espejos cas word · 2013-04-08 · -2- sin pretender un recuento exhaustivo de los espejos...
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Desde la antigüedad, la literatura está plagada de espejos. Modernos y contemporáneos han
descrito sus fantasmas mirándose al espejo. Toda la literatura se refleja en espejos,pero ninguno
de ellos tiene nombre propio (¡son innombrables!); muchos personajes famosos por sus espejos
pueblan el mundo de la fantasía y fatigan aventuras prodigiosas; de ahí que sean variados los que
conocemos a través de sus espejos.
Así, de Narciso sabemos que se dio muerte por no obtener ninguna respuesta de su propia y
venerada imagen reflejada en el lago (espejo de1 cielo; mar estancado; agua inflexible). De sus
gotas de sangre, hermosas como él mismo, surgió una hermosa flor que lleva su nombre, una flor
ceñida de hojas blancas (Ovidio: “Metamorfosis”).
monstruo en su hombro. El espejo de plata pulida con que se cobijaba reflejaba tan solo la boca y
sus enormes dientes. Ella estaba allí, al alcance de su mano. Fija la mirada en el espejo, Perseo
asestó un tajo con todas sus fuerzas. Se oyó un grito que pareció sacudir la tierra, luego todo quedó
inmóvil. También Perseo, que sabia que un tiempo después de morir, Medusa conservaba su poder
de petrificar. Luego miró de nuevo el espejo; en él se contempla la cabeza de Medusa con su inerte
melena de serpientes rodando por el suelo... Cuenta Lucano que de Medusa nacieron todas las
serpientes de Libia: el Aspid, la Anfisbena, el Anódlte y el Basilisco (quien al igual que su madre,
arrasa todo lo que su mirada alcanza, creando, dice, el desierto.
Otro reflejo venerable es el de Perseo, que logró, por
medio del escudo que su protectora (Atenea) le
regalara, acabar con Medusa, única mortal de las tres
Górgonas. Para ello, cerca ya de donde Medusa
habitaba, y sabiendo el terrible mal que la mirada de
ésta provocaba, comenzó a andar hacia atrás utilizando
su reluciente y reflectante égida recibida como guía. La
Medusa, al verlo, no comprendía que aquel hombre no
se hubiera convertido ya en piedra. Las serpientes que
poblaban su cabellera emitían horrendos silbidos.
Perseo esperó a notar el calor de la respiración de
monstruo en su hombro. El espejo de plata pulida con
que se cobijaba reflejaba tan solo la boca y sus enormes
dientes.
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Sin pretender un recuento exhaustivo de los espejos existentes en la literatura, ni una acabada
descripción de los mismos, sino un somero recuerdo, como el que suscita aquella bruja del espejo
que anunció la belleza de Blanca-nieves por encima de la de cualquier otra mujer, incluso de la de
su madrastra; asunto por el cual ésta dio en expulsarla y ofrecernos así una maravillosa y atractiva
historia.Una historia en la que el género masculino se ve representado en siete caracteres, en siete
enanitos, empequeñecidos por las excelencias de la exuberante belleza de Blancanieves. Siete
enanitos acurrucaditos en la materno-fraterno-erótica figura de Blancanieves, que si no fuera por
lo blanco y níveo de su nombre, quizás ni los niños verían tanta pureza en el personaje.
Espejo de espejos, espejo memorable es el que nos refleja Borges en una de sus más destacadas
narraciones, "El Aleph”. Como sabemos Borges tomó el titulo del cuento de la primera letra del
alfabeto (alifato) de la lengua sagrada, letra que simboliza a un hombre apuntando hacia el punto
más allá del infinito. Este espejo borgiano contiene el universo todo, sin olvidar ni una sola de las
partículas que componen ese universo, veamos una muestra: “Vi interminables ojos inmediatos
escrutándose en mí como en un espejo. Vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó. Vi un
globo terráqueo entre los espejos que lo multiplicaban sin fin... Vi tu cara, y sentí vértigo, y lloré,
porque mis ojos hablan visto ese objeto secreto y conjetural cuyo nombre usurpan los hombres,
pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo’. Antes de esta enumeración Borges
nos advierte: “Lo que transcribiré es sucesivo, porque el lenguaje lo es, lo que vieron mis ojos fue
simultáneo... Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas casas, o claramente la veía desde
todos los puntos del universo”. Para Borges, para El Aleph, la parte es igual al todo (“Vi convexos
desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena”).
También W. Blake, all por 1.818 escribirla: “Todo el universo está contenido en un grano de arena.
Obra” de los alquimistas, la misma “cosa”?
Incluso A. Breton en su “Manifiesto del Surrealismo”
reflexionaba: “Todo induce a pensar que existe un cierto punto
en el espíritu, desde el cual la vida y la muerte, lo real y lo
imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo
incomunicable, lo alto y lo bajo dejan de ser percibidos
contradictoriamente”. ¿Es acaso ese punto el Aleph, el Espejo de
los espejos, que sedujo a Borges en su relato?
“Ahora sólo vemos a Dios como en un espejo, esperando verle
cara a cara” diría S. Pablo). ¿Es ese punto, el Aleph, el Punto
Omega de Pierre Teilhard de Chardin? ¿Es “El espejo”, la “Gran
Obra” de los alquimistas, la misma “cosa”?
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Todo induce a pensar que las palabras son parcas, pero que todas quieren significar una misma
cosa. Que la razón lleva hacia algo mayor, reflejo de todas las cosas, según estos autores. De
Quincey en una de sus opiáceas visiones reflexionaba: las mínimas cosas son sólo espejos de las
mayores”. ¿Qué les induce a todos hacia esa metáfora, hacia el espejo como término de
identificación? ¿Hará falta ser visionario para acercarnos al Aleph?. Quizás, pero de todos modos
Borges afirmaría tener un miedo atroz al espejo. El mismo miedo que expresare Machado en sus
ajustados versos:
“Mis ojos en el espejo
son ojos ciegos que miran
los ojos con los que veo”.
Que el espejo es un objeto misterioso nos lo confirman las citas anteriores. Que la preocupación
por este objeto no es de hoy, también. Que el espejo es un tema recurrente, manoseado
literariamente, no ofrece tampoco ninguna duda, como tampoco las ofrece el hecho de que tan
venerado objeto suscite bellas palabras, así nos lo muestra esta cita de William Butler Yeats:
Si oscurezco las pestañas y los ojos abrillanto y agrego escarlata a los labios o a un espejo tras otro
pregunto. Si todo está bien, no es vanidad el despliegue: ando en busca del rostro que tuve antes
que el mundo se hiciera”.
También aquí se utiliza el espejo como oráculo, como pitonisa a quien preguntar lo que
transciende de este mundo, siguiendo la misma línea que la madrastra de Blancanieves.
Entre los años 581 y 618, en China, vivió Wang - Tou quien nos entregó su maravilloso cuento de
sus esquinas estaban adornadas por animales míticos: una tortuga, un dragón, un fénix y un tigre
(todos ellos tienen mil historias, mil noches: pero el tigre fundamentalmente nos persigue en estos
tiempos, tanto que William Blake, nos espetó estos versos:
espejos. Su maestro le había confiado este objeto
y él con todo el esmero que el respeto y la lealtad
son capaces de ofrecer lo guardó con celo al
principio, después con entusiasmo, era el octavo
de los quince espejos que el emperador Hong-Ti
hizo forjar. El primero de ellos simbolizaba la
luna llena (“luna, espejo de la noche’ dice una
keningar vikinga): era el más grande de todos,
sus esquinas estaban adornadas por animales
míticos: una tortuga, un dragón, un fénix y un
tigre (todos ellos tienen mil historias, mil noches:
pero el tigre fundamentalmente nos persigue en
estos tiempos, tanto que William Blake, nos
espetó estos versos:
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Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?¿Qué mano osó tomar ese fuego?
¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?
¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque? ¿Qué tremendas garras osaron sus mortales terrores dominar?
Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?
Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?
Mediante aquell primer espejo serán ahuyentados los espíritus: la loba vieja que quiso ser
humana y pasaba por una joven y hermosa mujer; la serpiente que yacía en el azuzaifo
procurando todo tipo de supersticiones e inquietudes a los aldeanos. Gracias a él desaparecen
epidemias, cúranse los enfermos y los caminantes suelen salir indemnes de los numerosos
peligros de las veredas. No hay fenómeno natural, no hay animal sobre la tierra (mágico, mítico,
acuático o gélido), no hay artefacto que resistírsele pueda. Mediante el cuento y toda su
simbología apreciamos los acontecimientos de la China del momento. Surge el espejo para
acabar con monstruos con cuerpos de serpiente o de pez (que son en definitiva, los bandidos de
la montaña, o los “aborrecidos señores de la guerra’).
En fin, con este paseo a través de los espejos, quizás nos demos cuenta de que no es un objeto
baladí. No es de la misma ralea que cualquier otro. Que no es, pues, tan gracioso aquello que,
entre guiños y sonrisas, nos contaban de que los indígenas cambiaban (bobitos) oro por un
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En fin, con este paseo a través de los espejos, quizás nos demos cuenta de que no es un objeto
baladí. No es de la misma ralea que cualquier otro. Que no es, pues, tan gracioso aquello que,
entre guiños y sonrisas, nos contaban de que los indígenas cambiaban (bobitos) oro por un
espejo; en efecto, no es tan gracioso: el valor del oro es portentoso, abierto a todo, pero
mundano. El de un sencillo espejo, para quien nunca antes lo contempló debe de suscitar, como
mínimo, espanto; y tras el primer momento, tras el impacto de ver en él “esos ojos ciegos que
miran los ojos con que los veo”, deseo, un irrefrenable deseo de poseerlo (como Narciso). Y
después otra vez espanto, como expresó Octavio Paz en aquel memorable soneto:
Es misterioso ese objeto. Por ello L.Carroll colocó a su queridisima Alicia en su interior. Allí todo
era al revés: para ir a un lado era necesario moverte en dirección contraria, para hablar en voz
baja se requería gritar, se precisaba la paz para hacer la guerra, o comenzar por el final de cada
verso para leer un poema (“El galimatazo” es precisamente uno de los poemas más leídos en
lengua inglesa). Y es que el laberinto del espejo es universal. Se muestra infame a veces; otras,
creador; asesino en ocasiones, pero siempre, y hasta en los más insospechados momentos, se nos
hace presente, nos juega alguna que otra pasada. Si nos, mirémonos en uno de los llamados
espejos de la risa; o pensemos en cuántas ocasiones, ante el espejo, hemos tenido que hacernos
una composición de lugar para saber cuál es exactamente la oreja izquierda, o el ojo que me pica,
o la raya del pelo... Mucha personas no llegan a ‘comprender a quién van dirigidas esas palabra
que algunos coches blancos lleva escritas: AICNALUBMA…A los espejos, directamente, pues
ellos están presentes en nuestra vidas, pero ¿están nuestras vidas presentes en los espejos? ¿Son
espejos ¿Son el espejo deshabitado?
Edmund Husserl. Husserl ha puesto de relieve que el yo y el otro se dan siempre necesariamente
emparejados. Borges lo confirma en sus narraciones. ¿Entonces quién se dio muerte Narciso o el
otro? ¿quién interroga el otro o yo?
“El espejo que soy me deshabita:
un caer en mí mismo inacabable
al horror del no ser me precipita.
Y nada queda sino el goce impío
de la razón cayendo en la inefable
y helada intimidad de su vacío”.