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El Archivo de la Frontera es un proyecto del Centro Europeo para la Difusión de las Ciencias Sociales (CEDCS), bajo la dirección del Dr. Emilio Sola. www.cedcs.org [email protected]
FEDERICO LOSADA CARRIÓN
AL ALBUR DEL AZAR
Colección: E-Libros – La Conjura de Campanella Fecha de Publicación: 09/07/2007 Número de páginas: 10
Colección: Galeatus Fecha de Publicación: 19/10/2016 Número de páginas: 22 I.S.B.N. 978-84-690-5859-6
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Al albur del azar de
Federico Losada
Desde el jueves 20 de octubre de 2016 a las 13h00
en el Claustro de San José de Caracciolos
COLEGIO SAN JOSÉ DE CARACCIOLOS
CALLE TRINIDAD 3 Y 5
28801- ALCALÁ DE HENARES
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Hambre de luz
Ciego de luz, buscó en las sombras que la luz no le faltara. Un salto indebido entre el
incierto ayer y el amargo y prometedor mañana.
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Se debía a los silencios y las palabras eran ya un estorbo. Fue a las cosas que prometían
silencio y en el silencio de las cosas apareció la luz de las sombras. Era una luz queda y
doliente, lejos de la estridencia solar y terrible de esos días diáfanos en los que la pura
felicidad se convierte en un nuevo calvario.
Quisó ser sólo silencio, pero nadie está dotado para controlar sus emociones. Quizá por
eso se aferró a la luz de las sombras. Un mundo ambiguo, cambiante e inhóspito en el que
todo antes había aparecido claro.
Tener necesidad de ladrar y emitir sólo palabras. Ansiar amor y sólo ver surgir desafectos,
silencio o todo ruido.
Caminar hasta la extenuación para comprender las voces de la luz, pues la cámara sabe
conocer un mundo del que estamos desposeídos. Nadie puede asegurar haber sido feliz
en ese viaje. Se trata sólo de un trabajo mecánico resuelto luego en espiritual. Somos lo
que somos: materia en exceso, energía en defecto.
No se trata sólo de hacer el camino inverso, sino de estar convencido de que sirva para
transformarse. Cuando uno desciende a las sombras es porque no le queda ninguna
esperanza, y cuando está en ellas comprende que las sombras eran la única esperanza
posible. Es un trabajo oscuro y silencioso, y el único producto claro es sólo uno: el miedo.
Miedo a estar equivocado, miedo a no ser lo que uno ansiaba.
La respuesta está en las cosas mismas, en su adecuación, en su silencio. En la ausencia de
ruido que distraiga. No es fácil comprender a quien no habla, pero sí entender lo que dice.
Basta con aproximarse con la humildad del ignorante y la liberalidad del atento.
Viviendo en ese cielo incierto del desamparo, lo más aconsejable sería dejarse morir.
Hambre de silencio que devuelve las voces perdidas, o las que nunca han llegado. Palabra
y luz llenas de gestos propicios, algo así como un mar de abrazos entre cuerpos
desconocidos. Poseer desposeyéndose. Ese vago no ser entre las cosas que son. O sea, un
destino vagamente azul entre los rojos intensos del atardecer o las primeras sombras del
frío.
Bajar al foso de las verdades donde todas cumplen la condición extrema de ser falsas. Las
cosas, víctimas moleculares de disparos imprecisos, blandos y virtuales se transforman
en ojos luminosos que sin ver iluminan y conducen a ese espacio abierto en que un
fósforo, apenas prende, vuela entre nuestras manos.
Arturo Lorenzo
Aldehuela de Periánez.
Agosto de 2016
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330 palabras para Federico Losada y su mirar, por
Emilio Sola
Esta noche de finales de agosto he soñado con Federico; un sueño colorista y en el que
su presencia personal se diluía y en su lugar lo dominaba todo su obra de creación de
imágenes fragmentadas, reiterativas, transitorias, que con variaciones mínimas se iban
transformando unas en otras y entre todas significaban duración y perdurabilidad del
tiempo en una piel, en una vida… Federico se transformaba en su color y su forma, se
diluía poco a poco en una transparencia casi translúcida que clareaba y clareaba hasta
tener que adivinarla en una bruma dorada por un sol apenas atisbado tras esa misma
bruma que a la vez doraba… La acción, tan contenida que era no-acción, tenía, sin
embargo, un lugar preciso asignado en el sueño: Roma.
Todo partió de un sueño, pues, de ese espacio onírico en el que todo es posible. Y Roma
en el sueño era, sin duda, lo que siempre fue Roma: la Gran Inversión del Amor. Tal vez
sólo retórica, así, y por ello más mágica esa Gran Inversión. Ónfalo u ombligo del mundo
ocupado por el ángel melancólico de los camposantos, rodeado del mundo mineral –
herrumbre u orín y cardenillo – y vegetal en putrefacción o tránsito hacia otra realidad o
imagen al fin invertebrada y mudable como un fractal.
Evanescencia de la vida, las puertas al campo y las puertas al mar.
Las simetrías de las aguas y de los aires iluminados para orientación de aves migratorias
y de los pescados eternamente en movimiento, los granulados del óxido, las arrugas de la
madera o las olas oceánicas, de alta mar.
Mirada cada vez más adelgazada y metafísica, pálida y luminosa al tiempo, hacia la
monotonía sin fin de la línea horizontal del horizonte cuando la memoria comienza a
envejecer.
La mirada de Federico, cada vez más líquida caricia. Roma y Amor. Romamor, que diría
el Scala, o rumor. Rumor de besos y batir de alas, que decía un poeta romántico.
Insoportable, si no, el ser.
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ESTRAMBOTE A 330 PALABRAS
Romamor que diría el Scala hacia el cieloleic, o roma, amor y ciel,
y oh el asombro Federico o sombra de Federico
ganando su vida a un masculino de nada, que diría el Mackaui,
ganando su vida a nado, que diría el Ayala, y ya, y la y a…
hacia dónde, amor y haz lo que quieras,
baila la sombra, baila la nada,
baila la imagen,
baila…
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FIN (y continuará…)