espada de dos filos ii para la oraci³n personal del sacerdote p. gustavo elizondo alans

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ESPADA DE DOS FILOS II Para la oración personal del sacerdote P. Gustavo Elizondo Alanís «La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4, 12). +++ Francisco, Ex. Ap. Evangelii Gaudium (24-XI-2013) 153. En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?», o bien: «¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?». Cuando uno intenta escuchar al Señor, suele haber tentaciones. Una de ellas es simplemente sentirse molesto o abrumado y cerrarse; otra tentación muy común es comenzar a pensar lo que el texto dice a otros, para evitar aplicarlo a la propia vida. También sucede que uno comienza a buscar excusas que le permitan diluir el mensaje específico de un texto. Otras veces pensamos que Dios nos exige una decisión demasiado grande, que no estamos todavía en condiciones de tomar. Esto lleva a muchas personas a perder el gozo en su encuentro con la Palabra, pero sería olvidar que nadie es más paciente que el Padre Dios, que nadie comprende y espera como Él. Invita siempre a dar un paso más, pero no exige una respuesta plena si todavía no hemos recorrido el camino que la hace posible. Simplemente quiere que miremos con sinceridad la propia existencia y la presentemos sin mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos a seguir creciendo, y que le pidamos a Él lo que todavía no podemos lograr. *** Benedicto XVI, Ex. Ap. Verbum Domini, (30-IX-2010). Importancia de la homilía 59. La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, de modo que se lleve a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida. (...) lo que interesa al predicador es mostrar a Cristo, que tiene que ser el centro de toda homilía. Por eso se requiere que los predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto sagrado 1 ; que se preparen para la homilía con la meditación y la oración, para que prediquen con convicción y pasión. (...) que se tengan presentes las siguientes preguntas: «¿Qué dicen las lecturas proclamadas? ¿Qué me dicen a mí personalmente? El predicador tiene que «ser el primero en dejarse interpelar por la Palabra de Dios que anuncia» 2 , porque, como dice san Agustín: «Pierde tiempo predicando exteriormente la Palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior» 3 . +++ Para recibir estas meditaciones directamente en su correo, pedir suscripción a [email protected] facebook.com/espada.de.dos.filos12 1 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 25. 2 Ibíd. 3 Sermo 179,1: PL 38, 966.

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Page 1: ESPADA DE DOS FILOS II Para la oraci³n personal del sacerdote P. Gustavo Elizondo Alans

ESPADA DE DOS FILOS II

Para la oración personal del sacerdote

P. Gustavo Elizondo Alanís

«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4,

12).

+++

Francisco, Ex. Ap. Evangelii Gaudium (24-XI-2013)

153. En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por

ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje?

¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?», o bien: «¿Qué me agrada? ¿Qué me

estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?». Cuando uno intenta escuchar al

Señor, suele haber tentaciones. Una de ellas es simplemente sentirse molesto o abrumado y cerrarse;

otra tentación muy común es comenzar a pensar lo que el texto dice a otros, para evitar aplicarlo a la

propia vida. También sucede que uno comienza a buscar excusas que le permitan diluir el mensaje

específico de un texto. Otras veces pensamos que Dios nos exige una decisión demasiado grande,

que no estamos todavía en condiciones de tomar. Esto lleva a muchas personas a perder el gozo en su

encuentro con la Palabra, pero sería olvidar que nadie es más paciente que el Padre Dios, que nadie

comprende y espera como Él. Invita siempre a dar un paso más, pero no exige una respuesta plena si

todavía no hemos recorrido el camino que la hace posible. Simplemente quiere que miremos con

sinceridad la propia existencia y la presentemos sin mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos a

seguir creciendo, y que le pidamos a Él lo que todavía no podemos lograr.

***

Benedicto XVI, Ex. Ap. Verbum Domini, (30-IX-2010).

Importancia de la homilía

59. La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, de modo que se lleve a los

fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida. (...) lo

que interesa al predicador es mostrar a Cristo, que tiene que ser el centro de toda homilía. Por eso se

requiere que los predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto sagrado1; que se

preparen para la homilía con la meditación y la oración, para que prediquen con convicción y pasión.

(...) que se tengan presentes las siguientes preguntas: «¿Qué dicen las lecturas proclamadas? ¿Qué

me dicen a mí personalmente? El predicador tiene que «ser el primero en dejarse interpelar por la

Palabra de Dios que anuncia»2, porque, como dice san Agustín: «Pierde tiempo predicando

exteriormente la Palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior»3.

+++

Para recibir estas meditaciones directamente en su correo, pedir suscripción a

[email protected]

facebook.com/espada.de.dos.filos12

1 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 25. 2 Ibíd. 3 Sermo 179,1: PL 38, 966.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

2

ÍNDICE

• LUZ PARA EL MUNDO – TÚ ERES, SACERDOTE, CRISTO VIVO

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

• EL DON DE LA FE – SER TESTIMONIO

LUNES DE PASCUA

• VERDADEROS APÓSTOLES – RECONOCER A JESÚS

MARTES DE PASCUA

• CAMINANDO CON JESÚS – ABRIR LOS OJOS

MIÉRCOLES DE PASCUA

• HOMBRE DIVINIZADO – PRESENCIA VIVA DEL SEÑOR

JUEVES DE PASCUA

• REDES FUERTES – ALIMENTO DE VIDA

VIERNES DE PASCUA

• OBEDECER PRIMERO A DIOS – HABLAR DE LO VISTO Y OÍDO

SÁBADO DE PASCUA

• JESÚS ES MISERICORDIA – EL PODER DEL SACERDOTE

DOMINGO DE LA II SEMANA DE PASCUA

MINISTROS DE LA MISERICORDIA

FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA

• RESUCITAR CON CRISTO – RENACER EN EL ESPÍRITU

LUNES DE LA II SEMANA DE PASCUA

• PREDICAR A CRISTO – LA MISIÓN APOSTÓLICA

FIESTA DE SAN MARCOS, EVANGELISTA

• DISIPAR LAS TINIEBLAS – ILUMINAR CON LA PALABRA

MIÉRCOLES DE LA II SEMANA DE PASCUA

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Espada de dos filos

3

• EL TESORO DE LA FE – DAR TESTIMONIO CON LA PALABRA

JUEVES DE LA II SEMANA DE PASCUA

• SACIAR A LA MULTITUD – ALIMENTAR CON LA EUCARISTÍA

VIERNES DE LA II SEMANA DE PASCUA

• LA BARCA FUERTE DE LA IGLESIA – NO TENER MIEDO

SÁBADO DE LA II SEMANA DE PASCUA

• ESCUCHAR Y CREER – LA ALEGRÍA DEL ENCUENTRO

DOMINGO DE LA III SEMANA DE PASCUA

• MANIFESTAR EL AMOR - TRABAJAR PARA DIOS

FIESTA DE SAN JOSÉ OBRERO

• ADORAR CONTINUAMENTE – CREER PRIMERO

MARTES DE LA II SEMANA DE PASCUA

• ABRAZAR LA CRUZ CON ALEGRÍA – EL SIGNO DE LA CRUZ

FIESTA DE LA SANTA CRUZ (3 de mayo)

• PERMANECER EN CRISTO – SABER QUIÉN ES JESÚS

FIESTA DE LOS SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, APÓSTOLES (4 de mayo)

• HUMILDAD DE CONVERSIÓN – VERDADERO ALIMENTO Y BEBIDA

VIERNES DE LA III SEMANA DE PASCUA

• PERSEVERAR EN LA ENTREGA – PALABRAS DE VIDA

SÁBADO DE LA III SEMANA DE PASCUA

• CORDERO Y PASTOR – DAR LA VIDA POR LAS OVEJAS

DOMINGO DE LA IV SEMANA DE PASCUA

• ESCUCHAR LA VOZ DEL PASTOR – ENTRAR POR LA PUERTA

LUNES DE LA IV SEMANA DE PASCUA

• DE LA MANO DE JESÚS – HACER LAS OBRAS DEL PADRE

MARTES DE LA IV SEMANA DE PASCUA

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

4

• CUIDADOS DE MADRE - BRILLÓ LA LUZ PARA EL MUNDO

MIÉRCOLES DE LA IV SEMANA DE PASCUA

• EL FRUTO DE LA HUMILDAD – RECIBIR AL ENVIADO

JUEVES DE LA IV SEMANA DE PASCUA

• SANTIFICARSE EN LA VERDAD - CAMINO, VERDAD Y VIDA

VIERNES DE LA IV SEMANA DE PASCUA

• ORACIÓN, CONSAGRACIÓN, SACRIFICIO – EN MANOS DE LA MADRE

FIESTA DE LA VIRGEN DE FÁTIMA

• ADMINISTRADORES DEL AMOR – VER AL PADRE

DOMINGO DE LA V SEMANA DE PASCUA

• DEMOSTRAR EL AMOR – LAS ENSEÑANZAS DEL ESPÍRITU SANTO

LUNES DE LA V SEMANA DE PASCUA

• RECIBIR LA PAZ – LLEVAR LA PAZ AL MUNDO

MARTES DE LA V SEMANA DE PASCUA

• PERMANECER EN EL AMOR – DAR FRUTO

MIÉRCOLES DE LA V SEMANA DE PASCUA

• EL ENCUENTRO CON CRISTO – RECIBIR EL AMOR

JUEVES DE LA V SEMANA DE PASCUA

• AMAR COMO JESÚS – EL PRIVILEGIO DE SER SU AMIGO

VIERNES DE LA V SEMANA DE PASCUA

• ODIADOS POR EL MUNDO – NO SIERVOS, AMIGOS

SÁBADO DE LA V SEMANA DE PASCUA

• EL CAMPO DE BATALLA – VIVIR EN EL ESPÍRITU

DOMINGO DE LA VI SEMANA DE PASCUA

• TESTIGOS DEL AMOR – LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO

LUNES DE LA VI SEMANA DE PASCUA

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Espada de dos filos

5

• PASTORES ALEGRES – LLEVAR AL MUNDO LA ALEGRÍA

MARTES DE LA VI SEMANA DE PASCUA

• LA VERDAD REVELADA – TRANSMITIR EL ESPÍRITU SANTO

MIÉRCOLES DE LA VI SEMANA DE PASCUA

• ACEPTAR LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO – ALÉGRATE, SACERDOTE

JUEVES DE LA VI SEMANA DE PASCUA

• REUNIRSE CON MARÍA – LA ALEGRÍA DE LA ORDENACIÓN

VIERNES DE LA VI SEMANA DE PASCUA

• UNIDOS EN ORACIÓN – APRENDER A PEDIR Y A RECIBIR

SÁBADO DE LA VI SEMANA DE PASCUA

• CREER EN JESÚS – QUEDARSE CON JESÚS

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

• VENCER AL MUNDO – PERMANECER EN LA BATALLA

LUNES DE LA VII SEMANA DE PASCUA

• EL COMPROMISO DE JESÚS – PEDIR EN NOMBRE DE JESUCRISTO

MARTES DE LA VII SEMANA DE PASCUA

• CREER Y PROFESAR LA FE – BENDECIR A LA MADRE Y AL SEÑOR

FIESTA DE LA VISITACIÓN DE NUESTRA SEÑORA

• ENTREGAR BUENOS FRUTOS – DAR A CONOCER A DIOS AL MUNDO

JUEVES DE LA VII SEMANA DE PASCUA

• TRAER A LAS OVEJAS – AMAR A JESÚS

VIERNES DE LA VII SEMANA DE PASCUA

• RECIBIR EL AMOR – SEGUIR EL LLAMADO

SÁBADO DE LA VII SEMANA DE PASCUA

• DONES Y FRUTOS – LLENARSE DEL ESPÍRITU SANTO

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

_____________________

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

6

LUZ PARA EL MUNDO – TÚ ERES, SACERDOTE, CRISTO VIVO

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?

Del santo Evangelio según san Lucas: 24, 1-12

El primer día después del sábado, muy de mañana, llegaron las mujeres al sepulcro, llevando

los perfumes que habían preparado. Encontraron que la piedra ya había sido retirada del sepulcro y

entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

Estando ellas todas desconcertadas por esto, se les presentaron dos varones con vestidos

resplandecientes. Como ellas se llenaron de miedo e inclinaron el rostro a tierra, los varones les

dijeron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado. Recuerden

que cuando estaba todavía en Galilea les dijo: ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en

manos de los pecadores y sea crucificado y al tercer día resucite’ “. Y ellas recordaron sus palabras.

Cuando regresaron del sepulcro, las mujeres anunciaron todas estas cosas a los Once y a

todos los demás. Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María (la

madre de Santiago) y las demás que estaban con ellas. Pero todas estas palabras les parecían

desvaríos y no les creían.

Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se asomó, pero sólo vio los lienzos y se regresó a su

casa, asombrado por lo sucedido.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú les habías anunciado a tus discípulos varias veces que era necesario que

padecieras, murieras en la cruz y resucitaras al tercer día. Ellos no lo entendieron. Por eso, aquella

mañana no les creyeron a las mujeres, y pensaron que eran desvaríos. Había pruebas, no estaba tu

cuerpo en el sepulcro y los ángeles dijeron que habías resucitado. Era difícil creer, aunque habían

sido testigos de aquellas resurrecciones obradas por tu poder divino. Tuviste que aparecerte a ellos

visiblemente varias veces. Y le pediste a Tomás que tocara tus llagas, para creer. Era muy importante

ser testigos de tu resurrección, porque toda nuestra fe se apoya en esa verdad. Los Apóstoles darían

su vida predicando a Cristo resucitado, y después la vida de la Iglesia ha seguido dando mártires,

convencidos de que estás vivo, y que sus ojos verán a su Redentor. Señor, esa misma fe me hace a

mí, sacerdote, creer que yo soy ese Cristo vivo, sobre todo cuando administro tus sacramentos,

cuando digo “esto es mi cuerpo”, “esta es mi sangre”. Estoy convencido, pero a veces no actúo

consciente de esa realidad. Jesús, ¿cómo debemos, ahora, tus sacerdotes, dar testimonio de tu

resurrección? Madre mía, yo quiero permanecer contigo, ayúdame a vivir en la alegría de ser Cristo

resucitado y vivo.

+++

«Sacerdote mío: eres mío, te he ganado para mí.

Este es mi triunfo. He ganado para Dios un Reino de Sacerdotes. He venido a traer la

alegría de mi resurrección a la mujer que con su vida entregó la mía, y muriendo conmigo

ahora vive en mí, a la que con su amor y su fortaleza me sostuvo, a la que en obediencia dijo sí,

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Espada de dos filos

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y con paciencia se mantiene en la esperanza de que se cumpla mi palabra hasta la última letra:

mi Madre.

Alégrate, porque tú la acompañas. Yo soy el mismo, ayer, hoy y siempre. Soy el Alfa y la

Omega. Aquel que es, que era y que ha de venir.

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita eres entre todas

las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, que ha sido enviado al mundo a morir para el

perdón de los pecados de los hombres y ha sido crucificado en manos de los pecadores para

salvarlos, y ahora ha resucitado para darles la vida».

«¿Quién soy yo para que mi Señor venga a verme?»

«Alégrate, porque tú eres la madre del Hijo de Dios y por Él eres madre de todos los

hombres.

Eres arca de la nueva alianza de Dios con su pueblo.

Eres madre de la gracia, madre del amor, madre de misericordia, hija de Dios Padre y

esposa de Dios Espíritu Santo.

Eres madre y corredentora del redentor del mundo, que he abierto las puertas del cielo

y he venido a anunciar la buena nueva, y en mi victoria el triunfo de tu Inmaculado Corazón.

Alégrate porque tú has creído que se cumplirían las cosas que te dijo el Señor.

Esta es la alegría del encuentro de una madre con su hijo, que por hacerse pecado lo

había perdido y ahora lo ha encontrado, que estaba muerto y ha resucitado.

Era necesario que el Hijo del hombre fuera entregado en manos de los hombres, y fuera

crucificado, y al tercer día resucitara.

Era necesario que el Mesías padeciera para entrar en su gloria.

Era necesario que los hombres vieran, para que creyeran y entendieran las Escrituras.

El templo que destruyeron los pecadores ha sido reconstruido en tres días, y la piedra

que desecharon los constructores es ahora la piedra angular.

Es uno de mis amigos la roca que yo he elegido, sobre la cual construyo mi Iglesia, y el

Hades no prevalecerá sobre ella.

Es mi Madre quien te reúne a ti conmigo, y con mis amigos, los que me abandonaron,

los que estaban escondidos, dominados por su debilidad, los que serán convertidos, porque yo

cambiaré sus corazones de piedra por corazones de carne, para ser encendidos en el fuego de

mi amor, iluminados con mi luz y llenos de celo apostólico y de los dones del Espíritu Santo,

para que, ya fortalecidos, yo los envíe a anunciar la buena nueva, continuando mi misión, para

que sean luz para el mundo, y lleven mi paz y mi salvación a todos los rincones de la tierra.

Tú eres parte del misterio de la redención por el que se renueva constantemente la

alianza de Dios con su pueblo, cuando elevas tus ojos al cielo, y uniendo a todos en una misma

ofrenda, tomas al cordero y lo bendices y lo elevas al Padre, ofreciendo su carne y su sangre

como sacrificio para el perdón de los pecados de los hombres, mientras inmolas tu carne con la

del cordero y ofreces tu sangre para ser derramada con la sangre del cordero, en un solo y

único sacrificio agradable al Padre. Entonces la carne que parece pan y la sangre que parece

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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vino, es el pan bajado del cielo, alimento de vida, y el vino es bebida de salvación, es

misericordia, es Eucaristía.

Y tú, eres pastor y eres oveja, eres maestro y eres discípulo, eres hombre necesitado de

ese alimento, pero también eres Cristo, porque estás configurado conmigo, y juntos somos una

sola cosa: don, gratuidad y vida, presencia viva, unión de los hombres en comunidad, luz,

alimento de vida eterna, palabra encarnada, camino, verdad y vida, en medio de la celebración

del memorial de mi muerte, del sacrificio del Cordero que quita los pecados del mundo, en la

esperanza de la resurrección, Cristo vivo, crucificado, muerto y resucitado, renovación de la

alianza de Dios con su pueblo, por la vida, pasión, muerte y resurrección del Hijo, por quien

fueron hechas nuevas todas las cosas, para unirlos al Padre, como hijos en el Hijo.

Es necesario que tú creas, para que te entregues conmigo, porque tú eres la luz para el

mundo, para que des testimonio de mí y otros crean, porque todo el que crea en mí y sea

bautizado será salvado.

Es necesario que seas verdadero sacerdote, para que impartas los sacramentos y reúnas

al pueblo que yo he ganado para Dios en un solo pueblo santo, en una sola Iglesia, en un solo

cuerpo y un mismo espíritu, para que los alimentes con la Palabra y la Eucaristía, que son

alimento de vida.

Es necesaria tu fe en mi resurrección, para que la extiendas al mundo.

Es necesaria tu esperanza en mi resurrección, para que la manifiestes al mundo.

Es necesario que vivas en mi resurrección, para que seas ejemplo.

Pero, para resucitar, hay que morir. Y una muerte de cruz.

Es necesario que quieras morir conmigo, para que vivas en el gozo y la plenitud de mi

resurrección, llevando la vida y la salvación a todos los rincones de la tierra.

Yo cambiaré tu corazón de piedra por corazón de carne, para que, renunciando al

mundo, tomes su cruz y me sigas, para que continúes con la misión que te he encomendado,

para que, en unidad conmigo, todo sea consumado.

Nadie va al Padre si no es por el Hijo y nadie va al Hijo si no lo atrae el Padre.

Era necesario que yo muriera y resucitara para que des testimonio de mí, porque esta es

la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le

resucite el último día».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: en este día santo del Señor, que sea su resurrección la alegría

de sus corazones, y la fe, la esperanza y el amor, los hagan querer morir al mundo para vivir

renovados en Cristo, para que entreguen su vida en adoración continua a la Sagrada

Eucaristía, ofrecida por la conversión del mundo, para que Cristo resucitado le conceda a cada

uno de ustedes, sacerdotes, un corazón de carne que sea desgarrado por las heridas del pecado,

y su sangre derramada se una a la de Cristo en un único y eterno sacrificio, que por ellos sea

consumado en cada misa, al consagrar, al elevar y al entregar el cuerpo y la sangre de Cristo

resucitado y vivo para el perdón de los pecados y la salvación de las almas.

Permanezcan unidos a mi corazón, para que, así como comparten mi dolor y mi

sufrimiento, compartan también mi alegría y el gozo en la plenitud del encuentro con Cristo

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Espada de dos filos

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resucitado, para que vivan conmigo y sirvan a Dios, por Cristo, con Cristo y en Cristo, y Él les

conceda la alegría de la vida eterna en la gloria de su resurrección».

+++

PARA MEDITAR – TÚ ERES, SACERDOTE, CRISTO VIVO

«Y si hemos muerto con Cristo creemos que también viviremos con Él, porque sabemos que

Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre Él»

Eso dicen las Escrituras.

¡Cristo está vivo!

Y tú das testimonio de Él, sacerdote, porque tú vives, pero ya no vives tú, sino que es Cristo

quien vive en ti, y ahora vives en la fe del Hijo de Dios, que te amó, y se entregó a sí mismo por ti.

Tú eres, sacerdote, testimonio vivo de la vida, pasión, muerte y resurrección de tu Señor.

¡Alégrate, sacerdote! Porque Cristo ha resucitado, ha vencido al mundo y a la muerte, ha

perdonado tus pecados, y ha ganado, para la gloria de su Padre, un pueblo de sacerdotes.

¡Vive, sacerdote, vive en la alegría de tu Señor resucitado! anunciando al mundo la buena

nueva a través de la palabra que Él te ha confiado.

Conmemora su muerte y anuncia su resurrección todos los días de tu vida, elevándolo entre

tus manos, en presencia viva, adorando, alabando y glorificando a Dios en la Eucaristía.

Tú eres testimonio vivo de tu Señor resucitado, con tu vida y con tu ejemplo, configurado

con el Crucificado, para que el mundo crea en Él, porque si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe.

Exulta de alegría, sacerdote, porque este es el día Santo del Señor, que dio su vida para

recuperar la tuya, con su propia resurrección.

Lleva la vida al mundo, sacerdote, a través del agua viva del bautismo, que te ha dado tu

Señor, para que, por su misericordia, y a través de tus manos, llegue a todo el mundo su salvación.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, que ha vencido al mundo cuando dijiste sí y, renunciando a ti

mismo, tomaste tu cruz para seguirlo.

Tú eres, Cristo vivo, que ha caminado en el mundo, cuando guías a las almas

conduciéndolas y reuniéndolas en un solo rebaño y con un solo pastor, configurado con Cristo Buen

Pastor.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando limpias las almas con el agua del bautismo.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando perdonas los pecados en el confesionario, y

absuelves a las almas, sabiendo que tu Señor ya ha asumido su culpa y pagado su deuda.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando consagras el pan y el vino, y lo transformas en el

Cuerpo y en la Sangre de Cristo crucificado, muerto, resucitado y vivo.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando lo entregas por primera vez y te entregas en

comunión con Él, y confirmas a las almas en la fe.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando unes en matrimonio al hombre y a la mujer, y das

comienzo a una nueva familia, y la bendices con tu poder, por el que lo que tú atas en la tierra queda

atado en el cielo.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando das la unción a los enfermos llevándoles la fortaleza

a sus almas y la paz de tu Señor.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando administras la misericordia que tu Señor ha puesto

en tu corazón, para que la lleves a todos los rincones del mundo, con el poder de tus manos.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando das de comer al hambriento, cuando das de beber al

sediento, cuando vistes al desnudo y visitas al enfermo, cuando acoges al peregrino y vistas al preso,

y bendices al muerto, cuando enseñas al que no sabe, cuando aconsejas, cuando corriges, cuando

perdonas, cuando consuelas y soportas con paciencia los defectos de los demás, y rezas por los

vivos y los muertos.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando te revistes y te presentas ante el mundo en la sede, en

el ambón y en el altar.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando eres misionero y llevas su luz hasta los confines de la

tierra.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando abres tu corazón para recibir la gracia y la

misericordia de tu Señor, reconociéndote necesitado de Él para permanecer en Él y hacer sus obras.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando pones en obra tu fe, porque sabes que una fe sin

obras es una fe muerta.

Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando escuchas la palabra de Dios y la pones en práctica,

cumpliendo el mandamiento de tu Señor, amando a los demás como Él los amo.

¡Vive, sacerdote, en la alegría de llevar al mundo la vida! porque tú eres, sacerdote, Cristo

vivo para el mundo.

Tú eres el instrumento fidelísimo de Dios, para que, por la pasión y la muerte de su Hijo,

cada alma del mundo acepte ser partícipe de la vida en su resurrección, y tenga vida eterna para la

gloria de Dios.

Alégrate, sacerdote, porque tú has muerto con Cristo, pero tú eres Cristo vivo, porque

¡Cristo ha resucitado!

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____________________

EL DON DE LA FE – SER TESTIMONIO

LUNES DE PASCUA

Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán.

Del santo Evangelio según san Mateo: 28, 8-15

Después de escuchar las palabras del ángel, las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro,

y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús

les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces

les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me

verán”.

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Espada de dos filos

11

Mientras las mujeres iban de camino, algunos soldados de la guardia fueron a la ciudad y

dieron parte a los sumos sacerdotes de todo lo ocurrido. Éstos se reunieron con los ancianos, y juntos

acordaron dar una fuerte suma de dinero a los soldados, con estas instrucciones: “Digan: ‘Durante la

noche, estando nosotros dormidos, llegaron sus discípulos y se robaron el cuerpo’. Y si esto llega a

oídos del gobernador, nosotros nos arreglaremos con él y les evitaremos cualquier complicación”.

Ellos tomaron el dinero y actuaron conforme a las instrucciones recibidas. Esta versión de los

soldados se ha ido difundiendo entre los judíos hasta el día de hoy.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: qué diferente es la actitud de las mujeres y la de los sumos sacerdotes. Es la

actitud del que cree y del que no quiere creer. El que cree se rinde a la realidad de los hechos. El que

no quiere creer es porque esa realidad no conviene a sus intereses, y es capaz de creer lo que él

mismo inventa. El que sí cree no puede dejar de hablar de lo que ha visto y oído, se esfuerza por dar

testimonio de su fe, de traducir su fe en obras. Jesús, tú pediste a las mujeres que no tuvieran miedo.

Había razones para tener miedo, pero también las había para ser valientes, porque te abrazaron y

adoraron tu cuerpo glorioso. La valentía la daba la fe en tu resurrección. Nuestra Madre, Señor, es

maestra de fe. Ella es la que nos fortalece en el momento de la prueba. Hemos de dar testimonio de

ti, con palabras y con obras, sin miedo. Y del sacerdote se espera que sea fuerte en la fe, para dar

seguridad a las almas. Señor, ¿cómo quieres que sea mi testimonio de fe?

+++

«Sacerdote mío, ven a contemplar conmigo. Te llevaré a contemplar la fe de aquellos

tiempos, en estos tiempos, después de mi muerte, y el silencio, la desolación, la tristeza, el

miedo, la incertidumbre, el llanto, de aquellos que al ver cómo temblaron cielos y tierra,

creyeron.

Mira cómo los que no tenían fe, al ver creyeron, pero los que tenían fe en mí, porque yo

los llamé junto a mí, y me siguieron, y todo les fue revelado, al ya no verme dudaron. ¿Dónde

está su fe?

Mira cómo entre ellos se esconden y tienen miedo, y acuden entonces a la única alma

que siempre conservó la fe: la Madre que yo mismo les entregué. Y ella les dio consuelo y

esperanza. Ella es testimonio de fe para mis pastores, para que aumente su fe, porque por mi

misericordia les es dado el don, pero por sus méritos les es aumentado el don más precioso: el

don de la fe, en la confianza, la entrega, el abandono de su voluntad, para hacer la voluntad del

Padre, y en la disposición y la obediencia a esa voluntad, es fortalecida la fe.

Quiero que en el diálogo continuo conmigo, en la oración, me pidas fortalecer tu fe, y

entonces moverás montañas, y harás milagros, y llevarán almas al cielo.

Quiero que busques a mi Madre, y te tomes de su mano, que ella te ayudará.

Quiero que sepas que a ella nada puedo negarle, que por ella y por la misericordia de

Dios Padre, que por el mérito de mi pasión y muerte he conseguido, será fortalecida tu fe, para

que me busques, para que me encuentres, y todos los días escuches y atiendas mi llamado.

Quiero que regreses al primer día, al primer llamado, al amor primero, y que acudas

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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como aquel día, que lo dejes todo, que te niegues a ti mismo, que tomes tu cruz y que me sigas,

porque el que pierda su vida la encontrará.

Yo soy la Vida: el que muera al mundo, resucitará en mí.

Yo soy la Resurrección: el que quiera venir conmigo, será llamado.

Yo soy el Camino: el que esté perdido, será encontrado.

Yo soy la Luz: el que muera por mi causa, ese tendrá parte conmigo en el cielo, ese será

contado entre los preferidos de mi Padre, ese será santo entre mis santos.

Yo soy el Hijo único de Dios: el que me ame primero, que deje todo y me siga, y vivirá

para siempre. En el misterio de la Eucaristía está la verdadera fe.

Amigo mío, quiero que des testimonio de mí. Yo soy el mismo ayer, hoy y siempre.

Contempla en mi rostro la fe, esperanza y amor.

Contempla en mi cuerpo el cuerpo de un hombre y la divinidad de un Dios.

Profesa tu fe, con tu corazón y con tu boca, con tus palabras y tus obras, con tu

testimonio de mi amor por ti.

Tú que me has amado vivo, muerto y resucitado, eres testimonio de mi amor por ti.

Tú que me has escuchado, eres testigo de mi palabra.

Tú eres testigo de mi misericordia. Muestra este testimonio de fe con tu vida, en tus

obras, en tus pensamientos, en tus palabras, en tu oración, y demuestra cuan capaz soy de

derramar mi amor y mi misericordia con mi vida, con mi muerte y con mi resurrección,

porque yo soy el mismo ayer, hoy y siempre, el principio y el fin.

Yo he abierto las puertas del cielo a través de la Cruz, para que todo el que crea en mí

tenga vida eterna, para que todo el que crea en mí profese su fe, para que otros crean. Y su fe

está en que yo he vencido a la muerte, pero no he sido entregado a la muerte, y mi carne no ha

conocido la corrupción. He sido resucitado por el Padre que me glorifica con la gloria que tenía

antes de que el mundo existiera.

Lleva tu testimonio al mundo, para que aumente su fe.

Contempla mi cuerpo glorioso, en el que yo los resucitaré en el último día.

Contempla la Cruz.

Está vacía, un lienzo blanco cuelga de ella y se mueve con el viento.

Está elevada sobre agua, como en un mar.

Está toda manchada de sangre fresca.

Es un madero inerte, pero el agua es como un fuerte nutriente que le da vida.

Del madero brotan ramas verdes como vástagos. Es una vid, de la que brotan frutos de

los sarmientos, que se alimentan de la sangre de la Cruz, y los ángeles los cortan y los ofrecen a

Dios en una sola ofrenda, y limpian los sarmientos para que den más fruto, pero cortan los

sarmientos que no dan fruto, y se secan, y son arrojados al fuego.

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Espada de dos filos

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Contempla la Cruz transformada en vid, y la vid es el que Es, y el que da la vida, y el

fruto depende de la vid, y de que los sarmientos permanezcan en la vid. Los sarmientos son los

hombres que han sido limpiados para que den mucho fruto para la gloria del Padre.

Contempla el tesoro que hace permanecer a los sarmientos unidos a la vid. Es la fe. Y el

fruto de la fe son las obras. Mientras más fe, más fruto y mayores son las obras. El agua es un

mar de misericordia, para que los sarmientos de la vid den buenos frutos y con la fe los frutos

sean transformados en obras.

Cree y cumple mis mandamientos, para que permanezcas en mí como yo permanezco en

ti, y el Espíritu Santo que yo he recibido, sea derramado en ti, para que afirmes tu fe y des

mucho fruto, porque habrá quien dé falso testimonio de mí.

Confía en mí, abandónate en mí, obedece mis palabras y vive en la alegría de mi

resurrección, en mi amor y en la plenitud de un encuentro constante conmigo por la fe que te

he dado, para que esa fe se manifieste en tus obras».

+++

PARA MEDITAR – SER TESTIMONIO

“Yo soy el que da testimonio de sí mismo, y el Padre, que me ha enviado, también da

testimonio de mi”.

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿escuchas su palabra?, ¿le crees?

¿Das testimonio de que Cristo, que ha padecido y muerto en la cruz, está vivo, porque ha

resucitado para darte vida, para que vivas en Él y Él viva contigo?

Tu Señor da testimonio de sí mismo, y el Padre que lo ha enviado, también da testimonio de

Él, haciéndote a ti y a Él, por un sólo sacrificio y una misma resurrección en perfecta

configuración, una sola cosa, para que tú, sacerdote, vayas a Él y lleves a todas las almas del mundo

contigo a través de Cristo, que por su pasión, con su muerte y su resurrección, ha abierto las puertas

del cielo al mundo entero, y les ha ganado, por heredad, el paraíso, porque nadie va al Padre si no

es por el Hijo, pero nadie va al Hijo si el Padre no lo atrae hacia Él.

Eres tú, sacerdote, instrumento fiel con el que el Padre atrae a los hombres al Hijo, para que

el Hijo lo lleve a Él, pero de ti, sacerdote, se requiere la fe y la paciencia de los santos, para

perseverar con docilidad, cumpliendo por tu propia voluntad y en la libertad que Dios te ha dado, la

misión que te ha encomendado.

Escucha, sacerdote, la buena nueva, el anuncio del ángel del Señor y del mismo Cristo,

resucitado y vivo, que sale a tu encuentro en el camino, como aquel día en que llegó a los oídos de

los discípulos todo lo que las santas mujeres habían visto y habían oído.

Escucha, sacerdote, y cree.

Pídele a tu Señor que aumente tu fe, y contagia esa fe a todos los rincones de la tierra,

porque tú eres, sacerdote, luz para el mundo.

Tú eres, sacerdote, la luz que Dios ha creado desde el principio de la creación del mundo

para iluminar la obscuridad y ser la vida de los hombres.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Tú eres, sacerdote, la luz que vino al mundo y que los hombres no recibieron, porque

prefirieron las tinieblas a la luz.

Tú eres, sacerdote, la Palabra encarnada que fue escuchada, pero que fue crucificada.

Tú eres, sacerdote, la Palabra resucitada que hace nuevas todas las cosas y la luz que

ilumina la obscuridad del mundo para dar vida.

Tú eres, sacerdote, la presencia viva de Cristo resucitado y glorificado, que se entrega una

y otra vez a los hombres, todos los días, a través de tus manos, en la Eucaristía y a través de tu voz

con la palabra de Dios, que es como espada de dos filos que penetra hasta lo más profundo del alma,

y abre cada corazón, para que reciban la vida y su resurrección a través de su gracia y de su

misericordia.

Tú tienes, sacerdote, alimento de vida, bebida de salvación, y palabras de vida eterna.

Por tanto, sacerdote, grande es tu misión. Tu Señor ha puesto en tus manos la salvación que

Él ha traído al mundo y te ha dado la fe, para que tú confirmes en la fe a tus hermanos, y te envía

a construir su reino con ellos, porque por la fe serán salvados, pero por las obras serán juzgados.

Acude, sacerdote, con prontitud a este nuevo llamado, para que tú, como el discípulo amado

que corrió, vio y creyó, tengas el valor de anunciar al mundo que Cristo ha resucitado y está

vivo, y que Él es el Hijo de Dios.

Tú eres, sacerdote, verdadero profeta, y verdadera luz, para dar al mundo testimonio de la

verdad.

Y tú, sacerdote, ¿cumplirás con tu misión, o permitirás que los falsos profetas convenzan al

mundo con mentiras, y no alcance la salvación?

Sacerdote, en tus manos está el poder de Cristo crucificado y resucitado.

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____________________

VERDADEROS APÓSTOLES – RECONOCER A JESÚS

MARTES DE PASCUA

He visto al Señor y me ha dado este mensaje.

Del santo Evangelio según san Juan: 20, 11-18

El día de la resurrección, María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin

dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde

había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le

preguntaron: “¿Por qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor

y no sé dónde lo habrán puesto”.

Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le

dijo: “Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?” Ella, creyendo que era el jardinero, le

respondió: “Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto”. Jesús le dijo: “¡María!” Ella se

volvió y exclamó: “¡Rabuní!”, que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: “Déjame ya, porque

todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y

su Dios’ “.

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Espada de dos filos

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María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para

darles su mensaje.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: primero preguntan los ángeles a María por qué está llorando. Después tú mismo

se lo preguntas. Estaba claro el motivo de ese llanto: no estaba tu cuerpo, y ella quería verte. A la luz

de tu resurrección habría que entender esa pregunta de otra manera: ¿por qué lloras… si ya no hay

motivo? Sus lágrimas de dolor se convirtieron en lágrimas de amor, por la alegría de verte vivo. Así

también nos preguntas a nosotros, “cuando te perdemos”. El pecado entristece, y debemos

recuperarte. Y eres tú el que nos buscas, y debemos reconocerte. Sabemos, Señor, que has entregado

tu vida, y la has recuperado, para salvarnos. De modo que harás siempre todo lo posible por

recuperarnos. Y una vez recuperados nos pides que vayamos a anunciarte a nuestros hermanos.

Jesús, yo quiero hacer lo mismo que la Magdalena, cuando te reconoció. Me imagino que te asió

fuertemente, al grado de tener que decirle: “déjame ya”. Te tengo en la Eucaristía, y no quiero

soltarte, para sacar fuerzas para mi ministerio. ¿Cómo poder permanecer siempre contigo, y así

llevarte a los demás? Madre mía, gracias por fortalecer mi fe.

+++

«Sacerdotes míos: ¿por qué buscan entre los muertos al que está vivo? Estoy aquí, con

ustedes.

Mi Padre me ha enviado para morir por los pecados de los hombres. Los hombres me

pusieron entre los malhechores para morir entre los pecadores. Y yo entregué mi espíritu en

manos de mi Padre.

Mi Padre me envió a descender a los infiernos para anunciar mi victoria, el triunfo de la

vida sobre la muerte. Y he vuelto resucitado y vivo a mostrarme entre ustedes, para que den

testimonio de la verdad, para que muestren el camino, para que otros crean en mí, y mi

salvación llegue a todos los rincones de la tierra.

Yo he venido a traerles alegría.

Yo les he mostrado la verdad, el camino y la vida, para que den testimonio de todo esto:

yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre si no es por mí, y el que me ha visto a

mí, ha visto al Padre.

Yo subo a mi Padre, que es su Padre y mi Dios, que es su Dios. Pero no los dejo solos. El

Padre enviará al Espíritu de la verdad para que viva en ustedes, y aunque el mundo no me

verá, ustedes si me verán, porque yo vivo y ustedes viven también.

El que me ama y cumple mis mandamientos vive en mí y yo en él, como yo vivo en mi

Padre. Mi paz les dejo, mi paz les doy. Y yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del

mundo.

Ahí tienen la Roca que yo he elegido, y en quien confío para construir mi Iglesia.

Ahí tienen a mi Madre, que los reúne, para fortalecer su fe, para que reciban al

Paráclito, al Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, para que les enseñe y les

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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recuerde todo lo que yo les he dicho, para que encuentren el camino y sean luz para el mundo,

para que defiendan la verdad y la vida, y lleven mi salvación a todos los rincones de la tierra.

Permanezcan reunidos, porque donde están dos o más reunidos en mi nombre, ahí estoy

yo, y si se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre, que está en el cielo, se

los concederá.

Pidan al Padre que derrame su Santo Espíritu sobre ustedes, para que sean verdaderos

apóstoles, verdaderos discípulos, verdaderos pastores, verdaderos sacerdotes, verdaderos

Cristos.

Yo les doy mi alegría, en compañía de mi Madre, como un eterno Pentecostés.

Yo siempre estoy con ustedes. Permanezcan conmigo, y lleven a mi pueblo la alegría de

un encuentro cotidiano con el amor resucitado y vivo.

La misericordia ha sido derramada en sus corazones por mi sangre, y el Padre, por mi

sacrificio, me ha entregado su justicia.

Yo subo al Padre, para ser glorificado en Él, para ser sentado a su derecha y para ser

enviado de nuevo a juzgar a los vivos y a los muertos.

Miren que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré a

su casa y cenaré con él y el conmigo, y así como yo vencí y me senté con mi Padre en su trono,

les concederé sentarse conmigo.

El que tenga oídos, que oiga.

Yo los envío, pero también voy con ustedes. Yo soy el camino por el que el agua de mi

misericordia será llevada y conducida a todas las almas, como el agua que va buscando sus

caminos entre las piedras, y llega a la tierra por donde hace surcos y sigue abriendo caminos

con la fuerza de la energía que emana de la fuente de donde brota el agua.

El sembrador ha sido desterrado, pero ha dejado las semillas en la tierra. El agua está

haciendo esa tierra fértil, y los labradores dan el rumbo a esa agua por cada arroyo, por cada

surco por donde alcanza a la semilla, y el germen brota y reverdece y crece para dar fruto.

Fruto de la vid y del trabajo del hombre, que será ofrecido al Padre para que lo convierta en

alimento vivo.

Pero la tierra es mucha y lo labradores pocos, oren al Padre, para que mande más

obreros a su mies. Yo soy el agua viva, yo soy la fuente y el cauce, yo saciaré su sed para que

puedan trabajar y cosechar frutos buenos para la ofrenda.

Los frutos malos serán tirados a la hoguera. Las semillas que los vientos han llevado

fuera del camino serán lavadas con la lluvia y sembradas en la tierra fértil. Lluvia de las

lágrimas de mi Madre.

Permanezcan en la esperanza y en el amor, porque serán saciados y recompensados al

atardecer, en la puesta de sol, al terminar el día, porque ustedes provienen del sembrador,

quien ha vuelto para dar luz y calor al huerto, para dar vida nueva al labrador y fruto a la

semilla. Ustedes son labradores, instrumentos de salvación.

Reciban mi amor, déjense amar por mí, para que todo este amor que ustedes reciben, lo

entreguen en el agua de manantial de mi misericordia y con ella den de beber, por la caridad, a

todas las almas, fruto de la semilla del sembrador y del trabajo del hombre».

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Espada de dos filos

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+++

PARA MEDITAR – RECONOCER A JESÚS

«Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»

Eso dijo Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿por qué estás triste? ¿A quién buscas?

Alégrate, sacerdote, porque tu Señor está aquí. Tú lo has buscado, pero Él es el que te ha

encontrado.

¡Cristo está vivo! Y ha salido a tu encuentro, para quedarse contigo.

¡Abre tus ojos para que lo veas! Y reconoce a tu Señor en tu hermano. Es así como Él sale

a tu encuentro, y te llama por tu nombre, porque te conoce desde antes de nacer.

Él es Cristo, Buen Pastor, que conoce a sus ovejas, y ellas lo conocen a Él.

Y las llama para que lo sigan, para llevarlas al Padre. Pero primero sube Él, confiando su

rebaño a tus cuidados, sacerdote, para que, cuando te vean a ti lo vean a Él, para que, cuando tú les

hables lo escuchen a Él, para que, cuando lo busquen, no busquen entre los muertos al que está

vivo.

Y tú, sacerdote, ¿has buscado a tu Señor?, ¿te has dejado encontrar por Él?, ¿has

escuchado su voz?

¿Lo has reconocido?, ¿has caminado con Él, sabiendo que Él es el camino? ¿has llevado su

palabra al mundo, para dar testimonio de que tu Señor está vivo?

La palabra de tu Señor es viva y eficaz, y da testimonio de sí mismo.

Y tú, sacerdote, ¿crees en su palabra?, ¿la predicas?, ¿la practicas?

Demuestra tu alegría, sacerdote, profesando tu fe y haciendo sus obras, y aún mayores,

sabiendo que tu Señor está en su Padre, que es tu Padre, y en su Dios, que es tu Dios, y que

también está en ti, porque se ha quedado para el mundo, a través de ti, sacerdote, para que tú salgas

al encuentro de las almas, y consueles al triste, y des de comer al hambriento.

Participa, sacerdote, en la resurrección del que estaba muerto y ha vuelto a la vida.

Y vive, sacerdote, con alegría, acudiendo todos los días de tu vida al encuentro con Cristo

resucitado y vivo en la Eucaristía, que te ha ganado para Él, porque estabas perdido y Él te ha

encontrado, porque estabas muerto, y Él te ha resucitado.

Que sea tu alegría el testimonio de tu fe, sirviendo a los hombres con tu ejemplo y con tu

guía, reuniéndolos a todos en un solo rebaño y con un solo pastor, a imagen y semejanza del Buen

Pastor que reina y vive en ti, con quien eres configurado: Cristo, el Redentor crucificado y

resucitado, que ha traído al mundo la salvación.

Reconócete, sacerdote, en Él, y a Él en ti, y permanece con Él, para que sea Él y no tú, quien

viva en ti, para que camines confiado cumpliendo la misión a la que Él mismo te ha enviado,

renunciando a todo por Él, hasta a ti mismo, tomando tu cruz, como Él, para seguirlo.

Tu Señor es el Camino, la Verdad y la Vida.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Reconócelo, sacerdote, cada vez que partes el pan y dices “ésta es mi carne”, y cada vez que

elevas el vino y dices “ésta es mi sangre”. Es tu Señor en ti, sacerdote, y te llama por tu nombre.

Tu Maestro te ha buscado, y en ti ha encontrado a su discípulo amado.

Y tú, sacerdote, ¿lo reconoces?

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CAMINANDO CON JESÚS – ABRIR LOS OJOS

MIÉRCOLES DE PASCUA

Lo reconocieron al partir el pan.

Del santo Evangelio según san Lucas: 24, 13-35

El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús,

situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.

Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los

ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: “¿De qué cosas

vienen hablando, tan llenos de tristeza?”

Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que

ha sucedido estos días en Jerusalén?” Él les preguntó: “¿Qué cosa?” Ellos le respondieron: “Lo de

Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo.

Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo

crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, ¡y sin embargo, han pasado ya

tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han

desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando

que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Alguno de nuestros

compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo

vieron”.

Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo

lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así

entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó

todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.

Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le

insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró

para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y

se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se

decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos

explicaba las Escrituras!”

Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los

Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se le ha

aparecido a Simón”.

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Espada de dos filos

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Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido

al partir el pan.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el pasaje de los discípulos de Emaús es toda una catequesis. Se entiende que

estuvieran tristes, por los últimos acontecimientos, pero no se entiende que volvieran a su pueblo sin

resolver su desconcierto por lo que contaron las mujeres sobre el sepulcro vacío. Les faltaba fe y les

sobraba visión humana. Pero tú no quieres que se pierda ninguno, y procedes con pedagogía divina:

les explicas las Escrituras y partes para ellos el Pan. Eso es la misa, con la que sales al encuentro del

hombre todos los días: liturgia de la Palabra y liturgia Eucarística. Gracias, Jesús, porque no nos falta

ese alimento para nuestro diario caminar. Y soy yo, sacerdote, configurado contigo, quien tiene que

salir a buscar a los que caminan tristemente por la vida, para llevarles tu Palabra y alimentarlos con

tu Cuerpo y con tu Sangre, para que abran sus ojos. Señor, ven tú a mi encuentro: ¿cómo puedo

mantener encendido mi corazón para seguir caminando? Madre mía, conserva mi camino seguro.

+++

«Sacerdotes míos: caminen conmigo y nunca se detengan.

Vengan a mí cuando estén cansados, que yo los aliviaré.

Yo soy el Camino. Es caminando como yo salgo al encuentro. Nunca dejen de caminar.

Caminen conmigo con su debilidad, que yo les daré mis fuerzas. Traigan con ustedes su

testimonio, con mansedumbre y humildad, soportando con paciencia, pero con la voluntad de

servir, para llevarlo a los demás.

Caminen conmigo, entregando lo que tienen. Aunque les parezca que es poco, harán

caminar a muchos. Entonces yo saldré a su encuentro, y encenderé sus corazones para que me

inviten a entrar, y yo cenaré con ellos, y ellos conmigo, para que al partir el pan, sean abiertos

sus ojos, y me vean, y me reconozcan, para que lleven mi testimonio a los demás y otros

también crean en mí.

Yo a ustedes los llamé y los busqué, los encontré y los elegí. Y un día dejaron todo y me

siguieron. Pero a algunos de ustedes hoy les falta fe, y les falta esperanza, pero sobre todo les

falta amor. Y algunos se cansan, les faltan fuerzas, y dejan de caminar. Otros descansan en

tierras secas y áridas. Otros caminan sin rumbo, y se pierden en el mundo, en el que son atados

con cadenas en los pies que les impiden caminar. Y les falta querer, les falta voluntad.

¿Cómo los voy a encontrar si no quieren salir a mi encuentro? ¿Cómo van a encontrar

el camino si no quieren caminar? ¿Cómo van a reconocerme si no se encuentran conmigo? ¿Y

cómo van a creer en mí si no me reconocen? ¿Y si no creen en mí, entonces como me van a

llevar a los demás?

No se detengan. El camino es largo, es angosto y es difícil, pero yo estoy con ustedes

todos los días hasta el fin del mundo. Profesen su fe, para que den testimonio de mí, caminando

en medio del mundo, en el camino en el que yo saldré a su encuentro para guiarlos, para

acompañarlos, para abrir sus ojos y mostrarles la verdad, para que los que se han ido vuelvan,

y me lleven con ellos a los demás.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Quiero que ustedes sepan esto: que en la aridez y sequedad de su desierto sentirán sed.

Yo soy el agua viva, que saciará su sed. Sólo en mí encontrarán alivio y descanso.

Que sepan que, así como mis discípulos después de mi muerte fueron cegados por la

tristeza, y no tenían ojos para ver, ni oídos para escuchar, y no podían verme, ni oírme ni

reconocerme, yo estaba con ellos. Así también, que sepan que yo permanezco vivo en ustedes.

Confíen, abandónense en mí, tengan esperanza, sean fieles, y sigan el camino que he

dejado trazado. Y, aunque no me vean y no me escuchen y no me sientan, continúen hasta

llegar al límite y gritar conmigo: Padre, ¿por qué me has abandonado?

Y entonces mueran al mundo, dispuestos a entregarse en cuerpo y espíritu, para recibir

la misericordia y la gloria en mi resurrección. Y entonces vencerán al mundo conmigo, para

conquistar al mundo en el triunfo de mi gloria. Y serán escuchados, y se abrirán sus ojos y

verán, y se abrirán sus oídos y escucharán, y llevarán mi alegría a todas las almas, y las

conducirán a la salvación, a la gloria del cielo, a la eternidad del amor en el Padre, con el Hijo,

por el Espíritu Santo.

Pero, si caen y no se levantan, volverán a caer, y si el mundo y sus tentaciones los

dominan en sus pasiones y falsas convicciones, volverán a caer. Entonces, tómense de la mano

de mi Madre, que ella les dará compañía y consuelo, aliento y esperanza, apoyo y amor con su

presencia maternal, y los sostendrá para que perseveren en esa cruz desierta en la que serán

guiados por ella a la verdad. Pidan sus gracias, que ella se las dará, y nunca dejen la oración,

porque ahí encontraran su fortaleza.

Caminen en el camino seguro que les ha preparado mi Madre, para que caminen

conmigo, y nunca se detengan.

En el querer está la voluntad para el hacer. En el hacer está el obrar, y en el obrar se

demuestra la fe. Una fe sin obras ¿de qué sirve? Es una fe muerta. No sirve, es estéril.

Ustedes que tienen fe, no muestren su fe sin obras, sino que muestren por las obras su

fe, para que su fe alcance la perfección y sus obras la justificación. Pero yo les digo, entren por

la entrada estrecha, porque la entrada ancha y el camino espacioso lleva a la perdición y

muchos son los que entran por ella. La puerta estrecha y el camino angosto lleva a la Vida, y

son pocos los que lo encuentran. Yo soy la Resurrección y la Vida.

Permanezcan conmigo, que yo los guardaré de los lobos disfrazados de ovejas, y por sus

frutos los conocerán.

Cuiden de realizar con esmero y voluntad sus obras, para que por sus obras otros

caminen conmigo, me abran la puerta y me pidan quedarme con ellos, para que me reconozcan

al partir el pan, fruto de la tierra y el trabajo del hombre, en cada celebración, en cada

ofrenda, en cada Eucaristía. Y a ustedes, por sus frutos los reconocerán».

Mis pastores, mis sacerdotes, mis elegidos: nunca los abandono, siempre estoy con

ustedes, hasta el fin del mundo”

+++

«Hijos míos, sacerdotes: acompáñeme.

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Espada de dos filos

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Yo los llevo por camino seguro, porque mi Hijo siempre está conmigo.

Nadie va al Padre si no es por el Hijo, y nadie va al Hijo si no lo atrae el Padre que lo ha

enviado, y Él los resucitará en el último día. Él es el pan vivo bajado del cielo. El que cree en Él

tiene vida eterna.

Construyamos en este camino, y caminemos juntos. Yo los ayudo para que quieran

caminar y caminen con voluntad, disponiéndose al encuentro cotidiano y constante con Cristo,

para que crean en Él, y en cada Eucaristía se abran sus ojos y lo reconozcan, para que lo vean

en ese pan bajado del cielo por el poder de sus manos, para que sus corazones se mantengan

encendidos, y lleven a otros al camino para el encuentro con Cristo.

Unan su voluntad a la mía, para unirla a la de mi Hijo, que es Cristo vivo y resucitado,

expuesto y exaltado en el altar. Es tiempo de caminar, conmigo el camino es seguro.

Acompáñenme».

+++

PARA MEDITAR – ABRIR LOS OJOS

«¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los

profetas!»

Eso dijo Jesús.

Y se lo dijo a sus discípulos. A los que lo conocieron, a los que Él llamó y eligió y lo

siguieron, a los que convivieron con Él, a los que lo vieron hacer milagros y expulsar demonios

con el poder de sus manos, a los que por medio de su palabra les fue revelada la verdad, a los que

creyeron por sus obras que Él es el Hijo de Dios, a los que lloraron su muerte, pero no creían en

su resurrección, y no lo reconocieron, aunque lo tenían enfrente.

Y tú, sacerdote, ¿crees?, ¿reconoces a tu Señor?, ¿proclamas su muerte y su resurrección?

Cree, sacerdote, en los profetas, porque está escrito que quienes no crean en ellos, no

creerán, ni aunque resucite un muerto.

Tu Maestro es el profeta más sabio de todos los tiempos, y Él dijo “destruyan este templo

y en tres días lo reconstruiré”. Y ha cumplido su palabra.

El que no crea, que al menos crea por las obras.

Escucha la palabra de Dios, sacerdote, para que se encienda tu corazón con el fuego de su

amor.

Consagra con fe en cada celebración, para que, al partir el pan, se abran tus ojos, y

reconozcas a tu Señor crucificado, muerto, resucitado y glorioso.

Él es el mismo ayer, hoy y siempre.

Él es el Alfa y la Omega, el principio y el fin.

Él es la Palabra, y tú, sacerdote, eres el mensajero, para llevar la palabra de Dios al mundo

entero.

¡Alégrate, sacerdote! Porque tu Señor ha resucitado, y tanto te ha amado, que ha venido a ti

porque te ha mirado, te ha llamado, te ha elegido, y te ha enviado, para hacerte parte de su misión

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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redentora, desde el mismo momento en que supo que había llegado su hora, y te hizo sacerdote

para siempre.

Porque desde antes de nacer Él ya te conocía y te tenía consagrado. Profeta de las naciones

te constituyó, y desde entonces te envió y te dijo: “no digas soy muy joven, porque allá a donde te

envíe, iras, y todo cuanto te diga lo dirás. No les tengas miedo que yo estoy contigo para salvarte”.

Y desde ese momento, tu Señor puso sus palabras en tu boca, y te dio el poder sobre las

naciones y los reinos, para arrancar y abatir, para destruir y arruinar, para edificar y plantar,

anunciando la buena nueva del Reino de los Cielos, para que tú, como Él, camines con su pueblo,

para que cuando te vean a ti lo vean a Él. Para que cuando hables tú, lo escuchen a Él, y para que

cuando partas el pan, lo reconozcan.

Son muchos los que han encontrado al Señor en el camino, pero es Uno el que sale al

encuentro de muchos, para mostrarles que el Camino es uno: es el Camino que abre los ojos a la

Verdad, para que encuentren la Vida, a pesar de la tempestad, a pesar de las tormentas, de las

tinieblas y la obscuridad. A pesar de los desiertos y de la sequedad del alma, a pesar de la soledad,

de la incertidumbre, de la tristeza, del sufrimiento y de la desesperanza.

Camina, sacerdote, camina y nunca te detengas. Porque tu Señor camina contigo y te habla

al oído, esperando que abras tu corazón para tener un verdadero encuentro contigo, para que

arrepentido conviertas tú corazón de piedra, en corazón de carne, y seas un siervo fiel, para que Él

te llame “amigo”.

Entonces se abrirán tus ojos, y sabrás que has cenado con Él, y Él contigo.

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____________________

HOMBRE DIVINIZADO – PRESENCIA VIVA DEL SEÑOR

JUEVES DE PASCUA

Está escrito que Cristo tenía que padecer y tenía que resucitar de entre los muertos al tercer

día.

Del santo Evangelio según san Lucas: 24, 35-48

Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los

apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al

partir el pan.

Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté

con ustedes”. Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: “No

teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis

pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como

ven que tengo yo”. Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura

alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?” Le ofrecieron un trozo de pescado

asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.

Después les dijo: “Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba

con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los

profetas y en los salmos”.

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Espada de dos filos

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Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está

escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que

en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de

volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: para tus discípulos, y para nosotros ahora, es muy diferente cuando tú dices “yo

soy”, que cuando lo dice cualquier otra persona. Para el pueblo elegido “Dios es”: Yahvé. Era

comprensible el desconcierto y temor cuando te vieron resucitado, les costaba creer, aunque te veían.

Y después de decirles que eres Dios, les demuestras que sigues siendo hombre, comiendo delante de

ellos, y mostrándoles tus llagas. Era el mismo cuerpo que había estado en la cruz. Y a mí me ayuda

mucho contemplarte como hombre verdadero, porque eres mi modelo, y quiero tener tus mismos

sentimientos. Y me ayuda también contemplarte como Dios, porque yo, sacerdote, soy Cristo en el

mundo, y tengo que aprender a ser hombre divinizado. Lo primero que dijiste a tus discípulos el día

de tu resurrección fue: “la paz esté con ustedes”. Eso mismo quieres que hagamos nosotros: llevar a

las almas tu paz. Y nos das tu poder, con el Pan y la Palabra. Con la Eucaristía se abren los ojos, y

con tu perdón se recupera la paz del corazón. Jesús, ¿qué debo hacer para dar testimonio de que soy

tu presencia viva en el mundo? Madre mía, Reina de la Paz, ayúdame a ser un fiel portador de Cristo.

+++

«Sacerdote mío, mírame: Yo Soy. Mi paz te doy.

Yo soy un hombre de carne y hueso. Mi cuerpo y mi rostro es de hombre divino y

glorioso. En mi costado tengo una herida, abierta, profunda y fresca. A través de esa herida se

expone mi corazón vivo y herido, por el que corre la sangre de mis venas. Mis manos y mis

pies, también tienen heridas profundas, que los atraviesan de un lado a otro. No son cicatrices,

son llagas frescas.

Entrégate a mí, amándome, adorándome, sintiendo el gozo y la plenitud de mi paz. Me

muestro ante ti, te uno a mi corazón, te hago parte de mí, y te hago mío, me hago tuyo, para

que des testimonio de mí. Lleva tu testimonio al mundo, para que crean en mí.

Yo soy alimento, pan vivo bajado del cielo, para alimentar al mundo y darle vida.

Yo soy Dios, y también soy un hombre, y tengo hambre y tengo sed. Dame de comer y

dame de beber. Tráeme almas. Lleva mi paz y diles que Yo Soy.

Yo soy el mismo, ayer, hoy y siempre.

Yo soy Jesucristo, el Hijo de Dios, que tenía la gloria con Él antes de que el mundo

existiera.

Yo soy el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo.

Yo soy el que ha sido enviado al mundo, para salvar a los pecadores.

Yo soy el que es, el que era y el que ha de venir.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Yo soy Dios hecho hombre, engendrado por el Espíritu Santo en vientre virgen de

mujer, palabra encarnada, para nacer de una mujer inmaculada y pura, para llevar la luz al

mundo.

Yo soy Dios y hombre, para ser en todo como los hombres, menos en el pecado, pero

para hacerme pecado, y con mi muerte destruir la muerte causada por el pecado, y venciendo a

la muerte dar vida a los hombres.

Yo soy el que nació entre los pobres, para traer la riqueza del Reino de Dios al mundo.

Yo soy el bebé indefenso, que dependía totalmente de los cuidados de su madre, el que

ella cuidó y alimentó.

Yo soy el que su padre protegió y educó.

Yo soy el que aprendió a hablar y a caminar, de la mano de su madre.

Yo soy el que aprendió a obedecer, y a someterse al cuidado y dirección de sus padres.

Yo soy el que siendo niño jugó y creció entre los niños, para aprender a vivir con la

humildad y mansedumbre de la inocencia de un niño.

Yo soy el que creció entre jóvenes para adquirir la madurez de los hombres, viviendo

entre la miseria y el pecado de los hombres, conservando la gracia por el Espíritu, resistiendo a

las tentaciones, aprendiendo a amar y sufrir, soportando con paciencia.

Yo soy hombre y Dios.

Yo soy el Hijo del Padre, y es a través de mí que el Padre se dona a los hombres, y

compadece y sufre en la carne el dolor, y se alegra y vive como hombre.

Yo soy quien siente y sufre en el cuerpo y en el alma, como los hombres, y teme al dolor,

pero lo acepta, y lo ofrece porque teme más a Dios.

Yo soy quien ha sentido hambre y sed, frío y calor, cansancio y descanso, como los

hombres, y he trabajado y he reído y he llorado, como los hombres, y me he entregado

totalmente en manos de los hombres, amando hasta el extremo como Dios y como hombre,

amando a Dios por sobre todas las cosas a través de los hombres, obedeciendo a Dios hasta la

muerte, por mi propia voluntad, por amor a Dios y a los hombres. Y una muerte de cruz.

Yo soy el hombre que entregó la vida siendo probado en cuerpo y en voluntad, como

hombre.

Yo soy el mismo, el que han rechazado y condenado, el que ha sido exaltado en la cruz

crucificado, y el que han bajado de la cruz y puesto en un sepulcro.

Yo soy el hombre y Dios vivo, que ha resucitado como hombre y como Dios.

Yo soy el camino en el que deben caminar.

Yo soy quien les da el ejemplo de vida, y con la gracia todo lo pueden.

Yo soy el hombre frágil y el Dios omnipotente.

Yo soy el hombre resucitado en cuerpo, en sangre, en alma y en divinidad, que sube al

cielo a la gloria del Padre, pero que se queda como alimento de los hombres, en cuerpo, en

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Espada de dos filos

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sangre, en alma, en divinidad, en Eucaristía, para que el que crea en mí, y coma mi cuerpo, y

beba mi sangre, viva en mí y yo en él, y tenga vida eterna.

Yo los resucitaré en el último día, para que sean como yo: almas santas y cuerpos

gloriosos de carne y hueso, divinizados en Cristo.

El que cree en mí, y vive en mí, da testimonio de mí. Tú crees en mí, permaneces en mí,

y yo permanezco en ti.

Cree en mí y en que tú eres como yo soy: hombre divinizado, para ser Cristo en el

mundo.

Sigue mi ejemplo, porque como hombre conservé la gracia para resistir a la tentación,

para vivir en virtud, para entregarme a Dios con pureza y humildad de corazón. Y como

hombre pude haberme negado y pude decir que no a la voluntad de Dios. Y en cambio dije no

a la tentación del pecado y dije sí a la voluntad de Dios. Porque el amor es libre, y si no es libre

no es amor.

Con esa libertad, con tu voluntad, dile no al mundo y renuncia a ti mismo, para que a

Dios le digas sí, y tomes tu cruz de cada día y me sigas.

La cruz de cada día es de dolor, de perdón, de resistir la tentación, de sufrimiento, de

trabajo, de obediencia, de amor, de renuncia, de crucificar el pecado, y de alegría de servir a

Dios. Porque nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro. No se

puede servir a Dios y al dinero.

He venido a traerte la paz, para que no vivas preocupado, y busques primero el Reino

de Dios y su justicia, y todo lo demás se te dará por añadidura. Bástale a cada día su afán.

He venido a darte la certeza de que sí puedes ser como yo soy, si vives en mí, como yo

vivo en ti, y aceptas la gracia de Dios, para que seas como yo soy, por mí, y no por tus propias

fuerzas. Y de que, por mí, puedes ser como yo soy, porque yo soy el mismo, ayer, hoy y

siempre, y por mi vida, mi muerte y mi resurrección, te he hecho como yo: mi hermano, mi

amigo, hijo del Padre, Cristo vivo, para que seas luz y lleves con mi poder mis obras, mi

salvación y mi paz a todos los rincones de la tierra.

Mi Padre ha dado al hombre la compañía de mujer, que es carne de su carne, de su

costado. Yo les doy a mis sacerdotes la compañía de mi Madre, ella es carne de mi costado, de

mi corazón, y yo soy carne de su carne y sangre de su sangre. Ella vive en mí y yo vivo en ella.

Es ella quien los cuida y los alimenta, los auxilia y los hace crecer, los mantiene en el camino de

la gracia que lleva a mí, para que resistan a las tentaciones, para que se levanten de sus caídas,

para sostenerlos en su cruz, para que mueran al mundo y vivan por mí, conmigo y en mí.

Cuando ustedes son ordenados mueren siendo hombres para nacer como sacerdotes. Yo

soy quien los bendice. Yo soy el Sumo y Eterno Sacerdote.

Tendidos a mis pies, que sean como niños jugando a ser Dioses, que la emoción que

alberga su espíritu y la ilusión de su alma permanezca como infantes, en la inocencia del

primer amor.

Aquí les son dados los dones y las gracias, desde aquí los envío al mundo con mi espíritu,

aquí los fortalezco en esta entrega de amor, para que vengan con valor y valentía, a dejarlo

todo para tomar la cruz, que les es entregada con la misión encomendada de llevarme a mí al

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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mundo, entre el mundo, para salvar las almas del mundo.

Que sus manos benditas, hacedoras del milagro, unan su entrega conmigo en el

sacrificio del Cordero, y sea siempre, para ustedes, una espera Pascual.

Que en cada gota de vino, convertido en mi sangre, esté un alma convertida y traída por

ustedes a mi cielo.

Que en cada partícula de pan, convertido en mi cuerpo, lleven luz y vida.

Que siempre se sorprendan ante este gran misterio, y agradezcan que les haya sido

confiado.

Que sean como yo después de convertir el vino, y salgan a anunciar el reino de los cielos,

como yo los envío.

Que cuando a mis pies yazcan tendidos, adorando en el momento culmen de su entrega,

para decirme sí, sea mi Madre quien los sostenga. Que se tomen de su mano y se levanten, que

caminen a su lado, que se dejen abrazar por ella, y descansen en su regazo, y que por ella

nazcan como yo, para entregarse, para crecer en espíritu y en amor, para aprender a vivir en

el mundo, sin pertenecer al mundo, para ser pescadores de hombres, pastores de mi rebaño,

labradores de mi huerto, salvación de las almas, Cristos.

Que su vida sea oración continua, que fortalezca su vocación, que permanezca la fe y

prevalezca el amor.

Que los sacerdotes mayores sean ejemplo, que sean luz y guía, y que los jóvenes los

refresquen con su alegría, que caminen juntos llevando esperanza, que se levanten unos a otros

cuando caigan, y que sea sólo yo su camino, su verdad y su vida.

Que vuelvan, al primer día, al amor primero, a la ilusión de la entrega, que todos

pertenezcan al mismo cuerpo místico, que juntos sean uno sólo conmigo, unidad en el amor

primero.

Que sean como niños con la confianza entregada al Padre, la mirada hacia el cielo, los

brazos abrazando mi Cruz, y los pies en mi camino.

Que mantengan los ojos del cuerpo cerrados y los ojos del alma atentos.

Que se dejen amar por mí, porque cuando nace un sacerdote hay fiesta en el cielo.

Que las almas elegidas para mí sean vocaciones para amar.

Que cuando yo los llame se dispongan a su entrega, y que me digan sí, como mi Madre

dijo sí.

Que oren como ella, entregando su vida a Dios como ella, que me amen como ella, y la

acompañen, para que ella los lleve a mi encuentro. Reciban en mi paz la gracia para que sean

como ella, siguiendo su ejemplo, y sean ustedes ejemplo, para que otros hagan lo mismo».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: Cristo vivo y resucitado quiere llevar la luz y la paz al mundo,

a través de ustedes.

Es a través de ustedes, que Cristo alimenta al mundo con su cuerpo y con su sangre, y se

hace presente en cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad.

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Espada de dos filos

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Es a través de ustedes, que el hombre encuentra la reconciliación con Dios.

Es a través de ustedes, que el hombre vuelve a la vida, y se une a Dios, por los

sacramentos.

Es por ustedes, que el hombre adquiere el conocimiento y la paz, a través de la Palabra.

Es por sus manos, que Cristo se entrega constantemente y se hace presente, como pan

vivo bajado del cielo.

Es en ustedes en quienes el Espíritu Santo derrama sus dones, para que adquieran la

sabiduría y el entendimiento, para morir al mundo y vivir una vida plena de unión en Cristo,

para que sean ejemplo y otros hagan lo mismo.

Ustedes son testimonio de fe, de esperanza y de amor.

Permanezcan en comunión conmigo, unidos al corazón de Jesús, cumpliendo los

mandamientos y entregando su voluntad a Dios, viviendo en la fe, en la esperanza y en el amor,

para que permanezcan en Cristo y Él en ustedes, y con su vida y con mi ejemplo, lleven su

testimonio y mi amor a través de su corazón sacerdotal, para que crean en Él, y en que Él está

presente en cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad, como hombre y como Dios, en la Sagrada

Eucaristía, y le abran la puerta, para que Él entre, coma con ustedes, y les dé su paz, para que

ustedes quieran ser como Él, para que sean como Él y hagan lo mismo que Él, ayer, hoy y

siempre».

+++

PARA MEDITAR – PRESENCIA VIVA DEL SEÑOR

«La paz esté con ustedes».

Eso dice Jesús.

Se lo dijo a sus discípulos.

Y te lo dice a ti, sacerdote, presentándose en medio de los hombres como Dios y como

hombre, en cuerpo, en sangre, en alma y en divinidad, en presencia viva, al partir el pan, en

Eucaristía.

Él es la paz, y Él es el mismo ayer, hoy y siempre.

Tu Señor ha venido a traerte la paz, sacerdote, abriendo tus ojos para que lo veas, y tu

entendimiento para que creas en las Escrituras, y en que se cumplirá hasta la última letra, porque

Él es la Palabra encarnada en un hombre de carne y hueso, como tú, sacerdote.

Él es el Verbo hecho carne, que habitó entre los hombres, y que fue crucificado, muerto

y sepultado, y que resucitó de entre los muertos al tercer día, para que se cumpliera lo que está

escrito de Él en las Escrituras, que dicen que el Mesías tenía que padecer, morir y resucitar de

entre los muertos al tercer día.

Tú, eres, sacerdote, la presencia viva de tu Señor, y eres testimonio de que Él es el Mesías,

el Cristo, el Hijo único de Dios, que ha venido al mundo a morir para el perdón de los pecados,

porque Él es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Tú eres, sacerdote, la presencia viva de tu Señor, testigo fiel de que Él resucitó, y vive en ti,

y a través de ti se entrega una y otra vez al mundo, para llevar su perdón a todos los hombres, y su

paz hasta los confines de la tierra.

Tú eres, sacerdote, la presencia viva de tu Señor, que se presenta en medio de los hombres,

como hombre de carne y hueso, que revela al mundo su divinidad, para que el mundo crea que

Cristo es el Hijo único de Dios, que ha traído la paz al mundo a través de la redención, pero que

es necesario que cada uno se acerque a pedir perdón, y reciba con tu poder la absolución, en el

sacramento de la reconciliación.

Tu eres, sacerdote, la presencia viva de tu Señor, y tienes su poder en tus manos, y su

palabra en tu boca, para que al partir el pan se abran los ojos de los hombres y lo reconozcan, y

para que al recibir el perdón y la Sagrada Comunión, la paz de Dios reine en cada corazón y sea

extendida en cada casa, en cada familia, en toda la tierra.

Arrepiéntete, sacerdote, y cree en el Evangelio.

Conviértete y confirma tu fe en filiación al Papa, que es Pedro, la Roca sobre la que tu

Señor construye su Iglesia, y permanece sometido a su obediencia, fortaleciendo la unidad y la

fidelidad a la Santa Iglesia.

Es así, sacerdote, como llevas al mundo la paz: reconociendo en el Supremo Pastor, la

presencia viva de tu Señor. Él predica en su nombre a todas las naciones.

Tú, sacerdote, eres testigo de esto.

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____________________

REDES FUERTES – ALIMENTO DE VIDA

VIERNES DE PASCUA

Se acercó Jesús, tomó el pan y se lo dio a sus discípulos y también el pescado.

Del santo Evangelio según san Juan: 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se

les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el

de Cana de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a

pescar”. Ellos le respondieron: “También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero

aquella noche no pescaron nada.

Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo

reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?” Ellos contestaron: “No”. Entonces él

les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no

podían jalar la red por tantos pescados.

Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como

Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se

tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no

distaban de tierra más de cien metros.

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Espada de dos filos

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Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les

dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la

barca y arrastro hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a

pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno

de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres?’, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se

acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los

muertos.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: los Apóstoles vuelven a su oficio de pescadores después de tu resurrección. Y

tú también vuelves a hacer lo mismo que aquel día cuando ellos decidieron seguirte, realizando algo

grandioso, una pesca milagrosa, que sería una lección que se quedaría grabada en su mente toda la

vida. Eso querías: que les quedara claro que tú ibas a darles un fruto abundante de almas, cuando

echaran las redes del apostolado, en la barca de Pedro, tu Vicario, si obedecen siempre a tu voz, tu

Palabra, y al Magisterio de tu Iglesia. Y todo eso también, estando muy unidos en la oración y en la

fracción del Pan. A veces resulta difícil reconocerte, por nuestras limitaciones personales, o por

nuestra falta de fe. Pero contamos con tu ayuda, y tú siempre sales a nuestro encuentro, sobre todo

cuando nos ves agobiados por la falta de fruto. Jesús, me siento privilegiado porque cuento con el

alimento de tu Cuerpo y de tu Sangre que me da vida y salvación. ¿Cómo quieres que yo, sacerdote,

viva mi fe? Madre mía, ayúdame a tener unas redes muy fuertes para que la pesca sea abundante, y

una fe muy grande, para obedecer siempre y en todo a tu Hijo.

+++

«Sacerdotes de mi pueblo: Yo Soy.

Este es mi cuerpo, y esta es mi sangre. Yo soy el Hijo de Dios hecho hombre, resucitado

y vivo, yo soy el Cristo, y soy Eucaristía.

Quiero que ustedes, mis sacerdotes, me reconozcan y profesen su fe.

Quiero que escuchen mi llamado, que dejen todo, que se echen al mar de mi

misericordia y vengan a mí. Entonces yo les daré de comer, comeré con ustedes y serán parte

conmigo.

Quiero que me escuchen y hagan lo que yo les digo, que obedezcan y echen las redes al

mar, pero primero hace falta su voluntad de salir a pescar: voluntad de trabajar realizando sus

ministerios con perfección, caminando en mi camino, que es en donde yo salgo al encuentro

constante para darles de comer, para que sean parte conmigo. Es en sus manos en donde yo me

aparezco, en cuerpo y en sangre, en presencia real y viva.

Quiero que me reconozcan al elevarme en la hostia y en el cáliz. Yo Soy.

Quiero que se ofrezcan conmigo en una misma ofrenda al Padre, en comunidad. Es así

como se unen a mi sacrificio.

Quiero que agradezcan conmigo, porque en esta unión somos gratuidad.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Quiero que coman mi cuerpo y que beban mi sangre, porque es así como yo me doy y los

hago míos. Yo soy la piedra que desecharon los constructores y ahora es la piedra angular. El

Papa es la roca sobre la que construyo mi Iglesia.

Quiero que en él me reconozcan.

Quiero unidad y obediencia.

Quiero que sean enviados a demostrar su fe con obras y vayan a pescar en el mar de mi

misericordia, para que echen las redes, y traigan los peces al pie de mi altar.

Quiero que oren para que aumente su fe. Para que cuando les hable me escuchen, y

cuando sus manos me toquen y sus ojos me vean en la Eucaristía, me reconozcan.

Quiero que profesen su fe al consagrar, al elevar mi cuerpo y mi sangre, al comer mi

cuerpo y beber mi sangre, al compartir y darme a los demás, entregándose conmigo en unidad,

en la Palabra, en la Eucaristía y en obras de misericordia.

Quiero que con su fe echen redes al mar de mi misericordia, y traigan almas a mi altar.

Quiero que pidan al Padre su divina Providencia de vocaciones sacerdotales, porque la

mies es mucha y los obreros pocos. Vocaciones al pie del altar y vocaciones en el altar.

Quiero que se abran a la gracia y reciban mi misericordia, para que los que tengan

amor, amen, los que tengan esperanza, alienten, y los que tengan fe, contagien, y enciendan

corazones.

Quiero que eleven en sus manos la carne del Cordero de Dios, que es mi presencia viva,

es pan vivo que sus manos bajan del cielo, es alimento de vida eterna y es Cristo resucitado y

vivo.

Quiero que en sus manos eleven el cáliz con la sangre del Cordero, que es bebida de

salvación, es presencia viva de mi divinidad contenida en cada gota.

Quiero que unan a mi pueblo con mis ángeles y mis santos, en mi sacrificio, para que

todo sea unidad en el Espíritu y ofrenda al Padre, porque eso es agradable al Padre, es unión

en comunidad, es alimento, es vida, es presencia viva, es ofrenda, es gratuidad, es don, es

cuerpo, es sangre, es alma, es divinidad, es un pueblo de sacerdotes con los ángeles y los santos,

con la madre de Dios, unido todo en Cristo, y es Eucaristía.

Yo les enseñaré a pescar.

Yo los he escogido a ustedes de entre mis redes, y los he llamado por ser los más

pequeños, porque hay que hacerse ignorantes del mundo para llegar a ser verdaderamente

sabios, para reconocerse pequeños ante la grandeza de Dios, porque la sabiduría del mundo es

ignorancia ante Dios.

Ustedes son míos, y todo lo mío es de Dios y todo lo de Dios es mío.

Yo no ruego al Padre por el mundo, sino por los que él me ha dado, porque son suyos y

yo he sido glorificado en ustedes.

Yo ruego al Padre por ustedes para que sean uno como nosotros somos uno, yo en

ustedes y él en mí, para que sean perfectamente uno. Por eso los traigo a mí. Los busco, los

llamo, los encuentro, pero no me escuchan. Porque nadie puede venir a mí, si el Padre que me

ha enviado no lo atrae, y yo lo resucitaré el último día.

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Espada de dos filos

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Todos serán enseñados por Dios, y todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.

Es tiempo de echar las redes, porque así, valiéndose de medios humanos, es que el Padre

los atrae a mí.

Las redes son las obras de ustedes, los que predican mi palabra, y los mantiene unidos a

mí. Pero las redes están rotas y los peces se han perdido en la inmensidad del mar, están

dispersos, no escuchan, no se dejan encontrar.

Ustedes han sido llamados para acompañar a mi Madre a remediar, a reparar, a

renovar las redes para que la pesca sea segura, porque yo echo mis redes, pero se rompen

porque los peces están muy gordos, henchidos de orgullo, de egoísmo y de soberbia.

De ustedes se requiere la paciencia de los santos, de los que guardan los mandamientos y

mi fe, para que los peces se hagan pequeños y no rompan las redes, para que los traigan hasta

la orilla, para que lleguen a mí.

Pero antes de pescar, hay que remar mar adentro, en donde la palabra verdaderamente

se escucha y llega a lo más profundo, porque mi palabra está viva.

Cuando piensen que todo les falta, se sienten solos, no creen, no confían, no aman, han

debilitado su fe, estén cansados, se sienten perdidos, no estén resguardados en la seguridad de

mis redes, siempre queda la obediencia y la fidelidad.

Al que le obedece, Dios le concede todo lo demás, no por sus méritos sino por la filiación

divina que yo les he conseguido, porque Dios es Padre.

Pero para obedecer primero hay que escuchar.

Escuchen mi palabra y obedezcan. Si me obedecen guardan mis mandamientos, y el que

guarda mis mandamientos permanece en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos

de mi Padre y permanezco en su amor.

Mi mandamiento es que se amen los unos a los otros como yo los he amado.

El que guarda mis mandamientos, ese es mi amigo. Yo soy el Buen Pastor y doy la vida

por mis ovejas. Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Es tiempo de que suban a la barca y naveguen mar adentro y echen las redes al mar,

pero asegúrense de que las redes no estén rotas.

Aquí tienen a mi Madre, ella arregla, ella zurce, remienda, repara, renueva, remedia. Es

Madre».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: nadie cose un vestido viejo con remiendos nuevos sin tratar,

porque la tela nueva podría desgarrarse y hacer un daño peor. Remendaremos las redes con

remiendos de sacrificio y oración para conseguir redes fuertes que mantengan la pesca de mi

Hijo segura.

La buena pesca de mi Hijo son ustedes, los sacerdotes, pero algunos se han salido de las

redes rotas, otros no se han dejado pescar, y algunos que permanecen en las redes y están en la

barca no han llegado a la orilla.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

32

Dios toca los corazones de todo el que caiga en mis redes, y escuche y obedezca la

voluntad de Dios, cumpliendo sus mandamientos.

Aquí tienen a mi Hijo, para que lo escuchen y lo obedezcan, y una vez renovados, echen

cada uno sus redes al mar, y la pesca sea abundante, pero con redes fuertes, para que no se

rompan, y no se pierda ninguno, para que cuando lleguen a la orilla den buenas cuentas al

dueño de la barca, de las redes y de los peces.

Las redes fuertes son la palabra de Dios.

Escuchen y obedezcan: lleven la palabra de Dios a todos los rincones del mundo, para

una nueva reevangelización. Usen las redes fuertes y pesquen, mientras yo remiendo las redes

rotas con mi oración de intercesión, pidiendo vocaciones, para que los Seminarios se llenen.

Lo que pidan en nombre de mi Hijo, el Padre se los concederá, para que el Padre sea

glorificado en el Hijo, porque ustedes lo escuchan y lo aman y lo obedecen y guardan sus

mandamientos.

Hijos míos, sacerdotes: en mi vientre está la luz de la fe, la esperanza y el amor. Es

desde aquí que brilla la luz para el mundo, para que el mundo reconozca por la fe a Cristo,

resucitado y vivo que reina en mí, que reina en ustedes, que reina en todos los corazones que

tienen fe.

Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, pidiendo la providencia del Padre, para

que con su gracia nos envíe más vocaciones y perfeccione las que ya nos ha enviado.

Pidan esto conmigo y en comunidad y todo lo demás se les dará por añadidura».

+++

PARA MEDITAR – ALIMENTO DE VIDA

«Muchachos, ¿tienen algo de comer?»

Eso preguntó Jesús a sus discípulos.

Y eso mismo te pregunta a ti, sacerdote.

Y te envía a echar las redes al mar, para que consigas el alimento con tu trabajo y el

sudor de tu frente.

Y tú, sacerdote, ¿has pescado algo?, ¿escuchas la palabra de tu Señor y lo obedeces, o

echas las redes al mar y pretendes pescar con tus propias fuerzas?

¿Confías en la providencia de un Padre misericordioso y amoroso, que te da todo, hasta su

heredad por filiación divina?

¿Pides al Padre con humildad y con la insistencia de un hijo?

Confía, sacerdote, porque ¿qué padre hay que, si su hijo le pide un pez, le dé una piedra?

Y disponte a recibir, uniendo tu voluntad y tu trabajo, a la voluntad y la providencia de tu

Padre, para que ofrezcas el fruto de tu trabajo a tu Señor, y Él lo una a su sacrificio redentor, y sea

una sola ofrenda agradable a Dios.

Transforma, sacerdote, la ofrenda, en alimento de vida y en bebida de salvación. Tú

tienes el poder en tus manos, de transformar tu trabajo y el trabajo de los hombres, en el Cuerpo

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Espada de dos filos

33

y en la Sangre de tu Señor, en el único y eterno sacrificio que renuevas todos los días en cada

celebración.

Participa, sacerdote, de la mesa de tu Señor. Mira que está a la puerta y llama. Si tú le abres

la puerta, Él entrará y cenará contigo y tú con Él.

Escucha, sacerdote, las palabras de tu Señor, y echa las redes al mar para que puedas pescar,

y lleves en tu ofrenda muchas almas al altar, para que sean transformadas en acción de gracias,

en don, en comunión, en alimento, en sacrificio, en ofrenda, en sacramento, en Eucaristía.

Permanece atento, despierto, en vela, porque tu Señor viene a tu encuentro en todo

momento, para que lo reconozcas cuando escuches su voz, cuando parta para ti el pan, cuando coma

contigo, compartiendo todo con alegría, como lo hacen los amigos.

Realiza tu trabajo, sacerdote, buscando la perfección, practicando con virtud tu ministerio,

pero dedicando siempre un tiempo para la oración, porque muchas cosas son importantes, pero sólo

una es necesaria: escuchar a tu Señor.

Acude, sacerdote, con prontitud, cuando tu Señor te llama, pero procura nunca ir con las

manos vacías. Llévale al altar tu ofrenda de cada día, fruto de tu trabajo y de tu sacrificio, pero

siempre con alegría, para unirla a la cruz de tu Señor, para que sea transformada en la vida de su

resurrección.

Pero recuerda, sacerdote, que tu Señor ha dicho: “misericordia quiero y no sacrificios”.

Dale de comer al hambriento, y dale de beber al sediento.

Y reconoce que ese alimento y esa bebida es tu Señor, y lánzate a su encuentro.

¡Reconócelo!, tu Señor está vivo.

¡Atrévete!, échate al mar.

Deja las redes y síguelo.

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____________________

OBEDECER PRIMERO A DIOS – HABLAR DE LO VISTO Y OÍDO

SÁBADO DE PASCUA

PRIMERA LECTURA

No podemos callar lo que hemos visto y oído.

Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 4, 13-21

(…) Entonces mandaron llamar a Pedro y a Juan y les ordenaron que por ningún motivo

hablaran ni enseñaran en nombre de Jesús. Ellos replicaron: “Digan ustedes mismos si es justo

delante de Dios obedecerlos a ustedes antes que a Dios. Nosotros no podemos dejar de contar lo que

hemos visto y oído”. Palabra de Dios

EVANGELIO

Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Del santo Evangelio según san Marcos: 16, 9-15

Habiendo resucitado al amanecer del primer día de la semana, Jesús se apareció primero a

María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios. Ella fue a llevar la noticia a los

discípulos, los cuales estaban llorando, agobiados por la tristeza; pero cuando la oyeron decir que

estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.

Después de esto, se apareció en otra forma a dos discípulos, que iban de camino hacia una

aldea. También ellos fueron a anunciarlo a los demás; pero tampoco a ellos les creyeron.

Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su

incredulidad y dureza de corazón, porque no les habían creído a los que lo habían visto resucitado.

Jesús les dijo entonces: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda

criatura”. Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: es verdad que tus discípulos estaban muy temerosos después de tu pasión y

muerte. Se les va quitando el miedo cuando te ven resucitado, aunque les resultaba difícil creer.

Tienes que aparecerte con ellos varias veces antes de subir al cielo. Aun así, no le creyeron ni a la

Magdalena ni a tus compañeros del camino de Emaús. Pero después de la venida del Espíritu Santo

las cosas son diferentes. Los Apóstoles tienen la valentía de decir que hay que obedecer a Dios antes

que a los hombres, aunque eso les cueste la vida. Y declaran que no pueden dejar de hablar de lo que

han visto y oído. No se trata de obedecer como quien cumple una obligación, sino como quien

conoce una verdad que no puede callar, porque le va la vida con eso, porque le produce una felicidad

tal en el alma, que tiene que comunicarla a los demás: el bien es de suyo difusivo, la alegría no se

puede contener en el pecho, hay que transmitirla a los demás. Jesús, tú dijiste que reconocerían a tus

discípulos por el amor. Comunicar tu verdad es comunicar tu amor, dar testimonio de tu amor,

amando a los demás. Y el amor se manifiesta con obras de misericordia. Señor, ¿cómo debo cumplir

ese testimonio de misericordia? Madre mía, dame la fortaleza que necesito para saber transmitir a los

demás, con valentía, todo lo que he visto y oído.

+++

«Sacerdote mío: desde siempre te busqué, desde siempre te llamé, desde siempre fuiste

mío, porque desde antes de nacer, yo ya te conocía, y te llamé por tu nombre.

Tú creíste en mí, y yo te encontré, y te sané y cambié tu corazón, convertí tu dolor en

gozo y tú sufrimiento en alegría. Eres fruto de mi amor y de mi misericordia.

Eres mío.

Tu testimonio es un regalo de mi corazón para el mundo.

Te he mostrado el dolor y el sufrimiento, y te he mostrado mi misericordia.

Te he mostrado el mundo, el pecado de los hombres, la muerte, el horror del infierno y

los demonios, la purificación de las almas en el purgatorio, el juicio particular, pero también

mis ángeles, mis santos, y mi cielo.

Te he mostrado la belleza de mi Madre, y te he dado su compañía, y te he mostrado mi

rostro.

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Espada de dos filos

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He abierto tus ojos y tus oídos, y no puedes no contar lo que has visto y lo que has oído.

Darás testimonio de todo esto, para que otros crean como tú has creído, para que otros reciban

lo que tú has recibido: el amor, que es fuente infinita de misericordia, para que otros den

testimonio de ti, de lo que han visto y de lo que han oído.

Yo te envío a llevar mi misericordia al mundo, en medio del mundo, a través de tu

ministerio, para que los que te escuchen pongan en obras su fe, para que crean, para que se

abran a la gracia y reciban mi amor a través de mi misericordia, para que la lleven a todos los

rincones de la tierra.

La salvación de las almas para la vida eterna es el culmen de mi infinita misericordia.

Las obras de misericordia son los medios para que mi misericordia llegue a todos.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia. Y es por mi

misericordia que son salvados para la vida eterna.

Tú eres instrumento de mi amor, para llevar tu testimonio de fe, de esperanza y de

amor al mundo.

Yo quiero encender en tu corazón la fe, que da como fruto la alegría de haber sido

llamado y elegido desde siempre y para siempre, para servir como instrumento de mi

misericordia, y llevar la salvación y la vida eterna a todas las almas, a todos los rincones del

mundo.

Permanece en comunión conmigo, dando testimonio de fe porque crees en mí, y de todo

lo que has visto y has oído, para que muchos corazones sean convertidos.

Yo bendigo a mi Padre, porque ha ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las ha

revelado a pequeños y sencillos, porque ha escogido a los locos del mundo para confundir a los

sabios, y a los débiles del mundo para confundir a los fuertes, a fin de que el que se gloríe, se

gloríe en el Señor.

Yo te envío a ti, que crees en mí, a proclamar el Evangelio al mundo entero, a anunciar

la verdad dando testimonio de mí, con mi Palabra y con tus obras, para que otros crean y se

gloríen en mí».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: llevo la misericordia en mi vientre.

Yo soy madre de misericordia.

Yo soy madre del amor.

Yo intercedo para que ustedes reciban de Dios la gracia para abrir sus corazones para

recibir el amor.

Yo pido para ustedes esta gracia, para que ustedes lleven al mundo el amor a través de

obras de misericordia, para que ustedes sean misericordiosos y bienaventurados, para que

ustedes crean en Cristo resucitado y vivo en la Eucaristía, y proclamen el Evangelio a todas las

creaturas.

Es así como serán bienaventurados y recibirán misericordia, porque en la Palabra y en

la fe llevan la verdad y la vida, obrando con misericordia, impartiendo los sacramentos,

perdonando, enseñando, corrigiendo, consolando, dando consejo, vistiendo al desnudo con

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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traje de fiesta, visitando a los presos y a los enfermos, sufriendo con paciencia, dando de beber

al sediento, acogiendo a los peregrinos, dando de comer al hambriento, orando por los vivos y

por los muertos, llevando la paz y la alegría de servir a Cristo al mundo entero.

Permanezcan conmigo construyendo las obras de Dios, que son obras de misericordia,

fruto del amor de los santos a la divina misericordia de Dios, para que el mar de misericordia y

el agua viva que ha sido derramada en la cruz, y que es un torrente de amor, sea encauzado a

las almas, para que abran las puertas de sus corazones para recibir la misericordia y el amor

de Cristo.

Reciban a través de mi compañía, la esperanza en la misericordia de Dios, que fue

revelada en la cruz de Cristo para el mundo.

Yo les doy este tesoro: mi paz.

Ustedes han sido enviados a anunciar la buena nueva del Reino de los Cielos. Pero si

alguno no los recibe, la paz volverá con ustedes.

Ustedes me acompañan, y yo les doy mi protección, porque yo piso la cabeza de la

serpiente.

Su misión es enseñarle al mundo a amar a Dios, amando a Cristo, imitando a Cristo,

configurándose con Cristo. Pero para amar, hay que conocer, porque nadie ama lo que no

conoce.

Él es la Palabra y la Palabra era la luz verdadera que vino al mundo, y en el mundo

estaba y el mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la conoció. Vino al mundo para nacer

como fruto de mi vientre y los suyos no la recibieron.

El Espíritu Santo preparó en mí su morada, porque desde antes de nacer, Él ya me

conocía.

Y fui engendrada sin mancha ni pecado, para nacer y permanecer inmaculada y pura,

para que el tesoro más grande de Dios, que es su único Hijo, se hiciera hombre, y así entregarlo

a los hombres, para enriquecerlos.

Y fue engendrado en mi corazón y en mi vientre, en cuerpo y en espíritu, sin mancha ni

pecado, para nacer y permanecer inmaculado y puro.

Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre los hombres.

Yo sabía que, al entregarse como hombre, para compadecerse de las miserias de los

hombres, sería probado en todo igual que los hombres, menos en el pecado, para que, quien se

acerque a él alcance la misericordia, el auxilio y la gracia.

Y debía resistir las tentaciones, y perseverar hasta el final en el cumplimiento de la

misión encomendada por su Padre. Entonces Él debía crecer y aprender a caminar en medio

del mundo siendo Dios y siendo hombre, igual que los hombres.

Y vivió sujeto a sus padres en medio del mundo.

Y el Espíritu Santo, que siempre estaba conmigo, se encargó de enseñarle todas las

cosas, porque siempre estaba con él.

Y creció en medio del mundo, con humildad, como cordero en medio de lobos.

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Espada de dos filos

37

Y así fue enviado por el Padre a cumplir su misión. Pero el tiempo que vivió en el

mundo no fue suficiente para que todos lo conocieran. Porque de haberlo conocido lo habrían

amado. Es imposible conocer a Dios y no amarlo, porque Dios es el amor y el que conoce el

amor, ama. Pero los que sí lo conocieron y lo amaron, fueron sus testigos, y Él los envió de dos

en dos, para dar testimonio de Él, para que creyeran en Él, porque el que vence al mundo es el

que cree que Jesús es el Hijo de Dios.

Y ese es el que tiene fe y cree que el Hijo de Dios vivió en el mundo, como hombre y

como Dios.

Y como hombre sufrió lo que sufre cualquier hombre en la carne.

Y como Dios tuvo la gracia para resistir las tentaciones de la carne.

Y Él a sus testigos los hizo sus amigos, y les dio el ejemplo y les dio la gracia, y los hizo

sacerdotes, para hacerlos Cristos, para crucificar los deseos y las pasiones, mortificando la

carne y crucificando el pecado en la cruz, pero Él, como hombre y como Dios, también tuvo

libertad y voluntad, para rechazar todo pecado, para entregarse, para salvar a los hombres,

que es para lo que su Padre lo había enviado.

Y Él no sólo se entregó, sino que los amó, porque es por amor que se da la vida.

Y los amó hasta el extremo, entregándose en vida para permanecer entre los hombres,

para que lo conocieran.

Y se quedó en cuerpo, en sangre, en alma y en divinidad, en Eucaristía.

Y los amó y los llamó para que lo siguieran.

Y aunque sólo uno lo siguió hasta la Cruz, Él dio su vida por todos, porque Él tiene el

poder de dar la vida para recuperarla de nuevo; nadie se la quitó, Él la entregó, y dando un

fuerte grito puso su espíritu en las manos del Padre, y después expiró, y así dio testimonio de

que es hombre y es Dios.

Y amando hasta el extremo entregó su sangre hasta la última gota.

Es tiempo de que crean, de que se queden al pie de la cruz y no lo abandonen, de que

cumplan su misión y sean verdaderos Cristos, como Él, que es a lo que han sido llamados, de

que den ejemplo y obren milagros, de que expulsen demonios y venzan al mundo, y de que se

alegren, no por la misión que mi Hijo les ha encomendado, sino porque sus nombres están

escritos en el cielo.

Permanezcan en la paz, en la alegría y en el amor de Cristo, bajo mi protección.

Perseveren en la oración, que es la relación personal de cada uno con Dios. Es su

esencia, lo más íntimo de su ser. Descubran su esencia. Han sido creados a imagen y semejanza

de Dios. Dios es amor. Por tanto, su esencia es el amor.

La oración no viene del pensamiento ni de la boca, sino del corazón. Es en comunión,

entrega mutua de amor total, sin escrúpulos. De ustedes se requiere disposición y paciencia, lo

demás lo hace Dios.

Es tiempo de abrir sus corazones, porque el Rey está a la puerta y llama.

Es tiempo de misericordia».

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

38

+++

PARA MEDITAR – HABLAR DE LO VISTO Y OÍDO

«Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura».

Eso dijo Jesús.

Y se lo dijo a los que no creyeron en su resurrección, porque ellos no habían visto y no

habían oído.

Y eso te dice a ti, sacerdote, para que todos los que te vean y te escuchen, crean.

A ti te ha sido revelada la verdad, sacerdote.

¿Porque dudas? ¿Porque callas? ¿A quién le temes?

No tengas miedo, sacerdote, porque tú Señor está contigo todos los días de tu vida, hasta el

fin del mundo.

Y es Él, el que te envía.

Obedece a Dios, sacerdote, antes que a los hombres, y proclama el Evangelio a todo el

mundo, porque tú no puedes dejar de hablar de lo que has visto y de lo que has oído.

Tú has visto y has oído a Cristo vivo.

Lleva su testimonio al mundo, a través de tus obras, para que los que tengan ojos vean, y

los que tengan oídos oigan.

Pero primero, sacerdote, confirma tu fe, para que tus obras provengan de tu fe, y des

testimonio de una fe viva y eficaz, como viva y eficaz es la palabra de tu Señor.

Escucha la palabra y reconoce las señales que vienen de Dios, y que se manifiestan para que

se cumpla lo que dice la Escritura, porque tú Señor ha dicho que se cumplirá hasta la última letra.

Tú Señor es la palabra, escúchalo, sacerdote, y cree.

Míralo, es palabra viva y encarnada, es el testimonio de tu fe, es tu Señor y está vivo, lo

tienes elevado entre tus manos, Él está contigo y tú estás configurado con Él.

Demuestra, sacerdote, al mundo tu fe, y adóralo, y dobla tus rodillas cuando pronuncies su

nombre, cómelo y bébelo y luego dales de comer y dales de beber, háblales de Él y de su vida.

Enséñales que tú Señor es el Camino, la Verdad y la vida, y muéstrales que Él vive en ti y tú en

Él, pero es Él quien obra en ti para que tú hagas sus obras, y que sea tu vida ejemplo para el mundo,

porque por tus frutos te reconocerán.

Lleva, sacerdote, la palabra de tú Señor a todos los rincones de la tierra para que lleves la

Paz.

Camina valiente, sin miedo. Pon en alto la frente, y lleva la verdad al mundo entero a través

del Evangelio. Y lleva el testimonio de tu fe a través del pan de vida que es Eucaristía.

No seas incrédulo, sacerdote, sino cree, y pídele a tu Señor que cambie tu corazón de

piedra por un corazón de carne, para que tengas sus mismos sentimientos, y el mundo al verte y al

escucharte no sea incrédulo, sino crea.

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Espada de dos filos

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Tú Señor es la palabra. Tú tienes, sacerdote, palabras de vida eterna, porque en ti está la

verdad, y la boca habla de lo que hay en el corazón.

Tú eres un enviado de Dios, sacerdote, cumple con tu misión predicando el Evangelio

porque es palabra de tu Señor.

____________________

JESÚS ES MISERICORDIA – EL PODER DEL SACERDOTE

DOMINGO DE LA II SEMANA DE PASCUA

Ocho días después, se les apareció Jesús.

Del santo Evangelio según san Juan: 20, 19-31

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se

hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La

paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al

Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también

los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los

que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán

sin perdonar”.

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús,

y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus

manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano

en su costado, no creeré”.

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos.

Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le dijo a

Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas

dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque

me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”.

Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este

libro. Se escribieron éstos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que,

creyendo, tengan vida en su nombre.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: cuando te apareces a tus discípulos el día de tu resurrección lo primero que

haces es desearles la paz. Luego se los dices de nuevo, soplas sobre ellos, y les comunicas el Espíritu

Santo, para el perdón de los pecados. Eso es darles la paz. Es darles el poder de perdonar los pecados

a los hombres, que es la mejor manera de recuperar la paz. El pecado es lo que nos quita la paz, y

con tu muerte y resurrección nos has conseguido esa paz, perdonando nuestros pecados. Tomás

tampoco tenía paz, y por eso quería tocar tus llagas, para estar seguro de tu resurrección. De nada

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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sirvió que durante ocho días tus otros discípulos trataran de convencerlo, diciéndoles que ellos

habían visto tus llagas. Él quería también tocar tus llagas y meter su mano en tu costado. La falta de

fe también quita la paz. Jesús, tú nos has dado el poder a los sacerdotes de perdonar los pecados, de

atar y desatar. Es una gran responsabilidad. Y sabemos, sobre todo por la experiencia cuando

estamos confesando, que haces efectiva esa paz. Hoy es el domingo de la Misericordia. Tú eres la

Misericordia, y la manifiestas, sobre todo, a través de tus sacramentos. Señor, ¿cómo puedo ser un

buen instrumento para administrar tu Misericordia? Madre de Misericordia, tú que eres Reina de la

paz, ayúdame a llevar la paz al mundo, administrando bien la Misericordia.

+++

«Sacerdotes míos: dichosos ustedes que han creído sin haber visto. A ustedes que han

creído en mí, confiando en mi infinita misericordia, les ha sido concedido servirme como signo

para que, los que no creen, al ver, crean y obtengan vida eterna.

Yo soy la Misericordia de Dios.

Contemplen mi rostro luminoso que refleja la bondad infinita de Dios y su amor por los

hombres.

Contemplen las llagas en mis pies descalzos y en mis manos.

Contemplen mi túnica tan blanca que resplandece, y que abierta en mi pecho deja ver la

llaga de mi costado, de la que emana sangre y agua, que se transforma en rayos de luz, unos

rojos como la sangre y otros transparentes y brillantes como el agua.

Contémplenme y déjenme envolverlos en mi luz, sumergiéndolos en el mar de mi

infinita misericordia.

La misericordia de Dios ha sido revelada en la Cruz, y derramada como un torrente

desde la fuente de mi corazón abierto, para que llegue mi salvación a todos los rincones del

mundo, para que los que crean en mí se salven.

Por tanto, la finalidad de mi misericordia es la salvación de los hombres que he ganado

a través de mi muerte y mi resurrección, pero se necesita la gracia, para que crean y al creer

reciban mi salvación.

Es por misericordia que reciben la gracia para creer en mí.

Bienaventurados los misericordiosos, porque recibirán misericordia, y por esta

misericordia la gracia para creer en mí. Porque son salvados por la gracia mediante la fe, que

no viene de los hombres, sino que es un don de Dios.

Pidan al Padre la fe y Él les dará la gracia. Porque al que pide se le dará y el que busca

encontrará, y al que llama se le abrirá. Porque si ustedes, que son malos, dan cosas buenas a

sus hijos, cuanto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden.

La misericordia ha sido derramada, pero sus corazones están cerrados a la gracia, y no

piden, porque no saben pedir, porque no saben recibir, y les falta fe, y les falta esperanza, pero

sobre todo les falta amor.

Ustedes, mis sacerdotes, son el cauce del mar de la misericordia de Dios para el mundo

y, por tanto, son los que llevan mi salvación a todos los rincones de la tierra.

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Espada de dos filos

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Pero están dormidos, están acomodados, están resignados, y la misericordia, está

esperando, con paciencia para ser administrada y entregada a todas las almas para que

reciban la gracia y crean, para que por mi muerte y resurrección se salven, y en mí tengan vida

eterna.

Es tan grande la misericordia de mi corazón, que mi compasión alcanza a los corazones

más dormidos, más llenos del mundo, más pobres de gracia, a los más acomodados, a los más

resignados, a través de la misericordia de corazones encendidos de celo apostólico, vivos, llenos

de mi amor, que se donan gratuitamente como yo, por amor a Dios, a través del amor al

prójimo, para la salvación de las almas, para la gloria de Dios.

Esta es la misión que les he encomendado: encauzar, a través de sus obras en sus

ministerios, el mar de mi infinita misericordia a los corazones de los hombres, apelando a la

misma misericordia, porque no saben lo que hacen, porque no saben pedir, porque les falta fe.

Que su oración y entrega generosa consiga encauzar mi misericordia y la gracia, para

que el mundo crea.

Que sean instrumentos, como las venas que llevan el torrente de mi sangre a todos los

miembros de mi cuerpo, uniendo y dando vida a través de los sacramentos.

Que entiendan que sin gracia no hay Sacramento, porque el sacramento es gracia de

Dios, don gratuito de su divina misericordia, que salva mediante la fe, para alcanzar la vida

eterna.

En mi infinita misericordia les he dado a mi Madre, que es madre de gracia y de

misericordia, que en el acto más grande de amor a Dios acoge a todos sus hijos, para amar a

Dios en el Hijo, a través de sus hijos, y llevarles su auxilio de Madre, haciendo llegar mi

misericordia a todos sus hijos. Reúnanse con ella, para que reciban los dones y las gracias de

mi Divina Misericordia, porque el Espíritu Santo está con ella.

El que crea en mí, que me ame y confíe en mi Divina Misericordia, y que demuestre su

confianza en la fidelidad a mi amistad y a mi amor, realizando obras de misericordia en la

caridad, amando a Dios por sobre todas las cosas, y a sus hermanos, como los he amado yo.

Acompañen a mi Madre y pídanle su auxilio, para que lleven mi misericordia y mi

salvación al mundo entero.

Mi misericordia es derramada desde mi corazón, para conducirla a todos los rincones

del mundo, a través los corazones que obran la misericordia.

Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: ésta es la misericordia de Dios derramada para el mundo: que

crean en Él y en Jesucristo, su único Hijo, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu

Santo, encarnado en el vientre virgen y puro de mujer inmaculada, para hacerse hombre, que

fue crucificado, muerto y sepultado, que descendió a los infiernos, y al tercer día resucitó de

entre los muertos, y se apareció a sus discípulos para que dieran testimonio de todo esto, para

que el que crea en él tenga vida eterna, y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre, y

de nuevo será enviado, y vendrá para juzgar a vivos y a muertos.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

42

Por tanto, el mundo será juzgado por la misericordia infinita de Dios, que es Cristo

mismo, y por su justicia, a fin de que sea manifestada la misericordia antes que la justicia.

Misericordia es la Santa Iglesia Católica y Apostólica, en donde el Reino de Dios se

construye para reunir a todo el pueblo de Dios en un solo pueblo santo.

Misericordia es la filiación divina, conseguida por Cristo con su muerte y su

resurrección, para que sean por Él, con Él y en Él todos los hombres hijos de Dios.

Misericordia es el Espíritu Santo, que da la vida y que procede del amor del Padre y del

Hijo, y con el Padre y el Hijo es un solo Dios verdadero, derramado en los corazones de los

hombres, y que los fortalece en la fe, en la esperanza y en el amor, para que crean en Cristo,

para que obren en Cristo, y sean salvados por la sangre derramada de Cristo, para el perdón

de los pecados, y sumergidos en el agua viva que emana de su corazón, para hacerlos hombres

nuevos y darles la vida eterna.

Misericordia es Cristo resucitado y vivo en la Eucaristía, que permanece en manos de

los hombres, para alimentar a los hombres, para vivir en los corazones de los hombres, y

conducirlos por la fe y las obras a la salvación, y a su resurrección en el último día.

Misericordia es la caridad de Dios, que deben recibir y entregar los hombres en

comunión fraterna, para ser partícipes de la gloria de Dios.

Yo soy Madre de Misericordia.

Permanezcan en unidad conmigo y reciban la misericordia de Dios derramada en la

Cruz, para que la conduzcan a todos mis hijos, a través de sus ministerios, de la oración y de

obras de misericordia corporales y espirituales, desde mi corazón de madre. Mis venas

conducen el torrente de la misericordia que fluye en mi sangre, compartida con el hijo de mi

vientre, para ser el alimento que emana de mis pechos, para que ustedes reciban lo que

necesitan y que no saben pedir.

Sean como niños, porque de los niños es el Reino de los Cielos.

Yo los recibo y acojo como verdaderos hijos, para que, por la Divina Misericordia,

reciban como alimento la fe, la esperanza y el amor, para que crean y profesen su fe, dando

testimonio de la verdad, proclamando el Evangelio, contagiando al mundo su fe, practicando

con esperanza sus ministerios en virtud y santidad, demostrando su amor, poniendo su fe en

obras, como misioneros de paz y de misericordia».

+++

PARA MEDITAR – EL PODER DEL SACERDOTE

«Vayan y aprendan qué sentido tiene Misericordia quiero y no sacrificios. Porque no he

venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

Eso dijo Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿has aprendido el sentido que tienen estas palabras?, ¿conoces el

significado de la misericordia?, ¿la practicas a través de obras, o haces sacrificios vacíos que no

son agradables a tu Señor?

La misericordia de Dios ha sido derramada en la cruz desde el Sagrado Corazón de Jesús.

Page 43: ESPADA DE DOS FILOS II Para la oraci³n personal del sacerdote P. Gustavo Elizondo Alans

Espada de dos filos

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Tú eres, sacerdote, instrumento de salvación para llevar la misericordia de tu Señor al

mundo entero.

Tu Señor te ha llamado y te ha elegido para darte una gran responsabilidad, porque Él te

conoce desde antes de nacer, y te ha consagrado para Él.

Y Él confía en ti, porque te da la gracia, y su gracia te basta.

Tu Señor ha puesto en tus manos el poder de perdonar los pecados, y todos a los que tú

perdones, les quedarán perdonados, pero a los que no perdones, les quedarán sin perdonar. Y de

eso, sacerdote, tú darás cuentas.

Tu Señor ha puesto en tus manos el poder de consagrar el pan y el vino, para que sean

transubstanciados en verdadera comida y en verdadera bebida, para llevarle a los hombres la vida

y la salvación.

Tu Señor ha puesto en tus manos el poder de llevar su paz al mundo. Esa, sacerdote, es tu

cruz, para que la lleves todos los días con alegría.

Tu Señor ha puesto en tus manos el poder de predicar su palabra con tu boca, y te da la

autoridad para que tengas credibilidad ante el mundo al proclamar la buena nueva haciendo sus

obras.

Tu Señor ha puesto en tus manos el poder de unir el cielo con la tierra, por lo que todo lo

que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado

en el cielo.

Tu Señor ha puesto en tus manos el poder para hacer sus obras y aún mayores, porque Él,

que ha subido al Padre, está contigo todos los días de tu vida para ayudarte.

Tu Señor ha puesto el poder de Dios en ti, sacerdote, entregándose totalmente en tus

manos, y Él es la misericordia misma que te envía a darle de comer al hambriento, a darle de

beber al sediento, a vestir al desnudo, a visitar al enfermo, a acoger al peregrino, a visitar al preso,

a darle santa sepultura al muerto, a enseñar al que no sabe, a dar consejo al que lo necesita, a

corregir al que se equivoca, a perdonar los pecados, a consolar al triste, a sufrir con paciencia a

los errores de los demás, y a orar por los vinos y los muertos.

Y tú, sacerdote, ¿eres misericordioso?, ¿haces lo que tu Señor te manda?, ¿cumples la

misión que Él te ha dado, y para la que has sido enviado?, ¿aceptas tu ministerio con alegría para

llevar al mundo la paz, o tienes cerrado tu corazón endurecido, que no da nada porque está vacío,

y nadie puede dar lo que no tiene?

Acude, sacerdote, a la oración, y pídele a tu Señor que te de la disposición para abrir tu

corazón a recibir su gracia y su misericordia.

Mira que está a la puerta y llama. Si tú lo escuchas, y abres la puerta, Él entrará y cenará

contigo y tú con Él.

No pierdas la oportunidad que siempre está vigente, de acudir a tu Señor y a su Divina

Misericordia, para convertir tu corazón, y de participar de la obra redentora de tu Señor,

construyendo con Él el Reino de los Cielos, por lo que tú alcanzarás también su misericordia, al

derramarla para el mundo entero, porque tu Señor ha dicho “Bienaventurados serán los

misericordiosos porque ellos recibirán misericordia “.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Tú tienes, sacerdote, el poder en tus manos de transformar al mundo, buscando a los

pecadores y convirtiéndolos en justos a través de los sacramentos.

Usa bien tu poder, sacerdote, y lleva al mundo la paz a través de la misericordia.

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____________________

MINISTROS DE LA MISERICORDIA

FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA

Para la oración personal del sacerdote.

P. Gustavo Elizondo Alanís

«Tomó un pan y lo bendijo, y dando gracias a Dios lo partió y se lo dio».

Parecía pan, pero era carne del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

«Y tomó una copa con vino, y dando gracias lo bendijo y se lo dio».

Parecía vino, pero era la sangre del Hijo de Dios.

Esta es la misericordia del Señor.

Es su carne y su sangre derramada, para el perdón de los pecados.

Es alimento de vida y bebida de salvación.

Es el amor de Dios derramado desde el corazón de Cristo en un mar de misericordia y de

agua viva.

Es Dios mismo que es don para el mundo.

Es la unidad en Cristo, de Dios y los hombres, en filiación divina.

Es gratuidad infinita que desborda los corazones de gracia.

Es presencia viva de Dios en las manos de los sacerdotes, para vivir en los corazones de los

hombres.

Es cuerpo y sangre, es alma y divinidad de Cristo que es Dios hecho hombre, es perdón de

los pecados, para la reconciliación de los hombres con Dios.

Es la verdad y el testimonio del amor de Dios a los hombres, que amó tanto al mundo, que le

dio a su único hijo, para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna.

El que cree en Él no es juzgado, pero el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en

que Jesucristo es el único hijo de Dios.

Recuerda y encomiéndate en este día a San Juan Pablo II, quien amó, y suplicó en su

vida, y a la hora de su muerte, la misericordia infinita de Dios, para que el mundo crea que Dios es

rico en misericordia, y para que la Iglesia dé testimonio de la misericordia de Dios, que ha sido

revelada en Cristo, para que pongas tu fe por obra, para que, por la misericordia, recibas la gracia

de Dios, para que no tengas miedo de abrir las puertas a Cristo, para que lo recibas y cenes con

Él, y Él contigo.

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Espada de dos filos

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Recuerda también, y encomiéndate a Santa Faustina, que habló de misericordia para los

sacerdotes, para que sean convertidos y renovados en el amor, para vivir su sacerdocio en virtud

y santidad a imagen de Cristo, para llevar la misericordia de Dios al mundo entero, para la

salvación, que Cristo, por la misericordia que Dios, ha traído al mundo, con su vida, su pasión, su

muerte y su resurrección, para que lleves al mundo el testimonio de la verdad, la fe, la esperanza y

el amor de Dios.

Cristo te ha elegido y te ha enviado a proclamar el Evangelio y a dar testimonio de lo que

has visto y has oído, para llevar su misericordia al mundo.

Pero no te ha enviado solo, te ha dado su tesoro más amado: la compañía de su Madre, la

compañía de María.

_____________________

RESUCITAR CON CRISTO – RENACER EN EL ESPÍRITU

LUNES DE LA II SEMANA DE PASCUA

El que no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios.

Del santo Evangelio según san Juan: 3,1-8

Había un fariseo llamado Nicodemo, hombre principal entre los judíos, que fue de noche a

ver a Jesús y le dijo: “Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque

nadie puede hacer las señales milagrosas que tú haces, si Dios no está con él”.

Jesús le contestó: “Yo te aseguro que quien no renace de lo alto, no puede ver el Reino de

Dios”. Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede nacer un hombre siendo ya viejo? ¿Acaso puede, por

segunda vez, entrar en el vientre de su madre y volver a nacer?”

Le respondió Jesús: “Yo te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu, no puede

entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del Espíritu, es espíritu. No

te extrañes de que te haya dicho: ‘Tienen que renacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere y oyes

su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la liturgia pascual tiene un fuerte contenido bautismal. Desde los comienzos de

la Iglesia se preparaban los catecúmenos para recibir el Bautismo en la Vigilia pascual, y se sigue

haciendo ahora. Ayer todavía nos decía san Pedro, en la liturgia del último día de la Octava de

Pascua, que el Padre “nos concedió renacer a la esperanza de una vida nueva, que no puede

corromperse ni mancharse”. Hoy le dices a Nicodemo que hay que renacer de lo alto. Nacer de

nuevo significa tener un “nuevo cuerpo”, dejar el hombre viejo para llegar a ser un hombre nuevo.

Dice san Pablo que por el bautismo fuimos sepultados contigo en tu muerte, para que, así como tú

resucitaste, así también nosotros llevemos una vida nueva. Jesús, por el Bautismo somos

incorporados a la Iglesia, que es tu cuerpo. Señor, yo quiero renacer de nuevo, siendo un miembro

vivo de tu cuerpo, recibiendo la vida nueva del vientre bendito de Santa María, viviendo del Espíritu,

e inmolándome contigo en el sacrificio del altar, ¿cómo puedo tener parte contigo en este nuevo

nacimiento? Madre de los sacerdotes, me recibiste en la Cruz, dame la vida junto con tu Hijo.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

46

+++

«Sacerdote mío: no puedes resistirte a mi gracia, porque eres mío.

Mírame, contempla la sangre que brota de cada herida, y que lava con la gracia cada

miembro de mi cuerpo.

La sangre brota de una fuente puesta a disposición del pueblo santo de Dios, para lavar

el pecado y la impureza.

La fuente soy yo, crucificado en la Cruz, y mi sangre es abundante y preciosa, y a través

de ella se derrama la gracia, que es recibida en un arca inmaculada y pura. El arca tiene

nombre. Y su nombre es María.

Contempla cada herida y cada gota de sangre que brota incesante, y contempla mi

cuerpo inmolado y mi rostro desfigurado.

Contempla cada parte de mi cuerpo vaciarse, hasta quedar sin vida.

Contempla mi corazón que late lentamente, y de pronto se detiene, mientras expiro de

mi boca el último aliento.

Contempla en mis ojos cómo se apaga la luz.

Amigo, mío, el que quiera tener parte conmigo que se deje lavar los pies por mí. El que

se ha bañado no necesita lavarse, porque está todo limpio.

Yo los hago a todos parte conmigo en la transubstanciación. Yo bendigo y parto el pan,

y cuando yo digo “éste es mi cuerpo”, y cuando yo digo “éste es el cáliz de mi sangre”, los hago

a todos parte de mi cuerpo, que se hace presente de manera verdadera, real y substancial en la

Eucaristía, para lavarlos con mi sangre y limpiarlos de toda suciedad e impureza, para

encarnarlos conmigo en el vientre de mi Madre y sembrarlos en tierra buena, haciéndolos a

todos hijos del Padre, haciéndolos parte conmigo, para que todos seamos uno, haciéndola

madre de todos los hijos.

Es en este cuerpo en el que son todos incluidos, y en el que yo asumo todas sus culpas.

Así como los hijos comparten la sangre y la carne, así comparto yo mi carne y mi sangre, para

destruir con mi muerte, la muerte por el pecado.

Un solo cuerpo formado de muchos miembros, para que, en un solo y único sacrificio

mueran todos, y sean redimidos y resucitados en la gloria de mi resurrección. Todos los

hombres unidos en un solo cuerpo: el mío, para morir y resucitar por mí, conmigo, en mí.

Pero si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben

lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que

yo he hecho con ustedes, porque no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que lo

envía.

Yo los envío para que ustedes den fruto y ese fruto permanezca. Quien acoja a quien yo

envío, es a mí a quien acoge, y quien me acoge a mí, acoge a aquél al que me ha enviado.

Yo te he dado mi semilla, que es mi Palabra. Yo te envío a llevar mi semilla y a

sembrarla en la tierra buena que yo les he dado.

Prepara bien la tierra y esparce la semilla. Yo te aseguro que lo que caiga en tierra

buena y fecunda, dará buen fruto.

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Espada de dos filos

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No puedes resistirte a mi gracia, porque mi Madre, que es madre de todas las gracias, te

las da a través de ella misma, como una madre alimenta a un hijo en su vientre dándole al

cuerpo del hijo lo que él necesita, pero debes querer ser parte y permanecer en ese cuerpo del

cual yo soy cabeza: la Santa Iglesia, que es tierra buena, es Madre.

Tú eres la semilla que yo mismo he plantado en la Iglesia, a imagen mía, en el vientre de

mi Madre.

Pero la semilla tiene que ser inmolada, abierta, para que dé fruto y que cada uno sea

conductor de la sangre en mi cuerpo, administrando la gracia, para lavar a todos los miembros

del cuerpo.

Pero si tú mismo no mueres al mundo, no puedes ser resucitados de entre los muertos,

porque la semilla que se siembra tiene que morir para que nazca la planta.

Cada uno de mis sacerdotes es también mi cuerpo, configurado conmigo, para hacer lo

mismo, reunir sus miembros corruptibles, miserables, débiles, humanos, y se inmola

renovando en la Eucaristía, cada vez, el mismo sacrificio uno y santo, mi muerte y mi

resurrección, para resucitarlos en un cuerpo incorruptible, glorioso, fuerte, vivificado en el

espíritu divino, porque los hombres no viven según la carne, sino según el espíritu, porque el

espíritu de Dios habita en ustedes.

El que no tiene mi espíritu no me pertenece.

Pero si mi espíritu habita en ustedes, aunque el cuerpo haya muerto por el pecado, el

espíritu les dará la vida.

Todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios, y si son hijos

también son herederos de Dios, y coherederos míos, si comparten mis sufrimientos, para ser

glorificados conmigo. Por tanto, cada hijo de Dios es tierra buena, en la que él planta su semilla

para que muera, para que de esa muerte brote la vida nueva.

Esa es la renovación del alma sacerdotal.

Y todo el que haya dejado casa, hermanos, padre, madre o tierras por mí y por el

Evangelio, recibirá el ciento por uno ahora y después la vida eterna.

Porque el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. El que no

toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que

pierda su vida por mí la encontrará.

Quien a ti te recibe a mí me recibe, y quien a mí me recibe, recibe a aquel que me ha

enviado.

Yo te envío a dar testimonio de fe, de esperanza y de caridad a través de la obediencia,

para que se vea lo que hago yo en tierra buena, bien dispuesta.

Yo te envío a llevar la paz de mi resurrección a cada casa.

Mi Madre acoge a quien yo he enviado, y por amor a Dios y por amor al prójimo, te

acogió a ti, porque te ama, cumpliendo con esto todo lo que yo les he venido a enseñar: amar a

Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo».

+++

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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«Hijos míos, sacerdotes, ustedes han sido engendrados espiritualmente en mi vientre, y

han sido plantados como semilla buena en tierra buena, para que crezcan, para que se

alimenten y den fruto, y ese fruto permanezca.

Pero hay que triturar la semilla en el vientre, para que muera al mundo, aunque duela.

Porque no se puede resucitar en el Cuerpo de Cristo si no se muere primero, en ese mismo

cuerpo con Él. Y no se puede morir en ese cuerpo si no se pertenece primero a Él. Es necesario

ser sembrado en el cuerpo de Cristo para nacer, morir y resucitar con él. Todo lo que no

pertenece a ese bendito y sagrado cuerpo de Cristo no se aprovecha y no sirve para nada.

El sacerdote, que es Cristo, debe asumir a cada miembro de la Iglesia como suyo,

inmolarse y morir al mundo, para resucitarlos en Cristo y darles vida eterna.

La semilla que cae en tierra buena, crece y da fruto al ciento por uno. Pero si el

sacerdote no resucita, no sirve de nada a su alma haber resucitado a tantas otras.

Mi misión como Madre es acompañar y auxiliar en todo momento al hijo, para que él

entregue todo, hasta el espíritu. Porque el espíritu es lo que resucita y da vida. Así es como la

Madre da vida a la Iglesia».

+++

PARA MEDITAR – RENACER EN EL ESPÍRITU

«En verdad, en verdad te digo, que, si uno no nace de lo alto, no puede ver el Reino de

Dios».

Eso dijo Jesús.

Y ¿cómo puede renacer alguien que ya ha nacido?

Eso es lo que ha venido a enseñarte Jesús.

Él es tu Maestro, sacerdote. Cree en Él.

Tu Maestro te enseña que para nacer de nuevo hay que morir primero.

Tu Maestro te enseña, sacerdote, a morir a la carne, para renacer en el Espíritu.

Eso, es lo que Él ha venido a enseñarte.

Tu Señor te enseña con el ejemplo, y tú aprendes por experiencia que no es más el discípulo

que su maestro, y para que llegues a ser como tu Maestro, debes seguir su ejemplo, debes aprender

como Él, debes vivir como Él, debes morir como Él, pero no puedes resucitar como Él, porque Él

es la vida, y Él es quien te resucita a la vida, para que renazcas en Él como un hombre nuevo, para

que vivas por Él, con Él y en Él.

Es en el Espíritu de Dios en quien renaces, sacerdote, cuando mueres a la carne muriendo

al mundo, cuando renuncias a ti mismo y tomas tu cruz para seguirlo, cuando lo dejas todo para

servirlo.

Tú has sido bautizado con agua, con fuego y con el Espíritu Santo. Es así, como has nacido

de lo alto.

Pero tu Señor te ha llamado y te ha elegido para que mueras al mundo por tu propia

voluntad, y ya no seas tú, sino Cristo quien viva en ti, y te ha llamado “sacerdote”.

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Espada de dos filos

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Tu Señor te ha enviado a renovar el mundo, a enseñarlos como Él te ha enseñado, a

bautizarlos como tú has sido bautizado, para nacer al mundo nuevo que con su sangre ha ganado, y

que tú construyes con Él: el Reino de los Cielos en la tierra, porque Él ha hecho nuevas todas las

cosas.

Pero, si un día, sacerdote, te sientes perdido, si sientes que estás como muerto en vida, y no

logras sentir que Cristo vive en ti, pídele a tu Señor que te renueve, pídele que encienda el fuego de

tu corazón, y el celo apostólico de tu vocación, pídele que te ayude a regresar al amor primero,

pídele con toda humildad la renovación de tu alma sacerdotal, y pídele que aumente tu fe y que te

dé la fuerza para hacer sus obras, para que le muestres al mundo que tu fe está viva, porque una fe

sin obras es una fe muerta.

Acércate, sacerdote, con confianza, a la oración, meditando todas las cosas que hay en tu

corazón, y ábrete a la gracia y a la misericordia de Dios, porque Él te está esperando para llenar de

amor tu corazón, con el Espíritu Santo.

Pero primero debes morir, vaciándote de ti mismo, crucificando tu carne, despreciando todo

apego al mundo y rechazando el pecado. Morir al hombre viejo, para ser renovado, pedir perdón

para ser lavado con el agua y la sangre de tu Señor, que brota de la fuente de misericordia abundante

e infinita de su costado.

Cree, sacerdote, en el poder de tu Señor, que te renueva cuando te perdona, aunque haya

sido muy grave tu pecado, aunque lo hayas traicionado, aunque lo hayas negado, aunque lo hayas

abandonado, aunque lo hayas crucificado, tu Señor ha muerto y ha resucitado, y ha pagado el

precio de tu pecado.

Vuelve a Él, sacerdote, vuelve a la gracia, acude al sacramento de la reconciliación, para

que vuelvas a la vida, y lleves con alegría la misericordia de tu Señor al mundo, dándoles nueva

vida, con el agua y el espíritu, porque es a través de ti, sacerdote, que el mundo renace de lo alto.

Tú tienes la vida del mundo en tus manos, sacerdote, renuévate y ábrete a la vida del

Espíritu para que lo que esté muerto, viva.

Porque tu Señor, estaba muerto, pero ha resucitado, y Él no es un Dios de muertos sino de

vivos.

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____________________

PREDICAR A CRISTO – LA MISIÓN APOSTÓLICA

FIESTA DE SAN MARCOS, EVANGELISTA

Prediquen el Evangelio a todas las creaturas.

Del santo Evangelio según san Marcos: 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y

prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer,

será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios

en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno

mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos

fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su

predicación con los milagros que hacían.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú envías a tus Apóstoles a predicar el Evangelio por todo el mundo. En ese

momento no se habían escrito todavía los Evangelios como los conocemos ahora. Pero era una tarea

urgente, que no podía esperar. Por tanto, esa predicación consistió en que cada uno de tus discípulos

contaría sus recuerdos personales, fruto de la convivencia contigo. Estaban asistidos por el Espíritu

Santo, de modo que el contenido de la predicación era lo que Dios quería que se contara. Y se trataba

de hablar de ti, de lo que habían visto y oído. No se predican ideas interesantes, doctrinas, filosofías

nuevas. Se predica una Persona, la persona de Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Verbo hecho carne.

San Marcos acompañó a Pedro en su predicación, de modo que recoge lo que dijo el Príncipe de los

Apóstoles, y no le importa contar sus debilidades y traiciones. Jesús, tu palabra transmitida por los

Evangelistas tiene la fuerza y la luz que le das tú. ¿Cómo puedo darme más cuenta de que sigues

confirmando con milagros mi predicación? Madre mía, el demonio ronda como león rugiente

buscando a quién devorar, ayúdame a cumplir bien con mi misión apostólica, confiando en que la

gracia no me faltará para vencerlo.

+++

«Sacerdotes míos: aquí estoy. Contemplen mi rostro, contemplen mi cielo. Yo los llevaré

conmigo al Paraíso de los que no me abandonan.

Mi rostro es de hombre y mi belleza es divina. Yo soy totalmente hombre y totalmente

Dios. Tú elevas entre tus manos al cuerpo del hombre, mientras eres inmerso en Dios, y te

transformas, y te conviertes en la luz de mis ojos, para que entiendas que vienes de la luz que

ilumina el mundo y vuelves del mundo a la luz.

Yo soy la Palabra, y en el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y

la Palabra era Dios. Y todo se hizo por ella.

Yo soy la Palabra. Y la Palabra es la luz de los hombres.

Yo soy la luz que ilumina las tinieblas. Y la Palabra se hizo carne y puso su morada

entre los hombres, pero el mundo no la conoció, y no la recibió.

Yo he venido al mundo para que crean en mí. Y he enviado a mis amigos, mis apóstoles,

a dar testimonio de mí. Y les he dado mi poder para expulsar demonios y para curar enfermos,

para dar vida, para perdonar los pecados, para alimentar a mi pueblo, para guiarlos, para

salvarlos, para confirmarlos en la verdad, para que crean en mí, para destruir el mal, para

convertir corazones, para construir el Reino de los Cielos y salvar almas, y así glorificar al

Padre en el Hijo.

Yo soy el que hace todas estas cosas, porque yo vivo en ellos y ellos viven por mí,

conmigo, y en mí.

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Espada de dos filos

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Yo soy el Dios que se ha hecho hombre para habitar entre los hombres, el que ha

caminado en el mundo haciendo milagros, expulsando demonios, curando enfermos,

resucitando muertos, compadeciéndome de sus miserias derramando mi misericordia.

Yo soy el que fue injustamente juzgado y condenado a muerte en manos de los hombres.

Yo soy quien cargó su Cruz y fue crucificado en ella.

Yo soy el que descendió a los infiernos a anunciar su victoria sobre la muerte.

Yo soy quien murió, para resucitar de entre los muertos.

Yo soy el que los envía a anunciar la Buena Nueva del Reino de los Cielos.

Yo soy el que subió al Padre como hombre y como Dios, y está sentado a su derecha.

Yo soy quien es bajado del cielo como pan vivo, y expuesto en las manos de mis amigos,

de los que me aman y creen en mí, y de los que no creen en mí y me abandonan.

El corazón de ustedes está dividido. Yo les pregunto: ¿saben quién soy?, y ¿saben

quiénes son ustedes?

Yo le pregunto a cada uno, ¿eres el que me ama, pero me niega, y luego llora

arrepentido, pero se reconoce débil, y yo lo hago fuerte cimiento de mi Iglesia?, o ¿eres el que

me sigue y luego me abandona?, o ¿eres el que me besa y luego me traiciona?, o ¿eres el que me

ama y acompaña a mi Madre al pie de mi Cruz? Porque ése es el que me conoce, el que cree en

mí y el que no me abandona.

Los corderos abandonaron al Buen Pastor. Los pastores abandonaron al Cordero de

Dios. Yo soy el Buen Pastor. Yo soy el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Y si

por un hombre vino el pecado al mundo, por un hombre vino la salvación para todos.

Por un hombre que se queda y no me abandona, porque sabe quién soy yo, yo les doy a

mi Madre a todos, para que los reúna y les lleve mi misericordia, para que reciban al Espíritu

Santo, que es el que les recuerda que yo los envío.

A los que saben quién soy yo, yo los envío.

Yo les he dado mi cuerpo, mi sangre y mi palabra. Me he dado yo mismo para que

crean en mí y tengan vida eterna.

Yo les doy la fortaleza del toro para que construyan, la visión y el vuelo del águila para

que escriban, mi divina humanidad para que caminen en medio del mundo, el poder del león

para vencer al enemigo.

Con este poder los envío a ustedes, pastores de mi Iglesia, que no son de este mundo,

para que, reunidos con mi Madre, con la gracia del Espíritu Santo, conviertan sus corazones y

sean verdaderos sacerdotes, para que no me abandonen y los lleve conmigo a mi Paraíso.

No los envío solos: acompañen a mi Madre.

Este es mi cuerpo entregado por ustedes, esta es mi sangre derramada para el perdón de

sus pecados.

Esto es todo lo que tengo y todo lo que les doy.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

52

Esta es mi pobreza, que yo les comparto para enriquecerlos a todos, para que tengan los

mismos sentimientos que yo.

Esta es mi riqueza: los sentimientos de mi corazón, y se los doy para que tengan los

mismos sentimientos que yo.

El Maestro soy yo. Les enseñaré a entregarme su vida, despojándose de todo,

vaciándose de sí para llenarse de mí, rechazando las riquezas del mundo para enriquecerse de

Dios, llevando al mundo los sentimientos de mi corazón, que yo les doy, porque son palabras,

pero son experiencias de mi vida, de su vida, y de nuestro amor, para que expresen mis

sentimientos haciéndolos suyos.

Permanezcan unidos conmigo en un solo corazón, despojándose de todo, para que

busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura,

recibirán cien veces más y heredarán la vida eterna».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo vengo a buscar a mis hijos, los que no saben llegar, los que

se salen del camino, los que se pierden, los que se quedan sentados y ya no quieren caminar.

Yo les doy a ustedes mi paz para que me acompañen.

En el mundo hay mucho dolor, guerra, impiedad, iniquidad, lucha de poder, ignominia,

sufrimiento, angustia, tristeza, desesperanza y desesperación, porque en el mundo falta fe.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Pero yo les digo que no habrá paz en el mundo hasta que haya paz en los corazones de

los hombres. Paz que llevan a cada casa ustedes, que son enviados de dos en dos. Paz que deben

recibir primero ustedes, para que la puedan dar.

Pero no puede dar paz el que está en guerra. Las guerras más fuertes están dentro de

cada uno.

Yo les doy mi auxilio, para que ganen todas las batallas, y les traigo la paz para que la

lleven a los demás. Porque sus corazones se han ensoberbecido, la tentación ha distraído su

atención, y el enemigo está ganando terreno, y ha sembrado duda y miedo que los paraliza y no

los deja avanzar, y algunos se han desviado del camino, otros se han perdido y otros se han

quedado sentados en el camino y ya no quieren caminar, se han cansado de luchar.

El enemigo vence cuando los convence que no hay guerra por ganar, porque no existe el

infierno, no hay diablo, no hay batalla por luchar, y les hace creer que el cielo está en el

mundo, en los placeres y no en los deberes. Y están tan sordos y están tan ciegos que caen, y no

se dan cuenta que su adversario el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quien

devorar.

El hombre por naturaleza busca a Dios, porque está creado para Dios, pero la tentación

lo confunde, y el egoísmo lo lleva a la soberbia, y a creerse tan sabio como Dios. Y busca

conseguir la belleza del mundo y no admirar la belleza de Dios. Y ambiciona la riqueza del

mundo y pierde la riqueza de Dios, que envió a su único Hijo al mundo, y siendo rico, se hizo

pobre, para enriquecerlos con su pobreza.

Las batallas se ganan con amor, desde la humildad de su corazón, porque a un corazón

contrito y humillado Dios no lo desprecia. Qué difícil es la lucha cuando la batalla significa

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Espada de dos filos

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renunciar a los tesoros del mundo para acumular tesoros en el cielo. Qué difícil resulta la

victoria y qué fácil es la derrota, cuando su deseo es la gloria y el poder en el mundo.

Yo les digo, que la victoria se consigue compartiendo la alegría de Cristo, teniendo los

mismos sentimientos que Cristo, un mismo ánimo y un mismo sentir, no por ambición y

vanagloria, sino con humildad, considerando superiores a los demás, más que a uno mismo,

como Él, que siendo de condición divina no codició ser igual a Dios, sino que se despojó de sí

mismo tomando la condición de esclavo asumiendo la naturaleza humana, haciéndose

obediente hasta la muerte y a una muerte de cruz.

Acompáñenme, porque yo los ayudo a resistir firmes en la fe, fuertes en la batalla y

humildes en la victoria.

Qué difícil es para un rico entrar en el Reino de los cielos, porque debe despojarse de

todo: de la falsa belleza, de la vanidad, del orgullo, del dinero, de la idolatría, de la comodidad,

del poder, de las ambiciones, de las riquezas…, porque está henchido de egoísmo y de soberbia,

que le causa apego desmedido al mundo y resistencia al cielo.

Pero para Dios no hay imposibles. Dejen ustedes todo, oren, pidan, trabajen por la paz y

esperen, porque recibirán cien veces más en este mundo y la vida eterna».

+++

PARA MEDITAR – LA MISIÓN APOSTÓLICA

«Vayan por todo el mundo a predicar el Evangelio a toda criatura. El que crea y sea

bautizado se salvará, pero el que no crea se condenará».

Eso dijo Jesús.

Eso te dijo a ti, cuando te dio su gracia y su poder, y te hizo sacerdote.

Tu Señor te llamó, y te eligió para ser un enviado de Dios al mundo. Como fue enviado Él,

así te envía a ti, sacerdote.

Y te dio una misión para que la cumplas con Él. Es la misión del Hijo de Dios, que ha

querido compartir contigo.

Tu misión no es una misión aislada, sacerdote. Es la misión del Redentor, que a través de ti

es consumada.

Tu misión no es una misión humana, sacerdote, es una misión divina, que sólo puedes

cumplir con la ayuda de tu Señor, que te envía al Espíritu Santo, para que te dé su gracia y para que

te dé el valor.

Tu misión no puede ser retrasada, debe cumplirse hoy, porque de ella depende el destino de

muchas almas y su salvación.

Tu misión no puede ser ponderada, sacerdote, no puede calcularse su valor, pero es tan

grande como tu responsabilidad, y tan valiosa como el cielo que por ella vas a alcanzar.

Tu misión no puede cumplirla cualquiera, sacerdote, se requiere tu entrega y tu voluntad,

unida a la voluntad de tu Señor. Sólo así puedes cumplirla con perfección.

Tu misión, sacerdote, es llevar la palabra de tu Señor a todas las criaturas, para que

alcancen en Él la salvación.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Tu misión, es anunciar la Buena Nueva del Reino de los Cielos en la tierra, para que

crean en Cristo Jesús, y sean bautizados, no sólo con agua, sino con el Espíritu Santo.

Tú eres, sacerdote, un instrumento de vida, si eliges cumplir bien tu misión. Pero, si no

predicas la palabra de Dios, ¿cómo harás que el mundo crea?, y si no creen, ¿cómo querrán ser

bautizados?

Has conciencia, sacerdote, de qué tan grande es tu misión, y asume la responsabilidad que

adquiriste cuando aceptaste tu vocación.

Tú has sido enviado para que el mundo crea, sacerdote, porque el que no crea y no sea

bautizado será condenado.

Tú debes conocer las Escrituras, y creer en el Evangelio, y debes practicar la Palabra con

el ejemplo, para que al predicar tengas credibilidad, demostrando que eres un discípulo auténtico.

Es así, como el mundo te creerá.

Tú eres, sacerdote, un misionero que lleva al mundo la verdad. Pero para decir la verdad hay

que conocerla primero.

Acércate, sacerdote, a la verdad, y encontrarás en tu misión la libertad.

Tú eres, sacerdote un apóstol y un pastor, para conducir a las almas a Dios, en un solo

rebaño, en una misma fe y por un solo bautismo.

Esfuérzate, sacerdote, por cumplir bien tu misión, para que el pueblo de Dios sea salvado, y

no sea condenado, porque a eso has sido enviado por el Crucificado, que ha resucitado, y ha

conseguido para el mundo la redención de los pecados, y a ti ha confiado la consumación de su

propia misión, para que con Él seas glorificado.

Pero ten cuidado, sacerdote, de no gloriarte si no es en la Cruz de tu Señor, por la que el

mundo es un crucificado para ti y tú eres un crucificado para el mundo.

Que esa sea tu visión, para que puedas cumplir bien con tu misión.

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____________________

DISIPAR LAS TINIEBLAS – ILUMINAR CON LA PALABRA

MIÉRCOLES DE LA II SEMANA DE PASCUA

Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él.

Del santo Evangelio según san Juan: 3, 16-21

Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no

perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino

para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está

condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios.

La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron

las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no

se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la

verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

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Espada de dos filos

55

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: en tus diálogos con los judíos, más de una vez hablaste del contraste entre la luz

y las tinieblas. Tú eres la luz, y había que creer en ti para no permanecer en las tinieblas. Y el que te

sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Creer en ti es aceptar tu palabra,

porque tu palabra es la verdad. Y aceptar tu palabra implica ponerla en práctica, la fe se manifiesta

por las obras. Es duro que tú digas que, habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las

tinieblas… porque sus obras eran malas. Hay una realidad muy triste, a propósito de todo esto: la

tibieza. La situación de una persona que no vive en la oscuridad, sino en las tinieblas. Es el que

piensa que ya “cumple”, porque hace su trabajo. Pero es un tibio, porque sus obras no proceden del

amor. Ese cumplimiento es un “cumplo” y “miento”. Nosotros los sacerdotes hemos recibido mucho

de Dios. Por tanto, se espera mucho del sacerdote. Espera Dios y esperan las almas. No podemos

limitarnos a realizar el trabajo que nos corresponde. Hemos de excedernos en el amor y en el

sacrificio. Jesús, aparta de mí todo género de tibieza, ayúdame a identificarme con tu entrega

generosa. ¿Qué debe hacer un sacerdote para ser luz del mundo? Madre de la Luz, enciende mi

corazón con tu amor, para mantenerme siempre vibrante en mi trabajo sacerdotal.

+++

«Sacerdotes míos: el amor de Dios ha sido derramado. Yo soy la luz para el mundo.

Es tan grande el amor de Dios por ustedes, que no les pido que lo entiendan, porque no

podrían. Quiero que lo acepten, que lo reciban, que lo vivan, que lo demuestren, que lo

compartan.

Es tan grande el amor de Dios, amó tanto a los hombres, que envió a su único Hijo para

salvarlos, demostrando amarlos con el amor de un Padre, que ama más al hijo que a su propia

vida, y es así como se entrega, dándose en el Hijo, entregando la vida del Hijo al mundo, para

morir y recuperar la vida de los que estaban muertos en el mundo, compadeciendo las miserias

de los hombres, padeciendo en el Hijo como hombre, derramando desde lo alto el amor a

través de la Cruz, en un mar de misericordia que alcanza a todos los hombres para hacerlos

hijos.

Amor derramado por el que brilla la luz para el mundo, que es Cristo y salva a los que

creen en su nombre.

Luz que ilumina la obscuridad en la que estaba el mundo.

Luz que disipa las tinieblas para los que tienen fe.

Luz que ilumina los corazones con la esperanza de la vida eterna, para los que creen en

el amor.

Yo no he sido enviado al mundo para condenar, sino para salvar, y he venido al mundo

a traer la luz, para que vivan en medio de la luz, para encender sus corazones en el fuego del

amor de Dios, para la vida eterna.

Pero los hombres, aunque han visto la luz, han preferido seguir en la obscuridad, pero

una vez que la luz se hace presente, no hay más obscuridad, y el que rechaza la luz y no vive en

la obscuridad, vive en las tinieblas, como los tibios. Ojalá fueran fríos o calientes. Pero conozco

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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su conducta y muchos son los tibios. Yo a los tibios los vomito de mi boca. Y al que vomito ya

no es parte de mi cuerpo, es separado de mí, no tiene vida, se seca y es arrojado al fuego eterno.

Todo el que cree en mí tiene vida eterna. Sólo por la gracia, y mediante la fe, serán

salvados. Pero por sus obras serán juzgados de acuerdo y en la medida de todo lo que les ha

sido dado.

Yo vendré de nuevo con todo el poder y la gloria de Dios, y ya no vendré a salvarlos,

porque mi salvación la han alcanzado todos, por un solo y eterno sacrificio, por el que han

alcanzado también la vida.

Entonces vendré a juzgar a los vivos y a los muertos. Congregaré a todas las naciones y

pondré a unos a mi derecha y a otros a mi izquierda.

Entonces bendeciré en mi Padre a los que estén a mi derecha, y les daré el Reino

preparado para ellos, porque obraron para mí con misericordia.

Entonces apartaré de mí a los que estén a mi izquierda, y los maldeciré en el fuego

eterno, preparado para el diablo y sus ángeles, porque no obraron para mí con misericordia.

El amor de Dios ha sido derramado a través de mí, y yo los he amado hasta el extremo.

Yo a los que amo los reprendo y los corrijo. Yo los amo a ustedes, mis amigos. Y los reprendo y

los corrijo, para que se arrepientan y vuelvan al fervor que tenían cuando me dijeron sí,

cuando su corazón estaba encendido en el calor del fuego del amor en el que creyeron, que

aceptaron, que recibieron, que vivieron, que compartieron, y que demostraron renunciando al

mundo para tomar su cruz y seguirme.

Pero sus corazones se han enfriado, porque sus voluntades se han tropezado en el

mundo, y se han alejado de la luz, no buscando la obscuridad sino acomodándose en las

tinieblas, en donde aparentan esconderse de mí, aunque saben que yo lo veo todo. Y se resignan

a vivir en la tibieza, pretendiendo que soy un tonto y que no me doy cuenta.

Yo he rogado al Padre que perdone a los hombres, porque no saben lo que hacen,

porque viven en la ignorancia del daño causado a su Creador y a tan grande amor.

Pero a ustedes, mis discípulos, mis pastores, mis sacerdotes, yo les he enseñado el

camino, ustedes han visto la luz, ustedes han abrazado la fe, ustedes creen en mí, ustedes han

experimentado mi amor, mi amistad y mi fidelidad, ustedes han sido enviados al mundo a

iluminar la obscuridad, ustedes son luz para el mundo. Pero si apagan su luz, el mundo

permanece en tinieblas.

Ustedes sí saben lo que hacen, y sin embargo no hacen lo que deben, porque no se

esfuerzan, no dominan su voluntad, se dejan dominar por el que tiene dominado el mundo, y se

entregan a sus pasiones, viviendo en el mundo entre falsos placeres, en la tibieza de sus

corazones, aunque tienen fe y creen en mí, pero los demonios también creen, y tiemblan. Por

eso yo te digo, que una fe sin obras está muerta. Es una fe tibia. La fe alcanza la perfección por

las obras. Pero las obras dependen de la voluntad. Las heridas más grandes de mi corazón son

su tibieza, su infidelidad, su falta de amor.

Yo los envío a encender los corazones tibios con sus obras, con su testimonio y con mi

amor, para que regresen de las tinieblas a la luz, y con mi luz iluminen el mundo entero,

esperando mi próxima venida, obrando y sirviendo con alegría, con fe, con esperanza y con

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Espada de dos filos

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caridad, porque estoy a la puerta y llamo, y si alguno me abre la puerta, entraré a su casa y

cenaré con él y el conmigo.

Alégrense, y no tengan miedo, porque Dios protege a los que ama, y hasta los cabellos de

su cabeza están contados, y todo aquél que se declare por mí ante los hombres, yo también me

declararé por él ante mi Padre que está en el cielo, pero al que me niegue ante los hombres, yo

también lo negaré ante mi Padre que está en el cielo».

+++

«Hijos míos sacerdotes: permanezcan unidos a mi corazón y para que se mantengan en

el fervor ardiente del celo apostólico de mi corazón, para que enciendan con el fuego de mi

amor al mundo entero, para que en ese amor reciban la gracia y aumente su fe, para que

pongan su fe en obras de misericordia para Cristo, a través de la oración y al servicio de las

almas, para que pidan para ellas la gracia de la conversión, para que obren en la verdad y se

acerquen a la luz.

Para que los corazones fríos de piedra sean cambiados por corazones de carne,

encendidos y calientes.

Para que los corazones tibios se arrepientan y sean reavivados en el fuego vivo del amor,

y no sean arrojados al fuego del castigo eterno.

Para que los corazones calientes permanezcan encendidos y perseveren hasta el final, y

sea para ellos la justificación, por creer en la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo,

Rey de reyes y Señor de señores, y consigan por sus obras de misericordia un juicio

misericordioso, para gozar conmigo, en Cristo, de la vida eterna, en la gloria del Padre.

Para que vivan con fe, con esperanza y con caridad, en mi compañía, bajo la protección

de los ángeles y los santos, en la alegría de servir a Cristo resucitado hasta que vuelva».

+++

PARA MEDITAR – ILUMINAR CON LA PALABRA

«En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y

las tinieblas no la recibieron».

Eso dicen las Escrituras.

Y eso sucedió en el principio, antes de todos los tiempos.

El discípulo no es más que su maestro, por tanto, sacerdote, tú no eres más que tu Señor.

No te lamentes, sacerdote, cuando el mundo te desprecia, cuando no te recibe, cuando te

rechaza, cuando se burlan de ti, cuando te persiguen, cuando te encarcelan, cuando te juzgan

injustamente, cuando te injurian o cuando te tratan con indiferencia, porque tú no tienes un maestro

que no te comprenda.

Tú tienes un Sumo Sacerdote que puede compadecerse de tus flaquezas, porque ha sido

probado en todo, como tú, excepto en el pecado.

Acércate, sacerdote, confiadamente al trono de la gracia, para que alcances su misericordia

y su auxilio, para que alcances a ser igual en todo como tu Maestro, que ha venido al mundo a

eliminar el pecado para hacerte como Él, perfecto.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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No te lamentes, sacerdote, de todo lo que te ha pasado, mira a tu Señor, a Él lo han

crucificado. Pero Él está vivo porque ha resucitado.

Tu Señor has sido enviado a traer la luz al mundo para darle vida a los hombres, porque

vivían en la obscuridad sometidos a la muerte por el pecado, en medio de las tinieblas de la

mentira, por la que todos estaban condenados.

Pero tanto amó Dios al mundo, que le dio a su único Hijo para salvarlos. Y lo envió a

mostrar el camino, porque Él es el Camino. Y lo envió a revelar la verdad, porque Él es la Verdad.

Y lo envió a darle vida a los hombres, porque Él es la Vida.

Y así, sacerdote, tu Señor te envía, para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga

vida eterna.

Acércate, sacerdote, al trono de la sabiduría, para que te llene de amor, porque no es más

sabio el que sabe, sino el que ama.

Acércate, sacerdote, a la fuente de luz, para que seas transformado en la luz que brilla de su

costado, del que se ha derramado el amor en misericordia, porque ahí, sacerdote, está la vida.

Recibe, sacerdote, la luz, para que no sea rechazada por las tinieblas, sino que disipe la

obscuridad e ilumine los corazones de los hombres, para que tengan vida.

En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios. Él

estaba en el principio junto a Dios y todo se hizo por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido

hecho. En Él estaba la vida.

Sacerdote, tú eres la luz para el mundo, en ti está la vida. Recibe al Verbo que se ha

encarnado en el vientre puro de mujer virgen, para nacer al mundo, para ser crucificado, para

resucitar, y que tú seas perdonado, y llamado a compartir la misión de tu Señor resucitado,

llevando con su luz la vida al mundo.

Escucha, sacerdote, su Palabra, para que recibas la luz.

Pon en práctica, sacerdote, en tu vida la Palabra, para que brille en ti la luz.

Predica, sacerdote, la Palabra para que ilumines con su luz, a todos los rincones de la tierra,

y disipes de una vez por todas, las tinieblas de los que viven en la obscuridad, para que muestres el

camino a los que están perdidos, para que enseñes la verdad a los que viven en la mentira, y

para que des al mundo la vida, confirmándolos en la fe, para que cuando tu Señor vuelva,

encuentre la fe sobre la tierra.

Tú eres, sacerdote, la luz del mundo. No permitas que tu Señor sea rechazado, ni que el

mundo sea condenado. Participa en el misterio de la vida, pasión y muerte de tu Señor, con tu

vida, para que lleves al mundo la vida de su resurrección.

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EL TESORO DE LA FE – DAR TESTIMONIO CON LA PALABRA

JUEVES DE LA II SEMANA DE PASCUA

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Espada de dos filos

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El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos.

Del santo Evangelio según san Juan: 3, 31-36

El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la

tierra y habla de las cosas de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Da testimonio

de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que

Dios es veraz. Aquel a quien Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios le ha concedido sin

medida su Espíritu.

El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida

eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el que cree en el Hijo tiene vida eterna. Y el Hijo habla las palabras de Dios, da

testimonio de lo que ha visto y oído. Qué importante es la fe, para aceptar ese testimonio. La fe la da

Dios al que dice sí a su palabra, al que está dispuesto a poner por obra esa fe. Tú me das y yo te doy.

Y tú no te dejas ganar en generosidad: me das la vida eterna. Nuestra Madre Santa María dijo que sí

porque estaba llena de gracia. Pero mantuvo su sí obedeciendo a Dios, siguiendo las mociones del

Espíritu Santo, quien siempre estaba con ella. Señor, hay muchos modos como el Espíritu Santo me

dice lo que debo hacer, y soy consciente de que debo ser dócil, de que debo decirle que sí a todo.

Además, no sólo me da sus luces para ver, con los ojos de la fe, sino también la gracia, para actuar,

con la fuerza del amor. Yo quiero dar testimonio de lo que he visto con la fe y le he oído al Espíritu

de amor, para alcanzar la vida eterna. Virgen de Guadalupe, tú le diste a san Juan Diego un encargo,

y le pediste que subiera al cerro a cortar rosas, fuera de lugar y tiempo; él obedeció, y Dios hizo, por

su fe, lo que no ha hecho con ninguna otra nación. ¿Qué debemos hacer nosotros para tener una fe

fuerte, y colaborar así para que la luz de Cristo se irradie por todo el mundo?

+++

«Sacerdote mío: ven. Escúchame, aunque no me veas. Búscame, aunque no me

encuentres.

Acércate al altar y mírame. Parece pan, y parece vino, pero es mi Cuerpo y es mi

Sangre, es Eucaristía.

Permanece conmigo acompañando a mi Madre, recibiendo los dones y gracias que

necesitas, porque el Espíritu Santo está con ella.

Dios le da el Espíritu Santo a los que me obedecen, para que den testimonio de mí.

Obedece obrando en la fe con misericordia, confiando en mí, y en que yo nunca te

abandono, porque yo siempre estoy contigo, todos los días de tu vida, hasta el fin del mundo».

+++

«Hijito mío, sacerdote: ven, te mostraré el tesoro de mi corazón que cuido

especialmente, porque de este se enriquecen todos mis tesoros. Se llama fe.

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Tus obras serán del tamaño de tu fe, pero ni tus obras ni tu fe son tuyas, son obras y

gracias de Dios que Él te da y hace a través de ti, y de tu disposición a decir sí a cumplir la

voluntad de Dios, y a recibir y a entregar el amor.

La fe es un tesoro que Dios regala a los hombres que dicen sí, en la disposición de

aceptar y creer en Él, y en Jesucristo su amadísimo Hijo, para poner su confianza en Él.

Disposición a escuchar su palabra, porque la fe viene de la predicación, y la predicación, por la

palabra de Cristo. Es en esa disposición del hombre en la que Dios hace su morada y

permanece para obrar en él, y a través de él, para el bien de otros y de ellos mismos.

Ésta es la disposición que mi Hijo ha encontrado en ti, y Él ha hecho su morada en ti,

para que tu fe sirva para transmitir la confianza y la seguridad en lo que crees: que Jesucristo

es el camino, la verdad y la vida.

El que cree en Jesucristo y cumple sus mandamientos tiene vida eterna. Eso es poner la

fe por obras. Creer y obrar con misericordia, y con la fe, para dar testimonio del amor de Dios

con su vida en medio del mundo.

Las obras que son de Dios implican un abandono total del hombre en sus manos, para

que, por su fe, lo dejen obrar. La verdadera fe implica amar a Dios por sobre todas las cosas y

hacer su voluntad, cumpliendo sus mandamientos, amándolo a través del prójimo. La

verdadera fe implica generosidad y rechazo total al egoísmo, para poderse abandonar en Dios.

Yo te pido que te mantengas en la disposición de hacer la voluntad de Dios, porque es

así como fortaleces tu fe, para que, con esta fe, des testimonio de lo que has visto, de lo que has

oído, de lo que has vivido, de que Dios ha hecho morada en ti para que seas instrumento

fidelísimo y dócil de su amor, a través de tu ministerio, en el que Él obra en ti y a través de ti.

Yo soy la siempre Virgen, Santa María de Guadalupe, y escogí mi casita en este lugar

del mundo, como mi morada, para quedarme, y quiero encender la luz en los corazones de mis

sacerdotes para que brillen como las estrellas de mi manto, y sea la luz para el mundo a través

de ustedes.

Yo intercedo para que aumenten su fe y sean como niños, porque de los niños es el

Reino de los cielos.

Que sean como niños que creen y confían en su padre y le obedecen.

Que por su fe reconozcan a Dios como su Padre del cielo, y a Jesucristo como su Hijo

que viene del cielo, y que está por encima de todos, para que estén dispuestos y acepten su

testimonio, y obedezcan en todo a Dios antes que a los hombres, para que Él los llene del

Espíritu Santo.

Yo te agradezco, hijo mío, que pongas tu fe por obra con tu testimonio, y participes de

la alegría de servir a Cristo».

+++

PARA MEDITAR – DAR TESTIMONIO CON LA PALABRA

«El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a

la tierra y habla de las cosas de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Da

testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio».

Eso dicen las Escrituras.

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Espada de dos filos

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Y también dicen, que tú, sacerdote, no eres del mundo.

Y si tú, sacerdote, no eres del mundo, entonces has sido enviado de lo alto, para dar

testimonio de que Dios es veraz, para que el mundo reciba su palabra y crea, porque, también está

escrito que todo el que crea en el Hijo de Dios no morirá, sino que tendrá vida eterna.

Tú eres, sacerdote, portador de la palabra de Dios, con la que Él da testimonio de sí

mismo. Con la que alimenta y salva, con la que reúne a su pueblo en un solo pueblo santo.

Por tanto, tú das testimonio de que las Escrituras vienen de lo alto, y pones de manifiesto

los deseos de tu Señor, haciendo sus obras y dando testimonio de lo que has visto y de lo que has

oído, para que otros crean y se cumpla la voluntad de Dios, construyendo a través de tus manos el

Reino de los Cielos en la tierra.

Porque el reino de tu Señor no es de este mundo, viene de lo alto, y tú mismo le ayudas a

construirlo en este mundo, que Él con su sangre, ha ganado para Dios.

El que ha venido de lo alto y está sobre todos, ha subido de nuevo al cielo a sentarse a la

derecha de su Padre, y te ha enviado al Espíritu Santo para confirmar tu fe, para que tengas el valor

de ir a todo el mundo, anunciando la Buena Nueva, dando testimonio de que tu Señor está vivo.

Porque ha resucitado de entre los muertos, y ha subido al cielo, pero tú tienes el poder de

hacer bajar el pan vivo del cielo, todos los días, y tú das testimonio de tu fe, al adorar, al alabar, al

reconocer a tu Señor crucificado, muerto y resucitado, elevándolo entre tus manos, exultando de

alegría, dando testimonio de fe, de que tu Señor está vivo, y es Eucaristía.

Y tú, sacerdote, ¿tienes el valor de dar testimonio de tu Señor?, ¿llevas al mundo ese

testimonio, cargando tu cruz de cada día con alegría?, ¿muestras al mundo el cuerpo y la sangre

de tu Señor, su alma y su divinidad, no con miedo sino con fe y con el santo temor de Dios?,

¿administras la misericordia que tu Señor ha puesto en tus manos, y cumples su voluntad

impartiendo sus sacramentos a su pueblo?

Examina tus actos, tus obras, y tu conciencia, sacerdote, y confiésale a tu Señor si estás

dando verdadero testimonio, y predicas la palabra de tu Señor, o hablas de las cosas de la tierra

porque estás atado al mundo.

Has conciencia y examina tus palabras, para que descubras el testimonio que estás dando de ti

mismo, porque la boca habla de lo que hay en el corazón, y las palabras dan testimonio de lo que

hay dentro de ti.

Pídele a tu Señor que aumente tu fe, para que creas en ti, y en que tú tienes el poder de dar

testimonio de Él, porque no eres tú, sino es Cristo quien vive en ti, y quien da testimonio de sí

mismo.

Pero se requiere tu voluntad para actuar, y a través de tus obras revelar al mundo la verdad,

porque tú das testimonio con tu vida y tu ejemplo.

El mundo ve y oye a través de ti, sacerdote, y entonces cree.

La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que la espada de dos filos. Penetra hasta

lo más profundo y convierte los corazones.

La palabra de Dios viene de lo alto. El que la recibe da testimonio de esto.

Tú eres, sacerdote, el testimonio fiel y veraz de tu Señor.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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El que te recibe en su nombre, a Él lo recibe, y el que lo recibe a Él no lo recibe a Él,

sino a aquél que lo ha enviado.

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SACIAR A LA MULTITUD – ALIMENTAR CON LA EUCARISTÍA

VIERNES DE LA II SEMANA DE PASCUA

Jesús distribuyó el pan a los que estaban sentados, hasta que se saciaron.

Del santo Evangelio según san Juan: 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea o lago de Tiberíades. Lo

seguía mucha gente, porque habían visto las señales milagrosas que hacía curando a los enfermos.

Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.

Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le

dijo a Felipe: “¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?” Le hizo esta pregunta para ponerlo

a prueba, pues él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Ni doscientos denarios de pan

bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan”. Otro de sus discípulos, Andrés, el

hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos

pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?” Jesús le respondió: “Díganle a la gente que se siente”.

En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos

cinco mil.

Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los

que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron.

Después de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos sobrantes, para que no

se desperdicien”. Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce

canastos.

Entonces la gente, al ver la señal milagrosa que Jesús había hecho, decía: “Este es, en verdad,

el profeta que habría de venir al mundo”. Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo

rey, se retiró de nuevo a la montaña, Él solo.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la multitud quiere escucharte y recibir tu favor, de modo que no le importa

quedarse sin comer. Pero a ti sí te importa alimentarlos, porque te da compasión esa muchedumbre.

Dice san Juan que pusiste a prueba a Felipe, preguntándole cómo comprarían el pan para darles de

comer. Era una prueba de fe, porque Felipe debía intuir que tú ibas a hacer una de tus señales

prodigiosas. Aparece una pobre contribución, de cinco panes y dos pescados, y comienzas a dar

instrucciones. Aquello debió ser complicado. Había que organizar bien las cosas para repartir aquel

alimento. Se necesitaban muchos voluntarios, canastos… y mucha fe, porque iban a repartir un

alimento que se multiplicaría en sus propias manos. Y así fue, y sobraron doce canastos, para que

nosotros, ahora, nos alimentemos también. Señor, nosotros, tus sacerdotes, nos damos cuenta de que

nos toca esa misión de alimentar a tu pueblo, sobre todo con tu Cuerpo y con tu Sangre, pero también

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Espada de dos filos

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con tu Palabra. Somos ministros que obedecen y somos ofrenda que se entrega por los demás: esos

pocos panes y peces, que se multiplican por obra de tu poder. Jesús, ¿cómo debe ser mi humildad,

para que hagas conmigo tus prodigios? Madre mía, dame el valor que tú tuviste al pie de la Cruz,

para permanecer contigo firme en la fe.

+++

«Sacerdote mío: el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.

Humíllate tú, al pie de mi Cruz, acompañando a mi Madre, para que seas enaltecido conmigo.

Mira mis ojos llenos de luz, pero enrojecidos de sangre.

Mira mi rostro desfigurado, con un semblante de dolor y agonía, tan cerca de ti, que

puedes tocarlo.

Mírame en la Cruz, y mira a través de mis ojos.

Mira lo que yo veo.

Yo veo a mi Madre, fuerte, de pie, dispuesta, entregada, valiente, firme en la fe, llena de

esperanza, entregándose por amor como ofrenda en el sacrificio del Hijo que cuelga de la Cruz,

y que se entrega a la muerte, pero que lo abraza en el que está junto a ella lleno de vida.

Yo veo una multitud hambrienta y necesitada, que ha puesto su esperanza en mí,

buscando la misericordia de Dios, y se han humillado, porque han creído y han confiado en mí.

Pero el mundo me ha despreciado, y me ha desechado, y se han quedado sin mí, sin esperanza,

vacíos, sin nada.

Yo veo la esperanza en mi Madre y en mi discípulo amado, dispuestos a ser ofrenda

conmigo.

Yo veo en ellos la humillación, haciéndose parte conmigo, para ser despreciados y

desechados del mundo, para salvar a los hombres.

Yo veo en ellos cinco panes y dos pescados, para saciar a los que crean en mí, y aun

después llenar doce canastos.

Yo veo en esta entrega la fe, la esperanza y la caridad de una Madre que me sostiene en

esta Cruz, humillada por el mundo, suplicando compasión y misericordia al Padre para el

Hijo.

Yo veo esa humillación enaltecida en Dios, que es compasivo y misericordioso, que

acepta la ofrenda y la multiplica en gracias y en dones a través del discípulo, para que el Hijo

permanezca para saciar a los que creen y confían en Él, y que nunca queden defraudados.

Yo veo un discípulo junto a mi Madre, que obedece y se queda con ella y la lleva a vivir

a su casa, llenándose del Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen, porque el Espíritu

Santo está con ella.

He aquí a tu Madre, para que la lleves a vivir a tu casa, para que se quede contigo, y te

llene del Espíritu Santo, para que por tu fe abraces la cruz que es tu ministerio, y te subas en

ella, y perseveres hasta el final, mientras mi Madre te sostiene, para que cumplas tu misión

como Cristo en el mundo, sirviendo y alimentando al mundo con fe, con esperanza y con amor,

haciéndote ofrenda conmigo, participando en mi sacrificio, para la salvación de los que creen y

confían en mí.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

64

Permanece en silencio, pero con valor, como mi Madre, al pie de la Cruz, cumpliendo tu

misión, reunido con mi Madre, para que por ella seas lleno del Espíritu Santo, para que

cumplas tu misión en la cruz de tu ministerio, con alegría y con valor, para saciar a la multitud

que tiene hambre y tiene sed, que está cansada, pero que permanecen, porque creen en mí y

confían en mí.

Yo veo a mi Madre abrazando en el discípulo al Cristo resucitado, que se queda para

saciar al pueblo y que nadie se vea defraudado.

Yo veo las puertas del cielo que se abren por mí, y se mantienen abiertas por cada uno

de mis sacerdotes.

Pero yo les advierto: ¡ay de ustedes los hipócritas que cierran a los hombres las puertas

del Reino de los Cielos, porque ustedes no entran, pero no dejan entrar a los que quieren

entrar!

¡Ay de aquellos que no reparten los cinco panes y los dos pescados que yo les he dado,

porque en ustedes he confiado, y descuidan lo más importante que es la justicia, la misericordia

y la fe!

¡Ay de aquellos hipócritas que purifican por fuera la copa y el plato, mientras que por

dentro están llenos de inmundicia y suciedad! Que purifiquen primero la copa por dentro, para

que también por fuera quede pura.

Yo envío profetas a los sabios y a los hipócritas, pero a algunos los matan, a otros los

persiguen y los azotan. Cuantas veces he querido reunir a los hijos de mi pueblo como una

gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no han querido. He aquí a tu madre, he aquí a tu hijo.

El que tenga oídos, que oiga.

Con mi brazo reúno a todas las naciones, y con mi poder humillo a los que se enaltecen,

y enaltezco a los que se humillan. Los que se enaltecen son hipócritas porque por su soberbia

han conservado la luz para brillar ellos mismos, mientras el mundo permanece en tinieblas.

Los que se humillan son los que han perseverado en la cruz cumpliendo su misión, y que han

llevado con sus dones la luz al mundo y han dado mucho fruto, porque el Espíritu Santo está

con ellos.

Yo he vencido al mundo, porque no hay nada imposible para Dios.

Acompaña a mi Madre al pie de mi Cruz, para que no digas: soy solo un muchacho.

Porque a donde quiera que yo te envíe tu irás, y todo lo que te mande dirás, para que cumplas

con tu misión y seas ejemplo, para que otros hagan lo mismo: acepten a la Madre como hijos, y

se queden con ella, para que sean llenos del Espíritu Santo y venzan conmigo al mundo».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo siempre cumplo los deseos de mi Hijo.

Yo quiero reunirlos a ustedes como una gallina reúne a sus pollitos bajo sus alas, para

protegerlos, para cuidarlos, para darles de comer, para guiarlos en el camino y que nunca se

pierdan.

Permanezcan conmigo, para que sean llenos del Espíritu Santo, que siempre está

conmigo, para que, fortalecidos en la fe y en el amor, alcancen la esperanza de mi auxilio, para

que sean reunidos bajo mis alas y obtengan la protección de mi manto.

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Espada de dos filos

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Yo intercedo por ustedes para que se humillen, para que sean obedientes, y me acepten

como madre al pie de la cruz, para que me lleven a su casa y se queden conmigo, para que

Dios, que es compasivo y misericordioso, derrame sobre ustedes su Santo Espíritu, que siempre

está conmigo, para que los fortalezca y tengan el valor de tomar su cruz, para salir al mundo y

dar testimonio de la misericordia derramada, por la que Cristo resucitado y vivo se queda y

permanece en cada uno de ustedes, para que con su luz iluminen el mundo entero, llevando con

compasión la fe, la esperanza y el amor, para que los que buscan la misericordia de Dios la

encuentren en Cristo, en su Cruz y en su resurrección, para que los que están cansados vayan a

Él y los haga descansar, para que los que tienen hambre sean saciados, porque todo el que cree

en Él tiene vida eterna.

Lleven su testimonio al mundo con su palabra, para alimentarlos, porque no sólo de pan

vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Permanezcan en mi compañía, dispuestos a la voluntad de Dios, valientes y firmes en la

fe, en la esperanza y en el amor, en un sí y en una humillación constante, para que Dios los

mire y se haga en ustedes según su palabra, y su cruz sea la alegría de servir a Cristo, porque el

Espíritu Santo está conmigo, y está con ustedes, y con todos los que me acompañan».

+++

PARA MEDITAR – ALIMENTAR CON LA EUCARISTÍA

«El que les comunica el Espíritu y obra milagros entre ustedes, ¿lo hace por virtud de las

obras de la ley, o por obediencia a la fe?»

Eso dicen las Escrituras, y es palabra de Dios que te cuestiona a ti, sacerdote, como

discípulo, como apóstol, como pastor, como ministro, como siervo, como amigo, como hijo de

Dios.

Y tú, sacerdote ¿qué respondes?

¿Sigues el ejemplo de tu Maestro y lo obedeces?, ¿vives de la fe?, ¿confías en tu Señor y en

su poder?

¿Haces sus obras?, ¿das testimonio de tu fe?, ¿realizas los milagros de tu Señor con el poder

de tus manos y le das a su pueblo de comer?

Tu Señor es quien obra en ti, sacerdote, pero, tú eres quien predica su palabra para que

crean en Él.

Míralos, y ten compasión, porque caminan como ovejas sin pastor.

Aliméntalas con el Cuerpo y la Sangre de tu Señor, y luego llena doce canastos con tu

testimonio de fe, para que pase de generación en generación, y todos crean que la Eucaristía es un

milagro patente. Es el Cuerpo y la Sangre del Hijo de Dios crucificado y resucitado, y su presencia

viva, real y substancial que da vida.

Por tanto, sacerdote, el pueblo de Dios depende de tu fe, de tus palabras y de tus obras. Ten

compasión y dale de comer, y luego recoge las sobras, porque el que no recoge desparrama.

Reserva, sacerdote, con devoción y con verdadera adoración, el Santísimo Sacramento, y

protégelo con tu vida, porque en Él está la vida, que es el centro de la fe, porque si tú no crees que

tu Señor ha resucitado, vana es tu fe.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Pon en obra tu fe, sacerdote, y practica lo que predicas, ejerciendo tu ministerio

santamente, amando al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.

Confía en el poder que Él te ha dado para darle vida al mundo, y entonces harás milagros,

para que el mundo vea y crea que tú eres un verdadero profeta, enviado por Dios; cuando no te

vean a ti, sino al Cristo que vive en ti, y que se hacen uno, al ofrecerte con Él en un único y eterno

sacrificio: el Santo Sacramento del altar, que siendo tan solo un pan, se convierte en alimento de

vida, y se multiplica, y contiene en sí todo un Dios en cada partícula, para darse como alimento,

para saciar a su pueblo, reuniéndolos en un solo rebaño y con un solo Pastor.

Tú eres, sacerdote, testimonio de fe.

Tú eres el primero que debe de creer, para que el mundo crea, para que confirmes su fe, y

no mueran, sino que tengan vida eterna.

Dales, sacerdote, de comer, el Sacramento de tu fe, para que sacies su hambre y su sed, y

anuncies con ellos la muerte de tu Señor, y proclamen su resurrección, hasta que vuelva.

Obedece, sacerdote, a la fe, como tu Señor.

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____________________

LA BARCA FUERTE DE LA IGLESIA – NO TENER MIEDO

SÁBADO DE LA II SEMANA DE PASCUA

Vieron a Jesús caminando sobre las aguas.

Del santo Evangelio según san Juan: 6, 16-21

Al atardecer del día de la multiplicación de los panes, los discípulos de Jesús bajaron al lago,

se embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaúm. Ya había caído la noche y Jesús todavía no

los había alcanzado. Soplaba un viento fuerte y las aguas del lago se iban encrespando.

Cuando habían avanzado unos cinco o seis kilómetros, vieron a Jesús caminando sobre las

aguas, acercándose a la barca, y se asustaron. Pero él les dijo: “Soy yo, no tengan miedo”. Ellos

quisieron recogerlo a bordo y rápidamente la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: con toda seguridad un buen conocedor de la historia de la Iglesia puede

entender mejor el mensaje de este pasaje del Evangelio. Tu Iglesia, Jesús, ha sufrido en estos 2000

años muchas tormentas, muchos vientos fuertes y olas encrespadas. Y el momento actual lo sigue

padeciendo. Por eso quisiste dejarnos esa lección con la barca de Pedro. Y sigues diciéndonos, una

vez y otra, “no tengan miedo, soy yo”. Es una forma de decirnos que todas esas tormentas tú las

permites, por alguna razón, porque las puertas del infierno no prevalecerán contra tu esposa, la

Iglesia. Nosotros los sacerdotes nos damos cuenta de que, en medio de las tormentas, nos

corresponde remar muy unidos, mar adentro, para echar las redes en tu nombre, bajo la guía de

Pedro, quien nos conduce a puerto seguro, mirando a la estrella, mirando a María. Esa es nuestra

misión, nuestra responsabilidad. Y es normal que las personas consideren que lo que dice o hace un

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Espada de dos filos

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sacerdote, es lo que dice o hace la Iglesia. La representamos, en función de nuestro ministerio. Por

tanto, nuestra responsabilidad es grande, porque la Iglesia no tiene mancha ni arruga. Jesús, ¿cómo

esperas que tus sacerdotes amemos a tu Iglesia, con obras y de verdad? Madre de la Iglesia, Estrella

del Mar, brilla siempre en nuestra vida, llevándonos por camino seguro.

+++

«Sacerdote mío: te quiero para mí. Eres mío.

Aunque los vientos sean fuertes y la tribulación te inquiete, aunque otros tengan miedo

y no puedan encontrarme, aunque en el mundo haya tanto ruido, tú, amigo mío, permanece

aquí, humíllate ante el mundo y permanece de rodillas ante mí.

De ti quiero paciencia, obediencia, humildad, confianza, abandono.

De ti quiero prudencia, fortaleza, templanza, justicia.

De ti quiero tu amor, expresado en el perfeccionamiento de la virtud, que se consigue en

el silencio y en la soledad de un alma compartida, en unidad conmigo.

Amigo mío, aun en medio de tormentas y vientos fuertes, aun en medio de grandes olas,

mi barca es segura.

Dentro de mi Iglesia hay hombres muy ocupados, que construyen. Yo soy Cristo que

pasa, pero no me ven, tienen miedo y se tambalean, y el viento fuerte y las tormentas destruyen

lo que ellos construyen.

También hay otros hombres que trabajan y construyen, y a pesar de los vientos fuertes

y los temblores de la tierra, oran, predican y confían. Y al pasar me ven y me siguen. Entonces

los vientos cesan, y ni un solo pilar es destruido, porque están construyendo sobre roca.

Las obras que quiero son de misericordia, pero veo cómo discuten entre ustedes, todos

quieren hacer, y critican y juzgan al que parece hacer menos, pero que hace lo más

importante: buscarme, encontrarme, ir a mi encuentro, para llevar a los demás a mí.

Porque el que me busca me encuentra, y al que me encuentra y permanece conmigo no

le falta nada.

Pero están tan ocupados, activos, trabajando y luchando, remando contra viento y

marea, para cubrir sus necesidades humanas, que descuidan lo más importante. Entonces

construyen sobre arena, y llega el viento y lo destruye.

Y están tan ocupados trabajando con sus manos que no se dan cuenta de lo poco que

pueden lograr con sus propias fuerzas, y al primer viento todo se destruye, y ustedes mismos

tiemblan, y no llegan a ningún lado, porque no están remando juntos, y no confían en la

seguridad de mi barca.

Entonces no obedecen y no se ciñen a quien los dirige a puerto seguro, porque tienen

miedo, pero les falta temor de Dios.

No tengan miedo, yo soy Cristo que pasa.

Se preocupan y se agitan por muchas cosas, cuando sólo hay necesidad de una sola.

Al que escoge la mejor parte, no le será quitada.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Permanezcan a mis pies, orando, amando, enjugando mis pies y curando mis heridas

con sus lágrimas. Confíen en mí y abandónense en mis manos, abandonándose en las manos de

mi Madre, para que los lleve en la seguridad de mi barca hacia tierra firme, hacia puerto

seguro. Confíen en ella y confíen en mí.

Sigan caminando y no se preocupen. Miren las aves del cielo, ¿acaso no valen ustedes

más que ellas? Miren los lirios del campo, que Dios los viste y crecen sin fatigarse.

Perseveren en la fe, y todo lo demás se les dará por añadidura.

Ahí tienen a su Madre, ¿tienen necesidad de alguna otra cosa?».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo soy Madre de Cristo, que es la roca.

Él es la piedra angular.

Yo soy Madre de la Iglesia.

Es Pedro la piedra sobre la que se construye la Iglesia, y las puertas del hades no

prevalecerán sobre ella.

A pesar de los fuertes vientos, de los temblores y la tribulación, la Iglesia se mantendrá

firme y nunca será destruida, porque la piedra que desecharon los constructores es ahora la

piedra angular, y los nuevos constructores construyen sobre cimientos firmes.

Permanezcan unidos al Papa, unidos a mí, para que permanezcan en la seguridad, que

es Cristo.

Ustedes tienen miedo, porque aunque están en una barca fuerte, no se sienten seguros, y

los azota el viento, y las olas son grandes, y la obscuridad no los deja ver.

Y siguen remando, confiando en sus pocas fuerzas.

Cristo está con ustedes, pero no lo quieren ver, porque no quieren encontrarlo; no se

quieren comprometer, no quieren confiar, les falta fe, les falta voluntad, tienen miedo a la

disposición del corazón y al sufrimiento.

No se dan cuenta de que el que camina sobre las olas no es un fantasma, es Cristo.

No se dan cuenta de que ustedes mismos son quienes deben caminar con fe sobre las

olas, para conducir la barca y darle seguridad a los que están en ella. La barca es la Iglesia.

Los que van dentro son el pueblo de Dios, y ustedes no son fantasmas, son Cristo.

No se dan cuenta de que ustedes son los pilares y los constructores de la Iglesia.

No se dan cuenta de que ustedes son los que reúnen al pueblo en un solo pueblo santo,

en una misma barca, en una sola Iglesia, que no puede ser destruida a pesar de los fuertes

vientos, y que ustedes son en quien Dios confía para mantener la unidad, la confianza, la

seguridad, la calma y la paz.

No se dan cuenta de que yo ruego por ustedes para que se abran a la gracia, para que

abran los ojos, para que vean la luz, para que reciban la luz y sean ustedes la luz que disipa la

obscuridad y el miedo, porque los hombres encuentran y reconocen en ustedes mismos a

Cristo, cuando ustedes tienen fe y caminan sobre las aguas turbulentas, para llevar con la fe, en

la Palabra y la oración, la seguridad, la confianza, la alegría, la paz y la calma de Cristo al

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Espada de dos filos

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mundo, para que el mundo lo vea, para que lo reconozca, para que no tenga miedo de

permanecer en la barca, sabiendo que navega hacia puerto seguro».

+++

PARA MEDITAR – NO TENER MIEDO

«Soy yo, no teman».

Eso dice Jesús.

Y te recuerda que es Él, y no tú, quien sostiene a la Iglesia, sacerdote, y el Hades no

prevalecerá sobre ella, porque el demonio no tiene sobre tu Señor ningún poder.

Tu Señor te da la paz y la calma en medio de la obscuridad, de la tormenta, de los vientos

fuertes y de los tiempos difíciles. Te sostiene y cuida a tu esposa, la Santa Iglesia, y te pide que lo

ayudes.

La Iglesia te necesita, sacerdote.

Necesita tu fe, tu esperanza, pero sobre todo tu amor, para que la sirvas, para que la cuides,

para que la protejas, para que la proveas, para que en ella reúnas al pueblo santo de Dios en un

solo rebaño y con un solo Pastor.

La Iglesia es madre. Y tú, sacerdote, estás desposado con ella, y te hace padre de los hijos

de la Santa Iglesia, para que los enseñes, para que los gobiernes, para que los alimentes con la

Palabra y con la Santa Eucaristía, que es el Cuerpo y la Sangre de tu Señor.

Tu Señor te dice: “no temas, yo soy”, y tú, sacerdote, ¿de qué tienes miedo?, ¿a qué le

temes?, ¿de qué te angustias?

Confía y abandónate a la voluntad de tu Señor, no con miedo, sino con santo temor de

Dios, para que temas, no a los fantasmas, sino al Cuerpo y a la Sangre de tu Señor, con temor divino,

por el que busques agradar y servir a su Divina Majestad.

Permanece, sacerdote, en la seguridad de la Barca que es la Santa Iglesia, y dale a tus hijos

la tranquilidad de que navegas hacia puerto seguro, porque tu Señor es y está presente en cuerpo,

en sangre, en alma, en divinidad, en presencia viva, en la Eucaristía.

Tú eres, sacerdote, quien representa a la divinidad de tu Señor, en cuerpo, en sangre, y en

alma, en presencia viva, para darle a su pueblo seguridad, tranquilidad, calma y paz, a través de la

fe y de los sacramentos.

Permanece atento, sacerdote, no te quedes dormido, para que no dejes de brillar, para que

ilumines el camino en medio de la obscuridad del mundo, para que en ti vean a tu Señor que viene

a su encuentro, que les lleva auxilio en medio del sufrimiento, del miedo, de la angustia, de la

tempestad, de los vientos fuertes.

Confía, sacerdote en tu Señor, y en la Iglesia, escuchando y obedeciendo la palabra de

Dios, respetando su ley, su doctrina y su Magisterio, entregando tu vida, practicando bien tu

ministerio, buscando siempre a tu Señor cuando tengas miedo, cuando te sientas cansado, cuando te

sientas débil, cuando te sorprendan las olas fuertes, y hagan tambalear tu fe, cuando la soledad te

invada y hayas perdido el rumbo y no sepas regresar, mira la estrella, mira a María, y deja que

ella sea tu guía, porque ella siempre te lleva a Jesús.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Nunca pierdas la esperanza, sacerdote. Deja todo, y abraza tu cruz con la alegría de saber

que después de la noche hay un nuevo día. Pero aún, en medio de la obscuridad, y de la tempestad,

permaneces seguro dentro de la Barca.

Y recurre a la oración para llamar a tu Señor, y a la consagración al Inmaculado Corazón

de su Madre, y al rezo del Santo Rosario, para que veas la luz en medio de la obscuridad y creas.

Es Cristo que pasa, caminando sobre las aguas del mar de su misericordia, sobre el que

flota la Barca de la salvación.

Tú eres, sacerdote, quien la lleva a puerto seguro.

Tú eres, sacerdote la luz del mundo.

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____________________

ESCUCHAR Y CREER – LA ALEGRÍA DEL ENCUENTRO

DOMINGO DE LA III SEMANA DE PASCUA

Lo reconocieron al partir el pan.

Del santo Evangelio según san Lucas: 24,13-35

El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús,

situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.

Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los

ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: “¿De qué cosas

vienen hablando, tan llenos de tristeza?”

Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que

ha sucedido estos días en Jerusalén?” Él les preguntó: “¿Qué cosa?”. Ellos le respondieron: “Lo de

Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo.

Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo

crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya

tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han

desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando

que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros

compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo

vieron”.

Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo

lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así

entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó

todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.

Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le

insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró

para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y

se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se

decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos

explicaba las Escrituras!”.

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Espada de dos filos

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Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los

Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se le ha

aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían

reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú buscas el encuentro con tus discípulos para recuperarles la alegría. Por eso te

acercas y preguntas de qué hablan “tan llenos de tristeza”. Les explicas las Escrituras y logras

encender su corazón, lo cual es lo mismo que llenarlos de alegría. Ya me imagino el entusiasmo de

aquellos dos discípulos cuando te invitaron a quedarte con ellos. Seguramente brillaba en su rostro la

alegría que sólo tú puedes dar. Ellos seguían sin verte con los ojos, pero te “vieron” con los oídos,

porque tú eres la Palabra, y sabemos que ella tiene la fuerza suficiente para penetrar el corazón,

como una espada de dos filos. Muy probablemente la conversación en la mesa continuó con lo que

dijeron los profetas, y les explicabas, a propósito de la cena, la historia del cordero pascual. Se les

abrieron los ojos cuando se dieron cuenta de que con tu sacrificio en la Cruz se hacía realidad aquella

figura del sacrificio del cordero, con cuya sangre tu pueblo había sido liberado de la esclavitud.

Entendieron al partir el pan. Jesús, ¿cómo debe ser mi disposición para reconocerte siempre al partir

el pan, y mantener la alegría del encuentro contigo? Virgen santa, Causa de nuestra alegría, no

permitas que me aparte de tu Hijo.

+++

«Sacerdotes míos: algunos de ustedes caminan ciegos, como en el camino a Emaús. Yo

camino con ustedes, pero no me quieren ver, no creen en mí, y si no creen en mí, no creen en el

que me ha enviado.

Ustedes caminan, hablan y se ocupan, discutiendo sus ideas y sus pensamientos con

palabras de los hombres. Yo les hablo, no con palabras de los hombres, sino con la Palabra de

Dios. Pero, aunque les atrae mi sabiduría, están ciegos y no ven, están sordos y no escuchan.

Aun así, si me invitan, yo me quedo con ustedes y compartimos la misma mesa. Yo tomo el pan

y lo parto, para que se abran sus ojos y me vean, y sus oídos y me escuchen.

Permanezcan en mi encuentro, cumpliendo mis mandamientos, permaneciendo en mí,

como yo permanezco en ustedes; con sus manos juntas, orando; con sus ojos abiertos, viendo;

con sus oídos atentos, escuchando; con su disposición, trabajando; con su corazón expuesto,

amando a Dios por sobre todas las cosas, sirviendo a la Iglesia, amando a mi pueblo; y por ese

amor, entregando todo lo que yo les doy, para que los que están perdidos, encuentren el

camino, para que los que están desorientados, reconozcan el camino y caminen conmigo, para

que los que caminan conmigo permanezcan en el Camino, en un encuentro constante conmigo.

Pero no todos mis discípulos se quedan conmigo.

Al principio yo los llamo y escuchan mi voz, dejan todo, toman su cruz y me siguen.

Yo los unjo y los bendigo, los ordeno sacerdotes, y no los llamo siervos, los llamo amigos.

Y caminan con gran entusiasmo, porque sus corazones han recibido al Espíritu Santo, y

son encendidos en el fuego del amor que ha sido derramado, y que es el amor del Padre y del

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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amor del Hijo, y con esa efusión son enviados a llevar el amor al mundo, proclamando la

Palabra, transmitiendo la fe, obrando con misericordia, llevando esperanza y paz.

Y en donde no los escuchan, se sacuden los pies en señal de protesta, y continúan en el

camino, llevando la paz a otra parte. Y siguen caminando, sirviendo, trabajando, entregando

su vida.

Pero se cansan, porque quieren hacerlo todo con sus propias fuerzas, y se debilitan,

porque no se alimentan, y se entristecen, porque pierden la esperanza, los distraen las

tentaciones y pierden la fe, los dominan las pasiones y pierden el amor.

Entonces los corrompe el mundo, y dejan de caminar, se resignan a permanecer en un

solo lugar, y se apaga la flama, y se entibia el alma.

No se dan cuenta de que no están solos: yo voy a su encuentro, y camino con cada uno,

como con mis discípulos en el camino de Emaús.

Pero no me reconocen, porque su mirada esta cegada por su orgullo; y no me escuchan,

porque sus oídos no están atentos, están cerrados a mi voz por su soberbia; y hablan mi

Palabra, pero no la escuchan; y alimentan al pueblo con mi Palabra y con mi cuerpo y mi

sangre, pero ellos tienen hambre y tienen sed, porque no creen en mí, porque se han

acostumbrado a trabajar para Dios, sin mí, a servir a los hombres, sin mí, a obrar en el mundo

sin mí, a mantener sus mentes y sus cuerpos ocupados, viviendo en el mundo y no viviendo en

mí.

Yo te envío a ti, mi amigo, como luz en el camino, dando testimonio de mi amor, para

que otros reaviven su fe, para que sigan caminando con perseverancia, en la esperanza del

encuentro conmigo, y abran sus ojos y sus oídos, para que en ese encuentro me reconozcan, y

se den cuenta que no caminan solos, caminan conmigo, y sean fortalecidos con el Espíritu, para

que sean luz y lleven la salvación a todos los rincones del mundo.

El encuentro conmigo es a través de la misericordia: un encuentro a través de la

formación constante por medio de la Palabra, que es alimento, que está viva, que es inquieta,

que infunde vida, que mantiene encendidos los corazones, para que permanezcan dispuestos a

recibir al Espíritu Santo, para que obre en cada uno, y a recibir la misericordia para que vivan

en la alegría, que alcanza la plenitud, en un continuo encuentro conmigo.

El que camina conmigo y me reconoce, ese me ha conocido. El que me conoce, conoce

también a mi Padre. El que permanece en mí, permanece también en mi Padre.

Amigo mío, camina conmigo, y pide en mi nombre todo lo que necesitas, porque yo

estoy en el Padre y el Padre está en mí, y todo lo que pidas en mi nombre yo lo haré, para que

el Padre sea glorificado en el Hijo.

Yo nunca te abandono, siempre estoy contigo, hasta el fin del mundo, porque te amo».

+++

PARA MEDITAR – LA ALEGRÍA DEL ENCUENTRO

«¿De qué venían hablando entre ustedes por el camino?»

Eso preguntó Jesús a sus discípulos, porque estaban llenos de tristeza. Él salió a su

encuentro para alegrarlos, pero ellos no lo reconocieron.

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Espada de dos filos

73

Y tú, sacerdote, ¿qué le dirías a tu Señor si lo vieras en el camino?, ¿lo reconocerías?, ¿le

hablarías con alegría?, ¿o tus ojos tampoco puede verlo, porque están cerrados con las lagañas de la

tristeza?

Abre tus ojos del alma, sacerdote, para que lo veas, y dispón tu corazón en la oración para

que lo sientas, porque cuando tu Señor te llama enciende el fuego de tu corazón y arde en llamas.

Camina, sacerdote, con alegría, porque tu Señor está vivo, y sale a tu encuentro todos los

días de tu vida.

Permanece atento para que puedas verlo. Él está presente en todo lugar y en todo momento.

Tu Señor es Dios omnipotente, omnipresente y omnisciente. Ámalo con todo tu corazón,

con toda tu alma y con toda tu mente. Y déjate amar por Él, gozándote de su presencia, cargando

tu cruz de cada día con alegría, que te recuerda que Él te ha amado primero.

Alégrate, sacerdote, y camina en la seguridad y en la confianza de que tú le has entregado

tu voluntad a aquél que es rico en misericordia y bondad, y que tanto te ha amado, que ha enviado a

su único Hijo a buscarte, porque estabas perdido, pero Él ha dado su vida para encontrarte.

Tú eres, sacerdote, la alegría de tu Señor.

Dispón tu corazón, sacerdote, a escuchar la palabra de Dios para que penetre hasta lo más

profundo de tu corazón, para que te encuentre si te sientes perdido, para que te sane si estás

enfermo, para que te despierte si estás dormido, para que te alimente y sacie tu hambre, para que

bebas del agua viva del manantial de la vida y sacie tu sed, para que te corrija cuando te equivocas,

y te aconseje cuando lo necesites, para que te acompañe cuando te sientas solo, y alegre tu alma

cuando te sientas triste.

No camines solo, sacerdote, acompaña a tu Señor siguiendo sus huellas, porque Él es el

camino que conduce a la salvación, y te ha llamado para que tú seas camino con Él, para que

otros te sigan y tú los lleves a Él.

Tu Señor es la luz que disipa las tinieblas y abre los ojos del alma, para que lo puedas ver, y

Él te ha llamado para que tú seas luz para el mundo con Él.

Tu Señor es la vida, y la esperanza está en Él, y Él te ha llamado para que tú lleves la vida al

mundo con Él.

Tu Señor es la verdad. Cree, sacerdote, en Él. Él te llamado y se te ha revelado para que

lleves la verdad al mundo y crean en Él.

Tu Señor camina contigo, sacerdote, para que lleves su paz a todos los rincones del mundo.

Tu Señor está a la puerta y llama. Invítalo a entrar, para que cenes con Él y Él contigo,

para que se abran tus ojos y lo reconozcas al partir el pan, y arda tu corazón mientras predicas su

palabra, encendiendo los corazones de los hombres con la llama viva del amor de tu Señor que sale a

su encuentro en el camino, para que lo vean a través de tus ojos, y lo escuchen a través de tus

palabras.

Anuncia al mundo la Buena Nueva, sacerdote, predicando la palabra de tu Señor con

alegría, para que crean que Cristo que ha muerto en la cruz, ha resucitado y está vivo, que es el Hijo

de Dios y los ama, y tú das testimonio de todos esto, porque lo conoces.

Él camina contigo.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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____________________

MANIFESTAR EL AMOR - TRABAJAR PARA DIOS

FIESTA DE SAN JOSÉ OBRERO

¿No es éste el hijo del carpintero?

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 54-58

En aquel tiempo, Jesús llegó a su tierra y se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal

forma, que todos estaban asombrados y se preguntaban: “¿De dónde ha sacado éste esa sabiduría y

esos poderes milagrosos? ¿Acaso no es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre y no

son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Qué no viven entre nosotros todas sus hermanas?

¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?” Y se negaban a creer en él. Entonces, Jesús les dijo:

“Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa”. Y no hizo muchos milagros ahí

por la incredulidad de ellos.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: me alegra mucho que la Iglesia dedique un día a celebrar a san José Obrero. Es

un patrono natural del mundo del trabajo. Tuvo una misión muy especial, que incluía enseñarte a

trabajar a ti, que eres el Creador del universo. Tú tenías que aprender un oficio, y ganarte el pan con

el sudor de tu frente. Tú que diste de comer y de beber a tantos con tu poder divino, no quisiste

utilizar ese poder para resolver tus necesidades diarias, sino que quisiste ennoblecer el trabajo

humano con tu ejemplo, recordándonos que el hombre fue creado “ut operaretur”, para trabajar.

Quiero mirar a San José también como modelo de trabajo sacerdotal. Yo soy también custodio de tu

Sagrada Familia, la Iglesia. Y pienso en el Santo Patriarca como alguien que estuvo todo el tiempo

dando su vida, con mucho amor, para colaborar contigo en la obra redentora. Todo le parecía poco

para ayudarte a que estuvieras bien preparado para cuando llegara tu hora. Y para eso, le diste una

buena carga de amor, porque el amor todo lo puede. Jesús, yo necesito también ser un enamorado

para cumplir muy bien con mi misión, y sentirme responsable de conducir al cielo a todas las

familias que me has encomendado. ¿Cómo quieres que sea mi amor, para que mi entrega sea

completa? Madre mía, ayúdame a saber aprender y transmitir a los demás el modelo de la Sagrada

Familia.

+++

«Sacerdote mío: te amo.

Contempla mi rostro y contempla el rostro de mi Madre, y mira que el Hijo es tal cual

es la Madre: igual en facciones, gestos, color, pureza, que refleja la alegría, el gozo, la paz, la

gloria, el amor.

El amor es inquieto, permanece en constante movimiento, en donación y en recepción

recíproca.

El amor no es egoísta, es don.

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Espada de dos filos

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El amor mueve todas las cosas, no se acobarda.

El amor no es resignado, es paciente.

El amor es amable, busca el bien del otro, sin esperar nada a cambio.

El amor no es envidioso, se alegra por el bien del otro.

El amor no es presuntuoso, es humilde, no se engríe, es respetuoso, es desinteresado, no

se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra con la injusticia, se alegra con la verdad.

El amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

El amor no tiene fin.

Yo soy el amor.

El que me ama me obedece, y cumple mis mandamientos, y vive en mí como yo vivo en

él.

El que me ama es amado de mi Padre, y yo le amo y me manifiesto en él. Mi Padre lo

ama y hacemos morada en él.

Y este amor se manifiesta en la caridad del que ama, que manifiesta el amor, al desear y

hacer el bien para el otro, sin egoísmo, sin esperar nada a cambio, con el único fin del bienestar

del otro, y esto beneficia al que ama, porque amar hace bien, enriquece el alma, fortalece el

espíritu, anima, vivifica.

A través de la caridad, que es mi amor compartido, yo les doy mi paz, que no es la paz

que les da el mundo, porque mi paz no es la del mundo, es la paz que da el cumplimiento de la

voluntad divina, en el amor que se derrama en los corazones por el Espíritu Santo que se les ha

dado, y por quien ustedes son unidos al Hijo y al Padre, en el amor que procede del Padre y del

Hijo, por efusión del Espíritu Santo.

Este es el amor que yo quiero hacerles llegar, por mi misericordia, a través de mi

Madre, para que cumplan el mandamiento que les he dado: que se amen los unos a los otros

como yo los he amado. Entonces será la paz con el mundo entero.

Pero algunos de mis amigos, no están cumpliendo mi mandamiento. Yo no vine al

mundo a buscar a justos, sino a pecadores. A los justos los he llamado a servir, y no los he

llamado siervos, los he llamado amigos, si hacen lo que yo les mando. Y si a los que he llamado

amigos y son justos, se vuelven pecadores, ¿cómo voy a llamarlos? Y si entre mis amigos hay

pecadores, entonces pagan justos por pecadores, cuando ya les ha sido traída por mi pasión y

muerte la única y verdadera justificación.

Yo los llamo a la conversión, al arrepentimiento y a la reconciliación, para llamarlos

amigos. Pero entre mis corderos hay algunos que no son de mi redil. Son lobos disfrazados de

ovejas, y los engañan y los dispersan. Y no hay quien apaciente a mis corderos.

Pero yo les digo: no están solos. Yo he vencido al mundo. Y a mí no me ven, porque

estoy sentado a la derecha de mi Padre, compartiendo su gloria, pero el Espíritu Santo es

enviado a consolar a los hombres en mi nombre, desde la gloria de Dios Padre, que recibe a

Dios Hijo hecho hombre, para enseñarles todas las cosas y recordarles todo lo que les he dicho.

Amigo mío: guarda mi mandamiento y permanece en mi amor, amando a Dios por

sobre todas las cosas y a tu prójimo como te amo yo.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

76

Yo te pido que, como muestra de tu amor, si me amas, apacientes a mis corderos. Esto lo

haré yo mismo, a través de tu total disposición, para ser cordero y ser pastor, como yo, para

conducir a mis corderos hacia verdes praderas y fuentes tranquilas, para reparar sus fuerzas,

para guiarlos en el camino justo, por el honor de mi nombre, para que, aunque caminen por

cañadas obscuras nada teman, porque yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del

mundo, para prepararles un banquete enfrente de sus enemigos, ungir sus cabezas con

perfume y rebosar sus copas.

Mi amor te acompaña para que cumplas tu misión, y reúnas a mis ovejas en un solo

rebaño y con un solo Pastor, y las conduzcas a la casa de mi Padre, para que habiten conmigo

eternamente.

Yo te doy la compañía de mi Madre, para que ella, que es Madre de amor y de

Misericordia, te haga llegar su auxilio.

Yo soy Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, Pastor de los pastores, Hijo único de Dios

todopoderoso.

Yo les hablo a mis pastores y les digo: que amen a mi Padre Dios por sobre todas las

cosas, y que se amen los unos a los otros como yo los he amado, hasta el extremo.

Que se nieguen a sí mismos y que me sigan.

Que vengan a mí cuando estén cansados, que yo los aliviaré y les daré fuerza.

Que se dejen amar por mí, para que reciban mi amor, para que amen con mi amor.

Que en su trabajo y en su servicio los bendigo, pero en la oración me entrego yo.

Que estén dispuestos a recibirme, y que me amen con el amor de mi Madre, amor

incansable e inagotable, porque el descanso de una madre es la entrega de ese amor al hijo, que

el hijo recibe y regresa, y que se funde en el ciclo del amor que es infinito, porque una madre

ama con amor divino, ama con mi amor.

Que se consagren a mi Sagrado Corazón y al Inmaculado Corazón de mi Madre, que

participen en esta unión que es el amor infinito, por el que quiero unirlos a mí por medio de

esta unión de corazones, que promuevan y extiendan este deseo mío en cada persona, en las

familias y en sus trabajos.

Que San José, mi padre, te bendiga y te proteja, y María, mi Madre, te conduzca hasta

mí, y que seas parte en el amor de la Sagrada Familia, que es la Trinidad Santa.

Yo bendigo tu trabajo. Yo te daré lo que necesitas, porque te amo más que a las aves del

cielo. Confía en mí, que el que tanto te pide te dará los medios.

Que en tu mente no haya preocupación alguna, ni en tu corazón angustia, que yo te

lleno de amor y te desbordo, para que no quepa en tu mente ni en tu corazón nada más que yo,

para que entregues todo lo que te doy, para que me ames con mi amor, para que mi

misericordia llegue hasta cada uno».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: por la justicia de mi Hijo les es enviada su paz y su

misericordia a través de mi corazón de Madre, a ustedes que son sus pastores, sus corderos, sus

amigos, sus sacerdotes, que por la injusticia del mundo son perseguidos, calumniados,

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Espada de dos filos

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incomprendidos, insultados y atacados por su causa, para que sean instrumentos de amor y de

misericordia para el mundo.

Mi Hijo los ama, por eso quiere corregirlos, por eso quiere llamar su atención, por eso

quiere abrir sus corazones, para que, con la efusión del Espíritu Santo, se santifiquen en el

amor, y por esa efusión infunda en ustedes la alegría, la misericordia y el amor. Es para esto

que les da mi compañía, para que lo reciban y sea esta entrega, en donación recíproca, un

descanso para su corazón, que los busca, los encuentra, los sana, los anima, los fortalece, los

configura, los acompaña.

Contemplen el amor de Dios a través de la Sagrada Familia, que manifiesta el amor del

Padre y del Hijo entre los hombres, uniéndolos en el Espíritu.

Sagrada Familia que es modelo de unión trinitaria del amor de Dios con los hombres,

por medio de la cual el Espíritu Santo infunde la vida.

Modelo de toda familia, que es expresión de la efusión del amor de Dios Padre y Dios

Hijo, que se manifiesta en Dios Espíritu Santo, para hacerse hombre y permanecer entre los

hombres.

Ustedes, mis hijos sacerdotes, son el conducto de esta efusión, para la creación de la

gran obra de Dios: la familia.

Y por esta unión, el sacerdote se hace parte de esta maravillosa obra, en la que el centro

es Cristo, a quien representa. Por eso sin sacerdote no hay familia.

Dispónganse a recibir y a compartir el amor que ya ha sido derramado en sus

corazones, para que el Espíritu Santo aumente su fe, y los mueva el amor, para que cumplan

con su misión llevando por la gracia, la unidad y la paz, a cada familia, por medio de una

nueva evangelización, que apegada a la doctrina y al Magisterio de la Santa Iglesia, los

conduzca a la salvación redentora que les ha sido ganada por el sacrificio único y eterno de

Cristo, en quien son todos reunidos en una sola familia, por un mismo espíritu, que los hace

partícipes de la gloria trinitaria de Dios.

Acudan a San José, para pedirle su especial protección en sus empresas, en sus trabajos,

en sus deberes ordinarios, ofreciendo todo por amor a Dios.

Contemplen en mí a la mujer sencilla y servidora en su hogar, trabajadora, protectora,

proveedora de dulzura, ternura y amor maternal. Que transforma los bienes recibidos en

servicio a los demás. Que en silencio escucha y con paciencia espera. Que acompaña y consuela,

que intercede y consigue, que ama y permite ser amada, que abraza, que acoge, que sirve.

Contemplen en San José al padre protector y proveedor, trabajando y enseñando a su

hijo a dar gloria a Dios por medio de su esfuerzo, dedicación y entrega para beneficio de otros,

con pureza de intención, con alegría, convirtiendo el trabajo en oración.

Contemplen en Jesús al Hijo de Dios, que Él mismo ha enviado para que todo el que

crea tenga vida eterna en Él».

+++

PARA MEDITAR – TRABAJAR PARA DIOS

«No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida

eterna y que les dará el Hijo del Hombre».

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Eso dice Jesús.

Y te envía a ti, sacerdote, a trabajar como obrero en su mies, y a ganarte el pan de cada día

con el sudor de tu frente, a través de tu trabajo y tu esfuerzo diario, en el ministerio que Él mismo

te ha encomendado.

Y tú, sacerdote, ¿trabajas o te ocupas?, ¿para quién trabajas?, ¿tienes tranquila tu

conciencia porque cumples con tu deber, o no haces lo que debes y eso te preocupa?

¿Cuál es la intención de tu corazón y de tus obras: ganar el pan bajado del cielo, o sólo

percibir un buen sueldo?, ¿en dónde estás acumulando tus tesoros, sacerdote?

Has conciencia de todo lo que haces en el día, y cuestiona tu razón: ¿estás prestando un

servicio, o estás sirviendo a Dios?, ¿persigues un sueño ambicioso y terreno, o entregas tu vida a

tu Señor y a la construcción de su Reino?

¿Para quién trabajas, sacerdote?, ¿quién es tu amo y tu Señor?, ¿a quién reconoces como

tu Rey?, ¿le rindes pleitesía o sólo haces reverencias de cortesía?,

¿Tienes hambre, sacerdote?, ¿reconoces en tu Señor al verdadero alimento que te da la

vida, y que es Eucaristía?

Busca primero el Reino de Dios y su justicia, sacerdote, y todo lo demás se te dará por

añadidura.

No esperes la compasión del mundo, antes bien, trabaja por la pazalimentando al pueblo

de tu Señor con el verdadero alimento, que es su Sangre y es su Cuerpo, y es la palabra viva,

verdadera comida yverdadera bebida de salvación.

Tú eres, sacerdote, un siervo de Dios. Tu trabajo no es para este mundo, porque tú no eres de

este mundo. Tu trabajo es un ministerio divino para llevar a las almas a Dios, por tanto, sacerdote,

tu recompensa es muy grande: el ciento por uno en esta vida y la vida eterna.

Trabaja, sacerdote, con alegría en la viña del Señor. Pero examina tus obras de cada día al

ponerse el sol, y confiesa con honestidad: ¿entregaste a tu Señor tu voluntad y serviste, o solo

cumpliste?, ¿trabajaste para conseguir los bienes terrenos para complacer tu cuerpo, tu orgullo, tu

egoísmo y tu voluntad, o serviste a tu Señor esperando que te alimente con su pan para saciar tu

alma de sus dones y su paz?

Esfuérzate cada día, sacerdote, en construir tu cruz, y abrázala abandonado en la confianza

de que, a través de ella, ganas muchas almas para conducirlas a Jesús. Pero, ten cuidado de ir tú

primero, porque, ¿de qué te sirve, sacerdote, ganar el mundo entero, si no te salvas a ti mismo?

Encomiéndate, sacerdote, a tu Padre San José, porque el camino no es fácil. Acude a él, a

su protección y a su guía, a su intercesión cada día, porque él ha caminado en el mundo, como tú, y

ha ganado el pan bajado del cielo con su trabajo, con su esfuerzo y con su fe, y ha sido bendecido

con los dones y la gracia del Espíritu Santo, para mantener la virtud que lo hizo santo.

Permanece bajo su custodia, y pídele que bendiga tu labor, encendiendo de celo apostólico

tu corazón, para que cumplas con fervor el ministerio particular que te ha encomendado tu

Señor, y con el que te asegura alcanzar la santidad entregándote a Él con toda tu voluntad,

alcanzando la grandeza construyendo su Reino con ladrillos pequeños, pero con mucho amor.

Ora y labora, sacerdote, y que sea la recompensa de tus obras que el mundo crea en tu

Señor, y en que Él les dará el alimento que dura para la vida eterna.

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Espada de dos filos

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ADORAR CONTINUAMENTE – CREER PRIMERO

MARTES DE LA II SEMANA DE PASCUA

No fue Moisés, sino mi Padre, quien les da el verdadero pan del cielo.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 6, 30-35

En aquel tiempo, la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué señal vas a realizar tú, para que la

veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto,

como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”.

Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre

quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida

al mundo”.

Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de

la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: nunca terminaremos suficientemente de considerar la maravillosa realidad de tu

presencia viva en la Sagrada Eucaristía. Es demasiado grande ese misterio de fe y de amor, y tú has

querido que nosotros, los sacerdotes, seamos los administradores del sacramento de tu Cuerpo y de

tu Sangre, pan vivo que da vida al hombre. Nos damos cuenta de que se necesita mucha fe para creer

en la transubstanciación que se realiza cuando pronunciamos las palabras de la consagración en la

Santa Misa. Esa fe nos la das tú mismo, pero debemos comunicarla a los que asisten a nuestras

celebraciones. Me doy cuenta de la responsabilidad que tengo con los fieles de transmitir mi propia

fe. Ellos nos ven cuando celebramos, y sería una pena que lo hiciéramos de una manera rutinaria,

porque demostraría muy poca o nada de fe en tu presencia real. Aquellos Magos de oriente cuando

llegaron a Belén (la “casa del pan”), postrándose, te adoraron. Jesús, ¿cómo puedo ser más

consciente de que adorarte en la Eucaristía es la máxima expresión de amor por ti? Madre mía, mujer

eucarística, ayúdame a manifestar y contagiar mi fe adorando a tu Hijo cuando se hace presente en el

altar, con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma, con su Divinidad.

+++

«Sacerdotes míos: les mostraré las delicias de mi corazón.

Las delicias de mi corazón son ustedes, porque con su fe, su esperanza y sus obras de

amor reparan mi corazón de los daños causados por los que no creen en mí, y no esperan en

mí, y no me aman, y no me adoran.

Las delicias de mi corazón son todos los que me adoran en la Eucaristía, que es la

máxima expresión del amor de los hombres a Dios, porque es así como profesan su fe,

demostrando que creen en mí, en mi presencia viva, real y verdadera, en cuerpo y en sangre,

en hostia viva.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Es así como manifiestan su amor y su deseo de vivir en mí, como yo vivo en ustedes, y de

cumplir la voluntad de mi Padre, que es que todo el que me vea y crea en mí, tenga vida eterna,

y yo lo resucite en el último día.

Todo el que me adora no se avergüenza de mí, sino que da testimonio de la verdad.

Todo el que me adora reconoce que yo soy el Hijo de Dios, el Cordero de Dios que quita

los pecados del mundo, que fui concebido por el Espíritu Santo, y encarnado en vientre de

mujer para hacerme hombre, que habité entre los hombres, que partí el pan y se lo di a mis

amigos, y compartí con ellos el vino de mi copa haciéndome Eucaristía, para que ustedes hagan

lo mismo, como memorial de mi muerte, para la salvación de los hombres.

Todo el que me adora reconoce mi omnipotencia y mi omnipresencia, me reconoce

creador del universo.

Reconoce que soy el Hijo único de Dios, y que junto con el Padre y el Espíritu Santo

somos en Trinidad un solo Dios verdadero.

Que fui juzgado y condenado injustamente por los hombres a muerte, y a una muerte de

cruz.

Que me hice pecado para ser crucificado y muerto, para destruir el pecado.

Que fui sepultado, y descendí a los infiernos, y que resucité de entre los muertos,

destruyendo la muerte, dándoles vida en heredad, haciéndolos hijos de Dios.

Que estoy sentado a la derecha de mi Padre, y que soy pan bajado del cielo en manos de

mis amigos, mis sacerdotes, uniendo el cielo y la tierra en cada Eucaristía, entregándome en un

mismo y eterno sacrificio en cada consagración, uniéndome al fruto del trabajo de los hombres,

que es pan y es vino, que se convierte en mi cuerpo y en mi sangre, carne y sangre del mismo

corazón que fue abierto en la cruz y que, como fuente de vida, derramó el amor en

misericordia para el mundo entero.

Que la Eucaristía es la misericordia de Dios derramada al corazón de cada hombre,

porque alimenta, sacia, une, viste de pureza, sana, perdona, redime, santifica, salva, repara,

consuela, ama, acoge, abraza.

Que hay una sola Iglesia y una misma fe, en la que participan en comunión todos los

santos.

Que hay un solo bautismo que perdona los pecados, para que el que crea en mí, yo lo

resucite en el último día, para la vida eterna.

La adoración continua expresa el amor de los hombres a Dios, obrando con fe y con

amor. Porque las obras sin fe y sin amor están vacías, no tienen mérito para su santificación.

Que las obras que ustedes realicen sean con fe y con amor, porque esas son las obras de

Dios, con las que me sirven, cumpliendo mis mandamientos, amando a Dios por sobre todas las

cosas, y al prójimo como a ustedes mismos, procurando mi bien y el de los demás, entregándose

totalmente a mí, sin egoísmo, que es así como yo los glorifico en mi Padre.

Los adoradores son mi delicia porque reparan mi corazón.

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Espada de dos filos

81

Me adoran en cada acto de amor, en cada comunión, en cada oración, en cada

sacramento, en cada sacrificio, en cada palabra que sale de su boca, porque la boca habla de lo

que hay en el corazón.

Me adoran obrando con misericordia cuando tengo hambre y me dan de comer, cuando

tengo sed y me dan de beber, cuando visten y visitan al preso y al enfermo, cuando enseñan y

corrigen, cuando sufren con paciencia los defectos de los demás, cuando perdonan, cuando

consuelan, cuando aconsejan, cuando acogen al desamparado, cuando oran por los vivos y los

muertos, cuando dan santa sepultura a los muertos en la esperanza de mi Resurrección. Es así

como me adoran, porque todo lo que hacen a uno de mis pequeños, a mí me lo hacen.

Adórenme constantemente, y enseñen a otros a hacer lo mismo.

Adórenme predicando mi Palabra, y profesando su fe, para que otros crean en mí, y en

mi presencia viva entre sus manos, porque todo lo que está escrito en el Evangelio será

cumplido hasta la última letra.

Obedezcan, y sean ejemplo de fe, adorando constantemente mi cuerpo y mi sangre en la

Eucaristía, y mi Padre les dará el Espíritu Santo, que da a los que le obedecen, para

fortalecerlos con sus dones y gracias, para que resistan a las tentaciones y sean santificados en

el amor para la vida eterna.

Las delicias de mi corazón son las manos que derraman agua bendita sobre la cabeza de

un bebé, y las manos que entregan mi cuerpo y mi sangre a la inocencia de un niño, y las

manos que confirman en la fe, y las manos que unen en matrimonio y construyen familias, y las

manos que ungen enfermos, y las manos que bendicen al pueblo santo de Dios, y las manos que

ungen hombres y reciben sacerdotes. Son manos ungidas y benditas que oran y obedecen, que

trabajaban y sirven, que obran con amor, que adoran y sostienen mi cuerpo y mi sangre en la

Eucaristía, mientras lo elevan proclamando su fe, su esperanza y su amor».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: acompáñenme en medio del mundo, en medio de la

persecución, en medio de la guerra, en medio de la calamidad, en medio de la inmundicia y la

incertidumbre, en medio de las miserias e idolatrías, en medio de las tentaciones y las

tribulaciones, en medio de la ignominia y la perversidad del mundo, en medio de los horrores y

los demonios, en medio de la angustia y el temor, en medio de las tristezas y las calumnias, en

medio de la soledad y la cruz, y adoremos a mi Hijo en el cielo, en la tierra y en todo lugar.

Adoremos su cuerpo y su sangre que salva y da vida.

Adoremos la Palabra encarnada en mi seno.

Adoremos el fruto de mi vientre.

Adoremos a Cristo en la Cruz.

Adoremos a Jesús resucitado.

Adoremos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Adoremos la Eucaristía.

Yo les daré mi gracia, yo les daré mi fe, yo les daré mi esperanza, yo les daré mi paz,

mientras en esa adoración reciben al Espíritu Santo, que es la máxima expresión del amor

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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entre Dios Padre y Dios Hijo, que se derrama por el Espíritu a los corazones de los hombres

que lo obedecen, porque tienen fe, porque creen en el amor que es Cristo resucitado y vivo, en

cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad, en Eucaristía».

+++

PARA MEDITAR – CREER PRIMERO

«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no

tendrá sed».

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿permaneces en Él?, ¿crees en Él?, ¿y crees en que tú eres el mismo Cristo,

el mismo pan vivo, que sacias el hambre y la sed del que por ti va a Él y por ti cree en Él?

Cree, sacerdote, porque tu Señor te ha dado el don, la gracia y la voluntad para creer.

Acude, sacerdote, a tu Señor, porque Él te ha dado el poder para bajar el pan vivo del cielo,

para que estés con Él, en presencia viva, en cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad, en

Eucaristía.

Cree, sacerdote, tú eres con Él ese mismo pan.

Entrégate, sacerdote, con toda tu voluntad, en el mismo y único sacrificio en el altar,

cuando pronuncias las palabras y demuestras al mundo tu fe con tus obras, cuando arde tu corazón en

el encuentro con tu Señor, y se hacen uno, y parece pan, pero ya no es pan, y parece vino, pero ya

no es vino. Eres tú, sacerdote. Es Cristo. Un solo cuerpo y un mismo espíritu.

Cree, sacerdote, porque el pueblo te está viendo, y le gusta tu entrega, y le gusta tu devoción,

y le gusta tu fe, y le gusta la perfección con la que realizas los ritos de la celebración, y contagias tu

fe, y fortaleces su fe, cuando ellos ven por tus actos, que tú verdaderamente crees.

Tú no te ves, sacerdote, pero el pueblo sí te ve. Y el pueblo tiene fe, y es a Cristo en el altar

a quien ve.

Adora, sacerdote, a Dios Padre, unido a Dios Hijo, iluminado por el Espíritu Santo,

ofreciéndote y uniendo a su pueblo con tu Señor en una sola ofrenda, mientras el cielo está

abierto y el Padre te escucha y recibe, y derrama su gracia.

Cree, sacerdote, porque eso es lo que pasa en la Santa Misa, en el memorial de la muerte y

la resurrección de tu Señor, que celebras no en el tiempo de los hombres, sino en la eternidad de

Dios, y te haces parte, y reúnes al pueblo santo en un solo rebaño y con un solo Pastor.

Cree, sacerdote, que el cielo se abre, y los ángeles y los santos ven bajar a tu Señor, que es

el pan vivo bajado del cielo, y en ti, sacerdote, se hace patente su resurrección.

Cree, sacerdote, y no decepciones al pueblo de Dios que ha concurrido, y está reunido en

torno a ti, porque tienen hambre, porque tienen sed, y tú tienes el poder en tus manos para

calmar su hambre, para saciar su sed.

Pero no eres tú, sino Dios Padre, quien les da el verdadero pan del cielo.

Tu Señor te ha llamado, y te ha enviado al mundo para que crean en Él, pero tú, sacerdote,

debes creer primero.

Cree, sacerdote, y deja que te vean, y que vean tus obras, para que ellos también crean.

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Espada de dos filos

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Dales de comer y dales de beber. Sacia su hambre y su sed. Entonces ellos dirán:

“sacerdote, danos siempre de ese pan”.

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____________________

ABRAZAR LA CRUZ CON ALEGRÍA – EL SIGNO DE LA CRUZ

FIESTA DE LA SANTA CRUZ (3 de mayo)

El Hijo del hombre tiene que ser levantado.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 3, 13-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre,

que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que

ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en

él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo,

sino para que el mundo se salvara por él”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú advertiste que si alguien quería ser tu discípulo debía tomar su cruz y

seguirte. Cuando decías eso resultaba difícil entender su significado, porque la cruz era el suplicio

para los delincuentes, para los que habían obrado mal. Y tú estabas poniendo una condición para ir

en pos de ti, que eres el camino, la verdad y la vida. No se imaginaban que tú ibas a morir en la cruz,

y que a eso habías venido al mundo. Hubo que explicar ese designio divino en base a las Escrituras,

que lo habían anunciado. Hasta Pentecostés se habrá comprendido mejor el plan de Dios. Ahora

nosotros conocemos, por la doctrina de la Iglesia, cuál fue el plan de salvación. Y por eso podemos

exaltar tu cruz y unir nuestros padecimientos a los tuyos, porque sabemos que tu sacrificio es el

único agradable al Padre. La liturgia del Viernes Santo incluye la Adoración de la Cruz, la cual nos

permite con un gesto de amor agradecer tu entrega y tu amor hasta el extremo. Jesús, ¿qué debo

hacer para amar verdaderamente la cruz, para abrazarla y adorarla con mi vida? Madre mía, tú eres el

mejor ejemplo de alguien que supo amar la cruz y permanecer firme junto a ella; haz que tu amor me

ate también a la cruz de tu Hijo.

+++

«Sacerdote mío: contempla mi cruz, adora mi cruz, abraza mi cruz, que es cruz de

alegría, cruz de perdón, cruz de redención, cruz de salvación, cruz de fe, cruz de esperanza,

cruz de amor, cruz de virtud, cruz de santidad, cruz de resurrección, cruz de vida, cruz de

filiación divina, cruz de eterna gloria.

Contémplame a mí, en esa cruz, con los brazos extendidos y los pies juntos, con la

cabeza coronada con espinas, con el rostro desfigurado, con el cuerpo flagelado, con la carne

inmolada, llena de heridas, cubierto de mi preciosa sangre, derramada hasta la última gota,

entregado a los hombres totalmente en cuerpo y en sangre, en vida, en muerte, entregando el

espíritu al Padre, por amor, para recuperar la vida.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Amigo mío, voy al Padre. Yo soy el camino: sígueme.

Ir al Padre es renunciar a ti mismo, para vivir en mí. Es tomar tu cruz de cada día para

unirla en la mía. Porque cruz de vida, sólo hay una: la mía.

La cruz de cada día son todos los trabajos, mortificaciones, sacrificios, acciones, obras,

quehaceres, servicios, ofrendas, responsabilidades según los dones recibidos, para cumplir la

misión que a cada uno se le ha encomendado, para unirlos en una sola cruz, la mía, para vivir

en armonía en un solo cuerpo y un mismo espíritu.

Todos los trabajos, mortificaciones, sacrificios, acciones, obras, quehaceres, servicios,

ofrendas, responsabilidades, que no se unen a mi cruz, no sirven para nada, porque el único

sacrificio agradable al Padre, es el del Hijo, que por un solo sacrificio ha abolido la esclavitud

del pecado, rompiendo las cadenas y liberando al mundo.

Porque tanto amó Dios al mundo que envió a su único hijo para que todo el que crea en

Él se salve y tenga vida eterna, a través del único y eterno sacrificio que purifica y santifica,

que abole el pecado y perfecciona toda virtud, que exalta al Cordero de Dios que quita los

pecados del mundo, y que se humilló hasta la muerte, y a una muerte de cruz, para mostrarlo

al mundo, tal cual es: hombre y Dios, y darle a conocer su nombre: Jesús, ante quien toda

rodilla se doble, para que todos lo reconozcan como el Hijo de Dios, en el cielo, en la tierra y en

todo lugar.

El camino al Padre soy yo, y la puerta a la vida eterna es de cruz.

Yo he renunciado a la gloria que tenía con mi Padre antes de que el mundo existiera,

para abrazar mi cruz, para mostrarles el camino y llevarlos conmigo de regreso a la gloria de

mi Padre.

Yo he venido por ustedes al mundo, para llevarlos conmigo al paraíso. Yo he dejado en

el mundo el camino, para llegar al cielo. Yo soy el Camino.

Yo he venido a traerles la verdad, para que renuncien a la mentira y vivan en la verdad.

Yo soy la Verdad.

Yo he venido a traerles la vida con mi muerte en la cruz, porque sin muerte no hay

resurrección y sin resurrección no hay vida. Yo soy la vida.

Y con mi muerte y mi resurrección yo hago nuevas todas las cosas.

Tú no me has elegido. Yo soy quien te ha elegido a ti, para que seas como yo, para que

lleves a las almas a la salvación que por mi cruz les ha sido dada.

Se requiere valor, pero sobre todo se requiere amor. Tú has tenido el valor y has tenido

un amor tan grande para dejarlo todo, para tomar tu cruz de cada día, que es la misión que te

he encomendado, y me has seguido.

La cruz de cada día es de alegría, porque es de vida; es de dolor, porque es de sacrificio;

es de mortificación, porque es de espinas; es de libertad, porque es redentora; es justa, porque

justifica; es pesada, porque carga con los pecados del mundo; es casta, porque es de virtud; es

santa, porque purifica y santifica; es fraterna, porque es de unidad; es de ofrenda, porque es

don; es divina, porque es la mía; es de servicio, porque es de misericordia.

El que quiera venir en pos de mí, que se humille como yo, que tome su cruz y que me

siga, y yo lo exaltaré para hacerlo como yo. Pero el discípulo no es más que su maestro, y será

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Espada de dos filos

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la cruz de cada día el estudio, el trabajo, la predicación, el ministerio, las obras de

misericordia, para alimentar, dar de beber, vestir, acoger al necesitado, sanar, visitar,

bendecir, aconsejar, enseñar, corregir, consolar, perdonar, sufrir con paciencia los defectos de

los demás, orar constantemente, llevando su cruz en la mía, con una vida de piedad.

Pero por esta entrega que los hace como yo, también serán perseguidos, calumniados,

tentados, insultados, y compartirán los mismos sentimientos que yo, y sentirán la soledad, el

abandono, la traición, la burla, la injusticia, la persecución, y deberán mantener el valor y no

tener miedo de los que matan el cuerpo porque no pueden matar el alma, sino que teman a los

que llevan el alma a la perdición y el cuerpo a la muerte.

Yo les digo que todo el que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé

por él ante mi Padre que está en el cielo, pero todo aquél que me niegue ante los hombres, yo

también lo negaré ante mi Padre que está en el cielo.

Que se declaren por mí ante los hombres adorando mi cruz, uniendo su cruz de cada día

a mi cruz, uniéndose en mi único y eterno sacrificio, exaltando mi cruz, en cuerpo, en alma, en

divinidad, en Eucaristía».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: contemplen el amor de Dios por los hombres a través del

sacrificio de su Hijo en la cruz, de su muerte y de su resurrección. Contemplen conmigo el

amor y la vida, contemplando la Eucaristía.

Permanezcan conmigo al pie de la cruz, orando, adorando, amando.

Ustedes han elegido la mejor parte, que no les será quitada.

Unan su cruz a la mía, que es la cruz de Cristo, la única cruz que salva, que santifica,

que redime, que da vida, extendiendo sus brazos como yo, para abrazar en Él a las cruces de

todos mis sacerdotes.

Para recibirlos y unirlos en esta cruz, en la carne y en la sangre del Cordero, a través

del amor y de la misericordia que se ha derramado en la cruz hasta la última gota, para

hacerse don, ofrenda, comunión, alimento, presencia viva, sacrificio, gratuidad, Sacramento:

Eucaristía.

Permanezcan en la fe, en la esperanza y en el amor, viviendo con alegría en la virtud,

exaltando la Santa Cruz con el testimonio de su fe, en esta obra de amor y de misericordia para

que sea luz y que mi auxilio llegue a todos mis hijos sacerdotes y por ellos a todo el mundo para

establecer la unidad y la paz a través de la cruz en la que permanezco unida a Él, y que me

hace camino seguro y puerta abierta del cielo.

Acompáñenme a convertir su cruz de cada día en la Cruz de la alegría de servir a

Cristo, uniéndose en un mismo sacrificio, configurándose en una misma cruz, en un mismo

cuerpo, en un mismo espíritu».

+++

PARA MEDITAR – EL SIGNO DE LA CRUZ

«El mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para los que se salvan es

fuerza de Dios».

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Eso dicen las Escrituras.

Por lo tanto, sacerdote, para ti la cruz de Jesús es una bendición.

Tú has sido enviado a predicar el Evangelio, sacerdote, pero no con palabras sabias, para

no desvirtuar la cruz de Cristo, sino con palabras de locura divina, que es más sabia que los

hombres.

Tú has sido llamado, y has sido elegido, y has sido enviado, para mostrarle al mundo el

poder de Dios, para que el mundo crea en que Jesucristo es el único Hijo de Dios, que murió en

una cruz para destruir el pecado y la muerte de los hombres, y darles la vida eterna.

Por tanto, sacerdote, tu misión es llevarle al mundo la salvación que ha ganado tu Señor

para cada uno, a través de su muerte y de su resurrección.

Tú eres, sacerdote, el que predica, el que alimenta, el que bendice, el que ata, el que desata,

el que perdona, el que libera, el que participa y el que practica la misericordia de Dios, y la

administra, el que actúa in persona Christi para hacer sus obras.

Pero nunca te gloríes, sacerdote, si no es en la cruz de tu Señor, por la que el mundo es un

crucificado para ti, y tú eres un crucificado para el mundo.

Que sea la predicación de la cruz una alegría para ti, sacerdote, la buena nueva que lleves al

mundo, mientras construyes el reino de los cielos. Porque la cruz de tu Señor no es una cruz de

muerte, sino de vida, no es una cruz de tristeza, sino de alegría, no es una cruz de dolor, sino de

amor.

La cruz es el signo con el que tú demuestras a los hombres que tanto amó Dios al mundo,

que envió a su Hijo único para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna.

La cruz es el signo con el que tú demuestras al mundo que tu Señor se hizo obediente hasta

la muerte, y una muerte de cruz.

La cruz es el signo con el que tú demuestras al mundo el poder de Dios, que ha vencido a la

muerte, porque no era posible que el creador de la vida, permaneciera sometido bajo el poder de la

muerte.

La cruz es el signo con el que tú demuestras tu amor a Dios, humillándote, como su Hijo se

humilló, entregando tu vida por la salvación de los hombres, como Él se entregó, uniendo tus

sacrificios y tus ofrendas al único y eterno sacrificio agradable a Dios.

La cruz es el signo con el que muestras al mundo que tu Señor tenía que ser levantado de la

tierra, para que todo el que crea en Él, tenga vida eterna.

Exalta la cruz, sacerdote, y adórala, porque es el signo de la unión de Dios con los

hombres, a través de la crucifixión de Jesús, que entregó su carne para la vida del mundo.

Exalta la cruz, sacerdote, que es signo de triunfo, a través de la cual el Padre atrae a todos los

hombres al Hijo, y los hace uno, para que el Hijo los lleve a Él.

Exalta la cruz, sacerdote, que es signo de la nueva alianza, por la que los hombres son

unidos a Dios en filiación divina.

Exalta la cruz de tu Señor, sacerdote, y confía en su misericordia, por la que Él te

resucitará en el último día.

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PERMANECER EN CRISTO – SABER QUIÉN ES JESÚS

FIESTA DE LOS SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, APÓSTOLES (4 de mayo)

Tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?

+ Del santo Evangelio según san Juan: 14, 6-14

En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al

Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo

conocen y lo han visto”.

Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto

tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre.

¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre

está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que

permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no

me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y

las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la

haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi

nombre”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tus Apóstoles se sentían en confianza conversando contigo en privado, y te

hacían preguntas y peticiones sobre los grandes misterios de Dios. Se comprende que Felipe quisiera

ver al Padre, y con razón decía “eso nos basta”. Se atrevían porque creían en tu divinidad. Pero el

misterio trinitario es demasiado grande, y se los explicabas con palabras que medianamente podían

entender. Ya vendría en Pentecostés el Espíritu Santo, quien les iba a guiar hacia la verdad completa.

En la Última Cena les dijiste que es el Padre, que permanece en ti, quien hace las obras. Y les pediste

a ellos que permanecieran en tu amor, que permanezcan unidos, para dar fruto. Jesús, yo también

quiero conocer al Padre, y sé que tú eres el Camino para conocerlo, por eso debo comenzar por

conocerte bien, en el Pan y en la Palabra. Me has dado todos los medios para permanecer muy unido

a ti, ayúdame a utilizar muy bien mi libertad, y a cumplir con todo lo que me pides como sacerdote.

Sé que debo ayudar a mis hermanos a permanecer también unidos a ti, porque todos formamos un

solo cuerpo. Y como siempre, el amor a la Madre es fundamental para que permanezca unida toda la

familia. ¿Cómo debe ser mi lucha para permanecer unido y dar fuerza a los demás? Madre mía,

protégeme con tu manto, y no permitas que me separe de tu Hijo.

+++

«Sacerdote mío: llénate de mi presencia viva, aquí estoy, yo soy Eucaristía.

Grandes obras se harán a través de ti, si permaneces en mí, como yo permanezco en ti.

El que permanece unido a mí, permanece unido al Padre en el Espíritu.

Cumpliendo mi Palabra es como permaneces en mí, y si permaneces en mí, permaneces

en mi Padre, porque yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Si permaneces en mí, tus obras serán las mías y aún mayores: serán las del Padre.

Mis sacerdotes son mis obras, que se enriquecen con la fe y mi misericordia, para que

sean fortalecidos en el Espíritu, para que, a través de sus ministerios realizados en virtud y

santidad, hagan grandes obras, para que, dando testimonio de mí, den ejemplo, para que

enriquezcan y fortalezcan a mi pueblo, porque por sus frutos los reconocerán.

Amigo mío, no te distraigas. Encárgate de mis cosas, que yo me encargaré de las tuyas.

Permanece en comunión conmigo a través de la Eucaristía, que es el abrazo del Padre al

que te unes a través del Hijo en el Espíritu Santo, en unión trinitaria, en la que permaneces

unido a mí, y te hago mío, para hacer mis obras por la acción del Espíritu Santo, a través de ti,

contigo y en ti, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

Permanece al pie de la cruz, humillándote para ser esclavo del Señor, pero con libertad

para servir, para que sirvas a mi Iglesia.

Dios conserva la libertad del hombre y le da voluntad, porque el amor verdadero es

libre, y en esa libertad invita, no obliga, para ser en todo como yo.

Tú has sido llamado y has sido elegido para servir a Dios, pero conservas tu libre

voluntad para amarme o para traicionarme, para seguirme o para abandonarme, para

servirme o para renunciar a mí.

Yo no te llamo siervo, te llamo amigo, si cumples mis mandamientos.

Porque el siervo no sabe lo que hace su amo, pero a ti te he dado a conocer todo lo que

he oído a mi Padre, y yo te he enviado a hacer mis obras y todavía más grandes, y a que des

fruto y ese fruto permanezca, y todo lo que pidas en mi nombre al Padre, te lo concederá.

Yo te he llamado y te he elegido para hacer llegar mi misericordia a mi pueblo, y yo te

envío a poner tu fe por obra, para que des testimonio de mi amor, predicando el Evangelio con

tu palabra, que es palabra de Dios, para que lo que creen, lo pongan por obra, porque por la

gracia mediante la fe serán salvados, pero cada quien será juzgado según sus obras.

Y los que pecaron sin ley, también morirán sin ley, pero los que pecaron bajo la ley, por

la ley serán juzgados. Los justos delante de Dios no son los que oyen la ley, sino los que la

cumplen. Al que tiene mucho, se le dará más, pero al que no tiene, hasta ese poco se le quitará.

Amigo mío, tú eres mío, tú me has entregado tu vida, pero yo conservo en ti tu libertad,

para que me ames, para que me obedezcas, para que cumplas mis mandamientos, para que

permanezcas en mí, con tu propia voluntad, unida a la mía.

Yo te doy mi gracia y confío en ti, te corrijo, te perdono y te conservo en mi amor, para

perfeccionarte, para hacerte como yo. Tanto así te amo. Eso es lo que yo hago con mis amigos.

Así como las olas vienen, y luego se van, regresan con más fuerza y entregan todo lo que

el mar les da, así amigo mío, es mi amor por ti.

Te habla el Hijo único del único Dios verdadero, que fue recibido por María siempre

Virgen, y con los hombres fue palabra, y por ellos fue ofrecido y entregado, y muriendo los

rescató de la muerte, y bajó a los infiernos a anunciar su triunfo, y el Padre lo resucitó. Y subió

a los cielos para sentarse a su derecha consiguiendo a cada uno, para darle gloria.

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Yo soy el que te pido que se amen los unos a los otros como hermanos, como yo los he

amado.

Que voltees a ver a mi Madre.

Que mi madre y mis hermanos son todos los que escuchan y cumplen mi palabra.

Que entre ellos me busques y me encuentres, y a ellos me lleves y me compartas. Pero no

sólo a ellos, porque yo los quiero a todos.

Que el manto de mi Madre te proteja, y que me entregues tu voluntad, que te

mantengas unido en mis ángeles y en mis santos, que un instante sin mí basta para negarme y

crucificarme, porque la voluntad te es entregada de vuelta cuando así lo pides. Yo no tomo lo

que no es mío.

Vive en mí, como yo vivo en ti. Pero esto que te pido, piénsalo, porque tu entrega la

quiero ahora, total y para siempre: que yo sea tu capricho, que no desees nada más que a mí, y

a pesar de ti, a pesar de los demás, vivas siempre en mí, como yo vivo en ti».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: algunos de ustedes no están escuchando, están vacíos, y se están

llenando con ídolos falsos, pero no se dan cuenta, porque están enfermos, y dicen amar a Dios

sobre todas las cosas, pero no lo hacen.

Yo debo llamar su atención. Volteen a verme, para que encuentren a mi Hijo.

Esa enfermedad que sea para la unión entre ustedes. Unos por otros, oración, servicio,

entrega, unos por otros. Como en una familia, el esposo por la esposa, la esposa por el esposo,

el hijo por la madre, la madre por el hijo, el hijo por el padre, el padre por el hijo, el hermano

por el hermano. Así debe ser la unidad de la Iglesia. Que por esos enfermos me vean los sanos y

busquen a mi Hijo, que por los sanos me llamen los enfermos y encuentren a mi Hijo».

+++

PARA MEDITAR – SABER QUIÉN ES JESÚS

«¿Tanto tiempo llevo con ustedes y aún no me has conocido?»

Eso pregunta Jesús.

Eso te pregunta a ti, sacerdote.

Y tú, en plena conciencia, y con total humildad y honestidad, contesta:

¿Lo conoces?, ¿sabes quién es tu Señor?, ¿crees en Él?, ¿conoces al Padre que lo ha

enviado?, ¿crees que Él está en el Padre y el Padre está en Él?

Y tú, sacerdote, ¿estás en Él, como Él está en el Padre?, ¿haces sus obras y aún mayores?,

¿crees que Él hará todo lo que tú le pidas en su nombre?

¿Le pides?, ¿confías?, ¿recibes?, ¿estás dispuesto a que Él haga sus obras a través de ti?

¿Por dónde caminas, sacerdote?, ¿a quién sigues?, ¿a quién guías?, ¿a dónde vas?

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Tu Señor es el Camino. Pero si tú no conoces el camino, ¿en dónde caminarás?

Tu Señor es la Verdad. ¿Conoces la verdad? Porque si no conoces la verdad, ¿cómo puedes

discernir en un mundo lleno de mentira?, ¿y cómo puedes enseñar esa verdad a los demás?

La verdad te hace libre, sacerdote, y tú, ¿vives en libertad?, ¿o estás atado a los apegos, y

encadenado a las miserias del mundo?

Tu Señor es la Vida. Y tú, sacerdote, ¿tienes el alma viva?, ¿te sientes vivo?, ¿o sientes que te

asfixia el ambiente en el que te has sumergido?, ¿conoces la vida?

Porque, todo el que vive reconoce la diferencia entre la vida y la muerte, y escoge siempre la

vida.

Pero, si tú no sabes lo que es estar vivo, ¿cómo puedes ofrecerle a otros la vida?

Cree, sacerdote, en tu Señor, que ha muerto por ti, y ha resucitado para darte vida, porque

estabas perdido y Él te ha encontrado, estabas muerto, y Él te ha vuelto a la vida.

¡Respira, sacerdote! Cristo vive en ti y Él es la vida.

Cree, sacerdote, en Cristo vivo, porque si tú no crees que tu Señor ha resucitado, vana es

tu fe.

Tu Señor es la Palabra, y si tú crees que tu Señor está vivo, entonces creerás que su palabra

es viva y eficaz.

Practica entonces, sacerdote, lo que predicas, y vivirás, y darás vida a los demás.

Pídele, sacerdote, a tu Señor la fe que te falta para hacer sus obras, y luego hazlas.

¿Sabes pedir, sacerdote?

¿Tratas a tu Señor de amistad y con confianza?

¿Acudes a Él para hablar, y con humildad reconoces tus miserias, y le confiesas que estás

necesitado de su misericordia?

¿Dispones tu corazón en la oración para recibir lo que le pides?

¿Le expones tu corazón, y compartes con Él las experiencias de cada día?

¿Lo tratas, y compartes con Él como un Amigo?

¿Lo procuras, como un Hermano?

¿Confías en Él, y lo obedeces como a un Padre?

¿Lo sirves, como a un Amo?

¿Aprendes de Él, y lo respetas como un Maestro?

¿Lo sigues como un cordero a su Pastor?

¿Lo reconoces, lo alabas y lo proclamas como Rey?

¿Lo adoras, lo veneras, y reconoces como único y verdadero Dios?

¿Te humillas ante Él, como tu Amo, Dueño y Señor?

¿Te configuras con Él, como Sumo y Eterno Sacerdote?

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¿Reconoces su presencia real y substancial en la Eucaristía?

Escucha la palabra de tu Señor, sacerdote, para que conozcas que Él es.

Y luego ve y dile cuánto lo amas, para que sepas cuánto lo conoces.

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____________________

HUMILDAD DE CONVERSIÓN – VERDADERO ALIMENTO Y BEBIDA

VIERNES DE LA III SEMANA DE PASCUA

PRIMERA LECTURA

Es el instrumento escogido por mí, para que me dé a conocer a las naciones.

Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 9, 1-20

En aquellos días, Saulo, amenazando todavía de muerte a los discípulos del Señor, fue a ver

al sumo sacerdote y le pidió, para las sinagogas de Damasco, cartas que lo autorizaran para traer

presos a Jerusalén a todos aquellos hombres y mujeres que seguían la nueva doctrina.

Pero sucedió que, cuando se aproximaba a Damasco, una luz del cielo lo envolvió de repente

con su resplandor. Cayó por tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me

persigues?” Preguntó él: “¿Quién eres, Señor?” La respuesta fue: “Yo soy Jesús, a quien tú

persigues. Levántate. Entra en la ciudad y ahí se te dirá lo que tienes que hacer”.

Los hombres que lo acompañaban en el viaje se habían detenido, mudos de asombro, pues

oyeron la voz, pero no vieron a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía abiertos los ojos, no

podía ver. Lo llevaron de la mano hasta Damasco y ahí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.

Había en Damasco un discípulo que se llamaba Ananías, a quien se le apareció el Señor y le

dijo: “Ananías”. El respondió: “Aquí estoy, Señor”. El Señor le dijo: “Ve a la calle principal y busca

en casa de Judas a un hombre de Tarso, llamado Saulo, que está orando”. Saulo tuvo también la

visión de un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para que recobrara la

vista.

Ananías contestó: “Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho

a tus fieles en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para poner presos a

todos los que invocan tu nombre”. Pero el Señor le dijo: “No importa. Tú ve allá, porque yo lo he

escogido como instrumento, para que me dé a conocer a las naciones, a los reyes y a los hijos de

Israel. Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi causa”.

Ananías fue allá, entró en la casa, le impuso las manos a Saulo y le dijo: “Saulo, hermano, el

Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me envía para que recobres la vista y quedes lleno del

Espíritu Santo”. Al instante, algo como escamas se le desprendió de los ojos y recobró la vista. Se

levantó y lo bautizaron. Luego comió y recuperó las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos

en Damasco y se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús era el Hijo de Dios. Palabra

de Dios.

EVANGELIO

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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+ Del santo Evangelio según san Juan: 6, 52-59

En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer

su carne?”

Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su

sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y

yo lo resucitaré el último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe

mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo

por él, así también el que me come vivirá por mí.

Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues

murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”.

Esto lo dijo Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm. Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: durante el tiempo litúrgico de la Pascua la liturgia nos va presentando

diariamente la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles, en el que ocupa un lugar muy

especial el Apóstol san Pablo. Yo pienso que tú te fijaste en él porque era un hombre lleno de celo

por la religión de sus padres, y estaba dispuesto a todo para defender esa fe. Necesitabas un hombre

así para que llevara tu Evangelio a tierra de gentiles. A los que tú amas los reprendes y corriges, para

que se conviertan. A Pablo lo enviaste con Ananías, para que le explicara lo que tenía que hacer. Si

Pablo fuera soberbio se habría revelado y quejado, pidiendo que fueras tú mismo quien le diera

instrucciones. Pero fue humilde, cayó de rodillas, y obedeció. Jesús, yo también necesito

convertirme, humillarme, obedecer, y ponerme en manos de ese instrumento que tú has elegido para

que yo abra mi alma, para entregarte mi voluntad. Sé que estás a la puerta llamándome. Quiero

escuchar tu voz, abrirte y cenar contigo, saciándome de ti en el banquete de tu cuerpo y de tu sangre,

para tener vida eterna. Señor, ¿cómo puedo perseverar en la humildad? Madre mía, Reina de la

humildad, dame más hambre de Dios y mucha sed de almas.

+++

«Sacerdotes míos: quiero que los ciegos vean y los sordos escuchen.

Yo los llamo y los elijo para hacerlos instrumentos de salvación a través de mi amor y de

mi misericordia.

Yo los amo, y por eso los reprendo y los corrijo.

Les mostraré un tesoro de mi Madre: se llama humildad.

El hambre de poder y la sed de riqueza dominan al hombre y a sus pasiones, lo llenan de

soberbia y endurecen su corazón.

Yo los amo, y por eso los reprendo y los corrijo, para que se humillen y se arrepientan,

para que sean humildes y me entreguen su voluntad. Porque un corazón contrito y humillado

yo no lo desprecio.

Yo hiero sus corazones con la espada de mi boca, y los llamo, y si alguno escucha mi voz,

yo convierto su corazón de piedra en corazón de carne, para que sea encendido en el fuego del

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Espada de dos filos

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amor de Dios, y los fríos sean fervientes y no tibios, porque yo a los tibios los vomito de mi

boca.

Al que me persigue yo lo hago sucumbir en mi mar de misericordia, y lo hiero con mi

espada, para que el que crea en mí se salve y tenga vida, pero que el que no crea, bajo mi

espada muera.

Yo he llamado amigos a los que hacen lo que yo les mando, y no los llamo siervos, los

llamo amigos. No me han elegido ustedes, yo los he elegido a ustedes, para que vayan y den

fruto, y ese fruto permanezca. Y por mi causa son perseguidos, para que den testimonio de mí.

Yo los hago instrumentos de mi amor, pero deben abrir los oídos sordos para que me

escuchen, para que se desnuden del mundo, y cayendo de rodillas se postren humillados a mis

pies.

Yo heriré y convertiré sus corazones, encendiéndolos en el fuego del amor de Dios, para

que sean humildes y tengan temor de Dios, para que sean como leña y cuiden que el fuego en

ellos nunca se apague, alimentando el fuego con la fe. Entonces yo transformaré los leños en

metal precioso acrisolado al fuego, para que nunca sean cenizas, para que sean instrumentos

preciosos de mi amor y mi misericordia.

Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi voz, y me abre la puerta, yo

entraré y cenaré con él, y él conmigo.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que coma mi cuerpo

y beba mi sangre permanece en mí y yo en él. Y así como yo vivo por mi Padre, así el que me

coma vivirá por mí.

Perseveren en la humildad, en la paciencia y en la obediencia. Entonces el Espíritu

Santo los llenará y les dará su fuerza para que cumplan la misión que les ha encomendado, y

yo los enviaré al mundo sin ser de este mundo, como fieles instrumentos de mi amor, para

hacerles llegar mi misericordia desde mi Sagrado Corazón, encendiendo sus corazones en el

fuego de mi amor.

Yo celebro la Pascua con ustedes, pero ¡ay! de aquel que cene conmigo y luego me

entregue. Más le valdría no haber nacido.

Ustedes son la obra perfecta de mi Padre.

Ustedes son a imagen y semejanza del Hijo, para ser como el Hijo, para vivir en el Hijo

y el Hijo en ustedes.

Ustedes son Cristos para vivir en unión con el Espíritu Santo y dar gloria a Dios.

Los ángeles han sido enviados a servir a los hombres para gloria de Dios, y ustedes, los

sacerdotes, han sido enviados a servir a Dios por medio del Hijo, en el servicio a cada hombre,

para la gloria de Dios.

Si ustedes supieran la alegría que me causan los que me dicen sí y sí vienen, los que

escuchan mi llamado y me siguen, los que a pesar de su cruz se quedan y permanecen en mí.

Si supieran cuánto los amo.

Si supieran la felicidad de la gloria que los espera, porque en cada cruz también hay

gloria.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Si supieran el gozo de la unión conmigo en la Santísima Trinidad.

Si supieran la alegría que me causa la sonrisa de mi Madre y su gozo por cada uno de

los que me aman y se entregan.

Si supieran, se quedarían, y los que se han ido volverían, y por ellos se alegraría el cielo.

Mis sacerdotes santos, los que se esfuerzan, los que cuando caen se levantan, los que me

entregan su voluntad, son estrellas en el cielo, son luz que ilumina como el sol, son agua de

manantial, son aroma de pasto fresco, perfume de flores, brisa de mar.

Cuánta alegría me causan cuando son como niños y se dejan amar por mí; cuando dejan

de ser hombres y se transforman en seres divinos, hombre-Dios, como yo, hombres por su

naturaleza humana, y divinos porque vivo yo en ustedes; cuando hacen milagros con sus manos

en cada Eucaristía; cuando vibran sus cuerpos de amor por mí en cada consagración; cuando

obran milagros en cada confesión, en cada sacramento, porque de ustedes es el poder en la

tierra para abrir las puertas del cielo, porque cada vez que se abre el cielo y se recibe un alma,

la gloria de mi Padre es más grande y eso es la felicidad que no conocen, que no imaginan, pero

que están invitados a participar desde ahora en la gloria de mi resurrección, porque muriendo

al mundo es que se hacen libres, y viviendo en mí alcanzan la plenitud.

El que vive en mí y yo en él nada teme, y todo espera en la alegría de la comunión y en la

confianza de mi promesa para la vida eterna.

Ustedes son la alegría y la esperanza de mi amor. Son los niños de mi Padre, por quienes

derrama al mundo su bendición; son brillantes preciosos, tesoros valiosos; elegidos para ser los

últimos, y por eso los primeros; elegidos para ser el esplendor en la tierra de la gloria del cielo;

elegidos para ser buenos; elegidos para ser fieles; elegidos para ser santos.

Que se alegren los cielos y la tierra cuando un sacerdote por vivir muera y por morir

viva.

Yo soy Jesucristo, Hijo único de Dios, Cristo vivo, Cristo resucitado, Sumo y Eterno

Sacerdote, que dejó ejemplo para que sean ejemplo, que amó para que vivan en el amor.

Yo soy el amor».

+++

«Hijitos míos, sacerdotes: yo soy Madre, y yo auxilio y cuido a mis hijos como madre.

Yo los ayudo a levantarse cuando caen, y curo sus heridas con mi amor.

Yo los acompaño para que no vuelvan a caer y no sufran un daño mayor.

Yo mantengo sus corazones encendidos en el mío, y los conservo en la alegría y en el

sufrimiento compartido de mi amor, para que compadezcan con Cristo, pues el que es sumo y

eterno sacerdote se compadece de sus flaquezas, pues ha sido probado igual en todo, menos en

el pecado.

Yo los acompaño, para que ante las pruebas mantengan su fe, para que ante los

hombres profesen su fe, para que ante Dios por su fe se humillen y sean instrumento fidelísimo

del amor de Dios, a través de sus ministerios con obras de misericordia, enseñando al que no

sabe, aconsejando al que lo necesita, corrigiendo al que se equivoca, consolando al triste,

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Espada de dos filos

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perdonando los errores, sufriendo con paciencia los defectos de los demás, orando por los vivos

y los muertos.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia.

Yo auxilio a mis hijos perseguidos y a sus perseguidores, que son lobos y ovejas,

conviviendo en el mismo redil, para que promuevan la unidad y la paz, proclamando en la

Palabra su fe, y sean testimonio de amor y misericordia, para que abran sus oídos, y sean

heridos sus corazones, y al comer el cuerpo y beber la sangre del Cordero, sean abiertos sus

ojos y convertidos sus corazones, para que sean transformados por el amor y sean

instrumentos misericordiosos fidelísimos de Dios, para que sacien su hambre y sacien su sed,

no del mundo, sino de Cristo, hambre de Dios y sed de almas. Yo los enriquezco con el tesoro

de mi corazón que yo poseo para ustedes y para su santidad: la humildad».

+++

PARA MEDITAR – VERDADERO ALIMENTO Y BEBIDA

«Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida .

Eso dijo Jesús.

Y eso es lo que dices tú, sacerdote, cuando estás en el altar, cuando tomas el pan y el vino

entre tus manos, y proclamas la verdad ante el pueblo que debes alimentar, para que tengan vida.

Y tú, sacerdote, ¿crees en las palabras que salen de tu boca?, ¿eres veraz ante el pueblo?,

¿das testimonio de fe?, ¿crees verdaderamente que entre tus manos tienes el pan bajado del cielo

para la vida eterna?

Si tú crees esto, sacerdote, entonces creerás que tienes un tesoro en tus manos, y tienes el

poder para enriquecer al mundo entero.

El pueblo de Dios está hambriento, y está sediento. Muchos mueren de hambre y mueren

de sed. Y tú tienes, sacerdote entre tus manos verdadera comida y verdadera bebida de

salvación, tú tienes en tus manos el cuerpo y la sangre de tu Señor, y el poder de saciar su hambre y

de saciar su sed, y de darles vida en Él.

Dales de comer y dales de beber, porque eso es lo que tu Señor te manda hacer, pero antes,

aliméntate y bebe tú con Él, el cáliz de su sangre, porque está escrito que de ese cáliz has de beber,

para unirte en su único y eterno sacrificio con Él, y hacerte ofrenda agradable al Padre, uniendo

en esa misma ofrenda al pueblo de Dios también, haciéndose todos uno con Cristo, para morir al

mundo con Él y resucitar a la vida en Él.

Por tanto, sacerdote, tú conviertes tu propio cuerpo en verdadero alimento, y tu sangre en

verdadera bebida, y haces lo mismo con el pueblo, que en ese mismo pan, y en ese mismo vino, se

transforman en verdadero cuerpo y verdadera sangre de Cristo, en un solo cuerpo y un mismo

espíritu, por el que reciben la vida.

Y tú, sacerdote, ¿eres consciente de que en tus manos y con tus palabras, sucede todo esto?,

¿eres consciente, sacerdote, de la gracia que recibes con el poder de tu Señor?, ¿eres consciente,

sacerdote, de la confianza que deposita Dios en ti, entregándote su mayor tesoro para que lo

cuides, para que lo protejas, para que lo compartas. Es Él.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Por tanto, el tesoro que tú llevas en vasija de barro es la vida, es tu Señor hecho hombre,

crucificado, muerto, resucitado y vivo, totalmente entregado para la vida del mundo. Es

presencia, es carne, es sangre, es alma, es divinidad, es comunión, es alimento, es ofrenda, es

don, y es acción de gracias, es Eucaristía.

Adora, sacerdote, a tu Señor, y demuestra devoción cuando lo elevas y cuando te alimentas

de Él. Muéstrale respeto y veneración a tu Señor, enfrente de su pueblo, para que ellos hagan lo

mismo.

Tu eres, sacerdote, ejemplo y tú eres verdadero alimento, cuando predicas la palabra de tu

Señor, y la practicas.

Nutre, sacerdote, a tu pueblo. Mira que están muriendo de hambre y están muriendo de sed, y

tú tienes en tus manos el remedio para que no mueran, sino que tengan vida eterna.

Alimenta al pueblo de Dios, sacerdote, con la carne y la sangre de tu Señor, para que no lo

persigan, sino que se conviertan y lo sigan, para que les dé el pan de la vida y los resucite en el

último día.

Tu Señor te envía, sacerdote, a compartir con el mundo el tesoro de la vida.

____________________

PERSEVERAR EN LA ENTREGA – PALABRAS DE VIDA

SÁBADO DE LA III SEMANA DE PASCUA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 6, 60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús dijeron al oír sus palabras: “Este modo de

hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?”

Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza?

¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la

carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto,

algunos de ustedes no creen”. (En efecto, Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quién lo

habría de traicionar). Después añadió: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre

no se lo concede”

Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con él.

Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También ustedes quieren dejarme?” Simón Pedro le respondió:

“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú

eres el Santo de Dios”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tu discurso en la sinagoga de Cafarnaúm había sido de muy difícil comprensión

para tus discípulos, al grado de que algunos de ellos pensaron que te habías vuelto loco: decir que tu

carne era comida y tu sangre bebida... Imposible de entender bien eso. Por eso dejaron de seguirte.

Los Apóstoles, llenos de fe, junto con san Pedro, reconocieron que para ellos también era difícil,

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Espada de dos filos

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pero estaban convencidos de que tu lenguaje no admitía un razonamiento humano, sino sobrenatural.

En una ocasión unos alguaciles comentaron: “jamás habló así hombre alguno”. Yo también quiero

decir ahora: ¿a quién iremos? Tus sacerdotes hemos dejado todo para seguirte, porque nos dimos

cuenta que tú tienes palabras de vida eterna, que eres el Camino, la Verdad y la Vida, y que no hay

nada ni nadie digno de seguir más que tú, no hay alguien más que pueda dar respuesta a los anhelos

de nuestro corazón. Jesús, yo quiero permanecer siempre contigo, perseverar en mi entrega. ¿Cómo

puedo fortalecer mi fe, cuando mi visión humana me diga que me estás pidiendo hacer una locura?

Madre mía, Maestra de fe, ayúdame a perseverar en mi entrega, para dar todo el fruto que tu Hijo

espera de mí.

+++

«Sacerdote mío: abraza fuerte la fe que renueva constantemente mi alianza contigo.

Permanece en mi amor y serás mío, para siempre.

Contempla mi cielo, en el que yo te espero.

Contempla mi mano levantada que te bendice, mientras la otra toca mi corazón

expuesto.

Contempla mis ojos llenos de luz, que son como imán, que con fuerza te atrae hacia mí,

mientras te das cuenta que tus pies pisan la tierra, pero tu corazón está en el cielo.

Contempla a mis Apóstoles junto a mí, los que escribieron la Palabra de Dios en el

Evangelio, para alimentar con sabiduría y con la verdad a su pueblo de generación en

generación.

Permanece en mi amor, con tu corazón unido al mío y al de mi Madre.

Yo te envío al mundo a llevar mi palabra. Yo soy la Palabra.

La verdad ya ha sido revelada en el Evangelio, y se cumplirá hasta la última letra. Yo

soy la Verdad.

Yo les he prometido que el Espíritu Santo se encargará de recordarles todas las cosas, y

el Espíritu de la verdad dará testimonio de mí, pero ustedes también darán testimonio de mí,

porque ustedes me han obedecido, y el Espíritu Santo le es dado a los que me obedecen.

Pongan su fe por obra, entregando mi amor en palabras de misericordia, para que den a

conocer el camino y den mucho fruto, porque por sus frutos los conocerán. Yo soy el Camino.

Mi palabra es alimento de vida. Yo soy la Vida.

Yo tengo palabras de vida eterna.

Entrégame tu vida.

Amigo mío: en verdad me has entregado tu vida. Me gusta tu corazón, en el que me has

recibido y me has amado. Yo te lleno de mí, y ese es mi descanso.

Entrega mi amor poniendo tu fe por obra a través de mis palabras de misericordia,

para que otros también me reciban, de generación en generación, y ese sea mi descanso.

Sigue construyendo mis obras, con mi amor y mi misericordia, y lleva mi palabra que

alimenta al hambriento y da de beber al sediento, que viste al desnudo, que enriquece al pobre

y sana al enfermo, que libera al preso y da vida a los muertos, que enseña al que no sabe y es

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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consejo para el que lo necesita, que corrige al que se equivoca y promete perdón al pecador que

se arrepiente, que consuela al triste, que todo lo soporta, y que es oración. Y tú recibirás mi

misericordia».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: mi Hijo ha plantado en ustedes su semilla, para que den mucho

fruto y ese fruto permanezca.

Sus frutos serán buenos, y por sus frutos los conocerán, porque todo lo que ha sembrado

mi Hijo es bueno, y yo los cuido y los protejo, para que perseveren y crezcan como árboles,

para que den buen fruto. Porque un árbol bueno no puede dar frutos malos.

Yo les doy mis tesoros para enriquecerlos y que den mucho fruto, y ese fruto

permanezca.

Yo les doy este tesoro: mi perseverancia.

Perseverancia en el trabajo diario.

Perseverancia en la lucha.

Perseverancia en el amor.

Perseverancia para seguir caminando con paso firme en contra de los vientos fuertes.

Perseverancia en cumplir los mandamientos y obedecer la ley de Dios.

Perseverancia en resistir las tentaciones y las asechanzas del enemigo, porque yo piso su

cabeza.

Perseverancia en unir su voluntad a la voluntad de Dios.

Perseverancia en la fe.

Perseverancia en la esperanza.

Perseverancia en la caridad.

Perseverancia en el cumplimiento de las virtudes aplicadas a su vida ordinaria.

Perseverancia en la búsqueda de la perfección para llegar a la santidad.

Perseverancia en el querer y en el obrar.

Perseverancia al pie de la cruz, cumpliendo su misión.

Perseverancia en la alegría en medio de mi sufrimiento.

Perseverancia para acompañarme todos los días de su vida, y llevar a mis hijos la

palabra de mi Hijo, para que el que tenga ojos vea y el que tenga oídos oiga, dando como fruto

la conversión de sus almas, porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y corta más que la

espada de doble filo.

El fruto que ustedes darán será en abundancia, pero no se alegren por eso, sino porque

sus nombres están escritos en el cielo».

+++

PARA MEDITAR – PALABRAS DE VIDA

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Espada de dos filos

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«Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no

creen».

Eso dijo Jesús.

Y se lo dijo a sus discípulos, se lo dijo a sus amigos, se lo dijo a los que creían que ya lo

conocían.

Y te lo dice a ti, sacerdote, para que abras tu corazón y busques en tu conciencia, si tú, que

has escuchado las palabras de tu Señor, hay algo en lo que aún no crees.

Te lo dice a ti, sacerdote, para que abras tus ojos cuando predicas su palabra, y te des

cuenta si los que te escuchan creen.

Tu misión, sacerdote, es llevar a los hombres la vida que tu Señor ha ganado para el mundo,

pero está escrito que sólo los que creen vivirán.

Tu Señor tiene palabras de vida eterna. Si no van a Él, ¿a quién irán?

Tu Señor ha puesto en tus manos y en tu boca la responsabilidad de llevar la salvación a

todas las almas, a través de los sacramentos y de la Palabra.

Y tú, sacerdote, ¿estás cumpliendo bien con tu misión?, ¿estás sirviendo bien a tu Señor?,

¿predicas palabras de vida eterna?, ¿o hablas palabrerías que salen de tu boca, pero que no

provienen del corazón de tu Señor?

¿Crees en el Evangelio, y en que se cumplirá hasta la última letra?, ¿sigues a tu Señor, y

obedeces en todo lo que te dice?, ¿o lo abandonas porque su palabra no te acomoda?, ¿escuchas su

palabra, y la practicas, o sólo la predicas?

Tu Señor te ha llamado, y te ha elegido para actuar contigo, por ti, y a través de ti, y tú has

dicho sí, y le has ofrecido ser un instrumento dócil y fiel, para transmitir su amor y su misericordia

a las almas, a través de la Palabra.

De tu boca salieron palabras de amor, y promesas desde tu corazón, entregando tu voluntad

a la voluntad de tu Señor, porque sentías arder su fuego en tu interior.

Rema mar adentro, sacerdote, con humildad y con honestidad, y descubre si ese fuego arde

y tu celo apostólico está encendido con fuego vivo el día de hoy.

¿Crees en las palabras de vida eterna, y permites que en ti viva tu Señor?, ¿permaneces en

el amor?, ¿has perseverado en la fidelidad a la amistad de tu Señor?, ¿o lo has traicionado, y lo

has abandonado, porque te has resignado a vivir en la tibieza de un corazón de piedra, que te

conduce a la muerte?

Considera, sacerdote, que las palabras de tu Señor son verdaderas, y Él ha dicho: «el que no

está conmigo, está contra mí», «el que no recoge conmigo, desparrama», «el que me niegue

delante de los hombres, también yo lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos», «entonces

dirá a los que estén a la izquierda: apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el

diablo y sus ángeles, porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de

beber».

Tu Señor te está llamando, sacerdote, para que vuelvas al amor primero, para que

escuches su palabra, y encienda tu corazón como en el primer día, para llenarte de Él y de su

alegría.

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Las palabras de tu Señor son espíritu y son vida. Pídele al Padre, sacerdote, que aumente tu

fe, para que seas de los que creen y no de los que lo traicionan, para que seas de los que lo sigan y

no de los que lo abandonan, para que seas de los que vivan y lleven al mundo la vida, y no de los

que dan lástima, porque van pregonando su propia muerte con su vida, mientras llevan a otros la

vida, porque el poder de Dios llega más allá, sacerdote, que tu propia muerte.

Pero Él te dice: «¿de qué te sirve ganar al mundo entero, si tú pierdes tu vida?»

Tú tienes en tus manos tu propia salvación, sacerdote, tú tienes palabras de vida eterna.

Vive tú primero, para que le des vida al mundo entero.

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_____________________

CORDERO Y PASTOR – DAR LA VIDA POR LAS OVEJAS

DOMINGO DE LA IV SEMANA DE PASCUA

Yo soy la puerta de las ovejas.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 10,1-10

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo les aseguro que el que no entra por la puerta

del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la

puerta, ése es el pastor de las ovejas. A ése le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su

voz; él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas,

camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán,

sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso

añadió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son

ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta; quien entre por mí se

salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo

he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.

Palabra del Señor.

+++

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO PREGUNTAR,

POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR DE MI VIDA CON

ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153)

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la gente que escuchaba tu predicación estaba acostumbrada a oír hablar de

corderos, ovejas y pastores. El pueblo de Israel, según la ley de Moisés, debía ofrecer sacrificios y

celebrar la cena pascual con corderos. Seguramente había muchos rediles. Y sabían, por tanto, que

las ovejas tienen una gran dependencia del pastor. Necesitan alguien que las lleve a las verdes

praderas y fuentes tranquilas, y también que su vara y su cayado les dé seguridad. Resultaba, por

tanto, muy adecuado que tú ilustraras tus enseñanzas hablando de tareas pastoriles, porque tu misión

era la de ser Buen Pastor, para dar alimento y seguridad a las ovejas de tu pueblo. Y tenías también

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Espada de dos filos

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que formar pastores, porque tu misión iba a continuar en tu Iglesia, fundada sobre la roca de Pedro,

quien debía conducir a tu rebaño hacia la vida eterna. Tus sacerdotes estamos acostumbrados a

hablar del trabajo pastoral, porque así se les llama a las distintas áreas que requieren nuestro

ministerio. Y somos conscientes de que debemos ser buenos pastores, porque nuestra responsabilidad

es la de cuidar a tus ovejas. Debemos ser pastores con olor a oveja. Estar muy cerca de ellas, para

cuidarlas. Y agradecemos que las ovejas quieran también tener olor a pastor, porque nos cuidan y

rezan por nosotros. Jesús, ¿cómo debe ser mi trabajo de pastor para apacentar bien a tus ovejas como

tú esperas? Madre mía, Divina Pastora, tú me ayudas a dar la vida para cumplir con mi misión, como

ayudaste a tu Hijo.

+++

«Sacerdote mío: tú eres cordero y eres pastor.

Tú eres la niña de mis ojos. Ven, apacienta a mis ovejas.

Tú eres la luz de mis ojos. Ven, apacienta a mis ovejas.

Tú eres un signo de mi amor y de mi misericordia. Ven, apacienta a mis ovejas.

Contempla mis campos verdes, que son iluminados por tibios rayos de sol, y que huelen

a hierba fresca y a tierra mojada.

Contempla mi rostro glorioso, y en mis ojos la luz profunda que te envuelve por

completo, mientras entras en mis ojos para ver con mi mirada.

Contempla mi rebaño. Es un rebaño muy grande de pequeños corderos y de ovejas, que

pastan junto a un río tranquilo de agua viva.

Contempla a los pastores que asustan a las ovejas y dispersan a los corderos; y a los

lobos disfrazados de ovejas, que caminan junto a los pastores. Algunas ovejas brincan

asustadas a otro redil, y a algunos corderos se los comen los lobos, mientras hay pastores que

no apacientan a las ovejas, sino que se apacientan a ellos mismos.

Contémplame como el Buen Pastor que llama a los corderos, y ellos conocen mi voz,

pero no la escuchan. Y me buscan, y yo estoy ahí, junto a ellos, pero no me ven.

Apacienta a mis ovejas porque algunos pastores las han dispersado, y aunque se

mantienen en un mismo redil, tienen miedo, y caminan sin dirección, y algunas se pierden.

A algunos de mis pastores les falta fe y han cerrado sus ojos y sus oídos, y no pueden ver

y no pueden oír.

Los que no han entrado por la puerta del redil, sino que han escalado por otro lado, no

son mis pastores, son ladrones de mi rebaño.

Y mi rebaño ha sido expuesto a que se lo coman los lobos, porque mis pastores no se

ocupan de mi rebaño, se apacientan a sí mismos y no apacientan a mi rebaño.

Escuchen mi voz. Yo les digo y les advierto que los he enviado no a apacentarse a sí

mismos, sino a mi rebaño.

Vean mis signos y mis señales, porque para ustedes escuchar no es suficiente. Quieren

ver señales, porque muchos necesitan ver para poder creer. Dichosos los que creen sin haber

visto.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

102

Dejen que los niños se acerquen a mí. Pero ¡ay de aquel que escandalice a uno de estos

pequeños y les robe la inocencia de su corazón! Más le valdría colgarse una piedra al cuello y

tirarse al río.

Quiero reformas en mis Seminarios. Quiero verdadera formación, y que los formadores

entren por la puerta, que soy yo, para que sean verdaderos pastores que guíen a mis corderos.

Quiero que reúnan a mis ovejas con mi Madre, para que cuiden a mis corderos.

Quiero que reúnan a mis corderos con mi Madre, para que proteja su formación.

Quiero que reconozcan a mi Madre como madre, y se reconozcan hijos necesitados,

frágiles, humillados, desde antes de nacer, engendrados en el vientre materno de la madre que

es la Santa Iglesia.

Quiero que me conozcan, para que escuchen mi voz, para que me reconozcan como su

único Pastor y que me sigan, para que yo los haga verdaderos pastores y verdaderos Cristos

como yo, para enviarlos a reunir a mi rebaño, que otros han dispersado en el mundo, en un

solo rebaño, en un mismo redil, acompañados por mi Madre. Porque caminos hay muchos,

pero sólo hay uno que llega a esta puerta, que es la puerta de las ovejas, y es la puerta que

conduce a la vida eterna.

Yo soy la puerta de las ovejas. Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Quiero que abran sus oídos y escuchen, y abran sus ojos y vean. Porque aquí estoy yo, y

tengo el poder de quitarles mi rebaño de sus manos, porque mis ovejas y mis corderos me los

ha dado mi Padre, y nadie los arrebatará de mi mano.

Quiero que escuchen mi voz y me sigan, para que entren por esta puerta.

Quiero que vean a mi Madre, para que se reúnan con ella, y el Espíritu Santo sea

derramado en sus corazones, para que, convertidos y fortalecidos, cumplan su misión,

predicando el Evangelio, reuniendo a todos los pueblos y a todas las naciones, en un solo

rebaño y con un solo Pastor. Ella intercede por mis pastores, por mis corderos, por mis ovejas.

Contempla a mi Madre que camina junto a los corderos y los apacienta, conduciéndolos

por camino seguro, para reunir a los rebaños dispersos y juntarlos en un solo redil, y

entregarlos a un solo Pastor. Yo soy Jesús, el Buen Pastor.

Contempla la puerta que está abierta. La puerta es mi Sagrado Corazón, y los que

entran son lavados con la sangre del Cordero y el agua que emana de ese corazón abierto.

Contempla mi rostro en el rostro del pastor, el rostro de Cristo en un rostro cargado de

años y de sabiduría, el rostro de la roca que me representa: el Papa.

Contémplate tú, como un cordero herido, tirado en el pasto, sufriendo. Y mírame

curando tus heridas, entrando en tu corazón, sanando tu cuerpo y tu alma, alimentándote

mientras recobras las fuerzas.

Alégrate y agradece, cordero fiel, cordero obediente, cordero entregado y abandonado a

mi voluntad, cordero confiado a mi cuidado. Tu lana es blanca y tu corazón es puro, para que

externes la belleza de tu alma, y seas ejemplo del amor que profeso y entrego a mis creaturas.

Quiero que te conserves en la pureza y en la expresión de mi misericordia, y seas mi

ofrenda para mi Padre, uniéndote en sacrificio conmigo durante la consagración, y déjate

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Espada de dos filos

103

llenar de mi presencia en esta comunión. Recibe al Espíritu Santo, que con sus dones te

bendice».

+++

«Hijos míos sacerdotes: yo soy Madre de la Iglesia, y en mi seno llevo al Buen Pastor. Y

por Él soy madre del rebaño que es el pueblo santo de Dios.

Lleven a ellos la Palabra, para que ustedes como Pastores los llamen, y reconozcan su

voz, y los sigan. Que sean ustedes testimonio de amor y de misericordia a través de sus

ministerios por los que dan la vida por sus ovejas.

Apacienten a mis ovejas. Yo los apaciento a ustedes, mis corderos, para que perseveren

en su vocación al amor, a través de la oración y de la formación permanente, para que se

mantenga abierto su corazón a una continua conversión, y que a través de ustedes las gracias

recibidas se derramen al mundo entero.

Permanezcan con docilidad en mis brazos y bajo la guía de mi hijo el Papa, para que

lleven los signos del amor de mi Hijo y su palabra al mundo entero.

Oren conmigo con insistencia para que el Padre envíe más obreros a su mies, porque la

mies es mucha y los obreros pocos.

Oren conmigo y pidan que se abran sus oídos y escuchen la voz del Buen Pastor que

llama, que acoge, que protege.

Oren conmigo para que perseveren en el camino, con el corazón, los oídos y los ojos

abiertos, en la humildad, en la docilidad, en la fidelidad y en la obediencia, para que entren por

la única y verdadera puerta, para que sean verdaderos pastores, luz y sal de la tierra, y lleven

la luz al mundo y abonen la tierra para que la cosecha sea abundante, los frutos buenos y esos

frutos permanezcan. Yo los acompaño».

+++

PARA MEDITAR – DAR LA VIDA POR LAS OVEJAS

«Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da su vida por sus ovejas».

Eso dice Jesús.

Eso te dice a ti tu Señor, sacerdote.

El Señor es tu Pastor, nada te falta.

En verdes prados te hace reposar. Hacia aguas tranquilas te guía. Reconforta tu alma, te

conduce por el sendero recto, por honor de su Nombre, y aunque camines por valles obscuros nada

temes, porque Él está contigo. Su vara y su cayado te sosiegan. Prepara una mesa para ti enfrente de

tus enemigos. Te unge la cabeza con perfume, y tu copa reboza. Su bondad y su misericordia te

acompañan todos los días de tu vida, y habitarás en la casa del Señor por años sin término.

Esa es tu fe, sacerdote, esa es tu confianza. En Él está puesta tu esperanza y tu amor.

Tú estás configurado con el amor, sacerdote, y al que tiene amor nada le falta.

Tú estás configurado con el Buen Pastor, y el pueblo de Dios pone en ti su fe y su

confianza. Tú eres su esperanza, para llevarlos al encuentro con el amor.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Y tú, sacerdote, ¿das la vida por tus ovejas?, ¿las conduces hacia fuentes tranquilas y reparas

sus fuerzas?, ¿las guías por el sendero recto, y aunque caminen por valles obscuros nada temen

porque tú estás con ellos y les das seguridad?, ¿preparas ante ellos el altar y los unges?, ¿reciben

tu bondad y tu misericordia?, ¿los llevas a la casa del Señor para que tengan vida eterna?

¿Tu rebaño está tranquilo porque reconoce en ti al Buen Pastor, y sabe que nada le faltará?,

¿conoces a tus ovejas, y ellas te conocen a ti?, ¿acoges a todas las ovejas, aunque no sean de tu

redil?, ¿las reúnes en un solo rebaño y con un solo Pastor?, ¿te aseguras de darles el amor, de que

crean en el amor, y de que permanezcan en Él?

Al que tiene amor nada le falta. Dios es amor, y tú tienes al amor entre tus manos,

sacerdote.

Muéstrales al amor crucificado, que por ellos da la vida, y entrégales al amor resucitado

para que ellos tengan vida.

Aliméntalos con el pan de vida que a través de ti baja del cielo, pero come tú primero, y

camina por delante, siendo ejemplo, y llámalos para que te sigan.

Asegúrate de que conozcan tu voz, proclamando con alegría la palabra de tu Señor.

Pero, escúchalo tú primero, y síguelo, reconociendo que tu humildad está en la verdad que

es Cristo, y se manifiesta en ti, y a través de ti, porque vive en ti, y te da la vida, para que tú des

vida.

Tú eres, sacerdote, el Cristo vivo por quien eres cordero y eres pastor. Escucha su voz y

síguelo, pero asegúrate de que tu rebaño venga contigo, y de entrar por la puerta como verdadero

pastor, para que no seas un extraño, y las ovejas reconozcan tu voz y te sigan, para que tengan vida

en abundancia.

Escucha la voz de tu Señor y reconócelo. Él es el Hijo de Dios. Te está llamando, deja todo,

toma tu cruz y síguelo.

Déjate amar y transformar por Él, para que haga de ti un verdadero sacerdote

configurado con su Maestro, Amo y Señor: Cristo, el Buen Pastor.

__________________

ESCUCHAR LA VOZ DEL PASTOR – ENTRAR POR LA PUERTA

LUNES DE LA IV SEMANA DE PASCUA

El buen pastor da la vida por sus ovejas.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 10, 11-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida

por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve

venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un

asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el

Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras

ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y

habrá un solo rebaño y un solo pastor.

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Espada de dos filos

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El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy

porque quiero. Tengo poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Este es el mandato

que he recibido de mi Padre”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: en tu diálogo con los fariseos sobre el buen pastor utilizaste expresiones que

ellos entendían bien en su sentido literal, pero también querías dejar una enseñanza, para que la

aplicaran a sus vidas. Habías advertido al pueblo que hicieran lo que les decían los fariseos, pero que

no imitaran sus obras, porque dicen y no hacen: eran malos pastores. Por eso hablas del asalariado,

del que huye cuando ve venir al lobo, del que no le importan las ovejas. También en tu discurso

hablas de que el buen pastor conoce a sus ovejas, da la vida por ellas, y ellas conocen su voz. Incluso

dices que tú eres la puerta, y que es necesario entrar por ti para salvarse. Para nosotros está todo muy

claro: escuchar tu voz y seguirte es lo que nos da seguridad, no debemos seguir falsos pastores. Tus

sacerdotes debemos ser esos buenos pastores, que den seguridad a las ovejas, que den el alimento y

la bebida de salvación. Debemos ser los primeros en entrar por la puerta: entrar como corderos y salir

como pastores. Jesús, sé que la puerta es angosta, es una puerta de cruz, porque hay que dar la vida,

como tú, ¿qué debo hacer para escuchar siempre tu voz, y así reconocerte y seguirte? Madre mía,

Puerta del Cielo, tú me cuidas también, como buena madre: ayúdame a buscarte y quererte como

buen hijo.

+++

«Sacerdote mío, ven. Yo soy el Buen Pastor y conozco a mis ovejas y ellas me conocen a

mí.

Yo las llamo por su nombre, y ellas me escuchan y me siguen.

Amigo mío, ese es tu nombre.

Yo te llamo y tú me escuchas, y reconoces mi voz, porque yo soy el mismo ayer, hoy y

siempre.

Yo soy el cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Mi carne es verdadera

comida y mi sangre es verdadera bebida.

Yo he obedecido en todo a mi Padre, por quien he sido enviado, para ser igual a su

rebaño en todo, menos en el pecado.

Yo he sido tentado y perseguido, y he sido traicionado, inmolado y sacrificado, y he

guardado silencio cuando he sido llevado como cordero al matadero, y me he hecho pecado

para destruir el pecado, y he cargado mi cruz y me han clavado en mi cruz.

Yo he vencido al mundo.

Yo soy el Buen Pastor y doy la vida por mis ovejas. Nadie me la quita. Yo la doy por mi

propia voluntad, para hacerme puerta.

Yo soy la puerta de las ovejas. El que entre por mí se salvará. Yo soy la vida. El que crea

en mí y venga, tendrá vida en abundancia.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Yo he sido enviado al mundo, para sacarlos del mundo. Y he abierto la puerta del

paraíso para los que no son del mundo. Los que creen en mí y obran por mí, conmigo y en mí,

no son de este mundo, y yo los resucitaré en el último día.

Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno escucha mi voz y abre la puerta cenaré con

él y el conmigo.

Entren por esta puerta como corderos, con humildad, en comunidad, con docilidad, en

obediencia a la voz que llama, soportándose unos a otros, en unidad fraterna. Entonces yo los

haré pastores, para que salgan a buscar a mis ovejas, para que las reúnan en un solo rebaño y

con un solo Pastor, y entren por esta puerta.

Yo conduzco a mis ovejas hacia pastos verdes y fuentes tranquilas, para reparar sus

fuerzas. Las guío por el sendero justo, por el honor de mi nombre. Aunque caminen por

cañadas obscuras nada temen, porque yo estoy con ellas. Mi vara y mi cayado las sosiegan y les

dan seguridad. Preparo una mesa para ellas enfrente de sus enemigos. Les unjo la cabeza con

perfume, y su copa rebosa. Mi amor los acompaña todos los días de su vida, y habitarán en mi

casa eternamente.

Los falsos pastores no tratan así a sus ovejas, sino que las entregan a los lobos y los lobos

se las comen. Es fácil reconocer a los lobos disfrazados de ovejas porque están entre las ovejas,

pero viven entre pastos descuidados y crecidos, porque ellos no son como las ovejas, no comen

pasto. Y por sus frutos los reconocerán. Todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo

da frutos malos.

No todo el que me llame Señor entrará al Reino de los Cielos, sino el que haga la

voluntad de mi Padre que está en el cielo.

La voluntad de mi Padre es que todos entren por esta puerta.

Mi Madre busca a mis corderos, para traerlos a mí, para que entren por la puerta como

corderos y salgan como verdaderos Pastores.

Quien a ti te escucha, a mí me escucha. Quien a ti te rechaza, a mí me rechaza, y quien a

mí me rechaza, rechaza también al que me ha enviado.

Yo te doy el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y el enemigo no podrá

hacerte daño. Pero no te alegres por eso, alégrate más bien porque te he dado la compañía de

mi Madre, y tu nombre está escrito en el cielo.

Contempla mi cuerpo crucificado en la cruz, agonizando, y escucha mi voz

pronunciando con esfuerzo estas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo; ahí tienes a tu madre”,

haciéndome a ti, sacerdote y haciéndote a mí, para ser uno, como el Padre y yo somos uno,

para ser una sola ofrenda en cada Eucaristía, renovando tu vocación sacerdotal, que es

vocación al amor, entrega total.

Contempla cómo se abre la puerta del Paraíso, mientras un mar de sangre y agua

inunda el mundo.

Contempla a mi Madre, y a ti mismo junto a ella, quien te conduce hacia la puerta, por

el camino que soy yo, y la puerta es de cruz.

Ella busca a los corderos que están escondidos, a los que tienen miedo y se sienten

perdidos. Ella los reúne y ora con ellos, para que el Espíritu Santo, que está con ella, también

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Espada de dos filos

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esté con ellos, y fortalecidos caminen de la mano de la Madre por el camino seguro, como

corderos, con humildad, con docilidad, en obediencia y fidelidad y entren por la puerta como

corderos, para que salgan como Pastores, a buscar a sus ovejas.

Yo conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí. Si las ovejas no me siguen es porque

no me conocen.

Yo abro tus ojos y tus oídos, para que me veas, para que me escuches, para que me

reconozcas, para que me sigas, para que mueras al mundo y te salves por mí. Entonces te haré

verdadero pastor. Porque ¿de qué te sirve salvar al mundo si no te salvas a ti mismo?

Lucha por entrar por la puerta angosta, porque, aunque muchos pretendan, no todos

podrán entrar.

Yo no soy ningún extraño. El que me conozca, que escuche mi voz y me siga».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: en la Iglesia hay lobos infiltrados, que distraen a los pastores y

se vuelven tibios, resignados, y esos son los corazones más pobres, los más necesitados.

Yo quiero llegar a todos, también a ellos, porque donde hay vida hay esperanza.

Yo soy Madre y los quiero a todos.

Yo quiero llevar a todos la voz del Buen Pastor, a través de la formación permanente,

para la renovación de su alma sacerdotal, que les recuerde que la vocación del sacerdote es

Cristo.

Yo quiero llegar a los más posibles, para que cada uno de mis hijos sacerdotes recuerde

quién es, y a qué fue llamado.

Yo quiero llevarles la alegría de saber que su vocación es la mejor, la más hermosa,

porque es vocación al amor, que nace en un encuentro personal con Cristo y se renueva

constantemente al pie de la cruz, en el altar.

La vocación del sacerdote es ser el discípulo que nunca abandona, que está en el altar al

pie de la cruz, acompañando a la Madre, uniéndose en el sacrificio de Cristo que dice: “Mujer,

ahí tienes a tu hijo”. Y Jesús se hace al discípulo, y el discípulo a Cristo.

Y es ahí la unión de todos en ese Hijo que nos hace hijos a todos, en el cuerpo de Cristo.

Es así que el sacerdote es Cristo. Es Jesús que se queda en el sacerdote, como mi hijo, viviendo

en medio del mundo, para llevar a las almas el conocimiento de la verdad que se revela en el

único y eterno sacrificio, y que es eucaristía.

El sacerdote renueva esa unión en cada Consagración, para ser Cristo resucitado y vivo

en cada uno, y que permanece a través de ellos cumpliendo la misión que el Padre le ha

encomendado, hasta que vuelva.

La vocación del sacerdote es de hijo y de pastor, para llevar a todas las almas al abrazo

misericordioso del Padre, conduciendo a las ovejas para que entren por la puerta y sean parte

de un mismo redil en un solo rebaño.

Que sean mi hijo. Eso es lo que Jesús manda en la cruz, para que sean como Él,

aprendiendo de la Madre a ser obedientes hasta la muerte.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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La vocación del sacerdote es ser el que permanece y no abandona, el que se entrega, el

que ama. Es Cristo Buen Pastor enamorado de sus ovejas.

Quiero que se den cuenta del verdadero valor de su vocación: ustedes son Cristos

resucitados y vivos en medio del mundo, llevando la buena nueva a todos los rincones de la

tierra. Algunos no los escucharán y no se convencerán, ni aunque resucite un muerto».

+++

PARA MEDITAR – ENTRAR POR LA PUERTA

«En verdad les digo: yo soy la puerta de las ovejas».

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿has entrado por esa puerta?, ¿te has configurado con tu Señor y eres

puerta?, ¿las ovejas te siguen?, ¿entran y salen por esa puerta?

Tú eres puerta, sacerdote.

¿Mantienes la puerta abierta?, ¿te aseguras que hayan salido todas y te hayan seguido, para

alimentarlas?, ¿las acompañas o las dejas solas ante el peligro de que se las coman los lobos?

¿Te aseguras de que entren todas por la puerta, y de contarlas, para que no te falte

ninguna? Y si faltara una, ¿dejas a las demás seguras, y sales a buscar a la que se ha perdido?, ¿o te

quedas resignado en la comodidad de tu egoísmo, y cierras la puerta, y cierras los ojos y los oídos

para no ver y no escuchar al que te llama pidiendo ayuda porque está perdido?

Analiza tus actos, sacerdote, y descubre, al paso de los años, en qué te has convertido: ¿en

un verdadero pastor comprometido con su rebaño, porque has sido configurado con Cristo Buen

Pastor?, ¿o en un pastor asalariado que ha descuidado el rebaño que le ha sido encomendado? ¿Se

ha vuelto tu ministerio un trabajo más a cambio de un sueldo?, ¿o vives tu vocación sirviendo a tu

rebaño, enamorado de tus ovejas, como Cristo el Buen Pastor?

Entra por la puerta de las ovejas, sacerdote, con humildad, haciéndote pequeño como

cordero, para que renueves tu vocación y sea encendido de fuego apostólico tu corazón.

Escucha, sacerdote, la voz del Buen Pastor que te llama para que reconozcas su voz y lo

sigas, y pídele que infunda en ti un espíritu de entrega, para que des tu vida por tus ovejas.

Pero ten cuidado, sacerdote, y fíjate bien por quién estás dando tu vida, porque en los rebaños

también hay lobos disfrazados de ovejas perdidas.

Sé astuto como las serpientes, pero sencillo como las palomas. No te fíes de los hombres,

pero no les tengas miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; antes bien, teme

ofender a tu Señor, y obedécelo, escucha su voz, deja todo y síguelo como una oveja sigue a su

pastor, entregándole tu voluntad y tu confianza, porque Él es tu dueño y sabe lo que te conviene.

Sigue a tu Pastor, sacerdote, pero no lo siguas por obligación. Síguelo por amor. Porque de

Él recibes muchos bienes, pero si no tienes amor, sacerdote, nada tienes.

Déjate configurar con el amor, que es Cristo el Buen Pastor, para que des tu vida por tus

ovejas, para que seas puerta, y todo el que entre por ti se salve.

Tú eres puerta, cordero y pastor, configurado con Cristo que es la puerta, el cordero de

Dios que quita los pecados del mundo, y el Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas.

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Espada de dos filos

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Tú abres la puerta, y perdonas los pecados, y los guías y los alimentas a través de la

palabra y de la Eucaristía, para darles vida en abundancia por Cristo, con Él y en Él.

Tú eres en unidad con Cristo, Buen Pastor. Y al mismo tiempo eres sacerdote, víctima y

altar; sacerdote, profeta y rey.

___________________

DE LA MANO DE JESÚS – HACER LAS OBRAS DEL PADRE

MARTES DE LA IV SEMANA DE PASCUA

El Padre y yo somos uno.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 10, 22-30

Por aquellos días, se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación del templo. Era

invierno. Jesús se paseaba por el templo, bajo el pórtico de Salomón.

Entonces lo rodearon los judíos y le preguntaron: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en

suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente”.

Jesús les respondió: “Ya se lo he dicho y no me creen. Las obras que hago en nombre de mi

Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas

escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás;

nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y Él es superior a todos, y nadie puede

arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: había mucha inquietud entre los judíos acerca de si tú eras el Mesías esperado o

había que esperar a otro. La verdad es que no debía haber esa inquietud, porque lo estuviste

demostrando con tus obras constantemente: se cumplían en ti las Escrituras, y ellos las conocían

bien. El problema no era que faltara claridad, más bien no estaban dispuestos a aceptarte, porque de

hacerlo les resultaba comprometedor. Tus ovejas escuchan tu voz y te siguen, es decir, creen en ti y

obedecen a tus mandatos. Qué paz y seguridad nos da a nosotros tu promesa de darnos vida eterna si

te seguimos. Dices que nadie nos arrebatará de tu mano, que es la mano del Padre. Entiendo Jesús

que esas palabras tuyas hay que interpretarlas bien: nadie nos arrebatará, a menos de que nosotros

nos soltemos, a menos de que nosotros te rechacemos. Jesús, no permitas que me aparte de ti, yo no

quiero soltarme de tu mano, ¿qué debo hacer para mantenerme siempre unido a ti, y así estar unido

también al Padre? Madre mía, Maestra de oración, ayúdame a mantenerme en un trato constante de

amistad con tu Hijo, para no perderlo jamás.

+++

«Sacerdote mío, ven. Sacerdote mío, sígueme. Sacerdote mío, te amo.

Yo soy el Buen Pastor.

Contempla mi cuerpo vestido con túnica blanca, cintura ceñida, sandalias de cuero, y un

manto claro cubriendo mi cabeza. Báculo grande de madera en mi mano, y una pequeña bolsa

de cuero colgando de mi hombro, en la que llevo un trozo de pan y un poco de vino.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Contémplame mientras voy caminando en medio de verdes campos, muy grandes y

hermosos.

Contempla a las ovejas flacas en el camino, y otras muy gordas, en los campos,

descansando y pastando.

Yo las conozco a todas, y a cada una la llamo por su nombre, y ellas escuchan mi voz, y

me siguen.

El camino es duro, y las ovejas tienen hambre y tienen sed, y caminan en la seguridad

del pastor que las guía, porque creen en él y confían en su palabra, mientras lo siguen sin ver a

dónde van.

En el camino se antojan el paisaje y los pastos, y ofrecen las delicias del mundo. Pero el

pastor las llama, y las mantiene en el camino y en la promesa de un alimento y una vida eterna.

Las ovejas se cansan y el pastor las fortalece, las alimenta y les da de beber con el

alimento que lleva, para darles vida en abundancia. Parece pan y parece vino, pero es su

cuerpo y su sangre, que las une íntimamente a él, para que siempre escuchen su voz, para que

lo sigan y perseveraren hasta el final.

Las ovejas gordas que descansan y pastan, esas no lo escuchan y no lo siguen. Y entre

ellas hay algunas que no pastan, sino que se comen a las otras. No son ovejas, son lobos

disfrazados de ovejas, que engañan y distraen a las ovejas.

Las últimas ovejas en el camino, de las que siguen al pastor, llaman la atención a las

ovejas que pastan y les muestran el camino. Entonces ellas ponen atención, y escuchan la voz

de su pastor, y regresan al camino y lo siguen.

El último de todos es un cordero pequeño, que se siente despreciado, humillado, herido,

frágil, débil, indigno, que no sabe corresponder, pero que cree y confía en el pastor y lo sigue.

No camina solo, lo acompaña la madre del pastor, que lo carga y lo lleva en sus brazos, y lo

auxilia, lo protege, lo conforta.

Las ovejas son mi pueblo. El cordero eres tú. El pastor soy yo.

Sacerdote mío: no quieras entender, sólo acepta mi voluntad y recíbeme, obedéceme,

confía en mí y abandónate en mis brazos.

Yo te he amado hasta el extremo, te he dado mi vida para darte vida, te he dado mi

carne y mi sangre, para alimentarte, para quedarme contigo.

Tú has elegido la mejor parte, que no te será quitada. Yo soy el primero y el último. El

Alfa y la Omega. El principio y el fin.

El que quiera ser el primero que se haga el último.

Así como yo soy testimonio del amor de mi Padre por los hombres, que envió a su único

hijo para que el que crea en Él tenga vida eterna, así, amigo mío, tú eres testimonio de mi amor

por mis ovejas.

Yo les he dado a ellas mi Palabra. Yo les he mostrado mis obras.

Yo he derramado mi sangre hasta la última gota, y ellas creen en mí, porque son mías.

Pero están distraídas, hay mucho ruido y no escuchan mi voz, y no me siguen, se están

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Espada de dos filos

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quedando y acomodando en los falsos placeres que dan otros campos que no son los míos, y se

exponen a las tentaciones y a los peligros del mundo, y a que se las coman los lobos.

Yo te envío a servir a mis ovejas, para llamar su atención, dando testimonio de mi amor

y de mi misericordia, poniendo tu fe por obra, en mi nombre, a través de tu ministerio, para

que otros abracen la fe.

Yo te envío como cordero entre pastos de ovejas y lobos. Pero no tengas miedo, porque

no estás solo. Yo te envío en la compañía de mi Madre, y el Espíritu Santo, que siempre está

con Ella, está contigo.

Yo estoy contigo todos los días hasta el fin del mundo.

El que vive en mí, vive en mi Padre, porque Él y yo somos uno.

Yo te aliento a vivir conmigo esta vocación al amor, a la que has sido llamado, con

humildad, mansedumbre y amor, en un solo corazón y una sola alma, un solo cuerpo, un

mismo espíritu, una misma esperanza, una sola fe, para que des testimonio de mí, con gran

poder, contagiando el amor, contagiando la fe.

Yo te he dado la compañía de mi Madre, la compañía de María, para que con mi poder

y sus obras de misericordia consiga para ti la disposición a recibir la misericordia de Dios, para

abrir tu corazón y llenarte del Espíritu Santo, que es derramado a los que lo obedecen.

Yo te he dado mis mismos sentimientos, para que sientas un sufrimiento constante por

el anhelo de mi gloria.

Es el sufrimiento constante de mi corazón cuando vivía en medio del mundo, anhelando

la gloria que tenía con mi Padre antes de que el mundo existiera.

Es el sufrimiento del corazón de mi Madre al pie de mi cruz, anhelando la gloria que

tenía cuando me llevaba en su vientre.

Es el sufrimiento del corazón de mi Madre, anhelando la gloria que ella tiene, para

todos sus hijos, porque ella participa ahora de mi eterna gloria y nunca le será quitada.

Ofréceme tus lágrimas que expresan el sufrimiento, la alegría y el anhelo de tu corazón.

Contempla a mi Madre, que te acompaña en el camino, cuidando tu rebaño para que no

se pierda ninguno, para que se cumpla lo que yo he dicho: todos los que me han sido dados por

el Padre, no serán arrebatados de mi mano.

Ella camina haciéndose la última y la primera, porque en su seno lleva a Dios».

+++

«Hijo mío, sacerdote: quiero llevar la misericordia de mi Hijo al mundo, a través de la

oración.

Es orando como se recibe el amor, y se expresa la fe en obras de amor: adorando,

contemplando, alabando.

Obras de amor que se manifiestan en las acciones ordinarias, y que el amor las

transforma en acciones extraordinarias y en obras de misericordia, con las que se glorifica a

Dios convirtiendo la vida entera en oración: adorando, contemplando, alabando.

Oración en silencio, para que escuches la voz del Pastor y lo sigas.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

112

Oración al rezar con palabras y con devoción, con pureza de intención, expresando la fe

y el amor, porque lo que sale de la boca viene de dentro del corazón.

Oración que expresa el amor recibido, y por la acción del Espíritu Santo se transforma

en adoración continua a la Sagrada Eucaristía, contemplación constante del rostro de Cristo y

alabanza perenne a la Santísima Trinidad.

Esa es la vida en santidad.

Transforma tu vida en adoración, contemplación y alabanza continua, a través de una

vida convertida en oración, ofreciendo los deberes, sacrificios y placeres de tu vida ordinaria,

convertidos en extraordinaria oración, pidiendo a Dios tu disposición a recibir su amor y su

misericordia. Los ángeles y los santos te acompañan, interceden y ayudan.

La misericordia de Dios ha sido derramada en la cruz, para que el amor que es

derramado en los corazones por el Espíritu Santo, sea recibido y correspondido con una vida

en santidad, construyendo el reino de los cielos en la tierra, para que todos sean santos y

adoren, contemplen y alaben a Dios participando de su eterna gloria.

Yo te acompaño y pido para ti esta disposición, para que el Espíritu Santo viva, obre y

actúe en ti, y lleves esta disposición a los corazones del mundo entero, y sea para todos un

eterno Pentecostés que los fortalezca y conduzca a la eterna gloria».

+++

PARA MEDITAR – HACER LAS OBRAS DEL PADRE

«Yo y el Padre somos uno».

Eso dice Jesús.

Y no sólo lo dice porque a Él no le creen; lo demuestra con las obras, que dan testimonio de

Él.

Y tú, sacerdote, ¿demuestras tu fe con obras para que crean en Él?, ¿eres veraz?, ¿practicas

lo que predicas?, ¿o sólo repites las palabras de tu Señor, y tú mismo no haces lo que dices?

El discípulo no es más que su maestro. El Hijo de Dios se muestra al mundo como

cordero, pero obra como Pastor.

El cordero de Dios que quita los pecados del mundo se humilla hasta hacerse nada,

caminando en medio del mundo como un hombre, pequeño, indefenso, frágil. Porque siendo Dios,

se anonadó a sí mismo, adquiriendo la naturaleza humana. Y se hizo hombre para ser en todo igual

que tú, sacerdote, excepto en que Él, aunque fue tentado, no cometió pecado. Pero era tan humano,

que no creían en Él, pero Él sabía que su Padre, que lo había enviado, daría testimonio de Él, para

que los que no creyeran por la fe, al menos creyeran por las obras.

Tú eres, sacerdote, una obra de Dios.

Tú eres testimonio de la deidad de tu Señor. Pero el que da testimonio debe ser testigo y

creer primero.

Mírate a ti mismo, sacerdote, y cree en el Cristo al que tú mismo representas.

Cree, sacerdote, en ti mismo, y en el poder que Dios ha puesto en tus manos y en tu boca.

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Espada de dos filos

113

Agradece la misericordia de tu Señor, al llamarte como uno de sus siervos, y el detalle que

ha tenido contigo al llamarte “amigo”.

Tú eres, sacerdote, una obra de Dios, que Él ha puesto en las manos de su Hijo, para que

seas uno con Él.

Y nadie te arrebatará de su mano, porque nadie puede arrebatar nada de las manos del

Padre, y Él y el Padre son uno.

Esa es tu confianza, sacerdote, pero esa es también tu responsabilidad, porque es a través de

ti, que los hombres creerán.

Cree, sacerdote, en que tú puedes hacer las obras que hizo tu Señor, y aún mayores,

porque Él ha subido al Padre, y lo que tú pidas en su nombre Él lo hará, para que el Padre sea

glorificado en el Hijo.

Esa es tu confianza, sacerdote, y esa es la esperanza del pueblo de Dios, que ha puesto su fe

en tus obras, cuando consagras el pan y el vino, y lo conviertes en el cuerpo y en la sangre de

Cristo.

Cuando proclamas su muerte, y anuncias su resurrección, y lo compartes con ellos para

alimentarlos con el verdadero alimento y la verdadera bebida de salvación.

Cuando predicas con seguridad y con alegría la palabra de tu Señor, que sale desde dentro

de tu corazón, y que llega a cada corazón y penetra hasta lo más profundo, como espada de dos

filos, no como palabra de hombre, sino como palabra de Dios, para que crean, porque todo el que

crea tendrá vida eterna.

Y si tú, sacerdote, das vida, y el Hijo de Dios es la vida, y el Padre es quien da la vida,

¿cómo es que no crees en tus obras? Y si crees en que tú haces las obras de tu Señor, ¿cómo es que

dices que te falta fe?

Es verdad que no eres tú quien hace las obras, sino que es a través de ti que Dios obra,

pero tú estás en el Hijo y el Hijo está en el Padre, y juntos son uno.

Y si te resistes a creer esto, sacerdote, abre tu corazón, levanta tus manos, eleva tus ojos y

alza tu voz al cielo, y dile “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe”, y luego déjate amar por Él, deja

que te llene de Él, de su gracia y de su misericordia, y acepta con docilidad los dones y gracias del

Espíritu Santo.

Tú eres, sacerdote, el instrumento fidelísimo del Hijo de Dios, por quien muestra al

mundo las obras de su Padre.

____________________

CUIDADOS DE MADRE - BRILLÓ LA LUZ PARA EL MUNDO

MIÉRCOLES DE LA IV SEMANA DE PASCUA

Yo he venido al mundo como luz.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 12, 44-50

En aquel tiempo, exclamó Jesús con fuerte voz: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en

aquel que me ha enviado; el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo he venido al mundo

como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he

venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he

hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre,

que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida

eterna. Así, pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: en muchos lugares del mundo se procura establecer una jornada especial para

honrar a las madres, aunque todos los días son buenos para manifestarles nuestro amor y nuestro

agradecimiento filial. Hoy es el día en que nosotros las celebramos, y queremos hacer también un

recuerdo especial de la Madre de Dios, que es madre nuestra: tuya y mía, Jesús. En el santo

Evangelio aparecen muy pocas referencias a Santa María, porque se mantuvo siempre muy discreta,

aunque siempre estuvo acompañándote y, junto a ella, otras mujeres. Yo pienso que el motivo por el

que te acompañaba era, sobre todo, porque su presencia era para ti fundamental para cumplir con tu

misión en la tierra. Tú podías haberle ahorrado sufrimientos, pero la necesitabas junto a ti. No sólo la

amabas con corazón de hombre, como un buen hijo, sino que la amabas como Dios, deleitándote en

la entrega generosa de un alma que se llamó a sí misma esclava del Señor. Jesús, yo también tengo

necesidad de la presencia continua de la Madre, para ejercer fielmente mi ministerio. Sé que me la

diste como Madre en la persona del discípulo amado, al pie de la cruz. Yo, sacerdote, como Juan,

quiero sentirme con ese derecho especial de recibir su ayuda y su consuelo. ¿Cómo puedo acogerla

dignamente en mi casa? Madre mía, Virgen de Guadalupe, gracias por estar siempre a mi lado

mostrándote Madre.

+++

«Hijo mío, sacerdote: ¿de qué te preocupas? ¿Qué te aflige? ¿No estoy yo aquí que soy

tu Madre?

Te diré qué es ser madre.

Una madre está siempre dispuesta a recibir, a cuidar, a proteger, a hacer crecer, a

ofrecer, a entregar.

Una madre protege, da seguridad, siempre está cerca, nunca abandona.

Una madre ama y se deja amar, abraza y se deja abrazar.

Una madre escucha, medita y guarda en su corazón, aconseja, anima y conoce al hijo,

sufre con él y lo deja sufrir para que crezca, pero corrige sus errores, y acompaña y consuela, y

se alegra con el hijo.

Una madre ama con amor de Dios, con amor infinito. Porque Dios es Padre y es Madre

y su amor es infinito.

Una madre no limita su amor, y su capacidad de amar es tan grande que ama con el

mismo amor a tantos hijos como tiene.

Una madre da esperanza y aliento y guía por el camino correcto.

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Espada de dos filos

115

Una madre no cuestiona ni duda, ella da la vida por el hijo.

Hijo mío: yo soy Madre, y me gusta abrazarte con mi manto, para protegerte, cuidarte,

confortarte, consolarte, darte calor, hacerte descansar, guardarte, darte seguridad, aliento,

fortaleza, mantenerte en la fe, darte esperanza y conducirte al encuentro del amor.

Ser madre es hacerse última para ser primera.

Primera en servir, en amar, en dar, en entregarse, en generosidad, en humildad, en

demostrar la fe, en dar esperanza, en dar caridad.

Primera en aconsejar, en enseñar, en consolar, en perdonar, en sufrir con paciencia los

defectos de los demás, en orar por sus hijos vivos y muertos.

Primera en alimentar, en dar de beber, en vestir al desnudo, en acoger al necesitado, en

visitar al enfermo, en visitar al preso, en dar digna sepultura al muerto.

Primera en bendecir, en alabar, en adorar, en glorificar a Dios.

Primera en decir sí a la voluntad de Dios.

Última, para ser la esclava, y primera, para servir a Dios.

El corazón de una madre es suave, dulce, tierno, sensible, de carne, expuesto a ser

herido, humillado, abandonado, criticado, despreciado, lastimado. Pero atractivo, porque en él

está el amor, y es amado, respetado, cuidado, bendecido, venerado.

El corazón de una madre es paciente, es clemente, es generoso, es misericordioso,

porque al dar la vida dando vida, se hace morada del Espíritu Santo, y es sabio, entendido, da

consejo, es fuerte, tiene ciencia y piedad, pero, sobre todo, el corazón de una madre es temeroso

de Dios, y se hace última para llevar a sus hijos a Dios.

Mi maternidad fue concedida por un sí en la pureza de la intención de mi corazón de

niña, humilde, inocente, entregado, deseoso de recibir y ser llenado, que estuvo dispuesto a

recibir al Espíritu Santo, y con Él, recibí el amor.

Y mi corazón fue llenado de alegría y desbordado de Dios, concebido en mi vientre por

obra del Espíritu Santo, encarnando el amor en la pequeñez de mi humanidad para hacerse

hombre, para hacerse hijo, para hacerme madre.

Y el Verbo se hizo carne para habitar entre los hombres.

Y a mí me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha hecho en mí

grandes obras el que es todopoderoso y santo, y su misericordia alcanzará de generación en

generación a los que le temen, para derribar a los poderosos y enaltecer a los humildes, para

colmar de bienes a los hambrientos y despedir a los ricos con las manos vacías.

Una madre da la vida, para que el hijo tenga vida.

Una madre da la vida disminuyendo, para que el hijo crezca.

Una madre da la vida acompañando al hijo, para que nunca se pierda.

Una madre da la vida para sostener al hijo, para que persevere en cumplir con su

misión según la voluntad de Dios.

Una madre permanece y acompaña cuando todos se han ido.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

116

Una madre consuela y abraza cuando parece que todo está perdido.

Una madre compadece y conforta y da esperanza, porque un corazón de madre siempre

conserva la fe.

Yo comparto contigo los tesoros de mi corazón, para que aumente tu fe, para darte

esperanza, para darte la caridad de mi corazón, y mostrarte que yo soy Madre.

Yo guardo entre los tesoros de mi corazón el recuerdo de un bebé formándose en mi

vientre de mujer. Luego lo llevé en mis brazos, y más tarde lo vi caminar a mi lado,

tomándome de la mano. Acompañé a ese niño cuando iba creciendo, haciéndose joven, pero

junto a mí seguía siendo un niño. Se hizo hombre y parecía que caminaba solo, pero su corazón

estaba unido al mío, y yo lo fortalecía y lo protegía, y lo acompañaba a dondequiera que él iba.

Él entregó su vida, y yo estuve a sus pies sosteniéndolo, alentándolo, confortándolo,

acompañándolo, entregando también mi vida junto con Él. Otro hombre estaba junto a mí al

pie de la cruz, uniéndose a mis sufrimientos, quien me recibió y me acogió en su casa.

Recíbeme tú, hijo mío, y te daré el beso de mi bendición y el sello de mi protección

maternal, para que perseveres en la lucha y logres el triunfo en la batalla final.

Mi corazón está abierto y expuesto con el de mi Hijo en la cruz, en la unión que me hace

participar como corredentora de la misión salvadora de los hombres, en el sacrificio único y

eterno por el que Él, que es hijo del Padre, los hace hijos del Padre en Él, y me hace Madre de

los hombres, para que les muestre el camino cuando Él se haya ido a sentarse en su trono a la

derecha de su Padre, para ser glorificado con la gloria que tenía antes de que el mundo

existiera.

Y se queda en presencia viva en la Eucaristía, en hostia viva, en carne, en sangre, en

humanidad, en divinidad, mostrando su amor hasta el extremo, entregándose a los hijos para

hacerlos parte, y que el Padre sea glorificado en el Hijo.

Dios es Padre y es Madre, y el Padre es glorificado en el Hijo a través de los hombres

que Él mismo tomó del mundo para dárselos al Hijo, quien les ha comunicado todas las cosas

del Padre, y ellos han creído en Él, y no los ha llamado siervos, los ha llamado amigos, y los ha

hecho sacerdotes.

Yo soy Madre para reunir a mis hijos y para derramar la misericordia de Dios a través

de mi cruz corredentora, porque yo soy la madre de Dios, y madre de misericordia.

Yo soy la Madre que abraza la cruz del Hijo, entregando la vida con el Hijo para la

salvación de todos sus hijos.

Yo me hago última para ser primera en servir a la Iglesia, sirviendo y perfeccionando a

las obras de Dios: sus sacerdotes.

Permanece en mi compañía siendo último, porque los últimos serán los primeros».

+++

«Sacerdotes míos: sean hijos.

El que ama al Hijo ama a la Madre del Hijo y el que ama a la Madre ama al Hijo.

Yo soy el Hijo.

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Espada de dos filos

117

Veneren a mi Madre, ámenla, déjense amar y proteger por ella. Reconozcan la

grandeza de su maternidad y sean hijos, como yo soy Hijo.

Sean hermanos como yo soy hermano, y sean padres como mi Padre es.

Y amen con amor de hijo y amor de hermano y amor de padre, pero también amen con

amor de madre. Ella les enseñará que, por ella, yo he nacido como hijo, y por mí han sido

ustedes hijos, y hermanos y padres.

Yo les digo que se amen los unos a los otros, como yo los he amado: con amor de hijo y

de hermano y de padre y de madre.

Ella es unión. Reúnanse en torno a ella y dispónganse a recibir, porque cuando yo esté

sentado a la derecha del Padre, ella se mantendrá al lado de sus hijos, y el Espíritu Santo

vendrá y derramará sus dones sobre los que estén dispuestos.

Ella es la Madre de todas las gracias, recíbanla.

Sean pastores y sean guías. Pero déjense guiar.

Sean humildes y mansos de corazón.

Sean dóciles y pobres de espíritu, y déjense amar por mí.

Caminen en la verdad.

Yo soy el camino, yo soy la verdad y la vida.

Protejan la vida.

Sean como niños, y déjense abrazar por mi Madre.

Sean pescadores de hombres, y tráiganlos a mí.

No se pierdan, vengan a puerto seguro.

Mi Madre es faro que ilumina con mi luz».

+++

PARA MEDITAR – BRILLÓ LA LUZ PARA EL MUNDO

«Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas».

Eso dice Jesús.

Y hace brillar la luz para el mundo, desde el vientre de su Madre.

El ángel anunció a María, y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.

He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre los hombres.

En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las

tinieblas no la recibieron.

Tu Señor te ha enviado, sacerdote, para que los hombres lo reciban, porque todo el que lo

reciba, recibe por heredad la filiación Divina.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Tu Señor te ha enviado, sacerdote, a llevar la luz a todos los rincones del mundo, para

disipar las tinieblas, para darles vida, porque Él hace nuevas todas las cosas.

Tu Señor es la luz del mundo, y la vida de los hombres, y ha sido enviado al mundo para

nacer como hombre, de vientre virgen de mujer, para darle vida eterna a todos los que crean en Él.

Tu Señor ha dado su vida por ti, sacerdote, nadie se la ha quitado. Él la ha entregado por su

propia voluntad.

Nadie tiene un amor más grande, que el que da la vida por sus amigos.

Tu Señor ha dado su vida por ti, para darte vida, y también te ha dado a su Madre.

Te ha llamado amigo, y te ha hecho hermano. Tanto así te ama, sacerdote, que ha querido

compartir contigo la gloria de su Padre, y la compañía de su Madre.

Recibe, sacerdote, el amor de tu Señor, para que te ilumine, para que te encienda con su luz,

y su luz, a través de ti brille para el mundo.

Pero recuerda, que una lámpara no se enciende para ponerla debajo de la cama, sino para

ponerla sobre el candelero, para que otros vean la luz, reciban la luz, y sean iluminados con la luz

que disipa las tinieblas.

Escucha y acepta las palabras de tu Señor, y ponlas en práctica, sacerdote.

Cree en Él, y déjate transformar como Él, en verdadero hijo que nace como fruto bendito

del vientre de su Madre.

Compórtate como buen hijo, y honra a la Madre, porque Cristo vive en ti, y Él exige la

compañía de su Madre, compañera fiel desde que fue engendrado, hasta que fue crucificado, que

nunca lo abandonó, ni siquiera cuando fue sepultado, porque en ella estaba la esperanza de ver

brillar la luz en su Hijo resucitado.

Y en el sepulcro brilló la luz para el mundo.

Y la luz es la vida de los hombres.

Consagra tu corazón, sacerdote, a la Madre de tu Señor, para que la reconozcas como

verdadera Madre, y te reconozcas a ti mismo, como verdadero hijo, que quiere ser acompañado y

protegido, que quiere ser guiado y auxiliado, para perseverar en el camino.

Déjate conducir con humildad y docilidad por la Madre, que te lleva por camino seguro, y

el camino es de cruz y es de luz, porque ella siempre te lleva a Jesús.

Pero te sostiene, te protege, te ayuda, te acompaña, te consuela, te abraza, y consigue para

ti la gracia y la perseverancia.

Tu Señor te pide, sacerdote, que tengas sus mismos sentimientos.

Muéstrate tal y como eres: hijo, como Él, para que ella se muestre tal cual es: Madre.

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____________________

EL FRUTO DE LA HUMILDAD – RECIBIR AL ENVIADO

JUEVES DE LA IV SEMANA DE PASCUA

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Espada de dos filos

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El que recibe al que yo envío, me recibe a mí.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 13, 16-20

En aquel tiempo, después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro:

el sirviente no es más importante que su amo, ni el enviado es mayor que quien lo envía. Si

entienden esto y lo ponen en práctica, serán dichosos.

No lo digo por todos ustedes, porque yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se

cumpla el pasaje de la Escritura, que dice: El que comparte mi pan me ha traicionado. Les digo esto

ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo Soy.

Yo les aseguro: el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe

al que me ha enviado”.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: les habías lavado los pies a tus discípulos, y eso había sido para ellos una

lección muy grande de humildad. Cualquiera de ellos te hubiera lavado a ti los pies, reconociendo su

inferioridad. Pero quisiste hacerlo así, para que ellos se dieran cuenta de que su misión era de

servicio a los demás, de anonadarse, como tú, para que conocieran así tu gran amor por los hombres.

El fruto de la humildad es la disposición. Debemos estar dispuestos a cumplir la voluntad de Dios en

todo momento, obedeciendo y entregándonos en todo momento, reconociéndonos pecadores,

pidiendo misericordia y luchando por convertirnos. Debemos parecernos a ti, porque nosotros somos

los enviados, pero es a ti a quien reciben, y así reciben al Padre. Tú fundaste tu Iglesia sobre la roca

de Pedro, de modo que será importante en mi ministerio sacerdotal “sentir con la Iglesia”, obedecer

al Papa y tener la disposición de transmitir con fidelidad a los demás su Magisterio. Jesús, ¿cómo

debo luchar en la virtud de la humildad, para estar siempre bien dispuesto a cumplir la voluntad de

Dios? Madre mía, intercede por mí, para que tenga la humildad necesaria que me dé la disposición

del corazón para servir a Dios y a todas las almas.

+++

«Sacerdote mío: procura tu santidad imitando a mi Madre. Ella es maestra de

humildad.

Ahí tienes al hijo, ahí tienes a la madre. Estaba yo crucificado en la cruz, en agonía,

cansado, mortificado, martirizado, inmolado, entregado, cumpliendo la voluntad de Dios. Y

mis ojos agonizantes miraban a mi Madre y a mi discípulo amado. Y en mis ojos había luz y

había fe, había amor, había vida y había esperanza. Y se apagó la luz, se derramó el amor,

hasta perder la vida. Y había humildad en los ojos de mi Madre y de mi discípulo amado, y en

ellos estaba la luz, la fe, el amor, la vida y la esperanza.

Yo Soy, y yo te doy mi luz, para que brille en ti la esperanza, la fe, el amor y la vida.

Yo Soy el que te envía, como mi Padre me envió, para que te reciban, porque el que te

recibe a ti, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.

Para poder dar, primero hay que recibir.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

120

El que no tiene, necesita, es humilde, y es en la humildad en donde está la disposición del

corazón a recibir y a entregar.

La humildad es la Madre recibiendo al Hijo, diciendo sí, haciéndose esclava.

Es la Madre entregando al Hijo en la Cruz, y recibiendo la luz de la esperanza,

acogiendo a los hijos al pie de la Cruz, diciendo sí.

Es el hijo recibiendo a la Madre, acogiendo la luz de la esperanza en su casa.

La disposición es el fruto de la humildad, disposición a cumplir la voluntad de Dios,

para recibir y para entregar.

Disposición como fruto de la humildad, en la que Dios se abaja al hombre para hacerse

en todo como los hombres, menos en el pecado, para destruir el pecado y salvar a los hombres.

Disposición a cumplir la voluntad de Dios, imitando la humildad de la Madre en la

obediencia y docilidad, para cumplir con esa voluntad.

Disposición a hacerse en todo a mí, tanto como yo me he hecho a los hombres.

Disposición a ser consumados en la unidad, para la gloria de aquel que me ha enviado.

Disposición para permanecer en esa humildad, muriendo constantemente al mundo.

El que es humilde ora pidiendo esa disposición del corazón continuamente,

reconociéndose necesitado, vacío, débil, con la esperanza de recibir, de ser llenado, de ser

fortalecido.

El que es humilde se reconoce pecador, y ora pidiendo la conversión de su corazón.

El que es humilde ora pidiendo misericordia. Y un corazón contrito y humillado yo no

lo desprecio, lo purifico, lo santifico, lo hago mío.

Pero los corazones, no están vacíos, están llenos del mundo, de falsas promesas y de

mentira, que lleva al orgullo y a la soberbia, que impiden la disposición a la acción del Espíritu

Santo en el corazón. Entonces los corazones se vuelven duros, de piedra.

Yo Soy el que fue enviado no a ser servido sino a servir, no a juzgar sino a perdonar, no

a condenar sino a salvar.

Y así como yo he sido enviado, te envío yo.

Son muchos los llamados, pero pocos los elegidos.

Yo llamo y elijo a mis amigos, y así como mi Padre me ha enviado, así yo los envío, para

que sean recibidos.

Yo envío a mis amigos, como yo.

Yo soy la Palabra de Dios, para abrir los corazones, para disponer las voluntades, para

fomentar las conversiones, para que reciban misericordia, para que reciban mi salvación.

El que te recibe, a mí me recibe, y el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado.

El que da de beber tan sólo un vaso de agua a uno de estos pequeños por ser discípulo

mío, no perderá su recompensa.

El discípulo no es más que su maestro, ni el enviado es más que el que lo envía.

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Espada de dos filos

121

Imita entonces en todo al maestro, y hazte último, porque los últimos serán los

primeros.

Nada depende de ti, sino tu voluntad para permanecer dispuesto a cumplir mi voluntad;

como no depende de ti la conversión de los corazones, sino tu voluntad de pedir la humildad de

esos corazones, para que queden dispuestos, y el Espíritu Santo actúe en ellos.

No depende de ti la santidad de esos corazones, sino acompañarlos en el camino para

alentar su perseverancia con tu fe, con tu ejemplo de una vida santa; como tampoco depende

de ti los que van a traicionarme, sino orar por la conversión de sus almas.

Aun así, ni tu voluntad, ni tu disposición, ni tu oración, ni tu compañía, ni tu santidad,

depende de ti. Todo depende de la voluntad de Dios.

Yo te he llamado y te he elegido para esta misión, en la que te he dado la compañía de

mi Madre, para que juntos cumplan con su misión sirviendo a la Iglesia.

Yo te he llamado y te he elegido como esclavo del Señor, no porque lo merezcas, sino

porque esa es la voluntad de Dios.

Yo te digo que tu recompensa será grande en el cielo, porque, amigo mío, yo siempre

cumplo mis promesas.

Quiero que me ames y que te dejes amar por mí.

Sobre la roca de Pedro edifiqué mi Iglesia. Yo he llamado al Papa mi vicario en la

tierra. Yo soy la piedra que desecharon los constructores, y ahora soy la piedra angular.

Tú representas la piedra angular.

Tú eres roca. Sigue firme como yo, que yo te daré la fortaleza de una roca.

Que tu fe sea fuerte y firme como roca. Pero tu corazón lo quiero suave como carne, que es mi morada y yo habito en él. Sigue dispuesto y entregado, y que tu corazón sea sensible al sufrimiento y al dolor, alegre a la juventud y a la niñez, compasivo, misericordioso y generoso.

Que la luz que te ilumina sea como un faro en la obscuridad del mundo. Abre las puertas de mi Iglesia para todos. Yo los quiero a todos.

Que la luz de mi espíritu se derrame a través del amor que yo te entrego, déjate amar.

Deja que sea yo quien actúe, déjame realizar mis planes. Confía en mí. Y nunca te sientas solo, porque yo estoy contigo todos los días hasta el fin del mundo».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo los acompaño mientras oran y reciben, mientras trabajan y

entregan, ya que en el servicio están dando su vida.

Ustedes viven en el mundo, pero no son del mundo.

Ustedes son fuertes porque tienen mi compañía e imitan mi humildad, mi virtud, en la

disposición de hacerse esclavos, para cumplir, con su misión, la voluntad de Dios, porque el

Espíritu Santo está con ustedes.

Permanezcan en la humildad y obren con misericordia, orando, soportando con

paciencia los errores de los demás, consolando, perdonando, corrigiendo, aconsejando,

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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enseñando, alimentando, dando de beber, vistiendo al desnudo, acogiendo al peregrino,

visitando a los enfermos, visitando a los presos, enterrando a los muertos.

Ustedes deben contagiar su fe, instruir con la doctrina, impartir sacramentos, dar vida.

Deben llevar la luz y la esperanza a todo el mundo, en la alegría de servir a Cristo,

preparando la tierra y esparciendo la semilla hasta el cansancio.

Ustedes son sacerdotes y son misioneros. Yo los fortalezco para que brille en sus ojos la

luz, la fe, la esperanza, el amor, la vida. Para que tengan siempre mi compañía.

Hijos míos, sacerdotes, por la misericordia de Dios, Cristo desde la Cruz entrega el hijo

a la Madre y la Madre al hijo, haciendo al discípulo igual al maestro.

Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. Así, por la misericordia de Dios, yo los

enseño, para que aprendan de mí a transformar su vida ordinaria en una vida de virtud

extraordinaria, y con su santidad santifiquen a cada uno de mis hijos en el mundo. Esta es la

vocación a la que son llamados: vocación a servir a Cristo, sirviendo a las almas, vocación al

amor.

Ustedes aprenderán, con mi ejemplo y con la Palabra, a predicar desde la Cruz,

convirtiendo sus corazones al pie de la cruz, imitando en todo mi virtud, acogiendo a las almas

con humildad, haciéndose esclavos del Señor, sirviendo a los hombres con el ejemplo, con

misericordia, entregando la vida, viviendo en santidad, para santificarlos a ellos.

Yo intercedo por ustedes, con corazón de Madre, para que sean humildes, para que

estén dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, porque de la humildad nace la disposición del

corazón.

Es mi Hijo quien los envía como luz del mundo, a servir con alegría, para darle a los

hombres esperanza, mostrándole al mundo que Él es y Él está presente, Él está vivo, Él está

aquí y ahora, Él es el mismo ayer, hoy y siempre, Él está con ustedes todos los días de su vida

hasta el fin del mundo, y yo los acompaño en el camino.

Yo protejo especialmente al vicario de Cristo en la tierra, el Papa. Yo estoy siempre con

él, lo cuido y lo protejo. Quiero que se deje abrazar por mí, que yo lo arrullaré en mis brazos y

lo haré descansar».

+++

PARA MEDITAR – RECIBIR AL ENVIADO

«El que recibe al que yo envío, me recibe a mí. Y el que me recibe a mí, recibe al que me ha

enviado».

Eso dice Jesús.

Y es a ti, a quien ha enviado, sacerdote.

Y tú, ¿te aseguras de que te reciban, para que reciban a tu Señor?, ¿cómo te entregas para

ser recibido?, ¿a quién te entregas?, ¿cómo eres recibido?

Entrégate, sacerdote, con generosidad, sabiendo que no eres tú, sino Cristo, que vive en ti,

quien se entrega y da su vida por su propia voluntad, al servicio de los hombres, para conquistarlos,

para iluminarlos con su luz, para salvarlos.

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Espada de dos filos

123

Tú eres, sacerdote, un instrumento sagrado. Déjate usar con docilidad, entregando tu

voluntad a aquél que te ha enviado.

Permanece dispuesto con toda humildad, y con el corazón abierto, a ser recibido, porque

quien te recibe a ti, recibe la verdad.

Y tú, sacerdote, ¿reconoces en ti mismo a esa verdad?, ¿eres camino y puerta, o caminas en

soledad?, ¿confirmas al pueblo de Dios en la fe, en la esperanza y en el amor, uniéndolos contigo

en el único sacrificio agradable al Padre, por el que Él mismo se entrega, y es recibido a través del

cuerpo y la sangre de Cristo?

Tú has sido llamado y has sido elegido como siervo, y tú tienes un Amo y Señor, pero el

siervo no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envió.

Por tanto, sacerdote, bástale al discípulo llegar a ser como su maestro, para hacer sus obras

y aún mayores, porque tu Señor te ha dicho que todo lo que pidas en su nombre, Él te lo concederá.

Fortalece tu entrega, sacerdote, escuchando la palabra de Dios, y poniéndola en

práctica, porque eso es lo que te pide tu Señor, y también te pide que no tengas miedo, porque Él

está contigo todos los días de tu vida.

Recurre, sacerdote, al recurso de la oración, para que escuches y conozcas a tu Señor, para

que lo veas en cada palabra, y creas que Él es el Hijo de Dios, y vive en ti, y hace las obras del

Padre por ti, mientras te alegras de tus padecimientos por los hombres, y completas en tu carne lo

que falta a los sufrimientos de Cristo, en beneficio de su cuerpo que es la Santa Iglesia.

Tu Señor te ha llamado “amigo”, sacerdote, pero nunca olvides que sigues siendo siervo,

porque tú te has humillado ante Él, y te has postrado, declarándote su esclavo.

Tu Señor te conoce, sacerdote, Él te ha elegido, y te ha llamado por tu nombre, y tú lo has

seguido para dar tu vida por Él, para la salvación de los hombres.

Adora, sacerdote, a tu Señor sacramentado, en el sagrario y en el altar, contemplándolo y

elevándolo entre tus manos, para que lo vean, para que crean en Él, para que lo reciban en la

Eucaristía, y se alimenten de Él, para que tengan vida en abundancia.

Asegúrate, sacerdote, de alimentar a tu pueblo, para que todos alcancen la gracia y sean

dignos de recibir, a través de ti, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

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____________________

SANTIFICARSE EN LA VERDAD - CAMINO, VERDAD Y VIDA

VIERNES DE LA IV SEMANA DE PASCUA

Yo soy el camino, la verdad y la vida.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 14, 1-6

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean

también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría

dicho a ustedes, porque ahora voy a prepararles un lugar. Cuando me haya ido y les haya preparado

un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el

camino para llegar al lugar a donde voy”.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Entonces Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”

Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: los primeros cristianos estaban convencidos de que su vida tenía la finalidad de

parecerse a Cristo, vivir la vida de Cristo. Por eso tenían muy grabado en su corazón que tú eres el

camino, la verdad y la vida. Parecerse a Cristo implicaba conocerlo bien, seguir sus pisadas, para

aprender de Él. Los sacerdotes tenemos una mayor responsabilidad de parecernos a ti, porque tu

pueblo necesita conocer el camino y la verdad a través de nosotros, así como recibir la vida

sobrenatural por medio de los sacramentos. Te conocemos a través de tu palabra, pero sobre todo a

través de la oración, cuando meditamos lo que nos has dicho, de modo que no podemos dejar de

hablar de lo que hemos visto y oído. Además, tú nos has escogido porque nos has amado desde antes

de nacer, nos has consagrado y enviado, con amor de predilección, para que podamos cumplir con

nuestra misión. No nos faltará tu ayuda. Tú sólo nos pides disponibilidad. Jesús, ¿qué debo cuidar

para ser un verdadero sacerdote, que no me pierda en el camino, que no viva en la mentira, que no

prefiera la muerte a la vida? Madre mía, prepáranos un camino seguro, en el que podamos llevar la

cruz de cada día, con alegría, para ser otros Cristos.

+++

«Sacerdote mío, ven.

Te amo, y al amarte, me amo a mí mismo. Yo soy el amor, y yo te resucitaré en el último

día.

Tú vives en mí, y yo vivo en ti, eres parte de mí, de mi esencia: un solo cuerpo y un solo

espíritu.

Tú me has conocido, has visto mi rostro, que es el rostro misericordioso del Padre.

Yo te he amado, y tú has creído en mí, y me has recibido, y me has amado.

Yo te he enviado a dar testimonio de mi amor.

Yo te he enviado al mundo, pero no eres del mundo, como yo no soy del mundo. Y por ti

me santifico a mí mismo, para que seas santificado en la verdad, para que por medio de tu

palabra otros crean en mí, como tú has creído en mí.

Tú eras una oveja del mundo, como todas las demás, y yo te he sacado del mundo para

unirte a mí, y hacerte uno conmigo. Y he revelado en tu corazón la verdad, para exponer al

mundo la verdad, para que conozcan la verdad, para que los que creen en Dios crean en mí,

para que todos sean uno conmigo, como mi Padre y yo somos uno.

Yo soy la Verdad. Es por mí que se va al Padre, porque nadie va al Padre si no es por el

Hijo, y nadie viene al Hijo si no lo atrae el Padre.

Yo bendigo a mi Padre, porque da a conocer estas cosas a los pequeños. Nadie conoce al

Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera

revelar.

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Espada de dos filos

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Yo soy el Camino. Vengan a mí los que estén cansados, y yo los haré descansar. Yo los

conduzco hacia pastos verdes y fuentes tranquilas para reparar sus fuerzas.

Yo soy la Resurrección. El que crea en mí, aunque muera vivirá.

Yo soy la Vida. El que crea y sea bautizado, se salvará, el que no crea se condenará.

Yo envío a los elegidos a anunciar la Buena Nueva a toda la creación. ¡Ay de aquél que

no cumpla con su misión, porque de todo lo que les sea dado se les pedirán cuentas! Porque al

que tiene se le dará y al que no tiene, aun ese poco se le quitará.

Yo he sido enviado al mundo para salvar lo que se había perdido, y he tomado la

condición de esclavo asumiendo la naturaleza humana. Pero el mundo no me ha recibido, me

ha despreciado, me ha condenado, y yo me he rebajado a mí mismo haciéndome obediente

hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Por su injusticia han dado cumplimiento a la palabra por la que han sido justificados en

la verdad, para ser unidos al Padre, por el Hijo, en el Espíritu de la verdad, que el Padre envía

en mi nombre, para que les enseñe y les recuerde todo lo que yo les he dicho.

Mi Iglesia es mi cuerpo, y yo soy el camino, la verdad y la vida.

Ustedes, mis sacerdotes, son mis Cristos, y yo los he enviado a ser camino, verdad y

vida. Escucha tú mi voz, encuentra el camino, para que seas camino, y develes tus ojos para ver

la verdad, y sea en ti la verdad, siendo un verdadero sacerdote. Para que encuentres la

esperanza que te lleve a la vida, para que seas vida para mi pueblo.

Amigo mío, ¿quién que esté perdido puede ser camino?, y ¿quién que viva en la mentira

puede ser veraz?, y ¿quién que prefiera la muerte a la vida puede ser vida?

El que deja todo y me sigue, caminando mi camino, es el camino.

El que toma mi cruz, y proclama mi palabra, es la verdad.

Al que le he dado el poder de impartir mis sacramentos es la vida.

Redescubre la grandeza de tu ministerio, y abraza la santidad a la que has sido llamado,

porque para ser Cristo debes ser como yo.

El camino te ha sido mostrado, la verdad te ha sido revelada, la vida te ha sido dada con

mi vida.

Ahí tienes a mi Madre, ella es camino seguro, porque ella siempre te lleva a mí».

+++

«Hijo mío, sacerdote: contempla mi rostro.

Es el rostro de la amabilidad, más amable que todo lo amable, más bello que la belleza,

más hermoso que la hermosura, más tierno que la ternura, más admirable que la admiración,

más venerable que toda veneración, más dulce que la dulzura, más bondadoso que la bondad,

más loable que lo loable, más honorable que toda honra.

Es el rostro de la sabiduría, del entendimiento, del consejo, de la fortaleza, de la piedad,

del santo temor de Dios, de la ciencia, de la fe, de la esperanza, de la caridad, de la alegría, de

la paciencia, de la paz, de la longanimidad, de la bondad, de la templanza, de la mansedumbre,

de la benignidad, de la fidelidad, de la modestia, de la continencia, de la clemencia, de la

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

126

castidad, de la pureza Inmaculada, de la inocencia, de la tolerancia, de la obediencia, del

servicio, de la humildad, de la justicia, de la generosidad, de la misericordia, del perdón, de la

gratuidad, de la confianza, del silencio, de la compasión, de la perseverancia, de la solidaridad,

de la lealtad, de la valentía, de la diligencia, de la prudencia, de la perfección, de la gracia, de la

plenitud.

Es el rostro de la maternidad de Dios hecho mujer.

Es el rostro de la Madre de Dios encinta, que refleja la divinidad, porque en su seno

lleva al verbo encarnado, que es el Hijo de Dios.

Si quieres oír de amor, escucha a Jesús.

Si quieres conocer el amor, conoce a Jesús.

Si quieres sentir amor, experimenta a Jesús.

Si quieres buscar amor, busca a Jesús.

Si quieres encontrar amor, encuentra a Jesús.

Si quieres amar y ser amado, ama a Jesús, Él te ama.

Si quieres caminar seguro, camina con Jesús, Él es el Camino.

Si quieres saber la verdad, sigue a Jesús, Él es la Verdad.

Si quieres tener vida, vive en Jesús, Él es la Vida.

Si quieres tener vida eterna, cree en Jesús, Él es el Hijo de Dios.

Si quieres descansar, ve a Jesús, su yugo es suave y su carga ligera.

Si quieres tener paz, abandónate en el plan de Dios, niégate a ti mismo y cumple su

voluntad, deja todo, toma tu cruz y sigue a Jesús».

+++

PARA MEDITAR – CAMINO, VERDAD Y VIDA

«Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí».

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿vas al Padre?, ¿conoces el camino?, ¿lo sigues?, ¿llevas a otros contigo?

El camino es el amor, sacerdote.

El camino no sólo se contempla, se anda. Y al andar se deja huella, para que los que caminan

perdidos, encuentren también el camino.

Tu Señor es el camino, sacerdote.

Y te ha configurado, para que seas camino con Él, para que hagas sus obras y aún

mayores, porque Él va al Padre, y no se olvidará de ti.

¿Acaso puede una madre olvidarse de su niño de pecho, y no compadecerse del hijo de sus

entrañas?, pues, aunque ella se olvidara, Él no te olvidará. Te lleva grabado en las palmas de sus

manos, porque te ama.

Tu Señor es el camino que te lleva a la tierra prometida, para darte vida.

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Espada de dos filos

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Tu Señor es la vida. Y siendo la vida se ha entregado a la muerte para destruirla y rescatarte

de la obscuridad, para hacerte luz con Él.

Y el Padre lo ha resucitado de entre los muertos, para darte vida en Él.

Tu Señor es la verdad que ha nacido en medio de un mundo de mentira, para darte libertad.

Reconoce la verdad que se te ha revelado, sacerdote, y hazla tuya, porque la verdad te hará

libre.

Tu Señor te ha hecho verdad y vida con Él, para que comuniques al mundo la verdad, y le

lleves la vida.

¡Qué mayor tesoro podría un hombre desear, que conocer el camino que lo lleva a la verdad

y le da la vida!, pero, ¿cómo alguien podría desear un tesoro que no conoce?

Anuncia al mundo la buena nueva, sacerdote, llevando tu mensaje con fe, con esperanza,

pero sobre todo con amor. Que tu mensaje sea desde lo más profundo de tu corazón: mensaje de

paz y de salvación.

Es para eso, que has sido enviado, configurado con Jesús Buen Pastor.

Lleva tu cruz de cada día con alegría, y participa activamente en cada celebración, tocando

con tus manos el cuerpo y la sangre de tu Señor, y reconócelo en la Eucaristía.

No seas incrédulo sino creyente, porque en tus manos tienes el camino, la verdad y la vida.

Permanece en el camino, vive en la verdad y lleva al pueblo de Dios la vida, uniéndolo en

el sacrificio de tu Señor, por el que el Hijo los lleva al Padre.

Celebra cada Santa Misa con devoción, con toda tu mente, con toda tu alma y con todo tu

corazón.

Eleva entre tus manos a tu Señor, recibe su paz y dile: “gracias, perdón, y ayúdame

más”.

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____________________

ORACIÓN, CONSAGRACIÓN, SACRIFICIO – EN MANOS DE LA MADRE

FIESTA DE LA VIRGEN DE FÁTIMA

¿Y cuál hombre no llorara si a la Madre contemplara de Cristo en tanto dolor?

Del santo Evangelio según san Juan: 19, 25-27

En aquel tiempo, estaban junto a la Cruz de Jesús, su madre, la hermana de su madre, María

la de Cleofás, y María Magdalena.

Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto queda, Jesús dijo a su madre: “Mujer,

ahí está tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí está tu madre”. Y desde entonces el discípulo se la

llevó a vivir con él.

Palabra del Señor.

+++

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: los relatos de las apariciones de tu Madre en Fátima nos hablan de la

importancia de la oración del Rosario, de la penitencia, de la conversión, de pedir por la paz y por el

Santo Padre. Se cumplen 100 años de la primera aparición a los niños en Cova da Iria, y nos damos

cuenta de que ese mensaje no pierde actualidad. Sigue habiendo mucha necesidad de rezar para pedir

la paz y la conversión de los corazones. Y sigue siendo nuestra Madre, Jesús, la que no deja de velar

por nosotros, cobijándonos bajo su protección, para que cumplamos tus mandatos y nos vayamos al

Cielo. A nosotros nos ayuda mucho consagrarnos a ti a través de su Corazón Inmaculado, porque es

el camino seguro para llegar a la felicidad eterna, contando con sus cuidados de Madre. Pero nos

duele ver que han sido 100 años de muchos horrores en el mundo entero, en donde se ha ofendido

gravemente a tu Sagrado Corazón. Y somos también nosotros, los sacerdotes, los que no hemos

cumplido siempre con tus mandatos, los que hemos sido también causa de algunos de esos horrores.

Señor, ¿cómo deben ser los sacerdotes que tú quieres?, ¿cómo podemos ser buenos hijos de Santa

María? Madre mía, Virgen de Fátima, acepta mi consagración a tu Inmaculado Corazón, para que me

hagas tuyo, haciéndote mía, y ayúdame a convertirme de una vez por todas, para ser un verdadero

sacerdote.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: muchos de ustedes no se están santificando, no están dando

fruto. El mundo los distrae y los seduce. Se están apartando de la fuente de la vida y se están

secando, porque se portan mal, porque no cumplen los mandamientos de Dios, porque viven en

la comodidad de la resignación y la doble vida.

Yo soy Madre del amor y quiero que permanezcan en el amor, cumpliendo los

mandamientos. Ustedes se esfuerzan, pero se cansan, porque algunos practican doctrinas

falsas. Otros trabajan sólo con sus propias fuerzas. Otros han endurecido el corazón, y un

corazón duro es inerte, no da fruto, y se acobarda, y se pierde.

Permanezcan al pie de la cruz conmigo, para que se consagren al Sagrado Corazón de

Jesús, a través de mi Inmaculado Corazón. Para que sean como el discípulo amado: la Madre

acogiendo al hijo, y el hijo recibiendo a la Madre, para llevársela a vivir con él; reconociéndose

hijo y reconociéndola Madre; amándolo como hijo y amándola como Madre, para que la

Madre lo lleve a Él.

Este es el camino más fácil y más seguro de vivir y permanecer en el amor, y un tesoro

de mi corazón: la Consagración total a Jesús a través de mi Inmaculado Corazón.

Permanezcan al pie de la cruz, y desde el Sagrado Corazón de Jesús, enseñen esta

consagración al mundo entero, para que siendo todos míos sean todos de Él, para que siendo de

Él vivan en Él, para que viviendo en Él vivan y permanezcan en el amor, todo el tiempo.

Consagración por la que, al recibirme como Madre, reciben mi especial protección de

Madre; y con mi compañía, la disposición de recibir al Espíritu Santo, para que cumplan su

misión con valentía.

La Consagración es una declaración de amor, abandonándose en el Sagrado Corazón de

Jesús, que los purifica y los une con el mío, cumpliendo la voluntad de Dios, acogiendo y

uniendo a la Madre con los hijos al pie de la cruz, compartiendo un solo corazón y una sola

alma.

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Espada de dos filos

129

Consagración. Conversión. Sacrificio. Recen el Rosario.

Yo llamo su atención para que me vean, para que se mantengan en el camino, para que

se mantengan en la verdad, para que cuando estén cansados, Él los haga descansar y los

fortalezca, para cumplir la misión que a cada uno le ha sido dada.

Manténganse en la alegría del encuentro para que sean ejemplo y conquisten y

enamoren, porque por ustedes será la paz en el mundo.

Entréguense totalmente a la misión que les ha sido encomendada. Yo los tomo

completamente para que sean todos míos, para que sean todos de Jesús.

Esta entrega es la consagración que yo pido como una muestra de amor: que se

reconozcan hijos y me reconozcan Madre.

Yo soy Madre y quiero mostrarme Madre, para apacentar a las ovejas, que es guiarlas

en el camino seguro, dirigirlas con sabiduría, hablarles con claridad, enseñarles la verdad, dar

testimonio de fe, darles esperanza, tratarlas con caridad, darles seguridad, fortalecer su

confianza, formarlas, sumergirlas en la misericordia.

Acompáñenme a apacentar a las ovejas de mi rebaño.

Es muy fácil lo que yo les pido para que reciban las gracias que necesitan para poder

cumplir la voluntad de Dios: busquen el Reino de Dios y su justicia, a través de la oración,

consagración y sacrificio. En esto está la disposición del corazón y la docilidad para que actúe

el Espíritu Santo, y todo lo demás se les dará por añadidura.

Oración desde el corazón, con pureza de intención, no con palabrerías, sino con amor,

con fe, con esperanza, con confianza.

Consagración al pie de la cruz, abandonándose en el Sagrado Corazón de Jesús, a través

de mi Inmaculado Corazón. La base de la consagración a Jesús, a través de mi Inmaculado

Corazón, es recibir a la Madre en su casa.

Sacrificio, unido al sacrificio de Cristo, que es el único sacrificio agradable al Padre,

mortificando la carne, resistiendo a las tentaciones, venciendo el pecado, obedeciendo y

cumpliendo los mandamientos, demostrando amar a Dios por sobre todas las cosas.

Entonces se derramará el Espíritu Santo en sus corazones, en un eterno Pentecostés,

para ayudarles a poner su fe por obras, obrando con misericordia, compartiendo el amor, en

unión fraterna, amándose unos a otros, como Cristo los ha amado.

La disposición del corazón se demuestra permaneciendo al pie de la cruz de Cristo.

Es ahí en donde Él le dará un corazón de carne a cada hijo que acepte mi amor, le dará

mi corazón.

Es el Espíritu Santo quien le entrega la Madre al hijo. Es el hijo quien acepta por propia

voluntad el ofrecimiento de la Madre, para ser mi compañía.

Permanezcan conmigo al pie de la cruz de la alegría de servir a Cristo, y en la certeza de

saber que no son ustedes quienes lo han elegido, es Él quien los ha elegido a ustedes, para que

vayan y den fruto, y ese fruto permanezca.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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No se alegren por hacer grandes obras, sino porque sus nombres estén escritos en el

cielo, y porque Dios ha ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes y las ha revelado a los

pequeños e ingenuos.

Acompáñenme y yo los ayudaré a permanecer en la docilidad a la acción del Espíritu

Santo en sus corazones, para que sean lámpara que, a la luz de la fe, ilumine la obscuridad y

disipe las tinieblas».

+++

«Sacerdote mío: te amo, y por este amor permanezco en ti, y tú permaneces en mi amor.

Ámame con mi amor, para que nunca te separes de mí.

Contempla mis manos, que han trabajado, han construido, han perdonado, han sanado,

han curado, han bendecido, han consagrado, han acariciado el rostro de mi Madre, han

abrazado la cruz, han cargado la cruz, han entregado misericordia.

Manos que sólo han hecho el bien, y que por el mal que han hecho los hombres han sido

inmovilizadas, atadas, crucificadas, unidas a la cruz con clavos, haciéndome uno en cuerpo,

fierro y madera. Pero los clavos han sido arrancados y desechados, dejando profundas heridas.

El que se una a mí, que permanezca bien unido a mí, aunque me lastime, aunque me

duela, y yo lo haré parte de mí.

Que no sea como los clavos, que al unirse conmigo los limpio y los purifico con mi

sangre y con mi gracia, pero son inertes, no dan fruto, y son separados de mí, porque se unen a

mí, pero no pueden ser parte.

Tú has sido llamado para servir, para ser parte conmigo, un solo cuerpo, un mismo

Espíritu, configurado conmigo como Cristo, para dar fruto en abundancia y unirte en mi único

y eterno sacrificio, como ofrenda agradable al Padre.

No muchos permanecen conmigo, sino que son como clavos que me crucifican al unirse

a mí, estando en pecado, y me sirven y se van. Y cada vez hacen una herida nueva.

Si verdaderamente me amaran, serían obedientes y cumplirían mis mandamientos, y yo

los uniría a mí para que vivieran en mi amor, así como yo cumplo los mandamientos de mi

Padre y vivo en su amor, y permanecerían en mi amor, como yo permanezco en su amor.

No quiero sacerdotes de medio tiempo. Quiero verdaderos sacerdotes todo el tiempo,

que celebren y consagren, que impartan sacramentos, que vivan en virtud, que sean Cristos de

tiempo completo, hombres divinizados en mí, unidos a mí en su vida ordinaria y en sus

ministerios.

Quiero que sean como yo, hombres caminando en medio del mundo, sin ser del mundo,

pero que trabajan, que son pastores, pescadores, labradores, y que transforman su vida en

oración constante, para que orando mantengan el corazón dispuesto a recibir el amor, a vivir

en el amor.

El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante. El que no permanece en mí,

no está conmigo. Y el que no está conmigo, está contra mí.

Quiero sacerdotes que estén siempre conmigo.

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Espada de dos filos

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Quiero hacer llegar mi misericordia a mis sacerdotes, enseñando al que no sabe, a

través de una formación permanente, para que aprendan a entregarse a mí completamente.

Quiero que llegue a todos mis sacerdotes esta doctrina, para que aprendan a

transformar sus obras, sus trabajos, sus ministerios, en oración continua, para que

permanezcan unidos a mí siempre.

Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado.

Yo te amo más que a las aves del cielo y que a los lirios del campo.

Te amo tanto, que hasta los cabellos de tu cabeza están contados.

No te preocupes por lo que has de comer o lo que has de beber, o con lo que has de

vestir. Busca primero el Reino de Dios, y todo lo demás yo te lo daré.

No te preocupes del mañana, yo estoy contigo todos los días de tu vida.

Te amo tanto, que dejé la gloria de mi Padre para ir a buscarte.

Te amo tanto, que entregué por ti mi vida, hasta la muerte, para encontrarte, y una

muerte de cruz.

Te amo tanto, que en mi resurrección te doy la vida.

Te amo tanto, que me quedo contigo, y me hago tuyo para hacerte mío, cada día, en la

Eucaristía.

Te amo tanto, que te doy a mi Madre, como madre y como compañía.

Te amo tanto, que te doy la espada de su corazón para atravesar el tuyo, y unirlo al mío

y al de ella.

Te amo tanto, que te he llamado amigo.

No hay amor más grande que el que da su vida por sus amigos, no hay amor más

grande que el mío.

Yo quiero que mis pastores sean como niños, pastores que mi Madre eligió para

difundir su mensaje entre las ovejas de mi rebaño, almas puras con inocencia de niños, con la

ignorancia de quien no ha adquirido sabiduría sino por experiencia, la entrega de quien sufre y

es perseguido, pero insiste y ama con mi amor.

Así, deben ser mis pastores, para que sean ejemplo y conquisten, para que amen con mi

amor y enamoren. Que al ver a mi Madre me encuentren y sean como yo, y me entreguen y se

entreguen conmigo.

Pastor mío, elegido y ungido mío, yo te envío al mundo como el Padre ha enviado a su

único Hijo, para buscar, para encontrar, para convertir, para perdonar, para traer a mí. Y te

he encomendado un rebaño de ovejas para buscar, para encontrar, para convertir y perdonar,

para enseñarles a ser como niños, y poderlos llevar de vuelta a casa».

+++

PARA MEDITAR – EN MANOS DE LA MADRE

«Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre».

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Esas son palabras de Jesús.

Son palabras de amor, y es la misericordia derramada de Dios a través del Hijo, en un

último acto de amor, antes de entregar su espíritu en las manos de su Padre.

El Hijo entrega la Madre al discípulo, que permanece unido a Él, y que nunca lo abandona,

para hacerlo como Él, igual a Él, de la misma naturaleza del Padre: hijo, configurado con Él,

hombre y Dios, entregando su humanidad y su divinidad a su Madre, a través de ti, sacerdote.

Tu Señor te mira, y se compadece de ti: el amigo fiel, el discípulo amado, que no lo ha

abandonado, y te eleva, te hace a Él, uniéndote con Él, entregándote en las manos de su Madre,

para que ella te acoja en su corazón, como a Él lo acogió en su vientre.

Y te eleva con ella a los altares, uniendo en ti a la humanidad entera, para que sea partícipe

del único y eterno sacrificio redentor de Cristo, por quien todo está consumado.

Pero de ti, sacerdote, se requiere disposición para aceptar a la Madre, reconociéndote hijo,

reconociéndola Madre de tu Señor, y también tuya, para que la lleves a vivir a tu casa, contigo.

Para que te abandones a su protección y a sus cuidados, totalmente confiado y entregado,

como un niño en los brazos de su madre.

De ti se requiere que entregues tu voluntad a la voluntad de tu Señor, para que cumplas sus

últimos deseos.

Ten compasión, sacerdote, como compasión ha tenido de ti tu Señor cuanto te ha mirado,

porque tú no lo has abandonado, y míralo tú también.

Cumple la voluntad de un moribundo que entrega su vida para salvar la tuya, renovando a

la humanidad.

Aprende de la Madre, escucha las palabras de tu Señor, y obedece, sacerdote: acoge a la

Madre que te acoge como verdadero hijo para llevarte en su regazo.

Pues, como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así

también, por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.

Tú has sido llamado y has sido elegido, porque tu Señor, antes de nacer, ya te había

conocido, y te había consagrado.

Acepta la voluntad de tu Señor, y conságrate, sacerdote, a su Madre y a su Corazón

Inmaculado, para que siendo todo de ella, seas todo de Él.

Haz oración, para que dispongas tu corazón a recibir las gracias de tu Señor.

Haz sacrificio, sacerdote, a través de la mortificación de tus sentidos, y de tus obras de

misericordia, por las que las gracias se derraman al mundo entero, a través de los sacramentos.

Vive la fe, la esperanza y la caridad con el prójimo, llevando tu cruz de cada día con

alegría, y adorando el cuerpo y la sangre de tu Señor, que es presencia real y substancial en la

Eucaristía.

Pídele a tu Señor la conversión de tu corazón, y ofrece tu consagración, tus sacrificios y tus

oraciones, por la conversión de los pobres pecadores.

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Espada de dos filos

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Lleva, sacerdote, al mundo la paz, rezando el Rosario y diciendo: “Dios mío, yo creo,

adoro, espero y te amo. Te pido perdón por todos los que no creen, no adoran, no esperan y no

te aman”.

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____________________

ADMINISTRADORES DEL AMOR – VER AL PADRE

DOMINGO DE LA V SEMANA DE PASCUA

Yo soy el camino, la verdad y la vida.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 14, 1-12

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean

también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría

dicho a ustedes, porque ahora voy a prepararles un lugar. Cuando me haya ido y les haya preparado

un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el

camino para llegar al lugar a donde voy”.

Entonces Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”

Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si

ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.

Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto

tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre.

¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre

está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que

permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no

me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y

las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: en la Última Cena tuviste un discurso largo con tus discípulos, en esa plática de

despedida. Tu corazón sacerdotal se volcó con ellos, manifestándoles, sobre todo, el gran amor que

les tenías. Y les hiciste ver que querías tenerlos para siempre contigo, preparándoles un lugar en la

casa del Padre, donde hay muchas habitaciones. En tu diálogo les hablas de no tener miedo, de no

perder la paz. Les das seguridad de llegar a la meta siguiendo el camino, que eres tú. Y les das los

medios para transitar por ese camino, a través de la firmeza de la fe, que es tu verdad, y el alimento

de la gracia, que es la vida sobrenatural que transmiten tus sacramentos. El testimonio de tus obras

debería ser suficiente para suscitar esa fe que pides. Pero creer que tú estás en el Padre, y el Padre

está en ti superaba su capacidad de entendimiento. Jesús, yo pienso que en realidad sí vemos al Padre

en ti porque tanto nos amó que nos dio a su Hijo unigénito, y tú nos amaste dando tu vida para

salvarnos. Dios es amor, y esas son las obras que vemos, que nos llevan a creer. Señor, ¿cómo debo

corresponder bien al amor tan grande que me tienes? Madre mía, los sacerdotes somos

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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“administradores del amor”, cuando impartimos los sacramentos. Ayúdanos a ser verdaderos Cristos,

amando hasta la locura.

+++

«Sacerdote mío: eres mío. No puedes imaginar siquiera cuánto te amo.

Si mis amigos supieran cuánto los amo, llorarían de alegría.

Alégrate tú, porque tus lágrimas son de amor y verdaderamente alivian las heridas de

mi corazón, causadas por el desamor de mi pueblo.

Bienaventurados los que lloran porque serán consolados.

Tú eres el consuelo de mi corazón.

El amor del Padre ha sido mostrado al mundo a través del Hijo.

Porque tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo, para que todo el que

crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna.

Yo he sido enviado al mundo para recuperar a los hombres, destruyendo el pecado y la

muerte, para darles vida, a través del amor. Yo soy el amor.

Yo he venido a entregarles el amor y a enseñarles el camino de vuelta al Padre. Yo soy el

camino.

Yo he venido a traerles la verdad con mi Palabra. Yo soy la verdad.

Yo he venido a traerles vida con mi resurrección. Yo soy la vida.

Yo he venido a enseñarles con mi vida, caminando en medio del mundo, cómo el amor

transforma la fe en obras derramando la misericordia: orando por ustedes, enseñando a los

que no saben, aconsejándolos, corrigiendo a los que se equivocan, porque yo a los que amo los

corrijo, perdonando los pecados, entregando mi vida a una muerte de cruz, consolando a los

tristes, sufriendo con paciencia, alimentándolos, dándoles de beber, vistiendo al desnudo,

acogiendo al necesitado, sanando a los enfermos, liberando a los presos de las cadenas del

mundo, resucitando a los muertos.

Yo he venido a traerles la esperanza con las promesas de Dios: Bienaventurados los

pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos de

corazón porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de

justicia porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos

recibirán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia porque de ellos es mi Reino.

Bienaventurados los perseguidos por mi causa porque su recompensa será grande en el cielo.

Yo he venido a dar plenitud en la caridad derramando el amor, dando cumplimiento a

las promesas de mi Padre a través de los Sacramentos: bautizándolos con el Espíritu Santo,

confirmándolos en la fe derramando el amor en sus corazones, amando hasta el extremo

quedándome en presencia viva en la Eucaristía, creando lazos de unión entre los hombres

conmigo a través del matrimonio, ungiendo a los enfermos, configurando a mis amigos

conmigo a través del orden sacerdotal, para llevar al mundo la paz que yo les doy, porque así

como el Padre me envió, también los envío yo, y les doy al Espíritu Santo para que obren con

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Espada de dos filos

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misericordia y con amor, perdonando los pecados, llevando la salvación a todos los rincones del

mundo.

Yo he venido a traerles un nuevo mandamiento: que se amen los unos a los otros como

yo los he amado. A través de mis sacerdotes yo cumplo las promesas de mi Padre.

Yo he venido a traerles el amor y a enseñarles a amarse los unos a los otros con ese

amor, para unirlos en el amor al Padre, enseñándoles a obrar con fe, con esperanza y con

caridad, expresadas en las obras de misericordia, en las bienaventuranzas y en los

sacramentos.

Dichosos son tus ojos porque ven, y tus oídos porque oyen. Porque yo te aseguro que

muchos profetas desearon ver lo que tú ves, pero no lo vieron, y desearon oír lo que tú oyes,

pero no lo oyeron.

Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos

se han cerrado, porque no sea que vean con sus ojos, oigan con sus oídos, con su corazón

entiendan y se conviertan, y yo los sane.

Amigo mío, yo te amo.

Desde siempre te amé, porque desde antes de nacer yo ya te conocía.

Te consagré para mí, y profeta de las naciones te constituí.

Te vi debajo de la higuera y te llamé por tu nombre.

Te ungí y te envié a preparar mi camino, a dar testimonio de la verdad, a clamar con

voz fuerte: “rectifiquen los caminos del Señor”, a ser pastor, a ser guía, a ser ejemplo para que

te sigan, y cuando yo vuelva encuentre fe sobre la tierra.

Pero ¿de qué te sirve salvar el mundo entero si no te salvas tú mismo?

Yo ruego al Padre por ti. No ruego por el mundo, sino por los que Él me ha dado,

porque son suyos. Todo lo mío es suyo, y todo lo suyo es mío, y yo he sido glorificado en ellos.

Tú, amigo mío, eres mío. Yo ruego al Padre para que cuide en su nombre a los que me

ha dado, porque yo les he dado su palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del

mundo, como yo no soy del mundo. Yo no pido que los retire del mundo, sino que los guarde

del maligno, que los santifique en la verdad y su palabra es la verdad.

Así, como mi Padre me ha enviado al mundo, yo te envío al mundo, amigo mío, para que

tú y ellos también sean santificados en la verdad. Yo no ruego sólo por ellos, sino también por

aquellos que por medio de su palabra creerán en mí, para que todos sean uno, como el Padre y

yo somos uno. Que sean perfectamente uno en nosotros, para que el mundo crea que el Padre

me ha enviado, y que los ha amado como me ha amado a mí.

Amigo mío, el mundo no lo ha conocido, pero tú me has conocido y has conocido que Él

me ha enviado. Yo en ti, y tú en mí. He dado a conocer su nombre y lo seguiré dando a conocer,

para que el amor con que Él me ha amado esté en ti y en ellos, y yo en ti y en ellos.

Abandónate en mí, confía en mí y obedece. No trunques los planes que Dios tiene para

ti, antes bien, obedéceme y ve a dar testimonio de la verdad. Así demostrarás tu amor y tu

humildad.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Yo te amo, en ti confío y sé que cuento contigo, porque tú eres mi discípulo fiel, el que

nunca me abandona porque me ama, el que quiere servir bien a la Iglesia, mi siervo, mi

amigo».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: la gracia ha sido derramada en la Cruz por Cristo como la

máxima expresión del amor de Dios a los hombres, a través de la misericordia.

El amor del Hijo, quien es consubstancial al Padre en la divinidad y consubstancial a los

hombres en la humanidad, ha dado muerte al pecado con su muerte y ha destruido la muerte

dando vida con su resurrección, para unir a los hombres en filiación divina con el Padre en el

Espíritu, a través de los sacramentos. Pero, sin sacerdote no hay sacramentos.

Así de grande es el amor de mi Hijo por ustedes, sus amigos, que ha depositado su

confianza en ustedes, para llevar la salvación a los hombres consumada en la cruz, para

cumplir la voluntad de Dios, enseñándoles a abrazar la cruz en vida, porque es ahí en donde se

derrama el amor, y se ha quedado a merced de ustedes en el altar, para renovar a los hombres

continuamente, en cada Eucaristía, en un mismo, eterno y único sacrificio en el que es Él, el

mismo ayer, hoy y siempre, pero que para los hombres es distinto cada vez, porque a los

hombres los renueva constantemente, transformando sus almas, uniéndolas cada vez más

íntimamente a Él hasta ser por Él, con El y en El un mismo cuerpo, un mismo espíritu.

El amor es inquieto, no es resignado, el amor no es egoísta, no es jactancioso, el amor

todo lo soporta todo lo alcanza, el amor mueve la fe para hacer las obras, el amor renueva

porque es Cristo quien hace nuevas todas las cosas.

Cuando el Hijo del hombre venga, con la gloria de su Padre y sus ángeles, entonces

pagará a cada uno según su conducta. Al que tiene se le dará más, pero al que no tiene hasta

ese poco se le quitará. La lámpara que tú tienes no es para ponerla debajo de la cama, sino

para ponerla sobre el candelero. No hay nada oculto si no es para que sea manifestado, no hay

nada secreto si no es para que sea descubierto. Si tienes oídos, oye y atiende lo que escuchas.

+++

PARA MEDITAR – VER AL PADRE

«Quien me ve a mí, ve al Padre».

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿ves a tu Señor?, ¿ves al Padre en Él?, ¿crees que tu Señor está en el Padre,

y el Padre está en Él?

Tu Señor va al Padre, porque Él es el camino.

Y tú, sacerdote, ¿a dónde vas?, ¿conoces el camino?, ¿te sientes seguro por donde caminas

hoy o te sientes perdido?

Corrige tus pasos, sacerdote, y rectifica el camino. Deja todo y sigue a tu Señor, porque Él

va al Padre.

Él es el camino, la verdad y la vida, ¡síguelo!, porque nadie puede llegar al Padre si no es

por el Hijo.

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Espada de dos filos

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Tú has sido escogido de entre el pueblo elegido de Dios, para ser configurado con Cristo

Buen Pastor, para hacerte camino con Él, y guiar al rebaño de vuelta a la casa del Padre.

Y tú, sacerdote, ¿eres camino?, ¿guías a tu rebaño por el sendero justo, y ellas caminan

contigo?, ¿lo llevas al Padre?

Dios se ha revelado a los hombres a través de la verdad. Cristo es la verdad.

Y tú, sacerdote, ¿vives en la verdad?, ¿ves al Padre en esa verdad?

El Padre es quien da la vida. Cristo es la vida.

Y tú, sacerdote, ¿vives la vida de Cristo?, ¿la contemplas y la haces tuya?, ¿vives con

alegría?

Tú estás configurado con la vida. ¿Vives, sacerdote?, ¿das vida?

Tu Señor es el amor.

Y tú, sacerdote, ¿has tenido un verdadero encuentro con el amor?, ¿amas?

Si tú, sacerdote, guías a tu pueblo por el camino de la verdad para darles vida, entonces es

que el amor ha sido derramado en tu corazón. Y si tú conoces el amor, entonces conoces al

Padre.

El que conoce al Padre va al Padre, a través del Hijo. Pero nadie va al Hijo si el Padre no lo

atrae hacia Él.

Permite, sacerdote, que los niños se acerquen a ti, porque es a través de ti que el Padre

atrae a las almas al hijo.

Visita a los enfermos y a los presos, porque ellos no pueden venir a ti, pero el Padre los

atrae al Hijo a través de ti.

Acoge al peregrino que acude a ti, aunque no sea una oveja de tu mismo redil.

Alimenta al hambriento y dale de beber al sediento, corrige al que se equivoca, perdona al

que se arrepiente, dale consejo al que lo necesita, viste al desnudo, ora por los vivos y por los

muertos, porque a todos ellos el Padre los atrae al Hijo a través de ti.

Sacerdote, al Padre nadie lo ha visto jamás. Pero el que ha visto el rostro del Hijo ha visto

al Padre, que es la misericordia misma.

El que ha visto las obras del Hijo ha visto al Padre, porque de Él son las obras.

El que ha visto el cuerpo y la sangre del Hijo ha visto al Padre, porque es el Padre el que

envía el pan vivo bajado del cielo, verdadera comida y verdadera bebida de salvación.

Si escuchas la palabra de tu Señor, entonces conoces al Hijo y conoces al Padre, conoces

el camino y sabes a dónde ir.

Si tú predicas la palabra de tu Señor, te haces camino, verdad y vida.

Y si tú practicas lo que predicas, entonces vives en el amor, y quien vive en el amor, vive

en Dios, porque Dios es amor.

Quien vive en el amor recibe la paz, permanece en la paz y transmite la paz de su Señor a

los demás.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Y tú, sacerdote, ¿tienes paz interior?, ¿has experimentado un verdadero encuentro con el

amor?, ¿permaneces en la paz de tu Señor?

Muéstrale al mundo, sacerdote, el camino, la verdad y la vida, a través de tu ministerio, de

tus obras, de tu alegría.

Acércate a tu rebaño, para que tus ovejas te conozcan. Deja que se acerquen a ti y

muestrales a Cristo en ti.

Vive de modo que quien te vea a ti pueda decir que ha visto al Padre, porque en ti ha

visto al Hijo.

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____________________

DEMOSTRAR EL AMOR – LAS ENSEÑANZAS DEL ESPÍRITU SANTO

LUNES DE LA V SEMANA DE PASCUA

El Espíritu Santo, que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 14, 21-26

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que acepta mis mandamientos y los cumple,

ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.

Entonces le dijo Judas (no el Iscariote): “Señor, ¿por qué razón a nosotros sí te nos vas a

manifestar y al mundo no?” Le respondió Jesús: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo

amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis

palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.

Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que

mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he

dicho”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: cualquier persona entiende que el amor se demuestra con obras. De nada sirven

las palabras, si no van acompañadas por actos de amor. Tú le dices a tus discípulos que el que te ama

cumplirá tu palabra. Eso es, te amamos cumpliendo con tus mandamientos. E insistes en que, si

alguien te ama, también tú y el Padre lo amarán. No puede ser de otra manera, porque Dios es amor.

Y el Espíritu Santo procede del amor del Padre y del Hijo. El Paráclito es quien nos enseñará todas

las cosas, y su principal enseñanza será el amor, porque ese será el distintivo de los cristianos. Tú nos

dejaste el ejemplo más grande de amor entregando tu vida en la Cruz, para nuestra salvación. Y

también nos dejaste el sacramento del amor, la Sagrada Eucaristía, que es amor hasta el extremo,

porque al recibirte nos hacemos una misma cosa contigo, en Comunión. Señor, buena parte del

ministerio de los sacerdotes consiste en poner en práctica las obras de misericordia, que son obras de

amor. Debemos vivirlas todas, pero nos sentimos responsables de ser otros Cristos, portadores de tu

amor a todos los hombres, con la fuerza que nos da el Espíritu Santo. Jesús, ¿cómo puedo tener un

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Espada de dos filos

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corazón como el tuyo, para derrochar amor? Madre mía, enséñame a recibir primero el amor, para

transmitir mi fe con obras de amor.

+++

«Sacerdote mío, ven. Te hablaré de amor, porque yo te amo.

Contémplame y mira cómo me dono yo, a través de estos dos rayos de luz muy fuertes

que salen de mi corazón, uno transparente como el agua y el otro rojo como la sangre.

Mi mano levantada te bendice, mientras la otra toca mi corazón.

Mis pies están descalzos, y tengo llagas en mis manos, en mis pies, y en mi costado.

Yo te bendigo.

Yo te amo.

Tú eres testigo de mi amor y de mi misericordia.

Este es mi amor derramado por mi encarnación, por mi vida, por mi pasión, por mi

muerte y por mi resurrección.

Estos rayos simbolizan mi entrega de amor hasta el extremo, para darles la vida a

través de mi misericordia, por la que los uno al amor de Dios en filiación divina.

Misericordia para que abran sus corazones a la gracia y reciban el amor.

Misericordia para que crean en el amor y tengan vida eterna.

Yo soy el amor.

El Padre en su infinita misericordia ha derramado el amor al mundo a través de mi

sangre en la cruz, que se transforma en un mar de misericordia, para que todo el que crea en

mí, se salve y tenga vida eterna.

Por tu fe, tú has abierto tu corazón, tú crees en mí, y recibes mi amor, tú me has seguido

porque me amas.

Dime que me amas, porque la boca habla de lo que hay en el corazón.

Demuéstrame que me amas, porque tienes libertad, porque tienes voluntad para amar y

para dejarte amar.

Que tu fe por ese amor sea puesta en obras de misericordia, que son obras de amor,

amando hasta el extremo como yo, amando lo que yo amo, sufriendo lo que yo sufro, sintiendo

mi dolor, alegrándote con mi alegría, viviendo con fe, con esperanza y con caridad,

perfeccionándote en la virtud, confiando en mí, abandonándote en mí, obedeciendo a Dios

antes que a los hombres, para que demuestres que vives en mí, como yo vivo en ti.

Dime que me amas y demuéstrame tu amor reuniéndote con mi Madre, que es la Madre

del amor, para que abras tu corazón a la gracia, para que me recibas como ella, en un eterno

sí, para que me ames como me ama ella, para que la ames a ella como la amo yo, para que

recibas, por mi amor, mi misericordia, y lleves por mi amor, mi misericordia al mundo entero.

Ven, yo te amo como al discípulo más amado, el que recibe mi amor porque ha abierto

su corazón, el que tiene fe y cree en mí, el que me ama y está dispuesto a poner su fe por obra

porque sabe que una fe sin obras es una fe estéril, que no sirve para nada.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Quiero que me digas que me amas y que me demuestres tu amor a través de tu

ministerio, que es una obra de amor, que es una obra de misericordia, para que exultes de mi

amor.

El amor de Dios se derrama en los corazones por el Espíritu Santo que les ha sido dado.

Quiero que demuestres este amor, reuniéndote con mi Madre, porque el Espíritu Santo

está con ella, para que ella te ayude a abrir tu corazón, para recibir todas las gracias y dones

que el Espíritu Santo espera con paciencia derramar en los corazones dispuestos.

Esta es la máxima expresión del amor de Dios: la misericordia derramada en la Cruz,

para que el mundo se abra a la gracia, para que tengan fe, para que crean en mí, para que

reciban mi amor y me amen, para que demuestren su fe con obras de amor, y regrese a mi

Padre el amor a través de los hombres, y con ese amor los hombres sean glorificados en la

gloria de mi Padre, por los siglos de los siglos.

Por este amor, yo te pido que eches las redes al mar. Yo las llenaré de tantas almas

como peces hay en el mar, para unirlos con mi Madre, y me demuestren el amor que ha sido

derramado en sus corazones, abriéndose a la gracia y a la misericordia de Dios, y el amor sea

derramado en sus corazones por el Espíritu Santo en un eterno Pentecostés.

Demuestra tu fe, dime que me amas y entrégame el amor derramado que se desborda en

tu corazón, con tu vida, a través de tu ministerio, amando a Dios por sobre todas las cosas,

amando a los demás como los he amado. Porque nadie tiene un amor tan grande que el que da

la vida por sus amigos.

Amigo mío, te amo».

+++

«Hijo mío, sacerdote: ven, te mostraré el amor, que es el verdadero Dios por el que se

vive:

Contempla en mí a esa mujer, vestida de sol, con la luna bajo mis pies y una corona de

doce estrellas sobre mi cabeza. En mi vientre llevo el amor y lo cuido con mi vida. Y los ángeles

me protegen. Llenos de luz los ángeles cantan alabanzas, y dan honor y gloria al que está en el

trono y al Cordero.

Contempla la unión del cielo con la tierra, a través de la Cruz que es puerta abierta. Y

en esa Cruz está el cuerpo y la sangre del Cordero, a través de la que se derrama el amor para

el mundo entero en rayos de luz blanca como el agua y roja como la sangre.

Contempla la luz que brilla en mi vientre.

Contempla al bebé que llevo en mis brazos, entre animales y paja.

Contempla al bebé en los brazos de su padre, que lo hace ofrenda a Dios en un templo,

mientras me atraviesa el corazón una espada.

Contempla a un niño jugar y aprender a orar con su madre.

Contémplame angustiada buscando al niño hasta encontrarlo, mientras Él atiende las

cosas de su Padre.

Contempla a un joven obedecer a sus padres mientras estudia y ora.

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Espada de dos filos

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Contempla el cielo abrirse, y derramarse el amor en forma de paloma, sobre un hombre

que es bautizado por otro hombre.

Contempla en ese hombre a mi Hijo, cumpliendo los deseos de su Madre, derramando el

amor, transformando el agua en vino.

Contempla al Hijo caminar, llevando el amor al mundo, derramando el amor en obras

de misericordia.

Contempla su rostro transfigurado.

Contempla al Hijo uniendo la tierra con el cielo, amando hasta el extremo, mientras

parte pan, y comparte con sus amigos el pan y el vino, que es la carne y la sangre del Cordero

que quita los pecados del mundo.

Contémplalo orando y sufriendo, mientras es traicionado y abandonado por sus amigos.

Contémplalo siendo azotado y torturado, burlado, coronado de espinas, juzgado,

condenado injustamente.

Contémplalo mientras abraza y carga una pesada cruz, y caer y levantarse.

Contempla su rostro desfigurado y su túnica empapada en sangre.

Contémplalo al extender sus brazos para ser crucificado.

Contémplalo elevado y exaltado en una cruz.

Contémplalo entregando su vida.

Contempla la carne y la sangre de un hombre que también es Dios, muerto en una cruz,

mientras una lanza penetra su costado y su corazón, que es una fuente de agua viva y de

misericordia.

Contempla su cuerpo sin vida en los brazos de su Madre.

Contempla un sepulcro frío y obscuro que se llena de vida y de luz, mientras contemplas

al hombre y Dios resucitado.

Contémplalo subir al cielo y sentarse a la derecha de su Padre mientras es coronado de

gloria.

Contémplalo mientras se dona y se derrama en unidad con su Padre, en un mismo

Espíritu en forma de paloma, sobre doce hombres reunidos con su Madre, encendiendo sus

corazones en fuego.

Contempla el amor.

Contempla la Cruz: es el símbolo del amor derramado que se contiene en la Eucaristía.

Contémplate a ti mismo en esos hombres con los corazones encendidos, que son los

portadores del amor para el mundo. Ustedes, sacerdotes, son Cristos.

Éste es el amor, que es Dios que se ha derramado en misericordia para el mundo a

través de los hombres que Él mismo eligió para ser como Él: Cristos en el mundo.

Yo quiero abrir tu corazón, para que recibas al amor, para que puedas cumplir tu

misión y llevarlo a todo el mundo, porque nadie puede dar lo que no tiene.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Ven y oremos, para que abras tú primero tu corazón, y lleno del amor derramado por el

Espíritu Santo pongas tu fe por obra con este amor.

El amor es paciente, es amable, no es envidioso, no es jactancioso, no busca su interés,

no se irrita, se alegra con la verdad. Todo lo excusa, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no

acaba nunca, el amor es para siempre.

Ama, y profesa ese amor, amando a los demás como mi Hijo los amó, y expresa ese

amor con la Palabra, porque está escrito: no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra

que sale de la boca de Dios.

Ora conmigo, para que sea derramado el amor por el Espíritu, y con los ángeles y los

santos alabemos, adoremos y glorifiquemos a la presencia viva del amor, que une, que

alimenta, que salva, que es ofrenda y gratuidad, que es el sacrificio, el cuerpo, la sangre, el

alma y la divinidad de mi Hijo, que es Cristo, y que, unido en el amor al Padre por el Espíritu,

es el único Dios verdadero por el que se vive».

+++

PARA MEDITAR – LAS ENSEÑANZAS DEL ESPÍRITU SANTO

«El Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas, y

les recordará todo cuanto yo les he dicho».

Eso dice Jesús.

Y Jesús siempre cumple sus promesas.

Y tú, sacerdote, ¿dejas actuar en ti al Espíritu Santo, para que te enseñe y te recuerde todas

las cosas?, ¿lo invocas?, ¿lo reconoces como verdadero Dios, tercera persona de la Santísima

Trinidad, Dios verdadero, uno y trino?, ¿le pides que ilumine tu mente, tu alma y tu corazón para

que ames a Dios por sobre todas las cosas?

El Espíritu Santo es quien revela en ti la verdad, sacerdote, para que la lleves al mundo. Tú

eres su instrumento. Déjate usar.

El Espíritu Santo es quien infunde la vida, a través del poder que ha puesto en tus manos.

Déjalo actuar.

El Espíritu Santo es quien perdona los pecados del mundo al derramarse en gracias, a través

del poder que Cristo te ha dado, sacerdote.

El Espíritu Santo es quien te da el don y la gracia para ser configurado con Cristo.

El Espíritu Santo es enviado por el Padre para revelar al Hijo al mundo. Y es Él quien te

enseña y te recuerda todas las cosas.

El Espíritu Santo es el amor del Padre y del Hijo. ¡Recíbelo!

El Espíritu Santo es quien actúa a través de ti para expulsar demonios.

El Espíritu Santo es la unión entre tú y tu Señor.

Tu Señor te ha dicho que el que no esté con Él, está contra Él, y el que no recoge con Él,

desparrama. Por eso, también te dice que todo pecado y blasfemia será perdonada, pero la blasfemia

contra el Espíritu Santo no será perdonada. Y el que diga una palabra contra el Espíritu Santo, ya

está condenado.

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Espada de dos filos

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El Espíritu Santo es el espíritu de amor por el que Dios se dona al mundo, a través de la

misericordia derramada por Cristo en la Cruz. Por tanto, el que recibe al Espíritu Santo, recibe al

Padre y recibe a Jesús.

El Espíritu Santo es por quien el Hijo está en el Padre y el Padre está en el Hijo, y es a

través de Él, que tú estás en el Hijo, sacerdote, para ser uno, como el Hijo y el Padre son uno.

El Espíritu Santo es quien te enseña los mandamientos, y te da la gracia para aceptarlos y

cumplirlos, porque te da el amor.

El que tiene amor, ama. Y el que ama al Hijo cumple la palabra de Dios, y a ese, el Padre lo

ama y viene a él, con el Hijo y con el Espíritu Santo, para hacer su morada en él.

Y tú, sacerdote, ¿cumples la palabra de Dios?, ¿amas verdaderamente a tu Señor?, ¿abres

tu corazón para recibir el amor de tu Señor, y te dejas amar por Él?

Entrega tu voluntad a tu Señor, y abandónate en Él, para que dejes actuar al Espíritu de

amor, y llene y desborde de Él tu corazón, para que arda en fuego de celo apostólico, para cumplir

con tu misión de llevar a todas las almas al cielo, y que encienda en ti el deseo de hacerte último,

para ser primero.

Pídele, sacerdote, al Espíritu Santo, que te lleve a un verdadero encuentro con tu Señor.

Pídele, un alma sacerdotal, para que tu entrega sea total, y a través de tu vida ministerial,

seas una morada digna de la Santísima Trinidad.

Pídele, sacerdote, al Espíritu Santo, que se derrame en ti, para que busques a Cristo,

para que encuentres a Cristo, para que ames a Cristo.

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____________________

RECIBIR LA PAZ – LLEVAR LA PAZ AL MUNDO

MARTES DE LA V SEMANA DE PASCUA

Les doy mi paz.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 14, 27-31a

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy

como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a

su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo

he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean.

Ya no hablaré muchas cosas con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo; no es

que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo sepa que amo al Padre y que cumplo

exactamente lo que el Padre me ha mandado”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

144

Señor Jesús: era muy común en aquel tiempo saludar y despedirse deseando la paz a los amigos. Tú

lo hiciste muchas veces, y la que seguramente recordaban tus discípulos con mayor alegría era la de

tu primera aparición después de resucitar de entre los muertos. Ellos estaban muy temerosos,

acobardados, con miedo, y tú les devolviste la paz. En el ambiente de la Última Cena también les

dejaste tu paz, pero les aclaraste que no se las dabas como la da el mundo. La paz no es ausencia de

guerra, ausencia de problemas o tribulaciones. La paz es vivir en Cristo. Se pierde con el pecado, y

se recupera con el sacramento de la reconciliación. A mí, sacerdote, me alegra mucho despedir a los

penitentes, después de confesarse, diciendo: “vete en paz”. Tú quieres, Jesús, que seamos ministros

de la paz, que la llevemos a tus ovejas a través del sacramento de tu misericordia. Y también a través

de nuestro testimonio, con la alegría de servir y, sobre todo, a través de tu palabra, que da paz a los

corazones. Jesús, ¿cómo podemos colaborar eficazmente para que se establezca en el mundo ese

Reino tuyo de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de la justicia, de amor y de paz? Madre mía,

Reina de la Paz, tú sólo quieres la paz para tus hijos, y sabes que la paz es para los hombres de buena

voluntad: ayúdame a alcanzarla purificando mi corazón.

+++

«Hijo mío, sacerdote: yo soy Madre de Gracia, Madre de Misericordia, Madre de la

Paz.

Recibe mi paz, que es el tesoro de mi corazón para el mundo.

Es la paz de vivir en Cristo, como Él vive en mí.

Es el fruto de la misericordia infinita de Dios que habita en mi vientre, para nacer al

mundo y habitar entre los hombres.

La paz se recibe en la pureza del corazón, y permanece al obrar con pureza de intención

y misericordia en la virtud, con fe, esperanza y caridad.

La paz es para los hombres de buena voluntad.

Recibe las gracias que yo te doy, y recibe la paz de Cristo en tu corazón, para que lleves

la paz a todos los rincones del mundo.

El que sea digno recibirá la paz, pero si alguno no es digno, volverá la paz a ti, y si no te

reciben y no te escuchan, no se turbe tu corazón, cree siempre en que Jesucristo es la verdad, y

lleva la paz contigo a otra parte.

Mi deseo es que reine la paz en el mundo.

Mi Hijo ha establecido la paz en el mundo a través de mis hijos sacerdotes, y el triunfo

de mi Inmaculado Corazón.

La paz se da, se recibe, se atesora, se conserva, y se comparte a través de la

misericordia.

Es así como se vive una vida en plenitud, llevando la paz a todas partes, conservándola

como el tesoro más preciado, fruto del amor de Dios que ha vencido el mal perdonando a los

hombres, a través de la victoria de su Hijo sobre la muerte y el pecado, reestableciendo el

orden de su creación, a través de la filiación divina en Cristo, por quien han sido hechas nuevas

todas las cosas.

Vive de manera que cuando te vean, vean a mi Hijo, para que lo encuentren, para que

crean en Él, para que lo conozcan, para que lo amen, para que vivan en Él, para que reciban su

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Espada de dos filos

145

paz, y que por Él, con Él y en Él lleven la paz de Cristo al mundo entero, a través de obras de

misericordia».

+++

«Sacerdotes míos: yo no he venido a traer la paz, sino la espada, para enfrentar a unos

con otros, para que se vea quién es digno de mí.

Todo aquél que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por el ante

mi Padre, pero el que me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre.

El que toma su cruz y me sigue, ese es digno de mí. A ese le daré mi paz, para que lleve

mi paz al mundo.

El que recibe a uno de ustedes, que es digno de mí, a mí me recibe.

El que a mí me recibe, recibe a mi Padre, que es quien me ha enviado. Y ese recibe mi

paz.

Yo les doy mi paz en unidad fraterna, en comunión, a través de mi cuerpo y de mi

sangre en la cruz, por la que la misericordia ha sido derramada para lavar el pecado para la

salvación de los hombres.

Mi paz les doy, mi paz les dejo, en unidad, en comunión, en Eucaristía.

Yo le doy mi paz a los hombres de buena voluntad, a los que cumplen la voluntad de mi

Padre, como yo, a los que viven en mí, como yo vivo en ellos, a los que obran en la virtud con

misericordia, a los corazones contritos y humillados, que piden y reciben misericordia a través

del sacramento de la reconciliación.

Yo les he dado la paz a ustedes, mis amigos, que son mis discípulos, y los he hecho

pastores, para que con esa paz apacienten a mis ovejas, porque la paz que yo les doy no es la

del mundo.

Pero ustedes no han conservado mi paz, la han perdido, la han olvidado, y viven en

medio del mundo, en el pecado y la tribulación, porque han olvidado hacer oración para

encontrarse conmigo, para vivir en mí, como yo vivo en ustedes.

Yo les doy mi paz para que la lleven a mi pueblo, con la verdad que es mi palabra,

dando testimonio de mi amor, para que me vean, para que me reconozcan, para que me

reciban, para que me amen, para que me compartan, y conmigo lleven la luz y la salvación a

todos los rincones del mundo.

La paz se refleja en la alegría de servir, a pesar de las tormentas y de la tribulación; en

el silencio, a pesar del ruido y los fuertes vientos; en la Palabra, a pesar de la persecución y la

injusticia; en el testimonio, a pesar de la fatiga y el cansancio, tomando mi yugo, y aprendiendo

de mí, que soy manso y humilde de corazón, para que encuentren descanso, porque mi yugo es

suave y mi carga ligera.

Es así como conservarán la paz.

Permanezcan en la confianza, en la obediencia y en el abandono a mi voluntad,

renovando constantemente estos votos, enseñando esto a los demás, permaneciendo en mí,

como yo permanezco en ti, viviendo con mi paz en la plenitud de mi amor.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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El que padece tribulaciones y conserva la paz, ese es el que verdaderamente padece por

mi causa y da testimonio de mi amor, porque vive en mí, como yo vivo en él.

Lleven la paz a mi pueblo, obrando con amor y misericordia, dando testimonio de esto,

reuniéndolo en torno a mi Madre, para que reciban mi paz como fruto del Espíritu Santo que

se derrama en los corazones dignos, dispuestos y obedientes».

+++

PARA MEDITAR – LLEVAR LA PAZ AL MUNDO

«La paz les dejo, mi paz les doy».

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿recibes su paz?, ¿la experimentas?, ¿la conservas?, ¿la compartes?

La paz de tu Señor está en ti, sacerdote.

Paz interior que se manifiesta en servicio y en alegría en el exterior.

Paz interior que se demuestra al actuar con serenidad ante cualquier situación.

Paz interior que demuestra al mundo tu confianza, tu fe, tu esperanza y tu amor.

Paz interior deseada y esperada por muchos que la buscan en el mundo sin encontrarla,

porque la paz interior te la da Cristo, pero no te la da como la da el mundo.

La paz del mundo es pasajera y se establece después de una guerra.

La paz de Dios permanece, a pesar de la guerra.

Y tú, sacerdote, ¿vives en medio de la tribulación, de la angustia, de la desesperación?,

¿vives preocupado, ansioso, afligido, nervioso, o deprimido?, ¿eres presa de la soledad que genera

los apegos y las cadenas que te atan al mundo?, ¿te sientes derrotado ante tus tentaciones por

haberte entregado a los vicios y a las pasiones?, ¿te sientes abatido por los deberes que te

inquietan, por no haberlos cumplido?

Detente, sacerdote, haz un alto en tu camino, rectifica, arrepiéntete y vuelve tus pasos,

porque si has perdido la paz, has perdido el buen camino. Si caminas en la obscuridad y no ves la

luz, es que en algún momento has elegido las tinieblas y has despreciado la luz.

Toma conciencia, sacerdote, de tus actos y tus palabras, para que veas lo que hay en tu

corazón, y descubre si hay pureza en tu intención, para actuar, para discernir, para orar, para

decidir, para usar tu libertad para hablar o para callar,

Escucha, sacerdote la palabra de tu Señor.

Deja que penetre hasta lo más profundo de tu corazón con la efusión del Espíritu Santo y

deja que sea Él y no tú, quien examine tu conciencia, para que con honestidad y con toda humildad

reconozcas qué es lo que hay en ti, y qué es lo que te falta para experimentar la plenitud de la paz

que tu Señor te da.

¿Cuáles son los factores externos y los conflictos internos que te hacen perder la paz?

Acércate a la oración, sacerdote, a los pies del Sagrario y pídele a tu Señor que te de su paz.

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Espada de dos filos

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Y luego acércate, sacerdote, al confesionario con un corazón contrito y humillado, a pedir

perdón y a recibir su paz.

Y luego lucha, sacerdote, para que nada te turbe y nada te espante, sabiendo que todo se

pasa, y sólo Dios basta.

Para conservar la paz invoca al Espíritu Santo, y pídele tu disposición para abrir tu corazón

a recibir la misericordia y las gracias de tu Señor.

Acepta su amor y pon tu fe por obra sirviendo al prójimo con caridad, y si aun así, no

consigues conservar la paz, analiza nuevamente tu conciencia, y descubre en quién tienes puesta tu

confianza, tu esperanza y tu fe.

Y ¡conviértete!, ten el valor de reconocer tu error, y de abrir tu corazón para vaciarlo de los

apegos del mundo, para alejarte de toda tentación y ocasión de pecado, porque la paz se pierde

cuando la culpa te atormenta.

Tu Señor te ha enviado a llevar la paz al mundo, sacerdote, es para eso que te la ha dado.

Y tú, ¿la has perdido? ¿la has desperdiciado, o la has establecido en cada corazón herido

que se acerca a ti, apelando a la misericordia derramada en la cruz por Cristo?

Conserva la paz de tu Señor, sacerdote, abandonando tu voluntad a su divina voluntad,

pidiéndole perdón y fortaleza para no volver a pecar.

Recuerda, sacerdote, que con el demonio no debes dialogar, porque es el rey de la mentira y

el ladrón de tu paz.

Vuelve a la oración, sacerdote.

Procura tu propia formación y pon en práctica la palabra de tu Señor, para que recibas

su paz y la des al mundo, no como la da el mundo sino con el amor de tu Señor.

____________________

PERMANECER EN EL AMOR – DAR FRUTO

MIÉRCOLES DE LA V SEMANA DE PASCUA

El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 15, 1-8

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el

viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más

fruto.

Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en

ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco

ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo

en él ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa

fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.

Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les

concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como

discípulos míos”.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

148

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la comparación que haces de la vida sobrenatural con la unión entre la vid y los

sarmientos resulta muy gráfica. Es necesario permanecer unido a ti para poder tener vida

sobrenatural. Es imposible, sin la ayuda de tu gracia, dar frutos de vida eterna. Lo aprendimos en

Teología Moral cuando se habla de las obras meritorias. Por más buenas que sean las obras de una

persona, no tienen mérito sobrenatural si no se hacen en estado de gracia. No podemos recibir el

premio en el cielo si no estamos unidos a ti, si no permanecemos en ti. El pecado grave es el que nos

puede separar de ti. Por otra parte, tenemos muchos medios para reforzar nuestra unión contigo, para

fortalecerla. El más grande es el Sacramento de la Eucaristía, donde nos alimentamos de tu cuerpo y

de tu sangre para tener vida eterna. Sabemos también que si cumplimos tus mandamientos

permanecemos en tu amor. El Espíritu Santo nos concede sus dones y gracias si tenemos el corazón

dispuesto. Nosotros también, como tus discípulos, si permanecemos muy unidos en oración con

Santa María, tu Madre, recibiremos la gracia necesaria para dar fruto abundante, y que ese fruto

permanezca. Señor, ¿qué debemos hacer para rechazar siempre el pecado y permanecer así muy

unidos a ti? Madre mía, ayúdame a perseverar en la oración para fortalecer mi fe, y con obras de fe

dar fruto abundante.

+++

«Sacerdote mío: contempla mi corazón.

Este es el corazón de mi Iglesia, es mi cuerpo, es mi sangre, es mi alma y mi divinidad, es

ofrenda viva, es Eucaristía.

El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Igual que yo vivo

por el Padre, también el que me come vivirá por mí.

Como el Padre me amó, también yo los he amado. El que cumple mis mandamientos

permanece en mi amor, así como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco

en su amor.

Mi Padre da el Espíritu Santo a los que lo obedecen, para que permanezcan en mí. Y el

que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto.

Tu ministerio tiene como cimientos mi Sagrado Corazón. Cimientos fuertes que

requieren bases fuertes, alimentadas de la oración de intercesión de los santos, que unen los

frutos y sus méritos a la oración de los ángeles, de las almas peregrinantes, y de las almas

purgantes.

Frutos que, unidos a mi sacrificio, son ofrenda viva para el Padre, quien los usa para

beneficio de tu alma y de mi pueblo, para que permanezcan unidos a mí y den mucho fruto, y

ese fruto permanezca, de acuerdo a los dones y gracias distribuidas a cada uno por el Espíritu

Santo, porque hay diferentes carismas, pero un mismo Espíritu, que se los da para el bien

común, porque en un solo Espíritu son bautizados para formar un solo cuerpo y un mismo

espíritu.

Los dones y gracias se reciben en la fe, según la voluntad del Espíritu Santo, con la

disposición de cada uno a abrir su corazón. Pero algunos de ustedes, mis amigos, han perdido

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Espada de dos filos

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la fe, porque no han sabido caminar en medio del mundo sin ser del mundo, porque son

atacados y quieren resistir con sus propias fuerzas, y son vencidos, pierden las batallas, y

quedan sin mérito alguno. Y, como los sarmientos que no dan fruto, son arrancados de la vid, y

se secan, y son arrojados al fuego.

La intercesión del Inmaculado Corazón de mi Madre, es protección para ustedes contra

los demonios, que son alimañas en mi viñedo. Ella consigue del Espíritu Santo la fe y la

disposición de los corazones, para que, unidos a los frutos de los santos y a mi sacrificio, den

fruto abundante, y sean ofrenda viva para el Padre, quien los poda con misericordia y con la

ternura y el amor de un corazón de madre, para que den más fruto.

La oración los une en torno a mi Madre, para que permanezcan como los santos, unidos

a ella, para que, por su intercesión y por sus frutos, les sea concedida la gracia para

permanecer en mí, como yo permanezco en ustedes.

Amigo mío, te amo y te he demostrado mi amor con mi misericordia, que es abundante,

infinita y tangible.

Quiero que me ames, con ese mismo amor, obrando con misericordia, para que

permanezcas en mí, como yo permanezco en ti».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: oración, consagración, sacrificio, recen el Rosario, consagren

sus corazones a mi Inmaculado Corazón, ofrézcanse como ofrenda en el mismo y único

sacrificio de Cristo.

Yo los he llamado, desde el Sagrado Corazón de mi Hijo, para llevar mi auxilio a mi

pueblo.

Es en el Sagrado Corazón de Jesús en donde se cimientan las obras de amor, de alegría

y de misericordia.

Abracen la cruz que yo les doy. Es una cruz de oro acrisolado al fuego en los

sufrimientos y mortificaciones de los santos, rodeada de la ternura de mi Inmaculado corazón

de Madre, para que renueven constantemente los votos que confirman su compromiso de

fidelidad, en la confianza, el abandono y la obediencia a la voluntad de Dios.

La cruz que yo les doy es cruz de auxilio, cruz de amor, cruz de alegría, cruz de

esperanza, cruz de misericordia, cruz de santidad.

Permanezcan reunidos en torno a mí, para que sean acogidos en mi corazón maternal

de Madre, para que mantengan la confianza y, con su oración y con obras de misericordia

corporales y espirituales, permanezcan unidos a Cristo, como el sarmiento a la vid, y sean

alimentados, cuidados y fortalecidos, para que den fruto abundante, para que la misericordia

de Dios, que ha sido derramada en la Cruz, sea conducida hacia ustedes, y por ustedes al

mundo entero.

Ustedes han querido obedecer, han confiado, se han abandonado en mi Inmaculado

Corazón, y por este acto de fe yo los bendigo, y les digo que el Espíritu Santo ha sido

derramado en sus corazones, con sus dones y gracias, para que permanezcan en Cristo, como

Él permanece en ustedes, y den mucho fruto y ese fruto permanezca.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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La Palabra de Dios limpia, purifica, sana, salva, y al que la lee, la escucha y la vive, lo

hace permanecer unido a Cristo, como Cristo permanece en él».

+++

PARA MEDITAR – DAR FRUTO

«Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así

tampoco ustedes, si no permanecen en mí».

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿permaneces en Él?, ¿das fruto?, ¿tu fruto es abundante?, ¿y ese fruto

permanece?

Tu Señor habla del fruto de tu fe puesta en obras, sacerdote, porque una fe sin obras es una

fe muerta. En cambio, las obras realizadas por la fe, producen fruto.

Por tanto, muestra al mundo tus obras, y ellos verán el tamaño de tu fe. Y por tus frutos te

reconocerán.

Tu Señor también te dice que el que no da fruto no sirve para nada, y a ése, el Padre lo

arranca de Él. Y el que no está unido a Cristo se seca, no tiene vida, porque la vida es Él.

Y tú, sacerdote, ¿estás unido a tu Señor?, ¿permaneces en Él?, ¿das fruto?, ¿tu fruto es

abundante?, ¿glorificas al Padre?

Lo que une es el amor, sacerdote.

Tu Señor es el amor, y está a la puerta y llama. Y tú, sacerdote, ¿le abres la puerta?, ¿lo

dejas entrar?, ¿recibes su amor?, ¿te dejas amar?, ¿permaneces en Él, como Él permanece en ti?,

¿amas?

Rema mar adentro, sacerdote, y descubre la sensibilidad o la frialdad de tu corazón. ¿Tienes

corazón de piedra o conservas el corazón de carne que te ha dado tu Señor?, ¿compartes tus mismos

sentimientos o has dejado enfriar tu corazón?, ¿reconoces los dones que Dios te ha dado, y los usas

bien?, ¿los pones a disposición de los demás, o los usas para tu propio beneficio?, ¿eres generoso, o

te domina el egoísmo?

Porque, aunque tuvieras el don de profecía, y conocieras todos los misterios y la ciencia,

aunque tuvieras una fe tan grande como para mover montañas, si no tienes amor, sacerdote, no eres

nada.

Y aunque entregaras tu vida sirviendo con tu trabajo a los demás, y les repartieras todos tus

bienes, si no tienes amor, sacerdote, no das fruto, no sirves para nada.

El fruto en abundancia se consigue haciendo las cosas más pequeñas, pero con mucho

amor, porque, aunque nadie las vea, el amor da fruto y ese fruto glorifica a Dios.

Permanece en el amor, sacerdote, para que permanezcas unido a tu Señor, para que des

mucho fruto, y ese fruto, permanezca.

Abandona tu voluntad a la voluntad de tu Señor, agradeciendo su bondad, y pidiéndole su

ayuda, porque sin Él nada puedes.

Escucha las palabras de tu Señor, y ponlas en práctica, para que permanezcas en Él y en su

palabra, haciendo sus obras, por tu fe.

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Espada de dos filos

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Déjalo obrar en ti, para que tus obras no sean tuyas, sino que sean de Él.

Entonces harás sus obras y aún mayores, porque Él va al Padre, y todo lo que pidas en su

nombre Él lo hará, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

Tu Señor es la vid, y tú eres el sarmiento, sacerdote. Permanece en Él, para que des vida

por Él, con Él y en Él, porque tu Señor ha venido para que tengan vida y la tengan en

abundancia.

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____________________

EL ENCUENTRO CON CRISTO – RECIBIR EL AMOR

JUEVES DE LA V SEMANA DE PASCUA

Permanezcan en mi amor para que su alegría sea plena.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 15, 9-11

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo.

Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo

cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi

alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú sabías que después de la Última Cena, cuando se fueron todos al Huerto de

los Olivos, iba a comenzar la desbandada. Pero no dijiste a tus discípulos que permanecieran unidos,

sino que permanecieran en tu amor. Y comparas el amor que nos tienes a nosotros con el amor que te

tiene el Padre. Es imposible imaginar cómo es el amor del Padre por ti, pero nos queda claro que es

infinito. Permanecer en tu amor significa dejarnos amar por ti. Hemos de aprender a recibir ese amor.

Lo hacemos principalmente cuando nos alimentamos de tus Sacramentos y de tu Palabra. La

referencia a la alegría en tu discurso recuerda mucho las parábolas de la misericordia. Cuando se

perdió la oveja, cuando perdió la unidad con las demás, el pastor salió a buscarla, y al encontrarla se

llenó de alegría. Se puede perder la unidad cuando se dejan de cumplir los mandamientos, cuando se

cometen pecados. Y así viene la tristeza. Señor, ¿qué debo hacer para nunca perderme y permanecer

en tu amor? Madre mía, enséñame a recibir el amor de tu Hijo, a dejarme amar, para poder así

transmitir con alegría la misericordia de tu Hijo.

+++

«Sacerdotes míos: ustedes son mi alegría. Acompáñenme a encontrar lo que he venido a

buscar.

Un tesoro ha sido robado: es la paz interior del corazón de un pecador que está perdido.

Que vive para mí, pero está alejado de mí. Que no me conoce, y por eso no me ama. Que ha

sido asaltado y le han robado sus tesoros. Es el corazón de un sacerdote que vive una intensa

lucha interior. Y la lucha es todos los días.

Yo les digo que no tenga miedo. Con ustedes estoy para salvarlos.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Yo soy el Buen Pastor, y conozco a mis ovejas, y las mías me conocen a mí, como me

conoce el Padre y yo conozco a mi Padre, y yo doy mi vida por las ovejas.

Una sola he perdido, y lo he dejado todo. He dejado la gloria que tenía con mi Padre,

antes de que el mundo existiera, y me he despojado de mí mismo, tomando condición de

esclavo, para buscar hasta encontrar la oveja que se me había perdido: la humanidad entera.

Pero el Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar

nada de la mano del Padre.

Yo busco con insistencia hasta encontrar la disposición de cada corazón perdido, a ser

encontrado, para ser abrazado, para ser convertido, para ser renovado, para ser amado.

Yo he subido a la Cruz para, desde ahí, buscar y encontrar con mi muerte lo que estaba

perdido.

Yo resucité de entre los muertos y subí al cielo, para sentarme a la derecha de mi Padre,

y recuperar la gloria que tenía con mi Padre antes de que el mundo existiera.

Yo he llenado el cielo de alegría.

Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recuperarla de nuevo. Nadie me la

quita, yo la doy por mi propia voluntad. Tengo poder para darla y poder para recuperarla de

nuevo. Esa es la orden que he recibido de mi Padre.

Yo doy la vida por mis amigos. Nadie tiene un amor tan grande como el que da la vida

por sus amigos.

Mis amigos son los que hacen lo que yo les mando.

El que cumple mis mandamientos permanece en mi amor.

El que permanece en mi amor, es fiel.

El que es fiel permanece en mi amistad y confía en mí.

El que confía en mí tiene ánimo fuerte y conserva la paz.

Esa es la promesa de mi misericordia, que los busca hasta encontrarlos, para

derramarse en los corazones y vencer en la batalla. Pero la lucha es todos los días.

Déjense encontrar, para que permanezcan en mi amistad, en un encuentro cotidiano

conmigo, para que sus tesoros no les sean robados.

Protejan el tesoro de la paz en sus corazones, para que la transmitan, y establezcan la

paz en el mundo entero.

Yo no voy a dejarlos, aquí estoy.

Yo estoy en todas partes: en el aire que respiran en el agua que beben, en el horizonte que

contemplan, en el sol que los calienta, en el mar que admiran, en la risa de los niños, en la profundidad de sus sentimientos, en cada conversación y cada encuentro con las personas que conviven, en el cielo y en la tierra, en una caricia y en un abrazo, en la alegría y en el dolor, en la gloria y en la cruz.

Yo soy un Dios presente y omnipotente.

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Espada de dos filos

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Amigos míos, hermanos míos, Pastores míos, discípulos míos, Sacerdotes ungidos de Dios,

yo les digo:

Que la esencia del Espíritu del Padre y del Hijo descienda y permanezca en ustedes, dispónganse con fe a descubrir los dones que por el bautismo les han sido dados.

Que el que está lleno del Espíritu Santo está lleno de mi amor.

Que el que está lleno de mi amor nada le falta.

Que al que nada le falta mi Padre lo colmará de bienes, porque al que nada tiene todo le será quitado, pero al que todo tiene, más se le dará.

Que por uno sólo que tenga una fe del tamaño de una semilla de mostaza será movido el mundo, conquistados los corazones, convertidas las almas. Llénense de mi amor y vayan hasta donde yo quiero llegar, a los confines del mundo. No tengan miedo, que yo estaré con ustedes

hasta el fin del mundo.

Que por mis méritos los he llamado amigos y los he hecho hermanos, que son hermanos y son amigos.

Que por los méritos de mi Santísima Madre los ha llamado hijos y por mi pasión y muerte

mi Padre los ha hecho hijos.

Que por mi resurrección los he rescatado de la muerte y por mi amor los he llamado a la

vida. Yo los llamo amigos, yo los llamo hermanos, para que sean como yo, para que amen como yo hasta el extremo, para que den la vida como el que tanto ha amado al mundo que le dio a su único Hijo, para que se entreguen al que dio la vida por ustedes. Déjense amar por mí, llénense

de mi amor, amen con mi amor y permanezcan en mi amor.

Que sea mi Madre auxilio para ustedes y los mantenga en mi amistad, en mi hermandad,

en mi bondad y en mi amor, y sean ustedes miembros de un solo cuerpo, en unidad en un mismo espíritu.

Que sean Cristo conmigo».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: Permanezcan en un encuentro cotidiano con Cristo, para que

lo conozcan y lo amen, para que escuchen su palabra y la vivan, para que fortalezcan su fe y la

transmitan poniéndola en obras recibiendo la misericordia que los dirija al encuentro

cotidiano con Cristo y les alcance la santidad en su vida ordinaria, elevándola a una vida

sobrenatural digna de quienes han sido llamados a vivir en medio del mundo, pero que no son

del mundo, como Cristo no es del mundo.

Rueguen al Padre para que los guarde del maligno y los santifique en la verdad y envíe

más obreros a su mies.

Busquen hasta encontrar los corazones más pobres, para enriquecerlos con la verdad.

Los que están perdidos, los que están heridos, los que están lisiados, los caídos en la batalla, los

que se han perdido porque se han cansado y ya no tienen fuerzas.

Encuentren el tesoro perdido en el corazón de cada uno de ustedes, la moneda de oro, la

joya que es la fe, para fortalecerla con la oración, con el testimonio, con el ejemplo y con la

palabra.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

154

Conviertan sus corazones con amor, porque hay más alegría en el cielo por un pecador

que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

Permanezcan en unidad en la Santísima Trinidad, en un encuentro constante con Cristo

a través de la palabra, y permanezcan en unidad trabajando para transmitir la misericordia de

mi Hijo.

Yo les agradezco todo lo que dejen por servir a la Iglesia, y comparto con ustedes mi

alegría, porque nada vale más la pena que llegar al conocimiento pleno de la verdad que es

Cristo, para que, alcanzando la plenitud de su amor, sean sus corazones no campos de batallas,

sino mis jardines de flores, y las moradas de descanso en donde Él pueda reclinar su cabeza en

la seguridad de la fidelidad del amor que habita en sus corazones, que es tan grande, que los

enciende en el deseo de dar la vida por Cristo con Él y en Él, muriendo todos los días al mundo

para resucitar en Él.

Esa es mi joya encontrada que llena de alegría el cielo».

+++

PARA MEDITAR – RECIBIR EL AMOR

«Como el Padre me ama, así los amo yo».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, y Jesús siempre dice la verdad, pero tu entendimiento no alcanza a

comprender la grandeza de sus palabras, y la magnitud de su verdad.

Tu Señor es el amor, y tu Señor es la verdad.

El que medita estas palabras y las comprende, exulta de alegría, y desborda de paz su

corazón, porque no hay amor más grande que el amor mismo que ha dado la vida por ti, para

hacerte parte.

Y tú, sacerdote, ¿puedes imaginar cuánto ama a Jesús su Padre?

Date cuenta, sacerdote, así, infinitamente grande es el amor de tu Señor por ti.

Ríndete, sacerdote, ante el amor de tu Señor, y déjate amar por Él.

Déjalo transformar tu corazón de piedra en corazón de carne, para que tengas los mismos

sentimientos que Él.

Abre tu corazón dispuesto a la conversión, fruto de la escucha de la palabra de Dios,

cumpliendo sus mandamientos, para que permanezcas en su amor.

Pero, la conversión, sacerdote, es todos los días, porque tu humanidad es limitada y

miserable, incomparable con la bondad y el amor infinito y perfecto de tu Señor.

Apela, sacerdote, a su misericordia, que es la manifestación del amor de Dios.

Recibe su gracia, y pídele que te ayude a permanecer en su amor, como Él permanece en el

amor del Padre.

Acude, sacerdote, a la ayuda y a la protección de la Madre de Dios, ella es Madre del amor

hermoso que es tu Señor.

Pídele que te enseñe a recibir el amor, como ella lo recibió.

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Espada de dos filos

155

Pídele que te enseñe a guardar la Palabra, para permanecer en el amor.

Pídele que te ayude a mantenerte en el camino seguro, y en un encuentro constante con el

amor.

Pídele que te enseñe a agradecer y a corresponder con tus obras a ese amor.

Y vive llevando la cruz de cada día con alegría, en correspondencia de ese amor.

Reconócete, sacerdote, humilde y pecador, pequeño e indigno, que no merece el amor de

su Señor, y acércate con el corazón contrito y humillado al confesionario buscando el perdón y la

paz de tu Pastor, convencido de que Él ha venido a buscar, no al justo, sino pecador, no al sano,

sino al enfermo, no al fuerte sino al débil, no al perfecto sino al miserable, no al primero, sino al

último, no al rico, sino al pobre, no al sabio, sino al ignorante, y al que está perdido para

encontrarlo y llenar de alegría su cielo, por un pecador arrepentido que se convierte.

Tú eres, sacerdote, la alegría del corazón de tu Señor, cuando te dejas amar por Él, y

agradeces la gracia del encuentro continuo con Él, a través de su palabra.

Agradece, sacerdote, el don del amor, que te convierte, que te une, y que te da la gracia

de permanecer en tu Señor.

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AMAR COMO JESÚS – EL PRIVILEGIO DE SER SU AMIGO

VIERNES DE LA V SEMANA DE PASCUA

Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 15, 12-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Éste es mi mandamiento: que se amen los unos

a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida

por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el

siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo

que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para

que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en

mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: nos has dejado el mandamiento del amor, con ese añadido tan importante:

“como yo los he amado”. E inmediatamente explicas qué significa eso: dar la vida por los amigos.

Diste la vida cuando, siendo de condición divina, te anonadaste tomando la forma de siervo, y la

entregaste completamente cuando te hiciste obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Y tanto nos

amas, Jesús, que nos das el pan de vida, entregándonos como alimento tu Cuerpo y tu Sangre en la

Sagrada Eucaristía. Los sacerdotes nos damos cuenta de que el título de “amigo” nos lo das a

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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nosotros especialmente, aunque cualquier persona que hace lo que tú mandas también es tu amigo.

Pero nosotros estamos configurados contigo, nos amas con amor de predilección, y los que estaban

sentados a la mesa contigo en aquella Última Cena eran los primeros sacerdotes, consagrados aquella

misma noche. Y los amigos tenemos un trato especial. Me gusta aquella definición de la oración

mental que hace Santa Teresa: «No es otra cosa sino tratar de amistad, estando muchas veces

tratando a solas con quien sabemos nos ama». Jesús, yo quiero ser un enamorado de ti, para poder

amar a los demás con ese mismo amor que nos das, entregando mi vida por ellos, como tú lo hiciste.

Señor, ¿cómo puedo tener un corazón como el tuyo, para amar como tú amas? Madre mía, enciende

mi corazón con el fuego del amor, que me lleve a no desear otra cosa que cumplir la voluntad de mi

Señor, como hiciste tú.

+++

«Sacerdote mío: así como yo te he amado, así te mando que ames y des tu vida por mi

pueblo.

Ven a contemplar mi amor.

Quiero que sepas cómo te he amado, para que ames como yo.

Contempla mi obediencia, por amor al Padre, cuando renuncié a la gloria que tenía con

Él antes de que el mundo existiera, para ser enviado por mi Padre al mundo, para ser como

una de sus creaturas.

Y, siendo Dios, adquirí la naturaleza humana, para ser Dios y hombre, para habitar

como Dios y como hombre en medio de los hombres, adquiriendo en esta naturaleza, la

fragilidad de los hombres, para demostrar la omnipotencia de Dios en la debilidad del hombre,

para compadecerme de sus miserias, siendo igual a los hombres y probado en todo igual,

menos en el pecado.

Contempla mi obediencia, por amor al Padre, que amó tanto al mundo que envió a su

único hijo para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna, haciéndome

víctima de expiación, como propiciación para el perdón de los pecados de los hombres; para

hacer nuevas todas las cosas, mediante la justificación que por la acción del Espíritu Santo

diviniza a los hombres y los hace dignos para volverlos al Padre.

Amigo mío, tan grande así es mi amor por ti, que me hago tuyo para hacerte mío.

En la disposición del corazón a la obediencia a la voluntad del Padre se manifiesta el

amor por la acción del Espíritu Santo.

En la disposición de un corazón de madre nací yo, en medio de la humildad y del amor,

sometido a la obediencia de mis padres, para cumplir la voluntad de Dios.

Mi Madre me enseñó a caminar en medio del mundo sin ser del mundo, y a permanecer

dispuesto, con docilidad, a la acción del Espíritu Santo, para cumplir en todo los

mandamientos de la ley de Dios, al orar y al obrar con fe, esperanza y caridad, siempre en la

humildad de reconocerme necesitado, como hombre, de la misericordia que yo mismo había

venido a entregar.

Mi Madre me hizo conocer y experimentar la misericordia, oró por mí, me consoló,

soportó, perdonó y corrigió conmigo las injusticias de los demás, me aconsejó, me enseñó, me

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Espada de dos filos

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dio de comer y me dio de beber, y me vistió y me cuidó, y fui peregrino y me acogieron y estuve

preso y fueron a verme, y estuve muerto y me pusieron en un sepulcro. Y recibí misericordia.

Entonces supe que la misericordia es fruto del amor, y entendí que yo soy el amor de

Dios, y que fui enviado al mundo a entregar su misericordia, entregándome en un único

sacrificio por los hombres, para salvarlos de la miseria del pecado, y entendí que había venido

al mundo a derramar el amor de Dios en misericordia, y que esa era su voluntad.

Entonces los amé hasta el extremo, entregando mi vida, haciéndome obediente hasta la

muerte, y una muerte de cruz, renovando mi sacrificio en cada Eucaristía, que es mi presencia

viva, mi cuerpo, mi sangre, mi alma y mi divinidad.

Tanto amo a mi Padre, y tanto los ama a ustedes mi Padre, que me ha enviado a

demostrarles su amor a través de mi amor.

Así como Él me ha enviado, yo los envío en la obediencia de un nuevo mandamiento:

que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. Esa es la voluntad del Padre.

Yo te he demostrado mi amor y mi misericordia. Yo te pido que ames a mi pueblo con

mi amor, y que demuestres amarlos como yo, entregando por ellos tu vida, porque nadie tiene

un amor tan grande como el que da la vida por sus amigos.

Ahí tienes a mi Madre. Ella es Madre de amor y Madre de misericordia. Te enseñará a

amar como ella, entregando su vida al pie de la cruz del Hijo, acogiéndome en cada hijo, para

amarlos, como los amo yo.

Recibe mi amor y cumple mis mandamientos, para que permanezcas en mi amor, para

que, en la compañía de mi Madre, lleves a mi pueblo mi amor, para que ellos también cumplan

la voluntad de Dios».

+++

Hijo mío, sacerdote: escucha con atención y permite que tu corazón se encienda y se

consuma en deseo de amor, en entrega, en abandono, en confianza, en obediencia a la voluntad

de Dios.

Escucha con tu entendimiento el diálogo que discurre en la intimidad de corazón a

corazón, entre dos amigos, sin palabras.

Es un diálogo, una mutua declaración de amor, entre tú y tu Señor:

“Sea, Jesús, mi corazón firme en tus preceptos, para que no quede avergonzado.

Se consume mi ser en busca de tu salvación, espero en tu palabra.

Todos tus mandatos son verdad, me persiguen con mentira, ¡ayúdame!

Tu palabra es antorcha para mis pasos, luz para mi sendero.

Lo he jurado y he de cumplirlo: guardar tus justas disposiciones.

Estoy de sobremanera humillado, Jesús, dame la vida conforme a tu palabra.

Pequeño soy y despreciado, mas no olvido tus mandamientos.

Aunque me alcancen angustia y opresión, tus mandamientos hacen mis delicias.

Justos son tus mandamientos, dame entendimiento y viviré.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Invoco de corazón, respóndeme, Jesús, y guardaré tus preceptos.

Yo te invoco, sálvame, y guardaré tus dictámenes.

Yo pido auxilio, espero en tu palabra.

Mis labios proclaman tu alabanza, mi lengua proclama tu promesa, pues justos son tus

mandamientos.

Acude en mi auxilio, pues he elegido tus mandamientos.

Tu ley es mi delicia.

Que mi ser viva para alabarte, que tus disposiciones me ayuden”.

+++

PARA MEDITAR – EL PRIVILEGIO DE SER SU AMIGO

«Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando».

Eso dice Jesús.

Eso te lo dice a ti, sacerdote.

Tu Señor no te llama siervo, te llama amigo. Y tú, sacerdote, ¿haces lo que Él te dice?,

¿cumples sus mandamientos?, ¿permaneces en el amor de tu Señor?, ¿eres un amigo fiel, como Él?

Persevera, sacerdote, en la fidelidad a la amistad de aquél que te ha amado primero, que

te ha llamado, y que te ha elegido para que entregues tu vida a su servicio. Y no te ha llamado

siervo, te ha llamado amigo, porque te ha dicho todo lo que Él oyó decir a su Padre, y te ha confiado

todo lo que Él ha ganado cuando fue enviado a buscarte.

Tu Señor confía en ti, sacerdote, como su Padre confía en Él.

Tu Señor te ama a ti, sacerdote, como su Padre lo ama a Él.

Tu Señor te ha dado el poder para hacer sus obras, para transmitir su amor y su

misericordia. Te ha hecho partícipe de su único y eterno sacrificio, confiando en ti, en tu libertad y

en tu voluntad, la salvación del mundo, que Él con su sangre ha venido a ganar.

Tú eres sacerdote, víctima y altar, por Cristo, con Él y en Él.

Tú eres cordero y pastor, discípulo y maestro, pecador y corredentor.

Es inconcebible la misericordia que ha tenido contigo tu Señor.

Créelo, sacerdote, es tan real como infinito es su amor.

Tú eres sacerdote para siempre, pero ser amigo de tu Señor es un privilegio adquirido,

cuando permaneces con Él, como Él permanece contigo.

Cumple, sacerdote, los mandamientos de tu Señor. Haz lo que Él te dice, como su Madre te

enseñó. Entonces verás milagros.

Tú eres, sacerdote, ejemplo para el pueblo de Dios, y Él manda que se amen los unos a los

otros, como Él los amó.

Amarse los unos a los otros significa dar amor, pero también significa recibir el amor.

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Espada de dos filos

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Es más fácil dar que recibir, sacerdote. Porque para dar se requiere generosidad, pero para

recibir, se necesita humildad.

Reconócete, sacerdote, necesitado del amor de tu Señor que te entrega a través de los

demás. Acepta las oraciones de su pueblo y sus obras de misericordia, para que se cumpla la

palabra de tu Señor que dice “los misericordiosos recibirán misericordia”.

Por tanto, sacerdote, dar y recibir es una oportunidad para dejar a Dios actuar en ti y en los

demás, envolviéndolos en el círculo dinámico del amor que es Él mismo, y que, manifestándose en

sus obras, glorifica al Padre en el Hijo.

Abre tu corazón, sacerdote, y recibe el amor y la misericordia de tu Señor. Déjate amar,

deja al Espíritu Santo actuar. Entrégale tu voluntad y tu libertad con docilidad, y abandónate en

el beneplácito de su magnificencia, y déjate llenar de su amor, para que puedas cumplir el

mandamiento de tu Señor, porque nadie puede dar lo que no tiene.

Escucha la palabra de tu Señor, y ponla en práctica, sacerdote. Eso es lo que Él te manda,

y te pide tener un amor tan grande, como lo tiene Él, y eso quiere decir dar la vida por tus amigos.

Y tú, sacerdote, ¿tienes amigos?, ¿eres un amigo fiel?, ¿darías tu vida por tus amigos?, ¿los

conoces?, ¿te conocen?, ¿los amas?, ¿te aman?

Acércate al sagrario, sacerdote, y trata de amistad a tu Señor, porque para amar como

ama Él, primero debes conocer al Amor, y dar la vida con alegría, entregándote con Él en cada

Eucaristía.

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ODIADOS POR EL MUNDO – NO SIERVOS, AMIGOS

SÁBADO DE LA V SEMANA DE PASCUA

Ustedes no son del mundo, pues, al elegirlos, yo los he separado del mundo.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 15, 18-21

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a

mí antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero el mundo los

odia porque no son del mundo, pues al elegirlos, yo los he separado del mundo.

Acuérdense de lo que les dije: ‘El siervo no es superior a su señor’. Si a mí me han

perseguido, también a ustedes los perseguirán, y el caso que han hecho de mis palabras lo harán de

las de ustedes. Todo esto se lo van a hacer por mi causa, pues no conocen a aquel que me envió”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: es una realidad muy dolorosa que haya personas que se burlan del sacerdote,

que lo odian, que lo injurian, por el sólo hecho de ser sacerdote. El pueblo cristiano tiene una gran

veneración por el sacerdocio, pero no faltan personas que nos tienen aversión, solamente por lo que

representamos. Te representamos a ti, Jesús, y no es el discípulo más que el maestro. Sobre todo, es

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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un rechazo a tu palabra, porque no quieren comprometerse a vivirla, y la sienten como un reproche a

su modo de vida, a su mundanidad. Ellos son del mundo, pero nosotros no somos del mundo. A ti te

golpearon, te azotaron, te escupieron, te dieron bofetadas, te crucificaron y te dieron muerte. Sufriste

también muchos insultos de palabra, muchos rechazos, traiciones, injusticias. Señor, nosotros

sacerdotes también hemos de estar dispuestos a sufrir estas afrentas, por tu nombre, porque resultan

un buen testimonio de que nosotros somos Cristos. Y eso sucederá si somos verdaderos sacerdotes, si

te representamos dignamente, reproduciendo en nosotros la vida de Cristo. Jesús, ¿cómo debemos

comportarnos cuando recibamos esos insultos?, ¿cómo podemos tener tus mismos sentimientos, para

perdonar, para reparar, para permanecer en ti y ser fieles? Madre mía, Consuelo de los afligidos, tú

eres corredentora con tu Hijo, uniendo a Él tus sufrimientos, ayúdame a mí también a unir los míos,

para gloria de Dios y salvación de las almas.

+++

«Sacerdote mío: ¿por qué me pegan?

Contempla mi rostro hinchado y lleno de sangre, y a los hombres que alrededor de mí se

burlan diciéndome: “rey de los judíos”. Me escupen, me calumnian, me injurian, me golpean,

me dan de bofetadas. Y ponen una corona trenzada de espinas sobre mi cabeza.

Contempla cómo se clavan las espinas en mi frente. Y brota la sangre que escurre por

mis cejas y corre por mi rostro.

Contémplame crucificado en la Cruz: mi rostro irreconocible y mi cuerpo cubierto de

sangre, mientras los hombres se burlan y dicen: “tú que destruyes el templo y lo reconstruyes

en tres días, si eres rey, sálvate a ti mismo”.

Alégrate, sacerdote mío, bienaventurado seas, porque te injurian y te persiguen y dicen

calumnias y mentiras sobre ti, por mi causa.

Alégrate, porque tu recompensa será grande en el Reino de los Cielos.

Mi sufrimiento es mayor en mi alma que en mi cuerpo, porque no sólo me ofenden a mí,

sino a aquél que me envió.

El que me odia, odia también a mi Padre. Pero yo le pido que los perdone, porque no

saben lo que hacen.

Tú compartes los mismos sentimientos que yo, y que tantos amigos míos que viven entre

las persecuciones del mundo. Pero yo les digo, que si el mundo los odia, sepan que a mí me ha

odiado primero.

Si fueran del mundo, el mundo los amaría, pero yo los he sacado del mundo, y por eso

los odia el mundo. Y los perseguirán por mi causa, porque no conocen al que me ha enviado.

Me han odiado sin motivo, y tú darás testimonio de mí.

No te resistas, y al que te abofetea ofrécele también la otra mejilla. Ama a tus enemigos

y ora por los que te persiguen. Entonces serás perfecto, como el Padre del cielo es perfecto.

Permanece en mí como yo permanezco en ti, para que perseveres en la fidelidad y en la

justicia, cumpliendo la voluntad de Dios, y sea fruto la conversión y la fe de aquellos que serán

perseguidos por causa de la justicia, porque la desgracia persigue a los pecadores, pero el bien

recompensa a los justos. Y los justos verán a Dios.

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Espada de dos filos

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Vengan a mí los que están cansados y llevan cargas pesadas, que yo les daré alivio.

Tomen mi yugo que es suave y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y

encontrarán descanso para sus almas, porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

El descanso es parte del servicio, porque quien no descansa no puede servir. Por eso yo

les digo: el que esté cansado, que descanse en mí, porque no es más que un siervo fiel, que sólo

ha hecho lo que tenía que hacer».

+++

«Hijo mío, sacerdote: contempla a mi Hijo en este niño pequeño, que no puede valerse

por sí solo, necesita ser servido. Y yo lo alimento, lo cuido, lo visto, lo abrazo, lo sirvo.

Yo soy la esclava del Señor y lo sirvo. Yo dije sí, y el Señor hizo en mí según su Palabra:

me hizo Madre.

Como una madre sirve a un hijo pequeño, así sirvo a mi Señor. Lo cuido, lo alimento, le

doy de beber, lo visto, lo acompaño, lo enseño, oro por él, lo abrazo, mientras él crece en

sabiduría, en estatura y en gracia, y él aprende de mí a servir, para hacerse ejemplo y servir al

mundo entero, porque él no ha venido al mundo a ser servido, sino a servir, y a dar la vida

como rescate por muchos.

Yo soy la última, la servidora de todos. Y Dios me ha hecho primera en el Reino de los

Cielos: Madre de Dios para servirlo como Madre de la Iglesia, para cuidarla, alimentarla,

darle de beber, vestirla, sanarla, acogerla, visitarla, enterrar a sus muertos, enseñarla, darle

consejo, corregirla, perdonarla, consolarla, sufrir con paciencia sus errores, rezar por los vivos

y por los muertos.

Yo medito todo esto en mi corazón y todo lo hago por amor de Dios. Mi Hijo ha

aprendido bien y ha sido obediente hasta la muerte. Y todo lo ha enseñado a sus siervos, y los

ha hecho discípulos, y ya no los ha llamado siervos, los ha llamado amigos, porque todo lo que

ha oído de su Padre se los ha dado a conocer.

Y les ha dado un mandamiento: que se amen los unos a los otros, que se amen los

discípulos y el mundo, para que sean sus amigos, si hacen lo que él les dice.

Si el mundo los odia, que sepan que a Él lo ha odiado primero, y no está el discípulo por

encima de su maestro.

El discípulo debe aspirar a ser como su maestro y alcanzar la perfección en Cristo,

según su llamado, según su vocación, porque a todos les han sido dado dones y hay diferentes

carismas, pero un mismo Espíritu, hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor, hay

diversidad de formas de actuar, pero un mismo Señor que obra todo en todos.

Y el Espíritu se manifiesta en cada uno para provecho común. Y a algunos se les ha

dado palabra de sabiduría, a otros palabra de ciencia, a otros fe, a otros don para sanar, a

otros poder para obrar milagros, a otros don de profecía, pero todo es obrado por el mismo

Espíritu para el bien común, para servir a un solo cuerpo: el cuerpo de Cristo resucitado y

vivo, de cual todos forman parte.

Tú has sido llamado y elegido para ser último conmigo, el siervo de la esclava del Señor,

para acompañarme a servir a los siervos del Señor, para enseñarlos a ser obedientes como

siervos, y perfectos como discípulos, haciendo cada uno lo que tiene que hacer según el

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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ministerio que les ha sido encomendado, para que haciendo lo que Él les diga, no los llame

siervos sino amigos, y ayudarlos a permanecer y perseverar en la fidelidad y en la amistad con

Cristo, corrigiéndolos, enseñándolos, aconsejándolos, para que se comporten de manera

adecuada, para que sean ejemplo, para que enseñen una sana doctrina, cimentada en la fe, en

la esperanza y en el amor.

El ejemplo del comportamiento de un discípulo de Cristo lo ha puesto él mismo. El

ejemplo es el servicio. Servirse unos a otros, amarse los unos a los otros, dar la vida por los

amigos, eso es el ejemplo que Él les ha dado, para que todos ustedes, mis hijos sacerdotes,

hagan lo mismo, porque no es más el siervo que su amo.

Dichosos ustedes que viven en la alegría de servir a Cristo, porque predicar su palabra

es un deber. ¡Ay de ustedes si no predican el Evangelio! Porque es una misión que se les ha

confiado, un servicio del siervo para su amo.

Y ¿qué es el servicio sino obras de misericordia? Jesús nos sirve, nos enseña, nos da

ejemplo para servir a Dios. Los sacerdotes son sus amigos si hacen lo que Él les dice. Pero, al

final, a todos los hará sus amigos, porque en el cielo los sienta en su mesa, y Él mismo prepara

el banquete, y sienta a los invitados para servirlos y hacerlos parte. Yo misma vi a Jesús

lavando los pies de sus siervos, sirviéndolos y haciéndolos sus amigos».

+++

PARA MEDITAR – NO SIERVOS, AMIGOS

«El siervo no es más que su Señor».

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿eres el siervo de tu Señor?

Persevera, sacerdote, en el servicio a tu Señor.

Persevera en la obediencia, aceptando la voluntad de Dios.

Alégrate, sacerdote, de haber sido elegido como siervo, para llamarte amigo.

Tu Señor, siendo Rey, ha sido odiado y despreciado por el mundo, porque su Reino no es

de este mundo.

Tu Señor, siendo Dios, ha sido perseguido, golpeado, calumniado, juzgado y crucificado,

porque el mundo ha preferido las tinieblas a la luz.

Y tú, sacerdote, ¿esperas ser amado, aceptado, alabado, respetado, y bien recibido, por un

mundo al que no perteneces, porque has sido elegido, y has sido separado del mundo, para ser de

tu Señor?

No es más el discípulo que su maestro. Tú eres el discípulo y tu Señor es tu Maestro.

Aprende de Él, para que seas como Él, porque Él es tu modelo para llegar al cielo.

No pretendas, sacerdote, ser más que tu Señor, y ser mejor que tu Maestro, porque la

soberbia es el mayor de los pecados, porque te arrastra a la desobediencia que te separa de tu

Señor, y te lleva a la muerte.

Persevera, sacerdote, en la humildad, pidiéndole a tu Señor que te haga último y pequeño, y

su generosidad te hará ser como Él, para que seas primero.

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Espada de dos filos

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Alégrate, sacerdote, cuando seas perseguido y calumniado por su causa, porque tu premio

será grande en el Reino de los Cielos.

Ten valor, sacerdote, y reconoce quién eres, renuncia a ti mismo, toma tu cruz de cada día

con alegría y sigue a tu Señor, como un siervo fiel y prudente a quien su Señor puso al frente.

Alégrate, sacerdote, porque tu Señor confía en ti. Él ha dado su vida por ti, porque te ama.

Y tú, sacerdote, ¿qué harás por Él?, ¿aceptarás tu condición de esclavo para servir a tu

amo?, ¿o te revelarás contra aquél que te ha creado, y que todo te ha dado, hasta la vida y la libertad

para rechazarla o elegirla?

Acepta, sacerdote, ser cordero primero, para aprender a ser pastor.

Camina tú primero, para que puedas ser guía del Pueblo de Dios.

No intentes entender por qué este mundo de mentira no acepta vivir en la verdad que les

da la libertad, y prefieren permanecer atados y encadenados en medio de la obscuridad.

Acude al auxilio de la Madre de tu Señor, sacerdote, para que te ayude a entregar tu

voluntad a la voluntad de Dios. Que sea ella tu modelo: “he aquí la esclava del Señor, hágase en

mí según tu palabra”.

Abre tu corazón a recibir el amor de tu Señor, y renuévate, sacerdote. Revístete de la

dignidad sacerdotal, para que permanezcas en la fidelidad a su amistad, porque Él no te ha

llamado siervo, te ha llamado amigo.

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EL CAMPO DE BATALLA – VIVIR EN EL ESPÍRITU

DOMINGO DE LA VI SEMANA DE PASCUA

Yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 14, 15-21

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo

le rogaré al Padre y Él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la

verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo

conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes.

No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me

verá más, pero ustedes sí me verán, porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel

día entenderán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes. El que acepta mis

mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo

amaré y me manifestaré a él”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

164

Señor Jesús: en tu plática de despedida aquella noche estabas dando a tus discípulos las

últimas instrucciones antes de ser entregado en manos de los hombres. Los estabas preparando para

las batallas que iban a combatir contra el príncipe de este mundo. Es verdad que el Reino que ibas a

instaurar en la tierra es de amor y de paz, pero la paz es consecuencia de la guerra, y el combate se

libra con las armas del amor. Les exiges amor para cumplir tus mandamientos, y les prometes la

asistencia del Paráclito, el Espíritu de la verdad, que no recibirá el mundo, porque no lo conoce, pero

que habita en el corazón de los que te sirven. Tú te vas a ir de vuelta al Padre, pero permaneces vivo

dentro de nuestra alma en gracia, por la inhabitación de las tres personas divinas. Estamos seguros de

la victoria final, llevamos las de ganar, porque tú nos ayudarás hasta el fin del mundo, pero también

sabemos que la vida del hombre en la tierra es una milicia, hay que luchar todos los días en favor del

bien, que eres tú, derrotando el mal, que es el demonio. Nosotros, tus sacerdotes, somos conscientes

de que ocupamos un lugar especial dentro de tu ejército, y debemos ir por delante de tu pueblo.

Sabemos que será importante cuidar la unidad para vencer, que seamos un ejército en orden de

batalla. Jesús, ¿cómo podemos ser más dóciles al Paráclito, para poder vencer las batallas con las

armas del amor y de la fe? Madre mía, Auxilio de los Cristianos, ayúdame a perseverar en la batalla

con valentía, muy unido a los deseos de tu Hijo.

+++

«Sacerdotes míos: la batalla es entre el bien y el mal.

El mal es la ausencia del bien, pero en donde hay bien no triunfa el mal. Mi Padre sólo

hace el bien, y los ha hecho a ustedes: su pueblo y mis elegidos. Hagan pues ustedes el bien.

Sacerdotes, soldados míos, ejército de mi reino: estén listos todos los días, porque la

batalla es constante, y no sabrán el día ni la hora en que el Hijo del hombre les será

arrebatado, y le será devuelto a Aquél de quien ha venido.

Entonces, permanezcan dispuestos a recibir al Defensor de mis ejércitos, mi santo

Paráclito, que descenderá sobre ustedes para fortalecerlos, y les serán dadas las armas para

triunfar, les será entregada una espada de dos filos para herir las gargantas, y les será

entregado el escudo protector.

La lucha será fuerte, y no sabrán el día ni la hora. Pero mi victoria está por encima de

la derrota. Yo he triunfado sobre la muerte, y ¿qué es la vida, sino la ausencia de la muerte?

Yo soy la vida.

Pero el que ya ha sido derrotado permanecerá en la batalla hasta el último día, para

arrancar con sus garras lo que a mí me pertenece.

Yo soy el Rey de los ejércitos.

Ustedes, soldados míos, defiendan a mi pueblo, manténganse unidos, sean valientes, no

tengan miedo, salgan al campo de batalla y avancen, protejan las pertenencias de su Rey,

vayan por delante, que el triunfo les ha sido asegurado.

Pero no vayan sin protección, porque el enemigo está armado. El que tenga el arma más

poderosa triunfará. El arma más poderosa es el amor.

Yo soy el amor.

Reciban al Espíritu Santo que les es dado para que se llenen de Él.

Amigos míos, yo no voy a dejarlos, aquí estoy.

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Espada de dos filos

165

Yo estoy en todas partes:

en el aire que respiran;

en el agua que beben;

en el horizonte que contemplan;

en el sol que los calienta;

en el mar que admiran;

en la risa de los niños;

en la profundidad de sus sentimientos;

en cada conversación y cada encuentro;

en las personas con que conviven;

en el cielo y en la tierra;

en una caricia y en un abrazo;

en la alegría y en el dolor;

en la gloria y en la cruz.

Yo soy un Dios presente y omnipotente.

Amigos míos, hermanos míos, pastores míos, discípulos míos, sacerdotes ungidos de

Dios: que la esencia del Espíritu del Padre y del Hijo descienda y permanezca en ustedes.

Dispónganse con fe a descubrir los dones que por el Bautismo les han sido dados.

Que el que está lleno del Espíritu Santo está lleno de mi amor.

Que el que está lleno de mi amor nada le falta.

Que al que nada le falta mi Padre lo colmará de bienes, porque al que nada tiene todo le

será quitado, pero al que todo tiene, más se le dará.

Que por uno sólo que tenga una fe del tamaño de una semilla de mostaza será movido el

mundo, conquistados los corazones, convertidas las almas. Llénense de mi amor, y vayan hasta

donde yo quiero llegar, a los confines del mundo. No tengan miedo, que yo estaré con ustedes

hasta el fin del mundo.

Que por mis méritos los he llamado amigos, y los he hecho hermanos, que son hermanos

y son amigos.

Que por los méritos de mi Santísima Madre los ha llamado hijos, y por mi pasión y

muerte, mi Padre los ha hecho hijos.

Que por mi resurrección los he rescatado de la muerte, y por mi amor los he llamado a

la vida. Yo los llamo amigos, yo los llamo hermanos, para que sean como yo, para que amen

como yo, hasta el extremo, para que den la vida, como el que tanto ha amado al mundo, que le

dio a su único hijo, para que se entreguen al que dio la vida por ustedes. Déjense amar por mí.

Llénense de mi amor. Amen con mi amor, y permanezcan en mi amor.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

166

Que sea mi Madre auxilio para ustedes, y los mantenga en mi amistad, en mi

hermandad, en mi bondad, y en mi amor, y sean miembros de un solo cuerpo, en unidad en un

mismo espíritu, para que sean Cristo conmigo».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: en el campo de batalla hay sacerdotes valientes y entregados,

confiados, con espadas de dos filos en las manos, y el corazón expuesto y ardiente.

Pero también hay sacerdotes caídos que son arrebatados y echados al fuego. Y me

causan mucho dolor, y sufro como Madre al ver a mis hijos muertos.

Yo doy auxilio a mis hijos. Los que son derrotados no tienen la mejor arma, no tienen el

fuego ardiente del amor de mi Hijo, porque no han sabido recibir la protección que el Hijo y el

Padre les han enviado por medio de su Espíritu.

Yo quiero llevar mi auxilio a los que todavía están en la batalla. Mi corazón inmaculado

vencerá, pero yo los quiero a todos, y es deseo de mi Hijo cumplir mis deseos. Cumplan ustedes

sus deseos».

+++

PARA MEDITAR – VIVIR EN EL ESPÍRITU

«Yo le rogaré al Padre, y Él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el

Espíritu de la verdad».

Eso dice Jesús.

Y Jesús siempre dice la verdad. Porque el Espíritu de la verdad vive en Él y en el Padre,

y no se pueden separar. Son un solo Dios verdadero, en una Santísima Trinidad.

Y tú, sacerdote, eres parte de esa deidad, porque estás unido en Cristo, por el Espíritu

Consolador, que te enseña y te recuerda todas las cosas que te ha dicho tu Señor.

Tú eres al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar, templo vivo del Espíritu Santo, para

llevar al mundo su verdad. Cristo es la verdad. Es Él quien te envía a llevar la vida al pueblo de

Dios. Él es la vida, y es el Espíritu de la verdad, quien infunde la vida. Cristo es el camino con

quien tú te haces camino, sacerdote, para conducir a su pueblo de vuelta a casa, al abrazo

misericordioso del Padre.

Tú eres, sacerdote, la presencia viva de tu Señor, en cuerpo, en sangre, en espíritu, para

llevar a las almas el alimento de vida, presencia real y substancial de tu Señor en el sacramento de

la Eucaristía.

Tu Señor te ha enviado al Espíritu Santo Paráclito, quien te ha dado sus dones, sus frutos y

sus carismas, para que, a través del ministerio sacerdotal, lleves a todas las almas a la verdad, para

que conozcan el Espíritu y reciban al Espíritu, para que vivan en el Espíritu y sean unidos a Dios

en un solo Cuerpo y un mismo Espíritu del cual Cristo es cabeza.

Por tanto, sacerdote, tú eres responsable de la unión del pueblo con Dios, reuniendo a las

ovejas en un solo rebaño y con un solo Pastor.

Tu Señor no te ha dejado solo. Él te ha enviado al Espíritu Santo para que cumplas tu

misión.

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Espada de dos filos

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Bautiza, sacerdote, al pueblo de Dios, y perdona sus pecados, porque los pecados que

perdones serán perdonados, pero los que no perdones les quedarán sin perdonar. Y esa, sacerdote, es

una gran responsabilidad.

Lleva, sacerdote, al pueblo la palabra de tu Señor, para que crean en Él y se salven. Porque

todo el que crea en que Cristo es el Hijo de Dios, no morirá, sino que tendrá vida eterna. Y esa,

sacerdote, también es tu responsabilidad.

Tú fuiste llamado y elegido, y dijiste sí, en perfecta conciencia y con total libertad. El

Señor te ha ungido con su Espíritu para hacerte sacerdote para siempre.

En ti vive, sacerdote, el Espíritu de la verdad que Dios da a los que lo aman. Por tanto,

sacerdote, tu espíritu es de amor, de servicio, de perdón, de unión, de entrega, de abandono y de

obediencia a la voluntad de Dios.

Demuéstrale tu amor a tu Señor cumpliendo sus mandamientos, para que permitas que

se manifieste en ti, y a través de ti, al mundo entero.

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________________________

TESTIGOS DEL AMOR – LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO

LUNES DE LA VI SEMANA DE PASCUA

El Espíritu de verdad dará testimonio de mí.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 15, 26-16, 4

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Consolador, que yo les

enviaré a ustedes de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, Él dará

testimonio de mí y ustedes también darán testimonio, pues desde el principio han estado conmigo.

Les he hablado de estas cosas para que su fe no tropiece. Los expulsarán de las sinagogas y

hasta llegará un tiempo cuando el que les dé muerte creerá dar culto a Dios. Esto lo harán, porque no

nos han conocido ni al Padre ni a mí. Les he hablado de estas cosas para que, cuando llegue la hora

de su cumplimiento, recuerden que ya se lo había predicho yo”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: en la Última Cena les anuncias a tus discípulos que enviarás al Espíritu de la

verdad para dar testimonio de ti, y les pides a ellos que también den testimonio de ti. Pero el

testimonio que pides es el de los mártires, el de los testigos, los que están dispuestos a dar su vida

para defender la verdad. Se necesita la ayuda del Paráclito para tener la valentía que tú pides. Les

anuncias que les van a dar muerte creyendo dar culto a Dios. Ese es el falso testimonio, el de quien

no conoce al Padre ni a ti. Hay que conocerte bien para dar testimonio de la verdad, de la fe, de la

esperanza y, sobre todo, del amor. Señor, yo sé que puedo dar testimonio de ti especialmente cuando

celebro la Santa Misa, entregándome contigo para alimentar a tu pueblo con tu cuerpo y con tu

sangre. Ese es el misterio de nuestra fe, porque nos nutre, nos alimenta, nos da vida eterna. Que cada

Eucaristía me llene de ti, para que mi amor por ti desborde en otras almas. Jesús, yo sé que en el altar

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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tú y yo somos uno, por eso es importante mi testimonio. ¿Cómo puedo unirme más plenamente a ti,

para morir contigo en la patena de cada misa y vivir en ti? Madre mía, ayúdame a ser testimonio del

amor y la misericordia de Cristo en cada Eucaristía».

+++

«Sacerdote mío: que el Santo Paráclito te acompañe, y yo sea contigo sacerdote, víctima,

y altar.

Yo soy un Dios vivo, he vencido a la muerte, he resucitado. Resucita tú en mí. Extiende

tus brazos y camina conmigo.

Como altar me ofrezco contigo, como víctima me entrego en el altar, como sacerdote,

con el poder de Dios Padre, convierto contigo el pan en mi cuerpo, y el vino en mi sangre, y te

alimento para renovarte, para nutrirte, para vivir en ti y darte vida en mí.

Yo soy alimento que nutre. Y contigo alimento a las almas que te he encomendado, para

que vivan en mí, como yo vivo en ellos.

En cada misa, el mismo sacrificio, la misma redención, la misericordia y resurrección.

Porque mi Padre ha enviado a su único Hijo al mundo a morir para el perdón de los pecados,

una vez y para siempre: un solo sacrificio para la vida eterna.

Yo soy la vida. Yo soy eternidad.

Tú, sacerdote, muere en la patena, y vive en mí.

Tú, sacerdote, sé uno conmigo.

Tú, sacerdote, entrégate conmigo, y alimenta a mi pueblo con el alimento bajado del

cielo para la vida eterna.

Tú, sacerdote, ¡alégrate!, yo ya hice todo por ti. Dios ha bajado del cielo siendo todo

para hacerse nada contigo, y seas tú todo conmigo.

Esta unión es conmigo, es con el Padre, en unidad con el Espíritu Santo.

Tú eres testigo de mi amor, para dar testimonio de mí y del que me ha enviado.

Testimonio del amor a través de la misericordia, a los que viven en mi amistad, para

fortalecerlos, y a los que se han alejado, para que regresen.

Yo he venido al mundo a traer la verdad. El que crea en mí, que dé testimonio de la

verdad a todas las naciones. Por tus frutos te reconocerán.

Yo te envío como oveja en medio de lobos. Sé prudente y humilde, sé coherente,

viviendo el testimonio que das. Pero no tengas miedo, mi Madre te acompaña, y yo estoy

contigo todos los días hasta el fin del mundo.

Cuando llegó mi hora, algunos dieron falso testimonio de mí, me insultaron y dijeron

calumnias sobre mí, me tendieron trampas con palabras que yo respondí con mi silencio, me

asediaron con mentiras que yo callé con la verdad. Entonces los hombres en su impotencia

golpearon mi rostro, me encadenaron y me torturaron, flagelando mi cuerpo, desgarrando mi

carne, de la que brotó mi sangre, por la que brilló la luz a través de cada herida, en cada gota

de sangre. Y la sangre era roja, era sangre humana, pero con pureza divina.

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Espada de dos filos

169

Yo sabía que no estaba solo, yo sabía que mi Madre me acompañaba, y eso me daba

fuerza para dar testimonio de la verdad. Yo sabía que tenía su compañía, porque una madre

nunca abandona.

Quiero que des testimonio de mí y de ella. De su amor por mí, de su entrega, de mi vida,

de mi pasión y de mi muerte, compartida con ella, pero sobre todo de mi resurrección y de mi

presencia, que sigue viva en la Eucaristía. Testimonio de fe, de esperanza y de caridad, por la

que mantengo la llama de la verdad encendida en tu corazón, porque crees en mí, porque te he

llamado para que des testimonio de mi amor a través de mi misericordia, porque te he escogido

para ser la luz del mundo y la sal de la tierra.

Que sea la compañía de mi Madre tu fortaleza, para que cuando sientas que todo está

perdido, cuando parezca que hasta Dios te ha abandonado, sea la compañía de mi Madre el

testimonio de la verdad, la que te muestre el camino, la que te asegure que no estás perdido,

que no estás solo, que te recuerde que Dios puede parecer escondido, pero no se ha ido, y si no

lo ves y no lo sientes, es porque está presente, entregándose contigo en cada golpe, en cada

sufrimiento, en cada dolor, en cada calumnia, en cada acusación, en cada desprecio, en cada

persecución, en cada tortura, en cada flagelación, en cada gota de sangre derramada para la

salvación de los hombres.

Ese es el testimonio que yo quiero de los que me aman, de los que yo elegí y dejaron todo

para seguirme, de los que llevan la verdad en su palabra y en sus obras, de los que son

instrumentos de mi amor y de mi misericordia: mis sacerdotes.

Pueden ser tentados, engañados, pueden caer, pero deben levantarse y seguir, nunca

rendirse, nunca desistir, porque vale más el testimonio de uno que se equivoca y se arrepiente,

de un guerrero incansable que no se deja vencer, de un pecador arrepentido, que de noventa y

nueve justos: testimonio de conversión, de fe, de esperanza, de amor y de misericordia, para

que lleven al mundo la verdad y la luz a través de mi misericordia, para que sean ellos el fruto:

testimonios de conversión, de fe, de esperanza, de amor y de misericordia».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo soy testimonio de misericordia, porque llevo en mi vientre la

luz para el mundo, por la que se ha quedado plasmada mi imagen, para que el mundo vea la

luz.

Mi Hijo, que es la luz para el mundo, ha sido enviado como palabra encarnada para ser

carne de la carne, y sangre de la sangre, y fruto bendito del vientre de una mujer pura e

inmaculada, que creyó, que tuvo fe, que dijo sí, y en ese sí fue testimonio de la verdad, para

acompañar a la verdad con su testimonio de vida, como testigo del amor que nació para el

mundo.

Porque tanto amó Dios al mundo que le dio a su único hijo para que todo el que crea en

Él no muera, sino que tenga vida eterna. Y lo entregó para que fuera en todo como los hombres

menos el pecado, pero Él se hizo pecado para ser calumniado, perseguido, juzgado, condenado

a muerte, mortificado, torturado, burlado, despreciado, flagelado, escupido, despreciado,

desechado y crucificado, para con su muerte matar el pecado y destruir la muerte, venciendo a

la muerte, resucitando en cuerpo glorioso, dando testimonio de que el demonio no tiene sobre

Él ningún poder.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Él mismo da testimonio de que fue enviado como cordero y entregado a los lobos para

ser desgarrada su carne, derramada su sangre, para morir entre sus garras y sus dientes, para

ser alimento, para convertirlos desde adentro, para que el que crea en Él y coma su carne y

beba su sangre tenga vida, y Él lo resucite en el último día.

Entonces se ha quedado en presencia viva, para dar testimonio de Él y del que lo ha

enviado a ser testimonio de la verdad y luz para el mundo, para ser fuente de vida, de amor y

de misericordia, para ser Eucaristía.

Que tu testimonio sea unido al testimonio de los santos, para ser mi compañía, para que

todos mis hijos crean en Cristo, vivan en Cristo y sean testimonio del amor y la misericordia de

Cristo en cada Eucaristía».

+++

PARA MEDITAR – LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO

«Les he hablado de estas cosas para que su fe no tropiece».

Eso dice Jesús.

Te prepara, y te advierte, sacerdote, porque te ama, y Él sabe que el discípulo no es más que

su maestro. Por eso no te abandona.

Tu Señor sabe la fragilidad y la miseria de tu persona.

Él entiende la debilidad que te aprisiona, y te dice que la verdad te hará libre.

Tu Señor te envía al Consolador, al Espíritu Santo Paráclito, que es el Espíritu de la verdad,

para que fortalezca tu corazón. Y te avisa, sacerdote, para que lo recibas, porque Él te enseñará y te

recordará todas las cosas, pero también te dará los dones y gracias que necesitas para que no tropiece

tu fe y desfallezcas.

Tu Señor te conoce bien, sacerdote, porque tú no tienes un Sumo Sacerdote que no te

comprenda y no se compadezca de ti, porque Él se ha hecho hombre para ser en todo igual a ti,

menos en el pecado.

Porque Él ha soportado las calumnias, las injurias, el desprecio, los golpes, las blasfemias, la

tortura y hasta el martirio de ser crucificado.

Porque siendo un hombre, también es el Hijo de Dios, y pidió ser bautizado por las manos de

un hombre, no con agua, sino con el Espíritu Santo, que descendió del cielo en forma de paloma,

cuando el cielo se abrió y se escuchó la voz del Padre, diciendo: “este es mi Hijo amado en quien

pongo mis complacencias”.

Y si el Padre envió al Hijo a su Espíritu Santo, y el Hijo, que, siendo Dios, estuvo dispuesto a

recibir el don, con cuánta más razón debes estar dispuesto tú, sacerdote, que siendo tan solo un

hombre, representas al Hijo de Dios.

Tu Señor te ha dicho: “yo te ayudo”. Acepta, sacerdote, la ayuda de Dios, porque Él sabe lo

que te conviene, y también sabe que tú solo no puedes.

Acércate, sacerdote, a la presencia de tu Señor, con el corazón contrito y humillado, y

agradece, y pide perdón, y pídele su ayuda para abrir tu corazón a recibir su gracia y su misericordia

infinita, aceptando con toda humildad, tu necesidad de ser llenado por el Espíritu Santo.

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Espada de dos filos

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Pídele, sacerdote, que fortalezca tu fe, que aumente tu esperanza, pero sobre todo que inflame

tu amor, para que puedas seguirlo, haciendo sus obras y aún mayores, entregando tu voluntad a la

voluntad de Dios.

No trates de entender, sacerdote, la maldad, la injuria, la impiedad, la indiferencia, la

persecución, el odio, la equivocación, de un corazón frustrado, porque no ha conocido a tu Señor.

Antes bien, sacerdote, pide perdón por Él, y recurre al poder de la oración que convierte un corazón

de piedra en corazón de carne.

Cree, sacerdote, en las palabras de tu Señor, y en que se cumplirá hasta la última letra.

Prepárate, aliméntate, y fortalécete, recibiendo una formación permanente que te disponga a la

docilidad para recibir al Espíritu Santo, y dejarlo actuar en ti.

Ama, sacerdote, a tu Señor, y no tropezarás, porque tendrás contigo al Espíritu Santo que Él

da a los que lo aman.

Y si no encontraras el camino, sacerdote, recurre como un hijo a la Madre de tu Señor, que es

camino seguro, porque el Espíritu Santo está con ella, para llevar a sus hijos al encuentro con el Hijo

de Dios.

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________________________

PASTORES ALEGRES – LLEVAR AL MUNDO LA ALEGRÍA

MARTES DE LA VI SEMANA DE PASCUA

Si no me voy, no vendrá a ustedes el Consolador.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 16, 5-11

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Me voy ya al que me envió y ninguno de

ustedes me pregunta: ‘¿A dónde vas?’ Es que su corazón se ha llenado de tristeza porque les he dicho

estas cosas. Sin embargo, es cierto lo que les digo: les conviene que me vaya; porque si no me voy,

no vendrá a ustedes el Consolador; en cambio, si me voy, yo se lo enviaré.

Y cuando El venga, establecerá la culpabilidad del mundo en materia de pecado, de justicia y

de juicio; de pecado, porque ellos no han creído en mí; de justicia, porque me voy al Padre y ya no

me verán ustedes; de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está condenado”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tu promesa de enviar el Espíritu Santo ayuda a tener confianza en ti, y

seguridad de que las cosas van a salir bien, aunque el mundo se venga encima. La verdad es que

también ayuda que le llames “Consolador”, porque tus palabras de despedida estaban produciendo

mucha tristeza en el ánimo de tus discípulos, y en ese momento se necesitaba un consuelo. Les dices

que su corazón se ha llenado de tristeza, cuando debería más bien llenarse del Espíritu Santo, para

tener alegría, paz, consuelo, seguridad, fortaleza. Al demonio le interesa mucho producir tristeza

entre tus discípulos, porque de esa manera se alejan de ti. Un alma que está llena de ti no puede estar

triste. Sólo se puede perder la alegría cuando uno se vacía de Dios y se llena de cosas del mundo. Es

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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verdad que la tristeza de tus discípulos en la Última Cena se debía precisamente a que tenían miedo

de perderte. Por eso les das confianza prometíendoles la asistencia del Paráclito. Señor, ¿cómo puedo

asegurar estar lleno de ti para no perder la alegría? Madre mía, Causa de nuestra alegría, Esposa de

Dios Espíritu Santo, pisa con tu planta inmaculada la cabeza del dragón infernal, para que no pueda

alejarme nunca de Jesús.

+++

«Sacerdote mío: ven a la oración, y déjate llenar de mí, de mi amor, por el Espíritu

Santo.

No te distraigas. Quiero que seas sólo mío, para mí. Fuera de ti, en el mundo sin ser del

mundo. No para el mundo, sino para mí.

Elegido de mi Padre, sacerdote de Dios, pastor mío. Vive en mí y permanece en mí.

Que cuando la soledad no duela, y más duela no encontrar momentos para orar en

soledad conmigo…; que cuando teniendo todo en este mundo, entiendas que no tienes nada, y

renuncies a ese todo y a ese nada, para tenerlo todo conmigo…; que cuando sólo en mí

encuentres descanso, alegría y plenitud…; que comiendo mi carne y bebiendo mi sangre sea

como se sacie tu hambre y tu sed, y te nutra y te fortalezca en la debilidad de tu fragilidad, y al

contemplar mi rostro tu tristeza se convierta en alegría…; entonces entiendas que es así como

permaneces en mí.

Busca primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se te dará.

Nadie ama más que el que da la vida por sus amigos. Yo soy la vida. Tú eres mi amigo.

El que pierda la vida por mí, la encontrará. Vive tú en mí, como yo vivo en ti, y

permanece en mí.

Yo soy el principio y el fin, alfa y omega. El que vive en mí, y cree en mí, vivirá para

siempre.

Las almas que he puesto a tu cuidado y que están tan distraídas, vuélvelas a mí. Pero

primero llénate tú de mí, para que tengas qué ofrecerles, para que tengas con qué llenarlas,

para que puedas amarlas como yo, hasta el extremo, hasta dar la vida por ellas.

Que en la soledad me encuentres y en la compañía me entregues.

Que al vaciarte del mundo te llenes de mí.

Que al llenarte de mí lo tengas todo.

Que des buen fruto, y permanezcas en mi amor.

Amigo mío, gracias por venir.

Yo me encargaré de ti. Tú encárgate de mis cosas y de las de mi Madre, y cumple tus

promesas. Yo siempre cumplo las mías.

Yo cumplo sin condiciones. Puedes decirme que no, y yo de todos modos cumpliré. Pero

sé cuánto deseas servirme, sé que tu único deseo soy yo.

Cumple entonces tus promesas. ¡Ven!

Mi Padre ha cambiado mi corona de espinas por una corona de oro.

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Espada de dos filos

173

Pero veo a mis pastores y siento su tristeza.

Ustedes, sacerdotes, son quienes dicen ser como yo: ¿en dónde está su alegría?

Ustedes son quienes dicen amarme más que nadie: ¿en dónde demuestran su amor?

Ustedes son quienes me representan: ¿en dónde está su fortaleza?, ¿y su entrega?, ¿en

dónde me reflejo yo?, ¿por qué están tan fatigados y agobiados?, ¿por qué tienen miedo?

Muchos de ustedes, mis pastores, están tristes, cansados, llenos de dolor, angustiados,

perdiendo el rumbo. Y sus rebaños están descontrolados, desorientados, asustados.

Hay otros que son alegres y confiados, pero se distraen y cambian de rumbo

constantemente. Sus rebaños los siguen entusiasmados y llenos de confianza, sin saber si se

pierden o si caminan en la luz.

También hay pastores alegres, con la sonrisa en los labios, que caminan seguros y sus

rebaños no se pierden, aunque caminen por cañadas obscuras.

Los pastores tristes no saben pedir, no saben recibir, no saben entregarse, no saben

vaciarse del mundo para llenarse de mí, y tienen miedo, y el miedo les causa inseguridad y

angustia, y eso no refleja mi alegría.

Los pastores confiados, pero distraídos, caminan seguros con el Espíritu Santo, pero no

confían plenamente, y no se abandonan, son indiferentes ante las adversidades, y no alimentan

constantemente los dones que les han sido dados, y los frutos entonces son pocos.

Los pastores que caminan totalmente entregados y confiados, con los ojos cerrados, ellos

también caminan con el Espíritu Santo, pero van tomados de la mano de mi Madre, y ella los

mantiene en el camino seguro, no los deja caer, los trae hacia mí.

Ella trae a todos, a los cansados y a los distraídos, a los desconfiados y a los entregados,

a los tristes y a los alegres, pero deben aprender a recibir, para que con los dones de mi

Espíritu vayan al mundo a predicar mi palabra, a anunciar el reino que mi Padre me ha

entregado y yo les he confiado, hasta que vuelva, para que den fruto, y que ese fruto dé más

frutos, porque así como los dones les son entregados, así les serán pedidos los frutos con creces,

y yo los sentaré a la derecha del Padre, en los tronos en los que ha sido grabado el nombre de

cada uno desde siempre y para siempre, elegidos en la eternidad.

Quiero que sean como las piedras del río que el agua limpia, talla, alisa y pule, pero que

se mantienen firmes, fieles al cauce y estables a la adversidad.

Tú, amigo fiel, que has sabido amarme con fidelidad, que es el máximo atributo del

amor, has amado a mi Padre por sobre todas las cosas, has entregado tu vida y tu voluntad.

Recibe la máxima expresión de mi amor. Yo te uno a mí, en la unión trinitaria del amor, con el

Padre, por el Espíritu Santo.

Si todas las almas se entregaran a mí con fidelidad en mi amor, y supieran recibir mi

amor, mi Padre, lloraría de alegría.

Acompáñame, y yo te ayudaré a cumplir tus promesas, mientras escucho tu corazón,

como un susurro entre las olas del mar:

«Divina soledad que anhelo para buscar, para encontrar, para contemplar.

Eres tú, Jesús, mi único deseo, mi sueño, mi alegría, mi principio y mi destino.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Eres luz, vida y camino.

Eres la única verdad en la que creo, a la que adoro, en la que espero, a la que amo.

Eres tú, Jesús, la máxima expresión del amor que poseo, que vivo, que amo.

Profundo dolor causa la ausencia de la presencia con la que tú me sacias, que todo mi ser

se debilita y mi alma se entristece, esperando el momento de poseer tu divinidad en carne, en

sangre, en alimento.

Y que no sea esta angustiosa espera la que me consuma, sino el calor ardiente de tu amor,

y el deseo de poseerte como me posees tú, amado mío totalmente».

+++

PARA MEDITAR – LLEVAR AL MUNDO LA ALEGRÍA

«El príncipe de este mundo ya está condenado».

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿crees en sus palabras?

Y si crees, entonces, ¿por qué tienes la cara triste?, ¿es acaso tu rostro la expresión de los

sentimientos de tu corazón?

Tu Señor te pide, sacerdote, que desnudes tu alma, y expongas al mundo tu corazón.

Y tú, ¿tendrás el valor?

Tu Señor te pide que tengas sus mismos sentimientos. Y tú, sacerdote, ¿qué tienes en tu

interior?

Rema mar adentro, y descúbrelo tú primero. No sea que quedes avergonzado frente al

mundo entero.

Acude a tu Señor frente al sagrario, y ábrele tu corazón, y luego con el corazón contrito y

humillado, acércate al confesionario, y pídele perdón.

Vuelve a la oración, sacerdote, y descubre la fidelidad de tu Señor, y la necesidad que tú

tienes de su amistad. Reconcíliate, sacerdote, y recibe su paz, dejándote llenar por el Espíritu

Santo que Él prometió enviar, y que vive en ti, sacerdote. Déjalo actuar.

Rechaza la tentación del miedo y de la duda, que acosan y perturban tu corazón, y en

cambio, encuentra la alegría del amor de tu Señor, que tiene para ti.

Sólo tienes que dejarte amar por Él, y abrir tu corazón, con la disposición de recibir.

Muéstrale al mundo la alegría de creer en tu Señor, y en que sus palabras se cumplirán

hasta la última letra.

Porque si tú crees, sacerdote, en Él, creerás entonces que ya todo está consumado en Él, por

su único y eterno sacrificio, en el que todo pecado fue crucificado.

Entonces, creerás que tu Señor ha vencido al mundo, y ha destruido la muerte con su vida,

para darte vida en su resurrección.

Entonces, creerás que el príncipe de este mundo, rey de la mentira y del mal, no tiene

ningún poder sobre tu Señor.

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Espada de dos filos

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Entonces creerás, que, si tú estás configurado con tu Señor, el maligno no puede tener

sobre ti ningún poder.

Entonces, debes darte cuenta, sacerdote, que lo único que te falta es fe.

“Señor, yo creo, pero aumenta mi fe”.

Repítelo, sacerdote, y repítelo muchas veces, pero no como quien dice palabrerías, sino como

quien tiene necesidad, y sabe, que, si pide, Dios lo va a escuchar.

Pídele al Espíritu Santo, que es el Consolador, que te vacíe de ti, y que llene y desborde de

Él tu corazón, porque Él es el espíritu de amor, y al que tiene amor, nada le falta.

Pídele humildad para recibir, y generosidad para entregar todo lo que Él te quiere dar.

Entonces, lleno de Él, camina con valor, siguiendo a tu Señor, para que lleves su luz y su

paz al mundo, sabiendo que no todos te escucharán, y algunos te perseguirán, porque tú,

sacerdote, no eres del mundo.

Lleva al mundo la alegría que no es de este mundo, y enséñalos a mirar como tú, con visión

sobrenatural, viviendo con los pies en la tierra, pero con el corazón en el cielo.

Escucha, sacerdote, las palabras de tu Señor, y cree, porque el que cree no es condenado,

pero el que no cree, ya ha sido condenado.

Pide perdón, sacerdote, y alégrate, y lleva al cielo la alegría de un pecador que se

convierte.

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____________________

LA VERDAD REVELADA – TRANSMITIR EL ESPÍRITU SANTO

MIÉRCOLES DE LA VI SEMANA DE PASCUA

El Espíritu de verdad los irá guiando hasta la verdad plena.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 16, 12-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero

todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, Él los irá guiando

hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará

las cosas que van a suceder. Él me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya

comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo

comunicará a ustedes”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: a lo largo de tu vida pública fuiste revelando a tus discípulos los misterios del

Reino. Ellos iban captando la verdad de Dios poco a poco, a medida que les ibas abriendo el

entendimiento. Al mismo tiempo les dabas la fe, para que aceptaran tus palabras y las pusieran por

obra. Al final de tu vida les dices que aún tienes muchas cosas que decirles, pero que no las pueden

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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comprender. Por eso les tienes que decir que les conviene que tú te vayas, para que venga el

Paráclito, el Consolador, el Espíritu de verdad, el que les va a enseñar todas las cosas. Y esa era una

de las verdades que sí tenías que revelarles: la tercera Persona de la Santísima Trinidad, el misterio

más grande de nuestra fe. ¿Qué habrán entendido en esa Última Cena tus discípulos, acerca de este

gran misterio? Tendría que venir unos días después el mismo Espíritu Santo para guiarlos hacia la

verdad plena. Señor, en tu oración sacerdotal le pediste al Padre que nosotros seamos uno, como el

Padre y el Hijo son uno. No puede haber unidad más fuerte que en el seno de la Trinidad. Y sabemos

que nuestros cuerpos son miembros de Cristo y templo del Espíritu Santo. Jesús, ¿cómo podemos ser

una morada digna de Dios? Madre mía, Sagrario de la Santísima Trinidad, enséñame a ser un buen

cauce para unir a los hombres con Dios.

+++

«Sacerdotes de mi pueblo: yo bendigo a mi Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque

ha ocultado estas cosas a sabios y entendidos y las ha dado a conocer a los pequeños.

Nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el

Hijo se lo quiera revelar. Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven.

Yo he venido al mundo a revelar la verdad, y ustedes han creído en mí y en que el Padre

me ha enviado.

Yo he rogado al Padre por los que Él me ha dado, y también he rogado no sólo por ellos,

sino por los que por su palabra creerán en mí, para que todos sean santificados en la verdad.

En esto está la verdad: en que me he entregado por mi propia voluntad, rogando al

Padre para que todos sean uno en mí, como Él y yo somos uno. Ustedes en mí y yo en ustedes.

Que también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Él me ha enviado, y que el

Padre los ha amado como me ha amado a mí, y que en donde yo esté estén también ustedes

conmigo, y que el amor con que Él me ama esté en ustedes, y yo en ustedes. Esto es lo que yo he

rogado al Padre.

Y he dado mi vida. Nadie me la ha quitado, yo la he entregado por mi propia voluntad

para el perdón de los pecados y la redención del mundo, y Él me ha concedido para los

hombres la filiación divina, para hacerlos en todo como yo: hijos, y unirlos a mí, y por mí

unirlos a Él, a través del Espíritu Santo, que es Dios verdadero de Dios verdadero. Y es a quien

envía para santificar y unir a los hombres a Dios, para contemplar su gloria en la eternidad.

Y es así revelado el misterio sagrado de Dios, que es un solo Dios verdadero en tres

Personas distintas, que tienen el mismo poder, majestad y gloria.

Dios es uno y no se puede separar.

Dios, que es uno y es trino, es Dios Padre y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, que se

anonada para ser en todo como los hombres, menos en el pecado, a través del Hijo, naciendo

del seno de una mujer virgen, engendrado por el Espíritu Santo.

Dios, que es uno y trino, se entrega en manos de los hombres en sacrificio, para ser

inmolado y crucificado, para destruir el pecado y vencer a la muerte, a través del Hijo.

Dios, que es uno y trino, resucita de entre los muertos, haciendo nuevas todas las cosas a

través del Hijo, para dar vida en el Hijo, uniéndose al Padre a través del Espíritu Santo.

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Espada de dos filos

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Dios, que es uno y trino, se derrama en los corazones de los hombres, para enseñarles

todas las cosas a través del Espíritu Santo, que los sumerge en el mar infinito de la

misericordia derramada en la cruz, por Dios, que es uno y trino, para unirlos en filiación a

través del bautismo.

Dios, que es uno y trino, les enseña todas las cosas, y les recuerda a los hombres todo lo

que les ha dicho el Hijo a través del Espíritu Santo con la Palabra, y los une y los santifica a

través de los sacramentos.

Dios que es uno y trino, que es todopoderoso, omnipotente y omnipresente, y que conoce

la pequeñez y la debilidad del hombre, con toda su grandeza y majestad, hace morada en el

corazón de cada hombre para vivir en él. Y, respetando su libertad, le da la gracia y la

voluntad para aceptar ser transformado con mi grandeza y mi fortaleza en mí, para

configurarlos y cristificarlos, para que por la justificación de mi cruz sean uno conmigo, en

Dios, que es uno y es trino.

Amigos míos: ustedes son hijos de Dios Padre creador, primera Persona, Dios hijo

redentor, segunda Persona, y Dios Espíritu Santo santificador, tercera Persona. Tres Personas

divinas y un solo Dios verdadero, todopoderoso, omnipotente, omnipresente, justo,

misericordioso, amoroso, bondadoso, generoso, consolador, vivificador, salvador, infinito y

eterno.

El Padre se complace en el Hijo, y envía sobre Él su Espíritu, para anunciar la buena

nueva del Reino de los Cielos en la tierra y llevar a todos los hombres a Dios.

Los que me aman guardan mis mandamientos, y mi Padre les envía al Espíritu Santo,

para que comprendan que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí y yo en ustedes, y les diga todo

lo que yo les he dicho, y les enseñe todas las cosas.

El que me ama será amado de mi Padre, y yo lo amaré, y vendremos a él, y haremos

morada en él.

Ésta es la verdad revelada. Permanezcan al pie de mi cruz, unidos en mí, como yo

permanezco en ustedes, entregando su vida por mí, acompañando a mi Madre, reuniendo a mi

pueblo, para que el Espíritu Santo, que es la sabiduría de Dios, les enseñe y les diga todas las

cosas».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo soy Madre del amor y Madre de misericordia.

Es así como soy templo, trono y sagrario de la Santísima Trinidad, que es un solo Dios, y

que vive en mí y yo vivo en Él, y Él es desde siempre y para siempre.

Yo soy hija de Dios Padre, madre de Dios hijo, y esposa de Dios Espíritu Santo.

Permanezcan conmigo, y reciban la misericordia y el auxilio de Madre que tengo para

ustedes, mis más amados, los que aman a mi Hijo y son amados del Padre, los que unen a los

hombres con Dios a través del Espíritu Santo que les ha sido dado, los que colaboran con

Cristo y, siendo Cristos, son conmigo y con Él corredentores en la obra salvadora de Dios: mis

hijos predilectos, mis sacerdotes.

Y reciban la gracia para permanecer en la virtud, en la fe, en la esperanza y en el amor

que Dios ha infundido en sus corazones por el Espíritu Santo que les ha sido dado».

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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+++

PARA MEDITAR – TRANSMITIR EL ESPÍRITU SANTO

«El amor de Dios ha sido derramando en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos

ha sido dado».

Eso dicen las Escrituras.

Y tú, sacerdote, ¿crees esto?

Entonces creerás que a ti te ha sido revelada la verdad, porque tú Señor ha cumplido sus

promesas. Él te ha enviado al Espíritu de la verdad, que vive en ti, y en su plenitud te hace libre.

Abre tu corazón, sacerdote, y descubre la luz que brilla en tu interior.

Toma conciencia de la gracia que hay en ti, y de cada don que has recibido sin merecerlo.

Descubre, sacerdote, la alegría que hay en ti, porque ya no eres tú, sino que es Cristo quien

vive en ti.

Date cuenta, sacerdote, del regalo que Dios te ha dado. Te han sido impuestas las manos, y

el Espíritu Santo ha sido derramado en ti, a través del Sacramento del Orden, que te concede el

Sacerdocio Ministerial, para que tú lleves al mundo la verdad.

El Espíritu Santo te enseña y te recuerda todas las cosas que te ha dicho tu Señor.

Recíbelo, escúchalo, transmítelo.

Abre, sacerdote, tu corazón, y permanece dócil a las mociones del Espíritu.

Es Él quien dirige tus pasos, es Él quien te guía, es Él quien te enseña, es Él quien te

gobierna, es Él quien a través de ti habla, atrae, reúne, educa, dirige, enseña y gobierna al pueblo

de Dios.

Déjalo actuar en ti, contigo y a través de ti.

Reúne al pueblo de tu Señor, y consigue de ellos la disposición para recibir el amor de Dios

derramado en cada corazón.

Escucha, sacerdote, la palabra de tu Señor, que es como espada de dos filos que penetra

hasta lo más profundo de tu corazón, y pon atención, para que recibas la luz del Espíritu, Paráclito,

Consolador, que te recordará todas las cosas que te ha dicho tu Señor.

Porque la Palabra está viva, y Él te ayudará a que la apliques en tu vida.

Entonces verás a Dios en cada acto, en cada obra, en cada predicación que salga de tu boca.

Disposición, sacerdote, disposición. Eso es lo que necesita de ti tu Señor.

Disposición a recibir, disposición a entregar, disposición a dejar actuar a Dios en tu

corazón, disposición a reconocer que, en ti, sacerdote, ha sido derramado el amor de Dios que no

es para guardar, porque el amor de Dios es un amor vivo, dinámico, ardiente, que se manifiesta, que

se transmite en obras y se desborda de misericordia.

El amor de Dios es paciente, es amable, no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe, es

decoroso, no busca su interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia, se

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Espada de dos filos

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alegra con la verdad, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, es infinito, no

acaba nunca, y todo lo aprovecha en un alma que esté siempre dispuesta.

Permite, sacerdote, que el amor de tu Señor se manifieste a ti y a los demás, a través de ti,

por el Espíritu Santo.

Pídele a tu Señor la gracia y el don, para que tengas la disposición de ser instrumento y

no obstáculo que estorbe la gracia del amor de Dios, que ha sido derramado en tu corazón, y

que está esperando ser recibido en el mundo entero, porque para eso es que Él ha venido.

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____________________

ACEPTAR LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO – ALÉGRATE, SACERDOTE

JUEVES DE LA VI SEMANA DE PASCUA

Su tristeza se transformará en alegría.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 16, 16-20

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Dentro de poco tiempo ya no me verán; y

dentro de otro poco me volverán a ver”. Algunos de sus discípulos se preguntaban unos a otros:

“¿Qué querrá decir con eso de que: ‘Dentro de poco tiempo ya no me verán, y dentro de otro poco

me volverán a ver’, y con eso de que: ‘Me voy al Padre’?” Y se decían: “¿Qué significa ese ‘un

poco’? No entendemos lo que quiere decir”.

Jesús comprendió que querían preguntarle algo y les dijo: “Están confundidos porque les he

dicho: ‘Dentro de poco tiempo ya no me verán y dentro de otro poco me volverán a ver’. Les aseguro

que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su

tristeza se transformará en alegría”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: había desconcierto entre tus discípulos ante tus palabras, anunciándoles

veladamente tu muerte y tu resurrección. Y les dices que primero se pondrán tristes, pero después esa

tristeza se convertirá en alegría. Es verdad. Tu pasión y muerte les causó una tristeza tremenda, pero

la alegría de tu resurrección les trajo una alegría que el mundo no puede dar. Esa experiencia que

tuvieron tus discípulos fue única. Nosotros aprendemos ahora la lección, para que cuando venga el

dolor, la humillación, la burla, la persecución, la calumnia, la injusticia, no demos paso a la tristeza,

sino que debemos tener tus mismos sentimientos, los sentimientos llenos de amor de tu Sagrado

Corazón. Para eso nos dejas al Espíritu Santo, porque solos no podemos. Tú quieres que Él derrame

sus dones y gracias para permanecer configurados contigo en la alegría, en el amor, en el gozo, en la

paz. Jesús, la piedad cristiana nos ayuda a preparar la fiesta de Pentecostés viviendo un Decenario.

Esa devoción nos ayuda también a acercarnos más al Gran Desconocido. Hemos de tratarlo mucho,

porque es el Santificador, el que nos enseña todas las cosas. Le pedimos especialmente durante estos

diez días que nos conceda sus dones, para que su acción en nuestra alma produzca los frutos que

necesitamos para vencer el miedo, y que, si llega la tristeza en la tribulación, se transforme en

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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alegría. Señor, ¿cómo podemos obtener más fruto de nuestro trato con el Espíritu Santo? Madre mía,

Causa de nuestra alegría, enséñame a tratar a tu Esposo divino.

+++

«Sacerdote mío: tú corazón es mío, lo protejo yo mismo, y lo mantengo unido al mío, y

unido al de mi Madre, en un solo corazón expuesto, que dará como fruto la santidad de mi

pueblo.

Permanece dispuesto y no tengas miedo de que tu corazón sea endurecido con las

distracciones y las tribulaciones del mundo. Tu corazón está expuesto al dolor, a la

humillación, a la incomprensión, a la indiferencia, al desamor, a la burla, a la incredulidad, a

la persecución, a la calumnia, a la injusticia, y permanece abierto para derramar el amor y dar

testimonio de la verdad.

Es así como mantengo suave tu corazón, para vivir en sintonía conmigo, para que tus

deseos sean los míos, para que tus obras sean las mías, para que tus sentimientos sean los

mismos que los míos.

Es así como te hago cada vez más semejante a mí, perfeccionándote en la virtud, para

que seas ejemplo de los dones derramados y las gracias infundidas por el Espíritu Santo, por el

que eres parte conmigo, porque vives en mí, como yo vivo en mi Padre.

Yo soy la alegría, el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la bondad, la benignidad, la

mansedumbre, la fidelidad, la modestia, la continencia, la castidad, y en mí se expresa la fe, la

esperanza y la caridad de un corazón traspasado, herido, expuesto, que derrama misericordia.

Mis manos son fuertes, como las de quien ha trabajado mucho entre clavos, martillo y

madera, de quien ha remado y ha echado redes al mar, de quien ha labrado la tierra y ha

sembrado, de quien ha guiado rebaños de ovejas que caminaban sin pastor, de quien ha

bendecido, sanado, alimentado, expulsado demonios, resucitado muertos, partido pan,

compartido vino, pero, sobre todo, de quien lleva una herida de cruz en cada mano, en cada

pie, y en el costado.

Amigo mío: el amor ha sido derramado en tu corazón, y con él los dones del Espíritu

Santo.

Es tiempo de trabajar y de dar fruto, porque las obras se construyen con trabajo, con

esfuerzo y con los dones que te han sido dados, para que des fruto abundante y ese fruto

permanezca.

Construye sobre los cimientos fuertes que pisan tus pies, y nunca te detengas. Yo te daré

los medios para que construyas mi Reino con el trabajo, con el esfuerzo, con los dones que ya te

han sido dados, pero con los frutos y los carismas que el Espíritu Santo ha infundido en los

santos.

Recibe los frutos y carismas del Espíritu Santo en tu corazón, como un tesoro que mi

Madre guarda en su Inmaculado Corazón, para perfeccionar tus virtudes con la caridad de los

santos.

Yo mantengo tu corazón unido al mío y al de mi Madre, para que cuando expongas tu

corazón, expongas también el mío y el de mi Madre, en un solo corazón, suave, herido,

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Espada de dos filos

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dispuesto, virtuoso, santo, que sea ejemplo para que otros hagan lo mismo, porque así es como

se construye el Reino de los Cielos.

No tengas miedo, yo he vencido al mundo, y yo estoy contigo todos los días hasta el fin

del mundo.

Trabaja y ora de modo que todo trabajo, todo quehacer, toda obligación, toda

responsabilidad, todo servicio, toda palabra sea una predicación constante, que contagie tu fe e

invite a la conversión de quien ve y de quien escucha, para que seas ejemplo de vida y

testimonio de mi amor.

Entonces demostrarás que la acción libre del Espíritu Santo en tu alma, ha dado frutos

con los que se vencen los miedos y toda debilidad de la carne, frutos con los que se construyen

mis obras, y entenderás los carismas que convierten, purifican, perfeccionan y santifican los

corazones.

Acepta en tu ignorancia mi Sabiduría.

Acepta en tu incapacidad mi Entendimiento.

Acepta en tus errores mi Consejo.

Acepta en tu debilidad mi Fortaleza.

Acepta en tu falta de discernimiento mi Ciencia.

Acepta en tu egoísmo mi Piedad.

Acepta en tu soberbia mi Temor de Dios.

Acepta en tu incredulidad mi Fe.

Acepta en tu desaliento mi Esperanza.

Acepta en tu inclemencia mi Caridad.

Acepta en tus batallas mi Paz.

Acepta en tu dolor mi Gozo.

Acepta en tu impaciencia mi Paciencia.

Acepta en tu iniquidad mi Bondad.

Acepta en tu maldad mi Benignidad.

Acepta en tu rebeldía mi Mansedumbre.

Acepta en infidelidad mi Fidelidad.

Acepta en tu orgullo mi Modestia.

Acepta en tu impureza mi Continencia.

Acepta en tu concupiscencia mi Castidad.

Acepta en tus faltas mi Perdón.

Acepta en tus dudas mi Verdad.

Acepta en tu tristeza mi Alegría.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Acepta en tu desorden mi Unidad.

Acepta en tus desvíos mi Camino.

Acepta en tu tribulación mi Consuelo.

Acepta en tus tinieblas mi Luz.

Acepta en tu desierto mi Manantial de agua viva.

Acepta en tus temores mi Seguridad.

Acepta en tu pequeñez mi Grandeza.

Acepta en tus actos mis Locuras de amor.

Para que recibas en todo mi Paz.

En esta aceptación, aceptas la acción del Espíritu Santo, Fuente de gracia, Santificador,

Dador de vida, que procede del amor del Padre y del amor del Hijo, y que con el Padre y el

Hijo es un solo Dios verdadero, que merece todo el honor y la gloria.

Yo voy al Padre, pero volveré con todo mi poder, majestad y gloria.

Acompaña a mi Madre para que permanezcas en la docilidad de un corazón

abandonado a mi voluntad, en la confianza y en la obediencia, sin pedir, sin esperar, sin

cuestionar, sólo aceptar y abrazar en mi cruz todos los dones, frutos y carismas que yo te

quiero dar, para servir a mi Iglesia, santificando a mis pueblo, cumpliendo con tu misión

construyendo el reino de los cielos en la tierra, para que cuando yo vuelva los encuentre

despiertos, orando, adorando, amando, y esperando, por mi resurrección, la vida eterna.

Permanece a mis pies haciendo mis obras, en la confianza de que has elegido la mejor

parte, que no te será quitada.

Yo siempre cumplo mis promesas».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo soy la siempre Virgen, Santa María de Guadalupe.

Reúnanse en oración alrededor de mí, para que sean como las estrellas de mi manto, y que

cuando venga el Santo Paráclito, el Consolador, el Espíritu de la Verdad, los encuentre

reunidos, para que reciban sus dones y su luz, para llevar la luz de Cristo a todo el mundo.

Dispónganse a recibir y a dejar actuar al Espíritu Santo en sus corazones, para que los

encienda con su fuego de amor, y transforme su tristeza en la alegría de servir a la Iglesia.

Todos los trabajos y sacrificios que hagan por mi Hijo serán recompensados en gracias

derramadas para sus rebaños.

Trabajen y esfuércense en hacer las obras de Dios con todo su corazón, con toda su

alma, con toda su mente, con todas sus fuerzas, dispuestos a que el Espíritu Santo actúe en sus

corazones, para que Él sea su fortaleza, y les dé con su gracia los frutos y los carismas de los

santos.

Acepten todos los regalos que Dios les quiere dar, para el bien común y para que los

pongan al servicio de la Iglesia».

+++

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Espada de dos filos

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PARA MEDITAR – ALÉGRATE, SACERDOTE

«Su tristeza se transformará en alegría».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, para que su alegría se manifieste en ti, y a través de ti, al mundo

entero.

Tu Señor es la alegría, el gozo, la plenitud y la paz. Él es la vida, y por eso ha vencido a la

muerte.

Toda tristeza en el alma proviene de una pérdida, de algo que tenías y se ha ido, de algo

que era tuyo, y te ha sido arrebatado.

La tristeza proviene de la falta de esperanza, de la fe debilitada y del amor no

correspondido.

La tristeza proviene de la obscuridad y del vacío.

Alégrate, sacerdote, porque tu Señor, que fue crucificado, estaba muerto, pero ha vuelto a la

vida; ha resucitado, se había ido, pero ha regresado; te había sido arrebatado, pero ha vuelto a ti,

porque no ha sido derrotado. Él ha vencido al mundo, y su presencia viva te lo ha demostrado.

Alégrate, sacerdote, porque la piedra que los constructores desecharon, es ahora la piedra

angular.

Alégrate, sacerdote, porque el templo que fue destruido, en tres días ha sido reconstruido.

El pecado que tenía al mundo esclavizado ha sido destruido y el mundo ha sido liberado.

Alégrate, sacerdote, porque, aunque el mundo ha despreciado la luz y ha elegido las tinieblas,

la luz ha brillado y las ha disipado.

Alégrate, sacerdote, porque tu Señor ha encontrado aquello para lo que ha sido enviado,

porque Él vino a buscar no a justos, sino a pecadores.

Alégrate, sacerdote, porque tu Señor no es ninguna pérdida, es don, es regalo, es gracia, es

misericordia, es alimento, que se da, que llena, que sacia, que desborda, que inflama, que

renueva, que ilumina, que fortalece, que une, que perdona, que santifica, porque a través de su

cruz redentora justifica.

Alégrate, sacerdote, porque tu Señor todo lo transforma, todo lo convierte, porque Él hace

nuevas todas las cosas.

Alégrate, sacerdote, si no ves a tu Señor, y aun así crees en Él. Dichosos los que creen sin

haber visto.

Alégrate, sacerdote, cuando lo ves en cada uno de tus hermanos. No estás ciego, porque ahí

en verdad está El, y te ha dado ojos para que veas: son los ojos de Él.

Alégrate, sacerdote, cuando lo escuchas, porque no estás sordo. Escucha su palabra y lo

escuchas a Él.

Alégrate, sacerdote, porque todo lo que estaba perdido ha sido encontrado, todo lo que

estaba muerto ha vuelto a la vida. Tu Señor lo ha resucitado.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Alégrate, sacerdote, porque tu Señor es Cristo, y vive en ti, para colmarte con el gozo de su

presencia, para incluirte en la plenitud de su existencia, sumergiéndote en el mar de su

misericordia.

Alégrate, sacerdote, porque tu Señor es el Hijo de Dios, y en Él ha puesto sus complacencias,

enviándole al Espíritu Santo, el Paráclito, el Consolador, para que cumpliera su misión; y lo

mismo que ama el Padre al Hijo, el Hijo te ama a ti, sacerdote, y lo mismo que el Padre le ha

dicho, te lo ha dicho a ti. Por tanto, lo que le ha dado el Padre, tu Señor te lo da a ti. Por eso va al

Padre.

Abre tu corazón, sacerdote, y recibe al Espíritu Santo, sus dones y sus gracias, sus frutos

y sus carismas, y, con docilidad, déjalo transformar tu tristeza en alegría, tu vacío en

abundancia, y tu miseria en gracia.

Participa en el misterio redentor de tu Señor, para que comprendas que Él vive en ti, se

manifiesta a ti, a través de su Espíritu, para que seas su voz, sus manos y sus pies, sus ojos y sus

oídos, su instrumento fiel, configurado con Él, para que el mundo lo vea.

Tú eres, sacerdote, un elegido, para ser más que un siervo, un amigo, pero tu alegría no

proviene de esto, sino de que el Espíritu Santo está contigo, y tu nombre está escrito en el cielo.

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____________________

REUNIRSE CON MARÍA – LA ALEGRÍA DE LA ORDENACIÓN

VIERNES DE LA VI SEMANA DE PASCUA

Nadie podrá quitarles su alegría.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 16, 20-23

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que ustedes llorarán y se

entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará

en alegría.

Cuando una mujer va a dar a luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero una vez que

ha dado a luz, ya no se acuerda de su angustia, por la alegría de haber traído un hombre al mundo.

Así también ahora ustedes están tristes, pero yo los volveré a ver, se alegrará su corazón y nadie

podrá quitarles su alegría. Aquel día no me preguntarán nada”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: nos estamos preparando para la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés,

pero antes debemos pasar por tu Ascensión a los cielos. Habías estado conviviendo con tus

discípulos cuarenta días después de tu Resurrección, y llega el momento de la última despedida.

Seguramente ellos recordaron aquellas palabras tuyas sobre la tristeza que se convertirá en alegría.

Pero ahora era un poco diferente. Ya no se trataba de tu muerte y Resurrección, sino de tu Ascensión

y Pentecostés. Había que recordar entonces aquellas otras palabras: “nadie podrá quitarles su

alegría”. Y yo recuerdo ahora el día de mi ordenación sacerdotal. Cuántas “angustias” hubo a lo

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Espada de dos filos

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largo de mi preparación en el Seminario, cuando veía con ilusión la posibilidad de ordenarme

sacerdote, pero reconocía mis limitaciones. Me parecía demasiado grande el sacerdocio, y demasiado

pequeñas mis cualidades. Pero eres tú el que elige y da la gracia, y el Espíritu Santo el que derrama

sus dones al que Él quiere. Y llegó el día de mi Ordenación, y la “tristeza” se convirtió en una alegría

que nadie me podía quitar. Estaba configurado contigo, y ¡para siempre! Señor, ¿cómo puedo

mantener siempre la alegría del primer amor, la alegría del día de mi Ordenación? Madre mía, tú

amor materno fue fundamental para que los Apóstoles perseveraran en la espera del Espíritu Santo,

cuando subió tu Hijo al cielo, acompañándolos en la oración. Dame tu auxilio, tu protección, tu

compañía y tu alegría, para ser muy fiel a Jesús.

+++

«Hijos míos sacerdotes: ustedes son la expresión de la alegría que desborda mi corazón,

al contemplar y participar en la gloria de Dios Padre, Dios Hijo, y Dios Espíritu Santo.

Ustedes son fruto de la alegría del cielo, en la seguridad de la victoria de mi Hijo sobre

el mundo, y del triunfo de mi Inmaculado Corazón.

Mi Hijo ha vencido al mundo, y Él sube al cielo y va a la gloria del Padre, para que el

Espíritu Santo sea enviado a reinar sobre el mundo, para tomar posesión de lo que con su

victoria ha ganado: las almas de los hombres para la vida eterna, para que todo el que crea en

Él, sea unido en un solo cuerpo y un mismo espíritu, para participar de su gloria en la vida

eterna.

Mi Hijo sube al cielo y mi corazón rebosa de alegría, porque se ha cumplido todo lo que

los profetas anunciaron, y lo que está escrito en el Evangelio, que será cumplido hasta la última

letra.

Es tiempo del triunfo de mi Inmaculado Corazón, por el que todos mis hijos serán

reunidos en un solo pueblo y con un solo Pastor. Yo soy Madre de la Iglesia, que es cuerpo de

Cristo, pueblo santo de Dios. Y a los que dirigen a la Iglesia yo los amo con predilección, y los

reúno y los protejo, y los dirijo en la construcción del Reino de los Cielos en la tierra, para que

cuando mi Hijo vuelva los encuentre reunidos, esperándolo con las lámparas encendidas.

En mi alegría yo les doy mi auxilio, haciendo llegar hasta ustedes la misericordia que mi

Hijo derramó en la Cruz, para que permanezcan en unión fraterna, cumpliendo el

mandamiento que les ha dado Cristo, y sean, como Él, buenos, virtuosos y santos.

Es tiempo del reinado del Espíritu Santo, es tiempo de un continuo Pentecostés, para

que, por la misericordia de Dios, reciban las gracias que los fortalecerán para llevar la luz de

Cristo al mundo entero, a través de su amor y su misericordia.

Es tiempo de reunir a los amigos de mi Hijo en torno a mí, para que reciban mi

protección, mi compañía y mi alegría.

Permanezcan unidos al Sagrado Corazón de Jesús y al mío, para que siempre estén

dispuestos a recibir, y a entregar las gracias que yo les quiero dar, exponiendo mi corazón para

compartirles mis tesoros.

Hoy comparto el tesoro que reina en mi corazón: la alegría. Y los hago partícipes de este

tesoro, que es la expresión del amor, y el arma más poderosa para la batalla final, porque la

tristeza, la angustia que causa la tribulación y el miedo en el mundo, los lleva a la perdición,

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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pero la alegría es la luz que disipa las tinieblas e ilumina el alma como fruto de la acción del

Espíritu Santo en un corazón contrito, humillado y dispuesto.

Reúnanse conmigo, para que digan sí, como yo dije sí, para que en ese sí confíen, como

yo confié, para que en ese sí esperen, como yo esperé, para que en ese sí reciban el amor como

yo lo recibí, y que ese sí sea un eterno Pentecostés, que los fortalezca por la gracia en la fe, para

llevar a cabo la obra salvadora de Cristo para todos los hombres, administrando los

sacramentos, imponiendo las manos, ungiendo y bendiciendo, para que el Espíritu Santo se

derrame en todos los corazones.

El ángel anunció que el Espíritu Santo vendría sobre mí, y yo creí. A los Apóstoles les

fue anunciado lo mismo para ellos, por el mismo Cristo resucitado, para que creyeran, para

que se dispusieran, para darles esperanza, para que dijeran sí.

Y los reunió conmigo y permanecimos en disposición, en espera, perseverando en el sí,

en la fe, en la unión fraterna y en la oración, y los cubrió el Paráclito, y los envió a llevar la

esperanza, la verdad y la luz al mundo, a través de la predicación, para que el mundo creyera,

se convirtiera y, unidos en Cristo, tuvieran vida eterna.

Quiero esto para todos los sucesores de los Apóstoles, los que dirigen la Iglesia, los que

guían al pueblo de Dios.

Reúnanse conmigo para ayudarlos, para darles mi auxilio, para que mi sí sea su sí.

Reúnanse conmigo con la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús, a través de mi

Inmaculado Corazón, para que sean todos míos, y yo los lleve a ser de Jesús.

Reúnanse conmigo con la oración vocal, rezando el Rosario, meditando la vida de Jesús

que vivió entre los hombres, para que crean en Él y quieran ser como Él, para que, por la

acción del Espíritu Santo, hagan las mismas obras que hizo Él y aún mayores, unidos a Él,

porque Él va al Padre, y todo lo que pidan en su nombre se los concederá, para que el Padre

sea glorificado en el Hijo; y con la oración en silencio, que favorece la disposición del corazón a

recibir la gracia y a recibir el amor.

Reúnanse conmigo con sacrificio, renunciando a los placeres falsos que les ofrece el

mundo, exponiendo sus corazones para que encuentren la riqueza y el verdadero placer, que es

la alegría de servir a Cristo, que es la alegría de los santos y los mártires, pero que no es de este

mundo, que es la unión a la Santísima Trinidad en la unión por el Espíritu Santo con Cristo, a

través de una vida de piedad, de amor fraterno y de misericordia.

Reúnanse conmigo en el abrazo del Espíritu Santo en un eterno Pentecostés».

+++

«Sacerdotes míos: con el fuego de mi Corazón se encienden sus corazones, para que

permanezcan ustedes en la disposición a la acción del Espíritu Santo, para que los dones que

han recibido sean fortalecidos y den fruto, para que hagan grandes obras.

Yo les doy mi perseverancia en esta disposición, y también la compañía de mi Madre.

Acepten estos regalos que les doy, como instrumentos para la realización de sus obras, que son

las mías.

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Espada de dos filos

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Dirijan sus corazones hacia el amor de mi Madre, porque son todos míos, pero es mi

deseo que sean todos de ella, para que, con el amor de mi Madre, se santifiquen por sus obras y

den testimonio de mí. El Espíritu Santo les dirá lo que deben decir en todo momento.

A donde quiera que yo los envíe irán, y lo que yo les mande dirán. No se callen, no

tengan miedo de predicar la verdad, y de llevar, con la verdad, la luz y la fe puesta por obra, en

la alegría de servir a mi Iglesia».

+++

PARA MEDITAR – LA ALEGRÍA DE LA ORDENACIÓN

«Yo los volveré a ver, se alegrará su corazón, y nadie podrá quitarles su alegría».

Eso dice Jesús.

Y su mirada la ha puesto en ti, sacerdote.

Él te ha mirado, Él te ha llamado, y Él te ha elegido.

Y tú, te has dejado mirar por Él, lo has escuchado, y lo has seguido, renunciando a todo,

hasta a ti mismo, has tomado tu cruz, para ser configurado con tu Señor Jesús.

Él ha transformado tu corazón, llenándolo y desbordándolo de amor, por el Espíritu

Santo. Y ha convertido tu vida en motivo de constante alegría.

Tu Señor te ha mirado, y tú, has sido ordenado.

¡Desborda de alegría el alma mía! Eso es lo que exulta tu alma, y las palabras que

pronuncia tu boca, porque la boca habla de lo que hay en tu corazón.

Tus manos brillan, iluminadas con luz del poder que tu Señor te ha dado, para que el

mundo sea salvado.

Se inflama tu corazón, y arde en el celo del fuego apostólico que consume tu cuerpo hasta

hacerse polvo, hasta hacerse nada, postrado ante tu Señor, que siendo Dios se anonada, y se hace

igual a ti, para compadecerte, para ayudarte, para fortalecerte en la virtud y en la fe, muriendo en

la cruz por ti, para salvarte.

Tus sueños, tus ilusiones, tus pasiones, están envueltas en un solo deseo: consumar tu

matrimonio con la doncella que acabas de desposar, la Santa Iglesia Católica, en el acto de amor

más grande y más puro que te ha enseñado tu Señor: entregar tu vida cada día, con tu trabajo, con

tu oración, con tu ministerio, y con los sacramentos, predicando la palabra de tu Señor, y

alimentando a su pueblo, sirviendo a la Iglesia, como la Iglesia quiere ser servida.

No hay nostalgia, no hay tristeza, tu alma ya no está afligida, en cambio, refleja una inmensa

alegría, mientras te sientes indigno, pequeño, casi un niño, que no puede esconder en sus labios la

sonrisa, y en sus ojos una lágrima, al celebrar su primera misa.

Tu Señor te ha mirado, cuando tú, por primera vez, has consagrado la ofrenda del pan y el

vino, para ser transubstanciado en el cuerpo y en la sangre de Cristo.

Tu Señor te ha mirado, cuando entre tus manos lo has elevado, y tú lo has visto también, con

los ojos del alma, que no mienten, que no engañan, que revelan la verdad: ¡Cristo está vivo!, entre

tus manos tienes su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Tu Señor te ha mirado, y eres tú, sacerdote, el mismo Cristo en quien el Padre pone sus

complacencias, y envía al Espíritu Santo sobre ti, con la abundancia de la gracia, para darse al

mundo a través de ti.

Tu Señor te ha mirado, y ha confiado en ti, y tu alegría se expresa en la emoción del primer

pecado perdonado, por el que te convierte en administrador de su misericordia.

Y al pasar de los años, alégrate, sacerdote, cada vez que tu Señor te voltea a ver, y te

recuerda que Él te ha mirado, te ha llamado, te ha elegido y te ha ordenado, para ser con Él

configurado.

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____________________

UNIDOS EN ORACIÓN – APRENDER A PEDIR Y A RECIBIR

SÁBADO DE LA VI SEMANA DE PASCUA

El Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que salí del Padre.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 16, 23-28

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro: cuanto pidan al Padre en mi

nombre, se lo concederá. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que

su alegría sea completa.

Les he dicho estas cosas en parábolas; pero se acerca la hora en que ya no les hablaré en

parábolas, sino que les hablaré del Padre abiertamente. En aquel día pedirán en mi nombre, y no les

digo que rogaré por ustedes al Padre, pues el Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y

han creído que salí del Padre. Yo salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al

Padre”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: a lo largo de tu vida pública nos dejaste muchas enseñanzas sobre la

importancia de la oración, tanto con el ejemplo maravilloso de tus largas horas de diálogo con el

Padre, como también con tus discursos, en donde hablabas de su necesidad para el alma y de la

eficacia de la oración hecha con fe. En la Última Cena aseguras a tus discípulos que lo que pidan en

tu nombre lo concederá el Padre. Señor, ¿por qué será que, a pesar de tu insistencia, no acudimos

regularmente a la oración, o no confiamos en su eficacia? ¿Será que no sabemos hacer oración, que

no sabemos pedir como deberíamos hacerlo? Puede pasarnos que rezamos y pedimos favores

solamente cuando tenemos grandes necesidades, asuntos urgentes que resolver. Se nos olvida que

tenemos un Padre en el cielo que nos ama con predilección, y que espera de nosotros un trato

constante de hijos, dispuesto a concedernos lo que le pedimos, sobre todo si le pedimos que nos

ayude a ser buenos hijos. También se nos olvida que, como Padre, quiere que le pidamos aquellas

cosas que nos gustan, que nos hacen ilusión, porque quiere complacernos. No actuaríamos como

hijos si dijéramos que no tiene caso pedir nada, argumentando que el Padre ya sabe lo que

necesitamos. Es verdad, ya lo sabe, pero si le pedimos un pan no nos dará una piedra, nos dará el pan

que nos gusta, porque quiere complacernos. Jesús, te agradezco que nos hayas enseñado a hacer

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Espada de dos filos

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oración, y también que nos hayas insistido en el poder de la oración hecha con fe. ¿Cómo debe ser

mi lucha en la oración? Madre mía, Maestra de oración, enséñame a pedir con confianza de hijo.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: pidan al Padre. Pero, si no saben pedir, aprendan a pedir.

Así como las flores del campo, que piden agua y calor, que reciben y se llenan de la

lluvia y del sol, y que absorben hasta la última célula los nutrientes de la tierra, y florecen y

adornan el mundo con su belleza.

Así como el árbol que espera paciente el agua que corre por sus ramas y echa raíces y

crece con sus ramas extendidas, como clamando al cielo, y recibe y florece y da fruto, y luego

ofrece el fruto para sea cortado y aprovechado para gozar de él.

Así, hijos míos, deben pedir y recibir, y aceptar, y ofrecer a Dios, porque Dios es Padre,

y un padre no se resiste ante la insistencia de los deseos de su hijo, de sus sueños, de sus

anhelos, y de todo lo que con bondad le pide.

Pero muchos de ustedes no saben pedir.

Mi Hijo les ha enseñado a dar, a darse, a amar, a entregarse. Yo, como madre, les

enseño a recibir el amor de padre, de madre y de hijo.

Una madre abraza y cuida y protege, mientras el hijo se abandona en sus brazos y

espera y recibe confiado. Es así como deben pedir y esperar y recibir. Porque el que no recibe

no tiene, pero el que está lleno no puede recibir.

¿De qué están llenos ustedes? Vacíen sus corazones y pidan y esperen y reciban, pero

pidan en el nombre de aquél que ha sido obediente hasta la muerte, por amor, para cumplir la

voluntad del Padre.

Entonces sus deseos serán irresistibles para el Padre por el Hijo, y enviará el Espíritu

Santo a perfeccionar los deseos de quien pide con insistencia, pero no sabe pedir, a quien se le

da constantemente pero no sabe recibir, al que aun así se le entrega, pero no aprovecha.

Y en esa perfección está el don que hará crecer, que hará florecer, que dará fruto.

Hijos míos: era preciso que el Hijo del hombre sufriera mucho y fuera reprobado por

los sumos sacerdotes y los escribas, que muriera y resucitara al tercer día, para que se

cumplieran las Escrituras, y que todo el que no creyera por la fe, creyera por las obras.

Era preciso que el Hijo del hombre resucitado se apareciera entre sus Apóstoles y luego

subiera al cielo, de donde había salido para venir al mundo, y a donde regresaba para gozar de

la gloria del Padre, para que creyeran en Él.

Era preciso que Él se sentara a la derecha del Padre, para que el Espíritu Santo fueran

enviado al mundo, para fortalecer a todos los que habían creído en Él, para que dieran

testimonio de su fe, y otros conocieran a Cristo, y lo amaran, y creyeran en Él.

Mi corazón se llenó de alegría al ver a mi Hijo subir a la gloria del Padre, porque el

Espíritu Santo estaba conmigo.

Ese fue un día muy feliz, porque vi cumplidas las Escrituras y la voluntad de Dios,

porque mi Hijo había triunfado venciendo al mundo, y así como compartí con Él la Cruz,

ahora compartía con Él la gloria, en un solo corazón, en una sola alma.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Pero nadie lo entendía, porque verlo partir los llenó de tristeza, porque el egoísmo los

cegaba y no los dejaba ver, porque querían que se quedara con ellos, porque estar con Él era

una gran fiesta, pero no se daban cuenta que Él se iba a la gloria que había dejado, para venir

al mundo a buscarlos, para rescatarlos, y ahora regresaba a la gloria que tenía con su Padre

antes de que el mundo existiera, para prepararles morada, para llevarlos con Él, para

invitarlos a una fiesta eterna, el banquete que los ángeles disponían en el cielo, para compartir

con todos los que creyeran en Él.

Pero el miedo de quedarse solos paralizaba su fe, y enfriaba sus corazones y los

dispersaba. Solo Juan, que siempre estaba conmigo, compartía mi alegría, porque el Espíritu

Santo, que estaba conmigo, también estaba con él.

Y entendí que debía mantenerlos unidos como mi Hijo me había pedido, porque ahora

eran hijos del Padre en el Hijo, pero la tristeza los alejaba de Él y los volvía hijos pródigos, y el

Espíritu Santo, que siempre está conmigo, los atraería hacia Él, a través de la fuerza de la

unión y la oración. Porque nadie puede ir al Padre si no es por el Hijo, y nadie puede ir al Hijo

si el Padre no lo atrae hacia Él.

Y entendí que Él me hizo Madre de los Apóstoles, para ser Madre de todos los hombres,

para reunirlos bajo mis alas como una gallina reúne bajo sus alas a los polluelos, para darles

protección y consuelo, para ser fortalecidos y poder cumplir la misión que Él mismo les había

encomendado: reunir y llevar al cielo a los invitados al banquete de las bodas del Cordero.

Y ahí estaban Pedro y Juan, Santiago, Andrés, Mateo, Felipe, Tomás, Bartolomé,

Santiago, Simón y Judas, no el Iscariote, que había traicionado a Jesús, sino el hijo de

Santiago. Eran once, entre una multitud, que oraba y adoraba mientras el Hijo de Dios los

bendecía y subía al cielo.

Permanezcan en oración, para que el Espíritu Santo, que está conmigo, esté con ustedes.

Permanezcan reunidos conmigo, en la disposición de ser fortalecidos con el Espíritu Santo,

para transformar su tristeza en alegría, su soledad en unidad fraterna, su miedo en confianza,

su duda en fe, su debilidad en fortaleza, su desgano en ánimo, su desaliento en esperanza, su

tibieza en un corazón encendido en fuego, y con amor y alegría, con paz y con paciencia, con

amabilidad y bondad, con fidelidad, humildad y templanza, lleven al mundo el testimonio de lo

que han visto y han oído, con valor, con seguridad, con confianza, para que los que tengan ojos

vean y los que tengan oídos escuchen, para que los que crean se salven.

Es importante la fe, la esperanza y la caridad, pero de las tres la caridad es la más

grande. El que no tiene caridad, nada es. Procuren la caridad y una vida de piedad, en unidad,

en oración, y en mi compañía, dispuestos a recibir la gracia para transmitir con su testimonio

de fe, los tesoros de mi corazón al mundo, transmitiendo con obras su fe, en la seguridad de mi

compañía».

+++

«Sacerdotes míos: mi Madre los enseña a pedir y a recibir.

Ella es quien acepta y recibe para entonces dar fruto, y cuida y protege y entrega ese

fruto, siempre dispuesta a cumplir la voluntad del Padre.

Ella es Mediadora de todas las gracias, y los enseña a pedir y a recibir, a dar fruto y a

ofrecer el fruto.

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Espada de dos filos

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Ella es intercesora ante el Padre, como madre, cómplice del Hijo y de los deseos del

Hijo. Intercesora ante el Hijo, cómplice de los hermanos del Hijo. Madre del Hijo, Madre de

todos los hombres, quienes no tienen mérito alguno por el cual puedan ser dignos de merecer

los favores del Padre, pero tienen mis méritos en la Cruz, que los ha hecho dignos y

merecedores de todas las gracias y beneficios del Padre, para quien yo soy totalmente

irresistible, y por mi pasión, muerte y resurrección los hago igual a mí, hijos irresistibles al

Padre, hijos amados de la Madre.

Ella los enseña a pedir con insistencia, como niños a un padre, sabiendo que Él todo lo

puede, y esperando en el que todo lo puede, y en su bondad les dará lo que es bueno. Si les ha

dado a su Hijo unigénito, les dará cualquier cosa que le pidan por Él, siempre que sea para

bien.

Es deseo del Padre, ser padre, y ser tratado como padre, pendiente a las necesidades de

los hijos, proveedor y dador de benevolencia, formador que ve porque el hijo crezca.

Es agradable el hijo que confía y se abandona en el padre, que es obediente e insistente

al pedir y paciente a recibir, que acepta con alegría y que siempre agradece, que ama y permite

ser amado, que se abandona en sus manos y es dócil y se deja guiar y se deja moldear como

vasija de barro en las manos de su hacedor, y que reconoce a un solo Dios como su Padre y

Señor.

Pastores míos: es necesario que me conozcan, para que me amen y crean en mí, porque

el que ama, confía en el amado y cree en él, y anhela estar con él, y vive y da la vida por él.

Quiero que me conozcan, para que me amen, y que crean en mí, para que vivan en mí,

como yo vivo en mi Padre.

Que me conozcan por mi palabra y por mis obras, para que, por su fe, den testimonio de

mí con sus obras.

Es preciso que se reúnan, y partan el pan, y compartan el vino, en conmemoración mía,

para que por la Palabra me conozcan y me amen, para que crean en mí, y que por el milagro

que obren sus manos con el poder que Dios, por mí, les ha otorgado, transformen el pan en mi

carne y el vino en mi sangre, para que al comer mi carne y beber mi sangre sean como yo, y

sean mi carne y mi sangre, miembros de mi cuerpo, que es mi Iglesia, y sean partícipes de la

gloria que tengo con mi Padre, mientras construyen el Reino de los cielos en la tierra, y

permanecen unidos, para que todo el que me ame crea en mí, y en que yo soy el Hijo de Dios,

que salí del Padre para ir al mundo, y que dejo el mundo para volver al Padre. Lo que pida en

mi nombre al Padre se lo concederá, y así será completa su alegría.

Ustedes me han amado, y han creído en mí.

Ustedes han pedido al Padre en mi nombre, y el Espíritu Santo les será concedido, para

que den testimonio de mí, para que obren, y por sus obras, mi pueblo reciba mi misericordia, y

me amen, y crean en mí.

Manténganse en la compañía de mi Madre. Yo les doy la fe y mi misericordia, para que

tengan la disposición de sus corazones, y se abran a recibir la gracia que los atrae a mí, para

llevarlos al Padre, por el Espíritu Santo, para que lleven al mundo el testimonio de su fe, y con

sus obras consigan traer a todos los invitados al banquete celestial. Dichosos los invitados al

banquete de bodas del Cordero.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Estas son palabras verdaderas de Dios. Mi Madre los vestirá de fiesta. El que tenga

oídos que oiga».

+++

PARA MEDITAR – APRENDER A PEDIR Y A RECIBIR

«Yo les aseguro: cuanto pidan al Padre en mi nombre, se lo concederá».

Eso dice Jesús.

Y no sólo lo dice, sino que lo asegura.

Y tú, sacerdote, ¿sabes pedir?, ¿cómo pides?, ¿cuándo pides?, ¿qué tanto pides?

Y luego, ¿estás dispuesto a recibir?, ¿recibes?, ¿tu alegría es completa?

Tu Señor, que ha salido del Padre, y ha venido al mundo, deja el mundo para volver al Padre,

y esa es causa de tu alegría, sacerdote, porque en ti confía, y a ti te envía a continuar su obra, y te

asegura su consuelo, concediéndote todo lo que en su nombre pidas.

Él se va al Padre, pero te envía al Consolador, para que te llene de su poder, de sus dones y

de su amor, y te configura con Él, para quedarse en el mundo, y consumar su obra en cada hombre,

a través de ti.

Pídele al Padre, sacerdote, en el nombre del Hijo, que te llene del Espíritu Santo, porque tu

misión es grande, y tú solo no puedes, pero su gracia te basta.

Pídele al Padre, sacerdote, como pide un hijo, sabiendo que el Padre te ama.

Pídele en el nombre del Hijo a quien tú representas, y a quien Él tanto ama.

Pídele para ti, para que, a través de ti, en el nombre de Cristo, sean las gracias derramadas

para servirlo.

Pídele con fe, sabiendo que tu Señor siempre cumple sus promesas, y lo que pidas en su

nombre, el Padre te lo concederá.

Pídele con insistencia, como pide un niño, sabiendo que, si es bueno para él, el Padre gustoso

se lo concederá, porque el Padre se complace en el hijo.

Pídele dispuesto a recibir lo que Él te quiera dar, pero entrégale tu voluntad, sabiendo que

Dios no se deja ganar en generosidad.

Pídele abriendo tu corazón y exponiendo a la caridad del Padre tus miserias, para que se

compadezca y te llene de su misericordia.

Pídele lleno de esperanza, sabiendo que tu Dios es omnipotente, bondadoso y complaciente.

Pídele amándolo y adorándolo, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.

Pídele esperando con paciencia, porque el amor es paciente.

Pídele con amabilidad, porque el amor es amable.

Pídele con generosidad, y con humildad, porque el amor no es egoísta, no es envidioso, no

es jactancioso, no se irrita, y no toma en cuenta el mal.

Pídele con justicia, alegrándote de la verdad.

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Espada de dos filos

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Pídele demostrándole el amor de tu Señor que hay en ti, que todo lo excusa, todo lo cree,

todo lo espera, y todo lo soporta.

Aprende a pedir, sacerdote, pide y nunca te canses de pedir. Pero aprende, sacerdote,

también a recibir. Porque al que tiene mucho se le dará más, pero al que no tiene, hasta ese poco se

le quitará.

Pide, sacerdote, porque todo el que pide recibe, el que busca halla, y al que llama se le abre.

Alégrate, sacerdote, porque tú has amado a tu Señor, y has creído que del Padre ha

venido y al Padre se ha ido y, aun así, se queda contigo.

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____________________

CREER EN JESÚS – QUEDARSE CON JESÚS

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 28, 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús

los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.

Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la

tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y

del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que

yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el momento de tu ascensión al cielo fue muy solemne. Te estabas despidiendo

de tus discípulos porque volvías al Padre, aunque al mismo tiempo les dijiste que estarías con ellos

(con nosotros) hasta el fin del mundo. Les confirmaste la misión que tenían encomendada, de ir por

todo el mundo a predicar el Evangelio. Les aseguraste que tienes todo el poder, para que se sintieran

seguros, fuertes, confiados, en que no les iba a faltar tu asistencia para superar las dificultades. Les

prometiste también la asistencia del Espíritu Santo, para que les enseñara todas las cosas. Ya no ibas

a estar con ellos del mismo modo. Era normal que les causara tristeza, pero debían alegrarse mucho

por ti, porque te vieron sufrir mucho y padecer en la Cruz, y ahora recibes la gloria que te pertenece.

Habías cumplido tu misión, y eso era causa de mucha alegría. Pero todavía había que esperar al

Espíritu Santo, para recibir sus dones y sus gracias, necesarias para que ellos (nosotros) cumplieran

su misión. La fiesta de la Ascensión es para mí un llamado para cumplir con mi misión apostólica. Y

me alegra celebrarla porque también es una confirmación de que no me faltará la ayuda de Dios para

cumplirla. El cielo está empeñado en que todos los hombres se salven, y Dios cuenta conmigo ahora

para llevar a todos tu obra salvadora. Jesús, ¿cómo puedo tener la seguridad de una fe fuerte todo el

tiempo, para cumplir con mi misión apostólica? Madre mía, tú me ayudas a fortalecer mi fe en la

oración. Quiero permanecer siempre contigo, para que intercedas por mí y pueda recibir así los dones

del Divino Paráclito.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

194

+++

«Sacerdotes míos: me voy a mi Padre, pero me quedo con ustedes. Me quedo y

permanezco.

He venido para llevarlos conmigo: he abierto las puertas del cielo. La paternidad de mi

Padre se ha revelado expresa y excelsa. Subo ahora para cantar su gloria ante la prisión de la

tierra, porque soy Rey de cielos y tierra, pero mi reino no es de este mundo.

He venido a morir para salvar al mundo, para vivir y para que vivan conmigo.

¡Alégrense cielos y tierra, porque hoy entran en la alegría del Señor!

Discípulos míos: sean discípulos. No quieran ser más que el Maestro. Más bien

aprendan a ser como el Maestro, y enseñen el camino, y traigan a la luz, y vuelvan a donde el

Hijo del hombre ha ascendido, porque nadie va al Padre si no es por el Hijo, porque nadie va al

Hijo, si no aprende a ser como el Hijo, porque les he dejado en la verdad, y mi presencia

permanece en aquel que acepta la voluntad del Padre, y se dispone a recibir, y procura, con su

trabajo, dar fruto de todo lo que recibe, para ofrecer y entregar más de lo que le ha sido

confiado.

Yo me voy, pero permanezco con ustedes. Permanezcan ustedes en mí y yo los elevaré,

como el Hijo del hombre ha sido elevado, y los traeré a la derecha del Padre, en donde yo he

sido sentado y coronado de gloria.

¡Alégrense cielos y tierra, porque ha vencido el Dios de los ejércitos, y los ángeles

cantarán su gloria por los siglos de los siglos!

¡Alégrense ustedes conmigo, porque ustedes recibirán al Espíritu Santo, que los une al

Padre y al Hijo, para permanecer en la unión, en la fuerza y en el amor!

Porque fui enviado al mundo a ser en todo como ustedes, menos en el pecado, para

hacerlos en todo como yo soy, para que renuncien al pecado. Sean pues discípulos como el

Maestro, y den gloria a Dios.

Vengan a mí los que estén cansados, que yo los aliviaré.

Me voy, pero me quedo en la Eucaristía. Vivo y muero, resucito y me entrego, para

permanecer en ustedes, para que permanezcan en mi amor.

Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes, creyendo en mí y cumpliendo mis

mandamientos, y yo les haré participes de la gloria que tengo con mi Padre en el cielo, mientras

ustedes construyen el Reino de los cielos en la tierra, para que cuando yo vuelva tenga un trono

digno para sentarme.

Entonces juzgaré a los justos y a los pecadores. Y a los que crean en mí, y hayan hecho

mis obras, los sentaré conmigo a la derecha de mi Padre.

Quiero que ustedes, mis amigos, me amen y hagan lo que yo les he dicho, y vivan en mí,

compartiendo conmigo la gloria de mi Padre.

Quiero que den testimonio de mí y lo lleven al mundo entero.

Así es como el testimonio va pasando de unos a otros y encendiendo corazones.

Así es como el testimonio de mis Apóstoles llegó hasta ustedes.

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Espada de dos filos

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Yo les dejo mi paz, para que en esa paz haga su morada el Espíritu Santo, y los llene con

sus dones, para que los una íntimamente a mí, y fortalecidos en esa unión sean como yo, y

tengan el valor y compartan mi sed de almas, para buscarlas, para encontrarlas, para

salvarlas.

Reúnanse con mi Madre, para que permanezcan unidos, y en esa unión compartan mi

paz con los atribulados, y mi alegría con los tristes, en la compañía de mi Madre y en oración

constante, en la disposición del corazón a decir sí, a recibir el amor que enciende en fuego el

corazón, que les da el valor y la determinación de salir al mundo a anunciar la verdad, para

que los que tengan ojos vean y los que tengan oídos oigan.

En esta disposición del corazón, establezcan lazos de unión fraterna, para que cumplan

con el mandamiento que yo les he dado, amándose los unos a los otros como yo los he amado.

Entonces, conocerán la verdad, y creerán en mí y serán atraídos a mí y yo los haré parte.

¿Por qué es tan difícil que crean en mí?

Yo dejé la gloria que tenía con mi Padre antes de que el mundo existiera, para hacerme

hombre, para habitar entre los hombres, para que me conocieran.

Yo caminé en el mundo trabajando entre los hombres siendo en todo igual a los

hombres menos en el pecado, para poder compadecerlos.

Yo fui bautizado abriéndose el cielo, para que escucharan la voz del Padre diciendo

“este es mi Hijo amado, en quien me complazco”, para que escucharan y creyeran.

Yo hice signos, para consentir a mi Madre cuando todavía no había llegado mi hora.

Yo caminé predicando el Reino de Dios en templos, en montañas, en campos, en playas,

en plazas, para que creyeran en mí.

Yo expulsé demonios y sané enfermos, hice milagros, resucité muertos, y alimenté

multitudes, para que creyeran en mí.

Y el cielo se abrió de nuevo ante mis discípulos, abriendo sus ojos para que vieran y sus

oídos para que oyeran, “este es mi Hijo amado, escúchenlo”, para que creyeran en mí.

Y amándolos hasta el extremo partí el pan, y compartí el vino entre mis amigos, para

quedarme, para que crean en mí.

Y, para que se cumpliera todo lo que estaba escrito, me entregué en manos de un amigo,

para morir en manos de mis enemigos, para salvarlos a todos, y para que también ellos

creyeran en mí.

Y resucité de entre los muertos para darles vida, y para que crean en mí.

Y me aparecí, y comí, y conviví con mis discípulos, para que creyeran en mí.

Y los hice meter su dedo en mis llagas, y su mano en mi costado, para que creyeran en

mí, y en que yo soy el Hijo de Dios, que envió al mundo como Cordero, para que en un único y

eterno sacrificio diera la vida, para que el que crea se salve. Pero, aun así, no todos creen en mí,

tienen miedo, no confían en mí.

Y subí al cielo para sentarme a la derecha de mi Padre, y ser coronado de gloria por mi

victoria, y para que sea cumplida la promesa de mi Padre, enviándoles al que vendría después

de mí: el Paráclito, para que el que no crea en mí se convierta, y crea, para que el que crea en

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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mí, sea fortalecido, y persevere hasta el final, para que el que persevere cumpliendo mis

mandamientos tenga vida eterna.

Permanezcan en oración reunidos con mi Madre, y yo enviaré al Espíritu Santo sobre

ustedes, para fortalecer sus virtudes, y darles el valor y la fuerza para dar testimonio de mí.

Y encenderé sus corazones, para que compartan mi sed de almas, para que el Padre,

por medio de ustedes, unidos en el Espíritu, las atraiga a mí, para que sean unidas a mí, y yo

las haga participar del abrazo eterno del Padre, de la contemplación constante del Hijo, de la

plenitud en la unidad por el Espíritu Santo, del amor compartido con mi Madre, en alabanza y

adoración constante, que desborda el alma de alegría, compartiendo el cielo con los ángeles y

los santos en el banquete eterno.

Quiero que ustedes, mis amigos, me conozcan, para que me amen, para que crean en mí,

para que cuando la tentación los aseche, y la duda y la tribulación los asalte, y se alejen de mí,

por mi misericordia encuentren el camino de vuelta a la casa del Padre, porque por mi cruz las

puertas han sido abiertas al abrazo del Padre, para que los que estén perdidos sean

encontrados, y los que estén muertos sean vueltos a la vida.

¡Participen de mi alegría haciendo mis obras!»

+++

PARA MEDITAR – QUEDARSE CON JESÚS

«Sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo».

Eso dijo Jesús.

Y lo dijo antes de subir al cielo, y se lo dijo a los Apóstoles, que lo escucharon y le creyeron.

Tu Señor estuvo con ellos, y con los que lo siguieron después de ellos, como está contigo,

sacerdote.

Y tú, sacerdote, ¿le crees?

Y así, como Él está contigo, ¿tú estás con Él?

Tu Señor es tu amigo, y tú, sacerdote, ¿eres un amigo fiel?

Tu Señor está contigo. Permanece tú, con Él. No mirando al cielo, viendo que se ha ido, sino

haciendo sus obras, seguro de que Él está contigo.

Tu Señor te ha llamado, y te ha elegido, y te ha enviado a bautizar a su pueblo en el

nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

No le digas que no sabes hablar, y eres tan sólo un muchacho, porque allá a donde te envíe,

irás, y todo cuanto te ordene, lo dirás.

Tu Señor te dice “no les tengas miedo, que yo estoy contigo, para salvarte”.

Y tú, sacerdote, ¿le crees?

Tu Señor te ha dicho: “yo te envío para que seas mi testigo”, y ha puesto sus palabras en tu

boca.

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Espada de dos filos

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A Él le ha sido dado todo el poder en los cielos y en la tierra, y con ese poder te envía a

predicar el Evangelio por todo el mundo, para que crean en Él, y con ese poder te envía a todas las

naciones para arrancar y abatir, para destruir y arruinar, para construir y plantar.

Pero tu Señor que ha sido en todo igual a ti, menos en el pecado, conoce tu debilidad, tu

fragilidad, tu incapacidad, tu miseria, tu maldad, tu concupiscencia, tu impotencia, tu ignominia,

tu infidelidad, tu soberbia, tu egoísmo, tu falta de generosidad, tu fe debilitada, tu esperanza

atribulada, tu falta de paz, tu miedo, tu angustia, tu temor a la soledad que te lleva al desánimo y

a la inseguridad, que da cabida a la duda y a la incredulidad.

Te comprende, te compadece, porque te entiende, y sabe que, a pesar de ser un pecador, tú

tienes mucho amor, y eso le basta, porque un corazón contrito y humillado, Él no lo desprecia.

Tu Señor te conoce, sacerdote, y sabe que tú solo no puedes, pero que quieres lo que Él

quiere, que quieres porque Él quiere, que quieres como Él quiere, y que quieres cuando Él

quiere.

Esa es la disposición que te mantiene configurado con tu Señor, en un mismo espíritu, y en

un solo corazón, por el Espíritu Santo que se ha derramado en ti, porque lo amas.

Tu Señor ha subido al cielo a sentarse a la derecha de su Padre, para ser glorificado con la

gloria que tenía junto a Él, antes de que el mundo existiera.

Y a ti, sacerdote, de esa gloria te hace parte, y te envía a hacer sus obras y aún mayores,

para que sea glorificado el Padre en el Hijo.

Por tanto, sacerdote, tu Señor glorifica al Padre a través de ti.

Tu Señor que ha venido al mundo a morir por ti, para salvarte, ha resucitado, y ha subido al

Padre, para enviarte al Espíritu Santo que te une a Él, y te hace uno con Él, porque tu Señor ha

venido al mundo para quedarse.

Tu Señor se queda contigo, sacerdote, y a través de ti, permanece su presencia viva en el

mundo, hasta que vuelva.

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______________________

VENCER AL MUNDO – PERMANECER EN LA BATALLA

LUNES DE LA VII SEMANA DE PASCUA

Tengan valor, porque yo he vencido al mundo.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 16, 29-33

En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: “Ahora sí nos estás hablando claro y no en

parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte.

Por eso creemos que has venido de Dios”.

Les contestó Jesús: “¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún ya llegó, en que

se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo. Sin embargo, no estaré solo, porque el

Padre está conmigo. Les he dicho estas cosas, para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán

tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo”.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: con qué fuerza le dices a tus discípulos que deben tener valor porque tú has

vencido al mundo. Las circunstancias en ese momento no eran favorables. De hecho, les anuncias

que te van a dejar solo. Te sientes seguro porque el Padre está contigo. Y ese es el valor que les

quieres dar también a ellos: la seguridad de la fe, de creer firmemente en ti, en tu Palabra, en que se

cumplirá todo lo que les habías anunciado. Con tu resurrección y ascensión a los cielos confirmas

todo, has hecho nuevas todas las cosas. Pero la batalla continúa, y seguirá habiendo tribulaciones.

Nos dejaste las armas para vencer, sobre todo con la asistencia continua del Espíritu Santo, Señor y

Dador de vida, y la protección maternal de la Santísima Virgen, quien nos acompaña siempre cuando

estamos unidos en la oración. Nosotros, los sacerdotes, somos conscientes de que ocupamos un lugar

especial en esa batalla, porque te representamos. Tú eres el gran Rey y nosotros conducimos tus

ejércitos en la lucha contra el enemigo de tu Iglesia. Debemos defenderla de los ataques, sabiendo

que en ocasiones son nuestras propias debilidades las que causan daños graves a tu esposa amada,

por el escándalo que podemos producir. Señor, ¿cómo podemos ser muy dóciles al Espíritu Santo,

para perder el miedo y ganar todas las batallas? Madre nuestra, Reina de la humildad, alcánzame de

tu Esposo divino el amor necesario para que mi generosidad en la lucha sea total.

+++

«Sacerdote mío: yo soy, y estoy sentado a la derecha de mi Padre, coronado de gloria.

Yo he vencido al mundo.

Yo soy el Hijo de Dios, segunda persona de la Santísima Trinidad, Dios verdadero y

hombre verdadero, Rey de los Ejércitos y dueño de la victoria.

Yo soy el que es, el que era y el que vendrá, el Buen Pastor, Pescador de hombres,

Piedra angular, Sumo y Eterno Sacerdote, Rey de reyes y Señor de señores, Cristo, Profeta y

Maestro, el que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo, para nacer entre las

miserias de los hombres, y habitar entre los hombres.

Yo soy el que pasó desapercibido en su niñez y en su adolescencia, por ser tan común

como los demás, viviendo en la virtud de una familia común entre los hombres.

Yo soy el que aprendió a trabajar y a servir a los hombres.

Yo soy el que caminó para conocer el mundo, para conocer a los hombres y,

conociéndolos, los amó hasta el extremo.

Yo soy el que asumió la naturaleza humana, haciéndose obediente hasta la muerte, y

una muerte de cruz, y al que Dios exaltó y le dio el Nombre sobre todo nombre, para que al

nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en todo lugar.

Yo soy el mismo ayer, hoy y siempre. Estoy sentado a la derecha de mi Padre en la

gloria y en la alegría del cielo.

Pero quiero descansar, y es dándome como descanso, porque yo soy don.

Es amando como me dono, porque yo soy amor.

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Espada de dos filos

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Cumple mis deseos. Pero debes saber que mis deseos son los designios de mi corazón,

que son de paz y esperanza, de bienestar y no de desgracia.

Y yo usaré la rebeldía de muchos para llevarles mi misericordia a través de mis obras,

para fomentar la unidad y la santidad en la vida ordinaria, que se consigue con la unidad de

vida, en unión fraterna.

La fe verdadera es creer firmemente en mí, y en que, por mí, han sido hechas nuevas

todas las cosas, y ya todo está consumado. Porque antes de morir y resucitar de entre los

muertos yo anuncié mi victoria, cuando dije: “Yo he vencido al mundo”.

Esa es la verdadera fe, y poner la fe por obra, preparados para cuando yo vuelva,

porque nadie sabe ni el día ni la hora, sólo el Padre. Con esta fe, mantén la lámpara encendida,

construyendo el reino de los cielos en la tierra, para que sean los aposentos del Rey y morada

de su descanso».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: mi Hijo ha vencido al mundo, pero la batalla permanece hasta

que vuelva, y el ataque del enemigo es muy fuerte.

Ustedes sean valientes y acompáñeme, porque Dios en su infinita misericordia permite

mi protección, que es muy fuerte, porque yo poseo el arma del triunfo en la batalla final: el

amor y la alegría, que es la manifestación del amor.

En esta alegría anuncio la buena nueva: ha nacido el Señor, el Verbo se hizo carne y

habitó entre los hombres, y ha venido a traer la salvación a todo el mundo. Pero no ha venido a

traer la paz sino la guerra, y a enfrentar a uno contra otro de su propia casa, y el que pierda su

vida por Él la encontrará, dando testimonio de fe, obrando con misericordia, amando y

obedeciendo a Dios antes que a los hombres, tomando cada uno su cruz para seguirlo y hacerse

digno, recibiéndolo en su casa a través de ustedes, sus sacerdotes. Porque el que recibe a uno de

ustedes a Él lo recibe, y el que da de beber, aunque sea un vaso de agua a uno de ustedes, tan

sólo por ser sus discípulos, no quedará sin recompensa.

Cuando mi Hijo resucitado subió al cielo, yo deseé con todo mi corazón irme con él,

pero la voluntad de Dios era que me quedara, y me quedé y esperé, porque yo debía completar

mi propia misión, exaltando al Verbo encarnado, llevando a ustedes la Palabra, enseñándolos a

ser como él, fortaleciéndolos para ser pilares sólidos de la Iglesia, cimientos fuertes para

construir el Reino de los cielos en la tierra.

Y para reunirlos y acompañarlos, para que el Espíritu Santo, que siempre está conmigo,

sea enviado también para ustedes, y derrame en sus corazones todos sus dones. Y, llenos del

Espíritu Santo, manifiesten con su vida los frutos, que son la alegría, el amor, la bondad, la

paz, la mansedumbre, el dominio de sí, la fidelidad, la generosidad.

Yo les pido que se mantengan dóciles al Espíritu Santo, para que todos los días él les

enseñe y les recuerde todas las cosas, para que las transmitan al mundo, y sean ustedes

testimonio del amor de Dios y de su misericordia.

Para asegurar su docilidad, deben hacer un examen de conciencia todos los días, y si

algún fruto de estos les faltara, arrepiéntanse y pidan lo que haga falta, porque su Padre

celestial le da el Espíritu Santo a los que se lo pidan, y por sus frutos los reconocerán.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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La Santa Iglesia está contaminada de obras que proceden del egoísmo de los hombres,

como la lujuria, la impureza, el libertinaje, la idolatría, la brujería, los pleitos, las envidias, las

rivalidades, las divisiones, y rechazan la gracia del Espíritu Santo, que es el amor de Dios, y

aunque conozcan los misterios y tengan fe, si no tienen amor, nada tienen.

Algunos de ustedes pretenden en la Iglesia tener los mejores puestos, y quieren ser

siempre los primeros. No se dan cuenta que los primeros serán los últimos, los últimos serán

primeros, los humildes exaltados y los poderosos derribados del trono.

Los que se jactan de estar libres de pecado arrojan la primera piedra, y no son dignos

de misericordia. En cambio, los que se arrepienten y piden perdón, con verdadero

arrepentimiento, sin siquiera atreverse a alzar los ojos, llenos de vergüenza, piden compasión y

reciben misericordia, porque los que se humillan serán ensalzados y los que se ensalzan serán

humillados.

Permanezca en la disposición de recibir al Espíritu Santo, que desciende llevando el

fuego del amor a sus corazones, para que tengan el valor de reunir a todas las naciones en un

mismo espíritu, en un solo pueblo santo de Dios».

+++

PARA MEDITAR – PERMANECER EN LA BATALLA

«En el mundo tendrán tribulaciones, pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo».

Eso dice Jesús.

Y te lo dice, porque te comprende, sacerdote.

Y ante la incertidumbre de tus miserias, te llena de la seguridad de su victoria.

Tu Señor confía en ti, sacerdote, y pone en tus manos su triunfo sobre el mundo, a través de

su misericordia.

Tú eres, sacerdote, el portador de la salvación y de la paz de tu Señor.

Tu eres, sacerdote, el receptor de los tesoros que ha ganado tu Señor con su victoria.

Y te ha hecho su administrador para compartirlos con su pueblo.

Tú eres, sacerdote, por tanto, un instrumento fidelísimo de Dios, para que llegue su gracia

al mundo, a través de los sacramentos.

El Espíritu Santo, Paráclito, Consolador, es el Dador y el Santificador.

¡Recíbelo!, para que puedas entregar al mundo los tesoros de tu Señor con sabiduría, con

inteligencia, con consejo, con fortaleza, con ciencia, con piedad, y con santo temor de Dios.

¡Recíbelo!, para que te llene de Él, y puedas dar lo que a cada uno conviene, en su

momento.

¡Recíbelo!, para que con sus dones obtengas frutos en ti mismo, y tengas el valor, aun en

medio de la tribulación, sabiendo que tu Señor, que está contigo, ha luchado tus batallas, y ha

vencido.

Recibe al Espíritu Santo, sacerdote, para que permanezcas en el amor de tu Señor, como Él

permanece en ti.

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Espada de dos filos

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Abandónate a su voluntad con docilidad, para que Él pueda actuar a través de ti.

Pídele que su luz te ilumine, para que disipe toda tiniebla que haya en ti, y obedece la voz

en tu interior, que, ante la dificultad, te ayuda a discernir.

Deja que la luz ilumine tu conciencia, y luego actúa con prudencia.

Eso es lo que hace un buen administrador, que sabe que nada es suyo, que todo es de su

Señor, y que un día le rendirá cuentas.

Fortalece tu fe, sacerdote, haciendo las obras de tu Señor, y aún mayores, porque es así, como

tú das testimonio de su misericordia.

Tú eres, sacerdote, un guerrero incansable del ejército del Rey, que ha vencido al mundo, y

le ha sido dado todo el poder, y con ese poder te envía a llevar su palabra al mundo, para que todos

crean en Él.

Permanece en la batalla, sacerdote, con valor, junto a tu Rey, soportando con paciencia los

ataques, las persecuciones, los insultos, los golpes, la injusticia y la inclemencia del enemigo, a la

Santa Iglesia

Y defiéndela, sacerdote, con valentía, sabiendo que, a través de ti, tu Señor la mantiene

protegida, y el mal no prevalecerá sobre ella.

Confía, sacerdote, en la victoria de tu Rey, y sigue caminando seguro de tu poder, que te

asegura, que toda dificultad es pasajera, porque la victoria de tu Señor, es eterna.

Y si un día desertaras, sacerdote, y abandonaras a tu Señor, pide asistencia al Espíritu

Santo, para que te muestre el camino de la misericordia y la paz, confiando en que tu Señor ha

vencido, y que en ese triunfo tú, sacerdote, estás incluido.

Tú eres, sacerdote, portador de la misericordia y de la paz de tu Señor, partícipe de su

vida, de su pasión, de su muerte, de su resurrección, y de su triunfo en la batalla de cada alma,

para alcanzarles la salvación.

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____________________

EL COMPROMISO DE JESÚS – PEDIR EN NOMBRE DE JESUCRISTO

MARTES DE LA VII SEMANA DE PASCUA

Padre, glorifica a tu Hijo.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 17, 1-11

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, ha llegado la hora. Glorifica a

tu Hijo, para que tu Hijo también te glorifique, y por el poder que le diste sobre toda la humanidad,

dé la vida eterna a cuantos le has confiado. La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único

Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.

Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora,

Padre, glorifícame en ti con la gloria que tenía, antes de que el mundo existiera.

He manifestado tu nombre a los hombres que tú tomaste del mundo y me diste. Eran tuyos y

tú me los diste. Ellos han cumplido tu palabra y ahora conocen que todo lo que me has dado viene de

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste; ellos las han recibido y ahora

reconocen que yo salí de ti y creen que tú me has enviado.

Te pido por ellos; no te pido por el mundo, sino por éstos, que tú me diste, porque son tuyos.

Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío. Yo he sido glorificado en ellos. Ya no estaré más en el

mundo, pues voy a ti; pero ellos se quedan en el mundo”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: en tu oración sacerdotal volcaste todo tu amor por tus discípulos, pidiéndole al

Padre por ellos, para que se mantuvieran unidos y fuertes ante las adversidades. Sabías que te iban a

necesitar y querías darles confianza. Les habías hablado también de la importancia de pedir al Padre

en tu nombre. Ahora tú eres el que pide, y les enseñas a pedir con confianza, como quien está seguro

de que un padre no puede negar nada a su hijo. Señor, somos muy limitados, necesitamos tu ayuda y

tu protección. Ya nos conoces. Por eso necesitamos que nos repitas varias veces que no nos vas a

dejar solos, que nos vas a estar ayudando, que nos enviarás al Espíritu Santo para que nos conceda

sus dones, y que nos dejarás también a tu Madre, como madre nuestra. Me sirve mucho contemplarte

ahora, en estos últimos días de la Pascua, con tu cuerpo resucitado y glorioso, sentado a la derecha

del Padre. Eres Rey de reyes y Señor de señores. Has vencido al mundo. Has adquirido el derecho de

juzgar a todos los hombres. Has derrotado al demonio. ¿Cómo no vamos a tener fe en que nos vas a

ayudar a nosotros a que se cumpla en esta tierra la misión de tu Iglesia, tu Esposa santa? Jesús,

¿cómo podemos aprovechar mejor la continua asistencia del Espíritu Santo que nos has dejado?

Madre nuestra, enséñanos a tus hijos sacerdotes a aprovechar bien los dones del Paráclito para

cumplir bien con nuestra misión en la Iglesia.

+++

«Sacerdote mío, amigo mío: quiero hacerte mío.

Antes de que nacieras yo ya te conocía, y te llamé por tu nombre.

Yo te busqué y te encontré, perdoné tus pecados, sané tu alma y te hice todo mío.

Yo no te dejaré.

Aunque los vientos sean fuertes y la tempestad arrecie, yo no te dejaré.

Aunque el sol dejara de iluminar, aunque la luna dejara de brillar, yo no te dejaré.

Aunque las estrellas se apagaran, y cayeran del cielo, una a una, yo no te dejaré.

Aunque surjan dificultades, yo no te dejaré.

Aunque camines por cañadas obscuras, yo no te dejaré.

Aunque parezca que todos se han ido, yo no te dejaré.

Aunque la duda y la inquietud te asalten, yo no te dejaré.

Aunque los vientos cesen y el mar vuelva a la calma, yo no te dejaré.

Aunque los Cielos pasen y la tierra pase, estas son mis palabras: yo no te dejaré.

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Espada de dos filos

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Permanece con mi Madre. Así estarás completamente seguro de que yo no te dejaré,

porque mi Madre siempre está conmigo.

Amigo mío, a través de ti yo me hago presente, y yo nunca te dejaré.

Yo ruego al Padre por ti, porque eres suyo. Y todo lo mío es suyo, y todo lo suyo es mío.

Yo te he dado su palabra y el mundo te aborrece, porque tú no eres del mundo, como yo

no soy del mundo.

Yo no pido al Padre que te saque del mundo, sino que te guarde del mal y que te

santifique en la verdad, pues su palabra es la verdad. Así como él me envió, yo te envié.

Yo ruego al Padre no solo por ti, sino por todos los que creerán en mí por ti, por tu

palabra que es la mía, para que sean uno, para que, así como el Padre está en mí y yo en él,

también tú y ellos sean en nosotros, y el mundo crea que el Padre me ha enviado.

Yo les he dado la gloria que me dio el Padre, para que sean uno conmigo.

Yo te digo, yo estoy en ustedes y ustedes en mí, somos perfectamente uno.

Yo he visto tu fe, y he escuchado sus súplicas para que atienda las miserias de mi

pueblo, y he recibido de tus manos tus ofrendas, para que llegue a ellos mi misericordia.

Yo te digo a ti, amigo mío, y a todos mis Pastores: yo no los dejaré. Yo soy Rey. Yo he

subido al cielo y mi legión de ángeles me acompañan.

Pastores míos, estén atentos y dispuestos. Mis ángeles serán enviados no para matar, sino para herir de muerte a los corazones que quieran recibir la espada del fuego de mi amor. Heridas de muerte para que mueran al pecado, para que mueran al mundo, para que mueran a

la ignorancia y me conozcan.

En esta herida será consumido con el fuego ardiente del amor, que es mi Espíritu Santo, todo lo que habita en sus corazones que no sea yo, que no sea mío. Y en ese morir yo los resucitaré conmigo para la vida eterna.

Yo soy la resurrección y la vida. Y el que quiera ser parte conmigo, que renuncie al mundo, que tome su cruz y que me siga. Quieran venir y vengan. Encuentren en la Palabra la

sabiduría que ha bajado del cielo, y lleven la Palabra a todos los rincones del mundo, para que conozcan al Padre, para que quieran recibir su misericordia, y pidan, y reciban, y se entreguen, y sepan que vale más un hermano que un pedazo de tierra.

Reconcíliense entonces con su hermano, y luego vengan, y pidan, y reciban el amor del

Padre y el amor del Hijo unidos en el Espíritu. Que el que mucho da mucho recibe, y el que recibe es para darse, para entregarse.

Les serán entregadas las espadas de mis ángeles a cada uno, para que conquisten, para que hieran con mi amor, para que los corazones sean encendidos y el fuego los purifique.

Yo los envío a ustedes como mi Padre me ha enviado, y yo los elevaré y los sentaré donde el Padre me ha sentado, y mi Padre los coronará de gloria.

Amigo mío: recibe tú todo el amor que quiero entregar a mi pueblo por medio de mi

Espíritu Santo, pero que no saben recibir, y entrégales mis palabras, para que con mi luz se fortalezcan, adquieran sabiduría y ciencia, para que me conozcan y conozcan a mi Padre, para

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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que encuentren entendimiento y consejo, para que sean transformados en la piedad y crezcan en

el temor de Dios.

Que todos estos dones den fruto, y que sean los frutos alabanza al Padre, que nos da la paz, la alegría, la benevolencia, la fe, la esperanza y el amor. Y que el fruto sea la fidelidad en mi amor y el gozo de mi presencia.

Que sea mi Espíritu consolador y dador, que sea proveedor y Señor, que dé no muerte

sino vida, y los mantenga firmes y fuertes hasta que yo vuelva».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: ayúdenme a cumplir mis deseos, consiguiendo las almas de

todos mis hijos para la gloria de Dios, resistiendo en la tribulación, manteniendo la calma,

insistiendo en realizar, contra todo pronóstico, y toda razón, las obras de Dios, que hacen

mucho bien. Yo los protejo.

¡Les pido que quieran querer! Porque la salvación de las almas es por medio del perdón de los pecados, pero deben querer y deben pedir perdón, y deben querer no pecar más, y deben querer pedir los dones del Espíritu Santo, porque no podrán solos, porque mi Hijo se ha ido a dónde pertenece, de donde ha venido, pero no los deja solos. Él envía al Espíritu Santo, así como

el Padre lo ha enviado a Él. Y el Espíritu es del Padre y es del Hijo, y juntos son una misma esencia que se entrega y permanece.

Pidan la Fortaleza, para enfrentar la adversidad en el cumplimiento de la misión que mi Hijo les ha encomendado, y vayan al mundo a dar a conocer el Reino de los Cielos. Conozcan a mi Hijo, y por Él al Padre, para que lo amen, para que vuelvan a Él, y en este conocer,

entréguense al amor y déjense amar por Él, porque nadie va al Padre si no es por el Hijo.

Pidan la Sabiduría, para amar a Dios por sobre todas las cosas, y para que quieran sólo

las cosas del cielo.

Pidan la Piedad, para servir a Dios por medio de los demás, encontrando a mi Hijo en

cada uno.

Pidan Temor a Dios, para querer hacer su voluntad y temer separarse de Él, temer ofenderlo, temer no verlo, pero no por miedo, sino por amor.

Pidan la Ciencia de mi Hijo, para discernir entre el mal y el bien, y que con su fortaleza hagan siempre el bien.

Pidan Entendimiento, para que quieran querer sólo lo sagrado, sólo lo eterno.

Pidan, reciban y entreguen. Pero sepan que el que recibe debe dar fruto.

Aprendan de mí, que doy fruto bendito de mi vientre, y amen con amor divino, para que

el fruto de su entrega sea divino».

+++

PARA MEDITAR – PEDIR EN NOMBRE DE JESUCRISTO

«Te pido por ellos, no te pido por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son

tuyos».

Eso dice Jesús, y se lo dice a su Padre.

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Espada de dos filos

205

Tu Señor es verdadero hombre, sacerdote, y pide como un hijo pide a su padre.

Tu Señor es verdadero Dios, sacerdote, y siendo Dios ora con todo su amor a Dios.

Y tú, sacerdote, ¿pides?, ¿oras?, ¿cómo pides?, ¿cómo oras?

Tu Señor ha cumplido su misión, y va al Padre, para ser glorificado en Él, con la gloria que

tenía antes de que el mundo existiera.

Pero Él, que ha venido a buscarte, que no ha descansado hasta encontrarte, y que ha muerto

por ti, para salvarte, no se irá sin ti, no te dejará, porque en ti ha sido glorificado, y se ha

enamorado como un loco de ti, y te ha hecho uno, haciéndote partícipe de su cruz y de su

resurrección, para hacerte partícipe también de su gloria.

Bendice, sacerdote, a tu Señor, que teniéndolo todo, no se olvida de ti, que te incluye en su

eternidad, y te ayuda a creer en Él, y en su Padre, para que puedas llegar.

Tu Señor te conoce, sacerdote, y nunca te abandona, porque sabe la debilidad que hay en tu

humanidad atormentada por la prisión del mundo, al que tú no perteneces, porque Él mismo te sacó

del mundo, cuando te vio debajo de la higuera, y te llamó, cuando te eligió para que lo siguieras, y

tú, dejándolo todo, dijiste sí, por tu propia voluntad, para glorificar a Dios, sirviendo a su Iglesia.

Tu Señor te conoce, sacerdote, porque eres suyo, y todo lo suyo es del Padre y lo del Padre

es suyo.

Tu Señor ruega al Padre por ti, sacerdote, porque te ama, seguro de que el Padre lo escucha

y atiende sus súplicas, porque Él mismo te ama.

Tu Señor no sólo ruega por ti, sino por aquellos que por ti creerán en Él y en su Padre,

porque en eso consiste la vida eterna, a la que han sido llamados todos los que sean bautizados en el

Espíritu Santo que el Padre les ha dado.

Acércate, sacerdote, a tu Señor, y aprende de Él a hacer oración, para que le pidas al Padre

todo lo que necesitas para cumplir tu misión, reuniendo a todas las naciones, a través de la palabra

de Dios y de los sacramentos, en una sola nación santa, en un solo rebaño, en un solo pueblo santo

de Dios.

Pídele en el nombre de su Hijo Jesucristo, que es tu amo y tu Señor, y cree en todo lo que

Él te ha dicho, y en que todo lo que pidas en su nombre, el Padre te lo concederá, porque Él ha

subido al Padre.

Adora, sacerdote, a tu Señor, porque es así como lo glorificas.

Ora con insistencia al Padre, uniendo tus sacrificios al único sacrificios verdadero y eterno

del Hijo, que es el único sacrificio agradable al Padre, y es así como tú te santificas.

Cree, sacerdote, y pon tu fe en obras, porque es así como participas.

Glorifica, sacerdote, a tu Señor, humillándote como lo hizo su esclava, que se hizo

última, para ser la Madre de Dios, y de toda la humanidad para que crean en Él, y sean

partícipes de su eternidad.

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____________________

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

206

CREER Y PROFESAR LA FE – BENDECIR A LA MADRE Y AL SEÑOR

FIESTA DE LA VISITACIÓN DE NUESTRA SEÑORA

¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 39-56

En aquellos días, María se encaminó presurosa aun pueblo de las montañas de Judea y,

entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura

saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú

entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor

venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que

has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi

salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes

cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre, y su misericordia llega de generación en generación

a los que lo temen.

Él hace sentir el poder de su brazo: dispersa a los de corazón altanero, destrona a los

potentados y exalta a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide

sin nada.

Acordándose de su misericordia, viene en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido

a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”.

María permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: desde el comienzo del relato de la Visitación se reflejan muy bien los

sentimientos de tu Madre. Dice el texto que se encaminó “presurosa”. Me imagino a la Santísima

Virgen contando esa historia al evangelista, que no pudo sino consignar con esa palabra la alegría

que embargaba su corazón de madre ante aquella manifestación patente del poder de Dios. Isabel

conocía el misterio de alguna manera, y reconocía que la encarnación del Verbo era fruto de la fe, de

una fe fuerte, que merece el elogio: “dichosa tú, que has creído”. Zacarías había dudado del poder de

Dios. María creyó a las palabras del ángel, y creció su gozo cuando su prima la saludó diciéndole la

“Madre de mi Señor”. Estaba segura de que se iba a cumplir el plan de Dios, y ante cada

manifestación patente vuelve a exultar. Señor, qué importante es que fortalezcamos nuestra fe cada

vez que contemplamos estas escenas del Santo Evangelio y las meditamos en nuestro corazón.

¿Cómo debo manifestar mi fe para que otros también crean? Madre mía, Maestra de fe, ayúdame a

abandonarme más en las manos de Dios y mostrar con obras mi fe, sobre todo en la práctica de la

caridad.

+++

Page 207: ESPADA DE DOS FILOS II Para la oraci³n personal del sacerdote P. Gustavo Elizondo Alans

Espada de dos filos

207

«Hijo mío, sacerdote: tú me acompañas y yo siempre estoy contigo. Y el Espíritu Santo,

que siempre está conmigo, está contigo.

Contempla mi vientre, y contempla la luz del Sol que ha venido al mundo para

iluminar, para reinar, para dar vida.

Contempla la ilusión del amanecer a un nuevo día, lleno de esperanza.

Contempla el amor que Dios ha tenido al mundo, que es tanto, que le dio a su único

Hijo, para que todo el que crea tenga en él la vida eterna.

Contempla la paz que ya desde antes de nacer ha traído este niño al mundo, la paz de

saberse salvados, redimidos, liberados, amados, unido en filiación divina al Padre por su

misericordia.

Contempla el esplendor de la vida que llevo dentro y admira conmigo el fulgor de la luz

que emana de este vientre, que dará al mundo un fruto bendito, a quien Dios lo exaltará y le

será otorgado el Nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, toda

rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo

Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Contempla conmigo el encuentro con mi prima Isabel, cuando, al escuchar mi saludo, la

criatura que llevaba en su seno saltó de gozo, y ella quedó llena del Espíritu Santo, exultando

su alma en Dios, porque había llegado la salvación al mundo.

Contempla el momento de alegría del encuentro entre el Hijo de Dios y su precursor, el

que Dios había consagrado para él desde antes de nacer, y lo constituiría como profeta de las

naciones, para prepararle el camino a su único Hijo, para señalarlo, para revelar la verdad:

que el que viene detrás de él es el Hijo de Dios, y viene a bautizar con el Espíritu Santo, y él no

es digno de desatarle las sandalias.

Contempla y medita cada palabra, porque es el Espíritu Santo quien pone las palabras

en su boca.

Contempla mi dicha al escuchar de su boca que soy la Madre del Señor, y poder

compartir con ella mi alegría pues todo cuanto me fue anunciado, se cumplirá.

Contempla mi prisa y mi voluntad de servir, porque el Espíritu Santo está conmigo, y es

Espíritu de vida, que se mueve, es dinámico, es el amor del Padre y del Hijo, y no se puede

contener, se expresa, se nota, se manifiesta en obras.

Contempla el misterio de la encarnación del Verbo, y camina conmigo y con José hacia

Belén.

Contempla nuestra renuncia a dejarlo todo para cumplir la voluntad de Dios, y dar al

César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Porque todo lo que está escrito se cumplirá

y en Jesús se cumplen todas las profecías.

Dichoso tú que has creído, dichoso tú que has confiado, dichoso tú que has actuado en la

obediencia, abandonándote en la voluntad de Dios, porque es así como permites que Dios actúe

por ti, contigo y en ti.

Permanece en la fe, en la esperanza y en la caridad, creyendo, confiando y amando.

Dichosa yo que he creído, que he confiado, que he obedecido, porque todo se ha cumplido: Dios

me ha bendecido entre todas las mujeres y ha sido bendito el fruto de mi vientre, ha nacido de

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

208

mi vientre el Redentor del mundo que ha vencido a la muerte, y que ha resucitado al mundo

para la vida eterna.

Que la fe sea tu alegría y el gozo en el sufrimiento, que la esperanza te mantenga en la

confianza, y que el amor gobierne tu vida, para que sea Él quien viva y actúe por ti, contigo y

en ti.

Cree, y recibe, obedece, y cumple la voluntad de Dios, permaneciendo dispuesto a servir

por Cristo, con Él y en Él, de la misma manera que Él vino no a ser servido, sino a servir y a

dar su vida».

+++

«Sacerdotes míos: contemplen la dicha de María, porque ella ha creído con fe, ha

confiado con esperanza y ha actuado con amor, entregando su voluntad, abandonándose en la

voluntad de Dios, permitiendo a Dios hacer su voluntad y actuar por ella, con ella, y en ella, y

es así como el Verbo se hizo carne para habitar entre los hombres.

Ella creyó con fe, como yo, en la salvación del mundo, por medio de mi pasión y muerte

en la cruz, confiando en lo que yo le había dicho, en la esperanza de la resurrección,

abandonándose como yo en la voluntad de Dios.

Ella profesó su fe en Dios, aceptando ser llena del Espíritu Santo, para ser la Madre del

Hijo de Dios.

Aceptando acompañar al Hijo de Dios en su pasión y muerte, en la esperanza de la

resurrección.

Aceptando ser madre de todos los hombres en Cristo, quien los hace a todos hijos de

Dios.

Aceptando la ascensión de su Hijo al cielo, para sentarse a la derecha del Padre, en la

esperanza de la vida eterna.

Abandonando su voluntad a la voluntad de Dios, reuniendo a sus hijos en torno a Ella,

para ser llenos del Espíritu Santo, para proclamar el triunfo del Hijo de Dios y la salvación de

todos los hombres.

Ella ha creído y ha sido asunta al cielo y coronada como Reina del Cielo y de la Tierra,

en la esperanza de reunir a todos sus hijos en una sola Iglesia, en una misma fe, en un solo

Pueblo Santo, para la gloria de Dios, actuando en la caridad, derramando las gracias que sus

hijos necesitan para creer, para confiar, para dejar a Dios actuar en ellos, para aumentar su fe,

su esperanza y su caridad, para construir en la tierra el Reino de los Cielos, para que cuando

su Hijo vuelva a buscar lo que es suyo, encuentre a los suyos reunidos en la misma fe, con la

misma esperanza, amando a Dios por sobre todas las cosas y amándose entre ellos como yo los

he amado, para ser llevados conmigo a la vida eterna.

Dichosa ella que ha creído, porque todo esto será cumplido.

Dichosos ustedes, los que por la fe han creído, por la esperanza han confiado y por la

caridad han actuado en la obediencia, abandonando su voluntad en la voluntad de Dios.

Dichosos ustedes, porque todo lo que les he dicho se cumplirá.

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Espada de dos filos

209

Permanezcan en la confianza, en la obediencia y en el abandono en mi voluntad, para

que sean fieles instrumentos de mi amor, para conducir mi misericordia a mi pueblo.

Yo creo en ustedes y yo espero en ustedes, porque los amo.

Sacerdotes míos, dichosos los que no han visto y han creído.

Crean en mí, crean en mi Palabra, crean en mi resurrección, crean que yo soy el Hijo de

Dios.

Crean en la Eucaristía, que es Dios verdadero, presencia, sacrificio, don, comunión,

ofrenda, alimento, gratuidad, vida, encarnación, muerte y resurrección en el altar, que es

pesebre, cruz y sepulcro.

Crean en que han sido llamados y elegidos para participar unidos conmigo en este único

y eterno sacrificio, en el que ustedes, por el poder de Dios, convierten el pan y el vino entre sus

manos en carne, en sangre, en vida.

Crean en que yo soy Eucaristía, pan vivo bajado del cielo, alimento que permanece para

la vida eterna.

Crean en los signos que les he dado, porque mis señales son claras.

Crean en lo que les he dicho, confíen en lo que les he dicho, obedezcan y hagan lo que les

he dicho, porque todo eso se cumplirá, hasta la última letra.

Crean en el Evangelio, que es la fe que profesa la Santa Iglesia, para que sean dignos de

participar de la gloria de Dios.

Crean en los Sacramentos, y en el poder que yo les he dado para impartirlos.

Crean que, por estos Sacramentos, los hombres son salvados.

Crean en el Bautismo, que quita la mancha del pecado e incluye a los hombres como

Hijos de Dios.

Crean en la Confirmación, por la que el Espíritu Santo los llena de Dios.

Crean en la Reconciliación, por la que los pecados quedan perdonados.

Crean en la Comunión, que es mi Cuerpo y es mi Sangre, es alimento de vida.

Crean en la Unción, por la que los enfermos reciben mi paz, mi consuelo y mi gracia

santificante.

Crean en el Matrimonio, que es la unión indisoluble en el amor entre un hombre y una

mujer. Yo soy el amor.

Crean en el Sacerdocio, al que han sido llamados, para el que han sido elegidos desde

siempre y para siempre, por el que han sido ordenados, para servir a Dios en la pobreza, en la

obediencia, en la castidad, por el que son llamados a ser Cristos, para creer, para confiar, para

abandonarse a mi voluntad, y sea yo quien viva y actúe por ustedes, con ustedes y en ustedes,

para que sean ustedes fieles instrumentos de la gracia de Dios, para construir el Reino de los

cielos, para llevar la salvación a todos los hombres del mundo, para llevar a todas las almas a

Dios.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

210

Crean, sacerdotes míos, que son ustedes parte del plan de Dios para la salvación del

mundo, y vivan en la fe.

Confíen, sacerdotes míos, en la promesa de Dios para la vida eterna, y alégrense en la

esperanza.

Abandónense, sacerdotes míos, en la voluntad de Dios y actúen con caridad entregando

mi misericordia.

Crean en mi misericordia derramada en la cruz, que procede del amor del Padre por los

hombres. Porque tanto amo Dios al mundo que le entregó a su único hijo para que todo el que

crea en Él tenga vida eterna.

Crean en la maternidad de mi Madre, y confíen en ella como hijos, abandonándose en

su protección para que perseveren en la cruz de la misericordia que es camino, verdad y vida.

Yo soy el camino, la verdad y la vida».

+++

PARA MEDITAR – BENDECIR A LA MADRE Y AL SEÑOR

«Bendita tú eres entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre».

Eso dicen las Escrituras, y habla de la Madre de tu Señor.

Dichoso el que bendice a la Madre y al Hijo de Dios.

Dichoso el que cree, y repite estas palabras.

Y tú, sacerdote, ¿qué tanto bendices a la Madre de Dios, y al fruto de su vientre?,

¿acostumbras decir esas palabras con el amor de quien recita una oración desde el fondo de su

corazón?

¿Eres consciente sacerdote, de que esas palabras son la respuesta a la Madre de Dios que

acude con prontitud a la llamada de quien solicita su auxilio?

Alégrate, sacerdote, porque ante tu necesidad, tu Madre acude con prontitud a tu encuentro

para llevarte su caridad.

Bendice a la llena de gracia, sacerdote, cuando acudas a ella, implorando su favor. Y salta

de gozo, porque ella siempre te lleva al encuentro con tu Señor.

Alégrate, sacerdote, porque tu Señor ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava, y ha

hecho en ella grandes cosas, para que su misericordia llegue a ti, y a través de ti, de generación en

generación, al mundo entero.

Bendice a tu Señor, sacerdote, y glorifícalo, porque ha puesto sus ojos en ti, y te ha

llamado para servirlo.

Acude con prontitud, sacerdote, porque el llamado es todos los días. Deja todo, toma tu

cruz y síguelo con alegría.

Dichoso tú eres, sacerdote, porque has creído, y siendo tan solo un siervo, tu Señor te ha

llamado amigo.

Agradece, sacerdote, la delicadeza que ha tenido tu Señor contigo, sirviéndolo con

fidelidad, porque eso es lo que hace un amigo.

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Espada de dos filos

211

Bendice a la Madre de tu Señor, sacerdote, porque eso es lo que hace un siervo fiel y

prudente, y ante la necesidad de su favor, acude a ella, porque eso es lo que hace un hombre

inteligente.

Toma conciencia, sacerdote, y pregúntate, ¿quién soy yo para que la Madre de mi Señor

venga a verme?

Tú eres el portador de la verdad, el precursor de tu Señor, el que anuncia la buena nueva,

el constructor del reino de los cielos en la tierra, tú eres el que ha sido consagrado desde antes de

nacer, y constituido profeta de las naciones, el que rige, el que dirige, el que enseña, el que

santifica al pueblo de Dios, el que lo reúne en un solo rebaño y con un solo pastor.

Tú eres el que hace bajar el pan vivo del cielo.

Tú eres sacerdote, víctima y altar.

Tú eres el que celebra el memorial de la pasión y muerte de tu Señor, y el que celebra su

resurrección.

Tú eres el que predica, llevando la verdad a través de la palabra, a cada alma, el que

alimenta al hambriento y da de beber al sediento, el que viste al desnudo y acoge al peregrino,

el que visita al enfermo y al preso, el que da santa sepultura a los muertos, el que aconseja, el que

corrige, el que perdona, el que soporta con paciencia, el que consuela, el que ora por los vivos y

por los muertos.

Tú eres un instrumento fidelísimo de Dios que lleva a las almas los dones y gracias del

Espíritu Santo, a través de los Sacramentos.

Tú eres hijo de Dios, sacerdote para la eternidad, configurado con tu Señor, para ser como

Él: Cristo: sacerdote, profeta y rey.

Glorifica tu alma al Señor, porque se ha dignado poner sus ojos en la humildad de su

esclavo, que era tan solo un hombre, indigno y pecador, que ha sido llamado, y ha sido elegido

como discípulo, para ser en todo igual que su Maestro: la alegría y el fruto bendito de la Madre

de Dios.

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ENTREGAR BUENOS FRUTOS – DAR A CONOCER A DIOS AL MUNDO

JUEVES DE LA VII SEMANA DE PASCUA

Que su unidad sea perfecta.

Del santo Evangelio según san Juan: 17, 20-26

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, no sólo te pido por mis

discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la Palabra de ellos, para que todos sean

uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea

que tú me has enviado.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

212

Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en

ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que

los amas, como me amas a mí.

Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que

contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo.

Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han conocido que tú

me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor

con que me amas esté en ellos y yo también en ellos”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: no podías dejar de pedir al Padre en tu oración sacerdotal por la unidad de tus

discípulos. Y pides una unidad perfecta, como la del Padre contigo. Se trata de una unidad que da

fuerza y produce fruto, porque proviene del Espíritu Santo, que nos otorga sus dones, no sólo para

nuestra propia santidad, sino también para herir los corazones de todos los que escuchan la Palabra

de Dios a través de nosotros. Uno de los deberes principales del sacerdote es la predicación de tu

Palabra, que es viva y eficaz, más cortante que una espada de dos filos. Y nos damos cuenta, cuando

predicamos, que lo mejor es dejar hablar al Espíritu Santo, sin estorbarle. Pero, para eso, hemos de

tratarlo constantemente, pedirle sus luces y sus dones, dejarlo actuar, permanecer en su amor, para

que nos encienda con su fuego y así dar fruto. Señor, mi vocación de sacerdote me pide que vaya a

buscar a las ovejas perdidas para traerlas a tu redil. Y una manera de hacerlo es a través de la

predicación. A nosotros nos toca predicar con fidelidad, y ya será el Espíritu Santo el que convierta

los corazones. Que no se nos olvide que el centro de la predicación eres tú. Se trata de llevar hacia ti

a las almas: creer en ti a través de mí, me compromete. Pero el Espíritu Santo me ayuda. Señor,

¿cómo quieres que cuide la unidad de tu Iglesia? Madre mía, Madre de la Iglesia, enséñame a

permanecer muy unido, haciendo oración.

+++

«Pastores de mi pueblo: sean santos, como mi Padre del Cielo es santo, y manténganse

en unidad.

Reciban el fuego del Espíritu Santo y den fruto. Pero dejen crecer la cizaña en medio del

trigo, no sea que al cortar la cizaña también corten el fruto bueno.

Procuren buen fruto, y dejen que yo me encargue de la cizaña, como de los lobos

disfrazados de ovejas, y mantengan en unidad a mis ovejas, porque al estar dispersas, el lobo

que está al asecho las ataca, y las caza, y las mata y se las come.

No lo permitan. Antes busquen y encuentren en la unidad del Padre y del Hijo y del

Espíritu Santo, que es derramado sobre ustedes, la fuerza para vencer, que viene de los dones

de la Fortaleza, la Ciencia y la Inteligencia, el Consejo, la Sabiduría, la Piedad y el Temor de

Dios, para obtener, entre los frutos, la Mansedumbre y la Longanimidad, la Paciencia y la

Bondad, la Modestia, la Continencia y la Caridad, la Castidad y la Benevolencia, que los lleve

al Gozo de la plenitud conmigo en la unidad y la Paz, en la Fidelidad de mi amor.

Page 213: ESPADA DE DOS FILOS II Para la oraci³n personal del sacerdote P. Gustavo Elizondo Alans

Espada de dos filos

213

Enciendan con el fuego del Espíritu Santo, las espadas de dos filos que mis ángeles les

entregan, para que hieran los corazones. Y permanezcan en mi amor, para que el fuego se

mantenga encendido, y sea su fe muestra de su amor por mí.

Entreguen buenos frutos, y mis carismas les serán concedidos para santificarse

conmigo. Y yo, Cristo Rey, los elevaré a mis altares, para glorificarme y glorificar al Padre.

Pastores míos: tengan piedad, y apacienten a mis ovejas.

Hay más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte, que por noventa y

nueve justos. Yo he venido al mundo a buscar no a los justos, sino a los pecadores. Es por ellos

por quienes yo envío a mis pastores al mundo, como misioneros, para que los busquen, para

que los encuentren, para que los traigan de vuelta a la casa del Padre, y sea un solo rebaño y

un solo Pastor, y seamos uno como yo y el Padre somos uno, yo en ustedes y Él en mí.

Yo ruego al Padre no sólo por mis pastores, sino por los que por ellos creerán en mí.

Pero mis pastores no los están buscando, no los están encontrando, no están regresando, se

están perdiendo en medio del mundo a donde yo los he enviado a buscarlos.

Mi Madre reúne a las noventa y nueve, que son piadosas y ruegan por la que se ha

perdido, para que sea buscada y encontrada, y ruegan por los pastores, para que encuentren el

camino de vuelta a casa.

Permanezcan unidos, en espera, y dispuestos a recibir al Espíritu Santo que les será

enviado.

Yo he rogado para que las ovejas y los pastores cumplan mi mandamiento, amándose

los unos a los otros como yo los he amado.

Yo los he amado hasta el extremo».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: mi rebaño, el que yo he reunido, el que por ustedes cree en mi

Hijo, permanece en casa orando con piedad, esperando con paciencia, pidiendo al Padre con

clemencia, reuniendo a sus corderos con balidos incesantes.

Ustedes caminan en medio del mundo buscando a las ovejas. Pero se cansan, pierden la

fe y se debilitan. Y son tentados y atacados y vencidos, porque confían en sus pocas fuerzas.

Mi rebaño ora e intercede por ustedes, para fortalecerlos, para protegerlos, para

cuidarlos, para que cumplan con la misión a la que han sido enviados, y encuentren y traigan

con ustedes a los que han ido a buscar.

Les daré un tesoro de mi corazón, para que lo lleven a mi rebaño: es la piedad, que se

cultiva y se transforma en caridad, para santificarse y para santificar.

Yo ruego al Padre para que envíe al Espíritu Santo sobre ustedes, y los llene, y los

desborde de piedad, para que amen a mi rebaño, y obren para él con misericordia, y que sea su

fruto la santidad, en unidad, para que sean uno con el Padre en mi Hijo».

+++

PARA MEDITAR – DAR A CONOCER A DIOS AL MUNDO

Page 214: ESPADA DE DOS FILOS II Para la oraci³n personal del sacerdote P. Gustavo Elizondo Alans

ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

214

«Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, somos uno, a fin de que sean uno

en nosotros, y el mundo crea que tú me has enviado».

Eso dice Jesús, dirigiéndose a su Padre.

Y tú, sacerdote, ¿permites que se haga la voluntad de tu Señor en ti?, ¿permaneces en tu

Señor, como Él permanece en ti?, ¿predicas su Palabra, y la pones en práctica para que otros crean

en Él, por ti?

Tu Señor ruega al Padre por ti, sacerdote, y por todos lo que ha puesto a tu cuidado, para

conducirlos por camino seguro, y sean salvados.

Y tú, sacerdote, ¿qué haces para que ellos crean?, ¿fortaleces su fe con tu fe puesta en

obras?, ¿ruegas por ellos al Padre?

Y tú, sacerdote, ¿tienes fe?, ¿demuestras al mundo tu fe?

Ten cuidado, porque alguno puede decirte: “Tú tienes fe, pues yo tengo obras. Muéstrame tu

fe sin obras, y yo te mostraré por las obras mi fe”.

Y tú, sacerdote, ¿crees en tu Señor? Pues hazlo, porque hasta los demonios creen, y

tiemblan.

¿Cuáles son tus obras, sacerdote? Por tus obras, tu fe alcanzará la perfección. Y por tus

frutos te reconocerán.

Procura, sacerdote, que tus obras te alcancen la unidad en tu Señor, y a través de ti, sea la

unión de tu Señor con su pueblo, porque esa es tu misión: hacerlos parte de un solo cuerpo, del

cual Cristo es cabeza.

Tú eres, sacerdote, signo de contradicción para muchos, pero instrumento sagrado de

unión, enviado por tu Señor, para que todos sean uno en Él.

Fortalece tu fe, sacerdote, porque la duda separa, frustra, estorba, agobia, obscurece tu

camino, y endurece tu corazón.

Tu Señor te ha llamado a participar de su vida, de su pasión, de su muerte y de su

resurrección, para que participes también de su gloria, para que seas uno con Él, así como su Padre

y Él son uno, y ese, sacerdote, es un privilegio, tomando en cuenta que tú eres tan solo un indigno

siervo, pero que has sido elegido por Él, para ser configurado con Él, y ser en todo igual a Él,

porque te ama.

Tú has sido enviado, sacerdote, para que el mundo conozca a tu Señor, y a quien lo ha

enviado, y para que conozcan que el Padre ama al Hijo, y el Hijo ama al Padre, y el Hijo da a

conocer al mundo al Padre, a través de ti, sacerdote, para que el amor con el que el Padre ama al

Hijo, también esté en ellos, y el Hijo que está en ti, también esté en ellos.

Tu misión es dar a conocer a Dios al mundo, para que su amor esté en ellos. Es hermosa

y es muy grande tu misión, sacerdote.

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Espada de dos filos

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TRAER A LAS OVEJAS – AMAR A JESÚS

VIERNES DE LA VII SEMANA DE PASCUA

Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas.

Del santo Evangelio según san Juan: 21, 15-19

En aquel tiempo, le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que

éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.

Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor,

tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”.

Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que

Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú

bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”.

Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero

cuando seas viejo extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo

dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la escena me llena de emoción. Abres tu corazón y quieres que Pedro abra el

suyo. Muestras tus sentimientos, y quieres que Pedro muestre los suyos. Te interesaba que la Roca

sobre la que edificarías tu Iglesia fuera un hombre que sabe amar. Y se lo preguntas tres veces. No

porque tuvieras duda (porque tú lo sabes todo), sino porque querías escucharlo de sus labios, porque

eso compromete. Y porque eres hombre verdadero, y tienes un corazón de hombre, y te agrada

escuchar las muestras de amor de los hombres. Tú eres el Amor, y dejaste a tus discípulos el

mandamiento del amor. Y les pediste que amaran con obras, dando la vida por los hermanos. Eso me

lo pides especialmente también a mí, sacerdote tuyo. Reconozco que me cuesta utilizar palabras de

hombre enamorado. No me sale fácil decir “te amo”. Pero sé que la boca habla de lo que hay en el

corazón. Si mi corazón está lleno de amor por ti te lo tengo que decir. Jesús, te lo tengo que decir

muchas veces en mis ratos de oración y también a lo largo del día. Tengo que ser un hombre

enamorado de ti, que no se canse de hablarte de amor, con las palabras y con las obras. Señor, yo

quiero que tu Espíritu Santo llene mi corazón y encienda en mí el fuego de tu amor, ¿cómo puedo

aprovechar mejor mis ratos de oración para encender ese fuego? Madre mía, te amo, te amo, te amo:

enséñame a amar a tu Hijo como lo amas tú.

+++

«Sacerdotes míos: reciban el fuego de mi Espíritu, para que arda en ustedes mi celo

apostólico, y vean lo que yo, Sumo y Eterno Sacerdote veo, y sientan como yo siento, y quieran

lo que yo quiero.

Reciban, por infusión del Espíritu, los Dones para actuar en este mismo deseo, y en el

cumplimiento de su servicio y entrega, para la salvación de todas las almas.

Reciban las gracias que mi Madre les ofrece, para perseverar en la caridad, en la

entrega y en el amor.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

216

Sacerdotes, pastores de mi pueblo: yo soy Jesucristo, hijo único de Dios, nacido de una

mujer pura, para ser en todo como ustedes, menos en el pecado. Porque he venido a liberarlos

del pecado, a sacar a mi pueblo de la opresión, de las cadenas de la prisión del mundo. Ustedes,

entonces, no son de este mundo. Pero sean como yo, y liberen conmigo al mundo.

Pastores míos: traigan a sus rebaños, que son como ovejas que se mantienen juntas y

siguen al pastor, y sean como yo, que he entregado a todas a salvo, menos una, que debía

perderse.

Entreguen ustedes a todas las que les han sido confiadas en su redil, menos una, cuando

esa una no sea oveja, sino lobo disfrazado de oveja.

Dispérsense ustedes por el mundo, porque yo los envío, pero manténganse en unidad en

la Roca que he puesto como yo como piedra angular, y manténganse en la fidelidad de mi

Iglesia, y vayan y prediquen, y llévenme a todos los rincones del mundo, y llamen y corrijan y

enamoren, una vez y otra vez.

Pero si aun así no quieren venir, dejen a la cizaña que sea cizaña y al fruto que sea

fruto. Y tráiganlas a mí, para que ni una sola de las mías se pierda.

Sean santos, como mi Padre es Santo.

Sean sacerdotes, como yo.

Sean pastores, como yo.

Sean hermanos, como yo.

Sean amigos, como yo.

Sean hijos, como yo, y permanezcan en mi Espíritu, que es del Padre y del Hijo, para

que sean como yo, y estén dispuestos a dar su vida por mis ovejas.

Amigos míos: yo los amo más que a las aves del cielo y que a los lirios del campo.

Los amo tanto, que hasta los cabellos de su cabeza están contados. No se preocupen por

lo que han de comer o lo que han de beber, o con lo que han de vestir. Busquen primero el

Reino de Dios, y todo lo demás yo se los daré. No se preocupen del mañana, yo estoy con

ustedes todos los días de su vida.

Los amo tanto, que dejé la gloria de mi Padre para ir a buscarlos.

Los amo tanto, que entregué por ustedes mi vida, hasta la muerte, para encontrarlos, y

una muerte de cruz.

Los amo tanto, que en mi resurrección les doy la vida.

Los amo tanto, que me quedo con ustedes, y me hago suyo para hacerlos míos, cada día,

en la Eucaristía.

Los amo tanto, que les doy a mi Madre, como madre y como compañía.

Los amo tanto, que les doy la espada de su corazón, para atravesar el suyo y unirlo al

mío, al de ella.

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Espada de dos filos

217

Los amo tanto, que los hago mis amigos, mis sacerdotes, para que sean como yo, y se

mantengan unidos a mí. No hay amor más grande que el que da su vida por sus amigos, no hay

amor más grande que el mío.

Yo les pido que, por mi amor, sirvan a Roma».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo los reúno bajo la protección de mi manto, para que

permanezcan unidos para recibir al Espíritu Santo, que vendrá como lenguas de fuego bajado

del cielo, e infundirá en sus corazones los Dones de Dios, para caminar en el camino de

santidad, que es Cristo.

Confíen en mí. Entréguenme su corazón y lleven a cabo su misión.

Adoren la sangre preciosa de mi Hijo en el cáliz, y su carne en la patena. La sangre es

fuente de vida, y la carne es la vida. Coman y beban todos de Él, para que tengan el

conocimiento de la verdad y la vida eterna, por Cristo, con Él, y en Él.

El trabajo es mucho y los obreros pocos. Reciban toda la ayuda que yo les doy. El

trabajo en equipo, en unidad, para que tenga fuerza.

Yo les daré un tesoro de mi corazón: la paciencia, para que con paciencia apacienten a

las ovejas, para que caminen con constancia, para que no se detengan, pero que no tengan

prisa. Porque no por muy rápido caminar se llega más lejos, cuando el destino es el mismo, es

el único, es uno.

Apacentar a las ovejas es guiarlas en el camino seguro, dirigirlas con sabiduría,

hablarles con claridad, enseñarles la verdad, dar testimonio de fe, darles esperanza, tratarlas

con caridad, darles seguridad, fortalecer su confianza, formarlas, sumergirlas en la

misericordia. Acompáñenme a apacentar a las ovejas de mi rebaño.

Mi deseo es que ustedes, mis hijos sacerdotes, sean como niños.

El deseo de ustedes es verme sonreír.

Todo les será concedido cuando hagan todo lo que les he pedido, y mi deseo sea

cumplido. Acompáñenme”.

+++

PARA MEDITAR – AMAR A JESÚS

«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»

Eso preguntó Jesús a su discípulo fiel, a quien sería Roca y Pilar de su Iglesia. Y le

preguntó tres veces.

Y eso mismo te pregunta a ti, sacerdote, y está esperando a que le contestes.

Te amo. Qué palabras tan sencillas, pero tan profundas, y con tanto significado.

Te amo. Qué palabras tan hermosas y fáciles de escuchar, pero tan difíciles de pronunciar.

“Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”.

Es verdad que lo sabe, pero le gusta que se lo digas, y que se lo demuestres, sacerdote,

porque la boca habla de lo que hay en el corazón, y las obras lo manifiestan.

Page 218: ESPADA DE DOS FILOS II Para la oraci³n personal del sacerdote P. Gustavo Elizondo Alans

ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

218

“Te amo, Jesús, te amo”.

Díselo, una, dos, y tres veces, sacerdote: en la sede, en el ambón y en el altar.

“Te amo, Jesús, te amo”.

Díselo, cuando lo elevas entre tus manos.

“Te amo, Jesús, te amo”.

Sabia jaculatoria, que expresa en sí misma toda alabanza y gloria.

“Te amo, Jesús, te amo”.

Díselo, sacerdote, y demuéstraselo apacentando a su rebaño, conduciéndolo al manantial

de agua viva, para darles vida, alimentándolos con el pan vivo bajado del cielo, que es alimento de

vida eterna, que los apacienta porque los sacia con su gracia.

“Te amo, Jesús, te amo”.

Díselo, sacerdote, y apacienta a su rebaño, predicando su palabra.

“Te amo, Jesús, te amo”.

Díselo, sacerdote, y apacienta a sus corderos, construyendo en la tierra el reino de los

cielos.

“Te amo, Jesús, te amo”.

Díselo, sacerdote, y apacienta a sus corderos, administrando los sacramentos al mundo

entero.

Has conciencia, sacerdote: ¿cuántas veces le hablas de amor a tu Señor?, ¿qué tanto lo

procuras en la oración?

Tú eres un siervo de Dios, sacerdote, pero Él te ha llamado amigo, porque te ama.

Y tú, sacerdote, ¿en verdad lo has dejado todo y lo sigues, o sólo lo sirves?

Detente, sacerdote, y rectifica el camino que te aleja de tu vida de piedad para sumergirte en

el activismo que ocupa tu mente, tu tiempo y tu corazón, que llena tu vida de muchas cosas, pero

se siente vacía, porque muchas cosas son importantes, pero sólo una es necesaria.

¡Vuelve, sacerdote, a la oración!

Vuelve al diálogo con tu Señor.

Vuelve al Sagrario, y llénate de su amor, para que puedas decirle: “te amo, Jesús, te amo”,

con palabras que salen de tu boca, pero que provienen de tu corazón.

Ama, sacerdote, a tu Señor, y díselo con palabras y con obras de amor, perseverando

con fe, con esperanza y con caridad, en la fidelidad a su amistad. Glorifica a tu Señor con tu

vida, y síguelo.

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Espada de dos filos

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RECIBIR EL AMOR – SEGUIR EL LLAMADO

SÁBADO DE LA VII SEMANA DE PASCUA

Éste es el discípulo que ha escrito estas cosas, y su testimonio es verdadero.

Del santo Evangelio según san Juan: 21, 20-25

En aquel tiempo, Jesús dijo a Pedro: “Sígueme”. Pedro, volviendo la cara, vio que iba detrás

de ellos el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre su pecho

y le había preguntado: ‘Señor, ¿quién es el que te va a traicionar?’ Al verlo, Pedro le dijo a Jesús:

“Señor, ¿qué va a pasar con éste?” Jesús le respondió: “Si yo quiero que éste permanezca vivo hasta

que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú, sígueme”.

Por eso comenzó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no habría de

morir. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino: ‘Si yo quiero que permanezca vivo hasta que yo

vuelva, ¿a ti qué?’

Éste es el discípulo que atestigua estas cosas y las ha puesto por escrito, y estamos ciertos de

que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús y creo que, si se relataran una por

una, no cabrían en todo el mundo los libros que se escribieran.

Palabra del Señor.

+++

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO PREGUNTAR,

POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR DE MI VIDA CON

ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153)

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tu vida pública la comenzaste eligiendo a tus discípulos, diciéndoles a cada uno

de ellos aquella palabra que quedó grabada en su corazón para siempre: “sígueme”. No se trataba

solamente de un seguimiento de acompañamiento en tus recorridos por tierras de Palestina, sino de

un seguimiento que implicaba dejar la vida para vivir la tuya, una entrega total, para ir por todo el

mundo a predicar el Evangelio, para tomar la cruz de cada día y así seguirte. Ahora regresas con el

Padre y de nuevo pronuncias la misma palabra: “sígueme”. Señor, tú me elegiste, y esa es la misma

palabra que yo escuché en mi corazón cuando me pediste unirme a ti en el sacerdocio. Yo te

acompañé también por tierras de Palestina cuando meditaba tu palabra en el Santo Evangelio, y

escuché tu llamada, como la de hoy a Pedro, y te seguí. Y, así como tus primeros discípulos, yo

también necesito la ayuda del Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, para que me enseñe todo y

derrame en mi corazón sus sagrados dones, de modo que pueda llevar a todas las almas tu mensaje

de salvación. E, igual que el discípulo amado, necesito la compañía de María para cumplir con mi

misión. Jesús, ¿cómo puedo disponer bien mi corazón para hacer fructificar los dones del Espíritu

Santo? Madre mía, ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Espíritu Santo, ¡ven!

+++

«Sacerdote mío: lo que conviene es que yo me haya ido a la gloria de mi Padre para que

a ustedes les sea enviado el Espíritu de verdad, el que los consuela y les enseña todas las cosas,

para que los fortalezca y los revista, para que los consuele y los asista, para que los encienda en

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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el fuego de mi amor, y sean valientes, virtuosos y santos, para que desempeñen su ministerio y

su apostolado cumpliendo mi mandamiento, amándose los unos a los otros como yo los he

amado, dando la vida por sus amigos. Porque nadie tiene un amor más grande que el que da la

vida por sus amigos.

No son ustedes los que me han elegido. Yo los he elegido a ustedes, y yo no los he

llamado siervos, los he llamado amigos, y les he dado a conocer lo que me ha dicho mi Padre.

Reciban las gracias que yo les quiero dar, para que entreguen su voluntad al Espíritu de

verdad, y los llene y los desborde de mi amor, que es amor de Padre y amor de Madre, para

que pidan con ese amor que el Espíritu Santo se haga presente en ustedes, y los renueve, y les

enseñe, y les recuerde todo lo que yo les he dicho.

Permanezcan en oración y pidan en mi nombre, desde la pureza mi Sagrado Corazón

unido al de mi Madre, la consagración de cada alma a su Inmaculado Corazón, para que

siendo de ella sean míos, en una sola alma y un solo corazón. Entonces ella intercederá y les

conseguirá todo lo que conviene y lo que necesitan para llevar la luz de la fe, la esperanza y el

amor, a todos los rincones del mundo.

Sacerdotes son, porque yo los he elegido desde siempre y para siempre.

Dispónganse a recibirme, para que puedan ser fruto y dar fruto, para que puedan

entregarme y entregarse ustedes conmigo, porque no hay amor más grande que el que da la

vida por sus amigos.

Yo he dado la vida por ustedes, me he entregado hasta la muerte, para darles vida.

Ahora, con nueva vida, quiero entregarme a ustedes en vida. Yo soy el camino, la

verdad y la vida.

Recíbanme y déjense amar por mí, para que ustedes sean como yo, y den su vida por sus

amigos.

Yo soy sus amigos. Recíbanme, para llevarlos al Padre.

Pero nadie va al Padre si no es por el Hijo. Pero nadie va al Hijo, si no recibe al Hijo. Y

nadie recibe al Hijo, si no es por el Espíritu del Padre y del Hijo.

Reciban entonces al Espíritu Santo, que se derrama en ustedes, y les entrega sus dones

para que puedan permanecer en mi amor, para perseverar en la lucha y triunfar, para ser

fruto como yo.

Abandónense en las manos de mi Madre, para que ella los entregue como a mí, y el

Padre los reciba como a mí.

Si supieran cuánto los amo, morirían de amor por mí.

Reciban mi amor, para que puedan amarme como yo los amo, con mi amor, y sean

ejemplo, y me entreguen, y se entreguen conmigo como alimento en la Eucaristía, para nutrir a

mi rebaño y fortalecerlo con Sabiduría y Entendimiento, con Ciencia y Piedad, y den Consejo

para mantenerlos unidos en el Temor de Dios, para que lo amen por sobre todas las cosas,

como yo, con mi amor.

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Espada de dos filos

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Pero sepan que las tentaciones serán muchas, y el diablo no descansará, porque quiere

arrancarme lo que más amo: a ustedes, mis pastores, y quiere despojarme de lo que por los

méritos de mi pasión y muerte me pertenece: todo mi rebaño.

Sean fruto de los dones que reciben, para que puedan resistir en la lucha y vencer en su

cruz conmigo.

Entonces yo los resucitaré en el último día, y verán mi gloria».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: el Espíritu Santo, que es Dios verdadero de Dios verdadero,

intercederá por ustedes, pidiendo lo que les conviene con gemidos inenarrables, que el Padre

comprende.

Todo lo que ustedes pidan en el nombre de mi Hijo les será concedido. Permanezcan en

la disposición de recibir lo que conviene y de dar la vida por sus amigos.

Las gracias se derraman de arriba hacia abajo. Pero no las saben pedir. Es el Espíritu

Santo el que une, el que consuela, el que santifica, el dador de vida, el que enciende los

corazones, el que da luz, el que sana, el que inspira, el dador de dones, el que lava y vivifica, el

que pide lo que necesitan y no saben pedir.

Es el que espera con paciencia que la voluntad le sea entregada para doblegar la

soberbia, y actuar y transformar el corazón, para unirlo y hacerlo uno solo en Cristo.

Es el que se posa para encender de fuego el alma para conducir otras almas a Dios.

Efusión infinita de amor que alberga el espíritu uniéndolo en uno solo en Cristo.

Es por tanto consolador que renueva, que fortalece, que concede la unidad de vida.

Entreguen su voluntad y permanezcan dispuestos a recibir los dones, frutos y carismas

que no saben pedir, pero que el Espíritu Santo concede a los corazones, que los desean para

ponerlos al servicio de la Santa Iglesia.

Pidan con pureza de intención los dones, frutos y carismas para ustedes mismos, para

que ejerzan sus ministerios en virtud y santidad, para que consigan la unión fraterna entre los

pastores de la Iglesia, y así consigan la unidad y la paz del mundo, un solo rebaño y un solo

pastor, una sola alma y un solo corazón, un solo pueblo santo de Dios: dones de Sabiduría,

Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios. Frutos de Caridad,

Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad, Bondad, Benignidad, Mansedumbre, Fidelidad,

Modestia, Continencia, Castidad. Carismas que generen la armonía y la unidad para la

edificación del cuerpo de Cristo.

Acompáñenme y oremos juntos para que el Espíritu Santo los reúna en torno a mí, para

que sean consagrados a mi Inmaculado Corazón y en esta disposición yo interceda ante el

Espíritu Santo para que reciban todo lo que les conviene para ejercer un ministerio santo para

el bien de la Santa Iglesia».

+++

PARA MEDITAR – SEGUIR EL LLAMADO

«Sígueme».

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Eso dijo Jesús.

Y te lo dijo a ti, sacerdote, de manera particular, porque esa entrega es individual, y es la

respuesta de la intimidad de tu alma, dispuesta a seguir a tu Señor, para hacer su voluntad.

Tu Señor te dice: “sígueme”. Y espera de ti una respuesta concreta, acompañada de pasos

decididos detrás de Él, siguiendo sus huellas en el camino.

“Sígueme”. Eso es lo que tu Señor te pide todos los días, sacerdote, porque desde antes de

nacer Él ya te conocía, y te tenía consagrado para Él.

“Sígueme”. El llamado es fuerte y claro, como la primera vez. Escúchalo, sacerdote, y deja

todo: casa, hermanos, padre, madre, tierras…, sin importarte, porque recibirás el ciento por uno en

esta vida, y en la otra la vida eterna.

Tu Señor te ha llamado, sacerdote, y tú has dicho sí. Has acudido al llamado y has

perseverado con la ayuda del Espíritu Santo, que te ha sido enviado para que puedas seguir sus

pasos, con Espíritu de Fortaleza, Espíritu de Sabiduría, Espíritu de Entendimiento, Espíritu de

Consejo, Espíritu de Ciencia, Espíritu de Piedad, Espíritu de Temor de Dios, Espíritu de

Verdad, que te revela el amor de Dios, inquietando tu alma, llenándola y desbordándola.

“Sígueme”. Eso te dice tu Señor, sacerdote, y es un gran compromiso y una gran

responsabilidad, porque tu respuesta proviene sólo de ti, de tu amor, de tu humildad y de tu

generosidad, para entregar tu vida para servir a Dios, a través del servicio a los demás.

Seguir a Jesús, sacerdote, ése es el llamado.

Seguir a Jesús, es seguir al amado.

Seguir a Jesús, es seguir al crucificado.

Seguir a Jesús, es configurarse con el resucitado.

Seguir a Jesús, es encontrar el camino, la verdad y la vida.

Por lo tanto, seguir a Jesús es caminar con alegría, permaneciendo en Él, para hacer sus

obras y aún mayores, todos los días de tu vida.

Y tú, sacerdote, ¿lo sigues?, ¿haces lo que te dice?, ¿entiendes tu llamado como un llamado

de amor de predilección?, ¿o lo atiendes por obligación?

Tu eres, sacerdote, la voz de tu Señor, sus manos y sus pies.

Pídele, sacerdote, al Espíritu Santo, que ilumine tu vida con la luz de Cristo vivo, para

iluminar al mundo entero.

Pídele, sacerdote, al Espíritu Santo, que venga a ti, que habite en ti, que permanezca, para

que, con sus frutos y sus carismas, sirvas bien a la Santa Iglesia, siguiendo los pasos de tu Señor.

Permanece dispuesto, sacerdote, a escuchar las palabras de tu Señor, y a ponerlas en

práctica, para que puedas seguirlo, para que puedas servirlo, para que puedas transmitirlo con la

gracia del Espíritu Santo, que te enseña y te recuerda todas las cosas.

Acepta la voluntad de Dios para ti, y para los demás, pidiéndole al Espíritu Santo, que te

ayude a discernir esa voluntad, para poderla cumplir.

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Espada de dos filos

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Pídele a tu Señor que sea él quien dirija tus pasos, para que sepas guiar a los que te siguen,

y no se pierdan, sino que en ti encuentren el camino.

Ten el valor de dejarlo todo, y acude a la oración, sacerdote, y en el silencio interior,

descubre la voz de tu Señor que te llama, y ¡síguelo!

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DONES Y FRUTOS – LLENARSE DEL ESPÍRITU SANTO

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo: Reciban el Espíritu Santo.

Del santo Evangelio según san Juan: 20, 19-23

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se

hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La

paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al

Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también

los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los

que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán

sin perdonar”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: les habías anunciado a tus discípulos que ibas a enviar el Espíritu Santo, para

que les enseñara todas las cosas. Quizá ellos no entendieron bien cómo iba a ser esa efusión de los

dones del Paráclito, pero estaban esperando, muy unidos en oración, con María tu Madre. Es verdad

que ya les habías otorgado el poder de perdonar los pecados desde el día de tu resurrección, soplando

sobre ellos y diciéndoles que les entregabas el Espíritu Santo. Pero el día de Pentecostés las cosas

cambiarían radicalmente. La efusión de los dones del Paráclito les otorgó una gracia muy especial: la

fortaleza, que hizo que perdieran el miedo de salir por el mundo para predicar el Evangelio. Y los

demás dones les ayudaron para meterse de lleno en el plan de Dios, con el conocimiento divino de

las verdades reveladas, sabiendo discernir lo que está bien y lo que está mal, buscando siempre

cumplir la voluntad de Dios, evitando así todo lo que los aparte de Él. Señor, es una pena que para

muchos cristianos la tercera Persona de la Santísima Trinidad es el “Gran desconocido”. Yo, como

sacerdote, debería de tener un intenso trato con el Dulce Huésped del alma, porque lo necesito

mucho para ejercer mi ministerio, cuando administro tus sacramentos, cuando predico, cuando

aconsejo, cuando llevo la dirección espiritual de las almas. Jesús, ¿cómo puedo mejorar en mi trato

con el Santificador? Madre mía, el Espíritu Santo siempre está contigo, enséñame a tratarlo, para que

siempre esté conmigo.

+++

«Sacerdotes míos: reciban en esta efusión de amor al Espíritu Santo, y con Él la

Sabiduría, el Entendimiento, la Ciencia, el Consejo, la Fortaleza, la Piedad y el Temor de Dios,

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

224

que se requieren para la realización de sus ministerios, y recíbanme a mí, para mantenerlos en

unidad y santidad conmigo.

Vayan a enseñar todo lo que yo les he mandado, para que den fruto y ese fruto

permanezca, porque por sus frutos los conocerán.

Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.

Reconciliación, renovación, y la paz será con ustedes.

Pastores míos: reciban los dones de mi Espíritu Santo para que den fruto y sean fruto, reconcíliense conmigo y conformen su voluntad a la del Padre, para que Él, por los méritos de mi pasión y muerte, derrame su misericordia para el perdón de sus pecados.

Renuévense por mi resurrección, en la fe y en la caridad.

Así como mi Padre me ha enviado al mundo, así los envío yo a ustedes, para que vayan a

reconciliar al mundo conmigo.

Entréguense a mis ovejas, dando ejemplo y generando confianza, para que quieran venir, y se acerquen a mí, y pidan perdón, y reciban misericordia y perdón, para que se reconcilien conmigo y consigan la paz, y alcancen la vida eterna.

Al que mucho se le da, mucho le será pedido. Ustedes, mis pastores que tanto amo, también serán juzgados y se les pedirán cuentas de los rebaños entregados.

A ustedes se les ha dado el poder para salvar almas, para derramar la misericordia de mi Padre y para perdonar. Porque a todo el que le perdonen sus pecados le serán perdonados, pero al que no se los perdonen les quedarán sin perdonar.

Reciban dones y entreguen frutos, que la fortaleza está en el amor. Yo soy el amor.

Reciban el auxilio de mi Madre, que vela por ustedes y de su mano los sostiene, cubiertos bajo la protección de su manto, para resistir las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, y perseverar en santidad, y por ella les será entregado este regalo, como fuente de luz y de

agua viva, como sal que da sabor, como alimento que nutre el alma, como consuelo y muestra de mi amor.

Vengan a mí cuando estén cansados, porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

Que por el Espíritu que comparten el Padre y el Hijo, y que es Dios con el Padre y el Hijo, conozcan al Padre, y conozcan al Hijo, y, que las almas que les han sido encomendadas conozcan también a aquel que es el camino, la verdad y la vida, porque yo los quiero a todos.

Que sea mi regalo una alianza de alegría entre mis sacerdotes y el Espíritu Santo, y que sean miembros de un solo cuerpo, en la unidad de la Iglesia que he instituido con mi Madre y mis

sacerdotes, con mi pueblo, con los ángeles y los santos, y todas las almas, para la reconciliación y la paz del mundo, para la salvación de todas las almas, para gloria de Dios. Que sea el triunfo del Corazón Inmaculado de mi Madre y mi Sagrado Corazón, el culmen de esta lucha y de la salvación.

Y que se mantengan por los dones de mi Santo Espíritu en la virtud de los frutos, y en mi

carisma y santidad, hasta que vuelva».

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Espada de dos filos

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«Hijos míos sacerdotes: el Espíritu de verdad les enseña todas las cosas. Permanezcan

unidos a mí en un solo corazón: el Sagrado Corazón de Jesús, para que no se distraigan, y no

tengan miedo a las tentaciones, las dificultades, las tribulaciones, los peligros y las turbaciones

del mundo.

Entreguen su voluntad al Paráclito, el Espíritu Santo, el Consolador, el Espíritu de

verdad que es Dios en la tercera persona de la Santísima Trinidad, y Él se encargará de

ustedes, de guiarlos, de prepararlos, de darles todos los dones, para que consoliden todos sus

esfuerzos en el amor, cumpliendo los mandamientos de Dios en el mandamiento que les dejó

Cristo amándose unos a otros como Él los ha amado, con su amor, desde su corazón, para que

lleven la luz y la esperanza a todos mis hijos, dando testimonio de la verdad, testimonio de fe,

testimonio de fidelidad, testimonio de amor, testimonio de misericordia.

Yo quiero mostrarme Madre con ustedes, mis hijos a los que tanto amo, entregándoles

este tesoro de mi corazón: mi confianza.

Yo les daré otro tesoro: mi alegría, para que lleven a cabo las obras de mi Hijo con

amor y con alegría, en la certeza de servir a Dios, sirviendo a su Iglesia.

Yo confío en ustedes, y en el Espíritu Santo, que les ha dado la gracia y los dones para

cumplir mis deseos y los de mi Hijo, a través de la misión que les ha sido encomendada, porque

han sabido escuchar, y acoger, y aceptar que estas palabras no son suyas, son palabra de Dios,

y luz para ustedes. Pero nadie puede decir “Jesús es el Señor”, si no lo mueve el Espíritu Santo.

Su garganta ha sido abierta con el fuego del Espíritu Santo para que hablen la verdad, y todo

el que escuche los entienda.

Hay diferentes dones, pero uno solo es el Espíritu.

Hay diferentes ministerios, pero uno solo es el Señor.

Hay diferentes obras, pero un solo Dios es el que obra en todos.

Hay diferentes carismas, pero todo es para un bien común, porque uno solo es el cuerpo,

aunque tiene muchos miembros, pero todos forman un solo cuerpo de Cristo, en un mismo

Espíritu. Todo se ayudan y todos se afectan.

Alégrense hijos míos, porque el Señor los ha llenado con su gracia y está con ustedes.

Atesoren estos regalos y construyan el reino de los cielos en la tierra, para llevar la

misericordia a todos mis hijos. A ustedes les ha sido dada una tierra para que la preparen, la

abonen, la rieguen y dé fruto, y ese fruto permanezca. Yo confío en ustedes, y los llevo de mi

mano para que nunca se pierdan».

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PARA MEDITAR – LLENARSE DEL ESPÍRITU SANTO

«Reciban al Espíritu Santo, a los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados y

a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar».

Eso dijo Jesús.

Y se lo dijo a sus discípulos, y te lo dijo a ti, cuando te ordenó sacerdote.

Y así, como el Padre lo envió a Él, te envía Él a ti.

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ESPADA DE DOS FILOS - Para la oración personal del sacerdote

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Es grande tu misión, sacerdote, porque te hace responsable de la manifestación del misterio

de la redención de tu Señor, que revela en ti su grandeza, por el sacramento de la penitencia y la

reconciliación.

Tu Señor ha venido a traerte la paz, sacerdote, y te envía a llevarla a los demás. Pero no te

envía solo, te envía con el Espíritu Santo que te ha sido dado, y que brota de tu corazón como río

de agua viva, porque tú has creído.

Recibe, sacerdote, al Espíritu Santo, y permítele que haga su morada en ti, y con docilidad

abandónate a sus inspiraciones, y déjalo actuar, para que sea Él quien obre en ti, quien hable a

través de ti, y quien transforme los corazones, llegando con efusión a todas las almas que escuchan

tu predicación.

¡Espíritu Santo, ven, lléname de ti, y desbórdame de tu amor!

Invócalo, sacerdote, invócalo, y dile: ¡Espíritu Santo, ven!, y pídele que te llene y te

desborde de Sabiduría, para que puedas participar en el plan de Dios según su voluntad.

Pídele que te llene y te desborde de Entendimiento, para saber transmitir el conocimiento

divino a través de las verdades que te han sido reveladas de Dios.

Pídele que te llene y te desborde de Ciencia, para saber discernir en cualquier circunstancia,

lo que está bien de lo que está mal, según el conocimiento de Dios y lo que te revela en la intimidad.

Pídele que te llene y te desborde de Piedad, para buscar hacer siempre su voluntad.

Pídele que te llene y te desborde de Fortaleza, para que tengas el valor de enfrentar cualquier

dificultad, y mantenerte fiel a su amistad, a su amor y a su ley.

Pídele que te llene y te desborde del Santo Temor de Dios, para evitar en todo lo que te

aparte de Él, haciendo su voluntad para agradarle en todo.

Abre tu corazón, sacerdote, y disponte a recibir los dones del Espíritu Santo que acabas de

pedir, porque Dios no duda en consentir a quien pide en nombre de su Hijo, desde un corazón con

rectitud de intención.

Agradece, sacerdote, el favor de tu Señor, que te envía para que des fruto, y ese fruto

permanezca.

Recuerda, sacerdote, que en cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.

Recíbelo, y pon al servicio de los demás los dones que Él te da, bautizando al pueblo de Dios, en un

mismo Espíritu, para que formen un solo cuerpo del cual Cristo es cabeza.

Recibe, sacerdote, la paz de tu Señor, y llénate de alegría, porque tu Señor te envía a

recoger con Él.

Ofrécele a tu Señor los frutos de los dones recibidos como ofrenda unida en el único y

eterno sacrificio redentor, para que seas partícipe de esa redención, y entrégale tu Amor, tu Alegría,

tu Paz, tu Paciencia, tu Longanimidad, tu Benignidad, tu Bondad, tu Mansedumbre, tu

Fidelidad, tu Modestia, tu Continencia, y tu Castidad. Y pídele que te dé el carisma de tu

vocación al sacerdocio ministerial.

Permanece reunido en oración con la Madre de tu Señor, invocando al Espíritu Santo,

para que sea para ti y para el mundo, un nuevo y eterno Pentecostés.

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