evangelio san mateo

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  • 1

  • Libro de la generacin de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.

    1, 1

  • Isaac

    JacobJud

    FaresHesron

    AramAminadab

    NahasnSalmn

    BoozObed

    JesDavid

    Abrahm

    Abraham engendr a Isaac, Isaac engendr a Jacob, Jacob engendr a Jud y a sus

    hermanos, Jud engrendr a Fares, Fares engendr a Esrom, Esrom engendr a Aram, Aram

    engendr a Aminadab, Aminadab engrendr a Naassn, Naassn

    engendr a Salmn, Salmn engendr, de Rajab, a Booz, Booz

    engendr, a Obed, Obed engendr a JesJes engendr al

    rey David. David engendr,a Salomn,

    1, 2-6

  • SalomnRoboam

    AsJosafat

    JoramOzias

    JoatamAcaz

    Ezequas

    ManassAmn

    JosasJeconas

    Abiam

    Salomn engendr a Roboam, Roboam engendr a Abi, Abi

    engendr a Asaf, Asaf engendr a Josafat, Josafat engendr a Joram,

    Joram engendr a Ozas, Ozas engendr a Joatam, Joatam

    engendr a Acaz, Acaz engendr a Ezequas, Ezequas engendr a Manass, Manass engendr a

    Amn, Amn engendr a Josas, Josas engendr a Jeconas

    1, 7-11

  • SalatielZorobabel

    AbihudEliaquim

    AzorSadoc

    AquimEliud

    Eleazar

    MatnJacob

    Jos

    Jeconas engendr a Salatiel, Salatiel engendr a Zorobabel, Zorobabel

    engendr a Abiud, Abiud engendr a Eliakim, Eliakim engendr a Azor,

    Azor engendr a Sadoq, Sadoq engendr a Aquim, Aquim engendr

    a Eliud, Eliud engendr a Eleazar, Eleazar engendr a Mattn, Mattn

    engendr a Jacob,

    y Jacob engendr a Jos, el esposo de Mara, de la que naci Jess,

    llamado Cristo.

    1, 12-16

  • La generacin de Jesucristo

    fue de esta manera:

    Su madre, Mara, estaba

    desposada con Jos y,

    antes de empezar a estar juntos

    ellos, se encontr

    encinta por obra del

    Espritu Santo.

    1, 18

  • Su marido Jos,

    como era justo y no quera

    ponerla en evidencia,

    resolvi repudiarla en secreto.

    1, 19

  • As lo tena planeado, cuando el ngel del Seor se le apareci en sueos y le dijo: Jos, hijo de David, no temas tomar contigo a Mara tu mujer

    porque lo engendrado en ella es del Espritu Santo. Dar a luz un hijo, y t le pondrs por nombre Jess, porque l salvar a su pueblo

    de sus pecados.

    1, 20-21

  • Todo esto sucedi para que se cumpliese el

    orculo del Seor por medio del

    profeta: Ved que la virgen concebir y dar a

    luz un hijo, y le pondrn por

    nombre Emmanuel, que traducido

    significa: Dios con nosotros.

    1, 22-23

  • Despertado Jos del sueo,

    hizo como el ngel del Seor le haba mandado,

    y tom consigo a su mujer.

    Y no la conoca hasta que ella

    dio a luz un hijo, y le puso

    por nombre Jess.

    1, 24-25

  • 2 2

  • Nacido Jess en Beln de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venan del Oriente se presentaron en Jerusaln, diciendo:

    Dnde est el Rey de los judos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.

    2, 1-3

  • Oyndolos, el rey Herodes se sobresalt y con l toda Jerusaln. Convoc a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo,

    y por ellos se estuvo informando del lugar donde haba de nacer el Cristo.

    2, 3-4

  • Ellos le dijeron: En Beln de Judea, porque as est escrito por medio del profeta:

    Y t, Beln, tierra de Jud, no eres, no, el menor entre los principales clanes de Jud; porque de ti saldr un caudillo que apacentar

    a mi pueblo Israel.

    2, 5-6

  • Entonces Herodes llam aparte a los magos y por sus datos precis el tiempo de la aparicin de la estrella.

    Despus, envindolos a Beln, les dijo: Id e indagad cuidadosamente sobre ese nio; y cuando le encontris,

    comunicdmelo, para ir tambin yo a adorarle.

    2, 7-8

  • Ellos, despus de or al rey, se pusieron en camino, y he aqu que la estrella que haban visto en el Oriente

    iba delante de ellos, hasta que lleg y se detuvo encima del lugar donde estaba el nio.

    2, 9

    2, 9

  • Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegra. Entraron en la casa; vieron al nio con Mara su madre y, postrndose, le adoraron; abrieron luego sus cofres

    y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra.

    2, 10-11

  • Y, avisados en sueos que no volvieran donde Herodes, se retiraron

    a su pas por otro camino.

    2, 12

  • Despus que ellos se retiraron, el ngel del Seor se apareci en sueos a Jos y le dijo:

    Levntate, toma contigo al nio y a su madre y huye a Egipto; y estate all hasta que yo te diga.

    Porque Herodes va a buscar al nio para matarle.

    2, 13

  • l se levant, tom de noche al nio y a su madre, y se retir a Egipto; y estuvo all hasta la muerte de Herodes;

    para que se cumpliera el orculo del Seor por medio del profeta: De Egipto llam a mi hijo.

    2, 14-15

  • Entonces Herodes, al ver que haba sido burlado por los magos, se enfureci terriblemente y envi a matar a todos los nios de Beln

    y de toda su comarca, de dos aos para abajo, segn el tiempo que haba precisado por los magos.

    2, 16

  • Entonces se cumpli el orculo del profeta Jeremas: Un clamor se ha odo en Ram, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse,

    porque ya no existen.

    2, 17-18

  • Muerto Herodes, el ngel del Seor se apareci en sueos a Jos en Egipto y le dijo:

    Levntate, toma contigo al nio y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel;

    pues ya han muerto los que buscaban la vida del nio.

    2, 19-20

  • l se levant, tom consigo al Nio y a su Madre, y entr en tierra de Israel.

    2, 21

  • Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes,

    tuvo miedo de ir all; y avisado en sueos, se retir a la regin de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese el orculo de los

    profetas: Ser llamado Nazoreo.

    2, 22-23

  • 3

  • Por aquellos das aparece Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: Convertios porque ha llegado el Reino de los

    Cielos. Este es aqul de quien habla el profeta Isaas cuando dice: Voz del que clama en el desierto:

    Preparad el camino del Seor enderezad sus sendas.

    3, 1-3

  • Tena Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturn de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre.

    3, 4

  • Acudan entonces a l de Jerusaln, de toda Judea

    y de toda la regin del Jordn,

    y eran bautizados por l

    en el ro Jordn, confesando sus

    pecados.

    Me

    di t

    er

    r

    ne

    o

    ...... .

    .

    ..

    CafarnamBetsaida

    CanNazaret

    Naim

    LagoTiberiades

    MarMuerto

    RoJordn

    Emas Jerusaln

    Jeric

    BelenBetania

    GALILEA

    SAMARIA

    JUDEA

    3, 5-6

  • Pero viendo l venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: Raza de vboras, quin os ha enseado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversin, y no creis que basta con decir

    en vuestro interior: "Tenemos por padre a Abraham

    3, 7-8

  • Porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham.

    3, 9

  • Ya est el hacha puesta a la raz de los rboles; y todo rbol que no d buen fruto ser cortado y arrojado al fuego.

    3, 10

  • Yo os bautizo en agua para conversin;

    pero Aquel que viene detrs de m

    es ms fuerte que yo, y no soy digno

    de llevarle las sandalias. l os bautizar

    en Espritu Santo y fuego.

    En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era:

    recoger su trigo en el granero,

    pero la paja la quemar con fuego

    que no se apaga.

    3, 11-12

  • Entonces aparece Jess, que viene de Galilea al Jordn donde Juan, para ser bautizado por l. Pero Juan trataba de impedrselo diciendo:

    Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, y t vienes a m?

    3, 13-14

  • Jess le respondi:

    Djame ahora, pues conviene

    que as cumplamos toda justicia.

    Entonces le dej.

    3, 15

  • Bautizado Jess, sali luego del agua;

    y en esto se abrieron los cielos y vio al Espritu de Dios

    que bajaba en forma de paloma

    y vena sobre l.

    Y una voz que sala de los cielos deca:

    Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.

    3, 16-17

  • 4

  • Entonces Jess fue llevado por el Espritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y despus de hacer un ayuno de cuarenta

    das y cuarenta noches, al fin sinti hambre.

    4, 1-2

  • Y acercndose el tentador,

    le dijo:

    Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras

    se conviertan en panes.

    Mas l respondi:

    Est escrito: No slo de pan vive el hombre,

    sino de toda palabra que sale de la boca

    de Dios.

    4, 3-4

  • Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa,

    le pone sobre el alero del Templo, y le dice:

    Si eres Hijo de Dios, trate abajo, porque est escrito:

    - A sus ngeles te encomendar, y en sus manos te llevarn, para que no tropiece tu pie

    en piedra alguna.-

    Jess le dijo:

    Tambin est escrito: -No tentars al Seor tu Dios.-

    4, 5-6

  • Todava le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice:

    Todo esto te dar si postrndote me adoras. Dcele entonces Jess:

    Aprtate, Satans, porque est escrito: -Al Seor tu Dios adorars, y slo a l dars culto.-

    4, 8-10

  • Entonces el diablo lo deja. Y he aqu que se acercaron unos ngeles y le servan.

    4, 11

  • Cuando oy que Juan haba sido entregado, se retir a Galilea.

    Y dejando Nazaret, vino a residir en Cafarnam

    junto al mar, en el trmino de Zabuln y Neftal;

    para que se cumpliera el orculo del profeta Isaas:

    -Tierra de Zabuln, tierra de Neftal, camino del mar, allende el Jordn,

    Galilea de los gentiles!. El pueblo que habitaba en tinieblas

    ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje

    de sombras de muerte una luz les ha amanecido.-

    Me

    di t

    er

    r

    ne

    o

    ...... .

    .

    ..

    CafarnamBetsaida

    CanNazaret

    Naim

    LagoTiberiades

    MarMuerto

    RoJordn

    Emas Jerusaln

    Jeric

    BelenBetania

    GALILEA

    SAMARIA

    JUDEA

    4, 12-16

  • Desde entonces comenz Jess a predicar y decir: Convertos, porque el Reino de los Cielos ha llegado.

    4, 17

  • Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simn, llamado Pedro, y su hermano Andrs, echando la red en

    el mar, pues eran pescadores,y les dice: Venid conmigo, y os har pescadores de hombres.

    Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron.

    4, 18-20

  • Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo

    arreglando sus redes; y los llam. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron.

    4, 21-22

  • Recorra Jess toda Galilea, enseando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad

    y toda dolencia en el pueblo.

    4, 23

  • Su fama lleg a toda Siria; y le trajeron todos los que se encontraban mal con enfermedades y sufrimientos diversos, endemoniados,

    lunticos y paralticos, y los cur. Y le sigui una gran muchedumbre de Galilea, Decpolis, Jerusaln

    y Judea, y del otro lado del Jordn.

    4, 24-25

  • 5

  • Viendo la muchedumbre, subi al monte, se sent, y sus discpulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseaba diciendo:

    5, 1-2

  • Bienaventurados los pobres de espritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

    Bienaventurados los mansos porque ellos poseern en herencia la tierra.

    Bienaventurados los que lloran, porque ellos sern consolados.

    5, 3-5

  • Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos sern saciados.

    Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarn misericordia.

    Bienaventurados los limpios de corazn, porque ellos vern a Dios.

    5, 6-8

  • Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos sern llamados hijos de Dios.

    Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

    Bienaventurados seris cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra

    vosotros por mi causa.

    Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa ser grande en los cielos; pues de la misma manera

    persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

    5, 9-12

  • Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirta,

    con qu se la salar? Ya no sirve para nada ms que para ser tirada afuera

    y pisoteada por los hombres.

    5, 13

  • Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de

    un monte. Ni tampoco se enciende una lmpara y la ponen

    debajo del celemn, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que estn en la casa.

    Brille as vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras

    y glorifiquen a vuestro Padre que est en los cielos.

    5, 14-16

  • No pensis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir,

    sino a dar cumplimiento. S, os lo aseguro:

    el cielo y la tierra pasarn antes que pase una i o una tilde de la Ley

    sin que todo suceda.

    5, 17-18

  • Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos

    ms pequeos y as lo ensee a los hombres,

    ser el ms pequeo en el Reino de los Cielos;

    en cambio, el que los observe y los ensee,

    se ser grande en el Reino de los Cielos.

    5, 19

  • Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor

    que la de los escribas y fariseos, no entraris

    en el Reino de los Cielos.

    5, 20

  • Pues yo os digo:

    Todo aquel que se encolerice contra su hermano, ser reo ante el tribunal;

    pero el que llame a su hermano "imbcil", ser reo ante el Sanedrn; y el que lo llame

    "renegado", ser reo de la gehenna de fuego.

    Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano

    tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda all, delante del altar, y vete primero a

    reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.

    Habis odo que se dijo a los

    antepasados:

    = No matars; = y aquel que mate

    ser reo ante el tribunal.

    5, 21-23

  • Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con l por el camino; no sea que tu adversario

    te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la crcel.

    Yo te aseguro: no saldrs de all hasta que no hayas pagado el ltimo cntimo.

    5, 25-26

  • Pues yo os digo:

    Todo el que mira a una mujer desendola, ya cometi adulterio con

    ella en su corazn.

    Habis odo que se dijo:

    No cometers adulterio.

    5, 27-28

  • Si, pues, tu ojo derecho te es ocasin de pecado, scatelo y arrjalo de ti;

    ms te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna.

    Y si tu mano derecha te es ocasin de pecado, crtatela y arrjala de ti;

    ms te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna.

    5, 29-30

  • Pues yo os digo:

    Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicacin,

    la hace ser adltera; y el que se case

    con una repudiada, comete adulterio.

    Tambin se dijo:

    = El que repudie a su mujer,

    que le d acta de divorcio. =

    5, 31-32

  • Pues yo digo que no juris

    en modo alguno: ni por el Cielo,

    porque es el trono de Dios, ni por la Tierra,

    porque es el escabel de sus pies;

    ni por Jerusaln, porque es la ciudad

    del gran rey. Ni tampoco jures

    por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus

    cabellos puedes hacerlo blanco o negro.

    5, 33-36

    Habis odo tambin que se dijo

    a los antepasados:

    No perjurars, sino que cumplirs

    al Seor tus juramentos.

  • Sea vuestro lenguaje: "S, s"; "no, no":

    que lo que pasa de aqu viene del Maligno.

    5, 37

  • Pues Yo os digo:

    No resistis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha

    ofrcele tambin la otra: al que quiera pleitear contigo

    para quitarte la tnica djale tambin el manto;

    y al que te obligue a andar una milla vete con l dos.

    A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.

    5, 38-42

    Habis odo que se dijo:

    Ojo por ojo y diente por diente.

  • Pues yo os digo:

    Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan

    para que seis hijos de vuestro Padre elestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos,

    y llover sobre justos e injustos. Porque si amis a los que os aman,

    qu recompensa vais a tener? No hacen eso mismo tambin los publicanos? Y si no saludis ms que a vuestros hermanos,

    qu hacis de particular? No hacen eso mismo tambin los gentiles?

    Habis odo que se dijo:

    Amars a tu prjimo y odiars a tu enemigo.

    5, 43-47

  • Vosotros, pues, sed perfectos

    como es perfecto vuestro Padre celestial.

    5, 48

  • 6

  • Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos;

    de lo contrario no tendris recompensa de vuestro Padre celestial.

    6, 1

  • Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante

    como hacen los hipcritas en las sinagogas y por las calles,

    con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga.

    T, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda

    lo que hace tu derecha, as tu limosna quedar en secreto;

    y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensar.

    6, 2-4

  • Y cuando oris, no seis como los hipcritas,

    que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas

    bien plantados para ser vistos de los hombres;

    en verdad os digo que ya reciben su paga.

    T, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento

    y, despus de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que est all, en lo secreto;

    y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensar.

    6, 5-6

  • Y al orar, no charlis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrera

    van a ser escuchados.

    No seis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitis

    antes de pedrselo.

    6, 7-8

  • Vosotros, pues, orad as:

    Padre nuestro que ests en los cielos, santificado sea tu Nombre;

    venga tu Reino; hgase tu Voluntad as en la tierra como en el cielo.

    Nuestro pan cotidiano dnosle hoy; y perdnanos nuestras deudas,

    as como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentacin, mas lbranos del mal.

    Que si vosotros perdonis a los hombres sus ofensas, os perdonar tambin a vosotros vuestro Padre celestial;

    pero si no perdonis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonar vuestras ofensas.

    6, 9-15

    si

  • Cuando ayunis, no pongis cara triste, como los hipcritas,

    que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan;

    en verdad os digo que ya reciben su paga.

    T, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,

    para que tu ayuno sea visto, no por los hombres,

    sino por tu Padre que est all, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto,

    te recompensar.

    6, 16-18

    si

  • No os amontonis tesoros en la tierra,

    donde hay polilla y herrumbre que corroen,

    y ladrones que socavan y roban.

    Amontonaos ms bien tesoros en el cielo,

    donde no hay polilla ni herrumbre que corroan,

    ni ladrones que socaven y roben.

    Porque donde est tu tesoro, all estar tambin tu corazn.

    6, 19-21

    si

  • La lmpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo est sano,

    todo tu cuerpo estar luminoso.

    Pero si tu ojo est malo, todo tu cuerpo estar a oscuras.

    Y, si la luz que hay en ti es oscuridad,

    qu oscuridad habr!

    6, 22-23

    si

  • Nadie puede servir a dos seores; porque aborrecer a uno y amar al otro;

    o bien se entregar a uno y despreciar al otro. No podis servir a Dios y al Dinero.

    6, 24,25

    si

  • Por eso os digo: No andis preocupados por vuestra vida, qu comeris,

    ni por vuestro cuerpo, con qu os vestiris. No vale ms la vida que el alimento,

    y el cuerpo ms que el vestido?

    6, 25

  • Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. No valis vosotros ms que ellas?

    Por lo dems, quin de vosotros puede, por ms que se preocupe, aadir un solo codo a la medida de su vida?

    6, 26-27

    si

  • Y del vestido, por qu preocuparos? Observad las flores del campo, cmo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomn,

    en toda su gloria, se visti como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y maana se echa al horno,

    Dios as la viste, no lo har mucho ms con vosotros, hombres de poca fe?

    6, 28-30

  • No andis, pues, preocupados diciendo: Qu vamos a comer?, qu vamos a beber?

    con qu vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles;

    pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenis necesidad de todo eso.

    Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darn por aadidura.

    As que no os preocupis del maana: el maana se preocupar de s mismo.

    Cada da tiene bastante con su propio mal.

    6, 31-34

  • 7

  • No juzguis, para que no seis juzgados.

    Porque con el juicio

    con que juzguis seris juzgados, y con la medida con que midis

    se os medir.

    7, 1-2

  • Cmo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga

    que hay en tu ojo? O cmo vas a decir

    a tu hermano: "Deja que te saque la brizna del ojo",

    teniendo la viga en el tuyo? Hipcrita,

    saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrs ver

    para sacar la brizna del ojo de tu hermano.

    7, 3-5

  • No deis a los perros lo que es santo,

    ni echis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen

    con sus patas, y despus, volvindose,

    os despedacen.

    7, 6

  • Pedid y se os dar; buscad y hallaris; llamad y se os abrir.

    Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al llama, se le

    abrir. O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo

    que le pide pan le d una piedra; o si le pide un pez, le d una culebra?

    7, 7-10

  • Si, pues, vosotros, siendo malos, sabis dar cosas buenas a vuestros hijos,

    cunto ms vuestro Padre que est en los cielos dar cosas buenas a los que se las pidan!

    7, 11

  • Por tanto, todo cuanto queris que os hagan los hombres, hacdselo tambin vosotros a ellos;

    porque sta es la Ley y los Profetas.

    7, 12

  • Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdicin,

    y son muchos los que entran por ella; mas qu estrecha la entrada y qu angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los que lo encuentran.

    7, 13-14

  • Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

    7, 15

  • Por sus frutos los conoceris. Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? As,

    todo rbol bueno da frutos buenos, pero el rbol malo da frutos malos. Un rbol bueno no puede producir frutos malos, ni un rbol malo producir frutos buenos.Todo rbol que no da buen fruto, es

    cortado y arrojado al fuego. As que por sus frutos los reconoceris.

    7, 16-20

  • No todo el que me diga: "Seor, Seor, entrar en el Reino de los Cielos,

    sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirn aquel Da:

    "Seor, Seor, no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y

    en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declarar:

    "Jams os conoc; apartaos de M, agentes de iniquidad!

    7, 21-23

  • As pues, todo el que oiga estas palabras mas y las ponga en prctica, ser como el hombre prudente que edific su casa

    sobre roca: cay la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los

    vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cay, porque estaba cimentada sobre

    roca. Y todo el que oiga estas palabras mas y no las ponga en prctica, ser como el hombre insensato

    que edific su casa sobre arena:cay la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos,

    irrumpieron contra aquella casa y cay, y fue grande su ruina.

    7, 24-27

  • Y sucedi que cuando acab Jess estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina;

    porque les enseaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.

    7, 28-29

  • 8

  • Cuando baj del monte, fue siguindole una gran muchedumbre.

    8-1

  • En esto, un leproso se acerc y se postr ante l, diciendo:

    Seor, si quieres puedes limpiarme.

    l extendi la mano, le toc y dijo:

    Quiero, queda limpio.

    Y al instante qued limpio de su lepra.

    Y Jess le dice:

    Mira, no se los digas a nadie, sino vete, mustrate al sacerdote

    y presenta la ofrenda que prescribi Moiss,

    para que les sirva de testimonio.

    8, 2-4

  • Al entrar en Cafarnam, se le acerc un centurin ...

    8, 5

    Me

    di t

    er

    r

    ne

    o....

    .. ..

    ..

    CafarnamBetsaida

    CanNazaret

    Naim

    LagoTiberiades

    MarMuerto

    RoJordn

    Emas Jerusaln

    Jeric

    BelenBetania

    GALILEA

    SAMARIA

    JUDEA

  • 8, 6

    Al entrar en Cafarnam, se le acerc un centurin y le rog diciendo: Seor, mi criado yace en casa paraltico

    con terribles sufrimientos.

  • Dcele Jess:

    Yo ir a curarle.

    Replic el centurin:

    Seor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi

    criado quedar sano. Porque tambin yo, que soy

    un subalterno, tengo soldados a mis rdenes, y

    digo a ste: "Vete", y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi

    siervo: "Haz esto", y lo hace.

    8, 7-9

  • Al or esto Jess qued admirado y dijo a los que le seguan: Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrn muchos de oriente y occidente y se pondrn a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino sern echados a las

    tinieblas de fuera; all ser el llanto y el rechinar de dientes.

    8, 10-12

  • Y dijo Jess al centurin: Anda; que te suceda como has credo.

    Y en aquella hora san el criado.

    8, 13

  • Al llegar Jess a casa de Pedro, vio a la suegra de ste en cama, con fiebre. Le toc la mano y la fiebre la dej;

    y se levant y se puso a servirles.

    8, 14-15

  • Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; l expuls a los espritus

    con una palabra, y cur a todos los enfermos,

    para que se cumpliera el orculo del profeta Isaas:

    l tom nuestras flaquezas y carg con nuestras

    enfermedades.

    Vindose Jess rodeado de la muchedumbre, mand pasar a la otra orilla.

    8, 16-18

  • Y un escriba se acerc y le dijo: Maestro, te seguir

    adondequiera que vayas.

    Dcele Jess:

    Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos;

    pero el Hijo del hombre no tiene

    donde reclinar la cabeza.

    Otro de los discpulos le dijo:

    Seor, djame ir primero a enterrar a mi padre.

    Dcele Jess:

    Sgueme, y deja que los muertos entierren

    a sus muertos.

    8, 19-22

  • Subi a la barca y sus discpulos le siguieron. De pronto se levant en el mar una tempestad tan grande

    que la barca quedaba tapada por las olas; pero l estaba dormido. Acercndose ellos le despertaron diciendo:

    Seor, slvanos, que perecemos! Dceles:

    Por qu tenis miedo, hombres de poca fe? Entonces se levant, increp a los vientos y al mar, y sobrevino una

    gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decan: Quin es ste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?

    8, 23-27

  • Al llegar a la otra orilla, a la regin de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salan de los sepulcros, y

    tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: Qu tenemos nosotros contigo,

    Hijo de Dios? Has venido aqu para atormentarnos antes de tiempo? Haba all a cierta distancia una gran piara

    de puercos paciendo.

    8, 28-30

  • Y le suplicaban los demonios: Si nos echas, mndanos a esa piara de puercos. El les dijo: Id. Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arroj al mar

    precipicio abajo, y perecieron en las aguas.

    8, 31-32

  • Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y tambin lo de los endemoniados. Y he aqu que toda la ciudad

    sali al encuentro de Jess y, en vindole, le rogaron que se retirase de su trmino

    8, 33-34

  • 9

  • Subiendo a la barca, pas a la otra orilla y vino a su ciudad.

    9, 1

  • En esto le trajeron un paraltico postrado en una camilla. Viendo Jess la fe de ellos, dijo al paraltico:

    Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados.

    9, 2

  • Pero he aqu que algunos escribas dijeron para s: ste est blasfemando.

    9, 3

  • Jess, conociendo sus pensamientos, dijo: Por qu pensis mal en vuestros corazones?

    Qu es ms fcil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levntate y anda"?

    9, 4-5

  • Pues para que sepis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, dice entonces al paraltico:

    Levntate, toma tu camilla y vete a tu casa.

    9, 6

  • l se levant y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temi y glorific a Dios, que haba dado tal poder a los hombres.

    9, 7-8

  • Cuando se iba de all, al pasar vio Jess a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice:

    Sgueme. El se levant y le sigui.

    9, 9

    Impuestos

  • Y sucedi que estando l a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jess y

    sus discpulos. Al verlo los fariseos decan a los discpulos: Por qu come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?

    9, 10-11

  • Mas l, al orlo, dijo: No necesitan mdico los que estn fuertes sino los que estn

    mal. Id, pues, a aprender qu significa aquello de: -Misericordia quiero, que no sacrificio.-

    Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.

    9, 12-13

  • Entonces se le acercan los discpulos de Juan y le dicen: Por qu nosotros y los fariseos ayunamos,

    y tus discpulos no ayunan? Jess les dijo:

    Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio est con ellos? Das vendrn en que les ser arrebatado el

    novio; entonces ayunarn.

    9, 14-15

  • Nadie echa un remiendo de pao nuevo en un vestido viejo, porque lo aadido tira del vestido, y se produce un desgarrn peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en

    pellejos nuevos, y as ambos se conservan.

    9, 16-17

  • As les estaba hablando, cuando se acerc un magistrado y se postr ante l diciendo:

    Mi hija acaba de morir, pero ven, impn tu mano sobre ella y vivir. Jess se levant y le sigui junto con sus discpulos.

    9, 18-19

  • En esto, una mujer que padeca flujo de sangre desde haca doce

    aos se acerc por detrs y toc la orla de su manto.

    Pues se deca para s:

    Con slo tocar su manto, me salvar.

    Jess se volvi, y al verla le dijo:

    Animo!, hija, tu fe te ha salvado.!

    Y se salv la mujer desde aquel momento.

    9, 20-22

  • Al llegar Jess a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, deca:

    Retiraos! La muchacha no ha muerto; est dormida. Y se burlaban de l. Mas, echada fuera la gente, entr l,

    la tom de la mano, y la muchacha se levant. Y la noticia del suceso se divulg por toda aquella comarca.

    9, 23-26

  • Cuando Jess se iba de all, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: Ten piedad de nosotros, Hijo de David!

    9, 27

  • Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jess les dice: Creis que puedo hacer eso?

    Dcenle: S, Seor.

    9, 28

  • Entonces les toc los ojos diciendo:

    Hgase en vosotros segn vuestra fe.

    Y se abrieron sus ojos.

    Jess les orden severamente:

    Mirad que nadie lo sepa!

    Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama

    por toda aquella comarca.

    9, 29-31

  • Salan ellos todava, cuando le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompi a hablar el mudo.

    Y la gente, admirada, deca: Jams se vio cosa igual en Israel. Pero los fariseos decan:

    Por el Prncipe de los demonios expulsa a los demonios.

    9, 32-34

  • Jess recorra todas las ciudades y aldeas, enseando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino

    y sanando todo enfermedad y toda dolencia.

    9, 35

  • Y al ver a la muchedumbre, sinti compasin de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor.

    Entonces dice a sus discpulos: La mies es mucha y los obreros pocos.

    Rogad, pues, al Dueo de la mies que enve obreros a su mies.

    9, 36-38

  • 10 10

  • 10, 1-4

    Y llamando a sus doce discpulos, les dio poder sobre los espritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apstoles son stos: primero

    Simn, llamado Pedro, y su hermano Andrs; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolom; Toms y Mateo el publicano;

    Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simn el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entreg.

  • A estos doce envi Jess, despus de darles estas instrucciones:

    No tomis camino de gentiles, ni entris en ciudad de samaritanos;

    dirigios ms bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

    Id proclamando que el Reino de los Cielos est cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis.

    No os procuris oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino,

    ni dos tnicas, ni sandalias, ni bastn; porque el obrero merece su sustento.

    10, 5-10

  • En la ciudad o pueblo en que entris, informaos de quin hay en l digno,

    y quedaos all hasta que salgis. Al entrar en la casa, saludadla.

    Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras,

    salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies.

    Yo os aseguro: el da del Juicio habr menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra

    que para aquella ciudad.

    10, 11-15

  • Mirad que yo os envo como ovejas en medio de lobos.

    Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas.

    Guardaos de los hombres, porque os entregarn a los tribunales

    y os azotarn en sus sinagogas; y por mi causa seris llevados

    ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles.

    Mas cuando os entreguen, no os preocupis de cmo o qu vais a hablar. Lo que tengis que hablar se os comunicar

    en aquel momento. Porque no seris vosotros los que hablaris, sino el Espritu de vuestro

    Padre el que hablar en vosotros.

    10, 16-20

  • Entregar a la muerte hermano a hermano y padre a hijo;

    se levantarn hijos contra padres y los matarn.

    Y seris odiados de todos por causa de mi nombre;

    pero el que persevere hasta el fin, se se salvar.

    10, 21-22

  • Cuando os persigan en una ciudad huid a otra,

    y si tambin en sta os persiguen, marchaos a otra. Yo os aseguro:

    no acabaris de recorrer las ciudades de Israel

    antes que venga el Hijo del hombre. No est el discpulo por encima del maestro,

    ni el siervo por encima de su amo. Ya le basta al discpulo ser como su maestro,

    y al siervo como su amo. Si al dueo de la casa

    le han llamado Beelzebul, cunto ms a sus domsticos!

    10, 23-25

  • No les tengis miedo. Pues no hay nada encubierto

    que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad,

    decidlo vosotros a la luz; y lo que os al odo,

    proclamadlo desde los terrados. Y no temis a los que matan el cuerpo,

    pero no pueden matar el alma; temed ms bien a Aquel

    que puede llevar a la perdicin alma y cuerpo en la gehenna.

    10, 26-28

  • No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caer en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre.

    En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza

    estn todos contados. No temis, pues; vosotros valis ms

    que muchos pajarillos.

    Por que todo aquel que se declare por M ante los hombres,

    yo tambin me declarar por l ante mi Padre que est en los cielos;

    pero a quien me niegue ante los hombres, le negar yo tambin

    ante mi Padre que est en los cielos.

    10, 29-33

  • No pensis que he venido a traer paz a la tierra.

    No he venido a traer paz, sino espada. S, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre,

    a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual

    sern los que conviven con l. El que ama a su padre o a su madre

    ms que a m, no es digno de m; el que ama a su hijo o a su hija ms que a m,

    no es digno de m.

    10, 34-37

  • El que no toma su cruz y me sigue detrs no es digno de m.

    El que encuentre su vida, la perder; y el que pierda su vida por m,

    la encontrar.

    10, 38-39

  • Quien a vosotros recibe, a M me recibe,

    y quien me recibe a M, recibe a Aquel que me ha enviado.

    Quien reciba a un profeta por ser profeta,

    recompensa de profeta recibir, y quien reciba a un justo

    por ser justo, recompensa de justo recibir.

    10, 40-41

  • Y todo aquel que d de beber tan slo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeos,

    por ser discpulo, os aseguro

    que no perder su recompensa.

    10, 42

  • 11

  • Y sucedi que, cuando acab Jess de dar instrucciones a sus doce discpulos, parti de all para ensear

    y predicar en sus ciudades.

    11, 1

  • Juan, que en la crcel haba odo hablar

    de las obras de Cristo, envi a sus discpulos

    a decirle:

    Eres T el que ha de venir,

    o debemos esperar a otro?

    11, 2-3

  • Id y contad a Juan lo que os y veis: los ciegos ven y los cojos andan,

    los leprosos quedan limpios y los sordos oyen,

    los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva;

    y dichoso aquel que no halle escndalo en M!

    11, 4-6

    Jess les respondi:

  • 11, 7-10 Cuando stos se marchaban,

    se puso Jess a hablar de Juan a la gente:

    Qu salisteis a ver en el desierto? Una caa agitada por el viento?

    Qu salisteis a ver, si no? Un hombre elegantemente vestido?

    No! Los que visten con elegancia estn en los palacios de los reyes.

    Entonces a qu salisteis? A ver un profeta?

    S, os digo, y ms que un profeta. Este es de quien est escrito:

    He aqu que yo envo mi mensajero delante de ti, que preparar por delante tu camino.

  • En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer

    uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el ms pequeo

    en el Reino de los Cielos es mayor que l.

    Desde los das de Juan el Bautista hasta ahora,

    el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.

    11, 11-12

  • Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley,

    hasta Juan, profetizaron. Y, si queris admitirlo, l es Elas,

    el que iba a venir. El que tenga odos, que oiga.

    11, 13-15

  • Pero, con quin comparar a esta generacin?

    Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: "Os hemos tocado la flauta,

    y no habis bailado, os hemos entonado endechas, y no os

    habis lamentado. Porque vino Juan, que ni coma

    ni beba, y dicen: "Demonio tiene.

    Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, dicen: "Ah

    tenis un comiln y un borracho, amigo de publicanos

    y pecadores." Y la Sabidura se ha acreditado

    por sus obras.

    11, 16-19

  • Entonces se puso a maldecir a las ciudades en las que se haban realizado la mayora de sus milagros, porque no se haban

    convertido:

    Ay de ti, Corazn! Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidn se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras,

    tiempo ha que en sayal y ceniza se habran convertido. Por eso os digo que el da del Juicio habr menos rigor para Tiro y Sidn que

    para vosotras.

    11, 20-22

  • Y t, Cafarnam, hasta el cielo te vas a encumbrar?. Hasta el Hades te hundirs! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, an subsistira el da de hoy. Por eso os digo que el da del Juicio habr menos rigor

    para la tierra de Sodoma que para ti.

    11, 23-24

  • En aquel tiempo, tomando Jess la palabra, dijo:

    Yo te bendigo, Padre, Seor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios

    e inteligentes, y se las has revelado a pequeos. S, Padre, pues tal ha sido tu beneplcito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre,

    ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

    11, 25-27

  • Venid a m todos los que estis fatigados y sobrecargados, y yo os dar descanso.

    Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de m,

    que soy manso y humilde de corazn; y hallaris descanso para vuestras almas.

    Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

    11, 28-30

  • 12

  • En aquel tiempo cruzaba Jess un sbado por los sembrados. Y sus discpulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas

    y a comerlas. Al verlo los fariseos, le dijeron: Mira, tus discpulos hacen lo que no es lcito hacer en sbado.

    12, 1-2

  • Pas de all y se fue a la sinagoga de ellos. Haba all un hombre que tena una mano seca. Y le preguntaron si era lcito curar en sbado,

    para poder acusarlo.

    12, 9-10

  • El les dijo: Quin de vosotros que tenga una sola oveja, si sta cae en un

    hoyo en sbado, no la agarra y la saca? Pues, cunto ms vale un hombre que una oveja!

    Por tanto, es lcito hacer bien en sbado. Entonces dice al hombre:

    Extiende tu mano. El la extendi, y qued restablecida, sana como la otra.

    12, 11-13

  • Pero los fariseos, en cuanto salieron, se confabularon contra l para ver cmo eliminarlo.

    Jess, al saberlo, se retir de all. Le siguieron muchos y los cur a todos.

    12, 14-15

  • Y les mand enrgicamente que no le descubrieran; para que se cumpliera

    el orculo del profeta Isaas:

    He aqu mi Siervo, a quien eleg, mi Amado, en quien mi alma se complace.

    Pondr mi Espritu sobre l, y anunciar el juicio a las naciones. No disputar ni gritar,

    ni oir nadie en las plazas su voz. La caa cascada no la quebrar, ni apagar la mecha humeante,

    hasta que lleve a la victoria el juicio. En su nombre pondrn las naciones

    su esperanza....

    12, 16-21

  • Entonces le fue presentado un endemoniado ciego y mudo. Y le cur, de suerte que el mudo hablaba y vea.

    Y toda la gente atnita deca: No ser ste el Hijo de David? Mas los fariseos, al orlo, dijeron: Este no expulsa los demonios

    ms que por Beelzebul, Prncipe de los demonios.

    12, 22-24

  • l, conociendo sus pensamientos, les dijo:

    Todo reino dividido contra s mismo queda asolado, y toda ciudad o casa dividida contra s misma no podr subsistir.

    Si Satans expulsa a Satans, contra s mismo est dividido: cmo, pues, va a subsistir su reino?

    Y si Yo expulso los demonios por Beelzebul, por quin los expulsan vuestros hijos?

    Por eso, ellos sern vuestros jueces. Pero si por el Espritu de Dios expulso yo los demonios,

    es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios.

    O, cmo puede uno entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte? Entonces podr saquear su casa.

    12, 25-29

  • El que no est conmigo, est contra m, y el que no recoge conmigo, desparrama. Por eso os digo: Todo pecado y blasfemia

    se perdonar a los hombres, pero la blasfemia contra el Espritu

    no ser perdonada. Y al que diga una palabra

    contra el Hijo del hombre, se le perdonar; pero al que la diga contra el Espritu Santo,

    no se le perdonar ni en este mundo ni en el otro.

    12, 30-32

  • Suponed un rbol bueno, y su fruto ser bueno; suponed un rbol malo, y su fruto ser malo;

    porque por el fruto se conoce el rbol. Raza de vboras,

    cmo podis vosotros hablar cosas buenas siendo malos?

    Porque de lo que rebosa el corazn habla la boca.

    El hombre bueno, del buen tesoro saca cosas buenas

    y el hombre malo, del tesoro malo saca cosas malas.

    12, 33-35

  • Os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres darn

    cuenta en el da del Juicio. Porque por tus palabras

    sers declarado justo y por tus palabras sers condenado.

    12, 36-37

  • Entonces le interpelaron algunos escribas y fariseos: Maestro, queremos ver una seal hecha por Ti

    12, 38

  • Mas l les respondi:

    Generacin malvada y adltera! Una seal pide, y no se le dar otra seal

    que la seal del profeta Jons. Porque de la misma manera

    que Jons estuvo en el vientre del cetceo tres das y tres noches,

    as tambin el Hijo del hombre estar en el seno de la tierra

    tres das y tres noches.

    12, 39-40

  • Los ninivitas se levantarn en el Juicio con esta generacin y la condenarn;

    porque ellos se convirtieron por la predicacin de Jons,

    y aqu hay algo ms que Jons.

    La reina del Medioda se levantar en el Juicio con esta generacin y la condenar;

    porque ella vino de los confines de la tierra a or la sabidura de Salomn,

    y aqu hay algo ms que Salomn.

    12, 41-42

  • Cuando el espritu inmundo sale del hombre,

    anda vagando por lugares ridos en busca de reposo, pero no lo encuentra.

    Entonces dice: "Me volver a mi casa, de donde sal." Y al llegar la encuentra desocupada,

    barrida y en orden. Entonces va y toma consigo

    otros siete espritus peores que l; entran y se instalan all,

    y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio.

    As le suceder tambin a esta generacin malvada.

    12, 43-45

  • Todava estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con l.

    Alguien le dijo: Oye! ah fuera estn tu madre y tus hermanos que desean hablarte!

    12, 46-47

  • Pero l respondi al que se lo deca:

    Quin es mi madre y quines son

    mis hermanos?

    Y, extendiendo su mano hacia sus discpulos,

    dijo:

    Estos son mi madre y mis hermanos.

    Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre

    celestial, se es mi hermano,

    mi hermana y mi madre.

    12, 48-50

  • 13

  • Aquel da, sali Jess de casa y se sent a orillas del mar. Y se reuni tanta gente junto a l,

    que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera.

    13, 1-2

  • Y les habl muchas cosas en parbolas.

    Deca:

    Una vez sali un sembrador a sembrar.

    13, 3

  • Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino;

    vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal,

    donde no tenan mucha tierra, y brotaron enseguida

    por no tener hondura de tierra; pero en cuanto sali el sol se agostaron

    y por no tener raz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos;

    crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto,

    una ciento, otra sesenta, otra treinta.

    13, 4-8

  • El que tenga odos, que oiga.

    Y acercndose los discpulos le dijeron:

    Por qu les hablas en parbolas?

    El les respondi:

    Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero

    a ellos no. Porque a quien tiene se le dar y le sobrar; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitar. Por eso

    les hablo en parbolas, porque viendo no ven,

    y oyendo no oyen ni entienden.

    13, 9-13

  • En ellos se cumple la profeca de Isaas: Or, oiris, pero no entenderis, mirar, miraris, pero no veris.

    Porque se ha embotado el corazn de este pueblo,

    han hecho duros sus odos, y sus ojos han cerrado;

    no sea que vean con sus ojos, con sus odos oigan,

    con su corazn entiendan y se conviertan, y yo los sane.

    13, 14-15

  • Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros odos, porque oyen!

    Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis,

    pero no lo vieron, y or lo que vosotros os,

    pero no lo oyeron.

    13, 16-17

  • Vosotros, pues, escuchad la parbola del sembrador: Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que

    viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazn: ste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado

    en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegra; pero no tiene raz en s mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulacin o persecucin por causa

    de la Palabra, sucumba enseguida.

    13, 18-21

  • El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra,

    pero los preocupaciones del mundo y la seduccin de las riquezas

    ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado

    en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende:

    ste s que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.

    13, 22-23

  • 13, 24-26

    Otra parbola les propuso, diciendo:

    El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembr buena semilla

    en su campo. Pero, mientras su gente dorma,

    vino su enemigo, sembr encima cizaa entre el trigo, y se fue. Cuando brot la hierba

    y produjo fruto, apareci entonces tambin

    la cizaa.

  • 13, 27-30

    Los siervos del amo se acercaron a decirle: Seor, no sembraste semilla buena en tu

    campo? Cmo es que tiene cizaa? El les contest: "Algn enemigo ha hecho esto."

    Dcenle los siervos: "Quieres, pues, que vayamos a recogerla?

    Dceles: "No, no sea que, al recoger la cizaa, arranquis a la vez el trigo.

    Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, dir a los segadores:

    Recoged primero la cizaa y atadla en gavillas para quemarla,

    y el trigo recogedlo en mi granero.

  • 13, 31-32

    Otra parbola les propuso: El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza

    que tom un hombre y lo sembr en su campo. Es ciertamente ms pequea que cualquier semilla, pero

    cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace rbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen

    y anidan en sus ramas.

  • 13, 33

    Les dijo otra parbola:

    El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tom una mujer

    y la meti en tres medidas de harina, hasta que ferment todo.

  • Todo esto dijo Jess en parbolas a la gente, y nada les hablaba sin parbolas,

    para que se cumpliese el orculo del profeta: Abrir en parbolas mi boca, publicar lo que estaba oculto desde la creacin del mundo.

    13, 34-35

  • Entonces despidi a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discpulos diciendo:

    Explcanos la parbola de la cizaa del campo.

    13, 36

  • El respondi:

    El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo;

    la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaa son los hijos del Maligno;

    el enemigo que la sembr es el Diablo; la siega es el fin del mundo,

    y los segadores son los ngeles.

    13, 37-39

  • De la misma manera, pues, que se recoge la cizaa y se la quema en el fuego, as ser al fin del mundo.

    El Hijo del hombre enviar a sus ngeles, que recogern de su Reino todos los escndalos

    y a los obradores de iniquidad, y los arrojarn en el horno de fuego;

    all ser el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarn como el sol

    en el Reino de su Padre. El que tenga odos, que oiga.

    13, 40-43

  • El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre,

    vuelve a esconderlo y, por la alegra que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.

    13, 44

  • Tambin es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas,

    y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra.

    13, 45-46

  • Tambin es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando est llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos

    y tiran los malos. As suceder al fin del mundo: saldrn los ngeles, separarn a los

    malos de entre los justos y los echarn en el horno de fuego; all ser el llanto y el rechinar de dientes.

    13, 47-50

  • Habis entendido todo esto?

    Dcenle: S.

    Y l les dijo:

    As, todo escriba que se ha hecho

    discpulo del Reino de los Cielos es semejante

    al dueo de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.

    Y sucedi que, cuando acab Jess

    estas parbolas, parti de all.

    13, 51-53

  • Viniendo a su patria, les enseaba en su sinagoga,

    de tal manera que decan maravillados:

    De dnde le viene a ste esa sabidura

    y esos milagros? No es ste

    el hijo del carpintero? No se llama su madre Mara,

    y sus hermanos Santiago, Jos, Simn y Judas?

    Y sus hermanas, no estn todas entre nosotros?

    Entonces, de dnde le viene todo esto?

    13, 54-56

  • Y se escandalizaba