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Experiencias desde la cuna Clara Maio

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Experiencias desde la cuna Clara Maio

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Experiencias desde la cuna

Ser madre es una experiencia que deberíamos intentar compaginar con todas las facetas

de nuestra vida y conseguir que sea lo más gratificante posible y no una lucha continua

con ese ser que hemos engendrado. Es un trabajo a jornada completa que termina el día

que mueres y que, en algún momento de cada día, te cuestionas si realmente sirves para

eso. Nuestras dudas comienzan durante las cuarenta semanas de espera, y cuando, por

fin, tienes a tu pequeño bebé en brazos la pregunta, recurrente, es si estarás capacitada

para atender a esa pequeña cosita que dependerá de ti el resto de su vida. Y es entonces

cuando echas en falta un libro de instrucciones que venga con el pañal. Y cuantos más

días pasan, más lo echas en falta, y más te cuestionas si estás capacitada, y empiezas a

pedir consejo a otras madres, que cada una te dice una cosa diferente por lo que sigues

sin saber qué hacer, pero, eso sí, ganaste un dolor de cabeza con el lío de consejos

contradictorios que luchan por sobrevivir en tu cerebro.

Tengo dos hijos, y desde mi pequeña experiencia, me gustaría compartir algunos de mis

trucos por si pueden servirte de ayuda, o por lo menos de referencia, o tal vez para

aumentar ese sinnúmero de consejos contradictorios que las mamás más experimentadas

estamos siempre dispuestas a regalar sin que nadie nos los pida, y que, al final, sirven

más para confundir que para ayudar.

No se trata de dar una lista ni de enumerar punto por punto unos pasos a seguir. Todos

sabemos, o aprendemos, cómo cambiar un pañal, bañar a un bebé, darle de comer…, esa

es la parte fácil, que, con la práctica, hasta las más negadas aprendemos. Lo difícil es

entender si lo que esa pequeña criaturita nos está pidiendo es lo que le estamos dando.

No nos asustemos, las necesidades de un bebé son, al principio, pocas: básicamente

comer, y dormir, por lo que no va a ser difícil acertar. Casi todos los niños siguen una

pauta similar, aunque cada niño sea diferente, pues ya, desde bebés, y a pesar de que al

verlos tan “cachorritos” nos pueda parecer lo contrario, cada uno tiene su personalidad.

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Yo resumo a los bebés en dos tipos: Los que lloran permanentemente, sin ninguna razón

aparente, pues no tienen hambre, ni sueño, ni están enfermos. Se dan casos así, pocos,

por suerte, pero cuando te toca, como en el caso de mi amiga Ana, resulta insufrible y lo

único que puedes hacer es tener paciencia, que es lo que te va a faltar, y, si la cosa se

pone fea, pedir la ayuda de un experto. La hija de mi amiga comenzó a llorar desde que

le dieron la palmadita en el culo en el paritorio hasta que empezó a la guardería a los

dos años. El pediatra le dijo que era una perrencha, pero la perrencha le duró dos

interminables años en los que sólo se callaba para comer y dormir, y dormir dormía

poco. Ana estaba desquiciada, hasta que a la niña se le acabó la perrencha de repente.

Ante un caso así sólo te queda aguantarte, y, por supuesto, no arriesgarte a tener otro,

sólo por si las moscas, aunque es improbable que aciertes dos de dos. (Mi amiga se

plantó, por si acaso…)

Para el tipo en los que englobo a la mayoría son las experiencias que voy a compartir

contigo. Se tratan de niños que hacen lo que los bebés: dormir y comer. Y, si tienes la

suerte de que tu bebé es de esos, por favor, no lo estropees, por tu bien y el de la

criatura.

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Experiencias desde la cuna

MI BEBÉ Y YO

Después de cuarenta semanas en un entorno en el que bebé tenía cubiertas todas sus

necesidades de comida, temperatura agradable, sin el agobio de ropa ni del molesto

pañal, tu bebé descubre el mundo y tú a tu bebé. En tu barriga no tenía que pedir nada

porque era autosuficiente y cogía lo que necesitaba. Ahora depende de ti, y, aunque su

capacidad de comunicación esté mermada, no por ello, tienes que creer que no sabe

hacerlo, pues lo primero que aprende es a comunicarse con llantos, gemidos… para

pedir su comida o decirte que está incómodo.

Para interactuar con esa pequeña personita tienes que tratarlo como lo que realmente es:

una personita inteligente, mucho más inteligente de lo que nos creemos. No lo

subestimes, porque si no partes de esta premisa, te auguro que, en menos de un mes,

hará contigo lo que quiera.

Lo que primero aprende va a ser siempre la relación causa-efecto, por lo que, si quieres

tener una vida tranquila, no tienes que dejar que relacione llanto-mamámecogeenbrazos.

No tengas miedo en utilizar la lógica: Durante toda su corta vida ese bebé no ha sabido

lo que es llorar hasta su primer contacto con el mundo, y no necesita saberlo el resto de

su vida, tiene que aprender que se pueden conseguir determinadas cosas sin necesidad

de hacerlo.

Está claro que, hasta que protesta, no sabrás que tiene hambre, o el pañal sucio. No

esperes a darle de comer hasta que la protesta se convierta en llanto porque la próxima

vez pasará directamente al llanto que, según su pequeña lógica fue lo que le dio

resultado. Por otro lado, tampoco acudas a él ante el más mínimo gemido, los bebés

hacen ruiditos y no siempre es porque les pasa algo, cuando tu bebé necesite algo lo

sabrás, créeme. Si estás intranquila puedes acercarte a verlo para comprobar que está

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bien, pero, por favor, no lo saques de la cuna ni lo toques, déjalo dormir, ya tendrás

tiempo de cogerlo cuando esté despierto.

No estoy diciendo que tengas que pasar de tu hijo ni que no lo puedas coger en brazos.

Digo que si tu bebé llora porque tiene hambre, dale de comer, si tiene sueño, acuéstalo a

dormir. Y aprovecha los ratos en los que está despierto y tranquilo para cogerlo en

brazos y jugar con él. Tu hijo necesita mimos, y necesita que tú se los des porque eres la

persona con la que ha estado durante cuarenta semanas y eres toda su vida, por eso

mismo no tienes que cortarte a la hora de cogerlo en brazos, mecerlo, hablarle

suavemente, cantarle, contarle cuentos…, cualquier momento es bueno para acariciarlo,

él te lo agradecerá, pero hazlo cuando esté tranquilo, pues, así, aprenderá que no tiene

que llorar para que le demuestres tu amor. ¡Ojo!, no debes ser extremista, tan malo es no

cogerlo en absoluto, como tenerlo en brazos todo el día. Puedes sentar/recostar al bebé a

tu lado en el sofá y jugar con él sin cogerlo en brazos, o puedes sentarlo en el carrito y

que te acompañe mientras limpias. Lo que nunca debes hacer es dejarlo sólo durante

horas en su cunita mientras está despierto, aunque es un recién nacido le gusta tener

compañía, y puede reclamar atención porque se siente solo, y tú irás a buscarlo y,

erróneamente, lo cogerás en brazos para calmarlo, cuando simplemente hubiera bastado

que, una vez despierto, lo tengas a tu lado, y le hagas algún cuento de vez en cuando

entre tarea y tarea.

Si lo acostumbras así desde el principio, los dos lo llevaréis mejor. No caigas en el error

de tenerlo en el brazos mientras haces cosas por casa, piensa que durante las dieciséis

semanas de baja maternal puedes dedicarle casi el cien por cien de tu tiempo, pero

cuando comiences a trabajar no podrás hacerlo porque no sólo llegarás cansada de

trabajar, sino que tendrás muy poco tiempo para dedicarle a tu casa y a tu marido, y tu

bebé demandará de ti todos los derechos que haya adquirido en sus primeras dieciséis

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semanas de vida. Antes de darle un privilegio, pregúntate si lo podrás seguir

manteniendo el resto de su joven vida, y actúa en consecuencia. Luego no te lamentes si

tienes que cocinar con él en un brazo y en la otra mano la sartén.

Durante los primeros días las necesidades de tu bebé no van a ser excesivamente

complejas, aunque sí constantes. Básicamente deberás cuidar su alimentación, su

higiene y su sueño. Y él te hará saber con su llanto si tiene frío, calor, hambre…, te

preguntas cómo saber responder correctamente a su demanda. Te diré que en el mercado

hay unos traductores del lloro del bebé que interpretan la intensidad del llanto, para mi

gusto, un aparatito de consumismo sinsentido; también tienes a la típica resabida que

oye llorar a un bebé y que automáticamente te dirá que “ese niño tiene hambre”, o “ese

niño tiene sueño”, con lo cual tiene un alto índice de probabilidades de acertar aunque

no conozca a tu hijo de nada. Te aseguro que la naturaleza es sabia y pronto sabrás lo

que tu bebé necesita de ti sin que nadie te ayude ni te traduzca.

La primera noche que llegamos a casa con nuestro segundo bebé, no nos funcionaba la

calefacción en casa. Mi niño venía de estar en la incubadora, era invierno, y cuando lo

acosté a pasar la noche, recién comido y cambiado, no paraba de llorar. Por lógica

dedujimos que sólo le podía pasar una cosa: tenía frío, pues estábamos a casi diez

grados menos de los que él estaba acostumbrado. Solución: lo acosté a dormir conmigo

para darle calor y durmió sin ningún problema. A veces ser madre es utilizar un poco la

imaginación. No te preocupes si pruebas cosas y no funcionan, el mejor método,

mientras tú y tu bebé os aprendéis a conocer es el de prueba-error, al final acabarás

averiguando lo que preocupa a esa pequeña personita.

Los primeros días serán los peores, estarás convaleciente de una cesárea, o cansada del

parto, de las visitas, a veces inoportunas y pesadas, con menos horas de sueño del que

solías tener y tratando de adaptarte a esta nueva vida. Y en el medio de todo eso tendrás

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que tomar un montón de decisiones que marcarán su joven vida -tipo de lactancia,

dónde colocar su cunita, cómo proceder para que se duerma…-, no te abrumes, pues si

lo piensas bien tomar decisiones por ese bebé será algo que no dejarás de hacerlo el

resto de su vida, por lo que acabarás convirtiéndote en una experta. Por todo eso ya

hemos pasado las que ya somos madres, por lo que te contaré unas cuantas experiencias

que yo y mis amigas hemos pasado, sobre todo para que no cometas nuestros mismos

errores. Espero que te sirvan de algo.

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Experiencias desde la cuna

¿DOS TETAS O UN BIBERÓN?

Va a ser tu primera decisión importante. Cada lactancia tiene sus ventajas e

inconvenientes, y las ventajas de una suele ser los inconvenientes de la otra.

¿El biberón? Si tu primera opción es el biberón, bien por ti. Has elegido vivir entre

botellas y ahora tienes en el mercado múltiples utensilios para ayudarte, desde calienta-

biberones a esterilizadores. Las leches adaptadas son un muy buen sustituto de la leche

materna, y en ese sentido no debes preocuparte porque tu hijo estará bien alimentado.

Es una buena manera para que tu pareja se involucre contigo en el cuidado del bebé,

pues os podéis turnar a la hora de darle el biberón en las horas nocturnas, se puede

quedar con él mientras tú haces tranquilamente tus recados, y no te quedará la duda de

si habrá comido lo suficiente, pues sabrás perfectamente lo que comió. La mayor

ventaja: cuando ya no puedas darle el pecho no tendrás que pelearte con tu bebé para

que admita el biberón. Eso de que les es más fácil adaptarse al biberón después de

meses de lactancia materna porque no tienen que currárselo tanto no siempre es así. Con

mi niña fue fácil el cambio, de hecho, cuando comencé a trabajar sólo le podía dar la

toma de la noche y acabó por volverse perezosa y preferir el biberón. Con mi niño fue

diferente, tuve muchas lágrimas por su parte porque no quería ni ver delante el biberón,

y tenía que ser su padre el que se lo diera, porque si me veía a mí ya ni lo probaba. Y

después está el tema de cortar la leche, el médico te da unas pastillas que, a mí,

personalmente, me marean el estómago y me ponen enferma. Y aparte, tus pechos,

como mujer, siempre se acaban resintiendo de una u otra manera, si no te los cuidas lo

suficiente te saldrá esas antiestéticas estrías y, con el peso, te colgarán hasta la cintura.

¿Desventajas? La más grande es el dineral que te vas a gastar en leche, y, por supuesto

que la leche no es tan natural como la tuya, y tu bebé tiene más probabilidades de tener

más gases.

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Un truquito de mamá: puedes prepararle a la vez todas las tomas de un mismo día y

guardarlas en la nevera, después sólo tendrás que calentar la toma que le toque en el

calienta-biberones, en una pota al baño maría o en el microondas, y ¡listo!, por lo menos

no te pasarás todo el día preparando biberones. Ten cuidado de revolver bien la leche si

la calientas en el microondas pues, como sabes, los líquidos no se calientan

uniformemente y el bebé podría quemarse.

¿El pecho? Independientemente de lo que te digan los expertos sobre que tu leche es la

más idónea pues tiene todos los nutrientes necesarios y, sobretodo, todos tus

anticuerpos, para mí, su mayor ventaja es la sensación de ser imprescindible para esa

personita y el momento de paz entre tu bebé y tú mientras lo amamantas. Un momento

sólo para los dos, que recordarás toda la vida porque creará un vínculo entre vosotros.

Como sólo tú podrás hacerlo, nadie te podrá sustituir, lo cual llegará a ser un

inconveniente. Otro inconveniente es que, cuando se acerca una toma, empiezas a

perder leche, por lo que, a no ser que te compres unos discos para protegerte, acabas con

los sujetadores mojados. También tendrás que comprarte unos sujetadores especiales

para lactancia para que te sea más cómodo amamantar, y, si aún encima ya usas una

talla grande, que te las sujeten bien para que no se vuelvan flácidas. La mayor ventaja,

que es gratis. Una ventaja real es que tu cuerpo genera oxitocina, lo que hará que tu

cuerpo descanse más a pesar de las veces que tengas que interrumpir tu sueño para

amamantarlo. Además, parece ser que los bebés amamantados de esta forma tienen

menos problemas de gases, seguramente porque no hay tetina ni botella que retenga aire

que ellos tragan mientras comen. Y si aún así tu bebé tiene gases, siempre podrás cuidar

tu alimentación para, a través de la leche, proteger a tu hijo de los gases, cosa que con la

leche adaptada no podrás hacer.

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Un truquito: si eres de las que les da corte amamantar en público, aunque sea en una

esquina oscura de una cafetería tranquila, y tu bebé no aguanta hasta llegar a casa, te

recomiendo que te acostumbres a aparcar el coche cerca de donde vayas a estar y

aproveches el asiento trasero para ese momento de intimidad entre tu bebé y tú. Te lo

aseguro, pasarás desapercibida y, si alguien mira, poco podrán ver.

Si te decides por la lactancia materna, deberías poner al bebé a amamantar lo antes

posible para que, al succionar, haga que te baje la leche. Deberías saber que tanto si el

bebé juega con el pezón como si come, sirve para favorecer la bajada de la leche. No te

preocupes porque al principio no tengas casi leche, es lo normal y, además, los primeros

días tu bebé apenas comerá y lo poco que tengas le será suficiente. No caigas en la

tentación de creer aquello que te digan de que no tienes leche porque tu bebé no aguanta

tres o cuatro horas entre toma y toma, porque, en la mayoría de los casos, no es cierto.

Mi opinión personal es que esos comentarios son de mujeres (los hombres pocas veces

los hacen) envidiosas de tu estado maternal que tratan de chafarte tu momento de

felicidad. ¡Como si tú ya no tuvieras suficiente con tus propias dudas! Que no te hagan

mella esos comentarios y únicamente ponlo al pecho cada vez que lo pida, así sea cada

dos horas, o menos, y ten paciencia porque las primeras semanas tendrás a una personita

pegada a tu pezón hasta que la producción de leche se regule con la demanda del bebé.

Como la naturaleza es muy sabia, te aseguro que llegarás a tener la leche suficiente y

que tu bebé llegará a aguantar entre toma y toma lo mismo que un bebé criado con

biberón.

Si darle el pecho te duele, ten cuidado. No te dejes embaucar por las resabidas que te

digan que es normal, y te hacen creer que eres una quejica con poco aguante. Si te duele

puede ser por muchas razones, desde una mala postura del bebé hasta algún problema

físico, por lo que te recomiendo que se lo comentes a tu médico o al pediatra. A mi

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amiga Berta le había subido la leche tan de golpe y en tanta cantidad que se le “atascó”

en el conducto de salida y cuando el bebé succionaba apenas le salía nada de leche, pero

ella seguía produciendo, con lo cual le dolía a horrores. Por fiarse de los comentarios

que le decían que era normal y la miraban con la condescendencia de los viejos que

piensan que esta juventud ya no aguanta como antes, mi amiga se hizo la mártir hasta

que una amiga cabal, al verle las tetas a punto de reventar e hirviendo de calor la mandó

corriendo por urgencias. Menos mal que lo hizo, porque la “quejica” de mi amiga tenía

una mastitis como un caballo. No dejes que nadie te venda la moto por mucho que sea

una persona de confianza, o tu mejor amiga, o tu propia madre…, dentro de su

bienintencionada sabiduría pueden estar equivocadas, así que lo mejor es que ante el

más mínimo dolor por tu parte o el de tu bebé, acudas al médico. Yo, personalmente,

prefiero que mi médico me considere una hipocondríaca, pero salir de la consulta con

una sonrisa por no tener nada, aunque después me sienta ridícula por acudir por

cualquier duda sin importancia; a no haberlo hecho y que, después, resulte que sí era

algo importante, y me quede cara de cartón por no haberme dado cuenta de lo grave que

podría haber llegado a ser.

Lo que decidas sobre el tipo de lactancia que darle, hazlo convencida de que va a ser lo

acertado y nunca dejes que ningún comentario “malicioso” te haga sentir que no es así y

que no vales como madre. Cada madre, y las que no lo son, tiene su propia opinión, y, lo

que es peor, todo el mundo se cree con derecho a opinar, pero hay una cosa que tienes

que tener claro: lo que es bueno para otra madre no tiene porque ser lo más adecuado

para ti y tu bebé. Al fin y al cabo tú eres quién mejor te conoces y sabes lo que mejor te

conviene según tus circunstancias, aún así, si estás indecisa, lo mejor es que pidas

consejo a tu pediatra o leas libros especializados, que te darán una idea más objetiva de

todo el asunto.

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Eso sí, no sólo elijas con el corazón, sino que te recomiendo que, también, seas práctica:

si, por ejemplo, eliges la lactancia materna, pero tienes a menudo mastitis, estrías en los

pezones,… todo esas cosas que te pueden pasar con la lactancia materna, y no sólo no

sales del médico por todos esos problemas, sino que, lo que es peor, ese momento de la

lactancia en vez de ser algo agradable se convierte en una tortura permanente, te ruego

que recapacites, y te preguntes si merece la pena. Yo digo que no. Y el que tengas que

dejar de darle el pecho a tu bebé no te va a convertir en menos madre, así que no te

hagas la héroe, sufrir nunca merece la pena, y pásate al biberón.

Conforme te digo esto, también te advierto que no juegues a dos bandos: o elige una

lactancia o la otra, pero tratar de compaginar las dos es un error, porque, al final, en vez

de tener la ventaja de las dos, puedes llegar a tener los inconvenientes. Los primeros

días, en el hospital, le van a dar un “suplemento” de leche adaptada a tu bebé mientras

no te baja la leche, en especial por las noches para que el bebé aguante más horas y tú

puedas descansar después del esfuerzo del parto. Puedes seguir haciéndolo tú cuando

vuelvas a tu casa, pero te recomiendo que no abuses del biberón por dos sencillas

razones: para que tu leche se regule lo antes posible, y para que el bebé no se

acostumbre a la leche fácil sin tener que currárselo. Mi amiga Berta en su primer paseo

con su bebé no le aguantó más de dos horas y tuvo que amamantarlo en plena calle para

que se calmara, a partir de entonces le sustituyó la toma de la tarde por una de biberón

para tener un paseo sin incidentes, y, lo que es peor, en la toma de la noche, después de

la teta, le comenzó a dar un biberón para que le durmiera más de dos horas y ella

pudiera descansar algo más. Esta pequeña acción sin importancia tuvo su repercusión:

por un lado no le bajó tanta leche como debía porque su cuerpo estaba engañado por las

tomas que se saltaba el bebé (a mi parecer, para contrarrestar un poco ese mal hábito,

tenía que haberse quitado la leche con un sacaleches), por lo que tuvo que aumentar el

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uso (abuso) del suplemento; y, por otro lado, el bebé se acostumbró a ese suplemento,

por lo que sólo se tomaba la primera leche que salía del pecho de su madre, la que sale

casi sin esfuerzo, por lo que, a la media hora, lloraba porque tenía hambre y le tenía que

dar un biberón. Ahora, mi amiga se encuentra en una espiral sin salida, se queja de que

no tiene suficiente leche, y su bebé, además, está acostumbrado a que después del pecho

viene el postre del biberón, por lo que no ayuda a favorecer la bajada de la leche. Por lo

tanto, menos leche más biberón, más biberón menos leche. Es un callejón sin salida.

Debes ser consecuente con tus propias decisiones, elegir la lactancia materna no sólo es

un sacrificio para tu cuerpo, al que, además de hacer pasar por otro cambio hormonal

tras los muchos que ya has tenido, harás que tus pechos se resientan, sino también para

tu tiempo, pues, al principio, le tienes que dedicar más horas a su lactancia, así que

piénsatelo bien antes de decidirte por este tipo de lactancia, y, si decides seguir adelante,

hazlo con todas las consecuencias. Pero si no estás dispuesta a todos estos sacrificios,

entonces mi sincera recomendación es que, desde el principio, le des el biberón. A no

ser, claro está, que no te importe andar a medias tintas.

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LA GUERRA DE LA CUCHARA

A lo que yo llamo la guerra de la cuchara es a la etapa en que tu bebé empieza a comer

sus primeras papillas y toma su primer contacto con ese utensilio extraño llamado

cuchara. El comienzo de esta etapa varía entre los cuatro y seis meses, y el comienzo de

su uso no viene dado por la madurez de tu bebé, sino por la opinión personal de tu

pediatra, o por la moda que, en ese momento, se lleve en la Organización Mundial de la

Salud.

En lo que sí suelen estar de acuerdo la mayoría de los pediatras es en ir introduciendo

los diferentes alimentos progresivamente para, así, detectar alguna reacción alérgica a

alguno de ellos. Mi recomendación es que sigas las directrices de tu pediatra que,

aunque sean diferentes a las del pediatra de tu amiga, no tienen porque ser ni mejores ni

peores, simplemente son diferentes. Si tienes alguna duda con algún alimento, o alguna

contradicción con respecto a la alimentación del bebé de tu amiga, lo mejor es que lo

consultes con tu pediatra antes de tomar ninguna decisión, será la persona más indicada

para explicarte las posibles razones. Debes tener en cuenta que la lista de alimentos que

le puedes ir dando según tu hijo crece está pensada para la madurez del estómago de un

bebé, hay alimentos que dárselos antes de lo que te marquen puede significar que tenga,

por ejemplo, más gases porque su pequeño estómago no está listo para digerirlos bien.

No te fíes de los super consejos de amigas que te digan sobre si introducirle o no algún

alimento, en esto, como en todo lo demás, siempre están las mamás, o no mamás,

“resabidas” que te hacen sentir que tu no sólo no sabes nada sino que aún encima lo

estás haciendo mal. Como siempre, mi principal consejo es que sigas las

recomendaciones de tu pediatra, pues es el que está médicamente preparado para decirte

cómo actuar con tu bebé. Si tu pediatra te dice que puedes empezar a darle fruta,

excepto melocotón, kiwi, fresas, frambuesas y moras que tienen más riesgo de provocar

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alergias, no te cuestiones si puedes darle uvas porque “alguien” te comentó que los

bebés no pueden comer uvas. ¿Está en la lista de tu pediatra como fruta que no le

puedes dar? ¡No! Pues, entonces, dásela, y si, aún así, te concome la duda, entonces,

consúltaselo a tu pediatra, y procede como él te diga.

Cuando tu bebé descubre la cuchara, se trata de un gran encuentro con lo desconocido,

y, no siempre los cambios, aunque sean para su bien, son aceptados a la primera. Nos

pasa a los adultos, para cuanto más a un bebé. Piensa que durante meses tu bebé sólo ha

conocido teta o biberón, y a los bebés les encanta succionar, ya sea chupete o dedo, pues

les calma, y, de golpe, descubre que no sólo ha desaparecido su biberón/teta, sino que le

dan una comida con un sabor y una textura extraña por un artilugio desconocido para él.

Y no va a estar dispuesto a perder un método de comida que ha resultado tan

satisfactorio para él durante toda su joven vida. ¿Por qué cambiar cuando el mundo le

funcionaba a la perfección hasta ese momento?

Lo primero que deberías hacer, antes de comenzar esta fase, y, tan pronto se mantenga

sentado, es acostumbrarlo a sentarlo a la mesa mientras come el resto de la familia y

ponerle un plato y una cuchara para que juegue con ellos y tome contacto con esos

nuevos utensilios para que cuando empiece con la papilla ya le sean familiares. Aún así

prepárate para que escupa la comida, le ponga mala cara, o le den arcadas…

Como en todo lo demás, cada niño es un mundo, y los hay que, tras el choque inicial de

la primera cucharada, se comen el resto de la papilla como si nada, pero te puedes

encontrar con que tu bebé no come más de dos cucharadas seguidas y ya le dan arcadas.

No te preocupes, piensa que tu bebé está experimentando con nuevos sabores, que

pueden no ser del todo agradables para él. Ten paciencia, si el primer día sólo come

media cuchara, complétale la papilla con una toma de leche, y al día siguiente vuelve a

intentarlo. Procura que, como mínimo, coma la misma cantidad que el día anterior, y si

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puedes hacer que coma, por lo menos, una cucharada más, ya será todo un logro. Ya

verás como a fuerza de insistir un poco todos los días, tu hijo acabará aceptando tanto la

cuchara como los nuevos sabores. Tu pediatra te habrá recomendado que no añadas sal

ni azúcar a las comidas, no caigas en la tentación de hacerlo sólo porque a tu hijo

parezca no gustarle la comida, o los famosos “resabidos” te pregunten con extrañeza:

¿no le echas azúcar en el yogur?. Piensa que el único sabor que conoce es el de la leche,

cualquier otro sabor se le va a hacer extraño lleve o no azúcar o sal, y no va a comer

mejor sólo porque se los añadas. Tú los echarías en falta porque ya los conoces, tu bebé

no sabe ni que existen y cuanto más tarde en conocer esos sabores mejor para su salud.

Está claro que una comida agria le cuesta más a nuestro paladar que una dulce, igual le

pasará al paladar de tu bebé, pero tienes muchas formas de endulzarle la vida, piénsalo

un poquito. Si crees que su papilla de fruta está agria, sólo tendrás que utilizar frutas

maduras, que son más dulzonas, y, aún encima, digestivas. Piensa que hay frutas más

dulces que otras, por ejemplo, puedes usar mandarinas en lugar de naranjas, añadirle

melón, unos pocos cereales, sin gluten al principio, con lo que conseguirás un mayor

dulzor en la papilla.

Con la de verdura pasa igual. Tienes que conseguir el equilibrio perfecto entre

ingredientes. Si te pasas con los puerros, o con las acelgas, será más agria, en cambio

cuanta más patata, tomate, calabaza, zanahoria le eches más atenuarás el sabor de los

puerros y las acelgas, y no necesitarás enmascarar sabores con sal.

Lo que sí está en tu mano es darle comida natural, hecha con productos frescos, y

naturales, y dejar los potitos para ocasiones muy especiales y como raras excepciones.

Por muy bien elaborados que estén los potitos, no olvides que es comida enlatada. Si

tienes poco tiempo, o pocas ganas, para cocinar todos los días, puedes prepararle

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comida para varios días y congelarla en tarritos individuales, así no tendrás que estar

pegada a la cocina para que él coma sano.

En cuanto el bebé empiece a controlar sus movimientos, deberías ponerle un pequeño

platito con comida para que haga sus intentos mientras tú le das de comer de otro plato

y con otra cuchara. Créeme, al principio acabará embadurnado hasta las orejas, pues

meterá las manos en el plato, y luego se recreará en la textura de lo que tiene entre los

dedos, para, por último, frotarse los ojos o las orejas, o toda la cara. Está claro que no

puedes consentir ese comportamiento, pues le estás enseñando a comer, y, aunque es la

forma que tienen los bebés de familiarizarse con todo lo nuevo que descubren, deberías

insistir en que use la cuchara. Los bebés aprenden pronto y te sorprenderá ver como en

pocos meses ya come sólo aunque todavía necesite tu ayuda.

Cuando ya empiece a comer de todo, y ya no se atragante, mientras vosotros coméis,

deberías ponerle trocitos de vuestra comida que tu bebé pueda comer o mordisquear sin

problemas. Con ello conseguirás que aprenda antes a comer solo, recuerda que los niños

aprenden de lo que ven y oyen, y son unos grandes imitadores, por lo tanto imitarán tus

modales en la mesa.

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AL OTRO LADO DE LA CAMA

A veces por el espacio, otras por la cultura generalizada, ya no te lo plantearás y tu bebé

acaba en una cuna al lado de tu cama. Mi sincera recomendación es que lo pongas a

dormir en su propia habitación lo antes posible. Sea cual sea tu decisión será, como

siempre, la adecuada pues la habrás tomado según tus necesidades y deseos, y que no te

preocupe si no parece la más conveniente para la idea de los que te rodean, la que tiene

que estar convencida eres tú y el papá. Está claro que una razón muy importante a la

hora de tomar esta decisión es el espacio del que dispones en tu hogar. Si, por ejemplo,

no tienes espacio en tu habitación para su cuna, tendrás que ponerlo desde el principio

en su habitación, o al revés, si no tienes una habitación para él en ese momento, tendrás

que ponerlo contigo en la habitación. Por eso te digo que tú eres la que mejor sabe lo

que te conviene a ti y a tu bebé, y no hagas caso de lo que te digan. En último caso,

como siempre, pregunta a tu pediatra o lee libros especializados pues los expertos son

los que mejor te pueden asesorar.

Eso que dicen de que cada maestro tiene su librillo en este caso es cierto. Si en cuanto a

la alimentación los criterios suelen estar bastante unificados, sobre dónde y cómo

acostar a los bebés hay miles de opiniones. Desde los que te recomiendan que el bebé

duerma contigo en la cama, o en una cuna al lado de tu cama, o en su habitación…

Las únicas opciones que deberías tener en cuenta es si la cuna la pones al lado de tu

cama o en su propia habitación, y, como siempre, cada una tiene sus ventajas y sus

inconvenientes.

La única ventaja de tener su cunita al lado de tu cama es, especialmente si has pasado

por una cesárea, que durante las tomas nocturnas sólo tendrás que incorporarte,

amamantarlo, y a seguir durmiendo. Si has optado por el biberón siempre podrás tener

un calienta biberones en la mesilla, o comprarte un termo en el que puedes guardar el

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Experiencias desde la cuna

biberón para que se mantenga caliente entre toma y toma, y, así, no tendrás que

levantarte a preparárselo. También te permitirá dormir con la tranquilidad de que en

cualquier momento podrás echarle un ojo y comprobar que se encuentra bien, lo cual

será un motivo de descanso para tu espíritu pues el miedo de que le pase algo malo y tu

no te enteres te acechará todo la vida sin tregua, pero esta tranquilidad es falsa porque

en el momento en que caigas en un sueño profundo ya puede venir el hombre del saco y

llevarse a tu bebé que tu ni te enterarás. Confía en mí, con el tiempo acabarás superando

esos miedos, sino al cien por cien, casi; y ahora tienes en el mercado miles de aparatos

que te ayudarán a estar más tranquila, desde los emisores de toda la vida, ahora sin la

molesta estática de fondo, hasta cámaras de vigilancia, y sensores que colocas bajo la

sábana que te avisan si tu hijo deja de respirar. Además, si mientras tu hijo duerme la

siesta, que lo hace la mayor parte del día, tú no estás con él en la habitación, ¿entonces

cual es el problema durante la noche? ¿O eres de esas que van a su habitación cada

cinco minutos para comprobar que tu hijo sigue en su cunita tal y como estaba cuando

cinco minutos antes le habías echado otro vistazo? El mayor inconveniente de todos es

que te quitará intimidad, y, a pesar de que a todos los hijos nos cuesta imaginar a

nuestros padres teniendo la misma “vida privada” que tú tienes con tu pareja, déjame

contarte un secreto: tu ahora eres madre, pero también sigues siendo mujer con

necesidades de mujer, y, cuando tus hijos crezcan, te verán de la misma manera que tu

ves a tu madre. Y créeme, tu hijo es ahora un bebé, pero según pasen los meses te

cortará tenerlo al lado de tu cama mientras tu pareja te acaricia, por lo que se acabaron

esos momentos en la cama.

El tiempo pasa volando, y viendo crecer a tu bebé es cuando más volando pasa. Antes

de que te des cuenta estarás preparando su primer cumpleaños, y llegará el día en que

tenga que dejar su cunita porque se le quede pequeña y pasarlo a una cama. La cama no

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Experiencias desde la cuna

la puedes tener al lado de la tuya, con lo cual, no sólo le quitas la cuna sino que lo

cambias de habitación. A esa pequeña personita, de repente, se le cae el mundo encima

porque no sólo pierde “su” habitación sino a esos padres que siempre estaban a su lado

durante las noches. Su pequeño universo perfectamente estructurado ha cambiado de

repente, y en su pequeño corazoncito se preguntará por qué, y entonces habrá lloros

nocturnos llamando a mamá, o correrá por la noche al resguardo de tu cama. Y, créeme,

como madre no podrás soportar las sinceras lagrimitas de tu hijo y caerás en el error de

que duerma contigo, y tu marido acabará exiliado en la cama del bebé, y, si me dejas

ponerme en el peor de los casos, si no atajas el problema, tu hijo se hará con la cama

hasta que cumpla cinco, seis, o siete años. ¿Merece la pena pasar por todo esto por

simple comodidad? Recuerda que la comodidad de hoy puede ser el disgusto de

mañana. Si tu bebé duerme en su propia habitación desde el primer día, cuando lo

cambies de la cuna a la cama será sólo eso, un pequeño cambio de mobiliario en un

mundo que seguirá siendo el mismo y para tu hijo ese simple cambio puede ser hasta

una aventura emocionante y divertida, y no la causa de múltiples disgustos.

Si el bebé tiene su propia habitación desde el primer día, te vas a encontrar con la gran

desventaja de tener que levantarte, y caminar medio dormida hasta otra habitación para

amamantarlo, pero créeme, es la única desventaja. Te recomiendo que te compres una

silla cómoda, con reposabrazos, tipo sofá, para que tú y tu bebé estéis cómodos. Tu bebé

te va a agradecer el tener su propio espacio desde el principio pues estoy convencida de

que eso le ayudará a dormir mejor, y durante más horas. A mi hija la cambié a su

habitación cuando cumplió 18 días de vida, y a los seis días comenzó a dormir casi

ocho horas seguidas. Con mi hijo, por circunstancias, tardé en hacerlo mes y medio, y,

casualidades de la vida, a la semana y poco comenzó a dormir siete horas seguidas.

¿Casualidad? No lo sé. Puede que sea genético. Al hijo de mi amiga Carlota le pasó lo

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mismo: aún no tenía un mes cuando lo cambió, y a los pocos días del cambio comenzó

a dormir casi toda la noche seguida. Yo tengo mi explicación científica para esto: tu

pareja y tu perturbáis el sueño vuestro bebé durante la noche, entre los ronquidos de

papá, el aire viciado de un dormitorio en el que duermen dos adultos y que durante la

noche sube la temperatura de la habitación por el calor que vosotros desprendéis, hará

que vuestro bebé no esté cómodo. Además, si el bebé abre los ojos y os ve, os llamará

para obtener vuestra atención, si no os ve, seguirá durmiendo hasta que tenga hambre o

esté incómodo. Si tu bebé es un bebé sano que crece y engorda correctamente, te

recomendaría que lo dejaras dormir y no lo despiertes para ninguna toma nocturna, en

caso de sentir hambre, te aseguro que te lo hará saber, y dejarlo dormir es lo mejor que

puedes hacer por tu bebé, y por ti.

La mejor decisión que puedes tomar por ti y tu bebé es que tenga su propio espacio vital

desde el primer día de vida. Y créeme cuando te digo, que la mayor parte de los miedos

a que le pase algo son infundados y producto de nuestra imaginación y de nuestro amor

y dependencia hacia esa pequeña personita, tu hijo estará tan seguro como en tu propia

habitación.

Aún así hay temores que puedes apaciguar con las nuevas técnicas. Que tienes miedo de

que su pequeño corazoncito deje de latir, lo que te dije antes, cómprate un sensor que se

coloca debajo de su sábana y te avisa. Que tienes miedo de que se atragante o llore y no

te enteres, los famosos emisores. Que tienes miedo de que se queme su habitación y no

te enteres, ponle un detector de humos. Que tienes miedo de que el famoso hombre del

saco entre por la ventana y se lleve a tu hijo, cómprate una alarma. Seguro que para

todos tus miedos tienes una solución que te dejará más tranquila. Pero confía en mí, a tu

hijo es muy improbable que le pase algo mientras duerme. Lo peor en lo que te puedes

poner es en la famosa muerte súbita, y, por suerte, se da en casos muy contados, pero,

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Experiencias desde la cuna

por desgracia, puede ocurrir tanto durmiendo a tu lado, como durante las siestas, así

que, como decía aquel sabio, si tienes una preocupación a la que ya encontraste

solución, no te preocupes más, y si no tienes solución, ¿para qué preocuparte más si por

muchas vueltas que le des no vas a solucionarlo? Con lo de la muerte súbita no hay

precauciones que puedas tomar, pues no es hereditario, no se detecta con chequeos,

parece ser que no influye ni el medio ambiente ni la postura en la que duerma pues los

médicos no se ponen de acuerdo con eso, según el estudio en vigor te dicen que no

duerma boca abajo, o que lo haga boca arriba, o que lo mejor es de lado, o sea, que no

lo tienen claro. ¿Entonces por qué preocuparte por algo que, seguramente, y por suerte,

nunca llegará a pasar?

No dejes que tus miedos tomen la decisión por ti. Si quieres que tu hijo duerma en su

propio espacio, sin que tú y tu pareja lo molestéis, no dejes de hacerlo por cualquier

miedo, y si lo que te apetece es tenerlo a tu lado en cama, hazlo porque lo primero que

te apetezca ver cuando te despiertas por la mañana es su carita, o porque quieres sentirlo

a tu lado, no porque tienes miedo de que le pase algo malo porque tú no estés a su lado.

Estos miedos te seguirán el resto de tu vida, y estoy segura de que cuando tu bebé tenga

veinte años no lo acompañarás a la discoteca por miedo a que le pase algo malo en el

camino, que le puede pasar… Disfruta de tu hijo y expulsa cualquier miedo que tengas

dentro, sé que será difícil, ya he perdido la cuenta de las veces que me he despertado por

las noche y me he dicho: “no me levanto a ver como está, sé que está bien, no me voy a

levantar, si abro la puerta lo despertaré y él estará perfectamente, aunque no se oiga

nada por el emisor, sé que está bien”. Pero no, al final cedes, de tanto darle vueltas a ese

pensamiento te has despejado, te empiezan a surgir todos los miedos inimaginables y

acabas por levantarte, abrir la puerta con sigilo y… ¡zas!, tu hijo levanta la cabeza nada

más oírte. ¡Hala!, pasa media hora y no se duerme y le vas a dar de comer por si tiene

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Experiencias desde la cuna

algo de hambre y se vuelve a dormir. Al final se acabó montando, y todo por unos

estúpidos miedos. Y lo peor, que vuelves a caer, no será a la noche siguiente, pero,

siempre, acabas cayendo de nuevo empujada por esos miedos insalvables.

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Experiencias desde la cuna

LA MANO QUE MECE LA CUNA

El apartado de la ubicación de la cuna de tu bebé, me lleva, indudablemente al momento

de dormir. Con esto sólo hay una forma correcta de hacerlo. ¿Sabes eso de tirar la

piedra, esconder la mano y echar a correr? Pues lo mismo, acuestas al niño, apagas la

luz, y te largas. Así de fácil. ¿Cuál es el problema? Por parte del bebé no va a haber

ninguno, por tu parte, y la de los que te rodean, miles, te lo puedo asegurar, porque una

madre que no se pasa media hora sacudiéndole el culo a un niño, para luego acunar la

cuna durante otra media hora no es madre.

Es tan satisfactorio ver como esa cosita linda tan pequeñita y necesitada de cariño se

duerme en tus brazos para luego dejarlo con suavidad sobre la cuna mientras observas

esa carita de ángel durmiendo a pierna suelta, lo tapas delicadamente con sus mantitas,

le das un besito en la frente…, que no ves nada malo en algo que os causa tanto placer a

los dos. ¡¡¡Muy Mal Hecho!!! Porque tu bebé crecerá, pesará ocho quilos, nueve quilos,

once quilos… y te encontrarás con que demanda esas atenciones adquiridas por la

costumbre en la misma proporción que adquiere peso, y tú, o te apuntas a un buen

gimnasio, o no tendrás fuelle para tanta criatura. Y lo que es peor, se despertará por la

noche y notará que no sólo no duerme en los brazos de mami sino que tampoco le

menean la cuna, con lo que te llamará a mitad de la noche para que cumplas con tu

cometido. ¿Es eso lo que quieres? ¿O prefieres a ese idílico bebé soñado que duerme

casi toda la noche y que sólo te llama porque tiene una necesidad física real y no una

mano que le meza la cuna?

Acunar a tu bebé en brazos con su carita pegada en la tuya le calmará cuando se

encuentre enfermo porque ese bamboleo le recordará su época en tu barriguita en donde

se sentía seguro, pero utilizarlo como costumbre para dormirlo todos los días no es

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bueno para ti y, menos, para él. Tu hijo debe aprender a dormir, igual que aprenderá a

comer en el futuro. Para eso sólo tendrás que utilizar la lógica.

¿A qué los primeros días en el hospital tu hijo se dormía en la cunita sin necesidad de

acunarlo ni de bajar la voz? ¿No habías pensado que tu hijo está acostumbrado a todo

eso porque es lo que ha vivido toda la vida en tu barriga? Pues aprovéchate de eso.

Cuando tu bebé tenga sueño acuéstalo en la cuna sin ningún tipo de parafernalia y te

sorprenderá ver cómo no necesita que lo acunes para que se duerma. Si lo haces desde

el principio, para tu bebé será lo más normal del mundo y aprenderá a dormir sólo, lo

cual será un punto a tu favor cuando ya no necesite sus tomas nocturnas de comida,

pues tu bebé se despertará por la noche y, si no le pasa nada, seguirá durmiendo sin

haberte llamado al igual que haces tú, que te despiertas, miras el reloj, te acurrucas y

sigues durmiendo.

Recuerda que tu bebé viene de un ambiente donde no existían los horarios, ni el día ni la

noche. En su mundo perfecto tenía hambre y comía, tenía sueño y dormía. Pero en

nuestro mundo tiene que aprender que hay que dormir de noche y estar despierto de día.

Así que tu deber como madre es enseñarle a hacerlo correctamente. Te preguntarás

cómo. Muy fácil, durante el día el bebé debe dormir con un poco de luz en la

habitación, y los sonidos de la casa deben ser los habituales siempre y cuando no lo

molesten. Está claro que no te puedes poner a chillar de repente porque lo asustarás, ni

poner la tele o música a un volumen excesivo, pero puedes, y debes, hablar con

normalidad. Piensa que si se despierta porque hables o suene el timbre o el teléfono, es

que ya iba a hacerlo de todas formas, no caigas en la tentación de descolgar el teléfono o

hablar muy bajito porque así sólo conseguirás que hasta una mosca lo despierte. Si

durante el día permites que la vida siga normal en tu casa, por la noche es recomendable

que el bebé sienta tranquilidad y silencio. Los entendidos en el tema te recomiendan

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crear una rutina para acostarlo de noche, por una sencilla razón: los niños necesitan que

su vida esté llena de rutina desde el primer día de vida, pues si a todos nos gusta saber

qué nos deparará el futuro, a los niños, independientemente de cuál sea su edad, todavía

más, porque se sienten seguros sabiendo lo que les va a pasar. Por lo que es aconsejable

que se procure llevar un horario que se cumpla lo más fielmente que sea posible a lo

largo de todo el día, pero, en especial, de noche, si realmente quieres que tu bebé

reconozca que hay un cambio, un corte al final del día, y esa será tu forma de

comunicarle que se tiene que preparar para pasar la noche. Si creas esa rutina (puede

ser: baño, cena, cuento y/o canción y a la cuna) tu bebé aprenderá que después del baño,

le tocará la cena y tras un cuento o una canción agradable le tocará irse a dormir, y lo

sorprendente es que no rechistará porque sabe perfectamente qué es lo que toca. Y si eso

lo haces desde su primer día de vida, parecerá que tu hijo ya se trae la lección aprendida

y no os costará, ni a ti ni a él, ningún trabajo llevarlo a cabo. En cambio, si lo

acostumbras a acunarlo hasta que se queda dormido en tus brazos y, luego,

delicadamente, lo dejas en su cunita (en el 50% de las veces se despertará antes de que

llegues a rozar las sábanas, y necesitarás de varios intentos antes de conseguirlo),

cuando pretendas que se duerma sólo, y, te lo aseguro, ese día, tarde o temprano,

llegará, él no va a querer. Y no va a querer porque a los niños les gustan sus rutinas y

odian todo cambio, en especial, si ese cambio es para peor, y ¿qué hay peor para un niño

que perder los privilegios de dormirse en los brazos de mami o papi? Con todo esto no

estoy diciendo que no puedas acunarlo hasta que se adormila, y entonces, aún despierto,

acostarlo en su cunita. Sólo digo que no lo acunes hasta dormirlo, no es bueno para él,

ni para ti.

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Experiencias desde la cuna

CAMINA O REVIENTA

Antes de que te des cuenta tu bebé empezará a querer explorar el mundo por sí mismo.

Seguramente, primero lo hará a gatas, para luego ponerse de pie y agarrado a todo lo

que encuentre desplazarse por toda la casa.

Mi primera recomendación es que prepares tu hogar para lo que se te viene encima. Lo

primero, proteger los enchufes, porque por alguna extraña razón todos los bebés se

sienten mágicamente atraídos por esos agujeritos de la pared en los que encajan

perfectamente esos deditos pequeñitos. Si las esquinas de los muebles no son

redondeadas, deberías ponerles unos protectores porque su delicada cabecita acabará

por probarlas. También tienes diferentes artilugios para bloquear cajones y puertas y que

sólo un adulto puede abrir.

¡Ojo! Sólo te digo que tomes unas medidas de seguridad, no que encierres a tu bebé en

una burbuja, tan malo es no protegerlo como hacerlo en exceso, porque el día en que

salga de la burbuja ten por bien seguro que se hará daño, y tu deber como madre no sólo

es protegerlo y prevenir riesgos innecesarios, sino también prepararlo para que aprenda

a protegerse a sí mismo, y a conocer los efectos de su acciones.

Lo mejor es que bloquees los cajones y puertas con enseres peligrosos, donde guardes

cuchillos, vajillas, líquidos de limpieza, medicinas, y dejes el resto, así como los

adornos que le queden a mano y que no sean un peligro para su salud. Que determinadas

cosas estén a su alcance, no quiere decir que le dejes jugar con ellas. Tu trabajo es

enseñarle que no debe abrir cajones y puertas y jugar con lo que hay dentro, aunque se

trate de servilletas, porque lo estarás preparando para el momento en que los cajones y

puertas “peligrosas” estén a su alcance y ni siquiera piense en abrirlos. La mejor forma

es un simple “NO” tajante cada vez que toca lo que no debe y sabrá perfectamente que

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lo que hace no está bien. También te digo que tendrás que decir muchos nos porque lo

intentará muchas veces, no sólo para ver si cuela esa vez, sino también para ponerte a

prueba y averiguar si “no” es siempre “no”, o si también puede ser “sí”. Así que te

recomiendo que por muy cansada que estés tras un día agotador, o por muy terco que se

ponga tu bebé, NUNCA cedas ni un dedo porque si no, tu bebé acabará toqueteándolo

todo, y tu guardando tus maravillosos adornos en un cajón bajo llave y habrás perdido la

partida.

No te debe preocupar en qué mes tu hijo comienza a andar. Muchos te preguntarán, con

cierto retintín, si aún no anda, como dejándote entrever que es muy mayor para que aún

no lo haga. Cada bebé tiene su momento para todo, y si él no es tan “adelantado” como

otros no significa absolutamente nada si tu bebé está perfectamente sano. Es más,

cuanto antes empiece a andar, menos cabeza tendrá y más loca te volverá, será como un

muñequito de trapo que anda de un lado de todo sin ton ni son.

Muchos niños gatean como paso previo, pero que no lo haga no debe preocuparte. La

gran ventaja es que cuando ya camine, a la hora de caerse, sabrá reaccionar más rápido

y echar las manos a tiempo, aunque, sinceramente, esta teoría no tiene ninguna base

científica. Mi hija no gateó y cada vez que se caía acababa con golpes en la nariz y

frente. Mi hijo sí lo hizo, y, ¿coincidencia?, era más ágil a la hora de parar la caída. Por

lo demás, los dos empezaron a andar con un mes de diferencia.

El hecho de que gatee implica que tendrá más autonomía, por lo que puede volverse

más perezoso a la hora de soltarse a andar. Lógicamente se sentirá más seguro sobre

cuatro patas que sobre sus dos vacilantes piernecitas. Seguirá por ponerse en pie

agarrado a todo lo que encuentre y, sin soltarse, irá cogiendo confianza a la hora de

moverse, hasta que un día se desmelene y dé su primer paso solo para luego dejar caer

el culo ante el miedo a las distancias largas.

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Después de eso sólo tendrás que animarlo a que se suelte, cualquier método para

atraerlo será válido, desde el truco de su juguete preferido para que intente alcanzarlo

hasta el juego de “correr” de los brazos de papi a mami. Usa tu imaginación. Y llegará

el gran día de sus primeros grandes pasos solo. Un pequeño paso para tu bebé, pero un

gran paso para la familia. Siento desalentarte, pero con toda seguridad, te lo perderás,

porque ocurrirá en la guardería o en casa de los abuelos, pero igualmente será el día más

emocionante de tu vida.

A partir de ahí sólo tendrás que preocuparte de que no tenga ninguna caída importante

que le haga retroceder en sus avances, pero, por favor, por su propio bien, no lo

sobreprotejas. Caerse le hará bien, siempre y cuando se levante y siga, y será una

lección importante para el resto de su vida y en cualquier ámbito –estudios, trabajo,

amores,…-, le estarás enseñando que cuando algo le sale mal puede seguir intentándolo

hasta que lo consiga.

Cuando se caiga, no vayas corriendo a levantarlo (a no ser que se haya hecho realmente

daño), te diría que hicieras como si no lo vieras, porque si no cogerá la rutina de

quejarse para que vayas a auxiliarlo y lo que menos necesita es que su mamá vaya a

levantarlo cuando puede hacerlo por sí solo.

Si se asusta, tendrás que tener paciencia porque volver a empezar es más complicado

que la primera vez. Aunque la opinión general es que los bebés no entienden, sabe

perfectamente lo que le espera y lo que le puede pasar y tardará en perder ese miedo, de

ti depende que lo haga más pronto o más tarde, pero nunca le debes presionar, incluso

puede que tengas que pasar del tema un par de semanas antes de intentarlo de nuevo.

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¡PAÑALES FUERA!

Puedo decir, sin lugar a dudas, que todos los padres estamos deseando que llegue este

gran día. Por un lado, será un engorro menos que meter en la bolsa del bebé a la hora de

salir a la calle, y, por otro, un ahorro considerable de dinero.

Si cada bebé tiene su propio ritmo interno a la hora de superar sus diferentes etapas de

crecimiento, con el tema del pis también, pero los padres nos vemos obligados a

acelerar, a veces, el abandono del pañal cuando se acerca su tercer cumpleaños y tiene

que empezar el cole, en donde ya no le admiten pañal. Mis hijos nacieron a finales de

año (diciembre y octubre), por lo que eran muy pequeñitos cuando comenzamos su

entrenamiento, más o menos a los treinta meses, y cuando consultábamos a la pediatra

nos decía que no era normal tener que hacerlo tan pronto porque aún eran muy

pequeños y muchos bebés no estaban preparados. Así que no te preocupes si os cuesta

un poco a ti y a tu bebé.

¿Consejos? El único y, más importante, que te armes de paciencia, y, por supuesto, de

un orinal. Después hay que dejarlo todo en manos de la suerte, de la imaginación, y

hasta de la ciencia.

Un primer indicio para saber que tu bebé está listo para dar este paso es que sepa decir

“pis” y “caca”, y que te avise cuando tiene el pañal sucio, lo hará sobre todo cuando

haga caca, porque estará incómodo cuando esté sucio.

Lo primero que necesitas es un orinal. Los tienes muy variados. Te recomiendo uno

musical si tu economía te lo permite, porque cuando tu bebé haga sus necesidades

sonará una música que puede ser otro incentivo a la hora de sentarse en su trono.

Cuando lo vayas a comprar, hazlo en compañía de tu bebé y hacer que ese sea un

momento tan emocionante como comprar un juguete.

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Una vez tengáis ese maravilloso artilugio, nada más llegar a casa puedes quitarle el

pañal, sentarlo en su estupendo orinal nuevo, y decirle: ¡Ala, a estrenarlo! Pero,¡¡¡¡NO

VA A FUNCIONAR!!!! Y si lo hace, ya puedes aplaudirle con las orejas, y considerarte

la mamá con mejor suerte del mundo, y tu bebé el más especial.

Si tu bebé es como el resto de los bebés del mundo, primero debes dejar que se

familiarice con el orinal, incluso puedes permitirle jugar con él al principio, da igual que

lo desmonte completamente, o que lo use para meter sus juguetes…, el caso es que lo

vea como algo natural que le pertenece, ya tendrás tiempo de explicarle cuál es su uso

real. Incluso puedes participar con él en esos juegos, y aprovechar para sentar una de

sus muñecas u ositos y explicarle para que sirve ese juguete y que su muñeca/osito está

haciendo pis. No caigas en el error de pensar que porque es pequeño no va a entender lo

que le estás contando, porque, a su manera, lo hace. Otra cosa es que a él le dé la gana

de sentarse en lugar del osito, lo más seguro es que pase olímpicamente de ti.

Más adelante, siéntalo en él. Al principio sin quitarle el pañal, porque seguramente no

permanecerá mucho tiempo sentado. Si se niega a sentarse, puedes sentarte tú para que

vea que no pasa nada malo por hacerlo. Cuando consigas que permanezca sentado en él

un tiempo prudencial, es la hora de quitarle el pañal para ver qué sucede. Te recomiendo

que le dejes acompañarte al servicio para que vea lo que tú haces, y lo que se espera de

él, y termine haciéndolo por imitación. Recuerda que los bebés copian todo lo que ven y

oyen, por lo que no desperdicies su capacidad de repetir lo que ven. Incluso puedes

sentarlo en su orinal mientras tú te sientas en el tuyo.

Los bebés que siguen una rutina, también tienen su rutina a la hora de sus necesidades

fisiológicas, y lo más fácil de controlar es su caca, por lo que puedes aprovecharte y,

cuando se acerque el momento, sentarlo en su trono.

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Cuando lo haga, deberás demostrar tu alegría de la forma más exagerada que se te

ocurra: aplausos, gritos de júbilo, besos… (pompones y pancartas, no, por favor, que

tampoco hay que pasarse), para que tu bebé se de cuenta de que lo que acaba de hacer es

un logro importantísimo y se sienta con ganas de repetirlo. Si, además, tienes un orinal

musical, la fiesta ya será completa, porque en cuanto tu bebé descubra lo que pasa cada

vez que mea o caga, te pedirá hacer pis aunque sólo sea para hacer una gota. Ten

paciencia, es mejor que pida de más a que no lo haga en absoluto.

Si logras pasar estos primeros años de tu bebé y sobrevives, enhorabuena, pero no bajes

la guardia porque rápidamente se acerca la crisis de los cinco años, de los seis, de los

ocho, de la adolescencia… y así hasta el fin de tus días, y tendrás que sacar todas las

armas que te guardabas cuando tu hijo era un bebé. Buena suerte, y disfrútalo mientras

puedas.

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