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1.- EL EMPRESARIO INNOVADOR
1.1.- Una visión simplificada del empresario innovador, según J. A. Schumpeter 1.2.- El empresario innovador en su contexto social
2.- INNOVACIÓN, POLÍTICA Y EMPRESA 2.1.- Datos y recursos 2.2.- Planes e iniciativas 2.3.- Las virtudes del emprendimiento y el patrón de éxito
3.- EL COMITÉ PERMANENTE DE INNOVACIÓN, UNA INICIATIVA PARA LA INNOVACIÓN Y LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LA EMPRESA, EN EL ÁMBITO DEL MEDITERRÁNEO
3.1.- El Comité Permanente de Innovación 3.2.- El “Eje Mediterráneo” 4.- A MODO DE RESUMEN BIBLIOGRAFÍA
ESTRATEGIA EMPRESARIAL EN TORNO A LA INNOVACIÓN EN ANDALUCÍA
José J. Benítez Rochel y Gumersindo Ruiz Bravo de Mansilla
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1.- EL EMPRESARIO INNOVADOR 1.1.- Una visión simplificada del empresario innovador según J. A. Schumpeter
Las ideas de J. A. Schumpeter (1934) y (1935) sobre crecimiento económico y,
como motor del mismo, la figura del empresario innovador siguen siendo inspiradoras
para hablar de innovación y localización de actividades en un territorio, en una
economía abierta. No obstante, el énfasis que puso Schumpeter en la individualidad
del empresario necesita ser corregido actualmente; de hecho es cuestionable si tenían
validez incluso para la época a que él se refería. Vamos a seleccionar algunos
elementos del análisis schumpeteriano como ideas sobre las cuales interpretar la
innovación; las citas corresponden a la obra mencionada de 1934 excepto la que se
indica de 1935.
Flujo circular
El flujo circular se refiere a una economía donde la explicación de los hechos
económicos se hace sobre datos anteriores; aunque se produzcan fluctuaciones
puede considerarse que las series de información económica presentan regularidades
aceptadas. Pueden existir cambios en la actividad económica, pero dentro de un
proceso continuo donde las condiciones externas y las necesidades de demanda
están dadas. La actividad productiva se mueve en una misma función de producción
para satisfacer esas necesidades.
Aquí se explica ya la idea de que producir es combinar elementos productivos y
que, para una tecnología dada, los coeficientes de producción representan una
relación cuantitativa estable de inputs necesarios para una unidad de producto. Se
introduce un factor productivo: el manager o director; pero en una economía de flujo
circular, que es una economía tecnológicamente determinada y que sólo depende de
la demanda, estos managers: “simplemente extraen conclusiones de circunstancias
conocidas y carece de relevancia si dirigen o son dirigidos.... ya que operan en un
sistema del que se conocen las regularidades”. Esto es, no tienen un papel creativo a
cumplir en el sistema.
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Los factores productivos, en la teoría del flujo circular, reciben remuneraciones
según sus productividades marginales, y el beneficio es una anomalía en un sistema
de competencia perfecta; las justificaciones para el beneficio se apoyan en deficientes
funcionamientos y desajustes tales como: fricciones del mecanismo de mercado; fallos
comerciales; nuevas situaciones que requieren adaptación de los negocios;
abstinencia de consumo actual por consumo futuro. Pero el beneficio no se debe a la
innovación.
En este tipo de economía tampoco reconoce Schumpeter un papel a la
acumulación (ahorro), puesto que al no introducirse nuevos métodos de producción no
se exige una acumulación previa de bienes. Aquí la oferta satisface una demanda
estable y el proceso reproduce su propio flujo.
Desarrollo económico
El desarrollo económico se puede analizar como historia de la evolución de la
economía, como interpretación económica de hechos pasados. Esto supone darle
relevancia a acontecimientos no estrictamente económicos y da lugar a una distinción
entre un desarrollo explicable por hechos externos – no necesariamente económicos –
y un desarrollo explicable por factores económicos. De esto último es de lo que
Schumpeter se ocupa: “clasificados todos los factores que pueden ser causantes de
cambios en el mundo económico he llegado a la conclusión de que, aparte de los
factores externos, existe uno puramente económico de importancia capital, y al que yo
he dado el nombre de innovación”.
Por desarrollo entiende no simples incrementos de población y producción, sino
cambios espontáneos y discontinuos en el proceso descrito de flujo circular. Las
innovaciones son “cambios en las funciones de producción que no pueden ser
reducidas a pasos infinitesimales. Por muchas diligencias que se sumen, no se podrá
obtener jamás un ferrocarril” (Schumpeter, 1935).
Define Schumpeter el desarrollo como la puesta en práctica de nuevas
combinaciones: introducción de un bien nuevo, un nuevo método de producción, un
nuevo mercado, una nueva fuente de producción (explotación de materia prima), una
nueva forma organizativa.
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Tampoco en la economía dinámica aparece de manera destacada el papel del
ahorro. El desarrollo consiste – se pone aquí el énfasis – en emplear recursos
existentes en una forma diferente, en hacer nuevas cosas con ellos. Así enfocado, el
incremento del producto puede darse sin incrementos de mano de obra ni ahorro,
mediante una nueva función de producción.
Llevar a cabo nuevas combinaciones es una empresa; quien lo hace es el
empresario. El empresario es el que asume el riesgo, el que crea, el que desarrolla. Es
distinto del capitalista y del manager o director. El empresario lo es en cuanto combina
de manera diferente los recursos. Esta aportación organizativa y tecnológica introduce
cambios en la función de producción.
Crédito y capital
El crédito posibilita que el empresario emprenda la actividad necesaria para
realizar las nuevas combinaciones, pero también hay una capitalización de la empresa
que se ha generado por innovaciones previas con éxito que han dado lugar a esa
producción excedentaria. La producción innovadora es, pues, en cierto modo, anterior
al ahorro.
La otra fuente de creación de capacidad de producción son los instrumentos
financieros, bancarios o no. El crédito bancario es la figura más destacada. Pero no
hay correspondencia estricta entre producción y crédito, porque el crédito no se apoya
en unos bienes existentes, sino en una posibilidad de producción futura.
El crédito se orienta al empresario, le proporciona capacidad de adquisición de
factores de producción para que con ellos establezca nuevas combinaciones. El
empresario es el típico deudor de la sociedad capitalista: recibe bienes de la corriente
social antes de haber contribuido a ella con la producción. Así pues, el crédito influye
en la producción: “Sólo el empresario en principio necesita crédito; y sólo para el
desarrollo juega una parte fundamental”.
Pero el crédito bancario se basa en ahorro previo y, como hemos visto en los
últimos años, la financiación depende también de la creatividad de los instrumentos
financieros. Aquí también hay innovación y creación empresarial.
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En cuanto al capital dice que: “no es sino la forma en que los empresarios
sujetan bajo su control los bienes concretos que necesitan, no es sino un medio de
derivar factores de producción a nuevos usos, o de dictar una nueva dirección a la
producción”. El capital más que un bien es un medio para procurarse factores de
producción y combinarlos en nuevas técnicas. El capital tiene un carácter productivo y
técnico, en una economía en desarrollo.
“En el mercado de dinero – dice Schumpeter - siempre es posible distinguir qué
pertenece al flujo circular y qué al desarrollo”. Esto es así porque en el flujo circular el
crédito tiene justificación sólo para transacciones, mientras que en el desarrollo tiene
la función que hemos apuntado anteriormente: crédito para la innovación.
El papel que se concede al mercado de dinero es relevante; es un mercado
donde se intercambia poder de compra presente por poder de compra futuro: “la
función principal del mercado de dinero o capital es comerciar en crédito con el
propósito de financiar el desarrollo. El desarrollo crea y nutre este mercado”.
Beneficio empresarial
Como decíamos anteriormente, el beneficio empresarial surge de haber
empleado medios existentes en formas nuevas, “nuevas combinaciones”. De ellas se
obtiene un beneficio, por esta capacidad de anticipación y creación de riqueza. No hay
retribución a un factor de producción según su productividad marginal; sino que el
beneficio es motor y resultado de la innovación.
El riesgo recae sobre el capitalista que posee los bienes, no sobre el
empresario que los utiliza. Existe también un riesgo social evidente, pues se toma
parte de la renta total para ensayar nuevos usos.
Interés del capital
Hay un pago a los factores de producción: tierra y trabajo; un pago al
empresario por su aportación creadora; y un pago al capitalista, que es el interés.
El interés es un premio que se paga por tener poder de compra presente frente
a poder de compra futuro. En la economía de flujo circular no hay interés productivo,
pues el adelantar consumo futuro al presente no añade productividad al sistema. El
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interés fluye de la obtención de un excedente: “En el desarrollo, una parte del beneficio
va al capitalista. El interés actúa como un impuesto sobre el beneficio”.
Así pues, la existencia de una actividad empresarial y un beneficio empresarial
son requisitos previos para pagar un interés (productivo).
El carácter permanente del interés sólo puede explicarse por la actividad
empresarial dentro de un desarrollo continuado. De una misma actividad productiva
sólo puede derivarse un beneficio, un interés, lo demás serían pagos a los factores
trabajo y tierra. Se paga por una sola vez el interés, por la disponibilidad de capital que
da derecho a la adquisición de factores y su combinación productiva.
En suma, esta visión productivista nos aleja de la idea del interés como
compensación de la anticipación de consumo futuro por presente, y la sitúa en facilitar
la disponibilidad de recursos para el desarrollo. Las fuentes de generación de recursos
son: inversiones de los recursos obtenidos; liquidación de empresas y negocios;
ahorros derivados del desarrollo (economías de escala); ahorro y acumulación; crédito
bancario. A esto podríamos añadir actualmente la financiación propia de la empresa,
no bancaria. Schumpeter explica el fenómeno del interés pero no lo justifica, no lo
considera necesario en cualquier sistema económico.
Lo importante es que el interés proviene de la innovación, que a su vez es
posible por el crédito.
1.2.- El empresario innovador en su contexto social
Nada mejor que el título de una biografía, publicada recientemente, para tener
una primera impresión sobre sus ideas: Profeta de la innovación: Joseph Schumpeter
y la destrucción creativa; su autor, Thomas K. McCraw quiere así destacar cómo la
innovación tiene lugar dentro de un proceso dinámico y conflictivo, donde creación y
destrucción se suceden.
Como decimos, para Schumpeter la característica que define al empresario es
la innovación; combinando tecnologías, conocimiento y los factores disponibles.
Matizamos sin embargo, su papel en relación con el riesgo, porque no necesariamente
el empresario es el único que asume riesgo, también lo corren los trabajadores si el
proyecto, la empresa, no va adelante y se encuentran desempleados, y por supuesto
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también corre riesgo el capital financiero que ha posibilitado la actividad. Pero quien
plantea el riesgo como camino para el desarrollo futuro, y lo hace presente, es el
empresario. Por eso el crédito se orienta al empresario, le proporciona capacidad de
adquisición de factores de producción para que con ellos establezca nuevas
combinaciones.
El ambiente sociocultural en que el empresario realiza su actividad condiciona
la innovación, con lo que hay un componente de racionalismo individual consustancial
a la figura del empresario innovador. Sin embargo, las instituciones del mercado:
sistema financiero, reguladores, bolsas, y la normativa, tienen que tener una
legitimidad social, deben ser aceptadas como buenas y útiles por otros elementos e
instituciones de la sociedad para que se entienda que son parte de una organización
social más amplia. Nadie cuestiona hoy el papel de las instituciones públicas en crear
y mantener ese marco donde se hace posible la innovación y su aplicación productiva.
La cooperación puede llamarse concertación entre factores de producción (capital,
trabajo, empresario), o sinergias entre distintos empresarios, que cooperan se
comunican y se integran, sin detrimento de su capacidad creativa. También aquí hay
actualmente una demanda para que la política pública sea activa, propicie la
innovación y cree situaciones localmente ventajosas (desde la educación y la
investigación, hasta el marketing).
Estas tendencias, que bien dirigidas muestran una madurez en la forma de
entender la innovación y sus resultados, nos hacen también ver de manera diferente la
figura del innovador individual y heroico. Podría interpretarse que el heroísmo es más
adecuado en decisiones personales que políticas y sociales; ésta sería una lectura
muy particular de las nuevas ideas sobre responsabilidad social en el ámbito de la
innovación como aquí la presentamos, que llevarían a principios menos individualistas
y extremos en la organización de la vida económica o al menos a la búsqueda de un
equilibrio. Se trataría, pues, de hacer menos bruscos los altibajos en el crecimiento, de
evitar en lo posible las crisis, de que la creación sea lo menos destructiva posible y los
cambios tecnológicos se sucedan sin un daño excesivo a sectores y regiones.
Las ideas de Schumpeter son pioneras y dan lugar a desarrollos posteriores.
Es especialmente interesante el libro de John W. Gadner (1963), por cuanto su autor
destaca que la vitalidad de las organizaciones empresariales depende de la vitalidad
de sus individuos y amplía el ámbito individual al colectivo de la empresa. La
flexibilidad de mente y la respuesta ante el cambio son determinantes de la
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innovación, y las empresas no pueden tener una cultura de innovación si los que las
dirigen y trabajan en ellas no tienen disposición a aprender, desarrollar los
conocimientos y asumir riesgos.
Supone un enfoque de la gestión mucho más próximo al concepto de
empresario innovador schumpeteriano que al que se enseña en las escuelas de
negocio, enfocado hacia el empleo de herramientas y técnicas de gestión, objetivos,
etc. El libro de Gadner nos dice que las empresas funcionan principalmente en
relación a las actitudes y comportamientos personales y, puestos a tener
departamentos, deberían contar con uno de “renovación continua”. En efecto, es
relativamente fácil identificar dificultades y oportunidades, y tremendamente difícil
conseguir la disposición empresarial para remontarlas o aprovecharlas. Esta
disposición hay que buscarla en los directivos, ya que según Gadner (1963): “hablar
de innovación y de un cambio permanente mientras que uno es incapaz de arriesgar
su posición o reputación es fundamentalmente poco consecuente y honesto”.
Estas posiciones abiertas tienen menos de planificación que de suerte, de
manera que la propia disposición a la innovación hace más probable dar con un
mercado, una técnica o procedimiento, un cliente, oportunidades, que supongan un
cambio radical en beneficio de la empresa. Sin embargo, se enfocan más hacia los
aspectos de capital humano y organización de las empresas que hacia figuras
individuales.
Si queremos corroborar este enfoque y además con datos empíricos, es
interesante la lectura de la conferencia de Horst Albach (1984). En ella se expone,
siguiendo a Schumpeter, la figura del “empresario dinámico”, como figura histórica
entre el siglo XIX y principios del XX, y que se correspondía con un pequeño grupo de
empresarios, muy influyentes y de fuerte personalidad, de la época. Albach señala
como condiciones actuales del empresario innovador, el consenso sobre las funciones
de la empresa en la economía, las condiciones sociales, una demanda suficiente, y un
impulso público. “Bajo estas condiciones sociales –dice (pág. 9)-, la innovación ya no
es el resultado de la imaginación y de la fuerza del empresario, es un proceso
bastante largo, cansado y extremadamente caro, necesitándose de un detallado
planteamiento de medios y una coordinación cuidadosa de mucha gente y muchos
organismos diferentes”. Una tradición de innovación dentro de una empresa, con
mercados disponibles, al menos inicialmente, con técnicas de gestión comercial, de
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gestión del riesgo y gestión financiera, y trabajando en un entorno propicio, son
características de la empresa innovadora actual.
Mencionaremos que el trabajo de Horst Albach incluye un estudio mediante
una encuesta a empresas alemanas seleccionadas, para determinar dónde estaba la
innovación, cómo se producía y de qué tamaño (entre 750 y 1250 empleados) eran las
empresas más innovadoras.
Este tipo de empresa se diferencia, pues, considerablemente de la empresa del
empresario dinámico, innovador de Schumpeter, pero su pensamiento nos sirve como
eficaz contrapunto para comprender la innovación. Efectivamente, nadie espera hoy
que los problemas mencionados económicos encuentren soluciones espontáneas sólo
contando con empresarios, incluso si tienen atributos que, simplificando, pudiéramos
llamar “schumpeteriamos”.
2.- INNOVACIÓN, POLÍTICA Y EMPRESA
Uno de los principios fundamentales que explican el funcionamiento de una
economía es que el nivel de vida depende de la capacidad para producir bienes y
servicios. Esta es una afirmación elemental con implicaciones para la política
económica, ya que el nivel de vida de los ciudadanos es responsabilidad de la política
pública, y de ahí su justificación para impulsar la innovación, la productividad, y las
rentas.
Si aceptamos que la integración económica de los países, es decir, la
globalización, es el escenario de referencia, donde se renuncia a la protección, y la
búsqueda de la competitividad es un objetivo deseable para no perder presencia en
los mercados, es lógico que las mejoras tecnológicas orientadas al aumento de la
productividad se hayan convertido, desde hace décadas, en el eje de las estrategias
de desarrollo a todos los niveles, desde el supranacional al local. En este contexto, las
políticas de innovación y las destinadas al fomento del emprendimiento han ido
ganando un protagonismo creciente.
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2.1.- Datos y recursos
Aparte de la discusión sobre el origen de las innovaciones que puede
articularse a partir de lo expuesto en la parte 1 de esta ponencia, lo cierto es que los
resultados de la investigación y el desarrollo experimental (I+D) condicionan la
capacidad de innovación. Según la Guía para la recogida e interpretación de datos
sobre innovación, conocido como Manual de Oslo de la OCDE (2005), la I+D “incluye
los trabajos de creación emprendidos de manera sistemática con el fin de aumentar la
suma de conocimientos, incluidos el conocimiento del hombre, la cultura y la sociedad,
así como la utilización de esta suma de conocimientos para concebir nuevas
aplicaciones”. La frontera entre las actividades que están incluidas en la I+D y las que
no lo están se encuentra en la presencia de un elemento de novedad que resuelva una
incertidumbre científica o tecnológica.
En este sentido, un diagnostico frecuente se refiere al esfuerzo insuficiente que
se realiza en este ámbito, medido en términos del gasto total de I+D en proporción al
PIB (Tabla 1).
Tabla 1. Gasto en I+D (% del PIB). 2005 Andalucía 0.83 España 1.12 Italia 1.10 Francia 2.13 UE-27 1.74 UE-15 1.87 Estados Unidos 2.62 Japón 3.33 Fuente: OCDE (2007) e INE (2008)
Las debilidades del gasto de I+D sobre el PIB como indicador para la acción ha
motivado el diseño de otros indicadores más completos, que reflejen con mayor
fidelidad la capacidad de innovación de un territorio. Por ejemplo, la Comisión Europea
(2007a) publica un informe que contiene un indicador sintético de innovación regional
que se elabora a partir de los siguientes indicadores primarios: recursos humanos en
ciencia y tecnología, participación de la población en programas de formación
permanente, gasto público en I+D, gasto empresarial en I+D, empleo en sectores de
alta y media tecnología, empleo en servicio de alta tecnología, y patentes. Los
resultados aparecen el la Tabla 2 donde se han agrupado las distintas regiones
europeas (utilizando los fondos gris o blanco) utilizando un análisis cluster.
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Las regiones de la UE-15 ocupan los primeros lugares al situar a 47 entre las
50 primeras y a 94 entre las 100 primeras. Por lo que se refiere a las regiones de los
países de la Europa del Sur, si exceptuamos a Île de France, mantienen posiciones
discretas. El Midi Pyrénées ocupa el lugar 30 justamente por encima de la Comunidad
de Madrid. La primera italiana es Lazio en el puesto 44. Andalucía, por su parte, ocupa
el puesto 169, aunque esto refleja la muy retrasada posición de partida, más que una
falta de respuesta a las iniciativas del gobierno autonómico.
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Tabla 2. Indicador sintético de innovación regional.
Fuente: Comisión Europea (2007a)
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2.1.- Planes e iniciativas
En la actualidad, al VII Programa Marco de la Unión Europea para acciones de
investigación, desarrollo tecnológico y demostración (2007 a 2013), en el caso de
España, se le añade no sólo el Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e
Innovación Tecnológica (2008-2011), sino 17 planes regionales de I+D+i que, aunque
con denominaciones muy diferentes, son muy parecidos entre sí. Las diferencias más
importantes se dan en el esfuerzo presupuestario que representan, el énfasis en los
aspectos territoriales frente a los sectoriales, o en el número de instrumentos que se
utilizan (Quesada, 2008).
El hecho de que a nivel regional se hayan integrado, con el paso del tiempo, los
planes de I+D con los de innovación no implica, en la práctica, que se gestionen
conjuntamente. En algunos casos, la I+D está en el ámbito de la universidad y la
innovación en el de la empresa. Lo cual supone que la política de I+D se gestiona en
los departamentos con competencias en la política universitaria y la de innovación se
asocia con la política industrial. En el caso de Andalucía existe una Consejería de
Innovación, Ciencia y Empresa que gestiona de forma integral toda la política de I+D+i,
y en el nuevo gobierno de España, que sigue a las elecciones de marzo 2008 se
adopta este modelo.
Además de propuestas presupuestarias concretas, los objetivos de los planes
de I+D+i aparecen formulados de manera muy amplia. A nivel europeo el VII Programa
Marco de I+D establece como objetivos “especialmente importantes” apoyar la
cooperación transnacional a todas las escalas dentro de la UE; fortalecer el
dinamismo, la creatividad y la excelencia de la investigación; y reforzar el potencial
humano de la investigación y la tecnología tanto cuantitativa como cualitativamente
(DOCE, 2006).
En España el Plan Nacional de I+D+i establece como objetivos situar a España
en la vanguardia del conocimiento; promover un tejido empresarial altamente
competitivo; desarrollar una política integral de ciencia, tecnología e innovación
(imbricación de los ámbitos regionales en el sistema de Ciencia y Tecnología); avanzar
en la dimensión internacional como base para el salto cualitativo del sistema;
conseguir un entorno favorable a la inversión en I+D+i; y fomentar la cultura científica y
tecnológica de la sociedad (Ministerio de Ciencia y Tecnología, 2007).
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Por su parte, en Andalucía aparecen como objetivos generales los siguientes:
generar conocimiento y ponerlo en valor; desarrollar una cultura emprendedora y de
innovación en universidades, organismos de investigación y empresas; mejorar los
cauces de intercambio de conocimiento favoreciendo el desarrollo tecnológico y la
innovación; e implicar la participación de la iniciativa privada en el sistema andaluz de
conocimiento a través de la I+D+i (Consejería de Innovación, Ciencia y Tecnología,
2006).
El esfuerzo, en comparación con los niveles de Estados Unidos y Japón, tal
como quedó reflejado en la Tabla 1, se entiende como una debilidad histórica de los
sistemas de innovación. A partir de ahí se plantea como objetivo el incremento del
gasto. En Europa, de acuerdo con la estrategia de Lisboa, el Consejo Europeo de
Barcelona de 15 y 16 de marzo de 2002 acordó que el gasto global en I+D+i en la
Unión debía aumentar con el objetivo de aproximarse al 3 % del PIB en 2010. En
España, el objetivo para 2011 se ha marcado en el 2,2 %. Y a nivel regional todos los
planes se marcan a corto plazo el objetivo del 2 %. Por otro lado, también resulta
común que se persiga el aumento de la participación empresarial en el gasto de I+D.
Esta concreción del objetivo de gasto resulta discutible en la medida en que el
aumento de los recursos que recibe el sistema de investigación y desarrollo no sea ni
una condición necesaria ni suficiente para la mejora de los resultados. El mecanismo
funcionaría si se demuestra que un aumento de los recursos (financieros y humanos)
eleva la producción científica y tecnológica y, en última instancia, afecta positivamente
al bienestar.
Más allá de los recursos financieros presupuestados y de los objetivos
enunciados, conviene hacer una reflexión sobre las implicaciones distributivas de la
política de I+D+i. Debe recordarse que la búsqueda de la competitividad es su
principio unificador y, por tanto, el reparto de los recursos no obedece a criterios de
equidad sino de eficiencia: los recursos se aplican en los lugares que poseen mayor
capacidad productiva y de innovación. Por ello, es comprensible que la participación
española en los programas marcos de la UE sea modesta. Por ejemplo, los últimos
datos muestran, por ahora, que España se ha beneficiado de, aproximadamente, el 6
% del presupuesto del VII Programa Marco (lo que supone una cifra similar a la que
obtuvo en programas anteriores). Pues bien, más del 75 % de esos recursos
estuvieron concentrados en Madrid, Cataluña y el País Vasco. Andalucía, a pesar de
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los avances realizados en los últimos años, apenas consigue un 6 % de los fondos
comunitarios de I+D que llegan a España (CDTI, 2008).
Pero no sólo es una cuestión de recursos sino de las propias líneas de
investigación que se financian ya que, en ocasiones, no están relacionadas con el
tejido productivo en las que se enmarcan. En definitiva, si el objetivo último es
estimular la aparición de innovaciones con impacto productivo en un ámbito
económico concreto, los planes de I+D+i, ya sean nacionales o regionales, deberían
atender no sólo a los criterios de excelencia científica o tecnológica, sino también al
aprovechamiento potencial del tejido productivo en los que se circunscriben. Esto es,
podría surgir una discusión “excelencia versus utilidad” en los criterios de valoración
de los proyectos de I+D+i que deben financiarse. En el caso de Andalucía, al menos
en la declaración de principios, se busca una compatibilidad entre ambos criterios ya
que cuando se menciona la calidad en la generación de conocimiento se entiende
“como excelencia” y “como relevancia” en el sentido de que contribuyan a la “solución
de problemas sociales, ambientales, económicos y culturales concretos de la sociedad
andaluza” (Consejería de Innovación, Ciencia y Tecnología, 2006).
Por último, hay que reconocer y alabar el esfuerzo que desde la Administración
Pública regional se hace en Andalucía en el ámbito de crear espacios como los
parques tecnológicos, redes de conexión tecnológica empresarial, e inversión directa
en proyectos empresariales, así como la intervención mediadora para que las
empresas no se vayan y se relocalicen en el territorio. El resultado de estas políticas
ya ofrece resultados, pero como decimos la posición de partida es muy débil y las
cifras comparativas seguirán mostrando diferencias significativas con otras áreas
geográficas.
2.3.- Las virtudes del emprendimiento y el patrón del éxito
Una de las principales virtudes de los mercados es que estimulan la
exploración continua de nuevas oportunidades tecnológicas para alcanzar los métodos
de producción más eficientes. En este sentido, tal como se ha destacado al exponer
las ideas de Schumpeter, el emprendedor desempeña un papel crucial. Así, entre los
objetivos de los planes de I+D+i se encuentra, frecuentemente, el fomento del espíritu
emprendedor. El de Andalucía, por ejemplo, contiene como objetivo destacado el
desarrollo de una cultura emprendedora y afirma que “el espíritu emprendedor es el
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principal motor de la innovación, la competitividad y el crecimiento económico”
(Consejería de Innovación, Ciencia y Tecnología, 2006).
El libro verde presentado por la Comisión en 2003 sobre el espíritu empresarial
en Europa lo define como “la actitud y el proceso de crear un actividad económica
combinando la asunción de riesgos, la creatividad y la innovación con una gestión
sólida, en una organización nueva o en una ya existente” (Comisión Europea, 2003).
Pues bien, el diagnóstico que se hace de la situación europea, al igual que ocurre
cuando se analizan los indicadores de I+D, es desfavorable frente a otras potencias
económicas (Estados Unidos, en particular).
Según la última encuesta del Eurobarómetro sobre el emprendimiento
(Comisión Europea, 2007b), la mayoría de los ciudadanos de la UE prefieren ser
empleados a trabajadores autónomos a diferencia de lo que ocurre en Estados
Unidos. Mientras que el 44.6 % de los europeos se decantaría, en caso de poder
elegir, por trabajar de manera independiente, esa cifra alcanza el 61.1 % en Estados
Unidos. De hecho, aunque se observa cierta dispersión entre los países que integran
la Unión Europea, ninguno de ellos alcanza el porcentaje de Estados Unidos. En
Lituania es donde se registra la cota más elevada (57.8 %) y en la República Checa la
más baja (29.6 %). Entre los países de la Europa del Sur no se aprecia ningún patrón
definido ya que algunos como Portugal (56.7 %), Grecia (55.8 %) o Italia (55.1 %) se
sitúan por encima de la media de la UE-25 y otros como Francia (41.1 %) y España
(40.2 %) están por debajo.
Sobre esa base, se plantea el reto de fomentar la iniciativa empresarial. A nivel
europeo, y de forma paralela al VII Programa Marco de I+D, se está ejecutando el
Programa Marco de Competitividad e Innovación (recuérdese que, al menos, en el
caso de España, la planificación sobre la I+D y la innovación están integradas tanto a
nivel nacional como regional). Pues bien, el 60 % del presupuesto total de este
programa está destinado a favorecer el espíritu empresarial y la innovación.
No obstante, un análisis más detallado de las soluciones propuestas nos sitúan
ante medidas convencionales. Muchas de ellas tratan, simplemente, de facilitar la
creación de empresas simplificando los trámites administrativos o reduciendo los
costes del capital (facilitando el acceso a créditos, rebajando los impuestos,
concediendo subvenciones) o del trabajo (bonificando las cuotas de la seguridad social
o relajando la normativa que permite la contratación y el despido). Más recientemente,
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se han implementado medidas para promocionar la iniciativa empresarial entre
colectivos poco representados como las mujeres. Quizás entre las pocas medidas
originales e innovadoras que podrían mencionarse estarían los microcréditos aunque,
ciertamente, habría que aceptar que tienen un impacto menor en el contexto europeo
que hemos tomado como referencia.
A la vista de la multitud de iniciativas que a todos los niveles se están tomando
para favorecer la denominada cultura emprendedora surgen algunos elementos de
reflexión. El primero se refiere a la propia eficacia de las medidas. Básicamente, una
empresa puede crearse aplicando una tecnología ya utilizada por otras empresas o
buscando algún tipo de innovación. En el primer caso, se encontrará con un mercado
donde la función de producción es conocida y los beneficios económicos tenderán a
reducirse debido a la competencia, esto es, el modelo del flujo circular de Schumpeter.
Si se opta, en cambio, por ensayar una nueva combinación de factores productivos
podrían (y el condicional es importante) abrirse mercados con oportunidades de
negocio y de beneficio. El problema es que no está disponible el protocolo que
garantiza el éxito empresarial de una innovación.
Patrón de éxito
En este apartado resulta pertinente referirse a la seminal aportación de
Freeman (1975). El proyecto de investigación, denominado SAPPHO y desarrollado en
la Universidad de Sussex, entre 1968 y 1971, pretendía sustanciar generalizaciones
respecto a la innovación a través de la comparación sistemática de “pares” de intentos,
logrados y fracasados, de innovar en las industrias de instrumentos científicos y de
productos químicos. Las hipótesis formuladas eran que las características de las
empresas que habían tenido éxito en la innovación se ajustaban al siguiente patrón:
1. Poseer una intensa I+D profesional dentro de la empresa.
2. Realizar investigación básica o tener una estrecha conexión con quienes
realizan tal investigación.
3. Usar las patentes para asegurarse protección y poder negociador con los
competidores.
4. Tener un tamaño suficientemente grande para financiar elevados gastos de
I+D durante largo periodos.
5. Plantearse plazos de decisión más cortos que los competidores.
6. Asumir fuertes riesgos.
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7. Identificación rápida e imaginativa del mercado potencial.
8. Prestar especial atención al mercado potencial y realizar esfuerzos para
captar y ayudar a los usuarios.
9. Coordinar la I+D con la producción y la comercialización.
10. Mantener buenas comunicaciones con el mundo exterior y con los clientes.
Excedería con mucho el especio que nos hemos dado una discusión rigurosa
de cada una de esas hipótesis. No obstante, haremos referencia a dos resultados. El
primero se refiere a que la única medida que discriminaba con absoluta nitidez entre el
éxito y el fracaso era “la comprensión de las necesidades del usuario”. Es más, la
interacción con los usuarios tiene tanta relevancia que ha llegado a convertirse en un
tema básico de investigación sobre los sistemas nacionales de innovación (Freeman,
1998). Son aspectos que, en definitiva, están relacionados con la comercialización. En
este sentido, resulta interesante destacar que, durante algún tiempo, la definición de
innovación no incluía la comercialización, la adaptación al cliente o los nuevos
métodos de organización. No obstante, la tercera edición del Manual de Oslo amplía el
concepto de innovación definiéndola como “la introducción de un nuevo, o
significativamente mejorado, producto (bien o servicio), de un proceso, de un nuevo
método de comercialización o de un nuevo método organizativo, en las prácticas
internas de la empresa, la organización del lugar de trabajo o las relaciones exteriores”
(OCDE, 2005).
Por otro lado, y este es el segundo resultado sobre el que queremos llamar la
atención, las pruebas que aportó el proyecto SHAPPO demostraron que la inclinación
a asumir mayores riesgos no estaba correlacionada con el éxito de la innovación. Es
decir, suponiendo que seamos capaces de definir el patrón de éxito de una innovación,
en términos generales, nunca podremos eliminar la posibilidad de fracaso de un
intento de innovación concreta, ya que estos últimos persistirán en la medida en que
exista incertidumbre. Es cierto que el grado de incertidumbre puede variar en función
del tipo de innovación que se trate: cuanto más radical sea el cambio propuesto mayor
será también el grado de incertidumbre. Pero, en definitiva, cualquier innovación,
aunque solo se trate de la introducción de perfeccionamientos técnicos secundarios,
lleva asociada algún nivel de incertidumbre que no es posible eliminar y que, por tanto,
condiciona su posibilidad de éxito.
El tema se complica en una economía de mercado en donde los competidores
tratan de ganar posiciones frente a los adversarios. Es decir, en el mejor de los casos
18
podríamos conocer las condiciones necesarias para el éxito de una innovación pero,
en la práctica, nunca serán suficientes porque nos enfrentamos a la incertidumbre
general de un mercado competitivo.
La teoría de juegos nos aporta algunos análisis interesantes. Por ejemplo,
Frank y Cook (1995) afirman que “mientras que los partidarios del libre mercado
sostienen que los incentivos del mercado generan resultados socialmente eficientes,
nosotros mantenemos que los mercados en los que el vencedor se lo lleva todo atraen
a demasiados concursantes, generan patrones ineficientes de consumo y de inversión
y suelen degradar nuestra cultura”. Esta tesis merece una reflexión. Las atractivas
recompensas que reciben algunos profesionales animan a la participación de otros
muchos en esos mercados. La ineficiencia surge cuando se trata de un juego en el
que sólo existe un ganador y, por tanto, la mayoría de los participantes obtienen como
recompensa bajos ingresos y, quizás, frustración. El resultado del juego es una menor
renta total y una mayor desigualdad.
En el juego donde el vencedor se lo lleva todo los ingresos no dependen, como
ocurre normalmente, de la productividad marginal absoluta, sino de la productividad
marginal relativa. Pues bien, la actividad innovadora de las empresas podría encontrar
aquí un marco de análisis. Al igual que ocurre con las competiciones deportivas, no
basta con participar para ganar, es necesario hacerlo mejor que los demás y, en
algunos casos, incluso, tener suerte. En esas condiciones no se puede garantizar el
éxito para todos los concursantes.
El problema puede surgir cuando desde los poderes públicos se anima a la
participación en el juego, incentivándose la introducción de innovaciones en un
entorno muy competitivo que, como hemos señalado, no tienen asegurado el éxito. En
este contexto, surgen algunas dudas sobre la eficacia de los incentivos a la
innovación.
Por eso es tan importante el aspecto de la demanda y la comercialización que
señalábamos antes, ya que una demanda fuerte permite la participación de más
empresas que pueden innovar, pero que no dependen necesariamente de aumentar
su cuota de mercado, sino de contar con mercados amplios y accesibles.
Por último, y no se trata de un tema menor, el excesivo énfasis en la política de
I+D+i corre el riesgo de crear una estructura burocrática pública, con organismos que
19
se solapan en sus funciones, con el objetivo (paradójico) de fomentar la iniciativa
privada o estimular la aparición de innovaciones. De hecho, no parece existir una
auténtica política coordinada de apoyo a la creación de empresas, ya que nos
encontramos ante un amplio número de acciones desarrolladas por diversos agentes
institucionales.
3.- EL COMITÉ DE INNOVACIÓN, UNA INICIATIVA PARA LA INNOVACIÓN Y LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LA EMPRESA, EN EL ÁMBITO MEDITERRÁNEO Nos planteamos la cuestión fundamental de si es posible forzar a la empresa a
innovar, o al menos desarrollarse bajo un pensamiento de innovación, cuando la
iniciativa no parte del propio empresario individual.
En la descripción e interpretación que hemos hecho del pensamiento de
Schumpeter hemos mencionado, aunque solo de pasada, el profundo cambio social
que él ve en la sociedad capitalista, que sustituiría en un plazo dado la figura del
empresario por la multinacional y sus directivos, y por una socialización de la vida
cotidiana con una gran influencia del Estado. “¿Puede sobrevivir el capitalismo?” se
preguntó Schumpeter (1950); y el mismo respondió: “No. No creo que pueda”. Sus
palabras reflejaban el convencimiento de que los empresarios serían sustituidos por
gestores, y que la demanda de intervención pública para propiciar mejoras sociales
supondrían un cambio profundo en la sociedad capitalista. Además, Schumpeter
compartía con los economistas clásicos la idea de agotamiento de los beneficios por la
competencia.
Aunque la visión de Schumpeter no se corresponda con la realidad que hoy
vivimos, sí es verdad que la complejidad de las relaciones, en una economía
globalizada, lleva a fórmulas de cooperación para la incorporación tecnológica que
suponen iniciativas colectivas y un papel relevante para el Estado. En este sentido,
nos vamos a referir a una experiencia en nuestro entorno local: el Comité Permanente
de Innovación, que responde a una propuesta empresarial de incorporar la innovación
a la empresa, con un programa no sólo de análisis, sino ejecutivo.
20
3.1.- Comité Permanente de Innovación
Cualquiera que sean los instrumentos utilizados, el reto es lograr la aparición
de innovaciones exitosas y para ello es necesario, ante todo, disponer de ideas. Como
señala Romer (2007), la mayoría de los economistas defienden tres tipos de políticas
públicas para animar la producción, transmisión e implementación de ideas: subsidios
a la educación, ayudas para la investigación básica y patentes y derechos de autor
que ofrezcan los beneficios de un monopolio temporal sobre las ideas. Pero eso no
basta para el surgimiento de innovaciones comercialmente relevantes para el sector
privado.
El mismo Romer relativiza con ironía la importancia de la investigación básica
a la que se puede tener acceso por el precio de la suscripción a una revista
especializada. En cambio, los trabajos más prosaicos relacionados con el diseño o la
ingeniería de productos y de procesos pueden tener un impacto mayor sobre la
sociedad en su conjunto. Ese conjunto de “pequeñas ideas” que transforman las
“grandes ideas” en productos comercialmente relevantes son fundamentales. El
problema es que debemos reconocer con humildad que no hemos logrado promover
los incentivos adecuados para que esas innovaciones aplicadas surjan y tengan éxito.
Por ello, el verdadero reto será, siguiendo el planteamiento de Romer, la
creación de “meta-ideas”, es decir, ideas sobre como apoyar la producción y
transmisión de ideas. En definitiva, los territorios se situarán a la vanguardia en la
medida en que sean capaces de articular instituciones (no necesariamente públicas)
nuevas que promuevan la promoción de ideas comercialmente relevantes en el sector
privado.
A iniciativa de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación y la
Confederación de Empresarios de Málaga, surge un proyecto con las características
siguientes:
- Trata de mantener la actividad económica empresarial en el territorio y
localizar nuevas actividades. La supervivencia de la empresa se hace depender de su
capacidad para adoptar un enfoque innovador. Esta innovación se concibe de una
manera amplia, no sólo como desarrollo y adopción de tecnología, sino en el ámbito
21
de la organización y administración de la empresa (incluyendo calidad, marketing,
recursos humanos y logística).
- Un segundo elemento del proyecto es la internacionalización de la empresa,
haciéndola competitiva en mercados globales. Este aspecto se corresponde con una
de las misiones esenciales de las Cámaras de Comercio, junto con las asociaciones
empresariales han desempeñado un papel voluntarioso en la mejora de la
competitividad empresarial y la innovación, mediante la acogida de empresas foráneas
y la promoción exterior de las empresas locales. Además, se concreta con el llamado
Eje Mediterráneo que se ha escogido como espacio geográfico de referencia en el que
desarrollar la estrategia del Comité Permanente de Innovación. Andalucía Oriental se
encuentra geográficamente ubicada en este Eje, y se trataría de crear atractivos en
nuestra región para empresas mediterráneas y proyectar las empresas locales en ese
área. La integración de la innovación en este proyecto es obvia, ya que innovación-
internacionalización van juntas, son decisiones arriesgadas y creativas, y tratan de
superar las limitaciones del mercado local y de las propias capacidades de la empresa.
- En tercer lugar, se busca aprovechar las ayudas que las distintas
administraciones públicas ponen a disposición de las empresas para estas dos
cuestiones: innovación e internacionalización. Se entiende que los fondos y ayudas
públicas disponibles no se utilizan suficientemente. Hay diferentes administraciones
públicas que generan y canalizan recursos e iniciativas, e insisten en la necesidad de
aplicar las investigaciones y sus desarrollos a las empresas. Uno de los objetivos del
Proyecto es ordenar estos medios e iniciativas dispersas para que puedan ser
aprovechados por las empresas.
- Un cuarto punto, que sigue al anterior, es la necesidad de actuar
proactivamente ante la empresa, no sólo sensibilizando al colectivo empresarial sobre
la necesidad de incorporar el concepto innovación a su actividad, sino haciéndole ver
que es factible, y además proporcionándole medios para “convertir” la empresa a la
innovación. Los autónomos y pymes, que son los grupos más numerosos de
empresas, muestran reticencias ante la innovación y la internacionalización. La
sensibilización y demostración de forma específica de que pueden conseguirse
ventajas de la innovación, sigue con los pasos que la Cámara ha dado con la
promoción del comercio exterior y la internacionalización de las empresas. Se cuenta
con una consultora cuya misión es obtener resultados concretos; y para ello trabajará
creando redes sectoriales donde se pongan en común procesos de innovación; esta
22
cooperación ha sido habitual en las misiones comerciales que para sectores
específicos ha organizado la Cámara. A la reducción de riesgos que la actuación
conjunta supone para la empresa, se une la mayor facilidad de implantación de
innovaciones de todo tipo. Y también, el aprovechamiento eficaz de las ayudas e
incentivos existentes.
- Aunque no figura explícitamente en la iniciativa, queremos destacar la
relevancia de trabajar en el ámbito local. Lo pequeño no necesariamente se identifica
hoy con lo local, pues existen empresas pequeñas que compiten internacionalmente
gracias a las tecnologías de la comunicación e informática, y porque su
especialización empresarial o la demanda de sus productos se lo permite. Son las
global small firms.
- Son empresas que generan trabajo y riqueza localmente; cómo se
crean y destruyen es uno de los aspectos más interesantes de la
integración global actual.
- Hay infraestructuras de redes que permiten el conocimiento de las
empresas y la colocación de sus productos y servicios.
- La conexión on line es fundamental para generar un flujo de
demanda hacia la empresa local. Esta demanda puede estar situada
en lugares remotos o próximos, pero el canal por el que fluye es
esta conexión.
- La diferenciación mediante innovación es lo que permite, junto con
las redes y la comunicación, generar una demanda.
- Lo anterior es válido para empresas de tamaños diferentes.
3.2.- El Eje Mediterráneo
Hemos concretado la estrategia y el proyecto en el ámbito de la innovación y la
internacionalización de la empresa, pero ¿por qué nos referimos al “Eje
Mediterráneo”?.
La palabra “Eje” parece reducirse a una serie de espacios que se conectan
para un propósito de producción y comercio. Sin embargo, quizás convenga hablar
mejor del conjunto de países ribereños del Mediterráneo, y sobre los que hay una
iniciativa llamada “Unión por el Mediterráneo”. Vamos a desarrollar la idea del
Mediterráneo en el siguiente orden: primero nos referiremos a factores de inversión
23
que se dirigen a los países del llamado MEDA , y luego a los aspectos políticos que
hay detrás de la “Unión”.
Las inversiones
Partimos, como caso más llamativo del nuevo puerto de Tánger, que abre este
año su segunda terminal, que le permitirá manejar hasta 8,5 millones de contenedores
al año, uno de los más grandes de Europa. Las navieras más importantes del mundo
tendrán terminales allí y fabricantes de automóviles como Renault y Nissan construyen
una gran fábrica para aprovechar la facilidad del gran puerto. Otros puertos se esperan
abrir en Argelia, Egipto, Malta y Túnez.
Los fondos de inversión que llegan en 2006 a los diez países conocidos como
MEDA (Turquía, Siria, Líbano, Israel, Jordania, Egipto, Libia, Túnez, Argelia y
Marruecos), es de 60.000 millones de dólares, cifra muy significativa si la comparamos
con China (70.000 millones), países del Sudeste Asiático (50.000 millones), Rusia
(30.000 millones), MERCOSUR en Latinoamérica (25.000 millones) o India (15.000
millones). Estas inversiones vienen en una proporción cada vez mayor de los países
del Golfo y Oriente Próximo, mientras que han perdido importancia relativa las
inversiones europeas y, sobre todo, las norteamericanas (Estados Unidos y Canadá).
También mantiene una cierta presencia las inversiones de países emergentes como
India y Corea del Sur.
Hasta ahora las inversiones en gas y petróleo, y otras como los desarrollos
inmobiliarios, tienen relativamente poco efecto en la economía local, por lo bajos
salarios que suponen y la escasa vinculación con otros desarrollos productivos. Quizás
la excepción sean las industrias de India y Corea del Sur y las nuevas industrias del
automóvil.
Varios factores explican este interés inversor, entre ellos:
- La apreciación del euro, que desanima a los inversores en
actividades productivas en Europa.
- La mano de obra, barata, que supone una alternativa a la
emigración y contar con esa misma mano de obra en Europa, pero
con niveles salariales más altos.
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- La disponibilidad de recursos financieros por parte de países (como
los del Golfo) derivados del incremento del precio del petróleo.
- El caso de Israel es diferente, pues recibe inversiones para
desarrollos de alta tecnología, por parte de Estados Unidos.
- El desarrollo de proyectos empresariales conjuntos entre la
economía local y la inversión foránea, que elimina algunos recelos
sobre otras formas pasadas de explotación de los recursos, que
dejaba poco valor añadido en el país.
Por sectores, entre 2003 y 2007, las inversiones se repartieron, alrededor del
14 y 15 por ciento en cada uno de los sectores de: energía; servicios financieros;
construcción, vivienda y transporte; y telecomunicaciones e internet; algo más del 9
por ciento fue a turismo; y el resto (33 por ciento) a distintas inversiones. En total
supuso un flujo de 194,6 miles de millones de euros para el período considerado.
Mención especial merecen los fondos de inversión de “private equity”, guiados
por variables fundamentales de la región que les resultan atractivas. En 2007, 204
fondos invertían 59.000 millones. La inversión a que nos referimos anteriormente era
inversión directa, esta es la inversión en empresas de cierta dimensión participando en
el capital. Israel es también un caso especial, pues hay 181 fondos que invierten en el
país por su integración con la economía norteamericana.
El contexto socio político
Un segunda idea es que los países de MEDA, aunque presentan diferencias
muy significativas entre ellos, tienen aun una renta per capita muy baja y se
encuentran muy lejos de los países de la Europa del Sur; el desempleo real puede
alcanzar cifras entre el 20 y 30 por ciento y carecen de infraestructuras y sistemas de
seguridad social adecuados.
Europa ha visto a los países del otro lado del mar más como una amenaza que
como una oportunidad. La situación política es, en general inestable y los procesos
hacía la democracia son difíciles. Sin embargo, en el ámbito económico hay reformas
para hacer frente a la inflación, dotarse de un sistema fiscal adecuado, y controlar la
deuda externa, que pueden facilitar otro tipo de mejoras en la economía.
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En este contexto, aparecen los proyectos actuales que giran en torno a la idea
del Mediterráneo. En 1995 la Unión Europea (UE) inició el llamado “Proceso de
Barcelona” que quería convertir el Mediterráneo en un área de libre comercio para
2010. El “proceso” se ha dado sólo mediante acuerdos bilaterales, pero no
respondiendo al propósito original.
Sí ha habido, entre 1995 y 2006 ayudas de la UE hacia los países del MEDA,
por un importe de 8.700 millones de euros, más 15.000 millones de préstamos del
Banco Europeo de Inversiones y el Banco Mundial. Estas cifras, son pequeñas si se
calculan por habitante y año, y desde luego muy inferiores a las que reciben los países
de Europa del Este que se incorporan a la UE.
El Presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, en julio 2008, trata de renovar el
“Proceso de Barcelona”, y buscar un equivalente para Francia en el Mediterráneo a lo
que tiene Alemania en el Centro y Este de Europa.
El cambio de considerar los países del MEDA como algo a integrar, más que
una frontera, junto con la consideración de relaciones entre todos los integrantes del
espacio “mediterráneo”, justifica su inclusión en el Proyecto de la Cámara y de la CEM
como área concreta sobre la que desarrollar iniciativas de innovación e
internacionalización.
Países del Mediterráneo y población (2007) España (44,9), Francia (61,7), Italia (58,7), Eslovenia (2,0), Croacia (4,4), Bosnia-Montenegro (4,7), Albania (3,2), Grecia (11,1), Turquía (68,9), Chipre (0,8), Siria (19,4), Líbano (3,8), Jordania (5,7), Israel (7,2), Egipto (73,6), Libia (6,19, Túnez (10,3), Argelia 836,4) y Marruecos (30,7).
26
4.- A MODO DE RESUMEN En esta ponencia, elaborada para el XXIV Encuentro ARETHUSE, aunque no
nos referimos explícitamente al concepto de relocalización empresarial, tema básico
del Encuentro, nos centramos en un aspecto como es la innovación, clave para
mantener, desarrollar y atraer empresas al territorio.
En la parte primera hacemos referencia al concepto de empresario innovador,
con una visión simplificada de la figura individualista dibujada por Schumpeter;
después ampliamos el papel del empresario situándolo en el contexto de lo que se
puede considerar hoy “responsabilidad social corporativa”, incorporando el capital
humano en toda su extensión, las técnicas de organización y gestión empresarial y
también destacando la influencia del entorno socioeconómico y de la política
económica para propiciar la innovación.
La parte segunda es el ámbito de la política pública y la comparación entre
espacios y países. Los datos se interpretan con una perspectiva de retraso histórico de
algunas regiones; se comenta el papel ambiguo del gasto, ya que en sí no es un
concepto empresarial de eficiencia, y en ocasiones parece que toda la exigencia a los
poderes y programas públicos se hace en términos de mayor o menor gasto, cuando
sería más eficaz una buena coordinación de las políticas.
Especial importancia se da al proceso de estimular el espíritu empresarial,
aunque se considera también una cuestión que es difícil de materializar más allá de
favorecer la propia creación de empresas. Como ideas adicionales figuran la
valoración del entorno de demanda efectiva que permite el encuentro de la innovación
con el mercado; y la idea de que el riesgo de la innovación en un ámbito muy
competitivo puede llevar al fracaso, de aquí la importancia de contar con mercados
amplios y accesibles.
En la tercera parte exponemos una iniciativa que surge de los propios
empresarios, un proyecto para la innovación, la internacionalización de la empresa, y
un ámbito de desarrollo: el Mediterráneo. De manera muy resumida se explican los
objetivos de este proyecto, sus puntos fuertes y débiles, y por qué el Mediterráneo es
hoy un área de referencia.
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Esta última parte supone el esfuerzo de buscar una síntesis entre la
figura del empresario innovador, la cooperación empresarial a través de
asociaciones con experiencia (Confederación de Empresarios, Cámara de
Comercio), y un espacio geopolítico, aun sin definir, pero lleno de expectativas
y oportunidades.
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