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HI STO RI A
G E N E R A L
ESTADO DE MÉXICO
De la Revolución a 1990
Luis Jaime Sobrino(Coordinndol)
Autores:
Beatriz Albores Zárate • José María Aranda Sánchez o Álvaro Arreola AyalaRaquel Beato King • Alicia Civera Cerecedo • Soledad González Montes .Guadalupe Hoyos Castillo
Ma. Del Pilar Iracheta Cenecorta • Andrés Latapí Escalante • Norberto López PonceCarlos Macías Richard • Angélica Madrigal García • Laura O'Doherty
Dick Papousek • Alberto Ramírez González • Rózga Ryszard LuterAlfonso Sánchez Arteche • Yolanda Sandoval Santana • Ivonne Szasz
LT 1Ec151CUI TRIBUNAL SUPERIOR
DE JUSTICIA
El COLEGIO
MEXJQUENSE
GOBIERNO DEL ESTADO DE MÉXICO
EL COLEGIO MEXIQUENSE, A.C.
972.7252 Historia general del Estado de México/ El Colegio Mexiquense, A.C.:H673c Gobierno del Estado de México. -- Zinacantepec, Estado de Méxi-
co: La institución, 1998.
6v.: ilISBN 970-669-000-X obra completa
1. México (Estado)- Historia - Siglos xvi-xx. 2. México (Esta-do) - Historia - Guerra de Independencia , 1810-1821 . 3. México(Estado)- Política y gobierno- 1877-1910. 4. México ( Estado) -Historia - Vida social y costumbres. 1. El Colegio Mexiquense,A.C. II. Gobierno del Estado de México.
o
r'ri^:rera edición 1 998
D.R. © Gobierno del Estado de MéxicoD.R. ©El Colegio Mexiquense, A.C.D.R. © LIII Legislatura del Estado de MéxicoD.R. © Tribunal Superior de Justicia
Coordinación de producción:D.G. Luis Alberto Martínez López
ÍSBN 970-669-000-X (obra completa)LEEN 970-669-006-9 (vol. VI)
Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta
obra, por cualquier medio incluidos los electrónicos, sin
permiso escrito por parte de los titulares de los derechos.
Comité Editorial de la Administración Publica Estatal A: 205/1/166/98-6
INDICE
Introducción/11
PRIMERA PARTE
LA ETAPA REVOLUCIONARIA
CAPÍTULO 1
El Estado de México en la Revolución , 1910-1917/23
Laura O'Dogherty
CAPÍTULO 11
El movimiento obrero, 1910-1920/47
Ma. del Pilar Iracheta Cenecorta
Norberto López Ponce
SEGUNDA PARTE
LA ETAPA DE RECONSTRUCCIÓN
CAPÍTULO 111
La reconstrucción institucional, 1929 -1935/71
Carlos Macías Richard
TERCERA PARTE
LA ETAPA INSTITUCIONAL
CAPÍTULO IV
La población, 1910-1990/93
Ivonne Szasz
CAPÍTULO V
La urbanización, 1960-1990/123
José M. Aranda Sánchez
CAPÍTULO VI
Cincuenta años de política/163
Álvaro Arreola Ayala
CAPÍTULO VII
El municipio durante el siglo xx/195
Alberto Ramírez González
CAPÍTULO VIII
La historia rural del Estado de México en el siglo xx/225
Dick Papousek
CAPÍTULO IX .
La comunidad campesina de raíz indígena en el siglo xx:
el caso de Xalatlaco/257
Soledad González Montes
CAPÍTULO x
La industrialización/277
Ryszard Rózga Luter
Angélica Madrigal García
CAPÍTULO XI
Industrialización y cambio económico en el Alto Lerma mexiquense/299
Beatriz Albores Zárate
CAPÍTULO XII
La terciarización del Estado de México/315
Guadalupe Hoyos Castillo
CAPÍTULO XIII
Manifestaciones de la cultura, 1900-1960/343
Yolanda Sandoval Santana
CAPÍTULO XIV
La cultura, 1960-1970/359
Alfonso Sánchez Arteche
CUARTA PARTE
LA HERENCIA DEL PASADO Y LA CLAVE DEL SIGLO XXI:
LA EDUCACIÓN Y El. MEDIO AMBIENTE
CAPÍTULO XV
Política educativa , 1910-1990/379
Alicia Civera Cerecedo
Raquel Beato King
CAPÍTULO XVI
El medio ambiente en el Estado de México durante el siglo xx/411
Andrés Latapí Escalante
TEXTOS ILUSTRATIVOS
Presidentes de las legislaturas del Estado de México, 1911 - 1990/88
Poblaciones indígenas/1 19
Isidro Fabela/177
Presidentes del Tribunal Superior de justicia , 1910-1990/186
Luis Nishizahua/353
Narciso Bassols/355
Ángel M . Garibay/367
Huellas en el sendero de la educación/399
Bibliografía/423
Cronología/455
Los autores/525
CAPÍTULO IX
La comunidad
campesina de
raíz indígena en
el siglo xx:
el caso de
Xalatlaco
Soledad González Montes
INTRODUCCIÓN
A LO LARGO DEL siglo XX la mayor parte de
las poblaciones rurales de México
dejaron de identificarse como indígenas,
a medida que fueron abandonando sus lenguas
originales y las "vestimentas típicas". Pasaron
entonces a ser clasificadas como "campesinas"
un término ambiguo pues puede referirse a quie-
nes viven en el campo, a quienes participan de
un modo de producción específico, o a quienes
se dedican a labores agropecuarias. Pero si bien
la lengua y la ropa son indicios importantes, no
son los únicos que denotan la pertenencia a un
grupo étnico. Menos inmediatamente evidentes
son otros aspectos fundamentales de la cultura,
como la forma de organizar las relaciones so-
ciales, los usos y costumbres que regulan la vida
del grupo, el ethos y los valores que contribuyen
a la reproducción de las relaciones internas y de
la identidad del grupo.
En este capítulo quiero hablar justamen-
te sobre estos aspectos. A través de un estudio de
caso quiero argumentar que la pérdida de la
identidad india, paralela a la profunda crisis de
la economía campesina y a la transformación de
la estructura ocupacional del campo mexicano
en nuestro siglo, no significa necesariamente una
pérdida equivalente de la identidad comunitaria.
Esta identidad ha seguido recreándose y reafir-
mándose sobre la base de una serie de institu-
ciones y dinámicas comunitarias cuya continui-
dad no hubiera sido posible sin constantes adap-
taciones a condiciones cambiantes, que en oca-
siones han provocado rupturas-y han requerido
reorganizaciones sustanciales. Pero creo que co-
mo lo muestra el caso que voy a presentar, aún
al final de este milenio el funcionamiento de las
comunidades continúa imprimiéndoles una par-
LA ETAPA INSITI"UCIONAL
ticular textura a la vida cotidiana de quienes for-
man parte de ellas.
Desde su nacimiento en la época colo-
nia] las comunidades de raíz indígena han estado
sometidas al embate de fuerzas tendientes a su
desintegración, tanto internas como externas.
Las catástrofes demográficas primero y las pre-
siones demográficas mucho después, la compra
o arrebato de sus recursos por personas ajenas,
la pobreza extrema tan extendida y persistente
en el México rural, las migraciones, las diferen-
cias económicas entre sus miembros, la corrup-
ción de sus autoridades, los conflictos entre los
intereses individuales y familiares y los intereses
colectivos... Nada de ésto es algo nuevo para
estos pueblos. Sin embargo y a pesar de esas
fuerzas disruptivas presentes a lo largo de toda
su historia, la mayor parte de los pueblos de raíz
indígena han logrado continuar reconstruyendo
lazos comunitarios de diverso tipo.
Hay algo realmente extraordinario en la
vitalidad de lo que Guillermo Bonfil' llamó "el
México profundo". El tema de la comunidad,
que pareciera haber pasado de moda hace
mucho tiempo entre los antropólogos, creo que
continúa teniendo vigencia, tanto desde el punto
de vista de entender los procesos ocurridos en el
pasado, como los que están sucediendo en el
presente. Y personalmente estoy convencida de
que la larga y casi siempre dolorosa experiencia
de las comunidades mexicanas aún tiene mucho
que ofrecer a las propuestas que tanto necesita-
mos para imaginar un futuro más benévolo que
el presente.
El concepto "comunidad" tiene múlti-
ples significados. Puede referirse a comunidades
"realmente existentes", constituídas sobre bases
' Guillermo Bonfil, México profundo. Una civilización negada.
CONACULTA/Grijalho, México, 1990.
de muy diverso tipo en diferentes contextos
geográficos y temporales; algunas de ellas crea-
das en torno a nuevos discursos culturales que
dan lugar a espacios organizativos novedosos.'
O puede referirse a utopías igualitarias, "comu-
nidades imaginarias" -o imaginadas- que cada
tanto resurgen para dar impulso a movimientos
rurales o urbanos.
Este capítulo trata sobre una forma par-
ticular de comunidad, con un origen histórico
preciso en la legislación colonial española dirigi-
da a generar una serie de instituciones y formas
de organización que regularon tanto las rela-
ciones internas como externas de los pue-
blos/repúblicas de indios.' Históricamente las
comunidades de este tipo se constituyeron sobre
la base de la vinculación a perpetuidad entre un
territorio y una población reconocida como una
corporación. Es decir, poco tiempo después de
la conquista y a medida que procedía la congre-
gación de indios, la corona española creó cabil-
dos que solicitaron y obtuvieron mercedes de
tierras para "el común de naturales" y su descen-
dencia. Esto es lo que les da a las comunidades
corporativas el carácter de "cerradas" al que
Aída Hernández Castillo, "Nuevos espacios organizativos y
nuevos discursos culturales en el sureste mexicano: el catolicismo
agroecológico entre los mames de Chiapas". Journal of Latín
American Anthropology, 2 (2): 1997, 76-105. En este trabajo, por
ejemplo, analiza un caso muy interesante de constitución de
nuevas identidades colectivas sobre bases muy diferentes de las
que describo para Xalatlaco.
' Gonzalo Aguirre Beltrán, Formas de gobierno indígena. Instituto
Nacional Indigenista, México, 1981 119531. Para el Valle de
Toluca, véanse María Teresa J arquín , 1990 y Margarita Menegus,
Del señorío a la república de indios: el caso de Toluca, 1500-1600.
Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid, 1991 y
Problemas agrarios y propiedad en México, siglos xvm y xrx. El
Colegio de México, México, 1995. La bibliografía sobre las comu-
nidades campesinas en el pasado y el presente es enorme. Una
revisión actualizada y completa de estos estudios escapa los límites
del presente capítulo, por lo que aquí solo menciono algunas
pocas obras relevantes para mis argumentos.
260
LA COMUNIDAD CAMPESINA DE RAÍZ INDÍGENA EN El. SIGLO Xx: EL CASO DE XALA'ULACO
alude Eric Wolf,' en el sentido de que cierran el
acceso al usufructo de sus recursos a quienes no
pertenecen a la comunidad.
Una parte de este estudio analiza los
procesos por los que Xalatlaco fue perdiendo su
carácter de comunidad corporativa cerrada, en
la medida que el control de la colectividad sobre
la tierra fue desapareciendo , al avanzar la priva-
tización de la propiedad . Las secciones subsi-
guientes examinan qué ha sucedido con los me-
canismos de legitimación de la pertenencia a la
co-munidad , tema muy importante ya que la
pertenencia es la que genera los derechos y
obligaciones de los individuos con respecto a la
comuni -dad. Finalmente propongo a quienes me
leen una reflexión sobre los posibles significados
que tiene para sus miembros el seguir perte-
neciendo, al final del milenio.
XALATLACO: DE COMUNIDAD
CAMPESINA DE RAÍZ INDÍGENA A
COMUNIDAD "POSTCAMPESINA"
Xalatlaco es uno de los trece municipios que for-
man el distrito judicial y rentístico de Tenango
del Valle. Limita al norte, oeste y sur con el
municipio de Santiago Tianguistenco y por el
este con el Distrito Federal. Su extensión actual
es de cerca de 80 kms.' La mayor parte de esta
superficie está a más de 2.650 m.s.n.m. y es
montañosa, pues se trata de las estribaciones de
la Sierra de las Cruces, que separa al Valle de
Toluca del Valle de México en esta zona.
La mención más antigua de la existencia
de Xalatlaco es probablemente la del Códice
Eric Wolf,. "(Cosed corporate peasant conimunities in
Mesoamerica and Central Java". South - Western Journal of
Anthropology , 13 (1): 1-18, 1957.
García Granados, que lo incluye entre los pue-
blos tepanecas vinculados a Atzcapotzalco a
fines del siglo xiv.` Fue incorporado al imperio
mexica cuando Axayácatl conquistó gran parte
de los pueblos del valle de Toluca, por el año
1478, y desde entonces el náhuatl se convirtió
en la lengua dominante en la zona.
A los ancianos de Xalatlaco les gusta
recordar que su pueblo es más antiguo que la
ciudad de México, pues cuando las tribus mexi-
cas pasaron por ahí para asentarse en el valle de
México, Xalatlaco ya existía y tenía una
población numerosa . Relatan también que fue
cabecera de varios pueblos de la región.'
Borah y Cook? calculan que Xalatlaco
tenía alrededor de 4500 habitantes en 1568.
Treinta años más tarde la población se había re-
ducido en 40%. Al pueblo le llevó más de tres
siglos sobreponerse a la conquista española,
pues fue hasta comienzos del siglo xx, en el pe-
riodo inmediatamente anterior a la Revolución
de 1910 , que logró volver a tener una población
equivalente a la que había tenido en 1568.
Durante la primera década del siglo
Xalatlaco experimentó un importante creci-
miento demográfico y la concentración de la
tierra en manos de unas pocas familias. Ambos
procesos fomentaron el crecimiento de un sector
con poca o ninguna tierra propia, obligado a
vender su fuerza de trabajo a las familias más
' Rosaura Hernández Rodríguez, El Valle de Toluca. Epoca prehis-
pánica y siglo xvt. El Colegio Mexiquense, Toluca 1988 Í1952]pp.
38-51.
Véase Soledad González Montes y A. Patiño, Memoria
campesina. La historia de Xalatlaco contada por su gente. Instituto
Mexiquense de Cultura, Toluca, 1994. para la historia oral y
Menegus, Del señorío a la república de indios para la confirma-
ción a través de documentos del siglo xvi.
' Wodrow Borah y Shesburn Cook,. The Population of Central
Mexico in 1548. An Analysis of the Suma de Visitas de Pueblos.
Universiry of California Press, Berkeley, 1960.
1261
LA ETAPA INSTITUCIONAL
ricas del municipio, o en las haciendas y ranchos
del distrito de Tenango y de la tierra caliente de
Morelos.
La polarización económica dentro de la
comunidad hacia fines del porfiriato generó
fuertes tensiones que desembocaron en la incor-
poración de la mayor parte de su gente al
movimiento zapatista. Durante el periodo bélico
-que aquí duró de 1912 a 1918- las diferencias
internas desaparecieron violentamente, a un te-
rrible costo: la guerra no sólo provocó la desor-
ganización y la destrucción del aparato produc-
tivo, sino que significó la muerte o el exilio para
más de la mitad de la población del municipio.
Fue hasta la década de 1960 que el pueblo
volvió a tener la misma cantidad de gente que
había tenido en 1910 y en 1568.
Las décadas de 1920 y 1930 fueron
época de penuria, de reconstrucción y de creci-
miento lento. Durante este tiempo y hasta los
años sesenta, la economía del municipio estuvo
orientada a la producción agropecuaria para el
autoconsumo y para el comercio. Sin duda éste
fue el periodo más campesino en los últimos
cien años de la historia de Xalatlaco.
Hasta fines de la década de 1950, la ma-
yor parte de grupos domésticos estaban en con-
diciones de producir excedentes para la venta.
Pero en la década siguiente comenzó a declinar
la producción agrícola para el comercio, funda-
mentalmente por el declive de los precios para
los productos agrícolas, el aumento en los costos
de producción y una situación comparativamen-
te mejor de los salarios y las ganancias en otros
sectores. De una relativa diversidad de cultivos
se pasó a un número restringido de cultivos, bási-
camente el maíz y el haba para el consumo local.
Pero si bien la agricultura fue el eje de la
economía del municipio hasta 1960, hay que
tener en cuenta que la comunidad nunca fue
homogénea en cuanto a ocupaciones, pues tam-
bién fueron y son importantes otros tipos de
actividades ligadas a diversos recursos naturales
y en particular a la explotación de los bosques y
pastizales que están bajo el régimen de bienes
comunales.' El trabajo en el monte para obtener
leña, madera, trementina, etc., ha constituido y
sigue constituyendo una fuente de ingresos muy
importante para quienes tenían y tienen pocos
recursos de otro tipo, mientras que la utilización
de los pastizales comunales fue y sigue siendo
importante para las familias que tienen ganado.
La construcción de un camino que unió
al pueblo con la carretera México Toluca a fines
de la década de 1950 y la circulación de trans-
portes públicos posibilitó que mucha gente se
incorporara a un mercado laboral mucho más
amplio y favoreció la creación de un polo indus-
trial en la zona, que abrió nuevas fuentes de tra-
bajo. Con este proceso, las labores agropecua-
rias que habían sido la base de la economía del
municipio a lo largo de toda su historia, fueron
pasando a un segundo plano.
Los censos muestran que la abrumadora
mayoría (casi 90%) de la población económica-
mente activa (PEA) estaba dedicada al trabajo
agropecuario hasta 1960 (Cuadro 1). A partir de
entonces se produjo un veloz proceso de dis-
minución en el porcentaje de la PEA que trabaja-
ba en estas actividades: 75% en 1970; 50% en
1980 y 40% en 1990. El número de individuos
empleados en los demás sectores de la econo-
mía se multiplicó: para 1990, la cuarta parte de
la población registrada laboraba en la industria,
s Sobre la importancia de los bienes comunales de la región en la
actualidad y sus antecedentes históricos, puede consultarse a
Carlos Giménez, El régimen comunal agrario: estudio comparati-
vo de los bienes comunales en España y México. Tesis doctoral,
Facultad de Geografía e Historia, Universidad Complutense,
Madrid, 1985.
L62
LA COMUNIDAD CAMPESINA DE RAÍZ INDÍGENA EN EL SIGLO XX: EL CASO DE XALATLACO
CUADRO 1
DISTRIBUCIÓN DE LA FUERZA DE TRABAJO DEL MUNICIPIO DE XALATLACO
POR RAMAS DE ACTIVIDAD, 1940-1990
1940 1950 1960 1970 1980 1990
Agricultura y Ganadería 95.5 84.7 88.7 74.7 49.2 40.7
Industria 1.0 5.3 4.3 8.3 13.4 26.2Extracción* 1.0 0.0 0.1 0.0 0.0 0.0
Transformación 0.0 3.7 3.3 6.8 10.6 20.8
Construcción 0.0 1.2 0.9 1.3 2.7 5.3
Gas/Electricidad` 0.0 0.4 0.0 0.2 0.1 0.7
Comercio 2.0 4.2 4.2 7.7 7.6 13.6
Servicios 0.3 0.4 2.3 5.5 7.8 16.8
Otras 1.2 5.4 0.5 4.5 22.0 2.7
TOTAL P.E.A. 100% 100% 100% 100% 100% 100%(1.259) (1.779) (1.590) (2.278) (3.704) (3.546)
Fuentes: Censos Nacionales de Población
No se incluye el rubro "Insuficientemente especificado ", que totalizaba 3 personas en 1950; 4 en 1960; 149 en 1970;
717 en 1980; y 86 en 1990.'
y entre 1970 y 1990 triplicó la proporción de
gente empleada en los servicios, de modo que
uno de cada cinco trabajadores está en ese sec-
tor (que incluye a quienes están en la adminis-
tración pública nacional y local, a técnicos y
profesionistas y a quienes prestan servicios per-
sonales y de mantenimiento).
' Según el Censo de 1990, hubo una reducción en la cifra total de
la PEA. Mi investigación indica que no hubo una reducción real,
sino más bien un deficiente levantamiento del censo.
Si el análisis se hace tomando en cuen-
ta los hogares y no los individuos, la expansión
del salario resulta importante pero no tan
drástico, pues en 1990 casi 35% de los grupos
domésticos seguían teniendo una economía
exclusivamente campesina (en las que ningún
miembro reportaba actividades que no fueran
agropecuarias) y cerca de 15% combinaba
actividades agropecuarias y no agropecuarias.
Es decir, casi la mitad de los hogares seguían
LA ETAPA INSTITUCIONAL
teniendo algún vínculo con la agricultura.' La
mayoría de estos hogares pertenecen a las
rancherías del municipio, de modo que ahí el
peso de las actividades agropecuarias sigue
siendo fuerte.
La diversificación ocupacional ha estado
acompañada por el mejoramiento de las condi-
ciones de vida. Ha habido una relativa prosperi-
dad, expresada en el incremento en el número
de tiendas, vehículos y ganado. La prolongada
crisis que afecta a la mayor parte del campesina-
do mexicano, no se sintió aquí como en otros
pueblos. En parte porque Xalatlaco es afortuna-
do en tener fuentes de trabajo cercanas y en
parte porque el pueblo ha conservado sus recur-
sos naturales; disminuídos y con frecuencia mal
explotados, hacen una gran diferencia.
La mejoría en las condiciones de vida
con respecto al pasado, se comprueba en que
han bajado radicalmente las tasas de mortali-
dad infantil, al mismo tiempo que aumentó la
escolaridad y el nivel de los ingresos. Los
ancianos lo perciben así: tuvieron infancias
difíciles, sufridas, de mucho trabajo en "casa
ajena" y poca escuela. Dicen: "antes nos cas-
tigábamos de hambre, nuestros huesos sólo
conocían petates, trabajábamos -con perdón
de usted- como bestias. Ahora estamos en la
gloria." Las nuevas generaciones, en cambio,
no vivieron las penurias de sus padres y abue-
los y su punto de comparación no es el pasado,
de reconstrucción después de la guerra, sino su
propio presente contrastado con el de otras
clases sociales, cuya calidad de vida vislumbran
a través de la televisión.
Claro está que si miramos hacia fuera
del municipio y comparamos el nivel de vida
de los xalatlaquenses con el de los sectores que
en las últimas décadas han concentrado los
beneficios del desarrollo a nivel nacional, la
brecha de la desigualdad se ha ahondado." El
análisis de los datos sobre distribución de in-
gresos prueba que estamos hablando de una
clase trabajadora que apenas comienza a salir
de la pobreza extrema que aún sigue caracte-
rizando a la mayor parte de la población rural
mexicana.
En el periodo analizado los xalatlaquen-
ses dejaron de identificarse a sí mismos como
indígenas en la medida que fueron abandonando
el náhuatl y la vestimenta "típica" -los indica-
dores más obvios de una identidad estigmatiza-
da por la sociedad mayor, pues tiene connota-
ciones de "atraso" y pobreza-. Este proceso
comenzó después de la Revolución y se acentuó
en la segunda mitad de nuestro siglo. Según el
Censo Nacional de Población de 1950, cerca de
la mitad de la gente seguía hablando el "mexi-
cano", como se le llama al náhuatl; el de 1990
indica que lo habla apenas 2.3% de la población
de cinco y más años de edad.
La mayoría de las personas de más de
cuarenta años tienen conocimientos del náhuatl
por haberlo escuchado durante su infancia, pero
son pocos los que continúan utilizándolo y las
nuevas generaciones lo han perdido casi por
completo. El poco mexicano que aún se oye, se
oye casi siempre en el contexto de las fiestas reli-
giosas. Es decir, la lengua indígena se ha refugia-
do en el espacio sagrado, desde el cual se
recuerda el pasado indio en tanto origen com-
partido que legitima los derechos de la comu-
nidad sobre su territorio y sus recursos.
" Miguel Székely, The Economics of Poverty, Inequality and
` ° Estos cálculos se hicieron con base en una muestra aleatoria de Wealth Accumulation in Mexico. St. Martin's Press, Nueva York y
449 hogares censados en 1990. Londres, 1998.
264
LA COMUNIDAD CAMPESINA DE RAÍZ INDÍGENA EN EL SIGLO XX: EL CASO DE XALATLACO
EL TERRITORIO Y SUS RECURSOS: AN-
TECEDENTES PARA LA ORGANIZA-
CIóN DE LA COMUNIDAD
Las comunidades que comparten el
mismo origen que Xalatlaco nacieron como
resultado de la legislación colonial española
que dotó de territorios e instituciones de go-
bierno propias a la población indígena. Con el
fin de lograr su reproducción y extraerles tri-
buto y trabajo forzado,` la corona transformó
a pueblos indígenas en corporaciones perpe-
tuas, al asignarles la propiedad colectiva sobre
territorios delimitados, que podían incluir
tierra de labor, fuentes de agua, bosques, pas-
tizales. Los llamados "títulos primordiales",
sobre los cuales se fundó la relación entre la
comunidad y su territorio, mencionan todos
los puntos que servían para la identificación de
sus fronteras, cuyos recursos quedaban para el
usufructo de "la comunidad y sus descendi-
entes..."
La consecuencia directa de este sistema
fue fijar un estrecho y fuerte vínculo entre el
territorio y sus ocupantes. El principal lneca-
nismo dirigido a la preservación del territorio
de la comunidad, base de la reproducción del
sistema, fue la prohibición legal de enajenar la
tierra a quienes no fueran descendientes direc-
tos de las familias a las que la corona había
dado las mercedes.
Este antecedente histórico es funda-
mental para explicar las formas de pensar y los
comportamientos de una parte de la población
rural: por ejemplo el celo con que los encarga-
" El tributo y las cargas de trabajo gratuito eran recolectados y
realizados por la comunidad en los siglos xvi y xvii. Es recién a
comienzos del siglo xviii que se responsabilizó a los individuos por
su cumplimiento.
dos guardan los antiguos títulos de propiedad,
o el hecho de que hasta ahora los xalatlaquen-
ses siguen recorriendo periódicamente los
límites de su municipio para asegurarse de que
sus mojoneras permanecen inalteradas.'
Esto no significa que la realidad no se
haya apartado en distintas épocas del modelo
que cerraba las fronteras de un territorio en
torno a una población. Las contingencias
económicas, políticas y sobre todo demográfi-
cas hicieron imposible que el modelo se llevara
a la práctica de manera rígida. A pesar de ello,
todavía está presente en la manera en que
muchos xalatlaquenses piensan el pasado y el
presente de su pueblo. Esta imagen un tanto
mítica de la historia del pueblo, creo que
forma parte de mecanismos ideológicos de
legitimar la pertenencia, distinguiendo entre
"nosotros los originales, auténticos, poblado-
res, por lo tanto con derechos", de los "fuere-
ños usurpadores".
En las comunidades más grandes y en
aquellas que congregaron a poblaciones de dis-
tinto origen, 14 los funcionarios de la corona
j española crearon subdivisiones territoriales
" La importancia de la defensa del territorio para la identidad
colectiva de los campesinos y para su movilización , ha sido
enorme . Sotelo Inclán, Raíz y razón de Zapata . CONACULTA,
México, 1991, al igual que muchos otros autores, interpreta la
participación de los pueblos de Morelos en la Revolución de
1910, como la lucha por la restitución de las tierras que les otor-
garon los virreyes y para hacer valer sus títulos de propiedad
coloniales.
" Algunos barrios coincidieron con poblaciones prehispánicas;
otros concentraron poblaciones que antes vivían en asentamien-
tos dispersos ; otros congregaron pueblos que se vieron muy mer-
mados por la crisis demográfica del siglo xvi . Donde se congregó
a poblaciones de distinto origen étnico , la tendencia fue a que
cada una formara un barrio diferente . Véase Hunt y Nash,
"Local and territorial units" . En R. Wauchope (ed.), Handbook
of Middle American Indians . Texas University Press, Austin,
1967, v. 6, 253 -283. y Margarita Menegus, Del señorío a la
república . Op. cit.
LA F:FAI'A INSTITUCIONAL.
menores, los barrios.'t Estas unidades repro-
ducen la organización interna de la comunidad
-son comunidades en pequeño. El peso del ba-
rrio como unidad organizativa deriva, en térmi-
nos históricos, de su carácter de propietario cor-
porativo de recursos, que repartía la tierra a sus
miembros "por derecho común de naturales".
Las parcelas no eran entregadas en propiedad
sino a título de posesión familiar con derecho de
usufructo mientras hubiera descendencia y
mientras ésta las cultivara. Las autoridades vigi-
laban que la tierra no permaneciera ociosa; en
caso de que una familia no pudiese sembrar una
parcela durante más de dos años, la redis-
tribuían.16
Aunque según la legislación la tierra
comunitaria era inalienable, en la práctica había
traspasos del derecho de usufructo mediante
ventas, arrendamientos o empeños, tal como
ocurre en el moderno régimen ejidal. Con todo,
para poder realizar estas transferencias, los indi-
viduos debían contar previamente con la auto-
rización del gobierno comunitario y se procura-
ba hacer los traspasos sólo a gente de la misma
comunidad. Hay que destacar, además, que en
ciertos momentos las autoridades comunitarias
lograron recuperar tierras vendidas a gente de
fuera, utilizando para ello dineros provenientes
de las "cajas de comunidad".`
" Monzón. El calpulli y la organización social de los tenochca.
Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM., México, 1949. Él pro-
puso que el barrio es una forma de organización con antecedentes en
el calpulli prehispánico, que habría sido una unidad político/admi-
nistrativa con un territorio propio. Estudios como los de Mercedes
Olivera,. Pillis y macehuales. Ediciones de la Casa Chata, México,
1978 y Margarita Menegus, Del señorío indígena a la república, Op.
cit. demuestran en cambio que cuando los españoles llegaron a
México, la mayor parte de la tierra cultivada estaba bajo el dominio
señorial.
" Margarita Loera. Economía campesina indígena en la colonia.
Un caso en el Valle de 7bluca. Instituto Nacional Indigenista,
México, 1981.
" Idem.
A pesar de que estaban ligadas al resto de
la sociedad por vínculos políticos y económicos,
el hecho de que las comunidades tuvieran sus
propias instituciones les dio una orientación
centrípeta a su vida social y religiosa. La defen-
sa de su territorio y recursos creaba cohesión
entre sus miembros, contra los posibles intentos
de avance por usurpadores externos. Así ha se-
guido siendo hasta ahora.'s
LA TRANSFORMACIÓN DEL ACCESO
A LA TIERRA
También en el siglo xx los campesinos mexi-
canos han derivado sus derechos, su identidad
social y el acceso a la tierra, de la pertenencia a
una comunidad. En efecto, los artículos 199 y
200 de la Ley Federal de Reforma Agraria,
establecen que la pertenencia a una familia y a
una comunidad es el requisito indispensable
para que los individuos puedan tener acceso a la
tierra que se encuentra bajo el régiman comunal
y ejidal.19
El elemento central en la transición de
Xalatlaco de comunidad corporativa cerrada a
comunidad abierta, ha sido la eliminación de
casi todos los controles comunitarios sobre la
tierra y su traspaso al régimen de propiedad pri-
vada con dominio pleno. Este fue un proceso
que implicó marchas y contramarchas: en el últi-
mo cuarto del siglo xix y en la primera década
del xx hubo muchas ventas a gente de fuera del
" En Soledad González Montes y A. Patiño, Memoria campesina
los ancianos xalatlaquenses relatan varios episodios de este tipo,
ocurridos durante los últimos cien años.
" Véase Mariélle P. L Martínez, "Comunidad y familia en la
dinámica social campesina". Nueva Antropología, IV (13-14):
243-259, 1980.
LA COMUNIDAD CAMPESINA DI.. IU1ÍL INDÍGENA EN EL SIGLO XX: EL CASO DE XALATI.ACO
pueblo, que luego cesaron abruptamente en el
periodo que va desde la Revolución de 1910,
hasta mediados de la década de 1960, aproxi-
madamente. Desde entonces se desencadenó
nuevamente una veloz erosión de la propiedad
corporada.
Esta historia seguramente comenzó bas-
tante antes de que la Reforma de 1857 le diera
fuerza de ley a la desamortización de los bienes
comunales y eclesiásticos. El impacto de esta le-
gislación sobre pueblos como Xalatlaco fue con-
siderable pero menor del que hubieran deseado
quienes la promulgaron. El avance del capitalis-
mo en la región durante el último cuarto del
siglo xix, con el enriquecimiento de algunas
familias locales, sobre todo por el comercio de
arriería con la tierra caliente del estado de Mo-
relos, precipitó el acaparamiento de terrenos
por algunas familias de la misma comunidad.
Cuando se erigió como municipio en
1872, Xalatlaco tenía 'aproximadamente la
misma superficie que tiene en la actualidad y las
haciendas estaban más allá de sus confines. Esto
marca una diferencia con casi todos los pueblos
del distrito: Xalatlaco no estuvo entre aquellos a
quienes la Reforma Agraria devolvió las tierras
que les habían sido arrebatadas por las hacien-
das. No tiene, por lo tanto, tierra bajo el régi-
men de ejido; sólo tiene dos regímenes de
propiedad: bienes comunales y propiedad priva-
da, reconocidos y protegidos ambos por la
Constitución de 1917 emanada de la Revo-
lución, que en este sentido revirtió la legislación
liberal de la Reforma decimonónica.
Para poder hacer uso de los bienes
comunales es requisito ser miembro de un ba-
rrio ; esto basta para realizar labores de recolec-
ción y pastoreo. Pero para tener derechos a abrir
tierra comunal al cultivo, desbrozando y pre-
parando el monte ("zacamolear"), era necesario
obtener permiso de las autoridades. Digo "era",
porque el proceso de zacamolear se detuvo en la
década de 1950. Una vez que la tierra de monte
se transformaba en tierra de cultivo, quien había
invertido trabajo en hacerla productiva adquiría
el derecho a usufructuarla indefinidamente, a
transmitirla por herencia, a rentarla, empeñarla
o incluso a vender el derecho de usufructo. La
tierra era barata porque en los traspasos sólo
podían participar miembros de la comunidad y
lo que se cobraba era "el zacamoli", el trabajo de
hacerla cultivable.
Este sistema tiene semejanzas con el ré-
gimen de propiedad privada, pero con restric-
ciones importantes: en teoría las autoridades
encargadas de bienes comunales pueden "reco-
ger" la tierra vacante o la que durante más de
dos años no se ha cultivado, y vigilan que no
haya traspasos a forasteros. El "dueño" de la
tierra no tiene en realidad derechos completos
porque no es propietario con título de
propiedad legalizado: la mayoría de los terrenos
de cultivo no están dados de alta en el Registro
Público de la Propiedad; solamente están re-
gistrados los solares de la cabecera.
1 Estrictamente hablando, toda la tierra
que no tiene títulos de propiedad legalizados
pertenece al régimen de bienes comunales. Y
ocurre que sólo una pequeña parte del total de
la tierra de cultivo -la del casco urbano y alrede-
dores- ha estado registrada como propiedad pri-
vada hasta ahora. De hecho no había mucha
diferencia entre el funcionamiento de ambos
regímenes mientras no hubo forasteros interesa-
dos en comprar -la tierra tuvo valor económico
sólo para los miembros de la comunidad. Esto
cambió al mejorar la red vial de la zona a fines
de los 50. Una gran extensión de bienes comu-
nales pasó a manos privadas en las dos décadas
siguientes, sobre todo en la ranchería de Me-
26711
LA FTAPA INSTITUCION.AI
zapa, cercana a Santiago Tianguis-tenco, donde
se establecieron grandes empresas industriales y
prósperas casas de fin de semana. Todavía en el
año 1983 me tocó leer pequeños carteles, pega-
dos en algunas puertas, atacando, con duros tér-
minos a quienes vendían tierras a los "fuereños":
"que se vuelvan [los fuereños] al lugar de donde
salieron y que los recoja la madre que los
parió..." Pero probablemente esta fue de las últi-
mas reacciones contra un proceso que se intensi-
ficó en los ultimos quince años. La reforma al
artículo 27 de la Constitución, aprobada en
enero de 1992 para terminar de quitar las trabas
legales a la privatización de la tierra,20 viene a
dar reconocimiento a un proceso bastante avan-
zado en el caso de las mejores tierras cultivables
de Xalatlaco.
En contraposición, es cierto también que
la explotación de los recursos del llamado "mon-
te" sigue haciéndose bajo las antiguas pautas co-
munales y sigue teniendo una cierta importancia.
El gobierno municipal deriva dinero de estos re-
cursos, por ejemplo vendiendo piedra de cons-
trucción extraída de sus canteras, o cobrando
"entrada" a los turistas que usan sus campos de
motociclismo. También es importante para la eco-
nomía de las familias más pobres, que del monte
obtienen combustible, madera (para el propio
uso y para vender) y alimento para el ganado.
EL BARRIO EN LA ORGANIZACIÓN
DE LA COMUNIDAD
La organización en barrios es otro de los princi-
pios organizativos fundamentales para las comu-
20 Ley Agraria, Decreto del H. Congreso de la Unión, Diario
Oficial, miércoles 26 de febrero de 1992.
nidades de raíz india en México, pues son sub-
divisiones que funcionaron como unidades
político-religiosas y de control de recursos. La
primera condición para pertenecer a la comu-
nidad y tener derecho al uso de sus recursos (la
tierra de cultivo, el bosque, los pastizales, el
agua), era haber nacido en el seno de una fami-
lia afincada en un barrio, o en su defecto, residir
allí de manera permanente. La residencia era
más importante que el nacimiento, pues había
casos de "hijos adoptivos" -gente que por diver-
sos motivos fue a vivir a un barrio que no era el
de origen.'
La cabecera municipal de Xalatlaco está
dividida en cuatro barrios, los mismos que regis-
traron los libros más antiguos que conserva el
archivo parroquial, que datan de 1580.22 Cada
barrio tiene su santo patrono y su iglesia y está
representado en el gobierno local. En el pasado,
cada santo y por lo tanto cada barrio, tenía su
patrimonio o "hacienda" de tierra, ganado o
magueyeras, que se incrementaba por dona-
ciones de vecinos acaudalados o sin descenden-
cia. Se les llamaba "cofradías" y constituían una
forma de propiedad corporativa diferente de los
bienes comunales, que pertenecen a todo el
pueblo.
" En última instancia los vecinos "naturales " del barrio se reservanla decisión sobre a cuales "avecindados" van a reconocer como
miembros con derechos plenos. Se basan en varios criterios: com-
portamiento cooperativo del candidato, razones políticas, etc.
', El cura de Xalatlaco, Juan de Segura, informaba en 1549 al arzo-
bispo de México, que la cabecera tenía mil tributarios, dividios en
ocho barrios. La reducción al número de cuatro barrios debió
ocurrir, por lo tanto, entre 1550 y 1580, seguramente como con-
secuencia de la abrupta caída demográfica. El informe de Segura
señala además , que Xalatlaco era cabecera de cinco "estancias"
sujetas : Almoloya, excalyacac, Capulhuac, Atizacatitlan y
léchuchulco. La desintegración de las unidades políticas del tipo
cabecera-sujetos, cuyo principal fin era la recolección del tributo,
ocurrió a fines del siglo XVII. Bernardo García Martínez, Los pueb-
los de la sierra . El poder y el espacio entre los indios del norte de
Puebla hasta 1700. El Colegio de México, México, 1987.
LA COMUNIDAD CAMPESINA DE. RAÍL INDIGENA LN EL SIGLO XX: EL CASO DE. XAI.ATLACO
Los mayordomos del santo eran los en-
cargados de administrar esos bienes, cuyo pro-
ducto se destinaba a sostener el culto al santo y a
la realización de obras de construcción o repa-
ración de las iglesias. En algunos casos servían
para dar ayuda a los miembros más pobres del
barrio, pues parte de la cosecha de los santos se
les vendía a precios más bajos, o parte de estas
tierras se les podían rentar por muy poco dinero.
Una orden presidencial del 5 y 7 de sep-
tiembre de 1860 obligaba a la división y venta de
todas las propiedades que produjeran ingresos a
las cofradías. Le siguieron leyes para la venta de
la tierra y el ganado. Este fue el ataque "final"
sobre los bienes corporados que habían
sostenido las fiestas locales, que en muchos
lugares había comenzado con su venta incluso
desde fines del siglo XVIII y estaba muy avanza-
do." Conociendo estos antecedentes, fue para
mí una sorpresa considerable descubrir que en
Xalatlaco los bienes de las cofradías continuaron
con sus funciones... ¡hasta la década de 1960!
En efecto, las tierras de los santos no
fueron afectadas por la desamortización del
siglo pasado, porque la gente evitó declarar
estos bienes y los protegió para que continuaran
con sus antiguas funciones. El mecanismo uti-
lizado fueron supuestas ventas a prestanombres
que aparecían como compradores privados.
Como ejemplo, cuando preparábamos el libro
de la historia oral de Xalatlaco, Don Adrián
Patiño, del barrio de San Bartolo, nos mostró a
su hijo y a mi estos documentos de compra-ven-
tas del siglo pasado que corresponden a las tie-
rras del santo y que él fue el encargado de
guardar, en su calidad de mayordomo.
" John Chance y William Tylor, "Cofradías y Cargos. An
Historical Perspective on the Mesoamerican Civil-Religious
Hierarchy". American Ethnologist, 1985, 1-26.
Esta es parte de lo que podemos llamar
la historia "secreta" de los pueblos; es decir, son
las formas de resistencia a cuyos indicios no es
fácil acceder, a menos que quien investiga se
acerque a los protagonistas. Quien lo hace
puede enterarse de que en la región se utilizaron
diversos mecanismos para evitar la acción de la
ley contra los terrenos de los santos. Por ejem-
plo, en el cercano pueblo de Gualupita Yancui-
tlalpan, se formó una cooperativa con este fin y
estas tierras de la Virgen siguieron cumpliendo
las mismas funciones que siguieron teniendo
para Xalatlaco.
A veces los prestanombres traicionaron
la confianza depositada en ellos y se quedaron
con los terrenos de los santos, pero estos casos
fueron excepcionales. De modo que hasta me-
diados de la década de 1960, cada año era una
fiesta para los vecinos de Xalatlaco participar en
la cosecha del maíz de los santos. Desde
entonces estas milpas de los barrios comenzaron
a ser utilizadas para la construcción de edificios
públicos: todas las escuelas del pueblo, la bi-
blioteca, el auditorio, etc., se levantaron sobre
terrenos de los santos.
Por lo que respecta al control de recursos
naturales por los barrios, muy pocos son los ves-
tigios que quedan en la actualidad. Uno de ellos
es que los ancianos reconocen dentro de la exten-
sa superficie de los bienes comunales, los terre-
nos, pastizales y fuentes de agua que correspon-
den a cada barrio. Si tienen ganado, prefieren
contratar pastores del mismo barrio, para que los
animales "aprendan nuestros rumbos" -es decir,
que se mantengan en los terrenos que le corres-
ponden al barrio. Y hasta ahora los manantiales
de agua no son propiedad del pueblo como con-
junto, sino de determinados barrios. Esto ha sido
causa de pleitos pues hay barrios menos afortu-
nados que otros en cuanto a este recurso.
269
LA ETAPA INSTITUCIONAL
Es importante mencionar también que
la organización en barrios se extiende y repro-
duce al fundarse rancherías. Cada una está com-
puesta por gente de un mismo barrio, que dan
fe de su procedencia sirviendo a la iglesia y al
santo patrono del barrio de origen. Lo hacen
llevando "promesas" de cera escamada, mante-
les para los altares, danzas, etc. Sólo en dos
rancherías los vecinos tuvieron suficientes
recursos como para levantar su propia capilla e
"independizarse".
Dije más arriba que la primera condición
para pertenecer a la comunidad era haber naci-
do o por lo menos ser residente de uno de sus
barrios. Pero ésto no es suficiente. Para ser
miembro con plenos derechos era y es necesario
un segundo requisito: dar servicio a la comuni-
dad (el tequio, del náhuatl téquitl, tributo, traba-
jo, obligación), destinando parte del tiempo, el
trabajo y los ingresos personales y familiares, a
la participación en los cargos cívicos y religiosos.
Esta obligación la tienen todos los hombres
desde que tienen veinte años hasta que cumplen
sesenta. Los barrios son las unidades que organi-
zan este servicio, que se puede cumplir en tres
instituciones: las faenas comunales, las mayor-
domías y el gobierno comunitario.
LA LEGITIMACIÓN DE LA PERTENEN-
CIA A LA COMUNIDAD
LA PARTICIPACIÓN EN LAS FAENAS COMUNALES
Las faenas comunales son otra institución colo-
nial, cuyo origen está en los trabajos forzados
que los indios debieron realizar para sus
encomenderos, para la iglesia y la corona.
Rodolfo Pastor añade otro elemento interesante:
Son los privilegiados dentro de la comu-
nidad los que organizan el tequio para
la producción comunal, los que recogen
y administran el producto y los que, casi
siempre, se apropian de una parte sus-
tancial.
Este autor propone (y demuestra) que tanto el
tequio como el sistema de mayordomías no fue-
ron mecanismos de nivelación de las diferencias
sociales y económicas durante la época colonial.
Los principales o indios nobles estaban exentos
del tequio y los macehuales ricos podían pagar un
tesque o conmutación, mientras que los mace-
huales pobres debían organizar su trabajo gratui-
to para construirles sus viviendas, por ejemplo.
En el periodo independiente las comu-
nidades adaptaron esta institución a sus propios
fines,' y ya en tiempos más recientes también
hay ejemplos de cómo trató de utilizarla el go-
bierno. Con este fin siendo gobernador del Esta-
do de México Gustavo Baz fundó El Ejército del
Trabajo en 1958. El Ejército fue reflotado duran-
te los gobiernos de Hank González y Jiménez
Cantú, para hacer que los pueblos trabajaran gra-
Z' Campesinos y Reformas: la Mixteca , 1700-1856 El Colegio de
México, México, 1987; 346-347.
"La estructura de la comunidad corporativa y la preservación de
la cultura indígena pueden ser consideradas desde una doble per-
spectiva . Por una parte representan los instrumentos sociopolíti-
cos a través de los cuales cl grupo dominante puede manejar con
mayor facilidad su poder y ejercer la explotación . Por otro lado,
pueden ser considerados como mecanismos de defensa a través de
los cuales el grupo subordinado trata de mantener su solidaridad e
identidad frente a las presiones externas. Estas dos perspectivas no
son necesariamente contradictorias; los llamados elementos cul-
turales indígenas fueron de hecho introducidos en la época colo-
nial, y aun cuando no hayan sido especialmente diseñados como
tales, actuaron como estigmas , dentro del marco de una política
tutelar que negó a los indios el acceso a la igualdad. Pero estos
mismos elementos han pasado a formar parte de una dinámica cul-
tural que tiene un valor positivo para el grupo minoritario involu-
crado ." Rodolfo Stavenhaguen , Problemas étnicos y campesinos.
Instituto Nacional Indigenista , México, 1980 , 26-27.
72
LA COMUNIDAD CAMPESINA DE RAÍZ INDÍGENA EN EL SIGLO XX: EL CASO DE XALATLACO
tuitamente en diversos proyectos. Jiménez Cantú
le dió una organización militarizada y desarro-
lló su ideología, que destacaba su supuesta cone-
xión con instituciones solidarias prehispánicas.
Pero este experimento en el control político de
los pueblos del Estado de México fracasó por el
rechazo generalizado de la población, que en
algunos casos fue reprimida violentamente.'°
Utilizadas para las obras públicas que la
propia comunidad decide, las faenas comunales
han seguido teniendo gran importancia para
Xalatlaco, pues por medio de ellas se han cons-
truído todos los caminos, drenajes, entuba-
mientos de agua, escuelas e iglesias. Hasta hace
aproximadamente dos décadas, incluso el orden
público y la seguridad de la población se man-
tenían a través de un servicio rotativo de repre-
sentantes de cada barrio que hacían las rondas
de policía llamadas "veintena" (aunque en la
práctica el número no fuera exactamente ese).
Los xalatlaquenses se refieren a las fae-
nas comunales como "cooperación voluntaria a
fuerzas" porque no cumplir con ellas acarrea
sanciones en términos de multas o cárcel,
impuestas por las autoridades municipales. Pero
además el incumplimiento de los deberes públi-
cos también implica la marginación de la vida
social, por el repudio de los demás vecinos.
Quien tiene dinero puede pagar a alguien para
que lo sustituya, pero está muy mal visto que
esto se haga de manera constante. Esta es una
instancia de la fuerte presión que existe dentro
de la comunidad para tratar de evitar que las
diferencias económicas se traduzcan en diferen-
cias sociales y políticas.
Es de preveer que mientras el gobierno
nacional no destine más fondos a la creación,
2' Véase Ursula Oswald, Piedras en el surco. Universidad Autónoma
Metropolitana , Xochimilco, 1983,capítulo 4.
mantenimiento y mejoramiento de los servicios
públicos con que cuentan las comunidades rura-
les, este aspecto de la dinámica comunitaria se-
guirá teniendo vitalidad. Ya no es necesario ha-
ber cumplido con las faenas para tener derecho
a hacer uso de la tierra, como lo era en el pasa-
do; ahora cualquiera que tenga dinero puede
comprar o rentar tierra. Pero sí es indispensable
para obtener cualquier servicio público y para
ser reconocido como un vecino respetable y
respetuoso.
Mayordomías y fiestas públicas religiosas
Una de las cosas que más me ha impre-
sionado de Xalatlaco es la importancia que para
las familias tiene la participación en las fiestas
religiosas -sin duda la manifestación más rica de
la cultura campesina, por sus múltiples simbolis-
mos y sentidos." La fiesta busca propiciar y
agradecer el buen "temporal", las buenas cose-
chas, la salud, los trabajos... Es el momento de
recreación colectiva, en el que se reafirma la
identidad de grupo y se legitima la pertenencia a
la comunidad. Expresa la religiosidad de la gen-
te y el valor que ésta le da, en el contexto de lo
sagrado, a compartir la abundancia:
No se escatima ni se ahorra nada.
Sobran, o al menos se debe dar la
impresión de que sobran, el alcohol, la
pólvora, la cera y el incienso. Se regala
al cura con esplendidez; se mandan
La fiesta ocupa un lugar preponderante en el ethos de la mayor
parte de los pueblos campesinos. Es la imagen de —la buena vida",
la utopía realizada. Para un análisis de este tema véase Vittorio
Lanternari, La grande /esta. Vida rituale e sistemi di produzione
nelle societa tradizionali. Dedalo Libri, 1976 [1959]. La impor-
tancia de la vida ritual religiosa en la organización de la vida social
de las comunidades mesoamericanas , está señalada en innume-
rables etnografías.
LA E'rAPA INSTITUCIONAL.
traer los mejores músicos y cantores de
la cabecera y se trata a todos con mag-
nificencia...`
Estas palabras de Pastor a propósito de
las fiestas en los pueblos de la mixteca en el siglo
xviii, tienen absoluta actualidad en Xalatlaco,
excepto que deberíamos sustituir "el cura" por
"el público". El servicio generoso, la entrega sin
retaceos, es lo que se espera de quienes partici-
pan de las mayordomías. Se dice que un hombre
es capaz de los mayores sacrificios, de tener a sus
hijos sin zapatos y a la familia mal comida, con
tal de cumplir adecuadamente con su compro-
miso con la fiesta del santo patrón. Quien no
entiende el significado del ciclo de rituales públi-
cos del cual la fiesta es parte, no entiende uno de
los principios básicos del ethos y los valores de
las comunidades.
El ciclo de fiestas públicas religiosas se
extiende a lo largo del año: se inicia con la ben-
dición de las semillas el día de la Candelaria y se
intensifica durante la época de lluvias, acom-
pañando el crecimiento de las siembras; "con-
cluye" en octubre con la fiesta del barrio de San
Francisco, poco antes de la cosecha, pero en
realidad se prolonga hasta Navidad.
Estas fiestas, en torno a las cuales gira la
mayor parte de la vida social de las familias,
están organizadas por las mayordomías, a las
que la gente también se refiere como "las cor-
poraciones". Cada barrio tiene su santo patro-
no y sus mayordomos, que durante un año
atienden la iglesia y preparan la fiesta. Además
hay mayordomías en las que participan per-
sonas de distintos barrios. La más conspicua es
la de la parroquia -llamada "regiduría", para
2' Rodolfo Pastor, Op. cit., p. 347.
distinguirla de las demás y denotar su mayor
importancia-, que plasma la unidad de los cua-
tro barrios.
El ciclo de fiestas públicas religiosas si-
gue siendo el eje de la cultura y de la vida social
local, hasta el punto que a él se subordina mu-
chas veces el trabajo por ingresos, fuera de las
milpas familiares. De hecho José Antonio Paoli
en su Dinámicas políticas considera que las
fiestas religiosas actúan como "acelerador
económico", pues impulsan a la gente a incor-
porarse al mercado de trabajo para obtener el
dinero necesario para costear los gastos.
La vida ritual absorbe un porcentaje
muy alto de las energías físicas y psíquicas, del
tiempo y de los ingresos de los xalatlaquenses.
A fines de la década de 1970, Paoli calculaba
que las familias invertían entre 40 y 50% de sus
ingresos en las fiestas públicas y que en su orga-
nización participaba cada año alrededor de la
mitad de las familias del municipio. Desde en-
tonces la proporción de fami-lías participantes
ha aumentado, al extenderse a los cuatro ba-
rrios el sistema de secciones y "submayordo-
mías".
Y son los jóvenes -que en su mayoría
completaron la escuela primaria y en muchos
casos la secundaria, que ven televisión y traba-
jan en la ciudad- quienes están sosteniendo el
grueso de los costos de este sistema de fiestas.
Se trata de una carga pesada. Una pequeña
fracción de la población la ha rechazado y se ha
volcado al protestantismo, reduciendo al míni-
mo el dinero que canaliza al gasto de las fes-
tividades comunitarias.29 Aunque es posible que
esta tendencia se acentúe en el futuro (como ha
ocurrido en tantos pueblos mexicanos) por
" Un total de 330 personas son protestantes en el municipio, según
el Censo de 1990. En el Valle de Toluca hay pueblos donde la
expansión del protestantismo ha sido mucho mayor.
2
LA COMUNIDAD CAMPESINA DE RAÍZ INDIGENA EN EL SIGLO XX: EL CASO DE XALATLACO
ahora la mayoría de las familias continúan par-
ticipando activamente.
La expansión de los rituales laicos, pri-
vados (fiestas de quince años, cumpleaños) y
públicos (graduaciones de la escuela primaria),
desde los años setenta, no ha significado que
entraran en competencia con las fiestas reli-
giosas. Esta expansión más bien parece haber
abierto una nueva área -la privada- al ímpetu
por convertir parte de los nuevos ingresos en
celebraciones a las que se invita a gran cantidad
de parientes, vecinos, amigos. El crecimiento del
trabajo remunerado ha tenido, por lo tanto, el
efecto de reforzar el sistema ritual colectivo, al
proporcionarle los recursos necesarios para su
florecimiento.
El gobierno comunitario
El servicio en el gobierno municipal no es oblig-
atorio en la actualidad, pero en el pasado podía
serlo, en caso de que el pueblo así lo requiriera.
Este era el servicio más difícil y costoso, porque
es el que demanda más tiempo y dedicación y
está más sujeto a críticas. Los cargos públicos
más altos comenzaron a ser cargos asalariados
en la década de 1980 y con eso perdieron su
carácter de "servicio al pueblo", proceso que
forma parte de cambios sustanciales en el senti-
do y funcionamiento del gobierno local.
Los ancianos entrevistados relatan que
antes de la Revolución el gobierno local estaba
controlado por los hombres más ricos, que
tenían alianzas con el jefe Político de la zona,
frente a quien denunciaban a los inconformes
del pueblo. Pasada la Revolución, los líderes
del Cuerpo de Voluntarios que organizó la ren-
dición de los zapatistas y el retorno al pueblo,
ejerció pasajeramente el control del gobierno.
Luego siguió un interludio en el cual hubo
mucha presión dentro del pueblo por un fun-
cionamiento relativamente democrático. Esto
quiere decir que había presiones internas para
que los jefes de familia tuviesen iguales posibi-
lidades de "dar servicio". Evidentemente, esto
era relativo porque los cargos más altos siem-
pre fueron ocupados por quienes estaban en
mejor posición económica (comerciantes o
ganaderos).
Hasta 1938 las elecciones para cubrir
los cargos del Ayuntamiento Municipal se efec-
tuaban cada año y cada barrio tenía su planilla
de candidatos. Se procuraba que la presidencia
fuera rotando de barrio. Posteriormente el pe-
riodo de duración de las autoridades se prolon-
gó hasta tres años, pero se mantuvo el princi-
pio de que el Ayuntamiento tenga represen-
tantes de todos los barrios. En la medida en
que la autonomía política de la comunidad fue
cediendo lugar frente a las presiones del cen-
tralismo nacional, el sistema de rotación de la
presidencia entre los barrios fue substituido
por el control de los candidatos por el partido
oficial. Este proceso ha sido reciente pero rápi-
do y profundo.30
Aquí hay un doble juego: la gente acep-
ta que los candidatos y las autoridades del
pueblo utilicen el registro del Partido de la Re-
volución Institucional, siempre y cuando el par-
tido respete las decisiones locales." Los "mili-
tantes entusiastas" son pocos y el entusiasmo va
de acuerdo con los beneficios logrados de man-
tener una relación con el gobierno. Las autor¡-
" La relación del pueblo con el gobierno y su partido, es comple-
ja, pragmática y de negociación. Se ofrece apoyo siempre que se
pueda obtener algo a cambio. Véase José Antonio Paoli,Op.cit.
Esta dinámica política es semejante a la que describe Adriana
López Monjardín, "Los procesos electorales como alternativa para
la disidencia rural". En Jorge Zepeda (ed.), Las sociedades rurales
hoy. El Colegio de Michoacán, CONACYT, Zamora, 1988, 449-464
para la sierra de Oaxaca, por ejemplo.
27.3
1
LA ETAPA INSTITUCIONAL.
dades siempre son del mismo pueblo, pero
nombrados desde el gobierno en función de los
servicios prestados al partido: apoyo a los can-
didatos a diputados y senadores en sus cam-
pañas, colaboración con el gobernador en algún
proyecto, etc.
En el pasado había fuertes presiones
para que los hombres cumplieran primero con
ser regidores de la parroquia antes de que de-
sempeñaran las funciones de mayor responsabi-
lidad en el gobierno comunitario. La década de
1980 vió la definitiva separación de los cargos
cívicos con respecto a los religiosos , pues asu-
mieron la presidencia municipal individuos que
no habían sido mayordomos de los santos. Por
otra parte, las nuevas condiciones han dado ven-
tajas a los hombres jóvenes sobre los mayores
-en contraste con lo que ocurría antes-, pues
por su mayor nivel de escolaridad y su trabajo
fuera de la agricultura , manejan con mayor
desenvoltura el lenguaje y los comportamientos
requeridos para intervenir en la vida política
más allá de la comunidad, como ahora se
requiere.
A estos cambios se añade que por
primera vez en la historia del pueblo, una mujer
llegó a ser regidora en 1979 y otras le han segui-
do en la década de 1980. Una mujer estuvo a
cargo del Registro Civil durante varios años,
realizando matrimonios civiles. Esto no significa
que se haya modificado la participación del con-
junto de las mujeres en la vida política, o que las
que participan representen los intereses de las
mujeres como grupo. Pero a pesar de ésto y de
que sigue siendo excepcional que las mujeres
ocupen cargos en el gobierno local, se ha ido
afianzando la imagen de que la presencia feme-
nina en el ámbito público es posible.
LAS PARADOJAS DE LA MODERNI-
ZACIÓN DE UNA COMUNIDAD CAM-
PESINA: REFLEXIONES EN TORNO A
LA HISTORIA DEL MÉXICO PROFUN-
DO EN EL SIGLO XX
Redfield, uno de los primeros antropólogos de
nuestro siglo en dedicarse al estudio de las co-
munidades campesinas, consideraba -al igual
que inumerables autores- que el proceso de
modernización es antagónico a la permanencia
de la comunidad, por ser el control que ésta
ejerce sobre sus miembros incompatible con las
fuerzas del individualismo propio de la sociedad
capitalista avanzada. El proceso implicaría el
debilitamiento de los lazos corporativos y coo-
perativos, así como una progresiva secula-
rización, o por lo menos una evolución hacia
formas personales de practicar la religiosidad,
por oposición al culto colectivo típico de las fies-
tas y rituales campesinos.
Desde el ángulo económico, parecería
que efectivamente las comunidades han perdido
una serie de funciones que tuvieron durante la
época colonial, pues en ese tiempo fungieron
como empresas productoras de mercancías,
como agentes crediticios para la comercializa-
ción de los excedentes de su gente; o, como
sucedió en el último cuarto del siglo xix,
reunieron fondos para comprar más tierras.32
Estas experiencias demuestran que, contra lo
Véase, por ejemplo el caso de las comunidades oaxaqueñas que
organizaron la producción colectiva de grana cochinilla y
seda .Rodolfo Pastor,Op. Cit.p. 242. 0 el caso de los pueblos estu-
diados por Daniele Dehouve en la región de Tlapa, Guerrero, don-
de las cofradías indígenas se convirtieron en agentes de comercio
y de crédito durante el siglo xvw, en la medida que se desarro-lió
un mercado regional complejo .Danielle Dehouve, El tequio de los
santos y la competencia de los mercaderes , SEP-INAH, México, 1976.
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LA COMUNIDAD CAMPESINA DE RAÍZ INDÍGENA FN EL SIGLO XX: EL CASO DE XALATLACO
que pensaban Marx, los liberales y los teóricos
de la modernización, no es indispensable que se
disuelva la propiedad colectiva para que surja cl
capitalismo en el campo. Por el contrario, la
misma comunidad ha actuado en muchas oca-
siones como empresaria, ya que la acción colec-
tiva ha sido de las pocas maneras en que el
campesinado ha logrado potenciar recursos
siempre insuficientes.
En la segunda mitad del siglo xx comu-
nidades como Xalatlaco dejaron de tener fun-
ciones económicas: ya no imponen normas
colectivas a los productores individuales, regla-
mentando o controlando la producción y la
venta, ni actúan como mediadoras entre las
unidades domésticas y el sistema capitalista en
su conjunto." Las sociedades cooperativas que
gestionan créditos y paquetes tecnológicos, no
necesariamente coinciden con la comunidad
como tal, aunque sin duda la lógica comuni-
taria puede ejercer influencia sobre estas orga-
nizaciones de múltiples maneras.
Paralelamente, la comunidad también
ha dejado de ejercer control sobre el acceso a
la tierra, al avanzar de manera innegable el
proceso de privatización de ésta. Y sin embar-
go, por lo que respecta a los recursos naturales
comunes (agua, pastizales, montes), cada tanto
tenemos evidencias de que aún al final del
milenio el interés por su control colectivo no
ha desaparecido del todo. Como evidencia,
hace pocos años llegó a los periódicos la noti-
cia de un conflicto de proporciones, que man-
tuvo a una gran parte de la población de
Xalatlaco movilizada muchos meses, bajo la
consigna de evitar que las autoridades "ven-
dieran" al pueblo.
" Mariell Martínez,Op. Cit.
Reflexionando sobre la historia de
Xalatlaco encuentro que al volverse endebles
las bases económico-políticas de la organi-
zación interna, ha habido un desplazamiento
en dirección de los rituales públicos reli-
giosos, que se han convertido en el refugio de
la auto identificación como grupo y de la
cohesión comunitaria. En efecto, ha aumenta-
do el número de fiestas, la proporción de par-
ticipantes y el volumen de los gastos con
estos fines.
La afluencia de dinero a la comunidad
que tuvo lugar desde fines de los años seten-
ta, se ha puesto de manifiesto en el mejo-
ramiento y ampliación de las viviendas, en el
aumento en las inversiones en vehículos y
ganado, en la proliferación de tienditas y en
el aumento en el número de estudiantes de
carreras universitarias. Hasta aquí el proceso
coincide con las expectativas de las teorías de
la modernización. Pero lo que era menos pre-
visible de acuerdo con la teoría, es que una
parte importante de los excedentes, esté sien-
do canalizada hacia la intensificación de la
vida ritual. Este fenómeno, muy visible en el
caso de Xalatlaco y en los pueblos de la zona,
también se observa en muchas otras regiones
del México rural.
A qué se debe este fenómeno? La pre-
gunta es importante porque responderla
implica tratar de entender los valores y las
acciones de ese enorme sector de la población
mexicana que tiene un pie en el campo y otro
en la ciudad y que viene de pueblos como
Xalatlaco. La respuesta, desde luego, no
puede ser sencilla; exige examinar la cuestión
desde varios ángulos.
En el pensamiento de los ancianos, la
noción de "indio" se opone a la de "gente de
razón"; ellos recuerdan que en otros tiem-
27-55
LA ETAPA INSTITUCIONAL
pos los xalatlaquenses se identificaban como
"indios".34 Para la mayoría de los jóvenes esos
contrastes aparentemente ya no tienen sentido.
La masificación de la escolaridad y del público
televidente ha extendido y afianzado en las
nuevas generaciones la concepción de que su
pueblo forma parte de la nación -noción que
para los ancianos sigue siendo bastante ambigua
e imprecisa- de la cual ellos son ciudadanos sin
una identidad étnica particular.
Sin embargo hay un tiempo y un ámbito
en el cual periódicamente se reactualiza y
rememora el vínculo con el pasado indio, no ya
como categoría estigmatizada sino valorada por
ser la fuente de legitimidad, que otorga dere-
chos. Este es el espacio de los rituales colectivos,
que continúa siendo instrumento efectivo para
la demarcación de las fronteras que separan los
que pertencen a la comunidad de los que no
pertenecen.
Más allá de que la participación en el sis-
tema de fiestas colectivas responde a una filo-
sofía de la vida y a valores particulares, sospecho
que también constituye una forma de resistencia
de la gente a verse reducida al papel de fuerza de
trabajo anónima. No es lo mismo ser parte de
una estructura de prestigio en la que "el trabajo
luce", que ser un número más en una masa
impersonal de proletarios. Más aún, la partici-
pación en este sistema de hecho representa una
constante afirmación del rechazo a aceptar la
exclusividad de las relaciones capitalistas, al lle-
var a la práctica una forma de interacción entre
los individuos que es diferente de las relaciones
comerciales, de explotación o de dominación.
Hay quienes afirman que al expandirse
el trabajo asalariado en las ciudades cercanas, las
comunidades rurales periféricas a ellas se han
convertido en "pueblos dormitorio", a donde
los trabajadores descansan el fin de semana. Pero
creo que para la gente su pueblo representa
mucho más que eso: es el universo de relaciones
significativas y valoradas. Es en relación con él
que sus actos adquieren significado: si se trabaja
no es sólo para sobrevivir y mejorar las condi-
ciones de vida de la familia, sino también para
poder disfrutar del "gusto" que es la fiesta -y los
xalatlaquenses se definen a sí mismos como
"muy gustosos"-.
La comunidad es el espacio en el que se
pueden desplegar otras capacidades humanas
distintas de las del trabajo: allí se organiza el
tiempo del ocio, transformándolo en actividad
de recreación compartida -música, danza,
teatro, banquete ... -. La fiesta es el momento
privilegiado en el que se trasciende la rutina
cotidiana y se manifiesta la condición de miem-
bro de la comunidad.
Desde esta perspectiva, la perdurabilidad
y la intensificación de la vida ritual sería también
una forma de resistencia a perder la cohesión
comunitaria, contrarrestando las presiones dis-
gregadoras creadas por la salida de gente a tra-
bajar fuera del pueblo. Es por eso que tantos
migrantes continúan participando en las mayor-
domías y procuran regresar a su lugar de origen
para la fiesta de su pueblo.
Como en el pasado, el máximo castigo
que impone la comunidad es el exilio con pro-
hibición de regresar.
" No he encontrado indicios de que los xalatlaquenses se
reconocieran como parte de una etnia nahua más amplia, aunque
sabían bien que muchos de los pueblos de Guerrero, Morelos y
Puebla con los cuales tenían relaciones comerciales y rituale,
hablaban la misma lengua.
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