excusas para no pensar

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  • 8/6/2019 Excusas Para No Pensar

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    Prlogo

    Ninguna de tus neuronas sabe quin eresni le importa

    Cualquier excusa es buena para pensar que lo que conviene a unapersona no slo es conveniente, sino lo ms conveniente. Nos aga-

    rramos indeectiblemente a esa excusa para no tener que pensar

    innovando o cambiando de opinin. Es sabido que el cerebro re-

    curre a mil triquiuelas para que no nos demos con la cabeza en la

    pared. Lo que le importa no es la bsqueda de la verdad sino so-

    brevivir. Y si para ello es mejor no pensar o seguir pensando como

    antes, pues tiene una excusa maravillosa para no pensar ms.

    Tanto es as que los ltimos experimentos neurocientcostienden a cuestionar lo que nos empeamos en llamar decisiones

    conscientes, al enunciarnos que diez segundos antes de optar por

    una solucin, las neuronas han decidido el tipo de resolucin que

    vamos a tomar. Sin que nosotros lo sepamos. Algo parecido ocu-

    rre con nuestro sistema motor, que opta por un msculo de una

    mano u otra, cinco segundos antes de que lo activemos.

    Entonces tuve razn de inscribir en la camiseta de mi grupo

    en Facebook: Ninguna de tus neuronas sabe quin eres ni leimporta, le solt al neurocientco britnico John Dylan Haynes,

    reconocido mundialmente por sus pruebas de resonancia magn-

    tica e imagen aplicadas al estudio del inconsciente.

    Tenas toda la razn del mundo, ue su respuesta.

    A la luz del peso exorbitante del inconsciente tanto o ms

    complejo que muchos procesos cognitivos considerados cons-

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    Excusas para no pensar Cmo nos enfrentamos a las incertidumbres de nuestra vida

    cientes, resulta que estamos ms desarmados para enjuiciar-

    nos a nosotros mismos de lo que pensbamos. Y no obstante, nos

    empeamos en escudriarnos slo a nosotros mismos, en con-templar minuciosamente nuestros intestinos y decidir, a la luz de

    lo que no vemos, si somos buenos o malos, si estamos predetermi-

    nados al xito o al racaso, si expresamos empata hacia el dolor de

    los dems o si, como los psicpatas, no tenemos sentimientos; so-

    bre todo, no tenemos la comprensin de los sentimientos ajenos.

    Tanto nos cuesta aceptar que estamos mejor preparados para

    enjuiciar a los dems, analizar el mundo de auera y, particular-

    mente, a la manada de la que ormamos parte, que al signicadodel estallido de nuestras propias neuronas al que siempre llegamos

    tarde, a toro pasado? T eres liberal o socialdemcrata, Eduar-

    do?, me pregunt un gran amigo hace veinte aos. Eso lo sabris

    los que sigis vivos cuando mis tomos se hayan descohesionado.

    Este libro parte de las refexiones sobre algo ascinante: lo que

    les pasa a los dems por dentro en modo alguno en las propias

    entraas, como suele ser el caso. Eso es lo que me pidi el XLSe-

    manal, suplemento dominical del grupo Vocento, el ms ledo detodos los semanales. Durante unos tres aos he hablado con los

    tristes y apesadumbrados para aprender lo que ellos no saban: las

    causas del desamor y sus eectos; he conversado con los optimistas

    que no encontraban a su alrededor nadie lo sucientemente ineliz

    para cuestionar su uturo; he intentado sugerir a muchos que ha-

    ba vida antes de la muerte y que ahora podamos, si no transor-

    mar el mundo, s transormar con paciencia nuestro cerebro; mul-

    titud de almas en pena han constatado conmigo que la elicidad esla ausencia del miedo, al igual que la belleza es la ausencia del dolor.

    Saba el lector por qu el nivel de fuctuaciones asimtricas

    de una cara con relacin al promedio explica mejor que unos la-

    bios gruesos o unas caderas anchas la seduccin irresistible?

    Ser posible que no sepamos todava cmo uncionan los meca-

    nismos de aprendizaje de los dems?

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    Prlogo

    Cuanto ms lo pienso ms me rearmo en la conviccin de

    que la pregunta ms obvia, la que nos deberamos haber hecho

    hace decenas de miles de aos para sobrevivir, es la de saber qules pasa a los dems por dentro. Me paran en la calle, escucho su

    discurso disonante relativo a por qu son como son sin serlo y me

    quedo ascinado de que me regalen otra ocasin de proundizar

    por qu sus neuronas no les hacen caso.

    Creyeron primero que los dogmas, aunque exigieran sacri-

    cios humanos, podan explicarlo todo. Despus descubrieron que

    el alma estaba en el cerebro pero que guardaba celosamente todos

    sus secretos. Por ltimo, ahora estn, con razn, a la espera deque las resonancias magnticas, claricadoras de las huellas deja-

    das en el cerebro por la expresin de sus genes y la experiencia in-

    dividual, les cuenten la verdad: cmo se toma una decisin, real-

    mente?, qu canales utilizamos para almacenar los recuerdos en

    la memoria a largo plazo?, de qu manera gestionamos nuestras

    emociones bsicas y universales?, planicamos los treinta aos

    de vida redundante que nos regala el alargamiento de la esperan-

    za de vida?, y, sobre todo, por qu van a disminuir contra todaevidencia los ndices de violencia en el planeta y aumentar los de

    altruismo?

    Cuando haya concluido la lectura de este libro, al lector se le

    habrn sugerido nuevos caminos que, muy probablemente, le in-

    duzcan a cambiar de opinin y de vida. Sabr explorar mejor las

    grandes incertidumbres que supuestamente le acosan. Cules

    son esos caminos?

    Primero, que estamos programados, es cierto, gentica y cere-bralmente, pero programados para ser nicos, porque nos haba-

    mos olvidado del impacto neuronal de la experiencia individual.

    Podemos transormar nuestro cerebro.

    Segundo, que la elicidad est en la sala de espera de la elici-

    dady que no debiramos, por lo tanto, menospreciar el bienestar

    escondido en los a menudo largos itinerarios que conducen a ella.

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    Excusas para no pensar Cmo nos enfrentamos a las incertidumbres de nuestra vida

    Tercero, que si la elicidad es tambin la ausencia del miedo,

    tan verdad es que la belleza es la ausencia del dolor ; lo que delata

    un rostro o un acontecimiento bello es que el metabolismo deaquel organismo o estructura unciona adecuadamente, de acuer-

    do con las leyes sicas de la simetra.

    La gente de la calle queda sorprendida y agradablemente reco-

    nocida cuando juntos intuimos algo que no debiramos haber ol-

    vidado nunca: hay vida antes de la muerte, y parecera lgico que

    este pensamiento uera el que presidiera sus acciones, en lugar de

    seguir escrutando slo si hay vida, nicamente, despus de la

    muerte.Quinto, que el cerebro, lejos de buscar la verdad, lo que quiere

    es sobrevivir; de ah que cualquier disonancia con lo establecido

    genere su repulsa inicial. Enrentado a una opinin distinta no slo

    la repudia sino que se inhibe para ni siquiera considerarla. Lo con-

    trario le obligara a reconsiderar todo su planteamiento deensivo.

    Sexto, que no es correcto intentar denir la inteligencia como

    se ha venido haciendo hasta ahora: los homnidos eran inteligen-

    tes y el resto de los animales no. Ahora resulta que pueden existirorganismos inteligentes en el resto de los animales, y humanos

    que no lo son. Todo depende si se dan en ellos, simultneamente,

    tres condiciones: fexibilidad de criterio que les permita cambiar

    de opinin, capacidad para disear representaciones mentales

    que les permiten predecir lo que va a ocurrir y, nalmente, si son

    o no innovadores.

    Sptimo, que lo importante para innovar no es tanto la dispo-

    nibilidad de recursos como el conocimiento necesario para pro-gresar. Hemos estado acostumbrados en los aos del milagro eco-

    nmico a que bastaba con aportar ms recursos para superar

    dicultades, olvidando que el uturo no depender tanto de la

    cantidad de recursos como de la tecnologa y del conocimiento.

    Octavo, que el sistema educativo que dio trabajo a las genera-

    ciones anteriores ahora es incapaz de acilitarlo a los jvenes si no

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    Prlogo

    estn dotados de las nuevas competencias para abrirse camino: la

    capacidad de concentracin, la vocacin de solventar problemas,

    la voluntad de trabajar en equipo, desarrollar la inteligencia so-cial y aprender, por n, a gestionar sus emociones.

    Noveno, que el cerebro tiene sexo y que los varones al contra-

    rio de las hembras irrumpen en la pubertad ms tarde y se com-

    portan toda la vida como si tuvieran doce aos; en ellas, el compor-

    tamiento inantil desaparece con la edad mientras que en ellos

    perdura toda la vida. Lo de menos es la dierencia de su sistema

    lmbico.

    Dcimo, que ahora sabemos tras numerosas megaencuestas yexperimentos cientcos las dimensiones de la elicidad sin las cua-

    les es muy dicil que, en promedio, se d en los humanos: relacio-

    nes personales, control de la propia vida, saber sumergirse y disru-

    tar del fujo de la vida. Las otras dimensiones slo muestran cierta

    correlacin con la elicidad en determinadas condiciones, como los

    niveles de renta, la educacin o la capacidad de resolver problemas.

    Undcimo, que nadie puede pretender sustentar la armona

    en la pareja, reormar el sistema educativo y gestionar el mundode las empresas sin conciliar entretenimiento y conocimiento.

    Sin usionar en el mundo moderno los dos conceptos tradicional-

    mente antagnicos no uncionar ni la pareja, ni la educacin, ni

    la vida corporativa.

    Por ltimo, que el colapso de las prestaciones sanitarias, edu-

    cativas y de seguridad ciudadana, a raz de la necesaria universali-

    zacin de dichas prestaciones, en un mundo cada vez ms globali-

    zado, slo podr abordarse con xito desde supuestos radicalmentenuevos de las polticas de prevencin. En lugar de aportar ms re-

    cursos para hacer rente a las crecientes demandas de prestacio-

    nes, la solucin pasa por la puesta en pie de polticas preventivas

    que mermen las demandas ulteriores.

    Barcelona, marzo de 2011

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