excusas para no pensar
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Prlogo
Ninguna de tus neuronas sabe quin eresni le importa
Cualquier excusa es buena para pensar que lo que conviene a unapersona no slo es conveniente, sino lo ms conveniente. Nos aga-
rramos indeectiblemente a esa excusa para no tener que pensar
innovando o cambiando de opinin. Es sabido que el cerebro re-
curre a mil triquiuelas para que no nos demos con la cabeza en la
pared. Lo que le importa no es la bsqueda de la verdad sino so-
brevivir. Y si para ello es mejor no pensar o seguir pensando como
antes, pues tiene una excusa maravillosa para no pensar ms.
Tanto es as que los ltimos experimentos neurocientcostienden a cuestionar lo que nos empeamos en llamar decisiones
conscientes, al enunciarnos que diez segundos antes de optar por
una solucin, las neuronas han decidido el tipo de resolucin que
vamos a tomar. Sin que nosotros lo sepamos. Algo parecido ocu-
rre con nuestro sistema motor, que opta por un msculo de una
mano u otra, cinco segundos antes de que lo activemos.
Entonces tuve razn de inscribir en la camiseta de mi grupo
en Facebook: Ninguna de tus neuronas sabe quin eres ni leimporta, le solt al neurocientco britnico John Dylan Haynes,
reconocido mundialmente por sus pruebas de resonancia magn-
tica e imagen aplicadas al estudio del inconsciente.
Tenas toda la razn del mundo, ue su respuesta.
A la luz del peso exorbitante del inconsciente tanto o ms
complejo que muchos procesos cognitivos considerados cons-
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Excusas para no pensar Cmo nos enfrentamos a las incertidumbres de nuestra vida
cientes, resulta que estamos ms desarmados para enjuiciar-
nos a nosotros mismos de lo que pensbamos. Y no obstante, nos
empeamos en escudriarnos slo a nosotros mismos, en con-templar minuciosamente nuestros intestinos y decidir, a la luz de
lo que no vemos, si somos buenos o malos, si estamos predetermi-
nados al xito o al racaso, si expresamos empata hacia el dolor de
los dems o si, como los psicpatas, no tenemos sentimientos; so-
bre todo, no tenemos la comprensin de los sentimientos ajenos.
Tanto nos cuesta aceptar que estamos mejor preparados para
enjuiciar a los dems, analizar el mundo de auera y, particular-
mente, a la manada de la que ormamos parte, que al signicadodel estallido de nuestras propias neuronas al que siempre llegamos
tarde, a toro pasado? T eres liberal o socialdemcrata, Eduar-
do?, me pregunt un gran amigo hace veinte aos. Eso lo sabris
los que sigis vivos cuando mis tomos se hayan descohesionado.
Este libro parte de las refexiones sobre algo ascinante: lo que
les pasa a los dems por dentro en modo alguno en las propias
entraas, como suele ser el caso. Eso es lo que me pidi el XLSe-
manal, suplemento dominical del grupo Vocento, el ms ledo detodos los semanales. Durante unos tres aos he hablado con los
tristes y apesadumbrados para aprender lo que ellos no saban: las
causas del desamor y sus eectos; he conversado con los optimistas
que no encontraban a su alrededor nadie lo sucientemente ineliz
para cuestionar su uturo; he intentado sugerir a muchos que ha-
ba vida antes de la muerte y que ahora podamos, si no transor-
mar el mundo, s transormar con paciencia nuestro cerebro; mul-
titud de almas en pena han constatado conmigo que la elicidad esla ausencia del miedo, al igual que la belleza es la ausencia del dolor.
Saba el lector por qu el nivel de fuctuaciones asimtricas
de una cara con relacin al promedio explica mejor que unos la-
bios gruesos o unas caderas anchas la seduccin irresistible?
Ser posible que no sepamos todava cmo uncionan los meca-
nismos de aprendizaje de los dems?
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Prlogo
Cuanto ms lo pienso ms me rearmo en la conviccin de
que la pregunta ms obvia, la que nos deberamos haber hecho
hace decenas de miles de aos para sobrevivir, es la de saber qules pasa a los dems por dentro. Me paran en la calle, escucho su
discurso disonante relativo a por qu son como son sin serlo y me
quedo ascinado de que me regalen otra ocasin de proundizar
por qu sus neuronas no les hacen caso.
Creyeron primero que los dogmas, aunque exigieran sacri-
cios humanos, podan explicarlo todo. Despus descubrieron que
el alma estaba en el cerebro pero que guardaba celosamente todos
sus secretos. Por ltimo, ahora estn, con razn, a la espera deque las resonancias magnticas, claricadoras de las huellas deja-
das en el cerebro por la expresin de sus genes y la experiencia in-
dividual, les cuenten la verdad: cmo se toma una decisin, real-
mente?, qu canales utilizamos para almacenar los recuerdos en
la memoria a largo plazo?, de qu manera gestionamos nuestras
emociones bsicas y universales?, planicamos los treinta aos
de vida redundante que nos regala el alargamiento de la esperan-
za de vida?, y, sobre todo, por qu van a disminuir contra todaevidencia los ndices de violencia en el planeta y aumentar los de
altruismo?
Cuando haya concluido la lectura de este libro, al lector se le
habrn sugerido nuevos caminos que, muy probablemente, le in-
duzcan a cambiar de opinin y de vida. Sabr explorar mejor las
grandes incertidumbres que supuestamente le acosan. Cules
son esos caminos?
Primero, que estamos programados, es cierto, gentica y cere-bralmente, pero programados para ser nicos, porque nos haba-
mos olvidado del impacto neuronal de la experiencia individual.
Podemos transormar nuestro cerebro.
Segundo, que la elicidad est en la sala de espera de la elici-
dady que no debiramos, por lo tanto, menospreciar el bienestar
escondido en los a menudo largos itinerarios que conducen a ella.
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Excusas para no pensar Cmo nos enfrentamos a las incertidumbres de nuestra vida
Tercero, que si la elicidad es tambin la ausencia del miedo,
tan verdad es que la belleza es la ausencia del dolor ; lo que delata
un rostro o un acontecimiento bello es que el metabolismo deaquel organismo o estructura unciona adecuadamente, de acuer-
do con las leyes sicas de la simetra.
La gente de la calle queda sorprendida y agradablemente reco-
nocida cuando juntos intuimos algo que no debiramos haber ol-
vidado nunca: hay vida antes de la muerte, y parecera lgico que
este pensamiento uera el que presidiera sus acciones, en lugar de
seguir escrutando slo si hay vida, nicamente, despus de la
muerte.Quinto, que el cerebro, lejos de buscar la verdad, lo que quiere
es sobrevivir; de ah que cualquier disonancia con lo establecido
genere su repulsa inicial. Enrentado a una opinin distinta no slo
la repudia sino que se inhibe para ni siquiera considerarla. Lo con-
trario le obligara a reconsiderar todo su planteamiento deensivo.
Sexto, que no es correcto intentar denir la inteligencia como
se ha venido haciendo hasta ahora: los homnidos eran inteligen-
tes y el resto de los animales no. Ahora resulta que pueden existirorganismos inteligentes en el resto de los animales, y humanos
que no lo son. Todo depende si se dan en ellos, simultneamente,
tres condiciones: fexibilidad de criterio que les permita cambiar
de opinin, capacidad para disear representaciones mentales
que les permiten predecir lo que va a ocurrir y, nalmente, si son
o no innovadores.
Sptimo, que lo importante para innovar no es tanto la dispo-
nibilidad de recursos como el conocimiento necesario para pro-gresar. Hemos estado acostumbrados en los aos del milagro eco-
nmico a que bastaba con aportar ms recursos para superar
dicultades, olvidando que el uturo no depender tanto de la
cantidad de recursos como de la tecnologa y del conocimiento.
Octavo, que el sistema educativo que dio trabajo a las genera-
ciones anteriores ahora es incapaz de acilitarlo a los jvenes si no
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Prlogo
estn dotados de las nuevas competencias para abrirse camino: la
capacidad de concentracin, la vocacin de solventar problemas,
la voluntad de trabajar en equipo, desarrollar la inteligencia so-cial y aprender, por n, a gestionar sus emociones.
Noveno, que el cerebro tiene sexo y que los varones al contra-
rio de las hembras irrumpen en la pubertad ms tarde y se com-
portan toda la vida como si tuvieran doce aos; en ellas, el compor-
tamiento inantil desaparece con la edad mientras que en ellos
perdura toda la vida. Lo de menos es la dierencia de su sistema
lmbico.
Dcimo, que ahora sabemos tras numerosas megaencuestas yexperimentos cientcos las dimensiones de la elicidad sin las cua-
les es muy dicil que, en promedio, se d en los humanos: relacio-
nes personales, control de la propia vida, saber sumergirse y disru-
tar del fujo de la vida. Las otras dimensiones slo muestran cierta
correlacin con la elicidad en determinadas condiciones, como los
niveles de renta, la educacin o la capacidad de resolver problemas.
Undcimo, que nadie puede pretender sustentar la armona
en la pareja, reormar el sistema educativo y gestionar el mundode las empresas sin conciliar entretenimiento y conocimiento.
Sin usionar en el mundo moderno los dos conceptos tradicional-
mente antagnicos no uncionar ni la pareja, ni la educacin, ni
la vida corporativa.
Por ltimo, que el colapso de las prestaciones sanitarias, edu-
cativas y de seguridad ciudadana, a raz de la necesaria universali-
zacin de dichas prestaciones, en un mundo cada vez ms globali-
zado, slo podr abordarse con xito desde supuestos radicalmentenuevos de las polticas de prevencin. En lugar de aportar ms re-
cursos para hacer rente a las crecientes demandas de prestacio-
nes, la solucin pasa por la puesta en pie de polticas preventivas
que mermen las demandas ulteriores.
Barcelona, marzo de 2011
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