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    Amrica en armasGuerra de guerrillas, poltica y enemistad en el imaginario de

    Cristianismo y Revolucin (1966 1971)

    Esteban Campos(UBA / CONICET)

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    No existen ms que dos especies humanas, con el odio pornico vnculo. La que aplasta y la que no consiente en seraplastada. Jams hubo un tratado de paz, solamente est laguerra

    Paul Nizan

    En el trabajo Militarizacin de las prcticas polticas o desmilitarizacin de la guerra? nos

    introducamos por primera vez en el estudio de las identidades polticas revolucionarias de los aos 60 y

    70, con la idea seminal de reflexionar sobre las prcticas polticas de la izquierda peronista. Desarrollando

    una idea original de Ernesto Laclau, notamos como el discurso poltico militar de Montoneros

    configuraba una identidad diferenciada del resto de las fuerzas sociales y polticas, cuya eficacia

    ideolgica reposaba en el desplazamiento de sentido mediante la aplicacin de la retrica militar al campo

    de las luchas polticas y sociales. Si hasta 1973 las figuras blicas empleadas como metforas polticas

    contribuyeron a desmilitarizar o democratizar la concepcin blica de la poltica sostenida por la

    dictadura de Juan Carlos Ongana -cuyo cemento ideolgico era la nueva doctrina de seguridad nacional

    impuesta desde Washington- a partir de esa fecha y en especial con el golpe militar de 1976 se invirtieron

    los trminos: en el proceso de lucha armada que haba destruido el monopolio de la violencia legtima

    detentada por el Estado, se consolid la tendencia a militarizar las prcticas polticas en el conjunto de las

    organizaciones armadas1. Ahora la pregunta desanda el camino y toma un cariz ms genealgico De

    donde proviene la tendencia a concebir como guerra a los procesos de enfrentamientos sociales en la

    historia argentina reciente?

    La pregunta integra tres problemas que a su vez se relacionan con tres experiencias: a)

    la aplicacin de categoras provenientes de la filosofa poltica al anlisis de los procesos histricos, en

    1 En este punto revisamos la tesis cannica de militarizacin de Montoneros expuesta por Richard Gillespie en Soldados dePern. Los Montoneros al estudiar la evolucin del concepto de guerra popular atendiendo a su fusin con la dimensin

    integral de las luchas sociales. All notamos un uso ms poltico o ms militar del trmino ligado al movimiento ocasionalde la coyuntura antes que a una definicin ideolgica rgida, que representara la tendencia inexorable a convertir laorganizacin en una mquina de guerra. Esta ltima sera la premisa que gua las investigaciones de autores como HugoVezzetti o Mara Matilde Ollier, donde lo poltico se contrapone a lo militar y el problema principal consiste en rastrear losorgenes de una cultura poltica violenta inherente a la sociedad argentina. V. Mara Matilde Ollier, La creencia y la pasin.Privado, pblico y poltico en la izquierda revolucionaria. Ariel, 1998, pp. 131-185 y Hugo Vezzetti, Pasado y presente.Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina. Siglo XXI, 2002, pp. 55-95. Para una mirada alternativa, v. mi trabajoMilitarizacin de las prcticas polticas o desmilitarizacin de la guerra? Aproximaciones comparativas al vocabulariopoltico - militar en Antonio Gramsci y la organizacin Montoneros. Ponencia presentada en el Encuentro Internacional:Poltica y violencia: las construcciones de la memoria. Gnesis y circulacin de ideas en los aos sesenta y setenta. Programade Estudios sobre la Memoria del Centro de Estudios Avanzados (CEA). UNC, 3 y 4 de noviembre de 2005. Por otro lado, si elmodelo de guerra antisubversiva acuado por los manuales del Ejrcito, sustitua el enemigo exterior allende las fronterasnacionales por el enemigo interior en las fronteras ideolgicas de la guerra fra, esta doctrina de seguridad nacional creada en

    las escuelas militares del canal de Panam con la activa participacin de cuadros norteamericanos, franceses y latinoamericanosrara vez se expona en pblico, como veremos ms adelante.

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    particular la posibilidad de profundizar sobre los conceptos de guerra, antagonismo y poltica

    aprovechando el curso de un seminario de doctorado sobre la teora del partisano en Carl Schmitt, dictado

    por el Dr. Jorge Dotti en la Universidad de Buenos Aires. b) la regionalizacin pionera de la revista

    Cristianismo y Revolucin (C & R), medio de comunicacin militante publicado entre 1966 y 1971 por el

    ex seminarista Juan Garca Elorrio en Argentina, y documento central de nuestra investigacin de

    doctorado. Al concebir C & R a Amrica Latina como un territorio unitario donde las guerrillas

    conformaban uno de los destacamentos avanzados de la revolucin mundial, estudiar la ideologa de la

    lucha armada en Argentina exige una comparacin con procesos similares desde una perspectiva regional.

    Este problema se vincula directamente a la lucha poltica y terica por la instalacin de un programa de

    estudios y una ctedra paralela de historia americana contempornea en la UBA, que integra el caso

    argentino a la cursada. c) ofrecer una respuesta provisoria a la pregunta Hubo una guerra en Argentina?,

    desarrollada a partir de la colaboracin en el seminario Memoria, cultura y violencia poltica: la guerra

    sucia en Amrica Latina dictado en la UBA hacia 2007 por colegas de la Universidad de Guadalajara,

    donde abordamos la problemtica de la lucha armada, el terrorismo de Estado y las transiciones

    democrticas comparando casos de Argentina, Mxico y Centroamrica.

    Los fantasmas de la guerra en las memorias del pasado reciente de Amrica Latina. Problemas

    tericos, polticos e historiogrficos (1983 2008).

    Vamos a partir del caso argentino para compararlo con otras configuraciones de la memoria sobre el

    pasado reciente a escala regional, con el objetivo de sealar tanto su especificidad como su particularidad

    (es decir, su relacin con una totalidad ms amplia que desborda la escala nacional). Durante el juicio a las

    Juntas Militares desarrollado en Argentina hacia 1985, uno de los puntos nerviosos del debate jurdico era

    la propia definicin de los hechos de violencia poltica de la dcada anterior. Mientras la defensa de los

    dictadores alegaba que se haba tratado de una guerra sucia, es decir, una guerra no convencional

    desatada contra un enemigo irregular, la fiscala y un amplio conjunto de organizaciones socialessostenan la tesis de la violacin a los Derechos Humanos impuesta por un Estado terrorista2. Es a partir de

    2 H. Vezzetti, op.cit., pg. 70. El trmino guerra sucia se emple por primera vez en la guerra de Vietnam cuando el Ejrcitonorteamericano tuvo que justificar ante la opinin pblica internacional las torturas, matanzas de civiles, destruccin de aldeasy otros delitos censurados por el derecho de guerra internacional. El eufemismo en realidad ocultaba una doctrina militarinstalada por los manuales de guerra subversiva y guerra contrarrevolucionaria a partir de la experiencia francesa enArgelia e Indochina entre 1945 y 1962. En estos conflictos la amenaza no provena de un Estado, sino de movimientosnacionalistas y/o socialistas revolucionarios independentistas. Como afirma Carl Schmitt, desde el punto de vista castrense elpartisano o guerrillero hace una forma de guerra desleal al emplear mtodos de lucha irregulares (identificacin con lapoblacin civil al no usar seales como banderas y uniformes, clandestinidad y secreto, guerra de guerrillas, sustitucin delcombate frontal por emboscadas, etc.), v. El concepto de lo poltico. Teora del partisano, Notas complementarias al

    concepto de lo poltico, Folio, Bs. As., 1984, pp. 138 142. Sobre la influencia de la escuela militar francesa en la doctrinade seguridad nacional practicada desde la dcada de 1960 por los ejrcitos latinoamericanos, v. Daniel Mazzei, "La misinmilitar francesa en la escuela superior de Guerra y los orgenes de la Guerra Sucia, 1957 - 1962. Revista de Ciencias Sociales

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    esta instancia poltico jurdica, que el concepto de guerra aplicado para caracterizar los procesos de

    enfrentamientos sociales en la dcada de 1960 y 1970 se transforma en tab, una prohibicin ritual que

    resiste su simbolizacin en el plano discursivo y adopta la forma de lo inefable (es decir, aquello que no

    slo no se puede representar, sino que se debe reprimir o ahogar en el olvido). Hugo Vezzetti repite la

    trama argumentativa del Juicio a las Juntas, precisamente porque mientras escribe la disputa sobre el

    significado de ese pasado ha recuperado su vigencia, y la distancia que impuso el olvido no logr fijar un

    sentido unvoco a los acontecimientos:

    Todava hoy el escenario blico resume, para el bloque favorable a la dictadura, la nica justificacin

    esgrimida: se repite una y otra vez que hubo guerra y que se derrot a la subversin. La investigacin

    de la CONADEP y el juicio, as como el sentido comn de la sociedad, han desechado que el accionar de

    las organizaciones guerrilleras tuviera una envergadura suficiente como para asemejarse a una

    situacin de guerra3

    Esta necesidad de afirmar en 2002 lo que se haba sancionado jurdicamente casi veinte aos atrs

    seala algo ms. Las figuras de la guerra ya no necesitaban ocultarse para fundamentar el relato dominante

    de la transicin democrtica, una vez ahuyentados los fantasmas que convulsionaron la escena poltica

    argentina entre 1987 y 1989, en especial el levantamiento de los militares carapintadas y el ataque

    guerrillero a La Tablada4. Antes bien, la guerra como apariencia ideolgica anclada en los 70 poda ser

    nro. 14, Universidad Nacional de Quilmes, 2002 (pp. 105 - 137). Para el concepto de guerra sucia v. Carlos Flaskamp,Organizaciones poltico-militares. Testimonio de la lucha armada en la Argentina (1968-1976), Ed. Nuevos Tiempos, 2002,pp. 209-212.3 H. Vezzetti, op.cit., pg. 69. En el bloque dictatorial la enunciacin de la guerra se usa con una lgica poltica bastante clara: acomienzos de la dcada del 70, Alejandro A. Lanusse todava se poda dar el lujo de afirmar pblicamente que: La guerra hacambiado de formaya que la existencia palpable de fronteras ideolgicas internas coloca al enemigo tambin dentro de lasnaciones mismas. El campo de batalla de esta guerra no convencional era la sociedad civil, y el desafo de la dictadura eratanto ideolgico y poltico como tcnico y militar. V. Julio Nosiglia, Botn de guerra, pp. 51, enhttp://www.abuelas.org.ar/material/documentos/botin_guerra.pdf. Esta situacin cambia con el golpe militar de 1976: el xitode las tcticas contrainsurgentes instrumentadas por las Fuerzas Armadas (tortura para extraer informacin, secuestro ydesaparicin de personas, etc.) dependen de la violacin sistemtica de las reglas de la guerra convencional por parte de un

    ejrcito regular, definidas por las Convenciones de La Haya (1907) o Ginebra (1949). La ola de desapariciones masivascoincide en el discurso militar con el uso de eufemismos como lucha contra la subversin. Si se hablaba de guerra, elenemigo tena una entidad como fuerza beligerante , status que otorgaba ciertos derechos semejantes a los de la guerrainterestatal. No bien se desarticula a la subversin, y cuando la dictadura se defiende de los cuestionamientos dentro y fuerade la Argentina, el discurso militar cambia lucha por guerra, entendida desde el punto de vista castrense al modo clsico deuna guerra justa como respuesta necesaria a la agresin previa del enemigo. V. Paula Vera Canelo, El discurso armado: elProceso de Reorganizacin Nacional y la construccin de la amenaza. Argentina 1976-1979, en III Jornadas de NuevosAportes a la Investigacin Histrica. Historia y militancia una relacin antagnica? , FFyL, UBA, 1999 y C. Flaskamp,op.cit., pp. 208-209.4 Para una caracterizacin de los alzamientos militares dirigidos por Aldo Rico y Mohammed Al Seineldn, junto con el ataquede jvenes militantes y ex miembros del PRT-ERP al cuartel militar de La Tablada, v. mi trabajo El retorno de la dcadainfame. Globalizacin neoliberal, cultura y protesta social en Argentina (1989 2001), ponencia presentada en el V EncuentroLatinoamericano de Estudiantes de Historia. Mrida, Repblica Bolivariana de Venezuela, 5 al 11 de Noviembre de 2007. La

    exclusin de la guerra para caracterizar los hechos de violencia poltica en la dcada del 70 se corresponde con la teora de losdos demonios, elaborada por la CONADEP y popularizada en el informe Nunca Ms. All, el terrorismo de ultraderecha yultraizquierda impactan sobre una sociedad paralizada por el miedo, mecanismo que exculpa a la sociedad civil, a la clase

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    http://www.abuelas.org.ar/material/documentos/botin_guerra.pdfhttp://www.abuelas.org.ar/material/documentos/botin_guerra.pdfhttp://www.abuelas.org.ar/material/documentos/botin_guerra.pdf
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    juzgada tanto para desacreditara posteriori cualquier proyecto de cambio social -evocando el fracaso de la

    generacin desaparecida- como para denunciar la continuidad de una derecha poltica golpista con disfraz

    democrtico5. Si pasamos al ncleo del argumento esgrimido por la CONADEP una situacin de guerra

    est determinada exclusivamente por el tamao de las fuerzas en disputa? Desde ese punto de vista, la

    guerra de guerrillas como estrategia militar no tendra nada que ver con un conflicto de naturaleza blica,

    justamente porque el secreto de su xito reside en las pequeas unidades de tipo comando, organizadas en

    diferentes columnas dispersas en el territorio que controla. Para seguir el planteo de Pasado y Presente,

    debemos aceptar la premisa de que el modelo de guerra convencional interestatal segua dominando las

    concepciones blicas a fines del siglo XX. Luis Mattini concibe un escenario diferente entre 1956 y 1976:

    Las protestas sociales como expresin primaria de la lucha de clases se desarrollan por un terreno que

    generalmente empieza a ser aquel que va desde lo estrictamente legal hacia zonas fronterizas con lalegalidad y con mucha frecuencia hasta forzar o entrar directamente en la ilegalidad. Mediante esa puja,

    legtima dentro de la lucha poltica, precisamente se pueden modificar las leyes () Cuando los

    conflictos entran en un determinado nivel de desarrollo sin solucin pacfica aparece la opcin armada,

    la cual asumir formas organizadas siempre que existan sujetos dispuestos a llevarla a cabo () la

    guerra como prolongacin de la poltica iniciada con la noche de los bastones largos engendr esos

    estallidos sociales que la elocuencia popular calificara con los sufijos azos: El correntinazo, el

    rosariazo, etc., para llegar a su apogeo en el cordobazo. Y de estos estallidos surgieron los grupos

    armados () Y ahora podemos intentar una pregunta: Si esto no es guerra, que es? () la Doctrina de

    seguridad nacional incorporaba otra concepcin blica en la cual el arma de combate tradicional pasabaa ser slo decorativa, mejor dicho de apoyo y las que antes funcionaban como apoyo pasaban a ser las

    fuerzas de combate () La infantera, aquella orgullosa reina de las batallas, fue reemplazada por los

    grupos de tareas. Comandos bien entrenados, con funciones estrictamente compartimentadas, que

    actuaban sobre el enemigo aplicando la tctica del secuestro y la desaparicin forzada () El estado

    represor pas a estado de terror y de all al terrorismo de estado, como lgica consecuencia de la

    poltica y a las FFAA como institucin del Estado de derecho. Negar la guerra permiti a su vez despolitizar a los sujetosantagonistas, ocultando su pasado militante para caracterizarlos como vctimas del terror. Esta distorsin ideolgica escomprensible desde el punto de vista jurdico, ya que para poder juzgar los delitos del terrorismo de Estado en la delgada lneade la transicin democrtica, era necesario concebir al conflicto reciente como violacin a los Derechos Humanos, y aldetenido-desaparecido como vctima del terror estatal. Lo que cuestionamos aqu es la persistencia de esa exclusin comosustento ideolgico del proyecto democrtico, en la medida que el desarrollo de las organizaciones de DDHH han revisado lacategora de vctima. Por ejemplo, desde la dcada de los 90 la organizacin HIJOS reivindica la militancia de la mayor partede los detenidos-desaparecidos, v. Marina Franco,Reflexiones sobre la historiografa argentina y la historia reciente de losaos 70, enNuevo Topo. Revista de historia y pensamiento crtico, n.1 (2005).5 H. Vezzetti toma el ejemplo de ex coronel carapintada Aldo Rico, reciclado como dirigente del peronismo bonaerense en losnoventa. El prefacio dePasado y presente explica que si bien se prepar para publicarse entre 2002 y 2003, recopila artculos yreflexiones colectivas que se remontan hacia 1998. El contexto de escritura, entonces, tiene el denominador comn del ascensoy cada de la Alianza, que gobern el pas desde 1999 hasta las protestas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Desafiado por los

    piqueteros como expresin de los nuevos movimientos sociales en Argentina, y presionado por el Partido Justicialista, el librofunciona intenta de legitimar la democracia real instituida, sealando su continuidad con el mito fundacional de las eleccionesde 1983 y el Juicio a las Juntas militares.

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    aplicacin precoz de la Doctrina de la seguridad nacional () Si esto no es guerra, busquemos la palabra

    adecuada, pero no es simple represin por cruel que haya sido, ni simples excesos represivos6

    Para Mattini hay guerra en la medida que hay violencia poltica: una guerra no convencional o

    asimtrica declarada por el Estado contra la poblacin civil en los 70, y una guerra civil oculta o larvada

    en los 60. Es por esta razn que para analizar un proceso de enfrentamientos sociales como guerra,

    debemos expulsar de nuestra imaginacin histrica aquella fantasa donde La infantera, al son de la

    msica de Wagner, libraba batallas y ocupaba el terreno, clave para toda victoria militar 7. Cuando

    Vezzetti afirma como una obviedad que no hubo guerra en trminos de una consideracin estrictamente

    militar, hay que pensar exactamente lo contrario. Desde el punto de vista de la guerra revolucionaria o de

    los manuales de contrainsurgencia, episodios como la masacre de Trelew, el asesinato de Rucci o la

    desaparicin masiva de personas podran ser nombrados por el significante guerra. Podra argumentarseque como ex miembro del PRT-ERP, la visin de Mattini est condicionada por la ideologa militarista de

    la lucha armada y el terrorismo de estado en la Argentina. Sin embargo, desde su experiencia como

    militante de las FAR, Carlos Flaskamp afirma:

    tal vez el argumento de ms peso para reconocer que lo que tuvo lugar en la Argentina fue una

    guerra sea el que parte de aceptar la conciencia que sus principales actores tenan de la misma: no

    solamente los militares, tambin el PRT y los Montoneros estaban convencidos de estar librando una

    guerra () El factor ideolgico desfiguraba la visin que tenan los combatientes populares de los

    conflictos polticos en los que participaban () En el ejercicio de la lucha armada los combatientes

    creyeron ver la primera etapa de una guerra que, a su entender, era el desemboque inevitable al que

    conduca la dinmica secular de la lucha de clases en la Argentina. Cuestionar el concepto de guerra no

    significa ignorar los fuertes elementos de la realidad que sirvieron de apoyatura a esa construccin. Si la

    idea de guerra expresaba una conciencia cargada de ideologa por parte de estas organizaciones, el

    componente violento de las luchas polticas y sociales argentinas desde 1955, basamento de esa idea,

    fue una realidad que la ltima dictadura militar no hizo sino confirmar, llevndolo a su extremo () La

    frontera entre violencia y guerra es fluida, pero el convencimiento subjetivo de los actores no es

    determinante para dirimir esta cuestin. Aqu lo decisivo es la reaccin de los dems sectores de la

    sociedad. A este respecto es indudable que la inmensa mayora del pueblo argentino no estuvo en

    guerra8.

    6 Luis Mattini "Hubo una guerra en la Argentina?",La escena contempornea.Revista de poltica nro. 3, 1999 (pp. 12 - 21).7 L. Mattini, op. cit., pg, 16. Si esa es la definicin de guerra, pues aqu no hubo una guerra y cuando la hubo (en lasMalvinas) no haba infantera capaz de ocupar el terreno.8 C. Flaskamp, op. cit., pp. 213-214. El autor sostiene que aunque la mayor parte de la poblacin sufri la poltica econmica dela dictadura junto a la represin poltica y sindical, no se comprometi con acciones armadas ni se sinti representada por ellas.De este modo, la progresiva militarizacin de las organizaciones poltico militares las aisl del campo popular.

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    An en el pasado ms inmediato, la mera enunciacin de la palabra guerra para analizar la historia

    reciente tiene las mismas consecuencias que un acto fallido: produce incomodidad, enrarece el ambiente y

    es muy difcil reintegrarlo a una cadena de comunicacin para otorgarle algn sentido. Por qu? En la

    medida en que politiza en un sentido radicalmente antagnico un campo hoy preservado a la reflexin

    acadmica o al campo de la memoria, que posee sus propias reglas (conscientes e inconscientes) para

    delimitar que se puede decir y que es imposible evocar del pasado reciente. Un buen ejemplo es el planteo

    de la sociloga marxista Ins Izaguirre, que narra expresivamente el shockproducido cuando emple el

    trmino guerra como herramienta terica en un mbito pblico:

    Cuando hace tan slo 8 aos plante en una reunin acadmica que el proceso de aniquilamiento

    habido en Argentina formaba parte del genocidio que sucede a una guerra perdida (Izaguirre, 1995) no

    local ni nacional, sino de clases, una guerra civil entre dos fuerzas sociales, una de las cuales estabaconstituida por una parte de la sociedad movilizada que luchaba por cambiar el orden social, confront

    con gran parte del pblico: unos porque afirmaban que lo que haba ocurrido en Argentina era una

    matanza que de un lado tena a las FFAA legales y no legales y del otro a simples ciudadanos aterrados,

    que lo que haba habido era una cacera y no una guerra; otros porque decan que lo que haba habido

    era una guerra pero no civil, ni de clases, sino de aparatos armados teora de los dos demonios- y

    finalmente, muchos de los miembros de los organismos de derechos humanos decan que la teora de la

    guerra estaba sustentada por los militares, y ellos, por razones polticas, no podan hacer lo mismo.

    nico argumento que pude llegar a admitir. 9

    Esta indita galvanizacin poltica de la reunin acadmica invierte aquello que Schmitt llamaba la

    era de las neutralizaciones y despolitizaciones -en referencia a la virtual tendencia de la modernidad a

    desactivar la potencia de lo poltico tratando de dividir a la sociedad en esferas autnomas-. Sobre los

    primeros dos argumentos ya nos hemos extendido ms arriba. Lo interesante es que las organizaciones de

    DDHH no impugnan la validez de entender la guerra como problema terico e histrico. Simplemente

    evitan plantear pblicamente el problema debido a razones polticas (es decir, en ltima instancia por un

    criterio tico o pragmtico sin fundamento cientfico). Como afirma Izaguirre, este obstculo ideolgicotoma la forma de una idea tenaz que expresa la derrota infligida al campo popular en las ltimas

    dcadas. Hacia 2004 la intervencin de Ins Izaguirre en el marco de las IV Jornadas de estudio sobre

    genocidio despert la misma reaccin, y cuando plantee a mediados de 2007 la hiptesis de la guerra en el

    seminario sobre memoria, cultura y violencia poltica en Amrica Latina como disparador para analizar el

    caso argentino, se repiti el mismo malestar, exorcizado por argumentos parecidos a los que ya criticamos.

    9 Ins Izaguirre, Pensar la crisis Tres dcadas de poder y violencia en la Argentina. Ponencia presentada en las Quintas

    Jornadas Nacionales / Segundas Jornadas Latinoamericanas De la dictadura financiera a la democracia popular. Grupo deTrabajo Hacer la Historia, Facultad de Humanidades y Artes UNR, 2002, pg. 12.

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    Si la negacin persiste, si engloba a generaciones que no han vivido en carne propia el terror aunque la

    experiencia haya sido transmitida y mediada por vnculos familiares, intelectuales y/o polticos- quiere

    decir que el tab se ha convertido en un trauma, el trauma de una guerra que para muchos jams existi.

    Al final, si el denominador comn que unifica a los diferentes autores son las representaciones blicas, es

    secundario dilucidar si hubo guerra o no en trminos empricos. Una vez ms, el problema es por qu

    varios protagonistas de esta historia (incluyendo actores de reparto y extras) entendieron el conflicto en

    trminos de guerra civil, en particular como estructuraron su prctica poltica y su vida social segn el

    ethos y el pathos de la guerrilla.

    Que ocurre en el conjunto de Amrica Latina? En Colombia o en Amrica Central, el trauma de la

    guerra tiene races ms palpables. En Guatemala, por ejemplo, hablar de genocidio -la muerte o

    desaparicin de ms de 200.000 personas ultimadas con bombas, ametralladoras y machetes- no puede

    separarse de concebir la masacre como resultadode una autntica guerra civil. Los actores del conflicto

    armado detonado por el derrocamiento del gobierno popular de Jacobo Arbenz en 1954, eran las fuerzas

    militares y paramilitares dirigidas por la oligarqua terrateniente y apoyadas logsticamente por tropas

    estadounidenses, que se enfrentaron a una heterognea alianza intertnica de clases. El campesinado pobre

    de mayora indgena y la pequea burguesa urbana mestiza formaban el otro polo del nudo antagnico,

    fragmentado a su vez en diversas organizaciones poltico-militares 10. El caso colombiano es parecido, pero

    contiene elementos que contrastan con las historias particulares de los dems pases americanos. Para el

    historiador Gonzalo Snchez:

    En Colombia, donde el pasado no pasa, porque la guerra no termina, la apelacin a la memoria es

    mucho ms ambigua que en estas historias ya consumadas, puesto que puede cumplir una funcin

    liberadora, pero puede tambin producir efectos paralizantes sobre el presente () la administracin de

    la memoria est asociada de manera determinante con la experiencia social y cultural de la guerra ()

    en ningn otro pas de Amrica Latina, el tema de las huellas de la guerra tiene tanta vigencia y

    10 La guerrilla guatemalteca se desarroll a partir de una revuelta de militares nacionalistas dirigida por Yon Sosa hacia 1960:las FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes, creada por jvenes oficiales del ejrcito en 1962), el EGP (Ejrcito Guerrillero de losPobres, grupo influenciado por la teologa de la liberacin, que comenz a operar en la selva guatemalteca en 1972 cruzando lafrontera de Chiapas); la ORPA (Organizacin del Pueblo en Armas, escindida de las FAR en 1979), y el PGT (PartidoGuatemalteco de los Trabajadores, partido comunista proscrito fundado en 1949). Estas cuatro formaciones se unieron hacia1981-1982 en la URNG (Unin Revolucionaria Nacional Guatemalteca), v. James D. Cockcroft,, Amrica latina y EstadosUnidos. Historia y poltica. Pas por pas, Siglo XXI, Mxico, 2001, pp. 157-181. Sobre la definicin del conflicto, Ramiro deLen Carpio -consejero de derechos humanos y ex presidente de Guatemala entre 1993 y 1995- afirmaba que Los partidariosde la mano dura en el ejrcito no estn dispuestos a discutir sobre la injusticia en la propiedad de la tierra o la injusticiasocial, que son las verdaderas causas de la guerra. La CEH (Comisin por el Esclarecimiento Histrico) inform en 1999 queel enfrentamiento armado haba provocado ms de 200 mil muertos y desaparecidos: 93% por parte del Ejrcito, 3% por laguerrilla y el resto por otros grupos armados no identificados. El 83% de las vctimas que se pudieron identificar eran mayas,

    con lo cual adems de genocidio tambin podemos hablar de etnocidio o limpieza tnica. V. Christian Salazar Volkann,Documentos estremecedores. Impacto de los informes sobre los derechos humanos en Guatemala, en Desarrollo yCooperacin (D+C) N3, pp.12-13.

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    condiciona tanto las percepciones polticas como en la Colombia de hoy. Puede establecerse entonces,

    una primera constatacin: son en buena medida las exigencias de comprensin de la guerra actual las

    que han llevado en aos recientes a un redescubrimiento vido de las guerras del siglo XIX. Todo ocurre

    como si se esperara que la relectura de las viejas guerras pudiera descifrar la actual, en el supuesto de

    que las primeras de alguna manera le imponen su propia trama a la de hoy11

    En Colombia se da aquello que vea Carlos Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, donde el

    presente era esclavo del recuerdo y La tradicin de todas las generaciones muertas oprime como una

    pesadilla el cerebro de los vivos12. Otro eje de debate aparece con las categoras que surgen del anlisis

    de situaciones nacionales que poseen su propia especificidad, cuando intentamos trasladarlas a Amrica

    Latina entendida como una totalidad articulada de diferencias (grosso modo por estados nacionales,

    grupos tnicos, clases y movimientos sociales). Si en Mxico la historiografa emplea el trmino guerra

    sucia para definir las violaciones a los derechos humanos que se produjeron cuando prevaleca la

    hegemona del PRI, en Argentina el mismo trmino se descarta por ser parte de las categoras mentales del

    aparato represivo, de all el predominio de definiciones unilaterales como terrorismo de Estado 13. Al

    mismo tiempo, fenmenos como el Plan Cndor o los llamados conflictos de baja intensidad, desbordan

    el terreno de las sociedades nacionales e invitan a reflexionar sobre conceptos que puedan aprehender el

    contenido universal de estos procesos, ms all de sus formas locales y de la particularidad del caso. Por

    ejemplo, la equiparacin entre guerra y funcin policial que hacen Antonio Negri y Michael Hardt es

    operativa para abarcar varios casos de guerra civil, genocidio y terrorismo de Estado en Amrica Latina.

    Para los autores, a partir de la guerra del Golfo en 1990 asistimos a una recuperacin del antiguo concepto

    de bellumjustum o guerra justa:

    11 Gonzalo Snchez, Guerra, memoria e historia, en AAVV, Memoria en conflicto. Aspectos de la violencia polticacontempornea, Instituto Francs de Estudios Andinos, Instituto de Estudios Peruanos, Per, 2004. El caso colombiano pareceel ejemplo opuesto a la memoria del pasado reciente en la Argentina. En este caso, la teora de los dos demonios articuladadesde 1983 legitimaba el olvido de la sociedad civil y ofreca un perdn secular, situando a aquella como vctima de un

    conflicto ajeno entre dos aparatos armados. Poco tiempo despus, las leyes de Punto Final y Obediencia debida (1986-1987), ylos indultos a los militares condenados por violaciones a derechos humanos en 1990 fijaron un lmite muy claro a los regmenesde la memoria implementados desde el Estado. Al mismo tiempo, este movimiento pendular estuvo condicionado por la luchade las organizaciones derechos humanos y sus aliados ocasionales. En sntesis, mientras en la Argentina la memoria y el olvidoparecen sucederse como momentos precarios y contingentes asociados tanto a los equilibrios y desequilibrios de determinadascoyunturas polticas como a la evolucin de las luchas sociales, en Colombia habra un exceso de memoria, es decir, unpresente preso de la imaginacin histrica (enajenado en cuanto presente).12 Carlos Marx,El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Ariel, Barcelona, 1968, pg. 11.13 En el seminario Memoria, cultura y violencia poltica: la guerra sucia en Amrica Latina los estudiantes cuestionaronfuertemente el uso de la categora guerra sucia para caracterizar los hechos de violencia poltica en la historia reciente. Dehecho, el debate posibilit reflexionar comparativamente el caso argentino y el mexicano: en el primero el ciclo de golpesmilitares y la vitalidad de los movimientos de derechos humanos creados a fines de la dcada de 1970 habran producido unadisputa mucho mas fuerte en torno a la legitimidad de la palabra guerra, opinin que se puede fundamentar con lo expuesto

    anteriormente sobre el tema. En Mxico, por el contrario, no se experimentaron golpes de Estado: el PRI como partido-estadoacord una divisin de poderes entre la clase poltica y la corporacin militar, ambas surgidas de la institucionalizacin de larevolucin de 1910.

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    El concepto tradicional de una guerra justa implica la banalizacin de la guerra y su elogio como un

    instrumento tico () Estas dos caractersticas tradicionales han reaparecido en nuestro mundo

    posmoderno: por un lado, se reduce la guerra a la condicin de accin poltica y, por el otro, se sacraliza

    el nuevo poder que puede ejercer legtimamente funciones ticas a travs de la guerra () As surge, en

    nombre de la excepcionalidad de la intervencin, una forma de derecho que, en realidad es un derecho

    de polica. La formacin de un nuevo derecho se inscribe en el despliegue de la prevencin, la represin

    y la fuerza retrica destinadas a reconstruir el equilibrio social: todas caractersticas propia de la funcin

    policial14

    Es decir, en la guerra de nuevo tipo que se generaliza a comienzos del siglo XXI, los conflictos

    interestatales mutan rpidamente en guerras de polica, basadas en la persecucin y destruccin de

    enemigos al interior de las fronteras nacionales o a travs de los flujos transnacionales articulados por el

    mercado global. El estado de excepcin que constitua a la guerra por definicin se convierte en norma,legitimando la tortura y la suspensin de las garantas constitucionales. La invasin norteamericana a Irak

    es un buen ejemplo de este nuevo orden, pero no el primero. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, la

    tendencia nace con la guerra colonial de Francia en Argelia, y describe un recorrido cada vez ms amplio

    con la guerra de Vietnam. Dicho en otras palabras, la guerra fra con sus fronteras ideolgicas bien

    marcadas entre capitalismo y comunismo internacionaliza la guerra de polica. As Estados Unidos

    exporta su tcnica de conflicto de baja intensidad o guerra sucia a las dictaduras latinoamericanas, que

    las aplican en mayor o menor grado segn el caso

    15

    . Si unimos en una sola red conceptual los diferenteselementos que caracterizan este nuevo tipo de guerra, notamos que la teora poltica de Carl Schmitt

    anticipa aquellas tendencias, y aporta un vocabulario afn para el anlisis de la ideologa guerrillera de los

    aos 60: categoras comoguerra, poltica, enemistady en especial su teora del partisano nos permitirn

    hacer las preguntas correctas para comprender que lugar ocup la guerra en el imaginario poltico de C &

    R. Como exponente singular del pensamiento moderno conservador, Schmitt afirma que el fundamento del

    derecho no reside en un conjunto de normas positivas, sino en la voluntad poltica que engendra la

    decisin (o dicho en otras palabras, en el principio de autoridad que fuerza una eleccin). El decisionismo

    va a encontrar un criterio para definir lo poltico que no se agota en la forma estatal:

    14 A. Negri y M. Hardt, Imperio, Paids, 2002, pp. 26-30. Pensar histricamente esta mutacin de la guerra interestatal a guerrade polica como manifestacin de los procesos de mundializacin del capital, no implica considerar a las formas de soberanaque devienen de estos cambios como imperiales en lugar de imperialistas. Las tendencias visibles de la desterritorializacintransnacional an conviven con slidos estados nacionales o regionales, y el avance de la fragmentacin micronacional y tnicacontrarrestan la formacin de una sociedad civil a escala global.15 Lilia Bermdez, Guerra de baja intensidad. Reagan contra Centroamrica. Siglo XXI, Mxico, 1987, y Edelberto TorresRivas Qu democracias emergen de una guerra civil?, en Waldo Ansaldi (comp.) La democracia en Amica Latina, unbarco a la deriva, FCE, Bs. As., 2007.

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    La especfica distincin poltica a la cual es posible referir las acciones y lo motivos polticos es la

    distincin de amigo (Freund) y enemigo (Feind). Ella ofrece una definicin conceptual, es decir un

    criterio, no una definicin exhaustiva o una explicacin del contenido. En la medida en que no se deriva

    de otros criterios, ella corresponde, para la poltica, a los criterios relativamente autnomos de las otras

    contraposiciones: bueno y malo para la moral, bello y feo para la esttica y as sucesivamente. En todo

    caso es autnoma, no en el sentido de que constituye un nuevo sector concreto particular, sino en el

    sentido de que no est fundada ni sobre una ni sobre algunas de las otras antitesis, ni es reductible a

    ellas.16

    Desde la distincin amigo-enemigo podemos concebir la poltica y la identidad en trminos

    radicalmente antagnicos y relacionales, ms all del contenido especfico de una situacin (de guerra o

    de paz, de enfrentamiento de clases o hegemona). Antes bien, el concepto subraya las condiciones

    antagnicas que determinan cualquier situacin especfica, sealando el grado de intensidad de una

    relacin social como criterio para diferenciar lo poltico de otro tipo de asociaciones (religiosas, tnicas,

    econmicas, jurdicas, etc.). Ahora bien, Quin es el enemigo? Que relacin tiene con el otro trmino de

    la dada? Unas lneas ms abajo, el autor desarrolla su argumentacin concibiendo la hostilidad o

    enemistad como una categora que puede traducirse en trminos sociolgicos, ms all del formalismo

    puramente filosfico o jurdico:

    El enemigo es simplemente el otro, el extranjero (der fremde ) y basta a su esencia que seaexistencialmente, en un sentido particularmente intensivo, algo otro o extranjero, de modo que, en el

    caso extremo sean posibles con l conflictos que no puedan ser decididos ni a travs de un sistema de

    normas ni mediante la intervencin de un tecero descomprometido y por eso imparcial () Enemigo no

    es el competidor o el adversario en general. Enemigo no es siquiera el adversario privado que nos odia

    debido a sentimientos de antipata. Enemigo es slo un conjunto de hombresque combate, al menos

    virtualmente, o sea sobre una posibilidad real, y que se contrapone a otro agrupamiento humano del

    mismo genero. Enemigo es slo el enemigo pblico, puesto que todo lo que se refiere a semejante

    agrupamiento, y en particular a un pueblo integro, deviene por ello mismo pblico. El enemigo es el

    hostis no elinimicus en sentido amplio(los subrayados figuran en cursiva en el original)17.

    Queda claro entonces que la enemistad no es cualquier relacin de oposicin real ni puede reducirse a

    una contradiccin lgica. La raz del antagonismo propiamente poltico depende del vnculo entre grupos

    16 Carl Schmitt, El concepto de lo poltico. Kolectivo Editorial Ultimo Recurso, Argentina, 2004. Consideramos que elpensamiento schmittiano es conservador antes que reaccionario, en la medida que si bien es claro su ataque a la Ilustracin, sufilosofa no posee elementos romnticos sino ms bien pesimistas, como una constatacin fatalista del avance de la tcnica y losvalores modernos que erosionan el principio de autoridad tradicional. Como afirma Giacomo Marramao, Del mismo modoque, para Nietzsche, esta irremisiblemente muerto el Dios que preside ociosamente el orden inmutable del mundo, para

    Schmitt el estado de derecho est muerto porque ha perdido el monopolio de lo poltico, citado por Jos Arico en C. Schmitt,op. cit., p. XVI.17 C. Schmitt, op. cit., pp. 15, 17.

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    sociales que luchan entre s, o cuya situacin es el resultado inmediato del enfrentamiento (de all que la

    paz sea concebida como un continuum de la hostilidad, y que las formas ms intensas de lo poltico sean la

    guerra y la revolucin)18. Por otro lado, el contenido existencial del trmino implica que la identidad de los

    actores polticos surge mediante la negacin del Otro, en la medida que la relacin de enemistad niega mi

    existencia (la amenaza que pende sobre mi vida y me limita como ser), pero al mismo tiempo constituye

    mi esencia (el ser que surge del combate). Si lo poltico depende concretamente del par amigo-enemigo,

    para Schmitt esta relacin no posee un privilegio ontolgico por encima de aquel concepto. Al contrario,

    el principio formal de lo poltico se realiza cuando la enemistad contamina cualquier contenido particular

    de carcter religioso, laboral, esttico, etc.19Llegados a este punto, observamos que en Schmitt no hay una

    relacin inmediata entre lo poltico atravesado por la enemistad, y las mltiples dimensiones de lo

    social. Es por esta razn que aclarar el sentido existencial y emprico del que parte la elaboracin

    conceptual, tiene la funcin de reprimir su contrario: para pensar la poltica como guerra es preciso

    recurrir a la mediacin de la metfora, y el desplazamiento de sentido que realiza el autor permite

    fetichizar el antagonismosocialen un conflicto blico20. En las pginas que siguen, pondremos a prueba

    esta hiptesis analizando tres casos que reflejan como las categoras blicas atraviesan una parte

    significativa del discurso poltico-ideolgico en C & R: dos comunicados del ELN de Bolivia, y un

    informe de la revista sobre la guerrilla fundada por Carlos Marighella en Brasil y los Tupamaros de

    Uruguay.

    18 C. Schmitt, op. cit., pp. 19-21. A pesar de que la divisin amigo-enemigo en trminos de identidad parece asumir rasgosdialcticos (como ocurre con la interdependencia entre el amo y el esclavo en Hegel), el pesimismo schmittiano parece negar laposibilidad de una sntesis. A diferencia de la dialctica de Hegel o Fichte, la oposicin que alimenta la relacin amigo-enemigono conduce a ningn cierre capaz de resolver la oposicin entre tesis y antitesis, o al fin de la Historia por la realizacin deEspritu Absoluto. Para un enfoque que rescata la dialctica hegeliana, v. S. Zizek, El espinoso sujeto. El centro ausente de la

    ontologa poltica. Paidos, 2007. Para una crtica de la dialctica hegeliana, v. Antonio Negri-Michael Hardt, op. cit., pp. 73-91.19 Un buen ejemplo es su concepcin de la lucha de clases: tambin una clase en el sentido marxista deja de ser algopuramente econmico y se convierte en una entidad poltica si llega a este punto decisivo, o sea si toma en serio la lucha declases y trata al adversario de clase como enemigo real y lo combate, ya sea bajo la forma de una lucha de estado contraestado o en la guerra civil en el interior de un estado, C. Schmitt, op. cit., pg. 25. En cambio, para el Marx de Miseria de laFilosofa, la lucha de clase contra clase es una lucha poltica que atraviesa el terreno de la produccin, y la complicacin deesquematizar las mediaciones que enhebran estas dimensiones indisolublemente unidas aparecern con mayor relieve en elPrlogo a la Crtica de la Economa Poltica. V. C. Marx, Miseria de la Filosofa, Ed. Progreso, 1981, pg. 161 y S. Zizek, Apropsito de Lenin, Atuel, 2006, pp. 100-102.20 Nuevamente seguimos la lectura de S. Zizek en El espinoso sujeto, loc. cit., pp. 127-130,185, pero nos separamos en unpunto: el filsofo esloveno caracteriza el gesto schmittiano como una fetichizacin blica heroica del conflicto. En nuestrarecepcin de la obra de Schmitt no hemos contemplado ninguna valoracin romntica de la guerra. Antes bien, en uno de sus pasajes ms brillantes, aquel sostiene que: La definicin aqu dada de poltico no es ni belicista, ni militarista, ni

    imperialista, ni pacifista. Ella no representa siquiera un intento de elevar la guerra victoriosa o revolucin lograda a idealsocial, puesto que guerra o revolucin no son nada de social ni de ideal, C. Schmitt, El concepto de lo poltico, loc. cit.,pg. 21.

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    1. Tras los pasos perdidos del Che.

    La guerra nos revolucion. No hay experiencia ms profunda para unrevolucionario que el acto de la guerra; no el hecho aislado de matar, ni de

    portar un fusil o el de establecer una lucha de tal o cual tipo, es el total delhecho guerrero, el saber que un hombre armado vale como unidadcombatiente, y vale igual que cualquier hombre armado, y puede ya notemerle a otros hombres armados

    Carta del Che Guevara a Ernesto Sbato

    A mediados de la dcada de 1960, Bolivia ya conoca la revolucin. En 1952, una insurreccin

    popular haba colocado en el poder al Movimiento Nacionalista Revolucionario de Vctor Paz Estensoro,

    fruto de una coyuntural y frgil alianza de clases entre el campesinado indgena excluido por el avance del

    latifundio, el proletariado minero y las capas medias urbanas. Jaqueado por la Confederacin Obrera

    Boliviana y por los sindicatos rurales, el MNR nacionaliz las minas de estao y procedi a la reforma

    agraria. El movimiento obrero ocup las minas y puso en prctica el control obrero de la produccin, de

    manera semejante a lo que ocurra en el campo con la toma de latifundios por parte de las comunidades

    indgenas21. La lucha armada tampoco era desconocida; en los tres das que dur la insurreccin se

    asaltaron cuarteles militares para aprovisionarse de armamento, y tras la disolucin del ejrcito profesional

    los mineros organizaron sus propias milicias. El declive del movimiento obrero a causa del estado de sitio,

    y el xito de la represin militar a las autodefensas armadas de los campamentos mineros en 1965,parecan mostrar los lmites de la huelga y de las milicias obreras como formas de lucha y organizacin

    emergentes de la insurreccin armada22. Hacia noviembre de 1966, Ernesto Guevara entr de incgnito en

    Bolivia bajo la identidad falsa del economista uruguayo Adolfo Mena Gonzlez. El 9 de octubre de 1967

    era asesinado en La Higuera, y con el mora la tentativa de instalar un foco rural entre Cochabamba y

    Santa Cruz, plataforma de operaciones que poda servir de enlace para el desarrollo de la guerra de

    guerrillas en el altiplano boliviano, pero tambin como experiencia previa a la formacin de un ejercito

    21 El MNR se apoy en el ejrcito boliviano, el capital norteamericano y la CIA para recuperar el monopolio estatal del poderpoltico y la violencia legtima. Sin embargo, la virtual situacin de empate en el cogobierno con el movimiento obrero serompi con el golpe militar del general Rene Barrientos, producido hacia 1964. Barrientos promovi el pacto militar-campesino, logrando cooptar a varios sectores del campesinado indgena. Esta estrategia le permiti aislar a los mineros,silenciados por una dura represin que incluy bombardeos a las zonas de autodefensa minera en las montaas, y matanzassimilares a las producidas antes de 1952. Para una introduccin general a la Revolucin boliviana, v. James Dunkerley,Revolucin en las venas. La lucha poltica en Bolivia 1952-1982. La Paz, Plural, 2003. Para revisar la participacin delcampesinado antes y despus de 1952, v. Silvia Rivera Cusicanqui, Apuntes para una historia de las luchas campesinas enBolivia (1900-1978) en Pablo Gonzlez Casanova (coord.) Historia poltica de los campesinos latinoamericanos, Mxico, S.XXI, 1985, Vol.3, pp. 146 a 207. Para observar el punto de vista y las demandas del proletariado minero, v. las tesis de

    Pulacayo (1946), en http://www.pt.org.uy/textos/temas/pulacayo.htm.22 Para una crtica de la autodefensa armada muy leda hacia 1967 que revisa el caso de los mineros bolivianos, v. RgisDebray, Revolucin en la revolucin? en revistaLucha Armada en la Argentina, nro. 1, pp. 125-130.

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    http://www.pt.org.uy/textos/temas/pulacayo.htmhttp://www.pt.org.uy/textos/temas/pulacayo.htm
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    popular capaz de desplegarse por las extremidades andinas23. La tarda noticia de que el Che estaba

    combatiendo en Bolivia galvaniz la militancia en varios puntos de Amrica Latina, especialmente en el

    sur, donde se organizaron varios grupos de apoyo a la guerrilla en Argentina, Chile y Per. Como

    demuestra Gustavo Rodrguez Ostria en Teoponte. La otra guerrilla guevarista en Bolivia, el ciclo del

    foquismo en ese pas no se cerr con la muerte de Guevara. Por el contrario, desde su aparicin oficial el

    23 de marzo de 1967, el Ejrcito de Liberacin Nacional animado por los hermanos Coco, Inti y Chato

    Peredo se reorganiz tras el descalabro de 1967, y fue nutrido una vez ms por combatientes de origen

    cubano, argentino, chileno y boliviano. De las primeras acciones militares realizadas por la guerrilla del

    Che en ancahuaz, a la cada del ncleo armado de Teoponte en noviembre de 1970, median tres aos de

    una experiencia poltica que uni a militantes comunistas, socialistas, trotskystas, maostas, cristianos e

    independientes24. Si bien los integrantes de C & R encuadrados en el Comando Camilo Torres no

    formaron parte de estos grupos de apoyo, en el nmero 5 de noviembre de 1967 publicaron el primer

    manifiesto del ELN. En el nmero 9 se difundi Volveremos a las montaas, una entrevista concedida por

    Inti Peredo al diarioLa Paz hacia julio de 1968, en plena etapa de recomposicin y balance poltico de la

    guerrilla boliviana25. La estructura del manifiesto de abril de 1967 es sencilla, pero engaosa: si los

    integrantes del ELN eran perfectamente foquistas, iluminados hasta lo ms ntimo por las enseanzas de

    Che, se supone que el primer comunicado comenzara describiendo las condiciones objetivas que

    permiten el desarrollo de la lucha armada en Bolivia, para pasar rpidamente a los factores subjetivos (de

    organizacin y conciencia) necesarios para el surgimiento de un ncleo guerrillero como embrin del

    ejrcito popular26:

    23 Para Gabriel Rot, el compromiso personal del Che en la aventura boliviana se remonta a la fuga hacia delante que iniciapara resolver su posicin cada vez ms incmoda en Cuba. La poltica de coexistencia pacfica con el imperialismo impulsadapor la URSS y apoyada por el PC cubano, entraba en tensin con el proyecto de generalizar las luchas antiimperialistas a escalaglobal, apelando a la consigna de crear dos, tres, muchos Vietnam. En ese contexto se entiende su fracasada expedicin alCongo en 1965, y la consecuente certeza guevariana de que Latinoamrica sera el Vietnam de la dcada siguiente. La decisinde instalar la guerra de guerrillas en zonas rurales de Bolivia -el foco capaz de crear por su propia duracin las condicionessubjetivas de la revolucin social, a travs de la lucha armada- no fue arbitraria ni apresurada: a comienzos de los 60 habaauspiciado la creacin del Ejrcito Guerrillero del Pueblo, organizacin armada dirigida por Jorge Massetti que oper en Salta

    entre 1963 y 1964. Tambin en 1964 conoci en Cuba a Tamara Hayde Bunke Bider (Tania), que se entren con los serviciosde inteligencia de la isla para desempear tareas de espionaje en Bolivia. V. Gabriel Rot, Lanzando semillas condesesperacin, en revistaLucha Armada en la Argentina, nro. 9, pp. 24-37. Para una breve biografa de Tania, v. mi artculoLa tumba de la guerrillera heroica, en www.prensadefrente.org24 Gustavo Rodrguez Ostria, Teoponte. Sin tiempo para las palabras. Teoponte. La otra guerrilla guevarista en Bolivia . GrupoEditorial Quipus, 2006. Los sobrevivientes del ELN formarn en 1974 la Junta Coordinadora Revolucionaria con miembros delPRT-ERP de Argentina, el MLN Tupamaros de Uruguay, y el MIR chileno. En 1975 el ELN finalmente se disolvera, comoresultado de la secesin del grupo que va a formar la seccin boliviana del PRT.25 En torno a C & R se organiz una red de agrupaciones de superficie (pblicas) y episuperficie (semiclandestinas). ElComando Camilo Torres era una organizacin celular de estructura piramidal, que realiz su primera accin directa en BuenosAires el 1ro. de mayo de 1967, interrumpiendo la misa del cardenal Caggiano por motivo del Da del Trabajador. V. G.Morello, Cristianismo y Revolucin. Los orgenes intelectuales de la guerrilla argentina. UCC, 2003, pp. 144-145.2626 La cita entre comillas es de Rodrguez Ostria, op. cit., pg. 4. En el artculo Cuba excepcin histrica o vanguardia en la

    lucha contra el colonialismo? (9/04/61), el Che sostiene que Las condiciones objetivas para la lucha estn dadas por elhambre del pueblo, la reaccin frente a esa hambre, el temor desatado para aplastar la reaccin popular y la ola de odio quela represin crea. Faltaron en Amrica condiciones subjetivas de las cuales la ms importante es la conciencia de la

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    Larga es la historia de penurias y sufrimientos que ha soportado y soporta nuestro pueblo. Son cientos

    de aos que corren ininterrumpidamente raudales de sangre. Miles suman las madres, esposas, hijos y

    hermanas que han vertido ros de lgrimas. Miles son los heroicos patriotas cuyas vidas han sido

    segadas. Los hombres de esta tierra hemos vivido como extraos; ms derechos tiene cualquierimperialista yanqui, en el territorio nacional que llama sus concesiones. El puede destruir, arrasar e

    incendiar viviendas, sembrados y bienes de bolivianos. Nuestras tierras no nos pertenecen; nuestras

    riquezas naturales han servido y sirven para enriquecer a extraos y dejarnos tan slo vacos,

    socavones y profundas cavernas en los pulmones de los bolivianos. 27

    Sin embargo, aqu el anlisis de las condiciones objetivas se confunde con la descripcin del estado

    subjetivo de sufrimiento y negacin del pueblo boliviano. Si el ELN era una organizacin de pocas

    palabras, la arenga que atraviesa el manifiesto no es simplemente el reflejo de la pobreza terica o la faltade programa: desde el punto de vista de la guerrilla, es el formato retrico ms apto para crear un sujeto de

    combate28. En este subgnero discursivo, la enemistad es un asunto de vida o muerte, y del mismo modo

    que ocurre con la dada amigo-enemigo empleada por Carl Schmitt, tiene la capacidad de constituir

    identidades polticas relacionales que parten del antagonismo. En primer lugar, notamos que el enfoque

    sobre la subjetividad del pueblo boliviano parte de una carencia: aquello que bautizamos con cierta

    imprudencia como identidad, nace escindido de la negacin y la alienacin, dado que Los hombres de

    esta tierra hemos vivido como extraos; ms derechos tiene cualquier imperialista yanqui. El enemigo

    hace sentir a los bolivianos como extranjeros en su propia tierra, incendian, destruyen y matan, pero en ese

    mismo acto de negacin se nomina retroactiva y polticamente al sujeto vindicador. En otras palabras, el

    imperialismo amenaza la conservacin de la vida, pero la enemistad absoluta es un extremo que permite la

    poltica revolucionaria entendida como guerra, all donde los dems gestos polticos fueron silenciados29.

    La amenaza que pende sobre mi vida (enemistad como concepto existencial) se materializa en el

    comunicado en forma de tragedia, como el espejo invertido del Lebensraumpangermnico: la destruccin

    del espacio vital de una sociedad colonizada30. El problema que tiene el comunicado para contribuir a

    posibilidad de la victoria por la va violenta frente a los poderes imperiales y sus aliados internos. Esas condiciones se creanmediante la lucha armada que va haciendo ms clara la necesidad del cambio (y permite preverlo) y de la derrota del ejrcitopor las fuerzas populares y su posterior aniquilamiento (como condicin imprescindible a toda revolucin verdadera). V.http://www.patriagrande.net/cuba/ernesto.che.guevara/index.htm27 C & R nro. 5, pg. 20 (38-39 del original).28 Rodrguez Ostria, op. cit., pg. 163-179. Tambin Adolfo Gilly analiza el vocabulario militar de las guerrillas como sustitutodel programa y del anlisis social en Rgis Debray y la guerrilla de las galaxias, artculo compilado en La senda de laguerrilla. Mxico, Nueva Imagen, 1986, pp. 177-193.29 La idea de la subjetividad como producto del antagonismo y la negacin, parte del anlisis de Ren Zavaleta Mercado sobrela identidad nacional boliviana en Las masas en noviembre, artculo publicado en AAVV, Bolivia hoy, Mxico, Siglo XXI,1987, pp. 11-59, y Franz Fanon, Los condenados de la tierra, FCE, 1971, pp. 99-135. La opcin por las armas cobra vigenciacuando la dictadura margina al MNR, a la COB y a los partidos de izquierda en general. Si la hegemona se basa en el pacto

    militar-campesino, la clase obrera y las capas medias urbanas no van a tener ni voz ni voto en el campo poltico nacional.30 ElLebensraum o espacio vital era parte de la ideologa imperialista de pangermanismo, creada por los mariscales Luddendorfy Hyndenburg cuando se apoderan del estado mayor del ejrcito alemn hacia 1916. Con el argumento de la necesidad de un

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    demostrar nuestra hiptesis es que no aparece la palabra guerra, aunque el discurso se construye en

    contra de el imperialismo norteamericano y sus socios locales. El enemigo se configura fuera de los

    lmites de la nacin (es un extranjero), pero tambin hay un otro-entre-nosotros que va de la camarilla

    pro-yanki que detenta el poder al ejrcito nacional y los partidos de izquierda seudo revolucionarios.

    En la sucesiva articulacin de equivalencias que definen al enemigo, el interno (el autor material) es el

    ms nombrado como objeto de la justicia popular como torturador, delator y traidor-, antes que el autor

    intelectual o enemigo real (el imperialismo, la CIA)31. Sin embargo, el tono reivindicativo y trgico

    prepara el terreno para la emergencia de las acciones armadas y justifica del escenario blico: en

    Volveremos a las montaas aparece la guerra como objeto del discurso del ELN, una explicacin de las

    actividades guerrilleras, y un intento de esbozar un cuadro de las diferencias polticas que agitaban a la

    izquierda boliviana desde el advenimiento delChe:

    El pueblo y slo el pueblo ser el encargado de dar el ttulo de vanguardia a quienes lo conduzcan a su

    liberacin. El sectarismo de los vanguardistas se traduce en la exigencia de subordinar la direccin de la

    guerrilla a la direccin poltica. Habra que preguntarse: a la direccin poltica de quien? Se trata de

    dividir la lucha en armada y pacfica subordinando la forma de lucha armada a la pacfica? O es que se

    pretende utilizar la lucha armada como simple instrumento de presin para la lucha poltica en las

    ciudades? Por qu no pensar ms bien en la direccin nica poltico-militar, considerando que en

    situacin de guerra, como lo es la guerra de guerrillas los cuadros revolucionarios ms capacitados y ms

    aptos deben atender el problema de la guerra?32

    Aqu aparece una referencia muy clara al problema de la vanguardia, que se remonta a

    la coyuntura de 1967, cuando el Che llega a Bolivia y se desata el primer conflicto con el PCB (Guevara

    reclamaba la jefatura de la guerrilla, desairando al enviado que el partido quera designar como

    comandante). Como parte de una formacin discursiva, la ilusin de inmanencia que funde a la

    espacio vital para el pueblo alemn, exigan la colonizacin germana del frica Central y de Ucrania, elementos que mstarde seran reivindicados por el nacional socialismo. V. Jeffrey Herf, El modernismo reaccionario. Tecnologa, cultura y

    poltica en Weimar y el Tercer Reich, FCE, 1990.31 C & R nro. 5, pg. 20 (38-39 del original). En este sentido, cabe preguntarse si el ltimo eslabn de la cadena deequivalencias que identifica a la formacin hegemnica opuesta (imperialismo-ejrcito cipayo-izquierda traidora) no confundeal adversario con el enemigo. Calificar del PC de Bolivia (PCB) como traidor por la derrota del Che y asimilarlo sin ms al bloque imperialista, replica la lgica sectaria de varias formaciones de la izquierda en general, que sustituyen con muchafacilidad al compaero/adversario que se equivoca por el enemigo que traiciona. En ltima instancia, si el enemigo schmittianose configura en base a la territorialidad -el nomos de la tierra- el enemigo del ELN se construye desde la indiferencia entreterritorio y nacin como comunidad del pueblo oprimido: ambos aparecen mutilados por el imperialismo, y el objetivo delcomunicado guerrillero es construir un sujeto poltico.32C & R nro. 9, pg. 13 (22 del original). La argumentacin del Inti Peredo se construye con preguntas retricas -respuestas onormas del discurso disfrazadas en forma de interrogante-. Esta forma retrica se repite en el anlisis de la huelga petrolera deEnsenada (La Plata, Argentina) que hace C & R tres nmeros despus, en noviembre de 1968. Se replica la estructurainterrogativa e incluso parte del contenido, cuando la cobertura del conflicto petrolero introduce el problema de la vanguardia

    armada como grupo de choque, v. La lengua obrera. Trabajadores, hegemona e identidades populares en Cristianismo yRevolucin (cap.2, 1968-1969), en IV Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente,Rosario, 14, 15 y 16 de mayo de 2008,Facultad de Humanidades y Artes, UNR, pg. 13.

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    vanguardia con el pueblo saltea la mediacin partidaria, justificando la unificacin de los mandos polticos

    y militares con un argumento similar al de Rgis Debray en Revolucin en la revolucin?33. La pregunta

    que ultima el prrafo condiciona la totalidad del pasaje: el conflicto blico es preformativo de lo poltico,

    y crea las condiciones subjetivas de la revolucin con una tautologa. Las acciones de la guerrilla implican

    una situacin de guerra a modo de prlogo, y aquella modalidad de enfrentamiento social exige la

    militarizacin de los cuadros revolucionarios, que se convierten en guerrilleros34.

    2. Del foco rural a la guerrilla urbana

    Hoy ser asaltante o terrorista es una condicin que ennoblece a cualquierhombre honrado, pues significa exactamente la actitud digna delrevolucionario que lucha a mano armada contra la vergonzosa dictaduramilitar y sus monstruosidades

    Carlos Marighella, Minimanual del guerrillero urbano (1969).

    A diferencia de lo ocurrido con Bolivia, en Argentina, Uruguay y Brasil se desarrollaran formas de

    lucha armada con epicentro en las ciudades. En Guerra de guerrillas, el Che pensaba las operaciones

    militares en los bosques de cemento de las grandes urbes capitalistas como la ltima etapa del foco35.

    Esta posibilidad surge en casos donde la insurreccin general ya se encuentra avanzada y del control

    territorial en la zona liberada rural, la guerrilla llega al acoso de las ciudades, destacando pequeos

    comandos para realizar actos de sabotaje (tumbar postes telefnicos, inutilizar centrales elctricas, etc.). A

    pesar de que Guevara critica la subestimacin de la lucha armada en las ciudades, afirma categricamente

    33 R. Debray, loc. cit., pp. 136-144. Con esta posicin, el foquismo se diferencia radicalmente del marxismo leninismo, que alapoyarse en la experiencia obrerista y urbana de la revolucin rusa, separ la lucha armada de la lucha poltica, subordinando laprimera a la segunda. Esta relacin jerrquica a su vez tena una expresin organizativa partidaria en la creacin de un comitpoltico (comandado por Lenin) y un comit militar (bajo la direccin de Trotsky), v. John Reed, Diez das que conmovieron almundo, CEAL, 1971. Por otro lado, para Rodrguez Ostria las proclamas del ELN no tienen marco referencial, posicin quecortara cualquier relacin entre las palabras y las cosas, como si el discurso se proyectara por fuera de una formacindiscursiva que lo determina y al cual se refiere, o del contexto que lo atraviesa ms all de la especificad de sus reglas, v. R.Ostria, op. cit., pg 165. No hay un marco referencial inmediato en los primeros comunicados (como sostiene el autor de

    Teoponte, la lucha de clases y el debate poltico se sustituyen por la tragedia del pueblo boliviano y la epopeya de laindependencia, encarnada en las figuras legendarias de Sucre y Juana Azurduy). En el reportaje al Inti Peredo se hace imposibleno aludir a algn marco referencial despus de la muerte del Che, ms ac de los mitemas bolivarianos.34 En la tercera parte de su obra De la guerra, Clausewitz sentencia que la guerra es la continuacin de la poltica por otrosmedios. Carl Schmitt invierte la clebre frmula al afirmar que La guerra no es pues un fin o una meta, o tan solo elcontenido de la poltica, sino que es su presupuesto siempre presente como posibilidad real y que determina de modoparticular el pensamiento y la accin del hombre, provocando as un comportamiento poltico especfico , C. Schmitt, op.cit.,pg. 22. y Carl von Clausewitz, De la guerra, Agebe, 2005. En una lectura hertica, Chato Peredo va a sostener que La frasede Lenin y Clausewitz la guerra es nada ms que la continuacin de la poltica por otros medios, para la mayora de nuestrospases hay que invertirla algo: la continuacin de la poltica por otros medios es nada ms que la guerra , v. RodrguezOstria, op.cit., pg. 171. La vuelta de tuerca del dirigente del ELN va en la misma direccin que la de Schmitt, pero sinconsiderar un elemento clave agregado por el pensador alemn: que la guerra sea el presupuesto de la poltica, no significa queel contenido de la poltica sea la guerra. Como ltima ratio del reagrupamiento amigo-enemigo, la guerra tiene sus propias

    reglas y puntos de vista, susceptibles de constituir un campo especfico.35 La metfora es de Abraham Guilln en Lecciones de la guerrilla latinoamericana, Lucha Armada en la Argentina, n. 4, pg.126.

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    que nunca puede surgir por s misma una guerrilla suburbana36. Sin embargo, la propia muerte del Che

    en Bolivia obliga a revisar algunos aspectos de su estrategia: tanto en la guerrilla de Teoponte como en

    otros ncleos latinoamericanos, se observa un proceso de nacionalizacin que modifica su perspectiva

    continental de la lucha armada37. Que la totalidad de la teora del foco no es puesta en discusin, puede

    demostrarse a travs de los testimonios de ex militantes de C & R. Como recuerda Marita:

    Cuando lo matan al Che, nosotros formbamos parteMiguel Mascialino coordinaba un grupo de

    estudios de Teilhard de Chardin en la casa de Mara Rosa Oliver. Mara Rosa Oliver era el contacto ms

    directo con el Che, y ella es la que tiene la confirmacinme acuerdo como si fuera hoy vindola en su

    silla de ruedas que se pone a llorar cuando nosotros llegamos y dice me acaban de confirmar, lo han

    matado a Ernesto. A partir de eso evidentemente cambiaban todos los tantos, y se empieza a perfilar

    toda esta cuestin que tambin influye mucho Los condenados de la tierra de Fanon, la batalla de

    Argelia, es decir toda la estrategia vietnamita y argelina que se refiere a la guerrilla urbanaentonces elrediseo, la redefinicin de ese foquismo rural se va a una guerrilla urbana. Sin rever todava el

    foquismo porque el foquismo en realidad yo lo reviso con otros compaeros cuando nos separamos de

    Juan Garca Elorrio en el ao 7038.

    La revisin del foquismo critic los aspectos tcticos antes que los estratgicos. Dicho en otras

    palabras, la cada del Che se habra producido o bien a causa de factores subjetivos y exteriores a la propia

    guerrilla (la traicin del PCB) o a lo sumo por una falla tcnica (equivocacin en definir correctamente el

    teatro de operaciones). En esta segunda parte, consideramos que el surgimiento de la guerrilla urbana

    modifica sensiblemente la subjetividad guerrillera construida en los primeros nmeros, algo que puede

    verificarse en el nivel de las representaciones simblicas39. Para desarrollar el problema utilizaremos la

    teora del partisano de Carl Schmitt. En su obra madura de 1962, el pensador alemn trata de explicar

    las nuevas formas de legalidad y legitimidad que surgen en la era de la guerra total, explicando que el

    partisanen krieg(guerrillero en castellano) es un sntoma de la crisis del Estado de derecho. Inmovilizadas

    36

    Ernesto Guevara, Guerra de guerrillas (1960). Kolectivo editorial ltimo recurso, Rosario, 2006, pp. 37-39.37 G. Rodrguez Ostria, Teoponte: la otra guerrilla guevarista en Bolivia, en revistaLucha Armada en la Argentina, nro., 2 pp.88-97. En Argentina, el grupo de Arturo Lewinger se estaba preparando para apoyar a la guerrilla del Che en Bolivia, cuando lanoticia de su muerte modifica su estrategia. A partir de esa experiencia volcaran su lucha al contexto nacional, convergiendocon otros grupos para formar las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que ms tarde realizaran acciones de guerrillaurbana y se uniran a Montoneros.38 Entrevista a Marita Foix, Programa de Historia Oral, Instituto de Antropologa, FFyL (UBA).39 En un trabajo anterior observamos un perodo inicial de C & R entre 1966 y 1969, donde el pobre como objeto de caridaddeviene en el trabajador como sujeto transformador, tendencia que anuncia la teologa postconciliar, la formacin de la CGT delos Argentinos y se consolida con el Cordobazo. La teora del foco era la lnea poltica que se corresponda mejor con el pobrecomo sujeto de cambio, pero en 1969 las notas sobre trabajadores rurales como los hacheros y los obreros del azcar enTucumn, sern desbordadas por la cobertura de conflictos de petroleros, grficos, obreros de la construccin o de la industriaautomotriz, v. La lengua obrera, en n. 32. Paralelamente, la guerrilla urbana en Argentina es una respuesta poltica tanto al

    asesinato del Che en Bolivia, como a los cambios en la coyuntura poltica nacional. En trminos ideolgicos, la reactivacin delmovimiento obrero y el proceso de nacionalizacin de las guerrillas latinoamericanas, se refleja en C & R con un desplieguems explcito de su adhesin al peronismo.

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    para la guerra regular por la amenaza nuclear, las grandes potencias de la guerra fra van a ser relevadas de

    la poltica -entendida como enemistad absoluta o existencial- por el partisano. Elevado filosficamente por

    Clausewitz, y situado en la vanguardia de la guerra revolucionaria por Lenin y Mao, el partisano se

    convierte en la segunda mitad del siglo XX en el poltico por excelencia 40.

    a) Irregularidad/regularidad.

    El ejemplo de la lucha armada en Brasil ofrece un relieve singular para el anlisis comparativo. A

    diferencia de Bolivia o Argentina, las principales organizaciones poltico-militares se desarrollaron a partir

    de ncleos con amplia experiencia en el Partido Comunista local. Las huellas de este cordn umbilical

    (orgnico o por adopcin ideolgica) seguirn presentes en las posiciones polticas adoptadas por la

    Alianza Libertadora Nacional de Carlos Marighella, o la Vanguardia Popular Revolucionaria de Carlos

    Lamarca41. Nacido en Salvador de Baha hacia 1911, Marighella inici su militancia en el movimiento

    estudiantil a los 23 aos, en las filas del PCB. Conoci la crcel en dos oportunidades: mientras Getulio

    Vargas ejerca su segunda presidencia constitucional, en 1936, y durante la fase corporativa del Estado

    Novo hacia 1939, organizando cursos de alfabetizacin y charlas para los presos. Una vez derrocado

    Vargas en 1945, fue liberado y elegido diputado un ao despus por el Estado de Baha, hasta que el

    partido fue nuevamente puesto fuera de la ley en 1948. Con la revolucin cubana, la ruptura de una

    fraccin maosta que se separa del partido en 1962, el apoyo del PCB al gobierno de Joao Goulart y el

    golpe militar de Castelo Branco dos aos despus, podemos ver un Marighella cada vez ms incmodo en

    la estructura partidaria: miembro del Comit Ejecutivo, pero defensor de la accin directa en franca

    oposicin al conjunto de la direccin comunista. En 1965 escribe Por que resist a la prisin, donde apoya

    40 Hay cuatro rasgos que definen al partisano: 1) es un combatiente irregular, sin uniforme y con autonoma tctica para operarindividualmente o en grupos pequeos. 2) acta dentro de una formacin poltica con un compromiso total (es decir, con untipo de vnculo absoluto que subsume todas las dimensiones de la vida humana, subordinando la vida del otro no a la legalidadexterior del Estado, sino al total legtimo del ideal partisano). 3) la movilidady sorpresa son signos distintivos del partisano,

    aunque exista una tendencia a su regularizacin (al decir del Che, cuando la guerrilla pasa de los ataques veloces y furtivos a laguerra de posicin en trincheras y zonas liberadas, conduciendo tanques, etc.). V. C. Schmitt, op. cit., pg. 125, nota 10 yErnesto Guevara, op. cit., pg. 14 y 72. 4) El carcter telrico. El guerrillero defiende su tierra, y deforma su naturalezacuando se apropia de una ideologa de agresividad absoluta y tecnificada o anhela una revolucin mundial , C. Schmitt, op.cit, pg. 127.41 La trayectoria del ex capitn Lamarca se relaciona con la experiencia histrica de un sector de militares nacionalistas, que seidentificaron con la izquierda revolucionaria en Brasil. El antecedente ms conocido es el de Luis Carlos Prestes, dirigente delmovimiento cvico-militar que inici una larga marcha en 1924 por Ro Grande do Sul, Foz do Iguaz y el Estado de Paran,ms tarde con una importante trayectoria en las filas del PCB. Mientras dur la estrategia de clase contra clase difundida porel Komintern, el comunismo brasileo particip en la insurreccin constitucionalista de 1932, y protagoniz otro levantamientoen 1935, ambos fallidos. En el caso de Lamarca, se trataba de un oficial de origen obrero, tirador experto seleccionado comoasesor de seguridad bancaria en 1969y pocos das despus implicado en el asalto al banco Ita y Mercantil, tras escapar de suunidad militar con pertrechos varios. Desde 1962 reciba propaganda clandestina del PC, estudiaba marxismo y tena la

    conviccin de que la lucha armada era la nica va para hacer la revolucin en Brasil. V. Los nacionalismos de AmricaLatina en AAVV, Siglo Mundo, Historia documental del s. XX. Bs. As., CEAL, 1969 y Virginia Martinez, Vida y muerte deIara Iavelberg, enwww.rodelu.net/perfiles/perfil64.html,

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    la estrategia de frente democrtico del PCB, pero ya critica la lnea oficial de asignarle un papel dirigente

    a la burguesa nacional. Entre 1966 y 1967 permaneci en Cuba para asistir al Congreso de la OLAS sin

    autorizacin de su partido, y a su regreso fund la ALN ya separado del PCB, junto a Joaqun Cmara

    Ferreira42. La organizacin se aboc en un principio a erigir la estructura clandestina del aparato militar, a

    travs de operaciones de acumulacin financiera y logstica. Si bien en un principio el concepto de guerra

    revolucionaria se encuentra asociado a la perturbacin de la red bancaria brasilea, estas acciones

    militares cobran una dimensin poltica como parte de una estrategia de largo plazo:

    La guerra revolucionaria que estamos haciendo es una guerra prolongada, que exige la participacin de

    todos. Es una lucha feroz contra el imperialismo norteamericano y contra la dictadura militar brasilea,

    que funciona como agencia de los Estados Unidos dentro de nuestra propia patria () Debemos

    aumentar gradualmente los disturbios de la guerrilla urbana, con una secuencia interminable de

    acciones imprevisibles, de tal modo que las tropas de la dictadura no puedan dejar el rea urbana sin

    riesgo de desguarnecer las ciudades. Son estas circunstancias desastrosas para la dictadura militar las

    que permitirn desencadenar la guerra rural, en medio del incremento incontrolable de la rebelin

    urbana43

    Si bien la primaca de esta lgica operacional en la construccin poltica es un elemento recurrente en

    la historia de los Tupamaros, las diferencias estratgicas saltan a la vista: a diferencia de la guerrilla

    uruguaya, en ALN la predicada complementariedad entre guerrilla urbana y guerrilla rural acentuaba la

    importancia de esta ltima, por lo menos en el nivel de las declaraciones programticas. Una vez superada

    la etapa de conseguir armas y dinero para financiar y templar la guerrilla en la selva urbana, Marighella

    declaraba en la toma de la Radio Nacional de Sao Paulo a 1969 como el ao de la guerrilla rural. El

    42 Sobre Carlos Marighella y la ALN, v. Gabriel Rot, Nota introductoria en Carlos Marighella, Minimanual del guerrillerourbano, Lucha Armada en Argentina nro. 2, pg.122, y lvaro Bianchi, Del PCB al PT: continuidades y rupturas en laizquierda brasilea, en Marxismo Vivo 4 (2001), www.marxismovivo.org/alvaro4esp.htm. Para la revista brasilea Veja, porotro lado, la VPR est estructurada en los mismos moldes que los Tupamaros del Uruguay, v. C & R nro. 21, pg. 20 (37del original). La Organizacin Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) fue creada a partir del I Congreso Tricontinental de LaHabana. Era un foro de organizaciones polticas encargada apoyar activamente a la revolucin cubana, asumiendo en ocasiones

    su lnea poltica o difundiendo sus realizaciones. Dirigida por Rgis Debray con el auspicio de Fidel Castro, en la delegacinargentina presidida por John W. Cooke participaron formaciones como el PCA y el MALENA -en permanente tensin antes ydurante el encuentro- contando con la participacin de Fernando Abal Medina, Norma Arrostito y Juan Garca Elorrio.Agradezco el dilogo personal con Jos Vazeilles, que integr como militante del MALENA la delegacin argentina.43 C & R nro. 21, pg. 21 (38 del original). Aqu no hay una lnea demarcatoria claramente discernible entre lo poltico y lomilitar, aunque la influencia del PCB se advierte en que a pesar de privilegiar la guerrilla rural, la ALN reniega de la teoradel foco. Que la doctrina poltica de Marighella no puede reducirse al Minimanual del guerrillero urbano, como pretendeAdolfo Gilly puede verificarse rastreando la elaboracin programtica de los mismos dirigentes de la ALN. En su Manifiesto alPueblo Brasileo queda claro el sesgo poltico de la estrategia militar. En su punto 3 se exige: Expropiar a los latifundistas,acabar con el latifundio, transformar y mejorar las condiciones de vida de los operarios, de los campesinos y de las clasesmedias, extinguiendo al mismo tiempo y definitivamente la poltica de aumento de los impuestos, de los precios y de losalquileres (C & R nro. 21, pag. 20, 37 del original).V. A. Gilly, Regis Debray y la guerrilla de las galaxias, op. cit., pg.181.

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    http://www.marxismovivo.org/alvaro4esp.htmhttp://www.marxismovivo.org/alvaro4esp.htmhttp://www.marxismovivo.org/alvaro4esp.htmhttp://www.marxismovivo.org/alvaro4esp.htm
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    mapa de Brasil estaba atravesado por enormes franjas verdes, y el pas contaba con una masa de

    trabajadores marginados sin tierra, aislados por psimas vas de comunicacin, con una historia de

    resistencia y autonoma frente al Estado que se remontaba a los quilombos o comunidades de esclavos

    fugitivos. Ahora bien, que tipo de guerra es la que est librando, si para Marighella es un hecho

    reconocido hasta por las propias autoridades? Aqu entran en tensin los elementos de regularidad e

    irregularidad a los que haca referencia Carl Schmitt, como se nota en las propias palabras de Lamarca:

    Tngase presente que al hablar sobre el punto de vista militar, no me estoy refiriendo al

    convencionalismo military s al concepto militar de la guerrilla como forma de lucha y estrategia no

    convencionales, donde el factor decisivo es poltico-revolucionario; una estrategia global contra el

    imperialismo de los Estados Unidos y la utilizacin del hombre revolucionario, del hombre de conviccin

    revolucionaria, que tiene fe ciega en las masas y en su capacidad de lucha () En el campo

    construiremos la primera columna guerrillera, alternativa al poder de las clases dominantes, embrin del

    futuro Ejrcito Popular. Construir ese Ejrcito, en el Brasil, no significa entretanto solamente la columna

    guerrillera, sino crear guerrillas irregulares en todos los puntos del pas. Significa an efectuar un

    trabajo poltico-militarjunto a las masas principalmente junto a la clase obrera44.

    El dirigente de la organizacin Var-Palmares (en homenaje al clebre quilombo del siglo XIX) pone

    nfasis en el trabajo de masas, tocando un punto nodal del debate poltico entre la ortodoxia del PCB y las

    heterodoxas organizaciones armadas: el problema de la concepcin militarista del foco como cua entre lavanguardia poltica y el sujeto revolucionario. Aqu no hay confusin posible entre guerrilla y ejrcito

    popular: mientras el ELN de Bolivia ya se bautiza como ejrcito -an cuando Inti Peredo admite que no

    super la primera fase de aguante guerrillero- el grupo de Lamarca incluye la guerrilla como etapa

    (irregular) en la conformacin de un ejrcito popular (regular). Esta distincin no es menor, si tenemos en

    cuenta el poder retroactivo de identificacin que poseen los nombres en general, desde el punto de vista de

    la teora de la ideologa45. An cuando el olor a guerra penetra en los discursos de ambas organizaciones

    a travs del concepto maosta de guerra prolongada, es en la obsesin gradualista de la Var-Palmares

    donde constatamos la necesidad de cubrir un vaco, la ausencia de una guerra revolucionaria que no puede

    desatarse solamente a travs de la suma aritmtica de operaciones logsticas y de aprovisionamiento. En

    otras palabras, para entrar en la guerra popular no basta con cumplir las reglas del convencionalismo

    militar, que simboliza el nomos de la legalidad formal como forma vaca, abstracta, ocultando el

    antagonismo fundamental de la sociedad de clases. Para alcanzar el sublime objeto de la revolucin

    socialista en Brasil, es necesario suturar esa distancia con el hombre nuevo, el hombre de conviccin

    revolucionaria, que tiene fe ciega en las masas y en su capacidad de lucha . Si pensamos el problema con

    44 C & R nro. 21, pg. 21 (38 del original). Las partes en negrita estn subrayadas en el original.45 Para este punto y lo que sigue, v. Z. Zizek, El sublime objeto de la ideologa, Siglo XXI, 2005, pp. 138-143.

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    las categoras de Carl Schmitt, el compromiso poltico total del partisano absorbe la formalidad legal,

    rompiendo con su decisin la anarqua que rige la (no) soberana del Estado de derecho moderno46.

    b) Compromiso poltico y guerra total

    Por el momento, la red conceptual del pensador alemn no ha sufrido mella alguna. Comprobamos una

    relacin de equivalencia entre el compromiso poltico del partisano y su carcter irregular, aunque la

    evidencia emprica recogida hasta ahora no nos alcanza para inferir con claridad si alguno de los trminos

    tiene un privilegio ontolgico sobre el otro, si el compromiso poltico es lo que hace diferente al

    guerrillero, o si lo que define el compromiso poltico (revolucionario) como tal es el ser guerrillero.

    Nuevamente el discurso de las organizaciones armadas nos hace tropezar con una tautologa. Existe

    algn caso que rompa con este crculo vicioso? Si el compromiso poltico es total (posee un sistema de

    normas ms all de toda moral universal, ya que parte de una tica dicotmica basada en la relacin

    amigo-enemigo) la criminalizacin del enemigo y el terrorismo como emergente de una guerra total sin

    cdigos es su consecuencia ulterior, tal como lo concibi Schmitt? En Uruguay, hacia 1965 surga el

    Movimiento de Liberacin Nacional-Tupamaros a partir de la experiencia del Coordinador. Este rgano

    de enlace fue activado entre 1963 y 1965 por jvenes militantes de izquierda influenciados por la

    revolucin cubana, con el objetivo de apoyar las marchas de los caeros sobre Montevideo. El MLN-T era

    una organizacin poltico-militar que haba roto amarras con las formaciones polticas de la izquierda

    tradicional, a partir del ncleo originario compuesto por unos 50 militantes procedentes de experiencias

    diversas, por lo general fracciones disidentes de formaciones polticas mayores como el MIR (maosta), el

    PS, el MAC (Movimiento de Apoyo al Campesinado) y un sector de la UTAA (Unin de Trabajadores

    Azucareros de Artigas), conducido por Ral Sendic47. A diferencia de la guerrilla trasplantada en

    Bolivia por el Che armada con apoyo cubano, y compuesta principalmente por veteranos guerrilleros de

    la isla adems de los combatientes bolivianos, argentinos y chilenos- los Tupamaros haban surgido

    orgnicamente de la protesta social local, con un nombre que se remontaba a los gauchos de Artigas,desacreditados como tupamaros por las tropas coloniales y la elite montevideana. El fantasma de la46 Lo interesante aqu es que lo irregular es la condicin para lo regular (an dependiendo de reglas polticas y organizativas, laguerrilla irregular y la violencia revolucionaria son pasos necesarios en la construccin del ejrcito popular, y por extensin dela refundacin del Estado sobre nuevas bases sociales). Esta perspectiva se apoya en la revolucin cubana e invierte laexperiencia china, donde la guerra regular contra el invasor japons se convierte en guerra de guerrillas. Aunque para Mao elbinomio regular-irregular en clave militar es mucho ms simbitico e interdependiente -en especial para la etapa de la guerracivil- la primaca poltica del Partido como lugar de la verdad (como ley ms all de lo formal-legal, como regularidadinstituyente) se enfatiza para desacreditar las tendencias guerrilleristas, incapaces de saltar de la forma inferior irregular ala forma superior regular de lucha. V. Mao Ts Tung, Problemas de la guerra y de la estrategia (1938), Parte IV, pp. 235-237 enwww.marxists.org/espanol/mao/PSGW38s.html47 Eduardo Rey Tristn, La izquierda revolucionaria uruguaya, 1955-1973, Universidad de Sevilla, 2005. Entre losantecedentes de la organizacin tambin debe contarse hacia 1963 una temprana expropiacin de armamento en el Club de TiroSuizo, al calor de la protesta caera.

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    rebelin indgena de Tupac Amaru durante las guerras de independencia, y el reparto de tierras encarado

    por el artiguismo con el Reglamento Provisorio constituan su mito fundacional y sealaban su linaje48. La

    primera etapa de trabajo en 1966 se destin a construir el aparato militar, que tena una estructura

    piramidal dividida en clulas descentralizadas y compartimentadas, alimentada con asaltos a bancos,

    armeras y robos de uniformes. En diciembre de ese ao, la organizacin sufri un duro golpe a raz del

    tiroteo con una patrulla policial, hecho que oblig el pase a la clandestinidad de varios militantes e hizo

    conocido al grupo en amplios sectores de la izquierda uruguaya. Entre 1967 y 1970, los Tupamaros

    realizaron varias operaciones apelando a la estrategia de propaganda armada, fusin de la tradicin

    anarquista con la experiencia vietnamita49. El objetivo de las acciones era golpear los nervios simblicos

    del imperialismo y sus socios locales en Uruguay: se denunciaba la corrupcin del sistema en primer lugar

    (con el asalto en 1969 de la Financiera Monty, los Tupamaros publican sus libros contables, que

    registraban negociados de la clase poltica o miembros de la oligarqua); por otro lado, la guerrilla

    48 Siguiendo a Rodrguez Ostria, el nombre y la tradicin son un denominador comn del ELN y el MLN-T, como signo de latensin entre lo viejo y