espiritu santo, tengo hambre de ti - claudio freidzon

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¡ b ( s / e t/ iambi en p u e J e ic/te/' e x p e /•i e ri c t a s m a raut //os as von CLAUDIO FREIDZON prólogo de BENNY HINN G rupo N elson IN » « in ,v IV O * N<w.i hiNitvn Hto < 3 X ta C arire -B ktania Um >*i«m ét Tfcin» KìNm h,Vnhrr* n< m u iit iim i iVn J. hi ><■<« /.•** tiy» n-ww.cirilicbeuaii.com Caribe-Betania Editores es un sello de Editorial Caribe. Inc. 2005 Editorial Caribe, Inc. www.FreeLibros.me

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Page 1: Espiritu Santo, Tengo Hambre de Ti - Claudio Freidzon

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m a raut //os as von

CLAUDIO FREIDZONpró logo de BENNY HINN

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Page 2: Espiritu Santo, Tengo Hambre de Ti - Claudio Freidzon

Una subsid iaria de Thom as Nelson. Inc. N ashvilie . TN. E. U. A. vv vv vv. ca ri b eb etan i a co m

A m enos que se señale lo con tra rio , todas las citas bíblicas son tom adas de la Versión Reina-Valera 1960 g 1960 Sociedades Bíblicas Unidas en Am érica Latina. Usadas con perm iso.

ISBN: 0-88113-855-X

Diseño in te rio r: Grupo N ive l Uno. Inc.

Reservados todos los derechos.Prohibida la reproducción to ta l o parcial de esta obra sin la debida autorización por escrito de los editores.

Im preso en E.U.A.Printed in the U S A.3 a Im presión

Dedicatoria

AL SEÑOR JESUCRISTO, por sa lvarm e jus to a tiem po.

A MI ESPOSA BETTY. por todos estos años de am or y apoyo incondic ional.

A MIS HIJOS DANIELA. SEBASTIÁN Y EZEQUIEL. por co m p artir nuestro m in is te rio a las naciones y o frendar parte de nuestro tiem po en fam ilia .

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Page 3: Espiritu Santo, Tengo Hambre de Ti - Claudio Freidzon

Reconocimientos

A los pastores M arcelo Doynel y Sergio M arquet. por la entrega y traba jo d ia rio en la iglesia.

A los herm anos de la ig lesia «Rey de Reyes», por el am or y la unidad en la v is ión .

Del d ia rio de la Superintendencia de la Unión de las Asam bleas de Dios en Argentina.

ABRIL DE 1992:

Acabo de a lm orzar con el pastor C laudio Freidzon y su esposa. Me com entaron acerca de un m over del Espíritu Santo en su iglesia que para ellos es nuevo y a la vez m aravilloso . Dicen que cuando caen al piso, o tros se ríen. Estas y o tras m anifestaciones se producen en un m arco de profunda adoración. Luego del alm uerzo, quedam os e n v o lv e r a encontrarnos.

JULIO DE 1992:

Pasaron cinco meses desde la ú ltim a oportun idad que hablé con C laudio Freidzon. Hoy, jueves, decido concurrir a su iglesia con m i esposa Isabel para ver y juzgar lo que está pasando, pues han llegado a mi ofic ina tan tas versiones sobre la ig lesia Rey de Reyes que decido evaluarlo personalm ente.

Dejamos el au tom óvil en un estac ionam iento a c ien m etros de la ig lesia. Cuando com enzam os a cam inar en d irección al tem plo , notam os que las piernas nos tem blaban. Creimos que tal vez sería una sugestión debido a los com entarios recibidos. Cuando entram os, al lugar estaba rep le to de gente, y aún había gente en la vereda esperando ingresar. No había lugar para que entrase uno más. Un colaborador del pastor nos reconoció y nos llevaron a la prim era fila en el ala derecha del aud itorio . La gente estaba de pie. cantaba, saltaba y se abrazaban en unidad.

Cuando el pasto r C laudio Freidzon preguntó: «¿Quieren rec ib ir más?» Un «sí» partió de la gente como un estruendo de m uchas aguas. Seguidamente el pastor declaró a viva voz «¡Reciban!», y la m itad de la congregación cayó al p iso riendo, a lgunos con una expresión como de embriaguez.

Luego hizo pasar a la p lataform a a unos cincuenta niños que estaban con sus padres en la reunión. Les p reguntó: «¿Quieren rec ib ir de Dios?» Contestaron con un «sí» m uy fuerte . Cuando el pastor oró con las m anos alzadas, todos los niños cayeron en la p la ta form a y quedaron com o dorm idos con una sonrisa en el rostro.

Yo no podía darle una explicación lógica a lo que sucedía, y oraba a Dios: «Señor, si esto es tuyo, házm elo saber». En este m om ento el pasto r C laudio Freidzon com enzó a cam inar y o rar en tre la gente. Al abrir los ojos vi que m i esposa cayó al suelo cuando el pastor C laudio Freidzon le puso la mano sobre la cabeza.

Seguidamente se acercó a mí. m e abrazó y oró: «Padre, bendice a este s iervo tuyo». En ese instan te a lgo m e cubrió desde la cabeza a los pies. Tuve una sensación de m areo agradable. Me sentí inundado por un gozo trem endo. Cuando abrí los o jos estaba recostado en el piso. Quise incorporarm e, pero no pude y creo que tam poco deseaba hacerlo. Era tan precioso lo que estaba experim entando que no quería

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m overm e para no perderlo.

Cuando salim os con mi esposa de la reunión teníam os una sensación de gozo tan grande que esa noche casi no dorm im os. Aún en la cama oré en lenguas hasta la m adrugada.

SEPTIEMBRE DE 1992:

Celebram os la segunda reunión con el p resb ite rio general donde uno de los presbíteros es el pastor C laudio Freidzon. Durante la reunión C laudio cuenta que algunos pastores del in te rio r del país han ten ido experiencias s im ilares en sus iglesias al vo lve r a sus provincias luego de partic ipa r de las reuniones. Esa noche la m ayoría de los presbíteros se quedaron para partic ipa r en el cu lto de la noche en la ig lesia del pasto r Freidzon.

Al día sigu iente, al reanudar la reunión del p resb ite rio , no hubo o tro tem a que las experiencias de cada uno de ellos en la reunión de la noche ante rio r: gozo, risas, unción, m areos... Contaron estas experiencias jun to a doscientos pastores que tam bién concurrieron.

DICIEMBRE DE 1992:

En la Conferencia Nacional O rdinaria de la Unión de las Asam bleas de Dios en la c iudad de Mar del Plata fueron tantos los testim on ios de los pastores que fueron m in is trados por el pastor C laudio Freidzon que no podría enum erarlos todos. Escribo para la m em oria sólo a lgunos, sin m encionar los nom bres para no las tim ar a nadie:

• Pastores bajo una depresión aguda fueron to ta lm en te libres.

• Otros que estaban agotados, y a los que los m édicos aconsejaban de jar el m in is terio , fueron renovados por el Espíritu Santo y s in tie ron deseos de traba ja r, como si recién em pezaran a v iv ir.

• M inistros desanim ados que por años no podían superar los sesenta o setenta m iem bros, que sus iglesias ahora tienen cuatrocientos o quin ientos, y experim entan dones del Espíritu Santo en sus v idas. Se ven con un entusiasm o sorprendente. Los eventos en estadios, aud itorios cerrados, predios se han llenado de alm as con sed de Dios. Celebró una reunión en el Luna Park de Buenos A ires y se llenó dos veces. La gente que quedó afuera esperando era más que la que entró.

Calculam os que cincuenta m il personas se d ieron c ita para tene r un encuentro con el Espíritu Santo.

Mi propio m in is te rio ha sido enriquecido por esta unción del Espíritu Santo que fluye a través del m in is te rio del reverendo C laudio Freidzon. Mi ig les ia , de cuatroc ientos m iem bros pasó a ochocientos cincuenta en sólo seis meses. Mis h ijos fueron cam biados trem endam ente. Dos de m is hijas, de quince y d iec is ie te años, fueron bautizadas en el Espíritu Santo y llam adas al m in is te rio . La m ayor ingresó al sem inario y la m enor, que está te rm inando sus estud ios secundarios, tam bién quiere ir a prepararse.

Este cam bio com enzó una noche cuando el pasto r C laudio Freidzon oró por ellos. Mi h ijo, de ocho años.

al que le encanta el fú tbo l, abandonó las horas que pasaba jugando para estar en la ig lesia. Lo veo o rar y buscar a Dios como nunca. Agradezco a Dios por este m in is te rio precioso que cambia v idas, m in istros, ig lesias, y m e anim o a decir que afectará al país.

MAYO DE 1993:

El pastor C laudio Freidzon está v ia jando por d is tin tos países y llevando este m in is te rio de experiencias y fru tos del Espíritu Santo. Ha v is itado va rias ciudades en Estados Unidos. A lem ania. Canadá. España. Austra lia y o tros países. Conozco a C laudio desde 1973. Desde su juventud buscó al Señor y decidió se rv irle . Su p rim er pastorado en un barrio de la Capital Federal fue m uy d ifíc il, pero el Señor lo guió y lo llevó al Barrio de Belgrano. Allí, el Espíritu Santo levantó a través de su vida una iglesia que supo ayunar, o ra r y log ra r la com unión necesaria con Aquel que años después le daría su respaldo en un m in isterio m aravilloso.

Hoy este m in is te rio del Espíritu Santo está ganando m iles de alm as para el reino de Cristo, restaurando pastores, sanando enferm os, repartiendo dones, trayendo a las iglesias a los príncipes y reyes de los que habla el profeta Isaías: pro fesiona les, em presarios, hom bres y m ujeres de negocios, funcionarios del gob ierno, diputados, senadores, d irectivos en los m edios de com unicación. Aún el p residente de la nación em plea textos bíblicos en sus d iscursos y te rm ina d isertaciones en público con un «Dios le bendiga».

DICIEMBRE DE 1993:

El pastor C laudio Freidzon fue inv itado a m in is tra r en la Conferencia Anual General de la Unión de las Asam bleas de Dios. Existía gran expectativa en los pastores. Al f in a liza r la conferencia, m uchos pastores regresaron a sus iglesias con un nuevo sen tir, una nueva v is ión . El Señor usó de veras al pastor Freidzon. Hemos aprobado su m in isterio . La Unión de las Asambleas de Dios respalda su vida y su m in is te rio .

Personalm ente, como superin tendente de la Unión de las Asam bleas de Dios m e sien to honrado de que el herm ano C laudio nos represente en d is tin tas partes del mundo, no so lam ente como pasto r sino com o argentino.

Dios bendiga su vida, fam ilia e iglesia.

Pastor José Manuel Carlos

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Contenido

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

l.J^QY.QCAND-0 LA MANIFESTACIÓN DE DIOS

2^_EN LA ESCUELA DEL DESIERTO

3 i ¡SIGA ADELANTE»!

4 ¡QUIERO ESE FUEGO!

5 «ÍES MUY FUERTE!»

6 LAS MARAVILLAS DE DIOS

2^LLO_Q-UiER£2

8 ¿ACOSTUMBRADOS A LA GLORIA DE DIOS?

^LJdACJA UNA DIMENSIÓN .GLORIOSA

1CL2QR SIEMPRE EN LA DIMENSIÓN GLORIOSA

11 ¡PASIÓN POR DIOS»

Prólogo

Desde el p rim er m om ento en que vi a C laudio Freidzon. supe que había conocido a un hom bre que tenía ham bre de Dios. V is itó por prim era vez Orlando. Florida, varios meses después que Buenos días. Espíritu Santo sa lie ra en español. Me in form aron que un m in is tro de Argentina estaba presente en la ig lesia y había pedido que orara por él.

Durante el serv ic io del dom ingo en la noche, impuse m is m anos sobre Claudio y oré que la unción del Espíritu Santo morara en su vida y m in is te rio , que Dios h ic iera una gran obra a través de él en Argentina.

En los meses siguientes, com encé a oír grandes testim on ios de am igos en el m in is te rio que hablaban de cómo Dios estaba usando a C laudio en grandes reuniones en Argentina. A la vez que presentaba un m ensaje del poder trans fo rm ador del Espíritu Santo en la v ida de C laudio debido a su ham bre espiritua l, ahora im pactaba a otros.

Mi p róxim o encuentro con C laudio fue en una de nuestras Cruzadas de M ilagros en Estados Unidos, donde va rios pastores de Argentina lo acom pañaron. Esto vo lv ió a ocurrir hasta que más de dos m il m in is tros de Argentina asistie ron a las Cruzadas de M ilagros en Estados Unidos para se r testigos del poder de Dios en acción.

R.A. Torrey dijo en una ocasión: «Antes de que a lguien pueda entender co rrectam ente la obra del Espíritu Santo, debe prim ero conocer al m ism o Espíritu». Esto se ha hecho rea lidad en la vida de C laudio Freidzon. Me dijo que desde el m om ento que comenzó a leer Buenos días. Espíritu Santo, algo dentro de él g ritó : «Espíritu Santo, tengo ham bre de conocerte».

C laudio Freidzon conoce al Espíritu Santo y la evidencia de su re lación con Él se ve en un m in is terio ungido. No es sólo m i am igo. C laudio es un hom bre de Dios que conoce la voz del Espíritu y m in istra con poder y autoridad.

Las páginas de este lib ro contienen la h istoria de la búsqueda de C laudio por conocer al Espíritu Santo, jun to con la satisfacción y com unión que v ienen com o resu ltado de tene r una re lación personal con Él. Su tes tim on io personal de su jornada para satis facer esa profunda ham bre in te rio r te servirá de inspiración. Ese m ism o poder trans fo rm ador está disponible para t i tam bién cuando invites al Espíritu Santo a tu v ida diciendo: «Espíritu Santo, tengo ham bre de ti» .

Benny Hinn Pastor del W ord O utreach Center

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Introducción

Hace algunos años Dios m e desafió a v iv ir una nueva etapa en m i re lación con Él. Mis ojos se abrie ron a la rea lidad del Espíritu Santo com o nunca antes. La « llave» que presentía me fa ltaba fina lm en te estaba en mi mano y ¡abría los tesoros del c ie lo ! Mi re lación personal con el Espíritu Santo pasó a ocupar el p rim er lugar en m i v ida .

«Este cu lto fue trem endo», m e decían los herm anos al f in a liza r la reunión. Pero en m i in te rio r yo estaba insatisfecho. Corría a casa y m e arrod illaba a orar: «Señor sé que hay más, que existen ríos y m anantia les. Tengo ham bre de ti, necesito conocerte m ás...» Y Dios m e guió a esta nueva relación que hoy d is fru to y en la cual deseo seguir creciendo.

Esta com unión con Dios cam bió mi v ida y m i m in is te rio . Fui transform ado. La experiencia fue tan fuerte que durante noches enteras no dormía para estar con Él.

Aún hoy. su presencia m e seduce de ta l m anera que cuido m is o jos y mi corazón para que nada lo aparte de mí. Cuando el Espíritu Santo nos llena todo es fresco y renovado. Dios busca un pueblo que tenga ham bre del Espíritu Santo, pasión por conocerlo.

El apóstol Pablo v iv ió trem endas experiencias con el Señor, su m in is te rio palpó lo sobrenatural a diario. Sin em bargo, su m irada y anhelo más profundo estaba en la m ism a persona de su Dios. ¡Su meta era conocer a Cristo! Y por esta pasión que lo consumía estaba dispuesto a de ja rlo todo.

Esa m ism a pasión debe caracterizarnos a todos los cris tianos a buscar el rostro de Dios. Debemos a rder con el m ism o fuego que ardía Pablo, en Jeremías, en Moisés... Hombres que no se sentían satisfechos consigo m ismos. ¡Siempre querían más! Tenían ham bre de Dios, anhelaban ve r su g lo ria .

El pueblo de Israel cam inó a la luz de la m anifestación d iv ina en form a poderosa. Sin em bargo, en su peregrina je en el desierto , no buscó a Dios para am arlo y obedecerlo. ¡Que d iferen te la actitud de Moisés! M ientras el pueblo clamaba: «M uéstram e tu g loria, qu iero conocerte, te quiero a ti...» El Salmo 103.7 declara en cuanto a la revelación de Dios: «Sus cam inos notificó a Moisés. Y a los hijos de Israel sus obras». ¿Se ha puesto a pensar por qué Moisés rec ib ió este conocim ien to y no el pueblo? Por una sencilla razón: Moisés lo p id ió. Según Éxodo 33.13. c lam ó: «Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que m e m uestres ahora tu cam ino, para que te conozca... » Y Dios lo hizo. El Señor está deseoso de reve la rse de una m anera g loriosa a nuestra v ida, pero dependerá de nuestra ham bre por el Espíritu Santo.

Es m i fe rv ien te oración que al te rm ina r la lectura de este lib ro surja en usted un renovado am or por

Dios, un deseo insaciab le de conocerlo y estar con Él. Y que tam bién pueda exclam ar desde lo más profundo de su ser: «Espíritu Santo, tengo ham bre de ti» , sabiendo que un nuevo tiem po ha comenzado.

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C a p ítu lo 1

PROVOCANDO LA MANIFESTACIÓN DE DIOS

Han pasado ya ocho años desde la publicación de este libro. La fide lidad del Señor ha sido grande. No hemos parado de oír y ve r las m aravillas de Dios. Su mano no se ha acortado. Este libro, que hoy está en tus m anos, ha sido traducido a más de diez id iom as y cada año se rea lizan nuevas im presiones. Sucede que hay ham bre de Dios en la tie rra , pasión por conocerlo. V iv im os el tiem po que anunció el profeta: «He a q u í v ienen días, en los cuales enviaré ham bre a la tierra, no ham bre de pan. n i sed de agua, sino de o ír la palabra de Jehová» (Amós 8.11). En todas las naciones hay un desperta r a la rea lidad y obra del Espíritu Santo. ¡G loria a Dios!

Este despertar lo he v is to en m i propio m in is te rio a lo largo de estos años. El Señor nos levantó desde A rgentina y com enzó a llevarnos a las naciones con un poderoso m ensaje de restauración. Un mensaje que nos llam a a vo lvernos a Él en el fuego del p rim er amor, a darle al Espíritu Santo el lugar que le corresponde en nuestra v ida , a levantarnos como los p ro tagonistas del gran avivam iento. Desde entonces más de tres m illones de personas han sido alcanzadas por nuestro m in is te rio a través de cruzadas y conferencias. Nuestra querida Iglesia Rey de Reyes, que hace ocho años tenía cuatro m il m iem bros, hoy cuenta aproxim adam ente con dos m il qu in ien tas cé lu las y una m embresía estable que ronda los ve in te m il m iem bros. Cuando le damos lugar al Espíritu Santo. ¡Él g lorifica a Cristo y nos entrega la tie rra !

Pastores y la icos de todo el m undo han sido transfo rm ados por Dios en nuestras cruzadas. ¿Por qué? ¿Por m éritos de un hom bre? ¡No! Sólo porque hemos perm itido a Dios actuar a través de nuestra v ida. Hemos sentido ham bre del Espíritu Santo, hemos golpeado, hemos buscado más y más de Él cada día. y Dios encontró un espacio para m anifestarse. ¡Lo m ism o puede suceder en su v ida !

Recuerdo a un querido pastor del norte a rgentino, el pasto r Jorge Ledesma. Hace unos pocos años a trás era sólo un laico consagrado, que deseaba hacer la vo luntad de Dios en su v ida . Trabajaba secularm ente para un canal de te lev is ión y co laboraba en su iglesia atendiendo una célu la. Él asistió a nuestra cruzada en la ciudad de Resistencia, en la provincia de Chaco, y fue im pactado por el poder de Dios. La unción del Espíritu Santo se derram ó en su vida y fue llam ado al m in isterio . Hoy tiene la iglesia más grande de la ciudad con aproxim adam ente tres m il células. Cree y practica la com unión con el

Espíritu Santo y está ganando ese te rr ito rio para Cristo. ¡Gloria a Dios!

Otro precioso herm ano, el doctor David Remedios, hijo de cubanos y nacido en Estados Unidos, asistió a una cruzada que rea lizam os en Orlando. Estados Unidos, para unas sie te m il personas. Yo nunca lo había v is to en mi v ida . En un m om ento de la reunión la presencia del Espíritu Santo llenó aquel lugar. Podíamos palpar la g loria del Señor y un espíritu de quebran tam ien to y búsqueda espiritua l em bargaba los corazones. Bajé de la p la ta form a y comencé a cam inar por los pasillos para o rar por las personas. De repente lo v i, estaba bajo el poder de Dios. Le dije: «¿Quién eres?» Él me respondió: «Soy un ciru jano». Yo le d ije en el Espíritu: «Ahora Dios te d ice que adem ás de c iru jano, eres un pastor». Y cayó tocado por el Señor. Al presente este querido herm ano y am igo, considerado uno de los m ejores c iru janos en su nación, pastorea una iglesia y lleva adelante un m in is te rio de poder. ¡El Espíritu Santo es el que transform a las v idas!

Así m iles de pastores y laicos han sido renovados, sanados y restaurados, por la obra del Espíritu Santo. Sus v idas y m in is terios fueron cam biados. Por eso he querido para esta nueva edición añadir este capítulo. Para decirle que la verdad de Dios no ha cam biado: Dios honra y bendice a los que lo buscan con un corazón sincero.

Esta fue m i experiencia. Todo lo que tengo tiene una sola razón: Tuve ham bre del Espíritu Santo. No m e contenté con lo de ayer. Busqué a Dios en m is desiertos. Busqué o rar con los hom bres de Dios que cam inaban bajo la unción. ¡Golpeé las puertas de los cielos! Quise conocer a la persona del Espíritu Santo. Y. ¿sabe una cosa? Todavía tengo el m ism o ham bre, apenas he capturado un vaso de agua del gran océano de Dios.

Es necesario m overnos en este sentido, p rovocar la m anifestación de Dios en nuestra v ida. Muchos creyentes están propensos a ve r a Dios en su m anifestación g lobal, m oviéndose en la generalidad, pero no en la in tim idad de su com unión con Él o en su necesidad específica.

¿Cómo puede log ra r que este Dios que hizo los cielos de los cielos, se m an ifieste a su v ida , a su casa, y aún a lo pro fundo de su alma? ¿Cómo «provoca» a Dios para que Él se m anifieste?

Este es el tem a central de este lib ro y creo que debe ser la inquie tud fundam enta l de todo hom bre en la tie rra .

PROVOCAMOS A DIOS CUANDO LO BUSCAMOS

Dice la escritura: «Buscad a Jehová m ien tras puede se r hallado, llam ad le en tanto que está cercano» (Isaías 55.6). ¡Buscar! Nada provoca más a Dios que un corazón que lo busca. El problem a es que no ros gusta buscar.

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Recuerdo hace un par de años a trás un pequeño incidente fa m ilia r que m e hizo re flex ionar sobre este asunto. Estaba en m i casa preparándom e para v ia ja r a o tro país a rea liza r una cruzada. Mi avión salía en pocas horas y ya teníam os que sa lir rum bo al aeropuerto. Estaba te rm inando de em pacar m is va lijas cuando noté que no tenía m i pasaporte. Y comencé a buscarlo... En mi escrito rio , y no estaba... En mi m aletín , y no estaba... Entre m is papeles, ¡y no estaba!... Para ese m om ento m i corazón ya latía m uy fuerte . La hora iba pasando y perdería el avión. Todos com enzaron a buscar por todos lados abriendo cajones, m irando debajo de las camas... F ina lm ente B e tty m e preguntó: «¿Te fijas te bien en tu m aletín?» «Sí. ya busqué a llí» , le contesté . Ella m e d ijo : «Déjam e ve r a mí». Seguram ente has notado que las m ujeres tienen un raro don para encontrar las cosas. Ellas tienen esa paciencia para buscar, para ver con ca lm a, que no siem pre nos caracteriza a los varones. Y así fue. Abrió m i m aletín, lo rev isó con cuidado, ¿y qué crees? Allí estaba mi pasaporte.

A lgo m e quedó en claro, no me agrada buscar, pero cuando uno encuentra lo que busca ¡va lió la pena el esfuerzo y la dedicación! Cuanto más cuando se tra ta de buscar el rostro de Dios. Por m om entos no querem os hum illa rnos para orar, no querem os pagar el precio de esperar sobre nuestras rodillas, pero cuando lo hacemos, ¡cuánta g loria nos es revelada! Conocemos a Dios ni más ni menos. Entablamos una relación personal con el Espíritu Santo.

Es cuando nos sentim os insufic ientes para e n fre n ta r la prueba, incapaces para crecer en el m in is te rio , que clam am os a Dios con una sed profunda. Como si a lguien derram ase un sa lero en nuestra lengua, así buscamos los ríos de agua v iva . Y cuando usted com prende que esta sed es fundam enta l para expe rim en ta r su p lenitud y su g lo ria , qu iere tene r siem pre ese gusto a sal en su boca. Es como aquella persona que se acostum bró a com er con mucha sal. si no la tiene, ya no le sabe la comida. Así tam bién , si gustó alguna vez su g loria, se hará dependiente de e lla y no se conform ará con menos.

He sentido a m enudo esa sal en m i boca. Recuerdo hace m uchos años, allá a com ienzos de la década del ochenta, que luego que el Señor levantó al evangelista Carlos Annacondia como un canal de av ivam iento en Argentina, una tarde lo fu i a ve r a su casa. Había quedado im presionado por la gracia de Dios en la vida de este siervo. M iles de personas se convertían en una sola noche en sus cruzadas y sucedían grandes m ilagros. Me había im pactado su am or por las a lm as, su auto ridad espiritua l y cómo echaba fuera los dem onios. Era ve r las escritu ras en acción. Iba cada noche para im pregnarm e de esa visión. Tenía sed de rec ib ir ese av ivam iento en mi corazón. Aquella ta rde luego de tocar el tim b re de su casa, le d ije: «Herm ano, quiero o rar con usted. Quiero ese fuego espiritua l que usted tiene».

Por aquel tiem po no tenía fru to en m in is te rio . Era un pasto r sin ovejas. Pero Dios me v is itó . Me m ostró que la re lación con el Espíritu Santo era la clave. Diez años después, con una rea lidad d iferente , con una iglesia creciente y pujante, ¡otra vez se derram ó el salero sobre m i lengua! Y esa insatisfacción, esa búsqueda, produjo en 1992 un m over increíb le en nuestra v ida y en nuestro m in isterio . Encendió un fuego de av ivam iento que se propagó a m illones de personas en todas las naciones y aún continúa

ard iendo.

Cuando nuestro corazón g im e por su presencia, busca, golpea la puerta de los cielos. Cuando hay ham bre, pasión por conocerlo... ¡provocam os a Dios y Él se m anifiesta ! Dios no puede res is tir un corazón que lo busca.

PROVOCAMOS A DIOS CUANDO DEJAMOS UN ESPACIO VACÍO

Leemos en el libro de los com ienzos, a llí en Génesis 1.2: «Y la tie rra estaba desordenada y vacía, y las tin ieb las estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas».

Parecería que desde el in icio de la creación se nos m uestra esta verdad: Dios busca un espacio vacío para m anifestarse y llenarlo con su g lo ria . A llí donde está la necesidad, donde reina la confusión y el vacío, es donde el Espíritu Santo quiere actuar y hacer nuevas todas las cosas.

Hace unos días quedé im presionado con el tes tim on io de una m ujer que llegó hasta la iglesia. Tenía apenas unos días de creyente y el Señor había hecho una obra trem enda en su v ida . Poco tiem po atrás esta pobre m ujer, en su desesperación y tris teza , había in ten tado quitarse la v ida cortándose las venas. Días después se enteró que estaba em barazada y acordó con su m arido que aborta rían ese hijo, pues pensaban que no podrían m antenerlo . Fue en ese tiem po que unos herm anos la inv ita ron con su esposo a una célula evangelística de nuestra iglesia donde, sin entender dem asiado, aceptaron al Señor y rec ib ie ron oración por su fam ilia . Oraron para que el Señor cubriese con su sangre a ese m atrim on io y a sus hijos. ¡Pero ella no sabía que esa oración tam b ién estaba alcanzando al h ijo que llevaba en su v ien tre ! A los pocos días el je fe de su m arido le prestó el d inero para hacerse el aborto y e lla se d irig ió a v e r a un m édico dispuesta a rea lizarlo . Pero cuando llegó al lugar no encontraba la d irección exacta . Se cruzó a la vereda de en fren te para m ira r las casas desde otra perspectiva y cuando estaba en eso una voz le v ino a su corazón: «La célu la». Y e lla entendió lo que estaba pasando. V o lv ió a su casa y le contó a su esposo la experiencia. El Espíritu Santo estaba tra tando con ellos. D ecid ieron ir a un re tiro de la ig lesia donde Dios se m an ifestó a sus v idas con poder rom piendo las cadenas y a firm ándo los en la ve rdadera fe. Fue a llí donde le p id ió perdón a Dios por sus pecados y aún le p id ió perdón a ese pequeño bebé que estaba dentro de ella. ¡Porque a llí donde hay desorden y vacío es donde Dios se quiere m anifestar!

El p rim er m ilagro de Jesús fue realizado en una boda, en Caná de Galilea. Dice la Biblia: «Y fa ltando el vino, la m adre de Jesús le d ijo : No tienen vino» (Juan 2.3). A llí estaba la necesidad. A llí el espacio vacío para que Dios intervenga. Y ante el pedido de su m adre. Jesús transfo rm ó dos tina jas de agua en el m e jor vino. T inajas que antes estaban vacías. ¿Puede com prenderlo? Jesús es atraído por la necesidad y

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su Santo Espíritu está pronto a llena r con su presencia al corazón que lo busca.

Un corazón quebrantado, hum illado , es un espacio vacío para la obra del Espíritu Santo. Un corazónque gime por su auxilio enternece a Dios y lo mueve a actuar poderosam ente.

Dios m ira de lejos al a ltivo . Al que se siente satisfecho con lo poco alcanzado, no le puede m ostra r su g loria . Él necesita un espacio vacío, a lguien que diga: ¡Señor, te necesito, tengo ham bre y sed de ti! Yel Espíritu Santo se m overá como en el Génesis para crea r algo nuevo en tu vida.

PROVOCAMOS A DIOS CUAND LE ADORAMOS

Un corazón adorador «provoca» a Dios a m anifestarse. Él no puede res is tirse cuando un h ijo le adora con frescura y sinceridad.

La adoración es mucho más que cantar. Dice Isaías 42.10: «Cantad a Jehová un nuevo cántico, su alabanza desde e l fin de la tie rra...» . Estamos hablando de e levar un cántico nuevo, un cántico espontáneo que surge como consecuencia de un renovado am or por el Señor.

Cuando el Espíritu Santo llena una vida, cuando entablam os una relación profunda e íntima con ÉL descubrim os la verdadera alabanza. Muchos hoy están a labando a Dios con un «cántico v ie jo». Su alabanza se ha vue lto ru tinaria , no adoran con frescura y emoción. ¡Necesitan un cántico nuevo!

La adoración es entrega, la adoración es sacrific io de amor. Es un estado del corazón. Es el alma que se rinde a Dios en g ra titud , en un sincero p rim er am or que nunca se apaga ni m engua. Es la respuesta natura l de nuestro corazón cuando vem os que el Señor sigue haciendo m ilagros y m aravillas en nuestra v ida . ¡Dios no puede resistirse a un ve rdadero adorador!

Jesús dijo: «Mas la hora viene, y ahora es. cuando los verdaderos adoradores, adorarán a l Padre en espíritu y en verdad ; porque tam bién el Padre ta les adoradores busca que le adoren» (Juan 4.23).

Esta es la hora del Espíritu Santo. Es el tiem po de levantarnos para buscar su com unión y adorar al Padre con sinceridad y amor.

¿Quiere que Dios se m an ifieste en su vida? Entonces debe p rovocar esa m anifestac ión a través de su búsqueda, de su oración. Creando un espacio en su corazón donde Él pueda g lorificarse. Y s iendo un ve rdadero adorador.

Desde que este lib ro fue publicado he recib ido por muchos m edios, innum erables testim on ios de vidas que han sido transform adas al lee r estas páginas. Cuando rea lizo una cruzada en cua lqu ier parte del m undo, casi s iem pre se acerca algún herm ano a conta rm e cuánto le im pactó este libro. Este hum ilde tes tim on io ha insp irado a muchos siervos de Dios a en tab la r una nueva relación con el Espíritu Santo y

ha sido usado por Dios com o «una llave» para un nuevo tiem po en la vida devocional y m in is te ria l. Es mi deseo que lo m ism o suceda con usted. Que entre a una nueva d im ensión g loriosa en com unión y am istad con el Espíritu Santo.

¡Este es el tiem po!

CLAUDIO FREIDZONBuenos Aires. 20 de octubre de 2004.

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C a p ítu lo 2

EN LA ESCUELA DEL DESIERTO

El estadio del Club A tlé tico Vélez Sarfield es una im ponente masa de cem ento que se ye rgue en un p intoresco barrio de Buenos A ires llam ado Liniers. Es una zona populosa de gran m ovim iento com ercia l y de transportes que entran y salen de la Capital Federal hacia localidades del conurbano. Este estadio fue refaccionado y am pliado con m otivo del cam peonato m undial de fú tbol de 1978 para a lbergar cóm odam ente las actuales sesenta y cinco localidades. Nunca im aginé que aquel lugar representaría un h ito h is tó rico dentro del plan de Dios para m i v ida . La ta rde del 9 de abril de 1993 se vería desbordado en su capacidad por más de sesenta y cinco m il personas convocadas por el Espíritu Santo para ce lebrar una fiesta esp iritua l sin precedentes.

Era un v ie rnes de Semana Santa. Tuvim os que trab a ja r mucho para llegar hasta ese m om ento, y recuerdo en particu la r a lgunas d ificu ltades que debim os superar. A sólo una semana de la fecha en que debía com enzar la Cruzada, ya con toda la public idad realizada, las autoridades del c lub Vélez Sarsfield nos m odificaron la fecha para el día s igu iente. Un cam bio de ú ltim o m om ento en la asociación del Fútbol Argentino había dispuesto que se jugaran los partidos de fútbol el m ism o día que nosotros teníam os la Cruzada.

En mi corazón había una lucha in te rio r. ¡Sólo una semana para avisar a todo un país la nueva fecha! In ic ia lm ente no habíamos considerado oportuno hacer la Cruzada un v ie rnes santo, porque norm a lm ente las ig lesias organizan sus propias activ idades especiales, pero ya no teníam os a lterna tiva , excepto de cance larlo todo. Era un paso de fe. pero el Espíritu Santo me anim ó para seguir adelante.

Por fin llegó el día. A pesar de estar en pleno otoño, el c lim a era inm ejorable . Dios nos había regalado un día prim averal.

A las 14.30 horas, llam é a uno de m is co laboradores y le pregunté: «¿Cómo está todo, cuánta gente hay?» Él me dijo: «Estupendo, v ienen m ultitudes». Decía eso porque lo m iraba con fe. Cuando preguntaba a otros, recibía o tro in form e bastante desalentador. Pero los va lientes m iran con los ojos de la fe y proclam an que es una realidad aquello que Dios ya les habló al corazón: «Creí, por lo cual hablé» (2 C orintios 4.13). ¡Y las m u ltitudes venían! De todo el país llegaban autobuses con pastores y congregaciones enteras. Habían cancelado sus activ idades para unirse a nosotros en una celebración

inolvidable.

La g loria de Dios llenó aquel lugar, y fueron trem endas las cosas que hizo el Señor: m ilagros, sanidades, m anifestaciones del Espíritu Santo. Fue una fiesta herm osa, seis horas intensas bajo la G loria de Dios. En aquel día de otoño, con una tem pera tura prim avera l, fu im os conm ovidos por Dios en un m aravilloso clim a de unidad.

Cuando yo era niño soñaba con ser jugador de fú tbol profesional. Muchos consideraban que tenía «pasta» para ser jugador, y yo me animaba con el sueño de tr iu n fa r en el campo deportivo.

Cuantío Dios le da a lgo a a lgún hom bre... m uy pocos nos detenem os a pensa r en su pasado... Suele haber p ro fundas raíces detrás de los árbo les m ás frondosos.

Aquel 9 de abril, y superando ab ism alm ente cua lqu ie r sueño in fan til, m e encontraba cam inando el césped de aquel estad io ante una m u ltitud increíb le de más de sesenta y cinco m il personas que adoraban a Dios de una m anera g loriosa. Estaba «jugando» el partido más m aravilloso como siervo del Señor, ¡con a ltís im a responsabilidad Señor, ¡con altísim a responsabilidad de hacerle unos cuantos goles al d iablo!

Caminaba bajo aquel cie lo rad ian te y observaba a m iles de pastores y obreros del Señor con susmanos en alto bebiendo del Espíritu Santo, y só lo podía decir:

¡Gracias Señor, esta es tu celebración!

Y luego los im pactantes testim on ios de sanidad. Y las tribunas enteras que eran conm ovidas por el Espíritu Santo que llenaba los corazones.

Todos teníam os una conciencia clara de que estábam os a llí para encontrarnos con Él, unidos para ce lebrarlo . Fueron horas enteras de profunda adoración... Créame, nunca im aginé v iv ir aquello ... Era tocar el c ie lo con las manos... sencillam ente ...¡im presionante !

Los p lanes de Dios son sorprendentes. Además de esta reunión en el estadio Vélez Sarafield. el Señor preparó num erosas cruzadas de av ivam iento y m ilagros en d iferen tes partes del mundo.

En El Salvador, con una gran presencia pastora l apoyando el evento, setenta y cinco m il persoraspartic ipa ron de nuestra cruzada en dos tardes ino lv idab les.

En M iam i. en un marco de unidad m aravilloso , doscientos pastores apoyaron una cruzada en el estadio Orange Bowl de la ciudad. En cuatro días de reunión, un to ta l de ochenta m il personas se congregaron para buscar la fresca unción del Espíritu Santo. Jamás o lv idaré aquellos días en M iam i. Nos gozamos al v e r muelas em pastadas, ¡reparadas por el Señor! Un joven drogadicto que había rendido su vida a Jesucristo, con lágrim as en los ojos dijo en la p la ta form a: «Sé que en este lugar está m i m adre, y quiero púb licam ente pedirle perdón por todo el daño que le he causado». Fue conm ovedor ve r a esa m adre y a

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su h ijo abrazados.

Recientem ente cuarenta m il personas, en dos días, co lm aron la Plaza de Toros M onum ental de Madrid. Fue la prim era vez que se leyó la Palabra de Dios en esa famosa plaza de toros.

¡Podría m encionar tantos lugares donde hemos v is to la g loria de Dios! Asunción. Berlín. S tu ttga rt y Ludenscheid (A lem ania). Budapest. V iena. M ontevideo. San Francisco. Los Ángeles. Dallas. Nueva York. Toronto . casi todas las provinc ias de Argentina. En sólo tres años, ¡más de ochocientas c incuenta m il personas han partic ipado en nuestras cruzadas! Dios nunca deja de asom brarnos.

Sin em bargo, en m i m in is te rio no todos los m om entos han sido gloriosos. Cuando Dios le da a lgo a algún hom bre y vemos que lo levanta y lo honra, m uy pocos nos detenem os a pensar en su pasado, en el precio que ha debido pagar para estar allí. Suele haber profundas raíces detrás de los árboles más frondosos.

Yo quiero hab larle de m is rafees, de m is fracasos, de todo lo que debí recorrer y aprender en la herm osa escuela del Espíritu Santo. Le antic ipo que luego de leer este capítu lo usted no será la m isma persona. Se postrará sobre su rostro y a labará a Dios por lo que está v iv iendo.

Créalo, porque es un m ensaje de Dios para su v ida.

«SEÑOR, SI REALMENTE EXISTES...»Poco a poco fui cediendo al Espíritu Santo

Dirigí estas palabras a Dios una tarde ino lv idab le en un lugar so lita rio de las afueras de la ciudad. Fue la oración que cam bió mi vida. Pero com enzaré m i h istoria un poco antes.

Cuando só lo tenía nueve años, en tré en una iglesia evangélica . Nunca lo o lvidaré. Un pastor se acercó a mí y me dijo: «Tú vas a ser pastor com o yo».

Un frío helado recorrió mi espalda. Lo m iré a te rrorizado y pensé: «¡Jamás!» Yo quería ser jugador de fú tbo l, y si tenía que ser otra cosa en la v ida, el pastorado sin duda iba a estar en lo ú ltim o de mi lista. Con m is nueve años no entendía de d iferencias teo lógicas. Para mí era una m ism a cosa. Salí traum atizado de aquella ig lesia.

Un día m i m adre se conv irtió a Jesucristo. Yo era m uy joven. Ella había estado destru ida, sum ida en depresión por la m uerte de su m adre. Aquel día, sin em bargo, la v i llegar rad ian te de la iglesia. Me dijo: «Claudio. C risto me salvó. Ahora soy cris tiana, tienes que ven ir conm igo a la ig lesia».

Im agine mi respuesta: «¡Ni loco me vas a ob liga r!» Pero e lla no protestó. Se lim itó a doblar sus rod illas y c lam ar por mi salvación. F inalm ente, y con algunas reservas, accedí a la inv itac ión . Resoplando por lo bajo, ingresé un dom ingo a aquella pequeña ig lesia. Me senté lo más atrás que pude, d ispuesto a sa lir

corriendo jus to antes que te rm inara todo, o antes si fuese posible. Ni b ien pisé el umbral, aproxim adam ente sesenta personas (casi toda la congregación) se d ieron vue lta para observarm e.

En aquellos años las ig lesias eran m uy pequeñas y d ifíc ilm en te superaban los cincuenta m iem bros. El c rec im ien to era m uy lento, y la llegada de una persona nueva era todo un acontecim iento. Todos los o jos se centraban sobre mí. Inm edia tam ente, se fueron acercando a saludarm e, dem ostrándom e gran a fecto. « ¡H ipócritas!» , pensé, «quieren atraparm e».

En verdad, tenía un corazón m uy duro. Aún así seguí asistiendo. Los jóvenes de la ig lesia procuraban in teg ra rm e y m e inv itaban después del cu lto a jug a r ping pong con e llos. Yo les decía: «No gracias, el m undo m e espera» Pero mí la v ida se resumía en pocas activ idades: estud ia r y traba ja r, sa lir el fin de semana con m is am igos a d ive rtirnos y hab la r toda clase de incoherencias, ir tal vez los dom ingos a un estadio de fú tbo l, y luego deprim irm e porque comenzaba otra semana de activ idades. ¡Eso s í que era m undo!

Mi m adre derram ó muchas lágrim as en oración por mi salvación. ¡Cuán ve rdadera es la prom esa del Salmo 126.5!

«Los que sem braron con lágrim as, con regocijo segarán».

Poco a poco fu i cediendo al Espíritu Santo. Había algo que sí me atraía en la ig lesia. Era el gozo que percibía en los rostros de los hermanos, esa m irada de paz que tenían. No lo encontraba en otras personas, tam bién m i escepticism o in ic ia l iba cediendo, pues com probaba que el am or que los unía era sincero.

En una ta rde m i v ida fue cambiada radica lm ente.

Había ido a trab a ja r norm a lm ente a la ofic ina donde m e desempeñaba como em pleado adm in istra tivo . Ingresé en aquella em presa b ien abajo. Todos m e m andaban de aquí para allá, a hacer todo tip o de trám ites . Luego me ascendieron, me d ieron mi escrito rio y la s ituación laboral m ejoró sustancial mente. Pero aquel día. al en tra r a trab a ja r tuve la m ala notic ia que el m uchacho que hacía los trám ites por la ciudad había fa ltado, ¡y que yo debía reem plazarlo !

Salí a la ca lle bajo la lluvia, respirando amenazas. Tenía que hacer un cobro en un lugar en las afueras de la ciudad, donde todo comienza a ser cam po abierto.

Estaba enojadísim o, con mi orgullo herido por la s ituación. Cuando llegué a aquel lugar la encargada de pagos m e dijo: «El d inero todavía no está, debes ve n ir dentro de tres horas». ¡Tres horas! Y en medio del campo. Ignoraba que Dios había preparado ese m om ento para tene r un encuentro a solas conm igo.

Al princip io comencé a dar vue ltas sin rum bo fijo. Todavía tenía ánim o para que jarm e y lam entarm e. Luego, y poco a poco, el Espíritu Santo m e llevó a m ira r hacia el cie lo y hacer una oración.

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Algo necesitaba cam biar en m i v ida y yo lo sabía. Dije sinceram ente: «Señor, si rea lm ente existes, si es que todo lo que he escuchado y leído en tu Palabra es verdad, entra a mi corazón, yo quiero cam biar, qu iero tene r una vida nueva...» Y añadí inm ed ia tam ente : «Pero no quiero ser só lo un re lig ioso».

En mi paso por la ig lesia había notado esta clase de gente, y yo no quería saber nada de eso. Yo le d ije: «Si me das la oportun idad de conocerte, es para servirte. Si no. pre fie ro ser mundano.

En ese m om ento la g loria de Dios v ino sobre mí. Sentí un v ien to que me golpeaba el rostro y el Señor Jesucristo que venía a mi corazón como Señor y Salvador.

Reía y saltaba por la calle, m iraba los árboles y exclam aba: ¡Qué hermosos! Le daba gracias a Dios por la natura leza, por todo. Sentía la vida de Dios en mí. Estaba fe liz, experim entando verdadera paz.

Habían pasado las tres horas, y fu i a hacer mi cobro com ple tam ente transform ado. Al subir al transpo rte que m e tra ía de regreso a la ofic ina saludé con un afecto poco usual al chofer: «¡Muy buenas tardes señor chofe r!» Él me m iró extrañado. Acostum brado a rec ib ir un tra to que iba de lo ind ife ren te a la agresión, me m iró pensando que estaba loco. Yo estaba en la g loria, quería de alguna m anera m an ifestarle a o tro lo que estaba viv iendo.

Aquel día había sa lido de la oficina destru ido, sin ninguna m eta para mi vida. Ahora regresaba con un solo propósito : conocer a Jesús y servirlo . ¡Gloria a Dios! Desde aquel día no m e he so ltado de su mano.

En la próxim a reunión en la ig lesia me encontraba sentado en la prim era fila , levantando m is m anos al cie lo . Nadie podía creerlo. El pastor, acostum brado a verm e en la ú ltim a fila de bancos, ind ife ren te a todo, era el más sorprendido.

Desde el m om ento de mi conversión tom é una decisión de pro fund izar en el río de Dios. Nunca quise quedarm e con la conquista del ayer sino segu ir avanzando en su vo lun tad y tom ar todo lo que Él ha preparado en su m aravilloso plan.

Por supuesto que ello no me iba a ex im ir de a travesar a lgunos desiertos en m i fo rm ación.

EL DESIERTO

En el desierto de la prueba. Dios tra ta con nuestro carácter.

El desierto en la Biblia se re laciona con el tiem po de la preparación. Son m om entos de riquísim as enseñanzas v ivenc ia les que nos preparan en lo ín tim o para lleva r adelante la conquista, el m in isterio, m in is te rio .

D euteronom io 8.2-3 dice: «Y te acordarás de todo el cam ino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto , para a flig irte , para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si

habías de guardar o no sus m andam ientos.

Y te a flig ió , y te h izo tene r ham bre, y te sustentó con maná, com ida que no conocías tú . ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no só lo de pan v iv irá el hom bre, más de todo lo que sale de la boca de Jehová v iv irá el hom bre».

Este es un te x to profundo. Nos enseña im portan tes verdades sobre la Escuela del Espíritu Santo, especia lm ente los «para qué» de las pruebas, el propósito de Dios al llevarnos al desierto.

¿Cómo nos enseña Dios? A través de las circunstancias de la vida. En ellas somos form ados, purificados y forta lec idos en la fe.

Antes de conocer al Señor las c ircunstancias nos derro taban, nos aplastaban sin m isericord ia. No veíam os n ingún propósito c laro detrás de ellas, excepto nuestra destrucción. Ahora la Biblia declara:

«Y sabem os que los que am an a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es. a los que conform e a su propósito son llam ados» (Romanos 8.28).

A veces in te rpre tam os mal este texto , y pensam os que todo me ayudará a bien de acuerdo a «mi p ropósito», pero aquí no nos dice eso. El Señor a firm a que todo saldrá bien de acuerdo «a Su propósito». Pero debem os tene r presentes las palabras de Isaías 55.9 «Como son más a ltos los cielos que la tie rra , así son m is cam inos más a ltos que vuestros cam inos, y m is pensam ientos más que vuestros pensam ientos».

El propósito de Dios para mi v ida se aclara en el versícu lo s igu iente:

«Porque a los que antes conoció. tam bién los p redestinó PARA QUE FUESEN HECHOS CONFORME A LA IMAGEN DE SU HIJO, para que Él sea e l p rim ogén ito en tre m uchos herm anos» (Romanos 8.29).

Dios p rom ete a los que lo amamos que. en toda circunstancia que nos toque v iv ir. Él va a ser g lo rificado, im prim iendo su imagen (su carácter, su santidad) en nosotros y extendiendo su Reino.

Mis planes, m is proyectos pueden fracasar, pero los de Dios jam ás: «El que com enzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1.6).

En el desierto de la prueba. Dios tra ta con nuestro carácter. Son tiem pos de quebran tam iento para que de nuestro in te rio r se libere el precioso perfum e del Espíritu.

D euteronom io 8.2 dice ca tegóricam ente : «Y te acordarás de todo el cam ino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto». Pero hubo m om entos en la v ida en los que me consideraba un fracasado, un desdichado, y tenía mucha lástim a de mí m ismo. Fueron tiem pos tan duros, que hum anam ente e ludiría recordarlos.

Sin em bargo con el co rrer de los años. Dios m e ha hecho v e r el va lo r de aquellos m om entos. Puedo

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recordarlos como herm osas lecciones de Dios para m i v ida , y darle gracias al Señor por ellos. Ahora sé que el fracaso tam bién es parte del éxito.

Cuando me gradué del sem inario tenía el ím petu de todo joven. Yo decía: «Cuando tenga la oportun idad voy a pred icar y A rgentina va a saber quién es el pasto r Freidzon». En aquel tiem po, un m is ionero m e ofreció su apoyo para com prar una prop iedad y abrir una iglesia en un pequeño barrio de herm osas casas y ca lles c ircu lares de la C iudad de Buenos Aires, llam ado Parque Chas.

Cuando llegué al lugar con mi esposa, v im os una plaza con muchos jóvenes y niños, y com enzam os ap lan ifica r una campaña evangelística. Le d ije a Betty:

«En dos o tres meses sacudim os el barrio».

Corría el año 1978 y el país estaba m uy cerrado al evangelio , pero yo creía que lo podía lograr. Oraba a Dios: «Señor, yo no sé cuántos se han graduado en este sem inario , pero yo salgo para conm over este país con el evangelio».

Pusimos s illas en aquella plaza y empezam os a predicar, y m uy pronto m is sueños de éx ito tocaron tie rra .

Ni s iqu iera una persona se acercó para oír. Las s illas perm anecieron vacías día tras día.

Alguien nos sugirió : «¿Por qué no pasan una película?» Nos pareció buena idea, y esta vez logram os cap ta r la a tención de los vecinos. Se acercaron unas ancianitas de a lrededor de noventa años y se sentaron en la prim era fila . A lgunos vecinos más observaban con interés. Esto nos reanim ó. Eran herm osas películas, que al fina liza r m e daban la oportun idad de prender las luces y pred icar a losasistentes. Entusiasm ado, y con mi Biblia en la m ano esperaba el gran m om ento.

La película te rm inó y cuando prendim os las luces... ¡Sorpresa! ¡Todos sa lie ron corriendo, excepto las pobres abuelitas que no tenían capacidad física para escabullirse ! Me sentía rea lm ente frustrado.

Busqué a lte rna tivas. No nos daríam os por vencidos. Después de ana lizar la s ituación , m i esposa y yo consideram os que tal vez yo no había sido lo sufic ientem ente rápido para subir a la p la ta form a una vez te rm inada la película. Entonces ensayam os nuestro plan en casa: m e escondería detrás de un árbol con el m icró fono en la m ano encendido, apenas te rm inase la película m i esposa prendería las luces, y yo saltaría de detrás del árbol a la p la ta form a ¡y les predicaría un m ensaje de poder!

Muchas personas se habían reunido esa noche. Yo estaba en posición con el m icró fono en la mano, y en el m om ento en que se encendieron las luces, pegué un gran sa lto arriba de la p la ta form a y grité : «¡No se vaya!» ¿Sabe qué ocurrió? Todo el m undo se fue corriendo en m i propia cara. Fue realm ente cruel. El Señor estaba tra tando a fondo con mi orgullo.

Después de tres meses, m i congregación estaba com puesta por mi querida suegra, mi suegro, mi esposa y tres abuelitas. Estas ancian itas me tra taban más como a un n ie to que como a un pastor, y me

anim aban con todo su afecto. Hoy están con el Señor.

Luego necesitam os com prar el ed ific io donde funcionaría la ig les ia . Se encontraba casi enfrente de aquella plaza.

Parque Chas es una zona residencia l, y en m edio de aquel barrio había una casa de la cual todos decían: «¿Cuándo va a desaparecer?... ¿Cuándo la van a cam biar o rem odelar?», porque era una casa v ie ja y destru ida. Grande fue la sorpresa de los vecinos cuando pasaron por la puerta y leyeron un cartel que decía: «Iglesia Evangélica». Nuestro presupuesto no había dado para más.

La casa no tenía agua ca lien te en el baño, y por años debim os bañarnos calentando el agua en ollas. Contaba con una sola hab itac ión disponible que durante el día era el salón de la ig les ia . Colocaba las s illas y el pù lp ito , y e fectuaba el culto, a veces predicándole sólo a mi esposa. Durante la noche sacaba las s illas y ponía la cama, la cuna de los chicos, y todo lo que teníam os para v iv ir. Así empezamos.

Nada parecía sa lir b ien en aquellos tiem pos. Tenía una heladera que en vez de enfriar, ¡calentaba!

Mi s ituación económ ica era dep lorab le . T rabajábam os secularm ente para com pensar la s ituación, pero m uy poco d inero ingresaba. Me avergonzaba por no poder darles un sustento digno a Betty y los chicos.

Estaba enojado con todo e l m undo porque consideraba que los dem ás se habían o lv idado de m í y eran los culpables de m i s ituación . No entendía que Dios me quería enseñar a depender sólo de Él.

Pero tal vez lo que más m e dolía era ser un pastor sin ovejas. Durante siete años mi congregación no superaba s iqu iera mi esposa. A veces venían pastores am igos a presenciar el cu lto y me encontraban sólo. Sentía ganas de m orir, de desaparecer. Me consideraba una víc tim a... Cam inaba entre los bancos vacíos y el d iab lo saltaba riendo a mi a lrededor y me susurraba al oído: «No sirves, jam ás vas a progresar, esto siem pre será así». Y lam entab lem ente le creía. Un día pensé: «Esto no es para mí. Voy a renunciar al pastorado. V oy a continuar m is estudios de ingeniería y buscarm e un em pleo». Pero ín tim am ente sabía que ese no era el p lan de Dios.

Fui a ver al superin tendente de mi organización para entregarle m is credenciales. Todavía tenía mucho orgullo , y me sentía frustrado, y prefería no fo rm a r parte de un cuerpo donde o tros progresaban y yo no. Estaba hum illado y herido. En m i corazón, estaba enojado con todo el m undo porque consideraba que los demás se habían o lv idado de mí y eran los cu lpables de mi situación. No entendía que Dios me quería enseñar a depender só lo de Él.

Uegué a la sede centra l de las Asam bleas de Dios y pedí una en trev is ta urgente con el superin tendente. Inm edia tam ente, m e hizo pasar y me senté delante de él en su escrito rio . Me dijo: «Hace rato que no te veo». Era verdad. No iba a reuniones de pastores porque m e sentía m enos y no

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quería que se enterasen de cómo m archaba m i iglesia. Mi cris is interna m e llevaba a a is la rm e, a hu ir de la gente.

(Nunca haga esto en m edio de la prueba). Busque la com unión de la iglesia. No se recluya a decir: ¡Pobrecito de mí! Tal vez note que todos progresan y a usted pareciera irle de mal en peor. Y usted dice: «Cómo es posib le, he entregado m i v ida a C risto, y mi fam ilia , m i m in is terio , m i traba jo , noprogresan». Desde tom arse de Jesucristo y cree r que Él tiene un p lan precioso para su v ida, que serácum plido (aunque todo el in fie rno se oponga.)

Aquel día el superin tendente com enzó a hablar antes que le contase el m otivo de m i v is ita : «Claudio, tengo a lgo que decirte. Dios tiene algo g lorioso para ti. Tú no lo ves. pero Dios te usará grandem ente». Este hom bre no era de andar d ic iendo esta clase de cosas habitual mente. Continuó: «M ira, yo comencé en una casa m uy precaria y no tenía ayuda de nadie. A veces, ni s iquiera tenía para com er y sufría mucho. Pero oram os y Dios nos proveyó cada día y fu im os agradecidos. Sabía que estaba en la vo luntad de Dios. Y cuando pienso en ti, Claudio, sé que vas a ser útil a Dios y que estás en su vo luntad . No sé cuáles serán tus problem as, pero tú sigue ade lante». Luego añadió: «A propósito , ¿qué te tra ía por aquí...?» Guardé mi credencial en el bo ls illo , y le dije:

N ecesitaba la unción para queb ra r los corazones endurecidos , la unción que rom pe las cadenas del d iab lo y hace resp landecer la luz de Cristo.

Guardé mi credencial en el bo ls illo , y le d ije : «Bueno... nada en particu la r, sólo pasaba para com partirun m om ento con usted». Ya no tenía nada que decir.

Cuando llegué a casa, B e tty estaba llorando, le d ije: «Betty, seguim os». La abracé fuertem ente, y vo lv im os a empezar.

Las pruebas son un m edio para un fin g lorioso. De buena gana deberíam os gozarnos en la fe p o r las v icto rias que vendrán.

Todo p lan o propósito que Dios tiene con nuestras v idas, conllevan un proceso espiritua l, tra to de Dios con el hombre. Esos años de derro ta m e llevaron a darme cuenta que todo lo que in ten té rea liza r por m í m ism o fue en vano. Dios me m ostró que m is capacidades, mi preparación teológica, eran insufic ientes. El m undo no necesita teología. El m undo necesita v ida . Desde aquel m om ento, surg ió en m í una sed y ham bre de poder, un deseo de conocer al Espíritu Santo. Necesitaba la unción para quebrar los corazones endurecidos, la unción que rom pe las cadenas del d iab lo y hace resp landecer la luz de Cristo.

Todo tiene un propósito. Las cosas no suceden por casualidad. Dios es e terno , es nuestro Padre, y Él es quien nos prepara para que le seamos agradables y útiles. Las luchas y d ificu ltades son parte de este proceso esp iritua l.

Por e llo dice la epístola de Santiago que debem os tene r por sumo gozo cuando nos hallem os en d iversas pruebas (Santiago 1.2). y tam bién leemos en Isaías 54.1:

«Regocíjate . oh es té ril. la que no daba a luz. levanta canción y da voces de júb ilo , la que nunca estuvo de parto, porque m ás son los h ijos de la desamparada, que los de la casada, ha dicho Jehová».

¡Tenemos un Dios de m ilagros! ¡Gocémonos en Él!

LA DISCIPLINA DEL DESIERTO

A Dios le im porta más lo que somos que lo que hacemos. Nuestra posición como hijos de Dios es eterna, m ientras que el m in is te rio es tem pora l. Él nos hará m adurar como discípulos antes de confiarnos responsabilidades m ayores en el m in is te rio . El crecer a veces duele, pero es necesario que prim ero venga el re ino a nuestro corazón.

En Deuteronom io 8 Dios dice que tra jo a su pueblo al desierto «para a flig irte , para p robarte, para saber lo que había en tu corazón». Así es la discip lina de Dios.

El vocablo d iscip lina norm a lm ente lo re lacionam os con castigo, pero no es lo más acertado. E tim ológicam ente tiene la m ism a raíz que discípulo, y habla esencia lm ente de un proceso de enseñanza. Hebreos 12.5-6 dice: «H ijo mío. no m enosprecies la d iscip lina del Señor, ni desm ayes cuando eres reprendido por Él. porque el Señor al que ama d iscip lina, y azota a todo el que recibe por h ijo».

Los receptores de la carta estaban pasando muchas tribu lac iones y persecuciones, y se sentían ten tados a vo lve rse atrás en el cam ino de Dios. El Señor, a través de esta carta, los exhorta a no darle «m enos-precio», m enos va lo r, a los m om entos de d isc ip lina; y los desp ierta a com prender el p riv ileg io que tenem os de ser h ijos de Dios, d iscip linados y enseñados por Él.

El versícu lo 10 del m ism o pasaje revela el propósito de la d iscip lina: «Para que partic ipem os de su santidad». Y el versícu lo 11 nos habla del « fruto apacib le de jus tic ia» que se m anifiesta luego del amoroso tra to de Dios. El apóstol Pablo conocía b ien esto: «Porque esta leve tr ibu lac ión m om entánea produce en nosotros un cada vez más excelente y e terno peso de g lo ria» (2 Corintios 4.17). «Por lo cual, por am or a Cristo me gozo en las debilidades, en a frentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias, porque cuando soy déb il, entonces soy fuerte» (2 C orin tios 12.10).

Las pruebas nos perm iten alcanzar una nueva reve lac ión acerca de Dios y de nosotros m ism os. Es más. si en nuestra vida no tuv ié ram os d ificu ltades nos estancaríam os en la fe.

EL ARROYO

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Hombres de Dios com o Elias tuv ie ron su tiem po de preparación. En una oportun idad. Dios llevó a Elias a un arroyo, en m edio de una gran sequía, y a llí lo sustentó.

A llí el profeta d isfru tó de agua fresca y de abundante comida que Dios le enviaba a través de los cuervos (1 Reyes 17.1-7). Todo estaba de m aravillas, hasta que súb itam ente el arroyo se secó.

Si el arroyo no se hubiera secado, d ifíc ilm ente Elias se hubiera m ovido de un lugar tan confortable. Pero Dios tenía para él cosas m ayores y le secó el arroyo para que él no se detuviera en aquel lugar.

El arroyo puede ilu s tra r las circunstancias de la vida. Muchas veces Dios nos «seca el arroyo», y nos lleva a orar, ayunar y buscar su rostro , porque las circunstancias que nos rodean se han tornado adversas. Es m uy fác il decir: ¡Gloria a D ios! cuando todo m archa bien. Lo im portan te es m antener la fe cuando estam os hum anam ente desconcertados y preguntam os: «Señor, ¿qué m e quieres enseñar con esto?» Elias tal vez pensó que el arroyo era lo m ejor, pero Dios tenía más para él, y no se lo podía dar hasta que sa lie ra de allí.

Yo recuerdo aquellos tiem pos cuando mi arroyo estaba seco, ¡bien seco! M iraba m i casi inex is ten te congregación y m e deprim ía. Tenía más ganas de tira rm e com o Elias bajo el enebro que anim arm e a crecer en cosas grandes.

Un día v ino a v is ita rm e un hom bre de fe. el herm ano Nicanor, que era parien te de Betty. Me inv itó a sa lir fuera de la ig lesia y m e preguntó: «¿Qué ves Claudio?» Yo le respondí: «Nada». Él me dijo: «Tienes que ve r lo que yo estoy v iendo ... ¡Yo veo m iles de a lm as!» Y yo vo lv í a decirle : «No veo nada». Él me m iró a los ojos e insistió : «Sin em bargo, te d igo que el Señor te las entregó». Pero en aquel m om ento la bendición en lo m in is teria l m e parecía m uy lejana. Estaba v iv iendo una etapa de crecim iento y purificación. No obstante, con mi poquita fe reuní a m is abuelitas y les dije: «Hermanas, serem os m iles en la ig lesia». Me m iraron como diciendo: «El pobre pasto r se vo lv ió loco». Pero no estaba loco.

Si nuestro arroyo se ha secado, c lam em os, busquem os, ¡preparém onos para a lgo grande!

LA PRUEBA NOS PRUEBA

La prueba nos prueba (y esto es más que un juego de palabras). En el desierto se pone de m an ifiesto lo que hay en nuestro corazón. Dice el Señor en D euteronom io 8.2: «Para saber lo que había en tu corazón». Me he preguntado: ¿No sabe Dios lo que hay en nuestro corazón? ¿O acaso necesita de la prueba para enterarse?

C iertam ente somos nosotros los que a través de las pruebas tom am os conciencia por el Espíritu Santo de lo que hay en nuestro corazón. Nosotros necesitam os saberlo, y luego confesarlo delante de Dios.

Es m uy fác il crearnos un concepto de nosotros m ism os que no coincide con la rea lidad. Nuestro corazón es engañoso y Dios lo desenm ascara a través de las pruebas. Creem os que tenem os amor...

hasta que nos ofenden; o creemos que tenem os hum ildad... hasta que nos envían a hacer una tarea hum illante .

Cuando ingresé al sem inario lo hice con el ím petu de todo joven: «Soy uno de los sem inaristas de nuestra ig lesia», pensaba con entusiasm o.

El p rim er día de clases el d irec to r del sem inario anunció: «Bueno, vam os a repartir las tareas». Uno por uno. de acuerdo a la lis ta , iba asignando las tareas. Uegó m i tu rno: «Claudio Freidzon... te toca... (pensé: d ir ig i r lo s co ro s )» . Pero él añadió: « lim p ia r los baños» ¡No lo podía creer!

Las pruebas nos ayudan a conocer lo que rea lm ente hay en nuestro corazón , y as í crecer en santidad.

Muy enojado me fu i a ver al d irector, que además era mi pastor en la ig lesia (con el consigu iente p riv ileg io que yo pensaba tene r en el Sem inario). Le dije: «Ángel, ¿por qué m e pusiste a lim p ia r los baños?» Me contestó : «Porque te conozco y sé que es lo que tienes que aprender». Le dije: «Estoy aprendiendo teología . Biblia, hom ilé tica ... Estoy para otra cosa, no para lim p ia r los baños». Pacientemente vo lv ió a decirm e: «Estas para fo rm arte como un hom bre de Dios, y ya es tiem po de que dejes de ser un niño de tu mamá». Repliqué: «No lo v o y a hacer. Quiero otra tarea que sea mas rápida». La conversación te rm inó cuando mi pasto r me d ijo : «Si tú no lo haces, lo voy a hacer yo».

Me fui desilusionado de la o fic ina. Esperaba algo m ejor de m i pastor. Ahora sé verdaderam ente que me estaba dando lo m ejor. ¡Y cuánto necesitaba!

Al o tro día el pastor se levantó y sa lió con el balde y todos los e lem entos de lim pieza rum bo a los baños. Entró y se encerró para hacer la ta rea que m e correspondía a mí. Yo daba vue ltas y vueltas. Finalm ente entré y v i al pasto r a rrod illado lim p iando dentro del baño. Me enseñó una gran lección de hum ildad. Entonces recordé que yo le había dicho al Señor muchas veces: «Señor, quebrántam e, hum íllam e, quiero ser s iervo». Y Dios lo había tom ado m uy en serio. Me acerqué a mi pastor y le dije: «No lo hagas. Debo hacerlo yo».

Las pruebas nos ayudan a conocer lo que rea lm ente hay en nuestro corazón, y así crecer en santidad.

LA DEPENDENCIA DE DIOS

El pueblo de Israel tuvo ham bre en el desierto al sa lir de Egipto y m urm uraron contra Moisés y contra Aarón. recordando que en Egipto com ían pan hasta saciarse (Éxodo 16.1-3). Y Dios le dio el maná: «Y a la m añana veré is la g loria de Jehová» (Éxodo 16.7).

En Juan capítu lo 6. Jesucristo se da a conocer com o «el verdadero pan del cielo» (w .32 -35). identificando su persona con la figura del maná.

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El desierto es un lugar inhóspito, donde se carece de lo más e lem ental para la subsistencia. «Es a llí donde Dios te hizo tene r ham bre y te sustentó con m aná, com ida que no conocías tú. ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no só lo de pan v iv irá el hom bre, más de todo lo que sale de la boca d e je h o vá » (D euteronom io 8.3).

De esta form a nos lleva a c lam ar delante de Él, para que conozcamos su provis ión sobrenatural y d iaria .

La pregunta es: «En m edio del desierto, ¿cuáles son nuestras prioridades?»

Podría pasar horas con usted contándo le acerca de la fide lidad de Dios en m edio de m is te rrib les desiertos. Cuando lite ra lm en te me fa ltaba para dar de com er a mi fam ilia . Dios en su m isericord ia nos proveía cada día. aunque tam bién a veces me quejaba como el pueblo de Israel. ¡Cuántas veces mi suegro, que tenía alm acén de com estib les, aparecía con provis iones cuando mi alacena estaba vacía! Es m uy c ie rto aquel dicho que a firm a que Dios paga el día del venc im ien to . ¡Quiere que crezcam os en la fe !

Sin em bargo, qu iero hablar de una lección aún más profunda de D euteronom io 8.3. Es la d isyuntiva que se nos presenta en tre lo m ateria l («el p a n » )y lo espiritua l («lo que sale de la boca de jeh ová » ).

La pregunta es: «En m edio del desierto , ¿cuáles son nuestras prioridades?» Si nos afanam os por reso lve r nuestros problem as y correm os de aquí para allá, antes de buscar el rostro de Dios, estarem os poniendo el carro delante del caballo.

El desierto es una hermosa oportun idad de encontrarnos con Dios y rec ib ir su palabra. Es Diosllam ándonos la atención sobre Sí m ismo: «Pero he aquí que yo la a traeré y la llevaré al desierto , yhab laré a su corazón» (Oseas 2.14). Dios nos hace tene r ham bre para saciarnos con su Espíritu Santo, y co lm arnos luego de favores y m isericordias.

¿Está en pruebas? Ayune, ore. g im a delante de Dios.

¡Busque el ve rdadero pan que descendió del c ie lo ! Esta es su principal necesidad.

Cuando el Señor se apartó para ayunar y o rar en el desierto (Mateo 4.1-11). el diablo fue a tentarlo .Quiso en un m om ento de necesidad desviar su a tención de las cosas de arriba hacia las te rrena les (desafiándolo a conve rtir las p iedras en pan). Jesús lo reprend ió c itando precisam ente nuestro texto : «Él respondió y d ijo: Escrito está. No solo de pan v iv irá el hom bre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4.4). El diablo en su desierto le presentará c ientos de soluciones y a lte rna tivas, menos una: que busque a rd ien tem ente el rostro de Dios.

En una oportunidad el presbítero de mi zona quiso tenderm e una mano en aquellos años tan d ifíc iles de mi m in isterio . Tom ó la lista de las iglesias que supervisaba en su d is trito y preguntó: «¿Cuál es la ig lesia más necesitada? ¿Cuál es el obrero que anda peor?» La respuesta no ta rdó: «Claudio Freidzon».

Apareció una tarde golpeando la puerta de mi ig lesia acom pañado de un reconocido evangelista. «Hemos venido para ayudarte , me dijo. Este herm ano está d ispuesto a hacer una gran campaña evangelística contigo». Esto era para m í un sueño. Aquel evangelista , un hom bre fogoso que inspiraba gran confianza, m e m iró y m e dijo: «¿Cuántos quiere?» Yo no entendía: «Perdón, ¿cuántos quiero de qué?» Inm edia tam ente me contestó : «¿Cuántas alm as quiere para su iglesia? Por m enos de m il no lo hacemos». ¡Oh! yo estaba adm irado. ¡Por fin iban a cam biar las cosas! Fuimos a ve r la plaza que estaba casi en fren te de la ig lesia y el lugar le pareció bien. Antes de despedirse me dijo: «Quédese tranqu ilo . En cua lqu ier m om ento vengo con mi equipo evangelístico y le llenam os la ig lesia». Estaba eufórico ante a lgo tan grande que estaba por m anifestarse. Corrí a darle las buenas notic ias a Betty.

Pasó una semana y el herm ano no se com unicó conm igo. «Bueno, llam ará pronto», pensé. Pasaron va rias semanas más. dos meses, tres meses... Ya no soporté más y fui a ve rlo a su casa.

Cuando llegué toqué el tim b re y sa lió al encuentro. Lo saludé sonriente: « ¡Hola! ¿Se acuerda de mí?» Él m e m iró y me dijo: «Realm ente no». Me quedé frío. «Pero debe recordar... v ino a verm e a Parque Chas... ¿Recuerda?... Las m il personas... La p laza...» F inalm ente d ijo «Ah, sí... perdónem e, es como si a lguien hubiera borrado su nom bre de mi m em oria» . Repliqué: «Bueno, no se preocupe, dígame: ¿Cuándo hacemos la cruzada?» Su respuesta m e golpeó: «Discúlpem e pero tengo toda mi agenda ocupada, tal vez en o tro m om ento, y ahora dispénsem e, tengo otras personas que m e esperan...» Y me cerró la puerta en la cara.

Poco a poco en m i desierto. Dios me iba enseñando que la única fuente es Él, y que no debía poner mi esperanza en los hombres. La solución vendría del cielo.

Comencé a buscar el rostro de Dios, a saciarm e de Él.

Necesitaba conocer al Espíritu Santo, necesitaba su unción. ¡Era m i ve rdadera necesidad! Y cuando lo busqué, ¡cam bió m i lam ento en danza! T ransform ó abso lu tam ente mi v ida y m in is te rio , llevándom e por cam inos nunca im aginados.

Luego de siete años de desierto , guiado por una v is ión de Dios, me llevó a fundar una próspera iglesia que hoy supera los cuatro m il m iem bros, y m e concedió el p riv ileg io de lleva r adelante un m in is terio m undial de avivam iento . ¡Gloria a D ios! He v iv ido , y s igo v iv iendo , experiencias g loriosas y sobrenatura les con mi Señor.

Le doy gracias a Dios por m is desiertos. He aprendido a través de ellos a va lo ra r lo que hoy tengo. Aprendí a conocer a C laudio Freidzon en su débil hum anidad durante aquellos largos años de desierto. Choqué con su orgullo , con su tim idez, con sus lim itaciones. Poco a poco lo he hecho m orir, y cada día quiero ve rlo en la cruz.

No tengo sombra de duda que toda v irtu d y capacidad que los demás vean en m í es obra exclusiva del

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Espíritu Santo, fru to de mi comunión con Él. Sé que todo lo que tengo es por su gracia , y que sólo Él es digno de toda la gloria.

Hace unos años realicé una h is tórica cruzada en H ialeah. Florida (Estados Unidos), con la unidad y el apoyo de cien pastores hispanos. (Esta cruzada fue el « tram po lín» para que el al año sigu iente estuviésem os en el estad io Orange Bowl de M iam i.) Nunca los evangélicos habían celebrado un encuentro de esta m agnitud en H ialeah. con más de d iez m il personas cada noche. Tuve el honor de rec ib ir de m anos del a lcalde las llaves de la ciudad. Me encontraba m uy fe liz al reg resar a mi ig lesia y me disponía a con ta r la bendición a m is queridos herm anos. Les iba a decir: «M iren lo que he recibido». En aquel m om ento el Espíritu Santo me habló y m e dijo c laram ente: «No te lo d ieron a ti. Esas llaves me las d ieron a mí». Es verdad. ¡Sólo Dios es digno de rec ib ir toda la g loria!

Mis desiertos fo rm an parte de m is raíces, de m i cam inar con Cristo. Nunca podría renegar de ellos. Porque los cam iné, herm ano mío. puedo com prenderlo y an im arlo con todo m i corazón. ¡Siga adelante! Dios tiene un plan m aravilloso para su v ida y a su tiem po lo conocerá. Su presente es m uy va lioso para Dios. Él lo está preparando, equipando, para usarlo poderosam ente.

Sólo recuerde una cosa, la más im portante . Búsquelo a Él. Es decir, com o la Palabra v iv ien te , practique la com unión con su Espíritu Santo. Tal vez no pueda ade lantar los tiem pos en el plan de Dios, pero c ie rtam ente puede dem orarlos si no tiene ham bre del Espíritu Santo.

Llegará pronto el día cuando observe la obra del Espíritu Santo en su v ida , cuando opere g loriosam ente a través de usted, y tam bién podrá exclam ar con todo su corazón: ¡im presionante!

Si lo desea acom páñem e en estas palabras de oración:

Padre eterno, te doy inm ensas gracias p o r haberm e hecho tu hijo, p o r d isc ip linarm e y transform arm e p o r el Espíritu Santo de día en día. Anhelo se r como Jesús. M oldéam e y cum ple tu p ropós ito eterno en m i vida. G racias p o r m is desiertos, p o r m is pruebas. Me gozo en lo que tú harás a través de ellos. Purifícame para se r un ins trum ento poderoso en tus manos. Espíritu Santo, tengo ham bre de ti. Sacia de bien m i boca. Lo p ido en el nom bre de Jesús. Amén.

C a p ítu lo 3

¡¡SIGA ADELANTE!!

H ay una h istoria que pocos conocen detrás de todo hom bre que el Señor levanta. Un pasado, una escuela de form ación... y tam b ién , m uy especia lm ente, una fam ilia .

El éx ito m in is te ria l es ve rdadero cuando tiene una fam ilia que lo respalda. No podem os ed ificar la obra de Dios sobre las ruinas de nuestro propio hogar. De nada nos va le ganar el mundo, si perdemos a aquellos que más amamos.

Necesitam os a travesar nuestro propio «Nazaret». Durante tre in ta años el Señor Jesucristo no se reve ló al mundo, sino que perm aneció en la ciudad de Nazaret como «el h ijo del carp in te ro». Hasta donde podem os conocer, no hizo m ilagros púb licam ente en aquellos años. Por esta causa, sus hermanos, luego del bautism o de Jesús y el in ic io del m in is te rio público, fueron los prim eros en asom brarse, y aún en dudar de su hermano.

¿Qué hacía Jesús en Nazaret?; Nos estaba enseñando que el p rim er lugar donde debem os m an ifesta r la santidad, es nuestra propia casa, en nuestra fam ilia . A llí fue el hijo perfecto, el herm ano perfecto, el traba jado r perfecto. «Nazaret» sim boliza lo cotid iano, lo de todos los días.

No podem os e d ifica r la obra de Dios sobre las ru inas de nuestro p rop io hogar...

Muchos anhelan el m in is te rio público sin pasar por Nazaret. pero el Señor nos probará prim ero en la fam ilia , y luego nos dará lo que Él tiene para cada uno. Malaquías 4.5-6 es un te x to clave para estos tiem pos.

Nos habla del propósito d iv ino de restaura r la fam ilia :

«He aquí, yo os envío el p ro fe ta Elias, antes que venga e l día de Jehová. grande y terrib le . Él hará vo lve r el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los h ijos hacia los padres, no sea que yo venga y h ie ra la tie rra con m aldición».

Con estas palabras se c ierra el Antiguo Testam ento.

Nadie puede dudar que nos encontram os en los ú ltim os tiem pos. El Señor nos habla a través del profeta Malaquías d iciéndonos que para este tiem po. Él enviará a la tie rra un m in is te rio del Espíritu com o el de Elias, un m anto de restauración sobre la fam ilia . Norm alm ente enfatizam os el m in is te rio de

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señales que acom pañó a Elias, y no hablam os dem asiado del m in is te rio de reconciliación que llevó adelante.

Elias restauró el cu lto al Dios verdadero. V o lv ió los corazones del pueblo a su Dios. Luchó contra la fria ldad y la apostasía. Efectivam ente, com probam os en nuestros días que el Señor está golpeando a la puerta de los corazones tib ios que dicen: «Yo soy rico(...) y de ninguna cosa tengo necesidad» (Apocalipsis 3.17). El m ensaje a la ig lesia en Laodicea nos deja una clara enseñanza: cuando nos sintam os dem asiado conform es con nosotros m ism os, habrem os caído en la tib ieza espiritua l, y a le jado a Cristo de nuestros corazones. La unción que estaba sobre Elias sigue obrando en la ig lesia por el Espíritu Santo, y nos lleva a la reconciliación con Dios. El Señor está restaurando poderosam ente en estos tiem pos nuestra comunión con Él.

Al lee r la profecía de M alaquías. notam os que Dios hace extensivo su deseo de restauración a todas las fam ilias de la tie rra . Reconciliar a padres con h ijos, y a los hijos con sus padres, a los esposos con sus esposas, y a los herm anos en tre sí.

Estoy seguro de no equivocarm e al a firm ar que las más grandes heridas de un ser hum ano, son las provocadas en el seno de su fam ilia . El Señor nos adv irtió que en los postreros tiem pos los enem igos serían los de la propia casa (M ateo 10.36); y la Palabra menciona hijos desobedientes (2 T im oteo 3.2). personas sin afecto natura l (2 T im oteo 3.3), adú lteros (1 Corintios 6.9), toda clase de am arguras y pecados que hacen c lam ar a la fam ilia por la urgente restauración. Esto tam bién afecta a las fam ilias cristianas.

Luego de una cruzada que rea licé en el ex tran je ro , me escrib ió una herm ana para dar tes tim on ios de lo sucedido durante m i v is ita . Uno de ellos m e dejó im presionado. Se trataba de un hom bre, un cris tiano de muchos años, que había partic ipado de las reuniones. Transcribo las partes sa lientes del re la to de la hermana:

«Recibí una llam ada te lefónica el dom ingo por la m añana de que había estado en la reunióndel sábado por la noche. Cuando v ino , estaba m uy escéptico de todo, pero esa noche fue «derribado» por el Espíritu Santo y pasó un largo tiem po sobre el piso.

Durante esos m om entos el Señor estuvo tra tando con él, convenciéndolo de pecado en su vida. Luego abandonó la reunión, vo lv ió a su hotel y llo ró incontro ladam ente hasta las seis y media de la mañana. Fue entonces que llam ó por te lé fono a la m u jer con la cual había m anten ido relaciones adú lteras por espacio de once años. Cuando él estaba tend ido en la reunión la noche ante rio r. Dios le d ijo que era su ú ltim a oportun idad para enderezar su cam ino, o lo perdería todo.

Me llam ó una semana más tarde. Le había contado toda la verdad a su m ujer y las autoridades de la ig les ia , renunciando a todas sus responsabilidades en ella. Deseaba tom ar un tiem po para

arreg la r las cosas en su propia v ida ... Ayer vo lv ió a com unicarse, p id iéndom e una reunión con él y con su esposa, para ser m in istrados. Ella m e m an ifestó esta m añana cuán agradecida estaba al Señor de que su m arido hubiera as is tido a la cruzada. Cuando él le anunció que deseaba partic ipa r, ella no estuvo de acuerdo. Tenía sospechas de que a lgo andaba mal. Presentía que había otra m ujer; pero luego s in tió la paz de Dios y lo entregó en sus m anos, perm itiéndo le ir. Me reúno con ellos la semana p róxim a...»

Es in teresante que se m encione el m in is te rio de Elias al tra ta r el tema de la reconciliación fam ilia r. Una de las características de este va rón era que medía sus palabras. La v iuda de Sarepta le d ijo: «Ahora conozco que tú eres va rón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca». (1 Reyes 17.24). Elias no hablaba liv ianam ente cua lqu ier necedad, sino la palabra de Jehová.¡Qué im portan te es esto! ¡Cuántas veces el hogar está saturado de palabras ociosas, o h irien tes, y fa lta la palabra de Dios! El Señor nos ha llam ado a bendecir: «te bendeciré (...) y serás bendición» (Génesis 12.2). El sentido más lite ra l de la palabra bendecir es precisam ente «bien decir», decir lo bueno: palabras de a liento, palabras de esperanza.

Recuerdo una ocasión en que in ten té a rreg la r nuestra destru ida casa haciendo unos traba jos de a lbañilería. No tenía la m enor idea del o fic io , pero tam poco tenía d inero para con tra ta r una persona ca lificada. Intentaba p repara r la m ezcla con el cem ento y me salía líquido, sin consistencia, de tal form a que resbalaba por la pared sin adherirse. Ensuciaba afuera y adentro de la casa... Allí, en m edio de mi frustrac ión , venía B e tty con dulzura a o frecerm e a lgo de tom ar, d iciéndom e: «¿Cómo va todo, m i amor?... No im porta , sigue adelante». Jamás se acercó a decirm e. « ¡Inú til, no sabes hacer las cosas!» Por el con tra rio , en tantos años de casado, siem pre me ha dado palabras de bendición.

¡Cuántas veces e l hogar está sa turado de palabras ociosas , o h irien tes , y fa lta la pa labra de D ios!

De nuestros labios deben b ro ta r bendiciones para nuestros hijos. La Biblia nos enseña que los padres deben bendecir a sus hijos. Esta bendición era de gran im portancia en la h istoria de Israel. Hebreos 11.21 dice: «Por la fe Jacob, al m orir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extrem o de su bordón».

Jacob sufrió muchos contra tiem pos en su v ida , pero estaba te rm inándola g loriosam ente. Tenía delante suyo a su amado hijo José, y a sus nietos Efraín y Manasés. ¡Todos andaban en el cam ino de Dios! Y los bendijo : «El Dios en cuya presencia anduvieron m is padres Abraham e Isaac, el Dios que me m antiene desde que yo soy hasta este día. el Ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y seaperpetuado en e llos m i nom bre...» (Génesis 48.15-16).

¡Cómo no iba a adorar a Dios! El Dios de su abuelo Abraham. el Dios de su padre Isaac, el Dios que lohabía acom pañado, el Dios de su h ijo José, ¡era tam bién el Dios de sus nietos Efraín y Manasés!

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¿Cómo espera te rm ina r sus días en la tie rra? Dios nos perm ita hacerlo como Jacob: adorándolo al ver todo nuestro hogar en sus caminos. Aquel día, lo im portan te será el recuerdo que dejem os en nuestros hijos, en nuestra fam ilia , de nuestro paso por este m undo. Deseo que m is h ijos puedan decir: «Papá fue un gran hom bre de Dios. Nos enseñó qué sign ifica ser cris tiano».

¿Cómo espera te rm ina r sus días en la tierra?... A que l día. lo im portan te será el recuerdo que dejem os en nuestros hijos, en nuestra fam ilia, de nuestro paso p o r este mundo.

Dice el Señor en su palabra: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa» (Hechos 16.31). Si en estos m om entos su fam ilia está pasando por d if icu lta d e s , tóm ese de esta promesa de Dios. Reprenda las acusaciones del m aligno, y crea que ve rá la g loria de Dios en su casa. En estos tiem pos fina les. Él nos ha prom etido una unción restauradora para las fam ilias.

BETTY, UNA MUJER DE DIOS

Entre los que m e han bendecido, he reservado un lugar m uy especial para la persona que más amo después del Señor, y sin duda, a la que más le debo. Por supuesto, hablo de Betty. mi dulce esposa.

Dios m e dio una gran m ujer que s iem pre m e a lentó y derram ó oraciones por mí. Nunca le oí decir: «Las cosas están m al. no estás supliendo m is necesidades».

Por el contrario , tuvo la v irtud de esperarm e, y de saber esperar la obra de Dios en nuestras vidas. T iene esa hermosa com binación de dulzura y firm eza , que han hecho de e lla un apoyo real en mi m in is te rio en una form a poderosa. Cuando te rm inan los cu ltos, y le pregunto a B e tty cómo sa lie ron las cosas, m e señala algún defecto o error; y m e ayuda a m antener mi equ ilib rio esp iritua l. El enem igo pre tende « in fla r» nuestra cabeza, llenarnos de orgu llo ; pero el Señor m e dio una esposa, un ins trum ento suyo, para que no tenga de m í un concepto equivocado. Si hubiera ten ido una m ujer depresiva, ahora estaríam os en el fracaso. Debemos dar gracias por la m ujeres de Dios.

Cuando era joven oraba específicam ente para que el Señor m e m ostra ra su vo lun tad en re lación a mi fu tu ra esposa. En un cam pam ento conocí a Betty y me im pactó. La observé m ientras dirigía el coro de jóvenes de su iglesia y quise conocerla. Apenas in tercam bié unas palabras con ella descubrí una joven que amaba al Señor más que yo. que estaba consagrada a su vo luntad .

Betty entregó su vida a Jesucristo cuando era una adolescente. Siempre había escuchado acerca de Cristo en la cruz, pero no com prendía el real s ign ificado de su m uerte , hasta que un tío suyo, un hom bre de Dios, le predicó el evange lio cuando ella tenía trece años. A pesar de su corta edad ya conocía la desesperanza, el tem or y la fa lta de am or. En particu la r, el tem or la agobiaba, y sentía te rro r por las noches. A veces sin com prender porqué, les sobrevenían ataques de h isteria y agresiv idad. Su m adre, buscando solución a los problem as fam ilia res , había recorrido m uchos sitios ocultis tas, y el hogar

era un in fie rno de insu ltos y contiendas, donde el enem igo se paseaba en libertad . Hasta que un día la luz del evangelio resplandeció en aquellos corazones. Betty fue la prim era en rec ib ir al Señor como Salvador de su vida, y luego el resto de la fam ilia tam bién experim entó su am or. Inm ediatam ente com enzó a se rv ir a Dios, evangelizando en zonas de mucha pobreza.

Me cautivó la auto ridad espiritua l que tenía siendo tan joven. El Señor la usaba (y aún la usa grandem ente) en la alabanza y en la adoración. En aquel tiem po era adem ás la p residente de jóvenes de su iglesia, y aquella breve conversación que tuv im os despertó en mí el deseo de segu ir v iéndola. Un día. sin saber exactam ente su dirección (sólo conocía el nom bre de la ca lle), m e lancé en su búsqueda. ¡Y la encontré! Después de mucho preguntar, llegué al a lm acén de don V icto rio . un ita liano celoso, que no estaba m uy dispuesto a en tregar su hija en m anos de cualqu ier m uchachito: «iLa nena non se toca!» Saludé a quien sería m i fu tu ro suegro (un m aravilloso hom bre de Dios), y saqué a re luc ir todos mis tro feos:

«Me llam o C laudio Freidzon. soy estud ian te en el sem inario y p residente de jóvenes en m i iglesia. Deseo hab la r con Betty». « ¡A le luya !» , dijo él. «Betty está en una reunión de oración en nuestra casa, pero si nos quiere acom pañar, puede trae rnos una m editación en la Palabra...» Le respondí «¡No gracias! Le dejo m i núm ero de te lé fono y espero que su h ija m e llam e».

Aquella semana pareció in term inab le . Un día me anunciaron por los parlan tes del sem inario que tenía una llam ada te lefónica. Corrí para atenderla . Era Betty. Eludí la curiosidad de m is com pañeros, y le propuse em pezar a conocernos. Com enzamos una am istad que llegó al noviazgo, y luego al m atrim onio. B e tty se enam oró de m í hace muchos años. Soportó de todo a mi lado, desde no tene r estufa hasta co m p artir su baño con toda la ig les ia , o tene r que vestirse con ropa prestada.

Jamás m e presionó. Su padre había traba jado de sol a sol para darle lo m ejor, siem pre la tuvo como una m uñequita . pero cuando Betty se casó conm igo, yo no tenía nada para ofrecerle. Nos fa lta ron cosas tan esencia les como una ducha en el baño, o un lugar apropiado para lava r la ropa. Pero lo más herm oso de nuestra re lación es que después de tantos años de pruebas y v ic to rias , el am or de Betty sigue tan incondicional como siem pre. Después de los m om entos g loriosos en la cruzada del estadio Vélez Sarsfield. ante sesenta y cinco m il personas, no m e dijo: «Claudio, ahora te quiero más». Me ama de la m ism a m anera que cuando pasábamos necesidades, porque no me ama por lo que tengo sino por lo que soy.

Llevamos al presente ve in tiocho años de casados, y nunca sabré expresar con palabras lo que Betty sign ifica para mí. Tenem os una preciosa re lación. Sabemos d ia logar, trab a ja r y estar juntos.

B etty a veces m e recuerda: «Claudio. d im e que me amas». A sí es tam bién nuestra re lac ión con Dios.Él qu iere oírnos dec ir cada día: «Señor te amo. eres lo m ás im portan te para mí».

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En una oportun idad, fu i como inv itado al program a te lev is ivo cristiano «Club 700». y el conductor me preguntó: «¿Cómo pasamos de la oración regu la r a la com unión ín tim a con el Espíritu Santo?» La respuesta que le di tenía que ve r con el m atrim onio . Podemos estar jun tos como esposos, pero no cu ltiva r la re lación, y nunca decirnos que nos amamos. B e tty a veces me recuerda: «Claudio, d im e que me amas». Así es tam bién nuestra re lación con Dios. Él qu iere oírnos decir cada día: «Señor te amo. eres lo más im portan te para mí».

El Señor quiere vernos enam orados de Él. Y tam bién de nuestras esposas.

El m ayor tesoro que Dios me ha dado es m i fam ilia ; m i esposa y nuestros preciosos hijos: Daniela. Sebastián y Ezequiel.

UNA MIRADA HACIA ADENTRO

A veces com etem os el e rro r de pensar que lo m e jor está fuera de nuestra casa o de nuestra ig les ia , y no le damos sufic iente va lo r a aquellos que de verdad nos aman, a los que nos han cuidado y a lentado, a los que han llorado por nosotros.

Tiem po atrás a lguien de m i congregación se acercó a entregarm e un sobre con una carta. Estoy acostum brado a tene r los bols illos llenos de cartas y pedidos de oración que los herm anos me entregan, e invariab lem ente los leo uno por uno. Esta carta en particu la r la escribía una herm ana que no había querido dar su nom bre, y decía: «Con mucho respeto, luego de seis meses de orar, qu iero darle este pasaje de la B iblia». Se tra taba de 2 Samuel capítulo 19. Rápidam ente busqué el tex to en la Biblia y cuando lo leí la palabra se transfo rm ó en una voz in te rio r, una palabra específica para m i v ida .

A veces com etem os e l e rro r de pensar que lo m e jo r está fuera de nuestra casa o de nuestra iglesia, y no le dam os su fic ien te va lo r a aquellos que de verdad nos aman...

Durante dos años había v ia jado por mi país y por el m undo a un ritm o intenso, a tal punto que en ocasiones sólo estaba en casa los fines de semana. Todo sucedía m uy rápido. Apenas sucedía m uy rápido. Apenas tenía tiem po para m is h ijos y para la ig lesia. Regresaba de m is v ia jes y les contaba acerca de m is cruzadas en Europa, África... Mi corazón y mi m ente estaban puestos en las actividades. Me sentía como de paso en m i propia casa.

Gracias a Dios la ig lesia lo soportó y creció.

M ientras regresaba de una cruzada en África donde había m in is trado con éx ito , sentí en mi corazón que a lgo estaba fa llando, que debía hacer correcciones y encauzar el rumbo.

Entonces recibí esta palabra de Dios.

El re la to bíblico menciona un te rr ib le suceso fa m ilia r que afectó al rey David. Su hijo Absalón se había

rebelado en contra de su auto ridad y había form ado un e jé rc ito con el propósito de destronar a David, y establecerse com o nuevo rey. El e jé rc ito de David, bajo el m ando del general Joab, le presentó bata lla y lo derro tó , m uriendo Absalón en el enfren tam iento. El rey David supo que su h ijo rebelde había m uerto , e hizo duelo por é l. de ta l m anera que sus tropas, que habían triun fado en la bata lla , en tra ron en la ciudad incóm odos por la situación.

2 Samuel 19.2-4 lo re lata en todo su dram atism o: «Y se vo lv ió aquel día la v ic to ria en lu to para todo el pueblo; porque oyó decir el pueblo aquel día que el rey tenía do lor por su hijo. Y en tró el pueblo aquel día en la ciudad escondidam ente. com o suele en tra r a escondidas, el pueblo avergonzado que ha huido de la bata lla . Más el rey. cub ierto el rostro , clam aba en a lta voz: ¡Hijo mío Absalón. Absalón. h ijo mío. h ijo m ío!»

Cuando el general Joab com prendió lo que sucedía, fue a v e r al rey David y lo exhortó duram ente: «Hoy has avergonzado el rostro de todos tus s iervos, que hoy han lib rado tu v ida , y la v ida de tus hijos y de tus h ijas, y la v ida de tus m ujeres, y la v ida de tus concubinas, am ando a los que te aborrecen, y aborreciendo a los que te am an; porque hoy has declarado que nada te im portan tus príncipes y siervos; pues hoy me has hecho ve r c la ra ram ente que si Absalón v iv ie ra , aunque todos nosotros estuviéram os m uertos, entonces estarías contento. Levántate pues, ahora, y ve afuera y habla bondadosam ente a tus siervos; porque ju ro por Jehová que si no sales, no quedará ni un hom bre contigo esta noche; y esto te será peor que todos los m ales que han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora» (2 Samuel 19.5-7).

Al lee r estos versícu los, v in ie ron a m i m em oria, «los m ales de m i juventud», recordé la soledad, todo lo que no tenía... y lo que ahora tengo: obreros preciosos, una fam ilia m aravillosa, h ijos espléndidos... Debemos reconocer que a veces equivocam os nuestra v is ión e in te rpre tam os que lo m e jor lo debemos dar fuera de nuestro m edio co tid iano; y lo peor, dentro. Joab le d ijo al rey David: «Hoy m e has dem ostrado que a los que de verdad te am an los aborreces, y a los que te aborrecen, a esos amas». ¡Cuántos hom bres tienen favores y sonrisas para todos excepto para los de su casa! Fuera del hogar son am ables, escuchan a todos, prestan d inero; pero para su fam ilia hay im paciencia , irrita b ilid ad e ind iferencia. Piensan que afuera está lo im portante , pero cuando tienen una necesidad los que verdaderam ente quedan a su lado son sus hijos, su fam ilia . Cuando reflexionaba en estas cosas pen-sé: ¡Qué necio he sido! Me di cuenta que m i ig les ia , m is obreros, que habían tom ado m i m in is te rio como propio , tam bién necesitaban de mí. Necesitaban que les d ije ra : «Los amo. gracias por lo que han hecho, g racias por cu idar m is espaldas, por cu idar de m is hijos por cu idar de m is hijos cuando he salido. Ustedes son im portantes, lo más m aravilloso que tengo». Porque en el m undo muchos me am an por lo que tengo, pero en mi casa me aman por lo que soy.

La p rio ridad de Dios es la fam ilia. El que es un buen cris tiano en su casa, será buen cris tiano en todo lugar.

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La p rioridad de Dios es la fam ilia . El que es un buen cris tiano en su casa, será un buen cris tiano en todo lugar.

Lo que verdaderam ente somos lo dem ostram os en lo secreto, en lo íntim o. Tenem os la presencia del Señor en nuestra v ida para va lo ra r lo que Él nos ha dado. Dios nos está dem andando que cuidemos nuestra fam ilia , que sepamos reconocer a aquellos que siem pre están a nuestro lado.

En una cruzada que rea lizam os en la ciudad de Salta, al norte de Argentina, sucedió algo ex traord inario en que Dios m an ifestó su aprecio a las esposas de pastores.

Cuando rea lizo m is cruzadas, norm alm ente dedico un m om ento especial de oración a las esposas de los pastores. Ellas rea lizan una tarea notable a favor del reino de Dios, y soportan jun to a sus esposos las presiones de la obra. Me gozo cuando el Señor las renueva con el Espíritu Santo, porque sé cuánto lo necesitan. En ese ins tan te yo estaba m in is trando con Betty y las herm anas recibían mucho del Señor. De pronto , com enzó a sop lar una brisa que obligaba a aquellas m ujeres a sostenerse las fa ldas que el suave v ien to agitaba. ¡Lo m aravilloso es que el lugar estaba com ple tam ente cerrado! Era una pequeña señal del am or de Dios. El Señor estaba m in is trándo les, d iciendo a cada una: «Aunque o tros no te tom en en cuenta, para mí eres va liosa, y te bendigo con m í presencia». Es hora de que hagam os lo m ism o.

C a p ítu lo 4

¡QUIERO ESE FUEGO!

Dios siem pre m e ha puesto al lado de grandes m in is te rios que me han enseñado a tene r comunión con el Espíritu Santo. Han sido hom bres y m ujeres de Dios que con su vida m e insp ira ron y m otivaron para segu ir adelante en m edio de m is desiertos.

Uno de esos hom bres fue el evangelista Carlos Annacondia. Recuerdo cuando lo conocí. Corría el año 1983. Yo era p ro fesor de teología en el sem inario Río de la Plata. Me levantaba todos los días a las seis de la m añana y me iba a enseñar. En una ocasión, m ientras daba la clase noté que la gran m ayoría de los alum nos se estaba durm iendo. Por un m om ento pensé: ¡qué mal debo estar enseñando para que todos se duerm an! Pero fe lizm ente el m otivo era otro. «Lo que pasa es que anoche nos acostam os a las cinco de la m adrugada y nos levantam os m uy tem prano para tom ar las clases», me com entó un alumno. ¡Cómo no iban a estar cansados si sólo habían dorm ido un par de horas! La noche an te rio r habían co laborado en la campaña evangelística que el herm ano Carlos Annacondia rea lizaba en la ciudad de La Plata (a c incuenta k ilóm etros de la ciudad de Buenos Aires). Yo aún no lo conocía. En aquellos tiempos recién comenzaba a rea liza r sus p rim eras campañas. «Es ex traord inario lo que sucede», continuó re la tándom e o tro a lum no: «M iles de personas aceptan a Jesucristo cada noche, y el poder de liberación es tan fue rte que debem os perm anecer hasta a ltas horas ayudando a los endem oniados». Inm edia tam ente m e propuse: «Tengo que ir a v e r a este hom bre que hace que m is a lum nos se duerm an».

Una noche llegué a la c iudad de La Plata para partic ipa r de la campaña. Me asom bré al ve r la m u ltitud que se había reunido. Como a la hora de in ic iado el cu lto veo llega r con mucha prisa al hermano Annacondia. T rabajaba duram ente en su com ercio y a la noche iba a m in is tra r. Ascendió a la p la ta form a con su Biblia en la m ano y tom ó el m icrófono. Apenas com enzó a hablar, sentí la trem enda unción del Espíritu Santo. Term inó de predicar, h izo el llam ado evangelístico. y la gente com enzó a co rrer a través del campo hacia la p la ta form a. Lloraban, p id iendo por Dios. Rogaban por su salvación.

Me im pactó la autoridad espiritua l de aquel hom bre. Cuando oraba por las personas, muchas caían al p iso tocadas por Dios, y era llam ativo observar la gran cantidad de endem oniados que caían dando grandes voces y eran re tirados para que se les m in is trase aparte. Muchos otros testifica ron acerca de las sanidades recibidas. Term inada la reunión me acerqué para sa ludarlo y estrecharle la mano. Me fu i de aquel lugar rea lm ente conm ovido.

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Cuando v ia jo por el m undo, m uchos m e preguntan cóm o surg ió en Argentina este desperta r en 1982. con el evangelista Carlos Annancondia. Fue el dolor, el su frim ien to de nuestra nación, lo que preparó los corazones para el evangelio. La guerra de la Islas M alvinas dejó una herida inm ensa en el pueblo. V iv im os días tensos de gran tris teza al saber que m uchos jovenc itos m orían inocentem ente en aquel helado lugar. Nuestro orgullo d io por tie rra ante la derro ta . En el cam po espiritua l esta s ituación hizo que m uchos corazones se abrie ran al Señor. Precisam ente después de aquella derro ta , v ino una trem enda v ic to ria para el evangelio. Pudimos llenarnos de gozo al contem p lar, en una sola reunión, como cinco m il personas entregaban sus v idas a Jesucristo. Y al día s igu iente ocurría lo m ism o. Eran noches que no quería perder. Iba a donde estaba el evangelista porque m e gozaba al v e r lo que Dios hacía; a pesar de que mi ig lesia seguía vacía.

Un día. en una se esas reuniones g loriosas que se rea lizaban en grandes descampados al a ire libre, me acerqué al herm ano Annacondia y le d ije: «M ire, usted no m e conoce, pero tiene en su vida algo trem endo que yo no tengo, un fuego poderoso. ¿Podría o rar por mí?» Él impuso sus m anos sobre mí y fui bendecido.

El jueves sigu ien te , al m ediodía, fu i a su casa. Llevaba en m i m ano un paquetito con masas dulces para co m p artir con él unos ricos «m ates argentinos», bebida típ ica de nuestro país. Llegué, y llam é a la puerta. Carlos Annacondia salió a rec ib irm e e inm ed ia tam ente le d ije: «Herm ano, vengo a o rar con usted. Quiero ese fuego esp iritua l que usted tiene, quiero aprender». Había dado el p rim er paso hacia la v ic to ria .

«Hermano, vengo a o ra r con usted. Quiero ese fuego esp iritua l que usted tiene, quiero aprender».

A p a rtir de allí, todos los jueves. íbamos a su casa con o tros pastores, un hermoso grupo de am igos, para tene r com unión con él. H iciera frío o ca lor, a llí estábam os. En aquellos encuentros nos daba su tes tim on io , y luego orábam os en su habitación. Recuerdo que poníamos delante el mapa de A rgentina, y pedíam os a Dios un av ivam iento para cada lugar de nuestro país.

Eran m om entos de frescura espiritua l indescrip tib les. Comencé a experim entar una revo luc ión por dentro. Una nueva gracia de Dios estaba llegando a m i v ida .

En m i pequeña iglesia com enzaron los cambios. El Señor se movía en las reuniones. Había fe rvor, celo evangelístico y herm osos testim onios. Poco a poco el salón de la ig lesia se llenaba de gente, y notaba con alegría como el tiem po de la derro ta iba quedando atrás.

Pero Dios quería sorprenderm e con cosas aún mayores.

LA VISIÓN DE UN NUEVO CAMPO

En el año 1985 tuve una vis ión de Dios en m i habitación. Serían las dos o tres de la m adrugada. Estaba dorm ido. Repentinam ente. Dios me despertó y m e m ostró una vis ión en la pared, delante de m is ojos. Vi la im agen de una plaza que pertenecía al barrio de Belgrano (dentro de la m ism a ciudad de Buenos Aires). En la vis ión, la plaza estaba repleta de personas que celebraban una campaña evangelística s im ila r a las que realizaba Carlos Annacondia. Y el Señor m e dijo: «Este es tu nuevo campo de traba jo».

Dios me m ostró que quería m an ifesta r su g loria en aquel s itio , y que deseaba m overnos del lugar donde habíamos trabajado por tantos años.

Cuando lo com enté con m i esposa, ella no lo com prendió inm ediatam ente. Ahora que com enzábam os a m archar bien en Parque Chas, ¿debíamos trasladarnos a o tro barrio? Sin em bargo, estaba seguro de lo que Dios m e había m ostrado. Muchas veces el que recibe la v is ión es un so lita rio . Pocos lo comprenden. En aquella ocasión. Dios m e había hablado so lam ente a mí. y todos los demás opinaban lo contrario . Era una s ituación d ifíc il, y por demás desafiante.

M ientras mi corazón se debatía en estas cosas, c ientos de hom bres y m ujeres que nunca había v is to (pero encontraría luego en aquella plaza) cam inaban perdidos, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Muchos otros cam inaban perdidos, sin esperanza y sin Dios en el mundo. V idas que. como el varón m acedonio de la v is ión de Pablo, clam aban a m i corazón: «Pasa a Belgrano y ayúdanos» (Hechos 16.9-10).

Aunque la oposición era mucha, y el desafío enorm e decid í que no sería rebelde a la v is ión ce lestia l (Hechos 26.19).

PREPARACIÓN PARA LA CONQUISTA

Fui a ve r la plaza que se me había m ostrado. Un carte l señalaba «Plaza Noruega». En aquel lugar se encontraban m uchos drogadictos sentados en el suelo.

Comencé a tom ar m edidas del lugar, y ana liza r de dónde extraería e lectric idad para la campaña evangelística.

Un vecino que me observó acercándose me dijo: «M ire, yo no sé que van a hacer, pero por favor lim p ien la plaza, porque aquí está lo peor. En esta plaza se reúne la peor calaña de Belgrano. La semana pasada m ataron a un hom bre... » Oré al Señor in ternam ente, ¿seguro que es esta la plaza que m e m ostraste» Aquel vecino sigu ió hablando: «Este es te rr ito rio del francés, un hom bre peligroso».

En aquellos m om entos libraba una dura bata lla in terio r. Por un lado tenía la com odidad de m i pequeño rebaño que comenzaba a m ultip lica rse , y por o tro lado el gran desafío de lo desconocido. Había tam bién d ificu ltades para conseguir un evangelista que predicase en aquella plaza. Todos los predicadores que invitaba no podían hacerlo por d ife ren tes m otivos.

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Un día orando al Señor le pregunté: «Señor. ¿Quién va a m in istrar?» Y el Señor m e respondió «TÚ». En un p rim er m om ento me quedé sin palabras, y luego com encé a d iscu tir con el Señor: «Señor, jam ás he predicado al a ire lib re en cruzadas, tú conoces m i tim idez...» En esa etapa de m i v ida era tan tím ido que cerraba las ventanas de m i ig lesia para que los vecinos no se asom aran a m ira r. ¡Y Dios quería que h ic iera la labor del evange lis ta !

En aquellos m om entos lib raba una dura bata lla in terio r. Por un lado tenía la com odidad de m i pequeño rebaño que comenzaba a m ultip licarse , y p o r o tro lado e l gran desafío de lo desconocido.

A través de una reunión de jóvenes (un pequeño grupo de recién convertidos), el Señor m e hizo llegar un mensaje. M ientras oraban, una jovencita comenzó a dar un m ensaje en lenguas, que e lla m isma in terpre tó . Es in teresante que la herm ana nunca había v is to , ni experim entado tal m anifestación. Nadie le había hablado del don de lenguas ni de la in te rp re tac ión , pero el Señor la usó para decirm e: «Díganle al pastor, que yo le voy a dar poder para obra r sanidades, que voy a estar con él. y m uchos se van a salvar». Esta palabra fue de gran a liento en aquellas circunstancias.

Fui a la policía y a las autoridades de la c iudad para so lic ita r los perm isos correspondientes. En la policía m e d ije ron: «¿Ustedes van a estar allí? Entonces están más locos que los d rogadictos...» Sucede que estos jóvenes a las ocho de la noche cortaban la luz de la plaza y en la oscuridad hacían cualqu ier cosa. Ni los vecinos pasaban por a llí en aquellos m om entos.

Decidimos com enzar la campaña evangelística el 7 de febrero de 1986. Ilum inam os la plaza con guirna ldas de luces y arm am os la p la ta form a. A lgunos se acercaban a preguntar: «¿Cuándo empieza el corso?» Como era la época donde se feste ja el carnava l, pensaban que estábam os m ontando un desfile o a lgo parecido.

¡SALVACIÓN Y PODER EN EL BARRIO DE BELGRANO!

Por fin llegó el día. Un herm ano dirigía unas alabanzas, y decía a la m u ltitud que se había reunido: «Y ahora, en unos m om entos más... nuestro pasto r y e l m ensaje de la Palabra de Dios». A lguien v ino a buscarm e. Estaba detrás de un árbol, bastante asustado por la responsabilidad, deseando que d ila tara el m om ento de mi partic ipación. Pero a lgo m aravilloso sucedió cuando pisé la p la ta form a: un poderoso m over del Espíritu Santo v ino sobre mi vida. Empecé a hab lar, a pred icar con unción. Los vecinos se habían deten ido a m ira r porque Dios estaba llam ando la a tención de toda la gente.

Aquel p rim er día una vecina, que vivía enfrente de la plaza, pasó a la p la ta form a cuando hice el

llam ado para rec ib ir a Jesús. Tenía los ojos com ple tam ente desviados; oram os por e lla; cayó al suelo y se levantó com ple tam ente sana. Muchas otras personas fueron sanas de sus pies planos; y algunos pasaron a te s tifica r que Dios les había em pastados sus m uelas que estaban destru idas.

¡Era g lorioso! Era em ocionante ve r cuanta gente respondía al llam ado del Señor y se convertían arrep in tiéndose de sus pecados.

Esa plaza había sido escogida por Dios para que muchos recib iesen una nueva vida m ed ian te el evange lio de poder. Aún en los años sigu ien tes segu iríam os ganando alm as para el Señor en ese m ism o lugar.

En una de aquellas g loriosas noches Juan Carlos Díaz encontró el cam bio que tan to había esperado. Así re la ta su experiencia:

«Nos casam os con Delia cuando teníam os sólo ve in te años. A pesa r de m i juven tud , era un hom bre traba jado r y responsable con m is obligaciones del hogar, pero a poco de casados com enzam os a d iscu tir y p e le a r en nuestro m atrim onio . El m a ltra to era m utuo, y tan grave, que com encé a esconder en m i corazón mucha am argura y resentim ien to hacia ella. A veces no le d irig ía la pa labra duran te días enteros. M i baja estima, m is com plejos, m e hacían un hom bre rencoroso y vio lento . Y con e l tiem po las cosas fueron em peorando. Con vergüenza debo dec ir que llegué a golpearla. Mis h ijos eran pequeños y pensam os que lo m e jo r sería separarnos. Ellos veían esas escenas de g ritos y peleas... Era todo m uy triste.

Los años pasaban y en vez de m ejorar, em peorábam os. C aí en un pozo depresivo que tapaba con una fachada de hom bre fuerte, que se llevaba e l m undo p o r delante . Cuando m e preguntaban com o estaba siem pre decía: «Bien». Pero a so las venían sobre m í la angustia, e l tem or y la soledad. Buscaba en am igos, bailes y m ujeres lle n a r ese vacío. pero esas «diversiones» no cam biaban m i rea lidad. Me fu i tornando v io lento y pendenciero. Infundía tem or aún a m is com pañeros de traba jo y a m enudo m e tomaba a golpes. En algunas de esas peleas. Dios me guardó la vida.

La p rim era en lle g a r al Señor fue m i esposa. Cuando nos m udam os a Belgrano ella escuchó que la Ig lesia Rey de Reyes haría una cruzada en la p laza Noruega y decid ió asistir. Aquella noche quedó im pactada con e l m over de Dios. Escuchó grandes testim onios de sanidad, drogadictos que eran lib res de su adicción, personas deprim idas que contaban cómo Dios las sacó de su depresión... Cuando llegó a casa com enzó a re la ta rm e cada uno de esos testim onios y me d ijo : «Tienes que i r mañana». Y p o r supuesto le d ije que no.

Pero al día s igu ien te , a l s a lir de m i trabajo, dec id í ir a buscar a Delia a la p laza Noruega, pero

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sorp res ivam ente e lla no había ido. Me escondí a trás de unos árboles y com encé a escuchar las alabanzas. La pasto ra B e tty cantaba un coro que decía: «Dicen que Dios no existe, no sé cómo puede ser... Si todos los días me encuentro y a so las converso con Él». Y me fu i de aquel lugar. Al o tro día en m i traba jo . ese coro seguía resonando en m is oídos vez tras vez. Era como s i Dios m e d ijese: «Yo existo, soy real». M ientras trabajaba m iraba el re lo j y no veía la hora que fueran las ve in te para s a lir e ir a la cruzada. A lgo estaba pasando en m i vida, aunque yo no lo entendía.

La segunda noche que fui a la cruzada me oculté nuevam ente detrás de los árboles. Pensaba: «¡Qué van a dec ir m is am igos s i m e ven con estos fanáticos!» Pero cuando veía la cara de los herm anos de la Iglesia, veía un ros tro de paz. Dentro m ío anhelaba lo m ism o.

Desde m i escondite observaba todo. El p a s to r oraba y la gente se caía al suelo, los m ilagros sucedían en toda la plaza, la gente daba testim onio de lo que Dios estaba haciendo. M uelas em pastadas p o r Dios, gente que dejaba de fum ar, personas a torm entadas p o r dem onios que eran lib res... Todo de lan te de m is narices.

A veces los pensam ientos de incredu lidad y esceptic ism o m e dom inaban. «Este p a s to r le paga a la gente para que se tire», m e dije. Y no term iné de pensarlo cuando observé una joven que estaba paseando a su p e rrito en la plaza. Estaba com o a unos ve in te m etros y no estaba a ten ta ni partic ipando de la cruzada. En ese instante, ¡se cayó al sue lo ! ¡Y el p e rrito le lam ía la cara para que se levan te ! Cuando lo hizo, m iraba para todos lados. No entendía qué le había sucedido.

Conciente de que Dios era el que estaba actuando, m e anim é y me acerqué para que orasen p o r mí. Recuerdo que pensé: «Dios, s i m e amas, quiero que me tires». La pasto ra se acercó a m í y luego de o ra r p o r m i vida, no pasó nada especial. Y me s e n tí m uy tris te ... Pero B e tty vo lv ió sobre sus pasos y me d ijo : «El Señor te da la señal que pediste». Puso su m ano sobre m í y ca í a l suelo tocado p o r Dios. Me fui a m i casa feliz. «Dios es real, existe», me repetía.

A l o tro día. ya rendido, cuando escuché la predicación del pastor, fu i el p rim ero en pasa r corriendo a re c ib ir a Cristo como m i Señor y Salvador. Le d ije : «Jesús, te necesito. Soy pecador...» Y comencé a confesarle m is pecados. Lloraba y lloraba. La angustia de tantos años de su frim ien to se derram aba con cada lágrim a. «Cámbia-m e». le decía. Un herm ano de la ig les ia se acercó a m í y m e abrazó fuertem ente, y m e parec ió que era Dios m ism o que m e abrazaba con su am or. Su paz m e llenaba... Me fui de aquel lug a r y quería decirle al m undo que Dios existe.

Cuando llegué a m i casa abracé a m i esposa llo rando y le ped í perdón p o r todo el m al que le había hecho. ¡M i vida cam bió ! Mis am igos no podían en tender qué m e había pasado. A todos les decía que me encontré con Jesús.

Hoy después de tantos años de v iv ir con Jesús, no tengo m ás que g ra titud , toda m i fam ilia, m i esposa y m is hijos, s irven a l Señor. Y m i de le ite es p red ica r el evangelio de Jesucristo. Este evange lio que me cam bió la vida».

¡Tenemos un Dios m aravilloso!

A un costado de la p la ta form a, todas las noches, estaban los drogadictos. Cuando los inv ité a conocer a Cristo pasaron corriendo.

Para sorpresa de todos, el francés fue el prim ero.

¡Tenemos un Dios m aravilloso !

EL FRANCÉS

Sergio M a rq u e t « llam ado el francés» es a lguien especial para mí. Este hom bre pasó de las tin ieb las a la luz. y se consagró por com pleto al Señor. Su cambio fue tan llam a tivo que nadie le creía. La policía pensaba que era «una m áscara», una nueva estra tegia para segu ir haciendo de las suyas. Después de su conversión pasaba todo el día en la iglesia. Oraba, leía la Palabra, y se encargaba de la lim pieza. Vivía dedicado al Señor, m uchos conocieron el Poder de Dios a través del tes tim on io de su vida. Así lo re la ta :

Nací en París en 1973. h ijo de m adre francesa y padre argentino, nunca se casaron, y desde que tengo m em oria v iv ie ron separados. Cuando cum p lí los cinco años de edad, la re lación en tre m is padres era insostenib le . Mi padre la acusaba de desórdenes m enta les y de tene r actitudes v io len tas para con él. Un día le d ijo a mi m adre que se iba de vacaciones a Argentina, y que me llevaría para que m e conociera su fam ilia .

Esas vacaciones nunca te rm inaron. Jamás regresaría a Francia, ni tam poco vo lvería a tene r contacto con mi m adre y m i herm ano m enor. En dos ocasiones aisladas mi m adre v ia jó a Argentina para in ten ta r inú tilm en te recuperarm e por la fuerza. En sendas oportunidades, te rm inam os peleando en la ca lle o en la policía.

Cuando tenía trece años m i padre enloqueció com pletam ente. Así v iv í con él hasta los dieciséis años, y luego fa lleció. Todo m i entorno fa m ilia r me había llevado a buscar satisfacción en otras experiencias. Observaba que las personas que traba jaban y se esforzaban tam poco parecían fe lices, así que reso lví no ser uno de ellos. No v iv iría preso de la rutina. Aún antes de la m uerte de m i padre consumía bebidas alcohólicas. Cuando él fa llec ió pensé que quedaba libre para v iv ir mi v ida , y del a lcohol pasé ráp idam ente a la droga. Consumía m arihuana y cocaína, y m e prom etía a m í m ism o que jam ás me iba a inyectar. Al tiem po, sin em bargo, m e di la prim era inyección de

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m orfina , y esta droga despertó en m í una gran pasión (y dependencia) por todas las drogas derivadas del opio. En ellas parecía encontra r una profunda satisfacción. Comencé a necesitarlas hasta para cam inar. Todos sabían que «el francés» compraba y vendía droga en el barrio de Belgrano. Si a lguno en la zona norte de la ciudad necesitaba «algo» sabía que en la casa o en la plaza, el francés tenía lo que buscaba.

Vivía en un departam ento de dos am bientes legado por mi padre, que era un fie l re fle jo de cómo estaba m i v ida : no tenía ventanas, ni piso, ni luz; las paredes estaban destru idas y la puerta no cerraba. A llí convivía con un grupo de drogadictos y delincuentes. Por las m añanas nos levantábam os cada uno a hacer sus ta reas; unos iban a robar y otros a buscar droga. Los vecinos de m i edific io v iv ían a terrados y cada uno de ellos había realizado en m i contra cuatro denuncias ante las autoridades. La policía me responsabilizaba por todo lo que tuv iera que v e r con drogas en Belgrano y tenía pendiente va rias causas jud ic ia les por tenencia de estupefacientes, trá fico , robo y fa ls ificac ión de documentos. Dos veces a llanaron mi casa, y estaba acostum brado a que me lleva ran deten ido hasta dos veces por día.

Sabía de la existencia de Dios porque va rios am igos me habían hablado d ic iéndom e que Jesús era la verdad. Cada vez que me arrestaban le pedía a Dios que me sacara, le prom etía que iba a cam biar y Dios m e contestaba. Inexp licablem ente, me daban la libe rtad . Les decía a m is «c lientes» que Jesús era la verdad, y no la droga que les estaba vendiendo. Sin em bargo, tenía en una m ano el Nuevo Testam ento y en la otra seguía llevando la droga.

Parábamos regu la rm ente con un grupo en la plaza Noruega. En enero de 1986 se efectuaron allí tre in ta p rocedim ientos polic ia les. Un día, nunca m e voy a o lv idar, v i cam inando lentam ente por la plaza a un hom bre con las m anos cruzadas en la espalda. Lo prim ero que pensé fue que era un policía, pero tiem po más tarde ese m ism o hom bre estaba sobre una p lataform a ilum inada hablando de Dios. Junto a m is am igos escuchaba de lejos. Creía que conocía a Jesús, pero poco a poco m e daba cuenta de que ellos tenían luz y yo estaba en oscuridad. Todos los días estaba a llí escuchando. Un día sentí que Dios m e decía: «Es tu ú ltim a oportun idad». No quería de jar la droga porque no conocía otra cosa, pero sentía una gran necesidad in te rio r y pasé al fren te cuando el pasto r hizo el llam ado. Al o tro día vo lv í a drogarm e y fu i a la campaña bajo el efecto de la droga. Pasé al fren te a hacer la oración. Lo curioso es que al te rm ina r, estaba com ple tam ente sobrio y me sentía bien. Así ocurría día tras día. Aquella noche, cuando Dios me habló, fui más drogado que nunca. No sé ni s iquiera lo que habló el pastor, pero en un m om ento com prendí que Cristo m urió por mí. ¡No lo podía creer! ¡Jesús m e amaba siendo un drogadicto rechazado por m i fam ilia , por la policía, por los vecinos, por la sociedad...! Y no sólo m e amaba sino que había dado su vida por mí. Me sentí tan indigno, tan sucio, que comencé a llo ra r. Uoré toda la noche. No podía parar de llo ra r

al pensar esto. Cuando te rm inó aquel día. ya no era el m ism o hombre.

Nunca más sentí deseos de drogarm e. y con la m ism a pasión que m e había volcado a las drogas, me vo lqué al Señor. Tuve que so rtear la presión de m is am igos que m e recrim inaban el cam bio y me hacían a un lado. Pero con el tiem po ellos reconocieron la obra de Cristo en mí. Era otra persona. Pude ver la m isericord ia de Dios hacia mi v ida , pues Él sabía que en mi condición no podía ir a la ig lesia. Entonces Él envió al pastor C laudio Freidzon a donde yo estaba, y me rescató. Hoy v ivo en el m ism o departam ento, pero está nuevo. No hay dentro gente drogándose. Vivo con mi esposa. Belén y M icaela, las h ijas que Dios nos dio. Con los años pude com prender porqué Dios me decía que era m i ú ltim a oportun idad. En el año 1986 casi ni se hablaba del sida, pero a p a rtir de a llí empezó a d ifund irse te rrib lem ente . Todos m is am igos con los cuales m e inyectaba son portadores de aquel v irus, y m uchos ya m urieron. A lgunos están en la prisión.

No tengo palabras para agradecer a Dios el m ilagro que hizo en m i v ida.

En el presente . Sergio M arquet es o tros de m is pastores asociados y coord inador de m is cruzadas. ¡Gloria a Dios!

DIOS AVERGÜENZA AL ENEMIGO

En aquella plaza v iv í poderosas experiencias. Recuerdo cómo se m anifestaba el Señor libertando a los oprim idos del diablo. Decenas de personas m anifestaban posesiones dem oníacas y debíam os atenderlas en un lugar aparte. En una ocasión una budista se sentó fren te a m í en la plaza. La joven había levantado una especie de a lta r con una ve la encendida. Cuando reprendí al dem onio que la tenía dom inada, ¡«voló» hacia a trás con ve la y todo! Dios avergonzó el poder de los ídolos.

Una noche un grupo de sicólogos se convocaron en la plaza «para estud iar el fenóm eno». Observaban todo lo que hacíamos y luego se reunían en una pequeña ronda para de libe ra r. Una sicóloga se me acercó observándom e com o oraba por las personas y me dijo: «Enséñeme la técnica ». Yo le d ije: «¿Cuál técnica?» Ella m e respondió: «La técnica de h ipnosis porque yo uso la francesa. En la facultad me enseñaron esa técnica, pero m e d ijeron que uno tiene que hacer contacto v isua l con la persona, y usted a veces ni s iquiera la m ira. «¿Qué técnica es esa?» Yo le d ije: ¡La técnica de Dios! y la puede rec ib ir sólo aquel que se a rrep ien te de sus pecados y acepta a Jesús como Señor».

Frente a la plaza, en uno de los edific ios, v ivía una odontóloga que escuchó los testim on ios de las m uelas em pastadas por el Señor, y d ijo: «Voy a sacarle la máscara a esos m entirosos». V ino una noche, jun to con su pequeña hija, dispuesta a m ira rle la dentadura a todos los que testificasen la sanidad, para luego decir que era un engaño. Lo grandioso es que m ientras orábam os, su h ija comenzó a

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grita r: «¡Me quema, m e quem a!» La niña se señalaba la boca. Cuando la m adre la m iró encontró que tenía em pastadas con p la tino todas sus muelas. iSé m anifestaba una gran v ic to ria en los lugares ce lestia les!

Mi esposa... estaba sorprend ida. «Realm ente no eres tú cuando m in istras. Esa seguridad, esas pa labras...» ¡Y ella me conocía m uy b ien!

No siem pre resultó fácil p redicar. Muchos, alegando que la plaza era un lugar público, iban a perturbar. O tros nos insultaban o nos arro jaban cosas. Sin em bargo, la experiencia espiritua l era tan fuerte que yo por las noches no podía dorm ir. iNo podía creer que estuviera v iv iendo aquello ! Mi esposa, que en aquel tiem po estaba em barazada de nuestro h ijo Ezequiel. estaba sorprendida. «Realm ente no eres tú cuando m in istras. Esa seguridad, esas palabras...» ¡Y e lla m e conocía m uy bien!

Dios m ostraba su g loria en aquel lugar del barrio de Belgrano. En su in fin ito am or, m e había enviado a pred icar las buenas nuevas a aquellos que estaban perdidos. Cruzó m is cam inos con los de Daniel, con los de Sergio, y con los de tantos o tros que tenían sus vidas destruidas. Pensó en e llos, y puso su vis ión en mí. ¡Qué hubiera sucedido si no hubiera obedecido! Gracias al Señor que Él pone así el quere r como el hacer por su buena vo lun tad (Filipenses 2.13).

La v ic to ria fue trem enda. En ve in te días, m il vecinos rind ie ron sus v idas a Cristo. Había ido con un puñad ito de herm anos y Dios m e dio mil.

Así nacía la ig lesia «Rey de Reyes» del barrio de Belgrano: en la calle, con unción, con poder y m ilagros. Hoy rondam os los ve in te m il m iem bros y llevam os ade lante un m in is te rio a las naciones. ¡Dios es m aravilloso ! Es un Dios de sorpresas gratas y v ic to rias grandes. La vida cristiana es un constante crecim iento. El Señor tiene más para usted. Aún no lo ha aprendido todo. ¡Él tiene más!

C a p ítu lo 5

«¡ES MUY FUERTE!»

Es necesario seguir creciendo en el cam ino de Dios.

Él tiene etapas m aravillosas que aún debem os descubrir. Nos dice:

Clama a mí. y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces (Jeremías 33.3)

Cuando entram os en el río de Dios, el Señor nos inv ita a in ternarnos en aguas más profundas, a a lcanzar nuevas metas. Sin em bargo, a veces podem os creer que hemos llegado a la profundidad cuando en rea lidad el agua sólo nos llega a los tob illos. Dios nos llam a a crecer en nuestra dependencia y com unión con Él. El nuevo nacim iento y el bautism o en el Espíritu Santo son sólo los comienzos. El Espíritu nos dice: «No te quedes con lo que has recibido. Yo soy el río. M étete más y más adentro».

El capítu lo 47 del libro de Ezequiel describe este hermoso cuadro. Ezequiel pasó por las aguas hasta los tob illos , luego hasta las rodillas, después se in te rnó «hasta los lomos» y fina lm en te «era ya un río que [...] no podía pasar, porque las aguas habían crecido de m anera que el río no se podía pasar sino a nado». (47.5). ¡Bendita experiencia! Cuando el profeta estuvo en las profundidades, v ió cosas que antes ignoraba: «Y vo lv iendo yo . v i que en la rivera del río. había m uchísimos árboles a uno y o tro lado [...] Y me dijo: [ .. .] toda alm a v iv ie n te que nadare por donde quiera que en tra ren estos dos ríos, v iv irá ; y habrá m uchísim os peces por haber entrado allá estas aguas, y rec ib irán sanidad; y v iv irá todo lo que en tra re en este río» (Ezequiel 47.7-9). Es una clara lección. Cuando estam os en lo pro fundo del río y no tocam os el fondo, la co rrien te del Espíritu nos lleva hacia donde Dios quiere. A llí descubrim os la v ida abundante, el c rec im ien to y la m u ltip licación. No nos quedemos en la o rilla . M archem os hacia adelante, hacia una nueva relación con Dios. En la in tim idad con Jesucristo cosecharem os un fru to ex traord inario , abundancia de peces. Seremos pro tagonistas en su Reino.

Cuando entram os en e l río de Dios, e l Señor nos inv ita a in ternarnos en aguas m ás profundas... a veces podem os c ree r que hem os llegado a la p ro fund idad cuando en rea lidad el agua só lo nos llega a los tobillos.

Esta ha sido m i experiencia. El Señor m e llam ó a aguas más profundas, a tra n s ita r nuevas etapas. Al encontrarm e con Él. descubrí que si era « llevado por su río» podía u tiliza rm e como un instrum ento

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poderoso para bendecir a otros. ¡Usted tam bién puede experim en tarlo !

UN NUEVO MOVER DEL ESPÍRITU EN ARGENTINA

El año 1992 representa un nuevo tiem po en m i m in is te rio . Dios ve rtió un salero en mi lengua. Me dio una sed espiritua l intensa que necesitaba saciar. ¡Ham bre del Espíritu Santo! Y no sólo llenó mi copa con su Espíritu, sino que la h izo rebozar hacia los demás.

Lo que com enzó en m i corazón como una búsqueda personal afectó m ultitudes que llegaron a nuestra iglesia para beber del Espíritu Santo. Contingentes de todo el país, y aún del extran je ro , llegaron para rec ib ir más de Dios y llegaron sin que hubiera una inv itac ión ni publicidad. Fue un m ovim iento espontáneo del Espíritu que nos reunió para ce lebra r g loriosam ente. Fueron tiem pos de restauración, m om entos tan poderosos bajo la presencia de Dios que m e llevaban a exclam ar: «¡Es m uy fue rte !» «¡Su presencia es m uy fue rte !» Jamás hubiese im aginado v iv ir ta les experiencias.

El pastor Donald Exley es el superv iso r de todos los m isioneros norteam ericanos de las Asam bleas de Dios en el Cono Sur. un hom bre de Dios m uy respetado por todos. Este herm ano, jun to al pasto r Brad W altz. escrib ió un artícu lo en la revista de m isiones ex tran je ras de las Asam bleas de Dios M ounta in M overs, acerca de lo ocurrido en aquel m om ento. El títu lo de la nota es: «Una nueva onda del poder del Espíritu Santo». Transcribo algunos fragm entos de su in form e:

Cuando C laudio vo lv ió a su iglesia una inusual presencia del Espíritu Santo lo acom pañaba durante los cultos. A m edida que la congregación entraba en la adoración, a lgunos se vo lvían «como ebrios» en el Espíritu y no podían es ta r de pie. o tros reían en el Espíritu o caían bajo el poder de Dios. Cada cu lto duraba seis o siete horas. A fuera, c ientos de personas esperaban en fila s que se extendían a lrededor de la manzana para en tra r a la ig lesia.

Los testim on ios de m anifestaciones m ilagrosas se d ifundieron y pastores de diferentes denom inaciones v in ie ron a ve r lo que estaba sucediendo. Cuando C laudio oraba por estos pastores, e llos recibían una nueva y fresca unción y la llevaban a sus iglesias.

F inalm ente, en un in ten to para encausar las m ultitudes. C laudio a lquiló un estadio con capacidad para seis m il personas sentadas, cerca de su ig les ia , todos los m artes en la noche. Condujo reuniones especiales para pastores y gente de o tras denom inaciones en este estadio. Les p id ió que no asis tie ra gente de su iglesia, pues las m ultitudes eran más de lo que la ig lesia podía recib ir.

Una caracterís tica del av ivam iento es el énfasis en la adoración y la alabanza. Los m isioneros

in form an que la g loria parece descender en las reuniones. A lgunas personas llo ran durante el cu lto entero , otros se ríen. La unción v iene a través de la alabanza y la adoración. «La presencia de Dios desciende a m edida que nos sum ergim os para adorarlo », dijo C laudio:

El av ivam iento ha tra ído una renovada ham bre de Dios evidenciada por las lágrim as de a rrepen tim ien to derram ada por pastores y laicos igualm ente. El énfasis en la santidad personal ha hecho que mucha gente cam biara su e s tilo de vida. Se gasta m enos tiem po m irando te levisión. Los pastores hablan de las horas pasadas en oración y de un nuevo gozo en el m in is te rio [.. .] En d ic iem bre de 1992. C laudio a lquiló un aud itorio con doce m il butacas, el más grande de Buenos A ires, para rea liza r un culto. Cuando el ed ific io estuvo lleno y la policía cerró las puertas, todavía estaban esperando afuera ve in tic inco m il personas. C lausuraron dos avenidas principales, y la gente esperó a llí tres horas para un segundo cu lto . Entre aquellos que estaban esperando, a dos cuadras del aud itorio , había una m ujer m uy rica que no era salva. Se sentía m uy desdichada y pensaba en suicidarse. El poder de Dios la tocó y cayó al piso. Los creyentes se reunieron a su a lrededor y la condujeron a Jesucristo. Una semana más tarde ella daba tes tim on io de lo que Dios había hecho en su vida [...] Y aunque el av ivam iento com enzó en la ig lesia de C laudio, se extendió a cientos de pastores e iglesias.

¡Dios enviaba un fresco v ien to sobre su pueblo! ¡Tiempos de renovación!

Tam bién el herm ano Brad W altz publicó en aquella ocasión una nota m uy in te resante donde se dirige al pueblo norteam ericano y pregunta:

¿Qué puede aprender la ig lesia norteam ericana del av ivam iento argentino? ¿Cuán cerca están los norteam ericanos pentecosta les de sus raíces?

Si el av ivam iento de la calle Azuza sucediera otra vez, ¿Cuán abiertos estaríam os a las m anifestaciones esp iritua les que condujeron a la fo rm ación de nuestro m ovim iento pentecostal? de nuestro m ovim iento pentecostal?

El año pasado, cuando nos íbam os de A rgentina, la com itiva que v ino de Estados Unidos decía: «Los creyentes argentinos oraron por nosotros, así com o nuestros herm anos norteam ericanos lo h ic ieron cuando fu im os enviados a A rgentina, cinco años atrás. O raron que podam os trae r a Estados Unidos parte del av ivam iento que está ten iendo lugar en Argentina».

¿Puede la iglesia norteam ericana aprender a lgo del av ivam iento en Argentina? Creo que sí:

1) El av ivam iento en A rgentina no es p ro lijo n i ordenado.

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A los norteam ericanos les gusta que todo esté organizado y p revisto. ¿Deseamos de jar a un lado todo nuestro program a y p e rm itir a Dios moverse? todo nuestro program a y p e rm itir a Dios moverse?

En 1 Reyes 8.10-11 se narra de una ocasión en que la g loria de Dios llenó tan to el tem plo , que los sacercerdotes no pudieron rea liza r sus tareas. Cuando la g loria de Dios desciende en las ig lesias in te rrum pe las activ idades normales. ¿Podemos echar a un lado nuestra necesidad de lo previsib le?

2) No podem os v iv ir en el pasado. Los re latos de lo que Dios hizo en la ca lle Azuza, no sa tis fa rán a esta generación. Ella quiere expe rim en ta r un m over de Dios hoy.

3) No podem os p e rm itir que las m anifestaciones físicas que no com prendem os , o que nos d isgustan. nos d is tra igan de lo que Dios está haciendo.

Algunas veces quedam os sorprend idos porque las experiencias no encajan con nuestras trad iciones.

N uestros antecesores pentecosta les fueron llam ados «rodadores santos», porque no tenían cu ltos de adoración pasivos, s ilenciosos ni previstos.

4) Dios puede enseñarnos a través de nuestros h ijos espiritua les.

A veces nosotros los norteam ericanos m iram os nuestras re laciones con o tras nacionalidades a través de un m odelo padrehijo. Nos vem os a nosotros m ism os como más m aduros, aún superiores, pero las ig lesias en otras naciones han m adurado. Nosotros necesitam os m ira r a sus sobreabundantes m u ltitudes y preguntar: ¿Qué están haciendo para crecer? ¿Qué podemos aprender de ellos?

Una de las cosas que la iglesia argentina nos podría enseñar es a ser pentecosta les in trép idos y poder expe rim en ta r el poder sobrenatura l de Dios de m anera regular. Podrían decir: «Simplem ente estam os haciendo lo que ustedes nos enseñaron. Estamos perm itiendo al Espíritu Santo ser más im portan te que la capacidad o sabiduría hum ana».

Nosotros, los norteam ericanos, necesitam os un toque fresco de Dios para sop lar v ida a una generación que no ha experim entado su propia calle Azuza.

Mi esposa com entó: «Cuando estoy buscando a Dios en el a lta r jun to a creyentes argentinos, no soy una m isionera, a lguien con un títu lo especial. Soy s im p lem ente una persona que necesita un toque de Dios com o cualqu ier otra».

Lo norteam ericanos no somos especiales. Somos un pueblo necesitado. Por años la iglesia norteam ericana oró por A rgentina; ahora la ig lesia argentina está orando por nosotros.

¿Mantenemos la vida en el Espíritu que nos hizo ex is tir o nos convertirem os en una organización cuyo propósito principal es su propia supervivencia?

¡Que Dios conteste las oraciones argentinas y conceda a esta generación de norteam ericanos renovación esp iritua l!

Así reseñaban estos m is ioneros el nuevo despertar espiritua l que d isfru tam os en Argentina y vemos flo rece r en otras partes del mundo.

«¡MIRAD CUAN BUENO Y CUAN DELICIOSO ES!»

Muchos me han preguntado: «¿Cuál ha sido la clave que le perm itió v iv ir todo esto?» Norm alm ente contesto : «Pedir ayuda y saber rec ib ir de los demás». Sabemos que se debe tene r una buena relación con Dios, pero no siem pre va lo ram os su fic ientem ente los beneficios de la unidad.

El Salmo 133 nos enseña que la unción de Dios sobre nuestras v idas depende en gran medida de nuestra arm onía con el Cuerpo de Cristo. La prim era figu ra que nos presenta el sa lm ista es la iglesia com o casa de fam ilia : «¡M irad cuán bueno y cuán delic ioso es hab ita r los herm anos jun tos en arm onía!» (Salmo 133.19). Debemos poner mucho cuidado en guardar la unidad y el espíritu fra te rna l. En nuestra congregación enfa tizam os mucho este punto y propiciam os, a través de grupos de d iscipulado y retiros, ese clim a fa m ilia r de am or tan necesario para un sano crecim iento.

Pero es tam bién im portan te a nivel m in is te ria l. Cuando Dios m anifestó este nuevo m over en Argentina yo era presbítero de las Asambleas de Dios, en la ciudad de Buenos Aires. Recuerdo con g ra titud los buenos m om entos que d isfru tam os en las reuniones del presbiterio . Orábamos buscando la excelencia para Dios. P lanificábam os activ idades y encuentros de comunión en tre pastores que desarro llábam os en mi d is trito con preciosos consiervos, am igos en la obra de Dios. A m enudo nos uníamos en desayunos de traba jo , encuentros de oración, días de cam po con buen fú tbol, adem ás de conversar de nuestros desafíos y aprender los unos de los otros. ¡Es delic ioso hab ita r los herm anos jun tos en arm onía, va lo ra r a los herm anos que Dios nos dio!

Es como e l buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón. y baja hasta el borde de sus vestiduras (Salmo 133.2).

Para log ra rlo hay tres requisitos:

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1) Debem os e s ta r unidos en a m o r (Efesios 4.1-3)

La paloma del Espíritu reposa sobre hom bres y m ujeres m ansos y perdonadores. La am argura, la g rite ría , el resentim ien to y las críticas contris tan al Espíritu. Al rom per la unidad, dejam os de partic ipa r de la v ida del cuerpo. Levantam os una m uralla al flu ir del aceite divino. ¡Dios nos guarde de ta les cosas!

La palom a del Espíritu reposa sobre hom bres y m ujeres m ansos y perdonadores. La am argura, la gritería, e l resen tim ien to y las críticas contris tan al Espíritu.

2) Debemos es ta r en el lug a r que nos corresponde e jerc iendo el don que hayam os rec ib ido (Romanos 12.3-4)

La unción fluye para que cum plam os el m in is te rio ordenado por Dios. Si «nos desviam os» del lugar que nos corresponde en el cuerpo, no nos llegará «el buen óleo» que desciende desde la cabeza. Cada una de las doce tribus de Israel tenía una bandera y una función m uy particu la r que Dios le había encom endado (Núm eros 2.2). Los levitas tenían asignado una enseña y una función: el cuidado y guarda del tabernáculo. Judá era la tribu que iba ade lante en las bata llas... Cada una tenía sus responsabilidades.

El Señor es un Dios de diversidad. Fuera del tabernáculo, cada uno tenía su ta rea, pero a lrededor del taberná-cu lo eran uno. Así tam bién, en el cuerpo de Cristo conozco herm anos con el m in is te rio de p lan tar escuelas, o tros de fundar ins titu tos bíblicos, otros traba jan con drogadictos. otros m in is tran a los niños, otros hacen dram as en las calles para ganar a los perdidos. La gracia de Dios es m ultifo rm e. El Señor quiere que m antengam os nuestra identidad , ten iendo en cuenta para qué Dios nos puso en esta tie rra . Usted ha recib ido una función, un m in is terio , y Dios le otorga la capacidad espiritua l para e jercerlo en su nom bre. Necesitam os que todos los m in is te rios estén en acción llevando la obra de Dios hacia delante .

Estas verdades me ayudan en m i crec im iento . Al poco tiem po de convertirm e, el Señor com enzó a inqu ie ta rm e sobre el servicio y le com enté a mi pasto r m is deseos de predicar. Como era un hom bre sabio, m e m andó a un barrio de em ergencia, de extrem a pobreza, denom inado «La Cava». Era una zona bastante peligrosa, donde la iglesia tenía una Escuela Dom inical. El pastor m e dijo: «Tu congregación estará com puesta de niños con sus padres. Si en verdad Dios te encargó este m in is te rio , tendrás la m ism a pasión por lo niños que por los m ayores». Preparé con d iligencia m i serm ón, pero cuando llegué a aquel lugar, me encontré con una rea lidad diferente . Los niños estaban sucios y tuve que aprender a lim p ia rles la nariz. ¡Fue mi p rim er m in isterio !

No hay tareas más im portan tes que otras. Todas nos las da Dios y van a tene r su recompensa. Asegúrese de serv ir a Dios en el lugar que lo ha puesto. ¡Es de mucho v a lo r para Él!

3) Debem os obedecer a nuestras auto ridades y re c ib ir el consejo de los herm anos (Romanos 13.1:

Efesios 5.21)

Teniendo en cuenta que «el buen óleo» v iene desde arriba hacia abajo, será de v ita l im portancia nuestra re lación con nuestras autoridades.

No hay tareas m ás im portan tes que otras. Todas nos la da Dios y van a tene r su recompensa.

Dios no bendice a los rebeldes, ni a los autosuficientes. Nos enseña a ser dóciles al consejo y corrección de los pastores y herm anos m ayores. Estar bajo autoridad, en obediencia, nos confiere auto ridad de Dios para el m in is te rio (Mateo 8.9).

El Señor, dentro y fuera de m i propia fra te rn idad , m e bendijo a través de instrum entos suyos que me ayudaron a v is lum brar nuevos horizontes.

Com probé lo delic ioso de la comunión y sus e fectos positivos para nuestro crecim iento. Efesios 4.16 cobró v ida en m i experiencia: «Todo el cuerpo, b ien concertado y unido entre sí por todas la coyunturas que se ayudan m utuam ente, según la activ idad propia de cada m iem bro, recibe su crec im ien to para ir edificándose en amor».

«¿CUÁNTO TIEMPO DEDICAS PARA OIR AL ESPÍRITU SANTO?»

En 1987. ya estab lecido en el barrio de Belgrano. v ivía una nueva etapa como pastor. Fue en aquel tiem po que el pastor Osvaldo Carnival m e inv itó a conducir con él un program a radial evangelístico llam ado «Un m undo dentro de o tro». Salí al a ire en v ivo todos los días de cuatro a cinco de la m adrugada. Fue herm oso com probar que aquello que com enzó como una ta rea m in is te ria l conjunta ráp idam ente se conv irtió en una genuina am istad que bendijo nuestras fam ilias . En re lación al m in isterio , aquella experiencia radia l fue el in ic io de un cada vez más creciente y com prom etido m in is te rio en la rad io y la te lev is ión .

A in icios de 1992, m is días eran intensos. Por las m añanas conducía program as rad ia les de evangelización. Luego atendía las ofic inas de la ig lesia y todas las consultas pastorales. Por las noches enseñaba o predicaba en las reuniones. Mi congregación, la ig lesia «Rey de Reyes», se encontraba en franca expansión con más de dos m il m iem bros regulares.

Vivía jornadas intensas de hasta ca torce horas los s ie te días de la semana. Durante m uchos años, mis vacaciones se lim ita ron a cinco días, de un lunes a un viernes, porque no m e perm itía fa lta r un fin de semana a la ig lesia. ¡Estaba rea lm ente ocupado! Después de d ifíc iles años en el m in is te rio , al fin estaba cosechando grandes logros. Sin em bargo, intuía que a lgo m e fa ltaba. Tenía una necesidad que no alcanzaba a d iscern ir.

La respuesta m e llegó con m otivo de la v is ita de un querido herm ano, el pasto r W erner Kniessel. El

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herm ano W erner es el pasto r de la ig lesia más grande de Suiza, ubicada en Zurich. y fue m is ionero en Argentina durante m uchos años. Precisamente, lo conocí cuando él era d irectivo en el sem inario donde yo estudié. Para abonar mi arancel de estud iante , traba jaba como secretario de W erner por las tardes, al f in a liza r las clases, y llegam os a conocernos m uy bien. Sus sabios consejos m e bendijeron mucho en aquel tiem po de mi form ación.

Después de va rios años, nos reencontram os para com partir una buena cena en un restaurante y d is fru ta r de la m uy excelen te carne argentina (que W erner extrañaba tanto). Nos pusim os a conversar anim adam ente. Había partic ipado aquella noche en un cu lto en nuestra iglesia y había sido m aravilloso. Me sentía m uy fe liz de hab larle de toda la obra que Dios había hecho en mi v ida ú ltim am ente . Comencé a contarle en de ta lles sobre m is m ú ltip les activ idades, y para ser sincero, esperaba de W erner una fe lic itac ión . Pensaba que tal vez diría:

«¡Ah. Claudio, que bueno es v e r todo lo que el Señor te ha dado!» Sin em bargo, se lim itó a hacerm e una pregunta que estrem eció mi v ida : «Claudio. ¿Cuánto tiem po dedicas para oír al Espíritu Santo?» ¡Casi se m e queda atragantado el bocado que tenía en la boca! Continuó: «Has crecido mucho y la ig lesia está herm osa, pero hay algo que no estás haciendo bien. El Espíritu Santo quiere hab larte y no tienes tiem po para escucharlo». En aquel m om ento com prendí lo que s in tió Moisés cuando su suegro. Jetro, le habló de parte de Dios, y le d ijo: «No está b ien lo que haces» (Éxodo 18.17).

Es in te resante considerar que Moisés antes de ver y palpar la g loria de Dios en el Sinaí, tuvo que tom ar algunas decisiones im portantes. Necesitó aprender a delegar responsabilidades y hacer a justes en su ru tina . Jetro le d ijo: «No está bien lo que haces. Así no puedes seguir. Estás dem asiado sobrecargado». Moisés era un hom bre manso, sabio. Era un líder que conocía a Dios; sin em bargo, com etió e rrores y necesitó corrección. Si hubiera rechazado el consejo, si no se hubiera desprendido de esas cargas, tal vez no hubiera escuchado la voz de Dios llam ándo lo para un encuentro g lorioso en el m onte Sinaí.

«Has crecido m ucho y la ig lesia está herm osa , pero hay a lgo que no estás haciendo bien. El Espíritu Santo quiere hab la rte y no tienes tiem po para escucharlo».

Debemos aceptar cuando a lguien esp iritua l v iene con una palabra de Dios, o cuando el Señor m ism o nos habla por las Escrituras. En m i caso, después de oír a W erner. sentí una urgente necesidad de detenerm e para rep lan tear muchas cosas. Ahora comprendía lo que estaba necesitando.

Siempre había m anten ido con regu laridad m i v ida de oración, y me preparaba espiritua l m ente para cada una de las tareas que debía rea lizar, pero había un nivel de comunión con el Espíritu Santo que nunca había explorado. Durante años fui p ro fesor de teología , y enseñaba la m ate ria «Espíritu Santo», sus nom bres, sus a tributos. De repente, el Espíritu Santo dejó de ser «una m ateria» y se presentó delante de mí com o una persona v iva . Decidí entonces v ia ja r a Estados Unidos para d is fru ta r de un tiem po de oración con el herm ano Benny.

Fuimos con B e tty al Centro Cristiano de Orlando con gran expectativa . La atm ósfera de aquel cu lto estaba cargada de g lo ria , y la adoración subía delante de Dios en una form a profunda y sublim e. No quería perderm e deta lle de aquel m om ento. Sólo anhelaba estar con el Señor, encontrarm e con Él y conocerlo más...

Cuando el pastor Benny me inv itó a o rar con él en la p la ta form a, m e sorprendió. Él no me conocía personalm ente, pero el Espíritu Santo lo guió a o ra r por m í de una m anera m aravillosa . Todo form aba parte del plan divino. Dios tenía un nuevo tiem po para mi v ida y m i m in is terio .

Uno debe ponerse al lado de los que andan b ien esp iritua lm ente .Si se rodea de derro tados y pesim istas , te rm inará tam bién turbado y con d o lo r de cabeza.

Con los años cu ltivam os una herm osa am istad con el pastor Benny Hinn. a quien amo y respeto. Cada vez que nos encontram os sentim os la a fin idad de estar unidos por esta m ism a pasión: conocer más al Espíritu Santo y ser guiados por Él.

Es jus to que reconozca tam bién a un precioso herm ano que form a parte del equipo del pasto r Benny. Se llam a Kent M attox. Kent fue sensib le a la obra del Espíritu Santo en m i v ida y Dios lo usó com o nexo para aquellos encuentros in ic ia les con el pasto r Benny Hinn. ¡Gracias por su vida!

CAMBIOS EN LA IGLESIA

Recuerdo una noche, m ientras rea lizaba un v ia je m in is te ria l, que al en tra r en la habitación del hotel donde me hospedaba, sentí que «alguien» entraba conm igo.

Me a rrod ille a o rar y a llí estaba Él. La presencia del Espíritu Santo era una rea lidad palpable, ¡gloriosa! Era una v is itac ión del Espíritu Santo. Una com unión ín tim a y fresca nació en mi ser. A p a rtir de allí, duran te noches enteras, no dormía para tene r com unión con Él. Descubrí una oración de poder, con profundo sign ificado, con «peso» espiritua l: Adorar a Cristo, oír su voz. ca lla r ante su m ajestad, postrarm e ante su amor.

En nuestra iglesia, la presencia de Dios com enzó a m an ifestarse con poder de una form a sorprendente. Recuerdo el p rim er cu lto luego de estas frescas experiencias con Dios en oración. Hice un llam ado al a lta r para todos los que habían ido por prim era vez. Pasaban quebrantados, llorando. Me preguntaba: ¿Qué los conm ovió tanto? No había hecho nada extrao rd ina rio , pero todos, convencidos por el Espíritu Santo, decían: «Señor, perdona m is pecados», lloraban y confesaban delante de Dios. Después g iré la cabeza y m iré a un co laborador, y un grupo de personas de aquel sector cayeron al suelo y comenzaron a orar. ¡Giré la m ano hacia o tro sector y sucedió lo m ismo! Una atm ósfera de poder envolvía a la iglesia. Tenía nueva vida. Estaba sorprendida.

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En aquellos días recibí un m ensaje d irecto del Señor. Dios me decía que m e ponía «como una puerta para Argentina» ¿qué sign ifica que sería «una puerta para mi país»? No lograba d iscern irlo com ple tam ente.

Al poco tiem po, apenas un par de meses después, m ultitudes de todo el país se agolpaban en mi ig lesia. C ientos de pastores nos v is itaban cada semana. De todas las ciudades del país recibía invitac iones de los consejos pastora les para ce lebra r cruzadas en grandes estadios.

Sin pub lica r en m odo a lguno m i m in is te rio , venían incluso del extran je ro para inv ita rm e. Alababa a Diospor su grandeza.

Entendí que el Señor, en su soberanía y m isericord ia , m e había escogido com o una puerta para trae r una renovación a su pueblo, para que m uchos vo lv iesen a su p rim er am or. ¡Comenzaron tiem pos de g lo ria !

«PORQUE JEHOVÁ NO MIRA LO QUE MIRA EL HOMBRE»

No puedo com prender la e lección de Dios. Ni s iquiera m erezco la salvación, y Dios m e tuvo en cuenta para su servicio. Si m e hubiesen dicho hace dieciocho años atrás que todo esto iba a sucederm e. hubiera contestado: « ¡Im posib le !» Jamás hubiera pensado que Dios podía fija rse en m í para se rv irlo en esta d im ensión. No tenía grandes cualidades, ni carism a. ni d inero : pero el Señor no buscó estas cosas. Tam poco las buscó en David según lo que le dijo a Samuel: «No m ires a su parecer, ni lo grande de su esta tura , porque yo lo desecho; porque Jehová no m ira lo que m ira el hom bre; pues el hom bre m ira loque está delante de sus ojos, pero Jehová m ira el co ra zón » (l Samuel 16.7).

Recuerdo cuando levantam os la iglesia en el barrio de Belgrano. Muchos lo in ten taron antes que nosotros. En aquellas oportunidades, buscaban el gran hom bre de Dios para la zona; a lguien que supiera tra ta r con los em presarios y pro fesiona les que v iv ían en Belgrano. Con el tiem po. Dios m e llevó allí. Nunca estuve en los planes de nadie. No figuraba en ninguna lista de candidatos, pero Dios se acordó de mí.

Me identifico con David. Estaba con las ovejas, era un hom bre de campo, rústico; no partic ipaba de los com prom isos socia les de im portancia . Su com prom iso era estar con las ovejas, detrás del rebaño. Y de a llí lo sacó Dios, de detrás de todo, para darle el lugar que tenía preparado.

Tengo un afecto especial por los pastores del in te r io r del país que sirven ca lladam ente en las pequeñas ciudades y poblados. Me gusta pasar tiem po con ellos. Dios los ama entrañablem ente , aunque pocos parezcan tenerlos en cuenta.

Tal vez ningún hom bre pensaría en usted al hacer sus planes, pero déjem e decirle algo: Dios se acuerda de usted. T iene planes para su v ida, que a su tiem po, le dejarán asom brado. El Señor rom perá

los pronósticos y sobrepasará cua lqu ier expectativa . Si busca esa perm anente re lación con el Espíritu Santo, la gracia, los ta len tos, los pone Dios.

¡Alégrese. Dios lo ha escogido!

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C a p ítu lo 6

LAS MARAVILLAS DE DIOS

Cuando el Espíritu Santo se m anifiesta poderosam ente, suceden grandes m ilagros. Los asistentes a este m over experim en tan cam bios en su re lación con Dios y en sus circunstancias que son extraord inarios. ¡Es precioso lo que Dios hace! Mi corazón se llena de gozo cuando una persona a firm a: «Mi v ida estaba arruinada, y Jesucristo me salvó y me transform ó». Es s im ila r a la experiencia del ciego que Jesús sanó: «Una cosa sé. que habiendo yo sido ciego, ahora veo» (Juan 9.25). Por eso no ceso de exclam ar: ¡Mi Dios es rea l! ¡Sigue obrando m aravillas!

En este capítu lo transcribo algunos testim on ios que he recopilado como fru to de nuestro m in isterio . Los m ism os fueron re la tados en d iferen tes cruzadas y en nuestra congregación. O tros son testim on ios de pastores y herm anos que nos escrib ieron para contar las bendiciones recibidas. Son testim on ios que a lentarán su fe en m edio de las pruebas, lo ayudarán a cree r en el m ilagro para su propia vida. Usted se unirá a los que dicen com o el sa lm ista: «Proclamad entre las naciones su g loria, en todos los pueblos sus m aravillas» (Salmo 96.3).

EL PASTOR PEDRO IBARRA

A los pocos días de expe rim en ta r esta renovación del Espíritu Santo, com o pastor de la ig lesia y p resbítero de las Asam bleas de Dios, tuve el p riv ileg io de rec ib ir a todos los presbíteros del país y la jun ta ejecutiva nacional para ce lebra r en nuestra iglesia una reunión adm in is tra tiva , de acuerdo a nuestro ca lendario anual. Al llega r la noche, cuando comenzaba el cu lto en nuestra congregación, los presbíteros decidieron quedarse para partic ipa r del m ismo. El pastor Pedro Ibarra, como v icepresidente de las Asambleas de Dios, fue uno de los presentes. Este es su tes tim on io de lo sucedido:

¡Qué m aravilloso fue aquel día! Recuerdo la reunión con el liderazgo de la Unión de las Asambleas de Dios. Fue una jornada de traba jo adm in is tra tivo : papeles, s ituaciones para considerar de la obra de Dios en todo el país y o tros temas. Nos reunim os en la ig lesia «Rey de Reyes» de Belgrano, que pastorea mi buen am igo C laudio Freidzon.

En esos días se hablaba mucho sobre los cu ltos g loriosos con poderosas e inusitadas m anifestaciones, notaba alegría y una expectativa a trapante. Por este m otivo, durante aquella

jo rnada y a pesar de nuestra cargada agenda, com entábam os y hacíamos p lanes con otros pastores am igos para quedarnos al cu lto por la noche.

Habíamos escuchado tantas cosas, que casi no podíamos esperar el com ienzo del servicio. Me preguntaba: ¿Qué pasará? ¡Tenía grandes expectativas!

Mi asom bro creció cuando v i m uchísim os pastores, no sólo de nuestra organización, sino de otras d iferen tes denom inaciones, todos convocados por el m ism o Espíritu.

Se respiraba una atm ósfera cargada de unción, esa unción que todo lo llena. Y de repente ... apareció el pasto r C laudio. Lo v i fresco, sonrien te, d istendido. Pensaba ve r a m i am igo preocupado por la responsabilidad de m in is tra r y dar respuesta al ham bre de Dios que tenía la gente; pero no era así. Evidentem ente estaba bajo la unción. Se veía bien. ¡Qué paz! ¡Qué natura lidad! Inspiraba confianza m ientras saludaba a los pastores, dándoles una cálida bienvenida.

Aquella atm ósfera de unción se acrecentó durante el servicio, y el m om ento cu lm inante (que com p le tó m i asom bro y perp le jidad), fue cuando v i al pasto r C laudio Freidzon m in istrando. Sin d istinc iones de rangos ni jerarquías, los m in is tros, quebrantados y ham brientos de Dios, recibían la poderosa presencia del Espíritu Santo. Unos reían, otros lloraban, a lgunos tem blaban y otros caían com o desm ayados. Todos eran hom bres de trayecto ria . ¡Esto no era em ocionalism o! Era la viva presencia de Dios, esa presencia que mi am igo buscó de tantas form as y que fue tema obligado en nuestras largas charlas en esos días en que presentíam os que Dios tenía mucho más para nuestras v idas y que ahora observaba p lasm arse en una rea lidad casi increíble ... Desde aquel día contem plo ig lesias llenas y estadios con m ultitudes atraídas por Dios. Todo esto, dentro y fuera del país. Ha habido pastores de o tras naciones que han regresado de la A rgentina con sus m in is te rios to ta lm en te renovados, y a través de ellos tam bién sus iglesias fueron renovadas.

Cuando esta m in is trac ión me fue im partida, en tre en un pro fundo quebranto de c lam or y lágrimas. Dios m ism o tra tó con m i v ida, m ostrándom e cosas a las que debí m orir para honrar el precio de su m aravillosa bendición. Por eso aprendí que si su presencia es im portante , igualm ente im portan te es la v ida que la sostiene. Entendí que no es la unción la que sostiene mi v ida , sino que m i v ida es la base y el sustento de la unción.

En m i hum ilde experiencia, creo que algunos m in is tros se quedaron en el cam ino porque encontraron sólo el toque. Pero el toque de Dios es sólo el com ienzo. Luego viene la entrega, la rendición. ¡Qué caro es el precio!

Por esto, es mi oración: ¡Oh Dios! Ten paciencia conm igo, por favor. In ténta lo una y otra vez hasta

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que lo hayas logrado.

Hoy. al paso de los años, veo que esta unción está in tacta en su contenido e intensidad. Permanecen todos los condim entos con que se inició en nuestro medio. Su va rian te es la de haberse profundizado m ed ian te cam bios rad ica les en las v idas, m ediante el conocim ien to de su m aravillosa persona. Ya no im pactan tan to las novedades de las form as. Lo que más interesa es un encuentro personal y una com unión con el Espíritu Santo, jun to a un am or profundo y renovado por su Palabra, aspectos que luego se traducen en cultos a legres y jub ilosas alabanzas que nos preparan para una genuina adoración.

Hubo asuntos que co rreg ir en sus form as, pero no en lo esencial. S iem pre será prudente ante un m over del Espíritu Santo que seamos cuidadosos en no apagar la v ida de Dios y cooperar para que se m antenga en el cauce correcto.

Queridos Betty y C laudio, por s iem pre ... ¡Gracias!

RESULTADOS DE UNA VIDA RENOVADA

Cuando el Espíritu Santo llena a una persona se producen en ella cinco cam bios profundos:

1) Un renovado a m o r p o r Dios. Una hermana de Ing la terra testificó en una reunión: «Cuando el Espíritu Santo v ino de una m anera fresca a m i v ida, d ijo: «Quiero tu corazón, quiero tus entrañas, sen tir tu anhelo». Y me di cuenta que gritaba y aún me sacudía com o si fuera un espasm o de am or, un anhelo por Dios. Ahora sencillam ente, amo más a Jesús, ¡y lam ento mucho no haberlo amado antes de esta manera! Amo más a la gente y anhelo su salvación. A lguien m e pro fe tizó hace dos años, que «del lugar hueco iba a sa lir algo dulce». Ahora sé que es am or por Jesús, no hay nada más dulce».

Otra hermana del m ism o grupo de ingleses, que lideraba una congregación, d ijo : «Vine porque había llegado al lím ite de m is fuerzas. No había poder en m i m in is terio , había perd ido la esperanza, y mi am or por Jesús se deb ilitaba cada vez más. Sabía que no podía seguir así. En mi p rim er v is ita a Argentina observé a lgo entre ustedes que no conocía: tenían libe rtad para am ar a Jesús, una gran generosidad. Luego que oraron por mí, m i esperanza fue restaurada. Mi fe regresó».

2) Un renovado cu lto a Dios. Un herm ano canadiense v ino a partic ipa r de un sem inario en Argentina y tuv im os oportun idad de d is fru ta r jun tos un tiem po de oración. Me escrib ió desde Canadá:

En los dos servicios de la mañana hablé de todo lo que v i y experim enté m ientras estuve en A rgentina. En el se rv ic io de la tarde hubo un derram am iento del espíritu de gozo. La iglesia tenía mucha gente llena del Espíritu de Dios. Unos reían y eran tam bién sanados. Fue como si e l c ie lo se

hubiera ab ie rto y una lluvia descendiera sobre nosotros. Personas con depresión fueron libertadas. O tros que sufrían de insom nio pudieron dorm ir toda la noche. Una m ujer contó que su m arido estaba sufriendo un período de estrés en su vida y el dom ingo a la noche, luego de haber estado en el servic io , com enzó a can ta r en sus sueños. El tem or fue expulsado de m uchas vidas.

O tros han contado que la inh ib ic ión por reírse se les ha ido. Tam bién a muchos la Biblia se les ha hecho una realidad. Sentim os como si una frazada se hubiera desprendido de nosotros y el gozo del Señor se ha convertido en nuestra fo rta leza . La gente se siente más cerca de Dios y m uy tocada por su am or. Al experim entar este derram am iento del Espíritu Santo como está descrito en Joel 2 y Hechos 2. percib im os que el m ism o poder que trae gozo trae tam bién m ilagros. En mi corazón continuam ente escucho al Espíritu Santo que m e dice: «Esto es sólo el p rinc ip io y no una experiencia aislada». Es una fresca lluvia del Espíritu de Dios que va a increm entarse.

Otro pasto r de Texas. Estados Unidos, me escrib ió luego de unas reuniones que celebram os:

No sé como com enzar a contar todo lo que el Señor h izo en las ú ltim as semanas. Pero lo puedo describ ir en una sola palabra: ¡Im presionante! La unción fresca del Espíritu Santo ha quedado aquí en m i v ida y en la de los dos pastores que traba jaban conm igo.

Al dom ingo s igu iente, m ientras oraba, la gente se caía. A cada reunión, s iem pre v ienen pastores a rec ib ir unción fresca. Ha comenzado un av ivam iento en Houston. Y sé que se va a de rram ar por toda la nación. Ayer en mi ig lesia «Sobre la roca» pasamos el v ideo de Rosario. La unción cayó con poder de inm ed ia to cuando el pastor Carlos se paró para m in is trar. Dios vo lv ió p rácticam ente a re p e tir lo que hizo cuando estuviste. Y en otra iglesia donde tuve que pred icar por la noche, se desató el poder de Dios y la gente quedó tirada en el suelo, unos llorando, otros riéndose, otros m irando asom brados.

3)Un renovado tes tim on io cristiano. Me enteré de una cadena de oración que realizó una iglesia en la localidad de A le jandro Korn después de rec ib ir esta renovación.

Un grupo de herm anos se propuso o rar a d iferentes horas del día. Uno de ellos decidió o rar todos los días a las nueve de la m añana en la fábrica donde trabajaba.

Este herm ano sacrificaba su tiem po de re frige rio , unos quince m inutos de descanso para o rar en el sótano. A llí se arrod illaba y buscaba el rostro de Dios.

Un com pañero le preguntó un día: «¿Qué estás haciendo?» A lo cual contestó: «Estoy buscando a Dios».

A los pocos días este com pañero de traba jo le p id ió oración y fue al sótano con él. donde aceptó a Jesucristo como su Salvador. A las pocas semanas el flam ante discípulo fue lleno del Espíritu Santo y

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jun to a aquel herm ano d isfru taban de una verdadera fiesta espiritua l en aquel oscuro rincón de la fábrica. Pero a llí no quedó todo. Con el tiem po, ¡quince de los operarios de esa em presa, en vez ir a tom ar jugo o té , se reunían a las nueve de la mañana para o rar y buscar a Dios!

¡Cuánto podríam os log ra r si le dam os lug a r a l Espíritu Santo!

Un sencillo operario había im pactado a sus com pañeros de traba jo con una vida plena en el Espíritu. Un día. el dueño de la empresa lo llam ó y le preguntó: «¿Usted es quien deja a todos como ebrios en el sótano?» El herm ano, con sabiduría, le contestó: «Yo no dejo ebrio a nadie. Es la presencia de Dios que los conm ueve»; y le leyó el capítulo 2 del lib ro de los Hechos. El dueño dijo: «No sé lo que están haciendo pero desde que están orando, este lugar no es el m ismo. Las cosas han cam biado para bien».

¡Cuánto podríam os log ra r si le damos lugar al Espíritu Santo!

4)L/na renovada santidad. El fru to del Espíritu Santo es la prioridad de Dios y la evidencia fundam enta l de una verdadera renovación: «Por sus fru tos los conoceréis» (Mateo 7.16).

Cuando llega octubre, en Mar del Plata, una hermosa ciudad balnearia en el A tlántico Sur. la gente se prepara para la tem porada veran iega. En esta ocasión, tam bién se preparaba para un acontecim ien to esp iritua l.

Uno de sus quin ientos m il hab itantes, m iem bros de una iglesia evangélica , escuchó a su pastor anunciar nuestra llegada a la ciudad para ce lebra r una reunión de avivam iento. El herm ano, que se desempeñaba como mozo en un lugar de com idas rápidas, averiguó ráp idam ente si aquel m iérco les en el que haríam os la reunión tendría su día lib re en el trabajo . Había escuchado cóm o el Señor estaba renovando a su pueblo y tenía grandes expecta tivas en cuanto a su v ida . Su a legría fue enorm e al com probar que e fectivam ente era su día franco. Se preparó en oración para rec ib ir la fresca unción del Espíritu Santo.

Faltando pocas horas para la cruzada, una circunstancia im prev is ta truncó sus planes. O tro em pleado, por razones personales, no podría as is tir al traba jo el m iércoles, ¡y él tendría que reem plazarlo ! ¡Qué gran decepción! Sin em bargo, decidió ser obediente a Dios y cum p lir con sus responsabilidades.

Dios se encargó de hon ra r su fe porque había fru to del Espíritu Santo en su vida.

El encuentro en Mar del Plata fue hermoso. Más de dos m il personas colm aron la ig lesia y la presencia de Dios nos v is itó de tal m anera que el cu lto fina lizó cerca de la m adrugada. Después de la reunión, los pastores de la ciudad nos inv ita ron a cenar en un buen restaurante , pero ninguno estaba abierto, ¡excepto el de com idas rápidas donde trabajaba nuestro herm ano! Cuando él nos v io llegar, exclamó: «¡No lo puedo c ree r!» Muy em ocionado nos com entó todo lo que le había sucedido. A llí oram os por él de form a poderosa y tuv im os o tro precioso cu lto en aquella m adrugada. Dios se encargó de honrar su fe

porque había fru to del Espíritu Santo en su vida.

CUANDO LA IGLESIA SE ABRE AL MOVER DEL ESPÍRITU SANTO

He ten ido el p riv ileg io de m in is tra r en España en repetidas oportunidades. Luego de una cruzada, me escrib ió el p residente de una asociación de pastores en España:

Ayer tuv im os una reunión todos los pastores para eva lua r los resu ltados y com entar lo que había ocurrido en nuestras congregaciones. En pocas palabras te d iré que fue una repetic ión de lo que pasó en la cruzada. Incluso a aquellos que no pudieron asis tir. Dios les dio su porción. Te re lato, a m odo de apunte, a lgunos com entarios:

Uno de los pastores dijo: «Sentim os m overse a Dios en el s ilencio apacible de la unción». Otro dijo: «Fue una explosión de gozo». Otro dijo: «Palpamos el am or de Dios». Otro dijo: «Tuvimos una auténtica renovación espiritua l. Hubo restauración de v idas rotas». «Notamos la presencia de Dios por el Espíritu». Inconversos clam aban: «Señor, ¿dónde estás? Querem os conocerte». Herm anos que no se hablaban por años se p id ieron perdón. M atrim onios con graves problem as de relación cayeron bajo el poder de Dios llorando y p id iéndose perdón. H ijos rebeldes decidieron reconciliarse con sus padres y vo lve r a Cristo. Hubo un quebrantam iento trem endo. Los pastores tienen un enorm e deseo de estar jun tos. Las personas caen bajo el poder del Espíritu Santo y Cristo las transform a. Esto es lo que está pasando en España.

¡Es la g loriosa obra del Espíritu Santo, la vo luntad de Dios para su iglesia!

LA PRESENCIA DE DIOS A TRAVÉS DE LOS VIDEOS

Los videos de nuestro m in is te rio han corrido lite ra lm en te por todo el m undo. Hay ig lesias que han destinado reuniones especia les para proyectarlos y los hermanos, m ientras cantan y oran con nosotros, han sido tocados por Dios g loriosam ente. Muchos nos escriben para contarnos lo sucedido:

M ostram os un video suyo y m ien tras lo m irábam os. s e n tí un ru ido atrás... Luego escuché otro. Entonces le ped í a l p a s to r ayudante que le d ije ra a los herm anos que h ic ie ran e l favor de guardar silencio, porque estábam os m irando el video que era rea lm ente m aravilloso. Me di cuenta y v i que los herm anos estaban todos caídos en e l suelo. ¡Habían rec ib ido el pode r del Espíritu Santo! Tan m arav illoso fue. que era la una de la m adrugada y estaban todos rebosantes en el espíritu, tocados p o r Dios. (Un pastor de Rosario. A rgentina.)

Recibim os la fresca unción de Dios a través de un video. Estábamos m irándolo en la ig lesia y debim os

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de tene r la proyección porque e l cu lto «explotó». Hubo una gran bendición. Los herm anos sentían fuego en las manos. Se produ jeron sanidades trem endas. Los videos fueron pasados en todas las ig les ias de Neuquén y deseam os que nos vis ite . (La esposa del p residente de los pastores de la c iudad de Neuquén. A rgentina.)

Ha llegado a m is m anos un video donde está m in is trando en e l estadio Obras Sanitarias. Le puedo asegurar que nunca vim os nada igual. El 5 de febrero de 1993. a las diez y m edia de la noche, después de ve r el video, s e n tí una carga trem enda de oración, ca í de rod illas en la sala donde estaba, com enzó a inundarm e una gran paz y m e llegó e l gozo del Señor. Era un amor, un renuevo... m i vida transform ada to ta lm ente. Eran las cinco y m edia de la m adrugada y todavía estaba la presencia del Espíritu. Cuando quise levantarm e, no podía. Estaba com o ebria ... Nunca había ten ido una experiencia igual. Hace diez años que soy cristiana, pero vivía una vida de rutina y no alababa a Dios. A nadie testificaba. Hoy quiero g rita rle a l m undo que Cristo vive... (La herm ana nos escrib ió desde Argentina.)

SANADO DE CÁNCER

Tenem os un Dios grande, capaz de re ve rtir cua lqu ier im posib le. ¡Alégrese en su v ic to ria ! Una m ujer te s tificó en nuestra cruzada celebrada en la loca lidad de San Martín, provincia de Buenos A ires, acercade la sanidad que rec ib ió su hijo luego de un accidente de tráns ito . Las cinco m il personas que asistie rona la activ idad se regocijaron m ientras e lla re lataba que aquel joven estaba sano luego de ocho días en un estado de coma profundo. Asim ism o, todos se conm ovieron cuando añadió: «Pero aquí está un fa m ilia r mío que tiene un cáncer te rm ina l» . Inm edia tam ente, pedí a m is co laboradores que lo subieran a la p la ta form a. Era m i herm ano en la fe y su estado físico era a todas luces lam entable.

Este hom bre fue operado el 9 de octubre de 1992 de un tum or en el colon. Los c iru janos com probaron que la enferm edad se había expandido ve rtig inosam en te y vo lv ie ron a ce rra r la herida, desahuciándolo por com pleto.

«No hay nada que hacer», les d ije ron a sus fam ilia res, «no v iv irá más de seis meses».

Dos años a trás había perd ido a su esposa debido a un tum or cerebral. Ese m ism o año. led iagnosticaron su propia enferm edad en el co lon. Y al año s igu ien te m uere su h ijo de catorce años en un accidente. Rodeado de tan to dolor, v ia jó a Italia para descansar de sus pruebas, pero a llí los médicos ce rtifican que el cáncer había invadido la pelv is, la uretra y la ve jiga. Sólo un m ilagro podía cam biar su destino.

«Me quedaban solam ente seis meses de vida», recuerda nuestro hermano. «Cuando me enteré que el pastor C laudio tendría una reunión im portan te en San M artín, d ije: «Señor, esta es mi oportun idad». Fui

a aquella reunión, pocos días después de m i operación, con m i herida aún sin c icatrizar. Había tanta gente, que no podía acercarm e a la p la ta form a. Sin em bargo, en m i corazón sentía que a llí estaba mi sanidad. Recordaba a la m u jer con flu jo de sangre que decía: «Si tocare so lam ente tu m anto, seré sa lva». Esta era mi fe. no tocar al hom bre, sino a Cristo que obraría el m ilagro en mi v ida».

Cuando aquel hom bre llegó a la p la ta form a, le pedí a todos los herm anos presentes que levantasen las m anos y com enzaran a a labar a Dios. Estábamos rodeando una Jericó con fuertes m urallas que debían caer. Era un c lam or profundo, m uy intenso. Cinco m il voces se alzaban proclam ando la v ic to ria para nuestro hermano. Era un m om ento glorioso.

«En aquel m om ento, sentí dos puñetazos en mi abdom en y abrí m is o jos sorprend ido». Así recuerda el herm ano el m om ento de su sanidad. No m e pregunte cómo hace Dios estas cosas. ¡Sólo alábelo porque las hace!

Al descender de la p la ta fo rm a, esa m ism a noche, pudo al fin com er norm alm ente después de muchos días. Dios había hecho el m ilagro.

«Esta era m i fe. no tocar a l hombre, s ino a Cristo que obraría e l m ilag ro en m i vida».

Después de un año de aquella cruzada ino lv idab le , este va rón de Dios nos v is itó en nuestra iglesia. Traía en su mano los estud ios tom ográ ficos y de sangre que cerficaban que estaba com ple tam ente sano de su enferm edad, pesaba d iecinueve kilos más que en aquel entonces y su fe estaba más firm e que nunca. Ha recorrido países como Ita lia y Canadá, contando que su m édico, la tom ogra fía com putada y toda la ciencia han com probado que el Dios de los m ilagros lo ha sanado.

«REGOCÍJATE, OH ESTÉRIL»

He oído m uchísimos testim on ios de sanidad de m ujeres c ien tíficam ente estériles. El Señor m e dio una fe especial para o rar por e llas y un corazón sensib le a su dolor. Años atrás, cuando Betty corría serios peligros durante el em barazo de nuestro h ijo Ezequiel. Dios nos dio la prom esa en su palabra: «No habrá m ujer que aborte, ni es té ril en tu tie rra» (Éxodo 23.26).

El Señor ha sido fie l con m uchos m atrim on ios que rec ib ie ron el h ijo que tan to deseaban. Rubén e Isabel son un testim on io de este m ilagro.

Isabel era una jovenc ita de dieciocho años cuando contra jo m atrim on io con Rubén, un reconocido jugador de fú tbol en jun io de 1975. Sus p rim eros años m atrim onia les fueron m aravillosos. Rubén estaba en lo a lto de su carrera en clubes de fú tbol de Colom bia y Venezuela, y tenían un gran b ienestar económ ico. El m atrim on io estaba firm e . D isfrutaban de una buena com unicación y com pañerism o. Sin em bargo, no todo m archaba según lo p laneado: Isabel no quedaba em barazada a pesar de sus deseos.

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«En 1976, fui a mi prim era consulta m édica, pero no le di im portancia», recuerda Isabel. Al año sigu iente rep itió su exam en con el m e jor especia lis ta de Colom bia, un m édico graduado en Estados Unidos. No pude ev ita r un poco de ansiedad, pero no perm itió que la s ituación le robase el buen m om ento que atravesaba.

Desde Argentina una noticia la conm ovió: su m adre a quien tan to am aba, fue interven ida qu irú rg icam ente de un cáncer en el estóm ago y salió del hospita l con un pronóstico reservado. Durante cinco meses, Isabel perm aneció jun to a ella en Buenos A ires, le jos de su esposo.

De regreso a Bogotá, in ic ió estud ios más profundos para de te rm ina r porqué no lograba el embarazo: «En ju lio de 1979. m e descubren una m alfo rm ación en las trom pas de Falopio y una obstrucción tota l de las m ismas. En Buenos A ires m e confirm an el m ism o d iagnóstico. Un especialista en es te rilidad me indica una serie de h idro tubaciones para destupirlas. Este tra tam ien to se rea lizó sin anestesia y los dolores que su frí no se v ie ron coronados con algún fru to . No obstante, seguí buscando nuevas a lterna tivas» .

M ientras tanto, su m adre en Buenos Aires soñaba con te rm ina r sus días jun to a su nieto: «Ella lo deseaba. Para m í era un m otivo más de ansiedad y de angustia. Quería com placerla antes de m orir, pero el em barazo no se producía. Únicam ente logré una gastritis crónica que debieron tra tarm e».

En noviem bre de 1980. a pesar de haber recib ido una buena oferta del deportivo Cali de Colombia, decid ieron regresar a Buenos Aires para quedarse. A los pocos días de haber llegado, su m adre la llam ó para despedirse. Le dijo que le hubiera gustado mucho tene r un n ie to , pero que les agradecía todos los esfuerzos que h ic ieron por ella.

M isteriosam ente, le recom ienda que lea la Biblia en todo m om ento para tene r una guía, y al día s igu iente entró en un coma profundo y falleció.

«Fue el día más tr is te y frus tran te de m i vida. No podía soporta r ese do lor tan trem endo. Me aparté de Dios, estaba enojada con Él». Durante meses, padeció de insom nio y fuertes depresiones. Nada parecía tene r sentido en su vida. Desistió por un año y m edio de todo tra tam ien to .

En ju lio de 1982. casi como una burla, le d iagnostican erróneam ente un em barazo. Le m andaron reposo absoluto con inyecciones in tram usculares. Cuando luego de tres meses le rea lizaron una ecografía, el profesional no anduvo con rodeos. «El útero está vacío... ¿Quién le dijo que estaba embarazada?

» «¡Qué trem enda decepción! ¡Tres meses soportando inyecciones a d ia rio , encierro, soledad, todo para nada! Me sentí burlada. Cuando llegué a m i casa, desconecté el te lé fono y en una oscuridad to ta l, quedé días enteros llorando. No deseaba ve r a nadie».

La rebeldía y el rencor llenaron mi corazón. Comenzó a d istanciarse de su m arido, pues se sentía

incom prendida. Ni s iqu iera los éxitos en el cam po laboral lograron aplacar sus frustrac iones. En 1989. v ia jó a Francia donde realizó una ú ltim a consulta médica. A llí le sug irie ron que in tentara la fertilizac ión a rtific ia l; pero estaba cansada ya de tanta m anipulación de su cuerpo, y se dijo: «Basta, que sea lo que Dios quiera». Esas fueron sus palabras, aunque todavía estaba m uy lejos de Dios.

Debió su frir la separación y el fracaso económ ico antes de tene r un encuentro g lorioso con Jesucristo.

En ju lio de aquel año. recibió una inv itac ión para as is tir a nuestra ig lesia. Llegaron confundidos y en trám ites de divorcio. Tom é un tiem po para o rar con ellos y en una entrevista personal les animé a poner su fe en Jesucristo.

«Decidí obedecer a Dios», recuerda Isabel. «Asistía a todas las reuniones de la ig lesia porque encontraba paz. y me brindaban am or y alegría. Me sentía m ejor, con deseos de v iv ir. A fines de 1989 escrib í una carta donde le pedí a Dios, para el p róxim o año. una confirm ación de m i m atrim onio . Habían sido catorce años m uy d ifíc iles para nosotros».

Comenzamos a o rar por Isabel. Descorazonada, nos contaba acerca de los resu ltados m édicos de su esterilidad. Los m édicos le aconsejaban adoptar un hijo, pero no estaba segura.

Llegó la conm em oración del Día de las Madres: «Ante el recuerdo de mi m adre m uerta y mi frustración por no poder serlo, fui a re fug ia rm e a la ig les ia . Cuando el pastor anunció que oraría por todas las m adres, m iré al cie lo y d ije: «Señor, aquí tam bién m e abandonas». Al instante, sin p e rm itirm e siquiera de rram ar una lágrim a, el pasto r Freidzon añade: «Aquí hay una m ujer estéril y Dios me dice que le diga: Prepárate, ya tienes un h ijo en tu v ien tre» . Experim enté cómo el fuego del Espíritu Santo recorría mi cuerpo de una m anera nueva para mí.

Unos días después soñé que estaba en una fiesta, en un hermoso salón, todos venían m uy sonrien tes a fe lic ita rm e (veinte días después, este sueño se cum plió en deta lles). Cuando desperté (era el v ie rnes 2 de noviem bre de 1990), tenía una gran paz y una alegría indescrip tib les, y m e preguntaba qué sign ificaría aquel sueño. Entonces oí una voz audib le que con auto ridad m e manda a hacer un aná lis is de orina. Salí a la ca lle , m iré el sol y exclam é: ¡Qué lindo día! Y nuevam ente escuché: «Hoy será el día más grande de tu v ida». A la tres y media de la tarde m e esta lló el corazón de a legría cuando me d ieron los resu ltados del análisis. «Qué m adre tan ansiosa!», d ijo el especia lista , «no le van a a lcanzar los nueve meses para ca lm ar la ansiedad». Y así fue. porque a los ocho meses tenía en m is brazos a Emanuel, el tes tim on io más dulce de la presencia de Dios con nosotros».

Después de dieciséis años, Jesús hizo el m ilagro de unirla a su esposo y darle aquel hijo tan deseado. Hoy. Isabel y Rubén son parte del cuerpo de C risto, jun to a Emanuel de cuatro años y Antonella . otro regalo de Dios, de sólo dos años. Confirm an cada día la palabra del Señor en Isaías 54.1: «Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júb ilo , la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desam parada que los de la casada, ha dicho Jehová».

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RESCATADO DE LAS CALLES

«Los niños de la calle» son un grupo m arginal dentro de nuestra sociedad. Niños sin hogar que deam bulan en las ca lles y los trenes, con sus propios códigos y tragedias.

José Luis, a lias «el chafa», v iv ió en la ca lle desde los seis hasta los quince años. Cuando só lo tenía seis años, comenzó a deam bular por las calles. Sus padres se habían separado y su m adre convivía con o tro hom bre. El hogar era un in fie rno de discusiones. Decidió m archarse. Los trenes eran el punto de encuentro con otros niños en su situación. Se m ovían en grupos o pandillas, que in tegraban niños de siete a dieciséis años. Estas pandillas las acom endaban líderes que rotaban en la medida en que uno u o tro dem ostraba más tem eridad o astucia.

«En el grupo teníam os que ser com o hermanos, ayudarnos en tre nosotros», recuerda José Luis. «En la ca lle debí aprender a am ar, a odiar, a hacerm e hom bre a los golpes. Cuando un n iño de la calle tiene ca torce años, es un hom bre. No tiene la m ente para jug a r con un juguete. Tal vez lo desee, pero ya perdió su infancia, se le escapó en tre las manos».

La vida estaba llena de peligros: el frío de las m adrugadas, el cam inar solo por las noches sin la pro tección del grupo o. lo peor de todo, ser asaltados por sus propios recuerdos. La soledad y la traged ia fa m ilia r eran heridas dem asiado dolorosas para sobrellevar.

«Al ve r a los padres en la plaza con sus hijos m ontando en b icicleta, con su ropa y calzado bueno, y ve rm e a mí m ismo, m e decía: «¿Por qué v ivo así?» Los chicos así han perd ido toda esperanza. No tienen ninguna expectativa de vida ni de fu turo . Pueden m orir por una sobredosis de droga, un accidente o porque a lguien los mate. Cada chico es un delincuente en potencia. Sin Dios, están atrapados.

«Usaba droga como los demás. Comencé con el pegam ento, porque era lo más barato , después la m arihuana. Por ú ltim o, probé la cocaína, aunque no la consumía hab itua lm ente por su elevado costo».

José Luis, a lias «el chafa», llegó a nuestra iglesia una tarde con o tro com pañero de desventuras al que le decían «el tuerto» . Se presentaron como dúo «poxiran», que era la marca de un pegam ento que usaban para drogarse, aspirándolo dentro de bolsitas de polie tileno. Aquel día, lo invitam os a acercarse al «rincón de am igos», un m in is te rio de nuestra iglesia d irig ido especia lm ente a estos niños. En este rincón de am igos, los niños pueden bañarse, cam biarse de ropa, com er y les hablam os de la Palabra de Dios.

Muchos llegaron a nuestra iglesia soñando con ser grandes ladrones o a lgo s im ilar, pero cuando rec ib ie ron la Palabra de Dios, cam biaron su form a de pensar. Desearon tene r una fam ilia o regresar a sus casas.

José Luis fue uno de ellos: «Veía que poco a poco iba recib iendo ese mensaje, y que salía d is tin to ...

Cuando vivía s ituaciones en la calle. Dios m e recordaba su Palabra. Cambió m i form a de pensar, de hab lar, aun de vestirm e».

Después de nueve años en las calles, el am or de Dios alcanzó a José Luis «el chafa». Muy pocos lo reconocerían en el presente. Es un joven consagrado al Señor que evangeliza activam ente . Cuando lo veo cantando en el coro de la ig lesia, mi corazón se llena de g ra titud a Dios. Hoy v ive con una preciosafam ilia cris tiana involucrada en este m in is te rio de ayuda a niños de la ca lle .

Los cam bios que se producen en estos niños cuando reciben el evange lio son enormes. Llegan con un a lto grado de desconfianza, ni s iquiera dicen el nom bre, ni dónde v iven , pero cuando notan que uno lesbrinda afecto de verdad, se franquean y com parten su vida.

José Luis, con sus juven iles dieciocho años, ha com prendido el p ropósito para su vida. «Mi sueño es tene r una fam ilia , mi casa y predicarles el evange lio a todos los chicos de la ca lle para que v ivan lo m ism o que estoy v iv iendo».

¡Dios aún sigue cam biando vidas!

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¿LO QUIERE?

UNA PEQUEÑA CUCHARITA

Ocurrió una mañana como tan tas en el Ins titu to Bíblico Río de la Plata. El decano estaba ocupado en a tender su ofic ina, en tre tim bres que anunciaban las clases y papeles que parecían m ultip lica rse . Su secre taria le in form ó que una persona deseaba hab la r con él.

Apenas la vio se a legró enorm em ente. Era una buena oportun idad para de jar a un lado los papeles y recordar los v ie jos y herm osos tiem pos de estud ian te ... «¡Hola! ¿Qué te trae por estos lugares?», preguntó sonriente el decano.

La muchacha extend ió una mano en la que m ostraba una pequeña cuchara. Con la voz entrecortada por el llan to , le d ijo: «Pastor Edgardo, estos han sido tiem pos m uy especiales para mí. He estado buscando al Señor p ro fundam ente y m editando en su Palabra. En uno de m is devocionales, m ientras exam inaba mi corazón. Dios me m ostró muchas cosas. Entre e llas, el Señor tra jo a m i m em oria una cucharita con las in ic ia les del Ins titu to Bíblico Río de la Plata. El Señor m e dijo: "D evuélvela, porque no te pertenece". Por eso estoy aquí».

Poco después, el decano m e contaba este gran tes tim on io de sensib ilidad espiritua l. Aquella joven fue obediente al requerim ien to d iv ino en un pequeño deta lle . Deseaba que la luz del Señor brilla ra aún más en su vida, y debía q u ita r una de aquellas «pequeñas zorras» que echan a perder las grandes cosechas (Cantares 2.15). Este suceso tiene mucha relación con el propósito de este libro, te s tifica r acerca de la obra del Espíritu Santo en estos días, y especia lm ente con el porqué de dicha obra.

Ella, al igual que muchos hermanos, gustó y partic ipó de este m over. El Señor Jesucristo la v is itó a través de su Espíritu, y provocó en ella el deseo intenso de agradar al Padre ce lestia l, aun en lo pequeño.

Tal vez a lguno pueda sorprenderse de la im portancia que damos a un deta lle al parecer tr iv ia l. Sin em bargo, veo aquí el fru to fundam enta l de la obra del Espíritu Santo: COMPROMISO Y SANTIDAD. Sin este fru to toda m anifestación del poder de Dios estaría carente de sentido.

C a p ítu lo 7

CONFORMADOS A LA IMAGEN.

Fue precisam ente en las aulas del Institu to Bíblico Río de la Plata, allá por la década del setenta , que leyendo un libro de texto de teo logía de M yer Pearlman aprendí estas verdades básicas y fundam enta les: «El Espíritu Santo descendió para com enzar la obra de ed ificar el cuerpo de Cristo. La perfección del cuerpo de Cristo es el propósito fina l del Consolador». Cuando Dios derram a de su Espíritu Santo lo hace ten iendo en cuenta su propósito e terno : desea muchos hijos conform ados a la im agen de Cristo (Romanos 8.28; Hebreos 2.10-11). Dios envía el Espíritu Santo para preparar a la ig lesia en la obra del m in is te rio y hacer de cada uno de nosotros un va rón perfecto, conform e a la estatura de la p len itud de Cristo (Efesios 4.7-13; Colosenses 1.28-29).

No estam os huérfanos. El Consolador está con nosotros para ayudarnos en la tarea que e l Señor nos ha encom endado...

Este p ropósito santificador se reve la detrás de todo genuino m over de Dios, y a esto se debe que el Espíritu del Señor se esté m anifestando en nuestros días com o nunca antes. ¡Creo que só lo es el com ienzo de a lgo m ayor!

Conjuntam ente con el avance de las ciencias ocultas, el esoterism o. el hum anism o, la Nueva Era y toda clase de sectas y re lig iones del d iablo. Dios levanta su Espíritu sobre cada nación, sobre cada pueblo, sobre cada ciudad.

No estam os huérfanos. El Consolador está con nosotros para ayudarnos en la tarea que el Señor nos ha encom endado: predicar, y hacer discípulos a todas las naciones (M ateo 28.19). Dios es el que nos santifica y nos envía a pred icar su Palabra.

TRANSFORMADOS POR EL VIENTO...

El Señor le d ijo a Nicodemo: «El v ien to sopla de donde qu iere , y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu» ( J u a n 3 .8).

Uno de los sím bolos del Espíritu Santo es el v ien to . M yer Pearlman expresa lo s igu ien te : «El v ien to sim boliza la labor regeneradora del Espíritu e indica sus operaciones m isteriosas, independientes, purificadoras y que im parten v ida .

En estos años el Señor me ha concedido el p riv ileg io de lleva r su Palabra a m ultitudes en d iferente naciones. En todo lugar que he v is itado he podido sentir los e fectos del poderoso v ien to del Espíritu Santo transfo rm ando las v idas, levantándo las en poder y santidad. ¡Verdaderam ente «todos los té rm inos de la tie rra han v is to la salvación de nuestro Dios»! (Salmo 98.3).

Cuando m in is tro en estadios, o estoy en mi propia congregación, procuro obedecer la orden que el Señor me ha dado: lleva r las alm as a la presencia de Cristo en adoración. ¿Sabe por qué? Porque sé

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positivam ente que un encuentro personal con el C risto resucitado, el C risto de la g loria, produce santidad y poder en los adoradores. Y esto sería im posib le sin la ayuda del Espíritu Santo que ha ven ido para g lo rifica r a Cristo (Juan 16.14). El Consolador es el que nos ayuda en nuestra deb ilidad. Jamás lo lograríam os por nuestros propios medios.

Nuestro m in is te rio hoy es lleva r a las personas a un encuentro con su Salvador a través del Espíritu Santo (Juan 3.1-16). Sólo ante Cristo g lo rificado nos quebrantam os y cam biam os de vida. Si rea lm ente tiene ham bre del Espíritu Santo, si desea su com unión más que cua lqu ier otra cosa en la v ida , qu iero que reciba estas llaves, estos secretos que Dios m e ha enseñado a través de los años, para pro fund izar su re lación con Él.

El a m o r de Dios nunca debe envejecer, n i deteriorarse. Cuando e l Señor nos llena con su Espíritu Santo, volvem os al p rim e r amor...

El am or de Dios nunca debe envejecer, ni dete rio ra rse. Cuando el Señor nos llena con su Espíritu Santo, vo lvem os al p rim er amor, comenzamos a andar como hijos de luz. En esa d im ensión g loriosa, usted tam b ién , al igual que aquella joven, deseará agradarlo en todo. Incluso en una pequeña cucharita de café.

La Biblia d ice que en los postreros tiem pos «el am or de m uchos se en fria rá» (M ateo 24.12). Mi deseo pro fundo es que al lee r la páginas de este lib ro usted pueda exclam ar: «¡Señor, qu iero vo lve r a mi p rim er am or, deseo encontrarm e contigo!»

LA GLORIA DE DIOS SOBRE UN COLEGIO

Cuando un hijo de Dios está lleno del Espíritu Santo, suceden cosas s o rp re n d e n te s . La unción del Espíritu Santo im pacta a todos aquellos que lo rodean, aun a los más incrédulos.

En el año 1993 m e inv ita ron a rea liza r una gran cruzada en Santiago de Chile. Más de doce mil personas se d ieron c ita , en un solo día. para tene r un encuentro con Jesucristo y ser llenos del Espíritu Santo. ¡El Señor se m ovió g lo riosam ente ! Nunca un predicador a rgen tino había logrado ce lebrar una reunión con tanta asistencia en el vecino país de Chile. Pero el Espíritu Santo fue el que hizo la convocatoria .

A esta cruzada asistió una jovencita jun to con su fam ilia . Esta joven, perteneciente a la com una de Peñalolen en aquella ciudad, fue llena del Espíritu Santo en el aud itorio . La g loria de Dios descendió sobre su v ida y se fue com ple tam ente renovada. Irrad iaba el perfum e de C risto...

Durante la semana vo lv ió a sus activ idades cotid ianas. Cursaba sus estudios en un co legio de señoritas

de su comuna. Pero, ¡no im aginaba que algo asom broso iba a sucederle en aquel lugar! Cuando m e lo contaron decidí com unicarm e por te lé fono con el pas to r Ita lo Frígoli, para asegurarm e de la fide lidad en todos los deta lles. Esto fue lo que ocurrió : Era un día de exam en en el co legio. El am biente estaba ca ldeado dentro del aula de clases en espera de la tem ida hora. Pequeños grupos de alum nas se apiñaban nerviosam ente en los pasillos y dentro del aula para repasar lo estudiado antes de que llegara el profesor.

Nuestra joven herm ana no escapaba a la regla general. Pero a diferencia del resto, decidió buscar a Dios en oración y se unió con otras dos com pañeras de su aula que tam bién eran cristianas. En silencio, h ic ieron un pequeño círculo en un rincón del aula y com enzaron a rogar a Dios por el examen. No tenían o tro propósito , pero la g loria de Dios que estaba sobre sus v idas com enzó a m anifestarse... Toda la atm ósfera de aquel lugar cambió. El am biente estaba «electrizado». De pronto las demás com pañeras, que hasta ese m om ento estaban absortas en sus propios tem as, com enzaron a ser sacudidas por la unción del Espíritu Santo. Nadie podía exp licar lo que sucedía, pero una a una com enzaron a so llozar y gem ir bajo la presencia de Dios.

Cuando estas herm anitas que estaban orando se d ieron vue lta para ver lo que pasaba, notaron que va rias de sus com pañeras habían caído al suelo, llo rando también.

Debajo del lugar había otra aula con un grupo de alum nas recib iendo su clase. Estaban com pletam ente ajenas a lo que estaba ocurriendo en el piso de arriba. Sin em bargo, ¡lo m ism o comenzó a suceder a llí tam bién !

Era im presionante ... ¡La g loria de Dios se estaba derram ando sobre aquel co legio!

A lguien in form ó a las autoridades del lugar que había una s ituación m uy particu la r en dos aulas del centro. En dos pisos d iferentes, tan to alum nas como profesores lloraban. A lgunos gem ían y otros no podían perm anecer de pie. Y lo más asom broso es que... ¡Nadie podía exp licar el m otivo! Los d irectivos estaban desconcertados. No podían encontra r una respuesta satis factoria a este fenómeno.

Hum anam ente no lo había. Pero cuando un hijo de Dios está lleno del Espíritu, ¡suceden cosas im presionantes! Las m anifestaciones sobrenaturales estrem ecen la atm ósfera espiritua l y rom pen el s ta tus quo de la norm alidad para que m uchos vue lvan su atención a Dios.

«MENSAJES VIVIENTES»

N uestras v idas deben ser «m ensajes v iv ien tes» de Dios para el mundo. Así fue la del profeta Ezequiel para el pueblo de Israel. Este hom bre de Dios, con su conducta obediente en todo, era en sí m ism o una señal para el pueblo (Ezequiel 24.24).

Al com enzar su m in is te rio , el Señor lo dejó mudo por un tiem po. ¿Se puede im ag inar un profeta mudo?

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Pero esto es lo precioso: el silencio de Ezequiel era una palabra de reprensión para un pueblo rebelde que no quería oír la voz de Dios (Ezequiel 3.22-27). ¡Hasta sus silencios eran m ensaje de Dios!

El Señor a firm a en su Palabra que somos verdaderas «cartas de Cristo [.. .] conocidas y leídas por todos los hom bres» (2 Corintios 3.2). Cuando las personas nos vean y nos conozcan, deben lee r c laram ente : «¡C risto v ive ! ¡Él es rea l!»

Nuestras vidas deben se r «m ensajes v iv ientes» de Dios para el mundo.

Llegará el día en que todos los cris tianos im pactarem os al m undo con nuestra sola presencia. Nuestro tes tim on io será tan poderoso que. al igual que el apóstol Pedro, aun nuestra sombra sanará a los enferm os (Hechos 5.15). ¡Estoy esperando ese día! Lo creo con todo m i corazón.

Llegará e l día en que todos los cris tianos im pactarem os a l m undo con nuestra sola presencia... Un cris tiano lleno del Espíritu Santo jam ás pasará inadvertido dondequiera que se encuentre.

Un cris tiano lleno del Espíritu Santo jam ás pasará inadvertido dondequiera que se encuentre. El perfum e que emana será «grato o lo r de Cristo en los que se sa lvan, y en los que se pierden; a éstos c ie rtam ente , o lo r de m uerte para m uerte » (2 Corintios 2.15-16). ¡Necesariam ente a lgo debe suceder!

Estamos hablando de uno de los propósitos fundam enta les que Dios tiene al de rram ar su Espíritu Santo «Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y m e seréis testigos» (Hechos1.8). Un cris tiano lleno del Espíritu va a im pactar con su conducta, con sus palabras (Salmo 45.1) y «los ríos que corren de su in te rio r» im pactarán poderosam ente a otros. Si estam os llenos del Espíritu, de una u o tra m anera, todos los que nos rodean verán el fru to de nuestro nuevo nacim iento.

Durante va rios días, los c ien to ve in te se reunieron en el aposento a lto para o rar y los de la ciudad no h ic ieron el m enor caso de esto. Pero cuando descendió el Espíritu Santo y llenó a aquellos discípulos, se provocó tal a lboro to que las m ultitudes se jun ta ron a la puerta . Tres m il fueron salvos en un solo día (Hechos 1.2).

A través del profeta Isaías el Señor nos dice:

Despierta, desp ierta, v ís te te de poder, oh Sion; vístete tu ropa herm osa, oh Jerusalén. ciudad santa (Isaías 52.1).

Entre un m uerto y un cris tiano «dorm ido» no hay mucha diferencia. Es c ie rto que el dorm ido tiene vida, pero Dios no puede contar con él en su obra.

¡Usted debe ser un pro tagonista en el Reino de Dios!

Necesita ser lleno del Espíritu Santo y rend irle su v ida a Cristo en una comunión d iaria y si lo hace ¡no se sorprenda por lo que ha de sucederle!

«TÚ NO ERES EL MISMO»

El capítulo cuatro del Evangelio de Lucas nos ayuda a com prender m ejor el p ropósito de la unción de Dios. En este pasaje nuestro Señor Jesucristo, luego de lee r el ro llo del profeta Isaías, m anifiesta que Él (el Verbo enviado del cielo) era el cum p lim ien to específico de aquella profecía, así com o de todas las palabras eternas de Dios.

La profecía declara: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar bueras nuevas a los pobres; m e ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a p regonar libe rtad a los cautivos, y v ista a los ciegos; a poner en libe rtad a los oprim idos; pred icar el año agradable del Señor» (Lucas 4.18-19).

Al hablar del s ie rvo de Dios, este te x to destaca los propósitos d iv inos al ung ir una vida con su Espíritu Santo: «Por cuanto m e ha ungido PARA». La presencia del Espíritu Santo en nuestras v idas, su p len itud y su poder, tienen un «para»: «Para dar buenas nuevas a los pobres [.. .] sanar a los quebrantados de corazón [.. .] p regonar libertad a los cautivos».

LA OBRA RESTAURADORA DEL ESPÍRITU SANTO

Hemos escuchado en nuestras cruzadas trem endos testim on ios de cris tianos heridos y derrotados en su vida esp iritua l, que han sido restaurados y sanados al abrir sus corazones a la p len itud del Espíritu Santo. Y no sólo los m iem bros de las iglesias han sido renovados, sino que muchos pastores sino que m uchos se han acercado para rec ib ir esta bendición.

«Lo que Dios te dio. lo que has recib ido. deseo que lo com partas conmigo. Deseo que me enseñes y m in istres»

Me llena de alegría com probar que pastores y líderes de las ig lesias seamos receptivos a la m in is trac ión de los unos por los otros. Es un e locuente síntoma de hum ildad y quebrantam iento . Resulta herm oso v e r cómo d iferen tes m in is terios se v is ita n y se dicen: «Lo que Dios te d io. lo que has recib ido, deseo que lo com partas conmigo. Deseo que m e enseñes y m in istres». De esta manera cum plim os la Escritura:

Cada uno según e l don que ha rec ib ido . m in ís tre lo a los otros, como buenos adm in istradores de la m ultifo rm e gracia de Dios (1 Pedro 4.10).

En Argentina y en el resto del mundo, el liderazgo, deseoso de buscar la excelencia para Dios, no vacila en ped ir la ayuda de otros. ¡Esto es m aravilloso ! ¡Cuánto necesitam os los líderes la bendición fresca del Señor!

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Dentro de esta actitud , más de cuatro m il pastores han v is itado nuestra iglesia y han tenido contacto con nuestro m in is te rio . Ha habido m om entos en nuestras reuniones en que han sido tantos los pastores que los herm anos de mi ig lesia no han ten ido acceso a la reunión. Estos consiervos venían con ham bre de Dios y d ispuestos a ver y com probar el m over de su Espíritu. Ha habido testim on ios de restauración... y aún continúan.

Recuerdo en particu la r la preciosa obra que el Espíritu Santo realizó en un pastor. Se tra ta de un buen am igo de m uchos años que el Señor restauró en el m in is te rio jun to a su esposa. Me re fie ro al pastor R icardo Saavedra.

Ricardo s irve al Señor en la ciudad de Mendoza. Argentina. Esta ciudad, capita l de la provincia que lleva el m ism o nom bre, está enclavada al oeste de nuestro país. Es una bellís im a región que lim ita con Chile a través de la im ponente co rd ille ra de los Andes. En ella se levanta el p ico más alto de Am érica: el m onte Aconcagua, con casi s ie te m il m etros de a ltura . T iene herm osos paisajes, un clim a ex traord inario (con mucho sol todo el año), y un m uy afectuoso y cálido pueblo. A esta provincia se tras ladó el herm ano Ricardo Saavedra con su fam ilia , para sus titu ir a o tro pasto r que dejaba la ig lesia para in ic ia r un v ia je .

Durante m uchos años había servido a Dios en Argentina y s intió que Dios lo guiaba a tras ladarse a este nuevo cam po de trabajo . Anhelaba con todas sus fuerzas segu ir un fructífe ro m in isterio .

Llegó con grandes ilusiones, pero no tardó en darse cuenta que tenía por delante una gran batalla esp iritua l. El enem igo parecía tene r un gran dom in io sobre los d iferentes sectores de la ciudad, y aun los pastores y las congregaciones percibían esta gran opresión.

El herm ano Saavedra se desempeñaba com o presbítero de las Asambleas de Dios. En sus recorridos por las ig lesias de Mendoza encontraba en todas la m ism a s ituación espiritua l. Había una gran bata lla y rea lm ente eran pocas las congregaciones que estaban creciendo con fuerza. Este «am biente esp iritua l» hacía difícil su labor como pastor.

Otro facto res se fueron sumando: la excesiva activ idad (adem ás de ser pasto r y presbítero, tam bién era presidente de los pastores de la ciudad), la grave situación económ ica que lo asfix iaba y. por ú ltim o, la pérdida y la enferm edad de algunos seres queridos.

Estas duras circunstancias a fectaron en form a notab le a su fam ilia . Su esposa cayó en un te rrib le estado depresivo. No podía soporta r por más tiem po tan tas presiones. El pastor Saavedra tenía su casa pastoral en la m ism a iglesia, y en vano procuraba que e lla bajase a pa rtic ipa r de los cultos. Sólo deseaba estar sola. Apenas tenía fuerzas para a tender los quehaceres del hogar.

Muy desanim ado pensó que había llegado el f in de su m in isterio . Consideró que no podía segu ir ade lante con este problem a en su hogar y decidió que lo m e jor sería de jar la ig lesia.

V iajó a Buenos Aires para rea liza r a lgunos trám ites , m ientras m editaba en la idea de so lic ita r cuando

menos una licencia en el pastorado. Desconocía que en Buenos Aires había com enzado a derram arse la g loria del Señor prom etida en el libro de Joel: «Y después de esto derram aré mi Espíritu sobre toda carne» (Joel 2.28). En m uchas ig lesias estábam os pasando un tiem po de re frige rio esp iritua l. Nunca antes había sido así. Era algo g lorioso... Unos buenos am igos de una librería cristiana le com entaron lo que estaba sucediendo, pero tuvo que regresar ese m ism o día a Mendoza. Sin em bargo, la sem illa quedó en su corazón.

Cuando este m over del Espíritu Santo se m an ifestó en nuestro m in is terio , nos v im os obligados a a lqu ila r todos los m artes un estadio para seis m il personas. El estadio Club Obras Sanitarias, cercano a nuestra congregación, nos perm itió rec ib ir el a luv ión de v is itas que en cada reunión desbordaban el local de nuestra iglesia. Para as is tir a nuestras reuniones, las personas hacían filas hasta de doscientos m etros.

En esos días el pastor Saavedra tom ó la decisión de v ia ja r para partic ipa r del cu lto que realizaríam os en aquel estadio. Cuando se desp id ió de su esposa, le dijo:

«Es lo ú ltim o que hago». Este v ia je representaba para él su ú ltim a oportunidad.

Apenas llegó al cu lto aquella noche y traspuso la puerta del estadio, comenzó a llo ra r. Ante la presencia de Dios le sobrevino de repente una trem enda convicción de pecado. Pasó m inutos, e incluso horas, en adoración y a labanza, pero no cesaba de llorar.

Yo m e encontraba en la p la ta form a m in istrando al Señor en un am bien te de g lo ria . Cuando lo reconocí en tre la m u ltitud , le pedí que se acercara para o ra r a Dios por su v ida . Y lo que sucedió fue sencillam ente im presionante.

La Biblia nos enseña que donde está el Espíritu del Señor a llí hay libe rtad (2 Corintios 3.17). Las cadenas caen bajo la g loria de Dios, y la libe rtad y la v ic to ria llega en las vidas. Y aquella noche el pasto r Saavedra recibió Palabra de Dios. Su corazón se llenó de la presencia santa. Palpó la g loria de Dios, la m ism a g loria que estaba en el Sinaí, la g loria que se m an ifestó en el aposento a lto y en tró a los corazones de los d iscípulos en Pentecostés. La m ism a g loria que abrió las puertas en la cárcel de Filipos m ientras Pablo y Silas adoraban al Señor, la g loria del Hijo de Dios que se reve ló en el apóstol Juan en la isla de Patmos. com enzó a llenar su v ida y a restaurarlo .

El p a s to r Saavedra tomó la decisión de v ia ja r para p a rtic ip a r del culto... Este viaje representaba para é l su ú ltim a oportunidad.

Al fina liza r la reunión, el herm ano Saavedra se fue a la casa de un pasto r am igo que lo hospedó esa noche. Estaba rea lm ente conm ovido y perm aneció hasta las siete de la tarde del o tro día en un ve rdadero éxtas is esp iritua l.

Cuando regresó a su provincia, recorrió los m il k ilóm etros que lo separaban de Mendoza. Se sentía en

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las nubes. Apenas abrió la puerta de la casa, su esposa notó que algo había sucedido en él. «Tú no eres el m ism o, algo te pasó, algo te sucedió...», le dijo.

El día s igu iente era dom ingo y tenían el cu lto central de la semana. Cuando el pastor Saavedra se paró detrás del pùlp ito , supo que la v ic to ria había llegado a su iglesia. Tuvieron un cu lto g lorioso. La renovación invad ió a los herm anos. Muchos se acercaron a decirle : «Pastor, usted está m uy d iferente». Y era verdad.

En esa reunión el «aceite» del Espíritu Santo sanó de una m anera g loriosa las heridas que había en su esposa. Fue tan grande la sanidad del Espíritu, que com enzó a regocijarse en el Señor, a gozarse como hacía meses no sucedía. iEra un m ilagro ! Aquella experiencia se pro longó por más de seis horas. La depresión estaba defin itivam en te vencida.

No durm ió aquella noche. A d iferencia de muchas personas que en el presente no pueden dorm ir porque tienen la m ente a turdida por el do lor, por sus problem as, ella no durm ió por el gozo que sentía. Oraba: «Espíritu Santo, sigue obrando profundam ente en m i corazón». Al día s igu iente era otra m ujer. Todo su aspecto había cambiado. El tiem po de la derrota

No durm ió aquella noche. A diferencia de muchas personas... no durm ió p o r el gozo que sentía.

El tiem po de la derro ta te rm inó y el m over g lorioso del Espíritu Santo llenó la ig lesia. La prom esa de Nehemías 8.10 com enzó a m anifestarse: «El gozo de Jehová es vuestra fuerza».

Actualm ente, el Señor está usando mucho al pastor R icardo Saavedra y su esposa en Mendoza. La iglesia que por tiem po estuvo sumida en una dura bata lla esp iritua l, respira ahora una atm ósfera de v ic to ria . Han crecido en núm ero de m iem bros y han fundado otras iglesias.

¡A labamos a Dios porque ha derram ado su unción «para sanar a los quebrantados de corazón»! Como resultado de ese tiem po de v ic to ria , todos los pastores m endocinos. a los cuales adm iro porque son m aravillosos, me inv ita ron a ce lebrar una cruzada. Había tanta expecta tiva , tanta ham bre de Señor, que por prim era vez las ig lesias de Mendoza a lqu ila ron el estadio de fú tbol donde se rea lizó el cam peonato m undial de 1978.

En este estadio m undia lista . ca torce m il herm anos celebram os al a ire lib re la v ic to ria de C risto. Fue una noche ino lv idab le. Hubo m ilagros y sanidades, restauración del gozo y la v ic to ria . A la una y media de la m adrugada, bajo un frío intenso, m iles de personas permanecían adorando a Dios. Por estar cerca de la cord ille ra , caía una lluvia helada conocida como «agua nieve»; sin em bargo todos perm anecían a labando al Señor.

Cuando partic ipo de ce lebraciones tan herm osas y veo las m ultitudes convertidas a C risto, no puedo ev ita r pensar con g ra titud en todos los m isioneros que v in ie ron a esta tie rra . Nosotros hoy vem os el fru to de lo que ellos sem braron con lágrim as. Los alcances de la obra de Dios son ilim itados. Mi

m in is te rio , que hoy llega a las naciones, es el fru to de herm anos que dejaron sus tie rras y v in ie ron a p lan tar la sem illa en tie rras duras.

Anhelo que la presencia del Espíritu Santo siga obrando más cada día en nuestras v idas y que v ivam os cosas que ni s iquiera hemos im aginado.

Siga adelante. Dios quiere ungirlo para que cumpla su propósito. Es mi deseo que su vida dé evidencias del fru to del Espíritu Santo, de santidad y de com prom iso con Dios. ¡Que su vida sea un testim on io del poder y la restauración del Señor! ¿LO QUIERE? Siga adelante, porque ¡este es su tiem po! ¡Esta es su hora!

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C a p ítu lo 8

¿ACOSTUMBRADOS A LA GLORIA DE DIOS?

H ay señales que caracterizan a un ve rdadero av ivam iento a nivel m undia l, pero el verdadero av ivam iento debe com enzar con usted. Esto no se produce en form a instantánea. Hay un proceso, una re lación con Dios, y de esto quiero hablarle .

En Hechos de los Apóstoles se relatan las experiencias de un puñado de hom bres com ple tam ente transform ados por el Espíritu Santo. Pedro es uno de ellos.

¡Cuántas cosas no se han dicho de este apóstol! Los predicadores se han ocupado mucho en enfa tizar sus v irtudes y sus defectos de acuerdo a la perspectiva bíblica; sin em bargo, qu is iera resca tar lo que el m ism o Señor Jesucristo d ijo de él cuando lo llam ó a ser su discípulo. Juan 1.42 cuenta que «m irándole Jesús, d ijo: Tú eres Simón hijo de Jonás; tú serás llam ado Cefas (que quiere decir. Pedro)».

Desde su in icio, la h istoria bíblica nos refle ja el ca rácter pro fè tico que tenían los nom bres dentro del pueblo de Israel. A d iferencia de nuestras cu lturas, donde rara vez un nom bre tiene una connotación determ inada, los judíos usaban nom bres con sign ificados m uy claros para todo el m undo. El nom bre «Abraham» (Génesis 17.5) significa lite ra lm en te «padre de una m u ltitud» .

Dios le dio este nom bre antes de tene r a Isaac. Todos, aunque no lo creyeran y se burlasen, al llam arlo «Abraham» lo llam aban «padre de una m ultitud».

Otras veces los nom bres aludían a las circunstancias que rodeaban los nacim ientos. «Jabes» (1 Crónicas 4.9-10) recibió este nom bre que sign ifica «dolor». ¿Se im agina que todos lo llam en «dolor»? Su m adre le puso así: «Por cuanto lo di a luz en dolor» (1 Crónicas 4.9). Sin em bargo. Jabes se repuso a la adversidad de su nom bre y la Biblia d ice que «fue más ilustre que sus hermanos».

Nuestro Señor Jesucristo rec ib ió pro fèticam ente el nom bre m esiánico «Emanuel» (Isaías 7.14), cuyo s ign ificado era e locuente para todos: «Dios con nosotros».

Simón, aquel pescador de tem peram ento im puls ivo e inestable, tendría un nuevo nom bre: «Cefas» o «Pedro», que significa «piedra». Este hom bre, al tiem po de ser llam ado por el Señor y durante sus p rim eros años en el m in is terio , tenía más semejanza a «un junco» que a «una piedra». Su tem peram ento cam bian te , su fe inestab le , poco tenían en com ún con la fo rta leza y perm anencia de una roca. Sin em bargo. Jesús le d ijo a Pedro con o jos de fe : «Tú no serás más un junco» (algo déb il, que se dobla fác ilm en te , que se deja lleva r por donde sopla el v ien to ). Serás llam ado «piedra» (que se relaciona con la

firm eza, con la solidez). ¡Cuán m aravilloso es que el Señor nos vea así! Él llam a «las cosas que no son. com o si fuesen» (Romanos 4.17).

¿Cómo se cum ple este proceso en nuestras vidas?

¿Cómo nos transform am os de un «junco» en una «piedra»? Deseo aclararlo , pues es b ien im portante .

El hom bre y la m u je r de Dios no son transform ados m ed ian te cam bios bruscos n i repentinos. H ay un proceso de transform ación, de una relación.

Hablam os de un proceso en cada vida de una relación personal con Dios. No creo en las tras fo rm adones repentinas en té rm inos absolutos. El hom bre y la m u jer de Dios no son transform acos m ed ian te cam bios bruscos ni repentinos. Hay un proceso de transform ación, de una relación.

Vemos ese proceso en una de las ilustraciones que Jesús tom ó de la v ida d iaria en sus parábolas del c rec im ien to del Reino. En la parábola del sem brador (Mateo 13) se ve c la ro que la revelación de Dios es progresiva. La sem illa (la Palabra de Dios) debe caer en una tie rra «buena», arada y preparada para rec ib irlo . Luego la sem illa a su tiem po m uere, después se quiebra, más tarde surge la s im iente de vida y al fin a l se m anifiesta el fruto. Nunca esto es instantáneo.

El crecim iento esp iritua l no se produce con la rapidez de la vida m oderna. V iv im os en la época de la rapidez: café instantáneo, com idas al instante. Todo debe ser rápido. Pero en el cam ino de Dios. Él m aneja los tiem pos. No hay atajos. En el crec im ien to espiritua l, com o en todo crecim iento , hay un proceso de m aduración. En el Reino de Dios no nacemos adultos, sino niños, y luego vamos creciendo com o hijos bajo el cuidado de nuestro Padre ce lestia l (Efesios 4.14-16; 1 Corintios 3.1; Hebreos 5.13-14; Juan 1.12-13).

Ese proceso lo vem os ilus trado en la idea del barro en las m anos del a lfa rero de Jeremías 18.1-6. A llí se nos indica que hay una relación de Dios con su pueblo, una obra que Dios rea liza progresivam ente. A través del Espíritu Santo, nos moldea conform e al m odelo que es Jesucristo. No somos como la baratija , que es la im itac ión de una buena joya y no lleva mucho tiem po confeccionarla. Somos como el d iam ante, que tiene un largo proceso bajo tie rra .

En mi caso fue lento. Quizás algunos crean que si asisten a algún cu lto o si un pasto r les im pone las m anos, sus v idas cam biarán. Es probable que alguna vez sea así. No cabe duda de que Dios puede usar o tros m in is te rios para com p le ta r la tarea que Él v iene rea lizando en nuestros corazones. Pero en mi caso no. Tuve que a travesar largos tiem pos de tra to d iv ino, de espera, de preparación y quebran tam ien to que me fo rm aron para la etapa que v ivo hoy.

Sea cual fuere la etapa que atravesam os en nuestro cam inar con el Señor, hay una d iferencia sustancial entre estar llenos o no del Espíritu Santo. Pedro tuvo un tiem po de caída, de derro ta , y de inseguridad, pero Jesús les p rom etió a él y a los demás discípulos que rec ib irían poder cuando v in ie ra

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sobre ellos el Espíritu Santo y que serían sus testigos. Esta prom esa se hizo realidad en el aposento alto, cuando «de repente v ino del cie lo un estruendo como de un v ien to recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, com o el fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo» (Hechos 2.2-4). Esta experiencia g loriosa con el Espíritu Santo m arcó su vida.

Pedro cam inó con Jesús durante tres años. V iv ió los m om entos más g loriosos del m in is te rio del Señor. V io como sanó a los c iegos y ca lm ó la to rm enta. Sin em bargo, cuando tuvo que tom ar una decisión pública por Cristo, lo negó. Pero cuando recibió la prom esa en el aposento a lto, la p len itud del Espíritu Santo lo capacitó para ser un testigo fiel.

No cam biam os porque veam os m ilagros y m aravillas... Lo único que rea lm ente in fluye en la transform ación es... la experiencia personal con C risto . a través de su Espíritu Santo.

La lección es clara. No cam biam os porque veam os m ilagros y m aravillas, ni porque partic ipem os en un hermoso cu lto . Lo único que rea lm ente in fluye en la transform ación es el aposento a lto: la experiencia personal con C risto, a través de su Espíritu Santo.

Debemos ir a donde está Cristo. Acudir a nuestro Salvador y Ayudador ha de ser el anhelo que surge en cada uno de nuestros corazones. Así lo expresa el Salmo 42.1 «Mi alma tiene sed de Dios». Estamos en este m undo para buscar de Cristo.

Y el que nos lleva a su presencia porque lo conoce y está entre nosotros para g lo rifica rlo es el Espíritu de Cristo.

El Señor Jesús, que por am or del Padre fue enviado a este m undo, ha derram ado hoy esta lluvia tardía ta l como fue prom etido : «Y en los postreros días, dice Dios, derram aré de mi Espíritu sobre toda carne» (Hechos 2.17). De esto deseamos te s tifica r en este libro.

¿«ACOSTUMBRADOS» A LA GLORIA DE DIOS?

En la década del ochenta, el Señor levantó en la A rgentina a un fam oso y form idable evangelista llam ado Carlos Annancondia. El Señor hizo a través de su m in is te rio grandes m ilagros que acom pañaron a la predicación de la Palabra.

Pero con el tiem po, un gran pe lig ro se fue perfilando. Muchos herm anos, después de esa década del ochenta y ya transitando en la del noventa, luego de haber v is to las m anifestaciones sobrenatura les en la v ida y el m in is te rio del pastor Annacondia. reaccionaban ahora de una form a d iferen te . Después de haber llorado ante las conversiones y m ilagros, de haber quedado noches enteras sin poder dorm ir, pensando en las m ultitudes que venían a los pies de Cristo, habían perd ido e l interés.

El m ism o herm ano Annacondia me d ijo que muchos de los que en su m om ento apoyaban sus cruzadas ya no lo hacían con el m ism o interés. ¿Por qué? Porque se habían acostum brado a lo sobrenatura l. Los cam bios no se producen con sólo ve r m ilagros y m aravillas.

No se produ jeron en los soldados que fueron a a rres ta r a Jesús. Cuando hallaron al Señor cayeron a tie rra fren te al «Yo soy», pero luego se pusieron en pie y lo crucificaron. Esta es una tendencia m uy antigua.

No se produ jeron tam poco en Israel. El capítu lo 32 del libro de Éxodo nos re lata m om entos penosos en la h istoria del pueblo de Israel. Vem os cómo le dan la espalda a Dios para com eter el te rrib le pecado de la ido la tría , haciendo el becerro de oro para adorarlo . Sólo hacía tres meses que habían sa lido de Egipto «con mano fuerte». Habían partido de aquella tie rra de esclavitud v iendo m arav illados como las aguas del Mar Rojo se abrían para que pudieran pasar por lo seco. Además de esto, contem plaron la colum na de nube y fuego día tras día, el maná del c ie lo que cada m añana estaba a sus puertas, el agua que Dios hizo b ro ta r de la roca... Eran grandiosos m ilagros y m anifestaciones de Dios. El pueblo convivía con lo sobrenatura l.

En Éxodo 19 vem os que Dios se les revela de m anera ex traord inaria sobre el m onte Sinaí: «Cuando v ino la m añana, v in ie ron truenos y relám pagos, y espesa nube sobre el m onte, y sonido de bocina m uy fuerte ; y se estrem eció todo el pueblo que estaba en el cam pam ento» (Éxodo 19.16).

Más adelante, dicen tem blando: «No hable Dios con nosotros, para que no m uram os» (Éxodo 20.19). Esto aconteció a lrededor de cincuenta días después de la salida de Egipto.

Y luego sucede lo increíble. Sólo unos pocos días más... ¡Y el pueblo levanta un becerro de oro para adorarlo !

¿Cómo es posible que el pueblo, apenas tres meses después de su salida de Egipto y habiendo visto tan tos m ilagros y m aravillas, se haya apartado de Dios para com eter el te rr ib le pecado de la idolatría? ¿Se ha puesto usted a pensarlo? Quisiera dar tres respuestas a esta pregunta.

1) Se acostum braron a lo sobrenatura l, a la g lo ria de Dios.

En Éxodo 19. el pueblo tuvo un tem or reverente fren te a la g loria de Dios sobre el Sinaí. Fueron conm ovidos. Pero luego se fueron «acostum brando», se vo lv ie ron ind iferentes. Tal vez d ije ron: «¡Esto lo vem os todos los días!» y antes que Moisés descendiera del m onte, apostataron de su fe.

2) Tomaron a la lige ra la Palabra de Dios. Dios les d ijo lo s igu ien te : «No tendrás dioses a jenos delante de mí. No te harás im ágenes, ni ninguna semejanza» (Éxodo 20.3-4). Sin em bargo, pecaron por no tom ar en se rio la Palabra de Dios.

3) No cu ltivaron una re lac ión persona l con Dios. De acuerdo al énfasis que pone Moisés en Deuteronom io. percib im os que fa llaban en su am or a Dios (D euteronom io 6.5; 7.9; 10.12; 11.1; 13.3;

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30.16). Le decían a Moisés:

«Habla con tu Dios, y d ile. y pídele». No in ten taban por sí m ism os estab lecer una re lación personal con Dios.

Hermano, no v ivam os con una fe prestada. No dependamos de los hom bres. Es nuestra relación personal con el Señor. Nuestro am or y búsqueda personal es lo que en defin itiva cuenta. Es el tiem po donde Dios nos demanda que lo busquemos más. que tengam os ham bre y sed de su presencia. En este cam inar experim entará m aravillosos cambios.

Si buscamos al Señor. Él nos llenará con su Espíritu. Nos dirá como a Pedro: «Aunque me hayas fa llado, aunque te sientas frág il... ¡Yo te levantaré como una roca!»

DOS ASPECTOS CLAVE

El av ivam iento debe com enzar en nuestra v ida . Sin em bargo, hay dos cosas que nadie podrá hacer en nuestro lugar: 1) Tener fe. y 2) Tener ham bre de Dios. Estas sencillas pautas nos llevan a experim entar una vida cristiana v ic to riosa . La Palabra de Dios nos enseña que en e llas anduvieron los que nos preced ieron y llegaron al galardón.

«Aunque me hayas fallado, aunque re sien tas frág il... ¡Yo te levantaré como una roca !»

Tener fe es obedecer a Dios. Es « llenarnos de fe» y creer su Palabra, todo lo que Él nos prom ete. Como observam os, el pueblo de Israel o lvidaba continuam ente las prom esas de Dios. En el Salmo 105 podem os lee r las m arav illas g loriosas que Dios había hecho en m edio de ellos y a continuación, en el Salmo 106. nos re lata la actitud que adoptó el pueblo: «O lvidaron al Dios de su salvación, que había hecho grandezas en Egipto, m arav illas en la tie rra de Cam. cosas fo rm idab les sobre el Mar Rojo» (Salmo 106.21-22).

El lib ro de Hebreos dice que perd ieron la tie rra «a causa de incredulidad» (Hebreos 3.19). La fe es una señal, característica de todo hom bre y m u jer de Dios. «Sin fe es im posib le agradar a Dios» (Hebreos11.6). Recibimos la v ida eterna cuando tuvim os fe en su obra, en la justic ia que ganó para nosotros en la cruz del Calvario. Así com enzó nuestra v ida cris tiana y así debe continuar.

Cuando tuve m i encuentro personal con el Señor, le abrí mi corazón y le d ije: «Señor, si rea lm ente meamas y te acuerdas de mí. entra a mi corazón». ¡Y Él en tró en m i v ida! Desde el p rim er instante v i el m undo de o tro color, v i a los árboles y a las personas con otros ojos, había nacido de nuevo... Pero ese nuevo nacim iento me llevó hacia nuevas metas, a nuevos pasos y etapas. En esta herm osa vida de fe. elSeñor m e llam ó a sub ir m ontes nunca im aginados para estar con Él.

Tener ham bre de Dios es ansiar llenarnos de Dios. Para ser un cris tiano ungido, lleno de bendición, hay

que « tener ham bre y sed de jus tic ia» (M ateo 5.6). Jesús dijo: «Bienaventurados los que tienen ham bre y sed de jus tic ia» , lo cual im plica tene r ham bre de C risto m ismo, ham bre de v iv ir su vida. Esto es posible cuando el Reino de Dios se hace realidad en nuestra form a de ser. en nuestra form a de c ria r a nuestros h ijos, en nuestra form a de conducirnos en la sociedad... Es la fe . en un sentido b ien concreto , vis ib le.

El ham bre y el anhelo de buscar más la g loria de Dios me llevó a buscar su rostro con todo mi corazón. Fue así que en el año 1992. experim enté un poderoso flu ir de Aquel que estaba dentro de mí.

Muchos piensan que lo que reciben de Dios lo reciben de afuera hacia adentro, pero Jesús fue c la ro al enseñar que los ríos de agua viva están dentro de uno ( J u a n 7.38). Además, Jesús expresó que de «su in te rio r» correrán ríos de agua viva. La Palabra ense-ña que m ayor es el que está que m ayor es el que está en nosotros que el que está en el m undo (1 Juan 4.4).

Hay una fuente en usted... Para que fluya, necesitam os e l quebrantam iento , la hum illac ión...

Hay una fuente en usted... una vida encerrada, un río contenido. Para que fluya, necesitam os el quebran tam iento , la hum illac ión... depender ente ram ente del Señor.

Dios en estos días nos llam a a sentirnos insatisfechos com o aquel pobre que dice: «Señor, yo te necesito. No estoy satisfecho con lo que tengo, quiero más de ti, más de tu presencia. Aún no estoy conform e, porque sé que he recib ido una pequeña medida de aquel gran océano».

Imagínese por un m om ento que usted se acerca hasta el océano más cercano a su dom ic ilio y extrae con una copita una pequeña m edida de agua. Así es la d istancia que exis te en tre lo que conocem os de Dios y lo que Dios es. Lo que sabemos de Él es una gota de agua en un gran océano.

HACIA EL GRAN AVIVAMIENTO

En los diversos lugares que v is ito , muchos m e preguntan: «¿Es esto un avivam iento? ¿Cómo defin iría usted un avivam iento? » Quiero dar a lgunas explicaciones ins tructivas al respecto.

A lo largo de estos tres años tan intensos hemos observado muchas m anifestaciones im presionantes del obrar del Espíritu Santo. Pero ú ltim am ente Dios ha revelado a m i corazón su vo lun tad en cuanto a la ig lesia de estos tiem pos: La iglesia debe «vo lve r a las sendas antiguas». Como dice Jeremías 6.16: «Así dijo Jehová: Paraos en los cam inos, y m irad, y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen cam ino, y andad por él, y ha lla ré is descanso para vuestra alma». «Volver», «pararnos» y exam inar nuestros caminos, «preguntar» y «andar». Esto es vo lve r a los princip ios básicos de la Palabra.

Si vam os a los p rim eros capítulos del Nuevo Testam ento, notam os los m andam ientos básicos del Señor Jesús, princip ios que sostuvie ron el av ivam iento de la ig lesia del Nuevo Testam ento y que perduran hasta el día de hoy.

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Aquellas «sendas antiguas», que nunca debem os perder de vis ta , son la predicación del genuino y s incero a rrepen tim ien to que cada cris tiano debe tene r ante Dios. Más a llá de las d istin tas m anifestaciones del Espíritu Santo que hemos v is to , (la gente caer por el poder de Dios y quedar bajo la presencia del Espíritu Santo durante horas; estadios enteros d isfru tando esta experiencia; gente danzando y gozándose en la presencia del Señor), se encuentra lo que rea lm ente nos lleva a Dios; el ve rdadero encuentro que produce a rrepen tim ien to y confesión de pecados. Jesús llam ó al a rrepen tim ien to a los hom bres y luego a la obediencia, que es fru to del a rrepen tim iento .

La prim era m anifestac ión de esta obediencia es el bautism o en agua. Y luego v iene el bautism o en el Espíritu Santo que Juan el Bautista antic ipó: «El que viene tras m í [...] os bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Mateo 3.11). Como vem os, la Palabra usa el «fuego» como sím bolo del Espíritu Santo. El fuego que purifica , consume, transfo rm a...

No nos va a cam biar el hecho de caer o no caer, de tem b la r o no tem b lar, de re ír o no reír. Aceptam os que Dios se está m oviendo de esta manera, pero no debem os poner los ojos en las m anifestaciones. Lo que rea lm ente va a cam biar nuestra vida es el fuego que estaba en los apóstoles, el fuego que cayó en Pentecostés, el m ism o fuego que estaba en la vida de los discípulos.

El fuego y el am or estaban dentro de Jeremías cuando dijo:

Había en m i corazón com o un fuego a rd ien te m etido en m is huesos; tra té de su frir lo , y no pude (Jeremías 20.9).

Ese fuego ard iendo nos hace vo lve r a las sendas antiguas, al p rim er am or, al respeto y al tem or por las cosas sagradas.

Las señales del Espíritu Santo (Marcos 16.17-18) deben es ta r dentro de este contexto y. en tal caso, aconsejo no detenerlas. Aunque algunas nos parezcan sorprendentes, han estado presentes en casi todo desperta r del Espíritu Santo.

He leído ú ltim am ente algunos escritos m uy buenos sobre el tem a. John W hite dice: «La ironía de los av ivam ientos es que son m uy deseados en los tiem pos de esterilidad , pero son m uy com únm ente resistidos y tem idos cuando llegan».

Durante m uchos años hemos orado que Dios tra iga un avivam iento. Sería bueno que lo dejem os obrar a su manera.

¿Estaremos en un avivam iento? Creo que estam os en la etapa previa, en la etapa del despertar de la ig les ia , donde nos damos cuenta que el Señor es una rea lidad poderosa en nosotros. Una realidad g loriosa que se revela cuando le rendim os cu lto . En ta l sentido, la g loria de Dios se está m anifestando actua lm ente de una form a tang ib le en muchos lugares del mundo.

Avivam iento ve rdadero es cuando la sociedad com ienza a desperta r a la conciencia de que Cristo vive.

Se tom an decisiones en función de esa realidad, reconociendo que Él es Señor de señores. El fru to de este m over debe ser siem pre pensar hacia fuera, hacia las alm as que se pierden. No debe quedar en las m anifestaciones, en las sanidades, en los m ilagros y los prodig ios, s ino que debe producir en el creyente el deseo de o rar para que las alm as perdidas se conviertan al Señor Jesucristo.

He aquí la clave, el propósito fina l del p lan de Dios para estos días: que toda lengua, nación y tribu tenga la oportunidad de escuchar y v e r a una iglesia v iva y poderosa anunciando el evangelio.

Un buen estud io sobre d iferen tes m om entos de la h is toria a firm a que los av ivam ientos llegan como consecuencia de la m isericord ia de Dios. Nos abre los ojos en re lación a la persona de Dios. Nos llama la a tención para que lo veam os. Es a llí cuando com prendem os que el Señor es más que nuestras rutinas y trad ic iones re lig iosas.

Algunos tal vez no qu ieren aceptar que. sin perder la base cris to céntrica y bíblica, debem os ser receptivos a que Dios nos sorprenda con su poder transform ador.

Los av ivam ientos llegan com o consecuencia de la m iserico rd ia de Dios. Nos llam a la atención para que lo veam os... Es a ll í cuando com prendem os que el Señor es m ás que nuestras rutinas y trad ic iones relig iosas.

Dios empieza prim ero con la ig lesia. Recuerde que el Señor preparó antes a los discípulos, sopló sobre ellos y los hizo esperar en el aposento alto. Por ú ltim o, los envió para llega r hasta lo ú ltim o de la tie rra con el evange lio poderoso de su Palabra. Es jus tam en te esto lo que sucede hoy en día. El Señor está preparando a su iglesia, la está renovando en la pasión y el am or por Jesús. Está restaurando algunos puntos fundam enta les, m arcando un verdadero espíritu de santidad y de verdad.

En estos ú ltim os tiem pos, he v is to un m ayor interés por leer y prepararse en las Sagradas Escrituras, un in te rés por entender y conocer más a Dios. El poder de Dios ha traído un m ayor am or hacia Dios y hacia el hom bre perdido.

Al rem ontarnos a los grandes avivam ientos. com o aquellos en los que partic ipó Jonathan Edwards, vem os que la pasión por las alm as llevaba a los predicadores a conm overse, in te rceder y llo ra r por c iudades enteras. Luego rea lizaban las cam pañas y m iles y m iles venían a los pies del Señor. Cuando hay un despertar del Espíritu Santo en acción, un ham bre del Espíritu de Dios, lo que produce precisam ente es un renovado am or hacia Dios y hacia el hom bre perdido.

Otra señal de una v is itac ión de Dios sobre su pueblo es la autoridad espiritua l que recibe la iglesia. Nunca antes he v is to a la ig lesia tan firm e, en una posición de v ic to ria . Ya no le tenem os m iedo a las fuerzas de m aldad, sino que estam os v iendo y entend iendo que Jesucristo es el que ha vencido y nos ha dado poder sobre el reino del enem igo. Este derram am iento del Espíritu Santo nos ha a firm ado en el plano de la autoridad espiritua l.

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Un avivam iento . com o vem os, es más que señales, tes tim on ios, m anifestaciones y m ilagros. Hay algo mucho más sustancioso: es el ham bre por buscar a Dios, es la salvación de las m ultitudes.

En la Patagonia Argentina, en la provincia de Río Negro, existe una pequeña ciudad de unos seis m il hab itan tes llam ada Ingeniero Jacobazzi. En aquella ciudad, cercana a San Carlos de Bariloche (un herm oso lugar de m ontañas, bosques y lagos), s irve al Señor desde hace muchos años el pasto r Pedro Sepúlveda. Su m in is te rio es un buen e jem plo de cóm o debe canalizarse la unción de Dios y las m aravillas que Él hace a favor de los perdidos.

El pasto r Sepúlveda fue uno de los tan tos pastores que v ia jó a Buenos A ires cuando el Señor nos v is itó tan g loriosam ente en el año 1992. El 12 de octubre de 1992 llegó al estadio del C lub Obras Sanitarias. Aquel fue un día rea lm ente im presionante . Tanta gente se acercó a buscar del Señor, que debim os hacer dos reuniones y, aún así. a lgunos no pudieron en tra r. Delegaciones de todo el país, con sus ómnibus saturando las calles llegaron desde m uy tem prano en la m añana y fo rm aron h ileras de hasta medio k ilóm etro , en espera de partic ipa r del culto. ¡Había mucha ham bre de Dios!

El herm ano Sepúlveda partic ipó de la reunión, d isfru tó de la g loria de Dios, bebió del Espíritu Santo que se movía con tanta libe rtad y se fue «im pregnando» de esa atm ósfera de v ic to ria . Su «techo esp iritua l» se había elevado.

Regresó a Ingeniero Jacobazzi en la m adrugada del dom ingo. Ese día el cu lto fue una verdadera celebración. D isfru taron de cuatro horas intensas en la presencia de Dios. ¡Era m aravilloso! Los ríos de agua v iva flu ían de su in te rio r y toda la ig lesia era renovada.

En un m om ento particu la r de la reunión, llam ó a todos los jóvenes al fren te para o rar por cada uno de e llos. En ese am biente de g loria, dos largas h ile ras de jóvenes, con sus ojos cerrados, esperaban la bendición del Señor. Lo m aravilloso es que el pasto r só lo llegó a im poner su m ano sobre el p rim er joven de la h ile ra ... ¡Y abso lu tam ente todos los jóvenes cayeron bajo el poder de Dios! Los jóvenes de la ig lesia estaban llenos del Espíritu.

El p rim er am or era real en ellos: deseaban orar, lee r la Palabra, predicar. ¡En só lo cinco meses el grupo de jóvenes se tr ip licó !

Bastó un par de años para que la ig lesia creciera al doble de m iem bros. Fue tal el crec im iento , ¡que el quince por ciento de la población se conv irtió a Cristo y se congrega en esta iglesia! El pastor Sepúlveda ha hecho reuniones en estadios donde tre in ta por c ien to de la población ha asistido. El im pacto de la ig lesia ha provocado que va rios de sus m iem bros ocupen puestos im portan tes de gobierno en el m unicip io. Sin duda. ¡Ingeniero Jacobazzi sabe que Cristo v ive ! Dios tam bién ha usado a este pastor para despertar a otras iglesias de la zona y tam bién en Chile.

Es el tiem po de abrirnos y p e rm itir que el Señor haga descender su lluvia tem prana y tardía sobre

nuestras vidas. Es tiem po, com o dice Juan 14.12. de que hagam os tam bién las obras que Él hizo, que andem os en los p lanes de Jesús y que v ivam os la m aravillosa unidad por la que Él rogó al Padre en el capítu lo 17 de Juan.

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C a p ítu lo 9

HACIA UNA DIMENSIÓN GLORIOSA

Después de experim en tar encuentros tan g loriosos con Dios a solas y jun to a m iles de herm anos, después de gusta r su poder y com probar que podía usarm e como un vaso para su honra, le pregunté al Señor: «Dios mío. y ahora... ¿cuál es el p róxim o paso?» Y el Señor me llevó a su Palabra. Me m ostró la necesidad de m antener el fuego del Espíritu Santo y las pautas bíblicas para lograrlo . Después puso en m í una renovada ham bre de conocer su g loria y expe rim en ta r lo que dice Oseas 6.3: «Y conocerem os, y proseguirem os en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluv ia , como la lluvia tardía y tem prana a la tie rra».

Los estudiosos del universo se sorprenden al com probar que. como dice la Biblia, las estre llas son incontab les. ¡Siempre descubren una nueva! Cuando logran extender su vis ión, ve rifican que su búsqueda no ha term inado. Así tam bién nosotros, ante la incom parable grandeza de Dios, cuanto más nos acercam os a ÉL más nos sorprende su g lo ria . Exclamamos: «Señor, ¡aún necesito conocerte más! ¡Tengo ham bre de ti!»

La g loria de Dios se revela p lenam ente en Jesucristo, el h ijo de Dios. Él es «el resp landor de su g lo ria , y la imagen m ism a de su sustancia» (Hebreos 1.3). Pero Dios desea reve la rse más que ayer. El profeta Habacuc anunció: «La tie rra será llena del conocim ien to de la g loria de Jehová. como las aguas cubren el m ar» (2.14). Este conocim ien to depende en gran m edida de nuestra búsqueda personal.

Postrémonos ante Él en adoración, busquém oslo en su Palabra, cu ltivem os nuestra am istad con Él y la g loria se hará real en nuestras v idas por la presencia del Espíritu Santo.

LA NECESIDAD DE VER SU GLORIA

Quizás piense que el anhelo de v iv ir en una d im ensión g loriosa es un ideal utópico, un m is tic ism o hueco o un m ero em ocionalism o. ¡Nada más lejos de la rea lidad ! ¡Es la necesidad más grande de nuestras v idas! Fuimos salvos cuando oímos el evange lio y rec ib im os luz del Espíritu Santo para ve r la g loria de Dios en el rostro de Jesucristo:

La Palabra de Dios nos m uestra que tene r contacto con la g loria es tene r re lación con Dios mismo.

«Porque Dios, que m andó que de las tin ieb las resplandeciese la luz. es el que resplandeció en nuestros corazones, para ilum inación del conocim ien to de la g loria de Dios en la faz de Jesucristo» (2 C orintios 4.6). Jesucristo» (2 Corintios 4.6).

En la com unión íntim a, en la exposición de su Palabra, el Espíritu Santo nos m uestra el rostro de Dios, su g lo ria , y somos transform ados. Como dice 2 C orin tios 3.18: «nosotros todos, m irando a cara descubierta com o en un espejo la g loria del Señor, somos transform ados de g loria en g lo ria en la misma im agen, com o por el Espíritu del Señor».

¡Necesitam os ve r y palpar la g loria de Dios! El contacto con la g loria de Dios nos cambia poderosam ente. Por eso el sa lm ista exclamó:

Dios. Dios m ío eres tú;De m adrugada te buscaré;M i a lm a tiene sed de ti. m i carne te anhela.En tie rra seca y árida donde no hay aguas.Para ve r tu pode r y tu gloria.A s í com o te he m irado en el santuario.Porque m e jo r es tu m ise rico rd ia que la vida;Mis labios te alabarán.A s í te bendeciré en m i vida;En tu nom bre a lzaré m is manos. (Salmo 63.1-4)

EL ROSTRO DE DIOS

Un día Moisés abrió su corazón delante de Dios y le p id ió conform e a su anhelo más profundo: «Te ruego que m e m uestres tu g lo ria» (Éxodo 33.18). Gozaba de una relación única con su creador. Ningún o tro del pueblo v ivía esa comunión.

Había ten ido encuentros m ajestuosos con Dios en la cim a del m onte Sinaí. Había v is to m ilagros y m aravillas. Pero su corazón deseaba a Dios m ismo. Anhelaba el conocim iento pleno de su g loria .

¡Necesitam os ver y pa lpa r la g lo ria de D ios! El contacto con la g lo ria de Dios nos cambiapoderosam ente.

El Señor le respondió: «No podrás ve r mi rostro ; porque no me verá hom bre y v iv irá » (Éxodo 33.20). La p len itud g loriosa de Dios la encontram os en su rostro , en el d iá logo ín tim o al que hoy tenem os acceso todos los hijos de Dios. Moisés tuvo que contentarse con v e r « las espaldas de Dios» (Éxodo 33.23); sólo accedió a una revelación parcial de la gloria. Aún no había un sacrific io perfecto que le perm itie ra la

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com unión perfecta, libre, con el Dios todopoderoso. Sin em bargo, aquella v is ión transfo rm ó a Moisés, su rostro «se im pregnó» de la g loria de Dios. «Y aconteció que descendiendo Moisés del m onte Sinaí con las dos tablas de tes tim on io , en su mano, al descender del m onte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con D ios» (Éxodo 34.29. énfasis mío). Moisés, tocando sólo «un poco» de la g loria de Dios, im pactó al pueblo de ta l m anera que. tem iendo, le rogaron que se cubriese la cara.

Los apóstoles Pedro y Juan, defendiendo con la unción la causa de Cristo fren te al concilio , dejaron sorprend idos a aquellos hom bres. ¡Qué denuedo! i Qué sabiduría! Pero lo más precioso es que la gente se daba cuenta de que «habían estado con Jesús» (Hechos 4.13). ¿No es tiem po que las personas nos vean y d igan lo m ismo? ¡Nosotros como hijos de Dios podem os a fectar a este m undo si pasamos tiem po delante de su g loria! La g loria de Dios está en el rostro de Jesucristo. ¿Es que no irem os en pos de ella?

Dios desea hacer resp landecer su rostro sobre usted. Así lo declara la bendición sacerdotal que estab leció para su pueblo: «Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resp landecer su rostro sobre ti, y tenga de ti m isericord ia ; Jehová alce sobre t i su rostro , y ponga en ti paz» (Números 6.24-26).

El salm ista c lam aba: «Respóndeme pronto , oh Jehová. porque desmaya m i espíritu; no escondas de mí tu rostro , no venga yo a ser sem ejante a los que descienden a la sepu ltura» (Salmo 143.7). ¡Sin su presencia uno se siente m orir! ¡Qué vacía es la v ida sin com unión con Dios! Pero cuando Dios hace resp landecer su rostro sobre nosotros, sobran las palabras. En un s ilencio pro fundo contem plam os su herm osura... Su g loria nos rodea y nos ilum ina el rostro ... Estamos en tie rra santa. No en balde el sa lm ista exclamó:

U n a c o s a h e dem andado a Jehová. esta buscaré;Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de m i vida.Para con tem p la r la herm osura de Jehová.Y para in q u ir ir en su templo.M i corazón ha dicho de ti: Buscad m i rostro.Tu ros tro buscaré, oh Jehová (Salmo 27.4. 8)

NUESTRA REACCIÓN FRENTE A LA GLORIA

Ningún ser humano queda inadvertido ante la m anifestación de la g loria de Dios. Todo nuestro frágil ser reacciona ante su presencia. Esa fue la experiencia de Juan: «Cuando le v i. caí como m uerto a sus pies. Y Él puso su diestra sobre mí» (Apocalipsis 1.17).

El profeta Daniel tes tificó sobre su experiencia:

«Quedé, pues, yo sólo, y v i esta gran visión, y no quedó fuerza en mí. antes m i fuerza se cam bió en

desfa llec im iento , y no tuve v igo r alguno. Pero o í e l son ido de sus pa labras: y al o ír e l son ido de suspalabras, ca í sobre m i ros tro en un pro fundo sueño, con m i ros tro en tie rra» (Daniel 10.8-9).

Ningún se r hum ano queda inadvertido ante la m anifestación de la g lo ria de Dios. Todo nuestro frág ils e r reacciona an te su presencia.

Habacuc fue conm ovido hasta el ex trem o delante de la santidad de Dios: «Oí. y se conm ovieron mis entrañas; a la voz tem b la ron m is labios; pudrición entró en m is huesos, y dentro de mí me estrem ecí » (Habacuc 3.16).

C iertam ente nuestras reacciones fren te a la g loria pueden ser d iversas. El pasto r Donald Exley. de v is ita en nuestra ig les ia , predicó acerca de tres de ellas que siem pre deben estar presentes y considero oportuno m encionarlas:

1)Un tem or santo y reverente

La revelación de la santidad de Dios nos im pulsa a hum illa rnos con tem or delante de Él. Su g loria nos da conciencia del abism o entre su ca rácter y el nuestro. Al contem plarla exclam am os: «¡Ay de mí! que soy m uerto; porque siendo hom bre inm undo de labios, y hab itando en m edio de pueblo que tiene labios inm undos, han v is to m is ojos al Rey. Jehová de los e jérc itos» (Isaías 6.5). El m ism o Moisés d ijo : «Estoy espantado y tem blando» (Hebreos 12.21).

En una de nuestras reuniones se m an ifestó la g loria del Señor. Su presencia era fuerte . Sería m uy difícil describ ir lo que sucedía en aquel m om ento (¿Cómo exp licar la gloria?). Se encontraba partic ipando del cu lto a Dios un pasto r que estaba de v is ita jun to a su hija, una joven consagrada al Señor. Desde que llegó, la joven perm aneció tom ada de la m ano de su padre, y le decía: «Papá, tengo m iedo, tengo m iedo...» Su tem or no tenía que v e r con la gente, ni con el cu lto . Ella estaba consciente de la realidad g loriosa de Dios, y esto la conm ovía.

El pueblo de Israel, tem bló ante el sólo re fle jo de la g loria de Dios en el rostro de Moisés. ¡Y Moisés no había v is to más que «sus espaldas»!

Cuando Moisés dedicó el tabernáculo, la nube de g loria descendió y lo llenó, y ninguno, ni siquiera Moisés, podía estar a llí (Éxodo 40.35). Lo m ism o sucedió en la dedicación del tem plo de Salomón. Todos los sacerdotes tuv ie ron que in te rrum p ir su activ idad porque la g loria lo llenaba todo. ¿No habrá llegado el m om ento de que los pastores jun to al pueblo dejem os el activ ism o para postrarnos delante de la g loria de Dios?

No tom em os liv ianam ente estos tiem pos. Si el Señor se m anifiesta con su g loria necesariam ente debe producir en nosotros tem or de Dios, deseo de no ofenderlo.

2) Un deseo pro fundo de santifica rnos

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La santificación es necesaria para que se m an ifieste la g loria en nuestras v idas, y debe ser la consecuencia natura l luego de un encuentro glorioso.

Fue requ is ito para el pueblo de Israel en Éxodo 19. Antes de la m anifestación v is ib le de la g loria sobreel m onte Sinaí debían santificarse, prepararse para estar en la presencia del Dios santo.

La reve lac ión de la san tidad de Dios nos im pulsa a hum illa rnos con tem or de lan te de Él. Su g lorianos da conciencia del ab ism o entre su ca rác te r y e l nuestro.

No podem os presentarnos delante de Él con nuestras v idas desordenadas. Esta fue la traged ia de los sacerdotes Nadab y Abiú. Habían partic ipado en la consagración de los sacerdotes. V ie ron la shekinah. la g loria de Dios, descender sobre el tabernáculo, y sa lir fuego delante de Dios para consum ir el holocausto, sím bolo de entrega y consagración (Levítico 9.22-24). Al o tro día p re tend ie ron ofrecer incienso a Dios con sus v idas en desorden, con fuego extraño que Dios nunca les m andó, y fueron consumidos por la ira de Dios porque no reconocieron su g loria y la santidad que nos dem anda. No supieron d isce rn ir lo santo y lo profano. Tal vez consideraron a Dios como un m edio para log ra r sus am biciones (Levítico 10.1-11).

Luego de es ta r ba jo la g lo ria de Dios, en una re lac ión de am or: nuestro deseo es agradarle en todo.

Sin em bargo lo que nos m otive a san tificam os no debe ser el tem or al castigo s ino un am or profundo. Luego de estar bajo la g loria de Dios, en una relac ión de amor, nuestro deseo es agradarle en todo. No querem os perder esa dulce com unión con el Espíritu Santo, pues Él nos comunica la g loria que está en C risto. No querem os contris ta rlo , ni ofenderlo. Cantares 2.3-4 expresa poéticam ente esta re lación de in tim idad: «Bajo la sombra del deseado m e senté, y su fru to fue dulce para mi paladar. Me llevó a la casa del banquete y su bandera sobre mí fue amor».

Cuando estam os bajo «la nube de g lo ria» estam os pro tegidos, somos guiados en la vo luntad de Dios y refrescados bajo su som bra iNo hay m ejor lugar! Con sumo p lacer cu idarem os nuestras vestiduras para seguir gozando de su comunión.

3) Adoración y gozo

La g loria de Dios nos im pulsa a adorarlo . No se revela a nuestras v idas só lo para producir a lgún efecto em ocional, ca lm ar nuestros nervios, o algo sem ejante. Desea ser reconocido y adorado. Cuando su g loria se m anifiesta en nuestras reuniones, nos o lv idam os de los re lo jes. No hay horarios. El Espíritu Santo nos im pulsa una y otra vez a postrarnos y adorarlo . Es m aravilloso .

Su gozo nos inunda. Dios es gozo. Su presencia trae gozo. En esa d im ensión hay sanidad para el alma y el cuerpo, y el gozo nos hace más herm osos que cua lqu ier m aqu illa je o tra tam ien to de este mundo (Proverbios 17.22, 15.13). La g loria del Señor nos da belleza. Sofonías 3.17 nos presenta un herm oso

cuadro de Dios reunido con su pueblo: «Jehová está en m edio de ti. poderoso. Él sa lvará; se gozará sobre t i con alegría, callará de amor, se regocijará sobre t i con cánticos».

Es lo que v iv im os en el presente: reuniones gloriosas, poderosas... Dios que se goza a causa de nosotros. ¡Hacemos fiesta delante de su g loria ! ¡Su gozo es nuestra fuerza! (Éxodo 5.1; Nehemías 8.10)

Me enteré de c ie rto estudio que reveló que los niños ríen cuatroc ientas veces al día, m ientras que los adultos sólo lo hacen quince veces. Me pregunto: ¿Dónde perdim os las tresc ien tos ochenta y cinco risas? ¿Será que nos fa lta algo de niños, según Dios?

¡Alabado sea el Señor que m anifiesta su g lo ria restaurando el gozo y la alabanza!

EL TABERNÁCULO DE DIOS

El tabernácu lo es una preciosa figu ra que Dios nos dejó, un m odelo que nos ayuda a entender la rea lidad de Jesucristo y su iglesia y la form a de acercarnos a Dios.

El tabernácu lo era el tem p lo «am bulante» de los is rae litas durante su peregrina je en el desierto. Era la m orada de Dios en m edio de su pueblo (Éxodo 25.8). Así m ism o, era el lugar estab lecido por Dios para que se le rindiese cu lto .

Aplicando estas verdades a la luz del Nuevo Testam ento, encontram os que. en el presente, la morada de Dios y el lugar de su cu lto es la ig lesia de Jesucristo.

Usted y yo somos «la m orada de Dios en el Espíritu» (Efesios 2.2). los encargados de rendirle cu lto presentando nuestras v idas «en sacrific io v ivo , santo, agradable a Dios, que es vuestro cu lto racional» (Romanos 12.1).

Si nos interesa pro fund izar nuestra com unión en g loria con el Señor, el tabernácu lo nos m uestra el cam ino a través de sus figuras. Constaba de dos grandes partes:

1) El patio exterior. Se encontraba cercado por una pared de 2.25 m etros de alto hecha con lino blanco. Sólo los lev itas y sacerdotes podían ingresar al patio e x te rio r a través de la única puerta (de 9 m etros de ancho), m ientras el pueblo debía contentarse con observar desde afuera las activ idades. En el patio e x te rio r se hallaban dos objetos sagrados: en p rim er lugar «el a lta r de bronce» o a lta r del sacrific io ; y en segundo lugar, «el lavacro» o lavatorio .

2) La tienda (el tabernáculo p rop iam ente dicho). Era una carpa rectangu la r de 13.5 m etros por 4.5 m etros de ancho. En su in te rio r encontram os dos recám aras, a las cuales hace referencia Hebreos9.1-5.

El Lugar Santo era la sección más grande, a la que sólo tenían acceso los sacerdotes para m in is tra r el cu lto a Dios. El Lugar Santo contenía tres m uebles: la mesa con los panes de la proposición, el

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candelabro o lám para y el a lta r del incienso, que estaba delante del grueso ve lo que separaba el Lugar Santo de la segunda recám ara: el Lugar Santísimo (w . 2-3).

El Lugar Santísimo era el rec in to más pequeño del tabernáculo y tam bién el más sagrado. A llí entraba solam ente el sum o sacerdote una vez al año en el día de la expiación. En el Lugar Santísimo estaba el arca del pacto, con su cubierta (el p rop ic ia to rio ) y los querubines labrados en oro. En este lugar se m anifestaba la g loria de Dios en form a v is ib le : la shekinah. La presencia de Dios se hacía v is ib le en form a de nube lum inosa, m anifestándose sobre la sangre ve rtida en el p rop ic ia to rio y los querubines de g loria.

Refiriéndose al Lugar Santísimo. Hebreos dice:

Así que. herm anos, ten iendo libe rtad para en tra r al Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el cam ino nuevo y v ivo que Él nos abrió a través del ve lo , esto es, de su carne, y ten iendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquém onos con corazón sincero, en plena ce rtidum bre de fe. purificados los corazones de m ala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura (Hebreos 10.19-22. énfasis mío).

¡Es la más grande invitación! El Lugar Santísimo representa el m ism o cie lo : «Porque no en tró Cristo al santuario hecho de mano, figu ra del verdadero, sino en el cie lo m ism o para presentarse ahora por nosotros ante Dios» (Hebreos 9.24).

Es el m ism o lugar que el apóstol Esteban vio antes de su m artirio : «Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, v io la g loria de Dios y a Jesús que estaba a la d iestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los c ie los abiertos, y al Hijo del hom bre que está a la d iestra de Dios» (Hechos 7.55-56).

Tengo una buena noticia: ¡Los c ie los siguen abiertos! La g loria de Dios está tan cerca de usted como la palabra que llega del corazón a su boca (Romanos 10.6-9). C ierre los ojos y diga so lam ente: «JESÚS». Los cielos se abrirán para usted.

Hay « libertad para en tra r al Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo». Cuando el Señor «partió» su cuerpo en la cruz, rasgó el ve lo espiritua l que nos separaba de su presencia. Los que ahora form am os parte de su iglesia tenem os ab ie rto «el cam ino nuevo y v ivo» a la g loria que está en Él.

La g lo ria de Dios está tan cerca de usted como la palabra que llega del corazón a su boca

Quiero inv ita rlo a recorre r el cam ino hacia el Lugar Santísimo, tal como lo hacía el sumo sacerdote (ino o lv ide que ahora usted puede hacerlo !). A travesarem os la puerta del patio ex te rio r y nos detendrem os en cada uno de los princ ipa les objetos del tabernáculo: el a lta r de bronce, el lavacro, la mesa, el candelabro, el a lta r del incienso y fina lm ente el arca del pacto, la g loria .

Cada uno de estos objetos nos entrega s im bólicam ente profundas enseñanzas para nuestra vida

devociona l. Estos princip ios bíblicos lo llevarán, si los practica, hacia una d im ensión g loriosa en la com unión con el Espíritu Santo.

EL ALTAR DEL SACRIFICIO

El a lta r de bronce era el objeto más grande del tabernácu lo y el prim ero en el cam ino hacia el Lugar Santísimo. A llí eran m uertos en sacrific io los anim ales que establecía la ley. Era un lugar de adoración y m uerte.

Este a lta r representa la cruz de Cristo. Somos salvos por cree r en Cristo m uerto y resucitado, y al bautizarnos declaram os nuestra identificac ión plena con su m uerte y resurrección. Pero el m ensaje de la cruz nos convoca d ia riam ente: «Si a lguno quiere ven ir en pos de m í n iéguese a sí m ism o, tom e su cruz cada día. y sígam e» (Lucas 9.23).

¿Qué significa negarnos a nosotros m ismos? Significa que debem os estar d ispuestos a decirle «no» a nuestra vo lun tad , nuestro in te lecto y nuestras emociones, cuando estos sean contrarios a la vo luntad de Dios. Esto es m orir cada día. No podem os negociar con Dios. Siempre nos lo pedirá todo. En vano procurarem os quedarnos con una parte bajo nuestra tu te la , pues perderíam os la g loria.

M orir duele. A veces im plica de jar a lgunas cosas. Uno quizás no comprenda los m otivos, pero Dios dirá: «No te conviene, no lo quiero para tu v ida».

No hay g loria sin cruz. Querem os la g lo ria , pero la g loria tiene un precio: nuestra v ida. Jesús aceptó pagar ese a ltís im o precio, al v is lum brar con gozo los resu ltados de su entrega. Esto es lo que expresa Hebreos 12.2: «Por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, m enospreciando el oprobio, y se sentó a la d iestra en el trono de Dios».

El a lta r es un lugar de adoración; sin em bargo, es un lugar de m uerte. Los holocaustos sobre el a lta r de bronce testificaban d ia riam ente de esta verdad.

La prim era vez que se m enciona el té rm ino «adorar» en la Biblia es en Génesis 22.5. cuando Abraham iba rum bo al m onte a sacrifica r a su único hijo: «entonces d ijo Abraham a sus s iervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho irem os hasta a llí y adorarem os, y vo lve rem os a vosotros».

No hay g lo ria s in cruz. Querem os la g loria , pero la g lo ria tiene un p rec io : nuestra vida.

Esta una experiencia so lita ria . Nadie, excepto Dios, com prenderá exactam ente el precio de nuestra entrega. Ninguno podrá cargar nuestra propia cruz. Sin em bargo, cuando le entregam os a Dios aquello que am am os (nuestros planes, nuestro tiem po, nuestra fam ilia , nuestro traba jo ), ¡adoram os a Dios en Espíritu y en ve rdad ! La verdadera adoración es poner nuestra v ida entera en el a lta r, y decir: «No sea hecha mi vo luntad sino la tuya» (véanse Romanos 12.1-2; Mateo 26.39).

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TRES PROBADAS RECOMENDACIONES

1) PERSISTA EN LA ORACIÓN

Muchos cristianos no gustan la g loria de Dios en su vida de oración porque no la practican con discip lina. No están d ispuestos a m orir a la com odidad, a sus propios planes, para dedicarle tiem po a la oración. En alguna ocasión me han preguntado: «¿Por qué suelen ser prolongadas sus reuniones?» Mi respuesta es s iem pre la m isma: «La comunión con el Espíritu Santo norm alm ente requ ie re tiem po ». ¿Por qué nos cuesta tan to com prender algo tan sencillo? Los hom bres de Dios que han im pactado al m undo han sido todos, sin excepción, profundos y constantes en su vida de oración. No se contentaron con unos pocos m inutos rutinarios.

Estamos siem pre d ispuestos a hacer m uchas cosas para Dios: predicar, lee r un libro, traba ja r. Pero cuando se tra ta de la v ida de oración nos damos cuenta de que nuestro v ie jo hom bre la rehúye. ¡y nosotros lo apañamos! Debemos hacerlo m orir sobre nuestras rod illas y s ilenc ia r todas las voces que nos tien tan a desistir en la búsqueda espiritua l. Es necesario inve rtir tiem po. Los prim eros m om entos suelen ser d ificu ltosos (especia lm ente si hemos perd ido la regularidad en la oración).

Nuestra vo lun tad se resis te a la cruz. Deseamos levantarnos y hacer otras cosas. La clave es perm anecer sobre nuestras rod illas, «sin tam os» la bendición o no. Debemos creer que Dios es galardonador de los que lo buscan (Hebreos 11.6).

Nuestra búsqueda en oración no se sujeta a m étodos rígidos, pero necesita de nuestra parte una disposición m uy especial. Es necesario tene r un deseo de encontrarnos con Dios a solas en nuestro lugar de oración. La buena m úsica cristiana nos ayuda e insp ira a adorar al Señor. La lectura de las Escrituras (muchas veces en voz a lta) es im pactante y abre nuestro ser in te rio r al ob ra r del Espíritu Santo. Así transcurren m is tiem pos de oración cuando busco con denuedo oír su voz en m i corazón.

El a lta r nos inv ita a rend irlo todo delante de Dios. Perseveremos en buscar su rostro. Es probable que luego de pasar un tiem po en oración, experim ente la paz del Espíritu Santo. Sus cargas y ansiedades habrán sido ya entregadas al Señor (Filipenses 4.6-7). Mi consejo es: ¡No se detenga! Es sólo el com ienzo. Por fin sus problem as han dejado de ocupar un lugar p reponderante y puede ce n tra r su a tención en Dios m ism o, en la com unión personal. Es cuando se m anifiesta la g loria, el encuentro renovado, la Palabra de Dios a nuestro corazón, los s ilencios inefables...

2 ) ESPERE EN LA PRESENCIA DE DIOS

¡Cuán im portan te es saber esperar en la presencia de Dios! Los d iscípulos antes de Pentecostés rec ib ie ron la orden de esperar: «Quedaos vosotros en la ciudad d e je ru sa lé n . hasta que seáis investidos de poder desde lo a lto» (Lucas 24.49). Antes de oír la voz de Dios desde la nube de g loria. Moisés tuvo

que esperar: «Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al m onte, y espera allá, y te daré» (Éxodo 24.12) ¡C iertam ente no nos gusta esperar! Pero tiene grandes beneficios:

• Esperar indica que Dios tiene la prioridad. No podem os ir a Él con apuros y condicionam ientos. Vamos a su presencia con respeto. ¡Yo estoy a sus órdenes y no Él a las m ías! Como dice la Biblia: «Pacientem ente esperé a Jehová. y se inclinó a mí, y oyó mi clam or» (Salmo 40.1).

• Esperar perm ite a Dios obra r en nosotros y d eb ilita r nuestra vo lun tad para que ceda a la suya. Es parte del a lta r del sacrific io. Así com o el labrador antes de p lan tar las sem illas prepara la tie rra (ara, rom pe, quita las p iedras). Dios lid ia con nuestro corazón erran te y nos prepara para oír su voz m ientras esperam os en su presencia.

• Esperar dem uestra la seriedad de nuestro pedido. Cuando en realidad deseamos algo, lo esperam os con persistencia. No lo o lv idam os fác ilm ente . La búsqueda de Dios no debe basarse en las emociones, sino en una vo lun tad d iaria y constante. Con facilidad declaram os: «Señor, anhelo conocer tu g loria», pero después nuestros hechos no concuerdan con aquel anhelo. Pronto abandonam os la búsqueda. Cuando rea lm ente deseamos la g lo ria , estam os dispuestos a esperar en la presencia de Dios, a pasar tiem po con Él. Im agine que un joven cris tiano le declara su amor a una jovencita . Ella, como suele ocurrir, ta l vez le diga: «Dame tiem po para o rar sobre este asunto». ¡Tenga por c ie rto que este joven la va a esperar! T iene un gran interés en la respuesta. De ese m ism o modo debem os anhelar la g loria de Dios. ¡Cuánto va lo r tiene esperar sobre nuestras rod illas!

3 ) MANTENGA EL FUEGO DEL ALTAR

Una vez que el Señor ha encendido el fuego del Espíritu Santo en nuestros corazones, debemos m antener viva la llama. Dice Levítico 6.12-13 que «el fuego encendido sobre el a lta r no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada m añana, y acomodará el ho locausto sobre él. y quemará sobre él las grosuras de los sacrific ios de paz. El fuego arderá continuam ente en el a ltar; no se apagará».

En el tabernáculo había un sacerdote que tenía la responsabilidad d iaria de cu idar el fuego. Debía q u ita r las cenizas y agregar más leños cada mañana. Podemos im aginarlo en las frías m adrugadas del desierto buscando la leña, cargándola sobre sí y llevándola hasta el a lta r para ponerla sobre el fuego... Su servicio nos deja una clara lección: no podem os m antener nuestra v ida espiritua l sin esfuerzo y dedicación d iaria .

Es un p rinc ip io natura l que todo fuego tiende a apagarse. Experim enté esta sencilla verdad en una de m is p rim eras citas con Betty. Acabábamos de fo rm a liza r nuestro noviazgo y la inv ité a pasar un día de campo. Hice todos los p repara tivos para agasajarla con un buen «asado argentino», carne hecha a las brasas m uy típ ica de nuestro país. Aunque no tenía mucha experiencia en el tem a esperaba causar una

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buena im presión en m i prom etida. Pero m uy pronto descubrí que estaba en problem as... ¡No era tan sencillo m antener un buen fuego!

No podem os m antener nuestra vida esp iritua l s in esfuerzo y dedicación diaria.

Nuestras re laciones tam bién se desgastaban si no las cuidam os. Un m atrim on io m antiene la llam a viva del am or cu ltivando esa re lación de am istad, de fide lidad y com pañerism o en form a diaria. De lo contrario , nos puede suceder como a aquel m atrim on io que venía de camino en su autom óvil y la m ujer le d ijo a su esposo:

«Querido, te acuerdas al princip io , cuando éram os más jóvenes, que siem pre que conducías el au tom óvil íbam os abrazados tie rnam en te ...» El m arido, luego de un breve silencio, le contestó: «Querida, en lo que a mí respecta, aún perm anezco sentado en el m ism o lugar».

Y así sucede en nuestra re lación con Dios. El Señor sigue allí, como s iem pre, m uy cerca suyo. Depende de usted acercarse y m antener la com unión. Dios nos exhorta: «No apaguéis al Espíritu» (1 Tesalonicenses 5.19). Si no le p restam os la debida a tención el fuego se apaga.

¡Es necesario darle v a lo r a la presencia de Dios en nuestra v ida ! Debemos rem over toda ceniza (pecado, carnalidad) y a rreg la r nuestro a lta r cada m añana. ¡Dios nos quiere « fervientes en Espíritu»! (Romanos 12.11).

El profeta Jeremías fue llam ado a m in is tra r a un pueblo duro de corazón. Pasó circunstancias de gran adversidad y persecución. Pero cuando su corazón flaqueaba, un fuego en su corazón lo sostenía: «Y dije: No me acordaré más de Él, ni hab laré más en su nom bre; no obstante, había en m i corazón com o un fuego ard ien te m etido en m is huesos; tra té de su frirlo y no pude» (Jeremías 20.9). Era un fuego de am or, de com prom iso. El fuego que Dios quiere encender y m antener ard iendo en su vida.

Usted puede experim entar por la presencia de Dios del Espíritu Santo este llam ado a seguir adelante, a no de jar de bata lla r, a m antenerse lim pio y santo para la obra de Dios. En el cam ino a la g loria debem os pasar por el a lta r del sacrific io , m o rir en él y m antener su llam a encendida cada día.

C a p ítu lo 1 0

POR SIEMPRE EN LA DIMENSIÓN GLORIOSA

No existe m ayor delic ia que cam inar a d ia rio en com unión con el Espíritu Santo. ¡Es g lorioso! Pero es necesario ser firm es y constantes en buscar al Señor. «Permanece en mí, y yo en vosotros» , d ice el Señor en Juan 15.4. «Como el pám pano no puede lleva r fru to por sí m ism o, si no permanece en la v id . así tam poco vosotros, si no perm anecéis en mí». Por lo m enos en once oportunidades el Señor menciona el ve rbo «perm anecer» en este mensaje.

El «prim er am or» debería ser una rea lidad fresca, s iem pre presente en nuestra v ida , pero no siem pre es así. No lo era en los cris tianos de Éfeso. Aunque la iglesia en Éfeso era abundante en obras encom iables, había dejado sus «prim eras obras». Había perd ido el lugar de p riv ileg io que el apóstol Pablo menciona en Efesios 2.6 (« juntam ente con Él nos hizo senta r en los lugares ce lestia les en Cristo Jesús»). El Señor la tuvo que exhorta r: «Recuerda, por tan to , de dónde has caído, y a rrep ién te te , y haz las prim eras obras; pues sino, vend ré pronto a ti, y qu ita ré tu candelero de su lugar, sino te hubieres a rrepen tido» (Apocalipsis 2.4-5).

El cris tiano se deb ilita en su fe cuando no perm anece en el p rim er am or. Se vue lve «un profesional» del cu lto . Conoce todo lo que sucede en la ig les ia , aprende unos versícu los de la B ib lia, incorpora a su hab la r un vocabulario re lig ioso, s irve a Dios en algún aspecto m in is te ria l, y luego dice: «No queda más por conocer», i Qué pena! Ha perdido el p rim er amor. Jesús ha dejado de ser su de le ite y se ha extrav iado en la rutina re lig iosa. Necesita arrepentirse.

¿Por qué se apaga el fuego del Espíritu Santo en nosotros? Porque dejam os a un lado princip ios sencillos que desdeñamos por buscar otras repuestas. La lectura de la B ib lia, la oración d ia ria , el tem or de m anchar nuestras vestiduras, la pasión por los perdidos, la devoción al Señor son prácticas que jam ás podrem os abandonar sin apagar el fuego.

La g loria no es solam ente una esperanza para el fu turo . Hoy debem os v iv ir en tr iun fo , resp ira r aquella a tm ósfera de g loria en los lugares ce lestia les con C risto. Podemos descansar en Él en nuestra v ida , y luego serv irlo con todas las fuerzas en el centro de su vo lun tad . Por tan to , he aquí el desafío para este tiem po: m antengam os la tiem po: m antengam os la llam a del Espíritu Santo, perm anezcam os en las p rim eras obras, en el p rim er amor.

La g lo ria no es so lam ente una esperanza para e l fu turo ... Podemos descansar en Él en nuestra vida.

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y luego se rv irlo con todas las fuerzas en e l centro de su voluntad.

¡Sigamos adelante, pues, con una disposición firm e y d iaria de acudir al a lta r del sacrific io y rendir nuestra v ida en oración! Acerquém onos al Lugar Santísimo.

EL AGUA PURIFICADORA

El lavacro o lava to rio es el p róxim o ob je to sagrado que encontram os en nuestro cam ino hacia el Lugar Santísimo, luego de pasar la puerta y el a lta r de bronce, tenem os por delante , en el patio exterio r, la fuente de agua, el lugar de la purificación.

D iariam ente, antes de m in is tra r en el a lta r del sacrific io y para ingresar al Lugar Santo, los sacerdotes debían lavarse las m anos y los pies. El Señor ordenó a Moisés:

«Harás una pila de bronce, con su base de bronce, para lavar; y la colocarás entre el tabernáculo de reunión y el a lta r, y pondrás en e lla agua y de e lla se lavarán Aarón y sus h ijos, las m anos y los pies. Cuando entren en el tabernáculo de reunión, se lavarán con agua para que no m ueran; y cuando se acerquen al a lta r para m in is trar, para quem ar la ofrenda encendida para Jehová, se lavarán las m anos y los pies para que no mueran. Y lo tendrán por estatu to perpetuo, él, y su descendencia por sus generaciones» (Éxodo 30.18-21).

No podem os tene r comunión con Dios si no estam os dispuestos a ser lavados. El Señor le d ijo a Pedro: «Si no te lavare, no tendrás parte conm igo» (Juan 13.8). Hebreos 10.22 nos indica que debemos acercarnos «purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura».

D iariam ente como sacerdotes de Dios, necesitam os que el Espíritu Santo y la Palabra de Dios nos redarguyan de pecado y m ediante el a rrepen tim ien to ser transform ados de g loria en gloria.

El lavacro fue form ado con los espejos que donaron las m ujeres del pueblo, que eran de bronce pulido. En la fuente se colocaba el agua para la purificación. A pesar de las m inuciosas ind icaciones d ivinas para la construcción del tabernáculo, se om ite la m edida de la fuente. Es un herm oso tes tim on io acerca del ca rácter de Dios: su am or y su gracia no tienen medida. Él está dispuesto a perdonar y transfo rm ar a todo aquel que lo busca con s incero arrepentim iento . Podemos exclam ar igual que David: «¡Cuán preciosa, oh Dios es tu m isericord ia ! Por eso los h ijos de los hom bres se am paran bajo la sombra de tus alas» (Salmo 36.7).

LECTURA Y MEDITACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS

El lavacro es una hermosa figu ra que nos habla de la Palabra de Dios «que convierte el a lm a» (Salmo19.7). que nos purifica. La carta de los Efesios declara que el Señor se entregó por la ig lesia «para

santificarla , habiéndola purificado en el lavam iento del agua por la Palabra» (5.26). Dios nos habla a través de las Escrituras. El salm ista clamaba: «Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo y enséñam e tus estatutos» (Salmo 119.135).

Si uno lee el d ia rio y m ira las notic ias por te lev is ión , no encuentra mucho de positivo. Sólo notic ias de un m undo en crisis, de un m undo que sufre. Pero existe una ve rdadera fuente de bendición y pureza para nuestra vida: la Palabra de Dios. Si uno no lee la Biblia se queda sólo con lo hum ano y siem pre hay un m otivo de ansiedad.

En la Biblia encontram os hechos trem endos, notables, y debem os m ed ita r en ellos. El Señor nos invita a m ed ita r en sus buenas noticias: «En la herm osura de la g loria de tu m agnificencia y en tus hechos m aravillosos m editaré» (Salmo 145.5). Cuando esté ansioso, p iense que el m ism o Dios que abrió el Mar Rojo abrirá puertas en los desiertos de su vida y lo socorrerá en su d ificu ltad .

La Biblia nos enseña a m ed ita r en la Palabra de Dios todo el día: «B ienaventurado el va rón que no anduvo en consejos de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delic ia , y en su ley m edita de día y de noche» (Salmo1.1-2). Debemos conocerla porque de e lla m ana la vida. La Biblia d ice c laram ente: «Mi pueblo fue destru ido, porque le fa ltó conocim iento» (Oseas 4.6).

Jesús era sabio en las Escrituras, y nos envió al m e jor m aestro: el Espíritu Santo. Podemos orar: «Espíritu Santo, tú que insp iraste a hom bres y m ujeres de Dios en las Escrituras, háblam e. enséñame, m uéstram e la ve rdad». La lectura devocional bajo la unción de Dios es transform adora.

«Espíritu Santo. tú que insp iraste a hom bres y m ujeres de Dios en las Escrituras. háblame. enséñame, m uéstram e la verdad».

El lavacro fue realizado con los espejos que donaron las m ujeres. Esta circunstancia tiene un im portan te significado. El espejo ilus tra la obra que realiza la Palabra de Dios en nosotros. Cuando nos levantam os por la m añana y nos m iram os en el espejo, este refle ja nuestra imagen. Todos los defectos quedan a la v is ta : la barba que necesita ser a fe itada, los o jos hinchados, alguna pequeña m ancha... En fin . que nos revela nuestra realidad cotidiana. Delante de él nos podem os asear y em bellecer. Las m ujeres (siem pre con más recursos) tienen su cerem onia l de cada día y cu idadosam ente se arreg lan hasta quedar herm osas... Así sucede con la Palabra de Dios. Cuando la leemos o escuchamos una predicación ungida, el Espíritu Santo nos m uestra nuestra condición delante de Dios. La Palabra nos juzga y llega adonde nadie puede hacerlo para poner al desnudo nuestra v ida : «Porque la Palabra de Dios es v iva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos ; y penetra hasta p a rtir el alma y el espíritu , las coyunturas y los tuétanos, y d iscierne los pensam ientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que nos sea m anifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenem os que dar cuenta» (Hebreos 4.12-13).

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Este ju ic io de la Palabra, que comienza por la casa de Dios (1 Pedro 4.17), no es para condenación sino para purificación. El lavacro con su base de espejo refle jaba la suciedad de los sacerdotes, pero les proveía abundante agua para la lim pieza. Como en un espejo la Palabra de Dios nos hace ve r las actitudes que debem os cam biar, y nos lleva al a rrepen tim iento .

Cuando la Palabra de Dios nos toca, es más que una emoción. El ve rdadero a rrepen tim ien to perm ite al Espíritu Santo trab a ja r con nuestra v ida. Dios es el único que puede ir más allá de las em ociones y llega r al espíritu del hom bre, dándole una nueva vida que trasciende lo superfic ia l, lo m ediocre, para convertirse en un vida espiritua l.

El lavacro con su base de espejo refle jaba la suciedad de los sacerdotes, pero les proveía abundante agua para la lim pieza. Como en un espejo la Palabra de Dios nos hace ve r las actitudes que debem os cambiar, y nos lleva a l a rrepen tim ien to .

La incom parable autoridad de Jesús residía en su absoluta obediencia a la Palabra de Dios. Con toda confianza podía desafiar sus enem igos: «¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?» (Juan 8.46). D icen las Escrituras: «Y cuando te rm inó Jesús estas palabras [su cé lebre Sermón del M onte, en los capítu los cinco, seis y siete de San M ateo] la gente se adm iraba de su doctrina ; porque le enseñaba com o quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mateo 7.28-29). Las m ultitudes percibían una gran d iferencia en Jesús: Él v ivía aquello que enseñaba y no así los re lig iosos de la época. Dice la Biblia que el Señor descendió del m onte y entró en Capernaún; «y cuando llegó la noche, tra je ron a Él muchos endem oniados; y con la palabra echó fuera a los dem onios, y sanó a todos los enferm os» (M ateo 8.16). Jesús tenía perfecta auto ridad para dar órdenes al m undo espiritua l y fís ico, porque vivía en perfecta obediencia al Padre.

¿Queremos tene r unción, autoridad? ¡M editem os en la Palabra de Dios! Obedezcám osla, dejem os que nos transform e. Leámosla con una actitud sum isa: «¿Qué m e dice Dios en este día? ¿Qué espera Él de mí?» No empecem os a leer en el Génesis leam os prim ero el Sermón del Monte. M editém oslo. M irém onos en el espejo de la Palabra. El Señor no nos ungirá m ientras estem os yendo de un lado al o tro como cuando hacemos «zapping» fren te al te lev isor. Él derram ará su g loria m ientras m editam os en su Palabra y buscamos su rostro.

Ocuparnos en la lectura de la Biblia pe rm ite al Espíritu Santo enseñarnos los secretos de Dios para que crezcamos en la fe. El apóstol Pablo exhortó a T im oteo: «Entre tan to que voy. ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza» (1 T im oteo 4.13). Cuando las Escrituras se ilum inan delante de nuestros ojos, con toda confianza podem os levantarla como un estandarte de guerra. El d iab lo no retrocede fren te a nuestras experiencias s ino cuando de la boca de un hijo de Dios que v ive en santidad escucha: «Escrito está...»

ORACIÓN

La oración es un m edio m aravilloso que Dios usa para santificarnos. Orar es d ia logar con Dios, es tene r un encuentro con el Dios tres veces santo, y a través de esa experiencia somos lim p iados. Cuando oram os, nos exponem os a la obra del Espíritu Santo que trae la voz de Dios a nuestra v ida , y podemos ser lavados una vez más en la preciosa sangre del Cordero.

En la Biblia, especia lm ente en los Salmos, encontram os preciosas oraciones ungidas por Dios. Son oraciones que tienen la particu la ridad de que fueron en te ram ente inspiradas por Dios y por e llo form an parte de las Escrituras. A través de ellas podem os aprender mucho acerca de la oración, y del corazón del adorador. Descubrimos, por e jem plo, las facetas del corazón de David que llevaron a Dios a decir: «Hallé a David mi siervo; lo ungí con m i santa unción» (Salmo 89.20). Y hallam os oraciones como:

Escudríñame, oh Jehová y pruébam e; exam ina m is ín tim os pensam ientos y m i corazón (Salmo 26.2)

Examíname, oh Dios, y conoce m i corazón; p ruébam e y conoce m is pensam ientos; y ve s i hay en m í cam ino de perversidad, y guíam e en e l cam ino e terno (Salmo 139.23-24).

¿Quién podrá en tender sus p rop ios errores? Líbrame de los que me son ocultos (Salmo 19.12).

La oración no es un m onólogo, sino un d iá logo sublime. En com unión con el Espíritu, nos abrim os a oír su tie rna voz. Pero uno tiene que aprender a oír la voz de Dios. Él jam ás nos obliga a tom ar decisiones (el Espíritu Santo es todo un caballero), s ino que nos habla al corazón con voz suave, exhortándonos a hacer la vo luntad de Dios y desnudando lo más recóndito de nosotros.

Como nuestro corazón es engañoso (Jeremías 17.9). necesitam os que Dios nos exam ine en su presencia. Cuando el Espíritu Santo nos exam ina, nos convence de pecado, de jus tic ia y de ju ic io (Juan16.8). y nuestros conceptos se desmoronan. Con el pecado sucede lo m ism o que con la lepra en el Antiguo Testam ento. La ley de Moisés estipulaba que cuando a lguien sospechaba que tenía lepra, debía ir al sumo sacerdote para consta tarlo . No im portaba su propia opin ión, ni la de la sociedad, ni la de sus am igos y fam ilia res. Sólo uno tenía la autoridad para juzgar sem ejante situación, sólo había una voz autorizada.

Así sucede con nuestros pecados: sólo Dios, que es santo, puede de te rm ina r cuándo hay pecado en nuestra v ida y cuándo no. Depende de nosotros detenernos delante de Dios y decirle : «Examíname, escudríñam e con tu lám para».

Depende de nosotros detenernos de lan te de Dios y decirle : «Examíname, escudríñam e con tu lám para».

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Ahora bien, si uno inv ita a una persona educada a su casa y le dice: «Siéntate en ese sillón», se quedará a llí esperando. Seguram ente no se levantará para hurgar las habitaciones, ni abrirá la heladera, sino que esperará a que uno se acerque a él y lo atienda. Cuanto más atención se le dé al inv itado , m ayor será el d iá logo y la oportun idad de conocerle. Si uno lo ignora com ple tam ente, tal vez dicha persona se ponga en pie y le diga: «¿Para qué me inv itaste?» Por eso, cuando las c ircunstancias nos aprem ien, cuando todo parezca sa lir mal y s intam os la urgencia de ir a la presencia de Dios para ped irle sabiduría y luz para nuestro cam ino, debem os darle la atención que se merece.

Tenem os libe rtad para en tra r al Lugar Santísimo. De nosotros depende el hacerlo. El Espíritu Santo desea obrar p ro fundam ente en nuestra vida. Dios nos dice: «Volveos a mí. y yo me vo lve ré a vosotros» (Malaquías 3.7). Cuando un h ijo de Dios clam a en oración, el Padre nunca dice a sus ángeles: «Díganle que no estoy». Él s iem pre atiende «el te lé fono», jam ás encontrarem os ocupada la línea. En esta esfera de g lo ria , el Señor nos quiere hab la r sobre cosas grandes y ocultas. No solam ente quiere hab larnos de los m aravillosos p lanes que tiene para con nuestra vida, sino que tam bién desea hablarnos de nuestro corazón, del fru to que Él desea hallar. Cuando entram os en su santuario com prendem os todas las circunstancias (Salmo 73.17). Job defendió su in tegridad delante de Dios hasta que tuvo un encuentro pro fundo con Él, y entonces exclam ó: «Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensam iento que se esconda de t i [ .. .] Yo hablaba lo que no entendía; cosas dem asiado m aravillosas para mí. que yo no com prendía. Oye. te ruego, y hablaré; te preguntaré y tú m e enseñarás. De oídas te había oído; más ahora m is ojos te ven. Por tan to me aborrezco, y m e a rrep ien to en polvo y ceniza» (Job 42.2-6).

El profeta Habacuc se quejó fuertem ente en la presencia de Dios, pero cuando el Señor le habló, com prendió su ind ign idad y dejó escrito un precioso cántico de v ic to ria : «Aunque la higuera no florezca, ni en las v ides haya fru to, aunque fa lte el producto del o livo , y los labrados no den m anten im ien to , y las ovejas sean qu itadas de la m ajada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me a legraré en Jehová. y m e gozaré en el Dios de m i salvación» (Habacuc 3.17-18).

Necesitam os andar en el Espíritu, sum ergidos en el río de Dios. Cuando nos zam bullim os bajo el agua perdem os parc ia lm ente la capacidad de ve r y oír. Bajo el río del Espíritu Santo dejam os de oír las cosas del m undo, los com entarios banales, los chism es. Nada de eso nos in teresa. Estamos atentos a nuestra re lación íntima con el Espíritu Santo. En cuanto sacamos la cabeza del río espiritua l, oímos la voz del d iablo, la voz de la m entira , la voz del desánim o... Por eso debem os orar: «Señor, sum érgem e en tu río. No perm itas que me salga de él. Quiero depender de ti, oír tu voz».

Bajo el río del Espíritu Santo dejam os de o ír las cosas del mundo. los com entarios banales. los chismes. Nada de eso nos in teresa.

A veces es necesario o rar y ayunar. Los discípulos, la ig lesia p rim itiva , p racticaban el ayuno y la oración (Hechos 13.3). Jesús habló de la actitud correcta que debe acom pañar al ayuno (Mateo

6.16-18). El m ism o je sús , nuestro m ayor e jem plo, ayunaba (Mateo 4.2).

No he sido particu la rm ente afecto a ayunar com o rutina, pero periód icam ente Dios me inv ita a ayunar. ¡Hay un gran poder en el ayuno! En la Biblia, el ayuno es señal de hum illac ión del pueblo que se postra reconociendo su necesidad de Dios por sobre cua lqu ier a lim en to humano. Nuestro Señor reprendió al d iablo cuando le ten tó en el desierto : «Escrito está: No só lo de pan v iv irá el hom bre, sino se toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4.4).

El ayuno no es a lgo m ágico, ni una práctica que fuerce a Dios a cum p lir nuestros deseos. No es para que nos jactem os de ser m uy espiritua les. Al contrario , es para hum illac ión de nuestra carne, para d iscip linarnos a buscar a Dios, y en oportun idades para ayudarnos a vo lve r al cauce divino. La m ejor m otivación para ayunar es sencillam ente esa: buscar el rostro de Dios y renovar nuestra comunión con Él.

Antes que el Señor derram ara esta fresca y poderosa unción en el año 1992. fu i inqu ie tado a hacer semanas enteras de ayuno. ¡Tenía ham bre de Dios! Deseaba expe rim en ta r una nueva relación con Él y me esforzaba para ello. Hoy le doy gran va lo r a aquellos m om entos y sé que tienen mucha relación con m i presente.

Gracias a Dios por la oración que. a veces unida al ayuno, nos transform a, purifica y d irige en su vo luntad .

LA COMUNIÓN UNOS CON OTROS

La com unión de la ig lesia es un im portan te fac to r para nuestra purificación. Es im posib le crecer sanos en el cam ino de Dios aislados de la com unión del Cuerpo. Necesitam os a nuestros hermanos. Ellos tienen dentro una fuente de agua viva que nos ayuda en nuestra lim pieza.

El evange lio de Juan nos menciona uno de los m om entos más sublim es de la vida de Jesús. El Señor y m aestro, en vísperas de su crucifix ión , en un marco de in tim idad jun to a sus discípulos, nos dejó la más preciosa de las ense-ñanzas: «Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había sa lido de Dios, y a Dios iba. se levantó de la cena, y se qu itó su m anto, y tom ando una toa lla se la ciñó. Luego puso agua en un leb rillo y com enzó a lava r los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toa lla con que estaba ceñido» ( J u a n 13.3-5).

El ayuno no es a lgo m ágico. n i una práctica que fuerce a Dios a cum p lir nuestros deseos... es para hum illac ión de nuestra carne, para d isc ip linarnos a buscar a Dios...

El lavarnos los pies unos a otros tiene una im plicación m ayor que el sólo hecho de servirnos. T iene una estrecha relación con nuestra v ida en santidad. En nuestro andar d ia rio com o cris tianos, a m enudo

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nuestros pies se m anchan de pecado. Nuestra confesión a solas delante de Dios es más que sufic iente para experim en tar su perdón y tom ar la v ic to ria sobre todo m al. Pero hay m om entos en que necesitam os con urgencia que un herm ano, un siervo de Dios, se a rrod ille y nos lave los pies. El señor les señalo a sus discípulos: «Porque e jem plo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros tam bién hagáis» (Juan 13.15).

Dice Eclesiastés 4.9-10: «Mejores son dos que uno [.. .] Porque si cayeren, el uno levantará a su com pañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante». Grandes hom bres de Dios han caído estruendosam ente porque se quedaron solos, porque no p id ieron ayuda en el m om ento justo. A veces uno atraviesa circunstancias en la vida cris tiana donde la bata lla resulta adversa. Un pecado pre tende enseñorearse de nuestra v ida , una tentación nos pone al borde del abismo. Son tiem pos en que nuestra oración ind iv idua l, nuestra lectura bíblica, parecen no ser su fic ientes para tr iun fa r. Si le p reguntam os a Dios dónde está la salida. Dios nos señalará la ig lesia, los herm anos que Él nos dio. Debemos andar en luz y tene r siem pre un herm ano m ayor a quien recu rrir en caso de peligro. Jamás pretendam os lograrlo solos. Es c ierto : reconocer nuestras fa ltas suele ser hum illante . A ninguno le agrada m ostra r «su pie sucio», ¡pero es tan necesario!

En esta carrera de santidad. Dios obra a nuestro favor u tilizando herm anos que nos respaldan en oración, que nos d iscip linan cuando lo necesitam os, o s im p lem ente que nos escuchan con un silencio de amor. A veces nos toca ser ese herm ano que escucha. Caín no tenía razón cuando Dios le preguntó por Abel y respondió: «¿Soy yo acaso guarda de m i hermano?» (Génesis 4.9) ¡Si lo som os! El pecado, el problem a de m i herm ano, tiene re lación con mi v ida . Somos un cuerpo en Cristo. En la com unión unos con o tros Dios nos santifica . Como dice 1 Juan 1.7: «Si andam os en luz. com o Él está en luz. tenem os com unión unos con o tros, y la sangre de Jesucristo, su Hijo nos lim pia de todo pecado».

LA MESA DEL SEÑOR

Dejemos atrás el a trio con el a lta r de bronce y la fuente de agua e ingresem os ahora al Lugar Santo, la p rim er sala del tabernáculo. A este lugar sólo entraban los sacerdotes. Cada uno de sus m uebles nos enseña acerca de nuestro m in is te rio como ig lesia. La mesa con los panes de la proposic ión nos habla de nuestro m in is te rio «hacia adentro», hacia la com unión de la ig lesia. El candelabro, el segundo e lem ento en el Lugar Santo, se relaciona con nuestro m in is te rio «hacia afuera», hacia el m undo perdido. Y el a lta r del incienso enfatiza nuestro m in is te rio «hacia arriba», hacia Dios m ismo.

El pecado, el p roblem a de m i hermano, tiene re lac ión con m i vida. Somos un cuerpo en Cristo.

La mesa, constru ida con m adera acacia y revestida en oro. tenía encim a doce panes: uno por cada tribu de Israel. Sobre la mesa del tabernácu lo estaban los doce panes delante de Dios, la d iversidad en

perfecta unidad. Todo el pueblo estaba representado en la mesa com o una ofrenda a Dios. En cada santa cena ce lebram os esta verdad: «Siendo uno solo el pan. nosotros con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos partic ipam os del m ism o pan» (1 C orin tios 10.17).

Ya que somos un cuerpo, es necesario y bíblico que aprendam os unos de otros. El Señor u tiliza a otros s iervos como e jem plo para nuestras vidas. Si uno desea crecer en este cam ino g lorioso debe rodearse de hom bres ungidos, siervos que aman a Dios, que lo conocen y son fie les. Debemos acercarnos a ellos y v e r cómo viven, cóm o oran, cómo actúan. El m ism o apóstol Pablo dijo: «Sed im itadores de mí, así como yo de C risto» (1 Corintios 11.1). ¿Quién podría c u e s tio n a rla influencia positiva que e jerció Moisés sobre Josué. Elias sobre Eliseo y Pablo sobre T im oteo? Crecemos al aprender unos de otros, según lo que cada uno recibió de Dios (1 Pedro 4.10).

Eliseo es un buen e jem plo para nosotros. Su perseverancia en ir detrás de Elias, su renuncia a todo por ser fie l al llam ado, su ín tim o deseo por la p lenitud del Espíritu, le perm itie ron rec ib ir un m in is terio notable. Dios quiere darnos más de su poder, pero jam ás lo recib irem os si nos quedam os a islados del cuerpo, ni si nos asociam os con el chism oso, el que critica y el rebelde. Tenem os que jun tarnos con personas cuyas palabras son un «m anantia l de vida» (Proverbios 10.11). Nos ayudarán a crecer, nos insp ira rán para que am em os y s irvam os más a Dios.

La mesa y los panes de la proposic ión s im bolizan tam bién la p rovis ión de Dios para su pueblo. Había un pan para cada tribu . ¡Dios tenía una parte escogida para cada uno! La provis ión no es sólo m ateria l, pues hablam os de Jesucristo m ismo: «Yo soy el pan de v ida ; el que a mí v iene, nunca tendrá ham bre; y el que en m í cree, no tendrá sed jam ás» ( J u a n 6.35). No existe o tro a lim ento que satisfaga el alma. Jesucristo es nuestro todo, nuestro ve rdadero pan. Cuanto más com em os de Él por el Espíritu, ¡más ham bre tenemos!

Nunca dejem os de com er ese pan. Si no perseveram os en com er del Espíritu, nos deb ilita rem os, caerem os en la rutina, v iv irem os un cris tian ism o tr is te y desabrido.

¿Está usted com iendo de ese pan? Puedo asegurarle que los m anjares más delic iosos de esta tie rra se encuentran en su aposento de oración. El Señor lo está esperando: «He aquí, yo estoy a la puerta y llam o; si alguno oye m i voz y abre la puerta, entraré a Él. y cenaré con Él, y Él conm igo» (Apocalipsis 3.20). Quizás esté v iv iendo como el h ijo pródigo. Quizás es necesario que se diga:

«¡Cuántos jo rna le ros en casa de m i padre tienen abundancia de pan. y yo aquí perezco de ham bre!»(Lucas 15.17)

La m ujer s iro fenic ia dem ostró su gran fe al sostener que unas pocas m igajas caídas de la mesa eran su fic ientes para libe rta r a su h ija (Marcos 7.28). ¡Cuánto más los hijos de Dios harem os proezas sentados en la mesa del Rey! ¡D isfrute de sus manjares!

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LA LUZ DEL MUNDO

El candelabro de oro era la única luz del tabernáculo. Los sacerdotes ve laban para que a lum brase de continuo. El Señor Jesucristo reve la en Apocalipsis 1.20 que «Los siete candeleros que has v is to son las siete iglesias». La iglesia es la luz del m undo (M ateo 5.16). Nuestro m in is te rio «hacia afuera» es fundam enta l para acrecentar el poder de Dios en nuestras vidas.

La unción de Dios se increm enta en nuestra v ida cuando cum plim os el m in is te rio que Dios nos ha encom endado, cuando damos lo que hemos recibido. El aceite de la v iuda cesó cuando no hubo más vas ijas donde vo lca rlo (2 Reyes 4.6). Si dejam os de dar. cesará nuestro aceite. Quizás pensemos: «No s irvo, no tengo ta len tos, no estoy preparado»; pero Dios nos dice: «Te voy a usar, pon tu v ida en mis m anos». No tengam os a m enos lo que Dios nos ha dado. La iglesia se deb ilita cuando los hermanos encierran su ta len to al pensar que no tienen nada que dar.

La unción de Dios se increm enta en nuestra vida cuando cum plim os e l m in is te rio que Dios nos ha encomendado, cuando dam os lo que hem os recibido.

Es hora de que todos los cristianos seamos pro tagonistas en la obra de Dios, no so lam ente los pastores. Esteban era un diácono de la ig lesia p rim itiva cuya tarea era serv ir las mesas. Pero Esteban no se lim itaba a las tareas m ateria les, s ino que cu ltivaba su vida esp iritua l.

Se consagró a la vo lun tad de Dios hasta derram ar su v ida , y no fue un m ediocre ni un conform ista . El resu ltado fue asom broso. Dios lo levantó y usó poderosam ente. Dice Hechos que «Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodig ios y señales en tre el pueblo» (Hechos 6.8). Al enfren tarse al concilio m anifestó tanta autoridad en la Palabra que «no podían res is tir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba» (Hechos 6.10).

Tenem os que rec ib ir esta v is ión para resp landecer en este mundo. Hay m uchos lugares que necesitan oír la Palabra de v ida . Un obrero no nace, se hace. No nacemos con un b rillo especial: el Señor nos va form ando. Al igual que a los doce discípulos que desde una perspectiva humana no tenían grandes m éritos para ser escogidos, el Señor nos ha llam ado en fe para grandes cosas y nos está preparando.

Nuestro m in is te rio debe tene r su fuente en el Espíritu Santo. Necesitam os poder para predicar, para enfrentarnos al m undo con la auto ridad con que Jesucristo lo hacía. La gente está cansada de palabras sin vida. No podem os tocar el m undo si Dios no nos toca prim ero.

El aceite de la unción nos hace resp landecer en un m undo de tin ieb las

En una etapa de m i v ida m i prioridad era traba ja r. Me levantaba tem prano y corría todo el día. Cuanto más hacía más satisfecho estaba. Pero Dios m e habló duran te una en trev is ta pastoral con un m iem bro

de mi congregación. M ientras escuchaba a ten tam ente los problem as del en trev is tado y esta persona lloraba con angustia el Espíritu Santo v ino sobre m í con poder. La experiencia fue tan fue rte que debí a ferrarm e a mi silla. Entonces me habló: «Claudio, ¿qué haces aquí?» le contesté : «Señor, estoy traba jando, haciendo tu obra». El Espíritu Santo m e d ijo suavem ente: «Te estoy esperando en tu aposento de oración». ¡Era necesario hacer la tarea pastora l y escuchar a la grey, pero Dios m e señalaba lo que tenía p rio ridad! Dios no quería ve rm e en una rutina pastora l, aún cuando estuviese llena de buenas intenciones. Lo prim ero debe ser estar en contacto con Dios; luego, cum p lir con eficiencia nuestro m in is te rio . Debemos estar en contacto con Dios prim ero porque es nuestra fuente de poder.

Para serv ir necesitam os su investidura esp iritua l. Lo entendí cabalm ente días a trás cuando transitaba en mi au tom óvil por una ca lle céntrica de la ciudad de Buenos Aires. El tráns ito estaba m uy congestionado con las personas que regresaban del traba jo . Para cua lqu ier peatón hubiera sido m uy riesgoso cruzar la calle en sem ejan tes circunstancias, pero un hom bre se paró en el m edio de aquella avenida y todos los vehículos se de tuv ie ron al instante. ¿Sabe por qué? Estaba vestido con el un iform e de policía. Era un hom bre común y corrien te , pero tenía a lgo que lo d istinguía: estaba investido de autoridad. Sin su un ifo rm e lo a rro llarían sin m isericord ia , pero su presencia imponía respeto. La unción del Espíritu es la investidura esp iritua l de los creyentes. Cuando el Señor nos unge nos da una autoridad esp iritua l que todos reconocen. El m ism o d iablo vendrá contra nosotros, ve rá la investidura y se detendrá. Exclamará: «No puedo con él, el Señor Jesucristo lo respalda». La mano de Dios estará con nosotros. ¡Su brazo nos fo rta lecerá y quebrantará a nuestros enem igos! (Salmo 89.20-23).

El aceite de la unción nos hace resp landecer en un m undo de tin ieb las. No recib im os el poder para exclam ar: «¡Nadie se me acerque porque estoy ung ido!» Por el con tra rio , tenem os en Jesús nuestro m ejor e jem plo. Hechos 10.38 dice que Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret. y este «anduvo haciendo b ienes y sanando a todos los oprim idos por el d iablo , porque Dios estaba con él».

Somos el candelabro de Dios, la luz del mundo. Si querem os m archar hacia una d im ensión gloriosa debem os actuar com o siervos de Dios. El propósito de Dios es que conquistem os las naciones para Cristo con el poder del Espíritu Santo. Si encerram os la unción dentro de la ig lesia y nos gozamos y danzam os a puertas cerradas, m ientras el m undo se p ierde, si no canalizam os este g lorioso m over del Espíritu Santo en la evangelización. el Señor lo qu ita rá de nosotros y se lo dará a otros que sepan canalizarlo . ¡Predique las buenas nuevas a este m undo necesitado y Dios añadirá más g loria a su vida! Pidamos poder a Dios. El Señor nos dice: «Pídeme, y te daré por herencia las naciones» (Salmo 2.8).

EL INCIENSO: LAS ORACIONES DE LOS SANTOS

El a lta r del incienso era el ú ltim o objeto sagrado del Lugar Santo. Estaba ubicado fren te al grueso ve lo que separaba al Lugar Santo del Lugar Santísimo. El perfum e del incienso penetraba por el ve lo hasta la

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presencia g loriosa de Dios sobre el arca del pacto. Es in te resante que Juan cuenta en Apocalipsis 5.8 que el Señor tom ó el libro, y « los cuatro seres v iv ien tes y los ve in ticua tros ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos».

En nuestro cam ino a una vida cristiana victoriosa, e l a lta r del incienso (la a labanza y la adoración, la com unión con Dios en oración) nos pone en contacto con la gloria.

El incienso representa aquello que sube delante de la presencia de Dios, esencia lm ente nuestra oración. «Suba mi oración delante de t i como el incienso, el don de m is m anos como la ofrenda de la ta rde» , d ice el Salmo 141.2. Tam bién «sube» de lan te de Dios nuestra a labanza, nuestra adoración y aún nuestras ofrendas (Hechos 10.31).

El a lta r del incienso nos re laciona, pues, con el p rim er m in is te rio de la ig les ia : la alabanza y la adoración, la comunión con Dios en oración. Es nuestro m in is te rio «hacia arriba». La carta de los Efesios señala que fu im os escogidos «para alabanza de la g loria de su gracia» (1.6). La com unión con los que nos rodean y nuestro testim on io al m undo dependen de este m in is te rio sacerdota l. La iglesia p rim itiva se movía en un am bien te de oración y adoración profunda. Cuando los discípulos m in is traban al Señor, recibían la d irección necesaria para lleva r adelante su obra (Hechos 13.2-3). En nuestro cam ino a una vida cris tiana v ic to riosa , el a lta r del incienso nos pone en contacto con la gloria.

La oración de fe. que marcó el in ic io de nuestra vida cris tiana cuando creim os en el evangelio (Romanos 10.9-10), sigue siendo hoy el m edio más m aravilloso de acceder al conocim iento de la g loria de Dios.

HACIA UNA DIMENSIÓN GLORIOSA

El Lugar Santísimo es el destino fin a l de este camino nuevo y v ivo , es el lugar del encuentro personal en tre Dios y sus hijos.

El arca del pacto era el único m ueble del Lugar Santísimo. Contenía, en tre otras cosas, una urna con maná, la vara de Aarón que reverdeció y las tab las del pacto (Hebreos 9.4). Sobre el p rop ic ia to rio del arca se rociaba la sangre que cubría los pecados del pueblo, y sobre la sangre se m anifestaba la g loria .

El ve lo que se rasgó al m o rir C risto nos inv ita a e n tra r con libe rtad a los lugares ce lestia les m ediante la oración. Nadie podría estar a llí si no fuera por los m éritos de Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, presente s im bólicam ente en el arca del pacto. Nuestra v ida tiene un sentido trascendente por nuestro Señor Jesucristo, quien nos roció con su sangre y revela ahora en estas vasijas de barro el tesoro refu lgente de su presencia.

Cuando entram os al Lugar Santísimo, a esta comunión con el Dios santo, nos m aravillam os al

com probar que Jesucristo aboga perpetuam ente a nuestro favor m ostrando a su Padre las m arcas de sus manos traspasadas en la cruz. D elante de su g lo ria somos forta lec idos con el maná del cie lo que Él nos ofrece. Jesús vuelca en nosotros su m ism a v ida . En el Lugar Santísimo encontram os la autoridad que representa la vara de Aarón que reverdeció. Es el poder de la resurrección que nos da la v ic to ria sobre la m uerte y Satanás. Así m ism o, a los pies del m aestro, en su habitación ce lestia l, aprendem os sus esta tu tos; recib im os poder para v iv ir la Palabra que está escrita en las tablas de nuestro corazón.

Practicar la comunión con el Espíritu Santo es una decisión que debem os tom ar seriam ente. Pero en el cam ino de Dios no podem os avanzar hacia una vida cris tiana v ic to riosa , llena de la g loria del Señor, con soluciones instantáneas, s ino v iv iendo la Palabra de Dios. No obstante, com o dice Oseas 6.3: «Conoceremos, y proseguirem os en conocer a Jehová».

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C a p ítu lo 11

¡PASIÓN POR DIOS!

A ños atrás, cuando term inaba los cu ltos en nuestra iglesia, los herm anos me decían: «Este cu lto fue trem endo». Pero yo pensaba dentro de mí: «Tengo sed. estoy insatisfecho». Y m e iba a m i casa, me arrod illaba y oraba: «¡Señor quiero más y m ás... Estoy insatisfecho, sé que hay ríos, m anantia les... Señor, qu iero conocerte !» Dios había puesto en mí esa sed. Cuando lo busqué con pasión, encontré lo que necesitaba.

Un día los ojos se m e abrie ron y entendí que la re lación personal con el Espíritu Santo es más profunda que el sólo hecho de d ir ig ir le palabras a Dios. Fui transform ado. Comencé a v iv ir una nueva etapa en m i v ida y en m i m in is te rio . El Espíritu Santo me llenó y vo lv í al p rim er am or, donde no hay rutina re lig iosa ni cultos form alis tas, donde todo es fresco y renovado. Fue una experiencia tan fue rte que no dormía por las noches para tene r com unión con Él. Aún hoy. su presencia me seduce de tal m anera que m e cuido los ojos y el corazón para que no se aparte de mí.

Dios había puesto en m í esa sed. Cuando lo busqué con pasión, encontré lo que necesitaba.

Lo m ism o le sucedió al apóstol Pablo, quien v iv ió trem endas experiencias con el Señor. Su m aravillosa conversión rum bo a Damasco lo puso cara a cara con el C risto resucitado. Su m in is te rio palpó lo sobrenatural a través de las revelaciones en la Palabra (2 C orin tios 12.1) y las señales y prodig ios del Espíritu Santo que acom pañaron a su predicación (12.12). ¡La pasión que el am or de Dios despertó en él lo consumía al punto de estar d ispuesto a dejarlo todo! Su anhelo más profundo estaba en la m isma persona de su Rey. Con todo fe rvo r deseaba conocerlo. Según Filipenses 3.7-8. su meta era conocer a Cristo: «Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estim ado com o pérdida por am or de Cristo. Y c ie rtam ente , aún estim o todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocim ien to de Cristo Jesús, mi Señor, por am or del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo».

Muchas personas en este mundo, aún sin conocer a Dios, lo dejan todo por un ideal. Se sacrifican por a lcanzar la m eta que representa la pasión de su v ida . Un atleta que se prepara para una com petencia lleva una vida de rigor y privaciones. Todos los días se levanta tem prano para hacer sus e jercic ios. Sigue un es tric to régim en de comidas. Para él no existen los días feriados, ni los tiem pos de ocio. No vacila en esforzarse y p rivarse de todo. ¡Su corazón está dom inado por una pasión!

Esa m ism a pasión debería ca racterizar a todos los cristianos al buscar el rostro de Dios. Deberíamos

arder con el m ism o fuego que ardía en Pablo, en Jeremías, en Moisés, hom bres que no se sentían satisfechos consigo m ism os en cuanto a lo esp iritua l. ¡Siempre querían más! Tenían ham bre de Dios, pasión por conocerlo... Eran creyentes maduros.

¿Cuál es la d iferencia entre un cris tiano m aduro y o tro que no lo es? M ientras el creyente inm aduro sólo busca las m anos del Señor (sus beneficios, sus obras), el esp iritua l tiene su m irada puesta en el rostro del Señor, en su m ism a persona. El inm aduro desea sólo los beneficios, «el poder». Es espiritua l busca conocer al Dios de poder, su carácter, su vo lun tad . ¡Cuántos cris tianos chapotean en cinco centím etros de agua pudiendo in te rnarse en las profundidades de Dios! Me tem o que muchos de ellos rea lm ente no lo conocen porque nunca lo buscaron de veras (véase Salmo 145.18).

Así sucedió con el pueblo de Israel. En su peregrina je por el desierto , no buscó a Dios para am arlo y obedecerlo. Sólo le in teresaban los beneficios que le daba. Al respecto dice el Salmo 81.11: «Pero mi pueblo no oyó mi voz. e Israel no me quiso a mí». Y Dios se lam entaba con dolor: «¡Oh si me hubiera oído m i pueblo, si en m is cam inos hubiera andado Israe l! En un m om ento habría yo derribado a sus enem igos, y vue lto mi mano contra sus adversarios» (Salmo 81.13-14).

El Señor quiere tene r com unión con nosotros, desea nuestro amor, nuestra atención. No podem os ser neg ligentes en sem ejante asunto. El Señor s iem pre nos recordará estas verdades aunque creamos saberlas (2 Pedro 1.12). A lgunos m e han dicho: «La Biblia d ice "Orad sin cesar". Yo no necesito a rrod illa rm e porque estoy todo el día en oración». C iertam ente debem os m antener nuestro diá logo in te rio r con el Espíritu Santo las ve in ticua tro horas del día. Pero no se engañe: Ese n ive l de com unión depende en form a vita l de nuestros encuentros d iarios a solas con el Señor. Jesús nos dejó e jem plo en su vida de oración y así nos enseñó: «Mas tú. cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta ora a tu Padre que está en secreto» (Mateo 6.6).

El d iá logo con Dios requiere de un tiem po especial. Pensemos en nuestras re laciones cotid ianas: ¿cómo nos com unicam os con nuestro pró jim o? A m enudo inv itam os a una persona a nuestro hogar, a un buen restaurante , nos sentamos a tom ar un café, conversam os, charlam os acerca de nuestras experiencias. Con Dios es igual: necesitam os tiem po para estar con Él. No se sorprenda que el Espíritu Santo lo exhorte al oído: «¡Hoy sa liste sin o ra r!» Sucede que o lv idó al principal inv itado de su v ida . Lo dejó sentado a la mesa, m udo y sin d ir ig ir le una palabra. Dios le dará poder esp iritua l cuando se n iegue a sí m ism o y someta su carne para buscarlo . Para e llo debe o rdenar sus prioridades. Si puede hacerlo, acuéstese más tem prano y levántese antes para orar. Dedique el p rim er tiem po de su día al Señor. El gran predicador M oody señaló: «El cris tiano que se a rrod illa más. se para m ejor».

¡Es ve rdad ! Si comenzó su día sobre sus rod illas, en comunión con Dios, estará firm e toda la jornada. Tendrá v ida espiritua l y d iscern im iento de la vo luntad de Dios. ¡No rechace su com unión!

«El cris tiano que se a rrod illa m ás se para m ejor».

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Page 61: Espiritu Santo, Tengo Hambre de Ti - Claudio Freidzon

Al contra rio de los israelitas, que conocieron la derro ta porque pusieron sus ojos en las obras de Dios más que en Dios m ismo. Moisés es un precioso e jem plo de búsqueda espiritua l. Aún cuando disfruto tam bién de las m aravillas que Dios hizo en el desie rto (el maná, el agua de la roca, la nube y la columna de fuego), a diferencia del pueblo deseaba conocer a Dios en lo íntim o. El pueblo clam aba: «¡Querem os com ida! i Querem os agua!» Moisés oraba: «M uéstram e tu g lo ria , qu iero conocerte, tengo ham bre y sed de justic ia». El Salmo 103.7 declara en cuanto a la reve lac ión de Dios: «Sus cam inos notificó a Moisés. Y a los hijos de Israel sus obras». ¿Por qué Moisés rec ib ió este conocim ien to y no el pueblo? Por una sencilla razón: Moisés lo p id ió : «Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que m e m uestres ahora tu cam ino, para que te conozca» (Éxodo 33.13). Y Dios lo hizo. Él siem pre responde al clam or s incero de sus hijos.

Tam bién el rey David era un hom bre de oración, un trem endo adorador. Las circunstancias adversas, en lugar de abatirlo , despertaban en él una sed esp iritua l intensa. Esta búsqueda conmovía sus entrañas hacia esa prioridad absoluta que significaba para él encontrarse con Dios:

Como e l s ie rvo bram a p o r la corrien tes de las aguas. a s í clam a p o r ti. oh Dios, e l a lm a mía. Mi a lm a tiene sed de Dios, del Dios vivo ; ¿cuándo vendré y m e p resen ta ré de lan te de Dios? (Salmo42.1-2).

En el Salmo 3 encontram os uno de los tantos m om entos de adversidad en la vida de David. Su propio hijo. Absalón. se había levantado contra su trono y m uchos o tros se habían sum ado a su tra ic ión : «¡Oh Jehová. cuánto se han m ultip licado m is adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí» (v . l) .

Este tipo de c lam or representa una rutina para m uchos cristianos. Se lam entan por su s ituación , porque sus problem as se han m ultip licado. Sus propios fam ilia res los defraudan m ientras la voz del enem igo golpea sus m entes con pensam ientos de fracaso. «¡Oh Jehová. cuántas adversidades!» Es el c lam or de e llos. Pero la experiencia de David no se quedaba en el lam ento porque gozaba de la paz y la confianza que viene de lo a lto: «Yo m e acosté y dorm í, y desperté, porque Jehová me sustentaba. No tem eré a diez m illa res de gente, que pusieren s itio contra mí» (Salmo 3.5-6).

En el versícu lo 4 hallam os la clave para pasar del lam ento a la v ic to ria : «Con mi voz clam é a Jehová, y Él m e respondió desde su m onte santo». ¡Qué d iferencia entre el versícu lo 1 de este salm o y los versícu los 5 y 6! Cuando David se arrod illó , clam ó y tuvo com unión con Dios, el Señor le respondió desde su m onte santo. El ve rdadero im pacto de un ser humano en el m undo no depende de su apariencia o capacidades humanas. De nada le servirán estas cosas si está vacío por dentro. La verdadera fuerza la reciben «los que esperan a Jehová» (Isaías 40.31). los que palpan la g loria y tienen el perfum e de Cristo en sus corazones.

Usted necesita esta experiencia. A lo la rgo de este libro he procurado grabar esta Verdad sublim e: Dios desea que lo busque, que tenga ham bre del Espíritu Santo. Sólo así descubrirá la g loria de Dios en su

vida y los tesoros escondidos que Él ha reservado para los que le aman. Busque a Dios y la v ic to ria será suya. El Señor quiere darse a conocer, pero no se reve lará por medios natura les sino esp iritua les. Nadie conocerá jam ás el ve rdadero carácter del Señor a través de las cosas creadas, sino cuando le busca «en Espíritu y en verdad» (Juan 4.23).

Cuando usted entab le esta re lación personal con el Espíritu Santo, se gozará de conocerlo:

«Así d ijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su va lentía se alabe el va liente , ni el rico se alabe en sus riquezas. Más alábese en esto quien se hub iere de alabar; en entenderm e y conocerm e, que soy Jehová. que hago m isericord ia , ju ic io y justic ia en la tie rra ; porque estas cosas quiero dice Jehová» (jerem ías 9.23-24). Delante de su presencia conocem os que Él es luz (1 Juan 1.5). Y en su luz cam inam os com o hijos de luz (Efesios 5.8). C ontem plam os su santidad y deseam os im ita rle (1 Pedro 1.16). ¡Es tan precioso nuestro camino!

El verdadero im pacto... no depende de su apariencia o capacidades hum anas... La verdadera fuerza la reciben «los que esperan a Jehová... los que pa lpan la g lo ria y tienen e l perfum e de Cristo en sus corazones.

El ve r señales y m arav illas no es lo que nos cambia, ni s iquiera el pa rtic ipa r de un herm oso culto. La c lave está en nuestro in te rio r: «El que cree en mí. com o dice la Escritura, de su in te r io r correrán ríos de agua viva» ( J u a n 7 . 3 3 , énfasis mío). Sólo el quebrantam iento y la búsqueda de Dios hacen flu ir estos m anantia les de vida.

Tal vez usted considere que no tiene grandes cualidades, ni carism a. pero el Señor tiene un propósito con su vida y está a ten to a su corazón. Está in teresado en su amor. Hoy el Espíritu Santo quiere inv ita rlo a tom ar la decisión más im portan te de su v ida , decisión que hará posible que d is fru te de un destino g lorioso. Esta decisión es un com prom iso, un pacto de am or con el Señor, donde usted levantará a d ia rio sus ojos para buscarlo. El Espíritu Santo desea sacia r su sed in te rio r y llevarle a esa dim ensión g loriosa donde pueda d ia logar con Dios como Moisés: cara a cara. No desea otra cosa que oírle decir con pasión, con sinceridad, y con profundo amor:

¡ESPÍRITU SANTO, TENGO HAMBRE DE TI!

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