espejos cas word · 2013-04-08 · -2- sin pretender un recuento exhaustivo de los espejos...

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-1- Desde la antigüedad, la literatura está plagada de espejos. Modernos y contemporáneos han descrito sus fantasmas mirándose al espejo. Toda la literatura se refleja en espejos,pero ninguno de ellos tiene nombre propio (¡son innombrables!); muchos personajes famosos por sus espejos pueblan el mundo de la fantasía y fatigan aventuras prodigiosas; de ahí que sean variados los que conocemos a través de sus espejos. Así, de Narciso sabemos que se dio muerte por no obtener ninguna respuesta de su propia y venerada imagen reflejada en el lago (espejo de1 cielo; mar estancado; agua inflexible). De sus gotas de sangre, hermosas como él mismo, surgió una hermosa flor que lleva su nombre, una flor ceñida de hojas blancas (Ovidio: “Metamorfosis”). monstruo en su hombro. El espejo de plata pulida con que se cobijaba reflejaba tan solo la boca y sus enormes dientes. Ella estaba allí, al alcance de su mano. Fija la mirada en el espejo, Perseo asestó un tajo con todas sus fuerzas. Se oyó un grito que pareció sacudir la tierra, luego todo quedó inmóvil. También Perseo, que sabia que un tiempo después de morir, Medusa conservaba su poder de petrificar. Luego miró de nuevo el espejo; en él se contempla la cabeza de Medusa con su inerte melena de serpientes rodando por el suelo... Cuenta Lucano que de Medusa nacieron todas las serpientes de Libia: el Aspid, la Anfisbena, el Anódlte y el Basilisco (quien al igual que su madre, arrasa todo lo que su mirada alcanza, creando, dice, el desierto. Otro reflejo venerable es el de Perseo, que logró, por medio del escudo que su protectora (Atenea) le regalara, acabar con Medusa, única mortal de las tres Górgonas. Para ello, cerca ya de donde Medusa habitaba, y sabiendo el terrible mal que la mirada de ésta provocaba, comenzó a andar hacia atrás utilizando su reluciente y reflectante égida recibida como guía. La Medusa, al verlo, no comprendía que aquel hombre no se hubiera convertido ya en piedra. Las serpientes que poblaban su cabellera emitían horrendos silbidos. Perseo esperó a notar el calor de la respiración de

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Page 1: Espejos CAS WORD · 2013-04-08 · -2- Sin pretender un recuento exhaustivo de los espejos existentes en la literatura, ni una acabada descripción de los mismos, sino un somero recuerdo,

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Desde la antigüedad, la literatura está plagada de espejos. Modernos y contemporáneos han

descrito sus fantasmas mirándose al espejo. Toda la literatura se refleja en espejos,pero ninguno

de ellos tiene nombre propio (¡son innombrables!); muchos personajes famosos por sus espejos

pueblan el mundo de la fantasía y fatigan aventuras prodigiosas; de ahí que sean variados los que

conocemos a través de sus espejos.

Así, de Narciso sabemos que se dio muerte por no obtener ninguna respuesta de su propia y

venerada imagen reflejada en el lago (espejo de1 cielo; mar estancado; agua inflexible). De sus

gotas de sangre, hermosas como él mismo, surgió una hermosa flor que lleva su nombre, una flor

ceñida de hojas blancas (Ovidio: “Metamorfosis”).

monstruo en su hombro. El espejo de plata pulida con que se cobijaba reflejaba tan solo la boca y

sus enormes dientes. Ella estaba allí, al alcance de su mano. Fija la mirada en el espejo, Perseo

asestó un tajo con todas sus fuerzas. Se oyó un grito que pareció sacudir la tierra, luego todo quedó

inmóvil. También Perseo, que sabia que un tiempo después de morir, Medusa conservaba su poder

de petrificar. Luego miró de nuevo el espejo; en él se contempla la cabeza de Medusa con su inerte

melena de serpientes rodando por el suelo... Cuenta Lucano que de Medusa nacieron todas las

serpientes de Libia: el Aspid, la Anfisbena, el Anódlte y el Basilisco (quien al igual que su madre,

arrasa todo lo que su mirada alcanza, creando, dice, el desierto.

Otro reflejo venerable es el de Perseo, que logró, por

medio del escudo que su protectora (Atenea) le

regalara, acabar con Medusa, única mortal de las tres

Górgonas. Para ello, cerca ya de donde Medusa

habitaba, y sabiendo el terrible mal que la mirada de

ésta provocaba, comenzó a andar hacia atrás utilizando

su reluciente y reflectante égida recibida como guía. La

Medusa, al verlo, no comprendía que aquel hombre no

se hubiera convertido ya en piedra. Las serpientes que

poblaban su cabellera emitían horrendos silbidos.

Perseo esperó a notar el calor de la respiración de

monstruo en su hombro. El espejo de plata pulida con

que se cobijaba reflejaba tan solo la boca y sus enormes

dientes.

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Sin pretender un recuento exhaustivo de los espejos existentes en la literatura, ni una acabada

descripción de los mismos, sino un somero recuerdo, como el que suscita aquella bruja del espejo

que anunció la belleza de Blanca-nieves por encima de la de cualquier otra mujer, incluso de la de

su madrastra; asunto por el cual ésta dio en expulsarla y ofrecernos así una maravillosa y atractiva

historia.Una historia en la que el género masculino se ve representado en siete caracteres, en siete

enanitos, empequeñecidos por las excelencias de la exuberante belleza de Blancanieves. Siete

enanitos acurrucaditos en la materno-fraterno-erótica figura de Blancanieves, que si no fuera por

lo blanco y níveo de su nombre, quizás ni los niños verían tanta pureza en el personaje.

Espejo de espejos, espejo memorable es el que nos refleja Borges en una de sus más destacadas

narraciones, "El Aleph”. Como sabemos Borges tomó el titulo del cuento de la primera letra del

alfabeto (alifato) de la lengua sagrada, letra que simboliza a un hombre apuntando hacia el punto

más allá del infinito. Este espejo borgiano contiene el universo todo, sin olvidar ni una sola de las

partículas que componen ese universo, veamos una muestra: “Vi interminables ojos inmediatos

escrutándose en mí como en un espejo. Vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó. Vi un

globo terráqueo entre los espejos que lo multiplicaban sin fin... Vi tu cara, y sentí vértigo, y lloré,

porque mis ojos hablan visto ese objeto secreto y conjetural cuyo nombre usurpan los hombres,

pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo’. Antes de esta enumeración Borges

nos advierte: “Lo que transcribiré es sucesivo, porque el lenguaje lo es, lo que vieron mis ojos fue

simultáneo... Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas casas, o claramente la veía desde

todos los puntos del universo”. Para Borges, para El Aleph, la parte es igual al todo (“Vi convexos

desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena”).

También W. Blake, all por 1.818 escribirla: “Todo el universo está contenido en un grano de arena.

Obra” de los alquimistas, la misma “cosa”?

Incluso A. Breton en su “Manifiesto del Surrealismo”

reflexionaba: “Todo induce a pensar que existe un cierto punto

en el espíritu, desde el cual la vida y la muerte, lo real y lo

imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo

incomunicable, lo alto y lo bajo dejan de ser percibidos

contradictoriamente”. ¿Es acaso ese punto el Aleph, el Espejo de

los espejos, que sedujo a Borges en su relato?

“Ahora sólo vemos a Dios como en un espejo, esperando verle

cara a cara” diría S. Pablo). ¿Es ese punto, el Aleph, el Punto

Omega de Pierre Teilhard de Chardin? ¿Es “El espejo”, la “Gran

Obra” de los alquimistas, la misma “cosa”?

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Todo induce a pensar que las palabras son parcas, pero que todas quieren significar una misma

cosa. Que la razón lleva hacia algo mayor, reflejo de todas las cosas, según estos autores. De

Quincey en una de sus opiáceas visiones reflexionaba: las mínimas cosas son sólo espejos de las

mayores”. ¿Qué les induce a todos hacia esa metáfora, hacia el espejo como término de

identificación? ¿Hará falta ser visionario para acercarnos al Aleph?. Quizás, pero de todos modos

Borges afirmaría tener un miedo atroz al espejo. El mismo miedo que expresare Machado en sus

ajustados versos:

“Mis ojos en el espejo

son ojos ciegos que miran

los ojos con los que veo”.

Que el espejo es un objeto misterioso nos lo confirman las citas anteriores. Que la preocupación

por este objeto no es de hoy, también. Que el espejo es un tema recurrente, manoseado

literariamente, no ofrece tampoco ninguna duda, como tampoco las ofrece el hecho de que tan

venerado objeto suscite bellas palabras, así nos lo muestra esta cita de William Butler Yeats:

Si oscurezco las pestañas y los ojos abrillanto y agrego escarlata a los labios o a un espejo tras otro

pregunto. Si todo está bien, no es vanidad el despliegue: ando en busca del rostro que tuve antes

que el mundo se hiciera”.

También aquí se utiliza el espejo como oráculo, como pitonisa a quien preguntar lo que

transciende de este mundo, siguiendo la misma línea que la madrastra de Blancanieves.

Entre los años 581 y 618, en China, vivió Wang - Tou quien nos entregó su maravilloso cuento de

sus esquinas estaban adornadas por animales míticos: una tortuga, un dragón, un fénix y un tigre

(todos ellos tienen mil historias, mil noches: pero el tigre fundamentalmente nos persigue en estos

tiempos, tanto que William Blake, nos espetó estos versos:

espejos. Su maestro le había confiado este objeto

y él con todo el esmero que el respeto y la lealtad

son capaces de ofrecer lo guardó con celo al

principio, después con entusiasmo, era el octavo

de los quince espejos que el emperador Hong-Ti

hizo forjar. El primero de ellos simbolizaba la

luna llena (“luna, espejo de la noche’ dice una

keningar vikinga): era el más grande de todos,

sus esquinas estaban adornadas por animales

míticos: una tortuga, un dragón, un fénix y un

tigre (todos ellos tienen mil historias, mil noches:

pero el tigre fundamentalmente nos persigue en

estos tiempos, tanto que William Blake, nos

espetó estos versos:

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Tigre, tigre, que te enciendes en luz

por los bosques de la noche

¿qué mano inmortal, qué ojo

pudo idear tu terrible simetría?

¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?

¿Con qué alas osó elevarse?¿Qué mano osó tomar ese fuego?

¿Y qué hombro, y qué arte

pudo tejer la nervadura de tu corazón?

Y al comenzar los latidos de tu corazón,

¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?

¿En qué horno se templó tu cerebro?

¿En qué yunque? ¿Qué tremendas garras osaron sus mortales terrores dominar?

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas

y bañaron los cielos con sus lágrimas

¿sonrió al ver su obra?

¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?

Tigre, tigre, que te enciendes en luz,

por los bosques de la noche

¿qué mano inmortal, qué ojo

osó idear tu terrible simetría?

Mediante aquell primer espejo serán ahuyentados los espíritus: la loba vieja que quiso ser

humana y pasaba por una joven y hermosa mujer; la serpiente que yacía en el azuzaifo

procurando todo tipo de supersticiones e inquietudes a los aldeanos. Gracias a él desaparecen

epidemias, cúranse los enfermos y los caminantes suelen salir indemnes de los numerosos

peligros de las veredas. No hay fenómeno natural, no hay animal sobre la tierra (mágico, mítico,

acuático o gélido), no hay artefacto que resistírsele pueda. Mediante el cuento y toda su

simbología apreciamos los acontecimientos de la China del momento. Surge el espejo para

acabar con monstruos con cuerpos de serpiente o de pez (que son en definitiva, los bandidos de

la montaña, o los “aborrecidos señores de la guerra’).

En fin, con este paseo a través de los espejos, quizás nos demos cuenta de que no es un objeto

baladí. No es de la misma ralea que cualquier otro. Que no es, pues, tan gracioso aquello que,

entre guiños y sonrisas, nos contaban de que los indígenas cambiaban (bobitos) oro por un

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En fin, con este paseo a través de los espejos, quizás nos demos cuenta de que no es un objeto

baladí. No es de la misma ralea que cualquier otro. Que no es, pues, tan gracioso aquello que,

entre guiños y sonrisas, nos contaban de que los indígenas cambiaban (bobitos) oro por un

espejo; en efecto, no es tan gracioso: el valor del oro es portentoso, abierto a todo, pero

mundano. El de un sencillo espejo, para quien nunca antes lo contempló debe de suscitar, como

mínimo, espanto; y tras el primer momento, tras el impacto de ver en él “esos ojos ciegos que

miran los ojos con que los veo”, deseo, un irrefrenable deseo de poseerlo (como Narciso). Y

después otra vez espanto, como expresó Octavio Paz en aquel memorable soneto:

Es misterioso ese objeto. Por ello L.Carroll colocó a su queridisima Alicia en su interior. Allí todo

era al revés: para ir a un lado era necesario moverte en dirección contraria, para hablar en voz

baja se requería gritar, se precisaba la paz para hacer la guerra, o comenzar por el final de cada

verso para leer un poema (“El galimatazo” es precisamente uno de los poemas más leídos en

lengua inglesa). Y es que el laberinto del espejo es universal. Se muestra infame a veces; otras,

creador; asesino en ocasiones, pero siempre, y hasta en los más insospechados momentos, se nos

hace presente, nos juega alguna que otra pasada. Si nos, mirémonos en uno de los llamados

espejos de la risa; o pensemos en cuántas ocasiones, ante el espejo, hemos tenido que hacernos

una composición de lugar para saber cuál es exactamente la oreja izquierda, o el ojo que me pica,

o la raya del pelo... Mucha personas no llegan a ‘comprender a quién van dirigidas esas palabra

que algunos coches blancos lleva escritas: AICNALUBMA…A los espejos, directamente, pues

ellos están presentes en nuestra vidas, pero ¿están nuestras vidas presentes en los espejos? ¿Son

espejos ¿Son el espejo deshabitado?

Edmund Husserl. Husserl ha puesto de relieve que el yo y el otro se dan siempre necesariamente

emparejados. Borges lo confirma en sus narraciones. ¿Entonces quién se dio muerte Narciso o el

otro? ¿quién interroga el otro o yo?

“El espejo que soy me deshabita:

un caer en mí mismo inacabable

al horror del no ser me precipita.

Y nada queda sino el goce impío

de la razón cayendo en la inefable

y helada intimidad de su vacío”.