estilo chicago

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La palabra “peste” acababa de ser pronunciada por primera vez. En este punto de la narración que deja a Bernard Rieux detrás de una ventana se permitirá al narrador que justifique la incertidumbre y la sorpresa del doctor puesto que, con pequeños matices, su reacción fue la misma que la de la mayor parte de nuestros conciudadanos. Las plagas, en efecto, son una cosa común pero es difícil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas. El doctor Rieux estaba desprevenido como lo estaban nuestros ciudadanos y por esto hay que comprender sus dudas. Por esto hay que comprender también que se callara, indeciso entre la inquietud y la confianza. Cuando estalla una guerra las gentes se dicen: “Esto no puede durar, es demasiado estúpido”. Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se daría cuenta de ello si no pensara siempre en sí mismo . Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones. Nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todavía todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas. ( 1 )

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Ejemplos de citar en estilo chicago.

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La palabra peste acababa de ser pronunciada por primera vez. En este punto de la narracin que deja a Bernard Rieux detrs de una ventana se permitir al narrador que justifique la incertidumbre y la sorpresa del doctor puesto que, con pequeos matices, su reaccin fue la misma que la de la mayor parte de nuestros conciudadanos. Las plagas, en efecto, son una cosa comn pero es difcil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas. El doctor Rieux estaba desprevenido como lo estaban nuestros ciudadanos y por esto hay que comprender sus dudas. Por esto hay que comprender tambin que se callara, indeciso entre la inquietud y la confianza. Cuando estalla una guerra las gentes se dicen: Esto no puede durar, es demasiado estpido. Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se dara cuenta de ello si no pensara siempre en s mismo. Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no crean en las plagas. La plaga no est hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueo que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueo en mal sueo son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones. Nuestros conciudadanos no eran ms culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todava todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. Cmo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se crean libres y nadie ser libre mientras haya plagas. (1)

1. Albert Camus, La Peste, trad. Rosa Chacel (Espaa: Planeta DeAngostini, 2003), 39, 38 [nfasis aadido].

GenmicaEn la ltima dcada del siglo XX se secuenciaron los genomas del ser humano, del ratn, la mosca de la fruta y ms de 50 microorganismo. Como resultado, se asisti al florecimiento de la investigacin en el campo de la genmica, el estudio de las relaciones entre el genoma y las funciones biolgicas de un organismo. El proyecto del Genoma Humano comenz en junio de 1990 como un esfuerzo para secuencia los casi 3 200 millones de nucletidos que forman nuestro genoma y fue completado en abril de 2003. Ms del 99.9% de las bases nucleotdicas son idnticas en todas las personas. Menos del 0,1% de nuestro ADN (1 de cada 1 000 bases) es responsable de las diferencias hereditarias entres los seres humanos. Sorpresivamente, la mitad del genoma humano, como mnimo, est constituido por secuencias repetidas que no codifican protenas, el denominado ADN chatarra. Un gen promedio consta de 3 000 nucletidos, pero el tamao vara en gran medida. El gen humano ms grande conocido, con 2,4 millones de nucletidos, es el que codifica la protena distrofina. Los cientficos saben ahora que el nmero total de genes en el genoma humano es de alrededor de 30 000, nmero mucho menor que el calculado de 100 000 genes. La informacin concerniente al genoma humano y cmo es afectado por el medio ambiente busca identificar y descubrir las funciones de los genes especficos que tienen un papel en las enfermedades genticas. La medicina genmica tambin apunta al descubrimiento de nuevos frmacos y de nuevas pruebas de cribado que les permitan a los profesionales de la salud el asesoramiento y el tratamiento ms efectivos para los trastornos que conllevan componentes genticos significativos como la hipertensin (presin arterial alta), la obesidad, la diabetes y el cncer. (1)

1. Gerard J. Tortora y Bryan Derrickson, Principios de Anatoma y Fisiologa, trad. EDITORIAL MDICA PANAMERICANA S.A. (Espaa: EDITORIAL MDICA PANAMERICANA S.A., 2006), 87.

A la generosidad de nuestra compaa debemos la instalacin, aos atrs, de una mquina de caf en el pasillo. Aunque inicialmente fue visto con recelo por algunos empleados, y por el delegado sindical, que advirti que aquello era una forma de control, de disposicin de nuestro tiempo, de acortar la pausa del caf y retenernos ms horas en el centro de trabajo, lo cierto es que el paso de los aos ha demostrado las ventajas del asunto: nos ahorra la molestia del desplazamiento a cafeteras ajenas al edificio, especialmente en los das de fro o lluvia, en que la intemperie de las calles desnudas del polgono no puede atraer a nadie, y hasta los empleados ms diletantes preferirn la comodidad de la oficina isotrmica. Por no hablar del ahorro econmico, pues la mquina de caf tiene un precio simblico (50 cntimos de euro la taza), frente al abuso de la cafetera habitual que, por ser la nica cercana, impone sus tarifas sin competencia (1 euro la taza). La oferta de la mquina es, adems, ms ajustada, lo que aleja a los empleados ms disolutos de las tentaciones presentes en la cafetera, ya sean bebidas alcohlicas, ya mquinas tragaperras. Adems, la familiaridad enmoquetada de la oficina templa los nimos y las conversaciones, pues los habituales deslenguados moderan su lenguaje y frenan las maledicencias y cizaas que enrarecen el ambiente y tanto dao hacen a la convivencia laboral. (1)

1. Isaac Rosa, Ana Valero y Ricardo Rodrguez, Tres Relatos Sobre la Plusvala, (Espaa: Random House Mondadori, 2012).

1. Usoa Almeida y otros, El Enriquecimiento Ilcito, (Espaa: Club Universitario, 2011), 19, 20.