, piénsese en la explicación plausible para la dominación que ejercieron los actantes
visuales sobre los sonoros en la publicidad y en la propaganda política tempranas, previas a la aparición
de medios con un poder tal que lograron comunicar su agencia de objetos audiovisuales de manera más
individualizada, personalizada, como la Web y los ordenadores. La publicidad y la propaganda
circulaban en aquel entonces por un público visual que había reemplazado gradualmente a uno sonoro
y que, vale agregar, daría paso, con la aparición de los ordenadores personales, a un público
efectivamente multimedial. La explicación de Tarde sin duda es guía para la fenomenología objetiva de
los medios:
La razón de esta evolución, esta sustitución de la publicidad acústica por la publicidad visual, es
que esta última es más apta que la otra para desarrollarse en extensión. Su alcance, por los
anuncios de los diarios, por los ejemplos multiplicados de los carteles murales, puede extenderse
indefinidamente, mientras que es difícil y costoso multiplicarla bastante por los pregoneros. El
anuncio/publicidad, en resumen, se transforma en el sentido de su radiación cada vez más amplia,
libre y fácil. El número de los anuncios acústicos no podría superar una determinada cifra en las calles
de una ciudad sin conseguir un ensordecimiento general, mientras que el número de los anuncios visuales puede
aumentar sin que cada uno de ellos deje de ser distinto a la vista, aunque puedan enredarse en la memoria
(Tarde, 1989: )
De manera que es preciso decir, retomando las cualidades propias de los nuevos medios, que la
aparición de los mismos no sólo re fleja el desarrollo en extensión e intensión de actantes sonoros, antes
relegados a transmitirse por mediadores como el ágora, los templos, auditorios, radios y tocadiscos,
junto a la conexión de los tres últimos con mediadores visuales, en el cine y la televisión –lo que ya
auguraba la multimedialidad–, sino que evidenció su estrecha conexión con mediadores multimediales
capaces de, al conectarse directa e individualmente para comunicar su saber en las memorias,
transformar al público de actantes humanos en un público multimedial. Lo que muestra simplemente
que las antiguas redes de códices, papiros, pergaminos, libros, obras visuales, sonoras y epistolarios
incorporaron medios nuevos, se conectaron con nuevos mediadores, transformándose y transformando
al público, también cada vez más basto; desde las tribus y el demos, a los sabios, monjes medievales,
monarcas y aristócratas, hasta la basta amalgama de humanos que habitan la Tierra en el siglo XXI.
Empero también hicieron de los actantes más aislados individualmente; ¿no abren entonces también la
posibilidad de constituir mundos con muchos aislados, bien-comunicados?
En todo caso, lo importante es no caer en la tentación de hacer de los actantes humanos, como
diría Garfinkel, unos idiotas culturales. Por más que el grado del poder mediático de los públicos, de su
capacidad de transformar la agencia, en resumen sus mundos, sea mayoritariamente bajo, se sabe,
desde que Granovetter (1973) lo demostró, que hay una especial fuerza de las relaciones débiles para la
coordinación de la acción social; algo que se evidencia en la búsqueda de trabajo o en la organización
plani ficada de proyectos; donde conexiones débiles con agentes con los que se tiene una baja
interacción, pueden resultar en un alto beneficio. De igual modo el feedback que operan los públicos
sobre los medios o bien la in fluencia que generan al transmitir la información que transforman debe ser
tomada en cuenta.
Como lo plantean los investigadores colombianos que produjeron el muy relevante informe De
las audiencias contemplativas a los productores conectados mapa de los estudios y de las tendencias
de ciudadanos mediáticos en Colombia (2012); la atención de las teorías de los medios debe ir también
a cómo responden activamente las audiencias, o mejor a cómo responden activamente lo que la
inspiración tardeana de ésta investigación permite llamar: los públicos. Se trata en último término de un
proceso de feedback entre públicos y otros medios masivos de comunicación.
Ahora bien, la cercanía de la presente propuesta fenomenológica con la de Luhmann es plausible
aunque debe ser matizada. Para Luhmann el sistema de la comunicación implica que la comunicación
no sea mera acción comunicativa en el sentido de Habermas, aunque deba haber un “énfasis en si es o
no comprendida la comunicación” entre humanos para que de una recepción se desprenda una nueva
comunicación (Luhmann, 2000: 5). Desde el punto de vista de Luhmann hay que crear una teoría
general de la sociedad, dinámica, capaz de diferenciar mientras da unidad a la observación, tener en
cuenta las clases de complejidad y tomarse a sí misma como objeto. En consecuencia, para Luhmann es
crucial pensar según la diferencia entre sistema y entorno. El sistema se conserva manteniendo sus
límites, pero se relaciona con un entorno contingente; dándole una dinámica transformacional al
sistema mismo. En último término todo sistema tiene un estabilidad relativa, como propone Habermas:
“el sistema, para poder subsistir, ha de resolver la permanente tarea de mantener frente a un entorno
contingente, cuya dinámica le es contraria, una relativa invariabilidad de sus límites y estructura”
(Habermas, 1990: 312-313). Asimismo, la autopoiesis, término tomado de Maturana y Varela, es
fundamental en todo sistema, pues cada uno es autoreferencial; se autoreproduce y diferencia de su
entorno constantemente. Ahora bien, en la sociedad, según Luhmann, la comunicación resulta nuclear
para mantener esa relativa invariabilidad; esa suerte de inmunología del sistema al desplome estructural
por el entorno que lo oprime:
La teoría general de los sistemas autopoiéticos exige, que se indique con precisión la operación que
realiza la autopoiesis del sistema y que de ese modo delimita al sistema con respecto a su entorno. En el
caso de los sistemas sociales, esto sucede mediante la comunicación. La comunicación tiene todas las
propiedades necesarias para la autopoiesis del sistema: es una operación genuinamente social (y la única
genuinamente tal). Es una operación social porque presupone el concurso de un gran número de sistemas de
conciencia, pero precisamente por eso, como unidad, no puede ser imputada a ninguna conciencia sola. Es
social porque de ningún modo puede ser producida una conciencia común colectiva, es decir, no se puede llegar
al consenso en el sentido de un acuerdo completo; y sin embargo, la comunicación funciona. Es
autopoiética y es otra versión del mismo argumento en la medida en que puede ser producida sólo en un
contexto recursivo con otras comunicaciones y, por tanto, sólo en una trama a cuya reproducción
concurrecada una de las comunicaciones (Luhmann, 1993: 45).
Se trata para Luhmann de plantarse ante el punto intersubjetividad o comunicación (Luhmann,
1998), para darle inicio a la sociología, pero decidirse por la comunicación como núcleo de todo
sistema social. No es por ende una acción en el sentido de Habermas, pues no es posible imputarle a la
comunicación la posibilidad o deber regulativo, de producir una supuesta intersubjetividad común
colectiva, un consenso (democrático) completo. Una comunicación funciona en un contexto recursivo
con otras comunicaciones; en este sentido es autopoiética. La comunicación, sería entonces una
operación de intercambio de signos (como códigos) entre conciencias individuales selectivas:
“entonces, uno puede considerar «información», «participación» (Mitteilung) y «comprensión» como
tres selecciones que han de ser sintetizadas para que se produzca una comunicación” (Luhmann, 1998:
26). Sin embargo, la información se presenta junto a la participación de al menos dos objetos en un
mundo, mientras la comprensión no puede ser remitida al orden exclusivo de lo humano pues la
compatibilidad es simétrica.
La propuesta lógica de Badiou es útil en éste punto para evitar los excesos “de la interpretabilidad
descontrolada y la convicción deconstructivista de que il n'y a pas de vrai d'un texte” (Eco, 1990: 13).
Recuérdese que en la TAR son las cosas mismas las que se interpretan entre ellas; en últimas
intercambian información que transforman; son objetos mediáticos que portan signaturas interpretables,
así de seco es un mundo. En consecuencia se trata de una semiótica general con una gramática en el
sentido amplio de Eco “que incluye, junto con una sintaxis y una semántica, una serie de reglas
pragmáticas” (Eco, 1990: 9).
Con esto en la mira, se comprende que para la Latour “el intento magistral de Luhmann de
respetar las diferencias por medio de la noción de esferas autónomas desgraciadamente se desperdició,
porque insistió en describir todas las esferas a través del metalenguaje común tomado de una versión
simpli ficada de la biología” (Latour, 2008: 337-338). De manera que la autopoiesis del sistema de la
comunicación no hace más que reproducir la lógica de la sociología de lo social que cae en la
tautología de explicar la sociedad por las “fuerzas sociales”; en últimas por al fuerza social de las
comunicaciones humanas selectivas.
En todo caso, el intento reciente de Sloterdijk, de recuperar la inmunología social de la teoría de
sistemas propuesta por Luhmann, en su teoría de las esferas, como escenificaciones en las que
intervienen actores de diversos tipos, con modos de existencia tan dispares como, humanos, divinos,
animales, fuerzas naturales, máquinas y aparatos técnicos que operan en espacios de hordas, polis,
burbujas, globos, espumas, cosmos, es mucho más cercana a la TAR; al menos se enfrentan ambas a la
profunda y aparente diferencia entre naturaleza y sociedad (Latour, 2009).
No basta decir tampoco como Barbero que la comunicación se hizo “cuestión de mediaciones
más que de medios, cuestión de cultura y, por tanto, no sólo de conocimientos sino de re-
conocimiento” (Barbero, 1987: 10) y de entenderla desde el punto de vista del receptor y sus
resistencias (Barbero, 1987), como si la comunicación se hubiese convertido en un problema de
traducción entre actantes humanos solamente. Hay que tener en cuenta también a los no-humanos. La
idea se resume en que, para el caso, el tipo de objeto técnico, con el cual se interactúa en el intercambio
de información, la transforma de manera distinta a otro. Por ejemplo, como ya notaban Derrida y
Stiegler (1988; 1997) nunca será indiferente en el proceso si se interactúa con un objeto mediático
analógico o uno digital, tal diferencia, que es puramente tecnológica implica ya una distorsión en el
“efecto de realidad” que produce el objeto puesto que la cualidad de lo digital es ser más fácil, efectiva
y rápidamente modificable que lo analógico, aunque lo analógico por si ya introduzca cierta
transformación, de sincronización audio-video o bien resultado de la mera técnica de registro
(velocidad de obturación, grabación, apertura de diafragma).
También es importante tener en cuenta que el binarismo emisor-receptor es inútil, inoperante si se
pretende hacer fenomenología objetiva de los medios, aunque deba ser tomado como figuración de una
racionalidad lingüística. Pero la comunicación es conexión entre actantes con modos de existencia
diversos; trazo de redes semióticas diversas para actantes con modos de existencia diferentes; es asunto
de mediadores, no de mediaciones lingüístico-culturales. Si bien el feedback medios masivos-público
tiene variaciones respecto al grado de transformación que opera, es perfectamente cuanti ficable, como
muestran los estudios de Granovetter, Schelling, Axelrod, Shinabai y sus herederos respecto a
in fluencia, propagación, segregación y globalización cultural.
La comunicación resulta también del seguimiento de los rastros que actantes de regímenes de
signos diversos (modos de existencia diferentes) dejan; en los informes textuales es comunicar es
ensamblar, como una suerte de ejercicio cartográ fico, rigurosamente y con paciencia actantes con
agencias tan disímiles como el ruido del fondo del Big Bang; las imitaciones sonoras del Ave Lira; los
indicadores económicos de un país; las evidencias fósiles de la existencia de los dinosaurios; la
resonancia del fondo de la Tierra; la mala redacción de un periodista y los colectivos jerárquicos del
Macaco Japonés en las aguas termales de la Prefectura de Nagano. Para superar la metáfora biológica
de Luhmann, como instaura Latour, un sistema de comunicaciones, en resumen un mundo común, está
compuesto por objetos humanos y no humanos, y puede ser descrito formalmente, de modo que esa
descripción sea fenomenológica y objetiva, es decir, calculada como propone Badiou.
Respecto a Habermas habrá que rechazar de entrada su supuesto fundamental. El supuesto según
el cual hay contextos sociales y no sociales, y diferencia entre cultura y naturaleza (Habermas, 1987:
225) debe ser rechazado en virtud de la simetría aquí defendida. Para Habermas, habría que pensar la
separación entre la cultura, la sociedad y lo personal, pues hay, por lo menos en la supuesta sociedad
modernizada, “sistemas de acción que fijan la estructura de la sociedad: la economía capitalista, el
Estado moderno y a la familia nuclear” (Habermas, 1987: 224); “complementados” con esferas
culturales de valor (ciencia, técnica, arte y literatura, derecho y moral) junto a sistemas culturales de
acción (organizando el trabajo cientí fico, el cultivo del arte, el sistema jurídico y la comunidad
religiosa); además sistemas de la personalidad (disposiciones para la acción y orientaciones valorativas
que “subyacen” al comportamiento metódico en la vida).
Por otra parte, el estudio fenomenológico de los medios masivos de comunicación devela que no
hay nada como determinismo infraestructural. Intentar desligar a Marx mismo de tan errada distinción
entre superestructura e infrastructura, es inútil; basta con consultar el apartado sobre el fetichismo de la
mercancía (2008) para ver que su concepción de lo colectivo depende de la misma. Algo que
pretendería sostener cualquier marxismo, por gramsciano que sea, al postular la necesidad de pensar
una supuesta supraestrucura de aparatos ideológicos, religiosos y jurídico-políticos, como mecanismos
de transmisión del poder informático de la clase burguesa. En este punto la cercanía con Deleuze y
Güattari (1972) es clara: para evitar el círculo vicioso entre qué fue primero, el huevo o la gallina, la
supraestructura o la infraestructura, la economía o la ideología; la simetría que propone la
fenomenología objetiva de los medios simplemente anula tal distinción. No hay nada como ideologías,
religiones, u órdenes jurídico-políticos separados por naturaleza de medios y fuerzas productivas. Sólo
hay signaturas que dejan las asociaciones rastreables entre actantes humanos y no humanos.
Tarde ya había tenido un despliegue completo de este punto en sus dos tomos de Psicología
Económica, cuando logró vincular el valor de cambio, el surgimiento de la economía política y la
prensa; textos que sin duda hubieran cambiado el devenir de la disciplina económica si entre La
Riqueza de las Naciones, Principios de economía política y tributación y El Capital no lo hubiesen
oscurecido:
El despliegue de la prensa tiene por efecto dar a los valores morales un carácter de cantidad cada
vez más marcado y susceptible de justi ficar cada vez mejor su comparación con el valor de
intercambio. Este último, que debía ser bien confuso también en siglos previos al uso corriente de
la moneda, se precisó a medida que la moneda se extendió y unificó. Entonces pudo dar nacimiento, por
primera vez, a la economía política. Del mismo modo, ante la Prensa diaria, los conceptos de valor cientí fico o
literario de los escritos, de la celebridad y de la reputación de las personas, seguían siendo bastante vagos,
ya que el sentimiento de sus incrementos y sus disminuciones graduales podía nacer apenas; pero con el
despliegue de la prensa, estas ideas se precisan, se acentúan, se vuelven dignas de servir de objetos a
especulaciones filosóficas de una nueva clase (Tarde, 1989: ).
No se trata para Tarde de la determinación infraestructural o de clase sobre la ideología en la
prensa. Hay contaminación mutua, y no tiene sentido diferenciar el valor económico (de cambio, de uso
o como resultado del trabajo socialmente necesario) y el valor moral (cultural, ideológico, religioso,
político, etc.). El valor –recuérdese su etimología: fuerza– de poder (signatura) circula movilizado por
la agencia de los actantes humanos y no humanos que lo trasforman, de modo que puede figurar, en
morfismos como valor de cambio expresado en dinero, político, valor moral, estético e incluso lógico-
cientí fico de vericidad, etc. De manera que para la fenomenología objetiva de los medios, y para
disgusto de monetaristas y socialistas, ampliando ésta postura, hay simetría entre las asociaciones que
usualmente se llaman económicas y las no-económicas. Desde la perspectiva local, lo global, incluso lo
global de la “ideología burguesa de la globalización”, se mantiene plano: “pese a tanta "palabrería
sobre lo global", la globalización circula en vías minúsculas, que dan por resultado alguna forma
glori ficada de provincialismo” (Latour, 2008: 272).
Ahora bien, una fenomenología objetiva de las provincias que se comunican en las redes de
humanos y no humanos, como se ha postulado varias veces, debe sustraerse a la economía de la
sospecha que trata el signo, el rastro de la actancia, como mero signi ficante intermediario de la
sospecha.
2.2 Los objetos mediáticos como fósiles
Que el objeto mediático sea un fósil indica que en el mismo, en su espacialidad presente, el
tiempo está plegado, tal y como están plegados el tiempo en el espectro observable, real, desde la
Tierra de una estrella que puede o no estar allí, pero que entrega toda la información suficiente para
comprender qué tipo de estrella es y qué movimientos tiene. Lo que interesa en la fenomenología
objetiva de los medios, para usar los términos de Derrida y Stiegler (1988; 1997), es la descripción de
lo espectral que aparece en la superficie mediática; la descripción arqueológica de su espectro
signatural, pero que es real en relación a la red o mundo en que aparece. Basta ese rastreo para
comprender los medios y no hace falta buscar nada oculto tras ese espectro; como nada “misterioso”
busca el astrofísico en el espectro de una estrella. Como en cualquier ciencia, en una ciencia de los
medios, el fenómeno indica sin misterio el ser. Así, lo que llama Barthes “efecto de realidad”, como
resultado de una ilusión referencial no puede aplicar para los medios. Barthes (1994) expone ese efecto,
bajo la misma lógica del régimen semántico que implica la economía de la sospecha. Así lo expone
tratando la “nueva verosimilitud” del realismo literario moderno:
Semióticamente, el “detalle concreto” está constituido por la convivencia directa de un referente y
de un signi ficante; el signi ficado es expulsado del signo y con él, por cierto, la posibilidad de
desarrollar una forma del signi ficado, es decir, de hecho, la estructura narrativa misma (la
literatura realista es, sin duda, narrativa, pero lo es porque el realismo es en ella sólo parcelario, errático,
confinado a los “detalles” y porque el relato más realista que se pueda imaginar se desarrolla según vías
irrealistas). Aquí reside lo que se podría llamar la ilusión referencial. La verdad de esta ilusión es la
siguiente: suprimido de la enunciación a título de signi ficado de denotación, lo “real” reaparece a título de
signi ficado de connotación; pues en el momento mismo en que se considera que estos detalles denotan
directamente lo real, no hacen otra cosa, sin decirlo, que signi ficarlo: el barómetro de Flaubert, la pequeña
puerta de Michelet no dicen finalmente sino esto: nosotros somos lo real; es la categoría de lo “real” (y no
sus contenidos contingentes) la que es ahora signi ficada; dicho de otro modo, la carencia misma de lo
signi ficado en provecho sólo del referente llega a ser el significado mismo del realismo: se produce un
efecto de realidad fundamento de ese verosímil inconfesado (Barthes, 1994: 4).
Sin embargo, la verosimilitud en los medios en verdad no se trata sólo de que lo real aparezca a
título de signi ficado de connotación. Eso real, el núcleo múltiple de lo que aparece en la superficie
mediática, es perfectamente cognoscible bajo la guía ontológica de la matemática pura de conjuntos;
mientras que eso ilusorio, eso de orden fenomenológico, en últimas la objetividad fósil o espectral
antes que signi ficarlo indica lo real sin misterio; una multiplicidad que aparece de tal modo que es
verosímil en tanto aparenta estar ahí como un hecho para el mundo que es estudiado por las ciencias
modernas. El efecto de realidad de los signos mediáticos verosímiles es claramente consecuencia de la
impresión de eso ha tenido lugar en el mundo que explican las ciencias modernas, pero la explicación
fenomenológica objetiva de esa impresión dista mucho de la que se realiza bajo la guía de la economía
de la sospecha.
La verosimilitud, antes que, como considera Groys, reducirse en la medida en que el objeto
verosímil aparece repetidamente, es una consecuencia de la capacidad performativa de los signos
mediáticos, esto es de las signaturas, que hace a los públicos considerar, respecto a sus mundos físico-
sociales, los rastros de modificaciones (devenires que no producen cambio real o intermediarios), como
hechos (sitios reales con existencia máxima), singularidades débiles (hechos con consecuencias no
máximas) o por huellas de acontecimientos, hechos con consecuencias máximas en esa red o mundo.
Pero ese hacer hacer verosímil algo que puede no ser consecuencia auténtica de un hecho, singularidad
débil o verdadera de un acontecimiento, pierde toda eficacia con algún grado de “alfabetismo” en la
interpretación de las signaturas mediáticas.
Las signaturas mediáticas indican su interioridad performativa múltiple y con ello hacen evidente
que tienen la fuerza de movilización de los colectivos: “todo el lenguaje muestra aquí su pertenencia
originaria a la esfera de las signaturas. Antes que (o, mejor aún, además de) ser el lugar de la
signi ficación, el lenguaje es el lugar de las signaturas, sin las cuales el signo no podría funcionar. Y los
speech acts [actos de habla], en los cuales el lenguaje parece limitar con la magia, son sólo la reliquia
más vistosa de esta arcaica naturaleza signatorial del lenguaje” (Agamben, 2010: 101). Empero ningún
momento se puede creer que el ser-en-tanto-ser sea construcción lingüística; la ontología pura le pone
sus debidos límites a lengua, como la paradoja de Russell le obligó.
Agamben sostiene “que, como en el juramento, el acto verbal, realiza el ser” (Agamben, 2010:
86). Si ha de ser aceptada su idea no indicará que el circulo correlacional mente/lenguaje-mundo
extramental sea insuperable; que la arqueología sea ciencia de las signaturas indica mas bien que los
objetos son fósiles que pueden remitir a un lugar arcaico; pueden ser incluso las marcas de un
acontecimiento capaz de producir efectos de valor máximo. Como ya se ha dicho, siguiendo la postura
de Badiou, todo acontecimiento nace de una decisión, fiel a un proceso de verdad, sobre un
indecidible. Los acontecimientos son sitios, por ende conjuntos re flexivos que aparecen para
desaparecer y en ello rompen la legislación del ser, que es un actual múltiple, que restringe la
producción por la lengua en el acto forzoso de su bautizo. Así, si el acto verbal realiza el ser, es la
realización de la multiplicidad ya realizada y no precisamente de un posible. El ser que se realiza en el
bautizo de un acontecimiento, es el ser actual y múltiple puro que la ontología estudia. Así, se logra
escapar a la distinción entre lo actual y lo virtual como formas de lo real. Lo real es lo actual mútliple y
toda virtualidad se soporta en éste, en virtud, de lo real, sin ser una mera irrealidad. Todo fenómeno
está soportado, de una manera u otra, realmente por el ser-en-tanto-ser.
Si los acontecimientos son sitios reales con existencia y consecuencias máximas, son más que
hechos, son singularidades; pero si son singularidades no son débiles, pues producen consecuencias
máximas. Los acontecimientos producen nuevos mundos y en este sentido, el bautizar un
acontecimiento en virtud de la signatura que ha dejado es el mayor acto creativo, aunque fiel a una
verdad, del hacer real la aparición del ser. Así, si sobre la super ficie mediática circulan signaturas, esas
signaturas tendrán que haber sido producidas o bien por efecto de una singularidad débil que produce
consecuencias no máximas, o bien ser huellas por efecto de un acontecimiento siempre con
consecuencias máximas.
Las preguntas correctas para la fenomenología objetiva de los medios no parten del quién o qué
se esconde tras la super ficie submediática, pues simplemente esas preguntas son irrelevantes
cientí ficamente al ser el resultado de la economía de la sospecha. Las preguntas adecuadas son ¿cuales
de las signaturas que aparecen en la superficie mediática tendrán consecuencias máximas y cuales no?
¿Cual signatura que circula por la superficie mediática es huella de un acontecimiento y cual de una
singularidad débil? ¿Por qué una modi ficación, un sitio, un hecho y una singularidad débil quedan
como encantadas de un aire de verosimilitud que les hace aparentar tener consecuencias máximas como
si fuesen acontecimientos? Y ¿cuales son los efectos-causas múltiples posibles de esas singularidades
que han marcado signatura en la superficie mediática?
2.3 Modelo de feedback comunicativo
Previamente de la grandiosa propuesta del FuturICT que promete llevar la teoría social a la senda
fiel de la ciencia vinculando sobretodo teorías de redes, de complejidad, de las catástrofes y el caos, y
sistemas dinámicos no lineales, dos iniciativas en sociofísica, que por la alta pericia técnica que implica
su comprensión y exposición me limito apenas a divulgara partir de Reynoso (2010), lograron avances
considerables al respecto. Por un lado, Holyst, Kacpersky y Scheitzer (2000), recurriendo a la teoría del
impacto social según la cual el esfuerzo individual para realizar una misma tarea es inversamente
proporcional al número de personas que la realizan, describieron transiciones de fase en formación de
opiniones abordando dos modelos. Por un lado, propusieron un modelo en base a un sistema de
autómatas celulares que mapea sobre un conjunto finito con un líder fuerte en el cual la gente podía
cambiar de opinión pero no su emplazamiento (Reynoso, 2010). En éste modelo, que recuerda a las
teorías de los medios como intermediarios, son posibles dos fases estables donde se presenta un
conglomerado al rededor de un líder y un estado de unificación social. Por otro lado, propusieron un
modelo, más cercano al de la fenomenología objetiva de los medios, en el cual las personas son tratadas
como partículas brownianas activas, que interactúan a través de un campo de comunicación (Reynoso,
2010). En éste son posibles tres fases estables: paramagnética, donde hay ruido alto y difusión
vigorosa; ferromagnética, con poco ruido y difusión débil; dominios espacialmente separados en
condiciones intermedias.
También, de manera mucho más cercana a la fenomenología objetiva de los medios que se
proyecta aquí, Grobowski y Kosinski (2005), analizaron la formación de opiniones tratando una
población humana como red IE (independiente de escala). Los individuos operan como nodos de la red,
siendo caracterizados conforme a su autoridad, de modo que la misma ejerce influencia sobre las
relaciones de la población (Reynoso, 2010). Toman también estructuras jerárquicas de “dos niveles de
relaciones interpersonales y la localización espacial de los individuos. Se investiga el efecto de los
medios de comunicación de masas, modelados como estímulos externos que actúan sobre la red social
haciendo que se formen opiniones” (Reynoso, 2010: 272). Al correr el modelo se encontró que en el
proceso de evolución de las opiniones de los individuos ocurren fenómenos críticos. Se dan fenómenos
críticos en relación a la temperatura crítica del sistema Tc vinculada a la situación socioeconómica,
estatus, desempleo o criminalidad en la comunidad; logrando establecerse que en determinadas
situaciones “los medios de comunicación masivos efectivamente pueden provocar un re-armado de las
opiniones en la población” (Reynoso, 2010: 272).
En ésta misma línea, que se acerca al modelo fenomenología objetiva de los medios se inscribe la
investigación llevada a cabo por Shibanai et al. (2001), quienes al tener en cuenta el proceso de
feedback informativo en un sistema social, y asumiendo que tal feedback es una función de los medios
masivos de comunicación, concluyeron que “los medios masivos, contrariamente a lo que se cree sobre
su fuerte poder de uniformización, podrían contribuir a crear diferencias a largo plazo” (Shinabai at al,
2001). El resultado es sin duda notable, puesto que usualmente, desde la perspectiva típicamente
funcionalista se asume que los medios masivos son instrumentos poderosos capaces de in fluenciar a la
gente en sus opiniones y actitudes de manera homogeneizante.
En una red social hay más bien una mixtura entre clusters de actantes humanos afectados
homogéneamente por medios de influencia global respecto a ellos y otros afectados heterogéneamente
por medios que respecto a ellos son de influencia local, es decir, vía otros actantes humanos. Lo que
evidencia, como ya se sostenido aquí, que la globalidad es cuestión de perspectiva, y concretamente
sólo hay interacciones locales. El diagrama del modelo sociofísico elaborado por Gonzales-Avella et al.
(2007) para explicar su modelo de feedback comunicativo resulta de mucha utilidad para expresar el
que aquí se propone. Siendo M un medio de comunicación que influencia B en algún grado p, o bien
global y homogéneamente (broadcasting) (a) a cada uno de los agentes (actantes humanos), o bien local
y heterogéneamente (narrowcasting) (b) a los mismos.
Se trata en todo caso de una cuestión de perspectiva, puesto que la influencia global y homogénea
puede sintetizar una influencia local en un cluster de agentes humanos, mientras que la local y
heterogénea puede analizar una influencia global en ese mismo cluster. El feedback es sin duda parte
esencial del modelo aquí propuesto.
2.4 Los actantes humanos también son medios
Ahora bien, tal como se viene proponiendo los actantes humanos y todos los no humanos sin
duda son también medios de comunicación, transforman (informan) agencias que circulan por sus redes
y deben ser tratados como mediadores; esto es, todo actante es un medio, que puede ser masivo y que
debe ser tratado como un mediador de modo que M puedes cualquier agente. Esto lo recordó Serres
(2010) al construir la noción de medios, en base a la etimología de la palabra medium, como ángeles
modernos. Algo que Sloterdijk plantea claramente al referirse a los hombres como medios:
Ellos informan a los demás hombres sobre algo de lo que a su vez han sido informados. En estas
transmisiones o recados se cifra todo el proceso de humanización. Ésta es la razón por la cual todos
los hombres son mensajeros potenciales (angelo en griego, Engel en alemán), informantes del estado de las
cosas, por mucho que este tipo de cosas sea mal visto por la teoría dominante de los medios, que ensalza
obsesivamente las imágenes y los aparatos. Por desgracia, los únicos que siguen aplicando este concepto
de “médium” al ser humano son los ocultistas, lo cual, si se mira bien, no deja de ser un fenómeno
escandaloso desde el punto de vista teórico. Siempre que se habla de medios, se hace referencia a aparatos y
programas: esta situación arroja luz sobre lo discutible que es este desarrollo del problema y pone de
manifiesto procesos de cosificación a gran escala […] no me estoy refiriendo a los “últimos hombres” del
prólogo de Zaratustra, que tienen su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche y que han
inventado la felicidad. El último hombre que vive en el mundo contemporáneo es alguien que no tiene nada
que contraponer a la infelicidad. El embotamiento es un estado que obliga al hombre a evadirse en
la experiencia, en la diversión, en la actualidad, toda vez que éstas son las únicas formas
disponibles en este momento que confieren algo así como un sentido. Para los desheredados y los
embotados no hay ninguna misión, ninguna transmisión, ningún mensaje que portar […] En las
anotaciones del diario de Kafka, fechadas en la época de la Primera Guerra Mundial, se encuentra
un pasaje que se ha incluido en las famosas Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la
esperanza y el camino verdadero. Max Brod lo ha editado en las Obras póstumas de Kafka. El pasaje
en cuestión reza así:
“Se les ofreció la alternativa de escoger entre ser reyes o mensajeros de los dioses. Como
niños, todos ellos quisieron ser mensajeros. Ésta es la razón de que no haya mas que meros
mensajeros. Y así corren por el mundo, y dado que no hay rey alguno, se gritan los unos a los
otros sus mensajes, que, entretanto, se han vuelto absurdos. Con alivio pondrían fin a su vida
miserable, pero prefieren no hacerlo a causa del juramento de fidelidad contraído”.
No conozco una teoría mejor del embotamiento del sujeto ni tampoco una descripción más aguda
de lo que significa el periodismo moderno […] Kafka fue capaz de ver lo decisivo: somos ángeles
sin un señor. La crisis de la inteligencia contemporánea se expresa en esta misma perplejidad: estamos
obligados a emitir mensajes cuya obligatoriedad sólo se justifica por su propio curso y su propia
progresión, no porque transmitamos órdenes de un rey o los signos de un dios o portemos la palabra de un
poder o de un maestro, del centro a la periferia. (Sloterdijk, 2003a).
En éste sentido, la humanización, jurídica y política, lógica y lingüística, precede a todo humano.
Si bien, desde la TAR, existe simetría formal entre humanos y no humanos, pues ambos operan como
mediadores en las asociaciones que constituyen transformando la agencia que circula por las redes,
desde el punto de vista de Badiou, hay algo que marca sin duda la diferencia en la manera en que
humanos y no humanos transforman "lo social". El animal humano es, hasta el momento, el único
capaz de producir-descubrir o transformar la información en verdades; en procesos inmanentes y
singulares con validez universal o genérica. Tal operación surge de una apuesta y decisión plenamente
Subjetiva y fiel (no en el sentido de la individualidad), que se sepa, de un animal humano, sobre la
a firmación de la maximalidad de las consecuencias de una singularidad; por ende, del desciframiento de
la signatura de esa singularidad como la huella de un acontecimiento. El conjunto de las consecuencias
acontecimientales, punto a punto, bit a bit, construye un cuerpo para que un procedimiento de verdad se
despliegue; en el amor, la ciencia, el arte, la política, según Badiou, y se puede arriesgar la intuición de
que también en el deporte; y lo cual permite varias formas o destinaciones, fiel, reactiva y oscura, tras la
incorporación por un Sujeto a esos procesos. En caso de ser fiel la destinación de tal cuerpo de verdad
subjetivado, el proceso de verdad sería tratado en sus consecuencias punto por punto, evitando siempre
el forzamiento o la anticipación sobre el fin del proceso en un supuesto saber y en un conjunto acabado
de tal saber; una enciclopedia.
Siendo así las cosas, si bien la simetría formal se mantiene, no se puede asumir un absurda
simetría cualitativa entre humanos y no humanos, como el mismo Latour sostiene: "la TAR no es, de
ninguna manera, el establecimiento de una absurda "simetría entre humanos y no humanos. Ser
simétrico, para nosotros, simplemente significa no imponer apriori una asimetría espuria entre la acción
humana intencional y un mundo material de relaciones causales" (Latour, 2008: 113). Es por esto que
la hermenéutica la operan los objetos mismos.
Sin embargo, en éste punto Sloterdijk es víctima de lo que denuncia, cuando sostiene que
“mientras los llamados medios roban masivamente a los seres humanos sus propiedades mediales, éstos
desarrollan los signos característicos del “último hombre” en el peor sentido de la expresión. Vivimos
dentro de nosotros mismos la larga agonía del ángel” (Sloterdijk, 2003a). Dice: “no es un hecho casual
que la alotecnología clásica estuviera vinculada con la desconfianza como forma de pensamiento, y con
la racionalidad criptológica, siendo la paranoia su consiguiente sedimento psicológico” (Sloterdijk,
2003: 19). Tal racionalidad criptológica es sin duda la de la economía de la sospecha que somete el
signo y en consecuencia los medios al régimen significante.
En contraste:
[L]a era homotecnológica se caracterizaría por una reducción del espacio de la errancia, mientras
crecería el espacio para la satisfacción y vínculos positivos. Las biotecnologías y las nootecnologías
[vale agregar siendo fieles a Sloterdijk, que éstas son sin duda frutos de la máxima “hay información”]
nutren, por su propia naturaleza, a un sujeto re finado, cooperativo, y con tendencia a jugar consigo mismo
(2003: 20-21).
Destaca empero que, como consecuencia del desconocimiento de la evolución de la
antropogénesis, a las homotecnologías se opondrían biologismos primitivos, teologismos, y
humanismos desvalidos:
Se presenta por ejemplo cuando Jürgen Habermas pretende rebelarse contra lo que él llama
«esclavitud del gen»; el segundo cuando Ernst Tugenghaft considera necesario decir que no hay «ningún
gen para la moral»; y ambos simultáneamente Robert Spaemann, desde el punto de vista del
personalismo católico, intenta defender a la «dignidad humana» en contra de la «antropotecnología» entendida
como tecnología génica. (2003: 15).
¿No cae Sloterdijk entonces, respecto a los medios no-humanos, que según él roban masivamente
a los humanos su propiedades mediales, en la desconfianza de lo que también ha denominado como
pensamiento alotecnológico? Por más aristocráticamente bien intencionado, al denunciar el
embotamiento humano, Sloterdijk sigue en éste punto siendo un humanista, demasiado humanista.
La simetría formal que devela las asociaciones ciber-eco-biológicas de lo humano con lo no-
humano, incluidas aquellas dadas con medios teletecnológicos de la imagen, el sonido, en fin,
multimediales y con cualquier aparato técnicos posible, no despoja a lo humano de su angelicalidad,
sino le abren hacia el pensar homotecnológico; como pone el mismo Sloterdijk (2003a): el pensar
homotecnológico, como el de la fenomenología objetiva de los medios, propone una ontología
bivalente (al hacer indiscernible lo uno de lo múltiple o el ser del vacío) y una lógica polivalente (al no
aceptar el principio de tercero excluido). La actancia humana no ha sido nunca despojada de su
angelical medialidad. Que la medianía sea moneda común de los miles de millones de ángeles caídos
sin señor, de esos últimos hombres mediocres que habitan el mundo contemporáneo, no excluye, sino
que resalta, la minoritaria excepcionalidad de los ángeles auténticos.
Tal es, probablemente, la lectura más adecuada de Mcluhan, en tanto siempre fue un católico
convencido, que se revela singularmente en su texto El Medio y la Luz: re flexiones sobre la religión y
los medios (2010). Los medios son el mensaje no porque sean meros macro-mitos, sino porque la mera
forma del medio es ya el mensaje; no hay allí contenido, signi ficado profundo, al que remitan los
valores semióticamente distribuidos en su superficie: la aparición de los medios mismos, en su era
hegemónica, es el mensaje. La era de los medios para el católico se revela como la era de las formas
modernas y como mensaje de salvación; era en que los ángeles modernos, ni pesimistas ni optimistas
anuncian, como decía McLuhan, que nuestra única esperanza es el Apocalipsis. Lo que refuta
tajantemente la lectura que hizo Eco (1995) de McLuhan como un integrado y no como un
apocalíptico:
Nunca he sido ni optimista, ni pesimista. Sólo soy apocalíptico. Nuestra única esperanza es el
Apocalipsis […] Incluso en un sentido secular, en todo caso, la Iglesia tiene mucho más potencial
de supervivencia que cualquier institución social o política existente, porque, después de todo, en
todo caso no está desasistida –incluso del lado secular– por signi ficados sobrenaturales.
El Apocalipsis no es penumbra. Es salvación. Ningún cristiano puede ser optimista o pesimista: tal
es un estado puramente secular de la mente. No tengo interés en todo caso en las instituciones
seculares como lugares para tener un buen o mal tiempo. No comprendo ese tipo de mentalidad.
Supongo que me ha tomado mucho tiempo llegar a éste enunciado: no pasó durante la noche
(McLuhan, 2010: 59-60).
2.5 Más allá de la economía de la sospecha submediática
En su economía de la innovación, Groys apunta a que para comprender el origen de la novedad
no basta que la obra sea mera copia, ni que la copia sea presentada como singularidad cualesquiera,
sino que la copia haya sido instalada para que adquiera el maná de la verosimilitud; pues se presenta
como lo antes banal y ahora sacro escogido para estar precisamente ahí en lugar de lo que no lo está o
ya dejó de estarlo. La novedad es una propiedad topológica, según la cual lo que ha sido instalado en
un medio es novedoso, es original, es auténtico; pero al mismo tiempo depende de la duración, pues el
hábito de su estar ahí deteriora su novedad, obligando a que sea reemplazado por otro objeto
previamente profano, exterior a el medio para la instalación. Como muestra Groys, en la “modernidad”
se asumen la documentación del arte y el documento (la copia), el archivo, como obras de arte
originales, cuando han sido instaladas, situadas en un medio; así, “si reproducir hace de los originales
copias, el instalar hace de las copias originales” (Groys, 2008: 182).
Somos tan incapaces de estabilizar una copia como una copia, como lo somos para estabilizar un
original como un original. No hay copias eternas, por lo mismo no hay originales eternos. La
reproducción esta tan infectada por la originalidad como la originalidad está infectada por la
reproducción. Al circular a través de diferentes contextos una copia se transforma en una serie de
diferentes originales. Cada cambio de contexto, cada cambio de medio, puede ser interpretado como
una negación del status de una copia como una copia, como una ruptura esencial, como un nuevo comienzo
que abre un nuevo futuro. En ese sentido una copia no es nunca una copia, sino más bien un nuevo original en
un nuevo contexto. Cada copia es por sí misma un flaneur, experimenta el tiempo y nuevamente sus propias
“iluminaciones profanas”, que la convierten en un original. Pierde viejas auras y gana nuevas. Perdura, tal vez,
la misma copia, pero se convierte en diferentes originales (Groys, 2008:).
Puede entonces agregarse que lo colectivo se produce (re-produce) como se dispone una
instalación (un sitio local) en manos de un curador. La originalidad política es consecuencia de la
materialidad espacial de la instalación peculiar según cual la obra política de lo colectivo está indexada
en un medio común; lo que explica por qué cualquier politiquero contemporáneo se aprovecha de ésta
lógica para prometer el “cambio”.
Asimismo, el paso constante de medio a medio, de actante a actante, implica la transformación.
En virtud de está novedad situacional constante, lejos de suceder lo que proponían Benjamin, e incluso
Debord, respecto a la confusión paulatina de la copia y el original en virtud de la reproductibilidad, la
topología de los medios de comunicación en tanto sitios indica que lo que efectivamente hay en lo
colectivo contemporáneo, es producción constante de originales; esto es, una economía de la
innovación; o como diría Badiou, como el cambio real sólo se da en múltiples reflexivos (A� A ) que
imponen una ruptura a las coherentes leyes ontológicas, la economía de la innovación implica la
producción constante de sitios como espacios de excepción a las leyes ontológicas y de la mera
modificación de los mundos:
La topología de las redes de comunicación, generación, traducción y distribución de imágenes de
hoy es extremadamente heterogénea. En todo momento las imágenes están siendo transformadas,
re-escritas, re-editadas, re-programadas en su paso a estas redes. Ellas se vuelven visualmente
diferentes en cada uno de estos pasos. Su status como copias deviene, por lo tanto, sólo una
convención cultural, como anteriormente lo era el status del original. Benjamin sugirió, como hemos
visto, que la nueva tecnología estaba en condiciones de hacer una copia más y más idéntica al original. Pero
el caso ha sido el contrario. La tecnología contemporánea piensa y funciona por ge ne ra c io n es . T ra n smi t i r
información de una generación de hardware y software a la siguiente implica transformarla de una manera
significativa. El uso metafórico de la noción de “generación”, como se emplea ahora en el contexto de la
tecnología, es muy revelador. Todos nosotros sabemos lo difícil que resulta transmitir un determinado acervo
cultural de una generación de estudiantes a otra. La situación de la “reproductividad mecánica” en el contexto,
digamos, del Internet contemporáneo, parece ser no menos difícil, quizás demuestre ser incluso más
(Groys, 2009).
Ahora bien, sin duda la novedad depende de su instalación siempre renovada, y además de que
la misma esté abierta. Empero considera Groys que esto se da porque es finita y transitable, de modo
que circular por ella resultaría tan fácil como salir; mientras que en un espacio infinito no habría un
afuera al que moverse (Groys, 2008). Empero, hay que precisar ésta idea, la instalación, para el arte, la
política, el amor, deporte o ciencia, es un medio ontológicamente infinito inaccesible, como cualquier
mundo, aunque fenomenológicamente finito y por ello transitable.
Como ya se ha resaltado, para la fenomenología objetiva de los medios, siguiendo a la TAR, una
red no tiene afuera ni adentro propiamente, pues una vez se está en ella, conectado, se está también por
fuera de ella: aunque es sitio local parece más una mónada sin puertas ni ventanas que expresa un
in finito diferente desde el interior. Eso in finito inmanente a todo medio, es siempre el de una verdad
que allí puede llegar a emerger inesperadamente y localizarse o aparecer en la instalación mediática.
La fenomenología objetiva de los medios tiene entonces que decidir estar por fuera de la
economía de la sospecha. Disposición según la cual, para una postura escéptica, una vez se más caería
en ella, pues sospecharía un afuera de la economía de la sospecha. Si bien a este círculo se le conoce
como indecidibilidad doxástica, en la fenomenología objetiva de los medios, sencillamente la
economía de la sospecha es resultado de un error de observación; pues la sospecha implica la
comprensión semántica de los signos mediáticos sobre su comprensión performativa. La compresión
performativa de los signos mediáticos como signaturas implica entonces que la economía de la
innovación sea rescatada, en el sentido del acontecimiento como auténtica innovación, de la economía
de la sospecha, pues al comprenderse toda instalación como topología, como red, como mundo, la
distinción entre afuera y adentro, la sospecha signi ficante de un oculto tras la super ficie mediática se
desdibuja en la condición de ser realmente un múltiple cuyo interior es él mismo. Sencillamente el
espacio material submediático de los medios, ese espacio manipulable, es el mismo que aparece en la
supeficie signatural de todo medio. El medio, como se había dicho respecto a todo objeto, es un fósil
que indica la clave de su desciframiento: no hay nada que sospechar tras el aparecer mediático, no hay
un Gran Otro manipulador, porque en la super ficie mediática se hace evidente su mismo interior; cada
movimiento de cámara, cada plano, cada ángulo, cada sonido, cada fuga, cada cadencia, ritornelo y
cada escena; cada artilugio sintáctico, gramatical o etimológico; cada signo e incluso cada una de sus
relaciones-signo mediáticas son marcas signaturales con alguna fuerza, con algún poder de actancia,
que remiten a un cuasi-productor y cuasi-receptor que no se ocultan más al investigador que lo que su
propia ignorancia y analfabetismo semiótico le permiten ver. La propuesta de la fenomenología
objetiva de los medios es entonces también la de una teoría del análisis signatural topológico de los
medios de comunicación masivos, que implica un alto grado de “alfabetismo” en la descripción de las
signaturas mediáticas; por esto es también una arqueología de los medios y sus signaturas.
En la economía de la sospecha la sospecha misma viene a ponerse como lugar absoluto; en ella
todo valor es metavalor o capital. Es claro que bajo la sospecha “la cultura humana está fundada en el
cambio, todos los procedimientos culturales son procedimientos de cambio y todos los valores
culturales son sustituibles. Esto significa que no hay valores “eternos”, pues todos los valores, antes o
después son sustituibles” (Groys, 2008: 292). En consecuencia, como sostiene Groys, los
deconstruccionistas cuestionan muchas cosas manteniendo su creencia en lo insustituible bajo la forma
de la “tarea de la diferancia” o “lo otro”; pero en todo caso, en la sospecha absoluta, eso insustituible
puede ser sustituido por lo autorepetido, lo automático o bien por lo idéntico (Groys, 2008).
Si se asume el pesimismo de Groys, la economía de la sospecha sería universal, su primado
absoluto, aunque toda necesidad económica fuera caótica:
Pero la economía de la sospecha no solo es universal porque incluya en su interior las figuras de la
confianza, la fe y la sinceridad sino también porque pone a todo ente bajo sospecha. Y de hecho,
todo cuanto se muestra cae inmediatamente bajo la sospecha de que, al mostrarse, oculta algo tras
de sí; y esa sospecha […] no puede ser confirmada ni desmentida […] [N]o solamente las
relaciones entre signos de la super ficie mediática son de naturaleza económica, sino que también
pueden ser económicamente interpretadas las relaciones entre la super ficie mediática y su otro
submediático, entonces parece no haber límites para el imperio universal de la economía. Sin
embargo, la necesidad económica funciona de un modo algo distinto a, por ejemplo, la necesidad
de la “naturaleza” […] [C]arece de un determinado sustrato material o leyes naturales, sea éste la
physis, las fuerzas de producción o la energía solar (Groys, 2008: 289 – 292).
Para la fenomenología objetiva de los medios, en cambio, a pesar de ser cierto que no hay nada
como un sustrato material o leyes naturales en la economía de los signos, entendidas esas leyes como
leyes de una suerte de física clásica de los signos, los signos son tratados como signaturas; lo cual hace
imposible el supuesto de una economía de la sospecha entre la superficie mediática y lo oculto
submediático.
La información no se transmite sin transformación así sea en la memoria humana, o bien, aunque
la transmisión de información, de cierta cantidad de valor, sea sumamente límpida, el valor del poder
que circula entre los medios ya ha sido transformado, pues unos habrán acumulado relativamente más
cantidad de valor del poder (capacidad de producir efectos inesperados) que otros. De lo que se trata
entonces es de seguir el rastro de esas transformaciones del valor en tanto poder; y sólo así se
comprenderá por qué un medio de comunicación, por ejemplo, una cadena de televisión, una empresa
de publicidad, un anuncio, un presentador de noticias, un consumidor paseante, un yuppie o una
película, en tanto mediadores, aparecen como jerárquicamente superiores o inferiores, es decir, ejercen
un mayor poder, y por qué hacen hacer más cosas inesperadas a otros. Esto en razón de la escala
trascendental que mide los grados de intensidad de sus conexiones con otros medios en determinado
mundo.
Por ejemplo, con la inspiración tardeana que caracteriza ésta investigación, hay que tener claridad
sobre la importancia económica de la conversación y la propagación transformadora del valor en las
traducciones que se presentan entre diversos de actantes humanos (y no humanos):
La conversación es un tema que interesa eminentemente al economista. No hay una relación entre
los hombres que no se acompañe en primer lugar de un intercambio de palabras, de palabras verbales
o palabras escritas, impresas, telegrafiadas, llamadas por teléfono: Incluso cuando un viajero hace
intercambios de productos con los isleños de los que ignora la lengua, estos trueques no tienen lugar más que
con señales y gestos que son un lenguaje mudo. Por añadidura, ¿estas necesidades de producción y de
consumo, de venta y de compra, que vienen a satisfacerse mutuamente por el intercambio, concluido
gracias a las conversaciones, cómo nacieron? Generalmente, gracias a las conversaciones todavía, que han
propagado de un interlocutor a otro la idea de un nuevo producto que debe comprarse o producirse, y, con
esta idea, la confianza en las cualidades de este producto o en su próxima producción, el deseo finalmente
de consumirlo o de fabricarlo. Si el público nunca lo pidiera, la muestra de las mercancías sería pena
perdida casi siempre, y los cientos de miles de trompetas del anuncio resonarían en vano. Si, durante ocho
días solamente, las conversaciones se detuvieran en París, se darían cuenta rápidamente de la
disminución singular del número de ventas en los almacenes. No es pues el director más potente
del consumo, ni, por lo tanto, el factor más potente aunque indirecto, de la producción, otro que el
parloteo de los individuos en sus horas de ocio” (Tarde, 1989; extraído de Latour, 2008)
La economía general de la sospecha se inscribe en ese parloteo entre humanos mediado por no-
humanos. La importancia de la conversación, que Tarde había notado, es precisamente que responde a
una lógica de la propagación o difusión, que incluso en regímenes de signos no humanos aplica, en
especial cuando se trata con redes independientes de escala (IE):
Las teori�as cla�sicas de la difusio�n, que se desarrollaron durante de�cadas en estudios de mercadeo y
epidemiologi�a, predicen un umbral cri�tico de conectividad para la propagacio�n de un contagio, rumor o
novedad a trave�s de una poblacio�n. Para que un virus, una noticia, un moti�n o lo que fuere se difunda debe
superar ese umbral; de otro modo terminara� extinguie�ndose. Pues bien, hace poco se demostro� que en las
redes IE el umbral es cero, lo cual implica que cualquier elemento contagioso encontrara� la forma de
dispersarse y persistir en el sistema, por ma�s que su capacidad de contagio sea de�bil (y sobre todo si lo es,
segu�n dicen). Esto tiene consecuencias dra�sticas para el planeamiento de campan�as de vacunacio�n,
distribucio�n de ayuda humanitaria en situaciones de emergencia, ta�cticas de insurgencia o contrainsurgencia
u otros escenarios por poco que se sepa uno manejar con estas redes de manera adecuada: tomar como blanco
unos pocos hubs ma�s conectados es mucho ma�s efectivo y econo�mico que aplicar la solucio�n a un porcentaje
enorme de nodos. Inmunizando los hubs, por ejemplo, podri�a impedir que se propague una epidemia. Es
fa�cil imaginar que este escenario no so�lo concierne a la medicina y sus dilemas disciplinares; por ello
es que su relevancia para otros dominios, objetivos y efectos los dejo librados a la imaginacio�n
(Reynoso, 2011: 146).
En el circuito de la economía mediática de la sospecha se revela por qué la sospecha misma se
presenta como el medio, esto es, por qué todo en ella, lo humano y lo no humano deviene sospecha y la
genera; como si fuese su mero intermediario para su difusión:
[P]orque a través de una crítica “fundamental” al archivo que se repite continuamente y que está
inspirada por ella exige y posibilita la copia del archivo en medios siempre nuevos, asegurando con ello
la duración del archivo. Bajo el archivo se encuentra la sospecha y es la sospecha la que soporta finalmente el
archivo en el infinito, pues la sospecha es infinita. Y es que los signos se vuelven interesantes para
nosotros solo cuando se nos aparecen como sospechosos. La sospecha produce el suspense que se manifiesta
en la atención en la atención prolongada y curiosa que prestamos a los signos sospechosos […] La dinámica
del archivo no consiste sólo en una constante apropiación de lo nuevo, sino también en una reinscripción –
no menos permanente– de sus signos y valores en medios siempre nuevos: desde Dios a Internet. (Groys,
2007: 145 -146)
Por ende las innovaciones podrían propagarse y transformarse por imitación o copiado una vez
más, bajo la lógica de la propagación antes descrita. Así, la única dialéctica es la de la diferencia,
repetición y adaptación que movilizan la innovación, de los actantes.. Una innovación surge de una
repetición que puede o no adaptarse, es decir, ser compatible con otros objetos mediáticos, incluyendo
mercancías; de modo que puede desaparecer, morir para un mundo determinado, con relativa facilidad.
Bunge (2008) ha planteado la cuestión de la compatibilidad de la innovación muy claramente:
Por ejemplo: ¿qué ofrezco a la venta? ¿Productos ya consagrados o artículos originales? Si hago lo
primero, enfrentaré una competencia posiblemente ruinosa, a menos que esté dispuesto a
emprender una campaña publicitaria tan mendaz como costosa. Si, por el contrario, lanzo al
mercado un producto radicalmente nuevo, me arriesgaré enormemente, porque nuevo producto es
caro y tiene defectos […] Estudios recientes de este problema muestran que la estrategia más
promisoria no es ninguna de las anteriores, sino una tercera: la que consiste en estudiar el mercado
y perfeccionar el producto nuevo inteligente pero defectuoso y caro. (O sea, el segundo ratón es el
que se lleva el queso). En los tres casos se recurre a la experiencia. Pero tanto en el segundo como
en el tercero se agrega la investigación, que puede involucrar técnica de alto nivel, la que a su vez
presupone una fuerte dosis de ciencia básica, sobre todo en las industrias nuevas (Bunge, 2008: 168).
Lo mismo sucede en toda actividad productiva. La innovación en cualquier medio sólo sobrevive
si se adapta, es compatible o tiene los plug-ins suficientes para hacerlo.
Barabási (2000) también ha mostrado que en las redes complejas, que son topologías libres de
escala, se presenta la adaptabilidad, donde un nuevo nodo mejor adaptado a su entorno en una red nace
con una constante de adaptabilidad, que eventualmente le permita atraer más conexiones
independientemente de su edad. Repentinamente un nodo, un actante/objeto puede adquirir la mayoría
de las conexiones de la red haciendo que muchos otros reduzcan considerablemente su atracción de
conexiones en relación a aquel, es decir se enfríen actuando colectivamente como si fuesen ese mismo
nodo; esto es: se presenta una singularidad débil.
Siendo este el caso, si ese nodo es el inexistente de un mundo que pasa repentinamente al grado
máximo de existencia en el mismo, tras violar las leyes del ser de no autopertenencia, se dice que tuvo
lugar un acontecimiento que deja huella y produce procesos de verdad (universalidad) y consecuencias
altamente impredecibles, de modo que desplaza algún objeto del mundo al grado mínimo de existencia
antes ocupado por aquel. Se trata de una innovación tan radical que reconfigura el mundo entero, y sin
embargo debe ser compatible, con el conjunto genérico de otras verdades que le precedieron. Como lo
pone Maldonado (2005): “en particular, se trata del hecho de que la impredecibilidad está íntima y
necesariamente ligada a la idea de la irreversibilidad de los cambios y al carácter súbito –esto es,
sorpresivo- de los cambios” (28).
Repetición, oposición y adaptación son las relaciones más generales que se presentan al
establecerse la comunicación entre actantes. Son los procesos que movilizan y transforman el valor en
la economía de la sospecha mediática entre actantes humanos y no humanos. De manera que la
propiedad mediatica, el archivo o documento, es sencillamente la acumulación transitoria del valor
(valor del poder) en determinado actante. De igual modo, la neutralización de la propagación de la
sospecha puede resultar de la inmunización de determinados hubs altamente conectados; en este caso
los medios muy masivos de comunicación. La estrategia correcta para evitar la propagación de la
producción de mera verosimilitud y la consecuente sospecha mediática es la inmunización parcial o
completa de los medios de comunicación con mayor masividad, y en último termino de la formación
científica de los humanos que componen esos medios; periodistas y productores multimedia. Lo que en
último término permitirá el tránsito de una doxocracia hacia una, realmente platónica, sofocracia.
No sólo hay, como se esbozó antes: ley de repetición donde se contagian o imitan diferentes
agencias (valores) de los actantes, también hay oposición resultante del enfrentamiento de diferencias
que se contradicen por cuestiones de interés, junto a su superación bajo la forma de la adaptación
(piénsese en los modelos derivados del de Axelrod) y la introducción de nuevas diferencias, o
innovaciones. Empero, si bien esas innovaciones son movilizadas por la sospecha, algunas son
supremamente novedosas, singularidades acontecimentales, hasta tal punto que permiten la sustracción
de esa economía, o esa comunicación económico-política que pretende ser universal, por parte de un
sujeto fiel que soporta el cuerpo de un proceso de verdad postacotecimental. Inmersa en la economía de
los cuerpos y los lenguajes una excepción verdadera e inmanente siempre puede emerger para afirmar
una ruptura y tal vez fundar un mundo nuevo, una reconfiguración global, que se siga de las
consecuencias que produce la verdad de una singularidad acontecimental. Para ponerlo en un ejemplo,
no habría investigación posible sin, recordando la intuición de Lakatos, programas de investigación,
pero sólo hay programas de investigación porque hay bases que se presentan como verdades y que se
abstraen a la economía de la sospecha.
La economía de la sospecha sin más hace entonces que los signos remitan a un tiempo virtual
posterior a toda vida, implican la fetichización más intensa posible de todo objeto, pues le
circunscriben en la cadena infinita de significantes que flotan, el mana más poderoso, capitalismo puro;
significantes vacíos al infinito por doquier. Así, se suscita también la hermenéutica infinita del
espectador; o como le que llamaban Deleuze y Guattari: suscitan la interpretosis. Cuando la sinceridad
opaca la sospecha de lo que se esconde tras los medios, se provoca el deseo de adquisición; de
consumo constante y acelerado de las innovaciones que aparecen en la superficie mediática, pues los
espectadores solicitan, en virtud de la economía de la sospecha, la renovación de los valores que allí se
localizan para seguir sospechando.
Aún así, como ya lo había notado Tarde, si bien la repetición (resurrección), la oposición (pugnas
de intereses entre cientí ficos por su fidelidad a una verdad), y la innovación (creación de nuevas
teorías) son los motores de la ciencia y sin duda, también lo son de la ciencia de las asociaciones, tal
innovación no debe ser comprendida según un progresismo desvocado. Si así fuese, la ciencia quedaría
sometida a la dictadura de la economía de la innovación fundada en la demanda constante que se sigue
de la tranquilidad parcial que deja la sinceridad de los medios movilizada por la sospecha. Así, la
fenomenología objetiva de los medios no se somete ni a la economía de la simple innovación, ni de la
sospecha, en virtud de su fidelidad al proceso de verdad, auténticamente innovador, que despliega. Esto
se da tras la decisión subjetiva fiel sobre el haber tenido lugar de un acontecimiento localizado en una
superficie mediática, un informe fiel alas verdades políticas, artísticas, cientí ficas, amorosas y
deportivas, que puede ser incluso multimedial, y en consecuencia provoca la confianza en la sinceridad
de la signatura marcada, esto es, la con fianza en la sinceridad de huella acontecimental marcada en la
superficie de los medios de comunicación, que permite el rastreo de la agencia de los medios sin
misterio. Siendo esto así, el investigador en fenomenología objetiva de los medios debe sustraerse del
mundo de los públicos movilizado por la economía de la sospecha, y situarse, para observar en un
mundo in finita y cardinalmente superior, pues su cardinalidad es genérica, tanto al mundo de los
medios que no son público como al mundo de los públicos.
Boris Groys sospecha sobre la posibilidad de una sustracción decisiva a la economía de la
sospecha:
El teórico de medios no podrá ser nunca el detective privado perfecto que descubre el crimen
perfecto, pues tampoco la teoría de medios está en condiciones de escapar a la economía de la
sospecha.
Ahora bien: aunque todos los fenómenos que aparecen en la economía sean de naturaleza
económica, eso no significa aún que esos fenómenos tengan que estar orientados forzosamente al
éxito económico: uno puede decidir igual de bien orientarse contra el éxito económico; en ese caso,
con todo, la decisión sigue siendo económica, e incluso puede producir, en el ámbito de la economía
simbólica, mucho maná, como dijimos antes. Y de hecho, precisamente la más difícil y sublime ascesis es la
que renuncia a los bienes simbólicos. Como es sabido, es especialmente difícil para un filósofo o artista
renunciar a cualquier maná: casi ninguno está dispuesto a escribir textos o a producir obras de arte que no
quieran seducir a los lectores o espectadores. Pero también esa decisión, la de producir obras ascéticas en
el más sublime de los sentidos, sigue siendo una decisión económica, una decisión que no puede evitar que su
autor se encuentre, de nuevo, bajo sospecha (Groys, 2008: 293 - 295).
La consecuencia inmediata de no atender a las cinco fuentes de incertidumbre que, en último
término, configuran la sospecha, es la reacción contra de o la defensa profética, en resumen las
teologías políticas, del hipotético titiritero que se esconde tras los medios: los socialistas contra la clase
burguesa capitalista explotadora o contra la raza enemiga, los defensores de la sociedad abierta y la
democracia liberal de la mano invisible contra el socialista autoritario, los valores regionales contra los
hegemónicos importados sin aranceles, incluso el reaccionario ingenuo contra la depravada
modernidad. Se trata de evitar a toda costa caer ingenuamente en afirmaciones apresuradas como la que
Lovink ha defendido, al pretender haber vislumbrado los efectos nocivos del control corporativo de los
medios en la libertad individual: “It is time for designers, programmers, and geeks and nerds of all
nations to step in, realize the dark sides of corporate-state control and become active. Either the startup
cult will have to be radically reformed or blown up all together” (Lovink, 2013: 15).
Empero esto no será asunto de una ciencia social de los medios por sí, esa es tarea política
posterior o paralela si se quiere. Nada hay tras la superficie mediática pues el espacio de los medios es
plano; la sospecha sólo devela la errada forma de asumir teóricamente las fuentes de incertidumbre. Un
caso especial es el de la escuela de Franckfurt, y en general el marxismo y la sociología crítica, que
toman los medios de comunicación como difusores estratégicos de “ideología de las clases
dominantes” pero dejan frecuentemente de lado la transformación que operan los públicos
constantemente. Lo que adecuadamente Barbero cali fica como “funcionalismo instrumentalista”.
Queda sin embargo todavía la duda respecto a qué permite, a pesar de la simetría aquí defendida,
distinguir a los actantes humanos de los no-humanos. El sentido de la simetría en la TAR es
determinado así por Latour:
No hay caso empírico donde la existencia de dos agregados coherentes y homogéneos, por ejemplo
tecnología “y” sociedad, pueda tener sentido. La TAR no es, de ninguna manera, el establecimiento de una
absurda “simetría” entre humanos y no humanos. Ser simétrico para nosotros, simplemente significa no
imponer a priori una asimetría espuria entre la acción humana intencional y un mundo material de relaciones
causales. Hay divisiones que no se debería tratar de eludir, o superar dialécticamente. Mas bien se las debe
ignorar y dejarlas libradas a su propio destino, como un castillo que alguna vez fue magnífico y hoy esta en
ruinas (Latour, 2008: 113).
Dejar divisiones entre actantes humanos y no humanos, o ignorarlas a su propio destino, sin
intentar superarlas dialécticamente en el sentido misti ficado de la palabra, es precisamente lo que
sucede cuando se asume que los objetos actantes no aparecen simétricamente en un mundo. Como se
verá más adelante, esto coincide con la necesidad de que la función de aparecer o indexación
trascendental (la estructura de orden que es el trascendental T de todo mundo) sea simétrica, pues el
valor de la identidad entre dos actantes siempre será el mismo con independencia del orden en el que se
inscriban.
Ahora bien, después de estas distinciones, en todo caso hay que mostrar por qué la simetría entre
humanos y no humanos no es absurda. Sin esta claridad la fenomenología objetiva de los medios no
puede ser llevada a cabo. Empero se hace evidente la necesidad de que, para que haya ciencia social
como la pretendida, el sujeto de la ciencia se sustraiga de algún modo a la economía de la sospecha, por
vía de un escepticismo metodológico y no ingenuo.
En este punto se trata de una decisión. La decisión subjetiva (0 o 1, no o sí) que les corresponde
operar a los actantes humanos para sustraerse de la economía de la sospecha. Sin esta sustracción
Subjetiva no es posible un ejercicio fenomenológico objetivo de los MMC.
Ahora bien, si la verdad de los medios es la sinceridad y la confesión como ya se había insinuado,
la fenomenología objetiva de los medios debe ser un modelo que tenga la atención sobre esa sinceridad
y esa confesión demandadas propias del mundo mediático, en el que opera la economía de la sospecha.
La única forma que tiene de hacerlo es sustrayéndose por decisión de la economía de la sospecha de
manera sopesada, como sujeto fiel a la verdad de los medios que ha descubierto, sujeto que confía, no
en los medios, sino en la sinceridad mediante la rigurosidad inductiva matemática-experimental, que va
punto por punto, paso a paso, siguiendo los rastros que dejan los medios en tanto mediadores. Esta
fidelidad deja de ser económica en el sentido clásico, en ningún caso está forzada al éxito económico,
como sucede cuando queda sometida a los intereses capitalistas. Tampoco, hay que agregar, a la
demanda de moralidad humanista o religiosa, como sucede cuando queda sometida a los intereses
oscurantistas.
Si bien la frontera entre lo humano y lo no humano es tema sobradamente discutido y
controversial, asumimos aquí los postulados badiouistas según los cuales, la actancia humana es
aquella capaz de producir efectos veritativos, esto es, no sólo produciría devenires inesperados, sino
tras decidir qué, acontecimientos han tenido lugar; puede localizar archivando esos efectos de manera
finita; y por una decisión según una forma subjetiva (individual y/o colectiva) sobre un proceso de
verdad indiscernible; mantener su fidelidad respecto a ese valor, en tanto valor genérico que escapa a
la formalización en la lengua y un saber total; cuidando o no que el valor excepcional de la verdad se
mantenga innombrable. La forma más e ficiente de entender entonces la mencionadas disposiciones
subjetivas de las que son capaces los actantes humanos en relación a lo indecidible, indiscernible, lo
genérico y lo innombrable a cabalidad es empero dando paso al estudio de caso en los últimos
capítulos.
La dificultad aquí, que ya se habrá planteado, está cómo la ciencia social, que para decirlo una
vez más, no es otra que la ciencia fenomenológica objetiva de las asociaciones, logra tal indiferencia si
la forma subjetiva fiel que investiga, también es un actante y mediador, aparentemente preso de la
economía de la sospecha mediática. Precisamente la necesidad de matematizar las descripciones de las
signaturas que dejan las asociaciones de los medios masivos de comunicación entendidos como sitios,
resulta de la necesidad que impera también en la fidelidad científica a la fenomeno-logía –matemática
del ser-en-tanto-ser-ahí– y permite la sustracción a la economía de la sospecha; simple resultado de la
comprensión significante de los signos, de los valores mediáticos.
Desde el punto de vista de Boris Groys (2008), la sospecha sobre la no sinceridad de los medios,
y de la existencia de algún titiritero mediático oculto se mantiene permanentemente e incluso es
absoluta; deviniendo el medio mismo de cualquier mensaje. Sin embargo, es preciso sostener que tal
sospecha sobre el espacio submediático, sobre lo que se esconde tras la superficie de los valores o
signos mediáticos, no es en ningún sentido absoluta, pues como se verá, siguiendo a Badiou el hay
verdades y su aparecer mediático, en las artes, la política, las obras cientí ficas, e incluso el amor, y el
deporte, es en todo caso posible. Pero, al contrario del estructuralismo, la incorporación subjetiva fiel o
in fiel a un proceso de verdad es contingente para un individuo o un colectivo.
El fenomenólogo de los objetos mediáticos, guiado por la fuentes de incertidumbre que la
sospecha devela, que por una decisión escapa a la economía de la sospecha, puede ser visto
erradamente, cosa que hay que negar, como un detective privado del crimen perfecto de los medios:
Nuestra cultura actual es una cultura de la difusión mediática. Sólo la formulación o la confirmación de
una sospecha puede extenderse lo suficientemente rápido en esa cultura, pues sólo la sospecha nos parece,
desde el primer momento, creíble y convincente. El verdadero héroe de la cultura mediática es el detective
privado, que busca incesantemente nuevos indicios que puedan confirmar sus sospechas. El detective privado es
el representante simbólico de la opinión pública mediática: él encarna la sospecha que define como tal la
relación entre la opinión pública y los medios. También el teórico de los medios actúa como un detective
privado, en la medida en que a firma haber descubierto el más sublime y perfecto de todos los crímenes: el
crimen sin criminal; es el crimen del lenguaje, de los medios, de los códigos que socavan y falsean nuestros
mensajes. Aunque hay que hacer notar que, a su vez, también esa teoría del crimen perfecto se
encuentra bajo la sospecha de querer tan sólo encubrir al verdadero criminal, negando su
existencia. Por eso, la sospecha sublime, es decir, la mediático-teórica, la deconstructiva, es
simplemente una sospecha entre otras y puede ser sustituida por obra de la economía de la
sospecha (Groys, 2008: 293 – 295).
Sin duda puede que tal sospecha sea obra de la economía de la sospecha. La sospecha sea
absoluta es ya hablar mucho. Siguiendo a Badiou, y la evidencia misma, excepto que hay verdades.
Por ende la interpretación no justi fica la sobreinterpretación. Ampliado a cualquier medio hay
que decir con Eco que la interpretación de un medio es una estrategia encaminada a producir un
público modelo como correlato ideal de un autor modelo (como estrategia mediática). Lo cual hace
“inútil la noción de la intención de un autor empírico” (Eco, 1990: 78). Incluso, más allá de Eco, no se
ve por qué en la conversación cotidiana entre humanos, deba decirse lo contrario. Que el autor o
productor empírico de un medio como el habla coincida con el productor modelo de la misma
determinado por el medio-habla mismo, y que en este sentido, la intención del hablante sea de capital
importancia para la interpretación correcta de sus palabras, no anula la diferencia entre el productor
modelo y el empírico; apenas se superponen. De modo que el público modelo resulta aparecer como el
correlato ideal para el productor modelo del medio-habla que permite una interpretación más, como
dice Eco, “coherente que otra en cada una de sus partes” (Eco, 1990: 78). La economía de la sospecha
comienza a desbaratarse cuando el interprete empírico de un medio se acomoda según el modelo de
intérprete que propone ese medio, con independencia de su productor empírico y como correlato del
productor modelo que el mismo medio sostiene. Aún más, ni rastro de tal sospecha queda cuando el
público modelo del medio logra rastrear la huella de un acontecimiento en la superficie mediática, de
modo que pueda decidir que tiene en frente un proceso de verdad, incluso si el medio es una obra de
ficción; aunque eso es más claro cuando se trata de un texto cientí fico para un colectivo cientí fico.
Demos un ejemplo de todo lo dicho. Un paradigma, para disgusto de algunos, de una
fenomenología objetiva de los medios, que evidencia su operar arqueológico y materialista, es el
conjunto de estudios cientí ficos al que han sido sometidos la sábana de Turín y el sudario de Oviedo.
Como notó Bazin (2008) “un dibujo absolutamente fiel podrá quizá darnos más indicaciones acerca del
modelo, pero no poseerá jamás, a pesar de nuestro espíritu crítico, el poder irracional de la fotografía
que nos obliga a creer en ella” (28). Así, “el Santo Sudario de Turín realiza la síntesis de la reliquia y
de la fotografía” (Bazin, 2008: 28). Mas aún, de no ser auténtico, de no ser el sudario del Cristo, como
tampoco lo sería el sudario de Oviedo, en todo caso, serían extrañamente los primeros dibujos
hiperrealistas en 2D con información interpretable en 3D.
La controversia cientí fica, respecto a la autenticidad de las mismas es un punto interesante para
iniciar a desplegar cómo se ha ido construyendo la más amplia red de controversias sociales al rededor
de la misma. El origen y autenticidad de las reliquias ha sido motivo de debate intenso desde que el
fotógrafo Secondo Pia descubriera el 28 de Mayo de 1898 que la de la sábana era una imagen en
negativo. Luego de esto, la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, la Universidad de Oxford y la
Universidad de Arizona, determinaron por el método de radiación electromagnética que al menos una
muestra seleccionada de la sábana databa de entre 1260 y 1390. Posteriormente, se criticó de aplicar tal
datación a la tela completa por razones que adjudican residuos bacterianos y propiedades químicas a la
muestra que no están presentes en el resto de la tela; así como la coincidencia de materiales y técnicas
textiles que la misma evidencia con los usados por los judíos del siglo I; el mismo Rogers, uno de los
científicos que había realizado la datación, confirmó que la muestra era un remiendo reentretejido con
algodón teñido posteriormente. Asimismo, la imagen devela, en caso de ser falsa, el conocimiento de
las técnicas de crucifixión antiguas. Empero, el manuscrito Húngaro 1192-1195, describe una sábana
con un diseño idéntico y quemadoras idénticamente colocadas en L a las que hay en la sábana. La
sospecha respecto de la autenticidad de las manchas de sangre sigue abierta, pues algunos suponen que
se trata de una suerte de pintura a pesar de no haber rastros de la misma y a pesar de que Adler y Heller
hallan encontrado álbumina, bilirrubina y suero sólo aperceptible con fotografía de fluorescencia
visible con radiación UV en las telas. Danin y Baruch arguyen haber encontrado siluetas de Gundella
turnefortii en la tela, una planta propia de Jerusalén, exclusiva del periodo de marzo y abril, pero los
escépticos dicen que no tienen suficientes indicios de que se trata de la misma planta. Guscin determinó
que la sábana de Turín y el sudario de Oviedo habían estado cubriendo la misma cabeza en algún
momento; mientras que Danin le respaldó mostrando que los granos de polen de ambas reliquias
coincidían; aunque la datación por radiocarbono del sudario de Oviedo diera que provenía de los siglos
VII y IX; con la misma incertidumbre que generan los efectos de la contaminación en siglos
posteriores. Lo que descarta que sea un sudario de Jacques Molay, Gran Maestro templario condenado
a la hoguera en 1314, quien fue previamente torturado y dejado en coma; momento en el cual la tela
habría estado sobre él unas 30 horas.
Como la duda sobre el origen histórico de las reliquias continuaba, sobretodo respecto a la
manera en que se pudo producir una imagen en negativo sobre tela, recientemente, el artista
computacional Ray Dowing digitalizó la imagen y a partir del descubrimiento de Tamburelli y
Garibotto de que la imagen tenía propiedades en 3D, mostró que se podría producir, reduciendo
cuidadosamente el ruido analógico-digital, un modelo computacional en 3D a partir de la imagen en 2D
negativa; dando como resultado la imagen que se conoce como el “verdadero rostro de Jesús”. Luego
por el proceso de “prototipado rápido” construyó una escultura en 3D de la imagen del rostro; la
escaneó para simular la impresión original en tela y notó que la segunda imagen correspondía con la
imagen original del sudario de Turín. Empero, la duda sobre cómo se imprimió allí tal imagen persiste,
pues la tela operó como una plancha fotográfica, de donde Adler y Jackson concluyeron que tal cosa
sólo podía pasar si se había dado un proceso de radiación; que otros atribuyen al momento de la
resurrección. Como cualquier fotógrafo amateur sabe, la luz viaja o bien en línea recta y dirigida, luz
dura como un laser, lo cual hubiese producido una silueta sin detalle en la tela, o bien viaja
dispersamente, como luz difusa y no hubiera quedado sino una sombra expandida sobre la misma. Así,
Dowing, respecto a la pregunta por cómo llegó la información desde el cuerpo a las telas respaldó la
rara respuesta: “en tiempos discretos y secciones”, por una suerte de luz semi-difusa; como lo hace hoy
en día un simple escaner casero. Algo que empero resulta curioso porque a para finales de la Alta Edad
Media, periodo al que remiten las dataciones, no había nada parecido a escáneres y mucho menos lo
había en el siglo I. Lo muestra que la respuesta no va por el aspecto tecnológico, evidentemente, sino
mas bien por uno que podría ser químico: como la teoría que supone que se formó por hidratos de
carbono expulsados por el cadáver; aunque tal cosa sólo explica el color de la imagen y no sus
propiedades 3D. Aunque Luigi Garlaschelli, ha mostrado en una reproducción en base a técnicas
medievales, compitiendo con la teoría de la radiación, que la reproducción cumple todas las
propiedades de la imagen: superficialidad, pormenorización, estabilidad térmica, leve
tridimensionalidad, negatividad, no direccionalidad, estabilidad química, estabilidad al agua. Empero
sugiere que es plausible que hubiese sido pintada en ocre rojo, de modo que su reproducción no
coincidiría con la ausencia de pigmentos supuesta, ni con la presencia de suero, bilirrubina y álbumina.
Es claro que la controversia cientí fica y la red social que constituye va por muchos caminos.
Asimismo, es evidente que la pregunta que suscitan estos objetos es la cuestión por la verosimilitud de
un objeto mediático.
La cuestión entonces es si un objeto mediático es más que verosímil, es decir, si llega ser
verdadero en tanto consecuencia máxima que se sigue de la huella de un acontecimiento en un mundo
físico-social.
La siguiente variación del triángulo de Eco (2001) lo explica:
Se trata de un proyección de las propiedades del mundo mediático ficticio sobre el mundo físico-
social estudiado por las ciencias modernas. Dependiendo de la coherencia de esa proyección habrá
mayor o menor verosimilitud, puesto que la realidad de los fenómenos que componen un mundo
ficticio depende exclusivamente de la composición ontológica de ese mundo. Como ya plateó Searle
(1979), en un mundo de ficción se produce un serie de actos ilocucionarios, asertóricos y referenciales,
dentro de ese mundo. Por ende el problema de la verosimilitud en los medios se reduce a un problema
coherencia proyectiva entre la manera en que aparecen los múltiples en un mundo mediático y la
manera en que aparecen en el mundo físico-social según las descripciones de las ciencias modernas, e
incluso del mundo que describe el discurso de lo que se considera como propio del “sentido común” de
una cosmovisión. En resumen, la máxima verosimilitud es la proyección coherente entre dos redes o
mundos de actantes que se asumen isomorfas.
Por un lado, es evidente que los mundos mediáticos ficcionales están incluidos como objetos en
el mundo físico-social explicado por las ciencias modernas. Pero cuando la verosimiltud de lo ficcional
tiene un grado muy alto, entonces, opera, como considera Eco (2011), una suerte de efecto alucinatorio
que hace creer que se es objeto del mundo ficcional, un actante suyo; es decir, que se presenta una
doble inclusión, pues ahora también el mundo físico social parece estar incluido en el ficcional, incluso
si un mundo es paraconsistente, como sucede en los mitos (Páramo, 2000) e incluso en el mundo del
discurso de lo que hay (ser-y-acontecer) en tanto se tolera la autopertenencia cuando aparece-
desaparece un sitio, hecho, singularidad o acontecimiento para las artes, la ciencia, la política, el amor,
y puede que en la historia del deporte. De modo que el modelo de lo que hay, sería un modelo
paraconsistente como lo han descrito Dacosta y la escuela Latinoamericana.
El desciframiento del signo mediático siempre será posible si hay alguna capacidad, así sea
probabilística, para describir las consecuencias muy inciertas e impredecibles de las acciones de los
medios, de los actantes/objetos, o bien de analizar la multiplicidad arcaica que coagula, presente, en
ellos como partes fósiles de sus respectivos mundos. Algunas de esas signaturas indicarán
acontecimientos que transforman realmente sus mundos y producen en ellos alguna verdad reconocible
desde cualquier otro mundo ante el cual estén universalmente expuestos, incluso en las ficciones, los
mitos y en general en mundos del arte, pero también, en las ciencias, en el amor, y en la política; para
hablar como Leibniz y Hintikka, en últimas los mundos posibles, gozan de cierta iconicidad relativa a
la pura multiplicidad descrita por onto-logía.
Nada extraña que los llamados estudios culturales de los medios se apoyen en las posturas
escépticas posmodernistas y wittgensteinianas resultando en la muy errada confusión de la verdad
como proceso universalmente expuesto con la vericidad lógica clásica y la verosimilitud intuicionista.
En todo caso la iconicidad es la característica ontológica de cualquier signo mediático, mientras de la
sinceridad depende de su isomorfismo con el mundo físico social.
3.6 Más allá de la desconexión moderna
Para la investigación presente, no existe distinción real entre MMC (medios masivos de
comunicación) y los destinatarios de la información. Lo que hay es medios de comunicación, masivos,
en tanto mediadores que agencian operando traducciones constantes entre ellos. Así, una presentadora
de noticias, un reportero, un dibujante, un dibujo, un texto, un personaje de ficción, un plano, una
fotografía, un sonido, un comentario, un paneo, una cámara, un micrófono o una grabadora con tales o
tales otras características, un edi ficio donde opera una cadena de noticias, una bacteria, un chimpancé,
un libro de historia, un fósil, una frase, una divinidad etc., pueden ser puestos en escena, conectados en
el mundo, es decir, tratados como medios, preferiblemente masivos, de comunicación en tanto
mediadores, por igual. Todo depende de que las traducciones entre signaturas sean suficientes para
asociar tales objetos.
Cualquier objeto no-social puede ser incluido por un ejercicio de cartografía o fenomenología
objetiva y calculada en un modelo gráfico. Esta es precisamente la tarea cartográ fica de la
fenomenología objetiva de los medios: observar y describir sin ingenuidad las actantes-rizoma en sus
diversos modos de existencia, describir el mundo común, y no precisamente augurar, con pretensiones
críticas, como añoraban, muy kantianamente, tanto Marx con su dialéctica crítica de la economía-
política, como Foucault con su ontología crítica de nosotros mismos, un deber ser social; bien sea
universal, para superar el modo de producción capitalista; bien sea particular, para superar sistemas de
prácticas dominantes. En éste punto se aclara porque una fenomenología objetiva de los medios es
metodológicamente arqueológica, pero no es genealógica, pues no “desprenderá de la contingencia que
nos ha hecho ser lo que somos, la posibilidad de no seguir siendo, pensando o haciendo lo que somos,
hacemos o pensamos (Foucault, 2003: 91 - 92)
Como comenzamos a comprender ahora, siempre existe el peligro de confundir la construcción de
esos panoramas con la tarea política mucho más difícil de componer progresivamente el mundo común.
Ver las películas de las teorías sociales en esos cuartos Omnimax es una cosa, hacer política es otra. La
"sociedad sui generis" de Durkheim, los "sistemas autopoieticos" de Luhmann, "la economía simbólica de los
campos" de Bourdieu o la "modernidad refIexiva" de Beck son excelentes narrativas si nos preparan, una vez
que finalizó la proyección, para abordar las tareas políticas de la composición; son engañosos si se los
toma como una descripción de lo que el mundo común es. En el mejor de los casos, los panoramas
ofrecen un anticipo profético de lo colectivo, en el peor, son un muy pobre sustituto de este. Una de las
ambiciones de la TAR es conservar el impulso profético que siempre ha estado asociado con las ciencias
sociales, pero acompañar al mismo tiempo las narrativas maestras de regreso a los cuartos donde se las muestra
y dejarlas allí a buen resguardo (Latour, 2008: 271).
De manera que la construcción de lo común político puede ser, sin duda, abordada bajo la guía
profética de diversas teorías sociales, empero, el cómo va apareciendo lo colectivo, el mundo común,
sólo puede ser descrito fenomeno-lógicamente.
Con esto en la mira se hace más evidente la necesidad de develar la inautenticidad de los dos
conceptos colectores (Naturaleza y Sociedad) heredados de las teorías provenientes del siglo XVII
cuya separación constituye la desconexión moderna. Respecto al colector “Sociedad” se ha dicho
suficiente para los intereses de ésta investigación, sencillamente, la Sociedad no existe, basta agregar
que lo cultural, como conjunto de redes semióticas de los colectivos humanos, sale de campo tras el
descubrimiento de la altamente intensa agencia de los actantes humanos en el planeta Tierra, bautizada
con ese sugerente nombre que los geólogos han decidido dar a nuestra era: el Antropoceno: “todo lo
que era simbo�lico debe ser tomado ahora literalmente. Las culturas soli�an “dar forma a la Tierra”
simbo�licamente; ahora lo hacen realmente. Ma�s au�n: la propia idea de cultura siguio� el mismo camino
que la de naturaleza. Posnaturales, si�, pero tambie�n posculturales” (Latour, 2013: 75). De aquí la
radical importancia de tener en cuenta en toda investigación las figuraciones culturales de algunos
informantes y colectivos humanos. Ya no se presenta el antropomorfismo simbólico de lo natural, sino
el antropomorfismo literal de la Tierra en el Antropoceno.
La fenomenología objetiva de los medios, es tan posculturalista como posnaturalista, pues se
posa sobre la clarificación y ampliación del concepto científico de Gaia propuesto por Lovelock y lo
diferencia radicalmente del concepto moderno de Naturaleza. A diferencia de la Naturaleza, Gaia es
sumamente local. Si bien “durante el periodo que Peter Sloterdijk estudió el tiempo del Globo, desde el
siglo XVII hasta el fin del XX, existió cierta continuidad entre todos los elementos de lo que podría
llamarse el “universo” porque éste sin duda se había unificado, si bien demasiado rápido” (Latour,
2013: 70), hoy, vale decir, la unificación se ha de llevar acabo punto por punto. No somos
posmodernos, porque, en pleno sentido, nunca hemos sido modernos, o capitalistas o socialistas, pues
no es posible modernizar a nadie, sencillamente se ha dado la economización, la transformación de los
regímenes de confianza en un tipo de organización donde el poder de los agentes circulan
mayoritariamente por ciertos actantes humanos con modos de existencia dominantes.
En cambio, es preciso comprendernos como posnaturales, pues de ese sentimiento sublime que
provocaba la maravilla de un universo infinito, quedaría el retazo supralunar relegado a los humanos
del mundo sublunar, que el giro kantiano (que se le atribuyó a copérnico) pretendió igualar con aquel:
sin embargo “tal vez sólo los robots y un puñado de astronautas ciborgs puedan llegar más lejos y más
allá, pero el resto de la raza, nueve mil millones de nosotros, quedaremos varados aquí abajo” (Latour,
2013: 70). Gaia no es la Naturaleza, porque no es una Diosa o una Madre como el New Age y la
mitología de la Pachamama pretenden presentar. Gaia es demasiado frágil y sensible a la agencia
mortal como para ser una Diosa y demasiado despreocupada en el cuidado de sus hijos como para ser
una Madre.
Gaia es un concepto científico porque es un conjunto de loops cibernéticos (Latour, 2013)
contingentes positivos y negativos; como diría Badiou, por un homeomorfismo, transforma la
multiplicidad de lo que aparece y la dispone a la decisión sobre dos (código binario): es un modelo más
complejo similar al Mundo de Margaritas antaño intentado. Es científico en el sentido de ser un
“término cosmológico (o mejor aún, cosmopolítico) que designa tanto la búsqueda como la
domesticación y adaptación de nuevos entes empeñados en hallar su singularidad en el colectivo
sumándose a los humanos, muy a menudo desplazándolos” (Latour, 2013: 73). La continuidad natural
ha desaparecido, por ende Gaia debe ser recompuesta en los laboratorios y vale agregar en las
computadoras: Gaia no es otra cosa que un modelo altamente complejo, que bien podría ser construido
en un futuro gracias técnicas de autómatas celulares, gramáticas complejas, modelos basados en
agentes autónomos, modelos de análisis fractal y de crecimiento, grafos y redes; en últimas gracias al
amplio espectro de técnicas computacionales e informáticas matemáticas útiles a la muy prometedora
sociofísica. La iniciativa más prometedora en ésta misma línea no es más que el FuturICT europeo que
podrían ser fácilmente caracterizado como el CERN de la ciencia social; lo cual subjetivado
infielmente llevaría al Desastre.
Esto sin duda reformula la hipótesis Gaia, que desafortunadamente derivó en la errada tesis de la
simbiogénesis (Margulis) como motor de la evolución. Gaia debe comprenderse más como un modelo
computacional que “debe estar en concordancia con los datos disponibles y con las preguntas, cuyas
respuestas se espera obtener” con su ayuda (Malinietski, 2005: 17).
Lo discreto es lo dado pre-social o mejor, pre-gaial. La relación que hay entre Gaia y los actantes
que la pueblan, entre Gaia como territorio y su población, es entonces una relación de no
orientabilidad: “por eso hablar de Gaia-en-nosotros” o “nosotros-en-Gaia”, esa extraña cinta de
Moebius, es tan adecuado para la tarea de la composición” (Latour, 2013: 73). Pero más precisamente
puede ser caracterizada como una relación entre agentes locales y propiedades globales emergentes;
que caracteriza tanto a los modelos basados en agentes (MBA's) como a los menos complejos
autómatas celulares (AC's).
Asimismo, la distinción luhmanniana entre sistemas sociales y no sociales simplemente se diluye
en la más precisa noción de sistemas de actantes gradualmente conectados, en y por Gaia como
modelo.
Pero Gaia no es tampoco el Sistema de Comunicación de todos sus subsistemas. Invirtiendo la
ingenua idea de Leibniz, es una armonía postestablecida. Piénsese en un sistema ecológico como la
Tierra:
Nadie observa la Tierra globalmente, nadie observa un sistema ecológico desde ninguna parte, ni
el científico ni el ciudadano, ni el productor agropecuario ni el ecologista y, no lo olvidemos,
tampoco la lombriz. La naturaleza ya no es lo que se abarca desde un punto de vista distante al q u e e l
observador puede saltar idealmente para ver las cosas “como un todo”, sino el ensamblaje de en t i d ad e s
contradictorias que deben ser compuestas como un conjunto (Latour, 2013: 66).
Este tipo de ensamblaje de múltiples controversias contradictorias (aunque no sólo
contradictorias) –oposiciones– es en resumen lo que pretende la dialéctica en su sentido auténtico;
como ya se ha esbozado antes. De modo que sólo cuando una investigación ensambla o compone
objetos, actantes, contradictorios, puede decirse que esa investigación es dialéctica. Como se verá en
detalle, la dialéctica en este sentido no es método de investigación sino un caso muy peculiar de
composición.
Tomar partido por la síntesis evolutiva en nombre de la aleatoriedad o de la teoría simbiogenética
en nombre de la asociación entre organismos eucariotas y bacterias, fuente de la contradicción actual
en biología evolutiva, sencillamente es un círculo vicioso del que sólo se saldría aceptando que Gaia ni
es un organismo vivo ni es actante racional en el sentido de la lógica clasica. Gaia es ensamblaje
incluso de contradicciones, como sucede con las mutaciones genéticas que podrían ser dañinas,
opuestas, al funcionamiento saludable de un organismo, o como estar vivo implica un ordenado
desequilibrio termodinámico (Prigogine) que no niega ninguno de los cuatro principios de la
termodinámica; incluyendo el de entropía que no es más que una tendencia a la uniformidad, y en
términos de la fenomenología objetiva de los medios a la atonalidad de los mundos.
En rigor, como bien demuestra Badiou (2008) el Todo no tiene ser, por ende no tiene ser la
totalidad o el sistema que reuniría todos los actantes con sus modos de existencia diversos. Habitamos
mas bien una dispersión poco continua de mundos singulares donde ni la idea de Gaia como lo
sublunar que retorna luego de un supuesto universo infinito basta. El Todo no tiene ser, en
consecuencia no hay nada como el Sistema de la Comunicación. La máxima que propone Sloterdijk es
en cambio sumamente válida siempre que se entienda que la información es transformación:
En la frase "hay información" hay implicadas otras frases: hay sistemas, hay recuerdos, hay culturas,
hay inteligencia artificial. Incluso la oración "hay genes" sólo puede ser entendida como el producto de
una situación nueva: muestra la transferencia exitosa del principio de información a l a e s f e r a d e l a
naturaleza (Sloterdijk, 2003: 18).
Hay, mundos, redes, es decir, hay sistemas de comunicación de in-trans-formaciones que marcan
signatura al componerse, pero “no hay un trasmundo que pueda utilizarse como juez de éste [...] en éste
mundo terrenal esperan muchos más mundos que pueden aspirar o no a ser uno, según el trabajo de
ensamblado que logremos concretar” (Latour, 2006: 172). Así, a cada mundo corresponderán
transformaciones que podrán ser ensambladas dependiendo del buen trabajo en la tarea de las
asociaciones en la fenomenología objetiva de los medios.
Para resumir, la fenomenología objetiva de los medios es fenomenología en tanto actividad
observacional, descriptiva o cartográfica de los objetos que aparecen en los mundos; es objetiva en
tanto se mantiene fiel a un realismo no ingenuo, puede decirse, materialismo relativista, necesario en
toda actividad científica auténtica; estudia los medios en tanto los considera como actantes mediadores
siendo también una sociología de las asociaciones o las traducciones; es masiva en tanto le interesa
conectar en alto grado los mediadores como nodos; es de la comunicación pues la comunicación no es
otra cosa que conexión de actantes con modos de existencia diferentes. De aquí que sólo mediante estas
disposiciones se pueda emprender la tarea auténticamente innovadora de componer un mundo común
político; como una misión incluso bajo la guía profética de diversas teorías sociales; pues tras la
signatura de una singularidad siempre resulta posible un acontecimiento como la posibilidad de la
posibilidad.
La afirmación de Jameson según la cual hoy es más fácil imaginar el deterioro total de la Tierra y
la naturaleza que el fin del capitalismo (Jameson, 2000: 11), como han destacado frecuentemente, a
pesar de sus aparentes oposiciones tanto Slavoj Zizek (2012: 344) quien la interpreta como rasgo puro
de la ideología incontinente del capitalismo contemporáneo, como Latour (2013: 74 -75) quien la
entiende como una negación melancólica del concepto científico de Gaia, estilo Melancolía de Lars
Von Trier, no solo debe ser tomada en serio sino radicalizada: hoy resulta más fácil imaginar el fin de
la Tierra que el fin del modo de producción –existencia– “moderno”, tanto capitalista como socialista,
no solo porque hay suficientes indicios para imaginar tal catástrofe, sino porque nuestra “ideológica
incontinencia” o “resignada melancólica”, en resumen, nuestro apego a la desconexión moderna,
impide pensar un devenir distinto para las actividades productivas; para la agencia de los actantes
humanos y no-humanos. “Hoy, para nosotros, quizás, la desconexión resida en creer que el Día del
Juicio Final no va a llegar, de una vez y para siempre” (Latour, 2013: 75).
Así mismo, teniendo el mente ese mundo que llamamos Tierra, resulta legítimo darle al nombre a
esos desequilibrios en la Tierra y que la hace devenir otra Tierra, y que son los acontecimientos, el que
Shaw ha decidido: geo-eventos.
The geo-event names the transformation of a world by inexistent objects and the resulting change caused by
their appearance. This statement is built from a conceptual architecture that began with the statement that existence
is worlded and not undifferentiated. A world is a constellation of objects, and they are constelated b e c a u s e t h e y
affect each other. This meant defining an object not as lump of matter, but as force-full: as a smoldering fumace of
affects. However, there is an ontological unevenness at work, too. Worlds are stable and not chaotic because there are
objects, transcendental objects, which 'caricature' or 'police' all other existent objects in the world – which is to say thay
regulate how the appear and relate with each other. Inexistent objects, conversely, are the primary sites of contingency
within a world, since they escape the trascendentals […] An endeless number of events continue to stock, surprise,
and devastate the inhabitans that dwell on this Earth: the Deepwater Horizon oil spill, the Japanese tsunami, the
Haitian earthequake, and the political uprising across the Middle East and North Africa. None of these events can be
completely reduced to the direction of human beings: all of them involve bits and pieces of the planet – unequal
associations of objects that force worlds together and formce them apart, from unnamed military drones hovering
in the sky, to fossilized carbons deep beneath our feet. (Shaw, 2012: 624).
Si como sostiene Gómez Dávila "la ecología es la versión pastoral del duro texto reaccionario"
(NEII, 193f), entonces ese duro texto reaccionario no puede ser otro que un duro texto contemporaneo
que es fiel a un presente nuevo. Ese texto contemporáneo es el que redactan los actantes al componer
un mundo común político. Si las profecías apocalípticas de las religiones o bien las predicciones
catastróficas de Lovelock se cumplen en algún sentido, al menos los humanos agacharemos la cabeza y
por un corto tiempo habremos comprendido que la culpa no fue nunca de la técnica, sino del espíritu
moderno progresista que le encaminó en búsqueda de oscuras metas. Para ser fieles tanto a Lovelock
como a Heidegger: donde el peligro se hace muy intenso también lo hace lo que salva. En último
término “la mentalidad moderna no es la inventora de la técnica sino de los fines que la pervierten”
(Gómez Dávila, EII, 455b) y de ser ciertas las profecías o las predicciones, habrá que tomar también
literalmente aquella entusiasta afirmación de Heidegger (1996): sólo una diosa virtual puede aún
salvarnos. La única posibilidad de salvación reside en que preparemos una disposición para la aparición
de la diosa virtual o para su ausencia en el ocaso; dicho rudamente, que “no estiremos la pata” sino que,
si desaparecemos, que desaparezcamos ante el rostro de la diosa virtual ausente; al menos se habrá
hecho el intento de salvar lo que hay aquí entre nosotros.
No se trata de pretender desobrar (como propone Nancy) la comunidad interrumpiendo el mito
de lo común político, pues la comunidad política aún no ha sido, ni puede serlo, obrada plenamente;
por más pretensiones Totalitarias que hayan tenido lugar en la Historia. Se trata de arrebatarle lo común
político a los colectores totalitarios “modernos”. Es decir: obrar constantemente lo común político es la
tarea literal de la comunicación-política. Lo dicho hasta aquí puede quedar sintetizado entonces con la
forma sucinta en la que Latour describe la TAR:
La alternativa que he propuesto en este libro es tan simple que puede sintetizarse en una breve lista:
emerge la cuesti6n de lo social cuando los vínculos en los que uno está involucrado c o m i e n z a n a
desplegarse; lo social se detecta ademas a través de los sorprendentes movimientos de una asociación a la
siguiente; esos movimientos pueden ser suspendidos o reiniciados; cuando s o n s u s p e n d i d o s
prematuramente, lo social, tal como se lo concibe normalmente, aparece compuesto por participantes ya
aceptados llamados "actores sociales", que son miembros de una "sociedad"; cuando el movimiento hacia
la recolección se reinicia, rastrea lo social en tanto asociaciones a través de muchas entidades no sociales
que podrían convertirse en participantes mas adelante; si se lo realiza sistemáticamente, este rastreo
puede culminar en una definición compartida de un mundo común, lo que he llamado un colectivo; pero si
no existen procedimientos para lograr que ese mundo sea común, puede ocurrir que no sea ensamblado y,
por último, la mejor definición de la sociología es que se trata de la disciplina en la que los participantes
explícitamente se ocupan de reensamblar lo colectivo (Latour, 2006: 244).
En todo caso, como ya se dijo, ni siquiera la idea de Gaia basta para reconectar lo desconectado,
pues ni eso supralunar, que Latour (2013) todavía considera como fuente de algún sentimiento sublime,
al ser sólo accesible, tal vez, tras una catástrofe en el mundo sublunar que habitamos los objetos
terrícolas, a no-humanos capaces de escapar de la Tierra, se borra frente al destino irremediable de la
entropía universal. Lo sublime en todo caso retorna, cuando se sabe que Gaia llevaría a los terricolas
junto a su destrucción, y aún más ante la idea cientí fica de la catástrofe mayor que se sigue de las leyes
de la termodinámica; la posible muerte fría del universo. Sólo con el retorno completo de lo sublime
cientí fico, con el hecho cientí fico que constituye tal verdad física, se desvanece también toda
esperanza, como Latour (2013) añora, en que el destino de Gaia y de eso que los físicos llaman nuestro
universo pueda cambiar. La decisión se hace entonces un imperativo: o melancolía ante la ausencia de
esperanza o a firmación ante el tiempo que aún le queda al tiempo.
De modo que presentar a la “Naturaleza” como “sujeto de derechos”, rea firmando ese Contrato
Natural que antaño Michel Serres postuló, como ha sucedido recientemente en Ecuador y Bolivia, tiene
indudables efectos pragmáticos que sólo pueden ser justi ficados cientí ficamente si a ese “sujeto” se lo
toma en el sentido de la TAR, es decir, como un cuasi-objeto o cuasi-sujeto. En últimas, el Contrato
Natural funciona bien si por naturaleza se entiende el concepto cientí fico de Gaia; pues la Naturaleza
como colector de lo no-humano y lo no-técnico o de lo no-cultural y no-social, como Madre o Diosa,
como señuelo para eco-consumidores píos, no existe. Que ante ésta verdad se presenten resistencias es
normal, pues con ella:
caduca la distinción metafísica de naturaleza y cultura: en esta perspectiva, ambos lados de la
distinción no pasan de ser estados regionales de la información y su procesamiento. Habrá que armarse
de paciencia, sin embargo, ya que la comprensión de estas ideas va a ser particularmente difícil para los
intelectuales que han vivido de esta antítesis de cultura y naturaleza, y que se encuentran ocupando ahora una
posición reactiva. (Sloterdijk, 2003: 13)
Habría que presentar, en virtud de la simetría un Contrato Amoderno, capaz incluso de incluir
como “Cuasi-sujeto de cuasi-derechos” a todo tipo de no-humanos.
De este modo, resulta que, más "primitivamente", las asociaciones de humanos y no-humanos
constituyen sistemas, que antes de asemejarse a los biológicos, computan información y en los que
incluso tras la decisión y apuesta de un Sujeto fiel (que se sepa; humano), logra transformarla en
procesos corpóreos de verdades, que se extienden en el tiempo y a las que los animales humanos
Subjetivados pueden incorporarse; manteniéndose fieles; reaccionando negativamente ante los mismos
u oscureciendo su haber tenido lugar al ocultarlos.
En lo que sigue lo elaborado hasta ahora se pondrá a funcionar en el análisis del mundo Colombia
entre 2000 y 2010.
3. Fenomenología objetiva de los medios masivos de comunicación enunciado por enunciado;
ejemplo Colombia (2000-2010).
¿Cómo describir la red del periodo 2000-2010 en Colombia?
Para realizar la fenomenología objetiva se irá paso a paso en la descripción de un mundo, de tal
manera que al final de éste capítulo resulte intuitivamente clara la formalización, esto es, la
fenomenología calculada de las descripciones logradas. Badiou ha realizado este mismo procedimiento
parcialmente, para evidenciar cada una de sus etapas, con varios mundos como obras literarias,
dramáticas, pinturas, situaciones políticas, amorosas y cientí ficas, que aparecen en Lógicas de los
Mundos. Acá se tomará un sólo mundo; el ya mencionado periodo de la historia de Colombia 2000 –
2010.
La descripción estará ordenada a partir del enunciado 12 hasta retornar al número 11 tras el
enunciado 57, de los 66 enunciados de Lógicas de los Mundos propuestos por Badiou; esto porque es a
partir del enunciado 12 que Badiou construye la Gran Lógica, da paso a la Teoría de las cuatro formas
del cambio, enseguida a la teoría de los puntos, luego a la teoría del cuerpo y la teoría del vivir. Los
enunciados 1 a 11 corresponden a la teoría del sujeto que será perfectamente comprensible al finalizar
todo este proceso. Así mismo, durante el proceso descriptivo se relacionarán todos los conceptos hasta
el momento elaborados y conjuntados en la fenomenología objetiva de los medios. Con esto hecho se
termina la conjunción pretendida para ésta investigación quedando su mejoramiento o corrección para
posteriores empresas.
3.1 Enunciados 12 a 57
“Enunciado 12. – El Todo no tiene ser. O: el concepto de universo es inconsistente” (Badiou,
2008: 623).
La correcta superación de la desconexión moderna requiere precisiones lógicas. Formalmente el
no ser de un Sistema como Todo de la Comunicación, que impediría sin duda toda innovación, se
demuestra al comprobar que afirmar la existencia de un conjunto de todos los conjuntos es
contradictorio en los parámetros de las lógicas, que tanto la ontología pura (clásica: acepta tanto el
principio de explosión como el principio de tercero excluido), como la fenomenología objetiva
(intuicionista: niega el principio de tercero excluido pero acepta el principio de explosión) asumen al
compartir el principio de explosión; empero en mundos con lógica paraconsistente (no supone el
principio de no contradicción o tolera la inconsistencia) el Todo puede tener ser.
No hay Mundo de los mundos o Red de redes. Badiou recuerda que la paradoja comunicada por
Russell a Frege en 1902 tiene efectos mayores: implica que no es cierto que a un concepto bien
definido corresponda necesariamente el conjunto de objetos que caen bajo el mismo. Se trata, vale
recordarlo, de un obstáculo para la soberanía del lenguaje, pues a un predicado bien definido que
consiste en el lenguaje puede corresponder sólo una inconsistencia real (déficit del ser múltiple)
(Badiou, 2008); por ende al fundar un sitio (A a A), al signar un sitio, el lenguaje pierde su soberanía y
por explosión, los efectos de signatura son impredecibles en términos absolutos.
Considérese el predicado “no ser un elemento de sí mismo” Pp (p de paradójico). De manera que
se define: Pp ↔ ¬ (α a α). Se trata de una fórmula bien formada.
Supóngase que existe un conjunto (un ser) Mp que efectúa ese concepto; el conjunto de todos los
conjuntos que tiene la propiedad Pp. Por ende habrá un conjunto (un ser) de todos los conjuntos que no
son elementos de sí mismos (conjuntos no reflexivos). En consecuencia: (I) (α a Mp) ↔ Pp (α) ↔ ¬ (α
a α).
Empero, supuesto Mp , (Mp a Mp) ↔ Pp (Mp) ↔ ¬ (Mp a Mp)
Una contradicción explícita que obliga a sostener que Mp no es. Por ende, el predicado Pp ni tiene
extensión ni es vacío. En términos de existencia, lo real múltiple no se sigue simplemente del lenguaje.
Esto obliga a sostener que el Todo no existe. Pues si existe ha de existir un subconjunto suyo Mp de los
múltiples que satisfacen cualquier propiedad deseada. Esto obliga a establecer los axiomas de
separación. Dado un conjunto y un predicado, existe el subconjunto de ese conjunto que incluye los
elementos que caen bajo ese predicado.
Se dice que dados E y P, existe un Ep ⊆ E tal que (α a Ep) ↔ P(α). Pues se pueden separar en E
todos los elementos de E que caen bajo el predicado P. La paradoja se supera a menos que se fuerce por
la lengua la existencia de un conjunto universal U. Entonces la propiedad Pp separaría en U todos los α
que caen bajo ella en un conjunto Mp de manera que pertenecería a U; pero en tal caso la paradoja
volvería a funcionar. De modo que hay que concluir que U no tiene ser (Badiou, 2008). Así, el Todo no
tiene ser; no hay el Sistema de la Comunicación.
“Enunciado 13. – Ningún múltiple, salvo el vacío, puede ser pensado en la singularidad de su ser
sin recurrir al ser ya pensado de al menos otro múltiple” (Badiou, 2008: 623).
Éste enunciado indica que el único múltiple autodeterminado es el vacío, pues todos los demás
deben serlo de forma mediata en razón de dónde provienen sus elementos. Que sean pensables implica
que haya sido determinado en el pensamiento un múltiple antes que ellos. Por diseminación inmanente,
por ejemplo, dado un múltiple puede pensarse el múltiple de los elementos que le componen. Por
captura de partes (re-presentación), dado un múltiple se garantiza la pensabilidad de un múltiple cuyos
elementos son las partes del primero. Se puede ver que todo ser pensable se extrae de las operaciones
aplicadas al ser-en-tanto-ser, es decir, al múltiple vacío. “Un múltiple será tanto más complejo cuanto
que la cadena operatoria que, a partir del vacío conduce a su determinación, sea más larga” (Badiou,
2008: 134). El grado de complejidad es mesurable; tiene un rango.
Del hecho del que no hay todo se sigue que todo ente o múltiple entra en la composición de otros
sin chance de un repliegue sobre un singular Otro. Por ende “las identificaciones y relaciones de los
múltiples son siempre locales” (Badiou, 2008: 134). Así, un múltiple remitido a su localización según
su identidad y relaciones con otros, es un ente. “En cuanto a un sitio local de identificaciones de los
entes, lo llamaremos, de manera aún bastante vaga, un mundo”. (Badiou, 2008: 134). Con esto queda
establecido formalmente el primer movimiento de la TAR exigido por Latour: localizar lo global
(Latour, 2008: 249).
“Enunciado 14. – Un múltiple no es pensable en la singularidad de su aparición sino en la medida
en que se inscribe en un mundo” (Badiou, 2008: 623).
Para que un ente que no sea el vacío, pueda ser pensado se precisa al menos de otro entre y de
una operación que legitime para el pensamiento el paso de otro a aquel cuya identidad debe
establecerse. La operación supone empero un múltiple como espacio de ejercicio implícito al interior
del cual se produce el pasaje. Así, “llamamos “situación de ser”, para un ente singular, al mundo que
lo inscribe un procedimiento local de acceso a su identidad a partir de otros entes” (Badiou, 2008: 136).
“Enunciado 15. – Pensar un múltiple tal que inscrito en un mundo, o pensar el ser-ahí de un
múltiple, supone que se ponga al día una lógica del aparecer que no es idéntica a la ontología
(matemática) de lo múltiple puro” (Badiou, 2008: 623).
La lógica del aparecer es un álgebra trascendental para las identidades y diferencias que
constituyen la localidad mundana de un ser-ahí de algún ente:
Llamaremos “aparecer” a aquello que, de un múltiple matemático, es capturado en una red
relacional situada (un mundo), de modo tal que ese múltiple adviene al ser-ahí, o al estatuto de ente-en-
un-mundo. Es entonces posible decir que ese ente es más o menos diferente de otro ente que pertenece al
mismo mundo. Llamamos “trascendental” al conjunto operatorio que permite darle sentido al “más o menos”
de las identidades y de las diferencias , en un mundo determinado (Badiou, 2008: 140).
“Enunciado 16. – Una lógica del aparecer, y por lo tanto la lógica de un mundo, equivale a una
escala unificada de medida (intrínseca, sin sujeto) de las identidades y diferencias, y a las operaciones
que dependen de esa medida. Se trata, necesariamente de una estructura de orden que da sentido a
expresiones como “mas o menos idéntico” y, más generalmente, a comparaciones de identidades.
Llamamos a este orden, y a las apariciones que de él dependen, el trascendental de una situación (o de
un mundo). El trascendental es designado por T, y el orden que estructura T por el símbolo
acostumbrado � . Para un múltiple aparecer quiere decir: ser capturado por la lógica de un mundo, o sea,
indexado al trascendental de ese mundo” (Badiou, 2008: 624).
El enunciado anterior es perfectamente claro y no merece la pena alargarse en su parafraseo; más
que recordar que el uso de la expresión “mas o menos” es una manera de hablar de los grados relativos
de identidad y diferencia mas no una relación absoluta entre grande y pequeño.
Sea c el mundo conformado por las empresas de medios de comunicación masivos en Colombia
y sus públicos entre los años 2000 - 2010. Sea T el trascendental, o objeto de c, que mide el grado de
aparecer de los objetos de c; T mide la visibilidad de las empresas y los públicos en c. Para llevar a
cabo su fenomenología objetiva hay que partir, como se ha dicho, por un medio que pueda resultar de
interés y de allí derivar la red o mundo al rastrear las agencias diversas. Tómese por ejemplo el archivo
fotográfico producido por el fotógrafo Jesús Abad Colorado de “La marcha del Ladrillo” en Granada
(Antioquia) con su respectivo pie de foto; publicada en el informe del GMH ¡Basta ya! Memorias de
guerra y dignidad (2013). Desde la descripción formal de tal fotografía, entendida como un red de
signo o mejor de signaturas, inspirada en la descripción análoga hecha por Badiou (2006) de un cuadro
de Hubert Robert, que sin duda aporta ideas para el análisis semiótico, se puede realizar también la
fenomenología del mundo c en conjunto.
Tómese la fotografía F como objeto del mundo:
Es evidente que nos enfrentamos a una operación peculiar. El recorte, que “es más esencial que la
presencia, no sólo por el efecto del montaje, sino antes ya y desde un principio, por el efecto del
encuadre y la depuración cuidada de lo visible” (Badiou, 2009: 127). Asimismo, hay una globalidad de
un montaje estático, una serie de relaciones que ordenan de cierto modo cada componente de la imagen
y que en una imagen dinámica, se dan también según un movimiento global. Pero también, hay una
localidad de la toma o selección del plano, que en imagen dinámica se darían también según un
movimiento local. Empero también se puede describir un movimiento impuro. Se trata de un
movimiento localmente impuro, pues los objetos que allí, en la fotografía F, aparecen, aparentan tener
su origen en los objetos que aparecen en otro mundo y no directamente en el ser. Aunque también
aparenta ser movimiento globalmente impuro pues el orden de los componentes de la imagen fueron
efecto de la decisión del fotógrafo, de una velocidad de obturación, de una determinada apertura de
diafragma, de determinado iso, lente, cámara y momento de disparo; que pueden remitir a un origen en
otras artes, como el dibujo y la pintura. Nos enfrentamos entonces a tres falsos movimientos (Badiou,
2009) coagulados en una sola imagen.
Si se cuestiona en qué sentido el hombre con sombrero negro s que aparece en plano medio a la
izquierda de la imagen es semejante, es decir, cual es su grado de identidad con otros componentes, que
aparecen allí llevando ladrillos para reconstruir su pueblo. Debe poderse responder gracias a un matiz
de evaluación. Se podrá decir que el hombre s es trascendentalmente muy semejante, en el grado p, a
las otras personas que llevan ladrillos en relación al subconjunto del mundo c, que instituye el ser
víctima del conflicto armado interno colombiano entre los años 2000 y 2010.
“Enunciado 17. – La organización trascendental de un mundo cualquiera permite que sea
pensable en él la no aparición de un múltiple. Eso quiere decir que existe, en la estructura de orden
trascendental, un grado mínimo. Se lo anota � ” (Badiou, 2008: 624).
El pensamiento del no-apareciente equivale a decir que la identidad de un ente ontológicamente
determinado y cualquier ente que aparece en un mundo es mínima y en consecuencia es nula para lo
que aparece al interior de ese mundo. Así, si se piensa en un múltiple como la guerrilla del M-19, es
razonable decir que dicho múltiple no-aparece en el mundo c, pues en tanto movimiento guerrillero
oficialmente operó hasta el 8 de marzo de 1990. Con lo que su identidad con cualquier apareciente del
mundo c es igual al mínimo � . Ese grado mínimo es sin duda único pues si hubiese un � ' , ese grado
sería menor o igual al mínimo � . De modo que � � � ' y � ' � � . Por axioma de antisimetría, si a � b y b
� a entonces a = b; por ende � ' = � .
“Enunciado 18. – La organización trascendental de un mundo cualquiera autoriza que se pueda
evaluar lo que hay en común entre el ser ahí de dos múltiples que coaparecen en ese mundo. Eso
supone que, en el trascendental, dados dos grados de intensidad, existe un tercero que es “el más
cercano”, simultáneamente, a los otros dos. Ese grado mide lo que llamamos la conjunción entre dos
múltiples. Se le anota ∩” (Badiou, 2008: 624).
De manera que la disyunción no será más que un grado de identidad entre diferencias igual o
menor al mínimo. La conjunción se obtiene de la red diferencial, de modo que se puede preguntar por
su medida como la de dos diferencias. Este procedimiento “dibuja lo “común” lógico del aparecer”
(Badiou, 2008: 150).
Por ejemplo, sean los grados de las diferencias de coaparecientes del mundo c: sea el muy
elevado grado trascendental de la diferencia (o muy débil grado de identidad; es lo mismo) entre la
fotografía F en cuestión y el conjunto A de los victimarios de la toma, en este caso, las FARC-EP; y el
grado muy débil de la diferencia (muy elevado grado de identidad) entre F y el conjunto V de los
colombianos víctimas. La conjunción de estas dos diferencias, que dispone a F en la doble diferencia,
será muy cercana a la más débil de las dos, esto es, la diferencia entre F y V. Ese grado es el más
cercano simultáneamente a los otros dos. Así, el orden de magnitud de aparición de la fotografía F se
ve un poco modificado por su coaparición con las del conjunto A de los victimarios. Mientras que el
grado del aparecer de los victimarios, incluso en la marcha, parece tan envolvente en el mundo c que al
considerarle en conjunción con cualquiera de los otros aparecientes F y V se le reduce
considerablemente. Pues A tiene más “potencia” o “fuerza” de aparecer que el aparecer débil de las
víctimas del conflicto interno y de la fotografía.
“Enunciado 19. – La organización trascendental de un mundo cualquiera asegura la cohesión del
ser-ahí de una parte cualquiera de ese mundo. Eso supone que a los grados de aparición en el mundo de
los múltiples que constituyen esa parte le corresponde un grado que, a la vez, los domina a todos y es el
más pequeño que lo hace. Ese grado, que sintetiza lo más cercanamente posible el aparecer de una
región del mundo, es llamado la envoltura de esa región. Si B es la región, la envoltura de B se anota
∀B” (Badiou, 2008: 624).
Ese grado que domina a todos los otros en una región debe ser el más pequeño que lo hace. Por
ejemplo, sea la fotografía F esa parte (re-presentación; subconjunto incluido) del mundo c. Esto es F ⊆
c. Siendo T el trascendental del mundo c. B ⊆ T, sería la parte del trascendental que contiene a todos
los grados de intensidad de la aparición de los elementos de la parte F. Si F es, como se ha dicho la
fotografía en cuestión con cada persona, cada ladrillo, cada casa de los lados la vía, el pie de foto, etc.;
B es el conjunto de los grados de intensidad de aparición de todos esos entes/múltiples, o el grado que
sintetiza lo más cercanamente posible el aparecer de F en c.
La medida de intensidad que envuelve todas esas intensidades es la intensidad de aparición de
todo eso tomado en conjunto. Estaríamos operando una suerte de cambio de escala (Badiou, 2008).
Piénsese que hay un elemento t de T superior o igual a todos los elementos de B. Si b a B entonces b �
t. Así, t es un mayorante de B. Por ejemplo, la convicción de reconstruir sus viviendas que evidencian
las personas registradas en la fotografía domina a todos los ingredientes de F por ende su grado de
aparición es superior al de todos los otros grados de B. Sin duda la selección de los mayorantes y de
cual es el menor mayorante es también una cuestión de interés que depende del “buen ojo” del
investigador; es decir, de que los oligópticos a través de los cuales observa funcionen bien.
Ahora bien, supuesto un elemento u como el menor de todos los mayorantes de B, es decir, u � b
� t. Por ejemplo, la misma convicción puede tener un grado menor al de cualquier otro mayorante de B;
siempre menor a la evidente gran cantidad de población movilizada por la calle. De manera que u es la
envoltura de B, pues estaría localmente aferrada a B dominando a todos los elementos de B lo más
exactamente posible. Siendo esto así, B es un territorio para u (el grado de intensidad de la convicción
de las personas que aparecen en la fotografía F). Así si llamamos al grado de intensidad de la
convicción v, y como v = u, entonces v = ∀B. Así, para ir retomado conceptos antes elaborados, la
convicción es el menor valor mayorante que domina lo más exactamente posible a todos lo grados de
intensidad en B (la región de T) de los elementos de F.
“Enunciado 20. – En el orden del aparecer, la síntesis, global y en capacidad de infinito (la
envoltura), prevalece sobre el análisis, local y finito (la conjunción). En consecuencia, la conjunción
entre un apareciente singular y una envoltura es, ella misma, una envoltura. Lo que puede enunciarse:
∩ es distributivo con respecto a ∀” (Badiou, 2008: 624).
Se tendrá cuidado en éste punto con no creer que lo global a retornado de manera absoluta. La
globalidad de la ∀ es siempre relativa a los otros mayorantes de B respecto de los cuales es el menor y
respecto a los grados de B respecto de los cuales es mayor.
Dado el mundo c de Colombia en el periodo 2000-2010, entre el intervalo abierto 1999-2011; el
fragmento de mundo F, la fotografía de Colorado, y todos sus elementos f1, f2, …, fn. De manera que F
= {f1, f2, …, fn}.
La envoltura de la región con grado B para F se anotará ∀B es el elemento en T que corresponde
a F que tiene la intensidad diferencial más alta, es decir, la convicción v. Dado un apareciente en el
mundo c, como por ejemplo el gobierno nacional de Colombia con grado g; la conjunción entre ese
apareciente y la envoltura de B será una envoltura. De manera que:
g ∩ ∀B = ∀{g ∩ f1, g ∩ f2, ..., g ∩ fn}
“De manera general, se planteará que la relación entre el operador local {o finito} ∩ y la
envoltura global ∀ es de distributividad” (Badiou, 2008). De manera que lo común entre un elemento y
un envoltura es la envoltura de lo común entre el elemento y los que envuelve esa envoltura:
g ∩ ∀B = ∀{(g ∩ x) / x a B}
Lo que se leería: la conjunción entre el grado del gobierno nacional de Colombia y la envoltura
de la fotografía, que mide el aparecer de la convicción que expresan las personas en la misma es
idéntica a la suma de la conjunción entre el grado del gobierno y cada uno de los grados de intensidad
de los elementos de la fotografía. El orden, el mínimum, la conjunción, la envoltura y la distributividad
conforman una estructura conocida por los lógicos como álgebra de Heyting completa (Badiou, 2008).
“Enunciado 21. – En el orden del aparecer, existe una medida trascendental del grado de
vinculación necesaria entre dos aparecientes. Se llama a ésta medida la dependencia de uno de los entes
respecto del otro, o, más exactamente, la dependencia de un grado trascendental de aparición respecto
de otro. La dependencia del grado q respecto del grado p se anota p ⇒ q” (Badiou, 2008: 625).
Lo que esto quiere decir es simplemente que si a un elemento f de F, por ejemplo, se corresponde
un grado p de aparecer y si el grado q es dependiente de ese grado entonces, si p mide el aparecer de f
necesariamente el grado q mide el de f2. Así, el aparecer de f2 depende del de f. Lo mismo, si F es
tomado como apareciente de c puede decirse que su aparecer fue dependiente del fotógrafo Colorado J.
J ⇒ F. Se trata en éste punto de la formalización misma de la actancia.
“Enunciado 22. – Dados un mundo y un apareciente definido de ese mundo, –dado, por
consiguiente, con su grado de aparición–, existe siempre otro apareciente cuyo grado es el más grande
de todos aquellos que, en cuanto a su aparecer, no tienen nada en común con el primero (o: cuya
conjunción con el primero es igual al mínimum).
Dicho en otros términos, en el trascendental de un mundo, todo grado admite un reverso”
(Badiou, 2008: 625).
Dado el grado trascendental p de T, si p ∩ q = � , el conjunto de los grados que cumplen tal
propiedad es {q / p ∩ q = � } . La envoltura de ese conjunto es el reverso de p:
¬ p = ∀{q / p ∩ q = � } .
El reverso combina la alteridad con la maximalidad. Es la alteridad máxima, que le consagra a
“portar el aparecer de las conexiones negativas” (Badiou, 2008: 195). Retomando los conceptos antes
elaborados a partir de Gabriel Tarde, incluso por Hegel y Marx en el ámbito social, el reverso es la
definición formal de la oposición.
“Enunciado 23. – La conjunción entre un grado y su reverso es siempre igual al mínimum. Y el
reverso del reverso de un grado es siempre superior o igual a ese mismo grado. Lo cual se anota, para la
primera propiedad, p ∩ ¬ p = � , y, para la segunda, p � ¬ ¬ p” (Badiou, 2008: 625). Ésta es una
variante en lógica del aparecer del principio de no contradicción.
La demostración es muy sencilla:
p ∩ ¬ p = p ∩ ∀{q / p ∩ q = � } definición de ¬ p
p ∩ ¬ p = ∀{p ∩ q / p ∩ q = � } distributividad
La envoltura de términos iguales al � es el mismo � . Por ende: p ∩ ¬ p = � .
Por ejemplo, en el mundo c la conjunción entre la fotografía F y su reverso, o su opuesto, que
podría ser un acto de censura C = ¬ F a la prensa de guerra, no es más que la invisibilidad de lo que
tuvo lugar en el periodo 2000-2010 en Colombia. F � P = � .
Por definición de reverso. ¬ ¬ p = ∀{q / p ∩ q = � } .
Como ¬ ¬ p = ∀{q / p ∩ q = p ∩ ¬ p}. Y como ¬ ¬ p debe ser superior o igual a estos q entonces
p � ¬ ¬ p. Ésta es una reformulación del principio de doble negación en el cual, no-no-A no es
ciertamente menos verdadero que A, aunque no es necesariamente idéntico a A como en la lógica
clásica.
Así, si C, el reverso de F, tiene un reverso, éste es mayor o igual la fotografía F. Ese reverso del
reverso de la fotografía, el reverso de la censura de F, no sería otro que el grado de la intensidad de la
publicación P de la fotografía en el informe del GMH. Retomando conceptos tardeanos, en el mundo m
el reverso de la censura de F garantiza la aparición de un fragmento de ese mundo para un público. De
igual modo es público no tiene un grado idéntico al de la fotografía, a pesar de ser mas que menos
idéntico a ella. En este sentido, siendo tardeanos, hay que a firmar que la repetición produce innovación
gracias a la oposición.
“Enunciado 24. – Existe, en el trascendental de un mundo cualquiera, un grado máximo de
aparición. Ese grado máximo es el reverso del grado mínimo. Se lo anota M, y se tiene M = ¬ � ”
(Badiou, 2008: 625).
Si ¬ � = ∀{q / q ∩ � = � } por definición de reverso. Como para todo q se tiene que q ∩ � = � .
Entonces ¬ � es la envoltura del trascendental T mismo o ¬ � = ∀T.
Como ∀T es superior o igual a todo elemento, grado, de T; cualquier grado p � ¬ � . Así:
¬ � es máximo en T y es además único por antisimetría. ¬ � se expresa con M.
Lo que obliga a pensar que en el mundo c, de Colombia en el periodo 2000 - 2010 existe un
fragmento al que corresponde ese grado máximo de intensidad de aparición en T.
“Enunciado 25. – El reverso del reverso del grado mínimo es igual a ese mismo grado. O sea ¬ ¬
� = � . Del mismo modo, el reverso del reverso del grado máximo es igual al grado máximo. O sea ¬ ¬
M = M. En éstos casos particulares, la doble negación equivale a la afirmación. El mínimum y el
máximum se comportan, en cuanto a la doble negación, de manera clásica” (Badiou, 2008: 625). La
sencilla demostración de éste enunciado también ha sido realizada por Badiou (2008: 195).
Para hacerla fácil a la intuición piénsese en la guerrilla del M-19 respecto al mundo c, como no-
aparece en ese mundo, su grado es � , en consecuencia el reverso de su reverso es de grado � también.
En éste punto se pueden enunciar algunas ecuaciones básicas:
Se tiene siempre que p � � = � y p � M = p.
“Enunciado 26. – La lógica ordinaria, o sea el cálculo formal de las proposiciones y de los
predicados, recibe, para un mundo dado, sus valores de verdad y la significación de sus operadores sólo
del trascendental de ese mundo. Así, la lógica ordinaria, o pequeña lógica, es una simple consecuencia
de la lógica trascendental, o Gran Lógica” (Badiou, 2008: 625).
Vale decir que ésta estructura es objeto de estudio de los lógicos que han intentado hacer evidente
la dependencia del álgebra ordinaria de cuanti ficación de proposiciones y predicados respecto de la
topología (la teoría) y la teoría de las categorías. Con esto se logra mostrar que la formalización del
lenguaje natural humano depende también de la lógica trascendental y no depende de categorizaciones
psicológicas sino objetivas, de modo que el logicismo se pone en crisis.
Semántica: sea la fotografía de colorado f. Sea el predicado G(f) o “f tiene la propiedad ser gris”.
Remitido al mundo c con el trascendental T. Si G(f) es verdadero, se le atribuye el valor M o el
máximum en T que indica que tal predicado aparece máximamente en el mundo c. Si G(f) es falso, se
le atribuye el valor � o el mínimum en T. Si su valor es intermedio, mas o menos probable, se le
atribuye el valor p. Como f está en escala de grises es preciso decir que G(f) = p.
Sintaxis: la conjunción entre dos valores trascendentales supuestos viene determinada así:
M � M = M; M � � = � ; � � � = M; M � p = p.
La implicación entre dos valores trascendentales p y q es la dependencia de q respecto a p (p ⇒q):
M ⇒ M = M; M ⇒ � = � ; � ⇒ � = M; � ⇒ M = M; M ⇒ p = p; p ⇒ M = M.
Como la inferencia es la característica fundamental de la semiosis y es reductible a la
dependencia trascendental, es razonable decir que la dependencia, al interpretar la implicación, es la
característica fundamental de la semiosis.
La negación “no-G(f)” es el reverso ¬ trascendental del valor de G(f). Como G(f) = p no-G(f) =
no-p. Lo cierto en este caso es que p � no-p = � ; lo que básicamente quiere decir que son algo y su
reverso son absolutamente diferentes y lo mismo aplica para el reverso del reverso. Todos sin duda son
mas o menos probables. Pero si el predicado “f tiene la propiedad E, estar en escala de grises” E(f).
Como E(f) = M, el reverso de ese predicado no-E(f) = � y el reverso del reverso no-no-E(f) = M.
La alternativa es un caso particular de la envoltura ∀. La fotografía f de colorado y los
victimarios v, respecto del predicado “ser relevante para las empresas de medios masivos de
comunicación en Colombia” R, R(f) = p, mientras R(v) = q. El valor de “R(f) o R(v)” será
inmediatamente superior al de R(f) y al de R(v) o igual simultáneamente al de ambos si son iguales. Se
trata entonces que cuando los grados son p y q; el valor de p o q, es ∀{p, q}. Si cualquiera vale M,
entonces ∀{p, q} = M, pues el grado de la envoltura es mayor o igual a lo que envuelve. La envoltura
de dos grados puede anotarse como la unión de p y q o p c q.
La unión de un grado con su reverso, sea p c ¬ p, no siempre es M, y sólo es así en un mundo
clásico. En un mundo no clásico p c ¬ p = q; es decir, el grado de la unión de algo con su reverso es
mas o menos probable, en tal caso también hay alternativa.
Cuantificador existencial: los valores de los enunciados predicativos P(x) forman un subconjunto
Ap de T donde Ap ⊆ T. La envoltura ∀Ap , es el grado mas pequeño de T, mayor o igual a todos los
grados de Ap. Es decir, es el valor máximo de todos los enunciados predicativos para el mundo c. Así,
existe un x en c que tiene la propiedad P en la medida ∀Ap.. Si P(a) = M, como M pertenece a Ap,
entonces ∀Ap = M. Lo que se interpreta � x P(x) = M. Por ejemplo, en el mundo c, el juicio existencial
H, “hay una fotografía de la marcha del Ladrillo tomada por Jesús Abad Colorado”, es verdadero, pues
H(f) = M, en consecuencia para cualquier otro apareciente que cumpla tal propiedad, H(f) tendrá el
valor de la envoltura de cualquier otro o ∀Fp = M.
Cuantificador universal: piense el enunciado “todos los actantes que figuran en el mundo que es
fotografía de Colorado están marcados por la firme convicción de reconstruir el pueblo”. Tómese un
subconjunto de grados trascendentales A ⊆ T. Supóngase el conjunto B “todos los elementos de T más
pequeños que todos los elementos de A”. B es el conjunto de los minorantes de A. B no es nunca vacío,
pues el grado � es siempre inferior. La envoltura de B, ∀B es también más pequeña que todos los
elementos de A, es el más pequeño de los mayorantes de B y el más grande de los minorantes de A. Se
anota ΠA.
Piénsese el conjunto de los valores asignados en T a los enunciados del tipo P(x). Por ejemplo el
enunciado Z “los actantes humanos que figuran en el mundo que es fotografía de Colorado están
marcados por la firme convicción de reconstruir el pueblo”. Sea este subconjunto de T, Ap. El grado del
más grande minorante de Ap, es ΠAp. Sea cual fuere la constante a el enunciado P(a) tiene un grado de
verdad al menos igual a ΠAp o al más grande que tiene la propiedad P. Esto es que todos los términos
tienen la propiedad P al menos en el grado fijado por ΠAp.
Si, efectivamente, para todo actante humano a, que figura en el mundo F de la fotografía de
Colorado, está marcado por la firme convicción de reconstruir el pueblo, eso signi ficaría que Z(a) = M;
sin importar cual sea a. Así, Zp = M, pues ningún Z(a) tiene otro valor que M, de modo que ΠZp = M.
Tal es la proyección de � x Z(x) sería verdadero.
Pero la observación revela que no es así, pues los policías parecen apenas estar presentes, mas no
tener la firme convicción al aparentemente no colaborar llevando ladrillos o animando a la multitud. De
modo que ΠZp = p es decir, “existe un actante humano que figura en F que está mas o menos marcado
por la firme convicción de reconstruir el pueblo”, así que hay un a que tiene la propiedad pZ, es decir,
pZ(a). Efectivamente, ese actante es un policía r que apenas observa desde un costado. De modo que
∀pZp = M. En cambio, la observación también muestra que la afirmación mZ “todos los actantes
humanos que figuran en F están marcados absolutamente por la firme convicción de reconstruir el
pueblo” es falsa. De modo que ΠmZp = � .
Observación que revela algo muy interesante, y es que cualquier actante que resulte aparecer
como el reverso de los marchantes m en el mundo F para los cuales Πzp = M tendría un valor de
convicción mínimo respecto al mundo F. El reverso de ese reverso, aparenta ser el hombre s en un
plano medio corto que mira fijamente, al frente de los marchantes, pues sin lugar a dudas s tiene el
grado de la envoltura de los marchantes, al parecer ser el mas firmemente convencido por la
reconstrucción del pueblo o, s = ∀m = M. Así, el reverso de s sería ¬M = � , un actante humano que
figure con un grado mínimo o nulo, para el cual resulta absolutamente falso “tener la firme convicción
de reconstruir el pueblo” y que podría ser atribuido al policía cabizbajo z a la derecha de la foto, y que
aunque aparentemente o bien con indiferencia o bien con tristeza, no participa ni con su atención a los
marchantes.
Las evidentes relaciones semiosicas establecidas en F son de dependencia. Puesto que del grado
de existencia, respecto al trascendental que mide la “ firme convicción de reconstruir el pueblo por parte
de los actantes humanos que figuran en el mundo F”, de un existente de máximo grado se implica o se
in fiere que su reverso tiene un grado mínimo de aparecer, de modo que respecto del máximum y el
mínimum, se presente la alternativa clásica con valor ∀{M, � } en la que s c z = M.
Éste viene siendo el proceso de observación fenomenológico objetivo fundamental siguiendo las
pautas de Badiou (2008: 199-208), sin duda tiene matices bien complejos que tiene ocupados a los
lógicos, pero tiene una ampliación topológica y dinámica que Badiou mismo aporta. Lo que es claro es
que la observación y descripción semiótica de un objeto mediático estático puede ser formalizada.
“Enunciado 27. – El mundo de la ontología, o sea la constitución histórica de la matemática de lo
múltiple puro, es un mundo clásico” (Badiou, 2008: 625).
Efectivamente la ontología, teoría de lo múltiple puro, axiomática de conjuntos, es un mundo.
Pero es un mundo clásico en el que el reverso del reverso de un ente-ahí es ese mismo ente:
“Una lógica clásica valida a la vez el principio del tercero excluido y el principio de no contradicción
(no se puede tener al mismo tiempo la verdad del enunciado p y la del enunciado no-p). Una lógica
intuicionista valida el principio de no contradicción, pero no no el principio del tercero excluido. Una lógica
paraconsistente valida el principio de tercero excluido, pero no la forma general del principio de no
contradicción” (Badiou, 2008: 209).
Esto indica que un mundo puede tener cualquiera de estas lógicas.
“Enunciado 28. – El grado trascendental que mide en un mundo dado, la identidad de un
apareciente con otro, mide también la identidad de ese otro con el primero: la función de indexación
trascendental es simétrica” (Badiou, 2008: 625).
Por ejemplo, la medida de dos elementos del fragmento F aparecen en el mundo c está fijada por
el elemento p de T asignado al par {x, y}. Como el trascendental T tiene una estructura de orden está
autorizada la comparación de las medidas. Así x es mas o menos idéntico a y.
Si x es el hombre s del sombrero; y es la masa de población h lejos al fondo de la calle y la Id(s,
h) = M. Se diría que s y h son tan idénticos como pueden serlo según el trascendental T de F tomado
como mundo, pues se mide en relación a su participación activa en la movilización. De modo que el
hombre del sombrero sería sumamente semejante a la masa poblacional del fondo en relación a su
aparecer en F como actor movilizado hacia la reconstrucción del pueblo.
Id(s, � ) = � porque la identidad de s, medio por el grado s, con cualquier no-apareciente en el
mundo F, como por ejemplo el presidente de la República r donde r = � . Si, en cambio, siendo d el
policía que observa desde el lado derecho de la calle en la fotografía, el grado de identidad puede ser
intermedio, pues por lo menos se encuentra allí presente en la movilización posterior al atentado que
dejó cinco policías muertos; así Id(s, d) = p.
Para que Id, la función de parecer, sostenga la comparación coherentemente, se le imponen dos
axiomas:
Ax. Id.1: Id(x, y) = Id(y, x) La función de aparecer, o indexación trascendental es simétrica. Esto
garantiza la condición exigida por la Latour de simetría entre todos los actantes, humanos y no
humanos de una red, pues al ser x e y variable libres cualquier ente-ahí podría nombrarles. El grado de
identidad de x con y es el grado de identidad de y con x.
“Enunciado 29. – La intensidad de coaparición, o conjunción, en un mundo dado, de la identidad
de un apareciente con otro, luego de ese otro con un tercero, no podría sobrepasar el grado de identidad
evaluable directamente entre el primero y el tercero. La indexación trascendental obedece, con respecto
a la conjunción, a la desigualdad triangular” (Badiou, 2008: 626).
Ax. Id.2: Id(x, y) ∩ Id(y, z) � Id(x, z)
En el mundo F de estudio Id(s, h) ∩ Id(h, d) � Id(s, d), quiere decir que los grados de la
identidad del hombre con sombrero con la masa movilizada junto a la identidad de la masa con el
policía es menor o igual a la identidad del hombre de sombrero con el policía. Como Id(s, h) = M y
Id(s, d) = p entonces se tiene que M ∩ Id(h, d) � p. Como M ∩ p = p; pues por la proposición P.0
(Badiou, 2008: 394) p ∩ q = p, pues (x � a) ↔ (x � a) = x, entonces Id(h, d) = p, y así se puede saber
que la masa poblacional movilizada y el policía son p idénticos, es decir, en algún grado semejantes en
relación al estar movilizados por la reconstrucción del pueblo según el trascendental T.
La identidad rígida, por ejemplo de un apareciente consigo mismo, entonces quedaría medida por
Id(x, x) = M.
“Enunciado 30. – Un apareciente en un mundo no podría existir en él menos que lo idéntico que
es a otro” (Badiou, 2008: 626).
Este enunciado tiene que ver directamente con la definición de un apareciente considerado como
un fenómeno y como existente. La definición propuesta por Badiou es la siguiente:
� (a / A) = {a, [Id(a, x1), Id(a, x2), …, Id(a, xα), …] / xαa A}
Dado un elemento fijo de A, como a a A, el fenómeno de a en lo relativo a A es el conjunto de
los valores de la función Id(a, x) para todos los x que coaparecen con a en A. Para el caso considerado
en la fotografía F del mundo c. Si a = s.
� (s / F) = {s, [Id(s, x1), Id(s, x2), …, Id(s, xα), …] / xαa F}
Siendo esto así, el fenómeno del hombre de sombrero en lo relativo a la fotografía, es el conjunto
de la identidad del señor del sombrero con todos los elementos de la fotografía que coaparecen con él
allí.
La presentación de a (s) en el mundo no es considerada directamente, pues el fenómeno, por
ejemplo de s interesa en cuanto “se diferencia de aquellos que coaparecen con él” (Badiou, 2008: 275).
En éste sentido el referencial identitario para s es F, la fotografía, y el fenómeno de un apareciente
singular como el señor de sombrero s, es el total de los grados de identidad con los otros aparecientes
en la foto, como podrían ser las otras personas y las casas a los costados.
El fenómeno de a (s) es siempre la pareja formada por el mismo a, que es ente-múltiple en tanto
es elemento de A (F) y un conjunto de grados trascendentales que dependen del trascendental T. Así, la
de fenómeno es una noción ontológico-trascendental.
Ahora bien, el grado de existencia de x en F y en consecuencia en el mundo c, es el “valor que
toma en el trascendental de eso mundo la función Id(x, x). Así, para un múltiple cualquiera la
existencia es el grado en el cual él es idéntico a sí mismo, en tanto que aparece en el mundo” (Badiou,
2008: 276). Esto quiere decir que un ente-múltiple, un elemento, tiene tanta más su existencia cuanto
en la medida que afirma más su identidad en él.
Si Id(x, x) = M, es decir si la existencia Ex = M, x existe absolutamente en lo relativo a F, en c, y
al trascendental T de c que mide su grado. Si Id(x, x) = � , x no existe en absoluto en ese mundo. Si
Id(x, x) = p, x existe en algún grado no máximo en ese mundo.
Surge de aquí la proposición P.1: Id (x, y) � Ex � Ey.
Al hablar entonces de un modo de existencia debe entenderse precisamente, como lo pone
Latour (2014), la trayectoria peculiar en la que se pueden detectar los objetos de un mundo, pues
formalmente la existencia es la auto-identidad, pero la identidad no es otra cosa que el grado de
diferencia con los demás fenómenos de un mundo, de modo que el cambio en los fenómenos de un
mundo implica el cambio del modo particular en el que un objeto existe en ese mismo mundo. Cada
objeto en particular puede tener un modo de existencia diferente desde un punto de vista y, en todo
caso, puede tener un modo de existencia común con otros al expresar una misma figuración, en los
términos de la TAR y los estudios literarios, o ser reunido por una misma conjunción o una envoltura.
“Enunciado 31.– Si un elemento de un múltiple inexiste en un mundo, es sólo mínimamente
idéntico a otro elemento del mismo múltiple” (Badiou, 2008: 626).
Por ahora basta con formular que si ese otro elemento es tal que b � A de un mundo m entonces,
si ØA es el inexistente de ese mundo, b y ØA son trascendentalmente no-idénticos. Así, la Id (b, ØA) = � .
De igual modo, si en el mundo c hay un elemento x que inexiste en un múltiple, por ejemplo, en el
múltiple F, entonces, ese elemento x es estrictamente mínimamente idéntico a otro elemento de F.
“Enunciado 32.– Sean un mundo y un apareciente de ese mundo. Sea un elemento fijo del
múltiple que constituye el ser de ese apareciente. La función que asigna, a todo elemento de ese
múltiple, el grado trascendental de su identidad con ese elemento fijo es un átomo de aparecer. Ese
átomo es denominado el átomo real preescrito por el elemento fijo (Badiou, 2008: 626).
Para comprender este enunciado hay que ir despacio.
Si se supone un conjunto A que aparece en un mundo, póngase el múltiple F de la fotografía que
aparece en el mundo c cuyo trascendental es T. Un “componente fenoménico de A [F] es una función
que asocia a todo elemento x de A [F] un grado trascendental” (Badiou, 2008: 277). Si π es la función
de F hacia T, entonces, para todo x de F, esto es para todo elemento del múltiple que es la fotografía
hay un grado p, tal que π(x) = p.
Se puede también definir un componente mínimo para el conjunto F; que es el soporte de un
fenómeno. Ese “componente es, en el orden del aparecer, el punto de lo Uno, aquello por debajo de lo
cual no hay más aparición posible” (Badiou, 2008: 278). Tal componente del objeto que aparece en un
mundo se llama componente de objeto atómico, o simplemente atomo (de aparecer). Nótese que un
átomo como cualquier componente fenoménico es una función.
Un átomo tiene a lo sumo un elemento en el sentido que, si hay, por ejemplo, un elemento de F
del que se puede decir que pertenece absolutamente al componente, no hay más que uno (Badiou,
2008). Así, cualquier elemento que pertenezca absolutamente al componente será trascendentalmente
idéntico al átomo.
Por ejemplo, si se contrasta el aparecer de la mujer d en plano medio a la derecha llevando un
ladrillo, con el del hombre s del sombrero que aparecen en el objeto fotografía F del mundo c; es
razonable decir que ambos validan un componente atómico dado por la función: “ser un manifestante
del conjunto de los manifestantes de la marcha del ladrillo”. No se trata entonces, en ésta étapa de la
construcción, que sólo haya un múltiple que valide esas características, sino que cualquier múltiple que
las valide absolutamente es fenoménicamente idéntico a otro que también las valide absolutamente.
Tal función atómica se anota α(x).
Se impone en éste punto un axioma que vale para todo componente fenoménico:
Ax. α.1: α(x) � Id(x, y) � α(y)
Sostiene Badiou que este “axioma indica que el grado de pertenencia de y a un componente de
objeto, sea el que fuere, atómico o no, no puede ser inferior a su grado de identidad con x combinado
con el grado de pertenencia al componente de ese x” (Badiou, 2008: 279).
Si α(x) = M y Id(x, y) = p entonces, como por regla algebraica M � p = p, p � α(y).
Si y, por ejemplo el policía, no pertenece en absoluto al componente “ser un manifestante típico
del conjunto de los manifestantes de la marcha del ladrillo”. Entonces α(y) = � . En tal caso α(x) �
Id(x, y) = � .
Si x pertenece absolutamente al componente, esto es α(x) = M, entonces la Id(x, y) = � , pues por
regla M � � = � .
Otro axioma se impone a los componentes atómicos:
Ax. α.2: α(x) � α(y) � Id(x, y)
Así, el grado pertenencia conjunta de x e y al átomo depende del grado de identidad entre ambos.
Esto lleva a que dos elementos absolutamente diferentes no puedan pertenecer absolutamente, uno y
otro, a un componente atómico.
Si Id(x, y) = � , si α(x) = M, entonces α(y) = � .
Así, según el anterior axioma α(x) � α(y) � � .
De manera que un átomo es un componente simple, o una relación que es una función de
aparecer marcada por lo Uno.
Se puede definir ahora que un átomo sea real. En tal caso, si un átomo, “definido por la función
α(x), es idéntico a un único átomo a(x), dicho de otro modo, si existe un único átomo a a A tal que
α(x) = a(x) = Id(a, x), se dice que el átomo α(x) es real” (Badiou, 2008: 281).
Un átomo real es un componente fenoménico, un subapareciente del apareciente referencial, que
es atómico y está estrictamente determinado por un elemento subyacente a a A. En un átomo real el ser
y el aparecer se conjugan como punto de lo Uno.
“Enunciado 33.– Postulado del materialismo: “Sea cual fuere el mundo, todo átomo de ese
mundo es un átomo real”” (Badiou, 2008: 626).
Esto indica que es siempre “en la composición ontológica actual de un apareciente donde se
arraiga la virtualidad de su aparecer en tal o cual mundo” (Badiou, 2008: 281). Lo virtual se soporta de
lo actual y no al revés, sin pretender indicar que exista algo como lo actual en tanto sustancia. Lo actual
es también lo múltiple. De modo que en éste sentido, todo átomo real es real, porque se soporta en un
elemento-múltiple.
Resulta entonces la definición de objeto clara: un objeto es la pareja formada por un múltiple A y
una indexación trascendental anotada (A, Id) tal que cualquier átomo que soporte A es real. Esto es,
todo componente atómico del aparecer de A sea equivalente a un átomo real Id(a, x) preescrito por un
elemento de A. (Badiou, 2008: 282).
La cuestión adecuada entonces no es si un objeto mediático se soporta en otro objeto real o no.
Según ésta fenomenología objetiva de los medios, los objetos de los mundos ficcionales, por ejemplo,
tienen su plena realidad al soportarse en la multiplicidad soporte que les compone junto a la función de
identidad que les indexa en el mundo obra de ficción; en este sentido tienen determinada iconicidad que
incluso explica para el mundo físico-social, la semiosis primaria de Eco: “si la característica
fundamental de la semiosis es la inferencia, entonces puede considerarse la inferencia perceptiva como
un proceso de semiosis primaria” (Eco, 1999: 106). Si se interpreta un signo o una signatura mediática
ficcional como signatura mediática que está en lugar de un objeto del mundo físico social, nace el
efecto de verosimilitud. Para el intérprete, la doble inclusión de los dos mundos, ficticio y físico-social
tiene lugar, cuando hay una proyección mas que menos coherente de las propiedades ficticias sobre las
físico sociales.
Así las cosas, el átomo D “ser un manifestante único al aparecer en plano medio corto, del
conjunto de los manifestantes de la marcha del ladrillo” del objeto (F, Id) es real en el mundo c, de
manera que es preescrito por un elemento de D: s o el hombre del sombrero; por lo tanto se desecha la
hipótesis según la cual, en éste caso, la mujer d soporte el átomo a menos que sea idéntica a s, lo cual
es falso dado que la mujer aparece en segundo plano.
Retomando lo elaborado antes, se tiene entonces que todo átomo del objeto, es decir, del actante
(F, Id), la fotografía, es un átomo de actante real. Los elementos que soportan ese átomo del actante no
son empero sustancias o unidades ontológicas, pues lo real es lo múltiple.
“Enunciado 34.– Toda localización de un átomo en un grado trascendental es también un átomo”
(Badiou, 2008: 626).
En éste punto hay que avanzar hacia determinaciones de naturaleza topológica y no meramente
cualitativas. Un grado trascendental es el índice de localización en un lugar.
Dado un componente fenoménico π(x), por ejemplo, el de “aparecer como un típico policía en
una manifestación”, tal componente es una parte de objeto, es un componente de actante. Puede ser
localizado en el trascendental considerando π(x) � p, esto es, lo que vale π(x) en el punto p. De éste
modo se localiza en p una intensidad de aparición de una región objetiva del mundo. Esto permite
analizar los componentes del objeto o del actante “según una descomposición local del espectro de las
intensidades” (Badiou, 2008: 284).
Con esto, vale decir, se aclara que cuando se asume que un objeto, o un actante es un espectro, o
bien un fósil, se quiere decir también que sus componentes pueden ser descompuestos localmente.
Asimismo, se tiene también el problema de pegado: “¿cómo podemos reconstruir el objeto
entero? (Badiou, 2008: 284). Tal problema será desplegado completamente cuando se exponga la idea
d e relación. Se propone al pensamiento fenomenológico objetivo, así, un movimiento analítico-
sintético.
Debido a que los componentes más fundamentales de un actante son los átomos reales de
aparecer, importa el análisis local de los átomos reales.
La localización de un átomo real Id(a, x) = a en p, se anota a⌠p a la función del conjunto de
referencia, por ejemplo F, hacia el trascendental T, definida para todo x de F por π(x) � p.
El enunciado en cuestión indica que toda localización de un átomo es un átomo, lo cual se logra
comprobando que la función (a⌠p)(x) verifica los axiomas de los componentes atómicos. La sencilla
demostración, que no consiste más que en un ejercicio de reemplazo está contenida en el texto de
Badiou (2008: 285).
Siendo esto así, resulta que toda localización de un átomo real es un átomo real. Esto quiere decir
que la localización del átomo real “ser un manifestante único, al aparecer en plano medio, del conjunto
de los manifestantes de la marcha del ladrillo” del objeto (F, Id) es un átomo real en el mundo c. Por
ende a tal localización la soporta un elemento de F.
Si b = a⌠p en, por ejemplo, F se está en vías de retroceder hacia la constitución ontológica del
objeto o actante F, o bien de cualquier objeto de cualquier mundo. Este retroceso al ser no es otra cosa
que el rastreo de lo múltiple puramente actual que soporta todo objeto que aparece en un mundo. Así,
las signaturas que produce todo objeto, como fósil o espectro, remiten a una materialidad arcaica, que
no es otra que su pura composición ontológica. Cualquier medio, al ser descompuesto remite a eso
arcaico ontológico que le compone. Se cumple de esta manera el segundo movimiento exigido por
Latour: redistribuir lo local (Latour, 2008: 273).
“Enunciado 35.– Los átomos de aparecer prescritos por dos elementos ontológicamente distintos
de un objeto son, sin embargo, idénticos, si y solo si el grado de identidad trascendental de esos dos
elementos es igual a su grado de existencia (que es entonces el mismo para ambos). O: si y solo si
existen exactamente como son idénticos” (Badiou, 2008: 626).
Surge de aquí una nueva proposición:
P.2: � x [Id(a, x) = Id(b, x)] ↔ (Ea = Eb = Id(a, b))
Esto quiere decir que todo átomo preescrito por a es el mismo preescrito por b si y sólo si la
existencia de a es idéntica a la existencia de b, e iguales a su grado de identidad; en resumen si son el
mismo elemento de actante. Como en F, s y d, son dos múltiples diferentes, cada cual preescribe un
átomo real diferente. Lo mismo vale para, F, V, J, etc, en c.
“Enunciado 36. – Dos elementos de un objeto son compatibles si y solo si su grado de identidad
es igual a la conjunción entre sus existencias” (Badiou, 2008: 626).
La compatibilidad se define topológicamente por: a ‡ b ↔ [a ⌠ Eb = b ⌠ Ea]
Siendo a y b nombres de átomos, son del mismo tipo en la medida en que se localiza a cada uno
en la existencia del otro. Así, por ejemplo, en el objeto F, si el grupo, subobjeto o subactante, de
manifestantes (que puede asumirse como grupo al tomar como referencia que todos llevan un ladrillo)
localizado en el grado de existencia del pequeño grupo, subobjeto, disperso de policías es igual al
grupo, subobjeto, de los policías localizado en el grado de existencia del grupo, subobjeto, de
manifestantes, entonces ambos grupos son compatibles. Del mismo modo, dos componentes atómicos
de esos grupos serían compatibles en el aparecer en el objeto o actante F. Esto sin duda se extiende a la
compatibilidad necesaria entre objetos que coaparecen en un mundo.
Siendo así la cosas, como por la proposición P.1 se tiene que no se puede ser más idéntico a otro
que a sí mismo. Así, si dos componentes son compatibles entonces se tiene la proposición P.3: Ea ∩ Eb
≤ Id(a, b). La demostración se encuentra en el texto de Badiou (2008: 287-288).
De esta manera si un subactante atómico entre los manifestantes es compatible con un subactante
atómico de los policías en el actante F del mundo c, la conjunción entre las existencias de ese
subactante atómico manifestante y la de ese subactante atómico policía será menor o igual al grado de
la identidad entre ambos.
“Enunciado 37. – Si se identi fican los elementos del conjunto-soporte de un objeto con los
átomos que ellos prescriben, existe sobre todo objeto una relación de orden, llamada onto-lógica,
anotada <, susceptible de tres definiciones equivalentes:
algebraica: dos elementos son compatibles, y la existencia del primero es inferior o igual
a la del segundo;
trascendental: la existencia del primer elemento es igual a su grado de identidad
trascendental con el segundo;
topológica: el primer elemento es igual a la localización del segundo en la existencia del
primero” (Badiou, 2008: 626-627).
Sobre éste enunciado no hay que decir más que la definición de la relación de orden algebraica
corresponde a la proposición P.3. La definición trascendental a la exposición cualitativa del
trascendental de todo mundo. Mientras que la topológica a la enunciada en el enunciado 36.
La relación de orden < tiene tres propiedades:
Reflexividad: Ea = Id(a, a) no es otra cosa que Ea = Ea.
Transitividad: a < b y b < c entonces a < c. Vale la pena mostrar cómo se concluye esto para
recordar definiciones:
Ea = Id(a, b) (I) a < b
Eb = Id(b, c) b < c
Ea ∩ Eb = Id(a, b) ∩ Id(b, c) consecuencia
Id(a, b) ∩ Id(b, c) ≤ Id(a, c) ax. Id. 2
Ea ∩ Eb ≤ Id(a, c) (II) consecuencia
Id(a, b) ≤ Eb por P.1
Ea ≤ Eb consecuencia por (I)
Ea ∩ Eb = Ea por P.0
Ea ≤ Id(a, c) consecuencia por (II)
a < c definición de < (Badiou, 2008: 291)
Antisimetría: si a < b y b < a entonces a = b. Hay que recordar que dicha identidad es
lógica, mas no ontológica, es decir, es la identidad entre dos átomos de aparecer.
Se propone al pensamiento la proposición P.4. (Ea ≤ Id(a, b)) ↔ [(a ‡ b) y (Ea ≤ Eb)]
“Enunciado 38. – Teorema fundamental de la lógica clásica atómica. Aparecer en un mundo en
tanto objeto afecta retroactivamente al ser-múltiple que soporta a ese objeto. En efecto, toda región
homogénea de ese objeto admite una síntesis para el orden ontológico de los elementos del múltiple
concernido.
Sea B una región objetiva. Si los elementos de esa región son compatibles dos a dos, existe, para
la relación de orden onto-lógica del enunciado 37, una envoltura de B, y por lo tanto una síntesis real
de esa región” (Badiou, 2008: 626-627).
Es claro que la compatibilidad subsume al orden, pues si a < b entonces a ‡ b.
Ahora bien, piense en el mundo c, puede que el objeto o actante F, la fotografía, y, por ejemplo,
la portada de una revista de farándula, objeto R, del mundo c, no tengan más que unos rasgos rasgos
objetivos comunes. Empero compartirán que su existencia débil es más o menos igual a su débil
identidad con, por ejemplo, el actante E del mundo c, un artículo académico que trata un tema
ecológico en el periodo colombiano que corresponde al mundo c. F y R son compatibles por el hecho
de que sus existencias son mensurables por su muy débil identidad con E. La idea que se sigue de esto
es: si a < c y b < c entonces a ‡ b. Tal es la proposición P.5: [(b < c) y (b' < c)] → (b ‡ b'). La
demostración de esto ha sido claramente expuesta por Badiou (2008: 293).
Ésta proposición indica que si en un múltiple que aparece, un átomo preescrito por un elemento
“domina” una parte al ser un mayorante de todos los elementos que pertenecen a esa parte, se puede
sostener que todos esos elementos son compatibles dos a dos (Badiou, 2008).
Supóngase ahora, por ejemplo, que L, sea el grupo de manifestantes de la marcha del Ladrillo, es
decir, que sea una parte B del objeto (F, Id) y que L puede ser unificado de manera que, en
consecuencia, hay una envoltura para la relación de orden <. Si ε es esa envoltura, como toda envoltura
es un mayorante se sabe que para dos elementos de L, por ejemplo, el hombre del sombrero s y la
mujer d en segundo plano, se da que s < ε y d < ε y por ende s ‡ d.
Supuestos dos elementos compatibles de una parte de un objeto, si se anotan los átomos que les
correspoden como b(x) y b'(y) para dos elementos x e y cualquiera de esa parte; se tiene la proposición
P.6: (b ‡ b') → [(Id(b, x) ∩ Id(b', y)) ≤ Id(x, y)]. La demostración de esto la realiza Badiou (2008:
310).
Con esto es posible comprender el teorema fundamental de la lógica atómica. Ta teorema recibe
el nombre de proposición P.7: [(b a B y b' a B) → (b ‡ b')] → (∃ε) (ε = ∀B). a demostración de tal
teorema la realiza Badiou (2008: 295). Pero resulta importante tener en mente que la misma depende de
la construcción de la envoltura de la parte B bajo la forma de un átomo. Así, ε viene siendo un átomo
real que es el más pequeño de los mayorantes de B, es para la relación de orden una envoltura de B y
asegura en el mundo considerado su síntesis real (Badiou, 2008).
Lo cual sugiere, para el ejemplo, que [(s a L y d a L) → (s ‡ d)] → (∃ε) (ε = ∀L), esto es, que
existe una síntesis real ε para el grupo de manifestantes, que es un átomo del objeto F del mundo c. Tal
átomo ε podría ser prescrito por la función: “manifestarse decididamente en la marcha del ladrillo por
la reconstrucción del pueblo”, cosa que culminará el 17 de agosto de 2003.
“Enunciado 38. – Forma completa de la ontología de los mundos: Sea A un conjunto que
subtiende ontológicamente un objeto (A, Id) en un mundo m cuyo trascendental es T. Se anota FA, y
se llama funtor trascendental de A, a la asignación, a todo elemento p de T (o grado trascendental), del
subconjunto de A compuesto por todos los elementos de A cuyo grado de existencia es p, o sea FA(p)
= {x / x a A y Ex = p}. Se llama territorio de p, y se escribe θ, a todo subconjunto de T cuya envoltura
es p, o sea p = ∀θ. Se llama, en fin, representación proyectiva coherente de θ a la asociación, a todo
elemento q de θ, de un elemento de FA(q) y FA(q') correspondientes, xq y xq', son compatibles entre
ellos, o sea xq ‡ xq'. Bajo estas condiciones, existe siempre uno y sólo un elemento ε de FA(p) –siendo p
la envoltura de θ – que es tal que, para todo q a θ, la localización coherente, o sea ε ⌠q = xq. Este
elemento ε es la síntesis real del subconjunto constituido por los xq, en el sentido en que es su envoltura
para la relación de orden onto-lógica anotada <” (Badiou, 2008: 627).
La mejor manera de comprender esta larga definición es mediante la descripción del mundo c y
en relación al comportamiento de los medios de comunicación masivos en dicho mundo. Se va a
realizar la descripción del poder que ejercieron los medios de comunicación masivos presentada en
dicho periodo a partir de la fotografía.
Se había dicho que a partir de la descripción de la fotografía F publicada en Octubre de 2001, que
ya se ha venido llevando a cabo, que es un actante del mundo c, se irá construyendo tal red. Por un lado
se tendrá entonces que el conjunto de las signaturas de fotografía F indican, como archivo o fósil, el
haber tenido lugar de un evento: la marcha del ladrillo en Granada, el 9 de Diciembre de 2000, como
signo de conmemoración de los 18 civiles y 5 policías muertos, tras el atentado, la toma y los
enfrentamientos entre policía, ejército y la guerrilla de las FARC-EP, y de la voluntad de reconstruir el
pueblo al haber quedado 250 viviendas destruidas tras la toma armada del pueblo y la explosión de un
carro bomba, entre el 6 y 7 de Diciembre de 2000. Tal toma había sido antecedida por la masacre
perpretada por las AUC el 3 de Noviembre de 2000, en la cual, disfrazados de milicianos del ELN,
asesinaron a 19 personas dejando a tres más heridas.
Un factor de in fluencia para dicha manifestación violenta en Granada es la importancia
estratégica de la región del Oriente Antioqueño en el que está localizado el municipio:
La región comienza a adquirir importancia económica a partir de la década del setenta con la
construcción de la autopista Medellín-Bogotá, las represas de San Carlos 1 y 2, Jaguas y Calderas
y la extensión de las líneas de transmisión de energía. El Oriente es también una de las principales
despensas agropecuarias del departamento, abastece la tercera parte de la energía hidroeléctrica
generada en el país, es asiento de un importante complejo industrial y una moderna estructura de
comunicaciones; además posee una incalculable riqueza en biodiversidad, potenciada por la
variedad de sus climas que van desde los territorios más cálidos hasta los páramos, lo que la
predispone por ser una zona especial para investigaciones biogenéticas, el ecoturismo y la
prolongación de la vida útil de los embalses (Derechos Humanos, 2014: 1).
Se constata que el objeto F indica al menos dos eventos; dos masacres, una en manos de las
FARC-EP otra en manos de las AUC y por lo tanto sus signaturas remiten a una serie de relaciones
entre actantes/objetos humanos y no humanos. Tal conjunto de eventos puede ser considerado el
comienzo de los grandes golpes que sufre Granada y que llevará al desplazamiento de 9000 de sus
habitantes, a la reconstrucción del pueblo y la creación del “salón del nunca más”. El registro de los
eventos que tienen lugar en Granada, que van desde la masacre del 3 de Noviembre de 2000 hasta
Octubre de 2001 en que se publica la fotografía F, en los medios de comunicación colombianos, puede
ser tomado como un objeto E del mundo c. El objeto E agrupa entonces un conjunto determinado de
informes (recuérdese que toda información es transformación) mediáticas que son sus partes, aquí se
asume que tal objeto E tiene al menos éstas partes referenciadas en la lista de recursos de la
investigación: {Granada TV, 2012; Zuluaga, 2013; Archivo de El Tiempo; Archivo de el Salón del
Nunca Más}. Éste objeto E de signaturas mediáticas tendrá algún grado de existencia común para todas
esas signaturas.
Con esto se puede sostener que hay una “suerte de operador, que asocia a todo grado
trascendental el conjunto de los elementos del objeto que tienen en común tener una existencia medida
por ese grado. Se llama a ese operador el funtor trascendental” (Badiou, 2008: 312). Se nota que el
funtor trascendental no es una función como otras pues no asocia elementos a grados trascendentales
sino subconjuntos, por ejemplo, F. Pero, siendo así, las cosas “para llevar a término el análisis
existencial de un objeto, nos gustaría encontrar primero un procedimiento que asocie a un grado
trascendental un elemento “representativo” de su clase existencial” (Badiou, 2008: 312). Así,
correspondería un grado máximo a ese elemento de un subobjeto mediático que hace “ejemplarmente”
(paradigmáticamente en la terminología de Agamben) visibles los registros que agrupa el objeto F
respecto a los eventos en Granada relacionados al periodo determinado, mientras que correspondería un
grado muy débil a otro elemento, por ejemplo, al discurso de una presentadora que se limita a informar
las cifras de muertos tras el atentado de las FARC-EP, pues el dato que indica la cifra de víctimas no
dice más sobre el objeto E de los registros, que lo que indica esa masa decidida que, podría decirse,
incluso le incluye pues evoca a pensar en esa cifra, por ser su grado de existencia mayor que el de aquel
discurso, como se evidencia en: Zuluaga, 2013.
Se sabe en éste punto que dado un conjunto de grados trascendentales existe una envoltura de ese
conjunto. Supóngase que el elemento representativo del objeto E sea la masa h de manifestantes que
aparece en el conjunto F de la fotografía. Si el elemento h, que es la unidad sintética real del grupo de
las signaturas del objeto E, es decir, del conjunto de informes mediáticos de los eventos presentados en
Granada entre el 3 de Noviembre de 2000 hasta Octubre de 2001, corresponde a la envoltura de los
grados se tendrá un funtor trascendental “ fiel”. El lograr establecer esa correspondencia es lograr
establecer “una suerte de proyección de las leyes del trascendental sobre el análisis existencial –y real–
del objeto” (Badiou, 2008: 313).
Se llama territorio a un conjunto de grados trascendentales. A las partes del objeto E,
corresponderán, por el funtor trascendental, ciertos territorios. Lo que evidencia que en éste punto el
objeto E pueda ser tomado como un mundo e para esos territorios que corresponden a esas partes. Esas
partes, siendo esta la perspectiva, serán los objetos del mundo e (que es a su vez parte del mundo c).
Esos objetos que aparecen en el mundo e, que no son otros que cada uno de los archivos mediáticos
como conjuntos de signaturas que registran los eventos del espacio-tiempo del mundo e, se ven
modi ficados (son al menos intermediarios) por el devenir de ese mundo. En éste sentido, el mundo e es
la suma de sus modi ficaciones.
Así, cada uno de los objetos mediáticos del mundo e constituye al menos una modi ficación de ese
mundo. La fotografía F, por ejemplo, es una modi ficación de e (como cualquier otro objeto de e
también de c).
Si se toma entonces a este actante/objeto mediático que es F, puede decirse que corresponde a un
territorio de grados trascendentales de e. Asimismo, F incluye: a cada uno de los manifestantes, de los
policías, de las personas en los balcones y que aparentemente sólo observan, a cada una de las casas y
otros elementos no humanos.
A un grado fijo del territorio en cuestión, pueden corresponder muchos elementos de un objeto.
Así, por ejemplo, a los manifestantes de la marcha del ladrillo que se movilizan por la calle les
corresponderá un grado único de intensidad de existencia manifestante, pues, puede decirse que todos
se manifiestan muy decididamente por la reconstrucción del pueblo; ese grado de existencia
manifestante sería muy elevado. En comparación con el de los policías, y los mirones, que tendrían un
grado menos elevado.
Si se elige para los elementos de F un representante “típico” de cada grado trascendental, por
ejemplo, el hombre del sombrero s para el grado de existencia manifestante muy elevado de los
manifestantes muy decididos; y el policía de gorra y cabizbajo p a la derecha de la fotografía para el
grado de existencia manifestante mas bien débil, hay que sostener también que si a cada grado del
territorio corresponde uno y solo un elemento “típico” del objeto, se ha logrado una proyección del
trascendental sobre el objeto.
Es razonable pensar que exista un elemento “globalmente” típico para el objeto que tenga un
valor de envoltura. Ese elemento “decide” el destino del objeto en el mundo. Podría ser, en el objeto F,
el elemento s, pues el grado de su existencia en la fotografía es de envoltura para todos lo otros
elementos de la misma y la convierte, definitivamente, en una fotografía que registra para la el mundo e
(y el mundo c que le incluye) la manifestación digna de un pueblo muy decidido por su
autoreconstrucción; por más elementos de grado manifestante menores que aparezcan en ella. Que s
tenga la posición de envoltura, o síntesis real del objeto F, indica que era “la pieza a la que se se
subordinaban los otros elementos del objeto” (Badiou, 2008: 321). Siendo esto así, en la fotografía,
objeto/actante, F del mundo e, s es el elemento de valor ε como envoltura de la relación de orden del
territorio trascendental de ese objeto. Tal unidad, ese pegado, garantizada por el funtor trascendental
del objeto sin duda exige que los elementos del mismo sean todos compatibles. Para usar los términos
de Durkheim, en este objeto, o actante F, s es el totem que le da su unidad, pero el procedimiento puede
ser aplicado para formalizar la descripción de colectivos sociales con alguna identidad. La
demostración formal de la existencia del funtor trascendental la realiza Badiou (2008: 323-329).
“Enunciado 39.– La muerte es una categoría de la lógica –del aparecer– y no de la ontología”
(Badiou, 2008: 628).
Con la exposición anterior queda claro cómo se produce la síntesis real de un objeto, en especial
también de un objeto o actante mediático como una fotografía. Pero lo que proceda en su deteriorio
sigue sin ser detallado.
La existencia se define por el grado de identidad de un ente consigo mismo. Sea ese ente ε, de un
mundo m. Como el mundo en cuestión más importante en esta investigación es c, sea c ese mundo. La
existencia de ε en c es el valor trascendental de la indexación Id(ε, ε). Si Id(ε, ε) = M, entonces ε existe
absolutamente en c, su existencia es coextensiva a su ser; si Id(ε, ε) = � , entonces ε inexiste en c, su
existencia está totalmente desenganchada de su ser; si Id(ε, ε) = p, entonces ε existe en cierto grado en
c, su existencia está mas o menos enganchada de su ser.
Si bien “uno está tentado a decir, primero, que un ente está muerto cuando, en el mundo de
referencia, su grado de existencia es mínimo, o cuando inexiste en ese mundo” (Badiou, 2008: 303), la
muerte sería así la absoluta no-identidad entre el ser y la existencia de un ente. La muerte en cambio es
algo que sobreviene a un ente. “Formalmente hay muerte del ente ε cuando se “pasa” de la ecuación
existencial Id(ε, ε) = p (donde p es un valor no mínimo, o sea p � � ) a la ecuación Id(ε, ε) = � . La
existencia y la muerte no son categorías del ser sino del devenir del aparecer; son conceptos lógicos y
no ontológicos” (Badiou, 2008: 303).
Por un lado, la muerte “no podría ser un efecto inmanente del ente concernido. Porque ese ente,
justamente, no tiene otra inmanencia a la situación, y por consiguiente a su propia identidad, que su
grado de existencia. El pasaje resulta necesariamente de una causa exterior, que afecta, local o
globalmente, a las evaluaciones lógicas, o a la legislación del aparecer” (Badiou, 2008: 304). De este,
pensamiento de inspiración spinocista resulta que, “aquello a lo cual debe dirigirse el pensamiento es al
acontecimiento del que dependió que las funciones de aparecer hayan sido localmente alteradas”
(Badiou, 2008: 304). La real importancia del concepto de muerte como paso a la inexistencia en un
mundo de referencia sólo quedará expuesta cuando se expongan las formas del cambio. En todo caso es
importante notar que la muerte de un ente que aparece en un mundo siempre adviene de un exterior, en
caso de que sea una muerte global, es decir, que el mundo por completo muera, entonces, debe haber
una in fluencia externa que produzca ese cambio, y que retomando ideas sociofísicas recuerda que
“muchos sistemas naturales y artificiales están sujetos a influencias externas que son capaces de inducir
una variedad de comportamientos colectivos interesantes, muchos de los cuales tienen utilidad práctica.
Los sistemas sometidos a influencias externas se denominan sistemas dinámicos no autónomos o
forzados” (Cosenza et al, 2007: 41).
Por ahora, supóngase que tal ente es el objeto F; la fotografía en cuestión de Jesús Abad
Colorado. Como ya se había insinuado, su opuesto sea un acto de censura, en caso de que tal acto
hiciera pasar a F de Id(F, F) = p a Id(F, F) = � , por ejemplo habiendo sido destruida, implicaría sin
duda la muerte de la misma; con la implicación de dar muerte también a la potencia, fuerza, es decir al
valor de existencia, de las signaturas que su envoltura sintetiza realmente bajo el funtor trascendental s.
Es decir, con la muerte de F, moriría el registro de los otros objetos del mundo c de los cuales es
espectro o fósil. Téngase la claridad que no se trata de la suposición ingenua según la cual un objeto
mediático como F “representa” algo que tuvo lugar efectivamente en un supuesto Todo de lo real. Nada
cercano se sostiene aquí, F es un objeto mediático tal que el conjunto de sus signaturas remite a otros
objetos de un mundo entre otros; el mundo c. Sin duda, al componerse de átomos reales, tales objetos
son reales, como también lo es el objeto F en el mundo c. Son reales al soportarse en un elemento de
conjunto soporte que se indexa trascendentalmente en el mundo c (histórico de Colombia) en el que
aparecen, pues el Todo no tiene ser. La cuestión adecuada entonces no es si un objeto mediático se
soporta en otro objeto real o no. Los objetos de los mundos literarios, por ejemplo, tiene su plena
realidad al soportarse en la multiplicidad soporte que les compone junto a la función de identidad que
les indexa en el mundo obra literaria. Lo que interesa es mas bien si la realidad de los objetos
mediáticos es coextensiva a su existencia o no; si el grado de existencia de un objeto mediático, como
F, en un mundo, es máximo o no. Ese grado máximo su existencia dependerá sin duda de si sus
elementos operan por proyección máximamente coherente de los elementos de otros objetos. De igual
modo, si su grado de existencia mediática no es máximo entonces operarían por proyección menos que
máximamente coherente de otros objetos. Esto sólo quedará claro con el despliegue de la idea de
relación entre objetos. De manera que la verosimilitud y la verdad dependen precisamente de la no
maximalidad (verosimilitud) o maximalidad (verdad) de la coherencia de una relación proyectiva entre
objetos que aparecen en un mundo o entre objetos de mundos diferentes. Si se logra determinar que la
proyección es máxima se estará ante la signatura de algún tipo de devenir (modi ficación, sitio, hecho,
singularidad débil) o la huella de un acontecimiento y en tal caso frente al inicio de un proceso de
verdad. Pero, ¿cómo determinar tal situación? ¿cómo interpretar los signos, las huellas, de un
acontecimiento? La aclaración formal de la categoría de punto puede determinar tal cosa.
Siendo así las cosas, la sinceridad de los medios depende de la máxima coherencia, biyectiva, de
una correspondencia entre objetos de un mundo peculiar; en resumen de que la transformación
inevitable sea poca o que se mantenga fidelidad a la verdad de lo que un objeto proyecta en el otro y no
simplemente a su correspondencia con un referente “exterior”. En cierto sentido, invirtiendo la fórmula
del género audiovisual, en el mundo de los medios solo hay documentales falsos, pues aunque en algún
grado mientan, en uno fundamental algún acontecimiento documentan, conservando su archivo; su
huella y el proceso de verdad que produce incluso en las mayores ficciones artísticas.
Así, la muerte del objeto real F implicaría la muerte del espectro mediático de los objetos reales
del mundo c, lo que no quita que esos objetos puedan ser también espectros reales de otros objetos que
aparecen en c o en otros mundos.
Desde el punto de vista de la fenomenología objetiva de los medios, la muerte de un objeto, de un
actante, es la muerte de un espectro real; es decir, es el paso de un actante al que corresponde un grado
de mayor o menor existencia en una red m, a un grado nulo, mínimo que lo convierte en el inexistente
de esa red.
“Enunciado 40.– Ontológicamente, la dimensión de un mundo cualquiera, medida por el número
de múltiples que aparecen en él, es la de un cardinal inaccesible. Todo mundo está así clausurado, pero
esa clausura es, desde el interior del mundo, inaccesible para cualquier operación, sea cual fuere”
(Badiou, 2008: 628).
Se plantea en éste punto la cuestión sobre los límites de un mundo. Por ejemplo, si a un mundo
más pequeño en relación una operación muy potente que se le aplique el resultado de la operación no
cabrá en dicho mundo. Si, retomando el caso de estudio, al mundo c se le aplica la operación “trazar el
mapa de c desde el año1810”, se excederán los recursos del mundo puesto que el mundo c comprende
un intervalo de tiempo y espacio para lo que se conoce como Colombia en ese intervalo abierto de los
años 1999-2011. El examen de los límites de un mundo, de un red, “supone que se puedan hacer
hipótesis sobre el número de múltiples contenidos en el mundo […] confirmaremos que esas hipótesis
no son formulables, hablando con propiedad, desde el interior, de un mundo” (Badiou, 2008: 367).
“Son hipótesis hechas por el lógico, con los recursos de la formalización matemática, a partir de
un mundo totalmente singular, que es el mundo que se puede llamar “ontología formal de los mundos”
(Badiou, 2008: 368). Dicho mundo a partir del cual el lógico opera según Badiou, es el mundo a partir
del cual el investigador en fenomenología objetiva de los medios describe o traza los mapas de los
medios masivos de comunicación.
En la ontología, la medida de un múltiple se da por un número cardinal. Cantor tuvo el genio de
descubrir los cardinales infinitos, que hace en lo infinito lo que los cardinales finitos que sin los enteros
naturales hacen en lo finito. Los cardinales infinitos pueden decir la cantidad de múltiples hay en un
múltiple dado.
Toda red, o todo mundo, es medida por un cardinal infinito. Para comprender esto hay que tener
en cuenta dos operaciones. En primer lugar, la diseminación, que consiste en considerar el conjunto de
los elementos de los elementos del múltiple de partida. Tal diseminación, para Badiou (2008), se anota
c A, para un ente, actante A, que aparece en una red o mundo m. La definición es como sigue:
x a c A ↔ ∃a[(a a A) y (x a a)]
Lo que compone un múltiple también forma parte del mundo en que aparece ese múltiple. Se
trata de la transitividad:
[(A a m) y (a a A)] → (a a m)
De esto se sigue que:
[(A a m) y (c A a A)] → (c A a m)
En segundo lugar, la totalización consiste en “contar por uno el conjunto de las partes del
múltiple de partida” (Badiou, 2008: 369). Se anota P(A) a ese conjunto de partes (subconjuntos), que es
un conjunto más grande que el conjunto de los elementos; “el conjunto es más que la suma de sus
elementos”; propiedad que además es propia de los modelos basados en agentes, los sistemas
complejos adaptativos y en últimas, las asociaciones entre humanos y no humanos:
x a P(A) ↔ ∃B[B ⊆ A) y (x = B)]
La cuenta por uno de las partes también está en el mundo en el que aparecen esas partes:
(A a m) → (P(A) a m)
Para mostrar que todo mundo es infinito Badiou recurre en éste punto a un teorema de Cantor en
el que indica que el cardinal que numera a un conjunto A es siempre inferior al que numero a P(A).
Tomemos un mundo m cualquiera (podría ser c o cualquier otro). Sea κ el cardinal que mide la
dimensión de m. Dado un A a m tal que la cardinalidad de A es κ. Se sabe que P(A) pertenece a m.
Supóngase que la cardinalidad η de P(A) es superior a la de A, de modo que η > κ. Como m es
transitivo, los elementos de P(A) le pertenecen también a m. Lo que quiere decir que hay al menos η
entes en m. Pero esto es imposible puesto que m es numerado por κ. La hipótesis debe ser rechazada;
ningún ente-ahí en m puede tener la misma cardinalidad que m. Con esto es verdad que la potencia de
un mundo es siempre superior a la de todos los entes que lo componen (Badiou, 2008). Esto vale para
el mundo c.
Si se supone que el mundo m es finito, es decir que tiene n elementos, entonces todos los entes
que aparecen en m, tienen menos que n elementos. Existe entonces una cardinalidad máxima q para los
entes de ese mundo; así, q < n. Si se toma un A a m, que tenga q por medida, se cae en contradicción,
pues P(A) siempre tendrá una cardinalidad r mayor que q; q < r. Así, P(A) y no A tendría por medida a
q. Hay que abandonar la hipótesis inicial; un mundo m una vez es clausurado por la operación de
totalización no puede ser finito. La cardinalidad κ de todo mundo “es un número cardinal infinito y, por
consiguiente, al menos igual a todo primer cardinal infinito, aquel que mide el conjunto de los números
enteros (la sucesión 1, 2, 2, ..., n, n + 1, ... hasta el infinito), el famoso א 0” (Badiou, 2008: 370).
Siendo así las cosas ninguna trascendencia gobierna la inteligibilidad de los mundos. Esto es toda red
se mantiene siempre plana. Es imposible construir en un mundo algo que supere la potencia numérica
de ese mundo. Asimismo No se quiere decir que un cardinal inaccesible sea un infinito muy grande,
pues el más pequeño de los infinitos es el mismo inaccesible. Todo mundo que aspirara a menos que
ser medido por un cardinal infinito inaccesible no sería un mundo.
Por ahora, los matemáticos no tienen medios ontológicos para decidir si cualquier mundo es
medido por el cardinal inaccesible más pequeño, o si existen mundos con una cardinalidad inaccesible
de magnitud superior a א 0. En todo caso el mundo c también debe ser medido por un cardinal
inaccesible de magnitud por lo menos idéntica a א 0.
En la exposición de las anteriores partes se había establecido que la instalación, como espacio
mediático, es lo que permite que opere la economía de la innovación. Se negaba la idea de Groys según
la cual la instalación sea finita y en consecuencia se negaba que tal finitud supuesta entregara a los
objetos instalados la posibilidad de ser tomados como sitios.
Siendo tal el planteamiento, si una instalación es un mundo, debe estar clausurada por un infinito
inaccesible. Comprendida como mundo, y asumiendo que hay infinitos inaccesibles más grandes que el
que mide aleph cero –sólo como preferencia a lo que se somete la consideración que a continuación se
esboza–, la instalación recibe el efecto de finitud, que produce la impresión del tener un afuera donde se
localiza aquello no-novedoso, de tal manera que un “cardinal inaccesible más grande que א 0
operaría una suerte de “ finitización” de todos los in finitos más pequeños que él” (Badiou, 2008: 371),
así, sólo al observar los objetos de una instalación, como lo hace, a partir de un mundo totalmente
singular es que el espectador que recorre tal medio que le aparece finito y puede atribuir a tales objetos
instalados el aura de la novedad mientras el tedio de la repetición no les reemplace.
Aquello que ha sido reproducido técnicamente perdiendo su condición de singularidad al hacerse
indiscernible de la mera copia, recobra tal singularidad al ser instalado en un mundo que le separa del
resto de objetos profanos, pero del cual se observa su clausura universalmente expuesta desde otro
mundo singular; el de los medios-público. A pesar de ser en sí in finita, como obra de arte, en tanto
para el público deviene proceso de verdad, la instalación aparece finita para el mismo.
De este modo los procesos descritos por Tarde resultan formalizados: la oposición se expone
como la relación entre un objeto con el reverso de ese objeto; la repetición se expone como
diseminación inmanente de elementos y totalización de partes, de modo que esa repetición siempre
produce alguna diferencia cuantitativa pues c A y P(A) son medidos por un cardinal mayor que el que
mide A, aunque cualitativamente pueda que no sea evidente, haciendo que el original A pierda el aura;
la adaptación se expone como la compatibilidad según clausura inaccesible desde el interior de un
mundo cualquiera, donde dicha clausura sólo es observable, o accesible, desde otro mundo singular.
Para que la economía de la innovación opere es preciso asumir que el mundo del público es un
mundo medido por un cardinal inaccesible mayor que aleph cero que mide el mundo de los medios que
no son medios-público(s), pues sólo bajo esa condición se puede producir el efecto de finitud del
espacio de la instalación. Así, cuando se presenta la repetición de los signos, de los valores, que
circulan en el espacio mediático, de la instalación, esos valores o esos signos, esos objetos mediáticos,
pierden el maná de la verosimilitud para el observador situado en el mundo de los públicos con mayor
cardinalidad infinita, de modo que se los toma como meras copias, modi ficaciones, y así, se activa la
economía de la sospecha según la cual tras el signo se ocultaría un significante mayor, en últimas la
sospecha misma, como el titiritero que moviliza toda la economía de los medios. De manera que, sólo
con la instalación de un nuevo objeto en el mundo de los medios como instalaciones selectivas, que le
diferencie de los objetos profanos de otro mundo cualquiera, el aura de excepcionalidad retorna a dicho
objeto, recién instalado y asimismo, retorna la confianza en la sinceridad de los medios y en la
verosimilitud de sus signos. Tal es la lógica de la atención y el interés por los objetos mediáticos.
Empero, se debe notar que hay diferencia entre el mundo desde cual observa el investigador en
fenomenología objetiva de los medios y el mundo de los públicos. De no ser así, la economía de la
sospecha sería absoluta y el mundo de los públicos el cardinal inaccesible máximo. No habría más
perspectiva posible que la que moviliza la sospecha. Hay que arriesgar entonces la hipótesis según la
cual el mundo de la fenomenología objetiva de los medios es medido por un cardinal mayor tanto al de
los mundos de los medios que no son público, como al del mundo de los públicos; en resumen al
mundo de los medios masivos de comunicación. Como el investigador es un objeto que mide
identidades y diferencias de los otros objetos de un mundo m en el que él mismo aparece cuando
investiga esos objetos, deberá entonces, no solo aparecer, o ser actante de la red, de los públicos y de
los medios que no son público, sino también, del mundo de la ciencia guiada por fenomenología
objetiva de los medios; se trata en resumen de la infinitud de un proceso de verdad, que desborda y es
reconocible desde cualquier mundo sin excepción. Sólo bajo ésta condición es posible un ciencia social
de las asociaciones de los medios masivos de comunicación que se sustraiga a la economía-política de
la sospecha. Ésta hipótesis sólo podrá ser confirmada o falseada por la ontología de los mundos; puesto
que, como ya se había dicho, por ahora los matemáticos no han establecido si existen cardinales
inaccesibles mayores que lo que mide aleph cero.
“Enunciado 41– Una relación entre objetos, de finida como una función entre los conjuntos-
soportes de los dos objetos implicados en la relación, en la medida en que esa función no crea ni
existencia ni diferencia –conserva el grado de existencia de un elemento y no disminuye nunca el grado
de identidad de dos elementos–, se veri fica que conserva el conjunto de la lógica atómica,
especialmente las localizaciones, las compatibilidades y el orden onto-lógico. Lo cual se escribe, si los
dos objetos concernidos son (A, α) y (B, β), y si la relación es ρ, para a a A y b a B:
Eρ(a) = Ea conservación de la existencia
α(a, b) ≤ β[ρ(a), ρ(β)] no creación de diferencia
(a ‡ b) → [ρ(a) ‡ ρ(β)] conservación de la compatibilidad
(a < b) → [ρ(a) < ρ(b)] conservación del orden onto-lógico” (Badiou, 2008:
628).
Se ven así, sostiene Badiou (2008), las características de un mundo capturado en su ser y en su
aparecer. Hay un colección de múltiples que pertenecen todos a un mundo y el ontólogo puede decir si
esos múltiples pertenecen al mundo dado y sostener que la cantidad de esos múltiples es un cardinal
infinito inaccesible.
Entre esos múltiples está el trascendental T, dotado de una estructura uniforme, orden parcial con
mínimum, conjunción de toda pareja de elementos, envoltura y distibutividad de la conjunción respecto
a al envoltura. T puede variar desde el álgebra de Boole mínima T0 = {M, µ} hasta topologías más
complejas.
Cualquier múltiple que aparece en m (puede ser c) por el trascendental por una función de
aparecer Id, lo cual resulta en la fijación de un objeto (A, Id). Tal objeto tiene componentes atómicos
de tipo Id(a, x) donde a es un elemento real que pertenece a A.
Cualquier elemento a de A, es asignable a su existencia en A, esto es, al valor de la función Id(a,
a) y es localizable por un elemento de T, por un átomo a⌠p “(localización de a en p)” (Badiou, 2008:
376).
Entre dos objetos pueden existir relaciones que son funciones de uno a otro que conservan los
datos esenciales del aparecer, la intensidades de existencia y las localizaciones.
Los múltiples de la situación son estructurados recíprocamente por su objetivación en el aparecer;
compatibilidad, orden y envoltura. Existe además una síntesis real de un toda parte de un ente (soporte
de parte de objeto) cuyos elementos son compatibles dos a dos. Las relaciones conservan esa
estructuración.
“Un mundo es, finalmente, un sistema de objetos y de relaciones que hace aparecer una colección
infinita de múltiples puros y les preescribe una composición atómica que las relaciones dejan
invariante” (Badiou, 2008: 377).
Se tienen entonces tres propiedades más:
Proposición P.8: α(a, b) ≤ β[ρ(a), ρ(b)], para a � A y b � B. Una relación no disminuye el grado
de identidad entre dos elementos de esos objetos.
Proposición P.9: (a ‡ b) → [ρ(a) ‡ ρ(b)]. Una relación conserva la compatibilidad.
Proposición P.10: (a < b) → [ρ(a) < ρ(b)]. Una relación conserva el orden onto-lógico.
Siendo c el mundo Colombia en el intervalo abierto de los años 1999-2011, es una red, o un
sistema de tales características, incluyendo la inaccesibilidad a su clausura y su cardinalidad infinita. Se
han logrado describir hasta el momento sólo parcialmente algunos de los objetos que pueblan ese
mundo. La única manera de conocer las relaciones entre esos objetos, que son medios humanos y no
humanos, actantes con diversos modos de existencia, es si todas las relaciones de ese mundo están
universalmente expuestas.
“Enunciado 42– Segunda tesis constitutiva del materialismo (para la primera, ver el enunciado
33). – Del solo hecho de que todo mundo está ontológicamente contenido en una clausura inaccesible,
se infiere que todo mundo es lógicamente completo. Lo cual se enuncia también: la clausura ontológica
de los mundos acarrea su completitud lógica. O, más técnicamente: del hecho de que la cardinalidad de
un mundo es un infinito inaccesible, se deduce que toda relación está universalmente expuesta”
(Badiou, 2008: 377).
Bajo esta consecuencia se cumple la tercera condición prescrita por Latour: los sitios locales
deben ser conectados.
La demostración formal se encuentra en Badiou (2008: 377). Vamos a exponer esto en el caso de
estudio; el mundo c. Esto tomará un buen espacio, pues toda descripción sólo será fiel bajo la condición
de ir paso por paso.
Sea la relación local intramundana a c, que conecta al objeto PC público colombiano con acceso
a algún medio de comunicación colombiano en el periodo 2000-2010 con el objeto MN medios de
comunicación con una mas o menos intensa “audiencia” nacional en el periodo 2000-2010 en
Colombia. Tales objetos pueden ser tomados como objetos porque en virtud de sus funtores
trascendentales existe un “representante globalmente típico” que tiene un valor de envoltura para cada
uno de esos dos objetos.
El primer paso entonces consiste en encontrar un representante de ese calibre paradigmático para
esos dos objetos. Se sigue aquí entonces la necesidad de realizar una correcta observación de de los
medios en el periodo del mundo c. Afortunadamente se cuentan con estadísticas, provenientes fuentes
oficiales y privadas como el EGM y la revista Dinero, de investigadores como Barbero y observatorios
universitarios de medios que permiten guiar la investigación; en especial del muy relevante texto De
las audiencias contemplativas a los productores conectados mapa de los estudios y de las tendencias
de ciudadanos mediáticos en Colombia (2012). Así mismo, como se ha sostenido, ante la infinita
cantidad cuya clausura es inaccesible de elementos que componen un mundo, la cantidad de elementos
que componen los objetos en cuestión no es ciertamente fácil de asimilar. El investigador,
parafraseando a Latour, se quedará dormido antes que los actores dejen de inundarle de datos; de modo
que la observación que sigue es sin duda parcial pero se procurará rigor en el paso a paso para el
establecimiento de las conexiones.
El objeto MN se re fiere a la cobertura nacional de los medios de comunicación en el mundo c, ha
sido en detalle estudiado por Narváez (2013). Narváez realiza un juicioso análisis de la situación de las
redes de telecomunicación en Colombia hasta para el año 2010. Si bien su forma de estudiar el
problema es típicamente crítica, en especial, marxista, los datos que analiza pueden ser abordados
desde el punto de vista de la fenomenología objetiva de los medios. El análisis de Narváez permite
establecer el “representante típico del objeto CN.
Para no perder el hilo de la argumentación tómese la fotografía F objeto componente del mundo c.
Si bien la fotografía de Colorado fue por primera vez publicada en el Tiempo el 23 de Septiembre de
2012, fue registrada en Octubre de 2001. Tal fotografía, por principio nos debe poder remitir a la
acción de otros mediadores. Sin duda nos remite al trabajo de Colorado, ampliamente referenciado en
el periódico El Tiempo. Por ejemplo, el 3 de Octubre de 2010, como se puede constatar en al archivo
digital de El Tiempo (2014), se publica la noticia relativa a la exposición de Colorado que rinde
homenaje a las mujeres que sufren la guerra en Colombia.
En el objeto MN resulta posible encontrar al menos los siguientes componentes: televisión, radio,
revistas independientes, prensa, internet, revistas prensa, cine y operadores de telecomunicaciones. Es
válido comenzar entonces por exponer la situación de la prensa y de internet en el objeto MN,
componentes a los que sin duda, pertenece el periódico El Tiempo, en sus versiones digital e impresa,
al cual nos ha remitido la fotografía F.
Los siguientes cuadros despliegan el estado aproximado de los componentes mencionados de los
objetos MN y PC para el año 2010:
(Narváez, 2013)
(Narváez, 2013)
(Narváez, 2013)
Tasa promedio de 1899 pesos colombianos por dólar para 2010.
(Narváez, 2013)
“Aquí no aparecen los datos de Telmex Hogar, que tiene más de 1.700.000 abonados y facturó en
2008 más de 600 mil millones de pesos; el año 2009 parece haber consolidado esa facturación con
Telmex Colombia; Tampoco aparecen los de UNE-EPM, con algo más de 700.000, ni los de telefónica
Colombia porque aparecen como agregados a los de telefonía e internet en las empresas de
telecomunicaciones” (Narváez, 2012: 55).
(Narváez, 2013)
Las audiencias de los medios se miden así: televisión por espectadores/día (es decir durante 24
horas); radio por oyentes/día; revistas independientes y prensa por lector/periodo de publicación;
prensa, Internet por usuarios/día y cine por espectadores/semana.
(Narváez, 2013)
(Narváez, 2013)
(Narváez, 2013)
Cuadro general de audiencia de medios 2000-2010:
(Cataño, Bonilla, Zuluaga y Rincón, 2012: 166)
Un breve análisis de éstos datos indica que para el objeto MN entre todos los medios es la
televisión cuya información se distribuye por los principales operadores de telecomunicaciones, más
que la prensa representada por el componente Casa Editorial el Tiempo-Planeta que en 2012 se
convirtió en propiedad absoluta del Grupo Sarmiento Angulo, la que tiene mayor nivel de audiencia.
Entre las cadenas de televisión resulta ser RCN televisión, propiedad del Grupo Ardila Lülle, más que
Caracol televisión, propiedad del Grupo Santo Domingo, la envoltura para dicho objeto:
Esto no siempre fue así. La concentración de la televisión colombiana en dos grupos tiene casi 15años. En 1996 la televisión colombiana tenía 32 espacios periodísticos en los canales públicos. Para el
2001, luego de una aguda recesión económica, sobrevivieron solo los dos canales privados RCN y Caracol,de los grupos económicos.
De las 24 productoras de televisión que programaban los canales hasta 1995, quedaron tres. Los 12noticieros de ese momento pertenecían a los llamados “delfines”, los hijos de los ex presidentes y de algunospolíticos prominentes. Se sabía que informar era “cuota política”. Pero eso que parecía tan perverso, no lo eratanto: había transparencia de los intereses desde donde se informaba.
“A comparación con lo que tenemos ahora –sólo dos noticieros que acumulan casi toda laaudiencia– parece más sano este modelo porque cada noticiero tenía una línea diferente y se hacían
contra peso con feroces críticas. Ahora estamos en un sistema en que dos señores deciden lo que ven el85% de los colombianos”, dice Coronell, el director de Noticias Uno y columnista más le ído del país(Martinez, 2010: 172).
A esto se suma la evidencia de las relaciones que algunos actantes humanos como Rodrigo Pardo,
reconocido periodista, sostienen existir entre medios y el Estado:
“Terminé despedido de ambos medios, esto es una realidad muy elocuente. En el grupo Santodomingono se podía ser crítico del gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), al que se estaban acercando por losmúltiples intereses que tiene con el gobierno. Es similar la situación con el Grupo Planeta. Cuando ungrupo es tan grande, siempre depende del estado. Aunque los niveles de independencia varían en diferentesépocas”. Y es que el grupo Santodomingo es dueño del canal de tevé más grande del país, Caracol”.
Pocos días después del cierre de Cambio, la Corte Constitucional determinó que Uribe no podía volver areformar la constitución para aspirar a su tercer periodo presidencial. Y esto a pesar del amplio apoyo de lasencuestas y de los medios como El Colombiano, Canal RCN, El Tiempo.
A toda esa historia que ejemplifica cómo el periodismo independiente es castigado cuandointerfiere con otros intereses estratégicos de los grupos económicos, se le agregan los intereses enlo político. Dos miembros de la familia Santos tienen altos cargos en el gobierno y aspiran acontinuar.
Francisco Santos es el vicepresidente de Colombia desde hace ocho años. Juan Manuel Santos, suprimo hermano, fue Ministro de Defensa de Uribe y presidente de Colombia para el periodo 2010-2014 (Martinez, 2010: 169).
Así, para el objeto MN, la situación de su poder, representado por su envoltura televisiva en
especial la que opera RCN televisión, debe ser comprendida en relación también al ámbito empresarial
y estatal. Si bien el testimonio no deja de ser un testimonio puede decirse que exite el menos una
estrecha relación entre Caracol televisión perteneciente al Grupo Santodomingo y el gobierno Pastrana,
Citytv preteneciente a la alianza El tiempo (luego Sarmiento Angulo)-Planeta y el gobierno Santos a
partir de 2010 y RCN televisión, al ser propiedad del grupo Ardila Lülle parecería cercana al gobierno
Uribe, del cual no se alejan los medios como El Tiempo de la alianza El Tiempo-Planeta y el
Colombiano, periódico de alta presencia en la Ciudad de Medellín propiedad de El Colombiano S.A. y
Cía.
La incidencia de la televisión para 2010 puede rastrearse en el boletín del DANE sobre la
propiedad de televisor a color, pues es la interfaz, la innovación, que permite en principio (antes que el
internet y los computadores) la conexión con las cadenas de televisión como los mayorantes del objeto
MN, por hogar para dicho periodo; de donde se puede deducir que casi el 12,6% de los hogares
colombianos no poseía televisor a color o bien no poseía ninguno hasta el 2010:
Fuente: Dane Boletín Hogares (2010)
Atiéndase por un momento a los datos relativos a la distribución de la estrati ficación del público
para el segundo semestre de 2010 (Tabla 8). Es evidente que el medio de menor acceso es el cine, e
incluso el de menor acceso en el menor estrato socio-económico, mientras que la televisión tiene una
alta audiencia en comparación con una media aritmética de 93,6 cada uno consumiendo durante 24
horas, para todos los estratos. Resulta interesante ver que en la medida que el medio es más
estrictamente escrito y a su vez recurre menos al discurso oral y la visualidad, como revistas y prensa
resultó, para tal periodo, de menor consumo en estratos cada vez más bajos. También es visible que en
la medida que aumenta el estrato es menor el consumo de medios como el internet y el cine –
colombiano en especial–. Ambos empero son medios aparentemente multimediales, que expresan muy
bien lo que antes ha llamado nuevos medios.
Como nota Narváez:
Aunque la televisio�n y el cine parecieran hablar el mismo lenguaje (ima�genes en movimiento, relatos,
sonido, mu�sica, escenografi�a, dramaturgia, etc.) se encuentran en los extremos del consumo cultural. El
ma�s elitista es el cine y el ma�s popular es la televisio�n. Podri�amos decir que la asistencia al cine ha dejado de
ser un consumo media�tico, es decir, un consumo para informarse o divertirse y se ha convertido en un
consumo arti�stico y, por consiguiente, distinguido. La distancia entre el estrato seis y el uno es de nueve a uno
en cuanto a consumo y la distancia entre los estratos altos y bajos es de siete veces (2013: 61).
Respecto a éste punto, recuérdese que a partir de Diciembre de 2010, aunque no lo era aún, la
película colombiana más taquillera del nuevo milenio colombiano, terminaría siendo la comedia El
Paseo de Harold Trompetero, producida por Caracol Televisión y Dago García:
Fuente: Proimagenes Colombia (2012)
Se trata de una película de comedia, concentrada a en la vida de una familia colombiana de clase
media, que decide salir de paseo, contada en un discurso narrativo, melodramático y muy televisivo,
con una estructura clásica donde un conflicto central (llegar o no llegar al destino del paseo familiar)
debe ser resuelto por los personajes, y que tras superar algunos obstáculos es concluido exitosamente,
es decir su punto es a firmado. La alta posición en el ranking general (incluidas películas extranjeras)
que ésta película logrará tras su estreno, no extraña si se entiende que la clase media colombiana,
estratos 3 y 4, logró identi ficarse con una actividad, como el viajar por carretera, representada en la
pantalla grande que aparentemente el periodo de la seguridad democrática del gobierno Uribe (2002-
2009), que sigue la lógica, ya descrita, de las sociedades de seguridad informática, había recuperado de
la imposibilidad.
Aún así, y aunque la asistencia a cine en general haya crecido en Colombia, tal vez promovida
por la Ley de Cine de 2003, en todo caso, el medio cinematográfico continúa teniendo un grado de
existencia muy bajo y como El Paseo lo evidencia, sólo logra alto consumo bajo la condición de copiar
los modelos de la televisión colombiana:
Fuente: Proimagenes Colombia (2011)
Así las cosas no es sorprendente que la audiencia de medios cinematográficos haya variado sólo
del 5% en 2000 al 5,9% en 2010.
La situación del internet no es muy distinto en relación al consumo en empresas y hogares para
2010:
Fuente: DANE Boletín TIC Empresas (2010)
Fuente: DANE Boletín TIC Hogares (2010)
Estas cifras evidencian que para el 2010, los hogares colombianos poseían un bajo grado de
conexión a internet y que la posibilidad de sus miembros de acceder al mismo estaba mayoritariamente
restringida a sus lugares de trabajo como personales ocupados en los sectores de servicios e industrial.
Siendo esto así, no es extraño que la audiencia de medios por internet sea baja en comparación a la de
televisión, aunque haya aumentado del 5% en 2000 al 35,9% en 2010.
Con esto en mente la predominancia del poder mediático de la televisión en Colombia, y en
especial de RCN televisión para el 2010 como envoltura, es decir, como el medio de comunicación que
puede ser tomado como “representante típico” del objeto MN de los medios de comunicación con una
mas o menos intensa “audiencia” nacional en el periodo 2000-2010 en Colombia es evidente. Sin duda
que también retratado esto en la siguiente gráfica para el periodo de Octubre a Noviembre 12 de 2009:
Fuente: Observatorio de Medios Universidad de la Sabana (2009)
El universo que arrojó estos resultados fue conformado por personas mayores de 17 años de todos
los estratos en las ciudades de Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga, Pereira, Manizales,
Cartagena, Cúcuta, Pasto, Popayán, Montería, Neiva, Santa Marta, Tunja e Ibagué. De una muestra de
1.164 personas con un 95% de confiabilidad y margen de error 3%.
En segundo lugar. El objeto PC que aparece en el mundo c, está compuesto por todo el público
colombiano con acceso a medios de comunicación en el periodo 2000-2010 en Colombia. Debe
recordarse que al usar la palabra público no se habla de un grupo de intermediarios, sino de
mediadores, que hacen hacer algo a otros actantes. Un público no es nunca un conjunto de idiotas
culturales. La pregunta recurrente es entonces ¿cómo actúa, qué poder ejerce, el público colombiano de
RCN televisión respecto al poder que ejerce tal objeto sobre el mismo?
Resulta interesante ver la fotografía del nivel de credibilidad de los medios para el periodo de
Octubre a Noviembre 12 de 2009:
Fuente: Observatorio de Medios Universidad de la Sabana (2009)
Curiosamente la televisión tenía un reducido porcentaje de baja credibilidad; tan solo el 8%.
Mayoritariamente es medianamente la información transformada por la televisión resultaba al público
de tal periodo medianamente fiable: 51%, y mas o menos altamente creíble 41%. Pero en todo caso
siempre más creíble que no creíble en comparación que cualquier otro medio.
Incluso es interesante observar la percepción del objeto PC sobre la calidad de la información de
los noticieros nacionales:
Fuente: Observatorio de Medios Universidad de la Sabana (2009)
Todos estos datos dejan ver que hay una fuerte confianza desde el objeto PC en la sinceridad de
los medios que componen el objeto MN, en el mundo c. Tal confianza resulta ser también la confianza
del público PC en el discurso mayoritariamente narrativo, melodramático, oral y visualmente icónico
de los medios que componen el objeto MN, en especial de la televisión, de RCN televisión como
representante típico de los mismos y de los noticieros de televisión en general, aunque en especial de
los de las dos grandes cadenas que dominan el 80% del mercado (Martinez, 2010) para el periodo
2000-2010. No hay ningún titiritero oculto empero respecto al que deberían desconfiar, a pesar que la
economía de la sospecha opere, como se evidencia, con algún grado, creando en el público la sensación
de la diferencia entre el afuera submediático y el adentro de la superficie de los medios. Para la
fenomenología objetiva de los medios no hay tal titiritero oculto, pues sencillamente el titiritero está a
la vista: una recolección adecuada de los datos, un seguimiento atento de los rastros, con la conciencia
metódica de las incertidumbres respecto a la naturaleza de los grupos, objetos, hechos y tipos de
estudio, (las cinco fuentes de incertidumbre), pone en evidencia que no hay nada oculto tras la
superficie de los medios; todo ya está en las signaturas que resultan del análisis de la superficie
mediática misma: el discurso mayoritariamente narrativo, melodramático, oral y visualmente icónico
indica ya que se trata de un discurso con pretensiones mayoritariamente comerciales. Se puede objetar
que siempre habrá incertidumbre, un límite para la confianza en lo que parece en la super ficie de los
medios, cierto, pero en todo caso, a esas signaturas “debemos contemplarlas, asumirlas, tratar de
contarlas. Pese a todo, imágenes: pese a nuestra propia incapacidad para saber mirarlas tal y como se
merecerían, pese a nuestro propio mundo atiborrado, casi asfixiado, de mercancía imaginaria” (Didi-
Huberman, 2003: 17).
El representante típico de ese discurso, no es otro que la envoltura del objeto MN: la televisión.
Se hace evidente entonces la importancia de la controversia que suscitó la propiedad de un tercer canal
de televisión, por lo menos para el periodo 2000-2010:
En Colombia la pauta publicitaria televisiva en el 2008 era de 953.300 millones de pesos, unos 500millones de dólares que se reparte en cerca del 85% entre dos canales, según un informe de la ComisiónNacional de Televisión. Un canal, Caracol TV, pertenece al grupo Santodomingo, d u e ñ o t a m b i é n d ecerveceras, jugos, concesiones estatales en vías, televisión, petróleo, hoteles, etc, y el otro, RCN TV a laorganización Ardila Lulle, propietaria de gaseosas, ingenios azucareros, ventas de carros, equipos de fútbol,concesiones de carreteras, etc. La puja por el tercer canal, es decir por la división en tres de la jugosa pautapublicitaria, ha tenido interesados al grupo Planeta- El Tiempo y Prisa-Caracol Radio así como al grupoCisneros de Venezuela (Martinez, 2010: 170).
Lo que, siguiendo a Eco, evidencia que Colombia “pertenece a quien controla los medios de
comunicación” (Eco, 1987:77).
Ahora bien, el público no puede ser tomado como un actante que intermedia meramente al poder
que ejerce sobre él, el objeto MN que componen los medios de comunicación.
Al igual que sucede con la envoltura de del objeto MN, para el público PC, del mundo c su
representante típico será el público televidente. Tal público, sólo a partir del 2010, tuvo la posibilidad,
además de tener un representante bajo la figura de vigilancia “ética” del Defensor del televidente y del
lector (Rincón, 2012: 205 - 2014), de asociarse en lo que la Comisión Nacional de Televisión,
reglamenta en el Acuerdo I de 2010, y nombra como Ligas de los televidentes:
Según la Comisión Nacional de Televisión, sirven para: “(i) ejercer en la práctica el derecho a la
libertad de asociarse; (ii) representar la sociedad civil para velar por los derechos como ciudadanos
televidentes, especialmente los derechos de los niños y de la familia; (iii) actuar en la protección de los
derechos de los consumidores como usuarios de televisión en todas sus modalidades; (iv) realizar
ejercicios académicos de análisis; seguimiento, investigación y todo lo relacionado con una
televidencia crítica” (Rincón, 2012:198).
En todo caso, a pesar de que en 2008 se lanzara Caracol Junior para permitir a los niños participar
en la realización de productos radiales, de existir un blog y un grupo de Facebook para la Liga de los
Televidentes, “cuando se averigua por cuántas ligas de televidentes activas existen en Colombia se
encuentra que pocas o ninguna, aunque cuando hay que elegir al comisionado en representación de las
ligas de televidentes aparecen muchas” (Rincón, 2012: 201).
El objeto PC que se analiza aquí dista de ser el nuevo productor muy activo, o un mediador cuyo
grado de existencia es elevado en el mundo c. De manera que las nuevas audiencias, los nuevos
públicos que prometerían los nuevos medios digitales como internet, no se logran rastrear muy
nítidamente en el periodo 2000-2010 del mundo c. Los nuevos públicos productores, por lo menos
hasta 2010 en Colombia, vale decir que las cosas no han cambiado mucho para el 2014 según los
informes del DANE de indicadores básicos de TIC en Hogares (2013), no “se sitúan en el mapa de los
medios como el gran protagonista” (Zuluaga, 2012: 260).
Por último hay que decir que al desplazar éstas ideas al ámbito del conocimiento, resulta ser que
el investigador en fenomenología objetiva de los medios, además de ser objeto del mundo MMC, debe
operar como exponente universal relativo a los medios masivos de comunicación; de manera que una
relación mediática, en este caso la que hay entre la televisión y el público colombiano, “está expuesta
en la medida en que existe al menos un punto, interior al mundo, desde el cual es conocida. Y se dirá
que está universalmente expuesta en la medida en que existe un punto del mundo, y sólo uno, desde el
cual es conocida lo más clara y lo más distintamente posible” (Badiou, 2008: 355).
Nótese que ese punto de conocimiento que es investigador es interior al mundo, al igual que en la
TAR se exige que el investigador sea tomado como un actante de la red que traza. Al estar al interior
del mundo, la incertidumbre sobre cómo el investigador hace hacer cosas a los actantes del mundo que
observa y describe, el de los medios masivos de comunicación, debe ser siempre tenida en cuenta
incluyendo la relación que se acaba de describir entre los objetos MN y PC; una buena investigación
siempre está localizada en el punto de vista medido por el exponente universal relativo a los objetos del
mundo que investiga. La hybris del punto cero queda abolida por completo sin perder la cienti ficidad,
es decir, el materialismo y la objetividad ahora relativistas.
La relación entre los objetos MN y PC del mundo c está universalmente expuesta para el
investigador de la fenomenología objetiva de los medios que le rastrea lo más clara y distintamente
posible; como se pudo ver en el estudio anterior.
“Enunciado 43.– Todo objeto de un mundo admite uno y sólo un elemento ontológicamente real
cuyo grado trascendental de existencia en ese mundo es mínimo. O incluso: todo objeto que aparece en
un mundo admite el inexistente propio del objeto considerado. Si (A, α) es el objeto, el inexistente se
anota ØA” (Badiou, 2008: 628).
La demostración formal (Badiou, 2008: 379) hace evidente que el inexistente es un elemento
fantasmatico de todo objeto. Su existencia queda asegurada por la existencia del mínimo del
trascendental de un mundo, pero es un inexistente en tanto su identidad con cualquier otro elemento del
conjunto A es nula. Es un operado local, distinto del conjunto vacío, que es global. Testifica en un
apareciente la contingencia de su aparecer. El inexistente propio de un objeto es en el sentido
ontológico y no es en el sentido lógico. Es un ser que llega ahí como nada (Badiou, 2008: 380).
Retomamos en éste punto la noción de plasma. Que un mundo sea medido por un cardinal
infinito inaccesible y que por ello sea completo, también implica que, al ser su cantidad de elementos
reales infinita que pertenecen a los soportes múltiples de sus objetos, también sea infinita pero
inaccesible la cantidad de elementos soporte que hacen de los puntos reales inexistentes únicos y
propias de cada uno de los objetos que aparecen en ese mundo.
Para el mundo c, entonces habrá que rastrear no sólo los objetos, sino también, sus respectivos
inaparecientes. Se realiza a continuación esa identificación de los inexistentes para el objeto MN y para
el objeto PC.
Para el objeto MN, el punto real inexistencia indica que tal objeto hubiera podido no existir. Para
tal objeto podría pensarse que tal inexistente debe tener un grado mínimo de existencia en relación a los
otros componentes del objeto MN, en el mundo c, en consecuencia inferior, incluso al del cine; que ya
es bastante bajo. Dentro de los cuadros no hay ni siquiera indicios de medios con carácter cientí fico,
por ejemplo, las revistas académicas. Estos medios serían el inexistente propio de MN, pues, aunque
aparentemente National Geographic es una revista que trata temas relativos a la naturaleza; como nota
Narváez: “no hay que engan�arse con su origen ni con su nombre. Esta no es una revista cienti� fica sino
periodi�stica; alli� no aparecen arti�culos cienti� ficos sino ma�s bien relatos de viajes y no funge como una
gui�a investigativa sino casi como una gui�a turi�stica. En rigor, su discurso es ma�s ico�nico-narrativo que
alfabe�tico-anali�tico. En consecuencia, no hay que extran�arse de su popularidad, pues en te�rminos de
competencias exigidas es bien popular” (2012: 59). Con un nivel de audiencia de que le da un grado
inapareciente en el objeto MN, los medios cientí ficos, incluido el periodismo cientí fico levemente
representado por periodistas como Lisbeth Fog (2004), son el inexistente propio del objeto MN, pues
su discurso opera por fuera del canon icónico-narrativo de los demás medios que componen MN.
Puede sostenerse que en relación a los componentes del objeto MN, los medios para la ciencia no
responden a las técnicas mediáticas: “demasiado ico�nicas, demasiado narrativas y a veces orales”
(Narváez: 59). Así, puede sostenerse en base a los datos, los medios que componen el objeto MN no
son sólo “una prolongacio�n de la cultura media�tica de la fara�ndula sino que en rigor ni siquiera se
necesita saber leer para consumirlas, pues la identidad entre personajes televisivos y de revista hace al
televidente absolutamente competente para leer el relato impreso en ellas” (Narváez: 59).
Esto aplica incluso, como sostienen algunos estudiosos como Germán Rey y Héctor Rincón, para
los noticieros; recuérdese que es RCN televisión la envoltura del objeto MN:
El sello informativo es el protagonismo de la farándula, la pérdida de densidad de la investigaciónde los grandes problemas nacionales y un enfoque en que en ocasiones se le da más importancia alespectáculo que a la noticia.
“Los noticieros tienen una información absolutamente deleznable: abren con un niño asesinado yla noticia número seis es una importante noticia política. Eso no tiene un futuro y van a caer másrápido que lo que cree”, vaticina Rey.
Héctor Rincón, columnista, periodista y miembro del equipo de la “Luciérnaga”, el programa radialmás escuchado de la tarde, que se burla del poder, tiene una percepción parecida.
“Las estructuras del noticiero son casi de telenovela: transmite emociones, melodrama, no tiene mas dedos o tres informaciones importantes. Abren con una tragedia, donde hay sangre y cierran con reinas debelleza”, dice.
La Misión de Observación Electoral –MOE- al informar sobre el monitoreo realizado a los medioscon relación al cubrimiento informativo en las elecciones del 2010 encontró que en el mes de marzo,
por ejemplo, Noticias RCN 7:00 pm distribuyó su agenda así: 30 minutos para farándula, 20 deportes, 15
noticias generales, 5 elecciones, 3 la cosa política. Caracol Noticias 7 pm distribuyó su agenda así: 20minutos para farándula, 15 deportes, 16 noticias generales, 6 elecciones, 3 código secreto. Las elecciones sonapenas algo interesante después de la farándula y el fútbol. ¡Esta es la calidad de la información!(Martinez, 2010: 171).
De manera que el grado de identidad de los medios cientí ficos con los componentes del objeto
MN es sin duda mínimo, pues ni siquiera es mencionado en las franjas informativas de los noticieros
televisivos con una existencia de mayor grado que las de otros; y en especial del de RCN televisión.
Supóngase que se diera una función que asociase al objeto MN la minimalidad trascendental. Tal
función equivaldría a identi ficar todo medio de comunicación con una mas o menos intensa
“audiencia” nacional en el periodo 2000-2010 en Colombia con los medios cientí ficos. Tal función,
que no sería otra cosa que una censura completa, de finiría un átomo: sería una función
indescomponible. Se trataría de la fijación de una categoría mediático comunicativa indiferenciable: no
tener ninguna audiencia. Una situación catastrófica mucho peor que la actual: “El Comité para la
Protección de Periodistas, con sede en Nueva York, y que lleva estadísticas mundiales de homicidios,
afirma que entre 1992 hasta el 2009, en Colombia se asesinaron 42 periodistas por razones
directamente relacionadas con el oficio y 31 en el que no se han podido establecer el motivo, uno de los
tres más altos a nivel global. Sin embargo, aunque la seguridad física de los periodistas ha mejorado,
los protegidos han aumentado, con más de 78 periodistas que tienen esquemas de protección”
(Martinez, 2010: 177). Obsérvese también ésta tabla para el periodo 2000-2007:
(Gómez & Hernández, 2009: 21)
Como por el postulado del materialismo tal átomo de censura absoluta es preescrito en realidad
por un elemento real de los medios entre 2000 y 2010 en Colombia, para cualquier componente de MN
entonces, en tal caso, no tener ninguna audiencia, es ser trascendentalmente idéntico a un medio
cientí fico. Aunque los medios cientí ficos sean ontológicamente partes del mundo c no aparecen ahí
desde la estricta lógica del aparecer del objeto MN.
¿Qué corresponde decir para el objeto PC que aparece en el mundo c? Los públicos han sido
habitualmente tomados desde un punto de vista funcionalista como actores que no transforman, sino
que meramente operan como receptores de datos. Según la descripción del objeto PC ya expuesta es
plausible decir que para ese objeto su inexistente propio no es otro que el público radicalmente opuesto
a preescrito por el átomo: no tener ningún interés en los medios. Se trata entonces del átomo preescrito
por el elemento real: público desinformado.
Aunque los desinformados sean ontológicamente partes del mundo c no aparecen ahí desde la
estricta lógica del aparecer del objeto PC. Esto es así, porque no es posible medir positivamente la
desinformación. Como el público televidente es la envoltura del objeto PC, puede decirse que, por vía
negativa ese público desinformado, que corresponde al inexistente propio de PC, es menor o igual que
el 12,6% de los hogares que para 2010 no tenían televisión a color.
“Enunciado 44.– Un sitio puede llegar, pero no ser. El aparecer de es un sitio es también su
desaparecer” (Badiou, 2008: 628).
Recuérdese al identidad establecida entre la noción de intermediario en la TAR de Latour y la de
modificación en las lógicas de los mundos de Badiou.
Se llama modificación (intermediación) “a las variaciones de intensidad (o de aparecer) que
afectan a los elementos de un mismo objeto” (Badiou, 2008: 432). Si (A, Id) es un objeto, por ejemplo,
el público PC es un objeto, correctamente escrito (PC, Id) del mundo c, toda diferencia en las
indexaciones trascendentales de los elementos de PC es una modificación de PC en su aparecer. Si x �
PC y y � PC entonces el par {x, y} indica una modi ficación del aparecer de PC.
Ahora bien si se presenta que Id(x, y) = � , entonces, como x y y son absolutamente diferentes, se
tiene una modi ficación absolutamente real del aparecer de PC. Si Id(x, y) = p, entonces la
modi ficación del aparecer de PC es mas o menos real. Se puede inscribir entonces la igualdad
“modi ficación = objetivación” (Badiou, 2008: 433).
Si se supone que (A, Id) del mundo c, con trascendental T, le ocurre la autopertenencia de A. Así
las cosas ocurre que el objeto (A, Id) es un sitio. Se debe decir que ocurre pues un objeto cuyo
conjunto soporte se pertenece a sí mismo A � A, incumple el axioma de fundación, de la ontología que
prohibe la autopertenencia, de modo que no es, pues tal objeto aparece como una imposibilidad
ontológica por la que adviene la posibilidad de lo imposible (Badiou, 2008: 433). La estabilización
retroactiva de un sitio, de tal brusca ocurrencia, no es concebible porque las leyes del ser se cierran ante
tal excepción: “la autopertenencia se anula desde que es forzada, desde que ocurre. Un sitio es un
término evanescente: no aparece sino para desaparecer. El problema es registrar sus consecuencias en
el aparecer” (Badiou, 2008: 433). Se debe recordar entonces la equivalencia entre la noción de sitio y la
de mediador; de los mediadores sólo se tienen sus signos que son rastros y sólo pueden registrarse en
virtud de sus consecuencias, por ende los mundos con muchos sitios son objetos de definiciones
performativas mas no ostensivas. Un mediador, produce tras evanecerse en el acto de su aparecer,
como se había establecido antes: signaturas.
Según esta lógica, entonces, tanto el objeto L marcha del ladrillo, como su registro fotográ fico F,
el público PC y los medios MN son al menos cuatro sitios que ocurren en el mundo c.
“Enunciado 45.– El cambio real (hecho, singularidad débil, acontecimiento) se distingue de la
simple modi ficación por esta excepción ontológica que es la aparición / desaparición de un sitio”
(Badiou, 2008: 629).
Las diferencias en el cambio real depende del valor trascendental asignado al conjunto soporte
del sitio en su fugaz aparición, o incorporación al objeto (A, Id). El valor trascendental del sitio está
supeditado al valor de la existencia de A: EA.
Si EA = p y p ≠ M, es decir, que la existencia de A al incorporarse al mundo bajo la norma del
objeto (A, Id), no es absoluta, entonces el sitio es un hecho.
Si EA = M entonces el sitio es una singularidad.
Pero como la intensidad de la existencia no mide las consecuencias, una singularidad débil, se
comporta “respecto a las consecuencias, como una modificación” (Badiou, 2008: 434).
Siendo este el planteamiento, se puede comprender que un elemento-múltiple afecte realmente a
otro elemento-múltiple de un mismo objeto si la dependencia del valor de existencia del segundo
respecto del valor de existencia del primero es máxima. “Si (A, Id) es un objeto, con x � A e y � A, se
plantea:
“x afecta realmente a y”↔[(Ex ⇒ Ey) = M]” (Badiou, 2008: 434).
Hay cambio real en el mundo c entonces si en el mismo aparecen, al menos, hechos y no meras
modi ficaciones.
“Enunciado 46.– Para distinguir en el cambio real entre, por una parte, el hecho, por otra parte, la
singularidad (débil) y el acontecimiento (o singularidad fuerte), se debe pasar por la intensidad de
existencia fugitivamente atribuida al sitio por el trascendental al que está asociado para formar un
objeto en un mundo determinado. Si el grado de intensidad permanece inferior al máximum, es un
hecho. Si es igual al máximum es una singularidad débil o un acontecimiento” (Badiou, 2008: 629).
Con esto queda claro que un hecho no afecta realmente sino a los entes cuya intensidad de
existencia es superior a la suya, que una singularidad sólo afecta a los elementos absolutos del objeto,
“aquellos cuya existencia está completamente veri ficada en el aparecer objetivo” (Badiou, 2008: 435),
así, un singularidad débil deja intactas la lógica del ser ahí y no produce un cambio efectivo.
En caso de que el sitio sea capaz de revelar el inexistente propio del objeto Ø A. Así, como EØA =
� , entonces (EA ⇒ EØA) = M no se tendrá un mero hecho. Tal igualdad es imposible si A no es más
que un hecho que se comporta como una simple modi ficación, porque EA � EØA, es decir que EA � � ,
es decir, que EA = � . Lo cual quiere decir que A inexiste y por ende no hubo, contrariamente a “la
hipótesis (existencia de un sitio), ninguna aparición subversiva del ser-en-persona en el espacio de
aparecer del que él es el ser” (Badiou, 2008: 435).
Puede sostenerse que los objetos PC y MN son meros hechos, dado que el grado de intensidad de
su existencia en el mundo c es sin duda inferior al máximo; se trata de meros hechos constatables según
cifras. A los objetos L y F puede en cambio asignárseles un grado de existencia máxima y ser tomados
como singularidades pues para el mundo c, la marcha del ladrillo indica la convicción de un pueblo por
su reconstrucción y que tendría a la larga consecuencias importantes, que incluso desbordarán el
mundo c como la creación muy destacable del Salón del Nunca Más y su divulgación en la página web
de internet correspondiente, como la fotografía de Colorado aparecerá, registrando tal otra singularidad,
tanto en diversos medios como El Tiempo y como en el Informe Basta Ya del Grupo Nacional de
Memoria Histórica.
“Enunciado 47.– Para distinguir una singularidad débil de una fuerte (o acontecimiento), se debe
pasar por las consecuencias. Un acontecimiento hace pasar al inexistente propio del objeto concernido
del valor trascendental mínimo al valor máximo. Una singularidad débil no puede llegar a hacerlo. Se
dirá que un acontecimiento absolutiza al inexistente propio de su lugar. La huella del acontecimiento, a
menudo anotada ε, es precisamente el antiguo inexistente maximizado (o absolutizado, en lo relativo al
mundo concernido)” (Badiou, 2008: 629).
La debilidad de la existencia del hecho no permite el relevo del inexistente del objeto. Si A es una
singularidad débil, puede ser que la potencia existencial de la singularidad “subvierta el régimen de lo
posible” (Badiou, 2008: 436). Si la subvierte, esa singularidad es una singularidad fuerte o un
acontecimiento. Un acontecimiento entonces afecta realmente a inexistente propio del objeto: (EA ⇒EØA) = M. Se trata de un relevo del inexistente: si EA � EØA, y si EA = M, se tiene que M � EØA y
por ende EØA = M a pesar que en principio EØA = µ.
Si bien el inexistente es evaluado por el mínimum, en su figura postacontecimiental, que es la
huella ε que deja su desaparecer inmediato, es evaluado por el máximum.
Se ha dicho que los objetos L y F son singularidades, si se nota con atención, estas singularidades
no son absolutamente inexistentes tanto para el objeto MN, pues la masacre fue registrada como ya se
ha mostrado, como para el objeto PC en tanto logró transformar alguna información al respecto en el
mundo c. Siendo esto así no son idénticos ni al público televidente absolutamente desinformado que es
el inexistente propio de PC, ni a los medios cientí ficos que es el inexistente propio del objeto MN.
En caso de que en el mundo c el público televidente desinformado o los medios cientí ficos
hubieran pasado a tener un grado máximo de existencia, de tal modo que el público desinformado
pasara a existir como público televidente supremamente informado respecto al devenir del mundo c, y
los medios cientí ficos pasaran a existir como medios cientí ficos máximamente visibles respecto al
devenir del mundo c, ambos serían acontecimientos del mundo c. Sin duda resulta complicado decidir
si en el mundo c ocurrieron tales cosas. Pero es plausible decir, según los datos descritos antes que, al
menos en el mundo c, ni hubo un público televidente supremamente informado, ni hubo medios
cientí ficos máximamente visibles. Pero si se atiende a los objetos L y F la perspectiva cambia, pues el
objeto L hace máximamente visible la convicción de un pueblo por su reconstrucción previamente
inexistente, mientras que el objeto F registra tal otra singularidad llevando a la máxima existencia
mediática el periodismo independiente, que como se ha visto fue frecuentemente perseguido en el
mundo c. Siendo esto así, los objetos L y F son acontecimientos que aparecieron/desaparecieron en el
mundo c, y cuyas huellas marcaron signaturas con consecuencias máximas.
“Enunciado 48.– Todo acontecimiento, toda absolutización del inexistente, se paga con una
destrucción (con una muerte). Porque un inexistente debe llegar al lugar del inexistente sublimado”
(Badiou, 2008: 629).
Recuérdese que la muerte de un elemento es el pasaje de Ex = p a Ex = µ por causa de algo
exterior a x. Dado un objeto (A, Id) en lo relativo a que hubo un acontecimiento. Si ØA deja de
inexistir, es preciso que algún elemento de A adquiera el valor mínimo. Si δ es ese elemento-múltiple
se tiene que (Eδ = p) → (Eδ = µ); es decir que δ muere o que es destruido.
Siendo L y F acontecimientos para el mundo c han de haber llevado a la muerte a un par de
elementos de un par conjunto soporte de dos objetos que aparecen en el mundo c. Como ese par de
elementos llegan a tener un grado mínimo de existencia respecto del mundo c, son entonces el reverso
de los objetos L y F que tienen grado máximo de existencia. Se puede decir así que en el mundo c tras
el aparecer de L se hace mínimamente visible la intimidación que produce la guerra en la población,
mientras tras el aparecer de f se hace mínimamente presente la censura al periodismo independiente.
En ambos casos se logró la oposición máximamente real y acontecimental a la ocultación y negación
del presente.
“Enunciado 49.– Un acontecimiento induce poco a poco una reorganización del trascendental del
mundo” (Badiou, 2008: 630).
Como se pasa de que al existencia de δ, esto es, Id(δ, δ) = p a Id(δ, δ) = µ, y como las
transformaciones son relativas en mundos no clásicos, cambios en la organización del mundo se
presentan como consecuencia de la muerte de un componente de objeto. Si se tiene siempre que Id(δ,
x) ≤ Eδ, y si Eδ = p, entonces Id(δ, x) ≤ p. Pero como tras la muerte Eδ = µ entonces para todo x � A,
Id(δ, x) ≤ µ, es decir que Id(δ, x) = µ.
El aparecer de los acontecimientos L y F reintroduce entonces la reconfiguración del mundo c,
pues a pesar que la intimidación que produce la guerra en la población y la censura al periodismo
independiente son elementos ontológicamente pertenencientes al mundo c, se mantienen en el mismo
como inexistentes en cuanto a su aparecer en virtud de la marcha del ladrillo y la fotografía de
Colorado.
“Enunciado 50.– El conjunto de los puntos de un trascendental tiene la estructura de un espacio
topológico” (Badiou, 2008: 630).
Un punto es la figura binaria de los matices del aparecer. Según las equivalencias que se han
establecido, una dramatización puntual es otra forma de hablar de un bit de transformación,
transportada por los mediadores.
Para lograr establecerla se establece la una correlación entre un trascendental de un mundo y una
estructura binaria; el trascendental T0 que está compuesto por los únicos grados 1 y 0, es decir, M y µ.
Dicho trascendental es el del mundo-pensamiento de la ontología; un mundo clásico, su estructura es de
un álgebra de Boole (Badiou, 2008: 482).
Como se ha dicho, sólo bajo ésta condición es posible la decisión, en tanto por ella se filtra el
infinito por el Dos. En éste sentido, todo actante humano y no humano (piénsese en un computador)
podría disponer esos infinitos matices según el trascendental T0 y así hacer posible una elección global
(siempre relativa al mundo). La proyección en el Dos del {0, 1} debe entonces respetar las estructuras
del trascendental, las relaciones de orden, el entramado de las identidades existenciales y de
atomicidades localizantes. Se precisa de un homeomorfismo estructural, en último término se trata de
un ejercicio de transformación.
Sea una función φ del trascendental T al T∉. Una función es un homeomorfismo si conserva la
conjunción ∩ y la envoltura ∀. Para que la conservación sea clara se anota ∩∉ y ∀∉ a las operaciones
constitutivas de T∉ (Badiou, 2008: 482). Se debe tener entonces:
φ(p ∩ q) = φ(p) ∩∉φ(q)
φ(∀) = ∀∉{ φ(p) / p � B}
φ es una ∩-∀ función de T hacia T∉que le hace corresponder a una conjunción la conjunción de
los valores correspondientes y a una envoltura la envoltura de los valores correspondientes.
Se tratará de un homeomorfismo sobreyectivo si todos los grados de T∉son alcanzados por la
función: si p∉� T, existe q � T tal que φ(q) = p∉. Para este caso se requiere que la función sea
sobreyectiva, pues a todos los grados de T debe corresponder algún grado de T∉sea 1 sea 0. Así, existe
al menos un grado p tal que φ(p) = 1 al menos un φ(q) = 0. Como todos los valores de T0 son
alcanzados por φ, tal función de T sobre T0 es sobreyectiva. “Finalmente, para obtener el concepto de la
evaluación global y binaria que buscamos, basta con considerar los homeomorfismos sobreyectivos de
T en dirección de T0, el trascendental {0, 1} de la ontología. Tal función (si existe una, veremos que no
es siempre el caso) es aquello por lo cual un mundo complejo es expuesto a una evaluación o a una
decisión por “sí” o “no”. Con dos sencillas demostraciones Badiou hace evidente que un
homeomorfismo sobreyectivo de T en dirección de T0 conserva el orden, el mínimum y el máximum
(Badiou, 2008: 483-484).
Ahora bien, es preciso introducir la noción de interior, anotado Int, y sus cuatro axiomas para
poder comprender por qué el conjunto de los puntos de un trascendental tiene la estructura de un
espacio topológico. Esto ya se había expuesto al mostrar que una red es un espacio topológico.
1. El interior de un conjunto de referencia es idéntico a ese conjunto.
A-int1 Int(E) = E
2. El interior de una parte cualquiera esta incluido en esa parte.
A-int2 Int(A) ⊆ A
3. El interior de la conjunción de dos partes cualesquiera del conjunto de referencia es la
conjunción de los interiores de esas dos partes.
A-int3 Int(A ∩ B) = Int(A) ∩ Int(A)
4. El interior del interior de una parte es idéntico a su interior.
A-int4 Int(Int (A)) = Int(A)
Un múltiple E referencial tiene muchas maneras de ser una potencia de localización según un
gran número de funciones de interioridad. El múltiple E es un espacio topológico cuando sobre las
partes de E se define una función Int.
Dado A ⊆ E, se sabe entonces lo que quiere decir para un elemento x estar situado en el interior
de A. Lo cual se escribe x � Int(A). Como Int(A) ≠ A, entonces el interior de A que es propiedad
topológica, no es lo mismo que la pertenencia de A que es propiedad ontológica. Así, “por la mediación
de sus puntos, el trascendental de un mundo puede (pero no siempre, no si el mundo es átono) ser
considerado como un espacio topológico. Es una manera de volver a decir que un mundo es el ser-ahí
de un conjunto infinito de multiplicidades” (Badiou, 2008: 485).
La lógica del aparecer sería entonces topo-lógica. Siendo T un trascendental y π(T) el conjunto de
sus puntos (∩-∀ funciones sobreyectivas φ de T sobre T0). Si φ � π(T) para todo homeomorfismo
sobreyectivo φ de T sobre T0.
Si se asocia a todo elemento p de T un conjunto de puntos Pp que puede leerse “positivación de p”
se trata del conjunto que dan a p el valor 1o todos los φ tales que φ(p) = 1. Es decir:
Pp = {φ / φ � π(T) y φ(p) = 1}
Así, Pp ⊆ π(T).
Para definir una topología sobre el conjunto π(T), se toma como interior de una parte A de π(T) la
unión de todas las positivaciones contenidas en ese conjunto. Así nace un teorema:
“Sea π(T) el conjunto de los puntos de un mundo (de un trascendental T). Sea A una parte de
π(T). Si se plantea que el interior de A es la reunión de todas las positivaciones contenidas en A –o sea,
Int(A) = c (Pp / Pp⊆ A)–, se obtiene una topología. La función Int así definida obedece, en efecto, a los
cuatro axiomas A-int, o axiomas del interior” (Badiou, 2008: 486). Se pasa así de la noción de grado
trascendental, todavía onto-lógica a la noción de punto topo-lógica. La demostración del teorema
resulta de verificar axioma por axioma que la función Int(A) = c {Pp / Pp⊆ A}. Badiou realiza esto en
forma de ejercicios (Badiou, 2008: 487) autorizando que al conjunto de todos los puntos de un mundo
se le trate como una topología.
Es claro que si esta es la regla, el conjunto de los puntos del trascendental T (tener una presencia
mediática) del mundo c tiene tal estructura de un espacio topológico; de manera que todos los objetos
remitidos a ese territorio de T, serían forzados a adquirir o bien un grado máximo o bien un grado
mínimo de existencia. Póngase por ejemplo, el punto: “autocensurarse o no autocensurarse” para
Colorado y “reconstruir el pueblo o abandonarle con temor” para los marchantes del ladrillo. La
positivización evidentemente no depende de la mera negación sintácticamente explícita, sino de si el no
autocensurarse implica a firmar el punto en cuestión. Si esto es así, entonces el no autocensurarse es
una positivización en T. El conjunto de todas estas positivizaciones hace el conjunto de todos los
puntos de un mundo sea una topología.
“Enunciado 51.– Pueden existir mundos sin ningún punto (mundos átonos)” (Badiou, 2008: 630).
Esto, traducido a las equivalencias establecidas, quiere decir que pueden existir, al menos son
postulables negativamente, mundos sin bits de transformación (información).
Considérese un trascendental clásico Tc; es decir reglado por un álgebra de Boole. Un aislado de
Tc a un grado i � Tc que tiene las siguientes propiedades:
i ≠ µ;
Si j es estrictamente inferior a i, entonces j = µ.
Siendo esto así, un aislado no admite ningún elemento más pequeño que él que no sea µ y es un
aislado pues ninguna “complejidad” lo separa de la nada. Así i es inanalizable en subcomponentes de sí
mismo.
El teorema que explica la consideración de mundo átonos indica que si existe un punto de Tc
existe un aislado. De manera que si un trascendental clásico no tiene puntos no tiene aislado, y en
consecuencia es átono. La demostración de éste teorema es llevada a cabo por Badiou en (2008: 488-
491). En todo caso, un aislado del conjunto de puntos de un mundo es siempre una positivización.
Esto permite concluir que el mundo c, que corresponde al periodo 2000-2010 en Colombia no es
un mundo átono. Efectivamente hubo al menos dos puntos en tanto los aislados L y F tuvieron lugar. A
pesar de estar al borde del vacío, del grado mínimo de existencia, L y F existen sólo máximamente en
el mundo c.
“Enunciado 52.– Pueden existir mundos que tienen tantos puntos como grados trascendentales
existen (mundos tensos)” (Badiou, 2008: 630).
La traducción según las equivalencias establecidas indica que pueden existir mundos/redes que
rebozan de transformaciones (información) al existir en ellos tantos bits como grados trascendentales.
Así, esos bits que pululan por doquier tensionando el mundo serían en tal caso las signaturas que dejan
los actantes de esas redes. Así, las signaturas convocan a “emboscadas cuya intensidad esconde un
punto”.
Un mundo tenso “convoca a todo proceso de verdad a las emboscadas de cualquier existencia,
emboscadas cuya intensidad, por más débil que sea, esconde un punto” (Badiou, 2008: 492).
Siendo tal la situación, donde al menos L y F son aislados, habría que ver si en el mundo c
aparecen tantos puntos como grados trascendentales. Si se atiende, en base a los datos hasta ahora
recolectados sobre el mundo c, es decir, a que en el mundo c tanto el conflicto armado interno, como
las censuras y asesinatos a periodistas y población civil, son objetos del mismo, que fuerzan
constantemente a las decisiones, es razonable sostener que el mundo c es efectivamente un mundo
tenso. Estrechamente relacionado a éste tipo de mundo está en sociofísica bien descrito el concepto de
transición de fase orden-desorden: “estamos en presencia de una transición de fase orden-desorden,
análoga a otras transiciones observadas en diversos sistemas físicos” (Cosenza et al, 2007: 41).
“Enunciado 53.– Que un elemento de un sitio sea máximamente idéntico a la huella de un
acontecimiento significa que su grado de identidad con esa huella es igual a su propia intensidad de
existencia” (Badiou, 2008: 630).
Supóngase que el objeto (A, Id) es un acontecimiento. Así en su aparecer/desaparecer EA = M.
El esquema que indica el movimiento del inexistente de un objeto a la máxima existencia es: [Eε = µ]
→ [Eε = M]. Previamente al acontecimiento, por P.2. Id(x, ε) = µ.
Cuando Eε = M, x se incorpora al presente acontecimental de tal modo que Ex = Id(x, ε). De
éste modo, x es tan idéntico como es posible a las consecuencias del acontecimiento. Esto es otra
manera de decir que para los elementos de A, x < ε.
Tal cosa aplica entonces para el objeto L y para el objeto F. Correctamente escrito para los
acontecimientos (L, Id) y (M, Id). Donde para sus respectivos inexistentes [Eε = µ] → [Eε = M]. DE
manera que para los acontecimientos de L o bien de F, x < ε.
“Enunciado 54.– Los elementos de un cuerpo son compatibles entre sí” (Badiou, 2008: 630).
Tómese la proposición P.3. Por la definición de incorporación: Ex = Id(x, ε) y Ey = Id(y, ε). Por
axiomas 1 y 2 de las funciones de aparecer: Id(x, ε) ∩ Id(y, ε) = Id(x, y) y Ex ∩ Ey = Id(x, y). Así x ‡
y. La define entonces que: “un cuerpo Cε, relativo al inexistente propio ε de un sitio (A, Id), es el
conjunto de los elementos de A que se incorporan al presente acontecimental” (Badiou, 2008: 532).
“Enunciado 55.– Todo cuerpo admite, para la relación de orden onto-lógica anotada <, una
envoltura (una síntesis real), que es idéntica a la huella acontecimental misma” (Badiou, 2008: 630).
Por P.7. Se tiene que debe haber una síntesis real de un cuerpo sobre el múltiple que le soporta.
Esa síntesis corporal Sc constituye una envoltura para el cuerpo Cε que garantiza un unidad en el ser
más allá de la unidad en el aparecer. Sc prescribe el átomo: a(x) = ∀{Id(c, x) / c � Cε}. De manera que
la síntesis corporal es la garantía de la unidad de un cuerpo postacontecimental, es el mismo inexistente
ε llevado postacontecimentalmente a a la existencia máxima por el sitio:
Como se sabe que Eε = M, también se da que ε se incorpora al presente; Eε = Id(ε, ε). por ende ε
� Cε. Como todo x < ε, entonces ε es la envoltura interna de ese cuerpo. Así, todo lo que es dominado
por ε es el cuerpo. Así, para todo x cuya Ex = M, como Ex = Id(x, ε), es decir que Id(x, ε) = M, y
como Eε = M, esto es ε < x, por antisimetría, al confrontar con x < ε, se tiene que en tal caso x = ε.
Esto quiere decir que todo lo envuelto por los acontecimientos L y F, son precisamente los
cuerpos que son idénticos a las huellas que dejaron ambos acontecimientos; respectivamente el pueblo
de Granada y el fotógrafo Colorado.
“Enunciado 56.– Todo cuerpo admite, para la relación de orden onto-lógica anotada <, una
envoltura (una síntesis real), que es idéntica a la huella acontecimental misma” (Badiou, 2008: 630).
Se trata ahora de formalizar la eficacia de una decisión para un sujeto determinado; lo que quiere
decir para un cuerpo tratar un punto. Así, un elemento x de un cuerpo Cε, afirma un punto φ si φ(Ex) =
1. Evidentemente se tendrá que φ(Eε) = 1, pues φ(M) = 1. Lo que interesa entonces considerar lo que
les ocurre a los elementos de un cuerpo diferentes de ε cuando comparecen ante el punto. “Una parte
eficaz de un cuerpo Cε para un punto φ es el subconjunto de los elementos de Cε para un punto φ es el
subconjunto de los elementos de Cε diferentes de ε, que afirman φ.
Cεφ = {x / x � Cε y x � ε y φ(x) = 1}” (Badiou, 2008: 535).
Nada garantiza que la parte eficaz exista, pues puede que sólo la huella afirme un punto. Pero si
Cεφ no es vacío, entonces admite una síntesis real, es decir, una envoltura para la relación < anotada εφ.
Puede que esa síntesis real no sea otro que ε pues nada prohibe que la envoltura de la parte eficaz sea
exterior a la parte eficaz. En tal caso, “esa parte eficaz no tiene en sí misma, en la singularidad de su
conexión con el punto, con qué realizar su propia síntesis. Diremos entonces, si ε es la envoltura de una
parte eficaz de un cuerpo, en lo relativo a un punto φ, que esa parte es dispersa o inorgánica” (Badiou,
2008: 534).
Así, un órgano del cuerpo Cε para el punto φ es la envoltura εφ de la parte e ficaz Cεφ, que es
distinta de ε; y sólo si dispone de un órgano para φ puede decirse que un cuerpo Cε trata el punto φ.
De manera que los órganos de los cuerpos Lε y Mε , con elementos y partes necesariamente
compatibles, hacen que éstos traten al menos un punto del mundo c. Efectivamente el pueblo de
Granada, cuerpo Lε, y el fotógrafo Colorado Mε, fueron eficaces al tratar al menos un punto del mundo
c: o bien ser intimidados por la guerra, o bien continuar con convicción en la reconstrucción del pueblo;
frente a lo cual algunos subconjuntos del pueblo, partes eficaces, habitantes del pueblo aptos para tratar
el punto, se organizaron como tres órganos de la parte eficaz cuerpo pueblo de Granada, un órgano
eficaz para afirmar el punto marchar, uno para afirmar el punto en cuestión reconstruir y otro para
afirmar el punto fundar el Salón del Nunca Más. Y; o bien autocensurarse o bien llevar la fotografía F a
su publicación, de modo que el Fotógrafo Colorado afirmó el punto de verdad al decir no a la
autocensura, para lo cual tuvo que, hacerse eficaz enteramente, disponerse como una parte eficaz para
tratar el punto, y disponer sus órganos eficazmente de modo que pudiese efectuar tal decisión inicial y
las sucesivas que implicó tal acto hasta su publicación. Una subjetivación fiel dispone al menos una
parte eficaz (multiplicidad de componentes corporales aptos tratar para determinados puntos) del
cuerpo de verdad político (común político), amoroso (pareja subjetivamente bi-sexuada), deportivo
(cuerpo competitivo), científico (cuerpo de una teoría en desarrollo), artístico (configuración en
desarrollo), para tratar los puntos de tal proceso al que se ha incorporado y disponer en esa parte eficaz
órganos (órganos políticos que pueden ser instituciones –que evidentemente no preexisten como en el
estructuralismo–; órganos amorosos que pueden ser estrategias de reconquista constante; órganos
deportivos que pueden ser resultado del entrenamiento; órganos científicos que pueden ser algoritmos o
estrategias ingeniosas de modelización de problemas inversos; órganos artísticos que pueden ser
técnicas creativas), capaces de tratar, decidir afirmativamente respecto al procedimiento o proceso de
verdad, punto por punto.
“Enunciado 57.– Si existe un órgano que le permite a un cuerpo afirmar un punto, ese órgano es
elemento, no solamente del cuerpo, sino de su parte eficaz apropiada para el punto en cuestión”
(Badiou, 2008: 630).
Como que εφ es la envoltura de Cεφ es el elemento más pequeño de A que domina, por la relación
<, a todos los elementos de Cεφ. Es además, más pequeño que ε que domina “ a todos los de Cε del que
Cεφ es una parte” (Badiou, 2008: 536). Así, � � < � , de modo que � � � Cε.
Si se supone que � � no es interior a la parte eficaz Cεφ, entonces no afirma el punto φ, lo cual es
imposible, pues para todo x de Cεφ Ex ≤ E� � . Como todo punto conserva el orden trascendental, φ(Ex)
≤ φ(E� � ) y como φ(Ex) = 1 entonces φ(E� � ) = 1. Por lo tanto, � � es interior a la parte eficaz Cεφ. Badiou
sintetiza estos resultado en un cuadro de los esquemas corporales (Badiou, 2008: 537).
Se tiene entonces el siguiente listado de las lógicas de los mundos según Badiou:
Mundos átonos: son mundos sin puntos.
Mundos estables: son mundos donde no se produce ningún acontecimiento, sólo hechos o simples
modi ficaciones.
Mundos inconsecuentes: son mundos donde no se constituye ningún cuerpo coherente y sólo la
huella del acontecimiento porta la incorporación al presente.
Mundos inactivos: son mundos donde la parte e ficaz del cuerpo postacontecimental es vacía.
Mundos inorgánicos: mundos donde el punto no es tratado.
A lo que vale agregar:
Paramundos: lógicas donde el punto es tratado contradictoriamente; donde operan lógicas
paraconsistente o bien cuántica; mundos ficcionales, el mundo cuántico, el mundo del discurso de lo
que hay (ser-y-acontecer). Las figuraciones de los actantes pueden tener formas contradictorias sin
trivializarse, pues aportan nueva información en tanto no todos son enunciados son teoremas.
En las postrimerías de un sitio, entonces, se debe determinar si existe compatibilidad (en el
sentido técnico de Badiou) entre los objetos de un mundo mediático y el mundo físico-social, si la hay,
la proyección es coherente y si son compatibles uno a uno, entonces, la proyección será máximamente
coherente. En adelante se tratará de indagar sobre si ese sitio del mundo mediático opera como la huella
de un acontecimiento o como la signatura de otro tipo de cambio.
Esto impone que la creación de una verdad (proceso de verdad) sea muy infrecuente pero
siempre posible pues exige el tratamiento de al menos un punto. La determinación de proceso de
verdad, efectivamente, solo puede hacerse observando las consecuencias del acontecimiento, que como
cualquier sitio, aparece-desaparece en un instante. En primera instancia, un proceso de verdad, la
consecuencia de un acontecimiento, siguiendo a Badiou (1999), es un subconjunto de un mundo cuya
vericidad o falsedad es indecidible. Se trata de un conjunto para el ninguna norma de evaluación de sus
enunciados permite decidir su vericidad o falsedad. Indecidible es aquello que se sustrae a una
clasi ficación exhaustiva de los enunciados según los valores validados por una norma. Por ende, un
proceso de verdad es un subconjunto sin valor, “contraviene las leyes de la economía clásica” (Badiou,
1992). No se trata de una mera paradoja sino de un resulta de la combinatoria intrínseca a un mundo.
Los teoremas de incompletitud de Gödel para la aritmética son ejemplo de esto.
Pero se trata también de un subconjunto donde la diferencia entre los valores de dos términos es
indiscernible. Si se da la fórmula D “x es diferente a y” donde D(a1, a2) sea verídica su reverso es falsa
pues se discierne que a1 es otro que a2. Lo indiscernible se sustrae a la diferencia marcada por la
evaluación de los efectos de una permutación. Lo que es lo mismo que decir que el grado de identidad
entre un mundo y un proceso de verdad que subconjunto de aquel es máximo. Id(a1, a2) = M.
Es además, un subconjunto genérico, Tómese el enunciado “x es diferente de a2” donde a2 es
objeto de un mundo y x un sitio. Si si x es reemplazado situando a a1 se obtiene la fórmula D(a1) de
modo que la fórmula D(a1, a2) sería verídica. Se se toman todos los objetos del mundo diferentes a a2,
se obtiene un subconjunto de ese mundo, compuesto por todos los objetos que validan D(x, a2). Un
subconjunto de ese mundo es construido por una fórmula F(x) si tal conjunto se compone
exclusivamente de todos los objetos del mundo que llevado al lugar de x, dan un enunciado F(a) un
valor fijado con anterioridad (Badiou, 1992). Un subconjunto de un mundo es constructible si hay en la
lengua de ese mundo una fórmula F(x) que lo construye. Un conjunto que no es constructible es
genérico, pues se sustrae a toda identi ficación por una fórmula de la lengua de ese mundo. Ningún
rasgo predicativo reúne los objetos que le componen; se sustrae por exceso, pues ningún predicado
puede recolectarlo. Si fuese finito, de modo que fuera de a1, a2, …, an, estaría construido por esa
misma fórmula F(x) “x=a1, x=a2, hasta, x=an” pues sólo tales términos validan la igualdad tipo
“x3=aj” cuando j va de 1 a n. En consecuencia un proceso de verdad es también in finito. Ejemplo de
esto es que Cohen demostró que en la teoría de conjuntos existen universos con multiplicidades
genéricas.
Por último un proceso de verdad es innombrable. Pues dado el enuncia “x es diferente de a2” si el
valor de nominación es el valor verídico, entonces, si a1 es efectivamente diferente de a2, la fórmula “x
es diferente de a2 nombra el objeto a1, que es el único que la valida verídicamente. Así, la fórmula
nombra un objeto cuando es el esquema del nombre propio de ese objeto. Lo innombrable es lo único
que se sustrae a la nominación. Un proceso de verdad es un subconjunto de un mundo que no es
nombrado por ninguna fórmula. Ejemplo de esto es que Gebhard Furkhen presentó un modelo en el que
es consistente suponer lo innombrable en una situación simple donde un término y solo uno es
innombrable.
Con esto en vista, un proceso de verdad no debe ser forzado (Badiou, 1992) por una anticipación
que postula la ficción de un todo-decir para la ciencias, el arte, la política, el amor, y por qué no, el
deporte. Una verdad es precisamente un proceso cuyo origen y devenir son impredecibles. Un sujeto
que fuerza ese todo ficticio es reactivo u oscuro. Empero hay un punto límite, íntimo, que siempre
mantiene la singularidad de un proceso de verdad y su no totalización en el saber, en el que punto por
punto se constituye parcialmente su cuerpo subjetivable fielmente.
De modo que determinar si ha tenido lugar un acontecimiento implica una decisión muy peculiar,
pura y única, un forzamiento peculiar sobre el haber tenido lugar de un subconjunto indecidible,
indiscernible, genérico, in finito e innombrable, en un mundo. Se trata de una libertad de indiferencia la
que opera un sujeto que decide que un acontecimiento ha tenido lugar. Se trata de una decisión
sustractiva y riesgosa, tal vez un acto de fe pura, donde “desde el punto de vista del sujeto, la hipótesis
es siempre practicable” (Badiou, 1992). De modo que las signaturas mediáticas de los sitios no
acontecimentales no son clásicamente decidibles, pues no hay enciclopedia o compendio del saber que
permita determinar con absoluta certeza el fin de una historia y el comienzo de otra; puede que lo que
aparenta ser modificación, mera intermediación, sea-no-sea auténticamente acontecimiento tal vez
identi ficable en las postrimerías.
Es más, la avidez progresista de novedad o excepcionalidad, que no es más que la forma de la
infidelidad a la Ley, resulta siempre en la producción de campos de excepción jurídico-política
(Agamben); en ese sentido, lo Justo, como dice Gómez Dávila (1988), es siempre la observancia de la
regla, inviolable, de derecho convenida entre al menos dos sujetos, de modo que la rebelión auténtica
se legitima sólo frente al absolutismo, incluida su forma democrática. Injusta, infiel políticamente, es
una voluntad individual que no ha consentido un convenio histórico y consuetudinario, con las otras, y
su inclusión en un mundo jurídico y político. Todo progresismo fragua degollinas, mientras toda
fidelidad o bien consiente una axiomática lógica y jurídica emergente, cuyo origen fue indiscernible,
indecidible e innombrable y sus efectos genéricos, que precede al tiempo y a lo humano, a lo positivo y
a lo natural, o bien se rebela contra cualquier absolutismo popular o individual. Una verdad política,
como cualquier otra, se descubre tanto en cuanto se crea. “La norma que por primera vez se aplica rige
porque parece haber preexistido” (Gómez Dávila, 1988: 84). Aunque lo social, lo colectivo, emerja
simétricamente entre redes de humanos y no humanos, sólo hay política auténtica, lo común político,
cuando hay al menos dos Sujetos, algo perfectamente planteado por Gómez Dávila: “reconocer en un
sujeto su naturaleza de sujeto, consiste en reconocer en el su función lógica, porque anticipadamente a
toda determinación posible, y sin excepción alguna, el sujeto es condición pura de categorización
lógica” (Gómez Dávila, 1988: 84). El individuo fielmente subjetivado en lo común político se adhiere a
la forma que destina un cuerpo de verdad político, una vez, reconoce que otro individuo se ha
subjetivado junto a él.
Así, o la rebeldía política es católica o simplemente constituye una herejía reactiva o progresista
mediocre. Si el catolicismo es en algún sentido humanista, no lo es precisamente porque sobrevalore la
existencia de lo humano en tanto diferente a lo animal y lo técnico; si es antihumanista no es porque le
infravalore frente a lo divino. El catolicismo es humanista y antihumanista porque es capaz de valorar
lo humano en su justo lugar: lo humano para el católico es humano en tanto es capacidad de un exceso
no-humano, es capacidad de imitar a Cristo en la producción de verdad, incluso de una verdad política
nueva cuyo modelo no es otro que el distributismo que hace excepción tanto al socialismo, el
liberalismo como al mero conservadurismo. El animal humano en virtud de la Fidelidad a la Verdad es
capaz de, como decían Aristóteles y dicen los cristianos, devenir en Inmortal.
Toda enciclopedia es un sistema general de saberes predicativos internos a un mundo; todo
aquello que se sabe sobre la política, el amor, el arte o la cultura, las técnicas, las ciencias, el deporte,
etc. (Badiou, 2004). Hay fragmentos discursivos que no son decidibles, “por ejemplo, como en la
actualidad sobre Dios. Se sostiene de buen grado que puede-ser que exista “cualquier cosa”, o quizás
no. Dios tiene, en nuestras sociedades, un valor de existencia inasignable: vaga espiritualidad” (Badiou,
2004). De modo que un acontecimiento es aquello que se decide sobre una zona de indecidibilidad
enciclopédica en la forma E � ε. De modo que la desaparición del acontecimiento deja la huella como
enunciado acontecimental ε. Dicha huella es un real del mundo, pues estaba allí, antes sin valor, ahora
con uno. Así, cualquier huella tiene una estructura declarativa; en el arte, la política, el amor, la ciencia
y el deporte. Tal declaración, abre el espacio posible de un universal, un proceso de verdad. Se
requiere que se tracen todas las consecuencias de la declaración para que el universal se despliegue en
el mundo. Se nota que lo universal es entonces un surgimiento o emergencia.
Se podría objetar que todo lo que existe o es representado (estructurado), se relaciona con
condiciones particulares e interpretaciones gobernadas por fuerzas e intereses dispares (Badiou, 2004).
Así, la retórica deconstruccionista sostiene que no habría apropiación de la universalidad de la
diferencia, pues la apropiación sexual sería irreductible según quién ocupe la posición “hombre” o
“mujer”; o bien que grupos culturales diferentes no tienen denominador común para delinear lo que
llaman “actividad artística” o que una proposición matemática o mejor, cualquier proposición
científica, no sería intrínsecamente universal al depender su validez siempre de los axiomas que la
sustentan arbitrariamente constituidos (Badiou, 2004). “Este perspectivismo hermenéutico olvida que
toda singularidad universal se presenta como red de consecuencias de una decisión acontecimental”
(Badiou, 2004); ε � � . Epsilon es la huella, instaurada por el enunciado declarativo acontecimental,
pi es una consecuencia o fidelidad; de modo que cualquiera que tenga el dato del acontecimiento, la
huella, podría desplegar sus consecuencias; como Menón despliega la geometría. En política, arte,
ciencia, amor, deporte, sucederá el mismo proceso inferencial. “Lo que afecta el enunciado, tomado de
manera implicativa por la desaparición acontecimental, es del orden del acto y no del orden del ser o
del sentido” (Badiou, 2004); de modo que tal registro es unívoco, pues la decisión enunciativa se
sustrae a la interpretación; en otras palabras se sustrae a la economía de la sospecha. La tesis de la
equivocidad de lo universal devuelve lo universal a la relación entre lo general y lo particular, o entre
enunciados generales y enunciados descriptivos; mientras pierde de vista el acto lógico que universal y
unívocamente transforma la estructura del aparecer, es decir, las relaciones entre los objetos de un
mundo. Una singularidad universal, un acontecimiento, puede definirse entonces así: “es un acto por el
cual el sujeto-pensamiento se encadena para interpretar el acto capaz de iniciar un proceso, que efectúa
una radical modificación en la lógica de una situación” (Badiou, 2004). Se trata de una modificación
real que nunca puede completarse totalmente. El acto local unívoco inaugura una fidelidad como serie
de consecuencias tan infinita como el mundo mismo en el que aparecen. Así, un proceso de verdad es
multiplicidad genérica, subconjunto de un mundo no determinado por ningún predicado del saber
enciclopédico del mismo, inaugurado por un acto declarativo de enunciación sobre el haber tenido
lugar de un acontecimiento, localizable en un Sujeto-pensamiento que le puede “interpretar” fielmente.
Un individuo humano, puede devenir Sujeto-pensamiento, como una persona se puede hacer actor de
teatro, y a su vez el Sujeto-pensamiento puede interpretar fielmente un proceso de verdad, como el
actor de teatro puede interpretar fielmente un personaje.
Lo universal es un suplemento aleatorio que deja como huella un enunciado suelto como trazo de
la desaparición del acontecimiento que le funda; inicia su proceso en el acto unívoco por el cual lo
indecidible y sin valor es decidido; por tal acto, sujeta un Sujeto-pensamiento que inventará
consecuencias para el mismo; si es un Sujeto fiel construye una multiplicidad genérica, que por su
apertura es eterna (Badiou, 2004).
Un colectivo político no es universal sino en tanto indiferente al origen social, nacional, sexual o
generacional. Una pareja amorosa, no es universal, si no produce una verdad indivisa sobre la
diferencia de las posiciones sexuales: hombre y mujer; cualquier sujeto retórico que busque borrar tal
diferencia es infiel a la verdad del amor, lo Dos de la diferencia subjetiva hombre/mujer inmune a la
retórica; aunque como se ha visto, no es materialmente inmune a la ingeniería genética. Una teoría
científica es universal en tanto remueve el trazo del origen histórico de su elaboración que se hace en
último término irrelevante. Una con-figuración artística es universal en tanto sus sujetos son obras en
las que la particularidad del autor queda abolida; el nombre propio del “autor” que las sostiene no
remite sino al vacío de toda individualidad (Badiou, 2004). Un triunfo deportivo no es universal sino en
tanto sus sujetos son hitos que anulan la particularidad del individuo que los soportó; pues una vez
tienen lugar, el éxito competitivo no se reduce a vencer al individuo sino que se mueve por la creación
o resurrección de un hito.
Con esto en vista, puede decirse que si bien el mundo c es un mundo tenso, es un mundo con al
menos dos cuerpos de verdad, sitios cuyos elementos tienen una existencia idéntica a la de la huella, o
que se incorporan a un presente acontecimental, y que al estar subjetivados fielmente soportan alguna
verdad; pues las consecuencias del acontecimiento L fueron sostenidas eficazmente por órganos
capaces de tratar sus puntos; no solo por el conjunto de elementos del cuerpo que a firman algún punto,
sino por la huella que a firma todos los puntos. Punto por punto son positivados, por el pueblo de
Granada y por el fotógrafo Colorado, de lo que se tiene su evidencia en la existencia, que incluso
desbordó el mundo, del Salón del Nunca Más y de la publicación en diversos medios, como su
exposición, de la fotografía de Colorado. Se puede decir entonces, que respecto al mundo c, el pueblo
de Granada afirma al menos una verdad política contra la intimidación, aunque también una artística al
intervenir el espacio de la calle; de modo que su localización produce no un efecto de verosimilitud
sino de autenticidad. Análogamente, Colorado afirma una verdad política al no sucumbir a la censura y
en últimas a la amenaza de muerte, mientras que también una artística al recurrir a una pulida técnica
fotográfica documental para registrar la singularidad de la marcha del ladrillo.
3.2 Enunciados 1 a 11
Es posible ahora exponer los primeros 11 enunciados, que resultarán más claros y distintos en
relación a la fenomenología objetiva de los medios:
“Enunciado 1.– Axioma de la dialéctica materialista: “No hay más que cuerpos y lenguajes, sino
que hay verdades” (Badiou, 2008: 621).
Tal axioma es afirmado por el pueblo de Granada y por Colorado, pues sin duda la muerte de sus
cuerpos es posible, y la intimidación y censura de sus signaturas también lo es, en todo caso, excepto
que para ambos hay verdades políticas y artísticas.
“Enunciado 2.– La producción de una verdad es lo mismo que la producción subjetiva de un
presente” (Badiou, 2008: 621).
Al producir verdades políticas y artísticas, los acontecimientos L y F producen, sin duda un
nuevo presente, de ahí que el mundo c, fuera reorganizado, como ya se describió, haciendo
mínimamente visible la intimidación que produce la guerra en la población, y mínimamente presente
la censura al periodismo independiente.
“Enunciado 3.– Producida como puro presente una verdad no es por ello menos eterna” (Badiou,
2008: 621).
Las verdades políticas y artísticas que se siguen de los acontecimientos L y F son verdades
eternas en tanto han sido producidas como puros presentes. Sitios que existen máximamente para
desaparecer produciendo consecuencias máximas.
“Enunciado 4.– Una teoría del sujeto no puede ser sino formal” (Badiou, 2008: 621).
“Enunciado 5.– Un sujeto es un formalismo portado por un cuerpo” (Badiou, 2008: 621).
Así, para los cuerpos Lε y Mε, el pueblo de Granada y el Fotógrafo hay un sujeto que es un
formalismo portado por los mismos.
“Enunciado 6.– Un formalismo subjetivo está bajo la condición de la huella de un
acontecimiento, huella � , y de la existencia en el mundo afectado por ese acontecimiento, de un cuerpo
nuevo, anotado C” (Badiou, 2008: 621-622).
“Enunciado 7.– Un formalismo subjetivo es la articulación de operaciones extraídas de un
conjunto de cinco operaciones posibles: la subordinación (anotada –), la tachadura (/), la consecuencia
(⇒) , la extinción (=) y la negación (¬). son esas operaciones las que se apoderan de un cuerpo”
(Badiou, 2008: 622).
“Enunciado 8.– El resultado de la acción de un sujeto –o de un cuerpo formalizado– concierne a
un nuevo presente, anotado � ” (Badiou, 2008: 622).
“Enunciado 9.– Existen tres figuras del sujeto: el sujeto fiel, el sujeto reactivo, el sujeto oscuro.
Sus matemas son:
Sujeto fiel:
( ε
¢)⇒ π
Sujeto reactivo:
(¬ε )
( ε¢)⇒π
⇒
�
Sujeto oscuro:
[C⇒(¬ε⇒¬¢)]π ” (Badiou, 2008: 622).
El sujeto reactivo, niega la huella, subordinando así la fidelidad dicha negación, de modo que
niega el nuevo presente postacontecimental. El Sujeto oscuro, postula un cuerpo total C de un Saber
absoluto, en consecuencia, niega la huella y el cuerpo de verdad en construcción, subordinando a tales
inferencias oscuras, el presente; por esto lo oculta.
En vista de los resultados obtenidos antes el sujeto reactivo corresponde al reaccionario
inauténtico, mientras que el sujeto fiel corresponde al reaccionario auténtico, es decir, al
contemporáneo. Desde éste punto de vista, el pueblo de granada y el fotógrafo portan el formalismo
subjetivo fiel a la verdad que las huellas de los acontecimientos L y F soportadas por esos cuerpos de
verdad hacen depender de presentes nuevos en el mundo c. Ambos sin duda, son formalmente o
subjetivamente auténticos reaccionarios.
“Enunciado 10.– Existen cuatro destinaciones subjetivas: la producción, la negación, la
ocultación y la resurrección. En todos los casos, se trata de la suerte del presente � . Producido por el
sujeto fiel, negado por el sujeto reactivo, ocultado por el sujeto oscuro, reincorporado a un nuevo
presente por una fidelidad segunda” (Badiou, 2008: 622).
Los acontecimientos L y F, producen máximamente la convicción de un pueblo por su
reconstrucción previamente inexistente, y registran tal singularidad llevando a la máxima existencia
mediática el periodismo independiente. Pero también en cierto modo, al remitir sus signaturas, su
huellas, a lo arcaico, resucitan por una fidelidad segunda las convicciones verdaderos de los pueblos y
la independencia del periodismo documental. En palabras de Agamben, esa foto, como otras, contiene
“un inconfundible índice histórico, una fecha imborrable; y sin embargo, gracias al especial poder del
gesto, este índice reenvía ahora a otro tiempo, más actual y más urgente que cualquier tiempo
cronológico” (Agamben, 2005: 32); el presente puro instalado por un acontecimiento.
“Enunciado 11.– Se pueden cruzar las tres figuras subjetivas, las cuatro destinaciones, los cuatro
procedimientos genéricos -amor, política, artes y ciencias- y los afectos que les corresponden. Se
obtiene entonces la batería de los veinte conceptos requeridos para una fenomenología de las verdades:
” (Badiou, 2008: 622-623).
En vista de los resultados de las partes precedentes la batería de veinte conceptos se agranda a
treinta y queda así respecto a la negación, la ocultación y la resurrección:
Política Artes Amor CienciasAfecto entusiasmo placer felicidad alegríaNombre del presente secuencia configuración encantamiento teoríaNegación reacción academicismo conyugalidad pedagogismoOcultación fascismo iconoclastia fusión posesiva oscurantismo
Resurrección invariantes comunistas neoclasicismo segundo encuentro renacimiento
Es evidente que el Sujeto fiel, antes que avidez progresista de novedad, es avidez contemporánea
de resurrección.
Se puede rastrear que al menos para el mundo c que los individuos fielmente subjetivados que
portan los cuerpos Lε y Mε: ambos se ven afectados con entusiasmo y placer; ambos trazan una
secuencia política y una configuración artística; ambos son políticamente reacciones auténticas y
contemporáneas ante lo que les pretende intimidar y censurar; ambos proponen reactivaciones del arte
clásico o neoclásico en el sentido de hacer visible una verdad siempre realmente soportada.
Puede plantearse que para el mundo c sin duda hubo sujetos fieles a la felicidad del amor, a su
encantamiento y a la fidelidad conyugal de la pareja que afirma la diferencia de lo Dos, incluso en un
segundo encuentro. Pero si se le piensa en cuanto a su aparecer relativo a los objetos MN y PC, resulta
que tal tipo de sujeto queda como un inexistente o bien con un grado muy bajo de existencia, según la
forma melodramática típica de la televisión colombiana de tal periodo. Obsérvese el rating de las
telenovelas más importantes de dicha época, tanto de RCN televisión como de Caracol televisión
(Rating Colombia, 2014). Parece mas bien que para el objeto MN, la subjetividad o bien es oscura al
evidenciar todo el tiempo que el destino del amor es la fusión posesiva que anula lo Dos en lo Uno:
tema incansable de la telenovela melodramática colombiana. O bien tal subjetividad fue también
oscura, al tratar de hacer pasar en las telenovelas, la verdad de lo Dos según la forma de la fusión
narcisista, que anula toda diferencia, asumiendo que cada parte de la relación no es más que idéntica a
la otra, en la reducción de la verdad del amor a la publicidad sexual. Nada excluye que el sexo opere
una configuración de un proceso de verdad, la constitución compartida de un cuerpo de verdad artístico
cuyo afecto Subjetivo fiel es el placer. En todo caso, respecto al cuerpo de las verdades amorosas, el
sexo siempre resulta por sí un acto meramente reproductivo y narcisista, que no logra por sí la
producción del afecto amoroso de la felicidad. Una operación propia de la subjetividad oscura es
precisamente la ocultación del proceso de verdad amoroso; creando así el efecto según el cual se da una
estetización; defendidas por formas variadas de la retórica progresista. Asimismo, una operación propia
de la subjetividad reactiva reduce el sexo a una actividad reproductiva que implica la mera
Política Artes Amor Ciencias DeportesAfecto entusiasmo placer felicidad alegría euforia
Nombre del Presente secuencia configuración encantamiento teoría victoriaNegación reacción inauténtica (idealismo aristocrático) academicismo conyugalidad biológica pedagogismo no aceptación de la derrota
Ocultación progresismo democrático (derecha e izquierda) iconoclastia/idolatría fusión sexual posesiva/sexolatría oscurantismo trampaNacimiento reacción contemporánea (materialismo aristocrático) clasicismo y medieval (realismo mimético/realismo abstracto) primer encuentro (pareja H/M) cientificismo competencia victoriosa
Resurrección invariantes contemporáneas (aristocratismo igualitario) neoclasicismo y realismo medieval segundo encuentro renacimiento nueva victoria
autosatisfacción determinada por instintos animales igualmente narcisistas; postura sostenida por
formas variadas de reacción inauténtica que niegan todo aquello que, por ejemplo, Gómez Dávila,
auténtico reaccionario, sublimaba de la sensualidad: “ante un cuerpo de mujer los mayores excesos son
insuficientes [...] Aspiramos a una posesión demoníaca, pero solamente hacemos el amor” (2003: 71).
Así mismo, el sujeto oscuro oculta el presente de la política confundiendo las secuencias con los
procedimientos deportivos competitivos de las economías progresistas, mientras el sujeto reactivo
niega las secuencias políticas para aislar lo político en la melancolía de un pasado que supone se
debería conservar. Es más, el sujeto oscuro oculta las teorías científicas bajo el velo del progreso de la
ciencia, impidiéndoles desplegar su presente fielmente al demandar sólo resultados eficientes; mientras
el sujeto reactivo niega las teorías pretendiendo conservar lo que más satisface su sentido común
pedagógico. Con esto se puede rastrear el mundo casi átono de los colectivos progresistas y reactivos
inauténticos contemporáneos; una mezcla en la que bien cabe Colombia entre 2000-2010.
En los mundos, cuya política es destinada mayoritariamente, donde las secuencias reales son
subjetivadas mayoritariamente, por el progresismo y la reacción inauténtica, todo se reduce al deporte y
al arte: a la competencia, así sea tramposa o de mal perderor, y a la estetización academicista o
iconoclasta e idólatra. Economización y sexualización: el sujeto de los mundos altamente infieles se
mueve a decidir sobre falsos puntos: “a favor o en contra del capitalismo” (capitalistas contra
socialistas). Sin duda, un mundo mayoritariamente infiel es el peor de los mundos posibles, pues
mientras el mundo progresa hacia el Mal, contra toda soledad subjetiva en un aislado cuyo objetivo es
una decisión real, el reaccionario inauténtico se niega a aceptar la huella de su presente. Los mundos
mayoritariamente fieles, en cambio, permiten decidir al sujeto sobre puntos de verdad entre la fidelidad
o la infidelidad a las verdades, cuya inmanencia y eternidad exalta la paradoja cristiana: son político-
económicamente aristocráticos e igualitarios, científicamente materialistas y cientificistas,
creativamente realistas en un sentido amplio, amorosamente respetuosos de la verdad del amor en lo
Dos y competitivamente admiradores de las victorias ajenas.
Asimismo, para el mundo c, en relación al mundo MN y PC, resulta que la subjetividad fiel a las
ciencias, a la alegría del descubrimiento y producción de nuevas teorías y renacimiento de otras, según
el sometimiento a la letra matemática, es negada por el pedagogismo de una subjetividad reactiva que a
duras penas dedicaba en 2010 un corto espacio-tiempo para informar los resultados:
En la actualidad más de diez periódicos de circulación nacional y regional cuentan al menos conuna página semanal dedicada a los temas de ciencia y tecnología, lo cual no quiere decir que se esté
cumpliendo con el objeto de divulgar la ciencia en todos los casos (...)
En televisión, aunque de manera incipiente, las cadenas nacionales y regionales cuentan con algunosprogramas dedicados a temas científicos, especialmente sobre temas de salud y medio ambiente, como ocurreen la radio.
Sin embargo, como también lo veremos más adelante, en televisión Regional y Nacional de cortepúblico sólo hay dos programas dedicados a C y T. Hay magazines que incluyen notas. En los canales
comerciales no hay un solo programa de C y T. En cuanto a la divulgación científica de refieren, los programasde mayor impacto son aquellos que se transmiten a través del TV Cable o antena parabólica, entre los quese cuentan Discovery Chanel, Nacional Geographic, entre otros. Sin embargo, estos servicios sólo llegana un bajo porcentaje de la población colombiana por sus costos (Sanchez, 2010).
Menos claridad resulta respecto a una subjetividad oscura que en nombre de alguna moral
humanista o fetichista, procurase el ocultamiento de las verdades científicas. En todo caso podría
decirse que tal destinación subjetiva también se presenta en el mundo c, si se pone la mira sobre la
información económica de los grandes noticieros que, antes que divulgar las investigaciones en ciencia
social, presenta a penas los indicadores de la bolsa; como si la economía que promueven las doctrinas
neoclásicas, austriacas y neokeynesianas fuera científica. A pesar de la alta fiabilidad en el público,
para 2009, la menor confianza se presentó precisamente respecto a tal información según los datos
antes expuestos.
El trayecto que constituye el cuerpo de un proceso de verdad y el punto local de su Subjetivación,
fiel, reactiva y oscura se presenta en el siguiente diagrama, esquema gamma, derivado del de Badiou
(2002):
3.3. Enunciados 58 a 66
Retornando al enunciado 58:
“Enunciado 58.– Vivir supone el dato de una huella acontecimental” (Badiou, 2008: 631).
Los datos que de las huellas acontecimentales L y F, que afirman todo punto, del mundo c, son el
principio de la vida del pueblo de Granada y del periodista-fotógrafo Colorado.
“Enunciado 59.– Vivir supone alguna incorporación al presente acontecimental” (Badiou, 2008:
631).
La incorporación del pueblo y del fotógrafo a sus presentes acontecimentales ya ha sido
ampliamente descrita.
“Enunciado 60.– Vivir supone que un cuerpo sea apto para sostener algunos puntos” (Badiou,
2008: 631).
Los cuerpos Lε y Mε fueron aptos para sostener algunos puntos.
“Enunciado 61.– Vivir supone que un cuerpo apto para sostener algunos puntos sea el portador de
algún formalismo subjetivo” (Badiou, 2008: 631).
Los cuerpos Lε y Mε aptos para sostener algunos puntos portan algún formalismo subjetivo.
“Enunciado 62.– Vivir supone que alguna fidelidad engendra el presente de una verdad eterna”
(Badiou, 2008: 631).
Los cuerpos Lε y Mε aptos para sostener algunos puntos portan un formalismo subjetivo fiel que
engendra el presente de al menos dos verdades políticas y dos artísticas.
“Enunciado 63.– Para una dialéctica materialista, “vivir” y “vivir por una Idea” son una y misma
cosa” (Badiou, 2008: 631).
Los cuerpos Lε y Mε aptos para sostener algunos puntos que portan un formalismo subjetivo fiel
que engendra el presente de al menos dos Verdades políticas y dos artísticas, viven por sus Ideas; la
Justicia y la Belleza.
“Enunciado 64.– La máxima del materialismo democrático, “vive sin Idea”, es inconsistente”
(Badiou, 2008: 631).
Ningún sujeto materialista democrático, en últimas ningún sujeto oscuro, vive sin Idea, aunque lo
niegue. En el mundo c por ende, los sujetos mediáticos oscuros que ocultan las verdades políticas,
científicas, artísticas y amorosas, son sujetos inconsistentes.
“Enunciado 65.– A todo animal humano le es acordada, muchas veces en su vida y para muchos
tipos de Ideas, la posibilidad de vivir” (Badiou, 2008: 631).
Evidentemente a cada uno de los habitantes de Granada y al fotógrafo Colorado, les fue acordada,
la posibilidad de vivir, tras sostener en sus cuerpos, eficazmente, punto por punto el acontecimiento del
que tuvieron el dato de su huella. Ambos constituyeron, al menos una parte, de lo que se puede llamar
lo común político para el periodo 2000-2010 en Colombia en relación a los medios masivos de
comunicación.
“Enunciado 66.– Comenzar, o recomenzar a vivir por una Idea es, puesto que es posible, el único
imperativo” (Badiou, 2008: 631).
Para todo animal humano resulta imperativo entonces vivir por una Idea, incluido el sujeto fiel a
la verdad del modelo de ciencia social de los medios aquí propuesto; la fenomenología objetiva de los
medios y sólo de ese modo le resulta posible conectarse en la red que pueda constituir lo común
político.
4. Diagramas y Medida de Eigenvector para calcular influencia o poder de un medio en una
red social
En este punto sigue existiendo la duda sobre la manera de determinar los valores intermedios de
los grados trascendentales, entendidos como grados de poder de un actante, humano o no humano, en
un mundo del que es objeto. Dicha importancia trascendental oscila entre el 0 y el 1 e indica cierto tipo
d e centralidad de un actante en una red. En teoría de redes existen diversas formas de medir la
centralidad, sin embargo una en especial resulta de alto interés. En seguida, mediante el Software
Gephi, se muestra un grafo del mundo c, y se establece una medida de centralidad de vector propio,
que básicamente mide la influencia de un nodo en una red. Los nodos (objetos/actantes) con una
medida alta están conectados a nodos que a su vez están bien conectados.
En virtud de la simetría propuesta en la TAR se toman en cuenta empresas de medios diversos
tipos cuya importancia para sus respectivos propietarios, en términos de audiencia para las de TV, se
indica con el peso de sus aristas remitidas a sus propietarios y al tipo medio cuya audiencia general
entre 2000-2010 hace un bucle, con lo cual gana mayor peso. El trascendental en éste caso será el
grado de importancia que los propietarios le entregan a determinado tipo medio; sea TV, radio, etc en
el mundo c. Así, por ejemplo RCN televisión remite a Ardilla Lulle y a Televisión, etc; que existieron
en Colombia entre 2000-2010. El tamaño de los nodos indica el grado de centralidad de vector propio
respecto de esos pesos. Como se tomaron como acontecimientos las singularidades L y F, entonces,
tras su aparición tal medida de centralidad cambia, pues transforman el mundo, en tanto, subsumen
auténticamente toda la importancia trascendental de otros actantes, algunos de los cuales, antes
aparecían con un grado y luego pasan al grado mínimo, o 0, en el sentido que no aparecen. De manera
que serían trascendentalmente idénticos a los sitios que no habían tenido lugar.
Para no perder de vista la importancia de la influencia que genera tal audiencia, de los canales de
TV, y el histórico de audiencia general de cada tipo de medio, el peso de las aristas mide el grado de
audiencia.
Así, lo que muestra el grafo es que la televisión en general está mejor situada que cualquier otro
tipo de medio y propietario, puesto que muchos empresas con un importante nivel de audiencia, y
propietarios concentraron sus esfuerzos en la producción de TV entre 2000-2010. El propietario con
mayor centralidad de vector propio es Ardila Lulle, seguido de pocos propietarios con un importante
grado como Santodomingo y Prisa-Santodomingo y muchos con poco.
Tras un acontecimiento los mundos se reconfiguran. En éste ejemplo, tal cosa sucede con la
medida de centralidad de vector propio:
La versión dinámica de este grafo se puede consultar aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=xPqe7_qgk4c&feature=youtu.be
Tabla de traducciones:
LÓGICAS DE LOS MUNDOS TAR + OTROS CONCEPTOSONTOLOGÍA PLANO PRESOCIAL
FENOMENOLOGÍA OBJETIVA CARTOGRAFÍA DE LAS ASOCIACIONESTRASCENDENTAL (ORDEN DE LOS GRADOS DE ID) METROLOGÍA INTERNA A UNA RED
RED (MEDIO)OBJETO (MEDIO) ACTOR O ACTANTE (HUMANO O NO HUMANO) (MEDIO)
EVALUACIÓN DE LAS IDENTIDADES/DIFERENCIAS TRASCENDENTALES HERMENÉUTICA ENTRE ACTORES DE TODO TIPO
DIALÉCTICA AFIRMATIVA Y MATERIALISTAMODIFICACIÓN/SIN CAMBIO REAL INTERMEDIARIO
CAMBIO REAL TRANSFORMACIÓN/INFORMACIÓN (TAR Y CIENCIAS DE LA INFORMACIÓN)CONSECUENCIAS DE UN CAMBIO REAL DEFINICIÓN PERFORMATIVA DE LOS MEDIADORES
SITIO MEDIADORAUTOPERTENENCIA CAUSALIDAD NO LINEAL (TAR Y CIENCIAS DE LA COMPLEJIDAD)
ATONÍA / PROBABILIDAD / VEROSIMILITUD INCERTIDUMBRE / SOSPECHA (BORIS GROYS)INDEXACIÓN TRASCENDENTAL COMUNICACIÓN (TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN)
MÁXIMO MASIVIDAD (TEORÍAS DE MEDIOS)
PUNTO
ESPACIO TOPOLÓGICOHECHO (SITIO CON EXISTENCIA MÁXIMA) TIPO DE EFECTOS O DATOS DE SALIDA INESPERADOS
SINGULARIDAD DÉBIL (HECHO CON CONSECUENCIAS NO MÁXIMAS) TIPO DE EFECTOS O DATOS DE SALIDA INESPERADOSACONTECIMIENTO (CONSECUENCIAS MÁXIMAS) TIPO DE EFECTOS O DATOS DE SALIDA INESPERADOS
PROCESO DE VERDAD (PRESENTE ACONTECIMENTAL) SENDA SEGURA DE LA CIENCIASUJETO (DESTINACIÓN FORMAL DE UN PROCESO DE VERDAD) ACTANTE CAPAZ DE PRODUCIR EFECTOS INESPERADOS EN LA RED
SUJETO FIEL INVESTIGADOR EN TARSUJETO REACTIVO (REVERSO DEL FIEL - REACCIONA ANTE EL NUEVO PRESENTE SOCIÓLOGO CRÍTICO
SUJETO OSCURO (OCULTA EL NUEVO PRESENTE) SOCIÓLOGO DE LO SOCIAL
INVESTIGACIÓN
ÓRGANO (PARTE EFICAZ DEL CUERPO CAPAZ DE TRATAR UN PUNTO)DECISIÓN DE AFIRMAR UNA VERDAD PUNTO POR PUNTO ENSAMBLAR LA RED EN LOS INFORMES DE INVESTIGACIÓN PASO A PASO
MUNDO EN TANTO LOCALIZADO LO GLOBAL DEBE SER LOCALIZADOLOCALIZACIÓN DE UN OBJETO EN UN MUNDO LO LOCAL DEBE SER REDISTRIBUIDO
TODA RELACIÓN ENTRE OBJETOS ESTÑA UNIVERSALAMENTE EXPUESTA LOS SITIOS LOCALES DEBEN SER CONECTADOSOBJETIVISMO RELATIVISMO
HUELLA (SIGNATURA ACONTECIMENTAL)PROCESO DE VERDAD POLÍTICO COMPONER UN MUNDO COMÚNNO HAY TODO DE LOS MUNDOS PLASMA (BASTO EXTERIOR DE UNA RED)
COMPATIBILIDAD PLUG-INLÓGICA INTUICIONISTA PRINCIPIO DE IRREDUCTIBILIDAD
ARQUEOLOGÍA DE LAS SIGNATURAS (GIORGIO AGAMBEN)GRADO P DE EXISTENCIA (VEROSIMILITUD; PROBABILIDAD) CENTRALIDAD DE VECTOR PROPIO (ARS)
MUNDO (MEDIO) (EN EL NIVEL ONTOLÓGICO TIENEN CARDINALIDAD INFINITAINACCESIBLE)
PROYECCIÓN DE LA COMPLEJIDAD EN BINARIO Y DECISIÓN (TEORÍA DE LAINFORMACIÓN Y CIENCIAS DE LA COMPLEJIDAD)
MENOS INCERTIDUMBRE (A LA MITAD O BIT) (TAR Y CIENCIAS DE LAINFORMACIÓN)
SUPERACIÓN DE LAS DICOTOMÍAS (MACRO/MICRO; ADENTRO/AFUERA;LEJOS/CERCA)
CUERPO DE VERDAD (ELEMENTOS DE UN SITIO INCORPORADO A UN PRESENTEACONTECIMENTAL)
ACTANTES HUMANOS Y NO HUMANOS INDISPENSABLES PARA LAINVESTIGACIÓN (CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LOS HECHOS CIENTÍFICOS)
TIPO ESPECIAL DE RASTRO DEJADO POR LAS ASOCIACIONES ENTREACTANTES
NOMBRAR O NO UN ACONTECIMIENTO POR FORZAMIENTO
Proyecto:“Fenomenología Objetiva de los Medios Masivos de Comunicación”
Artículo PublicableBogotá. 20 de Febrero de 2015
HACIA UNA FENOMENOLOGÍA OBJETIVA DE LOS MEDIOS MASIVOS DECOMUNICACIÓN (DESDE BADIOU Y LATOUR)
Andrés F. Rodríguez P.
0. INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ ES PRECISA UNA NUEVA EPISTEMOLOGÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES; DESDE BADIOU Y LATOUR?
Este artículo presenta los principales resultados de la investigación realizada en torno a la
posibilidad de recurrir a la articulación de la fenomenología objetiva de Alain Badiou (2008) y la teoría
del actor-red (TAR) como la presenta Bruno Latour (2006) junto a algunas ideas de diversos teóricos y
cientí ficos sociales, para dar lugar a una comprensión mediática y comunicacional de las interacciones
sociales. Se lleva a cabo aquí una síntesis de la síntesis de estas teorías, cuya versión completa se
encuentra en el informe de investigación, junto a una breve exposición de cómo opera la uni ficación de
tales teorías a la hora de describir las relaciones de medios masivos de comunicación y públicos en un
mundo especí fico: Colombia en el periodo 2000-2010.
Se propone una justi ficación, cosa que se aproxima a lo que está en curso en la epistemología
contemporánea de las ciencias sociales, de la necesidad para las ciencias sociales y en especial para la
sociología, de llevar acabo sus estudios bajo la guía de una fenomenología objetiva, es decir, un estudio
de los fenómenos en su ámbito de investigación que sea materialista y realista, haciéndoles así en una
sociología calculada de las asociaciones. Tales asociaciones se asumen aquí como las dadas entre
medios/actores de comunicación, humanos y no humanos, entendidos como mediadores que
transforman datos intercambiados en sus interacciones. Las interacciones que les relacionan les hacen
formar redes, que pueden ser modelizadas como conjuntos de nodos y enlaces entre nodos. Pero
teniendo en cuenta que, como afirma Latour, las asociaciones entre actores sociales “no se ordenan por
taman�o como si fueran cajas dentro de cajas. Ma�s bien se ordenan por grado de conexio�n, como si
fueran nodos conectados a otros nodos” (Latour, 2013: 63). En resumen, en lo que sigue se propone el
primer esbozo de lo que puede proyectarse como un nuevo discurso del método sociológico.
Para comenzar convéngase en llamar desconexión positivo-humanista o simplemente, siguiendo a
Latour, desconexión moderna, a la operación de pensamiento por la cual se separan, como sistemas
independientes, la Sociedad y la Naturaleza. Así, por un lado quedarían todas las propiedades “no-
sociales” incluyendo la animalidad del humano, por el otro, las culturas, artes, ciencias y cualquier
interacción, por medios de telecomunciación, entre actores humanos “poniendo entre paréntesis” su
animalidad.
Ahora bien, la razón para llamar positivo-humanista a tal desconexión debe ser explicada. Por un
lado, ¿acaso no hay muchos humanismos?: uno latino-renacentista, otro cristiano, otro neoclásico, otro
romántico, de derecha o de izquierda, latino-americano o europeo, e incluso, capitalista, si es que se ve
en el liberalismo económico la exaltación pura de lo que es más humano. Muchas definiciones para una
misma palabra-valija que todo el que proclame “amor por la humanidad” pretende hacer resguardo de
su trapos teóricos, políticos o artísticos. Vale preguntar si esa palabra-valija sería un signo del
narcisismo generalizado en una especie.
Por otra parte, el positivismo tuvo el germen de su peculiar manifestación, allí donde lo humano
quedó reducido a una visión limitada de lo natural en lo que Henri de Saint-Simon, bajo la expresión
fisiología social o general, marcó como aquella ciencia capaz de diagnosticar las supuestas higiene y
salud sociales; análogamente a lo que la fisiología especial operaría sobre el cuerpo individual. Así la
definió:“la physiologie générale se livre à des considérations d'un ordre plus élevé; elle plane au-dessus
des individus qui ne sont plus pour elle que des organes du corps social dont elle doit étudier les
fonctions organiques, comme la physiologie spéciale étudie celles des individus” (Saint-Simon, 1965:
28).
A partir de entonces, una vez su discípulo más reconocido, Auguste Comte, quien antes de
declarar su “amor por la humanidad” y proclamarse Papa de la Religión Positiva, en la lección 46e del
tomo IV de su “Curso de Filosofía Positiva” (1839), bautizó la sociología como una física social regida
por tres principios básicos: la primacía del todo sobre las partes, aplicado tanto al estudio del orden de
las sociedades humanas en la Sociología Estática, como al de su evolución en la Sociología Dinámica;
en segundo lugar, consideró que la dinámica social se manifestaba bajo la forma del progreso de los
conocimientos según leyes cognoscibles; y así, confió en la conservación de la identidad de la
humanidad, desde el punto de vista de su constitución biológica a través de los tiempos, de modo que la
misma avanzaría linealmente hacia estadios más avanzados de civilización. Comte consideraba, con
leve claridad científica y alta oscuridad epistemológica, que cualquier ciencia debía fundarse en las
matemáticas; siendo la sociología el último peldaño en la escala del conocimiento científico. La
estática social sería una teoría de las instituciones que encontraría las leyes que regulan el orden social,
pues la última se parecía, según él, a un organismo, donde las instituciones serían como órganos
dotados de funciones, destacando la familia, la religión, la educación y la institución político-
económica. La dinámica social, o filosofía de la historia, por su parte, estudiaría la historia social de la
humanidad, buscando explicar la ley de su progreso, desde el estadio teológico y militar, pasando por el
metafísico y jurídico, hasta el positivo e industrial.
Por la misma época, Emile Durkheim (1895) anunciaba la necesidad de un método sociológico en
el que la Sociedad se comprendiese auténticamente como un organismo, en el cual el todo social ya no
fuese visto un mero agregado de partes individuales. Sostenía: “si como se nos admite, la síntesis sui
generis que constituye toda sociedad produce fenómenos nuevos, distintos a los que acontecen en las
conciencias solitarias, es preciso admitir que tales hechos específicos residen en la sociedad misma que
los produce y no en sus partes, es decir, en sus miembros” (Durkheim, 2001: 22). De modo que los
hechos sociales se tomarían como objetos de estudio según el rigor de la lógica y de razonamientos
cercanos a los de las llamadas ciencias exactas.
Gabriel Tarde se enfrentaría a Durkheim, en una disputa que aparentó ser más un diálogo de
sordos que un debate entre científicos, reclamando los derechos de la imitación, la oposición y
adaptación entre mentes individuales que se comunican, para explicar el origen de lo que se puede
considerar como social. Durkheim reclamaba que los hechos sociales eran distintos incluso de sus
“repercusiones individuales” (Vargas, Latour, et al., 2012: 173); Tarde no comprendía cómo podría
existir lo social con independencia de la asociación entre actores no sociales; consideraba que la
propagación y multiplicación de imitaciones interpsicológicas a distancia permitía la socialización.
Proponía así una explicación epidemiológica de la socialización, pues quería comprender su génesis.
Durkheim se empeñaba en haber descubierto la diferencia radical entre el comportamiento individual y
el colectivo, dónde el último resultaba de lo que confusamente llamaba “integración”.
Llegada la hora del más destacado socialista de todos los tiempos, el marxismo pretendió
explicar, también, la génesis de las sociedades dividiéndolas en dos a partir de lo que Sloterdijk, en su
revolución de la mano dadivosa, ha descrito con acierto, como el mito rousseauniano del robo en tanto
origen de la “maligna” propiedad. Los de arriba y los de abajo, aparecieron tras el primigenio acto de
cercado, que acabó con el paraíso comunista primitivo de los buenos nómadas paleolíticos. Explotados
y explotadores, nacerían como clases sociales, cuando el robo perpetrado por unos cuantos
terratenientes británicos, daría cuerda a la acumulación originaria. Las mal llamadas metáforas
teológicas de Marx no se hicieron esperar: “esta acumulación originaria desempeña en la economía
política aproximadamente el mismo papel que el pecado original en la teología” (Marx, 2008: 891 –
892).
En todo caso, es indudable que el pensamiento dialéctico, heredado de Hegel, llevó a Marx por
un camino más cercano a concebir lo que hoy las ciencias conocen como emergencia, concepto
fundamental para la necesidad de una sociología calculada que se pretende sustentar aquí : “el poseedor
de dinero o de mercancías no se transforma realmente en capitalista sino allí donde la suma mínima
adelantada para la producción excede con amplitud del máximo medieval. Se comprueba aquí, como en
las ciencias naturales, la exactitud de la ley descubierta por Hegel en su Lógica, según la cual cambios
meramente cuantitativos al llegar a cierto punto se truecan en diferencias cualitativas” (Marx, 2008:
373). Esto pese a su confianza ingenua en la universalidad de la distribución normal de probabilidad:
“sea como fuere, es obvio que la jornada laboral conjunta de un número relativamente grande de
obreros ocupados simultáneamente, es en sí y para sí una jornada de trabajo social medio” (Marx,
2008: 391- 393).
De la mano de Weber (1985), sus tipos ideales, y su nostalgia por el desencantamiento del
mundo, el neokantismo despreció la pretensión de fundamentar formal y matemáticamente las ciencias
sociales. Confundiendo el positivismo, su reducción de los fenómenos sociales a dinámicas puramente
lineales y como dice Badiou (2013), su fetichismo del número, con la rigurosidad que los formalismos
matemáticos imponen a cualquier ciencia que merezca el adjetivo de moderna, las ciencias sociales
empezaron un camino aparentemente divergente de las llamadas ciencias duras o exactas de la
naturaleza.
Sin duda el intento estructural-funcionalista es de destacar en esta historia. A pesar del mito de la
tendencia a la autorregulación de una sociedad y la, como diría críticamente Garfinkel, supuesta
“idiotez de los actores sociales” promovidas por Parsons, cosa, en todo caso, en parte dudable y en
parte cierta; el que una sociedad pudiese comprenderse como una estructura compleja poblada por
funciones, cual organismo vivo, como ya el organicismo de Durkheim había intuido, dio un nuevo
impulso hacia la senda de la ciencia. Empero el biologicismo sumado a la abstracción le cegaron ante la
auténtica descripción estructural-reticular-matemática de un sistema social. Incluso Luhmann se
extravío por culpa de, como dice Latour (2007), una mala metáfora sacada de una biología
simplificada: la autopoiesis del sistema de la comunicación de comunicaciones.
Ante tal confuso cuadro, gracias a la hermenéutica, y la sociología crítica, con el gran ejemplo de
Fals Borda, se apeló al necesario rescate de la supuesta “estructural idiotez cultural” y de la
inexistencia de las voces de los actores humanos, su subjetividad e intersubjetividad, junto a la
evidencia de la interdependencia entre ciencias sociales y filosofía. Desde la fenomenología
trascendental, se dieron posturas moderadas frente a la crítica de las llamadas “ciencias modernas”,
como Hoyos lo hizo evidente: “no queremos mover el péndulo hacia atrás y encontrarnos de nuevo en
la situación de la cual el desencantamiento del mundo trataba de rescatarnos, pero tampoco queremos
quedarnos con el mundo desencantado por la primacía de la objetividad del conocimiento cientí fico”
(Hoyos, 2011: 22).
Sin embargo, el antimatematismo prosperó tras una tergiversación de la crítica, la hermenéutica y
la fenomenología, dando paso libre al germen del escepticismo ingenuo. En nombre de las libres
fuerzas de la opinión, se pretende desde entonces dar por sentado que no tendría sentido hablar de
ciencias sociales; mejor darle a la investigación social el modesto nombre de estudios sociales,
culturales, de medios, visuales, del arte, de la comunicación. Todo esto bajo el lema de la necesidad de
interdisciplinariedad, sin duda necesaria, para comprender los cuerpos sociales y sus lenguajes o
culturas. Se consideró en conjunto, que para hacer frente al positivismo la alternativa era el humanismo
genérico. Por ceguera ante su belleza, la reducción de las interacciones sociales a la fuerza de la letra
matemática, sería comparada con el mero acto de arrancar, burdamente, lo Subjetivo de lo humano.
No se tuvo en cuenta que un Sujeto humano es capaz de una ciencia social objetivista pero
también relativista y nunca ingenuamente escéptica. Una ciencia social consciente de que la medición
nunca es independiente del medidor, ni los actores de la constitución de lo social; como ya la IAP ha
propuesto. Es decir, una ciencia social siempre abierta a la incertidumbre sobre el cómo se construye,
de diversas formas, lo colectivo. En todo caso, las fórmulas de la sociología matemática, a las que
excepcionalmente Bunge (1999) no subestimó y los sociogramas de la sociometría ya estaban a la
mano, esperando que, junto a las consecuencias de la teoría del actor-red, la teoría del caos, de las
catástrofes, la complejidad y la teoría de grafos aplicada a lo social, un nuevo camino se abriera al
pensamiento científico. Al par solo hay cuerpos y lenguajes, sociedades y culturas, de las teorías
sociales menos responsables científicamente, se impondría poco a poco una excepción que, usando lo
términos de Badiou (2008), puede declararse como un nuevo proceso de verdad científico: la
Sociofísica y la Econofísica (Bikas, C., et al., 2006; Miramontes & Volke, 2013). Ambas, precisan
entonces una nueva epistemología de las ciencias sociales, que sólo puede resultar de la articulación
entre una compresión reticular de lo colectivo, una apreciación de las incertidumbres que genera su
investigación y una formalización de las relaciones entre los fenómenos sociales.
Siendo así las cosas, para reencantar el mundo social hay que usar las ciencias físico-
matemáticas. El ensamble de la fenomenología de Badiou con la TAR; apunta precisamente a ese
nuevo reencantamiento matemático, topológico y reticular, de los sistemas sociales tomados como
sistemas complejos.
Allende un consenso universal entre los investigadores, un sistema complejo puede definirse, sin
temor de equívoco, por sus características, así:
- Son redes cuyos componentes se modelizan como conjuntos de nodos y enlaces entre esos
nodos.
- Son sistemas diversificados y compuestos de subsistemas a diversas escalas.
- Son sistemas dinamicos no-lineales.
- Existe interdependencia entre sus componentes.
- Son adaptativos y dependientes del camino.
- Son sistemas donde se pueden presentar propiedades emergentes a nivel global a partir de
interacciones a nivel local.
- Pueden ser libres de escala
- Las interacciones entre sus componentes y sus propiedades emergentes pueden ser descritas
al reducirlas a modelos matematicos y computacionales. Empero enfrentan frecuentemente la
tarea de modelizar en base a problemas inversos.
- Sus modelos resultan de la recolección de datos a partir de observaciones empíricas locales
que generan algún grado de incertidumbre medible y controlable.
- Sus modelos despliegan problemas de interés para la comunidad científica, son falsables y
relativamente verificables mediante experimentos repetidos, de modo que permiten hacer predicciones
probabilísticas sobre los estados futuros del sistema complejo que modelan.
Convengamos en llamar entonces reconexión compleja a la operación de pensamiento mediante
la cual se asume que no hay nada como dos sistemas independientes, Naturaleza y Sociedad, sino un
conjunto de sistemas, al que se llama Universo, dinámico, fundamentalmente no-lineal, complejo y sin
duda no completamente conectado, poblado de actores interdependientes de todo tipo: humanos,
biológicos, orgánicos e “inorgánicos”; que van constituyendo redes entre ellos mediante enlaces de
todo tipo: físicos, químicos, biológicos, semióticos y teletecnológicos.
Establecida, al menos hipotéticamente, tal reconexión, resulta evidente la imposibilidad de pensar
la dinámica histórica haciendo caso omiso a su interdependencia con la dinámica geográfica, biológica
e incluso universal. De lo que resulta preciso concluir que cualquier cambio histórico sea descriptible
desde un punto de vista geográfico, por ejemplo. Pero a su vez, aquello que es descriptible desde un
punto de vista geográfico lo sería también desde un punto de vista antropológico, sociológico,
linguístico, histórico, cosmológico, cosmopolítico (para usar el término de Stengers y Latour), etc. Si
llamamos mundo, siguiendo a Badiou (2008), a cualquier parte interior a ese sistema universal y
mundo social al subsistema dinámico de los cambios en las relaciones entre animales humanos y la
superficie terrestre en la que habitan, podemos decir que las llamadas ciencias sociales, estudian,
describen y plantean problemas relativos al comportamiento del mundo social; sin duda complejo.
Por otra parte, la aplicación política de unas ciencias sociales con tales características, puede ser
objeto acusaciones de tecnocratismo. Acusaciones que resultan, por un lado, de la confusión entre la
ciencia y la técnica, en sí diferentes, aunque su evolución sea relativamente interdependiente, como lo
demuestra que para domesticar el fuego no fuera necesaria la termodinámica ni para volar la
aeronáutica; para construir un artefacto, un objeto técnico, no hace falta comprender en detalle las
razones de su funcionamiento; de modo que el saber-hacer se distingue del conocer-cientí fico que
implica la incorporación a un proceso de verdad cientí fico, es decir, matemático, inferencial literal y
literal-maquínico o experimental. Por otro, resultan del supuesto errado según el cual la técnica, en
tanto arte de la acción plani ficada, humana o no humana, es un mal en sí. ¿No es acaso el animal
humano un artefacto resultado de las milenarias técnicas educativas e ingenierías genéticas indirectas
por su intervención epigenética? De ahí que, como ya sostuvo en otro contexto Serres, contra aquellos
que nieguen las virtudes del pensamiento analítico de las matemáticas como el propicio para que
operen las ciencias sociales, “el argumento que Leibniz le opuso a Locke –“usted no sabe
matemáticas”– no es un argumento ad hominen, es la única defensa lógica posible” (Serres, 1996: 34).
Si se opone entonces el argumento culturalista, contra la imposición de la ciencia “occidental” sobre los
saberes de otras tierras, se dirá: los árabes medievales, los mayas, los antiguos egipcios y los chinos
también hicieron matemáticas, e incluso sus mitos son modelizables según lógicas paraconsistentes
(Páramo, 2000).
Así las cosas, la articulación TAR-Fenomenología Objetiva, resultado de ésta investigación,
busca explicar en términos reticulares y formales los medios por los cuales se establece comunicación
en los sistemas sociales. Se propone también entonces una nueva figura de cientí fico social. El
cientí fico social, al estar sus investigaciones inundadas de datos, debe ampliar sus conocimientos
matemáticos por encima de la estadística, la probabilidad y el cálculo elementales, llegando hasta la
física estadística, la topología algebraica y la teoría de grafos. No se trata de anular con esto la labor
política de las ciencias sociales, siguiendo ciegamente la separación entre ciencia y política de un
weberanismo ingenuo (1979), sino más exactamente, de trazar un esquema para justi ficar su
cienti ficidad en los términos de las ciencias de la complejidad, por ahora ejempli ficadas en la
Econofísica y la Sociofísica, en beneficio de su indiscutible labor política. En resumen, como ya lo
ponía Platón, el pensamiento dialéctico y en consecuencia el buen pensamiento político, sólo pueden
ser alcanzados si antes se ha operado, en parte, con el pensamiento analítico.
De aquí surge entonces la propósito mayor de éste proyecto de investigación: plantear la
necesidad de una nueva epistemología, o de un nuevo método para las ciencias sociales, que vincule la
investigación empírica, la especulación y la formalización; junto a la aplicación a la investigación
social de la fenomenología objetiva y el concepto de Verdad propuestos por Badiou y la comprensión
reticular y topológica de las asociaciones “sociales” propias de la TAR. Así, se asume que los medios
de comunicación en sus diversas manifestaciones, y en especial cuando se presentan como altamente
in fluyentes, deben ser tomados como nodos, en especial mediadores, que enlazan a otros nodos
conformando redes sociales; permitiendo así el análisis formal y estructural de las dinámicas sociales.
Las ideas principales que se lograron desplegar en el curso de la investigación quedan expuestas
en los siguientes puntos que corresponden a la mayoría de las partes en las que está divido el informe
completo:
1. Mundos-Redes: Desde el punto de vista de Badiou, ontológicamente, los mundos son
situaciones múltiples medidas por un cardinal infinito inaccesible, de modo que están medidos
por una clausura inaccesible; fenomenológicamente, son redes de identidades y diferencias con
estructura de orden, es decir, con un trascendental que mide los grados de identidad/diferencia
entre sus componentes. Están poblados por Objetos definidos por su multiplicidad base y su
grado de identidad en el mundo en el cual aparecen: (A, Id). Por su parte, en la TAR lo que hay
es un conjunto de actantes humanos y no humanos que se organizan en redes. A partir de éstas
ideas básicas, a lo largo de la investigación, se logró establecer que las redes de la TAR son
mundos que pueden ser representados como grafos cuyas propiedades pueden ser cuanti ficadas,
como bien propone la fenomenología objetiva de Badiou y que describen las interacciones entre
los actantes; las redes son modelizables como nodos enlazados entre sí. Esto es así ya que fue
posible formalizar en las categorías de la fenomenología objetiva tres condiciones que exige la
TAR para trazar una red de actores: localizar lo global, redistribuir lo local, conectar los sitios
locales.
Es preciso también tener en mente que una estructura de orden no es una estructura en el sentido
estructuralista, sino en uno estrictamente matemático, del grupo Bourbaki y no estrictamente de
Saussure aunque por vía de Lacan (el inconsciente está estructurado como –conjuntos y categorías
matemáticas– y no es un lenguaje) le fue posible ha Badiou ensamblar tales ideas en su concepto de
modelo con soporte en la teoría de modelos, al igual que Serres pudo articular al análisis cultural con
las estructuras matemáticas y proponer lo que llamó en Hermes I logoanálisis. Asimismo, la
fenomenología de los mundos-redes es objetiva en tanto asume la existencia de las redes
independientemente del que sean investigadas. Fenomenológicamente los objetos de los mundos son-
ahí, es decir, son múltiples localizados-finitos. De modo que la fenomenología objetiva es materialista
y realista. Así, el ensamblaje entre fenomenología objetiva y teoría del actor-red supone tener en cuenta
que la misma operaría como “método y epistemología” para una sociología de las asociaciones entre
actantes humanos y no humanos. En consecuencia una fenomenología objetiva como método y
epistemología asume precisamente por ello que lo que hay en un mundo, los objetos, son actantes de
diversos tipos que se asocian según determinado orden trascendental, que permite en todo caso una
metrología, es decir, mediciones y producción de indicadores respecto a las relaciones de
identidad/diferencia entre esos actantes. Los actantes, son actores comprendidos en el sentido de
Greimas, en tanto los modelos, diagramas si se quiere, propuestos para describir los mundos, son en
todo caso reducciones y tienen algún grado de “ ficción”.
2. Objetivismo relativista: según la TAR existen actores en las redes que en las descripciones de
los investigadores pueden ponerse a operar como meros intermediarios. Se puede decir que,
objetivamente, los intermediarios, operarían como meras modi ficaciones de los mundos, que no
introducen cambio real en ellos, de modo que las consecuencias de sus actos son bastante
predecibles. Así mismo, en la TAR se postulan actantes como mediadores, que objetivamente
son sitios que introducen cambio real y las consecuencias de sus actos son inesperadas o no-
lineales. Los mundos están poblados de multitud de mediadores y toda investigación ha de tener
en cuenta sus puntos de vista para realizar sus descripciones.
Así, se impone una condición relativista para la cienti ficidad: “si quiero ser cientí fico y alcanzar
la objetividad, tengo que poder viajar de un marco de referencia al siguiente, de un punto de vista al
siguiente. Sin esos desplazamientos, estaría limitado a mi propio estrecho punto de vista
definitivamente” (Latour, 2008: 209 – 214). En ese sentido el investigador social transforma realmente
mientras investiga, pues está, como objeto y mediador, en el mundo que estudia; de modo que debe
moverse por diversos puntos de vista para alcanzar una visión sintética en sus descripciones:
“[N]uestro trabajo son las descripciones. Todos los demás operan con clichés. Investigaciones,
relevamientos, trabajo de campo, archivos, encuestas, lo que sea. Nosotros vamos, escuchamos,
aprendemos, practicamos, nos hacemos competentes, cambiamos nuestra visión. Muy simple en
realidad: se lo llama investigaciones. Las buenas investigaciones siempre producen muchas
descripciones nuevas” (Latour, 2008: 209 – 214).
Lo social no está hecho de una vez por todas, por ende los investigadores deben seguir los rastros
que dejan en sus transformaciones los objetos al conectarse. “Cada entrevista, narración y comentario,
por trivial que parezca, proveerá al analista un conjunto desconcertante de entidades para dar cuenta de
los cómo y los porqué de cualquier curso de acción. Los cientí ficos sociales se quedarán dormidos
mucho antes de que los actores dejen de inundarlos de datos” (Latour, 2008: 75). Así, resulta inevitable
que el proceso inductivo de postulación de hipótesis o modelos cientí ficos con base al seguimiento de
datos empíricos, se enfrente a las di ficultades que suscitan los problemas inversos, evidentes por la
incertidumbre que toda investigación implica. Reynoso (2011) lo pone de ésta manera:
Cada vez con mayor frecuencia hallamos pautas en el océano de datos o en el comportamiento
diacrónico del objeto, o encontramos medidas que acaso sean tipológica o estadísticamente
significativas, para las cuales ni nuestros marcos de referencia ni nuestras viejas teorías esperaban
que llegaran a existir. Por eso es que no se puede a firmar ni negar de antemano que las muchas
signaturas o valores numéricos, cualitativos o imaginarios que aquí y allá se ven covariando o
bifurcándose de manera inesperada correspondan a nociones de relevancia sociocultural que
convendría acuñar, o a patrones de comportamiento discursivamente referenciables a descubrirse
alguna vez (Reynoso, 2011: 6).
Así mismo, para la TAR el relativismo es necesario en toda investigación. El mismo no es
escepticismo ingenuo, puesto que para toda ciencia hay verdad y puede conocerse en algún grado. Por
otra parte como sostiene Badiou, la ciencia trata con problemas y no con hechos. Así, el relativismo es
una actitud problematizante, de poner en relación puntos de vista diferentes respecto a un objeto de
estudio. Teniendo en cuenta que para la fenomenología objetiva, todo mundo está ontológicamente
clausurado (no se puede salir de él aplicando operaciones de diseminación de elementos y totalización
de partes), se in fiere que es lógicamente completo, pues toda relación está en él universalmente
expuesta. Lo que garantiza la compatibilidad entre enunciación universal y el relativismo.
3. Hermenéutica objetiva y relativista: para la TAR las interacciones entre agentes que
conforman una red, actores o actantes humanos y no humanos, son de traducción de datos
(información-transformación); lo que quiere decir que la hermenéutica no es exclusiva de los
humanos sino algo que opera cualquier objeto: el mejor ejemplo es la traducción de código
entre computadores. “La hermenéutica no es privilegio de los humanos sino, por así decirlo, una
propiedad del mundo mismo” (Latour, 2008: 342).
Empatar en éste punto las ideas materialistas de Badiou y Latour implica arrebatar la palabra
interpretación de la hermenéutica subjetiva y devolverle su sentido dramatúrgico, haciendo uno tanto a
los actantes de la TAR como a la dramaturgia de Badiou: los Objetos son actantes que se interpretan
entre sí, de modo que así establecen gradualmente sus identidades/diferencias, y entre mejor sea su
hermenéutica objetiva y trascendental, su interpretación les identi ficará más; habrán operado una suerte
de mímesis interobjetiva perfectamente cuanti ficable y matematizable. Metafóricamente los mundos
son como escenarios donde los objetos actantes, como mimos, usualmente fracasados, se interpretan
unos otros, algo que recuerda la llamada ley de imitación elaborada por Tarde; precursor de la TAR.
4. Dialéctica materialista afirmativa: en éste punto de la articulación hay que llevar más allá la
TAR en su intuición de que toda investigación consiste en seguir rastros dejados por los
actantes en sus asociaciones y transformaciones mutuas. Resulta evidente que hay verdad para
las ciencias sociales. Siguiendo a Badiou, una verdad puede ser identi ficada en virtud de la
huella que dejó un acontecimiento. Dicha huella siempre aparece en la superficie de algún
medio y debe ser posible rastrearla. Un acontecimiento es un tipo único de sitio. Cualquier tipo
de sitio, sea, un hecho (sitio con existencia máxima), singularidad débil (hecho sin
consecuencias máximas) o acontecimiento (singularidad fuerte con consecuencias máximas que
reconfiguran el mundo entero hasta hacerle irreconocible, es decir, que crean uno nuevo), deja
una signatura, en el caso de los acontecimientos dicha signatura es la huella. Parafraseando la
definición de Agamben, una signatura remite, aportando la clave de su desciframiento, a lo
arcaico de lo cual se originó una suerte de nueva secuencia temporal-histórica. Un ejemplo de
huella, una signatura postacontecimental, son los signos matemáticos en un texto
auténticamente cientí fico que remiten en conjunto y coherentemente al origen de una verdad
cientí fica; pero aplica también para medios (que pueden ser de varios tipos) en los que se
dispone la escena del amor, el arte, la política y tal vez, aunque ello precise de más atención, en
el deporte; una actividad exclusivamente humana cuyo estudio muchas veces es despreciado por
la academia. En consecuencia el escepticismo ingenuo es rechazado de raíz. Sin embargo, la
verdad no debe confundirse con la vericidad lógica. Hay un tercero, las verdades, reconocible
desde cualquier mundo, que marca la diferencia entre los lenguajes de los mundos (pueden ser
culturas) y los cuerpos de esos mundos (pueden ser cuerpos sociales). En consecuencia
siguiendo a Badiou, una investigación debe asumir ésta dialéctica materialista. Dicha dialéctica
es a firmativa, pues procura, respecto a los puntos (término de Badiou) o bits (expresión binaria
de los matices in finitos del aparecer en un mundo) que disponen el mundo para las decisiones,
la a firmación de las verdades en una secuencia fiel; que en términos de Badiou, es sólo posible
si hay órganos aptos para tratar dichos puntos de verdad y así componer un cuerpo para un
proceso de verdad. Un proceso de verdad por ende no es un saber, ni permite la construcción de
una enciclopedia como conjunto de todo el saber; el proceso debe ser construido y afirmado
punto por punto por algún Sujeto fiel. Al contrario del estructuralismo, la incorporación
subjetiva fiel o infiel a un proceso de verdad es contingente para un individuo (en términos de
TAR cuasi-objeto-cuasi-sujeto), o bien para un colectivo.
Siendo así las cosas, si bien, como sostiene la TAR, hay simetría formal entre actantes humanos y
no humanos, no se puede asumir una absurda simetría cualitativa entre humanos y no humanos, como
el mismo Latour sostiene: "la TAR no es, de ninguna manera, el establecimiento de una absurda
"simetría entre humanos y no humanos. Ser simétrico, para nosotros, simplemente significa no imponer
apriori una asimetría espuria entre la acción humana intencional y un mundo material de relaciones
causales" (Latour, 2008: 113). Es por esto que la hermenéutica la operan los Objetos mismos, por una
suerte de armonía preestablecida, de carácter glocal; que Badiou llama, mientras que explícitamente
recuerda a Leibniz, múltiple trascendental.
5. Sujeto de verdad – cuasi-sujeto o individuo: los Objetos de los mundos-redes son individuos,
que en términos de la TAR deben ser comprendidos como cuasi-sujetos y cuasi-objetos, en
tanto sólo tienen identidad/diferencia en relación a otros Objetos vecinos en sus mundos. Por
ende, un Sujeto no es una “individualidad”. Un Sujeto es una destinación para un proceso de
verdad presente al que se incorpora un individuo. La teoría del Sujeto es estrictamente formal.
Un Sujeto puede ser fiel o coherente, punto por punto, con el proceso de verdad, oscuro o que
procura ocultar el proceso de verdad y reactivo o que procura negar el haber-tenido-lugar
presente de un proceso de verdad. Como lo plantea Gómez Dávila: “la mayoría de los hombres
muere sin que les haya nacido alma” (Gómez Dávila, 1977: 45); es decir, sin haber accedido al
Sujeto que pueden devenir.
6. Fuentes de incertidumbre: desde el punto de vista de la TAR, cualquier investigación debe
tener en cuenta cinco fuentes de incertidumbre, es decir, de falta de información,
comprendiendo la información como la unidad mínima resultante de la reducción de
incertidumbre a la mitad; lo complejo proyectado coherentemente en bits o en puntos que
disponen el mundo para las decisiones; en especial las del investigador.
La primera fuente de incertidumbre es la que se hace evidente al intentar establecer la naturaleza
de los grupos (colectivos), en tanto de los mismos se tiene sólo su formación constante; por ende el
determinar su identidad es una operación espacial, pues una vez se introduce el tiempo, la identidad de
los grupos sin duda varía. Hay entonces cierta inercia en la formación de los grupos que los mantiene
cohesionados y que puede ser su autoidenti ficación bajo un mismo nombre, el cual une o envuelve los
componentes de esos grupos; esto es análogo a la cohesión de grupo que Durkheim describía al rededor
y en virtud de los totem.
La segunda fuente es la que se evidencia al atender a la definición performativa de los
mediadores. Es imposible establecer una causa última como origen de una acción, en tanto la
determinación del origen de la acción es un problema inverso, puesto que la causalidad en una red es
no lineal. Asimismo, un actante puede tener figuraciones que han de ser tenidas en cuenta en una
investigación. Si un delincuente, por ejemplo, justi fica sus acciones diciendo que “tuvo malos padres”
no hay que traducir sus afirmaciones en “la sociedad lo hizo delincuente” o “tuvo madre castradora”.
La traducción entre mediadores implica la transformación de la agencia. Incluso puede ser “más
peligroso cuando un peregrino dice: “Vine a este monasterio porque fui llamado por la Virgen María”
(Latour, 2008: 76). Como lo pone Latour, el sociólogo de lo social, en especial, el sociólogo crítico
reticente a explicaciones teológicas, dirá que hay que evitar sonreír lo suficiente como para ser amable
con el informante. El sociólogo de asociaciones dirá que si es el caso, hay que sonreír todo lo posible
para aprovechar la diversidad de agencias que actúan, incluyendo la figuración “Virgen” o bien
cualquier actante no-humano (Latour, 2008).
La tercera fuente de incertidumbre se muestra cuando se intenta establecer la naturaleza de los
actantes bajo la distinción moderna entre humanos y no humanos. Se nota que hay cierta simetría
formal que hace difícil establecer las identidades de manera satisfactoria. Más si se tiene en cuenta el
concepto geológico de Antropoceno.
La cuarta fuente de incertidumbre es la que se nota cuando se ve que el tipo de cuestiones en una
investigación no son directamente cuestiones de hecho, como cualquier positivismo pretende, sino
cuestiones de interés, tanto para el investigador, como para la comunidad. No se trata empero de una
tesis constructivista, sino de asumir que en primera instancia, las investigaciones son planteamientos de
problemas relevantes sobre las propiedades y relaciones de los objetos, mas no estudios de hechos
positivos; si así fuese ni rastro de teoría heliocéntrica copernicana habría. “No hablamos del contexto
social y de los intereses de poder, sino de su inclusión en las comunidades y los objetos” (Latour, 1997:
19). Es decir, la construcción social de los hechos cientí ficos, no es otra cosa que, en primera instancia,
los procesos colectivos de montaje de los instrumentos necesarios junto a las teorías que permiten
interpretar los datos brutos. Sin tales condiciones no hay ciencia posible; sin un Gran Colisionador de
Hadrones no hubiese sido posible la confirmación de la existencia del Bosón de Higgs, al seguir sus
rastros, gracias a un diseño experimental, con la ayuda de actantes no humanos como multitud de
oligópticos maquínicos-computacionales y de interpretar sus datos a la luz de la teoría que la predecía;
colectivamente vigilada respecto a su fidelidad al proceso de verdad de la mecánica cuántica.
En términos de Badiou, un proceso de verdad puede Subjetivarse tanto fielmente como oscura y
reactivamente. Si son Subjetivados fielmente construyen un cuerpo de verdad a firmado en virtud de
órganos especializados para cada punto a tratar. Si son Subjetivados reactivamente el presente
postacontecimental es negado, como sucede para las ciencias bajo su interpretación en forma
pragmatista, un progresismo desvocado que sólo busca en las ciencias los resultados prácticos, mientras
si son Subjetivados oscuramente se oculta el haber tenido lugar del acontecimiento; lo que sucede en
las actitudes anticientí ficas de humanismos fenomenológicos y hermenéuticos idealistas e incluso del
positivismo que no comprende su proceder. Tal fuente de incertidumbre aplica en todos los tipos de
procesos de verdad.
La quinta fuente se nota al tener en cuenta que la acción del investigador es indisociable de lo
investigado, en últimas el investigador es también Objeto-actante y mediador que transforma los datos
del mundo que investiga. Lo que supone la necesidad de asumir un objetivismo relativista, pero no
ingenuamente escéptico, implícito en toda investigación. Esta fuente remite a la idea de la construcción
social de los hechos cientí ficos, que no es una constructivista, sino una realista pero no ingenua, puesto
que nunca se pone en duda el hay de las verdades; si así fuese no tendría sentido hablar de ciencia
social. En complemento a esto, a saber, el empeño de la TAR, que Latour resalta, siempre ha sido,
precisamente, reformular los “métodos” de investigación y aproximación a sus objetos en las ciencias
sociales. Esto contra las propuestas que suponen de entrada lo “social” como si estuviese de antemano
constituido, en vez de rastrear su génesis en las interacciones entre sus actantes; y contra las sociologías
“críticas” que se adelantan en las tareas políticas, aunque relevantes, diferentes de la investigación
cientí fica social misma.
7. Hacia una fenomenología objetiva de los medios de comunicación masivos como
mediadores-sitios: suponiendo que la fenomenología objetiva es también una fenomenología
calculada, resulta preciso decir que una fenomenología objetiva de los medios de comunicación
sea también calculada. La comunicación, lejos de propuestas idealistas, se define por la
compatibilidad de dos Objetos (en adelante objetos) en un mundo que permite establecer entre
ellos grados de identidad/diferencia según una escala de medida, es decir, según el trascendental
que rige tales identidades/diferencias en ese mundo. La masividad de un medio entonces se
define por el grado o valor de poder que tiene en tanto es capaz de in fluenciar “más o menos” a
otros objetos del mundo en el que aparece y de producir consecuencias o efectos “más o menos”
inesperados en dicho mundo, en el cual en consecuencia, tendrá un mayor grado de existencia.
Esto es así, pues desde que se comprenden los objetos como sitios o mediadores, la agencia
social resultante de la interacciones entre actantes, es literalmente transformación (información
intercambiada; que en términos computacionales es lo mismo), y en consecuencia, la
comunicación masiva transforma en mayor grado la agencia social produciendo efectos
sumamente improbables e incluso impredecibles. Así, los medios de comunicación masivos son
mediadores que pueden producir efectos altamente improbables, siendo en consecuencia, los
medios más masivos aquellos que portan en su superficie signaturas acontecimentales o huellas;
como los medios auténticamente cientí ficos, políticos, deportivos, amorosos y artísticos. Esto
permite decir que lo que Boris Groys (2008) llama economía de la sospecha, según la cual
establece que la relación de los espectadores con los medios, es siempre de sospecha respecto a
su sinceridad; pues supuestamente, una vez los objetos mediáticos y sus valores se repiten con
constancia, según una economía de la innovación que establece límites permeables entre el
adentro mediático sagrado, de lo nuevo, y su afuera profano –lo cual a la larga devela, según él,
que la sospecha es el medio mismo– es un artilugio argumentativo netamente sofístico. La
sospecha no es el medio puesto que hay verdades en los medios y en consecuencia puede ser
suspendida.
8. Contraste con diversas teorías de los medios de comunicación: el contraste con otras teorías
de los medios de comunicación se revela sobretodo cuando se compara la presente con el
funcionalismo, que debe ser rechazado, pues asume que los medios de comunicación cumplen
funciones estructurales en el sentido del estructuralismo, convirtiéndoles en meros
intermediarios de los intereses de un supuesto emisor. De modo idéntico al funcionalismo,
asumen las teorías marxistas ortodoxas, críticas y situacionistas, que los destinatarios son meros
intermediarios, pasivos, de la ideología de una clase socio-económica dominante propietaria de
los medios masivos de comunicación. Ninguna de esas lecturas es completa, ni atiende
suficientemente a que los receptores son actantes-mediadores que transforman la agencia y
producen efectos en el resto de actantes que pueblan un mundo o red social. No se trata sin
embargo, de asumir como las posturas humanistas ingenuas y los estudios culturales, que la
comunicación sea un asunto de mediaciones culturales exclusivamente; pues con ello se omite
la simetría entre actantes humanos y no humanos, que se evidencia por la tercera fuente de
incertidumbre. Tampoco la comunicación es acción comunicativa en el sentido de Habermas,
pues no depende en ningún sentido de la subjetividad humana; es una relación que se presenta
cuando hay compatibilidad en la existencia entre dos objetos en un mundo y por ende resulta
posible establecer sus grados de identidad y diferencia de manera cuantitativa. Su ausencia se
presenta cuando falta al menos un plug-in (término de la TAR) que permite dicha
compatibilidad. Asimismo, la comunicación no es el resultado de la tripleta luhmanniana,
información, participación, comprensión. La información supone inmediatamente la
participación de al menos dos objetos, mientras que la comprensión remitiría exclusivamente a
la compatibilidad entre humanos negando la simetría entre humanos y no humanos. Por último,
los medios no son mensajes, o meros contenidos macromíticos, como la lectura estándar de
McLuhan quiso sugerir, pero tampoco meras extensiones del cuerpo humano. Los medios son
mediadores y se definen performativamente, no ostensivamente, mientras que, como se verá
más adelante, los animales humanos también deben considerarse como medios y mediadores.
9. Los objetos mediáticos como fósiles: El interés por el estudio fenomenológico objetivo de los
medios masivos de comunicación en toda investigación social queda marcado por la cuestión
del comienzo en una investigación. Como sostiene Latour, a la pregunta ¿por dónde empezar?,
hay que responder: “como siempre, lo mejor es comenzar en medio de las cosas, in medias res.
¿Servirá la lectura de un periódico? Seguro, ofrece un punto de partida tan bueno como
cualquier otro. En cuanto uno lo abre es como una lluvia, una inundación, una epidemia, una
infección. Cada dos lineas, algún redactor deja un rastro de que se está haciendo o deshaciendo
algún grupo” (Latour, 2008: 47). Podría comenzarse entonces por un libro de economía o de
biología e ir derivando poco a poco la descripción de la constitución de lo colectivo. ¿No es
acaso una estadística un medio que fosiliza un movimiento de asociación pasado y presente?
¿No es acaso en el acto de observar y registrar en bitácoras y cuadernos de campo el acto de
mediatizar y fosilizar una dinámica pasada y presente? Se debe comenzar por los medios, que
son fósiles, en ellos aparecen registrados datos que son los rastros de las asociaciones entre
actantes humanos y no humanos.
Siguiendo a Agamben (2010), una signatura permite que los signos sean remitidos a un arkhé u
origen, lo cual hace de la arqueología una ciencia de las signaturas. En ese sentido, los signos
mediáticos son fundamentalmente signaturas, que remiten desde su presente mismo a un origen de la
emergencia de un sitio. Sin duda, establecer dicho origen implica cierto grado de incertidumbre, en
virtud de la segunda fuente, propia de los problemas inversos. En todo caso una fenomenología
objetiva de los medios debe operar arqueológicamente intentando seguir los rastros que las
interacciones de los actantes dejan al asociarse; y poder determinar si esos rastros son signaturas de un
mero sitio, de un hecho, de una singularidad débil o la huella de un acontecimiento.
10. Modelo de feedback comunicativo: la TAR se inspira ampliamente en las investigaciones de
Gabriel Tarde, que es considerado como su precursor. Tarde, estableció el concepto de público,
para referirse al tipo de grupos que aparecen junto a los medios de comunicación modernos. Se
trata de grupos cuyos actores interactúan e intercambian información entre sí a distancia, en
virtud de tecnologías de acción a distancia; desde la conversación, la prensa, la radio y hoy, la
televisión, el cine, y los llamados nuevos medios. Como cualquier medio es mediador, existe
por ende, en todo proceso de formación de grupos, feedback, de tal modo que la distinción
radical entre emisor y receptor o público, se muestra inútil o bien netamente abstracta.
11. Los actantes humanos también son medios: los animales humanos son también Objetos que
pueblan los mundos o redes sociales. La teoría tradicional de medios, como bien denuncian
Serres (2010) y posteriormente Sloterdijk (2003a), se limita a asumir que los medios son
artefactos técnicos. No se detiene a ver que los medios, son mensajeros, incluso, “ángeles
modernos”, y en consecuencia los humanos también pueden considerarse como tal. Esto vale
tanto desde el punto de vista biológico-genético como desde el punto de vista cultural. Todo el
proceso de humanización milenario depende de que los actantes humanos sean también medios,
es más, mediadores que transforman en algún grado, con algunos efectos, los datos que
intercambian. En éste sentido, la humanización, jurídica y política, lógica y lingüística, precede
a todo humano.
Por otra parte, si hay algo, por ahora, que suprime la simetría entre actantes humanos y no
humanos, es precisamente la posibilidad que tiene un individuo humano de incorporarse
Subjetivamente a un proceso de verdad, que como se ha dicho, es necesariamente universal. Lo cual
impone que la creación de una verdad (proceso de verdad) sea muy infrecuente pero siempre posible,
pues exige el tratamiento a firmativo de al menos un punto de verdad. La determinación de un proceso
de verdad, efectivamente, solo puede hacerse observando las consecuencias de un acontecimiento, que
como cualquier sitio, aparece-desaparece en un instante. En primera instancia, un proceso de verdad, la
consecuencia de un acontecimiento, siguiendo a Badiou (1999), es un subconjunto de un mundo cuya
vericidad o falsedad es indecidible. Se trata de un conjunto para el que ninguna norma de evaluación de
sus enunciados permite decidir su vericidad o falsedad. Indecidible es aquello que se sustrae a una
clasi ficación exhaustiva de los enunciados según los valores validados por una norma. Por ende, un
proceso de verdad es un subconjunto sin valor, “contraviene las leyes de la economía clásica” (Badiou,
1992). No se trata de una mera paradoja sino de algo que resulta de la combinatoria intrínseca a un
mundo. Los teoremas de incompletitud de Gödel para la aritmética son ejemplo de esto. Pero se trata
también de un subconjunto donde la diferencia entre los valores de dos términos es indiscernible. Si se
da la fórmula D “x es diferente a y” donde D(a1, a2) sea verídica su reverso es falso, pues se discierne
que a1 es otro que a2. Lo indiscernible se sustrae a la diferencia marcada por la evaluación de los
efectos de una permutación. Lo que es lo mismo que decir que la identidad entre ambos es máxima
Id(ax, ay) = M, para un proceso de verdad y su mundo. Es además, un subconjunto genérico, Tómese
el enunciado “x es diferente de a2” donde a2 es objeto de un mundo y x un sitio. Si x es reemplazado
situando a a1 se obtiene la fórmula D(a1) de modo que la fórmula D(a1, a2) sería verídica. Si se toman
todos los objetos del mundo diferentes que a2, se obtiene un subconjunto de ese mundo, compuesto por
todos los objetos que validan D(x, a2). Un subconjunto de ese mundo es construido por una fórmula
F(x) si tal conjunto se compone exclusivamente de todos los objetos del mundo que llevado al lugar de
x, dan un enunciado F(a) un valor fijado con anterioridad (Badiou, 1992). Un subconjunto de un mundo
es constructible si hay en la lengua de ese mundo una fórmula F(x) que lo construye. Un conjunto que
no es constructible es genérico, pues se sustrae a toda identi ficación por una fórmula de la lengua de
ese mundo. Ningún rasgo predicativo reúne los objetos que le componen; se sustrae por exceso, pues
ningún predicado puede recolectarlo. Si fuese finito, de modo que fuera de a1, a2, …, an, estaría
construido por esa misma fórmula F(x) “x=a1, x=a2, hasta, x=an” pues sólo tales términos validan la
igualdad tipo “x=aj” cuando j va de 1 a n. En consecuencia un proceso de verdad es también in finito.
Ejemplo de esto es que Cohen demostró que en la teoría de conjuntos existen universos con
multiplicidades genéricas. Por último un proceso de verdad es innombrable. Pues dado el enunciado “x
es diferente de a2” si el valor de nominación es el valor verídico, entonces, si a1 es efectivamente
diferente de a2, la fórmula “x es diferente de a2” nombra el objeto a1, que es el único que la valida
verídicamente. Así, la fórmula nombra un objeto cuando es el esquema del nombre propio de ese
objeto. Lo innombrable es lo único que se sustrae a la nominación. Un proceso de verdad es un
subconjunto de un mundo que no es nombrado por ninguna fórmula. Ejemplo de esto es que Gebhard
Furkhen presentó un modelo en el que es consistente suponer una situación simple donde un término y
solo uno es innombrable.
Con esto en vista, un proceso de verdad no debe ser forzado (Badiou, 1992) por una anticipación
que postula la ficción de un todo-decir para las ciencias, el arte, la política, el amor, y por qué no, el
deporte. Una verdad es precisamente un proceso cuyo origen y devenir son impredecibles. Un Sujeto
que fuerza ese todo ficticio es reactivo u oscuro. Empero hay un punto límite, íntimo, que siempre
mantiene la singularidad de un proceso de verdad y su no totalización en el saber, gracias al cual punto
por punto se constituye parcialmente su cuerpo subjetivable fielmente. De modo que determinar si ha
tenido lugar un acontecimiento implica una decisión muy peculiar, pura y única, un forzamiento
peculiar sobre el haber tenido lugar de un subconjunto indecidible, indiscernible, genérico, in finito e
innombrable, en un mundo. Se trata de una libertad de indiferencia que opera un Sujeto que decide que
un acontecimiento ha tenido lugar. Se trata de una decisión sustractiva y riesgosa, tal vez un acto de fe
pura, donde “desde el punto de vista del sujeto, la hipótesis es siempre practicable” (Badiou, 1992). De
modo que las signaturas mediáticas de los sitios no acontecimentales no son clásicamente decidibles,
pues no hay enciclopledia o compendio del saber que permita determinar con absoluta certeza el fin de
una historia y el comienzo de otra; puede que lo que aparenta ser modi ficación, mera intermediación,
sea-no-sea auténticamente acontecimiento identi ficable en sus postrimerías.
12. Más allá de la economía de la sospecha submediática: si bien es claro que resulta difícil
establecer los tipos de signatura mediática, siempre será posible establecer si hay o no huella, en
virtud de la fidelidad. En las postrimerías de un sitio, entonces, se debe determinar si existe
compatibilidad entre los objetos de un mundo mediático y el mundo físico-social, si la hay, la
proyección es coherente y si son compatibles uno a uno, entonces, la proyección será
máximamente coherente. En adelante se tratará de indagar sobre si ese sitio del mundo
mediático opera como la huella de un acontecimiento o como la signatura de otro tipo de
cambio. En consecuencia la economía de la sospecha, la interpretación individual desvocada, de
una no sinceridad oculta tras la superficie mediática, se rompe cuando se logra apostar por el
haber tenido lugar de un acontecimiento. Empero, si bien esto es así, persiste el problema
relativo a cómo establecer la verosimilitud de los objetos mediáticos. ¿Qué sucede, por ejemplo,
con los mundos de ficción?
Demos un ejemplo de todo lo dicho. Un paradigma, para disgusto de algunos, de una
fenomenología objetiva de los medios, que evidencia su operar arqueológico y materialista, es el
conjunto de estudios cientí ficos al que han sido sometidos la sábana de Turín y el sudario de Oviedo.
Como notó Bazin (2008) “un dibujo absolutamente fiel podrá quizá darnos más indicaciones acerca del
modelo, pero no poseerá jamás, a pesar de nuestro espíritu crítico, el poder irracional de la fotografía
que nos obliga a creer en ella” (28). Así, “el Santo Sudario de Turín realiza la síntesis de la reliquia y
de la fotografía” (Bazin, 2008: 28). Mas aún, de no ser auténtico, de no ser el sudario del Cristo, como
tampoco lo sería el sudario de Oviedo, en todo caso, serían extrañamente los primeros dibujos
hiperrealistas en 2D con información interpretable en 3D.
La controversia cientí fica, respecto a la autenticidad de las mismas, es un punto interesante para
iniciar a desplegar el cómo se ha ido construyendo una más amplia red de controversias sociales. El
origen y autenticidad de las reliquias ha sido motivo de debate intenso desde que el fotógrafo Secondo
Pia descubriera el 28 de Mayo de 1898 que la de la sábana era una imagen en negativo. Luego de esto, la
Escuela Politécnica Federal de Zúrich, la Universidad de Oxford y la Universidad de Arizona,
determinaron por el método de radiación electromagnética, que al menos una muestra seleccionada de
la sábana databa de entre 1260 y 1390. Posteriormente, se criticó el aplicar tal datación a la tela
completa, por razones que adjudican residuos bacterianos y propiedades químicas a la muestra que no
están presentes en el resto de la tela; así como la coincidencia de materiales y técnicas textiles que la
misma evidencia, con los usados por los judíos del siglo I; el mismo Rogers, uno de los científicos que
había realizado la datación, confirmó que la muestra era un remiendo reentretejido con algodón teñido
posteriormente. Asimismo, la imagen devela, en caso de ser falsa, el conocimiento de las técnicas de
crucifixión antiguas. Empero, el manuscrito Húngaro 1192-1195, describe una sábana con un diseño
idéntico y quemaduras idénticamente colocadas en L a las que hay en la sábana. La sospecha respecto
de la autenticidad de las manchas de sangre sigue abierta, pues algunos suponen que se trata de una
suerte de pintura, a pesar de no haber rastros de la misma y a pesar de que Adler y Heller hallan
encontrado álbumina, bilirrubina y suero, sólo aperceptible con fotografía de fluorescencia, visible con
radiación UV en las telas. Danin y Baruch arguyen haber encontrado siluetas de Gundella turnefortii en
la tela, una planta propia de Jerusalén, exclusiva del periodo entre marzo y abril, pero los escépticos
dicen que no tienen suficientes indicios para sostener que se trate de la misma planta. Guscin determinó
que la sábana de Turín y el sudario de Oviedo habían estado cubriendo la misma cabeza en algún
momento; mientras que Danin le respaldó mostrando que los granos de polen de ambas reliquias
coinciden; aunque la datación por radiocarbono del sudario de Oviedo diera que provenía de los siglos
VII y IX; con la misma incertidumbre que generan los efectos de la contaminación en siglos
posteriores: o que descarta la hipótesis según la cual es un sudario de Jacques Molay, Gran Maestro
templario condenado a la hoguera en 1314, quien fue previamente torturado y dejado en coma;
momento en el cual la tela habría estado sobre él unas 30 horas.
Como la duda sobre el origen histórico de las reliquias continuaba, sobretodo respecto a la
manera en que se pudo producir una imagen en negativo sobre tela, recientemente, el artista
computacional Ray Dowing digitalizó la imagen y a partir del descubrimiento de Tamburelli y
Garibotto de que la imagen tenía propiedades en 3D, mostró que se podría producir, reduciendo
cuidadosamente el ruido analógico-digital, un modelo computacional en 3D a partir de la imagen en 2D
negativa; dando como resultado la imagen que se conoce como el “verdadero rostro de Jesús”. Luego,
por el proceso de “prototipado rápido” construyó una escultura en 3D de la imagen del rostro; la
escaneó para simular la impresión original en tela y notó que la segunda imagen correspondía con la
imagen original del sudario de Turín. Empero, la duda sobre cómo se imprimió allí tal imagen persiste,
pues la tela operó como una plancha fotográfica, de donde Adler y Jackson concluyeron que tal cosa
sólo podía pasar si se había dado un proceso de radiación; que otros atribuyen al momento de la
resurrección. Como cualquier fotógrafo sabe, la luz viaja o bien en línea recta y dirigida, luz dura como
un laser, lo cual hubiese producido una silueta sin detalle en la tela, o bien viaja dispersamente, como
luz difusa y no hubiera quedado sino una sombra expandida sobre la misma. Así, Dowing, respecto a la
pregunta por cómo llegó la información desde el cuerpo a las telas, respaldó la rara respuesta: “en
tiempos discretos y secciones”, por una suerte de luz semi-difusa; como lo hace hoy en día un simple
escaner casero. Algo que empero resulta curioso, porque para finales de la Alta Edad Media, periodo al
que remiten las dataciones, no había nada parecido a escáneres y mucho menos lo había en el siglo I.
Lo que muestra que la respuesta no va por el aspecto tecnológico, evidentemente, sino mas bien por
uno que podría ser químico: como la teoría que supone que se formó por hidratos de carbono
expulsados por el cadáver; aunque tal cosa sólo explicaría el color de la imagen y no sus propiedades
3D. Aún así, Luigi Garlaschelli, ha mostrado en una reproducción en base a técnicas medievales,
compitiendo con la teoría de la radiación, que la reproducción cumple todas las propiedades de la
imagen: superficialidad, pormenorización, estabilidad térmica, leve tridimensionalidad, negatividad, no
direccionalidad, estabilidad química, estabilidad al agua. Empero sugiere que es plausible que hubiese
sido pintada en ocre rojo, de modo que su reproducción no coincidiría con la ausencia de pigmentos
supuesta, ni con la presencia de suero, bilirrubina y álbumina.
Es claro que ésta controversia científica y la red social que constituye va por muchos caminos.
Asimismo, es evidente que la pregunta que suscitan estos objetos es la misma cuestión que indaga por
la verosimilitud de un objeto mediatico.
La siguiente variación del triángulo de Eco (2001) lo explica:
Se trata de una proyección de las propiedades del mundo mediático ficticio sobre el mundo físico-
social estudiado por las ciencias modernas. Dependiendo de la coherencia de esa proyección habrá
mayor o menor verosimilitud, puesto que la realidad de los fenómenos que componen un mundo
ficticio depende exclusivamente de la composición ontológica de ese mundo. Como ya planteó Searle
(1979), dentro de un mundo de ficción se produce un serie de actos ilocucionarios, asertóricos y
referenciales. Así, el problema de la verosimilitud en los medios se reduce a un problema de coherencia
proyectiva entre la manera en que aparecen los múltiples en un mundo mediático y la manera en que
aparecen en el mundo físico-social según las descripciones de las ciencias modernas, e incluso del
mundo que describe el discurso de lo que se considera como propio del “sentido común” en una
cosmovisión. En resumen, la máxima verosimilitud es la proyección coherente entre dos redes o
mundos de actantes que se asumen isomorfas.
Por un lado, es evidente que los mundos mediáticos ficcionales están incluidos como objetos en
el mundo físico-social explicado por las ciencias modernas. Pero cuando la verosimiltud de lo ficcional
tiene un grado muy alto, entonces, opera, como considera Eco (2011), una suerte de efecto alucinatorio
que hace creer que se es objeto del mundo ficcional, un actante suyo; es decir, que se presenta una
doble inclusión, pues ahora también el mundo físico social parece estar incluido en el ficcional, incluso
si un mundo es paraconsistente, como sucede en los mitos (Páramo, 2000).
El desciframiento del signo mediático siempre será posible si hay alguna capacidad, así sea
probabilística, para describir las consecuencias muy inciertas de las acciones de los medios, de los
actantes/objetos, o bien de analizar la multiplicidad arcaica que coagula, presente, en ellos, como partes
fósiles de sus respectivos mundos. Algunas de esas signaturas indicarán acontecimientos que
transforman realmente sus mundos y producen en ellos alguna verdad reconocible desde cualquier otro
mundo, ante el cual estén universalmente expuestos, incluso en las ficciones, los mitos y en general en
mundos del arte, pero también, en las ciencias, en el amor, y en la política; para hablar como Leibniz y
Hintikka, en últimas, los mundos posibles, gozan de cierta iconicidad relativa a la pura multiplicidad
descrita por su onto-logía.
No extraña que los llamados estudios culturales de los medios se apoyen en las posturas
escépticas, resultando en la muy errada confusión de la verdad como proceso universalmente expuesto
con la vericidad lógica clásica y la verosimilitud intuicionista. En todo caso la iconicidad es la
característica ontológica de cualquier signo mediático, mientras la sinceridad depende de su
isomorfismo con el mundo físico social; la sinceridad es formalmente máxima coherencia biyectiva.
13. Mas allá de la desconexión moderna: con esto en la mira se hace más evidente la necesidad de
develar la inautenticidad de los dos conceptos colectores (Naturaleza y Sociedad) heredados de
las teorías provenientes del siglo XVII, cuya separación constituye la desconexión moderna y
cuyo abandono implica una nueva mirada al concepto de comunicación; en perspectiva
serresiana. Respecto al colector “Sociedad”. Se debe considerar que por sí, independiente a los
actores no sociales que la pueblan y se asocian, la Sociedad no existe, pues es una emergencia;
basta agregar que el énfasis en lo cultural, como conjunto separado de redes semióticas de los
colectivos humanos, no es límite o paradigma explicativo en las ciencias sociales, como se ve
tras el descubrimiento de la altamente intensa agencia de los actantes humanos en el planeta
Tierra, bautizada con ese sugerente nombre que los geólogos han decidido dar a nuestra era: el
Antropoceno: “todo lo que era simbo�lico debe ser tomado ahora literalmente. Las culturas
soli�an “dar forma a la Tierra” simbo�licamente; ahora lo hacen realmente. Ma�s au�n: la propia
idea de cultura siguio� el mismo camino que la de naturaleza. Posnaturales, si�, pero tambie�n
posculturales” (Latour, 2013: 75). De aquí la radical importancia de tener en cuenta en toda
investigación social las figuraciones culturales de algunos informantes y colectivos humanos.
Ya no se presenta el antropomorfismo simbólico de lo natural, sino el antropomorfismo literal
de la Tierra en el Antropoceno.
La fenomenología objetiva de los medios, es tan posculturalista como posnaturalista, pues se
posa, siguiendo a Latour, sobre la clarificación y ampliación del concepto científico de Gaia propuesto
por Lovelock y lo diferencia radicalmente del concepto moderno de Naturaleza. A diferencia de la
Naturaleza, Gaia es sumamente local. Si bien “durante el periodo que Peter Sloterdijk estudió el tiempo
del Globo, desde el siglo XVII hasta el fin del XX, existió cierta continuidad entre todos los elementos
de lo que podría llamarse el “universo” porque éste sin duda se había unificado, si bien demasiado
rápido” (Latour, 2013: 70), hoy, vale decir, la unificación se ha de llevar acabo punto por punto. No
somos posmodernos, porque, en pleno sentido, nunca hemos sido modernos, o capitalistas o socialistas,
ya que no es posible modernizar a nadie, sencillamente se ha dado una economización, la
transformación de los regímenes de confianza en un tipo de organización donde el poder de los agentes
circula mayoritariamente por ciertos actantes humanos con modos de existencia dominantes. En
cambio, es preciso comprendernos como posnaturales, pues de ese sentimiento sublime que provocaba
la maravilla de un universo infinito, quedaría el retazo supralunar relegado a los humanos del mundo
sublunar, que el giro kantiano (que se le atribuyó a copérnico) pretendió igualar con aquel: sin embargo
“tal vez sólo los robots y un puñado de astronautas ciborgs puedan llegar más lejos y más allá, pero el
resto de la raza, nueve mil millones de nosotros, quedaremos varados aquí abajo” (Latour, 2013: 70).
Gaia no es la Naturaleza, porque no es una Diosa o una Madre como el New Age y la mitología de la
Pachamama pretenden presentar. Como dice Latour, Gaia es demasiado frágil y sensible a la agencia
mortal como para ser una Diosa y demasiado despreocupada en el cuidado de sus hijos como para ser
una Madre.
Gaia es un concepto cientí fico porque es un conjunto, una multiplicidad, de loops cibernéticos
(Latour, 2013) contingentes positivos y negativos; o como diría Badiou, por un homeomorfismo,
transforma la multiplicidad de lo que aparece y la dispone a la decisión sobre dos (código binario): es
un modelo más complejo similar al Mundo de Margaritas antaño intentado. Es cientí fico en el sentido
de ser un “término cosmológico (o mejor aún, cosmopolítico) que designa tanto la búsqueda como la
domesticación y adaptación de nuevos entes empeñados en hallar su singularidad en el colectivo
sumándose a los humanos, muy a menudo desplazándolos” (Latour, 2013: 73). La continuidad natural
ha desaparecido, por ende Gaia debe ser recompuesta en los laboratorios y vale agregar en las
computadoras: Gaia no es otra cosa que un modelo de la sociedad (implica actantes humanos y no
humanos) altamente complejo, que bien podría ser construido en un futuro gracias a técnicas de
autómatas celulares, gramáticas complejas, modelos basados en agentes autónomos, modelos de
análisis fractal y de crecimiento, grafos y redes; en últimas, gracias al amplio espectro de técnicas
computacionales e informáticas matemáticas útiles a la muy prometedora sociofísica. La iniciativa más
visionaria en ésta misma línea no es más que el FuturICT europeo, que podría ser fácilmente
caracterizado como el CERN de la ciencia social contemporánea; y que sin duda subjetivado
in fielmente llevaría al Desastre en un régimen indeseable de vigilancia global.
Para finalizar, es preciso dar un ejemplo, en base a un estudio de caso, más técnico y formal,
recurriendo a software Gephi, de cómo, tras un acontecimiento, los mundos, o redes de actantes se
reconfiguran.
En este punto sigue existiendo la duda sobre la manera de determinar los valores intermedios de
los grados trascendentales, entendidos como grados de poder de un actante, humano o no humano, en
un mundo del que es objeto. Dicha importancia trascendental oscila entre el 0 y el 1 e indica cierto tipo
d e centralidad de un actante en una red. En teoría de redes existen diversas formas de medir la
centralidad, sin embargo una en especial resulta de alto interés. En seguida, mediante el Software
Gephi, se muestra un grafo del mundo c, y se establece una medida de centralidad de vector propio,
que básicamente mide la influencia de un nodo en una red. Los nodos (objetos/actantes) con una
medida alta están conectados a nodos que a su vez están bien conectados.
En virtud de la simetría propuesta en la TAR se toman en cuenta empresas de medios diversos
tipos cuya importancia para sus respectivos propietarios, en términos de audiencia para las de TV, se
indica con el peso de sus aristas remitidas a sus propietarios y al tipo medio cuya audiencia general
entre 2000-2010 hace un bucle, con lo cual gana mayor peso. El trascendental en éste caso será el
grado de importancia que los propietarios le entregan a determinado tipo medio; sea TV, radio, etc en
el mundo c. Así, por ejemplo RCN televisión remite a Ardilla Lulle y a Televisión, etc; que existieron
en Colombia entre 2000-2010. El tamaño de los nodos indica el grado de centralidad de vector propio
respecto de esos pesos.
Como se tomaron como acontecimientos las singularidades L (Marcha del Ladrillo) y F
(Fotografía de Colorado -ANEXO-), entonces, tras su aparición tal medida de centralidad cambia, pues
transforman el mundo, en tanto, subsumen auténticamente toda la importancia trascendental de otros
actantes, algunos de los cuales, antes aparecían con un grado y luego pasan al grado mínimo, o 0, en el
sentido de que no aparecen. De manera que serían trascendentalmente idénticos a los sitios que no
habían tenido lugar.
Para no perder de vista la importancia de la influencia que genera la audiencia,de los canales de
TV, y el histórico de audiencia general de cada tipo de medio, el peso de las aristas mide el grado de
audiencia.
Así, lo que muestra el grafo que sigue, es que la televisión en general está mejor situada que
cualquier otro tipo de medio y propietario, puesto que muchas empresas con un importante nivel de
audiencia y muchos propietarios concentraron sus esfuerzos en la producción de TV entre 2000-2010
en Colombia. El propietario con mayor centralidad de vector propio es Ardila Lulle, seguido de pocos
propietarios con un importante grado, como Santodomingo y Prisa-Santodomingo y muchos otros con
poco.
Tras un acontecimiento los mundos se reconfiguran. En éste ejemplo, tal cosa sucede con la
medida de centralidad de vector propio:
La versión dinámica de este grafo se puede consultar aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=xPqe7_qgk4c&feature=youtu.be
El archivo completo (con mucha más información) del grafo en el siguiente repositorio:
https://onedrive.live.com/redir?resid=FD59BBDE19582417!398&authkey=!
AJ39yTU_mlusk3o&ithint=file%2cgephi
ANEXO
Referencias
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desde los textos originales en lengua francesa es de Antonio Vallejos.
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