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En septiembre de 1960, durante la cuarta reunion ordinaria de la Confe- rencia General del Organismo Internacional de Energía Atómica se celebraron en Viena debates públicos sobre algunos aspectos importantes de la utiliza- ción de la energi'a atómica con fines pacíficos. Los eminentes hombres de ciencia que participaron en los debates a invitación del Director General del Organismo, examinaron los problemas planteados y respondieron a las preguntas formuladas por el auditorio. Se recordará que con motivo de la tercera reunión de la Conferencia General del OIEA se celebró un debate público análogo en el que el Dr. Homi J. Bhabha (India), Sir John Cockcroft (Reino Unido) y el Dr. Bertrand Goldschmidt (Francia) hablaron del porvenir de la energía nuclear. Los dos temas elegidos para los debates de este año fueron la evacua- ción de desechos radiactivos y el desarrollo de la producción de energfa nucleoeléctrica. El primer tema fue discutido por el Sr. H. Brynielsson (Suecia), el Sr. H.J. Dunster (Reino Unido) y el Dr. L. Silverman (Estados Unidos). En el segundo debate participaron el Dr. H.G. de Carvalho (Brazil), el Dr. J.V. Dunworth (Reino Unido), el Sr, J. Horowitz (Francia) y el Dr. W. H. Zinn (Estados Unidos). En vista del vivo interés despertado por ambos debates, en el presente número especial del Boletín del OIEA se reproducen las actas correspon- dientes con objeto de divulgarlas entre el público en general.

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Page 1: EVACUACIÓN DE DESECHOS RADIACTIVOS · de los desechos producidos se envasa y almacena en condiciones de seguridad absoluta, de forma que no ... cómo los absorben el plancton y las

En septiembre de 1960, durante la cuarta reunion ordinaria de la Confe­rencia General del Organismo Internacional de Energía Atómica se celebraron en Viena debates públicos sobre algunos aspectos importantes de la utiliza­ción de la energi'a atómica con fines pacíficos. Los eminentes hombres de ciencia que participaron en los debates a invitación del Director General del Organismo, examinaron los problemas planteados y respondieron a las preguntas formuladas por el auditorio.

Se recordará que con motivo de la tercera reunión de la Conferencia General del OIEA se celebró un debate público análogo en el que el Dr. Homi J. Bhabha (India), Sir John Cockcroft (Reino Unido) y el Dr. Bertrand Goldschmidt (Francia) hablaron del porvenir de la energía nuclear.

Los dos temas elegidos para los debates de este año fueron la evacua­ción de desechos radiactivos y el desarrollo de la producción de energfa nucleoeléctrica. El primer tema fue discutido por el Sr. H. Brynielsson (Suecia), el Sr. H.J. Dunster (Reino Unido) y el Dr. L. Silverman (Estados Unidos). En el segundo debate participaron el Dr. H.G. de Carvalho (Brazil), el Dr. J.V. Dunworth (Reino Unido), el Sr, J. Horowitz (Francia) y el Dr. W. H. Zinn (Estados Unidos).

En vista del vivo interés despertado por ambos debates, en el presente número especial del Boletín del OIEA se reproducen las actas correspon­dientes con objeto de divulgarlas entre el público en general.

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EVACUACIÓN DE DESECHOS RADIACTIVOS

El debate sobre la evacuación de desechos ra­diactivos tuvo lugar en la Festsaal delaNeue Hofburg de Viena el 20 de septiembre de 1960. Participaron en este debate el Sr. Harry Brynielsson (Suecia), Director de la Compañfa Sueca de Energía Atómica, el Sr. H. J. Dunster (Reino Unido), Asesor en mate­ria de Higiene Radiofísica de la Junta de Energía Atómica del Reino Unido, y el Sr. Leslie Silverman (Estados Unidos), profesor de la Universidad de Harvard, Presidente del Comité Asesor sobre Salva­guardias para Reactores y Asesor en problemas de descontaminación del aire.

En su discurso de presentación, el Sr. Sterling Cole, Director General del Organismo, recordó que el primer debate público de esta clase organizado por el OIEA se celebró en septiembre de 1959 con

motivo de la tercera reunión ordinaria de la Confe­rencia General del Organismo. Participaron en él t res miembros del Comité Consultivo Científico del Organismo, que hablaron sobre el porvenir de la energía nuclear. "Aquel debate tuvo tanto éxito y presentó tal interés y utilidad que se nos sugirió la conveniencia de organizar una reunión análoga con motivo déla presente Conferencia. " Por consiguien­te, continuó diciendo el Sr. Cole, el OIEA ha orga­nizado dos debates similares durante la cuarta re­unión de la Conferencia General, uno sobre la eva­cuación de desechos y otro sobre el desarrollo de la energía nucleoeléctrica.

Al presentar a los t res participantes en el deba­te, el Sr. Cole describió sus principales esferas de actividad y sus éxitos científicos. Subrayó que, por

Participantes en el debate del Grupo de expertos en evacuación de desechos radiactivos. De izquierda a derecha: Harry Brynielsson (Suecia) , Henry Seligman (OIEA) , Sterling Cole (Director General del O IEA) , Lesl ie Silverman

(Estados Unidos de América) y H.J. Dunster (Reino Unido)

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invitación suya, el Sr. Brynielsson habfa presidido un Grupo de expertos del Organismo en evacuación de desechos radiactivos en el mar.

El debate comenzó con las intervenciones de los t res hombres de ciencia que, seguidamente, respon­dieron a las preguntas formuladas por el auditorio. Actuó de arbitro el Dr. Henry Seligman, Director General Adjunto del Departamento de Investigaciones e Isótopos del OIEA.

A continuación se reproducen las intervenciones de los t res científicos y las mencionadas preguntas y respuestas.

Sr. Brynielsson: El problema délos desechos radiactivos se plan­

tea cada vez que se genera energía atómica. Es im­posible emplear esa forma de energfa sin que se produzcan cantidades importantes de desechos. Exis­ten diversos métodos de manipulación de desechos,y la presente reunión se dedicará al análisis de esos métodos. Ya en el Estatuto del Organismo se indica que el problema debe ser resuelto aquí y, por otra parte, en 1958, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, se manifestó cier­ta preocupación por la evacuación de desechos ra­diactivos en el mar, y se recomendó que este Orga­nismo Internacional se ocupase del problema. He tenido el placer de presidir un grupo de expertos y desearía añadir algo a las amables palabras con que me ha presentado nuestro Presidente. No soy un técnico en evacuación de desechos; es cierto que también tengo que tomar decisiones sobre problemas de esa clase, pero mi profesión no justifica que se me dé el título de experto. No obstante, añadiré que los técnicos enviados por nueve países al grupo de expertos eran hombres extraordinariamente califi­cados. Esperamos que nuestro informe sirva de ba­se para una especie de convención o acuerdo sobre la evacuación de desechos radiactivos en el mar. No tengo el propósito de referirme en detalle a su con­tenido, que es bastante extenso, pero quisiera for­mular algunos comentarios generales sobre la mane­ra en que discutimos y enfocamos el problema.

El primer principio directivo sobre el que nos pusimos todos de acuerdo fue que la evacuación de desechos en el mar debe efectuarse de manera tal que no cause dañbs al hombre ni restrínjalas posibi­lidades de aprovechamiento de las riquezas del mar. Los problemas son, hoy por hoy, de poca magnitud ; la cantidad de desechos que se produce actualmente es muy reducida en comparación con la que se obten­drá en los años venideros. Tenemos, pues, que pre­ver métodos cuyo empleo sea seguro en el futuro.

El problema presenta dos aspectos: el primero es que, indefectiblemente, se producirá una cierta cantidad de desechos radiactivos, y el otro es que tenemos que eliminar esos desechos de manera que no causen perjuicios a la humanidad. Nos benefició la existencia de una Comisión internacional denomi­nada CIPR (Comisión Internacional de Protección

Radiológica) que lleva muchos años trabajando y en­tre cuyos miembros se encuentran eminentes hom­bres de ciencia. De común acuerdo han establecido ciertos niveles permisibles, tanto para el individuo como para determinados grupos. Las recomendacio­nes que formularon en un principio son revisadas constantemente, as í que, desde el primer momento, decidimos adoptar las recomendaciones de la CIPR como norma para los niveles permisibles.

Para comprender cómo los desechos evacuados en el mar vuelven al hombre, es preciso responder a muchas preguntas. Tenemos que conocer la clase y cantidad de los desechos. Tenemos que conocer las propiedades del mar, sus características químicas, físicas, oceanógraficas, etc . , y asimismo tenemos que conocer el ciclo biológico del mar. Una vez aclarados estos aspectos, es preciso discutir todos los caminos posibles por los que los desechos pueden retornar al hombre, al consumir pescado, al nadar, al pasar las vacaciones en la costa, al manejar apa­rejos de pesca, para citar solamente algunos ejem­plos.

Por consiguiente, se estudió la naturaleza y la cantidad de los desechos. Sin entrar en detalles, di­ré que, actualmente, alrededor del 99, 99 por ciento de los desechos producidos se envasa y almacena en condiciones de seguridad absoluta, de forma que no contaminan el medio ambiente. Por lo que respecta a las propiedades químicas, hay que averiguar si se producen precipitaciones, adsorciones y otros fenó­menos en los lugares en que los desechos penetran en el mar. En cuanto al aspecto oceanógrafico, es menester realizar muchos estudios sobre los princi­pios que rigen los procesos de mezcla en el mar, sobre las corrientes, sobre las diversas capas del mar,, sobre la faja costera, la plataforma continen­tal y la alta mar. El aspecto biológico requiere in­vestigar la forma en que los diversos organismos absorben los elementos presentes en los desechos; por ejemplo, cómo los absorben el plancton y las al­gas, que constituyen el alimento de los peces y de otros animales marinos consumidos por el hombre. Como ven ustedes, es necesario estudiar paso a paso todos los factores para determinar los caminos que podrían seguir los desechos que evacuamos en el mar para volver hasta el hombre.

Tres problemas han merecido un examen más de­tenido. El primero se refiere a la evacuación, en la proximidad de la costa, de desechos procedentes de una industria química o de un reactor situado en tie­r ra firme. El segundo trata de la búsqueda de un lu­gar adecuado para depositar en el fondo del mar de­sechos contenidos en recipientes. Por último, estu­diamos algunos problemas relacionados con la nave­gación, esto es, con los buques de propulsión nuclear. Formulamos ciertas recomendaciones de carácter general que resumiré aquí muy brevemente.

La primera es reconocer la utilidad del procedi­miento actual de encerrar los desechos de elevada radiactividad en recipientes herméticos y no permi­tir que circulen libremente. No podemos recomen­dar, como procedimiento habitual, la evacuación de

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estos desechos en el mar. Sin embargo, es posible evacuar en el mar desechos de actividad baja e in­termedia, pero solamente en determinadas condicio­nes y bajo un control riguroso. Como acabo de decir, hemos de seguir siempre las recomendaciones de la CIPR, y todos los desechos que vayan a parar al mar tienen que ser evacuados en lugares previamente es­cogidos al efecto. Para ello, es preciso investigar muy a fondo la situación con arreglo a los principios generales que he descrito más arribay estudiar cuan­to pueda sucederles a los desechos y todos los cami­nos por los que podrían retornar al hombre.

En el caso de los buques de propulsión nuclear, es evidentemente imposible evacuar los desechos en lugares predeterminados, pero también aquí es ne­cesario formular recomendaciones precisas para no afectar el aprovechamiento délos productos marinos.

Quiero mencionar también el registro internacio­nal de todas las operaciones de evacuación de dese­chos en el mar, que, tal como hemos propuesto, de­be mantener el Organismo.

Dr. Silverman: Antes de comenzar, quiero dejar establecido que

no hablo aquf como representante oficial de los Es­tados Unidos, ni como presidente del Comité de Sal­vaguardias para Reactores déla Comisión de Energfa Atómica délos Estados Unidos, sino simplemente en calidad de experto, invitado a participar por el Or­ganismo Internacional. Desearfa subrayar que la comunidad científica de los Estados Unidos aprueba vivamente las recomendaciones sobre evacuación de desechos que figuran en el informe delSr. Brynielsson. También deseo destacar el gran interés que han sus­citado los problemas de evacuación de desechos . Quizá elque mayor atención ha merecido sea uno que no está relacionado directamente con los desechos líquidos, sino con los desechos que se evacúan en la atmósfera y, en particular, con lo que denominamos precipitaciones radiactivas, que tanto han preocupado al público en general, dando origen a ideas erróneas sobre la energfa atómica y, especialmente, sobre la evacuación de los desechos.

Un cuidadoso estudio de la cuestión desde un pun­to de vista analítico revela que el orden de magnitud del problema varfa con las diversas modalidades de empleo de la energfa atómica. El problema econó­mico que plantea la evacuación de los desechos aso­ciados a la producción de uranio metálico para com­bustibles no es grave. Se presenta principalmente en los Estados mineros del Oeste de los Estados Uni­dos y en otras regiones en que pudiepa existir la po­sibilidad de que el radio contamine las reservas de agua a través de los efluyentes que se descargan en los r íos. En los Estados Unidos se han desplegado considerables esfuerzos para retener todas estas sustancias, pues el tratamiento necesario para eli­minar el radio es bastante costoso. Se han construido estanques de retención, y en algunos de los rfos del Oeste, el rfo Animas y el rfo Colorado, por ejemplo, se están realizando estudios minuciosos para deter­minar el grado de dispersión de los desechos. No

creemos que se trate de un problema demasiado se ­rio, pero lo estamos estudiando. Por lo que respec­ta a los niveles admisibles, desearfa señalar que los Estados Unidos han adoptado para todas sus activi­dades las recomendaciones de la CIPR, que se han introducido en nuestra reglamentación federal que controla a todos cuantos poseen una licencia para emplear materiales nucleares o para producirlos; asf, todas las concentraciones máximas permisibles que se han establecido quedan bajo el control rfgido de la legislación federal o de la legislación de cada Es ­tado. Esto supone un gasto considerable para el pro­ductor de los materiales, quien, por lo tanto, lo con­sidera en cierto modo un problema.

Ahora bien, es preciso gastar sumas considera­bles de dinero si hemos de disponer de instalaciones adecuadas para el tratamiento de los desechos, para proteger a los trabajadores que pudieran quedar ex­puestos a los materiales radiactivos, y para proteger al público en general, que, en condiciones normales, no sufriría los efectos de ninguno de estos materia­les si no pasaran al medio ambiente. Al hablar del medio ambiente, deseo indicar que una de las cosas que se hacen en todas las instalaciones nucleares de los Estados Unidos, sean del tamaño que fueren, es estudiar muy a fondo las inmediaciones para conocer las características de la zona por lo que respecta a la dispersión de los líquidos, a los desplazamientos de las aguas en la cuenca hidrográfica local y a las sustancias existentes en el suelo que pudieran afec­tar a la adsorción de los desechos. También se e s ­tudian minuciosamente las condiciones meteorológi­cas, porque se estima que uno de los factores sobre los que menos control podemos ejercer una vez dis­persados los desechos es precisamente el meteoro­lógico, y estamos estudiando seriamente un disposi­tivo -que ya se ha montado en una instalación- des­tinado a retener los desechos y descargarlos sólo cuando las condiciones atmosféricas sean favorables y aseguren una dilución óptima.

Pasando ahora a la actividad que sigue en impor­tancia por lo que respecta a los desechos, hablaré de la situación en que se hallan los reactores. Pero de­seo subrayar que la evacuación de los desechos que se producen en el funcionamiento normal de un reac­tor no plantea mayores problemas, y para evitar que se presenten cuando las condiciones son anormales, como por ejemplo un accidente, hemos establecido muchas barreras. Además de la seguridad nuclear inherente al reactor y de los dispositivos adicionales de control que se instalan para evitar cualquier au­mento brusco de su potencia, contamos con otros dispositivos de seguridad consistentes en rociadores instalados en el interior del recipiente de confina­miento, que sirven para evitar cualquier escape de elementos contaminadores que pudieran dispersarse. Por último, hemos establecido normas estrictas que prohiben la construcción de viviendas en una zona determinada, a la que sigue otra cuyos habitantes pueden evacuarse sin que sufran daños. Nos preocu­pamos por estas zonas a pesar de que, según nuestra experiencia, el funcionamiento normal de un reactor generador produce efluyentes cuya concentración es

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considerablemente inferior a la especificada en las normas de la CIPR. La cantidad de radiactividad que se ha producido en los 18 meses que nuestra p r i ­mera central nucleoeléctrica de Shippingport lleva funcionando ha sido prácticamente despreciable.

El último problema que hay que examinar es el de las instalaciones de tratamiento químico, que son las que más peligro presentan para la salud de la población. Hemos adoptado las medidas necesarias para garantizar la depuración adecuada de los gases y del aire en dichas instalaciones, que, en su mayor parte, grandes o pequeñas, están situadas en lugares aislados. Tecnológicamente es fácil aislar por com­pleto los desechos procedentes de las instalaciones de tratamiento químico, pero ello supone ciertos gastos y por este motivo hay que insistir en el a s ­pecto económico del problema. Hemos llegado a la conclusión de que, sin duda alguna, el costo de la energía nucleoeléctrica tiene que determinarse t e ­niendo en cuenta el costo de la manipulación de los desechos; si se desea obtener energía nucleoeléc­trica a precios competitivos y es necesario someter el combustible a nuevo tratamiento, hay que tener en cuenta el costo del tratamiento de los desechos para evitar la contaminación. En los Estados Unidos se está haciendo todo lo posible por reducir este costo y se invierten fondos considerables en el tratamiento de los desechos procedentes de las instalaciones de tratamiento químico.

El problema que se plantea en los Estados Unidos es de orden distinto del de otros países, pues no t e -nemostodavfa grandes instalaciones nucleares en las regiones costeras. Poseemos laboratorios de inves­tigación, como el de Brookhaven, y todos los dese­chos líquidos se solidifican mezclándolos con hormi­gón o enterrándolos, y a veces utilizando ambos pro­cedimientos. En algunos casos, cuando la actividad total es muy baja, se sumergen en determinados pun­tos del mar. Insisto en que son puntos ya determi­nados, lo que se ajusta a la propuesta del informe Brynielsson de que haya un registro de los lugares en que se evacúen desechos. Señalaré que hace muy poco tiempo se hizo una inspección de estos lugares con cámaras de televisión sumergidas y se exami­naron los recipientes para determinar si alguno se había roto a causa de la presión hidrostática exis­tente en estas grandes profundidades. Al parecer, no se había producido ninguna desintegración de los recipientes.

En los Estados Unidos se han elegido determina­dos lugares para enterrar los desechos sólidos em­balados. Tamoién practicamos la incineración de los desechos de combustibles para reducir su volumen. Luego, los restos se embalan y se entierran en los lugares a que antes he hecho mención. A veces e s ­tos lugares distan muy poco del sitio en que los de­sechos han sido incinerados. Cabe mencionar esto porque los problemas que plantea el transporte de desechos radiactivos son muy complicados, y en los países que tienen un litoral muy extenso la evacua­ción en el mar es una medida excelente, ya que per­mite colocar los desechos en un lugar seguro sin

tener que resolver problemas de transporte. El transporte supone un riesgo de exposición de la po­blación a las radiaciones; por ello, siempre es ne­cesario preparar los desechos cuidadosamente antes de transportarlos, pero así aumenta el costo de la evacuación.

En cuanto a las operaciones para las que consi­dero conveniente y necesaria la cooperación inter­nacional, además de las indicadas en el informe Brynielsson, como el registro de los lugares de eva­cuación y el estudio de determinadas zonas, creo que en Europa, por ejemplo, sería muy oportuno e s ­coger un lugar en el que se pudieran enterrar los desechos radiactivos de diversos países del conti­nente. Ya hemos visto un ejemplo de ello al hablar de las instalaciones Eurochemic, en las que se so­meterá a tratamiento combustible para varios r eac ­tores. Convendría también efectuar un estudio de los ríos que atraviesan más de un país. A este r e s ­pecto, podríamos obtener informaciones sobre la ve­locidad de dispersión y el aumento de la actividad en distintos lugares.

Creemos que convendría tratar de efectuar una evaluación meteorológica centralizada. Tenemos muy poco control sobre los gases que se dispersan en la atmósfera más allá de las fronteras nacionales. Hace ya varios años los gases de una fundición del Canadá llegaban a los Estados Unidos y causaban daños. En Detroit (Windsor) se planteó un problema inverso en­tre los Estados Unidos y el Canadá. Creemos que este problema puede resolverse mediante una acción internacional adecuada. Los estudios meteorológicos son muy útiles para determinar la dispersión de e s ­tas partículas en la atmósfera. Estimo que este tipo de investigación común es muy necesario para de­terminar el movimiento en las capas atmosféricas, que no respeta, desde luego, las fronteras nacionales.

Sr. D u n s t e r : El problema de la evacuación de desechos ha

existido siempre y el hombre lo resolvía al principio sin tener en cuenta, por lo general, las necesidades de los demás ni los problemas que podrían plantear­se en el futuro. Incluso ahora está dispuesto a tole­rar la contaminación del medio ambiente en una medida frecuentemente antiestética y a veces rea l ­mente peligrosa. Sin embargo, su tolerancia a este respecto disminuye y poco a poco la contaminación del medio ambiente se va reduciendo. Teniendo esto en cuenta, es lógico que la opinión pública se interese y se inquiete cada vez más por el aumento constante de desechos radiactivos, consecuencia inevitable del desarrollo de la energía nuclear. Los científicos y los técnicos encargados de proyectos de energía ató­mica, los que utilizan materiales radiactivos en los hospitales y laboratorios y los que ocupan puestos de responsabilidad en los órganos oficiales y los orga­nismos internacionales competentes en materia de protección de la salud tienen el deber de vigilar la manipulación de este nuevo tipo de desechos, para garantizar que se llevará a cabo en condiciones de seguridad. También tienen el deber de explicar qué

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métodos de evacuación se utilizan y por qué los con­sideran seguros. Los especialistas en determinadas ciencias -especialmente en meteorología, oceanogra­fía, geología y biología- tienen una responsabilidad análoga. Esta colaboración no sólo debe llevarse a cabo entre especialistas, sino que debe establecerse en un plano mundial. Sólo así podrán resolverse ade­cuadamente y sin esfuerzos innecesarios y excesi­vamente costosos los problemas de la evacuación de desechos. Por estas razones celebro particularmen­te el continuo interés que el OIEA muestra por este problema.

En ocasiones como la presente es muy tentador simplificar excesivamente el problema y hablar de los desechos radiactivos como si constituyesen un todo homogéneo. En realidad, este término com­prende una enorme variedad de materiales y en can­tidades muy diversas. Incluso su característica fun­damental, el ser radiactivos, es común hasta cierto punto a todas las materias. En esta sala quizá haya ahora diez microcuries de potasio-40 contenido en los cuerpos de todos los presentes. En cierta me­dida los materiales inorgánicos son también radiac­tivos.

Una propiedad de la radiactividad, de especial importancia cuando se trata de evacuación de dese­chos, es que no puede destruirse. El tratamiento de los desechos no destruye la radiactividad; la t rans­fiere simplemente a otro tipo de desechos que pueden manejarse con más facilidad. En este proceso una parte de la radiactividad permanece en los desechos que pueden manejarse con más facilidad. En este proceso una parte de la radiactividad permanece en los desechos originales purificados; por ejemplo, el método más eficaz para tratar los desechos líquidos -aunque es uno de los más caros- consiste en eva­porarlos. El desecho purificado obtenido, que es agua destilada, sigue conteniendo vestigios de los radioelementos. Ocurre algo semejante con los de­sechos no radiactivos de una instalación en la que se manejen materiales radiactivos. Estos materiales están aislados en la instalación para que no se dis­persen y contaminen toda la planta y, por lo tanto, los desechos no son radiactivos. Pero este aisla­miento no es ni puede ser absoluto y, por ello, todos los desechos de la instalación contienen cierta radi­actividad, aunque la cantidad presente en los llama­dos desechos no radiactivos sea naturalmente muy pequeña.

Creo haber explicado suficientemente por qué en la práctica cada tipo de desecho debe ser tratado como un problema distinto. Pero es evidente que hay que adoptar ciertos principios generales. Los materiales radiactivos son difíciles de tratar porque emiten energía en forma de radiaciones que pueden causar daños si los tejidos vivos las absorben. Por lo tanto, la finalidad principal de la evacuación de los desechos debe ser reducir en la medida de lo po­sible la dosis de radiación a que está expuesta la población.

Para ello existen dos métodos principales. El primero consiste en guardarlos desechos en lugares

blindados, de forma que el blindaje absorba la mayor parte de las radiaciones. Eligiendo adecuadamente el lugar, los recipientes y el blindaje es posible r e ­ducir la dosis de radiación en la medida en que se quiera; por consiguiente, se puede evacuar asf el número de curies de radiactividad que se desee. Pero ni siquiera con este método la dosis de radia­ción absorbida, especialmente por los trabajadores de las plantas, es igual a cero.

El segundo método de evacuación consiste en dis­persar la radiactividad en el medio ambiente de for­ma que la energía de las radiaciones sea absorbida por el material diluyente, como el agua; también así la dosis de radiación a que estará expuesta la pobla­ción puede llegar a ser muy pequeña. Sin embargo, existe un límite de dilución en el medio ambiente y, por lo tanto, el número de curies que pueden eva­cuarse de esta forma es limitado. En general, el primer método es el que conviene utilizar para eva­cuar desechos de gran actividad y de gran concen­tración, mientras que el segundo es el más adecuado cuando se trata de grandes cantidades de desechos de baja actividad. El problema esencial de la eva­cuación de desechos consiste en trazar una línea divisoria entre estos dos procedimientos extremos.

Se trata de un problema de excepcional dificultad y quizá sea en parte por ello que algunos opinan que los desechos radiactivos no deben evacuarse en el medio ambiente. A primera vista, esta opinión se ­duce. Es fácil de formular, disipa todo temor y su­prime la necesidad de efectuar estudios detenidos sobre la radiactividad del medio ambiente. Sin em­bargo, estudiando más de cércala cuestión, aparecen ciertas dificultades. Como todos los desechos de una instalación en la que se empleen materiales" r a ­diactivos son también radiactivos, o pueden llegar a serlo, habrá que aislarlos permanentemente o utili­zarlos de nuevo. Ni el tratamiento ni la desintegra­ción permiten eliminar totalmente la radiactividad. Quizá el mayor defecto de este método es su com­pleta inaplicabilidad mientras no se defina numéri­camente el concepto de "radiactividad cero". Sin esta definición, dudo de que dicho concepto tenga un significado práctico. A mi juicio, elegir una defini­ción conveniente, que sea aplicable en todos los ca­sos, es tan difícil como trazar la línea divisoria entre ambas formas de evacuación de desechos. Incluso quizá equivalga a plantear de nuevo la misma cuestión.

Estoy profundamente convencido de que debemos adoptar una actitud más flexible con estos proble­mas. De una manera u otra es necesario trazar una línea divisoria entre los desechos que tienen que ser aislados y los que pueden ser dispersados sin peligro en el medio ambiente. El factor básico que habrá que tener en cuenta para trazar esta línea deberá ser la dosis de radiación recibida por la po­blación. Los problemas que esto plantea pueden di­vidirse en dos grupos: el primero, mencionado ya por el Sr. Brynielsson, es el de los problemas rela­tivos a la dosis de radiación admisible; esos proble­mas son estudiados por organizaciones como la

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Comisión Internacional de Protección Radiológica. El segundo grupo de problemas es el de los relativos al cálculo de la magnitud de la dosis que realmente correspondería a una operación o a una serie de operaciones de evacuación de desechos radiactivos. Aun en los casos en que se conocen las respuestas a estos dos grupos de problemas, la solución no es nada simple, porque la determinación de dosis máxi­mas admisibles va acompañada de la recomendación de que todas las dosis deben mantenerse al nivel más bajo posible y de que hay que evitar toda expo­sición innecesaria. Por eso hace falta examinar periódicamente la posibilidad de reducir la dosis de radiación, perfeccionando el tratamiento de los des­echos o modificando el procedimiento de evacuación.

Afortunadamente, en la práctica, estas evalua­ciones detalladas sólo son necesarias en muy pocos casos. Por una parte hay desechos de actividad tan elevada -por ejemplo, los residuos de alta actividad provenientes del tratamiento de combustible i r r a ­diado- que es preciso, sin duda alguna, almacenarlos. El problema de su eventual dispersión queda automá­ticamente excluido. El caso extremo opuesto es el de los desechos de los laboratorios y hospitales; su actividad es tan baja, por lo general, que pueden ser evacuados utilizando los sistemas de desagüe, dis­persados enla atmósfera o enterrados, sin necesidad de proceder a un estudio detallado délas circunstan­cias de cada caso.

No quiero decir con esto que un sistema de con­trol sea innecesario. Por el contrario, el control tendrá que ser tan estricto que no sea preciso inves­tigar detalladamente cada caso particular. Pero en un pequeño número de casos intermedios la cantidad de radiactividad es demasiado elevada para que pueda permitirse la dispersión en el medio ambiente sin un estudio previo detallado, y el volumen y la forma de los desechos son tales que no resulta práctico redu­cir considerablemente la cantidad de radiactividad con miras a su dispersión. En estos casos es pre­ciso realizar estudios detenidos para poder elegir el mejor método de evacuación. Por lo que se refiere a la evacuación en el mar, el informe Brynielsson indica varias formas de resolver el problema. El método que finalmente se adopte deberá garantizar cueste lo que cueste -y deseo insistir especialmente en esto último- que las dosis de radiación que reci­birá la población serán inferiores a las máximas recomendadas en el orden internacional y, al mismo tiempo, que estáis dosis se mantendrán al nivel más bajo posible. No pretendo que estos estudios sean fáciles; son complicados, difíciles y muy costosos, pero son también sumamente útiles, porque nos per­miten resolver y discutir los problemas que plantea la evacuación racional de desechos. La evacuación de desechos plantea ala industria atómica problemas difíciles, pero no imposibles de resolver. Nos será más fácil solucionarlos si tenemos en cuenta las di­ficultades sin exagerarlas y si las estudiamos y eva­luamos en términos cuantitativos; insisto de modo especial en esto último.

P r e g u n t a : Se ha dicho que el orden de magnitud del pro­

blema de la evacuación de desechos radiactivos aumentará considerablemente cuando se generalice la utilización de la energía nucleoeléctrica. ¿Es real ­mente así? ¿No se han producido ya cantidades de desechos radiactivos de importancia equivalente en los centros de producción de plutonio con fines mili­tares que existen en los Estados Unidos, en el Reino Unido y en la Unión Soviética? ¿No cabe decir, por consiguiente, que el problema del almacenamiento de cantidades muy importantes de desechos radiac­tivos ha sido ya resuelto, aunque no tal vez desde el punto de vista económico?

Dr. Silverman: Esta pregunta entraña casi su respuesta. No pue­

do hablar de lo que ocurre en el Reino Unido o en la Unión Soviética, y no tengo el propósito de declarar, en nombre délos Estados Unidos, cuál es la cantidad de actividad almacenada. Creo que las cifras cor res ­pondientes a los Estados Unidos se hallan en el in­forme sobre los testimonios recogidos por el Con- ' greso en febrero de 1959. Este informe constituye un examen muy detallado y extenso de los métodos aplicados en los Estados Unidos durante 15 años. Es cierto que en las regiones próximas a las plantas de tratamiento químico se han almacenado grandes can­tidades de desechos en condiciones que, por el mo­mento, son de completa seguridad; se trata de de­sechos de elevada actividad, es decir, del orden de 100 curies por galón. Confiamos en que las condi­ciones de seguridad se mantengan como hasta ahora. A nuestro juicio, el costo de extracción de estos l í ­quidos de los lugares de almacenamiento para con­vertirlos en sólidos sería enla actualidad sumamente elevado; por ello, continuamos almacenando estos desechos en estado líquido hasta que nuestros cono­cimientos tecnológicos nos permitan modificarlos a un costo razonable. Los datos de que dispongo per­miten afirmar que estos desechos están almacenados en condiciones de seguridad. Por consiguiente, puede responderse a la pregunta diciendo que el problema del almacenamiento ha sido ya resuelto, y que basta con instalar grandes depósitos en lugares aislados e | invertir bastante dinero en la neutralización de los desechos ácidos o en la refrigeración de los tanques si se desea almacenar los desechos ácidos en rec i ­pientes de material resistente a la corrosión. Hay que reconocer que para que la energía nucleoeléctrica llegue a ser económica debe tenerse en cuenta la importancia del costo de la acumulación de estos desechos y su repercusión en el costo del tratamiento del combustible. Por esos motivos la respuesta a la pregunta formulada debe ser afirmativa.

Sr. B r y n i e l s s o n :

La pregunta se refiere al aumento del orden de magnitud del problema a medida que se produzca la expansión de la industria nuclear; ésta es , a mi juicio, la verdadera cuestión. Pero no hay que olvi­dar que las investigaciones prosiguen y que proba­blemente se encontrarán métodos nuevos y perfeccio­nados de tratamiento de los desechos. Esto tiende, desde luego, a simplificar el problema. Todos nos

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hemos referido a la necesidad de estimular las in­vestigaciones; quiero recalcar que en este caso son especialmente necesarias, no sólo en lo que se r e ­fiere a los métodos de separación y tratamiento de los desechos, sino también por lo que respecta a los numerosos problemas particulares relacionados con la evacuación de desechos en el mar, en el aire y en la t ie r ra . Creo que para poder hacer uso de todas estas posibilidades en lo futuro es preciso adquirir aún muchos conocimientos.

Dr. Si lverman: Quisiera formular una observación. En la actua­

lidad se considera que la mayor parte de los desechos tienen muy poca utilidad. Pero estamos dedicando muchos esfuerzos a trabajos de investigación a fin de descubrir diversas maneras de utilizarlos -como fuentes de radiación externa y como fuentes de ex­tracción del estroncio-9 0 para diferentes aplicacio­nes-ya que no sólo se trata de eliminarlos en condi­ciones de seguridad, resolviendo el problema que actualmente plantea su acumulación en depósitos, s i ­no también de sacar algún provecho de ellos.

Pregunta:

Los problemas que la evacuación de desechos plantea a la industria nuclear, ¿podrán resolverse mediante el almacenamiento en tanques de todos los desechos radiactivos?

Sr. Dunster: A esta pregunta puede responderse afirmativa­

mente, en la medida en que el almacenamiento es po­sible. Pero basta con observar el gran número de problemas planteados para comprender lo difícil de su solución. Tomando al azar algunas cifras rela­cionadas con los proyectos de energía atómica britá­nicos, puedo afirmar que pronto habrá 3, 5 y 7 mi­llones de metros cúbicos por año de desechos líquidos de bajo nivel de actividad.

Esta cantidad de desechos líquidos requiere una zona de almacenamiento muy extensa y, por lo me­nos, en el Reino Unido no se dispone de mucho sitio. No me decido a considerar los problemas puramente económicos que plantea este tipo de almacenamiento. Por otra parte, si se tiene en cuenta que casi todos los hospitales utilizan actualmente sustancias radiac­tivas, que casi todas las empresas industriales han encontrado alguna manera de utilizar materiales ra­diactivos y que sería necesario almacenar todos los desechos líquidos y sólidos provenientes de estas aplicaciones, se llegará a la conclusión de que en la práctica lo mejor es no almacenarlos. La mejor so­lución es dispersarlos cuando sea posible hacerlo en condiciones de seguridad y almacenar únicamente los materiales cuya radiactividad no permita dispersar­los en condiciones de seguridad completa.

Dr. Silverman: Además de lo que acaba de decir el Sr. Dunster,

que considero muy acertado, es esencial reconocer

la importancia que tiene la clasificación de los dese­chos. A nadie se le ocurre pensar que los desechos de alta actividad pueden dispersarse en el medio am­biente; lo mismo cabe decir de los desechos de ac­tividad intermedia. Cuando digo de actividad inter­media me refiero a una actividad del orden de un curie por galón. Pero, a mi juicio, los desechos de muy baja actividad pueden ser eliminados en condi­ciones de seguridad utilizando diferentes procedi­mientos, por ejemplo, diluyéndolos en agua salada o dulce, absorbiéndolos en suelos de características y propiedades decolorantes conocidas o por separación verdadera mediante resinas de intercambio iónico, como se efectúa en los buques de propulsión nuclear y como nos proponemos hacer, y ya hemos hecho, en varias de nuestras centrales nucleoeléctricas. El refrigerante de bajo nivel de actividad proveniente de un reactor debe ser tratado mediante uno de estos métodos básicos. Si pretendiéramos almacenarlo,la energía nucleoeléctrica dejaría de ser rentable.

Sr. Brynielsson: Creo que la preocupación esencial debe ser la

protección de los seres humanos y que la cuestión de los costos es secundaria. Pero si se llega a la con­clusión de que es posible evacuar en el mar los de­sechos radiactivos de baja actividad, es muy razona­ble recurr i r a ese medio en vez de almacenar los desechos. Pero hay que recordar siempre que el principio básico es el de la seguridad del hombre. Estoy convencido de que todos estamos completa­mente de acuerdo en ello.

Pregunta: Varios oradores se han referido a la necesidad

de establecer un registro internacional de todos los desechos radiactivos evacuados en los océanos. ¿Qué valor práctico tendría este registro?

Sr. Brynielsson:

A mi juicio, los problemas que plantea la evacua­ción de desechos en el mar pueden dividirse en dos grupos: el de los que afectan solamente a un país (y. en general, a un grupo de población muy limita­do), y el de los que tienen consecuencias internacio­nales. Como ejemplo de los primeros mencionaré los que suscitan algunas de las plantas nucleares si­tuadas en las costas; el mejor ejemplo del segundo grupo de problemas es el que plantean los buques nu­cleares. Si la evacuación tiene consecuencias inter­nacionales, creo que corresponde llevar un registro de lo que efectivamente se arroja al mar. La indus­tr ia nuclear se halla en sus comienzos y los proble­mas no son aún muy graves, pero cada vez será más necesario evacuar los desechos y creo que es impor­tante llevar un registro de esas operaciones. Por ello, en nuestro informe, hemos propuesto que cada uno de los lugares de evacuación sea elegido por una organización nacional o internacional responsable del monitoraje y del mantenimiento de las condiciones de seguridad necesarias, y que esas organizaciones informen a una autoridad internacional encargada de

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llevar un registro de los desechos evacuados. Cre­emos que el Organismo podría tomar a su cargo este problema; antes de elegir los lugares para la eva­cuación de desechos, los países que tuviesen que efectuar operaciones de esa índole deberían notifi­carlo con suficiente antelación, para que las demás partes interesadas pudiesen formular sus observa­ciones; además, deberían informar anualmente sobre las cantidades efectivamente arrojadas al mar. Se trata de un problema internacional y creemos que es de suma importancia que se disponga de un registro exacto y completo a fin de que todas las partes sepan qué es lo que efectivamente se ha arrojado al mar.

Sr. Dunster: Por lo que respecta a la cuestión del registro mi

actitud es terminante; estimo que todos los que nos dedicamos a actividades que directa o indirectamen­te pueden dar lugar a la producción de desechos es ­tamos obligados a informar al público sóbrela forma en que pensamos resolver el problema. En mi pr i ­mera intervención me he referido a este asunto, que a mi juicio es de suma importancia. Creo que tene­mos que explicar con toda claridad lo que estamos haciendo con los desechos; el registro internacional sería una de las mejores maneras de explicarlo.

Pregunta: ¿Se han arrojado al mar desechos de elevada ac­

tividad? ¿Se ha preparado algún plan para evacuar en el mar algunos desechos de esta índole en el fu­turo?

Dr. Si lverman: Creo que hay que responder negativamente a am­

bas preguntas. Ko tengo conocimiento de que se ha­yan arrojado desechos de elevada actividad al mar y no creo que nadie lo haya propuesto.

Sr. B r y n i e l s s o n : Me limitaré a confirmar que los componentes de

nuestro grupo de expertos manifestaron que no tenían conocimiento de planes de este tipo ni de que se hu­bieran arrojado al mar desechos de elevada activi­dad.

Pregunta: ¿Tiene usted una idea de los costos actuales de

transporte y almacenamiento de los desechos de ele­vada actividad y del efecto de esos costos sobre el costo de producción de la energía nucleoeléctrica?

Dr. S i lverman: Al hablar de los aspectos económicos de este

problema hay que tener presente a quién pertenece el dinero de que se trata. En los Estados Unidos el costo de almacenamiento de los desechos líquidos de elevada actividad es de entre uno y t res dólares por galón. El costo varía según el lugar y según las cla­ses de desechos almacenados, especialmente si son desechos ácidos o neutralizados. Actualmente esta cifra quizá incida demasiado en el costo de produc­ción de energía nucleoeléctrica. Creemos, sin em­

bargo, que si el costo del tratamiento de los desechos puede ser mantenido aproximadamente a una milési­ma de dólar por kilovatio, podremos llegar a produ­cir energía nucleoeléctrica a un costo de ocho milé­simas de dólar aproximadamente; creo que esta cifra constituye el objetivo actual.

Pregunta: ¿Se ha adquirido ya cierta experiencia en la eva­

cuación de desechos radiactivos líquidos en yaci­mientos de petróleo agotados en las profundidades de la t ierra? ¿Se ha estudiado la posibilidad de alma­cenar desechos en las minas de sal y en otros luga­res? ¿Qué perspectivas ofrecen estas posibles so­luciones?

Sr. Dunster: En lo que respecta a los yacimientos de petróleo,

se han efectuado bastantes trabajos experimentales consistentes en el bombeo de soluciones dentro de los pozos de petróleo. La mayor parte de estos traba­jos se han realizado en los Estados Unidos. No po­dría decir con seguridad si en esos experimentos se han utilizado efectivamente materiales radiactivos. Tal vez el Sr. Silverman pueda informarnos al r e s ­pecto. En cuanto a las minas y a los domos de sal tengo la impresión de que los trabajos realizados de­muestran que esos medios ofrecen buenas posibili­dades para la evacuación de desechos, pero que será necesarioproceder a un gran número de estudios ex­perimentales para poder resolver los problemas de ingeniería que la operación plantea. Creo que ésta es una de las razones por las que nosotros, y tam­bién los americanos, estamos dejando acumular los desechos líquidos de elevada actividad, conserván­dolos de manera que más adelante podamos decidir cuál será, desde el punto de vista tecnológico, la mejor solución para evacuarlos definitivamente. Pe­ro, por el momento, las minas de sal son una de las soluciones que ofrecen mejores perspectivas.

Dr. Silverman: Creo que puedo agregar algo más. En el informe

a que me referí anteriormente, es decir, el informe sobre los testimonios recogidos por el Congreso en febrero y marzo, se mencionan los procedimientos técnicos de evacuación en las minas de sal y en los pozos de petróleo. Los trabajos se hallan todavía en la etapa experimental. Cuando utilizamos los domos de sal envasamos los desechos de alta actividad des­pués de incorporarlos en vidrio; pero las minas y domos de sal pueden constituir un lugar de evacua­ción definitivo para esos desechos, lo cual represen­ta una gran ventaja. Se han hecho algunos estudios sobre la posibilidad de evacuar desechos líquidos en formaciones salinas, pero siempre con carácter ex­perimental y a fin de determinar los índices de mi-gracióny otras características. Pero enla actualidad nadie se ocupa activamente de estas experiencias. Si bien el problema requiere un examen más detenido, puede afirmarse que los pozos de petróleo y los do­mos de sal parecen ofrecer considerable interés pa­ra la evacuación de desechos.

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Pregunta: ¿Cuál es la radiactividad máxima admisible por

galón cuando se evacúan en el mar desechos de baja actividad ?

Sr. Dunster: No es posible contestar con cifras a esa pregun­

ta porque la finalidad de la evacuación en el mar es diluir los desechos. El grado de dilución que se ob­tiene depende más de la cantidad total de radiactivi­dad que de su concentración inicial. En otras pala­bras, si se evacúa en el mar un volumen considerable de desechos de baja actividad, los efectos a largo plazo serán muy semejantes a los que se producirían si se evacuara la misma cantidad de radiactividad contenida en un volumen mucho menor de desechos. La concentración inicial no constituye, pues, un fac­tor de particular importancia. No obstante, y como cifra más o menos característica, cabe señalar que hemos evacuado con éxito desechos radiactivos de una décima de milicurie de concentración por litro, es decir, alrededor de una décima de curie por me­tro cúbico.

Pregunta: ¿Es cierto que en varias regiones del mundo el

aumento de las dosis de radiactividad ha dado lugar a un mayor número de abortos ?

Sr. Dunster: Lo que es cierto, según creo, es que existen

pruebas médicas deque en diversas etapas de la ges­tación las dosis de irradiación elevadas producen abortos y partos anormales. Muchas de las pruebas provienen del uso terapéutico de radiaciones en ca­sos en que ulteriormente se demostró que la mujer tratada estaba en aquel momento embarazada. La respuesta a esta pregunta debe ser sin duda alguna afirmativa. Si la dosis de irradiación es suficiente­mente elevada se producen abortos. Pero en lo que se refiere a la relación cuantitativa entre el aumento de la dosis y la frecuencia de los abortos cuando se trata de niveles muy bajos de irradiación, no creo que se posean datos estadísticamente significativos.

Pregunta: ¿Existe la posibilidad de enviar los desechos al

espacio mediante cohetes?

Sr. Brynielsson: Esta cuestión ha sido ya discutida; no se trata,

pues, de una solución de pura fantasía. A mi juicio existe la posibilidad de hacerlo. Pero habrá que e s ­tar muy seguro de que los desechos no vuelvan a caer en la t ierra y estimo que habrá que tener en cuenta también lo que pueda ocurrir en los otros planetas. Hay personas que consideran muy peligrosa la conta­minación de la luna por objetos o materiales envia­dos desde la t ie r ra . Creo que al examinar la conve­niencia de lanzar cohetes con desechos radiactivos debemos tener presentes esos problemas. Pero, a

mi entender, no ha llegado aún el momento de estu­diar seriamente esta cuestión.

Dr. Si lverman: Para contestar a esta pregunta hay que tener so­

bretodo en cuenta los aspectos económicos de la so­lución, que son de suma importancia. Con los medios de que actualmente se dispone costaría tal vez dos millones de dólares deshacerse de 100 libras de de­sechos; quizás sea posible hacerlo con un costo algo menor, pero este procedimiento deberá perfeccionar­se mucho antes de que pueda ofrecer una solución sa­tisfactoria.

Pregunta: ¿Puede demostrarse que la dosis máxima admi­

sible no producirá ningún efecto genético o de otro tipo al cabo de cierto número de años?

Sr. Dunster: Esta cuestión ha sido muy discutida recientemen­

te por los especialistas en radiobiología. ¿Existe un límite por debajo del cual las radiaciones son com­pletamente inofensivas? Por ahora no lo sabemos; y probablemente no lo sabremos nunca. Los datos dis­ponibles no permiten llegar a una conclusión defini­tiva. En experimentos de laboratorio se ha compro­bado que niveles de radiación relativamente bajos reducen la duración de la vida de ciertos animales. Pero a veces ocurre lo contrario. No hay que olvi­dar que en experimentos de laboratorio se ha com­probado también que una alimentación insuficiente prolonga la vida de ciertos animales y, sin embargo, a nadie se le ocurriría sostener que debe restr ingir­se el consumo humano de alimentos. Las dificulta­des que suscita esta pregunta se deben al hecho de que hay que relacionarla con las demás actividades humanas en general y todas las actividades humanas son peligrosas hasta cierto punto. El comportamien­to humano, e incluso la existencia humana, son una especie de compromiso. La cuestión planteada es, en último término, de tipo moral. Por ahora tene­mos que suponer que cualquier nivel de radiación producirá cierto daño. La cuestión moral que hay que resolver es la siguiente: el bien que podemos hacer ¿es mayor o menor que el daño producido? Esta es una pregunta que el hombre se viene hacien­do en relación con sus actividades desde hace varios miles de años y no creo que el Organismo pueda r e ­solver el problema en una tarde. Este problema pue­de formularse así: ¿es posible establecer una rela­ción entre la utilidad del desarrollo de la energía atómica y los peligros que entraña? Se trata de una cuestión sumamente difícil. En ningún otro terreno el hombre trata de resolver este problema cuantita­tivamente. Podríamos tomar como ejemplo un caso paralelo: ¿hasta qué punto puede justificarse la uti­lización del automóvil si se aplica el mismo criterio moral que estamos tratando de aplicar a la energía atómica? En realidad tendríamos que contestar ne­gativamente a esta pregunta. Sabemos que si condu­cimos un automóvil mucho tiempo es muy probable

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que acabemos por ocasionar algún daño y tal vez por matar a alguien. Lo mismo puede decirse de cual­quier otra actividad. Una empresa privada o un go­bierno puede decidir gastar un millón de libras e s ­terlinas en obras de ingeniería civil. Saben de ante­mano que estas obras producirán lesiones ola muerte de algunas, de las personas que trabajen en ellas; pero la importancia de las obras pesa más que esta consideración. Los gobiernos y los jefes de empre­sa tienen que tomar continuamente decisiones de ese tipo. El problema que se plantea con la energfa ató­mica no es en el fondo muy distinto. JLa diferencia consiste en que puede reducirse a cifras y que pode­mos tratar de determinar el valor cuantitativo de sus factores. Por eso tal vez resulta más difícil tomar una decisión. Pero esencialmente se trata de una de­cisión sobre un problema muy antiguo, problema que es, desde luego, de carácter moral.

Pregunta: Los lugares utilizados para almacenar desechos

radiactivos ¿están suficientemente protegidos contra las posibles causas naturales o artificiales de des­trucción, por ejemplo, los terremotos?

Dr. Si lverman: A mi juicio, lo están. Hace un año y medio, apro­

ximadamente, en el Parque Nacional de Yellowstone, a menos de 150 millas de la planta nacional de r e a c ­tores experimentales, donde almacenamos una gran cantidad de desechos radiactivos, se produjo un t e ­rremoto bastante importante. Este terremoto no tu­vo ningún efecto sobre nuestras instalaciones de a l ­macenamiento ni sobre las que tenemos en el Estado de Washington, que no está muy lejos. Estas insta­laciones están protegidas contra los terremotos y contra otros fenómenos naturales, los rayos, por ejemplo; también lo están, desde luego, contra los incendios y las explosiones. Han sido construidas bajo t ierra, en lugares de características conocidas y se han tomado todas las precauciones necesarias desde el punto de vista de la ingeniería.

Pregunta: ¿Es cierto que los desechos radiactivos sólo pue­

den evacuarse en el mar y que la idea que tenemos de los efectos que ello puede producir es sumamente vaga?

Sr. Dunster: Desde un punto de vista técnico no cabe la menor

duda de que puede haber otras soluciones, a condi­ción de que se realice un esfuerzo suficientemente grande para resolverlos problemas de ingeniería que se plantean. He tratado ya de explicar que el p ro ­blema consiste en t razar la línea divisoria entre los desechos que pueden ser conservados y los que deben ser dispersados. Este problema no es nada simple En el Reino Unido hemos trazado esta línea, hemos explicado claramente los motivos de tipo científico en que nos hemos basado para hacerlo, y nos atene­mos a ella. En cuanto a la segunda parte de la p r e ­

gunta, se trata también de una cuestión de grado: ¿con qué precisión se desea obtener la información correspondiente? Nosotros creemos conocer con su­ficiente exactitud lo que ocurre con los desechos r a ­diactivos provenientes de nuestras plantas y evacua­dos en el mar, conocimiento que comparten los s e r ­vicios oficiales del Reino Unido encargados de resol ­verlos problemas de higiene pública. Estos servicios han realizado muchos trabajos para saberlo que ocu­r re con la radiactividad emanada y cuáles son los mecanismos que pueden transmitirla al hombre y que limitan la utilización de nuestros métodos. Nuestras operaciones de evacuación de desechos están sujetas a límites absolutos, de manera que en ningún caso la fracción de radiactividad que puede ser transmitida alhombre sea susceptible de provocar una exposición que se aproxime a los máximos recomendados por la Comisión Internacional. Creo que esto es todo lo que cabe esperar de nosotros.

Sr. Brynielsson: Hay que tener en cuenta que antes de elegir un

lugar para la evacuación de desechos no sólo se efec­túan los cálculos necesarios sino que en muchos ca­sos se realizan experimentos muy importantes para reunir el mayor número de datos posible sobre las condiciones que reinan en el lugar de que se trata; tampoco hay que olvidar que durante todo el tiempo que duran las operaciones de evacuación de desechos se aplica un sistema eficaz de monitoraje, de mane­ra que dichas operaciones están sujetas a un control constante. Si en cualquier momento se descubriera que se sobrepasan los valores previstos, las opera­ciones se detendrían.

Sr. Dunster:

A mi juicio, conviene subrayar lo que acaba de decir el Sr. Brynielsson. Si se llegase a la conclu­sión de que una de las operaciones de evacuación de desechos pudiera producir exposiciones de un nivel superior o demasiado cercano al de las recomenda­ciones de la CIPR, se detendría sin duda alguna la operación, aunque para ello fuera necesario inte­rrumpir el funcionamiento de la planta que produce los desechos. No se puede desde luego admitir que se alcancen niveles superiores a los indicados en las recomendaciones internacionales alegando que resul­ta difícil evacuarlos desechos de otra manera, o in­vocando razones de otra índole -políticas, por ejem­plo. Para nosotros, esos niveles tienen un carácter absoluto.

Pregunta:

¿Se han hecho investigaciones en los Estados Unidos para estudiar la posibilidad de evacuar los desechos radiactivos en los desiertos, aprovechando las propiedades de adsorción de la arena? ¿Se está estudiando la posibilidad de utilizar la energía solar para destilar agua con objeto de descontaminar las plantas y de reducir los costos de explotación cor res ­pondientes al consumo de energfa?

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Dr. Si lverman: L,a respuesta a la primera pregunta es afirmativa;

hemos estudiado las propiedades de adsorción de los suelos, de las arenas y de las arcillas en diferentes lugares; en una de nuestras plantas principales los desechos de bajo nivel de actividad son evacuados en un suelo arenoso y las capas superiores los adsorben satisfactoriamente. Este procedimiento ha sido des­crito con bastantes detalles por el Sr. Parker de Hanford en sus declaraciones ante la Comisión del Congreso y en las memorias sometidas a la Confe­rencia de Ginebra. Creemos que existen buenos mo­tivos para utilizar las arcillas y otros tipos de sue­los que posean propiedades adecuadas para adsorber materiales radiactivos. JLas arcillas de Montmorillon, por ejemplo, tienen una gran capacidad de retención. En cuanto ala segunda pregunta, hay que señalar que la energía solar sólo es aplicable a los desechos de baja actividad, porque los de actividad elevada p ro ­ducen suficiente calor para entrar espontáneamente en ebullición y de este modo reducen continuamente su propio volumen. Los desechos de actividad e le­vada que tenemos almacenados disminuyen continua­

mente de volumen debido al calor producido por la radiactividad misma. No se ha emprendido ninguna investigación sobre la posibilidad de utilizar la ener­gía solar para tratar los desechos de baja actividad. Estamos haciendo, en realidad, algo opuesto, ya que pensamos en la posibilidad de construir un reactor para convertir el agua salada en agua dulce, en lu­gar de emplear la energía solar para ello. Pero hay que tener en cuenta que no disponemos de lugares en los que se pueda aprovechar la energía solar para reducir considerablemente el volumen de los líqui­dos. Quizás en otras regiones este procedimiento pueda tener importancia.

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En nombre del Director General, el Sr. Seligman arbitro del debate, dio las gracias a los t res hombres de ciencia por su colaboración. Subrayó el interés que el OIEA ha demostrado por los problemas que plantea la evacuación de desechos y señaló que se trata de un problema internacional especialmente adecuado para que el Organismo lo estudie.

Delegados en la cuarta reunión de la Conferencia General del O IEA durante una de las sesiones celebradas en la Hofburg de Viena, del 20 de septiembre

al I o de octubre de I960

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