estudio cualitativo

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1 Jazmín tiene 19 años. Sueña con administrar empresas. Con esa aspiración, cursa segundo año de una universidad pública. Su padre, pintor de obra, espera el momento en que su hija se transforme en la primera profesional de la familia. Más humilde, チngel tiene 31 años y vive en un barrio marginal del Conurbano. Su meta más urgente es conseguir el dinero cotidiano para su familia: es el único sostén de la misma. Liliana (41), comparte ese destino: es trabajadora “part time” –marketing directo-, uno de los pocos que no le exigieron tener terminados sus estudios secundarios. Sus ingresos se suman a los de su esposo, repartidor de soda. Ya más cerca del retiro, Norberto piensa en la jubilación que llegará en poco tiempo: a los 65 años, terminará su carrera com o director de un instituto de educación privada e iniciará su tiempo de descanso en un barrio residencial del Gran Buenos Aires. Tiempo que Oscar, de 69 años, consiguió al dejar su empleo como gerente de una empresa multinacional. Diego no piensa en despedidas: a los 40 años trabaja ocho horas en una dependencia pública del Conurbano. Lucas es mecánico, Silverio portero, Rosana cosmiatra y Ernesto abogado. Profesiones que definen y sustentan su lugar y rol social. Emmanuel, Melanie, Verónica, Gonzalo son estudiantes, futuros odontólogos, diseñadores y licenciado en sistemas. Lejos, en las antípodas de esas proyecciones, está Norma, que a los 29 años comparte un destino menos pretensioso: ella es empleada doméstica y junto a su esposo –changarín- se las ingenia para ser sustento de sus dos pequeños hijos. Todos estos nombres son personas concretas. Son exponentes de un tiempo social, político, económico y cultural. Cada uno desde su rol, desde su lugar en el mundo, desde su oficio, estudios o “no estudios”, tiene una mirada propia. Con ella, analizan los cambios profundos y decisivos que vivió el mundo del siglo XXI. Saben que protagonizan un tiempo que no comprenden. Los asusta, los seduce, los aísla y los integra: el mundo globalizado, el de Internet, el de palabras difíciles que no alcanzan a explicarles lo que es estar “conectado”. El umbral que separa el universo “físico”, el que conocen y transitan cotidianamente, del ciber espacio (el nuevo universo descubierto por Internet y las herramientas digital es) es una muralla impenetrable para la mayoría de ellos. Y una puerta que se abre al futuro, inteligente y virgen, para una minoría. Lo que es igual para todos es la certeza incuestionable de que el mundo digital ha llegado. Y no es opcional vivir en él. Lucas, Silverio, Oscar, Norma, Ernesto, Jazmín, チngel, Chelo, Mayte, Jenny y otros catorce habitantes más de un municipio de la Argentina se sentaron a debatir y analizar el mundo digital. Una consultora recabó la información y analizó sus respuestas con i ntensidad y minuciosidad. En setiembre de 2007 el objetivo fue llegar al “hueso”, conocer hasta el detalle más banal cómo la explosión cibernética cambió hábitos, miradas, costumbres, pensamientos y costumbres de una población determinada. O no, porque tam bién la ignorancia y la marginalidad van horadando su lugar en el Nuevo Mundo Digital 1 , dejando su estela de excluidos fuera del sistema . 1 Los detalles técnicos y observaciones serán incluidos al final del capítulo

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encuesta cualitativa uso de internet

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Jazmín tiene 19 años. Sueña con administrar empresas. Con esa aspiración, cursa segundo añode una universidad pública. Su padre, pintor de obra, espera el momento en que su hija setransforme en la primera profesional de la familia. Más humilde, Ángel tiene 31 años y vive enun barrio marginal del Conurbano. Su meta más urgente es conseguir el dinero cotidiano parasu familia: es el único sostén de la misma. Liliana (41), comparte ese destino: es trabajadora“part time” –marketing directo-, uno de los pocos que no le exigieron tener terminados susestudios secundarios. Sus ingresos se suman a los de su esposo, repartidor de soda.

Ya más cerca del retiro, Norberto piensa en la jubilación que llegará en poco tiempo: a los 65años, terminará su carrera com o director de un instituto de educación privada e iniciará sutiempo de descanso en un barrio residencial del Gran Buenos Aires. Tiempo que Oscar, de 69años, consiguió al dejar su empleo como gerente de una empresa multinacional. Diego nopiensa en despedidas: a los 40 años trabaja ocho horas en una dependencia pública delConurbano.

Lucas es mecánico, Silverio portero, Rosana cosmiatra y Ernesto abogado. Profesiones quedefinen y sustentan su lugar y rol social. Emmanuel, Melanie, Verónica, Gonzalo sonestudiantes, futuros odontólogos, diseñadores y licenciado en sistemas. Lejos, en lasantípodas de esas proyecciones, está Norma, que a los 29 años comparte un destino menospretensioso: ella es empleada doméstica y junto a su esposo –changarín- se las ingenia paraser sustento de sus dos pequeños hijos.

Todos estos nombres son personas concretas. Son exponentes de un tiempo social, político,económico y cultural. Cada uno desde su rol, desde su lugar en el mundo, desde su oficio,estudios o “no estudios”, tiene una mirada propia. Con ella, analizan los cambios profundos ydecisivos que vivió el mundo del siglo XXI.

Saben que protagonizan un tiempo que no comprenden. Los asusta, los seduce, los aísla y losintegra: el mundo globalizado, el de Internet, el de palabras difíciles que no alcanzan aexplicarles lo que es estar “conectado”.

El umbral que separa el universo “físico”, el que conocen y transitan cotidianamente, del ciberespacio (el nuevo universo descubierto por Internet y las herramientas digital es) es unamuralla impenetrable para la mayoría de ellos. Y una puerta que se abre al futuro, inteligente yvirgen, para una minoría. Lo que es igual para todos es la certeza incuestionable de que elmundo digital ha llegado. Y no es opcional vivir en él.

Lucas, Silverio, Oscar, Norma, Ernesto, Jazmín, Ángel, Chelo, Mayte, Jenny y otros catorcehabitantes más de un municipio de la Argentina se sentaron a debatir y analizar el mundodigital. Una consultora recabó la información y analizó sus respuestas con i ntensidad yminuciosidad. En setiembre de 2007 el objetivo fue llegar al “hueso”, conocer hasta el detallemás banal cómo la explosión cibernética cambió hábitos, miradas, costumbres, pensamientosy costumbres de una población determinada. O no, porque tam bién la ignorancia y lamarginalidad van horadando su lugar en el Nuevo Mundo Digital 1, dejando su estela deexcluidos fuera del sistema.

1 Los detalles técnicos y observaciones serán incluidos al final del capítulo

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Todos saben qué es una computadora. Vagamente reconocen en ella funciones específicas(“sirve para chatear, escuchar m úsica, buscar información, leer los diarios). Y pocos le creen.Recelosos, desconfiados, sospechan que Internet esconde nuevas formas de corrupción ymentiras.

Jazmín es una joven de clase media, que estudia administración de empresas. Sospecha, desdesus jóvenes diecinueve años, que Internet puede ser un arma de doble filo. Ella, que reciénasoma a su vida democrática y ciudadana, desconfía del voto electrónico. Dice que “puede sermás rápido, pero puede dar lugar a más corrupción”. En las antípodas de Os car, jubilado deuna empresa multinacional, que apuesta al voto electrónico: “todo lo que se aleje de laposibilidad de fraude, mejor. Cuanto más tecnología, menos posibilidad de fraude”.

Las respuestas sorprenden: se supone que a más juventud, más perme abilidad a lasherramientas tecnológicas existe. Después de todo, los jóvenes nacen con el chip ya incluido,dicen los “viejos” usuarios del mundo físico.

Pero no todo es tan previsible. La permeabilidad al uso de los nuevos elementos tecnológicosno es patrimonio de estudiantes y jóvenes ávidos por navegar en el ciberespacio. La primerareacción, común y general es –por el contrario- rechazarlos.

Melanie tiene veinte años pero ya duda. Dice que el voto electrónico le da desconfianza.“Porque por un voto electrónico podés decir hubo tantos votos para tal y por ahí nada que ver”(SIC). Algo parecido a lo que sostiene Emanuel , el aspirante a odontólogo, que agrega: “votar,francamente, puede votar cualquiera haciéndose pasar por otra persona, hay más posibili dadde fraude”.

Ellos son exponentes de la clase media argentina, ciudadanos que ya están familiarizados conlos conceptos básicos de la e -democracia. Pero no los entienden. Y mucho menos piensan enaplicarlos para su vida cívica. Como desconocen, temen. Y al temer, rechazan los cambios.Entonces apelan a la figura del fraude electoral; idea que –paradójicamente- sirve parasostener o rechazar la implementación del voto electrónico.

Jazmín pregunta, por ejemplo, si gobierno electrónico es “páginas web y tod o eso”. Está lejosde la tecnología, distante y distanciada. Usa la computadora para navegar, pero no paraestudiar. “A veces da más trabas. Vás allá (a una oficina pública) y te dicen entrá a la página yla página no anda, no se puede, no acepta tal dato y te tenés que ir de vuelta”…

Por eso sólo toma de Internet lo que le sirve a su universo concreto, cotidiano, práctico. Diceque navega por páginas de lugares de entretenimiento , busca teléfonos de empresas y delocales de ropa. Jazmín aún no tiene veinte años. Es protagonista central de un mundo quevive en “ebullición digital”. Pero ella descree de tanto protagonismo. Para su vida, Internet esuna variante moderna e intangible de las páginas amarillas. Lo demás, para ella… está porverse.

En cambio Miguel Ángel, un albañil de tiempo completo que apenas logró terminar susestudios primarios, vive una dualidad casi existencial: sabe que Internet es la herramienta delfuturo, pero reconoce que no tiene idea de cómo usarla.

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A veces va a los ciber y “navega” . Busca, dice, información para la s tareas que la escuela leencarga a su hija. Desconoce que es el voto ni el gobierno digital. No sabe, pero admite quesería bueno contar con ellos. No siente temor frente a los cambios que impone el uso masivode aparatos tecnológicos. Desconoce qué es, pero le gustaría aprender a usarlos. “Estaríabueno –imagina- porque así no perdés tiempo para hacer trámites en la municipalidad o ver aalguien para pedirle algo… directamente agarras la computadora… imagina Ángel, como si laPC fuera un automóvil, un disparador fortuito que resuelve todos los prob lemas que generavivir en el mundo del futuro virtual. Eso es lo que piensa Ángel a sus treinta y un años,mientras mezcla el material con el que levantará una pared de ladrillo concreta, sólida ycontudente. Un muro que se puede tocar con las manos.

“Sentí nombrar” dice Liliana (44 años), cuando quiere explicar qué sabe de gobiernoelectrónico, e-voto, tecnologías de punta. Desconfía, descree, cree que “eso” “data paralargo” . es decir, que falta mucho tiempo para que se implemente un sistema de gobiernoelectrónico que permita hacer trámites on line, por ejemplo.

Liliana completó séptimo grado y se anotó en la carrera de la supervivencia cotidiana. Es amade casa y vendedora de productos por el sistema de marketing directo (cosméticos, envasesplásticos, indumentaria). Su esposo, repartidor de soda, también permanece ajeno a losavatares que supone el mundo digital.

Sin embargo, tienen una computadora en casa. Aunque no saben y no tienen tiempo deaprender, dejan lugar al progreso. Dice Liliana, habland o de la incorporación de la tecnología ala vida cotidiana: “sería algo positivo. Todo lo que sea progreso a mí me parece que es positivo.Pero yo el tema de las computadoras…no estoy muy familiarizada”.

La PC hogareña cumple una función recreativa. Es el “juguete” de los chicos. Liliana acepta quesi aprendiera a usarla, podría ser una herramienta nueva de comunicación vecinal: “ sería másfácil enterarse de ciertas cosas, o averiguar qué podemos hacer. Porque ¿quién te da bolilla?Cuando vos querés hacer una pregunta nadie sabe nada, ni siquiera la junta vecinal, nada. A lomejor por ese lado… se esperanza Liliana. No sabe usar el e -mail ni tiene dirección electrónica.Pero aspira a que haya alguien “del otro lado” que pueda responder en tiempo y forma susdudas. Eso es, básicamente, el significado de Gobierno Digital.

Por ahora, la PC es de los chicos. Y cumple una función aceptable. “veo que a los chicos les dabuenos resultados. Tanto asi sea para comunicarse como para mandar un mail como parasacar información para el colegio. Es decir, la utilidad mínima, una mega Enciclopedia Laroussede los alumnos del siglo XXI. Para Liliana es eso. “Antes gastaba muchísimo –ponele- enfotocopias y en un libro –compara-, y ahora se mete y chau. Tiene todo ahí, estud ia de ahí. Sesimplificó. ¿no es eso el futuro, acaso?.

Y si de educación se trata, Norberto pasó buena parte de su vida en un colegio. Su vida laboralterminó cuando se jubiló como director de un colegio privado. Dirigió la preparaciónsecundaria de varias generaciones de jóvenes, de todos los tiempos. Hoy Norberto estájubilado y retirado de la actividad profesional. Quizás por eso minimiza la importancia que lacomputadora tiene para las nuevas sociedades. Usa poco el e -mail, navega por la web dosveces por semana y no piensa incorporar nuevas herramientas tecnológicas a sus hábitos

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cotidianos. Su principal temor es ser estafado. ¿cómo? No lo sabe, pero de alguna manera. “Séque la computadora e internet son el presente y el futuro . Pero hay que ser cuidadoso porquese borra la información y se pierde un caudal grande de conocimientos, de recursos y tiempo” ,enumera, como si fueran los grandes males de la tecnología. Norberto prefiere ser precavido yno apurarse. El futuro es una instancia que, para él, pu ede esperar.

En su mismo nivel social, Verónica está en la antítesis de este pensamiento. Tiene 23 años yreparte su vida como estudiante de diseño industrial en una universidad pública y comoempleada de una empresa privada. Es una “tecno girl”. Tiene cel ular, I Pod, computadora.Diseña modelos en 3D por computadora para presentar los trabajos prácticos que le exige lafacultad; envía cadenas de mail a sus amigos y chatea con los más conocidos. Lasherramientas digitales forman parte de su vida cotidiana, aunque su uso es aún limitado. “tehacés dependiente del celular y de la computadora, es terrible…” . Sin embargo, Verónica noconoce ni remotamente lo que es un gobierno digital. Tampoco parece interesarle demasiado.Vagamente opina que el voto electrónic o haría mas fácil el tema del escrutinio. Creo quefacilitaría un poco el sistema. Y si se pudiera evitar el fraude, mejor. .

Sobrevuela en la mayoría de los entrevistados una idea central: que internet, lascomputadoras y los celulares tienen un rol centra l en el mundo del futuro. Pero no saben muybien cuál es o lo limitan a funciones esenciales.

El entramado social aun no internalizó el impacto profundo que el advenimiento de las nuevastecnologías provoca en la vida cotidiana. Aun son hombres y mujeres que piensan, trabajan,interactúan y conviven “usando” –en el mejor de los casos- algunas herramientas digitales.Pero todavía no conciben el mundo virtual como lugar común. La tremenda transformaciónque provoca la inclusión de la tecnología –sobre todo Internet- repercute apenastangencialmente –todavía- en los hábitos de cada día.

“Hoy que estamos con la electrónica a full, pienso que va a servir para el día de mañana evitarese tipo de cosas que están pasando hoy en día. Y ojalá que sirva para el futuro por eso”. Ese esel pensamiento de Diego, un empleado público que –paradójicamente- no sabe ni quiere saberun gobierno digital, una administración pública digital, el voto electrónico.

Diego no sabe cuánto cambiaría su rutina laboral si incorporara el correo electrónico, unapágina de consultas, un formulario on line. “Si bien yo no tengo internet mi hermana sí. Y anteuna consulta de equis tema ella me lo ha solucionado a través de la c omputación, a través deInternet.

Emanuel, contemporáneo de Diego, tiene una visión más amplia del manejo de la tecnología.Imagina que el gobierno electrónico “debe ser un contacto que existe entre lo que sería elpoder político y la sociedad a través de una computadora. O sea, quizás una persona se puedellegar a enterar de las leyes o de la repugnación ( SIC) de las leyes. O como fueron modificadas através de la computadora, cosa que antes no se podía, creo que es eso.

Emanuel estudia odontología. Es el exponente de una clase media que tomó el desafío deincorporar la tecnología pero todavía no sabe bien para qué. Como buen adolescente, chatea,busca información para la “facu”, envía mail. Dos horas por día, dice, es el tiempo que le

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dedica a la red. Además de la PC, reconoce el celular como herramienta tecnológica…y nomucho mas. Dice que “ la radio está en total desuso y el periódico, lo que es el periódico papel,lo demás es Internet. Y bueno, telefonía. Y televisión. Esas son, para Emanuel, las herrami entastecnologías que el hombre conoce. Para él, los defectos son anulados por las “enormes”virtudes que permite el uso de la tecnología.

Dice que gracias a estos nuevos medios de comunicación, muchas personas pueden transmitirexperiencias o pensamientos que antes quizás estaban reprimidos o no tenían posibilidad dellegar a otras personas. Con Internet lo que se genera es que cada persona que tenga unpensamiento pueda plasmarlo y ser leído por otras personas, puede ser compartido por otros.Y concluye, categórico: La tecnología es un instrumento del hombre y puede llegar a fallar. Osea, cuando falla, me lo tomo como … un error. No me pongo loco, histérico… Así imagina quevive el hombre digital cuando las conexiones le juegan una mala pasada.

En todos los testimonios, no sólo en el de Emanuel, sobrevuela la idea de que la sociedaddigital todavía es un proyecto del futuro. Puede ser mas cerca o mas lejos, pero no es undebate que incluya la vida presente, la de todos los días.

Ninguno de los entrevistados –sin importar su poder adquisitivo, nivel de estudios ni escalafónsocial- asumió que forma parte, protagoniza y alimenta la revolución digital. Que es muchomás que buscar información escolar en Google o votar electrónicamente un candidato.

Desconocen que existe una nueva pared que separa a los hombres del siglo XXI, que no tienenada que ver con la distribución de la riqueza ni el nivel de capacitación adquirido. Es la brechadigital, esa línea imperceptible que deja fuera de carrera a las comunidade s que no se sumarona la vorágine implacable del avance tecnológico.

Este libro se inspira en estos hombres y mujeres, estudiantes, profesionales, jóvenes y no tanjóvenes, ricos, pobres, satélites de los sistemas de producción o engranajes centrales delmismo que desconocen que el futuro es hoy. Que la tecnología cambió todo. Que sonprotagonistas excluyentes de una revolución que sólo se puede comparar a la que produjo lainvención de la imprenta o el primer engranaje que movió la sociedad industrial de s iglo XVIII.

Esta surgiendo un nuevo paradigma social. Es el tiempo de una “generación bisagra” que uniráel mundo cotidiano con el mundo virtual, enlaces involuntarios de un universo que –tambiénen el plano tecnológico- aún es virgen, inexplorado e infini to.

Ese es el primer mensaje que ciudadanos como Maria Jose, una contadora de 32 años,profesional con casa propia y conocimientos actualizados del mundo, debe incorporar comodogmas de una nueva vida. Ella busca en Internet quién puede animar el cumpleaño s de supequeña hija. Pero no contrata ese servicio por la misma vía. Lee el diario on line, pero noconsidera que sea una vía adecuada para pagar sus impuestos. Maria José le llama “cosito en laoreja” al bluethoot. O prefiere ir a un locutorio a chequear mails antes que activar el servicioen su celular. Se entusiasma cuando piensa que ahora es posible inscribirse en la facultad através de Internet, pero duda q ue se anime a votar un presidente por esa vía.

Contradictoria, versátil, imprecisa, dudosa es l a información que recibe sobre las nuevastecnologías. Como María Jose, los hombres y mujeres de este tiempo están bombardeados por

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publicidades de celulares que tienen accesorios y utilidades que pocos conocen. Ocomputadoras multimedias que solo se usan para chequear mails. Viven de cerca la profundacontradicción que existe entre un modelo de gobierno digital, que se anuncia con páginas webhiper enlazadas, modernas, ágiles, expeditivas que le permiten al ciudadano chequear –porejemplo- las infracciones cometidas en su vehículo. Faltas que después podrá pagar sólo si lapaciencia le alcanza para esperar cuatro horas en una oficina atiborrada de personas yburocracia del siglo pasado.

Esas dualidades forman parte de la vida del neo ciudadano. Como María José, Chelo es unjoven de nivel medio, hijo de un empleado de frigorífico que cursa sus primeros años en lafacultad de Economía. Piensa que es un “ser digital” porque navega tres horas diarias, bajamúsica, películas y juegos o chatea con sus amigos. Di ce Chelo: “Un profesor de la facultad nosdice: ustedes se quejan y nosotros, cuando estudiábamos, no teníamos nada. Teníamos que ir ala biblioteca, nos cagaban a palos y ustedes tienen Internet, hacen un click y listo” . Para Chelo,“aprovechar” Internet es hacer click. Esta convencido que el voto electrónico es algo así comopáginas de Internet donde podés votar una propuesta, o sea, sumando cantidades positivas ynegativas sobre la opinión de algo”. Para ser mas claro, agrega: “en el sentido de reemplazar laurna con el sobre. Y en una elección oficial en vez de urnas, hay una computadora”.